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Cuaderno  de  Casos  y  Materiales  

Departamento de Derecho de la Empresa


UNIVERSIDAD AUSTRAL
 
 
Director  Departamento   Directora  Ejecutiva  Curso  DSA   Director  Ejecutivo  Curso  DSA  
Osvaldo  Gómez  Leo   Mag.  Florencia  Pagani   Mag.  Fernando  Aguirre  Céliz  

 
 

Condiciones  de  Uso  y  Derecho  de  Autor  

Este  Cuaderno  de  Casos  y  Materiales  es  para  uso  exclusivo  de  estudiantes  y  profesores  de  la  Facultad  de  Derecho  de  la  Universidad  

Austral,  con  fines  estrictamente  pedagógicos,  y  como  material  de  estudio  y  lectura  para  su  correspondiente  clase  o  tema  en  la  

respectiva  asignatura  de  grado  y/o  posgrado,  y/o  actividad  académica.    

El  Cuaderno  contiene  diverso  tipo  de  materiales:  casos  jurisprudenciales  (jurisprudencia  judicial  y  administrativa),  trabajos  doctri-­‐

nales,  cuerpos  normativos,  etc.  Los  materiales  que  se  incluyen  aquí,  o  bien  pueden  ser  libres  de  derechos  de  autor,  o  su  reproducción  

se  encuentra  admitida  dentro  de  los  límites  legales  adecuados,  con  la  correspondiente  cita  o  referencia  bibliográfica  en  cada  caso.  
En   estos   Cuadernos   de   la   Facultad   también   se   suelen   agregar   comentarios,   casos   situacionales   y   desarrollo   propio   del   cuerpo   de  

profesores,  en  cuyo  caso,  los  Derechos  de  Autor  corresponden  a  la  Facultad  de  Derecho  de  la  Universidad  Austral.  Los  casos  situa-­‐
cionales  o  hipotéticos  que  se  incluyen  en  este  Cuaderno,  salvo  que  en  forma  particular  se  indique  otra  cosa,  son  de  elaboración  

propia  por  el  cuerpo  de  profesores  de  la  Facultad  de  Derecho  de  la  Universidad  Austral,  y  fueron  redactados  a  los  efectos  de  servir  
como  base  de  discusión,  para  su  utilización  en  clase,  evaluaciones,  proyectos,  para  la  elaboración  trabajos  prácticos,  o  para  otros  

fines   pedagógicos.   Como   tales,   no   pretenden   mostrar   el   modo   adecuado   o   incorrecto   de   tratar   situaciones   reales   o   relaciones  
jurídicas.  

La  Universidad  Austral  se  reserva  los  derechos  de  autor  de  los  contenidos  de  elaboración  propia,  así  como  también  de  la  sistema-­‐

tización   bibliográfica   y   jurisprudencial   que   se   exhibe   en   este   documento.  A   su   vez,   deben   respetarse   los   derechos   de   autor   del  
material  de  terceros  que  se  llegasen  a  mostrar  en  este  medio.  Todo  el  material  y  la  información  aquí  contenida  no  podrán  ser  

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Cuaderno.  

 
   

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Ficha  técnica  de  clase             [  DDE-­‐2019]  

 
Asignatura   Derecho  societario  actualizado  

Código   DDE  

Clase  /  Unidad    
Clase  4. Asamblea.  Conflictos.  Impugnación.  Derecho  de  Información  de  los  Accionistas  

Profesor/a   Fernando  Aguirre  Céliz  –Sebastian  Balbín  

Última  actualización   0/0/00  0:00:00  

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Sección  1.   INFORMACIÓN  GENERAL  DE  LA  CLASE  

PROFESOR  

Fernando  Aguirre  Céliz  


MDE  –  Universidad  Austral  
Correo  electrónico:    fernandoaguirreceliz@gmail.com  

   
 

PROFESOR  

Sebastián  Balbín  
Doctor  en  Derecho  –Universidad  Austral  
Correo  electrónico:    sbalbin@austral.edu.ar    

   
 

TEMARIO  

Asamblea.  Conflictos.  Impugnación.  Derecho  de  Información  de  los  Accionistas  


1.   Asamblea.    
2.   Nulidades.  
3.   Derecho  de  información.  

LA  ASAMBLEA  Y  LA  NULIDAD  EN  MATERIA  SOCIETARIA  

El   acto   jurídico   tiene   por   fin   inmediato   la   adquisición,   modificación   o   extinción   de   relaciones   o  
situaciones  jurídicas.  Necesita  de  formas,  que  se  traducen  en  la  exteriorización  de  la  voluntad  del  sujeto  
respecto   del   objeto   en   orden   a   la   consecución   del   fin   jurídico   propuesto.   Si   bien   el   principio   general   en   la  
materia   es   el   de   la   libertad,   en   el   ámbito   de   las   sociedades   se   requieren   formas   determinadas   en   procura  
de  evitar  la  improvisación,  comprobar  la  seriedad  del  acto,  precisar  la  declaración  de  voluntad  y  garantizar  
los  intereses  de  los  terceros.  La  observancia  de  estas  formas  cobra  particular  importancia  en  el  proceso  de  

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formación  de  la  voluntad  social  y  su  exteriorización,  y  su  omisión  activa  el  especial  régimen  de  nulidad  para  
la  disciplina  societaria.  

OBJETIVOS  

Al  finalizar  la  unidad  temática,  debes  ser  capaz  de:  


1.   Evaluar  diversas  circunstancias  que  pudieran  afectar  la  realización  de  una  asamblea.  
2.   Clasificar,  analizar  y  comparar  las  diversas  acciones  a  seguir  para  prevenir/reparar  daños  ocasiona-­‐
dos  por  tales  circunstancias.  
3.   Aplicar  y  relacionar,  de  manera  argumentada,  las  diversas  soluciones  para  casos  particulares    

METODOLOGÍA  Y  MATERIAL  DE  LECTURA  (ADVERTENCIA)  

Los  asistentes  deberán,  previamente,  estudiar  el  material  de  lectura  obligatoria.  Atención:  el  material  es  
un  mero  resumen  en  el  que  se  omiten  las  citas  incluidas  en  la  obra  original,  por  lo  que  no  puede  ser  tenido  
como  fuente  para  su  cita  en  la  elaboración  de  obras  o  trabajos.  Durante  la  clase  se  expondrá  y  discutirá  
sobre  el  tema  relacionado  con  el  material  de  lectura  obligatorio.  

 
   

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  asamblea  

Extractado de “Asamblea”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 510 a 522 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.

A)   INTRODUCCIÓN.  LUGAR  DE  REUNIÓN  Y  ORDEN  DEL  DÍA    

Lugar de reunión
Las asambleas deben celebrarse en la sede social. En su defecto y cuando alguna razón lo justi-
ficara (p.ej. insuficiencia de espacio o fuerza mayor), podrá convocarse a los socios para que concurran
a otro lugar correspondiente a la jurisdicción, la que fija el domicilio social (art. 233 LGS). En todo
caso, deberá cuidarse de que los accionistas conozcan con exactitud el lugar donde se efectuará la
reunión, y que el cambio no importe un recurso para dificultar su asistencia.
Orden del día
El listado de cuestiones a tratar por la asamblea configura el or-den del día. El mismo tiene como
finalidad prevenir a los accionistas sobre las materias que habrán de discutirse, impedir el agregado de
nuevas y permitir un desarrollo ordenado —en cuanto al método— del acto.
Respecto de su contenido, pueden efectuarse las siguientes con-sideraciones: i) los puntos del
orden del día deben ser redactados de manera clara y concisa, de modo tal que no se generen dudas en
cuanto al alcance de su tratamiento (v.gr. las fórmulas asuntos varios o modificación de estatutos resul-
tan inadmisibles, por vagas); ii) con su publicación, debe consignarse el tipo de asamblea a celebrarse,
de manera que el accionista pueda prever el quorum y mayoría aplicables, para resolver sobre la conve-
niencia o necesidad de su asistencia; iii) e indicarse el lugar, fecha y hora de celebración.
En cuanto al tratamiento por la asamblea de materias extrañas a las incluidas en el orden del día,
la ley establece su nulidad, salvo: que en la asamblea estuviese presente la totalidad del capital social y
la decisión se adoptara por unanimidad de las acciones con derecho a voto (arts. 237 y 246 LGS); ii) las
cuestiones relacionadas con la responsabilidad de los administradores, cuando éstas fueran deriva-ción
de alguno de los temas tratados; iii) la elección de los encargados de suscribir el acta (art. 246 LGS) y
iv) las excepciones que se autorizan expresamente en la ley.

