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ASIGNATURA:
ENFERMERÍA EN CUIDADOS PALIATIVOS
DOCENTE:
DRA. YENY IGLESIAS FLORES
INTEGRANTES:
✓ CABRERA TELLO, ANTONELA LISETH
✓ CARRERA HUAMÁN, KELLY JHANET
✓ LINARES SAENZ, GLORIA DAMARIS
✓ MORILLO FERNÁNDEZ, ERICKA MADAI
✓ PÉREZ CADENA, ANGELA LISBETH
✓ VARGAS CORTEZ, KELY TATIANA
CICLO: IX
GRUPO: A
I. INTRODUCCIÓN
El duelo, el luto y la aflicción son términos relacionados con el proceso emocional que
experimentamos cuando enfrentamos una pérdida, dolor o angustia significativa. Aunque a
menudo se utilizan indistintamente, cada uno tiene su propio significado:
● Luto: Es la expresión externa y visible del duelo. Esto incluye rituales, ceremonias y
comportamientos que una persona adopta para honrar y procesar su pérdida. Puede
variar según la cultura, las creencias religiosas y las tradiciones familiares. Esto
incluye vestirse de negro, llevar un período de luto, realizar servicios
conmemorativos, entre otros (3).
2. Fase de la aflicción
● Negación: En esta etapa, la persona puede tener dificultades para aceptar la realidad
de la situación. Pueden negar o minimizar la pérdida o el dolor, tratando de evitar
enfrentarlo.
● Ira: A medida que la realidad de la pérdida o el dolor se hace evidente, la persona
puede sentirse enojada. Pueden experimentar ira hacia ellos mismos, hacia otros o
incluso hacia la situación en sí.
● Negociación: Durante esta etapa, la persona puede intentar encontrar una manera de
evitar o mitigar la pérdida o el dolor. Pueden hacer promesas o intentar negociar con
ellos mismos o con otros para encontrar una solución.
● Depresión: La depresión es una respuesta emocional común a la pérdida y el dolor.
En esta etapa, la persona puede sentirse abrumada por la tristeza, la desesperanza y la
falta de energía. Pueden retirarse socialmente y tener dificultades para realizar
actividades diarias.
● Aceptación: A medida que la persona procesa su pérdida o dolor, puede llegar a un
punto de aceptación. Esto no significa que olviden o dejen de sentir tristeza, pero
pueden encontrar una forma de vivir con la situación y seguir adelante.
Es importante tener en cuenta que estas fases no ocurren en un orden específico y no todas las
personas experimentan todas las fases. Cada individuo puede tener una experiencia única de
la aflicción y puede pasar por estas fases de manera diferente. Además, el tiempo que se tarda
en pasar por cada fase puede variar significativamente. Si alguien está lidiando con la
aflicción, es importante brindarles apoyo y comprensión durante todo el proceso.
El duelo tiene una tradición histórica que se remonta a muchos siglos atrás con los
rituales fúnebres, marcados por el dramatismo y la pomposidad. En la antigüedad clásica,
la muerte de un individuo afectaba la continuidad del ritmo social. Las manifestaciones de
duelo estaban impregnadas de un fuerte carácter emotivo, incrementadas por las
plañideras alquiladas que propiciaban los llantos intensos, la violencia del rasgado de
vestiduras y golpes en el pecho. No obstante, Séneca (Seneca, Lucius Annaeus.1966)
aboga por una mayor moderación en las expresiones del duelo, estimulando el gesto
natural y no fingido de la tristeza, adentrándose en una clara visión social del duelo y del
doliente, y con ello, adelantándose 20 siglos a su tiempo.
“No es virtud, sino inhumanidad, esto de contemplar el entierro de los suyos con los
mismos ojos que cuando estaban vivos y no conmoverse en el primer momento de su
separación. Aun suponiendo que te lo prohibiese, hay cosas que permanecen fuera de
todo dominio: las lágrimas fluyen aún en aquel que intenta detenerlas, y procuran alivio al
espíritu. ¿Qué haremos, pues? Les permitiremos que caiga, pero sin forzarlas a ello; que
fluyan las que derramen el sentimiento, no las que exijan la imitación. También en ésta
como en otras cosas, caemos en el vicio de comportarnos según el ejemplo de la mayoría
y de no atender a lo que conviene, sino a lo que se acostumbra…”
El abandono del luto se inicia a finales del siglo XIX y su prohibición a partir de 1914.
