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L O P R O F U N D O

Charlas para docentes del Colegio Ríoclaro


Barquisimeto 2022

LO PROFUNDO
La vida es lo que es y los que nos pasa. Una sucesión de hechos que no parecen parar, que, desde
nuestro nacimiento se encadenan frente a nosotros como un problema a resolver. El Filósofo
Español José Ortega y Gasset dice que la vida hay que vivirla como una tarea, porque no está dada
hecha, está de hecho por hacer.

Al mismo tiempo dice: “La vida se nos es disparada a quemarropa” es decir, es inmediata,
simultánea y absolutamente inequívoca, soy yo quien vive mi vida, nadie la puede vivir por mí, por
ello es importante querer ser el dueño de nuestra propia vida, comenzando por dominarnos en lo
simple y poder hacer lo propio en lo complejo.

Así mismo Julián Marías (discípulo de Ortega) con una perspectiva filosófica más enfocada a la
trascendencia del hombre en el desarrollo de su realidad espiritual, dice más bien que la vida “no
se nos es dada hecha”, es decir que si bien estamos vivos, la vida no es nuestra, porque de hecho,
se nos termina, y nadie quiere algo para terminar, con lo cual debemos, en un primer lugar ver la
vida, como un regalo, por eso es menester tratar de vivirla bien.

Este regalo tiene dos realidades, la biológica y la biográfica, siendo la primera la de nuestros días y
edades, y la segunda la que hacemos dentro de esos días, en el transcurso de esas edades. Es la
vida biográfica la que perdura, porque no se aniquila como lo biológico, sino que se mantiene con
lo trascendente, es por eso que el mismo Marías dice que es importante desear cosas, ilusionarnos
con proyectos, imaginar con diversas posibilidades, porque eso le da más sustancia a la vida
biográfica y al final del día nos hace ser más nosotros mismos.

Lo profundo de nuestra vida parece ser lo más simple, y por ello es de gran fuelle filosófico, para
vivir bien hay que querer hacerlo. Eso implica un conocimiento concreto de la realidad presente,
un conocimiento interior de cada quién consigo mismo y una apertura esperanzadora al futuro.

Francisco J. Blanco

LA ILUSIÓN1

1
Marías, J. “Breve tratado de la ilusión”, Alianza Editorial, Madrid, 1990. p. 28-29.
La ilusión radica en esa dimensión de la vida humana llamada condición futuriza, es decir, el hecho
de que, siendo real y por tanto presente, actual, está proyectada hacia el futuro, intrínsecamente
referida a él en la forma de la anticipación y la proyección. Esto, claro es, introduce una
«irrealidad» en la realidad humana, como parte integrante de ella, y hace que la imaginación sea
el ámbito dentro del cual la vida humana es posible. Si el hombre fuese solamente un ser
perceptivo, atenido a realidades presentes, no podría tener más que una vida reactiva, en modo
alguno proyectiva, electiva y, en suma, libre.

Por eso la ilusión no puede reducirse a alegría o entusiasmo; digo reducirse, no que la alegría o el
entusiasmo no puedan o deban ser ingredientes suyos. La ilusión significa anticipación. Afecta
primariamente a los proyectos y, naturalmente, a sus términos. El título de Pedro Salinas, Víspera
del gozo, conviene admirablemente a la ilusión.

Pero el futuro no es real; no es, sino que será; y habría que agregar: acaso. La fórmula, tan usada
en muchas lenguas, y muy especialmente en español, «si Dios quiere», aplicada a un proyecto, a
una cita, hasta a la expresión trivial «hasta mañana, si Dios quiere», aparte de su sentido religioso,
de la conciencia de que todo eso está en las manos de Dios, responde con extremada finura a la
condición misma de la futurición de la vida humana. Hay en ella un constitutivo elemento de
inseguridad, de incertidumbre. Los proyectos se realizan o no; la vida misma puede interrumpirse
en cualquier momento, y sobre el cotidiano «hasta mañana» pende la amenaza de su
incumplimiento, de que no haya «mañana» —al menos para el que habla o el que escucha—.

Esto ayuda a entender por qué el sentido positivo de 'ilusión', el que aquí nos interesa, no se ha
desprendido nunca del viejo y negativo: lo que nos ilusiona puede resultar ilusorio; el objeto de la
ilusión puede fallar; a la ilusión la acecha la posibilidad de la desilusión.

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