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CICATRIZ
ISBN-13: [70643704-7]
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ÍNDICE
Junio 1975
Octubre 1975
Febrero 1976
Marzo 1976
Agosto 1976
Febrero 1977
Junio 1978
Noviembre 1978
Mayo 1980
Marzo 1981
Junio 1982
Octubre 1984
Febrero 1987
Abril 1988
Agosto 1993
Marzo 1994
Septiembre 2000
Marzo 2022
Epílogo
Sobre el autor
Agradecimientos
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Mia Joya Torres Cicatriz
Julio 1975
-Leah
Desperté de todos los pensamientos que me mantenían
absorta en ese momento. Estaba frente a ella, frente a su
tumba, habían pasado seis años desde su partida. Seis años
sin abrazarla, sin oír su contagiosa risa, sin verla en aquella
máquina cosiendo, sin esperar ansiosamente que llegara del
trabajo, sin poder decirle lo mucho que la amaba.
-¿Algún día la volveremos a ver? ¿A mamá?
-Ven aquí Richi- lo tomé del brazo y lo traje hacia mi.
-Si el cielo es real, como algunos dicen, podría ser que sí.
No estaba segura de lo que decía, pero él era solo un niño de
diez años, no necesitaba ser atormentado con cuestiones de la
vida, mucho menos de la muerte. Mamá falleció cuando él
tenía cuatro, los recuerdos que tenía de ella eran vagos y
fugaces; cómo cualquier otro niño de su edad hacía muchas
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preguntas, como hermana mayor respondía lo que sabía, y lo
que no, me lo inventaba; lo único que quería era verlo
sonreír, lo quería con todo mi ser. Cumpliría la promesa que
le hice a mamá, siempre cuidar de él.
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Después de aquel corto refrigerio seguimos nuestro camino,
pasamos por otra tienda en donde el dueño era un conocido
de papá, don Miguel, él cuál al vernos nos saludó
dedicandonos media sonrisa. Finalmente llegamos a casa.
Vivíamos en un edificio verdoso de seis pisos, ubicado en
una esquina.
El ascensorista al vernos pidió el ascensor. Era un hombre de
estatura media, vestía siempre una leva negra con cinco
botones grandes y brillantes, un antiguo gorro y zapatos
negros. Siempre llevaba una expresión neutra, detuvo el
ascensor en el cuarto piso.
Le dijimos adiós y papá sacó la llave del bolsillo de su abrigo
negro que llevababa y entramos al piso. Oí una voz
procedente del salón.
-Robert, cariño, por fin llegas -mencionó la mujer
dirigiéndose solo a mi padre.
Se llamaba Agnes, una mujer complicada, de temperamento
desigual. Ella y papá llevaban saliendo ocho meses. No sabía
dónde la había conocido, ni por qué se había enamorado, ni
siquiera sabía si sus sentimientos hacia ella eran reales. Todo
parecía simplemente necesidad, la necesidad de algún
acompañamiento. Luego de cuatro años de la pérdida de
mamá, decidió ponerle fin a su duelo. No lo culpaba,
imaginaba la soledad que pudo haber sentido. Al inicio fue
difícil para él, más aún por el hecho de que la pérdida no
venía porque a mis padres se les había acabado el amor, sino
que no pudieron seguir con la historia porque se les arrebató
el amor.
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-Agnes, no esperaba que llegarás temprano. Acabamos de
llegar del cementerio, hoy se cumplen seis años desde que-
mencionó papá antes de ser interrumpido
-Falleció ella, claro. ¿Qué te parece si hoy salimos a cenar tú
y yo?
No tenía ganas de presenciar la escena, así que me escabullí
por el pasillo y corrí a encerrarme a mi habitación. Una siesta
era lo que necesitaba, para olvidar todo por un rato.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Octubre 1975
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Al no haber hombres, varias de las mujeres debían interpretar
su papel en los festivales.
El baile se me daba muy bien, aprendía los pasos y las
coreografías con rapidez, luego solo tenía que danzar y sentir
la música. Había llevado clases de Flamenco y Marinera
anteriormente.
