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Denis López – www.solvisualprint.com
6. Sanidad divina.
7. El poder de la multiplicación.
Bibliografía.
1
“¿Cuánto cuestan cinco gorriones: dos monedas de cobre? Sin embargo, Dios
no se olvida de ninguno de ellos. Y, en cuanto a ustedes, cada cabello de su
cabeza está contado. Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más
valiosos que toda una bandada de gorriones”, Lucas 12:6-7 (NTV).
Anhelo de todo corazón (escribe José Luis) que la experiencia que voy a contarte
le lleve gloria a Dios y te infunda fe para creer que con Él todo es posible.
Días después comenté mi experiencia personal con Dios a los miembros del
consejo pastoral. Todos me apoyaron, y en breve, la administradora general de la
iglesia firmaba el contrato que incluía una grada con capacidad para más de 800
personas, cuyo monto superaba ampliamente nuestros ingresos anuales. De sólo
ver la cantidad de ceros que tenía la cifra, uno se asustaba.
Habíamos dado ese paso de fe, pero todavía quedaban muchas cosas por
resolver: ¿Cómo compartiría este nuevo proyecto con la iglesia? ¿Debería pedir
ofrendas especiales o simplemente decir que ya habíamos entregado nuestra
primera cuota?
Sé que Dios me habló, pero el diablo susurró varias veces a mi oído: “no lo
podrán pagar”, “la iglesia no te apoyará”, “no es Dios quién te habló, sólo es tu
imaginación”, etc. Sin embargo, yo siempre tuve la plena certeza de que era Dios
el que me había hablado. Tenía su palabra de que si comenzábamos Él nos
apoyaría. Lo que no sabía era cómo compartirlo con la iglesia.
El Señor volvió a hablarme con el siguiente texto: “Lo que ahora les digo en la
oscuridad grítenlo por todas partes cuando llegue el amanecer. Lo que les
susurro al oído grítenlo desde las azoteas, para que todos lo escuchen”, Mateo
10:27 (NTV). No podía ser más claro. Su visión debía ser comunicada. Aquello
que me había dicho al oído ahora debía proclamarlo desde el púlpito. ¡No tenía
dudas!
Dios no responde a nuestras necesidades sino a nuestra fe, dice John Bevere.
Y si lo piensas seriamente llegarás a la conclusión de que es verdad. Las
manifestaciones sobrenaturales de Dios siempre se dan cuando nos
movemos por fe. Jesús preguntó a los ciegos que venían detrás de él pidiendo
misericordia: “¿Creen que puedo darles la vista?”, Mateo 9:28 (NTV). Ellos
dijeron que sí. “Entonces él les tocó los ojos y dijo: – Debido a su fe, así se
hará”, versículo 29. Jesús no respondió a una necesidad, simplemente,
premió la fe.
Lucas nos relata otro incidente en el capítulo 5. Un paralítico fue traído por
cuatro personas y, como no pudieron entrar por la puerta a causa de la multitud,
rompieron el techo y lo bajaron con cuerdas poniéndolo frente a Jesús. La Biblia
dice: “Al ver la fe de ellos... dijo al paralítico: A ti te digo: Levántate, toma tu
lecho y vete a tu casa”, Lucas 5:20-24. Jesús no fue movido por la necesidad del
paralítico sino por la fe de sus amigos.
Santiago 1:6-7 dice: “Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es
como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento.
Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor”, NVI.
“Al ver la fe de ellos...”, versículo 20. Jesús sanó al paralítico porque vio la fe
de sus amigos. Ellos hicieron algo fuera de lo común para demostrarle a Jesús
que tenían fe.
Ese día Jesús sanó solamente a un hombre lisiado. ¿Había otros enfermos en el
auditorio? Por supuesto que sí. ¿Y por qué no fueron sanados? Porque Jesús “no
vio la fe de ellos”. “¡Dios responde a la fe y nada más! Dios no se conmueve
por tu necesidad sino por tu fe”.8
Ella hizo algo inusual para demostrar su fe. Recorrió cientos de kilómetros para
conquistar su milagro y cuando Jesús le negó la petición no se conformó; su fe
era demasiado atrevida como para irse sin la sanidad para su hija. “Sin fe es
imposible agradar a Dios...”, Hebreos 11:6. Esa mujer cautivó la atención del
Maestro demostrando su fe por medio de los hechos y, finalmente, Jesús la
recompensó. Tu necesidad, aunque sea imperiosa, no garantiza tu milagro;
lo que realmente mueve la mano de Dios es la fe.
¡Llámale la atención a Dios! Está bien que ores y creas, pero da un paso más.
Demuéstrale a Dios que tienes la fe suficiente para ir tras aquello que Él sembró
en tu corazón. Que Dios vea tu fe mediante acciones concretas.
Compartí con la iglesia (escribe José Luis) la experiencia que había tenido con el
Señor a solas y todo lo que Él me había hablado. La iglesia festejó por
adelantado el iniciar un ambicioso proyecto sólo con fe. Cada culto de ese
domingo fue una fiesta. Nadie pensó en los recursos, pero todos nos gozamos en
que si Dios estaba presente, los recursos vendrían.
No esperes a que todo encaje en su lugar para dar el paso de fe. Nosotros
podríamos haber esperado a contar con todo el dinero para emprender la
construcción, pero en ese caso la gloria de Dios se hubiera opacado. Con esto no
queremos decir que tienes que tirarte al vacío sin más, sólo estamos diciendo que
la fe que no está acompañada de obras es muerta, Santiago 2:10. Sólo la fe
intrépida será recompensada. Anímate. Si comienzas a dar pasos de fe, Dios
abrirá puertas de oportunidades y te traerá bendiciones inesperadas que
superarán tus mejores expectativas.
2
Los pájaros confían en Dios para la provisión diaria. “Fíjense en los cuervos: no
siembran ni cosechan, ni tienen almacén ni granero; sin embargo, Dios los
alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves!”, Lucas 12:24 (NVI).
Para enseñarnos acerca de la fe, Jesús usó semillas. Para hablarnos de la iglesia,
Dios empleó la familia. Para representar la relación entre un hombre y su esposa,
Pedro usó la imagen de un vaso; pero para referirse a la economía, el Señor nos
habló de pájaros. Hay un secreto en la forma en que viven las aves que
deberíamos aprender.
Jesús nos enseñó a no estar ansiosos por lo que comeremos, beberemos o por la
ropa que vestiremos. Deberíamos vivir tan despreocupados como las aves del
cielo. ¿Es así como vivimos? ¿Qué pasaría si perdieras tu trabajo o si tu negocio
se fuera a la quiebra? ¿Qué pasaría, si por alguna razón, perdieras tus
inversiones? ¿Podrías confiar en Dios para la provisión de cada día?
Debemos ver a Dios como nuestra fuente segura de protección y provisión. Jesús
nos enseñó a orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, Mateo 6:11. Él no
dijo que pidamos por el pan de la semana siguiente, por si acaso. La dependencia
diaria en Dios nos permite experimentar su provisión y eso es todo lo que
cuenta.
Dios es fiel. Dios puede hacer esto y mucho más si sencillamente decidimos
creer. Tu esperanza no debe ser puesta en ninguna persona, tampoco en ningún
sistema político. Tu futuro no depende de un cheque o un plazo fijo; no depende
de un trabajo o de un gobierno. Tu futuro y el de tu familia están en las manos de
Dios. Si Él te ha enviado, ve confiado. Si tienes una misión, toma todos los
recursos espirituales que necesites y deja que tus necesidades sean suplidas por
el Señor, en la medida que lo requieras. Quien pudo sostenernos a nosotros en
semejante situación adversa, también lo hará contigo. A Él sea toda la gloria por
los siglos de los siglos.
3
“Había una vez un hombre muy rico, que vestía ropas muy lujosas... En cambio,
junto a la entrada de su casa había un hombre pobre, llamado Lázaro... Este
pobre hombre tenía tanta hambre que deseaba comer, por lo menos, las sobras
que caían de la mesa del hombre rico. Un día, el hombre pobre murió y los
ángeles lo pusieron en el sitio de honor, junto a su antepasado Abraham.
Después murió también el hombre rico, y lo enterraron. Cuando ya estaba en el
infierno, donde sufría muchísimo, el que había sido rico vio a lo lejos a
Abraham, y a Lázaro sentado junto a él. Entonces llamó a Abraham y le dijo:
“¡Abraham, antepasado mío, compadécete de mí! Ordénale a Lázaro que moje
la punta de su dedo en agua, y me refresque la lengua. Sufro muchísimo con este
fuego”. Pero Abraham le respondió: “Tú eres mi descendiente, pero recuerda
que, cuando ustedes vivían, a ti te iba muy bien y a Lázaro le iba muy mal.
Ahora, él es feliz aquí, mientras que a ti te toca sufrir...”, Lucas 16:19-31
(TLA).
Lázaro era tan pobre que lo único que poseía era su nombre. Lázaro significa
Dios es mi ayuda. Era indigente, pero con una confianza serena en Dios. Todos
los días era llevado a la puerta de la mansión del hombre rico. Estaba tan
debilitado físicamente que no podía defenderse de los perros callejeros que
lamían sus llagas ulcerosas.
¿Cómo se hace para entrar y salir todos los días de la casa y ver a la misma
persona tirada a la puerta, deseando comer un poco de pan? En este caso la
indiferencia era extrema. La actitud del hombre rico se parece mucho a la del
sacerdote y el levita, los cuales evitaron ayudar al hombre herido (Lucas 10:25-
37). ¿No tenemos una actitud parecida con aquellos que sufren y necesitan
nuestra ayuda? Alguien dijo que el mundo está como está no porque los malos
hagan cosas malas sino porque los buenos no hacen nada. Tenemos leyes
“vanguardistas” como la ley del matrimonio igualitario o la ley de género que
benefician solamente a una ínfima minoría, mientras que los legisladores no
tienen tiempo para tratar un anteproyecto de ley que condene a los consumidores
de pornografía infantil. Miles y miles de niños y niñas son sentenciados con esa
indiferencia a vivir sin futuro. Niñas, cada vez más niñas, son madres. El abuso
infantil ya tiene cifras de pandemia. Las enfermedades transmisibles
sexualmente multiplican su incidencia cada año. Alcohol, drogas, excesos de
todo tipo... y la lista continúa. ¿Dónde están los buenos? “Simplemente no
queremos vernos comprometidos”. El pecado del hombre rico fue la
indiferencia, su insensibilidad al sufrimiento y a las necesidades puntuales de
Lázaro.
Dios ha puesto bajo nuestro cuidado personitas frágiles como los niños. La
Biblia dice que de ellos es el reino de los cielos. Debemos amar lo que Dios ama
y Dios ama a los niños. Debemos protegerlos de gente mala que no tiene reparos
en robarles el futuro. En relación al abuso sexual infantil UNICEF dice: "la
indiferencia es aceptación". Compartimos esta aproximación y la ratificamos a la
luz del texto bíblico.
Pasaron diez años y se hizo necesario actualizar todos los datos vertidos en la
primera investigación. Comenzamos nuevamente a encuestar a jóvenes, 2.000 en
total. Otra vez, mucha inversión de tiempo, dinero y esfuerzo.
He aquí la razón por la que abrazamos esta causa. José Luis y yo no hemos sido
víctimas de abuso sexual, pero el dolor de la gente se transformó en nuestro
dolor. Sentimos que ayudar a los niños en esta cruzada valía nuestro esfuerzo y
que Dios estaba en ello. Y, como no podía ser de otra manera, Él mismo empezó
a movilizar a personas e instituciones, propiciando momentos y circunstancias
para que muchos se sumaran para cooperar con este gran proyecto.
Los milagros siempre son el resultado de asociarnos con Dios para que algo
ocurra. Jesús no hizo magia cuando dio de comer a la multitud. El tomó los
panes y pescados que alguien ofrendó y los multiplicó. ¿Qué tenemos para
ofrecer nosotros?, nos preguntamos y le preguntamos al Señor. ¿Cuáles son
nuestros panes y peces?
Son cientos y cientos de miles los niños alcanzados con la prevención. Sabemos
que Dios está de nuestro lado y que, cuando un proyecto nace en el corazón de
Dios, los recursos inagotables de Dios llegan. Tú puedes sumarte porque entre
TODOS, ¡lo haremos posible!
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2) Jesús demostró más interés por una persona que por muchos bienes. La
gente de la ciudad se preocupaba más por sus posesiones que por el desdichado
hombre. Cuando se enteraron que los cerdos se habían ahogado y su capital
había mermado le rogaron a Jesús que se fuera de la región, versículo 37. ¡Hasta
qué punto puede descender el hombre en su amor por las cosas!
