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RECUERDOS DE MUERTOS

Y MEMORIAS CONTADOS
POR UN PATOLOGO
FORENSE

José Vicente Pachar Lucio

2016
2016
RECUERDOS DE
MUERTOS Y MEMORIAS
CONTADOS POR UN
PATÓLOGO FORENSE

JOSÉ VICENTE PACHAR LUCIO

PANAMÁ, 2016
© J OSÉ V ICENTE P ACHAR LUCIO
Recuerdos de muertos y memorias contadas
por un patólogo forense

ISBN 978-9962-12-335-4

Primera Edición

Septiembre de 2016.

200 ejemplares

Sept. 2016

Imprenta Articsa
E-mail: imprentaarticsa@hotmail.com
Panamá, Rep. de Panamá Tel.:225-0224

Se reservan todos los derechos. Ni la totalidad, ni parte de esta obra puede


reproducirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo
fotocopia, grabación mecánica o cualquier almacenamiento de información
y sistema de recuperación, sin autorización expresa de su autor de acuerdo a
las leyes vigentes en la República de Panamá.
A Panamá

“Por encima de todo, he sido un ser sintiente,


un animal pensante en este hermoso planeta,
y eso, en sí mismo, ha sido ya un enorme
privilegio y una aventura”

Oliver Sacks

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AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO

PREFACIO

PRIMERA PARTE

1. Aclarando definiciones y títulos ...…..…………….17

2. Mi camino hacia lo forense …………………..……20

3. Moda y realidad de las Ciencias Forenses .…... 34

4. El razonamiento del perito científico ...………..... 43

5. El método pericial científico….………….…….…. 49

6. La formación académica en Medicina Legal


y Forense en Panamá..........................................53

7. Ética y Medicina Forense ……………………........60

8. Peritos y medios de comunicación.………….…. 63

9. De peritos científicos y abogados ………….….. 70

10. Otras tácticas de abogados ………….………... 75

11. De audiencias y jurados de conciencia …….….. 83

12. ¿Brutalidad policial? ………….……….……….... 91

13. Gajes del oficio forense …………………………..101

14. Perito forense, un trabajo riesgoso ……………. 110

15. Bajo la espada de Damocles …………………... 119

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Dr. José Vicente Pachar Lucio

SEGUNDA PARTE

1. Vientos de tsunami ………………....…………….129

2. Los comienzos de la reingeniería del IMELCF....136

3. Manos a la obra ……………………………….….146

4. La controvertida ley 50 de 13 de diciembre de 2006 .....152

5. Cuando Chicho perdió su cita al veterinario …...161

6. Cruzando fronteras forenses …………………....170

TERCERA PARTE

1. Reflexiones al borde de una mesa de necropsias....185

2. ¿Qué pasa con el cuerpo humano después


de la muerte? ..........................................................189

3. ¿Escena de crimen o lugar del hecho?............. 201

4. Qué es y por qué se practica una


necropsia forense ….......................................... 211

CUARTA PARTE: CASOS FORENSES

1. Los muertos de la invasión norteamericana .... 221

2. Marlene Mendizábal ……………………......…… 232

3. Rastros de la historia………….......…...……….. 247

4. ¿Entonces, dónde está el Padre Gallegos?........261

5. Marquitos Rodríguez Justines …………...…….. 273

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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

6. Cuando una autoridad habló antes de la autopsia .........282

7. Cuerpos mutilados …………………….……….. 289

8. ¿Qué le pasó a Vanessa Márquez? ……….…. 301

9. Muertes de personas detenidas o en custodia .... 312

10. El salvaje Bill y los Brown …………............…… 323

11. La muerte del Inspector Brewster: más


preguntas que respuestas …........…................. 328

12. Morir de calor en Panamá……......................…..337

13. Muertos en los “push bottom” …........................ 344

14. Muertos en hechos de tránsito ……………...... 352

15. Cuando la muerte cae del cielo………………... 356

16. Peritos panameños en el terremoto de Haití …..370

17. Muertos en centros de atención sanitaria …..... 380

18. Femicidios……… ……….................................. 397

19. Reflexión Final.................................................... 411

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AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer a todos aquellos a quienes hago


referencia, o cuyas historias cuento aquí, de la
manera mas respetuosa, con la esperanza de que
otros sepan detalles de un pasado compartido.

Gracias al Instituto de Medicina Legal y Ciencias


Forenses de Panamá, a sus autoridades, colegas y
compañeros de trabajo.

Gracias a la profesora María Goddard y a Peter


Storfa por su acuciosidad y paciencia para leer,
corregir y comentar cada página de este libro.

Gracias a Delicia de Montañés, por sus atinadas


observaciones y comentarios.

Mil gracias al maestro Eduardo Vargas Alvarado,


colega y amigo, reconocido patólogo forense
costarricense, baluarte de la divulgación científica
médico legal en Latinoamérica, por su generoso
prólogo.

Y gracias a los puntales de mi vida, razón de mi


existencia: Geneva, Vicente, Mónica Roxana y Laura
Alejandra. Gracias por comprenderme, apoyarme y
estar siempre conmigo.

-9-
PRÓLOGO

Supe del doctor José Vicente Pachar Lucio en el año


1989. En ese momento estaba en San José para
seguir una pasantía en la Unidad de Microscopía
Electrónica de la Universidad de Costa Rica. En
aquel entonces me hizo saber de sus planes de
aspirar a una beca para una maestría en Patología
Forense en Inglaterra.

Dos años después me escribió acerca de su


trabajo de graduación en la Universidad de
Londres, que había versado sobre la utilidad de la
Microscopía Electrónica de Barrido en el estudio de
las diatomeas para el complejo diagnóstico de la
asfixia por sumersión, el cual tuvo amplia difusión en
reconocidas revistas de Ciencias Forenses.

¿Quién es este profesional tan estudioso? El autor


nos cuenta que es un médico nacido en Quito,
Ecuador, donde empezó a estudiar Medicina y
completó su formación profesional en Rumania. Ya
graduado, se trasladó a Panamá, cumplió con el
Internado Hospitalario y la Residencia Médica en
Patología. Como patólogo obtuvo la maestría en
Patología Forense en Londres y regresó a Panamá
para trabajar como patólogo de hospital y médico
forense. En otras palabras, es un médico panameño
por naturalización y un patólogo especializado en el
área forense.

Trabajó como patólogo de hospital, médico forense


y catedrático universitario hasta inicios del año

-11-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

2005 cuando fue nombrado director del Instituto de


Medicina Legal y Ciencias Forenses de Panamá.
El doctor Pachar Lucio enfrentó decididamente los
nuevos retos y con el apoyo de los funcionarios
del Instituto, en poco tiempo lograron, lo que en
otras instituciones afines toma años, la autonomía
institucional, la formación de especialistas en
Medicina Legal y una ley propia. Tiempo después, el
Instituto de Panamá creció con la incorporación de
todas las ramas de las Ciencias Forenses.

Y cuando, al quinto año, el proyecto de desarrollo de


la institución estaba dando frutos, tuvo que dejarlo.
Afortunadamente para la Medicina Legal panameña,
decidió continuar su práctica forense institucional
y dedicarse a lo que realmente es su pasión la
Patología Forense.

Para quienes disfrutamos la Patología Forense,


la morgue judicial es el centro de nuestro mayor
interés en este campo, y el que se nos despoje de
la hojarasca administrativa es más bien un alivio.
Desde esta perspectiva, comprendemos lo que el
autor relata en sus memorias.

El libro del doctor Pachar Lucio ofrece un punto de


vista original sobre diversos tópicos relacionados
con la práctica médico forense. También aborda, de
manera docente y explicativa, conceptos necesarios
para introducir al lector en la parte medular de su
escrito: los casos forenses, reflejos de la historia y
de sus protagonistas.

-12-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Entre las anécdotas que incluye en su ameno


libro, el doctor Pachar Lucio cita los aspectos de
riesgo profesional que involucra esta especialidad
forense y trae a colación historias muy ilustrativas.
Así mismo, resalta asuntos de interés público y
humanitario como son: los muertos en la invasión
norteamericana, las situaciones de brutalidad policial
y los abusos de los derechos humanos.

El libro también es relevante y meritorio porque no


solamente ilustra las dificultades y riegos físicos
y psicológicos que confronta el profesional, que
decide dedicarse a la investigación científica
forense; sino que también es un acercamiento a los
abismos, pasiones e irracionalidades de los seres
humanos; del sentido de la vida y de la muerte.
Sus páginas sirven como introducción al estudio
de las Ciencias Forenses y también como medio
para informarse sobre la realidad del trabajo de los
expertos en esta área.

Por todo ello, nos permitimos recomendar su lectura


tanto para universitarios como para profesionales y
curiosos lectores en general.

Dr. Eduardo Vargas Alvarado


Profesor Emérito de Medicina Legal
Escuela de Medicina
Universidad de Costa Rica

Retired Member
American Academy of Forensic Sciences
-13-
PREFACIO

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno


recuerda, y como la recuerda para contarla”
Gabriel García Márquez

Se dice que los médicos forenses hablan por los


muertos, me consta, es verdad. Es por eso que ellos
son los protagonistas de la mayor parte de esta
memoria, de la que, emergerán sus testimonios y
circunstancias.
Después de haber dedicado años de mi vida a la
práctica pericial médico forense, a la docencia y a
tareas administrativas en el Instituto de Medicina
Legal y Ciencias Forenses, creo que ha llegado
el momento de dar a conocer, especialmente a
aquéllos que no están familiarizados con la Medicina
Legal, la Patología Forense y las Ciencias Forenses
en general, parte de los recuerdos, conocimientos,
experiencias y vivencias acumulados durante 25
años.
Esta Memoria tiene como propósito divulgar
una especialidad médica, más conocida por la
exposición mediática, que por sus fundamentos
científicos y su realidad. Desde una perspectiva muy
personal, fidedigna y anecdótica, está obviamente,
vinculada a la historia del Instituto de Medicina Legal
y Ciencias Forenses y al desarrollo de la Medicina
Legal y Forense en Panamá.
Con el tiempo aprendí que ser forense me permitió
descubrir un nuevo equilibrio, una identidad médica
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Dr. José Vicente Pachar Lucio

distinta, que produjo cambios en mis circuitos


cerebrales y algunas adaptaciones, deliberadas;
pero la mayoría aprendidas, probando y
equivocándome. También aprendí que existen,
y están disponibles, inagotables fuentes de
conocimiento, que solamente son recomendaciones
generales; las particulares, las tuve que encontrar
por mí mismo.
Como médico, inicialmente me pareció paradójico
que del cuidado de la salud de las personas
pasé a estudiar la vida desde la perspectiva de
la enfermedad y de la muerte, según las infinitas
formas de las diferencias individuales. Así, encontré
defectos, enfermedades, lesiones que no se sabía
que estaban ahí, dentro de las personas y que
podrían no ser encontrados nunca, salvo en una
mesa de autopsias.
Es la contradicción de la muerte, su potencial
creativo y docente, el tema central de este libro.
Del horror de los estragos de la violencia se nutre
la curiosidad científica. De la mutilación de la vida
surge la necesidad de ser partícipe de la búsqueda
de la verdad, esto es precisamente lo que me
interesa comunicar.
Por esta razón, comparto experiencias personales
y profesionales como perito médico forense y
administrativo, con descripciones y reflexiones sobre
algunos de los casos de investigación criminal más
controversiales, ocurridos en Panamá en estos
años.

-16-
PRIMERA PARTE

1. ACLARANDO DEFINICIONES Y TÍTULOS


En su libro: Diccionario Jurídico Elemental,
decimonovena edición, 2008; el autor
Guillermo Cabanellas de Torres define al
perito judicial de la siguiente manera: “La
Academia agrega, para definir al perito
judicial, al que interviene en el procedimiento
civil, penal o de otra jurisdicción, como la
persona que, poseyendo especiales
conocimientos teóricos o prácticos, informa,
bajo juramento, al juzgador sobre puntos
litigiosos en cuanto se relacionan con su
especial saber o experiencia”.
El médico que actúa como perito judicial debe
conocer y aplicar métodos científicos en los análisis
que practica en documentos, personas vivas o en
cadáveres. En Panamá existen peritos judiciales
oficiales (aquéllos que son funcionarios del Instituto
de Medicina Legal y Ciencias Forenses, IMELCF) y
peritos privados.
El perito médico debe poseer una formación
académica en Medicina Legal, Patología Forense
o Psiquiatría Forense. Sobre la definición de
la Medicina Legal, el catedrático español José
Delfín Villalaín Blanco, en su artículo: Reflexiones
sobre la especialidad de Medicina Legal y
Forense, disponible en la Revista de la Escuela
de Medicina Legal (enero de 2006), opinó lo
siguiente: “todos los autores están de acuerdo
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Dr. José Vicente Pachar Lucio

en afirmar la dificultad que actualmente entraña


definir y concretar el contenido de la Medicina
Legal si pretendemos reflejar de un modo completo
su complejidad y dinamismo, debido a su amplio
y variado contenido doctrinal y al constante
cambio y variación a que ha estado sometida
estos últimos años”. Más adelante, el profesor
Villalaín Blanco se refiere a esa especialidad médica
como Medicina Legal y Forense y la define de la
siguiente manera: “una especialidad médica, y una
disciplina universitaria que enseña y sistematiza los
conocimientos médicos precisos para resolver los
problemas biológicos que plantea el Derecho, los
problemas jurídicos y deontológicos de la Medicina
y que colabora con el Derecho para la redacción de
nuevas leyes”.
En la práctica, un médico forense es un auxiliar
científico de investigadores y jueces, pero no
necesariamente es un médico especialista en
Medicina Legal o Patología Forense.
En Panamá, hasta hace pocos años, el Ministerio
Público (MP) nombraba a cualquier médico como
“médico forense”, simplemente se le otorgaba un
título administrativo.
En cambio, un médico legista es un especialista
en Medicina Legal que obtiene ese título luego de
completar un programa de residencia universitaria.
En nuestro país, el programa fue aprobado por el
IMELCF y la Facultad de Medicina de la Universidad
de Panamá. Al término del mismo, aquéllos que
cumplen con los requisitos establecidos, reciben
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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

el título de Magister en Ciencias Clínicas con


Especialización en Medicina Legal. Posteriormente,
el título debe ser avalado por el Consejo Técnico del
Ministerio de Salud.
Solamente hubo una excepción a lo antes
mencionado. Cuando se aprobó la ley 50 de 13 de
diciembre de 2006, se acordó que todos aquellos
médicos que, a la fecha hubiesen laborado, en el
IMELCF, de manera continua durante cinco años
anteriores a la promulgación de la ley, con funciones
de médico o patólogo forense, fueran declarados
idóneos en la especialidad respectiva por el Consejo
Técnico del Ministerio de Salud.
Por otra parte, la Patología estudia las
manifestaciones morfológicas macro – lo que se ve
a simple vista en una necropsia - y microscópicas
de las enfermedades. La Patología Forense aplica
los métodos de la Patología a la investigación de
los casos de muerte violenta, sospechosa o no
certificada por un médico; es una subespecialidad
con características, casuística, métodos y técnicas
propios.
Entonces, el patólogo forense es un médico
especialista en Patología, que debe haber
completado un programa de dos años en
la subespecialidad forense. El título académico
de patólogo forense debe ser reconocido por la
Sociedad Panameña de Patología y avalado por el
Consejo Técnico del Ministerio de Salud.
El patólogo forense se ocupa exclusivamente de
los muertos, razón por la cual me decidí por el título
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Dr. José Vicente Pachar Lucio

de la obra. Surgen en ella reflexiones, recuerdos y


anécdotas que espero contribuyan a preservar la
memoria de una vida profesional dedicada a esta
apasionante, difícil, y a veces ingrata, especialidad
médica.
En pocas palabras, no soy médico forense ni médico
legista, soy patólogo forense.

2. MI CAMINO HACIA LO FORENSE


A quienes nos dedicamos a la práctica pericial
científica forense, en algún momento de nuestra
vida profesional nos han preguntado: ¿Cuándo se
dio cuenta que quería ser forense y cómo se siente
el trabajar con muertos?
Para responder a la primera pregunta debo volver al
Quito de los años 60 del siglo pasado (soy quiteño
de nacimiento y panameño por decisión propia).
Por aquellos tiempos, la capital del Ecuador era
una remota, muy tranquila y conservadora ciudad,
ubicada en las alturas de los Andes. Años más
tarde, Quito fue declarada Patrimonio Cultural de
la Humanidad, principalmente por su intacto diseño
arquitectónico colonial. Crecí en ese ambiente.
A propósito de esa majestuosa cadena montañosa,
del célebre cantautor argentino Atahualpa Yupanqui,
recuerdo una de mis primeras lecciones de
humildad: “Y aquél que se cree muy grande, se pone
al lado de los Andes y es un enano cualquiera”.
Mis recuerdos de infancia brotan de las calles,
casas, mercados y plazas de esa espléndida
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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

ciudad andina. Mi padre era policía y parte de mis


obligaciones, al concluir las tareas de la escuela
primaria, incluía llevarle la comida al cuartel de la
Comandancia de la Policía Nacional, ubicado al lado
de la iglesia de San Francisco. Era un edificio de
mediados del siglo XX, en cuya planta baja funcionaba
la morgue judicial. Obligatoriamente debía pasar frente
a las salas de disección y algunas veces pude ver
– y oler - lo que ahí sucedía, quedándome siempre
con la curiosidad de cómo y por qué lo hacían…
Las respuestas las obtuve del Dr. Rafael Vaca,
médico general y legista, maestro y amigo, pero
sobre todo un extraordinario ser humano - como yo
quisiera ser -, a él le debo la inspiración para ser
médico y después forense.
Ya en los años 70, empecé a estudiar Medicina en
la Facultad de Medicina de la Universidad Central
de Quito. Eran los tormentosos años del fin de una
dictadura militar de cierta flexibilidad ideológica. A
la Universidad llegaron los ecos de revoluciones
y cambios sociales en otras latitudes y surgieron
oportunidades de estudio en otros países. La idea era
completar la formación académica en una profesión
que hasta esos años era reservada sólo para ciertas
élites sociales.
Con una beca completé mis estudios en la Facultad
de Medicina de la ciudad de Cluj Napoca en
Rumanía. Cluj Napoca está ubicada en la célebre
región de Transilvania, espléndido espacio geográfico
lleno de tradiciones, leyendas y tenebrosas historias
de vampiros y hombres lobo.
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Dr. José Vicente Pachar Lucio

Llegué a Panamá a comienzos de los años 80,


hice mis años de internado en el Sistema Integrado
de Salud de la provincia de Chiriquí, también
laboré como médico en el Hospital Manuel Amador
Guerrero de la ciudad de Colón y en el Hospital
Psiquiátrico Nacional, en la capital de Panamá.
En el año 1986, ya ciudadano panameño, ingresé
como médico residente al Servicio de Patología del
Hospital Santo Tomás. La posición se definía por
concurso (escrito y oral); aún recuerdo que durante
la entrevista el jefe del Servicio, el respetado
maestro Rodolfo Ermocilla Bellido (q.e.p.d.) me
preguntó: ¿por qué quiere hacer Patología?,
le contesté que me parecía una especialidad
médica diferente, muy interesante y acorde con mis
perspectivas profesionales. Por aquellos días los
patólogos eran considerados individuos solitarios,
siempre entre piezas quirúrgicas, microscopios y
autopsias, confinados al lugar más lúgubre de los
hospitales: la morgue. Él me comentó: “que bien,
porque si cree que haciendo Patología va a hacer
plata se equivoca de especialidad”.
Completé el programa de Residencia a finales del
mes de diciembre del año 1989; estaba por concluir
la misma cuando el día 20 de ese mes ocurrió la
invasión norteamericana a Panamá. Fui testigo de
lo acontecido esa noche y los días siguientes en
el Hospital Santo Tomás, sobre todo en la morgue,
pero esa historia la cuento más adelante…
Al terminar mi formación como médico especialista
en Patología, el mismo Dr. Ermocilla, cuando le
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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

pedí que me firmara una carta de apoyo para recibir


una beca del Consejo Británico “British Council”, a
fin de obtener una Maestría en Patología Forense
en el Departamento de Medicina Forense del
Royal London Hospital Medical College, me hizo
la siguiente observación: “Doctor, no desperdicie
su talento ni pierda su tiempo en eso, esa vaina
es y será siempre política; mejor dedíquese a otra
subespecialidad de la Patología que de seguro le irá
mucho mejor”. Años más tarde, en tiempos difíciles,
con frecuencia me pregunté si el maestro tendría la
razón.
Para aplicar a la beca, necesitaba la recomendación
de otro renombrado patólogo de Panamá. Fue así
como el maestro y formador de médicos, el Dr.
Ferruccio Bertoli (q.e.p.d.), por aquel entonces
Profesor de Patología de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Panamá, muy gentilmente
me recibió, firmó la carta de recomendación y me
dijo estas sabias palabras: “lo felicito y le deseo
éxitos, pero recuerde, para que se den cuenta y
reconozcan que es usted un buen patólogo forense,
mínimo deberán pasar 10 años”.

Recibí la beca y a mediados de 1990, antes de


viajar a Inglaterra, fui nombrado médico forense ad
honorem, con la promesa del Lcdo. Rogelio Cruz,
entonces procurador General de la Nación, de
reincorporarme al Instituto tan pronto terminara mis
estudios en el extranjero.

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Dr. José Vicente Pachar Lucio

Antes de comenzar la Maestría en Patología


Forense en Londres, estuve unos meses en la
cercana ciudad de Norwich, para afianzar mis
conocimientos del idioma inglés y, al igual que un
grupo de becarios de varios países de Asia, África
y América, familiarizarme con la vida y cultura
inglesas.
El grupo de becarios era muy heterogéneo,
compuesto principalmente por profesionales
no médicos, provenientes de la Mancomunidad
Británica de Naciones. Como parte de la
preparación académica, debíamos intercambiar
opiniones con los participantes sobre los estudios
que adelantaríamos en Inglaterra. Cuando me
correspondió dar mi versión, las preguntas del grupo
eran una mezcla de admiración, miedo y sorpresa;
por ejemplo, recuerdo la profunda expresión de
desagrado de un compañero musulmán cuando
mencioné que iba a disecar cadáveres.
Terminado ese período de adaptación, tuve el honor
y el privilegio de empezar mi formación forense
en el London Hospital Medical College, centro
internacional de excelencia académica, bajo la tutela
del Profesor James Malcom Cameron (q.e.p.d.),
afectuosamente conocido por sus colegas y amigos
como “Taffy Cameron”; un sabio maestro, amable y
muy respetuoso.
El Profesor Cameron es una figura de referencia en
Patología Forense, por sus aportes al conocimiento
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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

científico forense, especialmente en las áreas del


maltrato físico y muerte súbita infantil. Tuve el honor
de ser uno de sus últimos alumnos; al completar
mi formación académica el Profesor se retiró, poco
tiempo después el Departamento de Medicina
Forense del London Hospital cerró sus puertas,
culminando así una tradición de más de un siglo y
medio de Patología Forense en el Reino Unido.
En el Departamento también se realizaban experticias
de Odontología Forense, Toxicología y Serología
Forense. Estaba localizado en el distrito de
Whitechapel, al este de Londres, sitio de referencia
forense por las historias del infame Jack el Destripador
– asesino en serie que cometió varios crímenes de
mujeres prostitutas, a finales del siglo XIX.
Además, el hospital era el albergue de los restos
de Joseph Merrick, conocido como el “Hombre
Elefante” póstumamente diagnosticado con el
“Síndrome de Proteus”, rara enfermedad congénita
cuyo nombre se refiere al dios de la mitología
griega Proteo, quien podía cambiar de forma.
La enfermedad se bautizó con ese nombre
porque los pacientes afectados presentan un
crecimiento excesivo de la piel y un desarrollo
anormal de los huesos, acompañado de tumores
en el cuerpo; estos cambios externos causan un
aspecto grotesco, para algunos parecido a dicho
paquidermo.
En Inglaterra, el Coroner (autoridad judicial en el
sistema inglés), es quien dirige las investigaciones
penales y solicita a los peritos médicos la práctica
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Dr. José Vicente Pachar Lucio

de todas las experticias en los casos de muerte


violenta o sospechosa, incluyendo las necropsias.
Además de participar de las labores diarias de
un patólogo forense - en las investigaciones de la
escena del crimen y la práctica de necropsias en una
de las tres morgues del este de Londres -, realicé
mi trabajo de tesis de maestría en la aplicación
de la Microscopía Electrónica de Barrido para la
detección y análisis de las diatomeas, como elemento
diagnóstico en casos de sumersión. Previo a mi
viaje a Inglaterra, estuve seis meses en la Unidad de
Microscopía Electrónica de la Universidad de Costa
Rica, en donde aprendí el uso y aplicaciones de ese
importante recurso tecnológico.
Mi trabajo sobre la utilización de las diatomeas
para el diagnóstico de ahogamiento fue publicado
en prestigiosas revistas forenses de Inglaterra
(Medicine Science and the Law) y Estados Unidos
(Journal of Forensic Sciences, publicación oficial de la
Academia Americana de Ciencias Forenses) y aún se
incluye entre las referencias bibliográficas cuando se
presenta el tema.
A propósito, en mayo del año 2012, por invitación de
la amiga y antropóloga forense Tania de la Barde,
viajé a Francia a participar en un Congreso en
Estrasburgo - Francia. Allí tuve la oportunidad de
conocer los laboratorios del Instituto de Medicina
Legal y al célebre Profesor Bertrand Ludes - el
estudio de las diatomeas y su aplicación en los
casos de ahogados eran una de las líneas de
investigación del laboratorio -. Durante la visita a las
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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

instalaciones, le comenté al Profesor Ludes de mis


estudios en Inglaterra, él me comentó: “Así que usted es
el Profesor Pachar, autor de trabajos en el tema de las
diatomeas, espere”; regresó y me trajo un ejemplar de
su libro: “Diatomees et Medicine legale”, me enseñó
las referencias bibliográficas, entre las que aparecían
mis trabajos sobre el tema, y tuvo el noble gesto de
dedicarme un ejemplar.
Completé los estudios, aprobé los exámenes y recibí
el título académico de MPhil en Patología Forense,
otorgado por la Universidad de Londres. Regresé a
Panamá y me reincorporé al IMELCF, laboré 6 meses
ad honorem.
Desde un principio afronté la difícil tarea de romper
paradigmas y fijar espacios académicos; pese a
que mis competencias eran útiles solamente en la
morgue, me asignaron funciones en la Clínica Médico
Legal (evaluación de personas lesionadas). Sólo
años más tarde, y por justa decisión del entonces
procurador, Lcdo. José Antonio Sosa, logré dedicarme
exclusivamente a realizar tareas forenses con
cadáveres.
De los primeros días de mi práctica como patólogo
forense en Panamá, todavía recuerdo con claridad
cuando me presenté a la morgue del Hospital Santo
Tomás, para entonces con funciones de morgue judicial,
con el propósito de realizar las primeras necropsias
asignadas. Llegué a la insalubre y deprimente sala de
autopsias médico legales y pregunté a los asistentes
dónde me podía cambiar de ropa para comenzar las
necropsias, su respuesta fue otra pregunta: ¿para qué?
-27-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Resulta ser que, en aquel entonces, casi todos los médicos


forenses eran “médicos lejistas” - expertos de lejos - no
“legistas”, porque no se ponían guantes ni examinaban
personalmente el cadáver, solamente se limitaban a
escribir los hallazgos, mientras los asistentes realizaban los
procedimientos y dictaban lo que encontraban. Parados en
una esquina de la sala de disecciones, con su bata blanca,
a prudente distancia del oloroso muerto, escribían sobre
una tabla de soporte lo que les dictaban los asistentes.
Me di cuenta lo muy mal pagados que estaban los
asistentes de necropsia, tomando en cuenta los riesgos y
responsabilidades inherentes a lo que hacían. Con pesar,
he constatado que esas prácticas han vuelto…
En fin, como el Servicio de Patología del hospital Santo
Tomás estaba cruzando una puerta, del espacio asignado
a la medicatura forense, me fui a poner la ropa de trabajo
del otro lado. Al regresar, los dos cuerpos asignados para
mi examen estaban bañados y limpios sobre la mesa de
disecciones y de nuevo pregunté: ¿por qué hicieron eso?
Y la respuesta fue: “eso es lo que hacemos en todos los
casos”; ¿y la ropa del muerto?: “ahí en el tinaco”. Si a eso
le sumamos que con la misma jeringuilla tomaban las
muestras de sangre de los diferentes casos, ya tenemos
una idea de la calidad y confiabilidad de las pericias.
No fue fácil crear conciencia de la existencia de una
subespecialidad específicamente dedicada al examen
macro y microscópico de los cadáveres: la Patología
Forense.
Tampoco fue sencillo lograr que las necropsias
fueran practicadas por médicos con entrenamiento
específico en Medicina Legal o Patología Forense.
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Hasta antes del año 2005, las autopsias médico
legales eran practicadas por patólogos de hospital y
otros médicos generales y especialistas.
Por más de diez años, hasta enero del año 2005
ejercí la Patología Forense, habiendo participado
en las investigaciones de algunos de los más
mediáticos y polémicos casos que se dieron durante
esos años en Panamá.
Pese a que fui nombrado director del IMELCF,
en febrero del año 2005, continué realizando
necropsias y asistiendo a diligencias de
levantamiento de cadáveres y desde el año 2009,
ya como Subdirector de Medicina Forense, seguí
participando en varias investigaciones judiciales que
fueron noticia.
De todos estos años de trabajo como patólogo forense,
guardo y me acompañan vivencias y recuerdos de la
certeza de la muerte, sé que existe - me consta -, sé
que me espera. Estoy preparado, no le temo.
En todo este tiempo, muchas veces debí presentar
signos del llamado “Síndrome de Burn out”:
respuesta prolongada de estrés, que aparece en el
organismo ante factores estresantes emocionales
e interpersonales que se presentan en el trabajo.
Cómo no presentarlo si en este trabajo he sido
testigo del paso de la muerte, a veces sin razón
aparente, de manera absurda, injusta, dolorosa
y otras veces como final de macabro juego de
peligrosas reglas conocidas. Nadie quiere morir y
cada cadáver es el silencio y el final de la historia de
un ser humano.
-29-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Ahora, con tiempo para reflexionar me pregunto:


¿Cómo debí sentirme al estar inmerso en intensos
y dolorosos dramas humanos que viví, como el
del bus quemado frente al templo Hossana; el del
helicóptero que cayó en Calidonia o en Haití luego
del desbastador terremoto del año 2010?
Hace unos años, conversaba sobre el tema con
un colega y amigo de otro país, quien compartió
conmigo su historia, la que intento recordar: me
contaba que en cuestión de días, dos funcionarios
de Medicina Legal se suicidaron en las instalaciones
de la institución; poco tiempo después, él fue
llamado a acompañar a las autoridades a un
levantamiento de cadáveres. Al llegar, constataron
que un ciudadano había matado a la esposa, a sus
tres hijos, colgó los cadáveres y después se ahorcó.
Ante tan dantesco y horripilante cuadro rompió en
llanto y fue incapacitado por varias semanas.
Reconozco que siempre me sentí particularmente
afectado por la muerte violenta de niños y mujeres
maltratadas. Al final de uno de esos tristes días,
regresaba a casa, abrazaba fuertemente a mi
esposa y a mis hijos y les decía cuánto los quería y
necesitaba.
Uno de los casos más desoladores que
recuerdo fue el de una madre que salía
para el trabajo, puso su vehículo en reversa
y atropelló a su niño pequeño. El infante
había salido a ver a su madre y por descuido
de la niñera quedó detrás del vehículo.
Quienes fueron a practicar la diligencia de
-30-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

levantamiento del cadáver comentaban que


la señora, desesperada por el intenso dolor,
gritaba y se golpeaba la cabeza contra las
paredes.
Cuando me preguntan: ¿Cómo hace para aguantar
ese trabajo?, me acuerdo de la frase: “Ni a la muerte ni
al sol se puede mirar fijamente durante mucho tiempo”.
Confieso que, al comenzar a practicar necropsias,
muchas noches tuve pesadillas en las que veía a
los cadáveres abrir los ojos mientras practicaba las
disecciones, y es que cuando se estudia Medicina el
propósito es aprender a curar y a ayudar a los vivos,
no a examinar cadáveres como modus vivendi. Sólo
después de cierto tiempo encontré justificación a lo
que hago: investigar y ayudar a que se haga justicia.
Mi vulnerabilidad al estrés laboral y al colapso mental
ha sido mitigada, en este difícil ejercicio de equilibrio
entre la vida y la muerte, por mi red de apoyo familiar y
espiritual que siempre me acompaña.
La Patología Forense ha sido mi trabajo y también
el sustento de mi familia. Además, me ha permitido
hacer amigos sinceros (miembros de esa fraternidad
forense que comparte casos, trabajos científicos,
pesares administrativos y anécdotas personales).
Hago mención de algunos a quienes guardo especial
respeto y consideración por su amistad, sabios
consejos y orientación profesional.
En Inglaterra, además del maestro James Malcom
Cameron (q.e.p.d.), recibí conocimientos de Ian Hill,
Paula Lannas y la amistad y el apoyo del colega y
amigo Ángel Luis Pérez Martínez.
-31-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Recuerdo con especial aprecio las conversaciones


e intercambio científico sostenidos con Duarte
Nuno Vieira, de Portugal – quien me recomendó
para ser aceptado como miembro en la Academia
Internacional de Medicina Legal -; José Antonio
Llorente, Joaquín Lucena y Jorge González de
España; Tania de la Barde y el Profesor Bertrand
Ludes de Francia. Mi profunda admiración por los
Profesores Charles Petty, Werner Spitz y Joseph
Davis; también conservo, de manera especial, la
amistad y el aprecio de Luis Arturo Sánchez, George
Schiro y Ann Ross (ilustre antropóloga forense
panameña), científicos forenses de Estados Unidos.
Tengo el privilegio de haber compartido académica
y epistolarmente con el reconocido y muy respetado
maestro Eduardo Vargas Alvarado y contar con el
aprecio de Raúl Bonilla, Julián Solano Porras de
Costa Rica y Marlene Basanta de Cuba.
Gratitud eterna a la Dra. Myriam de Ovalle de
Guatemala, quien me invitó a participar en el
proceso de formación de médicos forenses del
INACIF; también tengo la dicha de haber conocido a
la admirable doctora Mariluz Morales de Colombia, y
a sus compatriotas Máximo Duque, Felipe González,
Jorge Eduardo Paredes Duque y Dina Alejandra
Jiménez, a quien debo el privilegio de ser Consultor
del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)
en México y de haber compartido con el grupo de
médicos mexicanos que colaboran con el CICR, a
ellos, especialmente al colega Gerardo Cervantes,
mi gratitud por su cálida hospitalidad.

-32-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Conservo gratos recuerdos de las jornadas


académicas celebradas en Guayaquil por el Profesor
Luis Vásconez, con quien compartimos un dúo de
pasillos en las calles de Estrasburgo – Francia, al
término de una feliz velada con colegas de otros
países. De Chile a Pamela Bórquez, apreciada
amiga y coautora de mis recientes publicaciones. De
Venezuela a las colegas y amigas Christina Zoghbi y
Antonietta De Dominicci.
Mis más recientes memorias provienen de México,
a los colegas Felipe Takajashi, Fernando García
y Macario Susano Pompeyo, gracias por una
encantadora tarde de pozole y mezcal, pero sobre todo
por recibirme como a un hermano. Gratos recuerdos
conservo de la hermosa ciudad de Puebla, gracias a la
generosa hospitalidad de la Dra. Elia Quiterio.
Como todo ser humano, he sido y soy motivo de
controversia; también he tenido y tengo detractores a
quienes comparto lo que el célebre escritor argentino
Jorge Luis Borges, en su autobiografía, escrita con
Norman Torres di Giovanni, escribió: “La gente ha
sido inexplicablemente buena conmigo. No tengo
enemigos, y si ciertas personas se han puesto ese
disfraz han sido tan bondadosas que ni siquiera me
han lastimado. Cada vez que leo algo que han escrito
contra mí, no solo comparto el sentimiento, sino que
pienso que yo mismo podría hacer mucho mejor el
trabajo. Quizás debería aconsejar a los aspirantes a
enemigos que me envíen sus críticas de antemano,
con la seguridad de que recibirán toda mi ayuda y mi
apoyo.” A todos ellos mi más sincero agradecimiento.

-33-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

3. MODA Y REALIDAD DE LAS CIENCIAS


FORENSES
A finales del siglo pasado comenzó la divulgación
masiva de las Ciencias Forenses – que trajo como
consecuencia el así llamado “efecto CSI” (Crime
Scene Investigation) –, en series de televisión y
películas de Hollywood; sin embargo, el interés
por el trabajo del médico forense ya existía desde
finales de los años 70, por la difusión de la serie
norteamericana Dr. Quincy, medical examiner de la
ciudad de Los Ángeles, serie inspirada en el trabajo
del célebre patólogo forense norteamericano Tomas
Noguchi, famoso por haber practicado las necropsias
de Marilyn Monroe, Robert F. Kennedy, Sharon Tate,
William Holden ; Natalie Wood y John Belushi, entre
otros.
Juicios muy publicitados, como el caso del niño
Marquitos Justines o el de Vanessa Márquez en
Panamá y el de O.J. Simpson en Estados Unidos,
también enfocaron la atención en el trabajo de
los científicos forenses. Canales de cable como
Discovery Channel, A&E, TruTV presentan
programas de investigaciones de casos reales, como
Cold Case Files, Forensic Files, Body of Evidence,
etc.
Las franquicias de programas CSI (Nueva York,
Miami, Las Vegas, etc.) presentan una imagen
ilusoria de las Ciencias Forenses que, si bien es
cierto, han contribuido a la difusión del trabajo
de médicos forenses y especialmente de los
peritos de Criminalística, también han influido –
-34-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

equivocadamente - en la percepción de fiabilidad,


confiabilidad y certeza de las ciencias aplicadas a la
investigación forense. En un episodio de cualquiera
de esas series las evidencias y resultados de
las pruebas de laboratorio, incluyendo aquellas
relacionadas a la investigación de la causa de
la muerte, se resuelven, como diríamos en buen
panameño: “en menos de lo que se persigna un
ñato”.
Es más, no cabe duda que la información transmitida
en esos programas ayude a los delincuentes a
manipular las escenas de crimen, ocultar o borrar
evidencias incriminadoras, como elementos de
identificación, haciendo más difícil las tareas de los
investigadores.
La confusión de roles entre la ficción y la realidad
panameña del trabajo forense explica por qué
en cierta ocasión, en un grupo de estudiantes de
Medicina, uno de ellos le comentó a mi hija Mónica:
“saludos al maestro Grissom – personaje de CSI -”;
recuerdo haberle comentado a mi hija: “que va, no
tengo ningún parecido con el tal Grissom, ya quisiera
yo mirar una larva en una escena de crimen y afirmar
tajantemente: es una larva de “musca domestica” que
sin lugar a dudas indica que la muerte ocurrió hace 8
horas y 15 minutos”.
Se ha dicho que esas franquicias presentan una
exagerada versión del trabajo de los peritos en
Ciencias Forenses, que ha influido en la percepción
distorsionada de los usuarios de sus servicios
(principalmente abogados) y del público en general.
-35-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Por ejemplo, las avanzadas técnicas de investigación


mostradas en esos programas, han incrementado las
expectativas de algunos fiscales – quienes solicitan
las mágicas pruebas de ADN para rápidamente
resolver sus casos – e inclusive de miembros de
jurados de conciencia, quienes cuestionan por qué
en Panamá no se han hecho las pruebas como en los
episodios de CSI.
A propósito de CSI, en una reciente reunión de
trabajo, un fiscal del MP manifestó, muy
atinadamente, el siguiente juego de palabras en
inglés y español: “La diferencia está en que en
Estados Unidos hay CSI; en cambio, en Panamá es:
si es que hay”.
Por otra parte, y especialmente a raíz de la
implementación en Panamá del Sistema Procesal
Penal Acusatorio, aumentó la conciencia pública
de la importancia de las Ciencias Forenses y
especialmente del valor de las pruebas científicas
como elementos probatorios.
Asimismo, en los últimos años, al ponerse de moda
las Ciencias Forenses, proliferaron las ofertas
académicas de formación en Criminalística, tanto de
universidades públicas como privadas, en respuesta
a las supuestas demandas de un mercado laboral
institucional en crecimiento. Nada más falso, nunca
hubo una planificación que considere tanto la
cantidad – y formación en competencias - de los
peritos que se formaban, como la disponibilidad
de colocación en la única institución de servicios
periciales en nuestro país, el Instituto de Medicina
-36-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Legal y Ciencias Forenses (IMELCF); irónicamente, la


opción de ingresar al IMELCF apareció con la salida
masiva de peritos de Criminalística que comenzó en
el año 2010.
Pero lo más negativo del mentado efecto, es el hecho
de que, como he mencionado anteriormente, esas
series muestran una realidad ajena a la práctica
pericial en Panamá. Los servicios periciales forenses,
aunque comparten los mismos fundamentos
científicos, se organizan y funcionan en base
al marco legal de cada país. Además, se debe
considerar que, en nuestro continente existen por
lo menos dos escuelas médico legales diferentes,
con distintas raíces y enfoques: la escuela anglo–
sajona (en Estados Unidos) y aquella de influencia
continental europea (en la mayoría de los países de
Latinoamérica).
El medical examiner de los Estados Unidos no
es el equivalente del médico forense o legista de
Panamá, debe ser un patólogo forense certificado;
que investiga las muertes y lesiones que ocurren en
circunstancias inusuales o sospechosas, practica
necropsias y en algunas jurisdicciones tiene iniciativa
investigativa.
Del mismo modo, debe considerarse que en algunos
estados de la Unión Americana todavía persiste la
figura del “Coroner”, que no necesariamente es un
médico y que también puede certificar las muertes.
Al contrario, en Panamá, el médico legista es
un especialista que, después de una formación
académica, está capacitado para realizar
-37-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

evaluaciones clínicas, médico – legales (en personas


vivas), y practicar necropsias. Dicho de otra manera,
en Panamá los médicos legistas no se limitan a
hacer necropsias; la mejor prueba es la cantidad
de veces que en los noticieros se muestra cómo
conducen a conocidos personajes políticos a la
Medicatura Forense – suena despectivo el arcaico
término que tanto les gusta a los reporteros de los
canales de televisión panameños - porque una vez
que el susodicho(a) es detenido(a) le brotan todos los
achaques de los que no adolecía mientras disfrutaba
las mieles del poder y es necesario que el médico
forense constate y certifique que padece de tales
enfermedades.
Tampoco nuestra práctica pericial médico forense
es similar a la española; los colegas legistas de
la madre patria realizan peritajes de psiquiatría,
determinaciones de minusvalías e incapacidades,
origen y alcance de las lesiones, valoraciones
toxicológicas, valoración del riesgo de agresión
en violencia de género y doméstica, estudio de
agresiones sexuales, práctica de necropsias,
exámenes de restos óseos, etc., etc.
Así mismo, es necesario que se sepa que, en
las series norteamericanas, los funcionarios
de Criminalística son policías, de placa y arma
reglamentaria; en cambio en Panamá son civiles, por
lo menos hasta que cambien las leyes 50 y 69.
En nuestra realidad criminalística estamos muy
lejos de los estándares de la práctica de países
avanzados; por ejemplo, en Estados Unidos, ya en
-38-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

el año 2003, la Academia Americana de Ciencias


Forenses promulgó las normas para la acreditación
de los peritos científicos de las diferentes áreas de
las Ciencias Forenses; en las mismas, se estableció
que la formación básica del perito debe ser una
licenciatura en química o biología, seguida de un
curso de post grado específicamente diseñado para
el área de aplicación forense; además, se acordó que
la idoneidad para ejercer como perito, se otorga en
base al cumplimiento de las normas de acreditación
establecidas por el Instituto Nacional de Justicia.
Finalmente, y como toda moda pasa, parece
que también la de las Ciencias Forenses está
terminando. El aumento en la demanda de pruebas y
los cuestionamientos de los fundamentos científicos
de las mismas, ha llevado al cierre de prestigiosos
servicios forenses en países de avanzada.
En el año 2011, por motivos presupuestarios, el
gobierno británico comunicó el cierre de sus Servicios
de Ciencias Forenses, uno de los más prestigiosos
del mundo, por ser un centro de referencia en
el desarrollo y evaluación de técnicas forenses
altamente apreciados por los investigadores, a
nivel internacional. Este cierre prácticamente fue un
traspaso de la prestación de los servicios hacia el
sector privado y la policía, considerado por expertos
como un peligro al sistema de investigación (objetivo,
imparcial) y a la administración de justicia.
Al deterioro de la reputación de las Ciencias Forenses
también han contribuido los serios cuestionamientos
a las técnicas y procedimientos, supuestamente
-39-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

científicos: como es el caso de los análisis de fibras


y pelos, de las marcas de mordeduras, de los
exámenes de proyectiles y armas fuego y de las
comparaciones de impresiones de calzado, entre
otros.
En una nota publicada en el New York Times, el
21 de abril del 2015, el periodista Erick S. Lander,
escribió lo siguiente:
“El FBI causó asombro a la comunidad legal al
reconocer que los testimonios brindados por
sus científicos forenses sobre identificación
en base al análisis de pelos, en casi todos
los 250 casos revisados, era científicamente
indefendible. Pero esta conclusión no debería
sorprender a los científicos. Era la culminación
de la confrontación entre la ley y la ciencia,
que comenzó en 1989 en una Corte del Bronx
durante el juicio de un trabajador de limpieza”.
“El caso fue el primero en el que se evaluó
cuidadosamente el uso de la identificación por
la técnica del ADN. Mientras que los fiscales
estaban deslumbrados por el potencial uso de
la tecnología del ADN para señalar al supuesto
perpetrador de un crimen, se demostró
que el trabajo de laboratorio era dudoso y
que sus conclusiones no eran confiables.
Curiosamente, los expertos científicos de
las partes acordaron de manera unánime
que la evidencia de ADN en ese caso era
inaceptable. A los jurados no les quedó otra
opción sino aceptar el acuerdo”.
-40-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

“Conmocionados por el fallo, la Academia


Nacional de Ciencias y el FBI acordaron en
los años 90 establecer métodos rigurosos
para la práctica de las pruebas de ADN, que
pronto llegaron a ser las reglas de oro para
las prácticas forenses. Los abogados del caso
del Bronx: Barry Scheck y Peter Neufeld,
comenzaron entonces el “Proyecto Inocencia”,
que utiliza el ADN como un lente de objetivo
para escudriñar convicciones del pasado.
Estos esfuerzos han logrado la exoneración o
liberación de más de 300 personas, incluyendo
20 con pena de muerte”.
Habían, claramente identificados, problemas
fundamentales con las Ciencias Forenses. Un
reporte del Concilio Nacional de Investigación, parte
de la Academia Nacional, publicado en el año 2009
halló que, aparte de las pruebas de ADN, ningún
método forense había logrado demostrar de manera
consistente y confiable que existiera alguna conexión
entre la evidencia y una persona específica.
El problema no se limita al análisis de pelos. En
el estado de Alabama se liberó a un condenado
a la pena de muerte, sentenciado 30 años antes,
basado solamente en evidencia balística; el
estado aceptó que la bala en cuestión no coincidía
con el arma usada. Unos pocos años antes, en
Mississippi, se liberó a dos hombres convictos de
diferentes homicidios, basados en testimonios que
sostenían que sus dientes coincidían con marcas
de mordeduras encontradas en las víctimas. Más

-41-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

tarde, el verdadero asesino fue identificado por ADN,


los expertos concluyeron que las lesiones no eran
mordeduras humanas, sino artefactos post mórtem
causados por animales.
Desde otra perspectiva, es importante resaltar que
las controversias de mayores consecuencias, se
han dado en torno a las bases de la interpretación
de los registros dactilares y los procedimientos e
interpretación de los resultados de ADN (los de mayor
credibilidad en nuestro país). Sirvan de ejemplo
los controversiales resultados de las pruebas de
identificación del banquero suizo Hans J. Bosch
(caso en el que no tuve participación alguna), y de los
restos óseos de Marlene Mendizábal y del sacerdote
Héctor Gallegos.
En Estados Unidos, Greg Taylor pasó 17 años en
la cárcel por un homicidio que no cometió. Fue
liberado en el año 2010 después que un jurado
llegó a la conclusión de que la sangre encontrada
en su vehículo no era en realidad sangre sino
residuos químicos. A raíz de ese caso, en una
investigación al laboratorio de servicios forenses de
la policía de Carolina del Norte - se encontró que
se obviaron o alteraron evidencias en más de 230
casos - incluyendo 3 en los que los sindicados fueron
condenados a muerte.
Para terminar, después de años de estar vinculado
académica y profesionalmente a la práctica de las
Ciencias Forenses, comparto la opinión de quienes
afirman que en realidad muchas de esas ciencias
no son una disciplina científica coherente, sino una
-42-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

cuestionable colección de técnicas basadas en


algunos principios de la ciencia, que supuestamente
aportan pruebas irrebatibles para demostrar inocencia
o culpabilidad.
El ejemplo más claro es lo que sucede en la
investigación del lugar de los hechos en Panamá.
Lejos de ser un medio de parámetros científicos fijos,
determinables y cuantificables, es un sitio en el que
las múltiples variables presentes y su manera de
abordarlas dejan amplios espacios de interpretación
subjetiva.
Por eso es tan importante la formación académica, el
establecimiento de estándares de buenas prácticas y
la certificación y recertificación de los peritos.

4. EL RAZONAMIENTO DEL PERITO


CIENTÍFICO

La práctica de las Ciencias Forenses, incluyendo


la Medicina Legal y Forense y la Patología
Forense, no sólo se limita a la aplicación de un
conjunto de técnicas y procedimientos adquiridos
durante la formación académica del perito. Con el
tiempo, en sus labores diarias, el experto utiliza
métodos científicos para aportar información a los
investigadores, fiscales y jueces -; de hecho, la
prueba científica se ha convertido en un medio de
prueba de mayor valor a la prueba testimonial -, pero
siempre comienza desde sus vivencias, del recuerdo
de experiencias y enseñanzas de casos similares.

-43-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Es más, la praxis hace que el perito científico


adquiera el hábito de dudar, de cuestionar lo
incuestionable, de sospechar, imaginar, reconstruir y
buscar argumentos a las respuestas planteadas por
la investigación. Razón por la cual, luego de 25 años
de ejercicio pericial judicial, me siento aludido por
la frase atribuida a Platón, refiriéndose a Sócrates:
“Este hombre, por una parte, cree que sabe algo,
mientras que no sabe (nada). Por otra parte, yo, que
igualmente no sé (nada), tampoco creo (saber algo)”.
El perito debe acatar los principios del razonamiento
científico, entendido como un acercamiento crítico a
la realidad, siempre apegado a la norma legal y a la
ética. Tal razonamiento se pone en práctica al tratar
de descubrir y explicar desde lo esencial hasta lo
más trivial, el porqué de las cosas, sus resultados
y consecuencias. Es el fundamento de la experticia
médico legal.
De ahí surge la necesidad de que los peritajes sean
susceptibles a rigurosas verificaciones (control de
calidad); si sus conclusiones no resisten el análisis de
otros peritos o la confrontación con la literatura de la
especialidad, no deben ni pueden considerase como
pruebas científicas. Cuando en lugar del razonamiento
científico, se emiten opiniones periciales basadas en
respuestas emocionales, apresuradas o prejuiciadas,
los resultados son desastrosos.
Como cualquier conducta humana, la actividad
pericial genera dudas; sin embargo, para que la
duda sea productiva, debe partir de una sólida base
de razonamiento lógico. Esta mezcla de duda y
-44-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

razonamiento es la fortaleza del científico forense,


su esencia; sin ella, la Medicina Legal y Forense, y
las Ciencias Forenses en su totalidad, se reducen a
una simple aplicación rutinaria de recetas escritas en
guías, protocolos, normas y disposiciones legales.
El producto del análisis del perito (el dictamen
pericial) debe ser analizado e interpretado en el
contexto de la investigación. Llegar a conclusiones
de manera apresurada (basadas en engañosas
impresiones iniciales) o realizar deducciones fuera de
contexto conduce a serios errores. Más negativo aún
es fragmentar partes de diferentes resultados con el
propósito intencional de forzar un resultado diferente.
Igualmente, es importante que se sepa que, con
relativa frecuencia, en el desarrollo de su peritaje, el
experto comienza constatando efectos o resultados
– lesiones, muerte de una persona –, con poca o
nula información de las causas y circunstancias que
ocasionaron el daño. Más aún, podemos concluir la
experticia (realizada acorde con los parámetros de la
investigación científica y las normas institucionales) y
todavía no tenemos las respuestas esperadas, tal es
el caso de las causas de muerte indeterminadas.
Una madre que perdió a su hija de manera
inesperada se acercó a mi oficina para
que le diera explicaciones de cómo había
fallecido. La joven fue encontrada muerta
en su apartamento, sin señales de violencia,
sentada en un sofá, vestida con su pijama.
En las autopsia no se encontraron signos
de violencia y tampoco presentaba signos
-45-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de enfermedades agudas que justificaran


el deceso, los análisis complementarios
fueron negativos y, después de explicarle los
resultados, le comenté: si ocurre un tsunami y
voy al día siguiente, no veo el desastre natural
sino sus consecuencias; lo mismo pasa con
el patólogo forense, no puedo establecer con
certeza qué pasó en el momento de la muerte
pero sí puedo excluir lo que no sucedió; su hija
no murió de manera violenta ni fue asaltada
sexualmente. La última pregunta que me hizo
la señora fue: ¿Doctor, ella sufrió?
Al momento de realizar su experticia, el perito
científico, sabe que debe utilizar métodos científicos
objetivos, pero también debe tomar en cuenta que
existe la inconsciente selectividad humana de los
hechos que registramos e interpretamos, que puede
llevarnos a conclusiones erróneas. Lo anterior aplica
especialmente cuando el hecho que se investiga
es público y notorio, el perito puede involucrase
emocionalmente y tanto las autoridades, como los
medios de comunicación, están a la espera de los
resultados y de sus conclusiones.
Es más, cuando un determinado caso se torna
notorio y controversial, aparecen cual hongos
después de la lluvia, “expertos” y formadores de la
opinión pública elucubrando cuanta descabellada
teoría se les ocurre. A propósito, hace algunos años,
en un conversatorio con estudiantes de Derecho de
la Universidad Latina les comentaba, en referencia a
lo antes mencionado, que en Panamá todo el mundo

-46-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

cree que sabe de: béisbol, boxeo, sexo y Medicina


Legal.
Es obvio que a nosotros nos corresponde practicar
nuestros peritajes conforme a los principios
científicos, éticos y legales; sin embargo, es
importante señalar que la valoración social y legal del
peritaje no tiene nada que ver con el razonamiento
del perito científico.
En todos estos años, he constatado que, algunas
veces, ante el infausto deceso de una o varias
personas, rápidamente se señalan culpables e
inclusive se aprueban nuevas disposiciones legales,
que incluyen resarcimientos económicos a las
supuestas víctimas. En algunos de esos casos,
se procede legalmente sin considerar siquiera
el sustento científico de las conclusiones de la
investigación, supuestamente para que no se
vuelvan a repetir los errores o las desafortunadas
circunstancias del hecho.
Decidir el curso de una acción legal antes
de examinar toda la evidencia científica es una
providencia muy peligrosa. Ocasionalmente, y de
manera indebida, se pueden tomar parte de los
resultados de las pericias, simplemente porque son
aquellas que apoyan las macarrónicas y complicadas
hipótesis de un fiscal (o los elaborados argumentos
de un juez), representan la preferencia emocional de
una parte de la sociedad o el interés político de un
determinado individuo, sector o grupo.
Hace muchos siglos, un modesto monje franciscano,
William de Occam, dijo lo siguiente: “Las cosas
-47-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

no deben ser multiplicadas más allá de lo


necesario”, dicho de otra forma: es mejor considerar
la explicación más simple como la primera (si
oigo cabalgar, pienso que es un caballo, no una
cebra). Este principio se conoce como la “Navaja de
Occam”, porque con la misma se dejan de lado las
consideraciones innecesarias. Enfrentados ante un
problema es mejor tratarlo y explicarlo sin recurrir
a demasiadas especulaciones; la primera, y obvia
explicación, generalmente suele ser la más probable,
tal como veremos en los casos presentados más
adelante.
A propósito de raciocinios periciales, muchas veces
he preguntado a otros expertos: si no crees en mi
hipótesis, ¿cuál es la tuya?, dicho de otra manera:
¿hay razones para suponer otra explicación si no
presentas otra evidencia o argumentos? Aceptar
otras explicaciones requeriría asumir, como válidas,
razones particulares, muchas veces subjetivas.
Generalmente, la primera explicación no requiere que
asumamos nada fuera de lo ordinario, es por eso que
puede ser válida.
Claro que podemos estar equivocados; y
precisamente, cuando se caen los argumentos de
nuestra primera hipótesis, es oportuno considerar
otras más complicadas - incluidas las famosas teorías
de las conspiraciones -. Es por eso que siempre he
comenzado con las respuestas más lógicas y simples
para posteriormente solicitar más información y
elaborar una hipótesis de trabajo más complicada.

-48-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

5. EL MÉTODO PERICIAL CIENTÍFICO


Con frecuencia el perito judicial es obligado a
responder a la pregunta: ¿Qué método científico utilizó
en la práctica de las pericias?, difícil pregunta para los
novatos o pseudo-peritos, en estas lides de peritos y
abogados.
Hace unos años, durante un proceso de investigación
penal, una de las partes aportó un perito privado,
muy respetable, conocido profesional y docente
universitario. Este perito cuestionaba los métodos
utilizados por los médicos forenses del IMELCF
y proponía una técnica de microscopía que
supuestamente era diagnóstica de la afección que
había causado la muerte a varios pacientes. El
fiscal encargado del caso me comentó, que al ser
citado para que presentara y sustentara su peritaje le
preguntó: “Doctor: ¿Cuál es el fundamento científico
de su prueba?, y la respuesta fue: “Eso es así porque
lo digo yo, con todos mis años de experiencia y
conocimientos”.
Afortunadamente, ese tipo de respuestas son
inaceptables desde que fiscales y jueces entendieron
que no basta con ser médico para ser perito y desde
que comenzó en Panamá la formación de médicos
especialistas en Medicina Legal.
El concepto de método proviene de la palabra griega
methodos (camino, vía) y se refiere al medio que se
utiliza para llegar a una meta. Por su parte, científico
es un adjetivo que se usa en lo referente a la ciencia
(conjunto de técnicas y procedimientos empleados
para producir conocimiento).
-49-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

El método científico se refiere a la serie de fases


o etapas que se deben recorrer para obtener un
conocimiento válido desde el punto de vista científico,
utilizando para ese propósito instrumentos y técnicas
reconocidas y aceptadas. La aplicación del método
científico minimiza la subjetividad en la práctica de las
experticias.
La ciencia es la actividad relacionada a la comprensión
racional del mundo natural; la tecnología es
la producción de máquinas o de otros procesos
diseñados para llegar a ciertos resultados. La
tecnología usa la ciencia y la ciencia usa la tecnología.
Si bien es cierto que el método pericial científico
requiere del uso de un conjunto de técnicas
especializadas, es un error confundir el uso
de tecnología de última generación con la
efectividad de las Ciencias Forenses. Es
un anacronismo considerar que, mientras
más se disponga de modelos avanzados de
computadoras, equipos y tecnología de punta,
más científica es la práctica forense. Eso es
confundir ciencia con tecnología, confusión
aceptable en aprendices, pero peligrosa en
quienes deben tomar decisiones administrativas
para la compra y equipamiento de laboratorios
forenses.
Es inaceptable que en instituciones estatales
de bajos presupuestos y muchas necesidades
básicas insatisfechas, se realicen compras
de los más modernos y sofisticados equipos,
que ni los peritos saben cómo utilizarlos, con
-50-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

el desgastado argumento de actualizar la


tecnología de los laboratorios.
En efecto, los peritos formulan hipótesis y llegan a
resultados y conclusiones que pueden ser verificadas
y comprobadas rigurosamente. Sin embargo, en
la práctica diaria, pese a seguir estrictamente los
principios de la investigación científica, solamente
en algunos casos el perito tiene la certeza total de
sus resultados; en muchas ocasiones, presenta a la
autoridad investigadora una gama de probabilidades;
de hecho, las palabras “probable o compatible” son de
uso frecuente en dictámenes y diligencias judiciales.
El ejemplo más claro es el estudio del lugar de
los hechos o de las evidencias recolectadas
para los análisis de laboratorio; lo que se busca
no es demostrar lo que pasó sino lo que más
probablemente sucedió.
Los resultados de las experticias deberían presentarse
siempre en términos de probabilidades. Aun así,
queda la duda sobre la misma probabilidad, este
resquicio o fisura es una práctica utilizada por algunos
abogados, quienes pretenden que el perito conteste
a la falsa y simplista disyuntiva de sí o no, de blanco
o negro, cuando en realidad la respuesta presenta un
abanico de opciones, de las cuales se tomarán las
más cónsonas con las circunstancias y la información
recibida hasta ese momento (enfoque holístico del
caso).
Pareciera que la manera de pensar de investigadores,
abogados y peritos es un ejercicio semántico, en
lo referente a la manera de interpretar los hechos.
-51-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Los primeros, pretenden que el perito les diga con


certeza si, a la luz de los hallazgos, la versión de un
sindicado es cierta; en cambio, el perito científico
piensa a la inversa, le interesa saber si sus hallazgos
son compatibles con la información recibida. No es lo
mismo ni el resultado es igual.
En conclusión, el perito forense aplica el método
pericial científico para resolver los problemas
derivados de la investigación y aportar pruebas
científicas al proceso judicial. Por ejemplo, cuando
se practica una necropsia médico legal, el método
empieza por la observación (examen externo e
interno del cadáver); sigue con la recolección de
información (fijación fotográfica, toma de muestras),
la búsqueda de patrones y referencias (morfología
de las lesiones) y la formulación de una hipótesis
de lo sucedido, mediante la aplicación de lógica
inductiva (establecimiento de la causa de la muerte).
La utilización de métodos científicos debe permitir la
reproductibilidad de los resultados. Las conclusiones y
consideraciones médico legales deben ser cónsonas
con los principios de la lógica deductiva.
Finalmente, el producto de la pericia - el dictamen -,
es el resultado del método científico empleado por el
perito; sus conclusiones deben ser inferencias válidas,
sustentadas en argumentos lógicos y razonamiento
analítico. Al tratarse de un método científico, su validez
radica en que ofrece no una, sino varias posibilidades
de interpretación, las cuales también deben ser
examinadas de manera crítica y escéptica.

-52-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

6. LA FORMACIÓN ACADÉMICA EN
MEDICINA LEGAL Y FORENSE EN PANAMÁ
En el año 1990, cuando fui nombrado como médico
forense “ad honorem”, quise conocer qué se había
escrito hasta entonces sobre la especialidad médica
de Medicina Legal y las referencias históricas
disponibles relacionadas con la historia de la
Medicatura Forense o al Instituto de Medicina Legal
de Panamá. Salvo un folleto escrito por el Dr. Rodolfo
Ermocilla (q.e.p.d.) a principios de los años 80 del
siglo pasado, no había nada.
El folleto del maestro Ermocilla era una
recopilación de sus clases, dictadas en las
facultades de Derecho y Medicina de la
Universidad de Panamá. Uno de los capítulos
más leídos debió ser el de: “Perversiones
Sexuales” en el que se hacía referencia al
bestialismo, la necrofilia y con especial énfasis
al delito de homosexualidad - que incluía
elementos diagnósticos para diferenciar el
activo y el pasivo en la relación - y los métodos
de masturbación de las mujeres, incluyendo el
uso de objetos (botellas). Célebre fue su frase:
“no existen mujeres frígidas sino hombres que
no saben hacer el amor”.
Panamá era un desierto académico en materia
médico legal y forense, no había constancias de
ninguna publicación, libro o revista de Medicina Legal,
Psiquiatría Forense o Ciencias Forenses. Tampoco
había Asociaciones o Sociedades Académicas de
la especialidad, pese a que el Consejo Técnico del
-53-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Ministerio de Salud incluía la Medicina Legal entre las


especialidades médicas reconocidas en el país.
Importante señalar que, años después, además
de la Universidad de Panamá, también se abrieron
cátedras de Medicina Legal en varias Universidades
privadas en todo el país. La formación académica
universitaria en Criminalística comenzó después
de la desintegración de la Policía Técnica Judicial
(PTJ) en el año 2008. Antes de que Criminalística se
integrara – de manera forzada al IMELCF -, jóvenes
bachilleres se incorporaban a la PTJ, realizaban un
curso multidisciplinario de varios meses (impartí la
cátedra de Medicina Legal a varias promociones) y al
terminar ejercían como peritos en distintas áreas de
las Ciencias Forenses.
Es justo reconocer que muchos médicos, no
especialistas en Medicina Legal, Patología Forense
o Psiquiatría Forense, al igual que peritos empíricos
de Criminalística – del Departamento Nacional de
Investigaciones (DENI) y de la PTJ -, aunque no
dejaron constancia escrita de su experiencia forense,
brindaron los servicios periciales y aportaron valiosos
elementos científicos a la administración de justicia
en Panamá.
Uno de los factores que incidió en el escaso
desarrollo de la Medicina Legal en Panamá fue la
negativa percepción del trabajo del médico forense y
el desconocimiento de los fundamentos científicos e
importancia de la especialidad. Para muchos médicos
la Medicina Legal era, y es, considerada como una
especialidad médica secundaria “allá vas cuando
-54-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

no tienes oportunidad en otras especialidades”; una


engorrosa e incomprensible práctica profesional ajena
al hábitat natural del médico: el sistema de salud; una
ocupación digna de ser considerada solamente como
un relleno laboral. Algunas veces escuché a colegas
del IMELCF afirmar que “les daba pena (vergüenza)”,
decir que eran médicos forenses y cuando acudían a
reuniones del gremio médico optaban por quedarse
callados sobre su trabajo en la Medicatura Forense.
Hasta la reingeniería del IMELCF (año 2005), los
criterios de admisión para la práctica institucional
médico forense dependían de los contactos y
recomendaciones de políticos (legisladores,
representantes, militares de rango de las Fuerzas
de Defensa, ministros), de amistad o familiaridad
con autoridades del Ministerio Público (MP). Una
vez admitido, el médico no tenía estabilidad laboral,
tampoco se le garantizaba una política salarial justa
ni recibía los beneficios de los demás médicos del
sector salud. Era en realidad un empleo de segunda
categoría.
En esas circunstancias, la independencia y
objetividad de los peritos eran vulnerables y su
permanencia en la institución pendía de un hilo.
Según comentario del personal de la época, a
finales de los años 90, a la sede del Instituto en
Calidonia acudía una funcionaria del MP, quien
revisaba los informes médico legales de los detenidos
y establecía cuál estaba acorde o no con sus
expectativas. Es más, colegas médicos fueron
destituidos porque a alguien del MP no le gustó el
-55-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

contenido de su dictamen. El control de recursos


humanos, administrativo y operativo por parte del MP
era total.
Las normas consignadas en los distintos códigos
y leyes, que aplicaban y aplican a los peritajes,
no fueron consultadas ni revisadas por peritos
del IMELCF. No fue sino hasta el año 2006 que al
IMELCF se le aprobó una ley propia.
Las actividades académicas organizadas, en material
pericial médico legal, comenzaron a mediados de
los años 90 con la celebración de las Jornadas de
Medicina Legal. Formé parte del Comité Organizador
del primer evento (y de todos los siguientes), que
se celebró en el hotel Soloy de la capital. A partir de
entonces, las jornadas se celebraron una vez al año
y posteriormente su nombre cambió a Congreso
Internacional de Ciencias Forenses.
El primer programa de formación académica básica
en Medicina Forense, fue el Diplomado organizado
por el IMELCF, el MP y la Universidad Latina de
Panamá en el año 2005. Ese Diplomado fue una
respuesta a la necesidad inmediata de capacitar a
un grupo de jóvenes médicos, para completar los
espacios laborales dejados por los médicos que
decidieron abandonar el Instituto. Este sería el primer
paso hacia la formación de médicos especialistas en
materia forense.
La formación inicial de los jóvenes médicos (sin
estudios ni experiencia previa en materia pericial
forense, pero con mucho entusiasmo y motivación),
se daba en medio del tormentoso proceso de
-56-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

reingeniería del IMELCF. El ingreso de los jóvenes


colegas fue fundamental para la consolidación inicial
de la reingeniería y el posterior desarrollo de la parte
médica del Instituto.
En lo personal, fueron días y meses de agotadoras
jornadas; debía ejercer funciones administrativas
(como director del Instituto), mis funciones periciales
(practicaba autopsias y acudía a los levantamientos
de cadáveres) y docentes (como coordinador y
facilitador en el Diplomado).
Para el desarrollo del programa del Diplomado
contamos con el apoyo de la entonces procuradora:
Lcda. Ana Matilde Gómez Ruiloba. Es justo y
oportuno reconocer que la transformación de la
Medicina Legal y Forense en Panamá es el resultado
de la atinada visión de desarrollo institucional de la
Lcda. Gómez Ruiloba.
También recibimos el entusiasta apoyo de
funcionarios del MP, la participación como
facilitadores de prestigiosos maestros panameños
del Derecho y las valiosas enseñanzas de colegas
médicos forenses del Departamento de Medicina
Forense del Poder Judicial de Costa Rica.
Como siempre sucede cuando se rompen
paradigmas, la oposición a los cambios no se hizo
esperar; además, de la campaña negativa en ciertos
medios de comunicación - en los que se me acusaba
de reemplazar a prestigiosos médicos forenses, de
amplia trayectoria, por “estudiantes improvisados
sin ninguna formación o experiencia”, también
circulaban en los pasillos de la Facultad de Medicina
-57-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de la Universidad Latina, en la que se desarrollaba el


Diplomado, anónimos con toda clase de improperios
y calumnias. De aquellos difíciles días, recuerdo
el sarcástico comentario de un familiar, cuando le
comenté de esas glosas, me dijo: “bueno, acuérdate
del dicho: el que a redentor se mete, crucificado
muere”.
Terminado el Diplomado, comenzamos el diseño
del programa de formación de especialistas en
Medicina Forense, se elaboró el pensum con ese
título al considerar que, tal como se acepta en
otros países de mayor tradición en la formación y
práctica profesional forense, la formación académica
del médico forense debe incluir un enfoque en las
competencias necesarias para la práctica (de Clínica
Médico Legal y Patología Forense), acorde con el
marco jurídico y la realidad nacional, orientada hacia
el desarrollo de las habilidades necesarias para
ejercer como expertos auxiliares científicos de la
administración de justicia en Panamá.

