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Con el orgullo de seguir formando profesionales que contribuyan al desarrollo del país

PLAN DE CLASES – PRINCIPIOS Y VALORES

INFORMACION GENERAL
Carrera MEDICINA

Asignatura PRINCIPIOS Y VALORES


Docente Dr. Julio César Cardozo Rolón
Semestre 5°
Total Horas 45

OBJETIVO GENERAL

Crear contextos de vivencias y reflexión para el descubrimiento de los valores humanos y


espirituales cristianos como ideales de unidad y servicio en el encuentro con las realidades
significativas de la vida en la medicina y en el contacto con los demás, principalmente desde la
fragilidad humana en las relaciones de cuidado dentro del ejercicio profesional de la salud, para
así lograr una carrera exitosa y una vida feliz en los diferentes contextos donde requiera la
profesión en la sociedad.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS

 Propiciar una actitud de interiorización de la historia personal en el contexto cultural recibido


y actual en el horizonte de los grandes valores cristianos y humanísticos a fin de generar
insumos para una nueva síntesis vital.
 Fundamentar una visión dinámica e integral del ser humano desde una antropología centrada
en el desarrollo pleno de la persona en vista de la felicidad.
 Identificar los valores en la creación de ideales de unidad para unirse más profundamente a
las realidades del entorno personal y profesional.
 Ofrecer elementos teóricos y metodológicos para dialogo entre la fe y la ciencia desde el
misterio de la vida, su sentido y preguntas últimas.
 Reflexionar sobre el sufrimiento y las pautas de ayuda en relaciones con las fragilidades y
debilidades humanas a partir de los valores más elevados de sentido en la tradición espiritual
cristiana.
 Organizar el espacio de trabajo con los valores de liderazgo, gestión de equipos y proyectos
desde la perspectiva del servicio y cuidado humanizados.
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Desarrollo de los contenidos

Tema 9: La Comunicación con el enfermo

La salud desde una actitud cristiana

Desde el punto de vista cristiano, la causa eficiente (lo que la originó) de la


enfermedad no es la preocupación principal, sino, la causa final (el sentido de ella), es
decir, esa dolencia es para que en el enfermo se manifiesten las obras de Dios. Por
tanto, el hombre puede enfermar sin haber pecado. Esta proposición de entrada es muy
importante para evitar una interpretación torcida del origen de la enfermedad. Aunque
el discurso principal en este tema no será el origen, sino, la actitud del cristiano ante la
salud y la enfermedad.

Si la enfermedad tiene el sentido de la manifestación de la gracia divina, ¿cuál es


la responsabilidad que hemos de asumir para cuidar la salud y preservar nuestra vida?
En caso de que seamos profesionales de salud, ¿qué clase de responsabilidades
debemos asumir para cuidar la salud y preservar la vida de los que han sido confiados
a nuestro cuidado?

A lo largo de los siglos, los cristianos han empezado desde una base muy clara
para responder estas preguntas.

La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora


de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador su único fin.

“La vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar
de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien
común” (CIC, 2288).

De los pasajes previos hay dos importantes que deben señalarse. Primero,
nuestra actitud y disposición a actuar respecto a la salud y a la vida está directamente
relacionada a lo que podemos llamar una “teología cristiana de la creación”. La vida es
sagrada; es un don de amor del Creador. Esto se aplica para todo lo que Dios ha creado,
particularmente a la vida humana. Todo ser humano tiene una relación especial con
Dios por ser creado a su imagen y semejanza, y porque Él preserva la vida gracias a su
mano providente. Dios es el origen de nuestra vida; Dios acompaña el transcurrir de
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nuestra vida aquí en la tierra y nuestro destino final es la vida eterna con él. Desde el
inicio hasta el final, la vida es sagrada.

