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Diccionario de Lunfardo 3 PDF Free
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DE 12.500
VOCES Y
LOCUCIONES
LUNFARDAS,
POPULARES,
JERGALES Y
EXTRANJERAS
Por: Adolfo Enrique Rodríguez
Comisario General (R)
Introducción
Según ha establecido Soler Cañas, el primer vocabulario lunfardo en nuestro medio, se
publicó el 6 de julio de 1878 en el diario La Prensa, bajo el título El dialecto de los ladrones.
El autor anónimo del mismo -que él reprodujo ("Antología del Lunfardo", Cuaderno 28 de
Crisis, Cielosur Editora S.A., Buenos Aires 1976)- mencionó como fuente de información de
la nueva lengua que se incuba en el seno mismo de Buenos Aires, a un comisario de la
Policía de la Capital (hoy Policía Federal Argentina) que no identificó, consignando 29 voces
y locuciones con sus respectivas traducciones. Entre las primeras figura lunfardo=ladrón,
con lo que. apareció por primera vez escrita la expresión como comprensiva del delincuente
que hurta o roba, más tarde ampliada a estafador (cuentero), y luego a malviviente en
general, pasando después el nuevo léxico a ser utilizado por el compadrito (Individuo del
suburbio porteño provocativo, pendenciero, vanidoso, valentón, de actuar afectado y
vestimenta llamativa -pantalón a la francesa, saco corto y ajustado ribeteado con trencilla,
pañuelo largo anudado al cuello, sombrero de ala ancha y baja adelante, y botines de taco
militar) bonaerense, y más tarde por el bajo pueblo, para luego avanzar sobre el centro de
la ciudad, terminando por ser una forma coloquial y popular porteña de comunicación, en
constante aumento y desarrollo en todas las clases sociales, a punto de que quienes no lo
usan en su habla, al menos lo comprenden en gran parte. Así dejó de ser exclusiva jerga
delincuente e irradió al Gran Buenos Aires, a las principales ciudades del interior del país, y
al Uruguay.
Su extraordinaria difusión en nuestro medio y aún su condición de exportador de vocablos al
resto de América Hispana y Portuguesa, ha dado lugar a que la Real Academia Española, se
viera obligada a registrar referencias a él, actualmente en la siguiente forma (REAL
ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, Madrid 1984, Vigésima Edición, 2
tomos, Talleres Gráficos de la Editorial Espasa Calpe):
LUNFARDISMO. Palabra o locución propia del lunfardo.
LUNFARDO. Argent. Ratero, ladrón.// 2. Argent. Chulo, rufián.// 3. Jerga que
originariamente empleaba, en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, la gente de mal
vivir. Parte de sus vocablos y locuciones se difundieron posteriormente en las demás clases
sociales y en el resto del país.
Inicialmente la R.A.E. definición la voz lunfardo solo como: "Argent. Ratero, ladrón. Argent.
Chulo, rufián, Caló o jerga de la Argentina". Ello dio lugar a que del Valle, considerándola
deficiente, elaborara otra de mayor amplitud y precisión, que fue publicada en el diario
Democracia del 5 de febrero de 1953, que remitió al Secretario Perpetuo de la Real
Academia Española, D. Julio Casares, quien al acusar recibo el 23 de marzo siguiente,
ampliado el 11 de abril del mismo año, le adelantase sería incluida en la edición 18ª. del
Diccionario grande, lo que en efecto ocurrió en 1956, consignándose en el mismo: Argent.
Ratero, ladrón. 2. Argent. Chulo, rufián 3. Lenguaje de la gente de mal vivir, propio de
Buenos Aires y sus alrededores, y que posteriormente se ha extendido entre algunas gentes
del pueblo (Del VALLE, Enrique Ricardo, Lunfardología, Editorial Freeland, Buenos Aires
1966, pp. 43_44, y Comunicación M 10 de la Academia Porteña del Lunfardo), con la
variación que consignamos en el párrafo anterior, para la 20ª. edición de 1984.