Las manifestaciones públicas de duelo, así como una expresión demasiada insistente y
lánguida se convertían en un fenómeno de naturaleza morbosa. En ocasiones, los
supervivientes quedaban aplastados entre el peso de su pena y las exigencias de una
sociedad que quería vivir de espaldas a todo lo referido a la muerte. El escrito freudiano
de 1917, Duelo y Melancolía, representa el punto de partida en el estudio de la aflicción,
aunque su interés fuera comparar el mecanismo de la melancolía con lo acontecido en el
duelo. Para Freud (1917) “el duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona
amada…que se prolonga un tiempo necesario para la elaboración de esta pérdida, el
sujeto pierde el interés por el mundo exterior…”
El nacimiento de la tanatología como campo moderno de estudio data de los años 60,
siendo los pioneros Fulton (1965), Kübler-Ross (1975) y Parkes (1972).
Aproximadamente por las mismas fechas, el Movimiento Hospice, nacido en Gran
Bretaña (1967) y las Unidades de Cuidados Paliativos derivadas de éste, intentaron
recuperar la atención al afligido con el seguimiento de los afectados y la facilitación de su
proceso de adaptación (5).
De Miguel y López (2007) estudian los predictores de riesgo que nos permitirían
identificar a las personas que con mayor probabilidad puedan necesitar apoyo tras la
pérdida de un ser querido; de esta manera, si es posible anticipar quién puede tener
dificultades en la resolución del duelo, también se podrá actuar a modo de prevención y
mediante una intervención temprana evitar un posible duelo no resuelto.
Partiendo de que puede haber diferencias según a la población a la que se haga referencia,
en líneas generales podemos considerar que los predictores de riesgo de duelo patológico
son los relacionados con los siguientes aspectos:
A. Personales:
● Ancianidad o juventud del doliente.
● Trastorno psiquiátrico previo: ansiedad, depresión, intentos de
suicidio, trastornos de personalidad.
● Abuso de sustancias psicotrópicas legales o ilegales. Duelos
anteriores no resueltos.
● Escasez de aficiones o intereses.
● Reacciones de rabia, amargura y culpabilidad muy intensas.
● Autoconcepto y papel familiar de “persona fuerte”: actitud de
negación de necesidades afectivas.
● Valoración subjetiva de falta de recursos para hacer frente a la
situación.
● Escasez de recursos para el manejo del estrés.
● Baja autoestima y baja confianza en sí misma.
B. Relacionales:
● Pérdida del hijo/a, cónyuge, padre o madre en edad temprana y/o
hermano en la adolescencia.
● Relación dependiente del superviviente respecto del fallecido:
física, psicológica, social, económica.
● Adaptación complicada al cambio de papel.
● Relación conflictiva o ambivalente.
● Sentimientos encontrados de amor/odio no expresados.
C. Circunstanciales:
● Juventud del fallecido.
● Muerte súbita, accidente, homicidio, suicidio.
● Muerte incierta: desaparecidos.
● Pérdida múltiple: varios miembros de la familia y/o varias pérdidas
juntas, el trabajo, la casa, etc.
● Acumulación de acontecimientos vitales estresantes en el sujeto.
● Duración de la enfermedad y la agonía.
● No recuperación del cadáver.
● Cadáver con aspecto dañado o deformado.
● Imposibilidad de ver el cuerpo.
● Recuerdo doloroso del proceso: dificultades diagnósticas, mal
control de síntomas, relaciones inadecuadas con el personal
sanitario.
● Muerte estigmatizada: sida, pareja homosexual o no aceptada.
D. Sociales:
● Personas que viven solas.
● Ausencia de red de apoyo social/ familiar.
● Disfunción familiar.
● Recursos socioeconómicos escasos.
● Responsabilidad de hijos pequeños.
● No poder hablar socialmente de la pérdida.
● Otros factores estresantes: conflictividad laboral, tipo de proyecto
vital interrumpido (7).
6. Depresión en el duelo
antes posible.
EL DUELO
Los duelos no son lineares: pueden ser muy intensos, luego desaparecer, volver a un
momento inesperado, o estar ausentes en una ocasión en la que uno los esperaría.
Aunque el duelo se desvanece lentamente con el tiempo, no es infrecuente que pueda
durar varios años si la pérdida ha sido muy significativa para la persona.
LA DEPRESIÓN
La depresión se manifiesta con los mismos signos que el duelo, en este caso los llamamos
síntomas depresivos sólo que la persona deprimida no tiene consciencia de lo que ha perdido,
aunque sienta la falta de vitalidad y motivación.
