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A mi hermana,

por su amistad inquebrantable.

A mi madre,
por ser todo lo que tengo y lo tengo todo;

por darle el significado más bonito a la palabra amor.

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Insomnios por caricias a media
noche.

José García.

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No escribo para perdurar en la memoria,
escribo para hacerme un lugar en el corazón.

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Instrucciones.

Se le llama Insomnio a la dificultad para conciliar el sueño en el momento


Un hombre, tras varias noches sin dormir, ve en la esquina de su habitación
idóneo para dormir (que usualmente es durante la noche), sin embargo, es
algo que se le parece a un costal, permanece quieto, mira la hora y han pasado
este mero resultado de causas subyacentes al individuo que lo padece, por
doscientos veinte minutos desde la media noche, vuelve la mirada y cae en
ejemplo; estrés, alcoholización, preocupación, trastornos de ansiedad o
cuenta de que un hombre le da la espalda y llora en una esquina de su cuarto,
depresión, actividad física intensa antes de dormir, consumo de cafeína, etc.

También conocido como “trastorno del sueño”, puede llegar a causar desde
Por la mañana, estando frente al espejo, se percata que los ojos se le han
estrés o ansiedad hasta desordenes psicológicos, llegando a un estado de
hinchado terriblemente, vuelve a su recamara y la cama está tendida, nadie
extrema irritabilidad, alucinaciones, nerviosismo, locura; al desamor propio.
ha dormido ahí, en la esquina yacen cientos de hormigas, son granos de sal.

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Primer insomnio.

Mi afición por los ojos de una mujer es notable, al grado de ser inclusive
malsana, pues en muchas ocasiones me conduce a una ingenuidad, quizá de
mis peores; creer que la belleza exterior es la del ser. Pero sus ojos, aquí no
me equivocaba, tan bellos que me parecían fantasía, su voz tan cálida, toda
ella era un susurro al oído.

Stella, la había notado meses atrás en la escuela, callada, de pocos amigos y


todos profesores, inteligente, cabello color castaño, ojos miel, boca grande
pero labios apenas definidos, piel pálida y limpia como recién nacida,
natural como una lágrima sentada a la orilla de una pestaña, siempre se
refugiaba del ocio en la última jardinera del patio de atrás y yo otras tantas
delante donde de vez en cuando pudiera echar un vistazo y mirarla, no hacía
falta más para convencerme de que me encantaba.

Este semestre fortuitamente coincidimos en una asignatura, literatura.


Primer día de clases: sublime.

- Buenos días, soy el profesor Krauss y esta es la asignatura de literatura,


el objetivo del curso difiere del mío el cual es más simple y preciso, el
estudiante al final del ciclo tendrá una comprensión de la lectura
decente al igual que un apego a la escritura por cualquiera de sus
géneros. ¿dudas? Primer trabajo a entregar y exponer en clase; un
breve poema. –

La clase nos tocaba dos horas una vez a la semana, tuve bastante en qué
pensar esa semana y verla 3 segundos sentada en aquella jardinera me

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ayudaba a hacerlo, quizá no con claridad, pero pensar siempre es un avance
para hacer cualquier cosa.

Siempre me ha ido bien en la escuela, buenas calificaciones, uno que otro


reconocimiento a mi desempeño académico y cuando mis padres aún tenían
duda sobre mi rendimiento escolar alguna felicitación por parte de mis
profesores, por lo que mi último semestre aquí no sería la excepción y
llevaba al día cada tarea, cada trabajo, cada investigación, pero un poema
me tiraba por completo la rutina, mi perfección cotidiana, y tuve para éste
otro método que me apasionó tanto que ya no pude dejarlo. Cada mañana,
a las diez en punto, Stella se sentaba a leer alguna novela que la hiciera sentir
acompañada, y yo, a lo lejos, la miraba y hacía nacer sobre mi libreta un
verso que me hiciera sentir acompañándola, y así diario, la miraba y sobre
mi lienzo pintaba su rostro, sus ojos, su boca, sus manos, su sombra
matutina, y al cabo de una semana el profesor Krauss me pidió pasar al
frente y recitar lo que había escrito:

“Si pudiera pintarte lo haría en silencio,


Como quien quiere y no debe,
Pintaría tu boca carmín sabor beso,
Tus manos durazno,
Mi boca sería pincel sobre tu lienzo,

Te pintaría de noche bajo la luna,


Como quien busca una estrella
Y encuentra la bruma.”

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Se hizo un silencio completo, lóbrego, levanté mi rostro para cerciorarme
que había alguien más en la sala, estaban todos ahí, mirándome, pasmados,
el profesor dio una palma, luego otra y la acompañó con otra más.

- Excelente, me gustó. – dijo el profesor.


- Gracias. – y pasé a sentarme.
- La poesía es el pensamiento más bello, al grado de ser confundible
con el sentimiento. – y continuó con la oratoria.

Segundo trabajo para entregar; un aforismo.

La clase de literatura es diferente a todas las demás, nunca encontré


inspiración en alguien como lo hice en ella, admirable acontecimiento, de
pronto miro su delicada presencia y tengo ganas de todo, de escuchar
música, de bailar, de hacer ejercicio, de hablarle.

Por cierto, a Stella no le fue muy bien en literatura, Krauss calificó de “vano”
su poema y de “endeble” su idea, me encantó verla hablar.

“No se encuentra en el amor mayor belleza que la compañía del ser


amado.”

Aforismo que dejó dudoso al profesor tras una sonrisa y una felicitación por
el cuidado en mi escritura, Stella llegó tarde y se sentó junto al pasillo,
donde el amanecer hace indeleble toda escritura (por más cuidadosa que
esta sea) en la pizarra.

Al regresar a mi lugar el destino me jugó una mala pasada. Krauss le pidió


a Stella pasara a recitar su aforismo al tiempo en que yo regresaba a mi lugar,
al levantarse empujó con la mano su libreta que tiró su bolígrafo al suelo
justo por donde yo iba pasando en ese momento, por lo que con una patada
mandé el bolígrafo fuera del aula, estupidez la mía al tener consideración
de lo sucedido y querer disculparme pues sin siquiera mirar giré hacia ella y
ella ya estaba a centímetros de mí, tan cerca que mi nariz empleó breve

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conversación con la suya y terminó por caer la libreta y algunas hojas al
suelo, todo en cuestión de segundos, la miré tan cerca que maduré años en
ese instante, se me arrugó el alma y mi corazón latió lo de tres vidas, el resto
empezó a reír y ella soltó una sonrisa, o mejor dicho, se le escapó una alegría
de entre los labios, me sonrojé tanto que se me ocurrió agacharme a levantar
las hojas y la libreta y nuevamente se dirigió a mí – ¿Me das permiso? Mi
aforismo quedó allá – y enseñaba unos dientes como para madrugar y
bañarse cantado cualquier canción, claro, yo estorbaba como roca a su paso
pero tardé otros segundos más en darme cuenta de ello y moverme, con más
rubor en mi cara del que imaginaba me disculpé y me moví, día para
recordar, ojos para soñar toda la vida.

Esta vez no tuvimos tarea de literatura.

He pensado bastante en acercarme y hablarle, no tengo ni idea de qué


decirle pero tengo la esperanza de que estando frente a ella algo se me
ocurra. Cada día la miro, sólo unos segundos para no invadir su soledad,
para no deshacerme de la mía, y descubro algo diferente en ella que me
fascina y me vuelve a mandar de bruces con la primavera cuando en mí yacía
el otoño, estoy pasando por algo realmente magnífico. La cuestión es la
misma, ¿hablarle o no hablarle?

El relato me alcanzó y ahora escribo al día, como se hace con un diario,


como verdaderamente vive uno. Hoy fue un día increíble y horroroso al
mismo tiempo, hablé con Stella por primera vez. La cosa estuvo así; llegamos
a la clase de literatura y cada quien tomó el lugar que más le pareciera (como
de costumbre), el inglés Robert Krauss pasó de la puerta a su escritorio con
disimulo y elegancia, se sentó casi taciturno recargando un codo en su mesa,
su dedo índice atravesaba desde el filo de su boca hasta la duna del pómulo,
mirada fija en todos nosotros, silencio total y abrumador.

- Les asignaré una pareja a cada uno y trabajarán con ella durante el
ciclo, sin embargo toda entrega será individual y heterogénea con una

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única característica, deberán complementarse ambos trabajos sin
abandonar su compleja individualidad. – dijo sonriente.
- No entiendo profesor – y se hundió algunos centímetros en su silla
aquel desgraciado.
- Simple – respondió reclinándose sobre su escritorio – si yo les pido
un ensayo, ambas personas han de traerme un trabajo completo de
modo que si los leo individualmente sacien mi petición, pero si los
leo en conjunto este sea ampliado sin salirse del contexto y parezca
ser uno solo. –
Vaya cosa, y peor aún si mi pareja asignada fue Stella.

Así es, hoy fue el primer día en que Stella y yo nos conocimos oficialmente.

- Hola – sonreí y creí que me daría un infarto.


- Hola – sonrió y me miró a los ojos como para mirarme el alma.
- Stella ¿cierto? – no podía decir más pero intenté – ¿recuperaste tu
bolígrafo? –
- Sí, pero no fue fácil, terminé entrando al aula de enfrente – y echó lo
que llamaría yo una suave risa.
- Lo siento –
- No te preocupes, igual tengo derecho ahora de patear tu bolígrafo – y
volvió a reír suave y disimuladamente. – pero lo siento, te reconozco
de vista pero no sé tu nombre.
- Nathh… – y me tembló la boca o me saltaron las palabras o se me fue
el aire – Natalia, me llamo Natalia, mucho gusto.

La clase de literatura es diferente a todas las demás, nunca encontré


inspiración en alguien como lo hice en ella, y ahora pareciera ser que todo
será diferente, que el amor golpeó a mi puerta y salió corriendo con sonrisa
en mano.

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Caricia.

Si pudiera pintarte lo haría en silencio,


Como quien quiere y no debe,
Pintaría tu boca carmín con un beso,
Tus manos durazno,
Mi boca sería pincel sobre tu lienzo,

Te pintaría de noche bajo la luna,


Dibujándote cada miedo, cada duna,
El deseo roto sobre tu vientre
Callado y con cautela
Como quien es echado y solo vuelve,

Te pintaría hermosa, mía y tuya


Como quien busca una estrella
Y encuentra la bruma.

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Segundo insomnio.

Un niño pregunta a su padre qué es el olvido, el padre sonríe y le responde


-depende de qué quieras olvidar -, el pequeño no entendió a lo que su padre
se refería por lo que volvió a preguntar -¿por ejemplo?- el sabio hombre se
puso serio y mirando hacia cualquier lado como idealizando un escenario
respondió - si quieres olvidar tu pasado entonces el olvido es cobardía y
decepción, ahora que si quieres olvidar un amor, entonces eres valiente,
pero el olvido es tu más grande ingenuidad, porque ten bien claro que un
buen amor jamás se olvida, hacerle frente es pelear sabiendo que se tiene la
batalla perdida, ahora que si quieres olvidar un consejo o si te han increpado
y no lo soportas en la memoria, es porque algo estás haciendo mal y
entonces el olvido no es sino tu propia hipocresía, la indiferencia a tus
defectos que empiezan en tal caso por el olvido mismo, ¿entiendes?–
El niño en silencio agacha la mirada y frunce el ceño...