En cuanto al origen de la voz lunfardo, Villanueva ha precisado que deriva del dialecto
romanesco (de Roma), del vocablo Lombardo que significa ladrón, corrompido en Lumbardo,
y éste en Lunfardo (VILLANUEVA, Amaro, El Lunfardo, en revista "Universidad" N° 20, abril-
junio 1962 de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe 1962, pp. 13-42). El nombrado
autor expresa haber encontrado en el Vocabulario Romanesco de Filippo Chiappini, (Edizione
postuma delle Schede a cura di Bruno Migliorini, Seconda Edizione, Roma 1945: Lombardo,
Lombardare, verbo attivo, Rubare. Lombardo. Ladro.)
Después de la publicación anónima citada en el primer párrafo, sigue cronológicamente
Benigno B. Lugones, quien en el diario La Nación publicó el 17 de marzo y el 6 de abril de
1879, sus artículos Los Beduinos Urbanos, y Los Caballeros de la Industria, ambos con el
subtítulo de Bocetos Policiales, en los que registró 54 voces del que llamó caló de los
Ladrones. De ellas 12 habían sido dadas por el autor anónimo antes citado, con lo que
aumentó el léxico de los lunfardos con 42 nuevos términos. Gobello, nos ha dado ordenadas
alfabéticamente las voces utilizadas por Lugones (GOBELLO, José, Vieja y Nueva Lunfardía,
Editorial Freeland, Buenos Aires 1964, pp. 14-15) y además ha reproducido por primera vez
textualmente los dos artículos citados.
Lugones, era por entonces integrante del personal de la Policía de la Capital, y se ha dicho
que la publicación de que fue autor dio lugar en la Jefatura del coronel José Ignacio
Garmendia, a que el Oficial 1º Máximo Paz, a cargo interinamente de la jefatura, de la
Institución.
El diario La Nación, a raíz de ello comentó desfavorablemente la medida y reprodujo una
carta de Lugones del 14 de octubre de 1879 en la que el mismo precisó que la arbitrariedad
de que había sido objeto, y que atribuyó a Garmendia, no a Paz, se debió -sin que constara
en documentos oficiales- a la publicación el día 5 anterior, en el número 18 de la Revista
Literaria, de un artículo en el cual, tomando rasgos de distintos empleados de Policía,
presentó un comisario y un oficial que siendo tipos ideales son la caricatura de algunos
vicios de que adolece el personal de nuestra Policía. Continuaba diciendo que se le había
destituido del puesto que había ocupado durante seis años (Diario "LA NACIÓN" del 15 de
octubre de 1879).
Buscando en el Centro de Estudios Históricos Policiales "Comisario Inspector Francisco L.
Romay, de la Policía Federal Argentina, antecedentes al respecto, hemos hallado las
siguientes constancias de ingresos y egresos de Lugones (CENTRO DE ESTUDIOS
HISTÓRICOS POLICIALES "Comisario Inspector Francisco L. Romay", Carpeta N° 44):
LUGONES BENIGNO 1875 Febrero 26. Nombrado Oficial Escribiente
LUGONES BENIGNO 1876 Agosto 24. Dejó su empleo
LUGONES BENIGNO 1878 Agosto S. Nombrado Oficial de Mesa
LUGONES BENIGNO 1879 Octubre 14. Renunció de Oficial de Mesa
Es decir que su baja figura oficialmente como consecuencia de una renuncia al cargo y no
como separación o cesantía, y que su antigüedad en la Institución fue menor de 3 años,
sumadas las dos permanencias que constan. Deducimos, que posiblemente renunció ante la
amenaza de ser dejado cesante, sanción de que debía ser objeto pues como integrante de la
Policía, no podía ridiculizarla como lo hizo, en el procedimiento ficticio que relató en la
Revista Literaria aludida. En el relato se refirió al requerimiento de un comerciante a un
oficial inspector, para la detención de dos responsables de un gasto impago, pues los
mismos había comido en su fonda sin tener dinero para ello -CIRCULO CIENTÍFICO
LITERARIO, Revista Literaria N° 18 del 5 de octubre de 1879, Una Historia Verosímil -
Comentarios al Código Penal, Buenos Aires. Ridiculizó asimismo al Comisario que dijo habría
llegado a pagar de su bolsillo el gasto de aquellos, ante una supuesta desautorización del
Jefe y el temor de una acción judicial contra él), procedimiento que era el del caso, con lo
que se reveló -pese a su condición de policía- desconocedor de las disposiciones entonces
vigentes, lo que se explica pues por sus funciones era un policía de escritorio.
