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Antecedentes

El estudio de los fenómenos que envuelven a la mujer, dentro del campo de las
Ciencias Sociales, ha estado marcado desde hace mucho tiempo por graficar su participación
en el mundo considerado “público”, en donde se le ha negado históricamente su “intromisión”
por considerarse terreno masculino (Collin, 1994). Sin embargo, las disciplinas al concentrarse
en este tipo de estudios olvidan la importancia que tiene comprender cómo se ha materializado
la construcción del espacio doméstico como el sector en donde ha predominado la
participación femenina por los estereotipos de género, ya sea como madre o como hija,
negándose la visualización de las problemáticas sociales que involucran este tema (del Valle,
1997).

Bajo esta perspectiva, es que se vuelve importante analizar los fenómenos espaciales
que ocurren en el interior del espacio doméstico, dado que aquí es donde ocurren también
fenómenos que responden a las políticas públicas (Jiménez y Negrete, 2016) y a su vez, son
una reproducción a pequeña escala de las relaciones que funcionan a nivel macro en la
sociedad (McDowell, 1999). Es a partir de esto, que las feministas de los años 70’ del siglo
pasado hayan manifestado que “lo privado es político” (Collin, 1994).

Ahora bien, dentro del espacio doméstico ocurren un sinfín de fenómenos que pueden
ser estudiados desde diversas visiones. Por esta razón, es necesario identificar las distintas
formas en que las disciplinas sociales han trabajado el concepto de “espacio doméstico”, qué
metodologías han utilizado, como también a las conclusiones que llegaron en sus respectivos
estudios. Posteriormente a este análisis, para poder complementar la información obtenida en
cuanto al espacio doméstico, se necesita analizar la construcción del conocimiento entorno a la
idea de apropiación y territorialización del espacio doméstico bajo diversas miradas
académicas y disciplinares. Por supuesto, dichos procesos deben estar acompañados por la
crítica y evaluación sobre su pertinencia con el tema central de esta investigación.

Es por esta razón que los antecedentes de la investigación contaran con dos variables:
el espacio doméstico y la territorialidad de este. Ambas, como ya se planteó, serán entendidas
desde varios puntos de vistas disciplinares.

1. El espacio doméstico como objeto de estudio


El concepto de espacio doméstico posee una característica importante al momento de
ser estudiado, y es que dependiendo de la forma en la que quiera aplicarse para poder
comprender los fenómenos de la realidad, se va a definir. Esto quiere decir que, al momento
de trabajarlo bajo una disciplina determinada, tendrá una definición que será entendida solo
bajo los parámetros de ésta. Es por esta razón que hay que entender principalmente el
desarrollo de los trabajos realizados desde el campo de la Psicología ambiental, la Filosofía, la
Arqueología, la Antropología, el estudio de los Recursos Humanos y también la Geografía.

En la disciplina de la Psicología Ambiental, tenemos uno de los primeros estudios de


carácter teórico que aportó a la formulación de los trabajos de análisis sobre el “espacio
doméstico”. Las académicas Carol Werner, Irwin Altman y Diana Oxley, postularon un
estudio de análisis bibliográfico en 1985 con el que concluyeron las siguientes afirmaciones:
primero, que el espacio debe ser estudiado como un ente inseparable de la persona, en los
cuales hay que añadir también el elemento temporal; segundo, que los procesos
transaccionales (que se observan de forma simultánea con el espacio, la persona y el tiempo)
se dividen en “Affordance” (recuerdos sentimentales hacia los objetos que se encuentran en la
casa), “reglas sociales y relaciones interpersonales” (comportamientos permitidos en la casa y
los lazos afectivos que se generan con ella) y “apropiación, apego e identidad” (lazos afectivos
que poseen significado y significación) (Pérez, 2011).

Sin embargo, al ser uno de los primeros trabajos en torno a esta materia, el enfoque en
los elementos teóricos hizo que se cuestionara su aplicabilidad en el mundo concreto. Esto
lleva a la académica Judith Sixsmith a plantear la “teoría de la experimentación de la casa” en
1986. El estudio cuantitativo que aplicó principalmente la herramienta de la encuesta concluyó
que los modos en los cuales los sujetos (dado que aún no se aplica un enfoque de género pese
a los movimientos feministas existentes previamente) pueden ser de 3 tipos de aspectos. El
primero de ellos es el temporal, que se define por la temporalidad en la que se experimenta el
hogar que se habita. El segundo es el social, que responde a determinar las características de
las personas que viven tanto alrededor como dentro de la vivienda, cerca del sujeto de estudio.
Finalmente, se encuentra el espacio físico, que es netamente determinar las cualidades físicas
geomorfológicas del sector (Pérez, 2011).
Al haber aplicado la parte teórica que aportaron anteriormente Werner, Altman y
Oxley, se pudo apreciar que la experimentación de las casas lleva a que las personas se
identifiquen emocionalmente con ella en aproximadamente 20 sentimientos o categorías 1. Por
ende, el trabajo realizado por Sixsmith ayuda en el avance de la pregunta “¿cómo identificar y
analizar el fenómeno social dentro del espacio doméstico?”, al caracterizar los aspectos el
mismo (temporal, social y físico), y al haber aplicado una encuesta para las descripciones de
los sentimientos de las personas. Ahora bien, años más tarde Jeane Moore, en el año 2000,
escribió en su investigación de análisis bibliográfico que la casa, desde la psicología
ambiental, debía incluir la caracterización del espacio, que al igual que las autoras antes
mencionadas, se dividen en físico, social y por supuesto psicológico (Pérez, 2011).

Los aportes realizados por la Psicología Ambiental, desde este punto de vista, fueron
dirigidos a la construcción del concepto desde la parte teórica, que ayudara a generar estudios
considerando los elementos que se iban descubriendo con el paso del tiempo. A pesar de que
fueron un aporte en el estudio del espacio doméstico, el uso de una metodología cuantitativa
que apuntara a generalizar las experiencias dentro de la casa, al igual que la forma de
habitarla, hizo que se dejara de lado los roles de género que funcionan dentro de ella. Unas de
las pocas teóricas que en esta disciplina se preocuparon de graficar en el espacio la
dominación que tenían las mujeres en la casa fue Seba y Churchman en 1983, texto que será
explicado más adelante con la variable de territorialidad (debido a sus resultados).

