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AUTORES

José Luis y Silvia Cinalli

EDICIÓN Y PUBLICACIÓN
PLACERES PERFECTOS

DISEÑO Y COMPAGINACIÓN
Denis López – www.solvisualprint.com

Av. Castelli 314 – Resistencia


Código Postal 3500 – Chaco – Argentina
Tel/fax: 0054 (0362) 443 8000
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La versión de Biblia utilizada en este libro es Reina


Valera 1960, salvo que se especifique lo contrario.
PDT: Biblia Palabra de Dios para Todos
TLA: Biblia Traducción al Lenguaje Actual
NVI: Biblia Nueva Versión Internacional
NTV: Biblia Nueva Traducción Viviente
DHH: Biblia Dios Habla Hoy
LBLA: La Biblia de las Américas
BLS: Biblia Lenguaje Sencillo
VP: Biblia Versión Popular
Índice
1. Dios habla, yo lo escuché.

2. El tierno cuidado de Dios.

3. La indiferencia: el peor de los pecados.

4. El guía de nuestras almas.

5. Misionero en su propia casa.

6. Sanidad divina.

7. El poder de la multiplicación.

8. Cristianos entre algodones.

9. Lecciones del dolor.

10. Todo o nada.

11. Se necesitan obreros.

12. Cómo amar al estilo de Dios.

13. Padre Nuestro.

14. Mitos de la oración.

15. La dieta de los ojos.

16. El capitalismo y el diezmo.

17. El hábito de diezmar.

18. El culto a los detalles y el olvido de lo esencial.

19. El temor de Dios.


20. Si quieres caminar sobre las aguas.

21. La fe es obediencia en acción.

22. Las promesas del 'dios dinero'.

23. Perder primero para ganar después.

24. El costo de permanecer en el camino.

25. No te muevas por amenazas ni por críticas.

26. Conversaciones que te harán sabio.

27. Cristianos resentidos con Dios.

28. Si quieres más, administra mejor.

29. ¡Icabod! La gloria se ha marchado.

30. Perdonar a tiempo.

Bibliografía.
1

Dios habla, yo lo escuché

“¿Cuánto cuestan cinco gorriones: dos monedas de cobre? Sin embargo, Dios
no se olvida de ninguno de ellos. Y, en cuanto a ustedes, cada cabello de su
cabeza está contado. Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más
valiosos que toda una bandada de gorriones”, Lucas 12:6-7 (NTV).

Anhelo de todo corazón (escribe José Luis) que la experiencia que voy a contarte
le lleve gloria a Dios y te infunda fe para creer que con Él todo es posible.

Tiempo atrás llegué al convencimiento de que debíamos emprender un nuevo


proyecto de ampliación de nuestro templo. Junto al equipo pastoral habíamos
pensado en hacer graderías, pero el valor de las mismas superaba ampliamente
nuestro presupuesto mensual; es más, ni siquiera el ingreso de todo un año nos
hubiera alcanzado. Humanamente resultaba imposible.

Comencé a preguntarle al Señor qué hacer y Dios me habló dulcemente una


mañana, mientras tenía mi tiempo de comunión con Él. Claramente me dijo:
“Depende de ustedes. Si lo hacen, los apoyaré y si no lo hacen, los seguiré
amando con la misma intensidad. Conforme a la fe que tengan les será dado”.
Esta experiencia ocurrió mientras viajábamos por la provincia de Misiones con
la intención de conocer un sitio muy famoso: “Los saltos del Moconá”. Esa
mañana, muy temprano, en medio de un calor intenso y un sol que tímidamente
asomaba en el horizonte, toda la luz de Dios vino a mi vida. ¡Gloria a su nombre
por esta experiencia!

Fue una clara confirmación a mis deseos de realizar la ampliación. No tuve


dudas de que Dios estaría con nosotros en este ambicioso emprendimiento. No
quería perderme la oportunidad de ver a Dios obrar a nuestro favor ni privar a la
iglesia de glorificar su nombre.

Días después comenté mi experiencia personal con Dios a los miembros del
consejo pastoral. Todos me apoyaron, y en breve, la administradora general de la
iglesia firmaba el contrato que incluía una grada con capacidad para más de 800
personas, cuyo monto superaba ampliamente nuestros ingresos anuales. De sólo
ver la cantidad de ceros que tenía la cifra, uno se asustaba.

Habíamos dado ese paso de fe, pero todavía quedaban muchas cosas por
resolver: ¿Cómo compartiría este nuevo proyecto con la iglesia? ¿Debería pedir
ofrendas especiales o simplemente decir que ya habíamos entregado nuestra
primera cuota?

Sé que Dios me habló, pero el diablo susurró varias veces a mi oído: “no lo
podrán pagar”, “la iglesia no te apoyará”, “no es Dios quién te habló, sólo es tu
imaginación”, etc. Sin embargo, yo siempre tuve la plena certeza de que era Dios
el que me había hablado. Tenía su palabra de que si comenzábamos Él nos
apoyaría. Lo que no sabía era cómo compartirlo con la iglesia.

El Señor volvió a hablarme con el siguiente texto: “Lo que ahora les digo en la
oscuridad grítenlo por todas partes cuando llegue el amanecer. Lo que les
susurro al oído grítenlo desde las azoteas, para que todos lo escuchen”, Mateo
10:27 (NTV). No podía ser más claro. Su visión debía ser comunicada. Aquello
que me había dicho al oído ahora debía proclamarlo desde el púlpito. ¡No tenía
dudas!

¿Por qué creía que Dios nos apoyaría?


Porque todas las cosas de Dios se obtienen por fe: “Sin fe es imposible agradar
a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él
recompensa a los que lo buscan con sinceridad”, Hebreos 11:6 (NTV).
Debemos creer que Él está, nos escucha y nos ayudará. Si nos acercamos con fe,
Él nos dará toda su atención. Cuando Jesús dijo que no tengamos miedo pues
valemos más que una bandada de gorriones, estaba asegurando que su tierno
amor y cuidado jamás nos faltaría. ¡Qué Dios tan maravilloso!

Dios no responde a nuestras necesidades sino a nuestra fe, dice John Bevere.
Y si lo piensas seriamente llegarás a la conclusión de que es verdad. Las
manifestaciones sobrenaturales de Dios siempre se dan cuando nos
movemos por fe. Jesús preguntó a los ciegos que venían detrás de él pidiendo
misericordia: “¿Creen que puedo darles la vista?”, Mateo 9:28 (NTV). Ellos
dijeron que sí. “Entonces él les tocó los ojos y dijo: – Debido a su fe, así se
hará”, versículo 29. Jesús no respondió a una necesidad, simplemente,
premió la fe.

Lucas nos relata otro incidente en el capítulo 5. Un paralítico fue traído por
cuatro personas y, como no pudieron entrar por la puerta a causa de la multitud,
rompieron el techo y lo bajaron con cuerdas poniéndolo frente a Jesús. La Biblia
dice: “Al ver la fe de ellos... dijo al paralítico: A ti te digo: Levántate, toma tu
lecho y vete a tu casa”, Lucas 5:20-24. Jesús no fue movido por la necesidad del
paralítico sino por la fe de sus amigos.

Santiago 1:6-7 dice: “Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es
como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento.
Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor”, NVI.

Hebreos 11:1 declara: “La fe es la confianza de que en verdad sucederá lo que


esperamos...”, NTV. ¡Sin fe no se puede recibir! Recuérdalo: cuando activas
tu fe, das lugar a que Dios se mueva.

La fe tiene que verse


“Entonces llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico.
Procuraron entrar para ponerlo delante de Jesús, pero no pudieron a causa de
la multitud. Así que subieron a la azotea y, separando las tejas, lo bajaron en la
camilla hasta ponerlo en medio de la gente, frente a Jesús. Al ver la fe de ellos,
Jesús dijo: —Amigo, tus pecados quedan perdonados... Lucas 5:18-25 (NVI).

“Al ver la fe de ellos...”, versículo 20. Jesús sanó al paralítico porque vio la fe
de sus amigos. Ellos hicieron algo fuera de lo común para demostrarle a Jesús
que tenían fe.

Ese día Jesús sanó solamente a un hombre lisiado. ¿Había otros enfermos en el
auditorio? Por supuesto que sí. ¿Y por qué no fueron sanados? Porque Jesús “no
vio la fe de ellos”. “¡Dios responde a la fe y nada más! Dios no se conmueve
por tu necesidad sino por tu fe”.8

En otra oportunidad una mujer extranjera llegó a la casa en la que el Maestro se


hospedaba. Tenía una hija poseída por un demonio y pidió insistentemente a
Jesús que la liberara: “Pero Jesús le dijo: —Deja primero que se sacien los
hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa,
comen de las migajas de los hijos. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el
demonio ha salido de tu hija. Y cuando llegó ella a su casa, halló que el
demonio había salido, y a la hija acostada en la cama”, Marcos 7:27-29. Jesús
no respondió a la necesidad de la mujer sino hasta que ésta demostró con
acciones concretas la fe que tenía.

Ella hizo algo inusual para demostrar su fe. Recorrió cientos de kilómetros para
conquistar su milagro y cuando Jesús le negó la petición no se conformó; su fe
era demasiado atrevida como para irse sin la sanidad para su hija. “Sin fe es
imposible agradar a Dios...”, Hebreos 11:6. Esa mujer cautivó la atención del
Maestro demostrando su fe por medio de los hechos y, finalmente, Jesús la
recompensó. Tu necesidad, aunque sea imperiosa, no garantiza tu milagro;
lo que realmente mueve la mano de Dios es la fe.

¡Llámale la atención a Dios! Está bien que ores y creas, pero da un paso más.
Demuéstrale a Dios que tienes la fe suficiente para ir tras aquello que Él sembró
en tu corazón. Que Dios vea tu fe mediante acciones concretas.

Vez pasada tomamos una decisión intrépida. Alquilamos un depósito en Miami,


imprimimos nuestros libros en Colombia e iniciamos la corporación Placeres
Perfectos In. en los EEUU. Lanzamos una publicidad. Eso representó un desafío
muy grande, teniendo en cuenta que no poseemos contactos ni librerías
internacionales que nos hagan compras directas. Pasaron algunos meses sin una
sola venta. Lo único que teníamos eran erogaciones. Gastos de alquiler, gastos
de contadores y gastos fiscales; pero llegó el día en que recibimos nuestro primer
pedido. Teníamos que demostrarle a Dios que estábamos decididos a ir tras el
sueño de que toda América conociera nuestros recursos. Por supuesto, no hemos
llegado todavía a la meta, pero dimos el primer paso. Dios vio nuestra fe y nos
bendijo con la primera venta.

En cierta ocasión, diez leprosos salieron al encuentro de Jesús para pedirle


sanidad. Jesús no los sanó en el momento sino que les ordenó que se presentaran
a los sacerdotes, Lucas 17:14. “Y aconteció que mientras iban, fueron
limpiados”, versículo 14. Jesús quería ver la fe de ellos. Les pidió hacer algo
fuera de lo común y hasta antirreligioso. Levítico 14 establece que si alguien con
lepra se creía curado debía ir al sacerdote para que comprobara la sanidad. Los
leprosos no fueron sanados al instante por lo que podrían haber pensado: “¿Para
qué vamos a ir al sacerdote si todavía estamos enfermos?”. Sin embargo, ellos
creyeron a las palabras de Jesús, demostraron su fe con acciones concretas y,
mientras iban, fueron sanados. ¿Es tu confianza en Jesús tan gran-de como para
creer que se cumplirá todo aquello que te prometió, cuando todavía no ha
sucedido?

¿Quieres saber qué pasó con las gradas de nuestro templo?

Compartí con la iglesia (escribe José Luis) la experiencia que había tenido con el
Señor a solas y todo lo que Él me había hablado. La iglesia festejó por
adelantado el iniciar un ambicioso proyecto sólo con fe. Cada culto de ese
domingo fue una fiesta. Nadie pensó en los recursos, pero todos nos gozamos en
que si Dios estaba presente, los recursos vendrían.

La palabra que Dios me habló en intimidad era la invitación a hacer algo. Si le


demostrábamos a Dios mediante acciones concretas la fe que teníamos, Él nos
bendeciría. Así sucedió.

La empresa de construcción se instaló en el templo y comenzaron a llegar


hierros y más hierros; mientras nos decíamos: "Dios proveerá". Conforme
avanzaba el proyecto debía concretarse el pago. La obra finalizó antes del
tiempo estipulado en el contrato, pero lo más importante de todo es que pudimos
pagar en tiempo y forma, sin adquirir créditos y sin endeudarnos. Antes de que
se cumpliera el plazo en el contrato para la cancelación del monto total, ya lo
habíamos pagado.

No esperes a que todo encaje en su lugar para dar el paso de fe. Nosotros
podríamos haber esperado a contar con todo el dinero para emprender la
construcción, pero en ese caso la gloria de Dios se hubiera opacado. Con esto no
queremos decir que tienes que tirarte al vacío sin más, sólo estamos diciendo que
la fe que no está acompañada de obras es muerta, Santiago 2:10. Sólo la fe
intrépida será recompensada. Anímate. Si comienzas a dar pasos de fe, Dios
abrirá puertas de oportunidades y te traerá bendiciones inesperadas que
superarán tus mejores expectativas.
2

El tierno cuidado de Dios

¿Has visto alguna vez un pájaro ansioso o preocupado de cómo pagará el


alquiler de su nido?

Los pájaros confían en Dios para la provisión diaria. “Fíjense en los cuervos: no
siembran ni cosechan, ni tienen almacén ni granero; sin embargo, Dios los
alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves!”, Lucas 12:24 (NVI).

Para enseñarnos acerca de la fe, Jesús usó semillas. Para hablarnos de la iglesia,
Dios empleó la familia. Para representar la relación entre un hombre y su esposa,
Pedro usó la imagen de un vaso; pero para referirse a la economía, el Señor nos
habló de pájaros. Hay un secreto en la forma en que viven las aves que
deberíamos aprender.

Jesús nos enseñó a no estar ansiosos por lo que comeremos, beberemos o por la
ropa que vestiremos. Deberíamos vivir tan despreocupados como las aves del
cielo. ¿Es así como vivimos? ¿Qué pasaría si perdieras tu trabajo o si tu negocio
se fuera a la quiebra? ¿Qué pasaría, si por alguna razón, perdieras tus
inversiones? ¿Podrías confiar en Dios para la provisión de cada día?

Debemos ver a Dios como nuestra fuente segura de protección y provisión. Jesús
nos enseñó a orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, Mateo 6:11. Él no
dijo que pidamos por el pan de la semana siguiente, por si acaso. La dependencia
diaria en Dios nos permite experimentar su provisión y eso es todo lo que
cuenta.

Nosotros fuimos y somos testigos de esta gran verdad. Ayer retornamos de


Chile. Nos invitaron a dar una serie de conferencias acerca de familia y
sexualidad en la ciudad de Calama. Debido a las cenizas volcánicas se hizo
imposible viajar en avión, por lo que decidimos hacer el trayecto por tierra, en
nuestro propio automóvil. Fueron días de intensa ministración y Dios pudo
glorificarse en la restauración de numerosos líderes. El problema más acuciante
se suscitó al regresar. En invierno, los diferentes pasos cordilleranos suelen
cerrarse por días o semanas debido a las intensas nevadas. Esa tarde, al llegar al
paso fronterizo de Jama, distante 120 kilómetros de Calama, las autoridades nos
informaron que se había inhabilitado hasta nuevo aviso debido a las
inclemencias del tiempo. ¿Qué hacer? Retornar a Calama no era una buena
opción porque el paso internacional podría abrirse de un momento para otro y el
que no está cerca de la frontera, no pasa. Quedarnos allí, en ese pequeño paraje
llamado San Pedro de Atacama, en medio del desierto más inhóspito del mundo,
era sumamente costoso. Esa pequeña villa es eminentemente turística y está
enclavada en el desierto de Atacama. Dadas las condiciones desfavorables, tanto
la hotelería como la comida suelen ser muy caras. Para colmo de males, el
cambio de moneda no nos favorecía. Esperamos hasta que amaneciera. Esa
noche de hotel estaba pagada por la iglesia que nos había invitado a Calama. El
problema era qué hacer la siguiente mañana. Oramos a Dios. Fuimos guiados a
leer Lucas 9:1-6, el pasaje que estamos meditando en el día de hoy. Se convirtió
en un rhema, una palabra específica de Dios para ese momento y para nosotros.
Creímos que Dios nos había enviado y que Él se encargaría de nuestras
necesidades.

Terminamos nuestro tiempo con el Señor y nos dirigimos al centro de


carabineros chilenos esperando alguna novedad en relación a las altas montañas.
Las noticias eran desalentadoras. Se pronosticaba una ola de frío polar que
traería nuevas e intensas nevadas en la zona cordillerana y para los próximos
días se esperaba viento blanco (intenso viento helado que mueve toneladas de
nevisca de un lado a otro), por lo que las máquinas que remueven la nieve no
subirían a las montañas. Nos entró un desasosiego tremendo. Comenzamos
nuestra caminata desde el centro fronterizo hasta el hotel en que nos hospedaron
la primera noche con muchas dudas e inquietud por nuestro futuro. Cuando
regresábamos, antes de entrar al hotel, una camioneta se detuvo frente a
nosotros, el conductor bajó la ventanilla y nos llamó por nuestro nombre: "¿Son
el matrimonio Cinalli?". "Sí", respondimos sorprendidos de que alguien nos
conociera. "¿Son los pastores de Argentina, verdad?", volvió a preguntar. "Sí",
volvimos a afirmar. Se trataba del dueño del hotel en el que estábamos
hospedados. Nos quedamos atónitos cuando, con una sonrisa en sus labios, este
hombre nos dijo: “Nos hemos reunido como familia y decidimos ofrecerles
nuestro hotel para que se alojen todos los días que necesiten estar en Chile y, por
supuesto, sin costo alguno. Además, comerán en nuestra propia mesa”.
Alojamiento y comida gratis. ¿Cuál fue la razón de tan generoso acto? En el
verano habíamos estado predicando en un campamento de jóvenes en Santiago
de Chile, distante unos 1500 kilómetros al sur de Calama. ‘Casualmente’ en ese
campamento estuvo la hija de los dueños del hotel. La jovencita, de sólo 16
años, había sido tan bendecida que habló bien de nosotros a los padres, por lo
que estos decidieron agradecernos hospedándonos gratuitamente. ¿Puedes
creerlo? ¿Qué probabilidad había que estuviéramos alojados en ese hotel cuando
hay cientos en ese lugar? ¡Qué casualidad que la hija de ese hotelero estuviera en
el campamento de jóvenes en el que ministramos el verano pasado! Dios se
encargó de nuestras preocupaciones. Habíamos viajado porque Dios lo había
querido y Él se encargó de todas y cada una de nuestras necesidades.