Sigue luego un relato anónimo, publicado el 11 de febrero de 1887 en el diario La Nación
intitulado Caló Porteño y el subtítulo Callejeando, que Soler Cañas ha reproducido. El mismo
contiene un supuesto diálogo entre dos compadritos en un apartado barrio portero, uno de
los cuales alardea que nunca lo podrán llamar lunfardo, pero empleando él y su interlocutor,
abundantes expresiones lunfardas, las que han sido explicadas por Gobello. De las 46
vertidas en el diálogo sólo figuran 6 de las enumeradas anteriormente, con lo que el nuevo
léxico se enriqueció con 40 voces nuevas.
La aparición dos años más tarde de un libro de Piaggio, incluyendo el texto anterior, probó
su autoría que ya había anticipado Soler Cañas, pues en nota de pie de página, Piaggio
consignó que para escribirlo debió confeccionar un pequeño diccionario de argentinismos del
pueblo bajo que lamentablemente extravió. Agregó asimismo que él daría la acepción de
muchos términos que quizá no puedan adivinarse sino por los porteños y no por todos sino
por los muy porteños (PIAGGIO, Juan A., Tipos y Costumbres bonaerenses, Buenos Aires
1889, citado por Soler Cañas en Orígenes de la Literatura Lunfarda, Buenos Aires 1965,
pág. 39).
En 1888, Drago expresó, aunque ya implícitamente estaba dicho por los autores anteriores,
que la palabra lunfardo designaba al mismo tiempo la jerga y a los que se valían de ella. En
su trabajo que reprodujo la conferencia que dictara en el Colegio Nacional el 27 de junio,
incluyó 34 expresiones, entre ellas 8 hasta entonces no divulgadas, ensanchando en esa
forma la jerga que calificó de lenguaje pintoresco y cínico, destinado como dicen los mismos
criminales a ocultar sus comunicaciones a los extraños, citando conceptos de Lombroso en
el sentido de que todos los gremios y oficios, como las diversas capas sociales, y aun los
diferentes géneros de literatura, tienen sus modos peculiares de expresión. Al referirse a las
voces por él empleadas, agradeció la amabilidad del comisario Ignacio Socas, por haberle
facilitado la ocasión de hablar con algunos de los principales y más conocidos lunfardos
(DRAGO, Luis María, Los hombres de Presa, con introducción del doctor Francisco Ramos
Mejía, 2ª. edición, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires 1888, pp. 101-110).
En 1896, en el libro Los que viven de lo ajeno, anónimo, del que Soler Cartas dio a conocer
el fragmento El scruchante artillero, los autores, dos periodistas desconocidos, utilizaron y
además explicaron numerosas expresiones lunfardas.
Bajo el seudónimo de "Fabio Carrizo", José S. Alvarez: en 1897, en el Capítulo XIV intitulado
Mundo Lunfardo, de su conocido libro, empleó 34 expresiones de similar filiación, ampliando
los vocabularios ya conocidos en otros 20 términos (CARRIZO, Fabio, Memorias de un
Vigilante, Biblioteca del Pueblo, Buenos Aires 1897, pp. 83-143).
Este periodista, también conocido como "Fray Mocho", se había desempeñado como titular
de la Comisaría de Pesquisas de la Policía de la Capital desde el 16 de octubre de 1896 al 3
de agosto de 1897, habiendo hecho preparar bajo su dirección la Galería de Ladrones,
verdadero tratado de Criminología que mereció la atención de la cátedra a cargo del doctor
José María Drago en la Universidad de Buenos Aires, pues incluyó en sus dos tomos la
nómina de 200 profesionales de delitos contra la propiedad con sus respectivas fotografías,
filiaciones, antecedentes policiales y judiciales y sus "modus vivendi" (RODRÍGUEZ, Adolfo
Enrique, Historia de la Policía Federal Argentina 1880-1916. pp. 76-77 120 y 122).
