Está en la página 1de 42

MISCELÁNEA

\
DELA BRETON Y LOS INICIOS DE LA
ARQUEOLOGÍA EN EL OCCIDENTE DE MÉXICO

Phil C. Weigand y Eduardo Williams


El C o l e g io de M ic h o a c á n

In t r o d u c c ió n

Entre los primeros pioneros de la arqueología del Occidente de México,


Cari Lumholtz (1902) ha recibido la mayor atención. Aunque sus obser­
vaciones fueron dispersas y no organizadas, las ilustraciones de los arte­
factos que él recolectó son excelentes. Además, sus materiales son acce­
sibles como parte de las colecciones de estudio del Museo Americano de
Historia Natural en la ciudad de Nueva York. Con la excepción de Ales
Hrdlicka (1903), los contemporáneos y predecesores de Lumholtz han
sido olvidados casi por completo. Ejemplo de ello son tres reportes
sobre el sitio de La Quemada, Zacatecas, que tienen importancia arque­
ológica, y que precedieron por una cantidad considerable de años a las
observaciones hechas por Lumholtz en el Occidente de México:
Menéndez (1789), León (1843) y de Berges (1855).
El trabajo de Adela Bretón, en contraste con el de Lumholtz, usual­
mente no es tomado en cuenta, aunque escribió dos breves contribucio­
nes profesionales que tratan específicamente sobre los materiales ar­
queológicos del Occidente (Bretón, 1903; 1905). Su trabajo en esta
región, si bien fue efímero y se eclipsó por su posterior interés en el área
maya, fue mucho más sistemático que el de Lumholtz. También, a dife­
rencia de las contribuciones del citado autor, ella identificó una serie de
problemas que no serían vueltos a considerar hasta medio siglo des­
pués. Bretón debe recibir el crédito de haber realizado por lo menos tres
observaciones importantes, aunque pueda cuestionarse hasta qué pun­
to ella misma reconoció su importancia:

1. Asoció las figurillas huecas de cerámica del período Formativo y


de inicios del Clásico (ca. 300 a.C.- 400 d.C.) en la zona de Teuchitlán-
Etzatlán, Jalisco, que ella exploró, con la arquitectura de superficie de
los mismos períodos;
2. Observó la ocurrencia natural y la importancia de la obsidiana en
el Occidente, y
3. Documentó la presencia de la arquitectura circular que ahora
sabemos sirvió como el rasgo distintivo de la Tradición Teuchitlán
durante los períodos Formativo y Clásico.
Como ha sucedido con muchos proyectos arqueológicos que son
pioneros, la importancia de estas observaciones no fue reconocida du­
rante 60 o 70 años. En gran medida esto se debió a la virtual ausencia de
trabajo de campo en el Occidente de México, aunque por supuesto exis­
tan importantes excepciones a este comentario. El trabajo de Noguera
en El Opeño (1942) y de Corona Núñez en El Arenal (1955) son los más
notables. El trabajo arqueológico de los años subsecuentes a las investi­
gaciones de Adela Bretón se enfocó casi exclusivamente en las tradi­
ciones funerarias de las tumbas de tiro del Occidente de México. Por lo
que se refiere a la arquitectura de superficie y a la obsidiana, hubo
durante un largo tiempo una virtual falta de interés. El medio siglo pos­
terior al trabajo de Bretón fue tiempo suficiente para que se desarrollara
un dogma que minimizaba y menospreciaba a las culturas arqueológi­
cas del área.
El dogma que se desarrolló sobre el Occidente prehispánico ha sido
discutido en varias publicaciones recientes y no se tratará en detalle
aquí (cfr. Weigand, 1985,1993,1996; Williams, 1994,1996). Este dogma
ha sido denominado por Mari-Areti Hers la hipótesis del "Formativo
eterno". Entre otras cosas, enfatiza la idea de que las culturas arqueoló­
gicas del Occidente de México estuvieron siempre caracterizadas por
simples aldeas, por formas sencillas de organización social, y por per­
files demográficos bastante bajos. El área no fue civilizada sino hasta
inicios del período Postclásico, y éste fue un fenómeno de naturaleza
derivativa.
Los antecedentes de este dogma no pueden ligarse con Adela Bre­
tón. En retrospección, sus tres observaciones principales, aunque de ma­
nera implícita, ciertamente parecen haber sido las primeras sugerencias
sólidas para futuras investigaciones: explorar la relación entre las figu­
rillas y la arquitectura de superficie; investigar la naturaleza de las es­
tructuras circulares que existen en el área (especialmente las de Teu­
chitlán), y examinar la naturaleza de los yacimientos e industrias de
obsidiana evidentes en la zona. Sin embargo, la importancia de las ob­
servaciones de Bretón fue olvidada. De hecho, hoy en día los especialis­
tas de la arqueología del Occidente de México raramente la citan, y
cuando lo hacen es a manera de una obscura nota al pie de página, más
que en su papel de pionera. En comparación, Isabel Kelly, que amplia­
mente merece la reputación de haber sido otra pionera de la arqueología
en el Occidente, ha recibido la mayor parte de la atención.
El propósito de este breve artículo es presentar el trabajo de Adela
Bretón a las actuales generaciones de historiadores y arqueólogos. La
primera sección del estudio examina brevemente la carrera de la inves­
tigadora, enfatizando cómo fue que se interesó por la arqueología de
México.
En la segunda sección de este artículo se presenta una traducción de
los dos artículos que escribió nuestra autora sobre el Occidente. De esta
manera serán accesibles a los antropólogos y arqueólogos en una escala
mucho más amplia que antes.1

A d e l a B r e t ó n y la a r q u e o l o g ía m e x ic a n a

Adela Catherine Bretón nació el 31 de diciembre de 1849, y dieciocho


meses después su familia se estableció en Bath, Inglaterra. La señorita
Bretón habría de hacer de esta ciudad su base a lo largo de sus viajes al
extranjero. No sabemos mucho sobre sus estudios realizados o de su
entrenamiento como artista, aunque el arte fue definitivamente parte de
la educación de una mujer de la era victoriana. Las mujeres artistas,

1 Otto Schóndube hizo una traducción de uno de los artículos de Adela Bretón,
la cual se publicó en un periódico de Guadalajara hace algunos años. La versión que
se presenta aquí, sin embargo, ha sido enteramente realizada por los autores de este
artículo.’Se incluyen en este trabajo las ilustraciones originales que acompañaron a
las publicaciones de Bretón, además de fotografías que hasta ahora no se habían pu­
blicado conjuntamente con sus artículos. Estas figuras ilustran algunas de las piezas
arqueológicas que la autora adquirió durante sus investigaciones, las cuales fueron
enviadas al Museo de Bristol, Inglaterra, y han sido poco estudiadas por los arqueó­
logos desde entonces. Junto a sus ilustraciones se incluyen planos recientes de va­
rios sitios que ella discute en el texto, así como notas que comentan sobre sus
observaciones, y referencias bibliográficas que ponen al día sus materiales y obser­
vaciones.
aunque todavía se enfrentaban con muchas barreras, no eran la rareza
que habían sido a principios de siglo (McVicker, 1989:13).
No se sabe exactamente cuándo iniciaron los viajes de Adela Bretón
al Nuevo Mundo, pero pudo haber sido poco después de la muerte de
su padre, en 1887. En 1894 vino a México y viajó extensamente por el
país, llevando consigo su cuaderno de dibujo, en el que realizó estudios
a lápiz y pequeños bocetos.
Fue posiblemente a través de estas experiencias en México que entró
en contacto con Alfred Percival Maudslay, el arqueólogo británico que
había trabajado en el área maya. Ella le preguntó si habría algún traba­
jo que pudiera realizar en México, y Maudslay respondió que podría ir
a Chichén Itzá para verificar la exactitud de algunos de sus dibujos.
Este fue un punto decisivo en la vida de Bretón; en 1900 fue a Chi­
chén Itzá, y desde ese momento hasta su muerte en 1923 viajó extensa­
mente en Centro y Sudamérica, Egipto, Australia, Japón y Fiji. Entre
1900 y 1908 realizó 13 viajes a México. Cada vez se vio más atraída por
el trabajo en Latinoamérica, y su círculo de colegas creció, ampliándose
el alcance de su trabajo. Empezó a publicar algunos de sus estudios, y
fue participante activa en muchas reuniones de profesionales (McVi­
cker, 1989:13-14).
Aparte de su trabajo en Chichén Itzá, Adela Bretón visitó muchos
otros sitios en la Península de Yucatán, así como Teotihuacán, El Tajín y
Xochicalco, para citar tan solo los principales. De todos estos sitios
arqueológicos dejó un amplio corpus de dibujos, pinturas y fotografías,
que actualmente se encuentran en el Museo de Bristol, Inglaterra, junto
con la colección de artefactos que recolectó la investigadora durante sus
muchos años en México.
Dentro de la historia de la arqueología mexicana, el período en el
que trabajó Adela Bretón ha sido llamado "descriptivo", puesto que los
investigadores en muchos casos se limitaron a describir lo que vieron
(Williams, 1993: 197). Este período (1880-1910) se caracteriza por un
"positivismo", y durante estos años

