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Es bastante revelador cómo, desde los inicios del “Prólogo”, Terreros nos explica la
historia de la lengua castellana, pasando desde los pueblos prerrománicos originales, por
las distintas invasiones romana, germánica y árabe, con cierto resentimiento, pero,
destacando principalmente la riqueza de los extranjerismos:
Se puede decir muy bien que la ruina misma se nos ha convertido en riqueza: las
entradas de las naciones, la variedad y mutaciones que ha padecido con ellas, los
encuentros y la mezcla de palabras nos ha dejado tanto botin [sic], y hemos hecho tantas
represalias de voces, que se han devengado en esta parte con grandes ventajas las
perdidas (“Prólogo”: I).
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Obviamente, no porque esta sea inherente y consustancial al sincronismo, sino por la relación de
contigüidad que guardan, es decir, por aparecer casi siempre relacionados sincronismo y lexicografía
descriptiva.
a) En primer lugar, están las voces nuevas o extrañas pertenecientes a ámbitos
especiales de las artes, que nunca habían sido documentadas o nunca habían
alcanzado más extensión que las que le da el taller (“Prólogo”: XI). Lo cierto es
que estas voces podrían oscilar entre los tecnicismos y los extranjerismos, e,
incluso, ser ambas cosas a la vez, que es lo más probable. Resulta muy
interesante que nuestro lexicógrafo, además de explicar este conjunto de voces,
recomiende que nos abstengamos de estigmatizarlas: «No hai [sic] que hacer
asco á estas voces, no dañarán, que son patricias» (“Prólogo”: XII). Esto último
es propio del discurso descriptivista y anti normativista que podríamos
encontrarnos en el prólogo del DEA o de cualquier otro diccionario descriptivo
moderno.
b) En segundo lugar, están las voces que «realmente son extrañas, pero se vienen
pacíficamente á avecindar con nosotros, alegando el título de ser ó sacadas de
libros, relaciones de viajes y de historias que se ofrecen cada día á nuestros ojos
[…]» (“Prólogo”: XII). Es decir, extranjerismos más crudos que los primeros. Es
significativo que Terreros señale los géneros de fuentes de donde proceden
dichas voces, porque así pretende demostrar que son voces usadas y no
inventadas por él mismo y porque nos dan una idea de cómo se presentan estas
voces en el cuerpo del diccionario. Por ejemplo, el sintagma relaciones o
relaciones de viajes es uno de los que más aparecen en las entradas de las voces
de origen extranjero, pudiendo llegar a considerarse como una marca
lexicográfica para señalar los extranjerismos de forma explícita. Esto se aprecia
principalmente en la letra K, encumbrada por el mismo autor como la letra para
escribir ciertos extranjerismos (“Prólogo”: XXVI; y s.v. K).
c) En este mismo apartado hay una tercera categoría que nuestro lexicógrafo señala
para explicar que no se trata de voces “nuevas” ni “extrañas”, por lo que más
parecerían voces poco usadas o incluso anticuadas, puesto que Terreros se
escuda en que son voces que recoge la misma Academia (“Prólogo”: XII). Esta
tercera categoría es pertinente en tanto que funciona como contrapunto de las
otras dos de arriba.
Pero no es justo valerme solo de la autoridad; pues aunque se supone siempre que las
personas de peso y de instruccion jamas [sic] proceden á defender una sentencia sin que
las acompañe la justicia y la razon [sic], es debido acudir aquí también á esta
expresamente, pues milita á las claras por el parecer que sigo y por la autoridad que
alego (Prólogo: XIV).
Con este criterio, Terreros razona que es cierto e innegable que existen multitud de
objetos para los cuales la lengua española no tiene una palabra con la que designarlos,
voces tales que aparecen principalmente en textos de las ciencias y en historias
(crónicas) y textos de “relaciones particulares”. Teniendo en cuentas estos principios, es
justo que la lexicografía dé noticias de esas voces tal como aparecen en los textos, de
modo que los usuarios de los diccionarios ‒y, por supuesto, de esos otros textos‒ sepan
lo que significan. Como colofón de sus argumentos, Terreros insistirá en que su
diccionario recoge muchas voces extrañas y/o extranjeras y que no se ha de temerlas,
porque «nos vienen á enriquecer y á dar favor: y si al principio se nos hacen duras, con
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Terreros no recoge ninguna acepción gramatical o lingüísticas de la voz peregrino en su diccionario.