Dios es fiel. Dios puede hacer esto y mucho más si sencillamente decidimos
creer. Tu esperanza no debe ser puesta en ninguna persona, tampoco en ningún
sistema político. Tu futuro no depende de un cheque o un plazo fijo; no depende
de un trabajo o de un gobierno. Tu futuro y el de tu familia están en las manos de
Dios. Si Él te ha enviado, ve confiado. Si tienes una misión, toma todos los
recursos espirituales que necesites y deja que tus necesidades sean suplidas por
el Señor, en la medida que lo requieras. Quien pudo sostenernos a nosotros en
semejante situación adversa, también lo hará contigo. A Él sea toda la gloria por
los siglos de los siglos.
3

La indiferencia: el peor de los


pecados

“Había una vez un hombre muy rico, que vestía ropas muy lujosas... En cambio,
junto a la entrada de su casa había un hombre pobre, llamado Lázaro... Este
pobre hombre tenía tanta hambre que deseaba comer, por lo menos, las sobras
que caían de la mesa del hombre rico. Un día, el hombre pobre murió y los
ángeles lo pusieron en el sitio de honor, junto a su antepasado Abraham.
Después murió también el hombre rico, y lo enterraron. Cuando ya estaba en el
infierno, donde sufría muchísimo, el que había sido rico vio a lo lejos a
Abraham, y a Lázaro sentado junto a él. Entonces llamó a Abraham y le dijo:
“¡Abraham, antepasado mío, compadécete de mí! Ordénale a Lázaro que moje
la punta de su dedo en agua, y me refresque la lengua. Sufro muchísimo con este
fuego”. Pero Abraham le respondió: “Tú eres mi descendiente, pero recuerda
que, cuando ustedes vivían, a ti te iba muy bien y a Lázaro le iba muy mal.
Ahora, él es feliz aquí, mientras que a ti te toca sufrir...”, Lucas 16:19-31
(TLA).

Lázaro era tan pobre que lo único que poseía era su nombre. Lázaro significa
Dios es mi ayuda. Era indigente, pero con una confianza serena en Dios. Todos
los días era llevado a la puerta de la mansión del hombre rico. Estaba tan
debilitado físicamente que no podía defenderse de los perros callejeros que
lamían sus llagas ulcerosas.

En cambio, del hombre rico no conocemos siquiera su nombre. Sí sabemos que


vivía en medio de lujos y brindaba fiestas suntuosas todos los días, lo que
implica que este hombre era ostentoso de sus riquezas y enamorado de sí mismo.
¿Cuál era el pecado de este hombre rico? Por supuesto, no era su riqueza,
sino, su egoísmo. Vivía para sí; era indiferente. No era deliberadamente cruel
con Lázaro, ya que no lo echó a las patadas de su casa. “Simplemente” se había
insensibilizado al dolor ajeno. No tenía la más mínima compasión. Naturalizó el
hecho de que Lázaro estuviera tirado como un perro a la puerta de su mansión
mientras él disfrutaba opíparamen-te de manjares, rodeado de placeres y lujos.
William Barclay dijo: “No fue tanto lo que hizo, sino lo que no hizo, lo que lo
llevó al infierno”. La insensibilidad de este hombre rico era tal que podía ver el
sufrimiento más extremo y no sentir que algo le tocara el corazón, o siquiera
hacer algo para remediar las penas ajenas. Santiago dijo: “Al que sabe hacer lo
bueno, y no lo hace, le es pecado”, Santiago 4:17.

¿Cómo se hace para entrar y salir todos los días de la casa y ver a la misma
persona tirada a la puerta, deseando comer un poco de pan? En este caso la
indiferencia era extrema. La actitud del hombre rico se parece mucho a la del
sacerdote y el levita, los cuales evitaron ayudar al hombre herido (Lucas 10:25-
37). ¿No tenemos una actitud parecida con aquellos que sufren y necesitan
nuestra ayuda? Alguien dijo que el mundo está como está no porque los malos
hagan cosas malas sino porque los buenos no hacen nada. Tenemos leyes
“vanguardistas” como la ley del matrimonio igualitario o la ley de género que
benefician solamente a una ínfima minoría, mientras que los legisladores no
tienen tiempo para tratar un anteproyecto de ley que condene a los consumidores
de pornografía infantil. Miles y miles de niños y niñas son sentenciados con esa
indiferencia a vivir sin futuro. Niñas, cada vez más niñas, son madres. El abuso
infantil ya tiene cifras de pandemia. Las enfermedades transmisibles
sexualmente multiplican su incidencia cada año. Alcohol, drogas, excesos de
todo tipo... y la lista continúa. ¿Dónde están los buenos? “Simplemente no
queremos vernos comprometidos”. El pecado del hombre rico fue la
indiferencia, su insensibilidad al sufrimiento y a las necesidades puntuales de
Lázaro.

Dios ha puesto bajo nuestro cuidado personitas frágiles como los niños. La
Biblia dice que de ellos es el reino de los cielos. Debemos amar lo que Dios ama
y Dios ama a los niños. Debemos protegerlos de gente mala que no tiene reparos
en robarles el futuro. En relación al abuso sexual infantil UNICEF dice: "la
indiferencia es aceptación". Compartimos esta aproximación y la ratificamos a la
luz del texto bíblico.

¿Podemos cambiar la realidad? ¿Podemos influir positivamente a fin de que los


indicadores sociales de abuso disminuyan? Como ministerio de Restauración
Sexual hemos iniciado la campaña TODOS contra el abuso infantil. El
objetivo es que cada niño entre los dos y los ocho años de edad pueda recibir el
libro Cuentos que no son cuentos, especialmente diseñado para mejorar la
autoestima, favorecer la comunicación en el hogar y prevenir el abuso sexual
infantil. Tú puedes sumarte. Ingresa a www.placeresperfectos.com.ar busca la
subpágina de TODOS contra el abuso infantil y haz algo en favor de la niñez.

¿Cómo surgió la campaña?


Jamás imaginamos que un trabajo estadístico nos llevaría tan lejos. En el año
2000 iniciamos una encuesta nacional. Más de 1.500 jóvenes fueron
entrevistados a lo largo de dos años. Las casi 100.000 respuestas dieron origen a
nuestro primer libro publicado, Cara a Cara con el sexo. Por vez primera en
Latinoamérica podíamos conocer, de primera mano, el comportamiento sexual
de jóvenes cristianos entre los doce y los treinta años. A esos jóvenes les
estaremos eternamente agradecidos. Ellos abrieron su corazón y nos
compartieron su intimidad y, como resultado, surgió en nosotros un vivo deseo
por hacer algo más. El dolor de ellos nos movilizó a un mayor compromiso.
Viajamos por diferentes ciudades y provincias a fin de capacitar iglesias,
docentes y líderes. Tuvimos la bendición de ser declarados oferentes del
Ministerio de Educación de la Provincia del Chaco y obtuvimos puntaje para los
cursos a docentes en distintas provincias argentinas. La demanda fue tal que se
hizo necesario sumar personas al equipo. Nos dimos a la tarea de preparar
nuevos capacitadores que nos ayudaran con la ambiciosa meta de capacitar a la
mayor cantidad de personas posibles. Mientras tanto, en nuestros tiempos libres,
aprovechábamos para escribir libros y llegar con ellos a lugares donde
personalmente no podíamos.

Pasaron diez años y se hizo necesario actualizar todos los datos vertidos en la
primera investigación. Comenzamos nuevamente a encuestar a jóvenes, 2.000 en
total. Otra vez, mucha inversión de tiempo, dinero y esfuerzo.

Cuando finalmente concluyó el trabajo de investigación, nuestro corazón se hizo


agua. Los indicadores acerca de la ocurrencia del abuso sexual infantil
permanecieron sin mayores cambios. Luego de diez años de viajes,
concientización, docencia, sacrificios y entrega, el resultado era prácticamente
nulo. Alguien, tratando de consolarnos dijo: "al menos no aumentó, deberían
con-formarse con eso". Dijimos: "Eso jamás. No podemos conformarnos con el
hecho de que uno de cada tres niños padezca alguna forma de abuso".

Anhelamos que las próximas generaciones tengan la posibilidad de crecer sin


traumas, que vivan su desarrollo psicosexual sin heridas profundas a causa de un
abuso. Muchas veces se identifica a las víctimas de abuso sexual infantil como
sobrevivientes de ASI (abuso sexual infantil) porque genera un estrés post
traumático tan grave como un conflicto bélico, un secuestro, una catástrofe o
algo similar. Resulta repugnante pensar que haya personas, hombres y mujeres,
que vilmente les roben a los niños sus sueños más preciados.

De Dios es esta causa


Con los resultados de la segunda investigación acudimos a Dios en oración,
¡algo MÁS tenemos que hacer! No podemos seguir con la misma estrategia. Si
queremos diferentes resultados, necesitamos estrategias diferentes. Pero
mirábamos nuestras fuerzas, nuestros recursos, nuestra procedencia y era todo
tan minúsculo. Somos un puñado de personas, en una de las provincias más
postergadas de la Argentina y, ¿con la ambición de cambiar un marcador social
en el mundo? ¡Un sueño gigante con recursos limitados! Pero el fuego de Dios
consumía nuestros corazones. Él nos selló para esta tarea. Hubieron algunas
experiencias espirituales que marcaron profundamente nuestra vida. Una de ellas
ocurrió un Martes por la noche (escribe Silvia) justo en el momento en que debía
compartir el mensaje de la palabra con los líderes de la iglesia. El fin de semana
inmediato anterior había visto la mano de Dios ministrando restauración a
muchas vidas y un apoyo del Espíritu Santo muy especial. Mientras subía los dos
pisos de escalera hacia el salón de usos múltiples en el que se llevaría a cabo la
reunión, en oración le pedí al Señor una palabra fresca. Apenas terminé de
esbozar esta frase, al instante, sí, inmediatamente escuche la voz de Dios y sentí
con un peso de gloria que es imposible de expresar: "Salva a los que están en
peligro de muerte", Prov. 24:11. Impactó mi espíritu de un modo sobrenatural.
Hasta el día de hoy, y ya han pasado algunos años, no puedo hablar o escribir sin
emocionarme.

Tratando de contenerme, de mantener la compostura y dejar para la intimidad


esto que había sentido, comencé a contar a los líderes lo vivido el fin de semana
con la intención de animarlos a levantar la mirada más allá de nuestra familia e
iglesia, porque nuestro campo es el mundo. Minutos después y como cierre de la
charla intenté leer Proverbios 24:11: "Salva a los que están en peligro de
muerte", pero ocurrió algo inusual. Se me quebró la voz y no pude emitir sonido
alguno. Intenté una segunda vez y sucedió lo mismo. La tercera vez aclaré mi
garganta, respiré profundo y traté de impostar la voz, pensando que podría
recitar el texto bíblico, pero en vez de eso sentí como si se destaparan mis oídos,
algo netamente físico. Luego tuve una experiencia espiritual asombrosa. Escuché
las voces de muchos niños y niñas que le pedían ayuda a Dios. Algunos
hablaban en idiomas que no entendía, pero comprendía que le pedían auxilio. Me
impactó que algunos lo llamaban tiernamente "Diosito". Comencé a llorar.
Estaba frente al liderazgo, nadie entendía y yo lloraba. Esa experiencia selló mi
corazón. Cuando siento que no tengo fuerzas para seguir, el solo recuerdo de
esta situación me enfoca rápidamente para hacer un esfuerzo más a favor de los
niños.

He aquí la razón por la que abrazamos esta causa. José Luis y yo no hemos sido
víctimas de abuso sexual, pero el dolor de la gente se transformó en nuestro
dolor. Sentimos que ayudar a los niños en esta cruzada valía nuestro esfuerzo y
que Dios estaba en ello. Y, como no podía ser de otra manera, Él mismo empezó
a movilizar a personas e instituciones, propiciando momentos y circunstancias
para que muchos se sumaran para cooperar con este gran proyecto.

Una estrategia de acción


Tomamos tres días de retiro como matrimonio para buscar la guía de Dios. Por
medio de la Palabra el Señor nos ministró con el pasaje de la multiplicación de
los panes y peces. Es el único milagro que se repite en los cuatro evangelios.
Meditamos toda la mañana en ese pasaje.

Los milagros siempre son el resultado de asociarnos con Dios para que algo
ocurra. Jesús no hizo magia cuando dio de comer a la multitud. El tomó los
panes y pescados que alguien ofrendó y los multiplicó. ¿Qué tenemos para
ofrecer nosotros?, nos preguntamos y le preguntamos al Señor. ¿Cuáles son
nuestros panes y peces?

Entendimos que era el libro Cuentos que no son cuentos. Inmediatamente


llamamos a la imprenta para cotizar un material con excelente cantidad pero de
menor gramaje, y por ende de menor costo, a fin de distribuirlo masivamente.
Cedimos todos los derechos a la Fundación de la Ciudad y decidimos que no
produciría regalías sino que todo sería a favor de la causa. Los primeros 30.000
libros fueron donados por nosotros como familia porque no podíamos pedir a
otros que se sumaran e hicieran un esfuerzo, si nosotros no hacíamos antes
nuestro máximo aporte.

Dios bendijo sobrenaturalmente cada entrega, cada acto de generosidad y cada


iniciativa a favor de los niños. A sólo dos años de comenzada la campaña, ya son
16 los países que de manera formal y con contrato escrito han solicitado los
derechos de impresión del libro Cuentos que no son cuentos. Se hizo y se sigue
haciendo la cesión gratuita con la única condición de que la campaña sea sin
fines de lucro.

Son cientos y cientos de miles los niños alcanzados con la prevención. Sabemos
que Dios está de nuestro lado y que, cuando un proyecto nace en el corazón de
Dios, los recursos inagotables de Dios llegan. Tú puedes sumarte porque entre
TODOS, ¡lo haremos posible!
4

El guía de nuestras almas


Jesús dijo: “Pasemos al otro lado del lago. Y partieron... Y arribaron a la tierra
de los gadarenos...”, Lucas 8:22 y 26.
Observa la conexión que hay en el pasaje leído: “Pasemos... Partieron... Y
arribaron...”. No te muevas sin una clara palabra de Dios. No corras sin ser
enviado. Si Dios no te guía, nadie más puede hacerlo, y si Él lo hace, no tienes
necesidad de nadie más.
Dios prometió llevarnos a destino, pero nunca dijo que lo haría sin dificultades
en el camino. La clave para llegar no es la presencia de Jesús con nosotros
porque está garantizada. La clave es no rendirse en medio de la tormenta.
Jesús prometió estar con nosotros siempre, todos los días; por lo tanto, lo que
debiéramos hacer es no abandonar, no bajarnos antes de tiempo. Mientras
navegamos por las tumultuosas pruebas que la vida nos presenta confiemos en la
palabra que el Señor nos ha dado: “Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin
del mundo”, Mateo 28:20 (TLA). Si Él ha establecido el rumbo y nosotros no
nos retiramos antes de tiempo, llegaremos, aunque en el camino miríadas de
demonios se levanten para detenernos.
Sucedió en uno de mis viajes al sur (escribe José Luis). Había dictado una serie
de conferencias en el centro de la ciudad. Esa noche era la última charla en una
pequeña iglesia de un barrio periférico. Desde el momento en que llegué noté la
tensión en el ambiente. Me limité a obser-var. Había una dama, de mediana
edad, a la que todos se acercaban; algunos mascullaban alguna palabra; otros, en
total silencio la abrazaban con respeto. Era evidente que alguien había muerto.
Uno de los líderes de la congregación, viendo mi perplejidad, me contó lo que
había sucedido. Esa mujer que recibía los abrazos y las condolencias, era madre
de dos adolescentes. Ambos habían fallecido esa madrugada. Uno de ellos mató
al hermano y, luego, se suicidó. Un cuadro patético, más triste de lo que mis
palabras pudieran relatar. Mientras la congregación adoraba, me senté y le pedí a
Dios palabras de aliento para ese momento. De repente, el Espíritu Santo me
habló: "Háblales de permanecer en medio de las tormentas".
Los evangelios relatan dos tormentas que parecieran ser iguales, pero que tienen
marcadas diferencias; una está en Mateo 8:23-27 y la otra en Mateo 14:22-33.
Mientras la primera fue corta, la segunda fue de larga duración. Ejemplo de esta
última son: una enfermedad crónica y dolorosa; la pérdida fatal de un ser amado
en el vigor de sus años; un accidente con muchas secuelas; un problema
financiero que se profundiza conforme pasan los meses; la infidelidad del
cónyuge o el proceso legal por un divorcio contencioso. En esos casos pareciera
que Dios se ha olvidado o que estuviera jugando a las escondidas. Quizás te
encuentres en medio de una tormenta de larga duración. Te esfuerzas, te
sacrificas y todo va de mal en peor. Ésa era la situación de los discípulos aquella
noche. Quizás te sientes así; ves que no avanzas, que permaneces en el mismo
sitio de frustración y desasosiego. Luchas pero no consigues nada bueno a
cambio. El trabajo resulta estéril. Las fuerzas decaen. Las reservas espirituales y
emocionales se agotan. No hay progresos. La lección más sublime que se puede
vislumbrar en esa hora de profunda decepción es que el secreto de la victoria
está en no retroceder, la clave de la bendición está en permanecer. No llegas
a ninguna parte, pero tampoco vuelves al lugar de donde saliste.
Resiste a la tentación de rendirte. Probablemente no estés donde quieras estar,
pero tampoco estás dónde estabas. No veas lo que falta del camino, observa lo
que has logrado ya. Permanece inquebrantable frente a la promesa que has
recibido. Aférrate con todas tus fuerzas a lo que Dios te ha mandado hacer.
Aunque estés cansado de luchar y harto de sufrir, aunque estés agotado de tanto
pelearle al dolor, aunque tus fuerzas sean exiguas, no dejes de remar. Si lo haces
un poquito más, quizás en ese instante Jesús venga, calme tu tormenta, te tome
de la mano y te ayude a cruzar a la otra ribera, donde los sueños de Dios se
hacen realidad y la misión de tu vida es cumplida.
Hay quienes opinan que Dios usó las inclemencias del tiempo para probar la fe
de los discípulos. Sea cual fuere la causa de la tremenda tempestad, lo cierto es
que Jesús no permitió que ellos desfallecieran. El maestro se encargó de
llevarlos sanos y salvos al destino prometido. Y siempre sucederá así. Sólo
ocurrirá lo que Dios dijo que pasará. Si Él dice: “este es el rumbo”, cerremos los
ojos y tomemos confiados el camino señalado porque nos conducirá al
cumplimiento de los planes de Dios para nuestras vidas.
La Biblia dice en Filipenses 1:6: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan
buena obra en ustedes, la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”, NVI.
Dios ejecuta sus planes hasta el final y siempre con éxito. Nosotros, en cambio,
solemos dejar las cosas a la mitad o simplemente posponemos el cumplimiento
de nuestras obligaciones. Tomemos hoy el coraje para seguir adelante sin centrar
nuestras energías en las pruebas sino en su Palabra y sus recursos. El secreto está
en continuar, permanecer y perseverar. El éxito no depende tanto de la habilidad
para conducir la vida sino de la confianza completa en Dios para permitir que Él
la dirija. La vida cristiana eficaz es una aventura guiada por el Espíritu Santo.
Jesús nos invita a pasar tiempo con Él, Marcos 3:13. Dios está más interesado en
ti y en lo que te sucede que en lo que tú puedes hacer para Él. A Dios le interesa
tu mente, tus pensamientos, tus sentimientos, tus planes y tu futuro; le interesa tu
familia, tu trabajo, tus finanzas y tu ministerio. Dios quiere ser parte activa en
tus proyectos y decisiones. Una persona que se mueve bajo la guía de Dios tiene
un sentido particular de dirección y hasta de liderazgo. Insistimos en esto, tu
felicidad depende de cuánta injerencia le permitas tener a Dios en tu propia vida.
¡Libérate ahora mismo del esfuerzo de guiarte a ti mismo y dale a Dios esa
responsabilidad! ¡No te arrepentirás!
“Pasemos... Partieron... Y arribaron...”. ¡Qué consolador es saber que alguien
ha trazado el camino correcto para nosotros! ¡Qué alentador es saber que si no
flaqueamos, llegaremos! ¡Bendito sea nuestro Señor y Salvador Jesucristo que
siempre nos guiará a la victoria! Sí, porque Él es el guía de nuestra almas.
5

Misionero en su propia casa


“Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti. El hombre se fue y
contó por todo el pueblo lo que Jesús había hecho por él”, Lucas 8:39 (VP).

