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Investigación literaria
05 de mayo de 2022
Objetivo general
Objetivos particulares
4. Analizar la novela como un discurso literario cuyos fines van más allá de lo
estéticos.
Urías 2
Justificación
Los detectives salvajes tiene la particularidad de conectar fácilmente con los lectores
jóvenes, sobre todo si se trata de lectores cuyas pretensiones son las de ser escritor, tal es mi
caso. El motivo inicial por el cual me gustó la obra de Roberto Bolaño fue su actualidad. Sin
embargo, así como nos presenta los arquetipos del intelectual latinoamericano, con el cual uno
Las vanguardias fueron durante el siglo xx aquellas quienes cuestionaron desde los
rincones del arte la solidez de los grandes relatos que habían guiado el rumbo de la modernidad.
Si bien las propuestas vanguardistas tuvieron triunfos (uno de ellos fue, por mencionar alguno, el
haber explorado horizontes en los que antes nadie se había ni atrevido ni imaginado explorar),
Roberto Bolaño formó parte de la vanguardia literaria más rebeldes y más revolucionarias
fuertemente por el movimiento contracultural de los años sesentas. Sin embargo, tal y como el
autor expondrá en Los detectives salvajes, no solo los anhelos de la vanguardia fracasaron, sino
también los de toda una generación. Si bien han pasado solo veintitrés años desde la publicación
de la novela, el tema que se expone no deja de ser actual. La pertinencia de este estudio tiene que
ver con la poca distancia que existe entre los problemas socioculturales que Roberto Bolaño
señala en su visión del México de los 70’s y los que actualmente existen (siendo estos, en
realidad, problemas que devienen de los del pasado de nuestra nación). Los aportes que traiga
también tendrán un impacto académico, pues si bien abundan los estudios sobre el tema del
fracaso en Los detectives salvajes, no existen análisis crítico que demuestre la relevancia de
la literatura mexicana porque, a pesar del problema de identidad que surge tras su lectura
(Roberto Bolaño nunca aceptó que su literatura tuviese una nacionalidad), hizo que la crítica
volviera su mirada hacia una vanguardia literaria cuya vida o se desconocía o poco se recordaba.
Esto implicó, como es natural, una revaloración del infrarrealismo. Su impacto ha sido, como
ocasionalmente suele suceder en la historia del arte, anacrónico. Fue, de hecho, gracias a la
publicación de Los detectives salvajes que volvió a surgir interés por esta vanguardia literaria.
Sin embargo, lo que ahora importa es ver que hay detrás del infrarrealismo, el por qué tantos
poetas o tuvieron que dejar de escribir o tuvieron que hacerlo de forma distinta a la que la
La viabilidad del proyecto se sustenta principalmente en las herramientas que nos brinda
la bibliografía para poder dar respuesta a nuestra hipótesis. El material existente sobre la
principal que enfrenta la investigación es la poca cantidad de estudios que existen sobre la fecha
31 de enero de Los detectives salvajes. Si bien es cierto que hay en abundancia estudios que
mayoría, de manera general. No es ningún misterio que Los detectives salvajes es una obra que
delimitar qué sucesos son verídicos y cuales no debido a la muerte de la temprana muerte del
autor y de los miembros más activos del infrarrealismo. Y a pesar de que la bibliografía
consultada puede guiar a la investigación por un buen camino, resulta complicado identificar qué
Marco teórico
introducción, Lyotard escribe que su objeto es estudiar las condiciones del saber en sociedades
desarrolladas, siendo esta condición la que designa con el término de posmodernidad. A grandes
rasgos, el autor define la posmodernidad como “el estado de la cultura después de las
transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las
artes a partir del siglo XIX.” (Lyotard, La condición posmoderna, 4). La ciencia rehúye de los
relatos. Y, aun así, la ciencia debe a legitimarse a través de la búsqueda de la verdad para
mantener su propio estatuto. Son modernas las ciencias que se basan en los grandes relatos. Lo
posmoderno, por otro lado, es la incredulidad y el desencanto con respecto a los metarrelatos.
responde a las críticas sobre la posmodernidad y amplía el concepto. Lo formula dentro de los
siguientes términos:
medio de la conversión de las almas vía el relato crístico del amor mártir.
Existe una marcada diferencia de los metarrelatos y los mitos: aunque ambos legitimen
fundacional, mientras que el metarrelato lo hace desde el futuro que se ha de producir (30). Esta
idea futura se valida, a su vez, por su valor universal. Para Lyotard, estos relatos modernos no se
han olvidado, sino destruido, y el punto de quiebre se da en Auschwitz. En este sentido, señala el
autor: “¿cómo pueden seguir siendo creables los grandes relatos de legitimación?” (31). Es en
este punto que Lyotard aclara que esto no significa que se hayan terminado dichos relatos, sino
más bien ha dado paso a millares de historias que continúan el entramado de sus antecesoras; en
otras palabras, los grandes relatos de la modernidad se han fragmentado. Uno de los relatos
decir, el ser humano como amo de la naturaleza (32). Las consecuencias, sin embargo, es la
desestabilización de esta misma. Respecto a lo que se entiende por naturaleza, hay que abarcar
movimiento emancipador, pues, significaba que ese tercero terminara incorporándose a nosotros,
la vanguardia emancipadora. Para ello, naturalmente, el nosotros debe elaborar un duelo por
unanimidad, el luto por ese algo perdido que Lyotard llama “la humanidad libre” (38). Para
explicar el proceso de duelo, Lyotard recurre a Freud: “consiste en recuperarse por la pérdida de
un objeto amado volviendo la investidura […] del objeto perdido sobre el sujeto, de ellos sobre
universal, partiendo del supuesto de que en algún momento la hemos perdido, pero que
narcisismo secundario, pero también la del trabajo sobre el duelo, no tanto del objeto perdido,
sino también la: “del sujeto a quien le había sido prometido aquel horizonte” (39). Para el autor
francés, el siglo xx invalidó cada uno de los relatos emancipadores. Sin embargo, aunque hayan
resultado inviables, queda aún el gran relato de la decadencia de los metarrelatos, que algunos
positiva, pero también connota capacidad de realización: “El interrogante indica que este
proyecto exigirá fuerza y competencia para ser sostenido, y que tal vez nos falten.” (39).
Toma como pretexto la siguiente objeción: “En todas partes se nos exige que acabemos
con la experimentación en las artes y en otros dominios. He leído a un historiador del arte que
celebra y defiende los realismos y milita en favor del surgimiento de una nueva subjetividad.”
(11). La exigencia de acabar con las experimentaciones artísticas y que vuelva a haber un
(expresión subjetiva) tiene como fin restablecer un orden; se desea la unidad, la identidad, la
seguridad y lo popular (14). Ante estas exigencias, el novelista y el pintor deben cuestionarse por
las reglas de la escritura y la pintura legadas por sus antepasados y no caer en el conformismo de
masa. Sin embargo, aquellos artistas que ponen entre dicho las reglas del arte serán culpados por
los aficionados y no tendrán garantizado un público, pues haber contradicho las “buenas reglas”
del arte desacredita su credibilidad (16). Para Lyotard, el realismo no es sino una nostalgia, evita
cada que puede la realidad del arte y tiende a caer en un punto medio entre el academicismo y lo
estético, es decir, juzgar a la obra según las reglas establecidas. El academicista, explica Lyotard,
“impone criterios a priori que seleccionan de una vez para siempre cuáles han de ser las obras y
cuál el público” (17). Por su parte, cuando la crítica viene del capital, la solución es el arte
transvanguardista, un arte que pone fin a las subjetividades de las vanguardias. Lyotard ve este
eclecticismo como el estado actual de la cultura, el estado de relajamiento, dando como resultado
obras kitsch. Este “realismo del dinero” desplaza los criterios estéticos y complace tanto al
ensayos sobre el individualismo contemporáneo (1983), Gilles Lipovetsky aporta a los estudios
de la posmodernidad nuevos puntos de vista en torno al arte. El nuevo arte, la nueva cultura, el
nuevo saber incitan a que recapacitemos lo que queda del pasado, lo nuevo reclama memoria
“una hipótesis global que describe el paso lento y complejo a un nuevo tipo de sociedad, de
cultura y de individuo que nace del propio seno y en la prolongación de la era moderna” (80) y
que intenta “establecer el contenido del modernismo, su árbol genealógico y sus funciones
históricas principales, aprehender el cambio de rumbo del pensamiento que poco a poco se ha
producido en el curso del siglo xx en beneficio de una preeminencia cada vez más acusada de los
El capitalismo del siglo xx se caracterizó por una crisis cultural, cimentada en las
Entre 1880 y 1930, el modernismo se busca en una escritura que se separe por completo de las
representaciones clásicas. Las obras de arte del pasado hacían aportaciones y derogaban ciertos
cánones, pero no fue sino hasta la aparición de las vanguardias artísticas que el cambio se
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convirtió en revolución pues, lejos de conformarse con innovaciones estilísticas y tratar temas no
tratados, rompen con la continuidad del pasado, instaurando obras totalmente nuevas. La
paradoja, sin embargo, es la invención perpetua; las obras de vanguardia pasan a formar parte de
Actualmente el motor de las vanguardias artísticas está acabado o, por lo menos, no han
David Bell, en la que la negación del pasado ha perdido su poder creativo, dando como resultado
una reproducción de las obras del primer tercio del siglo xx (82). El objetivo de la revolución era
contra la burguesía, contra sus normas y valores. Sin embargo, en los años veinte, fue el
consumo en masa de los Estados Unidos quien difundió el hedonismo y no la minoría artística en
La otra voz. Poesía y fin de siglo (1990) es un ensayo de Octavio Paz que continúa
algunas ideas sobre el arte contemporáneo aparecidas en Hijos de limo (1972). En voz del autor,
poesía, como han dicho algunos, sino de una tradición poética que se inició con
crespúsculo con las vanguardias de nuestro siglo. Otro arte amanecerá (Paz, La
La visión que Octavio Paz tiene sobre la poesía de fin de siglo es la de una dicotomía. Se
trata de una poesía que niega la herencia legada por los movimientos poéticos modernos del
romanticismo (31). Pero, para entender el arte del siglo XXI, es necesario saber exactamente qué
es la modernidad. Su nacimiento está determinado por una actitud crítica ante la religión, la
filosofía, la moral, el derecho, la historia, la economía y la política (32). Octavio Paz señala
como decisivo el siglo XVIII en la Modernidad, pues de sus utopías y reformas sociales fueron la
fuente de inspiración de las grandes revoluciones de los siglos posteriores (33). De estos dos
aspectos, fueron las utopías quienes envejecieron mal. La otra cara de la crítica es la utopía, pues
solo quien ha demolido críticamente su pasado puede ser inventor de utopías. Es por eso que la
postmodernidad es, en esencia, igual que la modernidad, solo que ahora, apunta Paz, la crítica
girará en torno a las utopías que nuestros antepasados erigieron a partir de los antiguos cánones
que ellos derribaron (32). De la naturaleza de las utopías, Octavio Paz escribe:
Las utopías son los sueños de la razón. Sueños activos que se transforman en
característico de la Edad Moderna. Cada época se identifica con una visión del
el lugar privilegiado que tiene el futuro para nosotros. El pasado no es mejor que
abandonado sino un territorio que debemos colonizar, una ciudad que hay que
construir. (34)
Modernidad es polémica y filial. Fue el hijo rebelde de la Edad Crítica. Aquel quien criticó la
razón crítica. Octavio Paz concibe el romanticismo como “la gran negación de la Modernidad tal
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como había sido concebida por el siglo XVIII y por la razón crítica, utópica y revolucionaria.
Pero es una negación moderna, quiero decir: una negación dentro de la Modernidad.” (35). Las
la ironía. El autor define el primer aspecto como “la visión del universo como un sistema de
correspondencias y la visión del lenguaje como el doble del universo” (35) y fue heredada
indirectamente del neoplatonismo del renacimiento. La ironía aparece como aquello que incide
en el abanico de semejanzas que la analogía encuentra entre dos o más cosas; es, por lo tanto, su
contraparte (36).
Modernidad se puede situar en el siglo XIX, pues ya las ideas creadas en el siglo XVIII se habían
convertido en principios por casi todos países europeos y algunos americanos (37). La etapa de
crisis inició por un profundo malestar a finales del mismo siglo que afectó a las instituciones
generalizada ante las ideas y valores fundadas al inicio de la Edad Moderna (38). El cambio de
menciona: “Aunque la aventura humana […] prosigue en la nueva poesía, los interlocutores han
cambiado. La antigua naturaleza desaparece […] en su lugar, la ciudad abstracta y […] la terrible
novedad de las máquinas. Cambio de realidad: cambio de mitologías” (42). En épocas pasadas el
hombre hablaba, o creía que hablaba, con el universo, ya sea como interlocutor, ya sea como
espejo de este. Aquellos rasgos místicos del interlocutor místico se han evaporado junto con el
advenimiento del nuevo siglo. Esta revolución estética significa el “fin de las representaciones
que pretenden dar la ilusión de realidad” (44). Esta nueva estética que caracterizó a la etapa de la
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crisis de la Modernidad no solo niega la tradición, sino que la metamorfosea. No fue sustituir los
cánones por los de otras culturas o regiones del mundo, sino la búsqueda de nuevas bellezas.
La estética del cambio, sin embargo, llegó a su fin junto con el del siglo xx y el síntoma
que anuncia la enfermedad es la pérdida del poder de negación y metamorfosis, pues “desde hace
años sus negaciones son repeticiones rituales, fórmulas sus rebeldías, ceremonias sus
transgresiones” (51). Esto no quiere decir que sea la muerte definitiva del arte, sino la del fin del
arte moderno.
