Está en la página 1de 82

CICATRIZ

CICATRIZ

Mia Joya Torres


©Mia Joya Torres, [2023]

ISBN-13: [70643704-7]

Impreso por [DIVINO SAGRADO CORAZÓN DEJESÚS]

Todos los derechos reservados.


Dedicado a todos aquellas personas que aprendieron a vivir con grietas.

Yuvana Lizana 1957-2022


PRESENTACIÓN
Inspirada en una historia real

¿Qué ocurre cuando todos tus planes se desvanecen? ¿Qué sucede


cuando estás tan perdida que no sabes hacia dónde dirigir tus
pasos?
Dicen que los momentos que realmente te marcan, son los que te
llevan a elegir el camino a seguir y Leah sabe de eso.

La vida de Leah Sanz transcurría junto a su padre y su hermano


luego de la muerte de su madre, parecía que todo volvía a la
normalidad. El destino, sin embargo, le reservaba un duro golpe
cuando descubre un gran secreto.

6
ÍNDICE

Junio 1975
Octubre 1975
Febrero 1976
Marzo 1976
Agosto 1976
Febrero 1977
Junio 1978
Noviembre 1978
Mayo 1980
Marzo 1981
Junio 1982
Octubre 1984
Febrero 1987
Abril 1988
Agosto 1993
Marzo 1994
Septiembre 2000
Marzo 2022
Epílogo
Sobre el autor
Agradecimientos
8
Mia Joya Torres Cicatriz

Julio 1975

La fuerte brisa sacudió los árboles; las aves dejaron de


cantar; el cielo se tornó gris, las gotas de lluvias eran frías,
vacías e infinitas. Caían, caían y siguen cayendo.

-Leah
Desperté de todos los pensamientos que me mantenían
absorta en ese momento. Estaba frente a ella, frente a su
tumba, habían pasado seis años desde su partida. Seis años
sin abrazarla, sin oír su contagiosa risa, sin verla en aquella
máquina cosiendo, sin esperar ansiosamente que llegara del
trabajo, sin poder decirle lo mucho que la amaba.
-¿Algún día la volveremos a ver? ¿A mamá?
-Ven aquí Richi- lo tomé del brazo y lo traje hacia mi.
-Si el cielo es real, como algunos dicen, podría ser que sí.
No estaba segura de lo que decía, pero él era solo un niño de
diez años, no necesitaba ser atormentado con cuestiones de la
vida, mucho menos de la muerte. Mamá falleció cuando él
tenía cuatro, los recuerdos que tenía de ella eran vagos y
fugaces; cómo cualquier otro niño de su edad hacía muchas
9
preguntas, como hermana mayor respondía lo que sabía, y lo
que no, me lo inventaba; lo único que quería era verlo
sonreír, lo quería con todo mi ser. Cumpliría la promesa que
le hice a mamá, siempre cuidar de él.

Dejé una rosa sobre su tumba. Agarré la mano de Richie y


nos encaminamos hacía donde se encontraba papá. Él estaba
de pie al otro extremo, tenía la mirada fija, vacía y pensativa;
llevaba un cigarrillo en la mano; él tenía una forma peculiar
de fumar, solo le daba un par de caladas y lo apagaba.
Papá era un hombre magnánimo, reservado, trabajador de
sacrificio y mi persona favorita en todo el mundo, siempre lo
había sido. La muerte de mamá había sido para él como si le
quitaran una parte de sí mismo, yo había sido testigo del
amor que ambos se profesaban. A pesar de eso, siguió
adelante, trabajando, cuidándonos, trató de ocultar el dolor,
pero pude verlo en su mirada, el brillo de sus ojos ya no
estaba.
-Papá, ya dejamos las rosas- interrumpí sus pensamientos.
-Bien cielito, ya debemos regresar a casa.
Los tres nos dirigimos a la salida del cementerio, nuestra casa
no se encontraba muy lejos, así que decidimos caminar. Nos
internamos entre unas calles estrechas. En algunos barrios,
por donde pasamos, habían casas que tenían televisor y
dejaban las puertas abiertas para que los niños pudiesen
reunirse fuera y verla un rato. Cruzamos la calle principal, la
cual estaba más transitada por ser fin de semana, pasamos
frente a la pastelería de doña Elena y don German, ahí
descansamos un rato mientras saboreamos un encanelado que
papá nos había comprado.

10
Después de aquel corto refrigerio seguimos nuestro camino,
pasamos por otra tienda en donde el dueño era un conocido
de papá, don Miguel, él cuál al vernos nos saludó
dedicandonos media sonrisa. Finalmente llegamos a casa.
Vivíamos en un edificio verdoso de seis pisos, ubicado en
una esquina.
El ascensorista al vernos pidió el ascensor. Era un hombre de
estatura media, vestía siempre una leva negra con cinco
botones grandes y brillantes, un antiguo gorro y zapatos
negros. Siempre llevaba una expresión neutra, detuvo el
ascensor en el cuarto piso.
Le dijimos adiós y papá sacó la llave del bolsillo de su abrigo
negro que llevababa y entramos al piso. Oí una voz
procedente del salón.
-Robert, cariño, por fin llegas -mencionó la mujer
dirigiéndose solo a mi padre.
Se llamaba Agnes, una mujer complicada, de temperamento
desigual. Ella y papá llevaban saliendo ocho meses. No sabía
dónde la había conocido, ni por qué se había enamorado, ni
siquiera sabía si sus sentimientos hacia ella eran reales. Todo
parecía simplemente necesidad, la necesidad de algún
acompañamiento. Luego de cuatro años de la pérdida de
mamá, decidió ponerle fin a su duelo. No lo culpaba,
imaginaba la soledad que pudo haber sentido. Al inicio fue
difícil para él, más aún por el hecho de que la pérdida no
venía porque a mis padres se les había acabado el amor, sino
que no pudieron seguir con la historia porque se les arrebató
el amor.

11
-Agnes, no esperaba que llegarás temprano. Acabamos de
llegar del cementerio, hoy se cumplen seis años desde que-
mencionó papá antes de ser interrumpido
-Falleció ella, claro. ¿Qué te parece si hoy salimos a cenar tú
y yo?
No tenía ganas de presenciar la escena, así que me escabullí
por el pasillo y corrí a encerrarme a mi habitación. Una siesta
era lo que necesitaba, para olvidar todo por un rato.

12
Mia Joya Torres Cicatriz

Octubre 1975

Cuando llegué, mis amigas ya estaban en clase.


-¡Leah!, ya imaginaba que no podrías faltar hoy que tenemos
ensayo.
-Que bien me conoces Becky-expliqué el motivo de mi
tardanza-A mi hermano le dolía el estómago y decidí
quedarme con él hasta que se le pasara.
Becky, sin duda era una de las chicas más guapas del salón,
con su pelo largo, negro como el carbón, y sus ojos oscuros.
Ella junto a Anna eran mis amigas más cercanas. Anna
también era muy bonita, tenía el cabello castaño y rizado,
mejillas rosadas y una figura delgada.
Estudiaba en un colegio únicamente para mujeres. Estar ahí
no implicaba un punto medio, o la odiabas por no tener
hombres cerca, o la amabas por aprender a entender a las
mujeres como nunca.
Las horas pasarón entre clase y clase, hasta que llegó el curso
de danza. Me tocó interpretar un rol masculino, supuse que
mi cabello corto había ayudado esa elección.

13
Al no haber hombres, varias de las mujeres debían interpretar
su papel en los festivales.
El baile se me daba muy bien, aprendía los pasos y las
coreografías con rapidez, luego solo tenía que danzar y sentir
la música. Había llevado clases de Flamenco y Marinera
anteriormente.
Me gustaba eso, entender la cultura detrás de cada baile,
sentir la música y dejar que las notas recorran todo mi cuerpo
para hacerme parte de ese momento.
Durante el recreo todas las chicas nos reunimos, Harper tenía
algo que contarnos, no era de mi santa devoción, siempre
presumía y quería convencer a todos de lo mayor e ingeniosa
que era.
-No creerán lo que me pasó-nos dijo- Esta mañana, en el
autobús, yo llevaba puesto mi abrigo nuevo color burdeos y
se sentó a mi lado un policía. Era guapo, pero muy mayor,
como estarán suponiendo, comencé a notar su brazo.
-¿Qué le pasaba al brazo?- preguntó Anna
-Pues que comenzó a pasarlo por detrás de mí. Estaba claro
que no iba admitir una cosa así de un policía, así que le dije
“El brazo de la ley puede que sea largo, pero a veces que
quiere alargarse demasiado”
Todas nos reímos, aunque en el fondo me pregunté
malignamente dónde habría oído aquello Harper.
Al terminar las clases, regresaba junto a Becky y Anna. Nos
dirigimos hacía nuestras casas.
Becky se quedó de pie frente a una pared de anuncios.
-Se me ocurre una idea.-mencionó mientras ampliaba su
sonrisa.

14
-Cada vez que mencionas eso, solo puede tratarse de algo
descabellado.- dijo Anna.

