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I. DESAFIOS. SIGNOS DE LOS TIEMPOS QUE NOS INTERPELAN Y


ALIENTAN

El hecho de caminar juntos como discípulos misioneros de Jesús nos pide contemplar,
escuchar y reconocer la presencia y la voluntad de Dios en la realidad que estamos
viviendo. Para ello necesitamos prestar mucha atención a los signos de los tiempos y
disponer nuestros oídos y el corazón.

La pandemia, un hito del cambio de época

Por un lado “la pandemia causó aislamiento y muertes”, “lo cambió todo, y nos urgió a
replantearnos todo”. Por otro lado, la pandemia puso de manifiesto “la enorme capacidad
de reinvención de las comunidades y las personas que respondieron a este nuevo
contexto. “Nos ha cambiado el ritmo de vida, nos ha reeducado “en la forma de hacer las
cosas y de ver la vida. La pandemia ha provocado rupturas y nos está llevando a un
momento clave para tomar decisiones. Ojalá comprendamos el momento presente para
una buena decisión: abandonar situaciones caducas y abrirnos a lo nuevo que emerge.

Ámbito socioeconómico: grandes inequidades

El sistema socioeconómico ha generado brechas de inequidad cada vez más profundas


e insalvables, ha producido víctimas a causa de las injusticias, la marginación y la
exclusión social que hacen imposible a todas las personas afectadas acceder a una vida
en condiciones dignas.

Existen buenas posibilidades para nuestra economía, pero los altos gastos del sistema de
bienestar y los enormes desajustes económicos, con privilegios acumulados por mucho
tiempo, han originado una fuerte crisis económica y fiscal muy acrecentada por la
pandemia. Se han generado elevados índices de pobreza y desempleo, precariedad
laboral e informalidad. Actualmente, es muy alto el costo de la vida. La inequidad daña el
tejido social y genera violencias en todos los niveles. El progreso con inequidad y sin
referencias éticas no contribuye al crecimiento humano integral.

Ámbito sociopolítico:

Se cuenta, desde hace ya muchos años, con un Estado social democrático de derecho,
una institucionalidad consolidada y una alta participación democrática. Se percibe, sin
embargo, cierta regresión democrática que debe ser atendida para fortalecer las
instituciones y propiciar una participación más formada e informada. Existe gran
necesidad de avanzar en una agenda de transformación estructural de las instituciones
públicas. Los intentos de diálogo nacional han sido limitados por la cerrazón de los
participantes en sus propios intereses corporativos y por la falta de liderazgo de los
Gobiernos. Sentimiento de descontento y desencanto con la clase política. Dinámicas de
corrupción arraigadas. Polarización en torno a algunos temas que quitan objetividad.

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Hay un debate en la sociedad sobre el estado laico que algunos confunden con laicista.
La sana laicidad del Estado implica un total respeto a las opciones religiosas de los
ciudadanos y posibilitar el sano ejercicio de su vida de fe. La iniciativa legal reciente para
regular el ejercicio de la libertad religiosa ofrece un marco adecuado para la presencia de
los creyentes, de la Iglesia, en la sociedad. Tenemos derecho a vivir y manifestar nuestra
fe en el ámbito social, siempre desde el respeto.

Ámbito ecológico:

Existe sensibilidad ecológica en nuestro país y se han adoptado medidas en favor del medio
ambiente. Se conservan grandes reservas naturales. Sin embargo, dista de ser algo asumido
por la población en general. Hay que asegurar la sostenibilidad de nuestros recursos
naturales, potenciar el reciclaje, ir a más en la prevención del cambio climático. Hay debate
en torno a la modalidad de la pesca de arrastre o de la explotación minera y de hidrocarburos
y del tratamiento de los deshechos.

Ámbito sociocultural:

Se valora la riqueza y diversidad cultural de nuestros pueblos. Pero se percibe también


una crisis cultural. La globalización tiende a estandarizar la cultura según un modelo
dominante. Es una nueva colonización por la imposición de modelos extraños, que
desprecian las expresiones locales y tienden a imponer un pensamiento único. Cultura
del descarte que acentúa la autorreferencialidad del individuo y genera indiferencia por
el otro, a quien no se necesita ni del que tampoco se siente responsable (DAp 46).

Al tiempo que se valora el encuentro, las relaciones, se debilita el desarrollo y la


estabilidad de los vínculos entre las personas. Se promueven opciones que van contra la
vida y la dignidad de la persona, se manipula el lenguaje al hablar de salud reproductiva
para el aborto o de muerte digna para la eutanasia, hasta considerarlos derechos
humanos. Las familias ejercen un rol de cohesión social, pero experimentan también el
debilitamiento de sus vínculos, así como poco reconocimiento social del valor de la
familia. Existe baja natalidad y envejecimiento de la población. Se ha ampliado el
concepto civil de matrimonio para albergar a parejas del mismo género. Gran diversidad
de manifestaciones afectivo sexuales. La ideología de género y otras similares
determinan este campo relacional. Es todo un reto para nuestra pastoral eclesial.

Vivimos en la sociedad del conocimiento, de la información, las nuevas tecnologías, los


medios de comunicación masivos y las redes sociales. La actividad social se mueve en estos
medios y es en ellos, cada vez más, donde podremos encontrarnos con las personas, sobre
todo a los que han crecido ya en esta era digital. Las redes sociales llegan a controlar
nuestras relaciones. Fomentan un pensamiento superficial, no tanto conceptual; exaltan la
emoción sobre la razón y la moda por encima del pensamiento crítico.

