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1871-1898
La ciudad no había cambiado mucho desde que los salvajes de Carrera custodiaron las
calles polvorientas. Aparte de haber terminado la construcción de la Catedral, el fuerte de San
José y un teatro nacional que parecía fuera de lugar en una ciudad de sólo mil doscientas casas,
el gobierno no había invertido mayor cosa en el desarrollo urbano. Por lo mismo, cincuenta mil
personas vivían cómodamente detrás de gruesas paredes blancas de adobe que resguardaban
los anchos patios interiores. Las calles sin pavimentar se convertían en ríos de lodo durante la
temporada lluviosa, pero las fuentes y jardines rompían la monótona serie de casas bajas,
distribuidas en la clásica parrilla española, con las élites habitando el núcleo de casas que
circundaba la Plaza Central. Las lámparas callejeras iluminaban un pintoresco pueblo colonial
con veintiocho iglesias, nueve conventos, cinco monasterios y dos palacios. Para algunos
observadores era un lugar tenebroso y aburrido, con vacas y bueyes pastando en las afueras
que, más que una estampa de su encanto colonial, era un vergonzoso recordatorio del atraso de
Guatemala. Dicho poblado, tan poco pretencioso como parecía, era el asiento del gobierno del
país y la ciudad más grande de América Central; y García Granados llegaba a esta para ocupar
el Palacio Nacional. Para conmemorar el arribo de su nuevo presidente, los miembros del
concejo citadino requisaron el mejor carruaje y organizaron una procesión triunfal por toda la
calle Real hasta alcanzar la Plaza Central³.
Sin embargo, en vez de expulsar a los aristocratas coloniales de las filas de la élite, los
liberales se aliaron a ellos, produciendo una aún más poderosa oligarquía que incorporó ladinos
y cafetaleros extranjeros a la red de familias de la élite. Las familias conservadoras cedieron el
liderazgo político a los progresistas y gradualmente se acomodaron a la nueva realidad.
Algunos de ellos, particularmente los Aycinena, siguieron el liderazgo de los modernizadores
y mantuvieron su posición económica mediante la inversión en fincas de café. Como resultado,
la revolución liberal produjo una expansión de la oligarquía, ya que los modernizadores
forzaron el ingreso a sus filas y comandaron una exitosa transición económica de un sistema
colonial relativamente paralizado a una economía moderna impulsada por la exportación
cafetalera. De 1871 a 1898, una sucesión de finqueros ocuparon la presidencia e implementaron
las reformas que establecieron un período de crecimiento económico impresionante. Por
veintisiete años, los oligarcas tuvieron el poder y gobernaron, controlando el Estado tanto a
nivel nacional como regional. Los finqueros, al emplear el poder coercitivo del Estado para
confiscar propiedades comunales y de la Iglesia, imponer reclutamientos forzados de
trabajadores y construir infraestructura nacional, consolidaron el comercio del café y
modernizaron las bases de la oligarquía6.
Más aún, los equipos de asesores, ministros y gobernadores que sirvieron a cada uno
de estos presidentes incluían miembros prominentes de la antigua y la nueva oligarquía. José
María Samayoa, a pesar de sus orígenes mestizos, se convirtió en uno de los más relevantes
cafetaleros en la segunda mitad del siglo XIX y fungió como ministro de Fomento de 1871 a
1876, período durante el cual inició la construcción de ferrocarriles, caminos, puertos y
puentes. Samayoa consolidó sus diversos logros en los negocios al casarse con Tomasa Klee
Ubico, hija del inmigrante alemán Karl F. R. Klee, fundador de la principal red familiar del
siglo XIX. Manuel María Herrera, el ilegítimo hijo mestizo de Pedro Antonio Azmitia y Teresa
Herrera, desarrolló fincas azucareras y cafetaleras en tierras expropiadas a las comunidades
indígenas y consolidó su imperio cuando ocupó un cargo en el gabinete de Justo Rufino Barrios.
Sus hijos, Manuel Herrera Moreno y Carlos Herrera Luna, lo apoyaron en el gobierno y
consolidaron la red familiar al matrimoniarse con mujeres de las familias Ubico y Dorión.
Antonio Batres Jáuregui, una figura central en la red oligarca, vinculado a las familias Alejos,
Arrivillaga, Arzú, Aycinena, Castillo y García Granados, unificó a la oligarquía en torno a la
ideología liberal y facilitó la transición del régimen conservador al liberal sin quebrantar el
núcleo oligárquico8.
La reforma liberal de 1871 estableció las condiciones que hicieron posible que las
familias Castillo e Ibargüen desarrollaran sus industrias. Bajo el control de las redes familiares
aristocráticas, con los Aycinena ubicados en el centro, la economía guatemalteca se desarrolló
poco entre 1821 y 1871. La mayoría de la población vivía en comunidades agrarias
autosuficientes; los comerciantes que monopolizaron el negocio de la cochinilla prosperaron,
pero la economía creció modestamente en comparación con aquellos países que adoptaron
prácticas económicas liberales. Como lo ilustra la gráfica 1, el comercio se estancó entre 1850
y 1867; durante dicho período, el balance comercial anual promedió solo $269,246, el obvio
resultado de cinco déficits comerciales. Las familias conservadoras demostraron poco interés
en modernizar la economía hasta que desarrollo de los tintes sintéticos, durante la década de
1850, acabó el el mercado de la cochinilla y obligó a muchos agricultores a entrar en la
producción de café. En la década de 1860, la producción y exportación de café aumentó
aceleradamente y, en 1870, superó a la cochinilla como el principal producto de exportación
del país. De 1867 a 1894, con el café atribuyéndose más del 90% de las exportaciones,
Guatemala registró un balance comercial anual promedio de $3,222,982, sin un solo déficit
comercial. Los oligarcas construyeron infraestructura, fundaron bancos y adquirieron
maquinaria industrial gracias al capital excedente generado por el comercio del café¹².
Grafica…
Los finqueros invirtieron en equipo para tostar café, ingenios de azúcar, ganado de pura
raza, bancos, ferrocarriles, energía eléctrica e industrias de bienes de consumo; no fueron
insensibles a las demandas del mercado ni ignoraron las oportunidades comerciales. Una finca
productiva podía cultivar una variedad de productos, en parte para alimentar a los trabajadores
que ahí residían, pero también para la venta en el mercado local. José María Díaz Durán, uno
de los primeros oligarcas que invirtió en el café, también cultivó caña de azúcar y crió ganado
en la finca El Zapote, una extensa propiedad de 6,400 acres de extensión, en las cercanías de
Antigua. En 1863, Joaquín, el hijo de dieciocho años de Durán, compró, en Europa, maquinaria
para limpiar el café y bajo su administración la finca El Zapote se convirtió en una propiedad
mecanizada, diversificada y altamente productiva¹³.
Aunque resulta difícil evaluar el tamaño y crecimiento del mercado, los censos de 1893
y 1921 proveen un buen estimado inicial. Considerando que los campesinos listados en ambos
censos existían fuera de los confines de la economía monetizada y urbana, el mercado de
consumo de 1893 consistía en 157,664 personas económicamente activas y sus dependientes.
En 1921, el número de personas económicamente activas empleadas fuera de la agricultura se
había incrementado levemente a 164,443. El crecimiento de la ciudad de Guatemala de 61,191
habitantes, en 1893, a 112,086, en 1921, sugiere una tasa de crecimiento más alta de la
población con capacidad de consumo; pero, de cualquier forma, el mercado consistía en unas
200 mil a 300 mil personas20.
La mala distribución del ingreso suprimía aún más la demanda y limitaba la tasa de
crecimiento del mercado interno. Un estudio de 1883, del Ministerio de Desarrollo, reveló la
existencia de solo 5,334 dueños de propiedades en el país, menos del 1% del total de la
población. Con el poder adquisitivo limitado a una minoría, existían pocos incentivos para la
producción masiva de cualquier artículo. Las tiendas familiares de producción artesanal
satisfacían la demanda de la mayoría de bienes de consumo, como cigarrillos y zapatos, y
aquello que la élite no podía encontrar en la ciudad de Guatemala o Quetzaltenango lo
compraba en el extranjero. Desde Europa y Estados Unidos los cafetaleros importaron seda
fina, lino, vinos y joyas. El cónsul estadounidense observó en 1899: "las enormes ganancias de
los cafetaleros crearon una riqueza repentina y voluminosa que se ha despilfarrado en lujos "21.
Aunque no existe evidencia que sugiera la adopción del modelo mexicano, los liberales
guatemaltecos autorizaron y subsidiaron industrias escogidas. Las concesiones que otorgaron
permitieron el desarrollo de fábricas de gran escala que dominaron el mercado de un producto
determinado. Las dos primeras industrias de Guatemala, Cantel y la Cervecería
Centroamericana, recibieron concesiones por diez años que los exoneraban de impuestos por
importación de maquinaria y materia prima. Con apoyo gubernamental, Cantel se convirtió en
el productor más grande de textiles en Centroamérica y la Cervecería Centroamericana obtuvo
el monopolio de la cerveza que aún conserva. Asimismo, las familias asociadas a estas dos
industrias se convirtieron en miembros poderosos de la oligarquía guatemalteca.
Francisco Sánchez, hijo del emigrante español Nicolás Pontigo y María Loreto
Sánchez, podía reclamar ser descendiente de los conquistadores por el lado materno, pero su
padre (quien evidentemente no lo reconoció) recién se había establecido Guatemala a inicios
de 1800. Francisco, nacido en 1814, sin riquezas y sin contar con el respeto de la oligarquía, se
abrió paso hacia el poder por medio del partido liberal. A mediados del siglo, Sánchez era
dueño de una destilería y de unos almacenes en Totonicapán. A través de su matrimonio con
Agripita Coutiño, Francisco obtuvo propiedades en Quetzaltenango, incluyendo algunas
tiendas en la plaza central. En la década de 1860, invirtió en fincas de café y azúcar en Flores
Costa Cuca, municipio de la bocacosta, y se trasladó con su familia a Quetzaltenango, desde
donde administraba, con el apoyo de sus tres hijos, el negocio familiar33.
Debido a que el régimen conservador ofrecía poco apoyo a los empresarios que no
estuvieran afiliados a la Cámara de Comercio. en 1862, el gobierno rechazó la solicitud de
Sánchez para obtener una concesión con el objeto de establecer una fábrica de textiles de
algodón en el altiplano. Francisco y su hijo mayor, Delfino, se involucraron en una
conspiración para derrocar a Rafael Carrera y, por lo mismo, el gobierno los mandó al exilio
en 1863. Mientras estaban en Europa, Delfino adquirió el conocimiento técnico en la
producción textil que luego aplicaría en Cantel. A finales de la década de 1860, los dos
exiliados se establecieron en México, donde se enlistaron y aportaron fondos al ejército liberal.
Ingresaron a Guatemala con el ejército victorioso, en 1871, y en 1883 sellaron su alianza
política con Justo Rufino Barrios con el matrimonio de Urbano Sánchez Coutiño con Cleotilde
de León Barrios, la hija adoptiva de Barrios34
Entre 1871 y 1875, la familia prosperó bajo el gobierno liberal, en el cual ejercían una
extraordinaria influencia política. Delfino Sánchez se distinguió como hombre de Estado
durante el régimen de Barrios, inicialmente fue nombrado jefe político de Sololá, en 1872.
Mientras tanto, sus padres y hermanos se empeñaron la reorganización de la empresa familiar.
El 28 de abril de 1875, Francisco y Agripita transfirieron sus fincas de café y azúcar,
propiedades y almacenes a Francisco Sánchez e Hijos, una firma en valuada en $125 mil.
Durante los próximos doce años, el valor de la empresa se cuadruplicó mientras la familia
Sánchez se expandía a la banca, el transporte y la industria textil35
Durante este tiempo, la familia Sánchez estaba próxima a constituirse en una red
familiar poderosa por medio de la conjunción de los negocios, la política y los matrimonios.
Pero la muerte sorprendió a Francisco en algún momento entre 1876 y 1881, dejando los
asuntos políticos y económicos de la familia en manos de Delfino, el hijo mayor. Delfino, al
ascender, en 1876, de miembro del Consejo de Estado (un cuerpo de asesoría presidencial) a
vicepresidente del Congreso y luego a ministro de Educación, en 1879, obtuvo el poder político
que la familia carecía cuando el gobierno rechazó su solicitud, en 1862. En 1879, Delfino
asumió el control temporal del Ministerio de Desarrollo, el cual revisaba y autorizaba las
concesiones industriales. Para ese entonces, el ministerio había rechazado concesiones
industriales argumentando que la Constitución garantizaba la libertad de industria. Sin
embargo, el 25 de febrero de 1880, el gobierno otorgó a Sánchez e Hijos el derecho exclusivo
para importar maquinaria de hilar y tejer que serviría para instalar una fábrica de textiles de
algodón y lana. Aunque Delfino pudo no haber estado dirigiendo el ministerio cuando el
gobierno aprobó la concesión, sin duda fueron sus conexiones políticas las que facilitaron su
obtención36.
La familia Sánchez adquirió tierras en las orillas del río Salamá, en Cantel, una aldea
ubicada en las afueras de Quetzaltenango; establecer la fábrica en el altiplano occidental les
ofrecía dos ventajas significativas: contar con el potencial hidroeléctrico del río Salamá y con
la presencia de mano de obra calificada en el hilado y tejido de la tela de algodón. La
construcción de la fábrica comenzó en 1881, bajo la dirección de Domingo Goicolea, un
arquitecto vasco que se estableció en Guatemala, en 1874, y que luego se casó con Dolores
Sánchez Coutiño. Los hermanos Sánchez compraron en Inglaterra un motor de turbina y veinte
máquinas para hilar, trasportaron la pesada maquinaria en el recién inaugurado tren de
Champerico a Retalhuleu; y de ahí, la llevaron en carreta hasta Cantel, instalándola en 1883 38.
Veinticinco trabajadores de las aldeas cercanas iniciaron la producción en algún
momento entre 1883 y 1884. Los empleadores reclutaron a sus trabajadores usando una
combinación de trabajo contratado libremente y una variante del peonaje por deuda, lo cual
reflejaba a una sociedad en transición entre una economía agrícola y una industrial. En ambos
casos, los hermanos Sánchez proveyeron a sus trabajadores de vivienda y de una pequeña
parcela de tierra, una práctica común entre finqueros. Aunque los trabajadores eventualmente
se habituaron al régimen industrial, en 1884 los pobladores de Cantel -temiendo que la familia
Sánchez absorbiera todas las tierras municipales, destruyera sus costumbres y los sacara de su
pueblo amenazaron con quemar la fábrica si los dueños no la abandonaban. Las autoridades
locales salieron en defensa de la influyente familia y reprimieron la protesta39.
Para la mala fortuna de la familia Sánchez, la política fue una espada de doble filo que
los hizo caer casi tan pronto como los había hecho subir. Urbano Sánchez murió junto a Barrios,
su suegro, en la batalla de Chalchuapa, en abril de 1885. Con la prematura muerte de Delfino
Sánchez dos meses después, la familia sufrió tres muertes en menos de una década, pérdidas
de las cuales no se recuperaría. Aunque Guillermo, el hijo sobreviviente, asumió la propiedad
exclusiva y mantuvo influencia política, con su padrino el general Manuel Lisandro Barillas
ocupando la presidencia (1885-1892), los permanentes problemas laborales y la escasez de
materia prima menguaron su interés por la fábrica. En 1890, Guillermo transformó la empresa
familiar en una corporación pública, estableciendo la Compañía de Hilados y Tejidos de Cantel
con un capital inicial de $600 mil, dividido en 6,000 acciones. Guillermo conservó 4,950
acciones de la nueva empresa, pero por primera vez personas fuera de la familia adquirieron
acciones de la empresa, incluyendo a Manuel Lisandro Barillas (con quinientas acciones) y al
ministro de Gobernación, Francisco Anguiano (con cien acciones). Aunque Barillas no renovó
la concesión después de que esta expiró en 1890, su gobierno autorizó, en 1892, exenciones de
impuestos para más de 170 mil libras de algodón y otros bienes importados40.
Mientras la familia Sánchez decaía, las familias Ibargüen y Stahl ascendían con la
fortuna de Cantel. Rufino Ibargüen y su esposa Marcelina Uribe llegaron a finales del siglo
XIX e invirtieron en varias fincas, dos pequeños ferrocarriles, el Banco de Occidente y el Banco
de Colombia. Sus diez hijos se establecieron en la oligarquía al vincular maritalmente su
riqueza con aquella de la élite existente. Elisa Ibargüen Uribe realizó el enlace más exitoso de
los descendientes al contraer nupcias con Roberto Herrera Dorión, hijo de Carlos Herrera Luna,
futuro presidente y uno de los terratenientes más importantes del país. Su hijo, Roberto Herrera
Ibargüen, llegaría a desempeñar un importante papel en la contrarrevolución de 1954 y en los
gobiernos militares posteriores44.
A pesar de los vínculos cercanos del dictador Estrada Cabrera con Stahl, este perdió su
oportunidad de tomar el control de Cantel después de la muerte de Rufino Ibargüen, en 1911.
Marcelina Uribe lo acusó de mala administración y presentó una demanda intentando expulsar
a Stahl de la empresa. Durante los dos años que el juzgado se tomó para revisar el caso, un
funcionario estatal administró Cantel. En 1914, un juez dictaminó a favor de Ibargüen,
obligando a Stahl a vender sus acciones en Cantel. Marcelina Uribe de Ibargüen fue la
propietaria principal de Cantel hasta 1922, cuando sus hijos formaron Ibargüen Hermanos para
administrar Cantel, el Banco de Occidente y sus propiedades de café. La pérdida de Cantel no
destruyó a Stahl, pues su empresa comercial se mantuvo como una de las principales
exportadoras de café del país46.
Bajo la administración de Ibargüen Hermanos, Cantel se convirtió en un monopolio de
facto, en la mayor industria textil de Centroamérica y en el núcleo económico de la red familiar
Ibargüen. Con el objeto de ampliar su capacidad productiva, los hermanos Ibargüen invitaron
a otros empresarios guatemaltecos a invertir en su empresa, pero fuera de Roberto Herrera,
pocos inversionistas locales adquirieron acciones. Alfred Clark, el estadounidense gerente
general de IRCA, adquirió una pequeña porción de acciones y entró a la red familiar Ibargüen
al casarse con María Ibargüen. Otros pocos inversionistas extranjeros invirtieron en la empresa,
pero los Ibargüen se mantuvieron como los principales dueños47.
Los oligarcas consideraban más aceptable matrimoniarse con un extranjero que hacerlo
con un mestizo. Como resultado, algunos de los inversionistas extranjeros no enfrentaron las
rígidas barreras sociales que bloqueaban a los ladinos emprendedores en su ascenso hacia la
alta sociedad. Sin embargo, logros extraordinarios en la agricultura o la industria podían ayudar
a los mestizos a vencer las barreras sociales. Rafael y Mariano Castillo Córdova, por ejemplo,
fundaron la dinastía de la familia Castillo, a pesar de una larga historia de mestizaje que
comenzó con Bernal Díaz del Castillo. Su madre, Delfina Dolores Córdova y Minueza (1827-
1907), una ladina adinerada, se casó con José Domingo Castillo Estrada (1821-1897), hijo de
José Mariano Castillo y Segura, un líder del movimiento independentista. José Castillo Estrada
gozaba del respeto de la élite, lo que le permitió llegar a ser miembro de la Sociedad de Amigos
del País y casar a sus hijos con familias influyentes. En 1879, Manuela Castillo Córdova
contrajo nupcias con Salvador Saravia Conde (1853-1902), un respetado terrateniente y
comerciante. Rafael Castillo Córdova (1857-1931) selló la alianza con una familia colonial
distinguida al casarse con Refugio Lara Dardón, en 1881. En 1884, Mariano Castillo Córdova
(1856-1918) se casó con Elisa Azmitia González, nieta de un terrateniente vasco que se
estableció en Guatemala, en 1795. Con los matrimonios Saravia Castillo, Castillo Lara y
Castillo Azmitia engendrando de nueve a diez niños cada quien, los Castillo fundaron una
amplia red familiar basada en alianzas maritales altamente exitosas y logros igualmente
impresionantes en la industria50.
Al obtener dicha concesión, los hermanos Castillo inauguraron una nueva fase en la
historia de la industria cervecera guatemalteca. En 1885, compraron dos máquinas
embotelladoras a una pequeña cervecería propiedad de Felipe Barraza. En tres años, Mariano
y Rafael Castillo adquirieron las acciones de sus socios Felice y Vella y se reorganizaron, en
1888, como Castillo Hermanos, una empresa de su exclusiva propiedad y bajo su
administración. A partir de ese momento, la propiedad de la cervecería se reservó para los hijos
legítimos y las esposas de los dos hermanos Castillo. Meses después, Castillo Hermanos
adquirió la finca El Zapote, en la ciudad de Guatemala, la propiedad seleccionada para la
construcción de la gran cervecería que aún se encuentra ahí 53.
Con el apoyo del gobierno y tecnología alemana, los Castillo construyeron una
cervecería que podía producir una cerveza superior a cualquier cerveza local y al menos de la
misma calidad que las importadas. El presidente Barillas, reconociendo los avances logrados
por esta nueva industria, estableció una estructura de impuestos regresiva que ayudó a los
Castillo a eliminar la competencia. Un decreto de 1890 suprimió todos los impuestos a la venta
de la cerveza, pero incrementó el impuesto mensual a $300 a todas las cervecerías,
independientemente del tamaño y productividad; ello obligó a algunas empresas a dejar el
negocio y fortaleció la ventaja que los Castillo habían conseguido al invertir en maquinaria sus
propios recursos financieros, superiores a los del resto. El presidente José María Reyna Barrios
(1892-1898) consideró injusto cobrar impuestos por la producción de cerveza en vez de por el
consumo de la misma, suprimió todos los impuestos a la producción y los reemplazó por un
impuesto de seis centavos por cada botella. La remoción del impuesto regresivo motivó a
algunos nuevos empresarios a competir con la Cervecería Centroamericana, pero los hermanos
Castillo fueron gradualmente absorbiendo o eliminando la competencia. Es evidente que los
Castillo utilizaron su influencia política para obtener una revisión fiscal en 1895, después de la
cual el gobierno estableció un impuesto mensual de $600, $400 o $200, dependiendo de la
clasificación de la cervecería54.
Los funcionarios gubernamentales clasificaron esta moderna fábrica cervecera, con una
capacidad productiva de 30 mil docenas de botellas de cerveza al mes, en la misma categoría
que a empresas que podían producir solo dos mil. Como resultado, los Castillo Hermanos y sus
débiles competidores pagaban el mismo impuesto mensual de 600 pesos. En octubre de 1899,
dos pequeñas plantas cerveceras, Haeussler Hermanos y J. E. Azpuru, solicitaron una revisión
de la estructura impositiva, alegando que ellos pagaban el mismo monto en impuestos que una
empresa que producía diez veces más que ellos. Argumentando que no podrían mantenerse en
el negocio bajo un sistema tan desigual, solicitaron al gobierno que, en su lugar, estableciera
un impuesto a la cebada importada, lo cual incrementaría las obligaciones fiscales de los
Castillo y estimularía la producción de cebada. Aunque algunos funcionarios de gobierno
consideraron adecuada la propuesta, Estrada Cabrera la rechazó, argumentado que esta no
satisfacía los intereses de la industria cervecera. Como resultado, los Castillo obtuvieron el
monopolio de la industria cervecera; para 1913, habían eliminado a sus competidores en el
mercado de la ciudad de Guatemala y, en 1929, adquirieron la Cervecería Nacional de
Quetzaltenango 56.
