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ÍNDICE
Presentación
Ser para ser vistos. La dimensión visual de los monstruos, Marta
Piñol Lloret ............................................................................... 11
Estudios
1- Las razas monstruosas como fenómeno fronterizo en la tradición
literaria y visual medieval occidental: la leyenda de los cinocéfalos,
José Julio García Arranz ...................................................... 41
2- La representación gráica de los monstruos y seres fabulosos en el
Nuevo Mundo (Siglos XVI-XVIII), Alfredo Bueno Jiménez ... 75
3- Enciclopedias de monstruos y prodigios: una aproximación al
libro de viajes de John Mandeville como catálogo de las maravillas
del mundo a ines de la Edad Media, Pablo Castro Hernández .. 111
4- Mare Monstrum. La impenetrabilidad del mar y los arquetipos
de los monstruos marinos, Alberto Baldi ............................... 151
5- La exhibición de “seres deformes” (monstruos) en España durante
la Edad Moderna, Mª Alejandra Flores de la Flor ............. 179
6- El eje taxonómico de la fatalidad: entre las series de monstruos
y los monstruos en serie, Elena del Río Parra ....................... 215
7- Engendros humanos: la importancia del retrato cientíico del siglo
XIX en la coniguración iconográica del monstruo moderno,
Ricardo Guixà Frutos ........................................................... 241
8- El efecto monstruoso: el axolote como analogía identitaria del
mexicano del siglo XX, Cecilia Eudave .................................. 287
9- Las monstruosidades del collage: hacia una teratología del arte
del siglo XX, Renato Bermúdez ............................................ 309
10- Hijos del átomo: la mutación como génesis del monstruo
contemporáneo. El caso de Hulk y los X-Men en Marvel Comics
(1961-1964), José Joaquín Rodríguez Moreno .................. 341
PRESENTACIÓN
Marta Piñol Lloret
*Quisiera expresar mi agradecimiento a Amparo Aliaga Sanchís, quien no sólo comparte conmigo
esa aición por los monstruos y los prodigios sino que además su colaboración en el proceso de edi-
ción de este libro ha sido de gran valor y ha contribuido a convertir la idea inicial en una realidad.
Ser para ser vistos. La dimensión visual de los
monstruos
1 Una buena aproximación al origen del término “monstrum”, así como también a “monstruo-
sitas” o al adjetivo “monstr[u]osus”, puede consultarse en: Santiago Segura Munguía, Lexicón
[incompleto] etimológico y semántico del Latín y de las voces actuales que proceden de raíces
latinas o griegas (Bilbao: Deusto Digital, Serie Letras, vol. 58), 402-403.
2 A propósito de los planteamientos de Cicerón y Varrón sobre el origen de esta palabra, véase:
David Wardle, Cicero on Divination, Book 1 (Oxford: Oxford University Press, 2006), 102, 330.
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Ilustración 2 - Jan van Eyck, Detalle del panel derecho del Díptico de la Cruciixión y el
Juicio Final, c. 1430–40, Metropolitan Museum of Art, Nueva York.
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Empero, sin lugar a dudas quien se acerca con mayor cantidad de de-
talles a los monstruos en la Antigüedad es Plinio el Viejo7, quien en el si-
glo I d.C. escribió la Naturalis Historia, una obra compuesta por treinta
y siente libros en los cuales pretendía compendiar todo el conocimiento
de la época, abordando muchos campos y dejando traslucir su fascina-
ción por la existencia de varias criaturas que describió con esmero y que
luego tendrían una evidente perduración en el imaginario europeo de
los siglos venideros. Blemias, basiliscos, mantícoras, esinges, catoblepas,
abarimons, sátiros, esciápodos o el ave fénix encuentran su espacio en
estas páginas, constituyéndose en la base para posteriores autores como
Isidoro de Sevilla, quien en sus Etimologías recogió las investigaciones
del mundo antiguo y propuso una clasiicación de distintos tipos de
monstruos partiendo de un precepto muy claro; siguiendo la senda del
neoplatonismo: el cuerpo humano establece los parámetros de aquello
que consideramos como normal, de tal manera que a partir de las diver-
6 San Agustín, Ciudad de Dios, XXI, 8, p. 778, en Obras Completas, vol. XVII (Madrid: BAE
XVII, 1987).
7 Evidentemente incurrimos en una simpliicación, pues no sería oportuno desmerecer las
aportaciones que hicieron al respecto autores como Pomponio Mela o Solino. Véanse, con-
cretamente: Pomponio Mela, Chorographia. Silberman, A. (Ed.) (París: Les Belles Lettres,
1998); Solino, Colección de hechos memorables o El erudito (Madrid: Gredos, 1982).
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8 Entre la nutrida bibliografía existente sobre este asunto, destaquemos: Jean Wirth, Les marges
à drôleries des manuscrits gothiques, 1250-1350. Ginebra: Libraire Droz, 2008.
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9 Bernardo de Claraval, Apologia ad Guillelmum abbatem, XII, 29, en Sancti Bernardi Opera,
vol. III, p. 106.
10 Ceterum in claustris, coram lehentibus fratribus, quid facit illa ridicula monstruositas, mira quae-
dam deformis formositas ac formosa deformitas? Quid ibi immundae simiae? Quid ieri leones?
Quid monstruosi centauri? Quid semihomines? Quid maculosae tigrides? Quid milites pugnantes?
Quid venatores tubicinantes? Videas sub uno capite multa corpora, et rursus in uno corpore capita
multa. Cernitur hinc in quadrupede cauda serpentis, illinc in pisce caput quadrupedis. Ibi bestia
praefert equum, capram trahens retro dimidiam; hic cornutum animal equum gestat posterius. Tam
multa denique, tamque mira diversarum formarum apparte ubique varietas, ut magis legere libeat
in marmoribus, quam in codicibus, totumque diem occupare singula ista mirando, quam in lege
Dei meditando. Proh Deo! si non pudet ineptiarum, cur vel non piget expensarum?
