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FOTOGRAFÍA

Un siglo de abstracción en la fotografía


La Tate Modern recorre los orígenes de la fotografía abstracta al tiempo que
examina cómo la práctica contemporánea refleja y reestructura su herencia
histórica

Luminogram II , 1952 OTTO STEINERT

GLORIA CRESPO MACLENNAN


27 JUL 2018 - 14:00 CEST

Todos sabemos que la palabra fotografía viene de dos raíces procedente del griego, phōtos,
cuyo significado es luz, y graphé, que significa dibujar con líneas o escribir. De esta suerte,
los fotógrafos son aquellos que vienen dibujando con la luz desde el descubrimiento del
medio en 1839. Y aunque hubieron de transcurrir décadas hasta que la fotografía fuera
reconocida como un arte en sí mismo (no fue hasta los años setenta, cuando el mercado del
arte lo reconoció como tal), los primeros fotógrafos fueron artistas que respondían a las
inquietudes propias de la creación, desbrozando caminos a seguir por las siguientes
generaciones.

Así, el interés por las formas abstractas surgió desde el comienzo de la historia del medio.
La cámara resultó ser no solo la mejor herramienta para reproducir la realidad de forma
objetiva, sino, paradójicamente, muy útil para trascenderla en busca de nuevas formas de
expresión. De ello da cuenta la exposición The Shape of light: 100 Years of Photography and
Abstract Art. Volviendo la mirada a los albores del siglo XX, la muestra incluye a aquellos
que, no conformes con la naturaleza mimética a la que el medio estaba asociado,
priorizando la forma y la expresión sobre lo reconocible. ensancharon sus barreras. Y
recorre el siglo a través de la mirada de quienes recogieron el relevo y continuaron
renovando el lenguaje hasta llegar a la era digital. Lo hace estableciendo un paralelismo con
el desarrollo de la pintura y escultura abstracta, de manera que las fotografías se exhiben
junto a obras pertenecientes a estas disciplinas. “A lo largo de los años la relación entre la
fotografía y la pintura se ha transformado”, dice Simon Baker, comisario de la muestra
junto con Emmanuelle de L’Ecotais. “Al principio de la muestra queda claro qué es pintura y
qué es fotografía, mientras al final lo que se ve es arte”.

La extensa muestra (cuyo contenido resulta en ocasiones apabullante y hace que merezca
varias visitas) se exhibe en la Tate Modern, e incluye trescientas cincuenta obras creadas
por ciento cincuenta artistas expuestos en doce salas. Se ha prescindido de las imágenes
científicas ya que son solamente estéticamente abstractas en un sentido derivativo; su
intención era otra. Comienza con una vortografía de Alvin Langdon Coburn, resultado de los
experimentos que el fotógrafo llevó a cabo con el escritor Ezra Pound. Ambos formaron
parte del grupo vortocista, un movimiento de vanguardia británico que en la primera
década del siglo XX se dispuso a expresar el dinamismo del mundo moderno en
contraposición al arte figurativo y paisajístico. Para ello Coburn inventó el vortoscopio,
donde varios espejos crean un prisma que fractura la superficie a fotografiar, creando un
efecto de caleidoscopio donde el motivo fotografiado desaparece por completo.

Nos encontramos con la obra de alemana Martha Hoepffner, quien, obsesionada por la
relación entre la música y el arte abstracto, e inspirada por las obras de Kandinsky (quien
consideraba que la pintura debía aspirar a ser tan abstracta como la música), compuso
fotogramas que por sus formas, líneas y cuadrículas recuerdan a las obras del pintor. Cerca
cuelga una fotografía de Pierre Dubreuil, Interpretation Picasso, The Railway 1911, realizada
al mismo tiempo en que Picasso y Braque experimentaban con el cubismo, donde la
realidad queda fragmentada por la representación de distintos puntos de vista a la vez