Dirigí mi vista al letrero que Becky miraba específicamente,


"Se solicita niñera”.
-Creo que me hago una idea de lo que estás pensando -ambas
intercambiamos miradas.
La dirección solicitada quedaba a una calle de donde nos
encontrábamos. Luego de armar el plan, nos dirigimos hacía
el edificio.
Las paredes estaban cubiertas de un empapelado de flores,
me dirigí hacía el cuarto piso, tal y cómo indicaba el anuncio.
Llamé a la puerta dos veces, luego de un rato, abrió una
señora, llevaba puesto una camisa rosada y unos pantalones
azules de mezclilla, tenía el cabello amarrado en un moño.
Aparentaba unos cuarenta.
-Seguro viene por el anuncio-dijo.
-Buen día señora, tiene usted razón, hace mucho estoy
buscando un trabajo para comenzar a ahorrar dinero. Lo
necesito para ayudar a mis padres con mis estudios y su
anuncio fue como caído del cielo para mí.
-Ya veo, puede pasar.
La pieza no tenía nada de particular. El mobiliario, decrépito,
de madera clara, se componía de un sofá enorme, de respaldo
curvado, una mesa ovalada colocada ante el sofá, un tocador
con espejo,varias sillas adosadas a las paredes. Tomé asiento
en el sofá luego de que me lo indicara.
-Y dígame jovencita, ¿Cuál es su nombre?
-Leah, mi nombre es Leah.
-Se ve joven ¿Cuántos años tienes?
15
-Quince años señora, pero sé cómo cuidar a un niño, tengo un
hermano.
Luego de unas cuantas preguntas, hicimos un trato. Cuidaría
a su hijo de lunes a viernes luego de clases.
-Sería posible conocer antes a su pequeño?- me atreví a decir.
-Claro, está en su habitación, voy a traerlo.
Mi sonrisa se amplió, cuando se levantó y se dirigió al pasillo
Agarré mi mochila y salí corriendo de la pieza. Bajé las
escaleras cuán rápido pude, en el primer piso me esperaban
Anna y Becky.
-¡Corran!- exclamé.

16
Mia Joya Torres Cicatriz

Febrero 1976

Era sábado por la mañana, el sol entró a través de las


cortinas a medio echar y dibujó pequeños círculos vibrantes
en el techo. La luz inundó hasta el último rincón de la
habitación. Una luz brillante que logró cegarme unos
instantes. Me senté en la cama, con las sábanas hechas un
ovillo, sintiéndome descansada por primera vez en mucho
tiempo. Permanecí contemplándome en el espejo un
momento luego me vestí y me dirigí a la sala.
Papá se encontraba en uno de los sillones, con la cabeza
sumergida en el periódico.
-Buenos días, papá.
-¡Oh, Buenos días, cielito!-me respondió con una sonrisa.
-¿Alguna noticia interesante?- dije mientras me sentaba a su
lado.
-Lo mismo de siempre, y al parecer la ONU ha sancionado un
cese de fuego entre Israel y Siria.
Me quedé pensando en la noticia, me preguntaba si existiría
un medio para librar a los seres humanos de las amenazas de
17
las guerras, de canalizar toda su agresividad y armarlo contra
sus instintos de odio y destrucción.
-¿Y Richie aún no se despierta?-Intenté cambiar el tema.
Papá negó moviendo la cabeza.
-Podrías despertarlo-mencionó-ya se hace tarde y debemos
desayunar.-respondió.
Toqué la puerta de su habitación, al no recibir respuesta
decidí pasar. Richie seguía dormido, envuelto entre las
sábanas.
Me senté al borde de su cama, lo contemplé por unos
minutos, luego tiré lentamente de uno de sus brazos.
-Richie, despierta.
Poco a poco fue abriendo los ojos.
-Buenos días Leah-dijo con un tono dulce-¿Qué hay para
desayunar?
-Pequeño glotón, primero alistate.
Salí de la habitación, luego de diez minutos los tres nos
encontrábamos en la mesa tomando desayuno. Papá nos
hablaba de su trabajo mientras untaba un baguette con
manteca. Estaba agradecida, agradecida de tenerlos a ambos,
de estos pequeños momentos en familia.
Terminamos de desayunar, Richie estaba en la cocina
lavando los platos. Yo me encargaría de limpiar la sala así
que fuí por mi radio. Fuí cambiando de estación a estación,
hasta que reconocí una de los Bee Gees.

♫Ah, ha, ha, ha, stayin' alive, stayin' alive


Ah, ha, ha, ha, stayin' alive♫

18
Dejé que mi cuerpo se moviera al ritmo de la música, me
encontré girando alrededor de la sala mientras sostenía la
escoba con una de mis manos. Hasta que llamaron a la puerta.

Siempre hay un primer paso. Ese que nos pone en camino y


marca todos los que vendrán después. El que se convierte en
brújula y nos señala una dirección.
-¿Quién es?-pregunté detrás de la puerta, al no recibir
respuesta me dispuse a abrir.
Abrir esa puerta fue mi primer paso a un viaje cuyo destino
desconocía. Porque así es la vida, aleatoria, impredecible,
imposible de planificar. Y no dejas de vivirla hasta el día en
que mueres, porque ese es su verdadero destino. Su fin.
Cuando llega ese momento clave que lo cambia todo, el paso
que altera tu rumbo, lo sabes.
-Hola ¿Eres Leah?- dijo una chica pelinegra, de tez trigueña,
tenía la misma altura que yo, pero las facciones de ser mayor.
-Sí, yo soy Leah. ¿Quién eres?
-Soy tu hermana.
Mi cuerpo se congeló en ese instante. Se cortó mi respiración,
sentí un nudo en el pecho, mi cuerpo tembló como si
estuviera dentro de un congelador. Toda mi vida fue un claro
albúm de imágenes pasando en mi mente. Todo,
absolutamente todo pasó ante mis ojos. El porqué no habían
fotos mías de bebe, o el porqué no había un parecido físico
con mis padres. Todo apuntaba a que era verdad, aún así me
atreví a decir.
-¿Quién te crees para venir a mi casa y empezar a decir
falsedades?

19
-Es cierto lo que digo, nuestra madre se llama Evelyn, y
desea verte.
-Vete, porfavor ¡Vete!- grité mientras contenía las lágrimas.
-Estás alterada, volveré luego para hablar.

Desapareció de mi vista, pero sus palabras seguían sonando


en mi cabeza. Caí perdida en la desesperación, el llanto y la
impotencia de no poder hacer nada, debía aceptarlo.
Sentí la presencia de alguien, y con mi vista ardiendo intenté
descifrar de quién se trataba. Papá estaba detrás mío. No
sabía si acababa de llegar o si había presenciado todo. Al ver
su mirada supe que lo sabía. Quisó decir algo pero las
palabras no salían de su boca.
-¿Qué está pasando?-dijo Richie al llegar a la sala y verme
llorar.
Los miré a ambos y sentí el corazón partiéndose. Las
personas que más amaba.
Me encaminé hacía la puerta. Necesitaba salir de allí.
Escapar. Alejarme de todos y de mí misma.

No recuerdo cuanto tiempo pasé afuera, sentada en la banca


de un parque, perdida entre mis pensamientos. Decidí
regresar a casa antes de que se hiciera más tarde.
Entré y todo se sentía tan extraño, hace unas horas en ese
mismo lugar me habían dicho que mis padres no eran mis
padres, que mi hermano no era mi mano, que toda mi vida
había sido una mentira.
-Leah, cielo, déjame explicarte todo por favor.-suplico.

20
Papá me contó que años atrás él y mamá desearon
fervientemente tener un hijo, pero por causas de infertilidad
no pudieron. Pensaron en ir a un centro de adopción aunque
no les fue necesario. Un día iban conversando en el taxi sobre
la ilusión que les hacía el querer ser padres, el chofer escuchó
la conversación y les dijo que él tenía una bebe la cuál quería
dársela a alguién más para que cuidase de ella. Esto

emocionó a mis padres, ellos y el conductor acordaron una


fecha para reunirse. Fue ahí cuando me vieron por primera
vez, una bebe de un mes, tan pequeña e indefensa.
-¿Y quiénes son ellos? -dije refiriéndome a mis padres
biológicos.
-Tú conoces a tu padre, es el señor Miguel.
No podía creerlo, tantos años pasando por su tienda.
-Y sobre tu madre biológica nunca supe algo.
-Y si ustedes nunca pudieron tener hijos, Richie tampoco es-
-Tampoco es nuestro hijo de sangre.-me interrumpió papá.-
Pero eso no impidió que tu mamá y yo los amaramos, los
amaramos con toda el alma. Ustedes son mis hijos en todos
los sentidos que importan. Son el mejor regalo que la vida
pudo darme.
Papá también tenía los ojos húmedos, no podía culparlo, yo
había tenido una vida feliz hasta ese momento gracias a él,
me había dado hogar, alimento, educación, y lo más
importante, me había dado amor. Hundí mi rostro en su
pecho, y papá me envolvió con sus brazos. Deseaba que no
me soltara nunca, quería sentir su calor y la sensación de
seguridad.