La depresión es tan poco linear como los duelos: puede aparecer y desaparecer sin razón
evidente. Lo que diferencia una persona deprimida de alguien en duelo es que la depresión no
se desvanece con el tiempo. El individuo deprimido, como no tiene consciencia de lo que está
causando la depresión, no puede emprender el largo trabajo de elaboración de los
sentimientos que termina por resolver los duelos; por lo tanto, las depresiones tienden a
cronificarse si no son tratadas.
Las razones inconscientes que llevan un individuo a deprimirse son tan numerosas que no
podemos hablar realmente de una etiología común a todas las depresiones. Nombremos, no
obstante, algunas de las más frecuentes: un sentimiento de impotencia interna, autoestima
herida, sentido moral punitivo, falta de interacción social, y comportamientos auto-
destructivos a menudo subyacen en una depresión. Cada una de estas situaciones está
apuntalada por unos complejos escenarios inconscientes que las inmovilizan en bucles
cerrados que se retroalimentan.
La experiencia demuestra que es poco común que la depresión se cure sola sin tratamiento;
los individuos deprimidos pueden desarrollar todo tipo de estrategias para huir de sus
sentimientos depresivos, comportamientos adictivos, huidas hacia delante, cambios
compulsivos de vida, entre otros, pero tarde o temprano los síntomas depresivos reaparecen.
Para poder resolver trastornos depresivos a largo plazo es necesario emprender un trabajo
psicoanalítico o psicoterapéutico que le permitirá al individuo desterrar los conflictos
inconscientes, elaborarlos, y liberarse de la carga que llevaba sin darse cuenta.
En el caso en el que los síntomas depresivos son tan incapacitantes que no le permiten al
individuo mantener una mínima calidad de vida, se le recetará algo de medicación hasta que
la persona se recupere suficientemente, y luego será progresivamente reducida. Es importante
notar que la medicación sólo ofrece alivio sintomático y no da soluciones a largo plazo.
8. AFLICCIÓN COMPLICADA
Durante los primeros meses después de una pérdida, la aflicción normal es parecida a la
aflicción complicada; sin embargo, mientras que la duración y la intensidad de la aflicción
normal comienzan a disminuir gradualmente, la duración y la intensidad de la aflicción
complicada persisten o empeoran. Es como estar en un estado de aflicción constante e
intensificado que no permite la recuperación.
El doliente queda detenido o con excesiva duración en alguna de las fases, sin poder arribar a:
● La capacidad de recordar y hablar de la pérdida sin dolor excesivo
● La capacidad de establecer nuevas relaciones y aceptar los desafíos de la vida (9).
Las personas que están de duelo y tienen una autoestima alta o sienten que tienen control
sobre su vida tienen una reacción normal de aflicción aunque se enfrenten a una pérdida
inesperada. Es más probable que las personas que perdieron un ser querido y tienen baja
autoestima o sienten que no pueden controlar la vida tengan una reacción de afección
complicada después de una pérdida inesperada.
Es más probable que las personas con ciertos rasgos de personalidad sufran una aflicción
prolongada después de una pérdida. Entre estas personas, están las que dependen mucho de
sus seres queridos (como un cónyuge) y quienes manejan el sufrimiento pensando en este
permanentemente.
En algunos estudios se observó que la religión ayuda a las personas a enfrentarse mejor con la
aflicción. En otros estudios se observó que la religión no ayuda o causa más sufrimiento. La
religión parece ayudar a las personas que van frecuentemente a un templo. El efecto positivo
sobre la aflicción se puede deber a que las personas que asisten a un templo reciben más
apoyo social.
Los hombres tienen más problemas que las mujeres después de la muerte de un cónyuge. Los
hombres tienden a sufrir una aflicción peor y más problemas de salud que las mujeres
después de una pérdida. Algunos investigadores piensan que esto se puede deber a que los
hombres reciben menos apoyo social después de una pérdida.
Las personas jóvenes que están de duelo tienen más problemas después de una pérdida que
las personas de más edad que están de duelo. Ellos tienen problemas de salud más graves,
síntomas de aflicción y otros síntomas mentales y físicos. Sin embargo, la gente joven que
está de duelo se puede recuperar más rápido que las personas de más edad en la misma
situación porque tiene más recursos y apoyo social.
La falta de apoyo social aumenta la probabilidad de tener problemas al enfrentarse con una
pérdida. El apoyo social incluye a los familiares de la persona, los amigos, los vecinos y los
miembros de la comunidad que pueden proporcionar ayuda psicológica, física y económica.
