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A mi madre,
por ser todo lo que tengo y lo tengo todo;
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Insomnios por caricias a media
noche.
José García.
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No escribo para perdurar en la memoria,
escribo para hacerme un lugar en el corazón.
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Instrucciones.
También conocido como “trastorno del sueño”, puede llegar a causar desde
Por la mañana, estando frente al espejo, se percata que los ojos se le han
estrés o ansiedad hasta desordenes psicológicos, llegando a un estado de
hinchado terriblemente, vuelve a su recamara y la cama está tendida, nadie
extrema irritabilidad, alucinaciones, nerviosismo, locura; al desamor propio.
ha dormido ahí, en la esquina yacen cientos de hormigas, son granos de sal.
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Primer insomnio.
Mi afición por los ojos de una mujer es notable, al grado de ser inclusive
malsana, pues en muchas ocasiones me conduce a una ingenuidad, quizá de
mis peores; creer que la belleza exterior es la del ser. Pero sus ojos, aquí no
me equivocaba, tan bellos que me parecían fantasía, su voz tan cálida, toda
ella era un susurro al oído.
La clase nos tocaba dos horas una vez a la semana, tuve bastante en qué
pensar esa semana y verla 3 segundos sentada en aquella jardinera me
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ayudaba a hacerlo, quizá no con claridad, pero pensar siempre es un avance
para hacer cualquier cosa.
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Se hizo un silencio completo, lóbrego, levanté mi rostro para cerciorarme
que había alguien más en la sala, estaban todos ahí, mirándome, pasmados,
el profesor dio una palma, luego otra y la acompañó con otra más.
Por cierto, a Stella no le fue muy bien en literatura, Krauss calificó de “vano”
su poema y de “endeble” su idea, me encantó verla hablar.
Aforismo que dejó dudoso al profesor tras una sonrisa y una felicitación por
el cuidado en mi escritura, Stella llegó tarde y se sentó junto al pasillo,
donde el amanecer hace indeleble toda escritura (por más cuidadosa que
esta sea) en la pizarra.
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conversación con la suya y terminó por caer la libreta y algunas hojas al
suelo, todo en cuestión de segundos, la miré tan cerca que maduré años en
ese instante, se me arrugó el alma y mi corazón latió lo de tres vidas, el resto
empezó a reír y ella soltó una sonrisa, o mejor dicho, se le escapó una alegría
de entre los labios, me sonrojé tanto que se me ocurrió agacharme a levantar
las hojas y la libreta y nuevamente se dirigió a mí – ¿Me das permiso? Mi
aforismo quedó allá – y enseñaba unos dientes como para madrugar y
bañarse cantado cualquier canción, claro, yo estorbaba como roca a su paso
pero tardé otros segundos más en darme cuenta de ello y moverme, con más
rubor en mi cara del que imaginaba me disculpé y me moví, día para
recordar, ojos para soñar toda la vida.
- Les asignaré una pareja a cada uno y trabajarán con ella durante el
ciclo, sin embargo toda entrega será individual y heterogénea con una
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única característica, deberán complementarse ambos trabajos sin
abandonar su compleja individualidad. – dijo sonriente.
- No entiendo profesor – y se hundió algunos centímetros en su silla
aquel desgraciado.
- Simple – respondió reclinándose sobre su escritorio – si yo les pido
un ensayo, ambas personas han de traerme un trabajo completo de
modo que si los leo individualmente sacien mi petición, pero si los
leo en conjunto este sea ampliado sin salirse del contexto y parezca
ser uno solo. –
Vaya cosa, y peor aún si mi pareja asignada fue Stella.
Así es, hoy fue el primer día en que Stella y yo nos conocimos oficialmente.
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Caricia.
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Segundo insomnio.
El niño sube a lavarse los dientes, se pone la pijama y hace alguna oración,
antes de dormir va al dormitorio de su padre y pregunta;
- Jamás amor.
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Le regala un besito de buenas noches y no olvida decirle como cada noche
"te amo papá".
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Caricia.
Aura de día,
Noche estrellada, allá
A lo lejos, luna plateada,
Tú, todo y nada.
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Tercer insomnio.
Martes 28 de mayo.
Miércoles 29 de mayo.
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Hoy es la primera vez que salgo de casa desde hace tres semanas, mis manos
se ocultan bajo el brazo y todo me parece extraño, cada banca, cada calle y
edificio es diferente, todo es feo y frío, aún lloro pero un poco menos que
ayer, la última vez que sonreí fue hace algunos días cuando me dijiste que
no te irías sin mi permiso y me regalaste tu última alegría, tomaste mi mano
dándome con ella tu esperanza, te besé apenas rozándote los labios como la
primera vez, como cuando acepté amarte para toda la vida, mi última sonrisa
fue contigo y no quiero tener alguna más, porque tú has sido mi última
alegría.
Jueves 30 de mayo.
"Hola amor, ¿cómo amaneció la mujer más bella ante mis ojos? Te veías
increíblemente hermosa al dormir y por ello no quise despertarte, miré tu
cabello despeinado, tus hombros delgados y suaves, tan delicada y linda que
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desearía fueras mi esposa toda la vida, ¿lo has pensado? ¿Ya tienes respuesta?
No quiero presionarte amor, no lo tomes así, te esperaría siempre ¿lo sabes?
Eres la persona, mi persona, con quien quiero pasar el resto de mis días,
quiero cuidarte cuando enfermes, llevarte té y sopa a la cama si hay lluvia,
ver películas a tu lado toda la noche o poner una cobija sobre tu cuerpo
cuando duermas sin intención, quiero viajar y conocer lugares increíbles
que sólo son increíbles si los conozco contigo, porque el mundo es otro
desde que apareciste en mi vida, porque tú le das color a todo y todo es
perfecto, jamás lo olvides, te amaré por siempre."