Se vive un proceso de urbanización creciente. En las nuevas áreas urbanas y suburbanas


se siguen forjando culturas emergentes con lenguajes y simbologías inéditas (DAp 510).

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Las migraciones masivas constituyen una realidad estructural cada vez más extendida y
lacerante. Afecta a millones de personas, pero de modo particular, a las más vulnerables.
Acechan los mercaderes de la muerte que se dedican a la trata y el tráfico de personas,
que someten a los menores a diversas formas de esclavitud y de violencia sexual, laboral
o a la extracción de órganos para trasplantes.

Hay también signos de esperanza: “la existencia de personas que están trabajando en la
búsqueda de otros caminos culturales hacia un modo de vivir que sea sostenible”,
“comprometidos con una cultura de paz, acciones en favor del bien común, convocando
a una ecología integral y activando la participación política”.

Se reconoce como un efecto positivo de la globalización el hecho de “que podamos estar


conectados casi de forma inmediata con personas muy lejanas, por lo tanto, los cristianos
tenemos la oportunidad de estar presentes con cada mensaje fraterno y humanizador
que la Iglesia desea llevar a los hogares.

Hay más reconocimiento de lo personal y lo afectivo. “Aparece el valor fundamental de la


persona, la afirmación de la libertad personal y, por ello, de la necesidad de cuestionarse
en profundidad las propias convicciones y opciones”

También nos trae esperanza la sensibilidad de los jóvenes por los problemas ecológicos
y sociales, así como la conciencia creciente de los derechos de las mujeres a participar
activamente en la sociedad. Hoy podemos ver en las familias que los varones participan
y gozan de la paternidad, compartiendo la responsabilidad en la crianza de los hijos.

Ámbito religioso:

Existe todavía un fuerte sentido religioso, con distintas expresiones de religiosidad popular,
como una forma inculturada del encuentro con Cristo, la Iglesia y de trasmisión de la fe
que sustenta la vida cotidiana, aún en medio de situaciones de mucho dolor. Pero avanza
fuerte el proceso de secularización, en consonancia con las tendencias universales,
especialmente notorio en nuestro país por acceder a un óptimo nivel de bienestar. Se
convierte, a veces, en secularismo por querer reducir al ámbito privado toda manifestación
religiosa, con el pretexto de evitar discriminaciones y con la intención de introducir
agendas extrañas a nuestros valores históricos.

Se ha debilitado la transmisión de la fe a las nuevas generaciones por el desgaste de los


cauces tradicionales, la familia y la escuela. Muchos de los bautizados no han tomado
conciencia de la dimensión comunitaria de la fe y de su pertenencia a la Iglesia; tampoco
manifiestan unidad en los aspectos nucleares de la fe ni llegan a un compromiso
evangelizador. La crisis vocacional llevará a una disminución de los sacerdotes y
consagrados.

La Iglesia Católica es valorada como un actor social capaz de dialogar con distintos
sectores y por su ayuda a los más necesitados. Ha servido de mediadora a favor de la
solución de conflictos. Sin embargo, en sus propuestas específicamente religiosas y en

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las consecuencias normativas, tiene dificultad de conectar con la sensibilidad actual.
Aumenta el número de personas decepcionadas por las instituciones religiosas.

Crece la conciencia misionera en la Iglesia, pero faltan planteamientos pastorales


acordes a la situación actual. En muchas partes hay un predominio de lo administrativo
sobre lo pastoral, así como una sacramentalización sin otras formas de evangelización.
Es notorio el clericalismo con rostros diversos. La gestión eclesial y la toma de decisiones
queda en pocas manos, lo cual genera desapego y falta de implicación. Muchas de
nuestras comunidades quedan distantes a los márgenes y a las periferias existenciales
de las personas. Las incoherencias erosionan la credibilidad de la Iglesia.

En cuanto a la pertenencia religiosa, se privilegia la percepción personal como criterio de


validación, lo cual desemboca en una pluralidad de configuraciones religiosas a la medida
de cada uno. Existe en muchos una búsqueda de sentido, aunque no necesariamente el
religioso explícito, ni se recurre para ello a las instituciones religiosas tradicionales. Han
ido creciendo otras denominaciones cristianas no católicas, mayoritariamente
pentecostales. En los últimos años ha habido un importante acercamiento entre cristianos
que se han organizado para defender causas evangélicas comunes.

Existe un anhelo cada vez más firme por crecer en la sinodalidad, pues significa caminar
juntos corresponsablemente en el devenir de nuestra Iglesia. Necesitamos “una
conversión a la experiencia sinodal”, lo que requiere la disponibilidad de todos a
“fortalecer una cultura de diálogo, de escucha recíproca, de discernimiento espiritual,
consenso y comunión para encontrar espacios y modos de decisión conjunta”. Así nos
encaminaremos “hacia una Iglesia participativa y corresponsable, que acoja con gratitud
el aporte de los fieles laicos, incluyendo a jóvenes y mujeres, la contribución de la vida
consagrada masculina y femenina, la de los grupos, asociaciones y movimientos”. Una
Iglesia acogedora, en diálogo con la diversidad de religión, identidad y orientación sexual.

