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mitad del siglo XX, la evangelización tuvo, como punto de partida, la propuesta de
válida.
Ignacio a la luz del Vaticano II”7. Las cuatro vertientes que se pueden presentar en el
desarrollo del tema que aborda el libro son la fecha, pues fue publicado en 1968, en
segundo lugar, este tema no tiene investigaciones anteriores, en tercer lugar el hecho de
que sólo se refiere a los ejercicios ignacianos y por último el tema de la oración que
7
EEVII.
1
orientaciones del Concilio tienen mucho para brindar a la teología, si bien en principio
se puede ver como algo fuera de época, lo expresado en el libro es aún vigente, y no
sólo en los dos temas tratados en este trabajo. En segundo lugar, se puede presentar
como dificultad, el hecho de que este tema de los ejercicios a la luz del Vaticano II no
fue presentado en otro estudio al respecto, al menos en lo investigado, no se ha
encontrado otra obra, ni artículo, etc., sobre este tema, con qué comparar, al respecto.
Si hubo alguna evolución, desde el libro hasta nuestros días, hubiese sido bueno tener
otra visión que presente una investigación contemporánea al libro.
Más allá de esa limitación, el P. Molinari S.J, tiene razón en la relación que ha
encontrado entre el Concilio y los ejercicios, sobre todo en la LG y la importancia de la
Escritura, tanto para el Concilio, DV, como para San Ignacio, ante la necesidad de rezar
con la Palabra de Dios al lado. Aunque sea el único trabajo en ese sentido, es muy
interesante tener en cuenta lo expresado. El interés estaría en realizar algún otro estudio,
basado en lo expuesto en el libro, y desde allí contribuir a profundizar el análisis del
tema, de 1968 a nuestros días.
Un tercer posible problema de este libro, es el hecho que se refiere sólo a los
ejercicios ignacianos. Esa no es una limitación. Puede aplicarse a otros métodos de
oración, como por ejemplo la Lectio Divina y eso se hace notar en el trabajo. Lo que
propone Dumeige se puede aplicar sin mayores inconvenientes en la Lectio Divina,
desde la preparación del corazón, memoria, imaginación, sentidos y aplicación a la vida
cristiana posterior.
2
introducirse en la oración, estar un tiempo prudencial dialogando con Dios, un mínimo
de media hora. Acostumbrados a la oración de petición o acción de gracias, les cuesta
mucho entrar en ese diálogo orante con Dios, encuentran muchas dificultades, desde no
estar acostumbrados al silencio y la oración, al considerarla a veces como una pérdida
de tiempo, etc. Muchas veces también su problema pasa por no tener la suficiente
disposición para la oración, por lo cual les cuesta dejar de lado todo aquello no
relacionado con la oración y por tanto con Dios, sacar de su mente pensamientos,
preocupaciones, que les distraen del encuentro con Dios. Todo eso se logra con
paciencia, adquiriendo un hábito, siguiendo un esquema y una vez que se adquirió el
hábito de la oración, esta se realiza de manera más fácil y natural.
El segundo límite del trabajo, está en el hecho de que este no busca ser un
trabajo exhaustivo de investigación en el tema de la relación entre la teología ignaciana
y las orientaciones principales del Concilio Vaticano II y entre los ejercicios y la
oración. En este sentido hay muchísimo por hacer al respecto. Sólo se busca presentar
el problema y procurar una posible solución al respecto. En ese contexto queda bien
delimitado el trabajo a realizar.
4
CAPÍTULO PRIMERO
1.1. Relación entre la teología del Concilio Vaticano II, los ejercicios y
la evangelización
Aquí como fue dicho en la introducción, nos basaremos en Paolo Molinari S.J8.
En primer lugar el autor presenta la diferencia entre la teología que existía en la Iglesia
anterior al Concilio y el pensamiento, así como la mentalidad del hombre posmoderno,
el cual prefiere y busca lo concreto, existencial, vital, personal, lo que le sirve aquí y
ahora; lo demás lo descarta. El pensamiento posmoderno no quiere consideraciones de
índole abstracta y esencialista, siente necesidad de abrazar todo cuanto tiene
importancia práctica y personal. La realidad desafía a la evangelización, que debe
llevar a las personas a la misión.
Por otro lado, los teólogos de la Iglesia y los fieles orientados por ellos, se
habían centrado en el campo teológico dogmático en cada uno de los temas tratados por
la teología. En los años anteriores al Concilio, estas orientaciones y acentuaciones de la
teología fueron cambiando, en la teología moral, espiritual, eclesial y cristológica, entre
otros. Esto se puso de relieve en las consideraciones que han salido de los distintos
textos de los documentos conciliares. La misma predilección por lo concreto, práctico,
vital y personal, empezó a aparecer en los teólogos, y no sólo en el hombre moderno.
Un ejemplo: la insistencia en la unidad de la teología moral y la espiritual, constituye un
claro indicio de intentar descender la teología a la vida. Se sintió vivamente la necesidad
de descubrir las implicaciones prácticas del dogma en la vida espiritual.
8
Ibid. 4-16.
5
doctrina del Concilio en los ejercicios, para que no se los considere superados ni
inoperantes. De esa manera el Concilio ayudará a su renovación, especialmente a los
que los dirigen, para que sean más acordes a la vida de los que los realizan, y la nueva
vida de la Iglesia. Según el autor, en las principales orientaciones conciliares, están
vivamente expresadas la estructura esencial y el lógico desarrollo de los ejercicios. Las
orientaciones contenidas, en germen, necesitan, ser desarrolladas y encuentran en los
ejercicios los puntos naturales de inserción.
1.2 Ideas más destacadas del Vaticano II y su relación con los ejercicios
Aquí Molinari intentará mostrar las ideas más salientes, según su parecer, que
fundamentan y animan los textos conciliares, las cuales a su vez están estrechamente
relacionadas con el desarrollo de los ejercicios. Pone en primer lugar el concepto
conciliar de historia de salvación, teniendo en cuenta el designio salvífico y universal de
Dios, en L.G 2.