Aquella carta yacía en aquel momento a un lado de una rosa, un vaso con
jugo, una tasa con café, un plato con su desayuno preferido y una nota que
decía "Buenos días amor, ten una linda mañana".
Los recuerdos son una forma de regresar, de volver el tiempo y mirar de
cerca, es darle un lugar al sentimiento en la memoria, pero cuando el
arrepentimiento cae, uno entiende que el recuerdo no es sino un acta de
defunción al tiempo mal vivido y la esquela va firmada por nosotros.
Viernes 1 de junio.
No puedo, jamás pensé verme tan mal, tan perdida, tan dependiente de
alguien que para mí puta suerte se ha ido y me ha dejado con los brazos
abiertos y el corazón molido, uniforme a lo deforme, pero nos veremos amor
y me dirás que todo está bien, que siempre estuviste aquí conmigo, que
nunca te fuiste, ¿entiendes? ¿Verdad que entiendes amor? Moriría para
volver a estar contigo, o para dejar de estar sin ti. Simplemente ya no puedo.
Te extraño amor, pero cuando la vida es una desgraciada, la muerte es un
sutil regalo.
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La soga estaba bien puesta, a veces se acariciaba el vientre y pedía perdón,
el miedo le descansaba en las manos y jugaba entre sus piernas, entendía
que lo difícil no es dar la vida por alguien, sino quitarla, pasar de mártir a
asesino, de víctima a verdugo.
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Caricia.
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Cuarto insomnio.
- (Estás podrido amigo, no tenemos nada más que esto, nuestra propia
porquería que no es otra cosa que tú,)
- ¡Cállate! ¡Déjame en paz!
- (Todos odiamos algo, todos tenemos algo que nos repudia, pero tú amigo,
estás perdido, porque aquello que odias lleva tu nombre y eso que repudias
te habla al oído.)
- ¿Qué voy a hacer? ¡Todo se salió de control y es culpa de ambos! Yo no
quería, no debiste insistir...
- (Nada cambiará, debemos seguir con el plan, cobarde.)
- ¿Qué pasará cuando amanezca? Es la primera vez que temo tanto a la
obscuridad.
- (¡No! No te atrevas a prender las luces, basta con lo que tus ojos te permitan
ver, debes terminar antes de amanecer para poder largarnos. Apúrate, no
has hecho nada que no quisieras hacer.)
- ¿A dónde iremos?
- (A donde nadie nos conozca, de otro modo volveremos a estar entre cuatro
muros, blancos o grises, la misma miseria.)
- No puede ser... - Se pone a llorar - no puede ser...
- (¡Apúrate! Cobarde, mételo en la bañera y viértele encima los pétalos, no,
mejor en la cama.)
- Ok.
- (No contestes, es de madrugada, no contestes.)
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- Apagaré el celular.
-(¡No! Si lo apagas se dará cuenta que no estás durmiendo y podría venir,
déjalo que suene, se ha de cansar de llamar. Ponle los pétalos, apúrate.)
- A ella la pondré en el comedor, se verá bien ahí, y a ellos donde los
encontré, no podrían estar mejor.
- (Desgraciados.)
- ¡Rayos! Se suponía que si no contestaba no sospecharía, el idiota llamará
la atención, es pasada la media noche.
- (Invítalo a pasar, yo pensaré dónde habrá que ponerlo.)
- De acuerdo.
- (Actúa normal, facilita las cosas, no prendas las luces y llévalo al cuarto.)
- Doctor Reus, buenas noches, es pasada medianoche, ¿Qué hace aquí a estas
horas? ¿Todo bien?
- A eso venía, se supone que pasarías la noche en el hotel y ahí te vería para
continuar con el tratamiento, pero llamé y me dijeron que la habitación
seguía desocupada, estuve intentando comunicarme contigo pero no
contestabas y me preocupé, ¿puedo pasar?
- (Dile que sí)
- Claro, pase, pero me disculpará por no prender las luces pero todos aquí
están dormidos y no quiero despertarlos.
- No se preocupe, sólo quiero hablar con usted sobre las siguientes citas,
pero dígame ¿Por qué no se quedó en el hotel?
- Es que llamé a casa pero nadie contestaba y al igual que usted me preocupé
y decidí venir, ya al estar aquí decidí quedarme, además no me sentía muy
bien.
- ¿Pero encontró todo bien al llegar?
- No.
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- ¿Qué pasó? ¿Está bien? Si algo ha pasado debe contármelo, recuerde que
no puede estar bajo presión o cualquier otro malestar...
- ¡Basta! Puedo hacerlo solo.
- (Cálmate, dale prisa pero no rompas el sigilo.)
- Doctor, necesito que me acompañe a la habitación - se toma la cabeza con
la yema de los dedos-
- ¿La está oyendo?
- (Llévalo al cuarto.)
- No, estoy bien. ¿Me puede acompañar doctor?
- Lo noto muy raro Rubén, dígame qué está pasando, estoy aquí para
ayudarlo pero necesito me lo permita.
- (Apuñálalo.)
- Shhh... No tuvo que venir, no tuvo que entrar, no tuvo que tratarme como
a un idiota.
- (Otra vez.)
- ...
- (Otra.)
-…
- (Llévalo a la cocina, habrá que esconderlo en algún lado, sería divertido
ver la cara de los policías cuando lo encuentren)
- Tengo miedo, ¿por qué lo hiciste?
- (Cállate y apresúrate, tenemos que salir de aquí en dos horas.)
- No entiendo por qué tuvo que pasar esto, le di todo a mi familia y nos les
importó.
- (Te dije que algo andaba mal, la distancia entre ustedes, ella siempre tan
arreglada, tú tan idiota y ella tan maldita.)
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- Yo le regalaba flores y las dejaba marchitar, estas ya tienen florero, ¿no es
gracioso? Dios te libre de una así.