Sobre este fundamento, la postura de los padres ante sus hijos deberá implicar lo
siguiente: las decisiones que han de afrontar en torno al tratamiento adecuado para sus
seres queridos deben partir de la convicción fundamental de la fe: la vida humana es
sagrada. La vida humana no únicamente respetarse, sino reverenciarse, especialmente
cuando la vida humana es frágil, como es el caso de los muy jóvenes, los muy ancianos
o los muy atribulados (CIC, 2276). Esta última idea no se atribuye a los autores del CIC,
se trata de una doctrina que aparece en casi todas las páginas de la Biblia y ha formado
parte de la tradición cristina desde sus inicios: Dios está presente en la creación, en
todos los seres humanos, pero de una manera especial, Dios acompaña continuamente
a aquellos que sufren, a aquellos que son vulnerables; una opción preferencial por los
pobres. Un amor y cuidado especial por nuestros hermanos y hermanas que están
necesitados. Esto se aplica también a decisiones médicas morales que afectan a
personas particulares. Su vulnerabilidad proviene no sólo de su condición física, sino
también de su incapacidad de expresarse y de tomar sus propias decisiones. Deberán
confiar en que aquellos que los rodean procurarán hacer lo que es mejor para ellos. Si
las personas que rodean a las personas necesitadas proceden conscientes de que por
sus acciones ellas manifiestan el cuidado amoroso de Dios, entonces, el proceso de la
toma de decisión a favor de sus seres queridos habrá tenido un buen inicio.

Hay un segundo aspecto que debemos notar en torno a la actitud cristiana, la cual
nos anima a promover la salud y a la preservación de la vida. En efecto, deberíamos
tomar consciencia del carácter sagrado de la vida (la nuestra y la de otros); deberíamos
realizar acciones concretas para preservar los dones de la vida y de la salud (CIC, 2288).
Pero esto no quiere decir que debemos apegarnos desesperadamente a nuestra vida
física. La tradición cristiana no señala que hemos de tomar medidas extremas para
prolongar la vida. La vida es sagrada, pero puede haber ocasiones en las que surgen
otros bienes y valores más importantes que la preservación de la vida. Este es el caso
del martirio (el ejemplo más notable fue el de Jesús); es el caso de aquellos que han
estado dispuestos a entregar su vida antes que renegar de su fe. Esta es la razón por
la que honramos como héroes y heroínas a aquellas personas que han dado su vida al
servicio de su país; para proteger a los inocentes o por alguna otra causa noble.
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La vida es sagrada, pero hay ocasiones cuando otras cosas prevalecen sobre la
preservación de la vida. Somos, ante todo, personas que tienen fe en la resurrección,
con la convicción de que la muerte no es la última palabra. Cuando “nos
desprenderemos” de un ser querido y dejamos que la muerte tome su curso normal en
lugar de adoptar tratamientos médicos demasiado gravosos, no representa una falla, ni
médica ni espiritual. En la plegaria Eucarística de la Misa se afirma una gran verdad: los
cristianos son aquellos que creen que, con a muerte, la vida no termina, sólo se
transforma.
Tarea:
a) ¿Qué significa que la vida humana es sagrada?
b) Menciona alguna ocasión, alguna vez en tu vida, en la que hayas experimentado el valor
sagrado de la vida humana.
c) ¿Qué tipos de cosas o situaciones pueden obstruir tu apreciación del carácter sagrado de la
vida humana?
d) ¿Qué significa que hay ocasiones cuando otras cosas prevalecen sobre la preservación de la
vida?

La fuerza saludable de la fe. ´Sanar´ con Jesús- más allá de la medicina

En las unidades anteriores, habíamos dicho que el diálogo entre la ciencia y la fe


nos conduce a buen destino. Así pues, “la fe pone las alas de la esperanza buena a la
ciencia, lanzando su mirada más allá de los obstáculos cotidianos, y la ciencia permite
a la fe caminar por la tierra sin tropezar con las rocas, caer y hacernos daño en las
dificultades diarias”.

Para abordar este tema, es muy pertinente el artículo de Roberto Colombo


(Profesor de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado
Corazón de Milán y miembro de la Academia Pontificia para la Vida). Exponemos, a
continuación, sus ideas.

Dios el centro de gravedad de dos fuerzas asimétricas. Cuando pasamos del


conocimiento de patología a las cuestiones prácticas de la salud y la enfermedad,
especialmente cuando una epidemia amenaza a nuestras comunidades, nuestro país y
el mundo, existe la tentación de romper el hilo de la razón y el realismo que une la
ciencia y la fe. “Estas dos fuerzas asimétricas tienen su centro de gravedad en Dios. Él
creó la realidad física y espiritual del hombre, lo dotó de la inteligencia y del amor de
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ambas dimensiones de la realidad a través del ejercicio de la razón y el afecto, y lo


redimió, arrancándolo del poder del mal y la muerte. Por esta razón, la ciencia y la fe no
se excluyen ni se oponen, ni teórica ni prácticamente: se componen, se ‘ponen juntas’
al servicio del hombre y de la sociedad, de la vida eclesial y política, de los creyentes y
de los no creyentes”.