El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y,
mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el
hombre, y para que le ayuden en la prosecución obtención del fin para el que es criado cual fue
creado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas cuanto le ayudan para su fin, y
tanto debe quitarse dellas cuanto para ello le impiden El hombre debe hacer uso de ellas cuanto
le ayuden para su fin y no hacer uso de las cosas que le impiden conseguir su fin10.
La relación del Concilio con los ejercicios de San Ignacio, está en el tema de
principio y fundamento, en el número 23. Para San Ignacio esto es principio, ya que en
este numeral están resumidas las conclusiones, puntos, que luego irá desarrollando y es
fundamento porque en ese principio está todo el edificio de la vida espiritual.
9
Ibid. 7-8.
10
C. de DALMASES, Ignacio de Loyola Ejercicios Espirituales, Santander, España, 19903, p. 57 (en
adelante ILEE).
6
1.2.1 Relación personal con Cristo y Sagrada Escritura
El Concilio, al centrar su atención en la persona de Cristo, Verbo encarnado y Redentor,
que habiendo resucitado después de morir en la cruz por los hombres, apareció constituido para
siempre como Señor, como Cristo y como Sacerdote (cf. Act 2, 36; Heb 5, 6; 7, 17-21), y
derramó en sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (cf. Act 2, 33) [LG 5§2], ha
subrayado con energía la orientación cristocéntrica que la vida humana debe tener, si quiere
encontrar su justificación 11.
El Concilio ha recalcado con fuerza la relación personal de cada uno con Cristo,
como esencia de toda vida cristiana. Busca intensificar y profundizar la religiosidad de
quienes intentan vivir su fe y muestra así el sentido último de la vida humana, aún a
quienes no conozcan a Cristo, pero, a pesar de ello, sólo en Él pueden hallar la razón de
su existencia. Aquí se muestra evidente la relación esencial entre la enseñanza conciliar
y una de las columnas fundamentales de los ejercicios, los cuales desde la primera
meditación, con el coloquio con el Cristo crucificado, quieren poner al cristiano en
contacto con Él. A través de una asidua contemplación de los misterios de su vida, el
vínculo afectivo conducirá al ejercitante a una convivencia con Cristo y participación
cada vez más intensa de su designio y misión. Esa contemplación sólo la logrará en la
oración, donde la persona orante buscará ese encuentro con Cristo, para intensificar y
13
Ibid. 90-92; 143.
14
Ibid. 92-93; 144.
15
Ibid. 97; 145-6.
16
Ibid. 97; 146-7.
17
Ibid. 104; 147.
18
Ibid. 104; 147-8.
19
Ibid. 119-20.
20
Ibid. 121-123.
21
Ibid. 123; 155-6.
22
Ibid. 123; 156-7.
23
Ibid. 124; 157.
24
Ibid. 142-164.
8
como resucitado, hasta la ascensión. Estas son las referencias a la vida de Cristo que
aparecen en los ejercicios y a las que se refería Molinari.
Volviendo al texto, esta relación personal con Cristo, que según el P. Molinari
ha de buscar el orante, debe tener lugar y desarrollarse en un asiduo contacto con la
Sagrada Escritura, ya que con la lectura y meditación de la Palabra de Dios se puede
llegar a conocer íntimamente la figura de Cristo, para encontrarse y aficionarse a Él.
Aquí hay un profundo vínculo entre la temática de los ejercicios y las orientaciones del
Concilio. Las mismas destacan la insistente recomendación del estudio y amor a la
Sagrada Escritura, el Concilio hasta le dedicó una constitución. El desarrollo de la
ciencia escriturística y los estudios bíblicos, buscan poner al cristiano en un contacto
mayor con las fuentes genuinas de la espiritualidad cristiana, lo cual puede contribuir a
darle a los ejercicios un carácter vivo y vitalizante, que San Ignacio pretendía tuvieran,
para orientar constantemente la atención del ejercitante hacia la persona y obra de
Cristo. Es útil y necesaria la invitación del Concilio a un conocimiento cada vez mayor
de la Sagrada Escritura y un estudio asiduo de la misma, adquiriendo con ella una
verdadera familiaridad. Esta no puede ser sólo el fruto de una asidua lectura y diligente
estudio, sino la necesaria meditación con la que se aprende la supereminente ciencia de
Cristo (Fil 3, 8). Es justamente ese contacto vital con la Palabra de Dios, dónde bajo la
acción del Espíritu Santo, se consigue penetrar en el íntimo significado de lo que Cristo
ha enseñado a los discípulos. En este contacto de espíritu de oración, se siente
interiormente la voz del Maestro, y gradualmente se aprenden y conviven sus caminos y
pensamientos. En los ejercicios, las contemplaciones de los misterios de la vida de
Cristo, tienen esta característica de amoroso estudio del Señor, realizado con los libros
sagrados en la mano y bajo la luz del Espíritu Santo, humildemente conseguida en la
oración contemplativa, dentro de una atmósfera de recogimiento interior y exterior.
9
Respecto al capítulo VI se utilizarán dos artículos, el primero del P. Ángel
Aparicio Rodríguez cmf, “Importancia de la Sagrada Escritura” 25, y el otro del
Cardenal Carlo María Martini S.J, “La centralidad de la Palabra de Dios en la vida de
la Iglesia”26.
Quien ha recibido la Palabra de Dios tiene que empezar a buscar a Dios; no puede
hacer otra cosa. La Palabra de Dios, cuanto más clara y profunda se nos muestra, tanto más
profundo es nuestro deseo de conocer en modo perfectamente claro la profundidad insondable
de Cristo. Con el don de su Palabra Dios nos anima a buscar un conocimiento cada vez más rico
y un don cada vez más maravilloso. No quiere falsas satisfacciones. Cuanto más recibimos,
tanto más tenemos que buscarlo, y cuanto más lo buscamos, tanto más recibimos de él 27.
Estas eran palabras de Bonhoeffer, citadas por el autor. Sólo así la Sagrada
Escritura ayuda a descubrir el verdadero rostro de Dios Padre, que no cesa de recurrir al
hombre como si no pudiese vivir sin él. Qué importante y decisivo es transmitir ese
mensaje a los demás. Tanto el proemio, como el numeral 2, que se refieren al hecho de
la revelación, donde Dios mismo se comunica a los hombres, se da a conocer,
simplemente porque Él lo dispuso, DV 2. A su vez el proemio nos dice que la
revelación debe suscitar en el receptor una actitud de escucha a la Palabra de Dios que
se le revela y a su vez de obediencia, citando así 1 Jn 1, 2-3. Dios que se revela, se
manifiesta en palabras que deben ser escuchadas y en la historia de cada uno,
transformándola en historia de salvación, donde Él se hace presente y salva al hombre.