- (Se ve tan linda.)
- Tan limpia, amor, tan linda… – empieza a besarle la boca, el cuello, los
senos… -
- (Muérdela, así, hace tiempo que no le hacemos el amor. Tan tranquila y
linda que está ahora, sus muslos, sus caderas…)
- Tan ligera, tan moldeable…
- (¡Muérdela!)
- SI… Si…
- (Ahórcala… ¡fuerte!)
- … - respira agitado y recuesta su frente sobre sus senos mojados y duros –
si… no tuviste… no tuviste Sara…
- (Día memorable, le has hecho el amor a tu mujer, has quedado viudo y al
fin huérfano.)
- Seguro, no te olvides de la pequeña bastarda, sabía que su madre y su
abuelo se acostaban y la muy sínica lo permitía mientras su padre se pudría
en el psiquiatra.
- (Hoy saben que el diablo tiene nombre. Toma las llaves del auto y la cartera
del viejo)
- ¿jamás me dejarás?
- (No podría… hemos de morir juntos y vivir nuestro infierno.)
- Gracias.
- (Mamá estaría orgullosa.)
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Caricia.
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Pero antes que el cielo tiña de negro,
Ángeles bellos, mezquinos y ciegos
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Quinto insomnio.
Ella sonrió apenada y volvió a sus deberes. Así era Beatriz, sin respuestas
concretas para preguntas exactas, comprendía perfectamente que cuando
un carro viene de frente lo mejor es quitarse del paso, evadir todo aquello
que dificultase el día, que para su suerte, últimamente ya eran complicados.
Una oficina, un aula, un pasillo, un jardín, pueden ser más que sólo eso con
la persona correcta, de pronto la soledad, el miedo, el llanto, pueden
convertirse en algo completamente conveniente más que fortuito si se está
con alguien más, con la persona adecuada para intimar, para abrazarse o
llorar.
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- Ese es el problema amigo, ella también me quiere.
Rafael era un tipo más serio, de un sólo amigo, de rutina exacta, trabajaba
ocho horas con Beatriz desde hace cinco años, cinco días a la semana.
Desayunaban juntos, platicaban todo el tiempo, y es que apenas se veían
sonreían, venía un abrazo de algunos segundos y un beso apenas sintiendo
la mejilla del otro, cada mañana, como si apenas se separaran pasaran meses
hasta la siguiente mañana. Empezaba el diálogo en sincronía con los
deberes, siempre había algo que contar, siempre una risa, una alegría de
horma compartida, sin embargo a la salida regresaban juntos a sus vidas
distanciadas, pero jamás faltaba tiempo para una última caricia hablada,
después de ello era como ir a dormir a la misma cama pero de espaldas al
otro, y así concluía el día, Rafael llegaba a casa y si la semana había sido
buena y variada era recibido con un beso, una palabra linda y una mujer
alegre; si la semana había sido como el resto responder a un "¿Cómo te fue?"
era ya bastante de la mujer que decía amarlo, así la felicidad de hace unos
minutos se había ido y el hombre andaba incólume a la cotidianidad de su
relación, ya sin afectos, sin sorpresas, esperando no recibir nada.
- ¿Qué tal el día?
- Lo de siempre, tranquilo.
- Qué bueno, oye, tenemos que hablar.
- Creí que hablábamos.
- ¿Te das cuenta? Las cosas ya no andan bien entre nosotros.
- ¿Y qué esperabas Diana? Si siempre hay algo que te molesta, algo
estúpido que no puedes dejar pasar, si tú no dejas de hacer cosas
estúpidas.
- ¡Claro! es mi culpa, si no quieres seguir conmigo sólo dilo, sólo eso,
no pretendas culpar a alguien, sólo déjame las cosas bien claras para
saber a qué atenerme.
- Tienes razón Diana.
- ¿Sobré qué?
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- Hay que dejar las cosas bien claras, el problema es que ni siquiera yo
tengo bien claro qué quiero y tú no me motivas, por mientras atente
a eso.
La rutina no termina por acabar con una relación, son las personas quienes
matan al amor, quienes decepcionan y hieren, quienes quitan interés y
rompen la esperanza, el deseo, son quienes hacen del fuego luz para leer.
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- ¿Y cuándo te vas?
- Ammmm, depende, ¿cuándo quieres que me vaya? – Rafael sonríe y
alza ambas cejas.
- ¡Wow! ¿enserio tengo el poder de elegir? – sus ojos redondos y
obscuros se vuelven inmensos, sus pestañas los adornan hermosos, su
boca es una media luna, una media vida – pues a mí me parece que
no te vas y se cancelan tus vacaciones hasta que lleguen las mías.
- Perfecto, ¿y a dónde iremos? – Rafael ya ha dejado de escribir y ve de
frente a Beatriz que también lo mira, el pecho le es una especie de
hecatombe entre jardines.
- Bueno… - lo mira fijamente, con sonrisa apenas delineada, alegre de
estar hablando con él, de inventarse una historia.
- Beatriz, te ves realmente bonita.
- Jamás he ido pero suena bien. – sonríe, le va tan bien la alegría en su
rostro.
- Llámalo como quieras, sólo no me hagas llorar con tu indiferencia. –
Rafael ríe y toma la mano de Beatriz.
- Ay sí, yo soy la indiferente – y sin advertirlo lo abraza y de sus labios
un susurro le acaricia el cuello. – te quiero.
