Está en la página 1de 76

EL LIBRITO DEL SENTIDO COMÚN

Franz Rosenzweig (1886-1929). con­


SANO Y ENFERMO
siderado uno los más importantes

pensadores alemanes del siglo xx,

profundizó en el sentido filosófico del

judaísmo y de su relación con el cris­

tianismo. Creó en Frankfurt el Gen- "'

tro Libre de Estudios Judíos, donde

impartieron clase, entre otros, Mar­

tin Buber, Gershom Scholem y Erich

Fromm.
FRANZ ROSENZWEIG

EL LIBRITO DEL SENTIDO COMÚN

SANO Y ENFERMO

Traducción de

ALEJANDRO DEL Río HERRMANN

Estudio introductorio de

ROBERTO NAVARRETE ALONSO

Herder
ÍNDICE

Estudio introductorio . 9

Nota del traductor . 41

EL LIBRITO DEL SENTIDO COMÚN

SANO Y ENFERMO

AL CONOCEDOR •••.••.•...•.••..•.•.•.•...•...•...••.•••••.•.••• 45

AL LECTOR •.•.•••...•...••••..•.•..••..•.•.•..•.•.•.•.••.•••••••..• 47
Traducción: Alejandro del R1o Herrmann
I. EL ATAQUE ••........••.•.•••.•.•••.•••.•.•......•.•.•.•.•. 49
Diseño de la cubierta: Ferran Fernández

11. VISITA AL ENFERMO .•..•.•.•....•••.•.•.•••••••..•.••. 55


© 2022, Herder Editorial. S. L., Barcelona
111. DIAGNÓSTICO ...•.•.•••••.•.•.•..•....•... ···••·••·•·•·· 61

IV TERAPIA ·••••··•·•········•·····•·•·•···••·•·•·•·•·•·•••···•
73

V. CORRESPONDENCIA FACULTATIVA •.. , .•••.•.•.•• 81


Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación púbüca o transformación de
VI. LA CURA. PRIMERA SEMANA •.•.•.•.••••.•...•.•.•. 89
esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista

por la ley. Diríjase a CEDRO (Cenero de Derechos Rcprográlicos) si necesita reproducir algún
VII. LA CURA. SEGUNDA SEMANA •••••.••.••.••.•....•. 10 5

fragmento de esca obra (www.conlicencia.com}. VIII. LA CURA. TERCERA SEMANA .•••.•.••••.•.•.•...•.. 119

IX. CONVALECENCIA •••....••..•.•.••.•...•........•..••.•. 1 35


Imprenta: QPPRINT

Depósito legal: B-7.751-2022


X. VUELTA AL TRABAJO •.••.••..••.•••...•.•.•••.•..•...•. 143

Printed in Spain - Impreso m España 1 47


AL LECTOR ••••·•·•··••••·•·••·•·•••·•••·•···•••·•··•·•·••··••··•·•·

AL 1
CONOCEDOR · · · · · · • • · • · · · • · • · · · · · · · .. 49
Herder

www.herdereditorial.com
ESTUDIO INTRODUCTORIO

El nuevo pensamiento como filosofía

del sano sentido común

Roberto Navarrete Alonso

Transcurrido cerca de un siglo desde la aparición de las

que acaso sean sus obras más notorias, Hegel y el Estado

(1920) y La estrella de la redención (1921), Franz Rosen­

zweig sigue siendo objeto de un acusado desconoci­


1
miento en el panorama filosófico hispano parlante. Poco

o nada parece haber contribuido a corregir esta situación

el hecho de que sea una referencia imprescindible -

en ocasiones de manera secreta-para algunos autores

contemporáneos que han gozado de especial fama tanto

en España como en América Latina durante las últimas

décadas. Es el caso de Martin Heidegger, Walter Ben­

jamin, Emmanuel Levinas o Jacques Derrida. Solo en

1. Es de lamentar que no hayatraducción española de la primera

de las obras mencionadas, cuya más reciente edición en alemán

data de 2010: F. Rosenzweig [1920], Hegel und der Staat, ed. de F.

Lachmann, prólogo de A. Honneth, Frankfurt del Meno, Suhr­

kamp, 2010. Sí existe, en cambio, una excelente traducción de la

Estrella: Id. [1921), La estrella de la redención, ed. de M. García­

Baró, Salamanca, Sígueme, 2021 [en adelante, Estrella, seguido del

número de página].

9
EL Librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

años recientes ha surgido en el ámbito de la filosofía en embargo, sus antepasados habían cultivado. Se trata,

lengua española un interés por el pensamiento y la obra en todo caso, de una situación más que habitual en el

de este autor judío alemán que nos permite albergar contexto de la que, de manera trágica, fue la última gran

un mínimo de esperanza sobre la posibilidad de que, generación de pensadores de origen judío nacidos en la

incluso aunque permanezca en los márgenes del canon Europa de habla alemana.' El propio Rosenzweig fue

del pensamiento del siglo XX -si es que tiene sentido más que consciente de que la asimilación a la cultura

hablar de tal cosa ya h�, el conocimiento de su figura germánica comportaba necesariamente el distancia­

no sea tan solo anecdótico. La publicación en nuestra miento respecto del judaísmo, lo cual era sinónimo, en

lengua de la obra que introducimos representa una im­ sentido contrario, de un acercamiento a la fe cristiana.

portante contribución en este sentido, pues El librito del Su vida transcurrió en este entorno, al menos, hasta

sentido común sano y enfermo ofrece una excelente puerta 1913. Antes había iniciado sus estudios de medicina, que

de acceso a la renovación del pensar que Rosenzweig pronto abandonó por una formación menos acorde a los

quiso llevar a cabo en el sistema de filosofía que crista­ intereses paternos y más próxima a los propios. Se formó

lizó en La estrella de la redención. Antes de atravesar su en historia y filosofía en la Universidad de Friburgo, en

umbral, sin embargo, es conveniente prestar atención a la que, de la mano del gran historiador alemán Friedrich

algunos aspectos determinantes de la vida y trayectoria Meinecke, alcanzó el título de doctor en 1912 con una
2
intelectual de su autor. investigación acerca del origen de la noción hegeliana

de Estado. Se trataba de la primera parte de su posterior

I libro sobre Hegel, al que se dedicó en lo fundamental

hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, con

Rosenzweig vino al mundo en la ciudad alemana de el propósito de alcanzar la habilitación necesaria para

Kassel el 25 de diciembre de 1886. Lo hizo en el seno iniciar una carrera académica que a la postre rechazaría.

de una familia judía asimilada que apenas si le pro­ En el verano anterior al de la deflagración bélica de Eu­

porcionó contacto con la tradición rabínica que, sin ropa, a su vez, se había visto tentado por la posibilidad

de convertirse al cristianismo, que finalmente desechó

4
2. Sobre estas cuestiones, remitimos no obstante a la lectura de con el firme convencimiento de seguir siendo judío.

O. Belmonte, La verdad habitable. Horizonte vital de la filosofía

de Franz Rosenzweig, Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 3. Cabe encontrar una introducción a algunos de ellos en R.

2012, así como de M. García-Baró, «Franz Rosenzweig: el milagro Navarrete y E. Zazo (eds.), Ante la catástrofe, op. cit.

de la historia», en R. Navarrete y E. Zazo (eds.), Ante la catástrofe. 4. Así lo expresó él mismo en una célebre carta fechada el 31 de

Pensadores judíos del siglo XX, Barcelona, Herder, 2020, pp. 241-262. diciembre de 1913. Cf. F. Rosenzweig, «"Seguiré siendo judío".

IO 11
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

Ambos acontecimientos, su crisis de identidad y de no había sido obstáculo alguno para la afirmación de

fe, y la crisis del pueblo alemán, fueron determinantes su germanidad, incluso aunque antes de la guerra ya

para el devenir de Rosenzweig y explican que, sensu hubiese entrado en contacto con ilustres correligiona­

stricto, este autor sea el último gran representante del rios suyos, como Hermann Cohen, verdadero maestro

pensamiento judío alemán cuya estación de origen se en­ de Rosenzweig en lo que a la religión judía se refiere,

cuentra de forma paradigmática en Moses Mendelssohn o Martín Buber, con quien años después iniciaría la

como cabeza visible de la Haskald. No cabe entender el monumental empresa de traducir el Tanaj a una lengua

proyecto filosófico rosenzweiguiano sin ninguna de estas alemana desprovista, en la medida de lo posible, de

dos circunstancias: la primera lo alejó definitivamente todo residuo luterano, es decir, que fuera acorde tanto

de su marcionismo de juventud y sentó por tanto las al significado como al ritmo del hebreo original.7

bases de su posterior comprensión de las relaciones entre Fue de hecho en el transcurso de la Gran Guerra,

judaísmo y cristianismo;' la segunda lo alejó definiti­ en cuyo frente balcánico estuvo destinado Rosenzweig,

vamente de Hegel, o del pensamiento de la Totalidad, cuando comenzó a fraguarse la revolución copernicana

y sin duda también de la propia Alemania, del Estado a cuyo resultado, años después, su autor se referiría

8
como portador de la historia de un mundo que se había como un nuevo pensamiento. Si bien es cierto que al
6
visto abocado a la catástrofe. Encontró su refugio en el término de las hostilidades aún hubo de dedicar algún

estudio y la vivencia del judaísmo, que hasta entonces


7. Buber proseguiría la labor a la muerte de Rosenzweig. Acerca

de esta versión alemana de la Biblia hebrea, el resultado de lo que

Carta de Franz Rosenzweig a Rudolf Ehrenberg», en F. Rosenzweig sus autores llamaron Verdeutschung, y de las cuestiones apuntadas,

y E. Rosenstock [1935), Cartas sobre judaísmo y cristianismo, ed. de cf. F. Rosenzweig, Der Mensch und sein Werk. Gesammelte Schriften

R. Navarrete, Salamanca, Sígueme, 2017, pp. 17-23 [en adelante, lV. 2. Band. Sprachdenken - Die Scbrift. Arbeitspapiere zur Ver­

Cartas, seguido del número de página]. deutschung der Scbrift, ed. de R. Bat-Adam, La Haya, Martinus

5. De enorme interés, sobre esta circunstancia, es su intercambio Nijhoff, 1984. También la entrevista que Bernhard Casper realizó

epistolar con Eugen Rosenstock de 1916, recogido en las recién a la viuda de Rosenzweig a finales de los años setenta del pasado

mencionadas Cartas. Me permito remitir asimismo a mi estudio siglo, transcrita en: R. Navarrete, «Franz Rosenzweig, un judío

conclusivo en dicho volumen: R. Navarrete, «Rosenzweig adversus profético», Argumenta Pbilosopbica 1 (2022), pp. 23-47.

Marción. Sinagoga, Iglesia, mundo», en Cartas, 154-185. 8. Cf. F. Rosenzweig [1925), «El nuevo pensamiento. Observaciones

6. En lengua española, sobre esta cuestión, pueden consultarse: D. adicionales a La Estrella de /,a Redención», en El nuevo pensamiento.

Barreto González, El desafio nacionalista. El pensamiento teológico­ Seis ensayos introductorios al pensamiento de Franz Rosenzweig, trad.

político de Franz Rosenzweig, Barcelona, Anthropos, 2018, así como de Á E. Garrido Maturano, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2005,

R. Navarrete, Los tiempos delpoder. Franz Rosenzweigy Car! Schmitt, pp. II-51, aquí p. 15 [en adelante, Nuevo pensamiento, seguido del

Madrid, Escolar y Mayo, 2017. número de página].

12 13
-
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

tiempo a la preparación del manuscrito del libro sobre a acecharle en forma de una esclerosis lateral amiotró­

Hegel y el Estado, precisamente lo añadido a esta obra fica que, previo anquilosamiento de su cuerpo -no así

después de 1918 no es otra cosa que el testimonio del de sus capacidades intelectuales, aunque sí del habla-,

final de un mundo al que debía corresponder el final le arrebató la existencia el IO de diciembre de 1 9 2 9 ,

de una determinada forma de hacer filosofía: aquella después de transcurrida casi una década en la ciudad de

que se había desarrollado «desde Jonia hasta Jena»,9 por Frankfurt del Meno consagrado al proyecto educativo

emplear las célebres palabras del propio Rosenzweig. de su Freies Jüdisches Lehrhaus y a la traducción, como

Al igual que, algunas décadas más tarde, en el caso de ya vimos, de la Biblia judía, pero también de los poemas
11
Martin Heidegger, sin embargo, tampoco para el autor e himnos del sefardí Yehudá Haleví.

de La estrella de la redención el final de la filosofía era al

mismo tiempo el del pensar; antes bien, este debía en­ 11

frentarse a la renovación de su propia tarea si no quería

quedar postrado en un estado de parálisis, como queda Ya Nahum Norbert Glatzer, discípulo del autor de la
12

expresado en nuestro Librito:" No deja de ser paradó­ Estrella y editor del Büchlein, llamó la atención en su

jico que en el momento mismo en que Rosenzweig,

publicada ya su gran obra de filosofía, se había resuelto a u. Cf. F. Rosenzweig, Der Mensch und sein Wérk. Gesammelte

Schriften IV. I. Band. Sprachdenken-]ehuda Haleui. Fünfundneunzig


traer el (nuevo) pensamiento a la vida, una vez lo hubo
Hymnen und Gedichte. Deutsch und Hebrdiscb. Mit einem Vclrwort
rescatado de la muerte, esta misma muerte comenzara
und mit Anmerkungen, La Haya, Marcinus Nijhoff, 1983. Una

primera edición de 60 de estos poemas vio la luz en 1924, en la

9. Estrella, 34. editorial Wóhrle de Conscanza. A ellos se añadieron 32 en una

10. No es posible demostrar que Heidegger leyera La estrella de la segunda edición, publicada en 1925 por la casa editorial berlinesa

redención, pero desde luego la sospecha resulta más que fundada. Lamben Schneider.

Sobre la posible influencia arcana de Rosenzweig en Heidegger, cf 12. La primera edición de la obra vio la luz en inglés bajo el título

S. MobuB, Sternschatten. Martin Heideggers Adaption der Philosopbie Understanding the Sick and the Healthy: A View o/World, Man, and

Franz Rosenzweigs, Friburgo, Karl Alber, 2018. Puede consultarse God, Nueva York, Noonday Press, 1954, y más carde en alemán,

también mi humilde contribución a esca cuestión: R. Navarrete, como Das Büchlein vom gesunden und kranken Menschenverstand,

« "Icb werde dasein, als der ich dasein ioerde". Franz Rosenzweig y Düsseldorf J. Melzer, 1964. La versión inglesa, acompañada de una

Martín Heidegger», en J. L. Villacañas, R. Navarrece y C. Basili introducción de Hilary Pucnam, fue reeditada en Cambridge por

(eds.), Arcana delpensamiento del siglo XX, Barcelona, Herder, 2021, Harvard Universicy Press en 1999, mientras que la alemana lo ha

pp. 189-210, donde se encontrarán asimismo referencias a otras sido en Frankfurc del Meno, por Suhrkarnp, en 2019. Por último,

aproximaciones a las relaciones entre estos dos pensadores, como las no debe obviarse aquí el hecho de que Glaczer fue asimismo el au­

de Karl Lówith, Pecer E. Gordon y, en especial, Bernhard Casper. tor de la única biografía de Rosenzweig de la que disponemos. CE

14 15
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

introducción a la obra sobre el hecho de que el motivo propio Librito está escrito «conscientemente de forma

del último ensayo escrito por Rosenzweig antes de re­ pedagógica»," ya que no otro fue el encargo recibido por

ci b i r el fatal diagnóstico de su enfermedad fuera el de

del proceso de escritura del Büchlein, a diferencia de lo que ocurre


la parálisis -en este caso no del cuerpo, sin embargo,
en las carcas de Rosenzweig a Margrit Rosenstock-Huessy, a las que
13
sino del propio pensamiento-. Del mismo modo,
-a diferencia de Glaczer, quien no tuvo acceso a ellas- habremos

también Glatzer vinculó este escrito, que su autor re­ de referirnos. Cf. F. Rosenzweig, Die ,,Gritli"-Briefe. Briefe an Mar­

grit Rosemtock-Huessy, ed. de l. Rühle y R. Mayee, prólogo de R.


dactó por encargo de la Frommann Verlag entre julio

Rosenzweig, Tubinga, BILAM, 2002 [en adelante, ,,Gritli"-Briefe,


y agosto de 1921, es decir, apenas medio año después

seguido del número de página]. Las referencias se encuentran dise­


de la aparición de la propia Estrella, con la actividad
minadas entre las cartas del 8 de julio y del 6 de octubre de 1921 (cf.
14
docente de Rosenzweig en la Lehrbaus. El epistolario de
ibid., 749-778). El motivo de que esca correspondencia no aparezca

Rosenzweig da testimonio de esta circunstancia, pues en los GS podría ser doble: primero, ocultar la relación con Gricli; en

segundo lugar, restar importancia al propio Büchlein, según los


ya en enero de ese mismo año usa la expresión «Del

editores, «para honrar la aucocrítica de F[ranz ]R[osenzweig)» (GSI,


uso del sano sentido común» para referirse a una parte

1, 717), que tomó la decisión de no publicarlo. A pesar de codo, las


del contenido de unas lecciones magistrales que debían
personas responsables de la edición no dejan de afirmar la impor­

servir como introducción al pensamiento judío o, lo


tancia del Librito para entender la Estrella: «Quienes conocen a FR

que parece ser lo mismo en el programa diseñado por son de la opinión de que el lector del Büchlein que por lo demás

nada sepa de FR se espantaría, pero aquellos que hayan leído la


Rosenzweig para el segundo trimestre del segundo

Estrella la encenderán mucho mejor» (GSI, 2, 716).


curso de la Lebrhaus, como éxodo de toda filosofía." El

16. Carca de Rosenzweig a G. Oppenheim, 30 de agosto de 1921,

en GSI, 2, 718. En esca misma carta Rosenzweig manifiesta abierta­

N. N. Glaczer, Franz Rosenzweig. His Life and Thought, Filadelfia, mente sus reticencias acerca de la publicación, porque entiende que

Jewish Publication Sociery of America, 1953. es posible que «en lugar de preparar a la gente para la Estrella, la eche

13. Cf. N. N. Glaczer, «Einleitung», en F. Rosenzweig, Das a perder» (GSI, 2, 718). Más carde, a finales del mes de septiembre, se

Büchlein vom gesundem und kranken Memchenverstand, Frankfurt planteó publicarlo de forma pseudónima, algo en lo que no deja de

del Meno, Suhrkarnp, 2019, pp. 9-23, aquí pp. 14 s. haber una reminiscencia kierkegaardiana y que, por lo demás, ya ha­

14. Cf. ibid., pp. 12 s. bía hecho con algunos de sus escritos políticos durante (y sobre) la

15. Véase la carta de Rosenzweig a B. Strauís, 13 de enero de 1921, guerra. Véanse las cartas de Rosenzweig a M. Rosenscock-Huessy, 25

en F. Rosenzweig, Der Menscb und sein Wérk. Gesammelte Schrif de septiembre y 2 y 6 de octubre de 1921, en ,, Gritli "-Briefe, 772 s.;

ten l. 2. Band r9r8-r929, ed. de R. Rosenzweig y E. Rosenzweig­ 776-778, así como F. Rosenzweig, Escritos sobre la guerra, ed. de

Scheinmann, con la colaboración de B. Casper, La Haya, Martinus R. Navarrete, Salamanca, Sígueme, 2015. Casi tres años después,

Nijhoff, 1979, pp. 692 s., aquí p. 693 [en adelante, GSI, 2, seguido Rosenzweig reconsideró la posibilidad de publicar la obra, aunque

del número de página]. No deja de ser llamativo, por lo demás, que siempre de forma anónima, como pone de manifiesto su carca a M.

ni una sola carta de las publicadas en este epistolario haga mención Rosenstock-Huessy, 18 de agosto de 1924, en GSI, 2, 981.

16 17
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

Rosenzweig desde la mencionada editorial, a saber, el es óbice para que exista, y se pueda acreditar que existe,

de que sirviera de introducción a la Estrella en un tono un intimísimo vínculo entre ella y la fórmula con la que,

más divulgativo. En todo caso, conviene recordar que como se señaló, Rosenzweig se refirió a su revoluciona­

el autor no estuvo siempre convencido de haber logrado ria forma de filosofar: neues Denken. La relación entre

su propósito; al poco de haber comenzado su escritura, ambos, sano sentido común y nuevo pensamiento, es

afirma que «será fácil de leer, pero no será sencillo en­ de hecho de mayor calado que la que pueda haber entre
17
tenderlo», por resultar-añade- «"paradójico"». En cualquiera de los dos y el proyecto educativo rosenzwei­

general, sin embargo, parece admitir en distintos lugares guiano en la misma y exacta medida en que este tuvo un

que el Librito sería útil, no para é l - al margen del di­ carácter exclusivamente judío. No así, como decimos, el

nero que recibiría por cumplir con el encargo-, sino sano sentido común, en cuyo despertar contra la meta­

para los lectores de la Estrella y para el propio impacto física (in philosopbosl, como reza el lema de la primera

de la obra, de cuya extrema dificultad Rosenzweig era parte de la Estrella) consiste precisamente la renovación
18
por completo consciente. del pensar propuesta por Rosenzweig. Acaso no haya

En la gran obra de 1921, a pesar de todo, la expresión mejor testimonio de esto último que las siguientes lí­

«sano sentido común» aparece mencionada en una única neas de una carta suya a Rudolf Hallo a propósito de
2
ocasión, al comienzo de la sección dedicada a lo que la supuesta «especial judeidad de la nueva filosofía». º

Rosenzweig denomina «Metaética», es decir, al elemento

de lo real, o fenómeno originario (Urphdnomen), que, Parece que no sabes que incluso describí mi filosofía, ya

9
como veremos, constituye el ser humano.' Pero esto no en el título de una exposición (que ha permanecido sin

imprimir, por ser mala) como «Filosofía del sano sentido

17. Carta de Rosenzweig a M. Rosenstock-Huessy; 27 de julio común». [ . . . ] Lo judío es entonces solo la razón perso­

de 1921, en ,,Gritli"-Briefe, 754. De ahí que tuviera la tentación de


nal, o la posibilidad personal, para esta completitud del
emplear a modo de lema el siguiente dictum de Haleví: «Mis pa­
hombre [a la que se refiere el punto de vista de Rosen­
labras son demasiado difíciles para ti y precisamente por eso te
zweig]; como tal razón, o como tal posibilidad, o como
parecen demasiado fáciles» (cf. carta de Rosenzweig a M. Rosen­

srock-Huessy, 6 de agosto de 1921, en ibid., 757). el camino que me ayudó a la sanación de mi enfermo

18. Véanse sendas cartas de Rosenzweig a G. Oppenheim, 30 de sentido común (lo que podría contarte detalladamente

agosto de 1921, y a H. Ehrenberg, septiembre de 1921, en GSI, 2,

718 y 720, respectivamente. 10. Carta de Rosenzweig a R. Hallo, 4 de febrero de 1923, en

19. Cf. Estrella, 85. La afirmación de Glatzer, según la cual esta GSI, 2, 888 s., aquí 888. Hallo, historiador del arte judío, fue íntimo

expresión aparecería de forma reiterada en la Estrella, es por tanto amigo de Rosenzweig, a quien sucedió en la dirección de la Lehr­

sencillamente errónea. Cf. N. N. Glatzer, «Einleirung», op. cit., p. 12. haus entre el verano de 1922 y el de 1923 (cf. GSI, 2, 820 s.; 912-915).

18 19
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

desde un punto de vista biográfico), debo respetarlo cump li rl o s, Rosenzweig, como indicamos antes, tomó
21

como corresponde, pero nada más que en esa medida. la deci s ión de retornar al camino del ju daí s mo, o de

perseverar en él: de obedecer el «oscuro impulso» que lo

No son pocas ni nimias las cuestiones que se dan cita en apartó de la Ciencia -y de ese Sistema suyo en que

este pasaje, además de la que veníamos apuntando: la había desembocado la metafísica-, de la carrera aca­

identidad de sano sentido común y nuevo pensamiento. démica, para dirigirlo «hacia el servicio al ser humano»,

Sostiene también las palabras de Glatzer al comienzo de hacia «la pregunta del ser humanos.v Pero el camino no

su comentario introductorio al Librito, cuando afirma es la meta, esa completitud del hombre de la que habla

que su publicación no representa solo una contribución Rosenzweig y que es el concepto primigenio del nuevo

relativa al pensamiento contemporáneo, sino que cabe pensamiento tanto como del sano sentido común, sino,

entenderla como una parte de la biografía de Rosen­ juzgado en su justa medida, nada más -tampoco nada

22
zweig. El proceso de sanación del sentido común des­ menos- que camino: método.

crito en esta obra representa una experiencia vital de su Sabemo s que el epistolario de Rosenzweig es tan

propio autor, análoga hasta cierto punto a la superación importante como su obra publicada, ya fuese en vida o

de la hipocondría a la que, también en una carta, Hegel de manera póstuma. Sin ir más lejos, la Estrella, aunque

se refería como característica del tránsito de la juventud 1010 circunstancialmente fuese escrita en postales que su

a la vida adulta, que el filósofo de Stuttgart situaba en autor enviaba a su madre desde el frente, tiene su célula

torno a la edad de 27 años." Cerca de dos meses antes de

rrttur. Hegel y Hólderlin en Frankfurr», en A. Carrasco Conde, L.

21. GSI, 2, 889. A. Macor y V. Rocco Lozano (eds.), Hegel y Holder/in, una amistad

22. Cf. N. N. Glatzer, «Eínleirung», op. cit., p. 9. melar, Madrid, CBA, 2021, pp. 147-172). Sobre la importancia de la

23. Véase la carta de G. W. F. Hegel a K. J. H. Windischman, hipocondría en Hegel, en diálogo con Rosenzweig y otros autores

27 de mayo de 1810, en G. W F. Hegel, Briefe uon und an Hegel. judíos contemporáneos, cf. P. Bojanié, Violencia y mesianismo, trad.

Band I: r785-r8r2, Hamburgo, Felix Meiner, 1952, pp. 313-315. Ro­ ele R. Navarrete, Madrid, Trotta, 202-1, pp. 28 ss.

senzweig dio especial trascendencia a estas palabras de Hegel al 24. Carta de Rosenzweig a F. Meinecke, 30 de agosto de 1920,

comienzo del primer capítulo dedicado a Jena en su libro sobre en GSI, 2, 678-682, aquí 680 s. Es importante parar mientes en el

el filósofo suabo (cf. F. Rosenzweig, Hegel und der Staat, op. cit., hecho de que el punto de partida mismo de la Estrella no es otro

pp. 137 s.). Con posterioridad, se identificó con esta crisis vital del que el ser humano y lo más propio de este: su estar de antemano

autor objeto de su investigación como historiador de las ideas (cf. condenado a muerte, o que en el concepto de lo rnetaético descansa

R. Navarrete, «"Der Jude, der in deutschem Geist rnacht". Das la concepción originaria del pensamiento filosófico de Rosenzweig.

Hegelbuch Franz Rosenzweigs und seine Wirkung», Naharaim, vol. Véase su carta a H. Ehrenberg, 8 de septiembre de 1918, en GSI, 2,

10, n. 0 2 (2016), pp. 273-302, así como id., «Et de me fabula nar- 606-607, aquí 606.