El mismo año de 1897, apareció el primer Diccionario Lunfardo_Español de Dellepiane, que
amplió considerablemente el vocabulario hasta entonces recogido, pues utilizando sólo 60
de los 119 dados anteriormente, registró 441 voces y 179 locuciones lunfardas, poniendo
así en evidencia que el nuevo lenguaje había hecho carrera.
Dellepiane calificó a las jergas delincuentes de todos los países, incluyendo el nuestro, como
lenguaje especial enteramente propio, en el sentido de que ha sido formado por ellos
mismos y de que no trasciende, por lo común, fuera de la atmósfera del delito, y a pie de
página acotó que: No debe confundirse las voces lunfardas, las creadas por los criminales
para su uso propio, pero que a veces suelen popularizarse, con los argentinismos.
Siguió al anterior el Novísimo Diccionario Lunfardo que el diario Crítica desde el 15 de
septiembre de 1913, fecha de su primer número, publicó hasta su terminación el 17 de
enero de 1915, diariamente en la página 5 y que alcanzó a contener numerosas entradas.
Inicialmente anónimo, luego dejó de serlo, mencionándose como autor a Rubén Fastrás,
periodista posteriormente identificado como José Antonio Saldías, y que aparentemente no
alcanzó a publicarse en volumen independiente como reiteradamente anunció Crítica que
ocurriría.
Soler Cañas, ha dejado bien aclarado que la autoría del Novísimo Diccionario Lunfardo, fue
de Saldías y no de Juan Francisco Palermo, también periodista del mismo diario, como se
conjeturó en diversas oportunidades. Ello lo determinó en virtud de los aportes de Felipe
González Cadavid (Los Cronistas Pintorescos -Caras y Caretas- de octubre de 1915), de
Amaro Villanueva (Los Lunfardos, año 1962), de Samuel Eichelbaum (referencias verbales a
Villanueva), y de las comprobaciones personales de él posteriores al año 1960, a raíz de las
cuales halló en Crítica del 3 de octubre de 1913 un dibujo en el que un ciudadano leía un
libro con la inscripción en su tapa: "La Ilusión de Fastrás -Ver editado el diccionario
lunfardo- y cinco avisos de los días 4, 8, 13, 29 y 30 de diciembre del mismo año,
anunciando la aparición de la primera edición del N.D.L. de Rubén Fastrás, y una
rectificación de éste acerca de un concepto vertido en el diccionario que se venía
publicando, del 11 del mismo mes y año.
Al respecto hemos hallado una prueba terminante que corrobora la autoría de -Rubén
Fastrás-, de fecha anterior a la citada, que hasta ahora ha pasado desapercibida. En efecto
Crítica en su número del 2 de diciembre de 1913 (página 5), al reproducir vocablos de la
letra 'T" del N.D.L., incluyó la voz Fastrás en la siguiente forma:
FASTRAS. Servidor de ustedes, que por modestia no se hace su biografía. Se dice también
de los castañazos.
Consecuentemente, a partir de ese momento el Novísimo dejó de ser anónimo. En cuanto a
la identificación de Fastrás como seudónimo de Saldías, ilustra con gran amplitud la
Comunicación de Soler Cañas.
En orden cronológico de aparición posterior, debemos mencionar los diccionarios lunfardos
de Villamayor de 1915 y el de autor anónimo que publicó la Revista de Policía de esta ciudad
entre el 1 de junio de 1922 y el 1 de mayo de 1923, de aparición quincenal, que hasta
ahora ha permanecido ignorado pues no se ha hecho de él mención alguna, pese a
integrarse de 1521 entradas de voces, sin contar las numerosas locuciones. Si bien en el
prólogo de su presentación intitulado El Idioma del Delito, su nombre fue el de
DICCIONARIO DEL DELITO, reconociendo que los principales elementos de él habían sido
tomados de la obra del doctor Dellepiane que llevó el primer nombre, pero por la cantidad
de vocablos de su contenido, excedió en mucho al mismo.
