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Universidad de GUanajUato
Diseño:
Jorge Juárez González.
Corrección y formación:
Flor E. Aguilera Navarrete.
Compiladoras:
Ruth Yolanda Atilano Villegas
Ileana Ascencio Covarrubias.
ISBN: 978-607-441-161-4
De la sierra a la costa.
La Historia y la tradición oral del territorio nahua de Pómaro, Michoacán
David Figueroa Serrano 27
De naguales y culebras
Propuesta metodológica para el análisis de relatos
Sobre la culebra de agua entre los zapotecos del Sur de Oaxaca
Damián González Pérez 346
El movimiento estudiantil
en la Universidad de Sonora (1967-1992).
Una reconstrucción sociohistórica a partir de la historia oral
Joel Alfonso Verdugo Córdova 372
El Taller Hermenéutico
como comprensión dentro de la Historia Oral:
una aproximación desde Paul Ricoeur
Jorge Mario Galván Ariza 440
Izúcar de Matamoros
El pueblo que no perdió su identidad rural
Mayo Cuauhtémoc Murrieta Saldívar 448
Mesa 17. Gestión del patrimonio intangible: los archivos de las fuentes orales
Disección Sonora.
Análisis de documentos fonográficos del archivo sonoro
de la Red de Radio Universidad de Guadalajara
Elena Castillo Rivera 484
“‘Y de repente hubo un grupo social que nació, vivió y nada: desapareció.’
Sobrevivir a un centro clandestino de detención argentino”
Leal Castillo Araceli 529
Memoria y desastres:
dinámicas de la memoria y la vulnerabilidad
Karla Monroy Camacho
Mateo A. Martínez Monfort 644
inTroducción
S an José del Cabo es una ciudad que forma parte del Municipio de Los Cabos, ubicado en
la Península de Baja California Sur. Su población oscila entre los 69,788 habitantes, distri-
buidos de norte a sur en dos delegaciones, una de ellas San José Viejo Histórico Fundador (sjvHf),
asentada horizontalmente entre la carretera transpeninsular y el arroyo San José. Cuenta con múlti-
ples colonias como La Playa, en el área Sureste de San José del Cabo, cruzando el puente del arroyo
San José. Citamos solamente estos dos lugares porque en ellos obtuvimos los testimonios orales y
serán referidos recurrentemente.
Las manifestaciones culturales en la zona geográfica que hoy comprende sjvHf son ancestrales
y comienzan con las tribus pericúes, las cuales fueron casi extintas durante el siglo xvi y xvii, en gran
parte, por las enfermedades llevadas por los conquistadores españoles que gradualmente fueron ex-
plorando la península desde el año 1535. Posteriormente se construyó una misión “fundada el 8 de
abril de 1730 por el padre Nicolás Tamaral”, pero en 1734 los indígenas se rebelaron y asesinaron al
padre Tamaral y trasladaron su cuerpo hacia el Sur, al lugar donde actualmente está el centro de San
José del Cabo, en el lado Oeste del arroyo San José, que se activa y desemboca sus aguas en el Mar
de Cortés y en el Océano Pacífico solamente cuando llueve y como consecuencia de los efectos de
los ciclones tropicales.
Del otro lado del Arroyo San José, al cruzar el moderno y largo puente, se encuentra la co-
lonia La Playa, que debe su nombre a un restaurante llamado La Playita, el cual fue administrado
por Daniel González Agündez y su esposa María Ninfa Meza Collín, en los años 80. La colonia La
Playa, desde siempre, fue el asentamiento de una comunidad de pescadores. Pero hasta hace poco la
mayoría tuvieron que emigrar, pues el proyecto Puerto Los Cabos les compró los terrenos que ante-
riormente fueron ejidales, luego particulares, donde desarrolló una moderna Marina.
reflexiones y prácticas de la Historia oral: MeMoria y expereiencia | 683 |
En la historia de San José del Cabo existen acontecimientos históricos que forman parte
de la memoria de los “josefinos, cabeños o choyeros”, como se autodefinen los propios nativos.
Múltiples sucesos están asociados a la presencia de ciclones tropicales e incluso algunos han sido
desastrosos. Casi todos los pobladores suelen tener una historia de huracán, localmente llamado
también como “chubasco”, el cual pronuncian parecido a “schubagshco”, con el acento caracte-
rístico choyero, que sustituye la “s” por la “g”, pero a la “s” le agregan una “h”.