20 21
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

originaria en una carta." Resultaría exagerado afirmar el pensador de Kassel trata de mostrar, con ejemplos,

que la misiva que ahora comentamos es el germen de que el nuevo pensamiento no es necesariamente judío

esa suerte de epílogo de la Estrella que fueron las ob­ y que si la Estrella puede ser considerada tal cosa no lo

servaciones publicadas por Rosenzweig bajo el título ea en razón de su objeto, sino de las palabras empleadas

de El nuevo pensamiento. Sin embargo, nuestro autor para abordarlo.

anuncia en ella un motivo central -y el punto de

partida- del ensayo de 1925: que La estrella de la re­ 111

dención «no es para nada un "libro judío?»," sino «un

sistema de filosofía»,27 el sistema de la filosofía del sano Expresado del modo más conciso posible, tal como él

sentido común, que como tal nada tendría que ver mismo lo hizo a propósito, no en vano, del Librito: «Lo

con la religión, si por «religión» se entiende cualquier judío es mi método, no mi objetos.> Aunque Rosen­

forma de «religión instituida», cualquier conjunto de zwcig destaca aquí el término «método», bien podría, en

dogmas establecidos o, en definitiva, cualquier vieja realidad, haber enfatizado el posesivo que lo antecede:

teología." Incluso la respectiva enumeración de autores lo judío no es en sentido estricto el método del nuevo

en El nuevo pensamiento y en la carta arriba citada que, pensamiento, sino el modo en que se ha expresado en

según Rosenzweig y al igual que él mismo, habrían el caso específico, singular, de Franz Rosenzweig. De

cultivado la nueva forma del pensamiento, es llamati­ ahí que no haga siquiera acto de presencia en El librito

vamente próxima." Mediante la alusión a estos autores, del sentido común sano y enfermo.» tan imprescindible

25. Cf. F. Rosenzweig, «"Célula originaria'' de La estrella de la Ebner, a los que Rosenzweig añade, en 1925, los nombres de Vikror

redención. Carta a RudolfEhrenberg del 18-XI-1917», en El nuevo von Weizsacker, RudolfEhrenberg y Martin Buber. Cf. GSI, 2, 889,

pensamiento, trad. de l. Reguera, Madrid, Visor, 1989, pp. 19-42. uí como Nuevo pensamiento, 35 s.

Como me recuerda Olga Belmonte -a quien agradezco aquí su 90. Carta de F. Rosenzweig a H. Ehrenberg, septiembre de 1921,

observación y la referencia-, para Rosenzweig las cartas son la en GSI, 2, 720.

forma escrita más próxima a un pensamiento dialógico, hablante, JJ. El tercer libro de la Estrella, consagrado en especial al judaísmo

como es el nuevo pensamiento, que por definición debe tener en y el cristianismo como factores de la redención, desaparece por

cuenta al otro. Véase la carta de F. Rosenzweig a E. Kahn, I de completo en el Büchlein, en el que, como vamos a ver, ante todo

enero de 1920, en GSI, 2, 663 s., aquí 663. IC expone de forma pedagógica el contenido del primer libro y,

26. Nuevo pensamiento, 14. aolo al final, se alude a la temática del segundo. Por otro lado, si

27. Ibid., 15. el judaísmo no aparece en el Librito, salvo por dos menciones casi

28. Cf. ibid., 36 SS. anecdóticas -lo son desde luego en comparación con la impor­

29. Se trata de Eugen Rosenstock, Hans Ehrenberg y Ferdinand tancia de estas dos religiones en la Estrella- a Adán y la Biblia,

22 23
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

como El nuevo pensamiento para ganar acceso al «pensar bargo, fue el más alto título honorífico que hasta el día

31
no-filosófico» cristalizado en La estrella de la redención, de hoy la filosofía se había concedido a sí misma."

pero del que su autor afirma, desde el principio, que con

él pretendía «hablar a todos y cada uno»." Lo que de Se comprende de este modo que la enfermedad del sen­

hecho sucede, como pone de manifiesto la recurrencia tido común se manifieste como parálisis, metáfora en

de la expresión en el ensayo de 1925, es que en él se in­ nuestro Librito del desprecio filosófico por el tiempo,

corpora lo que en el momento de la elaboración de la pero «no el tiempo en el que algo acontece, sino el que

Estrella todavía no estaba presente, al menos no de forma por sí mismo acontece»." El primero lo ha pensado,

consciente: aquella identidad entre neues Denken y a fondo, la filosofía, dejándoselo como herencia a la

gesunder Menschenoerstand a la que antes aludíamos. La ciencia moderna: es ese que Martín Heidegger califi­

novedad del primero residiría entonces, por lo pronto, caría poco después de vulgar, mero tiempo del reloj;37

en recuperar, en reactualizar el remoto, casi olvidado y también ese que Walter Benjamín, casi dos décadas

sano sentido común, en el sentido de convertirlo en más tarde, describiría como «homogéneo y vacío»." El

«"método" del pensamiento científico»:" lo cual es tanto

como decir: en método del conocimiento, cuya clave ,,. Nuevo pensamiento, 30 [trad. modificada].

no es otra que el tiempo. J6. Ibid., 29.

J7• Cf. M. Heidegger [1924], El concepto de tiempo (Tratado de

1914), trad. de J. A. Escudero, Barcelona, Herder, 2008, pp. 92


El nuevo pensamiento sabe, al igual que el antiquísimo
•·• así como id. [1927], Ser y tiempo, trad. de E. Rivera, Madrid,
pensamiento del sano sentido común, que nada se puede
Trotta, 2020, §§78 ss.
conocer con independencia del tiempo, lo que, sin em- J8. Cf. W. Benjarnin [1942], «Sobre el concepto de historia»,

erad. de A. Brocons Muñoz, en Obras. Libro I/ vol. 2, Madrid,

¿por qué, entonces, habría que pensar que el típico judío asimilado Abada, 2008, pp. 303-318, aquí pp. 316 y 318. Sobre la relación entre

sería su principal destinatario? Cf. H. Putnarn, Jewish Pbilosopby Roscnzweig y Benjarnin, cf. F. Albertini, «Historia, redención y

as a Guide to Life, Bloomington (IN), Indiana University Press, mesianismo en Franz Rosenzweig y Walter Benjamin. Acerca de una

2008, p. 17. Interpretación política de La Estrella de la Redención», en F. Rosen­

32. Nuevo pensamiento, 19. zwcig, El nuevo pensamiento, op. cit., pp. 127-162; M. Lowy, «Walter

33. F. Rosenzweig, El librito del sentido común sano y enfermo, Benjamín and Franz Rosenzweig. Messianisrn against "Progress?»,

infra, p. 45 [en adelante, Librito, seguido del número de página]. en Y. Amir, Y. Turner y M. Brasser (eds.), Faith, Truth and Reason.

34. Nuevo pensamiento, 29. Nos las habemos entonces con el Nw Perspectiues on Franz Rosenzweig's «Star of Redemption», Fri­

método de la Estrella en cuanto libro científico, «obra acabada» burgo/Múnich, Karl Alber, 2012, pp. 373-390; y R. Navarrete, «La

que, a diferencia del Librito, pero también de El nuevo pensamiento, psyché judeoalemana ante el Derecho y el Estado: Walter Benjarnin

es ciencia (cf. Librito, 46). y Franz Rosenzweig», Revista de Filosofía 44, 1 (2019), pp. 61-77.

24 25
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

descrédito que el sano sentido común causa entre los la filosofía, sino que lo es una determinada reacción

filósofos es producto de un trastorno temporal que se ante el estado de parálisis que nos induce; el filósofo

traduce en una inversión del modo natural de relacio­ permanece en él, mientras que el hombre común, si

narse el ser humano con la realidad-la importancia de dlafruta de salud como un todo integral, sigue adelante

la Wirklichkeít, con independencia de la racionalidad, con su vida, cuyo curso -el curso del tiempo- ter­

se apuntará más adelante-, cuya cura, por tanto, debe m i n a por disolver la rigidez que es el enfermizo hábitat

consistir en una inversión de la «inversión completa de del filósofo. A diferencia de este, aquel no se demora

las funciones vitales normales»39 que produce la «apo­ en el asombro, porque no pregunta qué es aquello que

plexia philosopbica»:" Esta surge de una respuesta artifi­ lo asombra, qué es propiamente el objeto (Gegenstand)

cial ante el asombro (thaumazeín) que causa en nosotros que se pone frente a él, que se le opone: su ob-stante

lo real: frente a la tradición filosófica -recuérdese, por (Gtgen-stand), aquello que obstaculiza el movimiento

cierto, lo que acerca del asombro dirá Husserl en los en que consiste el acontecer de la vida: el acontecer del
41
años treinta-, el asombro per se no es el origen de tiempo. Así, Rosenzweig resume la «entera sabiduría

de la nueva filosofía» con estas palabras: «hay tiempo,

39. Librito, 73. Esta inversión de la inversión es la que permite la


hay remedio»."

revolución copernicana del pensar en que consiste el nuevo pensa­ Encontramos así que, al igual que en el caso de Hei­

miento, como ya se apuntó.


degger-recuérdense los primeros parágrafos de Ser y
40. Ibid., 81.
titmpo-, el problema de la filosofía, lo que condena
41. Cf. E. Husserl [1936], «La crisis de la humanidad europea y
1 la totalidad de la tradición filosófica, es para Rosen­
la filosofía», en La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología

trascendental: una introducción a la filosofía fenomenológica, trad.


zweig el modo en que esta ha preguntado, y aquello por

de J. M u ñ o z y S . Mas, Barcelona, Crítica, 1990, pp. 323-358. El lo que ha preguntado, es decir, la pregunta por el ser

gesto filosófico de Rosenzweig es contrario al de Husserl: de lo (de lo ente). La renovación del pensar, tanto para uno
que se trata no es de modificar o elevarse sobre la actitud natural,
como para otro, debe pasar por una renovación -una
sino de permanecer en ella, sin que ello signifique-más bien al
repetición, dirá Heidegger- de la pregunta por el ser
contrario- renunciar a las cosas mismas. Corno filosofía que

hace la experiencia de las cosas, como erfahrende Pbilosopbie que


(de lo real). Es el modo de preguntar del filósofo, de

se contrapone a la filosofía pensante (denkende Pbilosopbie), el nuevo para ambos, el que determina la objetividad, la

nuevo pensamiento es fenomenología, pero en un sentido distinto obstantivíddd del objeto obstante, que como tal no existe
al husserliano. Para una interpretación fenomenológica de La

estrella de la redención, cf. A. E. Garrido Maturano, La estrella de Estudios de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires,

la esperanza. Introducción a La Estrella de la Redención de Franz aooo,

Rosenzweig desde una perspectiva fenomenológica, Buenos Aires, ,p. Nuevo pensamiento, 30.

26 27
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

4
sino por la pregunta filosófica, por la manera en que 1 d(a11, ' entorpecido para la realidad -que no es sino

el filósofo se lo re-presenta, a saber, como «la imagen IIOntedmiento: aquel tiempo que por sí mismo acon­

estante, estática, la estatuas" de lo que se le muestra y, llco--, refugiándose en una autenticidad que es contra­

en su mostrársele, causa su asombro. En lugar de dar ftt a la vida: «No "propiamente" sino "realmente" es la

tiempo y de darse él mismo tiempo para que, de forma palabra de la vida. Pero el filósofo dice: propíamenre»."

natural, la solidez aparente se disuelva, el sentido común

enfermo se dirige a lo que haya por debajo de su asom­ IV

bro, oculto tras su mostración: la sub-stancia, entendida

· " , [ . . . ] e1 ser "aut énuco


como « 1 a "esencia · " de1 ob'Jeto». 44 La búsqueda filosófica es así una búsqueda de irrealida­

Todo esto es solo posible si se da la espalda al tiempo, de1: del concepto general que, frente a la cosa concreta,

si uno se comporta contra natura, paralizado en la «ar­ 1tgún el filósofo, es siempre. Sin embargo, en (la) reali­
45
tificiosa atemporalidad de la pregunta "¿qué es?"»; esa dad, la idea, la esencia, no es más que un nombre que,

temporalidad de lo propio y auténtico que nada quiere como tal, no es la cosa que existe y que, en tanto que

46
saber del acontecimiento (Ereignis). El filósofo queda existe, existe en el tiempo: la existencia requiere de la

así imposibilitado para «las acciones necesarias del día temporalidad a la que el filósofo se sustrae y, en el me­

jor de los casos --el de Kant, por ejemplo, que a pesar

43. Librito, 51.


de todo Rosenzweig, en la I ntroduc ci ón a la primera
44. Ibid., 52. La aversión de Rosenzweig por la autenticidad es
parte de la Estrella, trata de rescatar de su particular
más que notoria en el Librito: nada hay más filosófico para él, ni
Dtstruktion de la tradición filosófica-, convierte en
por tanto más enfermizo, que afanarse en la búsqueda de esta Ei­

gentlichkeit. El filósofo parece no poder desprenderse de esca jerga una estructura en la que suceden los acontecimientos,

que tanto inflamó el ánimo de Adorno contra Heidegger. Cf. Th.

W. Adorno, [1964] «La jerga de la autenticidad. Sobre la ideología 1,7. Librito, 55. El antes mencionado rechazo de la autenticidad lo

alemana», en Obra completa, 6. Dialéctica negativa. La jerga de la U en Rosenzweig también hacia la negación de la cotidianidad,

autenticidad, Madrid, Akal, zorr, pp. 395-496. can propia del pensamiento heideggeriano y de su tematización del

45. Librito, 52. Dmtin, a pesar de la similitud existente entre sus respectivas «an­

46. Cf. ibid., 53. Si hubo un pensador que, con anterioridad tropologías filosóficas». Entrecomillamos aquí la expresión porque

a Heidegger, dignificó la problemática del acontecimiento como ninguno de estos dos pensadores aceptaría haber hecho antropo­

tema de la reflexión filosófica, ese fue sin duda Rosenzweig en La logía, que ambos asocian a la figura moderna de la metafísica -al

estrella de la redención. Cf. B. Casper, «Ereignis (acaecimiento) en encumbramiento del yo, al que habrá que referirse más abajo-;

la concepción de Franz Rosenzweig y en el pensamiento de Martin Roscnzweig hablaría de metaética, como ya sabemos, mientras que

Heidegger», trad. de A. E. Garrido Maturano, Escritos de Filosofía Heidegger se expresaría en términos de una analítica existenciaria .

29-30 (1996), pp. 3-20. ..,S. Ibid., 53.

28 29
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

sin acontecer ella misma. Si hay algo duradero, que HI secreto de la cura, o más bien del sanatorio --del

permanece en el tiempo y es digno de ser pensado por IUIVo pensamiento, en definitiva-, es así su «situación

el sano sentido común, eso es el nombre; pero el sano ( J en el centro de gravedad exacto entre los tres macizos

52
sentido común -he aquí la clave-, a diferencia del tnont11f1osos» que simbolizan, en el Librito, lo que en la

enfermo, no lo confunde con la cosa, ni por tanto con prtmem parte de la Estrella se denomina los elementos del

la realidad de la existencia. Esta se impone como acon­ 11\temundo: los tres protofenómenos en cuyas recíprocas

tecimiento-tiempo, hasta el punto de poder sanar de 1'111clones--en cuya temporalización relacional o, literal­

forma natural, sin que sea posible provocarlo: acaece o mente, dia-cronía- consiste lo real, a saber, mundo, ser

no acaece, se temporaliza o no se temporaliza. Por ello, humano y Dios.53 Desde ese punto de vista se divisa «una
54
la terapia propiamente propuesta por Rosenzweig es una tura típicamente igual para cada una de las tres cimas»,

suerte de tercera posibilidad complementaria a las curas • ruta en que consiste el mundo siempre renovado de la

que pueden proporcionar un acontecimiento instantá­ llgllnda parte de la Estrella, la realidad a la que dan lugar

neo -en el caso de Rosenzweig, la conversación con 11a relaciones Dios-mundo (Creación), Dios-ser humano

Rosenstock, como vimos- o el transcurso mismo del (Revelación) y ser humano-mundo (Redención)." Pero

tiempo. Esta terapia es el nuevo pensamiento, una «cura

sobre el terreno»49 que Rosenzweig caracteriza como por tanto, es necesariamente totalizadora. El nuevo pensamiento

oomporta así la ruptura de la totalidad -tema fundamental del


la «reincorporación -incluso, si no hay más remedio,

5
Librito y de la primera parte de la Estrella- de la que se hará
[ . . . ] regreso a la fuerza- al entorno normal» º desde
1,11rgo, en deuda confesa con Rosenzweig, Emmanuel Levinas. Cf.
cualquier parálisis filosófica consistente en la estática
!. Lcvinas [1961], Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad,

afirmación de la identidad de algo -sea este algo el trad. de M. García-Baró, Salamanca, Sígueme, 2012.

mundo, Dios o el ser humano-- con el Todo: la ficción, ta, Librito, 84.

95, Cf. Estrella, 23-114. En los días inmediatamente anteriores a


el simulacro de un Uno-Todo que existe, o es, tanto
la publicación de la obra, Rosenzweig describe la tripartición de la
como (y en tanto que) es pensable."
&trtlla, de hecho, en términos muy próximos a los del Librito. La

primera parte estaría dirigida al «enfermo»; la segunda, al «sano»;

49. Librito, 82. la tercera, en cambio, al «paciente». La carta a E. Rosenstock en la

50. Ibid. que Rosenzweig se refiere en estos términos a la Estrella, fechada

51. Este es el doble presupuesto metafísico que la filosofía del el 12 de febrero de 1921, se encuentra digitalizada en The Eugen

sano sentido común liquida: que todo pueda reducirse a una única Rosenstock-Huessy Digital Archive; Subseries 2.01. Franz Rosen­

realidad y que esta sea racional. Porque la esencia del filósofo, «el sweig Correspondence - 1914-1929; ERH-MRH-1921.

"sub-stante" substancial de los muchos objetos solo puede ser for­ J4• Librito, 85.

zosamente uno» (íbid., 52), y la operación filosófica por excelencia, ,s. Cf. Estrella, u5-295.

30 31
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

esta ruta no aparece como tal expuesta en el Librito, cu­ ncrcto que el propio mundo (también) es: su nada

yos capítulos dedicados a la cura corresponden más bien �lnit y humana, nuestro no saber nada de él, oculta

a las tres partes del primero de los tres volúmenes en que, 11n embargo ese algo que es y que debe ser rescatado tal

tal como fue el deseo de Rosenzweig, debió haber con­ mo se nos muestra, debe ser nombrado y puesto en

sistido la edición original de La estrella de /,a redencián," Nlación tanto con Dios como con el ser humano.

La primera de las semanas de la cura está dedicada, Este mismo proceso de curación, que nos salva de

como decimos, al mundo, y se dirige de manera explí­ ,lu filosofías cosmovisivas, se repite en las dos semanas

cita, desde el primer momento, a la idea de cosmovisión ll,IC:csivas de tratamiento en el sanatorio del nuevo pensa­

{Weltanschauung), tan en boga en la época. Estas visiones miento cuya terapia aspira a restituir el sentido común.

del mundo las agrupa Rosenzweig en la comprensión Primero, es decir, en la segunda semana, respecto a las

filosófico-antropológica del mundo -su reducción, tí­ 1Dnccpciones o visiones de la vida (Lebensanschauung), es

picamente moderna, al sujeto de conocimiento: el ego decir, del hombre: su comprensión como Yo, de nuevo,

1 cartesiano y el Yo pienso kantiano-, su comprensión cuya autoconciencia pone la metaética de Rosenzweig en


1
místico-teológica --que reduce el mundo a Dios- y, tntrcdicho, del mismo modo que la ilusoria identifica­

por último, su comprensión cientificista --que por su ción del ser humano con la divinidad y, finalmente, con

parte lo convierte en naturaleza calculable y medible, ti mundo, cuando lo que sea el hombre es considerado

objetivable, no sin el presupuesto del antes mencionado una mera parte del mundo, un individuo, o la personali­

sujeto moderno de conocimiento--. El mundo, en su dad de la que como resto irracional suyo sustrae el nuevo

sentido cosmológico -aquel que de modo más o me­ pensamiento lo que el ser humano, cada ser humano

nos exitoso expone la metalógica rosenzweiguiana en •: la realidad del sí-mismo que cada existencia singu­

la Estrel/,a-,57 no puede ser visto desde Dios ni desde lar es o, en puridad, acontece, entre Dios y el mundo,

el ser humano, sino que ambos son exteriores al todo como este lo hace entre el hombre y Dios, y este, a su

WZ, entre el mundo y el ser humano: lo real que el


56. Así lo expresa Rosenzweig en carta a M. Rosenstock-Huessy,
•no sentido común conoce es de hecho el entre que
25 de agosto de 1920, con ocasión de una visita del editor de la

Estrella (cf. ,,Gritli"-Briefe, 647 s . ) . De hecho, la segunda de acaece entre los tres, o su relación.

1
las ediciones en alemán de esta obra, publicada en 1930 por la casa Dios es el objeto de la cura en su tercera y última

editorial Schocken, vio la luz en tres volúmenes independientes.


,emana. Al igual que en los casos anteriores, se trata
57. Sobre esta cuestión, al margen de las correspondientes páginas
1 !

de rescatarlo, como aquello que es, de su cautiverio, en


de la Estrella, cf. F. Rosenzweig (1984], «La ciencia del mundo», en
ate caso, metafísico: ese algo que él es no es naturaleza
: 1
El país de los dos ríos. El judaísmo mds allá del tiempo y la historia,

trad. de l. Ortega, Madrid, Encuentro, 2014, pp. 149-161. (mundo), ni tampoco espíritu (humano, si bien el orden

32 33
El librito del sentido común sano y enfermo 1 1 Estudio introductorio

de los factores puede alterarse y ver en el idealismo una ..... en el lenguaje -el nuevo pensamiento, como

espiritualización del ser humano, en el sentido de una di­ llo1otía del sentido común, es un Sprachdenken: no

vinización suya) que se despliega: espíritu, por tanto, «en 1M filosofía del lenguaje, sino pensamiento-lenguaje-,

devenir, en evolucióna." La divinización de la naturaleza ,.re, 1c da como tiempo.


61
En ello hemos venido insis­

atenta contra el mundo, convertido en fantasmagoría, itndo en la exposición precedente y es a ello a lo que

del mismo modo que la progresiva espiritualización de • refiere Rosenzweig en el último capítulo del libro, con-

Dios hace de este una nada, ya que lo que deviene en 111rado a la alternancia de dies /astí y dies festi, días

pos de su plenitud no es todavía lo que es -lo que será, tidianos y días festivos: la distribución del acaecer del

mejor dicho, al término de su despliegue-. Dios es, tlrmpo, o el ritmo de lo real, que no es sino el que se

como el mundo y el ser humano, algo, pero siempre algo cla corno relación entre las tres cumbres divisadas por el

distinto respecto de estos, del mismo modo que ellos lo paciente desde la excepcional clínica en que fue ingre­

son entre sí y, por supuesto, respecto de Dios mismo. lldo. A esto lo llama Rosenzweig «ritmo del acontecer
62
Solo de este modo pueden relacionarse y, así, existir como coridiano», del día a día, por medio del cual el ser

acontecimiento-tiempo. De ahí que las tres semanas de

cura, en realidad, y para la realidad, sean insuficientes y


ft Sobre la relación entre lenguaje y tiempo en el nuevo pensa­
� di . al 59
se requiera aún de «una pequena cura a cion ». llllento, cf. Nuevo pensamiento, 33 s. Ella es la que, en último tér­

No basta con contemplar las cimas desde el sanato­ auno, hace de la filosofía del sano sentido común un pensamiento

4lalógico. Cf. B. Casper [1967], Das dialogische Denken. Franz


rio, como no basta, en la Estrella, con pensar los elemen­
lt,,,nzweig, Ferdinand Ebner und Martín Buber. Um einen Exkurs
tos. 60 La perspectiva del sanatorio es la del antemundo:
111 Emmanuel Levinas erweiterte Neuausgabe, Friburgo/Múnich,

las cimas se nos dan a la mirada como tres fenómenos


ICarl Alber, 2017.

originarios distintos, pero lo que ellas son no existe por ,,. Librito, 138. A este ritmo del tiempo corresponde el calendario

separado, sino que, para que existan efectiva, realmente, •mo forma de la filosofía de la que habla Eugen Rosenstock en

IU carta a Rosenzweig, 29 de mayo de 1916, en Cartas, 27-29, aquí


deben ponerse en relación entre sí. Tal existencia, como
11, La importancia de los calendarios para Rosenstock, sin el cual
Rosenzweig va apuntando a lo largo del Librito, se ex-
Roacnzweig no hubiese podido escribir la Estrella, es determinante

tn su gran obra Die europi:iischen Revolutionen. Volkscharaktere und

58. Librito, 125. SIMtenbildung, Jena, Eugen Diederichs Verlag, 1931, que su autor

59. Ibid., 135. A esta cura adicional se refiere el capítulo dedicado ODncibió en sus años de mayor proximidad a Rosenzweig. No cabe

a la «Convalecencia» (Nachkur). duda de que este hizo suyo el método del amigo (véase su carta a E.

60. Cf. A. E. Garrido Maturano, Los tiempos del tiempo. El sentido Rosenstock, 5 de septiembre de 1916, en Cartas, 49-52), aplicándolo

filosófico, cosmolágico y religioso del tiempo, Buenos Aires, Biblos, I IU propia concepción de la temporalidad. Cf. R. Navarrete, Los

2010, pp. 139-170. tltmpos del poder, op. cit., pp. 136 ss.; 217-245.

34 35
El librito del sentido común sano y enfermo
rr Estudio introductorio

humano ruega a Dios como ser humano y le agradece leJANI<\ 1�, Violencia y mesianismo, trad. de R. Navarrete,

como mundo. Es así como se hace posible la relación M11Jrld, Trona, 2021.

entre los elementos cuya realidad antes solo se vislum­ PU, B. [1967), Das dialogi.sche Denken. Franz Rosenzweig,

bró; es así como lo real existe realmente y es posible ñrdinand Ebner und Martín Buber. Um einen Exkurs zu

la vuelta al trabajo: el tránsito de la muerte a la vida Fmmanuel Levinas erweiterte Neuausgabe, Friburgo/Mú­

que comprende, desde sus primeras (VoM TODE) a sus nlch, Karl Alber, 2017.

últimas palabras (INS LEBEN), La estrella de la redención. • «Frrignis (acaecimiento) en la concepción de Franz Ro-

11enzweig y en el pensamiento de Martin Heideggen►, trad.

de Á. E. Garrido Maturano, Escritos de Filosofía 29-30

(1996), pp. 3-20.


BIBLIOGRAFÍA

AlcfA-BARÓ, M . , «Franz Rosenzweig: el milagro de la

AooRNO, Th. W. [1964], «La jerga de la autenticidad. Sobre historia», en R. Navarrete y E. Zazo, Ante la catástrofe.

la ideología alemana», en Obra completa, 6. Dialéctica Pensadores judíos del siglo XX, Barcelona, Herder, 2020,

negativa. La jerga de la autenticidad, Madrid, Akal, 20n, pp. 241-262.

GARRIDO MATURANO, Á. E., La estrella de la esperanza. In­


PP· 3 9 5-3 9 6 .
.ALBERI1NI, F., «Historia, redención y mesianismo en Franz Ro- troducción a La Estrella de la Redención de Franz Rosen­

senzweig y Walter Benjamin. Acerca de una interpretación �wtig desde una perspectiva fenomenológica, Buenos Aires,

política de La Estrella de la Redención», en F. Rosenzweig, El Estudios de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos

nuevo pensamiento. Seis ensayos introductorios alpensamiento Aires, 2000.

de Franz Rosenzueig, trad. de Á. E. Garrido Maturano, , Los tiempos del tiempo. El sentido filosófico, cosmológico y

Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2005, pp. 127-162. religioso del tiempo, Buenos Aires, Biblos, 2010.

