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EL GRANDE
PHILIPP VANDENBERG
EL GRANDE
Edición original
Scherz Verlag
- Traducción
María Antonieta Gregor
ISBN 950-15-0964-8
APENDICE
Descubren a un dios
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No le fue necesario buscar mucho tiempo: a mil kilómetros Nilo
arriba, al sur de los grandes rápidos, se encontraba Nubia, aleja
da de toda civilización, de todos los itinerarios de las caravanas,
una tierra legendaria y olvidada, rodeada de misterios, en cuyas
arenas tal vez centelleaba el oro, de negras montañas brillantes,
donde debía de haber ocultas, gigantescas obras arquitectóni
cas, desde donde ya no podía, quedar muy lejos el confín del
mundo.
Desde la época de los romanos ningún europeo había ho
llado esta tierra, pero generaciones de exploradores, trotamun
dos y fabulistas propagaron la nueva de que bajo las dunas de la
remota Nubia se ocultaban templos recubiertos de oro, más
grandes, magníficos y curiosos que todos los santuarios hallados
hasta entonces a orillas del Nilo. En un lugar llamado Ebsambal
habría un enorme templo esculpido en una montaña, pero la en
trada al mismo estaba sepultada desde los tiempos de los farao
nes. iEra esto realidad o leyenda?
Ataviado de la cabeza a los pies a la usanza árabe y gra
cias a su perfecto dominio de este idioma, era difícil distinguir a
Burckhardt con su negra barba, de un nativo. Además, se hacía
llamar jeque Ibrahim y como tal compró un esclavo y dos asnos
con su primer salario de la African Association. Había decidido
marchar a Nubia y descubrir la misteriosa Ebsambal.
En el mercado de Esna, Ibrahim cambió el asno y el escla
vo por dos dromedarios y trató de CQ�l�eguir un guía experto, pe
ro no tuvo éxito: nadie quería ir a Nubia, pues para los nativos
las tierras al sur de las cataratas del Nilo eran territorio de los
muertos y de las ánimas. Por consiguiente, cabalgó solo a lo lar
go del Nilo rumbo a Assuán, y allí encontró a un viejo que por un
dólar español accedió a acompañarlo ciento cuarenta millas has
ta Ed-Derr, pero ni un solo paso más.
Burckhardt había reducido al mínimo su equipaje a fin de
poder cargar un ·pesado armamento: fuera de un fusil, un sable y
dos pistolas no cargaba sino una bolsa de víveres. Llegados a Ed
Derr pagó al viejo por sus servicios y alquiló un nuevo guía. Se
llamaba Saad, era nubio y no temía ni a la muerte ni al diablo.
Además, supo tranquilizar a lbrahim: el único salteador de ca
minos de la región había sido muerto hacía unas pocas semanas.
lbrahim, oriundo de Basilea, y Saad de Derr, se pusieron en ca
mino y marcharon por espacio de dos días, desde la mañana,
apenas asomaba el sol, hasta el atardecer, cuando el astro rey se
ocultaba tras las desnudas montañas. Fenecía el segundo día
cuando llegaron a una aldea. Burckhardt mandó a su acom-
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pañante que se adelantara para procurarse algo de comer, mien
tras él encendía un fuego. Saad regresó provisto de una tortilla y
un potaje indefinido, parecido a una sopa. Exhaustos se echaron
sobre sus bolsas de viaje. A la mañana siguiente habrían de-cru
zar el Nilo, pues el escarpado camino pedregoso de esta margen
del río les hubiera demandado mucho más esfuerzo y tiempo.
Dos habitantes de la aldea les prestaron su colaboración: uno
condujo una diminuta barca en cuyo interior los dos viajeros
habían depositado sus armas y ropas. Los dos dromedarios fue
ron llevaQos al río atados al bote con cuerdas, en tanto el suizo y
su acompañante, desnudos como Dios los había echado al mun
do, se asieron cada cual del rabo de uno de los rumiantes y pata
learon por las aguas del Nilo. Llegados a la otra orilla continua
ron su marcha, día tras día, durante largas semanas, siempre
rumbo al sur. Varias veces atravesaron el río a nado a fin de
acortar el camino, pero cada vez se hacía más largo y arduo. Fa
tigados y presas de la duda de haber dejado atrás inadvertida
mente los templos esculpidos en las rocas, resolvieron continuar
la marcha sólo un día más. Eso fue el 21 de marzo de 1813.
Por la tarde del 22 de marzo, el jeque lbrahim y Saad se
encontraron en un acantilado que.caía abruptamente hacia el
Nilo, sobre el cual el viento del desierto barría arena sin cesar.
Ibrahim estuvo a punto de hundirse en la arena cuando intentó
bajar al río, donde, una vez más, sospechó que debía de estar
oculto el legendario templo de Ebsambal. Ningún europeo lo
había visto aún y sólo se sabía de él por las inscripciones halla
das en otros lugares y por lo que se decía. Tal vez ni siquiera
existiera.
iSin embargo, existía! Cuando por fin lograron descender
al Nilo, Burckhardt reconoció detrás de un saliente rocoso una
estatua de diez metros de altura, tallada en la piedra. Al aproxi
marse, descubrieron otras cinco que representaban alternativa
mente a un hombre y a una mujer.
Más tarde escribió en su informe de viaje: "En la creencia
de haber visto todas las antigüedades de Ebsambal, me disponía
a ascender nuevamente por la escarpa." Todo sucedió cuando
empezó a escalar. "Por fortuna, me había desviado algo hacia el
sur, y entonces observé de repente, a una distancia de escasos
doscientos pasos, las partes aún visibles de cuatro estatuas colo
sales. Se encontraban en una profunda concavidad de la roca ta
llada por la mano del hombre, pero lamentablemente sepultadas
casi por entero en la arena que el viento mueve a raudales en de
rredor.
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-iEbsambal! -gritó Ibrahim en medio de la solitaria ex
tensión-. iEbsambal! Dominado por la emoción paladeó el so
lemne y silencioso instante del descubrimiento. Fue el día más
fructífero en su tierna vida que acabaría la n pronto y de manera
tan profana: fue en El Cairo, por una intoxicación con pescado.
Haber hallado Ebsambal, o Abu Simbel como la llamamos hoy,
fue su mayor logro de descubridor.
Por supuesto, no supo qué templo había descubierto. No
podía imaginar que se había topado con la obra arquitectónica
más imponente y caprichosa del más grande de los faraones de
la historia. Masas de arena habían cubierto el grandioso portón
de diez metros de altura, por lo que no podía pensarse siquiera
en penetrar en su interior. Burckhardt tampoco pudo leer las
inscripciones (todavía no se había develado el secreto de los je
roglíficos). En consecuencia, ignoró lo que habría de ppder des
cifrarse pocos años más tarde: "Yo, Ramsés, creé a Egipto de
nuevo" y la manifestación de su enemigo mortal: "El temor que
inspiras se propaga como el fuego en el país de los hititas" o en
aquella aclamación de sus súbditos: "No lo toquéis porque os
abrasará el ardor de su fuego."
iQué hombre debió de ser ese que hablaba de sí mismo
con tanta soberbia, al que su enemigo mortal se refería con tan
ta humildad, al que su pueblo aclamaba con tanto arrebato!
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¿La momia de viaje? Me pareció extraño.
-¿Dónde está Ramsés realmente? -inquirí al doctor Alí
Hassan, director general del Museo de El Cairo.
El doctor Hassan, un arqueólogo graduado en Gotinga y
por consiguiente con un perfecto dominio del idioma alemán,
guiñó un ojo con expresión elocuente bajo sus oscuras gafas de
carey y dijo: -Ramsés está enfermo.
_¿y dónde lo tienen? -insistí con mi interrogatorio-. He
volado a través de tres mil kilómetros sólo con el propósito de
verlo.
Alí, a quien no le halagaba ciertamente su imposibilidad
de desembarazarse de mí, tomó el teléfono y dijo algo en árabe
de lo cual no entendí sino dos palabras "Vandenberg" y
"Ramsüis". Por último, hizo un vehemente :movimiento de asenti
miento con la cabeza, colgó el auricular y me dijo: -iVenga,
señor Vandenberg! -Ardía de curiosidad.
En compañía del experto en momias, doctor Ibrahim el
Nawawy pasamos de largo por el sector de los vaciados ei:J. yeso
y nos dirigimos al instituto de química del museo, don4e ya en la
primera sala emergió el químico en jefe de detrás de una batería
de serpentines de vidrio y reacciones. En ese preciso momento
estaba ocupado en realizar una estimación de antigüedad en ba
se al método del Ct4. Después de un breve cambio de palabras,
el científico sacó una llave y llamó a dos asistentes y ascendimos
en solemne procesión por una angosta escalera de hierro hasta
el segundo piso. Uno de los asistentes abrió una puerta y me
franqueó la entrada a una blanca sala de necropsias, en cuyo
centro, sobre una mesa blanca y debajo de una sábana blanca se
podían reconocer los contornos de un ser humano. Los caballe
ros hablaron en voz baja.
El-Nawawy hizo un movimiento de cabeza a uno de los
asistentes, el aludido avanzó y apartó el largo lienzo: allí estaba,
de un color cetrino, cabeza de buitre, cabello rubio pajizo, con
una barba como de dos días, los ojos apretados, casi con-expre
sión cínica, los brazos cruzados sobre el pecho, los largos dedos
cerrados en un puño, el tórax hundido, los huesos de la pelvis so
bresalientes, las secas piernas en posición paralela que hacía re
cordar a los. títeres, de la cabeza a los pies una talla exacta de
1,73 metros.
"Ramsés User-maat-Re-Setepen-Re, toro poderoso, pro
tector de Egipto, azote de los países extranjeros, rico en años,
grande en victorias, amado de Amón", un hombre que hacía tem
blar a sus enemigos y caer en éxtasis a las mujeres, que engendró
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más hijos que cualquier otro emperado"r anterior o posterior a
él, que erigió más templos que _todos.l�s demás faraones juntos,
que echó a Moisés al desierto, que durante sesenta y siete años
se hizo adorar como un dios por su pueblo, que tenía un solo ído
lo. y un solo ideal: su propia persona. Este hombre, o mejor di
cho, lo que quedaba de él al cabo de tres milenios, apareció an
te mis ojos, frágil, perecedero, reducido a lo humano.
Fue una inquietante audiencia.
Al tirar del blanco lienzo, los brazos cruzados sobre el pe
·
cho debieron de desplazarse ligeramente. Ei-Nawawy se puso
unos guantes de goma y con sumo cuidado trató de colocar los
brazos de Ramsés en su posición original. Tensos, aguzamos el
oído para captar cualquier rumor que hubiera podido causar es
te movimiento, pero nada se oyó. Sin embargo, ocurrió algo de
modo inesperado, algo que nos congeló la sangre en las venas a
los que rodeábamos la momia como curiosos y profanos miro
nes: igual que una flecha disparada por un arco, el antebrazo iz
quierdo se levantó unos veinte centímetros, como si Ramsés hu
biera realizado un descortés ademán de rechazo. Retrocedimos
espantados, uno de los asistentes dio unos cuantos pasos en di
rección a la puerta y se quedó allí expectañte. lQué había suce
dido?
La piel y los tendones del antebrazo izquierdo de la mo
mia, envueltos en más de cien metros de vendas de lino, habían
estado bajo tensión desde hacía 3.200 años. El antebrazo dere
cho había oprimido el izquierdo contra el cuerpo. El conserva
dor de momias Ibrahim-el-Nawawy debió de eliminar ese estado
de tensión...
En aquel instante, todos nos sentimos intrusos. Yo mismo,
resuelto a investigar la vida privada del gran Ramsés hasta sus
menores detalles, me quedé ensimismado. Silenciosos, volvimos
a bajar por la pelada escalera de hierro. .
Mi pregunta acerca de lo que le pasaba a la momia quedó
sin contestación. Excepción hecha de un diente flojo que asoma
ba por los labios levemente entreabiertos, no pude comprobar
ningún deterioro. No obstante, los caballeros hablaban con una
sonrisa de augures de la enfermedad de Ramsés, su "enfermedad
diplomática".
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Ramsés JI en el centro de investigaciones atómicas
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mil cabezas, pero sería sometido a un procedimiento en extremo
cuestionado desde el punto de vista científico: en el centro de in
vestigaciones atómicas de Saclay la momia fue expuesta a una
irradiación de cobalto 60 para el exterminio de todos los mi
croorganismos.
El doctor James Harris de la Universidad de Michigan,
que revisó la momia faraónica durante diez años, declaró: "según
mi opinión, no ha sufrido daño alguno, ni debido a bacterias,
hongos u otro agente. Sé con bastante certeza que las.momias
están protegidas de tal modo que es absolutamente imposible in
fectarlas. Los franceses deseaban que la momia estuviera en mal
estado y yo opino con toda franqueza que, desde el punto de vis
ta científico, es oprobioso afirmar que la momia está infectada".
Los expertos franceses devolvieron el golpe: la razón prin
cipal por la cual las momias faraónicas se encontraban en tan
mal estado radicaba en que los científicos estadounidenses
habían abierto en el pasado muy a menudo los sarcófagos para
realizar tomas con rayos X. El profesor Lionel Balout manifestó
en el Time Magazine: "Harris ha publicado una serie de sande
ces. No es más que un dentista", y Christiane Desroches-Noble
court, la experta en egiptología del Louvre manifestó: "Estoy in
dignada por los comentarios de los norteamericanos. Son tan
infundados como descorteses. Simplemente, los estadouniden
ses sienten celos porque los científicos franceses son los más
cualificados para manipular la momia de Ramsés 11. Al igual que
los ingleses, no quieren reconocer que la civilización egipcia ha
sido redescubierta en lo esencial por científicos franceses."
En esto la arqueóloga ·parisiense no estaba errada, aun
cuando los motivos deben buscarse más en las circunstancias
históricas que en la excelencia científica.
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mera vez hacía tres mil años, cuando no había transcurrido aún
una centuria de su inhumación. Esto decidió a los sacerdotes de
la dinastía XXI a abrir en una sola noche todas las tumbas reales
conocidas hasta entonces, extraer las momias y emparedadas en
un escondite secreto en la roca, al noroeste del valle del Der-El
Bahri. Una de estas 49 momias evacuadas fue la de Ramsés 11, y
la encontró Gaston Maspero, que, como sucesor del ya casi le
gendario Auguste Mariette, ostentó el cargo de director general
de la Administración Egipcia Estatal de Antigüedades desde
1881 a 1887, y de 1899 hasta 1914.
Ya en el año 1874 habían llamado la atención del joven
profesor del College de France ushebtis• y otros objetos funera
rios.
Al principio, Maspero no sacó nada en claro, pero mandó
indagar a su colaborador Emil Brugsch, de nacionalidad alema
na, acerca del origen de aquellas estatuillas. Las investigaciones
fueron en extremo difíciles, se prolongaron durante varios años
y siempre concluían en una aldea, EI-Kurna, cercana al Valle de
los Reyes, en la Tebas occidental, donde los inspectores de la
.Administración de Antigüedades se encogieron de hombros in
diferentes o profirieron sonoras manifestaciones de inocencia.
Por fin, las averiguaciones se concentraron en tres hombres: los
hermanos Mohamed y Ahmed Abderrasul de El-Kurna y el
cónsul Mustafá Aga Ayat de Luxor. El menor de los hermanos
Abderrasul, Ahmed, fue apresado, interrogado y tratado a pa
los. En vano: el hombre no abrió la boca y tuvieron que dejarlo
en libertad. Pero años más tarde, Mohamed sintió remordimien
tos, y el 25 de junio de 1881 prestó ante el gobernador de la pro
vincia una declaración que habría de resultar la mayor sensación
arqueológica del siglo.
En febrero de 1871, o sea, más de diez añps atrás, Ahmed
había descubierto cerca de Der-El-Bahri un pozo de unos doce
metros de profundidad que evidenciaba en el fondo rastros de
obra de albañilería. Perfectamente conscientes de lo que eso sig- ·
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paso por él en posición erecta. En algunos ·tramos tropezaron
con masas pétreas caídas del techo, las cuales tuvieron que ser
quitadas de allí para poder avanzar. Por fin, los hermanos se en
contraron frente a una cámara abierta de unos siete metros de
lado, en cuyo interior habían sido depositadas las momias de
cuarenta y nueve faraones, albergadas en sendos ataúdes senci
llos, superpuestos en algunos casos, o bien colocados uno junto
a otro. Entre ellas se encontraba la de Ramsés II, identificable
por la medalla que llevaba sobre el pecho y en la cual estaba gra
bado su nombre.
Durante diez años los Abderrasul vivieron de la venta de
los objetos funerarios que acompañaban a las momias reales. In
volucraron en el negocio al cónsul Mustafá Aga Ayat, en virtud
de las relaciones que tenía el susodicho y que eran necesarias
para hacer llegar la "mercancía caliente" a los compradores indi
cados, mediación que le redituaba cuatro quintos de las ganan-
cias.
Diez días después de esta confesión, los inspectores de la
Administración de Antigüedades se descolgaron mediante cuer
das en el interior del pozo de piedra de Der-El-Bahri y encon
traron todo de acuerdo con la descripción realizada por Moha
med. En cuarenta y ocho horas de labor (los sacerdotes de la
dinastía XXI sólo habían dispuesto de la cuarta parte de ese
tiempo, en una sola noche) sacaron las momias a la luz del día,
temerosos de ser asaltados en cualquier momento por los fe
I/ahs, pues desde hacía mucho se había difundido el rumor acer
ca del hallazgo de tesoros de incalculable valor. El14 de julio de
1881 zarpó de Luxor el vapor Menshija rumbo a El Cairo. Lleva
ba a bordo las momias de Ramsés y los demás faraones.
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Procedente de Nubia y camino a Menfis, el joven Ramsés
siempre hacía escala en Abidos, lugar donde se estaba erigiendo
el templo funerario de su padre, Seti, caprichoso en su arquitec
tura, hoy de incalculable valor como documento histórico. En
este templo de Seti 1, en Abidos, se puede admirar un relieve
que ha llevado a los egiptólogos de todo el mundo a violentas
discusiones. Debajo de los enigmáticos jeroglíficos: "El rey cap
tura al toro salvaje del sur con un lazo", vemos a un faraón y a su
hijo que corren a grandes zancadas detrás de un toro. El rey ha
ce girar a rodeabrazo un lazo, en tanto el hijo ya tiene asido al ·
toro por el rabo con ambas manos. El rey ostenta la corona del
Bajo Egipto con la serpiente ureo, como también la barba tren
zada de ceremonia que simboliza el poder. Sobre él se cierne el
halcón con el anillo Shen (símbolo del sol) y la cruz ansata
(símbolo de la vida) en sus garras. El príncipe heredero, que le
llega al hombro a su padre y cuya tierna edad se hace notar me
diante los bucles infantiles al costado de la cabeza, evidencia co
raje, vigor e impetuosidad en su postura.
La escena simboliza la captura del enemigo por parte del
faraón y su príncipe heredero. Hasta aquí está claro, pero ¿de
qué faraón y de qué príncipe se trata? Los eruditos no han logra
do ponerse de acuerdo aún sobre este dilema. Es lógico suponer
que en el templo de Seti esté representado Seti y su hijo Ramsés.
Por cierto el templo fue comenzado por Seti, pero su construc
ción concluyó en tiempos de Ramsés, y dado que la decoración
con relieves no pudo hacerse sino cuando hubieron terminado
los trabajos de construcción, algunos arqueólogos opinan que
Ramsés, a la sazón soberano absoluto, difícilmente permitiría
que lo representaran como un pequeñuelo. Antes bien, él sería
el faraón que en compañía de su príncipe heredero captura al
enemigo en la figura del toro.
Se carece de la prueba final para ambas teorías. Si me in
clino por la primera versión con la mayoría de los egiptólogos, o
sea, la que dice que allí está representado Seti con su hijo
Ramsés 11, ello responde a dos motivos: 1) El príncipe heredero
aparece en una pose tan brava como correspondía al propio
ideal de Ramsés y más tarde a su real presentación. 2) Ramsés
no escogió un príncipe heredero al cual favoreciera ya en sus
tiernos años.
22
· A los dieciséis tenía dos esposas y cuatro hijos
t iU
• •
� •
Kiinigin No/retari
'"!!!!
Merenptah
Ramsesll. Ramseslll.
Rams6s 1, reina Nefertari; Seti 1, Merenptah; Ramsés 11, Ramsés 111. Cartuchos
con los nombres de los reyes y reinas de los principales soberanos de la dinastía
XIX.
24
En sus mocedades, cuando las mujeres y la milicia le deja
ban algo de tiempo, Ramsés recorría el país, inspeccionaba las
obras comisionadas por su padre o por él mismo o cuya restau
ración habían decidido. Entre estos, su principal cometido era la
construcción del templo mortuorio para su padre en Abidós�
Ramsés debió de ser un buen hijo. Se puede pensar por la
acribia con que mantuvo latente la memoria de Seti en numero
sos monumentos y textos jeroglíficos, aun cuando ya se encontra
ba en la senectud. Casi no se sabe nada acerca de las relaciones
con su madre, Tui a, pero de tódos modós jamás se avergonzó de
su bajo origen. La circunstancia de que "la gran esposa real" de
Seti 1 sólo fuera la hija de un general de caballería, y su abuelo
"sólo" un oficial, parece que llenó de particular orgullo al faraóp,
pues siempre que Ramsés lo recuerda jamás calla su rango mili
tar. Acerca de Tuia, que halló su último descanso en el Valle de
las Reinas de Tebas-oeste, sólo sabemos por las inscripciones
grabadas en su sepulcro, signado con el número 80. Su más bello
retrato lo encontró la ya mencionada. arqueóloga parisiense
Christiane Desroches-Noblecourt, el21 de marzo de 1972, al re
alizar excavaciones en la tumba de la reina: una cabecita de die
cisiete centímetros dé altura que hacía las veces de tapadera de
un canope, vaso destinado a contener las vísceras de los cadáve
res momificados. El hallazgo es muy parecido a las cuatro cabe
zas de canopes de la tumba
' de Semenehkare, extraño corregen-
te de Ecnatón•.
· La. reina luce 'u·na voluminosa peluca, del centro de la
frente asoma una serpiente ureo, símbolo de realeza. Encasque
tadas sobre el cabello como una apretada cofia se ven las alas de
un buitre, atributo de la diosa Nut. Los rasgos característicos de
su rostro ancho son los grandes ojos, las cejas dibujadas con tra
zo largo, una nariz ligeramente respingona, una boca pequeña y
el mentón huidizo. También encontramos a esta Tuia en otras
representaciones.
Ramsés no sólo hizo crear arte, sino también falsificarlo
sin escrúpulos cuando le interesaban obras de arte ajenas. Es
típico de este comportamiento la brutal transformación de una
estatua de granito de su madre, de metro y medio de altura. Es
ta estatua que en su parte posterior ostenta una leyenda que la
presenta como a Tuia "madre de dios, que trajo al mundo al
poderoso toro User-maat-Re-Setepen-Re" y "gran esposa real,
25
amante del rey y esposa del dios", evidencia nítidos rastros de
una adaptación ulterior. El rostro de Tuia, según otras repre
sentaciones, de nariz y boca pequeñas, aparece en esta estatua
ancho y tosco, la boca abultada y el mentón prominente.
No, esta no es Tuia, en todo caso la reina no posó para la
versión original de esta estatua. Su rechonchez y los brazos que
penden simétricos a los costados del cuerpo recuerdan más bien
a las estatuas del Imperio Medio. El arqueólogo británico Flin
ders Petrie, que encontró a esta Tuia hacia fines del siglo pasa
do en las ruinas de Tanis, junto con una veintena de otras esta
tuas procedentes todas del Imperio Medio, ya creía que en ese
caso, de acuerdo con la costumbre ramésida, había sido trans
formada sin reparos en madre de Ramsés la escultura de una
princesa, posiblemente una hija del faraón Sesostris 11. Eviden
temente, el monumento adulterado no debió de parecer bastan
te logrado a R.amsés y a su madre, pues lo dejaron en el lugar, en
compañía de las demás estatuas del Imperio Medio. Avala esta
suposición el hecho de que el retoque quedó inconcluso. La pe
sada peluca, típica de la época, con la cofia de buitre, cae hasta
los senos desproporcionados de la reina madre. Concluye en
ellos el cincelado hasta allí delicado y sobresale el granito de
tosco tallado.
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Noblecourt se inclina más bien a creer que la estela de los pa
dres de Tuia procede del templo de Tuia, identificado reciente
mente por ella, por desgracia destruido en su totalidad y que es
taba en las adyacencias del templo funerario de Ramsés 11 o
Rameseo.
Las tres personas representadas en el fragmento de este
la sólo se han conservado hasta los hombros, y las tres miran ha
cia la derecha con las manos levantadas en actitud de orar.
Detrás de ellas se reconoce una puerta en cuyas jambas se pue�
den ver los anillos con los nombres de Ramsés 11. Ocho colum
nas de jeroglíficos, contrariamente a lo habitual, escritas de iz
quierda a derecha en la dirección de mira de los tres orantes,
reproducen fragmentariamente los nombres y funciones de los
representados. "Raia, el padre de la reina madre, general de ca
ballería, "está más arriba que la persona central, lleva una pelu
ca rala y una pequeña barba, postiza quizá, que lo señala como
perteneciente a una clase alta. Los dos pliegues transversales en
el cuello son una. reminiscencia del estilo propio de la época
Amarna. La mujer de Raia no es identificable. La dama situada
detrás de él es descrita como "madre de la reina madre... uia". La
parte anterior de su nombre está destruida.
La madre de Tuia debió de ser una mujer muy distingui
da. Lleva una peluca que le llega a la cintura, su perfil delata fac
ciones nobles, la nariz, la boca y el mentón muestran un sorpren
dente parecido con el perfil de Tuia. Sobre la cabeza lleva un
pomo cónico para ungüentos del que asoma una flor de loto y un
capullo. Tal vez la madre de Tuia se llamara Ruia, un nombre de
mujer muy difundido en las altas esferas en tiempos de Ram
sés 11.
Prácticamente, no sabemos nada de la vida de Ramsés 1,
abuelo de Ramsés 11, quien subió al trono como primer sobera
no de la dinastía X y de este modo fundó la dinastía real de los
ramésidas, tan sólo que era oficial y falleCió después de regir su
país durante dos años." La culpa de esta carencia de historia se
debe a la mezquindad de su hijo Seti, quien a la muerte de su pa
dre comenzó inmediatamente con los trabajos para erigirle un
templo mortuorio en Abidos, pero simultáneamente también co
locó en el mismo lugar la piedra fundamental de su propio tem-
.
�·
Si las dimensiones del primero eran modestas, las de su
propio monumento alcanzaron tal magnitud que dejaron en la
sombra a todos los santuarios levantados hasta entonces en
Egipto. La obra insumió enormes cantidades de materiales
27
traídos desde muy lejos, en su mayoría de Asuán. En el territo
rio abundaba por doquier la blanda piedra caliza, por ende más
barata que el granito como material de construcción, pero más
baratos aún eran los ladrillos confeccionados con el cieno del
Nilo, que siempre podían producirse en el propio lugar de la
·
obra.
Seti mandó edificar gran parte del templo para su padre
con piedra caliza y ladrillos, razón por la cual se derrumbó pre
maturamente. Sobre sus ruinas levantaron sus casas los árabes,
posteriores habitantes de la región, y los fragmentos de los relie
ves esculpidos en la piedra caliza fueron a dar al mercado negro.
En 1911, cierto caballero llamado Mr. Morgan ofreció al
Metropolitan Museum of Art de Nueva York algunas placas de
caliza que dijo haber adquirido a un anticuario de El Cairo. Un
año más tarde, en 1912, un señor Kelekian donó al mismo museo
algunas placas egipcias antiguas compradas en París.: Herbert
Eustis Winlock, egiptólogo de Washington, que desde 1906 par
ticipaba en las excavaciones organizadas en Egipto por el museo
neoyorquino, examinó las placas y determinó: "No cabe duda, los
relieves proceden del templo mortuorio de Ramsés 1 de Abidos."
Fuera de algunos ladrones de antigüedades, nadie conocía con
exactitud el emplazamiento de este templo.
Por último, Gustave Lefebvre, inspector en jefe de la Ad
ministración .de Antigüedades, logró arrancar su secreto a la
gente del lugar. Sin embargo, los restos del templo de Ramsés 1
eran tan modestos que al principio los arqueólogos renunciaron.
No fue sino en el invierno de 1927 que algunos miembros
de la "Metropolitan Museum's Egyptian Expedition", que a la
sazón trabajaba en Luxor, decidieron bajar por el Nilo rumbo a
Abidos. Entre ellos se encontraba el fotógrafo inglés Harry Bur
ton, mundialmente famoso por las fotografías tomadas cuando
se descubrió la tumba de Tutankamon, y el ex pastor inglés Nor
man de Garis Davies, que alcanzó gran prestigio ·como copista
de relieves. Con la ayuda de las fotos y los dibujos de ambos, los
arqueólogos estadounidenses procedieron a analizar lo poco
que se habla conservado. Los resultados fueron más bien una
confirmación de hechos ya conocidos que un aporte de conoci
mientos nuevos. En la estela de fundación Seti informa que "ya
desde su nacimiento" gobernó junto con su padre Ramsés y con
dujo a sus ejércitos contra los enernigos del país. Evidentemen
te, Seti no tenía escrúpulos, pues el modesto templo se le antojó
suficientemente grande por dos años de gobierno de Ramsés.
Tanto el templo de su padre co�� el suyo propio C?Staban
28
dedicados a Osiris, el dios de los muertos. Dado que sólo el in
terior del mismo era de piedra dura, en tanto los ·muros exterio
res se construyeron de quebradiza y frágil caliza y las paredes de
ladrillos de barro, poco duraderos, las representaciones en re
lieve conservadas se limitan a las de la fachada del santuario in
terior: Inscripciones monumentales proclaman la dedicación del
templo: "Horus, toro fornido, aparecido en Tebas ... rey del Alto
y del Bajo Egipto, Men-Pehti-Re, el hijo de Ra, Ramsés* al eri
girle un templo para millones de años junto a los amos de la eter
nidad."
Este texto se asemeja más a un himno de alabanza a Seti,
constructor del templo, que a un discurso en memoria de
Ramsés, su padre. Como veremos más adelante, todos los
ramésidas tuvieron en común considerarse a sí mismos más im
portantes que sus mayores, y Seti, que se muestra aquí tan mez
quino con su padre para destacar más su propia persona, corrió
la misma suerte con su hijo y sucesor Ramsés II, cuya fama fue
empequeñecida a su vez por Merenptah. El decimotercer hijo y
sucesor de Ramsés II, que trabajó en la terminación del templo
de Seti en Abidos, de setenta a ochenta años después de la muer
te de su abuelo, lmetió sus propias manos en las inscripciones
del templo funerario de su bisabuelo Ramsés I o mandó restau
rar realmente el ruinoso monumento? De cualquier manera, se
vio precisado a grabar con posterioridad el cartucho con su
nombre en los textos de dedicación.
Los bajorrelieves dan testimonio de un acentuado sentido
familiar en Ramsés I.
En las escenas de sacrificios del rey encontramos a su es
posa Sit-Re "agitando los sistros** frente al hermoso perfil de
Osiris". Tres hoi:nbre.s y cinco mujeres, representados junto a la
pareja real, debieron de tener con ella una relación muy perso
nal. Según el texto de la dedicatoria son la madre, hermanos y
hermanas del rey. Un honor extraordinariamente raro que el
primer faraón de la dinastía XIX recuerde a sus parientes, pues
no conocía el orgullo de casta. Al fin y al cabo él mismo procedía
de un medio modesto y había llegado al poder gracias a un gol
pe de Estado.
•
Se alude a Rams6s 1.
29
Ramsés I, abuelo de Ramsés 11. Esta es una de las pocas representaciones con
servadas del fundador de la dinastía XIX. Procede del templo funerario del fa
raón en Abidos, destruido casi por completo.
,.
31
pecie de las gentes de los tribunales del Alto y del Bajo Egipto,
y en lo que atañe a aquellos alcaldes o profetas de quienes se di�
ce que ocupan un sitial para dictar justicia en el tribunal dis�
puestos a juzgar y cometen allí un delito contra la justicia, su
conducta será considerada un gran delito merecedor de la pena
de muerte. Pues Su Majestad ha hecho esto para reorganizar las
leyes del país y no para permitir que acontezca un caso más de
injusticia y para volver a encauzar por el camino de la justicia a
todos los que son interrogados por el tribunal'."
Nefertiti en un altar
doméstico. Relieve
procedente de Tell
ei-Amarna.
Al período Amarna
sucedió una época
confusa de la histo
ria egipcia, a la que
puso fin Ramsés 11.
32
antes del advenimiento de los ramésidas. El Estado se enfrenta
ba a la bancarrota, no había ingresos por la vía tributaria y la co
rrupción de funcionarios y autoridades estaba en el orden del
día. La reorganización del Estado emprendida por Haremheb
sólo podía realizarse mediante la imposición de castigos inhu
manos: el destierro, "cortar narices" y "cruentas palizas".
Por lo tanto, al terrible faraón-soldado le cupo el mérito
de haber sacado al Estado de una profunda crisis, si bien impul
sado más por el valor de la desesperación que la capacidad de
idear nuevas proyecciones de futuro. La dinastía XVIII, una de
las épocas más brillantes de la historia egipcia, tuvo un triste fi
nal.
Haremheb, quien a través de su matrimonio con Mutne
diemet, una hermana menor de Nefertiti, intentó legitimar su de
recho al trono, no tuvo descendientes. Cuando el general murió
alrededor de fin del año 1306 no fue sepultado en la tumba ori
ginalmente construida para él en Menfis, sino en una tumba real
en Tebas oeste. Preocupado por la perduración del debilitado
reino, había escogido como su sucesor al experimentado general
Paramessu, procedente asimismo de una antigua familia de mili
tares del Delta. No lo ligaban a Haremheb lazos de consaguini
dad ni de parentesco político. Ya no quedaban ni una hermana
o cuñada de faraones de la dinastía XVIII.
En consecuencia, Paramessu, el hijo del pueblo, subió al
trono como Ramsés l. Fue el fundador de una nueva dinastía y
sus descendientes, sobre todo su nieto Ramsés II, fueron quie
nes volvieron a hacer de Egipto una potencia mundial dominan
te, antes de que bajo los últimos portadores de ese nombre co
menzara la definitiva decadencia política y económica.
33
modo, pudiera ser posible que uno o varios hermanos mayores
hubieran desaparecido por muerte natural ya en su infancia, de
modo que quedó expedito el camino para su carrera real. Lo que
es un hecho indiscutible es que Ramsés fue instituido como co
rregente por su padre Seti en sus últimos años de reinado, y más
tarde, en el año 1 de su gobierno absoluto, Ramsés justificó el
procedimiento con la referencia que figura en la dedicatoria del
templo de Abidos: había sido instituido "como hijo mayor,
príncipe heredero..., general de la infantería y de los aurigas".
_ Esta inscripción cita cuatro veces el primer año de gobier
no de Ramsés, pero siempre en pasado, de modo que está fuera
de toda duda una fecha posterior. En el renglón 22 dice: "En
aquel entónces, en el año 1, durante su pritÍler viaje a Tebas..."
Cuatro renglones más abajo cita la fecha exacta, pero asimismo
en visión retrospectiva: "cierto día, -fue en el año 1, el día vigesi
motercero del tercer mes de Ashet:.. " Por último, se hace dos ve
ces referencia a la ·erección de llna estatúa de oro de Seti: "Creé
a mi padre de nuevo en oro, el primer año de mi aparición" y
"ved, comenzó a erigir su estatua en el año 1..." Por consiguien
te, la inscripción data con seguridad no del primer año de go
bierno de Ramsés 11, y por lo tanto no debemos considerar como
documentación exacta lo publicado con tanto énfasis. Eso es
más bien historia hermoseada.
Ramsés informa en este texto sobre su ascensión al trono:
"Cuando mi padre apareció ante el pueblo y yo era aún un párvu
lo en sus brazos, dijo: 'córonadlo rey, para que yo pueda admi
rar en vida su belleza'. Acto seguido, se acercaron los cortesanos
para colocarme en la testa la doble corona. 'Colocadle la corona
en la cabeza', dijo, mientras permanecía aún sobre la tierra."
Ramsés destaca dos veces que su padre estaba vivo cuan
do él, su hijo, fue coronado faraón. lPor qué le asignaba tanta
importancia a ese hecho? lSe sentía orgulloso por permitírsele
gobernar junto a su padre o le importaba más bien justificar su
aspiración algo dudosa al trono? En el año 3 de su gobierno,
vuelve a hacer alusión a su corregencia con Seti. Eso ocurrió en
la estela de Kuban, expuesta en la actualidad en el Museo Egip
cio de Grenoble. Los jeroglíficos trazados con pasión en la mi
tad inferior informan acerca de una expedición de Ramsés 11 a
Nubia, a quien sus cortesanos ensalzan en Menfis: "cuando esta
bas aún eñ el huevo, forjabas planes en tu dignidad de joven he
redero. Te iniciaron en los problemas de los dos países cuando
eras todavía un niño y llevabas bucles laterales... Fuiste coman
dante del ejército cuando eras apenas un joven de diez años".
34
En el templo de Seti en El-Kurna hay un bajorrelieve que
representa la coronación de Ramsés 11. Amón coloca la corona
en la cabeza del joven faraóri. en presencia de su padre. Detrás
de él se ve al dios Chons. Ramsés es nombrado por su breve ape
lativo User-maat-Re. Este nombre abreviado en un relieve sólo
lo encontramos en vida de Seti, o sea durante la regencia com
partida entre padre e hijo. Más tarde, cuando Ramsés impera
solo sobre los dos países, únicamente se hace mención de su
nombre completo: User-maat-Re-Setepen-Re (Poderosa es la
verdad de Re-Escogido de Re).
El americano Keith C. Seele, que se dedicó a exhaustivos
estudios sobre la doble regencia de Seti y Ramsés, declara: "Es
imposible decir con seguridad cuánto duró este período, o sea,
la doble regencia. Pero si se toma en consideración el hecho de
que durante este tiempo se tallaron en los muros de diversos
· templos y otros monumentos algunos centenares de relieves, a
IQi entender no .sería imprudente suponer que este. período
abarcó varios años, tal vez hasta un decenio.*
La doble regencia de Seti y Ramsés también puede eva
luarse como la consecuencia de las buenas relaciones existentes
entre padre e hijo. Pocas veces o ninguna un faraón preparó a su :...
hijo con tanto esmero para el cargo que le tenía destinado, le hi
zo participar en tantos acontecimientos oficiales, lo colocó bajo
la luz de las candilejas, tanto como Seti a Ramsés. Naturalmen
te, a este respecto surge la pregunta acerca de cuánta presión
hubo por parte del joven heredero detrás de esta sistemática
preparación.
Lo que aparece de modo más espectacular es la presencia
del príncipe heredero Ramsés frente al "catálogo real" en el tem
plo de Seti, en Abidos. Este catálogo de piedra que enumera en
sucesión cronológica a los antecesores de Seti, con excepción de
los reyes herejes del período Amarna, constituye un importante
documento oficial de la investigación histórica de Egipto de la
dinastía XIX. Seti, que encargó su confección, aparece frente a
los dioses y la galería de antepasados en actitud oferente. Aun
aquí lo acompaña Ramsés y para que cualquiera reéonozca que
se trata de él, ostenta sobre la túnica el cartucho con s� nom
bre. No podemos sustraernos a la impresión de que el faraón de
signado tuvo desde temprana edad un acentuado afán de desta
carse.
• Keith C. Seele: "The Coregency of Ramses 11 with Seti 1", Chicago, 1940.)
35
El rey Seti 1 en una de sus expediciones bélicas contra los pueblos de Asia. En
este bajorrelie;ve del muro exterior del templo de Karnak, Seti aparece rodeado
de enemigos maniatados.
36
esta opinión que avalan sólo unos escasos indicios. Al respecto,
Keith C. Seele opina: "El profesor Breasted ve la relación de
Ramsés 11 con su padre y su aspiración al trono de una manera
muy caprichosa. A mi parecer, debe rechazarse su aseveración
en el sentido de que Ramsés eliminó a su hermano mayor, el
legítimo príncipe heredero, poco antes de acceder al trono y que
tergiversó los hechos al hacer colocar su figura en el relieve béli
co de Seti con posterioridad para indicar su participación en es
tas expediciones, aunque jamás estuvo allí... "
Entretanto se obtuvieron nuevas pruebas que hacen apa
recer libre de toda duda una doble r�gencia. En el templo de Se
ti en El-Kurna se reproducen en la jamba de una puerta los nom
bres del faraón y su hijo Ramsés, ambos en cartuchos reales,
signo inconfQndible de la realeza faraónica, a la izquierda el del
primero, a la derecha el de Ramsés. En el dintel vuelven a repe
tirse los dos nombres reales a ambos lados de la cruz ansata
(Véase ilustración de la página 49). La puerta conduce al san
tuario de Ramsés 1, erigida por Seti para su antecesor. Al pare
cer, aceptó entonces a su hijo Ramsés como faraón con los mis
mos derechos. En el templo de Hator, en Serabit el-Khadin,
península de Sinaí, se encuentra un gigantesco obelisco que
muestra asimismo los nombres de "Seti, hijo de Ra, amado de
Ptah, y de su real vástago User-maat-Re" en los anillos reales.
Fue erigida por dos comandantes de la tropa de arqueros y lleva
en la cara anterior y en la posterior la indicación de un año. Una
se refiere al octavo año del gobierno de Seti 1, la otra al año 2 del
gobierno de Ramsés 11. Lamentablemente, los textos no permi
ten reconocer si ambos guarismos fueron esculpidos en la piedra
al mismo tiempo. Si hubi�ra acontecido así, ello significada que
Ramsés fue coronado faraón en el séptimo año del gobierno de
su padre. Pero también es posible, más a6o probable, que la ca
ra anterior del obelisco fuera trabajada con algunos años de an
terioridad respecto de la posterior y que las superficies vacías de
las estelas que quedaban libres se ofrecieran para un ulterior
texto conmemorativo, que luego fue redactado en el segundo
año de gobierno de Ramsés.
Llegamos así a una difícil cuestión: ¿cuándo fue el año 1
del gobierno de Ramsés 11? ¿contó el faraón sus años de gobier
no a partir de su ascensión al trono, es decir, desde el comienzo
de la doble regencia, o su año 1 comenzó con la muerte de su pa
dre Seti, o sea, con su gobierno absoluto?
Aun cuando los funcionarios de la corte de Ramsés 11 ala
ban la laboriosidad de su joven rey en la estela de Kuban: "No
37
hubo obra que no fuera erigida bajo su dirección... " ningún mo
numento lleva una fecha doble, a saber, el año de gobierno de
Seti y el de Ramsés. Sin embargo, a partir de la dinastía XII era
costumbre indicar los años con dos guarismos en los casos de do
ble regencia, pero Ramsés no hubiera sido Ramsés si hubiese
conservado este antiguo uso. Para él el período de la doble re
gencia con su padre parece no haber contado en el verdadero
sentido de la palabra. En vida de Seti ya había comenzado a eri
gir un templo tras otro y a dictar los textos para centenares de
bajorrelieves, aunque siempre evitó citar una fecha. Si lo hubie
ra hecho, hubiese tenido que hacer constar el año de gobierno
de su padre y el suyo propio.· No lo hizo. Evidentemente, el semi
diós rechazó ser medio rey.
38
2.
41
dar rienda suelta a sus veleidades arquitectónicas. ¿por qué en
Nubia, precisamente?
Durante la corregencia con su padre Seti, se encomendó
al joven rey en especial todo cuanto se relacionara con Nubia,
hasta se le subordinó el virrey nubio. En esta época, Ramsés se
encargó "de lo-s trabajos de construcción de su templo ei:t Bet el
Walli. En vida de su padre, pues. No obstante, la obra no se con
·cluyó sino cuando Ramsés ya se ·había convertido en un anciano.
Hay al respecto indicios muy claros. Como todas las demás cons
trucciones de Nubia debidas a Ramsés, el templo rupestre tam
poco ostenta referencia alguna al año en que fue iniciado, pero
algunas peculiaridades delatan al caprichoso constructor.
TtMPEL
HAUS
43
técnica empleada en los confundibles relieves. El bajorrelieve,
forma de expresión sui géneris del arte egipcio desde hacía un
milenio y medio, sufrió alteraciones por primera vez en tiempos
de Ecnatón. Este faraón hereje y revolucionario y los artistas de
Amarna fueron quienes introdujeron en Egipto el relieve reba
jado, pero el experimento de Amarna no duró ni dos decenios y
el arte de Ecnatón cayó en el olvido. Tutankamon y Haremheb
volvieron a trabajar en la técnica del altorrelieve. l Tuvo
Ramsés, el entendido en arte, debilidad por el arte de Amarna?
44
den impremeditadamente un misterio. A lo largo de su nonage
naria existencia Ramsés adoptó un número extraordinario de
nombres, y los egiptólogos le están agradecidos por su vanidad,
pues sólo con la ayuda de sus distintos apelativos se pudieron lo
calizar en el tiempo muchos de sus monumentos.
El nombre sencillo del faraón, User-maat-Re, aparece
unos cuantos centenares de veces y por última vez alrededor de
1290-1289 a.C. Esto fue el día 20 del tercer o cuarto mes, de Pe
ret, del año 1 del reinado absoluto de Ramsés 11, y quedó docu
mentado en el fragmento de una estela de cinco líneas que el ita
liano Caviglia encontró cerca de la Esfinge de Gizeh y en la
actualidad puede apreciarse en el Museo Británico de Londres.
En consecuencia, Ramsés debió de asumir el poder absoluto an
tes del tercer o cuarto mes de Peret del año 1290.
Gracias a textos fechados, el arqueólogo berlinés Kurt
Sethe pudo probar que el paso del último año de gobierno de Se
ti 1 al primero de Ramsés 11 no pudo acontecer entre el día 18
del tercer mes de Ashet y el día 8 del segundo mes de Peret. Pot
lo tanto, el gobierno absoluto de Ramsés se inició entre el día 8
del segundo mes de Peret y el día 20 del cuarto mes de Peret. Es
posible precisar más aún la fecha: Ramsés siempre celebró su
Heb-Sed, el aniversario de la ascensión al trono, el primer día de
un mes de Peret, y el calendario que aparece en el techo del Ra.
meseo comienza con el tercer mes de Peret, es decir, a mediados
del año egipcio. Sólo hay una explicaCión: el calendario de su
templo funerario cuenta a partir del mes del-gobierno absoluto.
Según esto, Ramsés II habrla asumido el reinado absoluto de/Al
to y el Bajo Egipto el dla primero del tercer mes Peret, es decir, de
acuerdo con nuestros cálc!flos cronológicos, e/15 de diciembre del
año 1290 a.C.
45
Ashet: época de la inundación.
7'_wg agosto
'11"9
:::J
15 de diciembre
- . ..