- Papá, ¿y si no quiero olvidar y olvido?

El hombre sonríe y concluye:

- Entonces el olvido no es nada y lo olvidado tampoco lo fue -.

El niño sube a lavarse los dientes, se pone la pijama y hace alguna oración,
antes de dormir va al dormitorio de su padre y pregunta;

- ¿Tú no has olvidado a mamá?

- Jamás amor.

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Le regala un besito de buenas noches y no olvida decirle como cada noche
"te amo papá".

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Caricia.

Gota de agua, limpia, resbala,


Ojos verdes, claros prados,
Mi corazón duerme, sueña, descansa
Sobre tus manos.

Tu boca, ligera y fiel


Me abraza,
Dulzura de miel,
De mi boca coraza.

Aura de día,
Noche estrellada, allá
A lo lejos, luna plateada,
Tú, todo y nada.

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Tercer insomnio.

Martes 28 de mayo.

Tengo los ojos tremendamente hinchados y rojos, no he salido de la cama


pero tampoco he dormido, no es que no necesite descansar, es que sé que
soñaré y simplemente no quiero porque sé qué hay en mi mente, en cada
rincón de mi memoria, en cada astilla de mi corazón hecho pedazos, así la
paso, en cama, fastidiada y vulnerable, como un niño al que acaban de
reprender y es hijo único, sola como jamás me sentí, parpadeo y apareces
tú, sonriente porque estás feliz porque estás conmigo, porque me miras y
tus ojos pulcros tiritan en su cielo que es tu rostro y no hay noche más
perfecta que la que hay cuando me miras y todo es luna y estrellas, otra
lágrima me acaricia suavemente la mejilla y viene a morir entre mis sueños
y mi almohada y en ella vas tú, sonriente porque estás feliz porque estás
conmigo.
Recuerdo cuando nos conocimos, ahora que lo pienso creo que lo nuestro
fue destino más que casualidad, jamás hablamos, jamás nos vimos y de
pronto la vida juega con nosotros y ahora me tiene aquí, llorando y
sintiéndome miserable, incompleta, estúpida y desganada, rota.
Aún escucho tu voz diciéndome "te amo" y todavía contesto "y yo a ti", pero
estoy sola y no siento tus brazos protegiéndome, no siento tu boca
sintiéndome vivir. No puedo seguir, te juro que ni siquiera quiero
intentarlo... me haces falta.

Miércoles 29 de mayo.

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Hoy es la primera vez que salgo de casa desde hace tres semanas, mis manos
se ocultan bajo el brazo y todo me parece extraño, cada banca, cada calle y
edificio es diferente, todo es feo y frío, aún lloro pero un poco menos que
ayer, la última vez que sonreí fue hace algunos días cuando me dijiste que
no te irías sin mi permiso y me regalaste tu última alegría, tomaste mi mano
dándome con ella tu esperanza, te besé apenas rozándote los labios como la
primera vez, como cuando acepté amarte para toda la vida, mi última sonrisa
fue contigo y no quiero tener alguna más, porque tú has sido mi última
alegría.

Jueves 30 de mayo.

No puedo hacer esto sin ti, sencillamente no puedo, no sé qué hacer...


Escuchó un ruido en el baño y se distrajo lo suficiente para dejar de escribir
y quizá de pensar, se limpió la gota que resbalaba en su rostro y escuchó la
lluvia caer como apenas abrazándose al asfalto, se levantó y fue hacia la
ventana, miró la calle abandonada, como una foto a blanco y negro que
hubiese deseado haber tomado ella, con los hombros caídos y las manos
sobre su vientre caminó lentamente hacia el cuarto, se sentó en la cama y
abrió el cajón de a un lado, todo en él era insignificante a excepción de
aquella carta que leía siempre después de una pelea o disgusto con el ahora
ausente, esa carta que leía una sola vez para jamás aprenderla, para que cada
palabra cayera al alma como un beso a media noche, como la primera vez
que se duerme con la persona amada, esa carta que leía en silencio y que
hoy la hacía llorar;

"Hola amor, ¿cómo amaneció la mujer más bella ante mis ojos? Te veías
increíblemente hermosa al dormir y por ello no quise despertarte, miré tu
cabello despeinado, tus hombros delgados y suaves, tan delicada y linda que

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desearía fueras mi esposa toda la vida, ¿lo has pensado? ¿Ya tienes respuesta?
No quiero presionarte amor, no lo tomes así, te esperaría siempre ¿lo sabes?
Eres la persona, mi persona, con quien quiero pasar el resto de mis días,
quiero cuidarte cuando enfermes, llevarte té y sopa a la cama si hay lluvia,
ver películas a tu lado toda la noche o poner una cobija sobre tu cuerpo
cuando duermas sin intención, quiero viajar y conocer lugares increíbles
que sólo son increíbles si los conozco contigo, porque el mundo es otro
desde que apareciste en mi vida, porque tú le das color a todo y todo es
perfecto, jamás lo olvides, te amaré por siempre."

Aquella carta yacía en aquel momento a un lado de una rosa, un vaso con
jugo, una tasa con café, un plato con su desayuno preferido y una nota que
decía "Buenos días amor, ten una linda mañana".
Los recuerdos son una forma de regresar, de volver el tiempo y mirar de
cerca, es darle un lugar al sentimiento en la memoria, pero cuando el
arrepentimiento cae, uno entiende que el recuerdo no es sino un acta de
defunción al tiempo mal vivido y la esquela va firmada por nosotros.

Viernes 1 de junio.

No puedo, jamás pensé verme tan mal, tan perdida, tan dependiente de
alguien que para mí puta suerte se ha ido y me ha dejado con los brazos
abiertos y el corazón molido, uniforme a lo deforme, pero nos veremos amor
y me dirás que todo está bien, que siempre estuviste aquí conmigo, que
nunca te fuiste, ¿entiendes? ¿Verdad que entiendes amor? Moriría para
volver a estar contigo, o para dejar de estar sin ti. Simplemente ya no puedo.
Te extraño amor, pero cuando la vida es una desgraciada, la muerte es un
sutil regalo.

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La soga estaba bien puesta, a veces se acariciaba el vientre y pedía perdón,
el miedo le descansaba en las manos y jugaba entre sus piernas, entendía
que lo difícil no es dar la vida por alguien, sino quitarla, pasar de mártir a
asesino, de víctima a verdugo.

Dalia fue encontrada ahorcada en su apartamento el día lunes 4 de junio,


yacía en su vientre nueve semanas de gestación.

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Caricia.

Poeta de tristes versos, vanos,


De prosa herida y alma y musa,
No temas si lloras prados,
Tu hiel es limpia, de melancolía,

Y si el pasado te traiciona, no temas,


Si vas viviendo, poeta, del sueño,
Que es apenas la esperanza
Del que ya no espera nada,

Has probado besos de vinagre,


Amargo destino tuyo al acostarte,
Sigue triste, el desengaño viene tantas veces
Poeta del encanto, del amor nació tu fuerte

Y sabrás, como todo buen hombre,


Que del amor ha de nacer tu triste muerte.

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Cuarto insomnio.

- (Estás podrido amigo, no tenemos nada más que esto, nuestra propia
porquería que no es otra cosa que tú,)
- ¡Cállate! ¡Déjame en paz!
- (Todos odiamos algo, todos tenemos algo que nos repudia, pero tú amigo,
estás perdido, porque aquello que odias lleva tu nombre y eso que repudias
te habla al oído.)
- ¿Qué voy a hacer? ¡Todo se salió de control y es culpa de ambos! Yo no
quería, no debiste insistir...
- (Nada cambiará, debemos seguir con el plan, cobarde.)
- ¿Qué pasará cuando amanezca? Es la primera vez que temo tanto a la
obscuridad.
- (¡No! No te atrevas a prender las luces, basta con lo que tus ojos te permitan
ver, debes terminar antes de amanecer para poder largarnos. Apúrate, no
has hecho nada que no quisieras hacer.)
- ¿A dónde iremos?
- (A donde nadie nos conozca, de otro modo volveremos a estar entre cuatro
muros, blancos o grises, la misma miseria.)
- No puede ser... - Se pone a llorar - no puede ser...
- (¡Apúrate! Cobarde, mételo en la bañera y viértele encima los pétalos, no,
mejor en la cama.)
- Ok.
- (No contestes, es de madrugada, no contestes.)

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- Apagaré el celular.
-(¡No! Si lo apagas se dará cuenta que no estás durmiendo y podría venir,
déjalo que suene, se ha de cansar de llamar. Ponle los pétalos, apúrate.)
- A ella la pondré en el comedor, se verá bien ahí, y a ellos donde los
encontré, no podrían estar mejor.
- (Desgraciados.)
- ¡Rayos! Se suponía que si no contestaba no sospecharía, el idiota llamará
la atención, es pasada la media noche.
- (Invítalo a pasar, yo pensaré dónde habrá que ponerlo.)
- De acuerdo.
- (Actúa normal, facilita las cosas, no prendas las luces y llévalo al cuarto.)
- Doctor Reus, buenas noches, es pasada medianoche, ¿Qué hace aquí a estas
horas? ¿Todo bien?
- A eso venía, se supone que pasarías la noche en el hotel y ahí te vería para
continuar con el tratamiento, pero llamé y me dijeron que la habitación
seguía desocupada, estuve intentando comunicarme contigo pero no
contestabas y me preocupé, ¿puedo pasar?
- (Dile que sí)
- Claro, pase, pero me disculpará por no prender las luces pero todos aquí
están dormidos y no quiero despertarlos.
- No se preocupe, sólo quiero hablar con usted sobre las siguientes citas,
pero dígame ¿Por qué no se quedó en el hotel?
- Es que llamé a casa pero nadie contestaba y al igual que usted me preocupé
y decidí venir, ya al estar aquí decidí quedarme, además no me sentía muy
bien.
- ¿Pero encontró todo bien al llegar?
- No.

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- ¿Qué pasó? ¿Está bien? Si algo ha pasado debe contármelo, recuerde que
no puede estar bajo presión o cualquier otro malestar...
- ¡Basta! Puedo hacerlo solo.
- (Cálmate, dale prisa pero no rompas el sigilo.)
- Doctor, necesito que me acompañe a la habitación - se toma la cabeza con
la yema de los dedos-
- ¿La está oyendo?
- (Llévalo al cuarto.)
- No, estoy bien. ¿Me puede acompañar doctor?
- Lo noto muy raro Rubén, dígame qué está pasando, estoy aquí para
ayudarlo pero necesito me lo permita.
- (Apuñálalo.)
- Shhh... No tuvo que venir, no tuvo que entrar, no tuvo que tratarme como
a un idiota.
- (Otra vez.)
- ...
- (Otra.)
-…
- (Llévalo a la cocina, habrá que esconderlo en algún lado, sería divertido
ver la cara de los policías cuando lo encuentren)
- Tengo miedo, ¿por qué lo hiciste?
- (Cállate y apresúrate, tenemos que salir de aquí en dos horas.)
- No entiendo por qué tuvo que pasar esto, le di todo a mi familia y nos les
importó.
- (Te dije que algo andaba mal, la distancia entre ustedes, ella siempre tan
arreglada, tú tan idiota y ella tan maldita.)