BARRETO GoNZÁLEZ, D . , El desafio nacionalista. El pensa­ GLATZER, N. N., Franz Rosenzweig. His Lije and Thought,

miento teológico-político de Franz Rosenzweig, Barcelona, Filadelfia, Jewish Publication Society of America, 1953.

, «Einleitung», en F. Rosenzweig [1964), Das Bucblein vom


Anthropos, 2018.

BELMONTE, O . , La verdad habitable. Horizonte vital de la gtsunden und kranken Menschenverstand, Frankfurc del

filosofía de Franz Rosenzweig, Madrid, Universidad Pon­ Meno, Suhrkamp, 2019, pp. 9-23.

HEIDEGGER, M. [1924], El concepto de tiempo (Tratado de


tificia Comillas, 2012.

BENJAMIN, W. [1942], «Sobre el concepto de historia», trad. 1924), trad. de J. A. Escudero, Barcelona, Herder, 2008.

de A. Brotons Mufioz, en Obras. Libro I I vol. 2, Madrid, - (1927], Ser y tiempo, trad. de E. Rivera, Madrid, Trotta,

2020.
Abada, 2008, pp. 303-318.

37

L
El librito del sentido común sano y enfermo Estudio introductorio

HussERL, E., [1936], «La crisis de la humanidad europea y tilAYAltMP.TP., R., «Et de mefabula narratur: Hegel y Holderlin

la filosofía», en La crisis de las ciencias europeas y la fe­ CU Frunkfurr», en A. Carrasco Conde, L. A. Macor y

nomenología trascendental: una introducción a la filoso.fía V. Rocco Lozano (eds.), Hegel y Holder/in, una amistad

fenomenológica, trad. de J . Muñoz y S. Mas, Barcelona, ,s1rú1r, Madrid, CBA, 2021, pp. 147-172.

Crítica, 1990, pp. 323-358. • •f1r.anz Rosenzweig, un judío profético», Argumenta Phi­

LEVINAS, E. [1961], Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterio­ lmophica 1 (2022), pp. 23-47.

ridad, trad. de M. García-Baró, Salamanca, Sígueme, 2012. • Y ZAZO, E. (eds.), Ante la catástrofe. Pensadores judíos del

LoWY, M . , «Walter Benjamín and Franz Rosenzweig. Mes­ 1ixlo XX, Barcelona, Herder, 2020.

sianism against "Progress?», en Y. Amir, Y. Turner y M. PUTNAM, H.,Jewish Philosophy as a Guide to Life, Blooming­

Brasser (eds.), Faith, Truth and Reason. New Perspectives ton (IN), Indiana University Press, 2008.

on Franz Rosenzweig's «Star o


f Redemption», Friburgo/ llot1P.NZWEIG, F. [1920], Hegel und der Staat, ed. de F. Lach­

Múnich, Karl Alber, 2012, pp. 373-390. mann, prólogo de A. Honneth, Frankfurt del Meno,

Monoss, S . , Sternschatten. Martín Heideggers Adaption der Suhrkamp, 2010.

Pbilosophie Franz Rosenzweigs, Friburgo, Karl Alber, 2018. (1 9 2 1 ] , La estrella de la redención, ed. de M. García-Baró,

NAVARRETE, R., «"Der Jude, der in deutschem Geist rnacht". Salamanca, Sígueme, 2021.

Das Hegelbuch Franz Rosenzweigs und seine Wirkung», ( 1 9 2 5 ] , «El nuevo pensamiento. Observaciones adicionales a

0
Naharaim, vol. 10, n. 2 (2016), pp. 273-302. La Estrella de la Redención», en El nuevo pensamiento. Seis

-, Los tiempos del poder. Franz Rosenzweig y Car/ Schmitt, ensayos introductorios al pensamiento de Franz Rosenzweig,

Madrid, Escolar y Mayo, 2017. trad. de Á. E. Garrido Maturano, Buenos Aires, Adriana

-, «Rosenzweig adversus Marción. Sinagoga, Iglesia, mundo», Hidalgo, 2005, pp. u-51.

en F. Rosenzweig y E. Rosenstock, Cartas sobre judaísmo , Understanding the Sick and the Healthy: A View ofWorld,

y cristianismo, ed. de R. Navarrete, Salamanca, Sígueme, Man, and God, Nueva York, Noonday Press, 1954.

2017, pp. 154-185. , Das Büchlein vom gesunden und kranken Menschenver­

-, «La psyché judeoalemana ante el Derecho y el Estado: stand, Düsseldorf, J. Melzer, 1964.

Walter Benjamin y Franz Rosenzweig», Revista de Filoso.fía [1979], «"Célula originaria" de La estrella de la redención.

44, l (2019), pp. 61-77. Carta a Rudolf Ehrenberg del 18-:xi-1917», en El nuevo

-, « "Icb werde dasein, als der ich dasein u/erde". Franz Ro­ pensamiento, trad. de l. Reguera, Madrid, Visor, 1 9 8 9 ,

senzweig y Martín Heidegger», en J . L. Villacañas, R. pp. 19-42.

Navarrete y C. Basili (eds.), Arcana del pensamiento del -, Der Mensch und sein Wérk. Gesammelte Schriften I. 2.

siglo XX, Barcelona, Herder, 2021, pp. 189-210. Band I9I8-I929, ed. de R. Rosenzweig y E. Rosenzweig-

38 39
El librito del sentido común sano y enfermo

Scheinmann, con la colaboración de B. Casper, La Haya,

Martinus Nijhoff, 1979. NOTA DEL TRADUCTOR

RosENZWEIG, F. , Der Mensch und sein Werk. Gesammelte

Schriften IV. I. Band. Sprachdenken-Jehuda Halevi. Fünf­

undneunzig Hymnen und Gedichte. Deutsch und Hebra­

isch. Mit einem Vorwort und mit Anmerkungen, La Haya,

'lwrsetzen heifít zwei Herren dienen, advierte F ranz Ro-


Martinus Nijhoff, 1 9 8 3 .

-, Der Mensch und sein Werk. Gesammelte Schriften IV. 2. 111\t.wdg en el primer paso de su «La Escritura y Lutero»:

Band. Sprachdenken - Die Schrift. Arbeitspapiere zur Ver­ tlllducir quiere decir (y manda) servir a dos señores. Y

deutschung der Schrift, ed. de R. Bar-Adarn, La Haya, llsuc diciendo: «As í que nadie lo puede. Así que, como

Martinus Nijhoff, 1984.


IDdo lo que nadie puede en teoría, es en la práctica tarea

- [1984], «La ciencia del mundo», en El país de los dos ríos. de todos y cada uno. Todos tienen que traducir y cada

El judaísmo más allá del tiempo y la historia, trad. de l. uno lo hace». «Tarea de todos y cada uno»: pues un tra­

Ortega, Madrid, Encuentro, 2014, pp. 149-161. ducir imposible es, para Rosenzweig, el acontecimiento

- [1984], Escritos sobre la guerra, ed. de R. Navarrete, Sala­ del lenguaje, el cotidiano acontecer palabra en el que ha

manca, Sígueme, 2015.


lugar la acogida de lo otro. Así, en el epílogo a su propia

-, Die ,,Gritli"-Brie.fe. Brie.fe an Margrit Rosenstock-Huessy, traducción de Yehudá Haleví, leemos: «El logro creador

ed. de l. Rühle y R. Mayer, prólogo de R. Rosenzweig, del traducir no puede residir en ninguna otra parte que

Tubinga, BILAM, 2002.


ahí donde reside el logro creador del lenguaje mismo».

-, y RosENSTOCK, E. [ 1 9 3 5 ] , Cartas sobre judaísmo y cristia­ A mayor abundamiento en un texto como este Librito,

nismo, ed. de R. Navarrete, Salamanca, Sígueme, 2017. cuidada expresión de Sprachdenken, de un pensar que

RosENSTOCK, E . , Die europüischen Revolutionen. Volkscha­ le cumple en la andadura del lenguaje y que, por tanto,

raktere und Staatenbildung, Jena, Eugen Diederichs, 1931. anda siempre in fieri.

Lo que distingue al traductor es la presencia de

Úlimo con la que asume esta imposible tarea de servir a

dos señores y su logro consistirá en la resonancia (nunca

en la imitación) con la que deje hablar en lo propio a

lo extraño y en el deje, acento y gusto, con el que haga

hablar a la propia lengua otra lengua extranjera. El país

del traductor es un Zweistromland, medio inestable entre

40 41
El librito del sentido común sano y enfermo

el resto y el exceso, entre la querencia y la forzosidad,

entre la familiaridad y la extrañeza. Medio de paso, de

trasvase, de trasiego. Éxodo fiel o infiel arraigo. Medio

de transmisión entre lo antiguo y lo nuevo. Y así dice

nuestro Librito:

Nombrar nuevos nombres es legítimo derecho del ser


EL LIBRITO DEL SENTIDO COMÚN
humano. Nombrar los antiguos es para él mandamiento.

Tiene que hacerlo bien que no quiera. Mediante los nom­


SANO Y ENFERMO
bres antiguos y mediante el deber de proseguirlos en la

tradición y de traducirlos a los propios se crea, en última

instancia, el vínculo común de la humanidad.

Así también, treinta años después, esta vieja nueva tra­

ducción vuelve a estar dedicada a la memoria de mis

padres, José Luis y Carmen.

A.R.H.

42
AL CONOCEDOR

l,luy señor mío:

'O sin reparo me resuelvo a dar a luz este librito. Y es que

a,oy a poder evitar que llegue a manos de usted

Y usted lo acogerá. . . pues sencillamente como las gentes

• tu indo/e acogen un libro que de entrada reconoce querer

J,,,1,/ar a todos y cada uno. Y ello, por cierto, cosa que usted

,uentiría muy graciosamente, no a la popular usanza y

_.,.lgiéndome a «los del montón», para que así también

#IOI pudieran tener parte, a su manera, en los pensamientos

ll«Ogitados por usted en la calma de su gabinete; no, sino

,/Jrigiéndome realmente a todos y cada uno. Usted incluido,

�r mío. Si es que aún se dejara incluir. Ysi no .fuera más

•"11 porque lo más granado de la conciencia que tiene usted


,J,, si mismo no le insuflara la idea de que nadie podría ya

't}Onseguir incluirlo en esa expresión de «todos y cada uno».

Así que va usted a echar mano de ese viejo y.fulminante

Materna, siempre presto para ser lanzado, que proclama:

«¡Eso no es científico!», y lo tendrá preparado. jPierda usted

nudado!, que pronto tendrá ocasión de lanzarlo. De nin­

pn modo podré esquivarlo aunque quisiera. Pues, aparte

lle todo lo demás, me hallo aquí desde un principio en

/J, situación -desventajosa en relación con usted, si bien

•g,-adable por lo que a mí respecta- de quien hace a sus

45
El librito del sentido común sano y enfermo

«prolegómenos» seguir a la obra acabada. La obra misma

es ciencia. Posee esa integridad y redondez que se sostiene y

enmarca a sí misma. La introducción siempre podrd ser solo


AL LECTOR
introducción, nunca ciencia. Habrd de de.fraudar tanto al

que pida la demostración como al que crea hallarse exento

de pedirla. Introduce: esa es su porción de demostración.

Pero tiene que renunciar a la demostración decisiva: la


QN,rido viejo amigo:
introducción no debe conducir hasta el punto en que se

convierte en deducción. Solo aquello a donde se conduce es


tds desde luego acostumbrado a que te tuteen. Pero es
lo que da a todo acto de introducir su verdadponiéndolo a
9" un mal hdbito cuando las circunstancias hacen que
prueba. Solo elfinal demuestra el inicio. El acto de poner
-,/ 11utor, cual viajante de comercio filosófico, se presente

a prueba es la verdadera demostración. Pero ¡en qué cosas


l/litzndo desde .fuera y trayendo consigo no sé qué prodigios·
me pierdo! Si usted concediera estas últimas palabras, o
•"'-ftsicos. El tú no estd al comienzo de una relación. Pero
si tan siquiera llegara a entenderlas, no sería entonces el
tlfUI no debe ser así, no al menos según mi voluntad No

que es, no sería el conocedor. ¿ Y acaso me estd,permitido


fl'l,ro presentarme ante ti como un extraño, sino como un
esperar que alguna vez deje usted de ser el conocedor que es
tllljo conocido. No te traigo nada en absoluto. Míralo como
y se convierta en aquel a quien yo, quiera que no, he de
11 yo fuera un compañero de colegio que quizd abandonó
dirigirme ahora y que usted, me temo, no llegard a ser
"""s o después que tú nuestra común escuela, la escuela del
nunca: el lector? Asípues, me despido de usted en el umbral,
Mno sentido común, por la que ambos pasamos una vez du­

a limine en todos los sentidos, y quedo


,.nte mds o menos tiempo. Lo único que traigo conmigo son

""ºs cuantos viejos recuerdos comunes del colegio. Ambos


de Vd. atto. y s.s.
/,,mos estado entretanto en otras escuelas, ambos hemos in­

psado en la vida. Ahora resulta que vuelvo a encontrarme


El Autor
tontigo; y al volver a mí, fresco y vigoroso, el recuerdo de

IIIJUella primera escuela, y al tener todavía ante mis ojos

11 los antiguos compañeros de colegio, tal como los conocí

entonces, me resulta fdcil hablarte de tú, mientras tú aún

titubeas entre el usted y el tú, deseando en silencio que el

otro hubiera tenido a bien mostrar un poco mds de tacto.

¡Oh!, no, permíteme no tener tacto ninguno. Y esperemos

47
El librito del sentido común sano y enfermo

que al final de nuestro encuentro adquiera también para


I

ti nuestra época de colegio, transcurrida en común, tanta EL ATAQUE

viveza. que también tú vuelvas a conocer a este que, así, te

saluda de momento en el umbral,

tuyo

111no sentido común está desacreditado entre los

El Autor sofos, Se admite que bien debe bastar para comprar

cuarto de libra de queso, o para pedir a una mujer

en matrimonio, o a lo sumo para determinar incluso si

\In acusado ha cometido un robo; pero la respuesta a la

tt,egunta de qué sean «propiamente» el queso, la mu­

fer o el delito, eso es algo, se dice, que no deberíamos

IIJ>erar de él; aquí tendría que intervenir el filósofo:

os demuestra que tiene que ser así». Tales preguntas

lllian demasiado elevadas para el sano sentido común.

lerian preguntas de «suma» importancia, preguntas «úl­

timas». La filosofía estaría en su legítimo derecho de

Ntultarle incomprensible al entendimiento común. Es

lllás, sería su deber. Pues ¿para qué la habría si el sano

•ntido común ya supiera por sí mismo la respuesta a

cllchas preguntas? ¿Acaso es este el que las hace? ¿O no

• primero la filosofía la que, asombrada, se detiene justo

ahí por donde el sano sentido común, sin parar mientes,

pasa de largo? Y aunque, por lo demás, la filosofía no le

aventajara en nada, ya este solo asombrarse le daría a ella

•a primacía que para sí reclama. Pues el sano sentido

común, se dice, no se asombra.

Puede ser. Aunque . . . ¿de dónde le viene al filósofo

IU saber del asombro? ¿ D e dónde le viene siquiera la

49
El librito del sentido común sano y enfermo I. El ataque

mera palabra «asombro»? ¿Acaso no se asombra tam­ queda parado en su paralización. Excluye este estado

bién la mitad de la humanidad que no filosofa? ¿No , este acontecimiento de su asombro, de la corriente

se asombran el niño, el salvaje, cientos de veces, quizá IU vida, que sigue fluyendo. Se para a pensar, repiensa

más a menudo que el filósofo? Pero, claro está, llega co,as. Y puesto que ha desviado el flujo de la vida que

un momento en que cesa el asombro de estos otros: es te detiene, ese resolvente natural de todos los atascos,

devorado por el curso de la vida, engullido en el pro­ todo asombro retenido, estancado; puesto que, en

greso de los días. Desaparece con la misma naturalidad de seguir pensando -cosa que solo puede hacerse

con la que surgió. El niño se asombra del adulto. Pero N sigue viviendo-, empieza a «re»-pensar y a «pos»-

la pregunta que yace en este asombro se responde por 1ar, no le queda más remedio -en el sitio donde

sí sola cuando, un buen día, el niño llega a adulto. La 1M' que enfrascarse en el «problema», en ese «pro­

mujer se estremece ante el varón, el varón se rinde ante ... ma» y «ob-sranre» del pensar extraído del fluir de

la mujer. Pero su mutuo asombro encuentra su solución vida. La paralización asombrada se le vuelve eterna

y disolución en el amor que les acontece. Ya no son más • e.a imagen especular de ella igualmente paralizada:

entonces algo maravilloso el uno para el otro, pues la 11 •ob-stante». Este lo ha cautivado y lo sujeta, le ha

maravilla los envuelve a ambos. Lo viviente se queda abligado a detenerse y a quedarse quieto. Por haberse él

estupefacto ante la muerte. Pero un buen día lo viviente all,mo empeñado rígidamente en detenerse en su asorn­

mismo muere. Su asombro se ha resuelto. La propia lt,o. Y así, en el sitio por donde antes fluyera el río de la

vida ha traído esa solución. Así se asombra el hombre. �. tiene ahora la imagen estante, estática, la estatua

Ciertamente, se para: asombrarse quiere decir pararse, del objeto. En este, por tanto, se enfrasca ahora. Pre­

quedarse paralizado. Pero no se detiene ahí. El río de pnta: ¿qué es? Y cualquier respuesta le vale, con tal de

la vida se lo carga a cuestas, junto con su asombro, y lo ttue le deje estar la pregunta. Pues sin esta pregunta, sin

lleva más allá. Él sólo tiene que esperar, sólo tiene que la paralización de esta pregunta se desvanecería para él

seguir viviendo, y se disolverá la rigidez de su asombro. 111 ob-stante, el objeto artificialmente sacado y destacado

Otra cosa sucede con el asombro del filósofo. del torrente de la vida que fluye. Pregunta qué es. Pero

El filósofo no puede esperarse. Su asombro no es dis­ ahora se venga de él la arbitrariedad de esta pregunta, la

tinto del asombro del hombre común. Pero el filósofo no porfía de no querer vivir por no poder esperarse. Solo

deja que las cosas lleguen a esa disolución de la rigidez obtiene una y otra vez una respuesta, siempre igual.

que la vida traerá consigo. Esa solución tarda demasiado Porque, como no es capaz de preguntar en el sentido de

para él. Él la quiere hoy mismo, el día en que le ha sobre­ la largura de la vida, de su largueza, por no tomarse su

venido el estupor, y la quiere aquí, en el sitio donde está. tiempo para esperarse a la respuesta, tiene que preguntar

50 51
EL Librito del sentido común sano y enfermo I. EL ataque

en ese preciso instante y lugar, y en ese instante y lugar lo intermedio de su concepto universal, en el gris

tiene que venirle la respuesta. La pregunta, puesto que y universalísimo de la cosa en general. La substan­

no se le da tiempo para tender a lo largo, se dirige ahora devicne una, única. Ella es la esencia «auténtica»

a lo profundo; y desde lo profundo, desde lo que está laa cosas. A la propiedad del objeto, arrancada en el

por debajo del objeto, tiene que venirle la respuesta. Pero bro detenido, le corresponde la autenticidad de la

lo que está por debajo del objeto es la sub-stancia. Por ncia. «¿Qué es propiamente?», pregunta la pregunta;

ella, por la «esencia», por el ser «auténtico» del objeto, •encía «auténtica», responde la respuesta.

pregunta el filósofo. No tiene que esperarse primero a •Propia y auténticamente»: así no pregunta ni res­

la respuesta a esta pregunta. Esa respuesta se encuentra ndc ningún otro hombre que el filósofo. En la vida

dispuesta al punto. Es tan independiente del tiempo y iillcha pregunta vale tan poco como raro es que se dé en

de su transcurso como independiente de este fluir ha vivir. Tampoco el filósofo la hará en un caso extremo.

llegado a ser el objeto, artificialmente suelto, separado :lfo preguntará lo que cuesta «propiamente» el cuarto

de él e inmovilizado. A la artificiosa atemporalidad de • libra de queso. No preguntará a la mujer elegida si

la pregunta «¿qué es?» responde una respuesta que, en -,ropiamente» quiere ser su esposa. Ni va a afirmar

vista de tal pregunta, ya no es antinatural y que, no Na negar que el acusado haya robado «propiamente».

obstante, solo es en sí posible sobre la base de dicha :No «propiamente» sino «realmente» es la palabra de la

pregunta antinatural, a saber, la respuesta: «la esencia». -wda. Pero el filósofo dice: propiamente. Al ceder a su

El «sub-stante» substancial de los muchos objetos uombro, al detenerse y dejar que lo real siga realizando

solo puede ser forzosamente uno. Pues, precisamente, IU curso sin él, el filósofo es rechazado y limitado a lo

¿qué otra cosa, a no ser su sucederse en el transcurso de propiamente auténtico. Ya aquí, y no más tarde, se se­

la vida, diferencia las vivencias? ¿Qué otra cosa nos trae para su camino de los caminos del sano sentido común.

al ánimo que nuestra acción es nuestra acción, a no ser 11 sano sentido común se fía de lo real y de su realizar. El

el experimentarla como consecuencia de nuestra vida &lósofo, desconfiado, se retira de lo real, que prosigue su

pasada y el experimentar nuestra vida por venir como realizar, al resguardado círculo mágico de su asombro y

consecuencia de ella? ¿Qué diferenciaría, en caso contra­ le abisma en la profundidad de lo propiamente autén­

rio, nuestra acción de la misma acción que otro soñara dco. Aquí ya nada puede turbarlo. Está seguro. ¡Qué más

de nosotros? Solo en el transcurso de la vida obtiene le da ya lo «inauténtico» e «impropio»! Y todo lo real,

cada cosa su índole propia. Sacadla de ahí, prendedla ya se sabe, es inauténtico e impropio. ¡Qué más le da ya

con el espetón de la pregunta «¿qué es?», que la sustrae el acontecimiento mientras él sea capaz de mantenerse

al tiempo, y se hundirá deprisa y corriendo, a través del en el círculo mágico de aquel asombro que surgió un

52 53
El librito del sentido común sano y enfermo

día! El acontecimiento puede incorporarse al círculo 11

mágico; ser también objeto de asombro es todo lo que, VISITA AL ENFERMO

a lo sumo, le es concedido. Pero que rompa el hechizo,

que disuelva la rigidez del asombro, que vuelva a hacer

fluir el torrente retenido y despierte a los espíritus de

vida agazapados en el «substante» de lo propio y autén­

tico, reanimándolos cual tempestad sobre la comarca 1 acercamos al lecho del enfermo. El paciente ha

de la realidad: tal cosa no le está autorizada. Y todo '9nldo que meterse en cama; súbitamente no pudo ya

esto no sería, por lo demás, mayor desgracia si fuera llevar a cabo ninguna de las acciones necesarias del día

un asunto que concerniera meramente a los filósofos. dla. Se sentía como afectado de parálisis. Se había visto

¡Qué pocos filósofos hay!, aun contando todos los ca­ -,Omctido por la rigidez del asombro. Sus manos ya no

tedráticos y profesores que imparten esa «disciplina». senrían capaces de agarrar nada, pues ¿quién les daba

Pero lo enrevesado es que cualquier ser humano puede, .recho a cogerlo? Sus pies ya no se sentían capaces de

de la noche a la mañana, ponerse a filosofar. No hay udar, pues ¿quién garantizaba un suelo a sus pasos?

persona sana que sea inmune a esta enfermedad. Y en lu1 ojos no eran ya capaces de mirar, pues ¿quién les

el instante en que el que estaba sano es atacado por ella, probaba que no los estaba burlando un sueño? Ni sus

en el instante en que el entendimiento, hasta ese mo­ oldos de oír, pues ¿quién era ese otro al que debían es-

mento sano, cree tener que filosofar, ya no hay de re­ 111char? Ni su boca de hablar, pues ¿valía la pena verter

pente mayor preguntador de lo «propio» y «auténtico» palabras en el vacío?

que él. Entonces se pone a filosofar por mucho que les ¿Qué le había p a s a d o ? Ayer aún marchaba por

pese a los Siete Sabios. Entonces sobrepuja filosofando la vida alegre y despreocupado, arrancaba del árbol el

al filósofo, lo «sobrefilosofa». Entonces no hay nadie fruto que sus ojos le señalaban, se saludaba y charlaba

ya que se fíe menos de sí mismo que él. Entonces el con quien con él se cruzaba. Y de repente ya no supo a

sano sentido común queda trastornado de una vez por qué atenerse a propósito de nada: había perdido el norte .

el golpe. Vamos, pues, a observarlo ahora más de cerca Y ahora yacía enfermo en la penumbra de su habitación,

en este estado de parálisis. con los oídos tapados para amortiguar los sonidos, y no

quería tener ni un alma a su alrededor.

Ya le había visitado el médico milagroso, el mismo

que por todas las esquinas va pregonando su infalible

remedio y a quien los angustiados familiares habían

54 55
El librito del sentido común sano y enfermo II. Visita al enfermo

mandado llamar sin demora. Este exhibió su expresión Universidades y los planteles alemanes. El procedimiento

más sapiente: «Lo conocemos y lo curamos según in­ tlene ya cuarenta años. El descubridor se ha decidido

falible método. Su meta se le ha vuelto incierta, ¿ver­ 1010 recientemente a darlo a conocer al público. Síntesis

dad? No importa, simplemente actúe como si estuviera de un Kant simplificado y un Nietzsche despojado de

cierto de ella». Sí, pero . . . es que precisamente ya no tus tonterías. Cualquier niño puede llegar a entenderlo

estoy cierto de ella. «Nada, nada, amigo mío: ¡como )' aplicarlo. Solo que ya no debe ser un niño. Quiere

si! Métaselo bien en la cabeza, sencillamente persuá­ Usted comprar un cuarto de libra de queso y se ha de­

dase a sí mismo de la certeza de su meta, fortalezca su jado su monedero en casa. Nada más sencillo que esto:

musculatura de "como si" mediante ejercicios diarios, timplemente haga como si pagase. Comprobará que

cada hora, y verá cómo nota los buenos resultados». Sí, el tendero se queda igual de satisfecho que si usted hu­

pero . . . ¿usted cree en eso que dice? «¿Yo? De todo punto biera pagado. ¿Quiere usted casarse? Haga simplemente

innecesario, amigo mío. Si no debe usted creérselo. Solo como si quisiera casarse. El dispendio es considerable­

tiene que hacer como si se lo creyera. Buenos resultados mente menor y el éxito es el mismo. Es usted miembro

garantizados. No ande con cuidado, fíese de ello. O al de un jurado. ¿Siente usted escrúpulos de la licitud de

menos haga como si se fiase de ello». Aun así. . . Es que la pena de muerte? Nada más sencillo que esto: se hace

no es solamente la meta la que se me ha vuelto inse­ como si se ajusticiara al delincuente. A usted le da igual

gura, sino el camino mismo, el hacer mismo. Ya no sé a y a él no le duele. Sabrá usted que el dicho "dese usted

ciencia cierta si soy yo el que hace o si se hace en mí, o mismo por abofeteado", en otro tiempo una sentencia

si solo estoy soñando mi hacer o que se hace en mí. de pacotilla, es hoy la última conclusión de la sabidu­

«¿Eso también? Un caso más complicado . . . El cual, sin ría. ¡Como si no hubiéramos llegado formidablemente

embargo, no se sustrae a nuestros acreditados remedios. lejos!». Disculpe, siento ya como que le entiendo. Pero

Tan solo una aplicación más amplia. Muy sencillo, ¡haga cuando dice usted que, al habérseme vuelto a la vez in­

usted justamente como si hiciera!». ¿ C o m o si hiciera ciertas la necesidad de la meta y la realidad del camino,

como que lo hago? Pero, caballero . . . «¡No hay pero que debo hacer como si hiciera, como si mi meta fuera una

valga! Como si como si. Dos mejor que uno. Lo hemos meta . . . pero ¿cómo voy a hacer como si tal cosa si preci­

probado cientos de veces. En todos los círculos. Entre samente yo mismo me he convertido en algo no menos

caballeros del campo de la filosofía, del derecho y de la incierto para mí que todos los caminos de este mundo

medicina, y, por descontado -no "por desgracia"-, y que toda meta? A su doble comosí-comosí, que carga

también de la teología. Ha sido aprobado y acreditado sobre sus dos hombros el hacer y la meta de la acción,

por eminentes y eminentísimas personalidades de las le corresponde un actor. . . , y el actor mismo, yo mismo,

57
El librito del sentido común sano y enfermo II. Visita al enfermo

me he vuelto incierto para mí mismo. «¿ Un actor? ¿Aún Su propio cuerpo era para él como un cuerpo extraño.

no lo sospecha? También de esto nos hallamos dispen­ Ya no sabía si el horizonte se hallaba al alcance de su

sados. Solo por triplicado se cierra el anillo. ¡Esté usted mano o infinitamente lejos. En suma, que lo que antes

en la incertidumbre con respecto a sí mismo! Yo tam­ era obvio y natural se le había vuelto repentinamente

bién lo estoy. Simplemente actúe como si actuara usted algo que parecía tener primero que buscar, algo que

mismo. Como si hiciera como que actúa. Así se com­ parecía tener primero que demostrarse a sí mismo. Así es

pleta el corro. Dios, el mundo, usted mismo se enlazan Justamente como ya no pudo seguir adelante. Se quedó

en un comosí. Hay un único ser, el ser-como-si. En él parado. Y así es como fue traído hasta aquí.

está todo acomodado. Es el único abovedado sótano Un caso grave. El diagnóstico lo damos por seguro.

bajo toda realidad. En él se halla la auténtica esencia Aún le tomamos el pulso pro forma, y no nos sorprende

de usted». ¡Caballero!, la cosa ya está oscura; no hace encontrar que es extremadamente lento. Temperatura:

ninguna falta que me conduzca usted a los sótanos. como quien dice, ninguna. Las cosas están tal como

Necesito a alguien que me saque del sótano, no que suponemos. El diagnóstico es sencillo. No lo es tanto

me meta en él. «Mi muy respetable señor, olvida usted la terapia.


que soy filósofo. Mi oficio me conduce a los sótanos».