Algunos tesoros de este pasaje:

1) Jesús hizo un viaje exclusivamente para liberar a un endemoniado. La


travesía que llevó a Jesús a la región de Gadara se extendió por muchas horas
con el único propósito de liberar a un endemoniado. Todo por un solo hombre.
Esto nos enseña que cualquier esfuerzo es válido si conduce a una persona a los
pies del Salva-dor.

2) Jesús demostró más interés por una persona que por muchos bienes. La
gente de la ciudad se preocupaba más por sus posesiones que por el desdichado
hombre. Cuando se enteraron que los cerdos se habían ahogado y su capital
había mermado le rogaron a Jesús que se fuera de la región, versículo 37. ¡Hasta
qué punto puede descender el hombre en su amor por las cosas!

3) Jesús llamó y envió a su primer misionero. ¿Dónde buscó Jesús a su primer


misionero? No lo vas a creer: ¡en un cementerio! Este hombre vivía desnudo,
estaba trastornado y corría por las montañas; dormía en cuevas, se hacía daño e
infundía miedo. Lo ataban fuertemente con cadenas pero las rompía, se
arrancaba la ropa y se cortaba con las rocas. La sociedad no sabía qué hacer con
él. Todos se dieron por vencidos y lo dejaron en el peor lugar; para nadie valía,
¡excepto para Jesús!

4) Jesús se ocupó de los espíritu malos. La presencia de Jesús humilló a los


demonios. A pesar de que ellos dominaban a este hombre, se doblegaron ante el
Señor. A pesar de haber llenado la región de temor, ahora ruegan por clemencia.
“Los demonios le rogaron a Jesús que no los mandara al abismo, donde se
castiga a los demonios. Cerca de allí, en un cerro, había muchos cerdos
comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús que los dejara entrar en esos
animales, y él les dio permiso”, Lucas 8:31-32 (TLA). Sorprende que los
lugareños le pidieran a Jesús que se fuera. En vez de agradecerle el milagro, lo
echaron.

¿Por qué Jesús no permitió que el ex endemoniado fuera con él? Porque tenía
mejores planes. Jesús estaba obligado a irse de la región, pero dejaba un
representante en su lugar. ¿Cuál sería su campo misionero? Su propia casa.
Apenas unas cuantas horas atrás se había conver-tido y ahora Jesús lo envía a
evangelizar. Los pastores suelen ser renuentes a que la gente ‘nuevita’ trabaje
para el Señor. No cometamos ese error. Jesús no le pidió al recién nacido que
diera una clase de teología o predicara acerca del milenio, simplemente le
encomendó que contara su testimonio, su propia experiencia de liberación y
conversión a aquellos que tenía más cerca. Generalmente los recién convertidos
son los que más evangelizan porque están en contacto con el mundo perdido; sus
amigos y conocidos necesitan desesperadamente las buenas noticias de
salvación. El gadareno entendió rápidamente cuál era su misión. El gada-reno
escuchó la voz de Jesús y obedeció a su mandato. ¿Por qué somos tan lentos en
escuchar y obedecer?
El propósito de Dios para la Iglesia es que comparta las buenas noticias de
Cristo a todo el mundo. 1ª Pedro 3:15 nos exhorta a estar preparados para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que demande
razón de la esperanza que hay en nosotros. Para ti, ¿qué significa Cristo? ¿Hasta
qué punto te entregarías por Él?
Juan Paton dice en su autobiografía: “En los tiempos de mi niñez todos los días
se realizaban cultos domésti-cos en los que se leía un pasaje bíblico, se oraba por
las peticiones y también por el mundo perdido”. Esto marcó su destino a tal
punto que cuando era joven ya pensaba en la posibilidad de ser misionero donde
nunca se hubiera predicado a Cristo. Un día llegaron noticias de dos misioneros
llamados Williams y Harris que habían muerto en las islas del Pacífico entre los
antropófagos de las Nuevas Hébridas. La noticia conmovió sus entrañas y este
asunto ocupó sus meditaciones y oraciones por largo tiempo hasta que decidió
partir hacia esas tierras. La iglesia en la que se congregaba intentó convencerlo
para que no fuera. Uno de los más estimados hermanos de la congregación le
gritó: “¿Entre los antropófagos? ¡Serás comido por ellos!”, a lo que Juan Paton
respondió: “Usted, hermano, es mucho mayor que yo, y en breve será sepultado
y luego será comido por los gusanos. Si yo logro vivir y morir sirviendo, honraré
al Señor Jesús. No me importará ser comido por los antropófagos o por los
gusanos; en el gran día de la resurrección mi cuerpo se levantará tan bello como
el suyo, a semejanza del Redentor resucitado”. ¡Qué entrega! ¡Qué convicción!
Juan Paton buscó diligentemente el rostro de Dios y la necesidad de misioneros
se transformó en su oportunidad de servicio. Dios puede hablarte por su Palabra
y también por las circunstancias.
Si eres consciente de una necesidad puntual, si algo aflige tu alma, presenta el
asunto al Señor porque puede ser que allí, en respuesta a esa necesidad
encuentres tu propósito.
Dios es el que produce así el querer como el hacer, Filipenses 2:13. Tu carga, lo
que quebranta tu corazón y conmueve tus entrañas bien podría ser el llamado de
Dios para tu vida.
TODO creyente tiene como principal misión llevar a Cristo. Cristo lo es TODO
o es NADA; es la más sublime de las certidumbres o la mayor de las falsedades.
Si es TODO para la humanidad es imprescindible, entonces, que TODO
cristiano sea capaz de compartir con otros el tesoro que ha encontrado. ¿Cuál es
tu respuesta? ¿Qué harás con tu vida?
6

Sanidad divina

Durante varios años sufrí un dolor lacerante en la zona lumbar a consecuencia de


tres hernias de disco (escribe José Luis). Nunca había estado enfermo con
anterioridad. Siempre fui una persona jovial, enérgica y dinámica. Practicaba
deportes varias veces a la semana y llevaba una vida saludable.

Me encontraba fuera del país cuando todo empezó. Los médicos presagiaron lo
peor. “Lo suyo es de mal pronóstico”, me dijeron. Al llegar a la Argentina me
intervinieron quirúrgicamente y de urgencia. La operación fue un éxito, sólo que
el dolor permanecía y hasta había aumentado. Durante los dos años siguientes
visité decenas de médicos con la esperanza de encontrar un tratamiento que
pudiera aliviarme. Intenté todas las terapias disponibles y nada daba resultado.
El dolor se incrementaba cada vez más. La ciencia médica parecía haber llegado
al límite conmigo. Los mejores neurocirujanos del país hicieron todo lo posible y
yo seguía igual.

Pensamientos de enfermedad y muerte bombardeaban mi mente. Y cuanto más


pensaba en ellos, más me deprimía. Llegué a confundirme de tal manera que el
diablo terminó haciéndose un festín conmigo. Sin embargo, una mañana, Dios
me habló con un pasaje del Nuevo Testamento que había leído cientos de veces
y, sin embargo, en ese momento, parecía totalmente nuevo. Cuidadosamente leí
Marcos 11:23: “Cualquiera que dijere..., y no dudare en su corazón sino creyere
que será hecho lo que dice, lo que diga será hecho”. Entendí que la palabra
“cualquiera” me incluía. Yo podía ser beneficiado por el poder de esa promesa.
Seguí leyendo: “y dijere”. No dice “cualquiera que pensare u orare”. Se trataba
de hacer una declaración de fe con la boca. Luego leí: “y no dudare en su
corazón”. “Es hora de hablar al problema con fe”, me dije a mí mismo. Mis ojos
fueron abiertos. El milagro estaba cerca de mí, en mi propia boca. Desde
entonces, cada mañana, antes de poner un pie en el suelo soltaba una palabra de
fe y bendición sobre mi propia vida. Declaraba sanidad. Me levantaba con una
actitud de fe. Y si en ese día nada sucedía, entonces pensaba que Dios me tenía
en un proceso y que, cada día que pasaba, estaba más próximo a alcanzar mi
milagro.

Dejé de enfocarme en el problema y levanté mis expectativas poniendo mi vista


en Dios. Ya no daba lugar a que mi mente se desenfrenara por cualquier
pensamiento, ahora declaraba con mi boca que el dolor me dejaba. Cuanto más
me enfocaba en la grandeza de Dios, cuanto más pensaba en sus promesas, más
fe tenía, y más cerca del día de la victoria creía estar.

La sanidad total llegó por medio de un proceso, pero llegó. Es verdad que el
dolor no desapareció instantáneamente, pero mi mente fue renovándose y mis
pensamien-tos comenzaron a obrar en mi favor. Me veía como una persona
totalmente sana. Retomé mis actividades norma-les y comencé con mi programa
de ejercicios físicos. Dejé de rendirle culto al dolor. Abandoné la forma negativa
de pensar y dejé de lado palabras y frases derrotistas que no llevaban gloria a
Dios. Descubrí en mi propia vida que una promesa de Dios proclamada cada día
resultó más efectiva que todas las terapias juntas que me habían aplicado. Y si
bien reconozco que no debemos despreciar la medicina humana, también es
cierto que la ciencia tiene un límite y Dios no.

En 2º Reyes 20:1-11 se describe la enfermedad mortal del rey Ezequías. Isaías le


dijo que aplicara una masa de higos sobre su llaga. “La Biblia no condena el que
se recurra a los remedios médicos, pero, en este caso, parece absurdo pensar que
tal masa, por sí sola, podía curar una enfermedad mortal. Dios es el autor de toda
sanidad, la aplicación de la masa de higos sugiere que la ayuda médica humana
tampoco es inapropiada. Sólo Dios puede sanar: lo hace por medio de
milagros, por medios naturales o por medios humanos. Ninguno debería ser
menospreciado. Sin embargo, la liberación de Ezequías de la muerte vino de
Dios, no del ser humano”.1

Leamos ahora acerca de la mujer que padecía flujo de sangre y tocó el borde del
manto de Jesús para ser sanada, Lucas 8:43-48. Algunos aspectos de la fe de esta
mujer merecen una consideración especial:

1. Poseía una fe incompleta. Ella creyó que si tocaba el manto de Jesús recibiría
la sanidad, pero no era el vestido de Jesús el que sanaba sino su persona. Jesús
sintió cuando virtud (poder) salía de Él, por ello preguntó quién lo había tocado.
Aunque la fe de esta mujer era imperfecta fue elogiada y recompensada: “Hija,
tu fe te ha salvado; ve en paz”, versículo 48. Otro ejemplo bíblico de fe
incompleta lo vemos en Jairo. Creía que Jesús necesitaba ir y tocar a su hija para
que recibiera sanidad, Marcos 5:23. No sabía que el Maestro tenía el poder para
curar a la distancia. Aunque la fe de Jairo, al igual que la de la mujer era
incipiente e incompleta, también fue recompensada por Jesús. No es la cantidad
de fe la que hará la diferencia en tu vida, sino el activar la fe que ya posees,
por más pequeña que sea.

La fe en Jesús activa el poder de la sanidad. Cuando el hombre cojo fue


sanado frente a la puerta del templo en Jerusalén (Hechos 3:1-9), Pedro expresó:
“Y por la fe en su nombre... ha dado a éste esta completa sanidad en presencia
de todos vosotros”, versículo 16. Es necesario activar la fe para que el milagro
se produzca.

2. Poseía una fe intrépida. Si esta mujer enferma no se hubiese arriesgado no


hubiera conseguido su milagro. De haberse quedado donde todos querían que
estuviese (fuera de la ciudad por ser impura a causa de su enfermedad) nunca
hubiera recibido la salud completa e instantánea. ¿Fue reprendida por su actitud
temeraria? No. Jesús demoró su misión a la casa de Jairo únicamente para
recompensar una fe arriesgada. ¿Crees que Dios puede hacer lo mismo contigo?
Cualquiera sea tu problema, si te arriesgas, Dios podría detenerse un instante,
retrasar su paso y premiar tu intrépida fe. Recuerda: “¡al que cree todo le es
posible!”, Marcos 9:23. ¿Tiene Jesús poder para sanar todas las enfermedades?
Sí ¿Quiere Jesús sanar siempre? No hay evidencia bíblica que demuestre lo
contrario. Los evangelios revelan a un Jesús siempre dispuesto a sanar. Cuando
envió a sus discípulos a predicar les dijo que sanaran a los enfermos, Lucas 9:2 y
10:9; Marcos 16:15-18. Predicar el evangelio y sanar a los enfermos van de la
mano.

Algunas enfermedades no son curadas instantáneamente en el momento de


la oración, otras sí. Cuando Jesús envió a los diez leprosos que habían salido a
su encuentro pidiendo misericordia, les dijo: “Id, mostraos a los sacerdotes. Y
aconteció que mientras iban, fueron limpiados”, Lucas 17:14. La expresión
“mientras iban, fueron limpiados” denota que la sanidad llegó mediante un
proceso. Los leprosos obedecieron la orden dada por Jesús y mientras iban, en
obediencia, fueron sanados. La sanidad que se logra mediante la obediencia está
confirmada por Éxodo 15:26: “Yo soy su Dios. Yo soy quien les da salud. Si
ustedes prestan atención a mis consejos y obedecen estos mandamientos y estas
leyes que hoy les doy, y hacen sólo lo bueno, no los castigaré como a los
egipcios", TLA. 2º Reyes 5:1-15 es otro caso que confirma la verdad bíblica
antes expuesta. Naamán era un buen hombre y, aparentemente su lepra no era el
resultado de algún pecado; pero no recibió su sanidad hasta obedecer la palabra
del profeta Eliseo. Las personas que no reciben sanidad inmediatamente después
de haber orado deben permanecer sumisas y obedientes a Dios porque la
obediencia es un requisito necesario para la sanidad divina, ya sea instantánea o
por medio de un proceso.

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores...Mas


él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”, Isaías 53:4-5.
La sanidad divina forma parte de la expiación redentora de Cristo en la
cruz.

No toda enfermedad es el resultado de un pecado específico, pero algunas sí lo


son. Cuando la aflicción es el resultado del pecado, la sanidad comienza con la
confesión y el arrepentimiento, Santiago 5:16 y 1ª Juan 1:8-9. “Hombre, tus
pecados te son perdonados”, dijo Jesús al paralítico, Lucas 5:20, demostrando
que dicho padecimiento era el resultado de un pecado no juzgado. Otro caso fue
el de María que enfermó de lepra por criticar el liderazgo de su hermano Moisés.
La sanidad fue retrasada por siete días a causa de su pecado, Números 12:1-16.

Debemos validar a la iglesia como comunidad terapéutica. Santiago 5:14-16


dice: “¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la
iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La
oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará... Por eso, confiésense
unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La
oración del justo es poderosa y eficaz”, NVI.

Busca diligentemente el rostro de Dios si tu salud ha sido dañada. Examina tu


vida y confiesa todo pecado. Pídele al Espíritu Santo que te muestre cómo
encontrar la sanidad, cómo ejercer la fe y activar el poder de milagros.

No desprecies la medicina humana, pero por sobre todo tratamiento confía en


Dios. Ruégale por sabiduría y, a pesar del dolor y la angustia que experimentes,
sigue buscando su presencia. Acude a las reuniones del pueblo de Dios. Nunca
menosprecies un culto o un retiro espiritual. Dios está allí. Dios habla y tú
podrías escucharlo. Es más, ¡allí podría estar tu milagro!
7

El poder de la multiplicación
"Al atardecer se le acercaron los doce y le dijeron: -Despide a la gente, para
que vaya a buscar alojamiento y comida en los campos y pueblos cercanos, pues
donde estamos no hay nada. -Denles ustedes mismos de comer -les dijo Jesús. -
No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a
comprar comida para toda esta gente -objetaron ellos, porque había allí unos
cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: -Hagan que se sienten en
grupos como de cincuenta cada uno. Así lo hicieron los discípulos, y se sentaron
todos. Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al
cielo, los bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que se los
repartieran a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y de los
pedazos que sobraron se recogieron doce canas-tas”, Lucas 9:12-17 (NVI).
A continuación, escucha la voz de Dios por medio de su palabra:

1) Este milagro sucedió fuera del templo.

El primer milagro de Jesús ocurrió en una fiesta (Juan 2:1-12). Los evangelios
relatan que Jesús sanó a la suegra de Pedro en una casa (Mateo 8:14), a un
leproso en la calle (Mateo 8:1-4), calmó la tormenta en el mar (Mateo 8:23-27),
expulsó a una legión de demonios en un cementerio (Mateo 8:28-33) y sanó a
dos ciegos fuera de la aldea (Mateo 9:27-30). En el texto que estamos
considerando, la multiplicación ocurrió en el campo (Lucas 9:10-17). Estos
pasajes manifiestan la predilección especial de Dios de obrar sobrenaturalmente
en cualquier lugar que no sea el templo, especialmente en una casa:
- El 1º milagro de Jesús fue en una casa, Juan 2:1-12.
- La 1º resurrección ocurrió en una casa, Marcos 5:35-43.
- La 1º llenura del Espíritu Santo fue en una casa, Lc. 1:41.
- El 1º culto de la Iglesia se celebró en una casa, Hechos 2.
- El 1º culto entre gentiles fue en una casa, Hechos 10.
- El 1º derramamiento del Espíritu Santo entre gentiles se manifestó en una casa,
Hechos 10:44-48.
2) Dios no hace magia sino milagros.