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- Yo le regalaba flores y las dejaba marchitar, estas ya tienen florero, ¿no es
gracioso? Dios te libre de una así.
- (Se ve tan linda.)
- Tan limpia, amor, tan linda… – empieza a besarle la boca, el cuello, los
senos… -
- (Muérdela, así, hace tiempo que no le hacemos el amor. Tan tranquila y
linda que está ahora, sus muslos, sus caderas…)
- Tan ligera, tan moldeable…
- (¡Muérdela!)
- SI… Si…
- (Ahórcala… ¡fuerte!)
- … - respira agitado y recuesta su frente sobre sus senos mojados y duros –
si… no tuviste… no tuviste Sara…
- (Día memorable, le has hecho el amor a tu mujer, has quedado viudo y al
fin huérfano.)
- Seguro, no te olvides de la pequeña bastarda, sabía que su madre y su
abuelo se acostaban y la muy sínica lo permitía mientras su padre se pudría
en el psiquiatra.
- (Hoy saben que el diablo tiene nombre. Toma las llaves del auto y la cartera
del viejo)
- ¿jamás me dejarás?
- (No podría… hemos de morir juntos y vivir nuestro infierno.)
- Gracias.
- (Mamá estaría orgullosa.)

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Caricia.

Proceloso tiempo de azarosa vera


Alas de cera y efímera quimera

Es de arena tu pródiga propuesta


Viento de vida, cobarde cofradía,

Brillo sin luz, sueños ausentes


Vorágine ente de fe inexistente

Desvelos inertes de amores pendientes


Y atentos a nada, de miedos palentes,

Doctores ateos, poetas sin musas


Saudade de camas con damas intrusas

Todos erran seguros en el tumulto del orden


Yugo de su conciencia con que juzga la corte,

Serpientes convencen de ser diferentes


A seres que pecan de envidia inherente

Adolecen la cruz que carga el único testigo


En la venganza plausible del ángel caído

En que gloriosos, imprecan aquella armonía,


Que encuentran afable a dios, feroz picardía

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Pero antes que el cielo tiña de negro,
Ángeles bellos, mezquinos y ciegos

Deseosos de fuero y brillo eterno


Verán a hombres injustos sin edén,

¡Oh magnífico desdén!

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Quinto insomnio.

- Sólo usted sabe tenerme cercanamente distante.

Ella sonrió apenada y volvió a sus deberes. Así era Beatriz, sin respuestas
concretas para preguntas exactas, comprendía perfectamente que cuando
un carro viene de frente lo mejor es quitarse del paso, evadir todo aquello
que dificultase el día, que para su suerte, últimamente ya eran complicados.
Una oficina, un aula, un pasillo, un jardín, pueden ser más que sólo eso con
la persona correcta, de pronto la soledad, el miedo, el llanto, pueden
convertirse en algo completamente conveniente más que fortuito si se está
con alguien más, con la persona adecuada para intimar, para abrazarse o
llorar.

- ¿Y Beatriz? Creo que entiende perfectamente lo que sientes.


- Basta con que me mire cuando no me ve y estoy mirándola.
- Vaya tipo, basta con que la beses ¿no?
- Sólo de lejitos.
- El trabajo debe ser duro.
- Bastante, sólo estoy a espera del oficio que traiga mis vacaciones y me largo,
un mes sin verla me ayudará a pensar las cosas y enfriarnos.
- ¿Realmente quieres eso?
- No, apenas vuelva a ser parte de mi rutina andaré feliz y satisfecho.
- Creo que ella también te quiere.

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- Ese es el problema amigo, ella también me quiere.

Rafael era un tipo más serio, de un sólo amigo, de rutina exacta, trabajaba
ocho horas con Beatriz desde hace cinco años, cinco días a la semana.
Desayunaban juntos, platicaban todo el tiempo, y es que apenas se veían
sonreían, venía un abrazo de algunos segundos y un beso apenas sintiendo
la mejilla del otro, cada mañana, como si apenas se separaran pasaran meses
hasta la siguiente mañana. Empezaba el diálogo en sincronía con los
deberes, siempre había algo que contar, siempre una risa, una alegría de
horma compartida, sin embargo a la salida regresaban juntos a sus vidas
distanciadas, pero jamás faltaba tiempo para una última caricia hablada,
después de ello era como ir a dormir a la misma cama pero de espaldas al
otro, y así concluía el día, Rafael llegaba a casa y si la semana había sido
buena y variada era recibido con un beso, una palabra linda y una mujer
alegre; si la semana había sido como el resto responder a un "¿Cómo te fue?"
era ya bastante de la mujer que decía amarlo, así la felicidad de hace unos
minutos se había ido y el hombre andaba incólume a la cotidianidad de su
relación, ya sin afectos, sin sorpresas, esperando no recibir nada.
- ¿Qué tal el día?
- Lo de siempre, tranquilo.
- Qué bueno, oye, tenemos que hablar.
- Creí que hablábamos.
- ¿Te das cuenta? Las cosas ya no andan bien entre nosotros.
- ¿Y qué esperabas Diana? Si siempre hay algo que te molesta, algo
estúpido que no puedes dejar pasar, si tú no dejas de hacer cosas
estúpidas.
- ¡Claro! es mi culpa, si no quieres seguir conmigo sólo dilo, sólo eso,
no pretendas culpar a alguien, sólo déjame las cosas bien claras para
saber a qué atenerme.
- Tienes razón Diana.
- ¿Sobré qué?

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- Hay que dejar las cosas bien claras, el problema es que ni siquiera yo
tengo bien claro qué quiero y tú no me motivas, por mientras atente
a eso.
La rutina no termina por acabar con una relación, son las personas quienes
matan al amor, quienes decepcionan y hieren, quienes quitan interés y
rompen la esperanza, el deseo, son quienes hacen del fuego luz para leer.

A diario la misma pregunta, ¿Y si ella también me quiere? ¿Y si es con ella


con quien debería estar y no Diana? ¿Qué me ata a Diana? Rafael se
cuestionaba lo mismo cada que peleaba con su mujer, que en los últimos
meses había sido casi diario, y al mismo tiempo imaginaba cómo serían las
cosas a lado de Beatriz, con quien jamás había siquiera discutido a pesar de
los años de conocerla, a lado de Beatriz quien posiblemente también lo
quiera, posiblemente, hablándose a sí mismo de posibilidades, hablándose
de Bea…
- No entiendo en qué tanto piensas.
- Tú jamás hablas, siempre esperas que yo diga algo pero no siempre
tengo ganas de hablar.
- ¿Con nadie o sólo conmigo?
- ¿Podemos comer sin pelear?
- Está claro que es sólo conmigo
- Por favor Diana, ya no quiero pelear.
- Aja.

Sólo una semana y llegarían las vacaciones de Rafael, había pensado ya en


ir con su mujer a alguna playa, Rafael odiaba el mar pero gustaba del clima
húmedo y de pasar horas en la alberca, a ambos les gustaban los mariscos y
sabía que a Diana le encantaba caminar en las tardes por las calles de
cualquier lugar en que el descanso los esperara, sólo una semana y dejaría
de ver a Beatriz, una semana y regresaría a su farsa, a sus días sin ella, sin la
mejor versión de él mismo, sin la mujer de la que se ha enamorado.

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- ¿Y cuándo te vas?
- Ammmm, depende, ¿cuándo quieres que me vaya? – Rafael sonríe y
alza ambas cejas.
- ¡Wow! ¿enserio tengo el poder de elegir? – sus ojos redondos y
obscuros se vuelven inmensos, sus pestañas los adornan hermosos, su
boca es una media luna, una media vida – pues a mí me parece que
no te vas y se cancelan tus vacaciones hasta que lleguen las mías.
- Perfecto, ¿y a dónde iremos? – Rafael ya ha dejado de escribir y ve de
frente a Beatriz que también lo mira, el pecho le es una especie de
hecatombe entre jardines.
- Bueno… - lo mira fijamente, con sonrisa apenas delineada, alegre de
estar hablando con él, de inventarse una historia.
- Beatriz, te ves realmente bonita.
- Jamás he ido pero suena bien. – sonríe, le va tan bien la alegría en su
rostro.
- Llámalo como quieras, sólo no me hagas llorar con tu indiferencia. –
Rafael ríe y toma la mano de Beatriz.
- Ay sí, yo soy la indiferente – y sin advertirlo lo abraza y de sus labios
un susurro le acaricia el cuello. – te quiero.
Rafael queda inmóvil, anonadado, el corazón se le detiene un segundo y sus
manos que descansaban detrás de los hombros de Beatriz se recorren
naturalmente, su mano izquierda se posa apenas debajo del cuello delgado
y claro de Beatriz, su mano derecha acaricia su espalda hasta llegar a su
cintura y la recorre lentamente, estudiando cada curva, cada borde hasta
envolverla con el brazo, Beatriz siente un escalofrío que le recorre todo el
cuerpo, que le gusta y que le culmina en el sexo, Rafael acerca su boca detrás
de la oreja de Beatriz y susurra “yo también te quiero” al tiempo en que sus
brazos moldeados perfectamente a la espalda de Beatriz la estrujan
suavemente, un delirio emerge de ella, el corazón de él lucha por salir de su
guarida, están a un beso de hacer el amor, ya no puede prolongarse lo
inevitable, poco a poco se buscan las miradas, entre sus bocas hay una
pestaña, un deseo.

28
La eternidad pocas veces es tan breve y tan plácida, ella lo espera, él la
contempla, ambos lo anhelan como la muerte porque todo esto es un
espléndido suplicio.

- No puedo… - Rafael la vuelve a abrazar y se separa de ella lentamente.


- ¿Es por Diana verdad? – están tomados de la mano, ella lo mira, él
agacha la cabeza.
- Sí, no puedo hacerle esto – la mira a los ojos, se han le enrojecido un
poco – no se lo merece, aún es mi esposa.
- No lo entiendo.
- No tienes qué, perdón Beatriz.
- Entiendo que habiendo tantas personas en el mundo no estés
conmigo, lo que no entiendo es que habiendo todas esas personas
estés con ella.
- Porque la amo.
- Eres una aguja y el mundo es un pajar Rafael. – sonríe, suelta su mano
y se va.
Rafael toma su bolígrafo y sin sentarse continua haciendo las anotaciones
pendientes, cuestionándose sus respuestas, “porque la amo”, preguntándose
si era una aguja o una paja vestida de aguja, “porque ella no se lo merece
pero yo sí, porque no puedo hacerle esto, porque esto es un infierno, porque
el cielo lo tienes tú y es tal como lo imaginé, porque la amo, porque te amo
a ti, porque el amor es cosa de suerte, porque tú eres mi amuleto, Beatriz,
porque no tengo suerte amor.”

- Amigo, no sé si hice lo correcto.