m uchos cambios fundamentales se efectuaron en la arqueología mexicana,


aunque la mayoría de las contribuciones seguían viniendo de investiga­
ciones en bibliotecas. El trabajo de campo, aunque era más abundante que
anteriormente, seguía siendo de menor importancia [...] en general, estamos
a punto de ver una reacción en contra de teorías grandiosas basadas sobre
evidencias débiles, y su reemplazo por una hipótesis más modesta, con sus
raíces firmemente cimentadas en hechos probados (Bernal, 1980:142).

En varios de sus viajes a México Adela Breton tuvo como com­


pañero y ayudante a Pablo Solorio, nativo de Churumuco, Michoacán
(Fig. 1). Gran parte de los viajes los realizaron a caballo, y Pablo cuida­
ba de los animales, entre muchas otras ocupaciones.
Un aspecto importante del trabajo de nuestra investigadora fue el
copiar y colorear relieves esculpidos, pinturas murales, artefactos y
manuscritos. Ella siguió un enfoque académico, y se preocupaba mucho
por la exactitud de lo que hacía: concebía a su trabajo como copiar exac­
tamente lo que existía, mas no el dibujar de manera interpretativa. Era
un trabajo muy difícil.
De todos los países que visitó, México parece haber tenido un lugar
muy especial en el afecto de Adela Breton. En una carta dirigida a
Alfred Tozzer en 1914, hizo los siguientes comentarios: "Me siento muy
agradecida de haber tenido estos largos viajes sin serias dificultades, y
ahora quisiera hacer sólo un poquito más, mientras pueda. Los años
corren y así la noche ha llegado" (McVicker, 1989: 23). Adela Breton fa­
lleció en Barbados el 13 de junio de 1923.

A l g u n a s f i g u r i l l a s r e t r a t o d e b a r r o d e M é x ic o 2

Por A dela Breton

Las figuras retrato a partir de las cuales se hicieron estos dibujos (véanse
figuras 3-5) proceden de un montículo o tu m u lu s cerca de Etzatlán, en el
estado de Jalisco, México. El pueblo de Etzatlán está a unas 70 millas al
nor-occidente de Guadalajara,3 y a la primera llegada de los españoles

2 Tomado de: The art ofruins: Adela Bretón and the temples of México, editado por
S. Giles y J. Stewart (City of Bristol Museum and Art Gallery, Bristol, Inglaterra),
1989, pp. 53-54. Publicado originalmente en: Man , vol. 3,1903.
3 Etzatlán está a 55 millas (89 km) al oeste de Guadalajara.
era la capital de un Estado o cantón que formaba una de varias confe­
deraciones de Estados llamada Chimalhuacán, habitada por comu­
nidades pacíficas y civilizadas que hablaban la lengua náhuatl.4
El montículo en cuestión está a tres leguas al norte del pueblo mo­
derno, en un terreno plano perteneciente a la Hacienda de Guadalupe,
y el propietario hizo que lo excavaran en 1896 (fig. 2).s Desgraciadamen­
te no existió una supervisión de alguien capacitado, no se obtuvo infor­
mación alguna, y la mayor parte de las figuras fueron quebradas.
Dos elevaciones de forma oblonga junto al montículo, que ahora
sólo tienen unos pocos pies de altura, pueden haber sido lugares de
construcciones antiguas. El montículo propiamente dicho era de forma
redondeada y de unos 40 pies de altura. Una ancha trinchera se excavó
desde los extremos norte y sur hacia el centro, casi atravesándolo total­
mente; cerca de la mitad del montículo había sido excavada hasta el
nivel del suelo. Casi en la parte media, en el lado sur, y a pocos pies
debajo del nivel exterior, los trabajadores se encontraron con una capa
de carbón y tierra café suave y suelta, en la que encontraron un esquele­
to descansando sobre un compuesto gris-blancuzco, como un tipo de
arcilla gris. El cráneo estaba finamente desarrollado. Arriba de todo esto
se encontraron las figuras."

4La mayoría de historiadores y arqueólogos hoy en día descarta la existencia de


Chimalhuacán por la sencilla razón de que nunca se menciona en las fuentes pri­
marias del período de la Conquista española y / o de la Colonia temprana. Más bien
es un artefacto de los historiadores y románticos del siglo xix, con el fin de dar a
Jalisco un pasado prehispánico más digno del que aparentemente se le confería en
la época. Aunque Chimalhuacán parece haber sido un mito propiamente nuestro,
esto no quiere decir que no hayan existido sistemas socioculturales complejos en el
Occidente (Weigand y García de Weigand, 1996; Weigand, 1993).
5 La Hacienda de Guadalupe se encuentra a 4.5 millas (7 Km) al occidente de
Etzatlán, dentro de la Delegación de Oconahua. La pirámide que Bretón estudió está
a 2 Km al sur de la hacienda, dentro del Potrero Grande. Se puede ver desde la ca­
rretera de Oconahua- Etzatlán/San Marcos.
6 La fig. 2 es un dibujo hecho por Bretón de la vista horizontal de la pirámide
central del recinto circular de Potrero Grande, mostrando la escala general de esta
estructura en la década de 1890, mas el continuo proceso de saqueo ha virtualmente
destruido la pirámide. Ella señaló que esta estructura era circular, y de alrededor de
12 metros de alto (40 pies) cuando visitó el sitio. El punto preservado más alto en la
El montículo se componía de un núcleo de tierra muy dura (había
piedras que parecían haber sido usadas para golpear o aplanar la tier­
ra), sobre el cual había varios pies de piedras mezcladas, sin trabajar y
de varios tamaños, hasta de dos pies cuadrados, así como tierra, todo
ello cubierto por más tierra.7