Se reclama una Iglesia encarnada y servicial; no atrincherada en su propia comodidad,


sino en salida, porque todo lo humano debe tener resonancia en el corazón de los
discípulos de Jesús. Una comunidad samaritana, en la preferencia por quienes Jesús
más ama, por los frágiles. Como comunidad evangelizadora, la escucha del clamor de
los pobres nos ayuda a concretar nuestra opción misionera en una nueva perspectiva
histórica. Reafirmamos la convicción de que el camino de la Iglesia es el ser humano.

Hay una mayor conciencia en los laicos de su vocación y misión laical, pero no siempre
se da una preparación para tantos desafíos que debe enfrentar el laicado para la
participación, el cuidado y la transformación social, cultural y política. Una Iglesia sinodal
debe promover la participación del laicado en espacios de transformación cultural,
política, social y eclesial, para que el mensaje se haga carne y habite en la sociedad y
transforme el mundo desde dentro. Generar un nuevo lugar para la mujer en la Iglesia
superando formas de discriminación arraigadas.
El fortalecimiento de la pastoral juvenil es de vital importancia para la sostenibilidad de la
Iglesia en el futuro. Hay un reclamo de la juventud por el poco reconocimiento que sienten
como protagonistas y agentes de transformación. Es importante que se les acompañe en
sus búsquedas personales y en sus compromisos apostólicos, políticos y sociales.
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Un signo de estos tiempos es la necesidad imperiosa de reconocer y visibilizar el
sufrimiento de las víctimas de diversos abusos eclesiales –de conciencia, de poder y
sexuales–, escuchar sus voces y superar cualquier forma de encubrimiento. El mal uso
de la autoridad y el poder favorece relaciones verticales, abusivas, discriminatorias.

Aun reconociendo nuestro presente como tiempo de gracia, no podemos acallar


numerosas interrogantes. Tenemos segura la asistencia del Señor, pero los signos que
aparecen en nuestro tiempo no son siempre tan claros, hay que aprender a leerlos desde
la fe, en un discernimiento que vaya clarificando nuestra respuesta al Señor: ¿cómo vivir
y significar hoy la comunión en nuestra Iglesia y ser artífices de ella en el entorno? ¿Cómo
evangelizar e invitar a la fe en un mundo secularizado?

También es importante hacer un examen de conciencia a nuestra realidad de Iglesia:


¿Manifestamos y significamos el rostro amoroso de Dios que se nos ha revelado en
Cristo? ¿Nos implicamos en crear ese ambiente de fraternidad en el que todos puedan
sentirse como en familia? ¿Vivimos realmente, como Buena Noticia, nuestra fe y la
comunicamos con ilusión y alegría profundas? ¿Estamos abiertos a reconvertir tantas
acciones en nuestra Iglesia para facilitar en ella la misión de evangelizar?

¿Puede seguir la Iglesia como hasta ahora o es necesaria una conversión profunda? Hay
que evitar tentaciones como pensar solo en recuperar el pasado, responder a las modas
de la sociedad para no perder adeptos o asemejarse a un ONG centrándose solo en lo
social…

El rumbo de la iglesia no se determina en emergencias apresuradas, sino en un cambio


de mentalidad de los fieles que asuman ser Iglesia, caminen unidos y hagan propia la
misión eclesial de evangelizar la sociedad en la que nos toca vivir. Así como la Iglesia ha
dado respuestas a los desafíos en las distintas épocas, aceptemos que el Espíritu nos
mantenga despiertos para acertar a darlas hoy.

¿Qué nos está pidiendo el Señor, como comunidad diocesana de Alajuela, al inicio del
segundo centenario? Es necesario entrar en un proceso de discernimiento que se
convierta en cultura habitual y nos lleve a cargar con la realidad y encargarnos de ella
para descubrir las posibilidades que encierra. Se abre el lento trabajo de construcción de
un nuevo modo de ser Iglesia. En definitiva, nos desafía el Espíritu en los signos de los
tiempos que percibimos en nuestra realidad y en la apertura al diálogo sinodal.

II. PROPUESTAS PASTORALES Y LÍNEAS DE ACCIÓN

DIMENSIÓN KERIGMÁTICA – MISIONERA Y PROFÉTICA

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a) Una Iglesia signo e instrumento del encuentro con Jesucristo: El encuentro con
Cristo es el criterio fundamental de discernimiento y planeación de toda la actividad
evangelizadora. De este encuentro brota la conversión, la voluntad de ser discípulo
misionero, el crecimiento en la fe, el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial y la
participación en su caminar sinodal, el corazón misericordioso que suscita la compasión
con los pobres y con quienes están en las periferias del sufrimiento humano.