- Te equivocaste, pero es gracioso, todo el tiempo estuviste esperando
a que esto pasara pero en el fondo tenías miedo porque no sabías a
ciencia cierta qué harías cuando el momento llegara, ¿y te digo algo?
Actuaste por convicción, no por Beatriz o por Diana, sino por tu
propio trasero, para no fallarte a ti mismo siendo infiel.

29
- A veces no sé si te odio o te quiero.
- Me amas, pero si alguien nos escucha diciéndonos “te amo” sería muy
incómodo.
- Tal vez, incómodo que crean que tú eres la mujer. – Rafael acompaña
con carcajadas, Lucas es un buen tipo, su mano derecha.
- ¡Ja!, tal vez deba hacerme mejor amiga de Beatriz, ya sabes, tener
pijamadas y todo eso.
- Tendría que castrarte primero.
- Creo que tengo un hacha en la cajuela del carro.
- No te preocupes, en mi navaja suiza tengo tijeras, esas bastarán.
- Da igual, no los necesito para mi pijamada – Lucas ríe y pide más
cerveza, tipazo, buen amigo.
- Sabes, Beatriz es como una droga, quizá la peor de todas, es decir, me
tiene, la necesito en mi vida, me lleva a los lugares más bonitos, a la
realidad más bella y de pronto, ya estoy todo idiota y con gangrena en
mis órganos.
- Al parecer llevas bastante tiempo consumiéndola.
- Cállate.
- ¿Y si vamos a jugar billar? Hay uno a unas calles de aquí.
- De acuerdo, te espero en el auto, pagas.
- ¡Hey! Rafa… Ra… desgraciado.

Rafael llegó a casa y Diana no estaba, no había notas ni señal de dónde se


encontraba, intentó llamarla y la primera vez no contestó, la segunda y
tercera vez apenas entraba la llamada ella la cortaba, razón por la que decidió
no insistir y la esperó mientras preparaba su cena. La noche corrió y el
itinerario fue: cena, ver televisión, leer. Casi las tres de la mañana y Rafael
despertó al escuchar la puerta, se levantó y se dirigió a la cocina donde estaba
su esposa sirviéndose un vaso de leche.
- ¿Dónde estabas?
- Con mi mamá.
- ¿Y por qué no contestabas el teléfono?

30
- ¿Para qué? ¿Para oírte ebrio con el idiota de Lucas?
- ¿Cuándo he hecho eso? ¿No pudiste avisarme siquiera? No vives sola,
no me importa si vas con tu madre o a misa, son las tres de la mañana
y tú vas llegando a casa.
- Por favor Rafael, deja tus dramas para otro día.
- Dime, ¿te parece que exagero?
- Me voy a dormir Rafael.

Dos días, no son las vacaciones, son el propósito de estas, dos días, última
oportunidad, “buenos días Beatriz” apenas y rosas su mejilla con la tuya,
“buenos días Rafael” la indiferencia se parece al olvido, a la agonía cuando
hay amor, el silencio a la ausencia, y cuando quien hace falta es quien nos
complementa, el silencio es un eco bajo la piel, un búfer bajo el pecho.
De pronto ya no hay conversación, de pronto dejaron de embonar, de
coincidir en la sonrisa y el asombro, llamas a Diana, no contesta, lo intentas
otra vez, -hola amor- es tu esposa por elección propia piensas, -¿Qué pasó?-
más indiferencia, breve plática (tú platicas, ella escucha), termina ella la
llamada, recuerdas hace unas semanas cuando le llevaste flores a tu mujer
(guardas lentamente el teléfono, como cansado), dibujaste una curva en su
boca, hablan sobre salir a cenar, saliste a hacer algunas compras antes, te
llama y no escuchas el teléfono, vuelves treinta minutos después, desde
entonces y hasta otro día permaneció molesta por ello, la cena igual, tú
platicas y ella escucha. Recuerdas aquella otra ocasión en que fuiste por ella
a su trabajo (antes de dejarlo por no ser necesario, por tú hacerlo innecesario
para su comodidad), esperaste afuera con una rosa, ella sale, te mira, la
misma curva se dibuja en su rostro, en sus ojos nacen pequeños diamantes,
le preguntas cómo le fue, la interrumpes para preguntarle dónde quiere ir a
comer, te da indicaciones del lugar, continua hablando, la miras fijamente
y sin aviso alguno hundes tus labios en los suyos, los separas esperando esa
respuesta reciproca casi innata, te pide dejes de interrumpirla, continua con
su historia, tus ojos dejaron de ser los mismos hasta otro día, tu voz menos
dulce no ayuda, sigues recordando, alguna vez aceptó sentirse atraída por

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alguien más, dolió pero dolió menos cuando te hiciste a la idea de que ello
era normal, aún duele, después de ello… Beatriz… después de todo ello,
después de todo lo que ahora no quieres recordar y de lo que has recordado,
después de todo, estás aquí, dándote otra oportunidad, aferrándote por ella,
jugando por ambos… después de todo vuelves a ser tú bajo la lluvia,
esperando con una rosa en mano, con un poema en el bolsillo, con un beso
entre los labios, con el corazón en la mirada, esperando a que salga de donde
sea en que ahora se encuentre ella y tú, después de todo es eso el amor, una
oportunidad indefinidamente prolongada, el adiós que nunca llega.

Está decidido, hoy mismo dejas en orden tu oficina, mañana ya no regresas,


tus vacaciones comienzan apenas termine esta jornada, el descuento en tu
cheque lo vale, no hay dos días, hay uno y ya está corriendo, piensas en no
decirle a nadie, que todos crean que mañana aún vienes, al carajo con
“todos”, quien verdaderamente te importa es Beatriz pero sabes que una
despedida podría convertirse en cualquier cosa, ese miedo se entierra entre
tu estómago y las costillas, te sudan las manos, en dos horas sales, vas al
baño, te mojas la cara, te miras al espejo, regresas a la oficina, preparas tus
cosas, haces tus últimos deberes, la primera en irse es Beatriz, se despide y
nada más, no muestra afecto alguno, se ve también nerviosa, ambos son su
propia odisea y lo saben, peor si lo saben y lo saben, es hora, tomas tu saco,
colocas tu bolígrafo justo en medio del escritorio, sin mirar más allá de tu
paso te retiras.

Rafael camina, decide ir bajo la lluvia que apenas comienza, retrasar su


llegada a casa, darse un tiempo consigo a solas, a su camino un hombre
desaseado vende libros de segunda mano, busca entre estos el de su vida o
mejor aún, el del amor en su vida, compra una compilación de poemas, más
adelante una cafetería, así llora Rafael, con una buena lectura, un café, a
solas y con el cielo haciéndole segunda, sus ojos como en braille recorren
cada verso:

32
“…mujer de mis heridas
que al olvido cesas fervor,
La caricia carece
porque carece el amor…”

Rafael da un sorbo a su café, en una mano sostiene sobre la mesa aquel


poemario que parece escrito sobre papiro, todo está puesto, de pronto se
sofoca y esa voz metafísica y moldeable a capricho con que uno lee en
silencio se quiebra:

“…lo último que quiero es olvidar cuánto te amo,


pero te pareces tanto al olvido…”

Se acabó el café, se terminó la lectura, todo culmina y tarde o temprano nos


hemos de topar con ello que nos espere. Rafael paga el café, se levanta,
apenas llegue a casa la situación será otra y lo sabe, ya hay un plan con
propósito bien definido, apenas llegue a casa.

A la mañana siguiente Rafael despierta, Diana duerme a su costado derecho


en posición fetal, él mira al techo, mira la mancha que siempre ha estado
allí, los delicados hilos de luz, la espalda de su mujer, delgada y clara, cuenta
sus lunares, trece con los del brazo izquierdo (único a la vista), la
temperatura es baja, lo siente en los brazos que acojinan su cabeza, hoy
comienza todo, quince con los del cuello, Diana suspira y poco a poco gira
el cuerpo para abrazarlo, dieciséis con el de su hombro derecho que tantas
veces besó, de pronto y sin prisa besa la frente de su esposa, ella abre sus
ojos, sonríe, el amor se convierte en la fotografía de ese instante, - buenos
días linda – susurra y sonríe, - buenos días – ella mantiene la alegría
matutina, posiblemente hablen, posiblemente hagan el amor, posiblemente
permanezcan entrelazados desde la raíz del ser, pero una cosa es segura,
momentos así pocas veces nos envuelven y el milagro está en la perpetuación
del mismo.

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El día ocurre como debe a excepción de detalles nimios, el esfuerzo por
mantener a Beatriz lejos de la memoria es cuestión de compromiso con uno
mismo, es cosa de estirar el amor hasta que truene.
Un mes, nada más, cada día es diferente, ayer tu mujer y los deberes del
hogar, hoy tu mujer y la playa, el inicio de la reestructuración urgente, las
grietas parecen menos graves si se les ve de cerca, si se les ve una a una,
¿mañana? No lo sabes, pero sabes que el hoy es un mañana continuo, no
hay descansos ni pausas, cada acto repercute y llama, además tu mujer es
hermosa, ríe y el mundo sonríe con ella, te toma de la mano y aunque nunca
te sentiste perdido ahora sabes bien en dónde estás, a dónde perteneces,
tomas fotos, fotos de ella porque ¿qué más querrías mirar sino a ella?, llega
la noche y mientras ella se ducha tú te desapareces unos minutos, subes
nuevamente a la habitación, te pregunta en dónde estabas, algo molesto le
dices que ha habido un problema con el alquiler del cuarto y que necesitan
hablar con ella en recepción, se termina de vestir y baja, veinte minutos
después vuelve, abre la puerta informándote que le han dicho no había
problema alguno, hay veladoras adornando un camino de pétalos al balcón,
sales tú de él, la tomas de las manos, delgadas, delicadas, joviales, te acercas
como para besarla pero reprimes el acto, el deseo pasa a ser entonces el
sentimiento principal, la llevas al balcón, todo va tal como lo planeaste, la
cena la han traído en su ausencia, todo está listo, cenarán y beberán vino,
al terminar te pondrás de pie sólo para regresar a descansar una rodilla sobre
el suelo, sacarás de tu saco un pequeño estuche, lo pondrás frente a ella y
en ese momento descubrirás el secreto, - ¿te quieres casar conmigo? – ella
sonríe y aunque sabe que ya son un matrimonio sabe también que quieres
comenzar una nueva historia, - si quiero – pones el anillo delante del anillo
del matrimonio anterior, te pones de pie nuevamente, te acercas y el deseo
es entonces inexplicable e insostenible, el primer beso es suave y apenas un
lenguaje nuevo, se miran a los ojos, la tomas del rostro desde su cuello, su
boca es entonces la fruta pasional, tú el pecado y el hambre, juegan al ciego,
al alfarero, al hierro y al fuego, juegan un juego viejo pero bien sabido, se
inventan un juego nuevo, cada bocanada de aire es un pedazo de vida
anhelada, un instante de inmortalidad, se develan las caricias, se desvela la

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noche, sueña el insomnio, descubres con tu mujer el elixir del existir, los
insomnios por caricias a media noche, el desvelo propicio, la única
consumación del amor.