21
Luego de almorzar, me encontraba tirada en mi cama, las
cortinas apenas dejaban entrar los últimos rayos de sol de la
tarde. Pensaba en muchas cosas, como el porqué mis padres
biológicos no me quisieron. Quizás eran personas incapaces
de asumir su responsabilidad y pensar en nadie que no fuesen
ellos mismos. El mundo estaba plagado de ellas. Seres necios
y egoístas. Me obligué a frenar esos pensamientos negativos.
De todas formas ellos no me importaban. Ojala esa chica

nunca hubiera aparecido, desde ya los odiaba, a ella y a sus


padres por arruinar mi vida.

Desperté de un sueño profundo al oír voces apresuradas y


preocupadas provenientes de la sala, era Richie estaba
gritando.
Me levanté rápidamente de la cama, sintiendo un nudo en el
estómago. Me apresuré por el pasillo hasta llegar a la sala.
Richie estaba en medio de la sala llorando.. Había una pareja
en la puerta, intentaban agarrar su mano.
-¡Esperen, por favor!-grité desesperada-¿Qué está pasando?
-Leah.-dijo Richie corriendo hacía mí, aferrándose con sus
brazos.-No dejes que me lleven. No quiero irme.
Miré a papá con confusión.
-¡Papá!¡Haz algo!-le grité.
Él seguía inmovil, con la mirada en el piso, sin hacer nada.
-¡Papá!
-¡No puedo Leah!-alzó su voz-Ellos tienen documentos,
tienen el derecho de llevárselo.
-No quiero irme.- repitió Richie con voz temblorosa.
Ahora dirigí mi mirada a él, intenté calmarlo.

22
-Lo sé pequeño. Pero recuerdas lo que te dije, siempre estaré
aquí para tí, pase lo que pase.
La mujer que lo esperaba se acercó a mí.
-No te interpongas en el camino. Esto es lo mejor para él.
Traté de mantener mis emociones bajo control mientras
sujetaba a Richie con una mano.
-Yo también sé lo que él necesita. No me detendré de hacer lo
que sea necesario para asegurarme que esté bien.
Luego se acercó su pareja con una muestra de enojo.

-Este es un asunto entre nosotros y las autoridades. No tienes


derecho a interferir.
-Tengo derecho y responsabilidad de cuidar a mi hermano-
enfaticé esto último-No dejaré que lo separen de mí sin
luchar por él.
Ambos intentaron apartar a Richie de mi lado. Me agaché
hacía él, tenía los ojos enrojecidos e hinchados. Las lágrimas
seguían cayendo por sus mejillas. Su pequeña boquita estaba
abierta, intentaba contener los sollozos, mientras su
respiración era rápida y entrecortada.
-Leah, quiero quedarme contigo.
Lo abracé con todas mis fuerzas, no quería que me viera
llorar pero no pude contenerlo. Susurré en su oído.
-Escucha pequeño, trataré la forma de solucionar esto, no
importa lo que suceda, siempre seremos hermanos. Eso nunca
cambiará.
Me alejé de él, sujetando aún sus hombros y ahora mirándolo
a los ojos.
-Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, mi
pequeño, siempre te amaré.
23
-Yo también hermanita.
Y se lo llevaron.

24
Mia Joya Torres Cicatriz

Marzo 1976

Esa mañana decidí levantarme. Habían pasado dos semanas


desde aquel día, el día que mi vida dio un giro completo. No
quise hablar con nadie, ni con papá. La tristeza pasaba sobre
mí como una manta pesada, me envolvían en una sensación
de pérdida. Mis pensamientos se volvían hacías las preguntas
sin respuesta. Sentía como si hubiera caminado por un
sendero falso. Y la sensación de haber sido engañada me
hacía sentir traicionada. En casa me encontraba sola, papá se
había quedado los primeros días hasta que tuvo que volver al
trabajo.
Durante ese tiempo estuve encerrada en mi habitación, un
refugio de paredes familiares que parecían entender mis
emociones. Sin embargo, ese día sentí la necesidad de romper
las cadenas invisibles que me mantenían prisionera de mi
propio espacio.
Me sentía como si estuviera emergiendo de un sueño largo y
oscuro, abrazando la realidad que había estado evitando.
25
Abrí la puerta y pase por el corredor, la ausencia de voces y
risas que solían llenar la casa eran notorias. Pase por las
habitación de Richie, la de papá. Me detuve frente a la

ventana. La sensación de estar sola en medio de la quietud


era abrumadora, así que fuí por mi abrigo y salí de la casa.
No supe muy bien a donde dirigirme, dejé que mis pies me
guiaran. Crucé unas calles, la vista de las tiendas y de los
edificios pasarón desapercibidos. Finalmente llegué a mi
destino, me encontraba frente a la casa de Mike.
Respiré hondo y toqué el timbre.
-Leah-dijo mientras me daba un fuerte abrazo- me
preocupaba no verte tanto tiempo. Iba a buscarte pero tu
padre dijo que lo mejor era que te dieran un tiempo para
procesarlo. Yo enserio lamento todo.
-Entonces, ya lo sabes.
-La familia lo sabe. Luego de que se llevaran a Richie y de tu
repentina desaparición, tu padre tuvo que explicar el motivo.
-Mike yo-
-Mi mamá llegará en cualquier momento. ¿Te parece si
vamos a nuestro lugar?
Mike me cogió de la mano y ambos nos dirigimos hacía
nuestro lugar secreto, un techo plano y accesible en un
edificio. Llegamos a la cima, en donde se veía gran parte del
vecindario. Y nos sentamos al borde.
-No puedo imaginar lo que debes haber sentido-dijo él.
-Todo sucedió tan de pronto-me detuve unos minuto-Me
siento muy confundida.¿Por qué no me lo dijeron antes?
-Estoy aquí para tí-dijo mientras tomaba mis manos-No
tienes que enfrentar todo esto sola.

26
Nos quedamos en silencio por un momento.
-Recuerdas el pacto que hicimos aquí mismo cuando éramos
pequeños-dijó él.

-El famoso pacto de sangre- dije mientras mi rostro dibujaba


una pequeña sonrisa-tenía once años.
-Trajiste una aguja y pinchaste nuestros dedos. Luego los
uniste y juramos que estaríamos juntos siempre.
-Y que nunca nos traicionariamos.
-Compartiriamos nuestras golosinas y aventuras más locas.
Ambos reímos
-Ese pacto sigue siendo importante para mí, sabes. Aunque ya
no necesitemos sangre ni agujas seguimos cumpliendo la
promesa de estar el uno para el otro.
Asentí y dejé de mirarlo y enfoqué mi vista en el paisaje. El
vecindario se extendía en todas las direcciones, como un
laberinto de calles, edificios y espacios verdes entrelazados.
-Sé que no es un buen momento pero-dijo Mike.
-¿Pero qué?
-Ya que no compartimos ningún lazo sanguíneo, podremos
casarnos y tener una familia sin problemas-dijo mientras su
boca se encorvaba en una sonrisa.
Durante mucho tiempo nos habían dicho que nuestros hijos
saldrían con alguna malformidad genética. Claro que eso me
ponía feliz aún así trajo a mi el sentimiento abrumador, Mike
tenía razón, no compartía lazos sanguíneos con él, ni con mis
otros primos, tíos, abuelos, ninguno de los que yo solía llamar
familia.
-Es cierto.
27
Mis palabras se vieron opacadas por los pensamientos que
empezaban a surgir, y al parecer él lo noto.
-¿Estás bien?-dijo
Mi voz se quebró mientras trataba de contener las lágrimas.

-No, no estoy bien-dije mientras sentía como un peso


inmenso oprimía mi pecho.
-Puedes hablar conmigo.
-¡Sí, quiero hablar!-grité-Pero,¿Cómo diablos explico lo que
siento? ¡Siento como si toda mi vida se hubiera ido al
infierno por mi culpa y no puedo hacer nada para detenerlo!
-Leah, escuchame, respira hondo. Nada de lo que ha pasado
es tu culpa. A veces la vida puede estar llena de cosas que no
podemos controlar.
-Mi mamá, Mike, murió por mi culpa, yo la maté.
-Tú no mataste a nadie, tu mamá estaba enferma. Le dió
derrame cerebral y eso fue inevitable.
-Pero si yo hubiese hecho caso, si hubiera obedecido y no me
hubiera ido a otro lugar ese día. Si no hubiera mandado a
Richie a comprar, y hubiera ido yo cómo me lo encargó papá
hubiera regresado rápido a casa. Mamá no se hubiera
levantado de su cama con el estado en que se encontraba y yo
hubiera sido quién habría abierto la puerta cuando llamaron el
timbre. Y tal vez ella aún seguiría aquí.
-Tu mamá te amaba y estoy seguro que no le gustaría ver
como te echas la culpa por algo que terminaría pasando de
todas formas.
-Desde que falleció llevo el peso de la culpa.Llegar a casa y
encontrarla tirada en la puerta. La imagen permanece aún en

28
mi cabeza, el momento en que la vi por última vez, cuando
llegaron los paramédicos y se la llevaron en la camilla a
emergencias. La extraño, extraño a Richie, extraño tener a
toda mi familia otra vez.
Mike me rodeó con sus brazos y dejé que mis lágrimas solo
cayeran.