B)   CONVOCATORIA.  LEGITIMADOS    

La citación de los accionistas a asamblea se denomina convocatoria. Compete en primer término


al directorio, como órgano (no a uno o algunos de sus integrantes) bajo pena de nulidad (art. 236 LGS).
De allí que la convocatoria deba ser precedida por la reunión de directorio que, sujeta al quórum y
mayorías legales o estatutarias, la resuelva. La sindicatura también cuenta con la facultad de convocar
a asamblea cuando lo juzgue necesario, en la medida en que fuera una de carácter extraordinario, ya que

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la facultad de hacerlo a asambleas ordinarias o especiales es derivada y sólo surge ante la omisión del
directorio (art. 294 inc. 7º LGS). Empero, la norma parecería contrariar las disposiciones del art. 236
LGS en cuanto habilita al síndico a convocar “cuando estime conveniente”. Por su parte el consejo de
vigilancia puede convocar a asamblea cuando lo estimara conveniente, o cuando se lo requirieran ac-
cionistas que representen por lo menos el cinco por ciento del capital social, siempre y cuando los esta-
tutos no fijaran una representación menor (arts. 236 y 281 inc. b LGS).

Convocatoria por los accionistas


En cualquier tiempo que lo consideren oportuno, accionistas que representen cuanto menos el
cinco por ciento del capital social computado sobre el capital suscripto, si el estatuto no fijara un por-
centaje menor, podrán solicitar al presidente del directorio —o en su defecto a la sindicatura o al consejo,
o bien a estos de manera directa en aquellos casos en que lo habilite la ley— que convoque a asamblea
ordinaria o extraordinaria (art. 236 LGS)  ). El silencio o la omisión da lugar al derecho excepcional de
los accionistas de acudir a tales fines al tribunal o autoridad de contralor competente  , como medio de
amparo de la minoría.

Modo de solicitar la convocatoria por el accionista. Agotamiento de la vía societaria


El accionista peticionante debe indicar en su requisitoria al directorio —o sindicatura— los pun-
tos del orden del día que propone tratar, y que no deben de infringir las previsiones legales (art. 279 del
Código Civil y Comercial y 236 párrafo 2 LGS). Los puntos deben ser de interés para la sociedad, no
resultar perjudiciales ni difamatorios para su imagen ni de la de los integrantes de sus órganos, y ser
redactados en términos precisos y claros, evitando vaguedades. Si cumplen tales recaudos, una vez pe-
ticionados no pueden ser suprimidos o modificados en su contenido por el directorio), a quien corres-
ponde la convocatoria, y cuya redacción le es confiada, pudiendo incluso solicitar explicaciones al socio
acerca del porque de tales puntos.
Incumplido el deber de convocar dentro de los cuarenta días de efectuada la solicitud (art. 236
LGS), el directorio pierde la facultad de redactar los puntos del orden del día, resultando además, en
caso de convocatoria judicial o administrativa, inhibido de sugerir modificaciones o supresiones. La
sola omisión en que incurra el directorio ante el pedido del socio, configura una falta grave de sus de-
beres. El accionista debe dirigir también su pedido al síndico, a efectos de agotar la vía societaria, la
falta de aviso inhabilita la petición judicial de convocatoria.

El agotamiento de la vía societaria se acredita: i) mediante la exhibición de los títulos accionarios


que acrediten la calidad de socio y que representen —en su conjunto, de tratarse de a un litisconsorcio
activo— el cinco por ciento del capital social; ii) ofrecer garantía suficiente de que los títulos accionarios
habrán de permanecer bloqueados durante todo el término del trámite de la convocatoria; iii) acreditar
que se ha emplazado fehacientemente al directorio —en la persona de su presidente, salvo ausencia o
vacancia— y a la sindicatura; iv.-) acreditar el transcurso del término de cuarenta días dispuesto por el
art. 236 LGS sin que la asamblea se hubiera celebrado, o aún antes de ello si surgiera la imposibilidad
de los órganos sociales de cumplir con sus deberes temporáneamente, como se refiere a continuación.
Resulta aconsejable, entonces, remitir también a la sindicatura simultánea e idéntica comunica-
ción a la cursada al directorio, atento la responsabilidad que a ésta pudiera caber en razón de su función
de fiscal del órgano de administración y de la eventual colaboración que tal notificación pudiera tener
en el acortamiento de los plazos para acudir a la justicia o autoridad de contralor. Además el accionista
no debe necesariamente esperar que transcurran los cuarenta días a los que alude el art. 236 LGS para
confirmar que la asamblea no habrá de celebrarse, en razón de que las publicaciones deben de efectuarse
con diez días corridos de anticipación, “plazo que se inicia al día siguiente de la última publicación en
el Boletín Oficial que, al tener que realizarse durante cinco días permite al accionista, con una anticipa-
ción de 15 a 17 días corridos, dar por incumplida la norma y recurrir a la convocatoria judicial o admi-
nistrativa sin más demora”.

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Petición judicial
La solicitud de convocatoria a asamblea por el accionista tiene por finalidad asegurar el control
de la administración de los negocios sociales, frustrado —entorpecido— por la conducta omisiva del
directorio —o la sindicatura en su caso—, y que conspire contra el normal desenvolvimiento de ente.
Tal reticencia habilita al socio a peticionar —y obtener— que la autoridad judicial supla la falta del
órgano social convocando en su reemplazo a asamblea, en los términos en que el socio lo solicitara (art.
236 párr. 3º LGS). A tal efecto, no será necesario que este recurra previamente al proceso de mediación
obligatorio previsto en la ley 24.573, como tampoco corresponde-ría al Tribunal dar participación al
ente antes de resolver convocar. Ello por cuanto los órganos sociales deben limitarse, ante el pedido del
socio a llamar a asamblea sin mayores dilaciones, por lo que ante su silencio u omisión el juez debe
circunscribir su actuación a hacerlo en reemplazo, designando la persona que habrá de presidir la
reunión, inaudita parte  (28), por tanto sin dar traslado al respectivo órgano societario para que se expida
o efectúe la convocatoria omitida. El legislador no ha podido suponer que el procedimiento sumario del
art. 15 LGS sea de aplicación —no nos encontramos frente a un proceso contencioso—, por conspirar
aquel contra una resolución ágil, expeditiva y compatible de la cuestión a resolver. Se trata, en realidad,
de un trámite en el que la actuación judicial se limita a sustituir la inactividad de administradores y
síndicos (lo contrario desnaturalizaría el planteo y toleraría que éstos se irrogaran faculta-des que en tal
instancia son exclusivas del Tribunal). Una adecuada inteligencia de la regla del art. 15 LGS conduce a
interpretar que su referencia al proceso sumario carece para el caso de contenido procedimental aplica-
ble.

En concordancia, los Tribunales han resuelto que “el procedimiento sumario al que alude el art.
15 de la ley 19.550 es inaplicable a los supuestos en que se esgrime la potestad de requerir que el órgano
jurisdiccional ordene la convocatoria a asamblea de accionistas; dado que las previsibles dilaciones que
derivan de la sustanciación de un proceso de conocimiento de la índole del regulado por el art. 486 y ss.
de la ley ritual —inexistente a partir de la sanción de la ley 25.488— desvirtuarían la finalidad de la
mencionada norma societaria. En tal sentido, puesto que existe una laguna normativa con relación al
procedimiento que corresponde seguir cuando se formula un requerimiento de convocatoria asamblea-
ria, será competencia del Juzgador suplirla dictando la providencia que resultare pertinente de acuerdo
a las circunstancias de la causa”.

Cuando la asamblea fuera convocada por el juez, esta debe ser presidida por el funcionario que
aquél designe (art. 242 LGS).

Petición administrativa
Además de por vía judicial, la omisión en la convocatoria por parte del directorio o de la sindicatura
habilitan su petición a través de la autoridad de contralor. En tal caso, esta debe ser formulada por ac-
cionistas que representen al menos el cinco por ciento del capital social, si los estatutos no fijaran un
número menor (art. 236 LGS). Según las normas de la Inspección General de Justicia, la convocatoria
procede cuando: i.-) hubieran transcurrido diez días desde que hubiese solicitado al directorio convoca-
toria a asamblea sin que el mismo se expidiera favorablemente, o la denegare sin fundamento. Cuando
la convocatoria a asamblea sea practicada por la Inspección, la sociedad debe remitir la documentación
correspondiente con quince días de anticipación, si la administración no fijase especialmente otro plazo.
En este último caso, el trámite —que debiera ser más expeditivo y ágil que el de la convocatoria judi-
cial— se hace sin requerirse otra participación del ente, bastando al accionista con acreditar su calidad,
su porcentaje accionario y haber agotado sin éxito la vía societaria. ii.-) constatare graves irregularidades
y estimara conducente la medida, en resguardo del interés público.