Empezamos el diseño de la malla curricular a


finales del año 2006. Como no había antecedentes
de programas similares en Panamá, busqué
asesoramiento en Colombia, Costa Rica y México,
países que sí contaban con programas de formación
en Medicina Forense. Por otra parte, el Colegio
Médico y la Asociación Médica Nacional solicitaron
a la procuradora que los médicos que completaron
el Diplomado debían continuar un programa de
formación de especialistas.

-58-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Fue así como iniciamos conversaciones con la


Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá y
se me asignó otra tarea adicional: planificar, organizar
y coordinar el programa de Maestría en Medicina
Forense. Tomando los elementos de formación
curricular de los países de referencia, con los que ya
contaba, presenté el proyecto que posteriormente fue
avalado por la Vice-rectoría de Investigación y Post
Grado de la Universidad de Panamá.
Se inició la Residencia en Medicina Forense con
un grupo de 10 jóvenes médicos, la mayoría de los
cuales habían completado el Diplomado. A los tres
años se graduaron los primeros 8. Posteriormente, el
número de participantes en el programa - cambiado
a Maestría en Ciencias Clínicas con Especialización
en Medicina Legal -, título que, en mi opinión, no
corresponde al enfoque de la parte pericial médica
dentro de las Ciencias Forenses, fue decayendo y
en los últimos seis años solamente ingresaron cinco
aspirantes, de los cuales dos renunciaron y tres están
por terminar el programa.
Es importante resaltar que, actualmente, el IMELCF
no cuenta con programas de formación específicos
en Patología o Psiquiatría Forense.
Un avance significativo para el desarrollo de la
especialidad en Panamá, fue la creación de la
Asociación Panameña de Medicina Legal y Forense
(APAMELEF), de la que soy miembro fundador.
En lo académico, en los últimos años se han
publicado textos de Medicina Legal y Forense
(de mi autoría) y de Psiquiatría Forense; artículos
-59-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

científicos en revistas de la especialidad (Cuadernos


de Medicina Forense de España, Revista Española
de Medicina Legal, Revista de Ciencias Forenses
de Honduras y Revista de Medicina Legal de
Costa Rica), escritos por algunos de los nuevos
especialistas en Medicina Legal y por mí. También
se han presentado temas y carteles científicos en
los congresos anuales del Instituto, y se publicó
la primera revista institucional con temas forenses
“Peritia”.

7. ÉTICA Y MEDICINA FORENSE


La ética del ejercicio de la Medicina Forense, en
aspectos como la práctica pericial científica y la
investigación judicial; la relación del médico con sus
compañeros forenses y con los demás médicos;
el trato con los abogados y los policías judiciales;
el acceso a la actividad pericial médica oficial y la
práctica pericial no institucional, obligan a reconsiderar
periódicamente los dilemas éticos específicos del
entorno de la medicina forense del siglo XXI.
Una actuación ética médico forense se fundamenta
en valores y principios de los que se derivan deberes
tales como: el respeto a la ley, el compromiso con la
verdad científica y la obligación de aportar información
útil y oportuna a las investigaciones judiciales.
También se incluyen el deber de respetar la dignidad
de las personas evaluadas, sean vivas o fallecidas, y
la necesidad de proteger y promover el cumplimiento
de sus derechos fundamentales, especialmente de los
derechos humanos.
-60-
Del principio de respeto al ser humano se derivan las
normas de consentimiento, objetividad, independencia
de criterio pericial científico y acatamiento de la
reserva del sumario; por otra parte, el principio de
justicia equitativa, plasmado en normas jurídicas
vigentes en nuestro país, exige que el médico
forense brinde, de manera imparcial y eficaz, las
oportunidades de atención expedita y continua.
En todas sus actuaciones, el médico forense debe
proceder con responsabilidad, considerando que jura
decir la verdad siempre y que se rige por el mismo
Código de Ética que se aplica a los funcionarios del
Ministerio Público. También es importante señalar que
el médico forense está obligado a rendir cuentas ante
la ley y la sociedad por sus acciones profesionales.
Aquéllos que administran justicia, y las partes
involucradas en los procesos judiciales, tienen el
derecho a exigir que el perito médico sea honorable,
competente, idóneo, que tenga conocimientos
actualizados y que ejerza sus funciones con valores
éticos, probidad y apego a la ley. Es por eso que la
conducta del médico forense, como profesional y
ciudadano, debe merecer el respeto de la comunidad
y, de cara a disyuntivas éticas y legales, deberá
contar con virtudes esenciales como la honradez, la
humildad, la compasión, el valor y la paciencia en
cada una de sus actuaciones.
Los valores médicos y sociales, al igual que las
normas legales, son dinámicos, lo cual hace necesario
reexaminar periódicamente los principios éticos del
ejercicio de la medicina forense y su aplicación ante
-61-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

nuevas condiciones y circunstancias que, por lo general,


revelan carencias en la aptitud para enfrentar cambios
y evidencian la necesidad de capacitación en estos
aspectos fundamentales de la praxis médico forense.
Otras cuestiones que deben ser incluidas en los
principios de conducta ética del médico forense
son: la administración responsable de los recursos
asignados, para poder satisfacer el mayor número
posible de evaluaciones periciales, con eficiencia
y eficacia, y la responsabilidad de compartir el
conocimiento y la información científica actualizada
con sus colegas y beneficiarios de sus servicios.
En las evaluaciones clínicas forenses, los términos
de la relación médico-paciente son los mismos
que se aplican en cualquier acto médico y los
principios que la rigen, incluyendo las normas jurídicas
establecidas, deben ser la guía de actuación del
médico y del psiquiatra forense. Estos principios
incluyen la defensa de los derechos de las personas,
especialmente, cuando son amenazados por
solicitudes de procedimientos periciales innecesarios,
riesgosos o que no cumplen con las formalidades
legales pertinentes.
Tratándose de una intervención pericial entre partes,
cuando se presenten desacuerdos entre el evaluado
y el médico o entre el médico y el abogado, el médico
forense debe brindar explicaciones, en base al
principio de transparencia, sobre el fundamento de
su criterio científico, a fin de respaldar su dictamen
y satisfacer las necesidades de información de los
demandantes.
-62-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Respecto al trato con los demás, especialmente


con sus colegas, el médico forense debe mostrar
capacidad para relacionarse con empatía, respeto,
integridad y honestidad; independientemente de raza,
religión, etnia, nacionalidad, sexo, orientación sexual,
edad, discapacidad o ideología.
Solamente en esta especialidad, valores primordiales
como la libertad y el honor de una persona, pueden
depender del actuar de un médico. Es por eso que los
pilares fundamentales de sus actuaciones deben ser
la ética y el conocimiento científico.

8. PERITOS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN


En Panamá, al igual que en muchos países de
América Latina, algunos peritos forenses aparecen en
los noticieros y en la prensa escrita - especialmente de
la así llamada “Crónica Roja”-, ese tipo de periodismo
que se especializa en mostrar consecuencias mortales
de actos de violencia, hechos criminales, accidentes,
catástrofes, etc., y que muestran, de forma burda
y sensacionalista, aquello que nos causa miedo
(inseguridad, delincuencia, muerte), magnificando y
exagerando grotescos detalles de la miseria humana.
También otros hechos relacionados a investigaciones
que adelanta el Ministerio Público, por la comisión de
diversos delitos, son parte importante de la mayoría de
los noticieros de radio, televisión, y de algunos medios
escritos.
En las noticias que se relacionan con las
investigaciones judiciales que involucran la parte
pericial médica o de Criminalística, casi siempre
-63-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

aparecen imágenes de instalaciones del IMELCF


o de sus peritos. Por la Consulta Externa de la
Sede de Calidonia y la morgue judicial de Ancón del
Instituto, han pasado ex –presidentes, diputados(as),
otros políticos en desgracia, banqueros, cantantes,
meretrices, celestinas, homicidas, descuartizadores,
pedófilos y muchas otras personas que no son figuras
mediáticas.
A menudo escuché a periodistas que, con sus
camarógrafos, se encontraban presentes en el lugar
del hecho, decir que no se les debía impedir su
derecho a mantener informada a la población, mientras
trataban de filmar imágenes de los investigados o de
cuerpos ensangrentados, esto último especialmente
en barrios populares. Ese afán por obtener su
noticia, incluyendo el acceso a imágenes de cuerpos
desfigurados de víctimas de hechos violentos,
ocasionalmente ha pasado por alto la ética y los
aspectos legales de las investigaciones.
Cuando la morgue judicial operaba en las
instalaciones del Hospital Santo Tomás, un
fotógrafo de uno de esos tabloides (receptáculo
de cobardes anónimos), acostumbraba, con la
complicidad de funcionarios de turno, sacar los
cuerpos de las gavetas de refrigeración y tomar
vistas fotográficas de los cadáveres; en las
imágenes que ilustraban la noticia del hecho, se
apreciaban las suturas que se practican una vez
terminado el examen post–mórtem.
A propósito de la necesidad de contar con morgues
judiciales, en las que se garantiza la seguridad
-64-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

y trazabilidad (continuidad) del cadáver y de los


elementos asociados a las investigaciones, menciono
uno de los casos más bizarros y aberrantes.
A mediados de los años 90, avanzada la
noche, una joven estudiante universitaria fue
encontrada muerta en la penumbra de los
predios de una Universidad privada de la
ciudad de Panamá. Se trataba de un lugar del
hecho abierto, no había testigos y tampoco
cámaras de vigilancia que registraran el
incidente que terminó con el fallecimiento de
la joven (actualmente sería un clásico caso
de femicidio). El cuerpo estaba vestido, sin
rasgaduras ni manchas de sangre en las ropas,
todas las prendas de vestir estaban en su lugar.
Yacía sobre la acera, boca abajo. Al examinar
la víctima pude constatar que presentaba
golpes en el rostro, signos de asfixia y un surco
de compresión horizontal en el cuello. Por los
fenómenos cadavéricos establecí un intervalo
post-mórtem entre 4 y 6 horas. Se practicó
la diligencia de levantamiento del cadáver
y, temprano en la madrugada, el cuerpo fue
transportado a la morgue de un hospital público.
A la mañana siguiente, me correspondió
practicar la necropsia; pese a que el cuerpo
había permanecido en refrigeración desde su
ingreso a la morgue hospitalaria, me llamó la
atención que aún estaba tibio. Era el de una
hermosa muchacha cuya belleza trascendía las
trágicas circunstancias de su deceso. La causa

-65-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de la muerte fue una estrangulación con lazo y,


como parte de la necropsia, ante la sospecha
de que la joven también hubiese sido víctima
de un asalto sexual, tomé frotis de los genitales
(aunque no encontré lesiones compatibles con
una agresión sexual), para detectar la presencia
de espermatozoides y las envié al laboratorio.
Días más tarde, recibí los resultados de los
frotis, eran positivos por la presencia de
espermatozoides intactos. Llamé al fiscal
encargado del caso con el propósito de hacer
averiguaciones sobre actividad sexual previa al
deceso, no había ningún testimonio o registro
de tal hecho. Tampoco el asesino confeso,
capturado al siguiente día del crimen, reconoció
que hubiera abusado sexualmente de la
víctima. Una posibilidad que circuló en pasillos
del hospital, y que nunca fue investigada por
las autoridades, era que, en la morgue de
ese hospital (sitio de un macabro mercado
de manteca humana, de fotos de cadáveres
autopsiados y de tráfico de prendas robadas)
laboraba un necrofílico: sujeto que padece una
parafilia caracterizada por una atracción sexual
hacia los cadáveres.
Entre los asistentes de necropsia de ese
nosocomio era conocida la macabra broma de
uno de ellos. Terminado su turno y ya fuera del
hospital decía a sus compañeros que debía
volver más tarde “a echarse una fría”, frase
que en Panamá significa tomarse una cerveza,

-66-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

pero que en su caso más bien se refería a sus


preferencias sexuales.
Precisamente, incidentes como el mencionado
motivaron que se apresurara la adjudicación de
un local propio para la morgue judicial.
Volviendo al tema de ciertos reporteros necios y
carentes de principios éticos, también recuerdo
que, en cierta ocasión, posterior a un accidente
aéreo, nos encontrábamos examinando, ya en la
morgue propia del Instituto, los cuerpos carbonizados
de las víctimas del desastre. Repentinamente, un
funcionario judicial entró a la sala de disecciones
y me advirtió que alguno de los presentes tenía el
celular encendido y que afuera estaba un periodista
escuchando las conversaciones que manteníamos
mientras realizábamos los procedimientos; o sea, las
faltas a la ética ocurrían dentro y fuera de la sala de
disecciones.
En otra oportunidad, estábamos practicando la
necropsia de un caso de “alto perfil”, cuando uno
de los asistentes me advirtió que en la azotea de
un edificio aledaño estaba un camarógrafo de un
canal local de televisión filmando hacia la sala de
disecciones; ordené cubrir con papel las ventanas y
cuando terminé informé a las autoridades del incidente.
Nunca volvió a repetirse tal atrevimiento.
Más como ciudadano que como patólogo forense,
considero que, si bien es cierto que la sociedad debe
saber de su lado más horrendo, de sus extremos y
aberraciones, lo que realmente debe ser motivo de
análisis y reflexión es esa tendencia a exaltar, de
-67-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

manera antiética y sensacionalista, la podredumbre


social. Si bien es verdad que es necesario que
se brinde información a la población sobre los
casos policivos o judiciales de interés público, tal
comunicación debería hacerse sin el tinte corrosivo
del morbo. Opino que los medios de comunicación
que dependen de estos temas más bien deberían
intentar mostrar la realidad de la vida diaria de los
grupos marginales de la sociedad y servir como un
recurso para plantear soluciones a los problemas de la
violencia y la inseguridad ciudadana.
En cambio, en Panamá y en varios países de la región,
algunos periódicos de la crónica roja -, (de volumen
inversamente proporcional al desarrollo cultural de
una sociedad)-, son claros ejemplos de amarillismo
sensacionalista. Prioritariamente, se enfocan en
titulares escandalosos, hechos deformados,
interpretaciones antojadizas o pseudocientíficas y para
tal propósito son muy gráficos y abundan en grotescos,
y a veces burlones, detalles de muertes violentas de
sencillos ciudadanos. La notoriedad y el enfoque de la
noticia son diferentes cuando se trata de personas de
status social o político diferente y peor aun cuando el
hecho involucra a alguien conocido de ellos.
A finales de los años 90, un conocido presentador
de televisión, por sus programas de entrevistas
y orientación a los jóvenes, fue encontrado
muerto en su apartamento. El deceso no fue
nota de crónica roja; lo que si hubo fue muchas
especulaciones y rumores, tampoco se informó
sobre las causas de su muerte.

-68-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Es frecuente que los suicidas, quienes


pueden padecer de enfermedades incurables,
utilicen más de un método para obtener el
resultado esperado; por ejemplo: ingesta de un
compuesto químico organofosforado (veneno
líquido) y un disparo de arma de fuego. Los
efectos del tóxico son desesperantes, dolorosos
y el sujeto, aún, completamente consciente,
prefiere acelerar la muerte con un tiro dentro de
la boca.
Por la misma naturaleza de los casos investigados,
hay noticias del campo forense que son de
primera plana, y que se dan a conocer con un tinte
sensacionalista, constituyéndose en una presión
adicional para los peritos, por el carácter de “juicio
mediático” que incluye la prematura condena de
los señalados. Entonces, se crean imaginarias
perspectivas y expectativas sobre la investigación, se
reproducen creencias erróneas e, injustamente, se
deshonra a personas u organizaciones. El resultado
exitoso de las investigaciones ha sido el final de
un trabajo en equipo, liderado por el funcionario de
instrucción o Fiscales del Ministerio Público junto con
los peritos científicos: médicos y de criminalística, a
ellos mis más sinceros reconocimientos.
Finalmente, es necesario que el perito científico sepa
que las cámaras de la televisión son como la luz de
las lámparas para las luciérnagas y que aquellos
imprudentes y encandilados terminan quemados y con
serios problemas éticos y legales.

-69-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

9. DE PERITOS CIENTÍFICOS Y ABOGADOS


Para cuando tomé consciencia de que ejercer como
perito judicial significaba entrar en un mundo de
abogados, códigos, leyes, diligencias judiciales,
audiencias, rituales jurídicos, procedimientos y verdades
procesales ya era demasiado tarde…
El entusiasmo por el seductor trabajo forense
va declinando con la amarga experiencia de las
interpretaciones sesgadas de dictámenes y actuaciones
periciales y de la acumulación de solicitudes de peritajes
que no tienen sentido o que incluyen preguntas mal
hechas o incomprensibles. Para rematar, la desilusión
llega al tope cuando te enteras, por los medios de
comunicación social, de las evidencias de corrupción en
el sistema de administración de justicia.
Llega un momento en que, como perito médico, te
das cuenta que bueno, regular, malo o excelente,
tu trabajo (que te costó esfuerzo y dedicación)
queda en manos de abogados (personeros, fiscales,
jueces, defensores de oficio o abogados litigantes)
que muchas veces entienden o interpretan los
resultados desde su peculiar perspectiva. Hasta
no hace mucho se decía que el juez es el perito de
peritos.
En ninguna otra especialidad de la Medicina
el médico pasa de héroe a villano, de sabio a
ignorante, de competente a incapaz, todo en función
de las interpretaciones, circunstancias o intereses
en juego. La insatisfacción por los resultados de un
caso juzgado es inherente a la naturaleza del trabajo
del perito científico. En el proceso legal hay dos o
-70-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

más partes, si lo que dices favorece a una parte,


para las otras eres un ignorante o un corrupto.
Recuerdo que, en una de las reuniones de la
Academia Americana de Ciencias Forenses,
escuché a un eminente colega norteamericano
decir: “la diferencia entre los médicos y los
abogados es que a nosotros si nos hacen jurar
que vamos a decir la verdad”. Y es cierto, antes
de comenzar las diligencias en el MP o en Órgano
Judicial se da lectura al intimidante contenido del
Artículo 381 del Código penal que textualmente dice
lo siguiente:
“El testigo, perito, intérprete o traductor que,
ante la autoridad competente, afirme una
falsedad o niegue o calle la verdad, en todo
o en parte de su declaración, dictamen,
interpretación o traducción, será sancionado
con prisión de dos a cuatro años. Cuando
el delito es cometido en una causa criminal
en perjuicio del inculpado o es la base sobre
la cual una autoridad jurisdiccional dicta
sentencia, la prisión será de cuatro a ocho
años”.
La primera vez que escuché el bendito texto,
como buen panameño me dije a mí mismo:
¡Chuleta, en que berenjenal me metí! Con el
pasar de los años, y con tantas repeticiones
del mentado artículo, me aprendí de memoria
su contenido y siempre actué de acuerdo al
mismo.

-71-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

La relación profesional de médicos y abogados en


los procesos judiciales es muy distinta a la relación
médico paciente, salvo cuando el paciente es un
abogado.
Desde la etapa de pregrado, el estudiante de
Medicina está convencido que tiene un status de
privilegio por haber ingresado en la Facultad más
selectiva y difícil de la Universidad; convicción
reforzada al llegar a los centros de atención
sanitaria, en donde la estructura organizacional
coloca a los galenos en el vértice de la pirámide – el
médico da órdenes que los subalternos acatan.
Pero, la realidad es diferente si el médico sale
del ámbito sanitario e ingresa en el mundo de los
jurisconsultos. Al empezar a laborar en el IMELCF,
me enteré que también los estudiantes de Derecho
creen lo mismo sobre su estatus de privilegio en
la Universidad. Peor aún, cuando en funciones
de médico forense acudía a algún despacho del
Ministerio Público, escuchaba con frecuencia inusual
la palabra: “Doctor…”; al comienzo, volteaba a ver,
por si era conmigo; pero no, los funcionarios del
MP (al igual que en Colombia), entre ellos, así se
llamaban desde el Fiscal, al mensajero, al chofer,
etc., etc.
Como el Instituto era parte del MP, allá por los
años 90, era frecuente que cuando los peritos
médicos del Instituto participábamos en una
audiencia en los tribunales, uno de los argumentos
favoritos de la contraparte, para desmeritarnos
- parte de su estrategia-, era la siguiente frase:
-72-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

“Doctor a usted de donde le llegan los cheques


de la quincena”, la respuesta era obvia: “Del
Ministerio Público”, seguido de: “No tengo más
preguntas su Señoría”, dando a entender que por
el hecho de que estábamos en la planilla del MP
quedábamos automáticamente descalificados
por ser subordinados de los fiscales. Claro que el
argumento tenía cierto fundamento, al ser el perito
médico un subalterno del fiscal, no era casual que
días antes de la audiencia lo llamara a su despacho
para saber si le convenía citarlo o no a la audiencia;
si la respuesta era positiva, le daba a conocer al
perito los puntos de la pericia que debía responder.
A medida que transcurrieron los años, y que aprendí
más del ambiente jurídico, me enteré de conceptos,
situaciones y realidades novedosas sobre cómo se
desarrolla la administración de justicia. Siempre me
pareció que la percepción del tiempo era diferente para
los médicos que para los abogados. Por suerte, en
Panamá se acabó la práctica de la “hora judicial”; si me
citaban a una diligencia a las 8 de la mañana, siempre
llegaba minutos antes y casi invariablemente debía
esperar a que las partes llegaran después de las 9.
Más difícil de aceptar era la sensación de pérdida
de tiempo en el ritual jurídico llamado: Diligencia de
Inspección Ocular y Reconstrucción de los Hechos,
subjetiva y manipulable representación de cómo
supuestamente sucedió un hecho criminal.
A propósito, uno de los conceptos jurídicos difíciles de
entender, más como ciudadano que como perito judicial,
es aquel de “verdad procesal” que no necesariamente
-73-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

es sinónimo de “verdad verdadera”. La verdad procesal


depende de las pericias de los expertos. Dicho de
otra manera, si no se aportan las pruebas de la
comisión de un delito, a la luz de la verdad procesal,
el delincuente queda impune. Eso explica la exigencia
de los abogados al pedir pruebas convincentes e
irrebatibles, demanda que no siempre el perito puede
cumplir, en esos términos.
Quizás lo antes mencionado explique la actitud de
ciertos funcionarios de instrucción del MP quienes, con
un conocimiento básico de las Ciencias Forenses, se
permiten cuestionar las conclusiones de un peritaje,
interpretar lesiones en base a fotografías o colocar al
mismo nivel del experto las opiniones de neófitos en
materia médico legal.
Fui citado a una diligencia de ratificación
sobre lo escrito en un protocolo de necropsia.
El funcionario del MP encargado del caso me
preguntó sobre las causas de la muerte de un
joven que falleció haciendo ejercicios en unas
instalaciones de la Policía (uno de varios
casos en los que participé).
Durante el interrogatorio, me pareció que, de
manera hostil y velada, ponía en tela de duda
mis conclusiones sobre la causa de la muerte.
Como argumento contrario a mí pericia, el
funcionario me presentó un certificado de
defunción en el que una colega, que labora
en un Cuarto de Urgencias de un hospital de
la localidad, certificó la muerte de la siguiente
manera: “I. Reacción alérgica grave, II. Falla
-74-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

respiratoria – cardíaca – séptica, III. Corson


Stoughton Gas tóxico”.
No me preocupó tanto demostrar que
tenía la razón (era un caso de muerte
súbita cardíaca), sino más bien el rumbo
que podía tomar la misma investigación
(injustificada acusación de brutalidad policial).
Traduciendo la jerga médica del certificado
de defunción, al joven le fallaron el corazón
y la respiración, lo cual ocasionó una mezcla
de infección generalizada con alergia, todo
porque supuestamente le rociaron con gas
tóxico.
Cuando leí el documento de marras, recordé
que ya José Ortega y Gasset, filósofo y
ensayista español, muy sabiamente apuntó:
“La mayor parte de los hombres tiene una
capacidad intelectual muy superior al ejercicio
que hacen de ella”

10. OTRAS TÁCTICAS DE ABOGADOS


Tengo el privilegio de conocer y contar con la amistad
de excelentes profesionales del Derecho; abogados
que hacen honor y dan prestigio a su profesión,
también he conocido otros muy diferentes, aquellos
que fácilmente cruzan los límites de la ética y de
sus responsabilidades sociales y legales. Más que
expertos en argumentación jurídica parecen actores
de telenovelas o especialistas en relaciones públicas
(con periodistas, fiscales y jueces) y manejo de

-75-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

medios de comunicación.
En todos esos años he trabajado principalmente con
abogados del MP; muchos admirables jurisconsultos,
personeros (as) y fiscales, modelos de honestidad,
imparcialidad y conocimientos; otros, en cambio,
rumbosos leguleyos de fácil verbo, pero bastante
limitados y obtusos en sus argumentos.
No puedo decir lo mismo de ciertos abogados
defensores, algunos de ellos ex - funcionarios
del MP. Su táctica inicial era descalificar a los
peritos oficiales por falta de idoneidad en materia
forense. Al haber superado esa etapa institucional
- casi todos los peritos del IMELCF somos idóneos
-, aplican prácticas intimidatorias y negativas.
Entiendo que tienen todo el derecho de rebatir los
dictámenes periciales con argumentos científicos,
que demuestren que el peritaje carece de valor, ya
sea por cuestionamientos a la metodología o a la
interpretación de los resultados, mas no justifico
cuando se cuestionan, sin razón ni argumento, la
honorabilidad y honestidad del perito.
El lado risueño de haber laborado, durante dos
décadas y media con profesionales del Derecho, es
que he aprendido a disfrutar chistes, algunas noticias
y comentarios de abogados.
En entrevista realizada al Lcdo. José Alberto
Álvarez, Presidente del Colegio Nacional
de Abogados de Panamá, por la periodista
del diario “La Prensa” Flor Mizrachi, en la
edición del domingo, 22 de noviembre de 2015,
aparece la siguiente pregunta con su respuesta:
-76-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

pregunta “¿Quiénes son más astutos que los


abogados?”, respuesta: “Dificulto… ¡Somos el
diablo, ja, ja …!” A confesión de parte …
Hace unos años, durante una audiencia en un
juzgado de La Chorrera un abogado litigante (por
antonomasia no por autopsia), conocido por su
ridícula teatralidad y macarrónica verborrea, me
preguntó en su grandilocuente estilo: “Doctor Pachar,
¿Se cree usted infalible? ¿Nunca se equivoca?,
recuerdo que mi respuesta fue, más o menos
la siguiente: “Los peritos somos seres humanos
y cometemos errores, soy humano y me he
equivocado, no sé cuántas veces; sin embargo,
cuando me he dado cuenta del error, he reconocido y
rectificado la equivocación”
Y es que el error es inevitable, los peritos somos
humanos, pero paradójicamente inadmisible desde la
perspectiva legal, que no admite fallos.
Los primeros que deben darse cuenta de sus errores
son los propios peritos – constaté varios en mis
protocolos antes de ir a un juicio – ya que ningún
peritaje es perfecto; sin embargo, se de algunos
peritos, que después de cierto tiempo de ejercer
el cargo sin mayores cuestionamientos (hasta que
se imponga la cultura de gestión de calidad en la
práctica de las experticias y tengamos auténticos
peritos de la parte contraria), asumen una engañosa
y peligrosa condición de infalibilidad. Uno de los
grandes íconos de la Medicina de inicios del siglo XX,
Sir William Osler, estableció las “cuatro h” del buen
médico (que obviamente también aplican al médico
-77-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

forense): humildad, honestidad, humanidad y humor.


Para prevenir los errores periciales es necesario
que el perito actúe acorde con las guías y normas
de procedimiento institucionales – los peritajes
son institucionales no personales -, que siga un
programa de educación continuada y que cuente
con adecuadas condiciones de trabajo. Es obligación
de las autoridades del IMELCF corregir los fallos
organizativos o las deficiencias en la prestación de
los servicios forenses y favorecer la docencia, el
desarrollo científico y tecnológico de la institución.
De hecho, la posibilidad de error del perito es
predecible y manejable, mediante el establecimiento
de mecanismos de control (gestión de calidad) que
permitan su identificación y corrección.
También es cierto que, en la práctica médico
forense no sólo se puede cometer errores sino,
afortunadamente - pocas veces - horrores periciales,
como el siguiente:
Durante la celebración de una audiencia de
homicidio, el médico forense que había practicado
la necropsia de una persona que falleció a
consecuencia de múltiples impactos de proyectiles
de arma de fuego, describió cuatro heridas,
dos en la cabeza y dos en el tórax. Cuando le
correspondió interrogar al perito, el abogado de
la defensa le preguntó: ¿Doctor, dice usted que el
fallecido solamente presentaba cuatro impactos
de bala, cierto?, el médico se ratificó y contestó:
cierto; siguió el abogado: Doctor, de foja (término
judicial que se refiere a la página) 325 a 348
-78-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

del expediente constan las vistas fotográficas


tomadas durante la práctica de la necropsia,
pregunta: ¿Cómo explica que además de las
cuatro heridas que usted describe, en la foto que
aparece en la página 340, se observa una herida
perforante a lo que parece ser el brazo derecho?.
El desconcertado médico solicita el expediente
mencionado, busca la página, mira la fotografía
y contesta: “Sí, parece una herida perforante al
brazo derecho, lo que pasa es que el fotógrafo no
me dijo que había tomado esa foto”. Como dicen
los abogados en las audiencias: “No tengo más
preguntas”.
El mismo perito, tiempo después, practicó la
necropsia de una joven mujer, encontrada
muerta, semidesnuda, en el dormitorio de su
residencia. El cuerpo presentaba lesiones
contundentes menores y un escurrimiento
de sangre por sus genitales. Cuando terminó
el examen, el perito certificó el deceso de la
siguiente manera: “Muerte ginecológica en
estudio”
Uno de los errores comunes en los peritajes resulta
de la transcripción incorrecta de la información
desde un manuscrito al dictamen, error que se ha
generalizado con el uso de las computadoras y la
moderna práctica secretarial del “copy page” (trabajar
un documento sobre un modelo ya usado en otro
peritaje). El siguiente es un ejemplo de error culposo
del perito que motivó una interpretación de actuación
dolosa.

-79-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

En el IMELCF los patólogos realizan el


tallado de las muestras tomadas por los
médicos que practican las necropsias. Estas
muestras son procesadas y luego las placas o
laminillas se envían para lectura. El patólogo
las lee, interpreta y envía un informe al médico
forense para que lo interprete e incorpore a su
protocolo de necropsia.
En una ocasión, fui llamado a declarar a una
Fiscalía porque un abogado defensor llamó
la atención sobre la falta de concordancia
entre los antecedentes clínicos de un
caso y el cuerpo del dictamen. Acudí a la
diligencia, presenté copias de los informes y
los manuscritos, contesté las preguntas del
abogado, reconocí que se había cometido un
error en la transcripción; la misma secretaria
que había elaborado el documento reconoció
el mismo.
Días más tarde, me comunicó la fiscal que el
jurisperito pedía que se me investigara por el
delito doloso de falsificación de documentos.
No niego que me incomodó la noticia, porque
consideré inaceptable que se plantearan
calumniosas dudas sobre mi actuación
profesional.
Ya Cicerón lo dijo hace cientos de años:
“Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente
llega a sospechar de la maldad de los otros”.
Otro grupo de personajes, particularmente hostiles
hacia los peritos del IMELCF, son algunos médicos–
-80-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

abogados y aquellos abogados que creen saber de la


especialidad. Un ejemplo de cada uno.
Los médicos-abogados, algunos de los
cuales nunca han practicado una necropsia,
peritan en base al trabajo escrito de otros
(no por sus propios experimentos o análisis),
tratando de buscar fallas de redacción y
contenido no específico forense. Eso explica
su táctica de entrar en detalles de asuntos
que supuestamente conocen más, no así de
conceptos o principios médico legales. Por
ejemplo, si el tema a tratar es la trayectoria
de un proyectil de arma de fuego dentro del
cuerpo, que aquí en Panamá y en cualquier
servicio médico legal se enfoca en detalles
que aporten a la investigación, tales como:
dirección, distancia del disparo, posibilidad
de intervalo de supervivencia, etc.; a la hora
de preguntar al perito durante la celebración
de la audiencia, hacen preguntas como las
siguientes: “Doctor, específicamente, ¿en
cuál segmento del lóbulo superior del pulmón
derecho entró el proyectil?” o “¿midió usted
cuántos centímetros cúbicos de sangre había
en la tráquea?”.
En el otro grupo están algunos abogados que creen
y pretenden saber más de Ciencias Forenses que el
perito médico; tales temerarias actitudes suelen ser
el resultado combinado de arrogancia, ignorancia y
falta a la ética, y como decía el maestro Ermocilla:
“la ignorancia es atrevida”.

-81-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Sirva de ejemplo el siguiente suceso:


Días después de la celebración de un juicio
en un Tribunal del Órgano Judicial, me
comentó una asistente de fiscal: “Doctor,
qué bueno que lo encuentro porque quería
comentarle lo que pasó en la audiencia”. Se
refería a que participé en un juicio por un
caso de homicidio; intervine para aclarar los
hallazgos de la necropsia y la interpretación
de la diligencia de reconstrucción.
Durante la celebración del acto, cuando
estaba rindiendo mi declaración, otro
conocido abogado litigante – de esos que
se arrodillan, lloran y juran con la Biblia en
la mano - se me acercó con el expediente y
me solicitó que dijera si mi firma aparecía en
el folio tal, como no la vi, respondí que no.
A continuación, me mostró las fotos de la
diligencia de reconstrucción y me preguntó si
me reconocía en alguna de ellas, de nuevo
contesté que no. Terminé mi participación y
me retiré.
Me contó la asistente de la fiscal, que, al
momento de la sustentación del susodicho
abogado, al referirse a las pruebas científicas
del expediente empezó diciendo: “El doctor
Pachar dizque sabe de Medicina Legal, eso
es falso, él no es médico legista, yo sí hice un
curso de Medicina Legal; peor aún, Pachar
miente, no firmó el acta de participación en
la diligencia y reconoció que no aparecía en
las fotos de la diligencia”. Luego, la indignada
-82-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

agente del Ministerio Público me dijo: “doctor,


efectivamente, su firma no estaba en la
página que le mostraron sino en la siguiente
y la Fiscalía aclaró que usted no aparecía
en las fotografías porque la documentación
fotográfica se refiere a los actores de los
hechos investigados, no a la participación
de los peritos. Lo de médico legista ya lo he
dicho, es verdad, no soy médico legista, soy
patólogo forense.
A partir de entonces, me parece injusto que por
más que se realice un trabajo pericial con sólidos
fundamentos científicos, con apego a la ley y a la
ética, al retirarse el perito, su trabajo y honradez
puedan ser cuestionados, a sus espaldas y sin
derecho a réplica.

11. DE AUDIENCIAS JUDICIALES Y JURADOS


DE CONCIENCIA
La audiencia judicial (juicio o debate) es un
procedimiento que se desarrolla ante jueces que
toman decisiones sobre un litigio. Se lleva a
cabo con la lectura de las piezas procesales, la
presentación de pruebas, inclusive los dictámenes
periciales, y la sustentación de argumentos orales
en apoyo a las posiciones de las partes.
Para el perito científico es un examen oral de
su peritaje. Si le va bien o mal, no depende de
sus conocimientos y experiencia; es cuestión de
memoria, inteligencia emocional, de sus dotes de
orador, pero sobre todo de factores fuera de su
control.
-83-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

He participado en numerosos juicios, especialmente


de casos penales, en la sala de audiencias del
Segundo Tribunal Superior de Panamá.
La primera vez que fui citado, corría el año
1995, la boleta de citación decía que debía
presentarme a las 8 de la mañana, llegué
antes, me identifiqué a la entrada y me
indicaron que pasara a la Secretaría del
Tribunal a esperar.
Era el mismo lugar en donde los funcionarios
judiciales ejercían sus labores diarias. Allí,
entre escritorios, sillas, computadoras y pilas
de amarillentos expedientes, en un estrecho
espacio quedamos sentados varios testigos
y peritos, uno al lado del otro. Tras varios
minutos de silencio, cada cual comenzó a
conversar con sus vecinos, a falta de alguna
ocupación o entretenimiento. Así me enteré,
al igual que el resto de los sentados, de
detalles y testimonios del caso a ventilar
(homicidio). Llegó el mediodía y el hambre;
los funcionarios judiciales salieron a almorzar
y nosotros nos quedamos esperando.
A las dos de la tarde, reiniciada la audiencia,
tras el receso de almuerzo de jueces,
abogados y secretarias, nos comunicaron
que ya habían terminado la lectura del
expediente y que iban a comenzar a llamar a
los peritos y a los testigos.
Como a las 4 de la tarde, se acercó un
secretario y me dijo: “Doctor, venga que ya
-84-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

tiene que entrar a declarar ¿tiene su cédula a


mano? Se me iluminó la tarde al pensar que
pronto podría irme a casa, al menos para la
cena; contesté que sí portaba el documento.
Bajé, y me ordenaron que me sentara en una
banca de madera, situada al costado de un
corredor paralelo a la sala de audiencias, sin
ventilación ni aire acondicionado. Yo vestía
de manera formal, con saco y corbata, pero
genéticamente estoy más preparado al frío
de la montaña que al calor y humedad del
trópico y comencé a sudar copiosamente.
Pasó media hora y no me llamaban, empecé
a irritarme (efecto de la hipoglicemia por falta
de comida); sentí más calor, cansancio y
otras sensaciones fisiológicas. Pasadas las
cinco de la tarde, cruzó el secretario llevando
a la sala a uno de los testigos. Alguien allá
adentro decidió que debía entrar antes que
yo. Casi a las seis estaba tan molesto, y mi
condición homeostática era tan precaria,
que pensé entrar a la sala de audiencias y
declararme: ¡culpable!
La mayoría de las audiencias en las que se ha
solicitado mi participación han sido con Jurado
de Conciencia. Este tipo de Jurado, es definido
por el autor Guillermo Cabanellas de Torres, en el
Diccionario Jurídico Elemental, de la siguiente
manera: “el tribunal popular de origen inglés,
que resuelve en conciencia sobre los hechos y
la culpabilidad de los acusados en el proceso

-85-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

penal, base del fallo que pronunciará, en cuanto al


Derecho, el tribunal permanente y letrado”.
Para su conformación, funcionarios del Órgano Judicial
buscan a las personas designadas para que formen parte
del equipo de jurados quienes, a fin de cuentas, hacen
una justicia en base a lo que les dicta su conciencia.
No me compete entrar en el debate sobre la
conveniencia o consecuencias de administrar
justicia mediante este sistema; solamente comparto
algunas experiencias y reflexiones cuando me ha
tocado sentarme frente a ellos.
La atmósfera de una sala de audiencias siempre
me pareció tensa, a veces intimidante; motivo de
ansiedad por los muy serios asuntos que se están
ventilando en ese recinto: la vida y el honor de las
personas.
Una vez comenzado el procedimiento judicial, los
abogados, generalmente dotados de cualidades
oratorias, transmiten una sensación de seguridad
y conocimiento, que los hace parecer creíbles e
infalibles ante el jurado de conciencia.
En cambio, el jurado, de heterogénea y asimétrica
composición, siempre me pareció distante, hostil y
a veces indiferente a lo que se presentaba; no es
para menos, durante varios días quedan separados
de sus familiares y amigos y deben escuchar
tétricas historias de horror. Algunos, pocos,
prestaban atención a las explicaciones científicas,
la mayor parte miraba para otro lado, bostezaba o
dormitaba. Salvo en algunas ocasiones, me hicieron

-86-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

preguntas más allá de lo esperado. Es probable que


las características y dinámica del grupo expliquen
algunos resultados sorprendentes o controversiales;
así mismo es factible que la complejidad de la
evidencia científica provoque animosidad en
personas de limitado nivel académico.

Claro que también hay otra explicación para


algunos sorprendentes resultados de juicios
con jurados de conciencia. En la edición del
viernes, 20 de noviembre del año 2015, los
periodistas Juan Manuel Díaz Cedeño y Raúl
Polanco, del diario La Prensa publicaron lo
siguiente: “De acuerdo con la investigación
adelantada por el fiscal Marcelino Aguilar,
los jurados habrían recibido pagos de 200
dólares por dejarse influir por la red de
funcionarios (del Órgano Judicial) para dictar
un fallo favorable a dos sindicados por
homicidio”.
Si al poco interés por las explicaciones científicas,
le sumamos los falsos argumentos, aceptados
de manera acrítica por el jurado, el resultado no
parece precisamente una correcta administración
de justicia. Algunos abogados, fieles seguidores
de los preceptos de Maquiavelo, consideran que
“el fin justifica los medios” y a su teatral retahíla,
suman gestos melodramáticos; frente a tales
manifestaciones, cualquier experticia científica
queda como un simple ejercicio pirotécnico.
La experiencia me ha enseñado que, frente a
un jurado de conciencia, es difícil saber si un
-87-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

argumento particularmente falso es simplemente


un error honesto o una manipulación intencional
de la verdad. Lamentablemente, algunas veces,
la confusa retórica de aquellos que quieren ganar
a toda costa, enreda y confunde al indocto jurado.
La fuerza de la lógica utilizada por la contraparte,
para refutar esos argumentos y exponer la falacia
de los mismos, debería ser el fundamento de su
credibilidad.
Claro que el perito también puede cometer errores
que influyan en las decisiones de los jurados.
Tal vez, parte o todo lo mencionado en líneas
anteriores, sea la explicación de fallos como el del
siguiente caso.
A mediados del año 2000, en horas de la
madrugada, una joven profesional de la
Medicina reportó que un asaltante – según
ella, un hombre negro -, entró al apartamento
que compartía con su madre, y la mató.
Comenzaron las investigaciones, la
necropsia, siempre pieza fundamental
de las pesquisas, fue muy laboriosa y al
detalle; se recolectaron todas las pruebas
c i e n t í f i c a s f o r e n s e s . A l t e r m i n a r, n o s
reunimos con los detectives de Homicidios
y les informamos que debían regresar al
lugar del hecho y buscar un objeto punzo
cortante. Los funcionarios que volvieron al
sitio encontraron el objeto ensangrentado y
el recibo de su compra la víspera del suceso.
También había guantes y ropa quirúrgica con
-88-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

signos de haber sido utilizados en al ataque.


En el transcurso de la investigación, se
pudieron correlacionar los datos de la
escena con los hallazgos de la necropsia
y posteriormente, con la información de la
reconstrucción de los hechos. Ante toda
la evidencia presentada, la investigada
confesó que golpeó en la cabeza y luego
mató a su madre con un pica-hielo. Detalles
escalofriantes: la lesión de la cabeza era
superficial y las heridas con el objeto
punzante se localizaban en el cuello y en
el corazón (para interpretación simbólica).
Obviamente que la muerte de la señora
no fue instantánea y que la víctima debió
permanecer agonizante, en el piso de su
apartamento, por varios minutos.
Matar a la propia madre constituye el delito
de matricidio, atroz forma de asesinato,
extremadamente inusual, más aún cuando lo
ejecuta una mujer. El matricidio se incluye en
la categoría de parricidio: muerte dada a un
pariente próximo, principalmente el padre o
la madre.
La audiencia se celebró meses más tarde
y para el jurado de conciencia prevaleció el
argumento de la defensa: que la imputada
padecía de trastornos mentales y que fue
perdonada por sus familiares, debido a lo
cual el jurado la declaró inocente.
Como diría Kendall Royo, el conocido
-89-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

presentador de temas típicos panameños:


“¡Sus alabao!”

-90-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

12. ¿BRUTALIDAD POLICIAL?

Se considera brutalidad policial el uso excesivo


de la fuerza física, ataques verbales o amenazas,
por policías u otras fuerzas del orden público. Es
una forma de mala conducta policial que ocurre en
todos los países e incluye falsos arrestos, represión
política, intimidación, racismo, abuso sexual y
corrupción policial.
En Panamá han ocurrido casos de brutalidad
policial y violaciones de los derechos humanos,
especialmente durante los años de la dictadura
militar. Posterior a la caída del dictador Manuel
Antonio Noriega comenzó un proceso de
democratización del país, proceso que obligó a
una redefinición del papel de la nueva institución
policial, con particular énfasis en el respeto a los
derechos de los ciudadanos. En estos últimos
años, se han dado intervenciones violentas de
policías con resultado de lesiones y muerte,
situaciones que han causado indignación nacional.
La brutal represión de manifestaciones en calles
y carreteras, por parte de unidades de control
de multitudes, mediante el uso de la fuerza y de
medios letales (escopetas) y no letales (gases
lacrimógenos, balas de goma, tasers y perros
policía) siempre será de funestas consecuencias.
Del mismo modo, la barbarie de algunos
funcionarios de prisiones fue evidente en el
incidente que ocurrió, el día 9 de enero del año
2011, en el Centro de Cumplimiento de Tocumen.

-91-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

El lugar se incendió y murieron, a consecuencia


de quemaduras y complicaciones, cinco reclusos
menores de edad, que protestaban por las pésimas
condiciones de su confinamiento.
Al MP le corresponde la investigación de las
denuncias de brutalidad policial y a los peritos
del IMELCF aportar las pruebas científicas
que demuestren la existencia del daño físico o
sicológico. Es probable que muchos casos no se
denuncien o que en su investigación o juzgamiento
intervengan factores ajenos al Derecho.
A manera de ejemplo, menciono dos casos
distintos, uno de abuso policial doloso y el otro no
de brutalidad policial sino pericial.
Por los lados de Chepo, población vecina
a ciudad de Panamá, una noche de abril,
un vecino salió de compras a la tienda de
la esquina. Retornaba a su casa por las
polvorientas calles de la barriada, en la
penumbra del escuálido alumbrado público,
con galletas y una lata de cerveza en la
mano.
Esa misma noche, había un operativo policial
en el peligroso barrio. A varios metros de
distancia, los policías del retén observaron
que una persona se acercaba. Uno de
ellos alertó a sus compañeros porque,
supuestamente, el sujeto que se aproximaba
tenía un arma en la mano. Los policías le
dieron la orden de alto; pero, como era
evidente por las circunstancias, el vecino
-92-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

continuó acercándose al sitio. Al ver que


no se detenía, los policías le dispararon. El
cuidadano recibió varios tiros, caminó unos
metros y cayó a un costado de la calle. Los
policías se aproximaron, y para su sorpresa
constataron que lo que tenía en la mano era
una lata de cerveza; posiblemente previa
consulta con sus jefes, movieron el cuerpo,
alteraron la escena, y colocaron un arma
en su mano. Nunca consideraron que los
vecinos miraron todo lo que ocurría.
En la necropsia, se demostró que el fallecido
recibió varios impactos de proyectil de arma
de fuego, que le causaron la muerte. La
herida que generó polémica, y era la clave
del argumento de la defensa, era la que
presentaba en la mano derecha. Según la
defensa, el difunto sostenía un arma con esa
mano; sin embargo, al analizar la trayectoria
del proyectil en los tejidos era evidente que
la posición de la mano no era compatible
con la colocación de un arma empuñada
entre los dedos y la palma de la mano. Es
más, el análisis de residuos de disparo fue
negativo. La audiencia de este caso se
celebró en el Segundo Tribunal de Justicia
de Panamá; dos policías fueron condenados
por el homicidio.
El segundo incidente. Luego de la jornada
laboral, unos amigos se encontraban
socializando – con el lubricante de las

-93-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

relaciones sociales: el alcohol -, en una


cantina de la localidad. Repentinamente
ingresan en el recinto varias unidades
de la policía y comienzan a revisar a los
presentes, buscaban drogas y armas.
Cuando se acercaron al grupo, procedieron
de la misma manera y debido a la actitud
sospechosa, y en poco tiempo, muy agresiva
de uno de ellos, esposan y conducen
forzadamente al ciudadano a la sala de
guardia de un cuartel de Policía cercano.
E n e s e l u g a r, e l s u j e t o c o n v u l s i o n a ,
inmediatamente es trasladado a un hospital
vecino y poco tiempo después fallece. En
la necropsia, encontré signos de que había
sido maniatado (presentaba las marcas
en las muñecas), pero no tenía heridas,
hematomas ni otras señales externas o
internas de violencia que justificaran el
deceso.
El único hallazgo inusual fue la presencia
dentro de la parte posterior de la cavidad
oral, sobre la mucosa de la faringe, de
pequeños fragmentos irregulares de un
material color gris brillante – papel de
aluminio – sobre minúsculas laceraciones
superficiales. Al finalizar la necropsia,
consideré que se trataba de una muerte
en investigación, pendiente de establecer
la causa de la muerte hasta tanto se
recibieran los resultados de los estudios

-94-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de las muestras tomadas para análisis de


toxicología e información adicional referente
a los hechos que terminaron en el deceso.
En casos de supuesto abuso policial, son
importantes tanto el conocimiento de las
circunstancias de la muerte, los testimonios,
el análisis de los hallazgos y sobre todo los
resultados de los análisis complementarios.
Cuando llegó el informe toxicológico, se
adjuntaban valores no sólo cualitativos (positivos
por la presencia de la sustancia) sino también
cuantitativos (las cantidades encontradas en la
sangre), de cocaína, alcohol y marihuana.
Elaboré el protocolo de necropsia y en las
consideraciones médico legales – parte
interpretativa del dictamen -, expliqué a la
autoridad del Ministerio Público, que lo más
probable que había sucedido era que, al
comenzar la redada de la policía, el sujeto
se tragó un envoltorio con cocaína, para que
no lo encontrara la policía. La cocaína pasó
al tracto digestivo luego a la sangre e hizo su
efecto (combinado con el alcohol produce una
substancia aún más letal: coca etileno), lo cual
explicaba el estado de intensa excitación psico-
motriz producto de la acción del tóxico. Con
esa certeza de laboratorio pude concluir que la
persona falleció por el efecto combinado de las
drogas ingeridas y que no había elementos para
sustentar que se tratara de un caso de abuso
policial.
-95-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Semanas más tarde, surgen acusaciones


de abuso policial; los familiares aducían que
en realidad lo que había ocurrido era que
los policías mataron a golpes al detenido y
aún más, que los hallazgos de la necropsia
habían sido alterados, con la complicidad
de los peritos del IMELCF, para favorecer
a los policías. Como consecuencia, un
abogado de la familia solicitó la exhumación
del cuerpo, para la práctica de una segunda
autopsia con la intervención de un perito
privado.
El fiscal encargado de las investigaciones
me llamó para comunicarme de la
decisión, obviamente preocupado por las
consecuencias resultantes de un nuevo
examen del cadáver. Recuerdo haberle
comentado que yo estaba tranquilo y seguro
de mi trabajo (con cierto temor porque
no existe trabajo pericial perfecto) y que
también estaba consciente de que la otra
parte tenía todo el derecho de cuestionar mi
desempeño y que lo único que solicitaba era
estar presente durante la exhumación.
En la solicitud de exhumación y
nombramiento de perito médico forense
se afirmaba que un nuevo examen era
necesario por: “diversas irregularidades
existentes en el protocolo de necropsia”; a
continuación, anotaba que era necesario
nombrar un nuevo perito: “para demostrar

-96-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

científicamente que el hoy difunto fue brutal


y sádicamente golpeado por autoridades
de la Policía Nacional, hasta causarle la
muerte”. Además, el abogado querellante
me recordaba que: “según Gisbert Calabuig
(autor español) y otros autores de Medicina
Forense, la cocaína mascada o deglutida
es mortal con dosis de 0.50 gramos y con
seguridad con dosis de 1.0 gramos, en
otras palabras 0.50 gramos equivalen a
500.0 miligramos, por ende, es incorrecto
que el fallecido murió por uso de drogas;
más bien murió por la brutal y sádica paliza
que le dieron los supuestos servidores
públicos”. El profesional del Derecho hacía
este comentario sobre el resultado en
microgramos de cocaína encontrados en la
muestra de sangre tomada en la necropsia.
La diligencia de exhumación se practicó
cuatro meses después de la inhumación.
Llegamos al cementerio, se localizó la tumba
y se procedió de acuerdo a la solicitud de
la parte querellante. Estábamos presentes,
además de mi persona, otros funcionarios
del Ministerio Público, abogados que
solicitaron la diligencia, familiares y algunos
compañeros de trabajo del fallecido.
Se procedió a levantar la losa de la tumba
y a exponer el ataúd. Retiraron la tapa del
féretro y solicitaron que el perito contratado
procediera con el examen. El perito estaba

-97-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

solo, sin personal de apoyo, ni siquiera


tenía guantes ni medidas de protección de
bioseguridad. Como tampoco disponía de
una cámara fotográfica, pidió apoyo al fiscal
para la toma de vistas fotográficas y también
la colaboración del asistente de autopsias
del Instituto. Se acercó al ataúd, separó
la cabeza del resto del cuerpo (macabro
gesto de decapitación pericial post-mórtem)
y comenzó a buscar en el piso del área
aledaña algo con qué limpiar los restos de
tejido putrefacto que estaban adheridos a los
huesos de la cabeza. Encontró un pedazo
de vidrio y con agua de un recipiente vacío
de pintura, retiró los restos pútridos que
pudo; revisó lo que quedaba de los huesos
del cráneo, inspeccionó “in situ” el resto del
cadáver y terminó el procedimiento.
Con la condición de que sean bien hechas,
las exhumaciones de cadáveres o restos
humanos aportan valiosos elementos
para establecer la causa de la muerte,
especialmente cuando la primera autopsia
ha sido incompleta o si existen sospechas
de que la muerte pudo haber ocurrido por
un factor letal no considerado en el primer
examen – como, por ejemplo, fracturas
no encontradas o una intoxicación con
arsénico, mercurio, etc. -. Los resultados del
procedimiento son provechosos mientras
más corto es el intervalo entre el día del
entierro y la exhumación de los restos,
-98-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

porque los fenómenos destructivos del


cuerpo siguen su curso bajo la tierra.
A los cuatro meses de la inhumación, el
cuerpo prácticamente está irreconocible y
ha perdido casi todas las partes blandas
(piel, músculos, vísceras), las cuales quedan
reducidas a grupos malolientes y muy
frágiles de tejidos pútridos (grises, verdes
y rojizos), en los que es difícil reconocer
la misma estructura anatómica y menos
aún establecer lesiones o hemorragias
(hematomas). De existir traumas en los
huesos, articulaciones y cartílagos, es
posible que se puedan visualizar; pero
mejor aún, sería poder registrarlos y
analizarlos mediante estudios de radiología o
antropología forense.
Mayúscula fue mi sorpresa cuando
semanas más tarde el fiscal me presentó
una copia del informe; según el mismo,
el perito había encontrado: “Cadáver en
estado de saponificación adipocera reciente
generalizada”, “Hematomas en cuero
cabelludo, epicráneo, macizo facial derecho
– de color rojo congruente con sangre - , los
hematomas están adheridos a los huesos
(se utiliza agua y desprendimiento manual)”,
en fin, según el experto había hematomas
en todo el cuerpo y concluía su peritaje de
la siguiente manera: “Los hallazgos de las
fotografías comparadas de la necropsia y

-99-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

exhumación demuestran que hay lesiones


no descritas en dicho protocolo y que se
demostraron hematomas múltiples. Todo
lo observado en la diligencia me permite
concluir que la causa de la muerte se
debió a los traumatismos en el cerebro,
fundamentado en los hallazgos (hematomas
en cráneo y encéfalo) del tejido óseo, los
signos rojizos fundamentan lo anterior”.
Con el debido respeto por lo anteriormente
expresado, ante semejante argumentación
cuasi científico forense, me acordé de
uno de mis ídolos cómicos de infancia: el
mexicano Mario Moreno, Cantinflas, autor de
las célebres “Cantinfladas”, quien exclamaba
en situaciones parecidas: “Ahí está el detalle
mi Chato”.
En diligencia posterior a la exhumación tuve
la oportunidad de explicar que es imposible,
con la información del examen practicado
por el perito – aparentemente ampliado al
revisar las vistas fotográficas (evaluación
subjetiva) – que se hubiera demostrado la
presencia de lesión traumática alguna y
que respecto a la dosis letal de la cocaína
era difícil de establecer en este caso en
particular, puesto que está comprobado
en la literatura de la especialidad, que la
dosis varía con la vía de administración
y sobre todo con la influencia de factores
individuales – como las características

-100-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

físicas, el consumo habitual o simultáneo


con otras drogas, etc. –. Es más, establecer
una sobredosis mortal de cocaína no es tan
simple, muchas muertes ocurren con valores
menores de cocaína y sus metabolitos.
Reconocidos autores, como por ejemplo
Dominick y Vincent Di Maio, famosos
patólogos forenses norteamericanos,
llegaron a la conclusión de que: “no existe
una correlación entre muerte y sobredosis”.
Al final, los jueces determinaron que
efectivamente, la muerte del ciudadano
fue consecuencia de una sobredosis de
cocaína y que no se demostró la presencia
de elementos científicos que sustentaran
otra causa de muerte. Por lo tanto, no fue un
caso de brutalidad policial sino pericial.

13. GAJES DEL OFICIO FORENSE


El popular dicho: “gajes del oficio”, se emplea
para expresar las dificultades que implica una
determinada actividad. Los gajes del oficio
médico forense son muchos, complejos y a veces
peligrosos. Empiezan con la naturaleza misma
del peculiar empleo, por ejemplo: la evaluación
de víctimas de la comisión de delitos (no para
brindarles tratamiento, sino para dar fe de la
existencia de lesiones), examen de cadáveres
(algunos de ellos putrefactos, mutilados,
desfigurados, etc.); en difíciles condiciones de
trabajo (morgues insalubres, escenas de crimen
-101-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

en sitios peligrosos); ambiente laboral tóxico


(injusticias salariales, bochinches, intrigas, crisis
institucional, etc.), y terminan con el manejo de
complejas situaciones (éticas, políticas, legales,
etc.), derivadas de la misma actividad pericial.
Hace un par de años, en una conferencia celebrada
en el auditorio del Hospital del Niño, el distinguido
colega Xavier Sans Llorens me preguntó, ante
decenas de colegas presentes, si alguna vez me
habían presionado para realizar o cambiar algún
dictamen. Le contesté que no y que, si en algún
momento alguna autoridad me hubiera sugerido tal
posibilidad, ese hubiera sido mi último día de trabajo
en el IMELCF.
Algunos gajes del oficio forense nacen de la
relación con las autoridades y funcionarios del
MP. Reconozco que fui llamado al edificio de la
Procuraduría General de la Nación para consultas
sobre temas institucionales o científicos, por los
licenciados: Rogelio Cruz, Jorge Ramón Valdez,
José Antonio Sosa, y Ana Matilde Gómez. A ellos,
mi agradecimiento por la deferencia y el honor de
solicitar mi opinión.
En la práctica del día a día, el respeto mutuo, la
comunicación expedita y la coordinación efectiva
con las autoridades investigadoras, especialmente
con personeros y fiscales del MP, es fundamental
para el logro de los objetivos de la investigación;
pero, debido a la confidencialidad de los asuntos
investigados - reserva del sumario-, no trasciende
al público todo el trabajo de los peritos y la
-102-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

presentación de resultados parciales o manipulados


de las pesquisas dejan en tela de duda sus
actuaciones. Sirva de ejemplo la siguiente narración.
En el mes de febrero del año 2012, en un
incidente confuso con agentes de la Policía
en la provincia de Chiriquí, un indígena murió
a consecuencia del impacto de un proyectil de
arma de fuego en el pecho. Extraoficialmente,
en las redes sociales, se rumoraba que le
dispararon con una escopeta.
El día domingo, 5 de febrero, en horas de la
tarde, recibí la llamada del fiscal auxiliar de
la República quien me notificó del lamentable
incidente y me alertó que tanto los medios
de comunicación como los miembros de la
sociedad civil estaban pendientes de las
investigaciones. Era evidente la necesidad
de practicar la necropsia el mismo día. Me
comuniqué con la jefa de la agencia del
IMELCF en esa provincia, y coordinamos la
práctica de la diligencia apenas llegara a la
ciudad de David.
Con el apoyo del Servicio Aéreo Nacional
(SAN) – en una avioneta en la que íbamos
únicamente el piloto y yo -, me trasladé
de la capital a esa ciudad y luego a la
morgue judicial. Comenzamos la necropsia
alrededor de las 6:00 pm., con la presencia
de funcionarios del MP, del IMELCF, y de dos
representantes de la comunidad indígena a la
que pertenecía el difunto, previa autorización
-103-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de las autoridades responsables de las


investigaciones. Hasta ese momento, la
comunicación con los funcionarios del MP fue
rápida y la coordinación de los tiempos de la
investigación muy efectiva.
La necropsia, muy laboriosa, fue ampliamente
documentada con fotografías y video. Al
terminar el examen post-mórtem, los
prosectores consideramos que la causa de la
muerte había sido una herida por disparo de
escopeta en el tórax. Afirmación sustentada
en las características de la lesión de entrada
(destrucción de las estructuras anatómicas
de la parte alta del lado izquierdo del pecho)
y el hallazgo, cerca de la cúpula izquierda del
diafragma, de un objeto metálico de similares
características a los tacos de una escopeta,
pero de muy inusual estructura (no era un taco
común de una escopeta de cacería), junto con
un elemento anular de material sintético.
Una vez terminados los procedimientos,
explicamos los hallazgos a los funcionarios
del MP y a los indígenas presentes. Todos
los elementos y muestras recopilados, se
individualizaron, embalaron, sellaron y se
completaron los respectivos formularios de
cadena de custodia. Se llevó el manuscrito
del protocolo a la Agencia de David, el
documento fue transcrito, revisado y firmado
al día siguiente antes de mi retorno a la
ciudad de Panamá.

-104-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

En horas de la mañana del lunes, aún en


David, un funcionario del IMELCF, me entregó
los elementos para cadena de custodia y
personalmente los traje a Panamá. Al llegar,
en el mismo avión del SAN, me estaban
esperando funcionarios de Criminalística a
quienes hice entrega de los elementos con
la indicación de que debían llevarlos a los
laboratorios correspondientes, lo más pronto
posible.
Posteriormente, me trasladé a los laboratorios
de Balística y Química y giré instrucciones
para que los informes preliminares de
las muestras del caso en investigación
estuviesen listos en tiempo oportuno.
Una vez obtenidos esos resultados, dada
la relevancia del caso y a solicitud del MP,
los peritos del IMELCF entregamos los
dictámenes preliminares ese mismo día.
Los incidentes violentos continuaron en
Chiriquí; al día siguiente martes, 7 de febrero,
me enteré del deceso de un adolescente, en
la misma ciudad de David, en circunstancias
similares al deceso anterior, y nuevamente
procedí a coordinar con las autoridades
del MP mi traslado, vía aérea, hacia esa
provincia.
Ya el miércoles en la mañana, llegué al
aeropuerto Enrique Maleck de la capital
chiricana, y después pasé a la sede de la
Agencia del IMELCF, ubicada en la planta
-105-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

baja del edificio del MP en esa provincia.


Junto con la jefa de la Agencia del Instituto
subí a la Fiscalía encargada del caso; el
fiscal nos puso al tanto de la información
disponible hasta ese momento, revisamos el
expediente con la información y testimonios
recopilados e intercambiamos opiniones
con los funcionarios de instrucción sobre las
hipótesis de cómo se pudieron dar los hechos
que terminaron en la muerte del adolescente.
Entre los antecedentes a considerar antes
de la práctica de la necropsia estaban
disponibles unas imágenes fotográficas,
captadas con un celular y divulgadas en las
redes sociales. En las fotografías se mostraba
el rostro ensangrentado y parcialmente
mutilado de un joven sentado dentro de
un vehículo. Fue la primera vez que tomé
conciencia de que, ya en siglo XXI han
aparecido otras fuentes de información de
interés forense; las redes sociales.
Nos trasladamos a la morgue judicial para
la práctica de la necropsia. En esa ocasión
también estuvieron presentes funcionarios
del MP, del IMELCF, un familiar del menor y el
abogado de la familia del difunto.
Al terminar el peritaje, la causa de la muerte
se certificó de la siguiente manera: “Trauma
cráneo facial severo” y en las consideraciones
médico legales del protocolo se consignó que
no se encontraron signos de quemaduras
-106-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

(compatibles con explosión), perdigones ni


ningún proyectil balístico.
Al ser preguntados por la funcionaria del
MP presente, y en presencia del familiar (el
abogado ya se había retirado), le explicamos
que los hallazgos del examen podían ser
compatibles con los testimonios incorporados
al expediente (que al fallecido le dispararon
en el rostro), pero que el proyectil no era una
bala o perdigones sino un artefacto compacto
- probablemente una bomba lacrimógena.
Además, solicitamos a la autoridad que
fueran localizados los objetos recuperados
del sitio del incidente y que los mismos fueran
enviados para análisis en los laboratorios
de Criminalística en la ciudad capital.
Posteriormente me enteré que ya unidades
de la policía habían recogido los restos
de las bombas lacrimógenas (el hallazgo
de los restos de una bomba lacrimógena
con sangre y tejidos de la víctima hubiera
confirmado nuestra hipótesis). Esta necropsia
también fue ampliamente documentada con
fotografías y video.
De la primera necropsia (disparo de
escopeta), envié las fotografías del
remanente del proyectil al amigo, y
reconocido experto en Ciencias Forenses,
con 30 años de experiencia: George Schiro,
famoso científico forense radicado en Estados
Unidos. George me contestó que no había

-107-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

visto un proyectil similar, que lo más probable


era que se tratara de elementos de algún tipo
de proyectil utilizados contra manifestantes en
desórdenes públicos.
En el segundo caso, las características
de la lesión y las versiones de los testigos
apuntaban a que el joven, efectivamente,
recibió el impacto de una bomba lacrimógena
en el rostro, imágenes y lesiones similares
solamente obtuve de casos ocurridos con
palestinos que recibieron impactos de
proyectiles similares por parte de soldados de
Israel.
En ambos casos, los gajes del oficio aparecieron
días después. Se dio una exposición mediática
negativa de nuestro trabajo, porque las
explicaciones oficiales sobre los fallecimientos
nunca fueron claras, ni se hicieron referencias a las
observaciones realizadas por los peritos.
En una televisora local, un conocido presentador
entrevistó al padre del adolescente fallecido,
acompañado de su abogado. Ambos preguntaban:
¿Dónde está el Dr. Pachar, por qué no da la cara?
Igualmente, en un medio impreso, se cuestionaban
mis supuestas conclusiones sobre la distancia de
disparo del primer caso – incluso citaban mi libro
“Medicina Legal y Forense” – cuando en el protocolo
de necropsia los médicos forenses no nos habíamos
pronunciado al respecto...
A causa de ese manejo de la información,
especialmente porque las muertes ocurrieron
-108-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

en incidentes con policías, los ánimos


estaban caldeados. Se convocaron marchas
y manifestaciones en Panamá y Colón. En la
capital, el Sindicato Único de los Trabajadores
de la Construcción (SUNTRACS) convocó a una
movilización en repudio a esas y a otras muertes
que se dieron en las provincias de Bocas del Toro y
Colón. La marcha debía partir de la Plaza Porras a
las 3 de la tarde.
Uno de los locales del IMELCF, en el que está la
Subdirección de Medicina Forense, se ubica en el
popular corregimiento de Calidonia, casi frente a la
iglesia de Don Bosco. Por esa misma calle debía
pasar la marcha.
Ya se había dispuesto que, por razones de
seguridad, el personal del IMELCF se retirara de
las instalaciones y me encontraba parado frente a la
entrada. El tráfico vehicular se había interrumpido, la
marcha se acercaba y se escuchaban las consignas
de los manifestantes. Estaba parado a la entrada
del local y en un momento dado, al voltear hacia
la derecha, observé que venían varias decenas de
ruidosos obreros, portando pancartas y gritando
consignas contra el gobierno y contra aquéllos que
habían participado en las investigaciones de esas
muertes (se nos acusaba de supuesta complicidad
con la Policía y el Gobierno para encubrir a los
responsables).
Uno de los manifestantes me reconoció y
gritó: “Ahí está Pachar”, entonces, la turba se
movilizó rápidamente hacia la entrada de la sede
-109-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

del Instituto. Afortunadamente, pude entrar a


nuestro local y apuradamente con la ayuda de
los funcionarios, cerramos la puerta metálica,
mientras del otro lado continuaban los improperios
y los golpes. No lograron su objetivo (agredirme
físicamente) pero sí causaron daños a los vehículos
de los funcionarios (rompieron vidrios, espejos,
lámparas), estacionados en la parte frontal del local.

