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Íñigo Astiazarán García Primera Prueba de Evaluación Continua

Prehistoria I
Primera Prueba de Evaluación Continua (PEC): referida al Paleolítico
Inferior, Paleolítico Medio/ Middle Stone Age y Paleolítico Superior/ Later
Stone Age.

EJERCICIO 1: comentar la siguiente lámina.

Figura 1: Lámina Ejercicio 1

Las huellas de Laetoli en Tanzania, fueron descubiertas por Mary Lackey en 1978. Mediante el
método del Potasio 40/Argón 40(K40/Ar40) 1 se ha calculado que el suelo en el que están
impresas se generó entre hace 3.5 y 3.75 millones de años por lo que son las huellas datadas de
homínidos más antiguas que se conocen (Leakey MD, Hay RL, 1979). Está datación sitúa la
creación de las huellas en el periodo Neógeno y dentro de este, a la época del Plioceno (5.33 -
2.59 millones de años).
En el conjunto se observa una serie de huellas de un homínido de unos 120 cm de altura,
caminando en paralelo con otro individuo mayor de aproximadamente 140 cm y seguidos de un
tercero más pequeño que pisaba en las huellas del más grande (Muñoz Amilibia, AM y col.,
2001, pág. 194).
Como se puede ver en la Figura 2 el terreno en el que las huellas se generaron, es una sabana
cercana a una zona volcánica. La erupción de este volcán situado a unos 20 km al este, el
Sandiman; provocó la expulsión de cenizas que junto con la época de lluvia propiciaron que el
terreno quedara blando y por ello las huellas de numerosos animales y de homínidos quedaron
impresas en el suelo. Más tarde, nuevas erupciones de cenizas fueron sepultando y preservando
las huellas hasta su descubrimiento.

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El método del potasio argón K40/Ar40 se basa en las propiedades del débil isotopo radioactivo potasio
40, cuya vida media es de 1.250.000 millones de años. Al decaer este isótopo, por su desintegración se
forma el Calcio 40 y el Argón 40. Al ser el Ar40 un gas, es fácilmente detectable su concentración y a
través de su medida se puede calcular los años transcurridos desde la formación del isótopo K40 (Muñoz
Amilibia, AM y col., 2001).

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Figura 2: Localización geográfica y maza de la zona (FT Masao, EB Ichumbaki, M Cherin, A


Barili, G Boschian, DA Iurino, S Menconero, J Moggi-Cecchi, G Manzi, 2016).

Aunque no hay total certeza, e incluso opiniones contrarias, las reconstrucciones que se han
realizado de los pies de esqueletos de Australophitecus afarensis, y el hecho de que en Laetoli
se han encontrado algunos fósiles de esta especie y de esta época, indican que muy
probablemente fueron individuos Australophitecus afarensis los que dejaron estas huellas (Tim
D. White; Gen Suwa, 1987). Esta especie este-africana tiene una antigüedad de entre 2.5 y 4
millones de años. De ella se ha hallado un amplio registro fósil entre el que destaca el esqueleto
reconstruido de una hembra adulta. Las extremidades de este fósil permiten afirmar que esta
especie andaba totalmente erguida (Muñoz Amilibia, AM y col., 2001, págs. 192-194).
Más allá de que especie fuera la responsable de estas huellas, la importancia del descubrimiento
se basa en el conocimiento que propicia sobre la forma de caminar erecta de estos homínidos. A
diferencia de los simios, los pies ya no tienen el dedo gordo móvil y enfrentado al resto, además
presenta el arco sobre el que se apoya el pie bípedo característico de los humanos modernos.
Estas huellas constituyen la evidencia directa más temprana del bipedalismo humano, que se
conoce, y muestran que el bipedalismo de extremidades extendidas evolucionó mucho antes de
la aparición del género Homo. Dado que el bipedalismo es más económico energéticamente que
la forma de caminar de los simios, el gasto de energía probablemente fue una importante criterio
de selección dentro de los homínidos de hace 3,66 Millones de años (David A. Raichlen, Adam
D. Gordon, William E. H. Harcourt-Smith, 2010).
En un principio, los primates tenían una anatomía y una forma de desplazamiento adecuado para
vivir en una zona forestal, principalmente sobre los árboles. En este punto temporal del Plioceno,
se da un cambio en el ecosistema, que obliga a estos primates a cambiar de hábitat. Por tanto,