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C)   FORMA.  PUBLICIDAD    

La convocatoria a asamblea —su ausencia la hace irregular—, debe sujetarse a las formas legales
y estatutariamente previstas. Ello habida cuenta que los vicios que invaliden la decisión asamblearia no
necesariamente correspondan al acto colegial, sino también a la forma irregular en que éste se convoca  .
Sin perjuicio de ello, como regla general puede decirse que más allá de la irregularidad de la convoca-
toria, la falencia se purga con la posterior intervención y anuencia de todos los socios  .
La convocatoria debe hacerse mediante edictos, durante cinco días, con al menos diez de anticipa-
ción y no más de treinta, en el diario de publicaciones legales (Boletín Oficial; art. 237 LGS). En los
casos previstos en el art. 299 LGS, el llamado además deberá anunciarse en dos diarios de mayor circu-
lación del lugar del domicilio del ente  (41), consignando mínimamente: i) el día, hora y lugar de la
reunión; y ii) el orden del día o listado de las materias a tratar, completo y redactado de modo que el
accionista tenga pleno conocimiento de la naturaleza e importancia de los temas sobre los que se habrá
de deliberar.
En caso de que la asamblea fracasara por falta de quórum, puede llamarse a una nueva en segunda
convocatoria, a celebrarse dentro de los treinta días siguientes, mediante publicaciones por tres días con
al menos ocho de anticipación a la asamblea. Empero, los estatutos pueden contener cláusulas que au-
toricen a efectuar la segunda convocatoria junto con el llamado a la primera —con carácter supletorio—
, a celebrarse con un intervalo no inferior al de una hora respecto de aquélla (art. 237 LGS). La omisión
en los edictos de este segundo llamado, corroborada la falta de quórum en primera convocatoria, impide
la celebración de la reunión sin que antes la administración realice las nuevas publicaciones.
En las sociedades que hacen oferta pública de sus acciones los estatutos sólo pueden autorizar la
realización de convocatorias simultáneas para asambleas ordinarias (art. 237, 2º párr. LGS).

Irregularidades en la convocatoria
De constatarse la existencia de vicios de convocación que no involucren formas esenciales, sólo
habrá nulidad relativa o impugnabilidad (art. 388 Código Civil y Comercial). A modo de mera pauta
indicativa, pueden señalarse como irregularidades que hacen impugnable al acto: i) omitir consignar el
lugar de reunión, cuando la misma se celebre fuera de la sede social; ii) la omisión de la fecha y hora de
la reunión; iii.-) cualquier supuesto de publicidad insuficiente o tardía; iv) la falta o error en la indicación
del carácter —ordinario o extraordinario— de la asamblea; v) o las faltas o defectos en el orden del día.
Todo ello por cuanto la convocatoria debe servir para que los socios tengan conocimiento de la celebra-
ción de la reunión en un determina-do lugar y fecha, pudiendo así asistir a la misma estando informados
sobre los asuntos a deliberar y los acuerdos a aprobar (es en tal entendimiento que el art. 246 LGS reputa
nula toda decisión que se adopte y que derivara de materias extrañas a las incluidas en el orden del día).
Por otra parte, no resulta claro que el directorio pueda revocar la convocatoria una vez publicados los
edictos, o que accionistas o terceros puedan pedir su suspensión.

D)   ASISTENCIA.  REQUISITOS.    

Depósito de acciones
Aquellos socios que deseen concurrir a la asamblea, deberán depositar en la sociedad sus accio-
nes —o certificados de depósitos o constancia de las cuentas de acciones escriturales— con no menos
de tres días hábiles de anticipación a la fecha fijada. Este plazo se computa retroactivamente a partir de
la hora cero del día fijado para la asamblea, excluyéndose los días domingos y feriados nacionales. Se
encuentran exceptuados de realizar el depósito los accionistas que en igual tiempo comunicaran su asis-

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tencia, cuando fuera la misma sociedad la que llevara el registro (art. 238 LGS). Tanto la falta de depó-
sito como la acreditación extemporáneas inhiben al accionista de participar en la asamblea  . La ley tam-
bién prevé que no se podrá disponer de las acciones hasta después de realizada la asamblea, excepto en
el caso de cancelación del depósito.
Quien sin ser accionista invoque tal derecho a partir de un certificado o constancia que equivo-
cadamente le atribuya tal calidad, habrá de responder por los daños y perjuicios que causara a la sociedad
emisora, socios y terceros. En tal caso, la indemnización no podrá ser inferior al valor real de las acciones
cuya titularidad haya invocado. Cuando los certificados de depósito o las constancias de las cuentas de
acciones escriturales no especifiquen su numeración y la de los títulos, la autoridad de contralor podrá,
a petición fundada de cualquier accionista, requerir del depositario o institución encargada de llevar el
registro la comprobación de la existencia de las acciones (art. 238 LGS).

Libro de asistencia

El accionista que concurra a la asamblea debe firmar el libro de asistencia, dejando constancia de
su domicilio, documento de identidad y número de votos que le correspondan (art. 238 LGS). La falta
de presencia del libro de asistencia en el lugar de celebración de la asamblea provoca —en principio—
la nulidad de la reunión, no obstante lo cual tal ausencia puede ser suplida volcándose a otro libro (previa
denuncia del extravío) o mediante acta notarial, en la medida en que ésta contenga los requisitos exigidos
por ley.

Fallo: depósito de acciones


CNCom., sala E, “Bignone, Rubén C. y Otros c/Óptica Alemana SA s/Ordinario”, 15/05/2016, IJ-
LXIX-777.
El art. 238 LSC, que impone a los accionistas el depósito de sus acciones o certificados de depósito
o constancia de las cuentas escriturales para su registro en el libro de asistencia a la asamblea, con
no menos de tres días hábiles antes de la fecha fijada para su celebración, exime de tal carga a los
titulares de acciones nominativas, aunque los obliga a anunciar al ente su intención de asistir dentro
de ese mismo plazo.

Preguntas
1.-) ¿Qué es el orden del día y que requisitos debe cumplir?
2.-) ¿Quiénes se encuentran legitimiados para convocar a una asamblea? ¿Y para asistir?

  La  nulidad  en  materia  societaria  

 
Extractado de “Nulidad”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 183 a 207 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.

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A)   INTRODUCCIÓN.  ACTO  JURÍDICO    

Acto jurídico societario


El acto jurídico tiene por fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o
situaciones jurídicas (art. 259 Código Civil y Comercial; CCCN). Debe ser lícito, por lo que la voluntad
del sujeto se subordina a la norma. El acto: i.-) requiere de un sujeto idóneo y con capacidad por tratarse
ésta no sólo de un atributo de la persona sino también de un elemento del acto jurídico; ii.-) su objeto
debe ser posible, no prohibido por la ley, ni contrario a la moral, las buenas costumbres, el orden público
o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana (art. 279 CCCN); iii.-) necesita de forma, que
se traduce en la exteriorización de la voluntad del sujeto respecto del objeto en orden a la consecución
del fin jurídico propuesto. Si bien el principio general en la materia es el de la libertad (art. 284 CCCN),
en el ámbito de las sociedades se requieren formas determinadas en procura de evitar la improvisación,
comprobar la seriedad del acto, precisar la declaración de voluntad y garantizar los intereses de los
terceros. La observancia de estas formas cobra particular importancia en el proceso de formación de la
voluntad social y su exteriorización; y iv.-) debe contar con una causa fin subjetiva −aquello que las
partes se propusieron al contratar-.
El acuerdo asambleario –o su análogo, cualquiera sea el tipo social- es el resultado de la voluntad
de los socios expresada a través de los procedimientos legales prescriptos. Se trata también de un acto
humano, reglado dentro de un medio técnico (la sociedad) y por normas especiales (Ley General de
Sociedades 19.550: LGS), en el que las voluntades individuales de personas humanas o jurídicas −los
socios− confluyen en la conformación del acto jurídico societario –aquel imputable al ente- y que
adquiere características propias que deben juzgarse según la particular estructura interna de la voluntad
correspondiente a las sociedades y a la libertad de expresión, discernimiento e intención de quienes
integran sus órganos. El acto jurídico societario así obtenido se sujeta al régimen de nulidades previsto
para todo acto en el CCCN, con más el propio de la LGS y que resulta de aplicación preferente (art. 150
CCCN).

Régimen general de nulidades y la LGS.