Me gustaba eso, entender la cultura detrás de cada baile,
sentir la música y dejar que las notas recorran todo mi cuerpo
para hacerme parte de ese momento.
Durante el recreo todas las chicas nos reunimos, Harper tenía
algo que contarnos, no era de mi santa devoción, siempre
presumía y quería convencer a todos de lo mayor e ingeniosa
que era.
-No creerán lo que me pasó-nos dijo- Esta mañana, en el
autobús, yo llevaba puesto mi abrigo nuevo color burdeos y
se sentó a mi lado un policía. Era guapo, pero muy mayor,
como estarán suponiendo, comencé a notar su brazo.
-¿Qué le pasaba al brazo?- preguntó Anna
-Pues que comenzó a pasarlo por detrás de mí. Estaba claro
que no iba admitir una cosa así de un policía, así que le dije
“El brazo de la ley puede que sea largo, pero a veces que
quiere alargarse demasiado”
Todas nos reímos, aunque en el fondo me pregunté
malignamente dónde habría oído aquello Harper.
Al terminar las clases, regresaba junto a Becky y Anna. Nos
dirigimos hacía nuestras casas.
Becky se quedó de pie frente a una pared de anuncios.
-Se me ocurre una idea.-mencionó mientras ampliaba su
sonrisa.
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-Cada vez que mencionas eso, solo puede tratarse de algo
descabellado.- dijo Anna.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Febrero 1976
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Dejé que mi cuerpo se moviera al ritmo de la música, me
encontré girando alrededor de la sala mientras sostenía la
escoba con una de mis manos. Hasta que llamaron a la puerta.
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-Es cierto lo que digo, nuestra madre se llama Evelyn, y
desea verte.
-Vete, porfavor ¡Vete!- grité mientras contenía las lágrimas.
-Estás alterada, volveré luego para hablar.
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Papá me contó que años atrás él y mamá desearon
fervientemente tener un hijo, pero por causas de infertilidad
no pudieron. Pensaron en ir a un centro de adopción aunque
no les fue necesario. Un día iban conversando en el taxi sobre
la ilusión que les hacía el querer ser padres, el chofer escuchó
la conversación y les dijo que él tenía una bebe la cuál quería
dársela a alguién más para que cuidase de ella. Esto
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Luego de almorzar, me encontraba tirada en mi cama, las
cortinas apenas dejaban entrar los últimos rayos de sol de la
tarde. Pensaba en muchas cosas, como el porqué mis padres
biológicos no me quisieron. Quizás eran personas incapaces
de asumir su responsabilidad y pensar en nadie que no fuesen
ellos mismos. El mundo estaba plagado de ellas. Seres necios
y egoístas. Me obligué a frenar esos pensamientos negativos.
De todas formas ellos no me importaban. Ojala esa chica
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-Lo sé pequeño. Pero recuerdas lo que te dije, siempre estaré
aquí para tí, pase lo que pase.
La mujer que lo esperaba se acercó a mí.
-No te interpongas en el camino. Esto es lo mejor para él.
Traté de mantener mis emociones bajo control mientras
sujetaba a Richie con una mano.
-Yo también sé lo que él necesita. No me detendré de hacer lo
que sea necesario para asegurarme que esté bien.
Luego se acercó su pareja con una muestra de enojo.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Marzo 1976
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Nos quedamos en silencio por un momento.
-Recuerdas el pacto que hicimos aquí mismo cuando éramos
pequeños-dijó él.
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mi cabeza, el momento en que la vi por última vez, cuando
llegaron los paramédicos y se la llevaron en la camilla a
emergencias. La extraño, extraño a Richie, extraño tener a
toda mi familia otra vez.
Mike me rodeó con sus brazos y dejé que mis lágrimas solo
cayeran.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Agosto 1976
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Tenía la esperanza de que cuando Richie cumpliera la edad
suficiente para poder tomar decisiones por su cuenta, me
buscaría.
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Eran las cuatro de la tarde y pedí permiso a papá para salir.
Mike me había dicho que tenía algo importante que decirme
así que nos reunimos en el parque.
