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Biografía de

Segundo Cueva
Celi.

Destacado músico y
compositor nacido en Loja
el 10 de Enero de 1901, hijo
del Dr. Juan Cueva García
y de la Sra. Zoila Filomena
Celi Castro.
Tenía sólo cinco años de
edad cuando empezó a
recibir sus primeras clases
de música como alumno del
sacerdote franciscano
Antonio Vega, quien era
profesor titulado de
música. Luego ingresó a la
escuela de los Hermanos
Cristianos, donde su
director, el Hermano
Antonino, le ayudó a
desarrollar su vocación.
Tres años más tarde ya
tocaba con habilidad
sorprendente sencillas
piezas religiosas en la
iglesia de San Francisco, en
Loja, donde maravilló a la
gente que lo contemplaba
admirada a pesar de que
apenas alcanzaba el teclado
y los pedales del gran
órgano de la iglesia.
Fue profesor de canto de
varias escuelas fiscales de
Loja; fundó el Centro
Cultural Independencia;
fue miembro fundador de
la Casa de la Cultura,
núcleo de Loja; y prestó
sus servicios en la Escuela
Superior de Música de la
Universidad Estatal de su
ciudad.

Fue autor de música seria,


clásica y popular, y
musicalizó los versos de los
más notables poetas
nacionales; tal es el caso de
los pasillos «Para Tus
Ojos», «Corazón que no
Olvida», «Pequeña
Ciudadana», «Vaso de
Lágrimas», «Para
Llamarte Mía», «Olvida
Corazón», y muchas más.

Su talento musical fue


reconocido y premiado por
el país en varias ocasiones.
El gobierno del Dr. Camilo
Ponce Enríquez le otorgó la
Medalla Al Mérito en el
grado de Caballero; el
Ministerio de Educación le
dio su Medalla de Primera
Clase; la Universidad de
Loja, al igual que el
Municipio de su ciudad, lo
condecoró dos veces; y
también lo fue por la FEUE
de Loja y los colegios
Bernardo Valdivieso y La
Dolorosa.

El maestro Segundo Cueva


Celi murió en Quito el 17
de abril de 1969.
Biografía de
Medardo Angel
Silva

Medardo Ángel Silva


(Guayaquil, 8 de junio de
1898 – Ibídem, 10 de junio
de 1919) fue un escritor,
poeta, músico y compositor
ecuatoriano,
considerándose el mayor
representante del
modernismo en la poesía
ecuatoriana, perteneciente
a la llamada Generación
decapitada Medardo Ángel
Silva, nació en Guayaquil
el 8 de junio de 1898,
descendiente de una familia
de músicos, su padre fue
pianista y afinador de
pianos, don Enrique Silva,
su madre fue doña
Mariana Rodas Moreira.
Estudió la primaria en la
Filantrópica e inició la
secundaria a los 11 años en
el Colegio Nacional Vicente
Rocafuerte. Debido a
distintas circunstancias
abandona sus estudios y
empieza a trabajar en
imprentas, asimismo como
profesor secundario. Vivió
en la casa de sus padres
junto a Ángela Carrión
Vallejo, con quien tuvo a su
única hija, María Mercedes
Cleofé Silva Carrión.
Desde temprana edad
escribe versos que envía a
periódicos locales, sin
embargo, tuvo que esperar
algún tiempo ver
publicados sus escritos, fue
en la revista literaria Juan
Montalvo que tiene su
primera aparición pública;
en adelante su carrera
sería imparable, se dio a
conocer en los círculos
literarios hasta merecer el
respeto y la admiración de
poetas, escritores,
periodistas, entre otros, con
los que mantenía amistad y
correspondencia.

La poesía no fue el único


género literario que
Medardo Ángel Silva
desarrolló; fue cronista,
narrador, editor, crítico,
publicista y músico. Sobre
esta última, recuerdan sus
amigos que interpretaba
magníficamente una
pianola Playotone ubicada
en una habitación del
diario El Telégrafo donde
trabajaba.