Casi una década después, Zygmunt Bauman publica La modernidad líquida (1999), en
donde revisa la posmodernidad desde otra óptica. Bauman describe la etapa actual de la era
moderna con la metáfora de “liquidez”, es decir, que no se ata ni al espacio ni está anclada al
tiempo (puesto que ningún fluido conserva su forma durante mucho tiempo); lo que importa para
la modernidad es el flujo del tiempo, pues es ella, y no tanto lo espacial, lo que dicta sus cambios
(Bauman, La modernidad líquida, 8). Derretir los sólidos, expresión acuñada en el Manifiesto
estancada la sociedad del siglo xix, una sociedad que se resistía a los cambios del espíritu
moderno (9). Pero esta intención solo se podía lograr a través de “la ‘profanación de lo sagrado’:
sino la de crear nuevos y mejores sólidos (9). Los tiempos modernos encontraron a los sólidos de
los tiempos premodernos en un estado deplorable. Aquellos sólidos que actualmente se están
derritiendo son “los vínculos entre las elecciones individuales, y los proyectos y acciones
colectivas” (9-10). Ulrich Beck denomina a este aspecto como “instituciones zombies” por estar
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“muertas y todavía vivas”. La modernidad nos hizo escapar de los viejos moldes, pero aquellos
quienes no se habitúen a los nuevos, se les censura y reprende. Al respecto, Bauman dice: “los
individuos debían dedicarse a la tarea de usar su nueva libertad para encontrar un nicho
premodernidad en pos de formas que no sucumbiesen ante las adversidades del cambio; para
ello, se ha tenido también que terminar con las elecciones individuales y las acciones colectivas.
Zygmunt Bauman distingue libertad como “deshacerse de las ataduras que impiden o
resistencias de ningún tipo que impidan los movimientos deseados” (21). Bauman retoma a
partir del acto del deseo: es decir que nuestra percepción del mundo “real” es creada a partir de la
indiferencia de la realidad a nuestras pretensiones (21-22). Nos sentimos libres solo cuando
nuestra imaginación no exceda ni nuestra capacidad de actuar ni nuestros verdaderos deseos. Hay
capacidad de acción, a lo que Bauman denominó como “libertad subjetiva” y “libertad objetiva”,
actuar de manera razonable; mientras que la subjetiva tiende a manipular las intenciones de tal
manera de que nunca pongamos a prueba ni conozcamos nuestra verdadera capacidad de actuar.
absoluto; que las personas puedan estar satisfechas de lo que les toca, aunque diste
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Existen dos maneras de ver la libertad: la primera duda que “la gente común” esté
preparada para ella y la segunda expresa que la gente duda sobre los beneficios que las libertades
disponibles les puedan redituar (22-24). La primera respuesta se trata de una combinación entre
la compasión por “la gente” engañada y sin oportunidad de alcanzar la libertad, y el desprecio
contra las “masas” que no quieren asumir las responsabilidades de la libertad. La segunda
de felicidad, sino que acarrea la desdicha. Esta postura presupone que la ausencia de
restricciones o normas sociales harían de la vida infeliz y brutal (24-25). Uno de sus partidarios,
Émile Durkheim postuló que la norma —“medida sobre la base promedio, o lo más común, y
sostenida sobre la base de severas sanciones punitivas”— (25) es quien en libera al ser humano
de la esclavitud más horrorosa (refiriéndose no tanto a una esclavitud que resida en una presión
externa, sino desde dentro, “en la naturaleza presocial o asocial del hombre”. Es esta postura por
la que Bauman se inclina, puesto que no concibe una libertad en contra de la sociedad; aquellos
quienes se rebelan contra las normas, cuando no terminan convirtiéndose en bestias, terminan
padeciendo en la agonía de la indecisión y la incertidumbre. Las normas sociales nos evitan esta
agonía, pues, gracias a los patrones de comportamiento inculcados, el ser humano sabe cómo
actuar en la mayoría de los casos y “rara vez enfrentan una situación que no esté señalizada, en la
que deben de tomar decisiones bajo la propia responsabilidad sin el tranquilizador conocimiento
contra portada de su libro Fils (1977). Se trata de un breve texto escrito por el autor cuya
confiado el lenguaje de una aventura a la aventura del lenguaje” (Faix, “La autoficción como
teoría y su uso práctico en la enseñanza universitaria de la literatura”, 129). Otra definición que
Serge Dubrovsky birnda es la siguiente: “Una forma de escritura que presenta una historia
objeto de su relato, no dudando en involucrar hasta su nombre para proponer un pacto de lectura
que imite los principios del pacto autobiográfico, al mismo tiempo que los subvierte”.
Uno de los textos principales que aborda teóricamente el tema de la autoficción fue El
pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción (2007) escrito por el crítico literario
caracterizan por presentarse como novelas, es decir como ficción, y al mismo tiempo tienen una
embargo, redefine el concepto: “La autoficción pretende romper los esquemas receptivos del
lector (o al menos hacerle vacilar), al proponerle un tipo de lectura ambigua: si por una parte
parece anunciarle un pacto novelesco, por otra, la identidad de autor, narrador y personaje le
Para Manuel Alberca, la autoficción funciona gracias a la ambigüedad entre autor y personaje,
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como una autobiografía. Por lo contrario, el autor presenta lo “real” como una simulación. El
“yo” es usado como un recurso retórico. La autoficción es un género que deviene del fenómeno
ficción personal (14). Manuel Alberca propone tres tipos de autoficciones en el siguiente cuadro:
(15)
construida entre lo real y lo ficticio. Es más próximo a la autobiografía, sobre todo, al subgénero
autoficción marcada por lo ficticio y lo irreal. Es decir, son novelas donde los elementos
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ficcionales son más fuertes que los autobiográficos, siendo estos últimos simplemente datos que
dan pie a la ficción. Son, naturalmente, más cercanas a la novela. En el centro del cuadro se
encuentra lo que se podría denominar como “la autoficción pura”. En muchas ocasiones, este
tipo de autoficciones son presentadas como novelas por el peritexto (portada, contraportada,
reseñas) son orientadas más a un plano autobiográfico o referencial. Otro aspecto esencial de la
manera:
La autoficción es, pues, un género donde se pone entre dicho las fronteras de la novela y
como la correlación entre la voz narradora y el autor (Alcaraz León, "El lector ante la
autoficción", 64). Además, existía un compromiso de fidelidad de parte del autor en cuanto a lo
narrado. El pacto ficcional, por su parte, no funciona como un relato para ser creído, sino para
ser imaginado (65). Más allá sobre si lo narrado es falso o verdadero, la diferencia entre el pacto
ficción o como autobiografía, todo depende del pacto que el autor o la autora elija. Es en esta
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la vez.
posiciones. Una de ellas concibe la autoficción como una narración donde se alternan el pacto
autobiográfico y ficcional, denominado a veces por los teóricos de la ficción como “patchwork”
o “mezcla” (66). Dorrit Cohn en The Distinction of Fiction (1999) comenta que la autoficción
solo puede asumirse dentro de uno de los dos pactos. A pesar de que el texto pueda oscilar entre
ambos pactos, el lector terminará por posicionar a uno de los dos como el principal. Philippe
Gasparini menciona que, aunque leamos una autoficción como la mezcla de ambos pactos, el
lector terminará tomando una decisión en la cual se mantendrá (aunque, a medida que avance la
lectura, pueda cambiar de opinión) (69-70). Arnaud Schmitt se oponen a esta idea, mencionan
que la autoficción nace con el fin de mezclar ambos pactos, siendo imposible una lectura que
separe alguno de los dos (67). En este sentido, se puede observar cierto parentesco con la teoría
Existe una alternativa para comprender la autoficción como un acto del habla indirecto en
el que el autor espera que el lector forme creencias acerca de su vida, a la vez que también desea
que imagine lo narrado, o que se sienta dentro del marco del pacto ficcional (68). La cuestión, sin
embargo, no es tan sencilla. Schmitt niega que un segmento textual pueda leerse
acto de imaginar son distintas, pero ambas orientan al sujeto a experimentar el contenido del
objeto. El modo en que procesamos la información nos imposibilita para poder asumir ambos
pactos en la lectura. Entonces, la naturaleza de la autoficción tiene que ver más con las
inferencias que el lector asevera (71). Se trata de cómo el lector percibe la obra. Si se toma el
texto se presenta como una autobiografía y por alguna razón el lector encuentra rasgos
ficcionales, se le acusaría al autor de cometer una falta (72). De esta forma, la autoficción no
tendría el mismo sentido si, como hemos visto en otras posturas, el lector escoge definitivamente
un tipo de pacto.
autoficción con el concepto de “ver-como”. El ver-como se refiere a los fenómenos en los cuales
ejemplo clásico de esto es la figura pato-conejo, la cual puede ser vista o como pato o como
conejo sin que alterar físicamente el dibujo. Sin embargo, se trata de dos experiencias
excluyentes, es decir, que no se puede ver el conejo si estamos viendo el pato. En este sentido,
sus características dos posturas contradictorias; por lo que propone la siguiente hipótesis: “que la
lectora que intentara leer el texto guiada por ambas intenciones se vería abocada a
comprensión de la obra.” (75). La autora ejemplifica de la siguiente manera. Una persona insulta
a otra. Al finalizar el insulto, le dice al interlocutor que todo era una broma. Ante esto solo habría
dos respuestas: considerar que una de las dos intenciones es la dominante o quedarse estupefacto
(76). Entonces, podemos asumir que la autoficción, de un modo más general: “tiene que ver con
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el modo en el que distintos actos de habla pueden interactuar y, en particular, con el hecho de
que algunos actos de habla no pueden, por las condiciones pragmáticas que movilizan, realizarse
simultáneamente” (76). Cabría solamente preguntarse qué acto del habla es el dominante dentro
de la autofición.
sujeto, cuya transformación comenzó en el siglo XX (Alberca, “¡Éste (no) soy yo? Identidad y
autoficción”, 89). En relación con lo anterior, la identidad del autor dejó de ser vista como la
esencia del texto, y, en cambio, comenzó a vérsele como una figura o representación entre el
protagonista y su autor, o, dicho de una forma general, como una transfiguración literaria. El
origen de la autoficción es no menos ambiguo que su naturaleza, puesto que surge en medio de
“la muerte del autor” en los años sesenta y la proliferación de autobiografías en los años setenta.
género, así como, en el caso específico de España, una respuesta al “final del franquismo, con el
políticas”. Dicho de otra forma, la autoficción no se puede entender sin el marco cultural en el
que se inscribe, la postmodernidad, la cual cuestionó los fundamentos del sujeto moderno, como
aquél.” (90). Por último, cabe señalar dos dogmas que caracterizaron a la sociedad: el relativismo
extremo y el escepticismo. Manuel Alberca apunta que, si bien fueron vistos en un principio
como dogmas que iban a permitir la apertura y tolerancia social, el desprestigio de la verdad, la
a la homogenización de los diferentes puntos de vista, en una apoteósica confusión según la cual
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todo es lo mismo y cualquier producto cultural vale por igual” (90). Verdad y mentira se
disuelven en la confusión
tratarse de una yo autobiográfico, puesto que la identidad del autor en el pacto autobiográfico
pide ser valorada y los lectores exigen de él total veracidad de los hechos (90). Por su parte,
tampoco puede tratarse de un yo novelesco, pues el autor ha dejado demasiadas pistas de su vida
que impiden la desconexión total entre autor y texto. El yo autobiográfico conoce sus límites,
juega con las posibilidades que el género brinda al rehuir del compromiso autobiográfico, a tal
punto que el yo autoficcional o puede identificarse o distanciarse del autor (91). La naturaleza de
a autofición, por lo tanto, no solo afecta al contenido ni a la lectura de una novela, sino también
al enunciador, “al yo que dice ‘yo’”. En la autoficción, la identidad del yo narrativo y el autor es
tan transparente que pasa desapercibido. La estrategia de la impenetrabilidad del texto es porque
hace explícita la identidad del autor. Al respecto, Enrique Vila-Matas menciona lo siguiente:
“Después de todo me dedico a las ficciones y sobre todo a las autoficciones y gracias a ellas me
enmascaro día tras día. En realidad, no escribo para conocerme a mí mismo sino para
esconderme cada vez más. Y si firmo con ese nombre que me han dicho que es el mío es […]
porque […] no hay mejor pseudónimo o forma de ocultarse que firmar con el nombre propio.”
este yo. El lector deberá saber que el yo autoficcional es múltiple y está en constante movimiento
entre lo real y lo irreal (92). En el yo autoficcional se evade el filtro de “lo real”, dando rienda
suelta a las múltiples posibilidades identitarias del yo. Este aspecto, aunque se presente como una
libertad absoluta, es, en realidad, la limitación de este tipo de novelas, señala Manuel Albercas.