La revelación es más que un lenguaje doctrinal, frío y abstracto. Dios se manifiesta para
comunicarse con todas las personas, hablar con total amistad, con un inefable e
indescriptible amor. Les quiere mostrar cuanto los ama y lo que quiere para ellos y este
mensaje debe ser transmitido, no por obligación, sino porque de verdad las personas lo
quieren transmitir con sus vidas, para que todos los demás, lo puedan experimentar
25
A. A RODRIGUEZ, Importancia de la Sagrada Escritura, <http://www.itvr.org/Nuevo-
articulo,118#.WDswVtLhDIU>, [consulta: 2 de diciembre de 2016]. P. 8-16.
26
C.M. MARTINI, La centralidad de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia,
<https://lectioapuntes.wordpress.com/2010/09/17/centralidad-de-la-palabra-de-dios-en-la-vida-de-la-
iglesia/> [consulta: 2 de diciembre de 2016]. P. 3-6.
27
A. A RODRIGUEZ, Importancia de la Sagrada Escritura, 8.
10
como ellos. Como dice el final del proemio, <<para que todo el mundo la escuche y
crea, creyendo espere, y esperando ame>>28. Haciendo referencia a una cita de San
Agustín, en De catechizandis rudibus, aludiendo a 1Cor 13,13, <<donde la caridad debe
ser el fin de cuanto uno diga, que cuando hable a otro, de cómo Dios se le da a conocer,
la persona a la que uno se dirige, al escuchar crea, creyendo espere y esperando
ame>>29. El texto se encuentra en la parte primera, al final de, el amor de Dios y su
venida, correspondencia al amor de Dios.
Como citas patrísticas fueron recordados Jerónimo, Agustín y a otros muchos siguiendo
a H. De Lubac. San Jerónimo decía <<Comemos su carne y bebemos su sangre no sólo en el
sacramento, sino también leyendo las escrituras>>. Según San Máximo de Turín, <<este es el
alimento que da vida eterna, y aparta de nosotros las asechanzas de la tentación diabólica. Que
leer la Escritura es vida lo atestigua el Señor cuando dice: `Las palabras que os he dicho son
espíritu y vida`>>. San Ignacio de Antioquía escribe a los fieles de Filadelfia: <<Refugiándose
en el evangelio como en la carne de Cristo>> (V, 1). San Agustín habla de las dos mesas. Y
finalizó diciendo: <<Es manifiesto que en la Misa las lecturas de la Eucaristía están unidas al
Sacrificio Eucarístico>>. Es decir, la veneración «objetiva» de la Iglesia es una buena razón
que, recogiendo la tradición eclesial, tributa a la Escritura el mismo honor que tributa la Iglesia
al Cuerpo de Cristo. De este modo, el texto conciliar va más allá que el Kempis: no separa sino
que habla de una sola mesa y de un solo pan. La Escritura no sólo es luz, también es alimento 30.
28
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, 19994, Buenos Aires, 99.
29
Agustín, De catechizandis rudibus, 4 7 (11), Trad. José Oroz Reta,
<http://www.augustinus.it/spagnolo/catechesi_cristiana/index2.htm> [consulta 2 de diciembre de 2016].
30
A. A RODRIGUEZ, Importancia de la Sagrada Escritura, 10.
11
Uno podría preguntarse, es entonces la Palabra de Dios sacramento. Por un lado
están las palabras consecratorias, y por el otro su función kerygmática, que hace
referencia a la persona de Cristo, y el anuncio del mensaje. La veneración de la Palabra
de Dios, que habla el Concilio, no es en semejanza con la veneración que se realiza de
la Eucaristía, son distintas y las dos son válidas. La Palabra de Dios es sacramento,
como signo eficaz de la presencia de Dios en medio de los hombres, está realmente
presente en su Palabra. La Palabra de Dios, al igual que la Eucaristía, se debe partir y
repartir a los fieles que creen en ella, que creen que realmente Dios está presente en ella,
como también lo está en la Eucaristía. La Palabra de Dios es mucho más que la
preparación para la Eucaristía en la misa.
12
en el capítulo a veces refiriéndose más a la Eucaristía y en otras a la Palabra, donde
ambos temas están en la primer parte del discurso, versículos 35-50, primero como
Palabra que se revela y luego como alimento eucarístico. Los versículos 51-58, se
refieren netamente al tema eucarístico.
En primer lugar Rodríguez quiere recalcar lo que dice el numeral 22, <<como la
Palabra de Dios debe estar siempre disponible, la Iglesia procura con solicitud maternal,
que se redacten traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos
originales de los libros sagrados>>33. También este es un ámbito sumamente adecuado
para que los traductores católicos trabajen con hermanos de otras confesiones cristianas,
como dice el final de este numeral. Los exegetas y teólogos interrogan el texto con la
mirada presente en los cristianos de hoy día. Del numeral 23 destaca, <<la Iglesia,
instruida por el Espíritu Santo, se esfuerza por conseguir cada día una inteligencia cada
31
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, 110.
32
A. A RODRIGUEZ, Importancia de la Sagrada Escritura, 11.
33
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, 117.
34
Ibid.
35
Ibid. 118.
35
Ibid. 118.
36
Ibid.
13
vez más profunda de la Sagrada Escritura, para alimentar incesantemente a sus hijos con
las divinas enseñanzas>>34. El numeral 24 rescata que <<el estudio de las páginas
sagradas ha de ser como el alma de la teología>> 35, basándose aquí en el texto de la
encíclica Providentissimus Deus, de León XIII. <<También el ministerio de la Palabra,
esto es, la predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en la que es
conveniente que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente
y se vigoriza santamente con la misma palabra de la Escritura>> 36. Por último destaca
en el numeral 25 la recomendación de la DV sobre la lectura espiritual, orante, para
llegar así al sagrado texto a través de la lectura espiritual. Recordemos que la lectura de
la Sagrada Escritura debe ir acompañada por la oración, para que se pueda entablar un
diálogo entre Dios y el hombre, ya que como dice San Ambrosio, “a Él hablamos
cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas”, De officiis
ministrorum, I, 20, 88: PL 16 50.