Por otra parte, desde la disciplina de la Filosofía, Françoise Collin aportó teóricamente
también al estudio del “espacio doméstico” en su texto “Espacio doméstico. Espacio Público.
Vida Privada” en 1994. A través del análisis a fuentes bibliográficas de diversas disciplinas,
llegó primero a la conclusión de que no se debe hacer distinción entre el “adentro” y el
“afuera”, aceptando que el espacio funciona de forma dinámica con la sociedad, por lo que
“dentro” de la casa se reproducen del mismo modo los fenómenos que ocurren de ella (Collin,
1994). Además, dejó en claro que la construcción del espacio doméstico depende también de
las construcciones jerárquicas del género, dado que la mujer en este tipo de espacio se

1
Los sentimientos o categorías que plante en su investigación Sixsmith fueron los siguientes: “(…) felicidad,
pertenencia, responsabilidad, autoexpresión, experiencias vitales, permanencia, privacidad, temporalidad, lugar
significativo, conocimiento, deseo de retorno, tipo y calidad de las relaciones sociales, amistad y tiempo libre,
ambiente emocional, estructura física, servicios, estilo arquitectónico, ambiente laboral y sensación de espacio”
(Pérez, 2011, p.43). Todo lo anterior se aplicaba a la relación que tenía el ser humano con la vivienda.
encuentra negada de una “privacidad” real como la que obtiene el hombre (Collin, 1994). Esto
quiere plantear lo siguiente: la mujer dentro de lo que se ha asociado como espacio privado
(vinculándolo con el doméstico) no tiene una privacidad real, porque en él tiene que hacer
actividades asignadas por su género, respondiendo a necesidades que no le son propias (como
por ejemplo hacer comida, que responde a las necesidades de los hijos o parejas) (Collin,
1994).

Unos años más tarde, la idea de entender el espacio doméstico desde la dualidad entre
el espacio público y el espacio privado continuó, destacando en este caso un estudio de
Antropología con aplicación feminista. La antropóloga y académica Teresa del Valle (1997),
realizó un estudio con metodología interdisciplinar – muy marcada desde lo cualitativo, dado
que aplicó entrevista y análisis de fenómenos por medio de la observación – en el país vasco
que se enfocaba en percibir principalmente tres elementos: el primero de ellos era reconocer la
dualidad del centro-periferia en el traslado de la mujer a su casa; el segundo, es la fuerza de
transformación simbólica que se puede aplicar en el espacio según los contextos de las
mujeres (en donde hay “espacios puente”2, para finalizar con el análisis de la identificación de
los “grupos mudos”3, quienes según la autora, se manifiestan de formas distintas en el espacio,
estando entre ellas las mujeres.

A las conclusiones que llega son de vital importancia para el desarrollo de una
conciencia sobre las actitudes y relaciones que se dan dentro del espacio doméstico. Una de
ellas es que, por ejemplo, las mujeres perciben una responsabilidad mucho más realista de las
necesidades humanas que los varones, quienes suelen protagonizar en el espacio en el caso de
realizar una de las actividades básicas – no como en el caso de la mujer, que se considera algo
natural – (del Valle, 1997). La segunda conclusión a la que llega es el que las mujeres no se
relegan de forma voluntaria al espacio doméstico, sino que existen estructuras estereotipadas y

2
“Los espacios puente ayudan a verbalizar nuevas propuestas a los grupos en situaciones de mutismo
sociocultural. Hay ocupaciones temporales de espacios que son poderosas como formas de nuevas socializaciones
para el cambio.” (del Valle, 1997, p.245). Esto quiere afirmar, que los espacios puentes son aquellos sectores en
donde se puede dar cuenta de la realidad sociocultural de los grupos que han sido invisibilizados durante grandes
periodos de tiempo, sobre todo aquellos que no han sido objeto de estudio de las ciencias por considerarse
sobresaturados con lo descubierto.
3
De acuerdo con los planteamientos de S. y E. Ardener citados por del Valle (1997), los grupos mudos son
aquellos que se han creado a consecuencia de los grupos de poder, de aquellos que los dominan. Dichos grupos
han sido ignorados como categorías de estudios, provocando que a la larga sean invisibilizados (del Valle, 1997).
de “miedo” que hacen que, de todos los espacios posibles, solo sea la casa donde sientan más
seguridad, provocando su renuncia “voluntaria” a los espacios públicos y que sus relaciones
sociales se desenvuelvan en el hogar (del Valle, 1997).

A partir de este momento, las disciplinas comienzan a incorporar en sus discusiones


teóricas y prácticas un análisis del espacio doméstico tomando en cuenta el factor de género,
que en tiempos anteriores había estado implícito, pero no alcanzaba a vislumbrarse en su
totalidad. Y la geografía, bajo este contexto, tampoco se quedó atrás. Una de las primeras en
recopilar las ideas de la disciplina en un estudio de tipo teórico, analizando los postulados
escritos, fue Linda McDowell en 1997. En su texto “Género, Identidad y lugar. Un estudio de
las geografías feministas”, uno de los capítulos estaba dedicado a comprender la casa y la
identidad en ella comprendida como espacio geográfico. Dicho análisis, planteó una dura
crítica a los académicos reconocidos en la disciplina, dado que habían ignorado por bastante
tiempo la consideración de las mujeres en el espacio. Sin embargo, las conclusiones
principales a las que llegó es que, primero, existe una naturalización de que el lugar y espacio
de la mujer debe ser el espacio privado/doméstico, provocando que gran parte de las
disciplinas de las ciencias sociales dejen de lado la problemática del hogar (con perspectiva
femenina), ya que – como ya han afirmado otras autoras analizadas aquí – se entiende que ella
realiza todo esto por “amor” (McDowell, 1999). La segunda conclusión principal a la que
llegó es que para el capitalismo resulta útil que la mujer al final solo se desempeñe y se
dedique a las labores domésticos y, en consecuencia, se mantenga en el espacio doméstico
(McDowell, 1999).

Sin embargo, Linda McDowell hace el alcance a las disciplinas de que no se debe
entender la introducción de la mujer en el trabajo como una apertura hacia el espacio público.
El que la mujer se haya introducido en el trabajo, y que esto sea cada vez más común de ver,
no responde a un discurso de igualdad de género, ni mucho menos a una entrega de nuevas
oportunidades a las mujeres. Se trata netamente de poder generar, con el paso del tiempo, un
nuevo agente económico capaz de aumentar la producción de bienes, como también elaborar
un sujeto capaz de consumir dichos productos (McDowell, 1999).

Es así, como llegando el nuevo siglo, las disciplinas comienzan un verdadero


cuestionamiento con respecto a las realidades de las mujeres, sobre todo con los enfoques que
les daban a los estudios que realizaban. Una de las primeras en replantearse la forma en la que
estaba estructurando su conocimiento fue la arqueología. Sandra Montón (2000), quien hizo
un estudio de revisión bibliográfica para recopilar el cómo se ha trabajado el tema de
producción y entendimiento del espacio doméstico, formula (al igual que Linda McDowell) la
importancia de cambiar la concepción tradicional del espacio doméstico, que ha sido
entendido dejando de lado la historia de las mujeres. Para poder comprender la totalidad del
fenómeno espacial que sucede dentro de la casa, hay que aplicar el concepto “household”,
perteneciente a la arqueología anglosajona, el cual entiende que dentro del hogar existen
lógicas productivas que históricamente han sido designadas como responsabilidad de la mujer,
perdiendo para ella el carácter tradicional de “doméstico” el hogar (Montón, 2000).

