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derecho... ELENA.- No.

PEDRO.- ¡Usted no tiene derechos, señor! ¡Los ha perdido PEDRO.- ¿Lo ves? Ni siquiera sabes dónde anda.
todos! Nada tiene que reclamar, sino arrodillarse, pedir perdón ELENA.- Dijo que iba al discotec con unos amigos.
y aceptar el castigo que se merece. Elena hizo muy mal en PEDRO.- ¡Discotec! jYa no saben poner los nombres en
solaparlo a usted, y en vez de que usted lo agradeciera, abusó español a las cosas! (Sale)
de la bondad de su madre. Todas las noches se repetía la
misma escena, y no digas que no: a las once, a las doce, a las ESCENA HI
tres de la mañana; pero nunca antes de las nueve. ¡Siempre ELENA.- Felipe, hijo.
tarde! ¡Todas las noches de vago! Usted divirtiéndose a sus FELIPE.- ¿Qué? ¿Qué quiere?
anchas, mientras su madre vigilaba la ventana para ver si el ELENA.- Tómate esta lechita, anda.
señor hacía el favor de volver a la casa. Todas las noches ella FELIPE.- ¡Ay! ¡Qué lata!
lloraba en silencio mientras el hijo se pervertía. Todas las ELENA.- Y será mejor que te levantes porque ya no tarda
noches yo la veía sufrir y terminaba haciéndole la misma en llegar tu papá.
pregunta: FELIPE.- Tengo mucho sueño todavía.
ELENA.- Ni modo, quien te manda irte de parranda.
ESCENA II FELIPE.- ¿Cuál parranda? Era un parí decente, mami.
PEDRO.- ¿Sigues despierta? Estoy desvelado, eso es todo.
ELENA.- No puedo estar tranquila. Son las tres de la ELENA.- Me dijiste que irías a un discotec.
mañana. FELIPE.- Por eso, o sea que la fiesta fue con disco y todo.
PEDRO.- Tú tienes la culpa. Lo consientes demasiado. Pusieron unos bailes como de este porte, con un sonido
Duérmete, ya llegará. ¡súper!.
ELENA.- Me voy a hacer un té, ¿Quieres? ELENA.- Ándale pues tómate tu lechita.
PEDRO.- No. FELIPE.- Con ésta me va a dar más sueño.
ELENA.- ¿Qué vas a hacer? ELENA.- Luego te bañas con agua fría y despiertas (Pausa)
PEDRO.- Voy a salir a buscarlo. Si tú no has podido ¿Qué te dijo tu papá?
meterlo al orden, tendré que hacerlo yo, pero a mi modo. Ya FELIPE.- Me regañó nomás.
acabó de hartarme ese vago sin oficio. ELENA.- Sí, pero que te dijo.
ELENA.- Me pidió permiso. FELIPE.- Que me va a poner a trabajar para que me haga
PEDRO.- ¡No lo defiendas! responsable.
ELENA.- Es cierto. Me dijo que estaría con unos amigos. ELENA.- ¿Y la escuela?
PEDRO.- Te avisó, no te pidió permiso. FELIPE.- Dijo que tengo mucho tiempo libre, y que el ocio
ELENA.- Bueno, él me lo dijo como... es el padre de los vicios.
PEDRO.- ¡Debió pedirte permiso! ¡Tú no estás pintada ni ELENA.- Levántate pues, y métete a la regadera.
eres la criada! Tienes que imponer tu autoridad, caray.
ELENA.- No lo hace adrede. El cree que con eso es ESCENA IV
suficiente. En el taller mecánico. ^t^ ,0.^6o<^^'cs>.
PEDRO.- Mira, mejor no le sigas porque vamos a terminar PEDRO.- Mire, Don Esteban, mi chamaco no tiene ningu- ¿ta.

de pleito tú y yo. Yo le voy a hacer entender, si no le entran experiencia, pero habrá algo^ en que le^pueda ayudan^
razones, a chicotazos. Veremos si no se corrige, ya me colmó ""ESTEBAN.- Si, sí, profesor j^pero' quiero serle franco: yo no
la paciencia. podría darle un sueldo, el taller apenas me deja para el chivos
ELENA.- Ya no debe tardar. Lo único que puede ayudarle un poco, digo, son las propinas
PEDRO.- Voy a traerlo. ¿Sabes la dirección?

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