actualidad es de más o menos la mitad del anterior, lo cual nos da una perspectiva
del avance de la erosión estructural en esta pirámide, y por inferencia en otras de la
misma área. Las subsecuentes actividades de saqueo, algunas tan recientes como los
años sesenta, han contribuido a esa destrucción. Compárese el dibujo de Bretón con
la fig. 8, que es un plano del mismo complejo. Bretón no comentó sobre las platafor­
mas alrededor de esta estructura, ni sobre los círculos adyacentes y más pequeños
en el mismo complejo, tal vez indicando que ya habían sido severamente arados
desde la época de sus investigaciones.
Este complejo es probablemente un recinto del nivel II en la jerarquía regional
de complejos ceremoniales/administrativos representada en la zona del Volcán de
Tequila durante las fases Ahualulco (200-400 d.C.) y Teuchitlán I (400-700 d.C.) de la
Tradición Teuchitlán (Weigand, 1993,1996; Ohnersorgen y Varíen, 1996). El recinto
debió de haber tenido por lo menos un juego de pelota, a juzgar por su tamaño
general, aunque no se encuentra visible hoy en día. Es muy probable que la mor­
fología arquitectónica del complejo, con por lo menos tres posibles círculos, sitúa
cronológicamente la etapa final de construcción del complejo hacia la fase
Ahualulco tardía.
Ciertamente se representaban fases más tempranas de construcción en los per­
files visibles durante el trabajo de campo de Bretón, y siguen siéndolo hasta la ac­
tualidad. Esta observación se refuerza por el estilo de las figurillas cerámicas que
Bretón ilustra, las cuales se extrajeron de un entierro en la base de la pirámide cen­
tral. Este entierro, a juzgar por el estilo de las figurillas, probablemente corresponde
a la fase El Arenal tardía (ca. 0-200 d.C.).
7 No es del todo claro si Bretón está describiendo fases de reconstrucción de la
pirámide, fragmentos de la cubierta exterior de piedras burdas, o ambas cosas, en
esta aseveración. Tanto las cubiertas exteriores de piedra como los muros interiores
(ya sea revestimiento cubierto o rasgos interiores para reforzar el cuerpo de la
pirámide) existen dentro del área general. No se puede ver hoy recubrimiento de
piedra, pero algo de rocas se puede observar todavía en los perfiles expuestos por
el saqueo. La "tierra dura" que ella describe es de hecho un tipo de cemento: mez­
cla de jal, cal y adobe. Este material es extremadamente duro, e incluso bastante
resistente a la erosión. En el recinto de Guachimontón cerca de Teuchitlán, entre
muchos otros, rocas escogidas pero burdas se pusieron en este cemento, formando
así estructuras de mampostería. [Véase Apéndice].
Hice dibujos de algunas de las figuras y pude traer conmigo dos de
ellas, que ahora se encuentran en el Museo de Bristol (figs. 3-5).HAlgu­
nas se quedaron en la hacienda, y otras fueron obsequiadas a los ami­
gos del propietario. Había por lo menos 20; dos de ellas no nos fueron
mostradas. El señor don Mauro Villaseñor, un juez del vecino pueblo de
Ahualulco tenía dos, una masculina y una femenina, así como algunos
brazaletes de concha, amuletos de jade y cuentas, y ornamentos de con­
cha trabajada y de piedra. También tenía un cilindro de piedra pulida
extremadamente dura, que pensaba era la boquilla de una pipa, y
algunos fragmentos planos muy pequeños de metal blanco (no era
plata) con orificios.9
Parece haber sido la costumbre en esta parte de México colocar figu­
ras retrato alrededor de un tu m u ln s, probablemente representando
miembros del hogar del difunto. Un herbolario que en sus recorridos
por una parte deshabitada del oriente de Jalisco se había topado con
varios sitios de enterramiento, me dijo que también había encontrado
que este era el caso. Cerca de Chapala se encontraron dos figuras fe­
meninas juntas, una aparentemente era la mujer principal, digna y son­
riente, cargando su platón con ofrendas sobre el hombro izquierdo. La
otra, de menor alcurnia, tenía una dolorosa expresión de horror en la

8 Compárese las figs. 3-4 con la 7. Esta última no se publicó con el artículo ori­
ginal de Bretón.
9 Véanse Ramos y López (1996) para la descripción de una tumba de tiro rica­
mente amueblada y sin saquear, del mismo período aproximado, localizada en un
conjunto circular simple en Huitzilapa, cerca de Magdalena, Jalisco. Es interesante
el contraste con el entierro de Potrero Grande. El de Huitzilapa ocurre dentro de una
tumba de tiro de ocho metros de profundidad, bajo una plataforma en el círculo
exterior del conjunto. Obviamente se trata de un entierro múltiple dedicado a la
veneración de los antepasados.
En contraste, el entierro de Potrero Grande estaba sobre o cerca de la superficie
original de la pirámide central del conjunto. En El Arenal, donde existen ambos
patrones, el entierro de tipo Potrero Grande estaba claramente relacionado con una
ceremonia que involucraba el sacrificio humano. Sin embargo, la descripción de
Bretón no es lo suficientemente detallada como para identificar de qué tipo de cere-
monialismo se trata.
cara, y se tomaba el pelo en una mano mientras la otra estaba extendi­
da aparentemente con la intención de evitar algún destino terrible.10
Las de Guadalupe parecen ser prósperas y felices. La dama princi­
pal (fig. 3) porta su ofrenda a los dioses y lleva brazaletes como los
encontrados en el montículo. Su cara y cuerpo se encuentran pintados o
tatuados, y parece tener un atuendo ceremonial simbólico con un
patrón de grecas. Ella lleva varios aretes en cada oreja, y un ornamento
en la nariz. El mismo tipo de cara y de figura puede todavía encontrarse
en las aldeas indígenas, y representa a una matrona con las más altas
cualidades: capaz, trabajadora, amable, un ama de casa admirable y la
mejor madre del mundo. Otras dos figuras femeninas pudieron haber
sido sus sirvientas (Fig. 4). Todas son de arcilla burda, con grosor entre
un cuarto y un tercio de pulgada; una tiene 12 pulgadas de alto, y las
otras 18 y 20 pulgadas respectivamente. Dos figuras masculinas se de­
coraron con pintura en gran detalle; una de ellas (fig. 5) es admirable
como obra de arte, muestra un gran dominio tanto del modelado como
del color.
Uno de los tres brazaletes que tengo es una banda sencilla de con­
cha. De los otros dos que se ilustran, uno tiene 26 ranas elaboradas en
bajo relieve (una pequeña parte está quebrada), y el otro tiene cuatro
serpientes de dos cabezas alternándose con cuatro ranas (fig. 6). Peque­
ñas ranas de concha y cuentas de varias formas pudieron haber forma­
do collares, y hay además algunas curiosas figuras pequeñas de concha
en forma de silueta. Todas estas se encuentran en el Museo de Bristol, y
son una muestra tomada de la gran cantidad encontrada en la hacienda.
Las ranas parecen haber representado alguna divinidad mexicana,
pues en Guanajuato hay algunas rocas sobre la ciudad que tienen la
apariencia de ranas, y eran tenidas por dioses tutelares por los indíge­
nas.11Ahí se hacían ofrendas y se realizaban danzas. Una rana esculpi­

10 Véanse von Winning (1996) para varios estudios detallados sobre el arte de las
figurillas del Occidente.
n Un par de ranas de cerámica, decoradas con diseños geométricos de pseudo-
cloisonné, se encontraron junto con un entierro bajo el altar central (en el nivel del
piso original) en una de las estructuras circulares de Cerro Prieto, localizada en el
valle de Bolaños, hacia el norte. Véase Williams (1992: 89-91) para una discusión
sobre el simbolismo de las ranas en la iconografía mesoamericana.
da se encuentra junto a uno de los baños de roca en el cerro de Texco-
zingo, cerca de Texcoco, donde Netzahualcóyotl tenía sus famosos jardi­
nes. Yo tengo un hacha de piedra obscura y pulida en forma de rana,
procedente de Zacatlán, en los límites entre los estados de Hidalgo y
Puebla.
En vista de que este montículo se encuentra junto a las grandes
minas de obsidiana de Teuchitlán, donde por millas las laderas están
cubiertas de los restos del tallado de esta piedra, uno hubiera esperado
encontrar buenos implementos en el montículo, pero yo no creo que
este haya sido el caso. Dos lascas triangulares de forma poco usual y
algunos "núcleos" fueron todo lo que vi.12 Había un sitio de manufac­
tura de estos objetos prismáticos, usualmente llamados núcleos, en el
cerro que ahora es una isla en el Lago de Magdalena, cercano a Etzatlán.
Docenas de objetos descartados pueden recogerse ahí, mientras que no
existen entre los miles de lascas de todos tamaños y formas en
Teuchitlán.13

A l g u n a s m i n a s d e o b s i d i a n a e n M é x i c o 14

Por A dela Bretón

Habiendo visitado varias minas de obsidiana en los estados de Hidalgo,


Michoacán y Jalisco, principalmente con el propósito de obtener especí­
menes geológicos, creo que una breve nota sobre ellas podría ser útil
para quien tenga la oportunidad de estudiarlas con mayor profundi­
dad.

