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Hoy, leía en una publicación en estado de WhatsApp que “peligroso y triste era que en
dos días nos aumentaran doblemente los precios” y yo, en respuesta, en mi red social
personal publicaba otra frase que rezaba:”!Que tu voto bronca no me quite tus derechos”.
Así, en esta disyuntiva en la que la crisis socioeconómica actual amenaza la vigencia de
los derechos adquiridos; retorna nuevamente la pregunta sobre qué implica la
democracia: ¿con ella se educa y se cómo también?
Habiendo planteado este interrogante sobre los alcances de la democracia; elijo traer a
colación un hecho posterior a 2013 que puso en jaque algunas de las banderas de la
democracia: la desaparición forzada de Santiago Maldonado, en 2017, en el marco de la
represión a una protesta indígena en Chubut. Tal hecho no se relaciona con la
observación expresada en los párrafos introductorios del presente escrito, que pone de
relieve las deudas de la democracia en torno a la realidad social; pero trae a colación otra
de las materias pendientes de la democracia: los derechos humanos y los derechos de los
pueblos originarios.
Creo fundamental que podamos reparar en la magnitud de estos hechos que contradicen
muchos preceptos básicos de nuestra democracia. En particular el caso de Santiago
Maldonado, resonó al haber permanecido desaparecido 77 días luego del operativo de
desaloje de un corte de ruta. Es decir que su desaparición y muerte se dieron en el
contexto de una “intervención estatal en cuyo desarrollo se hizo uso de herramientas
dotadas a los agentes estatales para la prevención y represión de los delitos” (Diario La
Nación. 6 de septiembre de 2019.)
Rápidamente el hecho removió los fantasmas de una de las prácticas del terrorismo de
Estado, la desaparición de personas, principalmente activistas, como Santiago. Mas
cuando miramos más de cerca, vemos que los derechos humanos vulnerados no fueron
ni son únicamente los de este joven, sino que advertimos cómo han asolado a miembros
del pueblo mapuche que continúa en su lucha.
Para cerrar creo que lo acontecido en agosto de 2017, puso de manifiesto que la lucha
por la memoria, la verdad y la justicia no está acabada, poniendo en tensión la estabilidad
de nuestro Estado de Derecho. Asimismo, advertimos los límites de una democracia
donde los derechos políticos, civiles y humanos de los pueblos originarios de nuestro
país, cuya preexistencia es reconocida en la Constitución Nacional; siguen sin respetars