-Hola Leah.
Últimamente la gente decía muchas cosas sobre Mike,
murmuraban acerca de sus malas decisiones y de las malas
influencias que había estado recibiendo.
-Hola Mike.
-He estado pensándolo y creo que debemos terminar nuestra
relación.
-Veo que tu madre al fin logró convencerte.
-Leah, no es lo mismo que antes y lo sabes. Además pronto te
irás y-
-Esta bien Mike-interrumpí-no tienes que darme
explicaciones, también pienso que es lo mejor. Cuidate.
Me di media vuelta y me dirigí por el mismo camino por el
que había venido.
Sinceramente lo que dijo no me afectó, él tenía razón. Ya no
era igual que antes, yo no era la misma de antes. Habíamos
sido enamorados desde los nueve años, un amor de la
infancia y adolescencia, estábamos a un paso de entrar a una
etapa completamente distinta. Algunas cosas necesitaban
terminar para que otras puedan iniciar.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Febrero 1977
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conocí a una monja, quién me invitó a probar esto, dijo que
me veía vocación, y yo también lo hacía.
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Ambas subimos y nos sentamos en el sillón de tela
estampada.
-¿Has escuchado la nueva canción de los Bee Gees?
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tampoco bailar. Y hoy he visto que sabes moverte bien al
compás de la música.
No lo había pensado de esa forma, de hecho su pregunta me
dejó pensando toda la noche. No recordaba qué era lo que me
motivó a entrar, puede que lo haya sido la soledad de casa, el
sentimiento de querer pertenecer a una familia, o quizás la
vida tranquila que al fin podría llevar. ¿Realmente lo quería?
¿Sacrificaría todo para entrar al noviciado?. La respuesta
llegó a mí a mitad de la noche. No, no lo haría.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Junio 1978
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Crucé los pasillos buscando mi clase. Anatomía fisiológica,
sin duda era mejor que practicar a aplicar inyecciones entre
nosotros mismos.
En el aula habían camillas y equipos médicos, como
maniquíes de entrenamiento, para practicar procedimientos y
técnicas de enfermería.
El profesor comenzó a hablar y a medida que la clase
avanzaba.
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Después de ayudarlo a vestirse y acomodarlo en su silla. Me
dirigí al área común en el jardín.
Mis ojos se centraron en la señora Martinez, una dulce y
vivaz ancianita, que se encontraba sentada en su banco
favorito.
-Buenas tardes señora Martinez. ¿Cómo ha estado su día?
-¡Oh querida, ha sido un día maravilloso! Y todo gracias a
ese hombre encantador-dijo con una radiante sonrisa.
Dirigí mi vista en dirección a lo que estaba viendo. La
pequeña mesa de ajedrez en la que se encontraba el señor
Rodriguez.
La curiosidad me ganó.
-¿El señor Rodriguez hizo que su día fuera especial?
Ella suspiró
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Mia Joya Torres Cicatriz
Noviembre 1978
Del mismo modo que nadie reconoce a esa persona que está
destinada a cambiarte para siempre. Solo es una más, que
aparece un día, sin esperarla, y que te mira. En ese momento
no lo sabes, pero ha ocurrido algo. Unas pupilas que se
dilatan. Un soplo en la piel que hace que te erices. Una
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mirada que se alarga. Detalles imperceptibles que atribuyes a
otras cosas, pero que son el comienzo de algo importante.
Algo que puede salvarte o hundirte. Porque hay olas que te
devuelven a tierra y otras que te arrastran al fondo del mar.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Mayo 1980
-John Solis recibe usted a esta mujer para ser su esposa, para
vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarla, honrarla,
consolarla, y cuidarla en salud y enfermedad, guardándole
fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?
-Sí quiero.
-Leah Sanz recibe usted a este hombre para ser su esposo,
para vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarlo,
honrarlo, consolarlo, y cuidarlo en salud y enfermedad,
guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?
Sus palabras parecieron trascender el espacio y el tiempo, y
en ese tiempo, mi corazón latió con fuerza, como si todos los
latidos de mi vida me hubieran llevado a ese. No podía
creerlo, era real, estaba a punto de casarme.