Pues tanto peor para usted. Pero yo quiero salir. «Ca­

ballero, ¿quiere usted dejarse curar o n o ? » . ¿No basta

con que haga como si quisiera dejarme curar? «¡Qué

desvergüenza! ¿Acaso se cree que estoy aquí para que se

burle usted de mí?». El enfermo ya no replica nada.

El médico milagroso se había retirado. El enfermo

yacía en su postración, con menos esperanzas aún que

antes. Nos mira con desconfianza. ¿Qué podemos ofre­

cerle? Comenzamos por preguntarle cuidadosamente

cómo ha sucedido todo esto. Pues bien, precisamente . . .

resulta que no había ocurrido nada en particular. Él

iba por su camino de todos los días. De repente se le

ocurrió algo. Se quedó parado. Y cuando quiso reanudar

la marcha, resulta que ya no podía hacerlo. Era como

si la calle se le hubiera escapado por debajo de los pies.

59
111

DIAGNÓSTICO

Llegados a este punto, para aclararle del todo el caso al

lector, hay que requerir de él un poco de paciencia y

pedirle que atienda a un capítulo tomado de la fisiología

del entendimiento. Después de que haya conocido con

nosotros el cuadro clínico, entenderá fácilmente esta

pequeña disquisición.

¿Cómo trabaja el entendimiento sano? Tomemos de

nuevo ese caso cotidiano que ya nos ha servido en repe­

tidas ocasiones: el cuarto de libra de queso. Trasladémo­

nos al taller de pensamiento de su comprador. Hay dos

posibilidades. O ha salido de casa con la intención de

comprar el queso, o esa intención le ha venido solo al

pasar por delante de la tienda. Ambos casos tienen algo

en común, a saber: que el queso que acaba comprando

es un pedazo de queso muy determinado y no otro.

¿Cuándo se ha convertido en este pedazo concreto?

Por lo menos en el instante en que fue cortado por el

vendedor. Quizá ya antes. Quizá, en uno de los casos,

ya en el momento en que, al pasar por delante del es­

caparate, vio el trozo de queso y le entraron ganas de

él. ¿Qué era antes? Nada. Y en el otro caso, al salir

a la calle con la intención de comprar queso, ¿no era

entonces meramente queso en general en el que pen­

saba? No, pues el pensamiento de comprar un pedazo

61
11l. Dit,gnóJtict,
El librito del sentido común sano y enfermo

en general, sino que, hasta el instante en que el queso


de queso cualquiera solo podía acudir a él por tener
de hoy fue descubierto en el escaparate, se parecía al de
en la lengua, al pensarlo, el recuerdo de un pedazo de
ayer. ¿Cómo sucede entonces, en este a todas luces deci­
queso muy concreto que, pongamos por caso, había
sivo punto de la línea auxiliar, el paso de ayer a hoy? ¿Es
comido ayer. También ahí, el concepto universal de un
realmente la eternidad exenta de tiempo la mediadora
pedazo de queso cualquiera era tan solo el eslabón in­
necesaria entre dos puntos separados en el tiempo?
termedio entre el queso concreto, del cual todavía se
¿Qué ha ocurrido en realidad? He desviado la imagen
acordaba su lengua, y ese otro queso determinado que
de mi deseo, la cual hasta ese instante aún se aseme­
luego encontró en la tienda. Este eslabón intermedio del
jaba a una imagen concreta de mi recuerdo, hacia la
«queso en general» puede estar presente; tal como enseña
imagen mostrada ahora en el escaparate. Lo que queda
el caso de la compra repentina, no necesita estarlo. Que
de toda esta transformación, si la contemplamos libres de
esté siempre presente, también en el último caso, es una
prejuicio, no es nada más que la palabra «queso». Pero
afirmación infundada. ¿Qué es lo que da lugar a ella?
¿realmente es solo una palabra, meramente un nombre?
Una sencilla observación, tan sencilla que apenas vale
Sí: meramente un nombre. Todo lo demás ha cambiado;
la pena hablar de ella. El queso recordado, el deseado y,
queda el nombre. De momento nos limitamos a com­
finalmente, el comprado no se parecen. Incluso pueden
probar esto. Pero ¿qué se ha ganado con esta compro­
ser muy distintos. Algo lo son siempre. Así pues, tiene
bación? Pues bien, de entrada, seguramente, que nadie
que haber un tercero que los enlace. Esta necesidad
ante el nombre caiga en la tentación de pensar que él es
de un tercero ha pasado entretanto a asociarse al con­
la auténtica esencia de la cosa. No se querrá afirmar que
cepto universal, que a ratos se halla efectivamente pre­
el queso «es» la palabra «queso». Aun así, la palabra es lo
sente como eslabón intermedio, de queso en general. Este
único que permanece, lo único de lo que cabe decir que
último lo hay siempre, asegura la filosofía desde hace mi­
fue, es y será. Todo lo demás o fue, o es, o será. Solo el
lenios, aunque no se perciba. Este «queso en general» es
nombre es ayer, hoy y mañana. Y el nombre no es la cosa.
la «idea» de queso, lo que el queso «auténticamente»
Sucede algo similar con la proposición de matri­
es. En realidad, ningún ser humano ha visto nunca este
monio. Entre la decisión de la pedida y la aceptación
queso ideal que «siempre» «es». Se desvanece en el aire
final, o también las calabazas finales, siempre hay un
tan pronto como se lo quiere considerar detenidamente.
tiempo. Este tiempo puede verse reducido al máximo,
Solo es una línea auxiliar mediante la cual intentamos
como en el caso de Romeo y Julieta, un amor a primera
unir esos dos puntos, el queso de ayer y el de hoy. A la
vista. Puede extenderse durante un largo trecho, si por
verdad, durante el tiempo en que se movía a lo largo de
ejemplo la proposición viaja en carta por mar y regresa;
esta línea auxiliar, el queso no se asemejaba a un queso

62
El librito del sentido común sano y enfermo III. Diagnóstico

quizá incluso lleve años: la guerra probablemente ha sido Pero, de nuevo, son «meramente» nombres. Nadie

causa de situaciones semejantes en las que una pausa pretenderá afirmar que ellos dos «son» sus nombres.

artificial ha separado durante años la pregunta de la La pregunta «¿qué eres?», o sea, la pregunta-qué-es, la

respuesta. Pero siempre requiere tiempo. Y porque re­ pregunta por la esencia, no ha sido hecha. Esta pregunta

quiere tiempo, es inevitable que la respuesta la dé un se ha vuelto superflua por la respuesta a la pregunta­

ser humano que ya no es el mismo del instante de la quién-eres, no expresamente formulada: por el nombre.

pregunta del otro, y que la reciba un ser humano que La pregunta por la esencia no ha aparecido. O si, en el

ya no es el mismo del instante de la propia pregunta. caso del largo intervalo de tiempo, hubiera surgido, pese

Hasta dónde puedan llegar estos cambios es algo que a todo, en forma de atormentadas dudas sobre la posibi­

en absoluto puede preverse. Aun admitiendo que entre lidad de que «un» ser humano --esto es: un ser humano

la pregunta y la respuesta solo fueran mínimos, hay que cualquiera- pueda seguir siéndose fiel a sí mismo de

reconocer que ambas, pregunta y respuesta, se refieren manera que le siga siendo fiel al otro, dicha pregunta

por su contenido a todo el tiempo de vida siguiente, y queda resuelta en el preciso instante en que el lugar

que en ese tiempo subsecuente van a suceder cambios de «cualquiera» pasa a ocuparlo de nuevo, mediante el

tanto en quien preguntó como en quien respondió: esto nombre, alguien bien determinado. El nombre no es

no podrían negarlo, si quisieran ponerse a pensarlo, ni la «esencia». Es otra cosa. Es tan permanente, empero,

siquiera los amantes a primera vista, ni siquiera Romeo como debería serlo la «esencia». Y solo su permanencia,

y Julieta. Pero no paran mientes en ello. Ni en general se no la permanencia de una «esencia», es lo que le importa

piensa, ni al formular la petición ni al dar la respuesta, al sano sentido común en su obrar.

en estas posibilidades de cambio. Uno se atiene a lo También es similar el caso de la sentencia judicial.

duradero. ¿ Y qué es esto duradero? Contemplado sin Está comprobado sin lugar a dudas que el acusado es

ningún prejuicio, de nuevo no es otra cosa sino el nom­ culpable. El delito se halla en el pasado, acaso muy

bre, es decir, en este caso, los nombres propios de ambos. atrás en el tiempo. La sentencia decreta una pena que

Así es como los nombres propios suelen ser también, prolonga el castigo hasta un futuro lejano. No solo el

realmente, esa primera palabra en la que se resuelve la criminal puede haber cambiado ya en el espacio de

tensión del juego de pregunta y respuesta. Realmente, tiempo entre el delito y la sentencia, y aún cambiará

son para ellos la única garantía de que el mañana va a casi con coda certeza, para bien o para mal, durante el

estar unido al hoy, y de que en este hoy va a desembocar, periodo de cumplimiento de la pena, sino que el propio

realmente, el ayer, el ayer íntegro de esas dos criaturas crimen puede en este tiempo adquirir otro aspecto. En

humanas hasta entonces separadas. un futuro puede aparecer como más o menos grave,
El librito del sentido común sano y enfermo III. Diagnóstico

incluso puede -por ejemplo, el crimen político- ser dada para el crimen, sino que, además, determina en

alabado en breve como un acto heroico. La sentencia parte que esta acción «es» dicho crimen. ¿Cómo sucede

no necesita preocuparse por todas estas posibilidades. esto? ¿Acaso pregunta qué es esta acción «propiamente»?

Se atiene a la designación del crimen suministrada por Podemos tener la certeza de que, si preguntara de este

el derecho vigente. Este nombre del crimen es lo deter­ modo, encontraría en dicha acción, justo como el poeta,

minante para ella. Mientras el crimen no haya cambiado cualquier cosa menos que ella sea un crimen o, incluso,

de nombre, mientras la «infracción infame» no se haya este crimen concreto. Al contrario: no hace otra cosa

convertido, por la variación de la situación general, en que nombrarla con el nombre del crimen. Solo que este

«inmortal empresa», mientras eso no suceda, continúa nombre tampoco es aquí, para él mismo, un nombre

inmutable: solo esto distingue su nombrar de las de­


su juicio en vigor.

Todo depende también aquí, una vez más, del nom­ nominaciones en los otros dos casos. La acción no «es»

bre. El crimen no «es» su designación. Nadie sería tan aquí su designación, igual que allí la cosa tampoco era

insensato como para afirmar semejante cosa. Nunca su palabra, ni el ser humano su nombre propio. Pero la

hasta ahora una acción ha «sido» simplemente robo. designación es, aunque aquí solo muy relativamente,

Cada hecho real es tan complicado como lo narraría lo que permanece.

la compasión del poeta versado en el corazón de los De todos modos, se entiende que el sano sentido

hombres. La acción no «es» su designación. Pero es en­ común pueda en este último caso perder el norte y tras­

juiciada sobre la base de su designación. Por mucho que tornarse con más facilidad que en los dos casos anterio­

quiera cambiar su aspecto, en tanto no haya cambiado res. Y este trastorno suyo puede que saque a luz lo que

de nombre continuará siendo para la sentencia lo que quizá ha sucedido con él también en los otros casos.

era. El nombre del delito enlaza en una unidad el pe­ ¿Qué le sucede al juez? Debía dictar sentencia. En vez de

ríodo de tiempo entre el suceso y su enjuiciamiento, y, dictarla, se enmaraña en la red de la pregunta: «¿Existe

más allá, hasta el final de la condena. eso que llamamos crimen? Pues si soy yo mismo el pri­

Claro es que aquí sí que se echa de ver una diferencia mero que atribuyo en mi sentencia la designación de

respecto de los dos casos discutidos anteriormente. El crimen a unos hechos tan extraordinariamente intrin­

nombre mismo no es aquí simplemente institución hu­ cados, y no solo intrincados, sino constantemente cam­

mana -pues eso lo es igualmente en los demás casos-, biantes en su significado para los demás y hasta para su

sino que es establecido, no del todo, pero sí en parte, tan propio autor, la acción ¿es entonces un crimen?, ¿qué

solo en la aplicación. Todo juez tiene algo de legislador. es propiamente?». Está claro lo que le empuja a hacerse

Nombra la acción no solo con una denominación ya semejante pregunta: sabe que tiene parte en la designa-

66
EL Librito del sentido común sano y enfermo 111. Diagnóstico

ción del hecho. Al reparar en esta participación suya, resto es --en todo caso para el juez- silencio. La firmeza

el resultado, la denominación del crimen, se le vuelve del nombre, la única que le estaba dada de un modo

incierto. Piensa que, igual que lo ha llamado así, «bien tangible, se ha convertido para él en algo que despierta

podría» «de la misma manera» no haberlo llamado así; su recelo; al buscar ahora lo estable en las cosas, las cosas

«puede imaginarse» que un buen día quizá ya no lo se le han sumido en la oscuridad de la esencia. Es una

llame así. La firmeza de la designación, la confianza en forma de la enfermedad que conocemos.

el nombre, empiezan a tambalearse para él; ahora busca Más raras que esta forma, cuyas víctimas corretean

lo estable en el propio fenómeno, en los hechos (en lo innumerables por el mundo, son las otras dos. Pues

que ha sido hecho, incluido el autor), y dirige a estos mientras que ese no saber a qué atenerse a propósito

hechos la pregunta desesperada que busca algo estable, del obrar razonable, a propósito de la vida pública en

algo permanente, que busca una «esencia» ahí donde la todas sus facetas, puede sobrevenirle alguna vez casi

realidad, qué le vamos a hacer, no quiere mostrar nada a todo hombre, es más, que la insensatez acaso sea más

frecuente en este terreno que la sensatez, sin embargo,


permanente: la pregunta «¿qué e s ? » .

Es natural que ahora le nazcan respuestas, bellas res­ en la vida privada de los seres humanos sucede algo

puestas teóricas sobre la esencia del crimen, respuestas equivalente relativamente poco. Menos aún, propor­

que tienen en común, todas ellas, no designar ya este cionalmente, en el conocer, quiero decir: en el efectivo

crimen concreto sino, en el mejor de los casos, el crimen y real conocer cotidiano. Pues sin duda se consideraría

en general: enfermedad, pecado, error, consecuencia de que es un estrafalario morboso aquel que, por seguir

las condiciones sociales; respuestas, todas ellas, que da­ con nuestros ejemplos, prefiriera no casarse al no estar

das cada una por separado en el momento y en el lugar suficientemente seguro de sí mismo ni tampoco poder

adecuados -por el médico, por el eclesiástico, por el estarlo nunca, después de todo, del amor de su amada.

profesor, por el hombre de Estado-- quizá no carecerían Su posición es naturalmente incontestable al establecer

de sentido. Y que únicamente aquí, únicamente a él, que dicha afirmación. Si se fija de manera aislada en los

pregunta, no le son de ninguna ayuda. Pues él debe dictar hechos humanos que vienen al caso, si los excluye del

sentencia, él es juez. Está perdido si deja de confiar en la ámbito de poder del «dejar al tiempo las cosas» y «dar

palabra significante que está encargado de pronunciar. tiempo al tiempo», entonces nada hay que replicarle.

Solo puede juzgar mientras guarde la particularidad de Pues lo único sólidamente tangible a lo que se atiene

los hechos a la que tiene que colgarse la designación; pero en semejante caso la persona sana, a saber, los nombres

la pregunta «¿qué es?» le hunde aquella particularidad propios, no entran en vigor, a diferencia de la desig­

en el concepto universal de una «esencia» cualquiera. El nación jurídica del crimen, solo en el instante de su

68

l
El librito del sentido común sano y enfermo 111. Diagn6stico

aplicación; pero, aun así: ellos no son de por sí más que personas llaman a esta cosa de manera distinta. No obs­

nombres «arbitrarios», dados una vez por los padres . . . tante, a ese mismo filósofo que no compraría el queso

qué seguridad le van a ofrecer. Como queda dicho: si porque «queso» se dice en francés .fromage y porque,

piensa así, es irrefutable. Pues no ha hecho otra cosa en consecuencia, esa cosa no «es» queso, a ese filósofo,

más que formular la pregunta «¿qué e s ? » a propósito decimos, le correspondería estar en esa casa donde el

del hombre, y la respuesta -igual da su tenor, ya sea conjunto de sus habitantes, el personal sanitario aparte,

«la maravilla de la creación» o «la quintaesencia del son filósofos.

polvo»-, en cualquier caso, ha desvanecido al hombre Tanto una como otra vez, el cuadro clínico es, de to­

real, que es él y que es su amada, convirtiéndolo en un dos modos, el mismo. Justo en el último caso, que apenas

fantasma; que sea un fantasma del cielo o del infierno se da en la realidad, puede dicho cuadro ser teóricamente

no le importa. No se puede convivir ni como ángel ni contemplado en estado puro. Y se puede presumir ya

como demonio, ni tampoco vivir junto a un ángel o que también los casos que aparecen en la realidad no

junto a un demonio, si este ángel y este demonio, como carecen por completo de relación con aquel teórico caso

suponemos aquí, solo representan un ángel o un demo­ de escuela. Todos ellos tienen en común la inversión del

nio en general, es decir: la respuesta a la pregunta «¿qué procedimiento natural. Mientras que el sano sentido co­

es?» que pregunta por la «esencia» del hombre. mún se conforma con la estabilidad de los nombres, sean

Si toda persona sana ya ve en este preguntador un estos palabras, nombres propios o designaciones, y les

enfermo -y la mayoría de los seres humanos está sana concede a las cosas, a las vivencias y a los acontecimientos

en este punto---, la situación es mucho más sencilla en el su libertad indudable, el que ha enfermado se desen­

último de los casos, que al inicio era el p ri m e r o : un tiende de los nombres como de algo sin valor y retiene

caso que con toda probabilidad se da exclusivamente en las cosas, vivencias y acontecimientos para preguntarles

teoría. Apenas sucederá en la vida real que el comprador por su ¿qué-es? Es claro que así tiene que convertirse, a

del mencionado cuarto de libra de queso desista de su través de la oscura respuesta obtenida que todo lo iguala,

propósito al no poder demostrar que el tro�o a la venta en alguien que duda y desespera. Y aún es afortunado

es idéntico al pedazo que quiere comprar. Unicamente si, como nuestro paciente, todavía tiene fuerzas para re­

al filósofo, e incluso a él solamente en su estudio, y no chazar al menos la cacareada charlatanería que promete

ya cuando sale a la calle para procurarse su cena, se le curar la duda mediante una duda fundada en los «razón

ocurrirán semejantes pensamientos. Serían irrefutables. de más», en los «pues justo por eso», en los «como si»;

En cuanto pregunta «¿qué es?», ya no existe el queso; y para rechazarla como una inútil intensificación de sus

el nombre . . . bueno, sencillamente surgió una vez, otras penas. Pero ¿qué vamos a hacer ahora?

70 71
IV

TERAPIA

¿Qué hay que hacer? De ningún modo vamos a entregar­

nos al delirio propio de los malos galenos que pretende

que, después de haber diagnosticado la enfermedad, solo

exista una única terapia eficaz en toda circunstancia. Justo

cuando creemos no poder localizar la enfermedad de cual­

quier modo ni en cualquier punto, sino que, arites bien,

hemos llegado al convencimiento de que es el hombre

todo y solo el hombre todo, el hombre como un todo in­

tegral, el que se ha puesto enfermo, justo entonces no de­

bemos querer propagar un único procedimiento curativo.

Será mejor que consideremos una serie de posibilidades

de curación pensables, a riesgo de que, en su mayoría,

sean posibilidades que no se hallen a nuestro alcance.

Nuestro paciente padece, como hemos visto, una

inversión completa de las funciones vitales normales.

Parece, entonces, palmaria la necesidad de invertir a su

vez dicha inversión. Pero precisamente esta inversión

adrede de una inversión pasada, ya acontecida, tiene

sus riesgos. El ser humano siente una fuerte aversión a

dejarse «tratar». La inversión del entendimiento sano en

enfermo es un suceso pasado. ¿Debe forzarse la vuelta

del entendimiento enfermo al sano?

¿ Puede lograrse esta vuelta? La experiencia da la res­

puesta: sí. Sucede que aquellas quimeras del encendí-

73

1
El librito del sentido común sano y enfermo IV Terapia

miento enfermo se desvanecen como de un soplo por en el «ideal», deplorados hasta la saciedad, en prosa y

obra de un único acontecimiento. Un gran susto, una verso, desde el punto de vista del entendimiento en­

gran alegría, una fatalidad tremenda pueden, de un fermo; trátase de la tantas veces lamentada asfixia de los

golpe, hacer desaparecer todos los fantasmas de un en­ «sublimes sentimientos» en el «tráfago terreno». Pues,

tendimiento desnortado. En instantes así los nombres precisamente, lo que a la larga no puede ser es negar

relucen con tal intensidad en su originaria luminosi­ lo cotidiano en favor de unos sublimes sentimientos

dad -por ejemplo, la palabra «Alemania» en agosto de cualesquiera que serían mucho más «auténticos» que la

1914- que todo teorizar acerca de lo «propio y autén­ seca realidad. El tráfago terreno consigue imponerse. Y

tico» se hunde espontáneamente en la nada. Pero, claro: con él, nuevamente, la natural articulación de la vida,

esta clase de curación en absoluto puede ser provocada. el poder de los acontecimientos, justo esa pujanza del

Tan solo el acontecimiento puede traerla. Si tuviera uno vivir cotidiano con sus siempre renovadas pequeñas

la desfachatez de hacer de acontecimiento, semejante tareas y sus nombres que permanecen. La revolución

mascarada calculadora sería calada al punto por el en­ contra los firmes nombres transmitidos por tradición se

fermo y percibida en toda su ridiculez. Y otra cosa aún apaga, cesa la búsqueda de un sentido oculto tras los

otorga su peculiaridad a dichas curas provocadas a la acontecimientos, se toman los acontecimientos tal como

fuerza: no aseguran un éxito duradero. Una vez que ha vienen y no se les busca otro sentido que el de los nom­

pasado el choque, la persona se vuelve a adaptar, tarde bres que los nombran.

o temprano, a un estado duradero, y no puede decirse, ¿Pero se hace esto realmente? Si se hiciera, entonces

e incluso es altamente improbable, que tal estado du­ el regreso a la adocenada patria de la vida corriente, que

radero vaya a ser justo el normal, al cual su organismo se produce con la edad, sería con toda naturalidad, al

se había precisamente deshabituado y al que solo había mismo tiempo, la vuelta del sano sentido común. Sucede,

sido arrastrado de nuevo con violencia como efecto del empero, algo distinto. El sano sentido común vuelve.

choque. Otros efectos, de carácter más reposado y con­ Pero él mismo, por así decir, no lo sabe. No quiere ad­

tinuo, tendrían que darse aquí para que la curación por mitirlo. El filisteísmo tiene mala conciencia. Sabe que

choque se convirtiera en una curación duradera. es filisteísmo, pero preferiría no serlo. Se deja deter­

Pues bien, tales efectos c o n ti n u o s sí que pueden minar, en la apreciación de sí mismo, por medidas de

esperarse por lo general. El estado del entendimiento valor que definitivamente ha dejado de seguir en su vida,

enfermo es de todos modos tan anormal que, a la larga, pero que todavía -teóricamente- reconoce. Y por

la vida puede volver a recuperar su poder sobre él. Y eso, pero exclusivamente por eso, es el filisteísmo, aun

es que se trata de esos conocidos influjos de la «vida» viviendo de manera saludable, verdaderamente peor,

74 75

j
El librito del sentido común sano y enfermo Il/. Terapia

más abyecto que la vida enfermiza que dejó atrás. Pues naturalismo, o como quiera que se llame, es aquí igual

esa vida enfermiza al menos vivía con buena concien­ de peligroso. Pues la dolencia del entendimiento no es

cia; hacía lo que creía. A saber: nada creía y, por tanto, que busque lo «espiritual» como la esencia escondida

nada hacía. El filisteísmo, empero, lleva una vida sana detrás de lo real, sino que simplemente busque algo de­

y piensa, en la medida en que piensa, de manera en­ trás de lo real. Que se trate de real-idad, o de materia,

fermiza. Vive en el tiempo, en el día y atendiendo a las o de naturaleza: todo esto son conceptos-de-esencia ni

exigencias del día, y cree en la eternidad, o sea, en la una pizca mejores que el espíritu o la idea. Todos ellos

nada sin nombre y transmundana. Si creyese como actúa quieren «ser» lo real o serlo «auténticamente». Todos

estaría sano; y ahí donde cree como actúa está sano. Pero ellos conducen fuera de la vida. Todos ellos pasan de

eso es harto poco frecuente. De este modo, tampoco largo, con total imperturbabilidad, ante el hecho de que

la autocuración del entendimiento enfermo a través los nombres son nombrados. Y así, ninguno de todos

de la noche del tiempo conduce, en suma, al verdadero estos conceptos-ismo puede traer aquí la reconciliación

estado de salud; antes bien, a su parodia. Al menos, entre el obrar y el pensar, que es de lo que se trataría.

no se podría exhibir ante nadie el resultado normal de Precisamente por ser ismos, no importa si ideal-ismos

esta autocuración, es decir, el filisteo tal como es, como o real-ismos.

modelo de salud. Al contrario. Hay aún otra posibilidad. No queremos recomen­

Aquí surge, sin embargo, una tentadora posibilidad darla en exceso. Pues también ella promete el éxito solo

terapéutica. Dado que, de todos modos, el filisteo solo de manera condicional. Y las posibilidades de curación

padece la dolencia de pensar equivocadamente, no de que quedan sustraídas a nuestra intervención, a saber,

obrar equivocadamente, ¿no debería ser posible, des­ la curación por choque y la curación por el tiempo, no

pués de todo, extirparle este pensar equivocado y confiar pueden ser negadas, a pesar de no ser tan frecuentes,

en que lo correcto vuelva a crecer de nuevo, por sí solo, en por las razones mencionadas, como uno desearía. Valga

el operado? Sabido es que existen libros afilados como esta otra solo como posibilidad complementaria, com­

cuchillos que tienen fama de extinguir, con total segu­ plementaria quizá para aquellos que ya estén recibiendo

ridad y sin dejar rastro, todo enfermizo pensar idealista, la cura del acontecimiento o la del transcurso de la vida.

libros que, ya en sus mismos títulos, prometen entablar Una de las razones más poderosas que hacen que el

la lucha contra dicho idealismo. ¿Deberíamos, por tanto, sano sentido común se quede estancado y que le arreba­

servirnos de ellos? Tampoco esto puede ser. Y es que el tan la confianza en sí mismo es esta: que sería incapaz,

idealismo no es, como tal, el enemigo a combatir. Un al parecer, de dar respuesta a las «preguntas últimas», a

antiidealismo, irracionalismo, realismo, materialismo, la pregunta por Dios, por el ser humano, por el mundo.

