Está en la página 1de 303

EL CABALLERIZO

271

descuartice si quiere, que me mande quemar, que me


dé tormento, que no estoy dispuesto a tomar esposa,
ni para mí, ni para vosotros. En otras palabras, que
quiero seguir siendo hombre y no ciervo.
GIANNICO.-Señor, un ciervo no es exactamente
un cabrón.
CABALLERIZO.-Tú cállate.
GIANNICO.-Perdón.
CONDE. Está bien. Le diremos al señor tu testa
rudez. Y si nos encarga que te saquemos esas ideas de
la cabeza, tendremos que hacerlo.
CABALLERO.-Siempre has sido un animal y si de
mí dependiese te trataría como te mereces.
CONDE. Dejadlo, que ya se arrepentirá, el des
graciado.
CABALLERIZO.-Yo soy tan hombre de bien en mi
clase como podáis serlo vos en la vuestra y hacéis mal
en tratarme de ese modo.
CABALLERO.-En lo que hacemos mal es en no
daros lo que os merecéis.
CONDE.-Tómalo como quieras, pero si el señor
nos lo manda, te aseguro que o te casas o dejas la piel
en ello. Vamos a palacio, Caballero.
CABALLERO.-Vamos, Conde.
CABALLERIZO.-¿Por qué tiene que pasarme esto
a mí? ¡Maldita sea mi suerte! Pues no me caso; por
Dios bendito, que no me caso. Vosotros decís que sí y
yo que no. ¿Quién viene ahí? Ah, sí; el pedagogo
pedante.

ESCENA IV

CABALLERIZO y PEDANTE

CABALLERIZO.-No os había conocido. ¿A dónde


vais?
PEDANTE.-Cogitabam, es decir, pensaba en la
innata bondad del dominatore, protectore y monarca

También podría gustarte