En resumen, de todo el siglo anterior, se ve una progresiva consideración del elemento


de género en los estudios referentes al espacio doméstico, lo que ayuda a que se dé cuenta que
dicho espacio no es un lugar neutro y predestinado por naturaleza a la mujer, sino que
responde a necesidades y estructuras que operan a nivel general en la sociedad. Además, se
buscó también explicar que el estudio de la mujer al interior de su hogar se vuelve vital para
comprender el funcionamiento del capitalismo y la forma de dominación doble que tiene el
género femenino, dado que, en dicha época, el centro de las investigaciones apuntaba a recrear
la historia o el hogar solamente desde la perspectiva masculina, que se tomaba como general
(Montón, 2000).

A pesar de los grandes avances que tuvo el análisis del espacio doméstico hasta el
inicio de siglo, posteriormente se vuelve a dejar de lado la perspectiva de género en gran parte
de las investigaciones, que ahora se concentraron mayoritariamente en el “derecho a la
vivienda” y su organización. Bajo esta perspectiva, Juan Sanz (2011), realiza un estudio de
tipo cuantitativo en las viviendas sociales de España, buscando reconocer los espacios
domésticos comunes en este tipo de vivienda. Su investigación estuvo enfocada en identificar
como se distribuye la ocupación del espacio entre aquellos que son exclusivamente privados y
los que son compartidos por el resto de los integrantes, que se ve como un fenómeno particular
al tener la condición de “vivienda social”, en donde afectan los contextos económicos, sociales
y políticos de los habitantes (Sanz, 2011).
Las conclusiones que al final de su investigación plantea Juan Sanz, son
principalmente tres. La primera de ellas guarda relación con la necesidad de revisar con mucha
rigurosidad, ya que en estas normativas podremos encontrar disposiciones que predeterminen
de antemano el desarrollo de las necesidades de los habitantes de las viviendas, al plantear
organizaciones de espacios domésticos generalizados y no particulares (Sanz, 2011). La
segunda conclusión planteó la existencia de una jerarquización de los espacios domésticos,
que respondían a los modos de vida de las personas que habitan en la vivienda, haciendo que
aquellos lugares que menos son utilizados tengan modificaciones escazas (Sanz, 2011).
Finalmente, la última conclusión fue el planteamiento de 9 puntos 4, considerados como
herramientas, que pueden permitir una organización mejorada del espacio doméstico,
aportando nuevas oportunidades a los habitantes (entre dichos puntos estaba, por ejemplo,
buscar una forma eficaz de organizar el “lavado de la ropa” (Sanz, 2011).

En el mismo año, Neus Moreno, Salvador Moncada, Clara Llorens y Pilar Carrasquer,
buscaban identificar los efectos negativos de la doble presencia femenina en el espacio laboral
y doméstico, con tal de mejorar la gestión de la mano de obra disponibles en la empresa
(Carrasquer, et. al., 2011). Si bien su trabajo de tipo cualitativo – en donde se estudiaban los
datos recogidos en encuestas realizadas a mujeres trabajadoras – que querían más bien tener
un resultado analizable desde la realidad laboral, descubren que existe una estrecha relación
entre los ambientes laborales y doméstico con los niveles de estrés y salud que tienen las
trabajadoras (Carrasquer, et. al., 2011).

4
La primera oportunidad y mejora propuesta por Juan Sanz (2011) es sobre la posibilidad de crear ambientes de
estancia en lugares entendidos como colectivos. El segundo es la oportunidad de “doble oportunidad”, que
entiende que a un lugar se puede entrar por dos sitios distintos. La tercera oportunidad guarda relación con el
sector de “alimentación” de la casa, dado que dichos espacios que originalmente tienen ese destino también
tienen otro tipo de ocupación, además de que se pueden realizar casi en cualquier sitio de la casa. La cuarta
oportunidad es la creación de habitaciones que sean espaciosas y polivalentes, junto a una quinta oportunidad,
que plantea la necesidad de espacios destinados a la comunicación adaptables a otro tipo de usos. La sexta
oportunidad es sobre los baños o espacios que se usan para la higiene de las personas, dado que, de acuerdo con
Sanz, dichos espacios tienen que ser actualizados a los hábitos de las personas y tener una distribución individual
por habitación. La séptima oportunidad, que tiene se define mejor como una mejora que oportunidad, es sobre
designar un lugar de la casa para el almacenaje, de tal forma que no se acumulen objetos en toda la vivienda. La
octava oportunidad es que en el sector donde se lave la ropa, se cree un sistema eficaz que reduzca lo máximo
posible el espacio utilizado para esta actividad. Finalmente, la última oportunidad planteada por Sanz es sobre
organizar la vivienda de tal forma que pueda existir una ventilación cruzada, permitiendo que el aire dentro de la
misma sea lo menos sofocante posible.
Las conclusiones a las cuales llegaron tras realizar su investigación fueron las
siguientes. En primer lugar, habían descubierto dos interferencias que dañaban la salud de las
trabajadoras: la interferencia trabajo-familia y la interferencia familia-trabajo. Lo anterior da
cuenta de que, en el caso de las mujeres, no existe una división real entre ambos espacios
(Carrasquer, et. al., 2011). La segunda guarda relación con el nivel de presión que tiene por los
trabajos designados: en medida que tenga turnos rotativos, que generen a la larga un poco
organización en los deberes dentro del espacio doméstico, hará que su salud se vea aún más
afectada (Carrasquer, et. al., 2011). Esto hace que se afirme un tema que se viene dilucidando
desde McDowell: la mujer en el espacio doméstico no ve un espacio que sea de recogimiento
o descanso, sino que es una especie de segundo empleo que empeora la calidad de vida de esta
cuando sus labores son extensas.

Ahora bien, la realidad de los escritos antes mencionados responde netamente al


contexto europeo. Gran parte de los estudios realizados sobre el espacio doméstico se han
realizado en España, el país vasco e Inglaterra, estando de estos últimos muy pocos traducidos
al idioma español. A pesar de que representan un verdadero aporte al estudio del espacio
doméstico con perspectiva interdisciplinar, no hay que olvidar que la realidad latinoamericana
se construyó bajo lógicas de dominación y patriarcales distintas. Es por esta razón, que se
vuelve vital hacer una diferencia entre las investigaciones realizadas en Europa, con las que se
realizaron en Latinoamérica.

Dentro de Latinoamérica se comenzaron a dar de forma más tardía las investigaciones


con respecto al espacio doméstico, enfocándose principalmente en lo que era el tema de
género. Una de las investigaciones más críticas surgidas en los años 90’, fue de la sociológica
mexicana M. Teresita de Barbieri. La autora, quien levantó una investigación cualitativa – que
tuvo como metodología la aplicación de charlas de grupo y revisión bibliográfica sobre el
tema – buscó definir los aspectos esenciales de lo que consideramos como “privado” y
“publico”, destacando el proceso de entendimiento de dichos conceptos de acuerdo con qué
tipo de género se asocien (Barbieri, 1991).