29
Mia Joya Torres Cicatriz

Agosto 1976

Veía los carros pasar, viejos, nuevos. Algunos pasaban


rápidamente, dejando una estela de velocidad, mientras que
otros avanzaban a paso lento, como si disfrutaran cada
momento del camino. También veía los rostros de los
conductores, cada uno con una expresión tan distintas. Unos
lucían serenos y concentrados mientras que otros parecían
sumidos en sus pensamientos, quizás reflexionaban sobre sus
vidas o simplemente perdidos en sus rutinas diarias.
Me encontraba camino a casa en bus luego de la escuela; tan
solo quedaban cuatro meses para graduarme de secundaria.
Elegir la carrera correcta era un problema, después de todo no
estaba segura de lo que quería. Había pasado tanto.
Me partía el corazón no poder ver a Richie a diario, no cuidar
de él, no jugar con él, no responder a sus curiosas preguntas,
no poder cumplir mi rol de hermana mayor. Desde que se lo
llevaron solo lo había visto cinco veces, sus padres biológicos
mantenían clara la idea de evitar cualquier vínculo existente.

30
Tenía la esperanza de que cuando Richie cumpliera la edad
suficiente para poder tomar decisiones por su cuenta, me
buscaría.

En casa, las cosas habían cambiado. Papá y Agnes se iban a


casar, Agnes se había mudado con nosotros. A ella no le
agradaba mi presencia, eso era claro, cada que podía buscaba
una excusa para alejarme, y lo consiguió.
Sin duda el cambio más grande era que en unos meses me iría
a vivir con la mujer que me había dado a luz, una señora
rígida. Vivía en una casa rústica y tradicional junto a su hija
de diecinueve años. Ambas parecían compartir las mismas
cualidades. Verla por primera vez fue tan extraño. Al inicio
no pude asimilar la idea de tener que vivir con ellas. Aunque
en casa tampoco se sintiera como mi hogar. Amaba a papá
con toda mi alma, pero me dolió, me dolió que no luchara por
mí ni por Richie, que pudiera soltarnos tan fácilmente e
iniciar una nueva vida.
A pesar de todo no podía odiarlo, no a él.
-Buenas tardes cielito, ¿Qué tal el colegio?- dijo papá al
verme llegar
Me acerqué a él y me dio un beso en la frente.
-Buenas tardes papá, me fue bien hoy. Hubo una evaluación
sorpresa de Geografía y obtuve una buena calificación.
-Esa es mi niña.
-Voy a cambiarme el uniforme.

31
Eran las cuatro de la tarde y pedí permiso a papá para salir.
Mike me había dicho que tenía algo importante que decirme
así que nos reunimos en el parque.
-Hola Leah.
Últimamente la gente decía muchas cosas sobre Mike,
murmuraban acerca de sus malas decisiones y de las malas
influencias que había estado recibiendo.
-Hola Mike.
-He estado pensándolo y creo que debemos terminar nuestra
relación.
-Veo que tu madre al fin logró convencerte.
-Leah, no es lo mismo que antes y lo sabes. Además pronto te
irás y-
-Esta bien Mike-interrumpí-no tienes que darme
explicaciones, también pienso que es lo mejor. Cuidate.
Me di media vuelta y me dirigí por el mismo camino por el
que había venido.
Sinceramente lo que dijo no me afectó, él tenía razón. Ya no
era igual que antes, yo no era la misma de antes. Habíamos
sido enamorados desde los nueve años, un amor de la
infancia y adolescencia, estábamos a un paso de entrar a una
etapa completamente distinta. Algunas cosas necesitaban
terminar para que otras puedan iniciar.

32
Mia Joya Torres Cicatriz

Febrero 1977

Estaba rodeada de silencio y tranquilidad. Los pasillos


estaban decorados con tallas de madera de ángeles y santos, y
la luz de las velas daba un tono dorado a todo. Las monjas
caminaban con sus hábitos de color marrón claro y sus
cabezas tapadas por su capucha, en silencio y reverencia. Me
uní a las otras chicas en el coro donde cantabamos alabanzas
y rezabamos juntas. Después del canto nos dirigimos a la
capilla para la misa. Sentía como las palabras del sacerdote
resonaban en toda mi alma. Las horas pasaban, yo realizaba
mis tareas diarias en el convento. La vida era mucho más
sencilla aquí, pasar tiempo con las hermanas, cuidando el
jardín o cocinando.
No sé cómo había surgido el deseo de ser monja, pero lo
había hecho. Eran vacaciones, el colegio había terminado
hace dos meses. Me encontraba en un convento, iba todos los
días de lunes a viernes por cuatro meses. Al inicio solo
comencé asistir a la misa, iba muy seguido. Ahí fue cuando

33
conocí a una monja, quién me invitó a probar esto, dijo que
me veía vocación, y yo también lo hacía.

Siempre he escuchado que todos tenemos un propósito en la


vida, tal vez este era el mío.
Era viernes, me tocaba ayudar en la cocina. Las hermanas
que trabajaban conmigo eran amables y pacientes, siempre
estaban dispuestas a enseñarme los secretos de la cocina. Era
un trabajo humilde pero muy significativo para mí.
Luego de terminar con mis actividades me dirigí a la casa. La
casa siempre se encontraba vacía, Jude paraba en la
universidad y madre trabajaba como empleada a tiempo
completo a excepción de los domingos.
De todas formas faltaban dos semanas para poder irme,
habría un retiro definitivo para poder entrar al noviciado y yo
iba a asistir.
Tome algunas prendas sucias y empecé a lavarlas, debía de
hacer algo para no aburrirme. Estar en la casa en medio de
objetos que me eran ajenos me hacía cuestionar muchas
cosas. Tan solo esperaba que fuera lunes de nuevo.
Llamaron a la puerta, no esperaba recibir a nadie así que me
di una peinada rápida y baje hacía la puerta principal.
-Hola Leah.
Era Maxine, mi prima biológica. La había visto un par de
veces. Era una chica de mi edad, de cabellos rizados, muy
risueña y activa.
-Maxine hola. ¿Qué haces aquí?
-Venía a visitarte- anunció con una gran sonrisa
-Claro, pasa, no hay nadie.

34
Ambas subimos y nos sentamos en el sillón de tela
estampada.
-¿Has escuchado la nueva canción de los Bee Gees?

No había encendido mi radio desde hace semanas, estar en el


convento me había mantenido desactualizada de todo lo
mundano.
-No sabía que habían sacado una nueva canción. No la he
oído.
-Es todo un éxito, no para de sonar en la radio todo el día.
¿Tiene por aquí alguna radio?
-Creo que ví una en el cuarto de Jude. Iré a traerla.
Volví con una radio mediana. Maxine la encendió y cambió
de emisora hasta que la encontró,“You should be dancing”.
Era una canción muy pegadiza y terminó envolviendonos.
El cabello largo y rizado de mi prima se balanceaba y giraba
mientras daba vueltas.Yo me dejé llevar por la melodía
moviendo mis caderas y siguiendo el ritmo. Al final no
paramos de reír por nuestro pequeño show.
Maxine no era como yo creía e incluso la había pasado bien
la tarde con ella.
-Y dime Leah, la última vez que te ví dijiste que ibas al
convento ¿Sigues yendo?
-Sí, voy de lunes a viernes. En dos semanas iré a un retiro en
el que me convertiré en una novicia.
-Novicia-repitió mientras cambiaba su semblante-¿Y estás
segura de que eso es lo que quieres? Entrar ahí te privará de
muchas cosas. No podrás casarte, ni formar una familia,

35
tampoco bailar. Y hoy he visto que sabes moverte bien al
compás de la música.
No lo había pensado de esa forma, de hecho su pregunta me
dejó pensando toda la noche. No recordaba qué era lo que me
motivó a entrar, puede que lo haya sido la soledad de casa, el
sentimiento de querer pertenecer a una familia, o quizás la
vida tranquila que al fin podría llevar. ¿Realmente lo quería?
¿Sacrificaría todo para entrar al noviciado?. La respuesta
llegó a mí a mitad de la noche. No, no lo haría.

36
Mia Joya Torres Cicatriz

Junio 1978

Después de mi paso por el convento, decidí cerrar esa etapa.


Debía escoger que estudiaría. Luego de analizar todas las
opciones, terminé inclinándome por una carrera técnica,
enfermería. Tal vez el haber estado con las monjas había
desarrollado mis habilidades de cuidado y atención a los
demás. Además sería la persona presente cuando los
pacientes se sientan más vulnerables físicamente y
emocionalmente. La enfermería me brindaba la oportunidad
de ser esa figura de confianza para ellos. Otra razón que me
llevó a elegirla fue la versatilidad de la enfermería como
carrera. Sabía que podría trabajar en una variedad de entornos
de atención médica, desde hospitales hasta hogares para
ancianos.