Los nativos, mayores a 70 años de edad, que atestiguaron el chubasco del 4 de octubre de
1958, coinciden en que ningún otro ciclón posterior ha sido tan intenso como aquel. Incluso
aunque ciclones anteriores causaron daños memorables públicamente, por ejemplo “un gran ci-
clón en septiembre de 1870, tumba el techo [del templo] de la misión y los vecinos lo restauran”.1
Posteriormente, “en 1918 otro gran ciclón le tumba el techo y paredes”.2
La historia de ciclones tropicales en Baja California Sur es abundante, entre 1949 y 1996,
ha sido registrada la mayor cantidad de impactos en comparación con los demás estados del Pa-
cífico mexicano; ligeramente por encima de Sinaloa, pero notablemente más que en los estados
de Michoacán y Guerrero.3 Con estas evidencias y reiterada recurrencia, es posible hipotetizar
que los ciclones tropicales forman parte del acervo cultural y por lo tanto oral de los pobladores
de Baja California Sur.
Para el estudio histórico de los desastres, el testimonio oral puede aportar datos de efectos
e impactos de un ciclón tropical, como se verá en este caso. Pero además, el testimonio aporta
en su discurso la evidencia de múltiples percepciones de un fenómeno, anécdotas, recuerdos,
preocupaciones, prácticas para protegerse y asegurar el desarrollo de su cotidianidad ante un me-
dio ambiente extremo. Los testimonios orales muestran el conocimiento tradicional, transmitido
generacionalmente, asociado a acontecimientos desastrosos.
meTodología
La realización de una historia oral “busca recuperar la actuación de las personas singulares, así
como los significados que tuvieron en sus vidas estar, pertenecer, participar en un acontecimien-
to del pasado; sus recuerdos personales y la memoria colectiva”.4 Pero además la historia conlle-
va un proceso metodológico ampliamente expuesto y debatido en el cual se ha hecho evidente
que debiera producir conocimiento y categorías de análisis en lugar de solamente registrar suce-
1
Payén, Hugo, “Campanas para llamar al viento”, en Tribuna de Los Cabos (domingo 28 de noviembre de 2010), 12.
2
Payén, Hugo, “Campanas para llamar al viento”, en Tribuna de Los Cabos (domingo 28 de noviembre de 2010), 12.
3
Torres Gómez, Aura Citlalli (2004), Ciclones tropicales, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 79.
4
Rocha, Martha Eva (1996), “Introducción”, en Cuauhtémoc Velasco (comp.), Historia y testimonios orales, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, 12.
| 684 | MeMorias del ix conGreso internacional de Historia oral:
sos de la memoria individual o colectiva.5 Por lo tanto en esta indagación, se ha utilizado la his-
toria oral para extraer información de los testimonios, proponer categorías de análisis y aportar
conocimiento acerca de las reacciones sociales ante el problema de la recurrencia de fenómenos
extremos de la naturaleza, en este caso los ciclones tropicales. Los testimonios orales permiten
“confirmar, contrastar o bien refutar las hipótesis enunciadas a partir de las fuentes escritas y, al
mismo tiempo, avanzar en el conocimiento de la realidad histórica desde diversos enfoques”.6
En esta indagación se ha seleccionado como tema las reacciones sociales ante los ciclones
tropicales.7 La conceptualización y perspectiva incluirán definiciones y el aporte de la teoría de la
construcción social del riesgo y el desastre. El objetivo es visibilizar un acontecimiento histórico
y categorizar las reacciones y preparativos sociales. En términos generales, se trata de un trabajo
interdisciplinario, histórico-antropológico que intenta responder a las preguntas ¿Ante cuáles se-
ñales de alerta reaccionaban los pobladores de San José del Cabo y cómo se preparaban cuando
identificaban un ciclón tropical?