Tienes una semana más de vacaciones pero es hora de volver, en realidad


todo salió mejor de lo que pensaste iba a ser, pronto estarán nuevamente
en casa, empiezas a pensar en el siguiente paso, quizá es momento de ello,
la juventud se les escapa poco a poco y el siguiente paso está ahí, la felicidad
entera, Ara, te gusta ese nombre, Julieta quizá, el siguiente paso está ahí, es
cuestión de decidir darlo.

Ya en casa, todo va bien y mucho mejor que como antes del viaje a excepción
de un detalle, Rafael se da cuenta que Diana no duerme por las noches, que
todo el tiempo se la pasa pensativa y en ese viaje hacia sí misma se distancia
del resto de las cosas, algo le perturba, algo hace un tanto ineficaz el trato
entre ambos. Así, los días pasan y poco a poco se agota el periodo vacacional,
dos días y todo habrá salido mejor de lo planeado, ¿última cosa por hacer?
Saber qué le pasa a tu esposa y afrontarlo juntos.

- ¿Te pasa algo?


- No, ¿por qué? – la vuelves a sacar de sus ideas.
- Te noto desde que volvimos muy pensativa y distante, amor, ¿qué
tienes? Sea lo que sea podemos afrontarlo juntos, podemos
solucionarlo.
- Lo siento Rafael – sus ojos se humedecen e inundan de pronto.
- ¿Qué pasa amor? – tomas sus manos e intentas ver toda esa tristeza
que hay en su mirada.
- Perdóname Rafael – llora y agacha la cabeza, suelta tus manos.
- No importa, sólo dime qué pasa y verás que tiene solución.
- Quiero el divorcio Rafael…

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No lo entiendes, frunces el ceño y aunque pareces mirarla realmente miras
hacia dentro tuyo, repasas cada una de sus palabras que retumban en tu
mente como azotándose contra los muros, buscas sus ojos en un intento de
orientarte, en un intento de recuperar el norte, ella lo repite…

- Quiero el divorcio Rafael, me enamoré de alguien más.


- No entiendo – sientes un puñal justo al centro del pecho, una
sensación de agonía.
- Las cosas entre nosotros ya no iban bien, conocí a otra persona, me
enamoré, ya no te amo Rafael, me perdiste.
- Nos perdíamos Diana, sólo que a diferencia de ti, yo me enfoqué en
no perderte, porque sin importar qué tan mal fueran las cosas sabía
que siempre sería tuyo.
- Intenté decírtelo antes, perdón Rafael – cual si fuera de cristal se quita
el anillo de aquella velada, lo guarda justo al centro de tu palma, repite
– Perdón Rafael.

Rafael llora, ella lo abraza, la derrota es dura cuando se ha dejado todo en


la partida, pero es peor cuando se ha dejado todo en el amor, la palabra se
pudre en la mentira, una cosa es cierta; ya no se pertenecen.
La definición que tenemos de la palabra amor es siempre un nombre, la
interpretación de este, un recuerdo atesorado.

Para ambos las cosas han sido duras y el proceso tan corto, en tan sólo dos
días los papeles estaban firmados y los caminos divididos ya, Rafael decidió
darse una semana más antes de volver al trabajo y Diana ya arreglaba sus
maletas, no importaba a dónde se fuera ni con quién, en realidad ya no
importaba nada, ella se iba y él se quedaba, ella entera y él en pedazos, ambos
sin un final feliz porque este no existe, porque final es sinónimo de muerte,

36
porque la muerte es la guadaña que corta todo lazo, porque al final no queda
nada y la felicidad es motivo de algo.

Los siguientes días parecieron ser efímeros, Rafael hacia sus cosas y de vez
en cuando pensaba en Beatriz, la idea de volver a verla le daba cierto aire de
esperanza, de indulto merecido, pensaba en ella y en lo sucedido como algo
estrechamente relacionado, como un especie de señal, como un evento
inamovible, pensaba en la posibilidad de la inexistencia de segundas
oportunidades, en la posibilidad de que siempre hay sólo una y la vida nos
empuja a tomarla, por eso las cosas salen mal, porque de algún modo hemos
de llegar a ese punto óptimo definido, a esa felicidad imperecedera.

El día comienza como todos los anteriores; despiertas, te sientas a la orilla


de la cama y miras un punto fijamente, te tallas los ojos y pasas tus manos a
lo largo de tu rostro hasta tu barbilla, te levantas y vas al baño, te miras al
espejo y recuerdas algunos versos de aquel poemario como escrito en papiro:

“Cuánto desorden después de este amor,


Cuánta tristeza encontrada,
Cuantas promesas se miraron al espejo
Y no vieron nada…”

Sonríes, tomas una ducha y te lavas el cansancio y la pesadez, al vestirte


vuelves a mirarte al espejo y crees que nunca antes te has visto mejor que
hoy, tomas café mientras lees el diario, camino a tu trabajo compras un
baguette y decides caminar entre calles, la soledad y el frío hacen bien
cuando uno sabe estar consigo mismo, sientes una especie de vértigo en el
vientre y se abraza a tu estómago y como arrastrándose sube poco a poco a
tu pecho, escuchas el latir de tu corazón, bomba del razonamiento, llegas a
tu oficina, saludas, das los buenos días y sin interés abrazas y sonríes a
quienes te dan la bienvenida, buscas entre las gentes a la única persona que

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te importa en el mundo, caminas hacia su escritorio, sus cosas no están, hay
alguien ahí pero definitivamente no es ella, de pronto todo parece ser un
sueño, nada tiene sentido, caminas hacia alguno de tus compañeros más
cercanos, le preguntas en dónde está Beatriz, “no está” te responde, sigues
sin encontrar el chiste del asunto, lo cuestionas, todo es claro, se ha ido.
Beatriz tenía una oferta de trabajo fuera del país según se sabe, la única
razón por la que no se había ido era Rafael, al entender el rechazo de éste y
el amor no correspondido decidió que lo mejor sería tomar aquel empleo.
Su último día en aquella oficina habría sido aquel en que Rafael decidió ya
no ir para empezar sus vacaciones y con ellas su tan decidido plan,
imposibilitando así la despedida entre ambos.
Rafael no entendía aún cómo había pasado todo, le era incluso
sorprendente el azar con que habían pasado las cosas, de pronto todo dejaba
de tener relación, todo dejaba de tener algún sentido. Se sentó en su oficina
y tras un momento de ininterrumpida perplejidad decidió comenzar a hacer
sus cosas, tomó su bolígrafo, dio un sorbo a su café y al abrir uno de sus
cajones se percató de una pequeña nota:
“Cuídate mucho amor, cuídate como si te guardaras para mí, como si en
algún lugar nos fuésemos a encontrar más adelante, cuídate porque te
quiero y porque no he podido quedarme para cuidarte yo misma, cuídate
porque esto no es un adiós porque el amor no sabe de distancias ni
olvidos ni finales, cuídate porque aunque la razón te dicte hacer lo
correcto, tu corazón me pertenece, y no hay mayor razón que aquella que
se siente.
Te dejo un beso en cada memoria que tengas nuestra, pero ten bien claro
que, sin importar cuántos besos te dé, siempre quedaré debiéndote uno; el
de despedida.”

38
Caricia.

Descubrimos una mirada oculta,


Cábala del tiempo y la noche
La luna nos velaba sin reproches
Y el beso descansaba en su cuna,

En tu boca murmuré el secreto


Y el sueño fue cómplice inexorable,
Nació en tus ojos alegría inefable
Y proclamé todo dios obsoleto,

Orfeo se hizo oír en mi palabra,


En ti había Eurídice hermosa,
Fue sellado nuestro amor por una rosa
¡Divina alquimia al fundirse nuestra palma!

El otoño dio a luz la primavera y su aurora


Coronándote con una tiara de jazmín,
El día murió en tu lacia cabellera
¡Y nació un amor concebido desde abril!

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Sexto insomnio.

No quiero crecer, tengo miedo a morir y a ya no ver a mi mamá y a mi


abuelita, tengo miedo a lo que haya después y a no saber denominar (de-no-
minar, palabra graciosa) con exactitud el "antes de". Tengo miedo a
enamorarme, mamá alguna vez se enamoró y él se fue sin dar alguna
explicación. Mamá es feliz conmigo y con mi abuelita, quizá enamorarse no
sea tan necesario. Tengo miedo de dormir solo, por las noches mamá y yo
hablamos y nos contamos cosas, antes de dormir decimos juntos algunas
oraciones y al terminar ella me abraza por detrás y yo la tomo de los brazos
y ya no tengo miedo a nada. Pensándolo bien quizá no tenga miedo de
dormir solo, quizá tengo miedo a dormir sin mamá. La amo.

Una vez soñé que mamá guardaba maletas con sus cosas en un automóvil y
yo le preguntaba que a dónde iba, ella respondió que me dejaría un tiempo,
recuerdo haberle pedido que no se fuera pero ella me dio un beso y subió
al vehículo sin hacer caso de mis palabras, vi cómo se marchó y yo quedé
ahí, con mis pantalones cortos de tirantes y una playera roja, mis tenis que
al caminar prendían luces y con los cuales me gustaba correr de un lado a
otro, los tenis que mi mami me compró y que ahora estaban sobre la
banqueta quietos viendo cómo se alejaba. Desperté y mamá secaba mis
lágrimas con la sonrisa más bonita que haya visto, estoy feliz de que no se
haya ido.

Tengo 6 años y medio, mamá dice que no se dice "y medio", que sólo se dice
seis años y ya, pero a mí me gusta sentirme más grande y entonces cuando
me preguntan "¿Qué edad tienes?" Yo respondo que seis años y medio, como
sea yo me siento casi de siete. Mi abuelita dice que ya estoy grande y me hace

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hacer deberes en casa, barro y lavo platos, tiendo mi cama, ayudo en el
desayuno, etc.
Si ella me preguntara que cuántos años tengo le diría que seis.

Ayer no tuve clases, la miss Mariana nos dio un aviso en el que decía los
motivos por los cuales no habría que ir a la escuela, no recuerdo qué decía
porque no lo leí pero no importa, cuando suceden cosas buenas no importa
mucho el por qué sucedieron, sólo las disfrutamos y ya. Como no tuve clases
planee despertarme lo más tarde posible, pero terminé levantándome de mi
cama a las nueve de la mañana porque mi abuelita me pidió la acompañara
a unos lugares a los que tenía que ir a cobrar dinero de unas cobijas que
había vendido.
Cuando salgo con mi abuelita es como ir a trabajar pero peor, jamás he
trabajado pero por lo que he oído las personas preferirían no hacerlo,
siempre caminamos mucho y andamos por calles que no se ven muy bien,
mi mamá sabe de un señor que trae consigo un costal y que se lleva a los
niños mal portados, seguro que mi abuelita sabe dónde vive tal señor, yo
me agarro bien de ella y miro hacia todos lados para que no me agarre
distraído. Después de visitar algunas casas como hicimos ayer, mi abue me
lleva a la tienda y me deja pedir lo que yo quiera, casi siempre tomo sólo un
jugo porque me da mucha sed caminar, salimos de la tienda y si vemos una
paletería nos compramos un helado y lo comemos mientras vamos a casa.