La comida para la multitud hambrienta no fue creada de la nada. Se necesitó que


alguien aportara cinco panes y dos peces para que Jesús realizara el milagro de la
multiplicación. El Señor hacía cuando los discípulos hacían. Dios se mueve
cuando su iglesia se mueve: “Los discípulos salieron por todas partes a
anunciar el mensaje, y el Señor los ayudaba...”, Marcos 16:20 (DHH). Milagro
es la asociación entre Dios y el hombre para que algo suceda. ¿Qué milagro
quiere Dios hacer por medio de tu vida?

3) Jesús predicó a las multitudes, pero dio de comer a grupos pequeños.

Los organizó para darles de comer, Lucas 9:14. Dios creó a la familia y no a la
multitud. Dios podría haber creado a miles de hombres y mujeres al mismo
tiempo, pero no lo hizo de ese modo. Él creó a Adán y a Eva y se relacionó con
ellos personalmente. Jesús demostró interés por las personas de manera
individual. Tomó tiempo para estar con la prostituta, el cobrador de impuestos,
el principal líder religioso Nicodemo y con cada uno de sus discípulos en forma
particular. Jesús invirtió más tiempo de su ministerio con personas aisladas que
con la muchedumbre. ¡Recibe ánimo! Aunque Dios gobierna el universo, su
mirada está atenta sobre tu vida y sus oídos abiertos a tus oraciones porque
realmente Él te ama de modo personal, Él te ve entre la multitud.

4)El poder de la bendición.

“Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los
bendijo....”, Lucas 9:16. Fue necesaria la bendición antes de la multiplicación.
Aprende a bendecir. Los hombres y las mujeres de la Biblia buscaron y lucharon
por alcanzar las bendiciones y nosotros solemos menospreciarlas. Jacob estuvo
dispuesto a engañar a su padre por una bendición. Proverbios 10:22 dice: “La
bendición de Dios es riqueza que viene libre de preocupaciones”, TLA. Bendice
a los que te rodean, bendice tu camino, tu futuro, tus planes, tu familia y todo
cuanto hagas. Jamás desprecies la bendición que alguien suelte sobre tu vida,
porque antes de la multiplicación está la bendición.

5) El poder de la multiplicación.
¿Cómo y cuándo se multiplicaron los panes y los peces? Jesús no utilizó una
varita mágica para multiplicar la comida; tampoco se produjo la multiplicación
en las manos de Jesús. Los panes y los peces pasaron por sus manos, pero no
se multiplicaron en sus manos. Sólo cuando los discípulos repartieron la
comida es que sucedió el milagro. En la medida en que entregaban los alimentos,
la cantidad aumentaba. Si se hubieran detenido en el dar también se hubiera
detenido la multiplicación. Proverbios 11:24 dice: “Hay quienes reparten y le es
añadido más y hay quienes retienen más de lo que es justo pero vienen a
pobreza”. Proverbios 11:25 expresa: “El alma generosa será prosperada...”. Si
quieres ver la multiplicación comienza a dar.

6) El poder de la buena administración.

“Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada”, Juan
6:12 (NVI). Dios no desperdicia sus recursos. ¿Por qué crees que Jesús mandó
levantar todas las migajas después de haber alimentado a la multitud? Porque
Dios detesta el despilfarro. Jesús tenía mente de buen administrador. Dios nunca
financia la irresponsabilidad; por lo cual, el que administra mal pierde. El siervo
que no negoció su talento fue castigado y despojado de todos los recursos que se
le habían confiado. No se trata de retener lo que hemos recibido sino de
hacerlo crecer. La multiplicación es la norma de Dios. Adán y Eva
administraron mal el huerto y como consecuencia perdieron el empleo y el
hogar. Dios toma en serio la administración. Dios puso ángeles para cuidar su
propiedad de los malos administradores. Si Dios lo hizo con Adán, ¿por qué
crees que no lo hará con nosotros? Dios no malgasta sus recursos y los protege
de los malos administradores. Por lo tanto, si quieres atraer las bendiciones de
Dios sobre tu vida, administra mejor.
8

Cristianos entre algodones


“Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que olvidarse de hacer lo que quiera.
Tiene que estar siempre dispuesto a morir y hacer lo que yo mande. Porque si
alguno piensa que su vida es más importante que seguirme, entonces la perderá
para siempre. Pero el que prefiera seguirme y elija morir por mí, ese se salvará.
De nada sirve que una persona sea dueña de todo el mundo, si al final se
destruye a sí misma y se pierde para siempre. Si alguno se avergüenza de mí y
de mis enseñanzas, entonces yo, el Hijo del hombre, me avergonzaré de esa
persona cuando venga con todo mi poder, y con el poder de mi Padre y de los
santos ángeles”, Lucas 9:23-26 (TLA).
Jesús demanda una entrega total de aquellos que quieren ser sus discípulos.
William Barclay comenta: “Uno debe gastar la vida y no ahorrarla. La
pregunta ya no es: “¿cuánto puedo sacar?”, sino “¿cuánto puedo dar?”. El
cristiano debe ser consciente de que se le ha dado la vida, no para que se la
guarde para sí, sino para que la gaste en los demás; no para abrigar su
llama, sino para consumirse por Cristo y por los demás”.
El mártir de las catacumbas es un libro que describe el dramático relato de un
hombre cristiano, cuando serlo costaba la vida. Marcelo se había criado bajo la
férrea disciplina del ejército romano y tenía un puesto honorable entre los
pretorianos, como guardia personal del César. Su simpatía por el cristianismo
comenzó en el Coliseo romano, al presenciar la muerte de muchos cristianos. Un
día, algo le llamó poderosamente la atención. Se trataba de un hombre llamado
Macer que descollaba como luchador frente a animales temibles. Cuando lo
obligaron a pelear con personas él se negó: “¡Augusto Emperador, yo soy
cristiano! Pelearé con fieras salvajes, pero jamás levantaré mi mano contra mis
semejantes. Moriré gustoso pero, ¡no mataré!”. Así fue como murió diciendo:
“¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!”. No podía entender cómo los cristianos
preferían morir antes que matar o deshonrar a su Dios. Ese mismo día Lúculo, su
mejor amigo, le trajo la buena noticia de que el emperador Decio (249-251 DC)
lo había ascendido en su carrera militar, al tiempo que lo comisionaba para
perseguir a los cristianos. Marcelo no estaba entusiasmado con la misión
encomendada.
Las catacumbas
Las catacumbas eran estrechos laberintos debajo de Roma. Los cristianos
enterraban sus difuntos allí y se refugiaban cuando estaban en peligro. Quien
bajaba sin ayuda podía darse por perdido. Marcelo sabía eso, por lo que
sigilosamente observó los movimientos de los cristia-nos; fue así que encontró a
Polio, un muchacho de trece años de edad. El niño se convirtió en prisionero y
Marcelo lo extorsionó para que lo llevara a las catacumbas. “No me pida tal
cosa”, exclamó el niño; “jamás voy a traicionar a mis amigos”. Marcelo lo
obligó a bajar. Cuando descendieron un nivel, Polio se detuvo y dijo: “Debo
negarme a seguir. Mis amigos se encuentran allá abajo. Antes que conducirlo a
usted donde están ellos, yo moriría cien veces”. Marcelo le mencionó que si lo
llevaba a la cárcel su madre quedaría sola. El niño inclinó la cabeza y se echó a
llorar amargamente. De esa forma Polio penetró la estrechísima abertura y se
internó con Marcelo en las profundidades de la catacumba.
Caminaron en medio de la oscuridad. De pronto llegaron a una pequeña cámara
abovedada, alumbrada por una débil luz. Marcelo estaba a punto de
descomponerse. La combinación del frío, la humedad y el mal olor que
despedían los nichos mal cerrados hacían de aquel lugar un sitio tétrico. Le
llamó la atención las inscripciones de las lápidas. Casi todas incluían la palabra
paz. “¡Qué gente más maravillosa son estos cristianos, que aun en medio de
escenarios como éste abrigan su sublime desdén por la muerte!”, dijo Marcelo.
En ese pequeño recinto se reunían como unas cien personas. El anciano que
presidía hablaba palabras que llegaban al corazón: “¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”. Luego levantó su cabeza al cielo,
extendió los brazos y habló fervientemente con Dios. Inmediatamente después
todos los presentes se dispersaron y Honorio, el anciano que presidía, quedó solo
en el recinto con Polio y Marcelo. Cuando lo vio ataviado con su uniforme
romano pensó que el niño los había traicionado y exclamó: “Ah de nosotros; mi
que-rido niño, nos has entregado”. Marcelo se encargó de demostrarle al anciano
que no tenía malas intenciones. Al contrario, mencionó que estaba en la
búsqueda de la verdad, por lo que el anciano le dispensó toda esa noche para
hablarle de Cristo y la salvación que trae a aquellos que se rinden
incondicionalmente a Él. Marcelo quedó fascinado. Le gustó tanto la historia de
Jesús que le pidió a Honorio que se la relatara otra vez. Luego de varias horas y,
en medio de un mar de lágrimas, entregó su vida a Jesucristo.
Pasó cuatro días en contemplación. Había encontrado la verdad. Ahora tenía dos
opciones: por un lado, la fama, el honor y las riquezas; y por el otro, la pobreza,
la necesidad y la angustia. Con todo, en plena conciencia, él eligió “el sufrir
aflicción con el pueblo de Dios, antes que gozar de los placeres del pecado por
un tiempo”. Informó al general de su decisión de hacerse cristiano y sufrir las
consecuencias. El general lo echó al calabozo.
Lúculo lo visitó en la cárcel. “Qué cosa tan loca has hecho amigo mío”,
exclamó. Marcelo le contó con vehemen-cia todo lo sucedido en aquella
catacumba. “Lúculo”, exclamó Marcelo, “te estimo muchísimo y estoy
agradecido por tu fiel afecto. Jamás podré olvidarlo. Pero ahora tengo algo que
te es por completo desconocido y que es mucho más precioso y fuerte que todos
los honores del estado. Es, pues, nada menos que el amor de Dios. Por este amor
estoy listo a dejar todo. Mi decisión es irrevocable. Soy cristiano”. Al siguiente
día, su amigo le comunicó la sentencia: lo habían degradado del rango de oficial
y condenado a la muerte, pero Lúculo permitió que huyera a las catacumbas.

El arresto de Polio
La conversión de Marcelo había enfurecido al emperador hasta enloquecerlo, por
lo cual la persecución se hizo más extrema. Un día los soldados detuvieron a
Polio. Marcelo fue al pretorio y habló con Lúculo. Los dos se encontraron
después de un largo tiempo, se abrazaron y lloraron. Marcelo había venido a
pedirle que dejara en libertad al niño. Lúculo dijo: “Marcelo, tú sabes que no
puedo hacer esto, a menos que el niño renuncie a ser cristiano”. Entonces
Marcelo tuvo una idea: “Lúculo, la ley romana permite canjear un prisionero por
otro. Por mi cabeza, el emperador ha ofrecido una gran recompensa. Te pido
cambiar mi vida por la del niño. Yo no tengo a nadie en esta tierra, en cambio,
este niño no tiene hermanos y su madre agoniza por su ausencia. Déjalo ir y yo
quedo en su lugar”. Lúculo no aceptó la propuesta. Su amigo Marcelo era
demasiado preciado para él, por lo que se negó y Marcelo volvió a las
catacumbas para enterarse que Cecilia, la madre de Polio, había fallecido por la
angustia.
Mientras tanto, Polio era interrogado en el pretorio. “Se te acusa del delito de ser
cristiano. Tú, ¿qué dices?”, preguntó el tribunal romano. “Excelencia, yo no soy
responsable de ningún delito”, dijo el niño. “¡Yo soy cristiano y me complace
poder confesarlo delante de los hombres!”. “Ser cristiano es ser traidor”,
imputaron los jueces. “¡Cristiano, lo soy; pero traidor, no!”, expresó el jovencito.
“Muchacho tú eres pequeño, hijo de un noble romano, único de tan preciada
familia. Deja esa loca superstición y vuelve a la religión más sabia y más
antigua. Todo lo que pertenecía a la familia de tus ante-pasados, pasará a ti”.
“Yo no puedo”, dijo Polio. “Piensa en la gloria de tus antecesores y arroja a un
lado el miserable obstáculo que te está segregando de toda la ilustrísima fama de
ellos”. “Yo no puedo. Mi fe es pura y santa; moriré pero no traicionaré a mi
Salvador”. “¿No le temes a la muerte?”, preguntaron sus acusadores. “Jesús me
da fortaleza para vencer a la muerte. No le temo. La muerte para mí no es más
que un sencillo paso de esta vida de dolor y de gemido a una bienaventuranza
inmortal. Bien sea que yo muera devorado por las fieras salvajes o por las
llamas, dará lo mismo. Él me fortalecerá para que pueda permanecer fiel. Él me
sostendrá y llevará mi espíritu a la vida inmortal en los cielos”.
La sentencia de Polio fue sumarísima e irrevocable. Hubo espectáculo en el
Coliseo. Las fieras salvajes despedazaron el cuerpito de aquel heroico niño.
Marcelo, que presenciaba el espectáculo desde las gradas, proclamó en voz alta:
“¿Dónde está, oh muerte tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro tu victoria?”. Todo
el mundo escuchó la voz y las manos se levantaron para señalar a Marcelo. “Un
cristiano, un cristiano”, dijeron. “¡Qué muera, que muera!”. Su amigo Lúculo lo
sacó inmediatamente del populacho, lo llevó a la cárcel y pasó toda la noche
tratando de disuadirlo para que abandonara la fe. Marcelo dijo: “No, mi ruta está
trazada y yo la he elegido. Sea que en esta tierra me venga dolor o alegría, yo
seguiré hasta el fin. Yo sé bien lo que me espera. He pesado todas las
consecuencias de mis acciones y, a pesar de todo, yo seguiré tal como lo
resolví”. Al día siguiente la pira estaba preparada. El fuego comenzó a arder y su
vida fue violentamente arrebatada. Lúculo, su amigo dilecto, hizo traer una urna
cineraria y colocó algunos fragmentos de huesos carbonizados por la violencia
de las llamas. En ese momento, se le acercó un anciano de pelo blanco y dijo:
“Me llamo Honorio y soy cristiano. Un amigo nuestro muy querido fue
sacrificado en este lugar y he venido confiando que se me permitirá recoger sus
cenizas”.
“Es un acierto que te hayas dirigido a mí. Si hubieras descubierto tu nombre a
otro, habrías sido capturado porque se ofrece recompensa por ti. Pero no puedo
conceder tu pedido. Las cenizas de Marcelo serán depositadas en el mausoleo de
mi familia porque él fue mi más querido amigo y, su pérdida, hace de esta tierra
un desierto para mí”, expresó Lúculo y agregó: “Mi amigo Marcelo me habló
mucho acerca de usted”. Honorio preguntó: “¿No habría preferido tu amigo que
se le diera sepultura con las ceremonias sencillas de su nueva fe y en un lugar de
reposo junto a otros mártires?”. “No cabe la menor duda en cuanto a los deseos
de él. Yo me rindo ante ellos, y me privo del honor de ofrecerle los ritos
funerarios. Llévalos, venerable Honorio. Pero, permí-teme que asista a vuestro
servicio de sepelio”, dijo Lúculo con tristeza. Al amanecer del mismo día, un
mensajero enviado por Honorio acompañó a Lúculo a las catacumbas para
presenciar, en el mismo lugar donde Marcelo se había convertido, el servicio de
despedida a su entrañable amigo.
Con el tiempo, Lúculo llegó a admirar las doctrinas gloriosas de los cristianos,
escuchando con reverencia lo que ellos decían. La memoria de su amigo tuvo la
virtud de producirle un efecto positivo. Fueron esos sentimientos los que lo
llevaron a prestarles su ayuda. Sus soldados no capturaron a ningún otro
cristiano, o si lo hacían, siempre se oiría que habían escapado de algún modo
inevitable. Su alta posición, su vasta riqueza y su ilimitada influencia estuvieron
siempre al servicio de los cristianos.
Pasaron los años y Lúculo no experimentó cambio alguno, pero cuando llegó a
viejo escuchó la voz del Salvador. Las riquezas, el honor y el poder no le
satisfacían. Su vida se deslizaba bajo una sombra de tristeza que nadie podía
curar; pero el Espíritu del Dios vino, se posesionó de él, y merced a su divina
mediación, pudo por fin regocijarse en el amor del Salvador.2
Hemos fallado a la hora de formar discípulos. Intentamos que los creyentes
vivan una vida relajada y sin sobresaltos. Hemos formado discípulos entre
almohadones. Discípulos aguados que no pueden dar una sola hora por semana a
servir en un grupo pequeño de crecimiento, pero le dan tres al facebook. No
pueden orar pero tienen tiempo para muchas, muchas otras cosas. No hablan de
Cristo en ningún lugar porque creen que no se debe mezclar el trabajo o los
negocios con la religión, pero hablan de intrascendencias durante horas. No han
entendido que abrazar a Cristo es abrazar su causa y estar dispuesto a entregar su
billetera, su trabajo, su familia y aun su vida por Jesús.
Jesús pedía todo y esa fue la clase de discípulos que obtuvo. Él lo hizo todo por
nosotros y nos pide que hagamos lo mismo por Él. De hoy en adelante
cambiaremos, daremos lo que se nos pide, exigiremos lo que se nos exige. Ser
menos y hacer menos es aguar el evangelio, menospreciar el sacrificio de Cristo
y preparar gente apta únicamente para fracasar. Dios nos libre de semejante mal.
9

Lecciones del dolor

Silvia y yo crecimos en una pequeña ciudad. Nos conocimos en la escuela


secundaria y nos reencontramos en la misma iglesia algún tiempo después.

Nos casamos en diciembre de 1988 y, en 1991 nació nuestro hijo David.


Mientras estudiábamos (Silvia, Medicina, y yo, Abogacía), cursábamos el
seminario bíblico y atendíamos una pequeña iglesia a 60 kilómetros de nuestra
casa. Cuando terminamos nuestras carreras asumimos el pastorado a tiempo
completo; teníamos 25 años.

Pasaron algunos años y a pesar de que la iglesia marchaba bien, empezamos a


sentir que Dios quería hacer un cambio en nuestras vidas. Jamás recibimos una
invitación para ir a algún sitio y éramos pastores de la iglesia donde antes
habíamos sido miembros, es decir, sin contactos ni conocimiento de otros
ministerios; pero, llamativamente, en seis meses, ¡sólo seis meses! y sin hacer
algún pedido, vinieron cinco invitaciones: una a Córdoba, otra a España, otra a
África, una a la India y otra al Chaco (Resistencia). ¡Qué gran problema!
Necesitábamos que Dios nos dijera adónde ir. Oramos, ayunamos y salimos de
retiro en varias oportunidades hasta que Dios nos habló claramente acerca de sus
planes.