¿Por qué Jesús no permitió que el ex endemoniado fuera con él? Porque tenía
mejores planes. Jesús estaba obligado a irse de la región, pero dejaba un
representante en su lugar. ¿Cuál sería su campo misionero? Su propia casa.
Apenas unas cuantas horas atrás se había conver-tido y ahora Jesús lo envía a
evangelizar. Los pastores suelen ser renuentes a que la gente ‘nuevita’ trabaje
para el Señor. No cometamos ese error. Jesús no le pidió al recién nacido que
diera una clase de teología o predicara acerca del milenio, simplemente le
encomendó que contara su testimonio, su propia experiencia de liberación y
conversión a aquellos que tenía más cerca. Generalmente los recién convertidos
son los que más evangelizan porque están en contacto con el mundo perdido; sus
amigos y conocidos necesitan desesperadamente las buenas noticias de
salvación. El gadareno entendió rápidamente cuál era su misión. El gada-reno
escuchó la voz de Jesús y obedeció a su mandato. ¿Por qué somos tan lentos en
escuchar y obedecer?
El propósito de Dios para la Iglesia es que comparta las buenas noticias de
Cristo a todo el mundo. 1ª Pedro 3:15 nos exhorta a estar preparados para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que demande
razón de la esperanza que hay en nosotros. Para ti, ¿qué significa Cristo? ¿Hasta
qué punto te entregarías por Él?
Juan Paton dice en su autobiografía: “En los tiempos de mi niñez todos los días
se realizaban cultos domésti-cos en los que se leía un pasaje bíblico, se oraba por
las peticiones y también por el mundo perdido”. Esto marcó su destino a tal
punto que cuando era joven ya pensaba en la posibilidad de ser misionero donde
nunca se hubiera predicado a Cristo. Un día llegaron noticias de dos misioneros
llamados Williams y Harris que habían muerto en las islas del Pacífico entre los
antropófagos de las Nuevas Hébridas. La noticia conmovió sus entrañas y este
asunto ocupó sus meditaciones y oraciones por largo tiempo hasta que decidió
partir hacia esas tierras. La iglesia en la que se congregaba intentó convencerlo
para que no fuera. Uno de los más estimados hermanos de la congregación le
gritó: “¿Entre los antropófagos? ¡Serás comido por ellos!”, a lo que Juan Paton
respondió: “Usted, hermano, es mucho mayor que yo, y en breve será sepultado
y luego será comido por los gusanos. Si yo logro vivir y morir sirviendo, honraré
al Señor Jesús. No me importará ser comido por los antropófagos o por los
gusanos; en el gran día de la resurrección mi cuerpo se levantará tan bello como
el suyo, a semejanza del Redentor resucitado”. ¡Qué entrega! ¡Qué convicción!
Juan Paton buscó diligentemente el rostro de Dios y la necesidad de misioneros
se transformó en su oportunidad de servicio. Dios puede hablarte por su Palabra
y también por las circunstancias.
Si eres consciente de una necesidad puntual, si algo aflige tu alma, presenta el
asunto al Señor porque puede ser que allí, en respuesta a esa necesidad
encuentres tu propósito.
Dios es el que produce así el querer como el hacer, Filipenses 2:13. Tu carga, lo
que quebranta tu corazón y conmueve tus entrañas bien podría ser el llamado de
Dios para tu vida.
TODO creyente tiene como principal misión llevar a Cristo. Cristo lo es TODO
o es NADA; es la más sublime de las certidumbres o la mayor de las falsedades.
Si es TODO para la humanidad es imprescindible, entonces, que TODO
cristiano sea capaz de compartir con otros el tesoro que ha encontrado. ¿Cuál es
tu respuesta? ¿Qué harás con tu vida?
6
Sanidad divina
Me encontraba fuera del país cuando todo empezó. Los médicos presagiaron lo
peor. “Lo suyo es de mal pronóstico”, me dijeron. Al llegar a la Argentina me
intervinieron quirúrgicamente y de urgencia. La operación fue un éxito, sólo que
el dolor permanecía y hasta había aumentado. Durante los dos años siguientes
visité decenas de médicos con la esperanza de encontrar un tratamiento que
pudiera aliviarme. Intenté todas las terapias disponibles y nada daba resultado.
El dolor se incrementaba cada vez más. La ciencia médica parecía haber llegado
al límite conmigo. Los mejores neurocirujanos del país hicieron todo lo posible y
yo seguía igual.
La sanidad total llegó por medio de un proceso, pero llegó. Es verdad que el
dolor no desapareció instantáneamente, pero mi mente fue renovándose y mis
pensamien-tos comenzaron a obrar en mi favor. Me veía como una persona
totalmente sana. Retomé mis actividades norma-les y comencé con mi programa
de ejercicios físicos. Dejé de rendirle culto al dolor. Abandoné la forma negativa
de pensar y dejé de lado palabras y frases derrotistas que no llevaban gloria a
Dios. Descubrí en mi propia vida que una promesa de Dios proclamada cada día
resultó más efectiva que todas las terapias juntas que me habían aplicado. Y si
bien reconozco que no debemos despreciar la medicina humana, también es
cierto que la ciencia tiene un límite y Dios no.
Leamos ahora acerca de la mujer que padecía flujo de sangre y tocó el borde del
manto de Jesús para ser sanada, Lucas 8:43-48. Algunos aspectos de la fe de esta
mujer merecen una consideración especial:
1. Poseía una fe incompleta. Ella creyó que si tocaba el manto de Jesús recibiría
la sanidad, pero no era el vestido de Jesús el que sanaba sino su persona. Jesús
sintió cuando virtud (poder) salía de Él, por ello preguntó quién lo había tocado.
Aunque la fe de esta mujer era imperfecta fue elogiada y recompensada: “Hija,
tu fe te ha salvado; ve en paz”, versículo 48. Otro ejemplo bíblico de fe
incompleta lo vemos en Jairo. Creía que Jesús necesitaba ir y tocar a su hija para
que recibiera sanidad, Marcos 5:23. No sabía que el Maestro tenía el poder para
curar a la distancia. Aunque la fe de Jairo, al igual que la de la mujer era
incipiente e incompleta, también fue recompensada por Jesús. No es la cantidad
de fe la que hará la diferencia en tu vida, sino el activar la fe que ya posees,
por más pequeña que sea.
El poder de la multiplicación
"Al atardecer se le acercaron los doce y le dijeron: -Despide a la gente, para
que vaya a buscar alojamiento y comida en los campos y pueblos cercanos, pues
donde estamos no hay nada. -Denles ustedes mismos de comer -les dijo Jesús. -
No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a
comprar comida para toda esta gente -objetaron ellos, porque había allí unos
cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: -Hagan que se sienten en
grupos como de cincuenta cada uno. Así lo hicieron los discípulos, y se sentaron
todos. Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al
cielo, los bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que se los
repartieran a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y de los
pedazos que sobraron se recogieron doce canas-tas”, Lucas 9:12-17 (NVI).
A continuación, escucha la voz de Dios por medio de su palabra:
El primer milagro de Jesús ocurrió en una fiesta (Juan 2:1-12). Los evangelios
relatan que Jesús sanó a la suegra de Pedro en una casa (Mateo 8:14), a un
leproso en la calle (Mateo 8:1-4), calmó la tormenta en el mar (Mateo 8:23-27),
expulsó a una legión de demonios en un cementerio (Mateo 8:28-33) y sanó a
dos ciegos fuera de la aldea (Mateo 9:27-30). En el texto que estamos
considerando, la multiplicación ocurrió en el campo (Lucas 9:10-17). Estos
pasajes manifiestan la predilección especial de Dios de obrar sobrenaturalmente
en cualquier lugar que no sea el templo, especialmente en una casa:
- El 1º milagro de Jesús fue en una casa, Juan 2:1-12.
- La 1º resurrección ocurrió en una casa, Marcos 5:35-43.
- La 1º llenura del Espíritu Santo fue en una casa, Lc. 1:41.
- El 1º culto de la Iglesia se celebró en una casa, Hechos 2.
- El 1º culto entre gentiles fue en una casa, Hechos 10.
- El 1º derramamiento del Espíritu Santo entre gentiles se manifestó en una casa,
Hechos 10:44-48.
2) Dios no hace magia sino milagros.
Los organizó para darles de comer, Lucas 9:14. Dios creó a la familia y no a la
multitud. Dios podría haber creado a miles de hombres y mujeres al mismo
tiempo, pero no lo hizo de ese modo. Él creó a Adán y a Eva y se relacionó con
ellos personalmente. Jesús demostró interés por las personas de manera
individual. Tomó tiempo para estar con la prostituta, el cobrador de impuestos,
el principal líder religioso Nicodemo y con cada uno de sus discípulos en forma
particular. Jesús invirtió más tiempo de su ministerio con personas aisladas que
con la muchedumbre. ¡Recibe ánimo! Aunque Dios gobierna el universo, su
mirada está atenta sobre tu vida y sus oídos abiertos a tus oraciones porque
realmente Él te ama de modo personal, Él te ve entre la multitud.
“Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los
bendijo....”, Lucas 9:16. Fue necesaria la bendición antes de la multiplicación.
Aprende a bendecir. Los hombres y las mujeres de la Biblia buscaron y lucharon
por alcanzar las bendiciones y nosotros solemos menospreciarlas. Jacob estuvo
dispuesto a engañar a su padre por una bendición. Proverbios 10:22 dice: “La
bendición de Dios es riqueza que viene libre de preocupaciones”, TLA. Bendice
a los que te rodean, bendice tu camino, tu futuro, tus planes, tu familia y todo
cuanto hagas. Jamás desprecies la bendición que alguien suelte sobre tu vida,
porque antes de la multiplicación está la bendición.
5) El poder de la multiplicación.
¿Cómo y cuándo se multiplicaron los panes y los peces? Jesús no utilizó una
varita mágica para multiplicar la comida; tampoco se produjo la multiplicación
en las manos de Jesús. Los panes y los peces pasaron por sus manos, pero no
se multiplicaron en sus manos. Sólo cuando los discípulos repartieron la
comida es que sucedió el milagro. En la medida en que entregaban los alimentos,
la cantidad aumentaba. Si se hubieran detenido en el dar también se hubiera
detenido la multiplicación. Proverbios 11:24 dice: “Hay quienes reparten y le es
añadido más y hay quienes retienen más de lo que es justo pero vienen a
pobreza”. Proverbios 11:25 expresa: “El alma generosa será prosperada...”. Si
quieres ver la multiplicación comienza a dar.
“Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada”, Juan
6:12 (NVI). Dios no desperdicia sus recursos. ¿Por qué crees que Jesús mandó
levantar todas las migajas después de haber alimentado a la multitud? Porque
Dios detesta el despilfarro. Jesús tenía mente de buen administrador. Dios nunca
financia la irresponsabilidad; por lo cual, el que administra mal pierde. El siervo
que no negoció su talento fue castigado y despojado de todos los recursos que se
le habían confiado. No se trata de retener lo que hemos recibido sino de
hacerlo crecer. La multiplicación es la norma de Dios. Adán y Eva
administraron mal el huerto y como consecuencia perdieron el empleo y el
hogar. Dios toma en serio la administración. Dios puso ángeles para cuidar su
propiedad de los malos administradores. Si Dios lo hizo con Adán, ¿por qué
crees que no lo hará con nosotros? Dios no malgasta sus recursos y los protege
de los malos administradores. Por lo tanto, si quieres atraer las bendiciones de
Dios sobre tu vida, administra mejor.
8
El arresto de Polio
La conversión de Marcelo había enfurecido al emperador hasta enloquecerlo, por
lo cual la persecución se hizo más extrema. Un día los soldados detuvieron a
Polio. Marcelo fue al pretorio y habló con Lúculo. Los dos se encontraron
después de un largo tiempo, se abrazaron y lloraron. Marcelo había venido a
pedirle que dejara en libertad al niño. Lúculo dijo: “Marcelo, tú sabes que no
puedo hacer esto, a menos que el niño renuncie a ser cristiano”. Entonces
Marcelo tuvo una idea: “Lúculo, la ley romana permite canjear un prisionero por
otro. Por mi cabeza, el emperador ha ofrecido una gran recompensa. Te pido
cambiar mi vida por la del niño. Yo no tengo a nadie en esta tierra, en cambio,
este niño no tiene hermanos y su madre agoniza por su ausencia. Déjalo ir y yo
quedo en su lugar”. Lúculo no aceptó la propuesta. Su amigo Marcelo era
demasiado preciado para él, por lo que se negó y Marcelo volvió a las
catacumbas para enterarse que Cecilia, la madre de Polio, había fallecido por la
angustia.
