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2.2.1 LA CONCEPCIÓN PSICOMÉTRICA
La primera prueba psicológica importante de medida de la inteligencia fue en Francia por Alfred
Binet (1857-1911) y Theodore Simon (1873-1962). Elaboran una prueba para medir el retraso mental.
Dicha prueba, conocida como Binet-Simon, se publicó en 1905, fue modificada por varios autores hasta
que en 1960 se realizó la revisión más extendida.
La prueba original daba una edad mental. Consistía en niveles de edad, cada uno consta de seis
pruebas y cada prueba equivale a dos meses. Comenzaban por el nivel de un año anterior a la edad real
del individuo; si resolvía todas las pruebas se considera ésta como la edad basal; en caso de no hacerlo,
se pasará al año anterior. Esta prueba presentaba algunas dificultades ya que no se podía comparar los
resultados con los distintos sujetos.
Stern en 1914, propone el CI (cociente de inteligencia) que daba una valoración cuantitativa
única del desarrollo intelectual (cuadro 10.1).
Este índice se emplea por primera vez en 1916, con él se puede saber cuál es la relación entre
grupos de edades distintas. Aun así, ha sido muy criticado:
Este índice aparentemente permite comparar niños de distintas edades, pero no es
posible ya que el desarrollo de la inteligencia no es uniforme. Se pretende obtener una
medición exacta como en matemáticas para un proceso que no es uniforme.
El índice no se puede usar en adultos ya que el desarrollo de la inteligencia se detiene
hacia los 16 o 20 años. Esto se traduce un estancamiento del valor CI, que produce un
efecto “techo” que resta fiabilidad a los resultados a partir de ciertas edades.
Se pensaba que el desarrollo del CI era constante y uniforme, pero esto no es cierto. La
uniformidad y la constancia tienen más que ver con la idea de que la inteligencia tiene un alto
componente hereditario.
Las pruebas que hemos visto se llaman de factor g e implican que la inteligencia es una
capacidad general total. La concepción globalista o monárquica es la que se ha planteado hasta este
punto. En ella la inteligencia se considera un todo que incluye las capacidades cognitivas del orden
superior y que actúa indiferentemente en la resolución de cualquier tipo de problemas. Este factor
general se manifiesta mediante distintos procesos, como la comprensión, la asimilación, etc., sin que
esto sea incompatible con la forma global de entender la inteligencia. Desde este punto de vista, la
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inteligencia está formada por un conjunto de aptitudes independientes que intervienen en funciones
específicas. Estas aptitudes pueden aislarse psicométricamente mediante el análisis factorial.
La concepción bifactorial creada por Charles Spearman en 1927. Se basa en un factor general
de inteligencia o factor g, común a todas las pruebas de inteligencia, y una serie de factores
específicos(s), propios de cada una de las pruebas. En toda actividad intelectual estarían implicados dos
factores, el general común a todas las actividades intelectuales y el específico, que solo participará en
una actividad y no en las demás.
La concepción multifactorial, rechaza que la inteligencia tenga un factor único. Postula la
existencia de un conjunto de aptitudes que poseen más o menos el mismo grado de influencia y que no
están jerarquizadas.
Destacó Louis Leon Thurstone(1877-1955), en 1938 plantea que no existe el factor g solamente
los factores s o el aprendizaje de la persona. Mediante el uso del análisis factorial concluyó la existencia
de siete factores o habilidades mentales primarias:
La fluidez verbal
La comprensión verbal
La aptitud espacial
La capacidad perceptiva (percibir un objeto y extraer todas sus características)
El razonamiento inductivo (capacidad de establecer relaciones causa-efecto)
El numérico
La memoria
A partir de 1970, James Mckeen Cattell (1860-1944) habla de dos tipos de inteligencia:
La inteligencia fluida que tiene que ver con las capacidades que ponemos en juego
cuando razonamos, creamos conceptos nuevos, establecemos relaciones, inventamos.
Esta capacidad está ligada al desarrollo neurológico y libre de influencias culturales o
sociales. Se desarrolla hasta los 20 años y permanece estable hasta los 80, a partir de
aquí va disminuyendo.
La inteligencia cristalizada tiene que ver con los todos los conocimientos sobre el
mundo, que aumenta con la experiencia y el aprendizaje; son los contenidos de la
inteligencia.