Respecto a los aportes del Cardenal Martini, este quiere recalcar en primer
lugar un principio fundamental en la DV 21, <<es conveniente, que toda predicación
eclesiástica, así como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura y se
rija por ella. >>37. Luego destaca en el numeral 22 la aplicación de este principio a las
traducciones en las lenguas modernas y en el 23, la necesidad del estudio profundo de
los textos por parte de los exegetas Subraya en el numeral 24 la importancia de la
Sagrada Escritura, como el alma de la teología. En el numeral 25 quiere destacar la
recomendación de la lectura de la Biblia a todos los fieles, en base a la expresión de San
Jerónimo <<Ignorar las Escrituras, es ignorar a Cristo>> 38. El tema de la lectura orante
y la lectura de la Sagrada Escritura deben ir acompañadas por la oración, para así
permitir el coloquio entre Dios y el ser humano.
Se trata, pues, de una lectura que podríamos llamar “espiritual”. Hecha bajo el impulso
del Espíritu Santo, gracias al cual “toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñar,
convencer, corregir y formar en la justicia” (2Tim 3, 16). Y una lectura que se deja guiar por
aquel Espíritu de verdad que guía “a la verdad toda entera” (Jn 16, 13) y que “escruta todas las
34
35
36
37
Ibid. 116.
38
Ibid. 118.
14
cosas, incluso las profundidades de Dios” (1Cor 2, 10). Quiere, ser pues, una lectura hecha en la
Iglesia, en el surco de la gran tradición eclesiástica, en el cuadro de todas las verdades de fe y en
comunión con los pastores de la Iglesia39.
En este subtítulo, fue usado el esquema que utilizan los autores, Molinari,
Rodríguez y Martini.
Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no por sus obras sino por un designio y
gracia divinos, y justificados en el Señor Jesús por el Bautismo de la fe, han sido hechos
verdaderos hijos de Dios y partícipes de la naturaleza divina y, por lo mismo realmente santos.
Por consiguiente les es necesario, con la ayuda de Dios, conservar esa santidad que recibieron y
perfeccionarla en su vida, [LG 40 §1]41.
La meditación de las dos Banderas 43, va del 136 al 147. El autor quiere resaltar
en el (146) donde Cristo envía y buscar servirlo especialmente en pobreza y humildad,
y en el (147) pedirle a María poder estar bajo la bandera de Cristo, pelear por Él y
servirlo, para que Él nos elija y reciba en su ejército, tal como lo hizo ella.
42
EEVII, 87-89.
43
Ibid. 99-103.
16
cumplir la voluntad de Dios, busca servir y alabar a su divina majestad, hacer aquello
que lo mueva al mejor servicio de Dios.
Los tres grados de humildad44, están en los numerales 165-7. En el primer grado,
es necesario (165) humillarse para obedecer la ley de Dios. El segundo grado es más
perfecto (166) se refiere a la indiferencia ignaciana, no tener más honor que deshonor,
riqueza que pobreza, tener más vida larga que corta, etc. El tercer grado de humildad es
el más perfecto (167) incluye las dos anteriores, busca la alabanza y gloria de su divina
majestad, imitando a Cristo.
El Concilio luego de haber subrayado la unidad que existe entre todos los que
son de Cristo, ha indicado claramente los mil aspectos de la única santidad cristiana, que
46
EEVII, 11.
18
al ser cultivada en diversos géneros de vida y oficios, se diversifica tomando formas
diferentes, cf. LG 41.
19
declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis Humanae, y por último una serie de
mensajes a los gobernantes, hombres del pensamiento y de la ciencia, artistas, mujeres,
trabajadores, a todos los que sufren y a los jóvenes.
Los decretos suponen, desarrollan y concretan las constituciones, son más que
simples aplicaciones disciplinares de la doctrina de las constituciones, ya que ellos
mismos contienen elementos doctrinales que prolongan y determinan perspectivas más
amplias de las constituciones.
48
Tema 2 Documentos del concilio Vaticano II, < http://es.catholic.net/op/articulos/48282/cat/931/tema-
2-documentos-del-concilio-vaticano-ii.html>, [consulta 10 de diciembre de 2016].
49
EEVII, 13-16.
20
aquellos deberes propios de su estado y misión personal. Así se santificará, viviendo
plenamente en Cristo, como miembro del Cuerpo místico, como persona donde Cristo
mismo vive aquello que él como miembro vive y pone a disposición total de la Cabeza.
50
EEVII, 14.
21
Es una equilibrada visión escatológica de la vida cristiana la que tiene en cuenta
tanto sus esperanzas y aspiraciones, como sus amarguras y dificultades, la que estimula
a un compromiso activo, que pone como contribución todos los talentos que Dios le ha
regalado a las personas, para que se cumplan así la función que el Padre les ha asignado
en el mundo. Según su vocación específica, la cual hace que los bienes terrestres, sean
por los hombres, consagrados e instaurados en Cristo. Esta visión por un lado impide
una visión demasiado optimista de la existencia, destierra el pesimismo deprimente y
acristiano de quien no es capaz de descubrir la presencia vivificante de Dios en cada
persona y en la realidad que la circunda.
La tensión con que la Iglesia y cada uno de sus miembros, aspira a la plenitud de
la vida, eleva por consiguiente el pensamiento a lo que será la vida de la Jerusalén
celestial y hace comprender la importancia de la acción litúrgica por excelencia, el
sacrificio eucarístico con el que la Iglesia peregrina, se une a la celeste. Anticipa así la
participación en el sacrificio de alabanza que Cristo ofrecerá eternamente al Padre,
como Cabeza de toda la humanidad en Él recapitulada. Este es el fin último de los
ejercicios, conducir a los hombres: Dar a Dios, aquí en la tierra y luego en el cielo, la
mayor gloria.