Pashons: 15 de febrero al15
""T' � de marzo
==ro; Payni: 15 de marzo al15 de
- abril
'ir� - Epifi:15 de abril al15 de mayo
- Mesore: 15 de mayo al15 de
'1TI � junio
-
-
/
�� -
-
-
46
El faraón de los cien nombres
47
Ocho años más tarde, en la estela fechada de Besan*,
encontramos un título real que coincide en gran medida con
el del año 1, c�n excepción de un interesante complemento
que señala al belicoso rey como alguien "que se apodera de
todos los países". Esto rige también para el texto contractual
de la alianza celebrada con los hititas el día 21 del primer
mes Peret del año 21 de su reinado, así como para la estela de
Mnevis del año 26 y para el primer aniversario en el trigési
mo año de gobierno• *.
En er año 33, con motivo del segundo aniversario de
gobierno, Ramsés 11 añade a su nombre de Horus el nuevo
complemento: " ... que celebr.a aniversarios como su padre
Ptah-Ta-tenen". Este nombre también lo hallamos en el"De
creto de Ptah" (véase página 189) complementado con otros
nuevos apelativos que indican una nueva evolución. Ramsés
se arroga el derecho a la divinidad, es "Ra, nacido de los dio
ses", y le interesa dejar constancia de que "llevó la paz a los
dos países".
La última variación del nombre real se lee en el papiro
Sallier IV, que data del año 56 de su gobierno, y el nombre
alude a que el casi octogenario Ramsés está bastante "retira
do" a la sazón. En ese momento el faraón es el "señor de la
manifestación como Atón, el amo de los dos países de He
liópolis, Ra-Harajte" y se ha convertido en simple "dios, so
berano de Heliópolis".
48
Un grande se convierte en el más grande
49
Al cabo de diez años de gobierno, erfaraón tuvo plena
conciencia de su potencia militar, mientras descuidaba -al pare
cer- más y más la política interna. No se dedica a las exigencias
interiores con reforzado empeño hasta el.tercer decenio de su
gobierno. Su primer aniversario en el año 30 (1261 a.C.) consti
't"u ye un hito no sólo en la vida de Ramsés II, sino también en la
historia de Egipto. Ya no se habla de guerras o querellas intesti
nas. Ramsés marcha hacia su inmortalidad: un grande se con
vierte en el más grande y el faraón pavimenta esta senda con mo
numentos como nadie lo hizo antes o después de él. La segunda
mitad de su gobierno no lleva el cuño de la política, sino el de la
religión.
John D. Schmidt dice: "Aunque falten datos unívocos res
pecto de que muchos monumentos que hicieron famoso a
Ramsés II fueron construidos en la segunda mitad de su reinado,
hay indicios precisos de que en esta época brindó toda su aten
ción a los asuntos internos de Egipto y erigió a los dioses nume
rosas obras." En" este período surgieron el templo de Hator de
Der el-Medine, los diversos complejos sagrados de Karnak, sus
edificios en Hermópolis a partir del año 34, el templo de Ptah en
Mitrahine, aproximadamente el mismo año, así como el templo
de Heracleópolis. La estela de 400 años (véase página 115) da
ta de esta época y el templo de Armant del año 51 aproximada
mente.
Ramsés II se hizo legendario a raíz de los numerosos mo-
. numentos conmemorativos. A casi mil años de su muerte los sa
cerdotes del templo de Chons, en Karnak, falsificaron una este
la que l gran faraón había donado al parecer en acción de gracias
por la milagrosa curación de su cuñada Bentresh (ver capítul9
·
octavo). ·
50
ofreciendo incienso a la barca de Chons, portada por diez sacer
dotes. Sobre el lado derecho, un sacerdote hace su ofrenda a la
barca de Chons portada por ocho sacerdotes y debajo de él figu
ran los títulos del soberano:
"Horus: toro robusto, unificador de las coronas, cuyo rei
nado dura como el de Atón; Horus, vencedor de Nubti*; de bra
zo fuerte que ahuyentó a los nueve pueblos de arqueros**, rey
del Alto y Bajo Egipto, amo de los dos países: User-maat-Re, es
cogido de Ra, hijo carnal de Ra: Ramsés Meriamón, amado de
Amón-Ra, señor de Karnak y la nona, señor de Tebas. El buen
dios, hijo de Amón, nacido de Mut, engendrado por Ra-Harajte,
gloriosa criatura del amo supremo, engendrado por el 'toró de
su madre', rey de Egipto, soberano de los desiertos, príncipe, el
que tomó a los nueve pueblos de arqueros; cuando salió del vien
tre materno le anunciaron victorias, impartió órdenes aun antes
de nacer; es un toro valiente cuando pisa el campo dé batalla, un
real monarca que el día de la victoria sale como Mont, grande y
poderoso como el hijo de Mut".
51
Aunque, de seguro, la muerte de Se ti no sobrevino inespe
radamente, el duelo fue grande. En todos los rincones del país
_las plañideras expusieron sus senos, se embadurnaron la cara
con �ieno del Nilo, se echaron tierra sobre la cabeza y corrieron
por las calles entre lamentos como suelen hacer los deudos. Al
gunas eran de oficio, que dejaban oír sus lamentos por cualquier
comitente a cambio de una exigua dádiva, pero cuando dejaba
de existir un faraón su gritería multiplicada miles de veces reso
naba por el país a título gratuito.
Durante setenta días Egipto contuvo el aliento, pues ese
era el tiempo que duraba el proceso de la momificación, es de
cir, la preservación de la envoltura perecedera del rey-dios di
funto, para su eterna belleza. El espíritu protector, que había
abandonado el cuerpo del faraón provisionalmente, debía en
contrar a su regreso, si regresaba realmente, un cuerpo que no
hubiera envejecido.
A diferencia de los mortales ordinarios, Seti no fue momi
ficado en la "casa de la muerte", sino en su propio palacio de
Menfis. La preparaciQ.n quirúrgica se cumplió según un estricto
ritual. Comenzó de noche, al fantasmagórico reflejo de antor
chas coronadas de llamas rojas y de las lenguas de fuego verde
azuladas de las lámparas de aceite. Un equipo de cirujanos se
midesnudos, pertenecientes a-una casta social inferior a pesar de
la importancia del cometido, avanzó para comenzar la disección.
Entre las sonoras jaculatorias de los sacerdotes calvos, secciona
ron la pared abdominal con sus escalpelos de piedra. Con cortes
breves y profundos, mil veces ensayados, y diestra manipulación
extrajeron las entrañas. El corazón, los pulmones, el hígado y los
riñones fueron colocados en recipientes separados. Luego traje
ron fuentes llenas de natrón para rellenar con este compuesto
las cavidades, y por último se cubrió con natrón el cuerpo ente
ro, con la finalidad de extraer toda la humedad del cadáver.
Apenas concluida esta labor, los sacerdotes echaron a los
técnicos momificadores según un ritual cuidadosamente estu
diado. Esto respondía a la moral egipcia. Aunque habían obra
do según el deseo de todos, los momificadores habían lesionado
al faraón y por esta causa debían ser expulsados y no regresarían
sino al cabo de dos meses, para dedicarse al embalsamamiento.
Seti 1 no fue un faraón (iébil ni insignificante. Si en la ac
tualidad su nombre no irradia d fulgor que se merece es porque
el aura de su propio hijo lo superó en poder, sed de gloria y lo
gros, y porque ese hijo se apropió de una g ran parte de sus mo
numentos.
52
Seti 1: a la izquierda, cabeza de una estatua colosal, a la derecha cabeza de lamo
mia (Museoúlgipcio de El Cairo).
53
¿Latía en el lado derecho el corazón de Seti?
55
trocaba a Tebas en un pandemónium en el que la gente exaltada
cprría de un lado a otro, se golpeaba la cabeza en señal de due
lo, mientras los notables c�amaban: "iQué hermoso es lo que se
le tributa!"
El faraón sería inhumado, el hijo de Horus entraría en la
eternidad, y esta eternidad se encontraba en el oeste. Habían lle
gado masas deseosas de participar en el cortejo fúnebre porque
Seti había sido un faraón muy amado, un soberano que había he
cho nacer una nueva esperanza, un digno sucesor de Ramsés 1,
fundador de la dinastía. Y en consecuencia, cantaron las letanías
al unísono con los sacerdotes que encabezaban el cortejo: "iSal
ve, Osiris, señor de la eternidad, rey de los dioses, dueño de mu
chos nombres y magníficas formas y secreta esencia en los tem
plos!"
A los sacC?rdotes siguieron los siervos portadores de casi
todos los enseres de la casa del rey, como también vituallas para
varias semanas: una cama, armarios, sillas, mesas, cajones y co
fres, carros y barcas. Arrastraron también enormes cántaros de
vino y cerveza, trigo en tinajas de dos asas y un mar de flores en
tretejidas. Los bailarines fúnebres se contorsionaron al inquie
tante son de tambores y sistros. Dos bueyes tiraron de una espe
cie de trineo sobre el cual habían montado un tablado cubierto
por cortinas. Sobre él descansaba en el interior de una barca el
sarcófago del rey. Detrás del trineo avanzaron los sacerdotes
portadores de los canopes y sahumadores, de los cuales emana
ban perfumes.
56
Rumbo al oeste hacia el más allá
detrás de ella ofrendas para el muerto, los sacerdotes de Sem, el sacerdote lec
tor con un papiro en la mano y el cortejo formado por un grupo de personas que
se golpean la cabeza en sel\al de duelo. A la izquierda está representada la for
ma en que la momia es arrastrada sobre un trineo hacia su última morada. (De
la tumba de un inspector de mercancías de la dinastía XIX).
57
Tuia c.lamó a viva voz, pero al parecer no impresionó a na
die, pues sólo era una fórmula ritual. Los marineros recibieron
la barca y el sarcófago de Seti y lo depositaron en la mayor de las
cinco naves que esperaban. Los millares de personas que bor
deaban la ribei:a derecha alargaron el cuello con curiosidad pa
·
ra echar un 6ltima mirada al deslumbrante féretro de oro, antes
de que desapareciera junto con los canopes tras una estructura
envuelta en cortinas de colores.
La barca mortuoria del rey, de elevada proa y popa, no
llevaba a bordo más que a un timonel encargado de un podero
so timón, pues la embarcación misma era remolcada por otra
barca impulsada por remeros. Ramsés, su madre y los sacerdo
tes iban en una de las tres naves restantes, en tanto en la segun-
. da se acomodaro� los notables del reino y en la tercera embar
cación se colocaron los objetos funerarios para el rey. El pueblo
. quedó atrás. Una vez más las mujeres se descubrieron los senos,
una vez más hundieron las manos en la arena y dejaron correr
por su rostro el polvo de la calle, en tanto los hombres se golpea
ban la cabeza, y por el Nilo se extendió un 6ltimo canto plañide- ·
ro.
59
dijeron y se dirigió en estos términos a los dioses de su séquito.
"Haced venir ante mí a Shu, Tefnut, Geb y Nut... * y conducidlos
aquí con cautela para que los hombres no los vean y su corazón
no se escape. Entonces iré a Nun**, al lugar en el cual tuve mi
origen."
Los dioses se presentaron y Ra habló a Nun: "iTú, el más
viejo de los dioses, de quien desciendo, y vosotros, antepasados
de los dioses! Ved a los hombres nacidos de mi ojo, han forjado
planes contra mí. Decid, qué haríais contra eso. Ved, quisiera
evitar matarlos hasta haber escuchado lo que tenéis que alegar
en contra." Los demás dioses opinaron: -"Deja que tu ojo vaya
allí y golpee a los rebeldes .con infortunio. El ojo no se quedará
en tu frente; sino que irá allí para castigarlos, descenderá como
Hator."
La sanguinaria Hator-Sajmet, hija de Ra, había sido esco
gida para aniquilar al género humano, pero Ra, en su bondad,
decidió otra cosa y recurrió a un ardid. Mandó enviados a la Is
la Elefantina en busca de grandes cantidades de granadas. Los
frutos fueron machacados y mezclados con cerveza de cebada
preparada por las propias esclavas. La bebida alcohólica resul
tante se asemejaba a la sangre humana y con ella se llenaron sie
te mil jarras. Una noche antes de que Hator-Sajmet se dispusie
ra a ejecutar su terrible cometido, Ra mandó verter el brebaje
que causaba sopor sobre el lugar donde la venganza comenzaría
su obra. Cuando apareció Hator-Sa:jmet y encontró todo anega-_
do en aquel líquido lo bebió, se embriagó y ya no pudo distinguir
a los hombres, con lo cual el género humano se salvó.
En este mito se basaba la costumbre de hacer beber a las
esclavas una bebida soporífera en ocasión de la fiesta de Hator.
Shu y Tefnut son los hijos del dios sol y se consideran los ojos del amo del
•
60
Un postrer y atroz sacrificio
61
fo, el egiptólogo· Georg Ebers• "que los investigadores poste
riores nos llenamos de envidia".
La ley que prohibía la exportación de antigüedades fue
dejada sin efecto para Lepsius; los obreros que trabajaban en las
excavaciones recibían 20 peniques por día y los niños la mitad,
en calidad de peones. Mohamed Alí, el virrey de Egipto, conce
dió al viajero procedente de Berlín, la autorización formal dé
hundir la pala donde lo estimase deseable. Todas las autorida
des locales recibieron instrucciones en el sentido de que habrían
de brindarle el mismo apoyo que a sus empresas, y Lepsius no se
mostró muy sobrio precisamente. Hizo transportar los hallazgos
realizados en Sudán a Alejandría en embarcaciones del gobier
no; tres cámaras sepulcrales completas de Gizeh fueron desar
madas en sus componentes por cuatro obreros traídos de Ale
mania por el propio Lepsius, pero el obelisco de la tumba de Seti
se conservó en una pieza. Mohamed Alí lo ofreció todo a Fede
rico Guillermo IV, rey de Prusia, en calidad d� regalo.
Ramsés y el oráculo
62
cante. Los sacerdotes, así como el pueblo, aguardaban eXpectan
tes: lNombraría Ramsés 11 un nuevo sumo sacerdote? lA quién
le transferiría cargo tan influyente? Esto sólo ya daría a conocer
las intenciones políticas del nuevo rey. Eso creían.
Ramsés, a quien la jerarquía sacerdotal de Tebas le resul.:
taba tan odiosa como indigna de confianza, tomó una decisión
prudente. Citó varios nombres y dejó que un oráculo encontrara
al candidato más digno. Esto aconteció del siguiente modo: Los
sacerdotes de Amón llevaron la imagen de su dios al atrio del
templo cargada sobre sus hombros. Rainsés pronunció uno tras
otro los nombres y cuando fue el turno del nombre más agrada
ble a los religiosos, uno de ellos sacudió el hombro de manera
que la estatua pareció asentir. Y eso significó que el dios había
dado su aprobación. El nuevo sumo sacerdote de Amón se lle-
maba Nebunef.
·
63
entregó a Nebu�ef sus dos anillos de sello de oro y su bastón de
electro (ámbar). Fue nombrado primer servidor de Amón y ad
ministrador de las dos casas de la plata y del oro y administrador
de los dos almacenes y comandante de los soldados del templo
de Amón y administrador de todos los talleres del templo de Te
has.
Un enviado del rey se dirigió a Tebas para entregar la or
den real: debían traspasar la casa de Amón a Nebunef, como
también el inventario y el personal, tal como lo ordenaba el so
berano de Amón que existirá por toda la eternidad".
64
bre de Seti por el suyo propio, esto debió de realizarse en la
técnica del relieve rebajado.
Observamos lo contrario en la sala de columnas de Kar
nak. Allí, la mitad norte atribuida al rey Seti fue ejecutada en el
tradicional bajorrelieve, mientras que el lado sur, encargado por
Ramsés, se realizó en general en la técnica de relieve rebajado.
Sin embargo, en algunos lugares, encontramos aquí también una
curiosa técnica mixta: los contornos rebajados, en tanto las figu-
ras salen del plano.
·
65
Nubia no se refiere expresamente a una campaña realizada en
esa comarca, bien podría haber sido erigida al regreso de uno de
los viajes de inspección al sur del territorio sin "contacto con
enemigos". La estela del templo de Hator en Serabit el-Khadim
indica la presencia de dos unidades de arqueros en el Sinaí en
los primeros años de gobierno de Ramsés. En el tercer año se in
forma en la estela de Kuban sobre actividades en-Nubia y un año
más tarde la estela media de Nahr el-Kelb informa por primera
vez de la presencia de soldados egipcios en suelo asiático. La
erección del monumento en el Líbano es un indicio dudoso de la
presencia de Ramsés en dic�a región. Parece ser que al princi
pio estaba muy satisfecho de que ningún adversario interceptara
el paso a sus tropas en sus inspecciones de las fronteras al sur y
al este del Imperio, y tal vez confió en esta circunstancia cuando
partió hacia el norte, irrumpió en la jurisdicción de los hititas y
de ese modo se embarcó en una aventura cuyos riesgos no cal
culó.
66
3.
Kadesh
68
--
_........
. ....
.. -
.--
69
las hostilidades arreciaron, y a la muerte de Arnuvanda hubo
ofensivas por parte de las tierras que hasta entonces no habían
comenzado la guerra. Y dijeron allí: 'Su padre, el rey de los hiti
tas, fue un rey heroico y sometió a los países enemigos. Ahora
está muerto, y el hijo que ocupó su trono también fue un héroe
de la guerra y ha dejado de existir. iEl que se sienta en este mo
mento en el trono de su padre es pequeño y no podrá mantener
el país de los hititas ni sus fronteras!'"*
70
Las querellas a las que se refiere Seti fueron desencade
nadas por los beduinos que habí�n invadido el hábitat de los ca
naneos, la gente del "territorio de los chu"itas". El faraón los hi
zo retroceder y ya en campaña bélica abrió al mismo tiempo una
brecha en la frontera con el reino de los hititas, y en el Orontes
superior conquistó el fuerte limítrofe de Kadesh que hasta en
tonces había formado parte del área de influencia de los hititas.
Ramsés 11 también había transgredido durante el cuarto
año de su gobierno la frontera hitita. Esta campaña, apenas dÓ
cumentada del faraón, es mencionada en la estela hallada junto
al río Nahr el-Kelb. Lleva la siguiente fecha "año 4, tercer mes
ashet, segundo día" y cita los restos de algunos atributos de
Ramsés 11. Aunque la inscripción misma está destruida, la sola
existencia de esta estela prueba la presencia de las tropas egip
cias en territoro asiático en la época señalada. No se llegó a hos
tilidades en aquella ocasión y' parece ser que Ramsés ocupó las
márgenes del Nahr-el-Kelb de un manotazo.
Si su padre Seti se esforzaba aún en fortificar las fronteras
de Egipto, Ramsés tenía otra meta: la expansión de su imperio.
Por lo tanto sería casi seguro que en esta primera expedición a
Asia Ramsés estableció contacto a través de mediadores con pe
queños príncipes sirios de los que podía esperar que no guar
darían ciega fidelidad a los hititas. Si el joven Ramsés hubiese
sospechado que eso significaría un pretexto para una guerra,
quién sabe si hubiera tenido el valor de separar de la alianza con
'
los hititas al príncipe Benteshina de Amurru. Amurru fue el mo
tivo exterior para una guerra entre Jatti y Egipto. Una crónica
hitita sabe informar al respecto "cuando Muvatalis, el hermano
del padre del sol, fue rey, la gente de Amurru pecó contra él y le
comunicó: 'fuimos fieles siervos, pero ya no seremos tus siervos'
y se plegó al rey de Egipto. Entonces, el hermano del padre del
sol, Muvatalis, y el rey de Egipto lucharon por los siervos del
país Amurru".
Pero todavía no hemos llegado tan lejos, todavía marchan
a su mutuo encuentro dos ejércitos bien pertrechados: el faraón
con sus mercenarios libios, sirios, nubios y sudaneses y el gran
rey de los hititas con tropas de apoyo de Naharina, el ex reino de
Mitani, de Arzava, en la costa sur de Asia Menor, Pitasa en la
Anatolia interior, Dardanoi en el oeste de Asia Menor, Karki
sha en la costa occidental de Anatolia, Luka en la costa de Asia
Menor, Vilusha al norte de Karkisha, Arawana a orillas del Mar
Negro, Kuzuvatna en el Tauro central, Karchemis a orillas del
Eufrates, Ugarit en la costa mediterránea de Siria y otras co-
71
La batalla de Kadesh: Ramsés 11 dispara sus flechas sobre los hititas fugitivos.
A la derecha el fuerte de Kadesh atacado por soldados egipcios. Esta toma no
se produjo jamás. Fue libre invención de Ramsés.
saqueó todas sus posesiones. Todo lo dio a los· otros países para
conducirlos a la guerra con él."
72
con él. Allí ya no se trata de la provincia Amurru, cuya recon
quista aspira lograr Muvatalis, sino que se prepara una guerra
ofensiva con el propósito de aniquilar de una vez para siempre
al adversario.
Los estrategas modernos opinan que esta batalla entre
egipcios e hititas sólo pudo librarse en dos escenarios del norte
de Siria: en la región costera o en el hinterland del norte de Si
ria. El egiptólogo e hititólogo vienés Josef Sturm, que escribió su
tesis sobre la Gue"a deRamsés II contra los hititas en 1939, lo
fundamenta así: "Si un ejército hitita avanzaba por la calzada
costera hacia Amurru, Benteshina podía dar aviso al faraón en
su marcha hacia Siria. No sabemos cuál hubiera sido el plan
egipcio en tal caso, pero de antemano no es improbable que la
lucha se hubiese desarrollado en la medida de lo posible, en el
hinterland, debido a las conexiones más breves del ejército hitita
con la base y a la facilidad de ser cubiertos por los estados vasa
llos de J atti.
73
abetos (no confundir con su capital, Per-Ramsés, en el delta
oriental del Nilo). Hasta hoy ignoramos dónde buscar exacta
mente esta ciudad de Ramsés. James Henry Breasted la situó en
la desembocadura del Nahr-ei-Kelb, el teólogo y explorador de
Palestina, Albrecht Alt, la buscó entre Sidón y Beirut, Josef
Sturm, a quien acabamos de citar, en la vecindad de Beirut, pe
ro junto al mar. A juicio del egiptólogo norteamericano John A.
Wilson, debía de hallarse en un paso del Líbano, y su colega
alemán Elmar Edel vuelve a verla a orillas del Nahr-el-Kelb, en
alguna parte vecina a la frontera con Egipto. De cualquier ma
nera, Ramsés abandonó la calzada costera y avanzó por el río
Orontes en el oeste de Siria hacia el norte. El Orontes nace en la
meseta de Beka'a en el Líbano, fluye hacia el norte por la pro
vincia turca de Hatay y desemboca en el Mediterráneo, al oeste
de Antioquía. Junto a este río, al sudoeste, se encuentra Kadesh,
la actual Homs.
Generaciones de historiadores y arqueólogos han dis
cutido acaloradamente acerca de sí la batalla que se libró
frente a las puertas de esta ciudad fue el resultado de una
cuidadosa planificación de uno u otro de los comandantes o
si el choque de ambos ejércitos fue inevitable, o si uno de los
dos jefes sólo aprovechó el momento favorable. Josef Sturm
supone que Ramsés 11 quiso recorrer la costa de Asia Menor
hasta la región de la actual Izmir y de allí dirigirse al este, al
interior del territorio, para atacar el flanco de los hititas. En
este caso, ya en pleno avance, hubiera tropezado con los va
sallos más importantes de los hititas. Presumiblemente los
hubiera sometido o inclinado hacia su bando mediante gran
des promesas materiales y de emancipación, y de este modo
tenido una favorable posición de partida para sojuzgar al rei
no de los hititas. Egipto hubiera sido la superpotencia del
mundo, hubiera ampliado en más del doble su superficie. La
madre patria al sur del reino hubiese sido degradada a
apéndice ·de una poderosa masa territorial, hubiera sido ne
cesaria una capital centralizada en el norte ... la historia uni
versal hubiera seguido un curso distinto. Que no lo hiciera
responde a una sola y única razón: la ingenuidad del gran
Ramsés. Ciertamente, no era tanta, pero en sus actos irrefle
xivos siempre se dejaba llevar por una peligrosa espontanei
dad. Dicho de otro modo, golpeaba sin pensar en la posibili
dad de recibir un golpe en su propio mentón. Sin duda, su
despreocupación fue un motivo esencial de sus éxitos, pero
hubo algunas situaciones en la vida de Ramsé.s 11 en las que
74
un faraón menos afortunado hubiese fracasado. Una de esas
situaciones se presentaba en ese momento, en la primavera
de 1286 a.C.
75
egipcios, pues de lo contrario hubieran eludido una confronta
ción directa. Muvatalis sabía que las cuatro divisiones de
Ramsés marchaban una detrás de otra. Si derrotaba a la prime
ra habría de enfrentarse con la segunda, luego con la tercera y
así sucesivamente. En consecuecia, su plan consistió en atacar
por el flanco o, mejor aún, separar en dos partes al ejército inva
sor. lPero cómo hacerlo?
Muvatalis jugó con Ramsés el mayor juego del gato y el
ratón de la historia universal: mientras el egipcio marchaba se
guro por la margen derecha del Orontes hacia Kadesh, el gran
rey hitita se mantuvo oculto detrás de las murallas de la ciudad
del lado en que no podía ser visto por las tropas del faraón. Los
historiadores dudan acerca de esta posición fuera de la vista de
los egipcios. En su opinión, es muy difícil que un ejército de
veinte mil hombres pudiera ocultarse simplemente detrás de los
muros de una ciudad y a cualquier movimiento del enemigo
apartarse a la izquierda o a la derecha según el caso. Tal vez Mu
vatalis sólo acechaba con su grupo principal detrás de los muros
y_ las demás tropas estaban a cubierto detrás de las colinas de los
alrededores.
La meta inmediata de Ramsés era poner sitio a Kadesh
y hacer pasar hambre a sus habitantes. El noveno día del ter
cer Shemu, el 24 de abril de 1286 a.C. se da el siguiente cua
dro: Ramsés 11 ha llegado al noroeste de Kadesh a la cabeza
de la "división Amón". Con absoluta despreocupación organi
za junto con su guardia personal y los oficiales de más alto
rango una especie de avanzada. Hasta manda traer su trono
de oro para su comodidad. La "división Ra" cruza en ese mo
mento un vado del Orontes a la altura de Riblah, diez kilóme
tros más al sur. A otros diez kilómetros sigue por la margen
de-recha del río la tercera división, dedicada a Ptah, y por
último, otros diez kilómetros más atrás, avanza a marcha for
zada la "división Set": en conjunto un despliegue militar que
podría poner de punta el cabello de los estrategas modernos,
y en realidad Ramsés, y con él Egipto, ya estaban perdidos,
pero la fortuna vino en su ayuda, la buena fortuna que pa
recía haber arrendado de por vida.
Dos espías hititas caen directamente en brazos de una pa
trulla egipcia. Como se niegan a informar sobre su procedencia
son torturados y llevados luego ante
·
e1 faraón, a quien le hacen
una sorprendente confesión.
El siguiente diálogo no ha sido inventado. Las palabras
han llegado a nuestros días sin excepción a través de inscripcio-
76
nes descubiertas en Tebas, Abidos, Abu Simbel y contenidas en
el papiro Sallier III.
"Pertenecemos al señor de Jatti", declaran los espías. "Nos
mandó a escudriñar la posición de Su Majestad".
Ramsés inquiere como al pasar: "¿oónde está el misera
ble de Jatti? Ha llegado a mis oídos que se encuentra en Halpa
al norte de Tunip".*
La respuesta de los amedrenfados espías hiere como un
trueno al faraón, por lo general muy seguro de sí mismo: "Mira,
el miserable señor de Jatti se ha unido a muchos países extranje
ros, sus aliados: Dardanoi, Naherina, Keshkesh, Masa, Pitasa,
Karkisha, Luka, Karchemis, Arzana, Ugarit, Arven, Inesa, Mu
'shanet, Kadesh, Kaleb y toda la gente de Kedi. Cuentan con tro
pas de infantería, carros de guerra y armamentos bélicos, y su
número es mayor que los granos de arena de la ribera del río.
Mira, aguardan armados y prontos para pelear detrás de la anti
gua Kadesh**
Soldados egipcios han descubierto a los esplas hititas y les propinan una paliza.
• De:" The Kadesh Inscriptions of Ramesses 11", de sir Alan Gardiner, Oxford,
1960.
77
- . - .
• David también utilizó los servicios de espías contra Saúl (1. Samuel 26, 4),
Absalón contra el rey David al tramar su complot (2. Samuel 15, 10), el rey Da
vid contra los amonitas (2. SamuellO, 3) y los danitas al tomar Lais (Jueces 18,
2-17).
78
La predilección de los espías por las prostitutas es asimis
mo tan vieja como el Antiguo Testamento. Josué, hijo de Nun,
envió secretamente desde Sittim a dos espías con la misión de
explorar la' posición de Jericó. Marcharon pues, y se alojaron en
la casa de una prostituta de nombre Rajab, cuyos encantos eran
tan famosos como fáciles de comprar, pero al mismo tiempo
tenía fama de discreta. El rey de Jericó no tardó en ser informa
do de la venida de los dos extranjeros: "Esta noche han llegado
hombres de los hijos de Israel para explorar el país". El monar
ca envió enseguida a sus emisarios a casa de Rajab con una or
den: "Echa de tu casa a los hombres que alojas en ella porque
sólo han venido para explorar el país". Sin embargo, la mujer
ocultó a los forasteros y mandó decir al rey: "Ciertamente, me
han visitado dos hombres, pero ignoraba su procedencia. Poco
antes de cerrarse la puerta de la ciudad al anochecer, esos hom
bres salieron y no sé adónde habrán ido ... " En verdad, ella los
había hecho subir sigilosamente a la terraza y los había ocultado
bajo haces de lino (Josué, 2, 1-6).
79
ción de agresor y defensor. Ramsés era agresor, Muvatalis de
fensor.
A juicio de Clausewitz, una inmensa ventaja del defensor
consiste en que "el atacante debe avanzar por calles y sendas,
donde no es difícil observarlo, mientras el defensor se mantiene
a cubierto y permanece casi invisible al agresor hasta el momen
to decisivo".
A partir de la batalla de Kadesh se ha convertido casi en
una regla que el atacante que el día anterior a la batalla no sabe
dónde está el enemigo, la gane. Hay sobrados ejemplos que lo
corroboran: Napoleón y su general Davaut no supieron hasta un
día antes de la batalla de Jena y Auerstadt (1806) dónde se en
contraban el duque Carlos de Brunswig y los prusianos; el maris
cal austríaco Radetzki tampoco tenía la menor noción del lugar
donde estaban los italianos el día anterior a la batalla de Novara
(1849), el rey Guillermo 1 y el general Moltke no supieron del
avance de los austríacos y sajones hasta la víspera de la batalla
de Koniggratz (1866). No obstante, las tres contiendas concluye
ron con una victoria del agresor.
80
Ramsés no podía edificar sobre tales experiencias. Debió
de comprobar con espanto que su estrategia era errónea. Su gi
gantesco ejército desplegado a lo largo de cincuenta kilómetros
no tendría sino una fracción de su fuerza de ataque potencial si
los hititas pasaban inmediatamente al ataque.
Los ardides bélicos y las ingeniosas fintas ya estaban en el
orden del día en el siglo XIV a.C. Así, Amenemheb, un distin
guido oficial de Tutmosis II y sus sucesores, informa en la ins
cripción de una tumba acerca de una curiosa treta del enemigo
al realizarse la primera conquista de Kadesh bajo Tutmosis III.
"Aquella vez", dice Amenemheb, "el príncipe de Kadesh mandó
soltar una yegua. El animal corrió libremente y se metió en el
ejército egipcio, donde, según lo esperado, sembró la confusión
entre los corceles de los carros de guerra. Entonces corrí tras
ella con un puñal y le abrí el vientre. Le corté la cola y se la llevé
al rey. Por esta ocasión se adoró al dios por mí. El rey me dio
alegría, colmó mi interior y me invadió el regocijo."
Este Amenemheb debió de ser un hombre muy arrojado,
pues cuando poco más tarde hubo que derribar una muralla que
el príncipe de la ciudad había levantado alrededor de Kadesh
procedió del siguiente modo: "Yo fui quien la derribó, cuando
iba a la cabeza de todos los valientes, y ningún otro lo hizo antes
que yo". El aguerrido oficial capturó por último a dos adalides
de las tropas de Kadesh, por lo cual el faraón lo recompensó
"con todo lo bueno con que solía prodigar alegría".
Amenemheb ya estaba acostumbrado a estas recompen
sas. En una ocasión había recibido de su señor oro y cinco túni
cas. Fue durante una campaña a Mesopotamia. El faraón había
salido a cazar elefantes y fue amenazado por un proboscidio he
rido. Amenemheb no vaciló y de un certero golpe le cortó la
trompa a la bestia enfurecida "aun cuando", añade orgulloso,
"me encontraba en el agua entre dos peñas".
El ataque
81
mento los reproches, amenazas de castigo y sanciones disciplina
rias serían erróneas. "Ved, en esta hora he oído", anuncia con in
dolencia, al parecer, "que el miserable caído de Jatti ha venido
con muchos países extranjeros que están con él, con hombres· y
caballos tan numerosos como la arena, y ved, están escondidos
detrás de la antigua Kadesh y mis funcionarios y príncipes no
han estado en condiciones de decirnos que habían venido".
Uno de los generales cree oportuno expresar su mismo
parecer: "es un gran delito que los soberanos de los países ex
tranjeros y los conductores del faraón no estuvieran en condicio
nes de husmear el rastro del caído de Jatti e informar al respec
to al faraón a diario".
Pero ya no hay tiempo para las lamentaciones. Ramsés
despacha a su visir para reunir a toda prisa las tropas que aún se
encuentran al sur de Shabtuna: se trata de la división Set. La Ra
y la Ptah ya vienen hacia el campamento.
Ramsés discute la situación con sus generales cuando de
detrás de las colinas de Kadesh suben al cielo nubes de polvo, y
antes de que el faraón tenga tiempo. de comprender lo que eso
significa, los hititas salen de su escondite. 2.500 carros de guerra
se lanzan en loca carrera hacia las orillas del Orontes, si
multáneamente cruzan el río por diversos vados (Muvatalis de
bió de explorarlos con anterioridad), vuelven a formarse a toda
prisa y corren hacia los flancos de la segunda división, la de Ra,
que en ese preciso momento avanza a paso redoblado hacia el
cuartel principal para reunirse con la "división de Amón". - J
El cuerpo Ra de ninguna manera está preparado para la
lucha, pero sobre todo el comando especial de los hititas con sus
carros de guerra es demasiado rápido para la división egipcia
cuyo equipo de campaña le obstaculiza la marcha acelerada. El
investigador de la guerra hitita, Josef Sturm opina: "el hecho de
que el ataque se produjera precisamente en momentos de avan
zar el cuerpo Ra y no antes ni después, tal vez dependa de que
la mayor parte posible del ejército egipcio debía ser tomado por
sorpresa y aniquilado, pero más de dos cuerpos ya constituían
un oponente demasiado fuerte para los grupos de ataque, por
naturaleza no muy grandes".
Ahora bien, para los antiguos egipcios un ejército sin el
faraón a la cabeza era como una serpiente sin sus colmillos pon
zoñosos, y el cálculo de Muvatalis resultó: la división de Ra fue
desmembrada en dos partes. "El ejército y los combatientes en
carros de Su Majestad", dice en el famoso poema sobre la bata
lla de Kadesh, "quedaron agotados frente a ellos. Pero Su Majes-
82
tad hizo un alto al norte de Kadesh, sobre la margen occidental
del Orontes".
La tropa de carros de los hititas empuj a a una mitad del
cuerpo de Ra hacia el sur, en tanto la otra mitad es perseguida
hacia el norte. El pánico ha hecho presa de los egipcios. ¿Dónde
está el faraón? ¿Dónde se han quedado sus temidos carros de
guerra?
Es como si Ramsés todavía no hubiera reconocido la si
tuación. Tal vez sólo observó a una división de carros hititas cru
zar el Orontes. De todos modos no parece que hubiera tenido
noción alguna de que 2.500 unidades tripuladas cada una por
tres combatientes corrían a su encuentro y al de la división
Amón.
83
de los egipcios. Al faraón no le queda tjempo para formar su
ejército, sino tan sólo para ponerse la coraza, hacer uncir los ca
ballos y subir a su carro cuan-do las hordas hititas invaden el
campamento procedentes del sur empujando delante de ellos a
los soldados dispersos del cuerpo Ra, entre ellos, dos hijos pe
queños de Ramsés que habían ido al combate con su padre.
Entonces el faraón hace algo que desde el punto de vista
estratégico sólo puede calificarse de soberana estupidez, de lo
cura, de suicidio. Es una de esas situaciones en las que vuelve a
obrar irreflexivamente. "Al igual que su padre Mont" sube a su
carro de guerra; Menna, el auriga, toma las riendas, y con feroz
griterío se lanzan en medio· del ejército hitita.
Ef parte de guerra en los muros del templo de Abu Simbel
describe lo que sucede en este momento: "Su Majestad se infiltró
en el ejército del enemigo hitita y de los muchos países que esta
g
ban con ellos. Ramsés era al igual que Set, rande en fuerza y co
mo Sajmet en el instante del furor, y Su Majestad mató a todo el
ejército del miserable caído de Jatti, junto con los grandes
príncipes y sus hermanos, así como a los conductores de todos
los países que lo acompañaron con su infantería y sus aurigas.
Cayeron sobre sus rostros uno sobre el otro y Su Majestad mató
a cada uno allí donde cayó. Yacían estirados frente a sus caba
llos y Su Majestad estaba solo, no había nadie a su lado"*
84
Ramsés se exacerba en una borrachera de sangre, que
probablemente le hubiera hecho masacrar a sus propios solda
dos si los enemigos no hubieran sido tan cuantiosos. Grita con
marcial fiereza como acostumbra hacerlo en la batalla, y con ca
da flecha que sigue a un grito abate sobre la arena al conductor
de un carro enemigo. La ira, la rabia, engendran en él esas apti
tudes heroicas como también la amargura por la incapacidad y
la coba�día de sus propios hombres: "Ningún príncipe ni conduc
tor de carro está conmigo. Me han abandonado, ninguno de ellos
ha hecho frente al enemigo para luchar a mi lado."
El titán Ramsés derriba a los carros por hileras, pero el
lugar vacante que deja un hitita abatido es ocupado al punto por
otro. "iQué es esto, Amón, padre mío! -vocifera Ramsés a toda
carrera con los ojos vueltos al cielo-. ¿Mi padre ha olvidado a su
hijo? ¿Acaso he hecho algo sin ti? ¿cuando caminé o me detuve
no fue en obediencia a tu requerimiento? Y jamás me aparté de
la idea que tú ordenaste. iCuán magno es el Gran Señor de Te
has! Tan grande que los pueblos extranjeros no pudieron apro
ximársele. ¿Qué son para ti estgs asiáticos, Amón, estos misera
bles que nada saben de dios? ¿No he construido para ti muchos
monumentos y colmado tus templos de prisioneros? Te he erigi
d o mi templo para millones de años y te he entregado en propie
dad mis pertenencias. Te ofrezco todos los países reunidos para
proveer tu sacrificio con comidas. Sacrificaré para ti decenas de
miles de vacunos cori todas las plantas olorosas.
No he dejado sin hacer lo bueno en tu santuario. Levanto
las grandes puertas de torres y con mis propias manos coloco los
mástiles de las banderas. Te he llevado obeliscos a Elefantina y
soy yo quien trae las piedras. Envío a las gáleras a recorrer los
mares para recoger los tributos de los países. Caiga la desgracia
sobre aquel que no atiende a tu idea, pero que le vaya bien a
aquel que te entiende. Es preciso obrar en tu nombre con co
razón amante."
Al reconocer lo desesperado de su situación, los repro
ches del faraón a "su padre" Amón se convierten poco a poco en
ferviente ruego. Es como si por un momento la debilidad del lu
chador en éxtasis le hiciera regresar a la realidad y de repente el
dios volviera a ser un hombre, un hombre asustado que ora:
"A ti elevo mi clamor, padre Amón. Estoy rodeado de ex
traños a quienes no conozco. Todos los países se han aliado con
tra mí y estoy completamente solo... Mis soldados me han aban
donado y ninguno de los guerreros con carro ha vuelto la cabeza
para mirarme. Ninguno me escucha cuando les grito, pero clamo
85
y advierto que para mí Amón es mejor que millones de infantes
y centenas de miles de guerreros con carro, que diez mil hom
bres unánimemente mancomunados ...
·
Rezo en las fronteras de Egipto, pero mi voz llega a Her
montis. Amón me escucha y viene cuando lo llamo. 'Me alarga su
mano', grito regocijado. A mis espaldas oigo su voz: 'iAdelante,
adelante! Yo, tu padre, estoy contigo. Mi mano está contigo y
soy mejor que cien mil hombres, yo, el señor de la victoria,
amante de la fuerza'."
* Las escenas de combate del relieve de Abu Simbel muestran en efecto que
99).
·
Ramsés empuja a los hititas al Orontes (Véase fig. pág.
86
de los lanceros, de extraordinaria valentía, por cierto, más de
cien hombres.
de los hititas.
87
- "} ....
.". .
88
miles. iVenid pronto, huyamos de él para salvar nuestras vidas
y aún podamos respirar el aire!'
Su Majestad clamó: 'iCoraje, coraje, soldados míos! Me
veis vencer aun cuando estoy solo, pero Amón es mi custodio y
su mano está conmigo. iQué cobardes sois, guerreros de carro!
N o se puede confiar en vosotros. Sin embargo, no hay entre vo
sotros ninguno a quien no le haya hecho bien en mi país... Os
eximí de tributos y os devolví lo que os fue quitado. A todo el que
vino a mí con una petición, le dije a diario: Sí, eso haré. Jamás un
señor hizo por sus soldados lo que yo conforme a vuestros de
seos. Os dejé habitar en vuestras casas y en vuestras ciudades,
aun cuando no prestabais ningún servicio como oficiales. Y del
mismo modo procedí con mis guerreros de carro: Los envié a
muchas ciudades y creía que hoy, en esta hora de lucha me resar
ciríais. Pero ved, todos hacéis cosas deplorables; ninguno de vo
sotros se mantiene firme para darme la mano cuando yo comba
to... "
Es improbable que Ramsés en medio del fragor de bata
lla, mientras luchaba por su vida, hiciera semejantes reproches a
sus cobardes soldados. En sus palabras debemos ver más bien
una versión posterior, mejorada en el aspecto literario y aumen
tada en su furibundo discurso durante la lucha.
89
Ptah marchaban todavía, no habían llegado aún del bosque de
Rolavi*. Y los naruna cayeron sobre el ejército del miserable
caído de Jatti y los siervos de Su Majestad mataron a los enemi
gos y no permitieron que escapara uno solo de ellos** y confia
ron en la gran fuerza del faraón. Se erguía detrás de ellos como
una montaña de cobre y como un muro de mineral por siempre
y toda la eternidad.n
El egiptólogo de Oxford, sir Alan Gardiner, que se ocupó
de analizar durante largos años la leyenda_de la guerra de
Ramsés 11 y los hititas, opina, respecto de la procedencia de los
hombres de Naruna, que no puede haber duda alguna en cuanto
a que se deben equiparar a los hebreos. El nombre es de origen
semita y en el Antiguo Testamento se emplea a veces con la
acepción de "soldados comunes". Este descubrimiento es sensa
cional, pues no significa sino que Ramsés y los egipcios debieron
su vida y la continuación de su Estado más allá del24 de abril de
1286 a.C. a una aguerrida horda de soldados de aquel pueblo
con el que estaban en litigio desde hacía más de 3.000 años.
Con la intervención de la unidad escogida egipcia que no
esperaban ni Ramsés ni Muvatalis la situación estratégica cam
bió. Ramsés, cuya derrota ya no era sino cuestión de horas, se ve
impulsado de pronto de la defensiva a la ofensiva. El cuerpo
Ptah se encuentra ·en este momento a unos cuatro kilómetros del
campo de batalla, algo más de cuarenta minutos. El combate se
desarrollaba desde hacía unos quince minutos y el rey hitita no
había intervenido aún en persona en la contienda. Está en la otra
orilla del Orontes frente a los muros de Kadesh y sigue la acción
desde una distancia de un kilómetro. A su lado están el príncipe
de los países extranjeros y dos hermanos menores de Muvatalis
con un total de mil carros de guerra, prontos para lanzarse a la
lucha.
Muvatalis extiende el brazo derecho en el aire, mira en to
das direcciones, luego baja la mano con brusco movimiento y
señala hacia el Orontes: mil carros de guerra, cada uno tripula
do por tres hombres se ponen en movimiento. Muvatalis se que
da atrás con sus infantes y algunos carros. En el momento deci
sivo ha lanzado al combate a sus tropas elegidas.
•• Que aparentemente "ninguno escapara• se menciona sólo una vez en las cin
co versiones citadas del texto, y ello en Abu Simbel.
90
Meona, el auriga de Ramsés II, es el primero en advertir
que un nuevo ejército de un millar de carros cruza el río. "Mi
buen señor, fuerte soberano, gran custodio de Egipto en el día
de la lucha" clama angustiado, "estamos solos en medio del ene
migo. Mira, el ejército y los guerreros de carro nos han abando
nado. lPor qué quieres detenerte hasta que nos quiten el alien
to? iDéjanos salvos, auxílianos, Ramsés!"
Ramsés tira de las riendas, da media vuelta, toma ímpetu
de nuevo, se lanza sobre las filas enemigas y sus gritos se escu
chan entre el fragor del combate: "iCoraje, coraje, amigo mío!
Me lanzaré sobre ellos como un halcón que se precipita en pica
da. Los mataré, los masacraré y los arrojaré al suelo. lQué son
para ti esos cobardes? iNi un millón de ellos me hará palidecer!
Seis veces hace girar Ramsés su carro de guerra, seis ve
ces avanza en loca carrera para penetrar en lo más profundo de
la falange hitita: El faraón vocifera: "Voy tras ellos como Baal en
su hora de poder. Los mato y no soy perezoso."
En las fuentes egipcias se acusa a Muvatalis, rey de los hi
titas, de cobarde porque no intervino personalmente en el com
.bate. Dos relieves murales muy parecidos entre sí, uno del Ra
meseo, templo funerario de Ramsés 11, y otro del templo
rupestre de Abu Simbel, muestran "al gran miserable caído de
Jatti", rodeado de conductores de carros e infantería. "Por mie
do a Su Majestad" informa una inscripción, "jamás salió a pelear,
después de haber visto cómo Su Majestad había ganado la delan
tera respecto de los hititas, junto con los soberanos de todos los
países extranjeros que habían venido con él. Su Majestad los ani
quiló en un instante, durante el cual Su Majestad se asemejó a un
halcón divino. Alabó al buen dios y dijo: "El es como Set, grande
en fuerza en su hora, Baal en persona."
lCómo combatió Ramsés en esta situación? lCómo esta
ba pertrechado y armado y con qué armas milagrosas lucharon
los hititas?
91
en el siglo XIII a.C.); Kadesh fue una de las primeras grandes
batallas de la historia universal. Un siglo más tarde griegos y ro
manos manejaron herramientas bélicas mucho más terribles.