Los actos jurídicos bilaterales tienen, con relación a terceros, efectos relativos producto de su no
intervención (res inter alios acta aliis neque prodesse neque necere potest). En los actos unilaterales, en
cambio, el otorgante prevé proyectar sus efectos respecto de los terceros hacia quienes aquellos se
dirijen. Puede decirse que algunos actos jurídicos societarios adquieren frente a terceros tal carácter, por
no tratarse de actos ordinarios del tráfico –bilaterales− en los que el ente busca relacionarse de manera
directa con aquellos -a través de sus representantes-. En ambos casos las leyes han procurado dotar de
estabilidad al acto mediante la aplicación restrictiva de nulidades. Si ordinariamente este principio se
potencia en materia mercantil, más aún sucede en el ámbito societario, especialmente al tiempo de la
constitucuón del nuevo sujeto, lo que no implica que en aras de tal estabilidad se sacrifique la regla
moral (art. 279 CCCN), como da cuenta la LGS al tratar la nulidad de las llamadas cláusulas leoninas
(art. 13).
La nulidad societaria −al igual que cualquier otra− es la sanción legal que priva de sus efectos
normales al acto jurídico −aunque eventualmente no de todos−, en virtud de una causa originaria, es
decir, existente al momento de su celebración. La LGS fue sancionada en 1972, por lo que, siendo
anterior al CCCN de 2015 (Ley 26.499), aún distingue -sin definir- entre actos nulos y anulables,
categorías suprimidas por el nuevo Código. Esto fuerza a interpretar su significado último según las
normas del derogado Código Civil, sin soslayar que el CCCN (arts. 382 a 397) dispone dos únicas

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categorías de ineficacia: i.-) en razón de su nulidad, la que puede sustanciarse como acción o como
excepción; ii.-) o de su inoponibilidad respecto de determinadas personas, supuesto en que no produce
efectos para terceros, excepto en los casos previstos por la ley.
En cuanto a la nulidad, única que aquí habremos de tratar, puede ser: i.-) absoluta si el acto
contraviene el orden público, la moral o las buenas costumbres. Puede ser declarada por el juez sin
petición de parte si es manifiesta al tiempo de dictarse sentencia, y alegada en todo momento por el
Ministerio Público y por cualquier interesado, excepto por la parte que invoque su propia torpeza para
lograr un provecho. No puede sanearse por la confirmación del acto ni por la prescripción de la acción,
lo que es irrenunciable.
ii.-) relativa, si el acto es sancionado sólo en protección del interés ciertas personas. Se declara
unicamente a instancia del sujeto en cuyo beneficio se establece, y excepcionalmente por pedido de la
otra parte si es de buena fe y ha experimentado un perjuicio importante. Se sanea por la confirmación
del acto y por la prescripción de la acción, que es de dos años (art. 2562 CCCN) si no se dispusiera un
plazo mayor o menor, como el previsto para la caducidad de la acción en el art. 251 LGS. Además,
quien obró con ausencia de capacidad de ejercicio para celebrar el acto, no puede alegarla si lo hizo con
dolo.
iii.-) La ley también diferencia si la nulidad es total o parcial, según afecte a todo el acto o a una o
varias de sus disposiciones (art. 389 CCCN). En caso de nulidad parcial, el acto permanece válido
respecto de sus partes no afectadas cuando estas sean separables, y si no lo fueran porque aquel no
pudiera subsistir sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad total. Como la asamblea no constituye
un acto jurídico en particular sino una conjunción de ellos, es posible separar aquellos viciados de
nulidad, pudiéndose declararla respecto de solo algunos de los puntos del orden del día. Lo mismo
sucede con las nulidades que afecten alguna cláusula estatutaria, caso en que, como se dirá, la regla es
su pervivencia y la nulidad del contrato la excepción.
iv.-) Parte de la doctrina refiere una tercera categoría de actos denominados inexistentes, a los que
no les son aplicables las apuntadas reglas de los actos nulos o anulables. Para esta corriente, la resolución
inexistente no produce efectos jurídicos −esta suerte de no actos en ningún caso podría producirlos−, lo
que la distingue de la resolución nula absoluta, la que si bien por regla no produce los efectos buscados
por las partes da lugar a las consecuencias de los hechos en general y a las reparaciones que correspondan
(art. 391 CCCN), y de la resolución nula relativa. La Inexistencia referiría entonces a situaciones que
sólo tienen la apariencia de actos jurídicos, pero sobre los que, por no ser tales, no resulta posible hablar
de nulidad. De aceptarse tal categoría resultaría que a.-) los actos inexistentes no se confirman ni
prescriben; b.-) los actos nulos no se confirman si son de nulidad absoluta y c.-) los actos nulos afectados
por una nulidad relativa tienen existencia jurídica mientras no sean anulados por sentencia, pudiendo en
consecuencia prescribir los vicios que los afecten. En el ordenamiento vigente y en el ámbito particular
de las decisiones de órganos colegiados, las resoluciones asamblearias podrán ser nulas o anulables,
pero no inexistentes.

Especificidad en materia societaria


El contrato de sociedad da nacimiento a una persona de derecho, lo que fuerza a diferenciar el
vínculo obligacional fundado en el contrato, de los efectos de la actividad organizada que da origen a
tal persona jurídica. A ello se sumarán luego los vínculos intrasocietarios de la organización que el ente
genera. Producto de tal distinción es que los vicios que afectan el vínculo de alguno de los contratantes,
incluso al punto de invalidar el contrato, no impiden que se reconzca la actividad desarrollada en nombre
de la sociedad. Esta marcada diferencia respecto del régimen general de nulidades del acto jurídico
previsto en el CCCN ha sido expresamente expuesto por el legislador al tiempo de sancionar la LGS.

12    
 
 
En materia de nulidades, “el proyecto [refiere la Exposición de Motivos] innova, al igual que el
anteproyecto, modernizando la legislación vigente. Es sabido que con excepción hecha de dispositivos
referidos a situaciones particulares ni los Códigos Civil y de Comercio [ambos derogados], contienen
disposiciones orgánicas en punto a la nulidad del contrato de sociedad. Ello se torna más grave si se
tiene en cuenta que la regulación de la nulidad y de los vicios de consentimiento contenidos [en dichos
Códigos] son de difícil aplicación al contrato constitutivo de las sociedades, ello como consecuencia de
la naturaleza de contrato plurilateral de organización que éste reviste, de las características peculiares
de los distintos tipos societarios, de las diversas causas de anulabilidad y de la distinta posición en que
en ellos se encuentran los socios, los acreedores sociales y los que lo son sólo de aquéllos. Persuadida
de esa idea la Comisión organizó un régimen de nulidad que se conceptúa acorde con esas
circunstancias, teniendo en vista las soluciones dadas por la más moderna legislación comparada. En tal
sentido, y modificando el contenido del art. 6 del anteproyecto aunque manteniendo sustancialmente su
solución, se establece que la nulidad, anulabilidad o resolución del contrato no se producirá cuando la
nulidad o anulación afecte el vínculo de alguno de los socios, salvo que la participación o la prestación,
con arreglo a las circunstancias, deba considerarse esencial … El art. 17 se prevé un régimen de
subsanación de la nulidad que cubre la omisión de cualquier requisito esencial no tipificante, que de
suyo haga anulable el contrato. En este aspecto el proyecto ha buscado asegurar la vigencia del principio
de conservación de la empresa, que resulta también del art. 100, en la convicción de que no importa
ventaja alguna el impedir la subsanación del vicio mientras no medie impugnación judicial. La solución
contraria pecaría de antieconómica, toda vez que no conjugaría los distintos tipos de intereses que
convergen en el fenómeno societario y que deben ser tutelados coherentemente”.
Esta especificidad en materia de nulidades debe conjugarse con el denominado principio de la
conservación de la empresa. Sin perjuicio del fin individual de quienes suscriben el contrato que da
origen a la sociedad –o que la crea a partir de una manifestación unilateral de voluntad-, aquella también
existe porque el ordenamiento así lo autoriza teniendo en mira los intereses de la comunidad. Empren-
der, continuar o finiquitar una actividad económicamente productiva, afectan el interés público moti-
vando la intervención tutelar del Estado. La LGS consagra tal principio conservatorio, erigiéndose su
art. 100 como norma de interpretación, por lo que en caso de duda sobre la existencia de una causal de
disolución, debe estarse en favor de la subsistencia de la sociedad El principio conservatorio resume un
conjunto de postulados que, atendiendo razones económicas y sociales, orientan la permanencia de la
empresa económicamente viable y socialmente útil, permitiéndole subsanar la ocurrencia de ciertos he-
chos que comprometen la suerte de la sociedad organizadora –el empresario social-.
Al sancionarse en 1972 la actualmente denominada LGS, el legislador tuvo en cuenta para el trata-
miento de las nulidades el régimen del Código Civil italiano de 1942 –hoy modificado-. Este fijaba un
sistema propio del derecho societario, sin perjuicio de efectuar un reenvío a las normas generales según
el tipo de violación de que se tratara, cuando el ordenamiento especial no preveía la solución. Si la
nulidad versaba sobre la ley o el acto constitutivo, se aplicaba la especialidad societaria, mientras que si
la nulidad se derivaba de la ilicitud o imposibilidad del objeto, se sujetaba a las disposiciones del derecho
común (arts. 2377 a 2379 Código Civil italiano, en su versión de 1942). No obstante la apuntada inspi-
ración, el legislador argentino no formuló un régimen similar de característica dual, apartándose en
cambio del derecho común, con la intención -sólo parcialmente cumplida- de aplicar excluyentemente
el derecho societario. Basta reparar para evidenciar la apuntada diferencia en que el derogado art. 2379
del Código Civil italiano determinaba que debían ser consideradas nulas aquellas deliberaciones que
tuvieran objeto imposible o ilícito −el resto sólo sería anulable−, mientras que la LGS, por el contrario,
habilita la acción de nulidad contra toda decisión asamblearia contraria a la ley, estatuto o reglamento
−lo que incluye las decisiones nulas y anulables en términos de la LGS, según se viera supra−. Esto