Así pues, la inteligencia fluida se refiere a las funciones de la inteligencia mientras que la
inteligencia cristalizada se refiere a los contenidos sobre los que trabaja.
2.2.3 LA CONCEPCIÓN COGNITIVA
Nace de una crítica a los planteamientos psicométricos, son tres fundamentales:
Cada autor ha creados sus planteamientos factoriales y no hay ninguna teoría unificada.
Estos planteamientos solo describen, no explican cómo funciona la inteligencia y el
porqué de las diferencias.
Usa la psicometría de los modelos matemáticos
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Una de las aportaciones más importante es la de Stenberg (1984) quien elabora la teoría
triárquica de la inteligencia. Explica cómo funcionan las tres dimensiones de la inteligencia:
La teoría componencial, explica la inteligencia desde un punto de vista interno. Plantea
que hay diferentes mecanismos internos que van a hacer que una conducta sea más o
menos inteligente. Tiene tres componentes procesuales: aprender a realizar una cosa,
planificar cómo realizarla y realizarla, es decir, lo que tiene que ver con estrategias
individuales.
La teoría experiencial, tiene que ver con la inteligencia y la experiencia. En los primeros
momentos de una tareas desconocida ponemos en juego muchas más capacidades
intelectuales que cuando ya la hemos realizado más veces.
La teoría contextual, tiene que ver con la adaptación consciente, la transformación y la
selección de un ambiente que sea acorde con la vida y habilidades de la persona.
Una de las aportaciones más importantes que se desarrolla desde la concepción cognitiva es el
planteamiento de una inteligencia dinámica y, por tanto, modificable. Lo importante no es el producto
final, como planteaba la orientación psicométrica, sino el proceso y los distintos agentes que participan
en él.
Una de las teorías cognitivas que más trascendencia ha tenido es la de Jean Piaget (1896-1980),
quien plantea que la inteligencia tiene dos atributos principales:
La organización es un proceso que hace referencia a la forma como la inteligencia se
agrupa en “estructuras cognoscitivas” o “esquemas” de conocimiento, cada una de las
cuales lleva a conductas distintas en situaciones específicas. El esquema, a su vez, es una
estructura que permite almacenar conceptos, procedimientos y relaciones que
utilizamos para entender y actuar en el mundo.
La adaptación es otro proceso que a su vez se divide en dos subprocesos que se dan
simultáneamente:
— La asimilación consiste en incorporar nuevos acontecimientos o
informaciones a los esquemas ya existentes.
— La acomodación es el proceso de cambio que experimentan tales esquemas
por el proceso de asimilación.
La inteligencia resulta del juego de estos dos subprocesos. Durante la asimilación, la persona
impone la estructura con que cuenta el estímulo que está procesando, mientras que en la acomodación
ocurre lo contrario, la persona cambia sus esquemas para ajustarlos al nuevo estímulo. La acomodación
da razón del desarrollo (cambio cualitativo) y la asimilación del crecimiento (cambio cuantitativo).
Ambas, explican la adaptación intelectual y desarrollo de las estructuras cognitivas, a lo que Piaget llamó
equilibrio que es un mecanismo de autorregulación necesario para asegurar una relación eficaz entre
el desarrollo y el medio. Por tanto, el equilibrio entre la asimilación y la adaptación es tan necesario para
la inteligencia como los procesos mismos.
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2.2.4 LA CONCEPCIÓN EMOCIONAL
Estudios recientes plantean que el CI sólo es responsable de un 20% de la verdadera inteligencia,
es decir, la capacidad de desenvolverse con éxito y ser feliz. Así pues, el concepto de inteligencia
emocional no surge como alternativa al de inteligencia visto hasta ahora, sino como complemento de
ésta y con la finalidad de dar respuesta o predecir comportamientos que se escapan de otras
conceptualizaciones.
Originalmente fue propuesta por Salovey y Mayer (1990), aunque su origen más primigenio fue
el concepto de inteligencia social de Thorndike (1920): “la habilidad para comprender y dirigir a los
hombres y mujeres a actuar sabiamente en las relaciones humanas”. Es una idea mantenida pero no
desarrollada desde posturas cognitivistas, como es el caso de la capacidad de adaptación de Sternberg
(1997).