Es ésta también ocasión propicia para consignar el hallazgo del hasta ahora esquivo
Diccionario Lunfardo de Palermo, anunciado por éste en 1920 en Crítica y en su libro El
corazón del arrabal, en el que adelantó que se trataría de un volumen de 400 páginas de 12
x 16 cm., que contendría más de 6.000 voces lunfardas y 100 biografías de delincuentes y
paseanderos de fama, con prólogo de Félix B. Basterre e ilustraciones de 0. Soldatti.
Decimos esquivo, porque los especialistas han llegado a considerar que no se publicó, por
no conocerse ningún ejemplar.
Cabe destacar, que por atención del comisario (R) Ricardo Grajinera, integrante de la
Comisión Honoraria del Centro de Estudios Históricos Policiales "Comisario Inspector
Francisco L. Romay tuvimos ocasión de examinar el N° 8 de la revista Gaceta Policial de
Buenos Aires, del 25 de agosto de 1926, en cuya página 9 aparece un fragmento del
titulado Diccionario Lunfardo de Palermo, transcribiendo palabras de las letras "A" (el final
de ellas) y "B" (el comienzo de las mismas). Por la misma vía nos enteramos de que en la
Biblioteca Nacional existía la colección aunque incompleta.
Fue así posible en la Hemeroteca del citado repositorio, hallar los números 1 a 11 inclusive
de la aludida revista, existiendo otros posteriores que llegan al Nº 59 pero con muchos
faltantes. A partir del Nº 5 del 9 de julio de 1926, comenzó a publicarse bajo el título de
Diccionario Lunfardo por Juan Bautista Palermo (Quique), con dedicatoria: A Natalio Botana,
que planta árboles, tuvo hijos y concibió -Crítica":cuna de este volumen (IFP) el comienzo
del diccionario tan buscado.
En el número 11, la publicación del diccionario se interrumpe y no vuelve a aparecer en los
números que existen, lo que hace pensar que no se reanudó, pero ello será posible sólo
determinarlo, cuando se hallen, por la consulta de los números faltantes, como así
determinar si hubo números posteriores al 59. El contenido de lo publicado va de las
palabras Abacorso (escrito que se eleva al Juez pidiendo la inmediata excarcelación del
detenido. Lo mismo que Habeas Corpus), hasta Bronca (enojo, impaciencia), con un total de
363 voces (La Academia Porteña del Lunfardo, lo publicó en la Comunicación Académica N°
1168, del 25 de mayo de 1988).
Continuando, tenemos que el 16 de abril de 1930, la Revista de Policía que en los años
1922_1923 había dado cabida en sus páginas al anónimo Diccionario del Delito, vuelve a ser
noticia con la publicación del Código Internacional de Delincuentes que hasta ahora era
ignorado y que hemos exhumado. El mismo fue descubierto por el Inspector de la Policía
Marítima de Recife (Pernambuco-Brasil) Oscar Pinagé que lo dio a conocer mencionando
haberlo obtenido de un ladrón portugués de nombre Alberto Pinto expulsado como
indeseable por la Policía de Río de Janeiro, que arribó a Recife en el trasatlántico "Almirante
Yaceguay" donde Pinagé, ocultándose bajo el nombre de Pretozine, lo entrevistó recibiendo
de Pinto la versión giria-portuguesa del Código, que se apresuró a copiar, la que previo
fotocopiado hemos remitido a la Biblioteca de la Academia Porteña del Lunfardo.
Según Pinagé, el Código fue confeccionado por nueve individuos "poco recomendables", de
ellos 3 de nacionalidad española, 2 italianos, 2 portugueses, 1 chileno y 1 francés, cuyos
nombres dio, los que tuvieron la idea de concretarlo, ante la necesidad de disponer de un
lenguaje convencional y secreto de comunicación entre ellos, en virtud de que habían
dejado de serlo para las policías, las jergas usadas hasta entonces.
Previa una reunión que realizaron en una taberna de Lévida, nació en París en el año 1926
el mismo, a manera de diccionario integrado por 463 voces ideadas por ellos, y colocando
cada uno en sus respectivos idiomas la traducción, que en portugués envió Pinagé a nuestra
Revista de Policía.