14. PERITO FORENSE, UN TRABAJO


RIESGOSO
El riesgo está vinculado a la vulnerabilidad, en
cambio el peligro está asociado a la factibilidad de
perjuicio o daño; dicho de otra manera, el peligro es
una causa de riesgo. Otro concepto vinculado al de
riesgo es el de amenaza, entendido como un dicho o
un hecho que anticipa un daño.
Por la misma naturaleza del trabajo que hacemos,
los médicos y peritos forenses en general, somos
sujetos de riesgos de diversos tipos: laboral
– por las condiciones de trabajo, propensas a
accidentes -, biológico – por contaminación con
microorganismos - o químico – por exposición a
substancias tóxicas -. Otras fuentes de riesgos,
que atentan contra la integridad mental y ética
de los peritos, son la naturaleza misma de los
casos forenses y el manejo de las relaciones
interpersonales y laborales en circunstancias de
violencia, dolor y muerte.
El peligro de trabajar con cadáveres, sin las debidas
precauciones de bioseguridad, implica la posible
-110-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

contaminación con agentes patógenos. Uno de los


mejores asistentes de la morgue desarrolló una
fibrosis pulmonar, de probable etiología química y
biológica. Las punciones con agujas o cortes con
bisturí son accidentes relativamente frecuentes en
las morgues. Pero ese riesgo es controlable con
medidas adecuadas en las salas de autopsias. En
cambio, en ambientes de trabajo no controlados, el
riesgo físico del perito aumenta.
A poco tiempo de regresar de Inglaterra tuve
mi primer encuentro con la realidad del trabajo
escogido.
Un sujeto mató y decapitó a su novia en
un apartamento de los multifamiliares de
Barraza (barrio popular y peligroso de ciudad
de Panamá). El individuo fue detenido
y confesó su horrendo crimen. Parte de
los procedimientos judiciales incluyó la
realización de la Diligencia de Reconstrucción
de los Hechos.
Ese día, dos funcionarios del Ministerio
Publico, un fotógrafo y el suscrito, llegamos
al apartamento ubicado en el último piso de
uno de los edificios. Poco tiempo después,
llegó el sindicado acompañado por un policía.
Otros dos uniformados permanecían en el
vehículo de la Policía nueve pisos más abajo.
Obviamente, no había elevador.
Habíamos comenzado la diligencia cuando
se escucharon gritos e insultos, cada vez
más cercanos. Los familiares y amigos de
-111-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

la difunta se enteraron de la presencia del


homicida en el área y venían con toda la
intención de tomarse la justicia por sus
propias manos; el linchamiento parecía
inminente. A propósito de linchamientos,
en una visita a una ciudad de la serranía
ecuatoriana vi el siguiente letrero: “Ladrón
que sea sorprendido robando será linchado
en el acto”, fiel reflejo de la confianza
ciudadana en la administración de la justicia.
Ante la inminente llegada de la turba, el
primero que salió corriendo fue el policía,
haciendo señas a sus compañeros para
que pidieran refuerzos, sacó su arma de
reglamento e hizo varias detonaciones al
aire. En respuesta, los que subían por las
escaleras también dispararon.
En ese momento, el desventurado homicida
(esposado y preso del pánico, no del policía)
tenía dos alternativas: esperar la llegada de
la jauría o lanzarse por el balcón del último
piso. Cuando los perturbados familiares
llegaron al piso en que nos encontrábamos,
siguieron las detonaciones; es más, al poco
tiempo aumentaron por las detonaciones
que realizaban las unidades policiales que
acudieron como refuerzo. No nos quedó más
remedio que tirarnos al piso, detrás de un
mueble o debajo de la cama, y ponernos en
las manos del Creador (este fue uno de mis
casi-encuentros personales con la muerte).

-112-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

De repente, no sé qué pasó, parecía que


nuestras oraciones llegaron a tiempo; los
disparos y gritos cesaron y los refuerzos
policiales pudieron entrar en donde
estábamos escondidos. Protegieron al
lloriqueante y pálido sujeto y a la velocidad
de un rayo se lo llevaron escaleras abajo. La
diligencia se pospuso.
Pasado el horror de tan intimidador incidente,
ya en horas de la tarde, decidí, por mi
integridad mental, ir a la cercana playa de
Veracruz a comer ceviche, pescado frito
con patacones, tomar un par de cervezas y
reflexionar sobre la brevedad de la vida y la
inmortalidad del cangrejo.
Del mismo modo, hace unos años, fui llamado a
participar en una diligencia de levantamiento de
un cadáver en los multifamiliares de San Joaquín
– otra área roja de elevada criminalidad, guarida
de pandillas y otros grupos de antisociales -. En
aquellos días el médico forense debía llegar a la
diligencia por sus propios medios o coordinar el
transporte con funcionarios de la Policía Técnica
Judicial (PTJ). Opté por la segunda alternativa,
considerando las características del lugar al que
íbamos a desempeñar nuestras labores periciales.
Me sumé a los funcionarios del MP, nos acercamos
a los edificios. Casi simultáneamente, escuchamos
múltiples detonaciones de arma de fuego; parecía que
nos habíamos transportado a Siria o a Irak, buscamos un
refugio seguro y esperamos las indicaciones de los policías.
-113-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Al poco tiempo llegaron con el cadáver. Era más


seguro examinarlo fuera de la escena del crimen,
detrás de una pared y al lado de un basurero, con
los perros “tinaqueros” (criollos) como testigos, que
acudir al peligroso sitio en el que fue ultimado.
En otra ocasión, pasada la medianoche íbamos hacia
una diligencia similar más allá del famoso “puente rojo
de Samaria”; la visibilidad era escasa, las polvorientas
calles estaban llenas de baches y llegamos a un área
apartada de potreros y casas dispersas. Bruscamente
el vehículo frenó, los detectives sacaron sus armas
y abrieron las puertas. A centímetros de la parte
delantera del vehículo había una gruesa cadena
metálica que cruzaba la calle de lado a lado. Me
explicaron que la cadena debía estar en el piso y
cuando se acercaba un vehículo, los delincuentes
la levantaban, el carro chocaba, se detenía, y ellos
procedían con el asalto. Los maleantes no sabían
quienes ocupaban el vehículo y cuando se dieron
cuenta huyeron “como alma que lleva el diablo”.
También años después, durante otra diligencia de
reconstrucción de los hechos, ocurridos en un viejo
caserón de madera en el barrio de San Felipe, los
funcionarios del MP y del Instituto estaban en un
balcón, transcurridos algunos minutos, cuando el
vetusto y carcomido piso no soportó el peso - de
tanto conocimiento y experiencia -, se abrió y todos
cayeron al vacío. Afortunadamente, las lesiones fueron
mínimas.
Una forma diferente de riesgo la experimenté
cuando, al término de una jornada académica,
-114-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

mi esposa y yo invitamos a los colegas y amigos


Luis Arturo Sánchez y George Schiro a cenar
en uno de los restaurantes ubicados al final de
la calzada de Amador. Pasadas las 10:00 pm.,
conducía de regreso hacia el hotel en el que
estaban hospedados nuestros invitados. Al final
de la calzada la vía se bifurca y en lugar de seguir
hacia la avenida de los Mártires, tomé la otra vía y
llegamos a Barraza (área roja de la capital).
No conozco el barrio, peor en horas de la noche;
desesperadamente trataba de buscar una salida
hacia el centro. Luis Arturo se dio cuenta de mi
ansiedad y para calmarme me dijo en plan de
broma: “Doctor, no sabía que la velada incluía un
tour forense, con posibilidad de aparecer en titulares
de crónica roja y todo”, jocosamente le contesté:
ahora entiendo la frase de George Bernard Shaw:
“los amigos se apuñalan de frente”.
Si en la ciudad capital de Panamá los peritos deben
afrontar riesgos, como los presentados, en el interior
de la República son de igual o mayor magnitud.
Caer y lesionarse caminando de madrugada por
senderos de montaña, como le sucedió a mi esposa
cuando ejercía como médico forense en Coclé;
cruzar ríos desbordados, puentes inestables,
terrenos resbaladizos por el lodo, parajes de densa
vegetación – en los que hay que abrir trochas con
machete -, estar expuestos al inclemente sol tropical
o al ataque de animales, etc., constituyen riesgos
no valorados del trabajo de los peritos médicos y de
Criminalística.

-115-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Por otra parte, de unos años para acá, en los


medios de comunicación locales hay una campaña
permanente con el tema: “la ola de violencia
que azota nuestra sociedad”; por lo tanto, es
tácito y sobreentendido que, en Panamá, tanto
los peritos médicos como los de Criminalística,
también podemos ser víctimas de la dichosa ola. Sin
embargo, si tenemos la posibilidad de salir más allá
de nuestras fronteras, el tamaño de la ola panameña
se reduce cuando conocemos los altos riesgos
de daño que padecen los colegas que realizan
el mismo trabajo forense en algunos países del
continente.
En Guatemala, un médico forense de una localidad
cercana a la frontera con México, me comentaba
que un día estuvo a punto de perder la vida
linchado. Una violenta turba llegó hasta su casa
para reclamarle que había practicado una autopsia
sin la autorización de la familia (no necesaria en
casos médico legales). Otro colega falleció posterior
a la inhalación de gases tóxicos luego de la apertura
del estómago del cadáver de una persona que había
ingerido tabletas de un veneno (Fosfina). Igual
de preocupante fue lo que sucedió con los peritos
de la Fundación de Antropología Forense de ese
país, quienes recibieron amenazas de muerte por
testificar contra el ejército, en un juicio sobre una
masacre de 250 personas, horror sucedido durante
la guerra civil que asoló ese país.
Otro colega paraguayo me comentó, durante el
receso de almuerzo en un congreso, que recibió

-116-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

amenazas de muerte, por parte de un grupo


criminal, por el simple hecho de que “siempre es él
el que analiza los cuerpos de los muertos”, ¡claro
que debía ser así, era el único médico forense de la
localidad!
Pero fue en México, muy lindo y querido, donde
escuché las más tenebrosas narraciones del riesgo
asumido por peritos. La primera es más anecdótica
que letal (aunque también puede ser).
Contaban los colegas de un estado del sur de
ese país, que debido a que las distancias en su
lugar de trabajo son enormes, y el terreno de
montaña muy escabroso, debían trasladarse por
vía aérea a cumplir con sus funciones forenses. El
peligro comenzaba al abordar el mismo medio de
transporte. Se trataba de una antigua y destartalada
avioneta a la que jocosamente llamaban “la
guajolota”, (guajolote es pavo en castellano). La
sola narración de la experiencia del despegue,
las turbulencias durante el vuelo y aterrizaje, fue
suficiente para alterar mis valores de adrenalina,
presión arterial, glicemia etc.
La segunda narración fue realmente atemorizante.
Una antropóloga forense mexicana me contó que
se desempeñaba como perito en uno de los más
violentos estados de México. Estuvo en la región
cuando se dio el caso de la desaparición de los
43 estudiantes de Ayotzinapa. Su participación
en investigaciones judiciales fue tan efectiva que,
en base a sus peritajes, se identificaron cuerpos
de otras personas desaparecidas; se trataba de
-117-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

víctimas de grupos organizados de narcotraficantes.


Poco tiempo después, recibió amenazas de muerte
y, por su seguridad, tuvo que permanecer en un
cuartel varios días – donde sólo había unidades
masculinas - antes de ser trasladada a otro estado.
La última vez que la encontré, en el Distrito Federal
de México, le pregunté su opinión sobre el caso de
los estudiantes desparecidos y me contestó que en
ese estado hay una serie de minas abandonadas,
que están llenas de túneles y laberintos en los que
hay muchas osamentas. Me contó también que los
pobladores del área creen que una de esas bocas
de mina no tiene final…
Recientemente, en el Servicio Médico Forense
(SEMEFO) de Acapulco, la admirable colega Ana
María Reyes me contó uno de sus tantos recuerdos,
que, con su permiso, comparto con ustedes: Una
mañana, temprano, en un sitio rural lejano y agreste
de un estado mexicano, se encontraba dentro de
una fosa clandestina dispuesta a iniciar sus tareas
de antropóloga forense. Repentinamente, muy
asustada, se acercó la fiscal encargada de las
investigaciones y le dijo: “¡Pare de una vez todo, nos
vamos!”. Entonces, Ana María le preguntó: “Apenas
he comenzado, tengo todo mi equipo e instrumentos
aquí, ¿cuál es el apuro?, a lo que la fiscal le
respondió muy nerviosa: “No importa, deje todo
como está, no recoja nada, ¡nos vamos ya! Ante
tan apremiante solicitud, salió de la fosa y junto con
los demás presentes pusieron pies en polvorosa.
Ya a prudente distancia, y habiendo recobrado el
-118-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

aliento le preguntó a la fiscal: ¿Qué fue lo que pasó


ahí?, la funcionaria del MP le contestó: “Me hicieron
saber que en el área se encontraba un sujeto con
una granada en la mano y que el individuo había
amenazado con arrojarla dentro de la fosa si la
antropóloga continuaba con su trabajo”.

15. BAJO LA ESPADA DE DAMOCLES


El concepto: “la espada de Damocles”, se utiliza
cuando una persona está amenazada de un peligro
inminente. Damocles, cortesano de Dionisio de
Siracusa, en medio de una fiesta en su honor,
levantó los ojos y vio que del techo colgaba una
espada desnuda, sostenida, solamente por una crin
de caballo.
En 25 años de actividad profesional pocas veces me
sentí amenazado por circunstancias relacionadas
a mi trabajo como forense o administrativo. El
único episodio que me tuvo al borde de abandonar
ésta, a veces, amarga especialidad médica,
fue consecuencia de una actuación pericial no
relacionada a mi formación como patólogo forense.
El periodista Juan Manuel Díaz, del diario Panamá
América, tituló de la siguiente forma una noticia,
publicada en el año 2006: “El dinero agiliza todo”. En
ella hace referencia a una opinión que compartí con
él y sus lectores de la siguiente manera:
“A juicio del Dr. Vicente Pachar, la velocidad
de trámite para un depósito domiciliario está,
directamente relacionada con el acceso

-119-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

del recluso a los servicios de salud. En


este sentido explicó que los detenidos
se encuentran a órdenes del Sistema
Penitenciario y, cuando un reo está enfermo,
se notifica al médico del penal. Éste deberá
elevar la petición de depósito domiciliario a
la Coordinación Penitenciaria, entonces el
interno debe llegar al Instituto de Medicina
Legal (IMEL) con todos los análisis hechos,
ya sean tomografías, CATs, análisis de
sangre o pruebas de VIH.
En caso de que el reo tenga dinero, puede
pagar estas pruebas en clínicas privadas y
acelerar el proceso. Si no tiene recursos, es
remitido al Hospital Santo Tomás, en donde
deberá esperar semanas hasta meses para
completar sus análisis. Una vez cumplida
esta fase, el IMEL hace la evaluación y
envía una recomendación a la Junta Técnica
del Sistema Penitenciario, que decide si se
concede un depósito domiciliario o en un
hospital”.
La entrevista se relacionaba con un caso
ampliamente difundido en esos días, por los medios
de comunicación. Se trataba de un banquero
y político, a quien se le concedió la medida de
depósito domiciliario (casa por cárcel). A otros
detenidos que habían formulado similar petición, no
se les dio igual trato.

-120-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Otro periodista, Rafael Luna Noguera, escribió,


entre otros detalles del caso, en el diario La Prensa,
edición del 25 de julio de 2007, lo siguiente:
“Peritos del Instituto de Medicina Legal
concluyeron que la condición clínica del ex
gerente del Banco es estable; no obstante,
en su informe no pueden determinar si puede
o no seguir su tratamiento en prisión”. “En
relación con la condición estable en que se
halla el ex funcionario, Pachar precisó que
se trata de un diagnóstico consistente con
los casos de cirugías de by pass, en los
que el paciente recupera su vida habitual
transcurridas seis semanas después de la
intervención quirúrgica”.
En resumen, a solicitud del MP, el IMELCF evaluó a
una persona y emitió un dictamen colegiado, acorde
con las normas establecidas en el Instituto.
Meses más tarde, un conocido profesional del
Derecho, miembro de uno de los bufetes más
reputados y onerosos de Panamá, presentó una
querella contra los médicos forenses firmantes del
dictamen: María Rosas Bonilla, Tailín Jiménez Julio
y yo, se nos acusó de haber cometido delito contra
la fe pública, entre otros.
S i e n d o m é d i c o s f o r e n s e s d e l I M E L C F, e n
funciones como peritos oficiales, consideramos –
muy ingenuamente – que, debido a la adscripción
del Instituto al Ministerio Público y a que nuestras
actuaciones se dieron en estricto cumplimiento de las
normas vigentes, disponíamos de cierto blindaje legal.
-121-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Nuestros nombres se mencionaban en los medios


de comunicación. La distinguida colega y amiga
Tailín Jiménez me contó que la llamaron al Centro
de Recepción de Denuncias – en donde estaba
de turno -, de parte de la Fiscalía Auxiliar del
Ministerio Público, porque tenía que presentarse
para ser oficialmente notificada de la acusación,
bajo la amenaza de que, si no iba pronto, iba a ser
“conducida” (llevada al MP custodiada por policías).
Tiempo después, la doctora Jiménez me describió
cómo se sintió en esos difíciles momentos: “Me
sentí triste porque estábamos siendo tratados como
delincuentes, a pesar de nuestra labor de auxiliares
de la Justicia”. Igual sensación de abandono,
impotencia y vulnerabilidad la sintió en una reunión
con el secretario general de la Procuraduría quien
les manifestó que: “el Ministerio Público no podía
ayudarnos, ya que no podían ser juez y parte, y
que nosotros íbamos a tener que buscar nuestros
propios abogados”.
Esta situación tuvo un efecto negativo en todo el
cuerpo de médicos forenses. Personalmente pensé
renunciar (una de tantas coyunturas) y volver a
mis tareas de patólogo de hospital. No obstante, el
resto de nuestros colegas forenses se identificaron
plenamente con la situación y nos mostraron su
solidaridad; recapacité y entendí que, al igual
que cualquier ciudadano en esas circunstancias
debíamos proceder de la misma manera y con
nuestros recursos buscar nuestros abogados
defensores.

-122-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Acudí entonces a dos prestigiosos y brillantes


profesionales del Derecho, quienes me honran
con su amistad. Ellos me escucharon y apoyaron
en tan difícil trance, sin cobrarme un solo centavo
por sus honorarios: la Lcda. Argentina Barrera
y el Lcdo. José María Castillo, a ellos mi eterno
agradecimiento.
En la posición del querellante, su abogado
argumentó lo siguiente:
“Los doctores del Instituto de Medicina Legal
determinaron que las condiciones cardíacas y
pulmonares del poderante le permite su estancia
en una instalación del Sistema Penitenciario”.
“En el presente caso se configura el delito de
falsedad de documentos públicos al introducirse
en las notas que el poderado se encontraba en
condiciones de salud que le permitían ingresar
a un Centro Penitenciario, siendo que eso era
contrario a la realidad, como así lo determinaron
los especialistas cardiovasculares y neumólogos
que han certificado que se pone en riesgo la
vida”.
En cambio, en la vista fiscal del MP se concluyó lo
siguiente:
“Que los delitos de falsedad material e ideológica
y el ejercicio ilegal de la profesión no se
encuentran acreditados – en el caso presentado
-, por lo que en base al numeral 2 del artículo
2207 del Código Judicial debe dictarse un
sobreseimiento definitivo de carácter objetivo e
impersonal”.
-123-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Finalmente, la Sala Segunda de lo Penal, en el


análisis de la posición de la agente del Ministerio
Público, así como de los antecedentes del
expediente, examinó los elementos probatorios y
consideró, entre otros, los siguientes puntos:
“En los antecedentes del caso, se aprecian
las copias de los Oficios, lo que permite a
esta Sala concluir que dichos documentos
públicos no fueron alterados por los
querellados, debido a que éstos tenían
facultad para firmarlo, tal como lo hicieron y
coinciden en su contenido con los aportados
por el querellante, por lo que no prospera el
señalamiento del licenciado, cuando acusa
a los querellados del delito de falsedad
material”.
“Las copias autenticadas de los Oficios, llevan
a esta Sala Segunda de lo Penal a concluir
que en el presente caso no se configura
la falsedad ideológica, pues la información
contenida en dicha resolución se sustenta
en el seguimiento que dio en el Instituto de
Medicina Legal por su estado de salud, lo
que incluso es comprobable en las pruebas
aportadas por el querellante”.
“A los doctores José Vicente Pachar Lucio,
María Rosas Bonilla y Tailín Jiménez Julio,
del Instituto de Medicina Legal y Ciencias
Forenses, se les acusa de emitir dictámenes
sin tener la especialidad en cardiología o
neumología”. “Dada la inquietud planteada
-124-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

(por el abogado querellante), debe la Sala


señalar que mediante ley 66 de 10 de
noviembre de 1947, se aprueba el Código
Sanitario, en el que se regulan los asuntos
relacionados con la salubridad e higiene
pública, la medicina preventiva y curativa.
En dicha ley se faculta al Consejo Técnico
de Salud del Ministerio de Salud, para
acreditar como idóneo a una persona, previo
el cumplimiento de los requisitos dispuestos
por ley para ejercicio de la medicina en el
territorio nacional. (Artículo 108)”.
“En ese mismo orden y dado que los
querellados son funcionarios del Instituto
de Medicina Legal, es preciso indicar que
mediante Ley N° 50 de 13 de diciembre
de 2006, se dicta la ley que reorganiza
dicha institución, cuya misión fundamental
es brindar asesoría científica y técnica a la
administración de justicia en lo concerniente
al análisis, a la evaluación, a la investigación
y a la descripción científica o médico científica
de los hallazgos y las evidencias médico
legales (artículo 1 y 2)”.
“En el Instituto de Medicina Legal y
Ciencias Forenses existe un departamento
de Clínica Médico Legal que debe
realizar las evaluaciones clínicas de las
personas privadas referidas por la
autoridad competente. Frente a la supuesta
comisión por parte de los querellados del

-125-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

delito de ejercicio ilegal de la profesión,


se incorporaron al cuaderno penal las
resoluciones por medio de las cuales se
declaraba idóneos a los querellados para
ejercer libremente la profesión de médico.
De acuerdo a las copias citadas, los
señores José Vicente Pachar Lucio, María
Rosas Bonilla y Tailin Jiménez Julio, tienen
idoneidad para ejercer la medicina en el
territorio nacional”.
“Respecto a la opinión médica emitida por
los querellados, el extracto de las notas
transcritas, permite señalar que los médicos
forenses no expresaron su dictamen como
especialistas en cardiología, sino que su
opinión se dio después de la evaluación
practicada, y apoyados en los informes
remitidos por los doctores TDL y FAP.
Cumpliendo así con lo dispuesto en los
numerales 1 y 3 del artículo 17 de la Ley 50
de 13 de diciembre de 2006. Es por ello que
el delito de ejercicio ilegal de la profesión no
se configura en la presente causa”.
La parte resolutiva del fallo de la Sala Segunda de la
Corte Suprema de Justicia, emitido, el 28 de febrero
de dos mil diez (2010) fue del tenor siguiente:
“En mérito de lo expuesto, la Corte
Suprema de Justicia – Sala Segunda de
lo Penal, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley,
resuelve Sobreseer Definitivamente de
-126-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

manera objetiva e impersonal dentro de


la presente causa seguida por la presunta
comisión de los delitos de falsedad material e
ideológica y el ejercicio ilegal de la profesión,
a los señores José Vicente Pachar Lucio,
María Rosas Bonilla y Tailín Jiménez Julio,
funcionarios del Instituto de Medicina Legal y
Ciencias Forenses”.
Desde la notificación de la querella, hasta
la notificación del fallo, los tres firmantes de la
evaluación médico legal y nuestros colegas, amigos
y familiares vivimos la angustiosa zozobra de la
duda, pues estábamos conscientes del poder
detrás de la denuncia. Nosotros cumplimos con
nuestro deber como médicos forenses y actuamos
con transparencia y apego a la ley; sin embargo,
por el poderío e influencias políticas y sociales del
evaluado, nos sentimos como Damocles bajo la
espada.

-127-
SEGUNDA PARTE

1. VIENTOS DE TSUNAMI
En una tarde de febrero del año 2005, fui designado
director del IMELCF. Nunca se conocieron detalles
de lo que pasó ese día, en la sede de la Procuraduría
General de la Nación, ni de las razones por las cuales
se hicieron los cambios en el Instituto. De ese vacío
de información surgió una versión – distorsionada,
negativa e injuriosa -, de mi participación en la toma
de esa decisión, falso relato que trascendió más allá
de las fronteras de Panamá.
De acuerdo a esa invención, supuestamente fui
parte de un complot, junto con altas autoridades del
MP y funcionarios del IMELCF. El objetivo: destituir
al entonces director del Instituto. Ocupé el cargo
hasta el año 2009, cuando la Corte Suprema de
Justicia falló a favor del ex–funcionario y dispuso
que fuera restituido “en ese o en un cargo similar”.
Tal resolución parecía confirmar la oscura versión de
su salida. Años después, considero impostergable
aclarar lo que sucedió esos días.
Pero antes debo precisar que jamás se me ha
olvidado mi condición de inmigrante; que soy
patólogo forense, de formación y orientación anglo
sajona, y que desde mi regreso de Inglaterra
(1993), hasta finales del año 2004, me dediqué
exclusivamente a las tareas de perito judicial.
Nunca tuve ningún interés en la parte administrativa
institucional ni tampoco en ocupar ningún cargo
directivo en el IMELCF. Mi única experiencia
-129-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

burocrática fue la coordinación de la morgue judicial


de Ancón.
En las elecciones de mayo del año 2004 resultó
ganador Martín Torrijos, meses después de tomar
posesión como el nuevo Presidente de Panamá,
nombró a la Lcda. Ana Matilde Gómez Ruiloba como
Procuradora General de la Nación.
Debido a los cambios en el MP, en el IMELCF, iban
y venían los rumores sobre a quién designaría la
procuradora como director; sonaban varios nombres,
de adentro y fuera de la institución.
Yo, como no tenía pretensiones a ese cargo,
ni tampoco cumplía con ciertos requisitos extra
profesionales - mi círculo social son mi esposa, mis
hijos y mi familia política (en el buen sentido de la
palabra), no tenía ni tengo afinidades o pertenezco
a ningún partido político; tampoco pertenecía ni
pertenezco a logias, sociedades o grupos -, seguí con
mi rutina laboral diaria.
La tarde de ese día, acudí a una citación judicial para
rendir una declaración jurada en una de las fiscalías
del Ministerio Público.
Estaba sentado en el despacho dando mi
declaración, cuando me informaron que debía
presentarme de inmediato en la Procuraduría.
Salí de ese edificio y pasé al local contiguo, en la
recepción me indicaron que siguiera hasta una sala
de espera del despacho de la procuradora y que ya
me atenderían. Era un local pequeño, no había nadie
y sobre una mesa en el centro había unos papeles;

-130-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

al rato entró un funcionario del MP y me dijo: “Doctor ya


revisó esos papeles”, le contesté que no y le pegunté por
qué debía hacerlo y me respondió: “¡Ah!, no se lo han
dicho, usted es el nuevo director de Medicina Legal”. No
supe qué decir.
Nuevamente quedé sólo y entonces recordé las
palabras de mi colega y amigo puertorriqueño, el
eminente patólogo forense, Arturo Sánchez, quien, al
término de una de nuestras jornadas académicas y ya
camino al aeropuerto de Tocumen, me dijo: “Doctor, ¿ha
pensado que un día puede que lo nombren director del
Instituto?”, le contesté que no y él me aconsejó de la
siguiente manera: “Si le ofrecen ser director, acepte, así
tendrá la oportunidad de contribuir al desarrollo de las
Ciencias Forenses en su país”.
Todavía estaba recordando esas palabras cuando entró
la máxima autoridad del MP, a quien no tenía el honor de
conocer personalmente, junto con el secretario general
de aquel entonces. Recuerdo la particular firmeza y
énfasis en las palabras de la señora procuradora cuando
me dijo, palabras más palabras menos, lo siguiente:
“Doctor, considero que por sus méritos académicos
y honestidad, usted es la persona que debe estar al
frente del Instituto de Medicina Legal, espero que sus
actuaciones sean con apego a la ley, con transparencia
y sin compromisos de ninguna naturaleza”; luego,
enfatizó que debía dedicarme exclusivamente a la
dirección del Instituto, y por lo tanto debía renunciar
a mi plaza de patólogo – ganada por concurso – en
el Hospital Santo Tomás, y que además, mi esposa,
quien también laboraba en el IMELCF, debía renunciar.

-131-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

A continuación, me comentó que tenía conocimiento


de la precaria situación del Instituto y que ella tenía
mucho interés en que se hiciera una reingeniería
institucional, que cambiara completamente lo que,
para esos días, era solamente un apéndice del
Ministerio Público.
Todavía impactado por la noticia, me fui para mi casa
sin tener idea en lo que me habían metido. Al llegar le
comenté a mi esposa lo sucedido, ella fue la primera
en darse cuenta de la nueva realidad y me dijo muy
sabiamente: “Así que estoy desempleada, tú perdiste
un trabajo y te dieron otro que nunca pediste: uno de
falsos amigos y verdaderos enemigos”.
Años después, al evocar aquella tarde, no sé por qué
me acordé de la conocida frase “Soy un triste juguete
del destino”, dicha por Romeo en la genial obra
Romeo y Julieta de William Shakespeare.
A la mañana siguiente, antes de las 8 am, me
presenté a la Dirección del Instituto, para recibir el
despacho. Entré a la oficina, no había nadie y salvo
el mobiliario, no encontré ni un solo documento;
tampoco había registros de documentos en la
computadora de la secretaria del director. Informé de
lo ocurrido al secretario general del MP, él ordenó que
se practicara una Diligencia de Inspección Ocular en
la que constara el estado de la oficina de la Dirección.
Posteriormente el informe fue enviado a una Fiscalía,
nunca supe el resultado de tal investigación.
Sentado en el vacío despacho, sin saber por dónde
empezar, recordé que ya años atrás, a finales de los
90, un muy apreciado colega y amigo me comentó
-132-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

que el procurador de entonces, le había manifestado,


antes de ser asignado al Instituto, que tenía que:
“botar a todos los forenses por corruptos”.
Para entender hoy cuál era la percepción pública
sobre la situación del IMEL a finales del año 2004,
es necesario que se conozcan detalles de lo que
supuestamente pasaba dentro de la institución.
Algunos rumores eran secretos a voces e incluían:
cobros por entregar copias de documentos oficiales,
práctica de necropsias fuera de horas laborables –
en el libro de registros de años anteriores, los fines
de semana y días feriados sólo aparecía un médico
anotado -, pagos por la preparación de cadáveres
(Tanatopraxia); cobranzas no autorizadas por trámites
administrativos y firmas de pólizas de seguros de
vida, entre otras.
Recordé que un día de Carnaval recibí la llamada
de un agente funerario quien me solicitó ir a la
morgue para realizar una necropsia, pregunté si ya
la autoridad lo había ordenado y porqué me había
llamado; la respuesta fue: “el doctor que nos hace el
favor se fue de viaje, nosotros arreglamos con él, le
pagamos y él le da su parte al muchacho que le hace
la autopsia”, obviamente, colgué él teléfono.
Esa fue una de tantas razones por las cuales nunca
fui apreciado por esos negociantes de la muerte. En
aquel entonces ofrecían y cobraban sus servicios
dentro de las instalaciones de la morgue judicial.
Otro hecho trágico que generó suspicacias, y varias
notas aclaratorias, fue el de un avión comercial

-133-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

que se precipitó a tierra en una zona de densa


vegetación tropical; en el accidente fallecieron todos
los tripulantes y pasajeros. Debido a que la aeronave
cayó en un área apartada, los rescatistas demoraron
en llegar al sitio del impacto. Los cuerpos debieron
estar desfigurados, fragmentados y en avanzado
estado de descomposición. En esas condiciones,
fueron trasladados a la capital en bolsas para
cadáveres; se procedió con el examen post–mórtem;
como era la práctica forense en esos días, casi todo
el trabajo lo realizaron los asistentes de autopsia.
Algún tiempo después se supo que la aerolínea
pagó por la preparación de los cuerpos (se preparan
con formalina para retardar la descomposición)
varios miles de dólares. Recordemos que el IMEL
era y es una institución del estado y que todos sus
servicios eran y deben ser gratuitos. Esa cifra se
dividió en dos partes, una de las cuales se volvió
a dividir en varias. Ante esta irregular situación, las
autoridades del Ministerio Público solicitaron las
explicaciones correspondientes, que al parecer fueron
satisfactorias.
Del mismo modo, en un accidente de tránsito
fallecieron varios extranjeros, los cuerpos fueron
trasladados a la morgue y se procedió con la
necropsia; luego, los cadáveres fueron preparados
(con formalina) para ser enviados a su país de origen.
El médico forense de la localidad comentó que realizó
los cobros y al enterarse de tal atrevimiento, aquél
que al parecer tenía la exclusividad del negocio, citó
al atrevido y le obligó a entregarle la suma pagada.

-134-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Finalmente, dos jóvenes sufrieron graves lesiones en


una colisión ocurrida en la carretera Interamericana.
De urgencia fueron trasladados a un hospital privado
en Panamá; pero, a consecuencia de la severidad
de las lesiones, fallecieron. Se procedió a notificar al
MP, y tal como lo dispone la ley, los cuerpos debían
ser trasladados a la morgue para la práctica de la
necropsia de rigor. Sin embargo, al lugar se presentó
un médico forense, quien certificó las defunciones,
previo pago, y los cuerpos fueron entregados a sus
familiares.
Pero las historias no solamente provenían de las
morgues judiciales. En la Consulta Externa de
Calidonia, era conocido un médico que solicitaba la
lista de mujeres a ser atendidas; con lista en mano
salía a la sala de espera y llamaba a las personas
por su nombre. Previa inspección visual escogía a
cuál atendería. En el mismo lugar, un psicólogo fue
acusado por las madres de unas menores de edad
porque atendía a las muchachas y luego les daba cita
para verlas privadamente.
A inicios del año 2005, por lo anteriormente expuesto
y por las limitaciones y serios cuestionamientos en
la prestación de los servicios periciales médico-
forenses, había en el ambiente una percepción
negativa – compartida por médicos, abogados y
autoridades del MP –, de lo que sucedía en el IMEL y
de que era necesario e impostergable reestructurar y
modernizar la institución.
Al finalizar mi primer día como director, retomé la
conversación mencionada en líneas anteriores
-135-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

y recordé haberle comentado al colega: “No me


parece justo que todos los médicos forenses seamos
señalados como corruptos; considero que somos
profesionales dignos de respeto y por años hemos
aportado dedicación, conocimientos y experiencia a
la administración de justicia en Panamá. Si hubiere
excepciones, de manera responsable se debía
investigar, y luego de demostrarse con pruebas que
se cometieron actos indebidos, entonces que los
culpables sean sancionados o destituidos”.
Las radicales y polémicas decisiones tomadas en
esos días efectivamente cambiaron la historia del
Instituto de Medicina Legal de Panamá; sin embargo,
el proyecto diseñado por Lcda. Ana Matilde Gómez
Ruiloba y su equipo de trabajo, quedó inconcluso.
Ella fue destituida injustamente, por oscuros intereses
y razones políticas y yo - gracias a la Junta Directiva
del Instituto - quedé como subdirector de Medicina
Forense.

2. LOS COMIENZOS DE LA REINGENIERÍA


DEL IMELCF
De acuerdo a la mitología griega, Sísifo hizo enojar a
los dioses y como castigo fue condenado a perder la
vista y a empujar, para siempre, montaña arriba hasta
la cima, un peñasco gigante, sólo para que volviese
a caer rodando hasta el valle, desde donde debía
recogerlo y empujarlo nuevamente hasta la cumbre y
así indefinidamente. Comparto la interpretación que
Albert Camus hizo de este mito: “la lucha de sí mismo
hacia las alturas es suficiente para llenar el corazón
-136-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

del hombre”. Pasado el susto del inesperado salto,


miré la montaña y comencé a empujar mi peñasco.
Hasta esa fecha, yo no tenía ninguna preparación
en gestión administrativa o de recursos humanos
– requisitos indispensables para ejercer un cargo
de esa magnitud - y mi primera pregunta fue: ¿qué
es una reingeniería y cómo se hace? Tampoco
contaba con ningún asesor y los médicos de mayor
antigüedad del Instituto reaccionaron con justificada
hostilidad al cambio.
Disponía de un puñado de novatos y entusiastas
funcionarios del IMEL que, apoyados por las
autoridades del MP, de manera temeraria,
comenzamos una profunda y radical transformación
estructural y de cultura organizacional, en medio de
un desfavorable ambiente, plagado de incertidumbre
y negatividad.
El miedo al fracaso era real, pese a que contábamos
con la fuerza decisiva de la procuradora para la
gestión del cambio.
Poco a poco, los efectos del cambio llegaron al
centenar de recelosos funcionarios del IMEL en todo
el país. De manera obligada pasamos por un proceso
de adaptación que duró varios meses, tiempo de
inestabilidad entre la resistencia a lo novedoso y el
estrés propio de la nueva situación.
Gradualmente aprendí que para lograr una gestión
efectiva del cambio necesitaba una actitud proactiva
de todo el personal de la institución (no sólo de los
médicos), y que todos debíamos pasar por las fases

-137-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de miedo a lo desconocido: negación, resistencia


y exploración. El ejemplo más claro de negación
ocurrió durante el transcurso de una reunión de la
procuradora con los médicos.
A los pocos días de mi nombramiento como
director, convoqué a los médicos a una reunión
de consulta y comunicación. Me correspondió
dar explicaciones sobre los planes de la
nueva administración y la procuradora
entró en detalles sobre la reingeniería y la
irreversibilidad de los cambios. La dedicación
laboral, exclusiva en el nuevo IMEL, era una
de las novedades; se les comunicó que todos
tenían un plazo de un año para decidir si se
sumaban o no al proyecto.
Terminó la intervención de la procuradora
y en el período de preguntas y respuestas,
uno de los colegas de mayor antigüedad,
dijo lo siguiente: “Tengo muchos años aquí
como forense y he visto pasar procuradores,
uno tras otro. Todos dicen lo mismo, pero
nunca cambia nada”. Aún tengo presente la
respuesta: “Doctor, a su edad es difícil aceptar
los cambios, pero tenga la seguridad de que
en este instituto ya comenzaron y que son
irreversibles”. El curioso epílogo de ese diálogo
es el siguiente: el colega abandonó el Instituto
y meses más tarde, cuando se conformó la
Junta Directiva, regresó como miembro de la
misma.
Pasados los incidentes iniciales, tomé consciencia
-138-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de la magnitud del desafío y junto con el equipo de


trabajo diseñamos una estrategia a corto plazo. Para
comienzos del año 2005, el IMEL contaba con una
mínima infraestructura y limitados recursos humanos.
Por ejemplo, los médicos, desde la creación de
la Medicatura Forense, ejercieron como peritos
científicos pese a las difíciles condiciones laborales y
a los pobres salarios.
El Instituto era una simple – y no prioritaria -
dependencia del MP, sin locales específicamente
diseñados para las funciones periciales ni de atención
a las víctimas; una institución sumisa a los vaivenes
del MP que no contaba con presupuesto propio,
estructura administrativa ni de manejo de recursos
humanos. Ni siquiera tenía un estandarte, un logo,
una misión ni una visión institucional.
Con esos antecedentes, aprendí en carne propia,
que romper paradigmas significa cambiar de rumbo
y construir, pese al rechazo de detractores, cínicos y
escépticos. Discerní que debía cuestionar actitudes
profundamente arraigadas y tratar de que los demás
entendieran que para progresar había que cambiar.
Claro que esa transformación comenzó por mí
mismo y por el equipo de la Dirección, lo cual fue la
oportunidad de expandir conocimientos, de aprender
a planificar, organizar, administrar. También fue
decisivo el hecho de que poco a poco encontré
el apoyo de otros funcionarios que aportaron esa
chispa humana y emocional que se necesitaba para
crear nuevos paradigmas y lograr hacer realidad el
sueño de contar con un Instituto de Medicina Legal
-139-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

y Ciencias Forenses moderno y eficiente. El equipo


de trabajo no sólo cuestionaba arcaicos modos de
hacer las tareas periciales y administrativas; sino que
además, quería sentar precedentes y acciones, que
produjeran resultados que cambiarían el rumbo de la
institución.
La primera asignación obligatoria, antes de planificar
la reingeniería, fue elaborar el diagnóstico de la
realidad del Instituto. Para ese propósito, cité a
una reunión al encargado de la Coordinación
Administrativa con el MP, para que me informara
sobre el presupuesto asignado al Instituto.
El funcionario me informó que en el presupuesto del
MP, las partidas asignadas al IMEL no llegaban a 2
millones de dólares al año, 90% de las asignaciones
eran destinadas a funcionamiento. Además, me
aconsejó que no me preocupara porque de toda
la ejecución del presupuesto asignado, para las
compras de insumos, reactivos, equipos, vehículos,
etc., se encargaba la Secretaría Administrativa del
MP; él sólo hacía los pedidos y repartía lo que le
entregaban. En cuanto a recursos humanos, desde
el director hasta el personal de apoyo, todos eran
nombrados por el procurador de turno y las acciones
de personal (nombramientos, traslados, vacaciones,
etc.) se realizaban en la respectiva oficina del MP.
Era conocido el hecho de que, a las secretarias
problemáticas en las Fiscalías o Personerías, se les
daba traslado a la Medicatura Forense como castigo.
Así mismo, antes del año 2005, se decía que cuando
alguien quería ser parte de la Medicatura, debía

-140-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

buscar un padrino ya fuese en el MP, en las Fuerzas


de Defensa o con algún político, legislador o alto
funcionario del estado.
No era necesario que el interesado tuviese alguna
formación o experiencia en el área forense. De
hecho, yo mismo ingresé al IMEL, ad honorem, a
mediados de 1990, no por méritos propios sino por
amistad con un colega patólogo.
Tal como ya mencioné, en el Instituto no había
estabilidad laboral y el trabajo de médico
forense era visto como un complemento a otros
ingresos económicos (los magros salarios que
ofrecía el MP no eran acordes con las funciones
y responsabilidades del cargo), no existía la
exclusividad laboral y casi todos éramos funcionarios
en el Ministerio de Salud o en la Caja de Seguro
Social. Tampoco había programas de formación
profesional en materia forense, y aquéllos que se
interesaban en la especialidad (contados con los
dedos de la mano) debían salir, con recursos propios
o becas, hacia otros países (Costa Rica, Argentina,
México).
La sede principal del Instituto estaba ubicada
en la planta baja del edificio (de apartamentos)
Panamá, en Calidonia. Ahí operaban la Dirección,
la Subdirección Administrativa, la Asistencia
Administrativa, Consulta Externa, Fotografía,
Odontología Forense, Psiquiatría, Psicología
Forense y Trabajo Social. Durante un tiempo también
funcionaron ahí un laboratorio de Toxicología
Forense y el de Histopatología. Hacia el fondo del
-141-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

local, y como un reino independiente – de acceso


restringido -, estaban ubicados los laboratorios de
ADN, Serología y Bioquímica. Desde el año 2004 se
estaba ejecutando un proyecto “llave en mano” con
la compañía española Genómica - Ibadesa, para la
instalación de la Unidad de Análisis Biomolecular, en
términos previamente establecidos desde el MP. El
nuevo laboratorio se instaló en Clayton, en uno de
los edificios que entregaron los norteamericanos a su
retiro en el año 2000.
A la sede principal acudían y acuden todas las
personas que deben ser evaluadas, a solicitud
de la autoridad competente, por daños físicos o
emocionales causados en diferentes incidentes
traumáticos. Al ingresar, en la sala de recepción,
había colocadas varias sillas y a un costado una larga
banca de madera en la que permanecían esposados
los detenidos que debían ser evaluados; si ya
estaban para ser atendidos, los detenidos pasaban
a un pequeño espacio junto al área de atención de
víctimas de delitos sexuales. No era inusual que
víctimas y victimarios se encontraran en el mismo
lugar.
En el interior del local, los cubículos de atención
estaban separados por delgadas láminas de madera,
la privacidad era mínima, aunque un tiempo después
tuvimos música ambiental. La seguridad era nula
y era usual encontrar dentro de las instalaciones
a vendedores de sábanas y perfumes, agentes
funerarios y otras personas ajenas. El peculiar,
folclórico y tropical ambiente laboral del sitio, cambió

-142-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

a partir de la llegada de la nueva administración.


Hago memoria de las palabras de un ex funcionario:
“Antes aquí había alegría, vida, ahora todo el
mundo se mete en su hueco y más bien parece
un cementerio”. El rediseño de los espacios y las
remodelaciones que se realizaron en aquel entonces
son las mismas que tenemos en el año 2016.
Otro local que se adjudicó al IMEL fue la morgue
de Ancón. A mediados del año 2001, el MP había
contratado los trabajos para la remodelación estética
de la misma. La plomería y los sistemas eléctricos,
que ya tenían décadas de uso, no fueron cambiadas.
Recuerdo la molestia de la funcionaria encargada
del MP, cuando constataba que pasaban los días
y no empezábamos a usar las instalaciones, pese
a que se habían completado las remodelaciones.
Obviamente urgía dar respuesta a la manifiesta
necesidad de que el Instituto contara con una morgue
judicial propia.
Hasta ese año, las autopsias de los casos médico
legales que ocurrían en el distrito metropolitano de
ciudad de Panamá se practicaban en la morgue del
Hospital Santo Tomás o del Servicio de Patología del
Complejo Hospitalario Metropolitano de la Caja de
Seguro Social, facilitando la doble función laboral de
la mayoría de los médicos.
Como respuesta a la molestia de la funcionaria del
MP, una tarde fui llamado a la dirección y recibí las
siguientes indicaciones: “Ya están molestando mucho
por lo de la morgue, vaya con una gente para allá
y hagan el parapeto de que ya estamos ahí”. Al día
-143-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

siguiente, seguimos instrucciones y empezamos a


laborar en la morgue de Ancón: tres médicos, una
secretaria y tres ayudantes de autopsia. Los primeros
días nos sobraba espacio, pues ni siquiera teníamos
mobiliario, afortunadamente las mesas de disección
sí servían.
Es importante conocer que la morgue recibida era
una instalación “sui generis”, un lugar en el que las
salas de disección de cadáveres estaban ubicadas
en la planta alta y – aún en estos días - para subir
y bajar los cadáveres se utilizaba un elevador.
Cuando no había energía eléctrica o se dañaba el
ascensor se subían los cadáveres en bandejas. No
se necesita mucha imaginación para darse cuenta de
las dificultades que se presentaban al subir un cuerpo
de más de 200 libras de peso.
Para esos días, la información que recibí era que
esas instalaciones servían como local para prácticas
de Tanatopraxia (conjunto de procedimientos para
facilitar el transporte de cadáveres); por ejemplo:
cuando un soldado norteamericano fallecía en
Panamá o en Centroamérica, trasladaban el cuerpo a
esa morgue, lo preparaban (conservar en formalina)
y lo enviaban a Estados Unidos; es decir, que no era
efectivamente una morgue diseñada para asumir las
tareas diarias de una morgue judicial.
El pronóstico de algunos médicos forenses de
mayor antigüedad era que no íbamos a aguantar ni
seis meses en la nueva morgue judicial de Ancón.
Para el año 2004, en esas instalaciones laboraban
21 funcionarios: cuatro secretarias, una telefonista,
-144-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

cuatro médicos, tres ayudantes de autopsia, cinco


ayudantes de morgue un técnico de Histopatología
y tres químicos en el laboratorio de Toxicología.
Actualmente, esa morgue sigue funcionando y hace
rato está a punto de colapsar. A propósito, ni siquiera
cuenta con una planta de tratamiento de residuos,
pese a que está localizada junto a las instalaciones
del Ministerio de Salud y diagonal a la Corte Suprema
de Justicia. Eso quiere decir que todos los residuos
líquidos orgánicos e inorgánicos que generan
los exámenes de los cadáveres van derechito al
alcantarillado público y a la bahía de Panamá…
Para finales del año 2004, además de las
instalaciones del edificio Panamá y la morgue de
Ancón, el Instituto no contaba con ningún otro local
propio y todas las Agencias, tanto en la provincia de
Panamá como en las otras provincias, funcionaban
en los locales del MP, tampoco había morgues
judiciales en el interior de la República.
En la capital, el Instituto también contaba con una
Agencia en el edificio AVESA, en la que laboraban un
médico pediatra, una psiquiatra, un psicólogo y dos
trabajadoras sociales. En otro edificio, en el Distrito
Especial de San Miguelito, funcionaba otra Agencia
con tres secretarias, un médico, un psiquiatra, un
psicólogo y una trabajadora social. En La Chorrera,
había un médico forense, dos psiquiatras, una
secretaria y tres personas como personal de apoyo.
En las provincias, la dependencia del MP era aún
más evidente. Las áreas de atención de la Clínica
Médico Legal estaban dentro de los locales del MP y
-145-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

las necropsias se practicaban en las morgues de los


hospitales provinciales.
El Instituto contaba con subsedes en Colón (dos
médicos forenses, un psiquiatra, un psicólogo, un
trabajador social y diez funcionarios como personal
de apoyo); Chepo (un médico, una secretaria y un
asistente); Coclé (un médico forense, dos psiquiatras,
un psicólogo y una trabajadora social para Coclé y
Veraguas, personal de apoyo); Veraguas (un médico
forense, una secretaria y dos asistentes); Herrera
(un médico, un psiquiatra para Herrera y Los Santos
y 4 funcionarios de apoyo); Los Santos (un médico
y cinco funcionarios de apoyo). Chiriquí era la
agencia más grande y con mejores instalaciones del
interior, contaba con tres médicos, dos psiquiatras,
un psicólogo, dos trabajadoras sociales y diez
funcionarios de apoyo. En Bocas del Toro había
un médico, dos psiquiatras, una secretaria y un
asistente. Finalmente, en la Comarca Guna Yala, un
médico general cumplía también funciones de médico
forense.
En resumen, comenzamos la reingeniería sin
infraestructura ni presupuesto propio, pero con
un proyecto, una visión y un poco más de 100
temerosos, pero entusiastas funcionarios, que le
dieron vida al nuevo IMELCF.

3. MANOS A LA OBRA
Ya con una idea aproximada de lo que debía
enfrentar, le solicité a la procuradora me permitiera
recibir una formación básica en el manejo gerencial
-146-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de una institución. Recibí su visto bueno y viajé


a la sede del Instituto Centroamericano de
Administración de Empresas (INCAE Bussines
School) en Guatemala, para asistir a un programa de
capacitación ejecutiva.
Fue durante el desarrollo de ese programa
que aprendí desde la definición más simple de
reingeniería – comenzar de cero -, hasta las
aplicaciones del comportamiento organizacional.
En una de las lecciones, el facilitador realizó la
siguiente pregunta: “Si van a viajar por vía aérea y
tienen dos opciones: subir a un avión conducido por
un piloto profesional, con la debida preparación y
horas de vuelo o embarcarse en otro piloteado por
el compadre del dueño, con muy buenas relaciones
e influencias, pero sin experiencia como piloto ¿en
cuál de los dos aviones se subirían? El punto era
que, una compañía o institución, fuese pública o
privada, debía ser conducida por personas con la
debida capacitación y experiencia (competencias); es
más, afirmó que una institución del Estado, para que
cumpliera con su misión y visión también debería ser
dirigida con un modelo gerencial.
Meses más tarde continué con mi formación
administrativa y aprobé el curso en Alta Gerencia
de la Universidad Latina, al ser consciente de la
necesidad de que la persona que dirige el IMELCF
debería reunir unos requisitos básicos como
administrador.
La formación académica administrativa, adicional a
mi preparación como patólogo forense, me permitió
-147-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

elaborar las metas y estrategias de la reingeniería del


Instituto y fijar los objetivos del desarrollo institucional,
mediante la aplicación de un plan estratégico que
tenía como metas: el establecimiento de un marco
legal propio de la institución; la formación académica
de peritos en las áreas de Medicina Forense y afines,
y la separación administrativa y del manejo de
recursos humanos del Ministerio Público.
Como parte del programa de reingeniería, el equipo
de trabajo de la Dirección comenzó con el diagnóstico
de situación de las Agencias del Instituto en las
provincias, para este propósito debíamos preparar la
logística del viaje. En aquellos días, los funcionarios
no contábamos con viáticos o seguros, de ninguna
clase. En cuanto a transporte, para febrero del año
2005, el Instituto contaba con tres vehículos, en todo
el país; uno era utilizado por el director (un Toyota
Prado incautado y ya con varios años de uso), otro
para la mensajería en la capital y un tercero – un pick
up – que se quedó averiado, meses atrás, en un viaje
al interior del país.
Salimos de Panamá, en el único vehículo disponible.
Cruzamos el puente de las Américas y visitamos
las instalaciones del Instituto en la ciudad de La
Chorrera: una vivienda familiar anexa al MP en la
que atendía la Consulta Externa. La sala de la casa
era la recepción, las habitaciones los consultorios y
la cocina el depósito. Las autopsias se practicaban
en la morgue del hospital Nicolás Solano. Tal era
su precaria condición (oscura y maloliente) debido a
que un indigente se llevó los cables de electricidad;

-148-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

no había luz y no funcionaban las gavetas para


guardar los cadáveres. Recomendamos su cierre
y notificamos a las autoridades del MP la urgente
necesidad de construir una morgue.
Cuando trascendió la propuesta, se dijo que eso
era imposible porque la comunidad no iba a aceptar
que trasladaran a sus muertos hasta la capital, y
de regreso a La Chorrera, mientras se construían
las nuevas instalaciones. Pese a esa campaña
(fomentada por algunos funerarios), el Ministerio
de Salud nos adjudicó el terreno, se elaboraron
los planos y años después se construyó la nueva
morgue.
Continuamos la gira en las provincias de Coclé y
Veraguas. En Penonomé, Medicina Legal ocupaba
dos cuartos del primer piso de un local comercial. En
Santiago estaba en un pequeño espacio en la planta
baja del local del MP.
Seguimos hacia las provincias de Herrera y Los
Santos; en Chitré, a Medicina Legal se le había
asignado un espacio al fondo del edificio del MP y en
Las Tablas, también dentro del local del MP, nuestros
funcionarios ocupaban una habitación de la planta
baja (cuando llovía muy fuerte se inundaba).
Pasamos a la provincia de Chiriquí; en David,
Medicina Legal estaba en un espacio asignado en la
planta baja del nuevo edificio del MP. Las necropsias
se practicaban en la morgue del Hospital De Obaldía.
Terminada la visita a esa Agencia emprendimos el
camino a la provincia de Bocas del Toro.

-149-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

A esas alturas ya el vehículo del Instituto, y también


sus ocupantes, dábamos señales de desgaste. Subió
con dificultad la serranía y al llegar al límite entre
Chiriquí y Bocas del Toro – pasado el sector conocido
como la Quijada del Diablo -, el vehículo se dañó.
El conductor logró que arrancara de nuevo y como
por suerte, ya estábamos en descenso, lentamente
pudimos completar el viaje.
Arreglado el vehículo, terminamos la visita a la sede
del Instituto en Bocas del Toro. En la ciudad de
Changuinola, la situación era ya conocida, nosotros
dentro de las instalaciones del MP, solamente
disponíamos de un reducido espacio en el primer piso
de un edificio de dos plantas.
Terminada la visita a las Agencias provinciales,
regresamos a Panamá con la incertidumbre de
quedarnos a medio camino por el crítico estado
del vehículo; no obstante, y tras largas horas en la
carretera Interamericana, llegamos a la capital sin
contratiempos.
Dos semanas después visitamos la agencia del
Instituto en la provincia de Darién. Viajamos por
tierra hasta puerto Kimba y de ahí en lancha,
por el río hasta la ciudad de La Palma. Nuestra
sede era una casa de madera con lo mínimo para
subsistir humanamente. Ya para entonces se había
comenzado la construcción de una morgue. A raíz
del cambio, la sede provincial quedó sin médico
forense. Conversé con la doctora Vera Varela, quien
mostró su interés por el trabajo forense desde sus
años de estudiante en la Facultad de Medicina. Le
-150-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

expliqué la urgente necesidad institucional y, sin


mediar condiciones, aceptó trasladarse a la lejana
provincia de Darién. Como médico forense trabajó
durante meses en tan difícil entorno, a partir de
entonces ella es una de las figuras de referencia de
esta nueva institución.
En posterior reunión de evaluación de la gira, antes
de enviar el informe a la procuradora, comentamos
las precarias condiciones de trabajo de nuestros
funcionarios quienes, pese a los paupérrimos
salarios e inestabilidad laboral (la mayoría no eran
permanentes en sus cargos), desempeñaban
sus funciones con responsabilidad, dedicación
y entusiasmo. En áreas de difícil acceso se
practicaban necropsias a la orilla del río – espantando
a los gallotes y otros depredadores -. Algunos
funcionarios realizaban varias tareas – asistente de
autopsia, conductor, fotógrafo -. Todo esto sucedía
principalmente por la falta de autonomía en el manejo
de los recursos destinados a la institución.
Un claro ejemplo de la situación del IMEL, antes
del 2005, fue lo sucedido en la sede del Instituto en
Chitré, provincia de Herrera.
Nos visitaba un consultor extranjero,
interesado en conocer la realidad de nuestro
Instituto; su visita coincidió con otra gira hacia
las agencias del interior de la República
y el colega decidió acompañarnos. Una
mañana llegamos a la sede provincial del
Instituto y mayúscula fue nuestra sorpresa, y
vergüenza con el visitante, cuando al llegar al
-151-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

edificio nuestros funcionarios estaban con los


escritorios y estantes afuera del edificio, en la
vereda. Nos habían desalojado por necesidad
de espacio.
Para el equipo del cambio, los dos primeros años
fueron de mucho sacrificio y trabajo incansable,
con momentos de frustración y agobio. En uno de
aquellos lapsos de cansancio, le comentábamos
a la procuradora nuestros pesares y temores;
recuerdo que ella nos comentó algo así como: “A
los pioneros les toca la parte más difícil, pero llegará
el tiempo en que, sentados en sus mecedoras (ya
jubilados), recuerden con nostalgia esas vicisitudes”.
Ya estoy cerca de jubilarme y mi esposa me regaló la
mecedora, pero los recuerdos de entonces no serán
precisamente añoranzas.

4. LA CONTROVERTIDA LEY 50 DE 13 DE
DICIEMBRE DE 2006
Uno de los objetivos de la reingeniería era lograr
un marco normativo propio del Instituto de Medicina
Legal. Hasta el año 2006 sólo existían algunas
disposiciones, dispersas en códigos, leyes y
decretos sobre la estructura y funciones del Instituto.
La Medicatura Forense databa de la era
republicana. En 1942 estaba adscrita al Ministerio
de Gobierno, hasta la adopción del Código Judicial,
cuando se estableció que debía estar en la
estructura organizacional del MP. El Instituto de
Medicina Legal fue creado mediante la ley 29 de 25
de octubre de 1984.
-152-
Para la preparación de un anteproyecto de ley se
nombró una comisión de trabajo conformada por
funcionarios del IMEL y del MP; todos queríamos
una norma legal que fuese el resultado del consenso
y la participación.
Al no existir precedentes legales ni instituciones
similares en Panamá, se investigaron leyes sobre
Institutos de Medicina Legal en otros países de
Hispanoamérica, sobre todo en aquellos en los
cuales existía una similitud del marco legal y la
práctica de la especialidad médico forense.
Ante las propuestas de los miembros de la comisión,
y por tratarse de un asunto de interés común,
acordamos reunirnos con todos los funcionarios,
los días sábados en el local de Calidonia. En el
área de sala de espera, se proyectaban en una
pantalla los artículos del anteproyecto, elaborados
por la comisión, y luego se analizaban, discutían
y realizaban las correcciones y modificaciones
sugeridas.
El anteproyecto reflejó la realidad institucional
de ese momento (año 2005), cuando éramos
solamente una pequeña entidad de servicios
periciales de Medicina Legal (incluyendo Patología
y Psiquiatría Forense), y de profesiones afines
(Psicología y Trabajo Social), adscritos al Ministerio
Público (por conveniencias presupuestarias).
La procuradora, Ana Matilde Gómez Ruiloba,
presentó el proyecto a la Asamblea Nacional, el
13 de septiembre del año 2005, con el título: “Que
Reorganiza el Instituto de Medicina Legal y Ciencias
-153-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Forenses”. Como contaba con su decisivo apoyo,


el proyecto entró a discusión en menos de un
año (un verdadero milagro si consideramos que
proyectos similares se quedaban engavetados
indefinidamente).
Las reuniones para el análisis del anteproyecto
inicial se celebraron en un local de la Asamblea,
ubicado cerca del edificio principal. En la sala
de reuniones, al frente, en la mesa principal, se
sentaban los miembros de la Comisión de Gobierno,
Justicia y Asuntos Constitucionales. En el resto
del espacio disponible había varias sillas para los
asistentes, quienes también podían pedir la palabra
y participar en el debate. A las discusiones fueron
convocados para consulta: el Órgano Judicial,
el Ministerio de Salud, la Procuraduría General
de la Nación, el Instituto de Medicina legal, el
Colegio Nacional de Abogados, la Facultad de
Medicina de la Universidad de Panamá, la Facultad
de Derecho de la Universidad de Panamá, el
Instituto Nacional de Salud Mental, la Comisión
codificadora, el Colegio Médico de Panamá, la
Sociedad Panameña de Psicología y la Asociación
Nacional de Psicólogos de Panamá.
Iniciada la reunión, se procedía a la lectura del
documento y luego se pasaba a las discusiones.
La comisión del IMEL – MP, argumentaba a favor
del anteproyecto. También asistieron ex médicos
forenses, quienes no hacían mayores objeciones
al documento; era evidente que a ellos sólo
les interesaban dos puntos: que el Instituto no

-154-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

fuera parte del Ministerio Público; y que uno de


los requisitos para ser director debía decir que:
para ocupar el cargo tenía que ser panameño
de nacimiento (el objetivo era claro: desvincular
a la procuradora del nuevo Instituto y cerrar la
posibilidad de que un panameño por naturalización
-yo- pudiera ser director).
Respecto a esta última afirmación, me comentó
un eminente jurisconsulto que esa propuesta no
tenía sustento en las normas legales panameñas,
incluyendo la Constitución. Además, me decía
que, en Panamá, solamente los aborígenes son
los auténticos nativos y que la mayoría de los
ciudadanos tienen un ancestro que llegó desde otras
tierras.
Al año siguiente, los debates del proyecto ocurrieron
durante los últimos meses, justo cuando también
comenzó el problema del envenenamiento masivo
con dietilenglicol, situación crítica que debía ser de
conocimiento de las principales autoridades del país.
Por ese motivo, acompañé a la procuradora a una
reunión en la Presidencia de la República, en la que
debía presentar al ejecutivo los aspectos científicos
de la investigación. Terminada la reunión, al saludar
al presidente Martín Torrijos, él me comentó la
buena nueva, la Ley del Instituto iba a ser una
realidad ese mismo año.
Ti e m p o d e s p u é s m e d i c u e n t a , y s i e m p r e
les comparto a los colegas jóvenes, que esa
oportunidad histórica, de contar con el apoyo del
ejecutivo, de la jefa del MP y de los miembros de
-155-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

la Asamblea Nacional, sería de tan difícil repetición


como el fenómeno astronómico del alineamiento de
los planetas.
Las sesiones ordinarias para discutir el borrador
inicial se celebraron los días 24, 31 de mayo y 14
de junio del año 2006. El anteproyecto fue aprobado
con algunas modificaciones menores. El trámite a
seguir cuando se aprueba un anteproyecto incluye
la discusión del mismo en el pleno de la Asamblea
Nacional.
Para sustentar el proyecto, los proponentes
acudimos a la Asamblea. Era la primera vez que
ingresaba al edificio de ese órgano del Estado;
sentí una mezcla de ansiedad y temor al estar en un
ambiente solemne y eminentemente político.
No hubo muchas intervenciones de los diputados;
obviamente, se trataba de un tema muy técnico y
especializado. Uno de los miembros de la Asamblea
pidió la palabra; durante su intervención, el entonces
honorable, arremetió contra mí. Sus palabras fueron
transcritas por la periodista del diario El Siglo,
Elizabeth Alveo Miranda, en la edición del jueves 2
de noviembre de 2006, de la siguiente manera:
“Ese proyecto es una imposición del
Ministerio Público para beneficiar a su actual
Director, Vicente Pachar, el documento no
sufrirá significativas modificaciones porque
muchos tienen miedo y quieren hacer ver que
todo es color de rosa. Nadie se ha atrevido a
denunciar que éste médico de nacionalidad
extranjera se atrevió a despedir a más de 15
-156-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

galenos panameños sin ninguna justificación


y como aquí quieren hacer ver que todo es
de color rosa, entonces no se van a presentar
modificaciones al documento porque tienen
miedo”.
A don Miguel de Cervantes y Saavedra se le
atribuye la frase: “Al que mal vive, el miedo le sigue”.
¿Miedo, ignorancia, mala fe, xenofobia? Yo no era
ni soy de nacionalidad extranjera ni tampoco tenía el
poder de despedir a nadie. Antes de la ley 50 – que
justamente se hizo para garantizar permanencia
y estabilidad a nuestros funcionarios -, quien
nombraba o destituía a un médico forense era el
procurador(a) y los cargos eran de libre remoción.
Algunos de los médicos fueron destituidos luego de
concluir procesos legales, cuyos expedientes deben
reposar en los archivos de la Oficina de Asuntos
Legales del MP. Recordemos que, a todos los
médicos que laboraban en el IMEL en el año 2005,
se les dio plazo de un año para que decidieran
quedarse o irse del Instituto.
Opuesto a lo afirmado por el diputado, nada era
de color rosa – por el contrario, todo era “color de
hormiga” -, si considerábamos los grandes desafíos
que estaban pendientes. El único miedo del que
tenía conocimiento era el miedo al cambio.
Otro recuerdo de aquellos días en la Asamblea, se
relaciona con una conversación sostenida con una
de las más respetables figuras de ese órgano del
Estado. En la plática estaba presente un ex médico
forense, quien refiriéndose en tono burlón a mi
-157-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

presencia dijo: “Vamos a averiguar, qué fue lo que


realmente hiciste en Inglaterra”, clara amenaza que
dejaba entrever que me estaban investigando. Si a
la fecha, mis detractores me hubieran encontrado
algo irregular o doloso - en mi formación académica
o en mis actuaciones en el Instituto – ya me habrían
deportado, esposado y escoltado (como a Manuel
Antonio Noriega).
No sería la primera ni la última vez que se
cuestionaban mis títulos y mis competencias
para ejercer el cargo de director del Instituto, con
los mismos argumentos: no ser panameño de
nacimiento ni médico legista; tiempo después, me
enteré de otro adicional: ser indígena (claro, faltaba
el racismo).
También en el segundo debate, un legislador
suplente insistió en que, en la ley debía incluirse el
problema de la negligencia médica. Así se incluyó
y aprobó un artículo erróneo e inexequible – que no
se puede llevar a efecto -, que creaba la figura del
Consejo Médico Forense, ente que debía investigar
y dictaminar los casos de mala práctica médica.
Desde la aprobación de la Ley 50, hasta el año
2015 (9 años después), dicho Consejo solamente se
reunió una vez, para responder un cuestionario de
la autoridad dentro de las investigaciones que una
Fiscalía adelantaba por el fallecimiento del admirado
sociólogo Raúl Leis (q.e.p.d.).
Volviendo a la discusión del proyecto de la Ley
50, pasó el segundo y vino el tercer debate.
Francamente quedé asombrado cuando vi cómo
-158-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

aprobaban los artículos de la ley, sin ninguna


explicación ni discusión, con un simple manotazo en
el escritorio – pum -, ¡se aprueba!
El día en que se aprobó la ley en tercer debate, ya
entrada la noche, entre el público asistente estaban
varios funcionarios del Instituto. Salimos del recinto
parlamentario y celebramos, junto a la procuradora,
con aplausos y abrazos que por fin teníamos una ley
propia.
En resumen, la nueva ley nos permitía continuar el
proyecto de reestructuración y reorganización del
Instituto, para que estuviera acorde a la situación
jurídica del momento, con un enfoque científico
y moderno. Introducía un sistema de salarios y
escalafones, basado en méritos profesionales y
académicos, de tal manera que se nos reconocía un
incentivo por la dedicación exclusiva al servicio del
Instituto (sobresueldo de 50%). Este incentivo debía
traer como consecuencia el aumento de la cantidad
de profesionales interesados en la Medicina Legal.
Así mismo, garantizaba la autonomía del nuevo
IMELCF al establecer que sería regido por una
Junta Directiva, no por el procurador(a) de turno;
que el director y el subdirector debían ser escogidos
mediante concurso de oposición y que la evaluación
de los candidatos debía descansar en los créditos y
méritos académicos de los aspirantes.
Aprobada la Ley, nos quedamos esperando los
recursos presupuestarios para poder implementarla.
Debieron transcurrir dos años para lograr
la autonomía administrativa y el manejo de los
-159-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

recursos humanos, y casi tres para que comenzaran


a pagarnos el sobresueldo por la exclusividad
laboral.
Registro dos anécdotas relacionadas al cambio
del IMEL y sus circunstancias. La primera: me
encontraba en la fila de clientes en un restaurante
en Calidonia esperando servirme una porción del
buffet. Pensaba en lo que colocaría en el plato para
almorzar, cuando escuché detrás de mí la frase:
“mira, fíjate en el cabello de Pachar”. Al escuchar
mi nombre me di la vuelta y me encontré con una
apreciada colega y amiga; saludé y le pregunté:
“doctora, por curiosidad, ¿por qué la referencia a
mi cabello?”. Me contestó: “le dije a mi amiga que
se fijara en su cabello porque con el trabajito que
le dieron vamos a ver en cuánto tiempo se queda
calvo”. Por suerte, sólo estuve 4 años y meses en
ese potro y aún conservo parte de mi cabellera.
La segunda, una conversación familiar. Ya unos
meses después de desempeñar el cargo de director,
mi cuñado me preguntó: “¿Cómo te sientes en
ese puesto?”, recuerdo haberle dicho lo siguiente:
“Seguro sabes cómo funciona una embarcación en
una regata. En la que soy el capitán, a veces me
dan ganas de tirarme al agua”. Curioso replicó: ¿Y
eso?, entonces le contesté: “¿Sabes lo que es estar
en una embarcación en la que unos pocos reman
hacia adelante, otros se cruzan de brazos, algunos
anclan, otros hacen huecos en el fondo y para
colmo… nos tiran piedras y escupen desde la orilla?”