Tres fuentes completamente diferentes nos dan cuenta de
las armas que empleaban los egipcios: los hallazgos de ellas, las
inscripciones y las representaciones gráficas. En los hallazgos
distinguimos de hecho las armas usadas, cuyo estado de conser
vación es malo en la mayoría de los casos. Las réplicas de armas,
es decir, las que se dejaban en las tumbas para los muertos y que
se han conservado bien, se apartan considerablemente del origi
nal en material y formato. Las inscripciones las describen con
detalle. Su denominación mediante vocablos extranjeros o pres
tados permite deducir su procedencia. Las representaciones
gráficas muestran su manejo, permiten reconocer si se emplea
ban para cazar o en la guerra y en qué medida evolucionaron a
partir de ellas los distintos géneros de armas.
El ejército con el que Ramsés marchó contra Kadesh
estaba armado esencialmente con garrotes, hachas, lanzas y
-·escudos. Los garrotes eran curvos y de diferentes longitudes,
las hachas estrechas y cortas; el mango de madera y la pieza
de hierro redondeada en su parte anterior, estaban unidos
mediante una muesca. La juntura se envolvía con una tira de
cuero humedecida que al secarse adquiría gran resistencia y
aseguraba un firme sostén. El hacha, arma principal del sol
dado común, era otorgada por el faraón a los oficiales victo
riosos en aleaciones de oro o plata como reconocimiento de
sus méritos. A veces adornaban las partes metálicas escenas
de luchas con animales.
A partir de los primeros encuentros con los asiáticos los
egipcios adoptaron con agrado la espada corva o cimitarra que
ya conocían los antiguos sumerios. Aceptaron de muy buen gra
do esta arma como tributo y despertó tanta admiración que a co
mienzos de la dinastía XVIII la espada corva se convirtió en el
arma simbólica de dioses y faraones.
A falta de una denominación corriente y basándose en la
similitud de su forma exterior, dieron a la espada corva el nom
bre egipcio de "muslo de vaca".
Otra de sus armas predilectas era el puñal, que a comien
zos de la dinastía XIX cayó en desuso, remplazado por la espa
da corta. Ramsés I llevaba un puñal de rara belleza con una ca
beza de halcón de marfil por empuñadura, pero no lo usaba
mucho como arma sino más bien como adorno masculino. Su ar
ma y también la de su. guardia personal era la espada.
92
A la izquierda uno de los lanceros que formaban la guardia personal de Ramsés,
a la derecha un arquero.
93
te media le hizo la competencia al arco falciforme simple. Asi
mismo, los egipcios emplearon un arco triangular, de enorme
fuerza de tiro, usado al principio sólo por los faraones.
Ramsés 11 prefería el arco falciforme simple cuya enver
gadura era de casi un metro y medio. El perfil de este arco era
ovalado. Consistía en varias capas de diferentes materiales. For
maba el núcleo un listón de madera dura recubierto en su cara
superior e inferior por una capa de asta. Sobre esta estructura se
disponían a lo largo varias capas de tendones y por último todo
era envuelto en corteza de abedul.
Las flechas se confeccionaban con cañas provistas en su
extremo anterior de una punta de bronce y en el extremo poste
rior de una pieza dentada de madera. Tres plumas insertadas en
esta pieza daban a la flecha estabilidad de vuelo. Ramsés guar
daba sus flechas en estuches de cuero con cabezas de animales a
modo de tapadera. Su poderosa destreza de tirador y su abun
dancia de pertrechos serían una explicación de por qué Ramsés
estuvo en condiciones de luchar contra tantos enemigos al mis
mo tiempo.
94
Tebas" y "Mut está satisfecho", a otro caballo le pusieron por
nombre "Anat está satisfecha". Anat era una diosa asiática del
· amor o de la guerra.
Desde que Egipto se transformó en una "potencia rodan
te", la situación estratégica varió fundame�talmente en el próxi
mo Oriente y Medio. De gigantes durmientes, el pueblo del Nijo
se convirtió en titanes agresivos. Los faraones de la primera mi
tad de la dinastía XVIII no tuvieron otro anhelo que expandir su
área de influencia, y en esto el carro de guerra jugó el papel de
mayor importancia, comparable al de los tanques en la moderna
conducción de la guerra. En la mayoría de los casos el honor de
ser "primer auriga del rey" le correspondía a un hijo del faraón,
y el título de "caballerizo" era muy codiciado, por cuanto traía
·
95
íntegro un carro del joven Tutankamon, hallado en la antecáma
ra de su sepulcro en el Valle de los Reyes. Además, en las tum
bas de Userhet, Menna y Tutmosis IV, así como en todos los
templos de Ramsés, encontramos detalladas representaciones
de carros. Ramsés tenía predilección por ellos. Parece ser que
durante toda su vida no se movió sino sobre ruedas. Siempre se
muestra como auriga y batallador. Debemos tomar esto como
representación idealizada, pues en realidad el carro egipcio iba
tripulado por dos hombres: el conductor y el guerrero. En los ca
rros hititas la tripulación llegaba a componerse de tres hombres:
el tercero tenía por misión proteger al conductor.
El arqueólogo británico Howard Carter encontró en la
antecámara de la tumba de Tutankamon las distintas piezas de
un total de cuatro carros. Estos vehículos adornados con oro
despertaron el interés particular de los saqueadores de sepul
cros una o dos décadas después de la inhumación �el rey. Segu
ramente, procedían del verdadero parque móvil del joven Tu
tankamon y no eran réplicas, es decir, piezas confeccionadas
especialmente para integrar el ajuar funerario. Por cierto, eran
demasiado anchos para pasar por la angosta entrada al sepulcro,
de modo que los enterradores no hallaron mejor solución que
aserrar los ejes por la mitad.
Entretanto, el carro que acompañó a la tumba a Iuia, pa
dre de la reina Teie, debió de ser una réplica por su construcción
técnica. Es tan endeble y fue decorado de tal modo con yeso do
rado que no hubiera soportado siquiera su viaje inaugural. Lo
asombroso de este rodado potemkiniano son, sin embargo, las
ruedas de seis radios y setenta y cuatro centímetros de diámetro:
fueron confeccionadas con un trozo de madera en sólo cinco
sextas partes, y la sexta restante del arco es de yeso dorado ... En
resumen, este carro de seguro era inservible como vehículo.
Un carro egipcio que en la actualidad se exhibe en Floren
cia sería la pieza de un botín o un tributo. Posee ruedas de cua
tro radios, cuya superficie de rodado ha sido achaflanada hacia
afuera y de este· modo estrechada. El propósito de esto es noto
rio: cuanto más estrecha es la superficie de rodado, la rueda gi
ra a mayor velocidad y con mayor facilidad. Los corredores de
carreras en bicicleta aprovechan hoy en día este efecto. El carro
de guerra florentino fue confeccionado con diversas maderas
·
que no son oriundas de Egipto: tiene una lanza de madera de ol
·
mo, ruedas de fresno, y la lanza, los radios y la llanta están en
vueltos en corteza de abedul.
Siempre que Ramsés aparece sobre un carro de guerra
llaman la atención dos aljabas tubulares cruzadas en la parte ex
terior de la caja, la de mayor tamaño, inclinada hacia adelante y
confeccionada de cuero, servía para alojar el arco, y la menor,
inclinada hacia atrás, para las flechas. Casi siempre, Ramsés es
representado sobre el carro con una gola y un taparrabos por to
da vestimenta, aun cuando tiende el arco y apunta al enemigo.
Debe de tratarse asimismo de un atuendo de combate idealiza
do, pues cuesta admitir que Ramsés saliera a batallar con el tor
so desnudo. Seguramente, usaría una coraza blindada y un cas
quete de cuero, al igual que sus oficiales.
La coraza consistía en una casaca de cuero cubierta de es
camas de bronce. Por razones de peso y para facilitar los movi
mientos tenía mangas cortas. Estas casacas blindadas brindaban
eficaz protección, al menos contra las flechas. Eran muy costo
sas por lo elaborado de la confección y se las codiciaba como va
lioso botín de guerra. Tutmosis 111 declaró lleno de orgullo ha
berse apoderado de doscientas corazas de cuero recubiertas de
bronce en la batalla de Megido. Hasta la dinastía XX la coraza
no formó parte del equipo estándar del ejército. Bajo Ramsés 11
todavía se reservaba su uso al faraón, el auriga y los oficiales.
97
titas fueron arrojados al Orontes por las tropas ramésidas. Esto
no sólo lo expresan los textos egipcios, sino también las corres
pondientes escenas en relieve. "Está claro que se trataba de una
huida, porque para una tropa de carros no hay una retirada pa
so a paso como para la infantería." Habla en contra de una hui
da el hecho de que del otro lado del Orontes había todavía dos
divisiones de infantes de ocho a nueve mil hombres, prontos a
entrar en acción. Wolfgang Helck también se pronuncia contra
la teoría de la huida. Ve "la huida" como retirada táctica. En ri
gor, se carece de la última prueba para ambas hipótesis y, tal vez
aquí, como ocurre con tanta frecuencia, la verdad resida en el
punto medio: tal vez la batalla concluyó en empate, pues ni
Ramsés ni Muvatalis ganaron un metro de terreno. Kadesh
quedó en manos de los hititas y en ambos bandos el número de
bajas fue considerable.
Pero, ¿Ramsés había marchado hacia el norte durante
cinco semanas para batirse sin un beneficio? Para él sólo podía
haber una solución en aquel caso, y esta se llamaba victoria. Por
consiguiente, Ramsés cifró todas sus esperanzas en el siguiente
día.
Otra vez habla frente a sus soldados con palabras carga
das de desdén: "Cuando mis soldados y guerreros de carro vie
ron que yo igualaba en fuerza y resistencia a Mont y que Amón;
mi padre, me prestaba su ayuda, se acercaron sigilosos de uno en
uno para infiltrarse dentro del cuartel al caer la noche, y se per- ·
• De cadáveres.
98
Un príncipe hitita, a quien Ramsés empujó al Oron tes durante la batalla de Ka
desh, es colocado de cabeza por uno de sus soldados para que vomite el agua tra
gada.
100
. . ...
* Los hititas escribían sus cartas en tablillas de madera cubiertas de lona em
pastada con yeso.
101
Un general responde: "La benevolencia es muy bella, oh
Rey, nuestro Señor, nada hay de vituperable e n ser pacífico.
¿Quién te honrará el día en que te devore la ira?"
Y el faraón opta por la retirada.
La batalla de Kadesh concluye pues de manera insatisfac
toria para ambos bandos. Muvatalis, el hitita, ha sufrido graves
pérdidas entre su tropa de carros, en cambio la infantería no
llegó�a entrar en acción. Ramsés y sus cuatro divisiones· resulta
ron más afectados, tanto las tropas de carros como los soldados
de infantería: el cuerpo Ra fue prácticamente diezmado, no así
la división Set, que no participó en la batalla. Kadesh permane
ce en poder de los hititas, Amurru ·no es liberada. No obstante,
el faraón da por concluida la operación.
Vista con objetividad, la campaña de Ramsés contra los
hititas fue una derrota. Los egipcios no registraron sino pérdi
das, y además quedaron moralmente deshechos. Sólo así se en
tiende la disposición de Ramsés para aceptar la retirada. Muva
talis se quedó detrás de los muros de Kadesh en una favorable
posición estratégica. El Orontes se interponía entre él y el adver
,sario y cualquier ataque presuponía su cruce, en extremo peli-
groso. Para hacer salir a los hititas de aquella posición, Ramsés
�.
debiera haber marchado a lo largo de la costa de Asia Menor,
··
'
102
Por otra parte, Muvatalis había logrado su propósito es
tratégico. Consiguió detener el avance egipcio sin perder un so
lo metro de terreno. De cualquier manera, llama la atención que
ambas partes celebraran la batalla de Kadesh como victoria.
103
sivamente lo que sucedió en torno a Ramsés. Ambos textos están
·
• En la capital Per-Ram�s.
104
4.
La _capital �lvidada
106
propia tierra. Las veces que oyeron hablar de combates, estos se
desarrollaron fuera de las fronteras del reino, en lejanas comar
cas que el faraón quería anexionar al territorio propio, pero es
ta vez las hordas extranjeras se asentaron en el borde oriental
del Delta del Nilo, edificaron su propia capital, Auaris, corona
ron a sus propios reyes, que los amedrentados egipcios llamaron
hiksos, "príncipes de tierras extranjeras" y amenazaron aniquilar
la cultura egipcia.
El país del Nilo estuvo unos cien años bajo dominación ex
tranjera. Fue hasta que los egipcios se repusieron del susto y re
cordaron su poder y aptitudes de antaño. En la Tebas del Alto
Egipto, en aquellos días una localidad de importancia secunda
ria, se formó una célula de resistencia.
En aquel entonces, al este de la ciudad había un lago en el
cual sus príncipes mantenían hipopótamos. Cierto día, "cuando
la tierra de Egipto estaba en la miseria y no había en ella rey, vi
da, vigor ni salud", Apopi, el rey de los hiksos, mandó un mensa
jero a Sekenenre, el príncipe de Tebas.
-¿Por qué te han enviado a la ciudad del sur'! -preguntó
Sekenenre irritado-. ¿cómo ha sido que has emprendido este
viaje?*
El emisario replicó en tono altanero: -El rey Apopi -lar
ga vida, bienestar y salud le sean concedidas- manda decir que
tengas la bondad de quitar el estanque de los hipopótamos al es
te de tu ciudad, pues no le dejan conciliar el sueño. Noche y día
resuena en sus oídos el rugir de las bestias.
Al principio, Sekenenre se resistió a dar crédito a sus
oídos. El hikso Apopi tenía su morada a seiscientos kilómetros
de Tebas, salía de ella muy a regañadientes y ialegaba sentirse
molesto por el rugir de sus hipopótamos!
Un velo rojo empañó la visión de Sekenenre, pero final
mente concibió un plan.
-Está bien -dijo-, vuestro señor -larga vida, bienestar y
salud le sean concedidas- sabrá de mí respecto de este estanque
en el este de la ciudad del sur.
El mensajero de los hiksos se mantuvo en sus trece: -iNo,
el asunto por el cual me han enviado aquí debe resolverse inme
diatamente!
Sekenenre apeló a todas sus artes de persuasión, mandó
traer "carne y pasteles" y con mucho esfuerzo logró impedir que
• Todas las citas proceden del papiro Sallier 1 (Museo Británico, Londres).
107
los comandos de evacuación se pusieran enseguida a echar tie
rra sol2r_e el lago y los hipopótamos. Por su parte, el príncipe de"
Tebas hubo de comprometerse por escrito a erradicar la
plaga de paquidermos, y cuando el enviado se marchaba le gritó:
-iHaré todo lo que tú me has dicho! iDíselo a él!
Sekenenre profirió con énfasis ese "a él" y omitió decir "al
rey" y agregar cortésmente la fórmula "larga vida, bienestar y sa
lud le sean concedidos". Luego convocó a los agoreros y sabios
de su corte, les informó acerca de la desver�nzada y provocati
va exigencia del caudillo hikso y les preguntó qué debía hacerse.
"Todos a una guardaron silencio por largo rato... '...
Ignoramos qué vino después del largo silencio, pues en es
te lugar el papiro Sallier está dañado, pero no es difícil recons
truir lo que sigue. Sekenenre al parecer tuvo una escaramuza
con Apopi en la que le tocó en suerte la paja más corta y lo ma
sacraron horriblemente.
El valiente Sekenenre de la Tebas sureña no fue un
fenómeno aislado. Sus hijos Kamosis y Ahmosis le sucedieron en
el trono, primero uno y luego el otro, animados del propósito de
vengar su terrible muerte.
Al valiente Kamosis no le fue concedido reconquistar la
antigua capital del imperio, Menfis, y destruir Auaris, la de los
invasores asiáticos. Ignoramos si perdió la vida en sus luchas
contra los hiksos o como consecuencia de una enfermedad gra
ve. Ahmosis, en cambio, conquistó Auaris y persiguió a los inva
sores hasta el sur de Palestina. Con él como rey (1552-1527 a.C.)
comenzó una nueva época de la historia egipcia: el Nuevo Impe
rio, y Tebas pasó a ser la capital de Egipto.
108
.•
tal de su reino no sólo por razones religiosas, sino para inde
-
pendizarse políticamente de los teócratas tebanos. Ramsés ii -
109
rante 350 años. Tebas, la ciudad de las cien puertas, sólo fue se
de del gobierno durante 250 años.
Concluida la era de los tamésidas, aproximadamente a
partir de la dinastía XXi (1070-945) Ramsés City se llamó Tanis.
Tanis estuvo habitada hasta la época de los romanos, pero luego
se pierden sus huellas: es como si la tierra se hubiese tragado a
la capital de un imperio.
En un principio, los arqueólogos recurrieron al Antiguo
Testamento en su búsqueda de la metrópolis perdida.
En el libro 2 del Exodo dice: "Un nuevo rey que ya no
sabía nada de José asumió la soberanía de Egipto y le habló a su
pueblo: 'Por cierto, el pueblo de los hijos de Israel ya es más
grande y fuerte que nosotros. iVamos, debemos comportarnos
con prudencia frente a él para que no se haga más numeroso y
en caso de guerra se alíe con nuestros enemigos, luche contra
nosotros y se apodere del país! Entonces nombraren capataces
para que vigilaran a los israelitas y los obligaran a realizar traba
jos forzados. Les obligaron a construir para el faraón ciudades
despensa, a saber, Pithom y Ramsés" (1,8-11)
Pithom (Per-Aton, "residencia de Atoo") se encontraba
en el Delta oriental y era la capital de la octava región del Bajo
Egipto. Los arqueólogos hallaron sus ruinas al sudoeste de Is
mailía, sobre la colina de Tel el-Mashuta, en el Uadi Tumilat. En
cuanto a la ubicación de la capital de Ramsés, este ha sido un
hueso duro de roer para los científicos de todo el mundo.
En 1860, Auguste Mariette desenterró cerca de San el
Hagar, en los alrededores de Tanis, esfinges, figuras colosales y
estelas que datan de la época de Ramsés U y de su hijo Merenp
tah. Hallazgos de t ietllpos más remotos ostentan además del
nombre del comitente original, los anillos reales de Ramsés o
Merenptah. Presumiblemente, debieron de agradades tanto que
los usurparon. Flinders fetrie siguió sus excavaciones en
1883/84 y llegó a la convicción de que estas ruinas podían ser la
antigua Tanis, la bíblica Ramsés. El egiptólogo berlinés Hein
rich Brugsch representó este punto de vista ya en 1872. Había
identificado dos estatuas descubiertas en Tanis como las de sa
cerdotes del "Amón de Ramsés" y este dios era venerado exclu
sivamente en la ciudad Ramsés. Por cierto, Brugsch no con
formó con los resultados de las investigaciones de su colega
berlinés Richard Lepsius, que en la década del cuarenta del si
glo pasado exploró el valle del Nilo desde el Delta hasta el
Sud.án, y en 1866 J;"ealizó en el Delta extensas investigaciones
geográficas. Fue uno de los fundadores de la egiptología y los re-
110
sultados de sus exploraciones tuvieron durante mucho tiempo el
carácter de intocables. Este Lepsius tomó la Biblia, basándose
en el segundo libro del Exodo, siguió la salida de los israelitas de
Egipto y llegó a la conclusión de que la ciudad Ramsés, donde
comenzó el éxodo de los hijos de Israel, sólo podía estar empla
zada como la ciudad Pithom en el Uadi Tumilat. Como queda di
cho, Lepsius era una autoridad y la mayoría de los arqueólogos
se adhirieron a su versión.
gión de Pelusio.
Cuando poco más tarde el egipcio Mahmud Hamza de
senterró a dieciocho kilómetros al sur de Tanis fragmentos de
cántaros de vino en los que se nombraba a la ciudad Ramsés, y
este hombre aseguró haber .encontrado la verdadera capital de
Ramsés, llegó el momento de emprender una vasta campaña de
excavaciones. Pudo acontecer que el suelo se tragara a la ciudad,
pero debió de quedar al menos algún indicio del lugar donde es
to acaeció.
111
Esfinge de la capital perdida de Per-Ramsés. Esta obra de arte en granito rojo
que se exhibe actualmente en el Louvre, ostenta los rasgos fisonómicos de Ame
nemhet H. En tiempos de los hiksos, el rey Apopi la reclamó para sí y durante la
dinastía XIX lo hizo el rey Merenptah. Hacia el afio 1.200 a.C. Merenptah
mandó esculpir el anillp con su nombre en el pecho de la esfinge y el rey
Sheshonk 1 la usurpó nuevamente durante la dinastía XXI.
112
Pierre Montet, de quien se hablaba en esa época por sus
excavaciones en Biblos, vol.vió a hincar la pala en el Delta del Ni
lo en 1928, y lo hizo retomando la teoría original de Heinrich
Brugsch, en el sentido de que Ramsés City estaba debajo de la
vieja ciudad de Tanis. Montet empezó a cavar sin sospechar que
había iniciado la obra fundamental de su vida. Sus trabajos en
Tanis se prolongaron durante veintiocho años, hasta 1956: largo
era el camino a Ramsés City.
Aún hoy en día hay arqueólogos que sostienen la opinión
de que Ramsés City no se construyó sobre los muros de Auaris,
sino en Kantir, a unos veinticinco kilómetros más al sur. En efec
to, allí se excavó un palacio cuya construcción se atribuye sin lu
gar a dudas a Ramsés 11. En el Museo de El Cairo se exhiben
azulejos procedentes de dicho palacio. Además, una lista de lu
gares en el templo de Ptah en Menfis ha dejado perplejos a los
historiadores. Entre las localidades del Delta nororiental men- ··
113
Fuese lo que fuere lo que Montet extrajo de entre los es
combros durante sus actividades de excavador en Tanis en vein
)
tiocho años, procedía de a dinastía XIX, la dinastía de Ramsés
11 o del Imperio Medio, la época de los hiksos. Pero, lpor qué no
quedaron entonces derrelictos de la dinastía XVIII cuando estos
faraones formaban parte de los más entusiastas amantes de las
obras arquitectónicas y de arte y dejaron centenares de monu
mentos de la cultura entre Menfis y Elefantina, la isla del Nilo?
Según parece, los faraones tebanos del Nuevo Imperio no
levantaron templos en la antigua región de los aborrecidos hik
.. sos, en respuesta a una postura consciente. En cambio, Ramsés,
··que provenía de aquella región abandonada durante siglos, se
· volvió.hacia su terruño en demostración de arraigo. Dejó de la
, do a :\ti mafia tebana que hacía y deshacía a su antojo al amparo
· del dios Atnón; pero evitó. romper con la tradición como lo hicie
ra Ecnatón� De allí en adelante habría un Amón, pero sería el
"Amón de Ramsés"; seguiría existiendo el dios Ra, pero bajo el
. nombre "Ra de Ramsés". Tampoco se proscribió a Ptah, cuya de-
nominación sería eil adelante la de "Ptah de Ramsés".
. ... ·
Ramsés demostró especial simpatía por las diosas orien
táles Anat y Astarté, aunque también por Sutej, su dios de la
guerra, que en Egipto se llamó Set y fue aborrecido por los sa
cerdotes tebanos. Este dios Set juega un papel esencial en la
construcción de Auaris y Ramsés City y esto ha alimentado espe
culaciones acerca de si los ramésidas no serían descendientes de
los hiksos.
Set, el amo del desierto, fue el asesino de Osiris, dios de
la vegetación, y por lo tanto figura simbólica del mal, pero tam
bién se lo tenía por soberano señor de todos los dioses extranje
ros. Originalmente, su culto estuvo circunscrito a Ombos, en el
Alto Egipto, al norte de Tebas, si bien ya en tiempos prehistóri
cos se afincó en el Delta del Nilo, donde lo adoptaron los hiksos,
quienes "no veneraban a ningún dios del país, con excepción de
Set"*.
Ramsés 11 hace ofrendas a este dios Set en una estela que
Auguste Mariette desenterró en Tanis en 1863. Aunque el ha
llazgo pesaba casi una tonelada, cierto día desapareció, pero no
fue robado, simplemente los excavadores le volvieron a enterrar.
N o fue hasta cincuenta y ocho años después de esta "hazaña ar
queológica" que vio nuevamente la luz, mientras Pierre Montet
• Papiro Sallier l.
114
realizaba excavaciones en Tanis, y se estableció entonces que es
ta lápida conmemorativa es un documento único en Egipto. Los
arqueólogos no daban crédito a sus ojos cuando descifraron su
inscripción: "Año 400, 411 mes de verano, día 4 del rey del Alto y.
Bajo Egipto, Set Apathi, el hijo amado de Ra, Nubtí, amado de
Ra- Harajte, a quien le sea dada vida eterna."
Friso del frontón de la estela de Tanis (400 años). En el centro aparece Ramsés
haciendo una ofrenda a Set, su dios preferido.
115
la de los 400 años creada por Ramsés hacía referencia al comien
zo de la soberanía del dios Set en la ciudad que en aquel enton
ces todavía se llamaba Auaris. La simpatía del gran Ramsés por
este dios es comprensible: Durante muchos años sus antepasa
dos nombraron a los sumos sacerdotes del dios Set.
116
- • • r
1,12-14).
Los trabajos que Ramsés 11 impuso a los hijos de Israel de
ninguna manera eran inhumanos, con toda seguridad no tan ru
dos como los que debían realizar los esclavos en las canteras de.
Assuán o en las minas del Sinaí. La alimentación que se les daba
era.por demás abundante para el régimen a que estaban acos
tumb'rados estos nómadas. Eran tan abundantes y regulares las
raciones habituales de carne, pescado, frutas y cereales que los
israelitas soñaron con ellas por espacio de decenios durante su
travesía a la Tierra Prometida. Pero por otro lado, debían traba
jar ·bajo el látigo de capataces, elegido a por Ramsés 11 entre sus .
propias filas. Cada uno tenía que cumplir una cierta cuota, pues
de lo contrario había paliza.
1t �-=- g rrnü§l�= í.l��
117
. -
Los israelitas confeccionaban los ladrillos para la cons
trucción de los palacios de Ramsés 11 según un principio muy
sencillo. Recogían el cieno del Nilo con cestas, unos traían agua
en cántaros, otros añadían a la mezcla paja, menudamente cor
tada, y un último grupo de obreros vertía esta materia prima en
moldes que luego se exponían al sol para su secado. Todos los
edificios profanos fueron construidos con estos ladrillos de ba
rro. El granito, la piedra caliza y la arenisca sólo se emplearon
para la-s construcciones sagradas, pues ellas debían perdurar por
toda la eternidad. Este es el motivo por el cual se conservaron
tan pocos palacios y casas egipcios, pues sólo usaban la piedra
para los cimientos. En su mayoría, los muros eran de ladrillos de
barro. El agregado de paja al cieno del Nilo les daba una resis
tencia relativamente elevada y seguridad contra las fracturas,
pero la humedad y las lluvias les causaban bastante deterioro. A
diferencia del Alto Egipto, en el Delta del Nilo, abundan las pre
cipitaciones y por lógica los ladrillos no cocidos son sensibles a
la humedad. Con esto queda explicado en gran medida por qué
la ciudad Ramsés desapareció como tragada por la tierra.
Los ladrillos de barro eran, sin duda, un material de cons
trucción más barato que la piedra, pues los podía elaborar un
hombre solo, mientras que para romper y labrar la piedra se ne-
.... cesitaban cuadrillas enteras de trabajadores. A menudo, los blo
ques debían ser transportados a centenares de kilómetros de
distancia hasta el lugar de la obra, lo cual requería además un
enorme despliegue técnico, en tanto los ladrillos de barro se
confeccionaban en las inmediaciones o a escasa distancia de la
obra y su transporte no exigía la aplicación de técnica alguna.
118
que bebe el agua de la lluvia de los cielos. Es un país al que el
Señor, tu Dios, cuida, sobre el cual tiene constantemente sus
ojos, desde el principio del año hasta su final."
En el Egipto "ateo" los israelitas fueron colocados pues en
la noria. De todos modos es dudoso que se tratara, en efecto, de
estaciones de bombeo accionadas mediante energía humana,
quizá la imaginación de los cronistas bíblicos hizo una calandria
de las norias impulsadas por tiros de bueyes. Lo que está proba
do es que las criaturas de Israel tuvieron que prestar iguales ser
vicios como trabajadores rurales que los prisioneros de guerra
en los dominios de los templos. Una tarea particularmente odio
sa era el cavado de nuevos canales de riego y desembarrar los
antiguos. No es extraño que los israelitas refunfuñaran.
Ramsés sabía perfectamente que un pueblo ahíto es más
fácil de gobernar que uno hambriento, por eso mandó a los hijos
de Israel que construyeran almacenes en Phitom y Sukkoth, silos
cilíndricos para guardar cereales de una diámetro de ocho me
tros y cubierta cupuliforme con una abertura para echar el gra
no a la cual se llegaba por una rampa. Se hallaron restos de es
tos silos, así como el modelo de un almacén con diminutas
figurillas, (véase figura en la página 146) una ofrenda funeraria
que demuestra cómo se practicaba el almacenaje de provisiones:
un tributario viene con los intereses de su deuda cargados sobre
la espalda: un saco de grano. Entra en la antesala de un almacén,
donde hay varios escribas sentados junto a las paredes, dice su
nombre y dirección, lo quitan del fichero de deudores o se asien
ta una nota según la cual debe todavía tantos sacos. Seguidamen
te pasa a otro recinto donde hay una escalera, sube por ella y,
llegado a la parte superior, vacía su saco de cereal en un almacén
que llega del suelo al techo. Se le autoriza a llevarse consigo el
costoso saco.
Al parecer, Ramsés, tan amante de la abundancia, vivía en
el temor constante del hambre. Ningún faraón anterior ni poste
rior a él reunió tantas provisiones. Por cierto, sabemos sólo de
sus gigantescos almacenes de cereales, pero casi no cabe .duda
de que también mandó salar carnes y dejarlas guardadas en va
sijas de arcilla, un procedimiento del que dan noticia las pintu
ras murales de la dinastía XVIII. En la capital de los ramésidas,
en el Delta del Nilo, había tiendas de exquisiteces y mercados
donde se ofrecían frutas y especias exóticas traídas de todos los
países.
"Nosotros nos acordamos del pescado que, de balde,
comíamos en la tierra d.e Egipto; de los cohombros, de las
119
sandías, de los puerros, de las cebollas y de los ajos." Así se la
mentan los israelitas en el libro 4 del Exodo al marchar por el
desierto. En el "Cuento del náufrago", una antigua fábula egip
cia, un Robinson que �es arrojado a Üna isla por una ola del mar�
sueña con toda clase de delicias como las que formaban parte de
la vida cotidiana en la ciudad Ramsés: "Dormía bajo un dosel de
fronda y abrazaba la sombra. Luego estiraba los pies para saber
qué podía llevarme a la boca. Había allí higos y uvas y toda cla
se de magníficos puerros, frutas de Kau y de Hekut, y cohom
bros... Había allí peces y aves y no faltaba nada que no estuviera
en la isla. Entonces me saciaba y me quedaba acostado, porque
era demasiado para mis manos."
·
�
· ·
120
Ramsés". Los datos sobre algunos templos y el palacio real son
bastante concretos.
Las fuentes históricas nombran en total diez templos en la
ciudadRamsés alrededor de mediados der siglo XIII*. El .tem
plo de Amón, para el cual se quebrantaron piedras en el noveno
año de gobierno deRamsés II y cuya imagen cultural fue restau
rada bajoRamsés III, se cita a principios del pacto con los hiti
tas y aparece también en los papiros Anastasi VI (Leiden 366 y
Bologna 1086). Asimismo, en el pacto con los hititas y en los
mencionados papiros, se alude al templo de Ptah, del cual to
davía se conservan algunos restos. Este edificio sagrado también
fue erigido en el noveno año de gobierno. El papiro Harris des
cribe los trabajos de construcción en el templo de "Set, fuerte en
vigor"; en las esfinges de Tanis, expuestas en el Louvre, se men
ciona el nombre de este dios, como también en las columnas del
templo de Anat en Tanis. En sillares son nombrados los tempfos
deRa, de Atón, de Anat y de Uadjit. Algo más apartado parece
haberse levantado otro "templo de Ptah sobre la orilla del río",
"sobre el agua deRa" había un templo deRa y una capilla dedi
cada a Hator, la diosa heliopolitana.
Más o menos
así cabe imaginar la
sala del trono de
Ramsés II.
Arqueólogos esta
dounidenses real�
zaron esta recons-
. trucción en base a
hallazgos aislados.
121
El templo de Amón abarcaba la parte occidental de la ciu
dad y en la parte sur se encontraba el templo de Set, en tanto el
templo de Anat debe buscarse por el este y el templo dedicado
a Buto, la serpiente verde, protectora de Horus niño, en el nor
te. El palacio de Ramsés II se levantaba "en el interior", es decir,
en el centro de la ciudad, rodeada por una muralla de ladrillos
de doce metros de espesor. "Ramsés", dice el cantar, "el amado
de Amón, impera en ella como dios y Mont en las provincias co
mo heraldo, el sol soberano como visir".
Ramsés, la nueva capitál que el· gran faraón construyó
"donde comienza ese país extranjero y donde termina Egipto
(aquí se hace clara referencia a la posición estratégica entre el
país del Nilo y Palestina), esta ciudad con sus templos y palacios
refulgía en oro y piedras preciosas que todos los años debían
traer como tributo los pueblos extranjeros. Había allí bellas ven
tanas y brillantes aposentos de lapislázuli y malaquita" y al pare
cer al construir su nueva capital del imperio el gnin Ramsés se
·.mspiró en una leyenda de una metrópolis que apenas ochenta
años antes había brotado de las arenas del desierto a medio ca
mino de Menfis y Tebas.
Esta ciudad se llamaba Aquenatón ("Horizonte del disco
solar"). Fue la primera ciudad planificada de la historia y de ma
yor magnificencia en su ejecución que cualquiera otra del Nilo,
· · pero no duró siquiera dos décadas. Ecnatón y Nefertiti, la pare
ja real de Aquenatón, se apartaron de la influyente casta sacer
dotal tebana y adoptaron una orientación religiosa monoteísta
que exigía empeñarlo todo en ella y obnubilaba el sentido de la
realidad. Un pueblo que edifica más templos que cuarteles es un
pueblo feliz, pero cabe preguntarse ¿por cuánto tiempo?
Nefertiti y Ecnatón gozaron de esta dicha durante catorce
años. Cuando Aquenatón, la ciudad visionaria del desierto, de
cayó, Ramsés todavía no había nacido. Sin embargo, cuando re
montaba el Nilo para visitar Tebas o Nubia le llamaron la aten
ción las ruinas de Aquenatón al este, anegadas por la arena, y
recabó información acerca de lo que había sucedido allí. Realis
ta como era, debió de mover la cabeza sobre la ingenuidad de
Nefertiti y Ecnatón, divorciados del mundo, pero su proclividad
a la gigantomanía le haría sentir admiración por aquel proyecto
en medio del desierto. Sin duda, adoptó a Ecnatón como ejem
plo para construir su propia capital.
A pesar de los cuantiosos templos, esa no fue una ciudad
de los dioses, sino la ciudad del faraón, y por lo tanto la llamó
Per-Ramsés. En un cantar relativo a esta ciudad, se dice que es
122
"el lugar donde se ejercita a tus guerreros, el lugar donde se re
vista a tus tropas de infantes, el lugar donde desembarcan las
tropas de tus naves".
123
Menfzs, la armería de la nación
• Véase en el capítulo S. A los pequeftos los ahorcaban, a los grandes los deja
ban escapar.
124
ro que hizo fue fundar una ciudad en él, que ahora se llama Men
fis. " Menes le puso a su ciudad el nombre de "la blanca mu
ralla".
"La blanca muralla" estaba destinada a desempeñar un pa
pel principal en los tres milenios de historia del Antiguo Egipto,
y parece increíble que no hayan quedado de ella sino unas po
bres ruinas cerca de la aldea de Mitrahine, restos del templo de
Ptah, algunos muros de los palacios de los faraones Merenptah
y Apries y una estatua colosal de Ramsés 11.
En la época ramesídica Menfis fue un caldero borbotean
te de gente de todas las naciones, de distintas religiones y de los
más variados intereses. La causa de esto fue por un lado la situa
ción geográfica y por otro el fluido internacional de la ciudad
que respondía a los intereses conscientes de los faraones.
La gente de las colonias debía familiarizarse con la cultu
ra, la religión y la política de Egipto. iDónde era más sencillo
que sucediera que en Menfis!
Después de una de sus campañas a Asia, Tutmosis 111
llevó a Menfis a los hijos de los reyes avasallados para someter
los a una especie de lavado de cerebro. Luego se les permitiría
regresar a su país como príncipes de la ciudad por la gracia del
faraón. Un documento notifica: "Ved, trajeron a los hijos de los
príncipes y a sus hermanos para que se quedaran en el ejército
de Egipto, y si uno de los príncipes muriera, Su Majestad sentará
a su hijo en su trono; el número de príncipes que han sido
traídos este año, ha sumado 36."
Los treinta y seis príncipes asiáticos y sus respectivos
séquitos se aclimataron muy bien en Menfis, se instalaron en un
barrio de extranjeros y se preocuparon de producir en el Delta
una renovación de sangre exótica. Había numerosos barrios de
extranjeros. Herodoto informa de uno, el "barrio de los tirios"
donde habitaban en su mayoría fenicios de Tiro. En tiempos de
Eje, el sucesor de Tutankamon, existía un "campo de hititas" que
lindaba con las residencias rurales de Tutmosis 1 y Tutmosis IV.
En su estela de Ptah, Ramsés 11 destaca que no sólo "proveyó" al
templo de Ptah de sacerdotes y profetas, sino también de escla
vos, sobre todo nubios y sirios, en calidad de mano de obra gra
tuita para atender las labores de las granjas del templo.
Esta superpoblación extranjera tuvo consecuencias im
previstas. Los extranjeros llevaron a Egipto sus dioses, que des
perta
- ron el interés de los nativos. Astarté o Anat, la diosa· siria -
de la fecundidad y la guerra, se convirtió en Menfis en hija de
Ptah y también se la adoró en la nueva capital de Ramsés. En
125
J • ""�
126
S'Ona, sino su hijo y"corregente Seti. Pues, "ved, Su Majestad es
taba en la ciudad de ·Menfis" reza en el texto, "para oficiar cere
monias para su padre Amón-Ra, Ptah, al sur de sus muros, el
señor de Menfis y de todos los dioses de Egipto, pues le dieron
poder y victoria sobre todos los países".
Seti en persona partió de Menfis a Asia, al sur de Palesti
na y a Amurru y allí celebró una victoria sobre los asiáticos,
según lo anuncia una estela, y erigió un templo como "su monu
mento para su padre". El papiro Rollin cita datos concretos so
bre la permanencia de Seti en Meofis: así, en el mes 1 del
período de inundación del año 2, pasó una temporada en la casa
de campo de Tutmosis 1; cinco días más tarde se dirigió al distri
to este de Menfis, y a los tres meses de ese mismo año lo encon
tramos en el distrito norte.
Desde la dinastía XVIII ya fue moda que los faraones tu
vieran una casa de verano en Menfis, lo cual debe relacionarse
con el clima algo más fresco respecto a la Tebas abrasada por la
canícula. Los ramésidas conservaron esta tradición. El mismo
año de su deceso, Ramsés 1 comenzó a edificar una villa feudal,
y su hijo Seti poseyó en Menfis una casa de campo de la cual for
maba parte toda una aldea, incluido el personal y los depósitos
de provisiones. La supervisión de la productividad de la empre
sa estaba en manos de mercaderes que disponían de un gran
aparato administrativo.
Los encargados de la administración del "almacén de la
corte" eran los escribas Nacht, Tutmosis y Paheripet. Los grane
ros reales que ostentaban el ingenioso nombre de "Comer en
Menfis" tenían a un tal Ramosis por subadministrador; la super
visión de los corrales de aves era menester de Amenofis, el paja
rero. La panadería tenía su propio escriba Neb-Nefer y de
pendía de Neferhotep, que era asimismo alcalde de Menfis.
El mayor arquitecto de Menfis fue Ramsés 11, que modi
ficó el magnífico templo de Ptah. En una inscripción de Abu
Simbel, Ramsés se dirige a Ptah en los siguientes términos: "yo
amplié tu casa en Menfis y con tesonero trabajo la proveí de im
ponentes edificios de piedras preciosas". Al patio anterior del
templo añadió un pilón y observó no sin orgullo: "Las hojas de su
puerta son como el horizonte del cielo."
En 1868, Auguste Mariette, el descubridor del laberinto
de los toros A pis de Menfis, encontró al norte de los grandes co
losos de Ramsés ruinas que consideró restos de este pilón. La
mentablemente, hoy en día es casi imposible localizar algún mo
numento de esta antigua capital del imperio, pues durante siglos
127
las ruipas sirvieron de- canteras. Suburbios enteros de El Cairo
se construyeron con las piedras de lo que antaño fueron templos
y complejos arquitectónicos.
Contrariamente a lo que nos ocurre con Tebas, nuestro
conocimiento sobre los procesos históricos en el caso de Menfls
no se basan en la historia arquitectónica, sino en lo que nos
transmitieron documentos de todas partes del mundo.
128
El Shi-hor* tiene sal y su agua arrastra natrón. Los barcos
zarpan y atracan. Uno se alegra de vivir allí y nadie dice: 'iAy, si
no hubiera.. .'
Los pequeños viven aquí como mayores. Venid, celebre
mos sus fiestas celestiales y los comienzos de su tiempo."
El pantano de Zouf linda con la ciudad de Papyro y el Shi
hor con Rohr; hay pámpanos de los huertos y coronas de los
viñedos. Traen aves de aguas frías. El mar y las lagunas le brin
dan sus dones.
La gente joven de Per-Ramsés, la victoriosa, usa diaria
mente atuendos de fiesta, sus cabezas huelen a dulce bálsamo y
ostentan el nuevo trenzado del cabello. Están junto a sus puertas
y sus manos caen cargadas de ramas y plantas verdes de la casa
de Hator, de lino, el día en que entra Ramsés, el dios de la gue
rra Mont en ambos países, en la mañana de la festividad de
Choiak. Uno como el otro presentan sus peticiones.
Este mapa que data de la época ramesídica es la carta geográfica más vieja que
se ha conservado. Localiza las minas de oro en el actual Uadi Hammamat. En
tonces se encontraban a mitad de altura de la montaña. En la calzada superior
aparecen dibujadas las barracas de los mineros, en el centro del mapa una fuen
te y una lápida conmemorativa.
129
Las bebidas en Per-Ramsés, la victoriosa, son dulces, más
dulces que la miel. En el puerto hay cerveza del país de Kedi, el
vino procede de los viñedos locales. Hay dulces bálsamos y coro
. nas y cantantes educadas en Menfis.
Vive alegre allí y muévete con libertad, sin pensar jamás
en marcharte, oh, User-maat-Re-S"etepen-Re, Mont en ambos
países, iRamsés, amado de Amón, oh dios!" ·
¿Y qué ha quedado de esta capital del gran Ramsés, "que
no tenía igual"? Un inmenso campo de ruinas que hoy se conoce
con el nombre de San el-Hagar, una escombrera donde abundan
restos de muros, estatuas rotas, obeliscos truncados, columnas
derruidas y sillares hendidos. Sobre la ciudad que Ramsés edi-:
ficó sobre la antigua Auaris construyeron otra. Los templos del
gran Ramsés, resplandecientes en oro y piedras preciosas, pro
porcionaron bastante material para nuevos proyectos arqui
tectónicos. Fabulosos edificios suntuosos fueron demolidos du
rante las disensiones religiosas entre Tanis y Tebas: los adeptos
de Amón las convirtieron en escombros y ceniza. Vinieron nue
vos reyes y se instauraron viejos dioses.
Cuanslo el15 de febrero de 1.940 Pierre Montet descubrió
junto al muro de la ciudad la· tumba de uno de estos reyes, en
contró entre los objetos funerarios una fina estufa de bronce.
Procedía del palacio de Ramsés 11 y es el único enser qüe ha per
durado a través de los tiempos.
130
5.
•• Dios de la fecundidad.
132
Las celebraciones anuales eran tan numerosas durante la
dinastía XIX que Ramsés II necesitó de los servicios de un maes
tro de cerémonias personal, encargado de cuidar que no se pa
sara ninguna fiesta y cada una fuera celebrada en debida forma.
El egiptólogo hamburgués Wolfgang Helck, a quien hemos men
cionado reiteradas veces, se tomó el trabajo de confrontar según
todas las fuentes disponibles, los días feriados en época de los
ramésidas *.
Este calendario de fiestas es de impresionante variedad e
involuntariamente debemos preguntarnos si alguna vez, alguien
trabajó algo bajo Ramsés II.
Las celebraciones comenzaban con el Año Nuevo, el pri
mer día del mes1 de Ashet, es decir, el15 de junio. Seguían lue
go la fiesta de Sothis, la víspera de la fiesta del atrevimiento, al
día siguiente la fiesta del atrevimiento, luego la fiesta de Tot, la
gran partida de Osiris. En el segundo mes de Ashet se celebraba
la fiesta de Opet, ya mencionada, que duraba veintitrés días. Su
mados tres fines de semana no laborables, no quedaba mucho
tiempo para trabajar. Y el tercer mes de Ashet era duro, pues de
mediados de agosto hasta mediados de setiembre no había sino
un día de fiesta, la pequeña fiesta de Amón. En el cuarto mes
Ashefvolvían a ponerse al día: celebraban la fiesta de Hator, la
gran fiesta de Amón, de la purificación de la nonidad, del abrir
ventanas en el tabernáculo de Sokaris, del roturado de la tierra
y de la orientación, de Sokar, del ungimiento de la nonidad, del
tirar de los obeliscos, de la erección del Djed. Ni los mismos
egiptólogos conocen todavía el significado de todas estas festivi
dades.
Durante los meses de Peret se celebraban la fiesta de la
serpiente real, el empinamiento de las mimbreras, la partida de
Anubis, la entrada al cielo, la fiesta de Bastet, la fiesta de la lu
na nueva. En tiempo de la cosecha, durante los meses de Shemu
(febrero a junio) se festejaban solemnemente la fiesta de Rene
nutet, el adorno de Anubis, la fiesta de la luna nueva -Mio, la
fiesta de la luna nueva- Amón (cinco días) y la fiesta del valle
(dos días).
·
• En el "Journal of the Economic and Social History of the Orient 7.7", Leiden,
1964.
133
añadían unas 96 fiestas mensuales, es decir, unos 163 días feria
dos cada año". Si se añaden a esta cifra los 72 días no laborales
de los fines de semana largos, llegamos al resultado de que bajo
Ramsés 11 prácticamente se trabajaba cada tres días.
134
dios. Los demás días eran de fiesta dentro del recinto de los tem
plos y se desarrollaban en él mediante un extenso ritual o sacri
ficios mayores."