Para esta historia oral se entrevistó a 12 testigos de ciclones tropicales, pero solamente en seis
de ellos se identificó información relacionada con el tema de esta indagación. El perfil de los testi-
monios fue el siguiente, que rebasaran los 70 años de edad, que fueran nacidos en San José del Cabo,
en sjvHf o en la colonia La Playa y con su familia sigan asentados en esos lugares, ser mexicanos,
estar lúcidos, dedicarse a alguna actividad productiva local, no importó el género, y principalmente
que fueran “propietarios del desastre”, parafraseando una definición del antropólogo Anthony Oli-
ver-Smith, quien los describe como los que tienen un tipo de propiedad sobre un desastre, o mejor
dicho, sobre una versión e interpretación de un desastre. Estos a veces últimos testigos, mencionan
qué ocurrió, quiénes fueron las víctimas y cuentan una verdad de los acontecimientos.8
Localizamos a los testigos por medio del personal que labora en el programa munici-
pal Desarrollo Integral de la Familia (dif), particularmente con la profesora Guillermina Díaz,
coordinadora del programa inapaM, quien nos contactó con los subdelegados de San José Viejo
Histórico Fundador y la colonia La Playa. Los subdelegados nos acompañaron con el primer
entrevistado y nos recomendaron con otros, a quienes les notificaron que los visitaríamos y ex-
plicaron nuestras intenciones. Todos los testigos fueron muy amables en recibirnos y estuvieron
muy dispuestos de relatarnos sus recuerdos cuando les explicamos ser académicos con intereses
históricos y antropológicos.
5
Aceves Lozano, Jorge E. (1996), Historia oral e historias de vida, teoría, métodos y técnicas. Una bibliografía comentada, México, ciesas, 14.
6
Benadiba, Laura (2007), Historia oral, relatos y memorias, Ituzaingó, Argentina, Maipue, 19.
7
Anteriormente los temas fueron los vehículos de la memoria individual y colectiva asociados a un desastre. Véase: Padilla
Lozoya, Raymundo (2008), “La memoria y sus vehículos, caso el huracán del 27 de octubre de 1959, en Minatitlán, Colima”, en
Memorias, XV Congreso Internacional de Historia Oral, los diálogos de la historia oral con el presente. Guadalajara, México, Universidad de
Guadalajara / ioHa / aMHo / Instituto Mora / inaH.
8
Hoffman, Susanna M., y Anthony Oliver–Smith (eds.) (2002), Catastrophe & Culture. The Anthropology of Disaster, Santa Fe,
Oxford: School of American Research, James Currey Ltd, 11.
reflexiones y prácticas de la Historia oral: MeMoria y expereiencia | 685 |
Con cada testigo realizamos una visita de reconocimiento y luego efectuamos dos entre-
vistas. En la primera sesión utilizamos una audiograbadora digital marca Sony, modelo icd-Ux81
y en la segunda sesión, con el permiso explícito, incorporamos una videocámara marca Sony
Hvr-z1U. También registramos notas en un diario de campo y captamos fotografías de cada en-
trevistado, de su hogar y entorno. Fue un trabajo intensivo de entrevistas realizadas durante un
mes de estancia en Baja California Sur. Posteriormente realizamos la transcripción completa y
literal de cada testimonio. Diseñamos una ficha para agrupar y sistematizar fragmentos de infor-
mación tomados de cada entrevista, los cuales dividimos en categorías (campos), con base en la
guía clasificatoria Murdock.9 Y para la elaboración de este documento hemos extraído solamente
información de las fichas relacionadas con las categorías: señales de alerta, monitoreo y prácticas
tradicionales de prevención.
Se han incorporado en este documento algunos datos hemerográficos, extraídos de los
periódicos El Informador, de Guadalajara, Jalisco, La Voz de los Cabos y Tribuna de Los Cabos, don-
de fueron registrados efectos e impactos de ciclones tropicales, especialmente del ocurrido en
octubre de 1958, con tal de complementar las referencias bibliográficas físicas con evidencia
histórica pública.
marco concepTual
Para la teoría de la construcción social del riesgo y el desastre, los fenómenos naturales geológi-
cos, climáticos e hidrometeorológicos son parte del medio ambiente en el que las sociedades se
desarrollan históricamente. Y estos fenómenos se convierten en amenazas, cuando las comuni-
dades asentadas en zonas expuestas presentan condiciones de vulnerabilidad social y no están
preparadas para reaccionar y enfrentarlos adecuadamente, lo cual puede detonar un desastre.10
Desde este mismo enfoque teórico, se entiende la alerta como un mensaje difundido por
un medio en forma de sonido o señal que anuncia una amenaza. Es una:
9
Palerm, Ángel (1989), Guía para la clasificación de los datos culturales, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
10
García Acosta, Virginia (2003), “Una visita al pasado Huracanes y/o desastres en Yucatán”, en Revista de la Universidad
Autónoma de Yucatán 17 (223), 3.