-160-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

5. CUANDO “CHICHO” PERDIÓ SU CITA AL


VETERINARIO
“Chicho” era una de las mascotas de la familia, un
perrito salchicha, regalo de navidad para mi hija
Laura Alejandra. Una tarde, terminada la jornada
laboral, iba camino a la veterinaria para el control
periódico de Chicho cuando sonó mi teléfono
celular, era el secretario general del Instituto, quien
muy nervioso me dijo: “Doctor, tiene que venir
urgentemente a la Asamblea porque un diputado
preguntó por usted en el pleno”. Desconocía que
por aquellos días se discutía un proyecto de ley
que desmantelaba la Policía Técnica Judicial (PTJ),
creaba la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) y
transfería Criminalística y los laboratorios forenses
al Instituto de Medicina Legal. En medio del debate,
el diputado cuestionó: ¿Dónde está el director del
IMEL para que nos diga su opinión sobre esta ley?”.
Cancelé la cita de Chicho, volví a la casa, me cambié
de ropa y salí hacia el edificio de la Asamblea.
Y el diputado estaba en lo correcto, se discutía un
proyecto en la Asamblea y hasta ese momento,
pese a ser el director del Instituto, nadie me había
consultado, no tenía una opinión al respecto ni la
menor idea de lo que se estaba cocinando.
Llegué al pleno y me condujeron junto a la
delegación del Ministerio Público. Aún recuerdo el
gélido recibimiento. Es más, el secretario general
del Instituto fue agriamente recriminado por,
supuestamente, pasar información al diputado que
solicitó mi comparecencia.
-161-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Momentos más tarde, fui presentado al pleno y


cuando me preguntaron qué me parecía el traspaso
de Criminalística y sus laboratorios al IMEL, contesté
que, “En teoría, y de acuerdo a lo que conocía de
otros países, lo ideal era que todos los servicios
forenses estuvieran en una sola entidad del estado”.
Por suerte nadie me pregunto si había leído el
proyecto. Salí del recinto con la sensación de revivir
un episodio pasado.
Como la decisión ya estaba tomada, busqué
información sobre la difunta institución – a propósito
del título de este libro, relatos de muertos -, para
conocer quiénes eran nuestros nuevos parientes.
La PTJ era la heredera de la Policía Secreta
Nacional (PSN), creada mediante Ley 72 de
18 de junio de 1941 como una dependencia
del Ministerio de Gobierno y Justicia. En 1960,
la PSN cambió a Departamento Nacional de
Investigaciones (DENI), que no solamente
investigaba hechos delictivos, sino que
también era un ente de espionaje interno.
Años después, con la instauración de la
dictadura militar (1968) el famoso DENI
pasó a formar parte de los entes represores
de los políticos de turno; principalmente,
mediante prácticas de persecución, a aquéllos
considerados opositores al régimen militar.
En 1989 ocurre la invasión norteamericana y la
caída del dictador. Como era de esperarse, el
nuevo gobierno transforma el DENI en Policía
Técnica Judicial.
-162-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Para el año 2007, la PTJ estaba acorralada


por denuncias e investigaciones de corrupción,
razón por la cual decidieron deshacer su
estructura y repartirla en dos. El resultado de
esas maquinaciones fue la Ley 69 de 27 de
diciembre de 2007, publicada en la Gaceta
Oficial: 25949, del siguiente día, con el título:
“POR LA CUAL SE CREA LA DIRECCIÓN DE
INVESTIGACIÓN JUDICIAL EN LA POLICÍA
NACIONAL ADSCRIBE LOS SERVICIOS
DE CRIMINALÍSTICA AL INSTITUTO DE
MEDICINA LEGAL Y CIENCIAS FORENSES Y
DICTA OTRAS DISPOSICIONES.
Pocas semanas después de la aprobación de la
Ley 69 comenzaron las reuniones de coordinación
entre las partes interesadas, con el propósito de
desmantelar la PTJ y dividir su presupuesto, bienes
y recursos humanos en dos. En el Artículo 22 de la
Ley 69 se estableció lo siguiente: “Igualmente, el
presupuesto y los recursos del Departamento de
Criminalística, Servicios periciales y Laboratorio de
Ciencias Forenses de la Policía Técnica Judicial
pasarán al Instituto de Medicina Legal y Ciencias
Forenses para los propósitos de esta ley”.
Para ese año, el presupuesto de la ex PTJ era
de 22 millones de dólares, presupuesto que fue
“equitativamente” dividido así: 20 millones para la
Policía y 2 millones para el IMELCF; los dos millones
asignados eran sólo para funcionamiento – o sea,
para seguir pagando los exiguos salarios de los ex –
PTJ. No quedó casi nada para inversiones (nuevos

-163-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

locales, laboratorios, reactivos, insumos, vehículos,


etc.). Es más, la mayor parte de las instalaciones de
la fenecida institución, salvo el local, prácticamente
desmantelado en Llanos de Curundú, pasó a la
Policía.
El local de Llanos de Curundú era parte de un
Proyecto de Formación y Capacitación - Academia
de la PTJ -, en unas ruinosas instalaciones, de
antiguo uso social y recreativo, que los
norteamericanos habían revertido a Panamá en
el año 2000. Había también una construcción
reciente con mobiliario y equipos para uso en las
capacitaciones. Habíamos acordado con la Policía
que ese local sería utilizado por el Instituto para la
ubicación de su sede principal, pero no había nada
escrito al respecto.
Un sábado en la mañana, el funcionario de seguridad
de turno en el local, me llamó para que me presentara
urgentemente en el lugar; llegaron miembros de la
Policía Nacional con instrucciones de ocupar el sitio.
Llamé a la procuradora, le informé de la situación y
acudí al local. Efectivamente, los policías estaban
presentes y esas eran las instrucciones que habían
recibido.
Hubo varias llamadas telefónicas, las autoridades se
pusieron de acuerdo y se suspendió la ocupación.
Horas más tarde, nuevamente me llamaron para
informarme que habían llegado varios camiones
de la Policía y que se estaban llevando todo. Volví
y efectivamente, el local estaba vacío, solamente
quedaban las paredes, las verjas de seguridad, las
-164-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

puertas y los acondicionadores de aire. Como reza el


popular dicho… “no se llevaron el loro porque no les
dio la pata”.
Esta anécdota es una referencia directa de la manera
como fuimos tratados durante las negociaciones de
redistribución de recursos de la ex PTJ. El prepotente
Ministro, que presidía las reuniones, llegó a decirnos
que nos podría ir mejor si en la Junta Directiva del
Instituto lo consideraran a él. Así mismo, cuando
se refirió a los funcionarios que pasarían de la PTJ
a la Policía, pidió que la Policía se llevara a los
funcionarios necesarios para la Policía y que dejaran
las “rémoras” (peces parásitos de los tiburones) para
la Medicatura.
Opinión parecida me proporcionó el último Director de
la PTJ, quien se refirió a Criminalística de la siguiente
manera: “Doctor, usted no sabe lo que le han dado,
se lleva Criminalística, la cenicienta harapienta de la
PTJ”.
Con los antecedentes y limitaciones expuestos,
poner en marcha el nuevo híbrido institucional era
todo un reto, casi suicida. Se había dispuesto, de
un plumazo y sin ningún estudio de factibilidad
ni consulta a los afectados, la integración de dos
entidades totalmente diferentes: una policial, hija
del tenebroso DENI de las fenecidas Fuerzas de
Defensa, de escaso nivel académico (para esa fecha,
no había ningún funcionario con estudios específicos
en Criminalística); me llamó la atención que los pocos
funcionarios con título universitario eran abogados,
maestros y de otras profesiones; y otra, – la de los
-165-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

profesionales forenses - en medio de un incipiente, y


aún incierto, proceso de reingeniería.
La parte medular de Criminalística, estaba en el
edificio asignado a la DIJ de la Policía en Ancón. En
el resto del país, Criminalística no tenía local propio.
Tan precaria era la situación de nuestros nuevos
funcionarios que, en la visita inicial a las agencias
del interior, pudimos constatar que algunos dormían
en colchonetas en los pasillos y prácticamente no
contaban con espacios propios ni los insumos y
equipos necesarios para realizar sus funciones
periciales.
Durante un encuentro con funcionarios de
Criminalística, en una de las Agencias provinciales
d e l n u e v o I M E L C F, p r e g u n t é c u á l e s e r a n
sus principales preocupaciones. Obtuve como
respuestas: ¿Cuándo nos van a dar la nueva placa
y el arma de reglamento? ¿Por qué no podemos
formar filas con las unidades de la DIJ en el patio del
cuartel? No fue fácil explicar que ahora eran civiles
y que pertenecían a una institución de servicios
periciales.
Informé de la situación a la procuradora, su oportuno
comentario fue: “Doctor, ahora tiene más hijos: los
de Medicina Legal y los de Criminalística, tenga
presente que un buen padre de familia trata a los
hijos por igual”. Le comenté a mi esposa la atinada
observación de la señora y ella, con su habitual
sabiduría, me replicó: “Si hubiera sabido que te
iban a aparecer tantos hijos, no lo hubiera pensado
dos veces. ¿Cómo vas a tratarlos?, a tus hijos de
-166-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Medicina Legal los tienes muy consentidos y en


escuela privada; ahora tienes otros hijos que no
conoces y que vienen de escuela pública”.
Varios años después de iniciada la fusión de Medicina
Legal y Criminalística, publiqué el siguiente artículo
de opinión, en la edición del 18 de febrero del 2015
en el diario La Prensa:
Realidad de los servicios periciales forenses
Aunque es evidente la participación de los
peritos forenses en las investigaciones que
adelanta el Ministerio Público –tal como
se divulga en los medios de comunicación
social–, la realidad institucional es
desconocida.
En Panamá los aspectos científicos,
como elementos indispensables en las
investigaciones, son proporcionados por
el Instituto de Medicina Legal y Ciencias
Forenses (IMELCF), institución que agrupa
todos los servicios periciales forenses en una
sola entidad estatal, tal como fue dispuesto
por la Ley 69, de 27 de diciembre de 2007,
que creó la Dirección de Investigación Judicial
en la Policía Nacional, adscribiéndosele los
Servicios de Criminalística al IMELCF.
En casi todos los países latinoamericanos,
los servicios de Criminalística forman parte de
la Policía; en cambio, los servicios médico-
forenses están agrupados en institutos
(Colombia), departamentos (Costa Rica)

-167-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

o servicios médico-forenses (SEMEFO en


México), adscritos al Ministerio Público (Perú),
al Órgano Judicial (El Salvador), al Ministerio
de Salud (Cuba) e incluso, a la Policía
(Ecuador).
El modelo panameño de servicios periciales
forenses unificados es único en la región. Ése,
en teoría, es el estándar ideal de organización
de las Ciencias Forenses, recomendado por
expertos y organizaciones internacionales,
pues facilita el trabajo coordinado y oportuno
del equipo investigador; pero, y sobre
todo, porque garantiza la independencia
y objetividad de las pericias. Tal como
queda demostrado en la cantidad de casos
resueltos, no sólo de muertes violentas, sino
de la mayoría de los delitos investigados por el
Ministerio Público en Panamá. Tras ocho años,
desde su creación, es necesario reconocer
que nuestro modelo está en crisis.
Cuando se decretó la unificación de los
Servicios Forenses, no se consideró que
quedaban bajo un mismo paraguas los ex
funcionarios de la Policía Técnica Judicial
(policías) y los profesionales médicos y de
áreas afines (civiles) con diferentes intereses
gremiales, antecedentes históricos, régimen
salarial y formación académica. Tampoco se
actualizó el marco legal de la nueva institución,
pues la Ley 69 sólo cambió algunos artículos
de la ley original del Instituto (Ley 50 de 13

-168-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de diciembre de 2006). Sin embargo, el factor


negativo, de mayor incidencia en la presente
crisis había sido y es la falta de atención de
las autoridades correspondientes frente a las
necesidades presupuestarias del IMELCF.
Con el debido respeto a mis compañeros de la
institución y, sobre todo, para conocimiento de
las autoridades, me permito citar las palabras
de mi maestro, el profesor James Malcom
Cameron, figura de referencia de la patología
forense inglesa, quien en una conversación
sobre la compensación salarial por el trabajo
forense me comentó, con su característico
acento escocés: “José, if you pay peanuts you
get monkeys”, dicho en castellano: “José, si
pagas maní, consigues monos”.
No es posible que, en un país de evidente
prosperidad, en el que se han dilapidado
millones de dólares del erario nacional, un
alto porcentaje de funcionarios, que brindan
servicios las 24 horas del día, todo el año,
en todo el país y en condiciones de riesgo,
tengan salarios menores al valor del costo de
la canasta básica familiar. ¿Cómo esperan que
seamos los CSI de Panamá, si no se dota al
IMELCF de los recursos necesarios para que
pueda cumplir con sus necesidades básicas y
de desarrollo institucional?
Panamá tiene el privilegio de disponer de un
modelo único y ejemplar de servicios periciales
forenses, y cuenta con más de mil funcionarios
-169-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

que merecen respeto, reconocimiento y trato


justo, ¡no los dejemos perder! Si quienes
deciden las políticas institucionales consideran
que este modelo debe seguir vigente,
entonces hagan los ajustes necesarios y
asignen los recursos indispensables para
evitar su colapso.

6. CRUZANDO FRONTERAS FORENSES


En todos estos años, he asistido y participado en
múltiples congresos, seminarios, simposios y talleres,
de temas científico – forenses, en varios países de
América y Europa. En todos ellos siempre fue una
distinción representar a Panamá y un motivo de
regocijo el compartir, académica y socialmente, con
colegas y amigos de la misma especialidad.
De manera especial recuerdo los encuentros
académicos organizados por el profesor Luis
Vascones en Guayaquil, Ecuador. El último en el que
participé fue el Simposio Mundial de Medicina Legal,
celebrado en el mes de noviembre del año 2010.
Admiro la tenacidad y dedicación del amigo Lucho
Vascones, gestor y coordinador de esos eventos.
Como parte de las atenciones de nuestro huésped,
los expositores invitados recibimos el honor de ser
designados “Ciudadanos Honorarios” de la ciudad
de Guayaquil, durante una recepción ofrecida por el
Alcalde de esa ciudad, don Jaime Nebot.
Así mismo, he participado en varias Jornadas
Costarricenses de Medicina Legal, que se llevan a
cabo cada año, con la coordinación de la Asociación
-170-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de Medicina Forense de ese país, desde el 1986.


Especiales remembranzas guardo de la IX Jornada,
y Primer Congreso Centroamericano de Patología
Forense, que tuvo lugar en el hotel Cypresal, cerca
de la ciudad de Heredia en Costa Rica, del 28 al 30
de septiembre de 1995. En aquella ocasión tuve la
distinción de conocer y compartir con los profesores
Joseph Davis, del Condado de Dade, Miami - Florida
y Charles Petty de la Universidad de Texas. El Dr.
Davis (q.e.p.d.) era un famoso patólogo forense,
a quien pude conocer más de cerca en su visita a
Panamá.
El Dr. Charles Petty, era conocido por ser el autor
de un artículo de referencia en Patología Forense,
publicado en el año 1971, y que sigue vigente aún
décadas después. En su trabajo el Dr. Petty identificó
las siguientes creencias erróneas respecto a la
autopsia médico legal:
1. Que el tiempo de la muerte puede determi-
narse de manera precisa mediante el examen
del cadáver.
2. Que la autopsia siempre establece la causa de
la muerte.
3. Que se puede practicar, de manera correcta,
sin tener una historia del caso.
4. Que se termina una vez que el cuerpo sale de
la sala de disecciones
5. Que el embalsamamiento (del cadáver) no
altera los efectos del trauma ni de las enferme-
dades.
-171-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

6. Que sólo se deben examinar las víctimas de


homicidio o sospecha de homicidio.
7. Que cualquier patólogo está calificado para
practicar una necropsia forense.
8. Que los únicos resultados de la autopsia son la
causa y la manera de la muerte.
9. Que se debe practicar lo más pronto posible.
10. Que los toxicólogos siempre detectan un
veneno.
11. Que cualquier médico es un buen investigador
de la muerte.
12. Que está orientada a sustentar la hipótesis de
la fiscalía.
De aquella Jornada me viene a la mente la imagen
de los profesores, cuando llegaban al salón de
conferencias con un maletín lleno de cajas de
diapositivas – yo también hice lo mismo durante
años -, eran los tiempos antes de “Power Point” y
de los recursos multimedia; las diapositivas debían
clasificarse y colocarse en orden, dentro de un
carrusel circular, antes de las presentaciones para
evitar sorpresas.
Al terminar el evento invité a ambos colegas a venir a
Panamá y efectivamente, nos acompañaron en una
de nuestras Jornadas.
Quedé gratamente impresionado por la humildad
del maestro Joseph Davis, a quien me acerqué con
mucho respeto para preguntarle cómo deseaba
ser presentado antes de su primera conferencia.
-172-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Mi sorpresa fue mayúscula cuando, a pesar de ser


una figura de renombre mundial, con 40 años de
experiencia en Patología Forense, en lugar de leer su
extensa lista de títulos y publicaciones, simplemente
me pidió que lo presentara como: “Joseph Davis,
padre y abuelo”. Hice memoria entonces de una frase
de Ernest Hemingway: “El secreto de la sabiduría, del
poder y del conocimiento es la humildad”.
Ahora reflexiono que algunos excelsos seres
humanos tuvieron una influencia transformadora en
mi vida, sin que haya tenido la oportunidad de darles
las gracias.
Cuando los doctores Davis y Petty estuvieron en
nuestra capital, les pregunté si les interesaba visitar
algún sitio en la ciudad o alrededores. Me pidieron ir a
dos lugares, el cementerio francés ubicado en el área
del Canal de Panamá y el Parque Metropolitano.
Los franceses fueron los primeros que intentaron
construir el canal de Panamá, bajo la dirección del
Conde Ferdinand De Lesseps, constructor del Canal
de Suez. Su proyecto fracasó, los franceses no
estaban preparados para enfrentar las enfermedades
tropicales (fiebre amarilla, malaria) y muchos
murieron durante su estancia en nuestro país. El
cementerio francés está ubicado en la comunidad de
Paraíso, sobre la Vía de la Amistad.
Luego de ir al cementerio pasamos al parque, una
reserva ecológica protegida, localizada dentro de la
misma urbe. Quienes vivimos en estos ambientes
tropicales no nos detenemos a disfrutar de las
maravillas de la diversidad biológica que tenemos;
-173-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

en cambio, los visitantes, como era el caso de los


distinguidos huéspedes, se regocijaban siguiendo
y fotografiando las hileras de hormigas arrieras
cargando sus pedacitos de hojas verdes, los pájaros
cantando entre la densa vegetación, las mariposas
de vivos colores y disfrutando el olor húmedo de la
vegetación.
Camino al aeropuerto, de regreso a casa, le pregunté
al Dr. Davis ¿Qué le gustó de Panamá?, me contestó
alegremente: “That panamenian chicken soup”
Se refería al sancocho, plato típico de la cocina
panameña.
Durante mi vida profesional también he recibido la
distinción de ser consultor en materia de Medicina
Legal y Forense en Guatemala y México.
Mi primera visita a Guatemala fue el 19 de julio del
año 2007, por gentil invitación de la Doctora Myriam
de Ovalle, entonces directora del Instituto Nacional
de Ciencias Forenses (INACIF). Formé parte de un
selecto grupo de asesores internacionales, entre los
que estaba presente la apreciada colega patóloga
y amiga Mary Luz Morales, del Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia;
forense de vocación, pero sobre todo ejemplo de
dedicación, principios y valores.
Acudí a la convocatoria que se me hizo para
colaborar en el proceso de reestructuración del
Instituto. En Guatemala había comenzado una
reingeniería institucional, similar a la del IMELCF de
Panamá, pero mucho más radical. El cambio se daba
como parte de una reestructuración de los servicios
-174-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

periciales forenses, seriamente cuestionados por las


actuaciones de algunos de sus peritos; por ejemplo,
en el manejo de la escena del crimen en el caso
del asesinato del Obispo Juan José Gerardi, férreo
defensor de los derechos humanos en su país.
El parecido con lo que aconteció en nuestro Instituto
en el año 2005 era notable; la mayoría de los
médicos, con años de experiencia, salieron de la
institución. Participé en jornadas de inducción y
talleres con el nuevo grupo de médicos y asistentes
de necropsia, todos ellos neófitos en las tareas de
morgue. Las condiciones en la morgue judicial de
ciudad de Guatemala eran deplorables: instalaciones
inadecuadas, carentes de condiciones mínimas de
bioseguridad, falta de instrumental y equipo básico
para el examen de los cadáveres. En ese lugar se
practicaban miles de necropsias al año, reflejo del
estado de violencia que vive ese país.
Guatemala, corazón del mundo maya, es
una tierra de fastuosa y variada geografía; de
milenaria historia, rica en cultura y tradiciones.
A diferencia de Panamá, es una nación que
padece las secuelas de una guerra fratricida
que dejó miles de muertos, masacres
y violaciones a los derechos humanos.
Actualmente el país afronta otra guerra,
aquella no declarada formada por maras
y grupos de narcotraficantes que cometen
crímenes atroces, y cuyas víctimas terminan
en las mesas de necropsia de las morgues
judiciales.

-175-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

En visita posterior estuve en la sede del


INACIF en el departamento de Peten, vecino
con México. El médico forense de la localidad
de San Carlos me contó que, en mayo del
año 2011, en una finca ubicada en Los Cocos,
municipio La Libertad, se encontraron los
cuerpos decapitados – con sierra eléctrica - de
27 trabajadores agrícolas.
A la siguiente semana de mi primera visita, me fue
encomendada la tarea de evaluar la situación y hacer
recomendaciones sobre la práctica de las autopsias
en la ciudad de Escuintla - me enteré por boca de
uno de los conductores (piloto en Guatemala), que
su nombre proviene de una lengua nativa y significa
“tierra de perros”.
Escuintla es la capital del Departamento del
mismo nombre. Es una pequeña localidad
tropical, de tamaño inversamente proporcional
a la violencia de sus grupos marginales.
Bastaba una ojeada a los titulares de diarios
locales para entender la magnitud del
problema: “Caen presuntos integrantes de
una banda de extorsionistas”, “Turba quema
subestación policial”, “Ex reina de belleza
muere baleada”, “Ataque armado deja 4
muertos en avenida principal de Escuintla”.
De hecho, los linchamientos eran parte de
las listas de causa de muerte en esa y otras
regiones de Guatemala. En sus caóticas
calles había muchas motos, en una de ellas vi
una familia completa, incluido el perro dentro

-176-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de una cesta; otros vehículos similares eran


conducidos por mujeres en chancletas y rollos
en la cabeza.
Recuerdo que el primer día llegué a la morgue de
Escuintla, una instalación de aspecto abandonado
y descuidado, con una habitación en la que había
dos mesas metálicas para practicar las necropsias.
Me presentaron al grupo al que debía orientar:
dos médicos, dos asistentes de autopsias y una
enfermera. Nos pusimos la vestimenta de trabajo y
entramos a la sala de disecciones. Trajeron el primer
caso, una persona que había recibido múltiples
impactos de proyectiles de arma de fuego; colocaron
el cuerpo sobre la mesa de disecciones, todos me
miraron y preguntaron: ¿y ahora qué hacemos?,
ninguno de ellos había practicado o asistido a una
necropsia, era empezar de cero.
En sucesivas visitas participé en el programa de
formación de médicos forenses. En una de ellas
se me concedió la distinción de ser padrino de la
segunda promoción de médicos graduados en
Medicina Legal de la Universidad Mariano Gálvez.
También recibí una invitación para participar como
expositor en uno de los Congresos de la Asociación
de Médicos Forenses de Guatemala y en el evento fui
nombrado miembro honorario de la Asociación.
Han pasado 8 años desde aquellos comienzos y el
INACIF, actualmente dirigido por el colega patólogo
Jorge Nery Cabrera, se ha transformado en una de
las instituciones de referencia en materia de Ciencias
Forenses en la región.
-177-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

A México llegué invitado por la Dra. Dina Alejandra


Jiménez, a nombre del Comité Internacional de la
Cruz Roja (CICR), para participar en un programa
de capacitación sobre buenas prácticas en Patología
Forense. México es el gigante de referencia de la
región en muchos aspectos, incluyendo los periciales
científicos. Con ese propósito, estuve en los Servicios
Médico Forenses (SEMEFO) de Puebla, Toluca,
Acapulco y en el Instituto de Ciencias Forenses
(INCIFO) del Distrito Federal (DF).
Fui a México con mucha curiosidad, había leído
tanto sobre su historia, tradiciones, cultura y visto
tantas películas y documentales que me sirvieron de
referencia y preparación para asimilar lo que viví en
cada visita.
Como forastero, llegado del trópico al DF,
trataba de encontrarle sentido a lo que veía,
escuchaba o saboreaba, como el limón y
el chile que le ponen a la sopa; de hecho,
fue muy tarde cuando me enteré que en los
restaurantes había un símbolo (un minúsculo
chile rojo) en el menú para ordenar comida
sin picante. Hay puestos de comida por todos
lados y en los restaurantes me enteré que el
agua tiene sabores: limón, naranja, fresa, etc.;
y que el desayuno debe ser sustancioso con
quesadillas, atole, chilaquiles, molletes, huevos
revueltos, tortillas y pan de dulce.
Sus mercados son mundos e inframundos
a los que llegas saliendo del metro. A
propósito, comparto con muchos mexicanos
-178-
la afición por el fútbol y en conversaciones
entre colegas forenses, además de abordar
nuestros truculentos temas, compartimos
opiniones sobre los encuentros entre las
selecciones de Panamá y México. En una de
esas conversaciones les comenté un gracioso
incidente. Terminada la jornada, abordé el
metro y me dirigí hacia el centro histórico.
Al salir de una estación quedé deslumbrado
por la cantidad de sonidos y colores de un
mercado popular. Caminé entre multitud de
objetos y ya casi al salir a la calle miré que en
uno de los coloridos puestos ambulantes de
venta de ropa había playeras de la selección
de fútbol de México con la inscripción: “No
era penal”, frase que se refiere a un incidente
ocurrido en el último mundial de ese deporte,
celebrado en Brasil. El dueño del kiosco se
me acercó e intentó venderme una playera
con esa inscripción; le dije: mejor se la cambio
con una de Panamá que dice: “Tampoco
era penal”, por lo ocurrido en jugada similar
durante un encuentro entre las selecciones de
nuestros países en la última Copa de Oro.
La ciudad de México es un descomunal y
agotador hábitat humano – de más de 21
millones de habitantes, si se incluye la zona
metropolitana del valle de México. El tráfico
en el centro del DF, cerca del INCIFO es muy
pesado – solía quejarme de los “tranques
en ciudad de Panamá, pero que va, los del
DF eran “la madre de todos los tranques” -.
-179-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

A propósito, en un taxi escuché que en esa


“megalópolis” uno no sabe que es peor: el
tráfico o el narcotráfico.
En todas las visitas a México me trataron “padrísimo”
y el único incidente desagradable nos ocurrió cuando
viajamos mi esposa Geneva y mi hija Alejita, a un
Congreso de Patología en Oaxaca.
El agente de viajes nos había programado
el viaje llegando al DF y luego de una hora,
en el mismo aeropuerto, debíamos tomar el
vuelo hacia Oaxaca. Al llegar al aeropuerto
Benito Juárez, había una fila descomunal para
registrarse en inmigración. Para colmo, Aleja
se sintió mal, comenzó a vomitar y mi esposa
la llevó al baño. Entre el estrés de la niña
indispuesta y la muy real posibilidad de perder
el vuelo de conexión, cuando volvió mi esposa
con la niña; yo, muy tenso y sudoroso, decidí
adelantarnos en la fila.
Al acercarnos al puesto de atención de
extranjeros, no encontraba la renovación
del pasaporte de mi esposa, me puse más
nervioso, se me cayeron los pasaportes y la
maleta de mano. Una funcionaria uniformada
se acercó y le pidió a Geneva que pasara
a una oficina al final de un pasillo. Mi hija y
yo nos quedamos esperando tras el puesto
de atención. Pasaban los minutos y ya mi
paciencia estaba al límite, de hecho, perdimos
el vuelo de conexión. Los minutos de espera,
sin ninguna noticia de mi esposa, se volvieron
-180-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

largos y cada vez más desesperantes (me


vino a la mente la cantidad de desaparecidos
en ese país) y ya muy irritado, me acerqué al
oficial que nos atendió y le pregunté: ¿dónde
está mi señora?, el funcionario groseramente
me contestó que esperara.
Ya Aleja también estaba a punto de llorar.
Decidí acercarme a las ventanas de la oficina
y aun así no vi a mi esposa. Estaba a un
tris de formar un escándalo de proporciones
internacionales, pero, gracias a Dios, llegó
Geneva. La abracé y le pregunté: ¿Qué
pasó? Lo que me dijo me dejó de una pieza:
los oficiales vieron a un sujeto de rasgos
indígenas, muy nervioso y alterado con una
mujer blanca y una niña. Se la llevaron para
preguntarle si yo las estaba secuestrando.
Como decía el comediante cubano Leopoldo
Fernández, “Tres patines”: ¡Cosa más grande
chico!
Salvo ese confuso incidente, mis estadías en México
siempre fueron muy agradables y productivas. El
trato cordial, respetuoso y amigable de los colegas
médicos forenses de los SEMEFOS y del INCIFO
propició una muy productiva atmósfera de trabajo.
Con ellos aprendí el saludo mexicano: un apretón de
manos, un abrazo y otro apretón de manos.
Otra anécdota que recuerdo de mis visitas a México
es la siguiente:
Iba camino a Toluca, en aquella ocasión con mi
esposa y mis hijas Aleja y Mónica; salimos del
-181-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

aeropuerto y llegamos a la terminal de buses


hacia esa ciudad; compré los boletos para el
camión (bus) y nos sentamos en la sala de
espera. Como haría cualquier turista en esas
circunstancias, se me ocurrió sacar la cámara
fotográfica y tomar fotos. Estaba en la faena
de ilustración gráfica del paseo cuando, de
repente, se me acercó un molesto guardia de
seguridad y me preguntó qué estaba haciendo;
por suerte, sí parecíamos turistas. Me comentó
que lo que hacía estaba prohibido, guardé la
cámara.
Minutos después, subimos al bus, nos
sentamos y esperamos la salida, antes de
partir. Grande fue nuestro asombro cuando
un sujeto subió al bus y con una cámara de
celular filmó los rostros de todos los pasajeros.
Al llegar a Toluca nos enteramos que, del
penal de esa ciudad, había escapado el
infame “Chapo” Guzmán. Escapó por un túnel,
ejemplo de diseño y trabajo de excavaciones.
Al siguiente día, en los recesos de la jornada
de trabajo con los colegas del SEMEFO,
contábamos anécdotas y decíamos chistes.
En broma me decían de la coincidencia de mi
llegada con la fuga del “Chapo” y su probable
salida hacia Panamá. A lo que les contesté,
con la misma gracia, que efectivamente, mi
esposa mis hijas y yo éramos un comando
encargado de llevarnos al “Chapo”, por su
reconocida experiencia en excavar túneles,

-182-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

para que continuara con los trabajos de


ampliación del Canal de Panamá.
La última vez estuve en México para el día de
muertos. La celebración popular es muy diferente a la
nuestra en Panamá. Los cementerios se engalanan,
en las panaderías se prepara “pan de muerto” y se
obsequian calaveras y esqueletos decorados. En
Panamá, es un día de reflexión y descanso.
Finalmente, pienso que conocí sólo un poquito de
México; en los lugares a los que fui me pareció
viajar en el tiempo, de un espléndido pasado a un
esperanzador futuro. Espero, como dice la canción, y
volver, volver, volver…

-183-
TERCERA PARTE

1. REFLEXIONES AL BORDE DE UNA MESA


DE NECROPSIAS
Empecé a realizar necropsias en la morgue del
Servicio de Patología del hospital Santo Tomás, allá
en el año 1986; practicar necropsias es una parte
indispensable de la formación de un patólogo.
A finales de ese año, practicamos la primera
autopsia de SIDA en el hospital. Se trataba de
un travesti que había muerto a consecuencia
de una infección aguda generalizada. La sala
de disecciones estaba ubicada en la parte
posterior del lúgubre Servicio de Patología.
Recuerdo que estábamos en un ambiente
tenso y solemne, aislados completamente
y cubiertos de pies a cabeza – por razones
de bioseguridad -, concentrados en lo que
hacíamos, cuando súbitamente se abrió la
puerta de la sala de disecciones, entró uno de
los técnicos de laboratorio del mismo Servicio
de Patología, reconoció al difunto y gritó a voz
en cuello: ¡Ay mani, se murió la Marta!
Debo reconocer que mis primeras autopsias fueron
motivo de pesadillas. Con frecuencia soñé que
estaba dentro del ejército de muertos del macabro
óleo “El triunfo de la Muerte”, del célebre pintor
flamenco Pieter Brueghel el Viejo.
No es fácil aceptar la idea de la muerte, a pesar de
que es natural e inevitable; peor aún es la realidad
de tocar y abrir un frio y maloliente cadáver, extraña
-185-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

y desagradable sensación que persiste pese a los


años de realizar esas tareas.
Desde un inicio aprendí que para hacer una
autopsia (el último y más completo examen físico
que realiza un médico a un cuerpo humano), se
deben dejar a un lado las emociones, no ver a la
persona que yace sobre la mesa sino al objeto
del estudio científico, y concentrarse en buscar y
documentar hallazgos externos e internos, tomar
muestras para estudios complementarios; formular
hipótesis, pensar en mecanismos y causas de
muerte. Es fundamental el estudio del cadáver, pero
aún más trascendental es su familia, la sociedad -
mi trabajo también es para ellos - y la necesidad de
conocer la verdad y contribuir a que se haga justicia.
Por los años que llevo de aparecer en los
medios de comunicación, asociado al tema de la
investigación criminal; en ocasiones percibo cierto
miedo, reticencia y curiosidad en los demás; es
la oportunidad que aprovecho para aclarar que,
profesionalmente hablando, no me pongo a la orden.
Una madrugada, debí llevar a mi niña
más chica al cuarto de urgencias de un
hospital privado. Eran los meses lluviosos de
Panamá, tiempos de resfriados y alergias.
Aleja presentaba un episodio de dificultad
respiratoria que merecía ser atendido por
un pediatra. La atendieron, mejoró, pero
aún debía permanecer un par de horas en
el hospital. Salí hacia la puerta de ingreso
a tomar un poco de aire. Estaba junto a la
-186-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

entraba cuando una señora que pasaba


me reconoció – como el doctor que sale
en la televisión cuando hay muertos – y
me preguntó a rajatabla: Doctor, ¿quién
importante se murió?
Otra anécdota relacionada a mi ocupación
laboral tiene un toque familiar. El día en que
me presentaron a la abuela de mi esposa;
doña Laura estaba en su casa, llegamos,
la saludé muy cortésmente y me senté a
su lado a conversar. La plática estaba muy
amena, es una señora de agudo ingenio y
fino humor; cuando la confianza fue suficiente
me preguntó al oído: “Doctor, aquí entre
nos ¿Seguro se lava usted bien las manos
cuando toca a mi nieta?”
La naturaleza de las labores de morgue hace
obligatoria la búsqueda de formas de humanizar y
racionalizar la muerte y el trabajo con cadáveres;
como, por ejemplo, cuando escucho a otros colegas
médicos decir que mis pacientes no se quejan y que
igual estarán muertos mañana, lo cual es verdad,
cuál es la prisa…
La evaluación académica de lo aprendido
en el Santo Tomás, la recibí en la morgue de
Greenwich, al este de Londres. Cuando ingresé al
Departamento de Medicina Forense del London
Hospital Medica College; los dos primeros meses fui
solamente un observador de los procedimientos, los
ingleses son muy cuidadosos de sus casos y alguien
que viene de afuera no es candidato a realizar un
-187-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

trabajo de tanta responsabilidad desde el primer día.


Acompañaba al Profesor Cameron a la práctica de
las necropsias y un día me dijo: “José cámbiate que
vamos a ver qué sabes”; obviamente, me asignó
un caso de muerte natural. Debo mencionar que
en Inglaterra el cadáver es colocado en la mesa
de autopsias y todo el procedimiento: disecciones,
apretura de cavidades y toma de muestras las
hace el patólogo, el asistente está sólo para ayudar
a mover el cuerpo, si es necesario. Al terminar,
le presenté los hallazgos y me comentó: “Dile al
Profesor Ermocilla que hizo un muy buen trabajo al
enseñarte cómo se debe hacer una autopsia”
A partir de 1986 y hasta la fecha, he practicado
miles de necropsias con el apoyo de los técnicos
de la morgue judicial. He participado en múltiples
diligencias de levantamiento de cadáveres,
exhumaciones, reconstrucciones, investigaciones
de desastres, y en tantas otras diligencias judiciales
que hace años perdí la cuenta.
Ya cerca del final de mi vida profesional como
patólogo forense, comparto una reflexión, nacida
al pie de la mesa de disecciones y luego contaré
mis recuerdos de algunos casos que fueron noticia.
Lo que voy a relatarles pretende ser un homenaje
póstumo a todos aquéllos en cuyos cadáveres
aprendí.
Una mesa de autopsias es un democrático sitio
de equilibrio final y un espejo. Los cuerpos inertes
de niños, jóvenes, adultos, ancianos; mujeres,
indigentes; personas de diferentes nacionalidades,
-188-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

etnias, creencias religiosas o políticas; todos


desnudos, tendidos sobre la mesa de autopsias,
son libros cerrados de respuestas pendientes, de
misterios por resolver, que tienen familiares, amigos
y autoridades que esperan saber cómo murieron.
La mayoría de las personas que fallece en
circunstancias trágicas, violentas o sospechosas
son víctimas de la maldad y depravación de seres
humanos perturbados. Los muertos son pruebas
de la fragilidad de la vida y de la certeza de nuestra
propia muerte. Cada uno de ellos tiene una historia
que no puede contar. A nosotros nos corresponde
aprender el lenguaje de los signos de la muerte y
hablar por aquéllos que cerraron sus ojos pidiendo
justicia.

2. ¿QUÉ PASA CON EL CUERPO HUMANO


DESPUÉS DE LA MUERTE?

Antes de presentar algunos de los casos de


investigación en los que he participado, considero
necesario presentar, a quienes desconocen, un
sumario de los principios científicos y métodos de
investigación empleados en las pesquisas de las
muertes de interés forense. Sea pues, una versión
resumida y comprensible de cómo se procede.

Una vez ocurrido el fallecimiento, en el cadáver se


desarrollan una serie de cambios irreversibles que
terminan cuando se degrada toda la materia orgánica
de la que está compuesto, cumpliéndose el precepto
bíblico; “polvo eres y en polvo te convertirás”.
-189-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Los primeros cambios se conocen como fenómenos


cadavéricos tempranos: el enfriamiento del cuerpo,
la pérdida de agua (deshidratación) y la formación
de las hipostasis - áreas de color rojizo o vino
oscuro que aparecen en la piel del cadáver a
consecuencia de la acumulación pasiva de la sangre,
por efecto de la gravedad. Otro fenómeno cadavérico
temprano es el desarrollo de la rigidez cadavérica,
- el muerto se pone tieso -, lento y progresivo
estado de endurecimiento del cadáver, posterior a la
flacidez generalizada inicial. La rigidez es un curioso
fenómeno que suele ser una fijación de la postura en
la que quedó el cuerpo. He visto cadáveres rígidos
sentados, de rodillas, con los brazos extendidos y
otros tiesos como una tabla; su manipulación en la
sala de autopsias es difícil, por lo cual se procede
a extender los miembros (romper la rigidez) y luego
se acomoda el cuerpo boca arriba para continuar el
examen.

En textos clásicos, y en otros no tanto, he leído


sobre la así llamada: “rigidez instantánea”,
es una forma de rigidez que supuestamente
sucede en algunos casos de muerte violenta,
quedando el cadáver fijo en la posición en la
que estaba al momento de suceder el hecho.
He sabido de soldados que quedan rígidos en
campos de batalla, pero nunca vi ningún caso
y la única imagen que tengo en mente de algo
parecido es la postura de un personaje de
una de mis películas favoritas, la surrealista
“Terciopelo azul”, escrita y dirigida por David

-190-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Lynch. Al sujeto le disparan de frente y a corta


distancia y queda de pie, completamente rígido
como una estatua.

Después de un día de haber ocurrido el deceso, en


el cadáver ocurren cambios destructivos adicionales,
conocidos como fenómenos cadavéricos avanzados.
Estos cambios se desarrollan en función de diferentes
factores, tales como: la causa de la muerte, las
condiciones ambientales del sitio en el que queda
(en una cámara frigorífica, expuesto al aire libre,
enterrado) y de otros factores - aplicación de productos
químicos para su conservación, mutilación post-
mórtem, ataque de animales, etc.

La desintegración de las partes corporales se debe


principalmente a dos procesos destructores básicos:
autólisis (destrucción de las células y de los tejidos
que forman la anatomía) y la putrefacción (acción
destructiva de las bacterias que normalmente viven
en el organismo vivo). Dicho de otra manera, una vez
terminada la vida, nuestro cuerpo posee los elementos
necesarios para autodestruirse.

Los cadáveres se pudren a ritmos temporales


diferentes, en función de varios factores; por ejemplo,
a la intemperie, en un medio típicamente tropical
(caliente y húmedo como el de Panamá), el primer
signo de putrefacción es la aparición de un área
verdosa en la piel de los cuadrantes inferiores del
abdomen (mancha verde abdominal). A medida que
pasan las horas, la coloración se extiende al resto
del cuerpo; el aspecto del cadáver varía: la cabeza,
-191-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

el cuello y los hombros, toman una coloración gris -


verdosa; el rostro aparece hinchado y la piel adquiere
un aspecto marmóreo.

En nuestro medio, un cadáver insepulto, de más de


2 días de muerto, se reconoce por el penetrante olor
fétido y su aspecto hinchado, deforme (por los gases
acumulados); la piel de un color verde negruzco, con
vesículas y extensas áreas de desprendimiento, al igual
que el cabello. Para entonces ya ha perdido sus rasgos
faciales, y adquiere un aspecto grotesco y terrorífico:
los ojos protruyen, la lengua queda prensada entre
los dientes y los labios están hinchados; todos estos
cambios tornan al fallecido irreconocible.

El aspecto diferente del cadáver, provoca, además de


repulsión y náuseas, problemas de identidad y otras
confusiones.

Un ganadero santeño (Los Santos es una


provincia de población predominantemente
blanca) fue secuestrado por unos delincuentes.
Tres días después, en un sitio apartado, se
encontró un cuerpo putrefacto dentro del
vehículo del desaparecido. El aspecto del
cadáver era el descrito en líneas anteriores;
sin embargo, los familiares, pese a reconocer
las prendas de vestir, el sombrero, el reloj y
un anillo que portaba el ganadero el día de su
desaparición, afirmaban que ese no era su
difunto porque su familiar era un flaco santeño
(blanco), no un moreno gordo (aspecto del
cuerpo que les mostraron las autoridades).
-192-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

En un parque del área metropolitana de ciudad


de Panamá, el mal olor y la presencia de
numerosos gallotes (aves de rapiña del trópico)
alertó a los paseantes sobre un suceso inusual.
Llamaron a la Policía y encontraron los restos
del cuerpo putrefacto de una mujer. Acudieron
los funcionarios del MP a practicar la diligencia
de reconocimiento del cadáver, junto con el
médico forense. El galeno observó el cuerpo
y afirmó que, debido al aspecto hinchado del
abdomen, se trataba del homicidio de una
mujer en avanzado estado de gravidez. Al día
siguiente, practiqué la necropsia y al cortar la
piel del abdomen para constatar el supuesto
embarazo, lo que salió fue una cantidad de
gases fétidos.

Pero, sobre la composición y el efecto de estos


gases prefiero relatar la historia que me contó
un colega mexicano. El estudioso trabajaba en
varias líneas de investigación científica forense,
una de ellas era la composición de los gases
que se originan en los cuerpos putrefactos. Es
conocido que esos gases son inflamables y un
día decidió replicar un experimento que aparece
en textos de Patología Forense y que consiste
en colocar una aguja en el área del ombligo y
acercar una llama para que, al salir los gases,
se enciendan hasta consumirse. Ese día,
disponía de un cuerpo hinchado y maloliente;
procedió a introducir la aguja y encender
la llama… Debido a la masiva cantidad de

-193-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

gases presente en el muy distendido abdomen,


explotó el intestino con su fecal contenido,
impregnando todo a su alrededor. ¡Qué
inolvidable experiencia!

A medida que el proceso continúa, luego de varios


días, se caen las partes blandas del putrefacto
cadáver; se deprenden el cabello y las uñas, la
epidermis de las manos y de la planta de los pies hasta
dejar al descubierto los huesos.

Cabe señalar que, en los cuerpos putrefactos se altera


la morfología de las heridas y las lesiones, más aún si
ya llegaron las moscas, depositaron sus huevecillos y
han nacido las larvas.

La práctica de necropsias de cuerpos putrefactos


es todo un reto. Muchas investigaciones terminan
inconclusas al ser imposible determinar con certeza
la causa de la muerte. El examen de esos cuerpos
debería hacerse en salas específicamente destinadas
para tal efecto; sin embargo, en nuestra morgue
judicial no disponemos de tales lujos y cada vez que
practicamos la necropsia de un cadáver podrido, se
enteran todos los vecinos.

El penetrante olor de los cuerpos putrefactos, es


combatido inicialmente con algún ungüento con olor
a menta, luego con incienso en la sala y perfume en
la ropa; sin embargo, como es conocido, el olfato se
agota, el tiempo de exposición aumenta y el olor queda
impregnado en el cabello, en la ropa de trabajo, en la
piel del examinador y no nos damos cuenta del olor
que emanamos.
-194-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Un mediodía, había terminado de examinar


el cuerpo putrefacto de una víctima de
femicidio. Por tratarse de un caso mediático, el
procedimiento fue muy laborioso y duró varias
horas. Al terminar, ya en horas de la tarde,
debía asistir a una reunión administrativa.
Como mi vehículo estaba en reparación, decidí
ir a la entrada de la morgue y llamar un taxi.
Llegó, subí, el conductor me pidió la dirección
y hacia allá se dirigió. A los pocos minutos,
apagó el aire acondicionado del coche, abrió
las ventanas y me dijo: qué raro, cómo no me di
cuenta del mal olor, debe ser que hay un ratón
muerto en el maletero…

Igualmente recuerdo la jocosa picardía de un


colega tico (de Costa Rica) quien decía que
el trabajar con cadáveres putrefactos no era
nada agradable pero que tiene una ventaja,
uno puede llegar bañado y perfumado a la casa
y si la pareja pregunta por qué, la respuesta
forense es: lo que pasa es que hoy me tocó un
putrefacto…

Ocasionalmente, la putrefacción es alterada por


fenómenos naturales, dependientes de factores
ambientales, que conservan parcialmente los tejidos
corporales. La momificación es uno de ellos; se trata
de un fenómeno natural de conservación del cadáver
(no es la técnica de conservación de difuntos),
depende principalmente del grado de humedad
ambiental (aparece en ambiente seco).

-195-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Puede ser localizado o generalizado; la forma


generalizada ocurre cuando el cuerpo se deshidrata
masiva y rápidamente; la piel toma un aspecto de
cuero, color café amarillento o negruzco, y las vísceras
se reducen a masas amorfas de tejido pútrido.

La adipocera es una variante de la putrefacción en la


cual, la grasa del cuerpo se transforma químicamente
en jabones insolubles que hace que el tejido adiposo
del cadáver tome un aspecto ceroso gris amarillento,
de consistencia jabonosa (proceso conocido como
saponificación) con preservación de los tejidos y,
parcialmente, de la forma corporal. Los cambios
de adipocera dependen del sitio en el que quedó el
cuerpo (con más frecuencia en el agua o en lugares de
alta humedad). Pueden desarrollarse, en clima tropical,
en pocas semanas y conservar el cuerpo por años,
dando origen a interpretaciones sobre naturales del
fenómeno.

A PROPÓSITO DE SAPONIFICACIÓN

Una mañana me encontraba en la oficina


revisando unos documentos. Entró mi
secretaria y me comunicó que debía sumarme
al equipo de investigación del MP porque había,
según el secretario de la Fiscalía Auxiliar, un
extraño e inusual caso sospechoso en camino
a Cerro Azul (zona montañosa cercana a la
capital).

Por aquellos días, a diferencia de ahora, los


médicos forenses debíamos acudir al lugar por
medios propios, con los detectives de la difunta
-196-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

PTJ o junto a los funcionarios del Ministerio


Público. Pasaron a recogerme en un vehículo
del MP, ya en camino le pregunté a un novato
funcionario, en qué consistía lo extraordinario
del caso. En pocas palabras me dijo que
dentro de una casa apartada se encontró el
cadáver de un campesino que parece había
fallecido hacia algún tiempo y que presentaba
saponificación. Me pareció muy interesante
porque el área de Cerro Azul, próxima a la
capital, es una zona de clima subtropical en
donde no hay reservas de agua o lagos, ni
había escuchado de casos similares en las
vecindades.

Llegamos a una humilde vivienda de madera.


Según la historia dada por los vecinos, se
trataba de un ciudadano que vivía solo, en
un sitio apartado, y que la última vez que lo
vieron había sido unos tres días antes, primera
información incongruente con lo dicho por el
funcionario.

Desde afuera el penetrante y desagradable


olor indicaba la presencia de un
cuerpo putrefacto. Empujaron la puerta y
efectivamente, en el piso observé un cuerpo
hinchado, deforme, maloliente y cubierto de
gusanos blancos que se movían en oleadas,
segunda contradicción con la información
recibida.

-197-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Picado por la curiosidad le pregunté al novel


agente de instrucción: “Licenciado, no entiendo,
en base a ¿qué criterio le dijeron que se trataba
de un caso de “saponificación?”, su respuesta
queda para los anales de los fenómenos
cadavéricos… “Es que estaba tan hinchado que
parecía un sapo”.

¿QUÉ MÁS LE PUEDE PASAR AL CADÁVER A LA


INTEMPERIE?

El cadáver expuesto al aire libre o inmerso en el agua


puede ser atacado por los animales. Las moscas llegan
minutos después de ocurrida la muerte y depositan
sus huevos alrededor de los orificios naturales y de los
ojos; también llegan las hormigas, las cucarachas y
los escarabajos. La actividad sucesiva de los insectos
se utiliza para estimar el tiempo transcurrido desde el
momento de la muerte. (Entomología Forense)

La actividad destructiva de los animales es frecuente;


el cuerpo también puede ser atacado por roedores
(ratones), animales domésticos (perros) o aves de
rapiña (gallotes). En el agua los peces y los cangrejos
muerden el cuerpo, especialmente en las partes
blandas del rostro; también los lagartos y los tiburones
pueden causar extensas zonas de pérdida de partes
corporales. Los bordes de las lesiones suelen ser
irregulares y en huesos y/o cartílagos se pueden
encontrar marcas de los dientes de los animales. En
ambas situaciones, las lesiones no presentan “reacción
vital” y pueden ser consideradas equivocadamente
como mutilaciones causadas antes de la muerte.
-198-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

El desconocimiento de estos fenómenos ha dado


lugar a noticias de periódicos de crónica roja, con
titulares como el siguiente: “Le cortan lengua, orejas,
labios y pene a un sujeto. También le sacaron los
ojos”. En el texto de la noticia se afirmaba que el
sujeto fue castrado vivo por sujetos desconocidos,
que le aplicaron otras torturas hasta causarle la
muerte, tomando en cuenta la opinión del entonces
jefe de medicatura forense, quien adelantó que: “hay
fuertes indicios para presumir que el desconocido
fue víctima de las torturas ya mencionadas mientras
estaba con vida…” En este hecho, el examen macro
y microscópico de las lesiones fue concluyente
por mutilación post–mórtem debido a la acción de
animales.

¿CUÁNTO HACE QUE MURIÓ ESTA PERSONA?

En Panamá, ante el informe de la ocurrencia de un


caso de muerte violenta o sospechosa se presentan
al lugar del hallazgo funcionarios del Ministerio Público
y del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses
(peritos médicos y de Criminalística), para la práctica
de la diligencia de levantamiento del cadáver. En ese
momento y lugar, lo primero que constatan es que el
deceso efectivamente ha ocurrido (obvio en la mayoría
de los casos); luego, se determina la posible causa de
muerte y se realiza una estimación de cuándo ocurrió
el deceso.

Es de gran utilidad, para los organismos de


investigación criminal, establecer el momento en que
probablemente se consumó un delito de homicidio.
-199-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Las circunstancias relacionadas al momento de la


muerte pueden disminuir al máximo el círculo de las
dudas, facilitando un intervalo operativo que ayuda a
identificar al probable infractor. En las mentadas series
de televisión, el asunto es de lo más sencillo; llega
el forense a la escena, hace que le toma el pulso al
muerto y dice. “Murió ayer a las 08 y 35 de la mañana”.
La realidad es completamente distinta.

El médico forense realiza el diagnóstico del momento


de la muerte – en el lugar del hecho - tomando
en cuenta: los fenómenos cadavéricos, el aspecto
morfológico de las lesiones traumáticas y las
características del medio ambiente (temperatura,
humedad, etc.). Puede tratarse de una escena abierta
en un bosque, una playa, un parque, etc.; cerrada:
dentro de una habitación o un vehículo; en medio
acuoso: río, mar, piscina, etc.

Actualmente no existe una fórmula mágica para


establecer cuándo murió una persona; el médico
forense brinda estimaciones en intervalos de tiempo en
función de los diferentes factores propios del cadáver y
del entorno.

La entomología forense contribuye a establecer ese


intervalo temporal. Una vez conocidos los cambios que
pueden ocurrir en el cadáver después de la muerte,
se puede estimar el tiempo transcurrido desde el
momento del deceso hasta en el que se examina el
cadáver. Cabe aclarar que esta determinación es muy
aproximada; la única observación de certeza absoluta
sobre ese intervalo, es el hecho de que, una persona
-200-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

falleció en el período comprendido entre el momento


cuando fue visto por última vez y el momento del
hallazgo del cadáver.

Así mismo, es necesario aclarar que, el momento


de la muerte no necesariamente corresponde al
momento del hecho en que ocurrieron las lesiones
mortales, ya que pueden pasar varios minutos desde
que una persona es herida hasta cuando pierde el
conocimiento y fallece (Movimientos Terminales).
En este intervalo, salvo cuando ha recibido lesiones
gravísimas, con pérdida inmediata del conocimiento,
una persona es capaz de hablar, caminar, defenderse
de un ataque, etc.

3. ¿ESCENA DEL CRIMEN O LUGAR DEL


HECHO?
Lugar del hecho, definitivamente; no toda muerte
violenta, sospechosa o repleta de sangre es
necesariamente criminal, sirva de ejemplo el siguiente
caso:
Desde uno de los vecindarios del otro lado del
puente de Las Américas (que pasa sobre la
entrada del Pacífico del Canal de Panamá),
todas las mañanas, viajaban a la capital en
el vehículo familiar, un ciudadano, su cuñada
y los niños. El ciudadano dejaba a los niños
en la escuela y después se dirigían hacia la
vía Transístmica, donde se ubican los sitios
de ocasión, a divertirse antes de llegar a sus
trabajos.
-201-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Esa mañana, todavía temprano y sin mucho


tráfico, habían llegado cerca del lugar y
cuando estaban entrando al sitio el hombre
se sintió mal, se quejó de dolor en el pecho
y dificultad respiratoria; se bajó, se sentó en
la parte posterior del vehículo y empezó a
toser intensamente. En uno de los accesos
de tos, expulsó moco sanguinolento y luego
francamente sufre una hemorragia masiva.
La cuñada, muy asustada, salió del vehículo
y por razones obvias abandonó el lugar.
Minutos más tarde, un pasante curioso notó
el vehículo estacionado, con las puertas
abiertas y se acercó a merodear. Lo que vio no
podía ser más alarmante, un hombre estaba
recostado en el asiento posterior del carro,
con el rostro y las ropas ensangrentadas;
también había sangre a su alrededor. Ante
semejante hallazgo, llamó a la Policía; llegaron
las autoridades, se acordonó el sitio y se
procedió con la diligencia de levantamiento del
cadáver.
Acudí a la diligencia y al examinar el cuerpo
no encontré heridas que justificaran la masiva
pérdida sanguínea y diferí la revisión completa
para el examen del cuerpo en la morgue.
Ya en la mesa de autopsias, encontré que
se trataba de un varón adulto, de más de 50
años de edad, moderadamente obeso, que
presentaba el rostro, cuello anterior y parte
del pecho y piernas cubiertos de sangre.

-202-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Luego de limpiar y revisar minuciosamente el


cuerpo no encontré ninguna lesión por arma
blanca o de fuego, tampoco heridas de trauma
contundente.
Pasé al examen interno, y al abrir la cavidad
torácica, encontré que las vías respiratorias
estaban inundadas de sangre, proveniente
de la ruptura de un aneurisma (dilatación
anormal de la pared de un vaso sanguíneo)
de la arteria aorta (la mayor arteria del cuerpo,
sale del corazón), que había erosionado la
vecina pared de la tráquea causando el masivo
paso de la sangre de la arteria hacia las vías
respiratorias. En conclusión, era un caso
de muerte natural - no un homicidio – pese
a lo sangriento de las circunstancias -; sin
embargo, al siguiente día, uno de los tabloides
locales publicó el siguiente titular: “Chino
ejecutado en la entrada de un push – bottom
(motel de ocasión)”
Mis primeras reflexiones sobre el lugar del hecho
fueron más filosóficas que científicas. No me pareció
un sitio tenebroso y peligroso, sino más bien un
paraje caótico y maloliente donde quedaban rastros
del paso de la muerte. Un lugar testigo de una
tragedia humana, de crueldad, dolor, sufrimiento;
de gritos y llantos, en el que se respira un aire
de perversidad, maldad y se siente la presencia
del espíritu de Caín y sus descendientes.
Acostumbrarse a ese ambiente no es fácil; sin
embargo, cuando se encienden las luces de la

-203-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

curiosidad científica el sitio cambia, se ilumina y toma


el aspecto de un laboratorio.
La mayoría de las veces el lugar del hecho es una
muestra obvia de que ahí ocurrió una muerte violenta;
por ejemplo, dentro de un apartamento la puerta ha
sido forzada, los objetos están rotos y desordenados,
hay un cuerpo ensangrentado en el piso, muchos
patrones de manchas de sangre, casquillos de balas,
etc. Pero, aún en los casos de evidente violencia,
los hechos pueden darse de la manera más bizarra,
como en el siguiente ejemplo.
En horas de la madrugada el tráfico
es esporádico en el Corredor Norte de la
capital (vía rápida). Ya con la luz del día,
un conductor hace un tétrico hallazgo: una
pierna humana (derecha) en medio de la vía.
Notifica a la policía, llega el MP, se procede
a la búsqueda en la zona vecina pero no se
encuentran otras partes u objetos relacionados
al descubrimiento. La pierna fue trasladada a
la morgue judicial.
Al día siguiente, un peatón observa desde
lo alto de un puente lo que parece ser un
cuerpo humano envuelto en plástico. Acuden
las autoridades y efectivamente, se trata del
cuerpo de un individuo joven completamente
envuelto en plástico transparente. Se levanta
el cuerpo y se envía a la morgue judicial.
Al abrir el paquete, constatamos que era el
cuerpo de un joven adulto, vestido solamente
con un calzoncillo, con la cabeza cubierta con
-204-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

cinta adhesiva, impactos de proyectiles de


arma de fuego y ¡oh, sorpresa! le faltaba la
pierna derecha…
Buscamos la pierna encontrada la víspera y
efectivamente coincidía, era la pierna que le
faltaba.
Al avanzar las investigaciones se localizó a
un individuo que era dueño de un vehículo
con el parabrisas destrozado. Al ser indagado,
confesó que él no lo mató y explicó que él
conducía su vehículo a considerable velocidad
y que de repente apareció el sujeto por un
costado de la vía y lo impactó con el lado
frontal derecho del vehículo; el atropellado
cayó violentamente sobre el parabrisas y
quedó muerto sobre el asiento de al lado
(producto del atropello, una de sus piernas se
fracturó y separó del resto del cuerpo).
Minutos antes del atropello, al sujeto (en
calzoncillos) le habían cubierto la cabeza con
cinta adhesiva y luego disparado en la cabeza.
Cayó al suelo y sus verdugos se fueron,
pensando que había muerto; sin embargo, el
individuo recuperó el conocimiento (la bala
pasó tangencialmente al cráneo), se levantó
y caminó (con los ojos cubiertos) hacia la
carretera.
Continuó el conductor su versión y afirmó
que, producto del pánico, pensó que nadie
le creería lo que pasó, siguió hasta su casa,
bajó el cadáver, lo envolvió en plástico; volvió
-205-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

al vehículo, subió el paquete al maletero y se


deshizo de él tirándolo de arriba de un puente.
Como dato curioso, los indicios encontrados
dentro y fuera del vehículo eran compatibles
con esa versión.
En otras ocasiones, si los signos son sutiles o se
ha alterado la escena, la situación es mucho más
complicada.
Una joven profesional regresó a su
apartamento luego de socializar un viernes
en la noche. A la tarde del día siguiente, un
vecino observa que la puerta del apartamento
estaba abierta. Preocupado por la vecina entra
al lugar y la encuentra dentro del dormitorio,
sobre la cama, que estaba ordenada, vestida
con su pijama y cubierta con una frazada.
Estaba muerta.
Notifican a la Fiscalía Auxiliar y acuden los
funcionarios del MP sin el médico forense, se
levanta el cuerpo y es trasladado a la morgue
judicial con la única información de que se
trataba de un caso de muerte natural.
En la necropsia solamente llamaba la atención
una discreta cianosis (coloración azulada de
las uñas, piel o mucosas), no se encontraron
lesiones traumáticas que justificaran el deceso,
ni tampoco signos de ataque sexual y lo
único relevante fueron los signos de una falla
cardíaca aguda, atribuida a una patología del
corazón.

-206-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Posteriormente, en la investigación se descubre


que el guardia de seguridad del edificio había
retirado dinero de un cajero automático con
la tarjeta de la fallecida. El sujeto es detenido
y confiesa que esa noche, luego que la joven
ingresó a su apartamento, la mata por asfixia, la
viste y acomoda sobre la cama.
En casos como el presentado, siempre me quedó
la duda: ¿Cuándo sospechar que ha ocurrido un
homicidio con mínimos signos de violencia? ¿Qué es
un signo de algo sospechoso? Peor aún, qué hacer
cuando intervienen otros factores en la actuación
pericial, como en el siguiente ejemplo:
Una colega, médico forense, es llamada a
que se presente en un apartamento, ubicado
en un edificio de un barrio exclusivo de la
capital, para la práctica de una Diligencia de
Levantamiento de Cadáver.
Al llegar, constata que el cuerpo ha sido
colocado sobre la cama del dormitorio. En
el lugar estaban presentes varias personas,
uno de los familiares le informa que el joven
fallecido padecía de problemas mentales y
que tenía antecedentes de intentos de suicidio.
Para lograr el objetivo de terminar con su vida,
el joven, supuestamente utilizó un objeto que
causó una compresión mecánica del cuello.
Tal objeto había sido retirado del cuerpo. La
colega solicitó mayor información sobre el caso
y lo que obtuvo fueron respuestas hostiles y
trato grosero y despectivo.
-207-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

El cuerpo fue trasladado a la morgue y, dados


los contactos e influencias de la poderosa
familia, la autopsia debió realizarse un
domingo en la mañana (en la capital no se
practican necropsias ese día). La colega que
realizó el examen me llamó para consultarme
porque el caso era totalmente inusual.
Alrededor del cuello no tenía uno sino dos
surcos de compresión horizontales. Un surco
de compresión horizontal es compatible con
estrangulación con lazo, siendo la etiología
homicida más frecuente, son escasos los
informes de suicidio por auto compresión del
cuello. Es de imaginar el susto de la colega al
encontrarse con semejante hallazgo.
Lamentablemente, debido a los errores y
contaminación de la escena no fue posible dar
una opinión respecto a la manera de la muerte
(suicidio versus homicidio). Años de práctica
forense me han llevado a la conclusión de que
no existen protocolos o guías de referencia
que nos ayuden u orienten en circunstancias
complejas. Tampoco se puede negar la
realidad social y política del medio en que
trabajamos, pero es intolerable que por sus
particulares razones los “cocotudos” falten el
respeto a los funcionarios, y lo que es peor,
interfieran negativamente, quién sabe si de
manera intencional, en las investigaciones.
En una escena, algunos signos parecen obvios; por
ejemplo, un envase vacío de un pesticida junto al

-208-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

cuerpo de un agricultor; sin embargo, hay otros de


signos sutiles, difíciles de reconocer. Si el cuerpo
se encuentra es una posición inusual o llamativa, y
presenta, por ejemplo, una equimosis en el cuello
o una herida no explicable en la cabeza, el caso
amerita análisis cuidadosos y explicaciones lógicas.
Quizás los casos más sorprendentes son aquellos
de muerte súbita, cuando individuos jóvenes, sin
enfermedades conocidas, fallecen de manera
inesperada.
En Panamá, por lo general, el lugar del hecho está
lleno de curiosos y medios de comunicación, cercado
con la cinta amarilla por los policías, a quienes les
cabe la responsabilidad de la custodia y preservación
del sitio.
Ahí llega el equipo de investigación, conformado por
los funcionarios del Ministerio Público, el personal de
Criminalística y, algunas veces, el médico forense.
En la actualidad, debidamente vestidos y equipados,
los peritos fotógrafos fijan el lugar hasta el sitio en
el que se encuentra el cadáver. Los de Planimetría
realizan planos, diagramas y registran los objetos
o puntos de interés, evitando alterar su condición
original. Cuando va el médico forense, a él le
corresponde examinar el cuerpo, para establecer si
efectivamente está muerto (obvio la mayoría de las
veces), y emitir una opinión sobre el intervalo post–
mórtem y sobre la probable causa de la muerte.
A continuación, los peritos de Criminalística de campo
recogen los indicios y/o evidencias, los embalan,
etiquetan y sellan, evitando la contaminación o
-209-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

deterioro de los mismos. Todo debe ser


debidamente fijado y registrado de acuerdo a lo
establecido en el Manual de Cadena de Custodia,
donde se detallan los procedimientos que los
peritos deben seguir para garantizar la continuidad y
originalidad de los indicios y/o evidencias. Cualquier
error cometido en el lugar del hecho afectará el
resto de la investigación; por lo tanto, debe estar
absolutamente claro dónde, cuándo, cómo se
recogió esa evidencia y quién lo hizo. La evidencia
debe ser debidamente embalada y etiquetada de tal
manera que no exista ninguna duda de su origen y
contenido.
La Cadena de Custodia se mantiene siguiendo un
registro de firmas en un formulario de continuidad,
cada vez que la evidencia pasa de una a otra
persona. Este procedimiento garantiza que la
misma evidencia que se presentará ante el juez en
la audiencia sea la que se recolectó en el lugar del
hecho.
El cadáver debe ser considerado como la principal
evidencia – el cuerpo del delito -, embalado y
rotulado como tal. Pero esta tarea no es simple ni
fácil. Mover, levantar y transportar un cuerpo de
más de 200 libras requiere de ayuda física; si a esas
características le agregamos que el cuerpo despide
un olor nauseabundo y tiene gusanos, son pocos los
voluntarios para tal tarea; definitivamente, debería
pagarse un sobre sueldo por este riesgo adicional.

