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Derecho Societario Actualizado DDE FD UA 2019 (Aguirre Céliz - Balbín)
Derecho Societario Actualizado DDE FD UA 2019 (Aguirre Céliz - Balbín)
Cuaderno
de
Casos
y
Materiales
Este Cuaderno de Casos y Materiales es para uso exclusivo de estudiantes y profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad
Austral, con fines estrictamente pedagógicos, y como material de estudio y lectura para su correspondiente clase o tema en la
El Cuaderno contiene diverso tipo de materiales: casos jurisprudenciales (jurisprudencia judicial y administrativa), trabajos doctri-‐
nales, cuerpos normativos, etc. Los materiales que se incluyen aquí, o bien pueden ser libres de derechos de autor, o su reproducción
se
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de
los
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adecuados,
con
la
correspondiente
cita
o
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en
cada
caso.
En
estos
Cuadernos
de
la
Facultad
también
se
suelen
agregar
comentarios,
casos
situacionales
y
desarrollo
propio
del
cuerpo
de
profesores,
en
cuyo
caso,
los
Derechos
de
Autor
corresponden
a
la
Facultad
de
Derecho
de
la
Universidad
Austral.
Los
casos
situa-‐
cionales
o
hipotéticos
que
se
incluyen
en
este
Cuaderno,
salvo
que
en
forma
particular
se
indique
otra
cosa,
son
de
elaboración
propia
por
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cuerpo
de
profesores
de
la
Facultad
de
Derecho
de
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y
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redactados
a
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para
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Cuaderno.
2
Asignatura
Derecho
societario
actualizado
Código DDE
Clase
/
Unidad
Clase
4. Asamblea.
Conflictos.
Impugnación.
Derecho
de
Información
de
los
Accionistas
3
Sección
1. INFORMACIÓN
GENERAL
DE
LA
CLASE
PROFESOR
PROFESOR
Sebastián
Balbín
Doctor
en
Derecho
–Universidad
Austral
Correo
electrónico:
sbalbin@austral.edu.ar
TEMARIO
El
acto
jurídico
tiene
por
fin
inmediato
la
adquisición,
modificación
o
extinción
de
relaciones
o
situaciones
jurídicas.
Necesita
de
formas,
que
se
traducen
en
la
exteriorización
de
la
voluntad
del
sujeto
respecto
del
objeto
en
orden
a
la
consecución
del
fin
jurídico
propuesto.
Si
bien
el
principio
general
en
la
materia
es
el
de
la
libertad,
en
el
ámbito
de
las
sociedades
se
requieren
formas
determinadas
en
procura
de
evitar
la
improvisación,
comprobar
la
seriedad
del
acto,
precisar
la
declaración
de
voluntad
y
garantizar
los
intereses
de
los
terceros.
La
observancia
de
estas
formas
cobra
particular
importancia
en
el
proceso
de
4
formación
de
la
voluntad
social
y
su
exteriorización,
y
su
omisión
activa
el
especial
régimen
de
nulidad
para
la
disciplina
societaria.
OBJETIVOS
Los
asistentes
deberán,
previamente,
estudiar
el
material
de
lectura
obligatoria.
Atención:
el
material
es
un
mero
resumen
en
el
que
se
omiten
las
citas
incluidas
en
la
obra
original,
por
lo
que
no
puede
ser
tenido
como
fuente
para
su
cita
en
la
elaboración
de
obras
o
trabajos.
Durante
la
clase
se
expondrá
y
discutirá
sobre
el
tema
relacionado
con
el
material
de
lectura
obligatorio.
5
asamblea
Extractado de “Asamblea”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 510 a 522 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.
Lugar de reunión
Las asambleas deben celebrarse en la sede social. En su defecto y cuando alguna razón lo justi-
ficara (p.ej. insuficiencia de espacio o fuerza mayor), podrá convocarse a los socios para que concurran
a otro lugar correspondiente a la jurisdicción, la que fija el domicilio social (art. 233 LGS). En todo
caso, deberá cuidarse de que los accionistas conozcan con exactitud el lugar donde se efectuará la
reunión, y que el cambio no importe un recurso para dificultar su asistencia.
Orden del día
El listado de cuestiones a tratar por la asamblea configura el or-den del día. El mismo tiene como
finalidad prevenir a los accionistas sobre las materias que habrán de discutirse, impedir el agregado de
nuevas y permitir un desarrollo ordenado —en cuanto al método— del acto.
Respecto de su contenido, pueden efectuarse las siguientes con-sideraciones: i) los puntos del
orden del día deben ser redactados de manera clara y concisa, de modo tal que no se generen dudas en
cuanto al alcance de su tratamiento (v.gr. las fórmulas asuntos varios o modificación de estatutos resul-
tan inadmisibles, por vagas); ii) con su publicación, debe consignarse el tipo de asamblea a celebrarse,
de manera que el accionista pueda prever el quorum y mayoría aplicables, para resolver sobre la conve-
niencia o necesidad de su asistencia; iii) e indicarse el lugar, fecha y hora de celebración.
En cuanto al tratamiento por la asamblea de materias extrañas a las incluidas en el orden del día,
la ley establece su nulidad, salvo: que en la asamblea estuviese presente la totalidad del capital social y
la decisión se adoptara por unanimidad de las acciones con derecho a voto (arts. 237 y 246 LGS); ii) las
cuestiones relacionadas con la responsabilidad de los administradores, cuando éstas fueran deriva-ción
de alguno de los temas tratados; iii) la elección de los encargados de suscribir el acta (art. 246 LGS) y
iv) las excepciones que se autorizan expresamente en la ley.
