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Matrix

…y nace un nuevo niño empapado de sangre


Con los dientes dispuestos a defender la tierra.
Matriz.
Pilar Romero de Burgos

El día de la madre me pregunto cómo se vive en aquellas casas donde se ha


descubierto que no importan los años de amor, los días, meses, horas de
cuidados, porque el desastre está a la vuelta de un instante, o tal vez tras una
sucesión de minúsculas e infinitas derrotas cotidianas.
Pienso en ellas, sobre todo, el día de la madre, desde que las vi en aquel
pasillo aséptico, hospitalario. La más joven en la silla de ruedas que, por los
rasgos, empujaba su progenitora con una sola mano. Había cierto gesto atroz y
ambivalente en sus caras, donde se desdibujaba una belleza latente. Por
circunstancias profesionales me llegó después una de sus Historias Clínicas,
mujer, diecisiete años, síndrome de Brown Sequard, es decir, hemisección
medular. Poco más decir me permite la ley de protección de datos, y toda esa
incomodidad visceral, únicamente digerible con sobredosis de invisibilidad,
sentimiento y respeto. “No preguntes”, me dijo un compañero, fue una pelea,
la chica venía borracha, su madre intentó quitarle un cuchillo y sufrió a su vez
sección de los tres nervios en el antebrazo.
No pregunté, durante el tratamiento, se me pegaron muchos pensamientos y
sólo atendí aquellos aspectos, la mayoría físicos que, la historia o comodidad
de la paciente, me permitió. Mas pensé mucho en la violencia que siempre se
nos antoja suscitada por factores de polaridad viril, el estrés, el hacinamiento,
el miedo, el alcohol, y el exceso de testosterona.
Pero no hay mayor agresividad que la de una madre en presencia de crías, una
liebre ante una culebra, los peces que antes muerden acaban de desovar, un
cánido y sus colmillos si sienten la amenaza del lactante, la muerte de la madre
pulpo, el síndrome del nido en las gestantes, las hembras bonobos que se
coalicionan ante los machos violentos, lecturas antropológicas sobre
sociedades matriarcales donde se “erradica” la violencia, “El Segundo Sexo” de
Simone Beauvoir , Carmen Alborch en “Malas”, una mantis religiosa, cualquier
abeja reina, posibles distopías… No hay en la naturaleza ser más incansable,
más agresivo que una madre dispuesta a proteger a su cría, aunque sea de sí
misma. Y sin embargo, tampoco es posible mayor muestra de amor y
desconsuelo, mayor voluntad de cuidado con tiempo y vida, que aquella que
sucede cuando la culpa irrumpe tan abrupta en las vidas de seres que se
quieren y se dañan al mismo tiempo. Toda pasión, del latín, es sufrimiento.
Y pese a todo, quiero imaginarme un abrazo, un consuelo, un perdón repetido
en el silencio, como una letanía, y después un “gracias por cuidarme” dicho en
la mirada, una sonrisa de comprensión , entre las lágrimas que se comparten,
desde las bocas transidas, que masticaron cuentos, que la primera vez que se
unieron lo hicieron para cantar y tener alimento besándose las pieles… así las
pienso, el día de la madre.

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