-210-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

4. ¿QUÉ ES Y POR QUÉ SE PRACTICA UNA


NECROPSIA FORENSE?
La necropsia forense es una experticia pericial
científica practicada en un cadáver, por orden de
una autoridad competente, mediante técnicas y
procedimientos de Anatomía Patológica. Forma parte
de los elementos de investigación y probatorios que
se aportan en un proceso judicial penal, que averigua
las causas y circunstancias de la muerte de una
persona.
Como tal, debe cumplir una serie de requisitos
administrativos, técnicos y legales a fin de que
cumpla con sus objetivos.
Los principales objetivos de la práctica de una
necropsia son: documentar la identidad del fallecido,
establecer la causa de la muerte, identificar o excluir
concausas que hayan contribuido al deceso. También
se practica para recolectar, documentar y preservar
todas las muestras necesarias para la investigación
y contribuir al establecimiento de la manera de la
muerte (homicidio, suicidio, accidente, natural o
indeterminada).
En Panamá, cuando se investiga un caso de muerte
violenta o sospechosa, le corresponde al perito
médico forense practicar la necropsia, certificar la
muerte y documentar e interpretar los hallazgos de la
misma.
Independientemente de las circunstancias, nunca
debería practicarse una necropsia forense sin la
máxima cantidad de información disponible sobre

-211-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

las circunstancias del hallazgo del cadáver, el lugar


del hecho, los eventos terminales y los antecedentes
de la víctima. En los textos de la especialidad, la
frase: “la necropsia es un procedimiento pericial
de laboratorio, que comienza en la escena y cuyo
resultado debe ser interpretado a la luz de los
antecedentes del caso”, es un axioma básico.
Visto desde otra perspectiva, el conocimiento del
lugar del hecho, de los eventos terminales y de
los antecedentes médicos y sociales del fallecido,
ayudan a la formulación de la hipótesis de trabajo y
determinan el método de abordaje de la necropsia.
En cada caso en particular, las circunstancias de la
muerte apuntan hacia lo que se debe documentar,
medir y probar.
Este es el modo forense de pensar; distinto del
enfoque “clínico” de los patólogos no forenses. El
médico forense orienta la necropsia pensando en
contestar las preguntas de la autoridad judicial y
considerando que la necropsia tiene un doble valor:
confirmatorio y probatorio.
Básicamente, las preguntas que debe responder el
perito médico al concluir la necropsia son: quién,
cómo, cuándo, dónde y por qué. Quién es el difunto
(identidad del cuerpo del delito), cómo falleció
(trauma, enfermedad o condición patológica),
cuándo murió (tiempo de muerte), dónde (sitio del
evento o del deceso) y por qué (análisis psiquiátrico,
psicológico y criminológico del caso).
Las necropsias forenses se practican en los
siguientes casos: muertes violentas: accidentes,
-212-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

suicidios, homicidios. Sospechosas: aquéllas que


pueden resultar de la comisión de actos violentos.
Súbitas y repentinas. Sin certificación médica del
médico tratante y de personas detenidas o en
custodia.
En Panamá no existe una norma específica sobre
la práctica de esta prueba pericial; las necropsias
forenses son obligatorias, no requieren del
consentimiento de los familiares, y se realizan
a solicitud de los funcionarios de instrucción del
Ministerio Público quienes, luego de practicada la
diligencia de levantamiento del cadáver, envían
el oficio petitorio al Instituto de Medicina Legal y
Ciencias Forenses.
LA IDENTIFICACIÓN DE UN CADÁVER
La identificación positiva de un cadáver es una
prueba científica imprescindible en la investigación
judicial. El establecimiento de la identidad de un
cuerpo es requisito fundamental para la certificación
de la muerte y los trámites de inhumación (entierro).
Así mismo, la certificación de identidad plena conlleva
a la filiación de los culpables de la muerte, su
penalización y la obtención de la defensa, protección
y reparación de las víctimas. Igualmente, es
obligatoria en trámites del ámbito civil; tales como, los
pagos por seguros o la ejecución de testamentos.
En el ámbito penal, la identificación es el
reconocimiento del cuerpo del delito de víctimas
de muerte violenta o sospechosa. La identificación
positiva es una de las responsabilidades del médico
que va a practicar la necropsia. En la mayoría de
-213-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

casos examinados en las morgues judiciales, el


cuerpo ha sido previamente identificado por las
autoridades o los familiares; sin embargo, deben
quedar en archivo fotografías, huellas dactilares
y muestras para ADN a fin de salvar y deslindar
responsabilidades posteriores, en caso de duda.
La identificación es particularmente importante en
cadáveres de personas sin identidad, casos de
secuestro y homicidio; desastres en masa, cuerpos
descompuestos, mutilados, restos óseos. En estos
casos la identificación se hace mediante un proceso
de comparación de datos ante y post-mórtem.
Actualmente se acepta, a nivel internacional, que
el objetivo de la identificación positiva del cadáver
de una persona desconocida se logra cuando
se conforma un equipo de expertos en el que
deben participar peritos en Lofoscopía (huellas
dactilares), Odontología Forense, Patología Forense,
Antropología Forense y Genética Forense, quienes
deben aportar los elementos científicos necesarios
para el establecimiento de la identidad.
Si comparamos las cifras de cuerpos no identificados
en las morgues judiciales de Panamá, los números
no son tan elevados como sucede en algunos países
de Centro América y México. Me comentaban colegas
del Instituto de Ciencias Forenses (INCIFO) de la
capital mexicana, qué en el año 2014, solamente en
el Distrito Federal, se registraron casi mil cuerpos sin
identificar.
Cuando se encuentra un cuerpo no identificado,
las tareas para lograr el objetivo de saber a quién
-214-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

pertenecen esos restos corresponden un equipo de


especialistas forenses que deben trabajar de manera
coordinada y organizada.
Todo parte del principio de individualidad que
establece que dos objetos, personas, dentaduras,
registros dactilares o ADN, no pueden ser idénticos
y en ciencias forenses se aplican varias técnicas
para demostrarlo. Estas técnicas están en constante
revisión y desarrollo con el propósito de aumentar su
efectividad.
En aquellos casos de situaciones de desastre o
desaparición de personas, la importancia de una
correcta identificación va desde la necesidad de
brindar información a los familiares de las víctimas
sobre la certeza de su fallecimiento, hasta la
responsabilidad social y humanitaria de conocer la
verdad de las circunstancias en las que se produjo el
deceso.
LA CAUSA Y LA MANERA DE LA MUERTE
La causa de la muerte se define como la enfermedad,
condición patológica, trauma o la combinación de los
tres, que tienen como desenlace el fallecimiento de
una persona.
En muchos casos forenses, debido al intervalo que
transcurre desde el momento de la aparición de
las manifestaciones relacionadas a la causa de la
muerte, y el momento mismo del deceso, se hace
necesario conocer y diferenciar claramente los
conceptos de causa inmediata y causa próxima de la
muerte.

-215-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

La causa de la muerte es única (inmediata


y fundamental) cuando la lesión o enfermedad
producen la muerte de manera inmediata sin
secuelas o complicaciones; por ejemplo, un disparo
de escopeta con el cañón en la boca.
La causa de la muerte se registra en el certificado
de defunción; este documento oficial debe ser
completado de acuerdo a las directrices consignadas
en el: “Manual para la correcta Certificación Médica
de las Causas de Muerte”, elaborado por la sección
de Estadísticas Vitales de la Contraloría General de
la República de Panamá. También es recomendable
que, para completar el certificado, se utilicen
los modelos de diagnósticos de la Clasificación
Internacional de Enfermedades (CIE-10) de la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
El certificado de defunción es un documento oficial
que, además, de utilizarse como un requisito
administrativo y judicial se emplea con fines
estadísticos y de salud. En él se incluyen varios datos
generales sobre el difunto y las circunstancias de su
deceso, siendo la parte medular la anotación de la
causa de la muerte.
En cambio, la manera de la muerte es un concepto
judicial y administrativo cuya determinación no es
competencia del médico forense. El establecimiento
de la manera de la muerte (natural, accidental,
homicidio, suicidio, indeterminada, no clasificable)
es el resultado de la evaluación completa e integral,
de un caso en particular. Esta evaluación se hace
tomando en consideración toda la información
-216-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

disponible; incluyendo: los datos del lugar del


hecho, los antecedentes médicos y sociales del
difunto, los resultados de la necropsia, los informes
de los análisis complementarios, los testimonios,
declaraciones y demás diligencias y elementos
probatorios aportados al expediente judicial.
En Panamá, corresponde a los funcionarios de
instrucción del Ministerio Público determinar la
manera de la muerte. Si durante el proceso judicial,
se obtienen datos o pruebas adicionales, la manera
de la muerte puede cambiar.
Al terminar la necropsia, el médico forense
puede establecer la causa y solamente sugerir el
mecanismo y la manera de la muerte (etiología
médico legal).
PROCEDIMIENTOS Y TÉCNICAS DE NECROPSIA
El siguiente es un breve resumen de cómo
se procede cuando se practica una necropsia
forense. Antes, debo precisar que hay dos tipos de
necropsia: forense y clínica. La necropsia forense
no requiere del consentimiento de los familiares
y se practica para aportar pruebas científicas
a la investigación de los casos de muerte ya
mencionados. En cambio, la necropsia clínica,
requiere de la autorización de los familiares y
se realiza solamente con fines docentes y de
investigación médica. En las necropsias forenses
es fundamental que todos los procedimientos se
realicen siguiendo los parámetros del sistema de
Cadena de Custodia.

-217-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Una vez recibida la orden de la autoridad competente,


desde el depósito de cadáveres, el cuerpo, vestido
tal como fue levantado, pasa a la sala de disecciones
de la morgue judicial. Se verifican los datos de
identificación; se registra la estatura y el peso. El
cadáver es fotografiado tal como se recibe, con el
respectivo número de necropsia.
En los casos de investigación criminal, antes de
continuar con los procedimientos, primero se recogen
las “evidencia traza” (partículas, fibras, pelos,
fragmentos, etc.) de las prendas de vestir y de la
superficie corporal.
A continuación, se desviste el cuerpo, se revisa y
describen las prendas de vestir; especialmente y
con detalle en los casos traumáticos y sospechosos
de alguna forma de trauma o violencia; se limpian
y se toman fotografías con fines de identificación.
Cuando es necesario, se toman las muestras para
estudios de laboratorio; por ejemplo, en casos de
sospecha de asalto sexual, incluyendo las muestras
de control para posterior cotejo. Sigue el examen
del cuerpo por fuera (examen externo) y por dentro
(examen interno) y la toma de muestras para estudios
complementarios (toxicología, histopatología,
microbiología, etc.). Estos análisis tienen como
objetivos: establecer o confirmar una causa de
muerte, identificar factores que hayan contribuido al
deceso y excluir otros elementos relacionados con la
investigación.
La necropsia forense, particularmente cuando la
causa de la muerte es traumática, debe ser orientada
-218-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

y dirigida de tal manera que el médico forense


responda futuras preguntas de los investigadores y
jueces; muchas de las interrogantes pueden y deben
ser anticipadas durante la práctica de la necropsia.
Debido a que las necropsias se practican por orden
de una autoridad competente, son de interés público
y no se sujetan a las normas de confidencialidad de
los informes hospitalarios. Por lo tanto, el resultado
del peritaje (protocolo de necropsia) puede ser de
conocimiento de abogados, familiares, compañías de
seguros y hasta de los medios de comunicación; por
tal razón, debe ser un reflejo del profesionalismo y
objetividad del médico forense.

-219-
CUARTA PARTE

CASOS FORENSES

1. L O S M U E R T O S D E L A I N VA S I Ó N
NORTEAMERICANA
Diciembre es un mes muy especial en Panamá.
A diferencia de otros países de la región, el día 8
celebramos el Día de las Madres, en homenaje a
la Inmaculada Concepción. A partir de esa fecha
comienzan las celebraciones de fin de año y
todo gira alrededor de la Navidad. Para el 15 el
ambiente navideño está por doquier y comienzan los
preparativos: el arbolito, el nacimiento, el pavo o el
jamón, el arroz con pollo, el ron-ponche, los tamales,
los regalos, etc.
La Navidad de 1989 era diferente; los incidentes
ocurridos entre militares y el caldeado ambiente
político nos tenían a todos en vilo. Viene el lobo, viene
el lobo…
La noche del martes, 19 de diciembre de 1989 me
encontraba en el Servicio de Patología del Hospital
Santo Tomás, para entonces era médico residente
de tercer año de Patología, aún no tenía preparación
o conocimientos forenses y acudí al llamado de las
autoridades del Hospital. No era la primera vez que
nos convocaban a todos los médicos, pensé que era
otro ensayo de intervención en crisis por la delicada
situación política que vivía Panamá.
Poco antes de la medianoche, estábamos todos
muy intranquilos y pendientes de las noticias, en
-221-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

las solitarias calles había un silencio de angustiosa


espera. La tan anunciada invasión norteamericana
estaba a punto de comenzar.
De repente comenzaron a retumbar las explosiones
hacia el área de Ancón; múltiples instalaciones civiles
y militares estaban siendo bombardeadas. Desde
el hospital vimos cómo la noche se iluminó con el
resplandor de los fogonazos. Era el inicio de lo que los
invasores llamaron “Causa Justa”. El miedo nos llegó a
todos, confiábamos en que estábamos seguros en el
hospital; pero, ¿y nuestras familias?
Minutos después de la medianoche comenzaron a
llegar al hospital decenas de personas; la mayoría eran
habitantes del Chorrillo y áreas aledañas (sectores
populares de la capital): temerosas mujeres en
camisón, chancletas y rollos en la cabeza; niños
somnolientos, llorando, asustados; ancianos asistidos
por sus familiares, llegaban tal como les había
sorprendido la guerra.
Después llegaron vehículos con heridos, la mayoría
con lesiones por proyectiles de arma de fuego, el
Cuarto de Urgencias se volvió un pandemónium. Los
médicos del área trataban de poner orden en ese
caos. Así transcurrió la noche, amaneció y siguió igual
todo el día 20.
En la ciudad seguían los combates, la anarquía,
la inseguridad, los saqueos, el país colapsaba.
Obviamente, no podía salir del hospital y fui testigo de
parte de lo que se vivió en la morgue, testimonio que
paso a compartir…

-222-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Para entender cómo fue el manejo de los cadáveres


durante y después de la invasión norteamericana, es
importante saber cuál era la situación de la Medicina
Forense panameña a finales de 1989.
El Instituto de Medicina Legal era parte del Ministerio
Público. No existía una morgue judicial y los cadáveres
de los casos médico legales eran trasladados a la
morgue del Hospital Santo Tomás. A esa morgue
debían acudir los funcionarios de instrucción del
Ministerio Público, para realizar la diligencia de
levantamiento de cadáveres, y los médicos forenses a
practicar las necropsias.
La morgue del Santo Tomás era una maloliente,
vetusta, oscura e insalubre instalación, ubicada a un
costado del hospital, en la parte posterior del Servicio
de Patología. La entrada principal estaba situada frente
al antiguo Hospital Oncológico Nacional; tenía una
pequeña recepción y el área destinada para el trabajo
forense estaba al final de un estrecho pasillo, era
una sala de necropsias con tres mesas y un depósito
de cadáveres, en el que cabían, cuando mucho 10
cuerpos.
Entré al lado forense de la morgue el día 21 de
diciembre; en el piso vi muchos cadáveres, la mayoría
con impactos de proyectiles de arma de fuego,
quemados o con extensas lesiones por estallamiento.
Estaban así por las evidentes limitaciones de espacio
en las gavetas refrigeradas; calculé que en ese
momento había alrededor de 100 cuerpos. Era obvio
que el lugar no tenía la capacidad física para albergar
más de esa cantidad de cadáveres, inclusive si se
-223-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

colocaban los cuerpos uno encima del otro. Es más,


a favor de esta observación menciono que, en un
comunicado de la Cruz Roja Panameña, publicado
el 21 de febrero de 1990, se decía que llevaron a la
morgue del Santo Tomás un total de 129 cadáveres.
Es muy probable que todos los cuerpos ingresaron
como desconocidos y que, debido a la situación
de guerra en la que vivíamos, los familiares se
presentaron a la morgue para su reconocimiento días
más tarde.
Así mismo, es necesario considerar las circunstancias
en las que se desarrollaron las labores forenses. La
invasión provocó el colapso del aparato cívico militar
de la dictadura y de varias instituciones del estado,
incluyendo el Ministerio Público.
Todos los servidores públicos vivíamos la
incertidumbre de la crisis. Los funcionarios de
instrucción del MP, quienes inician las investigaciones
de muertes violentas, sus auxiliares (aquéllos
encargados de levantar y transportar los cadáveres),
al igual que los médicos forenses y el resto de la
población, estábamos más pendientes de nuestra
propia seguridad y la de nuestras familias.
Cuando el MP reinició labores, sus funcionarios
llegaron a la morgue del Hospital Santo Tomás para
practicar las diligencias de levantamiento de los
cadáveres.
El estado de los cuerpos era variable; algunos
presentaban rasgos faciales y podían ser reconocidos
por sus familiares, pero muchos estaban en estado de

-224-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

putrefacción – condición que dificulta la identificación


visual por la alteración de los rasgos faciales y la
deformación corporal acelerada por las múltiples
lesiones traumáticas –, o se trataba de restos
humanos carbonizados.
Los médicos forenses que acudieron a la morgue
solamente practicaron reconocimientos de los cuerpos
- examen visual externo, sin toma de muestras
ni aplicación de algún método científico para el
establecimiento de la identidad del fallecido -; luego,
los restos fueron apresuradamente trasladados al
Jardín de Paz (cementerio) para ser inhumados en
fosas comunes.
Es comprensible que, para esos días, el Instituto
de Medicina Legal no estaba en condiciones de
afrontar tamaña calamidad, que no había la capacidad
logística forense, ni los recursos humanos y científicos
básicos para el manejo adecuado de los cadáveres
- especialmente en lo concerniente a la identificación
– razón por la cual, no se siguieron los protocolos
y procedimientos recomendados por organismos
internacionales para este tipo de desastres. Finalizada
la Segunda Guerra Mundial se firmaron los convenios
de Ginebra, en ellos se estableció que son tareas
humanitarias: la identificación de los cuerpos, tanto
de civiles como de militares, su manejo digno y su
disposición transitoria o final.
No es sino hasta hace pocos años que en el Instituto
de Medicina Legal y Ciencias Forenses se realizaron
Jornadas sobre Derechos Humanos y Ciencias
Forenses y se capacitó a los médicos forenses
-225-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

en la aplicación de los Protocolos de Estambul


(Manual para la investigación y documentación de la
tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes) y Minessota (Manual de las Naciones
Unidas para la prevención e identificación eficaces de
las ejecuciones ilegales, arbitrarias y sumarias).
Además de los muertos ingresados en la morgue del
Hospital Santo Tomás, también se registraron otros
en Colón y en diferentes localidades. Posteriormente
se dieron a conocer testimonios de la existencia de
varias fosas comunes en El Chorrillo, Coco Solo y
Pacora, nunca supe si se hicieron las excavaciones.
Solamente acompañé, una vez, a miembros del
Equipo Antropológico Argentino a una exploración que
realizaron en el área de Pacora; el resultado fue nulo.
El único sitio del que hay constancia de fosas
comunes con muertos de la invasión es el Jardín
de Paz (cementerio), en ciudad de Panamá. Meses
después de la invasión, en ese lugar se realizaron
exhumaciones, en las que no participé.
Hasta el día de hoy no existe una cifra oficial sobre
el número de víctimas mortales de la invasión. El
autor Olmedo Beluche, en su publicación: “La verdad
sobre la Invasión” Quinta Edición. Editorial Manfer.
2004, menciona lo siguiente: “el listado oficial que
este Instituto (de Medicina Legal) proporciona, registra
225 muertos”; en el mismo trabajo se anota que la
Sra. Isabel Corro, presidenta de la Asociación de
Familiares de los Caídos el 20 de diciembre de 1989,
dijo: “Hemos realizado dos exhumaciones que se han
convertido en tres. Hicimos una el 28 de abril, otra el 5
-226-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de mayo y la última el 28 de julio (de 1990). Sacamos


de una fosa 27 cadáveres, en otra 96 y en la última 15.
Esto suma 138”.
A la luz de los conocimientos científico-forenses
actuales, y luego de revisar documentos que reposan
en los archivos del IMELCF, se puede afirmar que
existen serias dudas sobre la identidad de muchos de
los cuerpos inhumados por las siguientes razones:
La única forma de reconocimiento de los cadáveres
fue la visualización del cuerpo o de fotografías del
mismo, por parte de familiares. El reconocimiento
visual no es un método científico para certificar la
identidad de una persona – debido a la subjetividad
de la interpretación de quien identifica -. Si en un
cadáver fresco puede haber confusiones de identidad,
la posibilidad de error aumenta con los cambios de los
rasgos faciales ocasionados por traumas (muchos de
los cuerpos tenían golpes, estallamiento o impactos
de proyectiles de arma de fuego en la cabeza) o
descomposición (como ya se mencionó).
Entre los cadáveres identificados y entregados había
cuerpos o fragmentos corporales carbonizados (en el
barrio del Chorrillo ocurrió un gran incendio), algunos de
ellos fueron entregados con un certificado de defunción
con la siguiente causa de muerte: Carbonización.
Es importante conocer que la carbonización no es
una causa de muerte. Una persona puede fallecer por
diferentes causas naturales (infarto al miocardio) o
traumáticas (herida de proyectil de arma de fuego en la
cabeza), y luego su cuerpo quemarse; como sucede,
por ejemplo, en un incendio.
-227-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

La causa de la muerte es el evento letal previo a la


exposición a las altas temperaturas (generalmente
la inhalación de gases tóxicos producto de la
combustión). Por otra parte, un cuerpo carbonizado no
puede ser identificado a simple vista y peor aún asumir
que se trata de los restos de una persona y darle un
nombre. En estos casos se requiere de las experticias
de odontólogos y genetistas forenses.
En resumen, en el proceso de identificación de
las víctimas de la invasión norteamericana no se
aplicó ningún método científico (comparación de
huellas dactilares, examen odontológico o estudios de
genética forense). Tampoco se estableció un protocolo
único de abordaje de los casos, lo cual generó
confusión en las secuencias de numeración y errores
en la entrega de los restos; no hay ningún registro de
la Cadena de Custodia de los elementos examinados
o retirados.
El siguiente testimonio ilustra con claridad meridiana
las confusiones generadas esos días.
La señora ARPS rindió la siguiente declaración jurada
ante un fiscal del Ministerio Público:
“Señor fiscal, me he apersonado a este
despacho, toda vez que la semana pasada me
dirigí al Jardín de Paz, para ubicar la tumba de
mi hijo EP a quien le había correspondido en la
identificación de cadáver el número 012 y mi
sorpresa al llegar fue que con ese número se
encuentra registrada otra persona. Al conversar
con su secretaria, ésta me leyó la Diligencia de
Reconocimiento de un Cadáver, no identificado
-228-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

aún, y me he podido percatar que, por la


descripción física, corresponde a mi hijo EP
y quien tiene el número 046. Además, deseo
manifestar que bajé a la Medicatura Forense y
se me informó que a EP le habían asignado el
número 012- 1, pero en realidad ese no es mi
hijo, ya que pude ver la fotografía del cadáver
identificado con el número 046, y efectivamente
corresponde a mi hijo EP. Deseo agregar,
señor fiscal, que fueron mis hermanos quienes
identificaron, o sea ellos fueron los que entraron
a ver la foto y me dijeron que la persona
que ellos habían visto era mi hijo EP, pero
pienso que, por las condiciones de la persona,
posiblemente se confundieron, habiendo la
confusión de los cadáveres”
Finalmente, les cuento que yo mismo pude haber
estado en la lista de los muertos no identificados o
confundidos de la invasión…
Era ya el 23 de diciembre, víspera de Navidad, en
horas de la mañana salí del hospital Santo Tomás
en mi carrito Daihatsu Charade. En las desoladas
calles de la capital sólo había grupos de militares
norteamericanos, con todos sus arreos de combate,
que permanecían indiferentes a lo que no fuese la
presencia de supuestos combatientes panameños.
También circulaban tanquetas militares con
altoparlantes; en una de ellas escuché a un soldado
de origen puertorriqueño arengar de la siguiente
manera: ¡panameños!, no resistan más, su lucha es
inútil entreguen sus “almas” (quería decir “armas” pero

-229-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

lo decía con acento puertorriqueño). Como buenos


católicos, ante semejante pregón, no quedaba más
alternativa que poner pies en polvorosa.
En esa época vivía en Cerro Viento, a las afueras de
la capital, en la vía hacia el Aeropuerto Internacional de
Tocumen. Pasé por el área de Paitilla y desde la acera me
hicieron señas para que parara; disminuí la velocidad y
constaté que se trataba de un joven agonizante que había
recibido varios disparos de arma de fuego. Me detuve, lo
subieron al vehículo y rápidamente salí hacia el cercano
Cuarto de Urgencias del Hospital Paitilla. Llegamos,
bajé al herido y lo entregué a los médicos de turno.
Volví con mi auto a la calle y al llegar a la esquina del
hospital, antes de salir a la vía principal, un vehículo se
acercó y me chocó. Como en esos momentos reinaba
el caos, no había ley ni autoridades, levanté las manos
y dije: “No hay problema”. Se abrieron las puertas del
vehículo que me chocó, de su interior bajaron cuatro
sujetos con arma en mano y me gritaron: “Bájate” lo cual
hice, uno de ellos se me acercó, me tiró al piso y me puso
la pistola en la cabeza, sólo recuerdo que me dijo: “no te
muevas”. Cerré los ojos, me arrepentí de mis múltiples
pecados, pedí perdón a quienes hubiera ofendido y dije
mi última oración.
Poco tiempo después, escuché cómo arrancaron mi
vehículo y se fueron, creo que me salvé porque no me
tocaba ese día y también porque vestía el uniforme
blanco de médico residente y tenía puesto mi carné de
identificación del Hospital Santo Tomás.
Pasado el susto, caminé hasta la casa (5 kilómetros),
la alegría fue grande cuando me vieron llegar vivo. Más
-230-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

tarde, en medio de los momentos de miedo y tristeza por


los que pasábamos nosotros y todo el país, empezamos
a quitar el arbolito, el nacimiento y a guardar los regalos.
Mi hija Mónica Roxana tenía 3 años y esperaba con
ansias la llegada de la Navidad. Cuándo nos vio en la
ingrata tarea de recoger todo nos preguntó decepcionada:
“Qué le pasó a la Navidad”, no pudimos responderle.
Los días siguientes fueron de anarquía, vergonzosos
saqueos y toda clase de atropellos y lúgubres
historias. Los supermercados cerraron y cuando
terminamos lo que teníamos para la cena de
Navidad, caminé hasta Barraza para comprar unas
cuantas latas de sopa, sardinas y arroz blanco.
A la semana siguiente regresé al hospital, estaba rodeado
de soldados norteamericanos aún en arreos de combate.
Las puertas principales estaban cerradas y en ellas
se habían colocado listas de quienes podían entrar.
Ya en el Servicio de Patología, me alegré al saber que
todos mis compañeros de trabajo estaban bien y uno
de ellos se me acercó y me dijo que a la Dirección me
había llegado una cajeta de cartón. Fui a la oficina y
efectivamente era una cajeta con alimentos secos. Mucho
me emocioné cuando leí los remitentes: María Cristina
Pacheco Chávez y amigos de la Unidad de Microscopía
Electrónica de la Universidad de Costa Rica – en donde
hacía poco había terminado un post grado en Microscopía
Electrónica -. En la caja encontré una nota, preocupados
por las tristes noticias que provenían de Panamá, me
invitaban a ir hacia ese país con mi familia; es más,
si era necesario, me esperaban en la frontera. Nunca
olvidaré tan noble gesto. ¡Muchas Gracias amigos ticos!

-231-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

El establecimiento de la cifra real y la identidad de


víctimas mortales, civiles y militares, de la invasión,
es una tarea pendiente. Es un principio básico en las
investigaciones judiciales que un cadáver o sus restos
deben ser entregados a sus familiares debidamente
individualizados e identificados. Se trata de una tarea
científica y humanitaria.

2. MARLENE MENDIZÁBAL
En enero del año 1997, a solicitud del Órgano Judicial,
participé en el estudio del expediente y posterior
elaboración de un informe pericial sobre la muerte de
la joven Marlene Mendizábal. El peritaje estableció que
la causa de la muerte de la joven era indeterminada;
dicho de manera simple, con la información disponible
a la fecha, era imposible afirmar científicamente cómo
había muerto.
Este caso fue noticia durante muchos años, por
los ribetes políticos – ocurrió en plena época de la
dictadura militar -, y también por las dudas que aún
persisten sobre la identidad de dos osamentas que
reposan en el IMELCF.
La historia es la siguiente. A comienzos del año 1976, un
grupo de estudiantes de secundaria viajaron de Panamá
a la provincia de Veraguas a pasar el fin de semana;
entre ellos estaban Marlene y su novio Jorge Falconet.
A la mañana, deciden ir a la desembocadura del Rio
Negro, en la playa de Mariato (sitio alejado y peligroso
por las corrientes de agua). Llegaron sin contratiempos
y disfrutaron del paseo.
-232-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Al momento del regreso, la pareja de novios no


apareció. Es importante considerar el testimonio de
un familiar, quien afirmó que la joven probablemente
trató de pasar un río y que no sabía nadar. Los
acompañantes regresaron a la cercana localidad
de Atalaya y al día siguiente volvieron con amigos y
familiares esperando encontrarlos vivos. Ese día la
búsqueda resultó infructuosa.
La exploración ya parecía inútil cuando, cuatro días
más tarde, un lugareño observó en un manglar, en
el estero del Río Negro cerca de la playa, el cuerpo
putrefacto, irreconocible, completamente vestido,
de una mujer joven. Según testimonios, estaba
“colgado por el pelo, de una rama de mangle”. Se
notificó a las autoridades, acudieron funcionarios del
MP y de la Policía para la práctica de la diligencia de
levantamiento del cadáver.
El cuerpo fue trasladado al cementerio del poblado
de Atalaya y colocado en la caseta de descanso, a la
espera de la presencia de las autoridades, incluyendo
al médico forense. Cuentan los vecinos del pueblo,
que ese día, pese al estado de descomposición del
cadáver, el cuerpo fue reconocido como el de la joven
Marlene Mendizábal, no cabían dudas (las prendas
de vestir, el largo cabello y un anillo metálico en una
de sus manos eran de Marlene). Los restos fueron
colocados dentro de una caja de madera y cubiertos
con una tela. Al sitio llegó el perito del Ministerio
Público, levantó la tela y dijo ante los presentes: “Esta
muchacha se ahogó”. En ese momento consideró que
no era necesario practicar ningún examen ni tampoco

-233-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

tomar muestras para estudios posteriores. Sin dudas


de la identidad de los restos la autoridad del MP dio la
orden de inhumar el cadáver.
Posteriormente, en una declaración jurada, el médico
afirmó - de manera muy cierta - que en ese tiempo las
autopsias se practicaban en la morgue del Hospital de
Santiago de Veraguas, que solamente contaba con
una camilla y un cuchillo y que no había cuarto frío
ni ningún otro medio para practicar la autopsia a un
cuerpo en ese estado de descomposición.
En el protocolo de necropsia original, se anota que el
examen fue practicado el día 3 de febrero de 1976 a
las 5:00 pm, el nombre Marlene Mendizábal consta
en cada página del documento. Según el peritaje,
se trataba de un “cadáver de sexo femenino, de
18 años de edad y 170 centímetros de estatura –
información tomada de las versiones de los presentes
en la diligencia de levantamiento del cadáver -. Vestía
un suéter gris claro, brassiere y un pantalón azul,
las prendas, de aspecto usado, estaban intactas,
sin manchas. Externamente, el cuerpo presentaba
avanzados cambios de putrefacción sin que se
identificaran lesiones traumáticas evidentes”.
En las consideraciones médico legales el médico
forense anotó: “Cadáver en avanzado estado de
putrefacción, lo cual impide practicarle autopsia
pues sería prácticamente imposible determinar ya
la verdadera causa de muerte fuere cual fuere”.
Finalmente concluía que la causa del deceso
(presumible) era: “Muerte por inmersión”, lo cual
implicaba que se trataba de una muerte accidental.
-234-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

En aquel entonces, en los protocolos de necropsia, no


se consignaban los criterios científicos para sustentar
que se trataba del cuerpo de una persona y se asumía
que la información proporcionada por las autoridades,
sobre la identidad del fallecido, era correcta.
Es importante señalar que, hasta comienzos de los
años 90, también era práctica común no examinar
los cuerpos putrefactos sino solamente realizar un
“reconocimiento visual externo”; inclusive, al terminar
la visualización del cadáver se completaban los
certificados de defunción con la siguiente causa de
muerte: “Cuerpo en estado de putrefacción”. Pasados
los años, la práctica forense actual no admite que no
se realice el procedimiento de necropsia de cadáveres
descompuestos porque está demostrado que son un
verdadero reto para el médico forense, ya que deben
ser estudiados minuciosamente pese a su repulsivo
aspecto.
En cuanto a la muerte por inmersión, en un
contexto médico forense, la palabra inmersión
solamente implica que un cuerpo humano
ha estado sumergido en un medio líquido
(generalmente agua de una piscina, río, mar).
El término sólo indica que el cadáver fue
encontrado dentro o flotando en el agua. La
muerte de esa persona pudo haber sucedido
antes, durante o después de entrar en el agua.
El problema de establecer si una persona se
ahogó o no es muy complejo y ninguno de los
signos descritos en los textos actuales – hongo
de espuma, enfisema acuoso, hemorragias en
-235-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

los peñascos de los huesos temporales –son


específicos de ahogamiento. De hecho, muchas
veces, ante la carencia de lesiones o hallazgos
específicos, se presume que la persona se
ahogó.
El análisis del caso se complica aún más
cuando, como en el hallazgo en Río Negro, el
cuerpo no queda fijo, inmerso en el agua, sino
que es arrastrado por efecto de las corrientes
y queda atrapado entre ramas o raíces. Para
colmo, un cadáver sumergido - una vez que es
retirado del agua - se descompone más rápido
que si hubiese quedado en el suelo. Otro
factor a considerar, en el desagradable aspecto
que presenta el cadáver, es el ataque de los
animales (insectos, aves de rapiña, peces,
cangrejos, entre otros) que destruyen partes
anatómicas, alteraciones confundidas, por
inexpertos, como lesiones traumáticas.
Debido a las circunstancias políticas de la época –
en plena dictadura militar -, y ante la duda de que la
muerte de Marlene se tratara de un homicidio y no de
un accidente, la autoridad del MP dispuso la práctica
de la exhumación de sus restos.
La exhumación consiste en desenterrar un
cadáver para responder a las dudas de los
investigadores y administradores de justicia.
La palabra proviene de dos vocablos latinos:
ex, fuera y humus, tierra. En un contexto
médico legal la exhumación se practica para
efectuar una nueva necropsia o un examen de
-236-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

los restos; es muy fructífera cuando, a pesar


del estado del cuerpo, se obtienen elementos
que cambian el curso de la investigación; por
ejemplo, el hallazgo de partes corporales que
no fueron examinadas (autopsia incompleta),
de traumatismos no descritos en la primera
autopsia, toma de muestras para estudios
complementarios (casos de envenenamiento)
o de datos diferentes sobre la identidad del
fallecido.
El procedimiento se desarrolla de la siguiente
manera. Al sitio llegan las autoridades, los peritos
y las partes interesadas. Ya en el cementerio,
inicialmente se procede a identificar la sepultura
y luego el féretro; se describe y documenta el
estado en que se encuentra; luego, se abre el
ataúd y se examinan los restos. De ser necesario
se toman muestras y se devuelven los despojos
a su condición anterior.
La exhumación se llevó a cabo el 30 de marzo del
mismo año, casi dos meses después del entierro,
debido a que los médicos forenses de la capital
consideraron que para entonces el cuerpo debía estar
reducido a esqueleto; tal condición permitiría identificar
lesiones traumáticas en los huesos.
El día del procedimiento, en presencia de autoridades
del MP, las mismas personas que participaron en el
entierro, identificaron el sepulcro intacto; dentro de
una misma bóveda reposaban los restos de Marlene
(huesos recientes) y de su bisabuela: Heladia Herrera
(huesos antiguos).
-237-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

El perito forense que llegó desde la capital examinó los


restos in situ y elaboró un dictamen en el que incluyó
detalles de las prendas de vestir; adicionalmente
describió prendas (no descritas en el primer examen)
y agregó otras pertenencias que estaban en los restos
(panty íntegro, zapatos mocasines, collar de adornos,
anillo en dedo anular de la mano izquierda).
El examinador reiteró que se trataba de los restos de
una persona de sexo femenino – identificada como
Marlene Mendizábal Hill – pero en lo concerniente
a la edad solamente anotó: adulta joven. Tampoco
estableció la estatura, solamente consignó la longitud
del fémur: 44 centímetros. El fémur es un hueso largo
que se utiliza para la determinación de la estatura de
unos restos esqueléticos por medio de la comparación
de su longitud con tablas específicas para el cálculo
de la talla, en función de varios factores (sexo, grupo
ancestral, etc.).
El cuerpo había estado enterrado durante dos meses,
el proceso de degradación había progresado y por la
descripción anotada en el protocolo se podía inferir
que ya estaba entre la fase colicuativa de putrefacción
y la reducción esquelética, con presencia de algunas
áreas de saponificación.
En el segundo examen se practicó la apertura del
cráneo (craneotomía), no se encontraron lesiones
traumáticas ni se estableció una causa de muerte. Una
vez concluida la diligencia, los restos fueron colocados
en la misma sepultura, junto con los de su bisabuela,
y el sepulcro fue debidamente sellado. No hubo más
cuestionamientos públicos durante dieciséis años.
-238-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

En 1992, ya caída la dictadura militar, renacieron las


dudas sobre la muerte de Marlene. Entonces, a pedido
de los familiares, el MP solicitó a unos reconocidos
antropólogos forenses argentinos que realizaran una
segunda exhumación.
Los expertos (aportados por la Coordinadora Popular
de los Derechos Humanos de Panamá) llegaron a
Panamá, se trasladaron al cementerio de Atalaya,
practicaron la exhumación, y elaboraron su informe.
Es importante saber que, al inicio de la diligencia el
Ministerio Público solicitó a los señores Elías Falconet
(padre del desaparecido) y Carlos Eduardo Mendizábal
(padre de la fallecida) que indicaran la tumba donde se
encontraban los restos de Marlene Mendizábal. Ellos
señalaron una lápida donde se leía: “Marlene Mendizábal
– Eladia Herrera, en letra de pintura negra”. La señora
Herrera había muerto veinte años antes (1956), a la edad
de 87 años. En el acta consta que estuvo presente un
acusador particular y que los antropólogos afirmaron que:
“el cráneo que está hacia el fondo tiene craneotomía”
En su peritaje, los antropólogos argentinos establecieron
que los restos de la osamenta más reciente
correspondían a los de una persona de sexo femenino,
de 20.6 años de edad promedio, que al momento de
la muerte tenía una estatura de 162,32 centímetros. La
causa (enfermedad, condición o trauma) y la manera
de muerte (homicidio, suicidio, accidente, natural), eran
indeterminadas.
En el informe de exhumación también constan los
siguientes datos relevantes, a la luz de los hallazgos
posteriores:
-239-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

 En la primera falange, correspondiente al dedo


anular izquierdo, se halló una sortija metálica que
tomó color verde por la oxidación correspondiente.
 Fueron recuperadas cinco uñas de los dedos
de las manos (algunas con líquido de uñas color
rojizo) y siete uñas de los dedos de los pies.
 Se encontró gran cantidad de cabello de color
castaño oscuro al cual se hallaba atado un
cordel de 4 m. de longitud. Según la declaración
jurada de Alfredo Hill Herrera “yo fui hacia allá
y la vi (el cuerpo de MM) que tenía el cabello
enredado con una raíz de mangle, de allí la
sacamos por el cabello como a cincuenta met-
ros para echarla en la canoa” “me di cuenta que
estaba en descomposición porque cuando la
iba halando se le iba saliendo la carne con el
roce de las piedras”
 También se encontró un collar de cuentas
redondas.
Este informe, en lugar de aclarar incertidumbres,
sembró más dudas sobre la identidad de los restos
– en el primer examen se dijo que eran de una mujer
de 18 años y de 170 centímetros de estatura -. Ante
la evidente contradicción del informe (que parecía
de una mujer de características distintas a las de
Marlene), pero sobre todo tomando en cuenta que
los expertos argentinos eran peritos antropólogos
forenses, los familiares no aceptaron los restos como
de su ser querido, pese a todos los otros elementos y
testimonios que apuntaban a que esos eran los huesos
de la joven Mendizábal.
-240-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Lo curioso fue que los expertos exhumaron no una,


sino las dos osamentas (también la de la bisabuela)
y que a partir de entonces ambas – no reclamadas
- quedaron en una caja de cartón, que pasó a un
depósito del Instituto de Medicina Legal; luego,
mediante Oficio N° 610-28144 de 7 de octubre de
1996, dirigido al Tribunal Superior del Segundo Distrito
Judicial, se enviaron a la ciudad de Penonomé. Años
después, la caja fue entregada a la Comisión de la
Verdad y cuando ésta cesó funciones a la morgue
judicial de Panamá. Finalmente, los restos óseos
quedaron, hasta el año 2016, en la Unidad de Análisis
Biomolecular del Instituto de Medicina Legal y Ciencias
Forenses.
Pese a no existir en el expediente judicial evidencias
científicas de que Marlene Mendizábal había sido
asesinada, el 12 de diciembre de 1995, mediante
Auto dictado por la Sala Penal de la Corte Suprema
de Justicia se decreta el enjuiciamiento contra dos
imputados.
En el documento de sustentación la Sala
descarta la muerte por sumersión de Marlene
Mendizábal porque, entre otros puntos: “la
occisa estaba completamente vestida y
calzada, con todos sus accesorios. Al cadáver
no se le vio “hongo de espuma” en la boca o en
la nariz”, no presentó las contusiones propias
del ahogado cuando su cuerpo se va al fondo
y se golpea con piedras y raíces. En el examen
de laboratorio de la muestra de los pulmones no
se menciona el “enfisema acuoso de Broaudel”

-241-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

que es característica de las asfixias mecánicas


por sumersión; tampoco se anotan presencia
de algas o basuras en el árbol respiratorio; cabe
deducir entonces que la persona ya estaba
muerta cuando la tiraron al río; o sea, se trata
de una “ahogada inhibida”.
Las líneas anteriores son un claro ejemplo
de inopia científica. Es atemorizante pensar
que se condene a una persona en base a
semejantes aberraciones pseudo periciales.
¿Quién ha dicho que alguien no se ahoga
porque está vestido, calzado y con todos sus
accesorios? ¿En cuál texto se afirma que el
“hongo de espuma” es signo inequívoco de
ahogamiento? ¿Cuáles son las contusiones
propias del ahogado? ¿Cómo se reconoce el
tal enfisema acuoso de Broaudel en un pulmón
podrido? Y finalmente ¿Quién ha dicho que
una “ahogada inhibida” significa que ya estaba
muerta antes de entrar en el agua?
Hay una frase anónima que cae, en este
momento, como anillo al dedo: “Muchos
explican los acontecimientos históricos por
conspiraciones, pero se subestima a la
estupidez”.
La audiencia tuvo lugar en Penonomé, el día 8 de
octubre de 1997. Como era de esperar, el Cuarto
Tribunal Superior de Justicia no encontró elementos
suficientes para condenar a los acusados.
A finales de 1999, se encontraron unas inhumaciones
clandestinas en el antiguo cuartel de “Los Pumas”,
-242-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

en un sector de Tocumen, cerca del aeropuerto


internacional de ciudad de Panamá. Ante ésos y
otros hallazgos se dispuso la conformación de una
Comisión de la Verdad, encargada de investigar las
desapariciones y muertes ocurridas durante el período
de la dictadura militar.
En el año 2002, Marlene Mendizábal fue incluida en
la lista de víctimas. En el INFORME FINAL DE LA
COMISIÓN DE LA VERDAD, página 119 aparece lo
siguiente:
“Betzy Marlena Mendizábal Hill. CV – A – 056 – 01
Muerta. Mariato, provincia de Veraguas, 31 de enero de
1976. Rostro de la víctima: Marlena Mendizábal tenía
19 años de edad, soltera. Era estudiante de secundaria
en el Instituto Nacional.
Más adelante, entre las conclusiones referentes a este
caso aparecen las siguientes:
a. No hay suficientes elementos de convicción que
puedan demostrar que lo ocurrido con Betzy Marlena
Mendizábal fue un asesinato, pero tampoco un accidente.
b. Hay suficientes elementos de convicción para concluir
que la búsqueda de la verdad fue obstaculizada, debido
al incumplimiento de los deberes del funcionario público
y por intimidaciones contra familiares de Betzy Marlena
Mendizábal por exigir una investigación justa. La
Comisión de la Verdad mantiene la convicción moral que
presupone el uso del poder Estatal para ocultar lo que
sucedió realmente”.
A solicitud de la Comisión de la Verdad, en el año
2002, con el propósito de establecer la identidad de la
-243-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

osamenta guardada, se practicó una prueba de ADN.


Una vez conocido el resultado, el periodista Omar
Wong Wood, en la edición del periódico “El Universal”,
correspondiente al miércoles, 29 de mayo de 2002,
informó al respecto lo siguiente:
“Los familiares de Marlene Mendizábal,
solicitarán a la Corte Suprema de Justicia
que declare nulo el juicio en el que, en 1996
el Tribunal Superior de Penonomé absolvió a
Roberto Pinzón y a Jacinto McDonald, por la
muerte de la joven. La decisión de los familiares
surge luego que los laboratorios Reilenge
Technologies, en Estados Unidos, mediante
una prueba de ADN, determinaron que los
restos que por más de 10 años se pensó que
pertenecían a Mendizábal, realmente no lo
eran. Los supuestos restos de Marlene fueron
exhumados el 18 de junio de 1992 y están a
órdenes del Ministerio Público”
Con más razón la familia negó la afinidad de los restos
investigados. Si antes de esa cuestionada prueba
ya la familia dudaba que esos fuesen los de la joven
Marlene - sin que hubiera una explicación alternativa
del origen de la osamenta guardada -, el resultado
de la prueba de ADN parecía que terminaba con las
dudas de la identidad de los restos.
Cabe mencionar que la negación es un mecanismo
psicológico de defensa de las personas que consiste
en negarse a creer que el acontecimiento amenazante
ocurrió o que la condición existe. Los familiares
se negaban a aceptar que esos eran los restos
-244-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de la joven y consideraban que ella continuaba


desaparecida. Quien niega, mantiene fuera de
consciencia aquello que se siente incapaz de afrontar.
Lo que nunca entendí fue que, no era una, sino dos
osamentas porque en la misma caja seguían los restos
de la bisabuela.
El 13 de febrero del año 2012, el periódico
La Prensa publicó la noticia de que se realizaría
una nueva prueba de ADN a los restos, dados los
cuestionamientos surgidos sobre la validez de la
primera prueba. El 3 de marzo del año siguiente,
nuevamente los medios de comunicación informaron
que las muestras llevadas por los Antropólogos del
Equipo Argentino de Antropología Forense no lograron
obtener ADN para realizar el cotejo de identificación
(intento fallido). Seguía el suspenso, eran o no los
huesos de Marlene Mendizábal…
Ya en el año 2016, a solicitud del MP, en el IMELCF,
revisamos el caso. Pudimos constatar que la confusión
nació de la sucesión de errores, deficiencias e
interpretaciones de investigaciones y experticias
iniciales. En otras palabras, la actuación ignorante e
inepta de algunos funcionarios públicos más parecen
actos de la comedia mexicana “Matando cabos” que
sólidos argumentos jurídicos o científicos. Más grave
aún, la contaminación política del caso, entendible;
y que, producto de las circunstancias históricas
del momento, transformó una tragedia familiar de
negación en un asunto de interés internacional.
Al respecto, es importante que se conozca que la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos llegó
-245-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

a la conclusión de que la muerte de la joven no tuvo


relación con sus actitudes políticas y que el Gobierno –
de aquél entonces - no fue responsable de la muerte
de Marlene Mendizábal ni de la desaparición de Jorge
Falconett.
Otro extraño elemento, relacionado a las pruebas
de ADN practicadas en huesos en Panamá, es el
siguiente: el laboratorio norteamericano que afirmó
que los restos conservados en el IMELCF no eran los
de Marlene, fue el mismo que negó que unos restos
encontrados en el antiguo cuartel de Tocumen fuesen
los del sacerdote Héctor Gallegos, ¿coincidencia?...
Considero que, pese a las contradicciones aparecidas
a lo largo de los años, existen elementos suficientes
para sustentar que los restos exhumados del
cementerio de Atalaya – actualmente depositados en
la Unidad de Análisis Biomolecular del IMELCF - son
los de Marlene Mendizábal.
La osamenta conservada hasta hoy (con signos de
craneotomía), y los elementos accesorios descritos
desde hace años (cabellera larga, castaño oscura,
sujeta con una cuerda; uñas de los dedos de las
manos y de los pies, collar de cuentas, sortija metálica
en la mano izquierda, etc.) corresponden con las
descripciones hechas por el médico forense en 1976;
posteriormente, en el año 1992 por los antropólogos
forenses argentinos y finalmente por la Dra. Ann Ross
en el 2008.
Pregunto: Si la osamenta no es la de Marlene, ¿de
quién es?; además, ¿a quién pertenecen los otros
huesos que sacaron en la exhumación? ¿Qué tan
-246-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

confiable fue la prueba de ADN practicada en Estados


Unidos?

3. RASTROS DE LA HISTORIA
En Panamá, el período de tiempo comprendido entre
el 11 de octubre de 1968 y el 20 de diciembre de
1989, es llamado proceso revolucionario por unos, y
dictadura militar, por otros.
Tras la caída del régimen militar, comenzaron las
denuncias de torturas, desapariciones y asesinatos;
sin embargo, pese a la gravedad y trascendencia de
las acusaciones, las investigaciones judiciales sólo se
iniciaron años más tarde.
A finales del mes de septiembre del año 1999, un
testigo confesó que, en el área de Motor Pool, ubicada
en el antiguo Cuartel “Los Pumas” de Tocumen, años
atrás había sido testigo del entierro clandestino de
un desaparecido sacerdote colombiano. Ese fue el
comienzo del período de búsqueda de los restos de
las víctimas de la dictadura. A continuación, comparto
mis experiencias como protagonista marginal de esas
investigaciones.
A comienzos del año 2001, el entonces Fiscal Auxiliar
de la República me solicitó que contestara la siguiente
pregunta: ¿Cuántos restos fueron recuperados del
área de Motor Pool ubicado en el antiguo Cuartel “Los
Pumas” de Tocumen desde 1999 hasta la fecha?
Informé a la autoridad que primero era necesario
ilustrar cómo se llevaban a cabo las investigaciones
y los trabajos de campo para luego explicar cuál era
-247-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

nuestra participación y los resultados.


Contrario a las técnicas y procedimientos de la
Antropología Forense, se procedía de la siguiente
manera: los testigos señalaban el lugar del supuesto
entierro clandestino, llegaban equipos pesados de
excavación (retroexcavadoras), removían la tierra y
cuando pensaban que había un hallazgo positivo,
entraban en acción unos huaqueros – empíricos que
saquean restos arqueológicos, no peritos forenses
-, dirigidos por un personaje conocido por el alias
de “Malanga”. Los huaqueros dejaban expuesto el
material óseo encontrado y me llamaban para el
examen inicial.
Es importante señalar que, las experticias de
recuperación y análisis de restos óseos deben ser
practicados por antropólogos forenses certificados;
pero, para esa fecha el IMEL no contaba con peritos
en ese campo de las Ciencias Forenses, tampoco
disponía de un Laboratorio de Genética Forense que
estuviera en capacidad de practicar análisis de ADN en
huesos.
El área de Motor Pool era de particular interés porque
los testigos afirmaban que ahí se hicieron varios
entierros clandestinos. Los hallazgos en los que
participé como perito patólogo forense, se dieron en el
siguiente orden:
El primero, el día 23 de septiembre de 1999, en horas
de la noche, y ante las autoridades del Ministerio
Público y de la Iglesia Católica, participé en la
diligencia de levantamiento de un antiguo esqueleto,
casi completo. Inicialmente se creyó que se habían
-248-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

encontrado los restos del desaparecido sacerdote


colombiano Héctor Gallegos.
El periodista Tomás Cabal, en la edición del
sábado, 25 de septiembre de 1999 del diario
“El Siglo”, informó lo siguiente sobre este
hallazgo: “Informes aportados por la iglesia
católica han permitido localizar lo que se cree
son los restos del sacerdote Héctor Gallego.
El cura colombiano, quien se distinguió por
su labor evangelizadora y su trabajo con
los campesinos en la región de Santa Fe,
Veraguas, desapareció el 9 de junio de 1971,
después de ser capturado por miembros de la
Guardia Nacional. La justicia tarda, pero llega,
señal inequívoca, que los restos del sacerdote
Héctor Gallego, quien murió por su fe, pueden
servir de guía para que no vuelvan a ocurrir
en nuestro país, situaciones como las que
experimentamos durante 21 años de gobierno
militar”.
Más adelante entro en detalles de este controversial
caso.
La segunda vez que fui llamado al sector de Tocumen,
ocurrió tres (3) días después, el 26 de septiembre
de 1999, en horas de la tarde; llegué al sitio y recibí,
de los funcionarios del MP, la siguiente información:
“Estos restos fueron encontrados en la misma zona
de Motor Pool a varios metros de distancia del primer
hallazgo y también a mayor profundidad”. Al llegar,
observé que en el punto de excavación había material
óseo expuesto, y varios objetos colocados en un saco
-249-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de henequén, tejido en la abertura con un delgado


alambre. El saco y su contenido fueron embalados por
los detectives de la PTJ y enviados a la morgue del
Santo Tomás para su respectivo análisis.
Se trataba de huesos humanos fragmentados. Debido
a las características del material de estudio fue
imposible establecer detalles sobre si pertenecían a
uno o varios individuos. Se tomaron muestras para
análisis de ADN. Las muestras fueron enviadas a un
laboratorio norteamericano, que practicó una prueba
de identificación y concluyó que uno de los fragmentos
correspondía a un hueso de sexo femenino; sin
embargo, otro resultado de laboratorio diferente arrojó
que se trataba de los restos de Heber Quintanar (uno
de los desaparecidos en la época de la dictadura), y
por lo tanto los restos óseos fueron entregados a sus
familiares. Primera discrepancia de resultados - de
laboratorios norteamericanos - en el análisis de huesos
exhumados en Panamá…
Las excavaciones se suspendieron durante meses.
Se reanudaron, en medio de una agria polémica
entre autoridades del MP, la Iglesia y el Ejecutivo. Los
métodos de excavación eran los mismos empleados
en búsquedas anteriores
Acudí al cuartel de “Los Pumas”, por tercera vez, el día
21 de diciembre del año 2.000. En la misma área, se
habían encontrado otros fragmentos (no una osamenta
completa). Estos restos – fragmentos de huesos de
la cabeza, de las extremidades inferiores y probables
piezas dentales -, estaban a pocos metros de distancia
del primer hallazgo e impregnados con residuos de un
-250-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

material blanco que parecía cal. La gran sorpresa de


este hallazgo fue que, junto con los fragmentos óseos,
se encontraron pedazos de prendas de vestir y una
placa metálica - de identificación militar – en la que se
leía: “Villamil, Heliodoro Tte. 7433 O Pos Católico”.
Como era de esperar, el hallazgo de la placa
fue titular de primera plana. El periódico La
Prensa, en su edición del 24 de diciembre del
año 2000, tituló lo siguiente: “Testimonios
desde la tumba”. En el cuerpo de la noticia,
los periodistas Gustavo Gorriti y Nubia
Aparicio, escribieron entre otros comentarios,
lo siguiente: “Entonces, en medio de los
huesos se encontró una placa de metal. Era
la placa de identidad militar de un oficial. El
nombre aparecía claro… Como en otros casos
de atrocidades, aquí la tumba contenía un
testimonio decisivo para identificar a la víctima
y quizás también a él o los victimarios”. Días
más tarde, en el mismo periódico, el periodista
José Otero informó que: “La Prensa contactó
a los familiares del militar retirado (Heliodoro
Villamil) quienes aseguraron que Villamil sufre
de lagunas mentales como consecuencia de
un disparo que recibió en la cabeza hace 13
años”…
Pese a que se documentó que el hallazgo se trataba
solamente de fragmentos de un esqueleto humano, el
mismo periodista del diario La Prensa, en la edición
del viernes, 22 de diciembre del año 2000 escribió
lo siguiente: “Una tercera osamenta humana fue

-251-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

desenterrada ayer en el antiguo cuartel militar de


Los Pumas de Tocumen, a escasos metros del lugar
donde, en septiembre de 1999, se descubrieron los
restos de otros dos cuerpos humanos, uno de los
cuales era del dirigente político Heliodoro Portugal,
desaparecido en 1973”. También, otro reportero, José
González Batista del diario EL Siglo, ese mismo día
escribió: “Las autoridades confirmaron ayer el hallazgo
de una osamenta completa en el sitio de excavación
en el antiguo cuartel Los Pumas, en Tocumen; sector
donde dos testigos de la Iglesia Católica, revelaron que
pudieran permanecer los restos del sacerdote Jesús
Héctor Gallego y de otras personas desaparecidas
durante el régimen militar”. No era la primera vez que
informaciones erróneas causaban confusiones sobre el
número de osamentas encontradas en el área.
Finalmente, la cuarta vez que estuve en el sector
de Motor Pool fue el día siguiente de Navidad, el 26
de diciembre de ese mismo año, cuando se hizo un
hallazgo, por mí descrito de la siguiente manera:
“Los restos estaban enterrados a una
profundidad de 80 centímetros. El
descubrimiento se hizo cuando una
pala mecánica removía la tierra dejando al
descubierto un pedazo de tela y fragmentos de
hueso de la cabeza. Después de delimitar la
zona se fue separando la tierra lentamente hasta
obtener la posición del cuerpo (vestido de la
cintura para abajo, en decúbito lateral izquierdo
con las manos atadas hacia atrás y la cabeza
cubierta con una tela de nudo posterior derecho;

-252-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

alrededor de la zona del cuello había material


compatible con esparadrapo o cinta adhesiva y
ligaduras alrededor de las muñecas)”
Inicialmente se consideró que podía tratarse de los
restos de un militar desaparecido, de apellido Fistonich;
sin embargo, los resultados de ADN practicados en
uno de los laboratorios norteamericanos – el de la
controversia genética -, fueron negativos.
Este hallazgo fue más revelador y emblemático que
todos los anteriores, porque era evidente que se trataba
de un entierro clandestino, con signos de violación a
los derechos humanos, y que parecía confirmar las
denuncias hechas sobre desapariciones y crímenes
nunca esclarecidos durante el periodo de la dictadura
militar. La entonces Presidenta de la República hizo acto
de presencia en el lugar y anunció la creación de una
Comisión de la Verdad, para esclarecer estos crímenes.
En resumen, como perito del IMELCF, participé
en las investigaciones de cuatro (4) inhumaciones
clandestinas, todas en el sector de Motor Pool, en
el antiguo cuartel de “Los Pumas” en Tocumen. En
dos tumbas se encontraron osamentas bastante
conservadas de dos individuos, de las restantes solo
recibí fragmentos. De los cuatro restos óseos, dos
fueron identificados y entregados a los familiares, los
otros dos aún están en cajas de cartón en la Unidad de
Análisis Biomolecular del IMELCF
Siempre me llamó la atención que los medios de
comunicación mencionaban cinco osamentas –
dejaban entrever que correspondían a cinco esqueletos
completos -, me consta solamente el hallazgo de dos
-253-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

osamentas (casi completas) y de dos hallazgos de


restos óseos humanos antiguos. Nunca hubo una quinta
osamenta.
Posteriormente, día el 8 de enero del 2001, se creó la
Comisión de la Verdad (CV), que se encargó de continuar
con las excavaciones y practicar las experticias forenses
con apoyo de antropólogos nacionales y extranjeros.
A partir de esa fecha, el IMELCF no tuvo ninguna
participación en las excavaciones, exámenes, tomas de
muestras y análisis de Antropología Forense de lo que se
encontraba. Solamente participábamos como invitados a
los sitios de excavación.
Por aquellos días se crearon muchas expectativas y
se consideró que, con la conformación de la CV y de
sus equipos de trabajo, pero sobre todo por el arribo
de reconocidos expertos internacionales en materia
de Antropología Forense, por fin los resultados de las
pesquisas iban a arrojar luz sobre las monstruosidades
de la dictadura militar; sin embargo, el final fue diferente…
C U R I O S I D A D E S Y D A Ñ O C O L AT E R A L –
OPERACIÓN EAGLE
Las investigaciones que se llevaron a cabo en el sector
de “Motor Pool” generaron muchas noticias, comentarios,
especulaciones, datos curiosos y novedades en el
desarrollo de la Antropología Forense en Panamá.
En el mes de diciembre del año 2000, aún circulaba
el diario “El Universal”, en su edición de 20 de
diciembre, posterior al último hallazgo, el diario informó
lo siguiente: “Psíquico encuentra huesos” y el texto
de la nota periodística decía textualmente:

-254-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

“Los tres últimos restos humanos que se


han encontrado en Tocumen han sido
responsabilidad de un personaje que forma
parte del grupo de los “huaqueros” que laboran
en el antiguo cuartel de “Los Pumas”. Se
trata de “Juan”, a quien sus colegas en Coclé
y Tocumen conocen como “El Psíquico”.
Escurridizo y temeroso por la presencia de los
medios de comunicación, “Juan el Psíquico”, no
quiso ser grabado; sin embargo, según fuentes
que laboran con él, éste tiene una especie de
sexto sentido. Según manifestaron las fuentes,
“Juan el Psíquico” sólo se para o camina en un
sitio y una corriente extraña recorre su cuerpo,
acto seguido dice: “aquí hay algo, aquí hay
alguien”.
El “Psíquico” no tiene, ni tenía relación con
lo ocurrido en el antiguo cuartel, “es sólo
una persona tocada por la mano de Dios”.
Ayer “Juan el Psíquico” relataba que sentía
que cerca del lugar donde se encontraba
parada la Presidenta Mireya Moscoso habría
restos humanos. Se realizó la excavación y
encontraron parte de otra osamenta. Cada
vez que “Juan el Psíquico” encontraba una
osamenta, padecía un ataque de depresión”.
No dispongo de sexto sentido y a menudo me falla
alguno de los cinco disponibles, tal como me sucedió
el día del cuarto hallazgo. Me encontraba trabajando
en el fondo de la excavación, cuando repentinamente
escuché gente hablando en voz alta; levanté la mirada

-255-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

y en medio de periodistas, cámaras de televisión


y personal de seguridad me pareció reconocer a
la señora Presidenta, mirándome desde el borde
de la fosa, continué con mi trabajo, como si nada
extraño hubiese sucedido. Las fotos de ese momento
trascendieron el ámbito nacional.
Ese mismo diciembre, el 28, Día de los Inocentes,
aún estábamos trabajado en el caso anterior
cuando escuché que uno de los asistentes de
Malanga gritó: “Aquí hay una cabeza”, rápidamente
suspendí lo que estaba haciendo y me acerqué
a ver de qué se trataba. Efectivamente, en el piso
de tierra, a pocos centímetros de profundidad
había un hueso convexo que parecía parte de una
cabeza. Con mucho cuidado comencé a limpiar
el hueso. Como el sitio era el foco de atención
nacional, inmediatamente el nuevo descubrimiento
fue “noticia de última hora”; inclusive se dijo que ya
la misma había llegado al palacio presidencial de
“Las Garzas” y que la señora presidenta venía en
camino.
Seguí limpiando la cabeza y comenzaron a
aparecer detalles inesperados. Se trataba de un
cráneo alargado de características morfológicas
distintas a las de un humano – era un cráneo de
bovino -. Comenté en voz alta “Es una cabeza de
vaca” y todos reímos, claro que hubo que llamar
urgentemente al palacio para suspender la ilustre
visita, la conferencia de prensa y todo el alboroto.
Recordamos que era 28 de diciembre, y parecía
que el sitio nos decía: “Inocente mariposa”.