11 Nos referimos a su libro sobre lo fantástico circunscrito en el arte gótico publicado en 1955,
véase: Jurgis Baltrušaitis, La Edad Media fantástica: Antigüedades y exotismo en el arte gótico
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13 “Tienen muchos elefantes salvajes y también unicornios, que no son menores que los ele-
fantes; éstos tienen la piel como la del búfalo y la pezuña como la del elefante, con un gran
cuerno de color negro en medio de la frente. Mas he de advertiros que no atacan a los hom-
bres ni a los animales con su cuerno, sino utilizando la lengua y las patas; pues tienen en
la lengua unas espinas muy agudas y largas. [...] Su cabeza es similar a la del jabalí silvestre
y siempre la lleva baja, inclinada hacia tierra; suelen reposar sobre el limo y el fango de los
lagos y bosques y son animales de muy desagradable y horrible aspecto. En nada se parecen
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agregar al rinoceronte como otra igura nueva, sino añadir una dosis de
“realismo” al matizar el aspecto de una igura mítica. En cualquier caso,
se mantendría el fuerte vínculo que une al monstruo con la otredad, con
lo desconocido y, por tanto, perduraría como una indudable fuente de
interés (Ilustración 4).
También en este sentido de “ordenar” la tierra es en el que deberíamos
ubicar las ricas cartografías y cartas marinas que muestran los conines del
mundo plagados de seres fantasiosos, permitiendo a los cartógrafos desple-
gar un rico imaginario de criaturas acuáticas. Si bien desde el siglo X hasta
el XVII tenemos interesantísimos ejemplos de bestias marinas jalonando
enrevesados mapas, la Carta Marina de Olaus Magnus (1527-1539) des-
colla sin duda por encima de todos ellos. Este mapa, cuya función era
a los de las leyendas que en nuestras tierras cuentan, cuando pretenden que se dejan atrapar
por una virgen si los cogen del pecho. Y en realidad actúan contrariamente a cuanto entre
nosotros se cree”, cita tomada de Kappler, 1986, p. 65.
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14 Existen numerosas investigaciones de gran calidad sobre este sistema decorativo, destaque-
mos sin embargo una de las principales aportaciones al respecto que, a su vez, tiene un
enfoque amplio: André Chastel, El grutesco (Madrid: Ediciones Akal, 2001).
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Ilustración 7 - Luca Signorelli, Detalle de la Capilla de San Bricio, 1499-1504, Cate-
dral de Orvieto.
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Ilustración 8 - El orco, una de las varias esculturas que componen los jardines de
Bomarzo, c. 1550.
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15 Sin ánimo alguno de exhaustividad, citemos también a autores como Conrad Gessner (Histo-
riae animalarium [1551-1558]) o Fortunio Liceti (De monstruorum causis, natura et diferentis
[1616]); mientras que desde el punto de vista de la recopilación de historias o fenómenos vin-
culados con monstruos y prodigios podemos mencionar a Conrad Lycosthenes (Prodigiorum
ac ostentorum chronicon [1557]) o a Pierre Boaistuau (Histoires prodigieuses [1560]).
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16 Naturalmente existen numerosos estudios sobre estos espacios; mencionemos sin embargo uno
de los fundacionales: Julius Von Schlosser, Die Kunst- und Wunderkammern der Spätrenaissance:
ein Beitrag zur Geschichte des Sammelwesens (Leipzig: Klinkhardt & Biermann, 1908).
17 Señalemos a modo de ejemplo, simplemente para evidenciar la riqueza iconográica de las
representaciones derivadas de la alquimia, la importancia del Mutus Liber (1677), una obra
bibliográica compuesta únicamente por iguras y símbolos sin necesidad de recurrir al texto
escrito para exponer sus contenidos herméticos. Igualmente, para dar buena cuenta de la
abundancia de complejos emblemas vinculados a esta práctica es de imprescindible consulta
un libro que reúne 533 grabados alquímicos del s. XVII, todos ellos comentados por Sta-
nislas Klosswski de Rola, véase: Stanislas Klossowski de Rola, El juego áureo: 533 grabados
alquímicos del siglo XVII (Madrid: Siruela, 2004).
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18 Voltaire, Dictionnaire philosophique, vol. 6 (París: Lequien Fils, 1829), 256. [Il est plus dif-
icile qu’on ne pense de déinir les monstres. Donnerons-nous ce nom à un animal énorme, à un
poisson, à un serpent de quinze pieds de long? Mais il y en a de vingt, de trente pieds, auprès
desquels les premiers seraient peu de chose. Il y a les monstres par défaut. Mais si les quatre petits
doigts des pieds et des mains manquent à un homme bien fait, et d’une igure gracieuse, sera-t-il
un monstre? [...] Il y a les monstres par excès; mais ceux qui ont six doigts, le croupion allongé en
forme de petite queue, trois testicules, deux oriices à la verge, ne sont pas réputés monstres. La
troisième espèce est de ceux qui auraient des membres d’autres animaux, comme un lion avec des
ailes d’autruche, un serpent avec des ailes d’aigle, tel que le grifon et l’ixion des Juifs. Mais toutes
les chauves-souris sont pourvues d’ailes; les poissons volants en ont, et ne sont point des monstres.
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Réservons donc ce nom pour les animaux dont les diformités nous font horreur]
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Ilustración 13 - Francisco de Goya, El sueño de la razón produce monstruos, grabado
de la serie Caprichos, nº 43, 1799.
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20 Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal (Madrid: Alianza, 1992), 106.
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