37
Crucé los pasillos buscando mi clase. Anatomía fisiológica,
sin duda era mejor que practicar a aplicar inyecciones entre
nosotros mismos.
En el aula habían camillas y equipos médicos, como
maniquíes de entrenamiento, para practicar procedimientos y
técnicas de enfermería.
El profesor comenzó a hablar y a medida que la clase
avanzaba.

Al terminar me dirigí a “Nuevo Amanecer”, un hogar para


ancianos en el que había estado trabajando luego de terminar
mi primer ciclo.
-Buenas tardes bonita.
-Buenas tardes señora Miller.¿Cómo ha pasado la mañana?
-Oh, ha estado tranquila. Siempre es un placer verte.
Me acerqué a uno de los pasillos que me dirigía a el área de
varones. Debía ayudar con el baño a uno de ellos.
-Buenas tardes señor García ¿Está listo para su baño?
-¡Ah, querida, estás aquí para alegrarme el día!- dijo con una
sonrisa pícara.
El señor Garcia era un anciano de setenta y cinco años,
conocido por su coquetería y sentido del humor. Siempre
lograba sacarme una sonrisa.
-¿Cómo ha estado su mañana?-dije.
-Estuve pensando en que sería un día mucho mejor si
estuviera en la playa, pero estoy en buenas manos, ¿verdad?
Ambos reímos y lo ayudé a prepararse para el baño.
-Listo señor Garcia, hemos terminado¿Se siente mejor ahora?
-Mucho mejor, gracias a tí, querida. Eres un verdadero ángel

38
Después de ayudarlo a vestirse y acomodarlo en su silla. Me
dirigí al área común en el jardín.
Mis ojos se centraron en la señora Martinez, una dulce y
vivaz ancianita, que se encontraba sentada en su banco
favorito.
-Buenas tardes señora Martinez. ¿Cómo ha estado su día?
-¡Oh querida, ha sido un día maravilloso! Y todo gracias a
ese hombre encantador-dijo con una radiante sonrisa.
Dirigí mi vista en dirección a lo que estaba viendo. La
pequeña mesa de ajedrez en la que se encontraba el señor
Rodriguez.
La curiosidad me ganó.
-¿El señor Rodriguez hizo que su día fuera especial?
Ella suspiró

-¡Sí, mi querido Antonio siempre sabe como alegrarme el


día! Estuvimos hablando en el jardín esta mañana, y sus
historias y su compañía hacen que mi corazón lata más
rápido.
Siguió contándome como el señor Rodriguez siempre le
dedicaba tiempo y atención, lo que la hacía sentir especial.
Sus ojos brillaban de emoción mientras hablaba de él
-Parece que está muy enamorada del señor Rodriguez.
-No sabes cuanto querida, siento que somos dos jóvenes otras
vez.
Hablar con la señora Martinez me hizo reflexionar cómo a
pesar de los años, ambos habían encontrado una forma de
iluminar sus días en el asilo.
Trabajar ahí era una experiencia que llenaba mi corazón de
emociones encontradas y me hacía apreciar la belleza de la
39
vida en su plenitud. Cada día, al entrar el tiempo parecía
desacelerarse, era como entrar en un mundo de historias y
recuerdos.
Cada conversación, cada historia de sus vidas, es como una
joya preciosa que atesoraré siempre en mi corazón. Sus ojos
reflejan la profundidad de sus vivencias y la sabiduría
acumulada a lo largo de los años.
Claro que no todos los momentos eran muy buenos, también
era doloroso ver el deterioro de la salud y enfrentar la
realidad de que algunos de ellos se encontraban en la última
etapa de sus vidas.
Formar parte de esto me había enseñado a abrazar la belleza
de la vejez.

40
Mia Joya Torres Cicatriz

Noviembre 1978

Llegaba a casa un sábado por la tarde luego de pasar la


mañana en el asilo. Como ya era costumbre, la casa estaba
vacía. Me quité los zapatos y me tumbé sobre mi cama, me
hundí entre las almohadas y las mantas.
Cerré los ojos, esperaba poder relajarme solo unos minutos.
Y sin darme cuenta, mi mente se adentró en un sueño
profundo.
-¡Oh por Dios, la fiesta!
Salté de la cama, mis ojos buscaron el pequeño reloj que se
encontraba en la mesita de noche. Marcaba una hora mucho
más tarde de lo que pensaba.
Maxine daría una fiesta esta noche, y me había insistido en
asistir. Nuestra relación como primas había mejorado mucho,
era la única en esta familia con la que podía pasarla realmente
bien.
Me puse mi falda más bonita y nueva, una blusa blanca y
busqué los zapatos adecuados. Pasé cinco minutos en el
espejo intentando peinar mi cabello.
41
Al menos, la siesta inesperada me había dado energías para la
fiesta.
La casa de Maxine no quedaba muy lejos de la mía, pero tuve
que correr porque me encontraba tarde.
Al llegar lo primero que llamó mi atención fue ver a tanta
gente afuera, todos se encontraban bailando, las risas y la
música eran contagiosas.
Hacía tiempo no asistía a una fiesta, entré a paso lento
buscando a mi prima. Finalmente la vi entre la multitud,
saludaba a los invitados con una sonrisa radiante.
-¡Leah! Hola, que bueno que llegaste.
-Hola, no tenía idea de que iban a ver tantas personas.
-Bueno se fue un poco de las manos, chicos del barrio,
amigos.¡Espero que te diviertas!
Era emocionante estar en un ambiente tan animado. Y una
buena oportunidad para hacer nuevos amigos aquí.
Decidí pasar a la sala de la casa, la cual también estaba llena
de personas. Me acerqué a un lado de la mesa de aperitivos.
Observaba como todos bailaban.
En ese momento no lo sabes. Nunca lo sabes. Nadie reconoce
el instante que va a cambiar su vida para siempre. Solo es uno
más, que llega, pasa y todo sigue como si nada. Sin embargo
ha ocurrido. Algo ha cambiado y ya no hay vuelta atrás.

Del mismo modo que nadie reconoce a esa persona que está
destinada a cambiarte para siempre. Solo es una más, que
aparece un día, sin esperarla, y que te mira. En ese momento
no lo sabes, pero ha ocurrido algo. Unas pupilas que se
dilatan. Un soplo en la piel que hace que te erices. Una

42
mirada que se alarga. Detalles imperceptibles que atribuyes a
otras cosas, pero que son el comienzo de algo importante.
Algo que puede salvarte o hundirte. Porque hay olas que te
devuelven a tierra y otras que te arrastran al fondo del mar.

Alcé la mirada y me encontré con unos ojos negros como la


noche que me miraban con curiosidad. Abrí la boca para
contestar, pero me quedé muda intentando averiguar qué me
había preguntado. Su sonrisa se hizo más amplia y.
-Leah, te estaba buscando- interrumpió Maxine acercándose a
nosotros- Veo que conociste a John. Leah él es John, John
ella es Leah.
-Mucho gusto Leah, dijo el chico con una voz varonil.
-El gusto es mío.
-Y es aquí cuando yo me retiro, nos vemos luego primita.
Maxine se fue y volvió a dejarnos solos. Pensé en cualquier
pregunta que pudiera romper el vidrio entre ambos.
-Entonces ¿Eres amigo de Maxine?
-Sí, mis amigos y yo la conocimos hace no mucho. y tú ¿Eres
de por acá? No te había visto antes.
-Algo así. Vivo a unas cuantas calles más. Me mudé hace casi
dos años. Y de hecho soy prima de Maxine.
Y así pasamos casi toda la fiesta hablando, descubrí que tenía
veinte años, tenía once hermanos, y que pertenecía al servicio
militar, al parecer eso era muy importante para él.
Había algo en aquel chico el cual lo hacía diferente, tal vez se
trataba de su forma tan erguida o de su tono tan firme y
varonil.
La fiesta llegó a su fin. Al igual que nuestra conversación.
Me aseguró que iría a buscarme y que volveríamos a vernos.
43
Lo observé mientras se alejaba. Era alto, más de lo que me
había parecido en un primer momento, y caminaba con
zancadas largas y seguras. Me descubrí pensando que era
guapo, y no de un modo clásico, tampoco deslumbrante, sino
de una forma sencilla. Nada estudiado y sin artificios. Esa
actitud reservada que no podía esconder su sonrisa, había
llamado mi atención.

44
Mia Joya Torres Cicatriz

Mayo 1980

-John Solis recibe usted a esta mujer para ser su esposa, para
vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarla, honrarla,
consolarla, y cuidarla en salud y enfermedad, guardándole
fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?
-Sí quiero.
-Leah Sanz recibe usted a este hombre para ser su esposo,
para vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarlo,
honrarlo, consolarlo, y cuidarlo en salud y enfermedad,
guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?
Sus palabras parecieron trascender el espacio y el tiempo, y
en ese tiempo, mi corazón latió con fuerza, como si todos los
latidos de mi vida me hubieran llevado a ese. No podía
creerlo, era real, estaba a punto de casarme.
Miré a los ojos de John, su mirada llena de amor y
compromiso me inundaron de confianza.
-Sí, si quiero.

45
Acababmos de sellar nuestro compromiso, no solo en papeles
sino en nuestros corazones. Formando un lazo que nos uniría
en un viaje de por vida.