77

1
El librito del sentido común sano y enfermo IV Terapia

Aquella paralización asombrada, con la que se iniciaba cuentros, en rigor, incluso, solamente en quitarle de

toda la cadena sintomática que percibimos, acontece encima su propensión a quedarse parado: ¿quién iba a

casi siempre en un punto del camino donde se rasgan saber todo esto mejor que nosotros? Que lo sabemos, y

los velos de la lejanía y uno de estos tres grandes macizos que desde un principio teníamos claramente presentes

montañosos se hace visible, por unos instantes, para el los límites de nuestra capacidad y de toda arte médica . . .

caminante. Son estos tres cordilleras antiquísimas por sobre todo eso, por lo demás, encontrará el lector en

entre las cuales discurren las vías de la vida. Y así, nada el próximo capítulo una prueba documental, si es que,

más natural que, en alguna ocasión, una de las revueltas por otro lado, se halla en condiciones de leer un poco

del camino abra la perspectiva hacia una de esas cordi­ entre líneas.

lleras. Y quien crea tener que detenerse aquí, ese está

perdido. También aquellos estados de paralización en

los que, por ejemplo, nos fijamos en el capítulo anterior,

son a la vez formas de quedarse estancado frente a estas

vistas así divisadas. El queso, la amada, el crimen, en

cuya palabra, nombre o designación ya no se creía, son

desde luego pedazos del existir mundano, del destino

humano, del obrar divino, que aquí se habían vuelto

inciertos para la mirada estancada en su desconfianza.

De este modo, se presenta la tarea de fortalecer al en­

tendimiento en esta resistencia suya debilitada en tres

puntos, la tarea de, por así decir, habida cuenta de que

ya enfermó, retirarlo por completo de la vida profesional

durante un breve periodo de tiempo y habituarlo una

tras otra a estas tres vistas primordiales en la soledad de

su estancia en un sanatorio. Que también esto es tan

solo un procedimiento de resultados de una seguridad

limitada, que ante todo depende de la medida en que

sea posible provocar artificialmente tales encuentros y

que la tarea del médico solo puede consistir en enseñarle

al enfermo a seguir andando con ocasión de dichos en-

79
V

CORRESPONDENCIA FACULTATIVA

Pues queremos confiar al lector el tenor de la carta que

enviamos, por delante de nuestro paciente, al médico

que dirige el sanatorio que habíamos escogido. Y del

mismo modo, tampoco ha de serle ocultada la respuesta

que recibimos a nuestra misiva. Sin ella no podrá com­

prender del todo lo que vino a continuación.

Nuestra carta decía así:

Estimado colega:

El caso que me propongo enviarle próximamente no tendrá

para usted nada de enigmático. Pocas veces se habrá podido

comprobar semejante coincidencia de todos los síntomas

de una apoplexia philosophica aguda como la que se da

en el presente caso. El hecho de que pensara en su insti­

tución caía de su propio peso, a juicio de un clínico, tras

los sorprendentes éxitos de los que se ha tenido noticia en los

últimos tiempos. No obstante, permítale en esta ocasión

al teórico de la medicina la pregunta de cómo salva usted

esa dificultad que parece obstaculiear; por regla general, el

tratamiento racional de los casos de este tipo. Una vez que

se empieza, por fin a reconocer, de manera generalizada. el

efecto pernicioso de la vacunación con criticina, en la que

se había puesto una confianza, ciega durante decenios y por

81
El librito del sentido común sano y enfermo V Correspondencia facultativa

la que sucumbieron a la larga y sin paliativos, después de y cómo consigue usted que el enfermo, durante el tiempo

breves éxitos aparentes en el primer estadio del tratamiento, en que estd a su cargo, no se obstine ni quede atenazado en

generaciones enteras de enfermos, es ahora inminente la la contemplación de la cumbre que en cada caso se hace

reacción habitual, como usted naturalmente no desconoce. visible, tal como le sucediera en su día cuando su.frió el

Se busca corregir el error reconocido con otro nuevo. Si no primer ataque? En nuestro círculo ya .fue señalado un pro­

me equivoco, vamos a presenciar en los próximos tiempos cedimiento para producir, mediante una silla giratoria

una moda de las inyecciones de misticol, que no le ird en construida a tal fin, un cambio obligado de perspectiva,

zaga a la pasada moda en cuanto a «validez universal y ne­ el cual, precisamente, debe favorecer esta recuperación de

cesidad». Sé, estimado colega, que me hallo de acuerdo con la movilidad. Solo la imposibilidad, corroborada por la

usted al rechazar radicalmente tanto este como cualquier experiencia, de contemplar desde nuestra ciudad los tres

otro procedimiento que coloque el organismo en unas condi­ principales puntos en cuestión de manera prolongada y,

ciones por completo artificiales -excepción hecha quizd de a la vez, sin la presencia de nubes, ha impedido hasta el

unos pocos casos, de índole muy particular--. No nos cabe momento la ejecución experimental delprocedimiento. Su­

la menor duda de que la curación de un entendimiento ponemos que quizd las condiciones climdticas más propicias

enfermo solo puede buscarse en su reincorporación -in­ y la altitud de su institución harían posible que este mismo

cluso, si no hay más remedio, en su regreso a la .fuerza- al procedimiento, u otro básicamente similar, .fuera llevado a

entorno normal. El problema no es «aportarle» algo que le cabo en su sanatorio.

falta para que lo aprenda, sino hacerle ingresar de nuevo En cualquier caso, le estaría muy agradecido si nos

en el seno de aquello de lo que había dejado de formar aclarara esta cuestión, a mí y al círculo de colegas que por

parte, «importarle» de nuevo a ello. «Cura sobre el terreno» mediación mía se dirige a usted. Con lo cual me demos­

debería ser el lema con el que habríamos de oponernos a los trard usted a un tiempo que no solo me ha perdonado la

desmanes de las curas, viejas y nuevas, basadas en vacunas, extensión de esta carta, que de cuando en cuando parecía

inyecciones o ungüentos. En este sentido, un simple vistazo amenazar con degenerar en un tratado, sino también el

al mapa ya me revela que la mera situación geogrdfica de haber acaparado su, sin ninguna duda, precioso tiempo.

su sanatorio, exactamente equidistante de los tres macizos

montañosos originarios, se presta a las mil maravillas para Quedo de Vd. etc.

una cura de este tipo. Solo nos queda una duda, a mí y al

pequeño círculo de colegas que en esta ciudad somos de un La respuesta, que estoy autorizado a reproducir aquí

mismo parecer, a saber: ¿cómo procura usted al enfermo con el beneplácito de su redactor, decía así:

la vista de esas cumbres casi siempre cubiertas de nubes,

82
EL Librito del sentido común sano y enfermo V. Correspondencia facultativa

Estimado colega: única ruta que, quizd una vez tan solo, .fue utilizada con

éxito para la escalada -y dejando aparte también todos

Tiene usted razón, somos correligionarios cienttficos. Com­ los numerosos y fallidos intentos que, en vez de alcanzar

parto su rechazo de las modas que abogan por la inyec­ la cima, acabaron en un exvoto recordatorio-. Resulta,

ción, a la nueva o a la antigua usanza. Pero con su plan como descubrí, que existe una ruta típicamente igual para

de una silla giratoria no ha adivinado usted el princi­ cada una de las tres cimas, la cual se puede trazar sobre

pio de nuestro procedimiento. Su aplicación encontraría el mapa a partir de todo ese dédalo de caminos, y que se

aquí la misma dificultad que en su caso: conseguir una mostró adecuada para mi fin precisamente a causa de su

percepción artificialmente cambiante de las tres cumbres típica regularidad, presente en los tres casos. Estoy muy

queda vedado, también aquí, simplemente a causa de las lejos de ver en esto nada más que el mero producto de mi

condiciones climáticas, que no son entre nosotros, en este propia selección intencionada. Precisamente, es esta ingente

sentido, distintas a las de ustedes. El procedimiento al que riqueza de caminos, que atraviesa y cubre estas montañas,

debemos los éxitos curativos de los que ustedes han tenido la que hace posible esta solución de equilibrio en la que

noticia -en la medida en que podemos atribuírselos con consiste mi «camino típico», determinada por la finalidad

alguna seguridad- es mucho más primitivo de lo que usted médica; aunque, del mismo modo, me hubiera permitido

imagina. Es, como lo denominaba usted mismo, al menos también probablemente cualquier otra elección. La ruta

en lo .fundamental, una cura sobre el terreno en sentido indicada y empleada por mí no es seguramente la más

puro. La situación de mi establecimiento en el centro de apropiada para escaladores sanos. Estos seguirán y deberán

gravedad exacto entre los tres macizos montañosos: tal es, seguir buscando la ruta adecuada a sus deseos y necesidades,

en elfondo, todo el secreto. y aun con riesgo para sus vidas: el beneficio indirecto del

Utilizamos el trazado de las carreteras tal como me lo genuino alpinismo, también para la salud del pueblo, di­

encontré cuando hace años coloqué aquí la primera piedra fícilmente podría estimarse más de la cuenta. A la verdad,

de mi sanatorio. Desde ahí parten caminos que condu­ solo para mis enfermos ha demostrado mi procedimiento

cen, como puede deducir con una ojeada al mapa, a los tipificador su efectividad. Paso a darle a usted por anti­

tres macizos montañosos. Dejamos a un lado las arterias cipado una somera descripción de aquello que en los tres

transversales y las vías circulares a través de las cuales co­ casos es igual.

munican entre sí las rutas principales ya en su tramo de El paciente es transportado, en la absoluta oscuridad

acceso. También considero, por así decir, no existente todo previa aún a la salida del sol, siguiendo el trayecto más

ese complejo de vías y caminos que, en el transcurso de mi­ breve, hasta los pies del macizo, que percibe -bien en­

lenios, se ha vuelto increíblemente intrincado, incluida la tendido, solo los pies- con la primera luz del amanecer.
El librito del sentido común sano y enfermo V Correspondencia facultativa

Una carretera conduce alrededor del macizo, describiendo derredor, basta entonces con que, siquiera en algún sitio de

una gran curva que va ascendiendo moderadamente. No la. planicie, se rasgue el velo de nubes y se vuelva visible un

se alcanza a ver la cima desde la carretera, aunque desde trozo, grande o pequeño, de las familiares tierras bajas. Y

esta sí se abre una perspectiva que, segú.n el caso, mira hacia esto último acontece siempre con casi igual seguridad como

las otras dos cumbres, pues la región nubosa queda ya por es infrecuente, por otra parte, el caso contrario, es decir,

debajo de ella. Así, de un modo natural, a lo largo de un que desde nuestra ubicación circunstancial en la llanura

tercio de la curva solo se tiene la perspectiva de una de las se halle franca la perspectiva hacia las tres cumbres. Este

dos cimas compañeras, y durante el tercio siguiente, solo reconocimiento de un punto del paisaje familiar, y este

la vista de la otra. El tercer tercio de la curva que asciende acto de abarcar lo habitual y acostumbrado con la misma

por la pendiente de la cima que queremos escalar se halla mirada que reúne precisamente las últimas y más altas

de espaldas a las otras dos cumbres; pero el paciente es aquí cumbres, le devuelve al enfermo la orientación cuya falta,

compensado de la falta de una vista panorámica por un a mi ver, no es que ocasionara, en último término, el ori­

primer plano de arrebatadora belleza: el propio macizo, ginario ataque de parálisis, pero sí representa un síntoma,

desde el cual se eleva el pico, se ofrece a sus ojos en toda su secuela del ataque, que hace peligrar, en un sentido preciso,

extensión, y puede apreciarse hasta en sus más mínimos la vida del paciente.

detalles en la claridad ardiente de una mañana de alta Espero haberme expresado con la suficiente claridad

montaña. Le ruego que me disculpe si la narración casi me como para que me haya entendido usted Si así no faera, los

convierte en poeta; mis pacientes sí que se vuelven poetas informes que redacta elpropio paciente durante la semana

aquí. Justo en este punto, en el que la carretera ha concluido de reposo posterior a cada cura, y que tengo por un elemento

su curva, llega ahora a hacerse visible, por primera vez y importante del mismo proceso de curación -tanto por

de manera repentina, el pico más alto. Y ahora, el postrer sus efectos en la curación como en calidad ya de primer

tramo del camino, hasta alcanzar la cima, es una línea resultado de esta-, darán color al esbozo esquemático que

zigzagueante que -de manera similar a su silla girato­ acabo de suministrarle de manera provisional. Le ruego

ria- hace que la mirada del alpinista se vaya posando, que, cuando lea dichos informes, preste atención a su tono

en un permanente cambio, unas veces en el pico que tiene continuamente cambiante: es consecuencia de haber ido

que escalar, otras en alguna de las otras dos cumbres, y que dejando que el paciente emprendiera la. primera excursión,

torne a contemplar de nuevo elpico hacia el que asciende. . . claro está, aún en coche, la segunda ya a lomos de un mulo,

hasta que, una vez arriba, pueda abarcar ambas al mismo y la última, si es posible, a pie. La creciente autonomía para

tiempo y, junto con ellas dos, también el pico al que ha sostenerse por sus propios pies que atraviesa estos informes

subido. Y en esta vista panorámica que abarca todo en es algo que podrá usted también percibir, o así lo espero

86
EL Librito del sentido común sano y enfermo

en consonancia con mis experiencias hasta la .fecha, en el VI


caso de su paciente.
LA. C U RA

Reciban usted y su círculo mi más alta consideración.


PRIMERA SEMANA

Quedo de Vd. etc.

Hasta aquí la carta. El paciente emprendió el viaje, y al


Es de buen tono tener una visión del mundo. Se diría

lector se le ofrecen a continuación los informes que fue


que es algo de lo más natural y evidente eso de tener

redactando, primero solo para su uso privado, semana delante de uno el mundo para contemplarlo. Pero, en

tras semana en el sanatorio.


realidad, lo que uno se encuentra de manera inmediata

son, a lo más, partes del mundo: cosas, personas, acon­

tecimientos. Pues bien, sería inocuo si se quisiera llamar

mundo solo a la masa global indeterminada de todas

esas partes-de-mundo con las que puede uno toparse.

Pero ya en la misma expresión «visión del mundo» se

contiene una pretensión muy otra, que va mucho más

lejos. Y es que esta expresión no es ya simplemente un

cauce abierto por el cual fluye sin descanso el torrente

de las cosas, las personas y los acontecimientos, sino

que se convierte en una copa que el espectador levanta,

más o menos llena, de aquel torrente para, asombrado,

contemplarla en calma. Para contemplar la copa, no el

torrente. Pues el torrente eludiría el deseo que busca

contenerlo y remansarlo: seguiría su curso. Pero la copa

sí puede ser aislada y puesta de relieve.

¿Qué sucede entonces cuando la copa es así puesta

de relieve y considerada por sí misma? Pues lo que su­

cede siempre cada vez que algo, aquí, por tanto, «el»

mundo, es sacado del río de las realidades: se pregunta

qué es, qué es propiamente. Y también se obtiene la

88

_j_
El librito del sentido común sano y enfermo VI. La cura. Primera semana

respuesta que se obtiene siempre: es . . . no sé lo que es, lósofos es, con mucho, el término preferido. ¿Acaso no

pero en cualquier caso no lo que parece ser. ¿ Y qué hablaba antes del mundo que me encuentro? ¡Que me

es lo que parece ser? Pues precisamente: mundo. El encuentro! O sea, que frente al mundo tengo todavía

hecho, por tanto, de que sea mundo es, en todo caso, mi yo. Pienso, luego soy. Mi yo es lo «único seguro».

mera apariencia. Pero ¿ q u é es entonces, verdadera . . . El mundo es apariencia. Ahora bien, el hecho de que

«auténticamente»? esa apariencia a mí me parezca algo, eso ya no puede ser

Es posible una serie de respuestas, según como se apariencia; eso es esencia. Así pues, el yo es la esencia

mire el parecer de esa apariencia. Uno puede, por de del mundo. Con algunas diferenciaciones de increíble

pronto, atenerse simplemente al hecho de que es mera importancia, en razón de las cuales se separan las «es­

apariencia. Se puede renunciar a expresar su «esencia» cuelas», tal es la sapiencia de la filosofía.

de otro modo que no sea, precisamente, con esta misma Lástima que, a pesar de toda la finura empleada y

afirmación. De esta manera, no obstante, uno desde derrochada para dar forma a estas diferencias, el asunto

luego ya penetra por debajo de la superficie. Aunque, resulte, en su conjunto, tan poco plausible. ¿Por qué

ciertamente, lo que se c o m p r u e b a con esta mirada habría «el yo» de ser más cierto que cualquier otra cosa?

que penetra los «secretos de la esencia» es tan solo . . . que De todas maneras, no puede tratarse de mi propio yo.

detrás no hay nada. La esencia del mundo es entonces: Pues, en la medida en que quiere ser un yo propio, ya

nada. Ha habido visiones del mundo e incluso «reli­ está siendo él mismo un trozo de mundo, tanto como

giones» que han llegado a alcanzar esta profundísima cualquier otro yo de cualquier otra persona con el que se

sapiencia. encuentre. Solo lo que en él es suprapersonal, más exac­

Otras posibilidades surgen a partir del hecho de que tamente: solo la circunstancia de que él puede, a su vez,

tras la apariencia tiene que esconderse «otra cosa» que no tomar conciencia de su propia peculiaridad personal,

sea apariencia. Así pues, el mundo no es lo que parece, solo la autoconciencia, por tanto, podría ser eso otro,

sino otra cosa, «otra cosa completamente distinta». eso con lo que no puedo toparme en absoluto como si

Claro es que no hay p r e ci s a m e n t e a b u n d a n ci a de se encontrara fuera de mí. Pues bien: resulta que, no

«otras cosas completamente distintas». Con ese enorme obstante, me lo encuentro. Quiera que no, tengo que

término colectivo de «mundo» se ha ocupado ya de­ creer a los demás cuando afirman que también en ellos

masiado espacio. A pesar de todo, hay aún otros dos mora una autoconciencia, solo que, precisamente, la

términos que asoman la cabeza por fuera de este festín y suya, no la mía. Si quiero entonces evitar el absurdo de

que todavía no han sido, también ellos, completamente que haya tantas «esencias» del mundo como autocon­

devorados. El primero es la palabra «yo». Entre los fi- ciencias hay, no me queda más remedio que retrotraerme

90 91

_j_
El librito del sentido común sano y enfermo VI. La cura. Primera semana

a una conciencia abstracta en general. De esta conciencia hubiera el ojo adquirido esa cualidad solar si las fuerzas

en general, empero, sencillamente no sé nada; es más, si de la luz del sol no lo hubieran sacado a la superficie del

ha de existir como aquello que quiere ser, a saber, sim­ cuerpo, si no hubieran abierto sus párpados y redon­

plemente como una conciencia suprapersonal, entonces deado sus planos en forma de espejos. Al contrario: el

no es posible que sepa nada de ella. Pero de esta manera lucir de la luz nos da noticia de algo que luce. Donde

el yo se convierte, justo cuando quiere cumplir lo que no hay un fuego no hay luz. La luz luciría, seguramente,

aquí debe rendir, a saber, ser esencia del mundo, en una aun cuando no se hubiera abierto nunca un ojo al en­

perfecta nada, la cual tiene tan poco derecho a llamarse cuentro de ella. Pero si no ardiera un fuego, la luz no

«yo» como a llamarse «mundo». Tiene tan poco de «con­ luciría. No a quien se le aparece el mundo, no quien

ciencia» como de «objeto». Rinde lo que debe rendir tan probablemente se halla en el secreto fondo esencial de

solo cuando dejamos que se convierta en pura nada. Así la apariencia del mundo, sino quien ilumina el mundo:

pues, la nada es, al final de este camino, la esencia que el iluminador, no el espectador, es quien se esconde

mora esencialmente en el fondo de la apariencia del detrás de la apariencia. No el hombre sino Dios mora

mundo. Para este viaje no hacían falta alforjas. esencialmente detrás del mundo.

Pero ¿cómo es que se os ha ocurrido meteros por los ¿Quién es Dios? ¿Ahora nos quieres venir, a nosotros

caminos engañosos de la filosofía?, oímos preguntar a que apenas hemos comprendido la vacía sentencia que

una voz sonora. La filosofía solo ha acertado a ver una hablaba del yo esencial, con otra nueva palabra vacía?

cosa: que el mundo tiene que ser algo completamente ¿Quién es Dios? Sabemos que tu respuesta es la respuesta

distinto de lo que parece. ¡Pero cómo habría de ser esto de todos los místicos; ¿y debe darnos la mística lo que no

otro nuestro yo! Pues nuestro yo habita en el mundo, nos dio la filosofía? ¿Qué sabes tú de aquel al que nom­

y quizá alcance a ser, en el mejor de los casos, la parte bras, salvo que es «otra cosa completamente distinta»

más aparente de su apariencia. No, eso otro que mora que el mundo y, por tanto, su «esencia»? Pues, en el

esencialmente por detrás y por debajo de la apariencia caso de que osaras llamar divino a algo, a cualquier cosa

del mundo, eso tiene que ser algo absolutamente otro. Al del mundo, en el mundo, en su apariencia, entonces

yo se le aparece el mundo. Pero al mundo también se le tu Dios ya no serviría para la única función a la que lo

aparece el yo. El vidente se convierte, al mirar, en el que has destinado: ser alguien completamente otro que todo

es visto. Lo asombroso en el parecer del mundo no es el mundo. Pues todo es apariencia y, en el mundo, Dios

que haya alguien a quien se le aparece. No es el hecho solo sería apariencia de apariencia. Pues todo lo que en

de que exista un ojo de cualidad solar, que distingue los el mundo se adorna con el nombre de Dios, la llama

rayos del sol, lo que explica el lucir de la luz. Pues jamás que arde en los corazones de los hombres y en los al-

92 93
El librito del sentido común sano y enfermo VI La cura. Primera semana

tares, todo eso, ¿ q u é otra cosa puede ser para ti sino que nada sabe de un afuera, de un antes o un después,

apariencia y reflejo? Y con ello nada puede tener en de un más allá o un más acá, de un delante o un detrás,

común ese Dios que quieres que deshaga en esencia la que no quiere reconocer otra cosa que a sí mismo-, no,

apariencia y toda apariencia. Pero ¿a quién se parece este ni siquiera esto, pues también a sí mismo solo se conoce

Dios, deshacedor en esencia de toda apariencia? No se como una apariencia, si bien como una apariencia a

asemeja, como un huevo a otro huevo, al yo en el que través de la cual nada luce y que no luce para nadie? Un

se refleja la apariencia. Si es una chispa más que nada, mundo en el que nada es real excepto el parecer mismo,

más que la mera, pura, vacía nada, entonces ya no es más el mutuo y alternante parecer y lucir, lo uno en lo otro,

allá de toda chispa, de toda vislumbre y apariencia. Así, de todo lo aparente; cada parte solo en la apariencia que

tiene que ser nada para ser esencia. También aquí, por proyecta hacia otras apariencias, y estas otras, a su vez,

tanto, se encuentra la nada al final del camino que de­ solo en la apariencia proyectada hacia aquella. Y toda

bía conducir al trasfondo de la apariencia del mundo. esta universal y recíproca apariencia sin límite alguno,

Verdaderamente, tampoco para esto hacían falta alforjas. de manera que hablar siquiera de un todo se vuelve ab­

¿Se convierte así la nada en lo único «completamente surdo, pues un todo tendría límites, y entonces, al me­

otro» que, detrás de toda apariencia, reina en calidad de nos esos límites, al menos su contorno sería algo real, y

esencia? Lo mismo da que se tome la apariencia como no mero reflejo de otro reflejo. ¿ D e qué lo conocemos

mera apariencia o como apariencia a algo a lo que parece, este mundo? Es la «ciencia», tal como hoy en día se nos

o de algo que ilumina. ¿No habría otra vía aún? ¿No sería presenta como un tercero junto a «filosofía» y «mística»:

posible que la apariencia fuese realmente todo, y todo solo algo infinitamente pretencioso, infinitamente modesto a

apariencia, que fuera de la apariencia no hubiera ninguna la vez. Se contenta solo con mostrar un nuevo rayo, hasta

otra cosa, tampoco nada «completamente otro», y que en entonces no observado, que luce de un punto a otro, o

la apariencia no apareciera otra cosa que la apariencia? con producir ese rayo mediante un nuevo agrupamiento

Así pues, ¿que el mundo fuera todo? He ahí el hombre ingenioso de los puntos, o sea, se contenta a diario; y sin

en el mundo, un espejo que reflejaría un reflejo de la embargo solo se daría por satisfecha si hubiera registrado

apariencia, una parte de la apariencia o . . . ¿por qué no?, de manera exhaustiva la totalidad de todos estos reflejos

también la apariencia entera. He ahí Dios, la sombra que y contrarreflejos infinitamente posibles, o sea nunca.

proyectaría el marco del espejo, o también . . . ¿por qué no Y por ser su esencia la apariencia, una apariencia

también el reflejo resplandeciente de su cristal? hasta tal punto sin límite e inesencial, también esta

No cabe duda: tal es el mundo. Y un mundo de todos esencia de la apariencia sería nada, naturalmente no

bien conocido. ¿Dónde lo hemos visto ya -este mundo una nada ya de entrada, como la de aquel para quien

94 95
El librito del sentido común sano y enfermo Vl. La cura. Primera semana

el mundo ya es de entrada una apariencia que no vale Naturalmente que es una respues t a - es, pero ¿ por qué?

la pena que parezca y luzca, sino una nada que a cada Porque tam b i é n la pregunta era ya una p regunta por

instante tiene que recibir del instante siguiente la confir­ la ese nci a. Y a pre g untas de ese ti p o , en efecto, solo

mación de que solo es nada. Una nada a la cual su propia puede venirles una res p uesta asimismo de esa forma.

nada se le revela solo en los instantes en que adquiere Pero ya el h ech o de que responda, en vez de c on un

plena conciencia de lo inalcanzable de su meta, y que no sentido pro fu ndo , en vez de con una de esas palabras

se engaña a este respecto con el absurdo de creer que se que «descienden a lo profundo» -como ya se sabe que

acerca a una meta infinita: un absurdo del que se daría tiene que h ace r se para que pueda « mostrarse la esen­

cuenta cualquier escolar dotado para las matemáticas, ci a» -, de que r esponda con una supe r fi ci al i dad , ya

pero no nuestros eruditos. Pues nunca sucede que las ese hecho muestra que aquí la res p uesta tiene menos

apariencias se compongan y dispongan como ser; no i mpor t ancia que aquellas p r o f undas, sabi h ondas res­

deben hacerlo, pues dejarían de ser apariencias; y que p uest as . Pues aquellas deben expresar lo último , lo más

lo sean es el único fundamento que sostiene toda esta profundo, mientras que la nuestra no quiere expresar

«visión del mundo» de la universal correlación y del uni­ nada profundo, sino verdaderamente solo algo del todo

versal cambio de relación. Un ser sería algo, estaría firme superficial, no algo últim o , sino única y exclusivamente

en su sitio, no sería apariencia, no tendría esencia: sería. algo primero. No quiere, precisamente, que se quede uno

¿Y sería esta la última palabra ? ¿S er ía esta la ú ltima parado ante ella. Debe y quiere ser solo un i n icio. No

po s ibi li dad que nos restaría, después de que las demás quiere ser verdadera como aquellas otras respuestas, sino

respuestas a la pregunta p or la esencia de la apariencia que quiere llegar a ser verdad. Tan solo es un trampolín.

del mundo -que el m u n do sea « nada » , «yo», «Dios», Un t r am po lí n , ciertamente, sin que el salto mismo

« todo» - hayan quedado, una tras otra, en la pri mer a fuera difícil o imposible casi. Quien no dé el salto, cons­

de las respuestas, en «nada»? ¿N os restaría en puridad esa cientemente como pensador o inconscientemente como

respuesta todavía restante de que el mundo es . . . algo? h om b re viviente, partiendo de esta evidencia de que el

¿Algo? Eso suena casi demasiado fácil, casi demasiado mu n do es algo, algo y no nada, algo y no D ios , algo y

trivial. Pero si ni siquiera es una respuesta. Así es como no yo, algo y no todo, ese nunca volverá a sabe r nada

se responde a los niños cuyas preguntas quiere uno qui­ ni a tener experiencia alguna del mundo. Y solo en el

tarse de encima. Pero, además, aunque tomemos en serio curso tanto del pensar como del vivir se liberará de esa

dicha res p ues t a , in cl uso entonces se rí a una r espues t a primera respuesta que, como respuesta definitiva, sería

del tipo que precisamente no se le debe pedi r a un en­ tan insuficiente , es más, tan falsa como . . . la pregunta a

t endimien t o san o, una respuesta-es: el mundo es algo. la que intentaba responder.