22
Hasta aquí las afirmaciones de Molinari sobre las orientaciones y contenido del
Vaticano II en relación con los ejercicios espirituales, realizadas en el primer Congreso
Internacional de Ejercicios Espirituales en Loyola agosto de 1966.
CAPÍTULO SEGUNDO
Los aportes sobre este tópico, serán recogidos del TEMA XI del libro51, basado
en el análisis de Gervais Dumeige S.J y la discusión del tema. Para este autor, los
ejercicios son una excelente escuela de oración personal, un factor indispensable para
alcanzar la madurez cristiana. La oración debe impregnar e inspirar la vida diaria del
ejercitante. La oración y el método, buscan la entrega de la persona con todas sus
potencias, toda la persona impregnada e inspirada por Cristo. Al considerar a la
oración, como el método, se busca mayor disponibilidad y entrega de la persona con
todas sus potencias. Se descubrirá en la oración una personalización creciente, que
conduce al orante a vivir de manera peculiar el Misterio de Salvación. El método
ignaciano es la experiencia personal del Misterio de Salvación revelado, esto es algo
que se sabe, pero en la práctica está olvidado. No son los ejercicios una lección de
teología espiritual, ni un ciclo de lecciones bíblicas, ni un acondicionamiento
psicológico. Simplemente el ejercitante realiza ejercicios, <<donde se dispone buscando
la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se comunique con su alma devota,
51
EEVII, 487-527.
23
abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle
en adelante>>52 (15§3-4). Cada fase en el desarrollo de los ejercicios, provoca y reclama
la entrega del que los hace, viviendo así esta experiencia interior, ya que lo que importa
es la reflexión personal. El que los dirige no puede interferir en la acción de Dios, que
favorece la reacción personal de quien los realiza ante el Misterio de Salvación,
actualizado en él.
52
ILEE, 48.
53
Ibid. 75.
54
Ibid. 135.
24
presencia de Dios, para que pueda hablar con él, reconozca, acepte amorosa y
activamente la voluntad divina y experimente así como Dios le ama y él debe
corresponderle. El sentido de la trascendencia divina se sobreentiende suficientemente
en los ejercicios, con lo cual no es necesario insistir en ella. Se busca ayudar al hombre
a ser más disponible, dócil, a la acción libre y liberadora del Creador en su creatura. Se
intenta que la persona, pida a Dios la gracia de la rectitud en sus acciones, de forma de
hablar con Dios ofreciéndose a Él, logrando el descubrimiento cotidiano de la presencia
de Dios en su vida. La quinta anotación dice que a quien ora mucho le aprovecha entrar
en ellos con gran ánimo y liberalidad con su Creador y Señor, ofreciéndole todo su
querer y libertad, para cumplir su santa voluntad 55. No sabe con precisión que espera
Dios de él, pero puede presentir que si se entrega totalmente a Dios, Él le va a conceder
lo mejor para quien ora. Esta entrega es todavía misteriosa y no personalizada, de a
poco se va desterrando el temor y la angustia, admitiendo vitalmente que Dios es más
grande que su corazón. Es bueno y ventajoso para el ejercitante reconocer la
trascendente bondad del Creador y Señor.
55
Ibid 45.
56
Ibid 135.
57
Ibid.
25
voluntad reformada, reordenada, purificada, por la Pasión de Cristo, que encuentra en
<<el amor y la gracia>> (234 §5)58, la fuerza de adherirse con su <<Rey eterno y Señor
Universal>> (97)59 y a la voluntad del Padre. Todo esto gracias a la larga y purificante
experiencia que el hombre ha hecho de Dios que le salva y ama. En la entrega de todas
sus posibilidades, haciendo cuanto dependía de él. Quien realiza los ejercicios ha podido
alcanzar una conciencia personal del Misterio de Salvación.
58
Ibid.
59
Ibid. 88-9.
60
Ibid. 89.
61
EEVII, 508.
26
espontaneidad; no puede revestirse de ellos como quien se pone un vestido. Se
considera una intromisión tratar de producir los sentimientos de la oración, si uno no los
experimenta espontáneamente. Lo que sí se puede hacer es conducir al ejercitante, de
modo que se despierten en él los sentimientos religiosos.
27
provecho espiritual, se detiene y mora. Lo que importa es interiorizar, personalizar,
gustar una verdad, porque ahí es dónde Dios habla. No se busca tanto el saber
intelectual sino pasar del saber al sabor; la inteligencia simplifica y se hace más capaz
de Dios. Como facultad contemplativa, ella penetra el designio redentor, al mismo
tiempo que es penetrada por Él.
Esta oración personal es del hombre como un todo donde importa el cuerpo, las
actitudes y posiciones, que pueden favorecer o no una conversación o espiritualización
de todas sus potencias, facultades del alma. La memoria y la voluntad llevan a la
conciencia del pecado. En primer lugar corrupción del género humano (51 §2)65, en
segundo lugar Dios les dijo que no comieran del fruto del árbol de la ciencia del bien y
el mal y tentados comieron (51 §3-§5)66 y por último por un pecado mortal se va al
infierno (52)67. Mostrando la gravedad del pecado y malicia contra el creador y Señor.
San Ignacio, habla también de otras potencias, como los deseos, donde aparece el
dinamismo de la psicología y la espiritualidad. Marcado en el <<solamente deseando y
eligiendo lo que más>> (23§7)68, el magis característico de San Ignacio, con la tensión
hacia una constante superación. Los deseos orientan al hombre, movilizan su impulso
interior, actividad y afecciones.
Una de las acepciones de San Agustín, de cogitatio 70, como sinónimo de cor,
corazón, es la de algo de lo que la persona tiene que desapegarse, purificar cualquier
anhelo desordenado de las cosas temporales, desapego voluntario que Dumeige vincula
a las afecciones de la voluntad, de las que habla San Ignacio en los ejercicios. San
Agustín habla de cor, como de lo interior del hombre, o el hombre interior y del
lenguaje interior, lo que el hombre se dice a si mismo. En ese sentido le habla a su hijo
Adeodato, en el diálogo De Magistro, vinculado a las expresiones hombre interior, Ef 3,
16, y templo interior, 1 Cor 3, 16, de San Pablo. Esta es una de las expresiones que San
Agustín toma de la Escritura.