Si hubo un fotógrafo que contribuyó activamente en Estados Unidos a consolidar la


fotografía como un arte fue Alfred Stiglitz “A no ser que la fotografía encuentre sus propias
posibilidades de expresión, separadas de aquellas de las otras artes, será meramente un
proceso, no un arte”, escribía. Así, desde 1905 hasta su cierre en 1917, en las paredes de
291, su galería neoyorquina, colgaron las obras de algunos de los grandes maestros
destinados a renovar el medio, junto a la obra de los pintores europeos más vanguardistas
del momento. La muestra incluye algunas de las obras del fotógrafo, así como de las de
Paul Strand, ambos representantes de lo que vino a denominarse straight photography o
fotografía directa. Esta tendencia se desmarcaba del pictorialismo, con unas imágenes que
reflejan las características propias del medio; una buena definición y un marcado contraste
que contribuyen a revelar la forma y la estructura de los motivos fotografiados.

En el recorrido por el fecundo siglo tampoco podrían faltar pioneros del modernismo como
László Moholy-Nagy, quien introdujo la enseñanza de la fotografía en la Bauhaus y acuñó el
término Nueva Visión. Daría nombre al movimiento caracterizado por el uso de ángulos
forzados, tomas cercanas y vistas de pájaro, que tenían como resultado Imágenes que
rozaban la abstracción. En Bird in space (Pájaro en el espacio), Edward Steichen fotografía
una de las esculturas de Brâncuși, perteneciente a la serie que lleva el mismo título. La duda
sobre su estatus como obra de arte llegó a los tribunales en Estados, donde por aquel
entonces el traslado de obras de arte estaba libre de impuestos. Para ser cualificadas como
tal debían ser imitaciones de objetos naturales. La icónica escultura tocó tierra americana
bajo el epígrafe ‘utensilios de cocina y suministros para hospitales’.
La cámara no siempre fue un instrumento indispensable para el fotógrafo a la hora de crear
arte dentro del cuarto oscuro. Así lo demostró Man Ray con sus rayogramas, realizados
situando los objetos sobre el papel fotosensible y proyectando luz encima de ellos. Algunas
de estas obras pusieron a Picasso de rodillas fascinado por el resultado, según relataba el
fotógrafo surrealista. “No hay nada más surreal que la realidad”, diría Brassaï, cuyos grafitis
encuentran sitio dentro de la sección titulada Surface and texture (superficie y textura)
cerca de las paredes desconchadas de Aaron Siskind. Ambos dialogan con el discurso del
expresionismo abstracto de los años cuarenta y cincuenta.

Entre los grandes referentes de la fotografía del siglo pasado se incluyen a otros menos
conocidos, como la artista checa Běla Kolářová. Su obra compartió en los años sesenta la
sensación de movimiento junto al op art y el arte cinético. También nos encontramos con
las fotografías del Ellsworth Kelly. Estas no fueron expuestas hasta después de su muerte y
sirvieron como ‘’anotaciones” (no bosquejos) para el desarrollo de su obra pictórica.
Quedan englobadas bajo el mismo apartado que las formas arquitectónicas minimalista de
Lewis Baltz, entre otros, y preceden a la última sala dedicada a la innovadora obra de
artistas contemporáneos, donde no podrían faltar Stan Douglas, Thomas Ruff o Wolfgang
Tillmans.

“¿Cómo ser un pionero en el tiempo que te toca vivir copiando los logros del pasado?
¿Cómo impactar con una imagen cuando todo el mundo ve tantas?", se pregunta Maya
Rocha. “Quiero que mis imágenes tengan un contexto contemporáneo. Quiero que mis
imágenes sean de hoy”. La joven y experimental artista exhibe una obra realizada
especialmente para la exposición, como lo hace Daisuke Yokota y Antony Cairns. Estos
autores son un buen ejemplo de cómo una nueva generación de fotógrafos utiliza distintos
medios, en busca de resultados que enfatizan tanto el control y el orden del proceso
artístico como el fruto del azar y el accidente. Utilizan la tecnología digital, desde la
programación informática hasta las técnicas de impresión más innovadoras, para expandir
las posibilidades de la fotografía. Al tiempo dejan claro que las distinciones entre fotografía
y pintura han dejado de tener significado para ellos.

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