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BAUMAN: LA POBREZA

El sociólogo prestigioso Sigmund Bauman, reconocido mundialmente por haber conceptualizado a


la posmodernidad bajo la idea de “modernidad líquida”, nos hace pensar y repensar diversas
cuestiones y es además, interesante cómo resume en pocas palabras sus pensamientos acerca de
temas muy importantes como la sociedad.
El modo en que la contemporaneidad ha ido perdiendo solidez y cómo esa condición avanza
incesantemente sobre los vínculos laborales, los afectos, los hábitos de consumo, la miseria, la
educación o la práctica política, impregnándolo todo y volviendo a la existencia humana aún más
incierta de lo que tradicionalmente ha sido, serán los cuestionamientos más acertados que hace. De
todos ellos, el que más nos llamó la atención y decidimos abocarnos para el análisis de la realidad,
es el de la pobreza porque creemos sorprendente que en pleno Siglo XXI, millones de personas
padezcan ese mal o incluso ese “círculo vicioso”.

Deteniéndonos en este aspecto de la realidad, nos interesó la idea que tiene este autor sobre la
pobreza. Porque tanto para él, como para nosotras, resulta afirmativo la idea de que el ser
humano sea distinto entre las especies por tener la capacidad de razonar, caminar erguido e
incluso la facultad del lenguaje, pero que no sepa aprovecharla muchas veces para su bien y paga
el bien de sus semejantes. Como ciudadanos, tenemos el poder en nuestras manos como lo dice
(….), y al elegir un representante, solamente le cedemos parte de ese poder en un voto de
confianza. Sin embargo, a la vez es inaceptable que viva a “ciegas”, sin querer observar la realidad
tal cual es y busque la aceptación de los demás para alcanzar el éxito económico, convirtiéndose
en un gran consumidor. De este modo, se rige por ideales como “ser un ganador”, al consumir
todo lo que se le presente enfrente, y la competición empieza a correr por sus venas desatando
una batalla con aquellos considerados “perdedores” por los primeros. Este último es el que
muchas veces busca reutilizar los “desperdicios” de su antagonista. De tal modo, que la realidad se
hace tajante y es evidente la división de dos polos: las élites centrales y majestuosas
sobrecargadas de un falso poder, y las periferias dinámicas que conviven en un círculo vicioso del
cual nunca salen, no llegan a cubrir el mínimo: sus necesidades básicas diarias. Si hablamos de
culpa, ¿a quién culpar por todo eso? Para Bauman, los que deben pagar por esas cuestiones son
los políticos, quienes en nuestra opinión, no saben organizar su gobierno, estar abiertos al diálogo,
usar correctamente el poder e incluso, repartir democrática e igualitariamente los recursos
económicos y pasan por encima de cuestiones fundamentales del hombre: sus derechos. Derechos
que deben cumplir requisitos como la universalidad, lo inalienable e inviolable. Pero sabemos que
esto se rompe al pensar en un mundo sumergido en la miseria. ¿Cuántas personas en el mundo,
según las estadísticas no son consideradas pobres y tienen sus derechos violados? Se pueden citar
numerosas organizaciones que presentan sus datos, aunque se debe considerar que “no todo es
como te lo cuentan”. En la lucha por el poder, la manipulación y la mentira son las estrategias
propagandísticas más utilizadas para alcanzar la corona. Además, todos hablan del tema, pero
nadie se erige a solucionarlo y cuando un representante del pueblo debe hacerlo, solamente dice:
“resuélvanlo ustedes”. Y el ciudadano, también se abstiene muchas veces de reaccionar y se hace
más pasivo a la situación. Prefiere consumir o ir de compras para saciar su angustia, antes que
hacer una revolución y llamar a eso “felicidad, ataraxia o cualquier término similar” . Entonces,
volviendo a la cuestión de la culpa, al ser una persona privilegiada o elegida como representante
del pueblo y de ese poder estupendo, entonces debe brindar educación para concientizar más a
sus ciudadanos, abrir sus ojos y mentes para su propio bien y el de los demás. En vez de
enjaularlos y tacharlos de ignorantes.

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