B) CONVOCATORIA. LEGITIMADOS
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la facultad de hacerlo a asambleas ordinarias o especiales es derivada y sólo surge ante la omisión del
directorio (art. 294 inc. 7º LGS). Empero, la norma parecería contrariar las disposiciones del art. 236
LGS en cuanto habilita al síndico a convocar “cuando estime conveniente”. Por su parte el consejo de
vigilancia puede convocar a asamblea cuando lo estimara conveniente, o cuando se lo requirieran ac-
cionistas que representen por lo menos el cinco por ciento del capital social, siempre y cuando los esta-
tutos no fijaran una representación menor (arts. 236 y 281 inc. b LGS).
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Petición judicial
La solicitud de convocatoria a asamblea por el accionista tiene por finalidad asegurar el control
de la administración de los negocios sociales, frustrado —entorpecido— por la conducta omisiva del
directorio —o la sindicatura en su caso—, y que conspire contra el normal desenvolvimiento de ente.
Tal reticencia habilita al socio a peticionar —y obtener— que la autoridad judicial supla la falta del
órgano social convocando en su reemplazo a asamblea, en los términos en que el socio lo solicitara (art.
236 párr. 3º LGS). A tal efecto, no será necesario que este recurra previamente al proceso de mediación
obligatorio previsto en la ley 24.573, como tampoco corresponde-ría al Tribunal dar participación al
ente antes de resolver convocar. Ello por cuanto los órganos sociales deben limitarse, ante el pedido del
socio a llamar a asamblea sin mayores dilaciones, por lo que ante su silencio u omisión el juez debe
circunscribir su actuación a hacerlo en reemplazo, designando la persona que habrá de presidir la
reunión, inaudita parte (28), por tanto sin dar traslado al respectivo órgano societario para que se expida
o efectúe la convocatoria omitida. El legislador no ha podido suponer que el procedimiento sumario del
art. 15 LGS sea de aplicación —no nos encontramos frente a un proceso contencioso—, por conspirar
aquel contra una resolución ágil, expeditiva y compatible de la cuestión a resolver. Se trata, en realidad,
de un trámite en el que la actuación judicial se limita a sustituir la inactividad de administradores y
síndicos (lo contrario desnaturalizaría el planteo y toleraría que éstos se irrogaran faculta-des que en tal
instancia son exclusivas del Tribunal). Una adecuada inteligencia de la regla del art. 15 LGS conduce a
interpretar que su referencia al proceso sumario carece para el caso de contenido procedimental aplica-
ble.
En concordancia, los Tribunales han resuelto que “el procedimiento sumario al que alude el art.
15 de la ley 19.550 es inaplicable a los supuestos en que se esgrime la potestad de requerir que el órgano
jurisdiccional ordene la convocatoria a asamblea de accionistas; dado que las previsibles dilaciones que
derivan de la sustanciación de un proceso de conocimiento de la índole del regulado por el art. 486 y ss.
de la ley ritual —inexistente a partir de la sanción de la ley 25.488— desvirtuarían la finalidad de la
mencionada norma societaria. En tal sentido, puesto que existe una laguna normativa con relación al
procedimiento que corresponde seguir cuando se formula un requerimiento de convocatoria asamblea-
ria, será competencia del Juzgador suplirla dictando la providencia que resultare pertinente de acuerdo
a las circunstancias de la causa”.
Cuando la asamblea fuera convocada por el juez, esta debe ser presidida por el funcionario que
aquél designe (art. 242 LGS).
Petición administrativa
Además de por vía judicial, la omisión en la convocatoria por parte del directorio o de la sindicatura
habilitan su petición a través de la autoridad de contralor. En tal caso, esta debe ser formulada por ac-
cionistas que representen al menos el cinco por ciento del capital social, si los estatutos no fijaran un
número menor (art. 236 LGS). Según las normas de la Inspección General de Justicia, la convocatoria
procede cuando: i.-) hubieran transcurrido diez días desde que hubiese solicitado al directorio convoca-
toria a asamblea sin que el mismo se expidiera favorablemente, o la denegare sin fundamento. Cuando
la convocatoria a asamblea sea practicada por la Inspección, la sociedad debe remitir la documentación
correspondiente con quince días de anticipación, si la administración no fijase especialmente otro plazo.
En este último caso, el trámite —que debiera ser más expeditivo y ágil que el de la convocatoria judi-
cial— se hace sin requerirse otra participación del ente, bastando al accionista con acreditar su calidad,
su porcentaje accionario y haber agotado sin éxito la vía societaria. ii.-) constatare graves irregularidades
y estimara conducente la medida, en resguardo del interés público.
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C) FORMA. PUBLICIDAD
La convocatoria a asamblea —su ausencia la hace irregular—, debe sujetarse a las formas legales
y estatutariamente previstas. Ello habida cuenta que los vicios que invaliden la decisión asamblearia no
necesariamente correspondan al acto colegial, sino también a la forma irregular en que éste se convoca .
Sin perjuicio de ello, como regla general puede decirse que más allá de la irregularidad de la convoca-
toria, la falencia se purga con la posterior intervención y anuencia de todos los socios .
La convocatoria debe hacerse mediante edictos, durante cinco días, con al menos diez de anticipa-
ción y no más de treinta, en el diario de publicaciones legales (Boletín Oficial; art. 237 LGS). En los
casos previstos en el art. 299 LGS, el llamado además deberá anunciarse en dos diarios de mayor circu-
lación del lugar del domicilio del ente (41), consignando mínimamente: i) el día, hora y lugar de la
reunión; y ii) el orden del día o listado de las materias a tratar, completo y redactado de modo que el
accionista tenga pleno conocimiento de la naturaleza e importancia de los temas sobre los que se habrá
de deliberar.