-256-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

La Comisión de la Verdad, ya en funciones, contó


con el apoyo de antropólogos forenses de Argentina
y Estados Unidos, quienes junto con antropólogos
nacionales conformaron su “Equipo de Antropología”.
Los expertos utilizaron protocolos de exhumación
válidos en Antropología Forense y los hallazgos se
registraban en conjunto con funcionarios de la PTJ
y del MP. De acuerdo al Informe Final de la CV,
realizaron búsqueda y/o excavaciones en 35 sitios
ubicados en las provincias de Panamá, Colón, Coclé,
Veraguas y Chiriquí. Todos los hallazgos (osamentas,
fragmentos y elementos asociados a la investigación)
fueron depositados en cajas de cartón, las cuales,
al vencer el término de actuación de la CV, fueron
entregadas al IMELCF.
Pero las excavaciones no terminaron al cesar
funciones la CV (año 2002), ya que se creó una
Comisión de Seguimiento la cual, junto con el MP
y antropólogos locales (no forenses), siguieron
recogiendo cualquier elemento que, a su particular
criterio, estaba relacionado con las investigaciones.
Fue así como el número de cajas en custodia del
Instituto fue creciendo. El número y contenido de las
cajas se reveló en el año 2016. ¡Sorpresa!
El daño colateral de estas investigaciones fue un
duro golpe al prestigio de la Antropología Forense;
la culpable, una forajida norteamericana: Sandy
Anderson, con su famoso perrito “Eagle”.
La CV contactó a un grupo de antropólogos
norteamericanos, entre los cuales estaba
la señora Anderson. Desde que llegaron a
-257-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Panamá, se convirtieron en figuras mediáticas,


los camarógrafos y periodistas los perseguían
a todos lados y a donde iban causaban revuelo.
Todo el mundo quería una foto con los famosos
personajes – mi esposa y yo también tenemos
una con el célebre perro en una quebrada en
Cuesta de Piedra en Chiriquí -. Recibieron
un trato de celebridades, especialmente el
simpático can; era frecuente ver reportajes que
incluían detalles de si el perro comía cordero o
no; si tenía la habitación de hotel para él solo;
cómo era transportado, etc. etc.; a propósito, un
detalle: el perro y su dueña se movilizaban en el
helicóptero presidencial. Sandy y su perrito nos
hicieron tres visitas, qué, según noticieros de la
época, costaron más de $ 90.000 dólares.
Antes del descubrimiento del escandaloso fraude,
el trabajo científico de la convicta delincuente fue la
referencia del equipo norteamericano de antropólogos
forenses en Panamá y por lo tanto de la CV.
En varias páginas del Informe de la CV se hace
énfasis en la “aplicación de la técnica de rastreo de
Sandra Anderson con Eagle. Es más, en la citada
publicación surgen ingenuos detalles que huelen a
fraude. En la página 208 aparece lo siguiente:
“Los rastreos, realizados por Sandra Anderson con
Eagle, indicaron la presencia de huesos humanos
en la parte de arriba del sitio, exactamente donde
nadie pensó que sería posible encontrarlos, por
estar mucho más lejos del punto de referencia que
el informante había mencionado”.
-258-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Más adelante, en la misma página: “Se continuó


buscando en Tocumen y se señalaron quince
puntos con posibles evidencias de restos
humanos; todos estaban ubicados alrededor
o lejos del fondo de La Olla. Nunca se pensó
que se iban a encontrar huesos en estos
puntos porque los funcionarios del Ministerio
Público, que realizaron excavaciones con
maquinaria pesada en La Olla, dijeron que
jamás habían visto restos humanos induciendo
a creer, erróneamente, que todavía no habían
encontrado la fosa común. Sin embargo, el
hallazgo del tercer cuneiforme del pie fue clave
para cambiar la teoría de la ubicación de la fosa
común”.
El fraude de la señora Anderson se descubrió
en Panamá, hubo testimonios de la manera
cómo procedía. Cuando estaba en la búsqueda
de restos óseos, se apartaba del grupo, sacaba
de su escondite huesos pequeños de la mano
o del pie (como el cuneiforme mencionado
anteriormente) y fingía que el perro los había
encontrado.
En una de esas Operaciones Eagle, acompañé
al equipo de la CV a la provincia de Chiriquí,
camino a la población de Volcán, en un sitio
llamado Cuesta de Piedra. Recuerdo la alegría
que provocó entre los presentes cuando en un
arroyuelo el perro encontró un pequeño hueso
del pie, que la verdad me pareció bastante
fresco, pero como yo no era el experto…

-259-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Los hallazgos de las Operaciones Eagle fueron


revisados por la eminente antropóloga forense
panameña, radicada en Estados Unidos, Ann
Ross, quién en el año 2008, en un informe
enviado a las autoridades del MP concluía
que: “La mayor parte del material esquelético
humano recuperado durante la Operación Eagle
no es consistente con lo que se podría esperar
de restos expuestos a condiciones tropicales.
Así mismo, la alta frecuencia de huesos de
manos y pies recuperados, que por regla no
tienen un índice alto de recuperación, junto
con la evidencia de patina (artefacto) debería
tomarse con precaución”.
En lenguaje común y florido, nos metieron…
gato por liebre.
Al final se comprobó que la participación de Sandy
y su perro en las investigaciones antropológicas
en Panamá fue un fraude de proporciones
internacionales. Meses más tarde la “antropóloga” se
declaró culpable, ante las autoridades de su país, de
haber plantado huesos en algunos casos en los que
participó con el FBI. Fue juzgada y condenada a 21
meses de prisión, por el Tribunal del Distrito Este de
Michigan, Estados Unidos.
Acá en Panamá, un periodista del diario “Crítica”,
escribió en la edición del día 12 de marzo del 2013 lo
siguiente:
“El Juzgado Octavo Penal decidió llamar a
juicio a la estadounidense Sandy Anderson por
el delito de estafa, con relación a la operación
-260-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Eagle. En el documento, que sustenta el


llamamiento a juicio de Sandy, quedó claro
que el delito se acreditó, y más aún cuando los
resultados de las pruebas de ADN practicadas
a los restos óseos encontrados por “Eagle”
en tres operaciones distintas resultaron ser el
mismo”
Me imagino que al cumplir su condena en
Michigan la señora Sandy vendrá a Panamá a
reparar el mayúsculo daño colateral causado a las
investigaciones: la pérdida de credibilidad de todo el
trabajo antropológico realizado.
4. ENTONCES, ¿DÓNDE ESTÁ EL PADRE
GALLEGOS?
El sacerdote colombiano Jesús Héctor
Gallegos, fue secuestrado en la localidad de
Santa Fe, provincia de Veraguas, la noche del
9 de junio de 1971. Según algunas versiones
testimoniales, fue conducido por militares a la
ciudad capital; mientras estuvo detenido fue
torturado y golpeado en la cabeza. Cuando
falleció, su cuerpo fue llevado al cuartel de
“Los Pumas”, sector de Tocumen cercano al
aeropuerto internacional de ciudad de Panamá,
lugar en el que supuestamente fue enterrado.
El Padre Gallegos llegó a Panamá unos años
antes, para la fecha de su desaparición tenía 33
años de edad y era el párroco del pueblo.
Veintiocho años después de su desaparición, el
día 23 de septiembre de 1999, como a las 4:00

-261-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

pm, recibí una llamada telefónica en la que se


solicitaba mi presencia en una exhumación de
restos óseos en el antiguo cuartel “Los Pumas”.
Al llegar al sitio, estaban presentes el fiscal
auxiliar de la República, representantes de
la Iglesia católica y medios de comunicación.
Luego, fui informado que se trataba de un
hallazgo histórico y que supuestamente, según
la versión de un testigo, ahí estaba enterrado
el Padre Héctor Gallegos. Consciente de
la gravedad y trascendencia del caso, le
manifesté al representante del MP que, debido
a lo delicado y grave del caso, prefería se
pospusieran el trabajo de levantamiento de los
restos óseos hasta contar con asesoramiento
de Antropología Forense (inexistente en
Panamá para esa fecha). La respuesta fue que,
por orden superior, esos restos se debían retirar
del lugar esa misma noche. “Donde manda
capitán no manda marinero”.
La ubicación y recuperación de la osamenta
fue descrita en mi dictamen de la siguiente
manera: “Los restos fueron encontrados cuando
se practicaban excavaciones con una pala
mecánica en el área del cuartel conocida como
“Motor Pool”, a una profundidad aproximada
de un metro y medio. El Sr. Arturo Meneses
había delimitado el cuerpo, que se encontraba
en decúbito dorsal con las extremidades
extendidas, las superiores junto al tronco y
las inferiores juntas, la cabeza inclinada hacia

-262-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

la izquierda; vestido con ropa masculina y


con cinta adhesiva alrededor de la cabeza,
se procedió a la limpieza manual “in situ” del
material encontrado.
Se efectuó una revisión inicial de las prendas
de vestir encontrándose una antigua moneda
de un centavo en el bolsillo anterior derecho del
pantalón. Luego se hicieron zanjas laterales a
los costados del cuerpo, se introdujo una lámina
de metal y se colocaron los restos sobre la
misma”
Importante señalar que, además de los restos
óseos también se recolectaron “in situ”: una
camisa descosida, color azul oscuro, manga
corta. Un pantalón largo, descosido, de color
no reconocible. Un elástico de banda circular.
Fragmentos de banda adhesiva. Fragmentos
de una correa y de una hebilla metálica. El
hallazgo se documentó fotográficamente y fue
grabado por un equipo de filmación. Los restos
fueron transportados en el vehículo fúnebre
del M P para ser examinados en la morgue del
Hospital Santo Tomás.
A la mañana siguiente, a partir de las 8:00
am, procedí con el examen médico legal
de la osamenta. En aquel año (1999), los
médicos y patólogos forenses realizábamos los
estudios básicos de Antropología Forense, no
contábamos con instrumentos de medición de
los huesos ni tampoco con el análisis genético
de material óseo (ADN) para el establecimiento
-263-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de la identidad.
Básicamente, el procedimiento consistió en
la colocación de la osamenta en posición
anatómica sobre una de las mesas de autopsia
de la morgue. Se practicó un inventario del
material de estudio, se practicó un examen
externo de las piezas óseas y se tomaron
fotografías. Además, se solicitaron estudios
complementarios de Odontología forense y de
Imagenología (rayos X).
Se trataba de una osamenta humana
incompleta, deteriorada por el transcurso de los
años, perteneciente a un solo individuo: huesos
de la cabeza (incluyendo dientes), de ambos
brazos y de las dos piernas. Faltaban huesos
de la columna, de la pelvis, de las manos
y de los pies. Es posible que los múltiples
fragmentos mencionados hayan sido partes
de esos huesos. Ningún hueso reconocible se
repetía, por lo tanto, se excluyó que se trate de
una mezcla de huesos de más de un individuo.
En base a las características de los huesos,
concluí que se trataba de la osamenta de un
varón, adulto, con una estatura comprendida
entre 1.55 y 1.65 metros. La forma en que
estaba colocada la cinta adhesiva alrededor
de la cabeza, así como la fragmentación
ósea de la calota, apuntan a la posibilidad de
trauma contundente en esa parte del cuerpo.
También informé que era posible que el aspecto
fracturado de la porción distal de la tibia
-264-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

derecha sea el resultado de la acción mecánica


empleada al momento de la extracción de los
restos (efecto del uso de la pala mecánica).
Pese a haber transcurrido más de veinte años
desde el momento del entierro, las prendas de
vestir se habían conservado bastante bien, no
presentaba etiquetas de fabricación o tamaño
(eran similares a aquellas de fabricación
casera); sin embargo, al rehacerlas, se podía
ver que la camisa, que aún conservaba su color
original azul oscuro, era de talla pequeña con
el cuello redondo, parecida a las que usan los
sacerdotes. En uno de los bolsillos del pantalón
(probablemente talla 32) se encontró la moneda
metálica pequeña, muy oxidada, del tamaño de
las de un centavo. El elástico pudo ser parte
del calzoncillo. En los fragmentos de banda
adhesiva (transparente) no había manchas.
Cuando se cumplieron los 43 años de la
desaparición del Padre, la periodista Ivonne
Rodríguez de la Estrella de Panamá, publicó
la transcripción de una entrevista realizada en
Santa Fe, al principal testigo: Jacinto Peña,
quien fue la última persona que vio al sacerdote
la noche de su desaparición. El testigo dijo que
estuvo en la Procuraduría, vio la ropa, la correa
y que le pareció similar a la que usaba el Padre,
también mencionó el detalle de la moneda
de un centavo, encontrado en el bolsillo del
pantalón, moneda que le había regalado al
sacerdote don Diego De Obaldía.

-265-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

En 1999, el proceso de identificación de restos óseos,


vigente en el IMEL, incluía solamente los estudios
radiológicos y odontológicos.
En el Servicio de Imagenología del Hospital
Santo Tomás se realizaron estudios radiológicos
y de Tomografía Axial Computarizada,
especialmente a las tibias (huesos de las
piernas) por su peculiar morfología registrada
en el informe así: “la tibia presentaba forma
aplanada (plactinemia), estudio que se hizo
comparativo con las tomas de las señoras
Nubia y Edilma Gallego. Los resultados
encontrados no fueron concluyentes”.
Se solicitó el estudio porque la tibia presentaba
una morfología (forma) no común (aplanada) y
el objetivo era determinar si esta característica
pudiera ser un elemento común con el mismo
hueso de las hermanas del sacerdote Héctor
Gallegos.
En cuanto al examen de Odontología Forense,
en respuesta a solicitud del examinador, el
odontólogo forense oficial entregó su dictamen
pericial, en la parte de conclusiones anotó
“Por lo anterior, en vista de ciertos elementos
incongruentes, no es posible la identificación
por Odontología Forense”. Solamente
quedó una posibilidad de identificación de la
osamenta, la práctica de análisis de ADN.
Pese a que los estudios mencionados no
fueron concluyentes, desde el día del hallazgo
hasta la llegada de los resultados de las
-266-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

pruebas de ADN, todos coincidíamos en que


la osamenta encontrada, por su perfil biológico,
los testimonios y los elementos circunstanciales
asociados, eran los restos del sacerdote
desaparecido.
LAS PRUEBAS DE ADN
La identidad genética de la osamenta
recuperada la noche del 23 de septiembre
de 1999 aún hoy es motivo de controversia
científica. Recordemos que, a comienzos
del siglo XXI, la tecnología empleada por la
Genética Forense, para el análisis de restos
óseos antiguos, recién estaba en sus inicios.
Asimismo, tal como mencioné anteriormente,
en Estados Unidos, el “Proyecto Inocencia”
sacó en evidencia la posibilidad de errores en
la práctica de las pruebas de ADN, desaciertos
que terminaron en convicciones equivocadas.
Más aún, los errores en la identificación
de restos óseos ya han sido motivo
de escándalo en otros países. Por
ejemplo, en su edición digital del día 18
de mayo del año 2015, el periódico La
Nación de Chile informó lo siguiente:
“La Corte Suprema condenó al Fisco
al pago de una indemnización en favor
del hermano de una de las víctimas que
fueron erróneamente identificadas por
el Servicio Médico Legal (SML), tras
exhumaciones practicadas en el Patio
29 del Cementerio General. En fallo
-267-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

unánime, la Segunda Sala del máximo


tribunal ratificó así la responsabilidad del
Estado en la serie de errores cometidos
por personal del SML, en la década de
los ‘90, en la fallida identificación de los
restos de Osvaldo Marambio Araya”.
“El Fisco de Chile, a través del
Servicio Médico Legal, incurrió en una
conducta que debe ser calificada como
infracción a la lex artis que regía la
identificación de osamentas humanas, al
incurrir en incumplimientos a la técnica
y metodología vigentes”, sostiene la
resolución condenatoria”.
“Recibido el informe extranjero de
identificación, no se envió al tribunal
i n s t r u c t o r, y s e s i g u i ó a d e l a n t e
con entrega de información que no
alcanzaba certeza alguna”, añade el
documento.
Cabe señalar que para el año 1999, en
Panamá no existía ninguna disposición sobre
la responsabilidad del IMEL en el proceso de
identificación de osamentas y que no es sino
hasta el año 2007, cuando se aprueba la Ley
69, que se incluye la tarea de la identificación
como una de las funciones del nuevo IMELCF.
Las primeras muestras para análisis de ADN se
tomaron en la morgue del Hospital Santo Tomás
y fueron entregadas a los representantes del
laboratorio norteamericano Fairfax, con sede
-268-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

en Virginia, por orden del MP. Es importante


señalar que en Panamá no existía ningún
laboratorio que practicara esos análisis.
El resultado de Fairfax se recibió el día 27 de octubre
de 1999, y en él se afirmaba que los restos óseos no
eran del sacerdote Héctor Gallegos.
Curiosamente, por iniciativa de particulares, se
decide que otro laboratorio norteamericano Reliagene
Technologies y Armed Forces DNA Identification,
practique la toma y análisis genético de nuevas
muestras. Meses después, como rayo en pleno
mediodía, ese laboratorio informa que el ADN de la
muestra de esa osamenta corresponde a Heliodoro
Portugal (panameño desaparecido durante los años
de la dictadura). Con ese resultado, la osamenta
se entrega a los familiares, quienes proceden a su
inhumación el día 6 de septiembre del año 2000.
Al respecto, en entrevista publicada en el
diario La Prensa, el lunes, 8 de enero de
2001, el Lcdo. Ramón Fonseca Mora, al
ser preguntado ¿Fueron ustedes quienes
identificaron los restos de Heliodoro Portugal
y no la Procuraduría? ¿Cómo ocurrió esto?,
contestó: “Al desear la Iglesia hacer pruebas
adicionales de ADN a las practicadas
inicialmente por el laboratorio Fairfax – el mismo
al que el procurador ha solicitado que se hagan
las pruebas de las osamentas encontradas
hace poco -, investigamos y encontramos
otro laboratorio llamado Reliagene, en Nueva
Orleans. Vinieron dos doctores y recogieron
-269-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

la muestra de la osamenta, la analizaron


y confirmaron que no se trataba de Héctor
Gallegos.
Luego, al pasar varios meses y como el
procurador y fiscales no hicieron nada más,
tuvimos la iniciativa de llamar a un periodista,
Rafael Pérez Jaramillo, y le pedimos que
nos diera nombres de aquellas personas que
podían estar relacionadas con la osamenta.
Él, inspirado por un deseo profundo de que se
conociera la verdad de lo que había sucedido,
trajo a mi despacho al hermano de Heliodoro
Portugal. Mi secretaria y yo tomamos las
muestras y las enviamos al laboratorio en
Estados Unidos con kits proporcionados por
ese laboratorio. Fue una afortunada iniciativa
ciudadana, que permitió empezar a esclarecer
un crimen de nuestro pasado.”
¿Res ipsa loquitur? Los hechos hablan por sí
mismos.
Al conocer el resultado de la prueba de ADN,
practicada por el laboratorio Reliagene,
conversé con el fiscal superior encargado de las
investigaciones y le manifesté mi sorpresa por
la falta de concordancia entre ese resultado y el
resto de la información del caso del sacerdote.
Es probable que, por esas dudas, la Fiscalía
Tercera Superior anunciara que había solicitado
la realización de otra prueba oficial de los
mismos restos óseos, prueba que practicó el
laboratorio Fairfax. ¡Sorpresa! el resultado fue
-270-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

negativo; o sea, la osamenta entregada no


correspondía a Heliodoro Portugal.
Ante la controversia surgida – dos laboratorios
norteamericanos con dos resultados distintos
- el MP solicitó la opinión de una tercera parte,
Mitotyping Technologies, también en Estados
Unidos.
El día 30 de octubre de 2001, una experta del
tercer laboratorio involucrado concluyó que el
análisis de Reliagene era “de buena calidad
y no mostró ninguna evidencia de mezclas”
y que en la de Fairfax “había evidencias de
contaminación” y que por lo tanto los restos
encontrados pertenecían a Heliodoro Portugal.
Si analizamos con lupa la intervención del tercer
laboratorio, la evaluación de la experta en realidad
no fue una tercera prueba, ella no realizó una nueva
prueba de ADN con muestras de la osamenta,
sino que únicamente se pronunció sobre los
aspectos técnicos de cómo habían procedido
ambos laboratorios. De acuerdo a esta opinión
los procedimientos del laboratorio Reliagene
fueron correctos; mas no así los de Fairfax.
Para colmo, de manera increíble, en la sentencia
de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, Caso Heliodoro Portugal vs Panamá,
de 12 de agosto de 2008, página 47, se afirma:
“Cabe resaltar que una tercera prueba de ADN
realizada en octubre de 2001 concluyó que los
restos sí correspondían a Helidoro Portugal”.
Falso, nunca se practicó la famosa tercera prueba.
-271-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Para resumir. En el caso de la osamenta


encontrada en Motor Pool el día 23 de
septiembre de 1999, cabe resaltar que el
testimonio y los elementos secundarios de
identificación (ropa, moneda, cinta adhesiva
alrededor de la cabeza), sumado al perfil
biológico del conjunto de huesos (varón adulto
de pequeña estatura) coinciden más con la
información disponible sobre el sacerdote
Héctor Gallegos. El examen odontológico fue
no concluyente y la prueba de ADN de uno de
los dos laboratorios (Reliagene) negó que esos
fueran los restos del padre.
En cambio, en el caso de Heliodoro Portugal,
solamente la prueba de ADN practicada
por uno de los laboratorios (Reliagene) se
consideró elemento suficiente para establecer
una identidad positiva de la osamenta, pese
a que no coincidía ni el testimonio ni los
elementos secundarios. Al momento de su
desaparición, Portugal tenía 36 años, era
tipógrafo de profesión, descrito por conocidos
como un hombre alto y fornido; igualmente,
de convicciones políticas de izquierda y que
difícilmente hubiera vestido de esa manera.
Mucho se ha escrito, comentado y especulado
sobre este caso. Durante años leí y escuché
todas las noticias (positivas y negativas)
relacionadas a mi trabajo forense. Los primeros
comentarios, aún de los más horrendos
crímenes, siempre fueron con mi esposa;

-272-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

también mis hijos, algunas veces, se enteraban


de truculentos detalles porque el coloquio seguía
en la cena o mientras conducía el vehículo
familiar hacia un paseo de fin de semana.
Laura Alejandra tenía seis años cuando,
sin percatarme, entró de puntillas en el
estudio de la casa, para sorprenderme. Yo
estaba sentado de espaldas, observando
en el monitor de la computadora las
imágenes de una autopsia. Al voltear, me
di cuenta de su inesperada presencia;
estaba muy quietecita, rompió el silencio y
me dijo: “Me arruinaste la infancia”.
La verdad, merecen una dedicación aparte por
haberme soportado tanto.
Recuerdo el día en que le mencioné a mi
esposa: ¡Qué te parece, en una de esas glosas
de periódico amarillista publicaron que alguien
cambió los huesos del padre y que le pagaron
buco tarrantán (montón) de dólares! Tengo en
mente su sonrisa, reflejo de comprensión, amor,
tolerancia y confianza…

5. MARQUITOS RODRÍGUEZ JUSTINES


No participé de las investigaciones
relacionadas a la muerte del menor
Marcos Rodríguez Justines; sin embargo,
a solicitud de una Fiscalía del Ministerio
P ú b l i c o , e l a b o r é u n resumen y opiné
sobre los documentos médico legales del
expediente judicial, informe que les comparto.
-273-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

En horas de la tarde del 19 de abril de 1990, en


un paraje cercano a la vía Juan Pablo Segundo
(en ciudad de Panamá), cerca del Club de
Adiestramiento Canino, se encontraron unos
restos humanos; dos días después se completó
la recolección del material de estudio.
El hecho ocurrió pocos meses después de la
invasión norteamericana y estaba relacionado
con el secuestro y desaparición de un niño de
tres años: Marcos Rodríguez Justines, nieto del
último Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de
Defensa, Marcos Justines.
Ese día, en el lugar del hallazgo se estableció
que se trataba de los restos de un niño
parcialmente vestido. Según las descripciones
de los investigadores tenía puesto un suéter de
colores oscuros en la parte del cuello y mangas,
con la inscripción “Going no where” en la parte
anterior izquierda. En el pie derecho se encontró
una media de color azul, atada con un cordón
al tobillo. Cerca del sitio en el que encontraron
el tronco, se ubicaron unas costillas, vértebras y
huesos del cráneo; además, hallaron otro cordel
parecido al que tenía en el tobillo de la pierna
derecha (había sido atado por los tobillos).
El cuerpo estaba incompleto y las partes
remanentes tenían un aspecto apergaminado,
“como de cuero”, faltaban vísceras y tejidos
blandos de las extremidades.
Cuando los investigadores regresaron, al
segundo día del hallazgo, encontraron, a unos
-274-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

20 metros del sitio inicial otras prendas de vestir


(unos calzoncillos tipo jockey, número seis y un
pantalón corto de color amarillo-verdoso, talla
cuatro); además, un par de botas ortopédicas
“colocadas en aparente orden”, dentro de ellas
los pies estaban bastante bien conservados.
Además, se encontraron otros elementos
adicionales: cabellos, huesos, un reloj pequeño y
diez piezas dentales.
El dictamen oficial estableció la identidad de los
restos como pertenecientes al niño Marquitos
Rodríguez Justines.
Durante la investigación, los secuestradores
reconocieron que raptaron al niño y uno de ellos
confesó que dejó al niño en el lugar en que lo
encontraron, amordazado con un pañuelo y
atado de pies y manos con un cordón de zapato.
En 1992, el Segundo Tribunal de Justicia
sentenció a cuatro ex militares por el secuestro y
homicidio del niño.
Fue un caso mediático, motivo de agria polémica
entre varios expertos de la Fiscalía y de la
Defensa de los imputados; el punto central de la
discordia: la identidad de los restos encontrados.
Se dijo, entre otros argumentos, que la edad
del menor, cuyos restos se encontraron,
correspondía a uno de 7 años, no de 3 años y 7
meses (edad del niño Marquitos).
To d o s l o s e l e m e n t o s s e c u n d a r i o s d e
identificación ropa, accesorios y las botas

-275-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

ortopédicas (Marquitos usaba botas de esas


características) se consideraron elementos
positivos de identificación.
Otra de las objeciones que se hicieron, fue que
no era posible que en pocos días el cadáver
estuviera en el avanzado estado de degradación
en que fue encontrado, haciendo referencia
específica a la supuesta momificación descrita
en el informe de necropsia. Posiblemente,
el menor falleció días antes del hallazgo y su
cuerpo quedó a la intemperie, en un paraje de
abundante vegetación, a expensas de la acción
de los animales y sujeto a los cambios propios
de la descomposición.
En el artículo de revisión bibliográfica:
“Cambios post mortem en ambientes
tropicales”, publicado el año 2014, en
la revista de Medicina Legal de Costa
Rica, explico cómo en ambientes
tropicales similares de los de Panamá,
en condiciones de altas temperaturas,
humedad y abundante fauna que ataca
al cadáver, el proceso de descomposición
y degradación es más acelerado de lo
que se afirma en textos de Medicina
Legal, escritos en países de condiciones
distintas a las nuestras.
Quienes hemos trabajado en las condiciones
ambientales de Panamá (trópico de altas
temperaturas y humedad), compartimos la
experiencia de encontrar restos humanos
-276-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

cuyas partes anatómicas presentan diferentes


grados de preservación, destrucción y
distintos fenómenos cadavéricos avanzados;
así, es posible encontrar restos en
reducción esquelética (huesos visibles) con
partes blandas adheridas (uniones de las
articulaciones, músculos, tendones), mientras
que otras partes, como por ejemplo la piel,
están deshidratadas, con aspecto de cuero
(coriforme) o apergaminado, junto con otras
partes corporales bien preservadas y de
aspecto intacto.
En el caso de los restos encontrados en la
Vía Juan Pablo Segundo, considero que
la terminología usada para la descripción
de los restos en el protocolo de necropsia
(momificación, corificación, apergaminamiento)
creó confusión y se prestó a especulaciones
infundadas.
La descripción inicial y el aspecto del cadáver
en las vistas fotográficas no corresponden
con las de un cuerpo momificado, como han
sostenido algunos expertos consultados. El
aspecto apergaminado de la piel se debe a
extrema deshidratación (pérdida de agua)
y no debe confundirse con el proceso de
momificación, natural y espontáneo, que por lo
general conserva todo o partes del cuerpo que
se da en condiciones ambientales específicas
(clima seco, cálido y bien ventilado). Además,
es importante que se sepa que, el cambio

-277-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de apergaminamiento de la piel e inclusive


la momificación parcial, es más frecuente en
cuerpos de lactantes (bebés) o niños pequeños.
Una tercera objeción, se hizo al considerar la
dispersión de los restos humanos encontrados.
Al respecto se ha descrito entre los fenómenos
tafonómicos (lo que sucede al cadáver después
de la muerte), que la cabeza y parte del cuello
se pueden separar, espontáneamente (cae),
luego de algunos días; así mismo, otras
partes corporales también pueden separarse y
encontrarse dispersas en el área del hallazgo
debido al efecto destructor de los animales.
En el peritaje médico legal se estableció
el intervalo post–mórtem entre seis y ocho
días. Aprovecho el momento para referirme
a la absurda pretensión burocrática de que el
médico forense deba establecer al día y la hora
de la muerte, aún en casos como éste. Somos
peritos científicos, no adivinos ni actores de
CSI.
El tema de la data de la muerte
o intervalos post-mórtem es uno
de los más complejos y difíciles de
la Patología Forense y a la fecha no
existe un método, técnica o prueba que
permita al perito afirmar de manera
categórica el día y la hora de la muerte,
salvo que disponga de un registro del
evento (expediente clínico, registro de
intervención para- médica).
-278-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Si en aquel entonces me hubieran preguntado,


solamente habría dicho que, por las
características físicas, los fenómenos cadavéricos
y el grado de deterioro del cuerpo encontrado, era
posible que el niño hubiese fallecido el mismo día
del secuestro.
En el informe de necropsia se consigna que en
los restos encontraron: “gusanos de color blanco”,
indicio entomológico, junto con la descripción
del lugar, que sugieren que el proceso de
descomposición y destrucción antropofágica animal
del cadáver posiblemente ocurrió en ese mismo
sitio; no que fue exhumado de un ataúd, como en
algún momento afirmó un perito de parte.
Otro de los puntos controversiales del protocolo
de necropsia fue el acápite correspondiente al
sexo: registrado como “sexo desconocido”; sin
embargo, el mismo protocolo estaba identificado
como correspondiente al examen de Marcos
Rodríguez Justines. La explicación es obvia,
no estaban presentes los genitales; y en el
esqueleto de un niño, de esa edad, aún no
ha ocurrido la diferenciación sexual; tal vez la
palabra “desconocido” no era la más adecuada
para el caso: hubiera preferido el término “no
determinable por falta de elementos”.
En el protocolo de necropsia se anotaron como
causas probables de la muerte del niño Marcos
Rodríguez Justines: 1. Traumatismo cráneo
encefálico. 2. Asfixia: a Estrangulación, b.
Sofocación
-279-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

El traumatismo cráneo encefálico se sustentó


con el hallazgo de una fractura lineal en la
región occipital izquierda de la cabeza (parte
posterior). Sin embargo, una fractura del cráneo
puede ocurrir antes o después de la muerte;
la forma de saber cuándo sucedió la lesión
depende del estudio microscópico del segmento
óseo afectado. La muestra fue estudiada
microscópicamente por dos patólogos, quienes
en su informe anotaron: “no podemos concluir
que la fractura es ante-mórtem o post-mórtem”.
Dicho de manera simple, no fue posible probar
que el niño murió producto de un traumatismo
en la cabeza.
Respecto a la asfixia como causa de muerte en
osamentas, confieso que después de 25 años
de práctica de Patología Forense, desconozco
la manera de sustentar asfixia en unos restos
en la condición de los descritos; menos aún,
afirmar que pudo ser por estrangulación,
sofocación o por ambos mecanismos actuando
juntos. Tal afirmación más parece pseudo-
ciencia o fantasía forense…
La estrangulación puede hacerse con un
objeto colocado alrededor del cuello (lazo)
o con las manos (manual); los signos que
indican que se procedió de alguna de las dos
formas, dependen de los hallazgos en un
cadáver fresco; en la piel se puede observar
un surco de compresión horizontal alrededor
del cuello o lesiones causadas por las uñas

-280-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

o dedos. La demostración de las lesiones


debajo de la piel debe hacerse mediante la
disección por planos anatómicos del cuello que
continúa con la revisión de los paquetes vásculo
nerviosos y termina con el examen minucioso
del hueso hioides y de la laringe. En este caso
en particular no había tales estructuras en los
restos encontrados.
En cambio, la posibilidad de sofocación pudiera
tener sentido, si se considera la versión de uno
de los condenados, El sujeto afirmó que, luego
de quitarle el niño a la empleada, fue colocado
en el baúl del auto. También es posible que haya
sido golpeado y que al quedar encerrado se
asfixió, pero ese mecanismo de muerte también
es meramente especulativo, ya que los signos
clásicos de asfixia: cianosis (coloración azulada
violácea de la piel y mucosas), petequias (puntos
de hemorragia en piel y vísceras); hemorragias
en las conjuntivas de los ojos, sólo se reconocen
en el cadáver fresco y completo. Puede ser
que el niño falleció mientras era transportado y
que, al darse cuenta del hecho (los raptores),
esperaron a que oscureciera, se dirigieron a
un lugar apartado (en aquél entonces no había
tanto tráfico como en estos días), entraron en el
área de vegetación más densa y abandonaron el
cuerpo.
En resumen, pese a los errores conceptuales
y de procedimientos en el manejo de los
restos y aunque no se practicó la prueba

-281-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

genética para la identificación (concluyente


pero no determinante en este caso),
en base a las confesiones, circunstancias,
elementos secundarios (botas ortopédicas,
ropa, reloj, calzado, cabello), a un elemento
individualizante (morfología del segundo
dedo del pie izquierdo), pero sobre todo al
análisis odontológico – prueba científica válida
cuando se trata de identificar a una persona -.
Considero que esos sí eran los restos del niño
Marquitos Rodríguez Justines.

6. CUANDO UNA AUTORIDAD HABLÓ ANTES


DE LA AUTOPSIA
Mientras realizo una autopsia con algún residente
de Medicina Legal o Patología, siempre les
recomiendo no apresurarse a dar conclusiones
si aún no han terminado el examen post-mórtem.
Con el mismo énfasis, les menciono la prudente
frase atribuida a Abraham Lincoln: “Mejor es callar
y que duden de tu poca sabiduría que hablar y
eliminar cualquier duda sobre ello”.
Esta anécdota se refiere a un hecho harto
probado: no se deben dar declaraciones a los
medios de comunicación sin antes haber recibido
la información correcta. También considero
necesario aclarar que en las investigaciones
sobre la muerte de una persona, la autopsia es la
continuación del análisis en el lugar del hecho; es
por eso que es fundamental la presencia del perito
científico en el sitio.
-282-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

En Panamá, los médicos forenses


comenzamos a ir a los levantamientos de
cadáveres - que efectivamente eran, y aún
son eso, levantamientos de muertos -, a
mediados de los años 90 (del siglo pasado).
Entre la presión de los fiscales, para que se
cumpliera lo que establece el Código Judicial
sobre la presencia del perito médico en esa
diligencia, y la renuencia de los médicos
forenses, obviamente reventados por sus
múltiples compromisos (en esos años no había
exclusividad laboral)… llegó el día en que había
que hacerlo.
Para orientar a los médicos en las nuevas
funciones, fue necesario realizar actividades
docentes de capacitación en el tema, para ello
pedimos la ayuda a Institutos vecinos con más
experiencia y tradición en la práctica médico
legal. Fue así como empezamos las Jornadas
de Medicina Legal del IMEL.
La primera Jornada se celebró en un hotel de
ciudad de Panamá, en el año 1996; para la
ocasión invitamos a los eminentes maestros
Dr. Eduardo Vargas Alvarado de Costa Rica
y a los colombianos César Augusto Giraldo y
Ricardo Mora Izquierdo, forenses de reconocido
prestigio en la región. El Dr. Vargas Alvarado
era precedido por su fama de perito, docente
y autor del libro más consultado en materia de
Medicina Legal en Latinoamérica. El Dr. Giraldo,
igualmente, perito y escritor, dirigía el Instituto

-283-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de Medicina Legal en Medellín - con mucho


trabajo y experiencia en casos criminales por
ser el área de acción del famoso narco-mafioso
Pablo Escobar -, y el Dr. Mora Izquierdo,
a la fecha director del Instituto Nacional de
Medicina Legal de Colombia, Instituto que fue
uno de los modelos a seguir, años después,
en la reingeniería del IMEL de Panamá; el otro
modelo institucional fue el Departamento de
Medicina Legal del Poder Judicial de Costa
Rica.
Todos recibimos el adiestramiento básico
en la participación del médico forense en la
investigación del lugar del hecho, y salimos
a cumplir la nueva función. Como había visto
imágenes de médicos forenses con bata blanca
en investigaciones similares en otros países,
decidí hacer lo mismo.
Para esos tiempos, el arreglo operativo era
el siguiente; los detectives de homicidios
buscaban al médico forense en su casa y
después íbamos al sitio, generalmente una
zona roja de la ciudad capital o alrededores.
Una de las primeras veces que fui citado a
participar en un levantamiento de cadáveres,
como a las 7:00 pm, terminé de cenar, busqué
mi maletín, me puse mi bata blanca y junto
con los detectives de Homicidios llegamos
a una barriada en el populoso Distrito de
San Miguelito. Como sucede en nuestro
medio, el lugar estaba lleno de curiosos; ya
-284-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

los camarógrafos habían hecho su tarea y los


periodistas y fotógrafos de la crónica roja se
encontraban en plena acción.
Se trataba de un ciudadano a quien dispararon
varias veces y yacía boca abajo sobre el
pavimento, en un charco de sangre. Como es
habitual en estas investigaciones, la funcionaria
del Ministerio Público escribía su acta; luego los
peritos de la PTJ fijaron la escena y recogieron
las evidencias. A su debido momento, debían
indicarme cuando debía examinar el cadáver.
Yo, con mi inmaculada bata de médico, me
encontraba a prudente distancia de la actividad
esperando que me llamaran. Repentinamente,
en medio del alboroto del suceso, escuché a
una señora que estaba parada cerca, junto a
otras vecinas (en rollos y chancletas), decir en
voz alta: “Vea la vaina, aquí no hay doctores
para los vivos, pero si para los muertos”. Fue
la última vez que fui de bata blanca a una
diligencia semejante.
Como estábamos en las etapas tempranas
de la implementación del cambio, y dado que
siempre el número de médicos forenses era,
y es, escaso, realizaban investigaciones de
muertes a las cuales no se nos llamaba.
Volviendo al tema de hablar a destiempo, les cuento lo
que me sucedió a los meses de volver de Inglaterra.
Una mañana, muy temprano (como de
costumbre) iba conduciendo mi vehículo hacia

-285-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

la morgue del hospital Santo Tomás. Escuchaba


en la radio uno de los noticieros matutinos
locales; quien hablaba era el presidente de
la República, muy indignado. Decía que se
había cometido un horrendo homicidio en
las instalaciones de la Academia de Policía.
Recordemos que estaba fresco el abuso
militarista y las violaciones de los derechos
humanos; y que, por lo tanto, el hecho de
que, supuestamente muriera un joven cadete
víctima de maltrato físico en unas instalaciones
policiales, era motivo de comentarios por parte
del mismísimo presidente.
Al llegar a la morgue, me enteré que me habían
asignado la práctica de la necropsia del cuerpo del
joven cadete y, tal como aún sucede en nuestro
medio, era muy poca la información sobre las
circunstancias de su muerte.
Antes de comenzar, revisé los datos disponibles
y empecé a examinar el cadáver con mucho
detenimiento. Me encontré con el cuerpo de un
varón, joven adulto, de buen desarrollo físico y
en adecuado estado nutricional, que presentaba
lesiones traumáticas menores (excoriaciones)
en las partes anteriores del rostro, tronco y
extremidades. Esas lesiones fueron inicialmente
interpretadas – por curiosos y malpensados - como
resultado de una violenta agresión física. De ahí
nació la versión de que lo habían matado a golpes.
Constaté que la extensión y gravedad de las
lesiones de ninguna manera justificaban el
-286-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

deceso y que las mismas se explicaban por


una brusca caída hacia adelante, producto de la
pérdida del conocimiento.
Según la información brindada por los testigos,
el joven estaba haciendo ejercicios físicos
intensos – como parte de su preparación - y
que, como castigo, había sido obligado a
correr cierta distancia adicional, pese a que
probablemente ya se estaba sintiendo mal.
Al examen interno del cuerpo, y ya para esos
momentos de la necropsia estaba bastante
preocupado, tampoco le encontré lesiones
traumáticas. Sólo me faltaba el examen del
corazón; entonces me pregunté a mí mismo,
al igual que lo hubiera hecho cualquier médico
forense en esas circunstancias: ¿Y ahora, de
qué lo mato?
Procedí a revisar las arterias coronarias (vasos
sanguíneos que irrigan el corazón) y ¡Eureka!,
encontré un origen y trayectoria anómalos de la
arteria coronaria derecha - que ocasionaba la
pobre irrigación de parte del corazón (isquemia
del miocardio) causándole la muerte por falla
aguda.
Aliviado por el hallazgo, pero preocupado por
las declaraciones escuchadas en la radio,
terminé la necropsia y conservé la pieza
anatómica, como prueba del hallazgo. Luego,
me trasladé a la oficina del director del Instituto
para informarle el resultado de la necropsia.

-287-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Como era ya mediodía, dada la trascendencia


del caso, y la presión de los medios por saber
si efectivamente se trataba un “homicidio de la
peor calaña”-, como había dicho el presidente-,
nos fuimos al despacho de la autoridad del MP
para informarle.
El funcionario, nos hizo pasar, le expusimos el
caso y quedamos a la espera de sus preguntas.
Luego de un tiempo de silencio, el director le
preguntó: ¿Señor, afuera están los medios y si
nos preguntan del caso qué les decimos? Su
respuesta fue: díganles que hoy se realizaron
varias autopsias, y que de ese caso todavía no
tienen resultados definitivos.
Ante semejante recomendación optamos por
salir de la Procuraduría por la parte posterior del
edificio.
Al día siguiente, cuando trascendió el
resultado de la necropsia, comenzaron las
especulaciones y las dudas. En un periódico
de la localidad se publicó el protocolo de la
necropsia junto con la pregunta ¿Quién es ese
Dr. Pachar?
Ante la discrepancia entre las magnas
declaraciones y los hallazgos de la necropsia,
para salir de dudas, el Ministerio Público
ordenó la formación de una Comisión de
Expertos, formada por médicos especialistas
en diferentes áreas de la Medicina (Medicina
Deportiva, Cardiología, Medicina Interna), La
Comisión se reunió, revisaron el protocolo
-288-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

y la pieza anatómica; al final, coincidieron


con las explicaciones anotadas en el informe
original y concluyeron que el joven murió no
por agresión física sino por una falla cardíaca
aguda, causada por la isquemia del miocardio,
secundaria a una malformación congénita de
una de las arterias que irrigan el corazón.
Moraleja… La experiencia nos sugiere que
inclusive el presidente debe guardar silencio
hasta cuando el perito forense entregue sus
informes completos, que incluyan, además, la
interpretación de sus hallazgos.

6. CUERPOS MUTILADOS
Es fácil asumir que una morgue judicial
conserva en sus frías gavetas horripilantes
misterios, que dicen mucho de la extrema
crueldad y degradación moral de algunos seres
humanos. En la lista de horrendas tareas diarias
de la morgue, de vez en cuando se incluye el
examen de cuerpos humanos mutilados por
tales monstruos.
La mutilación de cadáveres
(descuartizamiento, desmembramiento,
decapitación) se ha practicado desde
los orígenes de la humanidad por
distintas razones y motivaciones. En
la mutilación criminal post-mórtem,
el cadáver desnudo o con poca
indumentaria, puede ser seccionado
a nivel del cuello (decapitación) y de
-289-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

las extremidades (desmembramiento);


luego, los segmentos se empacan (en
bolsas plásticas u otros contenedores)
que se cierran para facilitar su transporte.
Hace 20 años en Panamá era inusual el hallazgo
de cuerpos mutilados. Tampoco la muerte de
mujeres (femicidio) había recibido tanta atención
como en años posteriores. El aumento estadístico
de los decesos violentos de mujeres motivó la
aprobación de una ley específica sobre femicidio.
El siguiente fue mi primer caso de femicidio y
mutilación corporal post-mortem.
El día 25 de octubre del año 1995, recibí del
entonces fiscal auxiliar de la República, una
solicitud de examen de un cuerpo humano
fragmentado que había sido encontrado por unos
trabajadores en el vertedero de basura de Cerro
Patacón. Al paso de la máquina compactadora
de los desechos, una bolsa plástica negra se
rompió y dejó expuesto el extremo de un muslo
humano. Ante el tétrico hallazgo, los asustados
trabajadores llamaron a la Fiscalía Auxiliar. Se
procedió a la búsqueda y recuperación de otras
partes corporales y los restos encontrados fueron
enviados a la morgue del hospital Santo Tomás.
A la mañana siguiente, pude constatar que el
cuerpo había sido decapitado y fragmentado
en varias partes, de las que recuperaron un
segmento mayor (tronco) y un segundo segmento
con la pelvis y parte de las extremidades
inferiores, hasta las rodillas.
-290-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Del examen externo del tórax era evidente que


se trataba de una mujer joven, de piel trigueña.
No encontré tatuajes, cicatrices ni otras señales
individualizantes; lo único digno de notar era
la presencia de un área de piel clara, irregular,
de bordes bien definidos, en la región lumbar
derecha.
El segundo segmento, también correspondía a
un cuerpo de mujer, incluía la parte inferior del
abdomen, la pelvis, los glúteos y la mayor parte
de los muslos. Las dos partes coincidían como
piezas de un rompecabezas.
Los genitales externos e internos estaban
completos, sin alteraciones. Los resultados
de los análisis toxicológicos de las muestras
tomadas fueron negativos por la presencia de
alcohol, medicamentos o drogas de abuso.
También el análisis de los hisopados tomados
del área genital fue negativo por la presencia de
espermatozoides.
Al terminar la necropsia, señalé en el dictamen
pericial: “El examen conjunto de los dos
segmentos recibidos permite concluir que se
trata de partes del mismo cuerpo humano,
pertenecientes a una joven mujer, trigueña,
de probable desarrollo físico adecuado y en
buen estado nutricional. Cabe resaltar el hecho
de que no se encontraron larvas, huevos ni
insectos adultos visibles lo cual puede indicar
que los segmentos estaban encerrados en
algún recipiente sin contacto con el medio
-291-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

ambiente. Al examen del área genital no se


encontraron signos de asalto sexual; tampoco
había señales de parto previo (en el cuello del
útero), ni de embarazo”.
Como es mandatorio en estos casos, tomé
muestras de tejidos de las áreas de sección,
para el examen microscópico, en búsqueda de
“Reacción Vital”.
Cuando un ser vivo es herido o
lesionado, en la parte anatómica
afectada ocurren cambios visibles a
simple vista - hemorragia (sangra) y
edema (se hincha). A nivel microscópico,
los cambios son evidentes minutos y
horas después (hemorragia, edema,
reacción inflamatoria aguda).
En el caso estudiado, el examen macro y
microscópico de los bordes de sección no
mostraron signos de reacción vital; o sea
que, los cortes fueron practicados después
del fallecimiento de la víctima y para tal fin se
utilizó un objeto cortante y filoso para las partes
blandas; y otro, de características similares,
pero de mayor poder de incisión, firmeza y
velocidad para los huesos. Importante señalar
que los extremos expuestos de las partes
corporales presentaban cambios sugestivos de
exposición a elevada temperatura.
Los hallazgos descritos en los segmentos
corporales examinados eran insuficientes para
establecer la causa de la muerte. Por lógica, se
-292-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

podía inferir que la causa del fallecimiento debía


encontrarse en las partes faltantes: cabeza, cuello,
extremidades superiores, parte de las vísceras
abdominales, piernas o pies.
En resumen, tenía dos partes del cuerpo mutilado
de una joven mujer. La fragmentación corporal se
había practicado después de su muerte. El único
elemento de identificación era la presencia de un
área de piel clara en la parte baja de la espalda.
Se trataba de un caso de femicidio y mutilación
criminal post-mortem.
Cuando se encuentra un cuerpo - o partes
corporales humanas - no identificados,
con el propósito de establecer quién
era esa persona debemos remitirnos al
protocolo de identificación forense que
establece lo siguiente: inicialmente, se
consideran los elementos no específicos
de individualización (ropa, accesorios,
documentos, testimonios, etc.); luego, las
características y rasgos individualizantes:
cicatrices, tatuajes, cambios en la piel,
amputaciones, etc. Finalmente, la
identificación científica se logra mediante
el análisis de las huellas dactilares
(Lofoscopia), el examen odontológico
forense - comparación entre las cartas
dentales ante-mórtem y post–mórtem – y
la prueba genética (ADN).
Un par de días después de la necropsia todavía
no sabíamos quién era la mujer mutilada; pero,
-293-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

como sucede muchas veces, la investigación


exitosa es el resultado de la capacidad y olfato
de los investigadores y de un factor nada
científico, la suerte. Días posteriores al hallazgo
fue detenido el novio de una joven que estaba
desaparecida.
Según consta en el expediente judicial, Carlos
había acompañado a la madre de su novia a la
morgue del Hospital Santo Tomás. La señora
afirmó que por la característica descrita en la
piel de la espalda ese era el cuerpo de su hija.
Ya que se contaba con una posible identidad,
los investigadores de Homicidios citaron a
declarar a los allegados y a todos aquéllos
que tuvieron contacto con la desaparecida las
últimas veces que fue vista. Durante una de las
entrevistas, un sagaz detective (Guti) observó
que Carlos tenía las zapatillas manchadas de
sangre; al ser cuestionado sobre ese detalle,
no encontró explicaciones y fue detenido. Un
análisis de las manchas reveló que se trataba
de sangre de la víctima.
Una vez identificada la víctima, las luces se
enfocaron en el victimario ¿quién era Carlos?
¿Cuál fue su motivación?, las respuestas a
esas preguntas son competencia de psiquiatra
no del patólogo forense. Solamente menciono
que, según medios escritos, un pasatiempo del
acusado era arrojar gatos desde el piso 14 de
uno los multifamiliares de la avenida conocida
como “Tumba Muerto”.
-294-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

El día del crimen, avanzada la tarde, Carlos


citó a su novia al apartamento en que vivía con
sus padres. Un par de horas después, y ante
la mirada de su oculto cómplice, la mata. Las
versiones de Carlos y de su amigo, sobre la
forma cómo mató a la joven, eran diferentes;
sin embargo, ambos coincidían en que la causa
de la muerte estaba en el cuello. Consumado
el hecho, y ante la inminente llegada de sus
padres, Carlos colocó el cadáver debajo de la
cama, en su habitación. Días después circuló un
macabro rumor, se decía que Carlos se acostó a
dormir, como de costumbre; pero, aquella noche,
ocasionalmente, metía la mano debajo de la cama
para verificar si el cuerpo seguía ahí.
A la mañana siguiente llamó a su cómplice,
Severino; ambos mutilaron el cadáver en la
ducha del apartamento. Los hallazgos de la
investigación indicaban que primero separaron
los brazos y las piernas y se las llevaron a la
cocina; ahí, en una estufa habían colocado
una olla que contenía agua hirviendo, en ella
introdujeron los extremos de los brazos y las
piernas con el propósito de sancocharlos para que
no hubiera escurrimiento de sangre. Al terminar
la fragmentación, colocaron los fragmentos en
bolsas negras de basura, llamaron un taxi, bajaron
las bolsas, las transportaron y depositaron en
depósitos de basura ubicados en distintos sitios
de la ciudad. Al ser cuestionado sobre el curioso
itinerario, el conductor del taxi argumentó que
desconocía el contenido de las bolsas.
-295-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Durante la audiencia ante un Jurado


de Conciencia, me correspondió rendir
declaración desde el estrado. En medio de
la solemnidad del acto, empecé a explicar
los hallazgos y observaciones. En un
momento dado, ante pregunta de la fiscal,
levanté la mirada y coincidió que estaba en
la misma dirección en la que estaba Carlos,
entonces pude verle el rostro. Sentí un
súbito escalofrío al observar que me miraba
fijamente; tenía un maléfico aspecto, a
causa de una prótesis ocular, pero sobre
todo por lo que recordé era capaz de hacer.

Carlos, autor del horrendo crimen, fue


condenado a varios años de prisión. Diecisiete
años más tarde, se le redujo la pena por buen
comportamiento y fue liberado el 31 de julio del
año 2014 – al conocer la noticia, los gatos de
Laura Alejandra “Bigotes y Paulina” corrieron a
esconderse debajo de la cama. Su cómplice,
Severino, también fue beneficiado con una
medida cautelar.

MÁS CUERPOS MUTILADOS


El anterior fue mi primer acercamiento al estudio de los
casos de cuerpos mutilados criminalmente. En años
subsiguientes ocurrieron pocos casos; dos de los más
extraños fueron los siguientes:
En la vía hacia Colón, antes de la construcción de
la autopista, en el camino de entrada a una barriada
cercana al puente sobre el río Chagres, a tempranas
-296-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

horas de la mañana, unos vecinos que iban a su trabajo


observaron un cuerpo humano entre el herbazal a la orilla
de la calle. La Policía llegó al lugar y marcaron la escena.
Como a las 10:00 am. los detectives de Homicidios
y yo llegamos al sitio, ahí ya estaban presentes
los funcionarios del Ministerio Público, medios de
comunicación y curiosos. El cuerpo había sido movido
hasta la calle y estaba sobre el piso cubierto con una
sábana.
Me coloqué los guantes, levanté la sábana y me encontré
con algo completamente inusual. Se trataba del cuerpo
de un varón adulto, vestido y con zapatos, le faltaba el
miembro superior izquierdo. El separado miembro había
sido seccionado cuidadosamente a nivel de la articulación
del hombro (desarticulación). El tórax estaba abierto en
su costado izquierdo y en el interior de la cavidad torácica
faltaban ambos pulmones y el corazón. Ante semejante
hallazgo, comenté a los detectives que debíamos buscar
en el área por si se encontraban esas partes anatómicas.
Encontramos el brazo y los pulmones; cada pulmón
había sido cortado a nivel del hilio, con la precisión de un
hábil prosector – el que realiza disecciones anatómicas
o de patología -, ambos pulmones estaban completos.
Nunca encontramos el corazón.
Los restos fueron trasladados a la morgue judicial.
En la necropsia examiné las áreas de sección con
detenimiento y encontré que las zonas de corte no
mostraban claros signos de cortes post–mórtem.
Además, la sorpresa aumentó cuando al revisar la parte
posterior de la cavidad abdominal encontré un proyectil
de arma de fuego.
-297-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

De este caso me quedaron las dudas: ¿Quién practicó


las disecciones? ¿Se mutiló el cuerpo para buscar
el proyectil? ¿Era la mutilación parte de alguna otra
actividad simbólica?
El segundo caso extraño sucedió en el área de
Mañanitas de Tocumen. Una pareja de chinos eran los
propietarios de un supermercado y de una lavandería.
Como en muchos barrios de Panamá, la tienda del
chino es el sitio de referencia en la comunidad, no
solamente por el servicio comercial que brindan sino
también por ser ejemplo de trabajo y puntualidad.
Una mañana, de manera muy inusual y extraña, eran
las 7:00 am y no abrían el negocio, algunos vecinos
notaron que salía humo de la parte posterior del local,
tocaron la puerta principal y al no obtener respuesta
llamaron a la Policía.
Al llegar los policías encontraron que había cierto
desorden en el supermercado; pero, lo que más les
llamó la atención, fue el humo y el penetrante olor a
carne quemada que provenía de la parte posterior del
local. Se acercaron al lugar y lo que encontraron los
hizo comunicarse inmediatamente con el Ministerio
Público.
Como ya era costumbre, de la Fiscalía Auxiliar me
llamaron para que acudiera al sitio. Cuando me
presenté, fui informado que, en la parte posterior del
supermercado, sobre el piso de la ducha, estaban
dos cuerpos humanos quemados. Efectivamente,
en un pequeño espacio, sobre el suelo estaban los
dos cuerpos desnudos. Uno casi completamente
carbonizado y el segundo desmembrado y
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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

parcialmente quemado. En ambos había restos de tela


y plásticos utilizados para la combustión.
En la morgue, comprobé que el cuerpo incompleto
estaba carbonizado y que las partes remanentes
(cabeza y pelvis) indicaban que se trataba de un
varón, adulto. Debido al avanzado estado de deterioro
del cuerpo, no fue posible establecer si fue mutilado,
ni tampoco la causa de la muerte. El segundo
cuerpo estaba parcialmente quemado, pero mejor
conservado que el primero; presentaba secciones en
las extremidades superiores e inferiores, sin signos de
reacción vital (había sido mutilado después de morir).
Procedí a practicar las disecciones de autopsia y
encontré una herida punzo cortante en el pecho. Había
sido asesinada de una puñalada en el corazón.
La identidad se estableció mediante el cotejo de las
huellas dactilares y la información proporcionada por
los familiares.
De las investigaciones resultó que, días antes, un
joven familiar, de igual procedencia, llegó a convivir
con ellos en el lugar. La víspera del hallazgo, en horas
de la noche, luego de cerrar el negocio, los mató, les
quitó la ropa, cortó los cuerpos en la ducha y luego
colocaba prendas de tela y plástico para quemar los
cuerpos.
Debió permanecer toda la noche en el intento de
hacer desaparecer los cadáveres, pero ignoraba
que incinerar el cuerpo de un adulto, hasta que
desaparezca por carbonización requiere de
condiciones especiales de altas temperaturas, como
sucede en los hornos de cremación. En un horno de
-299-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

cremación se pueden alcanzar temperaturas cercanas


a 1.000 grados centígrados
Al amanecer, se convenció que su tarea era imposible
y escapó (posteriormente fue capturado y procesado
penalmente).
Años después, entre el 2011 y el 2014 se registró
un llamativo aumento de estos macabros hallazgos.
Aparecieron cuerpos mutilados en las áreas vecinas a
la capital y en Panamá oeste, todo parecía indicar que
se trataba de peleas de pandilleros y que el tipo de
mutilación no era defensiva – aquella que se practica
para transportar el cuerpo e impedir la identificación –;
sino la variante de “mutilación mensaje”.
La “mutilación mensaje” incluye un repertorio de
elementos conocidos por un emisor y un receptor,
ambos vinculados a grupos criminales. La mutilación se
lleva a cabo como un ajuste de cuentas, con la finalidad
de amedrentar e intimidar a rivales: narcotraficantes,
maras, pandillas.
Parecía que las prácticas de maras y mafias de algunos
países de Centroamérica estaban llegando a Panamá.
En el área de Paitilla encontraron un torso humano y
tiempo después un pie. En Playa Leona, semi enterrado
en la arena, se encontró un cuerpo mutilado con una
extraña apertura en forma de cruz en la parte anterior
del tronco y las vísceras fuera de la cavidad abdominal.
Finalmente, unos meses atrás, fui llamado de una
Fiscalía Superior para la siguiente consulta: una señora
cuyo hijo ex presidiario había salido de la cárcel La
Joya, se acercó a las autoridades porque le enviaron

-300-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

a su celular unas fotografías de un cuerpo mutilado.


Se suponía que se trataba del hijo de la señora y me
preguntó la Fiscal si era posible que las imágenes
correspondieran a un cuerpo mutilado. Generalmente
soy reacio a dar opiniones sobre fotografías, pero en
este caso, el número y la forma en que se presentaban
las partes corporales, parecía corresponder a un varón
joven adulto de similares rasgos a los descritos por
el familiar. Claro ejemplo de “mutilación mensaje”,
utilizando los avances tecnológicos del siglo XXI.

7. ¿QUÉ LE PASÓ A VANESSA MÁRQUEZ?


Antes que nada, debo aclarar que no participé de la
diligencia del levantamiento del cadáver, ni tampoco
practiqué la necropsia del cuerpo de Vanessa Márquez
(VM). No obstante, sí formé parte de una Junta
Médica Forense que, a solicitud del Ministerio Público,
reexaminó el caso y emitió un dictamen y estuve
presente en la Diligencia de Inspección Ocular y
Reconstrucción de los Hechos.
La muerte de Vanessa Márquez fue uno de los
sucesos criminales más controversiales de los últimos
años en Panamá. Era un cóctel ideal de elementos de
escándalo público, que dio mucho trabajo a los medios
de comunicación.
Y es que el día 3 de marzo de 2005, a dos meses
de haber comenzado mi gestión como director del
Instituto de Medicina Legal, y apenas comenzada
la reingeniería institucional, me tocaba enfrentar la
primera prueba mediática relacionada a los peritajes
científicos del renovado Instituto.

-301-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

En el piso 17 de un hotel en Paitilla, en un área


exclusiva de la ciudad capital de Panamá, desde horas
de la tarde, y hasta cerca de la medianoche, tuvo lugar
una fiesta privada en la que, según periódicos de la
localidad, participaban unas jóvenes, proveedoras
de servicios en este tipo de actividades, y algunos
profesionales de reconocidos vínculos sociales. En
resumen, estaban juntos los condimentos ideales para
un buen escándalo: prostitución clandestina, alcohol,
drogas de abuso, gente importante y, horas más tarde
un cadáver.
A la mañana siguiente, la Fiscalía Auxiliar fue notificada
de la aparición del cuerpo y empezó la investigación.
La Diligencia de Reconocimiento y Levantamiento del
cadáver dio comienzo a las 9:10 am, en los predios del
hotel. En la parte trasera del mismo, se encontraba el
cuerpo sin vida de una persona, descrita de la siguiente
forma: “una mujer semidesnuda, de tez trigueña, cabello
color negro, en decúbito ventral, pegado a la cerca con
los pies hacia la calle, la cabeza hacia la cerca, las
extremidades inferiores fracturadas”.
Según la versión del médico forense, presente en dicha
diligencia, se trataba de un posible accidente de tránsito,
también agregó que la víctima tenía “entre 8 y 9 horas
de muerta”. Así mismo, se dejó constancia de que: “la
occisa no presentaba documentos de identificación y
que, en la glándula mamaria izquierda, se encontró un
cartuchito con hierba”.
El análisis practicado a la evidencia descrita determinó
que se trataba de marihuana (Cannabis Sativa) en la
cantidad de 1.80 gramos.
-302-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Recuerdo que, al medio día, en los noticieros de


televisión, se mostraba la actuación de los funcionarios
del Ministerio Público y de la Policía Técnica Judicial;
en las imágenes mostradas, se observó que el cuerpo
fue examinado por el médico forense, quien dio
declaraciones a los medios y afirmó que la joven había
fallecido producto de un hecho de tránsito.
Es importante recordar que, para esos días, un
periódico local en su columna de rumores y como
parte de la campaña contra la Procuradora y los
cambios en el IMLECF publicó: “Hay quienes afirman
que la controversia generada con la autopsia (de
Vanessa Márquez) es consecuencia de haber
destituido a los forenses con experiencia”; obviamente,
no aclararon que el médico forense que participó en
la diligencia de levantamiento y que luego practicó
la necropsia, era especialista en Medicina Legal con
varios años de experiencia.
Ese mismo fin de semana, comenzó a circular una
versión diferente al supuesto atropello. Según testigos
que estuvieron en la fiesta, se trataba de un caso de
precipitación (caída de altura); del MP se me comunicó
que había testimonios que contradecían la versión de
que la muerte había sido consecuencia de un hecho
de tránsito, por lo cual recomendaban que el IMELCF
revisara toda la información pericial científica.
El domingo, 6 de marzo, en horas de la tarde, la
Agente de Instrucción Delegada de la Fiscalía Auxiliar
de la República, practicó la diligencia de Inspección
Ocular; lectura de testimonios, informe de planimetría
y revisión de material fotográfico en el piso 17 del
-303-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

hotel. La diligencia se llevó a cabo y contó con la


participación del Secretario General del MP, el Fiscal
Auxiliar y de peritos de Criminalística de la Policía
Técnica Judicial y del IMELCF. En una segunda
Inspección Ocular se establece que desde el centro
del balcón de la habitación “se puede apreciar el lugar
donde se encontró el cuerpo”
El lunes, 7 de marzo, después de la reconstrucción, se
le proporcionó toda la información disponible al perito
médico y se le hizo la observación de que, si bien
era cierto, había algunos elementos que inicialmente
pudieran sugerir que la joven había sido víctima de
un atropello; sin embargo, al analizar las versiones
de los testigos y la distribución de las lesiones, el
caso apuntaba más hacia una precipitación (caída
del piso 17 del hotel). Pese a toda la información
recibida y a las observaciones realizadas, el perito
entregó el protocolo de necropsia y mantuvo su
opinión. Recuerdo que, inclusive las investigaciones
periodísticas ya informaban que había inconsistencias
en el examen de necropsia.
Los periodistas del Diario La Prensa: Roberto
López Dubois y José Somarriba Hernández,
escribieron el 18 de marzo: “Inconsistencias de
un informe” al referirse a la solicitud hecha por
las autoridades del Ministerio Público de que
una Junta Médica Forense reexaminara el caso,
valorara los criterios utilizados por el perito
y emitiera una opinión al respecto. Ante tan
delicada situación, el Ministerio Público solicitó
la conformación de una Junta Médico Forense

-304-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

- en la que participé junto con experimentados y


reconocidos colegas forenses; la Junta analizó
el protocolo, las fotografías y los testimonios
y llegó a la conclusión que VM murió por
precipitación, no por atropello.
En el protocolo de necropsia constan, entre otros
detalles, los siguientes: no se abrió la cabeza “por
considerar esto suficiente para las consideraciones
médico legales”; “no se observan fracturas o
desplazamientos de la columna vertebral por lo menos
macroscópicamente”, y lo más grave: “no se tomó
muestra de las uñas ya que estaban unas cortas otras
largas y estaban sucias de tierra”; es más, en el lugar
del levantamiento las manos no fueron embaladas
en bolsas de papel tal como lo establece la práctica
para estos casos. Según la opinión de la Junta:
“la técnica de autopsia no fue la más indicada, las
vistas fotográficas ilustran sólo una inspección de las
vísceras torácicas y abdominales “in situ”.
En el cadáver también se encontraron lesiones en el
cuello y en la mano izquierda que posiblemente no se
relacionaban con precipitación, pero al no tomarse las
muestras de las uñas ni haber examinado al imputado,
no fue posible establecer relación alguna.
Sobre las inconsistencias del informe de necropsia,
también se refirió la abogada de una de las partes, tal
como consta en la edición digital del periódico Panamá
América, fechado 22 de marzo del 2005:
“La representante legal de Y.S., una de las
sindicadas, utilizará peritos idóneos en salto
y medicina forense que puedan aclarar las
-305-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

inconsistencias del protocolo de necropsia,


las declaraciones del forense y los resultados
establecidos por la Junta Técnica Forense del
Instituto de Medicina Legal. Para B., en este caso
hubo ligereza e incapacidad del forense que hizo
el informe de necropsia. ¿Cómo es posible que
el médico forense maneje el mismo concepto
que manejaban las personas que tenían interés
en manipular el expediente?, se cuestionó… No
hay móvil para un homicidio, no había ningún
tipo de pelea, ni agresividad, todo lo contrario, ya
que el ambiente era de amistad, jolgorio, alegría
y placer, por lo que hay situaciones que todavía
se tienen que probar, aclaró”.
En Medicina Forense, la precipitación ocurre cuando
un cuerpo cae por encima del plano de sustentación –
como en este caso desde un balcón del piso 17 -; sin
embargo, el término precipitación no explica las razones
por las cuales una persona cayó: perdió el equilibrio
(accidente), se tiró (suicidio) o la empujaron (homicidio).
Además, como es de esperar, un cuerpo que cae de
un piso 17 va a presentar múltiples y extensas lesiones
por trauma mecánico, lesiones que pudieran llevar a la
confusión con un hecho de tránsito (atropello), pero que
se explican por dinámicas diferentes.
En la precipitación la desaceleración es vertical,
en cambio en el atropello es horizontal, la clave
para diferenciarlas radica en la interpretación de la
distribución de las lesiones, especialmente de las
fracturas de la cabeza, columna vertebral, caja torácica,
pelvis y extremidades.

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Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Participé en la Diligencia de Reconstrucción de los


Hechos y escuché otras sugerencias “sui generis”;
por ejemplo, ¿Por qué no se tira una bolsa de arena
del mismo peso para ver si fue que efectivamente se
cayó? La distancia de la parte superior de la losa del
piso 17 del hotel hasta el suelo era de 47.89 metros.
Me imagino lo que hubiera pasado con la bolsa de
arena al momento de tocar tierra.
Las claves para determinar si la persona se cayó
o la tiraron no están solamente en el sitio de
impacto, sino especialmente, en el lugar desde el
cual supuestamente se originó la precipitación. En
este caso en particular, determinante era la altura
de la baranda del balcón del piso 17; los peritos
planimétricos determinaron que la misma tenía 92
centímetros de alto; VM medía 160 centímetros de
estatura y con facilidad podía sobrepasarla.
Además de los detalles físicos del balcón del
apartamento, también constan las declaraciones del
personal del hotel. Una de las recamareras declaró
que: “el viernes, 4 de marzo, a las 10:00 am: “limpió
la suite sin encontrar nada personal, la habitación
estaba tirada, había botellas de seco vacías, residuos
de comida, colillas, ceniceros y preservativos tirados
por todos lados”, no describe manchas de sangre,
tampoco objetos rotos o ensangrentados; lo único que
encontró fueron los restos de una orgía.
En una de las posteriores diligencias de inspección
ocular de la habitación se anotó: “la búsqueda de
manchas de sangre arroja resultado negativo. En la
parte externa del hotel, en el área exacta donde fue
-307-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

encontrado el cadáver, se aplicó el reactivo Luminol,


arrojando resultado positivo por la presencia de
sangre”. Dicho de otra manera, no había ninguna
evidencia de que VM hubiera sido lesionada ni de que
hubiera sangrado en la habitación del hotel.
Los resultados de los análisis de toxicología
confirmaron que, efectivamente, como lo habían
dicho sus compañeras de fiestas, VM consumió
marihuana y cocaína. Es más, entre las declaraciones
y testimonios consta, que la fallecida presentó un
cuadro alucinatorio, descrito por testigos presenciales
como “tipo exorcismo”, con actividad motora y
alteraciones del equilibrio producto del efecto de las
drogas consumidas.
Uno de ellos declaró: “Todo se desarrollaba
normalmente, seguíamos conversando y pude notar
que la joven Vanessa (q.e.p.d.) empezó a actuar un
poco extraña; inicialmente no hablaba con nadie, y
más adelante, o una hora después fue cuando se
dio el hecho en el que le dio un tipo de ataque en el
cual sus amigas manifestaban que era una posesión
diabólica, a la cual inicialmente no presté mucha
atención, pensé que se había pasado de tragos, hasta
que vi que la situación se tornó un poco más fuerte,
ya que la joven empezaba a temblar y emitir sonidos,
tenía la cara virada hacia el lado derecho mirando
a la pared, tenía los ojos salidos, y gemía con voz
ronca, luego veo que las otras jóvenes comienzan a
ponerse histéricas, un poco asustadas por la situación,
comienzan a rezar, a decir frases religiosas, inclusive
recuerdo que hasta un rosario y un crucifijo sacaron,

-308-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

trataron de colocarle el rosario y de enderezarle el rostro,


ya que lo tenía hacia un lado, para ver si les prestaba
atención”.
Posteriormente el Tribunal que valoró los elementos de
la investigación dejó abierta la posibilidad de que las
lesiones del cuello y de la mano izquierda de VM hayan
sido causadas por la manipulación de los objetos antes
mencionados.
El autor colombiano Darío Córdoba, en su libro
“Toxicología” describe que: “en una fase avanzada
de intoxicación, la mezcla de cocaína y marihuana
puede producir alucinaciones visuales, táctiles,
auditivas, olfatorias; excitación psicomotriz,
tendencia a huir, agresividad e indiferencia sexual.
En una fase final, la persona puede presentar
un cuadro psicótico con hipervigilancia, ilusiones
paranoides, ideas de persecución, agitación con
daños a terceros, en objetos y en el propio sujeto
consumidor, insomnio y agresividad”.
Al final de la “ponchera” (fiesta), antes de las dos de la
mañana, en el apartamento sólo se encontraban tres
personas, uno de los procesados afirmó lo siguiente: “la
joven (VM) se levanta dirigiéndose hacia la entrada del
balcón, yo me muevo hacia el lado izquierdo para que
ella pudiera entrar y repentinamente la joven da media
vuelta y se lanza por encima del barandal”.
Esa noche, la unidad de Policía que estaba de turno en el
hotel declaró que entre las 2:00 am a 3:00 am, escuchó
un ruido de algo que cayó de un solo golpe y fuerte,
caminó hasta donde había una verja de hierro, se asomó,
pero como todo estaba oscuro, y no llevaba lámpara de
mano, no observó nada.
-309-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

¿Había alguna manera de corroborar la versión de


que VM se arrojó del balcón del piso 17?, la respuesta
es no; de la necropsia no se extrajo ningún elemento
que probara que hubo un contacto físico entre VM y
el sindicado, tampoco la prueba de Luminol registró
ninguna mancha de sangre en el apartamento; por
lo tanto, con la información disponible a la fecha,
quedaba espacio sólo para dos hipótesis: suicidio o
accidente; sin embargo, el Ministerio Público formuló
cargos por homicidio, al considerar que las lesiones del
cuello y de la mano izquierda no pudieron causarse en
un acto suicida o accidental.
El caso se prestó para más especulaciones y teorías
conspirativas debido a que el lunes, 7 de marzo,
los familiares de Vanessa se presentaron a la
morgue judicial para reclamar el cuerpo, el médico
forense reexaminó el cadáver, filmó y tomó nuevas
fotografías. Se entregaron los restos el día siguiente
y posteriormente fueron cremados. Según la versión
de la madre, su hija Vanessa le pidió, en vida, ser
incinerada cuando muriera y que sus cenizas fuesen
tiradas al mar. Tal decisión impidió la práctica de una
segunda necropsia, que pudo haber aclarado muchas
dudas.
Este caso era ideal para la aplicación de la técnica
de Autopsia Psicológica: proceso de recolección de
datos que permite reconstruir el perfil psicológico de
una persona y su estado mental antes del deceso
por causa dudosa (suicidio, homicidio, accidente o
natural). La autopsia psicológica fue realizada por una
psiquiatra del IMELCF, quien concluyó lo siguiente:

-310-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

“para el día de los hechos, específicamente para


después de las 9. 30 p.m. (no hay elementos que nos
permita dar con exactitud la hora en que empezó a
presentar sintomatología), la hoy occisa presentó un
cuadro tóxico agudo”. “Hay elementos para pensar
en cuadro delirante tóxico donde usualmente las
alucinaciones son de contenido terrorífico y la persona
pudiera estar huyendo de lo que pudiera estar viendo”.
“Comprobadamente ella presentaba un cuadro de
consumos de drogas que ya le habían ocasionado
alteraciones clínicas”.
“En la historia de la hoy occisa no hay elementos que
indiquen un diagnóstico de Trastorno Depresivo Típico
asociado a riesgo inminente de suicidio”
Importante considerar que pocas semanas antes del
trágico episodio, VM fue examinada por una médica
forense, posterior a un episodio de agresión sexual
con lesiones menores y consumo de drogas, en
circunstancias similares a las de la fiesta del 4 de
marzo. Ese día, como parte de la evaluación médico
legal, a VM se le tomaron muestras de sangre y orina
las cuales resultaron positivas por el consumo de
drogas de abuso.
El 14 de mayo de 2006, el Segundo Tribunal de
Justicia decretó el sobreseimiento provisional del
caso por falta de pruebas de la intervención dolosa
de terceros en la muerte de VM, y en ausencia de
plena prueba del hecho punible, lo cual viabiliza la
reapertura, de surgir nuevos elementos de prueba que,
a juicio del Tribunal, lo ameriten. El 25 de marzo de
2008, a falta de tales nuevos elementos, la Sala Penal
-311-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de la Corte Suprema de Justicia confirmó la decisión


del Segundo Tribunal.
Finalmente, pareciera que, “con la información
disponible a la fecha”, la joven VM, con un estilo de
vida que implicaba muchos riesgos para su salud física
y mental, fue víctima de sus propias alucinaciones y
cayó del piso 17 del hotel. El caso se tornó complejo
por el imprudente y desorientador manejo de la
información desde el momento de la diligencia de
levantamiento; por el intento de ocultar la verdad de los
involucrados y por una desatinada actuación pericial.