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pública (100).
autodefensa o camuflaje. Ante una sociedad hostil, el individuo se protege asumiendo los papeles
sociales de forma teatral: ser otro para los demás, sin dejar de ser uno para sí mismo” (Alberca,
logrado a través de imágenes de sí mismos, las cuales están construidas a través de estrategias
retóricas y múltiples recursos (Giordano, "Autoficción: entre literatura y vida", 3). Se tratan de
procesos que ponen en juego la esfera pública tanto como la privada y son de carácter inter y
transubjetivas. Esto quiere decir que “los escritores se autorepresentan para otros, desde Otros, es
decir, según las posibilidades de cada época, conforme a los imaginarios sociales que definen en
Las inclinaciones íntimas, en la mayoría de los casos, se manifiestan entre líneas, debido
a la incapacidad del escritor de dominarlas, esto, porque detrás de ellas se ocultan deseos
olvidados o desconocidos (4). Entonces, las imágenes en las cuales el autor pretendía
Las experiencias íntimas son otro aspecto que conforma toda escritura del yo (memorias,
testimonios, autobiografías, etcétera). Lo íntimo, en este caso, no es entendido como una realidad
substancial, sino como una realidad conjetural; es decir, todo lo certero que corresponde al yo
aparece de forma disimulada (5). Lo íntimo tiene que ver con la distancia que impide la
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identificación. Este aspecto convierte cualquier acto autobiográfico en ajeno. Los gestos
En las escrituras del yo se intenta conjugar lo literario y la vida. La vida tiene la función
de palabra-maná (es decir, una palabra cuyo significante es ajeno a las necesidades críticas) (8).
autor, vida es “el acontecimiento impersonal de potencias anómalas que fuerzan y descomponen
Las intenciones que llevan al autor a una escritura confesional, dice María Zambrano,
(10). Para Zambrano, la confesión es el encuentro más cercano que existe entre vida y verdad. A
la confesión se contrapone la novela autobiográfica, pues la filósofa la señala como una falta
grave de parte del artista. Si el autor decide objetivarse estéticamente a sí mismo, decanta por el
narcisismo. El arte, por el contrario, tiene que ser la salvación del narcisismo.
De la autoficción, se tiene que decir que lo que más importar son las inclinaciones que
llevaron al autor a componer una obra que expresa su carácter subjetivo, más que saber si el
relato es testimonial o ficticio (12). Así como puede haber casos en los que la autoficción funja
como una crítica a los vicios del relato autobiográfico, también puede otros que funcionen como
autoficción, encontraremos siempre propuestas de denuncia o crítica, del tipo social y filosófica;
confesional (Evangelista, 21). El discurso literario del autor recrea su realidad, y, mediante el
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personaje, deposita su voz oculta, su confidencia. El lector, por lo tanto, asume el papel de
hay engaño, pues, según María Di Gerónimo, pues la ficción surge desde “La incapacidad del
autor-narrador de comprender y explicar la situación compleja que le toca vivir desde las leyes
de la lógica, es por eso que quizá acercándonos a su poética podamos intentar develar el enigma”
Juan José Arreola, en una entrevista con Emanuel Carballo, nos da su visión sobre la vida
y la ficción:
Las vivencias son de dos órdenes: las que están tomadas de nosotros mismos,
La autoficción invita al lector, pues, no solo a presenciar los rasgos autobiográficos, sino
profundo que funciona como “un vínculo ontológico de nuestro ser con los otros seres y con el
ser».” (Castillo Merlo, “La noción de mímesis en la filosofía de Ricoeur”, 65). La ambivalencia
entre lo ficticio y lo autobiográfico se conjugan en un solo horizonte que sobre pasa los
En su tesis doctoral, Susana Arroyo Redondo explica los dos ejes temáticos más
recurrentes de la autoficción:
los grandes motivos biográficos de las aetates hominis (los tópicos personales
de la niñez o algún momento clave del crecimiento como la adolescencia o la adultez, pues
“funcionan como un reclamo de las vivencias arquetípicas del ser humano” (209). Las
experiencias concretas del autor suponen un marco referencial en el cual el lector puede llegar a
sentirse identificado. Entonces, la verosimilitud se crea a partir de las concordancias que el lector
encuentra entre el mundo textual y la realidad extraliteraria (210). La autoficción, sin embargo,
se despreocupa por recrear minuciosamente una etapa histórica, como sí lo haría un género de
no-ficción. Por otra parte, aquellas anécdotas triviales o sentimientos del pasado permiten que el
mediante recursos narrativos o temáticos hacia una senda ficticia. Por ejemplo, resulta
historia se inscribe (210). El autor les da más importancia a las experiencias concretas que saber
las fechas, los lugares o las circunstancias. Estos motivos cotidianos deslindados de referencias
dar por sentada la lectura como material de ficción. Las fechas, los lugares y, en general, todo
tipo de referencia contextual, facilitan la verosimilitud, pues “tienen una cualidad semántica
estable capaz de anclar dicho texto a un punto referencial fijo, como si de una cita pedagógica se
tratara” (211). La autoficción desdeña la rigurosidad de la no-ficción y decanta por las vagas
la deformación de hechos históricos o la manipulación de la realidad (212). Con esto, no solo nos
consecuencias, etcétera. Dichos mecanismos irán rompiendo el anclaje del lector con el pacto
autobiográfico.
Las autoficciones más próximas a la autobiografía “harán primar los contenidos vitales,
las descripciones detalladas sobre los escenarios de la infancia, la importancia familiar, las
primeras indagaciones eróticas o el espacio del colegio como mundo formativo” (213), mientras
que la autoficción orientadas hacia la novela “acortará por el contrario el tiempo de la historia en
periodos más breves, idóneos para fomentar los conflictos de la intriga, y se centrará en
más con el autor que con hombre que habita detrás de la figura pública” (213).
principal será la de mostrar una imagen dudosa de las vidas que se narran (213). Algunos sucesos
públicos de la vida del autor quedarán apenas mencionados en la narración, mientras que
El segundo grupo temático “abarca una difusa red de tópicos y alusiones que plantean el
La construcción del “yo” autoficticio se elabora a través de la figura del mismo autor,
mientras que la autobiografía se preocupa por elaborar el “yo” a través del contexto social (214).
más que una autobiografía del «yo» como hombre, la autoficción es una
como lector, una valoración del momento cultural en que vive, una reflexión sobre
sus obras anteriores y una declaración sobre su peculiar teoría de qué cosa sea la
literatura (214)
sino que llega a concebir “su mundo […] como un universo invadido por la literatura” (215).
Esto se debe a la naturaleza misma del texto en sí; es decir, todo dentro de él, por más realista
que pueda parecer, es ficticio. Por una parte, la otra parte del contenido de corte autorreferencial
tiene como fin un doble propósito. Por un lado, compromete al lector a intervenir en el texto (ya
sea captando las referencias y asumir los juegos metaliterarios), evidenciado la artificialidad de
las representaciones artísticas. La personalidad del sujeto queda auténticamente expuesta ante el
interesa en la mímesis de lo real, ahora su interés está enfocado hacia los modos posibles de
como un ser social y de sus problemas generales: “sino también de las maneras en que el
Urías 27
pensamiento y el lenguaje construyen una personalidad a la que también se llama ‘yo’” (215-
216). El “yo” autoficticio no se cierne a la mímesis ni a su estado como ser social, sino que, más
pensamiento.
Sobre las posibles dudas que pueda haber entre la metaficción y la autoficción, se ha
llegado a un censo en el que la novela metaficional tiene como objetivo básico “reflexionar sobre
su propio proceso de creación desde dentro de la ficción que pone en marcha.” (216). El fin de
insertar al autor dentro del relato no tiene ningún fin biográfico. Se trata solamente de una
paradoja que pone en constante riesgo la verosimilitud del relato, enfatizando los límites de la
representación ficticia. Ambos se valen de los mismos juegos literarios, claro. La puesta en
ambas son incompatibles. La novela autoficcional es una variante de escritura de forma general
(puesto que no tiene ningún reparo en ser novela negra, rosa o de folletín) (217). El camino de la
autoficción es más estrecho, puesto que sus referentes más cercanos se encuentran únicamente en
autoficcional.
Urías 28
El concepto del símbolo es polisémico, y, como en cualquier intento por teorizar algo tan
amplio, ninguna teoría se ha puesto de acuerdo en su valor semántico (Prada Oropeza, “El
símbolo literario y su interpretación psicoanalítica”, 309). Paul Ricoeur retoma los estudios del
símbolo del filósofo Ernest Cassirer, señalando los excesos de amplitud que conlleva su
concepto. Ernest Cassier creía en el símbolo como una función mediadora en la cual, el espíritu,
construye su percepción del universo, o, dicho de otra forma, lo simbólico viene a ser la
perspectiva, podemos decir que, el concepto de función simbólica de Ernest Cassirer, se liga al
de semiosis: “la acción humana por la cual se da sentido y significación al mundo socio-cultural
en todos sus componentes constituidos en seres culturales” (310). La semiosis, en fin, termina
siendo la construcción social de la realidad, y de este proceso, no existe algo que se pueda
escapar. Sin embargo, a esta forma de ver el símbolo salta un problema común: la confusión
entre símbolo y signo. Delimitando brevemente el concepto, diremos que el signo “es una clase
otra cosa, dentro de un marco socio-cultural objetivado” (310). El valor referencial del signo está
al ser decodificado, dando como resultado una significación. Aquí es donde comienza la
separación de Ricoeur, pues encuentra las desigualdades entre la naturaleza del símbolo y la
al signo como una dualidad donde convergen al mismo tiempo significado y significante (311).
Siguiendo con los ejemplos de lingüística, vemos cómo las palabras tienen la misma
significación sin importar las diferencias fonéticas entre los distintos idiomas.
Urías 29
Entonces, las palabras, por su cualidad sensible, expresan significaciones. El símbolo, por
sentido primario y que, gracias a esa cadena de signos, remiten a otros. La naturaleza múltiple
del símbolo obliga su interpretación; lo cual quiere decir que, para poder aproximarnos a los
Prada Oropeza pauta una guía para aclarar la estructura del símbolo, empleando la
pregunta clave “¿cómo surge el símbolo?” (312). Para responder dicha cuestión, acude a la
hipótesis de Edmund Leach, postulada en su libro Cultura y comunicación (1976). Dice el autor
que todas las dimensiones no verbales de la cultura: "se organizan en conjuntos estructurados
para incorporar información codificada de manera análoga a los sonidos, palabras y enunciados
significado es, en primera instancia, la relación que tiene con otras unidades de la misma serie; se
trata de una red dialéctica muy compactada y muy compleja (313). Esta unidad vendría a ser,
subdivisión: el signo y el símbolo. Sin embargo, ningún valor sémico, como lo es el signum,
constituye un ente; de hecho, del uso dependerá si el signum es signo o símbolo; o, dicho de otro
modo, de su clasificación dependerá la relación que tenga con otras unidades del mismo
discurso. De esto se desprenden dos cuestiones claves: a) que el signo no se presenta aislado,
sino que pertenece a un sistema que funciona dentro de un contexto cultural; b) el signo solo
transmite información cuando se combina con otros signos o símbolos del mismo contexto. Por
su parte, cuando Leach explica el símbolo lo hace de la siguiente manera: “un signum es un
Urías 30
nombra como “marcos” a lo que Leach denomina como contextos culturales. Para Oropeza, los
marcos crean “relaciones semánticas con los discursos que engloban y con las series culturales
que constituyen” (314) y lo que Leach denomina como “relación intrínseca” hace referencia a la
El símbolo tiene como características una doble naturaleza: estandarizado (si este
pública hasta que se le adiciona una glosa) (315). La construcción de estos se da a través de la
relación de discursos: primero con discursos de su propio sistema y luego con otros. Los
símbolos se presentan, por lo tanto, como conjuntos. Para encontrar el significado de los
símbolos individuales, es necesario oponerlo con otros símbolos, antes que en él mismo. La
cuestión es evidente: ¿a qué otros símbolos se le opone? A tal pregunta, habría que remitirnos a
la propuesta de Bajtín del telos, que no vendría siendo otra cosa que la intencionalidad del
sistema. Lo que el crítico ruso propone es que el discurso literario organiza sus partes en pos de
un fin estético. Quienes se encargan de expresar esa intención estética son los mecanismos
semiolingüísticos.
Paul Ricoeur considera la fenomenología como una herramienta esencial para cualquier
Heidegger o Gadamer, hereda: “la primacía del tema de la comprensión de sí; la cuestión del
sentido; la búsqueda de una fundamentación última, etc.” (González Oliver, "Paul Ricoeur:
creatividad, simbolismo y metáfora", 74-75). Los primeros esbozos de dicha herramienta fueron
Urías 31
a través de una poética que el autor no logró concluir. La poética “alude […] al carácter
productivo de algunos tipos de discurso (sin distinguir entre prosa y poesía) y también del
simbolismo” (76). En ella, Ricoeur trasluce la naturaleza del símbolo: potencialmente inventivo,
es decir, que produce sentidos, y potencialmente heurístico, que descubre rasgos inéditos de la
realidad (77). Sobre la poética, explica el autor francés que revela la función mediatora del
lenguaje, la cual, a su vez, se cumple en tres ámbitos: la mediación entre el hombre y el mundo,
respectivamente.