En caso de que la asamblea fracasara por falta de quórum, puede llamarse a una nueva en segunda
convocatoria, a celebrarse dentro de los treinta días siguientes, mediante publicaciones por tres días con
al menos ocho de anticipación a la asamblea. Empero, los estatutos pueden contener cláusulas que au-
toricen a efectuar la segunda convocatoria junto con el llamado a la primera —con carácter supletorio—
, a celebrarse con un intervalo no inferior al de una hora respecto de aquélla (art. 237 LGS). La omisión
en los edictos de este segundo llamado, corroborada la falta de quórum en primera convocatoria, impide
la celebración de la reunión sin que antes la administración realice las nuevas publicaciones.
En las sociedades que hacen oferta pública de sus acciones los estatutos sólo pueden autorizar la
realización de convocatorias simultáneas para asambleas ordinarias (art. 237, 2º párr. LGS).
Irregularidades en la convocatoria
De constatarse la existencia de vicios de convocación que no involucren formas esenciales, sólo
habrá nulidad relativa o impugnabilidad (art. 388 Código Civil y Comercial). A modo de mera pauta
indicativa, pueden señalarse como irregularidades que hacen impugnable al acto: i) omitir consignar el
lugar de reunión, cuando la misma se celebre fuera de la sede social; ii) la omisión de la fecha y hora de
la reunión; iii.-) cualquier supuesto de publicidad insuficiente o tardía; iv) la falta o error en la indicación
del carácter —ordinario o extraordinario— de la asamblea; v) o las faltas o defectos en el orden del día.
Todo ello por cuanto la convocatoria debe servir para que los socios tengan conocimiento de la celebra-
ción de la reunión en un determina-do lugar y fecha, pudiendo así asistir a la misma estando informados
sobre los asuntos a deliberar y los acuerdos a aprobar (es en tal entendimiento que el art. 246 LGS reputa
nula toda decisión que se adopte y que derivara de materias extrañas a las incluidas en el orden del día).
Por otra parte, no resulta claro que el directorio pueda revocar la convocatoria una vez publicados los
edictos, o que accionistas o terceros puedan pedir su suspensión.
D) ASISTENCIA. REQUISITOS.
Depósito de acciones
Aquellos socios que deseen concurrir a la asamblea, deberán depositar en la sociedad sus accio-
nes —o certificados de depósitos o constancia de las cuentas de acciones escriturales— con no menos
de tres días hábiles de anticipación a la fecha fijada. Este plazo se computa retroactivamente a partir de
la hora cero del día fijado para la asamblea, excluyéndose los días domingos y feriados nacionales. Se
encuentran exceptuados de realizar el depósito los accionistas que en igual tiempo comunicaran su asis-
9
tencia, cuando fuera la misma sociedad la que llevara el registro (art. 238 LGS). Tanto la falta de depó-
sito como la acreditación extemporáneas inhiben al accionista de participar en la asamblea . La ley tam-
bién prevé que no se podrá disponer de las acciones hasta después de realizada la asamblea, excepto en
el caso de cancelación del depósito.
Quien sin ser accionista invoque tal derecho a partir de un certificado o constancia que equivo-
cadamente le atribuya tal calidad, habrá de responder por los daños y perjuicios que causara a la sociedad
emisora, socios y terceros. En tal caso, la indemnización no podrá ser inferior al valor real de las acciones
cuya titularidad haya invocado. Cuando los certificados de depósito o las constancias de las cuentas de
acciones escriturales no especifiquen su numeración y la de los títulos, la autoridad de contralor podrá,
a petición fundada de cualquier accionista, requerir del depositario o institución encargada de llevar el
registro la comprobación de la existencia de las acciones (art. 238 LGS).
Libro de asistencia
El accionista que concurra a la asamblea debe firmar el libro de asistencia, dejando constancia de
su domicilio, documento de identidad y número de votos que le correspondan (art. 238 LGS). La falta
de presencia del libro de asistencia en el lugar de celebración de la asamblea provoca —en principio—
la nulidad de la reunión, no obstante lo cual tal ausencia puede ser suplida volcándose a otro libro (previa
denuncia del extravío) o mediante acta notarial, en la medida en que ésta contenga los requisitos exigidos
por ley.
Preguntas
1.-) ¿Qué es el orden del día y que requisitos debe cumplir?
2.-) ¿Quiénes se encuentran legitimiados para convocar a una asamblea? ¿Y para asistir?
Extractado de “Nulidad”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 183 a 207 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.
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11
categorías de ineficacia: i.-) en razón de su nulidad, la que puede sustanciarse como acción o como
excepción; ii.-) o de su inoponibilidad respecto de determinadas personas, supuesto en que no produce
efectos para terceros, excepto en los casos previstos por la ley.