Desde una perspectiva de inteligencias múltiples, Gardner (1993) plantea que tenemos nueve
tipos de inteligencia distintas, cada una relativamente independiente de las otras:
La inteligencia lingüística
La inteligencia lógico-matemática
La inteligencia musical
La inteligencia visual
La inteligencia corporal y cinética
La inteligencia interpersonal (detectar y responder a los estados de ánimo, deseos de otros)
La inteligencia intrapersonal (ser consciente de los sentimientos, valores y creencias de uno
mismo y estar a tono con ellos)
La inteligencia naturalista
La inteligencia existencial
Dos de estas, la I. interpersonal y la intrapersonal, se centran en la competencia social y
emocional. Quien más ha difundido estas dos capacidades ha sido Goleman (1996).
Salovey y Mayer definen la I. emocional como “un tipo de inteligencia social que incluye la
habilidad de supervisar y entender las emociones propias y de los demás, discriminar entre ellas y usar
la información para guiar el pensamiento y las acciones de uno”. Incluyen cinco categorías:
Conocer las propias emociones: la conciencia de uno mismo (reconocer un sentimiento
mientras ocurre) es la clave de la inteligencia emocional.
Controlar las emociones: Se basa en la anterior. Las personas que saben serenarse y
librarse de la ansiedad, irritación o melancolías excesivas se recuperan con mayor
rapidez de los reveses de la vida.
Automotivación: los que saben controlar la impulsividad y esperar para obtener su
recompensa cumplen sus objetivos y están conformes con sus logros.
Empatía: la capacidad para reconocer las emociones de los demás.
Controlar las relaciones: habilidad de relacionarnos de forma correcta con las
emociones ajenas y determina la capacidad de liderazgo y popularidad.
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La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que nos rodea, teniendo
muy en cuenta los sentimientos y englobando habilidades como el control de los impulsos,
autoconciencia, motivación, entusiasmo, perseverancia, empatía, agilidad mental, etc. Configuran
rasgos de carácter como la autodisciplina, compasión o el altruismo, que resultan indispensables para
una buena y creativa adaptación social.
Aprovechar la inteligencia emocional no implica estar siempre contento o evitar perturbaciones,
sino mantener el equilibrio.
2.3 Conclusiones
Sin duda las 3 orientaciones en el estudio de la inteligencia aportan visiones parciales de lo que
es la verdadera inteligencia humana total.
Como en otros campos de estudio, cada orientación ha centrado sus esfuerzos en la relevancia
de unos aspectos o variables, olvidando total o parcialmente otras.
Orientación psicométrica: interés por el producto final de inteligencia y aportación de técnicas
para el desarrollo de instrumentos y para la medida de la inteligencia y su principal aportación
son las técnicas para el desarrollo de instrumentos, además de los propios de medida de la
inteligencia.
Orientación cognitiva: interés por el proceso que subyace a la inteligencia y aportación de
fundamentos teóricos de la misma.
Orientación emocional: olvidado por las otras orientaciones, una teoría general de la inteligencia
humana aún por desarrollar.
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3. LA PERSONALIDAD
La personalidad no se refiere a ningún tipo particular del proceso, sino que es el resultado de la
integración de los diferentes procesos psicológicos, manifestados con sus particulares sesgos y
estereotipos, que dan como consecuencia la forma característica de comportamiento de una persona
en concreto. Es un constructo que pretende dar razón del comportamiento global de la persona, no de
un tipo de actividad en concreto, sino de la forma particular y propia de comportarse una persona.
“Personalidad” se deriva del término latino “persona”, para designar la máscara que los actores
romanos usaban en sus representaciones.
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La primera explicación hipotética corresponde a una teoría de rasgos, la segunda a una de tipo
psicodinámico, la tercera a una situacionista y la última a una interactiva.
Una definición compartida por las distintas orientaciones es la de Pinillos (1975): “la
personalidad representa la estructura intermedia que la psicología necesita interponer entre la
estimulación del medio y la conducta con que los sujetos responden a ello”.
El concepto de personalidad presupone la existencia de diferentes formas de comportarse, es
decir, la existencia de diferencias individuales. Presupone que la conducta es estable a lo largo del
tiempo y que el comportamiento de las personas es consistente a lo largo de diferentes situaciones.
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concreta y el método usado es el clínico, y se basa en el estudio histórico y
comprensivo de cada persona.
La intrapsíquica-ambientalista, se refiere a la localización de los determinantes de la
conducta, dentro o fuera del individuo.