97

JL
Vl La cura. Primera semana
El librito del sentido común sano y enfermo

para el lenguaje, dado que le está prohibido, a diferencia,


El mundo es algo, es decir: no es una nada, pero
por ejemplo, del «pensar», meterse en la cabeza que es la
tampoco es todo, sino que hay además otras cosas. Y
«esencia» del mundo? Solo le cabe una cosa: tender un
puesto que este saber solo debe ser el primer inicio, esas
puente entre el mundo y lo demás. Y eso es lo que hace.
otras cosas, tanto el yo como Dios, tienen que poder ser
¿Qué es lo que salva la sima entre mí y el mundo? Es
alcanzadas a cada instante por el mundo, y ellas tienen
más: ¿cómo es que yo, en cuanto parte del mundo, en
que alcanzarlo. No debe ser posible hablar de mundo sin
cuanto ciudadano del mundo que soy, llego siquiera a
hablar ya, al instante siguiente, del hombre y de Dios.
afirmar una diferencia entre mí y el mundo? ¿Y cómo
El mundo solo puede ser algo porque, a cada instante,
llego siquiera a querer ser, frente a este mundo, otra
ya ha sido tragado por el torrente al que pertenecen él y
cosa que parte entre sus partes, que ciudadano entre
lo demás, al que pertenece todo algo. Pero es arrastrado
sus ciudadanos? Porque la respuesta de que pienso el
a este torrente por lo único en el mundo que no es una
mundo, de que pensando y mirando lo reflejo, ya no
parte del mundo y que, sin embargo, no pretende de
vale. Pues el mundo también me refleja, refleja mi pensar
ningún modo ser, digamos, su esencia. Algo que se le
y mi mirar. Y así, tampoco es posible que, pongamos
añade de manera completamente externa y que, justa­
por caso, mi pensar sea su esencia. Justo por preten­
mente por estar añadido a él solo exteriormente, indica
derlo, habría que rechazar ese pensamiento y remitirlo
que hay un afuera para el mundo. Pues un afuera, no
a su nada. El lenguaje no manifiesta tales pretensiones.
un interior, no «esencia», es para el mundo el hombre,
Ni quiere ni puede en absoluto querer ser esencia del
es para el mundo Dios. Es justamente el hecho de que
mundo. Simplemente le da nombres. Adán nombra.
no «es» ni hombre ni Dios, es justamente esta su esen­
En pos de las cosas concurren las palabras. Donde una
cia inesencial lo que expresamos, y nada más, cuando
palabra ha resonado, ahí ha establecido el ser humano
al mundo lo llamamos algo. Como tal acompañante
la señal de su presencia. La palabra no es una parte del
exterior de toda cosa, de todo acontecimiento que en el
mundo. Es el sello del hombre.
mundo acontece, encontramos, empero, solo la palabra.
¿Del hombre únicamente? En ese caso estaría justi­
No hay nada a lo que la palabra no siga, pisándole los
ficada la desconfianza que el entendimiento enfermo
talones. El lenguaje es apéndice del mundo. No es el
muestra hacia la palabra. Y es que el hombre empezó
mundo, ni pretende serlo. Pero ¿qué es entonces?
un día a nombrar. Aún hoy puede comprobarse, en
Lo único que puede ser si el mundo es algo y si, por
multitud de casos, cuándo fue impresa en una cosa su
tanto, hay además otras cosas y estas otras cosas, sin
palabra, cuándo la cosa fue descubierta y sacada de
embargo, no son, digamos, la esencia del mundo, sino
su solitario ocultamiento. Y el lenguaje de los hombres
que están fuera de él. ¿Qué lugar queda entonces aún

99
El librito del sentido común sano y enfermo Vl La cura. Primera semana

está escindido de múltiples maneras; ¿qué tiene que ver la quienes desea designar la cosa de esa forma, tienen que

palabra con su cosa, ahí donde muchas palabras se con­ hallarse presentes y cabe la cosa. La cosa debe poder ser

gregan alrededor de una sola cosa, ahí donde apenas hay señalada para ser nombrada. Así es como Adán puso

dos palabras que quieran decir exactamente lo mismo, nombres a las cosas, y así dan todos un nombre a sus

o donde, aun hablando la misma lengua, dos seres hu­ hijos. Pero junto a estos nombres que la cosa recibe, tiene

manos no se entienden? La sola palabra del hombre, otros que no ha de recibir primero, sino que ya tiene.

naturalmente, no bastaría. Si no existiera la certeza de Estos pueden ser también «nombres propios», que fueron

que el inicio, que es establecido siempre por el hombre nombrados por primera vez en otra ocasión. Pero, una

singular con su palabra, será proseguido hasta la meta vez nombrados, quedan adheridos a la cosa. Así es como

última del lenguaje universal. Si no se hallara en cada se llama. Y el derecho de la cosa a este nombre suyo,

palabra, que una vez fue primera, la fuerza que permite que ya tiene, no es menor que ese otro a ser nombrada

proseguirla y trasladarla, traducirla, por el torrente del con nuevos nombres. Los dadores del antiguo nombre

tiempo, hasta el instante en que haya devenido palabra ya no están presentes, acaso han muerto hace tiempo.

final. Si no viniera a unirse a la palabra del hombre, a esa No obstante, el antiguo nombre que dieron a la cosa

palabra siempre de nuevo primera en cada nueva boca, permanece adherido a ella. Es más: todo nuevo nombre

la palabra que, siempre y desde el primer instante en tiene que apañárselas de algún modo con el antiguo. La

que fue pronunciada por vez primera, es palabra final, la cosa es denominada cada vez de más maneras. Y, sin em­

palabra de Dios. Pues en cada cosa se alberga esta doble bargo, no pierde la capacidad de recibir siempre nuevos

posibilidad de tener un nombre, la cual encuentra su nombres. Nombrar nuevos nombres es legítimo derecho

expresión en la voluntad y en la pujanza del lenguaje, y del ser humano. Nombrar los antiguos es para él manda­

no solo de la lengua erudita, de producir dobles signifi­ miento. Tiene que hacerlo bien que no quiera. Mediante

cados, palabras compuestas. Pues, por un lado, una cosa los nombres antiguos y mediante el deber de proseguirlos

puede recibir en cualquier instante un nuevo nombre de en la tradición y de traducirlos a los propios se crea, en

cualquiera que se le acerque. Cualquiera tiene derecho a última instancia, el vínculo común de la humanidad.

ello, un originario derecho del hombre. Y se ejerce per­ La humanidad siempre está ausente. Solo los hombres

manentemente. Para ello, no hace falta nada más que el están ahí presentes, solo este, y este otro, y aquel. Pero

forjador de nombres, que con su acto le aplica a la cosa el lenguaje, y la ley que le manda transmitir y traducir,

un nombre propio (pues, por de pronto, no se trata más que le manda confrontar constantemente toda nueva

que de esto), se acerque realmente a la cosa, que esté palabra con toda otra antigua, liga la cosa a coda esta

realmente cabe ella. Y también el otro, o los otros, para humanidad. ¿Dónde se halla presente la humanidad?

100 IOI
El librito del sentido común sano y enfermo
VI. La cura. Primera semana

En la palabra del hombre desde luego que no. Más bien,


contexto a partir del algo que el mundo es. La cosa no
precisamente, en la palabra de Dios. No es casualidad
es apariencia. Es algo. Del hecho de ser algo no está
que la Biblia no sea simplemente el libro más traducido,
cierta cuando se aparta, cuando se detiene y se abisma
sino quizá, también, el primer libro de gran estilo que, en
en sí misma, sino que, para estarlo, tiene que abrirse al
general, ha sido traducido. La palabra de Dios porta
torrente que fluye a través de ella. A aquel enfermo ya
en sí la certeza de convertirse en palabra de todos. No de
no le era posible comprar un trozo de queso porque
poder convertirse, sino realmente de convertirse. Todos
ya no sabía a qué atenerse en cuanto a su humano dere­
están tan presentes para ella como lo están para l a p a ­
cho, y en cuanto a su fuerza, dada a él por D i o s , de
labra del hombre él mismo y el otro a quien acaso se la
poner nombres a las cosas; porque se le había vuelto
pronuncia. Si el hecho de convertirse en universal fuera
incierto el vínculo entre el nombre y la cosa, ese derecho
meramente una posibilidad que podría pero no tendría
del hombre, y también el vínculo entre el nombre dado
que darse, si dependiera, por tanto, de la buena voluntad
por él y el nombre extraño que pronunciaría cualquier
del hombre incluir sus propios nuevos nombres en el
otro hombre, o sea, porque se le había vuelto incierta
concierto de todo lo nombrado y por nombrar, entonces
esa fuerza de Dios presente en el lenguaje. Y cómo no
haríamos justicia al hecho de esta posibilidad con palabras
iba a resultarle incierto todo esto, si exigía que su pala­
como «cultura» y otras similares. Pero no depende de su
bra «fuese» la cosa y que su palabra «fuese» la del otro.
buena voluntad. Para él es un mandato. Necesita de los
Pero hemos aprendido a prescindir de semejante «ser».
ausentes. De todos. Para él, siempre se hallan ausentes.
La cosa, al ser, ya es también nombrada; y la palabra
Y, no obstante, está obligado a guardarles consideración.
la introduce en un río de cosas, en el que la pregunta
No son ellos los que le obligan; ellos están ausentes. Pero
por la esencia de la cosa pierde todo sentido, porque el
aquel para quien él mismo y ellos están presentes, aquel
mismo mundo es aquí solamente una parte y no tiene
sí le obliga. Y de esta forma no permite la cosa que le
esencia, sino que al mundo mismo, tanto como a cada
sea arrebatado su derecho; quiere recibir un nombre y
una de sus partes, aquí solo . . . puede acontecerle algo.
quiere tenerlo, lo uno y lo otro.
Hasta en la más pequeña de las cosas actúan así, unas
Así pues, de las dos palabras, de la del hombre tanto
sobre otras, las tres potencias. Hay un trozo de mundo;
como de la de Dios, participa la cosa, cada cosa, a tra­
unos hombres le dan su nombre; Dios le pronuncia, a
vés del nombre que lleva, a través de las palabras sin
esa cosa múltiplemente nombrada, la sentencia de su
cuento que se dicen a propósito de ella. Nada deja el
destino. En cada punto de esta historia acontecen, a
lenguaje en el mundo que no lleve la huella del hom­
su vez, nuevas «cosas», y cada cosa se convierte, a su
bre, la huella de Dios. Ahora bien, cada cosa tiene su
vez, en acontecimiento. Así, este curso que parte de las

102
103
El librito del sentido común sano y enfermo

cosas no cesa. Solo por ser el mundo de las cosas una VII

parte, solo por eso le acontece también como todo, LA CURA

como el algo que es, su historia, en la que adquiere rea­


SEGUNDA SEMANA

lidad. Pues el mundo solo es realmente en este acontecer

que comprende cada punto de su ser en el intervalo

entre palabra humana y sentencia divina. No hay un

mundo en sí. Hablar del mundo quiere decir: hablar La vida no es el más elevado de los bienes. Sin embargo,

del mundo que es nuestro y de Dios. Solo en la medida es bella. ¿Qué es la vida? En seguida notamos que esta

en que se convierte en ambas cosas -y ni una s o l a p a ­ pregunta va en otra dirección que la pregunta de la se­

labra es pronunciada en el mundo sin que le acontezca mana anterior, la pregunta por el mundo. El ser humano

esta conversión-, solo en la medida, por tanto, en que tiene una concepción de la vida. Eso es algo distinto que

se convierte en mundo del hombre y de Dios, solo en una visión del mundo. No hace falta adquirirla. Uno la

esa medida se convierte en mundo. tiene. Se nace con ella. O, en cualquier caso, un buen

Tal es su último secreto. O, más bien: tal sería su día se da uno cuenta de que la tiene. De algún modo

último secreto si es que fuera un secreto. Pero no lo es. forma parte de la condición humana. ¿Qué es la vida?

Pues tu sano sentido común lo divulga todos los días. ¿Qué es el hombre? Se trata de la misma pregunta con

Para él cada día es el último. Y así, despreocupado y con otras palabras.

denuedo, cada día de hoy tomas el mundo tal como es ¿Qué es el hombre? ¿Qué soy yo? De nuevo la pre­

en su último día: tomando cada cosa en toda su realidad gunta última, «¿qué es?»: la pregunta por la esencia. Solo

y por completo dispuesto a atenerte a su palabra; y estás que no va dirigida esta vez a eso que es el mundo, sino

del todo seguro de que tu palabra es también la palabra de al yo del hombre. Sin tardar, ya está de nuevo lista la

las cosas, de que tu denominación es el nombre confir­ respuesta; el yo podrá ser lo que quiera, pero con segu­

mado por la sentencia de Dios. Así resuelves la pregunta ridad no es lo que parece, con seguridad no es este yo

última en este mismo día de hoy y mirando de frente que siempre vuelve a hallarse a sí mismo por encima

cada cosa que encuentras; no buscas nada detrás de la de todas las vivencias, que siempre se encuentra otra

cosa, no la examinas desde todos los lados, no te abismas vez dispuesto para la vida, o sea: mi yo. Este solamente

en sus profundidades, sino que la tomas como te la trae puede ser engaño, quizá autoengaño, esto es, un engaño

y ofrece el instante, y la pones detrás de ti, y aguardas a en el cual no se podría distinguir al engañador de lo que

las consecuencias. se finge con el engaño; pero, en todo caso, engaño. ¿ Y se

puede saber por qué? ¿Por qué tiene que ser a todo trance

104 105
El librito del sentido común sano y enfermo VII. La cura. Segunda semana

engaño? ¿Qué nos obliga a aceptar tal cosa? Una vez más dar la palabra al yo; e incluso ellos tenían, para poder

solamente la pregunta. Pues resulta que en esas proposi­ dudar, para poder negar todo valor a su propia vida,

ciones-es el predicado está forzado a ser más sabio que el tenían primero . . . que vivir ellos mismos. Tanto para

sujeto; el enunciado tiene que añadir algo, tiene que ser dudar como para creer no puedes prescindir de una

siempre más auténtico, tiene que estar más cerca de la cosa: tu yo. Este yo, que te es imprescindible, no es en

verdad que el objeto del enunciado, y aunque solo lo absoluto el mismo que ya te parecía imposible de salvar.

estuviera tanto como 4 es más verdadero que 2 por 2. Abandona ese yo insalvable, que salte en pedazos y pase

Si hago del «yo» un objeto de mi consideración, si me a ser el desbaratado haz de tus vivencias: no es este el yo

separo a mí mismo y desgajo mi vida de todos los víncu­ que te es imprescindible. Para dudar y creer, para el sí

los en cuyo contexto vive, y luego intento contemplarla y para el no, necesitas otro yo, otro que, por debajo de

en ese estado, aislada y preparada, entonces, desde luego, aquel insostenible autoengaño, mora en lo profundo

«el yo» se me deshace de inmediato en esos cientos de de la esencia. Tu yo no puede ser salvado, pero única­

vivencias que no se dejan diferenciar convenientemente mente porque solo debe ser tu yo. Pero haz crecer a tu

de todas las demás. El vínculo de lo que yo era ayer con yo para que supere las angostas dimensiones del calabozo

lo que soy hoy, o mejor dicho, con cualquier vivencia que de tu persona, en el que parece hallarse proscrito, deja

estoy viviendo ahora mismo, se vuelve tan incomprensi­ que acceda al poder al que fue destinado, y entonces,

ble como el vínculo con lo que seré o simplemente viviré no solo tú, sino el mundo, el mundo entero con sus

mañana. No hay salvación posible para el yo. dioses y sus ídolos se someterá a ti. ¿Qué puede tener

¿Realmente es así? Hay que salvarlo, tiene que ser aún valor además de ti, si tú . . . quieres? Tu voluntad,

salvado, nos gritan. Sujétalo simplemente, contémplalo, solo con que la liberes de las ataduras de tu pequeño

adéntrate en sus profundidades, persigue el autoengaño arbitrio particular, es voluntad total. Dios, Dios mismo

-y ya se sabe que en la superficie solo hay autoen­ es quien quiere en ti, tú eres solo su portavoz, su dedo;

gaño-, persíguelo hasta llegar al fondo, a su funda­ lo eres si quieres. Por lo tanto, seguro que es verdad eso

mento, y se te mostrará la esencia, la fortaleza en la que de que tu propio yo solo es ilusión, solo autoengaño.

tu yo puede y tiene que refugiarse para estar a salvo. Ten el coraje de ser Dios. Ya no hay Dios si te impones

No te fíes de quien, desesperando, aprueba tu duda. No tú mismo su función. Caso de no hacerlo, caso de privar

te fíes de tanta gente extraviada a quienes su yo les es­ a tu yo de ser Dios, ¿cómo iba entonces tu yo a soportar

talló como una burbuja para disiparse en nada. No les el hecho de ser?

creas cuando te gritan que el yo es nada. Los pobres no ¡Eso es una locura!, me atruena otra voz. Pobre tonto,

sabían que, para alegrarse de la vida, primero hay que que sientes que tu yo, tal como te refleja en ti mismo,

106 107
El librito del sentido común sano y enfermo VII. La cura. Segunda semana

solo puede ser engaño que se engaña. Y ahora lo inflas vuestra propia casa? El mundo os puede dejar vuestra

desmesuradamente hasta las nubes, hasta que llega a pretensión, que ni por asomo vais a gozar de su favor. Y

ser demasiado grande para pasar por engaño tuyo, y te si alguien, atendiendo a vuestra pretensión, pusiera en

crees que si es el autoengaño de un Dios va a ser menos vuestras manos los plenos poderes que reclamáis . . . no

engaño que siéndolo simplemente tuyo. Necio, que solo sabríais qué otra cosa hacer con ellos a no ser confirmar

alcanza a saber que está en un engaño. Pero ¿quién es la constitución del mundo. Pues de los ojos de vuestro

ese que te engaña? Un yo, y aun el más grande, todavía yo gigante, a cuyos hombros os aupáis, os sonríe con

se seguiría engañando a sí mismo, se imaginaría que de­ mueca irónica la ciega nada, que nada sabe, nada quiere,

trás de su querer, de su desear, de su saber, se esconde un nada siente. ¡Cómo me felicito de haber reconocido

yo que quiere, desea, sabe. No, eso otro que, por debajo pronto mi sitio, del que nada puede expulsarme! La

de todo encantamiento del yo habita en la caverna como ley del mundo es mi ley; obedecerla, obedecerla es mi

encantador suyo no puede ser un yo, tiene que tratarse oficio y mi fortuna. Uno solo es el mundo, una sola

de otro ser, de otra esencia completamente distinta, de su ley. Conforme a esta misma ley, acontece incluso el

donde ascienden en torbellino los papelillos multicolo­ engaño que se figura estar libre de sí mismo. Vuestro yo

res de vuestra diminuta yoidad y la burbuja gigante de la es mundo, un trozo de mundo, nada más; un trozo que

conciencia divina. No osáis nombrar esto otro de donde se ha desprendido, que se ha separado según una ley

surgen, desgajándose de ello y ascendiendo, los yoes de eterna, como se desprenden la rama del tronco, el ramo

dioses y hombres que sueñan sueños de sentimiento y de la rama, y la hoja y la flor del ramo, y creen que son

voluntad, y que, con tales sueños, pasan el breve lapso rama y ramo y hoja y flor, y que son por sí mismos,

de tiempo que dura su existencia separada. No lo osáis, siendo así que son eso, sí-mismos, solo por la gracia de

porque no reunís el coraje suficiente como para vivir con la ley que los hizo brotar del tronco, que por él los ali­

toda sinceridad, sin ninguna clase de engaño. Vuestro menta, que los hace envejecer con él, y morir, y desapa­

sucio montoncito de vida tiene que habitar en el cen­ recer. La flor puede así creer que es por propia voluntad

tro del universo, y cuando os sonáis tiene, como poco, por lo que tiene tantos pétalos y tales estambres, y que es

que caer una estrella fugaz del cielo. Pretendientes al ella quien le da la ley al árbol... hasta que se marchita y

trono del mundo a quienes, de tanto pretenderlo, les cae, cuando ha acabado de soñar el sueño que ella misma

han puesto entretanto, en su propia casa, de patitas en la había tejido y con el que se había engañado, y queda

calle: ¡os está bien empleado! Pues ¿por qué despreciabais tan solo la ley del árbol y nada más. Así, lo que queda es

el sitio que os había sido asignado y queríais mejor jugar el mundo, y sobre él danza el yo su danza embrujada,

a ser señores del mundo en el exilio que administrar danzan los yoes, los yoes de hombres y de ídolos, y el

108 109
El librito del sentido común sano y enfermo VII. La cura. Segunda semana

corro gira describiendo nuevos círculos, y sigue siendo la majestad de su s e ñ o rí o . Ningún D i o s ni n i n g ú n

el mismo viejo corro de siempre. mundo os pueden ayudar si no sois capaces de soste­

¡Alto ahí! ¡Calla también tú, déjame mirar el mundo neros sobre vuestros propios pies, de andar por vuestros

que construyes por debajo de mi yo, deja que mire su propios pies, si no sois capaces de vivir por vuestras pro­

rostro más de cerca! Hablas de su ley igual que antes tu pias fuerzas. Vuestro tejemaneje seguirá siendo engaño,

contrincante, con quien rivalizas, hablaba de la volun­ os coloquéis la máscara del señor o la del siervo, tanto

tad de Dios. ¡Qué sabía él de aquella voluntad que no si preferís ser los engañadores como los engañados de

supiera yo de la mía! Lo que conocía no podía ser una vuestro autoengaño. Sed vosotros mismos, sed hom­

voluntad propia de Dios. Pues esa no le hubiera servido bres, o, si no, renunciad a ser.

para ser esencia de mi voluntad. Dios no debía poder Está bien. Sea. Tomemos la otra posibilidad. No

pensar, saber o querer otra cosa que lo que yo pienso, busquemos nada detrás de nosotros. Seamos nosotros

quiero y sé. Su propio pensar, saber y querer debía estar mismos, nada más. Y si el instante de nuestro ser solo

vacío de toda propiedad, para que a mí me fuera posi­ es engaño, pues bien, entonces preferimos ser con el

ble soñar el sueño de mi propia particularidad. Tenía instante a la vez engañadores y engañados del instante a

que ser nada para que yo, engañándome a mí mismo, ser, por encima del instante, el verdadero engañador o,

pudiera imaginarme ser algo. Y así le quitas ahora tú a por debajo de él, el verdadero engañado. Que nuestras

tu ley todos los rasgos de una ley del mundo. El tronco vivencias sean para nosotros la realidad. ¿Que cambian

del árbol del que hablas no tiene una corteza propia, de un instante a otro? Sea. Y que el hombre sea entonces

ni raíces. Es todo ramas y hojas y flores. ¿ D ó n d e se el portador de todos estos rostros cambiantes. Es mejor,

queda entonces la ley del tronco de la que pretendes desde luego, que lleve diariamente cien máscaras, las

haber recibido tu función y tu índole? ¿Dónde está la cuales al menos le pertenecen, que esa única máscara

palabra que el tronco aún te oculta y que se guarda robada de divino señor del mundo, o esa otra impuesta

para sí? Tú no eres el portador viviente que dices ser de a la fuerza de siervo propiedad del mundo. ¡Que sean

la ley del mundo; a tu propia índole la nombras ley las cien máscaras en lugar de mi rostro! ¡Que ahí donde

del mundo, una ley que tendría que apagarse detrás de encuentre a un hombre, mi rostro se sumerja en el suyo,

ti en las sombras como una nada gris si tu color no le hasta que sus rasgos se dibujen en el mío! Es más, ¡que

prestara un destello de la luz que desde él luce. Una nada ahí donde me contemple, aunque solo sea un símil de

oscura es ese mundo del que te gustaría hacer proceder humano semblante, desde la muda mirada suplicante del

la dignidad de tu obediencia, al igual que era una nada animal, desde el ojo callado de antiquísimas divinidades

desnuda la que había de comunicar a tu contrincante de piedra, que ahí descienda y penetre mi ojo, que funda

110 III
El librito del sentido común sano y enfermo VII. La cura. Segunda semana

su mirada con la suya hasta que también aquí llegue a un mundo que era él mismo una nada; o ahora, final­

serme esencia lo que ya antaño fue esencialmente! Via­ mente, cuando intentábamos no tomar nada prestado,

jando alrededor de la esfera terrestre me encuentro así ni plegarnos a nadie más, sino ya tan solo vivir la vida,

a mí mismo. Mis cien máscaras, vuestros cien instantes, la vida misma, toda la vida . . . y la propia vida se nos

