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Mitobosque del Portus
El Roblón
Este ser es el roble más alto y fuerte de todos los montes de
Cantabria. Cuenta la leyenda que tras quedarse cobijada de la
tormenta una moza, éste la abrazó tan fuerte, que absorbió la
sustancia de su cuerpo y recobró vida. Adoptó un aspecto
antropomorfo, creció de forma desmesurada, sus raíces absorbían
el agua y la savia de los otros árboles, hasta que morían secos y
huecos.
Se convirtió en el azote de la montaña, podían andar, sus pisadas
hacían temblar los montes, destrozando todo a su paso, y
refrescando sus raíces en las fuentes y arroyos que se iba
encontrando.
Como lección debemos sacar que nunca debemos cobijarnos en un
árbol en días tormentosos.
Anjana
La anjana es el ser bondadoso por excelencia de
Cantabria; protege a las gentes honradas, a los
enamorados y a quienes se extravían en el
bosque o en los caminos. Las anjanas son
mujeres de hermoso rostro y atractiva figura.
Sus cabellos son largos y finos, adornados con
flores y lazos de seda. Se visten con delicadas y
bellas túnicas de seda blanca.
Ojáncano
Gigante de fuerzas descomunales, con un solo ojo y
largas barbas melenas rojas. No piensa más que en
hacer maldades, arrancando las peñas,
destrozando cabañas y arbolados, cegando las
fuentes. Lucha con los osos y los toros tudancos, y
de esas engarras siempre sale victorioso.
Únicamente retrocede acobardado ante las
Anjanas: él sabe que si llegasen a arrancarle un
pelo cano de sus barbonas, moriría sin remedio.
Ojáncana
Mujer del Ojáncano, que mil veces más
sanguinaria y maligna que él, devora cuanto
encuentra a su paso. Tiene colmillos de jabalí y
unos pechos tan deformes que se los echa a la
espalda. Algunas Ojáncanas, como la que habitó
en la cueva de Altamira, sólo muestran un ojo, lo
que las convierte en el único caso de cíclopes
hembras. Curiosamente, este ser en extremo
terrrible, siente pavor ante la minúscula monuca
galana o comadreja.
las brujas de Ongayo
En una gruta cerca de Suances, junto a una bolera
de oro soterrada, celebran el aquelarre estas
señoras. Una tropa de hechiceras que volaban los
cielos de La Montaña maldiciendo y portando
conocimientos ancestrales usados para hacer el mal
y para adorar al diablo. Partían en humeante
enjambre hacia Cernégula, siguiendo una ruta
prohibida y mágica que tenía como inicio Ongayo.
Cuegle
Ser achaparrado y gordo, con tres brazos, cinco
ringleras de dietes y un cuerno en la cabezona.
Nunca harto, traba cuantos bichos se ponen a su
alcance aunque sean mayores que él, pues tiene
mucha fuerza. También se come a los niños chicos,
robándolos, incluso, con cuna y todo, si ésta no tiene
un ramín de acebo y otro de roble, cuyas hojas
aborrece este glotón.
Musgoso
Alto, sombrío, con aires cansado, anda por las
brañas vestido con una zamarra de musgo,
sombrero de hojas y escarpines de piel de lobo,
tocando un son triste en su flauta para guiar a los
pastores en apuros. Por las noches silba desde las
cumbres cuando un peligro se cierne sobre ellos.
Compasivo y trabajador infatigable, repara las
chozas de los vaqueros derribadas por el temporal.
Trenti
Criatura formada de hojas, musgo y raíces.
Duerme en las torcas durante el invierno y debajo
de los árboles en el verano. Come panojas y
endrinas, pero no prueba el agua porque es un
veneno para él. Muy bromista, le divierte
esconderse en los bardales al oscurecer para tirar
de las faldas a las muchachas, pellizcándolas en
las pantorrilas. Feliz con sus travesuras, luego
escapa zarza adentro, dando un par de
volteretas...
Culebre
Dragón de boca llameante y alas membranosas que
sembró el pánico por los contornos de San Vicente
de la Barquera, amenazando con destruir la villa
si no le daban una doncella al año. Una de sus
víctimas, a punto de ser devorada, invocó al
Apóstol Santiago, y el Santo del corcel blanco
abatió al monstruo, dejando el caballo la señal de
sus herraduras frente a la caberna abierta sobre
los acantilados de Santillán.
Caballucos del diablo
En una noche de San Juan, mágica como ninguna,
aparecen cruzando los espacios entre nubes de
azufre y escalofriantes bramidos. Destruyen los
tréboles de cuatro hojas nacidos esa noche, y en su
presencia, volando al resplandor de las hogueras, es
señal de grandes desgracias. Ni las Anjanas tienen
poder ante sus galopadas y sólo podrá conjurarlas
la planta llamada verbena y yerbuca de San Juan,
planta sagrada que ahuyenta los males.
Trastolillo
Duendecillo alocado, enredador y burlón, que vive
en las moradas de los hombres; cubierto de pelusa,
tiene rabuco y cuernos chiquitines, siendo su
principal afición cerner la harina fuera de la
artesa, claro, por lo que también recibe el nombre
de "Diablillo Cernedor". Otras de sus travesuras
preferidas son beber la leche, aflojar las tarabillas
los días de viento y requemar los guisos. Luego, muy
hipócrita, finge lamentarse por el estropicio que ha
causado.

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