11
Lavel, Allan y Mansilla, Elizabeth (2003), Glosario de términos y nociones relevantes para la gestión del riesgo, Gobierno regional de
Arequipa, pGrd / copasa, Gtz, 64.
| 686 | MeMorias del ix conGreso internacional de Historia oral:
12
Cardona A., Omar Darío (1993), “Evaluación de la amenaza, la vulnerabilidad y el riesgo, elementos para el ordenamiento
y la planeación del desarrollo”, en Andrew Maskrey, Los desastres no son naturales (comp.) Colombia, Red de Estudios Sociales en
Prevención de Desastres en América Latina, 53.
13
González García, José Luis (2008), “Riesgos geológicos: pocos conocidos y subestimados”, en Pablo Francescutti (editor),
Comunicación de riesgo, comunicación de crisis, Madrid, España, Universidad Rey Juan Carlos, 157.
14
Cardona A., Omar Darío (1993), “Evaluación de la amenaza, la vulnerabilidad y el riesgo, elementos para el ordenamiento
y la planeación del desarrollo”, en Andrew Maskrey, Los desastres no son naturales (comp.) Colombia, Red de Estudios Sociales en
Prevención de Desastres en América Latina, 53.
15
González García, José Luis (2008), “Riesgos geológicos: pocos conocidos y subestimados”, en Francescutti, Pablo (ed.),
Comunicación de riesgo, comunicación de crisis, Madrid, España, Universidad Rey Juan Carlos, 156.
16
Macías, Jesús Manuel (1999), “La prevención de los desastres”, en Desastres y protección civil, problemas sociales, políticos y organiza-
cionales. México, Dirección General de Protección Civil del Gobierno del Distrito Federal, ciesas, 18.
17
Macías, Jesús Manuel (1999), “La prevención de los desastres”, en Desastres y protección civil, problemas sociales, políticos y organiza-
cionales, México, Dirección General de Protección Civil del Gobierno del Distrito Federal, ciesas, 18.
reflexiones y prácticas de la Historia oral: MeMoria y expereiencia | 687 |
nuevo, “en los ámbitos municipal y estatal, las distintas actividades de la prevención son muy
poco trabajadas e incluso desconocidas”.18 Suele confundirse la preparación con la prevención;
pero la prevención supone un proceso duradero y sistemático, en tanto que la preparación es
más una respuesta emergente para salvar vidas o bienes. La Ley General de Protección Civil,
con una perspectiva operativa y pragmática, define como prevención al “conjunto de acciones
y mecanismos tendientes a reducir riesgos, así como evitar o disminuir los efectos del impacto
destructivo de los fenómenos perturbadores sobre la vida y bienes de la población, la planta
productiva, los servicios públicos y el medio ambiente”.19
El marco epistémico de los estudios de desastres es muy vasto y por cuestiones de espacio
en este documento, el marco conceptual es muy breve, pero específico para comprender los
principales conceptos referidos en esta ponencia.