Las dos oraciones son importantes, tanto la personal, subjetiva y privada, como
la comunitaria, objetiva y pública. Se destaca como fecunda la tensión entre ambas. El
ser llamado a orar en común no puede hacer descuidar a la persona de entrar en su
69
Ibid. 71.
70
< http://www.patristique.org/sites/patristique.org/IMG/pdf/61_vii_4_02.pdf>, pag. 356, [consulta 17 de
diciembre de 2016].
30
aposento para orar al Padre en secreto, SC 12 71. La plena eficacia del Misterio será
alcanzada cuando los fieles vayan a la Liturgia, con el corazón rectamente dispuesto,
para poder cooperar con la gracia de lo alto, SC 1172. Hay complementariedad entre
Liturgia y oración personal. La oración personal, prepara la tierra, el corazón, para que
reciba la Palabra de Dios, quien la escucha, de manera que esta última no pase por alto
para la persona, sino que la transforme. Es necesario meditar la Palabra, antes de ser
proclamada, para poder asimilarla mejor. La DV 25 nos recuerda que la oración debe ir
a la par con la lectura de la Sagrada Escritura, de manera de poder entablar un diálogo
entre Dios y el hombre, tanto antes como después de la proclamación de la Palabra de
Dios. Se impone la oración personal, como complemento a la escucha o proclamación
de la Palabra de Dios en la Liturgia. El sentido universal de la salvación, manifestado en
algunas contemplaciones ignacianas, es el mundo entero que la Santísima Trinidad
contempla para salvarlo (102, 107§2)73. El sentido apostólico es la idea de misión a
favor de los demás que anima las dos Banderas (137)74, (145-6)75. La Contemplación
para alcanzar amor, orienta hacia una visión del mundo en Dios y en Cristo (234 §1-2,
235 §1-2, 236-7§1)76. El actuar como miembro del Cuerpo de Cristo, exige tener <<el
sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener>> (352) 77. El sentido de
hacer ahondar esta visión en el alma del orante, es para que viviendo en la Iglesia y por
ella, vaya al mundo y actúe en él, Reglas para sentir con la Iglesia (353-70)78.
71
CONCILIO VATICANO II, 130.
72
Ibid. 129.
73
ILEE., 90-1.
74
Ibid. 99.
75
Ibid. 100-1.
76
Ibid. 134-5.
77
Ibid. 180.
78
Ibid. 180-5.
31
que el hombre tiene que identificarse con Dios en Cristo, para hallarse mejor con los
otros, también en Cristo y en Dios. Esta identificación con los demás, esta en función de
las relaciones con Dios.
32
La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la
fuente de donde mana toda su fuerza. … 11. Mas, para asegurar esta plena eficacia, es necesario
que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma
en consonancia con su voz, y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. … 12.
Con todo, la participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el
cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al
Padre en secreto (cf. Mt 6,6). … pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa que, “recibida la
ofrenda de la vida espiritual, haga de nosotros mismos una ofrenda eterna para sí” [SC 10-
12]79.
Aquí el Concilio resuelve la aparente contradicción entre la oración personal
privada y la litúrgica.
En los libros sagrados el Padre que está en los cielos sale amorosamente al
encuentro de sus hijos y conversa con ellos. Es tan grande la fuerza y el poder que hay
en la Palabra de Dios, que es sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para los
hijos de la Iglesia, alimento del alma, fuente pura y permanente de vida espiritual (DV
21)80.
79
CONCILIO VATICANO II, 129-30.
80
CONCILIO VATICANO II, 116.
33
El silencio es la condición para esta oración personalizada. La palabra no
aparece específicamente en los ejercicios, pero estos se refieren mucho a él. En el
silencio se afirma la agudeza espiritual para descubrir la voluntad de Dios, no sólo para
la determinación de estado, o determinaciones más concretas, cómo obrar de acuerdo a
lo que Dios quiere, desde lo que cada persona es y en las continuas elecciones
cotidianas. ¿Cómo saber discernir el buen o mal espíritu que mueve a cada persona?
Para el autor es necesario centrarse en Dios y darle toda la atención posible. Es muy
posible que la oración en el silencio sea muy dificultosa, en especial para las personas
que tienen pavor a la soledad, pero esta oración silenciosa, más allá que me encuentre
desolado o aburrido, delante de Dios y por Él, es un homenaje a Dios. Este tiempo que
no pasa, aparentemente sin frutos, se lo ofrezco igual, en forma gratuita, encontrando en
esta oración el acatamiento ignaciano, (39 §4)81 y (114 §2)82. En el primer caso de
reverencia y honor a Creador, y en el segundo presentarse a la Sagrada Familia, con
toda la reverencia y acatamiento posibles, con el respeto profundo que experimenta un
hombre cuando está sobrecogido por una presencia, la Presencia que evocan los salmos
al hablar de in conspectu Domini, desprendiéndose uno de sí mismo aceptando ser
modelado por Dios.
Jesucristo nos ha dado ejemplo de oración solitaria antes de elegir a los doce, Lc
6, 12-13. Luego de la multiplicación de los panes, Jn 6, 15. Luego de curar a la suegra
de Pedro, a los enfermos y endemoniados, Lc 4, 42. La agonía en Getsemaní, Mc 14,
35.39. La soledad con Dios, no es encerrarse en una pequeña torre, desde la cual mirar
al pobre mundo, sino que es la adquisición de una fuerza interior, no humana, pero que
sin ella no podría el hombre ir provechosamente a los demás. En un segundo momento
la oración silenciosa y solitaria, tiene un efecto comunitario y apostólico. Pablo VI le
escribió una carta al Cardenal Cushing, diciéndole que en el retiro <<“el alma a solas
con Dios, se dispone generosamente al encuentro con Él y ser maravillosamente
fortalecida e iluminada por Él”, y que este “retiro no es el lugar para introducir
innovaciones comunitarias, que, buenas en sí mismas, podrían reducir su eficacia”83>>.
81
ILLE, 64.
82
Ibid. 93.
83
LESI, 510.
34
completa y responsable, si quiere desarrollar lo que quiere ser, lo que Dios quiere para
ella. La oración ignaciana, no importando las dificultades, le ofrece a cada uno aquello
que lo situará ante Dios y en Él, y le hará ser él mismo con mayor plenitud. Hechos y
personas, se insertarán mejor en el lugar que les corresponde dentro del Misterio
Redentor y con sus propios talentos.