Enrique Castillo Córdova, el hermano menor de Mariano y Rafael. fundó una rama
igualmente poderosa de la red familiar Castillo. En 1893, comenzó la producción de bebidas
carbonatadas en una fábrica que llamó La Mariposa y con su esposa María Luisa Valenzuela
González estableció una red familiar diversificada y extensa. La planta embotelladora se
mantuvo en el corazón de la operación familiar hasta 1957, cuando Óscar, Enrique, Roberto y
Salvador Castillo Valenzuela establecieron la Embotelladora del Pacífico, una embotelladora
y distribuidora de Pepsi-Cola. Por medio de exitosos y prolíficos matrimonios, los muchachos
Castillo Valenzuela consolidaron su posición en la oligarquía, vinculándose maritalmente con
las familias Arenales y Sinibaldi. Óscar Castillo Valenzuela contrajo nupcias con su prima
hermana María Luisa Monge Castillo, con lo que unificó su rama familiar con los Castillo Lara.
Su hijo, Álvaro Castillo Monge, encabezaría al sector privado durante la transición del régimen
militar a la democracia y del proteccionismo al libre comercio, durante la década de 1980.
Álvaro y su primo, Ricardo Castillo Sinibaldi, son los Castillo con mayor influencia política
en la actualidad58.
Mientras Guatemala atravesaba las crisis del siglo XX, las familias Castillo e Ibargüen
sobrevivían en base a la solidez de sus inversiones diversificadas, de sus amplias alianzas
maritales y conexiones políticas. Sin los incentivos fiscales y las protecciones arancelarias, ni
Cantel, ni la Cervecería Centroamericana se hubieran establecido ni hubieran consolidado sus
respectivos monopolios industriales, pues las concesiones gubernamentales desalentaban la
competencia. Al igual que sus contrapartes en la industria cafetalera, los industriales no tenían
deseo alguno en permitir que las fuerzas del libre mercado decidieran su destino. Construyeron
un mercado imperfecto que servía los intereses de una facción dinámica de la oligarquía y
tuvieron éxito porque sus familias poseían riqueza, prestigio social e influencia política.
DICTADORES Y ÉLITE
1898-1930
Juan José Aparicio y Mérida, director del Banco de Occidente, cafetalero y filántropo,
era uno de los ciudadanos más importantes de Quetzaltenango y un respetado miembro de la
oligarquía. Su hermana, Francisca Aparicio, era la viuda de Justo Rufino Barrios y Marquesa
de Vistabella, título nobiliario que adquirió al enlazarse en segundas nupcias con un noble
español. A pesar de los vínculos familiares entre los Barrios y los Aparicio, el general José
María Reyna Barrios no contaba con el apoyo de Juan José Aparicio cuando canceló las
elecciones presidenciales y asumió poderes dictatoriales el 1 de junio de 1897, tan solo dos
meses después de que prometiera organizar y respetar elecciones libres. El general Daniel
Fuentes y el coronel Próspero Morales, quienes hubieran participado en la campaña electoral
en contra de Reyna Barrios, se alzaron en armas el 7 de septiembre, lanzando un ataque en San
Marcos. A sabiendas que el influyente ciudadano Juan José Aparicio apoyaba la rebelión, el
general Reyna Barrios le ordenó al comandante de Quetzaltenango ejecutarlo en caso de que
los rebeldes osaran atacar la ciudad. El ataque llegó unos días después y en cumplimiento de
la orden presidencial, un tribunal militar condenó a Juan José Aparicio y Mérida al paredón.
En respuesta a las solicitudes de clemencia, el presidente Reyna Barrios decidió suspender la
ejecución, pero sus órdenes nunca llegaron. Al mediodía del 11 de septiembre, un pelotón de
fusilamiento pasó por las armas a Aparicio, frente a la iglesia de San Nicolás¹.
Durante los siguientes veintidós años, Estrada Cabrera dirigió el destino político de
Guatemala. A pesar de ser un déspota caprichoso y maquiavélico que aterrorizaba a la
población por medio de su policía secreta, el dictador gobernó con el apoyo de la oligarquía.
Ya fuera por intimidación o cooptación, se ganó el apoyo de intelectuales distinguidos,
hombres de Estado, cafetaleros y poetas. En 1903, por ejemplo, una Asamblea especial reformó
el artículo 66 de la Constitución para extender el período presidencial a seis años y permitirle
postularse para la reelección. Antonio Batres Jáuregui, Arturo Ubico, Guillermo Aguirre,
Carlos Herrera Luna y Rafael Aycinena apoyaron su reelección; y varios colaboradores más,
apodados fantoches, formaron parte de su gobierno. Guillermo Aguirre, un rico banquero y
oligarca, fungió como ministro de Hacienda durante la mayoría de los veintidós años de
gobierno de Estrada Cabrera. Arturo Ubico, padre del futuro presidente Jorge Ubico, fue el
presidente de la Asamblea Nacional durante dieciséis años consecutivos 4.
Sin embargo, Estrada Cabrera quebrantó el control que la oligarquía ejercía sobre el
gobierno nacional y convirtió al Estado en una institución autónoma, centralizando el poder en
sus manos y reduciendo la autoridad local de los terratenientes. Estrada Cabrera fusionó los
puestos de jefe político y comandante de armas en uno solo y nombró subordinados militares
en esa posición, rompiendo la tradición de nombrar civiles para las gobernaciones y
estableciendo una red de funcionarios leales a él. Algunos terratenientes se opusieron a Estrada
Cabrera, pero arriesgando sus vidas. En 1908, por ejemplo, Estrada Cabrera ejecutó a José
Cofiño, líder del partido Conservador y finquero, como recordatorio que al dictador no le
temblaba la mano para ejecutar a los miembros de la élite 5. La oligarquía recuperó poder
político con la rebelión unionista y la llegada de Carlos Herrera a la presidencia, en abril de
1920, pero luego de una desastrosa administración de dieciocho meses, los militares instalaron
a uno de sus generales y desplazaron a la oligarquía.
La oligarquía, cuyo poder político se encontraba bajo control, resistió tres décadas de
gobiernos represivos, caprichosos y corruptos lo que tornó escabrosa la relación entre la
oligarquía y el gobierno a partir de entonces. Las reformas liberales de la década de 1870, por
medio de las cuales el Estado amplió la educación secular, modernizó el ejército y diversificó
la economía, produjeron personas como Estrada Cabrera: bien educadas, frustradas a nivel
político y ambiciosas a nivel económico. Estrada Cabrera fue el primero y más exitoso de los
políticos profesionales que usaron el poder del Estado para acumular la riqueza y el poder
negados a ellos por otros medios. Rechazado por la oligarquía y resentido en contra de ella,
estableció un aparato gubernamental resistente a las manipulaciones de la élite, en parte debido
a las divisiones raciales y de clase que lo separaban a él de las personas que controlaban las
instituciones económicas de la nación. Estrada Cabrera no podía gobernar sin el apoyo de las
élites económicas, pero a diferencia de su madre, con frecuencia él rechazaba cumplir sus
quehaceres.
A pesar de la pérdida de cierto poder político, la oligarquía no solo sobrevivió, sino que
se amplió y modernizó. Mientras Estrada Cabrera mantenía con mano de hierro las instituciones
políticas de la nación, el proceso modernizante continuó con la economía de Guatemala y su
oligarquía cada vez más integradas al sistema capitalista internacional. Entre 1898 y 1920, la
United Fruit Company (UFCO, por sus siglas en inglés) adquirió un monopolio sobre la red
ferroviaria y desarrolló plantaciones masivas de banano a lo largo de la costa caribeña. Aunque
algunos capitales domésticos se opusieron a la monopolización del ferrocarril y del puerto por
parte de una empresa extranjera, otros obtuvieron ganancias del posterior incremento de la
inversión y el comercio internacionales. Algunos capitalistas extranjeros se establecieron en el
país, invirtieron en las nuevas industrias y se volvieron parte de la oligarquía. En la medida que
los inversionistas americanos, alemanes, italianos, franceses, suizos y españoles establecían
nuevas redes familiares, la oligarquía fue perdiendo el carácter nacionalista que configuró las
primeras tres décadas de la reforma liberal.
Lo que parecían pequeñas molestias a los diplomáticos fue lo que permitió a Estrada
Cabrera mantener su independencia política en un momento en que aumentaban drásticamente
las influencias estadounidenses y alemanas. Durante las secuelas de la depresión de 1897, las
empresas comerciales alemanas extendieron su control sobre la industria cafetalera,
extendiendo créditos y financiando las fincas más productivas del país 10. Por medio de tácticas
diplomáticas hábilmente ejecutadas, el dictador predisponía a un poder en contra del otro,
mientras ambos competían por las limitadas oportunidades comerciales. En el proceso, el
Estado adquiría un grado de autonomía institucional y su relativa independencia frustraba los
intereses locales y extranjeros que pretendían dominarlo. A partir de este período, las políticas
de desarrollo involucraron tanto la competencia como la colaboración entre el Estado, la
oligarquía y los inversionistas extranjeros. Aquel bebé, abandonado frente a los escalones de
una puerta, había conseguido ponerle fin al dominio autóctono de los oligarcas.
Estrada Cabrera demostró ser implacable al desafiar a la oligarquía, con toda su riqueza
y poder, como lo evidenció brutalmente en la ejecución de Aparicio. Aquellos que no
colaboraran con él se arriesgaban a que sus propiedades les fueran confiscadas, a la prisión, al
exilio o la muerte. Estrada Cabrera confiscó la mitad de las propiedades de la familia Rodríguez
y casi eliminó una de las cincuenta redes familiares más importantes. José Azmitia, el cuñado
de Mariano Castillo y gerente general de la Cervecería Centroamericana, se convirtió en uno
de los oponentes más activos e influyentes del dictador. Después de un intento de magnicidio
en 1908, los agentes del dictador lo arrestaron y golpearon, suponiendo que había estado
involucrado en la conspiración. Estrada Cabrera hostigó a los Castillo durante los siguientes
doce años, lo que culminó en un ataque de artillería en contra de la cervecería, en la rebelión
de abril de 1920 12.
Durante la dictadura de Estrada Cabrera, las condiciones políticas no favorecieron el
desarrollo industrial. Una pequeña base productiva había conseguido desarrollarse en las
postrimerías del siglo XIX, gracias a las relaciones cordiales entre la oligarquía y los gobiernos.
Con un dictador tan corrupto y pernicioso como Estrada Cabrera ocupando el Palacio Nacional,
los industriales no podían prever la reación del gobernante ante sus solicitudes de
exoneraciones de impuestos y protección arancelaria. La carrera de Carlos Federico Novella
Klee, el fundador de la industria del cemento en Guatemala, revela la forma como la dictadura
obstaculizó a la oligarquía modernizante.
La relación de Novella con la principal red familiar del siglo XIX no le otorgó ninguna
ventaja al enfrentarse a Estrada Cabrera.
Su abuelo materno fue Karl F.R. Klee (1803-1853), un alemán adinerado, finquero,
comerciante y diplomático. Consolidó su fortuna al casarse con Josefa Guillén de Ubico y
Perdomo, quien le dio seis niñas y dos niños. Su hijo mayor, Jorge Klee Ubico, continuó el
negocio familiar y se casó con una hija de la familia Saravia. Cuatro de las hijas cumplieron
con su responsabilidad de consolidar la red familiar al casarse con prominentes comerciantes
y funcionarios de estado. Tomasa Klee Ubico se casó con José María Samayoa; Josefina Elisa
Klee se casó con el comerciante francés Julio Guillermo Dorión; Daniela Klee se casó con Juan
Matheu y Sinibaldi, hijo de un comerciante español y la marquesa de Sinibaldi; y María Dolores
Klee se casó con Carlos Novella Damerio, un ingeniero genovés. Con diversos intereses
económicos y vínculos maritales con las familias oligarcas más importantes, los Klee aún
constituyen una de las redes familiares más poderosas¹³.
El 6 de abril de 1871, María Klee de Novella dio a luz a Carlos Federico Novella Klee,
quien tuvo la buena fortuna de nacer en una familia con los medios necesarios para brindarle
una excelente educación e iniciarlo en los negocios. Como su padre, Carlos se educó en Europa,
obteniendo su título de ingeniero civil en la Universidad de Bruselas. Mientras estaba
estudiando, se interesó en la producción de cemento, pues Bélgica posee una extraordinaria
provisión de cemento natural. Carlos Novella retornó a Guatemala en 1896, esperando
descubrir fuentes de cemento natural y establecer su propia planta productiva. Ese mismo año,
dos geólogos italianos descubrieron cemento natural cerca de la ciudad de Guatemala, pero
juzgaron que era en cantidad y calidad inadecuadas 14.
Sin embargo, Carlos Novella, todavía un enérgico joven de veintiséis años, continuó
con sus planes. Si Guatemala no tenía cemento natural, él aún podría producir cemento
portland, una mezcla de arcilla y piedra caliza, superior al cemento natural. De tal manera que,
en 1897, estableció C.F. Novella y Cía. con varios socios guatemaltecos y adquirió "La
Pedrera", una propiedad en las afueras de la ciudad que contaba con una fuente de piedra caliza,
aparentemente ilimitada. De manera fortuita, había fracasado un intento previo por establecer
una planta de cemento, después que los dueños importaron alguna vieja maquinaria alemana.
Novella adquirió esa maquinaria básica y comenzó a producir cemento en ritmo no mayor de
9,400 libras al día 15.
Con esto, Novella ingresó al mundo del capitalismo internacional, en el cual los
guatemaltecos tradicionalmente producían solo café y banano y compraban todos los demás
productos, incluyendo el cemento, de productores de Norteamérica y Europa, que contaban con
mayor acceso a capital, tecnología y mano de obra calificada. Novella comprendió que una
mayor demanda podía hacer posible la producción de cemento en Guatemala. El valor de las
importaciones del cemento se incrementó de $12,248 en 1894 a $48 mil en 1900, mucho de lo
cual era producido en Alemania16. Los comerciantes que importaban este cemento podían
ahogar la planta productora de cemento de Novella, a menos que el gobierno lo apoyara.
Por lo tanto, para alcanzar el éxito, los industriales debían navegar a través de la política,
puesto que tenían que convencer al gobierno que su empresa calificaba para una concesión bajo
el artículo 20 de la Constitución de la República. Cuando Carlos Novella comenzó a solicitar
el apoyo del gobierno, podía respaldarse en una red familiar que incluía algunos de los
finqueros, comerciantes y funcionarios más respetados del país. En mayo de 1901, se casó con
María Camacho y Díaz Durán, hija de un diplomático español y nieta, por el lado materno, de
José María Díaz Durán, fundador de la red familiar Díaz Durán y un finquero antigüeño
exitoso. Los Díaz Durán, con vínculos maritales con las familias Castillo, Cofiño, Falla,
Herrera y Matheu, así como con la red Klee, siguen siendo parte de la oligarquía
contemporánea 17.
El 15 de abril de 1902, Carlos F. Novella y Cía. recibió una única exención de impuestos
fiscales y municipales por importación de maquinaría, petróleo, material químico y sacos; y
una exención por cinco años de impuestos fiscales y municipales por la fábrica y sus productos.
No recibió, empero, protección arancelaria. De hecho, tan solo algunas semanas después que
la concesión fuera otorgada, el gobierno declaró la importación de cemento libre de todo
impuesto, durante dos años 18.
Utilizando vieja maquinaria, Carlos Novella emprendió una de las primeras industrias
de cemento en América Latina. Al operar en pequeña escala durante los siguientes doce años,
Novella enfrentó tal competencia, proveniente del cemento importado, que casi termina en la
ruina. Para eliminar el producto foráneo del mercado local, tendría que instalar nueva
maquinaria e incrementar su capacidad productiva. Por lo tanto, solicitó otra concesión el 23
de septiembre de 1910, argumentado que la producción local de cemento le ahorraría al país
entre 30 y 40 mil pesos anuales, el valor aproximado de la importación anual para Guatemala
de 6 a 8 mil barriles (1 barril equivale a 80 libras). Novella también predijo que el gobierno se
ahorraría el 25% si dejaba de comprar cemento extranjero. Solicitó una exención por quince
años de impuestos de importación y de cualquier otro impuesto estatal o local aplicable a
maquinaria, explosivos, materiales químicos, sacos para empacar y hierro. Tan pronto como el
gobierno verificó que su empresa tenía la capacidad de producir cemento de alta calidad,
Novella le solicitó que impusiera un arancel alto al cemento importado y que usara su cemento
en todos los proyectos de obras públicas. A cambio, ofrecía venderle al gobierno con un 10%
de descuento19.
Novella todavía tenía que demostrar el valor de su industria a otro gobierno soberano.
Poco después de que el embajador estadounidense protestara ante el gobierno, Novella le
informó personalmente que su empresa tan solo había solicitado la ampliación de una
concesión existente; y argumentó que él la necesitaba para justificar la inversión requerida para
instalar nueva maquinaria y construir una rama ferroviaria que conectara la planta a la línea
principal de IRCA. Le recordó al embajador que el ciudadano estadounidense Daniel Hodgsdon
tenía acciones minoritarias en su empresa, pero a Hitt no le importaban los vínculos de Novella
con ciudadanos de su país. Hitt informó a Novella que los Estados Unidos objetaban la
concesión, principalmente porque se eliminarían las exportaciones de cemento estadounidense
hacia Guatemala. Si Novella removía las características "monopolísticas" de la solicitud (por
ejemplo, la protección arancelaria), Hitt le prometía retirar la protesta. Novella preparó otro
borrador de la concesión, que buscaba lo aprobara el Departamento de Estado, antes de
presentarlo ante su propio gobierno22.
Habla mal de la independencia política de Guatemala que un asunto de política
económica interna pasara ahora por el Departamento de Estado. El señor Osborne, del Buró de
Relaciones Comerciales (Bureau of Trade Relations), reconoció lo indecoroso del hecho que
el Departamento evaluara la política económica de Guatemala. Osborne argumentó que los
Estados Unidos "no pueden, en justicia, denegar a Guatemala el derecho de impulsar una
industria por medio de protección arancelaria u otros privilegios, mientras no se discrimine
específicamente en contra de este país, en comparación con otros"23.
Novella reelaboró su propuesta una vez más. En agosto de 1911, se reunió con
diplomáticos estadounidenses para discutir la enmienda. El artículo controversial ahora
establecía que "el gobierno de la República no podrá otorgar concesiones a cualquier otro
productor de cemento portland natural o a cualquiera similar a este, por término de diez años";
esperando que el Departamento de Estado estuviera de acuerdo con esta redacción25.
Carlos Novella no tenía más opción que cortejar a un presidente obsesionado con la
seguridad. Todos los lunes y martes, durante dos años, vestido con su mejor frac y sombrero,
se presentaba en una antesala del despacho presidencial, hasta que una secretaria amablemente
le informaba que Estrada Cabrera no podía recibirlo debido a circunstancias ineludibles. Con
la promesa que el mandatario consideraría el asunto tan pronto como su ocupada agenda lo
permitiera, Novella abandonaba el Palacio, irritado pero imperturbable. Regresaría a la
próxima audiencia acordada, tan solo para escuchar la misma débil excusa29.
Una fuerte corriente nacionalista se daba en los ámbitos públicos y privados. Algunos
de los diseñadores de políticas públicas todavía promovían la diversificación de la agricultura
y la industrialización como la única solución a largo plazo a la excesiva dependencia de las
exportaciones de café. Las élites económicas también reconocían la oportunidad de ganancias
en el desarrollo de nuevas industrias. La política gubernamental permitía a los oligarcas
monopolizar algunos negocios, pero el desarrollo de las industrias textiles, de la cerveza y el
cemento liberaban al país del tributo extranjero pagado por los bienes importados. Dos
funcionarios del Ministerio de Fomento informaron, optimistas, que "lenta, pero con total
certeza, Guatemala está conquistando su independencia económica"34.
Los Novella también eran propietarios de seis acciones en el Banco de Occidente, que
reportó ganancias de más de dos millones de dólares en 1912 35. A pesar de la solidez financiera
de estos dos bancos, ninguno podía financiar la adquisición e instalación de la costosa
maquinaria extranjera. Para completar su proyecto, Novella vendió su concesión a una empresa
propiedad de Minor Keith, el presidente y principal accionista de la IRCA y vicepresidente de
la United Fruit. En 1915, Novella, Hodgsdon y Keith reorganizaron e inscribieron la empresa
como Novella Cement Company of New York con un capital pagado de $250 mil dólares y
con un capital autorizado de cinco millones de dólares. Durante sus años formativos, de 1914
a 1927, la planta de cemento Novella fue una subsidiaria de la IRCA, que estaba en posesión
de 980 de sus 1000 acciones36.
Por medio de Carlos Herrera la oligarquía esperaba recuperar una parte del poder
político que habían perdido durante el régimen de Estrada Cabrera. Aunque la facción liberal
de la oligarquía, incluyendo a Arturo Ubico y a Carlos Herrera, había colaborado con el
dictador, la élite económica como un todo perdió influencia política ante los políticos
profesionales y los militares. Para recobrar su poder, la oligarquía se organizó en el Partido
Unionista, formado ostentosamente para promover la reunificación de Centroamérica, pero en
realidad establecido para terminar con la dictadura. Mientras que la causa atrajo a una coalición
militante y multiclasista, los oligarcas -muchos de los cuales venían de su facción más
conservadora- brindaron liderazgo y financiamiento a la rebelión unionista. El líder más
importante del partido, Manuel Cobos Batres, era descendiente de Miguel García Granados y
de Luis Batres, quien fuera ministro en la época de Rafael Carrera. Monseñor José Piñol y
Batres, un miembro de la distinguida red familiar que incluía a los Aycinena, vociferaba contra
el dictador desde el púlpito, mientras Rafael Aycinena y Aycinena prestaba $10 mil a la causa.
Otros líderes oligarcas eran Luis Pedro Aguirre, Jorge Morales Urruela, Tácito Molina y José
Azmitia. En los últimos días de la dictadura, la clase trabajadora y algunos estudiantes de clase
media estuvieron en los frentes de combate en contra de Estrada Cabrera, pero al final, fue una
alianza entre los oligarcas liberales y los conservadores la que removió al dictador y nombró a
Herrera, haciendo a un lado a sus aliados de la clase trabajadora42.
Carlos Herrera Luna, hijo de Manuel María Herrera y Delfina Luna Soto, había sido un
distinguido funcionario público del Partido Liberal y era uno de los empresarios más dinámicos
de la oligarquía. En conjunto con las familias Samayoa y Aparicio, los Herrera fueron una de
las primeras familias que invirtieron, a la vuelta del siglo, en el cultivo y la refinería del azúcar.