En el pequeño salón se encontraban solo nuestras personas


más cercanas, por mi lado se encontraba papá, que le había
dado su bendición a mi prometido. Por el lado de John
estaban presentes sus padres y dos de sus hermanos. Mi
madre no había asistido, John no era de su agrado. Creía que
podía conseguir a alguien de mejor familia y situación
ecónomica. Se enfadó cuando le dije que estaba con él y
mucho más cuando le dije que nos casaríamos. Pero mi
madre no era alguien quién pudiera opinar sobre mi vida; si
bien no la odiaba, ya que de alguna forma le había tomado un
pequeño aprecio; yo tenía veinte años, podía elegir sobre mi
vida, era una adulta, y amaba a John, lo amaba tanto. Él me
hacía feliz.

John y yo iniciariamos nuestra vida juntos. Nos mudaríamos


a su casa familiar. Nos darían una habitación propia para
ambos.
Nos despedimos de los presentes.
-Cielito,te has convertido en una mujer, fuerte, inteligente y
amorosa, y estoy orgulloso de la persona que eres. Antes de
que te vayas quiero decirte que el amor que sientes por tu
esposo y que el amor que él siente por tí son tesoros
invaluables. El matrimonio es un viaje lleno de altiplanos,
pero con amor, comprensión y paciencia, podrán superar
cualquier obstáculo. Mantén siempre viva la chispa del amor.

46
Papá me tomó la cara con sus dos manos acercando mi frente
a sus labios
-Te amo cielito.

John me tomó de la mano y juntos salimos del salón.

-¿Estás lista amor?- me dijo John con esa voz que siempre
me brindaba confianza y seguridad.
-Lo estoy.

47
Mia Joya Torres Cicatriz

Marzo 1981

Abrí los ojos, estaba rodeada de paredes blancas, las luces


fluorescentes parpadeaban suavemente. El sonido de las
máquinas médicas, monitoreaban el ritmo cardiaco de mi
bebe. Las contracciones iban y venían. Volví a cerrar los ojos
y respiraba profundamente, tratando de concentrarme en cada
inhalación y exhalación. Los médicos se movían alrededor de
la habitación asegurándose de que todo estuviera listo.
Llevaba la frente perlada de sudor pero a pesar del dolor y la
intensidad de las contracciones, mi corazón latía muy rápido,
estaba a punto de conocer a nuestro pequeño milagro.
-Es un niño -dijo una de las enfermeras.
Lo envolvieron en una manta y lo pusieron sobre mis brazos.
No pude contener las lágrimas. Era el momento perfecto,
sostenía en mis brazos a mi hijo, se veía tan pequeño y frágil.
Su piel era tersa como la del pétalo de una flor, con pequeñas
venas azules apenas visibles en sus manos y en sus pies
diminutos. Su cabecita estaba coronada por un mechón de
cabello fino. Sus deditos minúsculos y arrugados se aferraron

48
inconscientemente a mi mano que lo sostenía, como si desde
ya me reconociera

49
Mia Joya Torres Cicatriz

Junio 1982

La luz del sol se filtró suavemente a través de las cortinas.


Me encontraba en casa, sentada en uno de los muebles
tejiendo un par de medias pequeñas. Estaba en la espera de
mi segundo hijo, la noticia nos había llenado de alegría,
nuestra familia iba creciendo poco a poco. Al lado mío se
encontraba Loui durmiendo en un coche el cual iba meciendo
de rato en rato. John no se encontraba en casa, su trabajo en
el servicio lo mantenía ocupado la mayoría del tiempo, lo
mandaban a distintos lugares a menudo. Lo extrañaba. Con la
espera de mi bebe, no he salido mucho de casa. Papá se
emocionó con la noticia, él seguía casado con Agnes. Mi
hermanito pequeño ya no era tan pequeño. Richie era todo un
adolescente, tenía dieciséis años y nos habíamos visto un par
de veces. Cuando sostuvo a Loui por primera vez, no pude
evitar recordar cuando yo lo hacía con él.

50
No había visto a Maxine desde hace tiempo pero supe que
también esperaba un hijo. Mi madre seguía trabajando como
empleada. Jude estaba a punto de finalizar su carrera.
Yo había dejado de ejercer mi trabajo como enfermera
técnica hace tiempo. De vez en cuando, añoraba levantarme
temprano para ir a estudiar o trabajar en el hogar para
adultos mayores. Hasta que veía a mi pequeño Loui, no me
arrepentía de ninguna de mis decisiones.
La puerta se abrió, y escuché los pasos que ya conocía.
-¿Cómo están mis dos amores?-dijo John.
-John llegaste a casa -dejé a un lado mi tejido y corrí a
abrazarlo-¿Qué tal tu día? ¿Qué tuviste que hacer hoy?
-Ha sido muy agotador pero tengo una noticia.
-¿Qué pasó? ¿Todo está bien?
-Me han mandado a otra ciudad.
-Pero estoy embarazada John, te necesito aquí conmigo-
insistí. -Lo sé, es
por eso que vendrás conmigo, tú, Louis y el pequeño bebe
por nacer. Nos han preparado una casa allá. Los cuatro
podremos estar juntos.

51
Mia Joya Torres Cicatriz

Octubre 1984

El aire fresco me envolvía y me hacía sonreír . Al igual que


el canto de las aves. La madera crujiente de la casa bajo mis
pies se sentía cálida y rugosa.
Sin duda mi parte favorita de la casa era el paisaje, campos
verdes que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, con
las montañas en la distancia.
Escuché risas infantiles desde afuera. Me acerqué
sigilosamente a la ventana y vi a mis dos pequeños, Louis y
Noah jugando en el jardín llenos de energía y entusiasmo.
Tomé a la pequeña Grace en mis brazos, tenía tan solo tres
meses.
Su llegada había sido tan esperada, la primera niña. Tenía
mis dudas, cuando una señora me dijo que sería niña, ya que
últimamente me arreglaba mucho. Ví que no se equivocó.
La gente del pueblo nos había recibido con los brazos
abiertos, a pesar de que nuestra estancia aquí era temporal.

52
Me había hecho amigas de algunas mujeres de por acá, me
enseñaban distintos consejos para criar a mis hijos. Lo único
que me faltaba era John. El servicio no le dejaba pasar mucho
tiempo con nosotros.

-Mamá, tengo hambre-dijo Louis acercándose a mí.


-Mi pequeño, ahora voy por algo.
Dejé a Grace en su cuna, y me dirigí a la cocina.
Habíamos tenido problemas con Louis hace algunos meses, él
se negaba a comer, al inicio creímos que era un capricho de
un niño de su edad pero pronto nos dimos cuenta que no.
Louis había empeorado, el no comer lo había puesto débil y
su pérdida, llevaba el rostro pálido y ojeroso. Luché por
encontrar la manera de que comiera pero no pude. Lo
llevamos a todos los médicos del pueblo, sin embargo nada
de lo que dijieron ayudó a Louis. Sentí un nudo en la
garganta cuando de los doctores nos dijo que si Louis seguía
rechazando la comida, su salud se deterioraría rápidamente.
Su vida estaba en riesgo. No podía permitirlo, no podía
perderlo, era mi pequeño, mi primer hijo.
John y yo tratamos de todas las formas hasta que un día una
de las vecinas nos dijo que fuéramos donde una curandera. La
idea no me gustaba, pero Louis empeoraba y no había tiempo
que perder, era nuestra última opción.
Era una mujer anciana, de cabellos plateados y arrugas
marcadas. La mujer vió a Louis y dijo que podía sanarlo. Nos
pidió traerle una manta negra y algunas hierbas.
El proceso era secreto, por lo que nos prohibió entrar junto a
Louis. Abracé a John con todas mis fuerzas, me asustaba la
idea de la curandera, pero era lo último que nos quedaba
53
intentar. Luego de tres días, Louis empezó a pedir comida.
Había funcionado. Sentía como mi corazón volvía a latir con
normalidad.
Luego de darle algo de pan a Louis, me senté con mis tres
pequeños. Tenerlos a mi lado, me hacía sentir fuerte, ellos me
hacían sentir que podía contra cualquier cosa.

54
Mia Joya Torres Cicatriz

Febrero 1987

Ya hacía tres años que habíamos regresado a la ciudad. Las


cosas por aquí casi no habían cambiado, solo una. Papá había
fallecido, por problemas de salud a causa de su edad. Su
muerte me golpeó con fuerza. Mi mente se había llenado de
un torbellino de emociones, papá se había ido, y para
siempre. El hombre que me había cuidado y amado, ya no
estaría allí para abrazarme. Recordaba a mi papá leyendo su
periódico con un cigarrillo en mano. O alistándose para ir a
manejar. Lo extrañaría.
El día de su funeral, estuve con Richie. Ambos ya éramos
mayores. Él era lo único que me quedaba de mi niñez.
Nos sumimos en un mar de recuerdos.
-Lo voy a extrañar-dijo.
-Yo también-sollocé- Al menos nos queda el recuerdo que
nos amó, él y mamá. Fuimos una familia feliz.