Líneas de acción:
• Promover el encuentro con Cristo mediante la instauración y el desarrollo de una acción
misionera creativa, que impulse nuevas formas de acercamiento y diálogo con las
personas alejadas de la fe, con los que se manifiestan agnósticos o ateos, y con los que
dicen creer, pero no les interesa formar parte de una comunidad de fe, haciendo del
primer anuncio la puerta de entrada a la catequesis.
• Promover la renovación de la catequesis como encuentro con Cristo, al servicio de la
iniciación en la vida cristiana, que forme integralmente discípulos misioneros, y promueva
el compromiso comunitario y social de la fe. Brindar una formación a los catequistas en
esa clave, implicar y comprometer a las familias y dar mayor importancia a la catequesis
de adultos. (II Sínodo 621)
• Promover una vivencia madura de la fe, favoreciendo la conciencia de la consagración
bautismal, mediante la propuesta kerigmática, una formación integral y accesible, que
suscite conversión, a la luz de la Palabra de Dios y generando una experiencia
comunitaria en las familias, comunidades eclesiales de base CEB, pequeñas
comunidades, grupos y movimientos, diaconías, parroquias.
• Propugnar una urgente iluminación misionera de la pastoral como prioridad fundamental
que convoque a todos como agentes, incluso aquellos con los que no contábamos en
principio, con diversos carismas y formas de ser, en la común misión de evangelizar y
trate de llegar a todos con la propuesta del Evangelio sin apartar a nadie. (II Sínodo 569)
• Elaborar el plan de evangelización con los objetivos y metas, programas y acciones,
con diversas estrategias misioneras. (II Sínodo 51, 1249-1252, 1259)
• Generar y acompañar procesos de iniciación e itinerarios en clave catecumenal que
forjen adhesión personal, identidad cristiana para desembocar en un proyecto de vida
desde la fe y la integración en la comunidad. Implementar un catecumenado diocesano
postbautismal unido a la iniciación cristiana de adultos.

b) Un programa de formación integral para todo el Pueblo de Dios: “Una opción clara
y decidida por la formación de los discípulos misioneros para que acrecienten su vocación
y compromiso de bautizados en cualquier función que desarrollen en la Iglesia” (DAp
276). “Obedece a un proceso integral, que comprende variadas dimensiones,
armonizadas entre sí en unidad vital” (DAp 279). Implica acompañar procesos, en una
constante actualización, para fortalecer los ministerios de todos los bautizados.

Líneas de acción:
• Elaborar un itinerario formativo progresivo, dinámico e integral, contextualizado que forje
identidad y pertenencia, sinodalidad, que ayude y despierte el compromiso evangelizador
de los discípulos misioneros.
• Implementar el Instituto Diocesano de Formación Pastoral como cauce para orientar la
formación de los agentes de pastoral.
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• Formar, organizar y coordinar equipos misioneros para liderar iniciativas de misión en
cada parroquia. (II Sínodo 574)
• Acompañar a los candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada para que sean fieles
a Cristo, cercanos al pueblo, servidores humildes, buenos guías espirituales.

c) Una evangelización inculturada y en la interculturalidad: La comunidad eclesial


propone de manera adecuada y adaptada el encuentro con Cristo y su seguimiento como
un auténtico proyecto de vida. Pone el Evangelio en diálogo con las culturas para que
haya un enriquecimiento mutuo, en diversidad de expresiones.

Líneas de acción:
• Acoger afectiva y efectivamente, con respeto y humildad, las diversidades culturales,
sociales, religiosas, intergeneracionales, de juventudes y de las periferias humanas.
• Implementar una evangelización capaz de promover una cultura cristiana y, con ello,
enriquecer, con nuevas expresiones, la vivencia de nuestra fe.
• Contextualizar nuestra presencia y misión en el ambiente secular, de libertad religiosa,
optando por vivir y manifestar nuestra fe con convicción, desde el respeto.
• Promover la pastoral de la cultura y la educación promoviendo la reflexión-acción en
ese campo, desarrollando acciones evangelizadoras en los centros educativos y
universitarios. (II Sínodo 469, 470-474)

d) El protagonismo misionero de los jóvenes en la Iglesia y en el mundo: Los


jóvenes son sujetos fundamentales de la comunión, participación y misión de la Iglesia.
Hay que acompañarles en su formación para la madurez en la fe, para una mayor
conciencia de su protagonismo y de su corresponsabilidad en la vida de la Iglesia.

Líneas de acción:
• Fomentar en la pastoral juvenil una autentica espiritualidad desde el encuentro con
Jesús y su seguimiento para que los jóvenes la proyecten en todas las dimensiones de
su vida y sean testigos y fermento del Reino. (II Sínodo 270)
• Promover espacios de acogida, escucha, formación , para que los jóvenes se
encuentren con Cristo, sean acompañados en su camino de fe y aprendan a ser
protagonistas de la vida y la misión de la Iglesia.
• Reconocer y promover la participación y el liderazgo de los jóvenes en la evangelización,
abiertos a nuevos estilos y lenguajes. (II Sínodo 272)
• Propiciar el servicio a la pastoral juvenil por parte de algunos adultos cercanos que
testimonien y acompañen en la fe.

e) De la pastoral en la ciudad a la pastoral urbana: Impulsar una acción encarnada en


la realidad de las ciudades, caracterizada por sus propios retos, estilos de vida, culturas,
lenguajes, símbolos e imaginarios, a las organizaciones comunitarias.

Líneas de acción:
• Hacer presencia en los sectores parroquiales, los centros educativos, las
organizaciones barriales, los distintos espacios urbanos, para hacer realidad el llamado
a ser una Iglesia con el fermento del testimonio de vida.
• Realizar planteamientos pastorales contextualizados en la realidad urbana.
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f) Una Iglesia en salida a los nuevos areópagos: Desde un buen uso de las
tecnologías, somos desafiados a evangelizar el mundo digital, que se constituye como
un espacio social y cultural novedoso, que genera grandes transformaciones en la
mentalidad, desde donde muchos habitan y construyen sus vidas.