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se pasa de una zona arbórea a la sabana africana, y esto requería de ciertos cambios
anatómicos. Como se ha mencionado antes, esta forma de desplazarse sobre dos patas, supone
un ahorro de energía y teniendo en cuenta que ya no poseían un entorno que te la misma
disponibilidad de azúcares (fruta de los árboles) este ahorro es importante. Además, el ir erguido
presenta la ventaja de en un espacio abierto ser capaz de ver con más claridad tanto a un
depredador como una posible fuente de alimento. Por ello la selección natural fue preservando a
los individuos bípedos, y esta habilidad y cualquier modificación genético-anatómica iba siendo
transmitida y perfeccionada generación tras generación (Mchenry, 2003).

El bipedalismo además tiene una serie de repercusiones, que a la postre serán básicas en la
evolución (Muñoz Amilibia, AM y col., 2001, págs. 180-181):

 En primer lugar, permite liberar dos de las extremidades, para poder ser usadas con
otros fines: manipulación de objetos, fabricación de utensilios, desarrollo de la caza, etc.
 Como consecuencia de lo anterior, hay una íntima relación entre la mano humana y el
cerebro, y se produce la estimulación del cerebro para desarrollar formas y maneras de
utilizar las extremidades superiores, y por lo tanto favoreciendo un comportamiento más
inteligente.
 Se reduce el esfuerzo energético, y por lo tanto las necesidades alimenticias.
 El fémur, el músculo abductor y el glúteo también sufrieron modificaciones que se han
reflejado en los fósiles hallados en los Australopithecus conocidos. Como se ha
mencionado al analizar las huellas, la planta del pie se arqueó para distribuir el peso de
forma más uniforme.
 El cráneo se inserta de forma diferente en la columna. Pasa de insertarse desde la parte
trasera a hacerlo desde la parte inferior. En consecuencia, morfológicamente se
favorece el crecimiento y estimulación cerebral.
 Permite la articulación de las cuerdas vocales, y por lo tanto mejora la comunicación
entre la especie mediante el habla.

En definitiva, muchos antropólogos consideran el paso evolutivo de caminar erguido (el


bipedalismo), como lo que realmente hizo a los homínidos dar un gran salto como especie y
derivó en el resto de mejoras físicas e intelectuales que más tarde hicieron posible el desarrollo
del género Homo. Las huellas de Laetoli son de extrema importancia porque los fósiles hallados
hasta ese momento de homínidos, no correspondían a los pies de ningún Australophitecus. Se
pensaba que el recorrido evolutivo había sido otro y su datación anterior a la aparición del
género Homo es la que ha permitido llegar a las conclusiones antes referidas.

Por último, hay que destacar que recientemente se han encontrado nuevas huellas en Tanzania
en la localización S de Laetoli que se indica en la Figura 2. Las nuevas huellas al parecer
corresponden a varios individuos de esa especie, y quedaron impresas también hace unos 3,66
millones de años en Laetoli, El análisis de las nuevas huellas lleva pensar a la comunidad
científica que los Australopitecus afarensis se movían en grupo y parecen haber tenido una gran
variabilidad en el tamaño corporal (FT Masao, EB Ichumbaki, M Cherin, A Barili, G Boschian, DA
Iurino, S Menconero, J Moggi-Cecchi, G Manzi, 2016).