Las conclusiones de la investigación de M. Teresita de Barbieri (1991), son


interesantes en dos sentidos. Además de realizar una dura crítica a lo que son los
investigadores dentro de las ciencias sociales, en primer lugar, establece que la dicotomía del
espacio privado y público esta obsoleta, existiendo otras diversidades de espacios necesarios
de estudiar con la finalidad de ayudar a visualizar las problemáticas espaciales que suceden en
el interior de la casa. Es por esta razón, que el segundo sentido que vuelve interesante sus
conclusiones es que el hecho de que planteó la existencia de 6 espacios en los cuales la mujer
y el hombre se movilizan 5, comprendiendo que en ellos no existe la división como tal de
“adentro y afuera”, sino que solo se basan en el plano de acción. La razón principal de la
división anterior presentada es porque al momento de analizar las relaciones sociales en el
espacio geográfico, no se toman en consideración las evoluciones de las estructuras de poder
que en el funcionan:

En otras palabras, el patriarcado de hoy no es igual al del siglo XVII, ni al del


XIX ni al de la primera mitad del siglo XX. Mujeres, jóvenes, menores de
edad, trabajadoras(es) de todas las razas cuentan formalmente ahora con un
instrumento jurídico universalmente reconocido, que les permite reivindicarse
como sujetos. Paralelamente, debido a la acción de los movimientos sociales,
en los que destacan los movimientos obreros y el feminismo, los ámbitos
incluidos anteriormente en la esfera privada, se han politizado. Con esto la
esfera privada se reduce cada vez más como espacio de la arbitrariedad de uno
sobre otros(as). (Barbieri, 1991, p.222).

Con lo anterior, se da cuenta que las investigaciones que se realicen sobre cualquier
tema vinculado a los llamados “grupos mudos”, deben siempre considerar en su análisis la
perspectiva opresora y el movimiento social involucrado, beneficiando la producción de
conocimiento en las ciencias sociales. Añadido a lo anterior, es que también dichos estudios
deberán tener presente que los fenómenos que se estudian mutan constantemente por medio de
los elementos antes mencionados. No son fenómenos que se mantengan estáticos, por lo cual,
se vuelve una necesidad ir identificando el qué modifico, cómo se modificó, y por qué se
modificó.

5
Los espacios que plantea M. Teresita de Barbieri (1991) que existen son: los espacios principales de movilidad
y de estudio de género, acción y competencia de agentes estatales, esfera pública (que dialoga con otros sectores),
sociedad civil con nivel medio de organización, el ámbito doméstico (entendido como el dialogo de las relaciones
sociales dentro de ambos aspectos, tanto público como privado) y finalmente, el espacio intimo o personal (en el
que se considera al cuerpo como espacio).
En la misma línea y pensamiento académico/político de la investigadora M. Teresita de
Barbieri, la filósofa Celia Amorós publica en 1994 una investigación en la cual realizó una
revisión bibliográfica, centrada en determinar el proceso de construcción de que llevó a
normalizar y naturalizar el que la mujer permaneciera y se desarrollara en el ámbito
privado/doméstico. Dicha investigación, plantea que, a lo largo de la historia, la mujer se ha
visto obligada a realizar papeles sin cuestionar políticamente su participación en distintos
espacios (Amorós, 1994). Esto significa que los espacios son divididos en “femenino” y
“masculino”6 por medio de la estructura patriarcal, que comprende que estos términos deben
responder a “virtudes” naturales propias de la “mujer” y el “hombre” (Amorós, 1994).

Por ende, la investigación de Celia Amorós plantea un tema que ya ha sido confirmado
por otras autoras en Europa: los estereotipos de género son un elemento que ha sido olvidado
dentro de las investigaciones de las ciencias sociales, asumiendo como general las
conclusiones que finalmente solo responden a una parte de la sociedad – que es la masculina
–. Añadido a lo anterior planteado, se ha asumido durante mucho tiempo al rol femenino como
algo natural, propio de la biología de la mujer, y su desempeño debe darse en lo que se
entiende como privado. Sin embargo, es justo esto lo que se debe cambiar como perspectiva al
momento de analizar los fenómenos sociales.

A pesar de que con el paso del tiempo se ha avanzado en la perspectiva de género en


las disciplinas de las ciencias sociales, aquellas que aún se consideran emergentes y en
construcción siguen construyendo un conocimiento que no diferencia en este aspecto. Esto
sucede con la disciplina emergente de los últimos años conocida como “Hábitat”, que busca
clarificar la situación del “hombre” con el entorno (Cuervo, 2010). El autor Juan Cuervo
(2010), bajo esta perspectiva que el mismo plantea como una disciplina nueva, realizó un
trabajo investigativo con metodología cualitativa – entrevistando a personas principalmente –
que buscaba determinar a la casa como el “centro del mundo”. Para poder completar este

6
Para esta investigación se mencionará y trabajará solo los géneros entendidos como “femenino” y “masculino”,
lo cual no quiere plantear la existencia de otros. Netamente se utilizará estos dos para poder delimitar un
fenómeno en particular.
objetivo, definió a grandes rasgos lo que significaba casa, vivienda y hogar 7, los cuales en su
conjunto podían definir el llamado “hábitat doméstico”.

El concepto anterior, hace que las conclusiones planteadas por el autor al final de su
investigación se vuelvan interesantes para la geografía, dado que el “hábitat doméstico” es la
expresión de dos procesos que funcionan en conjunto: la domesticación de la vivienda, y la
territorialización del espacio interior (Cuervo, 2010). Esto significa que, en primer lugar, la
vivienda recibe modificaciones y reestructuraciones que son propias de un objetivo entendido
como mercancía, haciendo que dicho espacio se vuelva algo “domesticado” para quien lo
habita (Cuervo, 2010). En segundo lugar, muy ligado al anterior, es que dicho espacio se
vuelve lugar de dominio o dominación de las personas que lo habitan, quienes establecen
leyes, límites y relaciones con el exterior, por lo cual, estamos ante un fenómeno de
territorialización del espacio doméstico (Cuervo, 2010).

Uno de los cambios significativos que existe entre los trabajos realizados en Europa,
principalmente de España, con los realizados en Latinoamérica, es que estos últimos tienen
una consciencia más real de lo que ocurre en los fenómenos espaciales, ya que plantean
interrogantes que llevan a cuestionar las relaciones que se dan como naturales en espacios
tales como el doméstico. Si bien la investigación de Juan Cuervo no lleva el análisis a una
perspectiva de género, logra plantear que existen relaciones al interior del espacio doméstico
que jerarquiza las posiciones al interior de este, demostrando que hay personalidades, personas
o géneros (en el caso de esta investigación) que tienen mayor proyección en la casa que otros.