Pero en la primera acepción de peregrino, na nos remite a la voz pasajera. Sin embargo, ninguna de
estas dos entradas tiene una acepción que nos ilumine sobre el uso gramatical que él hace de la voz
peregrino en el “Prólogo”, pero, a partir de estas dos entradas, podemos inferir que se refiere a los
neologismos superfluos, muchas veces llamados por los autores “voces inventadas”.
el tiempo, segun [sic] nos advierte Ciceron [sic], se nos harán dulces y suaves»
(Prólogo: XV).
Queda bastante claro que Terreros estaba a favor de incorporar voces extranjeras a
la lengua y en su diccionario. Sin embargo, no nos queda claro el criterio que utilizará
para identificar las voces o acepciones extranjeras en el cuerpo del diccionario, pero,
según nos revela el “Prólogo”, en el apartado que acabamos de comenta, es esperable
que se refiera a estas voces con palabras como extrañas, extranjeras, de relación,
nuevas, etc., e, incluso, llega a referirse a algunas de las voces de «los idiomas
bárbaros3 de América, Persia, el Norte, Turquía y la India» (id.). Se supone que, en este
contexto, “voces bárbaras” serán diferentes a “barbarismos”. Si bien lo segundo se
refiere a vulgarismos, voces patrimoniales corrompidas por el desconocimiento del
vulgo, lo primero hace referencia a los extranjerismos de los que estamos hablando. En
la macroestructura del Diccionario castellano se recoge la entrada de extraño, pero
tipográficamente aparece como sub-entrada4. La información se organiza en una única
acepción, pero, se pueden entender diferentes y varias acepciones, aunque ninguna tiene
carácter lingüístico:
adj. que admite en Cast. varias significaciones: lo primero, se toma por un hombre, ó
jenio, &c. ridiculo, adusto, impertinente. Fr. Etrange. Lat. Mirus extraordinem, ferus,
infrequens, insolens. It. Strano. Lo segundo, por un hombre estranjero, ó de pais de otra
dominacion, V. Estranjero. Lo tercero, por lo mismo que forastero, ó de fuera del lugar,
V. Lo cuarto, por el que, aunque sea del mismo lugar, es de fuera de casa, ó de fuera de
la familia, y trato, V. para mi, ese es un hombre extraño, de una familia extraña.
Quinto, por lo que es raro, exquisito. Fr. Etrange. Lat. Mirus. It. Strano. Este poeta
tiene pensamientos extraños. Sexto, en la Física, y Medicina, por lo que es eterojeneo á
un cuerpo, lo que sobreviene, y le es como impropio. Fr. Etrange. Lat. Aliena, extránea
córpora. (s. v. extraño).
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La cursiva es nuestra.
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Esta búsqueda nos ha revelado que, en el NTLLE, no están lematizadas las voces extraño y extranjero
del Diccionario de Terreros. Es decir, este corpus no nos muestra estas entradas cuando las buscamos
desde la cajita de búsqueda de su interfaz. Para localizarlas en el Diccionario castellano, hemos tenido
que hacer una búsqueda con el lema extrañeza, lo cual nos ha llevado a la página del Diccionario
castellano donde, además de extrañeza, también podemos encontrar extraño y extranjero. Por otro
lado, según nos muestra el NTLLE, estas voces aparecen en el segundo tomo del Diccionario castellano,
que comprende de la letra G a la O, lo cual no tiene sentido, ya que tanto extrañeza como extranjero y
extraño empiezan con la E, por lo que deberían estar en el tomo primero, que comprende de la letra A a
la F. Tras hacer unas comprobaciones posteriores, vemos que, aunque el NTLLE presente los tomos de
esta manera, es decir, el primero con las letras A-F, en realidad, solo alcanza hasta la letra D (según
cómo se recoge toda esta información en la interfaz del NTLLE). Lo que queremos dar a entender es que
las diferentes aplicaciones del NTLLE están etiquetadas erróneamente y eso puede complicar la
consulta.