— El punto de vista intrapsíquico explica el comportamiento y las diferencias
individuales basándose en factores internos de la persona, los principios
explicativos o causas de la conducta estarán dentro de la propia persona. Las
causas propuestas no son iguales en todas las teorías.
— El punto de vista ambientalista explica el comportamiento en función de
factores externos de la persona, es decir, los factores ambientales tanto físicos
como sociales que son los principales determinantes del comportamiento.
La oréctico-cognitiva hace referencia a la importancia dada a los factores de tipo
emocional o impulsivo, frente a los de tipo racional o cognitivo.
— El punto de vista oréctico se centra en los procesos energéticos, impulsos,
necesidades o emociones. Postura mantenida más frecuente en el estudio de la
personalidad.
— El punto de vista cognitivo realza la influencia de los procesos de tipo simbólico,
racional y cognitivo, como organizadores de conducta. Las teorías que adoptan
este punto son escasas, pero es el que más se estudia en la actualidad.
Cada una de estas controversias es independiente de las restantes, es decir, el que una teoría
sea, por ejemplo, nomotética no implica la postura que mantenga las restantes controversias.
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— Modelo situacionista asume que el origen de la conducta se encuentra en
factores externos al individuo; pero a su vez, reconoce la existencia de los
factores internos. La conducta no será estable, sino que variará en función de las
situaciones.
— Modelo interactivo asume que los determinantes de la conducta provienen de
la continua interacción entre la persona y la situación en que se encuentra.
Las unidades de análisis hacen referencia al tipo de fenómenos en los que se centra su
estudio.
— Modelo de rasgos extrae respuestas de las consistencias R-R los rasgos, que son
su unidad básica de análisis y describe a las personas mediante constelaciones
de rasgos.
— Modelo psicodinámico tiene como unidad de análisis dinámica de la
personalidad, los motivos subyacentes y los instintos y describe a las personas
mediante constelaciones dinámicas.
— Modelo situacional tiene como unidad básica las situaciones, las cuales pueden
ser clasificadas en función de sus características físicas, de su significado
psicológico o de sus riesgos de reforzamiento.
— Modelo interactivo tiene como unidad básica la interacción persona-situación
en sí misma, independientemente de los factores de la persona y la situación
por separado.
Respecto a la consistencia versus especificidad
— Modelos psicodinámicos y del rasgo postulan que el comportamiento de una
persona con respecto a un rasgo particular, da lugar a consistencia
transituacional, es decir, la conducta se mantiene constante a lo largo de
distintas situaciones, ya que los determinantes de la conducta son internos y los
factores externos casi no le afectan.
— Modelos situacionista e interactivo postulan la incosistencia de la conducta a
través de las situaciones, es decir, que hay una conducta específica para cada
situación, ya que los determinantes son las propias situaciones.
En el desarrollo de la conducta
— Modelo de rasgos ha mostrado poco interés en este contexto. Se considera a
los rasgos como disposiciones estables, que se ven afectadas mínimamente por
la maduración. Modelo predispuesto hacia naturismo.
— Modelo psicodinámico: el desarrollo y las experiencias pasadas son de
importancia vital en la formación de la personalidad, ya que son las
disposiciones latentes las que determinan la conducta presente. En su interés
por los instintos enfatiza el nativismo y en su interés por la experiencia pasada y
los factores sociales enfatiza el empirismo.
— Modelo situacionista está interesado en el estudio de los procesos que actúan
en el desarrollo, centran su interés en factores psicológicos. Son modelos
predispuestos al empirismo.
— Modelo interactivo estudia el desarrollo como un proceso de aprendizaje social,
se centra en factores psicológicos y biológicos. En su interés por lo psicológico
enfatiza el empirismo y en lo biológico el nativismo.
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Estrategias de investigación
— Modelo de rasgo es el que ha tenido mayor cantidad de investigación de tipo
cuestionarios, escalas e inventarios de personalidad.
— Modelo psicodinámico usa entrevistas e historias clínicas como fuente principal
de recogida de datos. La población estudiada es tanto adulta como infantil, pero
con alguna patología.
— Modelo situacionista no ha desarrollado un único método de recogida de datos,
sino muchos experimentales.
— Modelo interactivo tiene implicaciones específicas en la construcción de
instrumentos y procedimientos experimentales. La población estudiada son
adultos y niños sin ninguna patología.
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la naturaleza de las respuestas requeridas.
