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GLORIA

Por Sergio Arciga Bustamante


ABRE DE NEGRO:

1. INT. SALA DE ESTAR - NOCHE

La luz está apagada, sin embargo puede verse el tenue


destello parpadeante y el sonido a volumen bajo que emite un
televisor. Se enfoca una ventana con cortinas de un color
verde un tanto desagradable. Afuera parece llover a cántaros.
El fuerte sonido del agua sobre el piso y los árboles lo
confirma. Alcanza a distinguirse un árbol no muy grande,
cuyas hojas y ramas se mueven pausadamente con el viento.
Detrás del árbol, se observa la fachada de una casa, que se
encuentra al cruzar la calle. Un relámpago suave ejerce su
efecto visual sobre la escena, en la que aparece corriendo
por la calle, un par de jóvenes. EL, considerablemente más
alto de estatura, trata de cubrir a ELLA con una deshilada
chaqueta de mezclilla, sin embargo, ambos están completamente
empapados. Otro relámpago imparte su momentánea, soberbia
luz, y segundos después, un poderoso estruendo.

Se observa un comedor cuadrado de madera, con un mantel claro


aparentemente muy sucio. Hay cuatro sillas a su alrededor.
Una de ellas se encuentra fuera de su lugar, desordenada.
Encima de la mesa, en el centro, se localiza un viejo frutero
de palma, vacío.

Ahora, en CAMARA, una cocineta. Sucia, desordenada. El grifo


del fregadero gotea sobre un montón de platos y vasos sucios
apilados sin algún orden. El sonido y la luz del televisor,
continúa. Aún llueve.

La CAMARA toma de cerca los ojos rojos, cansados y llenos de


arrugas, de ADOLFO: un anciano de unos ochenta años. Estos
ojos reflejan el resplandor intermitente del televisor,
mientras parpadean intentando dormir. La TOMA se abre, y se
distingue humo que proviene de un cigarrillo. ADOLFO está
sentado en un sillón viejo. Su cabellera, o lo que queda de
ella, es blanca, tal como sus cejas y su descuidado bigote.
Al parecer, no se ha rasurado en algunos días. Viste una
camiseta blanca, lo cual apenas puede adivinarse, ya que está
sucia, manchada; y una bata deshilachada, de franjas
verticales, igualmente sucia y descolorida. ADOLFO da una
última fumada a su cigarrillo, y lo apaga en un cenicero que
se localiza a un costado de él, sobre un buró con una taza
vacía, que contiene un sobrecito de té comercial. Continúa
viendo el televisor.
La CAMARA se centra nuevamente en sus ojos que, aunque cada
vez parpadean más lentamente, continúan reflejando el
televisor. De repente la lluvia cesa, y los únicos sonidos
son el del viento y el del aparato. Sus párpados no aguantan
más, y finalmente, caen. ADOLFO duerme, y su cabeza cae sobre
su hombro.

CORTE A:

2. INT. SALA DE ESTAR - DIA

Se visualiza el televisor encendido, y se escucha el sonido


que emite. La luz entra desde la ventana.

La IMAGEN muestra a ADOLFO en un sueño profundo, con la


cabeza hacia atrás y su boca abierta, aún en el mismo sillón
viejo. Ronca ligeramente. De pronto, despierta bruscamente.

ADOLFO
¡Gloria!
(Grita de repente)

En ese momento, respirando agitadamente, se tranquiliza y


toca la parte central de su pecho. Remueve con la otra mano
un poco de sudor que se encuentra en su frente. Mira hacia la
pared, a su izquierda.

La CAMARA muestra un reloj anticuado que marca los quince


minutos que faltan para las once de la mañana.