Líneas de acción:
• Promover una utilización ética y profesional de las tecnologías de la comunicación para
lograr, en ellas, una presencia evangelizadora de calidad.
• Capacitar a evangelizadores digitales para proponer la fe y el humanismo cristiano.
• Fortalecer el Departamento de Comunicaciones Diocesano e implementar y potenciar
los Departamentos Parroquiales de Comunicación. (II Sínodo 523)

DIMENSIÓN SINODAL Y PARTICIPATIVA

a) Una Iglesia Comunión, Pueblo de Dios, samaritana y acogedora, con nuevos


ministerios, con una cultura eclesial marcadamente laical, que fomente el
protagonismo de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad: En una Iglesia toda ella
ministerial, los ministerios expresan la universalidad de los dones del Espíritu al servicio
del bien común. Hay que retomar la dimensión ministerial desde el punto de vista de la
circularidad, la sinodalidad y la corresponsabilidad, por la común dignidad bautismal.
Requiere cultivar la alegría del ministerio ordenado –episcopal, presbiteral y diaconal–
para que comunique el amor de Jesús, Buen Pastor y servidor. Crear nuevos ministerios
y renovar los existentes permitiría incorporar a los laicos, las mujeres y personas
consagradas, para que participen en la toma de decisiones. Con el Papa Francisco
afirmamos la necesidad de “crear una cultura eclesial marcadamente laical” (QAm 94)
que fomente la participación activa del laicado en la Iglesia.

Líneas de acción:
• Promover una Espiritualidad de Comunión en todas las instancias eclesiales: cultivar la
unidad entre los sacerdotes y el obispo, entre los mismos sacerdotes, en los agentes de
pastoral. En la unidad de criterios pastorales y doctrinales de los sacerdotes y los distintos
equipos sacerdotales, entre parroquias y diócesis, en una verdadera pastoral de conjunto.
Respetar los lineamientos de la Iglesia universal y de la Diócesis. (II Sínodo 48, 54)
• Seguir promoviendo los niveles de iglesia (Familias Evangelizadas, Comunidad Eclesial
de Base, Diaconía, Parroquia, Diócesis), como ámbitos articulados de comunión y
evangelización que dan una identidad propia a nuestra Iglesia diocesana. (II Sínodo 48-
85) Potenciar también el trabajo por vicarías, para “fomentar y coordinar la actividad
pastoral común” (CIC 555; II Sínodo 1165).
• Promover la vivencia comunitaria de la fe. Favorecer que todos los bautizados sean
miembros activos de alguna comunidad donde puedan recibir el amor fraterno y aportar
sus dones y carismas para el bien común, particularmente en las Comunidades
Eclesiales de Base CEBs.
• Promover y acompañar integralmente a los ministerios ordenados desde la pastoral
sacerdotal, cultivar la fraternidad sacerdotal y potenciar los Equipos Sacerdotales.
Continuar la implementación del Diaconado Permanente. Acompañar a los seminaristas.
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(II Sínodo 964, 966, 968,969, 971)
• Valorar y promover los distintos Carismas de Vida Consagrada que hay en la Diócesis
y acompañarlos promoviendo la comunión y participación en los momentos sinodales. (II
Sínodo 1015-1017)
• Desencadenar procesos que favorezcan la asociación de fieles y su participación amplia
y madura en las distintas instancias eclesiales, en particular de los grupos y movimientos,
venciendo clericalismos. (II Sínodo 693, 709, 702-703, 1072-1075, 1079, 1080, 1256)
• Impulsar una cultura vocacional como ámbito fértil para la propuesta de las distintas
vocaciones, opciones eclesiales y religiosas. Desarrollar una pastoral vocacional que
suscite y acompañe a los vocacionables. (II Sínodo 414, 416)
• Dar pasos concretos en la integración y participación de la mujer en la Iglesia y en la
sociedad formalizando ministerios propios y su integración en estructuras de decisión .
• Cuidar la coherencia y la acogida de nuestras comunidades como ámbitos de
crecimiento fraternal, de vivencia y testimonio de la fe, de evangelización y extensión del
Reino.
• Acompañar con misericordia el caminar de nuestros hermanos necesitados generando
dinámicas y espacios para la escucha, la acogida misericordiosa e incondicional, la
hospitalidad compasiva, en particular, en el sacramento de la reconciliación, para
construir una Iglesia hospitalaria, un verdadero “hospital de campaña”.
• Promover compromisos, en creciente exigencia, para la misión eclesial, ministerios,
servicios y vocaciones misioneras.
• Asegurar la continuidad del proceso evangelizador a través de proyectos pastorales
diocesano y parroquiales, acompañando su implementación y evaluación. (II Sínodo 692)

b) La conversión de las estructuras de la Iglesia. Una Iglesia red de comunidades:


La reforma de estructuras es una exigencia de la conversión pastoral y se orienta a que
todas ellas “se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria sea más expansiva y
abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca
el encuentro con Cristo” (EG 27). Una revisión profunda del ejercicio de la autoridad es
condición necesaria para superar el clericalismo en una Iglesia servidora y sinodal.