Mientras tanto, Polio era interrogado en el pretorio. “Se te acusa del delito de ser
cristiano. Tú, ¿qué dices?”, preguntó el tribunal romano. “Excelencia, yo no soy
responsable de ningún delito”, dijo el niño. “¡Yo soy cristiano y me complace
poder confesarlo delante de los hombres!”. “Ser cristiano es ser traidor”,
imputaron los jueces. “¡Cristiano, lo soy; pero traidor, no!”, expresó el jovencito.
“Muchacho tú eres pequeño, hijo de un noble romano, único de tan preciada
familia. Deja esa loca superstición y vuelve a la religión más sabia y más
antigua. Todo lo que pertenecía a la familia de tus ante-pasados, pasará a ti”.
“Yo no puedo”, dijo Polio. “Piensa en la gloria de tus antecesores y arroja a un
lado el miserable obstáculo que te está segregando de toda la ilustrísima fama de
ellos”. “Yo no puedo. Mi fe es pura y santa; moriré pero no traicionaré a mi
Salvador”. “¿No le temes a la muerte?”, preguntaron sus acusadores. “Jesús me
da fortaleza para vencer a la muerte. No le temo. La muerte para mí no es más
que un sencillo paso de esta vida de dolor y de gemido a una bienaventuranza
inmortal. Bien sea que yo muera devorado por las fieras salvajes o por las
llamas, dará lo mismo. Él me fortalecerá para que pueda permanecer fiel. Él me
sostendrá y llevará mi espíritu a la vida inmortal en los cielos”.
La sentencia de Polio fue sumarísima e irrevocable. Hubo espectáculo en el
Coliseo. Las fieras salvajes despedazaron el cuerpito de aquel heroico niño.
Marcelo, que presenciaba el espectáculo desde las gradas, proclamó en voz alta:
“¿Dónde está, oh muerte tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro tu victoria?”. Todo
el mundo escuchó la voz y las manos se levantaron para señalar a Marcelo. “Un
cristiano, un cristiano”, dijeron. “¡Qué muera, que muera!”. Su amigo Lúculo lo
sacó inmediatamente del populacho, lo llevó a la cárcel y pasó toda la noche
tratando de disuadirlo para que abandonara la fe. Marcelo dijo: “No, mi ruta está
trazada y yo la he elegido. Sea que en esta tierra me venga dolor o alegría, yo
seguiré hasta el fin. Yo sé bien lo que me espera. He pesado todas las
consecuencias de mis acciones y, a pesar de todo, yo seguiré tal como lo
resolví”. Al día siguiente la pira estaba preparada. El fuego comenzó a arder y su
vida fue violentamente arrebatada. Lúculo, su amigo dilecto, hizo traer una urna
cineraria y colocó algunos fragmentos de huesos carbonizados por la violencia
de las llamas. En ese momento, se le acercó un anciano de pelo blanco y dijo:
“Me llamo Honorio y soy cristiano. Un amigo nuestro muy querido fue
sacrificado en este lugar y he venido confiando que se me permitirá recoger sus
cenizas”.
“Es un acierto que te hayas dirigido a mí. Si hubieras descubierto tu nombre a
otro, habrías sido capturado porque se ofrece recompensa por ti. Pero no puedo
conceder tu pedido. Las cenizas de Marcelo serán depositadas en el mausoleo de
mi familia porque él fue mi más querido amigo y, su pérdida, hace de esta tierra
un desierto para mí”, expresó Lúculo y agregó: “Mi amigo Marcelo me habló
mucho acerca de usted”. Honorio preguntó: “¿No habría preferido tu amigo que
se le diera sepultura con las ceremonias sencillas de su nueva fe y en un lugar de
reposo junto a otros mártires?”. “No cabe la menor duda en cuanto a los deseos
de él. Yo me rindo ante ellos, y me privo del honor de ofrecerle los ritos
funerarios. Llévalos, venerable Honorio. Pero, permí-teme que asista a vuestro
servicio de sepelio”, dijo Lúculo con tristeza. Al amanecer del mismo día, un
mensajero enviado por Honorio acompañó a Lúculo a las catacumbas para
presenciar, en el mismo lugar donde Marcelo se había convertido, el servicio de
despedida a su entrañable amigo.
Con el tiempo, Lúculo llegó a admirar las doctrinas gloriosas de los cristianos,
escuchando con reverencia lo que ellos decían. La memoria de su amigo tuvo la
virtud de producirle un efecto positivo. Fueron esos sentimientos los que lo
llevaron a prestarles su ayuda. Sus soldados no capturaron a ningún otro
cristiano, o si lo hacían, siempre se oiría que habían escapado de algún modo
inevitable. Su alta posición, su vasta riqueza y su ilimitada influencia estuvieron
siempre al servicio de los cristianos.
Pasaron los años y Lúculo no experimentó cambio alguno, pero cuando llegó a
viejo escuchó la voz del Salvador. Las riquezas, el honor y el poder no le
satisfacían. Su vida se deslizaba bajo una sombra de tristeza que nadie podía
curar; pero el Espíritu del Dios vino, se posesionó de él, y merced a su divina
mediación, pudo por fin regocijarse en el amor del Salvador.2
Hemos fallado a la hora de formar discípulos. Intentamos que los creyentes
vivan una vida relajada y sin sobresaltos. Hemos formado discípulos entre
almohadones. Discípulos aguados que no pueden dar una sola hora por semana a
servir en un grupo pequeño de crecimiento, pero le dan tres al facebook. No
pueden orar pero tienen tiempo para muchas, muchas otras cosas. No hablan de
Cristo en ningún lugar porque creen que no se debe mezclar el trabajo o los
negocios con la religión, pero hablan de intrascendencias durante horas. No han
entendido que abrazar a Cristo es abrazar su causa y estar dispuesto a entregar su
billetera, su trabajo, su familia y aun su vida por Jesús.
Jesús pedía todo y esa fue la clase de discípulos que obtuvo. Él lo hizo todo por
nosotros y nos pide que hagamos lo mismo por Él. De hoy en adelante
cambiaremos, daremos lo que se nos pide, exigiremos lo que se nos exige. Ser
menos y hacer menos es aguar el evangelio, menospreciar el sacrificio de Cristo
y preparar gente apta únicamente para fracasar. Dios nos libre de semejante mal.
9
Para responder a ese llamado tuvimos que hacer grandes ajustes. Silvia renunció
a su beca de postgrado en la universidad (para el doctorado en su especialidad),
que incluía no sólo los años de estudio sino un buen sueldo, además de una
pasantía de especialización en el extranjero. Le había costado mucho ingresar;
los exámenes eran rigurosos y su entusiasmo muy grande. Nunca nadie, hasta
ese momento, había renunciado a una posibilidad así, pero decidió
acompañarme. Sé que le costó mucho; a ambos nos costó.
Nos trasladamos a Resistencia con la absoluta certeza de que Dios nos quería
allí. Había un profundo convencimiento de que Dios nos invitaba a trabajar en
esa ciudad. Decidimos avanzar en fe.
La fe “es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”,
Hebreos 11:1. En otras palabras, la fe es creer que algo pasará antes que pase. La
fe es creer que tú tendrás lo que necesitas aun cuando no veas la solución a tu
problema. El primer paso para la fe es saber qué es lo que Dios quiere que
hagas. A nosotros nos fue revelada la voluntad de Dios: debíamos salir como
pastores misioneros al Chaco.
Faltando sólo un mes para hacer la mudanza fuimos a conocer la que sería
nuestra casa. No tenía puertas ni ventanas, tampoco piso o cielo raso; entramos
con barro hasta las rodillas y ¡sólo faltaban 4 semanas para nuestra llegada! No
hicimos comentarios, porque si Dios nos enviaba, Él se encargaría de todo; así
fue y es hasta hoy. Los hermanos trabajaron con amor y ahínco, no sólo para
terminar la casa pastoral sino en cada proyecto a lo largo de estos años. Cuando
nos mudamos estaba todo terminado; ¡ése fue el primer milagro que vieron
nuestros ojos!
Cuando escuchas a Dios y sabes qué es lo que tienes que hacer, debes hacerlo y
confiarte en sus manos creyendo que Él te llevará por el mejor camino. No es
fácil, pero es el único camino a la bendición. Hay una canción que dice: “confía
y obedece, porque no hay otro camino…”.
A lo largo de estos años hemos sido testigos una y otra vez del obrar
sobrenatural de Dios. Hemos visto su provisión, su amor hacia la iglesia;
también hemos sentido el palpitar de su corazón hacia las necesidades de las
personas. Hemos visto con ojos expectantes muchas sanidades, liberaciones,
restauraciones familiares, cambios de vida y el nacimiento de nuevas iglesias.
Pero todavía falta mucho. Es por ello que en este tiempo, como un nuevo paso
de fe, nos extendemos hacia adelante, en la búsqueda de nuevas revelaciones,
nuevas palabras de fe que extiendan el reino y lleven gloria al nombre de Jesús.
Lo que hemos vivido a partir de aquella invitación que nos extendió el Espíritu
Santo ha sido hermoso, pero queremos seguir avanzando. Su reino debe crecer.
Cristo viene a buscar a una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga.
Al mirar hacia atrás no podemos decir más que Eben Ezer, hasta aquí Dios nos
ha ayudado y tenemos la convicción de que si lo obedecemos Él nos seguirá
apoyando. ¡Y todo comenzó cuando en un día de retiro escuchamos la voz de
Dios!
Lucas 9:28 dice: “Aconteció como ocho días después de estas palabras, que
tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar". “Y subió al monte a
orar”. Jesús no fue “a un monte”, sino “al monte”, Lucas 6:12 y Mateo 14:23.
¿Qué monte? Su monte. Jesús tenía un lugar preferido para encontrarse con su
Padre. Si quieres alcanzar el éxito en tu vida ministerial debes tener tu propio
monte; un lugar “sagrado” en el que puedas hablar con Dios una vez al día, todos
los días. ¿Qué sucedió después que Jesús estuvo en “su monte”? Tuvo poder
para sanar a todos, Lucas 6:19; tuvo sabiduría para escoger a su círculo íntimo,
Lucas 6:13; y tuvo revelación para predicar el sermón más famoso de su vida,
Lucas 6:20-26.
¿Qué cosas nos despiertan en la vida? “El dolor tiene la facultad de despertar a
una persona. Una vez alguien dijo de una joven cantante que era técnicamente
perfecta, pero sin sentimiento ni expresión: “Será estupenda cuando algo le
rompa el corazón”. A menudo el dolor nos despierta con rudeza, y en ese
momento, a través de las lágrimas, vemos la gloria. Un sentimiento de necesidad
puede despertarnos a Dios. Una prueba insuperable; una tentación arrolladora;
una enfermedad grave, una pregunta incontestable podrían despertar un
sentimiento de necesidad de Dios”, G. Hendriksen.
Hay algo más que no te contamos en ese proceso de obedecer a Dios y salir de
nuestra zona de comodidad para trasladarnos a un lugar que no conocíamos. El
ajuste que hice en mi vida (escribe Silvia) fue doloroso. Cada mañana, cuando
me dirigía al hospital (antes de venir a Resistencia) el Espíritu Santo me decía
que tomara un día para escuchar su voz. Yo siempre terminaba de la misma
manera: "Señor, sabes que no puedo hacerlo, no puedo faltar al trabajo,
sobrecargo a mis colegas, es mucho lo que tengo que hacer". Luego, el Espíritu
Santo hacía silencio. Esto ocurrió por varias semanas. Mi primer día libre me
ofrezco para acompañar a José Luis a un evento pastoral y hacer las veces de
chofer. Ese día cambió la historia de mi vida. Tuve un accidente y perdí la
movilidad de los brazos. Pasé por un tiempo que necesitaba ayuda para las tareas
más básicas de la vida, como higienizarme, ir al baño o cambiarme de ropa. La
electromiografía mostraba una pérdida de fuerzas importante por lesión del
plexo braquial. Vi mi vida terminada. Supe que no volvería a hacer partos y que
todo lo que me apasionaba no significaba nada. En medio del dolor pacté con
Dios, si Él me ayudaba y yo recuperaba mis fuerzas, si mis brazos se
restablecían, yo me comprometería a servirle. Renunciaría a la carrera (algo que
por mí misma nunca hubiera hecho) acompañaría a mi esposo a Resistencia y me
dedicaría a servirle el resto de mi vida. El dolor tiene la facultad de despertarnos
como pocas cosas en la vida. El dolor me llevó a obedecer a Dios y hoy estoy
enormemente agradecida por haberlo hecho.