Entre sus obras se


encuentran El árbol del
bien y del mal editada por
él mismo, la novela 'María
Jesús' publicada en el
folletín de El Telégrafo,
ensayos, crónicas de la
ciudad de Guayaquil y
distintas colaboraciones
realizadas que se
publicaron en revistas
nacionales e
internacionales como "La
idea, Vida intelectual y
Caricatura de Quito;
Helios, La pluma,
Variedades, Anarkos,
Ciencias y letras,
Melpómene, Juveniles,
Ariel, La ilustración de
Guayaquil"; 'Colónida' de
Lima, 'Nosotros' de Buenos
Aires, 'Cervantes' de
Madrid, etc. También fue
director de las revistas
Ateneo, España, Patria y
Renacimiento. Con quince
años funda su propia
revista llamada "El
Mosquito".

En 1919 pasa a ser


redactor literario en el
diario El Telégrafo, el de
mayor circulación del país,
allí prepara la sección "Los
jueves literarios" y
también su columna "Al
pasar" bajo el pseudónimo
Jean d'Agrève, nombre
perteneciente al de una
novela del Vizconde de
Vogue (Niza, 1848-París,
1910), escritor que logró
fama con esa obra,
publicada en 1898. Para
esa época Medardo Ángel
Silva ya tenía experiencia
suficiente como redactor
literario, director
encargado de revistas
literarias, cronista;
preparaba además la
publicación de dos libros,
uno con poemas y otro con
ensayos.
Dos días después de
cumplir los 21 años, el 10
de junio de 1919, el ya
reconocido poeta toma la
decisión fatal de acabar
con su vida. Según las
noticias de la época, va a
visitar a la que en ese
entonces era su ex-
enamorada Rosa Amada
Villegas y en su presencia
se quita la vida. De lo
acontecido aquella noche
sabemos poco y es por eso
que en el imaginario
popular se han creado
varias hipótesis sustentadas
por aquel poema que el
escritor dedicara a su
amada y que se mantiene
aún en la memoria del
pueblo convertido en
pasillo "El alma en los
labios".

Él dijo que me amaba,


tendría yo entonces entre
14 y 15 años, muy joven,
escasa experiencia,
fácilmente sugestionable.
Fuimos enamorados corto
tiempo; si yo lo hubiera
amado realmente jamás
habría sido feliz a su lado.

Testimonio de Rosa
Amada Villegas Medardo
Ángel Silva fue un
importante cronista. Sobre
todo de la noche
guayaquileña, que describe
en crónicas que publicó
entre 1917 y 1919 en las
revistas Ilustración, Patria
y diario El Telégrafo. Al
igual que periodistas y
escritores de entonces,
Silva firmaba sus crónicas
con seudónimo. El de él era
Jean d’Agreve.

En las crónicas La ciudad


nocturna -diario El
Telégrafo, abril de 1919-
retrata al Guayaquil
bohemio y marginal. Es
cuando Silva confiesa que
su vida recién comienza a
medianoche:
Horas del prostíbulo y
del garito colmado de
carne lacerada y almas
feas; horas del puñal
asesino y la serenata...
Medardo Ángel Silva

Casas sucias y estrechas,


escenario de La tristeza del
burdel, donde describe con
realismo a las prostitutas
de la calle Machala:

Esas hembras
ignorantes, de mejillas
chupadas en que el colorete
pone la ironía de una rosa
en los pómulos de una
calavera: y sus cuerpos
flácidos que magulló el
vicio; y los cabellos
apelmazados por las grasas
olorosas; y los vestidos de
colores chillones y
elegancia cursi,
provocativas y canallas,
exhalando un tufo a olores
baratos... Medardo Ángel
Silva
En la actualidad pervive
ese ambiente callejero de
mujeres de sexo tarifado
bajo portales de las casas
de citas. Silva también
describe escenarios donde
se afincaba el vicio en
Fumadero de opio. Esos
antros estaban ubicados en
Escobedo, la calle maldita
de esa época:

Sobre las esteras, poco a


poco se van percibiendo los
cuerpos tendidos. Hay
hasta nueve fumadores. El
olor del veneno satura la
pieza. Medardo Ángel Silva

Fernando Checa Montúfar,


autor de El Extra: las
marcas de la infamia.
Aproximaciones de la
prensa sensacionalista,
opina que en estas crónicas
de Medardo Ángel Silva
aparece “ese lado grotesco
y abyecto de la ciudad, el
lado del vicio y de las bajas
pasiones”. Obviamente en
otras resalta la cara más
visible de Guayaquil y su
gente: el heladero
ambulante, el parque
Bolívar –Seminario–,
donde añora a su primera
novia, la que le escribía
cartas de amor copiabas de
El secretario de los
amantes. Silva, casi todas
las noches, frecuentaba el
parque. Se reunía con un
grupo de bohemios, según
Raúl Chávez González en
El Universo (Guayaquil)
del 6 de noviembre de
1950.
MuerteTumba de Silva,
compartida con su madre.