hallazgos documenTales
El fenómeno hidrometeorológico que los testigos llaman “el chubasco del 58”, o “el tifón”, lo
percibieron con mayor intensidad el día 4 de octubre de 1958. Aunque como sistema hidrome-
teorológico su inicio fue registrado desde el 30 de septiembre, frente a las costas del estado de
Guerrero y en los días posteriores avanzó paralelo a las costas de Michoacán, Colima y Jalisco.20
Es lógico pensar que un fenómeno hidrometeorológico que por sus impactos sigue en la memo-
ria de los testigos debió afectar otras regiones. Al respecto, el diario El Informador, de Guadalajara,
del 6 de octubre, describió que los efectos del fenómeno se notaron desde el viernes 3 de octubre
en las costas de Sinaloa y Sonora. El día sábado 4, entre las 10 de la mañana y las 3 de la tarde,
los meteorólogos registraron en sus anemómetros la velocidad y dirección de los vientos de 100
kilómetros por hora y presencialmente fueron testigos de los impactos. Tras el paso de este me-
teoro sobre Ciudad Obregón, Sonora, quedaron 200 casas destruidas en la Colonia Constitución
y los damnificados fueron a refugios. Por treinta horas no hubo luz eléctrica, ni comunicaciones
telefónicas y telegráficas. Además causó daños en obras de irrigación, aunque la noticia no des-
cribe a qué tipo de obras se refiere.21
A continuación presentaremos a los testigos o propietarios del desastre y un fragmento de
su anécdota personal vinculada con el chubasco del 58, en donde son evidentes las reacciones
18
Castro García, Cecilia, y Luisa Emilia Reyes Zúñiga (2006), Desastres naturales y vulnerabilidad de las mujeres en México, México,
Instituto Nacional de las Mujeres y Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 10.
19
Ley general de Protección Civil (2000), México, Congreso de los Estados Unidos Mexicanos. La versión citada en este documento
incluye las reformas realizadas en 2006.
20
Deducción con base en la trayectoria registrada en http://weather.unisys.com/hurricane/e_pacific/1958/index.html.
21
“Los daños en Ciudad Obregón”, en El Informador (6 de octubre de 1958), 3.
| 688 | MeMorias del ix conGreso internacional de Historia oral:
ante la emergencia, algunas características físicas del meteoro, efectos e impactos producidos en
las construcciones de distintos materiales.
Carlos Ceseña Castro nació el 18 de octubre de 1943, contaba con 15 años en 1958.
En el 58 vivíamos con mi papá. Teníamos una casa de palma: voló todo el techo. No nos enterába-
mos que venía un huracán hasta que ya lo teníamos encima. No había radio, menos televisión, ni luz
entonces. Era una pobreza…
Cuando voló el techo anduvimos refugiándonos en demás casas. Hacíamos una bola para pro-
tegernos y estar ahí juntos, no había de otra. En el 58 no había casas de colado, era un pueblo muy
pequeño, con unas cuantas casas. Era casi puro monte, no había casi civilización. Mis hermanos se
dedicaban a la agricultura. Aquí vivíamos en el piso, no se usaban camas, dormíamos en el suelo,
en vil tierra. Ahí vivían también los perros, las gallinas, todo junto con nosotros… y no nos hemos
muerto. Recuerdo que el gobierno mandó una ayuda, era una ayuda mala, era frijol, pero durisisísimo,
lo tenían que moler machucándolo con piedra, porque solamente así lo podíamos comer y como era
el hambre... aunque estuviera medio duro y crudo así le entrábamos.22
Pos aquí el que nos vino a asustar fue el de 1958. Nos asustó porque no traiba agua, puro viento. En
tres horas desbarató todo, tumbó árboles, tumbó lo que encontraba […] En la calle las matas de palma
las agarró el remolino, las torcía y las partía por la mitad y las aventaba, aquí nos venían a caer las tíras
de palma. Ese fue el único que nos asustó. Aquí en esta casita […] estábamos acostados, no sentíamos
nada, mi señora estaba sentada ahí conmigo. […]Me dijo: ¡levántate la casa está cayendo vé cómo
está el pie del techo […] Orita, le dije, voy por mi mamá, […] Me arranqué para allá y le dije: ¡Mamá
vámonos, este viento está arreciando, vámonos para allá, ámonos pa´la casa! No mi´jito, me dijo. Ese
horcón grueso en el caballete es para sostener la casa, no se va a hacer nada. Mamá- le dije –vente, está
azotando muy fuerte. Pue´tuve peliando con ella un rato y en una racha se vino el viento y caimos de
lado. Pos entonces la agarré y me la traje.23
22
Carlos Ceseña Castro, entrevistado el 16 de febrero de 2011.