El camino que toma Paul Ricoeur al abordar el símbolo es alejado del cogito, ergo sum
de sí mismo está mediado por los signos culturales que rodeen al sujeto (77-78). El uso de los
símbolos tiene como fin hacer presente lo que no se puede percibir de manera inmediata, siendo
entonces un tipo de lenguaje esencial para las relaciones humanas (86). Ricoeur ve dos tipos de
símbolos: los de primer grado (son primigenios, es decir, anterior a toda concepción filosófica,
mítica, etc., y que tienen que ver con la naturaleza) y segundo grado (símbolos míticos,
articulados a través de un relato, es decir, que cuentan con personajes, lugares y tiempo). Para el
autor francés, el símbolo es un signo que tienen un doble sentido (al contrario del signo, cuya
analogía, conduce a un segundo sentido que está de forma latente en el discurso (87). Otra
diferencia que encuentra entre el símbolo y el signo es que el signo está constituido
Volviendo a los tipos de símbolos, primarios y míticos, Luis Cencillo conceptualiza más
de naturaleza mítica” (88). Este tipo de símbolos, a diferencia de los signos, se deslindan de las
comunicarse con una segunda realidad, una realidad sobrenatural que trasciende de las formas
esenciales y radicales, que la conciencia humana puede captar en los acontecimientos, en los
objetos y en las diversas realidades” (89). En este sentido, el mito es un modo de comprender la
los símbolos míticos es la más cercana entre el pensamiento y el objeto. Sobre el por qué el
símbolo mítico se caracteriza por su densidad expresiva, se debe a lo que Edgar Morín llama
Espíritu raíz, aquel lugar de la conciencia donde confluye lo racional y lo mítico: “una zona que
‘recibe la notificación inteligible de las realidades con las que se mantiene en contacto
simpático’” (89). La labor de encontrar el significado de un símbolo es ardua. Los peligros que
corren son los sesgos, enfoques reduccionistas, etc.; riesgos que, a fin de cuentas, se corre con
La crítica literaria ha trazado en torno a Los detectives salvajes las cuatro etapas de la
formación sujeto poeta por las que los protagonistas pasan. La primera etapa es la lectura y
escritura de forma activa. La segunda etapa conduce a los protagonistas a identificarse con la
precursora (la poeta Cesárea Tinajero); la superación del o la precursora (tras la muerte de
detectives salvajes' de Roberto Bolaño" propone tratar Los detectives salvajes como un texto de
viaje; uno donde, al igual que en los textos clásicos de viaje, el mito sea el eje de la novela,
asumiendo entonces la figura de Cesárea Tinajero como el eje/mito del relato (Espinosa H.,
la última representante de una vanguardia. Juan García Madero será el personaje peregrino.
Patricia establece una unidad entre el capítulo primero y tercero de Los detectives salvajes que
está divida: primero, en una fase donde hay un retorno a las formas clásicas del Bildungsroman
observamos los rasgos de esta primera fase que Patricia menciona. Juan García Madero es el
personaje quien emprende el viaje, un muchacho de 17 años con conocimientos eruditos sobre la
poesía (138). Su inicio en la vanguardia real-visceralista, comandada por Arturo Belano y Ulises
Lima, es a través de una disputa intelectual con un tallerista de poesía, el maestro consagrado de
la UNAM, Álamo. De esta manera, Patricia establece a partir de lo anterior la siguiente relación
Urías 34
simbólica entre los personajes: Juan García Madero, lo tradicional; Álamo, la modernidad;
Belano y Lima, la vanguardia. La pelea que se da entre García Madero y Belano y Lima contra
Álamo, en este sentido, representaría una confrontación entre el pasado y el futuro (139). Al
Según él, los actuales real visceralistas caminaban hacia atrás. ¿Cómo hacia
atrás?, pregunté.
—De espaldas, mirando un punto, pero alejándonos de él, en línea recta hacia lo
ángel que aparece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene
las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro
enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este
que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que
Para Patricia Espinosa, Roberto Bolaño retoma este pasaje de Walter Benjamin y lo
reconfigura. Existe un desplazamiento, pero ahora no es temporal sino espacial. Bolaño convoca
así la idea del territorio y del camino recorrido (140). Existen diferencias entre ambos casos, pero
hay algo en común: refieren a una transitividad que arrasa con el presente. Ambos casos critican
al continuum hegeliano de la historia, según el cual, una vez alcanzada la madurez histórica, la
humanidad avanzaría hacia un futuro pleno y perfecto: el progreso. Pero la modernidad actual no
está solamente tensionada con el futuro, sino también con el pasado, aquello que es necesario
Patricia retoma algunos elementos de su ensayo pasado y le da una nueva óptica. Aquella
relación entre los real visceralistas (la vanguardia) con caminar hacia atrás lo interpretará ahora
de otra manera:
Y es desde ahí, que LDS toma una posición al interior de la discusión sobre el
por transformar el orden de las cosas. (Espinosa H., “Mito y vanguardia en Los
Cesárea Tinajero, el mito por el cual Belano y Lima emprenden la búsqueda. Establece,
por otra parte, una distancia entre estos dos y García Madero en su viaje a los desiertos de
Sonora (364). La relación se deteriora tanto que a García Madero le provoca miedo sus
compañeros. Patricia señala este suceso como resultado de: “la caída de la esperanza de la
comunidad, el fin del sueño comunitario.” (365). La tesis del ensayo discurre por la misma
senda. Es decir, la muerte de Cesárea Tinajero es un punto de inflexión: “desde el cual LDS
Urías 36
modernidad.” (365).
Siguiendo la misma línea, Patricia retoma la relación que Nicolás Casullo observa entre
Cesárea Tinajero representa el mito, la utopía que los real visceralistas desean alcanzar (367).
Para la autora, el mito que los jóvenes vanguardistas persiguen es, en términos de Baudrillard,
una simulación. Es decir, los real visceralistas persiguen a una simulación de Cesárea Tinajero
mediante un viejo amigo de ella, Amadeo Salvatierra, quien relata las primeras vanguardias
mexicanas del siglo xx, tomando como referencia el Manifiesto Estridentista de Manuel Malples
Arce en 1921 (368). A medida en que inspecciona el manifiesto, Salvatierra aporta comentarios
críticos que resaltan la marginalidad de: “un movimiento de carácter mundial” (369). En América
Latina, las vanguardias nacen en las primeras décadas del siglo xx, especialmente los años
veinte. Durante esta época las proclamas artísticas llaman a la creación no solo de un nuevo
vanguardistas, sino también una derrota: “pero de una derrota digna” (380). Cesárea fue el mito
de una resistencia que no sucumbió ante la integración a las reglas del sistema.
Jorge Mario Sánchez Noguera, por su parte, enfoca una lectura centrada también sobre la
parte, y centra su atención en la segunda parte “Los detectives salvajes (1976-1996)”. Para
Sánchez Noguera, el tema central de la novela es el desarraigo y cómo esto puede orillar al
Zygmunt Bauman, quien ve el desarraigo como la característica primordial del ser humano
nuestra vida, desde la creación cultural hasta los vínculos humanos, se han vuelto “líquidos” o
“fluidos”, es decir, fugaces” (191). Esto se refleja en los personajes Arturo Belano y Ulises Lima
de “Los detectives salvajes (1976-1996)”. Sin embargo, no son ellos quienes dan testimonio de
sus andanzas, sino terceros; y lo que se dice de ellos es de paso y no muchas veces sustancial.
Son dos poetas que se han perdido, y lo único que de ellos se sabe es lo que otros cuentan.
revolución colectiva, sino individuos solitarios que están en constante cambio, en una paradoja
Cesárea Tinajero no es solo el fin de una vanguardia, sino: “la derrota de esa búsqueda de una
sociedad feliz” (193). La modernidad sólida tenía la creencia de haber un camino con un final; o,
dicho en otras palabras, un estado de perfección que será alcanzado (en un inacabable) pronto.
Este es el tipo de ideal que los jóvenes vanguardistas buscaban a finales de los sesenta y
principios de los setenta. Cesárea Tinajero es el motor de este ideal. No solo es un cambio
estético, sino un cambio social que se puede dar a través del arte (195).
Urías 38
modernidad en la que viven, en la líquida, en la azarosa: "supe entonces [...] que estábamos
gobernados por el azar y que en esa tormenta todos nos ahogaríamos" (Bolaño, Los detectives
salvajes, 346). Ulises Lima y Arturo Belano han quedado a la deriva en la liquidez, donde la
individualidad es lo único que los guía. En la modernidad sólida, explica Bauman: "Aquello que
era un trabajo a ser realizado por la razón humana en tanto atributo y propiedad de la especie
desarraigado del real visceralismo, sino de toda colectividad (Sánchez Noguera, "La modernidad
líquida en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño", 197). Esta individualidad es, en un
principio, la respuesta antes las circunstancias, pero luego es buscada, de la misma manera que lo
algo 'dado' en una tarea, y en hacer responsables a los actores de la realización de esta tarea y de
las consecuencias (así como de los efectos colaterales del desempeño)" (Bauman, Modernidad
líquida, 36-37). El individuo tiene que crear su propia identidad, transformar su ser. Antes había
nichos en los cuales encajar, pero en la modernidad líquida hemos sido abandonados a nuestra
suerte. Nuestro fracaso o nuestro éxito dependen de nosotros. (Sánchez Noguera, “la modernidad
Metodología
En esta tesis, la autoficción será tratada a través de los estudios de Manuel Alberca, quien
define el género como: “tipo de relatos que se caracterizan por presentarse como novelas, es
decir como ficción, y al mismo tiempo tienen una apariencia autobiográfica, ratificada por la
predominante en la autoficción tiene que ver con la forma en que el lector se aproxima al texto;
es decir, de forma ambigua. Lo anterior se debe a que el autor propone tanto un pacto novelesco
como una identificación con el personaje, insinuando, por otra parte, un pacto autobiográfico. Lo
que interesa en esta ocasión es, sin embargo, los ejes temáticos que Susana Arroyo Redondo
del género.
los grandes motivos biográficos de las aetates hominis (los tópicos personales
En el caso de Los detectives salvajes, ambos ejes temáticos confluyen. Por una parte,
Roberto Bolaño aborda dos periodos de su vida: la juventud y la temprana adultez. La primera
parte de la novela, “Mexicanos perdidos en México (1975)”, está escrita a modo de diario y
Urías 40
relatan la juventud de García Madero. Desde su punto de vista seguiremos los pasos de los
fundadores del real-visceralismo, Arturo Belano y Ulises Lima (identificados unánimemente por
parte, “Los detectives salvajes (1976-1996), Roberto Bolaño sigue las peripecias de los
miembros del real-visceralismo (alter ego del movimiento infrarrealista) a través de los años. La
tercera parte, “Los desiertos de Sonora”, es la continuación del diario de García Madero, ahora
estéticas son los cimientos del nuevo movimiento real-visceralismo. En la primer y segunda
parte, como señala Arroyo en el primer eje temático, no encontramos una reconstrucción
que aluden a la memoria del autor. En toda la novela, por otro lado, encontramos una
deformación de la realidad, destacando por sobre todo el personaje alegórico Cesárea Tinajero,
Respecto al segundo eje temático, Los detectives salvajes: “abarca una difusa red de
(213). Si de algo trata la novela es sobre literatura, no tanto en cuanto a proceso creativo, sino a
la vida del escritor vanguardista de los años setentas; en palabras de Roberto Bolaño: “En este
sentido la novela intenta reflejar una cierta derrota generacional y también la felicidad de una
generación, felicidad que en ocasiones fue el valor y los límites del valor […] Se puede leer
como una agonía. También se puede leer como un juego.” (Bolaño, “Acerca de Los detectives
salvajes”, 343). Es así, pues, la juventud y la temprana adultez funcionan como puntos clave para
entender no solo la vida del autor, sino una generación literaria vanguardista (el real-
la novela, según los márgenes temáticos de Arroyo, estará subordinada a una reflexión sobre la
antiguo), salvación de las creaturas por medio de la conversión de las almas vía el
niños), 29)
Los acontecimientos catastróficos de los primeros cincuenta años del siglo xx fueron los
signos de la inviabilidad de los grandes relatos. Para Lyotard, los relatos que organizaban la
Por otro lado, el concepto de libertad se tomará de los estudios de Zygmunt Bauman:
“deshacerse de las ataduras que impiden o constriñen el movimiento […] ‘sentirse libre’ implica
no encontrar estorbos, obstáculos resistencias de ningún tipo que impidan los movimientos
deseados” (Bauman, Modernidad líquida, 21). La sensación de libertad es alcanzada solo cuando
nuestra imaginación no exceda ni nuestra capacidad de actuar ni nuestros verdaderos deseos. Hay
capacidad de acción, a lo que Bauman denominó como “libertad subjetiva” y “libertad objetiva”,
actuar de manera razonable; mientras que la subjetiva tiende a manipular las intenciones de tal
manera de que nunca pongamos a prueba ni conozcamos nuestra verdadera capacidad de actuar.
Urías 43
Índice
Metodología……………………………………………………………………….............2
Marco teórico…………………………………………………………………………….. 4
14
28
Metodología…………………………………………………………………………….. 39
44
salvajes………………………………………………………………………………………….. 56
69
Conclusiones……………………………………………………………………………. 85
Urías 44
Capítulo 1
Probablemente nunca terminó de escribirla, pues tal y como se afirma en la edición de Alfaguara:
correspondencia desde fechas tan tempranas como 1980. […] fue un proyecto que mantuvo con
vida durante bastante tiempo, incluso después de ese año” (El espíritu de la ciencia-ficción, 226).