Creo que mi mamá está muy triste pero no sé por qué, está llorando mucho
y supongo que de tanto llanto no me escucha porque le hablo y no me hace
caso, así que como hay mucha gente en la sala y mi mamá no me oye decidí
venir a mi cuarto y el de mi mami a acostarme.

Ayer, después de comer nuestro helado, mi abuelita y yo caminamos por


unas canchas de fútbol que estaban muy solas y que a mí me dieron cierto
miedo, ya era tarde porque el sol daba mucho calor y el cielo empezaba a
ponerse como rojo, yo iba bien agarrado de la mano de mi abuelita pero ella
me pidió me quedara en un banquito mientras ella iba a asomarse del

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camión para volver a casa, yo hice caso y me senté y vi cómo mi abuelita
caminó hacia en medio de la calle. Como siempre que salgo con ella
hacemos muchas cosas y a veces me aburro, esta vez me llevé dos carritos
que me compró mi mamá y los saqué para jugar mientras volvía mi abue.

Hay mucho ruido en la sala de mi casa, muchas personas hablan al mismo


tiempo y creo que algunas lloran, ¿será que mi mami les ha contado su
problema?

Ayer fue un día muy pesado, peor que cuando uno va a trabajar y después
tiene que ir a la escuela y después hacer deberes en su casa, pues mientras
jugaba con mis carritos sobre mis piernas escuché de repente un golpe y me
quedé dormido hasta hace rato, seguramente mi abuelita está furiosa
conmigo pues me tuvo que traer cargando, no creo que me haya arrastrado
hasta aquí y yo todo dormido, algo así como cuando mamá y yo vemos
programas de miedo en la televisión y sin querer me duermo, ella me carga,
me acuesta, me tapa y yo ni en cuenta hasta otro día, a veces me despierto
porque me anda de la pipí pero mi mami me abraza de modo que
difícilmente puedo moverme, así que aprieto fuerte y poco después ya estoy
roncando otra vez (es un decir, creo que no ronco).

Me dio sed y al venir a la cocina noté que al centro de la sala hay una caja
negra, por alguna razón tiene muchas flores debajo y la gente parece hablarle
a la caja, me siento triste porque mi mami llora mucho y no me gusta verla
llorar, pero sigue sin hacerme caso y no quiero insistir porque puede
enojarse y no quiero me regañe.

Si pudiera limpiar cada lágrima que de tus ojitos bonitos sale, lo haría, si
pudiera robarte toda la tristeza que de tu llanto brota para que sonrías como
aquella mañana, lo haría, si pudiera hacer que trabajaras menos y
descansaras más, lo haría, porque sé que duermes poco para poder
comprarme mis carritos, porque sé que cuando me regañas tú también

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sientes feo, porque cuando me abrazas al dormir me proteges de todo mal,
pero no hay quién te proteja a ti, por eso mamita, yo siempre estaré
cuidándote, para que no te pase nada, para que no tengas malos sueños,
para que nunca llores y seas muy feliz, así que no te rindas ni llores ni me
extrañes, porque siempre estaré contigo, y cuando quieras verme y
abrazarme sólo duerme, y yo estaré en cada uno de tus sueños, sonriendo si
tú sonríes porque te amo, cada noche nos veremos, eso no lo dudes mami.
Ahora despierta, seca tus lágrimas y ten por seguro que jamás te dejaré.

Gracias mamá.

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Caricia.

A flor de beso te espero,


Qué linda estás entonces
El deseo te dice mía,
Mía tuya que es como te quiero,

Las bocas que a su regreso


Se abrazan y miman,
Son las nuestras cielo,
Que se extrañan hasta en sueños,
En que sueñan cuando juntas vivan,

El amor, susurro melifluo,


Esta en tus labios alba,
Yo tengo la sed y el hambre,
Y escucho a un ángel
Y me bebo un cielo malva,

El mañana es nada aún,


Añoranza mía de tu edén,
Yo espero a tu regreso,
A flor de beso como siempre,
Como espera un hombre a su mujer,

Te escribo en el papel de mi esperanza,


Por si no eres mía,
Por si al final decides no volver.

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Séptimo insomnio.

Gómez, que trabajaba en un pequeño cubículo donde cabía exactamente


un escritorio, una cafetera, un teléfono, cuatro fotos, tres libretas, una taza,
una silla bastante cómoda y con pequeñas ruedas (en relación a su tamaño,
relativamente al tamaño del cubículo, no tan pequeñas) para facilitar su
movilidad y un estante lo suficientemente grande para que cupiera en él
algún libro para pasar el rato o el diario para tomar café a gusto.

Al terminar su turno de seis horas y vender algunos tantos productos, se


levantaba de su silla con rueditas (sin prisa pero sin pausa), tomaba del
respaldo su saco y sin palabra alguna se dirigía a la salida del edificio. Una
vez fuera respiraba hondo, admiraba un poco el paisaje mezquino y
sacudido en que vive la gente cotidiana y caminaba dirección al sur.

Gómez, que se hacía notar por ser un hombre callado y astuto, no tenía
intereses ajenos sobre su persona, y es que siempre que se haga lo
suficientemente necesario para cumplir con las tareas del día a día, uno
pasará desapercibido del resto, ignorado por el mediocre y por el constante,
esto hacía más fácil los pasatiempos del pulcro Gómez.

Tras caminar cerca de dos horas se llegaba a un punto fuera de la ciudad


donde la tierra se dividía por grandes terrenos destinados a fines
alternativos, donde difícilmente se hacía ver algún vehículo y donde Gómez
tenía una pequeña cabaña a la que recurría frecuentemente. Gómez llegaba
frente a la puerta de su cabaña, buscaba en el bolsillo izquierdo de su
pantalón la llave que abría el candado que protegía la privacidad de su
morada y entraba con la misma calma con la que había llegado, dejaba caer
sus cosas sobre el sillón y se dirigía al cuarto destinado a dormitorio en el

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que yacía un enorme ropero, Gómez se sentaba taciturno en la cama y
encendía un cigarrillo para llorar un rato, terminando de fumar y
lamentarse se levantaba y empujaba el ropero hasta dejar ver la puerta que
daba entrada a un sótano, la abría y permanecía atento y de cuclillas al pie
de la misma hasta escuchar señal del inquilino, entonces, Gómez bajaba
cuidadosamente y ya percibía el olor a humedad, mierda y miseria, el
ambiente era el de un manicomio en el que a las personas se les trata como
idiotas y no como enfermas, como locos y no como vulnerables, donde lo
audible son murmullos y sollozos con deliberada rabia o desesperación.
Gómez buscaba el muro en el que se fundía el hierro y el concreto para dar
continuidad a la cadena que iba a dar al tobillo del inquilino, tobillo
delgado por condiciones más que por naturaleza, sin decir palabra alguna
recorría con su mano desde el tobillo hasta la espalda a través de las piernas
de aquella pobre mujer, caminaba por el cuarto y servía agua y comida en
viejos trastes de aluminio, prendía otro cigarro y tomaba asiento en un
pequeño banco al tiempo en que platicaba su día a aquel triste ser.

Las horas parecían transcurrir y al sonido del impacto de un libro contra la


mesa Gómez despertaba, estaba en su cubículo y su jefe y otros tantos
compañeros de oficina lo miraban con cierto horror o espanto, escuchaba
atentamente cómo su jefe le decía “Gabriel, han encontrado a tu hermana
en el sótano de una cabaña a la afueras de la ciudad, todo indica que es tuya
la cabaña.” El silencio se hacía oír entre todos, Gómez se levantaba
lentamente, sonreía, uno duda de si hay un Dios pero sabe que el Diablo
existe, cierra lentamente los ojos, los vuelve a abrir, sube del sótano, coloca
aquel viejo ropero en su lugar, la noche a oscurecido todo rincón de aquel
lugar, es casi media noche y decide regresar a pie a la ciudad mientras llora
y suelta carcajadas como después de un buen chiste, abre los ojos y va
sentado en un autobús dirección a su trabajo, al llegar a este nota que hay
patrullas por todos lados, entra y de manera inmediata tres policías lo toman
por la espalda y los brazos, su jefe se acerca a él y le dice: Gabriel, han
encontrado a tu hermana en el sótano de una cabaña a la afueras de la
ciudad, todo indica que es tuya la propiedad.

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Caricia.

Qué triste es la resaca del amor,


¡Qué largo dolor!

El hombre queda solo,


Sin alas, ni olas, ni dios.
¿Deshilas mi pecho de blanco color?

Qué triste es el dolo al amor


¡Qué cruel desamor!

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Octavo insomnio.

Julieta, divorciada de hace poco, separada de hace años. Martín, su ex


marido, en un viaje de negocios conoció a una mujer quien apenas se supo
en confianza, pasó la noche en el hotel en que se hospedaba con él y cuando
éste yacía tendido sobre la cama agotado por las maravillas de aquella rubia
de pierna ligera, tomó el teléfono y llamó a Julieta que se alistaba para ir a
su trabajo, haciéndole saber que su esposo era hombre de apetito insaciable
y dejando a Julieta tendida en el suelo y con el maquillaje corrido en sus
mejillas. Desde entonces desaparecieron los besos alarma que avisaban cada
mañana al otro el inicio del día, los desayunos acompañados, las despedidas
y bendiciones al pie de la puerta, las palabras bonitas que tanta falta hacen
cuando se ama, así, de pronto, el corazón se había vuelto una herida y el
amor un accidente.

Para tener cuarenta y un años Julieta lucia estupendamente, siempre había


sido una mujer muy atractiva pero hay personas a quienes los años no les
caen nada mal, así Julieta, mantenía la pierna fresca, los labios delgados, la
piel húmeda, los senos firmes, las caderas amplias, la cintura hundida, el
vientre bendito, la luna ombligo, los ojos esperanza, la cicatriz latente, la
palabra amante, el sexo joven, y cada año una estrella más se le dormía en
la sonrisa.

- ¿Y qué tal todo con Ramón?


- Igual, ya no puedo con los gastos, se está convirtiendo en una carga
en vez de un apoyo.
- ¿Y qué piensas hacer?

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Tan linda siempre, escuchando a los demás, en especial a Violeta, su esposo
había sido despedido del trabajo y desde entonces decía no encontrar
empleo digno de él.

- No lo sé Julieta, ya no puedo.
- No llores, anda, límpiate esos ojos lindos, ya pensaremos en algo.

Afuera hace un verdadero diluvio y ambas quedan atrapadas en la cafetería


entre expresos y jazz. Es un día gris como tantos, de calles vacías y cristales
tristes que parecen derramar lágrimas sobre sus diáfanas mejillas.
La lluvia se apacigua y entonces tienen la oportunidad de salir y caminar
bajo la brizna.

- Julieta, ¿no piensas volver a enamorarte?


- ¡Violeta! – con voz dulce y sonrisa apenas esbozada, como a quien
despiertan con un beso y el desayuno a la cama, como quien recibe
una rosa bajo la lluvia – no lo sé, el amor es cosa de inocentes y yo…
- Siempre aparece, puede que nos equivoquemos en un principio pero
siempre llega el indicado.
- Quizá, vaya una a saber.

