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En una época en que los deportes colombianos en general no gozaban del prestigio del que

gozan hoy a nivel profesional, una comisión de expertos envió un hombre a Brasil para que
mirara cómo era la dinámica del jogo bonito y aprender lo más posible para transmitir ese
conocimiento a los entrenadores de aquí. Cuentan que cuando el avión estaba por arribar a
Río de Janeiro, aquel hombre se asomó por la ventana y vio cómo sobre el terreno a orilla
de la playa había montones de puntos diminutos agrupados en diversas concentraciones,
como una suerte de hormigas esparcidas en diferentes montones de azúcar.

Al aterrizar y comenzar a conocer la ciudad se dio cuenta que, en efecto, no se trataba de


ningunas hormigas ni ningunos montones de azúcar, pero sí de un elemento que era capaz
de despertar el mismo gusto y adicción que el dulce: un balón de fútbol. Solo que este
fútbol no era en canchas extensas repartidas en 22 jugadores, sino pequeños rectángulos
improvisados en los que jovencitos descalzos y sonrientes, jugaban, bailaban y eran uno
con balones de fútbol que tuvieron mejores épocas. Aquel hombre descubrió allí la esencia
misma del fútbol brasilero, una excusa para ser felices en medio de las condiciones
socioeconómicas del Brasil de las favelas, de la inequidad, de la violencia, pero también el
Brasil de la samba, el fútbol, las playas de Ipanema. Aquel hombre había descubierto el
fútbol de salón y lo demás es historia.

El fútbol de salón puede considerarse un deporte popular porque, entre otras cosas,
combina dos elementos fundamentales, es económico y es fútbol, eso quiere decir que
permite que un número indeterminado de jóvenes puedan inventarse dos porterías con
piedras o ladrillos, conseguir un balón, limitarse al ancho de los andenes para trazar una
cancha, lo demás es diversión, unión, sana competencia, entre otros factores.

En el caso del fútbol de salón en el Valle del Cauca, consideramos que hay para decir varias
cosas, lo primero es que nace bajo una iniciativa descentralizada; esto es, la voluntad de
muchos municipios del centro y norte del departamento por acoger el deporte y no por una
propuesta devenida de la ejecución de Cali; por tal motivo, puede considerarse el fútbol del
salón como un baluarte de la región, un aporte de diferentes municipios más pequeños, con
menos presupuesto y, si se quiere, peso político que la capital del Valle. Como elemento
especial, resulta paradójico es que precisamente el fútbol de salón el deporte que cuenta con
mayor número de asociados y clubes, permitiendo que en los Juegos Departamentales la
competencia de clasificación sea de las más aguerridas en cuanto a la búsqueda de un lugar
en la tabla y, por ende, el nivel de competitividad y exigencia sea mayor en comparación
con otras disciplinas que no demeritan en ninguna medida en su calidad, pero sí cuentan
con un menor número de deportistas.

En términos generales se puede decir que el fútbol de salón es uno de los deportes con
mejores resultados en términos de indicadores. Como se ha dicho anteriormente, goza de
gran popularidad, el nivel competitivo es bastante alto y el número de clubes adscritos da
muestra del crecimiento y organización administrativa de la disciplina deportiva a lo largo
del departamento; lamentablemente, y pese a estos resultados, el tema presupuestal no se
corresponde con estas cifras.

Uno de las problemáticas más representativas frente al deporte, es que poco se ve este como
un elemento fundamental dentro del sistema y la población que contribuye de manera
significativa en la prevención de enfermedades; en otras palabras, una sociedad deportista
es una sociedad con bajos índices de comorbilidades; así lo anterior, el deporte no puede
verse únicamente desde la perspectiva competitiva, sino que debe contribuir a la salud
pública e incluso a la formación ciudadana, pues los deportes exigen respeto por las reglas,
sana competencia y, en el caso de los colectivos, ponerse de acuerdo en pro de una
estrategia que eventualmente lleve a la victoria.

Sin embargo, dentro de las partidas presupuestaria se puede identificar que, aunque se
cumplen con rublos, que dependiendo del departamento pueden ser más o menos, muchos
de estos no están avocados a contribuir en la salud pública fortalecida desde la educación,
sino que se va directamente al deporte a nivel competitivo. Frente a esto anterior, vale la
pena detenerse a reflexionar sobre el panorama actual del deporte, específicamente en el
fútbol de salón.
Este tipo de actividades deportivas, también son actividades formativas y de prevención en
salud, lo cual quiere decir que los resultados no pueden verse únicamente en términos de
campeonatos, medallas o deportistas profesionales y de alto rendimiento, sino que hay otros
elementos que, de tenerse en cuenta, reconocerían la importancia de impulsar y apoyar
presupuestariamente el fútbol de salón. En el caso de Guadalajara de Buga, si se pensara en
una estrategia para fomentar actividades físicas, considero que es claro que el fútbol de
salón sería una excelente opción.