Esta afirmación se relaciona íntimamente con la descripción que hace Rubén Medina sobre
Roberto Bolaño durante los años del infrarrealismo: “Roberto apuntaba todo lo que pasaba, todo
lo que hacíamos, ya que luego se enteraba por alguno del grupo. Iba atando historias, creando sus
infra 1975-1977: los años que inspiraron Los detectives salvajes, 108). El autor desde temprana
edad fue consciente que escribiría sobre el movimiento infrarrealista. Se tiene constancia del
proyecto, aunque en bruto, a través de una carta enviada a Juan Pascoe en 1977: “…he
descubierto que TODO mi teatro lo he realizado para que Mario Santiago haga el papel principal,
para que él haga mi papel, protagonice mis sueños, ¿bonito no?” (122). Su primer proyecto con
publicación del libro. El segundo intento fue Los detectives salvajes. Resulta incluso interesante
año 84, la constancia de que Roberto Bolaño se había embarcado en la escritura de Los
detectives salvajes se encuentra en las cartas que mandaba a Mario Santiago Papasquiaro a
Domínguez escribe:
Con respecto a lo anterior, hay motivos sólidos para sostener que El espíritu de la
que: “Todos mis libros están relacionados.” (Bolaño, Por sí mismo, 118). Los vasos
comunicantes entre ambas obras se encuentran en las tramas, en los hechos en que se inspiraron,
ambiente literario de la Ciudad de México durante los años 70’s. En ambas aparece Roberto
Bolaño como personaje (bajo distintos nombres). Al final del Espíritu de la ciencia-ficción, el
autor puede reconocerse a través del personaje Jean Schrella, en la última carta que este le
dedicada a sus admirados escritores de ciencia ficción: “Jean Schrella, alias Roberto Bolaño” (El
Bolaño hace una lista con los nombres de los personajes de la novela y sus referentes.
Juan Esteban Harrington afirma que el personaje Juan García Madero es él mismo
(Madariaga Caro, 51). Sin embargo, muchos de los integrantes del infrarrealismo que aparecen
en la novela han relacionado el carácter de Roberto Bolaño con García Madero. Ramón Méndez
Urías 47
(Pancho Rodríguez en la novela) dice al respecto: “¿Quién de los escritores sabe de memoria
todas esas figuras literarias y en qué consisten? [...] Se sabe que no es Juan [Juan Esteban
Harrington] sino Roberto” (131). La erudición es quizás el rasgo que más liga a García Madero
con Bolaño, pues, como afirman en entrevistas Rebeca López García (la viuda de Mario
Santiago, quien en la novela encarna a Ulises Lima) y Raúl Silva, Roberto tenía un listado de
autores leídos e información literaria inagotable (118). Otro infrarrealista que ha hablado al
respecto es José Vicente Anaya, quien elaboró una lista de los personajes de la novela y su
relación con los infrarrealistas: “Juan García Madero tiene elementos de Juan Esteban Harrington
y de Roberto Bolaño, aunque en la novela se dice que es mexicano y vive con sus tíos, lo que no
ficción; es decir, que un personaje que aparentemente no se identifica con Roberto Bolaño tenga
características de él (en este caso, Remo Morán). En su tesis doctoral, Raquel Bra Núñez se toma
la tarea de revisar y encontrar el referente real de cada personaje de la obra de Bolaño. Uno de
los primeros alter ego que utilizó fue el de Remo Morán. En La pista de hielo (1993) Remo
Morán es un autor chileno que vivió en México y Cataluña; situación parecida a la de Arturo
Belano. Además, Remo Morán fue miembro del movimiento vanguardista Poetas de Hierro
cuando vivió en Ciudad de México; mientras tanto, en Los detectives salvajes, Arturo Belano no
solo es miembro de un movimiento vanguardista, sino que él mismo es el fundador del real
Bucareli (en El espíritu de la ciencia-ficción sucede lo mismo, aunque todavía no se hace alusión
a ningún movimiento vanguardista; más bien los personajes hablan acerca de una revolución
Urías 48
literaria); así como en Los detectives salvajes los real visceralistas reunían en el café Quito,
ubicado también en la calle Bucareli. En algún momento de su vida en México, Remo Moran
regresa a Chile, pero fue detenido durante el Golpe de Estado en Chile de 1973 (La obra
estos datos que coinciden entre Remo Morán y Arturo Belano son también datos que
Roberto Bolaño fue detenido en las cárceles chilenas durante su regreso. En múltiples
ocasiones lo ha mencionado, sea ya en entrevistas como en libros. Por ejemplo, en una entrevista
a Chile. —Sí, justo cuando Pinochet dio su golpe de Estado. Me presenté como voluntario para
luchar contra los fascistas. Estuve contra un muro, con una pistola en la sien; luego vinieron la
cárcel, el temor a la tortura” (Bolaño, Por sí mismo, 80). También en 1998 lo expresó en su
entrevista con Fernando Villagrán: “Yo vivía con mi familia en México y volví en el 73. Hice un
viaje por tierra, luego por mar, muy lento [...] El golpe me pilla aquí en Santiago” (“Roberto
Bolaño Off The Record”, min. 12:02-12:25). En la ficción, Roberto Bolaño narrará este hecho a
través de Remo Morán de forma anecdótica en La pista de hielo: “no era el primer cadáver que
capital del sur. Estaba asomado al ventanuco del gimnasio en el que permanecíamos recluidos
unos cien presos; era de noche, una noche de luna llena en noviembre del año 73” (La pista de
hielo, 107). En Los detectives salvajes es mencionado a lo largo de la novela por distintos
personajes, normalmente cuando alguien recuerda a Arturo Belano: “Arturo y él fueron amigos
cuando ninguno de los dos tenía veinte años, antes de que Arturo se marchara a Chile dizque a
hacer la revolución” (Bolaño, Los detectives salvajes, 213) o “—¿Y hace mucho que vive en
Urías 49
México? —dije por decir algo —desde el putsch de Pinochet —dijo María sin levantar la cabeza.
—Desde mucho antes del golpe —dijo San Epifanio—. Yo lo conocí en 1971. Lo que pasa es
que después volvió a Chile y cuando sucedió el golpe regresó a México” (70). Sin embargo, no
solo en estas obras aparecen menciones sobre el golpe de Estado. En El espíritu de la ciencia-
ficción se menciona de manera sutil a través de un diálogo entre Laura y Morán: “Además, cómo
te explicaría, soy una especie de mutilado de guerra [...] le confesé que no hacía mucho me
habían pateado repetidas veces y con contumacia ambos testículos, una especie de recordatorio
chileno, y que desde entonces se me había metido en la cabeza la idea de que nunca más se me
iba a levantar” (199); la anécdota sobre los problemas de erección de Remo Morán también los
retomará a través de Arturo Belano en Los detectives salvajes. Por otra parte, la experiencia
carcelaria de Bolaño (en el relato el personaje es el mismo autor) aparece también en el cuento
“Ramírez Hoffman, el infame”: “En aquellos días, mientras se desmantelaba la pobre estructura
de poder de la Unidad Popular, caí preso. Las circunstancias que me llevaron al centro de
detención son banales, cuando no grotescas, pero me permitieron presenciar el primer acto
poético de Ramírez Hoffman” (La literatura nazi en América, 184). Así como este elemento de
la vida del autor es utilizado en múltiples ocasiones a lo largo de sus libros, mutando y
Tanto en El espíritu de la ciencia-ficción como en Los detectives salvajes, uno de los ejes
Distrito Federal:
despreciable número de 125, récord que entonces se pensó insuperable; ese caudal
Urías 50
subir, de 32, cifra del año pasado, a 661 […] Para finales de año vaticinaba la
escalofriante cifra de 1000 revistas de poesía, el 90 por ciento de las cuales con
el año venidero. ¿Cómo es posible, se preguntaba don Ubaldo, que en una ciudad
líricas aumentara? Asimismo, los talleres literarios, que en el año pasado sumaban
El fenómeno causa sospechas en los poetas José Arco y Remo Morán, quienes suponen
que se trata de una conspiración revolucionaria. Investigan el asunto primero con don Ubaldo
Sánchez, director de Mi pensil, quien dice haber sacado los datos de la revista México y sus
letras: boletín lírico del Distrito Federal, dirigida por el doctor Ireno Carvajal. El encuentro que
Remo y José tienen con Ireno Carvajal guarda similitudes con las entrevistas que Arturo Belano
y Ulises Lima sostienen con Amadeo Salvatierra en Los detectives salvajes. En el segundo caso
1976, un día antes de que Arturo Belano y Ulises Lima dejaran el D.F. en busca de Cesárea
Tinajero ―fundadora del primer movimiento realismo visceral, directora de la revista Caborca e
de un edificio departamental: Remo Morán y José Arco buscan a través de Ireno Carvajal los
detalles del fenómeno literario del D.F., en el que José Arco cree entrever el síntoma de una
revolución. Arturo Belano y Ulises Lima tienen un único propósito como miembros del real
Urías 51
visceralismo: “cambiar la poesía latinoamericana” (Bolaño, Los detectives salvajes, 19) y: “[…]
si Cesárea Tinajeros, la primera real visceralista, es el nombre poético del horizonte del cambio,
Bolaño: Las lágrimas son el lugar de la esperanza", 51). Sin embargo, Belano y Lima no
―la voz de José Arco, al contrario que la mía, sonó convencida y firme, aunque
los pergeñadores de estas hojas. Para mí, en cambio, son el síntoma de cierta
Amadeo cuenta el génesis y el declive del real visceralismo, sus explicaciones sobre el porqué
Cesárea Tinajero decide abandonar la vanguardia literaria son vagas; mientras que la voz de
―Lo que intento decirles ―añadió por fin― es que poco importan
―Lo que tiene que pasar pasará, ¿no? ―lo interrumpió José Arco.
―Para mí los que hacen estas revistas […] también son intelectuales.
inconscientes de algo que con toda seguridad yo no veré. O tal vez ni siquiera eso:
164-165).
latinoamericana, como él mismo menciona: “la poesía era para mí en aquellos años, y tal vez aún
hoy, la disciplina literaria con mayores logros en América Latina […] la poesía de nuestros
pobres países era motivo de orgullo, tal vez el principal” (165), pero pronto la desolación lo
funcionarios muy conocidos a quienes nosotros no habíamos oído mentar jamás. Qué triste,
pensé en un relámpago de lucidez o de miedo, algún día yo contaré historias acerca de poetas-
lúmpenes y mis contertulios me preguntarán quiénes fueron esos infelices” (169). Bolaño creyó
siempre en su potencial literario, pero también, y sobre todo durante joven, que la radicalidad de
la actitud infra cambiaría el mundo de alguna manera, tal y como lo menciona en el Primer
(“Los infrarrealistas... Testimonios, manifiestos y poemas”, 143). Con los años, sin embargo, la
idea de “revolución” decae. En su entrevista con Fernando Villagrán, Roberto Bolaño rememora
mexicana era que no estábamos con ninguna mafia, ningún poder [...] Nosotros no
estábamos con ninguno [...] Lo que hacíamos era molestar a todo mundo [...] Lo
Hay una notable diferencia entre la forma en que Roberto Bolaño habla en los últimos
años de vida respecto a su etapa infra y el Bolaño joven que desea un cambio. El contraste se
puede observar comparando la cita anterior con la siguiente, extraída de “La nueva poesía
Alejandro Boccanera:
contra el aparato oficial, reaccionario hasta los huesos. Para eso hay que
La cuestión anterior mantuvo en vilo a Roberto Bolaño durante muchos años. La fe ciega
comenzaría a escribir sobre ello. En Los detectives salvajes, el futuro de Cesárea Tinajero, gurú
casi mesiánica de los jóvenes real visceralistas, es trazado en el momento en que su mejor amiga,
Encarnación Guzmán, contrae nupcias. Pareciese como si Cesárea hubiese tenido una visión
durante la boda y pronto decide abandonar la poesía y volver a Sonora. Salvador recuerda sus
palabras antes de irse: “dijo que ése era el porvenir común de todos los mortales, buscar un lugar
donde vivir y un lugar donde trabajar.” (593). Unas líneas después, Amadeo tiene una epifanía
que lo horroriza:
una mancha que se movía por una cinta interminable y la mancha era Cesárea y la
cinta era la carretera que llevaba a una ciudad o a un pueblo sin nombre y
Cesárea que yo conocía sino una mujer diferente, una india gorda y vestida de
negro bajo el sol del desierto de Sonora, y le dije o traté de decirle adiós, Cesárea
Tinajero, madre de los real visceralistas, pero sólo me salió un graznido lastimoso
(594).
Urías 55
Carvajal, Remo y José comentan sus respectivas impresiones sobre el director de México y sus
al mismísimo país.