12 La compleja joyería de obsidiana, junto con una gran variedad de figuras


"excéntricas", caracteriza a muchas de las ofrendas de entierros de status en las fases
El Arenal y Ahualulco de la Tradición Teuchitlán. La elegante tumba encontrada en
Huitzilapa es una de las pocas excepciones al anterior comentario, aunque en esa
tumba se encontró un muy grande número de artefactos de concha. La mayoría de
las formas excéntricas de obsidiana y de joyería parece haber sido fabricada en el
taller de San Juan de los Arcos, cerca de Tala, Jalisco.
13 Véase nota 31.
14 Publicado originalmente en: Proceedings of the 13th International Congress of
Americanisls, Nueva York, 1905, pp. 265-268.
En Hidalgo, el Cerro de las Navajas cerca de Pachuca, es tan bien co­
nocido que casi no necesito mencionarlo, especialmente debido a que el
profesor W.H. Holmes ha publicado un relato de su visita al lugar.15Se
llega a él con mayor facilidad desde Pachuca, siguiendo el camino a Tu-
lancingo por unas dos horas y después subiendo directamente al cerro,
en total unas tres y media horas de marcha bastante rápida. Esto con­
duce hasta los primeros pozos y montículos de desechos, pero como se
extienden por toda esa parte del cerro, y también al norte, hacia el ran­
cho de Zembo, sería ventajoso quedarse en la hacienda de Guajolote,
desde la cual se pueden observar con facilidad. Los desechos sobre la
superficie pertenecen principalmente a los tipos ordinarios.
Cerca de Tulancingo, hacia el noreste, alrededor de dos millas del
pueblo, se encuentran dos montículos de fragmentos pequeños y de
desechos, donde fueron elaboradas puntas de lanza. Los montículos
miden 20 pies de lado y 8-10 pies de alto. Algunas de las piezas dese­
chadas están cuidadosamente terminadas, mientras que otras sólo han
sido burdamente formadas. Todas están rotas, por lo que uno encuentra
extremos puntiagudos, extremos de forma cuadrada y las partes de la
mitad, todos los cuales pertenecieron a implementos de 10-17 cm de
longitud y 5-6 cm de ancho. Otra forma es más larga, y debe haber
tenido 22 cm de longitud y 9 de ancho; ésta también es puntiaguda en
un extremo. La obsidiana pudo haber sido traída a este lugar ya fuera
de un cerro cercano, o del Cerro de Navajas en el otro lado del valle,
pues los montones de desechos están en el extremo este del sitio anti­
guo, que empieza bajo la gran cueva que tradicionalmente se dice fue
hecha por los toltecas.
En Zacaultipan, 22 leguas al norte, también se trabajó la obsidiana,
puesto que ahí existe un yacimiento, y todavía quedan pequeños mon­
tones de desechos.
Hacia el sur de Tulancingo, a unas cuatro y media horas de camino
en dirección a Apam, pasando el rancho de Lagunita, hay un gran cerro
de obsidiana, misma que ha sido trabajada, en parte en un período tan
remoto, que una gruesa capa de liquen ha crecido sobre algunos de los
fragmentos pequeños, en ese clima tan extremadamente seco.

15El estudio de Holmes se publicó en 1900; véase también su publicación de 1919.


Hay algunas pequeñas cuevas sombreadas en un lado de una colina
baja, junto a las cuales los trabajadores trajeron sus piezas burdamente
formadas para terminarlas, y los fragmentos se diseminaron hacia abajo
de la ladera. Hay todo tipo de pedazos, así como de implementos que­
brados y a medio terminar; de hecho, hay de todo menos los objetos de
muchas caras que hasta ahora se han llamado núcleos. La ausencia de
estos últimos es notable en todas las minas que he visitado, con una
excepción, que se menciona posteriormente.

M ic h o a c á n

Zinapécuaro, o sea "lugar de tzin a p u " (la palabra utilizada en Michoa­


cán para nombrar a la obsidiana), es un pueblo agradable como a media
hora de camino de la estación de Huango, en la vía del Ferrocarril
Nacional de México que va de Acámbaro a Morelia.18La obsidiana aflo­
ra sobre la superficie en varios lugares, siendo el principal de ellos una
colina baja pasando la iglesia. Aquí hay varios pozos y acumulaciones
de desechos. La obsidiana ha sido extraída con regularidad; los pozos
tienen alrededor de dos pies de diámetro y quince o más de profundi­
dad. Debido a su conveniente situación, este sería un lugar ideal para
estudiarse. A los pozos se podría bajar con una escalera de cuerdas,
observando su edad relativa, y los métodos de extracción. Además de
los pozos que están en la cima del cerro, se hicieron algunas cuevas en
la cara más distante, y la excavación cuidadosa de éstas podría dar
resultados interesantes, pues el piso tiene gran profundidad de resi­
duos. Una cosa curiosa en una de las cuevas es que martillos redondea­
dos, que aparentemente fueron usados, se encuentran incrustados en la
materia blanca, cristalina y terrosa de la que se componen las paredes
de la cueva, como si estuvieran todavía in situ , al igual que los demás
nodulos de obsidiana.
Algunos de los montones de desechos consisten casi exclusivamente
en fragmentos muy pequeños y delgados, tal vez producidos por la
manufactura de punzones o agujas. Se encuentran especímenes de

]f>Véanse los recientes estudios de Healan (1994) y Cárdenas (1994) sobre la


explotación prehispánica de obsidiana en Michoacán.
desechos procedentes de Navajas y Zinapécuaro en el Museo de Bristol,
Inglaterra.
Zinapécuaro debe haber sido un lugar de asentamiento muy anti­
guo. El clima es muy agradable, el suelo fértil, y hay manantiales ter­
males medicinales, así como varios cerros aislados bien adecuados para
la fortificación. Uno de éstos tiene sus laderas en forma de terrazas
bajas, de uno o dos pies de altura, y once o doce pies de ancho. Otro, que
está en el centro del valle y es el más grande, está escarpado y terracea-
do, y tiene restos de construcciones en la cima, incluyendo una cámara
subterránea, a la que conducen varios escalones, ahora cubiertos con
piedras caídas. Más allá de este cerro, en el valle, hay un sitio antiguo,
a unas cinco millas del pueblo, con montículos y espacios nivelados.
Una piedra esculpida todavía se encontraba yaciendo ahí en 1896. Es
posible que en la construcción de una hacienda cercana se hayan
empleado las demás piedras trabajadas que pudieran haber existido.

J a l is c o

Ixtlán de los Buenos Aires toma su nombre de la palabra ixtli, que sig­
nifica "obsidiana", la cual se encuentra cerca del lugar, aunque no pude
localizar el sitio exacto, el cual creo se encuentra en dirección a Hostoti-
pacquillo.17

17 "Ixtlán de Buenos Aires" es otro nombre para Ixtlán del Río, Nayarit. Durante
la época del trabajo de campo de Bretón, las comunicaciones entre Hostotipaquillo
e Ixtlán no eran fáciles, pues el formidable cañón llamado "Plan de Barrancas" se­
para a estos dos asentamientos en el norte. Esta ruta se volvió importante tan sólo
después del desarrollo de la vía ferroviaria a través del área, que conecta a
Guadalajara con la costa del Pacífico. La ruta a Ixtlán desde el sur es más antigua, y
aunque ya ha sido abandonada, se entraba a ella por el paso de Llano Grande. Esta
ruta involucraba más distancia pero terreno menos abrupto.
Ixtlán fue un asentamiento bastante grande para su época, por lo que Bretón
debió de haberlo localizado fácilmente. Sus informantes pudieron haberse confun­
dido con los diferentes topónimos para Ixtlán, o ella entendió mal sus comentarios
sobre el pueblo. Bretón está en lo cierto, sin embargo, al asociar Ixtlán con ixtli
(obsidiana), pues existen afloramientos y talleres en el área general. El sitio cerca de
Ixtlán ha sido descrito recientemente por Gabriela Zepeda (1994).
Más cerca de Guadalajara, el Volcán de Tequila ha producido obsi­
diana en cantidades considerables. Arriba del pueblo de Tequila, las cer­
cas de las parcelas están hechas de grandes bloques de ese material,
pero no tuve tiempo de buscar minas en ese lugar.18 En el extremo
opuesto de la montaña, en Teuchitlán, los desechos de obsidiana están
diseminados en una gruesa capa sobre una gran extensión de terreno.,v
Teuchitlán es un pequeño pueblo a los pies de una larga estribación
del volcán, a cinco leguas de Refugio, una estación en la vía del tren
entre Guadalajara y Ameca. Probablemente ahora es más fácil llegar a
Teuchitlán siguiendo la nueva ramal que va a San Marcos. Además de
la obsidiana, hay un sitio antiguo muy interesante en la cima del cerro,
y los notables montículos y círculos llamados Huaerchi Monton a la
mitad del camino hacia arriba.20