ADOLFO se levanta de su asiento con dificultad, recoge la


taza sobre el buró, y cruza el comedor a paso lento y
jorobado hasta llegar a la cocineta. Se observa que calza
unas pantuflas color café. Deposita la taza sucia sobre la
pila de trastes sucios. Da un paso hacia el pequeño y viejo
refrigerador, y abre su puerta. Junto a éste, se observa un
bote grande de basura, el cual se encuentra lleno de envases
vacíos de comida enlatada, y bolsas de papel en el mismo
estado. La puerta del refrigerador cubre una parte del cuerpo
de ADOLFO, quien, según el sonido y los movimientos que hace,
busca algo dentro. Después de unos segundos, se levanta con
rostro de decepción y cierra la puerta. Regresa por el
comedor y atraviesa la sala. La CAMARA se detiene donde puede
observarse la puerta que da a la calle, y la ventana con las
cortinas verdes semiabiertas. ADOLFO cruza la escena
lentamente y encorvado. A través de la ventana puede
observarse un día soleado, y con dificultad, el árbol.

ADOLFO regresa con un pantalón color negro, y una camisa


vieja desabrochada. Debajo, la misma camiseta sucia que
usaba. En sus pies, huaraches de piel. Se dirige hacia la
puerta de entrada, y la abre con cuidado.

CORTE B:

3. EXT. CALLE – DIA

En ESCENA, ADOLFO abriendo la puerta desde dentro. Sus ojos


tienden a entrecerrarse, deslumbrándose. Sale con calma, y
jala la puerta, cerrándola. Se observa la fachada de su casa,
y el árbol fuera. ADOLFO se dirige a paso lento hacia la
derecha.

CAMARA observa a ADOLFO desde atrás, caminando lentamente por


la acera de una calle en una modesta colonia.

CORTE C:

4. INT. TIENDA – DIA

La imagen muestra a ADOLFO llegar desde un costado, para


entrar por una cortina de acero hacia una sencilla tienda de
abarrotes. Sube un pequeño escalón y se dirige hacia el
aparador, donde una mujer castaña, seria, bien vestida, de
unos treinta y tantos años espera. La mujer sostiene una
bolsa con su mano izquierda, y con la derecha, la mano de un
niño que estira su otra mano para tratar de alcanzar unos
dulces que se encuentran en cajas abiertas sobre un estante
metálico. La mujer, sin voltear a ver, tira del brazo de su
hijo. El propietario de la tienda aparece de repente, desde
abajo, con un yogurt en mano, que coloca sobre el aparador.

MUJER
¿Cuánto es?

PROP. TIENDA
Siete pesos.
La mujer suelta la mano de su hijo para sacar un monedero de
su bolsa, la cual coloca inmediatamente después, en su
hombro. Intenta sacar una moneda del monedero, pero
interrumpe su movimiento y voltea a ver al propietario de la
tienda. ADOLFO espera junto al aparador, y el niño dirige su
vista hacia él.

MUJER
De casualidad, ¿no le quedaron
de esas velas largas curveaditas
de colores como la que le
compraba mi mamá?

PROP. TIENDA
(Se queda pensando).
A ver, déjeme checar.
(Y se retira hacia la
parte trasera de la tienda).

El pequeño, sin retirar la vista del anciano, tira de la


falda de su madre.

MUJER
(Voltea hacia él)
¿Qué quieres niño?

NIÑO
(En voz alta)
Mamá, ¿Por qué se ve tan mal ese
viejo?

La madre muestra una expresión bochornosa y golpea en la


mano al pequeño.

MUJER
(Alterada)
¡Mocoso grosero! ¡Pídele
disculpas al señor!

NIÑO
(Sollozando y cabizbajo)
Perdón...

ADOLFO no habla, sólo responde con una sonrisa forzada. El


propietario de la tienda regresa del fondo con expresión de
decepción.
PROP. TIENDA
Híjole, se nos terminaron.

MUJER
Bueno, paso la próxima semana.
Gracias, buenas tardes.

PROP. TIENDA
¡Días!
(Corrige sonriendo)
Hasta luego.

ADOLFO mueve la cabeza en forma de cortesía. Luego voltea


hacia el tendero.

PROP. TIENDA
Joven, ¿Qué va a llevar?

ADOLFO
Deme un litro de leche, de la
baratita, y una botellita de
alcohol.

PROP. TIENDA
¿De curación?

ADOLFO
(Distraído)
Sí, sí.