El aislamiento de la ciencia y de la fe, muchas veces, conduce a la fractura de la


unidad de la ciencia y la fe; al aislamiento de la ciencia de la fe y la fe de la ciencia, y a
veces incluso a la evasión de una u otra. En el primer caso, cuando solo se “deposita la
confianza en la ciencia” y se busca una salida “exclusivamente tecnológica”, se cierra el
“espacio a la oración y a la confianza en Dios”, no se niega la existencia de Dios, pero
es como si no existiera, se disuelve, y es como si todo dependiera de nosotros, “basta
con seguir las indicaciones de las autoridades competentes y la conciencia se
tranquiliza”. En el segundo caso, cuando se “censura la ciencia” en nombre de una
“pureza de fe”, y uno se refugia exclusivamente en la oración e invoca a la Providencia,
sin tener en cuenta las dimensiones de la vida personal y social, nos olvidamos de poner
en las manos de Dios nuestra “libertad comprometida”, nuestras responsabilidades
civiles y nuestra solidaridad y colaboración. No se niega la realidad del contagio viral,
pero se actúa como si todo dependiera de Otro.

La consigna debe ser: Mantener unidos salud y salvación. Ante esta enfermedad,
epidemia, así como ante otras situaciones que hemos vivido, el profesor Colombo
señala que, la Iglesia, fiel a la acción y a las palabras de Jesús, ha mantenido siempre
unida el cuidado de la salud con la exigencia de salvación. Y citando algunos pasajes
del Evangelio en el cual Jesús se encontró con algunos enfermos, como el paralitico y
la hemorroisa, debemos pedir que Dios aleje la enfermedad de nosotros y al mismo
tiempo, debemos de hacer lo que nos corresponde para evitar el contagio. “Ofrezcamos
al Señor la posibilidad de realizar un milagro, según su beneplácito: más allá de nuestras
fuerzas y de la ciencia, pero no sin ponerlas a su disposición, porque es Él quien nos ha
dado estos talentos para que los hagamos fructificar”.

La fuerza saludable de la fe, es decir, sanar con Jesús- junto con la medicina,
debe pasar por la oración. Por tanto, oremos por nuestro exilio de actividades públicas:
oremos y ayudemos a nuestros fieles a rezar y a trabajar, para que el Señor
misericordioso consuele a los que sufren, a sus seres queridos y amigos; apoye los
esfuerzos de los científicos, médicos, enfermeras y de quienes hacen lo posible por
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ayudar a los ciudadanos; y done sabiduría y valor a los gobernantes en el momento de


las decisiones más difíciles. Como los profetas en el tiempo del exilio de Israel, en
nuestro exilio de actividades y relaciones públicas en contacto directo, mantengamos
viva la esperanza en el pueblo de Dios y pidamos que nos done el regalo de ver esta
epidemia salir de nuestros países y del mundo con la invocación: "Señor, ven pronto en
nuestra ayuda".

Tarea:

a) ¿Qué puede suceder cuando solo se “deposita la confianza en la ciencia” y se busca una
salida “exclusivamente tecnológica”, se cierra el espacio a la oración y a la confianza en Dios?
b) ¿Qué puede pasar cuando se “censura la ciencia” en nombre de una “pureza de fe”, y uno se
refugia exclusivamente en la oración e invoca a la Providencia?
c) Interpreta esta idea: “Ofrezcamos al Señor la posibilidad de realizar un milagro, según su
beneplácito: más allá de nuestras fuerzas y de la ciencia, pero no sin ponerlas a su disposición,
porque es Él quien nos ha dado estos talentos para que los hagamos fructificar”.

El sentido del sufrimiento (dimensión espiritual)

El sufrimiento espiritual es una experiencia compleja, subjetiva, cognitiva, afectiva


y negativa que se caracteriza, como afirman algunos autores, por la sensación que tiene
el individuo de sentirse amenazado en su integridad, por el sentimiento de impotencia
para hacer frente a dicha amenaza y por el agotamiento de los recursos personales y
psicosociales que le permitirían afrontar dicha amenaza.