55
Richie recostó su cabeza en mi hombro y permanecimos así
hasta sentir como todo el dolor disminuía.

56
Mia Joya Torres Cicatriz

Abril 1988

Me encontraba sola en la cama, observaba el techo mientras


la oscuridad de la habitación me envolvía. Las noches se
habían vuelto cada vez más largas y solitarias desde que John
no llegaba a casa, noche tras noche, debido a su trabajo. Pero
no podía ignorar el creciente sentimiento de angustia que se
apoderaba de mí.

Había comenzado como un leve presentimiento, un


cosquilleo en el fondo de mi mente. Pero a medida que los
días se convertían en semanas y las excusas se volvían cada
vez más, ese presentimiento se había convertido en una
sospecha palpable. ¿Dónde estaba él todas estas noches? ¿Por
qué las respuestas evasivas cuando le preguntaba sobre su
trabajo?

57
En mi mente, un torbellino de pensamientos me asaltaba.
Me preguntaba si había alguien. Si las largas horas de trabajo
eran en realidad momentos que compartía con otra persona.
No, no podía culparlo, eran solo pensamientos, él siempre
había sido dedicado a su trabajo. Tal vez, solo era yo que
estaba cansada, Louis y Noah habían llegado a una edad en la
que no dejaban de jugar, juntos eran muy inquietos. Por otro
lado, Grace era una niña tranquila, de carácter suave.
Vivíamos aún en la casa familiar de John, poco a poco la
habitación se iba haciendo más pequeña para todos nosotros.
El padre de John solía apagarnos la luz y la electricidad.
Dejándonos a oscuras muchas veces.

Sentí el ruido de las puertas abrirse. Reconocí los pasos al


escucharlos.
-John ¿Eres tú?- dije mientras me levantaba de la cama.
-Amor¿Cómo estás? ¿Cómo están los niños?- dijo
envolviendome entre sus brazos.
- Están dormidos. John te he extrañado tanto, yo y los niños
lo hemos hecho. No te vuelvas a ir, por favor, no has llegado
a casa hace tres días.
-Leah, el trabajo ha aumentado. Me necesitan en varias
partes. Todo esto lo hago por ustedes, si no trabajo, no
tendríamos de donde vivir.

58
Mia Joya Torres Cicatriz

Agosto 1993

Sentía como si estuviera envuelta en un limbo emocional.


Mis pensamientos vagaban por mis recuerdos y las decisiones
que había tomado en la vida, y me preguntaba si había
seguido el camino correcto.
Sostenía a Dylan mientras observaba como el sol de la tarde
entraba por las ventanas, pero no conseguía iluminarme.
Dylan tenía dos meses de nacido, sus mejillas eran regordetas
y rosadas.
Pasó por mi cabeza, que el tener un hijo más nos uniría como
familia, que John se quedaría en casa, que volveríamos a ser
la familia unida que éramos al inicio. Una vez más me
equivoqué. Las cosas seguían igual. Los días sin John en casa
se habían vuelto semanas. Él llegaba, traía algunos regalos a
los niños, se quedaba un rato y volvía a marcharse.

59
Decidí que las cosas no se podían quedar así, debía mantener
viva la chispa del amor, como papá me lo había dicho.

-Grace, toma a tu hermano. Saldré un rato, no tardaré.


Crucé algunas calles hasta llegar al paradero. Me subí al bus,
estaba en camino a la estación policial la cuál mandaba a
John a distintos lugares.
Me acerqué a uno de los policías que se encontraba en la
puerta.
-Disculpe,¿Se encuentra John Solis por aquí?
-¿Solis? El señor Solis está en sus días libres.
Sabía lo que eso significaba, estaba claro. Pero no podía
aceptarlo. Debía ser un malentendido. Tal vez el señor se
estaba confundiendo de John. Decidí tener esperanza.
Regresé a casa y esperé.
Dos días después John regresó.
-¡Papá!- dijeron al unísono mis tres hijos.
-Campeones- dijo acariciando la cabeza de Louis y de Noah.
-Papá, Louis me encerró en el baño a oscuras ayer-gruñó
Noah.
-No es cierto.
-¡Papi!
-Grace, mi princesa. ¿Te has portado bien?
-Sí-Grace me miró por un momento-¿Por qué te vas siempre
papi?
-Princesa, tengo que trabajar. Eso es lo que hacen los adultos.
-Pero mami se queda con nosotros.
-Y eso es genial. Yo debo seguir trabajando para que a tí, a tu
mamá y a tus hermanos no les falte nada.

60
John se acercó a mi. Decidí no decirle sobre lo que me había
dicho el policía.
-Amor, te he extrañado tanto- dijo mientras me daba un
abrazo.
-¿Dónde está Dylan?- preguntó.
Fuí por mi bebe y se lo puse en sus brazos.
Pasamos la tarde juntos. Quería disfrutar ese momento. Pero
no podía, no hasta borrar cualquier duda.

Al día siguiente John se despertó temprano, se puso su


uniforme y su calzado negro.
-¿Ya te vas?-dije mientras me levantaba de la cama.
-Sí amor, me gustaría quedarme más tiempo pero, ya sabés,
debo trabajar.

Mis hijos estaban aún dormidos. Observaba a John salir de


casa con la misma excusa. Pero en ese momento, decidí que
ya era suficiente. Necesitaba respuestas, necesitaba saber la
verdad.
Tenía el corazón latiendo desbocado, decidí seguirlo
discretamente. No quería hacerlo, pero la incertidumbre me
estaba destrozando poco a poco. Me aseguré de que los niños
estuvieran lo suficientemente dormidos como para salir y
luego me dispuse a rastrearlo.
Lo seguí a una distancia segura, manteniéndome en las
sombras, oculta de su vista. Lo ví tocar la puerta de una casa,
pasaron minutos y una mujer abrió la puerta.
Sentí mi corazón detenerse al verlos.
Una vez más sentía todas las escenas de mi vida pasando a
través de mis ojos. Todas las veces que John me había dicho
que se iba a trabajar. Todas las veces que me había quedado
sola en casa con cuatro hijos a los que cuidar, mientras él la
pasaba con otra mujer. Una mujer fea, corpulenta, parecía
tener ojos pequeños y entrecerrados como agujeros de
61
serpiente. La maldecía, la maldecía a ella por arruinar mi
vida. También me maldecía a mi, si John me había engañado
era porque yo no era suficiente para él. Maldije el día en que
nací.

62
Mia Joya Torres Cicatriz

Marzo 1994

-Mami, Dylan tiene hambre.


Mi vida había cambiado, nuestra vida lo había hecho. Ya no
vivíamos en la casa familiar de John, luego de descubrirlo.
Me enfrenté a él, le supliqué que la dejará, que volviera con
nosotros. Pero no lo hizo, él siguió huyendo.. Lo seguí varias
veces, y cada vez que lo encontraba volvía a irse.
Estábamos en una casa humilde, era lo único que podía
permitirme en esos momentos.
La falta de muebles era evidente, y las sillas improvisadas
eran nuestro único mobiliario.
La nevera estaba vacía.

63
-Grace, dame a tu hermano y ve a la tienda de la esquina,
pregunta si te pueden fiar algo, que se lo pagaremos cuando
podamos.
-Pero nos dijeron que no aceptarían fiarnos más, hasta que
paguemos lo que ya debemos.
-Claro, pero no perdemos nada con intentarlo, tú ve y trata de
conseguir algo.
Grace era una buena niña, obediente y tranquila. Tenía diez
años pero a pesar de su corta edad, parecía darse cuenta de
todas las cosas. A veces me desmoronaba por las noches y
ella venía a consolarme. Cada vez que salía a trabajar, se
encargaba de cuidar a su pequeño hermano. Me ayudaba
bastante, más de lo que me gustaría que hiciera.
Louis y Noah, tenían catorce y trece años. Paraban afuera
jugando con otros chicos del barrio.
No ver a su padre hace varios meses, había afectado a cada
uno de ellos, en especial a Louis, quién parecía no querer
volver a ver a John.
-Mamá- dijo Grace mientras pasaba por la puerta- conseguí
esto.
Era un plátano de textura arrugada y con algunas manchas
oscuras.
-El señor no me quisó fiar, pero una señora que pasaba me
dió este plato.
-Bien pequeña, esto nos sirve por ahora.
Aplasté la fruta hasta convertirla en papilla y se la dí a Dylan.
-Mami, ha entrado alguien.
Me dirigí rápidamente a la entrada.
-Leah, por favor ayudame.
Era Richie, mi pequeño hermano.

64
-¿Qué te ha pasado?- dije mientras lo ayudaba a pasar.
-No sé qué es lo que estoy haciendo con mi vida- sollozó
mientras se sentaba en una de las sillas.
Ví que Grace miraba con asombro.
-Grace ve con tu hermano.
Volví a dirigir mi vista en Richie, quién ya tenía veintinueve
años.
-Tranquilo, sigues siendo mi hermanito menor. Puedes acudir
a mi cada vez que necesites a alguien.
Richie se quedó unos días y luego se fue.