Las diversas formas de valorar, analizar e interpretar los datos recogidos.
Cada teoría o modelo de la personalidad va a proponer distintas clases de observaciones,
análisis de los datos recogidos e interpretaciones de los resultados, por lo que cada teoría va a proponer
unas técnicas diferentes de evaluación de la personalidad.
A pesar de las diferencias, las técnicas pretenden obtener observaciones relevantes, las
características que deben reunir todas las técnicas e instrumentos son comunes: sensibles al fenómeno
o variable a medir, y que no sean sensibles o afectadas en absoluto por otras variables diferentes.
Estos aspectos se concretan en los conceptos de fiabilidad y validez de los instrumentos de
medida.
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— Son técnicas que buscan respuestas voluntarias.
Categoría psicométrica entiende que la conducta es consistente ante diferentes situaciones y
explica la personalidad como un conjunto de rasgos. El principal instrumento son los
cuestionarios y la aplicación, corrección e interpretación de estos se hace de forma estándar y
la interpretación se hace en comparación con un grupo normativo.
El enfoque es el factorialista, usando como instrumentos los cuestionarios de personalidad
6PF de Cattell y EPI de Eynseck. Las características son:
— Ser estructuradas (la persona tiene un número muy reducido de alternativas de
respuesta, generalmente verdadero o falso).
— Ser técnicas no disfrazadas.
— Exigen respuestas voluntarias.
Categoría objetiva entiende que la conducta de las personas varía ante distintas situaciones y
analiza aspectos parciales del comportamiento, muy ligados a las situaciones en las que se hace
la propia medida. Usa teorías situacionistas o conductistas y como instrumento usan el análisis
funcional. Las características son:
— Ser estructurada (ofrecen un número limitado de posibles respuestas).
— No disfrazadas.
— Exigen respuestas objetivas (hay respuestas correctas e incorrectas).
— Cuadro 10.5 tomado de Pervin (1975), resumen de los tipos de instrumentos para la
medida de la personalidad.
3.5 CONCLUSIONES
La personalidad es un proceso general, en el que se integran los diferentes procesos específicos,
dando cuerpo a una forma característica y propia en el comportamiento de cada individuo.
De los modelos revisador (y de forma global), el modelo interactivo es el que hace un esfuerzo
por integrar las aportaciones realizadas desde las demás orientaciones. Consiguiendo agrupar posturas
contrarias en las grandes controversias y aunar conceptos, técnicas y procedimiento. Es el modelo que
promete organizar el campo de estudio de la personalidad, aunque aún no lo haya conseguido.
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4. LA DESVIACIÓN DE LA NORMALIDAD
La conjunción de los distintos procesos psicológicos no siempre da lugar a un comportamiento
armonioso y adecuado. A veces hay irregularidades en alguno de los procesos o una mala coordinación
entre ellos. Da lugar a comportamientos que se desvían de la normalidad. Este concepto de normalidad
y la anormalidad o conducta anormal, carecen aún de una definición operacional plenamente
satisfactoria.
El concepto de anormalidad es un derivado de la desviación, que es definido más en términos
del marco social y cultural de referencia que por la propia conducta en sí misma.
La anormalidad y la conducta anormal han de ser especificadas en el contexto de un lugar,
momento determinado e, incluso, para una persona en concreto. La conducta anormal sólo puede ser
comprendida si es analizada desde su contexto temporal, social, cultural y situacional, lugar, y el propio
estatus de la persona a la que puede ser adscrita la conducta.
Las conductas consideradas anormales han variado de forma continua a lo largo de la historia,
de modo paralelo a la propia evolución sociocultural de los pueblos y la humanidad en su conjunto.
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Esta conceptualización hay que considerarla como mixta, en parte adopta el criterio estadístico,
puesto que es cuantitativa; en parte es clínica, entiende como normal los comportamientos enfocados
al cuidado de la propia vida y de la de los demás; en parte es funcional, exige el saber integrarse
positivamente.
En el cuadro 10.6 se recogen las diferentes conceptualizaciones sobre la conducta anormal que la
definición de la OMS intenta sintetizar.
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El planteamiento anatomopatológico de la locura tiene sus supuestos centrales de localización
y reducción de la enfermedad a lo anotómico, choca con las primeras concepciones de la neurosis y, en
general, de las enfermedades nerviosas.