Líneas de acción:
• Revisión de los organismos diocesanos, vicariales y parroquiales para conformarlos
más adecuadamente con la sinodalidad y en clave misionera. Fortalecer los consejos y
Asambleas parroquiales y diocesana. Crear nuevas estructuras sinodales, ámbitos de
comunión y participación que fomenten la corresponsabilidad en la animación misionera.
• Renovar las parroquias como espacios de iniciación cristiana; lugar de educación y
celebración de la fe; acogedoras de la diversidad de los carismas, servicios y ministerios;
organizadas de manera comunitaria en sectores con equipos de animación y
coordinación para la proximidad a las personas y (DAp 170, 372; II Sínodo 691)
• Relanzamos las Comunidades Eclesiales de Base CEBs, constituyéndolas en todas las
parroquias como un nivel de Iglesia, para favorecer la vivencia de la fe, una dinámica
comunitaria cercana, el compromiso social y el liderazgo laical. (II Sínodo 62, 85)
• Fortalecer los niveles de coordinación de las estructuras de servicio pastoral-
administrativo de la curia para una mejor atención y servicio pastoral. (II Sínodo 1158)

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c) Una Iglesia en diálogo ecuménico e interreligioso: El ecumenismo es un camino
irrenunciable para el discípulo misionero (Vaticano II y DAp 227): escuchar el deseo de
Jesús “que todos sean uno” (Jn 17,21). Estamos desafiados a escuchar y dialogar, para
fomentar el entendimiento respetuoso, sincero y consensuado. Superar un ecumenismo
doctrinal y fortalecer las relaciones de amor en el testimonio de vida.

Líneas de acción:
• Promover en el pueblo de Dios una información y formación sobre las distintas iglesias
y denominaciones religiosas para favorecer pasos de encuentro, así como de diálogo con
otras religiones. (II Sínodo 1320, 1325, 1329-1331)
• Fomentar y propagar espacios ecuménicos de servicio a la sociedad, a los más
necesitados, promoción de la vida, los derechos humanos, el cuidado de la casa común.
• Fomentar la celebración de la semana de oración por la unidad de los cristianos y otras
instancias de oración común.

d) Una Iglesia transparente y eficaz en sus procesos administrativos: Orientamos la


dimensión económico - administrativa de nuestra Diócesis con criterios evangélicos,
siempre al servicio de la acción pastoral diocesana, como expresión de la comunicación
de bienes y de la solidaridad con los pobres, según los lineamientos y normativas civiles.

Líneas de acción:
• Continuar la implementación del Ordenamiento Económico Diocesano y del proceso de
unificación contable con instrumentos y lenguaje común, en continua supervisión.
• Promover la actuación de los Consejos Diocesano y Parroquiales de Asuntos
Económicos para una conducción transparente y eficaz de los aspectos administrativos.

DIMENSIÓN ESPIRITUAL, LÍTÚRGICA Y SACRAMENTAL

La Dimensión espiritual, litúrgica y sacramental de la evangelización expresa la oración


de la Iglesia por la cual Cristo sigue actualizando el misterio pascual y llevando a cabo su
obra redentora (SC 1). La liturgia es cumbre y fuente de la vida cristiana, es un espacio
privilegiado de encuentro con Dios. Expresa y realiza la santificación a través de
mediaciones, que respetan procesos humanos. Jesucristo es el único sacerdote, que
actúa a través de ministros y otros fieles, en unión con la Iglesia. Toda acción pastoral
tiene algo de litúrgica y la liturgia es evangelización “actuada-gestual”. Hay que recuperar
la dimensión catecumenal, la progresividad que ofrece la liturgia.

a) Una Iglesia que cultiva la espiritualidad de la misión: Se necesita un trabajo


constante en la promoción y el cultivo de la vida espiritual de los discípulos misioneros,
una espiritualidad centrada en la relación personal y comunitaria con Jesucristo, que
“acreciente la alegría del Evangelio e impulse a comunicarla por el testimonio personal”
(D 22, 44). Una espiritualidad encarnada que nos lleve a las periferias, y nos sostenga en
la promoción del desarrollo humano integral. Alimentada en los Sacramentos,
especialmente en la Eucaristía, y en la meditación orante de la Palabra, se enriquece por
la participación activa en la vida y el servicio del Pueblo fiel de Dios y por la reflexión
creyente sobre los acontecimientos, y la misma acción evangelizadora.
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Líneas de acción:
• Acompañar y promover la espiritualidad cristiana en todas las edades e instancias de la
vida del Pueblo de Dios, potenciar la oración en los fieles, en los grupos eclesiales, en
todas las actividades.
• Cultivar la dimensión espiritual y la interioridad, la iniciación mistagógica como condición
de posibilidad para arraigar y hacer significativa la propuesta cristiana. Facilitar al sujeto
un sistema significativo y coherente de mediaciones para expresar su vida de fe.
• Promover y formar para el encuentro con la Palabra, especialmente en la lectio divina,
lectura orante, personal y comunitaria para la vida de fe y la evangelización. Fortalecer la
animación bíblica de la pastoral.
• Hacer de nuestras comunidades lugares que favorezcan el encuentro con Dios, ámbitos
de irradiación espiritual, espacios favorables para la oración y el encuentro fraterno.
• Reconocer y promover la piedad popular, una espiritualidad encarnada en la cultura de
los sencillos, por la cual el pueblo cristiano se evangeliza y evangeliza su entorno, en
especial, de la piedad mariana.
• Promover el discernimiento espiritual desde la apertura y docilidad al Espíritu y en
fidelidad al magisterio eclesial, en particular la conversación en el Espíritu en la que, al
tomar la palabra y escuchar el Señor se hace presente y nos atrae hacia la comunión.
• Hacer resonar el llamado a la santidad como la invitación más profunda y genuina del
Señor a compartir su misma Vida que es Amor.
• Revalorizar los templos y ambientes eclesiales como casa de todos, lugar de encuentro
y de propuesta evangelizadora.