Todos los años, el mes _4 del período de in,undación, des
de el16 al 30 de Choiak, cuando Ramsés celebraba en Menfis la
ceremonia de la muerte de Sokaris con una extraña procesión,
los sacerdotes paseaban alrededor de la ciudad la imagen del
dios con cabeza de halcón {originalmente debió de ser un dios
de la tierra y la fecundidad y más tarde fue venerado como Osi
ris, dios de los muertos) en una barca montada sobre un trineo.
Los participantes en la procesión llevaban coronas de cebollas
alrededor del cuello, una costumbre de origen desconocido que
ha perdurado en Egipto hasta nuestros días. El arqueólogo de El
Cairo Ahmad Badavi informa de una tradición nacional, según
la cual antes de la fiesta de los muertos "Sham en-Massim", cuel
ga de cada puerta una cebolla. Sabemos que las cebollas eran el
principal alimento de los hombres que trabajaron en las pirámi
des. Además, probaron ser un eficaz medio profiláctico contra
las enfermedades infecciosas, que encuentran en millares de in
dividuos suelo propicio para desarrollarse.
135
maat-Re, debe acompañar a su padre Amón-Ra en su hermosa
fiesta del valle y él (Amón) colmará su cuerpo de dulce aliento."
Originalmente, esta escena había sido ejecutada en alto
rrelieve y más tarde fue retocada en relieve rebajado, ocasión en
la que no se omitió añadir el apelativo ampliado de Ramsés: Se
lepen-Re. En el supuesto de que el artista conservara la misma
posición al iniciarse la partida y al regreso, lo cual no se puede
poner en duda frente a la simetría de la representación, encon
tramos en este muro sur la barca sagrada representada por am
bos lados. En el templo sólo había una barca sagrada, que servía
de tabernáculo para la imagen del dios.
La barca de Amón de Karnak tenía las dimensiones de las
embarcaciones normales que navegaban por el Nilo. Estaba con
feccionada en madera, pero recubierta por varias capas de oro y
piedras preciosas. Este tabernáculo portátil en forma de barca
quedaba guardado en el sancta sanctorum del templo y no se sa
caba de él sino en ocasión de celebrarse una fiesta. Simbolizaba
la barca del sol, en la cual, según el mito, el difunto navegaba por
el río de los muertos rumbo al reino de Osiris. En su mayoría, es
tas barcas sobrevivían al período de gobierno de varios reyes,
quienes lo único que cambiaban en el aparato era la cortina que
lo cubría. Por esta razón, en muchos casos es posible adscribir la
procesión a un determinado rey en base a las representaciones,
aun cuando no se hayan conservado nombres o se deterioraran
otros datos, y ello, gracias a la cortina.
Keith C. Seele opina que en la procesión descrita con mo
tivo de la fiesta anual del valle, el rey Seti no participó en perso
na. Toma la figura representada por una estatua. Probablemen
te, Seti ya había muerto, o bien se encontraba en una de sus
campañas. lCómo llega Stele a esta idea?
El arqueólogo norteamericano observó que Seti estaba
representado en otro lugar sobre un pedestal, señal inequívoca y
confirmada por las inscripciones de que se trata de una estatua
del faraón.
Ahora bien, Seti marcha en las escenas de la procesión sin
pedestal, pero los detalles esenciales, es decir, las partes de los
pies, fueron restauradas o añadidas con posterioridad. lCasua
lidad o intención?
Respecto de la cuestión acerca de cuándo perpetuaron
los escultores la procesión de Karnak, el estadounidense Keith
C. Seele y el alemán Kurt Sethe sostuvieron durante años una
enérgica guerra con la pluma. Las cosas ocurrieron de este mo
do:
136
Ramsés y su esposa Nefertari frente a la barca sagrada de Amón-Ra hacen sus
ofrendas. Relieve mural C;1 el gran templo de Abu Simbel.
137
el más divino de los reyes egipcios, no tenía la certeza de que el
mundo lo supiese y de ahí que quisiera saberse cantado y loado.
El cantar de Ramsés 11 que reproducen los textos de las
estelas de Abu Simbel parece que mereció el especial benepláci
to del faraón, de lo· contrario no lo hubiera hecho labrar en la ro
ca junto a sus templos favoritos. Las cinco primeras estrofas del
cantar se reducen a devotas invocaciones al rey Ramsés.
Canto a Ramsés 11
138
la maleza y como la tormenta que se lanza
en medio del fuego. El que es empujado
a las llamas, se convierte en ceniza ... a través
de El, el rey Ramsés ...
Tú eres el rey de reluciente corona blanca,
el fuerte de Egipto, el general en el campo
de batalla, fuerte en la contienda; el fiero
guerrero de corazón templado; el que rodea
a sus soldados con sus brazos como un muro ...
El que vive eternamente como Ra, el rey Ramsés*
Adolf Erman: "Die Literatur der Aegypter•. (La literatura de los egipcios),
•
-
Leipzig, 1923.
139
forma de ofrendas y otra parte al albacea como compensación
lucrativa.
El papiro Pleyte-Rossi* informa de la renovación de una
donación confiada a un soldado.
Se trata de una estatua de Ramsés 11 de Tebas Oeste a la
que durante años no se le habían ofrecido sacrificios. El texto
del papiro no sólo contiene datos exactos sobre el aspecto de la
preciosa estatua, sino también deseos concretos referidos al cul
to que debía tr�butársele:
140
no era diferente de lo que sucede en nuestros días. Pero un "ex
pediente" se convierte en tal cuando se hace constar por escrito,
con remitente, dirección y firma.
141
brevivió: intendentes de harén con derecho a pensión. Conoce
mos el nombre de Invi, "escriba y supervisor real de las reses de
Amón", sabemos que el "servidor de Ptah, escriba y real funcio
nario de Menfis" se llamaba Merium, que un tal Mai fue "admi
nistrador del tesoro del señor de los dos países" y "supervisor de
todos los trabajos para las obras de Su Majestad", con el rango
de "conde, portador del sello y escriba real".
Llama la atención que a menudo un mismo funcionario in-
,. vistiera dos, tres o más cargos, y podemos imaginarnos que las
aspiraciones a la carrera se escribían con mayúscula, al fin y al
ca�o casi uno de cada dos era funcionario. La sola capacidad de
leer y escribir ofrecía oportunidades de ascender hasta las más
altas esferas. Un ejemplo de esto podría ser la carrera de autor
del libro ilustrado de Ptahmosis.
Como todos los funcionarios de Menfis, Ptahmosis em
pezó como aprendiz de escriba en alguna oficina y su primer em
- pleo firme correspondió al de "escriba real del tesoro y adminis
trador de las reses de Amón". De allí en adelante, siempre
desempe�ó dos cargos simultáneamente. Fue "alcalde del tem
plo de Ramsés 11 en la casa de Ptah" y además "comandante su
premo en el dominio de Ptah", es decir, jefe de las donaciones al
templo. La última estación de esta carrera burocrática era el
puesto de "supremo alcalde de Tebas", que reunía en la misma
persona el cargo ministerial de "supervisor de todos los trabajos
para las obras de Su Majestad".
Bajo Ramsés 11 los militares gozaron de un status espe
cial� y el faraón reservó los puestos más elevados para sus hijos.
Cuando Merenptah fue designado heredero al trono a la muerte
del primer favorecido Kaemvese, acaecida el año 55, se le otorgó
el título de "Supremo conductor del ejército", que no había vuel
to a usarse desde los tiempos de Amenofis 111. Lo secundaron un
"inspector de sección del ejército", de nombre Amenmosis, el
"primero de los arqueros", Nebnehen, y Nehemi, "caballerizo y
primer arquero".
A comienzos del gobierno de Ramsés 11 el visir, es decir,
el primer muiistro, tenía su sede en Menfis. El primero se llama
ba Neferentep y era también sumo sacerdote de Menfis con el
rango religioso de "supervisor de todos los profetas del Alto y el
Bajo Egipto". Lo sucedió el visir Jai, que no dejó testimonios de
su actuación, pero ya residía en la capital Per-Ramsés. Conoce
mos su nombre sobre todo a través del anuncio del aniversario
de gobierno de Ramsés 11 en los años 43 y 46.
Con seguridad, el visir Parahotep, descendiente de la fa-
142
milia de sacerdotes de Amenemonet, ejerció su ministerio en la
ciudad de Ramsés. Era el padre o un hermano mayor de un hom
bre llamado Rahotep, o en todo caso lo unía a él algún tipo de
parentesco.
Cerca de Heracleópólis, en el Egipto Medio, sir William
Flinders Petrie descubrió a fines del siglo pasado una cámara
mortuoria subterránea en la cual se encontraban dos sarcófagos,
uno junto al otro. Las inscripciones describían.a uno como pé:�:
teneciente al visir Parahotep y el otro al visir Rahotep. Petrie
halló indicios complementarios en una estatua de Abidos que lo
declaran extinto con el título de visir, en tanto Rahotep es nom
brado sin ese título. Esto permite suponer que Rahotep fue el
sucesor de Parahotep. Además del visirato, Rahotep ostentó
también los dos cargos religiosos supremos del Bajo Egipto: fue
sumo sacerdote de Menfis y Heliópolis.
·
143
A los pequeños los ahorcaban, a los grandes los dejaban
escapar
144
sus derechos sobre el "establecimiento de Neshi" aun cuando no
tenía con Hui ni el más lejano parentesco. Presentó como prue
ba un acta catastral falsificada en Fensi. La viuda de Hui pre
sentó la suya y hubo un proceso, pero a pesar de que la viuda y
su caso eran bien conocidos le dieron la razón al administrador
deshonesto, que había sobornado a un miembro del tribunal. Pe
ro entonces vino en ayuda de la viuda un colega de su difunto es
poso.' Mediante la presentación de un registro que encontró en
los almacenes de granos donde se habían asentado los impuestos
pagados, avaló la reclamación de sus derechos a la propiedad.
Se dictó nueva sentencia y esta vez el juez partió las tierras: mi
tad para la viuda de Hui y mitad para el administrador deshones
to, pues de nuevo entró en juego el soborno. No fue hasta que
creció el hijo de Hui que se revisó el fallo, y gracias al testimo
nio de testigos pudo acreditar sus derechos exclusivos a la pro
piedad.
En este corrupto estado opulento sucedía, en efecto, que
los pequeños eran ahorcado y a los grandes se los dejaba esca
par. Por ejemplo, Ramsés 11 desterró a Nubia a uno de sus fun
cionarios de menor importancia. Fue una injusticia si prestamos
oídos a las amargas lamentaciones del desdichado. En todo ca
so, el buen empleado separado de sus servicios y de su patria se
convirtió en poeta en el ostracismo. Compuso diez cantos en for
ma de himnos a los dioses, que concluían con un conjuro a la dei
dad: "Te cuento todas estas calumnias. Me han perseguido con
la mentira. Me robaron J?Ii cargo, me desplazaron de mi lugar.
iAleja de mí esta desgracia!"
'Evidentemente, el destierro del empleado de Ramsés no
estaba ligado a trabajos forzados, pues el repudiado servidor del
Estado exonerado se entrega a sutil contemplación de la natura
leza: "Despiertas hermoso", dice refiriéndose a Ra, el dios sol,
"tú que disipas la oscuridad y las tinieblas, que despiertas a los
hombres acostados sobre sus esteras y a las serpientes en sus
agujeros... Los durmientes se unen para adorar tu belleza, pues
tu luz ilumina sus rostros. Te dicen lo que albergan en sus cora
zones porque has querido mostrarte a ellos nuevamente. Si pa
sas de largo por ellos los rodea la oscuridad y cada cual yace en
su ataúd". Y el poeta vuelve a quejarse de su suerte: "Tú eres el
juez de lo justo, el que no acepta soborno, el que eleva a los po
bres y protege a los huérfanos. Desarma el brazo del enemigo.
iSalva al débil, oh, visir!"
¿Tendrían resultado las lamentaciones poéticas del fun
cionario desterrado? Lo ignoramos.
145
El hambre asusta a los saciados
146
No podemos dudar de la veracidad de las palabras del sa
cerdote, pues el canibalismo también se denuncia en otro pasa
je: Anjtifi, un gobernador de Hefat, según sus propias aprecia
ciones "una montaña para Hefat y una fresca sombra para
Hermerti (la ciudad vecina), una preciosidad, un señor de las
preciosidades", informa de un gran hambre en su tumba de la
primera Epoca Media (2189-2040). "Mientras todo el sur moría
de hambre y cada cual se comía a sus hijos, no permití que en es
te distrito muriera un hambriento." Anjtifi confiesa con franque
za que su proceder en procura de víveres fue algo ilegal y asoló
a las comarcas vecinas con sus grupos de mercenarios para sa
quearlas.
Cuando se presentaba una hambruna en el Antiguo Egip
to, el declive norte-sur se hacía perceptible de manera particu
larmente drástica. Los habitantes de las comarcas norteñas con
sumían lo poco que entraba del exterior por barco .y
prácticamente no llegaba nada al sur del país, es decir al Alto
Egipto. Las naves destinadas al Alto Egipto eran saqueadas a lo
largo de su itinerario. Así, Anjtifi se ufana con particular orgu
llo: "Hice traer al sur cereales en transportes rápidos. En el sur
s� llegó hasta la tierra de Vavat y en el norte hasta Abidos. Con
cedí al Alto Egipto préstamos de semillas y también al norte.
Mantuve con vida la casa de Elefantina; en esos años sostuve la
colina de los bueyes, después que Hefat y Hermerti obtuvieron
bastante."
El hambre convertía en hienas tanto a pobres como a ri-
·
147
se desbordó, se consumieron las escasas reservas de provisiones
y el.cronista declara en treinta y dos líneas que incluso la gente
de la corte pasó muchas penurias. Entonces el faraón mandó lla
mar a su sabio sacerdote, médico y arquitecto Imhotep y le pidió
su consejo. Imhotep, a quien representan calvo y leyendo un ro
llo de papiro, era un genio universal. Construyó la pirámide es
calonada de Sakkara y también se le atribuye la más antigua doc
trina egipcia de la sabiduría. Después de 2.000 años, sus
aptitudes seguían siendo legendarias, de modo que los griegos lo
veneraron en Menfis y en Tebas bajo el nombre lmuthes, como
hijo de Ptah y dios de la medicina.
Este Imhotep consultó los libros sagrados y dio al faraón
el siguiente consejo: ofrecer un sacrificio a los dioses en la isla
Elefantina. Djoser así lo hizo y se le apareció en sueños la cabe
za de carnero del dios Chnum, guardián de la fuente del Nilo
que causaba las inundaciones. Chnum anunció que volvería a ha
cer érecer el caudal del Nilo y de allí en adelante no echarían de
menos las fecundas inundaciones. Así aconteció en efecto. El
hambre tocó a su fin.
Estos períodos de hambre causaban enormes problemas
sociales en una organización estatal como Egipto, cuya cohesión
costaba tanto esfuerzo. La cuestión no estribaba sólo en que la
población no tuviera qué comer durante siete años, ni que la
mortalidad se elevara mucho más allá del nivel normal. Un ham
bre como la mencionada aquí provocaba oscilaciones sociode
mográficas que no se nivelaban hasta después de varias genera
ciones. De todos modos la mortalidad era particularmente alta
en las etapas más inermes de la vida, es decir, en la lactancia y
en la vejez; también decrecía el número de matrimonios y naci
mientos. Pero tan pronto quedaba superado el mal momento se
producía un movimiento contrario: aumentaban rápidamente los
matrimonios con la lógica consecuencia de un exceso de naci
mientos. Este ciclo se continuaba de una generación a la otra.
Por lo tanto, las huellas de una época de hambre se mantenían
durante siglos.
148
¿El cronista copió la Biblia?
149
José propuso almacenar un veinte por ciento de la cose
cha de todos los cereales durante los siete años ·siguientes, a fm
de formar una reserva, para lo cual se necesitarían nuevos
depósitos y el respectivo aparato burocrático. Bajo el gobierno
de Ramsés 11 hay testimonios auténticos de ambos. Si damos fe
al Antiguo Testamento, el faraón nombró visir a José quien, a la
sazón, tenía treinta años (lo llamó Zafenat Paneaj ("Dios habla y
él vive") y le encomendó el acopio. Y al cabo de siete aftos no se
produjeron las habituales inundaciones y sobrevino un hambre
catastrófica. José mandó abrir los almacenes y el pueblo sobre
vivió a los siete años magros sin hambre.
Si José es un personaje histórico y si vivió bajo Ramsés 11,
no sólo debieran haberse encontrado en la Biblia, sino también
en los textos jeroglíficos referencias a tan benéfica acción para
Egipto. Sin embargo, su nombre no aparece en ninguna estela.
Ramsés, el propagandista, lno hubiera explotado publicitaria
mente como hazaña propia una época de hambre superada sin
perjuicio que, de 'lO mediar la previsión de un José, hubiese cos
tado la vi_da a centenares de miles de egipcios? ¿o apadrina el
informe de los siete años gordos y los siete años flacos del Anti
guo Testamento la citada estela del hambre?
150
de la época de Ptolomeo V (210-180 a.C.). Kurt Sethe llegó a su
poner que debió de originarse bajo Ptolomeo X, quien desde 107
a 101 a.C. fue corregente de su madre Cleopatra 111.
En este caso, los sacerdotes de Chnum habrían tomado la
leyenda de José de los israelitas. Sin embargo, Sethe proporcio
na una explicación que resulta convincente: las estelas conme
morativas que se refieren a acontecimientos acaecidos varios si
glos atrás se basan con frecuencia en documentos antiguos o por
lo menos en la transmisión oral. Podemos partir, pues, con un al
to grado de probabilidad, del supuesto de que el cronista bíbli
co se inspirara en el hambre que hubo bajo Djoser y la solución
del problema mediante sacrificios.
Ciertamente, no es casualidad que casi todos los grandes
egiptólogos hayan polemizado en torno a la leyenda de José .. Es
te texto bíblico contiene numerosas referencias a usos y costum
bres imperantes en el Antiguo Egipto. Aun cuando la historia
pudiera haber sido plagiada los distintos elementos de la narra
ción se basan en hechos. Esto comienza ya con la figura de José.
lExistió? En caso afirmativo, lcuándo?
En el libro 2 del Exodo (12,37-40) se cuenta que los hijos
de Israel, 600.000 en número, partieron de la ciudad de Ramsés
en dirección a Sukkot después de haber vivido en Egipto 430
años, o sea, a los 430 años de .entrar Ja�ob en el país con su fa
milia. En otro pasaje de la Biblia leemos que el año 4 del reina
dQ de Salomón coincide con el año 480 después del Exodo de
Egipto. Si tomamos estos datos como correctos, surgen algunos
interrogantes complicados. _
151
mente con "hebreos". Por consiguiente, cabe suponer que este
pueblo se componía de varias tribus, de las que unas partieron a
Canaán, mientras otras permanecían en Egipto.
El egiptólogo canadiense Donald B. Redford, un especia
lista en cuestiones relacionadas con Amarna y la Biblia, dice:
"En relación con las fechas de las narraciones históricas del
Próximo Oriente, debe procederse de muy distintas maneras. El
investigador debe tomar en consideración el idioma en que se
escribieron, asimismo los evidentes prejuicios filosóficos o
teológicos del escritor, los detalles culturales con los que adornó
el fondo de la historia... en resumen, todo lo que dé en lo posi
ble un indicio de su propia época... Un aspecto esencial de la le
yenda de José es lo familiarizado que estaba el autor con el país
en el cual se desarrolla su historia. Por momentos, da la impre
sión de que quisiera demostrar su conocimiento de los usos y
costumbres de los egipcios."•
Los egiptólogos vuelven a reconocer en estos detalles la
época de Ramsés 11, y dado que se puede presumir como seguro
que Moisés vivió bajo Ramsés 11 y Merenptah, su autoría de la
leyenda de José queda asegurada. Moisés, "instruido en todas las
sabidurías de los egipcios" no pudo resistirse a colorear su texto
con sus conocimientos, basado en una crónica anterior. Hoy se
puede demostrar sin dificultades que a Moisés se le escaparon
algunos errores ·nada pequeños.
152
de Galaad, cuyos camellos traían tragacanto, bálsamo y láudano;
y descendían hacia Egipto"(37,25).
Las caravanas que traficaban entre Egipto, Punt, Palesti
na y Transjordania ya desfilaban por esos derroteros siglos antes
de Moisés, pero el cargamento al cual hace alusión es sólo fruto
de su invención. Estas resinas vegetales no se mencionan en
Egipto, sino en los textos coptos o ptolemaicos. El cronista tam
bién va demasiado lejos en cuanto a la ornamentación de su his
toria al referirse a las bestias de carga. El camello ya se conocía
en el Oriente anterior en aquellos tiempos, pero todavía no esta
ba domesticado, lo cual no aconteció sino en el siglo IX a.C.
"Vamos a venderlo a los ismaelitas" dijeron los hermanos
de José, ..."y lo vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de
plata... "
Este episodio también parece en extremo dudoso, pues
los egipcios no conocían el comercio de esclavos como lo practi
caron más tarde griegos y romanos, al menos no antes del primer
milenio. La esclavitud que tuvo acceso en Egipto se rigió según
sus propias leyes. Los extranjeros que fueron a Egipto durante
el Antiguo Imperio gozaron del régimen de trabajadores de pa
so con un estándar de vida superior al que tenían en su tierra.
¿De qué otro modo se entenderían los relieves murales de la di
nastía V que muestran a los asiáticos llegados en barco con sus
pertenencias y las imágenes de sus dioses y alaban al faraón con
las manos en alto? Después de la caída del Antiguo Imperio tri
bus nómadas se infiltraron en el Delta para llevar allí vida de
hombres libres, y en consecuencia no fueron sometidos a escla
vitud. Esta se impuso en Egipto a comienzos del Nuevo Imperio,
aunque no el tráfico de esclavos; el faraón monopolizó su adju
dicación.
Tutmosis 111 llevó consigo a Egipto 2.000 extranjeros he
chos prisioneros en sus diecisiete campañas y los puso a trabajar
en la construcción de templos. Amenofis 11 reunió en sólo dos
campañas la enorme cantidad de 100.000 obreros. A partir de
entonces, los egipcios se percataron de que no sólo podían con
quistar rentables territorios sino también mano de obra de bal
de, y entonces los esclavos constituyeron una parte fija de los tri
butos anuales exigidos a los pueblos sojuzgados. Pero el tributo
en esclavos iba directamente al faraón, quien se encargaba de la
distribución de la mano de obra. En el templo funerario de Ame
nofis 111, en Tebas Oeste, reza la siguiente incripción: "Sus alma
cenes están llenos de esclavos de ambos sexos, hijos de todos los
confines del mundo". No fue hasta más tarde, sobre todo en la
153
época ptolemaica, que el mercado internacional de esclavos
asentó pie en Egipto. A partir de entonces las personas privadas
vendieron esclavos de contrabando, tal como lo describe la le-
-yenda de José. Aquí encontran1 ns pues un cierto anacronismo. .
154
La leyenda de José bajo la lupa
155
Ejemplo 1 (Libro 1 Exodo Ejemplo 2 (Exodo, Libro 2,
34, 25-29) 44, 4-6 7, 9, 11-4)
156
Dios le habla a Jacob: "No temas ir a Egipto, pues allí haré de ti
un gran pueblo". Luego sigue un censo de los hijos de Israel lle
gados a Egipto, entre los que se cuentan diez hijos de Benjamín.
157
Oro auténtico y dinero falso
. .
158
Las escenas no se diferencian nada unas de otras: en la
mayoría de los casos el faraón está sentado bajo una marquesina
o aparece de pie en una galería de su palacio y deposita cadenas
de oro_en las manos alzadas de los favorecidos que lo.alaban. En
las cadenas aparecen alineadas plaquitas redondas de oro. Sin
duda, estas cadenas tenían un valor material importante además
del ideal. Quien se hacía acreedor a este favor, con seguridad
podía considerarse dueño de una casa, campos y esclavos. Esto
rigió también para el bíblico José.
Con esta ceremonia fue admitido en la augusta sociedad
de la "gente del oro". Cabe hacer notar que la escena descrita en
la Biblia difiere claramente en detalle de la realidad, pero no re
viste gran importancia. En todo el Nuevo Imperio no hubo ante
cedentes que llegaran a nuestros días de la concesión de una sor
tija, pero al cronista no le interesaban tanto los detalles de la
ceremonia como el acontecimiento mismo. Cree describir con
este procedimiento el nombramiento de José como visir. Y de
hecho, hay egiptólogos que hacen coincidir la imposición del
cargo de visir con la ceremonia de la concesión del oro honorífi
co, pero esta teoría es rebatible.
La reforma rural y agraria realizada por el visir José (el
Antiguo Testamento habla del censo del faraón) proporciona'
aclaraciones enormemente interesantes sobre las condiciones de
posesión en la época ramésida, sobre las leyes tributarias y las
condiciones sociales. Por cierto el informe se debe a la pluma de
un extranjero y por lo tanto hay que tenerlo en cuenta con reser
vas. Aquí también se advierte algún capricho en el detalle, cier
ta información falseada.
El libro 1 del Exodo (47, 15-26) informa del siguiente mo
do sobre el hambre que asoló Egipto y la tierra de Canaán:
"... llegaron todos los egipcios ante José diciendo: 'Danos pan.
lPor qué vamos a morir ante tus ojos por falta de dinero?"
'Traedme -dijo José- vuestros ganados y os daré pan a
cambio de ellos si falta dinero'. Llevaron pues sus ganados a
José y José les dio pan por los caballos, por el ganado menor y
mayor y por los asnos. Aquel año les proveyó de pan a cambio de
- todos sus ganados" (Exodo, 1,47, 15-17).
Este texto hace necesarias algunas rectificaciones. En la
época ramésida, los egipcios no disponían aún de dinero alguno.
El comercio se realizaba puramente en base al trueque o en for
ma de compensación. También se habla de dinero cuando llegan
a Egipto los hermanos de José con el fin de comprar granos.
Conforme a la orden del visir José "los recipientes se llenarán
159
con granos, el dinero de cada uno se guardará en un saco". Las
monedas se acuñaron por primera vez e� el siglo VI a.C., y de
ninguna manera en Egipto, sino en Lidia, en la costa occcidental
de Asia Menor. En consecuencia, el dinero habría circulado
también en Egipto y Palestina no antes de esa época. Si hubo en
Egipto algo similar al dinero, esto debe adjudicarse antes al
trueque que al negocio pecuniario. A veces, los egipcios paga
ban con piezas de plata acuñada, pero no tenían valor nominal
(en lo que se refiere al concepto "dinero") sino tenían sólo el va
lor real del metal.
El principal alimento y salario básico de los antiguo� egip
cios era el trigo y en menor escala la cebada. El trigo se medía y
se empleaba en la elaboración de bollos o cerveza. Conocemos
con bastante exactitud la remuneración de los trabajadores de la
necrópolis de Der el-Medine, de los canteros especializados que
labraron las tumbas de los faraones en las rocas del Valle de los
Reyes. El salario de un obrero en Der el-Medine importaba·
mensualmente 300 litros de trigo y 110 de cebada, pagadero por
adelantado el 28 de cada mes. Los ayudantes recibían apenas la
mitad, los escribas un 75% y los capataces un 25% más que el
obrero comán. Además, cada diez días les distribuían 18 kilos de
pescado, así como aceite, grasa y 500 haces de leña y, de tiempo
en tiempo, ropas, especias y cosméticos.
Asimismo, es inexacta la información bíblica seg(Jn la cual
los egipcios almacenaban pienso para sus caballos. Los equinos
no eran de propiedad privada, sino se utilizaban exclusivamente
para fines militares, como tiros de los carros de guerra, y los alo
jaban en las cabellerizas reales.
160
seremos esclavos del Faraón, pero entréganos simien�e para que
podamos vivir y no muramos y no se quede yerma la tierra."
(Exodo 1,47,18,19).
"El visir compró toda la tierra de Egipto para el Faraón,
pues cada uno de los egipcios vendió su campo porque el ham
bre los acuciaba fuertemente. Así el país llegó a ser del Faraón.
Redujo a servidumbre a la gente de un extremo al otro del terri
torio egipcio."
De este modo el cronista bíblico intenta aclarar al lector
por qué todo el territorio egipcio perteneció al faraón y el pue- ·
161
dicha dinastía, quien aligeró el sistema en favor de los sacer
dotes.
Al crecer en poder, los sacerdotes de las épocas más
tardías fueron colmados de más y más privilegios. Las donacio
nes dispendiosas de los reyes de Sais (663-525) con el derecho
de recaudar sus propios impuestos no contribuyó precisamente a
que el pueblo simpatizara con esta clase. "La gente", escribe un
impuestos!'"
En ninguna parte quedó asentado con exactitud a cuánto
ascendían estas cargas tributarias. Parece ser que el ministerio
de finanzas de la época faraónica era una institución tan odiosa
y rodeada de misterios como el de nuestros días. En el Antiguo
Testamento_ el visir José habla así a su pueblo:
"Mirad que hoy os he comprado junto con vuestras tierras
para el Faraón. Aquí tenéis semillas para que sembréis el suelo,
pero de la cosecha habréis de dar un quinto al Faraón; las otras
cuatro partes serán para vosotros� para simiente del campo, pa
ra vuestra alimentación, para los que están en vuestra casa y pa
ra alimentar a vuestros pequeños"... Y José estableció esto como
ley que rige hasta el presente sobre el suelo de Egipto: "dar al
Faraón un quinto" (Exodo, 1,47, 23-24, 26).
La tasa_ del impuesto del 20% citada en la Biblia corres
pondería a un término medio, pues el papiro Wilbour menciona
cuotas tributarias entre una onceava parte y un cuarto. En con
secuencia, Egipto fue un paraíso impositivo y si los egipcios pro
testaban por los "altos" impuestos sería porque aíín hoy es de
buen tono despotricar contra el fisco.
162
ramésida creía en la superioridad de su pueblo. Se sentía miem
bro de una raza dominadora que por designio divino estaba des
tinada a mandar. Ya bajo los ramésidas el pueblo del Nilo pudo
echar una mirada retrospectiva a milenio y medio de historia e
historiografía con las que ningún otro pueblo estaba en condi
ciones de competir. Esto llevó, por fuerza, a cierto racismo y a
una discriminación de grupos étnicos y de las capas sociales in
feriores, por lo que a los egipcios les interesó sola y únicamente
el predominio político y económico.
En sus Historias (11, 47) Herodoto informa sobre el trato
inhumano que daban a los porqueros. (Véase página 172).·'
Y el cronista de la leyenda de José sabe informar algo pa
recido acerca del trato dado a los pastores de ovejas y a los
judíos. Por ejemplo, José aconseja a su padre y a su familia no
presentarse al faraón como pastores de ovejas: "Cuando el Fa
raón os llame y os diga: 'lCuál es vuestro oficio?' le diréis: 'Tus
siervos son ganaderos desde su juventud, tanto nosotros como
nuestros padres' para que así podáis estableceros en la tierra de
Gosen, pues los egipcios abominan de todos los pastores" (Exo
do 1,46,31-34).
Y los hebreos no gozaban de mejor fama. Cuando la fami
lia se reúne en la casa de José en Egipto, sucede que "...sir
viéronle aparte, aparte también a ellos y a los egipcios que
comían con él, pues los egipcios no pueden comer con los he
breos porque. es una cosa abominable para los egipcios" (Exodo
1,43,32).
Si damos crédito a Herodoto, había diferencias notables
entre egipcios y egipcios. Presumiblemente, hubo siete castas. El
historiador de Halicarnaso, en el Asia Menor, las enumera en el
siguiente orden: sacerdotes, guerreros, pastores de vacas, pasto
res de ovejas, traficantes, lenguaraces y recaudadores de im
puestos. Esta enumeración es tan incompleta y errónea como la
afirmación según la cual los nombres de los egipcios derivában
de sus respectivos oficios..
lPero es de extrañar que se originaran estas narraciones?
lEs de extrañar que los viajeros de tierras extrañas recogieran
estos mitos, y los difundieran, cuando todo lo que veían en aquel
país gobernado por Ramsés 11 era tan extraño, grandioso, pom
poso y exótico?
En todo caso, los egipcios eran un pueblo curioso y digno
de admiración para los otros. Herodoto dice que los egipcios
evidenciaban "en sus usos y costumbres, lo contrario de lo que en
gran parte se presenta en los demás hombres". Así por ejemplo,
163
'•
entre ellos las mujeres se sentaban en el mercado y hacían nego
cios, mientras los hombres permanecían en casa y tejían; los
hombres llevaban cargas sobre la cabeza, mientras que las muje
res ló hacían sobre los hombros; como si eso no bastara, los hom
bres se ponían de cuclillas para orinar, en tanto las mujeres lo
hacían de pie.
Lo que a Herodoto le resultaba del todo incomprensible
era que los egipcios hicieran sus necesidades en las casas, en
tanto a menudo comían en la calle: lo feo debía ocultarse y lo be-
llo y placentero exponerse abiertamente. .
Las condiciones higiénicas en el país del Nilo asombraban
a los griegos. Herodoto hace notar: "Beben en copas de bronce
que lavan todos los dfas, no un día sf y al otro no, sino cada día.
Usan túnicas de hilo siempre inmaculadas, algo en lo que ponen
particular esmero. Se circuncidan por razones de pureza, pues
prefieren ser puros que completos."
Herodoto pudo comprobar también que tomaban muy en
serio la celebración de las fiestas. Cuenta que en una ocasión,
antes de un ágape, el anfitrión circuló entre sus invitados con un
pequeño sarcófago que contenía una momia, se lo hizo ver a ca
da uno y les dijo: "Mira esto y luego come y regocíjate. Cuando
mueras te parecerás a este."
Seguramente, el desafío no dejó de influir sobre el apetito
de los huéspedes. En esta sociedad de consumo no era raro que
se engullera hasta tener que vomitar. Herodoto habla de gente
que cada mes se purgaba durante tres días, se aplicaba asquero
sas enemas o bien recurría al vómito, provocado artificialmente,
para mantener la salud y la esbeltez.
Era una vida desenfrenada, una vida desmesurada, una vi
da como le gustaba a Ramsés 11. Un refrán del Antiguo Egipto
reza: "El hombre necesita diez años para comprender lo que es
la vida y la muerte; tarda otros diez años en aprender un oficio,
· diez años más para amasar una fortuna y al cabo de un decenio
adicional alcanza la edad en la que se hace razonable."*
Seguramente, esto no rigió para Ramsés el Grande. A los
cuarenta se encontraba en el pináculo de su poder y había llega
do al conocimiento de que los dioses a los que los egipcios ele
vaban sus ojos desde hacía milenios, tampoco eran más
poderosos que él. Como conclusión se preguntó seriamente si él
mismo no sería un dios.
164
6.
166
cían aves, pasteles y panes. Una fiesta popular sin parangón iba
a celebrarse con entusiasmo.
Sin embargo, la ceremonia descrita por Herodoto se ini
ció de muy distinta manera: el pueblo peregrinó hasta el templo
con llanto, clamor y rezos, se mezcló entre las filas de peregrinos
que pasaban por las necrópolis, junto a las tumbas monumenta
les de Jos grandes y poderosos, junto a sus tumbas simuladas y
bóvedas duplicadas, junto a las sencillas fosas de los mortales
comunes y a los miles de lápidas conmemorativas con sus lamen
tos y loas a Osiris grabadas en la piedra.
En aquel momento las puertas del templo estaban cerra
das. Nadie sabía con exactitud qué sucedía detrás de ellas, ni si
quiera cuál era el aspecto del templo. Fuera de Ramsés, sólo los
sacerdotes y los iniciados podían penetrar en el recinto sagrado,
dentro del cual se desarrollaban cosas increíbles, en tanto los
peregrinos desfilaban por los cementerios.
·La arquitectura del templo de Abidos, no orientado a lo
alto sino a lo ancho, ya evidencia que le correspondía una posi
ción especial dentro de los edificios sagrados del país. Un pasi
llo estrecho conducía al primer patio, desde el cual los iniciados
llegaban al segundo patio por una rampa y a través de un peris
tilo de pilastras. Debía atravesarse un segundo peristilo de pilas
tras para llegar a una primera sala de columnas no muy grande,
contigua a otra de mayores dimensiones.
Los catorce años de reinado de Seti 1 fueron demasiado
breves para lograr la conclusión de este templo, de manera que
quedó en manos de Ramsés terminarlo, para digna memoria de
su padre. Seti vio terminado solamente el sancta sanctorum (los
dos patios anteriores y los peristilos de pilastras fueron construi
dos por Ramsés 11), pero este corazón del templo abundaba en
curiosidades.
Albergaba siete capillas colindantes, en cada una de las
cuales había una imagen del dios al que estaba dedicada (de iz
quierda a derecha): el rey Seti, Ptah, Re-Harajte, Amón Ra, Osi
ris, Isis, Horus. El número siete no tenía para los egipcios ningún
significado religioso y el hecho de que resultaran siete las capi
llas es fortuito, resultado de alinear dos grupos de trinidades y la
capilla de Seti.
Amón, Ptah y Ra representaban los centros religiosos del
país: Tebas, Menfis y Heliópolis. Osiris, lsis y Horus eran los
tres dioses principales del círculo de Osiris. Seis de estas capi
llas tenían en su parte posterior una puerta ficticia, el "acceso"
al más allá, pero en la capilla de Osiris había un paso real por
167
el cual se llegaba a varios recintos seguidos que abarcaban todo
el tracto transversal. Allí se celebraban anualmente los misterios
de Osiris, en el-cuarto mes de la inundación, y Ramsés 11 rara vez
se perdía el espeCtáculo.
168
La danza de las doncellas rapadas
169
Y por último "Isis" �antaba:
170
gadas con el vipo de los verdes ojos de Horus. Bailaban y exha
laban la fragancia de especias traídas de Punt. Dormí con cada
una de ellas y cómo recompensa les puse alhajas en los miem
bros."
171
que habrfan adoptado de los egipcios la idea de la reencarna
ción: cuando el alma se ha alojado en todo!ii los seres vivientes de
la tierra, el mar y el aire, vuelve a animar el cuerpo de un ser hu
mano que es dado a luz en ese preciso momento. Este círculo se
cumple en un .pedodo de 3.000 años•. .
Era inherente a Osiris la fecundidad crónica, la fuerza
que actúa debajo de la tierra, la que provocaba el desbordamien
to del Nilo. De este modo queda explicado un componente esen
cial del culto.de Osiris: a partir del Imperio Nuevo, se ponía jun
to a los muertos pequeños sarcófagos de momias llenos...de tie
rra, en la cual se habían sembrado semillas que al brotar repre
sentaban la resurrección del Ba • •, símbolo de la inmortalidad.
lQué era el cadáver de un ser humano, sino una semilla
muerta que al hundirse en la tierra despertaba a una vida ines
perada, germinaba y vivía una nueva existencia como planta?
Cada dios tenía su ciudad natal. Presumiblemente, Osiris
procedía de Busiris, en el delta nororiental del Nilo, de ahí sú
nombre aatiguo "señor de Busiris". Llevaba el apelativo Venofer
"el permanentemente perfecto", un nombre conocido en Egipto
antes de que le fuera asignado a Osiris. En consecuencia, Osiris
parece haber tenido un modelo prehistórico. Además, en el
capítulo 142 del Libro egipcio de los muertos se citan no menos
de cien nombres para Osiris, un signo de la multiplicidad de ·su
naturale�a.
Al principio, todo faraón fallecido se convertía en Osiris.
La creencia según la cual también los mortales comunes lo
hacían no se evidencia hasta más tarde, más o menos alrededor
del 2.000 a.C. En esta época ya circulaba el mito de Osiris, ase
sinado y descuartizado por Set. Luego, su hermana y esposa Isis
reunió las partes del cadáver y despertaron a una vida nueva, de
modo que pudo concebir de él a su hijo Horus. Este venció a Set,
el asesino de su padre, se convirtió en heredero al trono de Osi
ris y continuó imperando en el reino de los muertos.
El griego Plutarco de Queronea, filósofo, historiador y sa
cerdote del oráculo, viaj6 por Egipto en el siglo 1 d.C., y repro
dujo la leyenda de Osiris comouna crónica de la remota prehis -
terior.
'172
La leyenda de Osiris según Plutarco
173
Cómo Abidos se convirtió en lugar de peregrinación
Con esto comenzó para Abidos una gran época. Los reyes
de las dos primeras dinastías ya habían hecho construir allí tum
bas duplicadas o simuladas. Abidos se convirtió en el centro del
culto osírico y en lugar de peregrinación, posición que conservó
a intervalos hasta tiempos tardíos...
Uno de estos intervalos coincidió con la reforma religiosa
monoteísta de Ecnatón. En el Imperio Medio también hubo en
el santuario del Nilo un prolongado período de receso. El rey
Sesostris Ill (1878-1841), conquistador de Nubia, encomendó a
su "príncipe heredero conde, maestro· del tesoro y 6nico amigo",
Ijemefert, la restauración del templo de Osiris en Abidos•.
Además, Ijemefert fue comisionado para erigir una nueva ima
gen de Osiris con el oro que Sesostris le había quitado a Nubia.
Mientras el soberano seguía su marcha hacia el sur, su
"6nico amigo" se encargó de la realización de los trabajos y asu
mió el cargo de sumo sacerdote.
174
Mandó construir un trono para Osiris, una angarilla y una
barca de procesión de oro, plata, lapislázuli, bronce y maderas
nobles. Los sacerdotes que cada día debían cumplir el ritual fue
ron renovados en su ministerio, el culto que al parecer había
caído en un letargo, volvió a revivir. En el templo de Abidos se
había enseñoreado entretanto otro culto, e ljernefert debió de
rrotar primero "a los enemigos de Osiris" antes de poder poner
manos a la obra. Tuvo éxito en su empresa y entonces comenzó
a reinstaurar el culto de Osi�is en Abidos con gran magnificen
cia.
600 años más tarde Ramsés 11 se enfrentó al mismo pro-:
blema. El también "encontró en Abidos los templos funerarios
del sagrado territorio de los reyes, de los antepasados y sus ce
notafios* en vías de decadencia. Una parte de ellos estaban aún
en construcción, pero sin avanzar más allá de los cimientos, Íos
ladrillos todavía no habían sido apilados unos sobre otros. Lo
que había quedado de obra se había convertido de nuevo en poi-.
vo. Nadie terminó de construir ni se ajustó a los planos después
de que el amo voló al cielo".**
Ramsés 11 amaba Abidos y el distrito de Tinis. Lo destacó
expresamente en su inscripción de inauguración y ese fue tam
bién el motivo por el cual continuó el proyecto del templo inicia
do por su padre Seti, respetando al principio su estilo, y más tar
de, según su peculiar preferencia personal. Posiblemente
aquella empresa le hizo perder las ganas de concluir su propio
templo funerario, que se estaba construyendo al mismo tiempo
al norte del templo paterno. El templo funerario de Ramsés, del
que no se ha conservado nada, era mucho más pequeño que el de
Seti y debió d� inducir a comparación.
Sin embargo, Ramsés no era hombre dispuesto a someter
se a comparaciones. Por lo tanto, no hay sino dos explicaciones
respecto de la existencia en Abidos de un templo pequeño de
Ramsés junto a uno mucho más grande de Seti: Ramsés concluyó
el templo de Seti con tanta magnificencia porque lo amaba más
allá de toda medida o bien se inclinó a c-onsiderar como propio
el templo comenzado por su padre. La respuesta a este interro
gante no es difícil. lA quién amaba Ramsés más que a sí mismo?
• Sepulcros simulados.
175
Un templo como el horizonte celeste
176
el horizonte. Frente al templo hay un lago, tan grande como
un mar, claro como el lapislázuli.*
En su parte central todos los días crecen en gran abun
dancia papiros, juncos y flores de loto. Bordean el lago árboles
que se unen con el cielo, tan altos son, y tan corpulentos como
los abetos de la montaña."
Las donaciones para el templo que no se limitaban a la
erección de un santuario, sino que debían servir ante todo a su
mantenimiento; eran grandes empresas económicas. Como ad
ministradores de estas instituciones alarde de la riqueza y gene
rosidad del faraón, Ramsés 11 nombró de preferencia a ex mili
tares y rara vez a sacerdotes. Estos funcionarios recibían el
nombre de alcaldes y eran gente de prestigio. Amenemheb, al
calde de un dominio religioso de Nubia de Ramsés 11, procedía
de la familia de su virrey. Ruru, alcalde mayor del templo de Se
ti en Abidos, fue "escriba real e intendente de las tropas de ca
ballos de Su Majestad". Un general retirado de nombre Inshefnu
fue designado alcalde más tarde y se le confirieron las institucio
nes de Min en Ajmim y de Upuaut en Assiut.
177
dios de la guerra debió de parecerles más adecuado. En cambio,
Baal era el dios de la tormenta y de la fecundidad de los semitas,
y por lo tanto se identificaba con Set, el dios de la tormenta q�e
con el viento traía la lluvia y con la lluvia la fertilidad.
Seti, padre de Ramsés, cuyo nombre deriva de Set, colocó
una de sus tres divisiones bajo su patrocinio y el año 1 de su rei
·nado partió para Palestina con las divisiones de Amón, Ra y Set.
En tiempos de la dinastía XVIII el ejército egipcio se componía
de las divisiones Amón, Ra y Ptah. Ramsés 11 combatió frente a
Kadesh de nuevo con la división de Ptah, menospreciada por Se
ti, pero con una división adicional, la cuarta, que era la de Set.
Esto parece ser de particular importancia porque las divisiones
del ejército egipcio siempre recibían la denominación de la dei
dad principal del reino.
El santuario más importante de Set estaba en Ombos,
donde hoy se levanta Bailas, en el Alto Egipto. Tutmosis 1 erigió
allí un templo a la deidad de cabeza de animal y Ramsés 11 lo so-·
metió a una radical restauración, más aún, convirtió a Ombos en
una provincia de administración autónoma. También construyó
otro templo a su dios favorito en la capital Ramsés, situado en la
parte sur de la ciudad, según la descripción del papiro Anastasi
11. En Matmar levantó un templo a Set con las piedras de un ex
templo de Atón y otro más en Sepermeru, en el Alto Egipto.
Ramsés 11, el soberano del país del Nilo y del "resto del
mundo", escogió a Set como dios favorito porque respondía a to
das las conveniencias en el extranjero. Set, al igual de Baal, siem
pre entraba en acción cuando los intereses egipcios transgredían
los límites del territorio propio. Podemos imaginar perfecta
mente que los dioses vernáculos hubieran hecho oídos sordos si
el rey Ramsés les hubiese ido con quejas por las copiosas neva
das. Estas cosas exóticas quedaban reservadas para Set.
En la estela de la boda de Abu Simbel, Ramsés implora la
protección del "señor de los países extranjeros" para una expedi
ción egipcia que ha partido hacia el norte en busca de una prin
cesa hitita a orillas del Nilo. "Su Majestad reflexionó", dice allí,
"y consultó a Su corazón; ¿qué les sucederá a los que envié al ex
terior, los que partieron en una misión a Siria, en estos días de
lluvia y nieve que caen allí en invierno? Entonces ofreció a su pa
dre Set un gran sacrificio y pronunció una oración" (Véase tam
bién página 248).
178
Anat, la diosa de la guerra y del amor
Corona del Corona del Doble corona Corona Atef Corona Kepresh.