La mentalidad anatomopatológica da paso a los planteamientos fisiopatológicos sobre las
enfermedades. Elevará al sistema nervioso a la primera posición dentro de la fisiopatología, patología y
neurología. Plantean que, puesto que la mayor parte de las enfermedades dependen del sistema
nervioso, deberían ser llamadas “nerviosas”, llegando a ampliar esta tesis con la construcción de una de
las primeras nosologías, en la que aparece por primera vez el término neurosis.
A principios del siglo XIX se propone concebir la locura (insania) como una manifestación
mórbida de la inteligencia, caracterizada por una lesión funcional difusa del sistema nervioso. El
elemento patológico es nada menos que la degeneración, con la cual los individuos señalados
hereditariamente están dañados invariablemente en el desarrollo normal de su sistema nervioso.
De la mano de Franz Anton Mesmer aparece un nuevo fenómeno (magnetismo-hipnotismo), al
que se atribuirá la acción de fuerzas psicológicas aún desconocidas, además que introduce una nueva
visión particular sobre el funcionamiento de la mente humana y sus capacidades, dará pie al
descubrimiento del inconsciente y sus potencialidades para la cura de ciertas formas de locura.
Los enfoques organicistas de la locura conviven con planteamientos moralistas. Mientras que
las causas inmediatas de la locura eran de origen orgánico, las causas lejanas incluían antecedentes tanto
biográficos (pasiones del alma), como sociales (vicios, malas compañías, miseria) o los ambientales
(humedad, frío, calor, etc). Son precisamente estas “causas morales remotas” las que se encuentran en
la base del tratamiento moral y, consecuentemente, en las primeras reformas del tratamiento en los
manicomios.
A mediados del s. XIX, los contactos se producen entre la medicina, la fisiología, la biología
evolucionista y la psicología, abonando el terreno para el surgimiento, dentro de las ciencias naturales,
de la ciencia psicológica, alejándose de la filosofía. Wundt es el principal artífice (Barlow y Durand,
2001).
Wund, sostenía que la psicología podía ser considerada como ciencia experimental, mientras
que estudiara actividades como la sensación o la percepción, pero que en la medida en que tratase de
dar cuenta también de fenómenos mentales superiores como el lenguaje o el pensamiento, debía ser
considerada como una ciencia social.
El funcionalismo americano, la reflexología rusa, el movimiento gestálico y la escuela de
Wüsburgo, marcando sus divergencias con respecto a la propuesta de Wundt, aportan su propia
interpretación sobre cuáles son los métodos y los datos adecuados para el desarrollo de una psicología
verdaderamente científica.
La psicología dinámica, heredera del sonambulismo artificial (hipnosis) y desarrollada sobre
todo en el ámbito psiquiátrico, realizará su propia aportación a la nueva ciencia.
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4.2.2 MODELOS DE CONDUCTA ANORMAL
La evolución del concepto de conducta anormal ha supuesto la alternancia de 3 modelos
básicos:
Modelo intrínseco supone que la conducta anormal es generada por un desequilibrio
interno del individuo. Lo explican a través de la medicina achacándolo a un déficit o
exceso de sustancias químicas. En psiquiatría es usada por la tendencia biológica, como
las teorías aminérgicas de la depresión o la esquizofrenia. Son teorías patogénicas más
que etiogénicas. La teoría cognitiva coloca el acento en una alteración en el
procesamiento de la información.
Modelo extrínseco supone que la conducta anormal sucede fuera de la persona y ésta
la incorpora. En psiquiatría, de este modelo se toma la influencia de las circunstancias y
de las personas sobre el individuo. El psicoanálisis nos habla de circunstancias que
producen conflictos, de un medio ambiente opresor, de las influencias parentales en las
génesis de las neurosis, etc.
Modelo mixto supone que el individuo tiene una predisposición que lo sensibiliza a
ciertos agentes externos. En clínica el ejemplo típico es el “alérgico”. En psiquiatría
encontramos este modelo en las teorías constitucionales que menciona que ciertos
fenotipos están más predispuestos a sufrir determinadas patologías que otros. El factor
genético como sensibilizante haría que ante situaciones estresantes o etapas del
desarrollo manifestasen la enfermedad.
Sobre esta triple orientación conceptual se asientan las múltiples combinaciones sobre la teoría
de la conducta anormal. Sin embargo, un análisis más detallado nos demuestra que ninguno de los
modelos por sí mismo consigue satisfacer completamente.