En cuanto a la nulidad, única que aquí habremos de tratar, puede ser: i.-) absoluta si el acto
contraviene el orden público, la moral o las buenas costumbres. Puede ser declarada por el juez sin
petición de parte si es manifiesta al tiempo de dictarse sentencia, y alegada en todo momento por el
Ministerio Público y por cualquier interesado, excepto por la parte que invoque su propia torpeza para
lograr un provecho. No puede sanearse por la confirmación del acto ni por la prescripción de la acción,
lo que es irrenunciable.
ii.-) relativa, si el acto es sancionado sólo en protección del interés ciertas personas. Se declara
unicamente a instancia del sujeto en cuyo beneficio se establece, y excepcionalmente por pedido de la
otra parte si es de buena fe y ha experimentado un perjuicio importante. Se sanea por la confirmación
del acto y por la prescripción de la acción, que es de dos años (art. 2562 CCCN) si no se dispusiera un
plazo mayor o menor, como el previsto para la caducidad de la acción en el art. 251 LGS. Además,
quien obró con ausencia de capacidad de ejercicio para celebrar el acto, no puede alegarla si lo hizo con
dolo.
iii.-) La ley también diferencia si la nulidad es total o parcial, según afecte a todo el acto o a una o
varias de sus disposiciones (art. 389 CCCN). En caso de nulidad parcial, el acto permanece válido
respecto de sus partes no afectadas cuando estas sean separables, y si no lo fueran porque aquel no
pudiera subsistir sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad total. Como la asamblea no constituye
un acto jurídico en particular sino una conjunción de ellos, es posible separar aquellos viciados de
nulidad, pudiéndose declararla respecto de solo algunos de los puntos del orden del día. Lo mismo
sucede con las nulidades que afecten alguna cláusula estatutaria, caso en que, como se dirá, la regla es
su pervivencia y la nulidad del contrato la excepción.
iv.-) Parte de la doctrina refiere una tercera categoría de actos denominados inexistentes, a los que
no les son aplicables las apuntadas reglas de los actos nulos o anulables. Para esta corriente, la resolución
inexistente no produce efectos jurídicos −esta suerte de no actos en ningún caso podría producirlos−, lo
que la distingue de la resolución nula absoluta, la que si bien por regla no produce los efectos buscados
por las partes da lugar a las consecuencias de los hechos en general y a las reparaciones que correspondan
(art. 391 CCCN), y de la resolución nula relativa. La Inexistencia referiría entonces a situaciones que
sólo tienen la apariencia de actos jurídicos, pero sobre los que, por no ser tales, no resulta posible hablar
de nulidad. De aceptarse tal categoría resultaría que a.-) los actos inexistentes no se confirman ni
prescriben; b.-) los actos nulos no se confirman si son de nulidad absoluta y c.-) los actos nulos afectados
por una nulidad relativa tienen existencia jurídica mientras no sean anulados por sentencia, pudiendo en
consecuencia prescribir los vicios que los afecten. En el ordenamiento vigente y en el ámbito particular
de las decisiones de órganos colegiados, las resoluciones asamblearias podrán ser nulas o anulables,
pero no inexistentes.
12
En materia de nulidades, “el proyecto [refiere la Exposición de Motivos] innova, al igual que el
anteproyecto, modernizando la legislación vigente. Es sabido que con excepción hecha de dispositivos
referidos a situaciones particulares ni los Códigos Civil y de Comercio [ambos derogados], contienen
disposiciones orgánicas en punto a la nulidad del contrato de sociedad. Ello se torna más grave si se
tiene en cuenta que la regulación de la nulidad y de los vicios de consentimiento contenidos [en dichos
Códigos] son de difícil aplicación al contrato constitutivo de las sociedades, ello como consecuencia de
la naturaleza de contrato plurilateral de organización que éste reviste, de las características peculiares
de los distintos tipos societarios, de las diversas causas de anulabilidad y de la distinta posición en que
en ellos se encuentran los socios, los acreedores sociales y los que lo son sólo de aquéllos. Persuadida
de esa idea la Comisión organizó un régimen de nulidad que se conceptúa acorde con esas
circunstancias, teniendo en vista las soluciones dadas por la más moderna legislación comparada. En tal
sentido, y modificando el contenido del art. 6 del anteproyecto aunque manteniendo sustancialmente su
solución, se establece que la nulidad, anulabilidad o resolución del contrato no se producirá cuando la
nulidad o anulación afecte el vínculo de alguno de los socios, salvo que la participación o la prestación,
con arreglo a las circunstancias, deba considerarse esencial … El art. 17 se prevé un régimen de
subsanación de la nulidad que cubre la omisión de cualquier requisito esencial no tipificante, que de
suyo haga anulable el contrato. En este aspecto el proyecto ha buscado asegurar la vigencia del principio
de conservación de la empresa, que resulta también del art. 100, en la convicción de que no importa
ventaja alguna el impedir la subsanación del vicio mientras no medie impugnación judicial. La solución
contraria pecaría de antieconómica, toda vez que no conjugaría los distintos tipos de intereses que
convergen en el fenómeno societario y que deben ser tutelados coherentemente”.
Esta especificidad en materia de nulidades debe conjugarse con el denominado principio de la
conservación de la empresa. Sin perjuicio del fin individual de quienes suscriben el contrato que da
origen a la sociedad –o que la crea a partir de una manifestación unilateral de voluntad-, aquella también
existe porque el ordenamiento así lo autoriza teniendo en mira los intereses de la comunidad. Empren-
der, continuar o finiquitar una actividad económicamente productiva, afectan el interés público moti-
vando la intervención tutelar del Estado. La LGS consagra tal principio conservatorio, erigiéndose su
art. 100 como norma de interpretación, por lo que en caso de duda sobre la existencia de una causal de
disolución, debe estarse en favor de la subsistencia de la sociedad El principio conservatorio resume un
conjunto de postulados que, atendiendo razones económicas y sociales, orientan la permanencia de la
empresa económicamente viable y socialmente útil, permitiéndole subsanar la ocurrencia de ciertos he-
chos que comprometen la suerte de la sociedad organizadora –el empresario social-.