Al llegar a casa, Julieta se quitó la ropa, se metió a bañar y de pronto, como


con melancolía, recordó que hace tiempo que no se mojaba con la lluvia y
que la última vez de ello fue en una cena con Martín en donde el carro se
detuvo y decidieron regresar a pie a casa. Es difícil imaginarse a personas
cercanas a los cuarenta riendo y corriendo bajo la lluvia, pero pensaba
mientras pasaba el jabón sobre sus brazos delgados y claros que el amor es
de inocentes y por ello en él está la juventud, y qué importan los setenta y
tres años si se ama como a los diecisiete.
A veces todavía lloraba con esas cosas, no por Martín al cuál ni siquiera le
tenía rencores, lloraba porque el corazón le era una cicatriz que todavía dolía
y la memoria una farsa.

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Mientras se vestía, oyó que alguien golpeaba la puerta, Violeta:

- No puedo más, perdona la hora pero Ramón y yo volvimos a pelear y


decidí dejarlo, no tengo a dónde ir y es que yo…
- Cálmate, a ver, cálmate, no pasa nada, cuéntame qué pasó, puedes
quedarte con la niña el tiempo que quieran ¿ok?, ahora cálmate y
dime qué pasó.
- Intentó golpearme.
- No te preocupes, todo estará bien, todo estará bien.

Katia, nueve años, hija de Violeta, sus mismos ojos color miel, sólo que estos
apenas se dejaban ver detrás de tan enormes cachetes, un querube. Además
de ser hija única, era el tesoro de su madre.

A los pocos días de lo sucedido, Ramón se apareció en la puerta y pidió


hablar con quien todavía era su mujer, pidió perdón y prometió cambiar,
sabía de su error, lo reconocía e intentaba hacer saber a Violeta que sin ella
la vida era un error, una banalidad del existir, habló y habló hasta convencer
a su mujer que las cosas podían cambiar, que él podía tener un empleo y
ellos volver a ser una familia, de algún modo la hizo sentir amada, especial,
la única entre tantas. Esa misma tarde agradeció a su amiga y tomó sus cosas
para volver a su hogar.

- ¿Estás segura?
- Sí. Gracias por todo, sé que algo en él ha cambiado y sé que las cosas
volverán a funcionar.
- Si necesitas algo solo dime, suerte y cuida mucho a tu pequeña.

Las cosas cambian, las personas cambian, tal vez Martín sea otro, tal vez
Martín cambió a mi lado, tal vez.

Algunos días después, Julieta leía “El extranjero” en su sillón mientras


afuera llovía y la noche se tendía a poco sobre la ciudad, sin advertirlo sonó

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la puerta de tal manera que rompió toda calma, Julieta preguntó quién era
y la voz de Violeta brotó de entre la lluvia del cielo y de la de sus ojos.

Al abrir la puerta hubo una especie de silencio temeroso, un segundo que


se viste de minutos, sangre corría por la cara de Violeta, su labio inferior
estaba roto, uno de sus pómulos se había hinchado a causa de un golpe, al
fin había pasado, jamás debió de haber creído en él.

El llanto difícilmente le permitía hablar, Julieta la abrazaba y no pedía


explicaciones, ambas tenían lo mismo en mente; Katia.

Pasadas unas horas, ambas más tranquilas, hablaban sobre lo sucedido


cuando el teléfono sonó, Julieta alzó la bocina y al otro lado de la línea
estaba Katia, llorando y hablando en un tono bajo que entre las lágrimas y
el volumen de su voz apenas era audible lo que decía:
- Papá está dormido, ha bebido mucho y me ha encerrado con llave, yo
tenía el celular de mamá cuando comenzaron a discutir – el llanto
cortaba su voz de poco a poco hasta el completo sollozo – dile a mi
mami que venga por mí.

La llamada se cortó y al instante Julieta se propuso en ir sola por Katia, sin


embargo Violeta no se lo permitió y ambas subieron al auto. Ya en camino,
una de las avenidas principales por la que tenían forzosamente que pasar
estaba cerrada, había paramédicos y policías por todos lados, uno de estos
últimos se acercó al auto y les explicó que una mujer yacía en la acera sin
vida tras ser brutalmente golpeada, inmediatamente Julieta le indicó al
policía lo sucedido con Violeta y el motivo que las había hecho toparse con
tan desafortunado incidente, el oficial la miró fijamente y le pidió saliera
del auto:

- ¿Por qué?, no he hecho nada malo y llevamos prisa por lo que acabo
de decirle – gritaba de manera desesperada Julieta.

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- Señorita, salga del auto. – había delicadeza en las palabras de aquel
hombre.
- ¡No puede hacernos esto! Le digo que han golpeado a mi amiga y que
su hija está con ese idiota.
- Señorita, usted viene sola.

Julieta pareció no entender en un primer momento, volteó al asiento del


copiloto y no había nadie, de pronto una profunda tristeza le abrazó y sin
siquiera esperarlo sus ojos comenzaron a llover su alma entera.
Salió del auto con ayuda del oficial, este le pidió unos minutos para ir por
un paramédico y Julieta, aún en shock, caminó lentamente hacia el lugar
donde había ocurrido el incidente antes hablado, había gente alrededor,
como si fuese un espectáculo o un momento digno de admirar, caminó
entre ellos, miró a aquella mujer justo cuando la cubrían con una manta
blanca, era Violeta.

La policía llegó al apartamento de Violeta y encontró a Katia encerrada en


el baño con algunos golpes recibidos por parte de Ramón, quien estaba
sumamente alcoholizado en la cocina dejando escapar gas para después
hacer volar el apartamento.

Años después Julieta aún soñaba aquella noche en que su amiga había
acudido a ella para salvar a su pequeña de quien hoy cuidaba, sabía entonces
que el amor de una madre va más allá de la muerte.

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Caricia.

Risueña boca de inocencia hablada,


Limpia como una lágrima,
Ligera como una pestaña,

El aura del día se posa en tu almohada,


Y sueña y descansa
Que es amapola y mariposa dorada,

Caricia paciente, enamorada,


Tus ojos al cielo resguardan,
Y un ángel juega y se duerme en tu cara.

53
Nocturnos.

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Instrucciones para Entristecer.

Prepare café como si se lo preparara a su madre, y sin alborotos ni


ansiedades, tome asiento en el lugar más tenue y solitario que encuentre y
beba a sorbos cortos la melancolía que en su taza yace asentada (cabe
destacar que entre el ocaso y el alba el pecho es el de un niño), capricco No.
24, acto seguido; mire un punto fijamente.
Imagine un funeral (el suyo de preferencia), recuerde su libro favorito, sienta
cada latido y murmure el primer nombre que se le venga a la mente.

Intente dormir con la pesadez del luto inventado, del duelo real, llore hacia
dentro.

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Observaciones del Ocio.

Hace falta tan solo un puñado de minutos para observar el tumulto que
yace en un espacio (nos limitaremos a acotar dicho espacio por cuestiones
prácticas) y diferenciar tontos de idiotas, los primeros hacen lo que pueden
y así mismo no pueden hacer más, los idiotas, más astutos, no saben hacer
más y les sienta su sonrisa escandalosa como un guante. El resto hace lo que
cree que debe hacer y de vez en cuando se sorprende con un cambio de
rutina, algún otro no hace nada y este es peor que el resto porque ni puede,
ni quiere, ni cree; ya se ha dado cuenta que tampoco tiene y el tiempo llora
por ellos y se va caminando lento y pateando una que otra piedrita a su
paso.

Cuánta palabra para convencerme de que pierdo el tiempo y poder sentirme


mal por ello.

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Dentro del Catalejo.

Dentro del catalejo, del sueño desmesurado y polivalente, bilateral a la


vigilia que en él se encuentra, está el horizonte, la vida al otro lado de donde
se está, el orbe que se alcanza únicamente con la esperanza o el deseo,
inasequible, el salto que no se da, la palabra que no se halla. Dentro del
catalejo está el espejo en que miramos y no encontramos nada hasta que
decidimos observar, y ahí, se sabe en qué pedazo de miseria se está.

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Precisiones de la Época.

En Nueva Guinea, una tribu caníbal conocida como los korowai es


particularmente diferenciada del resto por comerse a aquellos que hacen
daño a alguno de sus miembros.

Un estudio científico realizado en Centroamérica determinó que al menos


el 60% de la población tiene ascendencia korowai, sólo que a diferencia de
éstos, la carga genética se ha modificado de tal manera que una vez muerta
su víctima hay cierta repulsión en ingerir su carne, por lo que la teoría
freudiana se ha retomado causando nuevamente conmoción entre los
científicos, psicólogos y uno que otro curioso bajo el lema “quien la hace,
la paga.”

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Precisiones de lo Común.

Todo es insólito, un enigma convaleciente que al fin y al cabo, termina por


ser una lata si se le ve como algo común y sin chiste (como todo lo común),
un trozo de suerte que alguna vez es colilla y alguna otra tabaco, y así todo;
el diario, el café matutino, cualquier hoja del libro (el - libro), el tráfico,
todo, un carro fúnebre y un tirón de pelo, tal que Luciano todavía se
sorprende de las noticias del diario y el café recalentado le deja un sabor a
metal en la boca que, mañana, volverá a tener pero no habrá memoria
porque ésta se dedica únicamente a la literatura que empieza donde Luciano
mande, y el tráfico es sólo un pretexto para darse un tiempo y regresar a lo
común, al mal fario que viene con aquello que se conforma en lo constante
e ilusorio, que se parece al sueño y que termina por ser nada cuando
Luciano llega a su destino cotidiano, para hacer su trabajo cotidiano y vivir
su día cotidiano defendiéndose a punta pie y manotazo de la monotonía,
hasta que llega Laura y con un beso y un buenos días lo vuelve a traer a lo
extraordinario, a lo insólito que es todo.

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Precisiones del Amor.

Joaquín, un hombre de edad avanzada y manos vividas, recordaba en su


sillón favorito, reclinable por cierto, aquellos días en que caminaba de la
mano de Gabrielle mientras comían un buen elote o unas papas con
bastante queso, mismo que se abrazaba a los dedos de aquella bella mujer y
que a Joaquín le encantaba limpiar, recordaba los audiolibros de media
noche que jamás terminaba de escuchar porque de pronto, la noche era
para todo menos para dormir o hacer cualquier cosa que se suela hacer en
el día. Así, mientras Joaquín recordaba aquellos años de lucidez y esperanza,
con el nombre Gabrielle entre los labios, con las manos entre las noches
diferenciadas del día y el sabor en la boca a elote o a queso (vaya uno a
saber), sus ojos eran supernovas que aumentaban su brillo y se preparaban
para explotar, hasta el punto máximo en que Joaquín cerraba su mano
delicadamente y, al tiempo en que sus soles rendían su último destello,
tomaba la mano de Gabrielle y se iban a comer elote y a reír entre
audiolibros y caricias, entre el ayer y el tan esperado (y ahora presente)
mañana, entendiendo que toda ausencia involuntaria y hasta incierta, no es
sino pura desgracia para continuar en algún otro lugar.