Inversiones diversas habían hecho de Herrera el hombre más rico y el mayor terrateniente al
momento de la toma de posesión. Además del ingenio Pantaleón en Escuintla, el nuevo
presidente era propietario de fincas de café y ganado, incluso era parte de la junta directiva de
dos bancos importantes. Había sido ministro, legislador y miembro del Consejo de Estado,
convirtiéndose en el primer designado a la presidencia justo antes de la caída de Estrada
Cabrera. Por medio del matrimonio con Elisa Dorión Klee, en 1886, Herrera estableció una
alianza poderosa con las familias Klee y Ubico, consolidando la red Herrera, al enlazar
maritalmente a sus diez hijos con otras familias prósperas, incluyendo a los Robles y a los
Ibargüen. Sus descendientes -entre ellos, Roberto Herrera Ibargüen- todavía presiden imperios
económicos, con intereses en casi todos los sectores productivos43.
Por medio de la AGA y la CCG, los oligarcas cabildearon para obtener una revisión de
las concesiones monopolistas mediante las cuales la IRCA ahogaba su desarrollo comercial.
Con el objeto de que las cargas se enviaran por Puerto Barrios, la IRCA había establecido una
política de tarifas que discriminaba contra todo comercio surgido en el Pacífico. Con tasas de
envío entre Retalhuleu y San José un cien por ciento más altas que entre Retalhuleu y Puerto
Barrios, los comerciantes y agricultores no podían emplear los embarcaderos naturales de
Champerico o San José. Antonio Batres Jáuregui, el prominente intelectual de la oligarquía,
argumentó que las prácticas monopolistas de la IRCA podían llegar a asfixiar la agricultura, la
industria y el comercio y solicitó a Herrera anular el contrato Méndez- Williamson, de 1908,
mediante el cual la IRCA había construido su monopolio ferroviario. En abril de 1921, la AGA
exhortó a Herrera a que anulara la concesión, esperando poner fin a las prácticas perjudiciales
y dañinas del monopolio extranjero. Con amplio apoyo de ambos partidos y de los grupos de
cabildeo político más poderosos del país, Herrera anuló la concesión, en mayo de 1921,
logrando una victoria simbólica y fugaz para el nacionalismo guatemalteco46.
Después de los eventos caóticos de 1920 y 1921, los oligarcas perdieron cualquier
interés que pudieron haber tenido en el servicio gubernamental. Las élites tenían pocas razones
para buscar puestos públicos en tiempos de relativa estabilidad económica, pues como ya se
habían llevado a cabo las reformas liberales, la industria cafetalera requería poca supervisión
gubernamental. El único atractivo de un puesto gubernamental era el escaso poder político que
confería, pero ese poder disminuyó en la medida en que se expandió el control militar sobre el
gobierno. Mientras funcionarios competentes estuvieran al frente de los cruciales ministerios
económicos todo estaría bien, pues la mayoría de oligarcas prefería la soledad de sus
propiedades rurales, a las interminables pugnas políticas de la ciudad de Guatemala.
Los Castillo, los destacados oligarcas industriales del siglo XX. dieron respuesta a la
militarización y a la corrupción del sistema político retirándose del servicio público. Aunque
Adalberto Saravia Castillo mantuvo dos puestos en el gabinete durante la administración de
Herrera, poco sirvió aquello al negocio de la familia. Las actividades políticas de José Azmitia
lo condujeron a prisión, antes y después de la presidencia de Herrera. Con la reorganización de
los Castillo Hermanos, en 1932, la familia agregó una cláusula a los estatutos de la empresa,
en la que prohibía a los accionistas involucrarse en cualquier actividad que la mayoría de los
accionistas considerara perjudicial a los asuntos del negocio. En los siguientes setenta años, la
familia Castillo se mantuvo apartada de la política. Como consecuencia, miembros de la familia
asumieron funciones importantes en los grupos de interés privados, pero incluso hasta hace
poco, casi no han evidenciado interés en la religión, la política o los asuntos militares50.
Para los Castillo y otros oligarcas, la política se había convertido en un juego sucio que
entablaban políticos profesionales y oficiales militares, pocos de ellos honorables o aceptables
socialmente en la élite de la sociedad. Estrada Cabrera, el hijo ilegítimo de una sirvienta, no
solo se volvió multimillonario, sino que sentó un precedente de corrupción y autoritarismo que
fue seguido por casi todos los presidentes posteriores. Hasta Carlos Herrera, el hombre más
adinerado del país, supuestamente saqueó el erario nacional y expandió sus ya vastas
propiedades durante los dieciocho meses que duró su administración. El general Lázaro Chacón
se ganó la reputación del presidente más venal en la historia del país, durante los cuatro años
de su régimen (1926-1930), saqueando sistemáticamente el erario nacional y extorsionando
sumas considerables de las empresas, incluida la IRCA. Un diplomático estadounidense fustigó
así a los políticos guatemaltecos por sus notorias prácticas de corrupción: "se trata de un hecho
ampliamente conocido y comúnmente admitido que, con la misma inversión de tiempo y
esfuerzo, los políticos locales prefieren ganar un dólar mal habido, que diez honestamente"51.
Como abono a su favor, los oligarcas, por lo general, condenan las prácticas corruptas
de los políticos profesionales y del gobierno. Unos cuantos, incluyendo a Carlos Herrera,
también han incurrido en corrupción, pero la oligarquía honorable, aquella que observa un
código de conducta característico de una aristocracia paternalista, desprecia el parasitismo de
la burocracia y de las fuerzas armadas. Las élites económicas consideran que, como ellos
representan a las fuerzas productivas de la sociedad, los funcionarios que elaboran políticas
públicas deben confiar en su buen juicio. Desde que Estrada Cabrera se apropió abruptamente
de sus bienes, las élites dudan de la habilidad del gobierno para recolectar y gastar
adecuadamente el dinero. La oposición del sector privado al aumento de impuestos, en las
décadas de 1960 y 1980, es un legado de la falta de confianza inducida por los gobiernos
corruptos y autoritarios de principios del siglo XX.
Así como los Castillo y los Ibargüen antes de él, Novella se valía de sus conexiones
sociales y políticas para desarrollar su empresa.
El consorcio que él estableció -que incluía a finqueros del azúcar y del café, a banqueros
y militares- protegía a la planta de cemento de la competencia, debido a que individuos
poderosos tenían intereses creados en su prosperidad. Novella quien provenía de una red
familiar oligarca, enlazada con otras por medio de los matrimonios- era, al igual que otros
industriales exitosos, parte indistinguible de la oligarquía, hasta 1929. Los vínculos de los
industriales con la oligarquía son evidentes en sus alianzas sociales y políticas con los
cafetaleros y comerciantes. En el elitista Club Guatemala, los Castillo, Novella e Ibargüen se
relacionaban con los aristocratas coloniales como los Aycinena, Batres, Saravia, Sinibaldi y
Urruela. En la Cámara de Comercio, los industriales se aliaban políticamente con bancos
extranjeros (Anglo South American Bank), una subsidiaria de la General Electric (la Empresa
Eléctrica), empresas extranjeras de transporte (Grace & Co. e IRCA), los exportadores
alemanes de café (Guatemala Plantations, Nottebohm Hermanos y Schlubach, Sapper & Co.)
y agricultores guatemaltecos (Herrera & Co. y Rodríguez Benito Hermanos)55.
Aún después de que los industriales nacionales asumieron el liderazgo del sector
manufacturero, rara vez atacaron los intereses del capital extranjero o de la oligarquía
terrateniente. Los vínculos del sector industrial con el capital multinacional, la agricultura local
y el comercio han limitado su potencial político progresista. Dado que los industriales
provienen de o aspiran a la oligarquía, no adoptaron una agenda política revolucionaria que
clamara por la nacionalización de la propiedad extranjera o la expropiación de la tierra. La
oligarquía industrial no se desarrolló como la gran antagonista de la oligarquía terrateniente,
en parte debido a que muchos de los industriales comparten intereses políticos, económicos y
sociales con los finqueros.
Para manejar la crisis, los operadores del poder buscaron a un hombre inteligente y
autoritario que pudiera adoptar soluciones innovadoras a los complejos problemas económicos
y, a la vez, mantener la estabilidad social. Por lo menos durante una década, oficiales y
oligarcas habían reconocido la estrella ascendente del general Jorge Ubico y Castañeda, hijo
de Arturo Ubico Urruela, un oligarca miembro del partido Liberal. Nacido en 1878, Jorge tenía
la ventaja adicional de ser ahijado de Justo Rufino Barrios, amigo personal de su padre.
Descendiente de una familia que arribó al país en el siglo XVIII, el árbol genealógico de la
familia Ubico lo vinculaba con dos de las redes más poderosas del siglo XVIII y XIX, los
Urruela y los Klee. Por el matrimonio con Marta Lainfiesta Dorión, en 1905, Jorge Ubico
estaba emparentado con la red Dorión Klee, a la que pertenecía Carlos Herrera Luna, quien
posteriormente llegaría a la presidencia. Arraigado en la aristocracia colonial y vinculado a la
oligarquía modernizante, Jorge Ubico poseía una de las más encumbradas credenciales sociales
de la oligarquía3.
Ubico, a diferencia de sus colegas adinerados, se desvió del paso acostumbrado por la
Facultad de Derecho e ingresó a la Escuela Politécnica, en la década de 1890. Aunque no
completó sus estudios, la influencia de su padre fue determinante para que obtuviera el
nombramiento de subteniente, en 1897. Mientras su padre servía en los más altos puestos del
régimen de Estrada Cabrera, Jorge se ganaba la reputación de ser un administrador rudo pero
eficiente en la jefatura política de Alta Verapaz (1907-1909) y Retalhuleu (1911- 1919).
Íntimamente ligado a la dictadura que frenó las ambiciones de las élites económicas, Ubico
huyó a los Estados Unidos después del triunfo unionista, en abril de 1920. A estas alturas, Jorge
era resultado de su formación en el ejército, identificándose más cercanamente con la facción
militar del partido Liberal que con su ala civil o con los oligarcas conservadores que apoyaron
el régimen de Herrera. Regresó en 1921 para participar en el golpe que defenestró a Carlos
Herrera, quien aparte de ser un colega oligarca era el tío de su esposa. En sus dos años como
ministro de la Guerra del presidente José María Orellana (1921-1923), Ubico persiguió a
conservadores, comunistas y sindicalistas y obtuvo el rango de General de División y primer
designado a la presidencia, antes de retirarse a administrar las fincas de su familia 4.
Ubico rápidamente consolidó un régimen que duró hasta 1944. La dictadura ubiquista,
la última del período liberal, ha sido frecuentemente retratada como un instrumento de la
oligarquía terrateniente y el capital extranjero. En la biografía más importante de Jorge Ubico,
Kenneth Grieb argumenta que el carácter oligárquico del régimen explica por qué impulsó
políticas que beneficiaron principalmente a los terratenientes adinerados. Asociado con la
aristocracia terrateniente y comúnmente descrito como un defensor brutal del status quo por
los periodistas populares, Ubico emerge en la literatura como el último de los dictadores
oligárquicos. Susanne Jonás argumentó que, como representante de la élite terrateniente y de
los monopolios estadounidenses, Ubico optó por defender el status quo, antes que romper con
el modelo agroexportador e iniciar la industrialización basada en la sustitución de
importaciones" 7.
No cabe duda de que Ubico preservó la estructura oligárquica de poder durante una
crisis económica sin precedentes, pero también modernizó sus bases al promover la
diversificación económica y al apoyar a las facciones progresistas de la élite económica.
Enfrentado a un creciente desempleo, una economía estancada y algunas manifestaciones
esporádicas de malestar popular, la tarea inmediata de Ubico fue apaciguar la inconformidad
social. La primera prueba de fuerza llegó en febrero de 1931, cuando los trabajadores de la
planta de cemento entraron en huelga. Como resultado de la depresión económica, la costosa
nueva maquinaria de la empresa operaba a menos del 50% de su capacidad. Carlos Novella,
ahora con el apoyo de sus dos hijos, Estuardo y Enrique, intentó recortar la semana laboral a
cinco días y mantener a cuantos trabajadores fuera posible, pero falló en fortalecer la posición
financiera de la empresa. Las ventas de cemento cayeron de 60,447 barriles en 1929 a 17,129
en 1933 9.
Antes de que los Novella pudieran despedir a alguno de sus empleados, los trabajadores
entraron en huelga, con la asesoría y apoyo de la Federación Regional Obrera de Guatemala
(FROG). La FROG fue establecida en 1925 por anarquistas y comunistas que eran influyentes
entre los carpinteros, panaderos y artesanos de la capital. Para 1929, la FROG representaba
trece sindicatos y dos mil trabajadores. Aunque no era la única organización laboral, era la más
progresista. La Federación Obrera de Guatemala para la Legalización de Trabajo (FOG) tenía
cinco mil miembros, pero era subsidiada por el gobierno y promovía la cooperación con el
gobierno y los patronos. Los sindicatos afiliados con FROG, en contraste, habían utilizado con
efectividad el mecanismo de la huelga en varias ocasiones, durante la década de 1920. En
respuesta a la presión creciente de trabajadores y artesanos, el gobierno aprobó el Código
Laboral, en 1926, que reconocía el derecho a huelga bajo ciertas condiciones y hacía obligatoria
la mediación de disputas 10.
Al reducir el poder político de los cafetaleros, Ubico abrió el espacio político a los
elementos más dinámicos de la oligarquía, incluyendo algunos industriales relevantes. Como
sucedió durante la dictadura de Estrada Cabrera y durante los regímenes militares de la década
de 1970, un puñado de oligarcas colaboraron con el dictador para impulsar sus propios
intereses. Rufino Ibargüen, propietario de Cantel, fungió como director del Crédito Hipotecario
Nacional. Su hermano Roberto, diputado, fungió como asistente personal del presidente y
ambos hombres, según la embajada estadounidense, adquirieron una riqueza mayor que la
proveniente de sus ingresos legítimos. El licenciado José María Reyna Andrade, el presidente
provisional que transfirió el poder a Ubico, en febrero de 1931, se retiró del gobierno en 1936,
con una pensión completa y vitalicia. Ubico, a pesar de sus promesas iniciales de acabar con la
corrupción gubernamental, se convirtió en uno de los mayores terratenientes del país al adquirir
propiedades al precio que él imponía. En 1940, el Congreso otorgó a Ubico, por sus servicios
a la nación, $200 mil 19.
Rafael Felipe Solares, que había sido presidente de la Cámara de Comercio y director
de la AIG, encabezó el comité. Acompañado por Carlos F. Novella, Federico Köng (fabricante
de jabón) y Otto Dorión (azucarero), Solares coordinó una amplia revisión del sector industrial
y sentó las bases para la formulación de una política de desarrollo que contribuyó a un aumento
notable de la productividad industrial. Aunque, por lo general, el sector comercial se opuso a
los aumentos de aranceles favorecidos por los industriales, las recomendaciones del comité
establecieron las bases de la legislación proteccionista, un reflejo del interés personal de Solares
en la fabricación de productos farmacéuticos, quien comenzó a producirlos en la década de
1920 y, en compañía de sus hijos, estableció Lancasco, una de las pocas empresas
guatemaltecas que operan en el sector farmacéutico26.
La formación de este comité reflejó e impulsó la influencia política que habían
adquirido los industriales. Aunque, en general, el sector industrial se encontraba
subdesarrollado, la AIG representaba a poderosas empresas nacionales y extranjeras,
incluyendo la Empresa Eléctrica, la IRCA, la Tabacalera Nacional entre otras empresas
foráneas. Los miembros de la AIG tenían acceso al capital, controlaban sectores económicos
clave y tenían vínculos con la oligarquía local. El éxito de los Castillo y los Novella estimuló
a otras familias oligarcas a invertir en la industria y a asociarse en la AIG. En 1927, por ejemplo,
Arturo Matheu Durán, un finquero antigüeño, estableció una fábrica para hacer materiales de
construcción y añadió su prestigioso apellido a la recién creada AIG. Ernesto Rodríguez Benito,
otro cafetalero que recién invertía en la industria del cemento, fungió como secretario de la
AIG, en 1931 27. Dada la riqueza y el estatus de los miembros de la AIG, Ubico encontró difícil
ignorar sus recomendaciones sobre políticas públicas.
Con este fin, la AIG había estado cabildeando por lograr un mercado más amplio y
políticas proteccionistas desde su inicio. En 1931, la AIG recomendó la formación de un
mercado regional mediante la reducción de barreras al comercio centroamericano interno. Con
acceso abierto a los mercados vecinos, los industriales consideraban que podrían incrementar
su capacidad productiva y establecer nuevas industrias. Los industriales argumentaban que no
habría un satisfactorio desarrollo de la industria sin una ampliación del mercado de consumo,
pues una limitada demanda nacional mantenía los costos de producción altos e inhibía el
desarrollo de industrias intermedias como las del papel y del vidrio29.
La designación del Comité para el Fomento de la Industria dio a los industriales una
oportunidad para llevar sus ideas a la práctica. El comité empezó a distribuir una encuesta a
162 empresas clasificadas vagamente como industrias. Sólo 69 empresas contestaron, lo cual
era indicativo de que los industriales, como los hombres de negocios en general, tenían poca fe
en la integridad del gobierno. Cuando se les solicitaba que divulgaran información privada
acerca de la productividad, ganancias y empleo, algunos industriales se rehusaban a cooperar,
sin duda alguna sospechando que el gobierno pretendía usar esa información para un propósito
diferente al de la promoción de la industria. La Cervecería Centroamericana, por ejemplo, no
respondió la encuesta, dejando al comité sin toda la información requerida para formular las
recomendaciones sobre políticas públicas 30.
No obstante, la encuesta reveló que varias empresas bien organizadas, con alta
inversión de capital, coexistían con tiendas artesanales ineficientes. El comité recomendó al
gobierno que concentrara sus esfuerzos en apoyar las plantas mecanizadas que podían
desarrollarse en industrias productivas. El obstáculo más fuerte para el desarrollo de la industria
era la inadecuada provisión local de materia prima. Cantel, por ejemplo, importaba un
porcentaje sustancial de su materia prima, a pesar de que el algodón podía cultivarse
localmente. El comité, por lo tanto, recomendó al gobierno coordinar la diversificación agrícola
y el desarrollo de industrias que procesaran los recursos locales, incluyendo la cerveza, el
alcohol, textiles, jabones y zapatos. Aunque el comité concluyó que el desarrollo de nuevas
industrias podría generar empleo y ahorrar divisas, reconoció que Guatemala "no poseía las
condiciones que le permitirían convertirse en un país industrial y que pretender otra cosa sería
antieconómico, debido a que sus recursos más importantes pertenecen a la producción agrícola
"31.
Ubico solo implementó algunas de las propuestas, en parte porque ignoró la asesoría
política del comité. Habiendo probado una pequeña dosis de poder político, la AIG recomendó
al Estado formalizar la función asesora del sector privado, extendiendo la duración del
funcionamiento del Comité para el Fomento de la Industria o estableciendo una nueva entidad
que incluyera representantes de la industria, la agricultura, el comercio y el Estado. Para los
industriales, la política de desarrollo debería ser dominio exclusivo de las fuerzas vivas (la
autodescripción predilecta del sector privado en la década de 1980), los agricultores,
comerciantes, banqueros e industriales que eran propietarios de empresas productivas y podían
generar empleos. Aunque el comité advirtió alguna hostilidad del sector comercial con relación
al desarrollo industrial, los industriales no consideraban que sus intereses económicos entraran
en conflicto con los del comercio o la agricultura. Los industriales nunca se concibieron en
oposición a la oligarquía establecida. Nunca impulsaron una reforma agraria ni intentaron un
desplazamiento político de los terratenientes o comerciantes. Los industriales concebían un
sistema político en el que la industria, la agricultura y el comercio trabajarían de cerca con el
gobierno para elaborar e implementar la política económica 32.
Dos décadas después, representantes del sector privado conformarían una poderosa
entidad política (CACIF), con vínculos cercanos al gobierno, pero ni Ubico ni muchos
terratenientes compartieron la visión política de los industriales durante la década de 1930.
Ubico concibió un sistema político en el que un fragmentado sector privado se subordinaba a
su autoridad personal. Su deferencia a los industriales en 1932, aumentó las ambiciones
políticas de estos, pero falló al no producir reformas económicas. En la Conferencia
Centroamericana de 1934, Ubico presentó un comprensivo acuerdo que hubiera abolido los
aranceles intracentroamericanos y establecido el libre comercio en el istmo, pero las rivalidades
políticas entre las repúblicas imposibilitaron cualquier esperanza de integración económica. La
propuesta sobre el reintegro de los derechos de aduana nunca despegó, pero Ubico le dio
seguimiento a la segunda recomendación del comité y otorgó protección arancelaria a
industrias seleccionadas 33.
Cantel, sin embargo, mantuvo su dominio, aunque compartía el mercado con dos
nuevas industrias. Nortropic, fundada por Fraterno Vila, en 1927, sobrevivió a la depresión
económica, como también lo hizo Mishanco, fundada por Samuel Mishan, en 1937. Durante la
Segunda Guerra Mundial, las importaciones de telas de algodón disminuyeron drásticamente y
los productores locales consolidaron su posición en el mercado interno36.
Aunque los aranceles proteccionistas habían estado vigentes por varios años, Ubico
impulsó la política de una manera más vigorosa, extendiendo deliberadamente la protección a
industrias embrionarias. La producción industrial había crecido de forma estable, de 1922 a
1931, y declinó drásticamente en 1932, como lo ilustra la gráfica 3. Como resultado de las
modestas reformas de Ubico, la productividad industrial resurgió, alcanzando una cima
parecida a la anterior a la guerra, de más de 90 millones de dólares en 1936.
Además, Ubico continuó la política de otorgar concesiones exclusivas a nuevas
industrias. En 1940, George J. Plihal, gerente centroamericano de Bata Shoe Co. de Nueva
York, solicitó una concesión gubernamental para elaborar calcetas de algodón y zapatos Bata
era, en de cuero. Plihal solicitó el apoyo de la embajada estadounidense, pero cuando el
Departamento de Estado descubrió que verdad, la subsidiaria de una empresa checoslovaca que
trabajaba con los nazis, se rehusó a extenderle cualquier tipo de ayuda. El II de abril, el ministro
de Finanzas también rechazó la propuesta de Plihal, esperando proteger a los artesanos de la
ciudad de Guatemala que ya elaboraban zapatos de cuero. Sin embargo, el gobierno dejó abierta
la posibilidad de que aprobaría una concesión para fabricar calzado de hule y, el 17 de
septiembre, el gobierno otorgó a Plihal una concesión para fabricar zapatos de hule y tela,
artículos que los artesanos locales no elaboraban. Ubico otorgó una exoneración de impuestos
en maquinaria, pero prohibió a la empresa de Plihal (Compañía Guatemalteca Incatecu)
producir zapatos de cuero para consumo local, una provisión que lesionaba sustancialmente la
capacidad de la maquinaria que Plihal había instalado37. Sin embargo, después de la Segunda
Guerra Mundial, Incatecu se convertiría en una de las industrias más grandes de Guatemala y
Plihal se diversificaría hacia la producción de hule y llantas.