b) Redescubrir la vivencia de los Sacramentos y la liturgia: Recuperar la mesa


compartida, sin exclusiones, como un espacio protagónico de todos los bautizados, las
celebraciones de la fe inculturadas, con el rostro y el corazón propios de nuestros
pueblos. Se hace necesaria la promoción de una mayor participación de los laicos en
ministerios instituidos que acompañen la celebración festiva de la fe.

Líneas de acción:
• Cuidar la belleza en la liturgia para evangelizarse y como fuente de un renovado impulso
misionero. Favorecer la renovación de la vida litúrgica cuidando la predicación, el
lenguaje, los signos, una adecuada inculturación para favorecer la participación más
plena de los fieles. (II Sínodo 880, 881, 882, 884, 887)
• Valorar y promover la importancia de la participación regular y presencial de la Eucaristía
y otros actos litúrgicos y continuar con un cierto uso de medios virtuales. Favorecer la
comunión eucarística de los fieles con una adecuada catequesis, puesto que no es algo
“para perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.

• Fortalecer la iniciación en la vida sacramental de los niños de forma que vincule a Cristo
y a la comunidad, implique y comprometa a las familias y favorezca la continuidad en la
vivencia de la fe. (II Sínodo 632)
• Potenciar los ministros extraordinarios de la comunión e implementar los ministerios de
acólito, lector y catequista abiertos a los laicos.
• Promover una espiritualidad eucarística encarnada, fomentando las horas santas, las
visitas al Santísimo, abrir capillas de adoración, favorecer la apertura de los templos.
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• Implementar el ministerio de acogida en las celebraciones y encuentros comunitarios.
• Cuidar la belleza en los templos y el arte sacro como vía de evangelización.

c) La religiosidad popular como lugar de la cultura del encuentro y de


evangelización: La espiritualidad católica, desde sus distintas expresiones tan vivas y
significativas, puede iluminar al ser humano. En ella “aparece el alma de los pueblos
latinoamericanos” (Benedicto XVI, Discurso inaugural de Aparecida). La religiosidad
popular tiene un espacio especial de expresión de la fe en los santuarios, lugares de
misericordia, oración sanación y esperanza.

Líneas de acción:
• Reconocer y acompañar los procesos desde los cuales el mismo pueblo, como sujeto,
vive y transmite la fe.
• Formar a los agentes de pastoral en su capacidad para acompañar con actitud de
servicio y ser presencia evangelizadora en los espacios de la religiosidad popular.
• Valorar los espacios privilegiados de vivencia de la piedad popular, especialmente los
santuarios, como una forma de acercarse al pueblo sencillo.

DIMENSIÓN SOCIOTRANSFORMADORA

La dimensión sociotransformadora es constitutiva de la manera como el mismo Jesús


entiende su misión, que es la de “anunciar la buena nueva a los pobres”. A través de la
doctrina social de la Iglesia, se ofrecen orientaciones para que los fieles asuman que
evangelizar es “hacer presente en el mundo al Reino de Dios” (EG 176).

a) Una Iglesia a la escucha del clamor de los pobres, excluidos y descartados que
hace presencia en espacios de transformación social: Como Iglesia en salida
queremos escuchar el clamor de los pobres y de la tierra. Fortalecer la dimensión social
del Evangelio en la vida cristiana y en toda la misión evangelizadora, desde el anuncio
kerigmático y el itinerario de iniciación. Hacernos cercanos, sensibles y comprometidos
con los problemas del pueblo y generar nuevas formas de presencia, promover una
mayor participación, sobre todo de laicos, en espacios de transformación cultural, político,
social y eclesial, y formar en la doctrina social de la Iglesia.

Líneas de acción:
• Favorecer una dinámica social inspirada por el Evangelio, una “conversión humana,
social y ecológica, un cambio de paradigma socio-cultural. Trabajar por la “fraternidad
universal” en una actitud de “amistad social” desde la doctrina social de la iglesia.
• Incluir la dimensión social de forma transversal en toda la acción pastoral y potenciar la
expresión de la caridad cristiana a través de la pastoral social, a todos los niveles. (II
Sínodo 343, 764, 766, 772, 773, 776, 780)
• Revitalizar procesos que impacten en la transformación de las realidades sociales,
experiencias de atención integral a los necesitados, nuevas pobrezas, soledad y fracaso
existencial, necesitados de escucha y acompañamiento.

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• Formar para el compromiso social a la luz de la opción por los pobres. Fomentar la
enseñanza de la doctrina social de la Iglesia, transversalmente, en todas las pastorales,
para inspirar respuestas personales, comunitarias e institucionales. (II Sínodo 352)
• Generar estructuras de trabajo en red, parroquiales y diocesanas, cercanas y
acogedoras y trabajar en red con otras instituciones de ayuda a los necesitados.
• Promover la participación de los creyentes en las instancias sociales, en la acción
política, en todas las iniciativas que busquen el bien común.

b) La promoción de la vida y de la familia, cultura de la paz: Promover y defender la


dignidad de la vida de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural;
acompañar y fortalecer la centralidad de la familia en la sociedad; priorizar la pastoral
familiar que acoja las nuevas expresiones de vida familiar; recrear el acompañamiento a
la infancia, a la juventud, a los matrimonios y a los adultos mayores.