Para responder a ese llamado tuvimos que hacer grandes ajustes. Silvia renunció
a su beca de postgrado en la universidad (para el doctorado en su especialidad),
que incluía no sólo los años de estudio sino un buen sueldo, además de una
pasantía de especialización en el extranjero. Le había costado mucho ingresar;
los exámenes eran rigurosos y su entusiasmo muy grande. Nunca nadie, hasta
ese momento, había renunciado a una posibilidad así, pero decidió
acompañarme. Sé que le costó mucho; a ambos nos costó.

Nos trasladamos a Resistencia con la absoluta certeza de que Dios nos quería
allí. Había un profundo convencimiento de que Dios nos invitaba a trabajar en
esa ciudad. Decidimos avanzar en fe.
La fe “es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”,
Hebreos 11:1. En otras palabras, la fe es creer que algo pasará antes que pase. La
fe es creer que tú tendrás lo que necesitas aun cuando no veas la solución a tu
problema. El primer paso para la fe es saber qué es lo que Dios quiere que
hagas. A nosotros nos fue revelada la voluntad de Dios: debíamos salir como
pastores misioneros al Chaco.

El paso siguiente en la escalera de la fe es obedecer cualquier cosa que Él te


muestra que debes hacer. La fe bíblica empieza por escuchar a Dios: “La fe es
por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”, Romanos 10:17. Saber qué es lo que
Dios quiere que hagamos es la primera parte de la fe bíblica. La segunda es dar
los pasos de obediencia que Él te muestra. La fe bíblica requiere acción de tu
parte; no es pasiva sino activa.

Faltando sólo un mes para hacer la mudanza fuimos a conocer la que sería
nuestra casa. No tenía puertas ni ventanas, tampoco piso o cielo raso; entramos
con barro hasta las rodillas y ¡sólo faltaban 4 semanas para nuestra llegada! No
hicimos comentarios, porque si Dios nos enviaba, Él se encargaría de todo; así
fue y es hasta hoy. Los hermanos trabajaron con amor y ahínco, no sólo para
terminar la casa pastoral sino en cada proyecto a lo largo de estos años. Cuando
nos mudamos estaba todo terminado; ¡ése fue el primer milagro que vieron
nuestros ojos!

Cuando escuchas a Dios y sabes qué es lo que tienes que hacer, debes hacerlo y
confiarte en sus manos creyendo que Él te llevará por el mejor camino. No es
fácil, pero es el único camino a la bendición. Hay una canción que dice: “confía
y obedece, porque no hay otro camino…”.

En marzo del ’98, es decir, cuando llegamos, la iglesia funcionaba en un edificio


pequeño y desde hacía unos años no tenía pastor. El liderazgo era escaso, pero
comenzamos a trabajar juntos como un gran equipo, motivados por la convicción
de que Dios nos había enviado con un propósito de bendición.

Empezamos a crecer. En octubre de ese mismo año nos mudamos a nuestro


actual templo. ¡Qué grande nos parecía! Todos los hermanos hicimos una ronda
y tomamos posesión declarando que la presencia de Dios no nos abandonaría. El
único problema era que costaba cientos de miles de dólares y no teníamos
siquiera uno. La primera ofrenda para el proyecto provino de una persona que no
asistía a la iglesia pero que, por el buen testimonio como congregación, quería
colaborar con el desafío. Allí comenzamos a desarrollar una fe activa. Dos años
después compramos (otra vez sin dinero y sin ayuda, excepto la de Dios) el
terreno contiguo, con la idea de extendernos. En cuarenta días de oración se
colocaron los 40.000 ladrillos para la ampliación. El 9 de julio de 2003
festejábamos la ampliación del templo. Luego compramos otra propiedad y
volvimos a extendernos. A poco de finalizada la obra, volvimos a comprar otra
propiedad contigua hasta adquirir todo lo que nos quisieron vender, con el
propósito de ampliar el auditorio.

A lo largo de estos años hemos sido testigos una y otra vez del obrar
sobrenatural de Dios. Hemos visto su provisión, su amor hacia la iglesia;
también hemos sentido el palpitar de su corazón hacia las necesidades de las
personas. Hemos visto con ojos expectantes muchas sanidades, liberaciones,
restauraciones familiares, cambios de vida y el nacimiento de nuevas iglesias.
Pero todavía falta mucho. Es por ello que en este tiempo, como un nuevo paso
de fe, nos extendemos hacia adelante, en la búsqueda de nuevas revelaciones,
nuevas palabras de fe que extiendan el reino y lleven gloria al nombre de Jesús.
Lo que hemos vivido a partir de aquella invitación que nos extendió el Espíritu
Santo ha sido hermoso, pero queremos seguir avanzando. Su reino debe crecer.
Cristo viene a buscar a una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga.

Al mirar hacia atrás no podemos decir más que Eben Ezer, hasta aquí Dios nos
ha ayudado y tenemos la convicción de que si lo obedecemos Él nos seguirá
apoyando. ¡Y todo comenzó cuando en un día de retiro escuchamos la voz de
Dios!

Lucas 9:28 dice: “Aconteció como ocho días después de estas palabras, que
tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar". “Y subió al monte a
orar”. Jesús no fue “a un monte”, sino “al monte”, Lucas 6:12 y Mateo 14:23.
¿Qué monte? Su monte. Jesús tenía un lugar preferido para encontrarse con su
Padre. Si quieres alcanzar el éxito en tu vida ministerial debes tener tu propio
monte; un lugar “sagrado” en el que puedas hablar con Dios una vez al día, todos
los días. ¿Qué sucedió después que Jesús estuvo en “su monte”? Tuvo poder
para sanar a todos, Lucas 6:19; tuvo sabiduría para escoger a su círculo íntimo,
Lucas 6:13; y tuvo revelación para predicar el sermón más famoso de su vida,
Lucas 6:20-26.

Si quieres tomar buenas decisiones, conéctate con la fuente de la sabiduría.


¡Busca tu monte! ¿Quisieras saber cuál fue nuestro monte dónde Dios nos reveló
su plan? Una vieja casa prestada a la vera del río Carcarañá. ¡Cuántas cosas
maravillosas vivimos con Dios allí! Orar es una sabia decisión. El tiempo que
pases en oración te multiplicará el restante, a la vez que direccionará todos tus
esfuerzos para que alcances lo que te has propuesto. San Agustín dijo: “haber
orado bien es haber trabajado bien”.

El dolor nos despierta


En el pasaje mencionado anteriormente dice que cuando los discípulos:
“Estuvieron bien despiertos vieron la gloria de Jesús...”, Lucas 9:32 (LBLA).
Mientras Jesús oraba tuvo una revelación y un encuentro celestial. Los
discípulos no disfrutaron de ese privilegio porque estaban durmiendo. A menos
que permanezcas despierto, las grandezas espirituales no te serán reveladas. Los
que duermen se pierden muchas bendiciones. Hay que despabilarse. El letargo
espiritual causa estragos.

¿Qué cosas nos despiertan en la vida? “El dolor tiene la facultad de despertar a
una persona. Una vez alguien dijo de una joven cantante que era técnicamente
perfecta, pero sin sentimiento ni expresión: “Será estupenda cuando algo le
rompa el corazón”. A menudo el dolor nos despierta con rudeza, y en ese
momento, a través de las lágrimas, vemos la gloria. Un sentimiento de necesidad
puede despertarnos a Dios. Una prueba insuperable; una tentación arrolladora;
una enfermedad grave, una pregunta incontestable podrían despertar un
sentimiento de necesidad de Dios”, G. Hendriksen.

Hay algo más que no te contamos en ese proceso de obedecer a Dios y salir de
nuestra zona de comodidad para trasladarnos a un lugar que no conocíamos. El
ajuste que hice en mi vida (escribe Silvia) fue doloroso. Cada mañana, cuando
me dirigía al hospital (antes de venir a Resistencia) el Espíritu Santo me decía
que tomara un día para escuchar su voz. Yo siempre terminaba de la misma
manera: "Señor, sabes que no puedo hacerlo, no puedo faltar al trabajo,
sobrecargo a mis colegas, es mucho lo que tengo que hacer". Luego, el Espíritu
Santo hacía silencio. Esto ocurrió por varias semanas. Mi primer día libre me
ofrezco para acompañar a José Luis a un evento pastoral y hacer las veces de
chofer. Ese día cambió la historia de mi vida. Tuve un accidente y perdí la
movilidad de los brazos. Pasé por un tiempo que necesitaba ayuda para las tareas
más básicas de la vida, como higienizarme, ir al baño o cambiarme de ropa. La
electromiografía mostraba una pérdida de fuerzas importante por lesión del
plexo braquial. Vi mi vida terminada. Supe que no volvería a hacer partos y que
todo lo que me apasionaba no significaba nada. En medio del dolor pacté con
Dios, si Él me ayudaba y yo recuperaba mis fuerzas, si mis brazos se
restablecían, yo me comprometería a servirle. Renunciaría a la carrera (algo que
por mí misma nunca hubiera hecho) acompañaría a mi esposo a Resistencia y me
dedicaría a servirle el resto de mi vida. El dolor tiene la facultad de despertarnos
como pocas cosas en la vida. El dolor me llevó a obedecer a Dios y hoy estoy
enormemente agradecida por haberlo hecho.

Procura en este día encontrar tu propio "monte" para escuchar la voz de Dios y
recibir todos los recursos que necesitas para cumplir con el ministerio. No
permitas que la pereza, el cansancio o la apatía adormilen tu espíritu. No vaya a
ser que pase frente a ti Su gloria sin que te des cuenta de ella.

Finalmente, si estás en dificultades que embargan tu corazón recuerda que Jesús


también las sintió. Aunque experimentes la gloria de Dios y tengas tu propio
"monte" habrá momentos en que el descenso al valle del dolor es inevitable.
Recuerda que esa porción del camino forma parte de tu glorioso destino.

Escucha la voz de Dios, disfruta de su presencia y, cuando llegue la hora del


dolor, reconoce que se acerca el momento de tu máxima victoria y de tu mayor
triunfo.
10

Todo o nada

“Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que


vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos;
mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Y dijo a otro:
Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el
reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que
me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que
poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”,
Lucas 9:57-62.

Se cuenta que cierta vez una zorra se cayó en un pozo de agua. Luego de unas
horas llegó una cabra con sed, pero no se animaba a descender. Al ver a la zorra
en lo profundo del pozo pensó que había bajado a propósito, por lo que
preguntó: “Zorra, ¿está fresca el agua?”. La astuta zorra le dijo: “¡Oh, sí! ¡Ven a
beber, vamos, baja!”. Como un acto reflejo se tiró al pozo. De pronto, la zorra
que no podía salir, trepó por el lomo de la cabra y saltó hacia afuera, al tiempo
que se burlaba del pobre animal. En lo oscuro del pozo la cabra gritaba por
ayuda, mientras la zorra sarcásticamente le decía: “Si hubieras tenido sentido
común no te hubieras tirado”. Moraleja: piensa bien antes de actuar.

En este pasaje se presentan tres candidatos como potenciales seguidores de


Jesús:

1) Un escriba, Mateo 8:19. Este hombre se ofreció a seguir a Jesús sin


condicionamiento alguno. Posiblemente había visto demasiados milagros, y
entusiasmado, creyó ver la oportunidad de extraer alguna ventaja personal. Sin
embargo, Jesús nunca quiso que alguien lo siguiera sin evaluar el verdadero
costo. Nunca sedujo a la gente con falsas promesas. Con su respuesta es como si
le hubiera dicho: “No te apresures; no te precipites. Deja las emociones de lado y
piensa bien antes de comprometerte. Y si decides seguirme, debes saber que el
camino no será color de rosa sino que muchas veces sufrirás incomodidades y
privaciones materiales. Posiblemente no se escuchen aplausos, ni cuentes dinero,
ni obtengas reconocimiento humano. Si decides seguirme hazlo por amor y no
por interés. Aun así: ¿estás dispuesto a seguirme?”. Ignoramos la respuesta del
escriba. ¿Cuál sería la tuya?

Este hombre representa a los creyentes almáticos, es decir, aquellos que se dejan
guiar sólo por sus sentimientos. “Quienes se agarran a la primera emoción, se
soltarán al primer tirón”, Matthew Henry. En un tiempo de “subida
emocional” hacen promesas que luego no cumplen; empiezan una célula y, al
poco tiempo la cierran; se suman a un ministerio, para dejarlo ante la mínima
dificultad. Quieren emprender grandes cosas pero naufragan por su falta de
perseverancia. Pedro es un ejemplo; en un momento prometió permanecer con
Jesús y nunca abandonarlo (Mateo 26:33-35) y algunas horas después lo negó
con juramentos y maldiciones (Mateo 26:74). Para ser usado por Jesús, Pedro
debió madurar y, cuando lo hizo, se convirtió en el primer predicador de la
iglesia y en un verdadero pilar de la cristiandad. ¿Estarías dispuesto a cambiar
para que Dios pueda usarte sin límites?

2) Un discípulo, Mateo 8:21. A diferencia del primero, éste, siendo un discípulo,


fue invitado por Jesús a un mayor compromiso. El hombre pide una
postergación: “Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre”. El
escriba fue demasiado rápido, éste demasiado lento. La respuesta de Jesús
evidencia que Él no acepta excusas para servirlo. Por supuesto que Jesús no está
en contra de los vínculos familiares ni de las responsabilidades sociales, pero
coloca las prioridades del reino primero. Nada debe anteponerse a Dios y el
deber de anunciar las buenas noticias. La obra de Cristo debe ocupar toda
nuestra atención y ninguna otra cosa distraernos de la misión evangelística.
Cualquiera puede hacer tareas mundanas, pero sólo un cristiano podrá realizar
tareas que den vida a muertos espirituales. En otras palabras, Jesús lo quiere todo
o no quiere nada; los servicios prestados con tibieza causan náuseas.

3) Un oyente, Lucas 9:61. Esta persona quiere seguir a Jesús, pero sólo después
de despedirse de sus familiares. La petición parecía razonable; sin embargo,
Jesús la rechaza. Jesús no otorga permiso para dilatar la entrega y el
compromiso. Es ahora o posiblemente no sea nunca. Jesús conoce el futuro de
cada persona. De haber concedido la petición, posiblemente tal persona nunca
hubiera sido un discípulo suyo, ya que los afectos familiares lo hubieran
retenido. En este oyente observamos que las prioridades no estaban bien
establecidas y tenía su corazón dividido; Jesús no era su todo, Colosenses 1:18.
Por eso, Jesús dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia
atrás, es apto para el reino de Dios”.

Los dos últimos casos representan a aquellos que tardan demasiado en tomar las
decisiones correctas. Saben qué tienen que hacer, pero no lo hacen. Prolongan
indefinidamente una situación y siempre ponen excusas. Son los que dejan las
cosas importantes y espirituales para después. No es que no quieran servir a
Dios. No es que no quieran honrarlo. Sí quieren hacerlo, pero después. Típico de
personas jóvenes que no se juegan por el Señor porque sus padres no son
creyentes; o de personas cuyos cónyuges no los acompañan a la iglesia y
prefieren consentir con ellos antes que arriesgarse por aquello que les traerá
bendición. Frases tales como: “Voy a involucrarme cuando viva solo”, “cuando
tenga mi departamento”, “cuando mis padres no me controlen”, “cuando termine
mi carrera”, “cuando tenga un poco más de tiempo”, "cuando mis hijos crezcan",
"cuando me estabilice económicamente", etc. Cada argumento es una excusa
para dilatar lo importante y aunque resulte razonable no alcanza para satisfacer
al Dios de la gloria.

Se cuentan las memorias de un hombre que al morir llegó al conciliábulo mismo


del infierno. Allí presenció una importante asamblea de demonios. Su
presidente, Abadón o Satanás ocupaba la silla principal. La asamblea discutía un
punto importante: ¿qué plan implementarían para asegurar que los hombres
perdieran sus almas? Varios demonios se pusieron de pie ofreciéndose a
encabezar un plan a fin de que el hombre se pierda eternamente:

- ¿Cuál es tu plan?, dijo Satanás.

- Yo les diré que Dios no existe.

- No, dijo Satanás. Esa es una mala idea. No los convencerás pues en el fondo
del corazón nadie niega la existencia de Dios.

- ¿Cuál es tu plan?, volvió a preguntar el diablo a otro demonio.

- Yo les diré que no hay infierno.

- No; tampoco sirve, pues ellos experimentan en vida el infierno de los


sufrimientos.

Se levantó un tercero y dijo:


- ¡Soberano! Yo iré y les diré a los hombres que Dios existe, el cielo existe y el
infierno también, pero les diré que no se apresuren, que no tengan prisa, que no
se preocupen por sus almas ahora, ya que pueden dejar esos asuntos para más
adelante. Les diré que hay tiempo, mucho tiempo.

- ¡Bravo, bravo!, dijo Satanás. ¡Qué idea tan genial! Tú irás a la tierra y harás
esta tarea.

Cuentan que todavía sigue cumpliéndola porque le ha dado muy buenos


resultados a lo largo de la historia.

La palabra más peligrosa en el vocabulario de un cris-tiano es "mañana".

¿Fue demasiado exigente Jesús con sus seguidores? Su propia determinación por
cumplir la tarea asignada por el Padre, sin importar el costo, es un ejemplo para
todos los que quieran ser sus seguidores. Cuando Él dijo que sufriría
injustamente y moriría para salvarnos, agregó: “Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”, Lucas 9:22-23. Él no
pide algo que no haya dado antes.

Servir a Cristo demanda una entrega total. Dios no puede utilizar a una persona
de manera óptima si tiene el corazón compartido.

Jesús no promete comodidad; es más, Él no la tuvo. “A medida que se desarrolla


su historia, Judea lo rechaza (Juan 5:18), Galilea lo expulsa (Juan 6:66), Gadara
le ruega que salga de su distrito (Mateo 8:34), Samaria le niega albergue (Lucas
9:53), la tierra no lo recibe (Mateo 27:23), y finalmente aun el cielo lo abandona
(Mateo 27:46). Por cierto, hay recompensas gloriosas para todos los verdaderos
seguidores del Señor, pero es siempre el camino de la cruz el que lleva al hogar
(Mateo 10:24; Lucas 14:26; Juan 16:33; 2ª Timoteo 3:12; Hebreos 13:13)”.4
11

Se necesitan obreros
“Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó
de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir.
Les dijo: “Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos.
Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a
recogerla”, Lucas 10:1-2 (DHH).

“Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos
los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que
envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa
gente”, Lucas 10:2 (BLS).

“Después de esto...”. El capítulo anterior terminó con las excusas expresadas


por tres supuestos seguidores de Jesús. Qué consolador debe haber sido para el
Señor saber que hubo setenta y dos de sus discípulos que estuvieron dispuestos a
servirlo sin condiciones ni reservas.