También la hizo conocer a Edmond Locard, el célebre técnico policial francés que la difundió
en la revista Detective, destacando la tendencia natural frente de la necesidad (de los
delincuentes) de confiar su secreto a un seguro confidente, sin que se lo comprendan los
indiscretos. El Código fue asimismo difundido en Francia por la Revue de Criminalistique.
Posteriormente Gobello y Payet, Cammarota, Casullo, Caparelli con Diccio y Kruizenga.
Gobello, Dis, Vaccaro, Escobar y Tino Rodríguez han elaborado nuevos diccionarios
lunfardos, prueba evidente de la importancia que se atribuye a esa forma de expresión
popular porteña, que con anterioridad originara el 21 de diciembre de 1962, la fundación de
la Academia Porteña del Lunfardo, con la finalidad principal del estudio de las peculiaridades
del habla de la ciudad de Buenos Aires y de otras argentinas y rioplatenses, como así
fomentar y auspiciar los estudios e investigaciones relativos a los porteñismos y
lunfardismos y a las voces y giros del habla popular de las áreas antedichas.
Nuestro lunfardo y las jergas en uso, no son idiomas ni dialectos, sino solamente léxicos de
voces y locuciones que aunque disponen de sustantivos, verbos y adjetivos, carecen de
artículos, preposiciones, pronombres, adverbios y conjunciones, por lo que se ven obligados
a utilizar los de la lenguaje española, al igual que el ordenamiento y disposición a que deben
someterse las palabras, lo mismo que su sintaxis.
Por no ser voces cultas, no tienen generalmente cabida en los diccionarios de la lengua, por
lo que hemos seguido el ejemplo de incluir no sólo los vocablos lunfardos, sino también los
del lenguaje popular, vulgar y jergal, como asimismo los de origen extranjero que han
logrado extraordinaria difusión en nuestro medio, en ocasiones con la grafía de su
pronunciación, y en otras con las de su escritura correcta.
Jergas del hampa y de otros orígenes que mencionaremos, existen en todos los países del
mundo y a veces en regiones limitadas de los mismos y aún en determinadas ciudades, y
dentro de ellas, hasta en barrios. Ellas han sido citadas por los siguientes autores:
Drago en 1888 registró:
FRANCIA: argot.
INGLATERRA y ESTADOS UNIDOS: slang.
ARGENTINA: lunfardo
Dellepiane en 1894 amplió:
ESPAÑA: germanía, hampa o caló, y bribia.
ITALIA: gergo
Villamayor en 1915 consignó:
BRASIL: gíria dos gatunos
Cammarota en 1963 incluyó:
INGLATERRA: cant.
ALEMANIA: gaunersprache o rothwelsch.
ESPAÑA: jerigonza.
PORTUGAL: calao.
HOLANDA: bargoens.
CHINA: hiantchang.
INDIA: balaibalan
García Giménez en 1964 menciona:
FRANCIA: narquois y jargón
Del Valle en 1966 amplió a:
CHILE: coa.
DINAMARCA: koeltringelatin y proevelikvant.
BUENOS AIRES Y SUS ALREDEDORES: vesre o verres, o verse, o resve (inversión silábica de
voces cultas y lunfardas)..
CENTROAMERICA: malespín (similar a nuestro vesre)..
MÉXICO: caroleno (similar a nuestro vesre), y Caló.
PANAMÁ: revesina (similar a nuestro vesre).
PERÚ: replana y cantuja.
INGLATERRA: flash (antiguo nombre de las jergas).
CUBA: briba.
ITALIA: furbesco.
FRANCIA: patois.
BOHEMIA: hantyrka
ESPAÑA: zincaló (gitano).
ARGENTINA: jeringozo (jerga estudiantil) que intercala una partícula entre las sílabas.
Cela, en 1971 añadió:
AFRICA NEGRA: pichinglis (jerga dialectal del inglés)
ALEMANIA: agregó kokamloschen como jerga del hampa.
CHINA: pidgin_english (lengua franca hablada entre indígenas y extranjeros)
ESPAÑA: romanó o zincaló, chipialé o chipicallí (lengua de los gitanos); Fetel, Ful, fulastre,
madeja o rumano (en la jerga del hampa española su lenguaje.)