Aun así, Ubico no actuaba tan agresivamente como los industriales propugnaban. El
Comité para el Fomento de la Industria favorecía la mecanización de la producción, incluso si
ello significaba el desplazamiento de cientos de artesanos. Más aún, Ubico no llevó a cabo las
recomendaciones de los industriales en cuanto a la reforma de la banca. Los industriales se
quejaban de que los bancos financiaban al sector agrícola, ignorando por completo las
necesidades de la industria. Aún los industriales exitosos no obtenían préstamos de corto plazo
en condiciones atractivas. Carlos Novella, uno de los industriales más hábiles de Guatemala,
no obtenía el financiamiento necesario para conseguir eliminar el cemento importado del
mercado interno. La depresión económica afectó profundamente las ventas de cemento y
perturbó a los asociados de Novella, obligándolo a reunir suficiente dinero para comprarles las
acciones a sus socios. El 30 de noviembre de 1934, Novella reorganizó la empresa como Carlos
F. Novella y Cía., en la cual él y su familia eran socios mayoritarios 38.
Situada en un lugar marginal de la economía nacional y siendo rentable para unas pocas
redes familiares, la industria había logrado hacerse de un nicho en la economía nacional, aun
cuando se mantenía relativamente insignificante. Los oligarcas industriales cosecharon
utilidades excesivas al explotar mano de obra barata y no organizada, protegidos por
concesiones gubernamentales o aranceles proteccionistas. Un estudio de 1945 sobre la industria
de bebidas alcohólicas, por ejemplo, reveló márgenes de ganancia excepcionalmente altos, en
algunos casos excediendo el 75% de los bienes de la empresa. Al no contarse con una industria
de bienes capitales y con solo una industria intermedia, nadie podía presumir de una revolución
industrial. En un país idóneo para dedicarse a la ganadería de carne y de leche, no había planta
procesadora de carne ni pasteurizadora de leche que pudiera producir productos aptos para el
consumo humano43.
El sector industrial continuaría operando marginalmente en la economía hasta que el
gobierno se decidiera a impulsar agresivamente la reforma bancaria, la diversificación agrícola
y la integración económica regional. El Comité para el Fomento de la Industria le había
recomendado a Ubico promover el cultivo del algodón y de otras materias primas requeridas
por el sector industrial, pero el gobierno ignoró sus recomendaciones. Para poder corregir
algunas de las deficiencias identificadas por el comité, la AIG tendría que incrementar su fuerza
política. El desarrollo industrial se convirtió entonces en un proyecto político, ya que la
oligarquía modernizante tendría que hacerse del control de las instituciones responsables de
elaborar y llevar a cabo políticas públicas. Aunque los industriales se organizaron como sector
privado y cabildearon efectivamente durante la década de 1930, todavía carecían de un poder
político autónomo, una debilidad que se reflejó en su decisión de fusionarse con la Cámara de
Comercio en 1934. A través de la Cámara de Comercio e Industria de Guatemala (CCIG), los
industriales continuaron promoviendo sus intereses económicos, pero la alianza con los
intereses comerciales restringió la agenda política de los industriales, puesto que no podían
cabildear tan decididamente a favor de unos impuestos de importación altos, mientras
estuvieran asociados con los comerciantes que se oponían a ello 44.
Además, debido a que la IRCA monopolizaba las vías ferroviarias y la United Fruit
controlaba los embarques por Puerto Barrios, el gobierno no tenía poder para regular la política
interna de aranceles. El Comité para el Fomento de la Industria le solicitó a Ubico negociar
tasas arancelarias preferenciales a favor de los industriales nacionales, pero el dictador
consintió las prácticas monopolistas de la empresa de ferrocarriles. En 1936, reconoció
tácitamente la adquisición que hizo la United Fruit de las acciones mayoritarias de la IRCA,
renovó el contrato del puerto del Pacífico con la United Fruit y canceló una deuda de $2
millones a la IRCA. También reafirmó los derechos exclusivos de la United Fruit para
administrar sus propiedades, incluyendo los puertos y las vías férreas del país. Con la United
Fruit a cargo de la red de transporte, un monopolio extranjero controlaba el flujo de materia
prima y maquinaria de la cual dependían los industriales 47.
Como las revisiones arancelarias podían ser obstruidas por el tratado con Estados
Unidos o por los dos monopolios extranjeros, los industriales tenían pocas esperanzas en la
revisión de las tarifas arancelarias de acuerdo a sus necesidades. Por lo tanto, el tratado de 1936
marca el fin de un breve período durante el cual el gobierno consideró y llevó a cabo reformas
que beneficiaron al sector industrial. Para mediados de la década de 1930, la estabilidad había
retornado a la industria del café y del banano y el entusiasmo de Ubico por la diversificación
económica y la industrialización se disipó, a medida que la situación económica mejoraba.
Habiendo restaurado el orden político-económico tradicional, Ubico se tornó represivo y
aparentemente perdió el interés en los programas de diversificación económica que alguna vez
impulsó 49.
En este esfuerzo, las clases medias compartían un interés político con la oligarquía.
Kenneth Grieb argumenta que Guatemala "estaba dirigida por y para la oligarquía", pero lo
cierto es que las élites tenían sus propios motivos de queja contra el tirano y apoyaron el golpe
en contra del dictador, en julio de 1944 52. Aunque Ubico representaba a los oligarcas, no les
dejó gobernar. Ubico, un general moldeado por Manuel Estrada Cabrera, el maestro de los
dictadores políticos, gobernó para sí mismo: un oligarca progresista y oficial del ejército.
Estimuló a los cafetaleros a modernizar sus instalaciones y a reformar sus anticuadas prácticas
laborales, pero también rompió con el tradicional control que los terratenientes mantenían sobre
los gobiernos locales. Centralizó el poder del Estado a expensas de las élites terratenientes, y
la oligarquía nunca le perdonó que ellos, como las clases medias, también padecieran bajo la
bota del tirano. Ubico creó un Estado militar premoderno, gobernó con generales poco
profesionales, políticos aventureros y burócratas de clase media; pocos de ellos compartían el
compromiso absoluto de la oligarquía con la empresa privada.
Ubico, sin duda alguna, consideraba la propiedad privada como un derecho sagrado. Al
mismo tiempo, como sus sucesores militares de las décadas de 1970 y 1980, consideraba que
el Estado poseía el derecho, si no la obligación, de intervenir en la economía cuando la
seguridad nacional lo requiriera. Durante la guerra, Ubico y sus aliados estadounidenses
percibieron la amenaza de los 3,500 alemanes residentes en Guatemala, algunos de ellos
simpatizantes declarados de la causa nazi. En noviembre de 1941, Ubico cedió a la presión
estadounidense e impuso cuotas a las fincas alemanas que aparecían en una lista negra. Como,
según los estadounidenses, los alemanes no habían sido penalizados suficientemente con el
sistema de cuotas, funcionarios de los Estados Unidos presionaron a Ubico para que
nacionalizara todas las propiedades alemanas. Por miedo a desestabilizar la economía y a
indisponerse con la colonia alemana y sus simpatizantes, Ubico pospuso la medida hasta el 22
de junio de 1944, cuando nacionalizó 130 propiedades alemanas, las que en conjunto producían
del 20 al 25% del café del país53.
Guillermo también colaboró con los jóvenes profesionales que elaboraron el famoso
Memorial de los 311, una solicitud escrita por Toriello, Ernesto Viteri Bertrand, Enrique
Muñoz Meany, Eugenio Silva Peña y Federico Röltz Bennett. El breve documento sorprendió
a Ubico, pues se trataba de una expresión de solidaridad con los estudiantes y una demanda
para la restauración de los derechos constitucionales. Estaba firmado por 311 ciudadanos
prominentes, entre ellos Pedro Aycinena, Eduardo Arrivillaga, Ramón Aceña Durán, Roberto
Arzú Cobos José Azmitia, descendientes de la aristocracia colonial. Incluso el primo en
segundo grado de Ubico, Oscar Ubico Zebadia, firmó el memorial. Aunque sea cierto que d
95% de las firmas provenían de las clases medias, las firmas de la oligarquía tuvieron mucho
peso frente a Ubico. Entregado el 25 de junio por Jorge Serrano (padre del futuro presidente
Jorge Serrano Elías) y Federico Carbonell, el Memorial constituyó un desafío directo a Ubico,
proveniente de la alta sociedad que él respetaba. Según el embajador estadounidense, Boaz
Long, Ubico quedó conmocionado por la solicitud y se sintió herido al darse cuenta de que su
propia gente se le oponía56.
Al promover la renuncia de Ubico y luego apoyar la rebelión militar tres meses después,
la facción modernizante de la oligarquía intentó institucionalizar un orden más democrático y
económicamente progresista. Una nueva generación de empresarios, los hijos y nietos de los
oligarcas liberales y de los pioneros industriales del país, se dieron cuenta que la diversificación
económica y el desarrollo industrial requerían de la construcción de un Estado más sensible a
sus intereses, y para lograr ese fin, algunos miembros de las élites colaboraron con la clase
media en sus esfuerzos por derrocar el régimen liberal. Sin embargo, a medida que la
revolución desencadenó fuerzas políticas que las élites no podían controlar, la oligarquía perdió
interés en la democratización. Los industriales estaban preparados para asumir una función
activa en el gobierno, pero no para destruir la estructura del poder oligárquico, la misma que
les había servido para desarrollarse.
Capítulo 5
REVOLUCIÓN Y REACCIÓN
1944-1954
A las once de la noche del 19 de octubre de 1944, el mayor Francisco Arana mató al
general Francisco Corado y tomó el control de la Guardia de Honor; una hora más tarde,
formaba parte de la Junta Revolucionaria, con el capitán Jacobo Árbenz y el empresario civil
Jorge Toriello. Durante la noche, estos rebeldes habían organizado velozmente una milicia
popular, entrenando y armando aproximadamente a cinco mil trabajadores y estudiantes. En la
madrugada del 20 de octubre, el ejército rebelde de Arana lanzó ataques de artillería y tanques
contra el fuerte Matamoros, el fuerte San José y el Palacio Nacional. Con el apoyo de brigadas
civiles, las fuerzas rebeldes neutralizaron los dos fuertes y, en menos de doce horas, forzaron
la renuncia del presidente Ponce Vaides. A un costo de quinientos muertos y mil heridos, una
alianza sin precedentes formada por oficiales jóvenes, estudiantes, obreros y la clase alta puso
fin a 73 años de dominio del partido liberal. Según Piero Gleijeses: "se trató de una revolución
peculiar, en la que trabajadores urbanos, la clase media, la élite terrateniente y el cuerpo de
oficiales celebraron juntos"1.
La decisión que tomó Arévalo de controlar los precios, en abril de 1945, demostró que
no iba a adoptar automáticamente la política económica impulsada por el sector privado. El
presidente heredó una economía en quiebra por la inflación, con el poder adquisitivo del quetzal
disminuido en un 60%, en comparación al nivel que tuvo en 1937. El 18 de abril, el Congreso
aprobó una ley de emergencia económica que otorgaba al gobierno el poder de regular los
precios y las utilidades con el propósito de estabilizar la economía. También permitía al
gobierno intervenir el Consorcio Azucarero (más bien, asumir la administración) y fijar el
precio del azúcar a cinco centavos por libra. Después, cuando el gobierno ordenó que los
fabricantes de textiles, algunos de los cuales habían gozado de ganancias tan altas como del
75%, quedaban limitados a una ganancia del 30%, los comerciantes y los industriales sintieron
que el presidente no respetaba la empresa privada14.
Pocos meses después de la toma de posesión de Arévalo, las líneas de batalla habían
sido trazadas entre los reformistas clase- medieros y las élites económicas, antiguos aliados que
se habían unido por un interés común en la democratización. Los arevalistas apoyaban un
amplio rol económico del gobierno y una variedad de reformas sociales, en particular la
movilización de sindicatos obreros. El sector privado, de pronto convertido en un apasionado
defensor de los principios de libre mercado, se oponía a la agenda reformista del gobierno y
exigía que Arévalo respetara sus puntos de vista. Por ejemplo, en noviembre de 1945, la CCIG
(varios de cuyos miembros se habían desarrollado bajo concesiones monopolistas, durante las
dictaduras liberales) argumentó que el gobierno debía estabilizar la economía, dejando que las
fuerzas económicas buscaran y encontraran su equilibrio natural. Arévalo, aunque
gradualmente eliminó o recortó muchas de las regulaciones de precios y utilidades, no les
concedería a las élites la potestad para que ellas mismas elaboraran las políticas públicas15.
Los arevalistas se identificaron y simpatizaron con la lucha que libraban las clases
trabajadoras en contra de la oligarquía agraria e industrial. La élite industrial, un potencial
aliado político en una futura lucha contra la élite terrateniente, se fue alejando a partir de las
políticas públicas impulsadas por la administración de Arévalo. En 1945, Novella y Cía.
solicitó una renovación del contrato, por medio del cual vendía cemento al gobierno a precios
de descuento, a cambio de exenciones fiscales y protección gubernamental. El contrato, que
concluyó en 1939 y se renovó dos veces durante la dictadura de Ubico, estableció condiciones
casi imposibles para que cualquiera otra empresa compitiera con Novella, que vendía el 32%
de su producción al gobierno. Néstor K. Ovalle, un asesor de Arévalo que contrató la Comisión
Interamericana para el Desarrollo (una organización internacional financiada por los Estados
Unidos), se opuso a la renovación del contrato existente, considerando que la empresa obtenía
ganancias excesivas. Ovalle recomendó que el gobierno levantara las restricciones al cemento
importado, expropiara la planta Novella o construyera su propia planta de cemento17.
El trato que el gobierno dio a la planta de los Novella y a la cervecería de los Castillo
contrastaba drásticamente con el apoyo que brindó a los sindicatos de trabajadores. La
Constitución de 1945 contenía principios revolucionarios con respecto a los derechos de los
trabajadores para organizarse y realizar huelgas y Arévalo defendió estos derechos, a diferencia
de sus predecesores. Durante su administración, emergieron dos confederaciones laborales, la
Confederación de Trabajadores de Guatemala (CTG) y la Federación Sindical de Guatemala
(FSG), y Arévalo les permitió entablar acciones colectivas. El 7 de septiembre de 1946,
aproximadamente 1,500 trabajadores textiles de cuatro fábricas de la ciudad de Guatemala
entraron en huelga debido a que sus patronos rechazaron sus demandas de aumentarles el
salario en un 40%. Mientras que Ubico hubiera enviado a la policía para arrestar a los líderes
bolcheviques, Arévalo se rehusó a reprimir a los huelguistas. Después de que la FSG programó
un paro laboral de una hora en solidaridad, los patronos aceptaron incrementar el salario en un
40% y prometieron no tomar represalias, lo cual era una victoria decisiva para los trabajadores
organizados 20.
Las victorias laborales no se quedaron ahí. En octubre de 1946, el Congreso aprobó una
ley de seguridad social que garantizaba a los trabajadores el derecho a condiciones de trabajo
seguras, compensación por daños, beneficios de maternidad y atención básica de salud.
También estableció el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), que inicialmente
brindó cobertura a 75 mil empleados. Los patronos fueron requeridos a contribuir con el 50%
de los costos de operación del Instituto, por lo que el IGSS representó una significativa carga
financiera para los patronos, que nunca habían sido obligados por ley alguna a brindar
seguridad social para sus trabajadores21.
Durante los debates sobre el Código de Trabajo, el comunismo fue tema de honda
preocupación para los observadores estadounidenses y la oligarquía guatemalteca. Los
diplomáticos estadounidenses, quienes ya sospechaban que los comunistas controlaban la
CTG, calificaron las reformas laborales como drásticas y les inquietó que el Estado o los
sindicatos pudieran llegar a controlar la industria. Algunas facciones del Partido Acción
Revolucionaria (PAR), el partido semioficial de gobierno, compartían la preocupación de los
estadounidenses y se retiraron del partido después de la promulgación del Código de Trabajo,
jurando combatir a los agitadores de masas que se habían infiltrado en las organizaciones
revolucionarias. Encabezados por Ricardo Asturias Valenzuela (secretario general del PAR),
Manuel Galich (otrora ministro de Educación) y Mario Méndez Montenegro (alcalde de la
ciudad de Guatemala), la facción anticomunista del PAR recreó el Frente Popular Libertador
(FPL), uno de los tres partidos que conformaron el PAR. El FPL se llevó a suficientes disidentes
del PAR como para volverse mayoría en el congreso23.
Sin embargo, el PAR y el FPL, conjuntamente con sus antiguos aliados en Renovación
Nacional (RN), mantuvieron una coalición política lo suficientemente fuerte como para resistir
las fuerzas reaccionarias dentro de la élite. Las facciones agrícolas e industriales de la
oligarquía se unieron en oposición a las reformas laborales. En septiembre de 1947, la CCIG y
la AGA anunciaron conjuntamente su intención de respetar el Código de Trabajo, aunque este
los había colocado en una posición desventajosa. Sin embargo, varios meses después de la
aprobación del Código, los oligarcas estaban involucrados en un enfrentamiento amargo con el
Comité Nacional de Unidad Sindical (CNUS), que representaba las dos más importantes
confederaciones laborales, la CTG y la FSG. El CNUS proponía varias reformas que hubieran
extendido el derecho de huelga a los trabajadores de empresas públicas, así como a los
trabajadores agrícolas, en empresas con menos de quinientas personas. Durante los próximos
nueve meses, la CCIG y la AGA combatieron las reformas propuestas, como si estuvieran
peleando por sus propias vidas. Si las propuestas de la CNUS se llevaban a cabo, la CCIG y
AGA pronosticaron que los sindicatos laborales iban a tener tanto poder como el Estado, debido
a que serían la única institución que tendría la potestad para decretar una huelga, ya que el
presidente se encontraba inhabilitado para declarar de ilegal a una huelga, ni siquiera por
razones de emergencia nacional. Según lo que declararon la CCIG y la AGA: "La única razón
posible para que CNUS solicite la reforma es que los líderes sindicales necesitan provocar un
completo desequilibrio económico para demandar y justificar la nacionalización de la tierra y
la expropiación de todos los medios de producción "24.
A partir de ese momento, hasta junio de 1954, los oligarcas batallaron contra lo que
consideraron un esfuerzo por "sovietizar" el país. Los patronos atacaban al CNUS en cáusticos
desplegados de página completa. Argumentaban que la propuesta del CNUS de que se otorgara
a los sindicatos el derecho de aceptar o rechazar representantes del sector patronal violaba los
derechos constitucionales de administrar sus propiedades. Si el Congreso aprobaba la propuesta
del CNUS, los patronos temían que se estaba dando un paso significativo hacia la expropiación
sin compensación de sus propiedades, una medida que solo beneficiaría a los sindicatos25.
Sin embargo, el Congreso aprobó quince de las reformas propuestas por el CNUS, en
junio de 1948. Esto significó una derrota política para los autoproclamados moderados dentro
del FPL y un golpe devastador a los reaccionarios de la CCIG y la AGA, que argumentaban
que los inmorales e inescrupulosos líderes sindicales fomentaban la lucha de clase y promovían
la nacionalización de la tierra y de los medios de producción. Según Susan Berger, los
terratenientes y los industriales asumieron una posición antiestado, no solo antisindicalista, al
no haber podido derrotar a los sindicalistas y a sus colaboradores en los partidos
revolucionarios. En julio de 1948, los partidos de oposición se aliaron para formar la Unión
Nacional Electoral (UNE) prometiendo defender la propiedad privada y el catolicismo, en
contra de aquellos involucrados en "una pelea falsa por la igualdad social "26.
La CCIG, aunque demostró una actitud menos intransigente que la AGA, criticó el
comportamiento tolerante del gobierno hacia los sindicatos y su fracaso en hacer cumplir los
preceptos del Código de Trabajo. La inestabilidad política generada por la actividad sindical,
argumentaba la CCIG, causó una fuga de capitales de 2 a 3 millones de dólares en los primeros
dos meses de 1948. El gobierno ignoró estas críticas y brindó su apoyo a los trabajadores de la
bananera y portuarios en el conflicto con la UFCO en enero de 1949, una acción que la AGA
y la CCIG criticaron porque ahuyentaba el capital extranjero de Guatemala. El gobierno
también implementó una nueva ley del impuesto sobre la renta y una ley requiriendo que
empresas que emplearan más de veinte personas construyeran viviendas para los trabajadores.
La CCIG y la AGA denunciaron estas reformas como ataques al sistema de libre empresa y
como muestras anticipadas de más planificación centralista y movilización laboral27.
La aprobación de la primera ley del país sobre fomento industrial, el 21 de noviembre
de 1947, quedó perdida en medio de los agrios debates políticos. El Decreto 459 (Ley de
Fomento Industrial) estableció la industrialización como una prioridad nacional y, si aceptamos
las nociones prevalecientes, inició una industrialización basada en el modelo de sustitución de
importaciones al otorgar incentivos fiscales y protección arancelaria a las empresas
productoras. Alfredo Guerra Borges señala que Arévalo llevó a cabo la primera política de
fomento industrial: "Antes de la Revolución de 1944, el Estado guatemalteco no había seguido
política alguna de fomento industrial. La idea predominante era que, por destino, Guatemala
era un país agrícola. No fue sino hasta en 1947 cuando fue promulgada la primera ley
estableciendo incentivos fiscales para el fomento industrial "28.
Era retórica, por supuesto, pero Árbenz demostró rápidamente una tolerancia loable
ante aquellos que se oponían a la revolución. Dos meses después de su discurso, Árbenz
exoneró a las empresas comerciales e industriales que Arévalo había multado en el mes de julio
anterior. También permitió a la Cámara de Comercio e Industria que reanudara sus actividades.
Árbenz, convencido de que Guatemala podía y debía industrializarse, quería ganarse la
confianza de los industriales y sus primeros discursos y acciones calmaron al sector privado.
La CCIG señaló: "aparentemente las hostilidades que la Cámara ha sufrido por parte de algunas
altas autoridades del país, han desaparecido "40.
Con el crecimiento industrial tornándose lento por primera vez desde 1944, Árbenz no
tuvo más que ganarse la confianza de la élite industrial. Según el equipo de asesores del Banco
Mundial, la industria "no había logrado crecer tanto como debería normalmente, aun sin un
esfuerzo deliberado para su desarrollo"41. Como lo demuestra la gráfica 5, el valor agregado
por el sector industrial aumentó anualmente, pero las bajas tasas de crecimiento, después de
1949, desilusionaron a Árbenz y a los industriales.
Mientras que los asesores económicos defendían las restricciones, los productores
nacionales demandaban de Árbenz que se protegiera con aranceles a más industrias. Árbenz
favorecía los aranceles proteccionistas, pero el tratado de reciprocidad de 1936 con los Estados
Unidos establecía aranceles bajos para numerosos bienes manufacturados. Por ejemplo, el
tratado prohibía al gobierno aumentar los aranceles en los textiles de algodón importado.