“El Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó...”. El trabajo de
anunciar al mundo el amor de Jesucristo no es para pocos. Evangelizar no está
reservado sólo a unos cuantos “profesionales” llamados pastores, maestros o
evangelistas. El hecho de que Jesús designara a otros setenta y dos demuestra
que no era un trabajo exclusivo para Él o los apóstoles sino una tarea de todo
creyente. Sí, una tarea para ti. ¡Siéntete incluido! Sin embargo, muchos no se
dan por aludidos y debido a ello Jesús, en lugar de pedirnos que oremos por
una gran cosecha, nos pide que oremos por más obreros. ¡Qué vergüenza!
Por lo menos tres veces se registran en las Escrituras que Jesús expresó
exactamente lo mismo, Mateo 9:37-38; Juan 4:35 y Lucas 10:1-2.

Imagina este texto bíblico en los siguientes términos: Dios, como dueño, está
escribiendo un cartel con sus propias manos y la siguiente leyenda: “Se necesitan
obreros. Contáctese con las oficinas del cielo a cualquier hora”. Luego,
imagínate a Dios o a los ángeles pegando esa solicitud de empleo en la puerta de
todas y cada una de las iglesias cristianas alrededor del mundo.
¿Te has puesto a pensar que la empresa de Dios es la única que tiene problemas
en conseguir trabajadores? Hoy día el problema global no es la falta de
trabajadores. Al contrario, sobran; lo que falta es trabajo. Cuando una institución
o empresa necesita empleados coloca un aviso publicitario en cualquier diario y,
al día siguiente, tiene una cantidad inmensa de personas esperando ser
contratadas. Debido a la gran oferta de trabajadores se dan el lujo de seleccionar
a los mejores. En la empresa de Dios hay trabajo, pero escasean los obreros:
“Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos”.

¿Por qué el Señor tiene tanta dificultad para conseguir obreros? ¿No paga?
¿Paga mal o poco? Nada de eso. “Ni antes cuando era joven, ni ahora que ya
soy viejo, he visto jamás gente honrada viviendo en la miseria, ni tampoco que
sus hijos anden pidiendo pan”, Salmo 37:25 (TLA). “... De sus riquezas
maravillosas mi Dios les dará, por medio de Jesucristo, todo lo que les haga
falta”, Filipenses 4:19 (TLA). ¿Es un mal jefe? “Dios mío, tú eres bueno y
siempre actúas con justicia...”, Salmos 25:8 (TLA). “Porque el Señor es bueno
y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre”, Salmo 100:5
(NVI). ¿Otorga pocos beneficios? “Bueno es el Señor con quienes en él
confían, con todos los que lo buscan”, Lamentaciones 3:25 (NVI). “Bueno es el
Señor; es refugio en el día de la angustia, y protector de los que en él confían”,
Nahúm 1:7 (NVI).

Si Dios es bueno y misericordioso; si trabajar para Él reditúa innumerables


beneficios, ¿por qué cuesta tanto conseguir obreros? Se podrían especular
muchas razones, pero resaltaremos sólo dos:

1) La vergüenza. Cuando comencé a ir a la iglesia (es-cribe José Luis) compré


una pequeña cartera negra en la que 'guardaba' mi Biblia por temor a que mis
amigos la vieran. Me daba vergüenza confesar que me había convertido en
cristiano practicante. ¿Sabes cuándo se terminó la vergüenza? Cuando Dios me
dijo: "Mira a tu alrededor, dime qué ves y qué escuchas". Me di cuenta lo que
Dios quería enseñarme. Si tú prestas atención lo descubrirás también. Escucharás
por la radio programas que ponen al aire infinidad de mentirosos que prometen
lo que no pueden hacer. Haz zapping alguna madrugada por las emisoras
radiales en AM y te darás cuenta de lo que digo. Astrólogos, parasicólogos,
tarotistas y perso-nas que prometen “arreglar todo” pululan por el éter
cautivando los corazones de muchos incautos que creen a sus mentiras. ¿Qué
decir de los diarios en la sección de los clasificados? ¡Basta ya! Es hora de
levantar la voz en cuello y hacer saber al mundo la verdad. Tú y yo la
conocemos, pues démosla a conocer. No te olvides de las palabras de Jesús:
“Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación
adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando
venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”, Marcos 8:38.

2) No reconocer la urgencia de la misión. Si entendiéramos que las personas


que mueren sin Cristo van literalmente al infierno nos preocuparíamos más por
ayudarlas. No existe un estado intermedio. No hay purgatorio ni otra
oportunidad. Es cielo o es infierno y la decisión la toma la persona aquí en la
tierra aceptando o rechazando el amor de Cristo. “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna...”, Juan 3:16-18.

Conclusión
No necesitas escuchar un llamado especial para compartir el evangelio; Dios ya
ha hablado, ¡sólo se necesita que respondas afirmativamente!
¿Te has presentado ante la oficina celestial para ofrecerte como obrero de Dios?
¿Qué esperas? En la obra no puede haber desempleados porque Dios tiene
trabajo suficiente. No te sientes a esperar. No seas un espectador. Sé parte de la
empresa más importante que existe en el universo y trabaja para el 'jefe' más
bondadoso y justo que pueda existir. ¡Nunca te arrepentirás!
12

Cómo amar al estilo de Dios

“Pero él (un intérprete de la ley), queriendo justificarse a sí mismo, dijo a


Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le
despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que
descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo
un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a
misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y
poniéndole en su cabalgadu-ra, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al
partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo
que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te
parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El dijo: El
que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”,
Lucas 10:25-37.

La pregunta: “¿quién es mi prójimo?”, denota que para ese fariseo algunas


personas no eran dignas de ser amadas; en otras palabras, su amor tenía límites.
Los judíos interpretaban: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico
19:18) diciendo que el prójimo era todo aquel que no fuera su enemigo. Algunos
incluso decían que el prójimo era otro judío, por lo tanto, no se debía amar a
quienes eran extranjeros. Finalmente, los fariseos restringían todavía más su
amor diciendo: “ama a tu prójimo, el fariseo”. Jesús en el sermón del monte
refutó esta postura diciendo que debemos amar aun a los enemigos, Mateo 5:43-
48.

Por medio de esta parábola Jesús dejó en claro que todo ser humano es digno de
amor y que, en lugar de destacar la dignidad de aquel a quien se ama, lo que
realmente importa es la actitud de aquel que ama.

Indudablemente la persona malherida en el camino a Jericó era judía, de lo


contrario, Jesús lo hubiera mencionado. En condiciones normales ese judío
hubiera odiado al samaritano. El sacerdote y el levita evitaron al herido. ¿No
ocurre hoy en día lo mismo con aquellos que sufren y necesitan ayuda? Muchos
miran de reojo lo que sucede pero sin comprometerse. La Argentina ha
legalizado el matrimonio igualitario que beneficia una minoría, pero no se ha
preocupado por declarar como delito el consumo de pornografía infantil, por lo
cual, miles de niños pierden su inocencia y su futuro. Está en pleno debate la
legalización del aborto, es decir, hacer legal la muerte de miles de niños
indefensos y muchos actúan igual que el sacerdote de la historia: “simplemente
no quieren verse comprometidos”.

En condiciones normales, la persona que yacía herida ni siquiera hubiera mirado


a la cara de quien ahora es su benefactor. Pero en la necesidad tuvo que aceptar
la ayuda de un samaritano. Éste, por su parte, aunque sabe que es odiado por
quien está malherido, aún así lo asiste. Jesús elogia esta actitud porque es la
misma que tiene Dios para con nosotros.

En condiciones normales la gente rechaza a Dios. Es soberbia, altanera y se


burla de Dios. Sin embargo cuando el diablo los visita, cuando caen en
desgracia, cuando el mundo los desecha y quedan a la vera de la vida,
malheridos, angustiados, enfermos y deprimidos, Dios, que tiene sobradas
razones para pasar de largo, detiene su marcha para darles una mano. ¿Por qué lo
hace? Por amor. El amor no toma en cuenta las razones, simplemente
responde a la necesidad. Su actitud es digna de ser imitada. La pregunta no
debiera ser: ¿quién es mi prójimo? sino: “¿me comporto como prójimo de los
demás?”.

El Antiguo Testamento narra la historia del profeta Jonás, cuyo proceder debería
hacernos reflexionar. Jonás no es conocido por grandes hazañas ni por poderosas
palabras de revelación. Jonás no tuvo un gran ministerio; más bien se lo conoce
por su desobediencia. Aunque tenía el enorme privilegio de guiar a toda una
nación a los pies del Señor, se desconectó de su llamado y se fue a “dormir”.

Estaba molesto porque Dios lo usaba. Es el primer predicador que quiere


que nadie se convierta. El libro de Jonás refleja a un Dios poderoso y soberano.
Él controla todo. Le ordena a un pez que se coma al profeta; manda a la
tempestad que se mueva sobre el mar y a un gusano que destruya una planta.
Todo en la naturaleza obedece a Dios, excepto el ser humano. Dios trajo
avivamiento a Nínive a través de un predicador que no amaba a las
personas. ¿Es posible servir al Señor de ese modo? ¿Es posible estar en el
ministerio sin amar lo que uno hace? Parecería que sí. Sin embargo, ¡cuidado!
Servir de ese modo no agrada a Dios y trae mucha frustración. Jonás no amaba
lo que Dios amaba, porque lo que Dios ama son las personas.

Tú puedes estar rodeado de una atmósfera de milagros; peces que se comen


personas; gusanos que secan plantas y ciudades que se avivan, pero podrías ser
un impiadoso desobediente. Jonás vio transformado su mundo exterior, pero
nunca permitió que Dios lo cambiara internamente. Más allá de los milagros
debes procurar que tu mundo interior esté en orden y siempre alineado con el
propósito de Dios de salvar a este mundo de la eterna perdición. ¡Ama a las
personas!

Reflexión final
El samaritano asegura al posadero que no sufrirá pérdida alguna por el buen
cuidado que brinde al judío. En otras palabras le dice: “cuando venga de regreso,
yo mismo pagaré todo gasto adicional en que puedas incurrir. Cárgalo a mi
cuenta, no le cobres a él”. Dios ha puesto bajo nuestro cuidado personas con
necesidad; debemos asistirlas. Y Dios nos recuerda una y otra vez que Él mismo,
a su regreso, se encargará de pagarnos lo que gastemos en esas personas. ¿No te
resulta asombroso? Dios tiene tanta confianza en cada uno de nosotros que
coloca bajo nuestra administración las personas que Él mismo salvó en la cruz.
Es nuestro deber hacer la tarea de la mejor manera, sabiendo que Dios no dejará
pasar un solo acto de amor que hagamos por ellas. ¡Gloria a Dios por su bendito
llamado y nuestro gran privilegio!
13

Padre Nuestro

“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus
discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en
el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y
perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los
que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, Lucas 11:1-
4.

En nuestra niñez hemos sido particularmente bendeci-dos con esta porción de las
Escrituras. Alrededor de los seis años (escribe José Luis) la maestra de
catecismo me enseñó a orar el Padrenuestro. Fue lo primero que aprendí y nunca
olvidé. Ella quería que no repitiéramos la oración como loros sino que
reflexionáramos en cada frase. Por mi parte (escribe Silvia) mi abuela Mercedes
me enseñó a repetir el Padrenuestro mientras cocinaba huevos 'pasados por agua'
(la clara está cocida y la yema caliente pero líquida). Para que saliera a punto
debía colocar el huevo en agua caliente, rezar lentamente un Padrenuestro y, al
finalizar la oración, apagar la hornalla. Era garantía para que saliera exquisito.
De pequeña estaba convencida que salía riquísimo porque rezaba. Ahora
pensemos juntos, mi abuela podría haberme dicho que contara hasta cincuenta y,
probablemente hubiese obtenido el mismo resultado. Sin embargo, ella me
estaba enseñando algo más que a cocinar. Con mucha sabiduría me enseñó a orar
mientras hacía cosas cotidianas. Aprovechó la oportunidad para inculcar un
principio espiritual en una actividad tan simple como preparar un huevo.

Observemos de cerca el Padre nuestro:

Padre nuestro que estás en los cielos. El enfoque de la ora-ción comienza en


Dios. Antes de pedir algo para nosotros, el primer lugar debe ser ocupado por
Dios, su gloria y el respeto que le es debido. “Sólo cuando damos a Dios el lugar
que le corresponde se colocan todas las cosas en su debido lugar”, William
Barclay.

A Dios se lo llama Padre. La palabra Padre denota que no somos extraños para
Él. No necesitamos entrar en puntas de pie para evitar su enojo. Él ansía
escuchar nuestra voz. “No tienes necesidad de descubrir la manera de arrebatarle
una bendición a Dios, como si tuvieras que atraparlo para que te diera algo que
Él preferiría guardar para sí. La Palabra de Dios enseña que a Dios le encanta
otorgar bendiciones a sus hijos. Esa es su naturaleza; Él es así: un Dios generoso,
que nos bendice, nos estimula, nos nutre, nos da poder, nos ama”, Bill Hybels.
No tengas reservas en presentarle a Dios tus peticiones. Eres su hijo/a. Y por ser
hijo, heredero legítimo de todo lo que le pertenece al Padre. No hay nada en
todo el universo que le impida dirigir toda su atención a las oraciones que tú
haces.

Santificado sea tu nombre. Significa honrar a Dios siempre. Honrar significa


estimar, valorar y respetar; tener a alguien en gran consideración. La honra se
muestra no sólo con las palabras, sino con las actitudes y los pensamientos. Si
honramos a Dios, Él nos honrará a nosotros. “...Yo honraré a los que me honran,
y los que me desprecian serán tenidos en poco”, 1° Samuel 2:30.

Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.


En otras palabras, que el número de creyentes aumente y el mal retroceda. Esta
frase entraña el compromiso de hacer que el evangelio corra. El nacimiento de
Jesús trajo a Dios hasta los hombres, pero fue necesaria su muerte para llevar a
los hombres hasta Dios. Este es el mensaje que todo cristiano debe predicar.

Jesús tiene que ser conocido en “todo el mundo”, “en todas las naciones” y por
“toda criatura”. ¡Esta es la misión sublime de cada creyente! Oswald Smith, en
su libro Pasión por las almas, dice: “Amigos míos, estamos abrumados de
actividades eclesiásticas, mientras que la verdadera tarea de la iglesia, la de
evangelizar el mundo y ganar a los perdidos queda casi completamente
olvidada”.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. David Platt, en su libro Radical, nos
recuerda la historia de un héroe de la fe llamado George Müller (1805-1898) que
pastoreó una iglesia en Bristol, Inglaterra, por sesenta años. Fundó un orfanato y
durante su vida se hizo cargo de más de diez mil huérfanos. Lo notable es que
nunca pidió dinero u otros recursos para las necesidades de los huérfanos. En su
lugar, únicamente oraba y confiaba en la provisión de Dios. En su libro diario
escribió: “Si yo, un hombre pobre, tan sólo mediante la oración y la fe he podido
obtener, sin pedir nada en particular, los medios para establecer y llevar adelante
un orfanato, debe de haber algo que, con la bendición del Señor pueda contribuir
de manera positiva a fortalecer la fe de los hijos de Dios, aparte de ser un
testimonio para las conciencias de los inconversos acerca de la realidad de las
cosas de Dios. Esta fue la razón principal para fundar el orfanato... El objetivo
primero y principal del trabajo fue que Dios pueda ser magnificado al verse que
los huérfanos bajo mi cuidado reciben todo lo que necesitan, sólo mediante la fe
y la oración, sin que yo ni mis compañeros pidamos nada a nadie, y así puede
verse que Dios todavía es fiel y escucha la oración”.

Müller decidió que quería vivir de tal manera que todos los que miraran su vida,
cristianos y no cristianos, vieran de modo evidente que Dios es verdaderamente
fiel en proveer para su pueblo. Arriesgó su vida confiando en la grandeza de
Dios y, al final, magnificó a Dios.

Dios se deleita al usar a cristianos comunes que llegan al final de sí mismos y


deciden confiar en su extraordinaria provisión. Está listo para darles su poder a
todos los que dependen de manera radical de Él y están dedicados a
engrandecerlo de manera radical.5

Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los


que nos deben. Una persona que no puede perdonar ha olvidado cuán grande es
la deuda que Dios le ha perdonado. Jesús dijo: “Y cuando estén orando, si tienen
algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo
les perdone a ustedes sus pecados”, Marcos 11:25 (NVI). Pablo expresó:
“Abandonen toda amargura, ira, enojo, gritos y calumnias, y toda forma de
malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense
mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”, Efesios 4:31-32
(NVI).

¿Reconoces alguna ofensa en tu corazón? Enfrentar un problema del alma no


resuelto beneficiará tu salud emocional. Si quieres ser sano en todas las áreas,
tendrás que resolver viejas deudas que otros tienen sin saldar contigo.
Posponerlo podría condicionar tu futuro negativamente.

Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Otra versión dice: “Y no nos
dejes a merced de duras pruebas”. “Tentación quiere decir situación de prueba e
incluye mucho más que la seducción al pecado: todas las situaciones que
constituyen un desafío y una prueba a la integridad y fidelidad de una persona
pueden transformarse en tentación. No podemos librarnos de ellas, pero las
podemos afrontar en comunión con Dios”.6

El Padrenuestro es una invitación para que alcances la victoria con los recursos
de Dios. No estás solo en medio de las pruebas y, aunque por momentos sientas
que sí, esta oración te conecta con Dios, el único que puede alterar el curso de
los acontecimientos. Sí, Dios puede intervenir y librarte de modos que ningún
ser humano puede. Eleva tu oración y con fe di: "¡líbrame del mal!".

Conclusión
El pasaje comienza con Dios en el cielo y termina con Dios en la tierra,
ayudando al hombre. Promete no sólo el pan de cada día sino, también, la
persona del Espíritu Santo. En otras palabras, Dios se encarga de asegurarnos su
provisión y su presencia. Él suplirá las necesidades materiales, además de todas
las espirituales. ¡Ese es nuestro Dios! ¡Gracias Señor!
14

Mitos de la oración
"Supongamos —continuó—que uno de ustedes tiene un amigo, y a medianoche
va y le dice: "Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un amigo
recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle". Y el que está adentro le
contesta: "No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme a darte nada". Les digo que, aunque no se
levante a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le
dará cuanto necesite. Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y
encontrarán; lla-men, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe;
el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes que sea
padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O si le
pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben
dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Es-píritu
Santo a quienes se lo pidan!", Lucas 11:5-13 (NVI).

A continuación algunos mitos acerca de la oración:

1. La oración es un monólogo. Falso. La oración es un verdadero diálogo; es


comunicación. Muchos creyen-tes viven su oración como un monólogo porque
son los únicos que hablan. La oración siempre incluye el escuchar a Dios. En
verdad, aquello que Dios nos dice en oración es mucho más importante que lo
que nosotros le decimos a Él.