Rafael queda inmóvil, anonadado, el corazón se le detiene un segundo y sus
manos que descansaban detrás de los hombros de Beatriz se recorren
naturalmente, su mano izquierda se posa apenas debajo del cuello delgado
y claro de Beatriz, su mano derecha acaricia su espalda hasta llegar a su
cintura y la recorre lentamente, estudiando cada curva, cada borde hasta
envolverla con el brazo, Beatriz siente un escalofrío que le recorre todo el
cuerpo, que le gusta y que le culmina en el sexo, Rafael acerca su boca detrás
de la oreja de Beatriz y susurra “yo también te quiero” al tiempo en que sus
brazos moldeados perfectamente a la espalda de Beatriz la estrujan
suavemente, un delirio emerge de ella, el corazón de él lucha por salir de su
guarida, están a un beso de hacer el amor, ya no puede prolongarse lo
inevitable, poco a poco se buscan las miradas, entre sus bocas hay una
pestaña, un deseo.
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La eternidad pocas veces es tan breve y tan plácida, ella lo espera, él la
contempla, ambos lo anhelan como la muerte porque todo esto es un
espléndido suplicio.
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- A veces no sé si te odio o te quiero.
- Me amas, pero si alguien nos escucha diciéndonos “te amo” sería muy
incómodo.
- Tal vez, incómodo que crean que tú eres la mujer. – Rafael acompaña
con carcajadas, Lucas es un buen tipo, su mano derecha.
- ¡Ja!, tal vez deba hacerme mejor amiga de Beatriz, ya sabes, tener
pijamadas y todo eso.
- Tendría que castrarte primero.
- Creo que tengo un hacha en la cajuela del carro.
- No te preocupes, en mi navaja suiza tengo tijeras, esas bastarán.
- Da igual, no los necesito para mi pijamada – Lucas ríe y pide más
cerveza, tipazo, buen amigo.
- Sabes, Beatriz es como una droga, quizá la peor de todas, es decir, me
tiene, la necesito en mi vida, me lleva a los lugares más bonitos, a la
realidad más bella y de pronto, ya estoy todo idiota y con gangrena en
mis órganos.
- Al parecer llevas bastante tiempo consumiéndola.
- Cállate.
- ¿Y si vamos a jugar billar? Hay uno a unas calles de aquí.
- De acuerdo, te espero en el auto, pagas.
- ¡Hey! Rafa… Ra… desgraciado.
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- ¿Para qué? ¿Para oírte ebrio con el idiota de Lucas?
- ¿Cuándo he hecho eso? ¿No pudiste avisarme siquiera? No vives sola,
no me importa si vas con tu madre o a misa, son las tres de la mañana
y tú vas llegando a casa.
- Por favor Rafael, deja tus dramas para otro día.
- Dime, ¿te parece que exagero?
- Me voy a dormir Rafael.
Dos días, no son las vacaciones, son el propósito de estas, dos días, última
oportunidad, “buenos días Beatriz” apenas y rosas su mejilla con la tuya,
“buenos días Rafael” la indiferencia se parece al olvido, a la agonía cuando
hay amor, el silencio a la ausencia, y cuando quien hace falta es quien nos
complementa, el silencio es un eco bajo la piel, un búfer bajo el pecho.
De pronto ya no hay conversación, de pronto dejaron de embonar, de
coincidir en la sonrisa y el asombro, llamas a Diana, no contesta, lo intentas
otra vez, -hola amor- es tu esposa por elección propia piensas, -¿Qué pasó?-
más indiferencia, breve plática (tú platicas, ella escucha), termina ella la
llamada, recuerdas hace unas semanas cuando le llevaste flores a tu mujer
(guardas lentamente el teléfono, como cansado), dibujaste una curva en su
boca, hablan sobre salir a cenar, saliste a hacer algunas compras antes, te
llama y no escuchas el teléfono, vuelves treinta minutos después, desde
entonces y hasta otro día permaneció molesta por ello, la cena igual, tú
platicas y ella escucha. Recuerdas aquella otra ocasión en que fuiste por ella
a su trabajo (antes de dejarlo por no ser necesario, por tú hacerlo innecesario
para su comodidad), esperaste afuera con una rosa, ella sale, te mira, la
misma curva se dibuja en su rostro, en sus ojos nacen pequeños diamantes,
le preguntas cómo le fue, la interrumpes para preguntarle dónde quiere ir a
comer, te da indicaciones del lugar, continua hablando, la miras fijamente
y sin aviso alguno hundes tus labios en los suyos, los separas esperando esa
respuesta reciproca casi innata, te pide dejes de interrumpirla, continua con
su historia, tus ojos dejaron de ser los mismos hasta otro día, tu voz menos
dulce no ayuda, sigues recordando, alguna vez aceptó sentirse atraída por
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alguien más, dolió pero dolió menos cuando te hiciste a la idea de que ello
era normal, aún duele, después de ello… Beatriz… después de todo ello,
después de todo lo que ahora no quieres recordar y de lo que has recordado,
después de todo, estás aquí, dándote otra oportunidad, aferrándote por ella,
jugando por ambos… después de todo vuelves a ser tú bajo la lluvia,
esperando con una rosa en mano, con un poema en el bolsillo, con un beso
entre los labios, con el corazón en la mirada, esperando a que salga de donde
sea en que ahora se encuentre ella y tú, después de todo es eso el amor, una
oportunidad indefinidamente prolongada, el adiós que nunca llega.
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“…mujer de mis heridas
que al olvido cesas fervor,
La caricia carece
porque carece el amor…”
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El día ocurre como debe a excepción de detalles nimios, el esfuerzo por
mantener a Beatriz lejos de la memoria es cuestión de compromiso con uno
mismo, es cosa de estirar el amor hasta que truene.