Revolución Mexicana. Son interesantes, pero en realidad son hijos de la gran puta,
no de la revolución. (170-172)
En ambas novelas los jóvenes poetas continuarán sus investigaciones hasta las últimas
consecuencias. En su búsqueda de la utopía, encontrarán el obstáculo: gente que, como ellos, han
creído en una utopía, pero cuyo destino los ha derrotado. A pesar de que en Los detectives
visceralistas, los jóvenes poetas emprenderán el viaje hasta los desiertos de Sonora, el lugar
personajes saldrán de su entrevisto con el doctor Ireno Carvajal, como dice José Arco,
Urías 56
“superdeprimido pero también superfeliz” (170). Remo Morán y José Arco emprenden el camino
hacia casa, platicando sobre sus sueños de tatuarse: José Arco quiere hacerse el símbolo de la
revolución, la hoz y el martillo, mientras que Remo Morán sugiere algo más acorde a lo ocurrido
Capítulo 2
salvajes
múltiples ocasiones, Roberto Bolaño explicó su postura respecto a las autobiografías: “Siempre
me parecieron detestables las autobiografías. Qué pérdida de tiempo la del narrador que intenta
hacer pasar gato por liebre, cuando lo que un escritor de verdad debe hacer es atrapar dragones y
fundido en una sola cosa. Pero también escribo desde lo que solía llamarse la
experiencia colectiva, que es, contra lo que pensaban algunos teóricos, algo
bastante inaprensible. Digamos, para simplificar, que puede ser el lado fantástico
autobiográfico. Al autor no le molesta escribir sobre su vida. Lo que le molesta es la fe ciega del
lector de creer al pie de la letra todo lo que el autor hace pasar por verdad. Bolaño explica su
propuesta: una escritura de ficción, pero cuya base sea la experiencia del autor. Las
características de las cuales habla pueden encajar bien con lo que ya el género autoficciónal
Los detectives salvajes puede catalogarse dentro de la autoficción, un tipo de novela que,
como explica Manuel Alberca, “pretende romper los esquemas receptivos del lector (o al menos
hacerle vacilar), al proponerle un tipo de lectura ambigua: si por una parte parece anunciarle un
pacto novelesco, por otra, la identidad de autor, narrador y personaje le sugiere una lectura
salvajes, contraportada). Por otra parte, la edición de Alfaguara incluye un apartado titulado
“Apuntes de Roberto Bolaño para la escritura de Los detectives salvajes” en cuyas primeras
páginas nos encontramos una fotocopia del esquema de los personajes de la novela en relación a
(Bolaño, Los
La crítica literaria ha aceptado unánimemente el realismo visceral como el alter ego del
movimiento infrarrealista, liderado por Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro. Dentro de
los estudios, uno de los más destacables es Bolaño Infra 1975-1977: los años que inspiraron Los
convergencia entre la biografía y la ficción, sino más bien hacer un estudio histórico sobre el
En el capítulo anterior hemos visto cómo Roberto Bolaño ficcionaliza sus experiencias en
su obra. En este sentido, Los detectives salvajes es la novela donde mejor se aprecian los
Urías 59
elementos autoficcionales. Ligando este tema con el recuadro anterior, Roberto Bolaño siempre
recalcó la importancia de Ulises Lima (Mario Santiago) en la novela. Por ejemplo, cuando se
festejó el premio Rómulo Gallegos de 1999 (el cual ganó), el programa de mano, escrito por él
mismo, decía lo siguiente respecto a su novela: “[…] es la transcripción, más o menos fiel, de un
segmento de la vida del poeta mexicano Mario Santiago, de quien tuve la dicha de ser su amigo”
(A la intemperie, 350). Los hechos que ayudan a identificar a Mario Santiago con el personaje
infrarrealismo. Por ejemplo, en la novela, María Lafont le comenta a García Madero sobre el
María hizo una señal afirmativa con la cabeza, la vista perdida en los
no se llamaba Ulises Lima. Fue Laura Damián la que le puso el nombre (29).
En este fragmento, Roberto Bolaño juega en la delgada línea entre el pacto ficcional y el
autobiográfico, pues el verdadero nombre de Mario Santiago era el de José Alfredo. Puede
parecer una exageración, pero los guiños de este tipo abundan. Otro ejemplo es un diálogo que
mantienen María Lafont y Lupe con García Madero, donde se cuenta el signo zodiacal de Ulises
Lima: capricornio. En la vida real, Ulises Lima nació el 24 de diciembre, fecha que corresponde
al signo de capricornio. Pequeños detalles incluso que pasan desapercibidas como el cambio que
Urías 60
Ulises Lima hizo en el título del poema que César hizo para la revista de Ulises Lee Harvey Lee
Oswald. El cambio es discreto. De llamarse “Laura y César”, Ulises escribió “Laura & César”.
Este cambio hace alusión a la costumbre de Mario Santiago de remplazar la conjunción “y” por
el símbolo et en sus poemas. Otra manía que se menciona en la novela es la siguiente: “Ay,
Ulises Lima... Escribía todo el tiempo, es lo que más recuerdo de él, en los márgenes de los
libros que sustraía y en papeles sueltos que solía perder. Y nunca escribía poemas, escribía
versos que luego, con suerte, ensamblaba en largos poemas extraños” (230), o, como menciona
también Simone Darrieux “Era un tipo curioso. Escribía en los márgenes de los libros. Por suerte
yo nunca le presté uno” (303). Montserrat Madariaga Caro, en su estudio del grupo infra, nos
cuenta el mismo hábito en Mario: “Mario Santiago, a pesar de su infinito gusto por escribir en
los márgenes de los libros, o encima de los mismos textos […]” (Bolaño Infra: 1975-1977, 94).
“«Roberto Bolaño, Avenida José Antonio 399, 1º 2ª, Barcelona, España»’ y «Mario Santiago
vive en Israel»” (97). Los motivos para dejar México del par de amigos fue el amor. Roberto
Bolaño cuenta que su partida tuvo que ver con la ruptura con Lisa Johnson (en la novela, Laura
Jáuregui): “Una de las razones por las que partí a España es que en México había roto con mi
compañera, la primera chica con la que viví. Me fui porque ya no soportaba tanto desamor, como
diría la ranchera. Si me quedaba en México me iba a colgar, sabía que me iba a morir. Muy
fuerte, muy, muy fuerte” (Por sí mismo, 111). Por su parte, Mario va a Israel en busca del amor
anécdota que Roberto Bolaño más contaba sobre Mario Santiago Papasquiaro y que se retoma en
par de días. Era un lector empedernido y tenía cosas tan extrañas como meterse en
la ducha y seguir leyendo. Y lo peor es que lo que leía eran mis libros. Siempre
veía mis libros mojados y no sabía qué había ocurrido. Yo decía: ¿es que ha
ciudad y en otra no. Es raro, pero se puede dar ese caso; realmente es un
fenómeno curioso de la naturaleza, pero se puede dar. Hasta que una vez lo
sorprendí leyendo en la ducha, y yo lo que tenía que haber hecho era ponerme de
rodillas a rezar, a rezar ante el milagro que había presenciado. Pero no lo hice,
más bien lo reté. Mario era un personaje fantástico, no tenía ninguna disciplina
(101).
ducha. ¿Que cómo lo sé? Es muy fácil. Casi todos sus libros estaban mojados. Al
principio yo pensaba que era por la lluvia, Ulises era un andariego, raras veces
tomaba el metro, recorría París de una punta a la otra caminando y cuando llovía
se mojaba entero porque no se detenía nunca a esperar a que escampara. Así que
sus libros, al menos los que él más leía, estaban siempre un poco doblados, como
acartonados y yo pensaba que era por la lluvia. (Los detectives salvajes, 303)
ambigüedad, algo así como señala Manuel Alberca en sus escritos sobre el género autoficcional.
Urías 62
Pareciera que la recreación que Bolaño hace de un suceso no solo se queda en la ficción, sino
estaba dividido entre la alta cultura y la cultura popular, dos mundos imposibles de congeniar
(Madariaga, Bolaño Infra: 1975-1977: los años que inspiraron Los detectives salvajes, 22).
Carlos Chimal se refiere a la alta cultura como a aquella que estaba bajo el cobijo del PRI, de
entre los cuales destacaba escritores como Fernando Benítez o el pintor José Luis Cuevas. Los
objetivos del mandato de Luis Echeverría fueron claros: intentar a través de diversos medios
borrar el pasado oscuro de la Matanza del 2 de octubre y lograr consolarse con la juventud
paso de Luis Echeverría fue romper relaciones con Gustavo Díaz Ordaz y ordenar la liberación
de los presos políticos en 1971. Sin embargo, tras bambalinas el país entraba en crisis, como
menciona José Agustín: “las grietas del sistema se percibían por doquier para quienes no se
negaban a verlas y las huellas negativas del desarrollismo, o 'milagro mexicano', eran
vida en México de 1970 a 1982, 7). Las incongruencias del gobierno de Luis Echeverría eran
tales que, el mismo año en que se liberaron a los presos políticos de la Matanza del 2 de octubre,
Dentro de la misma alta cultura, por otra parte, se encontraban intelectuales cuyo estatus
internacional los hacía prescindir del mecenazgo de Luis Echeverría como Octavio Paz y Carlos
Monsiváis, figuras principales, y que a sus alrededores había un grupo de discípulos que los
seguía fielmente (Madariaga, Bolaño Infra: 1975-1977: los años que inspiraron Los detectives
salvajes, 23). Entre el 1971 y 1977, Octavio Paz dirigió la revista Vuelta y la revista plural entre
el 76 y el 98. José Agustín la caracteriza las revistas de Paz de la siguiente manera: “pronto
conformó una mafia compuesta por Gabriel Zaid, Enrique Krauze, Alejandro Rossi, José de la
Colina, Ulalume González de León, Julieta Campos, Salvador Elizondo, Juan García Ponce y
unos cuantos más que lograron colarse a este grupo, elitista como pocos y tan hermético como
los misterios de Eleusis” (Agustín, Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982,
20). En Los detectives salvajes se expresa constantemente el repudio generacional contra los
en que hay que cambiar la poesía mexicana. Nuestra situación (según me pareció entender) es
insostenible, entre el imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo Neruda. Es decir: entre la
espada y la pared.” (34). Carlos Monsiváis, por su parte, dirigió Siempre! entre los años 72 y 87.
La importancia de ambas revistas fue decisiva para el ambiente literario de la Ciudad de México
durante la década, pues “los intelectuales que no estaban cobijados bajo el generoso brazo del
PRI, estaban, al menos, resguardados por sus padres literarios, llámese Paz o Monsiváis, quienes
tenían el poder de otorgar espacios en sus revistas y todo el dominio de la fama para abrirle las
puertas a quienes quisieran” (Bolaño Infra: 1975-1977, 23). Sin sospechas de nadie, surge un
movimiento contestatario a la cultura oficial. En Los detectives salvajes, Bolaño también nos
relata la importancia de las revistas literarias para los escritores. En varios capítulos, narrados por
Luis Sebastián Rosado (identificado como José Joaquín Blanco, según la lista de José Vicente
Urías 64
Anaya y Heriberto Yépez), nos enteramos del rechazo de los grandes editores de publicar a
desconocían era que me entendiera con un real visceralista […] ¿Cómo le iba a
caer a Albertito Moore que yo propusiera a Piel Divina para la antología? ¿Qué
iba a pensar Pepín Morado? ¿Creería Adolfito Olmo que me había vuelto loca?
¿Y el propio Ismael Humberto, tan frío, tan irónico, tan aparentemente más allá,
Sin embargo, cuando el Luis Sebastián le expresa su deseo de publicar a Piel Divina en la
próxima antología de jóvenes poetas mexicanos a Ismael Humberto Zarco, identificado como
Gabriel Zaid por el crítico Alejandro Toledo (de Mora, “El canon literario mexicano en Los
Antología de Zarco.
En este ambiente hay una efervescencia de jóvenes autores que nada tenían que ver con la
alta cultura. La reacción de la alta cultura fue clara: “Naturalmente, el Establishment, por
naturaleza elitista, se alarmó ante esta efervescencia cultural. Muchos creían que tanto escritor en
México era algo dañino, pues 'bajaba el nivel de calidad'” (Agustín, Tragicomedia mexicana, la
vida en México de 1970 a 1982, 74). Por una parte, el gobierno de Luis Echeverría abría espacios
para los jóvenes creadores, pero al mismo tiempo se satanizaba la literatura contracultural bajo el
apelativo de “la onda”, aquella narrativa que hablaba de la juventud mexicana. José Agustín
donde, en 1975: “jóvenes intelectuales como Héctor Aguilar Camín, José Joaquín Blanco y
jóvenes poetas que estaban inconformes con el statu quo y que aparte de escribir poemas
rebeldes, se dedicaban a boicotear a los escritores del establishment. Uno de los boicots más
famosos fue el de José Joaquín Blanco, quien, en alguna ocasión, describió al movimiento de la
siguiente manera: “un grupo de poetas que se llaman infrarrealistas y que se la pasan tirando
escupitajos al cielo” (Bolaño infra 1975-1977, 72). José Vicente Anaya relata la respuesta de los
infrarrealistas:
librería Gandhi para conversar, Blanco aceptó. Grave error. En cuanto comenzó la
plática –sigue Anaya– Bolaño y los infras le criticaron y dijeron: «¡¿Qué conoces
agredido que se fue corriendo. Para peor, cuenta la leyenda, que se fue corriendo
hacia Octavio Paz y le dijo que unos infrarrealistas le habían querido golpear (73)
Este tipo de actitudes le cerraron las puertas a los infrarrealistas de publicar. Sin embargo,
uno de los más famosos y que queda retratado en Los detectives salvajes fue el boicot del taller
de Juan Bañuelos, quien en la novela es nombrado bajo el seudónimo de Julio César Álamo.
Sucedió en el 73. Bañuelos daba un taller de poesía en la UNAM por parte del departamento de
difusión cultural. Ramón Méndez lo cuenta de este modo: “La llegada de nosotros al taller de
poesía fue una gota que colmó el vaso de inconformidad de los que asistían. Ellos pedían
Urías 66
estudios serios y no los tenían. Mario Santiago redactó su renuncia, la firmamos casi todos y nos
corrieron a nosotros en vez de a él” (Bolaño infra 1975-1977, 49). En la novela, García Madero
junto con Arturo Belano y Ulises Lima se enfrascan en una lucha contra Álamo debido a su
sistema crítico que manejaba Álamo; éste, a su vez, trató a los real visceralistas de
cinco miembros del taller, es decir todos menos un chavo muy delgado que
siempre iba con un libro de Lewis Carroll y que casi nunca hablaba, y yo (Los
visceralistas no estaban en ninguno de los dos bandos, ni con los neopriistas ni con la otredad, ni
con los neoestalinistas ni con los exquisitos, ni con los que vivían del erario público ni con los
que vivían de la Universidad” (Bolaño, Los detectives salvajes, 453). El enemigo principal del
infrarrealismo fue Octavio Paz, pero el objetivo fue siempre el establishment. Al respecto, Joan
Pascoe, amigo de los infrarrealistas (aunque nunca fue considerado un miembro) relata la postura
del movimiento con respecto a Paz: “sus nefastos crímenes al servicio del fascismo internacional,
sus pésimos montículos de palabras que risiblemente llamaba «poemas», su abyecta ofensa a la
inteligencia latinoamericana, aquella aburrición de «revista literaria» que con olor a vómito se
hacía llamar Plural»” (Bolaño infra 1975-1977, 50). Era tanto el repudio que José Vicente Anaya
cuenta cómo en alguna ocasión planearon presentarse en la próxima aparición pública de Paz y
disparar una bala de salva al grito de “la poesía de Paz ha muerto” (Vicente Anaya y Yépez,
“Los infrarrealistas... Testimonios, manifiestos y poemas”, 137). Probablemente este hecho fue
Urías 67
el que inspiró en Los detectives salvajes el breve relato de la ocasión en que quisieron secuestrar
a Octavio Paz: “[…] hace muchos años, Clarita, un grupo de energúmenos de la extrema
izquierda planearon secuestrarme. […] ¿Y a santo de qué lo querían secuestrar, don Octavio?,
dije yo. Eso es un misterio, dijo él, tal vez estaban dolidos porque no les hacía caso” (653).