  13  
responde al propósito de no dejar supeditados los actos decididos por las asambleas a la eventual con-
tingencia de la promoción de acciones de nulidad absoluta (art. 387 CCCN), lo que afectaría la conti-
nuación o subsistencia de la sociedad y la fijeza de sus negocios.
La LGS, por tanto, impone un orden especial, particularmente en cuanto a los efectos de las
nulidades, con aplicación sólo supletoria del CCCN. Juicio que se refuerza si se tiene en cuenta que la
LGS habla de nulidad o anulación -terminología del derogado Código Civil y que fuerza a recurrir sl
CCCN para determinar el alcance actual de ambas nociones-, y que la nulidad de las deliberaciones y
decisiones asamblearias del art. 251 LGS obedece a un régimen único que se aparta del general, no
colegial, establecido en el CCCN.
A partir de tales pautas, SALVATIERRA ha sistematizado una serie de principios orientadores que
rigen a la invalidez e ineficacia societaria −en terminología del autor−, adaptando la teoría general de
las nulidades del derecho civil y comercial a las especiales características de los actos jurídicos
plurilaterales y colegiados en materia societaria. Los mismos también atienden la certeza y velocidad
del tráfico mercantil –que como se dijera la LGS ha tenido especialmente en cuenta- en protección de
los terceros de buena fe y de la economía en general, y se resumen en: i.-) interpretación restrictiva de
las nulidades absolutas, en caso de duda deberá entenderse a la nulidad como relativa y prescriptible;
ii.-) interpretación restrictiva de toda nulidad implícita; iii.-) plazo de caducidad breve para el ejercicio
de acciones que involucren nulidades relativas (art. 251 LGS); iv.-) la aplicación de las consecuencias
propias de los actos colegiados y que se traduce en la especial legitimación requerida para plantear la
nulidad de actos colegiados orgánicos y la limitación de sus efectos −entre otros-; v.-) aplicación de las
consecuencias propias a los actos plurilaterales, tendientes a la conservación del mismo, como la nulidad
parcial (vincular), la resolución parcial, la posibilidad de reconducción, etc.; vi.-) interpretación amplia
de las formas de subsanación del acto, en concordancia con la subsanabilidad de las nulidades; vii.-) la
irretroactividad frente a terceros de buena fe de los efectos de las nulidades −aún las absolutas−, sobre
el contrato de sociedad.

Fallo: conservación de la empresa


CNCom., sala A, “Viti, Blanca c/ Melega Alfredo s/ sumario”, 16/06/2003, IJ-XXXI-555
1.- Si bien en la LSC art. 94 la inexistencia de actividad no aparece enunciada como causal de
disolución de la sociedad, una correcta interpretación de dicho precepto permite incluirla en el inc.
4, cuya segunda parte debe ser objeto de una interpretación amplia; pues, aún cuando la enunciación
de la norma es de carácter restrictivo, en merito a lo dispuesto en la LSC art. 89, cabe entender que
no es de una taxatividad absoluta; además, aun teniendo en cuenta el criterio de la LSC art. 100, no
cabe duda de que si determinadas circunstancias impiden el ulterior cumplimiento de la actividad
productiva o de intercambio de la entidad, esta carecerá de causa y por lo tanto, corresponderá su
disolución.

Fallo: conservación de la empresa


CNCom., sala A, “Rettgerg Graciela c/ Tamyr SA s/ ordinario”, 16/10/2007, IJ-XXVIII-235
1.- Como sucede con las restantes causales de disolución contempladas por el artículo 94 de la ley
19550, el principio de la conservación de la empresa consagrado en el artículo 100 de la misma
normativa, exige que el supuesto de imposibilidad sobreviniente de lograr el objeto social sea
interpretado restrictivamente, debiendo en caso de duda descartarse su aplicación, precisamente en
pos de la preservación de la sociedad.
2.- A pesar de que la inactividad de una sociedad mercantil puede efectivamente dar lugar a su
disolución en los términos del artículo 94 inciso 4° de la ley 19550, ello no debe suceder en casos
en el que dicha inactividad, amén de no ser total, no aparece como irreversible, en tanto la existencia
de indicios reveladores de la potencialidad de la sociedad de volver a funcionar con normalidad
obliga, a tenor de la pauta de interpretación prevista en el artículo 100 de dicho cuerpo legal, a
desechar la pretendida aplicación de la causal de disolución prevista en el inciso 4° del artículo 94
de la ley 19550.

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Preguntas
1.-) Que relación tiene el principio de conservación de la empresa con el régimen de nulidades de
la LGS?
2.-) Que principios orientan el régimen de nulidades en materia societaria?

B)   SOBRE  LA  IRRETROACTIVIDAD  DE  LA  NULIDAD  SOCIETARIA  

Extractado de “Nulidad”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 183 a 207 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.
 
Introducción
Mientras que el art. 16 LGS fija efectos especiales ante la nulidad vincular, disponiendo la no
afectación del vínculo devenido unipersonal (en respuesta a la institucionalización de la personificación
jurídica y recepción de un método o sistema de empresa), el art. 17 LGS no otorga efectos nulificantes
a la omisión de requisitos esenciales tipificantes –como sí lo hacía en su anterior redacción-,
estableciendo que las sociedades en infracción no producen los efectos propios de su tipo debiendo
regirse por las diposiciones generales de la Sección IV. Así, y a diferencia del régimen general de
nulidades del CCCN, el de la LGS −restringido pero de aplicación prioritaria− no prevé la producción
del efecto típico de aquel: la retroactividad de la nulidad (art. 390 CCCN), privilegindo su subsanación.
Sólo frente a supuestos de nulidad absoluta puede eludirse la normativa particular de la LGS y la pauta
general de preservación de los actos y la del propio ente (art. 100). De sostenerse la existencia de una
nulidad absoluta, deberá acreditarse que el acto impugnado pone en juego la organización social –no de
la sociedad-, la moral o las instituciones fundamentales del Estado, esto es, intereses superiores a los
meramente patrimoniales del ente y de sus socios.

Nulidad vincular (art. 16 LGS)


El art. 16 LGS se ocupa de las nulidades relacionadas con el vínculo de alguno de los socios,
estableciendo que su nulidad o anulabilidad no produce “la nulidad, anulación o resolución” del
contrato, salvo cuando la participación o prestación del socio involucrado deba considrarse esencial, o
que se trate de un socio único. De este modo, la nulidad vincular debe ser encausada dentro de las
soluciones previstas para la resolución parcial del contrato social, procediendo la exclusión del socio
afectado sin que tal circunstancia trascienda al funcionamiento de la sociedad, ello sin perjuicio de las
excepciones antes referidas –participación esencial o socio único-. La positivación de tal postulado im-
portó en su momento un avance que recogía la opinión de la por entonces mayoritaria doctrina −en
consonancia con el atribuido carácter plurilateral del contrato de sociedad− y fijaba pautas especificas
y limitativas de la nulidad genética por nulidad o anulación del vínculo de uno o mas socios.
El precepto instaura un régimen de nulidades propio, apartado del ámbito de regulación del CCCN,
ya que lo contrario acarrearía la abrogación del sistema especial del art. 251 LGS por el texto general
del Código, lo que pasaría por alto al menos dos cuestiones: i.-) que el derecho comercial, como cate-
goría histórica creada para regular la conducta de sujetos especiales, es la base sobre la que se asienta la
LGS y que se mantiene para la casi totalidad de su articulado, aún luego de la sanción de la Ley 26.994;
y ii.-) la especificidad del régimen societario. Además, el art. 16 LGS, en su parte final, dispone que si

  15  
se tratara de sociedades en comandita simple o por acciones, o de sociedades de capital e industria, el
vicio de la voluntad del único socio de una de estas categorías de socios hace anulable –no nulo- el
contrato. Esto queda además salvado, según se verá más adelante, con la transformación de pleno
derecho de tales sociedades en anónimas unipersonales, para el caso de que en el término de tres meses
no se decidiera otra solución (art. 94 bis LGS).