Al sancionarse en 1972 la actualmente denominada LGS, el legislador tuvo en cuenta para el trata-
miento de las nulidades el régimen del Código Civil italiano de 1942 –hoy modificado-. Este fijaba un
sistema propio del derecho societario, sin perjuicio de efectuar un reenvío a las normas generales según
el tipo de violación de que se tratara, cuando el ordenamiento especial no preveía la solución. Si la
nulidad versaba sobre la ley o el acto constitutivo, se aplicaba la especialidad societaria, mientras que si
la nulidad se derivaba de la ilicitud o imposibilidad del objeto, se sujetaba a las disposiciones del derecho
común (arts. 2377 a 2379 Código Civil italiano, en su versión de 1942). No obstante la apuntada inspi-
ración, el legislador argentino no formuló un régimen similar de característica dual, apartándose en
cambio del derecho común, con la intención -sólo parcialmente cumplida- de aplicar excluyentemente
el derecho societario. Basta reparar para evidenciar la apuntada diferencia en que el derogado art. 2379
del Código Civil italiano determinaba que debían ser consideradas nulas aquellas deliberaciones que
tuvieran objeto imposible o ilícito −el resto sólo sería anulable−, mientras que la LGS, por el contrario,
habilita la acción de nulidad contra toda decisión asamblearia contraria a la ley, estatuto o reglamento
−lo que incluye las decisiones nulas y anulables en términos de la LGS, según se viera supra−. Esto
13
responde al propósito de no dejar supeditados los actos decididos por las asambleas a la eventual con-
tingencia de la promoción de acciones de nulidad absoluta (art. 387 CCCN), lo que afectaría la conti-
nuación o subsistencia de la sociedad y la fijeza de sus negocios.
La LGS, por tanto, impone un orden especial, particularmente en cuanto a los efectos de las
nulidades, con aplicación sólo supletoria del CCCN. Juicio que se refuerza si se tiene en cuenta que la
LGS habla de nulidad o anulación -terminología del derogado Código Civil y que fuerza a recurrir sl
CCCN para determinar el alcance actual de ambas nociones-, y que la nulidad de las deliberaciones y
decisiones asamblearias del art. 251 LGS obedece a un régimen único que se aparta del general, no
colegial, establecido en el CCCN.
A partir de tales pautas, SALVATIERRA ha sistematizado una serie de principios orientadores que
rigen a la invalidez e ineficacia societaria −en terminología del autor−, adaptando la teoría general de
las nulidades del derecho civil y comercial a las especiales características de los actos jurídicos
plurilaterales y colegiados en materia societaria. Los mismos también atienden la certeza y velocidad
del tráfico mercantil –que como se dijera la LGS ha tenido especialmente en cuenta- en protección de
los terceros de buena fe y de la economía en general, y se resumen en: i.-) interpretación restrictiva de
las nulidades absolutas, en caso de duda deberá entenderse a la nulidad como relativa y prescriptible;
ii.-) interpretación restrictiva de toda nulidad implícita; iii.-) plazo de caducidad breve para el ejercicio
de acciones que involucren nulidades relativas (art. 251 LGS); iv.-) la aplicación de las consecuencias
propias de los actos colegiados y que se traduce en la especial legitimación requerida para plantear la
nulidad de actos colegiados orgánicos y la limitación de sus efectos −entre otros-; v.-) aplicación de las
consecuencias propias a los actos plurilaterales, tendientes a la conservación del mismo, como la nulidad
parcial (vincular), la resolución parcial, la posibilidad de reconducción, etc.; vi.-) interpretación amplia
de las formas de subsanación del acto, en concordancia con la subsanabilidad de las nulidades; vii.-) la
irretroactividad frente a terceros de buena fe de los efectos de las nulidades −aún las absolutas−, sobre
el contrato de sociedad.
14
Preguntas
1.-) Que relación tiene el principio de conservación de la empresa con el régimen de nulidades de
la LGS?
2.-) Que principios orientan el régimen de nulidades en materia societaria?
Extractado de “Nulidad”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 183 a 207 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.
Introducción
Mientras que el art. 16 LGS fija efectos especiales ante la nulidad vincular, disponiendo la no
afectación del vínculo devenido unipersonal (en respuesta a la institucionalización de la personificación
jurídica y recepción de un método o sistema de empresa), el art. 17 LGS no otorga efectos nulificantes
a la omisión de requisitos esenciales tipificantes –como sí lo hacía en su anterior redacción-,
estableciendo que las sociedades en infracción no producen los efectos propios de su tipo debiendo
regirse por las diposiciones generales de la Sección IV. Así, y a diferencia del régimen general de
nulidades del CCCN, el de la LGS −restringido pero de aplicación prioritaria− no prevé la producción
del efecto típico de aquel: la retroactividad de la nulidad (art. 390 CCCN), privilegindo su subsanación.
Sólo frente a supuestos de nulidad absoluta puede eludirse la normativa particular de la LGS y la pauta
general de preservación de los actos y la del propio ente (art. 100). De sostenerse la existencia de una
nulidad absoluta, deberá acreditarse que el acto impugnado pone en juego la organización social –no de
la sociedad-, la moral o las instituciones fundamentales del Estado, esto es, intereses superiores a los
meramente patrimoniales del ente y de sus socios.
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se tratara de sociedades en comandita simple o por acciones, o de sociedades de capital e industria, el
vicio de la voluntad del único socio de una de estas categorías de socios hace anulable –no nulo- el
contrato. Esto queda además salvado, según se verá más adelante, con la transformación de pleno
derecho de tales sociedades en anónimas unipersonales, para el caso de que en el término de tres meses
no se decidiera otra solución (art. 94 bis LGS).