El comerciante desciende a coger la leche y la coloca frente


a ADOLFO. Toma el alcohol de un estante a su derecha y hace
lo mismo.

PROP. TIENDA
¿Es todo?
(Su cliente asiente con la
cabeza)
Dieciocho pesos, por favor.

El anciano saca un puño de monedas de su bolsillo y las


coloca sobre el aparador. Cuenta una por una. Un peso, dos
pesos, dos cincuenta... hasta los diecisiete pesos y
cincuenta centavos. ADOLFO voltea hacia el tendero con
expresión de pena, quien después de una pausa toma el dinero
sobre el aparador con rostro serio, lo guarda en un pequeño
depósito que no alcanza a observarse, y habla.
PROP. TIENDA
Así está bien, joven.

ADOLFO
(Sonriendo forzosamente)
Gracias.

PROP. TIENDA
A usted...

ADOLFO toma sus productos y da la media vuelta hacia la


salida. El tendero mira en tono de decepción y suspira.

CORTE D:

5. INT. SALA DE ESTAR – DIA

Se abre la puerta desde afuera, y entra el anciano, con sus


productos en mano, y cierra la puerta. Los deja en la mesa,
toca su encorvada espalda con la mano derecha. Exhala.

CORTE E:

6. INT. COMEDOR – DIA

ADOLFO está sentado a la mesa. La misma taza despostillada de


la noche anterior contiene leche. Junto a ella, un trozo de
pan dulce visiblemente tieso, el cual toma el anciano y da un
mordisco. Posteriormente, toma un poco de leche. Coloca su
taza nuevamente sobre la mesa y agrega un chorrito de alcohol
de curación. Vuelve a beber.

CORTE F:

7. INT. RECAMARA – DIA

ADOLFO entra en su paso cansado hacia la habitación. Se


sienta sobre la cama mirando hacia el piso. Pero de repente
levanta la cabeza, como inquieto. Se levanta con dificultad,
y se dirige hacia una de las paredes de la habitación.
Colgado ahí, esta un calendario que marca fecha por fecha.
Desprende la hoja de enfrente y aparece una nueva fecha.

“DOMINGO
20
ABRIL”

El viejo mantiene su mirada en ese calendario. Parece


inquietarlo.

CORTE G:

8. INT. REGADERA – DIA

CAMARA enfoca una de las llaves de la regadera, oxidada. La


mano derecha de ADOLFO la abre cuidadosamente. El sonido que
produce es agudo. Un chorro abundante de agua fría cae, y
debajo de este, entra el anciano, quien permanece con la
cabeza agachada y los ojos cerrados.

CORTE H:

9. INT. RECAMARA – DIA

La mano de ADOLFO alcanza de un clóset un traje oscuro.

Coloca calcetines sobre sus pies arrugados, con uñas


infectadas y un poco largas.

Abrocha su camisa clara sobre una camiseta limpia, blanca,


debajo.

Anuda con cuidado una corbata impecable de franjas a la


altura de su cuello.

Introduce cada uno de sus brazos en las mangas de su saco


oscuro. Su camisa y corbata están ya en su lugar, acomodadas.

Un peine pasa por sus blancos y escasos cabellos.

La CAMARA recorre de arriba a abajo al anciano, impecable,


afeitado, bien peinado y vestido, con la mirada fija.
CORTE I:

10. EXT. CALLE – DIA

La CAMARA detrás del anciano, lo ve caminando por la misma


acera que utilizaba al dirigirse a la tienda de abarrotes. Lo
ve con el mismo paso corto y cansado, con la encorvadura de
su espalda, pero a una persona completamente diferente,
irreconocible.

CORTE J:

11. EXT. CEMENTERIO - DIA

La imagen muestra desde atrás una lápida sencilla, y los


restos de algunas flores viejas, marchitas, que el viento se
empeña en mover, sin mucho éxito. ADOLFO aparece en la
escena, y coloca una gerbera blanca junto a la lápida,
agachándose con dificultad. Con la misma dificultad, trata de
acomodarse sobre el césped verde, húmedo. Desabrocha dos
botones de su saco oscuro, y exhala.