23
Federico Miranda Ceseña, entrevistado el 12 de febrero de 2011.
reflexiones y prácticas de la Historia oral: MeMoria y expereiencia | 689 |
Aquí nos tumbó la casa, era de palma y de tabletas. Parecía que andaban por el suelo unas luces, pero
han de haber sido los relámpagos, parece que andaban bolas de lumbre. El viento comenzó a hacer
así la casa hasta que quedó la mitad, pues no cayó de a tiro, y lo demás sí cayó, no se clavó pues, así
nomás. Nos fuimos con la mamá de mi esposo. Antes había poca gente, todos éramos unidos, todos
nos conocíamos. Ahora no pue, ahora hay mucha gente que ha venido, pero los que nos conocemos
todos nos llevamos bien pue, así es.24
Daniel González Agündez, nació el 15 de noviembre de 1941 y tenía 17 años en 1958. Dice
“Nosotros estábamos pequeños cuando se vino el chubasco del 58, vivíamos en casa de tableta
de madera de palma. Mi papá nos ponía a sostener la ventana de madera por dentro, para que el
viento no entrara, [pero] nos tumbaba el viento cuando se venían rachas. Los caballetes de los
techos […] volaban como hoja de papel. Enfrente de mi casa había una reilera de mango; era
tan fuerte el viento que hacía remolino; en los troncos así los quebraba y los volaba como hojita,
como una hoja de papel, de lo fuerte que era.
Las casas tenían techo de palma; entonces lo que hacía el papá de uno, agarraba piedras, o
sea rocas pues, piedras grandes, [las] amarraba con un chicote y las amarraba allí [del caballete]
y ya, o sea, anclaba la casa. Porque la que se zafaba ¡vámonos a volar! Se venían las olas tan altas
que yo no he visto otro chubasco tan grande”.25
Benicia Olachea Alarcón, nació el 23 de agosto de 1934 y tenía 23 años en 1958. Al res-
pecto recuerda: “pues yo ya estaba casada, tenía 5 días de casada en el 58, cuando se vino el “ti-
fón” que le nombraron. Entonces tumbó la escuela, tumbó la iglesia, tumbó la casa de mi mamá.
Fue el cuatro de octubre, día de San Francisco. Entró como a las 11 de la noche. Empezó la
marejada temprano, como las cinco de la tarde, cuando empezó la marejada y mucho viento. Ya
después se empezó a nublar y a llover lentito lentito y ya dijeron que iba a llegar el mal tiempo. Y
sí, como a las 11 de la noche cayó. Ahí en la casa de mi marido era un río porque tumbó puertas
y ventanas, quedamos en el puro cuadro de la casa, todos. Estábamos durmiendo mi esposo y yo.
Y nos asustó, tuvimos que brincar de la cama cuando empezamos a sentir que se movía el techo
de la casa porque era de palma pues. Y tronaban los amarres”.26
Teresa Barrera Bañaga, nació el 10 de octubre de 1923 y tenía 35 años en 1958. “Fue en
la noche. En la noche ya tardecito, oscureciendo. Teníamos una casita de palma como antes se
usaba y nos cambiamos con una cuñada, tenía otra casita más mejorcita. Como pudimos salimos,
24
Leocricia Holmos Bañaga, entrevistada el 18 de febrero de 2011.
25
Daniel González Agündez, entrevistado el 19 de febrero de 2011.
26
Benicia Olachea Alarcón, entrevistada el 15 de febrero de 2011.
| 690 | MeMorias del ix conGreso internacional de Historia oral:
porque yo pues tenía chiquito a mi hijo y caminando […] me lo llevé pero mire, venían las ramas
volando, pegaban, a penas pudimos llegar. Nos aventaba la tierra el viento, muy feo, muy pesado
estuvo eso, pero gracias a Dios pues bien lo soportamos”.27
Después de escuchar con atención las anécdotas es lógico pensar en el tipo de monitoreo
que había ante fenómenos extremos. Así, nos relataron que la comunicación meteorológica por
señal de radio inició en 1907, entre San José del Cabo y un lugar conocido como Cerritos, en Ma-
zatlán, Sinaloa. Pero las antenas que había en San José del Cabo las derrumbaron los ciclones de
1918 y 1920, por lo que se las llevaron a La Paz, bcs y desde entonces solamente existe una estación
meteorológica en Cabo San Lucas, donde se realiza el monitoreo. Entonces dedujimos que existía
algún tipo de monitoreo tradicional y nos encontramos con algunas referencias testimoniales.