,8 Los afloramientos de obsidiana que se explotaron en la antigüedad en los al­


rededores del Volcán de Tequila se muestran en la fig. 9, y se describen brevemente
en los Cuadros 1 y 2. Véanse Weigand (1993) y Weigand y García de Weigand (1994).
19Aparte del afloramiento de obsidiana al norte de La Mora, la zona habitacio-
nal de Teuchitlán tiene docenas de otros talleres. Los bloques extraídos se procesa­
ban primeramente en el área inmediata de las minas de La Mora, produciendo ma-
cronúcleos, que se transportaban a los talleres más cercanos al recinto de Guachi-
montón, donde se reducían todavía más. Los núcleos resultantes, junto con varios
tipos de navajas prismáticas y de lascas de navajas, se exportaban a los talleres aso­
ciados con recintos más pequeños (Soto de Arechavaleta, 1982; Weigand y García de
Weigand, 1994). Un sistema de abastecimiento similar, incluyendo una jerarquía
de talleres, puede verse todavía en el área de San Juan de los Arcos, al sur de Tala,
Jalisco. Sin embargo, en este sistema el principal producto era la joyería fina de
obsidiana, más que las navajas.
20El recinto de Guachimontón, con sus ocho círculos y dos juegos de pelota (fig.
10), es el más grande entre los cientos de conjuntos circulares que se localizan en la
región del Volcán de Tequila, y en un sentido más general, desde el Bajío en el este
y Cómala (Colima) en el sur, hasta La Florida (Zacatecas) en el norte. Esta es la
primera mención profesional de este recinto de que tenemos conocimiento, inclu­
yendo (junto con el artículo de Bretón de 1903) la primer mención de arquitectura
circular en los sistemas de valles lacustres de tierras altas de Jalisco. La observación,
sin embargo, es decepcionante en extremo por su completa falta de detalle. Esto últi­
mo podría en parte explicar por qué no hubo seguimiento en absoluto a sus obser­
vaciones por espacio de 65 años.
Los primeros conjuntos circulares fueron mapeados y descritos en detalle
durante la década de los setenta (cfr. Weigand [1974] para las primeras fotografías
Los desechos de obsidiana se concentran en tres puntos; el primero
es una terraza junto a un montículo que está en una pendiente sobre el
pueblo, donde el suelo arado está cubierto de piezas inusualmente
grandes y largas, toscamente lasqueadas.21 El segundo lugar es un sitio
a los pies del cerro, junto a un manantial, donde grandes cantidades de
lascas y fragmentos descartados de todas las descripciones están entre­
mezclados en una capa de aproximadamente 12 pies cuadrados.22No he
podido consultar mis notas para confirmar las dimensiones de esta
capa, pero un americano me dijo que había extraído 5 000 lascas (algu­
nas de las cuales se encuentran en el Museo Field Columbian de Chica­
go), y yo extraje 2 000 entre 1896 y 1897, lo cual hizo un hoyo muy pe­

aéreas y mapas, seguido por el estudio más detallado de 1985; véase también Wei-
gand [1993 y 1996]). Es desafortunado que Bretón no señalara más detalles para el
recinto de Guachimontón, puesto que éste sufrió enormemente de saqueo y extrac­
ción de material después de su visita. Hoy en día se encuentra protegido dentro de
un parque municipal, llamado "Los Guachimontones de Teuchitlán".
Aunque Hrdlicka (1903) estudió una estructura circular en Totoate, en el Cañón
de Bolaños (Jalisco), ni Bretón ni ningún otro arqueólogo hizo la conexión con el
área de Teuchitlán hasta 70 años después (Weigand, 1974). La estructura de Totoate
fue estudiada de nuevo por Kelley (1971; véase su fig. 1 a) a mediados de los sesen­
ta. Los estudios de Hrdlicka y de Kelley conjuntamente constituyen las primeras
excavaciones de arquitectura circular concéntrica, que ahora sabemos sirvió como
rasgo distintivo de gran parte del Occidente durante los períodos Formativo y
Clásico (Weigand, 1985,1993).
21 Dolores Soto de Arechavaleta (1982) excavó varias trincheras en este taller,
recobrando enormes cantidades de artefactos de obsidiana. Ella ha documentado
complejas operaciones de manufactura de lascas y de navajas prismáticas, junto con
los ya mencionados restos de reducción de núcleos. John Clark (comunicación per­
sonal, 1996) ha comentado sobre el carácter inusual y definitivo de la producción de
navajas prismáticas en este taller. El ángulo plataforma/navaja es de más de 1000,
por lo que se distingue fácilmente del ángulo de 900 usualmente visto en las nava­
jas prismáticas del centro de México durante el Clásico y Postclásico, y en el
Occidente durante el Postclásico (véanse también Spence, Weigand y Soto [1979]).
22 Esta localidad es el gran sistema de noria de El Rincón, donde una de las
primeras destilerías de tequila del período colonial estuvo localizada. Realmente
constituye el límite sur del área de taller mencionada en la nota anterior. Fue el
redescubrimiento de esta sección del taller por Acelia García de Weigand en los
sesenta, lo que alertó a los arqueólogos contemporáneos sobre el carácter industrial
del trabajo de la obsidiana en la región del Volcán de Tequila.
queño en el depósito. Muchas de las lascas están rotas, hay de todos
tamaños, desde navajas filosas de 8 o 9 pulgadas de largo, hasta los frag­
mentos más pequeños y delgados posibles.23 Algunos de los que yo
obtuve se encuentran en el Museo Peabody de Harvard, y otros en los
museos de Bristol y de Manchester, en Inglaterra.
En este depósito encontré algunos huesos, los cuales, incluyendo el
cráneo, se encontraban en parte dentro de dos vasijas rojas de barro. Los
dientes frontales, tanto superiores como inferiores, habían sido limados,
resultando en formas peculiares.24
A unas tres millas de Teuchitlán, en otra estribación del cerro, hay
un afloramiento de obsidiana a lo largo de la cima, el cual ha sido
explotado, y los montones de desechos se extienden por una milla
alrededor.25Algunas de las lascas están cubiertas con una gruesa costra
blanca. La obsidiana tarda mucho tiempo en intemperizarse (por ejem­
plo, las puntas de lanza de Tulancingo están tan frescas como si
hubiesen sido hechas el día de ayer), por lo cual donde el vidrio vol­
cánico se ha materialmente erosionado, debe de haber transcurrido un
largo período.26
El pueblo de Etzatlán, a unas 20 millas después de Teuchitlán,27 es
una estación en el camino ferroviario que va a San Marcos. Desde Etza-