Alto Egipto Bajo Egipto
179
Esto se hace particularmente patente en una estela que se en
contraba en la calzada militar de Egipto a Asia Anterior.
Ramsés hace su ofrenda a Seth (Baal), cuya "hermana virgen"
era Anat. El texto que se ha conservado de forma fragmentaria
r((za: "Yo, Anat, te he dado a luz como Set. Tú te yergues como
becerro para proteger a Egipto. Masacrados han quedado los
enemigos por la llama del señor del heredero, Ramsés, amado
de Anat, la soberana del cielo."
Anat extendía su mano protectora sobre todo lo que tenía
relación con el faraón: por el contrario, los mortales comunes no
llegaban a tener contacto con su nombre ni con su culto. El pe
rro de Ramsés 11 se llamaba "Anat protege" y el faraón lo lleva
ba consigo a la batalla. Una de las presuntas cincuenta y una hi
jas del faraón (pueden haber sido más) se llamaba Bent-Anta o
Batti Anat "hija de Anat" y era su predilecta. Ramsés la convir
tió en "gran esposa real".
El culto a una deidad extranjera como el de Anat no sig
nificaba degradación para los dioses locales. El doctor Rainer
Stadelmann, del Instituto arqueológico alemán de El Cairo, nos
da la siguiente explicación:
"De acuerdo con las i4eas de los egipcios, ciertas deida
des poseían una capacidad de poder particularmente descollan-
� te en las regiones de las que eran oriundas: pensemos por ejem
plo en Min, del desierto oriental, y en Wadi Hammamat, o en
Set, el señor del desierto y de los oasis. De ahí que al realizar ex
pediciones, recabaran el apoyo de las respectivas deidades. En
consecuencia, a los egipcios debió de parecerles razonable que
en Asia Anterior las deidades vernáculas fueran las más podero
sas y que el faraón no pudiera dominar dichos países sin su ayu
da y cooperación*.
180
Y Ramsés resolvió hacerse dios
182
El culto de Ramsés II divinizado dio curiosos frutos,
además de que ·el faraón se ofreciera sacrificios a sí mismo, el
dios. En el templo de Ramsés II adyacente a la puerta oriental
del templo de Karnak, Ramsés, el dios, era venerado como "el
único que escucha nuestros ruegos". Allí, ante la estatua del
dios, los devotos egipcios podían hacer sus preces y formular sus
peticiones que, a veces, el ser humano Ramsés atendía.
El rey, en actitud de ofrecer su ka, se convirtió en el nue
vo motivo más utilizado de la escritura de relieves ramésidas.
Rey y dios son figuras confrontadas una a la otra. A veces, el dios
·Ramsés aparece con un disco solar y astas sobre la cabeza, otras
con una cabeza de halcón, adornada con una luna entera o una
media luna. Por todo el país se movilizaron cuadrillas de escul
tores para documentar la nueva situación en forma iconográfica.
Cuando era posible el dios Ramsés era incluido en escenas ya
existentes con dioses, colocado a su lado o esculpido sobre ellos.
En caso contrario los artistas creaban escenas nuevas. En el tem
plo de Wadi es-Sebua, agregaron la figura de Ramsés junto a las
de los dioses Nejbet, Tefnut y Onuris* como hijo y lo proveyeron
de una propia barca sagrada, el tabernáculo para su imagen di
vina. La imagen de Ramsés como dios aparece en la misma línea, -
con Hator y Ptah, en el sancta sanctórum del templo de Gerf
Hussein. En el templo de Ed-Derr el rey divinizado está repre
sentado en forma humana con corona Atef o el disco solar sobre
la cabeza.
Mientras que la divinidad de Ramsés fue reproducida do
cenas de veces en el gran templo de Abu Simbel, en el pequeño
templo de Nefertari esto acontece una sola vez. En el muro nor
te del sancta sanctorum aparece Ramsés haciéndose una ofren
da a sí mismo y a su esposa favorita, Nefertari, igualmente divi
nizada, y quien ya habría fallecido al crearse esta escena. Los
arqueólogos encontraron al faraón ofreciéndose flores a sí mis
mo en el templo de Aksha, completamente destruido, y en el
último templo erigido por el rey dios en Nubia, que quedó. a mer
ced de las aguas y el limo del Nilo.
• Nejbet era la diosa regional del Alto Egipto; Tefnut, la hermana de Shu, dios
del viento, era la imagen mítica de la luna, y Onuris era considerado el que sus
tenta el cielo.
183
Fragmentos de la teomanía
184
En los museos alemanes también pueden encontrarse re
presentaciones en las cuales Ramsés II se adora a sí mismo. La
Colección Estatal de Arte Egipcio de Munich muestra la estela
del visir Rahotep, de un metro de altura, una placa de piedra ca
liza que procede presumiblemente de la ciudad Ramsés. Una
banda horizontal la divide por la mitad. En la parte inferior Ra
hotep está de hinojos, ora con la diestra en alto y alaba a
"Ramsés, el gran dios, que escucha los ruegos de la gente".
Ramsés es nombrado dos veces "el gran dios" en esta loa.
La representación de la mitad superior de esta estela pro- .
vaca un ligero estremecimiento. Se enfrentan en ella dos
Ramsés: a la derecha el faraón, con la corona azul debajo de un
disco solar rodeado por un ureo, a la izquierda el dios erguido
sobre un pedestal como estatua colosal. El rey Ramsés of. rece a
Ramsés dios un recipiente de vino y otro de incienso. Sobre una
mesa, ante el faraón, aparecen otros recipientes votivos, pomos
de bálsamo o incienso y palmas. La aclaración de lo que hace
aquí Ramsés en su beneficio está tan dañada que sólo se ha con
servado la palabra "haciendo ..." .
185
Plata para Mosi, el escriba del ejército
186
que cualquier semejante anterior a él, Ramsés hizo que este cul�
to se practicara con más pompa de lo que fue habitual entre
· ·
otros faraones.
187
En la historia egipcia ya habían sido venerados en vida co
mo dioses otros diez reyes y reinas. El primero fue el fundador
de la IV dinastía, el rey Snefru, cuyo culto se celebró hasta la di
nastía XVIII. En el Imperio medio se tributaron honras de dio
ses a tres faraones vivos: el primero Mentuhotep, que eligió co-.
mo capital a Tebas, Sesostris III, el conquistador de Nubia, y
Amenemhet III, cuyas preferencias fueron para la región de Faj
jum. Durante las dinastías XVIII, XIX y XX los egipcios adora
ron a Amenofis I y a su madre Ahmes Nefertari, a Ramsés 1, a
Seti 1, a Ramsés II y a Nefertari, su esposa favorita.
También merecieron veneración divina junto a estas figu
ras de soberanos algunos individuos del pueblo en virtud de ha
berse destacado por sus logros extraordinarios. Uno de ellos fue
el sabio Imhotep. Arquitectó y visir del faraón Djoser, fue ado
rado en Menfis como dios de la medicina por sus curas milagro
sas; otros, el muy apreciado Kagemni, visir del rey Teti (VI di
nastía); el gran guerrero e importante administrador de
Elefantina, Pepinajt (dinastía XI) o lsi, el gobernador de Edfu.
A partir de allí hasta la época ramésida sólo se tributaron hon
ras divinas a un mortal común, que fue el escriba Amenofis, hijo
de Hapu, súbdito de Amenofis 111.
El hecho de que mortales comunes anteriores a Ramsés 11
lograran alcanzar el status divino fue para User-maat-Re un ver
dadero desafío. ¿cómo podía él, el todopoderoso, probar su om
nipotencia sino a través de monumentales edificios y estatuas?
Sus colosos, de Menfis, Ramsés City, Tebas Este, Tebas Oeste y
Abu Simbel, en parte informes, son expresión de este afán de no
toriedad, grosera demostración de querer ser más grande, más
importante, más divino. Cuando pronunció oraciones en público
para su difunto padre Seti 1 y para su abuelo Ramsés 1, no lo hi
zo por humildad ante sus antepasados, sino para justificar su
propia divinidad. El abuelo también había sido dios.
188
Ecnatón. Por el contrario, Ramsés no dejaba pasar ninguna
oportunidad sin hacer ostentación de su grandeza y de sus ha
zañas. "Yo soy quien le hace bien a tu corazón una y otra vez,
cuando soy el único señor, como lo fuiste tú, para conducir los
asuntos del país." Así le habla Ramsés a Ptah en la estela de Abu
Simbel, cuyo texto, con algunas variantes para adornarlo, fue
adoptado más tarde por Ramsés 111 para la inscripción del pilón
de Medinet Habu. Incluso para una personalidad de soberano
como Ramsés 111, a quien los egiptólogos están dispuestos a con
ceder hoy el apelativo de "Grande", User-maat-Re fue un mod�
lo.
El "Decreto del dios Ptah para el rey" inscrito en la estela
de Abu Simbel, evidencia la relación de Ramsés con su padre
Ptah. Este dios de la ciudad de Menfis, a quien representan con
figura humana, vestido como momia y con el cráneo aplanado,
era el dios creador, hacedor del universo por el poder de su pa
labra. Ramsés veía en Ptah a su progenitor y educador, al cau
sante de todos sus triunfos, que se representaban como una re
lación mutua entre el dios Ptah y el dios Ramsés. Pero en un
examen más minucioso del texto de la lápida, llama la atención
que en el diálogo de los dos dioses Ptah no escatima distinciones
y títulos para Ramsés, en tanto este sólo hace referencia a sus lo
gros para con su progenitor.
La representación de la estela de Abu Simbel muestra a
Ramsés 11 masacrando a sirios y negros frente al dios Ptah. Este
le dice a Ramsés: "Yo soy tu padre, el que te ha engendrado co
mo dios para que seas rey del Alto y Bajo Egipto en mi trono. Te
encomiendo los países que he creado. Sus grandes te traerán sus
tributos y vendrán a ti con sus dádivas, porque tu poder es in
menso. Los países extranjeros yacen reunidos bajo tus plantas,
escuchan tu ka por toda la eternidad y siempre te erguirás sobre
ellos."
La inscripción que lleva la fecha del día 13 del primer mes
de invierno del año 35 comienza con un discurso de Ptah "a su hi
jo, amado por él, .su primogénito, el dios divino, el príncipe de
los dioses, rey Ramsés". Ptah confirma en ella su paternidad. Di
ce haber engendrado a Ramsés y confiado su crianza a las sacer
dotisas del templo. Los mismos dioses de Egipto habrían queda
do prendados de la belleza del niño. Dice Ptah:
"Cuando te contemplo, mi corazón se regocija y te recibo
en dorado abrazo. Te envuelvo en vida, perennidad y dicha, te
concedo salud y gozo, te agracio con júbilo, arrobo, regocijo,
placer y alegría. Hago divino tu corazón como el mío... Tu co- ·
189
razón debe ser prudente y sus sentencias acertadas y no debe ha
ber lo que tú no sepas. Te he entronizado como rey de la eterni
dad y soberano perpetuo y te confiero mi divino ministerio, para
que domines como rey a los dos países del Alto y Bajo Egipto."
Seguidamente, Ptah pasa a referirse a lo cotidiano, a las
casas de víveres que Ramsés construyó en todo el territorio, a los
artistas, capaces de "realizar maravillas" y a los príncipes extran
jeros que envían a sus hijos a la corte de Ramsés 11 a fin de brin
darles la mejor educación. Ptah dice verbalmente:
"Los grandes de cada país te regalan a sus hijos. Los enco
miendo a tu f"llosa espada, para que hagas con ellos lo que quie
ras, rey Ramsés. Pongo en cada corazón respeto y en cada cuer
po amor hacia ti. Hago que en todo país extranjero te teman y el
miedo que inspiras cunda veloz por las montañas. Los grandes
tiemblan con sólo pensar en ti. Vienen a ti con un solo clamor,
para implorar tu gracia. Das vida a quien tú quieres y matas
cuando te viene en gana... Mira, el trono de cada país está bajo
tu bastón. Hago que te sea concedido todo lo delicioso y te
ofrenden bellos cantos de alabanza."
Para concluir, Ptah promete a Ramsés "magníficos prodi
gios": el cielo temblará, las montañas se conmoverán cuando
sólo sea pronunciado el nombre de Ramsés: "Tu nombre será
poderoso y magnífico por toda la eternidad."
Por último, toma la palabra Ramsés, el divino rey. Hace
acopio de largos homenajes para Ptah y considera haber hecho
honor a la educación del dios creador. De hecho, el discurso de
Ramsés 11 no es sino una autoalabanza. Dice así:
"Yo soy tu hijo, el que sentaste en el trono para transferir
me tu poder real. Me formaste según tu apariencia y tu figura y
me traspasaste lo que has creado. Yo soy quien hará bien a tu co
razón una y otra vez. Tú creaste a Egipto de nuevo, pero yo lo
haré otra vez y conformaré los dioses que han nacido de tu cuer
po según su color y su forma. He proveído a Egipto según tus de
seos y edifiqué templos en él. Amplié tu casa en Menf'IS, de mo
do que está fundada en eterno trabajo con magníficos edificios
de piedras, incrustados de oro y piedras preciosas auténticas.
Cerré tu patio anterior del norte, frente al tuyo, con un espléndi
do pilón. Sus puertas son como el horizonte del cielo y hacen que
los extranjeros te adoren. Hice tu digno templo dentro de las
murallas divinas. Fuiste modelado como estatua dentro de la ca
pilla secreta, sedente sobre un gran trono. Procuré sacerdotes,
profetas, esclavos, campos y rebaños para tu divina imagen y la
complací a través de sacrificios y centenas de miles de cosas bue-
190
1·
nas. Celebré una gran fiesta de aniversario y fuiste tú quien me
lo encomendó.
"Dejé ver a cada país la belleza de mis obras. Imprimí tu
nombre á los hombres, a los nueve pueblos de arqueros y a toda
la tierra. Te pertenecen por toda la eternidad, pues yo, tu hijo,
lo he ordenado, yo, el señor de dioses y hombres, el soberano
que celebra aniversarios como tú, yo, el portador de los dos sis
tros, hijo de la corona blanca, heredero de la corona roja, dueño
de los dos países en paz, yo, rey Ramsés."
191
aquel tiempo con apacibles cabelleras sueltas al viento y luengas
barbas. En cambio, los servidores de los templos egipcios
cumplían sus funciones con las cabezas rapadas. "Los sacerdotes ·
na capital.
Antes de expedir el certificado correspondiente, el calvo
revisaba minuciosamente la piel del animal. Si encontraba un so
lo pelo negro, el toro era desechado por impuro. Después de es
ta prueba de aptitud, el dictaminador le examinaba la lengua en
busca de características particulares. Por añadidura, los pelos
de la cola debían crecer en la "dirección natural".
192
Seti, el padre de Ramsés II, mandó erigir para sí la tumba faraónica más suntuo
sa. Este relieve lo muestra j unto con el dios Anubis, maestro de ceremonias del
culto a los muertos.
Rams6s 11 hizo reproducir a Nefertari, su esposa favorita, bien en estatuas colo
sales, bien en miniatura. En la gran Sala Hip6stila del Templo de Kamak la ima
gen de Nefertari llega a la rodilla de la de su esposo.
\
Arriba izquierda: La placá de caliza del Louvre muestra al niño Ramsés en pos
tura típicamente infantil, con el índice en la boca. Arriba derecha: Relieve de ta
maño natural del templo de Abidos muestra al príncipe heredero Ramsés como
un hombre valeroso y emprendedor que tiene asido al toro por la cola. Abajo:
Ramsés construyó en Abu Simbel un templo para Nefertari en cuya fachada la
hizo reproducir en estatuas de diez metros de altura.
1'.
Arriba: Ramsés mata a sus enemigos. Este relieve idealizado en piedra caliza del
Museo Egipcio de El Cairo muestra al rey en la pose en la que gustaba verse de
preferencia: la del valiente guerrero. Abajo: Nefertari, una mujer de extraordi
naria belleza a quien Ramsés amó mucho, aun cuando repartió sus favores en
tre infinidad de mujeres. Mandó labrar para ella un sepulcro grandioso en la
piedra, en el Valle de las Reinas. Los muros del mismo ostentan "las más bellas"
escenas pintadas a tamafto sobrenatural.
Arriba: Siempce que Ramsés encontraba un lugar adecuado, levantaba en él un
templo. Esta esfinge bañada por las aguas del Nilo pertenece al templo rupestre
de Uadi es-Sebua. Abajo: Una estatua curiosa: Ramsés de rodillas, hac;e su
ofrenda a los dioses. Tiene una longitud de 7Scm. y fue hallada en 1904 en un es
condite del templo de Karnak.
Esta cabeza de Ramsés 11 de dos metros de altura formaba parte de uno de los
colosos que Ramsés mandó erigir en Tebas. El mayor de ellos medía veinte me
tro¡; de altura y pesaba 1000 toneladas. Estas figuras monumentales debían de
sugerir al pueblo el carácter sobrehumano de sus soberanos.
Ramsés no solo construyó en demasía, sino también sin estilo. Arriba, a la iz
quierda, un absurdo arquitectónico en el templo de Luxor. No le molestaron las
dos columnas que se interponen mutuamente en el camino. Arriba, a la derecha.
Todavía hoy constituye un enigma que el más grande faraón egipcio tuviera sólo
una de las tumbas más miserables. Abajo: el Rameseo, templo funerario del rey
en Tebas Oeste.
Concluida la presa de Assuán los templos de Abu Simbel debieron ser aserra
dos en bloques de piedra de 20 a ;30 toneladas, trasladados y reconstruidos en
otro lugar, a 64 metros de altura. Las sierras no se detuvieron siquiera ante la
cabeza de Ramsés 11.
Sala de los pilares del templo de Abu Simbel. Ramsés convertido en Osiris, de
una altura de nueve metros, flanquea la entrada al santuario del templo. Las
ocho estatuas sostienen en las manos los símbolos del poder, el cayado y el láti
go. En las estatuas de la izquierda, Ramsés lleva la corona blanca del Alto Egip
to y en las de la derecha, la doble corona de Heliópolis.
Como prueba de su valentía los soldados egipcios volvían a su país con las ma
nos cortadas de sus enemigos. Cuando degeneraron en el vicio de cercenar! es las
manos a las mujeres, las autoridades militares dispusieron que en adelante la
única prueba de valentía la constituirían los penes cortados. En el relieve de Me
dinet Habu se reconoce una gran cantidad de estos trofeos.
Ramsés III, quien iiltent6 copiar en lodo a Ramsés 11, erigió en el templo de
Kamak una réplica de la sala de columnas osíricas de Abu Simbel.
Arriba: cabeza idealizada de Ramsés 11, de su sarcófago en el Museo Egipcio de
El Cairo. Abajo: aspecto de Ramsés en su muerte. La momia del más grande· fa
raón egipcio muestra a un anciano, de nariz aguilefta, pómulos salientes y cabe
llo curiosamente rubio. Restos de nicotina hacen suponer que Ramsés debió de
ser un mascador de tabaco o bien un asiduo fumador.
Cuando la bestia había pasado por esta� pruebas se inicia
ba un macabro ceremonial. El toro escogido era conducido ante
el altar del templo donde ya ardía el fuego del holocausto. Un
sacerdote derramaba vino sobre él mientras profería oraciones
al cielo en voz alta y con las palmas levantadas; otro sacerdote le
clavaba una lanza en el corazón que lo hacia caer al suelo con un
estremecimiento, luego le cercenaban la cabeza y otros comen
zaban a desollado.
Sobre la cabeza del toro se expresaban mile�. de maldicio
nes. Todo infortunio que amenazara a los oferentes .del sacrifi
cio o al país debía caer sobre aquella cabeza. A continuación la
testa maldita era arrojada al Nilo. Si había algún mercado en la
vecindad, donde también hicieran sus compras los extranjeros,
trataban de venderles a estos o a ignorantes "obreros de paso" la
menospreciada 'pieza.
La ceremonia del sacrificio comprendía el ayuno. Una vez
vaciada la cavidad abdominal de la víctima, el sacerdote volvía a
colocar en ella las entrañas y la grasa, pero separaba el coxis, los
muslos, los omóplatos y el cuello para exponerlos al fuego.
El tronco del animal se rellenaba con panes puros, miel,
pasas de uva, higos, incienso, mirra y otras sustancias para sahu
mar. Todo se asaba a fuego lento, rociado constantemente con
aceite. Por último, los sacerdotes y los oferentes comían lo que
las llamas dejaban.
193
del Imperio Medio. La cara anterior de este cubilete, la placa
posterior y las caras exteriores del zócalo escalonado están cu
biertos de jeroglíficos que enumeran todos los cargos que invis-
tió Bekenjons desde su infancia. .
"Durante cuatro años fui un párvulo primoroso", reza allí,
"y durante once años un muchachito prudente. Fui intendente de ·
las caballerizas de cría del rey Seti l. Durante cuatro años fui sa
cerdote de Amón, padre divino de Amón durante tres años, pro
feta de Amón durante quince años y segundo profeta de Amón
durante doce años. El* me elogió y reconoció mi superioridad,
por eso permitió que fuera primer profeta de Amón durante
veintisiete años. Fui un gran arquitecto en Tebas para el hijo de
Amón, que nació de su cuerpo, para el rey Ramsés 11.
Hice bien en la casa de Amón y fui arquitecto para mi
señor. Construi el templo de Ramsés en la puerta superior de la
casa de Amón** y erigí en él obeliscos de granito que, en su be
lleza, alcanzaron hasta el cielo, y frente a él, un muro de piedra
en torno al huerto de vides y árboles. Mandé confeccionar gigan
tescas puertas de oro y enclavar grandes, imponentes mástiles en
el patio anterior del templo. Confeccioné grandes barcas para
las procesiones de Amón, Mut y Chons por el Nilo."
Bekenjons concluye su rendición de cuentas con una peti
ción a los profetas, padres divinos y sacerdotes del templo de
Amón:
"Poned ramos de flores a los pies de mi estatua y asperjad
las con agua, pues yo soy un servidor que es útil a su señor, ca
paz de guardar silencio, fiel testigo en el derecho, amante de la
verdad, que aborrece la mentira, que hace grande y conocido a
su dios, el primer profeta de Amón, Bekenjons."
La estatua sedente de Bekenjons lleva la firma del escultor
francés J. Rifaud, que desenterró la obra de arte en 1818 por
cuenta y orden del cónsul francés Drovetti. Drovetti, uno de los
fenómenos más cambiantes del escenario arqueológico, llevó a
Francia valores incalculables y sus métodos no siempre fueron
los más delicados. Era un hombre sencillo, muy aficionado a la
arqueología, perodemasiado testarudo y excesivo en su celo. Su
porfía le costó esa fama de descubridor que le llevó cosechar to
da una vida de esfuerzos.
•• En Karnak.
194
..• :
En el año1817 Drovetti organizó una expedición cuya me
ta era descubrir la cámara real de la pirámide de Kefrén, hasta
entonces perdida. Ya había sido hallada: la cámara real de la
pirámide de Keops, aunque vacía y saqueada, como es lógico su
poner, y en consecuencia su curiosidad por saber si encontrarían
intacto el sepulcro de Kefrén fue tanto mayor. En el lugar se die
ron cita eruditos franceses, se contrataron cuadrillas auxiliares
de trabajadores, se levantaron tiendas... pero de pronto la em
presa hubo de abandonarse, porque Drovetti no logró ponerse
de acuerdo con los eruditos en cuanto a su dirección.
Después, Giovanni Belzoni aprovechó en su beneficio es-
.. ta querella. Era un hombre que Drovetti había considerado su
enemigo mortal durante su vida en Egipto, porque siempre se le
atravesaba en sus oscuros negocios de excavador. Este inglés por
adopción, nacido en suelo itálico, invirtió sus últimas disponibi
lidades en dinero, doscientas libras, y con la ayuda de ochenta
árabes, a los que dio un jornal de una piastra (cuatro peniques),
removió todos los bloques, así como los cimientos de la pirámi
de de Kefrén, hasta que el18 de febrero de1818 descubrió el ac
ceso a la cámara en el basamento del lado oriental. El hecho de
que la cámara real, en la que puso pie treinta días más tarde, hu
biera sido saqueada mil años antes por los árabes no pudo em
pequeñecer la fama de Belzoni: aún hoy la cámara real de la
pirámide de Kefrén se conoce con el nombre de cámara Belzo
ni. Entretanto, Drovetti quedó ignorado fuera de las fronteras
de Francia. Uno de sus mayores logros fue por cierto desente
rrar la estatua de Bekenjons.
195
laciones faoíiliares de ambos. Meri fue primer sumo sacerdote
. de Abidos bajo Seti I, Venofer invistió dicho cargo bajo Ramsés
11. Meri convivió con una mujer llamada Maiany, en tanto la de
Venofer se llamaba Tiy y tuvo con ella cinco hijos varones y cin
co hijas mujeres. La genealogía de la familia de los sumos sacer
dotes de Abidos se puede remontar hasta Hat, padre de Meri.
Venofer fue hijo de Meri; Hori, hijo de Venofer, fue tesorero de
Ramsés, su hijo Juju fue sumo sacerdote y el hijo de este, Veno
fer 11, llegó a ser sumo sacerdote de Isis a fines de la dinastía
XIX.
Venofer invistió el cargo de sumo sacerdote por lo menos
hasta el año 42 del reinado de Ramsés 11. En todo caso, una es
tela erigida en Abidos cita dicho año. Prueba también que "el
primer profeta de Osiris" supo distribuir entre sus parientes y
amigos altos puestos estatales.
El texto de la lápida nombra a su hermano Parahotep co
mo visir y alcalde de Tebas, a su hermano Minmosis como sumo
sacerdote de Onuris y a su suegro Keni como intendénte de los
graneros del Alto y Bajo Egipto: nepotismo en el siglo XIII a.C.
Si estudiamos con mayor detenimiento los diversos cargos
y dignidades de este hombre, advertiremos cuán inmenso era el
poder de un sumo sacerdoi:e como Venofer, quien se daba sen
cillamente el título de "Jefe de los profetas de todos los dioses de
Abidos". Esto significa que tenía la supervisión sobre todos los
"profetas" (sacerdotes) de todos los templos de Abidos. Como
"alcalde de Osiris" Venofer era el máximo funcionario encarga
do de las posesiones del templo, es decir: señor feudal, mayor
domo, prefecto, recaudador de réditos y administrador de bie
nes. "Ramsés estableció", así leemos en la dedicatoria del gran
templo de Abidos, "la necesidad fija en campos, hombres y gana
dos. Nombró sacerdotes para sus servicios y un profeta para ofi
ciar de ·portador de la imagen divina. Asimismo, los grandes bie
nes del Alto y Bajo Egipto estaban subordinados al alcalde".
Su posición en el Alto y Bajo Egipto evidencia que la po
sesión de tierras no se componía de unos modestos campos. Ve
nofer debió de pasarse la mitad del año trasladándose de un lu
gar a otro en cumplimiento de su (unción oficial. Parece casi
increíble que desempeñara otro ministerio, a saber, el de sacer
dote de Sem en la casa de Sokar. Esta función le imponía el ser
vicio religioso ordinario en la capilla de Sokar del templo de
Osiris en Abidos.
Es, pues, comprensible que delegara en sus hijos algunos
de sus cometidos para aliviarse. Además de Juju, su sucesor de-
196
signado, Venofer instituyó como segundo profeta de Osiris a su
hijo Siese y a un tercer vástago como sacerdote lector. De este
modo la familia quedó bien provista. Pero también colocó en los
más altos cargos a otros parientes.
197
Bajo Seti 1, su hermano Nibamón ya era visir de Menfis, su
otro hermano, Parahotep, también llegó a visir, y un tercero,
Minmosis, fue pontffice de Onuris en Tinis, capital de distrito.
Aun cuando se nombra a los tres como tthermanos11, debemos su
poner que no lo eran de sangre, sino tal vez sobrinos o primos.
Sea cc'{Do fuere los acomodó.
El egiptólogo Hermann Kees escribió un trabajo sobre los
sacerdotes del Nuevo Imperio y dice respecto de las relaciones
de parentesco de Venofer: ttLa exactitud genealógica de estos
datos puede ser bastante dudosa. Con seguridad, la familia se
apoyaba en las relaciones con los más altos dignatarios y a su in�
fluencia debía lo afirmado en la principal estela de su famoso
santuario.*"
198
Minmosis no le iba a la zaga a su "herm.ano" Venofer en
cuanto a cargos y dignidades. En calidad de gran sacerdote de
Onuris, se arrogaba el título de "Sem, el más grande de los con
templadores (sacerdotes) de Tinis." Onuris era el dios de la ciu
dad de Tinis, que se manifiesta en la función de sustentador del
cielo y en el Nuevo Imperio es equiparado a menudo con Shu, el
dios del aire, el que separa el cielo de la tierra. Por esta razón,
Minmosis ostentó también el antiguo título cortesano de "gentil
hombre de cámara de Shu y Tefnut". Tefnut, hermana de Shu, es
el ojo de la luna y, al igual que su hermano, se cuenta entre los
dioses primitivos de Heliópolis. Pero Minmosis no sólo servía a
Onuris. Por ser un erudito, actuaba también como "escriba real
y supremo sacerdote lector de Su Majestad".
Como sacerdote lector de Ramsés 11, Minmosis no tenía
ninguna función litúrgica. Su misión consistía más bien en prepa
rar las festividades y observar estrictamente el calendario para
que no fuese omitida ninguna celebración.
En vida, Minmosis llegó a asegurar para su hijo el cargo
de segundo profeta de Onuris, pero al parecer su ministerio fue
de corta duración, por lo cual no pudo procurar a la parentela
puestos lucrativos. No se ocupó siquiera de acomodar a sus des
c.;ndientes. Hacia fines del siglo XIII a.C., sucedió algo del todo
extraordinario: un hombre sin relaciones, un hombre sin padre,
hermano, primo acaudalado o santo, un hombre sin árbol ge
nealógico llegó a ser gran sacerdote.
Este hombre se llamaba Onhurmosis, era hijo de un pobre
tebano, escriba reclutador del soberano", tenía dos esposas, pe
ro a pesar de ello ningún hijo, y por consiguiente no pudo legar
el cargo que él, un advenedizo, había conseguido mediante su in
teligencia y su celo. "Ya de infante destetado, fui esforzado", di
ce Onhurmosis, "de niño, diestro; de muchacho, experimentado;
de pobre, versado. Era un pobre que fue admitido en la escuela
sin irregularidad, alguien que observa y encuentra lo que busca."
Fue escriba en una nave de guerra, más tarde escriba de la
caballería y por último, al igual que su padre, escriba reclutador,
y se aprovechó de la carrera para ascender. Era intérprete del
faraón y alguien "que colmaba el corazón del rey". Llegó a ser
"supervisor de los trabajos en cada una de sus obras". Como co
misario de obras del rey, Onhurmosis había alcanzado una posi
ción en la que no sólo le rendían pleitesía sus subordinados, los
obreros y los proveedores, sino que gozaba también de la sim
patía de los sacerdotes. Onhurmosis logró llegar a ser sacerdote
en Tebas y poco después gran sacerdote en Tinis. Allí dirigió las
199
•
200
ción *, pero esta circunstancia no aparejaba un perjuicio para la
religiosidad del pueblo, al contrario. La sola adjudicación del
nombre era de por sí un acto profundamente religioso. Los niños
eran puestos en estrecha relación con la divinidad de su ciudad
al ser llamados Meri-Ra, Meri-Ptah (amado de Ra, amado de
Ptah) o Sat-Amón, Sat-Bastet (hija de Amón, hija de Bastet). No
sólo los grandes dioses del país obtenían su tributo. Psannebtije
era "el hijo del señor de la ebriedad", Sanimhotep, "el hijo de
Imhotep", Mahusa, "el león de mirada fiera", por el dios león de
la ciudad de Leontópolis.
Las cabezas de animales que se usaban como adorno de· .
todos los utensilios posibles, no sólo eran ornato, sino que tenían
un significado religioso en la mayoría de los casos. La cabeza de
un halcón como pintura de un techo, en un collar o en un pecto
ral invocaba la presencia de Ra; una cabeza de león o de gato en
un sistro o un arpa indicaba la compañía de Bastet, la diosa del
· ·
gozo desenfrenado.
Los proyectos personales y generales sólo se ponían eil
práctica bajo buenos auspicios. Los horóscopos propuestos por
sacerdotes y magos eran la voluntad expresa de los dioses. Si el
día 22 de Tot, el mes de la inundación, no se podía comer pesca
do ni tampoco encender una lámpara de aceite de pescado, era
porque ese día Ra había aniquilado a algunos enemigos que se
habían transformado en peces. En los días intercalados cesaba la
actividad, pues eran de mal agüero. Sólo 190 días de los 360 que
comprendía el año egipcio se consideraban propicios, 132 días
eran aquellos en los cuales era mejor no salir del lecho y 38 días
los "atravesados".
El hombre com6n rara vez se dirigía en sus oraciones pri
vadas directamente a los grandes personajes divinos, sino que lo
hacía más bien a "los dioses del Alto y Bajo Egipto" en general,
al dios de su distrito o, en todo caso, a los dioses en su totalidad.
201
Los misterios de la vaca hueca
202
ta del Nilo, cerca de la actual Zagazig y sus monumentos se re
montan hasta el año 2.600 a.C. Bubastis significa "casa de Bastet"
y Bastet representaba, bajo la fisonomía de un gato, el amable
principio contrario a la diosa leona Sa,jmet, una deidad que
había pasado por numerosas metamorfosis hasta convertirse en
una misteriosa fuerza de la procreación y la concepción.
En ocasión de las fiestas de Bastet, centenares de miles de
hombres y mujeres navegaban aguas abajo por el Nilo (Herodo
to menciona setecientos mil), en tanto los niños quedaban en ca
sa por lo picante del acontecimiento. A bordo de las naves ya
corría el vino a raudales y en aquellos días debía de beberse más
que en todo el resto del año. Sobre el Nilo resonaban centupli
cados los sones paroxísticos de castañetas y matracas agitadas
por miles de mujeres danzantes y el excitante gemir de las flau
tas tocadas por los hombres. "Cuando en su travesía pasan por
otra ciudad" informaba Herodoto, "se aproximan a la orilla con
su embarcación y hacen lo siguiente: algunas mujeres hacen lo
que he dicho, otras se burlan de las mujeres de esa ciudad a
grandes voces, otras bailan y otras se incorporan y se levantan
las faldas. Hacen esto al pasar por toda ciudad emplazada a ori
llas del río."
203
pultura. Los perros podían ser enterrados en la ciudad natal, en
tanto las musarañas y los azores encontraban su eterno descan-
-
so en Buto.
•
204
ella. Shu buscó entonces un grupo de hombres fornidos de otra
ciudad y con su ayuda redujo a los sirvientes. Por consiguiente,
la'paliza anual que acababa con algunos muertos se celebrada en
honor de Shu.
Cuando se habla de los misterios de Egipto no se puede
olvidar a Busiris, la capital del noveno distrito del Bajo Egipto,
la actual Abusir. Allí también en el terruño de Osiris, se celebra
ban misterios en honor al dios de los muertos y su hermana y es
posa Isis, y se presentaba más o menos el mismo espectáculo que
en Abidos: los lamentos de Isis y Neftis junto al cadáver de Osi
ris, la recolección de sus partes y el modelado de una figun de
Osiris de tierra fértil, un espectáculo macabro pero muy aprecia
do y que contaba con la predilección de la gente.
"Pan y juegos" esta fue la máxima del gran Ramsés, más de
mil años antes de que los césares romanos se sirvieran de este re
curso para mantener al pueblo contento. Un pueblo saciado es
un pueblo satisfecho. Ramsés lo sabía. Pero no es feliz, sino
cuando tiene ídolos. Los dioses de Egipto eran ídolos, pero él
mismo en medio de ellos, era sin duda el más grande.
205
Mar Negro
Nujashshe
MITANNI
7.
208
provocar. En Jatti ya no reinaba Muvatalis (sus huellas se pier
den el año de la batalla de Kadesh [1286]). Su sucesor se llama
ba Urjiteshup, gobernó a los hititas durante siete años y posible
mente fue también el que tuvo miedo de hacer frente a Ramsés.
Durante diez años (desde comienzos de su gobierno en el
año 1290 hasta 1280) Ramsés provocó acciones militares en la
·frontera sur de Jatti, conquistó estados pequeños u obligó a va
sallaje a príncipes de ciudades. Luego pareció satisfecho con el
desarrollo de la frontera y retiró sus tropas. Una inscripción en
la desembocadura del Nahr el-Kelb, fechada el año 10 de su go
bierno, es el último testimonio que Ramsés dejó de sus. cam
pañas conquistadoras por Asia. La guerra entre egipcios e hiti
tas, comenzada por ambas partes para aniquilar al oponente,. se
perdió en la arena.
Josef Sturm dice respecto del final del conflicto bélico,
poco honroso para lQs dos bandos: "Dado el actual estado de
nuestros conocimientos no puede establecerse el motivo de la
terminación de la lucha. Una posible explicación podría ser la
fatiga de los combatientes. Tal vez Ramsés, a quien debe atri
buirse principalmente la tregua como parte agresora, pensó que
sus triunfos militares eran suficientes para asegurarse condicio
nes ventajosas en caso de un eventual pacto de paz. Tal vez con
sideró superado el punto culminante de sus avances. Lamenta
blemente, todo esto no puede probarse*."
• José Stu:m: "Der Hethiterkrieg Ramses 11\ Viena, 1939. (La guerra de
Ramsés 11 contra lo_s hititas).
209
El belicoso tío de Jatti
210
'Hermanos somos. Seremos hostiles con un enemigo co
mún, y con un amigo común seremos amistosos.'
Pero cuando el rey de Egipto y yo nos enojamos el uno con
el otro, le escribí a Tu padre Kadashman-Turgu: 'El rey de Egip- .
to se ha enemistado conmigo' y Tu padre me escribió así:
'Si tus tropas marchan hacia Egipto, yo también marcharé
contigo; si marchas hacia Egipto. Te mandaré ejércitos y carros
de guerra, como si partieran conmigo.'
Hermano mío, pregunta ahora a Tus grandes para que
quieran decírtelo. ¿si yo hubiera partido, me hubiera mandado
ejércitos y carros de guerra, tantos como él decía, para que par
tieran conmigo? ¿Qué hubiese tenido de mi expedición? Mi ene
migo que huyó al extranjero fue a ver al rey de Egipto. Cuando
le escribí: ·
211
Hititas y asirios llegan a las manos
cablo extraño.
La situación era explosiva y lo fue mucho más cuando el
rey asirio Adad-nerari escribió una carta provocativa a J atusil,
rey de los hititas. No se ha conservado el original de esta carta,
pero por fortuna, los arqueólogos hallaron una copia de la res
puesta de Jatusil al soberano asirio, que no deja nada que desear
en cuanto a claridad. Después·de la conquista de Vasashata,
Adad-nerari había propuesto una relación fraternal a Jatusil,
por cuanto en ese momento se sintió "gran rey"; pero el hitita
. montó en cólera y contestó al rey campesino que si su última vic
toria lo había colocado tal vez en la augusta flla de los grandes
. reyes•, faltaba,mucho aún para establecer entre ambos una fra
ternidad. Palabras textuales de J atusil: "Tú y yo quizá fuimos da
dos a luz por la misma madre, pero así como mi padre y mi abue
lo no tenían costumbre de alternar en hermandad con el rey de
los asirios, absténte Tú de escribirme de fraternidad y de que
eres un gran rey. Yo no lo deseo." ·
Asiria.
212
todavía no había concluido formalmente, porque ninguno de los
bandos había obtenido una victoria o sufrido una derrota, debió
de antojársele al faraón nada inconveniente. Ramsés se había
vuelto preponderantemente a la política interna y a los egipcios
les iba demasiado bien como para que sintieran ganas de librar
grandes batallas.
213
veinte años más tarde al hallarse el archivo de tablillas de arcilla
deAmarna.
214
solvió hacer sus pesquisas por si detrás de estas pretensiones no
se ocultaba alguna artimaña. Como el resultado de las mismas no
pudo confirmar la sospecha, Shupiluliuma envió a Egipto a su hi
jo Zananza ea la esperanza de convertirse en suegro de la farao
na, pero el joven fue asesinado durante la larga travesía, presu
miblemente a manos de militares conservadores dirigidos por el
general Haremheb o Eje, el sucesor al trono que había dejado
vacante Amenofis IV. Según la tradición, Shupiluliuma lloró mu
cho en esa ocasión y juró ver.garse. Sin embargo, transcurrirían
más de sesenta años antes de que hititas y egipcios se enfrenta
ran por primera vez en la batalla de Kadesh.
Hasta fin de siglo, estos hititas eran para nosotros un pue
blo cuya historia presentaba más lagunas que pasajes conexos.
Ct· ·, ndo el berlinés H ugo Winckler, un infortunado y empobreci
do investigador de escritorio, fue a Ankara por primera vez en
1905 para preparar las excavaciones en Boghazkoi, no puso ma
yor interés en los hititas, sino en la perdida tierra de Arzava.
Lo que Winckler halló cerca de Boghazkoi en Jatusha, la
antigua capital de los hititas, fueron más de 10.000 tablillas del
archivo del gran rey, pero en un principio no se percató de ello.
El 20 de agosto de 1907 Winckler desenterró de entre los
e·scombros del monte fortificado Büyükkale la tabla más grande
hallada hasta entonces, leyó las primeras líneas de caracteres cu
neiformes y se dio cuenta de que había hecho uno de los hallaz
gos más importantes de la historia. Era nada menos que el trata
do de paz entre el rey J atusil y el faraón. Ramsés 11, la
contraparte hitita del tratado que ya se conocía por las inscrip
ciones talladas en las paredes del templo de Karnak y del Rame-
seo.
Por cierto, no se trataba de una mera traducción hitita, y
esto hizo que el hallazgo fuera de tan extraordinaria importan
cia para la ciencia. Ambos tratados evidenciaban más o menos el
mismo contenido, pero redactado en términos del todo diferen
tes. En 1916, Hugo Winckler concluyó la traducción íntegra del
tratado y comenzó entonces el juego científico de las combina
ciones, comparaciones y ensamblados. lEran realmente iguales
en contenido los dos tratados? lUno de los reyes intentó aventa
jar al otro? lQuién redactó el tratado, Ramsés o J atusil? Inte
rrogantes q11e desafiaron a hititólogos y egiptólogos a emitir co
mentarios voluminosos como libros y no pocas veces respuestas
completamente contradictorias.
215
Ramsés en lengua hitita. Riamasesa-mai-Amana
216
años antes. Una teoría improbable, ya por el hecho de que fal
taría todo testimonio de este tratado, mientras que el "pacto de
ayuda", notoriamente menos importante, se publicó repetidas
veces en Egipto. No, la batalla de Kadesh había quedado die
ciséis años atrás; entretanto Ramsés había emprendido otras
campañas espectaculares junto a las fronteras hititas y con esta
alianza se buscaba instaurar una paz general entre hititas y egip
cios: se buscaba "paz y fraternidad".
. En cuanto al contenido, el contrato se basaba en el statu
quo, es decir, que ninguna de las partes pretendía tener dere
chos territoriales en jurisdicción de la otra. Ramsés renunció a
Am.urru, la manzana de la discordia que ya los había llevado una
vez a las armas, y Jatusil se comprometió a abandonar sus pre
tensiones de poder en Siria. De tal modo este estado intermedio
entre los dos grandes reinos y motivo de continua disputa de la
política de expansión de ambos lados perdió peligrosidad. La so
lución de la cuestión siria regularizó al mismo tiempo los proble
mas de límites. Así se explica también la incomprensible circuns
tancia de que el tratado de paz no se ocupe de los límites de
ambos países. El statu quo significó: Siria septentrional y central
para Jatti y el sur para Egipto; costa norte de :t:<"enicia para Jatti,
el sur y Palestina para Egipto.
De acuerdo con el derecho internacional de nuestros días
este tratado fue un pacto de paz, de no agr.esión, de extradición
y de apoyo, todo en uno, y al mismo tiempo contenía algunos
arreglos, absolutamente personales de los dos soberanos, como
· por ejempio el apoyo al sucesor designado al subir al trono. Es
te tratado debía regir para los descendientes y las generaciones
venideras.
Ramsés vio el tratado por primera vez el día 21 del primer
mes Peret, en el año 21 de su gobierno, o sea, el 6 de noviembre
de 1270 a.C. Ese día se encontraba en su residencia de Per
Ramsés, cuando comparecieron en su corte dos emisarios hititas
acompañados por dos oficiales egipcios de frontera e hicieron
entrega al faraón de una placa de plata en la cual había sido re
gistrado con jeroglíficos el texto del tratado de paz. Ramsés
mandó llamar a sus escribas para que leyeran en voz alta cómo
se imaginaba Jatusil "la paz y la fraternidad eternas" y, por su
puesto, no estuvo de acuerdo con esa versión. Apenas el escriba
concluyó la lectura, Ramsés le dictó su versión del tratado, mu
cho más· detallada y, pór lógica, más ventajosa para "él. ·
217
prende en total diecinueve artículos, y a diferencia de la hitita
comienza con una introducción aclaratoria de la época y de las
circunstancias.
Año 21, Peret 1, día 21 bajo la majestad del rey del Alto y
Bajo Egipto User-maat-Re-Setepen-Re, hijo de Ra, Ramsés,
amado de Amón que viva por toda la eternidad.
Ese día, cuando Su Majestad se encontraba en la ciudad
Ramsés, vinieron los emisarios del rey con una placa de plata
que Jatusil, el gran señor de Jatti, hizo llevar al faraón para su
plicar la paz a Su Majestad User-maat-Re-Setepen-Re, el hijo
·de Ra, Ramsés, amado de Amón, séale concedida vida etemd
como a su padre Ra cada día.
Transcripción (sólo.en la egipcia).
Copia de la placa de plata que el gran señor de Jatti, Jatu
sil, hizo llegar al faraón mediante su emisario Tarteshup y su
emisario Ramosis, para suplicar la paz a Su Majestad, el hijo de
Ra, amado de Amón, todo entre los soberanos que determina
sus límites en cada territorio que se le antoja.
1. Preámbulo
218
el gran rey, el rey del país el hijo de Men-pehti-Re, el gran
de Egipto, el héroe, el nieto de soberano de Egipto, el héroe:
Minpahtaria, el gran rey, el rey el buen tratado de paz y
del país de Egipto, el héroe, fraternidad, brinda paz y
a Jatusil, el gran rey, el rey fraternidad entre nosotros
del país de Jatti, el héroe, mediante este tratado entre
el hijo de Mursilis, el gran rey, Jatti y Egipto para
el rey del país de Jatti, el héroe, siempre.
el nieto de Shupiluliuma, el
gran rey, el rey del país de Jatti,
el héroe. Ved, ahora he dado bella
fraternidad y bella paz entre
nosotros y entre los países de
Egipto y Jatti pOr toda la eternidad.