Presentamos la información a manera de listado, porque en esta ponencia no es tan impor-
tante cómo lo dijeron, sino qué dijeron y con qué conocimiento contaban para enfrentarse a los
huracanes ante el limitado monitoreo.
moniToreo Tradicional
señales de alerTa
1) Vieron y escucharon el paso de los “pájaros chubasqueros”, entre ellos gaviotas, pelíca-
nos y demás aves marinas, que graznaron al cruzar volando sobre el pueblo de San José del Cabo
con rumbo a la sierra para buscar refugio.
27
Teresa Barrera Bañaga, entrevistada el 22 de febrero de 2011.
28
El dato oral coincide con información especializada, en la cual agosto, septiembre y octubre son los meses en que la fre-
cuencia de ciclones tropicales ha sido mayor en los estados del Pacífico mexicano, entre 1949 y 1996, según Torres Gómez, Aura
Citlalli (2004) Ciclones tropicales, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 79.
reflexiones y prácticas de la Historia oral: MeMoria y expereiencia | 691 |
2) Observaron la salida de cangrejos azules del estero hacia el pueblo de San José, para
alejarse del arroyo.
3) Las gallinas se refugiaban bajo las “hornillas” o fogones que servían para hacer tortillas.
4) Las vacas olfateaban constantemente con sus hocicos hacia el mar.
5) Las hormigas habían hecho más altos sus hormigueros y los sellaron.
6) Las cachoras (lagartijas), desde días antes, taparon sus agujeros en el suelo arenoso por-
que sería intensa la temporada de lluvias.
7) Ricardo Miranda perifoneó por las calles de San José, anunciando el chubasco, entre di-
versos productos comerciales. Actualmente su hijo Sergio Miranda Tapíz ha heredado ese oficio.
8) Escucharon el golpeteo de los martillos en los marcos de madera de las ventanas de las
casas al clavarlas, el cual alertó a todos los vecinos que escucharon.
A raíz de la experiencia del ciclón de 1958 y los chubascos posteriores, la comunidad de-
sarrolló algunas prácticas de prevención y preparación recurrentes.
1) Asentar las casas en terrenos en alto, pues saben por dónde pasan las corrientes de agua
al inundarse.
2) Construían sus casas de materiales naturales, livianos y con ventilación para que circula-
ra el aire. Pero en caso de colapso, las casas no producían tantos daños a los habitantes, porque
si acaso se ladeaba la casa o arrancaba el techo. La construcción era una especia de jaula. Los
materiales para las orillas del enjaulado eran troncos muy rígidos de maderas como palo amarillo,
corazón de palma y árbol chino, unidos con dátil del monte o cuerdas de cuero.
3) En las casas de adobe colocaban lodo detrás de las puertas y ventanas para evitar el
ingreso de agua a la casa.
4) Las puertas y ventanas de las casas eran de tamaño reducido, fácil de sellar.
5) Quienes vivían en casa endeble se iban a refugiar en una casa nueva o hecha con mate-
riales resistentes como el adobe.
6) Contaban con recipientes especiales de lámina con agua para usarla en los días en que
estaban incomunicados y sin agua potable.
7) Algunos guardaban “machaca” (carne salada), porque resiste mucho tiempo en buen
estado.
conclusiones
Los testigos llaman genéricamente “Chubasco, tifón, huracán y ciclón” al mismo fenómeno hi-
drometeorológico. Esos cuatro sinónimos para un mismo fenómeno, evidencian su familiaridad
| 692 | MeMorias del ix conGreso internacional de Historia oral:
con él. Aunque por “chubasco” se refieren al fenómeno repentino con mucha lluvia, vientos
muy intensos y que pasa rápido, como ocurre con algunos huracanes que en tres o cuatro horas
cruzan una comunidad. Chubasco es más un regionalismo; tifón es la forma como se conoce
en Asia a los ciclones tropicales; huracán es una palabra de los indios caribes e indocubanos,
heredada y castellanizada por los conquistadores españoles; y ciclones tropicales son todos los
fenómenos hidrometeorológicos descritos por la escala Saffir-Simpson, entre ellos depresión
tropical, tormenta tropical y huracán categoría I, II, III, IV y V.29
Antes de 1990, existían desacuerdos científicos para denominar a los fenómenos hidrome-
teorológicos extremos, por la sencilla razón que no había una sola escala universalmente acepta-
da. La actual escala de huracanes llamada Saffir-Simpson, fue formulada en 1969 y fue citada por
primera vez en la edición de mayo de 1990 del Monthly Weather Review. Por lo tanto los fenómenos
hidrometeorológicos registrados en observatorios y difundidos por fuentes periodísticas, difícil-
mente eran categorizados con una misma escala antes de 1969 y eran denominados de distintas
formas donde los registraban. Antes de llamarlos ciclón o huracán, la población se refería a estos
fenómenos también como temporales, ventarrones, borrascas, llovizna y mal tiempo.