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los herederos del socio, quienes se verían privados de la transmisión que en su favor se produce sin
solución de continuidad desde el deceso de aquel. La LGS dispone así “explícitamente la nulidad del
pacto para evitar cualquier interpretación que ante el silencio legal pudiera, aún por vía indirecta,
validarlo”;
iv.-) que permitan la determinación de un precio para la adquisición de la parte de un socio por otro,
que se aleje notablemente de su valor real al tiempo de hacerla efectiva (art. 13 inc. 5 LGS). La
Exposición de Motivos de la ley justifica la sanción a este tipo de cláusulas en que “no obstante el nuevo
texto del art. 1654 del Código Civil [respecto del Código de Vélez, antecedente de la norma societaria]
y la referencia que allí se efectúa al principio de la excesiva onerosidad sobreviniente admitida por el
nuevo art. 1198 del Código citado [misma ref.], la cuestión en materia mercantil debía ser solucionada
distintamente, en mérito a las características de las sociedades comerciales y para asegurar la máxima
protección de la seguridad jurídica. En este sentido se han receptado los principios admitidos por la
jurisprudencia comercial, por lo que se ha reemplazado el concepto de injusto precio contenido en el
inc. 5° del art. 13 del Anteproyecto por el valor real, en la inteligencia de que este concepto vinculado
al requisito de la diferencia notable al tiempo de hacer efectivo el precio, permitirá la aplicación de
criterios más estrictos y objetivos”.
Preguntas
1.-) Que importancia conserva en el ordenamiento actual la antigua nulidad absoluta del derogado
art. 17 LGS?
2.-) Que importancia asigna a las cláusulas leoninas (art. 13 LGS)?
Extractado de “Nulidad”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2018, pp. 183 a 207 –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede
ser tenido como fuente para su cita-.
La nulidad absoluta, por involucrar actos que contravienen el orden público, la moral y las buenas
costumbres, no puede sanearse por la confirmación del acto ni por prescripción (arts. 386 y 387 CCCN).
Empero, la aplicación de tales preceptos requiere en materia societaria de algunas precisiones. En
términos generales, se denomina orden público al conjunto de principios eminentes –fundamentales− a
los cuales se vincula −y en los cuales se cimienta− la digna subsistencia de la organización social
establecida. Si su positivación dista de ser unívoca, su supresión resulta imposible. No sucede lo mismo
con el llamado orden público societario, que no sería una especie del género orden público sino una
mera categoría doctrinaria de reducido ámbito de aplicación y contorno general indefinido, tendiente
básicamente a simplificar el estudio de la materia.
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Si la nulidad de un acto jurídico se origina en la violación de una norma de orden público, esta es
absoluta, por tanto imprescriptible. Es a partir de la apuntada especificidad del derecho societario, de la
naturaleza jurídica del contrato de sociedad y del especial régimen de nulidades consagrado en la LGS,
que se ha llegado a afirmar la imposibilidad sin más de que una decisión societaria lesione el orden
público. Si el contrato social en definitiva propende al logro del interés particular de su suscriptor −a
través del ente cuya voluntad colabora a crear−, una resolución social no podría alterar el orden público
ni atenar contra normas de tal carácter. De allí que se sostenga la inexistencia de normas de orden público
en la ley de sociedades, lo que encuentra su explicación en los intereses particulares que atiende un
instrumento de contenido estrictamente patrimonial −el contrato social−.
Sí integran el ordenamiento societario diversas normas de carácter imperativo, inderogables o
indisponibles, destinadas a la protección de derechos e intereses individuales, cuya violación no acarrea
una nulidades de efectos insalvables. Leyes de orden público y normas imperativas no deben ser
confundidas, por no existir entre estas identidad conceptual, las que trasuntan una formalidad lógica
diferente. “La imperatividad sólo se predica de las leyes cuya observancia no pueden dejar de lado las
convenciones de los particulares, en tanto que el carácter de orden público alude a los momentos o
fundamentos por los cuales se comunica esa imperatividad a la ley. En otros términos, cuando se habla
de ‘orden público’ se mira en la causa que produce la imperatividad irrefragable de ciertas leyes,
mientras que cuando se contempla esa imperatividad sólo se verifica el efecto que aquella causa ha
provocado. De ahí que cuando ambas calificaciones correspondan, de hecho, a las mismas sanciones
legales, no es posible por esa circunstancia admitir una identificación de dos conceptos formalmente
diferentes, de los cuales uno es efecto del otro”. Desarticulada la inexistente sinonimia, el problema se
centra en determinar cuales normas son de cumplimiento imperativo y cuales no.
Que la ley sea obligatoria no necesariamente implica que sea imperativa; la obligatoriedad importa
el deber de acatamiento de sus estipulaciones, mientras que la imperatividad significa que el precepto
no puede ser dejado sin efecto por ninguna estipulación contraria, legal o convencional, sino a costa de
la perdida de tal calidad a través de un proceso de sustitución. “La inderogabilidad e indisponibilidad
contractual de las normas imperativas impone la renuncia in abtsracto a la protección de las mismas.
Pero ante una resolución asamblearia que fuera contratria a una norma imperativa, surge un derecho
concreto de hacer valer aquella protección. Este derecho es disponible por el sujeto protegido: está en
juego unicamente su particular interés referido al caso concreto y podría renunciarlo o transar sobre el.
Por lo tanto para ejercerlo es legítimo y lógico que la Ley disponga que tiene la carga de hacerlo
conforme al régimen (art. 251 y ss) y antes de expirar el plazo de caducidad que ella fija”.