65
Mia Joya Torres Cicatriz

Septiembre 2000

Mi día comenzaba temprano, antes de que el sol se alzara en


el horizonte. Sabía que tenía que aprovechar al máximo cada
minuto para poder llevar el sustento a casa. El bienestar de
mis hijos dependía de mi esfuerzo diario.

Empacaba todas mis preparaciones. Cargaba todo en una


pequeña carreta que me había acompañado durante años, mi
fiel compañera en este viaje. Había vendido muchas cosas
antes, chocotejas, gelatinas, comida, mazamorra, golosinas.

66
Mi primer destino estaba en la plaza de la ciudad, donde me
unía a otros vendedores ambulantes para ofrecer nuestros
productos. La competencia era feroz, y cada cliente era una
oportunidad que no podía desaprovechar. Saludaba a los
conocidos y trataba de atraer la atención de los transeúntes
con una sonrisa cálida y palabras amables.

A medida que el día avanzaba, me movía de un lugar a otro,


buscando las mejores ubicaciones para vender mis productos.
A veces estaba en una esquina concurrida del centro de la
ciudad, otras veces por los mercados. Caminaba kilómetros,
cargando mi carreta y deteniéndome en cada esquina, en cada
espacio donde pudiera encontrar clientes.

El calor del sol me quemaba la piel, y el cansancio se


acumulaba siempre en mis piernas y espalda. Pero cada vez
que pensaba en mis hijos, en su risa y en sus ojos llenos de
esperanza, encontraba una nueva fuente de energía. No podía
permitirme rendirme; tenía que seguir adelante por ellos.

A medida que el sol se ponía en el horizonte, regresaba a


casa. Durante un tiempo nos habíamos mudado a casa de
Maxine. Ella nos acogió. Tenía dos pequeños casi de la
misma edad de Dylan. Estaba agradecida con ella, pero no
quería incomodar.
Cuando supe que mi madre y Jude se iban a mudar de casa,
ya que Jude se había comprometido con un hombre, quién le
había comprado una casa en una de las mejores ciudades.

67
Hablé con ambas, les pedí que me dejaran un piso, aunque al
inicio lo dudaron, al final llegamos al acuerdo de que me lo
alquilarían.

Entraba por la puerta, mis hijos me recibían con abrazos. Ver


sus rostros iluminados de alegría al verme me llenaba de un
sentimiento de satisfacción y propósito.

A pesar de los desafíos y las dificultades, sabía que cada día


de trabajo me acercaba un poco más a darles una vida mejor.
Mis hijos eran mi razón para seguir adelante, mi motor de
inspiración, y haría todo lo que estuviera a mi alcance para
asegurarme de que tuvieran un futuro más brillante. Era un
sacrificio que hacía con amor y determinación, sabiendo que
valía la pena por ellos.

68
Mia Joya Torres Cicatriz

Marzo 2022

Despierto lentamente. Mi mente se aclara gradualmente.


Siento la fragancia de las máquinas médicas que llenan la
habitación.
La enfermera se acerca a mí con una sonrisa.
-Buenas tardes señorita Sanz. Tengo una buena noticia para
usted, su hijo Dylan está en camino, podrá volver a casa.
Mi hijo vendrá por mí, una mezcla de emociones inundan mi
corazón.
69
La enfermera me ayuda a prepararme para salir del hospital.
Guarda todas mis cosas en una bolsa, ropa, pañales, las cartas
que me habían traído mis nietos y mis hijos.
Me ayudan a cambiarme y me acomodan en mi silla de
ruedas. Ver el rostro de mi hijo y de toda mi familia era el
mejor regalo que podría recibir.
Me llevan a la salida, paso por el jardín y por el vestíbulo.
Finalmente lo veo, ahí, esperándome. Sus ojos se llenaron de
alivio y felicidad cuando me vio, y camina hacia mí con
pasos decididos. Sus brazos rodean mi silla de ruedas en un
abrazo cálido y reconfortante.
-Iremos a casa mamá- dice con ternura mientras me miraba-
Te he extraño mucho.
Subimos a un taxi. Veo la ciudad que había conocido toda mi
vida. Los edificios se alzan hasta el cielo. Las calles parecen
estar llenas de vida, con personas jóvenes y apresuradas.
Recordaba cuando esas mismas calles eran menos
concurridas y los edificios mucho más bajos.
El tráfico avanza lentamente, y puedo ver a las personas en
sus autos, algunos mirando sus teléfonos, otros conversando
con sus acompañantes. Había extrañado tanto estar afuera.

Finalmente llegamos. Dylan me ayuda a acomodarme en la


silla de ruedas y me lleva adentro.
Mi corazón se acelera al ver los rostros familiares
esperándome. Me acomodan en una cama puesta en una
habitación para mí. Escucho el ruido del concentrador de
oxigeno encendiéndose. Era muy molesto para ya me había
acostumbrado. Grace se acerca y sostiene mi mano.

70
-¿Cómo has estado mamita? Te voy a acomodar las
almohadas.
Mueve algunas de las almohadas hasta dejarme en una
posición más cómoda.
Alzo la mirada y me encuentro con toda mi familia rodeando
mi cama.
Veo a mis hijos, cada uno con sus familias. Veo a Louis con
sus dos hijos. Grace con su hija. Y a Dylan con su pareja.
Solo faltaba mi Noah, pero sé que volverá, y volverá con una
versión mucho mejor de sí mismo. Veo a John, a quién decidí
perdonar.
Siento como mi corazón se llena de una sensación de logro y
plenitud. Habíamos compartido momentos de alegría y
tristeza, nos habíamos apoyado unos a otros en momentos
difíciles y habíamos celebrado nuestros triunfos juntos. A lo
largo de los años, habíamos construido una red de amor y
apoyo que era más fuerte que cualquier adversidad.
Morir me aterraba y sabía que mi tiempo en este mundo
estaba llegando a su fin, pero al ver a todos reunidos, sabía
que el amor de nuestra familia perdurarían a través de
generaciones.
Yo lo había hecho, esta era mi familia, tal vez no había sido
la mejor madre, o no siempre había tomado las decisiones
correctas, pero siempre los amé con todo mi corazón y traté
de darles todo lo que pude para verlos felices y aquí estaban
ellos, demostrando que habían salido adelante. Estaba
orgullosa de ellos.
Con una sonrisa en el rostro, cerré los ojos y me sentí
profundamente agradecida y en paz.

71
Epílogo

Era de tarde, estaba recostada en mi cama. Mi nieta me


acompañaba, como todas las tardes. Dejó caer su cabeza al
lado de la mía.
-Gracias mita.
Mi familia solía llamarme ¨mita”en diminutivo de mamita.
-¿Gracias?¿Por qué?- pregunté curiosa.
- Por todo, por todo lo que has hecho por esta familia, por mis
primos, por mis tíos, por mi mamá, por mí. Por ser la mejor
abuelita del mundo. Eres una gran mujer, yo aspiro tener tu
mismo coraje algún día.
Sus palabras me conmovieron, tenía el amor de mi familia y
eso lo era todo para mí.

72
-Prometo llevarte muy lejos, a tí y a mi mamá. Viajaremos las
tres por todo el mundo. Publicaré un libro o haré una película
sobre tu vida. Todo el mundo conocerá tu historia.
Mi nieta era una chica muy activa y risueña, tenía cada
ocurrencia. Ella junto a sus primos eran uno de mis mayores
regalos.
-Sé que lo harás, mi cotita, sé que lo harás.

-Te amo, mita.


-Yo también te amo, Mia.

73
74
75
76
77
.

78
79
80
Sobre el autor

Mia Joya, nacida en Lima, Perú en el año 2007. Estudia en el


colegio Divino Y Sagrado Corazón de Jesús, divide su
tiempo entre sus estudios,los libros que lee y su mascota. Es
una enamorada de los gatos. Adicta a leer y a las visitas
interminables a librerías. Firme creyente de que nada pasa
por casualidad sino por causalidad. “Cicatriz” es su primera
novela.

81
Agradecimientos

Cuando una conecta con una historia de tal manera en la que yo


conecté con la vida de mi abuelita, sabe que tiene algo especial
entre manos. Escribir esta novela ha sido un proceso intenso, Cada
vez que me sentaba a escribir, acababa con ese cosquilleo
avaricioso de corregir una que otra cosa.

Quiero agradecer en primer lugar a mi abuelita, un beso al cielo, a


quién fue la protagonista de esta historia , mi inspiración para
Leah. Sé que probablemente este no sea el gran trabajo que le
prometí, pero ha sido de gran ayuda para iniciar. Sé que puedo
hacerlo mucho mejor y que algún día cumpliré mi promesa, hacer
que todos conozcan su historia. Gracias porque siempre estuvo ahí
para mí, apoyándome en todas mis ideas, por más descabelladas
que parecían.
Agradecer también a mis padres que siempre creen en mí. Sé que
esto los ha tomado un poco por sorpresa -a mí también-pero
gracias por siempre estar ahí para mí, por recordarme quién soy y
mantenerme con los pies bien puestos en el suelo.

Gracias a toda mi familia, los quiero.

82

También podría gustarte