Llama particularmente la atención que doña Benicia Olachea Alarcón recuerde el 4 de oc-
tubre como el Día de San Francisco, porque a este santo se le encomiendan protecciones contra
tempestades y ajustes de cuentas por pecados cometidos. Desde la época novohispana se dio en:
[…] llamar cordonazo de San Francisco al huracán, imaginando que sus ráfagas eran debidas a un ser
celestial que los zurriagaba desde lo alto. La frecuencia de los ciclones en el mes de octubre, cuyo día
cuatro está consagrado por el catolicismo a San Francisco de Asís, […] y la circunstancia de llevar
el pobre santo asisiano un nudoso cordón atado a la cintura sobre su sayal, hicieron que la incultura
atribuyera impíamente aquellas desapoderadas iras de los huracanes antillanos a la cólera del humil-
dísimo fraile.30
Con base en las características mencionadas por la noticia del periódico El Informador, este
fenómeno hidrometeorológico en realidad se trató de una Tormenta Tropical, no de un huracán.
Porque según la escala Saffir-Simpson: cuando un hidrometeoro contiene vientos entre 63 y 118
kilómetros por hora, se le clasifica como Tormenta Tropical, no huracán.31
Las estrategias de monitoreo, alerta y prácticas de prevención, anteriores al establecimien-
to del Sistema Nacional de Protección Civil, evidencian una protección ciudadana, social y tradi-
cionalmente construida. Pero también reafirman que ante los riesgos las sociedades no han sido
pasivas, sino que han desarrollado formas de mitigar los efectos y paliar los impactos, por medio
29
Véase: cenapred, “La escala Saffir-Simpson para huracanes”, en Centro Nacional de Prevención de Desastres (2007), Ciclo-
nes tropicales, serie fascículos. Segob-Cenapred, 11.
30
Véase: Ortiz, Fernando (1947), El Huracán, México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 76-77.
31
Véase cenapred (2007) Ciclones Tropicales, 11. En: http://www.cenapred.unam.mx/es/Publicaciones/
archivos/3112008Fasc._Ciclones_2007.pdf.
reflexiones y prácticas de la Historia oral: MeMoria y expereiencia | 693 |
del monitoreo, alerta y prevención, basados en la observación del entorno natural y la repetición
de patrones de conducta de los animales salvajes y domésticos. Evidentemente las comunidades
cuentan con un conocimiento tradicional que debiera ser incorporado en el diseño, planeación y
aplicación de políticas públicas para enfrentar los fenómenos extremos, sobre todo actualmente
que se profetizan grandes alteraciones vinculadas con el calentamiento global y el cambio climá-
tico. El conocimiento físico de la naturaleza no está solamente en los laboratorios, aulas u ofici-
nas, sino también en las anécdotas y la memoria colectiva accesibles por medio de la historia oral.
Escudriñando en los testimonios se obtiene información para dimensionar las afectacio-
nes del desastre. Y es evidente que los pobladores de San José del Cabo y la colonia La Playa,
tienen certeza de que estos fenómenos son reales como sus riesgos y por ello han practicado
distintas acciones de monitoreo, alerta y prevención, para sobrevivir y dar continuidad a su co-
munidad a pesar de las condiciones medioambientales extremas.
Memoria del IX Congreso Internacional de Historia Oral. Reflexiones
y prácticas de la Historia Oral: memoria y experiencia, se terminó de
imprimir en disco compacto en octubre de 2011, en la División
de Ciencias Sociales y Humanidades, Campus Guanajuato, de la
Universidad de Guanajuato. El tiraje fue de 200 discos.