Aportando a la idea de “apropiación del espacio doméstico” y la territorialización de


este, Bruno Cruz (2015) realiza una investigación con metodología cualitativa – aplicando
entrevistas a jóvenes que vivían en la Ciudad de México – que buscaba identificar las nuevas
formas de apropiación simbólica que existe al interior del espacio doméstico (en la cocina,
sala y comedor, dado que son espacios comunes), analizándolo desde un punto de vista
antropológico. Sin embargo, al contrario de los trabajos que se han analizado antes en este

7
La casa es entendida, bajo los parámetros de Juan Cuervo (2010), como la expresión física de la persona que la
habita. Añadido a ello, la vivienda se complementa con ella y se entiende como la interacción con el espacio
público y el privado, en donde se especifican las relaciones que se establecen con los otros (de ahí que los
proyectos de viviendas tengan ese nombre, dado que son proyectos que se presentan en conjunto para un grupo
de familia) (Cuervo, 2010). Finalmente, el concepto de hogar interactúa a su vez con la vivienda, dado que es la
construcción misma de la experiencia del sujeto en el espacio que habita.
escrito, intenta analizar la población que se caracteriza como clase media, comprendiendo los
cambios sociales y espaciales que pueden suceder dentro del hogar debido al nivel
socioeconómico (Cruz, 2015).

Los resultados de la investigación realizada por Bruno Cruz llevaron a que planteara lo
siguiente. En primer lugar, la existencia de una especie de nostalgia del pasado en la mayoría
de los habitantes, quienes se negaban a despojarse de ciertos elementos decorativos o adornos
que le generaban sentimientos diversos (Cruz, 2015). Por otra parte, como un segundo
planteamiento surgido de los resultados de Cruz, es que dependiendo del tipo de sector
(exterior) en el cual se desenvuelve la vida de la persona habitante del espacio doméstico,
dependerá de igual forma las transformaciones que tenga dicho hogar (Cruz, 2015). Esto
quiere decir que las transformaciones, apropiaciones y territorializaciones que hagan las
personas en sus casas ubicadas en la urbanidad serán distintas de aquellas que no cumplen con
las mismas características (rururbano y rural).

Hemos observado que, a lo largo de los años, entendiendo los procesos de formación
de conocimientos diferenciados que tienen ambos continentes analizados (europeo y
latinoamericano), el trabajo de la dualidad de elementos ha sido escaso en dos sentidos. El
primero de ellos es el que privado y público aplicando una categoría de género, la cual ya
hemos detallado como necesaria para poder comprender la totalidad de los fenómenos sociales
y espaciales que se estudian. Sin embargo, una segunda dualidad que no ha sido estudiada del
todo – y que quizás este obsoleta en la actualidad – es la de urbano y rural.

Tal como se planteó con la investigación de Bruno Cruz (2015), el tener en


consideración la ubicación de la casa o espacio doméstico que se va a analizar es esencial para
comprender la composición de este; la forma en que se estructura dependerá en gran medida
de los tiempos y ritmos de vida que tiene la persona que habita dicho espacio, y esto es
directamente dependiente de si está acostumbrado a estar en la urbanidad o en la ruralidad.
Bajo la necesidad de un estudio comparativo que comprendiera ambas realidades, aplicando la
disciplina de la arquitectura, nace la investigación cuantitativa – que aplica el método del “uso
del tiempo” – de Jiménez y Negrete (2016), quienes analizan la realidad del espacio doméstico
– y como distribuyen el tiempo que pasan en el al igual que las actividades que realizan – de
60 habitantes de la Ciudad de México y 60 habitantes de las localidades de Santa Catarina del
Monte y Santa María Tenuanulco.

Antes de comenzar con la investigación como tal, Jiménez y Negrete (2016), recuerdan
que el proceso investigativo de lugares que representan tanta intimidad – como lo es el espacio
doméstico – deben estar siempre en constante cuestionamiento de los prejuicios sociales y
populares que se construyen históricamente8, sobre todo los que responden a la categoría rural.
Después de aplicado esta especie de deconstrucción académica necesaria para aquellos que
investigan esta área postulan que, bajo la metodología aplicada, llegaron a los siguientes
resultados. El primero de ellos es que la importancia de la vivienda cambia para aquellos que
viven en sectores urbanos a los rurales. Los habitantes de la Ciudad de México buscaban más
comodidad que identidad, dado que no pasaban mucho tiempo del día en el hogar. En cambio,
la situación para aquellos que están en contexto rural es totalmente distinta, dado que los
empleos que realizan fuera del hogar no están tan lejanos, como tampoco con gran variedad de
personas (generalmente se conocen entre todos) (Jiménez y Negrete, 2016).

La segunda característica es común para ambos espacios: la necesidad de las relaciones


humanas es inherente al espacio doméstico, independiente del contexto espacial en el que se
encuentre (Jiménez y Negrete, 2016). El poder relacionarte con otro sujeto y compartir los
espacios que dan confianza, tal como el doméstico, es una cualidad humana natural que se
aprecia tanto en el contexto urbano como el rural.

Finalmente, una de las conclusiones más importantes presentadas por estos autores, es
la mayor presencia de condiciones de pobreza, hacinamiento y falta de equipamiento en las
viviendas que se encuentran en el contexto rural (Jiménez y Negrete, 2016). La consecuencia
de lo antes descrito es que las personas que habitan dicha vivienda se encuentran coartadas de
la realización de actividades que requieren más privacidad, además de tener que compartir de
forma obligatoria espacios públicos dentro del espacio doméstico (tales como la cocina, la
sala, etc.) (Jiménez y Negrete, 2016). El no poder tener privacidad en un lugar tan personal

8
Los principales prejuicios que relatan estos autores guardan relación con el proceso investigativo aplicando los
métodos seleccionados. Por ejemplo, plantean que los científicos que estudian y visitan los centros que están
siendo objeto de estudio, muchas veces aplican la realidad urbana – que es en donde viven generalmente – para
formular ya sea resultados o teorías que serían aplicadas a la globalidad del fenómeno estudiado (Jiménez y
Negrete, 2016).
como la casa, hace que se busquen fuera de esta las oportunidades de desenvolvimiento, que
en los contextos rurales no existen con mucha facilidad.

Si bien los últimos trabajos analizados no incluyeron una perspectiva de género al


momento de analizar los resultados obtenidos, se aprecia un gran aporte al conocimiento del
espacio doméstico desde la realidad mexicana, que va orientado a descubrir los patrones de
conductas y desigualdades que suceden en los mal llamados espacios privados. Además de
ello, la aplicación de estudios que sean interdisciplinares, que comprendan el fenómeno no
solo desde la perspectiva cerrada de una disciplina, ayuda a que se comprenda de mejor forma
como funciona realmente la relación entre las ciencias sociales. De ahí que los aportes
realizados por los y las académicas latinoamericanas sea tan importante.

Añadido a lo anterior, no solo cuestionaron el hecho de que existan relaciones


naturalizadas sobre las personas, sino que también cuestionaron las estructuras duales que
funcionaban sobre ellas. La primera estructura dual en cuestionar es la de femenino/masculino,
relacionados a espacios determinados: privado/público respectivamente. La segunda estructura
dual que fue cuestionada es la de rural/urbano, que aquí el principal error fue intentar igualar
los procesos y fenómenos que ocurren en uno y en otro.