Aunque Guatemala estaba en la capacidad de cultivar algodón y elaborar textiles, importó el
74% de sus textiles de algodón en 1949. Árbenz esperaba coordinar el desarrollo agrario e
industrial al promover el cultivo del algodón y la industria textil. Con el INFOP financiando el
cultivo de algodón en la costa sur, la industria algodonera de Guatemala comenzó a
desarrollarse en los albores de la década de 1950, creando una facción agroindustrial moderna
de la oligarquía. En septiembre de 1952, Árbenz desafió el tratado de 1936 al decretar que
todos los importadores de textiles debían adquirir un monto equivalente de los mismos artículos
en productos locales. A pesar de las protestas de Estados Unidos, el Ministerio de Economía y
Trabajo mantuvo su política, argumentando que si no fuera por esa pequeña porción de
protección, algunas empresas se verían obligadas a cerrar 45.
El tratado también prohibía a Árbenz aumentar los aranceles a la leche importada y a
los productos cárnicos, estableciendo una ventaja competitiva en el mercado a favor de los
productores extranjeros. Como resultado parcial, la industria de comestibles experimentó su
mayor crecimiento después de 1954, cuando el tratado fue cancelado. El tratado no solo
otorgaba a los empresarios estadounidenses tratamiento preferencial en 66 artículos, también
prohibía al gobierno tomar medidas adecuadas para proteger industrias específicas. Árbenz
denunció el tratado en 1954, pero los Estados Unidos ignoraron las solicitudes de renegociarlo.
Por su parte, los funcionarios estadounidenses criticaban las políticas proteccionistas de
Árbenz, por ser "poco más que un forzado subsidio público de pequeñas industrias
improductivas”46.
Los industriales argumentaron que les faltaba acceso a capital. A pesar de sus
preocupaciones acerca de la orientación política del gobierno, aun estaban dispuestos a trabajar
con él. En enero de 1953, una delegación de la AGIG le presentó al ministro de Economía una
propuesta para establecer un banco de fomento industrial. El Banco Mundial y el INFOP se
opusieron a la idea debido a que consideraban que Guatemala carecía de los recursos
financieros y técnicos para mantener dos instituciones desarrollistas. No obstante, el gobierno
prometió estudiar la propuesta cuidadosamente, en parte porque los industriales estaban
dispuestos a poner cinco millones de quetzales para establecer su propia institución51.
Los industriales también instaron a Árbenz a reducir la carga tributaria. Aun cuando el
Banco Mundial concluyó que varios impuestos eran innecesariamente bajos y frecuentemente
quedaban sin pagar, La élite reclamó que ellos no podían pagar los impuestos sobre sus
ganancias y ventas, varios de los cuales se habían establecido durante los primeros años de la
administración de Arévalo. Los nuevos impuestos, combinados con las demandas constantes
de los trabajadores organizados, habían reducido sus márgenes de ganancia. La AGIG advertía:
"las incipientes industrias guatemaltecas no están en la capacidad de soportar, sin quebrar, los
nuevos impuestos que son establecidos frecuentemente por las autoridades gubernamentales,
quienes se mantienen sordas a los dictámenes dados por los sectores de la industria y del
comercio nacional "52.
Árbenz no respondía a las demandas de los industriales y en junio de 1953, la AGIG
volvió a solicitarle una audiencia para discutir los factores que habían engendrado un declive
en la producción industrial. Un mes más tarde, el gobierno anunció que se estaba preparando
un plan de desarrollo industrial que incluía un banco industrial, reformas arancelarias,
reducciones impositivas y la revisión de las políticas de comercio exterior. La AGIG
subsecuentemente instó a los guatemaltecos a apoyar el plan, pero Árbenz nunca lo envío al
Congreso53.
Los líderes del sector agroindustrial y del sector industrial que surgieron después de
1954, sufrieron la expropiación de tierras por parte de Árbenz y nunca perdonaron ni olvidaron
dicho despojo de sus propiedades. Roberto Alejos Arzú, dueño de dos desmotadoras de algodón
y de una fábrica de aceite vegetal, perdió casi 223 hectáreas. Los hermanos Bouscayrol,
directores de una empresa familiar que incluía un ingenio de azúcar, una fábrica de baterías y
otra de medicamentos, perdieron casi 500 hectáreas. Jesús Botrán Merino, con intereses en el
azúcar, productor de ron y futuro presidente de la Financiera Industrial Guatemalteca, perdió
aproximadamente 130 hectáreas. Carlos Castillo Lara, Carlos Dorión Nanne y Federico Köng
Ossaye, poderosos industriales y miembros de la CCIG, también presenciaron expropiaciones
de sus tierras, nunca antes vistas55. Algunos de ellos se percataron de que un gobierno que
nacionalizaba extensiones de tierra privada, también estaba en la capacidad de expropiar
fábricas industriales.
Mientras Árbenz empleaba la retórica de un político interesado en una alianza con los
industriales progresistas, la simultánea implementación de reforma agraria y laboral llevó a la
élite industrial a la oposición política. Con el estímulo y apoyo gubernamental, los trabajadores
industriales se organizaron, hicieron huelgas y obtuvieron aumentos salariales. En la
Cervecería Centroamericana, los trabajadores obtuvieron un incremento salarial del 20%, en
1951. El gobierno aumentó el salario mínimo para los trabajadores de textiles, en febrero de
1953, a pesar de que los patronos argumentaron que el incremento arruinaría la incipiente
industria. La Tabacalera Nacional, paralizada por una huelga, en mayo de 1953, fue conminada
por un juzgado laboral a otorgar un aumento salarial del 10 al 20%. Bajo el liderazgo del
comunista Carlos Manuel Pellecer, los trabajadores del cemento obligaron a los patronos a
aceptar un exigente nuevo contrato, en junio de 1954 56.
Árbenz claramente simpatizaba con los campesinos y los trabajadores. Los industriales
y los terratenientes vieron pocas ventajas en colaborar con un gobierno que expropiaba sus
posesiones y aumentaba los salarios. Como resultado, las élites económicas detuvieron las
inversiones y se prepararon para la contrarrevolución. Como demuestra la gráfica 6, las
inversiones cayeron prácticamente a cero, durante 1953 y 1954.
En vez de dividir a las élites, la reforma agraria unificó a los oligarcas y consolidó la
alianza entre ellos, los Estados Unidos y los militares, una coalición contrarrevolucionaria que
gobernaría Guatemala durante las próximas cuatro décadas. Algunos industriales prominentes
participaron o apoyaron el "frente interno" del movimiento contrarrevolucionario, organizado
por el coronel Castillo Armas y la CIA. Cuando el "ejército de liberación" invadió Guatemala
el 17 de junio de 1954, ni los militares ni la oligarquía salieron en defensa del gobierno. Árbenz
se rindió ante los militares y, después de una sucesión de juntas, Castillo Armas asumió la
presidencia. Liberados de esta forma, los industriales y los terratenientes despidieron a los
trabajadores que habían estado activos en los sindicatos, aun cuando fueran anticomunistas, y
procedieron a desmantelar las organizaciones revolucionarias57.
MODERNIZACIÓN Y EXPANSIÓN
1954-1970
Castillo Armas invitó a cenar a Estuardo y Enrique Novella, poco después de haber
liberado a Guatemala de Jacobo Árbenz, aparentemente para agradecerles su apoyo en la lucha
contra el comunismo. Los Novella, miembros prominentes de la Cámara de Comercio e
Industria, habían participado en las manifestaciones del minuto de silencio en julio de 1950;
Estuardo hasta había estado en prisión por sus actividades contrarrevolucionarias. Con Árbenz
y los comunistas fuera del gobierno, los Novella se preparaban para festejar la victoria con el
nuevo mandatario, quien sin duda respetaría a la iniciativa privada. Por eso se sorprendieron
cuando Castillo Armas les informó que como ellos monopolizaban la producción de cemento,
él promovería la competencia, aun si eso significaba abrir una planta gubernamental. En ese
momento, los Novella solo pudieron reírse de su infortunio y comenzar a prepararse para otro
round en contra del gobierno¹.
Por medio de Castillo Armas, la oligarquía recuperó una parte de su poder político. El
Ministerio de Economía, que no era controlado por la oligarquía desde 1944, fue puesto en las
manos del respetado oligarca Jorge Arenales Catalán. Proveniente de una próspera familia
cafetalera con vínculos maritales con los Castillo, Dorión y Aycinena, Jorge y su hermano
Emilio apoyaron el esfuerzo por establecer el gobierno contrarrevolucionario y encabezaron a
la oligarquía en la diversificación de las inversiones hacia la minería, el petróleo y nuevas
industrias agroexportadoras. Con los oligarcas de vuelta en el las poder, el gobierno de Castillo
Armas disolvió los partidos políticos de la revolución, canceló el registro de 533 sindicatos,
devolvió la tierra expropiada por Árbenz y encarceló a más de 9 mil personas vinculadas al
régimen anterior 6.
Castillo Armas tenía algunos planes de naturaleza más constructiva y un poder muy
limitado para implementarlos, pues apenas controlaba a los militares. Su mal asesorado intento
de incorporar las fuerzas irregulares de la Liberación al ejército regular molestó al cuerpo de
oficiales y provocó el alzamiento de los cadetes en agosto de 1954. El alzamiento fue un
fracaso, pero obligó a Castillo Armas a tomar un camino medio entre los liberacionistas, que
favorecían una venganza contra los arbencistas, y el ejército regular, cuyos oficiales, aunque
humillados por su rechazo a repeler la invasión de junio de 1954, aun denigraban a Castillo
Armas y sus liberacionistas. Los conflictos a lo interno y entre las facciones
contrarrevolucionarias tornaron imposible a Castillo Armas gobernar el país. Thomas C. Mann,
un consejero de la embajada estadounidense, describió el sistema político bajo Castillo Armas
como "un laberinto increíble de intriga, regido por la ignorancia, la inexperiencia y la sospecha
natural" 7.
Aun así, la derecha radical criticaba a Castillo Armas por ser demasiado moderado para
su gusto. Dotado de facultades intelectuales inferiores como se creía, el presidente reconoció a
diferencia de los terratenientes y los industriales- la necesidad de reorganizar los sindicatos y
de reestablecer un sistema político con, al menos, la apariencia de estar en pleno ejercicio de
las libertades democráticas. Consecuentemente, cuando los estudiantes tomaron las calles en
junio de 1956, Castillo Armas tuvo que apaciguar a la derecha. Suspendió la Constitución,
declaró estado de sitio y reprimió las protestas; la policía mató al menos a seis estudiantes de
la manifestación y arrestaron a muchos más. Aunque el operativo logró fortalecer su posición
con el ejército y las clases altas, la mayor preocupación de Castillo Armas siguió siendo la
extrema derecha14.
Durante 1956 y 1957, el clima político se fue volviendo tenso y violento. Las pugnas
entre las fuerzas militares y liberacionistas en el MDN facilitaron el camino a los golpistas de
ambas instituciones. El 26 de julio de 1957, un guardia presidencial disparó contra Castillo
Armas en el Palacio Nacional. Luego, los militares argumentaron que el asesino era un agente
comunista, pero Allen Dulles, director de la CIA, especuló que eran extremistas de derecha
quienes habían planificado el asesinato para provocar un golpe de estado reaccionario. Otras
pistas obtenidas por el gobierno estadounidense indicaban que había sido un pequeño grupo,
probablemente instalado en el palacio presidencial, el que llevó a cabo el magnicidio 15.
Los siete meses de caos político que siguieron al asesinato de Castillo Armas
demostraron que ni la élite civil ni la militar tenían la unidad o el poder para institucionalizar
la contrarrevolución. El ascenso de Ydígoras, sin embargo, representó una pequeña victoria
política para las élites agraria e industrial, que se habían sentido insatisfechas con Castillo
Armas. Hacia el final de su campaña, los oligarcas presintieron la derrota del MDN y dieron
su apoyo a Ydígoras. Roberto Alejos Arzú, hijo del ganadero y azucarero enlazado
maritalmente con la familia Arzú Batres, organizó y dirigió la campaña. Alejos, un ingeniero
industrial educado en México, fungió en la directiva de la AGA y se convertiría en uno de los
oligarcas más influyentes durante la década de 1970. Rafael Herrera Dorión, hijo de Carlos
Herrera Luna, esposo de Hilda Cofiño Arzú y representante de la familia más importante de la
agricultura, también hizo sustanciales contribuciones a Ydígoras17.
Fuera de Alejos, que colaboró formal e informalmente con el nuevo gobierno (como
embajador plenipotenciario en Alemania), los oligarcas no ocuparon ningún puesto importante
de gobierno. Tras destruir la revolución, los oligarcas podían de nuevo mandar sin estar en el
gobierno; este se mantuvo atento a los intereses de la oligarquía y, con el estímulo de Alejos,
las élites fortalecieron o crearon las instituciones privadas por medio de las cuales influirían en
la política gubernamental. El MDN, el partido político más popular, se ganó las simpatías de
la oligarquía por su beligerancia anticomunista, pero no logró articular una agenda económica
que beneficiara a la oligarquía modernizante. Más aún, el MDN y otros partidos políticos se
volvieron corruptos y personalistas, vehículos para el ascenso de los políticos de clase media,
antes que entes representativos del sector privado. Las clases altas, insatisfechas con los
partidos políticos, establecieron un promedio de cuatro grupos de interés privado por año
durante la presidencia de Ydígoras, fenómeno que aumentó a diez por año durante la dictadura
de Peralta. Todos los sectores, desde los azucareros hasta los distribuidores de automóviles,
fundaron su propio grupo de interés. Ya fueran organizados por el Estado o exclusivamente
por la iniciativa privada, los grupos de interés institucionalizaron una estructura política
corporativa, por medio de la cual el Estado delegaba al sector privado parte de la potestad para
diseñar y regular las políticas públicas 18.
Las élites han movilizado al CACIF cuando una crisis general ha afectado los intereses
de la clase alta; de forma cotidiana, los varios sectores operan por medio de los grupos de
interés privados que se estructuran bajo la cobertura del CACIF. Una de las organizaciones
más poderosas que surgieron durante la presidencia de Ydígoras fue la Asociación Nacional
del Café (ANACAFE). Después de que la mayoría de países productores de café firmaron el
Acuerdo Internacional del Café en 1959, los finqueros temieron que el gobierno asignaría y
regularía la cuota asignada a los cafetaleros. Roberto Alejos persuadió a Ydígoras para que
permitiera que los cafetaleros se regularan a sí mismos. En 1961, el Congreso aprobó los
estatutos de ANACAFE, una institución privada organizada y administrada por los cafetaleros
para controlar la producción y la venta del café. Bajo el control de ANACAFE, la industria
cafetalera se mantuvo como un oligopolio cerrado, con el 1% de los finqueros produciendo el
70% de la cosecha nacional en 1979 21.
La facción más nueva de las élites agrarias, que se desarrolló con la expansión de las
industrias del algodón y del azúcar, en la década de 1950, también organizó su propia
institución con poderes similares a los de ANACAFE. El Consejo Nacional del Algodón,
organizado en 1965, representa a los algodoneros y les permite conservar la estructura oligarca
del negocio del algodón. Un estudio de 1980 reveló que 47 familias controlaban el 75% de la
producción, con tan solo 15 familias controlando casi el 50%. Milton Molina, entre estas, fue
reportado alguna vez como el productor individual de algodón más grande del mundo. Los
azucareros organizaron la Asociación de Azucareros de Guatemala, en 1957, para mantener el
control de la industria y defender sus intereses ante el gobierno. Al igual que el café y el
algodón, la producción de azúcar estaba en manos de la oligarquía, con tan solo diez ingenios
controlando el 84% de la producción 22.
Por medio de la CIG, los industriales forjaron una esfera de influencia dentro de la
coalición gobernante, que incluía a los finqueros, azucareros, algodoneros, financistas,
comerciantes y capitalistas extranjeros. Aunque las élites industriales no tomaron el control del
estado, como sucedió supuestamente en Perú (1968) y Ecuador (1975), los industriales
adquirieron una influencia sustancial en la elaboración de las políticas que afectaban
directamente sus intereses económicos 24. Debido a que el liderazgo industrial provenía o
ingresó a la oligarquía por matrimonio o riqueza, la CIG no impulsaría políticas que desafiaran
los intereses de sus colegas. Edelberto Torres-Rivas ha argumentado que la oligarquía
terrateniente amplió la coalición gobernante para incluir a los industriales, con la condición de
que no impulsarían una reforma agraria. Este argumento implica que los industriales habrían
claudicado en su impulso a favor de una reforma agraria, a cambio de ser admitidos en la
oligarquía. Pero, la verdad es que los industriales guatemaltecos nunca fueron sólidos
defensores de la reforma agraria y siempre han pertenecido a la oligarquía. Por otra parte,
ningún otro acuerdo, más que los estatutos del CACIF, mantiene unida a la coalición
gobernante posterior al 54 25.
La Ley de Fomento Industrial de 1959, seguida por la formación del Mercado Común
Centroamericano y un pronunciado aumento de la inversión extranjera, completó la estrategia
de desarrollo industrial y ocasionó el crecimiento industrial de la década de 1960. Concebida
por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) para que se diversificaran las
economías centroamericanas y se redujera su dependencia del capital y los mercados
extranjeros, la estrategia de desarrollo de la CEPAL impulsaba altos aranceles, extensas
regulaciones estatales y restricciones para la inversión extranjera. El gobierno estadounidense
presionó a los centroamericanos para que bajaran los aranceles, redujeran la intervención
estatal y levantaran restricciones al capital extranjero. En junio de 1958, cuando Guatemala,
Honduras y El Salvador aprobaron un tratado de libre comercio auspiciado por la CEPAL y el
Régimen de Industrias de Integración (RII), los diplomáticos estadounidenses intervinieron
para bloquear las políticas "estatistas" de desarrollo de la CEPAL³¹.
Con la formación del mercado común, las élites industriales habían consolidado su
estrategia de desarrollo a nivel nacional y regional. Desde 1932, los industriales habían
impulsado la integración regional como una medida para ampliar el mercado de sus productos.
Por medio del Mercado Común Centroamericano, los industriales obtuvieron acceso a un
mercado más grande y evitaron una batalla con sus socios agricultores en torno a la reforma
agraria y laboral. Los industriales pudieron haber ampliado el mercado interno al redistribuir
la tierra y al aumentar los salarios en la agricultura, pero dado sus vínculos con los finqueros y
su relativa debilidad política, carecían de los medios o el deseo para lograr reformas internas.
Más que antagonistas de los terratenientes, los industriales eran los protagonistas más notables
de la oligarquía, ansiosos de modernizar la base económica de la élite, pero sin redistribuir la
riqueza ni el poder.
Los industriales ganaron poder político al colaborar con la élite militar y agrícola.
Ydígoras institucionalizó la división de poder dentro de la coalición gobernante al delegar la
elaboración de las políticas públicas y el poder regulatorio a los grupos de interés privados. La
CIG, como los finqueros que habían establecido su propia cuota de café internacional, elaboró
y supervisó la implementación de la legislación industrial, aunque de una manera menos formal
y sistemática que ANACAFE. La CIG funcionó como un ente consultivo para el Ministerio de
Economía, emitiendo 116 informes sobre propuestas de concesiones industriales entre 1959 y
1963 35.
Aun cuando las fuerzas armadas arbitraron la línea de sucesión de Castillo Armas a
Ydígoras, su fuerza institucional padeció de divisiones internas originadas en el período
revolucionario. La fragmentación dentro del ejército explotó en noviembre de 1960, cuando el
capitán Marco Antonio Yon Sosa y el teniente Luis Turcios Lima, ofendidos por el uso que
hacía la CIA del territorio guatemalteco al entrenar en él a los exiliados cubanos para la
invasión a la bahía de Cochinos, se sublevaron contra del gobierno de Ydígoras. Aunque la
rebelión fracasó, Yon Sosa y Turcios Lima establecieron los primeros frentes guerrilleros en el
oriente de Guatemala. Llevaron consigo oficiales nacionalistas, algunos de ellos leales a
Árbenz; la rebelión y el movimiento guerrillero que le siguió, fortaleció paradójicamente el
sentido de unidad, disciplina y propósito del ejército, puesto que ahora contaban con un
enemigo al cual combatir37.
El golpe de Estado de 1963 marcó la aparición definitiva de los militares como árbitros
de la política. Ocasionalmente, los oficiales del ejército habían desempeñado esa función con
anterioridad, particularmente después del asesinato de Castillo Armas, pero el golpe del 63 fue
diferente. Los militares, por lo general, se habían limitado a reaccionar ante los sucesos; pero
a partir del derrocamiento de Ydígoras, las fuerzas armadas intentaron moldear el curso de la
política y establecer los parámetros por los cuales se desarrollaría la actividad política. El alto
mando argumentó que el golpe, llamado Operación Honestidad, fue necesario para prevenir
una guerra civil, impedir que los comunistas llegaran al poder y limpiar el sistema político de
políticos ineptos y corruptos. El coronel Peralta, Jefe de Estado del gobierno militar, intentó
reestructurar la coalición gobernante y redefinir la división de trabajo interno,
institucionalizando la función del sector militar como el árbitro de los asuntos públicos39.
La incapacidad de la élite civil para conformar un sistema político viable hizo posible
que los militares se insertaran en la arena política y reestructuraran la coalición gobernante.
Con cuarenta partidos políticos, había sido extraordinariamente difícil para el Presidente o para
el Congreso aprobar leyes y la percepción de un gobierno impotente, dirigido por políticos
corruptos, motivaba la hostilidad pública hacia el Estado y los partidos políticos. Peralta, quien
atribuía muchos de los problemas de Guatemala a la multiplicidad de partidos políticos, intentó
reducir el número de partidos al requerir que cada cual contara con por los menos 50 mil
afiliados. Para 1966, sólo habían tres partidos grandes, el Partido Revolucionario (PR), el
Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y el Reconciliación Democrática Nacional (RDN,
los ydígoristas). La Democracia Cristiana (DCG) presentó 50 mil firmas, pero el Tribunal
Electoral rechazó su solicitud basándose en un tecnicismo40.
La Cámara de Industria tuvo una relación más constructiva con el dictador militar que
con cualquier otro presidente nominalmente democrático que lo había precedido. La
democracia no servía necesariamente a los oligarcas industriales mejor que las dictaduras; lo
que les importaba era que el gobierno les permitiera el acceso a las instituciones encargadas de
la política económica. Los mejores gobiernos, en lo que concierne a la oligarquía industrial,
eran aquellos que les delegaban la política económica y los industriales nunca estimaron tanto
a un gobierno como al de Peralta. Peralta no les dio a los industriales todo lo que pidieron, solo
emitió vagas promesas de expeditar el proceso de exenciones impositivas a la industria, pero
los oligarcas industriales recibieron un trato más favorable con él que con cualquiera de los
reformistas democráticos que le siguieron 43.