Cierto o no, el caso es que los infrarrealistas se cerraron las puertas editoriales. Muy pocos
pudieron publicar algo, y los pocos que lo lograron o estaban ya muertos o a punto de morir.
Uno de los principales recursos narrativos de Los detectives salvajes es el diario íntimo,
el cual sirve como excusa para reflexionar acerca de aspectos cruciales en la vida del autor, como
lo mencionó en la premiación Rómulo Gallego: “En este sentido la novela intenta reflejar una
cierta derrota generacional y también la felicidad de una generación, felicidad que en ocasiones
fue el valor y los límites del valor” (Bolaño, A la intemperie, 350). Sin embargo, y como se dijo
con anterioridad, el autor no tiene interés por hacer un cuadro costumbrista ni mucho menos
recuerdos de su juventud por sobre la contextualización histórica. Lo que se dice sobre el golpe
de Estado en Chile de 1973 es pobre si lo comparamos con las descripciones de los medios por
los cuales los real viscearlistas subsistían: desde la venta de marihuana acapulqueña hasta
mantener limpios los barcos franceses. Sin embargo, lo que resulta de mi interés destacar para
mostrar una realidad deformada. Entre ellos se cuentan, por ejemplo: la inclusión
de escenas oníricas y diálogos con fantasmas del pasado, […] la encarnación del
Urías 68
Redondo, 212)
Como hemos visto, Roberto Bolaño planeó con rigurosidad cada personaje de Los
infra: 1975-1977: “El cincuenta por ciento de la genialidad de Los detectives salvajes se debe a
su afán inquisidor de los hechos reales. Lo único que no pudo hacer, lo que envidió de los
verdaderos investigadores, fue «volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de
los fantasmas», es decir, a México” (140). El otro cincuenta por cincuenta por ciento es ficción:
pasaron. En la novela, de los personajes ficticios que mayor importancia tiene es Cesárea
Tinajero. No solo se trata de un personaje ficticio, sino de un símbolo que alude a su vez al
segundo eje temático mencionado por Arroyo: el juego metaliterario que, con su carga
Capítulo 3
El real visceralismo, según nos es contado por Juan García Madero al principio de la
novela, es un homenaje a otro movimiento vanguardista del pasado con el mismo nombre:
El nombre del grupo de alguna manera es una broma y de alguna manera es algo
completamente en serio. Creo que hace muchos años hubo un grupo vanguardista
en la década de los veinte o de los treinta [...] Según Arturo Belano, los real
visceralismo, cuyos miembros le rinden cierto culto); antes incluso de saber nada acerca de
Cesárea Tinajero, Arturo Belano y Ulises Lima realizan una investigación acerca del
entrevistan es Amadeo Salvatierra, de cuyo oficio él mismo se refiere del siguiente modo: “me
gano la vida escribiendo, muchachos […] en este país de la chingada Octavio Paz y yo somos los
únicos que nos ganamos la vida de esa manera” (Los detectives salvajes, 225) y más adelante
explica: “trabajo aquí al lado, en la plaza Santo Domingo, escribiendo solicitudes, rogativas y
cartas” (255). Amadeo Salvatierra plantea dos únicas formas de ganarse la vida como escritor en
México (y ninguna es en lo absoluto alentadora): por un lado, están los mecenas y sus súbditos,
aquellos quienes escriben por gusto, como Octavio Paz y los poetas campesinos; autores que
Urías 70
viven bajo el apadrinamiento y, por consiguiente, deben ajustar su poesía a los gustos y
caprichos del mecenas. Por otro lado, están los que pertenecen a la categoría de Amadeo
Salvatierra, aquellos quienes trabajan escribiendo, sí, pero escribiendo documentos burocráticos
o textos impersonales que poco tienen que ver con literatura. Respecto a esto, el grupo de Arturo
Belano y Ulises Lima también coinciden en que: “Nuestra situación […] es insostenible, entre el
imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo Neruda. Es decir: entre la espada y la pared” (34).
Los infrearrealistas, como en ocasiones ha mencionado Roberto Bolaño, no estaba con nadie y
por eso enojaba. Lo anterior, es decir, lo de la forma de ganarse la vida como escritor lo explica
[…] Lo que pasa en México ocurre en todos los demás países latinoamericanos;
en los otros países se pide que el escritor sea independiente pero que cobre del
escritor no cobra del Estado, se enoja y desde sus tribunas como escritor
profundamente independiente protesta por esa falta de ayuda. Esa ayuda directa se
lamentarse de su situación; tanto que incluso se ríe de sí mismo. En el mismo episodio declara lo
siguiente: “la vida lo vuelve a uno muy quebradizo, y además lo anestesia (casi sin que nos
demos cuenta, señores)” (255). La risa de Salvatierra es genuina, tan genuina como el opio
Urías 71
produce euforia y alivia temporalmente el dolor corporal. ¿Qué importa lamentarse cuando uno
está anestesiado? De la misma forma, Amadeo Salvatierra parece haber mitigado su descontento
Actual N.°1 que Manuel Maples Arce pegó en las bardas de Puebla en 1921 y que incitó a toda
[…] prosa […] incendiaria y atrabancada, llena de palabras que nos ponían
cachondos, una prosa que puede que ahora no les diga nada pero que en su época
y que habían matado y que cuando leyeron o escucharon las palabras de Manuel
Las expectativas del estridentismo son de escala revolucionaria. Manuel no solo apela a
un cambio formal en la literatura, provocando a las masas con su escritura “incendiaria”, sino
también a un cambio radicalmente social. Se trata de buscar la libertad, lejos del mecenazgo y el
trabajo burocrático: “mi locura no está en los presupuestos” (276), dice Manuel. Seguidamente,
Amadeo Salvatierra apostilla contrastando las viejas promesas de Manuel con la facticidad del
presente: “ay, las vueltas que llega a dar la vidorria” (276) dice Amadeo de forma entre
Arce:
Exito a todos los poetas, pintores y escultores jóvenes de México, a los que aún
los que aún no se han corrompido con los mezquinos elogios de la crítica oficial y
con los aplausos de un público soez y concupiscente […] a todos los grandes
sinceros […] los exito en nombre de la vanguardia actualista de México, para que
Roberto Bolaño sigue haciendo hincapié en los escritores oficiales, los del Estado,
aquellos cuyas creaciones están determinadas por el apadrinamiento, en contraste con los poetas
vanguardistas, los libres, aquellos quienes buscan el cambio en la cultura mexicana. Justo
después, la lectura se detiene en el directorio de artistas vanguardistas de Actual N.°1 que: “que
en su tiempo […] tanto sorprendió a propios y extraños, a creadores y estudiosos del tema” (Los
detectives salvajes, 271). Tres cuartillas infestadas de nombres de artistas vanguardistas que
nadie de aquel entonces conocía ni nadie del presente recuerda, pero que, según anunciaba la
hoja cultural, estaban haciendo el cambio en cada rincón del globo terráqueo:
Y cuando terminé de leer esa larga lista, los muchachos se pusieron de rodillas o
se bebieron las últimas gotas de mezcal Los Suicidas en honor de todos aquellos
nietos. Y yo miré a aquellos dos muchachos que hasta hacía un momento parecían
serios, allí, frente a mí, firmes, haciendo el saludo a la bandera o el saludo a los
La actitud de Arturo Belano y Ulises Lima es la del cadete que guarda respeto ante los
que mueren en combate: firmes y haciendo el saludo militar en el cementerio de los mártires
Urías 73
anónimos que lucharon en el nombre de la vanguardia: pero sobre sus hombros recae el peso de
Capítulos más tarde, Amadeo Salvatierra continúa platicando los proyectos de Manuel
Maples Arce: construir estridentópolis, la ciudad vanguardista que erguiría en Xalapa con la
ayuda del general obregonista Diego Carbajal, jefe de Cesárea Tinajero y descrito por Amadeo
Salvatierra de la siguiente manera: “[…] que entró analfabeto [a la Revolución mexicana] y salió
convencido de que Picasso y Marinetti eran los profetas de algo, de qué, no lo sabía muy bien, no
lo supo nunca muy bien, muchachos, pero tampoco nosotros sabemos mucho más” (457). Cabe
recalcar el absurdo de la cita anterior. Ni Diego Carbajal ni nadie sabía a ciencia cierta por qué
revolución luchaban, pero que, de igual manera, para un grupo de jóvenes como ellos, era una
causa noble, y una causa noble era motivo más que suficiente: “entonces yo era joven,
demasiado joven e idealista, es decir: yo era puro” (458), dice Amadeo Salvatierra. Sin embargo,
hay cierto júbilo en este acto impulsivo: “que veía los esfuerzos y los sueños, todos confundidos
en un mismo fracaso, y que ese fracaso se llamaba alegría” (462), algo parecido a lo que Roberto
Bolaño escribió en el premio Rómulo Gallegos, mencionado anteriormente: “la novela intenta
reflejar una cierta derrota generacional y también la felicidad de una generación, felicidad que en
ocasiones fue el valor y los límites del valor” (A la intemperie, 350). Quizás absurdo, quizás
Cesárea Tinajero, cuyos poemas son criticados y alabados casi por igual. Pareciera, sin embargo,
como si nunca hubiera existido; incluso aquellos estridentistas que llegaron a conocerla
recuerdan muy poco de ella. German List Arzubide afirma que Amadeo Salvatierra, antes de
pasarse al estridentismo, formó parte del movimiento realismo visceral, comandado por Cesárea
Urías 74
Tinajero; que hubo una revista oficial del movimiento llamada Caborca: “la revista que con tanto
sigilo y con tanta ilusión había dirigido Cesárea” (256). Luego Cesárea desapareció; y con ella,
Caborca y el movimiento también. ¿Qué motivos tuvo Cesárea Tinajero para dejar todo lo que
Las descripciones que aluden a Cesárea Tinajero como creadora son casi siempre
elogiosas, adelantadas a su época: “reinventando el poema tal como lo sentía ella entonces, y yo
más bien siguiendo a pies juntillas tanto el espíritu inatrapable como la letra del original” (Los
detectives salvajes, 347). Cuando por fin llega el momento de mostrar los poemas
Salvatierra, Arturo Belano y Ulises Lima parecen no importarles que el último poema de
dijeron caray, Amadeo, ¿esto es lo único que tienes de ella?, ¿éste es su único
poema publicado?, y yo les dije o tal vez sólo susurré: pues sí, muchachos, no hay
más. Y añadí, como para medir lo que de verdad sentían: ¿decepcionante, no?
Pero ellos creo que ni me escucharon, tenían sus cabezas muy juntas y miraban el
embargo, la emoción de los real visceralistas es genuina, incluso lo aprecian casi como algo
profético, según lo expresa uno de ellos: “dijo que no sólo era interesante sino que él ya lo había
visto cuando era un escuincle. ¿Cómo?, dije yo. En sueños, dijo el muchacho, no debía tener más
de siete años y estaba afiebrado” (484). El poema se titula “Sión” y consta de tres dibujos:
Urías 75
485)
conversación:
para ti el poema. Nada, dije, no significa nada. ¿Y por qué dices que es un poema?
Pues porque Cesárea lo decía, recordé yo. Por eso y nada más, porque tenía la
Manzoni?, dije yo […] pero ellos dijeron: ¡Piero Manzoni!, el artista pobre, el que
enlataba su propia mierda. Ah, caray. El arte está enloquecido, muchachos, les
Este estado del arte, “loco”, es definido según la Real Academia Española, como “Dicho
de cualquier aparato o dispositivo: Que funciona sin control” y que, a raíz de lo anterior, es “de
poco juicio, disparatado e imprudente”: por lo tanto “que ha perdido la razón”. Para Octavio Paz
postmodernidad es derribar las utopías creadas a partir de las viejas revoluciones de la Edad
Crítica. Si la razón aniquiló los cánones medievales, por poner un ejemplo, el romanticismo
atacaría sin piedad la Ilustración y su obsesión por la razón. Los cambios que en siglos pasados
se suscitaban (del barroco al neoclásico, por poner otro ejemplo) pasaron a ser en el siglo xx
mientras que la segunda se trata de una ruptura con el pasado, instaurando obras nuevas en todo
enloquecimiento (volviendo a las palabras de Belano), puesto que la novedad se vuelve canónica
Según los real visceralistas la interpretación del poema se explica visualmente. Primero
comparan cada uno de los dibujos sin reparar en los rectángulos. Quedan, por lo tanto, tres
líneas: una recta, otra ondulada y una quebrada. Arturo Belano continúa interpretando:
Urías 77
¿qué ves? Una línea recta, dije […] ¿Y qué te sugiere una línea recta, Amadeo? El
horizonte, dije […] ¿Tranquilidad?, dijo uno de ellos. Sí, tranquilidad, calma.