Esa hora entera de oración que pide San Ignacio, es para que el alma se sacie
plenamente, de manera que <<el ánimo quede harto en pensar que ha estado una hora
entera en el ejercicio>>, (12 §2)88. Eso habría que trasladarlo a la vida ordinaria, donde
también hace falta tiempo para buscar a Dios y hallarlo.
San Ignacio resume las demás condiciones de la oración en las <<adiciones para
mejor hacer los ejercicios y para mejor hallar lo que desea>> 73 89, que pueden
trasladarse en cierto modo a la vida ordinaria, con fruto notable para el progreso en la
oración. La experiencia atestigua cuan fecunda es la fidelidad a las adiciones ignacianas
y de gran valor psicológico. Por medio de ellas se facilita la entrega de todo el hombre a
la disponibilidad divina.
Los ejercicios son una existencialización del Misterio pascual, una metanoia en
el sentido bíblico más amplio. Debe realizarse en cada oración y en cada parte de los
ejercicios, colocando a la persona primero en actitud de humildad, que es apertura a la
gracia y generosidad total. Desde esa actitud, debe trabajar perseverantemente
<<andando siempre a buscar lo que quiero>> (76 §1) 90, sin mudar la disposición del
alma a encontrar lo que quiere, ni la disposición corporal, dejando que el Espíritu le
lleve adelante adentrándole en el misterio de Cristo. El discernimiento de espíritu ayuda
a seguir mejor la acción de Dios en el alma. Esa transformación sublime, integrada en la
persona y por tanto luego en la vida ordinaria le llevará a buscar y hallar bajo la acción
del Espíritu, “lo que quiere”, que es esencialmente lo que Dios quiere.
Los que han practicado bien la oración, según San Ignacio, encuentran después
gran facilidad para llevar una vida interior sobrenatural, encontrando fácilmente a Dios
en las actividades cotidianas.
En los ejercicios se reconocen hasta nueve modos distintos de orar, pero todos
tienen en común la comunicación con Dios. Según sea el modo de esta comunicación, la
oración podría ser vocal, mental y también aquella que se aprende con la experiencia,
90
Ibid. 80.
37
dinámica. Esta última es el fruto de una oración personalizante, por la que el misterio
divino queda integrado en cada persona. Para lograr esta divinización en la vida activa,
antes debe existir una personalización cristiana, por medio de la oración formal donde
se asimila a Dios.
Todos los fieles cristianos se santificarán cada día más, en las condiciones, trabajos o
circunstancias de su vida, y precisamente por medio de todo eso, si reciben todo de la mano del
Padre celestial con fe y cooperan con la voluntad divina, manifestando a todos, incluso en el
mismo servicio temporal, la caridad con que Dios amó al mundo [LG 41 §7]91.
También nos enseña el Señor cómo debemos formular nuestra oración. “No seáis
habladores, como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar, porque vuestro
Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis” (Mt 6, 7-8). Por otra
parte, en el capítulo 7, Jesús nos recomienda la perseverancia en la oración “Pedid y se os dará;
buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” (Mt 7,7). Seguidamente, San Mateo nos habla de la
ley de la caridad, como si la experiencia de haber encontrado al Padre nos hiciera ver
simultáneamente la verdad de que los hombres son nuestros hermanos. Así es como San Mateo
presenta la trascendencia comunitaria de la oración personal privada; es una solución muy
sencilla y, ciertamente, la que nos recomienda el que es el Hijo por excelencia 93.
92
LESI, 522.
93
Ibid. 523.
39
vez acción y contemplación o contemplación en la acción. Este género de vida es el que
enseña a las personas que buscan vivir su fe. Entre la variedad de normas que da en sus
ejercicios, se destaca <<andando siempre a buscar lo que quiero>> (76 §1) 94, y una vez
hallado, allí se reposa. Para el autor, todo está en buscar, hallar y reposar. En esta época
de ruido, los orantes sienten palpablemente que el hombre tiene necesidad de esa
comunicación directa con Dios, anhelando esa oración personal, y saliendo con
verdadero espíritu de oración que continua en sus vidas. Una vez lograda esa
comunicación directa con Dios, no hay peligro que la persona se encierre en el egoísmo.
Es imposible poseer a Cristo y no entregarse a los demás, el camino es de Cristo a la
comunidad, teniendo a Cristo, se ve mejor como Él se refleja en los demás. Tal
experiencia interior ha de ser compartida. La oración interior desafía a la
evangelización y conduce a la misión.
A la luz de la fe nutrida con la lectura divina, pueden buscar cuidadosamente las señales
de la voluntad divina y los impulsos de su gracia en los varios aconteceres de la vida, y hacerse,
con ello, más dóciles cada día para su misión recibida en el Espíritu Santo. … Para cumplir con
fidelidad su ministerio, gusten cordialmente el coloquio divino con Cristo, el Señor, en la visita
y el culto personal de la sagrada Eucaristía; practiquen gustosos el retiro espiritual y aprecien en
mucho la dirección espiritual [PO 18§2-3)]95.
94
ILLE 80.
95
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, 364-5.
40
CONCLUSIÓN
41
Servirlo, poniendo todas sus fuerzas en cumplir su voluntad. Sin esa triple función y
sobre todo el compromiso del cristiano, de que realmente fue creado para ello y debe
ordenar su vida para ese cometido. Difícilmente pueda vivir cristianamente su vida, un
creyente, si ese no es su principio y fundamento. En esta triple función aparece sin duda
la espiritualidad cristiana, al poner a Dios en el centro. Desde ahí ser evangelizador,
llevarlo a Él a los demás.
LG 2 pone a Cristo como centro y razón del plan salvífico del Padre, Él actúa en
el hombre en razón de Cristo. La Iglesia debe reconocer siempre eso, poniendo a Cristo
como centro de su vida. La triple función de creación, elevación y salvación de la
Iglesia, están en función de Cristo. La Iglesia también está y estuvo desde siempre en el
centro del pensamiento del Padre, ya prefigurada y elegida por medio del Pueblo de
Israel, los reúne a todos en torno a Cristo, y a través suyo con el Padre.