Relación de la atipicidad y de la falta de requisitos esenciales tipificantes, con el régimen


general de nulidades societarias
En su anterior redacción, el art. 17 LGS declaraba la nulidad absoluta e insalvable de las sociedades
de tipos no autorizados. Además, la LGS disponía que la omisión de cualquier requisito esencial no
tipificante hacía anulable el contrato, nulidad subsanable antes de su impugnación judicial, luego de la
cual se producía la liquidación de la sociedad, con la consecuente extensión de la responsabilidad
−solidaria e ilimitada− a los socios, salvo el caso de las sociedades anónimas.
Con la sanción de la Ley 26.994, el art. 17 LGS fue refortmulado y morigerado en sus alcances,
disponiéndose que las sociedades típicas -aquellas previstas en el Capítulo II LGS; “Sociedades en
particular”- no pueden omitir requisitos esenciales tipificantes ni comprender elementos incompatibles
con el tipo legal adoptado, bajo apercibimiento de no producir los efectos propios del midsmo y regirse
por la Sección IV del Capítulo I LGS -“De las sociedades no constituidas según los tipos del Capítulo
II y otros supuestos”- (arts. 21 a 26 LGS). De esta forma, la LGS mantiene el principio de tipicidad,
aunque su violación ya no ocasiona la nulidad del contrato. La ley también mantiene la anterior
distinción entre elementos tipificantes y no tipificantes, a los que ahora suma los elementos
incompatibles con el tipo y cuya infracción priva a la sociedad de los efectos previstos por sus socios –
aquellos propios del tipo elegido-, siéndole en consecuencia aplicable el mismo régimen de las
comprendidas en el Capítulo II LGS.

Estipulaciones nulas (art. 13 LGS)


El art. 13 LGS enumera una serie de estipulaciones a las que declara nulas, y que en doctrina son
conocidas como cláusulas leoninas. Estas procuran evitar que se vulnere el principio distributivo
consagrado en el art. 1 LGS y resguardan la vocación del contrato social de observar siempre la igualdad
entre los socios como elemento esencial del mismo. Estas cláusulas son:
i.-) que algun socio reciba todos los beneficios o se lo excluya de ellos, o que sea liberado de
contribuir con las pérdidas (art. 13 inc. 1° LGS). El precepto resume el concepto absoluto de sociedad
leonina, que se extiende a todo supuesto en que la participación en las utilidades o contribución en las
pérdidas sea inexistente o irrisoria, resultando de ello un fraude a la ley. Esta hipótesis habilita la
aplicación la resolución del art. 11 inc. 7 LGS, debiendo los socios distribuir utilidades y soportar las
pérdidas en proporción asus aportes. La norma no importa la prohibición de cláusulas tendientes a
restringir las pérdidas o a dar a unos socios mayor proporción en las ganancias que a otros, en tanto no
resulten abusivas o confiscatorias;
ii.-) que al socio o socios capitalistas se les restituyan los aportes con un premio designado o con
sus frutos, o con una cantidad adicional, haya o no ganancias, o que se asegure al socio su capital o las
ganancias eventuales (art. 13 incs. 2 y 3 LGS). La previsión apunta al mantenimiento de la intangibilidad
del capital social, evitando que los socios se garanticen la devolución íntegra de sus aportes cualquiera
sea la suerte de los negocios del ente;
iii.-) que la totalidad de las ganancias y aún de las prestaciones de la sociedad pertenezcan al socio
o socios sobrevinientes (art. 13 inc. 4 LGS), prohibición consagrada en salvaguarda de los derechos del

16    
 
 
los herederos del socio, quienes se verían privados de la transmisión que en su favor se produce sin
solución de continuidad desde el deceso de aquel. La LGS dispone así “explícitamente la nulidad del
pacto para evitar cualquier interpretación que ante el silencio legal pudiera, aún por vía indirecta,
validarlo”;
iv.-) que permitan la determinación de un precio para la adquisición de la parte de un socio por otro,
que se aleje notablemente de su valor real al tiempo de hacerla efectiva (art. 13 inc. 5 LGS). La
Exposición de Motivos de la ley justifica la sanción a este tipo de cláusulas en que “no obstante el nuevo
texto del art. 1654 del Código Civil [respecto del Código de Vélez, antecedente de la norma societaria]
y la referencia que allí se efectúa al principio de la excesiva onerosidad sobreviniente admitida por el
nuevo art. 1198 del Código citado [misma ref.], la cuestión en materia mercantil debía ser solucionada
distintamente, en mérito a las características de las sociedades comerciales y para asegurar la máxima
protección de la seguridad jurídica. En este sentido se han receptado los principios admitidos por la
jurisprudencia comercial, por lo que se ha reemplazado el concepto de injusto precio contenido en el
inc. 5° del art. 13 del Anteproyecto por el valor real, en la inteligencia de que este concepto vinculado
al requisito de la diferencia notable al tiempo de hacer efectivo el precio, permitirá la aplicación de
criterios más estrictos y objetivos”.
 
Preguntas
1.-) Que importancia conserva en el ordenamiento actual la antigua nulidad absoluta del derogado
art. 17 LGS?
2.-) Que importancia asigna a las cláusulas leoninas (art. 13 LGS)?

  Orden  público  e  imperatividad  en  derecho  societario  

A)   ORDEN  PÚBLICO  E  IMPERATIVIDAD    

Extractado de “Nulidad”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 183 a 207 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.

La nulidad absoluta, por involucrar actos que contravienen el orden público, la moral y las buenas
costumbres, no puede sanearse por la confirmación del acto ni por prescripción (arts. 386 y 387 CCCN).
Empero, la aplicación de tales preceptos requiere en materia societaria de algunas precisiones. En
términos generales, se denomina orden público al conjunto de principios eminentes –fundamentales− a
los cuales se vincula −y en los cuales se cimienta− la digna subsistencia de la organización social
establecida. Si su positivación dista de ser unívoca, su supresión resulta imposible. No sucede lo mismo
con el llamado orden público societario, que no sería una especie del género orden público sino una
mera categoría doctrinaria de reducido ámbito de aplicación y contorno general indefinido, tendiente
básicamente a simplificar el estudio de la materia.

  17  
Si la nulidad de un acto jurídico se origina en la violación de una norma de orden público, esta es
absoluta, por tanto imprescriptible. Es a partir de la apuntada especificidad del derecho societario, de la
naturaleza jurídica del contrato de sociedad y del especial régimen de nulidades consagrado en la LGS,
que se ha llegado a afirmar la imposibilidad sin más de que una decisión societaria lesione el orden
público. Si el contrato social en definitiva propende al logro del interés particular de su suscriptor −a
través del ente cuya voluntad colabora a crear−, una resolución social no podría alterar el orden público
ni atenar contra normas de tal carácter. De allí que se sostenga la inexistencia de normas de orden público
en la ley de sociedades, lo que encuentra su explicación en los intereses particulares que atiende un
instrumento de contenido estrictamente patrimonial −el contrato social−.
Sí integran el ordenamiento societario diversas normas de carácter imperativo, inderogables o
indisponibles, destinadas a la protección de derechos e intereses individuales, cuya violación no acarrea
una nulidades de efectos insalvables. Leyes de orden público y normas imperativas no deben ser
confundidas, por no existir entre estas identidad conceptual, las que trasuntan una formalidad lógica
diferente. “La imperatividad sólo se predica de las leyes cuya observancia no pueden dejar de lado las
convenciones de los particulares, en tanto que el carácter de orden público alude a los momentos o
fundamentos por los cuales se comunica esa imperatividad a la ley. En otros términos, cuando se habla
de ‘orden público’ se mira en la causa que produce la imperatividad irrefragable de ciertas leyes,
mientras que cuando se contempla esa imperatividad sólo se verifica el efecto que aquella causa ha
provocado. De ahí que cuando ambas calificaciones correspondan, de hecho, a las mismas sanciones
legales, no es posible por esa circunstancia admitir una identificación de dos conceptos formalmente
diferentes, de los cuales uno es efecto del otro”. Desarticulada la inexistente sinonimia, el problema se
centra en determinar cuales normas son de cumplimiento imperativo y cuales no.
Que la ley sea obligatoria no necesariamente implica que sea imperativa; la obligatoriedad importa
el deber de acatamiento de sus estipulaciones, mientras que la imperatividad significa que el precepto
no puede ser dejado sin efecto por ninguna estipulación contraria, legal o convencional, sino a costa de
la perdida de tal calidad a través de un proceso de sustitución. “La inderogabilidad e indisponibilidad
contractual de las normas imperativas impone la renuncia in abtsracto a la protección de las mismas.
Pero ante una resolución asamblearia que fuera contratria a una norma imperativa, surge un derecho
concreto de hacer valer aquella protección. Este derecho es disponible por el sujeto protegido: está en
juego unicamente su particular interés referido al caso concreto y podría renunciarlo o transar sobre el.
Por lo tanto para ejercerlo es legítimo y lógico que la Ley disponga que tiene la carga de hacerlo
conforme al régimen (art. 251 y ss) y antes de expirar el plazo de caducidad que ella fija”.
Algunos autores incluso distinguen el orden público del interés público, que hace a la conveniencia
de un país en un momento determinado pero que no se identifica con aquel. El interés público prevalece
sobre el interés privado pero no sobre el orden público, siendo el régimen de la sociedad de interés
público pero no de orden público. Así, los derechos de voto acumulativo y de receso son indisponibles
y por ello indisputadamente de interés público, no obstante ajenos al orden público por lo quer podría
tolerarse la afectación de sus efectos sin violentar garantías constitucionales. En el mismo campo del
interés público cabe ubicar a la estabilidad de los acuerdos asamblearios de la sociedad anónima. El
plazo de impugnación del art. 251 LGS es de caducidad por cuanto protege al interés público y prevalece
sobre el interés privado de la sociedad y de los impugnantes. Empero, si bien la caducidad como instituto
destinado a salvaguardar el interés público prima sobre el interes privado, no puede contrariar el orden
público. El interés público fincante en la estabilidad de los acuerdos asamblearios está supeditado a que
dichos acuerdos respeten el órden público, por ello el plazo de caducidad del art. 251 de la LGS solo es
aplicable a resoluciones asamblearias nulas por lesionar un interés privado (nulidad relativa) pero no a
las resoluciones asamblearias nulas por afectar el orden público (nulidad absoluta).