En el cuadro 10.7 se nos permite ver la evolución en espiral de las ideas que se han alternado en
la explicación del fenómeno de las enfermedades mentales. Cada modelo ha realizado su aportación, y
al agotar sus respuestas, deja paso a la siguiente etapa, y así sucesivamente.
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El sentido común de la gente puede determinar con relativa facilidad cuándo alguien es anormal
y cuándo esta anormalidad es moderada o grave. Existe una captación global de lo normal y de lo
anormal, que uno va incorporando a través de toda su vida como inserción y aprendizaje implícito en el
medio cultural.
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límite entre lo normal y anormal habrá que hacerlo de forma cuantitativa. Es un modelo
extrínseco (condiciones ambientales).
Modelo cognitivo es en parte heredero del anterior, plantea la normalidad en función de la
habilidad de la persona para adaptarse a las demandas ambientales, tanto internas como
externas; ser capaz de mantener un equilibrio ante nuevas situaciones y tener sentimientos de
autonomía funcional. Plantea la conducta anormal ante experiencias inusuales. Es un modelo
mixto (factores ambientales y condiciones de predisposición).
En el cuadro 10.8 se recogen las principales características que definen los modelos psicológicos de
conducta anormal más representativos en la actualidad.
Como conclusión, indicar que el modelo de conducta anormal de la psicología clínica a comienzos
del siglo XXI se caracteriza por una tendencia integradora de las diferentes orientaciones que hemos
visto. Integración aun en vías de realización, pero que parece fundamentarse en los elementos comunes,
que como vimos, comparten diferentes orientaciones, y que fundamentalmente se basan en la
existencia de unos mismos procesos para la explicación de la conducta normal y anormal, y estos
procesos son precisamente los procesos psicológicos estudiados en los capítulos anteriores.
Las características que parecen perfilar esta integración pueden resumirse en los siguientes
puntos:
La conducta normal y anormal se rige por los mismos principios.
Los procedimientos y técnicas deben estar fundamentados en los procesos psicológicos.
El objeto de la intervención es el cambio o eliminación de los comportamientos
desadaptados por otros adaptados en cualquier modalidad de respuesta: motoras,
fisiológicas y cognitivas.
La existencia de una alta interdependencia entre la evaluación y el tratamiento. Los
objetivos y la planificación del tratamiento dependen directamente de la evaluación. A
la vez, la evaluación de los resultados obtenidos con la intervención determinará si ha
de continuarse el tratamiento o hay que reformularse el mismo. La evaluación y el
tratamiento son funciones integradas entre sí, estando la una en función de la otra.
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La evaluación objetiva de la eficacia de los procedimientos de evaluación y tratamiento
en términos coste/beneficio, así como de sus componentes, que ha de llevarse a cabo de
forma continua con los datos obtenidos en la aplicación de las técnicas de tratamiento
en diversas condiciones, para revisar los propios métodos en función de los resultados,
siendo uno de los retos actuales en el que más se están esforzando (Labrador, Echeburúa
y Becoña, 2000).
La evaluación y el tratamiento han de estar adaptados a cada tipo de problema, las
características únicas de cada caso y el contexto concreto en que se aplican, ya sea en el
ámbito individual, grupal o comunitario.
Hay que definir la conceptualización de la psicología como el desarrollo basado en los estudios
de los procesos psicológicos aplicable tanto al campo clínico como no clínico, por esa similaridad de
principios que hay en la conducta normal y anormal. Con una insistencia en la evaluación objetiva y el
énfasis en la instauración de repertorios conductuales no sólo saludables, sino también preventivos.
4.3 CONCLUSIONES
La inteligencia, la personalidad y conducta normal, además de ser procesos generales, tienen
una relación entre sí.
La inteligencia y la personalidad, que son procesos independientes entre sí, tienen la
responsabilidad conjunta de ser los determinantes de carácter global del comportamiento humano.
Ambos desempeñan un papel importante en el mantenimiento de la salud mental. La mayor
parte de las características que definen una conducta “inteligente” son la otra cara de la monera de la
conducta anormal y viceversa.
Los trastornos de la personalidad, parecen afectar especialmente a la “inteligencia emocional”.
Así pues, inteligencia y personalidad, además de coordinar los procesos psicológicos más básicos, son
responsables de un comportamiento “normal”.
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