Procura en este día encontrar tu propio "monte" para escuchar la voz de Dios y
recibir todos los recursos que necesitas para cumplir con el ministerio. No
permitas que la pereza, el cansancio o la apatía adormilen tu espíritu. No vaya a
ser que pase frente a ti Su gloria sin que te des cuenta de ella.
Todo o nada
Se cuenta que cierta vez una zorra se cayó en un pozo de agua. Luego de unas
horas llegó una cabra con sed, pero no se animaba a descender. Al ver a la zorra
en lo profundo del pozo pensó que había bajado a propósito, por lo que
preguntó: “Zorra, ¿está fresca el agua?”. La astuta zorra le dijo: “¡Oh, sí! ¡Ven a
beber, vamos, baja!”. Como un acto reflejo se tiró al pozo. De pronto, la zorra
que no podía salir, trepó por el lomo de la cabra y saltó hacia afuera, al tiempo
que se burlaba del pobre animal. En lo oscuro del pozo la cabra gritaba por
ayuda, mientras la zorra sarcásticamente le decía: “Si hubieras tenido sentido
común no te hubieras tirado”. Moraleja: piensa bien antes de actuar.
Este hombre representa a los creyentes almáticos, es decir, aquellos que se dejan
guiar sólo por sus sentimientos. “Quienes se agarran a la primera emoción, se
soltarán al primer tirón”, Matthew Henry. En un tiempo de “subida
emocional” hacen promesas que luego no cumplen; empiezan una célula y, al
poco tiempo la cierran; se suman a un ministerio, para dejarlo ante la mínima
dificultad. Quieren emprender grandes cosas pero naufragan por su falta de
perseverancia. Pedro es un ejemplo; en un momento prometió permanecer con
Jesús y nunca abandonarlo (Mateo 26:33-35) y algunas horas después lo negó
con juramentos y maldiciones (Mateo 26:74). Para ser usado por Jesús, Pedro
debió madurar y, cuando lo hizo, se convirtió en el primer predicador de la
iglesia y en un verdadero pilar de la cristiandad. ¿Estarías dispuesto a cambiar
para que Dios pueda usarte sin límites?
3) Un oyente, Lucas 9:61. Esta persona quiere seguir a Jesús, pero sólo después
de despedirse de sus familiares. La petición parecía razonable; sin embargo,
Jesús la rechaza. Jesús no otorga permiso para dilatar la entrega y el
compromiso. Es ahora o posiblemente no sea nunca. Jesús conoce el futuro de
cada persona. De haber concedido la petición, posiblemente tal persona nunca
hubiera sido un discípulo suyo, ya que los afectos familiares lo hubieran
retenido. En este oyente observamos que las prioridades no estaban bien
establecidas y tenía su corazón dividido; Jesús no era su todo, Colosenses 1:18.
Por eso, Jesús dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia
atrás, es apto para el reino de Dios”.
Los dos últimos casos representan a aquellos que tardan demasiado en tomar las
decisiones correctas. Saben qué tienen que hacer, pero no lo hacen. Prolongan
indefinidamente una situación y siempre ponen excusas. Son los que dejan las
cosas importantes y espirituales para después. No es que no quieran servir a
Dios. No es que no quieran honrarlo. Sí quieren hacerlo, pero después. Típico de
personas jóvenes que no se juegan por el Señor porque sus padres no son
creyentes; o de personas cuyos cónyuges no los acompañan a la iglesia y
prefieren consentir con ellos antes que arriesgarse por aquello que les traerá
bendición. Frases tales como: “Voy a involucrarme cuando viva solo”, “cuando
tenga mi departamento”, “cuando mis padres no me controlen”, “cuando termine
mi carrera”, “cuando tenga un poco más de tiempo”, "cuando mis hijos crezcan",
"cuando me estabilice económicamente", etc. Cada argumento es una excusa
para dilatar lo importante y aunque resulte razonable no alcanza para satisfacer
al Dios de la gloria.
- No, dijo Satanás. Esa es una mala idea. No los convencerás pues en el fondo
del corazón nadie niega la existencia de Dios.
- ¡Bravo, bravo!, dijo Satanás. ¡Qué idea tan genial! Tú irás a la tierra y harás
esta tarea.
¿Fue demasiado exigente Jesús con sus seguidores? Su propia determinación por
cumplir la tarea asignada por el Padre, sin importar el costo, es un ejemplo para
todos los que quieran ser sus seguidores. Cuando Él dijo que sufriría
injustamente y moriría para salvarnos, agregó: “Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”, Lucas 9:22-23. Él no
pide algo que no haya dado antes.
Servir a Cristo demanda una entrega total. Dios no puede utilizar a una persona
de manera óptima si tiene el corazón compartido.
Se necesitan obreros
“Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó
de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir.
Les dijo: “Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos.
Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a
recogerla”, Lucas 10:1-2 (DHH).
“Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos
los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que
envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa
gente”, Lucas 10:2 (BLS).
“El Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó...”. El trabajo de
anunciar al mundo el amor de Jesucristo no es para pocos. Evangelizar no está
reservado sólo a unos cuantos “profesionales” llamados pastores, maestros o
evangelistas. El hecho de que Jesús designara a otros setenta y dos demuestra
que no era un trabajo exclusivo para Él o los apóstoles sino una tarea de todo
creyente. Sí, una tarea para ti. ¡Siéntete incluido! Sin embargo, muchos no se
dan por aludidos y debido a ello Jesús, en lugar de pedirnos que oremos por
una gran cosecha, nos pide que oremos por más obreros. ¡Qué vergüenza!
Por lo menos tres veces se registran en las Escrituras que Jesús expresó
exactamente lo mismo, Mateo 9:37-38; Juan 4:35 y Lucas 10:1-2.
Imagina este texto bíblico en los siguientes términos: Dios, como dueño, está
escribiendo un cartel con sus propias manos y la siguiente leyenda: “Se necesitan
obreros. Contáctese con las oficinas del cielo a cualquier hora”. Luego,
imagínate a Dios o a los ángeles pegando esa solicitud de empleo en la puerta de
todas y cada una de las iglesias cristianas alrededor del mundo.
¿Te has puesto a pensar que la empresa de Dios es la única que tiene problemas
en conseguir trabajadores? Hoy día el problema global no es la falta de
trabajadores. Al contrario, sobran; lo que falta es trabajo. Cuando una institución
o empresa necesita empleados coloca un aviso publicitario en cualquier diario y,
al día siguiente, tiene una cantidad inmensa de personas esperando ser
contratadas. Debido a la gran oferta de trabajadores se dan el lujo de seleccionar
a los mejores. En la empresa de Dios hay trabajo, pero escasean los obreros:
“Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos”.
¿Por qué el Señor tiene tanta dificultad para conseguir obreros? ¿No paga?
¿Paga mal o poco? Nada de eso. “Ni antes cuando era joven, ni ahora que ya
soy viejo, he visto jamás gente honrada viviendo en la miseria, ni tampoco que
sus hijos anden pidiendo pan”, Salmo 37:25 (TLA). “... De sus riquezas
maravillosas mi Dios les dará, por medio de Jesucristo, todo lo que les haga
falta”, Filipenses 4:19 (TLA). ¿Es un mal jefe? “Dios mío, tú eres bueno y
siempre actúas con justicia...”, Salmos 25:8 (TLA). “Porque el Señor es bueno
y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre”, Salmo 100:5
(NVI). ¿Otorga pocos beneficios? “Bueno es el Señor con quienes en él
confían, con todos los que lo buscan”, Lamentaciones 3:25 (NVI). “Bueno es el
Señor; es refugio en el día de la angustia, y protector de los que en él confían”,
Nahúm 1:7 (NVI).
Conclusión
No necesitas escuchar un llamado especial para compartir el evangelio; Dios ya
ha hablado, ¡sólo se necesita que respondas afirmativamente!
¿Te has presentado ante la oficina celestial para ofrecerte como obrero de Dios?
¿Qué esperas? En la obra no puede haber desempleados porque Dios tiene
trabajo suficiente. No te sientes a esperar. No seas un espectador. Sé parte de la
empresa más importante que existe en el universo y trabaja para el 'jefe' más
bondadoso y justo que pueda existir. ¡Nunca te arrepentirás!
12
Por medio de esta parábola Jesús dejó en claro que todo ser humano es digno de
amor y que, en lugar de destacar la dignidad de aquel a quien se ama, lo que
realmente importa es la actitud de aquel que ama.
El Antiguo Testamento narra la historia del profeta Jonás, cuyo proceder debería
hacernos reflexionar. Jonás no es conocido por grandes hazañas ni por poderosas
palabras de revelación. Jonás no tuvo un gran ministerio; más bien se lo conoce
por su desobediencia. Aunque tenía el enorme privilegio de guiar a toda una
nación a los pies del Señor, se desconectó de su llamado y se fue a “dormir”.
Reflexión final
El samaritano asegura al posadero que no sufrirá pérdida alguna por el buen
cuidado que brinde al judío. En otras palabras le dice: “cuando venga de regreso,
yo mismo pagaré todo gasto adicional en que puedas incurrir. Cárgalo a mi
cuenta, no le cobres a él”. Dios ha puesto bajo nuestro cuidado personas con
necesidad; debemos asistirlas. Y Dios nos recuerda una y otra vez que Él mismo,
a su regreso, se encargará de pagarnos lo que gastemos en esas personas. ¿No te
resulta asombroso? Dios tiene tanta confianza en cada uno de nosotros que
coloca bajo nuestra administración las personas que Él mismo salvó en la cruz.
Es nuestro deber hacer la tarea de la mejor manera, sabiendo que Dios no dejará
pasar un solo acto de amor que hagamos por ellas. ¡Gloria a Dios por su bendito
llamado y nuestro gran privilegio!
13
Padre Nuestro
“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus
discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en
el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y
perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los
que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, Lucas 11:1-
4.
En nuestra niñez hemos sido particularmente bendeci-dos con esta porción de las
Escrituras. Alrededor de los seis años (escribe José Luis) la maestra de
catecismo me enseñó a orar el Padrenuestro. Fue lo primero que aprendí y nunca
olvidé. Ella quería que no repitiéramos la oración como loros sino que
reflexionáramos en cada frase. Por mi parte (escribe Silvia) mi abuela Mercedes
me enseñó a repetir el Padrenuestro mientras cocinaba huevos 'pasados por agua'
(la clara está cocida y la yema caliente pero líquida). Para que saliera a punto
debía colocar el huevo en agua caliente, rezar lentamente un Padrenuestro y, al
finalizar la oración, apagar la hornalla. Era garantía para que saliera exquisito.
De pequeña estaba convencida que salía riquísimo porque rezaba. Ahora
pensemos juntos, mi abuela podría haberme dicho que contara hasta cincuenta y,
probablemente hubiese obtenido el mismo resultado. Sin embargo, ella me
estaba enseñando algo más que a cocinar. Con mucha sabiduría me enseñó a orar
mientras hacía cosas cotidianas. Aprovechó la oportunidad para inculcar un
principio espiritual en una actividad tan simple como preparar un huevo.
A Dios se lo llama Padre. La palabra Padre denota que no somos extraños para
Él. No necesitamos entrar en puntas de pie para evitar su enojo. Él ansía
escuchar nuestra voz. “No tienes necesidad de descubrir la manera de arrebatarle
una bendición a Dios, como si tuvieras que atraparlo para que te diera algo que
Él preferiría guardar para sí. La Palabra de Dios enseña que a Dios le encanta
otorgar bendiciones a sus hijos. Esa es su naturaleza; Él es así: un Dios generoso,
que nos bendice, nos estimula, nos nutre, nos da poder, nos ama”, Bill Hybels.
No tengas reservas en presentarle a Dios tus peticiones. Eres su hijo/a. Y por ser
hijo, heredero legítimo de todo lo que le pertenece al Padre. No hay nada en
todo el universo que le impida dirigir toda su atención a las oraciones que tú
haces.