Bien: horizonte y calma. […] ¿Qué ves, Amadeo? Pues una línea ondulada, ¿qué
otra cosa podría ver? Bien, Amadeo, dijeron, ahora ves una línea ondulada, antes
veías una línea recta que te sugería calma y ahora ves una línea ondulada. ¿Te
sigue sugiriendo calma? Pues no […] ¿Qué te sugiere la línea ondulada? ¿Un
horizonte de colinas? ¿El mar, olas? Puede ser, puede ser. ¿Una premonición de
que la calma se altera? ¿Movimiento, ruptura? […] Tenemos una línea quebrada,
Amadeo, que puede ser muchas cosas […] Amadeo, mira: añádele a cada
clase de broma, explican Arturo Belano y Ulises Lima. En contrapunto, hasta entonces la novela
había planteado a Cesárea Tinajero como alguien que mantenía el control en todos los aspectos.
Urías 78
Ni siquiera su jefe de trabajo hubiera podido decir que ella estuviera a su servicio. Sin embargo,
México, la poesía y el real visceralismo. ¿Qué la motivó a irse a vivir “una vida común” en los
desiertos de Sonora?
visceral. Los motivos, bastante naturales, como explica Amadeo Salvatierra: “La vida nos puso a
todos en nuestro lugar o en el lugar que a ella le convino y luego nos olvidó, como debe de ser”
(590-591). Ningún agente externo a ellos los obligó a olvidar las intenciones revolucionarias del
estridentismo. El orden es alterado por algo simple: asumir las “responsabilidades” que la vida
conlleva en sí misma, como explica Amadeo, poniendo el ejemplo del casamiento de la mejor
mal […] Por aquellos días, sin que nos diéramos cuenta, todo estaba deslizándose
enfática. Por aquellos días todos estábamos deslizándonos colina abajo. Y nadie
iba a intentar la remontada una vez más, tal vez Manuel, a su manera, pero
Entonces Amadeo Salvatierra comienza a recordar el momento en que vio por última vez
a Cesárea Tinajero. Sucedió una noche. Él le preguntó sobre el rumbo de Caborca y el realismo
Recuerdo su risa, muchachos, les dije, caía la noche sobre el DF y Cesárea se reía
una risa que me achicó el alma, una risa que me empujaba a salir huyendo de su
El miedo de Amadeo Salvatierra es el miedo del olvido: el futuro de todos, salvo algún
miembro del estridentismo, Manuel Maples Arce, será el de la invisibilidad, como bien
Cristian Warnken comienza a recitarle a Roberto Bolaño: “El río numerable de los años / los ha
perdido; eres una palabra en un índice. / Dieron a otros gloria interminable los dioses, /
la antología”, 4-7) a propósito de los poetas cuyo brillo esplendió solo un instante. En la novela
no solo sucede con Cesárea Tinajero y los poetas estridentistas; sucederá también con los
mismos real visceralistas. Después de que Arturo Belano y Ulises Lima viajen a Europa, el
movimiento se romperá y cada uno intentará publicar. Ernesto San Epifanio termina muriendo a
causa de una lobotomía que sus padres le realizan a raíz de su homosexualidad; Piel Divina
muere asesinado de forma violenta; Rafael Barrios es mantenido por Bárbara Patterson en los
Estados Unidos; y los demás personajes terminan de una u otra forma en el anonimato.
necesaria para cumplir el propósito del real visceralismo: “¿Y a dónde queremos llegar?, dijo
ella. A la modernidad, Cesárea, le dije, a la pinche modernidad” (593). Lo que todo movimiento
emancipación.
El crítico literario Matei Călinescu caracteriza el arte moderno por su inclinación hacia:
estudio de sus nuevos contextos y categorías, 99). Desde Friedrich Schlegel, uno de los padres
del romanticismo, proponía desde los 1700’s lo que siglos después sería el objetivo del arte
vanguardista: “que la poesía se socialice y que la sociedad se poetice […] ambición suprema en
medio de esa máquina trituradora de sueños que es la sociedad burguesa” (101). En este sentido,
emancipación. Sin embargo, así como las nubes de hongos de Hiroshima y Nakasaki le
progreso, del mismo modo el sistema económico y la paradoja terminaron por acechar el arte de
vanguardia del siglo xx: “[…] el encierro en la jaula social capitalista ha imposibilitado al ser
humano ser autónomo, autoconstructor y transformador futurista de su entorno […] los anónimos
‘hombres-masa’ deambulan ciegos hacia un futuro hostil y solitario, en el que las esperanzas s
arruinan o quedan atrapadas en redes burocráticas” (101). Justo como el destino de Amadeo
Salvatierra, donde afirma que en México solo se puede vivir de la escritura siendo un Octavio
Paz o un redactor de textos burocráticos. Algo parecido sucede con el destino de Cesárea
Tinajero. En aquella ocasión en que se ven por última vez, Amadeo y Cesárea conversan lo
siguiente:
¿Y qué harás entonces?, dije yo. Pues buscar un trabajo y un lugar donde vivir,
dijo Cesárea. ¿Y eso es todo?, dije yo. ¿Ese es todo el porvenir que te espera,
Cesárea, hija mía? […] Y Cesárea me miró, una mirada cortita, así como de lado,
y dijo que ése era el porvenir común de todos los mortales, buscar un lugar donde
económica, el sistema económico tuvo que mutar a otro tipo de sistema; uno individualista,
cuyos únicos valores fuesen el de rendir culto al hedonismo y la permisividad. ¿El resultado? La
las relaciones sociales tradicionales, temía las experiencias del individualismo moderno en el
ámbito de la cultura” (La era del vacío, 83). Es cierto que el romanticismso y las primeras
vanguardias del siglo xx pusieron en jaque por un momento a la clase burguesa con sus críticas,
pero el consumo de masa de los años veinte abrió las puertas a una cultura donde la rebeldía
formaba parte de la vida común de la sociedad. Pronto la vanguardia dejó de causar espanto al
statu quo. De manera análoga, Zygmunt Bauman observa en esta etapa de la historia el paso de
una modernidad “sólida”, propia del siglo xix y arraigada a las viejas costumbres, a una
“líquida”, propia del siglo xx, en la cual no existe ningún arraigo ni temporal ni espacial. Del
mismo modo, las vanguardias intentan desvincularse con la tradición. Tan solo el flujo del
tiempo implica cambios. Ninguna vanguardia sobrevive al paso del tiempo, pues su propia
Los viejos cánones se han derretido y han dado paso a una nueva libertad. Si en la
modernidad sólida uno debía ajustarse al nicho que le tocó vivir, ahora, en la modernidad líquida,
el individuo tiene una gama inagotable de nichos donde uno puede ajustarse. Una libertad,
desilusión de todo metarrelato consiste en la inviabilidad del proyecto emancipatorio. A cada uno
“la vida los puso a todos en su lugar”, como dice Amadeo Salvatierra. No parece haber una
revolución social cuando uno tiene que acatar las responsabilidades que le tocó desempeñar
desierto vi una mancha que se movía por una cinta interminable y la mancha era
Cesárea y la cinta era la carretera que llevaba a una ciudad o a un pueblo sin
misma Cesárea que yo conocía sino una mujer diferente, una india gorda y vestida
de negro bajo el sol del desierto de Sonora, y le dije o traté de decirle adiós,
Cesárea Tinajero, madre de los real visceralistas, pero sólo me salió un graznido
Esta premonición presenta los elementos que Roberto Bolaño desarrollará en el desenlace
de la novela, cuando Arturo Belano, Ulises Lima, García Madero y Lupita emprenden el viaje a
“Hemos encontrado a Cesárea Tinajero.” (774) así comienza el clímax de Los detectives
salvajes: el encuentro entre los discípulos y la figura paradigmática que no solo hizo a nuestros
personajes recorrer medio país, sino también adoptar una postura radical ante la vida y la poesía,
una sola misma, como mencionan. Y, sin embargo, la primera impresión de García Madero no es
muy alentadora: “Vista de espaldas […] Cesárea no tenía nada de poética […] Los ojos de
Cesárea eran negros y parecían absorber todo el sol del patio” (775). Una descripción que no
solo desencanta todo el misterio alrededor de la figura de Cesárea, sino que sus mismos ojos
parecieran absorber toda esperanza. En la casa de la poeta, García Madero se sienta a fumar:
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“Cesárea estaba sentada cerca de la única ventana y de vez en cuando miraba hacia afuera,
miraba el cielo, y entonces yo también, no sé por qué, me hubiera puesto a llorar” (776). Durante
el breve lapso en que Cesárea entra en escena no pronuncia ningún diálogo. Si en los recuerdos
de Amadeo Salvatierra se le recordaba bailando o saliendo feliz del cine, aquí el personaje es
distinto al de la rebeldía. Su decisión fue el de la forma de vida masificada. ¿Qué más daba entre
elegir la rebeldía vanguardista y la vida común, si a fin de cuentas ambas terminarían elecciones
vanguardia sirvió al poder para que este impulsara entre las clases altas, y sobre
Y algo sucede cuando García Madero observa a Cesárea Tinajero viendo a través de la
ventana: comprende que su porvenir no dista mucho del de ella. En el siguiente capítulo, Cesárea
Tinajero muere producto de una balacera entre el policía corrupto y Alberto y los real
visceralistas. Tras la muerte de la figura mítica, solo queda separarse. García Madero tomará el
desaparecerán en el desierto, rumbo hacia el Oeste: la incertidumbre. Dos días después García
Madero anota lo siguiente: “Lupe me ha dicho que somos los últimos real visceralistas que
jales” (Los detectives salvajes, 780). El poeta ha dejado la vanguardia, sus proyectos
revolucionarios y decide, en cambio, tener una vida normal al lado de Lupe. La novela termina
con el siguiente poema, al estilo de Cesárea Tinajero y que, de cierta manera, nos recuerda al
Conclusiones
Debido a que, hasta ahora, se había dado por sentado que Los detectives salvajes era
simplemente una novela semiautobiográfica, fue necesario revisar puntualmente algunos de los
episodios que coinciden con su vida. Siguiendo la afirmación de Roberto Bolaño: “mi narrativa
está trazada desde hace más de veinte años y allí no entra nada que no se sepa la contraseña”
(Por sí mismo, 84) se indagó primero en proyectos anteriores, tales como La pista de hielo y El
espíritu de la ciencia-ficción. Este último proyecto serviría al autor como un germen de Los
detectives salvajes, pues se encontraron elementos autoficcionales que luego reelaboraría en Los
detectives salvajes, tales como el Golpe de Estado en Chile de 1973. De La pista de hielo se
y se compararon los datos de su biografía con los de Arturo Belano; que, a su vez, fueron
contrastados con la vida del autor, donde se comprobó la identidad de Roberto Bolaño. Así
mismo, fue necesario analizar el esquema de personajes que aparece en los manuscritos de
Roberto Bolaño de Los detectives salvajes, donde se analizó la relación entre personajes y sus
referentes. Para ello, se utilizó el personaje de Ulises Lima, de quien Roberto Bolaño dijo en vida
que se trataba de Mario Santiago Papasquiaro. Y, comparando los datos que se tienen de la
que luego Roberto Bolaño retomaría en Los detectives salvajes, sino también ejes temáticos que
efervescencia de revistas y talleres literarios mexicanos tenían como propósitos los mismos que
los metarrelatos. Si en El espíritu de la ciencia-ficción Remo Morán y Juan Arco buscan las
pistas de una revolución social a través de las revistas y talleres literarios aparecidos en los
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últimos años, en Los detectives salvajes seguiremos los pasos de los miembros del movimiento
real visceralista hasta su declive. Sin embargo, es en Los detectives salvajes donde Roberto
Bolaño expone más a profundidad esta cuestión. Se expone el clímax y el ocaso del movimiento,
pero también, y sobre todo en la segunda parte de la novela, el devenir de los miembros. La
mayoría terminan en la criminalidad, en la muerte o en empleos que poco tiene que ver con
literatura. Ulises Lima, fundador del real visceralismo, aunque sigue escribiendo, se mantiene
fuera del circuito editorial, viviendo en la marginalidad. Arturo Belano, el otro padre del real
visceralismo, luego de pasar por una serie de empleos con los que alcanza a sobrevivir, comienza
a publicar novelas que tienen un éxito relativo; termina desapareciendo en medio de la Primera
proyectos modernizadores, sino que también marca el momento de quiebre del real visceralismo,
movimiento sucesor del realismo visceral de Cesárea. A través del relato de Amadeo Salvatierra
conoceremos la corta vida del movimiento vanguardista de Tinajero y su revista Caborca. Los
fundadores del real visceralismo irán tras sus pistas, viajando desde las carreteras del D.F. hasta
los desiertos de Sonora, donde finalmente encontrarán a una figura inesperada: una mujer que,
como afirma Juan García Madero, “no tenía nada de poética” (Los detectives salvajes, 775). Juan
García Madero, viendo la apacible figura de Cesárea enfrentar lo que le tocó tener, lejos de sus
sueños como poeta vanguardista, se reconoce a sí mismo, hasta casi romper en llanto. Con la
muerte de Cesárea Tinajero, también acaecerá la muerte del movimiento real visceralista.
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