Un mes, nada más, cada día es diferente, ayer tu mujer y los deberes del
hogar, hoy tu mujer y la playa, el inicio de la reestructuración urgente, las
grietas parecen menos graves si se les ve de cerca, si se les ve una a una,
¿mañana? No lo sabes, pero sabes que el hoy es un mañana continuo, no
hay descansos ni pausas, cada acto repercute y llama, además tu mujer es
hermosa, ríe y el mundo sonríe con ella, te toma de la mano y aunque nunca
te sentiste perdido ahora sabes bien en dónde estás, a dónde perteneces,
tomas fotos, fotos de ella porque ¿qué más querrías mirar sino a ella?, llega
la noche y mientras ella se ducha tú te desapareces unos minutos, subes
nuevamente a la habitación, te pregunta en dónde estabas, algo molesto le
dices que ha habido un problema con el alquiler del cuarto y que necesitan
hablar con ella en recepción, se termina de vestir y baja, veinte minutos
después vuelve, abre la puerta informándote que le han dicho no había
problema alguno, hay veladoras adornando un camino de pétalos al balcón,
sales tú de él, la tomas de las manos, delgadas, delicadas, joviales, te acercas
como para besarla pero reprimes el acto, el deseo pasa a ser entonces el
sentimiento principal, la llevas al balcón, todo va tal como lo planeaste, la
cena la han traído en su ausencia, todo está listo, cenarán y beberán vino,
al terminar te pondrás de pie sólo para regresar a descansar una rodilla sobre
el suelo, sacarás de tu saco un pequeño estuche, lo pondrás frente a ella y
en ese momento descubrirás el secreto, - ¿te quieres casar conmigo? – ella
sonríe y aunque sabe que ya son un matrimonio sabe también que quieres
comenzar una nueva historia, - si quiero – pones el anillo delante del anillo
del matrimonio anterior, te pones de pie nuevamente, te acercas y el deseo
es entonces inexplicable e insostenible, el primer beso es suave y apenas un
lenguaje nuevo, se miran a los ojos, la tomas del rostro desde su cuello, su
boca es entonces la fruta pasional, tú el pecado y el hambre, juegan al ciego,
al alfarero, al hierro y al fuego, juegan un juego viejo pero bien sabido, se
inventan un juego nuevo, cada bocanada de aire es un pedazo de vida
anhelada, un instante de inmortalidad, se develan las caricias, se desvela la
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noche, sueña el insomnio, descubres con tu mujer el elixir del existir, los
insomnios por caricias a media noche, el desvelo propicio, la única
consumación del amor.
Ya en casa, todo va bien y mucho mejor que como antes del viaje a excepción
de un detalle, Rafael se da cuenta que Diana no duerme por las noches, que
todo el tiempo se la pasa pensativa y en ese viaje hacia sí misma se distancia
del resto de las cosas, algo le perturba, algo hace un tanto ineficaz el trato
entre ambos. Así, los días pasan y poco a poco se agota el periodo vacacional,
dos días y todo habrá salido mejor de lo planeado, ¿última cosa por hacer?
Saber qué le pasa a tu esposa y afrontarlo juntos.
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No lo entiendes, frunces el ceño y aunque pareces mirarla realmente miras
hacia dentro tuyo, repasas cada una de sus palabras que retumban en tu
mente como azotándose contra los muros, buscas sus ojos en un intento de
orientarte, en un intento de recuperar el norte, ella lo repite…
Para ambos las cosas han sido duras y el proceso tan corto, en tan sólo dos
días los papeles estaban firmados y los caminos divididos ya, Rafael decidió
darse una semana más antes de volver al trabajo y Diana ya arreglaba sus
maletas, no importaba a dónde se fuera ni con quién, en realidad ya no
importaba nada, ella se iba y él se quedaba, ella entera y él en pedazos, ambos
sin un final feliz porque este no existe, porque final es sinónimo de muerte,
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porque la muerte es la guadaña que corta todo lazo, porque al final no queda
nada y la felicidad es motivo de algo.
Los siguientes días parecieron ser efímeros, Rafael hacia sus cosas y de vez
en cuando pensaba en Beatriz, la idea de volver a verla le daba cierto aire de
esperanza, de indulto merecido, pensaba en ella y en lo sucedido como algo
estrechamente relacionado, como un especie de señal, como un evento
inamovible, pensaba en la posibilidad de la inexistencia de segundas
oportunidades, en la posibilidad de que siempre hay sólo una y la vida nos
empuja a tomarla, por eso las cosas salen mal, porque de algún modo hemos
de llegar a ese punto óptimo definido, a esa felicidad imperecedera.
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te importa en el mundo, caminas hacia su escritorio, sus cosas no están, hay
alguien ahí pero definitivamente no es ella, de pronto todo parece ser un
sueño, nada tiene sentido, caminas hacia alguno de tus compañeros más
cercanos, le preguntas en dónde está Beatriz, “no está” te responde, sigues
sin encontrar el chiste del asunto, lo cuestionas, todo es claro, se ha ido.
Beatriz tenía una oferta de trabajo fuera del país según se sabe, la única
razón por la que no se había ido era Rafael, al entender el rechazo de éste y
el amor no correspondido decidió que lo mejor sería tomar aquel empleo.
Su último día en aquella oficina habría sido aquel en que Rafael decidió ya
no ir para empezar sus vacaciones y con ellas su tan decidido plan,
imposibilitando así la despedida entre ambos.
Rafael no entendía aún cómo había pasado todo, le era incluso
sorprendente el azar con que habían pasado las cosas, de pronto todo dejaba
de tener relación, todo dejaba de tener algún sentido. Se sentó en su oficina
y tras un momento de ininterrumpida perplejidad decidió comenzar a hacer
sus cosas, tomó su bolígrafo, dio un sorbo a su café y al abrir uno de sus
cajones se percató de una pequeña nota:
“Cuídate mucho amor, cuídate como si te guardaras para mí, como si en
algún lugar nos fuésemos a encontrar más adelante, cuídate porque te
quiero y porque no he podido quedarme para cuidarte yo misma, cuídate
porque esto no es un adiós porque el amor no sabe de distancias ni
olvidos ni finales, cuídate porque aunque la razón te dicte hacer lo
correcto, tu corazón me pertenece, y no hay mayor razón que aquella que
se siente.