ADOLFO
Hola, amor. Aquí estoy de
nuevo... ¿Y cómo no iba a
estarlo? ¡Hoy mi mujer cumple
setenta y cuatro años!
(Sonríe muy forzadamente,
tratando de contener las
lágrimas)
¡Tenemos que celebrar! ¡No todos
los días cumples setenta y cuatro
años! Además, ¡qué precioso día!
Hace tiempo que no veía más que
nubes grises, y la lluvia.
Mira...
(Toca sus vestimentas)
El saco que siempre te ha
gustado, y ¡Mira! ¡La corbata!
¿Te acuerdas? Me la regalaste en
uno de nuestros aniversarios. Y
siempre me la ponía cuando
cumplíamos años juntos. ¿Te
acuerdas de Xochimilco? ¿Te
acuerdas de las lilis? ¿El
vestidito azul? ¿El gorrión?

El anciano no puede evitar derramar una lágrima densa,


pesada. La CAMARA sigue su trayectoria a través de sus
blancas, frágiles mejillas.

ADOLFO saca de su bolsillo un pañuelo y asea su nariz y


remueve los rastros de la lágrima en su rostro.

ADOLFO
Una basurita, mujer, no es nada.
Tus hijos. Nuestros hijos no
pudieron venir, tienen demasiado
trabajo, pero te mandan muchos
saludos, muchos besos y abrazos.
Todos los días van a verme, no me
falta nada... La casa está muy
limpia, todo está en orden, todo
en su lugar, justo como cuando la
dejaste.
(Solloza)
He comido muy bien. Hace dos años
que dejé el cigarro. Todo está
muy bien amor, tú no tienes nada
de qué preocuparte, todo está
como a ti te gusta. Y yo... yo
estoy mejor que nunca. Mírame.
(Se señala con las manos)
Me veo muy bien, ¿Verdad?...
Pelusa... Tu gatita me hace
compañía. Come muy bien la
canija... Y ¡ah! ¡Qué lata da!
(Sonríe de momento, y
detiene su hablar por unos
segundos)
Tengo que irme, viejita, tengo
que cuidar la cena que nos
preparé. Vendré pronto a verte.
Estaré muy bien, lo prometo.

El viejo besa las yemas de sus dedos, y toca con ellas la


lápida. La acaricia.

ADOLFO
Te amo.
Trata de levantarse, pero vuelve a su lugar. En un segundo
intento lo logra, pero con mucha dificultad. Sus piernas le
tiemblan, pero continúan su andar.

CORTE K:

12. EXT. CALLE – DIA

La CAMARA muestra una parte de la calle donde se encuentra la


casa de ADOLFO. Él atraviesa la escena caminando por la
acera. Entre ésta y la calle hay una jardinera prolongada. En
una esquina de ésta, un montoncito de tierra y una cruz.

La imagen se centra en este detalle. La cruz tiene una


leyenda, con letras desordenadas, descuidadas:

“PELUSA
R. I. P.”

CORTE L:

13. INT. SALA DE ESTAR – NOCHE

El televisor es visto por la CAMARA desde atrás, en primer


plano. En segundo, en el sillón está ADOLFO sentado. El saco
oscuro ya no está sobre él, solo la camisa clara con unos
pocos botones abrochados. Sobre él y su alrededor se refleja
la luz intermitente del aparato, y el sonido es alto.

Ahora se observa de cerca la mano derecha del anciano,


sosteniendo con fuerza la corbata de franjas que, después de
unos segundos, la suelta y la mano cuelga sin fuerzas. La
imagen sube, y llega hasta el buró. En éste se distingue sin
dificultad un portarretratos. En él, una familia. Un hombre
sonriente, de bigote, abrazando a su también feliz esposa.
Dos pequeños, un niño y una niña, junto a ellos, a sus pies.
La niña, con un vestidito azul, con los brazos cruzados y un
gesto de enfado. El niño, con la mirada hacia la niña. La
imagen oscurece poco a poco.

VUELVE A NEGRO.

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