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El origen del Arca se encuentra en Éxodo 25:10-22. Dios le ordenó a Moisés construir el
Arca para que albergara las tablas de piedra en las que Él había escrito los Diez
Mandamientos. El Arca era una caja de aproximadamente 4 pies de largo, 2 ½ pies de
ancho y 2 ½ pies de altura. Estaba hecha de madera de acacia y estaba cubierta de oro por
dentro y por fuera. La tapa que cubría la caja era llamada el “propiciatorio”. Estaba hecha
de oro puro. Dos querubines de oro estaban montados sobre la tapa, uno en cada extremo.
Los querubines estaban el uno frente al otro y las alas de uno estaban extendidas hacia el
otro, eclipsando al propiciatorio. Según Hebreos 9:4, dos objetos más fueron añadidos
después al contenido del Arca. Uno de éstos era una vasija con maná, la comida milagrosa
que Dios suplió a los hijos de Israel en el desierto (Éxodo 16). El otro objeto era la vara de
Aarón que floreció (Números 17). Y, según Deuteronomio 31:24-26, el Arca también
contenía el Pentateuco de Moisés (los primeros cinco libros de las Escrituras hebreas).
Posteriormente, estos objetos adicionales debieron haber sido removidos del Arca, ya que
cuando el Templo de Salomón fue dedicado, el Arca sólo contenía las tablas de piedra con
los Diez Mandamientos grabados sobre ellas (2 Crón. 5:7-10). El Arca estaba alojada en el
Lugar Santísimo, la cámara más recóndita del Templo. Una vez al año, el Día de la
Expiación, el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo y rociaba sangre sobre el asiento
de la misericordia para hacer expiación por sus pecados y los pecados de la nación de Israel
(Lev. 16 y Hebreos 9). Debido a que Dios le había prometido a Moisés que Él comulgaría
con Israel “de sobre el propiciatorio” (Éx. 25:22), se desarrolló el concepto de que Jehová
de los Ejércitos estaba entronado en los querubines del Arca (vea 1 Samuel 4:4 e Isaías
37:16).
El Simbolismo del Arca
Se ha hablado mucho del simbolismo del Arca, y con justa razón. Basta decir que cada
aspecto del Arca apuntaba a Jesús. La madera de acacia simbolizaba la humanidad de
nuestro Señor. La incrustación de oro denotaba Su deidad. Los Diez Mandamientos y el
Pentateuco en el interior del Arca describían a Jesús con la Ley de Dios en Su corazón,
viviendo en perfecta obediencia a ella. La vasija de maná hablaba de Jesús como el Pan de
Vida o como nuestro sustentador de la vida. La vara de Aarón que floreció profetizaba
obviamente la resurrección.
El Arca Perdida
Nadie sabe a ciencia cierta que pasó con el Arca. La última vez que se menciona en las
Escrituras es en 2 Crónicas 35:3. Este pasaje deja en claro que el Arca seguía existiendo en
la época del avivamiento espiritual dirigido por el joven rey Josías. 22 años después de la
muerte de Josías, Judá cayó ante los babilonios (586 a.C.) y el Arca desapareció.
La mayoría de los eruditos creen que simplemente fue destruida cuando el Templo fue
quemado. Otros creen que fue capturado como un trofeo de guerra, llevada a Babilonia y,
probablemente, fundida por su oro. Pero muchos creen que sobrevivió y que en la
actualidad está oculta en alguna parte.
La Teoría de la Destrucción
Aquellos que creen que el Arca se perdió cuando los babilonios conquistaron Jerusalén y
destruyeron el Templo señalan a 2 Reyes 24:13 y el pasaje paralelo en 2 Crónicas 36:18.
Ambos afirman que “todos los utensilios de la casa de Dios, grandes y pequeños, y los
tesoros de la casa de Dios”, fueron llevados a Babilonia. Pero los sabios judíos han
argumentado siempre que el Rey Salomón anticipó ataques contra Jerusalén y el Templo y
que, por lo tanto, construyó una bóveda para el Arca que estaba ubicada en lo profundo del
Monte del Templo y protegida por laberintos y pasajes secretos.1 Además, señalan que
cuando los judíos fueron liberados de la cautividad babilónica por Ciro, el Arca no se
menciona en la lista de tesoros del Templo que fueron dados a aquellos que regresaban a
Jerusalén (Esdras 1:5-11). La idea de una bóveda secreta debajo del Monte del Templo es
ciertamente plausible. Por otra parte, la existencia de tal escondite está implícito en 2
Crónicas 35, donde se nos dice que el Rey Josías ordenó a los sacerdotes levitas que
restauraran el Arca al Templo. Evidentemente había sido removida durante el reinado del
malvado rey Manasés, quien profanó el Templo con altares dedicados a dioses extraños (2
Crónicas 33:1-5).
Evidencia adicional de que el Arca pudo haber sido destruida por los babilonios, es el
hecho de que el Arca nunca fue restaurada al Lugar Santísimo cuando el Segundo Templo
fue construido después del regreso de los judíos de la cautividad babilónica. Cada año, en
Yom Kippur, cuando el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo, rociaba la sangre en
una porción del lecho de la roca que sobresalía del suelo – supuestamente la roca sobre la
cual el Arca había descansado tradicionalmente. Esta roca era llamada “la piedra de
fundamento”.2 El hecho de que el Lugar Santísimo permaneció vacío sin el Arca es
atestiguado por el historiador romano, Tácito. Él declara que cuando el general romano,
Pompeyo, conquistó a Judá en el 63 a.C., entró al Lugar Santísimo y lo encontró
completamente vacío.3 Los sabios judíos contra argumentan que la razón por la que el
Arca nunca fue restaurada al Lugar Santísimo en el Segundo Templo es debido a que los
judíos nunca fueron independientes después que regresaron a su tierra. Primero
estuvieron bajo el control persa, y luego fueron conquistados por los romanos. Mantienen
que debido a esta dominación extranjera, el Arca fue dejada en su escondite durante el
periodo del Segundo Templo (516 a.C. al 70 AD).