219
hermanado conmigo y yo estoy Y después de que Muvatalis, el gran
hermanado con �� y yo estoy seftor de Jatti, mi hermano, fue
en paz con él para siempre. hacia su destino, Jatusil tomó
Ved, Ramsés, el amado de Amón, su lugar como gran seí'íor de Jatti
el rey, .el·rey del país de en el trono de su padre. Y ved,
Egipto está en bella paz y bella se puso de a_cuerdo con Ramsés,
fraternidad con Jatusil, el amado de Amón, el gran soberano
gran rey, el rey del país de Jatti. de Egipto. Somos uno en nuestra
Ved, los hijos de Ramsés, el paz y en nuestra fraternidad y ellas
gran rei del país de Egipto, están son más bellas que la paz y la frater
en paz y hermanados con los nidad que antes había en el país.
hijos de Jatusil, el gran rey, Ved, yo el gran seí'íor de Jatti estoy
el rey del país de Jatti, con Rams�s, amado de Amón, el
por siempre. gran soberano de Egipto en bella
paz y bella fraternidad.
Y los hijos de los hijos del gran
seí'íor de Jatti deben estar en
fraternidad y paz con los hijos de
Ramsés, amado de Amón, el gran
soberano de Egipto. Ellos están
incluidos en nuestra relación de
fraternidad y paz.
Y el país de Egipto y el país de Jatti
deben estar en paz y en fraternidad
por toda la eternidad como nosotros
y entre ellos no debe llegarse a
enemistad nunca jamás.
4. Pacto de no agresión
220
desde ese día el bienestar. que ha celebrado con nosotros a
Ved, el país de Egipto y el país partir de este día; y negociaremos
de Jatti están en paz y hermanados según esta relación anterior.
por toda la eternidad.
6. Pacto de defensa
221
9. Convenio recíproco respecto al # 7
Y cuando Ramsés, el rey del Pero cuando los siervos del gran
país de Egipto, se encolerice seior de Jatti irrumpan ante él sin
conti:a sus propios siervos y permiso... y Ramsés, amado de
estos cnmetan pecados contra �1, Amón... (a partir de aquí el texto
y yo envíe mensaje al respecto egipcio sólo se ha conservado en
a Jatusil, mi hermano, Jatusil, forma fragmentaria).
el rey del país de Jatti, deberá
mandar sus guerreros y sus carros
(El rever:;o del documento hitita Si huye del país de Egipto un hom
en piedra sólo se ha conservado bre importante y va al país del gran
en forma fragmentaria). señor de Jatti o a una ciudad, o a
... el país de Jatti una región que pertenezca a las tie
... Riamasesa-mai-Amana rras de Ramsés, amado de Amón, el
gran señor de Jatti no deberá aco
... Riamasesa-mai-Amana gerlo. Habrán de disponer que sea
... su entregado a User-maat-Re-Setepen
... si un hombre va Re, el gran soberano de Egipto, su
... para prestar estos servicios señor.
... Jatusil, rel del país de Jatti...
222
Jatti; habrán de ser llevados a
Ramsés, amado de Amón, el gran
soberano de Egipto.
223
dios de la ciudad Karajana; la diosa
de Tyre; la diosa de -w-k; la diosa de
D-n, el dios de P-n-t el dios de-r,
el Dios de Ch-b-t; la reina del cielo;
los dioses, seftores del juramento;
esta diosa, la soberana de la tierra,
la soberana del juramento de lshara,
la soberana de montes y ríos del
país de Jatti; los dioses del país
Kizuvatna; Am6n, Ra, Seth. Las
deidades masculinas y femeninas; las
montaflas y los ríos del país de
Egipto; el cielo, la tierra, el
océano, los vientos, las nubeS.
224
r- hará daño alguno a sus ojos, sus
orejas; su boca ci sus extremidades.
No se le imputará ningún delito.
225
lPor qué el tratado se confeccionó sobre arcilla y no
sobre plata?
226
plano como la figura principal del tratado y por esta razón se uti
liza a veces la primera persona. En cambio, en la versión je
roglífica es Jatusil quien habla en primera·persona y su nombre
y su país son citados antes que el del faraón y el de Egipto (o sea,
exactamente a la inversa de lo que hubiere sido de esperar de
dos grandes reyes tan vanidosos como Ramsés y Jatusil). Esto
· coincide con la comprobación de que el texto de Karnak repro
duce la traducción de la placa de plata que Jatusil envió a
Ramsés.
228
Respecto de la invocación de los mil dioses �n calidad de
testigos del tratado, existen partes comparables. En. el tratado
hitita-mitano se citan: "Los dioses masculinos, los dioses femeni·
nos, todos los dioses del territorio de la ciudad de Jatti, los dio�
ses masculinos, los dioses femeninos, todos los dioses del terri�
torio de la ciudad de Kizuvatna." Y en un tratado entre Jatti y
Nujashshe, los testigos son "los dioses masculinos, los dioses fe
meninos, todos los dioses del territorio de la ciudad de J atti, los
dioses masculinos, los dioses femeninos, todos los dioses del te
rritorio de la ciudad Kizuvatna, los dioses masculinos, los dioses
femeninos, todos los dioses del país de Nujashshe, los dioses de
la eternidad, todos ellos.. ." Por con siguiente, esta invocación de
testigos es sin duda un texto original hitita, aun en la versión
egip ci a. Con su predile cció n por las divinidades asiáticas,
Ramsés no sólo toleró esta versión, sino que evidenteme nte la
hizo traducir verbalmente y adoptarla en su texto contractual.
La lista de las divinidades en los tratados hititas es enea�
bezada por lo general por la diosa-sol de Arina, como en el pre
sente caso. Arina (O r ini) se levantaba a orillas del río Saro, en
Capadocia, y la diosa-sol de esta ciudad era la deidad protecto·
ra de los reyes hititas. Arina estaba a un día de viaje de Jatusha.
La diosa-sol de Arina se llamaba Vurushemu, pero los egipcios
no eran capaces de pronunciar ni de escribir este nombre. No les
sucedía de otro modo con el dios hitita de la to rmenta, que en las
diversas ciudades hititas citadas recibía distintos nombres. Los
traductores egipcios optaron pues por escribir sencillamente el
nombre de su dios de la tormenta, o sea, Seth.
La diosa Artasté del país de Jatti ofrece todavía algunas
dudas a los hititólogos y egiptólogos, sobre todo porque su nom�
bre no es reflejado en el texto egipcio segt\n el de su par del Ni�
lo, sino que se transcribe en su grafía "Astarata". De ordinario,
la diosa de la guerra y del amor, conocida también con el nom
bre delstar, aparece con la grafía hitita como Ash-sar. El nom
bre dado a la Istar de Nínive por el rey Tushrata de Mitani mues
tra cuánto diferían entre sí los nombres de los dioses: la llamaba,
casi con ternura, Nini.
En la siguiente secuencia del artículo 15 los traductores
egipcios perdieron del todo la orientación: nombres de dioses se
convirtieron en nombres de localidades, dioses desconocidos
como Lelivanis, Ea o Damkina fueron omitidos por completo,
pero en cambio se adoptaron giros idiomáticos típicamente h iti-
tas ("los montes y los ríos del país de Egipto"). .
Lo curioso es que a la superioridad numérica de los dio-
229
ses hititas sólo se confrontó la trinidad egipcia de Amón, Ra y
Seth. Quizá esto se debió a razones de espacio y a la convicción
de que a los hititas los dioses egipcios les decían tan poco como
a los egipcios los de ellos.
te tratado.
Claramente visible para cualquiera que viniera del norte,
User-maat-Re mandó levantar una poderosa atalaya junto a la
calzada que llevaba a Siria. Esta torre vigía estaba dedicada a
Amón, Seth, Astarté y Puadjit y presentaba a Ramsés como dios.
Esta renovada demostración de poder irritó a Jatusil, y también
lo intimidó. "Ponte en camino a Egipto rápidamente", escribió al
rey de Kode en una carta desesperada y plañidera, "diremos que
las almas de los dioses se han mostrado. Agradeceremos a User
maat-Re por su benevolencia. Ningún país puede existir sin su
favor. El hombre de Jatti debe ser uno con sus almas. Si está so
lo, el dios ya no aceptará su sacrificio y ya no verá nunca más el
agua del cielo. Y por esto será uno con las almas de User-maat
Re, el toro, ·que ama a los valientes."
Cuando por último Jatti padeció hambre, J atusil se dirigió
a sus cortesanos: "¿Qué vemos nosotros? Nuestro país está de
vastado, nuestro señor Seth está enojado con nosotros y los cie
los no nos dan agua... Con la mayor de mis hijas a la cabeza, lle
vemos regalos a nuestro buen dios, el faraón, para que quiera
·
230
del Nilo para lograr el favor del faraón y de los dioses egipcios,
se originó una situación del todo nueva. Si Ramsés la encontra
ba de su agrado Jatusil se convertiría en suegro del faraón.
Ramsés aguardó expectante la llegada de la doncella,
pues las mujeres le interesaban más que la política.
231
8.
Negro es su cabello,
más oscuro que la noche,
que las bayas del endrino.
Sus labios son rojos,
más rojos que las cuentas de jaspe,
que los dátiles en saz6n.
Sus senos son de bella fonna.
Papiro Harris.
desenfrenadamente a todos
los placeres te"enales, posela
un enorme harén y su descendencia, ·
sabían apreciar.
Se sabe que el rey Faruk sostenía a "tratantes de blancas"
que le proveían de amigas bien dispuestas, pero es menos cono
cido el hecho de que el real calavera tenía un modelo en cuestio
nes amorosas, y toda su vida se empeñó en imitarlo, aunque
jamás logró estar a su altura. Ese modelo era nada menos que
Ramsésll .
3.200 años antes de Faruk, el lujurioso faraón mandaba a
sus espías amorosos a seguir el rastro de las mujeres más bellas
de Egipto, colmarlas de oro y piedras preciosas e invitarlas a
concursos de belleza íntimos en los que sólo había un especta
dor: Ramsés el Grande. Se apoltronaba en su trono de oro, en la
sala del trono de su palacio, semidesnudo, cubiertas sus partes
pudendas por un delantal y la cabeza por la clásica cofia sobre
la cual se destacaba el reluciente ureo de oro. Su regio sitial, cu
yo respaldo superaba en altura la cabeza y reproducía las alas
extendidas de un balcón de Horus, se levantaba sobre un estra
do de aproximadamente un metro de alto, al cual se accedía por
una rampa. A los pies del faraón, yacía indolente su león domes
ticado, símbolo de' poder y virilidad. A su lado, en cuclillas, un
arpista ciego escuchaba con los ojos cerrados y la cabeza vuelta
hacia el techo, en tanto sus largos dedos pulsaban las seis cuer
das del instr�ento. Detrás del arpista había dos adolescentes
234
desnudas arrodilladas, provistas tan sólo de un cinturón del que
pendían finas tiras de cuero. Una de las niñas sostenía una flau
ta, la otra un sistro, ese apreciado instrumento de percusión for
mado por brillantes chapitas de metal.
A pasitos cortos, con la cabeza profundamente inclina
da, avanzaba el "intendente de los reales aposentos del
harén", se echaba de bruces frente a Ramsés, de tal suerte
que su frente quedaba en contacto con el pavimento de gra
nito rojo, y con voz plañidera de falsete recitaba: "Obedece
tu deseo y hazte bien, haz todo cuanto te sea menester sobre
la tierra y no atormentes tu corazón hasta que te sea llegado
el día del griterío*."
A los sones de Úna música excitante entraba en la sala del
trono una doncella mimbreña, se arrojaba al suelo, reluciente
como un espejo, y en esa posición decúbito dorsal, comenzaba a
despojarse de su larga y transparente túnica plegada. El "inten
dente de los reales aposentos del harén" se
· adelantaba ha$ta el
faraón para informar que la joven se llamaba "hermoso sicómo
ro", tenía catorce años y era hija de un oficial egipcio y una can
tinera siria.
El striptease de la proporcionada niña-mujer no impre
sionaba particularmente a Ramsés, pues todas las semanas se re
petía la presentación de las nuevas aspirantes a integrar el
harén. Pero cuando la pequeña separó los muslos para permitir
al faraón una profunda inspección de aquello que se le ofrecía,
el rey mostró interés anatómico, hizo chasquear la lengua y mo
vió la cabeza, lo cual arrancó a la niña un grito de éxtasis.
Todavía no se había apagado el eco de su exclamación
cuando apareció una segunda postulante, una egipcia de ne
gros cabellos cortos, peinados a la manera de un paje y ador
nados con una flor de loto. Se llamaba "gatito", contaba die
ciocho años y no llevaba en el cuerpo más que un collar de
mostacillas. Ejecutó su danza predominantemente sobre una
jofaina de patas largas apoyada en el suelo, sobre la que la jo
ven parecía acuclillarse. Ramsés observaba con interés.
Jamás había visto nada parecido. lQué pretendía hacer la jo
ven con la jofaina?
La solución del enigma fue tan sencilla como inesperada.
El faraón no podía dar crédito a sus ojos: la muchacha dejó es
capar un copioso chorro de orina en el recipiente que tenía de-
• Invitación a gozar de la vida en una tumba egipcia antigua. El día del griterío
alude a los lamentos de las lloronas, es decir, al día del fallecimiento.
235
bajo de ella. Ramsés dio muestras de 'divertirse y tan pronto la
aspirante reconoció la grata reacción al espectáculo ofrecido,
avanzó hacia el faraón con movimientos danzarines y lascivos, se
abrazó a sus muslos, tanteó con dedos diestros debajo del delan
tal y sobó las reales partes viriles del gran Ramsés hasta hacerle
gemir de placer.
236
El arpista ciego, sólo testigo auditivo del desenfrenado
acontecimiento, tañía con frenesí las cuerdas de su instrumento,
en tanto la tierna flautista arrancaba a la caña sones estridentes
y prolongados y la pequeña del sistro balanceaba su cuerpo al
ritmo de las sonajas. iQué hombre fue este User-maat-Re-Sete
pen-Re, este toro vigoroso! Las jóvenes gritaban extasiadas
cuando él se acercaba a ellas. En su mayoría eran tan jóvenes
que no habían sido circuncidadas aún, como era costumbre en
tonces, pues a diferencia del rey Faruk, Ramsés prefería las
niñas tiernas, de fina silueta.
En la tumba de Najt, escriba del templo bajo Tutmosis IV,
encontramos por primera vez una danzarina desnuda, y a partir
de esta época las bailarinas de belleza parece que fueron muy
solicitadas. La danza, surgida de un culto ritual, se trocó en un
espectáculo acrobático y paroxismal y, como explica Herodoto,
muchas veces obsceno. Las bailarinas de belleza, expertas en ha
cer piruetas, eran un motivo predilecto de decoración de las
tumbas tebanas particulares.
La profesora de egiptología de Tubingia Emma Brunner
Traut manifiesta acerca de la naturaleza de la danza en el anti
guo Egipto: "Si en un principio la danza egipcia fue una danza
grupal, ceñida en su forma a reglas estrictas y a la tradición, en
el Nuevo Imperio esta danza improvisada deriva más y más en la
danza de una solista, mientras los demás participantes quedan
�relegados al rol secundario de acompañantes. Las melodías,
igualmente improvisadas, tampoco fueron dirigidas ya por un
·keironómico*.
La diferencia fundamental respecto de las danzas anti
guas consistió asimismo en que en el ínterin las jóvenes danzan
tes acompañaron sus cancioncillas singulares con diversos ins
trumentos musicales novedosos, en gran parte importados de
Asia. Ello dificultaba la libertad de movimiento de las bailari
nas, pero hacia fines de la dinastía XVIII, las solistas propia
mente dichas optaron por hacer a un lado su instrumento a fm
de poder realizar un despliegue total de movimientos atrevidos,
libres y también coquetos. Sus esbeltos cuerpos desnudos cauti
vaban los ojos del espectador".**
•
Una especie de director, que también daba la altura del tono.
237
En el segundo milenio a.C., las egipcias tenían fama de ser
diabólicas devoradoras de hombres. En todo caso, esta es la ima
gen que nos transmite la mitología, la leyenda y el Antiguo Tes
tamento. Esto pudo haber tenido su origen en el hecho de que en
el país del Nilo se manifestaron tempranamente las tendencias
emancipadoras de la mujer que provocaron el asombro y la per
plejidad de los pueblos extranjeros.
En la narración apócrifa judía de José y Asenat, la egipcia
es caracterizada como una mujer mundana, soberbia y capricho
sa, y en la leyenda de José, la mujer de Putifar, el funcionario de
la corte, es ima fierecilla frustrada e impúdica que se ha pro
puesto seducir al inocente José. Sin embargo, al escribir su his
toria, el cronista bíblico parece haber tenido en mente una fábu
.la egipcia muy difundida. La llamada fábula de los hermanos que
ya circulaba en tiempos de Ramsés 11 y ha llegado a nosotros
gracias al papiro d'Orbiney (Museo Británico, Lpndres) y que
contiene asimismo el motivo de Putifar: La esposa del terrate
niente Anubis intenta seducir a su joven cuñado, pero zl ser re
chazada, aduce haber sido violada por él y lo expone a la vengan
za de su hermano.
238
Estas jóvenes eran criaturas dotadas de encantos poco co
munes, bellas, prudentes y disqetas. Aquellas a las que Ramsés
brindó su favor por unos instantes en medio del juncal, tal vez
entonarían una canción como la que reproduce el papiro Harris:
239
El faraón acaricia el mentón de una joven desnuda de su harén. Relieve de las
dependencias del palacio de Ramsés 111 en Medinet Habu.
240
Según la opinión del egiptólogo Wolfgang Helck, las her
mosas muchachas del harén que cantaban estas canciones eran
sobre todo oriundas de Siria. Rara vez tenían contacto con el
rey, pues el harén de Ramsés 11 estaba fuera del palacio. Su pa
dre Seti se lo había obsequiado junto con algunas damas cuando
el joven príncipe heredero contaba apenas diez años de edad.
Entre estas "Joyas del rey" (según uno de los títulos honoríficos
de las concubinas reales) también se encontraba Nefertari, algo
mayor que las demás y, probablemente, la que inició al adoles
cente en los secretos del amor. A los diez años, Ramsés ya era un
hombre hecho y derecho, su padre lo designó comandante de las
tropas y no se opuso cuando llevó consigo a la campaña a N efer
tari. Más tarde, cuando Seti hubo fallecido, Ramsés dispuso de
su propio harén de viaje, por así decir, un servicio erótico de
emergencia.
En el harén doméstico de manera alguna se encontraban
sólo damas, y los hombres que solían verse allí tampoco eran eu
nucos. No existe ni una sola evidencia de que los hombres que
trabajaban en el harén del antiguo Egipto estuvieran castrados.
El harén constituía una empresa económica autónoma, inde
pendiente del palacio real. Poseía sus propias tierras, su propio
aparato recaudador de impuestos, su propia administración y su
propia policía.
Del "intendente del harén real" y de su suplente (alcalde y
vicealcalde) dependían dos "escribas del tesoro del harén" (teso
reros) y seis "inspectores de la administración del harén" (fun
cionarios), quienes a su vez supervisaban a la tropa policial y a
los trabajadores del agro. Y si en el harén de Ramsés II se movía
medio millar de "amas de casa", '"bellas", "amadas", "damas re
ales", "esposas reales" y "grandes esposas reales"*, también se
alojaban allí por lo menos la misma cantidad de hombres. Según
se desprende de los autos de procesamiento de la conspiración
tramada en el harén bajo Ramsés III, los amoríos y las intrigas
intestinas estaban en el orden del día de esas casas.' En la época
ramésida los escándalos de serrallo formaban parte de la rutina
egipcia.
241
Su Majestad realiza su aseo matinal
mos de 'peso.
Después del aseo matinal y un desayuno bastante frugal
integrado por zumos, papilla de cereales y pan, el sumo sacerdo
te recitaba oraciones al faraón y este procedía luego a hacer su
primera ofrenda de sahumerio. Si pasaba la mañana en el pala
cio de la capital, debía atender audiencias, dictar justicia e im
partir órdenes. "Hemos venido para comunicar a Su Majestad..."
es un giro que se encuentra constantemente al comienzo de un
protocolo de exposición. El faraón deseaba estar informado so
bre todos los procesos importantes que se operaban en su impe
rio. Cuando surgían problemas, tenía inmediatamente a su dis
posición expertos y consejeros.
Por ejemplo, cuando se trataba de buscar agua en el de
sierto, Ramsés hacía señas a su canciller para que se acercara y
242
le decía: "Llama a los Grandes que se encuentran frente a la sa
la para que Mi Majestad escuche su consejo respecto de esta tie
rra. Quiero discutir el asunto."*
Así iba vestido Ramsés 11. Izquierda: con un delantal simple sobre las prendas
interiores y la doble corona; centro: con un delantal corto sobre el largo y la
corona azul; derecha: con delantal, falda y sobrefalda y la corona de los dioses.
*
Pierre Montet: "So lebten die Aegypter" (Así vivían los egipcios), Stuttga):'t,
1960.
* *
Personificación del Nilo.
243
En la medida en que el culto divino y los negocios de go
bierno le dejaban tiempo, Ramsés se dedicaba intensamente a
los deportes. User-maat-Re había sido adiestrado en ellos como
un estudiante de Eton. En su calidad de príncipe heredero debía
correr una carrera de resistencia antes del desayuno. Su vigor
físico debió de ser colosal y aun cuando se exagera sobremanera
en los textos relativos a Kadesh, debió de ser sobrehumano. Su
puntería con el arco y las flechas fue loada por los poetas. Si no
practicaba el tiro contra enemigos del país, lo hacía con leones,
búfalos y antílopes. La cacería de estos últimos se consideraba
un entretenimiento típicamente real. Ramsés perseguía a los re
baños por el desierto que, en Egipto, lindaba por doquier con el
valle del Nilo, y en plena carrera disparaba sus saetas. Excep
ción hecha de las mujeres, no había nada que le causara mayor
placer.
244
Cien años antes de Ramsés, Amenofis 111 había implanta
do nuevas escalas para la vida amorosa de los faraones. En su ju
ventud se había casado con Teie, la hija de un sacerdote y una
dama del harén, y la hizo "soberana sobre los dos Países".
Además, tuvo una docena de esposas secundarias y un
harén de trescientas a cuatrocientas concubinas. Al igual que
Ramsés, Amenofis 111 tenía debilidad por las mujeres asiáticas
de piel clara y senos pequeños. El rey Tushrata de Mitani supo
capitalizar esta avidez. Primero, le vendió a su hermana Giluje
pa, y más tarde a su hijita Tadujepa, a quien se bautizó en Egip
to con el nombre de Nefertiti. En aquel entonces el oro del pe
cado era llevado por tóneladas del país del Nilo a Mitani.
Pero mientras que Amenofis 111 se daba por satisfecho
con una reina oficial, Ramsés tuvo cuatro: Nefertari, Isis-nefert,
Bent-Anta y Maa-Nefer-Re, las cuatro "esposas reales". Por con
siguiente, vivió en cuadrigamia.
Sin duda, Nefertari, a quien Ramsés 11 desposó antes de
subir al trono, fue "la más bella de todas". Llamaba la atención
por la tonalidad clara de su piel, le dio a su real consorte el pri
mero, el tercero, el undécimo y el décilno sexto hijos varones, así
como la cuarta y la quinta hijas mujeres. Nefertari fue esposá
principal, jefa del harén, y tenía a sus disposición un ejército de
siervas y una guardia personal. La "gran esposa real" sabía per
fectamente de las escapadas de su marido, de sus fiestas orgiásti
cas, pero fue bastante cauta como para no objetar sus matrimo
nios con esposas secundarias y dos de sus propias hijas. Todo
esto formaba parte de los hábitos faraónicos desde comienzos
del Nuevo Imperio y de ningún modo menguaba su influencia.
En sus noventa años de vida, Ralfisés amó a muchas muje
res, pero sólo veneró a una: Nefertari. Pata ella User-maat-Re
mandó construir el sepulcro más bello en el Valle de las Reinas,
con pinturas murales de colores tan espléndidos como las de la
tumba de su padre Seti, en las cuales se reproducen escenas de
la vida privada de la soberana. Muestran a una gran dama, a un
personaje majestuoso, de figura realmente bella, no meramente
bonita como las innumerables jovenzuelas que servían de diver
sión al faraón. Ramsés debió de adorarla, pues antes de comen
zar la edificación de su templo en Abu Simbel, erigió allí un<l
más pequeño para Nefertari. Esto aconteció después de cumplir
veinticinco años de matrimonio, con ocasión de sus bodas de
plata.
En ia fachada de doce metros de altura de este templo 'en
contramos a Nefertari dos veces. A cad-a lado del pórtico 'Se
24S
acompaña una figura de su esposa en actitud de marcha. Una
larga túnica transparente acentúa sus formas. La irradiación
erótica de estas representaciones es notoriamente intencionada
y los detalles amorosos como los pezones de la bella reina no
eran tabú. Nefertari luce la corona de Hator, símbolo de su
igualdad de rango con la diosa de la danza, de la música y del
amor. La decoración interior del templo es asimismo primorosa,
florida, delicada... femenina con su predominio del color amari
llo dorado.
La circunstancia de que Ramsés relacionara a su diviniza
da esposa con la diosa Hator pudo haber tenido el siguiente mo
tivo: en el Antiguo Imperio, Hator ya se consideraba la protec
tora del faraón. Evidentemente, esto indica que Nefertari era
mayor que Ramsés · y que ella fue quien guió e inició al joven rey.
Si observamos la posición de los pies de Nefertari en este tem
plo, nos llama la atención que la reina aparezca con el pie iz
quierdo adelantado. Con seguridad, la reina no adoptaría por
casualidad esta pose activa que simboliza energía y resolución y
tradicionalmente se reservaba al faraón. Por supuesto, también
constituye hasta hoy un enigma que las hijas de la pareja real
fueran representadas en esta postura de marcha, por así decir, y-
_ los hijos varones con los pies juntos... como niñas.
246
relieve mural se dejara retratar como heraldo oficial de ceremo
nia, junto con su padre Ramsés, pero el hecho de que en la re
presentación pasara por alto a Nefertari, la esposa favorita del
rey, y sólo pusiera junto a él, el rey, a lsis-nefert, la segunda es
posa principal, p�rmite adivinar rivalidades dentro de la gran fa
milia de Ramsés 11, más aún, hostilidades. Esta supos�ción que
da confirmada por la capilla rupestre de Silsile-Oeste, donde
sólo se ve junto a Ramsés a la segunda y a la cuarta esposa prin
cipal, a saber, Isis-nefert y Bent-Anta respectivamente, esta hija
de aquella, su única hija mujer por lo demás. lsis-nefert dio a luz
al segundo, al cuarto y al décimo tercer hijo de Ramsés. Este
último fue más adelante el sucesor del trono.
Ramsés mantenía una familia numerosa, pero no era lo
que se dice una gran familia. Hay arqueólogos que llegan a ba
rruntar en su harén luchas internas por el poder de resultas de -
las cuales Nefe�tari y sus hijos, entre ellos el primogénito Amon
herjopshef, habrían sido eliminados por Isis-nefert y sus vásta
gos. Sin embargo, no existen pruebas que lo corroboren. Antes
bien, Nefertari pasaba por ser una mujer extraordinariamente
poderosa. La escena de la coronación en su templo de Abu Sim
bel habla por sí sola: las diosas Isis y Hator sostienen sus manos
sobre Nefertari en actitud de protección. La reina luce la diade- .
ma con el ureo sobre una moderna peluca de cabello corto y la
corona de Hator con el disco solar. En la mano izquierda sostie
ne el símbolo del poder, elflabellum, como el divino faraón, un
abanico que apoya con elegancia sobre su hombro y en la diestra
el signo de Anj, símbolo de vida eterna.
Al parecer, Nefertari también ejerció influencia en el
acontecer político. Después de celebrada la paz entre Ramsés y
el rey hitita Jatusil, mantuvo correspondencia con su esposa Pu
dujepa. La enviada a Jatti evidencia la gran alegría de Nefertari
por este tratado de paz.
"Naptera•, reina.de Egipto, le dice a Pudujepa, reina del
país de Jatti: Aquí, hermana mía, impera la paz, en mi país im
pera la paz. Allí, hermana mía, haya paz, en tu país haya paz. Mi
ra, he oído que tú, mi hermana, me has escrito para interesarte
por mi paz y que escribes por nuestras relaciones pacíficas y por
las relaciones fraternales que unen al gran rey, el rey de Egipto,
con el gran rey, el rey del país de Jatti, su hermano. Que Sha-
247
mash y Teshup eleven tu cabeza y Shamash te dé paz y te procu
re lo mejor y garantice una buena fraternidad entre el gran rey,
el rey dC? Egipto, y el gran rey, elrey del país de Jatti, su herma
no, por toda la eternidad."
Nefertari no alcanzó a ver concluido su templo en Abu
Simbel, pues dejó de existir entre 1264 y 1260, cuando no conta
ba aún cincuenta años.
248
añadió, "hasta que hayan llegado a mí las preciosidades que me
has asignado".
Ramsés U, .que en aquellos días contaba cincuenta y cua
tro años, había invitado a su futuro suegro Jatusil junto con su hi
ja mayor a su capital. El los recibiría en persona en los lindes de
su imperio y los escoltaría hasta el Nilo. Sin embargo, Jatusil,
que conocía la maquinaria propagandística del faraón desde an
tes de celebrarse el tratado de paz, se excusó por "un ardor en
los pies". Sus piernas ya no le respondían como en los buenos
tiempos. Pero de·hecho, no concedió al rey egipcio, por así de- ·
249
El rey hitita Jatusil
III despide a su hi
ja, entregada por
esposa a Ramsés,
corno un regalo di
plomático.
250
- --=.
- ..--
------..,...---------.
.. ..
�
1
Entonces dieron aviso al faraón: "Ha llegado un enviado
del príncipe de Jatti: ha venido con numerosos regalos para la
reina."*
El enviado se presentó ante Ramsés, entregó los regalos y
dijo: "Loor a ti, Sol de los nueve pueblos de arqueros, vivimos
por ti. Vengo a ti, oh príncipe, mi señor, a causa de Bentresh, la
hermana de tu reina Maa-Neferu-Re. Una enfermedad ha ataca
do sus miembros. Quiera Su Majestad enviar a un sabio para que
la examine."
El faraón ordenó: "Haced venir a mi presencia a los estu
diosos de la casa de la vida y a todos los funcionarios de la cor
te" y cuando los tuvo ante sí, dijo: "Os he mandado llamar para
deciros lo siguiente: Adelántese quien de vosotros tenga inteli
gente raciocinio y destreza manual."
Los funcionarios se miraron perplejos. Finalmente To
temheb, el sabio escriba de Ramsés, dio un paso.al frente y el rey
le ordenó marchar a Jatti en compañia del emisario. Totemheb
hizo lo que le ordenaron y encontró a la princesa Bentresh "co
mo poseída por un espíritu", pero desgraciadamente se sintió de
l
masiado débil para combatirlo.
(
1 Decepcionado, el rey de los hititas envió a Egipto un se
.gundo emisario con su ruego: "Su Majestad quiera ordenar que
nos sea enviada una imagen divina."
Ramsés viajó a Tebas, se dirigió al templo de Chons y le
habló al dios de esta suerte: "Oh, señor, vuelvo a presentarme
ante ti por la hija del príncipe de Jatti. Permite que tu imagen
sea llevada a Jatti." Presumiblemente, la estatua del dios asintió
y el faraón prosiguió: "Dale el hechizo de tu protección. Haré
transportar tu imagen a Jatti para salvar a la hija del príncipe de
Jatti."
En efecto, Ramsés 11 la expidió por vía marítima a través
del Mar Rojo, y en la otra orilla destacó un grupo de caballos y
de sus mejores jinetes. A pesar de ello, la estatua de Chons tardó
un año y cinco meses en llegar a Jatti. Una vez allí, el rey hitita,
sus grandes y sus soldados le tributaron un triunfal recibimiento,
se arrojaron al suelo boca abajo y exclamaron:
"Vienes a nosotros para darnos muestras de tu gracia por
ord�n del rey User-maat-Re-Setepen-Re."
251
La imagen fue llevada donde se encontraba Bentresh y
por su boca habló el mal espíritu: "Bienvenido en paz, gran dios,
que ahuyentas los espíritus exaltados. Tu ciudad es Jatti, sus ha
bitantes son tus servidores... yo también soy tu servidor. Regre
saré al lugar del cual he venido, para alegrar tu corazón con
aquello por lo que has venido. Quiera tu Majestad celebrar con
migo y con el príncipe de Jatti un hermoso dfa."
El rey hitita y sus soldados sintieron gran temor y ofrecie�
ron sacrificios al Consejero Chons en Tebas. Entonces el espíri
tu maligno salió del cuerpo de la princesa y el monarca y todos
sus súbditos se regocijaron. Apenas vio curada a su hija, el astu
to hitita resolvió: "Esta imagen divina se quedará aquf para siem
pre, no dejaré que regrese a Egipto."
En efecto, el rey retuvo la estatua en su palacio por espa
cio de tres años y nueve meses, pero una noche soñó que el dios
Chons, convertido en halcón dorado, emprendía el vuelo rumbo
a Egipto, y lo interpretó como una señal. "Este dios", dijo, "vol
verá a su tierra. Un carro lo transportará de r�greso a Egipto".
Entregó a la servicial imagen numerosos regalos, así como solda
dos y caballos. Esto se escribió el día 19 del segundo mes de in
vierno del año 23 del Faraón Ramsés 11. •
Esta historia contada exhaustivamente con floridas pala
bras en la estela de Chons de Karnak, es fruto de la fantasía. Su
objeto era estimular al pueblo a invocar la ayuda de Chons en ca
sos de enfermedad y otros problemas particulares y recompen
sarlo con generosas dádivas que habrían de servir al sustento de
los sacerdotes.
En el Nuevo Imperio era usual el envío de estatuas de dio
ses. Cuando Tushrata, rey de Mitani, envió a Tebas a su hija Ta
dujepa, la futura Nefertiti, alrededor del año 1366 a.C., integra
ba su cortejo nupcial una milagrosa estatua de Istar, que curaría
a Amenofis 111, novio de Tadujepa, de sus terribles dolores de
muelas y de sus purulentos abscesos. Lamentablemente, esta mi
sión fue menos afortunada que la de la imagen de Chons, pues
Amenofis 111 falleció al poco tiempo de su llegada.
Se ignora si Maa-Neferu-Re, la hermana de Bentresh, dio
hijos al faraón, pero sabemos que Ramsés no se conformó con
esta sola princesa hitita, pues el texto de una estela infor
ma: "El príncipe de Jatti mandó muchos botines desde Jatti, mu
chos botines del país de los coseos, muchos botines de Arzava,
• Günther Roeder: "Urkunden zur Religion des Alten Ae¡ypten", Jena, 1915.
252
tantos que no se pueden enumerar. Además, mandó muchos re
baños de vacunos, ovinos y ganado menor. Fueron allí con su se
gunda hija, que Ramsés se hizo enviar a Egipto." No se vuelve a
saber nada más de ella, pero en cambio, el papiro Gurob infor
ma acerca de Maa•Neferu-Re que aún vivía en el año 61 del go
bierno de Ramsés.
Y por último, Ramsés se enamoró también de su propia
hija Bent-Anta ("hija de Anat"), se casó con ella y la hizo reina.
Tampoco se sabe si tuvo descendencia. Otras dos hijas en las
que User-maat-Re buscó complacerse vivieron la modesta exis
tencia de concubinas y los hijos que dieron a luz desaparecierón
en el harén.
253
cifra exacta no es tan importante, pero es un hecho que ningún
faraón de la historia engendró tantos hijos varones y mujeres co
mo Ramsés 11, ni faraón alguno de la historia estuvo tan orgullo
so de su descendencia como él.
Ramsés es el único faraón que confeccionó un catálogo de
sus hijos. ¿Por ·qué? ¿Era un fanfarrón que necesitaba hacer os
tentación de su potencia con manía exhibicionista y probar con
cifras su virilidad? ¿Q se vio obligado a confeccionar listas de
sus vástagos para no perderlos de vista?
Debe de haber algo de cierto en ambas suposiciones. Se
guramente Ramsés, el más grande, el más fuerte, el más valien
te, el más divino, quiso ser también el más prolífico. Sin duda fue
un héroe de las mujeres y un hombre impetuoso, y por lógica ne
cesitaba de un catálogo para saber al menos los nombres de sus
162 hijos. En su confección no faltaron las complicaciones, como
lo evidencian los errores que cometieron los picapedreros en los
templos de Luxor y Karnak al confundir el noveno príncipe por
el décimo, olvidar por completo al decimoquinto y dar al quinto
un nombre equivocado.
Por lo demás, sólo tuvieron alguna importancia los tre
ce primeros hijos varones del gran Ramsés, de los cuales do
ce sobrevivieron al rey, y el decimotercero, un hijo de Isis-ne
fert, fue su sucesor. Isis-nefert fue también la madre de
Caemvese, el hijo predilecto del faraón, a quien había esco
gido como heredero, aun cuando estaba en cuartolugar en la
sucesión de nacimientos, pero Caemvese, venido al mundo
durante el primer año de gobierno de Ramsés 11, murió a la
edad de cincuenta y cinco años, en una época en que su pa
dre se sentía en la flor de la vida.
Estos son los nombres de los trece primeros hijos de
Ramsés 11:
l. Amonherjopshef
2. Ramesés
3. Reherunemef
4. Caemvese
5. Montuherjopshef
6. Nehenjaru
7. Meriamón
8. Amonemja
9. Seti
10. Setepenre
11. Meriere
254
12. Horherunemef
13. Merenptah
Los cuatro primeros hijos de Ramsés 11, del "Catálogo de hijos" en el templo
de Luxor.
255
El redescubrimiento de Caemvese
256
-- --- --------
257
nida de esfinges, pues en una tumba colectiva eran más fácil de
vigilar las momias de Apis.
En la actualidad, las obras edificadjis sobre el laberinto
están destruidas y sus cimientos sepultados bajo la arena del de
sierto. La galería de Apis, construida por Caemvese, consistía en
esencia en un corredor central de ocho metros de largo por tres
metros de alto y tres metros de ancho, en el cual había talladas
en la roca viva quince cámaras sepulcrales para los toros sagra
dos. Hasta el siglo VII los sacerdotes colocaron allí los animales
momificados dentro de sarcófagos de madera.
Auguste Mariette desenterró esta galería de sarcófagos,
que hoy amenaza derrumbarse, durante cuatro años de labor.
Los dispositivos sepulcrales de seguridad adoptados por Caem
vese probaron su ineficacia, porque todas las tumbas fueron sa
queadas. Mariette descubrió otro enterramiento de toros Apis
más amplio y grande que mandó construir el faraón Psamético 1
(664-610 a.C.). Veinticuatro sarcófagos de granito de las si
guientes dimensiones: 4m. x 3,3 x 2,3 cada uno, tallado en un so
lo bloque, fueron igualmente saqueados, pero Mariette encontró
inscripciones informativas sobre la vida de Caemvese y pinturas
murales en las que están representados Ramsés y su hijo predi
lecto en el momento de ofrecer víctimas propiciatorias ante los
toros Apis.
258
de gobierno respectivamente, constituye una honrosa excepción.
En cambio, Ramsés 11 llegó a celebrar trece aniversarios. Farouk
Gomaá reunió todas las inscripciones alusivas a los mismos.
Dos estelas de Afto 30, primer Heb-Sed; Afio 34, segundo Heb-Sed;
Silsile Afto 37, tercer Heb-Sed; Afto 40, cuarto Heb·Sed de
Rams�s 11. Orden de Su Majestad y encargo al
príncipe Caemvesc de anunciar las fie&tas Sed en
todo el país, a trav�s del Alto y Bajo Egipto.
259
Inscripción de Año 54, día 1 del primer Peret de Ramsés II. Orden
Armant de Su Majestad transmitida al real escriba y mayor-
domo del Rameseo Yup de anunciar el noveno
Heb-Sed de Ramsés II (en todo el país).
Inscripción de Año 57, día 17 del primer Peret de Ramsés II. Orden
Armant de Su Majestad, transmitida al visir Neferenpet, de
anunciar el décimo Heb-Sed de Ramsés 11 en todo
el país.
260
demostrar que también estaba en condiciones físicas de gober-.
nar el barco del Estado.
La primera vez que bailó, Ramsés tenía cincuenta y tres
años. Vemos reproducida la escena en la gran Sala Hipóstila de
Karnak. Cuando cumplió sesenta y cinco años, los sacerdotes se
maravillaron de que Ramsés pudiera levantar las piernas a tanta
altura, y al alcanzar los ochenta ya nadie se extrañó. Los sacer
dotes se limitaron a murmurar: "iVed, está bailando un dios!"
261
9.
Megalomanía en piedra
26 4
lago Timsah a los Lagos Amargos que ya entonces estaban uni
dos al Mar Rojo. Hay para ello tres motivos posibles:
265
Mapa sinóptico de Tebas-Oeste. 1. Valle occidental; 2. Valle de Jos Reyes; 3.
Tumba de Tutankamón; 4. Valle de las Reinas; S. Jeque Abd el-Kuma; 6. A
las tumbas de Jos reyes; 7. Casa de descanso de Der el-Bahri; 8. Tumbas de la
dinastía XVII; 9. Rameseo; 10. Colosos de Memnom; 11. Nueva Kurna; 12.
Tumbas del Imperio Medio; 13. Templo funerario de Seti 1; 14. Feraz planicie
del Nilo; 15. Templo de Amón; 16. Templo de Mut; 17. Templo de Luxor.
266
y Tutmosis en la casa superior (vuelta ahora hacia el cielo) del
travesaño de piedra.
Por otra parte, Ramsés mostró gran predilección por ter
minar proyectos arquitectónicos a medio hacer o en ruinas de
sus antecesores para estampar luego en ellos su sello.
Günther Roeder escribe: ffPara adornar la nueva residen
cia del Delta, que los hebreos designan con el nombre de
'Ramsés' en la biografía de Moisés, fueron saqueados los tem
plos del Delta y del Alto Egipto y los rótulos con el nombre de
Ramsés II fueron grabados sin escrúpulos sobre los de reyes an
teriores. El proceder de los arquitectos y de los artistas en la
época de Ramsés II linda a menudo en el mal gusto y se nos an
toja barbarie destructiva y no creación constructiva."*
Este es un reproche a los dos constructores jefes que
asesoraban al rey: May, el ffjefe de los trabajos", y Merenptah,
que se distinguió en Ramsés City, Menfis, Heliópolis y Tebas
como urbanista, proyectista y constructor. Con seguridad, no
fue para ninguno de los dos un fácil ministerio, no sólo por
los problemas técnicos que les impusieron las monumentales
construcciones ramésidas. Su faraón era un patrón difícil de
contentar, que entendía bastante de arquitectura, pues desde
temprana edad se había responsabilizado por las obras erigí
das bajo su padre Seti l.
Hoy cuesta no advertir en cualquier monumento entre
Abu Simbel y el Delta del Nilo cartuchos con el nombre de
Ramsés II. Pero, aunque fue el rey egipcio que más piedras mo·
vió, o precisamente por eso, User-maat-Re no permite recono
cer ninguna concepción propia, ningún estilo arquitectónico ca
racterístico. Sus monumentos en Karnak, Tebas Oeste o Abu
Simbel se distinguen tanto entre sí como Ramsés 11 se distinguió
de sus antecesores. Por cierto, más aún, las construcciones
ramésidas merecen la aprobación unánime de los historiadores
del arte: "El imponente templo de Abu Simbel, en Nubia, labra-
do en la roca, impresiona por su majestuosidad" opina el ameri
cano John A. Wilson, si bien añad e una observación restricti'la
"aunque se limite significativamente a una enorme fachada y .muy
poca superficie útil detrás de ella". Y respecto de la grandiosa
Sala Hipóstila de Karnak que Rams ;_s mandó erigir, el científico
Kantir Palacios.
268
1·
l_
Aun cuando en casi todos los monumentos egipcios resal
ta el nombre de Ramsés 11, debemos tener bien claro que sólo se
ha conservado una reducida parte de su megalomanía expresada
en piedra. La capital Per-Ramsés, sacada de la tierra, fue prácti
camente borrada de su superficie y sólo quedaron escasas ruinas
que señalan en dirección a Menfis, donde Ramsés solía celebrar
sus fiestas de aniversario. Del templo de Ramsés en Abidos ape
nas se reconoce la planta, y del Rameseo, su templo funerario,
han llegado a nuestros días más informaciones escritas que ele
mentos arquitectónicos.
269
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60m
270
El primer patio: se entraba al Rameseo por un pilón de
66m de ancho y 22m de altura para dar a un patio cuadrado de
columnas, de 130m de lado. A estas columnas se anteponían co
lumnas osíricas, como las que encontramos en Abu Simbel. Dio
doro no supo qué interpretación dar a estas representaciones.
Decía, y esto suena sin duda algo extraño: "En lugar de las co
lumnas se colocaron debajo a modo de sostén figuras de anima
les de 16 varas (8 metros), talladas en una sola piedra y de ma
nera arcaica." Se han conservado hasta nuestros días cuatro de
estas columnas. Este patio estaba cubierto. Cada una de las pie
dras del techo medía 4m de lado y presentaba una decoración de
estrellas doradas sobre fondo azul oscuro.
Estatuas monumentales flanqueaban el acceso a la segun
da sala de columnas. La mayor de ellas superaba los 20 metros
de altura y representaba al gran Ramsés. A sus pies se alzaban
otras dos de 10m de altura cada una, que Diodoro tomó por las
de una hija y la madre del faraón, una suposición ciertamente
errónea, pues Ramsés sólo se hizo reproducir con sus mujeres.
"El trabajo", dice Diodoro, "no sólo es admirable por su magni
tud, sino también porque el enorme bloque de piedra no mues
tra en parte alguna veta ni manchas".
Los sacerdotes le explicaron a Diodoro el significado de
los jeroglíficos grabados en el pedestal: "Yo soy Ramsés, el rey
de reyes. Si alguien quiere saber cuán grande soy y dónde estoy,
que intente superar una de mis obras."
271
mentaría. Es natural, pues, que para poner coto a este abuso en
adelante sólo se aceptara el pene como prueba de valentía.
Aquí, en el segundo patio del Rameseo, también fue es
culpido en los muros el texto del tratado de paz con los hititas.
Además se encuentra en este patio una construcción no techada,
una de las muchas representaciones de los once primeros hijos
de Ramsés 11.
enEgipto.
•
Diosa del arte de escribir "la que preside la casa de los libros".
Se alude a Amón y a Mut.
272
Este dibujo es obra de Giovanni Belzoni, que envió a Londres la cabeza de
una escultura monumental de Ramsés II.
·
273
Las partes mejor conservadas del Rameseo se encuentran
fuera de las dependencias propiamente dichas del templo. Son
los almacenes, las casas de las provisiones y de los empleados,
que por haberse construido de ladrillos de barro no despertaron
el interés de los canteros antiguos y modernos.
Si las obras ramésidas pudieron ser tipificadas en alguna
medida, el Rameseo no evidencia nada típico del faraón: es un
templo edificado en el estilo tradicional, como podría haberlo
construido Tutmosis 111 o Amenofis 111.
En cambio, los templos de Abu Simbel y Karnak difieren
diametralmente del Rameseo.