18    
 
 
La detección de normas de orden público en el régimen societario es una tarea improbable. Si bien
se ha sostenido que la tipicidad lo involucraría, la reforma del art. 17 LGS por ley 26.499 ha dado por
tierra tal hipótesis. En punto a las nulidades dispuestas en el art. 13 LGS, sobre las que aún hoy pudiera
sostenerse que involucran el orden público, en realidad se ajustan a la protección de intereses
particulares.

B)   LA  IMPERATIVIDAD  SOCIETARIA  TRAS  LA  SANCIÓN  DEL  CCCN  

El CCCN establece en su art. 150 el orden jerárquico normativo para toda persona privada que
se constituya en la República, de modo que estas se rigen: “1.- por las normas imperativas de la ley
especial o, en su defecto, de este Código; 2.- por las normas del acto constitutivo con sus modificaciones
y de los reglamentos, prevaleciendo las primeras en caso de divergencia; 3.- por las normas supletorias
de leyes especiales, o en su defecto, por las de este Título”. De este modo, el Código remite respecto de
la LGS -ordenamiento específico o microsistema en la terminología de sus redactores- a sus “normas
imperativas”, anteponiendo las de aquel a las de la LGS, del acto constitutivo y demás leyes supletorias
especiales, en tanto no revistan tal carácter. Esta novedad normativa da lugar a diversas interpretaciones.
Para el caso, (i) frente a la ausencia de previsión contractual y la anomia de la LGS en la materia, podría
sostenerse la aplicación obligatoria del art. 158 CCCN que habilita la celebración de asambleas
autoconvocadas y la realización de reuniones en ausencia de los socios -de existir medios que permitan
la comunicación simultánea de los participantes-; (ii) o que a partir de la remisión del art. 150 CCCN y
del silencio de su art. 161, la aplicación de este último sería necesaria aún frente a la existencia de
cláusulas contractuales referidas a mecanismos impeditivos del bloqueo del órgano de administración,
por no tratarse de normas imperativas, con lo que el referido art. 161 CCCN integraría de manera
indirecta la LGS –de otorgarle carácter imperativo-. Esto es el resultado de la descuidada técnica
legislativa del arts. 150 CCCN y de que hubiera sido mejor incorporar a la LGS un texto de tenor similar
al del art. 160 CCCN.
 
Preguntas
1.-) Distinga entre orden público e imperatividad?
2.-) Señale –si considera que existe alguna- normas de orden público societario?
3.-) Señale normas imperativas en materia societaria.

  Ausencia  de  orden  público  e  imperatividad  normativa  en  la  SAS  

Extractado de Balbín S., SAS sociedad por acciones simplificada, Cáthedra, Buenos Aires, 2019 –se
omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede ser tenido como fuente
para su cita-.

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A)   INTRODUCCIÓN  

En términos generales, se denomina orden público al conjunto de principios eminentes –


fundamentales- a los cuales se vincula y en los cuales se cimienta la digna subsistencia de la
organización social establecida. El llamado orden público societario no es una especie de tal
género -orden público-, sino sólo una mera categoría doctrinaria de reducido ámbito de
aplicación y contorno indefinido, tendiente a simplificar el estudio de la materia. A la postre,
su utilización resulta contraproducente, por cuanto inexisten normas de tal carácter en la LGS,
hecho que encuentra su explicación en el interés particular que se persigue a través de un
instrumento de contenido estrictamente patrimonial -el constitutivo de la sociedad-, sumado a
la especificidad de la materia societaria. Lo que la LGS en oportunidades contiene son normas
imperativas, inderogables o indisponibles, destinadas a la protección de derechos e intereses
individuales, cuya violación no acarrea una nulidad absoluta. “La inderogabilidad e
indisponibilidad contractual de las normas imperativas impone la renuncia in abtsracto a la
protección de las mismas. Pero ante una resolución […] contratria a una norma imperativa,
surge un derecho concreto de hacer valer aquella protección. Este derecho es disponible por el
sujeto protegido: esta en juego unicamente su particular interés referido al caso concreto y
podría renunciarlo o transar sobre el”.
La SAS se caracteriza por su apertura en materia de contenidos y formas, que la hacen de
“entramado abierto en contraste con el formato rígido e imperativo que ostentan los restantes
[tipos] denominados de capital”, erigiendo la regla de la autonomía de la voluntad como eje del
sistema. Y es en razón de tal autonomía que la imperatividad normativa societaria tradicional –
aquella previa a la sanción de la LACE-, se ve reducida casi por completo en el nuevo tipo. La
cuestión, que en una primera instancia pudiera llamar la atención, no resulta novedosa en dere-
cho comparado y viene a acompañar un fenómeno tendiente hacia la simplificación y flexibili-
zación de las especies asociativas. Así, en términos de REYES VILLAMIZAR, “uno de los aspectos
principales del régimen jurídico de la SAS consiste en el alejamiento de las normas de orden
imperativo”. Ello por cuanto la SAS ha sido concebida como una alternativa a la subsistencia
de “…innúmeros preceptos que restringen las posibilidades de negociación contractual …[cir-
cunstancia]… patente en el ámbito específico de las sociedades de capital … lo propio ocurre
con las sociedades de responsabilidad limitada, por cuya estructura legal se somete a los aso-
ciados a múltiples e inconvenientes restricciones a la hora de redactar los estatutos. Las reglas
sobre pluralidad en las votaciones, cesión de cuotas sociales, revisoría fiscal obligatoria y otros
formalismos inútiles son incompatibles con los elementos personalistas propios de las socieda-
des de carácter cerrado”. En este sentido, las disposiciones de la ley 1.258 colombiana -uno de
los antecedentes directos de la LACE en su parte pertinente-, “tiene un carácter eminentemente
dispositivo, de manera que pueden ser reemplazadas por otras previsiones pactadas por los ac-
cionistas”.

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B)   LIMITACIONES  

Solo en ausencia de pacto expreso de las partes se aplica, de manera supletoria, la regla
legal y según la prelación antes referida. Es a los socios, y no a la ley, a quienes corresponde
definir el perfil y detalles organizativos de la modalidad empresaria cuyo vehículo es la SAS.
Así, el modelo impuesto por la LACE, flexible en contraposición con el rígido esquema nor-
mativo de tipos previsto en la LGS, solo encuentra su límite frente la comisión de abusos, fraude
o la mala fe en el ejercicio de los derechos previsto en el Capítulo 3 del Título Preliminar del
CCCN. Probablemente esta libertad dará lugar a instrumentos constitutivos de mayor o menor
sofisticación, atendiendo la dificultad del negocio tenido en cuenta por las partes, y a modo de
evitar los conflictos que de una reglamentación deficiente –y la consecuente aplicación de leyes
supletorias- pudiera derivarse. Un instrumento constitutivo que todo lo previera estaría exento
de toda remisión a la LGS, no siendo por ello, no obstante, sus previsiones normas imperativas
contractuales en sentido técnico, ya que tal clase de norma resulta contraria a la finalidad de la
SAS (no aplican para el tipo, sin perjuicio de que prohibiciones consagradas en el instrumento
constitutivo tengan un efecto práctico similar).
 