Ahora bien, debemos evitar cometer el error de generalizar los procesos de


investigación, e identificar en las particularidades de los fenómenos que se estudian los
problemas que responden o se generan en la sociedad. Por ende, si buscamos entender cómo
se ha estudiado durante todo este tiempo el “espacio doméstico” desde diversas disciplinas,
hay que, igualmente, puntualizar la situación que se está desarrollando en Chile respecto a este
tema.

La formación de conocimiento en torno al concepto “espacio doméstico” es bastante


reciente. La mayoría de las publicaciones comienzan recién en el año 2019, de la mano de
disciplinas como la Arquitectura y la Psicología. En cuanto a la primera disciplina, la
investigación de Tomás Leyton (2019), buscaba identificar cómo usan realmente el espacio
doméstico las familias chilenas que habitaban las viviendas sociales progresivas9, describiendo

9
Durante el siglo XX en Chile, existieron dos procesos de vivienda social: la definitiva y la progresiva. Esta
última ofrecía una solución habitacional parcial, en donde se le entregaba una casa sin terminar a los residentes,
quienes debían juntar los recursos para finalizar la segunda parte de la vivienda (Leyton, 2019).
inclusive el tipo de objeto que ponían en él. Para ello, aplicó una metodología cualitativa que
consistía en entrevistas y visitas guiadas, que dio como resultado las siguientes conclusiones.

En primer lugar, existen ciertas acciones que son innatas al habitar, las cuales se tienen
en cuenta al momento de diseñar ya sea física o estructuralmente la casa, tales como el
cocinar, descansar, o dormir (Leyton, 2019). Pero, por otra parte, existen otras acciones que no
se tienen en consideración mientras se diseña y distribuye el espacio del hogar, como por
ejemplo el estudiar o el guardar objetos, dando cuenta de que en gran parte de las familias que
habitan en dicho sector, el estudio no es una opción viable o una realidad constante en el grupo
familiar (Leyton, 2019).

En segundo lugar, el autor dio cuenta de que la priorización de actividades


determinadas dentro de la casa por sobre otras, hace que se limite la capacidad de desarrollo
de las propias habilidades que estos habitantes pueden desarrollar (Leyton, 2019). Esto da
cuenta de un proceso de desigualdad social de la vivienda, dado que en otros sectores si ocurre
la posibilidad de poder desempañar un sinfín de actividades sin limitarse por el espacio.

Los aportes realizados de la investigación de Leyton no van desde la perspectiva de


género ni tampoco desde el entendimiento más geográfico del espacio doméstico, sino de la
importancia de entender el cómo se estructura principalmente las actividades a dentro del
hogar. No son elecciones al azar las que se hacen en la organización del espacio doméstico,
sino que responder a elementos culturales.

Sin embargo, el tema de las actividades que se pueden realizar dentro de la casa se vio
interpelado en el año 2020 debido a la pandemia mundial. Gracias a varios factores de
vulnerabilidad preexistente en los colegios, trabajos, etc., muchas personas que realizaban
actividades fuera del hogar tuvieron que comenzar a realizarlas ahora en él. Dichas actividades
se complementan con las responsabilidades asumidas en la llamada “antigua normalidad” (en
donde la gente iba a otros espacios a trabajar o estudiar). Bajo esta perspectiva, salió una nota
académica que analiza las cifras de hacinamiento en Chile, que vienen empeorando desde el
año 2017, y su influencia en la construcción del término hogar (que responde a aspectos
afectivos, físicos y sociales) de la mano de Pamela Carrasco (2020). En dicha nota, la autora
cita a la doctora González, para poder dar a entender la importancia de tener en consideración
la pandemia del COVID-19 en los estudios del espacio doméstico, dado que dicho espacio se
modifica a partir de los contextos mundiales que cambian las lógicas de las rutinas habituales,
que se ven aún más complicada en un contexto de hacinamiento que limita la capacidad de
desarrollo (Carrasco, 2020).

En el caso actual, las actividades distribuidas dentro del espacio doméstico se


volvieron simultaneas, es decir, que mientras se realiza una también se está ejecutando otra
(Carrasco, 2020). Ahora bien, esto no significa que sea un aspecto positivo, en donde se este
produciendo y ejecutando actividades que sean sanas para el ser humano. La falta de una
crítica real que no solo mencione el hacinamiento, sino que de cuenta de los verdaderos
problemas domésticos que se dan en la privacidad del hogar por este problema. Cuando
existen lógicas de hacinamiento en un hogar, sumado a un sistema patriarcal que designa roles
a las figuras femeninas como la madre, las expresiones al interior del espacio doméstico se
modifican, haciendo que el fenómeno que estamos estudiando sea distinto.

La producción del conocimiento respecto al espacio doméstico se ha desarrollado de


forma estancada. Hay años y periodos en los que los cuestionamientos sociales hacen que se
avance en gran cantidad, pero posteriormente, muchos académicos terminan olvidando el
seguir tocando el tema para que no se estanque. Ahora bien, hay que dar cuenta de las
particularidades que existen en las investigaciones cuando se trata de sectores distintos.
Mientras que en Europa la crítica hacia la producción del espacio doméstico con una
perspectiva de género era más obvio, en Latinoamérica se asumió solo en ciertos casos, pero a
pesar de ello, solo en este continente se pudo dar cuenta de que los espacios son distintos entre
sí según los contextos en los cuales se ubican. Por otra parte, la situación en Chile es bastante
distinta.

En el caso chileno, la producción del conocimiento en cuanto al concepto de “espacio


doméstico” está más retrasado. Recién el año anterior (2019) se comenzó a ver la producción
del conocimiento, interesado sobre todo por entender la forma en que se distribuye el espacio
doméstico, de acuerdo con los contextos en los que se ubica (y las personas que lo habitan).
Sumado a lo anterior, no existe una visibilización de la situación que se da en los sectores
rurales, preocupándose por dar protagonismo a los sectores urbanos. Añadido a esto, tampoco
hay una verdadera critica a los desempeños de roles de género que suceden dentro de la casa,
que modifican – como se demostró con los estudios latinoamericanos y europeos – las
estructuras y actividades que se dan en el espacio doméstico.

Por ende, entendemos que, si bien los conocimientos europeos avanzaron respecto al
espacio doméstico, no responden a las lógicas domésticas y laborales que influyen en este tipo
de espacio correspondientes al contexto latinoamericano, menos al chileno. Esto se debe
principalmente al hecho de que la vivienda chilena, como la latinoamericana, posee estructuras
de hacinamiento que se vienen dando de hace muchos años (Carrasco, 2020), además de que
se ha proliferado en el presente siglo la creación de viviendas sociales que aumentan los
espacios urbanos (Leyton, 2019).