23 Véase el estudio de Soto (1982) para la descripción de los artefactos de esta


área; cosulte la nota 21.
24 Los entierros saqueados en el área del manantial han resultado ser predomi­
nantemente del período Postclásico, aunque existe un cementerio del período
Formativo a unos 200 m de El Rincón. No resulta claro de la descripción de Bretón
a qué período pertenecen los entierros mencionados en su texto.
25 Este afloramiento se localiza a 2.5 km al norte de La Mora, un pequeño pueblo
y delegación en el Municipio de Teuchitlán, que no existía en los días de la autora.
Su más cercano punto de referencia hubiera sido la hacienda de Labor de Rivera, a
tres Km al sur del afloramiento. Este último fue explotado extensivamente, y ha sido
caracterizado por análisis de activación de neutrones (Cuadro 3) (Weigand y García
de Weigand, 1994).
2(1Este depósito blancuzco aparece al mismo tiempo que el depósito original de
la obsidiana, frecuentemente como inclusiones al igual que como corteza, por lo que
no tiene nada que ver con la edad del depósito o de los artefactos.
27 Etzatlán se localiza a 28 km al oeste-noroeste de Teuchitlán.
tlán puede visitarse la isla en el Lago de Magdalena.28Esta es en muchos
sentidos una de las más notables minas de obsidiana que yo he visto,
pues ahí parecen haberse manufacturado los objetos de muchas caras
que hasta ahora se han llamado núcleos. No hay pozos, pero hay nodu­
los de obsidiana en la superficie, distribuidos sobre el suelo en canti­
dad.29 En una hora o más mi sirviente recolectó tantas que yo regresé
con 31, y dejé las otras solamente por ser demasiado pesadas como para
cargarlas.
En ninguna otra de las minas, entre las miles de piezas de obsidiana
de todas las formas que yo he examinado, se ha encontrado uno de estos
"núcleos".30Los he visto en sitios de templos en otras partes de México,
siendo numerosos en Teotihuacán y en Mitla, pero su notable ausencia
en los extremadamente variados montones de desechos que he men­
cionado (especialmente en Teuchitlán),31 su presencia en depósitos
funerarios, como en el montículo de Guadalupe cerca de Etzatlán, y su
enorme cantidad -aparentemente como desechos- en Magdalena, p are
cen hacer deseable una reconsideración de su nombre. Es muy probable

28 Esta isla, en la ahora desecada Laguna de Magdalena, se localiza en el


Municipio de San Juanito. Tiene varios nombres: Atlitic, Atitlán, Las Cuevas y La
Otra Banda. Al momento de la llegada de los españoles a la región, Atlitic/Atitlán
era tributario de Etzatlán (también conocido como Yzatla o Yzatlán), con una
población de varios miles (Weigand y García de Weigand, 1996).
29 El taller, descrito en Weigand y Spence (1982) y en Weigand (1993) cubre un
área aproximada de 15 hectáreas. Aunque pertenece principalmente al Postclásico,
hay indicios de una ocupación más temprana, incluyendo la presencia de por lo me­
nos una tumba de tiro de la fase El Arenal. Se produjeron enormes cantidades de na­
vajas prismáticas finas, las que se comerciaron tan lejos como Guasave, Sinaloa,
adquiriéndose a cambio cantidades de turquesa y de cerámicas policromas de la
costa. Las minas que abastecían a este gran taller se localizan en La Joya, donde se
han mapeado 1 265 canteras y minas. Este depósito también ha sido caracterizado
por activación de neutrones (Cuadro 4 y fig. 11) (Weigand y García de Weigand,
1994).
30Como se mencionó en la nota 29, este es un taller, no un área de extracción, de
ahí la presencia de núcleos. Este taller es el más extenso encontrado hasta ahora en
el Occidente.
31 Estos finos núcleos, si bien más escasos que en Atlitic, de hecho sí aparecen en
el taller de Guachimontón.
que hayan sido elaborados a partir de núcleos reales, puesto que la
mente del mexicano es particularmente ingeniosa para encontrar uso a
las cosas que otra gente tiraría a la basura.

E p íl o g o

A pesar de que el tiempo que pasó en Occidente fue bastante breve,


Adela Bretón hizo varias observaciones importantes. Éstas fueron olvi­
dadas, sin embargo, junto con su más extensa y duradera dedicación a
la arqueología maya. Las palabras de Warwick Bray proporcionan un
apropiado y elocuente epílogo a nuestra breve presentación del trabajo
de Adela Bretón en el Occidente de México:

La reputación de Adela Bretón ha sufrido más que la mayoría por los


vaivenes de las m odas en la arqueología. A lo largo de su vida ella conoció
a todos los grandes personajes de los estudios mesoamericanistas: Tozzer,
Putnam, Bowditch, Zelia Nuttall, Maudslay y Seler figuran con regularidad
en su correspondencia. Fue un miembro respetado del pequeño grupo
internacional de investigadores que sentaron las bases de la arqueología
maya. Para los años sesenta ella había sido olvidada casi por completo [...]
y su trabajo prácticamente ignorado por la nueva generación de autores
(Bray, 1989: 9).

A p é n d ic e

Las investigaciones documentales del Mtro. David Wright han enfoca­


do nuestra atención hacia un dibujo acompañado de un breve texto, que
podría representar la primera reproducción y descripción científica de
un recinto circular prehispánico del tipo que caracteriza a la Tradición
Teuchitlán de Jalisco. Agradecemos al Mtro. Wright su colaboración, en
especial el permitimos reproducir la copia fotográfica del diagrama,
junto con su versión de la leyenda.
El diagrama (fig. 12) data de 1802, o sea un siglo antes de que se
publicaran las observaciones de Bretón y de Hrdlicka sobre la arquitec­
tura circular, y su autor es Ildefonso Leal y Araujo. El diagrama mues­
tra una estructura circular que contenía 19 entierros, y estaba localizada
en los límites de la Hacienda de Santa Teresa, Guanajuato. No se sabe si
la mencionada estructura todavía existe.
Dado que este tipo de arquitectura también se ha reportado para el
bajío de Guanajuato (Cárdenas s.f.), es posible que este diagrama de
hecho represente un edificio de estilo Teuchitlán. Cárdenas ha localiza­
do por lo menos 21 sitios con arquitectura circular del tipo Teuchitlán, o
de variantes cercanas, en el bajío de Guanajuato.
Dentro del diagrama de Leal y Araujo se encuentran varias medidas
en varas. Ya que esta unidad de medida varió algo durante el período
colonial ( de ca. 85 cm a 1.10 m), los siguientes valores en metros son
solamente aproximaciones. La estructura era bastante pequeña: el
diámetro del altar central y del patio era de 22 varas (ca. 20-24 m). El
ancho de la banqueta se da por separado: 2.5 varas (ca. 2-3 m) de radio,
y por lo menos una vara (ca. 90 cm-1.1 m) de altura. El círculo central
tenía entre 6 y 5 varas de diámetro (ca. 6-7 m) y 4.4 varas de altura (ca.
4-5 m). La redacción en que se presenta este cálculo es un poco confusa:
"el del centro es mas elevado de 2/3 de ancho" (o sea, dos terceras
partes de 6.5 varas, que equivalen a 4.4. varas). Este altar central, al
igual que la banqueta (a los que se refiere el texto conjuntamente, con la
palabra "ambos") estaban construidos de "piedra y lodo simentada
sobre tierra". Así pues, la mayor parte del círculo consistía de un patio,
con un radio probable de ca. 8 varas (ca. 7-9 m).
El diámetro total del posible círculo de Santa Teresa debió haber
sido de alrededor de 27 varas (ca. 30 m como máximo, y ca. 90-95 m de
circunferencia). Si este fue efectivamente un recinto circular, entonces se
encontraría dentro del rango de los más pequeños que se han reporta­
do en el bajío de Guanajuato. La proporción entre el ancho del patio y
las medidas de la banqueta y altar también corresponde a las de esta
área, aunque la altura de este último es mayor de la usualmente obser­
vada en los círculos pequeños (Cárdenas s.f.). Sin embargo, esto puede
deberse a la buena conservación. Este diámetro también se encuentra
dentro de la región de Teuchitlán per se, aunque es muy poco frecuente
entre las estructuras circulares tardías (Weigand, 1993,1996).
Es importante señalar que Leal y Araujo dibujó tres círculos concén­
tricos que compartían un mismo centro radical, exactamente como
sucede en las estructuras de estilo Teuchitlán en Jalisco, y también en el
bajío de Guanajuato. El citado autor describió estos elementos circulares
utilizando la terminología específica de la geometría de círculos (pala­
bras como "diámetro", "círculo" y "centro"). Las líneas que trazó den­
tro del patio se describen como que indican "tramos", y él menciona
que se encuentran a 11 varas de distancia una de otra. Las líneas inter­
nas dentro de los patios de la región de Teuchitlán no se han preserva­
do, salvo en raras ocasiones, pues estos patios son las áreas escogidas
para arar en la actualidad. El mejor ejemplo de líneas que denotan
"tramos" es el del recinto de Saucillo, aunque existen otros.
El título del diagrama es el siguiente [sie]: Figura que demuestra lo
descuvierto en el lugar que se excabó, y señalaron los naturales vecinos
de la hacienda de Santa Teresa, y en el que se hallaron 19 esqueletos de
cuerpos humanos inclusos los enteros, y huesos de los demás.
El diagrama original mide 15 por 21 cm, y se encuentra en el
Archivo General de la Nación (grupo documental: Tierras; Vol. 3357,
Exp. 1, f. 149).