Por ello, el sufrimiento es difícil de describir con palabras, ya que supone una
experiencia matizada por las circunstancias y las vivencias personales. Sin embargo,
tiene en común para la mayor parte de los seres humanos el hecho de que nos hace
preguntarnos por su sentido: ¿tiene sentido sufrir? ¿por qué hay que sufrir?

A pesar de la desnudez de la indigencia, el enfermo puede descubrirse como un


ser humano digno, llamado a la vida y a la felicidad. Sabemos que los humanos
aspiramos a la felicidad entendida como plenitud de nuestro ser personal. Una felicidad
que los antiguos filósofos griegos situaban más allá de la experiencia sensible de
bienestar. Por lo tanto, más allá de un estado emocional agradable o de un placer
puntual, o más que un bienestar pasajero. La felicidad no es algo que afecta a un
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momento o a una faceta de la vida, sino que tiene que ver con su totalidad. No se
alcanza sólo en el futuro, sino que también puede vivirse en el presente.

El sufrimiento ocasionado por una enfermedad, sin embargo, nos plantea un


quebranto biológico y como consecuencia una ruptura biográfica ante la que se hace
necesario reformular el sentido del proyecto vital. Irrumpe una experiencia de crisis vital
o existencial. ¿Es posible alcanzar la felicidad padeciendo una enfermedad grave o
discapacitante?

Es entonces cuando se manifiesta con mayor expresividad la dimensión espiritual


del ser humano. Esta dimensión se refiere a la necesidad de encontrar significado vital
en la crisis, lo que requiere una atención y ayuda específica para elaborar el sentido de
la situación.

Las personas, para afrontar esas situaciones de crisis, buscan respuestas en sus
fuentes vitales: en unos casos estas fuentes serán religiosas, en otros podrán ser
filosóficas, culturales o de otro carácter.

¿Cómo ayudar al que está teniendo la experiencia de sufrimiento espiritual?

La comunicación con el enfermo y la empatía terapéutica

El primer cuidado que ha de realizarse al lado del enfermo es el de una presencia


amorosa. Ésta es una presencia propiamente profesional que, sin ilusionarlo, lo hace
sentir vivo, persona entre personas; destinatario, como todo ser necesitado, de
atenciones y de cuidados. Una presencia de este tipo, atenta y cuidadosa, normalmente
infunde confianza y esperanza en el enfermo y lo reconcilia con la enfermedad, la
discapacidad y la muerte.

En el cuidado espiritual es esencial respetar la exigencia de mantener adecuadas


competencias relacionales, entre las que se encuentran la información veraz que
permita mantener esperanza y la toma de decisiones autónomas, la consideración
positiva e incondicional, la comprensión empática, la aceptación y el favorecer, en los
casos que así lo demanden, la práctica religiosa.

Proporcionar esperanza: El alivio del sufrimiento psíquico y espiritual exige que el


equipo terapéutico reconozca, como primer paso, que el dolor psicoespiritual y
existencial se encuentra presente en todo proceso de enfermedad o discapacidad.
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Según el doctor Pierre Tournier, “las necesidades espirituales pueden contribuir a


la enfermedad de la misma manera que los factores físicos y psicológicos. Esto es algo
que todos los médicos pueden observar; por esto la vida espiritual tiene también algo
que ver con su profesión”. Todo profesional de la salud debería conocer estos aspectos
y estar capacitado para estimular la búsqueda de sentido y su realización al menos
parcial.

La hospitalidad compasiva

La hospitalidad compasiva es la forma particular de dar respuesta compasiva a


quien, habiéndose puesto en su lugar, se revela necesitado porque sufre. En el caso
médico, nos servirá prestar una particular atención al mundo del sufrimiento causado
por la enfermedad.

La hospitalidad compasiva es un valor ético que evoca la apertura a un «nosotros»


que genere en las personas la experiencia de que «nada humano me es ajeno». Evoca
realidades próximas como la responsabilidad, la compasión, la empatía, la solidaridad,
la acogida. Lévinas define la hospitalidad como la acogida de aquel diferente a mí.