La CIG, encabezada por uno de sus más acaudalados miembros, el oligarca Ramiro
Castillo Love, llevó a cabo un avance sustantivo hacia el establecimiento de dos instituciones
financieras que el sector industrial necesitaba desesperadamente para modernizar y ampliar su
base productiva. En la década de 1960, el crecimiento económico, en general, y la
industrialización, en particular, habían estado limitados por un sistema financiero rudimentario
que mantuvo las tasas de ahorro y de inversión por debajo del promedio centroamericano.
Durante este período, el 52% del total de la formación de capital fue financiado internamente
por medio de canales no institucionales, mientras que los intermediarios financieros privados
de Guatemala, principalmente bancos comerciales, solo aportaron cerca del 12% de la
inversión total. Las leyes y las costumbres hacían que los bancos comerciales se sintieran poco
atraídos por los préstamos de mediano y largo plazo para proyectos industriales. Lo
acostumbrado eran los préstamos de corto plazo a clientes preferenciales. Analistas de la
Agencia para el Desarrollo Internacional (AID, por sus siglas en inglés) concluyeron que "los
proponentes de proyectos de alto riesgo y los empresarios desconocidos con escasos
colaterales, sin duda alguna siempre han sido ignorados por las fuentes alternativas,
especialmente por los bancos comerciales "44.
La buena voluntad generada por estas medidas limitadas se evaporó durante el segundo
año de la administración Méndez Montenegro. En noviembre de 1966, el gobierno propuso una
ley de impuesto sobre inmuebles y el sector privado se unió inmediatamente para abrogarla. A
pesar de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) calificó a Guatemala en el puesto 71 de
72 países, en términos de equidad y efectividad impositiva, el sector privado se opuso
vehementemente a cualquier intento de aumentar la carga tributaria. Los grupos de interés
privados se movilizaron individual y colectivamente por medio del CACIF y, con la asistencia
de los ministros del MLN en el gobierno, abortaron la medida al enviarla a una comisión
nacional especialmente creada para estudiar la reforma tributaria en junio de 1967 53.
A lo largo del debate público sobre la reforma tributaria, el gobierno no logró explotar
las evidentes contradicciones que se daban en la posición de los industriales en relación a los
impuestos. Aunque estos argumentaban que buscaban la equidad impositiva, la Ley de
Fomento Industrial de 1959 les otorgaba exenciones impositivas con un valor de millones de
dólares, beneficios de los cuales no gozaba ninguna otra élite productiva e "ilustrada". Los
industriales defendieron sus privilegios basados en el argumento de que ellos aportaban el 33%
del total del impuesto sobre la renta y de haber creado siete mil nuevos empleos en el período
1966-1967. Los incentivos fiscales no eran dádivas gubernamentales, sino incentivos
temporales que les permitían modernizar las plantas industriales, para que pudieran competir
con los países más industrializados 56.
MILITARIZACIÓN Y AISLAMIENTO
1970-1983
En el verano de 1972, el presidente Carlos Arana Osorio convocó a una reunión sin
precedentes entre el alto mando del ejército y ciento cincuenta representantes del sector
privado. Arana les habló como el representante de un ejército unificado, cuya autoestima había
quedado fortalecida tras la derrota del movimiento guerrillero en el oriente de Guatemala.
Convencido de que el ejército debía asumir la carga de conducir el progreso del país hacia una
sociedad democrática y desarrollada, Arana exhortó a los empresarios a mejorar las
condiciones laborales y a aumentar los salarios, argumentando que el ejército no iba a poder
eliminar el comunismo hasta que las desigualdades sociales y económicas del país fueran
enfrentadas 1.
Debido a que muy pocos empresarios tomaron en serio a Arana y menos empresarios
aún apoyaron las reformas que proponía, el ejército lanzó su proyecto de modernización sin el
apoyo decidido de la oligarquía. Durante los gobiernos de Arana Osorio (1970-1974), el
general Kjell Eugenio Laugerud (1974-1978) y el general Romeo Lucas García (1978-1982),
se establecieron instituciones para el desarrollo, promovieron la explotación de los recursos de
petróleo y níquel, invirtieron en empresas industriales, construyeron presas hidroeléctricas,
establecieron cooperativas agrícolas e, incluso, toleraron el resurgimiento de sindicatos.
Durante el proceso, los militares se aislaron de los oligarcas al aumentar drásticamente el gasto
público, una buena porción del cual terminaba en las cuentas de banco de los oficiales de alto
rango. Como consecuencia, la coalición de gobierno estuvo al borde del rompimiento, la frágil
alianza establecida después de 1954 se volvió inoperante debido a que los militares actuaban
política y económicamente de una forma tan autónoma, que ya no respetaban la división de
poder que se había acordado durante la contrarrevolución.
En 1970, las élites aceptaron sin protestar la reimposición del gobierno militar
considerando que Arana serviría a sus intereses mejor que cualquier otro civil. A mediados de
la década, sin embargo, el programa de desarrollo militar comenzó a distanciarse del sendero
trazado por los oligarcas. El impacto económico, que llegó luego del colapso del Mercado
Común Centroamericano y del embargo petrolero de 1973, llevó a los industriales a adoptar un
nuevo modelo de desarrollo basado en un gasto público limitado, reducciones impositivas y
libre mercado. La facción dominante de los militares impuso sus políticas a las élites
económicas, aumentó los impuestos cuando el sector privado buscaba reducirlos e incurrió en
déficit cuando los oligarcas deseaban un presupuesto balanceado. La corrupción asociada a los
proyectos públicos de los militares alejó aún más a las élites y dejó a los militares carentes de
una fuerte base de apoyo en el sector privado o en el gobierno estadounidense. Hacia el final
de la década, los militares gobernaban solos, justo cuando se enfrentaban a un movimiento
guerrillero reorganizado en el altiplano occidental.
Sin embargo, los oligarcas no estaban preparados para arrebatarle las riendas del
gobierno a los militares, pues dependían de las fuerzas armadas para derrotar a los guerrilleros
y carecían de la unidad requerida para convertirse en una élite gobernante. Las élites se
opusieron, en general, a las políticas económicas de los militares, pero les faltaba alcanzar un
consenso sobre cómo corregir el modelo de desarrollo. Los intereses agrícolas se aferraron
tenazmente a las políticas económicas proteccionistas, bastante después de mercado regional
perdiera su vitalidad. Las élites industriales, en que el contraste, comenzaron a articular una
agenda de desarrollo neoliberal, pidiendo la eliminación de los aranceles proteccionistas y una
promoción vigorosa de los productos no tradicionales de exportación en un sistema económico
sin privilegios. Después de figurar casi dos décadas como socios menores en la coalición
gobernante, los oligarcas industriales surgieron como un actor político autónomo y ambicioso,
dispuestos a intervenir en la política e impulsar las reformas necesarias que prepararan al sector
industrial para la competencia en el mercado internacional.
Las élites económicas aceptaron las tácticas que impuso la línea dura militar como una
medida desagradable pero necesaria para erradicar el comunismo. En esencia, apoyaban la
explicación de los militares de que la crisis política los obligaba a ello, con el objeto de
institucionalizar una democracia dirigida conforme al modelo mexicano. Aunque Arana
asumió la presidencia como candidato de la coalición MLN/PID, la imagen fascista del MLN
y sus vínculos con el movimiento liberacionista de 1954 contrapusieron a las facciones
militares dominantes. Para 1972, el balance de poder dentro del gobierno se había inclinado
decisiva y permanentemente a favor del PID. En la asamblea nacional del PID, en septiembre
de 1972, el alto mando escogió al sucesor de Arana entre su cuerpo de oficiales, mientras el
MLN trataba desesperadamente de forjar una nueva alianza con otros partidos políticos³.
Los oligarcas industriales también detentaban suficiente poder político para influir en
las políticas de desarrollo de Arana. La administración de Arana reconoció que el fracaso del
mercado común, posterior a la guerra entre Honduras y El Salvador, en 1969, obligaba al
Estado a establecer nuevas fuentes de financiamiento y de apoyo para que los industriales
ingresaran a mercados ubicados más allá de los confines centroamericanos. En Costa Rica,
Honduras y Guatemala las corporaciones estatales con frecuencia invirtieron en proyectos
industriales y los administraron en asociación con inversionistas locales. Luego de la toma de
posesión de Arana, el Estado comenzó la negociación con la CIG para establecer la
Corporación Financiera Nacional (CORFINA), un banco estatal de desarrollo que otorgaría
préstamos y que invertiría directamente en la industria, la minería y el turismo. Antes del
gobierno de Arana, el Estado solo invertía o administraba servicios públicos tales como el
ferrocarril, la telefonía y los embarques marítimos, pero con CORFINA los militares se
propusieron invertir en empresas productivas, un campo tradicionalmente reservado a la
iniciativa privada6.
Mientras la economía crecía entre 1954 y 1974 (ver gráfica 7) y los militares extendían
el rol del sector público, el sector privado comenzó a desintegrarse, desgarrado por las
divisiones internas entre sus varias facciones. El crecimiento económico fortalecía al sector
privado, pero también agudizaba sus conflictos internos. Los industriales deseaban ampliar las
funciones del gobierno para que se incluyeran la asistencia técnica y financiera. Los
agroexportadores, sin embargo, se oponían a este incremento de las actividades estatales,
particularmente cuando las nuevas instituciones habrían de financiarse con los aumentos de los
impuestos a sus productos. Mientras el país se hundía en la crisis política y económica de
finales de la década de 1970, la frágil alianza entre las diferentes facciones de la oligarquía
comenzaba a ceder.
Las nuevas élites agrícolas tenían vínculos más cercanos con el gobierno militar que
los finqueros tradicionales que se mantuvieron en la AGA. Raúl García Granados, uno de los
miembros fundadores de la CA, se volvió socio del futuro presidente, el general Romeo Lucas
García. Roberto Herrera Ibargüen fungió como ministro de Relaciones Exteriores y de
Gobernación de Arana. Edgar Ponciano Castillo, presidente de la CA, en 1975, y luego
presidente del CACIF, era hermano del coronel Miguel Ángel Ponciano, candidato presidencial
del MLN en 1966. A pesar de su denuncia inicial, el CACIF reconoció el poder político de la
CA y la incorporó a su estructura en 1975 12.
Durante el gran auge industrial, la familia Novella llevó a cabo la transformación más
impresionante entre todas las industrias. Con un préstamo de $15 millones del Export-Import
Bank, los Novella empezaron la construcción de una nueva y enorme fábrica en El Progreso
en 1970. Cuando la planta se inauguró en 1974, los Novella operaban dos fábricas de cemento
con una capacidad combinada de más de dos mil toneladas diarias, convirtiendo a Cementos
Novella (posteriormente Cementos Progreso) en una de las fábricas industriales más grandes y
valiosas de Centroamérica. Gradualmente, los Novella transfirieron el grueso de la producción
a la planta de El Progreso, cuya capacidad instalada podía satisfacer la demanda local y aún
dejar suficiente margen para la exportación13.
La familia Castillo, cuyos bienes estimados eran de Q400 millones en 1986, amplió su
base de la industria cervecera a la elaboración de bebidas gaseosas, productos lácteos,
ganaderos, fabricación de vidrio y la banca. Desde Mariano y Rafael Castillo Córdova, los
Castillo han sido innovadores, una fuente de dinamismo que desde la oligarquía vigoriza al
sector privado en su conjunto Durante la década de 1960, Ramiro Castillo Love, Jorge Castillo
Love y Edgar Castillo Sinibaldi encabezaron la expansión de la familia hacia el Banco
Industrial, el mayor banco del país, y FIASA. Por medio de matrimonios interrelacionados con
otras redes oligarcas -los Aycinena, Cofiño, Dorión, Sinibaldi y Toriello- los Castillo
consolidaron una amplia y diversa red familiar y de sus filas ha emergido el liderazgo de la
élite económica 14.
Las familias industriales tradicionales de Guatemala, que surgieron a finales del siglo
XIX e inicios del XX, demostraron que invertían sin renuencia fuera del sector que habían
monopolizado originalmente. La familia Ibargüen, que controlaba la mayor fábrica textil del
país desde 1907, se extendió hacia la industria de fertilizantes y adquirió, después de 1954, dos
desmotadoras de algodón. Los Köng, que obtuvieron su riqueza de la producción de jabón y
candelas, invirtieron en algodón, en una fábrica de aceite y tomaron su lugar en la directiva del
Banco Industrial y la CIG. Durante una etapa en la que supuestamente las industrias
multinacionales se hacían del control del sector industrial, la oligarquía industrial guatemalteca,
de hecho, diversificó sus inversiones, modernizó sus fábricas y dirigió muchos de los bancos e
industrias establecidas durante la década de 1960 15.
La expansión de la oligarquía industrial ocurrió simultáneamente con un pronunciado
aumento de la inversión extranjera. Entre 1963 y 1970, la inversión extranjera directa en la
industria aumentó de $11.6 millones a $39.7 millones, mientras la industria desplazaba a la
agricultura como el mayor receptor de capital foráneo. Los altos niveles de inversión extranjera
en la industria, sin embargo, no desnacionalizaron la industria guatemalteca 16. Las
corporaciones multinacionales (CMN) invirtieron, por lo general, en sectores que el capital
guatemalteco no había querido desarrollar o no había podido hacerlo, como alimentos
empacados, neumáticos, farmacéuticos, fertilizantes, papel y productos de metal. Como se
muestra en el cuadro 4, veintidós multinacionales ingresaron en el mercado al adquirir intereses
totales o parciales en 34 plantas industriales guatemaltecas, durante la década de 1960; pero
solo 4 de ellas se habían establecido antes de 1945.
Las otras 30 fueron fundadas después de 1954, cuando los empresarios guatemaltecos
reconocieron que la formación del mercado común regional haría posible el desarrollo de
sectores que previamente se habían mantenido descuidados por la necesidad de capital,
tecnología y acceso a mercados más grandes.
Al examinarse las posiciones ocupadas por los fundadores y los directores de FIASA,
se evidencia el afán colaboracionista de la nueva institución. Luis Canella Gutiérrez, fundador
y primer presidente de FIASA, también era director de la Industria Harinera Guatemalteca, una
subsidiaria de General Mills. Jorge Castillo Love, fundador y primer vicepresidente de FIASA,
nieto de Mariano Castillo Córdova, vinculó la oligarquía al capital extranjero. Eduardo
Herrerías Estrada, segundo vicepresidente de FIASA, fue presidente de la Industria Harinera
Guatemalteca y también parte de la Junta Directiva de Bemis Industrial, una subsidiaria
estadounidense.
Mario Granai, I hijo de los emigrantes italianos que fundaron Granai & Townson, un
importante banco comercial, formaba parte de la junta directiva de El Salto, S.A., una de las
refinerías de azúcar más importantes del país, y representaba a varias corporaciones extranjeras.
A Robert W. Scott, el gerente de operaciones de FIASA, se le atribuye haber dicho, en 1971,
lo siguiente: "Nuestra Junta Directiva domina la industria guatemalteca; son los propietarios
de la mayor parte de esta "20.
Los industriales más importantes controlaban FIASA; así que la institución financió la
ampliación de fábricas existentes, en las cuales los directores tenían intereses financieros
directos. Treinta de los setenta y cuatro receptores de créditos de FIASA, en 1971, tenían
inversiones allí; y esos 30 clientes representaban un monto de $2,370,200 o el 42.6% de todos
los créditos de FIASA. Un crédito de $750 mil, el mayor en el portafolio de la institución,
financió la compra de equipo para la Industria Papelera, una subsidiaria de Boise Cascade. El
préstamo que le seguía ($400 mil) le fue concedido a la Cervecería Centroamericana, para la
compra de equipo nuevo. Los Castillo recibieron un préstamo de $150 mil para CAVISA, una
fábrica de botellas; y un préstamo de $25 mil para Embotelladora La Mariposa, su planta
embotelladora de Pepsi-Cola. Otro préstamo de $300 mil financió la compra de equipo para el
Ingenio Palo Gordo, del cual Luis González Bauer, director de FIASA, era presidente. En vez
de financiar proyectos industriales de alto riesgo presentados por aspirantes a empresarios,
FIASA financió la ampliación de la oligarquía industrial y agraria existente 21.
La distinción entre capital foráneo y local era, por lo tanto, tan real y significativa como
lo decidieran los capitalistas individuales y los burócratas. Las corporaciones multinacionales
establecieron las fábricas más grandes y productivas del sector industrial; el censo industrial
de 1968 revela que, aunque el capital extranjero controlaba solo el 5% de la industria, este
representaba el 31% del total de la producción industrial22. Las empresas extranjeras
generalmente no compiten con las industrias guatemaltecas en el mercado; las corporaciones
multinacionales son más propensas a competir entre ellas que una empresa local. Una
competencia vigorosa existe solo en un grupo de industrias, particularmente en las
farmacéuticas y agroquímicas. Como se muestra en el cuadro 5, existe una división de la
producción entre la correspondiente al capital foráneo y la nacional. Las empresas
multinacionales dominan el alimento empacado, tabaco, papel, químicos y el sector metal-
mecánico; las guatemaltecas dominan las bebidas, textiles y los sectores de minerales no
metálicos.
La división dentro de la coalición gobernante reflejó las disputas ideológicas entre los
reformistas, impulsadores del programa de desarrollo keynesiano, y los defensores del libre
mercado, en el MLN y el sector privado. Laugerud representó una facción militar que deseaba
expandir el rol del Estado para promover cambios sociales, esperando eliminar las injusticias
que habían motivado las protestas sociales y la insurrección. Pretendía convertir a los militares
en agentes de un cambio social pacífico y gradual que habría de distribuir la riqueza de manera
más equitativa. El gobierno tenía el deber, según Laugerud, de corregir las injusticias sociales,
"porque cuando tan pocos tienen tanto y la mayoría carece de los bienes básicos, el riesgo de
una conflagración se encuentra en permanente gestación "27.
Con Laugerud, los militares lanzaron los proyectos de desarrollo más controversiales,
desde la reforma agraria de Árbenz. Para facilitar la exploración y la explotación de la riqueza
petrolera y mineral del país, el gobierno inició la construcción de tres nuevas represas
hidroeléctricas, un oleoducto desde la frontera de México hasta la costa del Caribe, un puerto
en el Pacífico y un sistema nacional de carreteras, a un costo de mil millones de dólares. El
centro del proyecto de infraestructura era Chixoy, una enorme planta hidroeléctrica diseñada
para producir el 70% de la energía requerida por Guatemala. Aun con el financiamiento del
Banco Mundial y del Banco Interamericano para el Desarrollo, el proyecto demandó aumentos
extraordinarios en el presupuesto anual de obras públicas. Los gastos imprevistos elevaron los
costos de construcción desde un estimado inicial de $165 millones en 1974, a $900 millones al
momento de su inauguración en 1985. Estas inversiones dejaron a Guatemala con una deuda
externa que el sector privado atribuyó a la corrupción gubernamental y a la mala administración
28
.
A pesar de la oposición del sector privado, los militares hicieron la primera revisión
significativa al modelo de desarrollo establecido después de 1954. Con el Mercado Común
Centroamericano en desorden, el programa de industrialización casi exhausto y un malestar
social amenazante, los militares promovieron soluciones económicas que giraban en torno al
potencial inexplorado de la Franja Transversal del Norte, una región de 9,065 kilómetros
cuadrados, que se extendía desde la frontera mexicana a las costas del Caribe. Entre 1971 y
1975, cuarenta y dos empresas solicitaron contratos de exploración petrolera en esa área,
habiéndose registrado el primer descubrimiento comercial en 1974. En el área cercana al lago
de Izabal, EXMIBAL (una empresa conjunta, entre el Canadian Nickel y la U.S. Hanna Mining
Company) invirtió $180 millones en un riesgoso proyecto de minería. Los militares esperaban
que el petróleo y la minería habrían de modernizar la economía y reducir la tradicional
dependencia de las exportaciones agrícolas29.
La brecha entre el CACIF y el gobierno militar se amplió con el paso de los años. La
aprobación del control de precios en septiembre de 1974, trazó la línea entre quienes
impulsaban el libre mercado en el CACIF y los reformistas keynesianos entre los militares.
Después de que el presidente inició un proyecto de cooperativas agrícolas, con el apoyo de la
AID, surgieron persistentes rumores del sector privado sobre que Laugerud albergaba simpatías
socialistas. A la espera de ganar apoyo político en el altiplano y cooptar a los reformistas, el
gobierno auspició un programa de cooperativas agrícolas en esa región, un desafío directo a las
élites terratenientes. Para 1975, 20% de los indígenas del altiplano participaban en cooperativas
de ahorro o de crédito. Los militares y sus patrocinadores en la AID confiaban que el programa
a distribuiría la riqueza de una forma más equitativa y aumentaría el ingreso real de los
pequeños parcelarios³¹.
Las tímidas reformas sociales de Laugerud lo aislaron del sector privado y de sus
antiguos aliados en el MLN. Para mantener la estabilidad política, Laugerud y el PID llevaron
a cabo una alianza con los reformistas de la DCG, el PR y el CAO, este último, el partido
aranista. Mario Sandoval Alarcón acusó a Laugerud de haber caído en la trampa del comunismo
y denunció el programa reformista. En julio de 1975, Sandoval Alarcón puso en estado de alerta
a las brigadas del MLN, argumentando que los comunistas se habían reinfiltrado en el gobierno,
apoyados por la tendencia peruanista del ejército. Aunque el MLN solo tenía 16 diputados en
el Congreso, las tendencias derechistas que representaba podían aun reunir una fuerza
considerable entre los militares de línea dura. Para aplacar a la derecha, Laugerud designó a
dos activistas del MLN al gabinete, en julio de 1976 34.
Sin embargo, el programa militar logró algún apoyo entre los oligarcas industriales,
quienes estaban ansiosos de reformular la estrategia de desarrollo luego del colapso del
Mercado Común Centroamericano. El comercio regional, un componente valioso de las ventas
de los industriales, desde los inicios de la década de 1960, se había mantenido en declive desde
1969, cuando una breve guerra entre Honduras y El Salvador obligó a los industriales a buscar
mercados más allá de las fronteras centroamericanas. Después de la finalización del Acuerdo
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), en 1974, la
CIG comenzó a reconocer una oportunidad en el acceso a los lucrativos mercados de los
Estados Unidos y Europa, pues todos los signatarios del GATT estuvieron de acuerdo en
reducir o eliminar los impuestos de importación y otras barreras no arancelarias para el
comercio. Con el objeto de calificar para la reducción de impuestos ofrecidos por GATT,
Guatemala tenía que remover los aranceles proteccionistas y los subsidios industriales, un quid
pro quo que los industriales aún estaban renuentes a aceptar. Sin embargo, la CIG reconoció, a
principios de 1974, que no podía depender de un mercado común para su desarrollo. Si los
industriales no lograban ingresar a nuevos mercados, las ventas de los productos industriales y
la productividad industrial declinarían inevitablemente. Por lo tanto, la CIG comenzó a elaborar
una política de desarrollo industrial orientada hacia la exportación. Durante la década de 1970,
la agenda legislativa de la CIG incluía la descentralización de la industria, la creación de zonas
de libre comercio y la promoción de las exportaciones. Con el apoyo del gobierno,
particularmente en las áreas de asistencia técnica y desarrollo de la infraestructura, la CIG
consideraba que la industria competiría exitosamente en el mercado internacional, sin
necesidad de una legislación proteccionista 35.