Miré a los ojos de John, su mirada llena de amor y
compromiso me inundaron de confianza.
-Sí, si quiero.
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Acababmos de sellar nuestro compromiso, no solo en papeles
sino en nuestros corazones. Formando un lazo que nos uniría
en un viaje de por vida.
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Papá me tomó la cara con sus dos manos acercando mi frente
a sus labios
-Te amo cielito.
-¿Estás lista amor?- me dijo John con esa voz que siempre
me brindaba confianza y seguridad.
-Lo estoy.
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Marzo 1981
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inconscientemente a mi mano que lo sostenía, como si desde
ya me reconociera
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Junio 1982
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No había visto a Maxine desde hace tiempo pero supe que
también esperaba un hijo. Mi madre seguía trabajando como
empleada. Jude estaba a punto de finalizar su carrera.
Yo había dejado de ejercer mi trabajo como enfermera
técnica hace tiempo. De vez en cuando, añoraba levantarme
temprano para ir a estudiar o trabajar en el hogar para
adultos mayores. Hasta que veía a mi pequeño Loui, no me
arrepentía de ninguna de mis decisiones.
La puerta se abrió, y escuché los pasos que ya conocía.
-¿Cómo están mis dos amores?-dijo John.
-John llegaste a casa -dejé a un lado mi tejido y corrí a
abrazarlo-¿Qué tal tu día? ¿Qué tuviste que hacer hoy?
-Ha sido muy agotador pero tengo una noticia.
-¿Qué pasó? ¿Todo está bien?
-Me han mandado a otra ciudad.
-Pero estoy embarazada John, te necesito aquí conmigo-
insistí. -Lo sé, es
por eso que vendrás conmigo, tú, Louis y el pequeño bebe
por nacer. Nos han preparado una casa allá. Los cuatro
podremos estar juntos.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Octubre 1984
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Me había hecho amigas de algunas mujeres de por acá, me
enseñaban distintos consejos para criar a mis hijos. Lo único
que me faltaba era John. El servicio no le dejaba pasar mucho
tiempo con nosotros.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Febrero 1987
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Richie recostó su cabeza en mi hombro y permanecimos así
hasta sentir como todo el dolor disminuía.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Abril 1988
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En mi mente, un torbellino de pensamientos me asaltaba.
Me preguntaba si había alguien. Si las largas horas de trabajo
eran en realidad momentos que compartía con otra persona.
No, no podía culparlo, eran solo pensamientos, él siempre
había sido dedicado a su trabajo. Tal vez, solo era yo que
estaba cansada, Louis y Noah habían llegado a una edad en la
que no dejaban de jugar, juntos eran muy inquietos. Por otro
lado, Grace era una niña tranquila, de carácter suave.
Vivíamos aún en la casa familiar de John, poco a poco la
habitación se iba haciendo más pequeña para todos nosotros.
El padre de John solía apagarnos la luz y la electricidad.
Dejándonos a oscuras muchas veces.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Agosto 1993
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Decidí que las cosas no se podían quedar así, debía mantener
viva la chispa del amor, como papá me lo había dicho.
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John se acercó a mi. Decidí no decirle sobre lo que me había
dicho el policía.
-Amor, te he extrañado tanto- dijo mientras me daba un
abrazo.
-¿Dónde está Dylan?- preguntó.
Fuí por mi bebe y se lo puse en sus brazos.
Pasamos la tarde juntos. Quería disfrutar ese momento. Pero
no podía, no hasta borrar cualquier duda.
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Marzo 1994
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-Grace, dame a tu hermano y ve a la tienda de la esquina,
pregunta si te pueden fiar algo, que se lo pagaremos cuando
podamos.
-Pero nos dijeron que no aceptarían fiarnos más, hasta que
paguemos lo que ya debemos.
-Claro, pero no perdemos nada con intentarlo, tú ve y trata de
conseguir algo.