274
la en el centro de la ciudad de los templos para que armonizara
con el cuadro general. Avido de destacarse, colocó su obra mo
numental delante del complejo. El primer pilón antepuesto a la
Sala Hipóstila ramésida y el gran patio que le sigue datan de una
época posterior: el primer pilón de la era ptolemaica y el atrio
de la dinastía XXII (945-745 a.C.).
De igual modo procedió en cuanto a las construcciones
unidas al templo de Luxor. Naturalmente, aquí su propósito nos
parece hoy en día mucho más evidente que en Karnak:
apartándose de la orientación del complejo sagrado de Ameno
fis 111, Ramsés 11 antepuso a la columnata que conduce a la gran
sala de columnas un patio de columnas propio y levantó frente al
complejo de 260m de longitud un pilón que descuella por enci
ma del conjunto y muestra en su cara visible las hazañas de
Ramsés en su lucha contra los hititas: el antiguo templo de Ame
nofis fue transformado en templo de Ramsés.
Seis estatuas colosales de Ramsés 11, de catorce metros de
altura, y dos obeliscos, en los que se grabaron ·cartuchos de algu
nos metros de longitud con su nombre, no dejan lugar a dudas de
quién se arroga la erección de este templo construido en honor
de Amón, Mut y Chons. De las seis esculturas monumentales to
davía han quedado en aquel lugar dos estatuas sedentes y una de
pie, y sólo uno de los dos obeliscos de granito rosado, pues el
otro fue obsequiado en 1831 a los franceses por Mohamed Alí y
se enclavó en la Plaza de la Concordia, en París. Este es uno de
los cuatro obeliscos egipcios que se encuentran en Francia en la
actualidad. Hay otros siete en Roma, dos en Florencia y Estam
bul respectivamente y uno en las ciudades de Londres, Washing
ton y Nueva York. Ramsés tenía predilección por esta especie de
"asadorcitos", según la traducción griega de la denominación de
esos pilares de piedra tetragonales. En su capital) Ramsés City,
se levantaban nada menos que catorce de estos símbolos de cul
to al dios sol.
275
nentes y todavía hoy se las reconoce como objeto planificado de
exhibicionismo. Son un alarde de inmortalidad, divinidad, po
der, riqueza y arrogancia. El templo mayor está dedicado a
Amón-Ra;Ra-Harajte, Ptah y al dios Ramsés, aunque en reali
dad no encontramos sino un solo objeto de culto, a saber,
Ramsés, Ramsés, Ramsés y Ramsés mirando de frente al sol na
ciente, sedente, desnudo, de veinte metros de altura, tallado en
la roca viva cuatro veces, la cabeza tocada con la cofia nemes y
la doble corona adornada con el ureo. De una oreja a la otra mi
de 4,17m y la boca tiene l,lOm de ancho. Estos colosos debieron
· infundir respeto a los nubios que iban camino a Egipto.
Si se comparan las cabezas de los colosos con la de la mo
mia de Ramsés 11, la similitud es notoria: la típica nariz aguileña,
los pómulos prominentes, la boca grande y el mentón destacado.
Este realismo debió de exigir extremada precisión al artista,
quien hubo de trasladar con toda exactitud a la piedra los rasgos
de un modelo más pequeño sin tener la posibilidad de revisar las
proporciones desde la distancia, a no ser desde una canoa osci
lante, pues el Nilo llegaba casi hasta la fachada del templo. Se
presume que el escultor mayor que logró esta obra de arte se lla
maba Pyay, pues el nombre aparece en el interior del templo al
pie del relieve de la batalla de Kadesh.
Las cuatro figuras monumentales de Ramsés en el gran
templo de Abu Simbel tuvieron una doble función. Por un lado
simbolizaban los cuatro atributos divinos del faraón: Keka
Tavy, Re-en-Hekau, Meri-Amón y Meri-Atón, la gran calma y la
benévola sonrisa de los colosos tienen algo de divino. Por otro
lado, las cuatro esculturas sedentes labradas en la roca constitu
yen puntales necesarios, refuerzos naturales para ofrecer con
tención al empuje de la fachada en declive del templo, de trein
ta y un metros de altura.
Esta fachada que hoy se nos presenta en un ocre claro, el
color de la arena del desierto, ofrecía en la época ramésida una
imagen de colorido teatral. Los colosos de Ramsés estaban pin
tados de colores violentos, las dobles coronas incrustadas de oro
y el ureo centelleaban, al igual que las pupilas del tamaño de pla
tos, realizadas en esmalte.
El templo no fue construido, sino esculpido en su totali
dad. Allí no se colocó piedra sobre piedra: todo el edificio cons
ta de una única masa rocosa de 33m de alto, 38m de ancho y 55m
de fondo. Los arquitectos del templo no se atuvieron al
rectángulo como la forma más sencilla de planta desde el punto
de vista técnico, eligieron una planta en abanico. Esto se hizo ab-
276
solutamente a conciencia y de ningún modo debe atribuirse a di
ficultades de medición, pues por otro lado, los constructores del
templo de Abu Simbel se permitieron algunas piezas de bravura
arquitectónica que todavía hoy nos muestran su destreza técnica
en el labrado de la roca dura: tallaron en la piedra puntales y ar
quitrabes de ninguna utilidad estática para dar la impresión ilu
soria de una "obra arquitectónica".
277
a ocho columnas osíricas, ocho veces Ramsés como Osiris, de
diez metros de altura, provisto de cayado y abanico, los atribu
tos del dios de los muertos. La sala de pilares contigua es al mis
mo tiempo acceso a ocho cámaras en las cuales se almacenaban
en otro tiempo tesoros y víveres. Una puerta angosta conduce al
santuario, donde se encuentran las cuatro imágenes de los dio-·
ses a quienes fue dedicado el templo, sentadas de espaldas con
tra la pared posterior: Ptah, decapitado, Amón-Ra con alta co
rona de plumas, y Ramsés y Ra-Harajte con sus rostros
maltratados.
En la actualidad, todavía se repite en este santuario la ma
ravilla solar de Abu Simbel. Ello sucede entre ellO de enero y el
30 de marzo y entre el 10 de setiembre y el 30 de noviembre, y
quien haya tenido la suerte de presenciarla, siempre lo conside
rará una maravilla: hacia las 5.58 horas de la mañana los rayos
del sol nubio penetran por la puerta de entrada, atraviesan el
gran atrio, el acceso a la sala de columnas y la angosta abertura
de la cella, inciden sobre las estatuas de Amón-Ra y Ramsés y
las sumergen en una brillante claridad sobrenatural. Hacia las
6.03 se destaca Ramsés solo, iluminado como dios, a las 6.08 la
luz baña a Re-Harajte, luego, hacia las 6.20 el haz luminoso del
candente reflector desciende hasta las rodillas de las dos figuras
a medida que se hace cada vez más pequeño. Fue un logro ma
gistral de la técnica de la medición construir este espectáculo
natural, pero la maravilla reside en que la imagen de Ptah*
jamás es rozada por un rayo solar. El dios de las sombras que
dará por siempre jamás en sombras.
En el pequeño templo de Abu Simbel, no se produce un
espectáculo natural semejante. Este santuario dedicado a Hator,
la diosa del cielo, y a la deificada Nefertari se levanta al fondo
del gran templo. Mueve a asombro que fuera erigido, pues el
gran Ramsés no aceptaba comparaciones. Sin embargo Neferta
ri era su esposa favorita y su templo bastante más pequeño, ape
nas diez metros más ancho y decorado con más sencillez, esca
paba a toda comparación con el templo de Ramsés. Lo singular
en él es, asimismo, la fachada. En la arquitectura egipcia no se
repite jamás la representación de la esposa de un rey en la facha
da de un templo.
• Ptab se convirtió ea un dios de los muertos junto .ron Sokaris, e! dios de 1a tie
·
218
El extraño signare Belzoni
279
carreteras, los peones contratados se declararon en huelga, los
medios de transporte existentes eran insuficientes y el cónsul
mezquinaba el dinero.
A pesar de todo, Belzoni consiguió cumplir con su come
tido: trasladó el coloso por barco hasta Alejandría, lo reembarcó
en una nave más apropiada para la navegación por mar y el15 ae
diciembre de 1816 la curiosidad llegó a Londres en medio de
gran algarabía. La empresa costó en total 450 libras esterlinas.
La noticia acerca de sus aptitudes sobrehumanas hizo fa
moso a Belzoni en un abrir y cerrar de ojos, y cuando Burckhardt
regresó a El Cairo a los dos años del descubrimiento de Abu
Simbel, se dirigió a Belzoni, con la idea de que era el único ca
paz de lograr desenterrar los templos rupestres cubiertos por la
arena. ·
280
El explorador Gio
vanni Belzoni según
una litografía con
temporánea.
281
comían, sobre todo carne de carnero. Cuando era hora de comer
se sentaban todos en el suelo dentro de la choza a la espera de
que fuese colocada en medio de ellos la gran cazuela. Sólo des
pués de que el jeque Davud pescara el trozo más grande y sabro
so, los demás alargaban la mano. Cuando menos lo pensaban no
quedaron para los europeos sino restos en la cazuela de barro.
El primer día Belzoni y su gente no tuvieron apetito, pues
la vista de los dedos mugrientos de sus anfitriones disipó todo
vestigio de deseos de comer. Al segundo día, los europeos deci
dieron sentarse todos juntos del mismo lado porque la oportuni
dad de atrapar un trozo de carne no manoseada les pareció ma
yor. iCraso error! A pesar del cambio de lugares en derredor de
la cazuela, los desaseados hijos del desierto supieron apoderar
se nuevamente de los mejores trozos. El jeque Davud los ob
servó divertido, pero al día siguiente procedió de distinta mane
ra: antes de que sus secuaces pudieran meter la mano en el cazo
escogió los mejores pedazos de carne, los deshuesó enérgica
mente y con ademán amable colocó lo que había quedado de
pulpa sobre la manga izquierda de su túnica, luego tendió son
riente el brazo a sus huéspedes y a Belzoni y a sus acompañantes
no les quedó otra alternativa que aceptar el bocado.
A la mañana siguiente, las chozas de junco a orillas del Ni
lo quedaron desiertas: los jeques y sus secuaces se habían esfu
mado. Uno de los peones hizo saber a los extranjeros que había
comenzado el Ramadán, el mes de ayuno, por lo cual debían de
jar de trabajar. Belzoni y su gente resolvieron proseguir la exca
vación sin la ayuda de los nativos. Sumaban catorce hombres, pe
ro al finalizar la jornada se percataron de que si bien los
beduinos suspiraban como condenados a trabajos forzados, su
rendimiento efectivo no alcanzaba ni a un quinto del de un euro
peo. En consecuencia, pusieron todo su empeño y buen humor
para dejar expedita la entrada al templo rupestre.
Los dos jeques les habían dejado a un hombre llamado
Musmar que aíumaba de sí mismo ser el más valiente de todos,
pero Belzoni sospechó desde un primer momento que el bribón
no era más que un espía y por añadidura un cobarde. Cierta
mañana, Musmar se acercó a la carrera gesticulando como un lo
co, mientras señalaba hacia el río por el cual venía una canoa tri
pulada por dos hombres armados hasta los dientes: so pretexto
de trepar a la orilla acantilada para poder observar mejor la bar
ca Musmar puso pies en polvorosa y jamás volvieron a verlo.
Los hombres que descendieron de la canoa se dieron a co
nocer como los jeques de Ibrim, padre e hijo, y amos de aquella
282
región. La tímida objeción de Belzoni en el sentido de que Da
vul y Kalil ya se habían presentado como dueños de esa tierra fue
desdeñada por el hombre de más edad con un enérgico ademán.
Los nombrados eran sus enemigos mortales. Por otra parte, dijo
saber a ciencia cierta que los excavadores los habían provisto de
fusiles, pólvora, municiones y tabaco.
Belzoni se quedó alelado. "Ya no disponíamos de nada
que hubiéramos podido ofrecer a aquella gente", escribe. Deses
perado ante la perspectiva de tener que abandonar Abu Simbel
cuando les faltaba tan poco para llegar a la meta, exhibió ante
. aquellos hombres una carta del jedive Mohamed Alí que llevaba
consigo. Aun cuando iba dirigida a Belzoni y no a los jeques, sur
tió efecto. Los analfabetos hijos del desierto examinaron el do
cumento que segtín aseveración del intérprete llevaba la firma
del sultán, asintieron con gesto comprensivo y se marcharon. De
este modo Belzoni pudo continuar las excavaciones.
Al cabo de una semana de trabajo, atormentados por el
polvo y el tórrido viento del desierto, los hombres tropezaron
con el cornisamento roto de una columna, y días más tarde con
un friso. Sin duda debajo debía de encontrarse un pasadizo para
acceder al interior del templo. Al caer la tarde, ya habían logra
do abrir a punta de pala un boquete por el cual Belzoni hubiera
podido-deslizarse al interior, pero el gigante, de ordinario tan
arrojado, tuvo miedo. Sospechó que en el interior del templo pu-
. diera haber emanaciones tóxicas, y por esta razón resolvió apla
zar la aventura hasta la mañana siguiente.
A temprana hora del 111 de agosto de 1817 Giovanni Bel
zoni y su esposa Sarah reptaron a través de la abertura practica
da bajo nivel y gatearon por la arena del interior del templo a la
luz, fantasmagóricamente temblorosa, de candelas. La concien
cia de hallar un santuario que no había vuelto a ver ojo humano
por espacio de 2.000 años y la conciencia de su propia insignifi
cancia hizo estremecer de respeto, incluso a un forzudo como el
italiano. Si bien su esperanza de hallar tesoros en oro y piedras
preciosas se vio frustrada, a la vista de las enigmáticas estatuas,
las escenas en relieve pintadas de vivos colores y la disposición
de los recintos a modo de un laberinto, Belzoni comprendió que
a él le cabía el mérito de haber descubierto la construcción más
singular del más caprichoso de los faraones egipcios.
Johann Ludwig Burckhardt, el descubridor original de
Abu Simbel, murió a los pocos días de enterarse en El Cairo del
exitoso hallazgo realizado en el templo rupestre. Su deceso se
produjo a los treinta y tres años de edad, a causa de una intoxi-
283
cación con pescado. Fue el15 de octubre de1817, precisamente
el día en que Giovanni Belzoni, que había regresado mientras
tanto a Luxor y al Valle de los Reyes, descubría la tumba de Se
-
ti l.
Durante casi 150 años, los templos de Abu Simbel fueron
la meta remota de los exploradores de todo el mundo. Cuando
en 1959 se iniciaron en Assuán las obras para la gran presa de
Sadd el-Ali, los ingenieros pensaron en la obtención de energía
y la ampliación de la superficie de tierras cultivables, pero no en
los santuarios de Abu Simbel situados a 350 kilómetros río arri
ba del Nilo y que en unos pocos años quedarían a merced de la
inundación. La Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, nombró a toda
prisa dos comisiones éuya misión fue estudiar la posibilidad y la
manera de rescatar aquellos antiguos bienes culturales de la zo
na de anegamiento.
284
la roca. La cuestión acerca de la antigüedad de estas brechas
es fácil de explicar. Los antiguos egipcios debieron de encon
trarlas al construir sus templos, pues uno de los colosos de
Ramsés de la fachada del Gran Templo presenta un brazo re
corrido por una de estas brechas, el c�al fue sustentado por
un soporte de ladrillos de barro cocido que llevan como sello
un cartucho de Metemptah, el sucesor de Ramsés 11. *
Por lo tanto, los templos de Abu Simbel soportaron inten
sas tensiones internas, llevaron una vida interior inquietante. El
profesor Martini determinó un empuje de 35 a 50 kilogramos por
centímetro cuadrado, y más tarde, los obreros se sobresaltaron a
menudo cuando se abría una nueva hendidura precedida de so
noro trueno. A esto se sumó que precisamente las rocas de los
cimientos habían experimentado un acentuado debilitamiento
aun cuando ambos templos no fueron edificados mediante la su
perposición de piedras, sino tallados de una sola pieza en la ro
ca viva. Los geólogos comprobaron esto mediante un reborde
capilar de 2,4 metros de altura, alimentado por el nivel del agua
subterránea. Se hizo ascender el agua subterránea por conduc
tos de la roca del espesor de un cabello, y a su paso disolvió de
terminadas sustancias químicas que constituyeron cristales por
condensación. Al crecer, estos cristales ejercieron una presión
constante sobre la roca y en algunos lugares provocaron su esta
llido. Todo esto no era precisamente la condición ideal para in
tentar medidas de rescate.
El tiempo apremiaba. Las aguas represadas del dique del
Nilo ascendían más y más. lPodrfa salvarse todavía Abu Simbel?
Empresas y técnicos de todo el mundo trabajaban en planes te
merarios en espera de un pedido millonario.
De Francia vino la propuesta, de los arquitectos A. Coyen
y J. Bellier, de erigir en torno a los templos una presa circular de
80 metros de altura. Esta hubiese sido la más grande construida
hasta entonces y el proyecto no hubiera causado dificultades
técnicas, pero presentaba dos df..sventajas fundamentales: 1) los
templos del desierto de Abu Simbel se hubieran presentado al
visitante desde la perspectiva de la tapa del canal; 2) los rayos
solares ya no invadirían el santuario del templo mayor. Median
te una gran implementación técnica habría de extraerse, por
285
bombeo el agua infiltrada en cantidades enormes, lo cual hubie
se requerido un presupuesto anual de mantenimiento de 1,6 mi
llones de marcos alemanes. Por su parte, los geólogos llegaron a
manifestar la convicción de que la elevada presión del agua fue
ra del dique circular haría subir tanto la presión capilar dentro
de las rocas del templo que los colosos de Ramsés quedarían
destruidos al cabo de unas pocas décadas.
Los norteamericanos concibieron un plan fantástico: cor
tar los templos de una sola pieza para separarlos de la roca ma
triz, rodearlos con un corsé de acero e izarlos 68 metros más
arriba con la ayuda de prensas hidráulicas y las aguas ascenden
tes del Nilo.
Ingenieros italianos bajo la dirección del profesor Gazzo
la propusieron proyectos parecidos. Sugirieron apartar por sec
ciones la c6spide de la montaña que gravitaba sobre los templos,
luego aserrar los cimientos de estos y por último elevarlos como
un todo.
La masa más pesada levantada hasta entonces de una sola
pieza tenía 10.000 toneladas, en tanto el peso del gran templo de
Abu Simbel se estimaba en 250.000 toneladas. Para llevar a la
práctica el proyecto se hubieran debido emplear treinta elevado
res hidráulicos.
Por último, los británicos concibieron la idea más es
trambótica: el profesor William Macquitty propuso dejar libra
dos los templos de Abu Simbel a las aguas del Nilo, pero previa
mente se tendería sobre todo el complejo una membrana
transparente, empotrada en los cimientos. Al mismo tiempo que
aumentara el nivel de las aguas del Nilo, la vejiga artificial se lle
naría de agua clara. Por un corredor de vidrio subacuático los vi
sitantes podrían contemplar luegó los templos alojados en la
campana de agua corriente. Ramsés en un acuario.
286
ta operación sería inalcanzable. Después del símbolo de status
político-económico de la presa de Assuán, Egipto tuvo además
un símbolo de status cultural: Abu Simbel.
En efecto: a 3.200 años de la muerte de Ramsés 11 el tem
plo predilecto del gran faraón se convirtió en un objeto político
de primer orden. El prestigio nacional, el afán de notoriedad
tecnológica, el reclamo por la posesión de los bienes científicos
convirtió a Abu Simbel en un barril de pólvora. Después de que
el 1!! de octubre de 1959 el gobierno egipcio dejara prever una
recompensa en preciosidades arqueológicas a todos los países
que intervinieran en la salvación de Abu Simbel, se añadió un
nuevo estímulo que no contribuyó precisamente a simplificar el
lado de la organización de este proyecto monumental.
La UNESCO convocó al mundo a financiar la salvación
de los templos de Nubia. Los costos evaluados del rescate osci
laban entre 30 y 300 millones de marcos alemanes. Como Egipto
no estaba en condiciones de reunir semejante suma la UNESCO
invitó en el verano de 1961 a sus estados miembros a aportar una
suma calculada en base a la clave de sus contribuciones anuales.
Estados Unidos, el país número uno en cuanto a llevar cultura a
todos los rincones del mundo, anduvo con remilgos en este caso
para pagar el tercio que se le exigía, porque habían sido ingenie
ros soviéticos los que construyeron la gran presa a 250 kilóme
tros Nilo abajo de Abu Simbel. Por su parte, la Unión Soviética
manifestó que había construido esa presa a fin de trocar las pie
dras en pan para millones de individuos, en tanto Occidente des
pilfarraba su dinero para trasladar derrelictos de faraones me
galómanos.
A un año de la llamada de auxilio no se había reunido aún
ni un diez por ciento de los fondos requeridos. Con excepción de
Holanda y Yugoslavia, ninguna nación había integrado su cuota.
La mayoría de los países trataron de liquidar créditos de divisas
en el exterior. Cuba pagó su cuota regular de 900 dólares pero
donó azúcar por valor de 16.000 dólares.
Entretanto, los franceses se mostraron indignados porque
sus proyectos fueron rechazados, los italianos se enfadaron por
que en los trabajos de planificación se había dado preferencia a
ingenieros suecos, el gobierno egipcio perdió la calma porque
las aguas del Nilo embalsadas por orden de ellos no dejaban de
crecer, mientras que la UNESCO parecía condenada a la inacti
vidad. Esta organización se enfadó porque el gobierno egipcio
provocó a los principales financieros de la empresa (estadouni
denses) con expropiaciones y procesos espectaculares.
287
Los egiptólogos se quejaron de los técnicos que, como
siempre, no veían en Abu Simbel un objeto arqueológico sino
técnico, y todos juntos se mostraron disgustados con los- notables
del comité de salvamento de la UNESCO que no hacían más que
impedir los trabajos y cobrar 200 dólares diarios en concepto de
gastos.
Corte transversal del gran te!Dplo de Abu Simbel después de su traslado. Para
que el templo originalmente tallado en la roca viva no fuera aplastado por las
masas rocosas después del traslado, los tecnicos debieron construirlo dentro
de una campana de hormigón armado que luego fue cubierta por masas
rocosas.
288
dos los planes hubieran recorrido las instancias necesarias ... iEn
definitiva, es un milagro que Abu Simbel no haya quedado su
mergida!
En agosto de 1964 salió la resolución: se dio la preferen
cia a un proyecto sueco. Preveía demoler las montañas sobre los
templos hasta el techo de los mismos, seccionar las fachadas y el
interior de los templos en bloques de diez a treinta toneladas de
peso y volver a reconstruir las montañas y los templos sobre la
meseta. Un consorcio internacional bajo la dirección de la em
presa Hochtief AG de Essen movilizó 4.000 obreros y técnicos
. de Egipto, Alemania, Italia, Francia y Suecia. En medio del de
sierto entre Assuán y Wadi Halfa brotó del suelo una ciudad de
barracas, se construyó una pista de aterrizaje y también un puer
to fluvial. Sobre la arena amarilla se levantaron salas de máqui
nas, una planta de potabilización de agua, una planta de energía
eléctrica, un hospital, tiendas y tabernas, y lo que podían necesi
tar además unos miles de hombres, par.a ir a·trabajar al desierto,
a 300 kilómetros de la civilización, por una buena paga.
289
El mayor peÍigro de daño de los bloques residía en el
transporte. Embalar sillares de treinta toneladas no sólo hubie
ra sido "una pérdida de tiempo, sino que significaba un riesgo
más por la manipulación de envolverlos y desenvolverlos. Por lo
tanto, los técnicos practicaron una perforación en la cara supe
rior de todo bloque que era cortado de la montaña, colocaron un
ancla de acero y echaron en el orificio de trepanación sustancias
químicas endurecedoras. Por último, los bloques fueron izados
mediante esta ancla de acero con montacargas y transportados
por una pista construida por el propio consorcio sobre la mese
ta de la ribera del Nilo, donde un cartel que decía "Storage Area"
dejaba casi olvidada en la gélida indiferencia técnica la impor
tancia cultural de la empresa.
En este parque de depósito, a 68 metros de altura sobre el
emplazamiento original de los templos, cada bloque fue someti
do a un tratamiento químico-técnico destinado a garantizar que
los templos de Abu Simbel pudieran ser admirados en ese mis
mo estado el año 3.000 d.C. Donde fue necesario, se reforzaron
y restauraron los bloques de piedra, se aplicó una capa invisible
de poliéster a las superficies exteriores para impedir la penetra
ción de agua y humedad del aire, como también la exfoliación de
la superficie. Sobre las piedras del techo se aplicó otro hidrófu
go químico. Toda una montaña con dos templos en su interior
fue conservada por medios químicos.
Los trabajos prosiguieron a un ritmo febril y la situación
se tornó dramática. En noviembre de 1964 el nivel de las aguas
contenidas ya lamían la corona del dique que mantenía en seco
a los técnicos y a los restos de los templos. Se trasladaron más
capas, los arqueólogos se preocuparon, exigieron mayor diligen
cia y cuidado, vivían en constante temor por sus santuarios. El
director de obra Carl Thedor Mackel, de Hamburgo, dio una
respuesta unívoca: "Podemos trabajar ciertamente sin correr
ningún riesgo, pero entonces la empresa se prolongará dos años
más", dijo. Entretanto, el agua subía y subía.
Abu Simbel no era el único yacimiento de historia de la
cultura que el embalse de 500 kilómetros de longitud amenaza
ba devorar con su caudal de agua de 170 mil millones de metros
cúbicos. Los arqueólogos y los estudiosos de la prehistoria esti
maron que veintitrés objetos merecían ser desarmados o trasla
dados, aun a costa de los ingentes gastos. Muchos debieron ser
abandonados de antemano por razones técnicas, como la forta
leza de Buhen, vecina a la frontera egipcio-sudanesa, cuyos mu
ros de ladrillos de barro del Nilo apilados se hubieran deshecho
290
al tocarlos sus salvadores. De los templos de Gebel es-Shams,
Abuhuda y Gerf Hussein sólo se rescataron piezas parciales, im
portantes para la historia del arte, en tanto los pequeños tem
plos de Elesiya, Tafta, Dendur y Debod fueron cedidos a otros
países para su desguace, como donación del estado egipcio. En
la actualidad, encontramos el templete de Elesiya en Turín, el de
Tafta en Leiden, el santuario de Dendur en Nueva York, en tan
to el templo ptolemaico de Debod tiene su actual emplazamien
to en Madrid. En cambio, se trasladaron los santuarios de Ed
Dakka, Ed-Derr, Amada, Uadi es-Sebua, Kertassi, Bet el-Wali y
Kalabsha.
El imponente templo de Kalabsha data de los días del em
perador romano Augusto y fue construido según el modelo de un
templo que se levantaba en el mismo lugar y databa del 1.400
a.C., aproximadamente. El rescate de este templo fue fruto de
un proyecto alemán por el cual el gobierno federal hubo de in
vertir siete millones de marcos alemanes, pero en el aspecto
técnico fue una empresa completamente distinta a Abu Simbel.
·Los templos rupestres eran obras de una sola pieza, en cambio
Kalabsha se componía de unos 20.000 bloques, de los cuales nin
guno pesaba más de una tonelada. Fue posible desmontarlos uno
por uno, cargarlos. en barcos y volverlos a armar tierra adentro
al alcance visual de la nueva presa de Assuán. En 1973 el gobier
no egipcio cedió al Museo Egipcio de Berlín occidental 106 blo
ques con relieves en colores que fueron descubiertos en los ci
mientos al desarmar el templo.
De muy distinta manera transcurrió el salvamento del
templo de Amada por el que asumió la responsabilidad el go
bierno francés. La importancia de esta obra para la historia del
arte residía sobre todo· en la rica ornamentación interior. Sin
embargo, las representaciones no habían sido esculpidas en pie
dra, sino talladas en capas de mortero de gran superficie. La re
moción piedra por piedra hubiera dañado de forma irreparable
la costosa capa de mortero, en consecuencia los técnicos lleva
ron a la práctica otra idea: echaron debajo de los cimientos del
edificio de 50 metros de largo una plancha de hormigón armado,
arrimaron qna gigantesca rampa de tierra y arrastraron el tem
plo sobre rodillos de acero hasta su nuevo emplazamiento, a una
distancia de 2,5 kilómetros.
En comparación, el salvamento del templo de Abu Simbel
fue una empresa monumental, un rompecabezas superdimensio
nal. En 1965 se terminaron los trabajos: 1.041 bloques de los
templos, 1.112 bloques de piedra de la zona peñascosa vecina a
291
los templos y de los accesos así como 6.598 bloques en bruto de
las piedras basales y del techo quedaron almacenados a buen re
caudo de las aguas ascendentes de la presa en la "storage area".
Desde fines de agosto de 1965 enormes masas de agua rebasaron
el dique de protección y lentamente la corriente verdepardusca
del Nilo llenó las aberturas que habían quedado en las rocas.
A 68 metros de altura de aquel lugar y 180 metros tierra
adentro los trabajos continuaron noche y día. A diferencia de lo
que sucedió en Kalabsha, los bloques numerados .de piedra no
pudieron ser simplemente apilados unos sobre otros; el peso de
la montaña amontonada artificialmente hubiera triturado los
templos rupestres. Por esta razón los técnicos pensaron en otra
posibilidad: construyeron dos cúpulas gigantescas de hormigón
armado, de 60 metros de diámetro cada una. Estas semiesferas
habrían de soportar una presión de techo de 12 metros de roca y
una presión lateral de 35 metros de roca, además se colgaron de
ellas los bloques de los techos de los templos. Bloque a bloque
con una exactitud milimétrica, los ingenieros armaron las pare
des laterales con las magníficas representaciones de Ramsés 11.
A fines de 1967 quedó concluido el templo de Nefertari;
medio año más tarde la cúpula de hormigón armado del gran
templo de Ramsés también desapareció bajo los bloques de ro
ca que, amontonados unos sobre otros, formaron una enorme
montaña. En el invierno siguiente las primeras tormentas de are
na que soplaron en el desierto de Nubia borraron las últimas
grietas de los cortes practicados por las sierras. Los geómetras
habían realizado una labor perfecta. En febrero de 1969 se repi
tió en el nuevo emplazamiento el portento solar de Abu Simbel:
los primeros rayos del sol iluminaron las imágenes divinas del
santuario a cincuenta y cinco metros en el fondo del templo:
Amón Ra, Ra Harajte y el deificado Ramsés.
292
10.
El faraón de la
servidumbre
294
Reconstrucción de un pilón de Per-Ramsés, con cuatro estatuas colosales.
295
En estos libros, escritos en distintas épocas por distintos
autores y según distintos puntos de vista, se mezcla, sin �mbar
go, lo histórico con lo imaginado y los estudiosos de la Biblia y
los arqueólogos están todavía en lucha constante con aquellos
para quienes el texto bíblico es sacrosanto. Pero el Antiguo Tes-.
tamento no es una colección de documentos. Los hechos históri
cos son pospuestos a su verdadera finalidad: la predicación de la
doctrina de redención. Por ejemplo, la prueba de fuerza entre el
dios Jahvé y el omnipotente faraón se presenta con tanta insis
tencia que en su celo desmedido el cronista olvidó citar el nom
bre del faraón bajo el cual se desarrolló esta historia.
En el segundo libro del Exodo se relata de la siguiente
manera la introducción a la gran controversia entre Egipto y los
hijos de Israel: "Llegó entonces al poder de Egipto un nuevo rey
que no sabía quién era José. Y dijo a su pueblo: 'El pueblo de los
hijos de Israel es demasiado numeroso y demasiado fuerte para
nosotros. iEa, vamos a portarnos astutamente con él para que no
se multiplique más y si se declara una guerra, se sume a nuestros
enemigos, luche contra nosotros y se marche luego del país!'
Entonces le impusieron capataces de prestaciones para
oprimirle con penosos trabajos: así construyó para el Faraón las
ciudades almacenes de Pithom y Ramsés."
Estos cuatro versículos del segundo libro del Exodo cons
tituyen la fuente más importante para la investigación histórica.
Según este testimonio la servidumbre de los israelitas comenzó
con la construcción de las ciudades despensa de Pithom y
Ramsés. La bíblica Pithom es la egipcia Per-Atón (la casa de
Atón) en el Delta oriental, y Ramsés es, como se sabe, la nueva
capital del Reino, erigida por Ramsés II. Ambas ciudades, situa
das muy cerca de Gosen, el territorio colonizado por los hijos de
Israel (como lo prueban los hallazgos arqueológicos) fueron
construidas a comienzos de la dinastía XIX. Probablemente, la
piedra fundamental para la capital, a la que más tarde se dio el
nombre de Ramsés U, ya había sido colocada por Seti 1, pero con
toda seguridad, no antes. En consecuencia, serían dos reyes los
que entrarían en cuestión como comitentes de las prestaciones
personales: Seti 1 o Ramsés II. Esta suposición es confirmada
por la referencia a un anterior cambio de dinastía en la historia
egipcia ("un nuevo rey, que no sabía quién era José"). Con esta
referencia se vuelve dudosa la suposición de los historiadores en
el sentido de que la leyenda de José se desarrolla en tiempos de
Ramsés 11.
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Planta de las
excavaciones de
Tanis:
En el centro
aparece el gran
distrito de los
templos de 300
x 400m, con el
gran templo de
Amó n que,
Ramsés 11 man
dó erigir utili
zando antiguos
restos de cons
trucción.
297
Pithom, una montaña de escombros en el W,adi Tumilat
Los hijos de Israel, que desde hacía siglos llevaban una li
bre y tranquila existencia como pastores, no estaban acostum
brados al pesado trabajo físico que de pronto se les impuso. "Los
egipcios sometieron a recia servidumbre a los hijos de Israel y
amargaron su vida con duros trabajos de arcilla y adobes, con to
das las labores del campo, todos los trabajos que tenían que ha
cer les eran impuestos con violencia." (2 Exodo 1, 13-14) ..
Los hebreos empleados en la elaboración de ladrillos es
taban bajo la supervisión de capataces nombrados entre su pro
pia gente, los cuales debían rendir cuentas a su vez a un "capa
taz" egipcio sobre la producción diaria, y si la cuota no había
sido sobrepasada recibían palos. No es de extrañar, pues, que los
capataces israelitas también descargaran palos sobre sus pro
pios paisanos.
Confeccionar ladrillos con el barro del Nilo no era un tra
bajo pesado, pero sf sucio, y se consideraba por lo tanto una ac
tividad denigrante, de ahí la aversión que inspiraba sobre todo a
los israelitas, que hubieran preferido cuidar sus ovejas. En la
tumba del visir tebano Rejmire, vemos a diez confeccionadores
de ladrillos, vigilados por dos capataces. Lo que llana la aten
ción en la representación es que ambos son de piel oscura, mien
tras que ocho de los obreros tienen piel de color claro, es decir,
que no son egipcios. Uno de los capataces dice: "El palo está en
mi mano, no seáis haraganes."
Ladrillos de barro del Nilo, secados al aire, que se encon
traron en el Delta oriental y ostentan los anillos con el nombre
de User-maat-Re, demuestran que esta prestación de servicios
de los israelitas se realizó, en efecto, bajo Ramsés 11. A diferen-
298
cia de los extranjeros que llegaban a Egipto como pago de tribu
tos vivientes y a los cuales no les quedaba otra alternativa que la
esclavitud, los israelitas refunfuñaban por su suerte y surgieron
entre ellos tensiones sociales y protestas.
Como Ramsés no estaba acostumbrado a la resistencia en
su paÍs, reaccionó con irritación. En el segundo libro del Exodo
se describe la situación del siguiente modo: "Aquel mismo día
ordenó el faraón a los capataces del pueblo y a sus inspectores:
'No volváis a dar al pueblo paja para hacer los adobes, como an
tes. Que vayan ellos mismos y recojan la paja. Pero exigidle la
misma cantidad de ladrillos que solían hacer antes; no se la re
bajéis en nada; son unos perezosos, por eso gritan: 'iDéjanos
marchar a ofrecer sacrificios a nuestro Dios!' Haced más pesa
do el trabajo a esa gente para que se ocupen de él y no presten
atención a embustes'.
Marcharon los capataces del pueblo y sus propios inspec
tores y dijeron al pueblo: 'Así dice el Faraón: No os doy más pa
ja. Id vosotros mismos a recogerla donde la encontréis; pero
vuestra tarea no se disminuirá en nada.'
El pueblo se dispersó por todo Egipto recogiendo paja
para desmenuzada. Los capataces los apremiaban: 'Terminad
vuestra tarea, la labor de cada día en su día, como cuando se os
daba la paja.' Y los inspectores de los hijos de Israel-que los ca
pataces del Faraón habían puesto al frente de aquéllos- fueron
golpeados al tiempo que les decían: •¿Por qué ni ayer ni hoy
habéis terminado vuestro cupo acóstumbnido de ladrillos?'
Fueron, pues, los inspectores israelitas a quejarse al Fa
.raón, diciendo: '¿Por qué tratas así a tus siervos? No se nos pro
porciona paja y se nos dice: haced ladrillos. Ahora tus siervos
son golpeados. Tú pecas contra tu pueblo'. Respondió·(el Fa
raón): 'Sois unos perezosos, unos perezosos. Por eso decís: Va
mos a ofrecer sacrificios a Jahveh. Y ahora, idos a trabajar. No
se os dará paja. Pero entregaréis el cupo de ladrillos'." (5,6-18).
299
Las dos caras de Ramsés li
300
neraciones de arqueólogos han buscado en vano rastros de este
hombre tan importante. Todo lo que sabemos sobre Moisés pro
viene de los libros del Antiguo Testamento, cuya credibilidad
histórica es a menudo bastante dudosa y los mismos exegetas se
han preguntado seriamente si Moisés no habría sido product.o
de la leyenda o una figura simbólica de los logros de varios hom
bres, pues con su persona se relaciona casi todo lo que Israel
considera fundamental para su existencia.
lQuién fue en realidad este Moisés?
El Midrash Rabba•, el teofilósofo judiohelenista Fil6n
(13 a.C., a 45/60 d.C.), el historiador judío Flavio Josefo (37-100
d.C.), el Corán y el segundo libro del Exodo, atribuido al propio
Moisés, lo presentan como un príncipe egipcio, y Filón y Josdo
llegan a ver en él al heredero al trono faraónico. Por otro lado,
según la genealogía bíblica, Moisés era un bisnieto de Leví y
Leví era nieto de Isaac, el fundador de la raza israelita. Se calcu
la pues que Moisés debió de venir al mundo a comienzos del go
bierno de Ramsés 11.
En esta época los pastores de ovejas israelitas, asentados
en el Delta oriental del Nilo, se multiplicaban a un ritmo acele
rado. Por lo tanto, Ramsés mandó llamar a las dos comadronas
de los hijos del desierto, Sifrá y Puá, y les hizo saber que no su
frirían perjuicio si procedían con cierta negligencia en la práclti
ca de su especialidad. El, Ramsés, escucharía con agrado que
entre los israelitas nacieran muertos muchos niños, sobre todo
varones... las niñas podrían venir al mundo en igual cantidad que
hasta entonces. Seguramente, el faraón pensaba en una nueva
generación de mujeres de piel blanca para su harén.
La exigencia del faraón se frustró. Las dos comadronas en
quienes Ramsés pretendió cargar semejante responsabilidad de
clararon que las vigorosas mujeres israelitas prescindirían más y
más de sus servicios y entonces no tendrían ocasión de compla
cer el deseo del rey de los egipcios. Entonces, Ramsés impartió
la orden: "iArrojad al Nilo a todo varón nacido de los hebreos,
pero dejad con vida a las niñas!" (Exodo, 2, 1,22)
* Midrash: del hebreo "interpretación"; libro que explica los textos blblicos.
301
Por qué Moisés fue expuesto
302
cimiento. Era inconcebible que un miembro de la familia real
fuera a bañarse en la ribera del río, accesible a cualquiera.
El relato de un niño abandonado en una cesta de junco ya
circulaba de boca en boca más de mil años antes de los tiempos
de Moisés. Se desarrollaba en Mesopotamia y el personaje
histórico en torno al cual giraba el cuento, se llamaba Sargón.
Este personaje fue el fundador de la primera dinastía semita en
Mesopotamia. Fue alrededor del 2.350. A partir de Kish, some
tió la Babilonia meridional, avanzó hasta Siria, Asia Menor y la
Cordillera de Zagros y convirtió a Akkad en su capital. El rey
Sargón nos da noticias acerca de su origen en el siguient'e texto
escrito con caracteres cuneiformes:
"Sargón, el rey poderoso, el rey de Akkad soy yo. Mi ma
dre era una ramera del templo, no conocía a mi padre, pero el
hermano de mi padre habitaba en la montaña. En mi ciudad
Azupirani, a orillas del Eufrates, me concibió mi madre y me dio
a luz clandestinamente. Me colocó en una cesta de junco, selló
mi puerta con brea y me dejó en el río, que no me ahogó. El río
me arrastró y �e llevó hasta Akki, el extractor de agua; bonda
doso de corazón, me sacó del río y me crió comó a su propio hi
jo."
303
respectivamente el hijo de Amón, el hijo de Tot o el de Ra. El
nombre Ramsés significa "hijo de Ra". En consecuencia, la prin
cesa llamó al huérfano simplemente "hijo".
Numerosos hechos que hablan en favor de la formación de
una leyenda robustecieron a los investigadores en la suposición ·
de que "la interpretación del mito de la exposición relacionado
con Moisés, obliga a deducir que era un egipcio". Son palabras de
un judío que no era arqueólogo ni exegeta, sino psicoanalista:
hablamos de Sigmund Freud.
Con el título de Moisés y lo religión monotefsta, Freud es
cribió un trabajo sobre el problema del origen de Moisés y dice
que su suposición se basa sólo en probabilidades psicológicas y
requiere una prueba objetiva, pero en relación con Ramsés 11
parece ser de interés muy especial. La teoría de Freud da posi
blemente una explicación de por qué las fuentes egipcias echa
ron tierra sobre Moisés. Sigmund Freud escribe: "No es fácil adi
vinar qué pudo inducir a un egipcio distinguido (un príncipe tal
vez, o un sacerdote, o un alto funcionario) a ponerse a la cabeza
de un hato de inmigrantes extranjeros, culturalmente atrasados,
y abandonar con ellos el país. El notorio desprecio del egipcio
por un pueblo que le era extraño hace particularmente improba
ble tal acontecimiento. Ciertamente, me inclinaría a creer que
por esto los mismos historiadores que reconocieron el nombre
como egipcio y adjudicaron a su portador toda la sabiduría de
Egipto, no quisieron admitir la lógica posibilidad de que Moisés·
·
fuera un egipcio."
En efecto, la hipótesis de Freud es desconcertante, pues
para los egipcios la fe en un solo dios introducida por Moisés no
era tan extraña como se pudiera creer. Por cierto, durante la di
nastía XIX dominaban el panteón egipcio los dioses Set, Ra-Ha
rajté, Amón, Ptah y Osiris, pero no habían pasado aún más que
unos decenios desde que un joven faraón idealista y fanático ini
ciara una revolución religiosa que el pueblo enfrentó sin saber a
qué atenerse.
Amenofis IV (en egipcio Amon-hotep) adoptó el nombre
Ecnatón, pues Atón era el único dios que él toleraba. Esta reli
gión monoteísta, la creencia en el sol, fuente de energía, fue
efímera. Los siguientes faraones, Tutankamón, Eje y Haremheb,
eliminaron todos los rastros del llamado período Amarna, pero
no pudieron erradicar la idea que siguió sobreviviendo.
Asimismo, la circuncisión que Moisés exigió a los israeli
tas, fue al principio una costumbre practicada en Egipto. Las
representaciones sepulcrales, los hallazgos de momias y Hero-
304
doto (véase página 164)confirman el origen egipcio de este ri
tual, desconocido para los semitas, babilonios y sumerios. Freud
se preguntaba: "?Oué sentido podía tener que Moisés impusiera
a los israelitas una costumbre tan molesta, que en cierta medida
los convertía en egipcios y debía mantener despierto su recuer
do de ese país, cuando su aspiración tendía a lo opuesto? Si
Moisés les dio a los judíos no sólo una nueva religión, sino tam
bién el mandamiento de la circuncisión, no podía ser judío, sino
un egipcio.
Sin duda, los israelitas aprendieron mucho de los egip
cios. Durante siglos de historia compartida los descendientes de
Isaac y de Jacob clasificaron de forma crítica los bienes cultura
les y espirituales extranjeros y los asimilaron e incorporaron a su
vida y a sus propias creencias.*
Moisés ya había sido instruido "en toda la sabiduría de los
egipcios"**, la posterior historia del pueblo de Israel está deter
minada por sus relaciones con Egipto y es inseparable de ellas.
Es como si Moisés hubiera encadenado totalmente durante si
glos, incluso durante milenios, a dos hermanos enemistados en
tre sí.
lPero cómo llegó a producirse la ruptura entre Moisés y
el Faraón?
Eusebio de Cesarea (263-339 d.C.), en cuyas obras com
pletas encontramos exhaustivas citas sobre escritos que se han
perdido actualmente, informa que Moisés fue víctima de una in
triga de la corte y lo iban a asesinar***, pero Moisés eliminó a
los agresores. Según el Midrash Rabba, Moisés mató a un capa
taz egipcio que había seducido a una hebrea. En el segundo libro
del Exodo, se dice que había visto a un egipcio matar a un he
breo que hacía ladrillos y él le dio muerte a aquél.
Fuese cual fuere el motivo, Moisés huyó al desierto por te
mor al gran Ramsés. Esta huida, confirmada de manera unánime
por todas las fuentes, hace surgir una duda, respecto de si
. Moisés fue criado realmente en la corte del rey y tenía lazos de
parentesco, pues en su carácter de faraón, Ramsés era la ley
y estaba en sus manos cambiar un homicidio en una acción le-
305
gal. Por lo demás, en una época en la que se castigaba a los de
lincuentes inofensivos cortándoles las manos, la nariz o las ore
jas, una vida humana "ordinaria" no se cotizaba a un gran valor.
Sin duda, la huida de Moisés constituye un indicio de la
arbitrariedad y la crueldad que caracterizaba el gobierno del
viejo faraón. Ramsés 11 se había convertido en un viejo tirano so
litario, apartado de su pueblo, un inmortal al que un perfecto
aparato burocrático había exonerado de las funciones guberna- ·
cubinas.
'" El rey que gobernó más tiempo fue Fiops 11 (Pepi 11) desde 2255-2160 a.C.
Subió al trono cuando sólo tenía seis ailos y Uegó a más de 100.
•• Louvrc, 2261.
306
La bella Nefertari, la esposa preferida de Ramsés, había
dejado de existir desde hacía más de tres décadas. Nada sabe
mos de la suerte.de la reina Isis-nefert, quizá tampoco vivía ya.
De las dos princesas hititas, Maa-Neferu-Re acompañó a
Ramsés hasta su avanzada senectud, y de las tres hijas que el fa
raón hizo sus esposas, seguramente una u otra vivía aún.
