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Sin embargo, había algo que le quitaba el sueño: los monstruos. Los monstruos eran
los únicos habitantes de sus sueños que le hacían temblar.
No muy lejos de la acogedora casa de Axel, vivían tres criaturas que habían salido
de los sueños de Axel: una mariposa, un tucán y un burro.
Posamari la Mariposa tenía alas de terciopelo brillante que podían cambiar de color
con cada aleteo. Además, era una sabionda de mucho cuidado. Cantu el Tucán era un
pájaro con un enorme pico multicolor y un corazón aún más grande. También era un
sabiondo tremendo, y discutía constantemente con Posamari a ver quién sabía más. Y,
Robu el Burro, que era tan terco y obstinado como tierno y leal. Se le daba
especialmente bien poner fin a las discusiones de sus amigos.
Una noche, Posamari, Cantu y Robu oyeron los sollozos de Axel. Intrigados, los tres
amigos se acercaron a la ventana de Axel.
—Espera, que me cuelo dentro —dijo Posamari—. En cuanto descubra algo vuelvo.
—Pues está bien claro —dijo Cantu. Y poniendo su voz más pedante, añadió.
—Me alegro de que estemos de acuerdo por una vez —dijo Posamar.
—Para nada —dijo Cantu—. Yo me inclino más por otra cosa: monstruofrenia.
—Dejadlo ya, por favor —dijo Robu—. Además, esas enfermedades os las habéis
inventado para haceros los listos. Si acaso, esto sería un caso de monstruosis, una
condición en la cual la persona experimenta un temor excesivo y paralizante hacia
los monstruos, lo cual puede provocar un impacto negativo en su bienestar emocional
y en su calidad de vida.
—Ahora vamos a dejarnos de inventar cosas y vamos a ayuda a nuestro amigo. Que las
niñas y los niños que están leyendo este cuento se tienen que haber quedado de
piedra con esta sarta de tonterías que acabamos de soltar.
—Vale —dijeron Posamari y Cantu a la vez.
Cuando ya casi se habían olvidado de qué hacían allí, los tres amigos llegaron a la
morada de los monstruos.
Al ver que los monstruos se alejaban de Axiel, Robu empezó a bailar, más que nada
para aprovechar la energía que había acumulado para dar de coces a los monstruos.
Su baile era tan contagioso que los monstruos no pudieron resistirse y se unieron a
él.
Axel, mirando esta escena, sintió cómo el miedo se iba esfumando. Descubrió que sus
monstruos, aterradores como parecían, también podían bailar, reír y disfrutar.
Después de esa noche, Axel ya no temía a los monstruos. En su lugar, cada vez que
cerraba los ojos, veía a sus nuevos amigos bailando y riendo. Y si alguna vez
sentía miedo de nuevo, llamaba a sus amigos, Posamari, Cantu y Robu, que estaban
siempre dispuestos a unirse a las aventuras de Axel.
Si alguna vez te encuentras con monstruos que te dan miedo, recuerda esto: en el
fondo
incluso los monstruos más aterradores, en el fondo, solo quieren aprender a bailar.