Preguntas
1.-) Que similitudes y diferencias presenta el régimen de nulidadaes de la LGS respecto del de la
SAS?

  Derecho  de  información  

 
Extractado de “Información”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 2018, –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede ser
tenido como fuente para su cita-.

A)   EL  ART.  55  LGS  

El derecho a la información puede ser resumido como aquel con que cuenta cada socio, y que le
permite tener noticia del desenvolvimiento del ente, ya sea mediante la inspección de sus libros y
documentos sociales o del requerimiento de aclaraciones a los administradores. Por lo tanto, no gozan
del derecho de información los socios aparentes y ocultos (art. 34 LGS), los socios del socio (art. 35
LGS) y aún el socio propiamente dicho cuando se encontrara en mora respecto de su aporte (arts. 37 y
192 LGS). En tanto básico e instrumental, no sólo encuentra su causa en el propio contrato plurilateral

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de organización, sino también en la télesis del art. 1 LGS, más allá de las limitaciones que para su
aplicación surjan según el tipo social particular de que se trate.
La LGS lo recepta a través de su art. 55 (antecedente, art. 284 del derogado Código de Comercio).
El derecho a la información ⎯atento sus particulares características⎯ cuenta con una naturaleza jurídica
propia. Esta combina el derecho subjetivo del socio que ejerce la pretensión en su propio interés
particular, con aquel individual y objetivo del cual los socios ⎯en general y sin distinción⎯ no pueden
ser privados, por tratarse de un derecho fundamental, permanente e inderogable derivado de la
titularidad de participaciones sociales, que no cabe encuadrar dentro de las medidas orientadas a la
defensa de las minorías. No obstante su importancia, y sin perjucio de la existencia de diversas normas
que a lo largo de la LGS aluden al derecho de información, el mismo no ha sido regulado de manera
orgánica, posiblemente por considerárselo una derivación del estado de socio. Pese a ello, la doctrina le
augura un mayor desarrollo y ejercicio, a partir de la creación y el auge de las comunicaciones
electrónicas, y de las nuevas corrientes sancionatorias de las omisiones, reticencias o falsedades con que
la información se brinde.

B)   CARACTERÍSTICAS  

El derecho a la información es un derecho esencial, inderogable y cualitativo. Es asimismo


instrumental, en tanto sirve para el ejercicio de otros derechos ⎯permite a sus titulares un adecuado
conocimiento del devenir societario, lo que resulta esencial para la comprensión y evaluación de la
conducta de los demás socios y de los administradores⎯, tales como el de voto, el de suscripción
preferente, el de impugnación de los acuerdos sociales, al dividendo y a la cuota de liquidación. Su
importancia y utilidad se acrecienta en aquellas sociedades donde el socio permanece alejado de la
gestión y los negocios realizados a favor del ente, por lo que es, en definitiva, una herramienta de control
social coincidente con el cauce ordinario a través del cual el socio accede al control de la gestión de los
administradores.
Mediante su ejercicio, que se manifiesta a través de solicitudes ocasionales de información, se tutela
tanto el interés individual del socio en su calidad de tal, como el interés de la sociedad en salvaguardia
de su recto funcionamiento (opera como medio a través del cual el socio participa en los órganos
sociales). Esta intervención debe ser ejercida de manera social, sincera y no abusiva. Su límite esta dado
por el art. 10 del Código Civil y Comercial y el derecho al secreto que habilita al ente a negarse a dar
determinada información técnica, por cuanto la información atinente al derecho del socio no es
amplísima e ilimitada; se regula en base al tipo societario y al funcionamiento de la empresa de manera
que no resulte obstructiva, ya que el ejercicio irrestricto del derecho a informarse no puede derivarse un
perjuicio al propio ente. Así, la posibilidad de que de las indagaciones del socio pudieran derivarse la
divulgación no querida de secretos comerciales de la sociedad ⎯lo que atenta contra su marcha y
repercute sobre sus ganancias⎯, resulta ser un límite para el ejercicio del derecho de información, cuyos
guardianes son en primera instancia administradores y síndicos, y, en último lugar, los propios socios.
Tampoco puede ejercerse de manera obstruccionista, anteponiéndo el derecho del socio al normal
funcionamiento del ente.
Todo ello no impide que, dentro de los parámetros señalados, el derecho a informarse no sea amplio
y que se extienda ⎯con las particularidades del caso⎯ a la totalidad de la documentación del ente. Incluso

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se ha apuntado a su carácter preventivo, ya que a través de un correcto uso el socio pudiera evitarse
incurrir en negligencia culposa en la aprobación de actos societarios irregulares. Resulta fácil colegir
que, lógicamente, y atento el cúmulo de particularidades a considerar, habrán de plantearse conflictos
entre el interés individual del socio de obtener tal información ⎯la correcta y suficiente para el ejercicio
consciente de su derecho a voto⎯ y el interés social que en ocasiones puede exigir que no sean revelada
cierta información, o, al menos, en la oportunidad en que se solicita.
Dijimos entonces que el derecho a informarse puede ser ejercido individualmente por los socios,
salvo en las sociedades de responsbilidad limitada incluídas en el 2º párrafo del art. 158 LGS y las
sociedades anónimas que cuenten con sindicatura. Ello por cuanto el modo en el ejercicio va decreciendo
paulatinamente según se acentúa en los distintos tipos sociales la nota capitalista (y que implica menor
responsabilidad), mientras que respecto de los socios colectivos la información se configura con gran
generosidad y amplitud.
En las sociedades por parte de interés los socios pueden examinar los libros y papeles sociales,
recabando de los administradores los informes que estimaran pertinentes. Parece razonable aceptar que
tal examen sea delegado por el socio en terceras personas, a poco que se repare en que aquel goza del
derecho ⎯superior⎯ de hacerse representar en las asambleas (art. 239 LGS). Y si bien se sostiene ⎯en
líneas generales⎯ que el ámbito físico para el cotejo de libros y papeles es naturalmente la propia sede
social, en cuanto domicilio del deudor (arts. 152 y 874 Código Civil y Comercial, arts. 11 y 61 LGS),
no encontramos imposibilidad para que, atendiendo razones excepcionales y de orden práctico ⎯v.gr.
que auditores externos pudieran estar trabajando sobre cierre de balances o realizando auditorías⎯
aquellos sean puestos a disposición del socio fuera de la sede. En este sentido cabe reparar que así como
no existen impedimentos para que estatutariamente se reglamente el ejercicio del derecho a informarse,
también el lugar de cotejo puede tener rango reglamentario, siempre y cuando con ello no se restrinja el
mismo en exceso. Sólo, en tales casos, ante la negativa injustificada del órgano pertinente a exhibir los
libros sociales ⎯que importa tanto como el agotamiento previo de la vía interna societaria, regla en la
materia⎯ se abrirá la posibilidad al socio de acudir ante la autoridad jurisdiccional en procura de auxilio.

C)   EN  LAS  SA  Y  SRL  CON  CAPITAL  MAYOR  AL  DEL  ART.  299  2DO.  PÁRR.  LGS  

Normalmente en este tipo de entes, el control de la gestión y marcha de los negocios se realiza a
través de periódicas y legales revisiones de los estados contables, por lo que no es aceptable, salvo
excepciones, su evaluación individual por el socio, en la ocasión que discrecionalmente este elija. De
allí que cabrá siempre exigir al peticionante que acuda a la justicia o algún órgano de control
administrativo, cuanto menos y según se verá a continuación la acreditación del agotamiento de las
vías sociales ordinarias, y como un primer control a eventuales abusos en el ejercicio del derecho a
informarse.
Contando estas sociedades con sindicatura, la LGS no concede a los socios el derecho a examinar
los libros ni los papeles sociales personalmente, quedando a cargo exclusivo de aquella la fiscalización
general de la administración y contabilidad. Ello no obsta que el derecho a la información sea
inderogable, sino que en las sociedades de capital, atento su colisión con otros principios fundamentales
para la subsistencia del ente (la inviolabilidad del secreto de las operaciones), las tareas de cotejo sólo
podrán hacerse de manera indirecta y mediante órganos a tales fines dispuestos. Esta limitación, que es

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producto del robustecimiento de las funciones directoriales para el tipo ⎯con mas la necesidad de
resguardar el ente de interferencias extrañas a su giro⎯, han motivado que para los socios el derecho a
informarse se proyecte a través de la previa petición con miras a un ulterior examen de cierta
documental.

Preguntas
1.-) ¿El derecho de información pyuede reglamentarse? ¿En tal caso, con que alcances?
2.-) ¿Y en la SAS?

 
 

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