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Figura 3: Nuevas huellas halladas en Laetoli en la Localización S (FT Masao, EB Ichumbaki, M


Cherin, A Barili, G Boschian, DA Iurino, S Menconero, J Moggi-Cecchi, G Manzi, 2016)

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EJERCICIO 2: comentar la siguiente lámina de dos elementos. Comentar conjuntamente

Figura 4: Lámina Ejercicio 2

La Figura 4 muestra dos bifaces o como se denominan en algunas ocasiones “hachas de mano”,
que son el elemento más característico del tecnocomplejo Achelense.
La Industria Achelense, (nombre que recibe por los hallazgos del yacimiento de Saint Acheul en
Francia) es también conocida por algunos autores como “modo técnico 2” aunque esta es una
terminología muy general y hoy está en discusión identificar el modo técnico 2 exclusivamente
como Achelense (Martín, Fernando Diez ; Sánchez Yustos, Policarpo, 2012). El achelense tiene
formas y técnicas más avanzadas que el Olduvayense (“o modo técnico 1”) aunque es una
evolución del mismo. Así, por ejemplo, los bifaces se distinguen del periodo cultural anterior por

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ser más alargadas y grandes que los de las olduvayenses evolucionado y no tienen lascas
grandes como base. Aunque coexisten, poco a poco desaparece la concentración de la
herramienta característica del modo técnico 1, el chopper y en este tipo de yacimientos
propiamente achelenses aumenta la presencia de otros instrumentos como los mencionados
bifaces, los hendedores y otros como “bolas”, cantos rodados trabajados (Leori-Gourhan, 2002,
pág. 522).
El Achelense está encuadrado cronológicamente en el Paleolítico inferior, y comprende desde
hace unos 1,65 millones de años hasta hace unos 100.000, dependiendo mucho de su
localización, que como se puede ver en la Figura 5 va desde África a Eurasia, mezclándose
también con otras industrias posteriores.
La invención de la industria achelense es atribuida al Homo ergaster (evolución africana del
Homo erectus), que abarca una cronología entre 1.8 y 1,4 millones de años. Este homínido
presenta una capacidad craneana de entre 800 y 900 cm 3, lo que supone un aumento
considerable con respecto al Homo habilis (Muñoz Amilibia, AM y col., 2001, pág. 206).

Figura 5: Distribución del Achelense (bifaces) y del Olduvayense (chopper) (Sánchez, 2011)

Los bifaces son las herramientas más abundantes halladas en yacimientos del
Paleolítico, son una clara evolución de los choppers y, al igual que aquellos, eran herramientas
pesadas, reservadas a trabajos en los que era necesario imprimir mucha fuerza. En consonancia
con otras herramientas como el hendedor, funcionalmente no obedeció a uno o varios usos
concretos, sino que se le puede definir como un útil polivalente, ya que fue empleado en

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diferentes actividades (Joaquín Panera Gallego; Susana Rubio Jara, 1997). Sin embargo el
hendedor se utilizaba más en tareas de carnicería y despedazado de animales, puesto que su
filo permite penetrar la piel con facilidad, cortar cartílagos y tendones, y acceder de forma mucho
más eficaz a las partes cárnicas de las presas (Valdivia, 2014) y el bifaz era empleado en tareas
cotidianas como cortar, cavar, extraer, golpear, y también para descarnar y despellejar.
El bifaz presentan ambas caras parcial o totalmente talladas, como indica su nombre y
como se muestra en ambas herramientas de la Figura 4. Es simétrica en los planos
verticales, finalizándose con una forma apuntada similar a la de una gota de agua. Esta simetría
axial es lo que le diferencia de sus predecesores los “choppers” (Muñoz Amilibia, AM y
col., 2001, págs. 277-278).