Jesús tiene que ser conocido en “todo el mundo”, “en todas las naciones” y por
“toda criatura”. ¡Esta es la misión sublime de cada creyente! Oswald Smith, en
su libro Pasión por las almas, dice: “Amigos míos, estamos abrumados de
actividades eclesiásticas, mientras que la verdadera tarea de la iglesia, la de
evangelizar el mundo y ganar a los perdidos queda casi completamente
olvidada”.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. David Platt, en su libro Radical, nos
recuerda la historia de un héroe de la fe llamado George Müller (1805-1898) que
pastoreó una iglesia en Bristol, Inglaterra, por sesenta años. Fundó un orfanato y
durante su vida se hizo cargo de más de diez mil huérfanos. Lo notable es que
nunca pidió dinero u otros recursos para las necesidades de los huérfanos. En su
lugar, únicamente oraba y confiaba en la provisión de Dios. En su libro diario
escribió: “Si yo, un hombre pobre, tan sólo mediante la oración y la fe he podido
obtener, sin pedir nada en particular, los medios para establecer y llevar adelante
un orfanato, debe de haber algo que, con la bendición del Señor pueda contribuir
de manera positiva a fortalecer la fe de los hijos de Dios, aparte de ser un
testimonio para las conciencias de los inconversos acerca de la realidad de las
cosas de Dios. Esta fue la razón principal para fundar el orfanato... El objetivo
primero y principal del trabajo fue que Dios pueda ser magnificado al verse que
los huérfanos bajo mi cuidado reciben todo lo que necesitan, sólo mediante la fe
y la oración, sin que yo ni mis compañeros pidamos nada a nadie, y así puede
verse que Dios todavía es fiel y escucha la oración”.
Müller decidió que quería vivir de tal manera que todos los que miraran su vida,
cristianos y no cristianos, vieran de modo evidente que Dios es verdaderamente
fiel en proveer para su pueblo. Arriesgó su vida confiando en la grandeza de
Dios y, al final, magnificó a Dios.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Otra versión dice: “Y no nos
dejes a merced de duras pruebas”. “Tentación quiere decir situación de prueba e
incluye mucho más que la seducción al pecado: todas las situaciones que
constituyen un desafío y una prueba a la integridad y fidelidad de una persona
pueden transformarse en tentación. No podemos librarnos de ellas, pero las
podemos afrontar en comunión con Dios”.6
El Padrenuestro es una invitación para que alcances la victoria con los recursos
de Dios. No estás solo en medio de las pruebas y, aunque por momentos sientas
que sí, esta oración te conecta con Dios, el único que puede alterar el curso de
los acontecimientos. Sí, Dios puede intervenir y librarte de modos que ningún
ser humano puede. Eleva tu oración y con fe di: "¡líbrame del mal!".
Conclusión
El pasaje comienza con Dios en el cielo y termina con Dios en la tierra,
ayudando al hombre. Promete no sólo el pan de cada día sino, también, la
persona del Espíritu Santo. En otras palabras, Dios se encarga de asegurarnos su
provisión y su presencia. Él suplirá las necesidades materiales, además de todas
las espirituales. ¡Ese es nuestro Dios! ¡Gracias Señor!
14
Mitos de la oración
"Supongamos —continuó—que uno de ustedes tiene un amigo, y a medianoche
va y le dice: "Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un amigo
recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle". Y el que está adentro le
contesta: "No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme a darte nada". Les digo que, aunque no se
levante a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le
dará cuanto necesite. Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y
encontrarán; lla-men, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe;
el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes que sea
padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O si le
pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben
dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Es-píritu
Santo a quienes se lo pidan!", Lucas 11:5-13 (NVI).
5. Cuanto más larga sea una oración, mayor probabilidad de que sea
contestada. Falso. Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta por medio de una
oración que duró 4 segundos 230 milésimas, 1º Reyes 17:20-22. La respuesta de
Dios fue al instante. Oración corta, respuesta inmediata. En otra oportunidad
pidió fuego del cielo, y para ello, oró durante 20 segundos 386 milésimas, 1º
Reyes 18:37. La oración es la expresión del corazón humano en conversación
con Dios. La efectividad de una oración no se relaciona con su longitud sino con
su intensidad. Oraciones kilométricas no aseguran respuestas eficaces.
“Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu
cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, tu cuerpo está lleno de
oscuridad. Asegúrate de que la luz que crees tener no sea en realidad oscuridad.
Si estás lleno de luz, sin rincones oscuros, entonces toda tu vida será radiante,
como si un reflector te llenara con su luz”, Lucas 11:34-36 (NTV).
Cuando hablamos de dieta pensamos en adelgazar. Sin embargo, hay otro tipo de
dieta que la Biblia recomienda, no para adelgazar sino para cuidar nuestra
santidad: la dieta de los ojos.
El ojo es como la boca, tendrá apetito de aquello con que suele alimentarse. Tus
ojos desearán lo que provoca placer, además de todo lo que acostumbra a ver.
Por ejemplo, si dejas que tus ojos se saturen de pornografía verás que cuanto
más miras, más deseas; y cuánto más deseas, mayor será la probabilidad de que
tengas algún tipo de práctica sexual. “¿Quién se tomaría un vaso de agua
sabiendo que tiene unas gotas de veneno? Nadie en su lucidez mental lo
acercaría a su boca para ingerirlo por el hecho de que lo podría enfermar. Lo
mismo sucede con nuestra mente. Lo que consumimos con nuestra vista puede
enfermarnos, crear adicciones y obsesiones. La pornografía es el SIDA mental
que, de a poco, va matando los principios morales hasta volverte un esclavo de
ella. Nuestra mente es como una esponja, absorbe todo lo que se le acerca. Lo
que entra en la mente de alguna forma vuelve a salir”.7
Es necesario hacernos eco de lo que Dios dijo: "Sean santos porque yo soy
santo", 1ª Pedro 1:16, porque sin santidad nadie verá a Dios.
Un pacto con los ojos, imitando el ejemplo del hombre más justo del Antiguo
Testamento puede significar para nosotros un nuevo nivel de libertad y
crecimiento. Job 31:1 dice: "Hice pacto con mis ojos...". De este hombre Dios
habló: "No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él. Siempre me obedece
en todo y evita hacer lo malo", Job 1:8 (TLA). La dieta de los ojos puede ser la
llave que abrirá la puerta a tus más grandes bendiciones.
16
El capitalismo y el diezmo
“... Es cierto que deben diezmar, pero sin descuidar las cosas más
importantes”, Lucas 11:42; Mateo 23:23 (NTV).
El capitalismo dice que los bienes pertenecen al individuo que los gana; uno es
dueño de una cosa y hace con ella lo que quiere. El socialismo dice que los
bienes son de la sociedad y deben repartirse entre todos. Ninguna de estas
filosofías es correcta. La Biblia dice que Dios es el dueño absoluto de todo. “...
Señor... todo lo que hay en el cielo y en la tierra es tuyo”, 1º Crónicas 29:11
(DHH). El Salmo 24:1 expresa: “La tierra es del Señor y todo lo que hay en
ella; el mundo y todos sus habitantes le pertenecen”, NTV. Deuteronomio 10:14
menciona: “Mira, los cielos más altos, y la tierra y todo lo que hay en ella
pertenecen al Señor tu Dios”, NTV. Pablo lo dice así: “... por medio de él
(Jesús), Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra.
Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver... Todo fue creado por
medio de él y para él”, Colosenses 1:16 (NTV).
Juan Carlos Ortiz en relación a este tema explica: “Puede que tú digas: “este
terreno es mío, tengo la escritura en mis manos donde dice que el propietario soy
yo”. Sin embargo, aunque podamos ir hasta la primera transacción efectuada con
esa tierra, notaremos que el primer propietario la usurpó, ya que no hay ningún
título que acredite que Dios se la vendió a él. Busca en tu casa: ve si tu abuelo te
ha dejado la escritura que dice que Dios ha cedido sus derechos sobre esa
porción de la tierra. Ese terreno estaba antes de que algún ser humano acreditara
posesión sobre él”. Dios nunca vendió o cedió su derecho de propiedad a nadie.
Él retiene su derecho. Todo sigue siendo de Él. Dios sigue siendo el dueño
porque Él creó todo de la nada. No pidió prestado ni se endeudó. Él es el dueño
por creación.
Dios nos confió muchas cosas: la familia, el tiempo, el dinero, las capacidades,
los talentos, los dones, etc. Pero no te olvides: ¡todo es de Él! Nosotros somos
mayordomos. La Biblia dice: “¡Todo lo que tenemos ha venido de ti, y te damos
sólo lo que tú primero nos diste!”, 1º Crónicas 29:14 (NTV).
No uses como propio lo que es ajeno. No olvides que el Señor vendrá y pedirá
cuenta de tu mayordomía.
Ahora bien, aunque todo es de Dios, estamos autorizados a utilizar el 90% de los
ingresos y darle a Él sólo el 10%. ¡Ningún ‘negocio’ puede ser mejor! “Dios
tiene derecho a una parte de nuestros ingresos, no porque la necesite, sino
porque nosotros necesitamos darla”, James Dobson. “La décima parte de los
productos de la tierra, ya sea grano de los campos o fruto de los árboles, le
pertenece al Señor, y debe ser apartada, es santa para el Señor. Si deseas volver
a comprar esa décima parte del grano o de la fruta que pertenece al Señor,
tendrás que pagar su valor, más un veinte por ciento. Cuenta uno de cada diez
animales de tus manadas y rebaños, sepáralo, es santo para el Señor”, Levítico
27:30-32 (NTV).
“El primer día de cada semana, cada uno debería separar una parte del dinero
que ha ganado...”, 1ª Corintios 16:2 (NTV).
NOTA. No es que Dios nos pida el 10% de lo nuestro, sino que Él nos da el 90%
de lo que es suyo.
El hábito de diezmar
“... Es cierto que deben diezmar, pero sin descuidar las cosas más
importantes”, Lucas 11:42; Mateo 23:23 (NTV).
- Creer (272 veces); amar (714 veces); orar (371 veces) y dar (2162 veces).
Jesús enseñó que debíamos diezmar, Lucas 11:42. Se-gún Malaquías 3:10, los
diezmos deben llevarse al templo. Debemos dar sistemática y
proporcionalmente, es decir, en relación a lo que hemos ganado, 1ª Corintios
16:2 y; debemos dar generosa y alegremente, 2ª Corintios 9:7.
¿Podemos utilizar el diezmo para hacer ofrendas particulares? No. Las ofrendas
particulares deben salir de nuestro bolsillo y no del de Dios. ¡Qué fácil es hacer
caridad con el dinero ajeno! Tampoco debe utilizarse para regalar muebles u
otras cosas para la iglesia (ventilador, alfombras, etc.). ¿Cómo te sentirías si al
cobrar tu sueldo, en vez de dinero te entregan un paquete con cosas que no has
pedido ni quieres? Separa el 10% de tus ingresos como una forma de honrar a
Dios. Elije los mejores billetes y consagra tu diezmo y ofrenda junto a tu
familia.
Debemos diezmar y ofrendar con gratitud y alegría de corazón. “Cada uno debe
decidir en su corazón cuánto dar; y no den de mala gana ni bajo presión,
porque Dios ama a la persona que da con alegría”, 2ª Corintios 9:7 (NTV).
Contento fui a trabajar al siguiente día, pero cuando llegué a la fábrica estaba el
capataz esperándome. Lo llamaban “el viejo gruñón”. Nadie lo había visto
sonreír. Era el terror de todos los obreros. Gritaba: “Tú, ven aquí”. El diablo
puso en ese momento un pensamiento en mi mente: “¿No te gustaría tener esos
tres dólares para volver a la ciudad? ¡Te van a despedir!”. Con temor me detuve
delante del viejo gruñón y él, con una mirada muy fija me dijo: “He observado
como trabajas”. Realmente tuve miedo. Él continuó: “Acabamos de comprar una
máquina eléctrica para hacer cajas. Mi hijo la manejará y tú serás su ayudante.
Recibirás un aumento del 33%”. Yo grité: "¡Aleluya!". Lo hice tan alto en mi
alma que el diablo debió haberse caído de espaldas. El sábado por la noche
cuando regresé a casa anuncié gozosamente: “Madre, Dios ha bendecido nuestra
obediencia, ¡me han aumentado el sueldo!”. Ese domingo, tuve más diezmo para
dar y una mayor ofrenda.
“Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer con él; así que
entró en la casa y se sentó a la mesa. Pero el fariseo se sorprendió al ver que
Jesús no había cumplido con el rito de lavarse antes de comer. —Resulta que
ustedes los fariseos —les dijo el Señor—, limpian el vaso y el plato por fuera,
pero por dentro están ustedes llenos de codicia y de maldad. ¡Necios!... —¡Ay
de ustedes, fariseos!...”, Lucas 11:37-44 (NVI).
Con gran tino el comentarista William Barclay tituló este pasaje El culto a los
detalles y el olvido de lo esencial.
Las mismas personas que tenían la función de abrir las escrituras a la gente eran
precisamente quienes la cerraban bajo una enorme carga de tradiciones humanas.
En lugar de enseñar que la salvación viene por la confianza en Dios, anunciaban
que la salvación provenía de obedecer un sinnúmero de reglas y tradiciones
humanas. Habían sustituido la salvación por fe por un intento de salvación por
obras. ¡Dios nos libre de cometer hoy los errores del ayer!
