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La autora reflexiona sobre la complejidad de la relación madre-hija y la violencia que puede surgir incluso en los vínculos más estrechos. Relata el caso de una madre que accidentalmente lesionó a su hija durante una pelea, y cómo a pesar del dolor, el amor que sienten la una por la otra es inmenso. Concluye imaginando un abrazo reconciliador entre ambas, más allá de las heridas, en reconocimiento de todo el cuidado y cariño que se han brindado a lo largo de los años.
La autora reflexiona sobre la complejidad de la relación madre-hija y la violencia que puede surgir incluso en los vínculos más estrechos. Relata el caso de una madre que accidentalmente lesionó a su hija durante una pelea, y cómo a pesar del dolor, el amor que sienten la una por la otra es inmenso. Concluye imaginando un abrazo reconciliador entre ambas, más allá de las heridas, en reconocimiento de todo el cuidado y cariño que se han brindado a lo largo de los años.
La autora reflexiona sobre la complejidad de la relación madre-hija y la violencia que puede surgir incluso en los vínculos más estrechos. Relata el caso de una madre que accidentalmente lesionó a su hija durante una pelea, y cómo a pesar del dolor, el amor que sienten la una por la otra es inmenso. Concluye imaginando un abrazo reconciliador entre ambas, más allá de las heridas, en reconocimiento de todo el cuidado y cariño que se han brindado a lo largo de los años.
Con los dientes dispuestos a defender la tierra. Matriz. Pilar Romero de Burgos
El día de la madre me pregunto cómo se vive en aquellas casas donde se ha
descubierto que no importan los años de amor, los días, meses, horas de cuidados, porque el desastre está a la vuelta de un instante, o tal vez tras una sucesión de minúsculas e infinitas derrotas cotidianas. Pienso en ellas, sobre todo, el día de la madre, desde que las vi en aquel pasillo aséptico, hospitalario. La más joven en la silla de ruedas que, por los rasgos, empujaba su progenitora con una sola mano. Había cierto gesto atroz y ambivalente en sus caras, donde se desdibujaba una belleza latente. Por circunstancias profesionales me llegó después una de sus Historias Clínicas, mujer, diecisiete años, síndrome de Brown Sequard, es decir, hemisección medular. Poco más decir me permite la ley de protección de datos, y toda esa incomodidad visceral, únicamente digerible con sobredosis de invisibilidad, sentimiento y respeto. “No preguntes”, me dijo un compañero, fue una pelea, la chica venía borracha, su madre intentó quitarle un cuchillo y sufrió a su vez sección de los tres nervios en el antebrazo. No pregunté, durante el tratamiento, se me pegaron muchos pensamientos y sólo atendí aquellos aspectos, la mayoría físicos que, la historia o comodidad de la paciente, me permitió. Mas pensé mucho en la violencia que siempre se nos antoja suscitada por factores de polaridad viril, el estrés, el hacinamiento, el miedo, el alcohol, y el exceso de testosterona. Pero no hay mayor agresividad que la de una madre en presencia de crías, una liebre ante una culebra, los peces que antes muerden acaban de desovar, un cánido y sus colmillos si sienten la amenaza del lactante, la muerte de la madre pulpo, el síndrome del nido en las gestantes, las hembras bonobos que se coalicionan ante los machos violentos, lecturas antropológicas sobre sociedades matriarcales donde se “erradica” la violencia, “El Segundo Sexo” de Simone Beauvoir , Carmen Alborch en “Malas”, una mantis religiosa, cualquier abeja reina, posibles distopías… No hay en la naturaleza ser más incansable, más agresivo que una madre dispuesta a proteger a su cría, aunque sea de sí misma. Y sin embargo, tampoco es posible mayor muestra de amor y desconsuelo, mayor voluntad de cuidado con tiempo y vida, que aquella que sucede cuando la culpa irrumpe tan abrupta en las vidas de seres que se quieren y se dañan al mismo tiempo. Toda pasión, del latín, es sufrimiento. Y pese a todo, quiero imaginarme un abrazo, un consuelo, un perdón repetido en el silencio, como una letanía, y después un “gracias por cuidarme” dicho en la mirada, una sonrisa de comprensión , entre las lágrimas que se comparten, desde las bocas transidas, que masticaron cuentos, que la primera vez que se unieron lo hicieron para cantar y tener alimento besándose las pieles… así las pienso, el día de la madre.