R e f e r e n c ia s c it a d a s

Beschreibung der Überreste Aztekischer Niederlassungen auf ihrer


B e r g e s , Carl de,

W anderung nach dem Thale von Mexico durch den gegenwärtigen Freistaat von
Zacatecas, 1855. (Editado por H.J. Prem, republicado en 1990 por Dietrich
Reimer Verlag, Berlin).
A history of Mexican archaeology: the vanished civilizations of
B e r n a l , Ignacio,

M iddle America, Thames and H udson, 1980.


B r a y , Warwick, "Foreword", en The art of ruins: Adela Breton and the temples of

M exico, editado por S. Giles y J. Stewart, City of Bristol M useum and Art
Gallery, 1989. p. 9.
B r e t o n , Adela, "Some Mexican portrait clay figures", M an, 3,1903.
"Some obsidian workings in Mexico", en Proceedings ofthe 13th International
Congress of Americanists, Nueva York, 1905. pp. 265-268.
C á r d e n a s , Efrain, "Los yacimientos de obsidiana del Estado tarasco", en El
Michoacán antiguo: Estado y sociedad tarascos en la época prehispánica, coordi­
nado por Brigitte Boehm de Lameiras, El Colegio de M ichoacán/ Gobierno
del Estado de Michoacán, Zamora, 1994. pp. 251-270.
S.f. La tradición cultural del Bajío y la estructura de poder entre los años 300 y 650 d.C.
Tesis de Maestría, El Colegio de Michoacán.
C o r o n a N ú ñ e z , José, Tumba de El Arenal, Etzatlán, jalisco, Informe 3, Dirección
de M onum entos Prehispánicos, i n a h , México, 1955.
G ile s , Sue y J. S t e w a r t (editores), The art of ruins: Adela Breton and the temples of
Mexico, City of Bristol Museum and Art Gallery, 1989.
H e a l a n , Dan, "Producción y uso instrumental de la obsidiana en el área taras­

ca", en El Michoacán antiguo: Estado y sociedad tarascos en la época prehispáni-


ca, coordinado por Brigitte Boehm de Lameiras, El Colegio de Michoacán/
Gobierno del Estado de Michoacán, Zamora, 1994. pp. 271-276.
H olmes, W.H., "Obsidian mines of Hidalgo, Mexico", American Anthropologist,
2 , 1900. pp. 405-417.
------ , "The lithic industries", en Handbook of aboriginal antiquities, Part 1,
Smithsonian Institution/Bureau of American Ethnology, Bulletin 60,1919.
H r d l i c k a , Ales, "The Chichimecs and their ancient culture, with notes on the
Tepecanos and the ruin of La Quemada, Mexico", American Anthropologist,
5,1903. pp. 385-440.
K e l l e y , J.C., "Archaeology of the northern frontier: Zacatecas and Durango", en
Handbook of Middle-American Indians, Vol. 11, editado por R. Wauchope,
University of Texas Press, 1971. pp. 768-801.
León, Antonio de, "Ruinas de La Quemada en el departamento de Zacatecas",
El Museo Mexicano, 1 .1,1843. pp. 184-188.
L umholtz , Carl, Unknown Mexico, vol. 2, Scribner's, Nueva York, 1902.
M e n é n d e z V a l d é s , José, Descripción y censo-general de la intendencia de Guadala­

jara. Gobierno del estado de Jalisco, 1789. [republicado en 1980].


M c V ic k e r , Mary F., "From parlours to pyramids", en The art of ruins: Adela
Breton and the temples of Mexico, editado por S. Giles y J. Stewart, City of
Bristol M useum and Art Gallery, 1989. pp. 12-23.
N o g u e r a , Eduardo, "Exploraciones en El Opeño, Michoacán", en Actas del 21
Congreso Internacional de Americanistas, vol. 1, México, 1942. pp. 574-586.
O h n e r s o r g e n , Michael y M. V a r íe n , "Formal architecture and settlement orga­

nization in ancient West Mexico", Ancient Mesoamerica, 7(1), 1996. pp. 103-
120.
R a m o s , Jorge y L. L ó p e z , "Datos preliminares sobre el descubrimiento de una
tumba de tiro en el sitio de Huitzilapa, Jalisco", Ancient Mesoamerica, 7(1),
1996. pp. 121-134.
Análisis de la tecnología de producción del taller de
S o t o d e A r e c h a v a l e t a , Dolores,

obsidiana de Guachimontón, jalisco, tesis profesional, Escuela Nacional de


Antropología e Historia, México, 1982.
S p e n c e , Michael, P. C. W e i g a n d y D. S o t o , "Obsidian exchange in West

Mexico", en Rutas de intercambio en Mesoamérica y el norte de México, xvi


Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, Saltillo, 1979
pp. 357-361.
W e i g a n d , Phil C., "The Ahualulco site and the shaft-tomb complex of the

Etzatlán area", en The archaeology of West Mexico, editado por B. Bell, Ajijic,
Mexico, 1974. pp. 120-131.
------ , "Evidence for complex societies during the western Mesoamerican Clas­
sic period", en The archaeology of west and northwest Mesoamerica, editado por
M. Foster y P.C. Weigand, Westview Press, Boulder, 1985. pp. 47-91.
------ ,Evolución de una civilización prehispánica: arqueología de Jalisco, Nayarit y
Zacatecas, El Colegio de Michoacán, Zamora, 1993.
------ , "The architecture of the Teuchitlán Tradition of the Occidente of Meso­
america", Ancient Mesoamerica, 7(1), 1996. pp. 91-101.
W e i g a n d , P. C. y A. G a r c í a d e W e i g a n d , "Minería prehispánica en Jalisco",

Estudios Jaliscienses, 17,1994. pp. 5-31.


Tenamaxtli y Guaxicar: las raíces profundas de la Rebelión de Nueva Galicia, El
------ ,
Colegio de Michoacán y Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco,
Zamora y Guadalajara, 1996.
W e i g a n d , P. C. y M. S p e n c e , "The obsidian com plex at La Joya, Jalisco", en

Anthropology, special section: M ining and m ining techniques in ancient


Mesoamerica, vi (1-2), 1982. pp. 175-188.
W e i g a n d , P. C., J. M. E l a m y M. D. G l a s c o c k , s.f., Chemical characterization of
the aboriginally worked obsidian source at La Joya, Jalisco, Mexico.
Manuscrito inédito.
W e i g a n d , P. C. y M. D. G l a s c o c k , s.f., The La Mora- Teuchitlán obsidian source
(Jalisco, México). Manuscrito inédito.
W i l l i a m s , Eduardo, Las piedras sagradas: escultura prehispánica del Occidente de
México, El Colegio de Michoacán, Zamora. 1992.
------ , "Historia de la arqueología en Michoacán", en II Coloquio Pedro Bosch-
Gimpera, coordinado por María Teresa Cabrero, u n a m , México, 1993.
pp. 195-238.
------ , "El Occidente de México: una perspectiva arqueológica", en Arqueología
del Occidente de México: nuevas aportaciones, editado por Eduardo Williams y
R. Novella, El Colegio de Michoacán, Zamora, 1994. pp. 11-59.
------ , "Desarrollo cultural en las cuencas del Occidente de México (1500 a.C.-
1521 d.C.)", en Las cuencas del Occidente de México: época prehispánica, edita­
do por Eduardo Williams y RC. Weigand, el Colegio de Michoacán,
Zamora, 1996.
W i n n i n g , H asso von, El arte prehispánico del Occidente de México, editado por
Phil C. Weigand y E. Williams, El Colegio de Michoacán y Secretaría de
Cultura del Estado de Jalisco, Zamora y Guadalajara, 1996.
Cuadro 1