La aprobación de la ley elaborada por la CIG reflejó el poder político que los
industriales habían adquirido en el seno de la coalición gobernante. Tras experimentar casi dos
décadas de un crecimiento industrial estable, los industriales actuaban con seguridad en sí
mismos, incluso con arrogancia. En un editorial de la CIG se decía lo siguiente: "Somos la
fuente que provee el talento para producir más y mejor, de esta forma se incrementa el
suministro de bienes y servicios y, por lo tanto, se eleva la calidad de vida"38.
Sin embargo, las buenas relaciones entre los industriales y el estado se erosionaron a
finales de la década de 1970, cuando se hizo evidente que los militares soñaban con un sistema
político y económico dirigido; adoptaban con ello un modelo de desarrollo significativamente
diferente del que favorecía la CIG. Durante el gobierno de Laugerud, el Estado asumió la
responsabilidad de dirigir, financiar, planificar y proteger las empresas industriales.
Convencido de que la iniciativa privada había fallado en redistribuir el ingreso, reducir la
dependencia del país y crear empleos, el gobierno militar concluyó que el Estado tendría que
asumir un rol más directo en la promoción del desarrollo industrial. Bajo esta nueva estrategia,
la Secretaría de Planificación Económica formularía la política industrial; CORFINA
financiaría el desarrollo industrial por medio de préstamos e inversiones directas;
GUATEXPRO ayudaría a los industriales a obtener acceso a los mercados extranjeros y el
INTECAP brindaría asistencia técnica.
Las empresas estatales resultaron peor aún en la práctica, pues los funcionarios
desviaban los fondos públicos hacia sus negocios privados. Los generales retuvieron tantas
propiedades en la Franja Transversal, que los críticos la llamaron "la franja de los generales".
Para financiar sus negocios, los oficiales crearon su propio banco (Banco del Ejército) y el
Instituto de Previsión Militar (IPM), un fondo de pensión e inversión que operaba como una
empresa libre de impuestos para el alto mando. A mediados de la década de 1980, el Banco del
Ejército se había convertido en el séptimo banco más grande de Guatemala y los generales
Arana, Laugerud, Romeo y Benedicto Lucas García, Otto Spiegeler y David Rubio Coronado
amasaron cuantiosas fortunas. Sin embargo, los oficiales, ahora nuevos ricos, no desplazaron
a la oligarquía ni establecieron alianzas maritales con ninguna familia prominente, un reflejo
de la antipatía que sentía la oligarquía hacia los militares y los ladinos que los encabezaban41.
Al adquirir riquezas, los oficiales violaron la regla tácita que había dominado la
coalición gobernante desde 1954. La expansión dramática del Estado y el aumento del gasto
público enfrentó a la oligarquía, que consideró que los oficiales habían establecido una forma
de competencia desleal. Al conflicto económico habría que añadir las disputas ideológicas; el
enfrentamiento entre Laugerud y el sector privado produjo una separación definitiva en las
elecciones de 1978, cuando los militares impusieron fraudulentamente al general Romeo Lucas
García y a Francisco Villagrán Kramer, de la alianza PID-PR. Lucas aumentó el número de
oficiales en el gabinete, expulsó al MLN y otorgó al sector privado un único funcionario
ministerial, Edgar Ponciano, estrechamente vinculado a los militares. Con la imposición del
régimen de Lucas, los militares se separaron del CACIF y se ubicaron en un punto de conflicto
con sus aliados internos y extranjeros, así como con las guerrillas en auge42.
Un malestar aún más serio surgió entre los oficiales jóvenes que combatían a la guerrilla
en los frentes de batalla. En el verano de 1981, los cuatro grupos guerrilleros infligieron serias
pérdidas a los militares y estos respondieron con una brutal campaña contrainsurgente, la cual
tuvo un costo humano muy alto. De seis a ocho mil rebeldes en armas estaban apoyados por
aproximadamente medio millón de simpatizantes, por lo que el ejército enfrentaba una
poderosa insurgencia diseminada por todo el país. En enero de 1982, las cuatro principales
organizaciones guerrilleras se unieron para formar la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca (URNG), una endeble alianza de grupos marxista-leninistas, que luchaban por la
reforma agraria, equidad para la población indígena y un nuevo ejército revolucionario49.
Aunque las guerrillas muy pocas veces lanzaron una ofensiva en contra de posiciones
militares fijas, la incapacidad del ejército para erradicarlas convenció a muchos empresarios de
que los comunistas estaban a punto de tomar el poder. Los industriales estaban bastante lejos
del territorio en combate, pero los guerrilleros escogieron de blanco a los oligarcas que
supuestamente financiaban a los escuadrones de la muerte y explotaban a los trabajadores. Luis
Canella Gutiérrez, fundador y primer presidente de FIASA, fue asesinado en diciembre de
1977, cuando un escuadrón del EGP intentó secuestrarlo. El EGP secuestró a Roberto Herrera
Ibargüen, fundador del MLN y ministro durante el gobierno de Arana, y lo liberó luego que la
familia pagara un rescate no especificado. En mayo de 1980, el partido comunista asesinó al
industrial textil Alberto Habié, presidente del CACIF y expresidente de la CIG. Los ataques
directos a empresarios, combinados con los éxitos de la guerrilla en el altiplano, erosionaron la
confianza del sector privado, que retiró un estimado de $500 millones de los bancos locales y
los invirtió en el extranjero, previendo el triunfo de la insurgencia50.
Para impedir el colapso total de la coalición dominante y una victoria de la URNG, los
oficiales jóvenes del ejército se rebelaron el 23 de marzo de 1982. El general Lucas,
completamente insensible a las demandas para que cambiara el curso que llevaba el país,
intentó imponer a un sucesor por medio de otra elección fraudulenta. La imposición del
ministro de la Defensa, Aníbal Guevara, quien disgustaba a los oficiales jóvenes debido a su
torpe manejo de la contrainsurgencia, ocasionó el golpe de Estado por medio del cual oficiales
jóvenes anticomunistas, vinculados al MLN, instalaron un triunvirato encabezado por Efraín
Ríos Montt, quien se había vuelto evangélico luego de perder la elección presidencial ante
Laugeruds 51.
El golpe de Estado de 1982 marcó el primer intentó de los militares para impedir una
mayor fragmentación de la coalición gobernante. Los militares se habían dividido en líneas
ideológicas durante el gobierno de Lucas. Antes del golpe de Estado de 1982 y como resultado
de este, las divisiones generacionales debilitaron aún más la institución, ya que los oficiales de
mayor rango se preocupaban por mantener la jerarquía y defender la autoridad y los privilegios
obtenidos durante el régimen de Lucas. Como Ríos Montt había sido profesor de los jóvenes
oficiales, cuando fue director de la Escuela Politécnica, pudo salvar la brecha generacional
dentro del ejército, pero el envejecido general no disfrutaba del beneplácito completo del alto
mando, algunos de cuyos miembros participaron en varios golpes de Estado subsiguientes. Los
conflictos internos del ejército no le impidieron a Ríos Montt llevar a cabo una de las
contraofensivas más brutales en la historia de América Latina. Según sus propios recuentos, el
ejército destruyó 440 aldeas, asesinó o desapareció a cien mil personas y desarraigó a un millón
de habitantes. Aunque la contraofensiva no destruyó a las guerrillas, sí obligó a la URNG a
replegarse hacia sus bases en los departamentos de Huehuetenango, Quiché y Petén52.
A Ríos Montt le fue peor en sus esfuerzos por reestablecer la alianza política con el
sector privado. Al principio, la reputación del general por su honestidad y profesionalismo
restauró alguna confianza entre los empresarios. Más importante aún, este reasumió la práctica
tradicional de ceder la política económica al sector privado, permitiéndole al CACIF nombrar
a Julio Matheu y a Otto Martínez como los primeros ministros de Economía y Agricultura. En
julio, el diálogo entre el gobierno y el CACIF produjo un plan de recuperación económica de
corto plazo que apoyaba la libre empresa, una reducción en el tamaño y gasto del gobierno, un
presupuesto balanceado, la revitalización del Mercado Común Centroamericano y el aumento
de los niveles de financiamiento extranjero 53.
Ríos Montt se encargó de ahuyentar las esperanzas de reconciliación con el sector
privado. Fanático de sus nuevas creencias, su constante moralización sobre los valores
familiares y su temperamento ofendieron a muchos empresarios católicos. En su sermón del 5
de septiembre de 1982, Ríos Montt provocó un debate con el CACIF cuando afirmó que los
ricos contribuían al empobrecimiento del país al rehusarse a pagar impuestos y al enviar dólares
hacia el extranjero de una forma ilegal. El CACIF sostuvo que las afirmaciones del general
ayudaban a aquellos que promovían la guerra fratricida e hizo un llamado para reasumir el
diálogo constructivo 54.
Ríos Montt, al igual que los tres dictadores militares que lo precedieron, continuó con
su propia agenda política, con o sin el apoyo del sector privado. Ríos Montt declaró estado de
sitio, prohibió la actividad política partidista y pospuso las elecciones indefinidamente, aunque
el CACIF y los partidos políticos le requerían nuevas elecciones y el retorno al orden
constitucional. Convocó a un Consejo de Estado, concebido bajo un modelo corporativo e
integrado por treinta representantes de varios sectores de la sociedad, desde banqueros hasta
garífunas. Aunque los sectores comerciales, industriales, financieros y agrícolas designaron sus
representantes ante el Consejo, el cual estuvo coordinado por el futuro presidente Jorge Serrano
Elías, los partidos políticos y los periodistas se rehusaron a participar, en parte debido a que el
Consejo no tenía poderes legislativos55.
El sector privado no objeto tanto los nuevos métodos de la dictadura, cuanto se opuso
a los esfuerzos para aumentar los impuestos que emprendió el excéntrico dictador. En octubre
de 1982, después de haberse disgustado con el CACIF por causa de sus prédicas, Ríos Montt
se ganó su enemistad al proponer un pacto a los catorce honorables, un grupo no identificado
de industriales, comerciantes y agricultores. Si el sector privado colaboraba con él, Ríos Montt
prometía estabilidad monetaria, la privatización de empresas estatales y la garantía de que el
gobierno no llevaría a cabo una reforma agraria o la nacionalización de la banca. A cambio, le
pedía al sector privado un aumento en sus inversiones, repatriar $300 millones depositados en
las cuentas en bancos extranjeros y contribuir con Q200 millones para financiar la campaña
contrainsurgente en 1982 y 1983 56. Pero al CACIF no le hizo gracia la propuesta.
Aunque el CACIF tuvo el suficiente poder para remover a González del Valle, no pudo
impedir que Ríos Montt estableciera el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en julio de 1983.
Con las reservas en moneda extranjera en $64.9 millones en abril de 1983, Ríos Montt no tuvo
otra alternativa que aceptar el préstamo para la estabilización de $125 millones que ofreciera
el FMI, a cambio del compromiso de revisar el sistema tributario del país, uno de los más
regresivos e ineficientes del hemisferio. Ríos Montt acató concienzudamente las
recomendaciones del FMI, proponiéndose reemplazar unos 300 pequeños gravámenes con un
impuesto agregado del 10%. Debido a que el paquete tributario eliminaría todos los impuestos
a la exportación para junio de 1985 y se reduciría el impuesto sobre la renta, la carga del pago
del nuevo impuesto recaería en los consumidores 58.
La propuesta del IVA evidenció una profunda división en el CACIF. Los sectores
agrícolas, que claramente se beneficiarían de la eliminación de todos los impuestos de
exportación, la apoyaron. Los sectores industriales y comerciales, que verían sus productos
sujetos a un impuesto mayor, se opusieron. Con los presidentes de la CCG y la CIG fungiendo
simultáneamente como presidente y vicepresidente del CACIF (Ronald Dent y Carlos
Springmuhl, respectivamente), el CACIF se opuso de manera oficial al paquete tributario. El
CACIF reflejó el pensamiento de la economía neoliberal surgido en la Universidad Francisco
Marroquín al argumentar que, debido a que el paquete tributario no eliminaba todos los otros
impuestos, terminaría por elevar el nivel de vida en un 20%. Como alternativa, el CACIF le
solicitó al gobierno bajar los gastos y vender las empresas estatales ineficientes. Si se llevaba
a cabo sin modificaciones sustanciales, el CACIF auguraba que el plan, más marxista que la
propuesta tributaria de 1966, tendría consecuencias irreversibles y drásticas59
Los sectores agrícolas estaban en total desacuerdo con la posición del CACIF, lo que
casi provoca su disolución. La Asociación de Caficultores de Oriente (ACOGUA) se retiró
oficialmente del CACIF, afirmando que el IVA promovía sus intereses económicos. La Cámara
del Agro y la AGA, instituciones que habían rivalizado con anterioridad, publicaron un
manifiesto conjunto de una página completa elogiando los esfuerzos del gobierno por la
reactivación de la economía. El Consejo Nacional del Algodón, encabezado por el gerente
Amílcar Álvarez, argumentó que el CACIF había dejado de representar sus intereses y
denunció que la oposición al IVA provenía de personas que habían pagado poco o no habían
pagado impuestos en muchos años. Esta era una crítica velada a las exenciones impositivas que
había disfrutado el sector industrial desde 1959. Más aún, Álvarez criticó la política de
desarrollo industrial de los últimos veinte años: "En el pasado estimulamos el espejismo del
desarrollo industrial, sin tomar en cuenta nuestras propias limitaciones... por un proyecto que
ha fracasado por completo "60.
Con el fuerte apoyo proveniente de los terratenientes reaccionarios, Ríos Montt impuso
el IVA en julio de 1983, pero luego algunos grupos del sector privado incitaron públicamente
al cuerpo de oficiales a derrocar al general, argumentado que se estaba considerando algún tipo
de reforma agraria confiscatoria. Sus políticas económicas habían enfrentado a las grandes
empresas, a la vez que su confianza en los oficiales militares jóvenes había molestado al alto
mando. Los conflictos internos del ejército terminaron por decidir su suerte. Las diferencias
entre los oficiales jóvenes y el resto de oficiales se volvieron insostenibles cuando un
comandante de base desobedeció. una orden directa de bombardear una aldea en junio de 1983.
Para restablecer la línea de mando, estabilizar el sistema político y aplacar a los Estados
Unidos, oficiales del alto mando, encabezados por el general Óscar Humberto Mejía Víctores,
derrocaron a Ríos Montt el 8 de agosto de 1983 61.
Durante los tres años siguientes, los militares reconstruyeron sus alianzas políticas y
llevaron a cabo la transición al mando civil. A pesar de sus divisiones internas, el ejército se
mantuvo como la organización política más influyente del país. La mayoría de los partidos
políticos se habían desacreditado por su colaboración con los regímenes militares y el sistema
político había perdido su legitimidad, lo cual se reflejó en los altos porcentajes de abstención
en las elecciones. La fragmentación del sector privado, que ocurrió durante los gobiernos de
Lucas y Ríos Montt, debilitó ciertamente a la oligarquía, pero con un neoliberalismo rampante
entre los círculos académicos y el CACIF, las élites ejercerían una función protagónica en la
construcción de un nuevo modelo político y económico. Enfrentadas por causa de un excesivo
gasto estatal y la corrupción, las varias facciones del CACIF se unificaron paulatinamente
detrás de una nueva agenda política que postulaba la privatización, el libre mercado, menos
impuestos y eficiencia administrativa. Desde las profundidades de la crisis política-económica
de la década de 1980, la oligarquía industrial resurgiría con mayor influencia política que en
ningún otro momento de su historia.
Capítulo 8
DEMOCRATIZACIÓN
1983-1990
Una severa crisis económica obligó a las élites a adoptar una postura política más
agresiva. Las exportaciones agrícolas disminuyeron de $880 millones en 1980, a $580
millones en 1985; el número de personas desempleadas y subempleadas alcanzó el 45%
y la tasa de inflación anual sobrepasó el 35%. La inestabilidad política y la violencia
generalizada habían provocado una fuga de capital hacia Estados Unidos por un monto
de $1.1 billones, en tanto la oligarquía se preparaba para dejar el país por ambientes
más habitables, como Miami y Houston. Con el PIB per cápita al mismo nivel de 1971,
la recuperación económica requería el reestablecimiento de la estabilidad política, de
una solución al conflicto armado interno y de la cooperación internacional5.
Mejía Víctores no podía disminuir los impuestos sin tener que abandonar por
ello sus proyectos de obra pública y el FMI. Una misión técnica del FMI informó, en
abril de 1984, que el déficit del presupuesto podía alcanzar los Q525 millones debido a
que los ingresos habían sido menores a lo proyectado. Para corregir el déficit
presupuestario, el equipo del FMI le aconsejó al gobierno aumentar el IVA y reducir el
crédito al sector privado. El CACIF, que casi se había desintegrado durante la batalla
política contra el IVA en 1983. se reunificó en oposición al aumento tributario. El 13
de mayo de 1984, el CACIF denunció por televisión las recomendaciones del FMI,
exigiendo que el gobierno redujera el gasto y suprimiera empresas estatales, en vez de
aumentar los impuestos y recortar el crédito10.
Como parte del esfuerzo por recuperar el apoyo del FMI, el gobierno propuso un
modesto aumento tributario en septiembre de 1984. Debido a la extensiva práctica de la
evasión fiscal y a la reducción del IVA del 10 al 7%, el impuesto al valor agregado
recaudó solo Q160 de los Q370 millones anticipados. Para cubrir el déficit, el gobierno
propuso extender el IVA a un mayor rango de productos e incrementar el impuesto en
timbres de 10 a 25 centavos. El CACIF se opuso. A diferencia de 1983, cuando los
sectores agrícolas se rehusaron a unirse a los sectores industriales y comerciales en
oposición al aumento tributario propuesto, los agricultores se mantuvieron sólidamente
en la coalición del CACIF. El sector agrícola había solucionado la división interna que
habían producido dos grupos de interés privados, la AGA y la CAG, que representaban
a grandes rasgos la división entre los intereses tradicionales y los modernizantes. En
noviembre de 1984, las dos organizaciones anunciaron la formación de la Unión
Nacional Agropecuaria (UNAGRO), además de denunciar las políticas fiscales del
gobierno de Mejía Víctores. Con la CIG, la CCG y la UNAGRO unidas, las demandas
del CACIF por un inmediato rechazo del IVA tenían un significativo peso político12.
Los guatemaltecos iniciaron el nuevo año con el sector privado y los militares
sumidos en otro agrio enfrentamiento político. El 2 de enero, el CACIF publicó un
campo pagado criticando las políticas fiscales y económicas del gobierno y
argumentando que el gobierno debía asumir la total responsabilidad del déficit
presupuestario, debido a que sus burócratas corruptos gastaban los ingresos públicos en
empresas estatales improductivas, en contra de los consejos del CACIF. El ataque
enfureció al ministro de Economía, Leonel Hernández Cardona, quien preguntó:
"¿Desde cuándo los empresarios hablan en nombre del pueblo?... ¿Y quiénes son ellos,
que han sacado sus dólares del país?". Los empresarios, que no habían estado en las
trincheras luchando contra el comunismo, no tenían derecho de criticar al ejército,
espetó Hernández. También le advirtió al CACIF que tendría un "amargo despertar"
cuando se enterara del plan del gobierno para controlar los precios. En respuesta el
CACIF argumentó que "conociendo las tendencias ideológicas del ministro, evidentes
en su admiración por el gobierno sandinista, seguramente se refiere a la introducción de
un régimen similar en Guatemala"13. Pocas personas habían sugerido alguna vez que el
gobierno militar tuviera a simpatizantes sandinistas en sus filas.
Durante los próximos ocho años a ningún gobierno, ni militar ni civil, le fue fácil
llevar a cabo políticas que no estuvieran previamente autorizadas por el CACIF. Desde
1954 los industriales, agricultores y banqueros habían demandado una voz en la
formulación y ejecución de las políticas; los gobiernos militares de la década de 1970
les habían negado ese papel, lo que llevó a todos los sectores económicos a la oposición.
Durante la transición al orden constitucional, el CACIF insistió en la adopción de sus
políticas económicas, pero sin estar organizado como partido político carecía de los
medios para asegurar una comunicación fluida a sus demandas a través de los canales
legislativos y burocráticos. Periódicamente explotaban batallas sórdidas entre el sector
privado y el gobierno, en parte debido a que los partidos que participaban en las
elecciones no representaban a la oligarquía sino a una clase de políticos profesionales
entusiasmados con tomar los puestos desocupados por los militares.
Cerezo intentó negociar el campo minado que tenía frente a sí, forjando alianzas
con la facción constitucionalista del ejército y el ala modernizante de la oligarquía. En
su discurso hablaba de la necesidad de llevar a cabo reformas sociales y económicas,
pero los nombramientos de su gabinete sugerían que su política sería moderada. El
equipo económico de Cerezo fue conformado por Lizardo Sosa, decano de la Facultad
de Economía en la Universidad Rafael Landívar, quien se hizo cargo del Ministerio de
Economía; Rodolfo Paiz Andrade, un economista graduado de Harvard, fue designado
ministro de Finanzas; y Rodolfo Estrada Hurtarte, agrónomo de la Universidad de San
Carlos, ministro de Agricultura. Aunque Cerezo no le permitió al CACIF escoger a su
equipo económico, la designación de Sosa, Paiz Andrade y Estrada, todos ellos
respetados académicos o empresarios, no confrontaron al sector privado. Cerezo asumió
la presidencia con endebles bases de apoyo por parte de los militares y del sector
privado; además consciente que podía ser removido de su puesto si llegaba a ofender a
cualquiera de sus aliados 20.
Cuando Cerezo anunció el PREN, en marzo de 1987, rehusó sabiamente fijar una
cantidad en dólares a la inversión requerida para el primer pago de la deuda social.
Sospechaba que el sector privado objetaría un aumento a los gastos de gobierno, ya que
el CACIF constantemente demandaba recortes profundos al gasto. Aún con riesgo de
alejar al sector privado de la coalición a la que recién ingresaba, Cerezo propuso Q1.5
billones en nuevos gastos para cuarenta y cinco proyectos, algunos de ellos financiados
por organizaciones internacionales. Cerezo esperaba aumentar el balance de capital por
medio de un ajuste tributario que llenaría algunos vacíos y aumentaría los impuestos
sobre la renta, la propiedad y el IVA 28.
Aunque Cerezo se movía hacia una confrontación con el CACIF por la reforma
tributaria, ya había establecido una base de apoyo en el seno de la oligarquía industrial.
Algunos elementos del PREN eran del agrado de la CIG, en particular los planes para
construir la infraestructura necesaria para las exportaciones no tradicionales. Antes de
la introducción de la reforma tributaria, en septiembre de 1987, Álvaro Castillo Monge
elogió a Cerezo: "la política económica ha sido adecuada; la economía se ha liberalizado
en gran parte". Carlos Torrebiarte, expresidente de la CIG, se sumó al apoyo: "En
términos generales, la dirección de la economía de los democratacristianos ha dado en
el blanco"36.