Te dejo un beso en cada memoria que tengas nuestra, pero ten bien claro
que, sin importar cuántos besos te dé, siempre quedaré debiéndote uno; el
de despedida.”
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Caricia.
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Sexto insomnio.
Una vez soñé que mamá guardaba maletas con sus cosas en un automóvil y
yo le preguntaba que a dónde iba, ella respondió que me dejaría un tiempo,
recuerdo haberle pedido que no se fuera pero ella me dio un beso y subió
al vehículo sin hacer caso de mis palabras, vi cómo se marchó y yo quedé
ahí, con mis pantalones cortos de tirantes y una playera roja, mis tenis que
al caminar prendían luces y con los cuales me gustaba correr de un lado a
otro, los tenis que mi mami me compró y que ahora estaban sobre la
banqueta quietos viendo cómo se alejaba. Desperté y mamá secaba mis
lágrimas con la sonrisa más bonita que haya visto, estoy feliz de que no se
haya ido.
Tengo 6 años y medio, mamá dice que no se dice "y medio", que sólo se dice
seis años y ya, pero a mí me gusta sentirme más grande y entonces cuando
me preguntan "¿Qué edad tienes?" Yo respondo que seis años y medio, como
sea yo me siento casi de siete. Mi abuelita dice que ya estoy grande y me hace
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hacer deberes en casa, barro y lavo platos, tiendo mi cama, ayudo en el
desayuno, etc.
Si ella me preguntara que cuántos años tengo le diría que seis.
Ayer no tuve clases, la miss Mariana nos dio un aviso en el que decía los
motivos por los cuales no habría que ir a la escuela, no recuerdo qué decía
porque no lo leí pero no importa, cuando suceden cosas buenas no importa
mucho el por qué sucedieron, sólo las disfrutamos y ya. Como no tuve clases
planee despertarme lo más tarde posible, pero terminé levantándome de mi
cama a las nueve de la mañana porque mi abuelita me pidió la acompañara
a unos lugares a los que tenía que ir a cobrar dinero de unas cobijas que
había vendido.
Cuando salgo con mi abuelita es como ir a trabajar pero peor, jamás he
trabajado pero por lo que he oído las personas preferirían no hacerlo,
siempre caminamos mucho y andamos por calles que no se ven muy bien,
mi mamá sabe de un señor que trae consigo un costal y que se lleva a los
niños mal portados, seguro que mi abuelita sabe dónde vive tal señor, yo
me agarro bien de ella y miro hacia todos lados para que no me agarre
distraído. Después de visitar algunas casas como hicimos ayer, mi abue me
lleva a la tienda y me deja pedir lo que yo quiera, casi siempre tomo sólo un
jugo porque me da mucha sed caminar, salimos de la tienda y si vemos una
paletería nos compramos un helado y lo comemos mientras vamos a casa.
Creo que mi mamá está muy triste pero no sé por qué, está llorando mucho
y supongo que de tanto llanto no me escucha porque le hablo y no me hace
caso, así que como hay mucha gente en la sala y mi mamá no me oye decidí
venir a mi cuarto y el de mi mami a acostarme.
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camión para volver a casa, yo hice caso y me senté y vi cómo mi abuelita
caminó hacia en medio de la calle. Como siempre que salgo con ella
hacemos muchas cosas y a veces me aburro, esta vez me llevé dos carritos
que me compró mi mamá y los saqué para jugar mientras volvía mi abue.
Ayer fue un día muy pesado, peor que cuando uno va a trabajar y después
tiene que ir a la escuela y después hacer deberes en su casa, pues mientras
jugaba con mis carritos sobre mis piernas escuché de repente un golpe y me
quedé dormido hasta hace rato, seguramente mi abuelita está furiosa
conmigo pues me tuvo que traer cargando, no creo que me haya arrastrado
hasta aquí y yo todo dormido, algo así como cuando mamá y yo vemos
programas de miedo en la televisión y sin querer me duermo, ella me carga,
me acuesta, me tapa y yo ni en cuenta hasta otro día, a veces me despierto
porque me anda de la pipí pero mi mami me abraza de modo que
difícilmente puedo moverme, así que aprieto fuerte y poco después ya estoy
roncando otra vez (es un decir, creo que no ronco).
Me dio sed y al venir a la cocina noté que al centro de la sala hay una caja
negra, por alguna razón tiene muchas flores debajo y la gente parece hablarle
a la caja, me siento triste porque mi mami llora mucho y no me gusta verla
llorar, pero sigue sin hacerme caso y no quiero insistir porque puede
enojarse y no quiero me regañe.
Si pudiera limpiar cada lágrima que de tus ojitos bonitos sale, lo haría, si
pudiera robarte toda la tristeza que de tu llanto brota para que sonrías como
aquella mañana, lo haría, si pudiera hacer que trabajaras menos y
descansaras más, lo haría, porque sé que duermes poco para poder
comprarme mis carritos, porque sé que cuando me regañas tú también
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sientes feo, porque cuando me abrazas al dormir me proteges de todo mal,
pero no hay quién te proteja a ti, por eso mamita, yo siempre estaré
cuidándote, para que no te pase nada, para que no tengas malos sueños,
para que nunca llores y seas muy feliz, así que no te rindas ni llores ni me
extrañes, porque siempre estaré contigo, y cuando quieras verme y
abrazarme sólo duerme, y yo estaré en cada uno de tus sueños, sonriendo si
tú sonríes porque te amo, cada noche nos veremos, eso no lo dudes mami.
Ahora despierta, seca tus lágrimas y ten por seguro que jamás te dejaré.
Gracias mamá.
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Caricia.
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Séptimo insomnio.