Tanto el Concilio como San Ignacio en los ejercicios, recalcan de una manera
muy fuerte la relación que debe tener cada cristiano con Cristo. Esa relación personal,
debe ser absolutamente primordial en su vida. Él debe ser la razón de su vida, su motor,
así lo debe experimentar cada creyente. A eso se refiere San Ignacio en las distintas
meditaciones, esa experiencia personal de encuentro con Cristo. Eso es lo que debe
cambiar la vida de la persona de oración, que luego intenta elevar a la vida cotidiana, lo
experimentado en la oración, haciendo de su vida una continua oración. De modo que
la oración impulse al creyente a la misión.
42
los católicos, el estudio de la misma, y hacerla más accesible a las distintas realidades.
Esa misma relevancia se ve también en los ejercicios ignacianos donde el santo resalta
con insistencia la necesidad de rezar con la Escritura al lado, como lo hacía él. Eso se ve
al insistir en la experiencia con Dios a través de su palabra. Buscando a través de la
lectura de la Palabra, y su meditación, que el ejercitante tenga la experiencia personal de
Dios. Creo que aún queda muchísimo por hacer. Al no tener ese encuentro con Dios a
través de su Palabra, por supuesto les va a resultar, a los católicos, muy difícil la
oración, y lograr desarrollar una espiritualidad. Es necesario también que en las
celebraciones litúrgicas, se promueva a los fieles el acercarse y alimentarse de la mesa
de la Palabra, tan necesaria, como la Eucaristía. Eso sin duda ayudará a los fieles que
deseen acercarse a la Palabra de Dios, a familiarizarse con ella, fomentando así la
escucha atenta de lo que Dios quiere decirle a través de su palabra, y asumir el
compromiso de ponerla por obra. De esa forma la persona se va familiarizando, leyendo
las lecturas que correspondan a la misa, antes de la misma, para que Dios vaya actuando
en su corazón y luego de la misma, con los frutos que le haya dejado en su alma. Por
último la DV 25 advierte sobre algo que desgraciadamente se sigue dando, y con
frecuencia. Los mensajeros de la Palabra de Dios, se vuelven predicadores vacíos,
superfluos, al no escuchar en su interior el mensaje que deben transmitir a los que se les
ha confiado. Hay que buscar mecanismos para familiarizar a los fieles con la Palabra de
Dios. El método de la Lectio Divina, adaptado a las distintas realidades, podría ser de
utilidad, así lo creemos por experiencia. El problema es tratar de adaptar una
herramienta en una determinada circunstancia, para utilizarla en otra realidad distinta,
por eso la necesidad de inculturarla, y adaptarla a la nueva realidad.
43
con Cristo. Tanto las orientaciones del Concilio como los ejercicios, se complementen
el uno al otro, al buscar el mismo fin. Esa complementariedad no es algo puesto a la
fuerza por Molinari, sino que de verdad se da, como hemos intentado demostrar.
Ante la dificultad que presenta el silencio, que de por sí, no siempre es fácil
lograr el silencio interior, pero con un poco de hábito, se logra. Allí se encuentra mejor
a Dios, como ya fue dicho, para llevarlo, manifestarlo, darlo a conocer mejor a los
demás. Lo más importante en la oración, y muy especialmente en los ejercicios, es
centrarse en Dios. La oración comunitaria, con los demás, es muy buena y necesaria,
pero debe ser complementada con la oración privada. Las actividades solidarias son
buenas en sí mismas, pero desde la fe, tienen otro sentido, mucho más pleno.
45
En referencia a la vida cotidiana luego de la oración, para hacerla vida, es algo
que ha quedado bastante recalcado. La oración dinámica es muy importante, para que se
pueda transmitir, lo vivido en la oración con Dios. No debe quedar sólo en un momento
de la vida de la persona, ni siquiera en una hora o dos de las 24 que tiene el día, sino que
se tiene que reconocer en los actos, pensamientos y sentimientos de la persona, dejando
que Dios actúe cada vez más en ella. Con el tiempo, adquiriendo la oración como
hábito, se va logrando espontaneidad, sale de la persona de manera normal, notándose
que es realmente una actividad espiritual. También se da en algunos casos, donde la
persona no es naturalmente espiritual, eso es normal, que va forjando la espiritualidad
en su vida, aunque le cueste.
En segundo lugar la relación existente entre lo que dicen los textos conciliares y
lo que dice San Ignacio en los ejercicios. El poder leer los ejercicios a la luz del
Vaticano II, y por tanto realizarlos siguiendo la teología conciliar, así como leer el
46
Vaticano II desde la perspectiva ignaciana. En ese sentido ambos se complementan en
forma recíproca, y tienen para aportar el uno al otro.
La originalidad del trabajo pasa sobre todo por el tema de presentar el Concilio y
los ejercicios ignacianos muy relacionados entre sí. También el hecho de proponer un
método de oración, que puede servir para muchas personas que quieran orar,
pudiéndose adaptar a las distintas edades y culturas, así como presentar el problema de
la necesidad de la oración en los católicos prácticos. El acento sobre la dimensión
eclesial de la vida humana en Cristo, es ciertamente una de las características que
dominan en los textos conciliares.
47
BIBLIOGRAFÍA
DALMASES, Cándido de, Ignacio de Loyola Ejercicios Espirituales, Edit. Sal Terrae,
Santander, España, 19903.
ESPINOZA, Clemente, Los ejercicios de San Ignacio a la luz del Vaticano II, B.A.C,
1968.
<http://www.itvr.org/http-www-itvr-org-Fallece-P-Angel-Aparicio-
CMF#.WEhx9tLhDIU> [consulta 1 de diciembre de 2016].
48
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN.............................................................................................1
CAPÍTULO PRIMERO.........................................................................................5
1.1. Relación entre la teología del Concilio Vaticano II, los ejercicios y la
evangelización............................................................................................................5
1.2 Ideas más destacadas del Vaticano II y su relación con los ejercicios.....6
CAPÍTULO SEGUNDO.....................................................................................24
CONCLUSIÓN................................................................................................43
BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................50
ÍNDICE............................................................................................................51
49