Los alzamientos militares pusieron fin a los intentos de Cerezo por consolidar
una alianza populista. Posteriormente aceptó un "Encuentro Nacional" con el objeto de
forjar un pacto entre empresarios y trabajadores, pero el CACIF y la UASP no aceptaron
participar. La UASP lo criticó por violar los acuerdos de marzo de 1988, mientras que
el CACIF objetaba los controles de precio, las propuestas fiscales, el gasto
gubernamental y la corrupción generalizada; los oficiales jóvenes lo consideraban
blando con el comunismo; y las organizaciones populares aún demandaban reformas
más radicales, como la persecución penal de los violadores de derechos humanos. En
agosto de 1988, los oficiales del ejército debatían si debían o no derrocar a un presidente
impotente. Cerezo se mantuvo en el poder gracias al apoyo de Gramajo, pero el
presidente tuvo que abandonar sus esfuerzos tendientes a la incorporación de los
sectores sindicales y populares a su coalición48.
Del abismo político en el que había caído, Cerezo resurgió como un neoliberal,
adoptando la agenda política de la nueva derecha y preparando la base política para el
arribo al poder de la oligarquía modernizante. En marzo de 1989, el ministro de
Finanzas Rodolfo Paiz Andrade develó un nuevo plan de desarrollo económico llamado
"Desarrollo Nivelador". Apoyado por el FMI, IBRD, BID y AID, el gobierno se
embarcó en lo que se presentaba como otro ciclo histórico en la evolución económica
del país. Esperando promover un crecimiento con equidad, el plan pretendía reorientar
la producción hacia mercados más allá del Mercado Común Centroamericano, reducir
aranceles y otras barreras al comercio internacional, limitar la intervención
gubernamental, reducir el gasto público y preparar a las empresas para competir en el
mercado internacional o irse a la quiebra. El gobierno ya no protegería ni subsidiaría
industrias débiles. De hecho, Cerezo descartó formalmente el modelo basado en la
sustitución de importaciones: "Las ventajas de este modelo se han agotado. Ahora el
modelo se está abandonando a favor de uno basado en el crecimiento orientado hacia el
mercado, en el cual los sectores externos desempeñan una función dominante. Este
programa buscará actividades que amplíen la participación del país en el comercio
internacional, con el objeto de promover una expansión económica sostenida con
aumentos en el empleo y los ingresos de la población” 50.
La aceptación del plan por parte del sector industrial evidenció que los grandes
fabricantes habían llegado a un nivel de desarrollo en el que podían competir con las
empresas extranjeras. Cementos Progreso y la Cervecería Centroamericana, por
ejemplo, no necesitaban ciertamente de la protección gubernamental para conservar su
porcentaje de participación en el mercado, puesto que el cemento y la cerveza estaban
al mismo nivel de calidad que los productos importados. Habiendo agotado las
posibilidades de crecimiento en el mercado regional, su única esperanza para un
desarrollo mayor se encontraba en ingresar a mercados fuera de la región; y si querían
que otros países bajaran sus aranceles, los guatemaltecos tendrían que garantizarles un
acceso similar en el propio país.
Otra razón de peso para disminuir los aranceles y desregularizar la economía era
que el continuo crecimiento de la industria maquilera así lo requería. En 1989, un
aumento del 29% en la exportación de productos no tradicionales motivó un crecimiento
del 9.7% en el total de exportaciones, en comparación al nivel de 1988. El sector más
dinámico de la línea de exportación de productos no tradicionales provenía de la
industria textil, la maquila, que creció 622% entre 1986 y 1989, debido en gran parte a
los inversionistas coreanos. Como los Estados Unidos ampliaron sus cuotas de
importación en 125% durante los siguientes tres años, las maquilas tuvieron la
oportunidad de crecer aún más 52. Sin embargo, para acelerar la diversificación de sus
productos de exportación Guatemala tenía que ofrecer incentivos fiscales a los
inversionistas extranjeros, fortalecer la democracia y liberalizar sus prácticas
comerciales, todos ellos requisitos para poder acceder a los capitales y mercados
foráneos. Al vincular el crecimiento económico a la democratización y al libre
comercio, el plan fortalecía la tendencia progresista de las élites, puesto que, sin un
compromiso firme con la democracia y el libre comercio, no se tendría acceso a los
mercados extranjeros de los que dependía su futuro económico.
Para marzo de 1990, el quetzal había caído a $1 por Q4, una declinación del 43%
en cuatro meses. El gobierno se había mantenido firme en su política de devaluación,
argumentando que pretendía "modernizar para los noventa" y crear "una economía sin
privilegios". Un analista político concluyó que "la estrategia corresponde a una
descarada economía neoliberal, incluyendo la supresión de los subsidios y de los
aranceles proteccionistas y la eliminación de los controles o restricciones en las
actividades económicas. El gobierno, mientras tanto, promete controlar el flujo
monetario, reducir el déficit presupuestario y continuar con las privatizaciones de los
bienes públicos"57.
Después de cinco tensos años con Cerezo, los guatemaltecos anhelaban, más que
nunca, la reconciliación política. De los candidatos a quienes se les permitió participar,
Serrano representaba la mejor esperanza de cambio. En la primera vuelta de las
elecciones, Jorge Carpio ganó con un estrecho margen, al obtener el 25.7%, seguido de
Serrano con un 24.1%. En la segunda vuelta, Serrano Elías derrotó a Carpio por un
amplio margen, 68% en contra de 32%. Los observadores políticos atribuyeron su
victoria a un desembolso financiero tardío por parte del CACIF. A pesar del amplio
margen de su triunfo, Serrano Elías carecía de consenso nacional; el 55% de los votantes
registrados se abstuvieron de votar62.
EL SERRANAZO Y DESPUÉS
Los oligarcas neoliberales, aunque agradecidos con las fuerzas armadas por combatir a
las fuerzas guerrilleras en los ochentas, consideraron que los militares no debían administrar el
gobierno. Bajo el control militar, el gobierno se volvió notoriamente corrupto e ineficiente,
malgastando los recursos públicos en empresas estatales y hundiendo al país en la deuda. Los
oligarcas querían que las fuerzas armadas regresaran y se quedaran en los cuarteles, no para
porque creyeran firmemente en los principios democráticos, sino por lo pésimos
administradores que habían sido los oficiales. Desde principios de la década de 1980, el sector
privado está involucrado en una batalla desesperada por recobrar el control del Estado
depurarlo de funcionarios deshonestos y reestablecer la estabilidad fiscal. Es probable que
continúe esta batalla durante la década de 1990, puesto que los modernizadores están dispuestos
a liberalizar la economía, privatizar las empresas estatales, bajar o eliminar las barreras
arancelarias y no arancelarias para el comercio, fortalecer el mercado regional y finalmente
lograr el ingreso a los mercados de Norteamérica y Europa, por medio del NAFTA o el GATT.
Fuerzas poderosas dentro del estamento militar y aun dentro del sector privado se oponen a los
neoliberales, pero la democratización impulsada por los sectores populares y apoyada por la
comunidad internacional, finalmente triunfará.
La democratización es una cosa y la justicia es otra. La consolidación del sistema
democrático no necesariamente traerá mejores salarios para los trabajadores ni condenas a las
violaciones de derechos humanos. Las élites que se opusieron a Serrano y apoyaron la
designación de De León Carpio son parte de una oligarquía privilegiada que no tiene
intenciones de redistribuir la riqueza por medio de una reforma agraria y las fuerzas armadas
aun actúan como el árbitro de la política nacional. La coalición política de amplia base que
llevó a De León Carpio a la presidencia se desintegró cuatro meses después de asumir el cargo,
dejando al CACIF y a los neoliberales en el control de la política económica, mientras políticos
y jueces corruptos continúan desafiando la voluntad popular. Sin embargo, las posibilidades
para la paz y la democracia nunca habían sido mayores desde 1944, puesto que la oligarquía,
que alguna vez se conformó con participar limitadamente en el gobierno, está ahora decidida a
pelearle el poder a los militares y a los partidos políticos.
Los oligarcas que han invertido en textiles, hoteles, ingenios de azúcar, algodón, minas,
finanzas, exploraciones de petróleos y construcción ejercen ahora el liderazgo. Ellos son los
empresarios, ingenieros, abogados, arquitectos y doctores que viven en amplias mansiones
ubicadas en las zonas 14 y 15 de la ciudad de Guatemala, con antenas satelitales como símbolos
de su riqueza y modernidad. Una élite bien educada, multilingüe, que viaja a Miami y a
Houston a comprar vestuario, vehículos y artículos que no están disponibles o son muy costosos
en Guatemala. Acostumbran tener cuentas bancarias y casas en los Estados Unidos, por si acaso
las guerrillas se hicieran con el control de la ciudad². Si no fuera por los militares, los
guerrilleros hubieran tomado el poder, pero ahora desearían que el ejército y los partidos
políticos se hicieran a un lado y los dejaran-a la élite ilustrada- tomar las riendas del gobierno.
Para tener éxito, los oligarcas tal vez deban aliarse con los sectores populares, pero
hasta el "serranazo" de mayo de 1993, las élites económicas estaban decididas a llevar a cabo
la democratización en sus propios términos y bajo su liderazgo. A lo largo del gobierno de
Serrano, los oligarcas modernizadores dominaron el gobierno y dictaron la política económica.
Serrano Elías premió a las élites económicas con tantos nombramientos al gabinete que
Inforpress describió su gobierno como "democracia empresarial". Álvaro Arzú Irigoyen,
exalcalde de la ciudad de Guatemala y excuñado de Raúl García Granados, encabezaba a la
élite modernizante como ministro de Relaciones Exteriores. Manuel Benfeldt Alejos, sobrino
de Roberto Alejos Arzú y empresario de la construcción, ocupó el Ministerio de Desarrollo.
Quizás el regreso de la oligarquía al poder se simboliza mejor con la designación de María
Luisa Beltranena al Ministerio de Educación. La red familiar Beltranena- Aycinena, una
alianza marital oligarca que apareció durante el siglo XIX, ha colaborado con varios regímenes
militares, esperando como los Arzú, Alejos y otras familias acelerar la modernización y la
democratización bajo el control de la élite³.
Aún así, Serrano Elías llevó a cabo un tímido intento de reconciliación social al iniciar
un diálogo entre empresarios, sindicatos y gobierno. Para aplacar a la izquierda, designó a
Mario Solórzano, un social demócrata izquierdista, como su ministro de Trabajo, pero sus
llamados a formar un gobierno de unidad nacional no lograron incorporar a los sectores
populares a su pacto social. Los sindicatos denunciaron el gobierno de Serrano Elías como
"representante de los opresores tradicionales del interés nacional"5. Cuando Serrano Elías llamó
formalmente al diálogo, la UNSITRAGUA y la UASP se rehusaron a participar debido a que
el presidente ya había adoptado la agenda neoliberal del sector privado lo que limitó la
negociación de precios, salarios e impuestos. Byron Morales, líder de la UASP, denunció el
intento de reconciliación de Serrano Elías debido a que no incluía ninguna discusión sobre la
reforma agraria, la paz o los derechos humanos6.
De hecho, Serrano Elías había impulsado un programa de austeridad antes de que el
diálogo nacional comenzara. Una reunión con representantes del sector privado, el 25 de enero,
produjo un acuerdo básico sobre un programa que reduciría la inflación a 15%, estabilizaría el
tipo de cambio, eliminaría los privilegios y la corrupción, liberalizaría la economía y reformaría
el sistema tributario. Aunque el 87% de los guatemaltecos vivía en la pobreza, Serrano Elías y
las élites económicas consideraban que la inflación, que había alcanzado un 60% (la tasa anual
más alta de todos los tiempos), era el problema más urgente. Para controlar la inflación, Serrano
adoptó las políticas neoliberales estándar, prometiendo reducir gastos, privatizar las empresas
estatales y reformar el sistema fiscal. También acabó con el control de los precios de la canasta
básica, considerando que dichas regulaciones desanimaban la producción y causaban la escasez
de bienes7.
Para reabrir los canales financieros, Guatemala tendría que aumentar sus ingresos,
recortar el gasto y renegociar la deuda externa con el FMI. El sector privado reconoció que el
gobierno tenía que aumentar los ingresos, pero objetaba decididamente la propuesta de la
ministra de Finanzas Raquel Zelaya que consistía en la adquisición obligatoria de bonos de
emergencia, aplicable a todas las personas que ganaran más de Q3,000.00 al mes. El CACIF
aplastó esa propuesta y forzó la renuncia de Zelaya. Los modernizantes salieron de este
enfrentamiento con más poder aun, puesto que Serrano Elías movió a Richard Aitkenhead al
Ministerio de Finanzas y designó a Juan Luis Mirón, expresidente de la Cámara de la Libre
Empresa, como ministro de Economía10.
Con el equipo económico neoliberal instalado, Serrano Elías impulsó su programa
legislativo en el Congreso. Este ratificó el ingreso de Guatemala al GATT el 26 de julio,
comprometiendo al país a reducir las barreras arancelarias y no arancelarias a cambio de acceso
a Europa y Norteamérica. Mientras tanto, Aitkenhead trabajó en revisiones a la propuesta de
bonos de emergencia con el CACIF y la UNAGRO, aumentando la tasa de interés del 2 al 8%.
El Congreso autorizó más revisiones a los bonos de emergencia en julio, brindándole a los
contribuyentes la opción de pagar un impuesto del 1% o comprar un bono con valor de 2% de
su ingreso bruto. Los cambios, que esperaban generar Q550 millones (Q150 millones menos
que la propuesta originaria), hicieron de los bonos una menor carga tributaria y una débil
inversión 11. Incluso las élites aceptaron impuestos para sí mismas, un avance altamente
significativo en un país con una larga historia de amargos conflictos tributarios.
En abril de 1991 los negociadores acordaron una agenda dividida en once temas, pero
para diciembre de 1992, aún estaban discutiendo el primer tema, Democratización y Derechos
Humanos. Para romper el impasse, Serrano Elías hizo una propuesta sorprendente en su
informe anual ante el Congreso, presentado el 14 de enero de 1993.
El golpe de Estado, latente por más de un año, parecía inevitable, incluso sin las
protestas de estudiantes que estremecieron a la ciudad a principios de mayo. Quemando buses,
tirando piedras a la policía e instalando barricadas de fuego, los jóvenes se rebelaron ante la
decisión del gobierno de obligar a los estudiantes de nivel medio a llevar una identificación y
usar uniforme. Las protestas llevaron a la crisis del 11 de mayo, cuando los estudiantes
enfrentaron a la policía antimotines frente al Congreso. Seis días después, el diputado Obdulio
Chinchilla Vega aceptó que el hombre que disparó y mató a uno de los estudiantes era su
guardaespaldas. Las protestas continuaron y se intensificaron cuando los estudiantes
universitarios se unieron en apoyo a los estudiantes de nivel medio y se enfrentaron a la policía
el 18 de mayo, con un saldo de cincuenta personas heridas. Para retomar el control de la capital
y reprimir las manifestaciones, el ejército se desplazó en tanquetas y Serrano Elías advirtió que
podía llegar a suspender las garantías constitucionales 23.
Estas protestas, sumadas a una escalada en las acciones de la URNG en doce de los
veintidós departamentos, le indicaban a las fuerzas armadas que Serrano Elías era incapaz de
controlar la situación. El 19 y 20 de mayo, el alto mando se reunió con el presidente para
discutir los medios para estabilizar el país. Algunos oficiales preocupados por el estancamiento
de las negociaciones de condena del capitán Contreras y las manifestaciones estudiantiles- paz,
la habían decidido derrocar a Serrano Elías. El presidente, sin embargo, herido políticamente
por las protestas cívicas, las acusaciones de corrupción y la disolución de la "trinca infernal"
DCG-UCN-MAS evitó su derrocamiento al aliarse con los militares golpistas. El reportero
mexicano Carlos Fazio concluyó que el ejército dejó que Serrano Elías "flotara como el
quetzal" para ver si podía soportar la crítica internacional y local que inevitablemente seguiría
al golpe de Estado. El 25 de mayo, Serrano Elías suspendió la Constitución, disolvió el
Congreso y la Corte Suprema y prácticamente colocó bajo arresto domiciliario a José Lobo
Dubón, presidente del Congreso y a Juan José Rodil Peralta, jefe de la Corte Suprema.
Asegurando que tomó estas medidas lamentables para eliminar la "mafia" en el Congreso y en
el sistema judicial, Serrano Elías intentó gobernar por decreto hasta que concluyera su mandato
en enero de 1996, período durante el cual depuraría el gobierno 24.
Durante el primer año del gobierno de De León se demostró que él, como Serrano, era
un representante de la oligarquía neoliberal. Debido a que había llegado al poder en gran parte
por los esfuerzos del CACIF, nombró un gabinete más cercano al sector privado que a las
organizaciones populares que lo apoyaron inicialmente. El FMS demandó un rol en el gobierno,
pero el nuevo presidente nombró solo a un representante del movimiento popular, al doctor
Celestino Tay Coyoy como ministro de Educación, una posición de escaso poder político.
Contrario a lo esperado, De León Carpio nombró un equipo ministerial de tecnócratas que
reflejaba su compromiso con las políticas neoliberales de sus antecesores. Dejó a Richard
Aitkenhead Castillo en el Ministerio de Finanzas y llamó a otro de los designados por Serrano
Elías, Ricardo Castillo Sinibaldi, al Ministerio de Desarrollo. Los demás miembros de su
equipo económico Luis Arturo del Valle García (Agricultura), Fanny de Estrada (Comercio
Exterior) y Willy Zapata (presidente del Banco de Guatemala), también eran neoliberales.
Mientras que los trabajadores se quejaban de que el CACIF se había hecho cargo del gobierno,
el presidente de la Cámara de Industria, Juan José Gutiérrez, apoyaba el nombramiento de
Estrada, exsubgerente de la CIG y presidente de AGEXPRONT 32.
El anuncio del plan de 180 días de De León, el 1 de julio, apartó aun más a los sectores
populares. Habiendo heredado una amplia deuda externa, un déficit presupuestario y un
acuerdo con el FMI que imponía austeridad gubernamental, había poca flexibilidad en cuanto
a la política económica. El presidente podía continuar con las políticas iniciadas por Serrano
Elías o separar a Guatemala de sus acreedores internacionales, una opción no atractiva para las
élites económicas. Por lo tanto, De León Carpio se comprometió a encausar al gobierno en un
rumbo fijo, cortar el déficit, aumentar los ingresos tributarios y estabilizar la moneda. Ofreció
programas sociales para combatir la pobreza -pero los presentó en el contexto de la agenda
neoliberal de un gobierno limitado, libre comercio, promoción de la exportación de productos
no tradicionales y la privatización de las empresas estatales. Nery Barrios, líder de la UASP,
se quejó de que el plan de 180 días demostraba que no había diferencia entre Serrano Elías y
De León Carpio 33.
Al igual que sus políticas económicas, las propuestas de De León Carpio de reactivar
las pláticas de paz reflejaron la influencia del CACIF. De León Carpio aparentemente emitió
su "Propuesta para Reiniciar el Proceso de Paz" el 8 de julio, sin consultar a sus aliados en el
sector privado. Carlos Vielmann, entonces presidente de la CIG, y Jorge Briz, expresidente del
CACIF, caracterizaron la propuesta como inconstitucional porque permitía que "criminales"
(la URNG) participaran en pláticas antes de entregar las armas. La segunda propuesta de De
León Carpio para reavivar las negociaciones, anunciada en octubre, ya incluía la condición de
que la URNG se desarmara y legalizara su situación, antes de participar en el Foro Permanente
para la Paz en Guatemala. La URNG rechazó categóricamente la propuesta, asegurando que
esta representaba las posiciones reaccionarias de las grandes empresas y del ejército, quienes
demandaban la rendición incondicional de los grupos insurgentes 34.
La propuesta de De Léon Carpio demostró que era un poco más flexible en las
negociaciones de paz que Serrano Elías, en parte debido a que las fuerzas armadas, a pesar de
su conducta inconstitucional y deshonrosa en el "serranazo", se mantenían fuera del control
civil. En el lapso de tres semanas después de su llegada a la presidencia, los oficiales de línea
dura que habían apoyado el golpe de Serrano Elías fueron sustituidos por oficiales de la línea
institucional (también conocida como la línea profesional o constitucionalista).
Desafortunadamente, De León Carpio poco tuvo que ver con el cambio de mando. El general
García Samayoa, que apoyó el golpe, fue obligado a retirarse, pero su reemplazo, el general
Roberto Perussina, también de la línea dura, había participado en el golpe. Aunque con la
remoción de Perussina y el nombramiento del general Mario Enríquez Morales, el 28 de junio,
parecía que De León Carpio había logrado que la facción institucional del ejército alcanzara el
alto mando, el presidente tenía poca influencia en el enfrentamiento constante entre las alas
constitucionalista y reaccionaria del ejército. Aun cuando De León Carpio intentó reiniciar las
pláticas de paz, el "moderado" general Enríquez amenazó con eliminar a los insurgentes en una
nueva ofensiva 35.
Para desilusión de las élites económicas, los Estados Unidos decidieron mantener los
privilegios comerciales de Guatemala bajo su supervisión, de enero a junio de 1994, dando la
posibilidad al gobierno estadounidense de continuar ejerciendo presión para lograr reformas
internas. Así pues, aun cuando la oligarquía modernizante tenga una visión limitada sobre la
democracia, y crea que ellos, la élite ilustrada, deben gobernar a las masas incultas y
analfabetas, están siendo empujados hacia adelante por poderosas fuerzas externas. Con las
organizaciones populares presionando para llevar a cabo genuinas reformas democráticas, las
élites hallarán difícil resistir la presión para ampliar los privilegios democráticos de los que
ahora gozan.
En junio de 1993, las élites y los sectores populares se unieron para derrotar a un
enemigo en común, los golpistas en el ejército y en el gobierno. A pesar de los asuntos de clase
y etnia que los separan, los oligarcas y los sectores populares comparten el interés por
desmilitarizar el Estado, depurar al gobierno y pacificar el área rural. Desafortunadamente, tres
décadas de un violento enfrentamiento de clase dificultan la colaboración política. El 10 de
febrero de 1994, De León Carpio, debilitado por la escuálida participación en la consulta
popular efectuada dos semanas atrás, llamó a los representantes empresariales, sindicales y de
gobierno a iniciar negociaciones diseñadas para "consolidar la democracia, combatir la
pobreza, transformar equitativamente la economía, preservar el medio ambiente y modernizar
las instituciones". Fue un esfuerzo tardío por reconstruir el consenso político que la coalición
multisectorial había establecido en junio de 1993. De entrada, la UASP rechazó la invitación.
El presidente de la Cámara de Industria Juan José Gutiérrez no rechazó la propuesta pero dijo
que le gustaría incluir los temas bajo otro formato. Sin contar con el apoyo de los empresarios
o de los sindicalistas, este llamado al diálogo fracasó, al igual que los convocados por los tres
predecesores de De León Carpio 41.