Líneas de acción
• Preservar la vida y la dignidad humana, promover la cultura de la vida, articular redes
de defensa de la vida con los movimientos y colectivos sociales organizados para generar
políticas públicas que garanticen el cuidado de la vida en todas sus etapas y dimensiones.
(II Sínodo 156)
• Presentar el mensaje de la Iglesia acerca del amor familiar y enriquecerlo con un
lenguaje más incluyente de todos los modos de conformación familiar. (II Sínodo 162)
• Empoderar a las familias como iglesias domésticas para que vivan la dimensión
misionera de su fe en el propio ámbito familiar y en la evan gelización de sus hijos.
Tomamos en cuenta el papel de las casas familiares en la acción pastoral. (II Sínodo 155)
• Fortalecer la pastoral familiar para cuidar la catequesis de preparación al matrimonio,
acompañar las parejas y familias en dificultad, promover la pastoral de la esperanza para
parejas en situación especial, acompañar las distintas formas de vida familiar desde la
misericordia.
• Defender los derechos de los niños a tener una familia y a ser cuidados y educados con
amor.
• Fomentar una cultura del diálogo, la reconciliación y la colaboración con otros grupos
religiosos y sociales, llegando a todos los ámbitos, incluso a los actores políticos.
• Promover la cultura de la paz, acompañando la búsqueda de justicia en medio de las
violencias contra las mujeres, migrantes, víctimas del narcotráfico.

c) La actuación de los cristianos en los ámbitos de la economía y la política: La


promoción de una economía solidaria y sostenible-sustentable es una alternativa ética,
que debe estar al servicio de la vida, frente a la economía de mercado, que solo busca
acumular, produce descartados, depreda la casa común. La corrupción es una gran lacra
social que provoca indignación.

Líneas de acción
• Propiciar el desarrollo de una economía solidaria y sustentable al servicio de las
personas que atenúe la desigualdad, reduzca los indicadores de pobreza.
• Promover proyectos solidarios a través de programas y emprendimientos, en
articulación con otros actores de la sociedad.
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• Despertar la conciencia del laicado sobre su misión en la promoción de políticas públicas
que posibiliten una economía más justa y humana.

d) El cuidado pastoral de las personas frágiles y las víctimas de injusticias sociales:


Acompañar a las víctimas de las injusticias sociales en procesos de reconocimiento,
reparación y reconciliación es una preocupación de nuestra Iglesia.

Líneas de acción:
• Acercarse y acompañar a las víctimas, abrazar a la humanidad herida por adicciones,
migración, violencias, promoviendo procesos de sanación, liberación y justicia.
• Fortalecer la pastoral penitenciaria para acompañar a los privados de libertad, sus
cuidadores y sus familias.
• Generar una cultura del cuidado, promover la pastoral del acompañamiento a los
enfermos y personas con discapacidades o con capacidades diferentes, favoreciendo su
integración en la comunidad.
• Acompañar a las familias, amigos y cuidadores con comunidades de escucha y
contención.

e) Prevención y reparación de abusos sexuales, de poder y de conciencia en la


Iglesia: Persiste la ausencia de reparación integral a las víctimas y sus familias por parte
de la institución eclesiástica. Un signo de conversión sería responder a la demanda por
transparencia y verdad para enfrentar los abusos. Eso implica más disposición a
denunciar y cooperar, y a reconocer los errores y pedir perdón con humildad y reparación.

Líneas de acción:
• Promover una cultura de ambientes eclesiales sanos y seguros, libres de abusos
sexuales, de conciencia y de poder.
• Acompañar los procesos de reconocimiento, sanación y reparación, a través de una
atención pastoral interdisciplinaria.
• Prevenir los abusos dentro y fuera de la Iglesia mediante el funcionamiento de instancias
y organismos, políticas y protocolos eficientes.

a) Una educación y una espiritualidad del cuidado de la casa común. Una pastoral
de la ecología integral: La situación actual del planeta demanda una conversión
ecológica. Como administradores de la obra de Dios, es una prioridad pastoral
sensibilizar y concienciar en el cuidado de la casa común. Crear y difundir procesos de
educación en la ecología integral, cultivar una espiritualidad del cuidado de la creación.

Líneas de acción:
• Desarrollar una espiritualidad y conversión ecológica, que oriente al conjunto de la
sociedad hacia el cuidado integral de cada persona y de la creación , a una actitud
responsable en la administración de los bienes comunes.
• Crear un servicio pastoral para el cuidado de la casa común que promueva la educación
y la sensibilización ecológica, denuncie situaciones de depredación de la naturaleza e
inste a incorporar los imperativos ambientales y sociales para un modelo integral y
sustentable de desarrollo.

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• Emprender un proceso de concientización ecológica, inspirados en los documentos
Laudato Si’ y Querida Amazonía, para promover un estilo de vida acorde. favorecer la
consciencia de la sacralidad y de la interrelación de todas las creaturas. (II Sínodo 362)

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