2. La territorialidad dentro del espacio doméstico como fenómeno de estudio.

Al observar las investigaciones que se realizaron sobre el espacio doméstico, nos


damos cuenta de que generalmente se centró en la idea de averiguar cómo se estructuraba
dicho espacio, buscando particularidades de acuerdo con cada investigador. Sin embargo,
algunos de los autores plantearon la relación de dominación que ocurre en el hogar, cuya
jerarquía produce modificaciones en las lógicas de la casa. Bajo esta perspectiva, al igual que
en el caso anterior, hay variadas disciplinas que realizaron investigaciones al respecto.

Uno de los primeros estudios al respecto – en el cual se aplicaron encuestas – fue el del
académico Irwin Altman en 1975, desde la disciplina de la Psicología Ambiental. Su
investigación buscaba identificar las fronteras entre el espacio personal – apropiado – y el
resto de este, clarificando las dominaciones territoriales que hace el ser humano al interior del
espacio doméstico. Las conclusiones que plantea especifican la existencia de “territorios”
(entendido el concepto como espacios en el cual se ejercen control) de tres tipos (Pérez, 2011).
El primero de ellos es el “territorio primario”, que es el espacio en el que nos desenvolvemos
la mayor cantidad de tiempo. El segundo es el “territorio secundario”, correspondiente a los
sitios que son accesibles, pero menos importante para la persona, suelen identificarse como
aquellos en donde se reciben a las visitas y conocidos. Finalmente, el último tipo de territorio
es el “terciario” o “público”, que se caracteriza por ser un tipo de territorio ejercido de acuerdo
con quien llega primero (como, por ejemplo, quien llega primero a la banca de una plaza
puede sentarse en ella).
Ahora bien, la investigación de Irwin Altman cataloga la ocupación de todos los
integrantes de la familia como iguales, independiente de cómo se desenvuelvan durante el día
en el interior del hogar. Debido a lo anterior, unos años más tarde las investigadoras Sebba y
Churchman en 1983 – desde la psicología ambiental – realizaron entrevistas a diversas
familias para poder complementar la información sobre el territorio descubierta por Altman
(Pérez, 2011). En dichas entrevistas, notaron que las percepciones de las “madres” con
respecto al espacio era distinta en relación al resto de los integrantes del núcleo familiar,
llevando a que en sus conclusiones plantearan la existencia de dos modos de entender el
territorio al interior del hogar: el primer modo es de control (según la cantidad de formas de
control que se apliquen el espacio) y el segundo modo es de conducta (el posicionamiento
personal de la persona en dicho espacio) (Pérez, 2011). En cuanto a la categoría de “control”,
explicaba la existencia de no 3, sino que de 4 formas de territorialización del espacio
doméstico: el “territorio primario” era la vivienda como tal, el “secundario” eran los espacios
compartidos dentro del hogar, el “terciario” eran los espacios de control compartido (aplicable
para las personas que toman las decisiones en el hogar) y, finalmente, el cuarto tipo de
territorio era el de “jurisprudencia”. Esta territorialidad era ejercida netamente por las madres,
dado que correspondía a un territorio que era controlado debido a las responsabilidades que se
le asocian a las mujeres que eran madres o esposas (Pérez, 2011).

La existencia de este tipo de territorio, que es ocupado bajo las lógicas de los
estereotipos de género, demuestra que al interior de una casa si pueden existir diferencias en
cuanto a la ocupación y control de acuerdo con el rol que cumplimos en el núcleo familiar. A
pesar de ello, si analizamos de cerca la teoría de los territorios según el control y conducta que
plantearon dichas autoras, observamos que se sigue marcando muy definidamente las
diferencias entre los espacios considerados privados y públicos. Dicho problema ya ha sido
abarcado por teóricas y académicas como Teresa del Valle, a quien mencionamos
anteriormente por su concepto de “espacios puentes”, que plantea el dialogo entre lo que se
entiende por privado y público (del Valle, 1997).

A pesar de los avances que se dieron con respecto al estudio del espacio doméstico –
que fue intermitente –, en el caso de la territorialidad que se ejerce en el no ocurre lo mismo.
Años más tarde, los académicos Carlos Almeida, Julián Mora y Fernando dos Reis, realizaron
una investigación geográfica sobre la vivienda y el territorio, intentando entender el fenómeno
de “la vivienda como cuestión transversal de nuestra civilización, un tema recurrente de
estudio multidisciplinario en el mundo académico” (Almeida, et. al., 2010, p. 1). Para ello,
revisaron las publicaciones de variados autores, que posterior a un análisis correspondiente
bajo el entendimiento de la disciplina geográfica, tuvo como resultado las siguientes
conclusiones. La primera conclusión establecida confirma la existencia de un “habitar” dentro
del hogar, lo que significa que en el espacio doméstico existen relaciones jerárquicas de
dominación que tienen vinculo directo con el “alma” de la persona que se desenvuelve en
dicho espacio (Almeida, et. al., 2010). El proceso de habitar de las personas hace que ejerzan
lógicas proteccionistas con ellos mismos o con los otros seres que habitan con ella,
produciendo una construcción de la vivienda que opera bajo las siguientes lógicas: primero, es
que la casa se construye como un territorio que se transforma en la medida que interactuamos
con otros sectores fuera de la casa; segundo, es que la vivienda para las personas significa
mucho mas que un lugar en el cual pueden tener privacidad, sino que también es un símbolo
de poder en la sociedad; tercero, como punto final, es que en la medida que las familias como
núcleos centrales de la sociedad se van modificando en su estructura normada, también se
modifica la configuración de las viviendas – como por ejemplo, dejar de tener cierta cantidad
de hijos, abriendo la posibilidad de tener menos habitaciones en el hogar o destinarlas a otras
actividades – (Almeida, et. al., 2010).

Tal como hemos afirmado y dado cuenta anteriormente, el espacio doméstico, al igual
que la territorialidad que se ejerce en él, dialogan de forma constante con el exterior,
construyendo así una verdadera relación social entre el espacio geográfico y la persona que
habita. Además de eso, la investigación mencionada pone en discusión un elemento
importante, que es la categorización social de las personas que poseen una vivienda o que han
sido capaces de obtenerla, dándole así mayor aceptación y un estatus distinto a aquellas que no
la tienen. Este aspecto es necesario de tener en consideración al momento de investigar, dado
que las configuraciones espaciales que se le pueden hacer a un hogar cambian cuando los
derechos que se tienen sobre ella no son totales.

De esta forma, comprendemos que sobre la producción del conocimiento relacionado a


la territorialización del espacio doméstico en Europa ha sido escaso, pero no por ello ha de ser
inservible. Según la investigación de Gilberto Giménez (2000), que fue de tipo teórica –
elaborando un estado del arte sobre la situación con respecto a la territorialización – los
procesos de globalización socio económica produjeron que los espacios se comenzaran a
desterritorializar, dado que se disminuyeron las fronteras que marcaban las diferencias entre
los espacios (Giménez, 2010). Bajo esta base, analiza la teoría de los “territorios apilados” de
Moles y Romer, quienes llegaron a la conclusión de que existen escalas territoriales que no
deben ser consideradas como continuas, sino que se deben catalogar con sus respectivas
características porque representan distintos tipos de ordenes (Giménez, 2000).