¡que ellos sean mi rostro! quedaba en nada. Nada, nada y otra vez nada. ¡Quién

¿El mío? ¿A mí mismo iba a encontrarme? Y aunque nos dará una vida que sea algo! Algo y no nada, algo

encontrara todo el mundo, aunque para mí no quedara y no todo, solo un algo, pero real.

en secreto nada de lo que alguna vez hubiera adop­ Y, de esta manera, de nuevo tenemos que desapren­

tado rasgos humanos . . . yo mismo, ¿me encontraría a der la pregunta «¿qué e s ? » . Pues «algo» no tiene que ser

mí mismo? En el mirar del hombre habría refluido el la respuesta a una pregunta, sino solo un arranque, solo

rumor de los mares y en él se habría extinguido el bri­ una primera palabra. Solo, una vez más, la indicación

llo del cielo nocturno, y nada de lo que como animal, de que no conoce ni experimenta nada de la vida, ni

hombre o dios alguna vez hubiera alentado entre el mar en el saber ni en la vida, aquel que cree tener que ex­

y el cielo me pasaría inadvertido. Solo que para m í.. . perimentarlo todo en ella y exclusivamente en ella. Si

¿qué sería aún mi propia vida? ¿Dónde hallaría un lugar? antes abrazamos la certeza de un mundo que se mueve

¿Qué hay del viajero que dio la vuelta alrededor de un entre el hombre y Dios, entonces ¡ea!, tengamos ahora

mundo? El propio hogar se le tornó un fuego extraño, arrestos para una vida a la que le baste con ser solo un

y aún busca en él su imagen reflejada, en vez de saber entre, un paso de otra cosa a otra cosa. Que la respuesta,

que es él mismo el que, desde la antigua llama sobre esa que se halla preparada al punto, nos esté ahora pro­

la piedra inmóvil, le contempla, y que él, que tanto y hibida: «la vida es . . . , el hombre es . . . », y acompañemos

tan lejos ha viajado, solo era su sombra, una nada que el movimiento en el cual la vida del hombre, en lugar

había ido a beber una vida de cien máscaras en todo lo de «ser», acontece.

que vive, que se engaña a sí misma . . . y esto hizo que se De nuevo, es el lenguaje el que tiende este arco,

olvidara de vivir precisamente su propia vida. este puente visible desde el hombre hacia lo que él no

Así la vida humana se nos volvió una nada, sin sal­ es, hacia lo « o t r o » . El nombre, el nombre propio del

vación: igual daba que hiciéramos caso del que nos pro­ hombre es aquí lo que se le cuelga de una manera tan

metía que iba a salvarla comunicándole las fuerzas de «exterior» que aquel solo vale ya como testimonio de

Dios, pero de un Dios que era él mismo una nada; o que al hombre lo circunda un a.fuera. O valdría como

que prestáramos oídos a quien nos aseguraba la salvación testimonio si no quisiera el hombre quitarse de encima

siempre que nos plegáramos a la ley del mundo, pero de a este admonitor mediante la palabreja «solo»: solo un

II2 Il3
EL Librito del sentido común sano y enfermo VII. La cura. Segunda semana

nombre. «Solo» un nombre: eso quiere decir que, por el nombre, ningún pasado ni ningún exterior tienen

supuesto, también podría llamarse de otro modo (¡qué poder ninguno. El hombre sabe de repente que es él

verdad es estol), el nombre se lo han puesto sus padres mismo, lo sabe mientras oye la llamada. Sabe que, en

(¡qué observación más acertada!), incluso puede desem­ él, se halla la fuerza de comenzar. ¿ Y qué es lo que le da

barazarse de él con una autorización administrativa (¡una esta fuerza de ser él mismo y de comenzar, la fuerza de

objeción admirablemente sagaz!). En resumen, que el ánimo y la del presente? ¡Qué curioso!, pues el nombre

nombre es un asunto puramente intrahumano. Bien se es precisamente lo permanente, lo único palpablemente

puede afirmar esto y, sin embargo, no podrá negarse que duradero que tiene el hombre. ¿ Y ahora esto duradero

este «asunto intrahumano» se diferencia al fin y al cabo debe regalarle al hombre la fuerza del instante -y el

de otros asuntos intrahumanos. Y precisamente por su presente es instante-? ¿Es la esencia permanente del

llamativa exterioridad, en la cual también se basan, bien hombre ser y estar presente, comenzar? Por lo tanto,

mirado, todas aquellas ingeniosas objeciones. Y justo después de todo, ¿«esencia»?

con esta exterioridad, con este carácter apendicular del No, no esencia. ¿Cómo iba el instante a poder ser

nombre es con lo que enlazamos ahora al preguntar: «esencia»? El instante, el siempre fugaz, siempre tragado

¿cuándo es dicho el nombre?, ¿y qué le aconte ce al ser por el pasado. Si así fuese, ¡ay de la libertad humana de

humano en el instante en que su nombre es nombrado? la que habláb amos hace un momento! Sería permanen­

La respuesta, nuevamente, es muy simple; el caso temente devorada por la ley del mundo, que encadena

del sonámbulo o el de la persona medio muerta solo las causas con forzosidad. ¡Ay de la libertad si quisiera

es el más claro. El hombre es despertado, forzado a la ser esencia del hombre! Tendría que pagar cara esta pre­

presencia de ánimo. Es llamado al presente, a su pre­ tensión. No, el instante nunca puede ser «esencia». No

sente, y a su interior, a penetrar dentro de sí mismo. puede ser en absoluto. Si fuese, entonces ya sería pasado.

¿Dónde estaba antes? ¿Acaso en el pasado, acaso estaba No tendría fuerza ni por un instante para sostenerse

fuera? Sí, sometido al poder del pasado y cautivado frente al pasado. No habría instante, ni habría presente.

por el exterior. Era un pedazo de mundo. Obedecía sus El instante solo puede salvarse del eterno poder de

leyes, que siempre son leyes del pasado y de la acción envejecimiento y de preterición del pasado y de su ley

externa, leyes de la causalidad y la cosidad originarias. que establece causas, cosas originarias, si nace de nuevo

El nombre le libera de estas leyes. Le llama afuera, a a cada instante. Esta incesante renovación del presente,

salir del mundo en el que estaba atrapado su obrar, y empero, es obra del futuro. El futuro es la fuente inagota­

hacia el interior de sí mismo, a entrar en su presente, ble de la cual manan a cada instante nuevos instantes pre­

en un presente sobre el cual, mientras sea nombrado sentes, de manera que no importa que a cada instante se

II4 n5
El librito del sentido común sano y enfermo VII. La cura. Segunda semana

le muera el presente para hacerse pasado. El don de la esta obligación ni aquella libertad dependen del nombre;

presencia de espíritu le es regalado al hombre, a cada el nombre solo es signo, solo indicación. Pero esto lo

instante, por el señor del futuro. Así puede malgastarla es realmente. El nombre mismo ya remite al hombre

tranquilamente a cada instante arrojándola al depósito fuera de sí mismo, dándole como provisiones para el

del pasado. Y puede así, en un incesante recibir y derro­ camino la palabra obligativa del recuerdo y la palabra

char, ser hombre, dueño de su presente; sí, del suyo, liberadora de la esperanza. Ahora no puede de ningún

mientras sea suyo y sea presente. Y el presente llega a modo quedarse a solas consigo mismo. El doble sonido

serlo con cada instante y deja de serlo a cada instante. de su nombre le advierte a cada instante de que solo es

El nombre propio mismo da testimonio de esta doble una criatura del hombre si no renuncia a ser criatura del

naturaleza del hombre: criatura del mundo y criatura mundo y criatura de Dios. Pues son estas dos potencias

de Dios. Pues el nombre siempre es doble, consta del las que le llaman a través de la boca de sus prójimos.

nombre familiar, al menos el apellido por parte de padre, ¿Quiere obligarlo a algo quien así le llama por el nom­

y del propio nombre. A través del apellido familiar el bre de sus antepasados? No, pero lo hace sin querer;

hombre está inmerso en el pasado. Todo lo que, para él, el mundo, el que siempre ha pasado, lo hace p o r su

es obligación queda reunido en este nombre. En la me­ boca. ¿ Y quiere liberarlo quien le llama por su nombre

dida en que sobre él pende un destino, este destino sabe propio? Difícilmente; quizá quiere precisamente, igual

que dicho nombre es la inscripción sobre una puerta que que el primero que le llamaba, obligar a su vida a tomar

nunca puede ser cerrada del todo y a través de la cual un determinado rumbo; pero sin quererlo, le libera, le

puede mandar a sus tropas de asalto para que penetren convoca a su peculiaridad y al presente; pues el poder

en el hombre. El otro nombre es el nombre propio. Con del futuro preñado de deseos habla a través de su boca;

él ya han puesto los padres que lo dieron un valladar en el deseo del llamador llama un llamador. En cada

al poder del destino. El nombre de pila significa que llamada llama el futuro. ¿Quién llama?

este debe ser un nuevo hombre; reivindica un presente Ese es el último secreto y, una vez más, no es un se­

para el hombre. Lo hace poniendo un futuro ante sus creto. Ni ha sido nunca un secreto para el hombre sano.

ojos. El nombre de pila siempre es un nombre electivo. Pues, ¿acaso no has actuado siempre de esa manera,

Incluso, y precisamente, cuando se pone «siguiendo» cuando estabas en tus cabales y no te dejabas trastornar

el nombre de alguien. Pues también esto dice: llega a por algún desvarío que quería robarte la fuerza para el

ser como aquel. El hecho de nombrar el nombre no presente y la confianza en ti mismo, y que te enganchaba

ejerce poderes mágicos, como, por lo demás, tampoco el a la cadena de férreas leyes, que deben valer hoy porque

apellido obliga al hombre a convertirse en heredero. Ni valieron ayer; ni tampoco por algún delirio de jactancia

n6 n7
El librito del sentido común sano y enfermo

que quería cargar sobre ti una eterna responsabilidad VIII

hacia tu presente, el presente que pasaba y se te escapaba LA CURA

entre los dedos, un delirio que te cegaba el manantial


TERCERA SEMANA

de la fuerza a partir del cual únicamente se renueva el

presente? ¿Acaso has dejado de poseer entonces el coraje

de vivir, cuando seguías paso a paso tu camino, con el

ayer pisándote los talones y sobre la frente el mañana? Dios, ¿qué es Dios? «Lo que Dios es, ningún ser hu­

mano podrá penetrarlo en toda la eternidad», responde

un poeta. Pues bien, si esto es así, no sería aún nada

distinto de lo que también había que decir tanto del

hombre como del mundo. Tampoco había una res­

puesta que dijera lo que «es» el hombre, ni lo que «es»

el mundo, o si la había, era una respuesta engañosa, una

respuesta que desembocaba en la nada. No habría, por

tanto, nada de particular en el caso de Dios. Quizá se

responda con algo más de vacilación a la pregunta por

su esencia que cuando la respuesta versa sobre la esencia

del hombre o del mundo. Pero, a pesar de todo, tam­

bién se responde. Incluso se responde más a menudo.

La clase de hombres formada por los filósofos ofrece

con predilección respuestas de este tipo. Y asimismo el

hombre en general, en cuanto empieza a filosofar. Pues

Dios es, desde luego, a pesar de toda visión y de toda

concepción del mundo y de la vida, el tema preferido del

filosofar. La metafísica fue primero ciencia de Dios y ha

seguido siéndolo. Todo aquel que se ocupe, aunque solo

sea superficialmente, con las opiniones de los grandes

filósofos, hará este sorprendente descubrimiento: que, en

realidad, ni uno solo hasta Schopenhauer se ha llamado

ateo. Inmediatamente antes de él, aún hubo un filósofo

n8 n9
El librito del sentido común sano y enfermo VIII. La cura. Tercera semana

que emprendió una lucha tan vehemente en contra de d a aparenta. Detrás de nuestro p roducto de la fantasía

la tesis que afirmaba que la doctrina por él expuesta era habría, por tanto, o bien un fan taseador que fan tasea en
«

ateísmo, que parecía que su honor fuera a quedar en en­ nosotros» , tal como lo encontramos en niños q ue fan­

tredicho por la verdad de esa tesis. Schopenhauer ha de­ tasean en determinados estados de fi e b re , durante los

clarado luego abiertamente que con Dios, sencillamente, cuales parecen estar pose í dos p or un seg undo o que
y

no hay nada que hacer. Nada de nada. Ha hecho del ellos mi smos son y no son al mismo ti empo; o bien un a

ateísmo algo honrado. Aunque no hubiera hecho nada realidad que se nos vu elve f antasmagoría, igual que al

más, ya solo por eso habría que estarle agradecido. ni ñ o medroso la toal l a se l e convie rte p or l a noche en

Y es que esta última respuesta es una, al menos, de las f antasma, o el dibu j o del papel p intado en m u eca. El

respuestas que hay que dar a la pregunta por la esencia sano sentido común de la madre seguirá en tales ca sos

de Dios. Pues la pregunta parte también aquí, como el camino correcto p or su pro pi o p ie. No le ense ñ ar á

sucedía con el mundo y con el hombre, del hecho de que al ni ñ o a tomar p or real aquel otro y o que f antasea en

el inventario de nuestro saber es sumamente precario. él, o aquellos f antasmas y muecas que está v iendo, sino

Una ilusión o un espejismo de la fantasía, nada más, tal que intentará despertarlo y le m ostrará qu e su y o, como

parece ser, por de pronto, todo lo que sabemos de nues­ y o suyo, es diferente de aquel otro y o ex traño, y que

tros «dioses o ídolos». Es posible que «detrás» de estos la toal l a y el dibujo del papel pintado son distintos de

productos formados por la fantasía «haya algo» . ro


Pe aquellos fantasmas y muecas. P ero no sucede así con la

es ig ualmente pos i b le que detrás de ellos no se esconda fi losofía, también aquí, una v ez más, aliada del entendi­

nada de nada. Q ue sean p roductos de la angustia, de la miento enfermo. Hará que, p ara la mirada del enfermo,

concupiscencia, del placer de crear, del afán de explicarlo sean D ios, en un ca so, p recisamente ese y o extraño q ue

todo, y qué sé yo. Y es necesario que esta posibilidad de le ene poseído, y en


ti el otro, las cosas que se le volvieron

que no sean nada, d e que no haya nada detrás de e ll os, f antasmagorías.

pueda ser manifestada sin que quien la manifiesta se v ea L a naturaleza es Dios. As í parlotean aún hoy l os j o­

a s í mismo c omo un inculto o un réprobo. P orque la v encitos entusiastas, los adolescentes vividores de cl ase

pregunta exige, al menos, también esta respuesta. C omo media y los adultos irreflexivos, del profesor no nume­

toda pregunta por la « esencia» de cualquier ap ar iencia. rario p ara arriba, repitiendo lo que ya decía el judí o ho­

Al q ue quiera r esponder de otra manera se le ofrecen landés. L a fan tasmagoría de la idea de D ios en nosotros

t amb i é n aquí, de nuevo, dos posibi li dades. Am bas se es explicada por la toalla, q ue ti ene la culpa de dicha

b asan en el hecho de que detrás de la aparien cia hay fantasmagoría. Pero la toalla no es toalla. E l mundo no es

alg o «c ompletamente otro» que aquello que la aparien- mundo, ¡D ios nos li bre! L a toalla es (« auténticamente»)

120 121
El librito del sentido común sano y enfermo VIII. La cura. Tercera semana

el fantasma; el mundo «es» Dios (auténticamente). La Porque si así hiciera, el niño habría sido despojado del

madre, que ha ribeteado la toalla y ha bordado en ella fantasma de angustia de sus noches. El entusiasmo que

unas iniciales, sabe muy bien que la toalla es una toalla. extingue el tejido y la materia tiene que ser soltado so­

Uno diría que los hombres, que consranrernerrte andan bre el tejido y la materia. El propio Spinoza no era aún

cosiéndole trajes a la naturaleza, y que explotan técnica­ espinosista. Sin la desnaturalización llevada a cabo por

mente sus posibilidades, pueden saber que el mundo . . . Herder y Goethe del concepto espinosista de naturaleza

es el mundo. Pero no, tiene que ser «Dios». Precisamente nunca hubiera habido un solo espinosista. Solo esta

Dios. Que de esta manera se comete una amarga injus­ «naturaleza-dios», despojada de todas las propiedades

ticia contra la naturaleza, que se transforma su realidad de la naturaleza, no el Deus-sive-natura de Spinoza, se

en un fantasma al colgarle ese nombre fantasmagórico, convirtió en el Dios de los entusiastas. Solo un mundo

eso es algo que sospechan menos que nadie aquellos que ha dejado de serlo, un mundo aniquilado, anona­

que aparentan «creer» en la naturaleza con semejante dado, convertido en una nada, solo él podía ser llamado

palabrería. ¡Qué creencia es esa que tiene que darle un esencia de Dios. Dios es el mundo: esto solo puede

nombre extraño a lo creído para poder «creer» en ello! decirse cuando el mundo se ha convertido en una nada.

¡Pues, qué va a querer decir creer en algo sino aceptarlo ¡Bien hecho!, oigo que me dicen con aprobación. ¡Así

tal como a uno se lo dan! Así es como creo en una prueba me gusta!, ¡dales como se merecen a esos que convierten

de amistad, en una noticia. Si pienso que tengo pri­ a Dios en naturaleza, en la cosa de todas las cosas! Pero

mero que descubrir la «verdadera intención» detrás de el Dios que es espíritu, ¿osas decir también algo con­

aquella, o el «verdadero contenido» detrás de esta, para tra él? No quiera Dios que diga yo contra él algo que

así poder creer en ellas . . . pues bien, entonces es que no digan también en su contra los mismos que lo con­

no creo en ellas. Y así es como estos hombres creen al fiesan en cada una de sus profesiones de fe. ¿No vale

mundo. Solo le creen (o sostienen que solo le pueden también en el caso de estos, y tal es el inicio de su sabi­

creer) cuando están autorizados a darle otro nombre, el duría, que el temor del Señor es un estado febril de la

nombre de Dios. El mundo mismo tiene que ser des­ fantasía cuya verdad solo encuentra quien, desde esas

huesado y descascarado, tiene que ser des-realizado para mismas fantasmagorías, retrocede -¡oh!, no a aquel a

poder ser Dios. Pues ya no debe ser por más tiempo el quien estas fantasmagorías se refieren, en este caso, el

mundo habitual, natural. Tiene que ser contemplado temido Señor (pues ese es tenido por tan inalcanzable y

con entusiasmo. La madre ya no debe revelarle al niño tan incognoscible como todo lo que no se halla ya «por

que la toalla es de hilo y que ella misma ha comprado el debajo» de la «superficie»), ni tampoco si se retrotrae al

tejido, que lo ha cortado a medida y lo ha ribeteado. motivo que ocasionó la fantasmagoría, sino- hasta el

122 123
El librito del sentido común sano y enfermo VIII. La cura. Tercera semana

fantaseador, hasta el temeroso, por tanto. El hombre, eso quiere decir ahora que Dios mismo es espíritu en

el espíritu humano que se humilla sería la esencia de devenir, en evolución. La evolución se convierte direc­

Dios. Y claro, dada esta situación, lo que no se puede tamente en criterio sin el cual el espíritu humano en

evitar es que, al tener lugar esta mudanza del espíritu general no podría atreverse a querer ser esencia de Dios.

del hombre a su vivienda más alta, se deje uno atrás Pero ¿qué significa esto?

en plena mudanza justo aquello que fue la causa para Nada menos que Dios, por consiguiente . . . no es.

mudarse, ese aparato doméstico que parecía no tener Porque, ¿qué significa la evolución para el espíritu del

sitio en la vivienda habitual, o sea, la veneración ante h o m b r e ? ¿Cuándo doy importancia al hecho de que

lo más alto. Pues en el piso de arriba, precisamente, no todavía « e v o l u ci o n o » ? Pues, seguramente, siempre

hay uso para ello. No puede decirse: Dios es espíritu que que pido excusas p o r no ser aún algo que se exige de

venera. Hay que dejarlo en: Dios es espíritu. mí que sea. Un espíritu que aún tiene que evolucionar

Así pues, el espíritu, el espíritu humano se ha con­ ciertamente no es todavía espíritu. Un «ciudadano de

vertido ahora en esencia de D i o s . Todas las fantasías aquellos que vendrán» puede que sea un hombre ex­

del hombre sobre «sus dioses o ídolos» se convierten traordinario, pero, se mire por donde se mire, no es

en fantasías de ese único espíritu del hombre que es un ciudadano. Quien «ama el país de sus hijos» puede

Dios mismo, y así se han convertido, naturalmente, en que sea un carácter venerable, pero, en cualquier caso,

algo «completamente distinto» que aquellas fantasías. Y a su patria no la ama. El que distraídamente se pierde

si hace un momento pensábamos que la elevación del con la mirada en la lejanía suele pasar por alto lo bueno

espíritu humano a esencia de Dios le privaba precisa­ que tiene tan cerca. Los amplísimos plenos poderes

mente de su auténtica relación para con Dios, que es del hombre estriban en que todo lo que necesita para

común a esas fantasmagorías, a saber, de la veneración ser hombre . . . lo tiene. Tiene el instante. Todo lo demás,

-y, podemos añadir, del deseo amoroso, del placer de sea Dios o mundo, le sirve para tenerlo. Y en él lo tiene

crear, del afán de saber-, tenemos ahora que hacer todo. Puede cumplir el mandamiento que le es dado.

una salvedad a lo anterior; pues al espíritu humano le Pues le está dado para el instante y siempre solo para

es posible confirmar todas estas tendencias en sí mismo el instante. Aquel que en cada ocasión es su prójimo, el

y por sí mismo: puede venerarse a sí mismo, quererse a instante que cada vez es el próximo, pueden representar

sí mismo, crearse a sí mismo, indagar en sí mismo. La para él toda la eternidad. Y ahora viene el pensamiento

ocasión de esto se la da la sucesión de las generaciones; de la evolución y le quita esos plenos poderes y ese

el lema para el conjunto de posibilidades que se dan pleno deber de ser hombre. El lugar del hombre es ocu­

en dicha sucesión es «evolución». El espíritu de Dios: pado por la evolución. Así pues, el espíritu humano,

124 125
El librito del sentido común sano y enfermo VIII. La cura. Tercera semana

que es declarado esencia de Dios, no es en absoluto el la nada. Para que Dios sea algo, para eso, no debe querer

espíritu humano real, es un espíritu expoliado de sus serlo todo, como tampoco debía ser ni espíritu ni natu­

derechos humanos, un espíritu anonadado. Una nada raleza; en todo eso era nada. Para ser algo tiene que . . .

ha ocupado el sitio del hombre viviente y, de nuevo, esta ser un algo, también Dios un algo como el mundo y

nada ha sido proclamada esencia de Dios. el hombre.

Restaría entonces, una vez más, como ya las otras dos, A esta idea de que Dios sea «algo» se resiste en no­

hacer ahora el intento de tomarse en serio la fantasmago­ sotros un sentimiento no simplemente comparable a

ría, de buscar la esencia de la apariencia no tras ella sino aquel que se oponía a la designación del mundo y del

en ella, solo que no en una fantasmagoría aislada sino en hombre como «algo». ¡Ah!, era solo la trivialidad de

la plenitud de todas ellas. Dios, por tanto, no siendo algo ese giro lo que nos confundía. Aquí la trivialidad tiene

completamente otro, auténticamente espíritu, auténti­ además una pizca de inadecuación -podría decirse que

camente mundo, sino todo. Todo lo que alguna vez se de blasfemia-. ¿Que Dios es «algo»? ¿O sea, que hay

llamó Dios, realmente los «dioses o ídolos» del hombre, además otras cosas fuera de él? Precisamente, el filósofo

sin distinción, todos ellos se enlazan ahora formando un o el contagiado filosóficamente -¿y quién no lo está?­

corro y todos juntos, en el cambio bullicioso y ondulante expresará esta duda y hasta llegará a ser de la opinión de

de figuras que pasan, ahora se llaman Dios. Dios, la que el «hombre religioso», una cosa, como es sabido,

suma de sus figuras cambiantes. Y nada más. Pues en de la que el filósofo entiende y habla más que nadie,

estas figuras cambiantes tiene que haber quedado a salvo, tendría que rebelarse contra semejante envilecimiento

para que sean realmente «todo», todo lo humano y lo de D i o s . Pero de eso, en realidad, no se trata ahora

terreno. Cada dios, una tumba gigante de los hombres en absoluto. Es de todo punto evidente para el sano

que creyeron en él, del mundo que los rodeaba, y que sentido común, el cual todavía se da incluso en este

dispusieron alrededor del dios al crearlo. Y toda esta terreno sembrado de trampas filosóficas, que Dios es

sala mortuoria como un único espacio vacío, enorme y algo distinto que yo o que este árbol verde o también

abovedado, una tumba de tumbas, pues olvidados están que el «ideal» que quizá «tengo» o que la «meta» a la que

los muertos que descansaron en sus tumbas, cubiertos quizá «aspiro». Al contrario: el sano sentido común es­

por una losa, y solo han quedado estas losas y nada hay tará tentado de censurar casi hasta de «paganas» tales

excepto esta tumba vacía de los dioses muertos, no, del equivocaciones a propósito de Dios, cuando se lo con­

Dios muerto en todos los dioses -no lo despertéis-. funde con objetos cualesquiera, con pensamientos o

No lo despertamos; no encontraríamos a los muertos, con otras cosas por el estilo. ¿Cómo se desenvuelve, sin

ni ningún cadáver, no encontraríamos nada, nada más que embargo, frente al hecho de que ante Dios eso de ser

126 127
VIII La cura. Tercera semana
El librito del sentido común sano y enfermo

los tres casos tienen en común que el nombre de Dios


«algo» ha de significar otra cosa que lo que significaba
no «es» aquello que lleva el nombre, como tampoco
para el hombre y el mundo? Porque lo que no tiene más
el nombre propio ni la palabra que designa la cosa.
remedio que admitir es que así sucede.
Pero, más allá de esto, son diferentes. Un ser humano
Pues bien, lo admite, y en el fondo no se las apaña
tiene su nombre para poder ser llamado por él. Eso
con ello de manera distinta a como se las apañaba en el
es lo más grande que puede acontecerle: acoger una
caso del hombre y del mundo ante lo inapropiado de la
llamada. Dios no tiene su nombre para ser llamado;
palabra «algo» para describir una esencia. No describe
no significa nada para él que se lo llame; escucha del
la esencia, no la designa, ni la sujeta de ningún modo,
mismo modo al que lo llama con otros nombres o
sino que, tan pronto como ha aprehendido el pensa­
incluso en el silencio carente de nombres. Pero no­
miento de que «Dios es algo», ya lo ha dejado tras de
sotros sí, somos nosotros los que tenemos que nom­
sí; a lo más, lo expresa para abandonarlo al instante. Lo
brarlo. Tiene su nombre por mor nuestro, para que
expresa únicamente para darse cuenta de que no debe
así podamos llamarlo. Es por nosotros por lo que deja
hablar de Dios sin tender en el instante siguiente, no,
que lo nombremos. Por mor nuestro, que solo con este
sin tender en ese mismo instante los puentes hacia el
nombre que pronunciamos conjuntamente llegamos a
mundo y el hombre.
ser nosotros. Es así como el nombre del ser humano
¿Qué hay en Dios que nos obliga a tender estos
permanece siendo nombre propio; permanece adherido
puentes? ¿Qué hay de él que se sustrae en todas las
al hombre; tal como fue nombrado una vez, así le queda
circunstancias al cambio de nuestras representaciones,
su nombre de ahí en adelante por los siglos de los siglos.
de nuestras fantasías de él? ¿Qué es eso gracias a lo cual
En cambio, el nombre de Dios, aunque sea sentido a
solo puede acontecer que varias, muchas, todas esas
cada instante como un nombre propio de Dios, está
fantasías puedan compararse al que permanece igual,
sometido a mudanzas y cambios; y precisamente en
es más, que puedan unirse en aquel que es uno? ¿Qué
esta mudanza del nombre se cumple el hecho de que
hay de Dios que le es tan exterior, que es tan poco «él
pueda ser encontrado por toda la tierra, de un hombre
mismo» y que, no obstante, le pertenece hasta tal punto
a otro hombre, de una cosa a otra, de pueblo a pueblo,
que no se puede separar de él y que, precisamente por
de un orden a otro. En eso es igual al nombre de la cosa.
serle exterior, le permite, ello solo, trascender y alcanzar
Tampoco el nombre de la cosa permanece apegado al
aquello que está fuera de él?
sitio donde fue nombrado por primera vez. Puede haber
Su nombre, con el que lo nombramos. Pues signi­
surgido como nombre propio; al convertirse en nombre
fica algo completamente distinto nombrar a Dios que
común, ya no se extiende simplemente a un cierto n ú -
nombrar a un hombre o nombrar una cosa. Si bien