Es imposible olvidar al
poeta que se enamoró de
Rosa Amada Villegas, de
14 años, que vivía en El
Morro 704 entre Bolívar y
Quisquís (Rumichaca
entre V.M. Rendón y
Quisquís).
Pero Silva tuvo otro amor:
Ángela Carrión Vallejo,
muchacha a quien su
madre, Mariana Rodas,
acogió a pedido de unas
monjas. Viviendo bajo el
mismo techo –en 1919–
nació María Mercedes
Silva Carrión, única hija
del vate, quien murió el 9
de agosto de 1981.La
trágica muerte del poeta,
en cambio, ocurrió el 10 de
junio de 1919, dos días
después de cumplir 21
años. Ese día fatal, por la
tarde, vistió traje negro,
zapatos de charol, bastón,
corbata de seda negra y fue
a casa de su Rosa Amada
Villegas. Allí se suicidó de
un disparo en la cabeza.

En el parque San Agustín,


cerca al sitio de su muerte,
está el monumento en su
memoria. En el Cementerio
General –ingresando por la
puerta dos–, Silva duerme
en su tumba que luce
olvidada, acompañado de
restos mortales de su
madre.Nadie olvida El
alma en los labios, que
según la leyenda escribió a
pocos días de suicidarse, a
mano y con tinta roja. Los
versos que dedicó a Rosa
Amada Villegas son
cantados como pasillo.

Cuando de nuestro
amor, la llama
apasionada, /dentro tu
pecho amante, contemples
ya extinguida; / ya que solo
por ti la vida me es
amada, / el día en que me
faltes, me arrancaré la
vida.

Siendo Rosa Villegas el


centro de atención después
del suicidio del poeta
Guayaquileño Medardo
Ángel Silva; acosada por
vecinos, amigos y medios
de comunicación para
conocer la verdad, aparece
el testimonio de la mujer
que despertó un amor
desbordante en aquellos
años frágiles del poeta
suicida.

“El dijo que me amaba,


tendría yo entonces entre
14 y 15 años, muy joven,
escasa experiencia,
fácilmente sugestionable.
Fuimos enamorados corto
tiempo; si yo lo hubiera
amado realmente jamás
habría sido feliz a su
lado… Decidí terminar
tales relaciones. Él insistió
muchas veces en reanudar
aquello. Me lesiona tratar
(el asunto de El alma en los
labios) esa letra me la envió
después de haber
terminado nuestro
enamoramiento, él insistió
constantemente; era un
manuscrito en tinta roja”.

En la reconstrucción de la
escena del suicidio, Adolfo
Simmonds revela el propio
testimonio del poeta
guayaquileño. Se asegura
que a las 08h30 de la noche
del 10 de junio de 1919,
Medardo Ángel Silva llegó
algo trastornado a la casa
de Amada Villegas. Se
afirma que minutos antes
había vaciado el revólver
en su casa y le había puesto
una sola cápsula. La forma
como se presenta la escena
del crimen, demuestra la
preparación consciente del
hecho que iba a suceder.
Dice textualmente Adolfo
Simmons lo siguiente:

Después de unos minutos


de charla con la chiquilla y
con la madre, pidió
permiso a la señora para
hablar a solas con Rosa
Amada. En la sala, él le
indicó dónde debía
sentarse, les esperaba una
poltrona. Silva le dijo 4
veces “acércate más y
atiéndeme cinco minutos” y
como era la cuarta
insistencia y cuando ella se
disponía a acercarse se oyó
una detonación. El poeta
había muerto”. Más allá
del suicidio del poeta
guayaquileño, de los
acontecimientos previos a
su muerte, lo que
realmente merece ser
analizado es la capacidad
creativa de este escritor,
dueño de una sensibilidad,
tejida dentro de los
esquemas del romanticismo
y con un acercamiento a los
caudales que venían de
norte a sur, con la marcada
influencia de Rubén Darío.
Hoy nos queda “Alma en
los labios” en la entonación
de un pasillo que todavía lo
cantan los jóvenes en
momentos de nostalgia.
Adolfo Simmonds.

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