Algunos autores incluso distinguen el orden público del interés público, que hace a la conveniencia
de un país en un momento determinado pero que no se identifica con aquel. El interés público prevalece
sobre el interés privado pero no sobre el orden público, siendo el régimen de la sociedad de interés
público pero no de orden público. Así, los derechos de voto acumulativo y de receso son indisponibles
y por ello indisputadamente de interés público, no obstante ajenos al orden público por lo quer podría
tolerarse la afectación de sus efectos sin violentar garantías constitucionales. En el mismo campo del
interés público cabe ubicar a la estabilidad de los acuerdos asamblearios de la sociedad anónima. El
plazo de impugnación del art. 251 LGS es de caducidad por cuanto protege al interés público y prevalece
sobre el interés privado de la sociedad y de los impugnantes. Empero, si bien la caducidad como instituto
destinado a salvaguardar el interés público prima sobre el interes privado, no puede contrariar el orden
público. El interés público fincante en la estabilidad de los acuerdos asamblearios está supeditado a que
dichos acuerdos respeten el órden público, por ello el plazo de caducidad del art. 251 de la LGS solo es
aplicable a resoluciones asamblearias nulas por lesionar un interés privado (nulidad relativa) pero no a
las resoluciones asamblearias nulas por afectar el orden público (nulidad absoluta).
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La detección de normas de orden público en el régimen societario es una tarea improbable. Si bien
se ha sostenido que la tipicidad lo involucraría, la reforma del art. 17 LGS por ley 26.499 ha dado por
tierra tal hipótesis. En punto a las nulidades dispuestas en el art. 13 LGS, sobre las que aún hoy pudiera
sostenerse que involucran el orden público, en realidad se ajustan a la protección de intereses
particulares.
El CCCN establece en su art. 150 el orden jerárquico normativo para toda persona privada que
se constituya en la República, de modo que estas se rigen: “1.- por las normas imperativas de la ley
especial o, en su defecto, de este Código; 2.- por las normas del acto constitutivo con sus modificaciones
y de los reglamentos, prevaleciendo las primeras en caso de divergencia; 3.- por las normas supletorias
de leyes especiales, o en su defecto, por las de este Título”. De este modo, el Código remite respecto de
la LGS -ordenamiento específico o microsistema en la terminología de sus redactores- a sus “normas
imperativas”, anteponiendo las de aquel a las de la LGS, del acto constitutivo y demás leyes supletorias
especiales, en tanto no revistan tal carácter. Esta novedad normativa da lugar a diversas interpretaciones.
Para el caso, (i) frente a la ausencia de previsión contractual y la anomia de la LGS en la materia, podría
sostenerse la aplicación obligatoria del art. 158 CCCN que habilita la celebración de asambleas
autoconvocadas y la realización de reuniones en ausencia de los socios -de existir medios que permitan
la comunicación simultánea de los participantes-; (ii) o que a partir de la remisión del art. 150 CCCN y
del silencio de su art. 161, la aplicación de este último sería necesaria aún frente a la existencia de
cláusulas contractuales referidas a mecanismos impeditivos del bloqueo del órgano de administración,
por no tratarse de normas imperativas, con lo que el referido art. 161 CCCN integraría de manera
indirecta la LGS –de otorgarle carácter imperativo-. Esto es el resultado de la descuidada técnica
legislativa del arts. 150 CCCN y de que hubiera sido mejor incorporar a la LGS un texto de tenor similar
al del art. 160 CCCN.
Preguntas
1.-) Distinga entre orden público e imperatividad?
2.-) Señale –si considera que existe alguna- normas de orden público societario?
3.-) Señale normas imperativas en materia societaria.
Extractado de Balbín S., SAS sociedad por acciones simplificada, Cáthedra, Buenos Aires, 2019 –se
omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede ser tenido como fuente
para su cita-.
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A) INTRODUCCIÓN
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B) LIMITACIONES
Solo en ausencia de pacto expreso de las partes se aplica, de manera supletoria, la regla
legal y según la prelación antes referida. Es a los socios, y no a la ley, a quienes corresponde
definir el perfil y detalles organizativos de la modalidad empresaria cuyo vehículo es la SAS.
Así, el modelo impuesto por la LACE, flexible en contraposición con el rígido esquema nor-
mativo de tipos previsto en la LGS, solo encuentra su límite frente la comisión de abusos, fraude
o la mala fe en el ejercicio de los derechos previsto en el Capítulo 3 del Título Preliminar del
CCCN. Probablemente esta libertad dará lugar a instrumentos constitutivos de mayor o menor
sofisticación, atendiendo la dificultad del negocio tenido en cuenta por las partes, y a modo de
evitar los conflictos que de una reglamentación deficiente –y la consecuente aplicación de leyes
supletorias- pudiera derivarse. Un instrumento constitutivo que todo lo previera estaría exento
de toda remisión a la LGS, no siendo por ello, no obstante, sus previsiones normas imperativas
contractuales en sentido técnico, ya que tal clase de norma resulta contraria a la finalidad de la
SAS (no aplican para el tipo, sin perjuicio de que prohibiciones consagradas en el instrumento
constitutivo tengan un efecto práctico similar).
Preguntas
1.-) Que similitudes y diferencias presenta el régimen de nulidadaes de la LGS respecto del de la
SAS?
Extractado de “Información”, Balbín S., en Manual de derecho societario, Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 2018, –se omiten las citas incluidas en la obra original, por lo que este resumen no puede ser
tenido como fuente para su cita-.
El derecho a la información puede ser resumido como aquel con que cuenta cada socio, y que le
permite tener noticia del desenvolvimiento del ente, ya sea mediante la inspección de sus libros y
documentos sociales o del requerimiento de aclaraciones a los administradores. Por lo tanto, no gozan
del derecho de información los socios aparentes y ocultos (art. 34 LGS), los socios del socio (art. 35
LGS) y aún el socio propiamente dicho cuando se encontrara en mora respecto de su aporte (arts. 37 y
192 LGS). En tanto básico e instrumental, no sólo encuentra su causa en el propio contrato plurilateral
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de organización, sino también en la télesis del art. 1 LGS, más allá de las limitaciones que para su
aplicación surjan según el tipo social particular de que se trate.