Jesús reprende a los fariseos por ser tan cuidadosos en guardar los ritos
religiosos. ¿Por qué los seres humanos somos tan apegados a los ritos, las
costumbres, las cábalas, las supersticiones, los fetiches y cosas similares? La
razón es simple, los ritos externos nos dan tranquilidad. Es hacer algo y esperar
un resultado por ello. Atribuimos al acto en sí mismo un poder mágico. Ningún
rito, aunque sea cristiano, puede sustituir la presencia de Dios. Los seres
humanos anhelamos la comunión íntima con Dios; sin embargo, como
consecuencia de la desobediencia todo lo externo se ha vuelto superlativo. En el
huerto del Edén cuando Dios buscó a Adán, éste se había escondido porque
‘estaba desnudo’. Se hace presente por primera vez el valor de la autoimagen y
desde entonces todos somos presa de la imagen. Esto no quiere decir con el
cuerpo en sí sino con la imagen personal.
La religión:
- No podemos controlar lo que sucede. Si bien es cierto que Dios no hará más
allá de lo que permitamos, también es cierto que sus demandas son sumamente
claras y no previsibles para nosotros. Él tiene pensa-mientos muy diferentes a los
nuestros, cuando Él habla sale de lo cotidiano. Estar ante la presencia de Dios
exige rendir nuestra voluntad, y eso, es algo que a muchos les da miedo.
El temor de Dios
“Les diré a quién temer; teman a Dios quien tiene el poder de quitarles la vida y
luego arrojarlos al infierno. Claro, él es a quien deben temer”, Lucas 12:5
(NTV).
La Biblia relata que la gloria de Dios fue manifestada el día de Pentecostés como
consecuencia de la obediencia de los discípulos. Jesús les había ordenado
permanecer en Jerusalén y esperar la promesa del Bautismo con el Espíritu
Santo, Hechos 1:4-5.
Resulta curioso que sólo ciento veinte recibieran la llenura del Espíritu Santo
(Hechos 1:15) cuando Jesús se había aparecido a más de quinientas personas
después de su resurrección, 1ª Corintios 15:6.
¿Quiénes fueron los que se beneficiaron con la presencia y el poder del Espíritu
Santo? Sólo los que obedecieron a sus palabras. No hay atajos en el camino a
la bendición. La senda a la gloria pasa por la estación de la obediencia.
“Y vino gran temor sobre toda la iglesia...”, Hechos 5:11. ¿Por qué razón el
juicio de Dios se manifestó tan drásticamente? ¡La falta de temor! ¿Qué cosa
fue restablecida a través del juicio? ¡El temor a Dios!
Dios fue, es y será siempre el Gran Rey y debe ser reverenciado como tal.
Quizás en la iglesia primitiva, con el paso del tiempo la gente llegó a sentirse
muy familiar con la presencia de Dios; llegó a ser demasiado común para
algunos de ellos, pero despertó de su costumbre cuando Ananías y Safira
cayeron muertos a los pies de Pedro. Tal vez debamos repensar algunas cosas y
ver cómo estamos tratando a Dios. Pedro nos exhorta: “...Sean ustedes santos en
todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó..., y vivan con temor
reverente mientras sean peregrinos en este mundo”, 1ª Pedro 1:15-17 (NVI). Y
el salmista dice: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a
ellos hará conocer su pacto”, Salmo 25:14. “Temed a Jehová, vosotros santos,
pues nada falta a los que le temen”, Salmo 34:9. En otras palabras: ¡la
obediencia atrae la presencia de Dios y el temor garantiza su permanencia!
¿Has tratado a Dios con excesiva familiaridad? ¿Has sido irrespetuoso con Él?
¿Cómo podrías reverenciar más a Dios? Menciona tres o cuatro acciones que
demuestren respeto y honra a Dios.
No podemos recibir nada de Dios que no sea por medio de la fe, y esa fe debe
ser activa.
¿Cuál fue la razón por la que los discípulos no pudieron echar fuera el demonio
en un niño? La falta de fe, Mateo 17:20. Somos los únicos que podemos limitar
el fluir de Dios en nuestras vidas.
Abraham actuó de manera parecida. Estaba hablando con Dios y rogándole que
no destruyera la ciudad de Sodoma por amor de aquellos que eran justos,
Génesis 18:16-33. Abraham comenzó a pedir que no castigue a la ciudad a causa
de cincuenta justos. En caso de que no se hallara esa cantidad pidió por cuarenta
y cinco, luego por cuarenta, por treinta, por veinte y llegó a rogar clemencia por
diez justos; luego se detuvo. A medida que Abraham pedía, Dios le concedía;
cuando Abraham dejó de pedir, Dios detuvo el dar.
La siguiente es una historia verdadera: Tess, una niña de tan sólo 8 años escuchó
a sus padres hablar acerca de la salud de su hermanito Andrew. Estaba muy
enfermo y su familia no tenía dinero. Sólo una operación costosísima podría
salvar a Andrew. La niña escuchó que su padre estaba gestionando un préstamo,
pero no lo conseguía. También oyó murmurarle a su madre, quien tenía los ojos
llenos de lágrimas, “sólo un milagro puede salvarlo.”
La fe es obediencia en acción
"Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más valiosos que toda una
bandada de gorriones”, Lucas 12:7 (NTV).
Nunca comiences un proyecto sin estar seguro que fue Dios quien te pidió que lo
hagas. La palabra clave en la vida de un cristiano es obediencia. Se trata de
averiguar cuál es la voluntad de Dios en cada circunstancia de nuestra vida, y
luego, obedecer.
Eliseo preguntó a la viuda qué tenía en su casa, 2º Reyes 4:2. “Nada”, respondió
ella, “excepto un poco de aceite”. “¿Qué tienes en tus manos?”, preguntó Dios a
Moisés. Y su ‘insignificante’ vara fue usada por Dios para liberar a toda una
nación de la esclavitud de Egipto. Aquello que tengas puede parecer poco ante
tus ojos, pero Dios lo usará para realizar un milagro extraordinario. ¡Empléalo!
¡Comienza ya!
- Dios me ha dicho que construya aquí un instituto bíblico, pero no tengo dinero
para construirlo – dijo Sam.
- Bueno, ¿por qué preocuparse? Usemos los doscien-tos dólares y vayamos tan
lejos como podamos.
- ¿Dónde está tu fe, hombre? – retó Batuna –. Tienes doscientos dólares. Con
esto llegaremos hasta donde podamos.
Sam prestó más atención a su amigo, aunque lo que di-jo iba contra el sentido
común. ¿Por qué abandonar la seguridad de una casa para emprender un viaje
tan largo por el océano Pacífico, tomar un vuelo tan costoso, pagar dos pasajes y
acabar varado en alguna isla, sin tener un sitio donde alojarse y nada para
comer?
Sam compró los pasajes. Sus doscientos dólares le llevaron hasta Kwajalein
Atoll, una base naval norteamericana. Cuando desembarcaron en la cálida y
soleada isla tenían treinta y seis céntimos entre los dos, y más de dos mil
kilómetros de océano que los separaban de Guam. Entonces resolvieron entrar en
la cafetería de la base naval y pedir una hamburguesa con lo que les quedaba. Al
menos podrían disfrutar un rato de comodidad con el aire acondicionado.
En ese preciso instante un hombre se les acercó a la mesa. Sam sabía que allí
había algunos filipinos civiles los cuales trabajaban para la marina
norteamericana. La marina tenía que importar obreros hasta ese lugar desolado.
El filipino puso una bolsa de papel encima de la mesa, los saludó amigablemente
y salió de la cafetería.
- Los amo a ambos. ¡Qué Dios los bendiga! -dijo mientras se alejaba.
- Bueno - Batuna miró encima de sus anteojos a Sam –, ¿vas a mirar dentro de la
bolsa o no?
“Un hombre rico tenía un campo fértil que producía buenas cosechas. Se dijo a
sí mismo: “¿Qué debo hacer? No tengo lugar para almacenar todas mis
cosechas”. Entonces pensó: “Ya sé. Tiraré abajo mis graneros y construiré unos
más grandes... Luego me pondré cómodo y me diré a mí mismo: ‘Amigo mío,
tienes almacenado para muchos años. ¡Relájate! ¡Come y bebe y diviértete!’.
Pero Dios le dijo: “¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará
con todo aquello por lo que has trabajado?”. “Así es, el que almacena riquezas
terrenales pero no es rico en su relación con Dios”, Lucas 12:16-21 (NTV).
El dinero puede determinar quien vive y quien muere; quien come y quien
padece hambre; quien tiene techo y quien duerme en la intemperie. Por dinero se
mata y por dinero familias enteras se dividen. Por dinero los países entran en
guerra. El dinero puede comprar casi todo, menos la vida eterna. El secreto más
importante que alguna vez descubrirás es saber que hay regalos que el dinero no
te podrá dar. El dinero te podrá comprar una cama, pero no el sueño ni el
descanso; una casa, pero no un hogar; medicina, pero no la salud; placeres, pero
no la felicidad ni el verdadero amor. Porque lo más importante de la vida no
tiene precio, no está a la venta y no puede canjearse por dinero.
Muchas personas creen que todo lo que tiene que ver con las riquezas y el dinero
las aleja de Dios. Abraham era riquísimo; Job también lo era. David estuvo
interesado en la recompensa antes de pelear con Goliat: “¿Qué harán al hombre
que venciere a este filisteo?”, 1º Samuel 17:26. Para él no había conflicto entre
la tarea espiritual y una recompensa económica. “La ganancia como motivación
es para el hombre de negocios lo que para un atleta es la necesidad de ganar.
Ningún atleta entrena y compite para perder. Siempre quiere ganar. El instinto de
ganar y el deseo de obtener ganancias los puso el creador en el hombre a fin de
proveer el incentivo que se requiere para la conquista de desafíos excepcionales.
Sin embargo, ser el ganador y obtener ganancias de manera no ética o fuera de la
voluntad de Dios, nunca es aceptable”.12
¿Por qué en el seno de la iglesia se suele hablar mal de los ricos? Porque se
atribuye virtud a la pobreza y desprecio a la riqueza. Pero debemos reconocer
que los bienes materiales son el combustible para que el reino de nuestro Señor
siga avanzando. El desdén hacia las riquezas se observa en las iglesias a la hora
de enviar más misioneros a los países pobres que a las naciones ricas; sin
embargo, las personas que viven en los países desarrollados están tan perdidas
como las que viven en los puntos más paupérrimos del planeta.
Corrie ten Boom enseñó cómo Dios recompensa a los generosos. Se paró frente
a su auditorio y colocó dos botellas sobre la mesa. Una tenía la boca estrecha, y
la otra, ancha. Tomó la de boca ancha y vertió su contenido. La arena se derramó
rápidamente sobre la mesa dejando la botella vacía. Luego, empezó a volcar la
arena de la botella de boca angosta. Tardó un largo tiempo para vaciarla.
“Ustedes ven”, dijo ella mirando la delgada línea de arena, “esta botella es como
algunos cristianos: ellos dan a Dios, pero no tan rápida ni libremente. Ahora
miren lo que pasa...”. Empezó a revertir el proceso introduciendo la arena en
cada una de las botellas. La botella de boca ancha se llenó rápidamente hasta
rebosar. Sin embargo, le tomó mucho más tiempo tratar de llenar con arena la
botella de boca angosta. Entonces dijo: “Esta botella había dado lentamente, y
ahora recibe de manera igualmente lenta”. Hizo una pausa y luego terminó pre-
guntando: “¿Qué clase de botella eres tú?”.
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Con frecuencia los grandes avances del reino de Dios nacen en medio de
profundas dificultades. Si pudiéramos entender esta verdad cambiaría
radicalmente la forma de ver nuestras adversidades, pruebas y conflictos.
Galileo Galilei descubrió que la tierra y los demás planetas giraban alrededor del
sol. Este avance científico lo pagó con tiempo de estudio e investigación, pero
también con mucho más de su vida, pues el precio de su descubri-miento fue su
propia libertad. El Papa hizo que se lo juzgara como hereje. Sus libros fueron
prohibidos y puesto bajo arresto domiciliario hasta el final de sus días. Mientras
cumplía su condena continuó escribiendo e investigando. Incluso, su falta de
libertad lo enfocó aún más y el mundo entero agradece su perseverancia y
esfuerzo.15
Haendel se encerró por completo durante veintitrés días para componer su obra
más famosa. Luego fue representada en Londres con la asistencia del rey George
II. Cuando la música llegó al clímax con el coro del Aleluya, el rey, grandemente
conmovido, se puso de pie en las palabras “porque el Dios omnipotente reina”.