Después de la muerte de un familiar cercano, muchas personas sufren una cantidad de
pérdidas relacionadas. Por ejemplo, la muerte de un cónyuge puede causar una pérdida de
ingreso y cambios en los modos de vida y en la vida cotidiana. Todos estos aspectos se
relacionan con el apoyo social (10).
9. Duelo Complicado
El duelo que no sigue el curso esperado se le suele denominar de diferentes formas: anormal,
patológico, traumático, no resuelto, complicado, crónico, retrasado, exagerado, aunque
últimamente se le llama complicado o prolongado.
La literatura sobre el duelo no presenta una idea homogénea sobre las manifestaciones del
duelo complicado, sin embargo, se han mencionado las siguientes manifestaciones: negación
o dificultad para aceptar la pérdida del ser querido, fuertes sentimientos de culpa, rabia,
abandono, duelo excesivamente prolongado en el tiempo, alteración o detención del curso de
vida, cambios emocionales bruscos o aparición de diversos cuadros psicopatológicos, con
sintomatología de tipo depresivo, ansioso, somático, trastornos de la conducta, dependencias
e incluso síntomas psicóticos.
A. Tipos
● Duelo ausente: En este duelo tanto los sentimientos como el proceso del duelo no
están presentes, como si la muerte no hubiera ocurrido o como si el doliente estuviera
aún en fase de conmoción.
● Duelo crónico: Es el duelo que tiene una duración excesiva y la misma persona siente
que no llega a una conclusión satisfactoria. Este tipo de duelo es de fácil diagnóstico
porque la persona es consciente de su problema. El duelo crónico generalmente dura
años, sin embargo, no deben considerarse como problema específico los recuerdos
durante las fechas de los aniversarios porque se consideran normales.
● Duelo retrasado: Es el duelo que en el momento del fallecimiento del familiar el
doliente no tuvo una reacción emocional suficiente. Posteriormente en una pérdida
posterior la intensidad del duelo parece exagerada para la misma persona.
● Duelo exagerado: Es el duelo que desencadena una respuesta desadaptativa, algunas
veces trastornos psiquiátricos mayores, donde la persona es consciente que dicha
conducta es producto de la pérdida pero que necesita ayuda para sobrellevarla. Entre
los trastornos psiquiátricos que pueden acompañar al duelo exagerado están:
depresión mayor, ansiedad con ataques de pánico o conductas fóbicas, abuso de
sustancias adictivas, estrés post traumático y trastornos afectivos.
● Duelo enmascarado: En este caso la persona no es consciente que los problemas que
sufre tienen su origen en una pérdida. Las manifestaciones del duelo pueden estar
presentes en un síntoma físico o en una conducta desadaptativa. Algunas veces este
síntoma físico puede ser similar al observado por el familiar durante su última
enfermedad (1).
Antes del fallecimiento es preciso trabajar con la intención de prevenir la aparición de duelo
complicado y promover la elaboración posterior de un duelo convencional, para ello es
oportuno favorecer la expresión de sentimientos en la familia, promover la conservación de
otros roles además del cuidado del familiar en situación de enfermedad e implicar a la familia
en el cuidado y las tareas para maximizar la sensación de utilidad. Para lograr este objetivo,
es indispensable valorar las necesidades de la familia y el paciente en forma de
preocupaciones y temores, evaluar y potenciar los recursos disponibles para transmitir
sensación de control de la situación e identificar factores de riesgo y otras complicaciones.
Después del fallecimiento se debe continuar ofreciendo apoyo emocional para prevenir la
aparición de duelo complicado en los casos de riesgo, facilitando la elaboración del mismo y
la adaptación, mediante el aumento de la realidad de la pérdida.
● En la mayoría de los casos, a los dolientes les basta el apoyo de sus familiares y
allegados, por lo cual el papel de los profesionales es proporcionar información sobre
el duelo y los recursos disponibles.
● Algunos dolientes requieren de un mayor esfuerzo para aceptar la pérdida, en este
caso, es necesaria la colaboración de otros profesionales, para identificar el riesgo y
detectar a tiempo los problemas asociados al duelo en caso de requerir una atención
más especializada.
● Un menor número de dolientes precisa de atención especializada, que se proporciona
principalmente por equipos de salud mental, psicoterapeutas o expertos en duelo (14).
III. CONCLUSIONES
2. Es normal que se presente la aflicción después de una pérdida, por ello es de suma
importancia que el personal de enfermería valore tempranamente para intervenir
oportunamente y así evitar que esta se complique.
V. ANEXOS (EVALUACIÓN)