Solo él, el deificado, parecía inmortal. A los ochenta años
festejó su décimo Heb-Sed, a los ochenta y tres el undécimo, a
los ochenta y seis el duodécimo. Es comprensible que los egip
cios creyeran que este faraón, Ramsés, el amado de Amón, cu
yos templos adornaban todas las ciudades, cuyas estatuas monu
mentales inspiraban respeto en todo el país, cuyas hazañas eran
cantadas por los escolares, cuya valentía y decisión arredraba a
los potentados extranjeros ante el temor de un ataque, tenía en
efecto el privilegio de gozar vida eterna.
El mismo Ramsés debió de creer en ello. ¿De qué otra
manera se explicaría que él, el que dispuso de más tiempo que
cualquier otro faraón, renunciara a construir para sí un lugar de
descanso para el más allá, digno de sus exigencias divinas; él que
practicó el culto a los muertos como ningún otro, no tuviera una
tumba con toda la pompa y suspendiera los trabajos en su sepul
cro en el Valle de los Reyes?
En sus postreros años, Ramsés 11 se volvió un personaje
místico: un gigante de acuerdo con las proporciones corrientes
en el antiguo Egipto con su estatura de casi dos metros*, enjuto,
cabeza de buitre, cabello rubio pajizo, barba crecida, los dientes
flojos, senil, un Don Quijote disfrazado de dios. Desde hacía
más de dos decenios casi ya no influía en la vida pública, y hacía
el doble de tiempo que se había presentado por última vez ante
sus ejércitos. Pero de alguna manera Ramsés siempre seguía
presente, como Fama, su nombre flotaba sobre todo; era dios,
estadista y general, aun cuando ya no se mostraba fuera de pala
cio. Ramsés, el que no podía morir, vivía de su fama.
La suerte que lo había acompañado desde sus tiernos
años en todo cuanto emprendía tampoco lo abandonó en la ve
jez. Un ataque enemigo de los libios o los asirios, una rebelión
tribal en su propio país... y Ramsés hubiera hallado un fin poco
honroso, aunque eso nunca ocurrió. Ni libios, ni asirios, ni si
quiera los israelitas esclavizados osaron hacer frente a este hom
bre y optaron por esperar su deceso.
307
Un inmortal bendice lo temporal
309
11.
El heredero
·desagradecido
312
libias en la frontera occidental del reino, el rey retiró tropas de
las guarniciones del Delta y las trasladó al oeste. El vacío militar
resultante se convirtió en un foco explosivo de la política inter
na. La chispa se encendió en Tebas, donde los sacerdotes de
Amón, fastidiados desde hacía siglos con la preferencia dada a
las deidades orientales y a los dioses locales de los muertos, vie- '
ron una nueva oportunidad de revivir la teocracia. "Con Me
renptah", dice el egiptólogo Jürgen von Beckerath, "comienza un
período oscuro de la historia egipcia que abarca unas dos déca
das, y a pesar de los numerosos intentos hasta ahora no ha sido
posible esclarecerla, lo cual quizá tampoco se logre jamá6 dado
el escaso material existente."*
No obstante, lo poco que sabemos nos alcanza para dedu
cir con gran probabilidad de acierto que en aquella época debió
de haber una primera guerra declarada entre R�msés City y Te
bas.
Regresa Moisés
313
dijo: "No te acerques más. Quítate las sandalias de los pies por
que el lugar donde estás es tierra santa" (Exodo 2,2, 3-5).
"En el fuego se le manifestó el Dios de Abraham, el Dios
: de Isaac ·y el Dios de Jacob." En el Antiguo Testamento, el fue
go simboliza a menudo una aparición divina. Hoy en día, los na
turalistas consideran absolutamente creíble el relato bíblico de
la zarza ardiente que no era consumida por las llamas y factible
de una explicación natural. La más simple es la siguiente: en Is
rael y en el Sinaí todavía crece en nuestros días una planta
parásita (Loranthus accaciae) que se enrosca en los arbustos de
acacia y se nutre de ellos. Sus flores de un rojo encendido dan al
arbusto la apariencia de estar ardiendo. Por otro lado, los zarza
les de Maquis, existentes sobre todo en Córcega, y el diptam de
la familia de las rutáceas, que en ocasiones se suele encontrar
también en los bosques de las montañas alemanas, arden por la
acción del calor del sol. Las glándulas oleosas de ambas especies
originan gases que provocan explosiones sin que el arbusto lle
gue a quemarse.
Este fenómeno despertó en Moisés la conciencia de una
misión a la que había sido llamado. El dios que decía de sí mis
mo: "Yo soy el que soy" le había encomendado conducir al pue
blo de Israel, condenado todavía a llevar una existencia de escla
vos en el Delta del Nilo, a la tierra de los cananeos, hititas,
amorreos, perezeos, jiveos y yebuseos, "una tierra que mana le
che y miel" (Exodo, 2,3,17).
Moisés regresó a Ramsés City en compañía de su herma
no Aarón. Este contaba ochenta y tres años y era subinspector
de sus paisanos. Los funcionarios egipcios reconocieron a
Aarón, pero ya no recordaban a Moisés y su existencia anterior.
Merenptah tampoco lo conoció. Los dos ancianos, Moisés y
Aarón comparecieron ante el faraón en una audiencia matinal y
so pretexto de celebrar una ceremonia religiosa en el desierto
solicitaron la exención de los israelitas ·de la prestación de servi
cios, pero Merenptah se negó. Entonces, los dos hermanos tra
taron de intimidar al faraón con artilugios, un acto casi temera
rio, pues en Egipto eran muy versados en cuestiones de magia y
encantamientos. Los sacerdotes oficiaban al mismo tiempo de
sabios y magos, Formaban parte de su oficio trucos de magia que
todavía en nuestros días resultan misteriosos e inquietantes. En
consecuencia, Aarón había logrado obtener sólo una aburrida
·
sonrisa de Merenptah cuando arrojó su bastón al suelo durante
una audiencia y éste se trocó en una serpiente. Entonces el fa
raón llamó a los sabios y a los hechiceros. "Y los magos egipcios
314
hicieron también lo mismo con sus encantamientos." (Segundo
·
315
Las plagas de Egipto no fueron un milagro
316
=
a hombres y animales.
La octava plaga de la Biblia tampoco fue tan extraordina
ria como para persuadir a Merenptah de otorgar el permiso de
emigración. "La langosta invadió todo el país y se abatió sobre el
territorio de Egipto en cantidad extraordinaria. No había habi
do antes, ni habrá después una invasión tal de langostas... " Así
informa la Biblia (Ex. 2,10,14). Sin embargo, el8 de noviembre
de 1955 pudo leerse una noticia muy parecida en el New York Ti
mes: "Plagas de langostas han invadido El Cairo."
Finalmente, el Señor habló a Moisés de esta suerte: "'Ex
tiende la mano hacia los cielos y que cubra el país de Egipto la
oscuridad, una oscuridad que se palpe'. Moisés extendió la ma
no hacia los cielos y una oscuridad tenebrosa cubrió, durante
tres días, todo el país de Egipto (Ex. 2,10,21-22)."
Quien haya experimentado alguna vez en El Cairo ese
viento seco y cálido del desierto, que sopla del sur o del sudeste
sobre todo, a cincuenta días del equinoccio, recordará esta otra
plaga bíblica. Nubes de polvo de altura kilométrica oscurecen el
sol y lo sumergen todo en opresiva tiniebla que a menudo dura
más de tres días.
"En consecuencia" opina Pierre Montet, "las plagas del
Egipto pueden interpretarse como una suma de inconvenientes
y golpes del destino que hostigaron a los habitantes del Delta
oriental sin que mediara necesariamente alguna influencia so
brenatural".
De todos modos, la décima plaga, a saber, la muerte de to
dos los primogénitos varones, logró hacer cambiar de parecer al
faraón. Ignoramos las circunstancias de esos decesos, pero po
demos extraer de la Biblia que no fue una incrementada morta
lidad de lactantes, por cierto bastante elevada en la Antigüedad.
La crónica dice que murieron los hijos mayores. Es plausible
que fueran víctimas de la peste descrita como sexta plaga. No se
dispone de datos más explícitos. .
Cuando esto aconteció, Merenptah mandó llamar a
Moisés y a Aarón y les ordenó: "Levantaos, salid de en medio de
mi pueblo, vosotros y los hijos de Israel. Id a dar culto a Jahveh
como dijisteis" (Ex. 2,12,31). De este modo, los hijos de Israel
quedaron en libertad.
317
El éxodo: una huida en masa preparada con esmero
318
tas: "Cuando Dios os visite, llevad de aquí mis huesos con voso
tros."
El Exodo no fue una "partida de Egipto" ordenada, fue
una huida. Contrariamente a lo esperado, los israelitas no toma
ron el camino directo, conocido, la calzada de los filisteos rum
bo a Canaán, pues estaba fortificada y provista de atalayas y lu
gares de descanso. Funcionarios egipcios ejercían en los puestos
fronterizos el control de todos los que entraban y salían del te
rritorio. En consecuencia, los hijos de Israel cruzaron la fronte
ra ilegalmente. Moisés eligió el camino de Ramsés City en direc
ción al sur, hacia Sukkot, Etam, Pihajirot, Migdol, Baal-Sefón, y
en algún momento de esta marcha por el desierto aconteció el
milagroso cruce del Mar Rojo.
Los israelistas jamás marcharon por el Mar Rojo. Ar
queólogos y exegetas están de acuerdo al respecto. Esta leyenda
vuelve a basarse en un error de traducción. En los pasajes he
breos de los libros de Judith, Sabiduría y Macabeos 1, donde se
menciona por primera vez este cruce se habla del Jam-Suf, que
no puede traducirse como "Mar Rojo" sino como "Mar de los
juncos". Sin embargo, el junco sólo se encuentra en la región
marítima entre el Golfo de Suez y el Mediterráneo, atravesada
en la actualidad por el Canal epónimo. Hasta su construcción en
1859, esta zona era un estrecho estepario interrumpido por la
gos, de los cuales el situado más al norte era el lago Menzaleh,
al que seguían hacia el sur los lagos de Ballaj, el Timsah, y los
Lagos Amargos comunicados entre sí. En la época ramésida los
Lagos Amargos se comunicaban a su vez con el Mar Rojo a
través de afluentes naturales, de modo que se observaba en ellos
el efecto de las mareas.
Paul Heinisch formula tres teorías según las cuales pudo
haberse efectuado el "cruce por el Mar Rojo" y da preferencia a
una en particular:
319
3. Al sur de los Lagos Amargos. Paul Heinisch considera es
ta hipótesis como la más probable por las siguientes razo
nes : los israelitas huyeron de Ramsés hacia Sukkot en di
rección al sur y conservaron este rumbo hasta llegar a
Etam, situada en un lugar en que el egipcio se confunde
con el arábigo.
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320
El vado secreto
321
un día de viaje, unos 120 kilómetros. Esto significaba que un día
más tarde podía realizarse la correspondiente represión militar.
"Cuando el rey de Egipto fue informado de que el pueblo
había huido se mudaron los sentimientos del faraón y de sus sier-
·
322
zo retroceder, impulsado por un fuerte viento del este (que
sopló) durante toda la noche y que lo dejó seco. Las aguas se di
vidieron" (Ex. 2,14-21).
lQué sucedió esa noche en realidad?
En medio de la oscuridad, una borrasca dejó expedito el
vado a través del estrecho y Moisés ordenó a su gente atravesar
el lago junto con sus animales. Los israelitas, muertos de miedo,
obedecieron y aconteció entonces lo incomprensible para ellos:
llegaron a la otra orilla con los pies secos. Por supuesto, para
ellos constituyó un milagro: habían atravesado "el mar".
Al romper el alba, los soldados de Merenptah se percata
ron de que los israelitas habían escapado y enseguida empren
dieron su persecución. En aquella situación, su equipamiento de
caballos y carros de guerra resultó una desventaja. Los relámpa
gos y los truenos espantaron a los corceles, estos se encabritaron
y causaron la colisión y la rotura de los carros. El vado seguía ex
pedito aún y los soldados egipcios no vacilaron en lanzarse con
sus carros, sin un instante de reflexión.
"Moisés extendió la mano sobre el mar y, al filo de la
mañana, el mar volvió a su nivel y los egipcios iban huyendo a su
encuentro. Jahveh los precipitó así en medio del mar. Las aguas
se volvieron y cubrieron los carros y los jinetes y todo el ejército
del faraón que iba tras ellos por el mar. Ni siquiera uno quedó"
(Ex. 2,14,27-28).
Paul Heinisch nos da la siguiente explicación de este pa
saje: "El viento dejó de soplar. Comenzó la pleamar, que en el
extremo norte de la bahía de Suez crece rápidamente y es tanto
más rauda cuanto más bajo estuvo antes el nivel del agua. El
agua refluyó y en el lugar por donde habían pasado los. israelitas
se confundieron los torrentes procedentes del norte y del sur
respectivamente."*
En la descripción de esta escena no se habla para nada del
faraón, una razón más para suponer que Merenptah no participó
en persona de esta operación comando ni tampoco se ahogó. La
momia que se exhibe en el Museo Egipcio de El Cairo, de ningu
na manera presenta el aspecto de un cadáver rescatado de las
aguas. Los vestigios de sal comprobados sobre la piel por los ra
diólogos norteamericanos podrían ser muy bien restos de
natrón, sustancia utilizada por los embalsamadores para deshi
dratar los cadáveres. También se encontraron vestigios de sal
* Paul Heinisch: "Das Buch Exodus•, Bonn, 1934 (El libro del Exodo).
323
en las momias de otros faraones. Pero el relato, según el cual to
da la tropa de carros de guerra del faraón fue sorprendida por la
marea en ascenso y "los israelitas vieron a los egipcios muertos,
dispersos sobre la playa, parece absolutamente real".
Cuando Moisés y los hijos de Israel advirtieron que se
habían salvado, entonaron la canción del mar, un himno en ho
nor a su Dios Jahveh, parecido a aquellos cantos de alabanza
que el divino Ramsés mandaba componer para su glorificación:
su nombre es Yahveh.
Arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército,
la flor de sus guerreros se ahogó en el mar de los Juncos.
Los abismos los cubrieron,
al fondo cayeron como una piedra.
Tu diestra, Yahveh, es poderosa en la fuerza;
tu diestra, Yahveh, aplasta al enemigo.
En la magnitud de tu gloria, derribas a tus adversarios,
desencadenas tu furor, él los devora como paja.
Al soplo de tu cólera se amontonaron las aguas,
las olas se alzaron como un dique:
en el corazón del mar, se helaron los abismos.
El enemigo decía: los perseguiré, los alcanzaré,
repartiré sus despojos, mi alma se saciará;
desnudaré mi espada, mi mano los destruirá...
Soplaste con tu aliento, el mar los cubrió. .
· iSe hundieron como plomo en las aguas poderosas!
·
324
todos los habitantes de Canaán se desmoronaron;
cayó sobre ellos pánico y terror,
el poder de tu brazo los dejó petrificados...
hasta que pasó tu pueblo, Yahveh,
hasta que pasó el pueblo que tú has comprado.
Tú lo llevarás y lo plantarás en tu propia montaña,
en el lugar que tú, Yahveh, hiciste para tu morada,
en el santuario que dispusieron tus manos Adonaí,
iYahveh reinará eternamente!"
325
navegantes para ase0urar la continuación del imperio ramésida.
La fortuna estuvo de parte de los egipcios. El príncipe libio Mu
roaju y sus generales no reconocieron a su propia gente en el fra
gor del combate y se lanzaron contra ella. Al cabo de seis horas
de masacre, los enemigos debieron lamentar 7.000 bajas y un
número igualmente crecido de prisioneros. Concluida la con
tienda Muroaju intentó huir a su campamento para poner a sal
vo los tesoros que traía consigo, pero no tuvo tiempo siquiera de
colocarse en la cabeza su obligado adorno de plumas. Aunque
los egipcios lo persiguieron, logró escapar; no así sus mujeres,
que aguardaban en el campamento y fueron el botín de los sol
dados de Merenptah.
La causa de la derrota de los libios y sus aliados no resi
dió tanto en una táctica inteligente o en el desmedido coraje de
los egipcios, como en la fatiga de los libios después de una pro
longada marcha y en la circunstancia de que hasta entonces la
distintas divis�ones del ejército jamás habían luchado bajo un co
mando común. De cualquier modo, la victoria de Merenptah
(fuese como fuere que la lograra) fue un triunfo oportuno, pues
la evolución política en su propio país se había tornado explosi
va. De esta manera, el sucesor de Ramsés consiguió cerrar una
vez más la brecha entre Tanis y Tebas e impedir una "guerra san
ta" entre sus propios súbditos.
Merenptah recordó la magna política de información
de su padre Ramsés y en consecuencia él también perpetuó
su victoria sobre los libios y los demás pueblos en una monu
mental lápida que mandó sacar de un templo de Amenofis 111
y reformar para satisfacer a sus fines. En 1896, Flinders Pe
trie encontró esta estela en el templo mortuorio de Merenp
tah. Fragmentos de una lápida similar del templo de Karnak
permiten suponer que el texto correspondía a un poema que
el rey apreciaba sobremanera y por esta razón lo hizo públi
co en diversos lugares.
326
Una de las pocas representaciones que se han conservado de Merenptah, el
sucesor de Ramsés II (Louvre, París).
327
Canto a las victorias de Merenptah
grandes hazañas...
En vida destruyó la tierra de los tehenu* y
sembró por siempre el terror en el corazón .de los
mashvashe. Hizo retroceder a los libios que pusie
ron pie en Egipto. Ahora hay gran terror en sus co
razones respecto a Egipto. Su avance fue detenido
y sus pies no tienen reposo, huyen. Los arqueros
han abandonado sus armas, sus infantes están ex
haustos de tanto caminar, han desatado las ligadu
ras de sus odres de agua y los han arrojado. Sus cos
tales de víveres yacen desgarrados.
El gran miserable, el enemigo libio derrotado,
ha huido al amparo de la noche, completamente so
lo, sin la pluma en su cabeza, los pies vacilantes.
Sus mujeres fueron violadas ante sus ojos, sus
provisiones personales fueron saqueadas, ya no le
quedó agua en los odres para mantenerse con vida.
En la mirada torva de sus hermanos asomaba el
deseo de matarlo. Sus generales combatían unos
contra otros. Sus tiendas fueron incendiadas y re
ducidas a cenizas. Todo cuanto le quedaba era una
comida para los soldados...
Gran regocijo reina en Egipto. Se oyen gritos ju
bilosos en las ciudades del país. Se habla de las vic
torias que el rey Merenptah logró sobre los tehenu.
iCuánto lo aman, a él, el soberano victorioso!
iCómo lo alaban ante los dioses! iCuán dichoso es!
.Ya podemos volver a holgar y conversar y recÓrrer
libremente los caminos. La gente ya no tiene miedo.
Los fuertes son abandonados a sí mismos, las fuen
tes permanecen abiertas, los mensajeros pueden
andar, las almenas de las murallas están tranquilas
y sólo el sol despertará a los vigías. Los matoi** ya-
• Tribu libia.
328
cen dormidos y los niau y los tectos* se encuentran
en los campos en los que desean estar. El ganado de
los campos pace en la dehesa sin pastores y las aves
se posan sobre las aguas del río. Nadie clama ni gri
ta ya en medio de la noche: iAlto, alto! en la lengua
de los extranjeros. Vamos y venimos cantando y ya
no se escucha el clamor de gente doliente. Las al
deas han vuelto a poblarse y quien haya sembrado
su grano, también lo comerá.
Ra ha puesto sus ojos nuevamente en Egipto. Ha
nacido con el designio de ser su protector, él, el rey
Merenptah.
Los príncipes yacen extendidos y dicen: 'Salud y
paz', y ninguno levanta la cabeza bajo los nueve ar
cos. Libia está devastada, Jatti en paz, a Canaán la
saquearon con todo el mal, Ascalón fue conquista
da y Gizer capturada, Jenoam exterminada, Israel
arruinada y no tiene semilla, Jaru** se ha convert
ido en viuda para Egipto... Todas las tierras en con
junto están en paz y quienes ambulan están sojuzga
dos por el rey del Alto y Bajo Egipto, Ba-en-Re, el
amado de Amón, el hijo de Ra, 'Merenptah, el sa
tisfecho con la verdad, a quien le es dado vivir co
moRa'."
* Corredores y espías.
** Palestina.
329
Enigma en tomo a la muerte de Merenptah
330
to, los arqueólogos se habían atenido a la teoría elaborada por el
alemán Richard Lepsius, según la cual lo sucedieron los reyes
Amenmés, Siptah y Seti 11. El francés Gaston Maspero descu
brió otro rey más, Ramsés Siptah, y una reina, Tausret; pero el
descubrimiento del arqueólogo aficionado estadounidense Da
vis vino a refutar esta sucesión: en la tumba del rey Siptah en
contró objetos funerarios que ostentaban los anillos con los
nombres de Seti 11. Con esto se probó que Seti 11 debió de gober
nar antes que Siptah.
A su vez, Lepsius, el descubridor de la tumba de Tausret,
tomó por Siptah al hombre �epresentado allí con la reina. El ar
queólogo alemán suponía que los cartuchos demolidos en esta
tumba habrían sido cambiados de "Siptah" a "Seti", pero poste
riores investigaciones demostraron lo contrario. Siptah hizo gra
bar su nombre sobre el de Seti 11. En la tumba de Siptah no se
menciona jamás el nombre de Tausret, en cambio hay numero
sos hallazgos que ostentan juntos los nombres de Seti 11 y Taus
ret. Ambos estaban casados.
El problema más acuciante que debieron de afrontar
los sucesores de Ramsés 11 fue la crisis política interna, en
constante aumento, causada por la rivalidad entre Tebas y la
capital Ramsés. Merenpfah, que pudo conjurar provisional
mente la situación parecida a una guerra civil, tuvo en
Amenmés a su sucesor, al parecer ilegítimo, el cual ya se
apartó por el nombre de los soberanos de la dinastía XIX y
fue entronizado como "hijo de Amón" por los sacerdotes te
banos, o bien estuvo bajo su influencia. Durante su período
trienal de gobierno parece que no ocurrió nada importante.
Ninguna crónica ni estela anuncia algún acontecimiento dig
no de mención. La tumba de Amenmés es insignificante y no
aporta más datos que su nombre. También encontramos este
nombre en las obras de Seti 1 y Ramsés 11 en la Tebas occi
dental. El faraón ilegítimo intentó legitimar de este modo su
sucesión al trono. Esta intención se manifiesta con mayor evi
dencia en el templo de Seti en El-Kurna, donde Amenmés
111andó retocar algunos relieves que lo muestran a él solo en
actitud de adoracion ante los deificados Seti 1 y Ramsés 11.
Amenmés, que "creció como Horus en la intimidad y bajo
asechanzas y luego se presentó triunfante" era un hijo de Tajat,
una dama que no tenía sangre real, y a su vez, el faraón desposó
también a una mortal común: se llamaba Bekturel. Como este so
berano insignificante sólo dejó rastros en Tebas, los arqueólogos
331
opinan que "su área de poder jamás se expandió más allá del Al
to, Egipto".*
Las especulaciones en el sentido de que Amenmés fue en
realidad un sumo sacerdote tebano de Amón y se hizo rey o an
tirrey por su propia cuenta han probado no tener base. Algunos
monumentos documentan bajo Ramsés 11, Merenptah,
Amenmés y Seti 11 la existencia de un sumo sacerdote de nombre
Roi. Este Roi era una eminencia gris de inaudita influencia y po
der. Presumiblemente, pudo ser él quien impuso a Amenmés en
el trono.
El deceso de Amenmés sobrevino inesperadamente, quizá
de manera violenta, de tal suerte que quedó expedito el camino
al trono para el legítimo heredero de Merenptah, Seti 11. Este al
menos evidenciaba tradición ramésida por el nombre, pero eso
fue todo. Tampoco fue el hombre fuerte que Egipto necesitaba
con tanta urgencia. Es significativo el único documento que se
ha conservado de su período gubernamental de seis años. No es
un documento político, sino un informe judicial sobre un proce
dimiento contra el obrero Panel, acusado de hurtar piedras· du
rante la construcción de la tumba de Seti e intentar matar a su
amigo cuando éste lo delató.
Hoy en día esta tumba de Seti 11 parece ser lo único nota
ble de este rey. Su decoración se cuenta entre las más bellas del
Valle de los Reyes. La momia evidencia muy poca semejanza con
su padre Merenptah y su abuelo Ramsés 11. Seti tenía cara cha
ta y los dientes superiores salientes. Los saqueadores de tumbas
maltrataron mucho su cadáver. Le arrancaron los brazos y la ca
beza y esta la abrieron con la notoria esperanza de hallar oro y
piedras preciosas en su interior.
332
de todo el país", favorecido por ella, o sentar en el trono a Sip
tah, su hijo menor de edad y prácticamente conducir en persona
los negocios del gobierno. Bai era extranjero. ¿Iba a entronizar
como faraón a un extranjero? El pueblo hubiera protestado in
dignado. En consecuencia, Tausret se decidió por Siptah y, de
ese modo, a un siglo y medio de Tutankamón, un niño volvió a
ocupar el trono.
Tausret abrigaba la esperanza de poder manejar a Siptah.
El niño, de unos doce o catorce años, había padecido parálisis
infantil en la primera infancia y un pie defectuoso le impedía ca
minar. Hay arqueólogos que aseguran que Siptah fue el fruto de
un pecádo de juventud de Tausret. Ella habría sido su madre pe
ro Seti 11 no era su padre. Otros creen que Seti 11 fue el padre y
Tausret no fue la madre. Un tercer grupo opina que ni Seti 11 ni
Tausret fueron los progenitores, que Siptah no tenía sangre real
y las radiografías de su momia no muestran el menor parecido
con sus antecesores.
El faraón, presumiblemente venido del desierto, probó sin
embargo no ser el blandengue que hacía suponer su deplorable
constitución física. Cuando fue coronado rey, en octubre de 1194
a.C., la reina Tausret asumió la conducción de los negocios del
Estado, pero antes de que pasara mucho tiempo el niño lisiado
reveló ser en realidad un inteligente· manojo de energía. No
había cumplido aún los quince años cuando envió generosos re
galos a todos los funcionarios de la provincia de Nubia y, como
es fácil comprender, estos volvieron a confiar en el gobierno es
tablecido en Ramsés City. Siptah envió a Nubia un nuevo virrey:
se llamaba Seti, un nombre que era un programa. De este modo,
los rebeldes tebanos se encontraban en medio de dos reyes coo
perantes. Siptah logró sofocar la rebelión tebana. Roi, el sumo
sacerdote de Amón, no debió de sobrevivir a esta acción, en to
do caso nunca más se oyó hablar de él.
Sin embargo, los días del faraón adolescente estaban con
tados. Siptah no tenía aún veinte años cuando dejó de existir, y
la reina Tausret jamás abandonó del todo los negocios del Esta
do.
Como carecía de un sucesor, no le quedó otro recurso que
seguir gobernando sola. De cualquier manera, tenía a su lado a
Bai, el "gran administrador". Sólo es posible suponer cuál fue su
relación personal con Tausret. Tampoco está clara su función
oficial como alguien "al que el rey colocó en el cargo de su pa
dre", pero de todos modos le construyeron una tumba en el Va
lle de los Reyes, a pesar de ser extranjero.
333
No cabe duda,Egipto se encontraba �n un momento críti
co de su historia. Una potencia mundial estaba en vías de con
vertirse en· provincia. Agonizaba una dinastía que había dado al
país el más grande y poderoso faraón de la historia. La reina
Tausret falleció alrededor del año 1186 después de dos años de
gobierno absoluto. Por primera vez en siglos el trono de Horus
Faraón,'la casa alta' en Ramsés,la capital del Delta quedó va-
cante. Egipto estaba acéfalo. .
Sin embargo,este estado burocrático de rigurosa organi
zación no se desmoronó instantáneamente. A treinta y ocho años
del deceso de Ramsés 11 la nave del Estado llevaba aún tanta ve
locidad que mantuvo el derrotero por lo menos algunos meses,
pero la situación era grave. El papiro Harris la describe así: "La
tierra de Egipto fue derribada desde el exterior y cada cual fue
privado de sus derechos. Por muchos años no hubo jefe alguno...
y colmaban la tierra de Egipto caudillos y príncipes de ciudades.
Cada cual mataba a golpes a su prójimo,tanto encumbrados co
mo inferiores,y siguieron luego épocas de años vacíos; entonces
un palestino entre ellos se erigió en príncipe,obligó al país ente
ro al pago de tributos y saqueó con sus secuaces todas las pose
siones. Igualaron los dioses a los hombres y en los templos ya no
se ofrecieron sacrificios."
Fue una época de anarquía que, como evidencian los re
cientes resultados de la investigación,no se prolongó por "mu
chos años",sino sólo unos meses. Eran absolutamente corrientes
las exageraciones como los "millones de años" que se deseaba de
vida al faraón. Todavía escapa a nuestro conocimiento quién fue
el palestino que usurpó provisionalmente el trono faraónico.
Quizá fue Bai, el consorte de la reina Tausret; en otro lugar el
usurpador lleva el nombre de Irsu. Jürgen von Beckerath opina
que pudo ser un oficial egipcio o también un funcionario oriun
do de Palestina: "Lamentablemente, nunca hemos encontrado
nada sobre este rey,ni hemos podido identificarlo con ninguno
de los reyes que conocemos. Seti 11, como hijo de Merenptah,
debe ser descartado, al igual que Amenmés, por su procedencia
tebana, probada a mi entender. Su identificación con Siptah, en
la cual yo mismo pensé en un principio, fracasa por el hecho de
que este rey fue sepultado en Biban el-Moluk,cerca de Tebas,
mientras que el usurpador asiático, que sin duda gobernó en Ta
nis,debió de ser derrocado en su residencia del Bajo Egipto por
Setnajt."
Este Setnajt surgió como un Deus ex machina, en calidad
de salvador en el momento de mayor apremio,pues el mundo se
334
había puesto en movimiento, hordas de pobladores de oriente y
occidente avanzaban con el propósito de invadir Egipto. El ham
bre los impulsaba hacia sus legendarias ollas de carnes. Eran
asiáticos del este, libios y pueblos marítimos del oeste.
En medio de esa situación desesperada, Setnajt se sintió
llamado a encauzar los destinos del Alto y Bajo Egipto. Aporta
ba tan poca legitimidad como el usurpador asiático encaramado
en el poder, salvo tal vez que él era egipcio. Setnajt (su nombre
significa "Set es fuerte") se ligó a la anterior dinastía XIX. En
aquel entonces, poco antes de iniciarse el siglo XIII, ya había ha
bido un simple mortal, un oficial que más tarde se llamaría
Ramsés I y avanzaría hasta la dignidad de faraón por propio fa
vor. Era un hombre entrado en años, tal como Setnajt, pero tenía
un hijo adulto con el que compartió los negocios del gobierno.
Setnajt obró de la misma manera. No se pueden pasar por alto
los paralelos en los comienzos de las dinastías XIX y XX:
Ramsés I y Setnajt se consideran fundadores de una nueva di
nastía, ambos murieron después de un efímero reinado de dos
años, ambos dejaron hijos que condujeron la deteriorada barca
del Estado por ríos más favorables.
335
rico en años como Ptah, el soberano,
el que protege a Egipto y castiga a los extranjeros
User-maat-Re, amado de Amón,
el hijo de Ra Ramsés Hekaon.
336
Ramsés III
flanqueado por
los dioses Set
(izquierda), y
Horus (Museo
Egipcio de El
Cairo).
las tropas de tierra, que con sus carretas tiradas por bueyes, sus
mujeres y sus niños ofrecían más bien el triste aspecto de una mi
gración desordenada que la impresión intimidatoria de un
ejército bie.n formado. A Ramsés III tampoco le significó esfuer
zo alguno dominar esta ofensiva.
337
Relieve del templo de Ramsés 111 en Medinet Habu. Batalla naval entre
egipcios (izquierda) y los pueblos marítimos.
338
La paz comprada
"339
so a disposición del templo de Amón en Tebas una finca rural si
tuada en la vecindad de la capital Ramsés, los dominios del dios
Set, y el sumo sacerdote tebano de Amón fue en tiempos de la di
nastía XVIII "cabeza de todos los sacerdotes de ambos países".
La teocracia tebana volvió a celebrar triunfos.
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��
340
En su anhelo de mostrarse por todas partes como un niño
querido, Ramsés III practicó el culto de los dioses favoritos de
su gran modelo c:on el mismo esmero. En Ramsés, construyó un
nuevo templo para Set y le puso por nombre "la casa del Set de
Ramsés, amado de Amón, vida, salvación y salud". En Menfis,
donde los templos y los santuarios decayeron durante el inte
rregno de los sucesores de Ramsés, el tercer Ramsés realizó
obras de restauración: "Yo mejoré sus templos que .estaban en
ruinas, Yo restauré en los talleres de los orífices las estatuas de
sus dioses en sus venerables figuras de oro y plata y todas las pie
dras preciosas."
Frente al gran templo de Ptah, en Menfis, mandó erigir un
santuario de granito rojo, revestido con piedra caliza cuya des
cripción nos hace el faraón en el papiro Harris: "Sus jambas sos
tenían un dintel de piedra de la isla Elefantina. Las puertas eran
de bronce en una aleación de seis partes. Las poderosas guarni
ciones eran de oro e incrustadas de piedras preciosas, los pasa
dores de bronce negro bañado en oro; llevaban figuras de oro de
la siria Ketem. Sus estatuas parecían vivas, de una factura exce
lente y real. Los pilotes de piedra llegaban al cielo." En el inte
rior del templo de Ptah, Ramsés III restauró la imagen del dios y
donó un nuevo tabernáculo. Además, renovó la donación al tem
plo y aseguró una entrega anual de 20.000 fanegas de granos
"que llegaban al cielo" y puso a su disposición praderas junto con
vacunos y aves de corral.
Navíos de la marina de guerra trajeron mercancías de Pa
lestina y de Punt, el país del incienso, y en ocasión de los feste
jos en honor de Ptah, Ramsés III cuidó de que se hicieran entre
gas adicionales de pan, cerveza, vacas, aves de corral, ·incienso,
frutas, hortalizas, sidra, vino, aceite, miel, mirra y telas para ves
tidos. El faraón dice en su texto de donación: "Te traje muchos
tributos en mirra, para rodear tu templo con la fragancia de la
tierra de Punt, para tus venerables orificios nasales de mañana.
Planté para ti árboles de incienso y mirra para alegrar tu frente
cada mañana."
341
El Estado se enfrenta a la bancarrota
342
do proyectos del Estado y se les pagaba por su trabajo en espe
cies, se vieron de improviso sin entrada alguna. Quien tenía tra
bajo aún debía ver semana a semana dónde conseguir el salario
ganado. Los funcionarios, los primeros en reconocer el fiasco
que los amenazaba, ya habían puesto a buen recaudo sus oveji
tas. Los soldados sin paga recorrían el país para robar lo que
podían. Los obreros pasaban hambre con sus familias. "Padece
mos grandes penurias" escribía un trabajador a la autoridad
competente en 1156•, las reservas de la casa del tesoro, del gra
nero y de los almacenes se han agotado. Pero arrastrar piedras y
cascotes es un trabajo pesado. En lugar de nuestra ración men
sual de seis medidas de cereales, sólo nos dan cascotes. Mi señor
quiera hallar los medios para sustentarnos, de lo contrario mori
remos de hambre. Así no podemos vivir, nadie nos da nada".
343
habrían de darles algo. Se abrieron paso por la fuerza hasta el in
terior del templo, pero aunque los dos guardianes de la puerta,
el escriba Pentaver y dos coroneles de policía cuyo con curso se
solicitó intentaron apaciguar a los manifestantes, los obreros
descontentos gritaron: "El hambre y la sed nos han empujado
hasta aquí. No tenemos con qué cubrirnos, nos falta aceite, car
ne y verduras. Escribid al faraón, vuestro buen señor e informad
al visir, vuestro superior. iHaced algo, para que podamos sobre
vivir!"
Entretanto, Montmosis, coronel de policía, se dirigió pre
suroso a Tebas para poner al alcalde al corriente del incidente.
El funcionario preocupado por preservar la paz en el oeste de su
ciudad asedió a los sacerdotes del templo de Ramsés para que
distribuyeran algunos víveres entre la gente hambrienta, pero los
señores sacerdotes no se mostraron muy generosos: lQué eran
cincuenta y cinco panes para toda una aldea? De to�os modos,
la gente se dio cuenta de que en los templos podrían obtener al
go.
A los pocos días los "servidores del lugar de la verdad"
marcharon junto con sus mujeres e hijos al templo de Seti, don
de cada trabajador recibió cinco bolsas y media de granos (apro
ximadamente un quintal) cantidad que alcanzaba para un mes, al
cabo del cual comenzaba de nuevo el desfile de los peticionarios.
Un obrero fue castigado con una paliza por maldecir el trabajo
y la tumba de Ramsés 111, otros robaban y saqueaban.
"En el sepulcro del faraón se cometió algo terrible" infor
ma el texto de un papiro, pero no menciona la fechoría propia
mente dicha, pues era contrario al egipcio dejar registrado algo
malo de su entorno. Posiblemente fuera un homicidio, con toda
seguridad no el primero cometido por un individuo desesperado
por el hambre, pero quizá "sólo" se aludía al saqueo de una tum
ba.
Era un secreto a voces que los obreros tebanos de las
necrópolis se desviaban en ocasiones del "camino correcto" por
los laberintos creados por ellos mismos bajo tierra y se "extravia
ban" en la tumba contigua de algún noble y entonces se alzaban
con todo lo que no estuviera fijo con tuercas y clavos, y mejora
ban su modesto presupuesto doméstico con la venta de los obje
tos funerarios sustraídos.
No sabemos cómo y cuándo se alivió el problema del apro
visionamiento de los obreros de las necrópolis tebanas. Lo cier
to es que a los tres meses de la primera huelga los trabajadores
344
se sentaron frente al templo de Merenptah y dejaron oír su le
tanía: "iTenemos hambre, tenemos hambre, tenemos hambre.. !" .
345
primero en entrar quedó cogido en un lazo. A pesar de los de
sesperados esfuerzos de ambos, el infeliz no pudo zafarse y con
gran pena el que estaba acogotado sugirió a su hermano que le
cortara la cabeza- y se la llevara a casa, pues si lo reconocían, el
otro tampoco disfrutaría de lo robado. Y así procedió.
Al descubrir el cadáver decapitado, el rey Rhampsinitos
lo mandó colgar del muro de la ciudad y ordenó a sus soldados
que observaran quien rompía en llanto y lamentos a la vista del
macabro espectáculo. Por temor a que su madre pudiera recono
cer al hijo decapitado, el bribÓn sobreviviente simuló un acci
dente de tráfico frente al muro. De repente, comenzó a correr en
torrentes el vino contenido en los odres cargados sobre un bu
rro. El zumo de la-vid hizo olvidar su cometido a los soldados,
que corrieron al lugar con cantimploras y cacerolas y el día
acabó en jolgorio. Al llegar la noche la guarnición en pleno esta
ba sumida en un profundo sueño y el bribón pudo bajar del mu
ro el cadáver de su hermano.
Podemos imaginar la furia del rey cuando se enteró del ar
did del ladrón, pero consideró aventajado en astucia. Mandó a
un burdel a su tierna hijita, carne de su carne y sangre de su san
gre, para que la princesita preguntara a cada cliente, antes de la
diversión, qué era lo más inteligente y despiadado que había he
cho en su vida. Herodoto añade esto, espantado e incapaz de
darle crédito. Cuando alguien le hablara del robo de un cadáver
habría de asirlo del brazo y prorrumpir en gritos hasta que acu
dieran en su ayuda.
Entretanto, llegó a oídos del bribón la curiosa intención
del rey y se dijo, "espera, creo ganarte en astucia". Cercenó el
· brazo del cadáver de su hermano, lo ocultó bajo su túnica y se di
rigió al lugar donde la princesa prestaba servicios por amor a su
padre y sucedió lo que debía suceder: a la pregunta de la hijita
· del rey el taimado ladrón respondió que su acto más despiadado
había sido cercenar la cabeza de su hermano en la cámara de te
soros del rey, y su acto más inteligente, embriagar a los centine
las para robar el cadáver expuesto. Entonces la princesa asió la
mano que la había estado palpando todo ese tiempo, pero en la
oscuridad, el pillo le había tendido el brazo de su hermano
muerto y escapó.
El rey quedó subyugado por la astucia y la temeridad del
joven y, como corresponde a un cuento, lo perdonó y le dio a su
hijita por esposa. Hasta aquí el relato de Herodoto.
Como todo cuento, este tiene también su núcleo de ver
dad, adornado con todo lo que hay de macabro y aventurero.
346
Rhampsinitos es descrito como un rey bendecido con bienes ma
teriales en un estado de decadencia social, como el último fa
raón "rico" que temeroso de la intranquilidad social se atrin
cheró en su templo-fortaleza. Y este no fue otro que Ramsés 111.
Ramsés IV. No tuvo en común con el gran Ramsés más que el nombre
(Louvre, París).
347
del reinado, no fue sino una pieza de ajedrez de un clan familiar,
cuyos miembros investían en su totalidad cargos religiosos en el
reino. El faraón era un ser solitario y aborrecido. No tenía nada
de la autoridad que emanaba de Ramsés II. El tercer Ramsés fue
el primero de una serie de actores que representaron el papel de
faraón y que de allí en adelante estuvieron al frente de Egipto.
Todos ellos no fueron más que títeres cuyos hilos manejaban los
poderosos sacerdotes.
El emulador del gran Ramsés, el héroe probado en com
bate, se convirtió en un medroso simulacro de rey.
Poco después de su trigésimo aniversario de gobierno fue
víctima de un atentado. Teie, una ambiciosa concubina del mo
narca, quiso ver en el trono a su hijo Pentaver y sobornó a Me
riere y Caemvese, dos funcionarios de palacio, para que come
tieran el regicidio. Ramsés 111 perdió la vida y, con él, el
heredero legítimo. Sin embargo, el golpe de Estado fracasó,
pues Teie no contaba con•et respaldo del ejército. Hubo un jui
cio y la concubina, su hijo Pentaver, los asesinos Meriere y
Caemvese, diez funcionarios de la corte y seis damas del harén
fueron condenados a quitarse la vida frente a sus propias tum
bas. La sentencia no se ejecutó enseguida. Los jueces y un oficial
de la guardia personal aprovecharon la oportunidad para violar
a las reas. El hecho fue denunciado y se castigó a los malhecho
res con la destitución de sus cargos y la pérdida de sus orejas y
narices.
iEn qué se había convertido este país! Donde unas déca
das antes había reinado la riqueza, el bienestar, el orden y la di
cha, se había enseñoreado el caos. ¿Dónde estaba el hombre que
hubiera podido salvar una vez más aquel imperio a punto de es
tallar?
Sus ocho sucesores se llamaron Ramsés. Animados por el
recuerdo del gran modelo codiciaron la grandeza y el poder. To
dos juntos no llegaron a gobernar mucho más que Ramsés II so
lo. Hubo días en su existencia en los que hizo más por Egipto de
lo que fueron capaces de realizar estos ocho ramésidas juntos.
No libraron batallas ni erigieron templos y su único mérito
histórico es por demás dudoso: A la muerte de sus respectivos
antecesores, cada cual trató de falsificar documentos históricos,
para demostrar la legitimidad de su aspiración al trono.
Al producirse los decesos del tercero, quinto y séptimo
Ramsés respectivamente, se suscitaron querellas por la sucesión
al trono, Ramsés V, Ramsés VIII y Ramsés X reinaron poco
tiempo (el último apenas unos meses). Todo esto contribuyó a la
348
decadencia del poder de los faraones y la ascensión de los
príncipes religiosos de Tebas. Ramsés XI, el último, realizó de
sesperados intentos por salvar el imperio de los ramésidas, pero
fue eliminado durante un motín del ejército, a cuya cabeza esta
ba el general Herihor, quien reunía además en su persona el car- -
go de visir del Alto Egipto y de sumo sacerdote de Amón. En
1070 a.C., proclamó en Tebas "La teocracia de Amón" mientras
que en la capital del norte, llamada en ese momento Tanis, subía
al trono un tal Esmendes, que se hizo honrar como faraón. Pero
ya entonces la otrora Per-Ramsés, desbordante de oro, la "resi
dencia de Ramsés" se había convertido en una ciudad en ruinas
y la tumba del Gran faraón había sido profanada y saqueada. Co
mo al comienzo de su historia, el país del Nilo quedó dividido en
el del Alto y el Bajo Egipto y nunca más volvería a unirse. Amón
había vencido a Set. A ciento cincuenta años de su muerte,
Ramsés el Grande sufrió su p rimera derrota.
349
FAJJUM
Hermopolis Ma¡na
Der el-Bahari
Der .el-Medirie
Medinet Habu
EGIPTO
EGIPTO
Kalabscha
Dendur
Gerf Hus...eln
Ed-Dakka • Kuban
Wadi es-Sebua
e. !-Amada
Ed-Derr
· Elesiya
Abuhuda
Gebel es-Schams
Wadi Halfa
sa catarata
SUDAN
• Capital transitoria
de Egipto
o 200
1: 1
Kilómetros
CRONOLOGIA COMPARADA DEL NUEVO IMPERIO
Dinastía XVIII 1552-1527 Ahmosis Antiguo Reino hitita Los israelitas Rey Samsuditana
1552-1306 J atusil I (1550) se asientan en 1561-1530
Mursilis I (1530) la tierra de Gosen.
José en Egipto
1527-1506 . Amenofis I Epoca de los coseos
1506-1494 Tutmosis 1 1530-1155
1494-1490 Tutmosis II Agum II 1530
1490-1468 Hatshepsut
1490-1436 Tutmosis 111 Ualmburiash1450
1438-1412 Amenofis II Karaindash 1420
1412-1402 Tutmosis IV
1402-1364 Amenofis Ili Shupiluliuma 1 Kurigalzu 1 1380
1364-1347 Amenofis IV 1370-1332 Bumaburiash Il
1351-1348 Semenjkare 1350
1347-1338 Tutankam6n Kurigalzu 1i
1338-1334 Eje 1336-1314
1334-1306 Haremheb Mursilis Il Nazimarutash
1330-1292 1313-12 88
1204-1200
1200-1194 Seti 11
1194-1188 Siptah
1194-1186 Tausret
Dinastía XX 1186-1184 Sethnajt
1184-1153 Ramsés III
1153-1146 Ramsés IV
1146-1142 Ramsés V
1142-1135 · Ramsés VI
1135-1129 Ramsés VII
1129-1127 Ramsés VIII Nab.ucodonosor de
1127-1109 Ramsés IX Lucha libertadora de Babilonia 1128-1105
1109-1099 Ramsés X las tribus del norte Tiglatpilesar
contra los cananeos 1116-1078
(batalla de Debora,
Jue. 4,5)
1280 34 11
1279 35 12
1278 36 13 Jatusil 111 coronado rey de los hititas;
tensiones con Egipto; Serapeo: estela de
Apis
1269 45 22
1267 47 24
1263 51 28
1250 64 41
1244 70 47
1243 71 48 Séptimo Heb-Sed; inscripción de una jarra
de vino y ostracón 294 de Der el-Medine
Meriere