2. La oración puede no tener respuesta. Falso. Jesús relaciona la oración con


la parábola del amigo inoportuno para asegurarnos de que la oración va a ser
contestada. Siempre habrá respuesta a nuestras oraciones y esto por dos motivos:
1) Por la insistencia. El llamado persistente del visitante nocturno era mayor
molestia para el dueño de la casa que abrir la puerta y darle el pan. 2) Por la
relación de familia. En la parábola se habla de dos amigos, pero Jesús indica
que entre Dios y los creyentes existe un nexo más fuerte: Dios es su padre y
concede sus dones porque Él ama a sus hijos. No hará por ellos menos de lo que
un padre terrenal haría por los suyos.

3. Los silencios de Dios indican pecado en nuestra vida. Falso. Oración no


contestada no significa oración estorbada. La demora no siempre se debe a un
pecado oculto. Job era un hombre recto y su relación con Dios no tenía fisuras,
sin embargo atravesó por un tiempo de prueba y silencio de Dios. Otro caso es el
de Lázaro. Jesús demoró su visita y no dijo por qué. María y Marta le pidieron a
Jesús que ayudara a su hermano, pero hubo silencio. Jesús no respondió sino
hasta después de la muerte de Lázaro. ¿Por qué? María quería que su hermano
enfermo fuera sanado; en cambio, Jesús quería que resucitara de los muertos.
Cuando Dios retrasa la respuesta es porque quiere hacer un milagro más
grande. María y Marta tuvieron una revelación más completa de la persona de
Jesús a causa de lo ocurrido. Ellas conocieron que Jesús era la resurrección y la
vida. ¿Qué sucedería con nosotros si Dios respondiera rápi-damente a nuestras
oraciones? Dios está interesado en desarrollar nuestro carácter, quiere que
seamos perseverantes. Una demora en la contestación puede ser la más grande
bendición.

4. Oración y petición es lo mismo. Falso. Nada es tan importante y de mayor


prioridad para un cristiano que profundizar su relación de amor con Dios. “Más
bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas
les serán añadidas...”, Mateo 6:33. Los creyentes corremos el riesgo de
buscar las dádivas de Dios, en lugar de buscarlo a Él. Judas traicionó a Cristo
cuando comprendió que con Jesús no se haría rico. Judas buscaba la
prosperidad a expensas de su relación de amor con el maestro. Como
muchos hoy en día, buscaba la bendición en vez de buscar al que bendice.
Deuteronomio 28:2 es enfático en este sentido: “Y vendrán sobre ti todas estas
bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”. La
prosperidad forma parte del plan de Dios para nuestras vidas, 3ª Juan 2. Dios
quiere tu prosperidad en todas las cosas, pero no es su deseo que prosperes
más en las cosas materiales que en las espirituales. En otras palabras, no
busques sus favores, busca primero su presencia. Esa es la verdadera
prosperidad.

Truman Capote escribió un único libro titulado A sangre fría. Se convirtió, a


causa de su obra en el más famoso de los escritores. Nunca terminó otro libro.
Murió en l984 por problemas relacionados con el alcohol. Su éxito fue su
destrucción. En el prólogo de una obra inconclusa escribió: “Se derraman más
lágrimas por las plegarias contestadas que por las no contestadas”. Si Dios
retarda una oración, no te impacientes, podría ser tu bendición.

5. Cuanto más larga sea una oración, mayor probabilidad de que sea
contestada. Falso. Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta por medio de una
oración que duró 4 segundos 230 milésimas, 1º Reyes 17:20-22. La respuesta de
Dios fue al instante. Oración corta, respuesta inmediata. En otra oportunidad
pidió fuego del cielo, y para ello, oró durante 20 segundos 386 milésimas, 1º
Reyes 18:37. La oración es la expresión del corazón humano en conversación
con Dios. La efectividad de una oración no se relaciona con su longitud sino con
su intensidad. Oraciones kilométricas no aseguran respuestas eficaces.

Levanta en este mismo instante una oración ferviente surgida de la profundidad


de tu ser. Dios te ama y quiere encontrarse contigo. Él está tan cerca como a la
distancia de una oración.
15

La dieta de los ojos

“Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu
cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, tu cuerpo está lleno de
oscuridad. Asegúrate de que la luz que crees tener no sea en realidad oscuridad.
Si estás lleno de luz, sin rincones oscuros, entonces toda tu vida será radiante,
como si un reflector te llenara con su luz”, Lucas 11:34-36 (NTV).

Tenemos algunos recuerdos compartidos durante la niñez. Nuestras madres eran


rellenitas. La obsesión de ambas se centraba en bajar de peso. Toda dieta nueva
que salía era probada en casa: la dieta de la luna, del sol, del agua, de la
manzana, del limón, de la sopa y todas las que te puedas imaginar. Generalmente
el lunes era el día de inicio de la dieta, luego de un fin de semana repleto de
excesos y, finalizaba, cuanto mucho, el viernes de la misma semana.

Cuando hablamos de dieta pensamos en adelgazar. Sin embargo, hay otro tipo de
dieta que la Biblia recomienda, no para adelgazar sino para cuidar nuestra
santidad: la dieta de los ojos.

El ojo es como la boca, tendrá apetito de aquello con que suele alimentarse. Tus
ojos desearán lo que provoca placer, además de todo lo que acostumbra a ver.
Por ejemplo, si dejas que tus ojos se saturen de pornografía verás que cuanto
más miras, más deseas; y cuánto más deseas, mayor será la probabilidad de que
tengas algún tipo de práctica sexual. “¿Quién se tomaría un vaso de agua
sabiendo que tiene unas gotas de veneno? Nadie en su lucidez mental lo
acercaría a su boca para ingerirlo por el hecho de que lo podría enfermar. Lo
mismo sucede con nuestra mente. Lo que consumimos con nuestra vista puede
enfermarnos, crear adicciones y obsesiones. La pornografía es el SIDA mental
que, de a poco, va matando los principios morales hasta volverte un esclavo de
ella. Nuestra mente es como una esponja, absorbe todo lo que se le acerca. Lo
que entra en la mente de alguna forma vuelve a salir”.7

El cuerpo es siervo de la mente y la mente puede condicionarse y dirigirse.


John White explica: “La mente es como una computadora, responde de acuerdo
a los patrones de información que han sido programados en ella. Si tú sientas a
un niño de cinco años frente a un televisor y lo dejas mirar televisión chatarra
por diez horas al día, ¿qué canciones crees que cantará, y hacia qué productos
crees que correrá en el shopping? Es posible programar el pensamiento de la
gente. Los gobiernos han demostrado por milenios que se puede controlar el
pensamiento de la gente, en gran medida, al controlar los procesos educativos y
las fuentes de in-formación que reciben. Cuando el Dr. Pavlov tocaba una
campana antes de alimentar a sus perros, no pasó mucho tiempo antes de que los
perros salivaran ante el sonido de la campana, ¡no al ver la comida!”.

Si una persona ha estado alimentando su mente con pornografía, participando en


actividades sexuales ilícitas, asociándose con personas que lo impulsan al mundo
del libertinaje, ¿cuánto tiempo crees que pasará antes de que su cuerpo responda
de una manera acorde a los estímulos recibidos?

Cierta vez un joven se acercó al gran evangelista Billy Graham y le hizo el


siguiente comentario: “Pastor, a veces tengo la sensación de que dentro de mí
hay dos perros, uno bueno y otro malo. Hay momentos cuando pienso que el
perro bueno va ganando la batalla y otras veces siento que el perro malo gana.
¿Qué tengo que hacer?”. Sabiamente, el anciano predicador le dijo: “Deja de
alimentar el perro malo. Mátalo de hambre”.

Tus pensamientos surgen de la interacción de tu mente con el medio que te


rodea. Somos lo que pensamos y mucho de lo que pensamos surge de lo que
miramos. A menudo no nos damos cuenta de que podemos controlar
nuestros sentimientos mediante el control de los pensamientos a través de la
dieta de nuestra mente. 8

¿Cómo alimentas tu mente? En otros términos, si el 80% de nuestro aprendizaje


viene por la vista, ¿qué estás mirando? ¿Tienes una dieta saludable de los ojos?
Recuerda, la puerta más grande a tu mente está en tus ojos.

El apóstol Pablo enseñó en 1ª Tesalonicenses 4:7 que el Señor no nos ha llamado


a inmundicia sino a santificación.

Es necesario hacernos eco de lo que Dios dijo: "Sean santos porque yo soy
santo", 1ª Pedro 1:16, porque sin santidad nadie verá a Dios.
Un pacto con los ojos, imitando el ejemplo del hombre más justo del Antiguo
Testamento puede significar para nosotros un nuevo nivel de libertad y
crecimiento. Job 31:1 dice: "Hice pacto con mis ojos...". De este hombre Dios
habló: "No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él. Siempre me obedece
en todo y evita hacer lo malo", Job 1:8 (TLA). La dieta de los ojos puede ser la
llave que abrirá la puerta a tus más grandes bendiciones.
16

El capitalismo y el diezmo

“... Es cierto que deben diezmar, pero sin descuidar las cosas más
importantes”, Lucas 11:42; Mateo 23:23 (NTV).

El capitalismo dice que los bienes pertenecen al individuo que los gana; uno es
dueño de una cosa y hace con ella lo que quiere. El socialismo dice que los
bienes son de la sociedad y deben repartirse entre todos. Ninguna de estas
filosofías es correcta. La Biblia dice que Dios es el dueño absoluto de todo. “...
Señor... todo lo que hay en el cielo y en la tierra es tuyo”, 1º Crónicas 29:11
(DHH). El Salmo 24:1 expresa: “La tierra es del Señor y todo lo que hay en
ella; el mundo y todos sus habitantes le pertenecen”, NTV. Deuteronomio 10:14
menciona: “Mira, los cielos más altos, y la tierra y todo lo que hay en ella
pertenecen al Señor tu Dios”, NTV. Pablo lo dice así: “... por medio de él
(Jesús), Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra.
Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver... Todo fue creado por
medio de él y para él”, Colosenses 1:16 (NTV).

Juan Carlos Ortiz en relación a este tema explica: “Puede que tú digas: “este
terreno es mío, tengo la escritura en mis manos donde dice que el propietario soy
yo”. Sin embargo, aunque podamos ir hasta la primera transacción efectuada con
esa tierra, notaremos que el primer propietario la usurpó, ya que no hay ningún
título que acredite que Dios se la vendió a él. Busca en tu casa: ve si tu abuelo te
ha dejado la escritura que dice que Dios ha cedido sus derechos sobre esa
porción de la tierra. Ese terreno estaba antes de que algún ser humano acreditara
posesión sobre él”. Dios nunca vendió o cedió su derecho de propiedad a nadie.
Él retiene su derecho. Todo sigue siendo de Él. Dios sigue siendo el dueño
porque Él creó todo de la nada. No pidió prestado ni se endeudó. Él es el dueño
por creación.

Entonces, si no somos propietarios de nada en esta vi-da, ¿qué somos?

Somos siervos; mayordomos y administradores de los bienes de Dios. “La tierra


no debe venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía. Tú sólo eres un
extranjero y un arrendatario que trabaja para mí”, Levítico 25:23 (NTV). ¡Lo
único que tenemos es la confianza de Dios para administrar lo que es suyo!

Dios nos confió muchas cosas: la familia, el tiempo, el dinero, las capacidades,
los talentos, los dones, etc. Pero no te olvides: ¡todo es de Él! Nosotros somos
mayordomos. La Biblia dice: “¡Todo lo que tenemos ha venido de ti, y te damos
sólo lo que tú primero nos diste!”, 1º Crónicas 29:14 (NTV).

No uses como propio lo que es ajeno. No olvides que el Señor vendrá y pedirá
cuenta de tu mayordomía.

Ahora bien, aunque todo es de Dios, estamos autorizados a utilizar el 90% de los
ingresos y darle a Él sólo el 10%. ¡Ningún ‘negocio’ puede ser mejor! “Dios
tiene derecho a una parte de nuestros ingresos, no porque la necesite, sino
porque nosotros necesitamos darla”, James Dobson. “La décima parte de los
productos de la tierra, ya sea grano de los campos o fruto de los árboles, le
pertenece al Señor, y debe ser apartada, es santa para el Señor. Si deseas volver
a comprar esa décima parte del grano o de la fruta que pertenece al Señor,
tendrás que pagar su valor, más un veinte por ciento. Cuenta uno de cada diez
animales de tus manadas y rebaños, sepáralo, es santo para el Señor”, Levítico
27:30-32 (NTV).

“El primer día de cada semana, cada uno debería separar una parte del dinero
que ha ganado...”, 1ª Corintios 16:2 (NTV).

NOTA. No es que Dios nos pida el 10% de lo nuestro, sino que Él nos da el 90%
de lo que es suyo.

¿Qué hacemos con el 90% restante? Recordemos que no es nuestro; es de Dios.


Entonces, no podemos gastarlo en lo que nos da la gana, sino que debemos
agradar a Dios. El 90% es para que vivamos y bendigamos a otros.

En tu presupuesto mensual, ¿qué lugar ocupa el Señor, su obra y los


necesitados? ¿Alguna modificación en la forma de administrar tus recursos
puede darle mayor gloria a Dios? ¿Gastas sin pensar? Pregúntate en oración: ¿El
dinero se ha convertido en mi siervo a fin de cumplir con la misión de Dios o
sigue siendo el 'dueño de mi vida'?
17

El hábito de diezmar

“... Es cierto que deben diezmar, pero sin descuidar las cosas más
importantes”, Lucas 11:42; Mateo 23:23 (NTV).

Algunas palabras en la Biblia se repiten una y otra vez. Quizás te sorprenda


saber cuántas veces se reiteran:

- Creer (272 veces); amar (714 veces); orar (371 veces) y dar (2162 veces).

El diezmo significa la décima parte. El acto de diezmar consiste en dar el 10%


de los ingresos; mientras que ofrendar es entregar una cantidad no determinada,
aparte del diezmo. Debemos diezmar porque Dios lo manda: “Una décima parte
de los productos de la tierra pertenece al Señor... pues están consagradas al
Señor”, Levítico 27:30 (PDT).

Jesús enseñó que debíamos diezmar, Lucas 11:42. Se-gún Malaquías 3:10, los
diezmos deben llevarse al templo. Debemos dar sistemática y
proporcionalmente, es decir, en relación a lo que hemos ganado, 1ª Corintios
16:2 y; debemos dar generosa y alegremente, 2ª Corintios 9:7.

En cuanto a las ofrendas, en la iglesia primitiva el acto de ofrendar constituía


una parte importantísima del desarrollo de la vida cristiana. Según Hechos 4:36-
37 se consideraba a la ofrenda un privilegio, por lo cual los creyentes ofrendaban
con alegría, 2ª Corintios 8:3-5; 2ª Corintios 9:6-7.

¿Podemos utilizar el diezmo para hacer ofrendas particulares? No. Las ofrendas
particulares deben salir de nuestro bolsillo y no del de Dios. ¡Qué fácil es hacer
caridad con el dinero ajeno! Tampoco debe utilizarse para regalar muebles u
otras cosas para la iglesia (ventilador, alfombras, etc.). ¿Cómo te sentirías si al
cobrar tu sueldo, en vez de dinero te entregan un paquete con cosas que no has
pedido ni quieres? Separa el 10% de tus ingresos como una forma de honrar a
Dios. Elije los mejores billetes y consagra tu diezmo y ofrenda junto a tu
familia.

¿Existen promesas para el que diezma?


- Dios promete prosperidad. ¡El Señor siempre recompensa la obediencia!
“Traigan todos los diezmos al depósito del templo, para que haya suficiente
comida en mi casa. Si lo hacen, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, les
abriré las ventanas de los cielos. ¡Derramaré una bendición tan grande que no
tendrán suficiente espacio para guardarla! ¡Inténtalo! ¡Pónganme a prueba!”,
Malaquías 3:10 (NTV).

- Dios promete que conforme a tu generosidad aumentará tu prosperidad:


“Y Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten. Entonces siempre
tendrán todo lo necesario y habrá bastante de sobra para compartir con otros...
De la misma manera, él proveerá y aumentará los recursos de ustedes y luego
producirá una gran cosecha de generosidad en ustedes. Efectivamente, serán
enriquecidos en todo sentido para que siempre puedan ser generosos...”, 2ª
Corintios 9: 8-11 (NTV).

Debemos diezmar y ofrendar con gratitud y alegría de corazón. “Cada uno debe
decidir en su corazón cuánto dar; y no den de mala gana ni bajo presión,
porque Dios ama a la persona que da con alegría”, 2ª Corintios 9:7 (NTV).

El evangelista Velma Gardner cuenta su historia: “Estábamos en la gran


depresión. Mi padre murió, así que mi hermano mayor y yo nos hicimos cargo
de nuestra madre y cinco hermanos. Los hombres se quedaban sin trabajo por
miles. Éramos tan pobres que cada mañana tenía que ponerme cartones en los
zapatos para no pisar la tierra y, como no podía permitirme el gasto de cinco
céntimos en cordones, usaba un pedazo de alambre para atarlos. Un día, un
amigo me dijo: “creo que puedo conseguirte un trabajo en una fábrica de cajas”.
Me emocioné. Cientos de hombres intentaban conseguir trabajo, pero me
eligieron a mí. La fábrica quedaba a 25 millas de nuestra casa, por lo que me
quedaba en una derruida cabaña junto al río. Comencé con un salario de 20
dólares a la semana, lo cual era mucho dinero en ese tiempo. Dios me habló toda
la semana acerca de diezmar. Cuando llegué a casa ese sábado por la noche, dije:
“Madre, creo que deberíamos diezmar. Sé que somos pobres y necesitamos todo
lo que gané, pero quiero obedecer a Dios”. Mi madre lloró y dijo: “Hijo, camina
con Dios; él cuidará de nosotros”. El domingo por la mañana di dos dólares
como diezmo y un dólar de ofrenda. ¡Qué feliz estaba por haber obedecido a
Dios! Inmediatamente, Él comenzó a bendecir mi alma. El aire parecía más
fresco, la hierba más verde, las flores más bonitas, los pájaros cantaban más
fuerte y yo me sentía mejor. ¿Por qué? Porque Él estaba abriendo las ventanas de
los cielos sobre mi alma.

Contento fui a trabajar al siguiente día, pero cuando llegué a la fábrica estaba el
capataz esperándome. Lo llamaban “el viejo gruñón”. Nadie lo había visto
sonreír. Era el terror de todos los obreros. Gritaba: “Tú, ven aquí”. El diablo
puso en ese momento un pensamiento en mi mente: “¿No te gustaría tener esos
tres dólares para volver a la ciudad? ¡Te van a despedir!”. Con temor me detuve
delante del viejo gruñón y él, con una mirada muy fija me dijo: “He observado
como trabajas”. Realmente tuve miedo. Él continuó: “Acabamos de comprar una
máquina eléctrica para hacer cajas. Mi hijo la manejará y tú serás su ayudante.
Recibirás un aumento del 33%”. Yo grité: "¡Aleluya!". Lo hice tan alto en mi
alma que el diablo debió haberse caído de espaldas. El sábado por la noche
cuando regresé a casa anuncié gozosamente: “Madre, Dios ha bendecido nuestra
obediencia, ¡me han aumentado el sueldo!”. Ese domingo, tuve más diezmo para
dar y una mayor ofrenda.