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Soledades.

Un hombre de vida dedicada al trabajo y los negocios, yace sentado en su


sofá mientras lee el diario y toma café, suena el teléfono, contesta y al cabo
de unos minutos cuelga, más taciturno que antes de lo sucedido se levanta,
prende la radio y mira a su alrededor en busca de memorias, fracaso
inminente.

El teléfono vuelve a sonar pero esta vez no contesta, más cansado regresa a
su sofá y entiende que la verdadera soledad no viene sino hasta que la
muerte llama.

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Apuntes para un Corazón Roto.

Para saber andar con el corazón bien roto habrá que buscar dos sabanas,
una para cobijar al miserable y otra para cobijar a la soledad pues habrá que
convencerla de quedarse (de algún modo deseamos que se quede), una taza
de té y una buena lectura para aflojar el llanto. En el pecho sentimos sollozar
a un niño y nos vamos a dormir tristes por él.

Por la mañana, al despertar, nos levantamos a escuchar la radio y tomar café,


pero en el suelo hay vidrios bermellón y los pisamos, así, nos recostamos
lastimados y la soledad nos trae una sábana y té, hoy no se tienen ánimos
de leer.

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Micro Cuento.

Se sabe ya, que en la comunicación existe algo que va más allá del lenguaje,
es decir, que incluso el buen manejo de éste no asegura ese estado de
entendimiento entre dos o más personas.
Centrémonos por practicidad en el caso particular de dos personas, en
donde ambos hablan y ambos escuchan, tomando así un papel de emisor y
receptor (sin entrar, claro, en la situación incómoda y bastante molesta en
que ambos se crean emisores absolutos y se cree ese ambiente vorágine
principalmente excluido de la comunicación), cada uno a su turno y con los
pies bien fijados de en dónde se está o mejor dicho, con quién. Entonces,
detrás de tan cumplido requerimiento, superfluo para el que sabe conversar,
se encuentra ya el plano sobre el que se ha de llevar a cabo dicha
conectividad tácita para el preciso proceso en que ha de fungir el lenguaje,
y sobre este la idea dictaminada a realizarse en el contexto sobre el que se
está y no perecer en el aire o en la simple abstracción propia del
pensamiento, así, posiblemente tenga cabida en la praxis dicha idea, o
incluso en la contradicción hacia el mismo que tiene bilateralmente la
asunción de sí, tal que inevitablemente acabará en dogma parcial (si es que
eso existe) hasta que venga otro a pisar firmemente sobre el mismo plano
para refutar la idea en busca de un dogma total como parecieran ser todos
éstos (ignorando desde luego la endeble realidad en que se está y así
borrando del mapa todo suceso azaroso dentro de ella), entonces, es aquí
donde se tiene el alma de la comunicación, comunicar con el lenguaje
siendo este último simple residuo del entendimiento (he de ahí su pobre
limitante) restringido por la armonía del entorno en que esta se desarrolle.

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Llegado a esto, a menos mujer, que usted refute decisivamente mi teoría,
hagamos lo siguiente, le propongo encontrarnos, en un café, en las
banquitas del parque, debajo de un árbol, no importa el lugar ni la hora
siempre y cuando su voz toque mi oído, entonces, usted habla y yo la
escucho, con la serenidad innata con que usted sostiene un jazmín entre sus
dedos y la naturalidad con que yo la miro admirado, yo no diré ni una sola
palabra y usted dirá lo que tenga que decirme, empleando la posibilidad de
dos lenguajes, uno objetivo y otro subjetivo, entonces, se pondrá a prueba
mi dogma parcial contrariado por sí mismo en donde nadie dirá nada, en
donde usted, vaciada de vocabulario, guardará silencio y nos reduciremos a
un lenguaje en el que si entramos en ese estado de entendimiento la
comunicación será tan bella amor, que dará gusto comunicarnos y anunciar
que mi idea tenía razón concluyentemente, es decir, habremos resumido
todo medio comunicativo a su relación unilateral sobre su máxima armonía,
suprimiendo el usted y el yo, concibiendo el nosotros, y será tan hermoso
mujer, que todo será inefable e íntimo, como un secreto entre nosotros que
no importa los demás lo sepan porque solo nosotros lo entendemos y
festejamos, pero sobre todo, mujer, porque tendremos el dogma absoluto
sobre el que nace y se armoniza el amor.

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Ficciones.

En un país africano, arqueólogos encontraron envuelto en una especie de


lienzo lo que se cree es un breve diccionario escrito sobre papiro, del cual
resaltan tales definiciones:

Cicatriz: recuerdo que ya no duele, rastro de dolor, indicio del homicidio.


Sentimiento; puñal con filo en el mango.
Corazón; herida que, de vez en cuando, aún escuece.
Esperanza; fantasía, burla con que la vida juega.
Miedo; ignorancia.
Ignorancia; desconocimiento de lo bien sabido por el prójimo.
Amor; elixir del existir.

Se desconoce el autor de tal obra, pero se presume que pudo haber sido
escrito por un infante de entre doce y quince años.

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Observaciones del Tiempo.

Un científico, visionario y bastante ambicioso, inventó un novedoso reloj


de acero inoxidable que giraba de derecha a izquierda, así, el segundero
partía de sesenta segundos, cincuenta y nueve, cincuenta y ocho… hasta
llegar al número uno y partir nuevamente de sesenta, con lo que el minutero
marcaba un minuto menos en el reloj que partía de sesenta minutos por
hora, tal que un segundo después tras llegar el minuto uno con un segundo,
el horario marcaba una hora menos en el reloj, yendo de doce horas a once,
diez, nueve… hasta llegar a uno.

El caos comenzó cuando la gente que adquiría estos relojes andaba más
aprisa, con el reloj yendo de más a menos, angustiados por cuanto tiempo
les quedaba todavía, por lo que cuando alguien cumplía años se le daban
condolencias en vez de felicitaciones, pues significaba un año menos de vida
y nadie celebraba ese paso firme hacia la muerte.

A causa de esto, se dejaron de producir estos novedosos relojes de acero


inoxidable que giraban de derecha a izquierda, entonces, la gente andaba
más tranquila, durmiendo cinco minutos más, cumpliendo un año más de
vida, limitándose a alcanzar al futuro, ignorando que es él quien nos alcanza,
o peor aún, quien nos espera.

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Otras Ficciones.

Jaime empieza todas las mañanas con un baño que le quite las lagañas de
los ojos y la pesadez del cuerpo, se viste, se peina, y ya pulcro y sin un detalle
de desperfecto en su imagen, sube a su auto hasta la calle 32 de Valle
Lombardo donde lo espera Teresa, la linda y bien formada mujer con quien
trabaja y con quien sale desde hace 3 años. En el camino hablan de cualquier
cosa, se toman de la mano, ríen o bien, cuando se ha tenido un pesado ayer,
Teresa duerme hasta llegar a su destino cotidiano. Al bajar del auto, ambos
caminan hacia la entrada del edificio donde se desean un día decente y se
prometen verse a las 12 p.m. para salir a comer. La despedida parcial viene
acompañada de un último beso y si el edificio aún está vacío Jaime se da el
gusto de darle una delicada nalgada que logra sonrojar a Teresa y sonreír
con cierta viveza entre los labios.

Lo prometido es deuda y así, a las 12 en punto de la tarde, Jaime deja su


escritorio y baja por el ascensor hasta llegar a la sala principal donde ya lo
espera Teresa, regularmente van a comer, charlan, ríen, nace una especie de
llama entre los dos que termina por envolverlos en un incendio que ha de
culminar en la cama de un hotel cercano al trabajo, se visten, y ya bien
comidos regresan a las 3 para continuar su jornada hasta las 8.

Nuevamente se encuentran en la sala principal y con un silencio más áspero


y cansado, llegan pronto a casa de Teresa donde sus labios se reconocen por
última vez hasta otro día y Jaime, menos pulcro y más abyecto, regresa a casa
con el cuerpo de Teresa aún entre las manos.

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Al llegar a casa, Julia ya lo espera con la cena lista y una sonrisa de mujer
plena, de mujer fiel, de mujer de Jaime, lo besa y llama a sus dos pequeñas
a saludar a papá antes de ir a dormir, Jaime, como todo padre dedicado,
lleva a sus hijas a la cama, las tapa, les da un beso en la frente y les dice
cuánto las ama. En la mesa ya lo espera Julia para acompañarlo e informarse
de su largo día laboral, al terminar la cena, ambos van a la cama y mientras
Jaime duerme Julia se convence que aunque la llama entre ellos hoy es casi
nula, el amor nunca cesará y eso basta.

Ya sobre su pecho, duerme feliz de amarlo como lo ama.

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Observaciones sobre la Esperanza.

Cómo pesa la esperanza, ese trozo de alegría adelantada, infame artificio,


coloquial, cómo pesa, se posa en la mirada y desde ahí observa y descansa,
recorre el rostro, acaricia la boca, palpa los labios, ríe, risueño contacto con
la muerte, sueño de dios, allá, al final, nos espera algo (alguien) no se sabe
qué pero se sabe que es bueno, precioso, allá a lo lejos nos sonríen, nos
extienden los brazos, allá a lo lejos nos espera un anciano, se nos parece y
lo reconocemos, no camina el pobre, cómo pesa la esperanza, esa vida
adelantada, en la boca, en los labios, en la piel, cómo pesa en las manos y
en los pies, duerme, sueña que es el niño que quedó atrás y no miramos.

69
Apunte Socialista.

A las afueras de la ciudad (donde Dios está siempre), existe un pequeño


pueblo cuyo nombre sólo se menciona si se hace alusión al camino de
ahuehuetes que uno tiene que cruzar para llegar a este.

A las afueras de la ciudad se habla de un paraíso, lazo entre el infierno de


ladrillo y cemento y próximas tierras del diablo.

70
Apuntes sobre el Sueño.

Suena la música, caricia delicada al oído, uno parece estornudar, cierra los
ojos, lleva la mano derecha a la altura de la boca, frunce el ceño, “salud”
susurra el corazón, la vela que humecta el alma, que pinta soles en la piel,
lunas en los ojos, los labios que hablan para sí, la boca y su secreto, suyo
como la muerte, sucio como la vida, inalterable como el sueño, cuánto te
quiero, aquí, a mi lado o encima, como mejor te parezca mujer, te pareces
al deseo, a la lluvia que susurra, que enternece la mirada infante, mejor
debajo, mejor, mujer, risueño desvelo, cómo miras que uno te mira y lo mira
todo, efímero encuentro, memoria imperecedera, mujer, te quiero, no
preguntes para qué, lo sabes, tomo tu mano, estoy solo, no preguntes, por
favor, no me despiertes, no me acompañen, no hagan amanecer este cuarto
que es niebla del sentimiento, de ti, estratagema del destino, de Dios si tú
quieres, artificio de la esperanza, breve ternura del éxito, no me despierten,
no me hagan compañía, déjenme solo, te quiero, mujer de mis carmines,
breve encuentro, efímera ternura del recuerdo, mujer, cómo miras que uno
te mira y no mira a nadie igual, no me despierten, jamás.

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