ISRAEL: españolit, ladino o judeo_español
ITALIA: cobertanza y gerga
RUMANIA: Fetel, smechearasca
RÍO DE LA PLATA: cocoliche (jerga de los inmigrantes italianos)
Trejo, en 1968, contribuyó con:
MÉXICO: caliche o tatacha fu
COLOMBIA: caló
GRECIA: tchinghiane
SUDOESTE DE ESTADOS UNIDOS: pachuco (comunidades hispánicas)
PORTUGAL: jerigonça
Teruggi en 1974, incluyó:
RUSIA: shargon (habla popular inculta)
INGLATERRA: jargon y lingo (para el habla profesional y ocupacional), slang (habla popular
no culta), y cant (sectas y delincuentes)
LONDRES: cockney, rhyming slang (variedad rimada del cockney), back slang (inversión por
letras), na o pig latin (nuestro jeringoso)
ESTADOS UNIDOS: slang (jerga popular inculta), jargon y lingo (habla profesional y
ocupacional), cant (sectas y delincuentes)
FRANCIA: javanais (nuestro jeringoso), verlan (nuestro vesre), larconji (transposición
anagramática)
ESPAÑA: caló (además de habla de los gitanos, ahora habla popular ciudadana), germanía
(habla de ladrones y rufianes), y jerga (habla de profesionales y oficios).
Escobar, en 1986 agregó:
INGLATERRA: thives latin (para el cant)
ESPAÑA: caló presidial o hampa (para los gitanos)
BOLIVIA: coba
Y Tíno Rodríguez, en 1987, incluyó:
BOGOTÁ: pisco
GRECIA: coiné
LIMA: faite
QUITO: chulla.
Es de aclarar que respecto del pisco, faite y chulla, Del Valle ha hecho alusión a ellos en
1966, como equivalentes a nuestro compadrito, más que con referencia a jergas
delincuentes.
Respecto de las procedencias de las voces que integran el léxico lunfardo, ellas son
múltiples y en un principio lo forman españolismos, italianismos, galicismos, anglicismos,
germanismos, lusitanismos, brasilerismos, chilenismos, bolivianismos, centroamericanismos,
gergalismos de diversas procedencias, aborigenismos (guaraní, quichua, araucano,
mapuche) y ruralismos.
Pero el vocabulario se ha enriquecido considerablemente mediante el vesre o inversión
silábica, regular o irregular, tanto de voces correctas como jergales y con el uso de
onomatopeyas, juegos de palabras, paranomasias, reduplicaciones, parasíntesis, empleo de
nombre de marcas y de apellidos, homofonías, derivaciones nominales y verbales,
restricciones y ampliaciones de significados, tropos (sinécdoques, metonimias y metáforas),
figuras de dicción o metaplasmos (epéntesis, paragoges, prótesis, aféresis, apócopes,
síncopes y metátesis), concatenaciones, cambios de géneros, anagramas, polisemias,
cambios involuntarios, cambios de sentido, asuntos éstos que ha desarrollado en amplitud
Teruggi, al que nos remitimos, por exceder su tratamiento el carácter simplemente
introductorio a nuestro Lexicon.
En cuanto a la razón de ser de esta recopilación de voces lunfardas (antiguas y modernas),
y también populares, jergales y extranjeras, con indicación de su procedencia, y que no
suelen tener cabida en los diccionarios de la lengua, pero que se utilizan corrientemente, va
de suyo que tiene por finalidad actualizar al personal policial, no solo en el conocimiento del
lenguaje utilizado por los delincuentes y su entorno, sino también respecto de formas de
expresión populares y de diversos sectores de la población.
Finalmente, para una mayor información, las voces difundidas entre los años 1878 y 1959,
van seguidas -cuando ello ha sido posible- de las iniciales de quienes las registraron por
primera vez con intención lexicográfica aunque ellas sean anteriores en su uso, pero sin
traducirlas, en versos, letras de tango o relatos, o lo fueron por otros autores con esa
intención, en vocabularios anexos. En todos los casos, las abreviaturas de nombres y
apellidos y los seudónimos han sido explicados, lo que permite conocer la antigüedad
aproximada de los vocablos, que en algunos casos ya han caído en desuso, por la lógica
evolución de todo léxico.