Gómez, que se hacía notar por ser un hombre callado y astuto, no tenía
intereses ajenos sobre su persona, y es que siempre que se haga lo
suficientemente necesario para cumplir con las tareas del día a día, uno
pasará desapercibido del resto, ignorado por el mediocre y por el constante,
esto hacía más fácil los pasatiempos del pulcro Gómez.
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que yacía un enorme ropero, Gómez se sentaba taciturno en la cama y
encendía un cigarrillo para llorar un rato, terminando de fumar y
lamentarse se levantaba y empujaba el ropero hasta dejar ver la puerta que
daba entrada a un sótano, la abría y permanecía atento y de cuclillas al pie
de la misma hasta escuchar señal del inquilino, entonces, Gómez bajaba
cuidadosamente y ya percibía el olor a humedad, mierda y miseria, el
ambiente era el de un manicomio en el que a las personas se les trata como
idiotas y no como enfermas, como locos y no como vulnerables, donde lo
audible son murmullos y sollozos con deliberada rabia o desesperación.
Gómez buscaba el muro en el que se fundía el hierro y el concreto para dar
continuidad a la cadena que iba a dar al tobillo del inquilino, tobillo
delgado por condiciones más que por naturaleza, sin decir palabra alguna
recorría con su mano desde el tobillo hasta la espalda a través de las piernas
de aquella pobre mujer, caminaba por el cuarto y servía agua y comida en
viejos trastes de aluminio, prendía otro cigarro y tomaba asiento en un
pequeño banco al tiempo en que platicaba su día a aquel triste ser.
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Caricia.
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Octavo insomnio.
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Tan linda siempre, escuchando a los demás, en especial a Violeta, su esposo
había sido despedido del trabajo y desde entonces decía no encontrar
empleo digno de él.
- No lo sé Julieta, ya no puedo.
- No llores, anda, límpiate esos ojos lindos, ya pensaremos en algo.
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Mientras se vestía, oyó que alguien golpeaba la puerta, Violeta:
Katia, nueve años, hija de Violeta, sus mismos ojos color miel, sólo que estos
apenas se dejaban ver detrás de tan enormes cachetes, un querube. Además
de ser hija única, era el tesoro de su madre.
- ¿Estás segura?
- Sí. Gracias por todo, sé que algo en él ha cambiado y sé que las cosas
volverán a funcionar.
- Si necesitas algo solo dime, suerte y cuida mucho a tu pequeña.
Las cosas cambian, las personas cambian, tal vez Martín sea otro, tal vez
Martín cambió a mi lado, tal vez.
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la puerta de tal manera que rompió toda calma, Julieta preguntó quién era
y la voz de Violeta brotó de entre la lluvia del cielo y de la de sus ojos.
- ¿Por qué?, no he hecho nada malo y llevamos prisa por lo que acabo
de decirle – gritaba de manera desesperada Julieta.
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- Señorita, salga del auto. – había delicadeza en las palabras de aquel
hombre.
- ¡No puede hacernos esto! Le digo que han golpeado a mi amiga y que
su hija está con ese idiota.
- Señorita, usted viene sola.
Años después Julieta aún soñaba aquella noche en que su amiga había
acudido a ella para salvar a su pequeña de quien hoy cuidaba, sabía entonces
que el amor de una madre va más allá de la muerte.
52
Caricia.
53
Nocturnos.
54
Instrucciones para Entristecer.
Intente dormir con la pesadez del luto inventado, del duelo real, llore hacia
dentro.
55
Observaciones del Ocio.
Hace falta tan solo un puñado de minutos para observar el tumulto que
yace en un espacio (nos limitaremos a acotar dicho espacio por cuestiones
prácticas) y diferenciar tontos de idiotas, los primeros hacen lo que pueden
y así mismo no pueden hacer más, los idiotas, más astutos, no saben hacer
más y les sienta su sonrisa escandalosa como un guante. El resto hace lo que
cree que debe hacer y de vez en cuando se sorprende con un cambio de
rutina, algún otro no hace nada y este es peor que el resto porque ni puede,
ni quiere, ni cree; ya se ha dado cuenta que tampoco tiene y el tiempo llora
por ellos y se va caminando lento y pateando una que otra piedrita a su
paso.
56
Dentro del Catalejo.
57
Precisiones de la Época.
58
Precisiones de lo Común.
59
Precisiones del Amor.
60
Soledades.
El teléfono vuelve a sonar pero esta vez no contesta, más cansado regresa a
su sofá y entiende que la verdadera soledad no viene sino hasta que la
muerte llama.
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Apuntes para un Corazón Roto.
Para saber andar con el corazón bien roto habrá que buscar dos sabanas,
una para cobijar al miserable y otra para cobijar a la soledad pues habrá que
convencerla de quedarse (de algún modo deseamos que se quede), una taza
de té y una buena lectura para aflojar el llanto. En el pecho sentimos sollozar
a un niño y nos vamos a dormir tristes por él.
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Micro Cuento.
Se sabe ya, que en la comunicación existe algo que va más allá del lenguaje,
es decir, que incluso el buen manejo de éste no asegura ese estado de
entendimiento entre dos o más personas.