En cuanto a la cadena operativa, en primer lugar, cabe destacar que la fabricación de estos
útiles ya requería de una compleja disposición mental previa. Además, se hacía una selección de
las materias primas que podían ser cuarzita, cuarzo o caliza; aunque la mayoría se obtenían de
sílex y los minerales afines (ópalo, calcedonia, etc.). El sílex es una de las piedras más duras
que se conocen, lo que unido a que rompe sencillamente y proporciona así filos cortantes, lo
hace el material más común empleado durante toda la prehistoria (Joaquín Panera Gallego;
Susana Rubio Jara, 1997). Si se observan las dos herramientas de la Figura 4, ambas parecen
estar compuestas de sílex.
Los bifaces se solían configurar directamente sobre el núcleo, aunque también era posible
hacerlo sobre lascas de gran tamaño. Esta herramienta lítica presentaba una elaboración
complicada y requería de un proceso largo y delicado.
Para conseguir la talla de las dos caras y conseguir el filo continúo deseado se utilizaban los
percutores directamente sobre el núcleo. En una primera fase se empleaba un percutor duro
(preferentemente cuarcita) con lo que se conseguía adelgazar la pieza inicial y extraer lascas.
Más tarde se perfeccionaba con un percutor blando como por ejemplo las astas de ciervo o el
marfil, para terminarlo con otro percutor pequeño y blando que retocaría y afilaría las aristas. Se
diferencian dos tipos de percusión (Joaquín Panera Gallego; Susana Rubio Jara, 1997):
- Percusión directa: el percutor golpea directamente al nódulo y si este es duro se
obtendrán productos más grandes y gruesos que si es blando y el golpe suave.
- Percusión indirecta: no se golpea al nódulo directamente, se utiliza un cincel para así
tallar la pieza.
Para obtener un hacha de mano, se rompía una pieza grande, un núcleo y luego se quitaban las
lascas de ambos lados para conseguir una forma plana y perfilada a lo largo de una
circunferencia.
Los bifaces eran herramientas que precisaban de un gasto energético muy elevado. A lo pesado
de su manejo habría que añadir el tiempo para la búsqueda del soporte con la forma ideal, y la
compleja y delicada tarea de su configuración y talla. Pese a ello, su multifuncionalidad y su
utilidad los mantuvo vigentes durante mucho tiempo.
En cuanto a la clasificación de los bifaces se puede seguir el criterio de Bordes (Merino, 1994,
págs. 55-56) que emplea las medidas que se detallan en la Figura 6 se detallan a continuación:
- Longitud máxima (L): Se mide entre paralelas, tangentes a los extremos del útil,
perpendiculares al eje de simetría.

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- Anchura máxima (m): perpendicularmente al eje de simetría. En caso de irregularidades,
éstas se suprimen mentalmente. Es la más importante de las medidas, pues determina
la:
- Posición de la máxima anchura con respecto a la longitud (a), medida desde su base.
- Anchura en su parte media (n).
- Anchura en los 3/4 de la altura (o).
- Espesor máximo (e).

Figura 6: Índices de medición de los bifaces, según Bordes (Merino, 1994)

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Figura 7: Gráfica de los bifaces, según la metódica de Bordes: I :Triangulares; II:


Subtriangulares; III Cordiformes; IV: Ovalares, discoides y limandes (Merino, 1994)

A partir de estos datos, se obtienes una serie de relaciones e índices:


- La relación L/a, que expresa la situación de la máxima anchura con respecto a la
longitud del bifaz, y también el redondeamiento de la base. Para mayor facilidad de
manejo las cifras halladas se expresan multiplicadas por cien
- La relación n/m, que expresa el porcentaje de la anchura en los tres cuartos de la
longitud del útil con relación a la longitud total de éste.
Para facilitar comparaciones se elaborarán gráficas, llevando estos valores a una escala de
coordenadas (Figura 7). Si tomamos los datos antes mencionados para los dos bifaces de la
figura obtenemos los siguientes resultados expresados en la Tabla 1.
Atendiendo a esta clasificación de Bordes, el primer bifaz de la Figura 4 corresponderóa al tipo
subtriangular, que deriva de los lanceolados, pero con base más ancha. Los bordes suelen ser
rectilíneos y cuando son ligeramente cóncavos, como en este caso, crean el subtipo llamado, por
analogía, de "diente de tiburón". El segundo sería del tipo ovalado distinguiendose de los
cordifomes (planos con base ancha) en que su máxima anchura está situada más arriba, cerca
de la mitad de su altura (Merino, 1994, pág. 56).

Tabla 1: Clasificación de los Bifaces de la lámina según la metódica de Bordes

L (cm) a (cm) n (cm) m (cm) L/a n/m*100 Clasificación


Bifaz 1 16.1 4.6 7.5 9.0 3.50 83.33 Subtriangular
Bifaz 2 14.5 6.5 7.3 7.5 2.23 97.33 Ovalar

Bibliografía

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Moggi-Cecchi, G Manzi. (2016). New footprints from Laetoli (Tanzania) provide evidence
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