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Suzuki
Lo más importante es sentirse dueño del propio cuerpo físico. Cuando uno se encorva,
pierde el sentimiento de sí mismo. La mente divaga hacia otra cosa. La persona no está en
el propio cuerpo. Ésa no es la manera correcta. ¡Debemos existir ahora mismo, en el
presente!
Cuando lo que se desea es lograr una calma perfecta en el zazén, uno no debe
dejarse perturbar por las diversas imágenes que le pasan por la imaginación. Hay que
dejarlas venir y dejarlas pasar. Así estarán bajo control. Pero eso no es fácil. Parece fácil,
pero exige cierto esfuerzo especial. La forma en que se hace esta clase de esfuerzo es el
secreto de la práctica.
Las olas de la mente las produce uno mismo. Si se deja a la mente tal cual está, se
calmará. Ésta es la que solemos llamar la gran mente.
Si la mente se relaciona con algo exterior, esa mente es una mente pequeña, una
mente limitada. Cuando la mente no se relaciona con ninguna otra cosa, entonces no hay
comprensión dualista de ninguna especie en su actividad. Se comprende que la actividad es
sólo olas de la mente. La gran mente lo experimenta todo dentro de sí misma.
¿Comprenden ustedes ahora la diferencia entre las dos mentes -la mente que lo incluye
todo y la mente relacionada con algo-? En realidad son la misma cosa, pero la comprensión
es distinta y la actitud hacia la vida será diferente de acuerdo con la comprensión que se
tenga.
Cuando se sufre una enfermedad como el cáncer y uno se da cuenta de que no
puede vivir más de dos o tres años, entonces, en busca de algo en qué confiar, tal vez se
comience la práctica. Algunas personas reposan en la ayuda de Dios. Otras comienzan la
práctica del zazén. La práctica se concentrará en obtener la vacuidad de la mente. Eso
significa que tratarán de librarse del sufrimiento de la dualidad. Ésta es la práctica de “la
forma es la vacuidad y la vacuidad es la forma”. Ante la realidad de la vacuidad, esas
personas quieren tener una comprensión positiva y directa de ella en su propia vida. Si
practican de este modo, creyendo y haciendo un esfuerzo, desde ya que les será
beneficioso, pero ésa no es la práctica perfecta. En pleno convencimiento de que la vida es
corta, disfrutarla día tras día, momento tras momento, equivale a dar vida a “la forma es la
forma y la vacuidad es la vacuidad”.
La práctica Zen es la
expresión directa de nuestra verdadera naturaleza.
Desde ya, cualquier cosa que hagamos es expresión
de nuestra verdadera naturaleza, pero sin esta práctica es
difícil darse cuenta de ello.
La verdadera calidad
del zazén está siempre presente, aunque uno no se dé
cuenta. Por lo tanto, hay que olvidarse completamente
de lo que uno piensa haber logrado con él. Simplemente
hay que practicarlo. La calidad del zazén se expresará de
por sí. Y es entonces cuando se logra.