La compasión es un sentimiento fundado en bases mucho más físicopsicológicas


que las relativas a la piedad, a la misericordia y a la ternura, entendidas desde el punto
de vista psicológico y espiritual. La compasión es la atracción inevitable de la fragilidad,
la debilidad y el sufrimiento ajeno, que hace a la persona participe de la necesidad de
compadecer. Nunca se trata de sentir lástima por el paciente. Ante la vulnerabilidad, el
profesional se impulsa a arriesgar y hasta perder, por el otro, los propios intereses. Es,
pues, un movimiento de participación en la experiencia del necesitado (enfermo), con el
cual se establece una estrecha solidaridad y una obligación consiguiente de asistencia.
Es, a veces, ser capaz de responder, juntos con el enfermo, a sus preguntas sobre el
sentido de la existencia.

El sentido de la existencia es el gran problema espiritual. La respuesta a este


problema no puede ser dada, sino que tiene que llegar a respondérsela el propio
paciente. Se trata de la búsqueda existencial de un sentido en la que una persona
concreta vive una situación biopsicosocial y espiritual única e irrepetible. Esa persona
necesita apoyo y ayuda para atribuir un significado a la crisis del sufrimiento, de la
discapacidad y de la muerte.
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El lugar preferente de la búsqueda de un sentido y de interpretación suelen ser las


personas que conviven con el paciente. La experiencia muestra cómo la relación
interpersonal posibilita encontrar una respuesta a la pregunta sobre el sentido de la vida,
siempre según la concepción manifestada en las obras clásicas de Viktor Frankl.

La atención a las necesidades espirituales incluye ayudar a afrontar la ansiedad y


la depresión reactivas a la pérdida funcional progresiva que implica pérdida de
capacidad e independencia, al dolor crónico, a la muerte social. También abarca la
asistencia al duelo normal y al duelo patológico, que incluye algunas formas como el
duelo anticipado.

La Fe y la Caridad son fuentes de esperanza. Benedicto XVI nos recuerda que “la
esperanza se relaciona prácticamente con la virtud de la paciencia, que no desfallece ni
siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, que reconoce el misterio de Dios y
se fía de Él incluso en la oscuridad. La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo
y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor.
De este modo transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura
de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante, las oscuridades, al final
vencerá Él…”.

El símbolo de la esperanza es el ancla. Infundir esperanza no es otra cosa que


ofrecer a quien se encuentra movido por el temporal del sufrimiento un lugar donde
apoyarse, un agarradero, ser para él ancla que mantiene firme, y no a la deriva, la barca
de la vida. Ofrecerse para ser alguien con quien compartir los propios temores y las
propias ilusiones, eso es infundir esperanza.

Los profesionales de la salud tenemos la obligación moral de ampliar nuestra


óptica del paciente, descubriendo el sufrimiento y ubicando en lo posible su fuente, para
emplear todos los medios proporcionados disponibles para aliviarlo, teniendo en cuenta
para ello al hombre en su dimensión holística. La concepción del sufrimiento depende
en gran medida de la cosmovisión del mundo y de la interpretación de la realidad objetiva
que cada persona le dé a este fenómeno.

(Fuente: José María Galán González-Serna. Infundir Esperanza alivia el sufrimiento


espiritual)
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Tarea:

a) ¿Cómo usted actuará para acompañar y sobrellevar el sufrimiento de su paciente?


b) ¿Qué rasgos presentan la comunicación con el enfermo y la empatía terapéutica?
c) ¿En qué consiste la hospitalidad compasiva?

Bibliografía básica:

ARISTOTELES. Ética a Nicómaco


BURGOS, Juan Manuel (2013). Antropología: una guía para la existencia. Madrid: Ed. Palabra.
BERMEJO, José Carlos (2012). Empatía terapéutica: la compasión del sanador herido. España: Editorial Descleé.
CORNAGO, Angel (2013). Comprender al enfermo: para una relación humana en el mundo de la salud. España: Ed.
Sal Terrae.
CORTINA, Cortina (1999). El mundo de los valores. Ética mínima y educación. Bogotá: Ed. El Búho Ltda.
CORCUERA, Francisco Ugarte (2012). El camino de la felicidad. México: Panorama Editorial.
GRUN, Anselm (2003). Dirigir con valores. España. Ed. Sal Terrae.
HAVARD, Alexander (2010). Perfil del líder: hacia un liderazgo virtuoso. Madrid. Ed. Palabra.
LARRAÑAGA, Ignacio (2000). Del sufrimiento a la paz. Bogotá: Ed. San Pablo.
LORDA, Juan Luis (1996). Antropología: del Vaticano II a Juan Pablo II. Madrid: Ed. Palabra.
____________________ (2009). Humanismo. Los bienes invisibles. Madrid. Ed. Rialp.
QUINTÁS, Alfonso López (2013). El descubrimiento del amor autentico. Claves para orientar la afectividad. Madrid.
Ed. BAC.
TORRALBA, Francesc (2013). La inteligencia espiritual. Barcelona: Plataforma Editorial.

Bibliografía complementaria

ALLONI, Rossana (2016). Más allá de la medicina. Curando como Jesús. Madrid. Ed. Palabra.
AYLLÓN, Juan Ramón (2009). 10 ateos cambian de autobús. Madrid: Ed. Palabra.
BERMEJO, José Carlos (2014). Humanizar la gestión de calidad. España: Editorial Descleé.
CHITTISTER, Joan (2011). El monasterio del corazón. Invitación a una vida llena de sentido. España. Ed. Mensajero.
_______________(2010). El aliento del alma. Sobre la oración. Santander. Ed. Sal Terrae.
COLLINS, Francis (2006). El lenguaje de Dios. Un científico presenta evidencias para creer. México. Ed. Planeta.
DRUCKER, Peter (2015). Las cinco claves de Peter Drucker: sabiduría permanente para jóvenes líderes.
FRANKL, Viktor (2004). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Ed. Herder.
HILDEBRAND, Von Dietrich (1988). Atitudes éticas fundamentais. São Paulo, Ed. Press Grafic.
LORDA, Juan Luis (2010). Humanismo II. Tareas del espíritu. Madrid. Ed. Rialp.
OCAÑA, Emma Martinez (2012). Buscadores de felicidad. Jesús de Nazaret, un hombre feliz, nos muestra sus
caminos de felicidad. Madrid. Ed. Narcea.
PAGOLA, José Antonio (1996). Es Bueno creer: para una teología de la esperanza. Madrid: Ed. San Pablo.
PRIETO, Xosé Dominguez (2013). Para ser persona. Madrid: Ed. Encuentro.
RACHELS, James (2006). Introducción a la filosofía moral. México: FCE.
SOSA, Edgardo (2000). Lo esencial es invisible a los ojos. Reflexiones a partir de “El Principito”. Buenos Aires. Ed.
Paulinas.
QUINTAS, Alfonso López (2005). Liderazgo creativo. Hacia el logro de la excelencia persona. España. Ed. Nobel.
Con el orgullo de seguir formando profesionales que contribuyan al desarrollo del país

Tarea: tema 7

1) ¿Qué significa que la vida humana es sagrada?


2) Menciona alguna ocasión, alguna vez en tu vida, en la que hayas experimentado el valor
sagrado de la vida humana.
3) ¿Qué tipos de cosas o situaciones pueden obstruir tu apreciación del carácter sagrado de
la vida humana?
4) ¿Qué significa que hay ocasiones cuando otras cosas prevalecen sobre la preservación
de la vida?
5) ¿Qué puede suceder cuando solo se "deposita la confianza en la ciencia" y se busca una
salida "exclusivamente tecnológica", se cierra el espacio a la oración y a la confianza en
Dios?
6) ¿Qué puede pasar cuando se "censura la ciencia" en nombre de una "pureza de fe", y
uno se refugia exclusivamente en la oración e invoca a la Providencia?
7) Interpreta esta idea: "Ofrezcamos al Señor la posibilidad de realizar un milagro, según
su beneplácito: más allá de nuestras fuerzas y de la ciencia, pero no sin ponerlas a su
disposición, porque es Él quien nos ha dado estos talentos para que los hagamos
fructificar".

Tarea: tema 8
1) ¿Cómo usted actuará para acompañar y sobrellevar el sufrimiento de su paciente?
2) ¿Qué rasgos presentan la comunicación con el enfermo y la empatía terapéutica?
3) ¿En qué consiste la hospitalidad compasiva?

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