Los presentes imitaron de inmediato esta acción. Hasta la actualidad, más de
doscientos cincuenta años después, es costumbre que el público se ponga de pie
cuando se canta ese coro. ¿Sabes cuándo George Frederick Haendel compuso su
más famosa obra llamada El Mesías? En medio de su más profunda depresión.
Los que dejan algo significativo a las próximas generaciones son aquellos
que están dispuestos a pagar el precio para lograrlo. Jesús es nuestro máximo
ejemplo. Él eligió el único camino posible para la salvación: el sacrificio
personal, absoluto y completo. Si persigues algo grande en la vida, habrá
cosas que abandonar, costumbres que cambiar y vicios que dejar. La
calidad de tu sacrificio determinará la altura de tus logros.
Algunos creyentes creen que el sacrificio de Cristo los exime del esfuerzo, el
trabajo y la disciplina necesaria para lograr que el reino de Dios avance. Creen
que como son salvos por fe, no deben preocuparse por nada más. Sin embargo, si
hemos recibido a Cristo de todo corazón, no podemos ejercer la pereza
disfrazada de fe, ni la indiferencia diciendo que es espiritualidad. ¡Despierta de
una vez por todas! El cristianismo es acción esforzada, no religión barata.
Abandona todo aquello que te separe de lo mejor. Al-gunas cosas no son malas,
pero estorban el propósito de Dios; pues bien, sacrifícalas por causa de la visión
de Dios. Los que logran avanzar llevan una vida diferente a los demás. Son
disciplinados y están dispuestos a pagar el precio que sea necesario. Sacrifican
no sólo una sino muchas cosas. ¡Todo cuesta! ¿Quieres un matrimonio hermoso?
Trabaja en él. ¿Quieres un ministerio bendecido? Dedícate a él. ¿Quieres un
ascenso? Haz el mejor trabajo hoy. Esfuérzate por lo que quieres alcanzar.
Camina una milla más. Invierte una cuota extra de sacrificio en lo que haces. Los
grandes movimientos espirituales siempre comienzan con personas que
sacrifican tiempo para Dios y se siembran a ellos mismos en ese proceso.
La victoria de Israel sobre los filisteos representó para David un problema del
tamaño de Goliat. La salvación del carcelero de Filipos implicó la cárcel para
Pablo. La gran revelación de Apocalipsis ocurrió en el destierro de Juan en
Patmos. El avivamiento de Samaria fue posible porque Felipe arriesgó su vida en
medio de la persecución. Si no hubiese existido persecución, probablemente
tampoco avivamiento. ¿Te das cuenta? Un problema puede ser la puerta de
acceso a una enorme bendición. Las revelaciones tienen precio y alguien debe
pagar.
Pregúntate:
- ¿Cuál es el costo que debo asumir para que mis sueños se hagan realidad?
El concepto del sacrificio echa por tierra el pensamiento que muchos creen.
Ellos piensan que porque entregaron sus vidas a Jesucristo ya están adentro y
pueden sentarse tranquilamente como si hubieran llegado a la meta. William
Barclay dice: “No hay tal cosa en la vida cristiana. Si uno no está avanzando
continuamente es que está retrocediendo. Para el cristiano la vida es un constante
ir hacia delante y hacia arriba”.
Digámoslo otra vez: el camino a la vida eterna pasa por la estación del
sacrificio.
Sucedió una noche después del culto (escribe José Luis). Prediqué acerca de las
siniestras consecuencias del abuso sexual en la vida de un niño. Estaba exhausto.
De pronto, un joven se sentó a mi lado y me dijo: “Necesito hablar con usted”.
“Con gusto”, le dije y escuché su historia. “Soy músico y también un abusador.
En mi niñez tenía la costumbre de visitar la casa de unos vecinos muy amigos de
mi familia. Ellos tenían un niño de 3 años al que yo cuidaba muy a menudo. No
fueron pocas las veces que lo sentaba en mi regazo para mostrarle mis genitales.
Hacía que él los viera y los tocara. Me avergüenza mucho decir esto, pero es la
verdad y quiero ser libre de este tormento interior. Nunca lo confesé a nadie.
Usted es la primera persona que lo sabe, aunque le he pedido muchas veces a
Dios que me perdonara. Además, por entonces tenía la mala costumbre de espiar
a través de la abertura de la llave de la puerta a mis hermanas cuando se
duchaban. Me excitaba hacer eso y ellas nunca lo supieron. Pastor, no es fácil
para mí confesar esto, pero siento la necesidad de hacerlo, ya que quiero ser
absolutamente transparente delante de Dios”.
Yo sabía que estaba en presencia de algo inusual. Quería saber si lo que estaba
diciéndome era genuino, por lo que le dije: “Tu arrepentimiento delante de Dios
fue el primer paso en tu restauración definitiva; ahora debes hacer restitución, es
decir enfrentar la situación pidiendo perdón. Debes tener una actitud de
humillación y decir a quienes has ofendido que estás dispuesto a hacer lo que te
pidan para demostrarles que te has arrepentido”. Su respuesta fue la evidencia de
que su arrepentimiento era genuino, ya que me dijo: “Pastor, haré lo que usted
me diga. Me atormenta saber que mi mala conducta haya dejado secuelas en esa
vida”. Estaba en presencia de un verdadero milagro. ¿Por qué? Porque no es
frecuente que un abusador diga que lo es; y mucho menos que quién confiese
pecados sea un músico. Lo frecuente es tomar conocimiento acerca del pecado
de un líder y luego confrontarlo. Cuando esto sucede, nada sucede. Quien es
inculpado lo niega y encima se enoja.
La presencia del Espíritu Santo te confronta con tus miserias. Cuando más cerca
de la luz estés, más defectos verás de ti mismo y más limpio querrás estar. Pedro,
al verse frente a la presencia de Jesús exclamó: “Apártate de mí, Señor, porque
soy hombre pecador”, Lucas 5:8. Lo mismo sucedió con Zaqueo que dijo: “He
aquí Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado
a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”, Lucas 19:8. Cuando Pablo estaba en
Éfeso se dice que la gente venía confesando y dando cuenta de sus hechos,
Hechos 19:18. ¿Lo ves? Donde hay presencia habrá arrepentimiento y confesión
de pecados. Donde hay santidad existirá gloria. Cuando hay presencia de Dios
no necesitas confrontar a nadie. Las personas se autodisciplinan y arreglan sus
cuentas de modo inmediato ante Dios. Esa es la prueba viva de que Dios habita
en medio de sus vidas.
Ser una persona espiritual y sensible al Espíritu Santo sólo sucede a propósito.
No es un toque mágico, ni una experiencia sobrenatural, es una elección de
entrega y obediencia diaria. ¡Vamos, no comprometas la presencia de Dios en tu
vida viviendo en pecado! No tengas cuentas largas con Él. Pídele al Espíritu
Santo que te revele todos aquellos hechos o pensamientos ocultos en tu corazón
que lo ofenden y, luego, suelta toda esa basura confesándola con total
arrepentimiento. Sólo de ese modo asegurarás tu futuro.
25
“En ese momento, llegaron unos fariseos y le dijeron a Jesús: - ¡Huye, porque
el rey Herodes Antipas quiere matarte! Jesús les dijo: - Vayan y díganle a esa
zorra que hoy y mañana estaré expulsando demonios y curando a los enfermos,
y que el tercer día ya habré terminado..., Lucas 13:31-32 (TLA).
La amenaza del rey Herodes tenía como propósito desplazar a Jesús de su misión
divina. La misma intención tuvo Jezabel cuando juró quitarle la vida al profeta
Elías. “— ¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te
he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!”, 1º Reyes 19:2 (NVI).
Después de preguntar dos veces: “¿Qué haces aquí Elías?” (1º Reyes 19:9 y
13), Dios le dijo: “—Regresa por el mismo camino, y... unge a... Jehú... como
rey de Israel; unge también a Eliseo... para que te suceda como profeta...”, 1º
Reyes 19:15-17.
Elías había desertado de su misión. Entonces, Dios le pidió que unja a Jehú
como rey de Israel y a Eliseo como profeta en su lugar. Se necesitarían dos
hombres para terminar el trabajo que Elías no había completado. El miedo es la
principal razón por la que los cristianos no comienzan o no terminan el
trabajo de Dios.
Es lamentable leer lo que sucedió después de que Elías huyó por temor a
Jezabel. La maldad creció aún más en la nación a causa de la influencia de esta
perversa mujer. Jehú finalmente mató a Jezabel (2º Reyes 9:30-37) no sin que
antes ella intentara intimidarlo como lo había hecho con Elías. Jehú terminó con
la idolatría, mató a los hijos de Acab y exterminó a los adoradores de Baal: “Así
exterminó Jehú a Baal de Israel”, 2º Reyes 10:28.
¿Cómo sabemos que Jesús terminó lo que comenzó? Porque en la cruz exclamó:
“Consumado es”. No fue sencillo; por el contrario, se expuso a la burla de
todos, recibió escupitajos de muchos soldados, el látigo desolló su cuerpo, la
corona de espinas rasgó su sien, los clavos traspasaron sus manos y pies y sufrió
el abandono de los suyos y aun de su propio Padre. Sí, pero a pesar de todo, lo
hizo. Pagó el precio. Llevó sobre sí el pecado de la humanidad y por su sangre
tenemos perdón de pecados. El puente que unió al hombre con Dios fue
completado por su entrega sin reservas.
¿Qué medidas tomarás en los próximos días para terminar aquello que vienes
postergando?
¿Has dejado de hacer alguna cosa por temor de la gente? ¿Te has sentido
presionado a realizar algo para agradar a alguien? ¿Temes al hombre más que a
Dios? ¿Quién o quiénes te han intimidado?
“Un sábado, Jesús estaba cenando en la casa de un jefe de los fariseos. Todos
los que estaban presentes lo vigilaban muy atentos...”, Lucas 14:1-6 (TLA).
Lucas registra cuidadosamente lo que Jesús hacía cuando era invitado a una casa
para almorzar o cenar. Sorprendentemente, casi todas las veces, había escribas,
fariseos y maestros de la ley que lo rodeaban no con el ánimo de aprender sino
de criticar, enjuiciar y espiar. Veamos algunos ejemplos:
¿A quién estás escuchando? ¿Cuáles son los temas de charla cuando te reúnes
con tus amigos? ¿Controlas el ambiente del lugar haciendo que las
conversaciones sean edificantes? ¿Dejas pasivamente que la atmósfera sea
regenteada por personas criticonas, quejosas y mal habladas?
Permite que la Palabra de Dios sature las fibras más íntima de tu ser.
Acostúmbrate a meditar versículos de la Biblia y a escuchar palabras de fe. Si lo
haces, prepárate porque algo sublime, glorioso y majestuoso vendrá a tu vida. Sí,
algo especial ocurrirá. Dios así lo quiere y así será, Jeremías 29:11.
27
Lucas 17:11-19 registra una situación común que se repite a lo largo de los
siglos. Veamos el contexto del pasaje. Diez leprosos gritan por ayuda. Jesús está
cerca y ellos claman por un milagro. Como respuesta a su petición y según el
precepto de Levítico 14, el Maestro los envía a los sacerdotes para que
certifiquen la sanidad. El milagro no se produjo inmediatamente sino que,
mientras ellos obedecían a la orden de Jesús, nuevo vigor empezaba a correr por
sus tejidos y cambiaba la realidad de enfermedad por otra muy distinta, no sólo
de sanidad física, sino emocional (al ser reincorporados a los vínculos de la
familia y amigos que antes poseían), social (al no ser discriminados) y espiritual
(ya no serían portadores de una maldición).
Es posible también que la reacción interior de los nueve leprosos fuera otra,
puede ser que pensaran: “al fin Dios se acordó de nosotros”, “ya era hora de que
nos sanara”. Muchos judíos de ese tiempo se creían con derecho a lo bueno de
Dios y, cuando recibían sus bondades, no las agradecían porque “era lo que se
esperaba que Él hiciera”. Un ejemplo contemporáneo de este modo de pensar se
registra como anécdota en el campo de concentración de Auwichz. Se cuenta
que los judíos enjuiciaron a Dios. La premisa era por qué Él permitía que su
pueblo sufriera. Si era un Dios benevolente debía manifestar esa deferencia
hacia su pueblo.
Como el pueblo judío o tal vez los nueve leprosos, muchos creyentes piensan de
modo similar. Si Dios no responde conforme a sus expectativas, entonces se
enojan con Él. Sí, así como lees, se “enojan” con Dios. ¿Cómo es posible que Él
no haya realizado el milagro que tanto le pidieron? ¿Cómo puede llamarse a sí
mismo Dios de amor y Todopoderoso cuando permitió que esto tan horrible
ocurriera?