9. MUERTES DE PERSONAS DETENIDAS O


EN CUSTODIA
En el derecho internacional existen múltiples
instrumentos legales – de los que Panamá es
signatario -, que hacen énfasis en la importancia de
promover el respeto por los derechos humanos de las
personas detenidas o en custodia de las autoridades.
Sin embargo, no siempre es así y algunos fallecen en
circunstancias que ameritan una investigación judicial;
como en los ejemplos que presento más adelante.
Antes debo aclarar que en nuestro país, es obligatoria
la investigación de la muerte de personas detenidas
o en custodia de las autoridades. Por lo general, el
deceso trasciende a los medios de comunicación
y conlleva difíciles situaciones familiares, sociales
o institucionales que casi siempre ponen en tela
de duda, el respeto de sus derechos humanos,
particularmente el derecho a la vida e integridad
personal.
-312-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Como consecuencia, también queda en entredicho


la actuación de la Policía o de los encargados de
velar por la integridad y seguridad del fallecido, que
pueden ser acusados de actos culposos o dolosos
relacionados con esa muerte.
EL REO QUE CAYÓ DE LA HAMACA
La Joya es un centro penitenciario ubicado en la
afueras de ciudad de Panamá. En ese lugar, varios
miles de detenidos, muchos de ellos no procesados,
comparten reducidos e inhumanos espacios
promiscuos, verdaderos basureros humanos. Como es
de esperar, los reclusos se enferman o sufren lesiones,
pero la atención médica que deben recibir no siempre
es oportuna ni adecuada.
A la Consulta Externa de la Clínica Médico Legal del
Instituto, en la sede de Calidonia, los custodios de un
centro penitenciario trajeron a un joven que según
ellos: actuaba “raro”, como que le daban ataques y
permanecía retraído y aislado en su celda.
Pasaba yo por el pasillo y vi al detenido, de cuclillas,
esposado, en la esquina de uno de los cubículos de
atención. Al acercarme y examinarlo superficialmente,
era obvio que el joven padecía de un severo trastorno
neurológico, probablemente producto de un trauma en
la cabeza. Al preguntar a los custodios si sabían de
algún antecedente de trauma del detenido, afirmaron:
“bueno, hace una semana se cayó de una hamaca y
los compañeros de celda – creo que 40 -, dijeron que
desde entonces quedó así”. Recuerdo que pregunté: y
esa hamaca, ¿cómo a qué altura estaba?, la respuesta
fue: “bueno Doctor, como a más de dos metros”;
-313-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

entonces les pedí que me explicaran cómo estaba


colocada la hamaca y supe que el hacinamiento de
los reclusos es tal que deben colocar las hamacas
a distintos niveles y que los de arriba, como en este
caso, eran más propensos a caídas (por castigo o
bromas de mal gusto).
En una posterior reconstrucción de un homicidio,
en esa misma cárcel, pude constatar que el
hacinamiento descrito era cierto; pero la vivencia, no
la descripción, es muy distinta. No es lo mismo estar
ahí dentro detenido, en ese inframundo inundado de
nauseabundos olores y movientes filas de cucarachas
en las paredes, que disponer del privilegio de entrar y
salir en minutos. Al salir del centro penitenciario, me
acordé del Infierno de Dante y pedí a Dios que nunca
tuviera que estar internado en un sitio como ése; creo
que visitar esa cárcel es la mejor vacuna para no
cometer delitos.
En fin, dispuse que el detenido fuera trasladado al
Hospital Santo Tomás y días después me enteré del
diagnóstico: Hematoma subdural (colección de sangre
sobre el cerebro), posterior a caída y golpe en la
cabeza.
Otro joven detenido se quejaba de un dolor en un
testículo, solicitó ser examinado por el médico del
reclusorio. A las semanas fue evaluado y ante la
sospecha de que tuviera un seminoma (tumor maligno
del testículo), fue referido a un centro sanitario cercano
para diagnóstico y tratamiento. La referencia debe
llevarse al centro de atención y el paciente debe
esperar que le otorguen una cita con un especialista.
-314-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Transcurrieron meses, el detenido se deterioró


progresivamente y falleció. La Fiscalía Auxiliar practicó
el levantamiento del cadáver y llevó el cuerpo a la
morgue judicial.
Practiqué la necropsia, el cuerpo estaba caquéctico
(emaciación severa), encontré metástasis del tumor en
casi todos los órganos.
FUGA DE LA JOYA
Una tarde se escapó de la cárcel “La Joya” un grupo
de detenidos y la Policía inició una búsqueda en el
área; lograron capturarlos y uno de ellos tuvo que ser
trasladado al Hospital Santo Tomás en donde falleció.
El caso fue tan ilustrativo que fue publicado en octubre
del año 2009 en la revista española “Cuadernos de
Medicina Forense”, autores: Edgardo Lasso, Vera
Varela y mi persona. En el artículo, titulado “Muerte
traumática de personas privadas de libertad” anotamos
lo siguiente:
En octubre del año 2007 hubo una fuga masiva
de internos recluidos en un centro penitenciario
de la provincia de Panamá. Durante el
procedimiento de búsqueda, se logró recapturar
a uno de los fugados, quien fue interrogado
por agentes policiales en un área del centro
penitenciario, según versiones de testigos.
Posteriormente, este detenido falleció en el
trayecto al hospital hacia donde estaba siendo
trasladado debido a los golpes sufridos “al caer
de un árbol” durante su recaptura, según las
primeras declaraciones de la Policía Nacional.

-315-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

En la autopsia se encontraron y documentaron


múltiples lesiones traumáticas recientes,
distribuidas en todo el cuerpo del fallecido, quien
se encontraba esposado a nivel de ambas
muñecas, hacia la parte anterior de su cuerpo.
Al retirar las esposas, se observaron múltiples
lesiones contundentes en tórax anterior y
abdomen superior. Iguales lesiones se
localizaron en el dorso. Muchas de ellas
correspondían a lesiones patrón, compatibles
con impacto de un objeto cilíndrico alargado
(“barra policial”). La técnica de autopsia
empleada fue la de “peel off”, en la cual se
diseca por planos la piel y tejidos blandos
del tronco y extremidades, para la detección
de lesiones profundas que no son visibles al
examen externo.
En conclusión, los resultados de la autopsia
médico legal fueron importantes para orientar
la investigación de la muerte de esta persona
privada de libertad, ya que la distribución
y profundidad de sus lesiones no eran
compatibles con trauma por precipitación,
versión dada por los policías. No se cayó de un
palo, fue molido a palos, que no es lo mismo.
En Panamá, no se mantienen estadísticas de las
muertes traumáticas de las personas privadas
de libertad. Bajo la variable “detenidos de alta”,
el Sistema Penitenciario mantiene un registro
global de las personas privadas de libertad que
han fallecido, que han cumplido su condena, o
-316-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

que se han evadido del centro penitenciario. No


existe una discriminación al momento de registrar
cada tipo de “alta”. Por su parte, el Departamento
de Salud Penitenciaria únicamente registra las
muertes naturales asociadas a VIH-SIDA.
Como en otros países, en Panamá es
obligatoria la necropsia de las personas que
mueren en privación de libertad, aun cuando
exista documentación completa de que la
persona padecía una enfermedad.
La muerte natural es la más frecuente entre
la población penitenciaria panameña, y como
causas principales de muerte se encuentran las
complicaciones de enfermedades crónicas, y las
enfermedades infecciosas. A pesar del tráfico de
drogas dentro de los centros penitenciarios
panameños, la muerte secundaria al consumo de
drogas no es usual entre los reclusos.
El suicidio de personas detenidas o en custodia no es
muy frecuente en Panamá, y cuando ocurre, la causa
de muerte más frecuente es la asfixia por ahorcadura.
En cuanto al homicidio, éste puede ocurrir como
consecuencia de riñas entre detenidos, o producto
de golpes propinados por funcionarios de prisiones o
policías.
En todos los casos, la autopsia debe realizarse una
vez que se dispone de toda la información disponible
acerca de los antecedentes y las circunstancias
en las que ocurrió el deceso, y considerando que,
cuando se acusa a funcionarios de prisiones o policías
de la muerte de una persona privada de libertad,
-317-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

pueden surgir incongruencias entre la versión oficial


de lo sucedido y las lesiones encontradas en el
examen médico-legal. Por lo tanto, para la correcta
reconstrucción de los hechos, es imprescindible la
detallada descripción de los hallazgos, tanto positivos
como negativos.
En este punto, debemos destacar la importancia
que tiene para el médico forense el conocimiento
y aplicación del Protocolo de Minnesota. Este
documento es una guía de cómo realizar una
necropsia para determinar si un fallecido ha sido
víctima de tortura. En este sentido, el papel del perito
médico es fundamental para demostrar la violación de
derechos humanos, ya que también es muy probable
que la muerte esté relacionada con actos de tortura
física. La falta de un registro nacional de muertes
de personas privadas de libertad, no permite que en
Panamá se conozca con exactitud las características
de esta situación.
Cuando muere una persona detenida o en custodia
de las autoridades, una parte fundamental de la
investigación es la práctica de las pruebas periciales
científicas, incluyendo la necropsia, ya que del
resultado de las mismas dependen la orientación
de las investigaciones y las decisiones de aquellos
encargados de administrar justicia. Del curso y
resultado de las investigaciones están pendientes
familiares, autoridades, la sociedad en general y
que por lo tanto, la prontitud y objetividad de los
informes periciales contribuirán a poner límites a las
especulaciones, que casi siempre se asocian a estas

-318-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

situaciones.
En Panamá, también hemos tenido casos en los que la
muerte ha ocurrido al momento de la detención de una
persona. La historia es común, el fallecido forcejea o
lucha con quien o quienes intentan la aprensión, puede
estar bajo el efecto del alcohol u otras drogas de
abuso y muere inesperadamente sin que se le hayan
causado lesiones graves que justifiquen su deceso.
Durante las celebraciones de fin de año, un
sujeto irrumpe súbitamente en una vivienda
familiar, rompe varios objetos y agrede a una
persona. Grita y sale corriendo hacia la calle.
Los varones de la casa corren atrás de él, lo
alcanzan, golpean y tiran al piso. Luego, es
restringido y uno de los captores, se sienta
sobre él para que permanezca inmóvil hasta
que llegue la Policía. A los minutos, llegan las
unidades policiales pero el sujeto ya había
fallecido. En la necropsia solamente presentaba
algunas escoriaciones en el rostro y manos,
cianosis en el rostro; en el examen interno no
encontré lesiones.
Es importante considerar que la necropsia evidencia
solamente cambios morfológicos objetivos que pueden
ser bien documentados, pero que los mecanismos
fisiológicos y psicológicos, asociados a la muerte,
siempre determinantes en el desenlace fatal, no son
medibles ni cuantificables en circunstancias como las
descritas.
Cuando una persona opone violenta resistencia
al arresto, ya sea por su condición psicológica
-319-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

(con aumento de los niveles de catecolaminas ) o


por que se encuentra bajo el efecto de sustancias
tóxicas excitantes (cocaína, anfetaminas), ocurren
importantes cambios fisiológicos, como la descarga
masiva de neurotransmisores que se vierten al
torrente sanguíneo, que potencian los efectos de
las mismas; si a esto se suma el aumento de la
demanda de oxígeno del miocardio, ocasionado por la
situación aguda y crítica, el resultado será una muerte
súbita de origen cardíaco por trastorno del ritmo del
corazón. En la necropsia, al examinar el corazón no
se encuentran alteraciones agudas y el diagnóstico se
hace prácticamente por exclusión.
La confusión del momento y la ausencia de
lesiones hacen que la situación se vuelva difícil de
explicar y entender, dando lugar a especulaciones
y cuestionamientos sobre la participación de los
intervinientes y de los peritos.
Otra causa de muerte en personas detenidas es la
asfixia mecánica, como la que ocurre cuando alguien
es inmovilizado en determinada posición (decúbito
ventral, rostro hacia el suelo) con marcada limitación
de sus movimientos respiratorios. Si la persona
continúa resistiendo violentamente a la inmovilización,
se produce una condición homeostática similar a la
descrita en líneas anteriores; agravada por la acidosis
metabólica y las anomalías electrolíticas consecuentes.
El fallecimiento puede ocurrir ya sea durante la
inmovilización o poco tiempo después de haber sido
liberado, por el efecto de la descarga de sustancias
que afectan la actividad cardíaca.
-320-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

La asfixia mecánica también puede ser consecuencia


de la manera en la cual es restringido el detenido, tal
como sucede cuando es colocado en decúbito ventral
y atado hacia atrás, de tobillos y muñecas, con una
soga o por la inmovilización y presión aplicadas en el
cuello. Esta última ocurre cuando se aplica presión
con el brazo alrededor de las estructuras cervicales
por detrás, ya sea colocando el miembro superior en
posición anterior o lateral, causando la obstrucción de
las vías aéreas, compresión del seno carotideo y de
los grandes vasos del cuello (estrangulamiento ante
braquial). En este caso la muerte puede ocurrir por
mecanismos reflejos diferentes a la asfixia.
En el sector de Paraíso, Distrito Especial de
San Miguelito, los vecinos ya estaban hartos
de un sujeto (con problemas mentales), que
furtivamente se introducía en las casas y
se llevaba artículos de valor. Una mañana,
esa persona es sorprendida dentro de una
vivienda y se da a la fuga. Luego de una corta
persecución, los vecinos logran su captura. Uno
de ellos, propietario de una finca y ganadero,
conocedor de la técnica de inmovilización
del ganado, busca una soga y amarra al
detenido “como a un ternero”. El amarre fue tan
firme, la soga iba como una polea desde las
extremidades inferiores hacia el cuello y dando
vueltas, de tal forma que causó una asfixia por
compresión mecánica, la soga apretaba cada
vez que el sujeto intentaba liberarse.
Finalmente, el deceso de un detenido puede darse

-321-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

asociado al uso de gases lacrimógenos, gas pimienta


u otros procedimientos de inmovilización que se
consideran no letales y efectivos para incapacitar de
forma temporal a personas agresivas.
En Panamá han ocurrido varias muertes relacionadas
a incidentes en los cuales se ha hecho uso de
esos gases (Bocas del Toro, Colón) sin que haya la
posibilidad de demostrar la relación causa – efecto
entre la exposición a los gases y el deceso, debido
a que no se dispone de los recursos técnicos para
realizar los análisis correspondientes.
La investigación de la muerte de personas detenidas
debe aclarar las causas y circunstancias en las que
ocurrió el deceso; a través de la inspección del lugar
del hecho, las versiones de los testigos y el examen
pericial médico forense. Uno de los elementos a
considerar es la condición del sitio de confinamiento y
los antecedentes de enfermedad del recluso, tal como
se presenta en el siguiente caso.
Una detenida extranjera, obesa, diabética,
hipertensa, mayor de 40 años de edad,
tenía una actitud no convencional y, según
los cuidadores, no respetaba las normas
disciplinarias internas por lo cual fue condenada
a ser recluida en un sitio conocido como la
“chutra”. El conocimiento de los detalles de ese
sitio de confinamiento, sirve como revelador
ejemplo del grave problema de las violaciones
de los derechos humanos de esas personas.
Según descripciones de las otras internas, la
“chutra” era un reducido espacio de paredes y
-322-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

techo de hojas de zinc, piso de tierra sin ventanas.


Es muy probable que a mediodía la temperatura
interior sea de más de 40 grados centígrados y en
la noche baje alrededor de los 20.
Se imaginan una señora de las características
de la detenida, encerrada en ese lugar, enferma
y con limitaciones de agua y alimentos. De
acuerdo a testimonios de otras detenidas la
señora gritaba pidiendo agua sin que se le diera
respuesta. Al segundo día de castigo falleció. El
cuerpo fue trasladado a la morgue judicial.
En la necropsia, no encontré evidencias de trauma,
sólo eran evidentes los signos de deshidratación.
Al disecar el cuerpo y verificar los riñones, encontré
una masiva infección, purulenta, de ambos riñones
y de las vías urinarias. Esta infección fue el origen
de una infección generalizada (sepsis) que le causó
la muerte.
A propósito, la cárcel de mujeres se convirtió en sitio
de celebridades cuando una detenida pronunció la
conocida frase: “Ayúdame Calderón, tú puedes”,
refiriéndose al entonces Director del Sistema
Penitenciario Lic. Ángel Calderón. Esa súplica de
ayuda debería extenderse a todos los detenidos en
centros carcelarios.
10. EL SALVAJE BILL Y LOS BROWN
Los medios de comunicación locales daban cuenta del
suceso el día 19 de julio del año 2010. En una finca,
en la provincia de Bocas del Toro (fronteriza con Costa
Rica), los peones de una construcción encontraron

-323-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

un cuerpo de mujer dentro de una bolsa plástica,


sepultado debajo de un piso de concreto. Para el 1
de agosto también se informó de la existencia de tres
restos de una familia desaparecida hace casi 3 años.
El responsable de las acciones criminales era William
Dathan Holbert, alias “el salvaje Bill”, ciudadano
estadounidense de oscuro prontuario delictivo en
su país, México y Costa Rica y que había decidido
radicarse en Bocas del Toro.
El 1 de agosto de 2010, en la edición del diario “La
Prensa”, se publicó la siguiente nota – complemento
de un excelente trabajo de la periodista Ana Teresa
Benjamín -: “Bill reconoce muertes de Hughes, Icelary
y los Brown”. “Wild Bill terminó su indagatoria la noche
del pasado viernes confesando cinco asesinatos: los
de Mike Brown, su esposa y su hijo adolescente, y los
de Cheryl Hughes y Bo Icelar”.
“A todos los baleó para robarles sus
propiedades en Bocas del Toro. De forma
tranquila, acompañado de un intérprete y
un abogado de oficio, dijo que mató a la
familia Brown hace tres años, con tiros a
la cabeza. Luego los enterró. También
aceptó haber matado a Hughes e Icelar de
la misma forma”. Más adelante, se afirma:
“Según el fiscal auxiliar, Ángel Calderón, un
equipo de antropólogos y forenses del Instituto
de Medicina Legal se prepara para viajar la
próxima semana al lugar en que el asesino dijo
haber enterrado a los Brown”.
Una vez que las autoridades del Ministerio Público
-324-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

tuvieron conocimiento de su confesión, se movilizó


hacia esa provincia un equipo de peritos del IMELCF
incluyendo funcionarios de Criminalística y del
Ministerio Público, el responsable era el Fiscal Auxiliar.
El “equipo de antropólogos forenses del IMELCF”
estaba compuesto por un asistente de autopsias y yo.
Llegamos a esa provincia y, con el apoyo de la
Policía Nacional, nos trasladamos en lanchas a la isla
Cauchero, paradisíaco lugar en el que estaba ubicada
la hacienda Cortez. La única construcción del lugar era
una amplia casa de madera situada a pocos pasos de
un muelle.
Detectives de Homicidios habían pernoctado la
víspera y contaban de la ocurrencia de fenómenos
paranormales dentro de la casa – movimientos
inexplicables de objetos, extraños ruidos -. Afuera, la
vegetación de la isla era densa, tropical, con grandes
árboles y de fondo se escuchaba el ensordecedor
alarido de los monos aulladores.
William Dathan Holbert había elaborado un croquis
del lugar, en el que marcó los puntos de referencia
y los sitios de entierro de Mike Brown, su esposa
y su hijo adolescente; los restos de las otras dos
víctimas: Cheryl Lyn Hughes y Bo Icelar ya habían sido
localizados y trasladados a la morgue de isla Colón.
Si bien es cierto el croquis era orientador, sobre el
terreno la situación era distinta: los sitios a excavar
eran amplios y la única “tecnología de punta” con la
que contábamos eran unas varas metálicas, provistas
por las unidades de Policía.

-325-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Pensé que íbamos a permanecer varios días en la


búsqueda de los restos, pero la suerte nos favoreció. A
los pocos minutos de haber empezado a meter y sacar
la vara metálica, entre la densa hierba de un platanal,
algo tocó la punta de la vara. Procedimos a excavar
con cuidado y a menos de medio metro de profundidad
encontramos el extremo de una bolsa plástica, intacta,
de color azul.
Se colocaron las cintas delimitando la escena y
seguimos con la excavación. Al terminar de excavar,
constatamos que se trataba de dos bolsas plásticas
de características similares, colocadas juntas y a una
misma profundidad; para ventaja de los investigadores,
las bolsas intactas habían conservado completos los
esqueletos y las prendas y pertenencias de la esposa
y del hijo de Mike Brown.
Concluida la diligencia de levantamiento de los dos
restos esqueléticos, procedimos a buscar, con la
ayuda del croquis, el sitio de entierro de Mike Brown;
tarea nada fácil porque supuestamente había sido
enterrado como a cien metros de distancia del primer
hallazgo, sobre una pequeña colina.
Nuevamente la suerte nos acompañó. A esa distancia,
en un sendero cerca del sitio indicado, uno de los
policías reconoció en el piso parte de la suela de una
bota de caucho. Llegamos todos, comenzamos a
excavar y efectivamente, se encontraron los restos
bastantes deteriorados (a diferencia de los anteriores,
no habían sido colocados dentro de la bolsa plástica)
de un cuerpo vestido, de varón adulto, enterrado con la
cabeza hacia abajo.
-326-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Ya en horas de la tarde terminamos la recuperación


de esos restos. Cansado y sudoroso, me senté sobre
una piedra a beber agua, miré alrededor y me llamó la
atención un caballo que a la distancia nos observaba.
En el camino de regreso, uno de los peones que
había trabajado en ese lugar, y que nos ayudó con las
excavaciones, me comentó que ese caballo era de
Mike Brown y que nos había seguido todo el tiempo
desde que llegamos.
Terminamos la recuperación de los restos el mismo
día y luego los llevamos, por mar y tierra, a la morgue
judicial de la ciudad de David a fin de completar los
estudios de laboratorio.
Con el apoyo del equipo de peritos del IMELCF
de la provincia de Chiriquí, se pudo determinar la
identidad positiva de los cinco restos; y también
logramos establecer que cuatro de ellos fallecieron
a consecuencia de disparos de arma de fuego en la
cabeza.
Un dato interesante y gratificante para nuestro equipo
de peritos panameños, fue que, una vez que se
supo de las características de los crímenes y que
los involucrados eran ciudadanos estadounidenses,
desde Miami iban a enviar un equipo de investigadores
forenses con auxilio de perros y tecnología de
avanzada para realizar las tareas de localización y
recuperación de los restos. Debido a los trámites
burocráticos y a la complicada logística de movilización
demoraron y no llegaron a tiempo. Días más tarde, me
comentó el fiscal encargado del caso que una parte de
ese equipo si llegó al área, tuvieron conocimiento de lo
-327-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

actuado por nosotros y comentaron que ellos habrían


hecho lo mismo.
El caso fue motivo de cobertura mediática nacional e
internacional, con transmisiones en directo desde el
mismo lugar de las excavaciones, y generó polémicas
y discusiones académicas sobre si el salvaje Bill
podía ser considerado un asesino en serie o un
asesino múltiple. No soy psiquiatra; sin embargo, me
parece que William Dathan Holbert invariablemente
conservó y guardó una “máscara de cordura”. Sus
víctimas compartían similares causas de muerte, eran
ciudadanos norteamericanos radicados en la misma
zona geográfica y él siempre obtuvo una ganancia
financiera por su fallecimiento.

11. LA MUERTE DEL INSPECTOR BREWSTER:


MÁS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS
El inspector Franklin Brewster (FB), jefe de la
Unidad Especial de Investigaciones Sensitivas
(UEIS), ingresó a un hospital privado el día 03
de julio del año 2006, a las 16:15 pm. Así se
describió su condición de salud a esa hora: “Estaba
con dolor abdominal, vomitando, con diarrea,
sudoroso, febril, con dificultad para movilizarse y
temblor en tronco y extremidades” y fue ingresado
con los siguientes diagnósticos: Observación
por intoxicación alimentaria. Vómitos y diarrea.
Deshidratación y desequilibrio hidro electrolítico
moderado – severo. Descartar intoxicación
por drogas o venenos. Dicho de otra manera,
llegó al hospital porque tenía una seria afección
-328-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

gastrointestinal debido a algo que ingirió horas antes


(posiblemente una sustancia tóxica).
Recibió tratamiento sintomático y los médicos
tratantes solicitaron diversos exámenes de
laboratorio para definir cuál era el origen de
la intoxicación. Como parte del tratamiento
inicial, se le practicó un lavado gástrico y
se recogió el contenido del estómago; sin
embargo, el material recogido no fue analizado
ni conservado. Primer y determinante error,
ya que tal examen, en ese momento o con
posterioridad, hubiera permitido la identificación
del tóxico.
Es muy importante considerar
que existen factores decisivos en el
pronóstico de cualquier intoxicación
aguda: la dosis y toxicidad del
compuesto, la aplicación oportuna y
adecuada de los primeros auxilios, la
prontitud en el diagnóstico correcto,
la disponibilidad de los antídotos y la
calidad de la asistencia médica.
A las 19:45 pm estaba sin fiebre, con signos
vitales estables y dificultad para hablar, pero
consciente. En ese momento aún no tenía un
diagnóstico médico definitivo.
Minutos más tarde, a las 20:10 pm, es
trasladado al cercano Hospital Santo Tomás,
entre otras razones (incluyendo costos de
hospitalización), debido a que su estado general
comenzó a deteriorarse rápidamente, tanto
-329-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

que ameritaba su ingreso a una Unidad de


Cuidados Intensivos.
En suma, a esa hora de la noche, FB estuvo
aproximadamente cuatro (4) horas en el primer
hospital sin un diagnóstico certero y solamente
recibió tratamiento para los síntomas que
presentaba.
A las 20:28 pm, el paciente llegó al Cuarto de
Urgencias del hospital Santo Tomás, estaba
consciente e intubado (colocación de un tubo en
las vías respiratorias para ventilación asistida).
A las 20:40 pm, doce minutos después de
haber llegado, FB presenta franco deterioro
neurológico y abundantes secreciones por
las fosas nasales; estaba taquicárdico (con
aumento de la frecuencia cardíaca).
A las 21:15 pm, posterior a nueva evaluación
médica, es cuando se inicia el tratamiento
con atropina (medicamento utilizado en casos
de intoxicación con organofosforados) por el
diagnóstico de “Síndrome colinérgico”.
El “Síndrome Colinérgico” es un
síndrome clínico que resulta de la
excesiva estimulación de los receptores
de acetilcolina. Se caracteriza por
cambios en el estado de conciencia,
debilidad muscular, cambios en las
pupilas y excesiva actividad secretoria.
Es un síndrome de causas tóxicas,
principalmente por el efecto nocivo de

-330-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

plaguicidas, pero no específico del efecto


de esos compuestos.
En aquel momento, una enfermera anotó que
se le colocaron al paciente 6 ampollas de
atropina por vía venosa. Diez minutos después
se registra que el paciente estaba sudoroso,
pálido, es intubado nuevamente y se le extrae
abundante secreción.
A las 23:00 pm, la condición de FB esa descrita
de la siguiente manera: paciente delicado;
pendiente su traslado al Complejo Hospitalario
Metropolitano de la Caja de Seguro Social
(CHMCSS).
Pese a ser un paciente grave, en el expediente
clínico disponible no consta ninguna anotación
sobre su condición y evolución clínica, tampoco
consta la justificación del inicio del tratamiento
con atropina, aunque se reconoce que el
paciente presenta un Síndrome Colinérgico,
tampoco están registradas las razones del
nuevo traslado hacia otro hospital.
Pasada la medianoche, otra vez es
transferido; llega a la una de la madrugada
al Cuarto de Urgencias del Complejo
Hospitalario Metropolitano de la Caja de
Seguro Social con signos vitales estables e
intubado. Es admitido a la Unidad de Cuidados
Intensivos de Medicina ya con el diagnóstico
de “Intoxicación por Organofosforados”.
Cabe resaltar que ese diagnóstico se
fundamentaba en observaciones clínicas no
-331-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

en un resultado de laboratorio de Toxicología.


A las 04:20 am del día 04 de julio es evaluado por
médicos de Medicina Crítica quienes confirman
que FB tenía un Síndrome Colinérgico, pero no
podían afirmar que tal Síndrome era causado por
una intoxicación con compuestos organofosforados.
Horas después, a las 09:35 am, se registra en el
expediente clínico de hospitalización: “Paciente
conectado a ventilación mecánica, afebril,
levemente deshidratado, con aumento de
la creatinina, hematuria y alcalosis respiratoria
compensada. Se continúa tratamiento del Síndrome.
Se envían muestras para análisis toxicológicos”.
Ya en horas de la tarde, a las 18:10 pm. Se consigna
en el expediente clínico: “Con Síndrome Colinérgico
luego de ingesta alimenticia, colinesterasa
notablemente disminuida, con atropina.” Esta
es la primera anotación en la que se aportan
elementos indirectos de que FB ingirió un tóxico
organofosforado, que estaba presente en los
alimentos consumidos; el resultado que confirmaba
tal hipótesis fue la disminución de la colinesterasa
(enzima que se eleva en ese tipo de intoxicaciones
y que disminuye con el tratamiento con atropina).
Al segundo día de hospitalización los médicos
tratantes ordenaron la toma de muestras
de sangre, orina y material gástrico para
almacenaje (pedidos cuestionables por el
tiempo transcurrido desde la ingesta y el
tratamiento específico aplicado), ya que, hasta
ese momento no tenían confirmación específica
-332-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

del tóxico. Se resalta que las muestras se


tomaron cuando el paciente había recibido
Midazolan y Atropina, clara alusión a la duda en
la confiabilidad de los resultados de los análisis
toxicológicos.
Durante los 16 días de hospitalización, FB
continuó recibiendo tratamiento para
el Síndrome colinérgico; pero, debido a su
crítica condición, desarrolló complicaciones
infecciosas y de falla orgánica irreversible.
El Inspector Brewster falleció el día 19 de julio,
su cuerpo fue trasladado a la morgue judicial
y la necropsia se practicó al día siguiente.
Estuve presente durante la práctica de la
misma, al igual que un patólogo norteamericano
(debidamente autorizado por el MP), quien
tomó muestras de fluidos, para toxicología, y de
tejidos para estudios microscópicos.
Sobre la necropsia y los resultados, antes de
las consideraciones de un caso en particular, es
necesario que se sepa que, cuando una persona
fallece producto de una intoxicación aguda, para
la interpretación de los hallazgos de la necropsia
y de los resultados de los análisis de muestras
de fluidos corporales o tejidos tomados durante
la práctica de la misma, se deben considerar
los antecedentes de tratamiento médico y el
intervalo entre la ingesta del tóxico y el deceso
como factores determinantes para la búsqueda
e identificación del compuesto químico causante
del envenenamiento.
-333-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Es muy importante recordar que FB estuvo


hospitalizado por días, que recibió múltiples
tratamientos medicamentosos y que nunca
se identificó, mediante resultados de análisis
toxicológicos, el agente etiológico causante del
envenenamiento. Se sospechó de los efectos
de un agente organofosforado, pero si estando
vivo no se logró identificar tal compuesto, días
después, en el cadáver, en las condiciones
mencionadas y con los limitados recursos del
laboratorio de Toxicología del IMELCF, la tarea era
prácticamente imposible.
No obstante, el forense que practicó la necropsia
cometió un desliz y anotó en el parte clínico
de defunción: intoxicación por producto
órgano fosforado como causa de muerte, sin
contar con un resultado del laboratorio que
sustentara tal afirmación. Es necesario precisar
que en los casos de muerte por intoxicación o
envenenamiento, es fundamental contar con un
laboratorio de Toxicología que cuente con los
recursos tecnológicos necesarios para detectar el
tóxico, siempre y cuando el forense que practica
la necropsia colecte las muestras adecuadas
y oriente al toxicólogo sobre los compuestos a
detectar.
El informe toxicológico de las muestras tomadas
en la necropsia llegó días después y (como era
de esperarse, por las razones mencionadas)
fue negativo por la presencia de compuestos
organofosforados.

-334-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Luego de recibir los resultados de los análisis


toxicológicos de las muestras tomadas en la
necropsia y que posteriormente fueron enviadas
y analizadas en laboratorios de Estados Unidos,
a solicitud del MP, el caso fue discutido en una
Junta Médico Forense, de la que formé parte.
La Junta llegó a las siguientes conclusiones:
i. Los únicos medicamentos y metabolitos
de medicamentos fueron detectados en
el contenido gástrico (recolectado en la
necropsia) y no en otras muestras (sangre,
orina) pese a que el fallecido estuvo
hospitalizado por varios días y que recibió
diferentes tratamientos medicamentosos.

ii. No se encontraron tóxicos, tales como


metales pesados, cianuro y plaguicidas
comunes en ninguna de las muestras
examinadas en el contenido gástrico.

iii. Ninguna sustancia química volátil de


significación toxicológica fue identificada
en otros especímenes examinados.

iv. L o s a n á l i s i s t a m b i é n d e s c a r t a r o n
intoxicación por monóxido de carbono,
fosfina, aluminio, etilenglicol o dietilenglicol.

v. L o s a n á l i s i s f u e r o n p a r c i a l e s , n o
se examinaron evidencias que
pudieran relacionarse con el origen de
la intoxicación (prendas de vestir con
supuesto vómito) y no se detallaron los
-335-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

criterios de investigación de los tóxicos


buscados.

vi. A u n q u e n o s e h a y a e n c o n t r a d o ,
específicamente en las muestras
examinadas en los laboratorios de
Toxicología de Panamá y Estados Unidos,
el químico causante del envenenamiento,
la acción de ese compuesto se comprueba
por la clínica (los síntomas y signos que
presentó) y por la favorable respuesta
(inicial) al tratamiento de este tipo de
envenenamiento (atropinización), mejora
demostrable con el aumento progresivo
de los niveles de colinesterasa (enzima
indicadora de la recuperación del efecto
del tóxico).

En conclusión, pese a que no se pudo


demostrar la presencia de un compuesto
químico específico, el análisis holístico del caso
indicaba que FB sí ingirió un tóxico de efecto
agudo que le causó la muerte.
Finalmente, considero que este caso es un
ejemplo de cómo una cadena de descuidos,
errores y desaciertos en el manejo médico
inicial (¿iatrogenia?) y en la necropsia, de
un complicado caso de intoxicación aguda,
desorienta y confunde a los peritos e
investigadores judiciales, dejando espacios
abiertos para las teorías de conspiración.

-336-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

12. MORIR DE CALOR EN PANAMÁ


La mayor parte del territorio panameño es
tierra de tórrido clima tropical. En la capital, a
medio día, la temperatura llega a 34 grados
centígrados y la humedad puede pasar del
80%. Condiciones que hacen que no sea
recomendable practicar ejercicios físicos
intensos, especialmente alrededor de esas
horas. En caso de que se hagan, se deben
tomar todas las medidas adecuadas de
hidratación e indumentaria.
Para los nacidos en latitudes frías, una de
las adaptaciones necesarias al entorno
tropical es la regulación de los horarios de
actividades (cuando se puede) de acuerdo
a las difíciles condiciones ambientales. Fui
médico interno en los hospitales Rafael
Hernández y en el antiguo De Obaldía en la
ciudad de David, provincia de Chiriquí, allá
en los años 1982 y 1983.
Como durante el día, el calor era tan
sofocante - la sensación térmica era de 36
grados centígrados a la sombra - prefería
salir del hospital únicamente en la noche
(nada relacionado con mis años de estancia
en Transilvania).
En esas condiciones ambientales, las personas
pueden morir por acumulación de calor. Un
cadete del Servicio Marítimo Nacional de
Panamá falleció en el Hospital Santo Tomás.
Como se trataba de la muerte inesperada de
un joven en circunstancias desconocidas, se
-337-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

consideró que se trataba de un caso médico


legal y su cadáver fue trasladado a la Morgue
Judicial el día 14 de enero del año 2005.
Según el expediente médico, el joven ingresó al
Cuarto de Urgencias, el día anterior al deceso,
con historia de pérdida del conocimiento,
posterior a la realización de ejercicios físicos;
fue hospitalizado, y le practicaron varios análisis
y estudios entre los que estaba una Tomografía
Axial Computarizada (CAT) de la cabeza.
El estudio reveló que el paciente tenía un
edema cerebral difuso, de leve a moderado,
y una hemorragia subaracnoidea (colección
de sangre en las membranas que cubren el
cerebro). Su evolución clínica fue desfavorable;
presentó sangrado digestivo y hematuria
franca (orina roja por la presencia de sangre).
Los diagnósticos clínicos fueron: Hemorragia
subaracnoidea y coagulopatía en estudio
(trastorno de la coagulación de la sangre).
La patóloga que practicó la necropsia
consignó los siguientes hallazgos: Cadáver
de varón robusto, de 1.72 metros de estatura
y un peso aproximado de 190 libras. Tenía
signos de haber recibido atención médica
(venopunciones). No había hemorragia sub
aracnoidea – contrario a lo descrito en el CAT
- y el encéfalo estaba edematoso. En la faringe
y en el esófago se encontraron evidencias
de sangrado (sangrado digestivo), edema
pulmonar; el corazón estaba moderadamente

-338-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

aumentado de tamaño con petequias (puntos


hemorrágicos) y hemorragias en los músculos
papilares y la pared ventricular. Así mismo,
se encontró una hemorragia en la pared de la
aorta ascendente. La mucosa del estómago
mostraba estrías de hemorragia y el contenido
estaba con aspecto en “borras de café” (signos
de sangrado digestivo), igual contenido se
encontró en el intestino delgado y grueso.
En resumen, al terminar la necropsia, las
consideraciones médico legales fueron del tenor
siguiente: “Se trata del cuerpo de un varón,
adulto joven, sin señales externas de violencia,
que al examen interno presentaba signos de
una falla de varios órganos (falla multisistémica)
y de una coagulación intravascular diseminada
(manifestada por sangrado en varias partes
corporales) que llevaron a una falla cardíaca
aguda”.
Hasta ese momento se consideró que se
trataba de un caso de muerte súbita de origen
cardíaco. Se tomaron muestras de tejidos
corporales para estudios microscópicos
(Histopatología) y de fluidos corporales para
Toxicología. El resultado de los análisis de los
fluidos corporales fue negativo por la presencia
de compuestos tóxicos o drogas de abuso. El
examen microscópico tampoco aportó datos
relevantes.
Posteriormente, una fiscal del MP, solicitó
se aclare si el fallecimiento del cadete debía
-339-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

considerarse un caso de muerte natural o no.


Se le contestó que, de acuerdo a los criterios
válidos en la práctica médico forense de aquel
entonces – las muertes eran clasificadas en
naturales y traumáticas - y que en la anatomía
del fallecido no se encontraron lesiones
traumáticas -, por lo tanto, su deceso debía
considerarse como un caso de muerte natural.
A los pocos días, falleció un miembro de la
Policía Nacional en circunstancias parecidas.
Se trataba de un policía de 36 años de edad,
aparentemente sano, que se sintió mal mientras
realizaba ejercicios físicos, fue trasladado de
urgencia al Complejo Hospitalario Metropolitano
de la Caja de Seguro Social, pero falleció al
momento de su ingreso.
Practiqué la autopsia de ese policía. Era un
varón, adulto, de 1.82 metros de estatura y con
un peso aproximado de 200 libras, presentaba
los signos de haber recibido atención médica
reciente (para la reanimación cardiopulmonar).
Al examen interno, los hallazgos fueron
similares al caso anterior; edema cerebral,
hemorragias en vías respiratoria y pulmones,
edema pulmonar; hemorragias en un corazón
grande, con aumento del espesor de la pared
del ventrículo izquierdo, moderada oclusión
de las coronarias por placas de ateroma y
hemorragias en el tubo digestivo. En resumen,
no encontré señales externas de violencia
y al examen interno sólo había signos de
-340-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

falla orgánica multisistémica, manifestaciones


de coagulación intravascular diseminada
(sangrado en varias partes corporales) y
falla aguda de un corazón con moderados
signos de patología. Los resultados de los
exámenes toxicológicos fueron negativos por
medicamentos, alcohol o drogas de abuso.
En un corto intervalo de tiempo teníamos dos
casos parecidos, tanto en las circunstancias
como en los hallazgos de necropsia. Revisamos
la información disponible en el MP, los
expedientes de la atención médica y la literatura
médica de la especialidad. Encontramos que el
factor común de ambos casos era la realización
de ejercicios físicos intensos (de tipo militar),
a las mismas horas y por lo tanto en iguales
condiciones ambientales. Se trataba de dos
casos de “Golpe de Calor”.
El “Golpe de Calor” se produce cuando la
regulación de la temperatura es incapaz de
disipar la acumulación del calor corporal;
ocurre ante la exposición a altas temperaturas
o – como en este caso – a consecuencia
de actividades físicas en ambientes con
temperaturas elevadas. Esta patología se
presenta en zonas cálidas y tropicales donde las
personas realizan actividades físicas intensas,
sin poseer la aclimatación previa del área
(reclutas de Policía, miembros del ejército,
atletas, peregrinos religiosos que realizan
caminatas extenuantes y ocasionalmente en

-341-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

agricultores).
Se trata de una grave condición clínica, una
de cuyas manifestaciones es la aparición de
hemorragias viscerales, en personas sometidas
a ejercicios físicos intensos con pérdida de los
mecanismos reguladores de la temperatura
corporal.
Participé en la Diligencia de Reconstrucción
de los Hechos relacionados al fallecimiento del
cadete, actividad programada por el Ministerio
Público. Durante la realización de la misma, se
obtuvo la versión de cómo, en qué circunstancias
y en qué tiempos se dieron las actividades que
terminaron en la muerte del joven.
Antes de las 10 de la mañana, en un día
despejado, a más de 30 grados de temperatura
ambiental y con una humedad relativa elevada,
el cadete empezó una caminata forzada, cuesta
arriba. Portaba: “fusil, cargadores (4 máximo),
chaleco antibalas, poncho (plástico, grueso
y con capucha), casco de combate, chaleco
salvavidas, una mochila (se adicionaron 40 libras
o más de equipo) con uniforme, botas, hamaca y
tiendas de campaña”.
Luego de casi una hora de recorrer un poco
más de dos kilómetros y medio – trotando y
caminando – por un camino irregular en una
zona de densa vegetación tropical, terminó
el recorrido y dijo a sus compañeros que se
sentía mal. Perdió el conocimiento, y recibió
los primeros auxilios antes de ser trasladado al
-342-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Hospital Santo Tomás.


Según el informe de meteorología de la
Empresa de Transmisión Eléctrica, S.A.,
el día del incidente, la humedad relativa
fue de 92% en horas de la mañana y la
temperatura más alta fue de 30.3 grados
centígrados.
En este caso, el MP había recibido una
denuncia en la que se afirmaba que el
cadete había fallecido como consecuencia
de deficiencias en la atención médica – mala
práctica profesional – y solicitó la ampliación
del dictamen de la causa de la muerte.
Informé a la autoridad que, en base a toda la
información disponible hasta esa fecha, falleció
a consecuencia de la práctica de ejercicios
físicos intensos en condiciones (de vestimenta
y ambientales) que propiciaron la aparición y
desarrollo del “Golpe de Calor”.
Ante las aparentes discrepancias surgidas
en las interpretaciones de la información
consignada en los peritajes, la Fiscalía dispuso
la conformación de una Junta Técnica de
Médicos Especialistas para qué dictaminaran
las causas de la muerte. La Junta se conformó
con especialistas en Medicina Interna,
Hematología, Neurología, Gastroenterología
y Medicina Deportiva. Luego de analizar el
caso, la Junta concluyó que efectivamente,
la causa básica de la muerte del cadete fue
“Golpe de Calor”, como resultado de la práctica
-343-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de ejercicios físicos intensos, sin la vestimenta


adecuada.
Finalmente, diez años después del fallecimiento
del cadete, el día 18 de diciembre del año 2015,
el periodista Juan Manuel Díaz del diario La
Prensa, escribió la siguiente noticia: “Condenan
al estado por muerte de cadete Chiari”. “La
Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo
condenó al Estado a pagar $ 70.000 en concepto
de indemnización a los familiares de Natanael
Chiari Solís, cadete del Servicio Marítimo
Nacional (hoy Servicio Aeronaval), fallecido el
13 de enero de 2005 mientras hacía una prueba
física en la base de Rodman.
El fallo del 15 de diciembre de 2015, bajo la
ponencia del magistrado Abel Zamorano, señala
que en el proceso quedó demostrado que el
cadete Chiari Solís falleció durante una prueba
física, la cual era verificada por funcionarios del
Servicios Marítimo Nacional, por lo que queda
acreditada la responsabilidad del Estado.
Además, manifiesta que, con anticipación, la
institución deberá someter a los aspirantes
a marinos a exámenes físicos y psíquicos
rigurosos para evitar situaciones similares a las
ocurridas a Chiari Solís”.

13. MUERTOS EN LOS “PUSH BOTTOM”


Los moteles de ocasión (establecimientos
que ofrecen alojamiento temporal), conocidos
en Panamá como “push bottom” – por el
-344-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

mecanismo de acceso al interior del local


-, generalmente son sitios de intimidad y
anonimato para parejas. Ocasionalmente, esos
recintos se transforman en lugares del hecho,
por la muerte repentina o violenta de alguno(s)
de los ocupantes de sus habitaciones.
Muerte repentina es aquella que ocurre
de manera no violenta, inesperada y
rápida – en cuestión de minutos -, como
manifestación final de una enfermedad
(causa natural), principalmente del
corazón. En cambio, la muerte violenta
es consecuencia de la acción de un
factor externo letal: trauma contundente,
proyectiles de arma de fuego, armas
blancas, asfixia, intoxicaciones, etc.
El estudio de los casos de muerte repentina en
estos lugares daría como resultado el siguiente
perfil: varón, adulto, mayor de 50 años, con
antecedentes de hipertensión, diabetes y
cardiopatía isquémica (enfermedad crónica del
corazón). No sería nada raro encontrar en la
autopsia que su corazón estaba aumentado de
peso y tamaño y que sus arterias – sobre todo
las coronarias – estaban considerablemente
obstruidas por placas de ateromas. La actividad
sexual provoca elevación de la presión arterial
y de la frecuencia cardíaca; en un individuo
con patología cardíaca, el riesgo de isquemia
– falta de oxígeno al músculo cardíaco –,
arritmia – alteración del ritmo del corazón - e

-345-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

infarto y muerte, aumenta considerablemente.


Si, además, el Romeo ingirió minutos antes
“Sildenafil” (“Viagra”), pastillita azul indicada
para el tratamiento de la disfunción eréctil,
las consecuencias pueden ser noticia de
periodismo amarillista.
El uso de “Sildenafil” se ha relacionado con
ataque cardíaco, accidente cerebrovascular,
latidos cardíacos irregulares, hemorragia
cerebral o pulmonar, hipertensión arterial y
muerte súbita. La mayoría de los afectados,
aunque no todos, padecían problemas
cardíacos antes de tomar la famosa pastilla
azul. Se ignora si esos eventos se debieron
al medicamento, la actividad sexual, la
enfermedad cardíaca o una combinación de
esas y otras causas.
Esta la fue la explicación que brindé a la
autoridad en el siguiente caso: Un conocido
profesional, adulto mayor, obeso, miembro de
una respetable y conocida familia, después
de una copiosa cena, muchas copas y una
pastilla azul, llevó a su compañera ocasional
a uno de esos lugares para cerrar la velada.
En la Vía Transístmica de ciudad de Panamá,
hay varios negocios que brindan facilidades
de alojamiento temporal, razón por la cual la
avenida es conocida como “la Vía Láctea”.
Estaba en mi casa, muy cómodamente viendo
una película de Woody Allen, cuando, avanzada
la noche, recibí la llamada de la Fiscalía Auxiliar.
-346-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Me cambié de ropa, tomé un café expreso y salí


a encontrarme con los funcionarios de la PTJ
y del MP. Me uní al grupo y llegamos al “push”.
Entramos a una habitación, ahí estaban personal
de servicio del motel, una joven y sobre la cama
un cadáver…
La pobre joven compañera estaba tan nerviosa
y asustada que hasta tartamudeaba; relató
que el señor se preparaba para el encuentro
genital pero que, cuando se acercaba a la cama,
súbitamente, se agarró el pecho, botó espuma
por la boca y cayó al piso.
Sobre la cama estaba el cuerpo, vestido
solamente con un calzoncillo tipo pirata. Al
revisarlo, encontré unas pequeñas lesiones en
el rostro, compatibles con caída hacia adelante.
Los detectives no encontraron nada sospechoso,
la versión de la testigo era creíble y el cadáver
fue levantado y llevado a la morgue judicial.
A la mañana siguiente practiqué la necropsia y
efectivamente tenía un corazón aumentado de
tamaño, cubierto de abundante grasa con las
arterias coronarias tapadas casi completamente
por la enfermedad aterosclerótica, nada
inesperado.
Al segundo día, al revisar uno de los
periódicos locales leí la siguiente noticia: “El
honorable señor fulano de tal falleció en la Vía
Transístmica, producto de un infarto al corazón,
cuando intentaba cambiar una llanta de su
vehículo…” ¿Qué tal?

-347-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Esos lugares también han sido escenas de homicidios,


suicidios y accidentes, todos ellos vinculados a las
prácticas que se llevan a cabo entre sus paredes.
Recuerdo el primer femicidio relacionado a esos
sitios, sucedió en noviembre del año 1983, para
la fecha yo era médico interno en Chiriquí. En un
vehículo estacionado en la vía Domingo Díaz, cerca
de un “push” – para esos años un sitio lejano de la
ciudad -, se encontró el cuerpo de la esposa de un
odontólogo con múltiples heridas. Horas antes, los
empleados del lugar, al abrir una de las habitaciones,
se encontraron con una verdadera escena de crimen,
según periódicos de la época, había manchas de
sangre por todas partes.
El controversial hecho, posterior juicio y condena del
odontólogo, motivó la publicación del libro: “Quien
mató a la esposa del Dr. Watts”, escrito por su
abogado, el Lcdo. Diógenes Arosemena (q.e.p.d.),
jurisconsulto que siempre sostuvo la inocencia
de su defendido. La noticia del crimen trajo como
consecuencia la disminución de usuarios de esos
lugares; además, motivó el nacimiento de la leyenda
urbana del psicópata de los push, mito contemporáneo
con el del supuesto violador en serie conocido como
“el hombre del petate”.
Años más tarde, ya incorporado como patólogo
forense del Instituto de Medicina Legal, participé de la
siguiente investigación:
Un ciudadano ingresó, pasada la medianoche,
a uno de los reservados de un motel. Iba
acompañado de dos damas, habituales en esos
-348-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

menesteres; llegaron de una fiesta privada y


habían consumido abundantes cantidades de
alcohol y cocaína.
Ya al amanecer, y como no se habían puesto
de acuerdo previamente, entablaron una
acalorada discusión sobre el pago de los
servicios prestados. Las “damas de la noche”
aprovecharon un descuido de la seguridad
del local y precipitadamente se dieron a la
fuga. Cuando el personal de servicio del sitio
entró a la habitación encontraron sobre el
piso el cuerpo desnudo y ensangrentado del
infortunado cliente. Posteriormente las autoras
del hecho fueron capturadas. Transcribo la
versión que recuerdo me proporcionó uno de
los detectives que fue a la escena: “Según
las jóvenes trabajadoras sexuales, el sujeto
pretendía pagarles con un cheque. Las furiosas
damas saltaron sobre el intoxicado cliente, lo
inmovilizaron boca abajo y en un frenesí de
violencia le apuñalaron en la nuca y en el cuello
más de 40 veces”. Efectivamente, encontré
más de 40 puñaladas alrededor del cuello,
no presentaba otras lesiones y los niveles de
alcohol y cocaína estaban elevados.
En otra ocasión, durante la práctica de una necropsia
en la morgue judicial de Ancón, un joven colega me
consultó sobre un caso inusual. En una habitación
de otro motel, sobre la cama, encontraron el cuerpo
de un sujeto joven con dos disparos en la cabeza.
En la escena no había nada que hiciera pensar en la

-349-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

intervención de terceros, el cuerpo no presentaba otras


lesiones y el arma estaba cerca de la mano.
Efectivamente, tenía dos disparos en la cabeza y le
comenté al colega que no es novedad en la literatura
forense; hay informes de casos con dos y hasta
con tres disparos. La explicación se relaciona con el
tipo de arma, el calibre del proyectil y el área de la
cabeza afectada; si el primer disparo no afecta las
funciones del cerebro – por ejemplo, por ser tangencial
y superficial a la cabeza -, es posible que el sujeto
se dispare nuevamente, causando esta vez un daño
irreversible al sistema nervioso central. Efectivamente,
la investigación del MP determinó que se trataba de un
suicidio.
Finalmente, en esos sitios también pueden ocurrir
situaciones accidentales como la siguiente.
CUANDO LA IMPRUDENCIA PRECEDE AL SUEÑO
DE LA MUERTE
Un grupo de jóvenes celebraban un evento
social, con abundantes cantidades de alcohol
y algo más. Ya entrada la noche ingresaron a
un motel de ocasión; uno de ellos cometió un
grave y letal error… Hizo caso omiso de los
signos de advertencia, que están a la entrada
de las habitaciones, y dejó encendido el motor
del vehículo, para escuchar la ruidosa música
contemporánea. Transcurrido el tiempo de
uso del lugar, al no obtener respuesta para
la evacuación de la habitación, el personal
de servicio entró y encontró a los jóvenes
desnudos, tendidos sobre la cama, parecía que
-350-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

estaban dormidos.
Inmediatamente sintieron un penetrante olor,
abrieron puertas y ventanas y llamaron a la
Policía. Cuando se verificó que efectivamente
estaban muertos, llegaron los peritos del
Instituto y los funcionarios del MP para practicar
la diligencia de levantamiento de los cadáveres.
En las necropsias se encontraron signos de
intoxicación por monóxido de carbono – las
hipostasis eran de color rojo cereza, que
paradójicamente dan un aspecto lozano al
cadáver -, pero, ese color también estaba
presente por dentro, en los músculos, las
vísceras y en la sangre. La presencia del tóxico
fue confirmada con el resultado de las pruebas
de Toxicología.
El monóxido de carbono es uno de varios
“asesinos silenciosos”; es un gas incoloro,
inodoro e insípido que entra por las vías
respiratorias cuando se respira. Se forma de
la combustión incompleta del combustible
del vehículo. Si la persona lo inhala en un
espacio no ventilado, a medida que aumenta
su concentración reemplaza al oxígeno en la
molécula de hemoglobina – presente en los
glóbulos rojos de la sangre - , afectando la
difusión del vital oxígeno a los tejidos del cuerpo
(muerte por asfixia química).
En la forma aguda de intoxicación los síntomas
iniciales son moderados: dolor de cabeza,
mareo, náuseas y a medida que aumenta la
-351-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

concentración del tóxico comienza la dificultad


respiratoria, las alteraciones visuales, debilidad,
convulsiones, coma y finalmente ocurre un paro
cardiorespiratorio.
Si el monóxido ingresa a un organismo con
elevados niveles de otros tóxicos, el resultado
negativo, como en este caso, es obvio. Cada
año, pese a las advertencias, se registran este
tipo de muertes en los sitios de ocasión.
14. MUERTOS EN HECHOS DE TRÁNSITO
Durante años, camino al trabajo, al escuchar
noticias en la radio, escuché siempre la misma
frase: “tenemos más muertos por accidentes
de tránsito que días del año”. Efectivamente,
la cantidad de muertos por colisión, vuelco
y atropello hacían que esos hechos fueran
la primera causa de muerte violenta en
Panamá. A finales de los años noventa y hasta
recientemente las muertes por heridas de arma
de fuego pasaron al primer lugar.
En accidentes de tránsito han fallecido
reconocidas personalidades como el
empresario y político Dominador “Kayser”
Bazán, ex Vicepresidente de la República,
quien murió en un hecho de tránsito ocurrido
en el corredor norte; el diputado Tomás Gabriel
Altamirano Montovani, en la localidad de Tortí;
Gilda Cárdenas, la recordada cantante de
la agrupación típica “Los Plumas Negras”,
conocida por su famosa frase: “Ninguna como
yo”, en accidente en la “Y” de Chilibre, entre
-352-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

otros.
Sin embargo, las calamidades que todos los
panameños recordamos son aquéllas en las
que murieron violenta y trágicamente muchos
conciudadanos.
TRAGEDIA EN LA MARTÍN SOSA
A finales del mes de octubre del año 2006,
estábamos en la Asamblea Nacional para
participar en los debates de la primera ley del
IMELCF. El día 23, alrededor del mediodía, de
la Fiscalía Auxiliar me comunicaron que en la
avenida Martín Sosa, en el área de La Cresta,
frente al templo Hossana, se había incendiado
un bus, no tenía idea de lo que había sucedido.
Un bus del caduco sistema de transporte
público - lleno de pasajeros -, completamente
cerrado por el uso del aire acondicionado, venía
al centro de la ciudad (ruta Mano de Piedra
– Corredor Norte); ya estaba por llegar a su
destino cuando, repentinamente comenzó a
arder y a echar abundante humo por la parte
posterior; el bus carecía de extintores o salidas
de emergencia – era una trampa de muerte.
El autobús se detuvo y entonces el terror se
apoderó de los ocupantes; los más fuertes
rompieron las ventanas y a empellones salieron
(muchos de ellos heridos), pero 18 quedaron
atrapados vivos en el infierno (13 mujeres, tres
hombres y dos niños). El vehículo se incendió
completamente y los cuerpos se quemaron, la

-353-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

mayoría hasta la carbonización.


Cuando ocurren situaciones como la descrita,
los forenses debemos ser los primeros en
conservar el equilibrio emocional y actuar con
frialdad profesional. Inmediatamente dispuse la
formación de los equipos de trabajo, el primero
participó en la Diligencia de Levantamiento de
los cuerpos, junto con funcionarios del MP y de
la PTJ, y el segundo se organizó para recibir
los cadáveres y practicar las necropsias en la
morgue judicial de Ancón.
Los cuerpos fueron trasladados a la morgue
judicial y como consecuencia del estado en que
se encontraban (carbonizados e irreconocibles),
el objetivo principal era el establecimiento de la
identidad. Para tal propósito, esa tarde y hasta
avanzada la noche, el grupo de trabajo empezó
la recopilación de los datos ante-mortem.
Al día siguiente, a las 7 y 30 de la mañana,
tuvimos una reunión de coordinación
y planificación de las labores a desarrollar.
También participaron en las distintas actividades
periciales y administrativas: asistentes de
autopsia, peritos del Departamento
de Criminalística de la PTJ, personal
administrativo, de secretaría y seguridad del
Instituto y personal de apoyo enviado por el MP.
Desde la perspectiva pericial forense la tarea
era todo un desafío, la probable causa de la
muerte de los 18 cuerpos era obvia (inhalación
de gases tóxicos en incendio); mas no así, la
-354-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

identidad de los 18 cuerpos carbonizados.


Los cuerpos se depositaron y ordenaron en el
sótano de la morgue. En el ambiente se sentía
un penetrante olor a carne quemada. Todos los
cadáveres estaban irreconocibles por el daño
térmico, pero algunos aún portaban elementos
secundarios de identificación (restos de ropa,
prendas, accesorios, etc.). Entre los objetos
personales recuperados había varios celulares
que sonaban de vez en cuando.
El equipo de identificación decidió que la tarea
inicial debía ser agrupar los cadáveres por sexo
y edad; primero los niños, luego los varones
y finalmente las mujeres. A continuación, se
habilitó un área de observación – el cuerpo era
cubierto con una sábana; luego, pasaba un
familiar y se le mostraban aquéllos elementos
considerados individualizantes.
El estado de los cuerpos impedía un
reconocimiento inmediato y pese al dolor y al
desagradable aspecto, los familiares bajaban
al lúgubre espacio, buscaban algún detalle
propio de su esposa(o), su hijo(a), su tío(a),
etc., y cuando encontraban algo (un tatuaje, una
cicatriz, un lunar, la forma de un dedo del pie,
el reloj, una cadena) rompían en llanto. ¡Cómo
debe doler la certeza de tan horrorosa muerte!
En las etapas tempranas del trabajo pericial,
mi tarea era acompañar a los familiares en el
reconocimiento visual; mientras ellos verificaban
los objetos o particularidades del cuerpo,
-355-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

yo anotaba la información necesaria para el


posterior proceso de identificación.
El padre de uno de los varones entró al sitio de
reconocimiento, se le mostró un cuerpo cubierto
y los elementos asociados, miró y se retiró
aparte sollozando. Seguí anotando los datos,
de espaldas al familiar, cuando súbitamente
sentí que me agarraba fuerte por los brazos y
me preguntó llorando: “Doctor, dígame que no
sufrió”; no recuerdo qué le contesté...
Seguimos con nuestras tareas forenses y
ese mismo día, avanzada la tarde, logramos
la identificación positiva de dieciséis de las
dieciocho víctimas, solamente quedaron
pendientes dos, un hombre y una mujer
(totalmente carbonizados) que no había sido
reclamado por sus familiares. Estas personas
fueron identificadas días más tarde.
La causa de la muerte en todos los casos fue
la inhalación de gases tóxicos producto de la
combustión del vehículo y las quemaduras, en
más del 80% de la superficie corporal.
En la evaluación final del trabajo del equipo no
incluimos una triste y amarga conclusión: la
mayoría de las víctimas eran seres humanos en
desventaja: trece mujeres y dos niños.

15. CUANDO LA MUERTE CAE DEL CIELO


Los problemas logísticos y periciales
repentinamente se multiplican cuando ocurre
una situación con numerosos heridos y
-356-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

muertos. Se pone a prueba, no solamente


la capacidad de respuesta de los servicios
forenses, sino también el grado de preparación
para este tipo de imprevistos.
CUANDO EXPLOTÓ EL AVIÓN DE “ALAS
CHIRICANAS”
El primer “accidente aéreo” en el que tuve
participación fue el provocado por un acto
terrorista. El 19 de julio de 1994, una aeronave
propiedad de la compañía “Alas Chiricanas”,
despegó de Colón hacia Panamá, minutos
después estalló en el aire.
Los restos de la aeronave, incluidos los
cuerpos, fueron encontrados en un paraje
rural de Santa Rita, en la provincia de Colón.
Se trataba de los cadáveres de 21 personas,
12 de ellos eran empresarios hebreos. Los
investigadores determinaron que la explosión
fue causada por una bomba, probablemente
detonada por un pasajero suicida.
Los restos humanos fueron trasladados a
la morgue del Hospital Santo Tomás, me
correspondió el examen de lo que quedaba
del supuesto terrorista: un torso humano. La
explosión causó la pérdida de la cabeza y de
las extremidades, las ropas se quemaron,
salvo partes del calzoncillo. Los bordes de las
lesiones mostraban claros signos de exposición
a altas temperaturas y fragmentación por el
efecto de la onda explosiva. La interpretación
de los hallazgos indicaba que el sujeto llevaba
-357-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

la bomba en el piso, entre los pies y que pocos


minutos después del despegue, se agachó y
detonó el artefacto explosivo.
En ese vuelo, un pasajero se registró con el
nombre de Lya Jamal. De la lista de tripulantes
y pasajeros solamente un cuerpo (mejor dicho
un torso) nunca fue reclamado, probablemente
era el de Lya Jamal. El torso quedó en el
depósito de cadáveres de la morgue del
Hospital Santo Tomás y posteriormente enviado
a entierro de solemnidad (inhumación de
cuerpos no reclamados).
Las autoridades manejaron dos hipótesis: que
se trataba de un acto de terrorismo contra la
comunidad judía, o un ajuste de cuentas de
narcotraficantes colombianos con alguno de
los pasajeros. Nunca nadie fue detenido o
enjuiciado por este caso.

LA CAÍDA DEL HELICOPTERO SAN 100


El día 29 de mayo del 2008, pasado el
mediodía, me encontraba trabajando en mi
oficina, en la sede del IMELCF en Calidonia,
cuando Kathya, secretaria de la Dirección,
entró asustada y me dijo: “Doc. ¿Se dio cuenta
lo que está pasando?, ponga la tele para que
vea”, seguí su recomendación y sintonicé la
transmisión en directo de una de las televisoras
locales.
El reportaje mostraba la caótica situación que
ocurría posterior a la caída de un helicóptero,
-358-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

a menos de un kilómetro del sitio donde


estábamos. El hecho sucedió en el barrio
capitalino de Calidonia, zona urbana de alta
densidad poblacional e intensa actividad
comercial.
En ese instante, las imágenes que me vinieron
a la mente fueron las de situaciones de guerra
en Líbano, Irak, Siria, en las que se aprecian
edificios incendiados y destrozados, gente
huyendo despavorida, ambulancias a velocidad
con luces y sirenas, movilización de bomberos,
policías, servicios de rescate y decenas de
afectados.
Según la información periodística, el accidente
ocurrió cuando el helicóptero llegaba a la capital
proveniente de Colón. En ese momento no se
conocían las causas, pero el incidente generó
interés nacional e internacional porque entre
los pasajeros estaba el Director General de
Carabineros de Chile, José Alejandro Bernales,
su esposa y otros tres oficiales chilenos. En el
helicóptero también viajaban 3 tripulantes y 3
oficiales panameños.
El aparato se estrelló contra la azotea de un
local comercial y luego se incendió, provocando
que el mismo edificio ardiera en llamas. Según
versiones difundidas, el piloto se dio cuenta
que la aeronave presentaba fallas mecánicas
durante el vuelo, ya cerca de su lugar de
destino. Trató de aterrizar en lo que era antes
la avenida Balboa, no pudo y continuó el vuelo
-359-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

hacia el vecino aeropuerto de Albrook; a medida


que avanzaba perdía altura y aunque evitó caer
directamente a la calle, la cola del helicóptero
golpeó al edificio y luego se estrelló contra él
causando una sonora explosión.
Al poco tiempo, llegaron unidades de la Policía
y del Sistema Nacional de Protección Civil, los
bomberos controlaron el fuego y comenzaron
las labores de recuperación de los muertos y
heridos. El general Bernales fue rescatado con
vida, pero muy grave, falleció horas más tarde
en un hospital de la localidad.
Conocida la magnitud del accidente, y previa
notificación del MP, convoqué al grupo de
peritos del Instituto y nos organizamos en
dos lugares: en el sitio del impacto – para la
recuperación de los restos humanos - y en la
morgue judicial – para la práctica de las tareas
de identificación y necropsia.
Llegamos al lugar del hecho pasadas las tres
de la tarde, ya la zona estaba debidamente
acordonada y protegida. Los bomberos y
personal del SINAPROC estaban completando
sus tareas; hasta ese momento se habían
rescatado ocho cuerpos y faltaban por
recuperar tres más.
Como debe procederse en estos casos,
coordinamos el momento de nuestra
participación pericial con las autoridades
responsables del MP y con funcionarios de
las otras instituciones. La recuperación de
-360-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

los cuerpos fue una tarea muy peligrosa


(la mayoría estaba entre los humeantes e
inestables restos del helicóptero) y debimos
esperar a que los bajaran y colocaran sobre el
piso.
Luego, junto con los funcionarios de
Criminalística, en aquel entonces, todavía
miembros de la Policía Técnica Judicial (PTJ),
procedimos a realizar la evaluación inicial y a
ordenar en secuencia los restos humanos.
Estaban casi completos, presentaban diferentes
grados de quemaduras, hasta la carbonización,
los individualizamos, embalamos en bolsas
plásticas para cadáveres y procedimos a
trasladarlos a la morgue judicial de Ancón.
Tal como sucede en estos casos, la prioridad
inicial de la actividad pericial científica es el
establecimiento de la identidad, dificultada por
el aspecto - con pérdida de los rasgos faciales
por las quemaduras -. Pese a la confusa
situación inicial, ya se manejaban hipótesis
de lo que pudo haber ocurrido (básicamente
accidente o acto terrorista).
La situación se tornó tensa y de mucha
expectativa, dentro y fuera de Panamá, cuando
voceros oficiales confirmaron que el general
chileno y su comitiva iban en la aeronave
siniestrada (su cuerpo fue trasladado a la morgue
judicial horas más tarde). El equipo del IMELCF
estaba muy consciente de que debíamos tener
especial cuidado en la búsqueda de elementos
-361-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

que sustentaran o negaran cualquier hipótesis.