Grace era una buena niña, obediente y tranquila. Tenía diez
años pero a pesar de su corta edad, parecía darse cuenta de
todas las cosas. A veces me desmoronaba por las noches y
ella venía a consolarme. Cada vez que salía a trabajar, se
encargaba de cuidar a su pequeño hermano. Me ayudaba
bastante, más de lo que me gustaría que hiciera.
Louis y Noah, tenían catorce y trece años. Paraban afuera
jugando con otros chicos del barrio.
No ver a su padre hace varios meses, había afectado a cada
uno de ellos, en especial a Louis, quién parecía no querer
volver a ver a John.
-Mamá- dijo Grace mientras pasaba por la puerta- conseguí
esto.
Era un plátano de textura arrugada y con algunas manchas
oscuras.
-El señor no me quisó fiar, pero una señora que pasaba me
dió este plato.
-Bien pequeña, esto nos sirve por ahora.
Aplasté la fruta hasta convertirla en papilla y se la dí a Dylan.
-Mami, ha entrado alguien.
Me dirigí rápidamente a la entrada.
-Leah, por favor ayudame.
Era Richie, mi pequeño hermano.
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-¿Qué te ha pasado?- dije mientras lo ayudaba a pasar.
-No sé qué es lo que estoy haciendo con mi vida- sollozó
mientras se sentaba en una de las sillas.
Ví que Grace miraba con asombro.
-Grace ve con tu hermano.
Volví a dirigir mi vista en Richie, quién ya tenía veintinueve
años.
-Tranquilo, sigues siendo mi hermanito menor. Puedes acudir
a mi cada vez que necesites a alguien.
Richie se quedó unos días y luego se fue.
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Mia Joya Torres Cicatriz
Septiembre 2000
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Mi primer destino estaba en la plaza de la ciudad, donde me
unía a otros vendedores ambulantes para ofrecer nuestros
productos. La competencia era feroz, y cada cliente era una
oportunidad que no podía desaprovechar. Saludaba a los
conocidos y trataba de atraer la atención de los transeúntes
con una sonrisa cálida y palabras amables.
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Hablé con ambas, les pedí que me dejaran un piso, aunque al
inicio lo dudaron, al final llegamos al acuerdo de que me lo
alquilarían.
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-¿Cómo has estado mamita? Te voy a acomodar las
almohadas.
Mueve algunas de las almohadas hasta dejarme en una
posición más cómoda.
Alzo la mirada y me encuentro con toda mi familia rodeando
mi cama.
Veo a mis hijos, cada uno con sus familias. Veo a Louis con
sus dos hijos. Grace con su hija. Y a Dylan con su pareja.
Solo faltaba mi Noah, pero sé que volverá, y volverá con una
versión mucho mejor de sí mismo. Veo a John, a quién decidí
perdonar.
Siento como mi corazón se llena de una sensación de logro y
plenitud. Habíamos compartido momentos de alegría y
tristeza, nos habíamos apoyado unos a otros en momentos
difíciles y habíamos celebrado nuestros triunfos juntos. A lo
largo de los años, habíamos construido una red de amor y
apoyo que era más fuerte que cualquier adversidad.
Morir me aterraba y sabía que mi tiempo en este mundo
estaba llegando a su fin, pero al ver a todos reunidos, sabía
que el amor de nuestra familia perdurarían a través de
generaciones.
Yo lo había hecho, esta era mi familia, tal vez no había sido
la mejor madre, o no siempre había tomado las decisiones
correctas, pero siempre los amé con todo mi corazón y traté
de darles todo lo que pude para verlos felices y aquí estaban
ellos, demostrando que habían salido adelante. Estaba
orgullosa de ellos.
Con una sonrisa en el rostro, cerré los ojos y me sentí
profundamente agradecida y en paz.
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Epílogo
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-Prometo llevarte muy lejos, a tí y a mi mamá. Viajaremos las
tres por todo el mundo. Publicaré un libro o haré una película
sobre tu vida. Todo el mundo conocerá tu historia.
Mi nieta era una chica muy activa y risueña, tenía cada
ocurrencia. Ella junto a sus primos eran uno de mis mayores
regalos.
-Sé que lo harás, mi cotita, sé que lo harás.
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