La LGS lo recepta a través de su art. 55 (antecedente, art. 284 del derogado Código de Comercio).
El derecho a la información ⎯atento sus particulares características⎯ cuenta con una naturaleza jurídica
propia. Esta combina el derecho subjetivo del socio que ejerce la pretensión en su propio interés
particular, con aquel individual y objetivo del cual los socios ⎯en general y sin distinción⎯ no pueden
ser privados, por tratarse de un derecho fundamental, permanente e inderogable derivado de la
titularidad de participaciones sociales, que no cabe encuadrar dentro de las medidas orientadas a la
defensa de las minorías. No obstante su importancia, y sin perjucio de la existencia de diversas normas
que a lo largo de la LGS aluden al derecho de información, el mismo no ha sido regulado de manera
orgánica, posiblemente por considerárselo una derivación del estado de socio. Pese a ello, la doctrina le
augura un mayor desarrollo y ejercicio, a partir de la creación y el auge de las comunicaciones
electrónicas, y de las nuevas corrientes sancionatorias de las omisiones, reticencias o falsedades con que
la información se brinde.
B) CARACTERÍSTICAS
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se ha apuntado a su carácter preventivo, ya que a través de un correcto uso el socio pudiera evitarse
incurrir en negligencia culposa en la aprobación de actos societarios irregulares. Resulta fácil colegir
que, lógicamente, y atento el cúmulo de particularidades a considerar, habrán de plantearse conflictos
entre el interés individual del socio de obtener tal información ⎯la correcta y suficiente para el ejercicio
consciente de su derecho a voto⎯ y el interés social que en ocasiones puede exigir que no sean revelada
cierta información, o, al menos, en la oportunidad en que se solicita.
Dijimos entonces que el derecho a informarse puede ser ejercido individualmente por los socios,
salvo en las sociedades de responsbilidad limitada incluídas en el 2º párrafo del art. 158 LGS y las
sociedades anónimas que cuenten con sindicatura. Ello por cuanto el modo en el ejercicio va decreciendo
paulatinamente según se acentúa en los distintos tipos sociales la nota capitalista (y que implica menor
responsabilidad), mientras que respecto de los socios colectivos la información se configura con gran
generosidad y amplitud.
En las sociedades por parte de interés los socios pueden examinar los libros y papeles sociales,
recabando de los administradores los informes que estimaran pertinentes. Parece razonable aceptar que
tal examen sea delegado por el socio en terceras personas, a poco que se repare en que aquel goza del
derecho ⎯superior⎯ de hacerse representar en las asambleas (art. 239 LGS). Y si bien se sostiene ⎯en
líneas generales⎯ que el ámbito físico para el cotejo de libros y papeles es naturalmente la propia sede
social, en cuanto domicilio del deudor (arts. 152 y 874 Código Civil y Comercial, arts. 11 y 61 LGS),
no encontramos imposibilidad para que, atendiendo razones excepcionales y de orden práctico ⎯v.gr.
que auditores externos pudieran estar trabajando sobre cierre de balances o realizando auditorías⎯
aquellos sean puestos a disposición del socio fuera de la sede. En este sentido cabe reparar que así como
no existen impedimentos para que estatutariamente se reglamente el ejercicio del derecho a informarse,
también el lugar de cotejo puede tener rango reglamentario, siempre y cuando con ello no se restrinja el
mismo en exceso. Sólo, en tales casos, ante la negativa injustificada del órgano pertinente a exhibir los
libros sociales ⎯que importa tanto como el agotamiento previo de la vía interna societaria, regla en la
materia⎯ se abrirá la posibilidad al socio de acudir ante la autoridad jurisdiccional en procura de auxilio.
C) EN LAS SA Y SRL CON CAPITAL MAYOR AL DEL ART. 299 2DO. PÁRR. LGS
Normalmente en este tipo de entes, el control de la gestión y marcha de los negocios se realiza a
través de periódicas y legales revisiones de los estados contables, por lo que no es aceptable, salvo
excepciones, su evaluación individual por el socio, en la ocasión que discrecionalmente este elija. De
allí que cabrá siempre exigir al peticionante que acuda a la justicia o algún órgano de control
administrativo, cuanto menos y según se verá a continuación la acreditación del agotamiento de las
vías sociales ordinarias, y como un primer control a eventuales abusos en el ejercicio del derecho a
informarse.
Contando estas sociedades con sindicatura, la LGS no concede a los socios el derecho a examinar
los libros ni los papeles sociales personalmente, quedando a cargo exclusivo de aquella la fiscalización
general de la administración y contabilidad. Ello no obsta que el derecho a la información sea
inderogable, sino que en las sociedades de capital, atento su colisión con otros principios fundamentales
para la subsistencia del ente (la inviolabilidad del secreto de las operaciones), las tareas de cotejo sólo
podrán hacerse de manera indirecta y mediante órganos a tales fines dispuestos. Esta limitación, que es
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producto del robustecimiento de las funciones directoriales para el tipo ⎯con mas la necesidad de
resguardar el ente de interferencias extrañas a su giro⎯, han motivado que para los socios el derecho a
informarse se proyecte a través de la previa petición con miras a un ulterior examen de cierta
documental.
Preguntas
1.-) ¿El derecho de información pyuede reglamentarse? ¿En tal caso, con que alcances?
2.-) ¿Y en la SAS?
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