Centrémonos por practicidad en el caso particular de dos personas, en
donde ambos hablan y ambos escuchan, tomando así un papel de emisor y
receptor (sin entrar, claro, en la situación incómoda y bastante molesta en
que ambos se crean emisores absolutos y se cree ese ambiente vorágine
principalmente excluido de la comunicación), cada uno a su turno y con los
pies bien fijados de en dónde se está o mejor dicho, con quién. Entonces,
detrás de tan cumplido requerimiento, superfluo para el que sabe conversar,
se encuentra ya el plano sobre el que se ha de llevar a cabo dicha
conectividad tácita para el preciso proceso en que ha de fungir el lenguaje,
y sobre este la idea dictaminada a realizarse en el contexto sobre el que se
está y no perecer en el aire o en la simple abstracción propia del
pensamiento, así, posiblemente tenga cabida en la praxis dicha idea, o
incluso en la contradicción hacia el mismo que tiene bilateralmente la
asunción de sí, tal que inevitablemente acabará en dogma parcial (si es que
eso existe) hasta que venga otro a pisar firmemente sobre el mismo plano
para refutar la idea en busca de un dogma total como parecieran ser todos
éstos (ignorando desde luego la endeble realidad en que se está y así
borrando del mapa todo suceso azaroso dentro de ella), entonces, es aquí
donde se tiene el alma de la comunicación, comunicar con el lenguaje
siendo este último simple residuo del entendimiento (he de ahí su pobre
limitante) restringido por la armonía del entorno en que esta se desarrolle.
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Llegado a esto, a menos mujer, que usted refute decisivamente mi teoría,
hagamos lo siguiente, le propongo encontrarnos, en un café, en las
banquitas del parque, debajo de un árbol, no importa el lugar ni la hora
siempre y cuando su voz toque mi oído, entonces, usted habla y yo la
escucho, con la serenidad innata con que usted sostiene un jazmín entre sus
dedos y la naturalidad con que yo la miro admirado, yo no diré ni una sola
palabra y usted dirá lo que tenga que decirme, empleando la posibilidad de
dos lenguajes, uno objetivo y otro subjetivo, entonces, se pondrá a prueba
mi dogma parcial contrariado por sí mismo en donde nadie dirá nada, en
donde usted, vaciada de vocabulario, guardará silencio y nos reduciremos a
un lenguaje en el que si entramos en ese estado de entendimiento la
comunicación será tan bella amor, que dará gusto comunicarnos y anunciar
que mi idea tenía razón concluyentemente, es decir, habremos resumido
todo medio comunicativo a su relación unilateral sobre su máxima armonía,
suprimiendo el usted y el yo, concibiendo el nosotros, y será tan hermoso
mujer, que todo será inefable e íntimo, como un secreto entre nosotros que
no importa los demás lo sepan porque solo nosotros lo entendemos y
festejamos, pero sobre todo, mujer, porque tendremos el dogma absoluto
sobre el que nace y se armoniza el amor.
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Ficciones.
Se desconoce el autor de tal obra, pero se presume que pudo haber sido
escrito por un infante de entre doce y quince años.
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Observaciones del Tiempo.
El caos comenzó cuando la gente que adquiría estos relojes andaba más
aprisa, con el reloj yendo de más a menos, angustiados por cuanto tiempo
les quedaba todavía, por lo que cuando alguien cumplía años se le daban
condolencias en vez de felicitaciones, pues significaba un año menos de vida
y nadie celebraba ese paso firme hacia la muerte.
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Otras Ficciones.
Jaime empieza todas las mañanas con un baño que le quite las lagañas de
los ojos y la pesadez del cuerpo, se viste, se peina, y ya pulcro y sin un detalle
de desperfecto en su imagen, sube a su auto hasta la calle 32 de Valle
Lombardo donde lo espera Teresa, la linda y bien formada mujer con quien
trabaja y con quien sale desde hace 3 años. En el camino hablan de cualquier
cosa, se toman de la mano, ríen o bien, cuando se ha tenido un pesado ayer,
Teresa duerme hasta llegar a su destino cotidiano. Al bajar del auto, ambos
caminan hacia la entrada del edificio donde se desean un día decente y se
prometen verse a las 12 p.m. para salir a comer. La despedida parcial viene
acompañada de un último beso y si el edificio aún está vacío Jaime se da el
gusto de darle una delicada nalgada que logra sonrojar a Teresa y sonreír
con cierta viveza entre los labios.
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Al llegar a casa, Julia ya lo espera con la cena lista y una sonrisa de mujer
plena, de mujer fiel, de mujer de Jaime, lo besa y llama a sus dos pequeñas
a saludar a papá antes de ir a dormir, Jaime, como todo padre dedicado,
lleva a sus hijas a la cama, las tapa, les da un beso en la frente y les dice
cuánto las ama. En la mesa ya lo espera Julia para acompañarlo e informarse
de su largo día laboral, al terminar la cena, ambos van a la cama y mientras
Jaime duerme Julia se convence que aunque la llama entre ellos hoy es casi
nula, el amor nunca cesará y eso basta.
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Observaciones sobre la Esperanza.
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Apunte Socialista.
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Apuntes sobre el Sueño.
Suena la música, caricia delicada al oído, uno parece estornudar, cierra los
ojos, lleva la mano derecha a la altura de la boca, frunce el ceño, “salud”
susurra el corazón, la vela que humecta el alma, que pinta soles en la piel,
lunas en los ojos, los labios que hablan para sí, la boca y su secreto, suyo
como la muerte, sucio como la vida, inalterable como el sueño, cuánto te
quiero, aquí, a mi lado o encima, como mejor te parezca mujer, te pareces
al deseo, a la lluvia que susurra, que enternece la mirada infante, mejor
debajo, mejor, mujer, risueño desvelo, cómo miras que uno te mira y lo mira
todo, efímero encuentro, memoria imperecedera, mujer, te quiero, no
preguntes para qué, lo sabes, tomo tu mano, estoy solo, no preguntes, por
favor, no me despiertes, no me acompañen, no hagan amanecer este cuarto
que es niebla del sentimiento, de ti, estratagema del destino, de Dios si tú
quieres, artificio de la esperanza, breve ternura del éxito, no me despierten,
no me hagan compañía, déjenme solo, te quiero, mujer de mis carmines,
breve encuentro, efímera ternura del recuerdo, mujer, cómo miras que uno
te mira y no mira a nadie igual, no me despierten, jamás.
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