En dichas escalas territoriales, la primera se encontraría en el espacio más próximo que


seria el doméstico, el cual no es entendido solo a la vivienda en sí, también debe analizar los
alrededores de esta (Giménez, 2000). Añadido a lo anterior, concluye, además – sobre lo
relacionado con el espacio doméstico – sobre la existencia de los territorios identitarios, que
son aquellos que se refieren a la territorialidad y vivencia inmediata, siendo principalmente
espacios comunitarios y sociabilidad (Giménez, 2010). Esto demuestra que el concepto
territorio encierra una dimensión socio cultural importante, representando el aspecto simbólico
de la sociedad conformado por la pertenencia social y la conformidad normativa (Giménez,
2000).

Durante el mismo año, el geógrafo Milton Santos publicó un ensayo teórico respecto a
lo que se entendía hasta ese tiempo como “territorio”. Antes de aclarar las teorías concluyentes
que postuló al final de dicho ensayo, habrá que mencionar antes que hace una crítica sobre la
categoría de territorio como tal. El autor establece que el territorio en sí no es una categoría
originaria ni exclusiva de la geografía, sino que es un fenómeno estudiado por variadas
disciplinas, de la cual importa netamente el uso que se le da (Santos, 2000). Es decir, que la
categoría de estudio es el uso del territorio, no el territorio. Ahora bien, postuló la existencia
de movimientos dialécticos entre el territorio y otros elementos, siendo un total de 4, de los
cuales uno corresponde a la dialéctica entre el “espacio y el mundo”: consiste en analizar
dentro del mundo cotidiano la realidad del mundo, descubriendo en la localidad el
funcionamiento de nuestra colectividad y el país (Santos, 2000). Pero también, agrega la
importancia de la dialéctica entre “lugar y territorio”, que al igual que el anterior, debe
analizarse no ahora el mundo en específico, sino como se expresa el territorio usado y su
“cuota en el cotidiano” (Santos, 2000, p.92). Bajo este aspecto, llega a la siguiente conclusión
general sobre si existe territorio en lo cotidiano:

¿Tendrá lugar lo cotidiano? (…) Ese cotidiano que crea ese espacio que crea
ese espacio banal de todas las personas, en el que trabajo, cultura, se recrean
por intermedio del territorio usado, y que me parece es un centro de esperanza
en la recreación del mundo (…) el problema está en la relación entre el lugar y
el territorio como estado nacional. (Santos, 2000, p. 94-95).

Una de las dificultades que se demuestra con el trabajo realizado por Milton Santos es
que no se ha aplicado dicho conocimiento en una investigación que recoja datos para observar
el fenómeno que describe. Esto es importante, ya que la forma de entender el territorio cambia
de acuerdo con los sitios que son descritos y analizados en los diversos estudios. Una forma de
especificar el fenómeno que se está estudiando es determinar si el espacio doméstico
territorializado analizado se ubicará en un contexto urbano o rural, como ya hemos
mencionado antes.

La académica Alicia Lindón (2006) desde la sociología realiza una investigación sobre
este tema analizando la territorialidad desde la construcción de la ciudad. Para ello, entrevista
a varias mujeres de la ciudad de México, aplicando la metodología analítica de los
“escenarios”10. Si bien dichos escenarios planteados (que fueron en total tres) se plantea la
necesidad de identificar los sentires adversos de las mujeres en el espacio público, explica en
los resultados de los escenarios la existencia de una territorialidad que expresa una
“agorafobia”, es decir, que finalmente el limite de desarrollo que tienen las mujeres en el
espacio público se debe a los miedos y peligros constantes que se considera se encuentra
expuesta al estar en él (Lindón, 2006). Esto provoca que las mujeres elijan los espacios de
acuerdo con el miedo que sienten en otros, por ende, gran parte de las mujeres que fueron
entrevistadas explicaron la “confianza” que sentían en espacios que eran privados, tales como
sus hogares, en los cuales el riesgo de peligro disminuye (Lindón, 2006).

10
Los escenarios son recortes de espacios temporales específicos a reconstruir. Para su reconstrucción, se
necesitan elementos claves que puedan demostrar la relación del sujeto con el espacio que habita, ayudando con
esto a la reconstrucción de los sentidos (Lindón, 2006). Sin embargo, al momento de trabajar esta metodología,
hay que tener cuidado de no caer en lo anecdótico del espacio geográfico, dado que es una construcción
incompleta de la percepción del espacio (Lindón, 2006).
Observamos que, para el caso de la producción del conocimiento latinoamericano, la
perspectiva de género está más inmiscuida que en el caso europeo, dado que hay una
preocupación especifica de detallar lo que sucede con las mujeres, y no analizarlas en
contraste con lo que ocurre con los hombres – o básicamente descubrir sus particularidades a
modo de “sorpresa” por estar estudiando al hombre en su contexto doméstico –.

Por otra parte, y lamentablemente, en el caso de la producción del conocimiento en


Chile se encuentra muy escaso. Gran parte de los trabajos realizados hablan de la construcción
de la territorialidad sobre un sujeto imaginario que es la mujer – dado que el concepto mujer
en este país se transforma de forma desigual y distinta – (Pérez y Godoy, 2009) sin situarla de
forma crítica en los espacios que le han sido históricamente designados. No basta con analizar
a la mujer en la construcción de los imaginarios sociales, dado que, si se hace de esa forma,
seguimos construyendo la imagen de la mujer con base a los pensamientos que tienen el resto
de ella, dejando de lado la propia realidad femenina que sucede en el territorio. Además de
ello, tal como mencionó la investigación de Alicia Lindón (2006), las decisiones espaciales
que toman las mujeres sobre el espacio doméstico y el espacio más inmediato – como también
su territorialidad – guardar una estrecha relación con los sentires que han ido aprendiendo a lo
largo de su vida por justamente ser mujeres, por ende, no podemos ignorar los procesos
propios y exclusivos de su vida cotidiana.

El hecho de que no existan investigaciones que aprecien y valoren los procesos


geográficos y territoriales de las mujeres en los espacios que se desenvuelven como tales, solo
demuestra que necesitamos trabajar aun mas en la igualdad de género, que debe ser entendida
no desde la perspectiva de poner en la situación del hombre a la mujer, sino que de dar cuenta
a la mujer en el espacio que ha estado trabajando, como es el doméstico.

En conclusión, la producción del conocimiento en cuanto a la territorialización del


espacio doméstico con perspectiva de género es bastante baja en comparación a lo que sucede
con el espacio doméstico en sí. A pesar de ello, existen trabajos que ayudan a tener una
visibilización parcial de lo que sucede con las mujeres en dichos espacios, demostrando que
existen elementos culturales y sentimentales que hacen que se desarrollen en ellos por diversos
motivos.
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