Antes de iniciar los procedimientos post-
mórtem, agrupamos los cadáveres en razón
de sexo: tres mujeres, ocho hombres; luego, se
separaron los cuerpos, por las prendas de vestir
que podían reconocerse - la mayoría tenían
puestos uniformes militares -, y después fijamos
y registramos todo los accesorios y objetos
personales.
Como parte del proceso de identificación, el
odontólogo forense realizó los registros dentales y
el personal de Criminalística tomó la necrodactilia
de cada cuerpo. Debido a que, en Odontología
Forense, una identificación positiva requiere de
la comparación de registros ante y post–mórtem,
solicitamos los datos de identificación (dentales y
dactilares) a los representantes de la delegación
diplomática chilena presentes en la morgue.
La información llegó en horas de la noche y se
pudieron identificar positivamente.
En el caso de los connacionales, la
identificación se completó con los datos de los
reconocimientos de familiares y considerando
elementos secundarios de identidad.
Ya entrada la noche, se nos hizo saber que
un equipo de expertos chilenos viajaría a
Panamá para colaborar en el trabajo forense;
no fue necesario, antes de la medianoche ya
habíamos concluido con las tareas y se habían
establecido las identidades y las causas de
la muerte en cada uno de los cuerpos de los
chilenos.
-362-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Uno de los momentos más conmovedores, de


tantos que se dieron ese día, ocurrió cuando
la delegación de carabineros y funcionarios
de la embajada de Chile recibió el cuerpo del
general, figura muy querida y respetada en su
país; la tristeza y el dolor nos contagió a todos
los presentes.
Años después, en la página web http: //www.emol.
com/noticias/internacional/2011/, de 6 de abril de 2011,
se publicó lo siguiente sobre el desenlace de este
accidente:
“Panamá cierra caso de accidente de
helicóptero que costó la vida al general
Bernales”. “Juez determinó que piloto de la
nave cometió un delito de homicidio culposo y
no doloso por hacer un manejo inadecuado de
los procedimientos de emergencia de falla del
motor”.
“Un Tribunal de Justicia de Panamá cerró el
caso del accidente del helicóptero SAN-100,
donde en 2008 murieron once personas, entre
ellas el jefe de Carabineros de Chile general
José Bernales, al decretar un sobreseimiento
definitivo, informó hoy una fuente judicial”.
“De la investigación se desprende que estamos
frente a un delito de homicidio culposo y
no doloso, y que la posible responsabilidad
que existiera se le atribuye al piloto (Juan
Delgado) por hacer un manejo inadecuado de
los procedimientos de emergencia por falla
del motor”, determinó el juez de circuito penal,
-363-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Adolfo Mejía, detalló la Corte Suprema de


justicia en un comunicado”. “El juez Mejía, de
igual forma, negó la solicitud de mantener el
caso abierto por otros supuestos delitos, toda
vez que quedó demostrado que sólo se está
“frente a un delito de homicidio culposo y no
doloso”.
En abril de 2009, el Gobierno de Panamá
ratificó en un informe final que un fallo humano
fue la causa del accidente del helicóptero, y
procedió a finales de ese mismo año, al pago
de $ 6,4 millones de dólares en concepto de
reparación económica al gobierno de Chile y a
los familiares de las víctimas, y de 2,4 millones
a los familiares de las víctimas panameñas”
La anécdota de este caso es la siguiente:
como somos un país tropical, de bolas – en
los años finales de la dictadura se decía que
se activó la CONABO, Comisión Nacional de
Bolas -, bochinches malintencionados y de las
más descabelladas teorías de conspiraciones,
transcurridos un par de días después del
accidente, en una de las glosas de un periódico
local se hacía la siguiente pregunta: ¿Cómo
es posible que el helicóptero chocó contra
un edificio en plena Calidonia, poco tiempo
después de la hora de almuerzo y sólo hubiera
11 muertos? La respuesta la escuché años
después: “Dios debe ser panameño”.

-364-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

LA AVIONETA AMBULANCIA QUE SE


ESTRELLÓ EN TOCUMEN
El día 2 de julio del año 2004, a primeras
horas de la tarde, me informaron que debía
trasladarme urgentemente al aeropuerto de
Tocumen porque había ocurrido una tragedia
aérea. No me dieron mayores detalles, pero el
sólo imaginar que había ocurrido un desastre
en un aeropuerto trajo a mi mente las imágenes
del accidente ocurrido en el año 1977, en la isla
de Tenerife, cuando chocaron dos aviones y
murieron 583 personas.
La magnitud del siniestro no era de esas
proporciones. Una avioneta ambulancia,
en la que viajaban seis personas, cuatro
estadounidenses y dos ciudadanas italianas
– una de ellas adolescente que era llevada a
Estados Unidos para recibir atención médica
-, se había estrellado contra un hangar en la
zona de carga del aeropuerto internacional de
Tocumen.
La séptima víctima era un humilde panameño,
que trabajaba como mensajero en una de las
compañías locales; estaba caminando frente
al hangar cuando la avioneta se precipitó y
lo alcanzó. El aparato chocó contra el suelo,
explotó, se fragmentó, atravesó una pared
de concreto y nuevamente explotó dentro del
depósito de carga.
Por aquellos días, el Instituto carecía de
vehículos propios, conductores y personal de
-365-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

seguridad. Me comuniqué con el asistente de


autopsias y juntos nos dirigimos hacia el sitio.
Como era de esperarse, la noticia acaparaba
todos los medios de radio y televisión. En el
vehículo en el que íbamos, la radio retransmitía
desde el lugar del hecho. Cuando entrábamos
al área, custodiada por la Policía, escuchamos
al periodista de una de las estaciones de
radio que comentó emocionado: “Ya en el
área del siniestro se encuentra el equipo de
expertos forenses para iniciar las labores de
investigación”, recuerdo que le dije a Ramsés:
“¡Jo!… se nos adelantaron los gringos”, pero
que va, llegamos y no había nadie más, volví
y le dije a mi ayudante: “Mira tú, que vaina,
resulta que nosotros somos el equipo de
expertos forenses, cómo te quedó el ojo”.
Al llegar al hangar, ya los bomberos habían
concluido sus tareas, pero aún se sentía el
fuerte calor, humo, olor a plásticos y carne
quemada. Había partes de la avioneta
dispersas dentro y fuera del depósito, entre
metal fundido y retorcido.
Los cuerpos estaban fragmentados - producto
del masivo y contundente impacto -, entre
pedazos retorcidos de metal del fuselaje,
estaban casi completamente calcinados. El
trabajo fue muy laborioso, por el estado de
los restos, pero sobre todo por el pesado y
sofocante ambiente, el calor era infernal y
debíamos hidratarnos periódicamente.
-366-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Ya entrada la noche, teníamos las siete bolsas


de cadáveres con su contenido. En medio de la
penumbra, me senté en una piedra para comer
algo. Estaba de lo más tranquilo disfrutando
mi comida, cuando un detective de la PTJ me
dice: “Doctor no se mueva”, le pregunte por qué,
a lo que me contestó, “al lado suyo está una
patoca”. La patoca, es una pequeña serpiente,
de menos de un metro, color gris pálido con una
línea blanca en el dorso, cabeza ancha, en forma
de punta de flecha, que sólo ataca al sentirse
amenazada. Me quedé quieto y recordé que
siguiendo consejos se llega a viejo…
LA AVIONETA ACCIDENTADA CERCA DE LA
LAGUNA DE SAN CARLOS
Noviembre, mes de la Patria en Panamá,
es generalmente un mes de celebraciones
patrióticas, pero casi siempre ocurren hechos
no acordes con el ambiente festivo.
A propósito de jolgorios, los carnavales
son las fiestas de referencia de los
panameños, de ahí la conocida frase. “lo
único que los panameños tomamos en
serio son los carnavales”. Curiosamente
en esos cuatro días hay un aumento
de casos relacionados a la comisión
de delitos sexuales, pero no sucede lo
mismo con los homicidios. Los actos
de agresión y las grotescas burlas que
se ven en los programas de telebasura,
que sólo se transmiten esos días,
-367-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

afortunadamente no terminan en muerte.


Sigmund Freud contrapuso al instinto
de la vida, el instinto o impulso de la
muerte, pareciera que la mayoría de los
panameños escogieron celebrar la vida.
El día 23 de noviembre del año 2005, otra vez,
estaba en mi oficina en Calidonia, cuando recibí
la llamada del fiscal auxiliar de la República; me
notificó que había ocurrido un accidente aéreo
en el área de San Carlos, en la vecina provincia
de Coclé y solicitaba mi participación en las
investigaciones iniciales.
Los moradores del lugar informaron de una
explosión y el hecho había sido confirmado por
varios testigos. El fiscal me solicitó que debía
presentarme inmediatamente en el aeropuerto
de Albrook porque un helicóptero del Servicio
Aéreo Nacional ya nos estaba esperando
para trasladarnos a la zona. Afortunadamente,
siempre tenía a mano un maletín con los
elementos básicos para tales diligencias,
incluyendo botas y capotes para la lluvia.
Arribé al aeropuerto y junto con el fiscal y otros
funcionarios del MP viajamos hacia el área. No
tenía conocimiento de la zona geográfica y al
llegar me alegré de haber tenido la precaución
de traer mi maletín de trabajo.
Llegamos cerca del mediodía y en seguida
fuimos advertidos por los lugareños que, desde
el lugar de aterrizaje del helicóptero hasta el
sitio del impacto de la avioneta, había que
caminar, cuesta arriba, casi dos kilómetros en
-368-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

una zona de montaña – Cerro Peña Blanca


-, boscosa, fría, húmeda y con mucho viento.
Comenzamos a subir por una empinada trocha
y para complicar la escalada, comenzó a llover
y el suelo se tornó una pasta resbalosa.
Me llamó la atención que cuando apenas
habíamos iniciado la caminata, ya venían de
regreso, curiosos, camarógrafos y periodistas.
Entrada la tarde llegamos al sitio. La avioneta,
que iba de Panamá a Pocrí de Aguadulce,
había chocado contra la cima de la montaña,
a una altura de 2.000 metros y quedó
fragmentada en la parte alta de los árboles.
Producto de la violenta desaceleración los
cuerpos salieron del interior de la aeronave y
estaban (mutilados) dispersos en una amplia
zona alrededor del punto de impacto.
Se trataba de los restos de cinco personas
adultas, dos ciudadanos colombianos (un
empresario y su abogada), un médico, el piloto
y el copiloto. Era obvio que la nacionalidad de
los dos ocupantes extranjeros había motivado
la rápida intervención de todo el equipo de
investigación.
La fuerza del impacto y la posterior caída
de los cuerpos, causó una considerable
fragmentación, similar a la que muestran
ciertas películas de horror. Partes de vísceras o
extremidades humanas colgaban de las ramas
de los árboles o yacían dispersas en el suelo.
Nuevamente viví la experiencia de escuchar el
-369-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

sonido de los celulares de los muertos.


Pasadas las cinco de la tarde ya oscurecía,
seguía la pertinaz llovizna, arreciaba el
frío. Los guías, conocedores del área, nos
recomendaron que termináramos antes de que
oscureciera porque era una zona boscosa en la
que había una variada fauna que podía poner
en peligro nuestra integridad. Seguimos sus
consejos, rápidamente embalamos los restos
y comenzamos el descenso por el resbaladizo
camino, apresuré el paso y me alegré cuando vi
las luces del helicóptero.
Los cuerpos fueron trasladados a la
morgue judicial, al día siguiente el equipo
de identificación del IMELCF se movilizó y
pudimos exitosamente lograr los objetivos de
los procedimientos post–mórtem identificar a las
víctimas y establecer la causa de la muerte.
16. PERITOS PANAMEÑOS EN EL TERREMOTO
DE HAITÍ
La prestigiosa publicación española
“Cuadernos de Medicina Forense”, publicó
en su volumen 16, número 1-2, del año 2010,
el artículo de revisión: “El sistema de apoyo
internacional para la gestión forense de
cadáveres en situaciones de desastre. La
experiencia de Haití”.
En el trabajo presentamos nuestras
consideraciones sobre la participación de
equipos internacionales de investigación forense
en situaciones de desastre, específicamente

-370-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

la experiencia vivida por un grupo de peritos


panameños en Haití. La siguiente es una versión
ampliada, con anécdotas, del texto original.
El día 12 de enero del año 2010, a las 16:53:09
pm hora local, con epicentro a 15 km de Puerto
Príncipe, ocurrió un sismo de 7,3 grados de
magnitud, generado a una profundidad de
10 kilómetros. El terremoto fue perceptible
en países cercanos como Cuba, Jamaica y
República Dominicana, donde provocó temor y
evacuaciones preventivas.
Los efectos causados sobre el país más pobre
de América Latina fueron devastadores. Un
informe del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), reveló que el sismo superó en destrucción
al tsunami del año 2.004 en el Océano Índico;
calculándose que el número de muertos podría
sobrepasar los 217.000. También habría
producido más de 250.000 heridos y dejado sin
hogar a un millón de personas. Se considera una
de las catástrofes humanas más graves de la
historia.
El terremoto afectó principalmente la capital,
Puerto Príncipe, causando cuantiosos daños
materiales y miles de heridos y víctimas
mortales. Inmediatamente se movilizaron
equipos internacionales de rescate para buscar
sobrevivientes entre los escombros.
En la etapa inmediatamente posterior, la
capital quedó prácticamente incomunicada, sin
servicios públicos básicos; había una situación
de anarquía social y era casi imposible circular
-371-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

por las calles destruidas e invadidas por los


escombros. Los daños materiales fueron
masivos en los edificios de la ciudad, debido
al tipo y estructura de las construcciones;
incluso la catedral se derrumbó, y el palacio
presidencial sufrió daños severos.
El grupo de forenses panameños se trasladó
hasta la zona del desastre en Haití, dando
cumplimiento a los acuerdos logrados en
las reuniones de la Red Iberoamericana de
Institutos Nacionales de Medicina Legal y
Ciencias Forenses; encuentros celebrados con
el propósito de crear un sistema de apoyo a
nivel internacional en situaciones de desastre.
Las propuestas de la Red apuntan al noble
objetivo del apoyo mutuo internacional que
tanto requiere la diversidad de circunstancias,
propias del desarrollo social, político y científico
de cada país en nuestro campo forense.
Los objetivos específicos de nuestra
participación eran: colaborar en la identificación
y traslado de posibles víctimas panameñas e
incorporarnos a los equipos internacionales
para apoyar la gestión de cadáveres en
situaciones de desastre.
Salimos de Panamá en un vuelo de la
compañía COPA, junto con rescatistas del
SINAPROC, unidades caninas, periodistas y
ayuda humanitaria. Al llegar a Puerto Príncipe el
avión no pudo aterrizar y se desvió hacia Santo
Domingo (el aeropuerto de la capital de Haití
-372-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

estaba ocupado por los norteamericanos).


En Santo Domingo nos esperaban los
diplomáticos de la embajada panameña
quienes coordinaron nuestro traslado a las
instalaciones del Centro de Operaciones de
Emergencias de República Dominicana, allí
pasamos la noche.
A la mañana siguiente, nuestras autoridades
lograron apoyarnos con el transporte en buses
hacia la frontera con Haití. El viaje fue un paseo,
el paisaje muy parecido al de Panamá y el
ambiente tal como lo describió Mario Vargas
Llosa en su libro “La fiesta del chivo”.
Avanzada la tarde llegamos a la frontera. En el
lado dominicano está la localidad de Jimani, un
pueblo muy parecido a los de nuestro interior.
A esa hora era notable la actividad de apoyo
internacional, sobre todo de cubanos. Nos
instalamos en un local improvisado y salimos a
buscar dónde asearnos.
Por las polvorientas calles, la gente iba y venía
como en cualquier pueblito interiorano. En una
humilde vivienda logramos que nos facilitaran
el tanque de agua para el baño. Satisfechas
las necesidades básicas ya de noche fuimos al
hospital. Era un hospital rural, de un solo piso,
atestado de gente, pacientes atendidos y por
atender, que estaban alrededor y dentro del
local. Nos abrimos paso para, como personal
de salud, ponernos a la orden del jefe de
la instalación. El médico que nos atendió lo
-373-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

primero que nos preguntó fue si algunos de


nosotros éramos cirujano u ortopeda, porque
lo que atendían y tenían por atender eran
todos casos de trauma. Su rostro reflejaba el
agotamiento, la preocupación y el dolor de ver
tanto sufrimiento; él y su equipo llevaban 72
horas de atención continua. Regresamos a
dormir en el bus.
A la mañana siguiente, como parte de una
caravana de vehículos de República
Dominicana, el bus llegó a la frontera. Pasamos
al lado haitiano y era increíble cómo a tan sólo
metros del amigable país vecino entramos a
un inhóspito, inseguro y lúgubre lugar. Todo se
veía diferente, la abundante vegetación tropical
y la floreciente vida del lado dominicano, en
contraste con el ambiente desértico, la miseria y
el miedo del otro lado.
A medida que avanzaba la caravana era más
evidente una realidad de miseria aplastada por
la magnitud de un sismo devastador. Llegamos
a Puerto Príncipe en horas de la tarde.
En el centro histórico de Quito, está una
de las joyas arquitectónicas coloniales
más bellas de América, la barroca iglesia
de La Compañía de Jesús. De niño,
con frecuencia iba allí los domingos,
a misa, junto con mis padres (Tránsito
Alejandrina, José Manuel) y mis
hermanos (Carmen, Magdalena, Patricio,
Mónica y Francisco).
Entraba y salía del templo con temor
-374-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

y acelerando el paso. A ambos lados


de la imponente puerta interior, están
colocados dos grandes cuadros -
entonces me parecía que no tenían fin
-, una expresiva representación de los
horrores del infierno y una atemorizante
versión del apocalipsis y el juicio final.
Esa tarde, al entrar a Puerto Príncipe,
tuve la sensación de volver a la iglesia,
pasar por los cuadros y entrar en las
pinturas como protagonista.
La mayor parte de las construcciones habían
colapsado. Pese a que miles de personas
habían abandonado la capital, todavía había
mucha gente deambulando en las calles; pero
quizás, lo más insoportable era el penetrante
hedor de la descomposición de cadáveres
humanos y de animales, mezclado con basura y
residuos orgánicos podridos.
Nos condujeron e instalaron en uno de
los campamentos de ayuda de República
Dominicana, cerca del aeropuerto de Puerto
Príncipe, área segura y con servicios básicos
para limpieza y alimentación. Era admirable
la manera en que los dominicanos estaban
organizados para las situaciones de desastre;
con decir que, de sus cocinas móviles comimos
en los siguientes días.
Nos acomodamos en una tienda de campaña
en la vereda de una calle interior de las
instalaciones, junto con delegaciones de otros
países. Llegó la noche y comenzó una de
-375-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

las experiencias más aterradoras de mi vida.


Además del calor, el cansancio y la adaptación
a los cambios, la tierra continuaba temblando
por las réplicas del terremoto; se escuchaba
el continuo movimiento de los aviones del
cercano aeropuerto, pero lo más intolerable
de todo era la densa nube de mosquitos que
nos acompañaba a donde fuéramos. Pese
a que me unté considerables cantidades de
repelente de insectos, los mosquitos seguían
picando y haciendo ruido; es más, nunca antes
me había pasado que los necios insectos
intentaran entrar por la nariz o los oídos. Me
envolvía en la sábana, pero ¡qué va! el calor era
insoportable…
Para colmo de males, al otro lado de la calle,
en una construcción abandonada había algo
parecido a un albergue de animales. Los
aullidos de los pobres perros se oían a cuadras
de distancia, los animales habían quedado
atrapados en sus jaulas y no había manera de
liberarlos esa noche.
Cerca del amanecer, un ensordecedor ruido
subterráneo nos puso en alerta y en cuestión de
segundos la tierra temblaba como una gelatina
en movimiento, todo se movía y crujía: el piso,
las tiendas de campaña, los postes del tendido
eléctrico, los árboles y entonces pensé: “Bueno,
hasta aquí llegué”, me acordé de mi esposa y
de mis hijos y cerré los ojos… Fue una réplica
de más de 6 grados en la escala Richter.

-376-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Afortunadamente, no nos pasó nada.


A la mañana siguiente nos unimos a
los rescatistas y a sus unidades caninas;
se coordinaron labores con los pares
dominicanos. Llegamos a los alrededores del
palacio presidencial, más por señas que por
indicaciones precisas. Con decirles que yo,
conocedor de algunas palabras y frases en
francés, era el traductor del grupo. A pocos
metros quedaban los restos del edificio de
un ministerio, las paredes y el techo habían
colapsado parcialmente y en los pisos
expuestos se veían los escritorios y anaqueles
con libros y documentos regados por todas
partes; igual aspecto tenía el vecino local de
registro de la propiedad.
Fue otro momento para reflexionar
sobre la brevedad de la vida y
del tiempo que dedicamos a obtener
beneficios materiales, objetos banales,
bienes innecesarios, papeles de títulos y
propiedades, sin saber que, en cuestión
de minutos todo puede colapsar, todo se
puede perder, y entonces nada de lo que
queda tiene valor. Ya lo dijo Séneca: “No
es que la vida sea corta, sino que más bien
somos nosotros que perdemos el tiempo”.
Acompañamos a los rescatistas en sus
labores, y pudimos ver decenas de cadáveres
putrefactos y grupos de famélicos haitianos
pidiendo agua y comida.
-377-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Debido a la situación de caos total,


fue imposible hacer contacto con ninguna
coordinación local o internacional; con lo que
confrontamos serios problemas por las réplicas
del temblor y la anarquía reinante; pero sobre
todo, por la falta de seguridad y la ausencia
de autoridades coordinadoras, ellas mismas,
también estaban profundamente afectadas, en
gran medida, por la muerte de sus funcionarios,
la destrucción de sus edificios sede, y muchas
veces por la pérdida de sus familiares, amigos y
de sus pertenencias.
Uno de los obstáculos más importantes fue
justamente el colapso o dificultades de acceso a
los sistemas de comunicación telefónicos y vía
Internet.
La incineración de cuerpos en las vías públicas
y el entierro masivo de miles de cadáveres
no identificados - la mayoría, probablemente,
de ciudadanos haitianos -, no cumplió con
las normas internacionalmente impulsadas
para este propósito; disposiciones tendientes
a garantizar un trabajo científico, pero sobre
todo para mitigar el sufrimiento psíquico de los
sobrevivientes; al facilitar la recuperación, por
las familias, de sus cadáveres debidamente
identificados y, por ende, acceder al consuelo
que aportan los rituales de duelo propios, que
en este hecho hubieran sido los de una cultura
tan fecunda y compleja como la haitiana.
La carencia de servicios forenses locales
-378-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

organizados, en el nivel requerido para atender


un desastre masivo, propició la desorganización
y la falta de coordinación necesarias para
acoger el apoyo que hubieran podido ofrecer los
equipos especializados que acudieron de otros
países.
Las autoridades consulares de Panamá en Haití
nos informaron que no hubo víctimas fatales de
nuestro país y debido a que no se habían dado
las condiciones mínimas para cumplir con el
segundo objetivo decidimos retornar a Panamá.
El problema era cómo…
Las autoridades panameñas habían coordinado
el viaje de ida, pero para el regreso aéreo se
nos dijo que debíamos esperar varios días más,
los tres acordamos que ya habíamos pasado
el límite de nuestra resistencia y que ese era
el momento de volver a casa, ante el creciente
riesgo para nuestra integridad física y mental.
Solicitamos el apoyo de la Cruz Roja
Dominicana, cuando nos enteramos que ellos
viajaban todos los días hasta Santo Domingo.
A todo esto, como llegamos en un grupo oficial
no teníamos pasaportes individuales y entre
los tres solamente teníamos alrededor de 100
dólares.
La generosidad y solidaridad de los
dominicanos nos acompañó siempre, nos
llevaron de vuelta, nos alimentaron y nos
dejaron en un modesto hotel hasta que
contactáramos a las autoridades diplomáticas
-379-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

de Panamá.
Al día siguiente, fuimos a la embajada y
nos recibieron con los brazos abiertos, nos
llevaron a un mejor hotel y coordinaron con las
autoridades de la Cancillería para nuestro vuelo
de regreso a Panamá.
Ya sentado en el avión de regreso, repasé
la terrible experiencia vivida en esos días;
la inmensa tragedia humana, el dolor de los
heridos y sobrevivientes, la aplastante presencia
de la muerte, la desolación; pero, como un
rayo de esperanza en la condición humana,
la generosidad y solidaridad de los hermanos
dominicanos y de los funcionarios de la
embajada de Panamá en República Dominicana,
a ellos mi reconocimiento y eterna gratitud.
Inmensa alegría sentí al volver a mi tierra,
Panamá. Me esperaban mis familiares a los
que abracé con fuerza y les dije lo afortunado
que era de volver a estar con ellos. Los días
siguientes fueron de profunda melancolía y
reflexión; pobre gente haitiana, cuánta miseria y
horror juntos.
Meses más tarde me comentó mi esposa que,
en esos días, sintió de cerca la ausencia de mi
quebranto.
17. MUERTOS EN CENTROS DE ATENCIÓN
SANITARIA
El personal de salud puede verse involucrado
en la atención de casos médico legales desde
-380-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

el nivel de atención pre hospitalaria. En los


cuartos de urgencias de los grandes hospitales
se atienden a diario cantidades de personas
involucradas en los así llamados “casos
policivos”, que incluyen heridos por diferentes
agentes traumáticos (mecánico, térmico,
eléctrico, químico, biológico, por radiaciones o
mixto). Inclusive, durante la hospitalización se
pueden cometer delitos dolosos – violación,
lesiones personales, homicidio – o culposos –
mala práctica de los profesionales de la salud.
En estos últimos años, los casos que fueron
titulares de noticia por mucho tiempo, dentro
y fuera de Panamá, fueron: los pacientes
sobre-irradiados del Instituto Oncológico
Nacional, las víctimas del Dietilenglicol, las de
la infección nosocomial por la bacteria KPC, y
la muerte de un grupo de neonatos en la Sala
de Neonatología del Complejo Hospitalario
Metropolitano de la Caja de Seguro Social.
Participé en todas esas investigaciones.
EXCESO LETAL DE RADIACIONES
El primer incidente grave en el que ocurrieron
decesos de pacientes hospitalizados sucedió
en el Instituto Oncológico Nacional (ION), en el
mes de mayo del año 2001.
En ese mes, de manera inusual, comenzaron a
aumentar las muertes de pacientes en el ION.
Se iniciaron las investigaciones e intervino el
MP; los pacientes fallecían, se notificaba al MP
y los cadáveres eran trasladados a la morgue
-381-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

judicial del IMEL.


Como es usual en estos casos, revisamos los
expedientes clínicos y la información científica
disponible sobre el efecto de las radiaciones
en el cuerpo humano; también solicitamos
la opinión de especialistas en Radiología
Oncológica, todo con el propósito de reconocer
y documentar el daño para aportar las pruebas
periciales científicas al proceso judicial que
había comenzado.
La radioterapia es el uso de radiaciones
ionizantes para destruir células malignas
en un paciente con cáncer. Se utiliza
una fuente de radiación que dirige un
rayo hacia el área en donde se localiza
un tumor, el rayo deposita energía en
los tejidos y mata las células solamente
del sitio al que llega, respetando los
tejidos circundantes. La energía destruye
el tumor, pero no vuelve radioactivo
al paciente. Es un procedimiento
completamente seguro si se realiza
siguiendo las normas de seguridad y los
protocolos curativos de radioterapia.
Los efectos de las radiaciones en
los seres humanos resultan de la
transferencia de la energía a los tejidos
corporales. Altas dosis de radiaciones
causan la muerte de las células. Las
células del cuerpo humano poseen
diferente radio sensibilidad, en general,
-382-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

aquéllas con alto contenido de ADN y las


que se dividen más rápido son las más
sensibles; como las células de la piel, el
epitelio de la faringe y de la laringe; la
mucosa del intestino y las células de la
médula ósea.
En el episodio ocurrido en el Hospital
Oncológico, los pacientes presentaron
manifestaciones clínicas agudas de
lesión por radiación que incluían procesos
destructivos y reparativos de diferentes
órganos, manifestaciones de que la tolerancia
del parénquima del órgano fue rebasada,
resultando en falla orgánica múltiple.
Las autopsias revelaron cambios destructivos
agudos (necrosis) en las vísceras abdominales
(especialmente lesiones intestinales, de la
vejiga urinaria y peritonitis por perforaciones
de vísceras huecas); además, cambios
degenerativos en los vasos sanguíneos -
estos cambios se relacionaban directamente
con el área anatómica de tratamiento con
la radioterapia (nexo causa – efecto) -. Sin
embargo, al momento de decidir la causa de
la muerte nos enfrentamos al perenne dilema
de quienes practicamos autopsias: ¿de qué
murió?, porque las posibilidades eran: que la
sobredosis “per se” fue la causa básica de la
muerte; que la sobredosis fue un contribuyente
al deceso o que la muerte fue consecuencia de
otros factores (infección, neoplasia generalizada)

-383-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

no la sobredosis. No recuerdo haber sido


llamado a declarar al respecto ni que tampoco se
realizaran evaluaciones clínicas médico - legales
y seguimiento por secuelas a los sobrevivientes.
Debido a la gravedad y trascendencia del
incidente, expertos y autoridades de salud
nacionales y de organizaciones internacionales
investigaron el hecho. En la parte legal, el
Ministerio Público aportó los resultados de sus
pesquisas, incluyendo los resultados de las
necropsias y de los estudios complementarios.
Tal como ocurrió en otros incidentes, es
imposible establecer el número exacto de
pacientes afectados; según informes oficiales
fueron 28; 8 fallecieron – sólo 5 probablemente
a consecuencia de la sobredosis – y 20
sobrevivieron. Este lamentable episodio, al igual
que similares ocurridos en nuestros hospitales,
reveló serias deficiencias en el sistema de
atención y vigilancia de los pacientes y generó
recomendaciones como la implementación de
programas de gestión de calidad, protocolos
escritos y controles periódicos de los
procedimientos.
DIETILENGLICOL Y EL “JARABE MALDITO”
A finales de septiembre del año 2006, las
autoridades de la Caja de Seguro Social
alertaron a los médicos sobre un aumento
del número de pacientes afectados por un
síndrome renal con afectaciones neurológicas.
Para el día 2 de octubre, el entonces Ministro

-384-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

de Salud, informó de las primeras muertes


de pacientes afectados por el Síndrome de
Insuficiencia Renal Aguda.
Días después, el brillante trabajo de un equipo
de médicos del sector salud, con el apoyo de
la Organización Panamericana de la Salud
y del Centro de Control de Enfermedades
de Atlanta, Estados Unidos, logró detectar
la causa de la patología: la presencia en
algunos medicamentos elaborados en los
laboratorios de la Caja de Seguro Social del
tóxico dietilenglicol, especialmente en un jarabe
expectorante sin azúcar – bautizado desde
entonces como el “jarabe maldito” -. El tóxico
se usó en lugar de la glicerina utilizada para
la elaboración de algunos medicamentos.
Comenzó entonces la investigación de la más
grande intoxicación por dietilenglicol en la
historia de la Medicina.
El dietilenglicol (DEG) es un compuesto
químico que se absorbe por las vías
digestivas, respiratorias y por contacto
prolongado por la piel. El mecanismo de
metabolización (degradación) del tóxico
ocurre en el hígado y en el riñón. En el
hígado mediante la formación de otro
compuesto – el ácido etoxihidroxi-acético
(HEAA) – que se acumula en sus células
y las daña de manera irreversible; el
mismo efecto tendría en las células de
los túbulos renales. Este mecanismo

-385-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

explicaría los daños en el hígado y en los


riñones de los pacientes; en esos días se
desconocía el efecto del tóxico sobre el
sistema nervioso.
Según la literatura de la especialidad,
en la fase aguda de la intoxicación por
DEG los síntomas son gastrointestinales
(vómitos, diarrea, náuseas, dolor
abdominal); renales: oliguria (poca orina)
o anuria (ausencia de orina) y neuro
psiquiátricos (alteraciones sensoriales,
cambios del estado mental, ataxia,
confusión, convulsiones). También
se han reportado manifestaciones de
neurotoxicidad, deterioro neurológico
agudo con manifestaciones de
polineuropatía rápida difusa, neuritis
óptica, parálisis facial, edema cerebral,
encefalopatía, cuadriplejía. En casos de
sobrevida se han descrito cambios de
neurotoxicidad retardada como resultado
del desarrollo de una neuropatía central
y periférica por demielinización.
Al darse a conocer la noticia, las autoridades del
MP me convocaron a una reunión de trabajo. Al
ser preguntado sobre las muertes que estaban
ocurriendo en las instalaciones de salud,
expliqué que, por la información recibida de las
mismas autoridades responsables, se trataba
de un episodio de envenenamiento masivo
que reunía los criterios para su inclusión como

-386-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

casos médico legales y que obligatoriamente


debían ser investigados por el MP.
El MP intervino y ordenó el traslado de los
cuerpos de los pacientes fallecidos en los
hospitales hacia la morgue judicial, para la
práctica de las necropsias médico legales.
En el Instituto, nuestro siguiente paso fue la
elaboración de una estrategia para el abordaje
de las necropsias - toma de muestras para
estudios microscópicos y de Toxicología -; así
como también el establecimiento de los criterios
para las evaluaciones de daños en pacientes
sobrevivientes. Para tal propósito, participé en
reuniones que se celebraron en el Ministerio de
Salud. También acompañé al fiscal auxiliar a la
inspección de las instalaciones de los depósitos
y laboratorios de elaboración de medicamentos
de la Caja de Seguro Social. La mejor imagen
que reflejaba la realidad de ese laboratorio se
publicó en uno de los tabloides de la localidad;
en ella se veía ratas saliendo de las cañerías de
las instalaciones.
En Panamá no existían precedentes
documentados científicamente de este tipo de
intoxicaciones, tampoco había estudios previos
ni especialistas que hubieran publicado trabajos
científicos sobre intoxicaciones con dietilenglicol.
Además, de acuerdo a los registros académicos
internacionales, estos envenenamientos habían
sido esporádicos y era poco lo publicado en la
literatura mundial de la especialidad, sobre la
-387-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

farmacodinamia y patología del tóxico.


Como el caso pasó de las autoridades de
Salud al Ministerio Público, nos correspondía
aportar las pruebas científicas que sustentaran la
hipótesis de la intoxicación; tarea nada fácil.
Las pruebas debían demostrar la existencia
de un nexo de causalidad entre el agente
nocivo (DEG) y el daño en el cuerpo humano.
Dicho de forma simple, debíamos probar que el
dietilenglicol había entrado en el cuerpo de los
pacientes y que había causado graves daños
en los órganos provocando su falla y luego la
muerte. A tal conclusión debía llegarse si en las
muestras de fluidos corporales o tejidos tomados
en la necropsia se comprobaba la presencia
del tóxico DEG (resultado cualitativo), pero ese
valor no era suficiente, se debía demostrar que
su concentración había sido letal (resultado
cuantitativo).
Para este propósito, pese a las limitaciones de
nuestro laboratorio de Toxicología y a la falta
de recursos humanos calificados, debido a las
difíciles circunstancias institucionales –, apenas
teníamos un año en el proceso de reingeniería -,
comenzamos a practicar las autopsias, a tomar
las muestras, a analizarlas en los laboratorios
y a realizar las evaluaciones clínicas de los
sobrevivientes.
La mayoría de los decesos no se certificaron
como muerte por intoxicación por DEG. Un
médico forense conoce, al terminar una
necropsia, que el diagnóstico de muerte
-388-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

por intoxicación –, causada por cualquier


substancia nociva -, es solamente presuntivo
y que, aun contando con resultados positivos
de los análisis de las muestras tomadas en el
examen post-mórtem; afirmar que una persona
murió por el efecto tóxico de una substancia no
es tan sencillo.
En Panamá, casi todos los pacientes afectados
por la ingesta del DEG presentaban algunos
síntomas relacionados al efecto del tóxico,
pero también otros, debido al desarrollo
de complicaciones infecciosas, o de las
enfermedades crónicas que padecían antes
de ingerir el tóxico. Es por eso que, para el
grupo de trabajo, la principal pregunta era: ¿Es
posible afirmar con absoluta certeza científica
que un paciente con padecimientos crónicos y
complicaciones infecciosas agudas ha muerto
intoxicado por dietilenglicol? ¿Cómo se podría
sustentar la muerte por intoxicación debida al
efecto de ese tóxico si no existían parámetros
cuantitativos de referencia para definir la dosis
tóxica letal del veneno?
Y efectivamente, cuando practicamos las
primeras autopsias de pacientes con síntomas
de envenenamiento con DEG encontramos
hallazgos macroscópicos de enfermedades
crónicas y sus complicaciones: Hipertensión
arterial, diabetes mellitus, aterosclerosis,
cardiopatías (predominantemente isquémicas),
nefropatías crónicas. Los cambios agudos

-389-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

supuestamente relacionados al tóxico, eran


menores – gastritis y pancreatitis aguda –, las
que, para colmo, tampoco estaban presentes
en todos los casos. La correlación clínico
patológica se complicaba aún más porque
muchos de los pacientes también presentaban
graves infecciones agudas.
El examen microscópico de los tejidos
corporales tomados durante el examen post-
mórtem, confirmó los hallazgos de patología
crónica: Glomeruloesclerosis en los riñones,
cirrosis hepática, enfermedad aterosclerótica
generalizada y complicaciones infecciosas
respiratorias agudas (bronconeumonía).
Los cambios específicos asociados al consumo
del tóxico DEG fueron: necrosis cortical
tubular proximal con células necróticas en
el epitelio (fantasmas celulares). Células en
picnosis o cariorexis, descamación celular,
zonas de regeneración epitelial tubular y
la presencia de cilindros granulosos. En el
hígado: degeneración hidrópica o necrosis
en áreas centro lobulillar (aspecto estrellado)
en la mayoría de los lobulillos, infiltrados de
leucocitos neutrófilos y en el sistema nervioso:
demielinización en el cerebro, tallo cerebral,
pares craneales y en los nervios periféricos.
En resumen, las características comunes del
grupo de pacientes afectados por la ingesta
del DEG, a finales del año 2006, eran las
siguientes: adultos mayores de 40 años
-390-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

con enfermedades crónicas - hipertensión


arterial, diabetes mellitus, enfermedades
renales -, que consumían de manera regular
múltiples medicamentos, incluyendo el jarabe
expectorante sin azúcar. El jarabe se recetaba
como parte del tratamiento para resfriado;
septiembre y octubre son meses de lluvias y
resfriados en Panamá. Un dato importante para
consideraciones posteriores; como el jarabe era
un producto para diabéticos adultos (razón por
la cual no contenía azúcar), tenía un sabor muy
desagradable y no estaba indicado en niños
(quienes lógicamente rehusaban su ingesta).
Recuerdo las descripciones que
dieron los familiares de los primeros
pacientes fallecidos que llegaron a la
morgue judicial. Como los afectados
eran personas de edad avanzada
(generalmente el abuelito jubilado
de la familia), posterior a la ingesta
del jarabe presentaron síntomas
neurológicos que fueron confundidos
con efectos del alcohol etílico; de ahí
la expresión que escuché a un familiar:
“hace poco el abuelo estaba resfriado
y tosiendo, tomó el jarabe y un tiempo
después casi no orinaba y estaba como
borracho”. La relación con los efectos
del alcohol etílico, ocurrió de manera
paradójica; como ese alcohol compite
en el organismo - metabólicamente
hablando -, con el dietilenglicol, aquéllos
-391-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

consumidores habituales de alcohol


y que también tomaron el jarabe, no
desarrollaron el cuadro clínico de la
intoxicación. Salvados por el alcohol…
Para continuar las investigaciones, en base a los
hallazgos descritos y a la opinión de expertos
nacionales e internacionales, se elaboró una
definición de caso y criterios que se utilizaron
como referencia para calificar si un caso era
positivo o no. Posteriormente los criterios
fueron cambiando, de lo científico a lo social y
políticamente conveniente.
En el transcurso de las investigaciones que
adelantaba el MP, y ante la sospecha de
que antes del notable aumento de casos de
envenenamiento con dietilenglicol, hubieran
ocurrido otros casos, el fiscal encargado solicitó
al IMEL la práctica de exhumaciones y además
de las pruebas necesarias para demostrar la
presencia del tóxico. Las exhumaciones son
parte de una Investigación Penal y se realizaron
respetando las disposiciones legales vigentes en
Panamá
Informamos a las autoridades que, al tratarse de
una intoxicación sin precedentes en la historia de
la Medicina de Panamá, consultamos la literatura
de la especialidad y buscamos ayuda en otros
países. En la búsqueda encontramos que uno
de los pocos especialistas en el tema, era el
Profesor Luís Alberto Ferrari, doctor en Química
con 29 años de experiencia como perito de la
-392-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Corte Suprema de Justicia de Buenos Aires,


Argentina; Jefe de los laboratorios de Toxicología
y Química Forense, quien en el año 1992
escribió su tesis doctoral sobre intoxicaciones
con dietilenglicol y quien era el único investigador
en el mundo que había trabajado con tejidos de
cuerpos exhumados.
Invitamos al Profesor Ferrari, quien
generosamente aceptó nuestra invitación y “Ad
Honorem” se incorporó en calidad de asesor
científico a colaborar con las investigaciones.
Como producto de su visita, el Profesor hizo una
serie de recomendaciones prácticas y elaboró,
junto con los peritos panameños del laboratorio
de Toxicología del IMEL y de la Universidad
de Panamá, el protocolo de trabajo de esa
investigación.
En resumen, en el protocolo se establecían
los procedimientos para la toma de muestras
y los análisis de Toxicología. Se procedió con
un análisis cualitativo inicial, que tenía como
objetivo demostrar la presencia del tóxico en
los tejidos tomados de los cuerpos exhumados,
con base en una determinación cromatográfica
comparativa con un estándar de tóxico puro,
utilizando material de control para descartar
falsos positivos o negativos; posteriormente,
se procedió con el estudio cuantitativo para
establecer parámetros tales, como la relación
de la dosis tóxica en el caso específico de
nuestro país.

-393-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Los análisis que se realizaron en el Laboratorio


de Toxicología Forense del IMEL eran un trabajo
experimental obligatorio, y formaban parte de
las pruebas científicas y experimentos que
debía presentar el Instituto al Ministerio Público.
De resultar exitosos, constituirían una valiosa
y decisiva contribución de los investigadores
panameños al desarrollo del conocimiento
mundial de las intoxicaciones por dietilenglicol.
Un distinguido colega y amigo, miembro del
equipo de garantes que por esos días discutía
las reformas al sistema de salud, inicialmente
criticó que el método aplicado para el análisis
de las muestras recogidas en las exhumaciones
por no haber sido validados internacionalmente.
Posteriormente, al recibir explicaciones de
los aspectos técnicos, éticos y legales de los
trabajos que adelantábamos reconoció que las
pesquisas fueron mejoradas y que eran llevadas
con rigurosos criterios científicos.
Pese a las limitaciones presupuestarias del
Instituto – en una noticia aparecida por esos
días publicaron unas declaraciones que hice,
en las que resaltaba que las celebraciones
del Carnaval recibieron mayor presupuesto (3
millones de dólares) de lo que necesitaba el
IMEL para un año de funcionamiento (recibimos
2.4 millones para el año 2006); pese a todo,
y gracias a la dedicación y profesionalismo
de nuestros científicos, las investigaciones
avanzaron y los frutos comenzaron a aparecer.

-394-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Al año siguiente, el equipo de trabajo del


L a b o r a t o r i o d e To x i c o l o g í a , p r e s e n t ó
en la Reunión Anual de la Asociación
Latinoamericana de Toxicología, en Bogotá –
Colombia, uno de los casos de exhumación
en los que se encontraron trazas del tóxico
en las muestras de riñón e hígado. El trabajo
fue premiado, siendo un reconocimiento a la
metodología aplicada y un aporte científico en la
investigación de este tipo de intoxicaciones.
Una vez elaborados los criterios y parámetros
de referencia de los análisis, el Instituto
procedió a recomendar, a la Fiscalía encargada
de llevar adelante las investigaciones, que
sólo fueran exhumados aquellos cuerpos de
pacientes en los que no hubiese sido posible
determinar, con base en otros criterios más
sensibles y específicos (epidemiológicos,
clínicos, de laboratorio o de patología), que una
persona fue afectada por el tóxico. Es necesario
advertir que estas pruebas adicionales no eran,
por sí solas, determinantes en la confirmación
o no de la intoxicación como causa de muerte.
Esas diligencias judiciales debían llevarse a
cabo en un breve término ya que con el paso
del tiempo la posibilidad de encontrar rastros del
veneno era cada vez menor.
Desde el inicio de las investigaciones, los
peritos del Instituto aportamos pruebas
periciales científicas, entendidas como
el dictamen de personas versadas en

-395-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

una ciencia con el propósito de ilustrar


a los tribunales sobre un hecho cuya
existencia no puede ser demostrada
ni apreciada sino por medio de
conocimientos científicos o técnicos.
Posteriormente, en el proceso, al
juez le compete valorar las pruebas,
independientemente de que las partes
objeten tales dictámenes; el juez se
encuentra facultado para apreciar
tanto la calidad técnica de los peritos,
como la de sus dictámenes; por eso es
fundamental que quien pretende ser
perito debe demostrar ante el juzgador
que tiene plenos conocimientos sobre la
materia a peritar.
Lo anterior viene al caso porque, una vez que
el IMEL presentó al MP la metodología de
abordaje para la investigación de los casos que
iban a ser exhumados, un patólogo apareció en
los medios de comunicación afirmando que iba
a practicar una prueba paralela, para demostrar
la presencia de dietilenglicol en los tejidos de los
inhumados.
Sostenía el médico especialista que mediante
la técnica de luz polarizada podía detectar la
presencia de cristales de oxalato de calcio,
prueba concluyente de que esa persona había
fallecido a consecuencia de la ingesta del tóxico.
Como tal afirmación no tenía ningún fundamento
científico, ni jamás había sido reconocida como
-396-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

prueba patognomónica de intoxicación por


dietilenglicol, cometí el desliz de hacer pública
mi opinión al respecto. Fue suficiente para que
un grupo de personas con intereses particulares,
solicitaran a la procuradora que iniciara una
investigación disciplinaria en mi contra. Recibí
la noticia en Buenos Aires cuando representaba
al Instituto en uno de los encuentros de la Red
Iberoamericana de Institutos de Medicina Legal.
Semanas después, la junta directiva del IMEL
consideró que no había elementos para iniciar
una investigación disciplinaria.
En el caso de las investigaciones de las muertes
por DEG nunca se dio un debate académico
sobre el envenenamiento masivo ni tampoco se
ha publicado en Panamá ningún trabajo científico
sobre los efectos del tóxico; aquellos proyectos
de investigación que comenzamos en el año
2006 fueron cancelados.
Participé en las investigaciones de otros dos casos de
muertes ocurridas en instalaciones de salud: aquella
relacionada a una infección nosocomial (KPC) y el
episodio de intoxicación aguda con alcohol bencílico
que sucedió en la sala de neonatología del Complejo
Hospitalario Metropolitano de la Caja de Seguro Social.
Por tratarse de investigaciones en desarrollo serán
motivo de escritos posteriores.

18. FEMICIDIOS
Hace un par de años, en un congreso del
IMELCF, escuché a un conferencista afirmar
-397-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

que los femicidios son crímenes por convicción


porque el femicida está convencido que debe
matar a la mujer.
Cuando expongo sobre el tema, siempre digo
que, por mi condición de hijo, hermano, esposo,
padre, hombre de familia, de ser humano, me
es difícil aceptar, comprender e interiorizar que
la violencia hacia las mujeres tenga relación con
el género; dicho de manera simple, que maten
a las mujeres sólo por el hecho de serlo.
Es por eso que me interesó el asunto y participé
en las reuniones de trabajo que se realizaron
en Panamá para la elaboración del Modelo de
Protocolo Latinoamericano de Investigación de
Muertes Violentas de Mujeres por Razones de
Género (Femicidio/Feminicidio), de la Oficina
Central del Alto Comisionado de Naciones
Unidas para los Derechos Humanos, en el año
2013.
El concepto de femicidio, así como fue acordado
y se expone en el documento, quedó escrito
de la siguiente manera: “De acuerdo con la
definición de Russell (Diana), el femicidio se
aplica a todas las formas de asesinatos sexistas;
es decir, los asesinatos realizados por varones
motivados por un sentido de tener derecho
a ellas o superioridad sobre las mujeres, por
placer o deseos sádicos hacia ellas, o por la
suposición de propiedad sobre las mujeres”.
En el Protocolo también se aconseja: “aplicar
sus directrices de manera sistemática frente
-398-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

a todos los casos de muertes violentas de


mujeres, puesto que detrás de cada muerte
puede existir un femicidio, aunque al inicio no
haya sospecha de criminalidad”.
Esta última afirmación es cónsona con la práctica diaria
porque, al inicio de las investigaciones, en algunos
casos es público y notorio que se trata de un femicidio
– ex marido que busca a la mujer en su trabajo y la
mata -; pero en otros, simplemente se encuentra el
cadáver de una mujer y no hay ningún dato sobre
las circunstancias de su muerte, sólo sospechas de
criminalidad.
En conversaciones con fiscales responsables de las
investigaciones de casos de femicidio en Panamá,
hemos analizado las dificultades que confrontan en
las primeras etapas de las investigaciones de muertes
de mujeres, debido a que ni los mismos peritos del
IMELCF conocen los conceptos, enfoques y objetivos
del Protocolo.
En defensa de nuestros médicos forenses y de los
funcionarios de Criminalística, que acuden a los
lugares del hecho, he aclarado que el Protocolo está
diseñado de acuerdo a la organización y funciones
de los médicos legistas en España, pero que la
realidad de la práctica pericial científica en Panamá
es muy diferente. Es por eso que se hace necesario,
y el mismo Protocolo recomienda, que se elaboren
documentos nacionales (Guía de Procedimientos del
IMELCF), acordes con la práctica pericial local.
El desconocimiento del Protocolo y la falta de una
Guía de Procedimientos, influye negativamente en el
-399-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

resultado de las investigaciones.


En una ocasión entré a la sala de disecciones
de la morgue judicial y observé que una joven
colega estaba practicando la necropsia de
una mujer adulta. Me acerqué y le pregunté:
¿Doctora, de qué se trata este caso?, me
respondió que la información que le dieron
fue que la encontraron en una quebrada,
parcialmente vestida y con trauma en la cabeza.
Le comenté que, en mi opinión, era muy
probable que se tratara de un caso de femicidio
y que había que aplicar el respectivo Protocolo.
Era evidente que desconocía la existencia del
documento y de las recomendaciones para el
correcto abordaje de estos casos.
Algunas muertes violentas de mujeres son muy
sospechosas de femicidio, como sucede cuando se
encuentra el cuerpo de una mujer que supuestamente
se ha suicidado; inclusive, si ella misma decidió
terminar con su vida; la muerte puede ser el resultado
de violencia de género o una forma de enmascarar u
ocultar un femicidio. Es conocido que los suicidios son
más frecuentes en los varones y que es excepcional
que una mujer utilice un arma de fuego para terminar
con su vida. La alteración de la escena y la falta de
cuidado al abordar estos casos genera dudas insolubles
en las investigaciones, como en el siguiente caso.
Se informa a las autoridades que dentro del
armario de su habitación, encontraron el
cadáver suspendido de una adolescente. Al
llegar los investigadores, el cuerpo desnudo,
-400-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

cubierto con una toalla, yacía sobre la cama de


la fallecida. Al ser cuestionado sobre la evidente
alteración de la escena, el padrastro de la
menor afirmó que pensó que todavía estaba
viva, le quitó el cordel, que estaba alrededor del
cuello y la colocó en la cama.
El cuerpo fue trasladado a la morgue judicial
para la práctica de la necropsia; presentaba
signos de compresión mecánica del cuello y
asfixia. La marca del objeto que comprime el
cuello (surco de compresión) es el elemento
determinante para deducir el mecanismo de
compresión. En este caso era más horizontal
que oblicuo pero, la falta de información sobre
la posición del elemento constrictor (cordel),
hacía imposible emitir una opinión al respecto.
El examen de los genitales reveló signos de
vida sexual activa aunque las muestras por
espermatozoides fueron negativas.
La autopsia creaba dudas, no daba respuestas
y, en suma, cabían las dos posibilidades:
femicidio por estrangulación a lazo o suicidio.
De las investigaciones posteriores surgió un
elemento determinante: la menor era abusada
sexualmente por su padrastro.
De igual manera, cuando ocurre la supuesta muerte
accidental de una mujer, se recomienda prudencia
ante el más mínimo indicio o duda de que se trate de
una muerte violenta.
Una noche, en una concurrida avenida de

-401-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

la ciudad capital, una señora fue atropellada


al intentar cruzar de un lado al otro de la
vía, el vehículo que la atropelló se dio a la
fuga. El caso se procesó como accidente; sin
embargo, un familiar de la fallecida advirtió a
las autoridades que días antes, la ex pareja
de la señora la amenazó con “tirarle el carro” y
matarla. Nunca se pudo establecer el nexo de
causalidad entre la víctima y el vehículo que la
atropelló, el femicidio quedó impune.
En conferencias sobre el tema menciono que durante
años, he practicado cientos de necropsias de mujeres
(niñas, adultas y ancianas) y que no fue sino hasta
hace un par de años, a raíz de la elaboración del
Protocolo Latinoamericano, que me di cuenta que
muchos casos en los que había participado años atrás,
eran en realidad femicidios.
Veinte años atrás, me presenté a una Diligencia
de Levantamiento de Cadáver en el sector
de Panamá Viejo. Los vecinos reportaron un
gran escándalo y gritos en una de las humildes
viviendas, luego silencio.
Al entrar a la casa de madera, estaba todo
desordenado, había objetos destrozados, cuadros
familiares y adornos rotos y en medio de la sala el
cuerpo de una mujer. Cuando me correspondió
examinar el cadáver, constaté que presentaba
múltiples lesiones, de tipo contundente y punzo
cortante en el rostro y pecho. Dentro de la boca
encontré un trapo ensangrentado pero lo que
más me sorprendió fue que el abdomen estaba
-402-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

descubierto y que sobre la piel, el autor del


femicidio había escrito con marcador “Si no eres
mía no serás de nadie”.
En el Protocolo para el abordaje de los casos de
muertes de mujeres se contemplan dos tipos de
femicidios: activos o directos y pasivos o indirectos.
Los activos incluyen entre otros: las muertes
de mujeres y niñas como resultado de violencia
doméstica, ejercida por la pareja en el marco de
una relación de intimidad o de convivencia y el
asesinato misógino de las mujeres.
Los pasivos: las muertes debidas a abortos
inseguros y clandestinos; la muerte materna;
las muertes vinculadas a la trata de seres
humanos, al tráfico de drogas, al crimen
organizado y a las actividades de las pandillas y
bandas criminales, entre otros.
De acuerdo a los tipos anteriormente expuestos
reafirmo la opinión de haber practicado muchas
autopsias de femicidios. Los casos de muerte violenta
de mujeres, de diferentes edades, han ocurrido
en nuestro país desde hace muchos años, pero
lamentablemente no eran reconocidos como femicidios
y muchos quedaron en el silencio y en el olvido.

EPÍLOGOS DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA


Refresco la memoria con uno de los primeros
casos de femicidio - como resultado de
violencia doméstica -, que recuerdo ocurrió
a principios de los años 90, en un barrio
residencial de la ciudad de Panamá, cuando
-403-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

aún estaban los militares norteamericanos en


nuestro país.
Un soldado de esa nacionalidad alquiló una
casa en la barriada y ocupaba la vivienda
con su esposa y dos niños pequeños. Según
testimonios, la pareja confrontaba problemas y
habían mantenido violentas discusiones.
Una tarde, pasadas las 4:00 pm, el soldado
llegó a su residencia, no encontró a su esposa,
la buscó entre los vecinos y cuando la encontró
en amena conversación con unos amigos,
cegado por los celos y la ira, regresó a su casa,
sacó un fusil militar (M16), volvió al sitio de
reunión y le disparó en la cabeza, por detrás, a
unos 5 metros de distancia.
A la mañana siguiente recibí el cuerpo en la
morgue y comencé la necropsia. Al colocar el
cuerpo sobre la mesa de disecciones encontré
que de la cabeza sólo quedaban algunos
colgajos de tejidos blandos. El efecto explosivo
de un proyectil de alta velocidad, disparado a
esa distancia, había causado la pérdida de la
mayor parte de esa parte anatómica.

MUERTE EN PENSIÓN EN SANTA ANA


Cuando paseamos mi familia y yo por el área
del Canal de Panamá, siempre recuerdo la
época cuando esa franja de tierra, paralela al
canal, era otro país. Miles de civiles y soldados
norteamericanos, muchos con sus familias
vivían en la así llamada “Zona del Canal”.
-404-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

La frontera más visible era la entonces llamada


avenida 4 de julio, hoy Avenida de los Mártires,
en homenaje a nuestros mártires del 9 de enero
de 1964. En el lado panameño de la 4 de julio
había cantinas y lugares de entretenimiento
para los soldados, muy concurridos desde el
viernes en la noche.
Otros militares visitaban lugares aledaños,
entre ellos el populoso barrio de Santa Ana;
allí, alrededor del parque había varios hoteles
de ocasión, lugares de encuentro de algunos
soldados norteamericanos con sus parejas
nativas.
Una tarde de septiembre, los dueños de uno
de esos sitios llamaron a la policía porque
en una de las habitaciones, un soldado
norteamericano, que casi no hablaba español,
estaba sumamente nervioso; sobre la cama
yacía el cuerpo desnudo de una joven mulata.
Al preguntarle qué sucedió, refirió que la joven
era su pareja de fines de semana y que siempre
acudían a ese lugar.
Al parecer, a medida que se conocían mejor, sus
prácticas sexuales se tornaban más peculiares.
Afirmó el soldado que a ella le gustaba la
penetración posterior y que, como parte del
juego erótico, él le colocaba el brazo izquierdo
en el cuello y lo apretaba. Es conocido que,
para algunos, la asfixia aumenta la excitación y
el placer – explicación de la asfixia auto-erótica
- . Refirió el involucrado que en el momento del

-405-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

clímax aumentó la presión con el brazo y cuando


cedió, ella cayó muerta.
Al examinar el cuerpo en la morgue encontré
signos inespecíficos de asfixia (cianosis,
petequias en las conjuntivas y en las vísceras)
pero ninguna lesión o herida, tampoco signos
de lucha o heridas de defensa. La pregunta que
sólo el susodicho podía responder era que si
la muerte de su pareja fue el resultado de un
accidente o de un acto intencional.
Del ejemplo anterior se reafirma que, al examinar el
cadáver, se requiere que antes de la práctica de la
necropsia se disponga de toda la información de las
circunstancias del hecho: los hallazgos – positivos
o negativos - se deben fijar y documentar, tal como
sucedió en el siguiente caso:
INCENDIO PARA OCULTAR UN FEMICIDIO
El cadáver carbonizado de una mujer
campesina de 68 años de edad, que vivía
sola en un apartado lugar de la provincia
de Panamá, fue encontrado completamente
quemado entre los restos de una vivienda
rural de madera. El cuerpo fue remitido a la
morgue judicial de ciudad de Panamá para su
identificación y determinación de la causa de
la muerte. No había registros de antecedentes
patológicos de la fallecida ni tampoco de las
circunstancias de su muerte.
En la morgue, se recibió un cuerpo incompleto,
incinerado hasta la carbonización, con
amputaciones térmicas y pérdida de estructuras
-406-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

anatómicas en el tronco y extremidades.


Fue identificado por sus características
antropológicas y por la información recibida de
los investigadores.
Cuando se encuentra un cuerpo
carbonizado, la primera impresión es
que no se puede hacer mucho y que
los objetivos de la necropsia –, causa
de muerte, identificación –, son tareas
inalcanzables.
Al revisar las cavidades, las vísceras estaban
bien conservadas, había coágulos cocidos en
el hemitórax izquierdo. En las vías aéreas no
se encontraron partículas de carbón, tampoco
se observaron partículas de hollín al examen
microscópico. El saco pericárdico estaba roto
y contenía coágulos cocidos; al evacuarlos,
se encontró una herida punzo cortante, de 1.2
x 0.8 cms., que interesaba todo el espesor
de la pared anterior del ventrículo izquierdo.
Al examen microscópico de la lesión se
encontró fragmentación de fibras miocárdicas y
hemorragia reciente.
La quemadura intencional de un
cuerpo se hace para encubrir una
muerte causada deliberadamente y
es la segunda de las causas, después
de la forma accidental de trauma por
exposición a altas temperaturas. Desde
el punto de vista pericial, determinar la
causa y la manera de la muerte de una
-407-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

víctima de incendio es un proceso difícil,


complejo y multifactorial. Un cuerpo
carbonizado es bastante frágil y presenta
múltiples artefactos, producto del trauma
térmico, de factores ambientales y de la
manipulación de los restos, razón por la
cual, muchas veces, quedan registrados
como causa de muerte indeterminada.
El principal objetivo de la necropsia
es determinar si el individuo estaba vivo o
muerto al comenzar el incendio. Es difícil,
sino imposible, macroscópicamente
distinguir quemaduras ante o post mortem,
especialmente en cuerpos carbonizados.
Evidencias de que la persona estaba viva al
momento de comenzar el incendio incluyen:
presencia de residuos negruzcos en las vías
aéreas y una elevada saturación sanguínea de
monóxido de carbono. Una prueba adicional, es
la documentación microscópica de una reacción
vital en las quemaduras.
El trauma térmico puede alterar o destruir
lesiones preexistentes. El calor encoge los
tejidos por la pérdida de agua y la coagulación
de las proteínas; debido a esto, las heridas
se reducen de tamaño y pueden pasar
desapercibidas; sin embargo, como en el
presente caso, mediante un correcto abordaje
en la necropsia se pueden reconocer y
documentar.
Se estableció que la causa de la muerte fue la
-408-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

herida punzo cortante que interesó el corazón


y que el deceso ocurrió antes de la exposición
térmica. Se informaron los hallazgos a las
autoridades del MP. Informé los resultados de
la necropsia al jefe de la Unidad de Homicidios;
sus investigadores interrogaron a un familiar
de la fallecida quien confesó ser el autor del
femicidio. La acuciosidad del trabajo pericial
y la coordinación con los agentes del MP
permitieron establecer que efectivamente se
trataba de un femicidio.
Son varias las modalidades delictivas de muertes
violentas de mujeres por razones de género, entre las
que se incluye el femicidio sexual por prostitución o por
ocupaciones estigmatizadas, como en el siguiente caso:
FEMICIDIO SEXUAL EN HOTEL DE OCASIÓN
El femicidio sexual ocurre cuando muere de manera
violenta una mujer que ejerce la prostitución. Se
dice que el victimario asesina a la mujer por el odio
y la misoginia que despierta en él su condición de
prostituta. Evidencia la carga de estigmatización
social y justificación del accionar delictivo por parte del
femicida.
Dentro del armario de una de las habitaciones
de un hotel de ocasión, en el barrio de
Calidonia, se encontró el cuerpo desnudo,
en posición fetal, boca arriba de una joven
mujer, trabajadora sexual con antecedentes
de consumo de alcohol y abuso de drogas.
De acuerdo a los registros del lugar había
ingresado dos horas antes; sus prendas de
-409-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

vestir y objetos personales estaban en la misma


habitación del suceso.
La médica forense revisó el cuerpo y encontró
un lazo de material sintético negro, firmemente
apretado alrededor del cuello y con nudo
posterior. En el piso del armario, proveniente
de la región anal se encontró sangre, no
había ningún objeto relacionado con este
hallazgo. A la mañana siguiente practicamos la
necropsia; encontramos signos de asfixia por
la compresión mecánica del cuello, en el que
también había algunas excoriaciones. En el
ano presentaba múltiples desgarros recientes y
signos sugestivos de coito anal crónico.
Se trataba de un típico caso de femicidio
sexual porque, efectivamente, se identifica
desde el lugar del hecho; la necropsia
sustentó la hipótesis del MP de que la mujer
fue sujeta a control físico, probablemente
durante la actividad sexual y que falleció por
estrangulación con lazo.
El abordaje completo, que incluyó la toma de
muestras, permitió aportar pruebas científicas
para la identificación del agresor. Según un
trabajo científico presentado por la Unidad de
Análisis Biomolecular del IMELCF, del análisis
del objeto encontrado alrededor del cuello
se pudo obtener material genético para el
respectivo cotejo.
El esfuerzo conjunto de las autoridades y de grupos
organizados de defensa de los derechos de las
-410-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

mujeres ha dado frutos en Panamá. Ejemplo, de


la materialización de este proceso de cambio es la
promulgación de la Ley 82 de 24 de octubre de 2013,
que “Tipifica el Femicidio y la Violencia contra la
Mujer”; imprescindible instrumento jurídico nacional
para el resguardo de los derechos de las mujeres
panameñas.

REFLEXIÓN FINAL
En estas páginas he intentado ser un simple
cronista de hechos que viví y escuché; no niego un
debatible, pero justo, toque personal en mi narración.
Tampoco he querido ser un inventor de sustitutos
de versiones oficiales. En fin, sólo pretendo ser un
simple coleccionista de recuerdos y anécdotas que,
por suerte, aún viven en mi memoria.
Tal como empecé, finalizo compartiendo con los
lectores - al haberlo incorporado como una identidad
propia – el poema “En paz” del mexicano Amado
Nervo:
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque
nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos
injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final
de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi
propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de
las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles
sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre
rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡más tú
no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas
-411-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

no me prometiste tan sólo noches buenas; y en


cambio tuve algunas santamente serenas.
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Panamá, septiembre 2016

-412-
ANEXOS

-413-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Alumno de la Escuela Hermano Discurso en la graduación de la


Miguel - Quito, 1961 Facultad de Medicina – Mejor
estudiante extranjero

Médico Residente del Hospital Entrega de la Beca del Consejo


Santo Tomás, 1987 Británico para estudiar Patología
Forense
-415-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Estudiante de Maestría en el London En la morgue judicial: patólogo


Hospital Medical College, 1992 y docente de la Maestría en
Medicina Legal

En la Clínica Médico Legal: Exhumación en Guna Yala


director y docente, 2007
-416-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Aprendiendo Antropología Forense con los antropologos


Judy y Frank Saul - Morgue Judicial 2000

Mi esposa Geneva y yo con el perro Eagle en Chiriqui

-417-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Chicho (q.e.p.d)

Con la Procuradora. Ana Matilde


Gómez Ruiloba, 2006

-418-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

La primera Junta Directiva del IMELCF. En orden: Dr. Jose Pachar,


Dr. Rafael Aparicio, Magistrado Anibal Salas, Procuradora. Ana M.
Gómez, Dr. Jaime Arias, Magistrado Jeronimo Mejia.

Conferencia de prensa con el Dr. Luis Ferrari y el


equipo de Toxicología Forense. 2007

-419-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Caso “ Salvaje Bill”. Salida del aeropuerto hacia


Bocas del Toro. Funcionarios del MP y del IMELCF

Terminada la jornada en el caso del El caballo del señor Brown


“Salvaje Bill”

-420-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Equipo de peritos panameños y


dominicanos en el terremoto de Haití, 2011

Sitio de la caída del helicóptero


SAN-100. Calidonia

-421-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Dr. Luis Arturo Sánchez y Magister Dr. Werner Spitz. Estados Unidos
George Schiro. Estados Unidos

Dr. Luis Vásconez. Guayaquil-Ecuador, 2012

-422-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Dr. Duarte Nuno Vieira. Portugal Dr. Peter Vanezis. Reino Unido

Forenses de Ecuador, Cuba, Colombia y Panamá


Congreso en Guayaquil – Ecuador. 2012

-423-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Recibiendo el título de ciudadano honorario de Guayaquil de


manos del Alcalde Jaime Nebot.

Forenses franceses y latinoamericanos en el Instituto de


Medicina Legal de Paris. 2013

-424-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Con los colegas del INCIFO.


Distrito Federal de México

Participantes en el encuentro de la Red Iberoamericana


de Institutos de Medicina Legal. Perú. 2008

-425-
Dr. José Vicente Pachar Lucio

Con los colegas del SEMEFO de


Toluca – México. 2015

Expositor en San Antonio – Texas. 2015

-426-
Recuerdos de muertos y memorias contados por un Patólogo Forense

Participante en la Reunión de la Academia Americana de Ciencias


Forenses. Las Vegas, Estados Unidos. 2016

El admirable maestro y amigo Dr. Eduardo Vargas Alvarado.

-427-
José Vicente Pachar Lucio

Doctor en Ciencias Clínicas con Especialización


en Patología Forense. Universidad de Panamá.
MPhil Forensic Pathology. Universidad de
Londres, Inglaterra.
Master en Anatomía Patológica. Hospital Santo
Tomás. Universidad de Panamá.
Patólogo Forense del Instituto de Medicina Legal y
Ciencias Forenses de Panamá.
Miembro de la Academia Internacional de
Medicina Legal.
Miembro de la Asociación de Coroners y Medical
Examiners de los Estados Unidos.
Profesor de Medicina Legal de la Universidad
Latina de Panamá.

ISBN 978-9962-12-335-4

9 789962 123354

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