Yacimientos de obsidiana, calidad y minería

Lugar Calidad Presencia de minas

Ahuisculco + sí
Hda. Sta. Ma. Navajas + sí
Río Salado - no
Primavera/ Las Flores + si
Pedernal/ Las Flores + ?
La Mora/ Teuchitlán + sí
La Joya ++ sí
Cuisillos 0 ?
Cinco Minas 0 ?
Llano Grande ++ sí
Sta. Teresa + sí
Tequila + ?
La Providencia - no
San Marcos - no
Hda. Guadalupe 0 no
Osotero/ Sn. Sebastián + sí
Sn. Juan de Los Arcos ++ sí
Huitzilapa + sí

Clave: ++ = excelente
+ = buena
0 = regular
= mala calidad
Cuadro 2

Promedios químicos de cuatro yacimientos de obsidiana de Jalisco


(Cfr. Weigand y Glascock s.f.)

Cs (ppm)
Cuadro 3

Promedios de elementos químicos en las minas


de la Mora-Teuchitlán
(Número de especímenes: 25; cfr. Weigand y Glascock s.f.)

Elemento Unidades Promedio de concentración

Ba (ppm) 29.9 + 6.7


Ce (ppm) 106. + 2.
C1 (ppm) 815. + 54.
Co (ppb) 26.0 + 8.3
Cs (ppm) 4.29 + 0.06
Dy (ppm) 12.0 + 0.5
Eu (ppm) 0.117 • + 0.005
Fe (pct) 1.34 + 0.02
Hf (ppm) 17.3 + 0.2
K (pct) 3.51 + 0.18
La (ppm) 47.9 + 0.6
Lu (ppm) 0.985 + 0.017
Mn (ppm) 297. + 3.
Na (pct) 3.56 + 0.06
Nd (ppm) 47.6 + .5
Rb (ppm) 170. + 3.
Sb (ppm) 0.872 + 0.020
Se (ppb) 90.0 + 0.1
Sm (ppm) 11.6 + 0.2
Ta (ppm) 3.65 + 0.05
Tb (ppm) 2.01 + 0.03
Th (ppm) 14.8 + 0.2
U (ppm) 8.77 + 0.54
Yb (ppm) 6.94 + 0.12
Zn (ppm) 133. + 2.
Zr (ppm) 548. + 11.

Clave: ppm = partes por millón


ppb = partes por mil millones
pct = porcentaje
Cuadro 4

Promedios de elementos químicos para el yacimiento de la Joya


(Número de especímenes: 112; cfr. Weigand et al s.f.)

Elemento Unidades Promedio de concentración

B (ppm) 31.0 + 1.2


Ba (ppm) 20.
Ce (ppm) 137 + 2
C1 (pct) 0.121 + 0.010
Co (ppb) 31.5 + 7.6
Cs (ppm) 3.79 + 0.05
Dy (ppm) 11.7 + 0.7
Eu (ppm) 0.148 + 0.004
Fe (pct) 1.90 + 0.02
Gd (ppm) 11.6 + 0.5
Hf (ppm) 18.6 + 0.2
K (pct) 3.26 + 0.02
La (ppm) 67.2 + 0.8
Lu (ppm) 1.07 + 0.02
Mn (ppm) 565 + 22
Na (pct) 3.37 + 0.16
Nd (ppm) 61.0 + 2.8
Rb (ppm) 157 + 2
Sb (ppm) 1.03 + 00.3
Se (ppm) 0.732 + 0.009
Sm (ppm) 13.4 + 0.6
Ta (ppm) 3.74 + 0.05
Tb (ppm) 1.87 + 0.05
Th (ppm) 15.6 + 0.2
U (ppm) 5.83 + 0.42
Yb (ppm) 7.10 + 0.12
Zn (ppm) 128 + 3
Zr (ppm) 748 + 12

Clave: ppm = partes por millón


ppb = partes por mil millones
pct = porcentaje
Fig. 1. Adela Bretón y Pablo Solorio. La mayor parte de sus viajes en
México fueron realizados a caballo. (Fotografía según Giles y Stewart,
1989, frontispicio).
Fig. 2. Dibujo de la excavación del montículo de la Hacienda de
Guadalupe, realizado por Adela Bretón en mayo de 1895. (Según Giles
y Stewart ,1989: fig. 24).
Fig. 3. Figurilla femenina encontrada en el montículo de Hacienda de
Guadalupe (nótese la decoración pintada sobre el cuerpo y cara).
(Acuarela de Adela Breton, según Giles y Stewart, 1989: fig. 32).
Fig. 4. Figurilla femenina encontrada en el montículo de Hacienda de
Guadalupe (nótense las decoraciones al pastillaje sobre los hombros).
(Acuarela de Adela Bretón, según Giles y Stewart, 1989: fig. 33).
Fig. 5. Figurilla masculina encontrada en el montículo de Hacienda de
Guadalupe. (Acuarela de Adela Bretón, según Giles y Stewart, 1989:
fig. 34).
Fig. 6. Dibujo de los artefactos de concha encontrados en el montículo
de Hacienda de Guadalupe. (Según Giles y Stewart, 1989: fig. 23).
Fig. 7. Fotografía de los objetos encontrados en el montículo de Hacien­
da de Guadalupe, que se encuentran actualmente en el Museo de Bris-
tol, Inglaterra (figurillas y vasija de barro, núcleos y lascas de obsidiana,
brazaletes y collar de concha). (Según Giles y Stewart, 1989: fig. 22).
Todas las estructuras
Concentración de rocas
. v M ancha en tienen relleno de
elsue|° tierra cubierto con
rocas de cantera
•-2
\ m'✓ *[ 1m
1 m ,i

Altamente arado Mancha en el suelo

[ .2 m j
C 8m >
y
Concentración de rocas " ^ Concentración
Altamente arado de roca

.2 m:

Camino
Mancha en
el suelo
Orilla de la terraza
destruida por el arado
r
I .2 m .
^ y '.2 m y Altamente
arado
^ Restos de cubierta de roca
.4 m

( 2 m ) I ] Cubierta
v /--v ~ 2 ' J de roca
1 Trinchera dé saqueo ]/ / Concentración de rocas

.5 m
3 m

Orilla conservada de la terraza

Fig. 8. Plano del sitio arqueológico de Potrero Grande- Oconahua (rea­


lizado por Phil C. Weigand).
6. Sta.Teresa
7. Huitzilapa
8. La Joya
9. La Mora/Teuchitlán
10. Las Flores

Fig. 9. Principales yacimientos de obsidiana relacionados con la


Tradición Teuchitlán del Occidente de México (mapa realizado por Phil
C. Weigand).
Teuchitlán, Jalisco,complejo Guachimontón

l_________ 50l_________100l M
o
Fig. 10. Conjuntos arquitectónicos circulares de Teuchitlán, Jalisco
(según Weigand, 1985: Fig. 11).
O

‘xVj ; ' Muro

O
N

Escala

0 20 50 100 m

Fig. 11. Minas de obsidiana en La Joya, Jalisco.


Fig. 12. Diagrama de la estructura circular encontrada en la Hacienda de
Santa Teresa, Guanajuato, realizado por Ildefonso Leal y Araujo en 1802
(véase Apéndice).

También podría gustarte