129
128
El librito del sentido común sano y enfermo VIII. La cura. Tercera semana

mero de hombres --eso ya lo hace el nombre propio--, el hombre, se refleja en el hecho de que el nombre de

sino a un conjunto de cosas. Y entonces, le acontece al Dios gusta de escindirse en sí mismo en dos nombres

nombre común, a la palabra de cosa, esa ampliación y que se corresponden, de manera que se convierte en

ese entrelazamiento con otras palabras que les va poco un nombre doble. Por su nombre lo llama el hombre;

a poco robando del todo a las palabras su sentido como por su palabra, el mundo. En el primero acoge a los

nombres propios, el cual seguía teniéndolas como suje­ pecadores; en la segunda pronuncia para su mundo la

tadas a la cosa singular; surge la unidad entrelazada de ley del mundo. Es la raíz de todas las herejías humana­

la lengua, que es un mundo en el que las muchas cosas mente previsibles confundir estas dos mitades del nom­

han quedado disueltas. Y por encima de la lengua una, bre, dejar que el amor se desborde y prevalezca sobre el

que por de pronto aún es solamente un mundo singular, derecho o el derecho sobre el amor. La función de Dios

empiezan a entrelazarse las lenguas, se entrelazan las len­ mismo es reconciliar en sí estas dos potencias, preservar

guas de los individuos para formar la lengua del pueblo, el carácter doble de su nombre, mientras aún exista

y las lenguas de los pueblos, para formar la lengua de la razón para semejante escisión, mientras Dios no sea

humanidad. Y las cosas las acompañan en este camino el Dios ensimismado fabulado por los filósofos, sino el

que va del objeto singular, designado solamente en el Dios del hombre y el Dios del mundo. Mientras tanto,

ahí-mismo del nombre propio, al orden del mundo cada acontece en él, en este su doble nombre, la traducción,

vez más imbricado, hasta alcanzar el último orden. la transformación, realmente en sentido técnico, de las

Siguiendo estos dos movimientos, el de los nombres energías humanas en energías mundanas. El hombre

propios hasta alcanzar la última comunidad, el de las marcha por su camino y el mundo por el suyo. Esto no

palabras de cosas hasta alcanzar el último orden, por este puede cambiarse en absoluto. Y no debe ser cambiado

devenir de doble cauce del mundo de los hombres, mar­ en absoluto. Pues el hombre debe seguir siendo humano.

cha, fluyendo con ambos torrentes, el nombre de Dios, No debe ser mundanizado, cosificado, convertido en

él, nombre y palabra a la vez. En calidad de nombre, se organismo. Y el orden del mundo no debe ser disuelto,

reúnen bajo él los seres humanos con sus nombres de sentimentalizado. El hombre debe poder servir a los

procedencia distinta; en calidad de palabra, comunica órdenes del mundo, ajustarse a sus leyes, medir las cosas

a las cosas el impulso para que se ordenen y entrelacen. conforme a las medidas del mundo y, con todo, seguir

Lo primero, al llamarlo los hombres; lo segundo, al siendo hombre al hacerlo. No debe creer que ha de sus­

serle consagradas las cosas y al ser ellas consagradas por traerse al orden del mundo por mor de su condición de

él. Esta doble tarea del nombre de Dios, por el lado hombre. No debe rechazar, desesperando, la obligación

que mira hacia el mundo y por el lado que mira hacia de juzgar, de designar, de nombrar las cosas que le trae

130 131
El librito del sentido común sano y enfermo VIII. La ciura, Tercera semana

el curso del mundo. ¿ Y cómo iba a ser capaz de esto en ese momento también él hace sin vacilar lo que es

si no tuviera la certeza de que ambos, su propio hacer oportuno y pone orden en su mundo desquiciado. El

y el acontecer de las cosas, sus sentimientos y el orden hombre que se halla en un apuro tiene que recurrir al

de ellas, no obstante, están unidos lo uno a lo otro; la sano sentido común. Ya no tiene tiempo entonces para

certeza de que son trasladados y conducidos lo uno a permitirse el lujo de un sentido común enfermo. El

lo otro? momento oportuno es entonces siempre solo hoy. Tiene

Tiene esta certeza, está autorizado a tenerla. Pues que confiar en Dios, quiera que no.

que, además de él y del mundo, fuera de ellos está ¿ Y haces tú algo distinto? ¿Acaso preguntas, cuando

Él, que mira hacia ambos, que a él lo llama por su nom­ la inclemencia de la necesidad te fuerza a entrar en el

bre para que se incorpore a la comunidad de los que lo instante, por el ayer o por el mañana? ¿Tomas todavía

llaman, y que ha determinado el curso de las cosas para precauciones o te paras en miramientos? ¿Desearías que

que lleguen a ser un reino que lleve su nombre. Así puede antes te probaran tu hoy y tu aquí a partir de razones

él hacer sus obras sin preocuparse por su resultado, las profundísimas y desde un fondo eterno? ¡Ay de ti si

obras que el mundo, tal como es hoy, pide de él. En el entonces aún lo pides! Pero no puedes ya pedir. Incluso

mismo momento en que se le exige la obra, también se para pedirlo no te queda tiempo. Ha llegado el tiempo

le indica lo que tiene que hacer. El tiempo se le vuelve oportuno . . . y Dios te ayuda.

el momento oportuno del «cada cosa a su tiempo». No

necesita primero esperar hasta que la verdad haya sido

sacada de los fondos más profundos. La verdad está

cercana y se extiende delante de él; en su boca, en su

corazón, delante de sus manos, puede hacerla. Al igual

que llegó a la certeza del mundo y a tener arrestos para

vivir su propia vida, así también le está permitida la

confianza en aquel que le dejó venir a la vida en este

mundo. Hamlet se desespera aquí, ante este hecho de

haber venido al mundo: ignominia y pesar. Pero tam­

bién Hamlet se desespera sólo mientras, al monologar,

se queda parado. Ahí donde le agarra el apuro del ins­

tante, y aunque sea del último, y le arranca de todos

los monólogos, y ya solo le queda este último instante,

132 133
IX

CONVALECENCIA

Han sido semanas esforzadas. Con tanta cura el paciente

no ha conseguido recuperarse como es debido. Por eso

necesita aún con urgencia una pequeña cura adicional

antes de que podamos hacerle volver al trabajo con la

conciencia tranquila. Pues se trató, en efecto, de fatigosos

ejercicios en la --disculpen el símil hípico-- pista de salto

ecuestre del pensar. Tenemos que procurar llevarlo ahora

durante w1 rato a otro terreno, donde los obstáculos que

ahora ha aprendido a saltar no estén dispuestos de manera

artificial con vistas al entrenamiento, sino que se presenten

distribuidos de manera natural. Que su entendimiento

ya no intente, al llegar a ellos, encabritarse o huir, eso

creemos haberlo logrado gracias a las pasadas semanas

de entrenamiento. Así y todo, será desde luego benefi­

cioso si mediante un paseo de esas características por otro

terreno, donde no se requiera el esfuerzo de un campo de

entrenamiento preparado ex profeso, podemos conseguir

que la práctica ya ganada se convierta, en parte, en una

rutina de lo más natural. Existe en caso contrario el peli­

gro de que, al pasar enseguida al terreno quizá exento de

obstáculos de su vida cotidiana, pierda muy pronto la prác­

tica adquirida, por no haberse convertido esta en hábito.

¿Dónde encontramos en el día a día un lugar en el que,

de manera inmediata, se hable de Dios, del mundo, del

1
35
=r

El librito del sentido común sano y enfermo IX Convalecencia

hombre? Si nos acordamos, pongamos por caso, de los realmente solo excepción y no confirmaría la regla. Y

ejemplos triviales tomados de la vida cotidiana con es que el arte es, en el sentido de esa expresión de Schi­

los que intentábamos designar, justo al comienzo, el ller en la que resuena toda la estética clásico-romántica

círculo de actividades del sano sentido común, coqipro­ dominante hasta hoy, no la vida, tampoco un miembro

baremos que allí no se decía nada expresamente de Dios, de la vida, sino otro mundo, un mundo que obtiene su

del hombre o del mundo, sino que se trataba de una sentido y gana su derecho a la existencia precisamente

sentencia judicial, de una proposición de matrimonio a partir de esa alteridad suya con respecto a la vida. Su

y de un pedazo de queso. Se trataba, por así decirlo, solo más elevada seriedad todavía es juego, y solo el juego es

de partes y de acciones parciales, no del todo. Los ejer­ tomado en serio. No sucede así con la diferencia entre

cicios iban dirigidos al todo; siempre los hemos hecho el día festivo y la vida cotidiana, en que el día festivo,

progresar hasta el punto preciso en que se hacía visible en su carácter excepcional, solo tiene que confirmar la

que desde el todo también podía solventarse lo parcial vida diaria. Nada «más elevado» debe constituir ahí el

y ser movido a la vez que el todo. Necesitamos ahora, contenido del día festivo. Al contrario: tiene que ocu­

sin embargo, una esfera de la vida, un ámbito de la parse exactamente con las mismas tar eas en las que anda

vida real, no de esa vida conscientemente seleccionada ocupado el vivir cotidiano, y nada que la vida cotidiana

y frecuentada con fines curativos; pero un ámbito en no reconozca debe conocerlo él. Solo que el día fes ­

el que se trate igualmente del todo, y a ser posible, del tivo expresa aquello que cotidianamente se dice solo de

todo exclusivamente. La vida diaria no ofrece un ámbito forma parcial y solo de tarde en tar de, y lo expresa como

semejante. todo y de manera inmediata y explícita. Los contenidos

No la vida diaria, pero sí el día festivo. El día festivo del día festivo son D ios mismo, el hombre mi smo, el

que, aun hallándose también separado de la vida cotidiana, mundo mismo.

sin embargo, lo está conforme a una separación natural, Y esto de un modo plenamente cotidiano. El día

regularmente ordenada. Incluso la excepción acontece festivo sabe tan poco como lo sabe la sana vida diaria lo

aquí de conformidad con la regla. Solo ella confirma que « son» Dios, el mundo, el hombre. No se deja en ab­

realmente la regla. Solo el día festivo convierte la vida soluto desconcertar por su « esencia». No conoce ningún

diaria en vida diaria. Y ahora, la diferencia consiste pre­ Dios apartado, ni ningún hombre slado en su soledad,
ai

cisamente en que aquí no se trata de algo fundamen­ ni ningún mundo cercado. Sino que los conoce a los

talmente distinto de lo que sucede en la vida cotidiana, tr es solo en el paso de uno a otro, en el movimiento, en

de que, por ejemplo, en lugar de la «vida seria» haya el mutuo separarse, compenetrarse, corresponderse. El

aquí un «arte festivo»; pues entonces la excepción sería torrente del rogar, del dar, del recibir, del dar gr acias,

136 1
37
El librito del sentido común sano y enfermo IX Convalecencia

tiene que circular sin descanso. El hombre ruega, Dios acuerdo con ellas, se articula a la postre el día entero

da, el mundo recibe y da gracias, y el hombre vuelve a en sus dos mitades- la vigilia y el sueño. En la vigilia,

rogar. No debe haber punto muerto ni torbellino cons­ el hombre está «consigo», está «en casa», es hombre,

tante en este torrente-circuito. El día festivo no debe pre­ hombre entre los hambres, hombre frente al mundo. Si

tender separar a los tres como potencias autosuhcientes. pudiera vivir solamente en estado de vigilia sería todopo­

El espectáculo, que, empero, ¡ ah ! , solo es espectáculo, deroso. El mundo cio sería sino un material moldeable

le es negado. El día festivo mismo no debe aislarse, sin­ para sus manos ansiosas de crear, y él mismo para sí el

gularizarse. El espectáculo tendría que hacerlo. El día único centro, él mismo para sí Dios. Pero no es así. Llega

festivo como espectáculo, la fiesta artística, por ejem­ la noche. Entonces se retira a descansar. El mundo se

plo, la mascarada, la semana de festejos, lo hacen. Pero le escapa de entre las manos. Se asienta en torno de él

el día festivo que, en lugar de contradecir la vida diaria, circundándolo. Lo absorbe. Él deja de ser el centro. Cesa

más bien la confirma no se aísla; sigue fluyendo para ir a de ser. El mundo es. Si fuese siempre, si hubiese solo

parar a otros días festivos. Día festivo tras día festivo se mundo, entonces el hombre sería únicamente un pen­

van enlazando y uniendo para formar el año festivo. Solo samiento de los sueños del mundo, y el mundo mismo

en el curso del año se completa el anillo. Tampoco aquí para sí el único ser, él mismo para sí Dios. Pero no es

hay punto muerto. Tampoco aquí hay ser, solo el seguir así. De nuevo viene el día. El hombre despierta y va a

adelante y el torrente y el seguir fluyendo. Y también las tareas del día. No es él solo, ni es solo el mundo.

aquí el día festivo, solo lo que el día corriente: seguir Ambos precisamente no «son». Si uno de ellos «fuese»,

adelante, ir más allá, no quedarse detenido . . . pasar a estaría solo. El torrente dejaría de fluir. Solo mediante el

otra cosa. Solo que lo que aquí es río allí se redondea. y entre ambos, entre día y noche, entre vigilia y sueño,

Por de pronto, suena desde luego bastante paradójico se convierten ambos, hombre y mundo, en un algo. El

que lo que acontece los días festivos no sea nada distinto y que los mantiene en consonancia es obra de aquel que

de lo que se hace todos los días. Pero la idea es muy cuida de que no cesen día y noche, que presta su lengua

distinta. Pues ¿qué acontece todos los días? ¿Qué es el al día y su silencio a la noche. Si este y estuviera solo no

último y más abarcador ritmo del acontecer cotidiano sería. Únicamente de la compenetración mutua de los

que, retornando en cada fase en lo pequeño y en lo ín­ tres surge del anochecer y del amanecer un día.

fimo, domina, no obstante, la marcha y la articulación El día. Cada día. Un día de tantos. El día de todos

del día entero? En cada fase del día, más aún, con cada los días, cotidiano. Pero también el día festivo está he­

aliento, alternan dos especies de gracia, la inspiración y cho así. También en él acontecen dos cosas: rogar y dar

la expiración, el trabajo y la serena contemplación. De gracias. ¿Quién es el que ruega? El hombre. Él es quien

138 1
39
El librito del sentido común sano y enfermo IX Convalecencia

puede rogar. Él es el rogante. El lenguaje le acaeció bre. Ya solo sería una voz que desaparece en el canto del

para que pudiera rogar. Por eso le fueron abiertos los mundo. Pero se vuelve a encontrar, de nuevo vuelve en

labios. Sus ruegos son todopoderosos. Si pudiera rogar sí, retorna a sí, a su indigencia, a su apuro; a partir de

siempre, nada se le resistiría. Nadie puede no complacer la acción de gracias, que constantemente desearía dar

a un hombre que ruega. Tiene que apartarse si no le gracias por todo, retorna al ruego, que constantemente

quiere escuchar. Si permanece vuelto hacia él, entonces ha de ser ruego de lo más próximo. Y así se pone de

el ruego tiene que vencerle. Solo porque el coraje y la nuevo en marcha el circuito. Entre ambos, uniéndolos

fuerza para rogar abandonan al hombre, solo por eso a ambos, al ruego y a la acción de gracias, al hombre y al

es posible, mientras el otro aún permanece vuelto hacia mundo, de nuevo el oyente del ruego a quien se ruega,

él, que sufra violencia. el que ayuda a salir del apuro, a quien se da gracias.

El ruego es lo más humano. Aun el silencio del hom­ Este es el acontecer del día festivo, acontecer in­

bre puede rogar. Y ahí donde la muda naturaleza parece cesante, que nunca queda líricamente apresado en el

adquirir la lengua de los hombres, se trata del lenguaje ruego, que nunca se ensancha épicamente en la acción

del ruego. El mudo ojo del animal puede rogar. En el de gracias, pasando constantemente de aquel a esta, de

ruego despierta el hombre en el hombre. El ruego es la esta a aquel. Es el mismo movimiento que corre a través

primera palabra del niño. Y, a su vez, la primera palabra del día cotidiano; solo que aquí ha encontrado su pala­

del que despierta del sueño de la infancia. bra expresa lo que allí, al estar despierto y al dormir, en

Pero el hombre no puede rogar siempre. Porque la tensión y en la relajación, la mayoría de las veces -no

no puede hablar siempre. Tiene que estarle permitido siempre- acontece sin palabras. Quien haya aprendido

guardar silencio. En el ruego estaba él solo, hombre de nuevo a entregarse al ritmo del día festivo, ese volverá

solamente, del todo consigo. Señor, sálvame, pues las a dejarse llevar también por el ritmo diario. El día festivo

aguas me llegan hasta el cuello. Dios mío, Dios mío, por se le volverá escuela de vida cotidiana. La habituación

qué me has abandonado. Pero, al dar gracias, se ensan­ rítmica de sus miembros, que ganó allí, le beneficiará

cha y sale al mundo entero. El mundo tiene entonces también en la calle. Se trata del mismo paso, tanto aquí

que adquirir el habla, adquirirla también para él. Que como allí. Quien lo haya practicado allí, ese ya no irá

todo lo que alienta alabe al Señor. Para ti callar es canto por aquí dando tumbos. Se asombrará a ratos . . . de lo

de alabanza. El mundo, el mundo que guarda silencio sencilla que es la vida.

da gracias. Y el hombre con él, en él. Se convierte en

mundo al dar gracias. Si solo hubiera acción de gracias,

el hombre se perdería en el mundo. Dejaría de ser horn-

140 141
X

VUELTA AL TRABAJO

Pero ¿por qué esto no es verdad? ¿Por qué la vida no es

tan sencilla como hace un momento se nos aparecía, a

nosotros que de nuevo nos sentimos enteramente en

posesión de nuestro entendimiento sano, fortalecidos

por la cura y por la convalecencia? Pues, ciertamente,

es distinta. Y cuando regresemos ahora al día a día de

la vida, comprobaremos a diario, a cada hora, que la

vida todavía sigue siendo difícil. Ahí no son de ayuda

ninguna todo el rogar y el dar gracias del día festivo. La

vida misma quiere ser vivida. ¿Cómo es esto?

¿Qué hemos aprendido? Únicamente esto: que no

nos dejaremos trastornar ya, que no nos detendremos

ya, que ya no nos quedaremos parados, inmóviles, ni

nos haremos a un lado. Esto lo hemos ya ganado de

una vez para siempre. ¿Pero es esto todo lo que la vida

exige? ¿No necesita nada más?

No necesita nada más. Pero esto mismo es difícil,

requiere fuerza, mucha fuerza. Pues el torrente de la vida

fluye, aunque fluya sin quedar retenido, sigue fluyendo

sin parar de las fuentes que una vez lo dejaron manar, sin

parar hacia delante, hasta la desembocadura. Nunca

vuelve sobre sus pasos. La vida no es una vida eterna.

Fluye del nacimiento a la muerte. Con regularidad más

cansada a cada paso, el día sucede al día. Solo el día festivo

143
El librito del sentido común sano y enfermo
X Vuelta al trabajo

se enlaza con otros días festivos para formar el anillo del


Cada paso va acompañado por la angustia. No debe­
año. En los días festivos vive la vida la definitiva eternidad
ría ser así. El coraje de vivir debería acallar la angustia.
del torrente, la eternidad que vuelve sobre sí. Ahí es vida
Pero no es ya una angustia ante la vida. Esa se la hemos
eterna. Ahí no hay cansancio, ni angustia, ni decepción,
quitado. No es ya la angustia ante el paso que hay que
pues el final se convierte de nuevo en inicio y el camino
dar. Pues se da. Es por el paso dado por el que se angus­
está trazado de antemano. Pero el día corriente conoce la
tia la angustia. Por la vida vivida que ahora, cuando ha
fatiga y la angustia y la decepción. Y si bien a la vida le está
sido vivida, queda a merced de la muerte. La angustia
permitido tomar nuevas fuerzas prestadas del día festivo,
se torna decepción.
de sus fuerzas eternamente renovadas, sin embargo, esas
Tampoco esta debería haberla. La confianza en Dios
fuerzas tan solo las toma prestadas para volver a la fatiga
no debería dejarla surgir. Qué me importa el éxito. Pero
y a renovada angustia y a renovada decepción. Sin fin se
la decepción no es dudar del éxito. La duda ha perdido
le alarga el trecho a la vida. Sin fin, no como el día festivo
su fuerza. Pero se trata de la decepción por lo acon­
que ingresa en la eternidad siempre joven, sino sin fin
tecido mismo. Y es que lo acontecido debería haber
hasta el final definitivo. La vida se vive hacia la muerte.
sido vida. Ahora es muerte. Y la certeza de que la vida
Semejante hurtarse a la muerte puede reconocerse
engendrará . . . ¡de qué me sirve! La decepción se torna
en toda esa angustia ante la vida, en todo ese querer
cansancio.
salirse y mantenerse al margen, tal como los hemos com­
Tampoco él debería surgir. La certeza del mundo
batido en calidad de enfermedad del entendimiento. El
tendría que prohibir a los ojos cerrarse. Aunque ellos no
hombre al que le sobreviene la parálisis en el río de la
se cierran. Siguen mirando hacia donde las manos de­
vida ha visto, como el príncipe indio, a la muerte que le
ben hacer su próximo ademán de coger, o los pies deben
aguarda al final. Se sale entonces de la vida. Prefiere no
dar su próximo paso. No están cansados de la vida.
vivir si vivir significa morir. Y, de esta manera, prefiere
Esta aún los lleva hacia delante. Solo que ya no quieren
morir en vida. Se refugia de la necesidad de la muerte
mirar atrás; pues tras de sí ven a la muerte que lleva a
en la rigidez de la muerte artificial. Nosotros le hemos
cabo su obra.
ayudado a salir de esa rigidez. Pero la muerte no se la
Es tan difícil saber que toda prueba de verdad solo
podemos ahorrar; eso no lo puede ningún médico. Es
puede encontrarse hacia delante. Saber que solo la
más, al enseñarle a vivir de nuevo, le enseñamos a ir al
muerte pone a prueba. Y que es la última prueba de
encuentro de la muerte. Y le enseñamos a vivir la vida,
verdad de la vida. Y que poder vivir quiere decir tener
aunque cada paso con el que se interna más lejos en la
que morir. Quien se sustraiga a la vida podría creer que
vida sea un paso más cerca de la muerte.
se sustrae a la muerte. Pero, en verdad, solamente se

144
1
45
El librito del sentido común sano y enfermo

sustrae a la vida, y la muerte de la que quería zafarse lo

rodea ahora por todos lados y ha reptado dentro de su

corazón que se tornó de piedra. Si es devuelto a la vida, AL LECTOR

tiene que reconocer el señorío de la muerte. Ya no debe

querer vivir de otra manera que hacia la muerte. La vida,

entonces, es desde luego sencilla. Pero solo porque no

quiere zafarse ya de la muerte. Y porque está dispuesta Estás un poco asustado. Las cosas se han puesto más serias de

a entonar el llanto fúnebre a cada instante. Y aun así a lo que habíamos acordado. O, en cualquier caso, más serias

seguir «avanzando por encima de las tumbas». Y a saber de lo que tú habías supuesto. No es culpa mía. La vida es

que, al final de este camino de tumbas, también para un asunto serio. Eso, además, ya lo sabes. Se lo tomarlas

ella ha sido ya cavada la fosa. muy a mal al que no te tomara completamente en serio en

Contra la muerte no hay remedio. Tampoco l a s a ­ tu profesión ni en lo que allí haces y padeces. Así de serias

lud es un remedio. Pero el sano tiene la fuerza para son también las cosas de las que hemos estado hablando

andar el camino que conduce a la tumba lleno de vida. el uno con el otro. No más serias. Pero si igual de serias.

El enfermo llama a la muerte y se deja cargar por ella Y ahora me despido de ti. Espero que no para siempre.

a sus espaldas, medio muerto de mortal angustia. La Y es que pienso que, como nos hemos vuelto a conocer ha­

salud vive la muerte solo «a su debido tiempo». Y es ciendo camino hasta aquí, tendremos todavía algunas cosas

muy amiga de ella y sabe que, cuando viene, se quita que decirnos. Si tienes tiempo, ven alguna vez a visitarme

su rígida máscara y le coge a la angustiada, fatigada, a mi casa. Serás bienvenido.

decepcionada hermana vida la antorcha flameante de

sus manos cansadas y la arroja al suelo y la apaga, y bajo

la bóveda del cielo nocturno, que solo reluce ahora tras

haberse extinguido el resplandor de la antorcha, toma

a la falleciente en sus brazos y, una vez que la vida ha

cerrado sus labios locuaces, abre su eternamente callada

boca y dice: ¿Me reconoces? Soy tu hermana.

147
AL c o N O C E D O R

¿Sigue usted ahí? ¿Es que no ha oído? Realmente había

abrigado esperanzas de que de mis palabras dirigidas a

usted hubiera llegado a deducir lo suficiente como para

marcharse.

¿Cómo? ¿Qué? ¿Oigo bien?¿ Todavía se anda quejando?

¿Que se ha aburrido? ¿Que no es correcto? ¿Que ya está

todo dicho en Bergson? ¿Que no ha aprendido nada nuevo?

Señor mío, ¿acaso se cree que estoy aquí a su entera dis­

posición? No tiene usted que quejarse, para nada. No es

mi culpa si se ha aburrido. Le dije con suficiente claridad

que aquí a usted no se le ha perdido nada. Solo necesitaba

haberme creído. Declino cualquier responsabilidad. ¡Se lo

advertí!

1
49
El librito del sentido común sano y enfermo ofrece una ex­

celente puerta de acceso a la renovación del pensamiento

que Rosenzweig quiso llevar a cabo en su sistema filosófico.

Esta obra reproduce el proceso de sanación que permite

escapar de la atrofia de los sistemas filosóficos tradicio­

nales y pensar la realidad, no como Totalidad, sino como

el acontecimiento de las relaciones entre Dios, el mundo

y el ser humano. Los viejos sistemas filosóficos, especu­

lativos y conceptuales, son tratados aquí como una en­

fermedad del sentido común que debe ser curada por el

«nuevo pensamiento».

Este librito es el último ensayo que escribió Rosenzweig

antes de que le fuese diagnosticada la fatal enfermedad

que, después de privarlo de la capacidad de moverse e

incluso de hablar, desembocó en la temprana muerte de

este extraordinario representante del pensamiento judío

contemporáneo.

ISBN: 978-84-254-4816-4

Herder
9111! � �� !ll llllil! � !I! � 11
www.herdereditorial.com

También podría gustarte