Por una parte, es un deporte económico, pero también colectivo y masivo, un solo balón
implica mínimo diez personas realizando actividad física por partido; por otro lado, hay
procesos transformadores del espacio, ya que regularme se usan parques para realizar los
partidos, por lo cual dejan de ser escenarios para el consumo para convertirse en escenarios
para el deporte y el entretenimiento, muchas personas concurren para presenciar los
partidos, apoyar amistades y familiares y salir de la cotidianidad. Todo lo anterior es un
fenómeno más espontáneo que producto de alguna iniciativa, está en el arraigo cultural los
encuentros para jugar un partido, desconociendo todos los procesos positivos del orden
cultural y social que devienen de ello.

Desde hace unos años las diferentes naciones adscritas a la Organización de Naciones
Unidas (ONU) en su administración política han adoptado en sus planes de gobierno,
Planes de Ordenamiento Territorial (POT) entre otros programas un conjunto de ítems
denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los cuales están distribuidos en 17
objetivos como: 1. Fin de la pobreza, 2. Hambre cero, 3. Salud y bienestar. La dinámica
frente a esos ODS no implica que cada objetivo se cumpla como una especificidad, lo que
implicaría, por ejemplo, que en el caso del objetivo 3 fuera el Ministerio de Salud y las
Secretarías de Salud departamental y municipal los responsables de generar iniciativas a
este respecto, sino que, por el contrario, el gran aporte de las ODS ha sido entender las
problemáticas como un reto que vincula diferentes instancias.

Continuando con el ejemplo del objetivo 3, hablar de salud y bienestar implica abordar la
problemática y el cumplimiento del objetivo desde la responsabilidad de los organismos de
salud, pero ello desde las consecuencias directas y más evidentes, pero el trasfondo y la
estructura implica un esfuerzo mancomunado desde la educación, el deporte y la cultura,
por lo cual, una problemática aparentemente relacionada con centros de salud, hospitales,
EPS, ya que se relaciona con patologías, morbilidades y tasas de padecimiento y
defunción, también requiere de centros educativos, pues allí hay una población que, aunque
joven, son el objetivo en últimas del objetivo, de igual manera concentra la población, lo
cual facilitaría la ejecución de estrategias; igualmente, las actividades de deporte,
alimentación balanceada y prácticas saludables responden a hábitos que se arraigan en la
cultura.

Todo lo expuesto anteriormente es con el objetivo de evidenciar que las iniciativas


alrededor del deporte y en el caso del fútbol de salón no son simples estrategias para
promocionar el deporte porque resulta beneficioso per se, sino que responden a una
problemática manifiesta y en la cual el Estado en todas sus estancias está comprometido a
solucionar; sin embargo, en la práctica no resulta tan claro ni tan fácil. Es claro que
cualquier actividad avocada en generar estrategias de fomento de la actividad física y
prácticas saludables, así como cualquier otra política pública implica esfuerzo, capital
humano e inversión, pero sobre todo un compromiso y conciencia de su importancia; no
obstante, vemos que las diferentes instancias comprometidas en esta suerte de sistema aún
padecen una mirada parcializada de la problemática y desconocen que aunque es
importante atacar las consecuencias directas del sedentarismo y la ausencia de hábitos
saludables de alimentación y actividad física, es mucho más importante realizar esfuerzos
en la prevención y el fomento de lo mencionado.

Pareciera que en la actualidad, para el sector educativo es ilógico apostar a proyectos que
fomenten el fútbol de salón en barrios, igualmente para la cultura apostarle a algo diferente
a la música y el arte en general no es su responsabilidad dentro de su lógica, en el caso del
Instituto Municipal del Deporte (IMDER), a la sazón, la instancia evidente para esta
responsabilidad, concentra sus esfuerzos en el plano competitivo, una mirada que, aunque
respetable, no responde a su objetivo principal, promover el deporte y la actividad física en
el municipio; por el contrario, las partidas presupuestarias se distribuyen en deportes de alto
rendimiento y la competición a nivel profesional.
Sin desconocer la importancia de la promoción de la competitividad, es claro que en el
orden de importancia este objetivo queda muy por debajo del que hemos querido resaltar en
estas líneas, ya que difícilmente ello genera cobertura en el número de personas que
realizan actividad física, ni que decir de la posibilidad de contribuir en la sociedad en
deportes masivos que no solo generan resultados en la salud, sino que transforman el
entorno.

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