En cuanto a extranjero, se nos ofrecen igualmente diferentes acepciones, pero ninguna
con marca lingüística en el sentido que esperamos:
EXTRANJéRO, V. Advenedizo.
EXTRANJéRO, el que es de un pais extraño, ó sujeto á otro dominio. Fr. Etrangé. Lat.
Alienígena. It. Straniere. A el que es de los mismos dominios, aunque de teirras
lejanas, se le llama en Cast. Forastero.
EXTRANJéRO, lo que no es natural. Fr. Etrangér. Lat. Ascititius. Las galas son una
hermosura estranjera.
ESTRANJéRO, en Fisica, Medicina, &c. V. Estraño.
Esta última acepción escrita con S, “estranjero”. A pesar de esto, se puede comprender
que las voces extrañas y/o extranjeras son extranjerismos en el sentido lingüístico, al
menos en la consideración del lexicógrafo vizcaíno. En la entrada de nuevo, tampoco
encontramos ninguna acepción relacionada con la terminología lexicográfica. Por su
parte, la entrada de bárbaro nos da a entender, en su segunda acepción, los dos sentidos
que hemos comentado más arriba. Quizás la entrada de relación sea más ilustradora.
Para lo que nos comporta, probablemente, la acepción primera y la cuarta sean las más
interesantes, pues tratan de la narrativa y las correspondencias (respectivamente) como
géneros escriturarios. Y, quizás, la cuarta más que la primera, ya que es la que trata
propiamente de asuntos concernientes a aspectos extranjeros. Con esta marca (de
relación) se recoge gran parte de las entradas de la letra K. En nuestro análisis del
cuerpo del diccionario podremos fijarnos en estas marcas para determinar los
extranjerismos; asimismo, nos valdremos de la mención expresa de la lengua de origen
o de otras referencias extranjeras en el artículo lexicográfico para determinar si es voz
extranjera o no.
pero, también censurando las licencias que se toman los autores literarios cuando
inventan formas léxicas inexistentes solo para conseguir el efecto poético necesario para
su obra (“Prólogo”: IV). Todo esto, al tiempo que encumbra el lenguaje aristocrático,
propio de los autores y de las personas cultas, como la variedad de la lengua más
adecuada. Por otra parte, puede servirnos de ejemplo, para el argumento normativista, la
aparente simpatía con la que se refiere a los arcaísmos y las voces obsolescentes,
propias de los padres del idioma español y portadoras, por tanto, de una nostálgica
grandeza (“Prólogo”: IV-V). Simpatía, esta, que se puede, incluso, atribuir a la propia
Real Academia Española, ya que la corporación ha sido el gran adalid de los arcaísmos
y gran inspiración de Terreros. No obstante, el jesuita solo muestra visos de respeto por
estas voces, porque para él la parcela de la lengua más importante para su diccionario no
es la de las voces antiguas (que se supone que es el séptimo idioma castellano según su
clasificación de las variedades de la lengua), sino la de los «Autores clásicos, puros y
autorizados», idioma que además contiene las voces de ciencias y de artes, disciplinas
que el autor relaciona directamente con la actualidad de su tiempo, el siglo XVIII, lo que
hace realmente la diferencia entre las voces anticuadas y las voces modernas y en uso:
Este idioma contiene también como parte propia y esencial suya el de las ciencias y
artes mecánicas y liberales, que aun siendo tantas, tan numerosas y cultivadas en
particular en este siglo, que le han merecido el renombre de Ilustrado, pudiera cada cual
formar un idioma, y una obra aparte de mui bien empleado trabajo, y el conjunto una
especie de enciclopedia ó conocimiento de todas las ciencias y artes (“Prólogo”: v).