Muchos creyentes asumen que Dios está en deuda con ellos y actúan como los
leprosos; simplemente no dan gracias por los favores recibidos. Según ellos,
merecen ese milagro, y si no lo merecen, el carácter de Dios es suficiente motivo
para que obre tan generosamente.
Tal vez tu error no sea una perspectiva incorrecta de Dios, sino de ti mismo,
porque te crees con “derechos”. Si has reconocido a Dios como tu Señor, tú eres
su siervo, su esclavo voluntario, sin demandas ni derechos, cautivo por su amor,
con una deuda de gratitud increíble e impagable.
“... Había cierto hombre rico que tenía un administrador que manejaba sus
negocios. Un día llegó la noticia de que el administrador estaba malgastando el
dinero de su patrón. Entonces el patrón lo llamó y le dijo: “¿Qué es esto que
oigo acerca de ti? Prepara un informe final porque voy a despedirte”.... Aquí
está la lección: usen sus recursos mundanos para beneficiar a otros y para
hacer amigos... Si son fieles en las cosas pequeñas, serán fieles en las grandes;
pero si son deshonestos en las cosas pequeñas no actuarán con honradez en las
responsabilidades más grandes. Entonces, si no son confiables con las riquezas
mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas del cielo...”, Lucas
16:1-13 (NTV).
1. Reconoce que todo lo que posees es de Dios. “...Señor... todo lo que hay en
el cielo y en la tierra es tuyo”, 1º Crónicas 29:11 (DHH). Dios nos confió
muchas cosas: la familia, la casa, el tiempo, el dinero, las capacidades, los
talentos, los dones. Pero no olvides que todo es de Él. Nosotros somos
mayordomos. La Biblia dice: “...Todo viene de ti y sólo te damos lo que de ti
hemos recibido”, 1º Crónicas 29:14 (DHH). Un mayordomo es un administrador
y la Biblia enseña que debemos ser administradores de lo que el Señor nos da,
porque todo lo que tenemos es de Dios.
2. Honra a Dios con tu dinero. Dale primero y dale lo mejor. Todo es cuestión
de orden. Lo primero nunca va a la cuenta del hombre, siempre va a la tesorería
del Señor. Dios pedía lo primero de todos los frutos y animales y también pidió
la primera ciudad de la tierra prometida. Cuando Israel consagró Jericó, Dios los
bendijo con treinta y tres ciudades más. Cuando retienes lo que le pertenece a
Dios, atraes la maldición sobre tu vida. En cambio, cuando honras a Dios
dándole lo primero, la provisión y la protección están garantizadas, 1º Reyes
17:13-16. Todo es cuestión de orden. Lo que se haga con lo primero
determina lo que pasará con el resto. Si Él es primero, todo lo demás lleva
bendición. Lo primero lleva el poder de la redención sobre lo que queda, 1º
Reyes 17:13-16 y Proverbios 3:9-10. Si lo primero no es para Dios, la bendición
que ya está acreditada en los cielos no se manifestará al resto de tu vida. En otras
palabras, si honras a Dios con lo primero se activará la bendición sobre el resto.
Jesús fue un gran administrador. ¿Recuerdas qué les ordenó hacer a sus
discípulos después de alimentar a la multitud hambrienta? Que recogieran los
pedazos sobrantes (Juan 6:12). Aun las migajas deben ser administradas de la
mejor manera. Dios no quiere que se pierda nada; no acepta el despilfarro.
En definitiva, si quieres más, administra mejor.
Cuando Adán mal administró los recursos que Dios le había dado en el Edén, fue
expulsado de allí: “Y lo sacó Jehová del huerto del Edén...”, Génesis 3:23.
“Cuando Adán administró mal su trabajo en el jardín, no sólo perdió su empleo,
sino también su hogar. ¿A quién le había dado Dios el jardín? Al hombre.
¿Quién le quitó el jardín al hombre? Dios ¿Quién lo echó? Dios. De hecho, Dios
toma tan en serio la administración que hasta puede asignar ángeles para que
protejan su propiedad de los malos administradores. Es lo que hizo con Adán, así
que, ¿por qué no habría de hacerlo contigo?”.18
Para reflexionar. “Nos es cuestión de cuánto dinero yo doy a Dios sino cuánto
de su dinero guardo para mí”, Loren Cunningham. “Uno no puede disfrutar
verdaderamente de algo si no lo comparte, y esto incluye la fe, el amor, los
talentos y el dinero... y sin importar cuánto sea lo que das, Dios nunca permitirá
que le des más de lo que Él te da a ti, ¡nunca!”, Paul Meyer.
Jesús dejó bien en claro que la Ley de Dios es inalterable. Es más, dijo que no
había venido a derogarla sino a cumplirla, Mateo 5:17. Y como ejemplo de que
ella nunca cambiaría citó la ley de la castidad. Los judíos tenían una opinión
muy alta de la santidad y la fidelidad. Los rabinos decían: “Dios puede pasar
por alto muchas cosas, pero no la falta de castidad, que es una cosa que hace
que se ausente la gloria de Dios”.19 Sin embargo, conforme fue pasando el
tiempo la moral se fue debilitando tanto que los fariseos y maestros de la ley
parecían tener la falsa idea de que podían entrar al reino esquivando los
mandamientos de Dios (Mateo 23:16-26). Así sucede hoy en día, muchos creen
que pueden gozar de la presencia de Dios y disfrutar de sus bendiciones violando
o evadiendo los mandamientos de la santidad. ¡Eso es imposible! La fornicación
y el adulterio alejan la presencia de Dios.
Según la Biblia las consecuencias del pecado sexual son innumerables. Sin
embargo, de todas, la peor es la falta de la presencia de Dios. Él jamás derrama
su bendición a cualquiera. Existen personas que no quieren vivir en santidad y
luego se preguntan por qué no son bendecidas. La santidad atrae la presencia
del Señor y garantiza su permanencia.
El ejemplo más claro lo tenemos en Elí y sus hijos. “Los hijos de Elí eran
hombres impíos... Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los
jóvenes...”, 1º Samuel 2:12 y 17. “Pero Elí... oía de todo lo que sus hijos
hacían... y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del
tabernáculo de reunión...”, 1º Samuel 2:22.
Elí era un sacerdote. Tenía la unción y el llamado de Dios; pero era débil
moralmente. El problema de Elí fue tolerar en el liderazgo a gente impía; era
condescendiente con la inmoralidad de sus hijos. Él tenía la autoridad para hacer
algo y no lo hizo. Dios se enojó mucho con Elí. ¿Cómo manifestó su desagrado?
Marchándose con su presencia. ¡Icabod! es la expresión más triste de la historia
bíblica y significa: "la gloria se ha marchado", 1º Samuel 4:21. Además, Dios
reemplazó una promesa de bendición por otra de maldición: “Por cuanto has
hecho esto, de ninguna manera permitiré que tus parientes me sirvan, aun
cuando había prometido que toda tu familia, tanto tus antepasados como tus
descendientes, me servirían siempre...”, 1º Samuel 2:30-36 (NVI).
¿Puede Dios arrepentirse? ¡Sí que puede! “En un momento puedo hablar de
arrancar, derribar y destruir a una nación o a un reino; pero si la nación de la
cual hablé se arrepiente de su maldad, también yo me arrepentiré del castigo
que había pensado infligirles. En otro momento puedo hablar de construir y
plantar a una nación o a un reino. Pero si esa nación hace lo malo ante mis ojos
y no me obedece, me arrepentiré del bien que había pensado hacerles”,
Jeremías 18:7-10 (NVI).
Dios promete castigo para el rebelde, pero si éste cambia, Dios se arrepiente y no
lo castiga. Dios promete bendición para el justo y si éste se hace rebelde, Dios se
arrepiente y ya no otorga su bendición. El que cambia es el hombre y no Dios.
Perdonar a tiempo
“Pasado tres años el rey mandó llamar a Joab y le dijo: - Está bien, ve y trae de
regreso al joven Absalón... Enseguida Joab fue... y trajo a Absalón de regreso a
Jerusalén. Pero el rey dio esta orden: “Absalón puede ir a su propia casa, pero
jamás vendrá a mi presencia”. De manera que Absalón no vio al rey... Absalón
vivió dos años en Jerusalén, pero nunca pudo ver al rey... Por fin el rey mandó
llamar a Absalón, quien fue y se inclinó ante el rey, y el rey lo besó”, 2ª Samuel
14:21-33 (NTV).
La Biblia nos cuenta acerca de los profundos conflictos entre un padre y su hijo.
Por razón del asesinato de uno de sus hijos a manos de su propio hermano, el
padre quedó varado en el dolor y no pudo ni supo cómo perdonar al homicida
que, además, era su otro hijo. El tiempo de incomunicación y falta de perdón
alimentó el odio que había surgido en el corazón de ese hijo, ahora convertido en
homicida. Cuando finalmente el padre se dispuso a perdonado, ya era demasiado
tarde. ¿A quién nos estamos refiriendo? A David y a su hijo Absalón. Veamos
un poco más de cerca la historia:
Absalón alimentó durante dos años una raíz de amargura nacida por el
desconsuelo de su hermana y por la violencia de su hermano mayor.
Probablemente al principio sólo hubiese querido hacerle un daño menor, pero el
tiempo se encargó de madurar el odio hasta llegar a no contentarse con otra cosa
que con asesinarlo.
Cuando se trata de vengar un mal, el tiempo no cura las heridas ni mengua los
agravios, al contrario, tiende a profundizar el conflicto. Cuando más tiempo
pases sin resolver el problema, tus sentimientos negativos crecerán. La violencia
engendra violencia y el odio engendra más odio. La historia termina con
Absalón que mata a su hermano Amnón y huye, refugiándose en casa de su
abuelo materno durante tres largos años, 2ª Samuel 13:37-39.
David, después de esos tres años hace volver a su hijo Absalón, pero no le otorga
perdón completo. No deja atrás el pasado (versículos 21 y 24). Lo recibe con
reservas y durante dos años más le impide que vea su rostro (versículo 28). En
otras palabras, le niega su cariño, no lo consuela sino que se muestra frío, duro y
distante.
Absalón era muy hermoso: “Y no había en todo Israel ninguno tan alabado por
su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su coronilla no
había en él defecto”, 2ª Samuel 14:25. Qué trágico resulta que la belleza exterior
no fuese acompañada de fortaleza espiritual. La descripción meramente física
de Absalón descubre su impotencia interior. Esto nos recuerda a los hermanos
de David que lo sobrepasaban en apariencia física, pero Dios los había
desechado. No era necesario que el narrador volviese a decir que Dios considera
el corazón de la persona, no lo exterior; sin embargo, se pone en evidencia una
vez más que lo verdaderamente importante es invisible a la vista.
Siempre tendrás la opción de perdonar o no; puedes decidir por una u otra,
pero no puedes detener las consecuencias de tu elección. La falta de perdón
lleva irremediablemente a la pérdida de paz interior. El odio y el resentimiento
secan la vitalidad. No perdonar hace mucho daño. Dejemos que lo diga el mismo
David: “Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y
gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza
se evaporó como agua al calor del verano”, Salmo 32:3-4 (NTV).
Oración de perdón
“Señor Jesús. No soporto más sentirme así. Quiero libertad. Necesito paz.
Reconozco que la ofensa que he recibido no se compara con la deuda que tengo
contigo. Me demostraste en la cruz que tu perdón no tiene límites. Deseo hacer
lo mismo con la persona que me hirió, aunque mis sentimientos me digan algo
diferente. No quiero hacerlo en mis propias fuerzas sino en las tuyas. Por lo
tanto, recibo tu gracia para perdonar. Ahora mismo recibo la libertad para
perdonar y deshago toda atadura de odio, enojo y resentimiento en mi vida. Gra-
cias por tu perdón siempre disponible para mi vida, amén”.
Ten por seguro que al tomar la decisión por el perdón puedes esperar hermosos
frutos sobrenaturales, porque las cosas hechas a la manera de Dios siempre
llevan su bendición.
Bibliografía
14. SANTIAGO, E. Inversiones con futuro. Serie Finanzas sin límites. Volumen
4. Editorial Vida. Miami. EEUU. 2008.
15. 16. Puedes cambiar el mundo. Cien historias de personas que cambiaron el
mundo. Editorial Peniel. Colombia. 2004.
17. BRUCE, A. Tres años con Jesús. La capacitación de los doce. Editorial
Desarrollo Cristiano Internacional. Colombia. 2006.