La mañana siguiente volví a trabajar y para mi horror, ahí estaba el encargado


otra vez. El diablo de nuevo bombardeó mi mente: “No te puedes deshacer de mi
tan fácilmente. Testificaste lo que Dios hizo cuando comenzaste a diezmar, pero
ahora vas a perder tu trabajo. Este es tu final”. Nuevamente, con temor y temblor
me detuve ante el viejo gruñón. Casi sonrió al decir: “Acabamos de comprar otra
máquina, ahora puedes manejarla tú. Recibirás el doble de dinero”. ¡El diablo se
fue de prisa al infierno! En seis semanas estaba ganando más dinero que
cualquier otro hombre que llevara allí veinte años, incluyendo el mismo
capataz”. ¡No me digas que no vale la pena diezmar!9
18

El culto a los detalles y el olvido de lo


esencial

“Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer con él; así que
entró en la casa y se sentó a la mesa. Pero el fariseo se sorprendió al ver que
Jesús no había cumplido con el rito de lavarse antes de comer. —Resulta que
ustedes los fariseos —les dijo el Señor—, limpian el vaso y el plato por fuera,
pero por dentro están ustedes llenos de codicia y de maldad. ¡Necios!... —¡Ay
de ustedes, fariseos!...”, Lucas 11:37-44 (NVI).

Con gran tino el comentarista William Barclay tituló este pasaje El culto a los
detalles y el olvido de lo esencial.

Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo y quedó sorprendido de que


Jesús no se lavara las manos. Como respuesta, Jesús acusó a los de su clase por
la hipocresía en sus costumbres, ya que colocaban el énfasis en cosas sin
importancia y descuidaban lo realmente trascen-dente. Algo parecido sucede hoy
en día. Suele criticarse los aspectos exteriores que no concuerdan con la
‘tradición cristiana’, pero se minimiza lo importante. Un arito más o una pulsera
menos, el largo del cabello o de la falda, son sólo ejemplos de cosas a las que se
les da demasiada importancia, mientras se descuidan aspectos esenciales del
carácter como la santidad y la integridad. La generación de los que diezmaban la
ruda y pasaban por alto la justicia y el amor de Dios no ha pasado todavía.
Cuidémonos de darle a las cosas secundarias un lugar que no merecen y de pasar
por alto aquellas que son esenciales.

Las mismas personas que tenían la función de abrir las escrituras a la gente eran
precisamente quienes la cerraban bajo una enorme carga de tradiciones humanas.
En lugar de enseñar que la salvación viene por la confianza en Dios, anunciaban
que la salvación provenía de obedecer un sinnúmero de reglas y tradiciones
humanas. Habían sustituido la salvación por fe por un intento de salvación por
obras. ¡Dios nos libre de cometer hoy los errores del ayer!
Jesús reprende a los fariseos por ser tan cuidadosos en guardar los ritos
religiosos. ¿Por qué los seres humanos somos tan apegados a los ritos, las
costumbres, las cábalas, las supersticiones, los fetiches y cosas similares? La
razón es simple, los ritos externos nos dan tranquilidad. Es hacer algo y esperar
un resultado por ello. Atribuimos al acto en sí mismo un poder mágico. Ningún
rito, aunque sea cristiano, puede sustituir la presencia de Dios. Los seres
humanos anhelamos la comunión íntima con Dios; sin embargo, como
consecuencia de la desobediencia todo lo externo se ha vuelto superlativo. En el
huerto del Edén cuando Dios buscó a Adán, éste se había escondido porque
‘estaba desnudo’. Se hace presente por primera vez el valor de la autoimagen y
desde entonces todos somos presa de la imagen. Esto no quiere decir con el
cuerpo en sí sino con la imagen personal.

Los ritos externos permiten proyectar una imagen de ‘falsa santidad’. Si


observamos atentamente todas las religiones, veremos que están repletas de ritos,
ceremonias y ejercicios. ¿Por qué? Porque en todas las religiones el que practica
esos ritos está en el control de lo que ocurre. Al hacer lo que hace, muestra su
justicia dando una imagen de bondad; y como todos queremos ser aceptados y
destacados, la práctica de la religión consiente que una persona se destaque a sí
misma. Eso pasaba con los fariseos y puede pasarnos a nosotros. Creer que
porque vamos a la iglesia, damos dinero para la obra o servimos al Señor
estamos haciendo todas las cosas bien, es un peligro que debemos evitar. Ver
nuestra religión como nuestra justicia puede ser nuestra propia ruina. Los
fariseos creían que estaban haciendo todo bien; pero Jesús los confronta. “Si
tuvieran el mismo cuidado en mantener limpio el corazón como en limpiarse las
manos, serían mejores personas”, sentencia William Barclay al respecto. ¿Por
qué sustituimos la relación con Dios por la religión?

La religión:

- Es relativamente fácil: sé lo que tengo que hacer, lo hago y se termina el


pendiente. He cumplido. Hay paz momentánea.

- Mantengo el control: hago lo que determino hacer. Sé que esperar, sé que


vendrá, no hay expectativas pero tampoco sobresaltos.

- Prevalecen mis condiciones: digo cuando comienza y cuando termina mi


compromiso. Siento seguridad al mantener el absoluto control de todo lo que
ocurre.
La relación con Dios es totalmente distinta:

- No es fácil. Encontrar la presencia de Dios es algo que no podemos “manejar”.


Debemos buscar y esperar. A veces se da de manera sencilla, otras no. Pero
siempre exige esfuerzo de búsqueda.

- No podemos controlar lo que sucede. Si bien es cierto que Dios no hará más
allá de lo que permitamos, también es cierto que sus demandas son sumamente
claras y no previsibles para nosotros. Él tiene pensa-mientos muy diferentes a los
nuestros, cuando Él habla sale de lo cotidiano. Estar ante la presencia de Dios
exige rendir nuestra voluntad, y eso, es algo que a muchos les da miedo.

- No existen condiciones. Puedes decidir cuándo co-menzar, pero no puedes


decidir cuándo terminar. Moisés permaneció cuarenta días en el monte. Para
muchos de nosotros, comprometernos con la presencia de Dios es rendir la
agenda, los programas, los objetivos y las prioridades; en otras palabras, el
control de nuestras vidas. Eso es muy, muy arriesgado, máxime en un tiempo en
el que las expectativas de otros y las exigencias de muchos nos apremian por
todos lados. Compromisos, palabras empeñadas, obligaciones asumidas hacen
que encontrarse con Dios no sea cosa sencilla. En cambio, cumplir con un rito
cualquiera puede.

No dejes que el temor a lo desconocido, al compromiso o a las demandas de


Dios te separen de lo genuino. No permitas que la costumbre te aparte del
Eterno. Si practicas ritos religiosos probablemente tengas una autoimagen
positiva, pero debajo de esa sombra que proyectas, habrá dolor, angustia y
soledad porque es imposible encontrar la paz duradera, el gozo verdadero y la
plenitud de vida por otro medio que no sea la presencia del Señor. Arriésgate, sal
de tu comodidad, deja los ritos inútiles, renuncia a tus cábalas y comienza a
desear un toque real del Dios de toda la gloria. ¡Nada se compara a eso!
19

El temor de Dios

“Les diré a quién temer; teman a Dios quien tiene el poder de quitarles la vida y
luego arrojarlos al infierno. Claro, él es a quien deben temer”, Lucas 12:5
(NTV).

La Biblia relata que la gloria de Dios fue manifestada el día de Pentecostés como
consecuencia de la obediencia de los discípulos. Jesús les había ordenado
permanecer en Jerusalén y esperar la promesa del Bautismo con el Espíritu
Santo, Hechos 1:4-5.

Resulta curioso que sólo ciento veinte recibieran la llenura del Espíritu Santo
(Hechos 1:15) cuando Jesús se había aparecido a más de quinientas personas
después de su resurrección, 1ª Corintios 15:6.

¿Quiénes fueron los que se beneficiaron con la presencia y el poder del Espíritu
Santo? Sólo los que obedecieron a sus palabras. No hay atajos en el camino a
la bendición. La senda a la gloria pasa por la estación de la obediencia.

La obediencia atrajo la gloria y, como resultado, el temor de Dios inundó toda la


ciudad: “Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran
hechas por los apóstoles”, Hechos 2:43. La gente estaba asombrada por el poder
de Dios manifestado a través de los discípulos.

Sin embargo, a poco de la revelación de la gloria de Dios, se perdió el temor y


llegó el juicio, Hechos 5:1-11. De hecho, por este pasaje corroboramos que
cuanto más grande es la gloria revelada, más rápido será el juicio por la
irreverencia.

Veamos más de cerca el asunto. Ananías y Safira vendieron un terreno. Como


matrimonio decidieron dar a la causa de Cristo una parte y aparentar que habían
dado todo. Su pecado fue el engaño. Mintieron al Espíritu Santo para recibir la
alabanza de la gente. En otras palabras, no tuvieron temor de Dios. John
Bevere dice: “Si usted desea la alabanza humana, temerá al hombre. Si teme al
hombre, le servirá; porque será siervo de aquello que teme. Ellos temieron más
al hombre que a Dios. Eso hizo que argumentaran intelectualmente sobre sus
acciones y se presentaran ante el Señor sin temor santo. Si hubieran temido a
Dios, nunca habrían mentido en presencia de Él”.10

“Y vino gran temor sobre toda la iglesia...”, Hechos 5:11. ¿Por qué razón el
juicio de Dios se manifestó tan drásticamente? ¡La falta de temor! ¿Qué cosa
fue restablecida a través del juicio? ¡El temor a Dios!

Pensemos en otro ejemplo bíblico. Nadab y Abiú eran sacerdotes, hijos de


Aarón, Éxodo 28:1. Un día hicieron algo que Dios no les había ordenado:
ofrecieron fuego extraño, Levítico 10:1. Al hacerlo, fueron irreverentes e
irrespetuosos con Dios. ¿Cuál fue la consecuencia? “Y salió fuego de delante de
Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová”, Levítico 10:2. No podemos
ser admitidos en la presencia de Dios con una actitud irrespetuosa. El servicio
nunca sustituye la obediencia y la falta de temor siempre atrae el juicio.

Dios fue, es y será siempre el Gran Rey y debe ser reverenciado como tal.
Quizás en la iglesia primitiva, con el paso del tiempo la gente llegó a sentirse
muy familiar con la presencia de Dios; llegó a ser demasiado común para
algunos de ellos, pero despertó de su costumbre cuando Ananías y Safira
cayeron muertos a los pies de Pedro. Tal vez debamos repensar algunas cosas y
ver cómo estamos tratando a Dios. Pedro nos exhorta: “...Sean ustedes santos en
todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó..., y vivan con temor
reverente mientras sean peregrinos en este mundo”, 1ª Pedro 1:15-17 (NVI). Y
el salmista dice: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a
ellos hará conocer su pacto”, Salmo 25:14. “Temed a Jehová, vosotros santos,
pues nada falta a los que le temen”, Salmo 34:9. En otras palabras: ¡la
obediencia atrae la presencia de Dios y el temor garantiza su permanencia!

¿Has tratado a Dios con excesiva familiaridad? ¿Has sido irrespetuoso con Él?

¿Cómo podrías reverenciar más a Dios? Menciona tres o cuatro acciones que
demuestren respeto y honra a Dios.

Recuerda que las personas irrespetuosas con Dios no escaparán a su juicio. No te


confundas, juicio demorado no significa juicio anulado.
20

Si quieres caminar sobre las aguas,


tienes que salir del bote

No podemos recibir nada de Dios que no sea por medio de la fe, y esa fe debe
ser activa.

La fe te conduce a la prosperidad. “Cierto día, una viuda... fue a ver a Eliseo


y clamó: Mi esposo... ha muerto... pero ahora ha venido un acreedor y me
amenaza con llevarse a mis dos hijos como esclavos. – ¿Cómo puedo ayudarte?
– preguntó Eliseo –. Dime, ¿qué tienes en tu casa? – No tengo nada, sólo un
frasco de aceite de oliva – contestó ella. Entonces Eliseo le dijo: – Pídeles a tus
amigos y vecinos que te presten todas las jarras vacías que puedan. Luego ve a
tu casa... vierte en las jarras el aceite de oliva que tienes en tu frasco y cuando
se llenen ponlas a un lado. Entonces ella hizo lo que se le indicó. Sus hijos le
traían las jarras y ella las llenaba una tras otra. ¡Pronto todas las jarras
estaban llenas hasta el borde! – Tráeme otra jarra – le dijo a uno de sus hijos.
– ¡Ya no hay más! – le respondió. Al instante, el aceite de oliva dejó de fluir”,
2º Reyes 4:1-6 (NTV). ¿Cuándo dejó de fluir el aceite? ¡Cuando se terminaron
las jarras! ¿Quién le puso límite a la manifestación sobrenatural de Dios? ¡La
viuda! La provisión de Dios estuvo limitada por la cantidad de vasijas
recolectadas por la viuda. No es Dios sino nosotros mismos los responsables
de la prosperidad alcanzada.

¿Cuál fue la razón por la que los discípulos no pudieron echar fuera el demonio
en un niño? La falta de fe, Mateo 17:20. Somos los únicos que podemos limitar
el fluir de Dios en nuestras vidas.

Abraham actuó de manera parecida. Estaba hablando con Dios y rogándole que
no destruyera la ciudad de Sodoma por amor de aquellos que eran justos,
Génesis 18:16-33. Abraham comenzó a pedir que no castigue a la ciudad a causa
de cincuenta justos. En caso de que no se hallara esa cantidad pidió por cuarenta
y cinco, luego por cuarenta, por treinta, por veinte y llegó a rogar clemencia por
diez justos; luego se detuvo. A medida que Abraham pedía, Dios le concedía;
cuando Abraham dejó de pedir, Dios detuvo el dar.

En 2º Reyes 13:14-19 tenemos otro ejemplo. El profeta Eliseo está enfermo de


muerte. El rey de Israel viene a verlo preocupado por el ejército enemigo.
“Eliseo le dijo: – Consigue un arco y algunas flechas. Y el rey hizo lo que se le
indicó. Luego Eliseo le dijo: – Pon tu mano sobre el arco. Eliseo puso sus dos
manos sobre las manos del rey. Luego le ordenó: – Abre la ventana que da al
oriente. Él la abrió y Eliseo le dijo: – ¡Dispara! Así que el rey disparó una
flecha y Eliseo proclamó: – Esta es la flecha del Señor, una flecha de victoria
sobre Aram, porque tú conquistarás por completo a los arameos en Afec. Luego
Eliseo dijo: – Ahora levanta las demás flechas y golpéalas contra el piso.
Entonces el rey las tomó y golpeó el piso tres veces; pero el hombre de Dios se
enojó con él y exclamó: – ¡Tendrías que haber golpeado el piso cinco o seis
veces! Así habrías vencido a Aram hasta destruirlo por completo. Ahora
saldrás vencedor solamente tres veces”, NTV. El rey fue el único que puso
límites al poder de Dios. Para ver los resultados de tu fe deberás actuar.

La siguiente es una historia verdadera: Tess, una niña de tan sólo 8 años escuchó
a sus padres hablar acerca de la salud de su hermanito Andrew. Estaba muy
enfermo y su familia no tenía dinero. Sólo una operación costosísima podría
salvar a Andrew. La niña escuchó que su padre estaba gestionando un préstamo,
pero no lo conseguía. También oyó murmurarle a su madre, quien tenía los ojos
llenos de lágrimas, “sólo un milagro puede salvarlo.”

Tess fue a su cuarto y sacó un frasco de mermelada que mantenía escondido en


el ropero. Vació su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente. Luego
colocó las monedas en el frasco nuevamente, lo tapó y se escabulló por la puerta
trasera. Caminó hasta llegar a la farmacia. Esperó pacientemente su turno. El
farmacéutico parecía muy ocupado y no le prestaba atención. Tess movió su pie
haciendo ruido para ser oída. Nada. Se aclaró la garganta con el peor sonido que
pudo. Nada. Finalmente, sacó una moneda del frasco y golpeó el mostrador. –
¿Qué deseas? – le preguntó el farmacéutico. – Quiero hablarle acerca de mi
hermano – le contestó Tess. – Está muy enfermo y quiero comprar un milagro. –
¿Qué dices? – espetó el farmacéutico. – Su nombre es Andrew y tiene algo en la
cabeza y mi padre dice que sólo un milagro puede salvarlo. Así que, ¿cuánto
cuesta un milagro? – Aquí no vendemos milagros, pequeña. Lo siento, pero no te
puedo ayudar –contestó el farmacéutico. Tess le dijo: – Mire, yo tengo el dinero
para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta.
El hermano del farmacéutico que estaba en ese momento, se inclinó y le
preguntó a la niña: – ¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito? – No lo sé –
contestó Tess a punto de llorar. Sólo sé que está muy enfermo y mi mamá dice
que necesita una operación. Pero mi papá no puede pa-garla, así que yo quiero
usar mi dinero. – ¿Cuánto dinero tienes? – le preguntó el hombre. – Un dólar con
once centavos – contestó Tess. – Es todo el dinero que tengo, pero puedo
conseguir más si lo necesita. – Pues qué coincidencia – dijo el hombre sonriendo
– Un dólar con once centavos es justo el precio de un milagro para hermanos
menores. Tomó el dinero en una mano, ex-tendió la otra y le dijo: – Llévame a tu
casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si tengo el
milagro que tú necesitas. Ese hombre era el Dr. Carlton Armtrong, un
reconocido neurocirujano. La operación se efectuó sin cargos. En poco tiempo
Andrew estaba de regreso en casa y con buena salud. Los padres de Tess
hablaban felices de las circunstancias que llevaron a este doctor hasta su puerta.
– Esa cirugía – dijo su madre – fue un verdadero milagro. Me pregunto cuánto
habría costado. Tess sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costaba un milagro,
un dólar con once centavos más toda la fe de una pequeña.

¿Coincidencia? Para nada; eso es fe en acción.

“Si Dios te ha inspirado en alguna cosa, ¡lánzate! A Dios le encanta la fe


agresiva. Acude a Dios primero, obtén dirección divina y, luego, haz lo que
Él te haya pedido y hazlo con todas tus fuerzas”, Loren Cunningham.
21

La fe es obediencia en acción

"Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más valiosos que toda una
bandada de gorriones”, Lucas 12:7 (NTV).

Nunca comiences un proyecto sin estar seguro que fue Dios quien te pidió que lo
hagas. La palabra clave en la vida de un cristiano es obediencia. Se trata de
averiguar cuál es la voluntad de Dios en cada circunstancia de nuestra vida, y
luego, obedecer.

La fe es obediencia en acción. Si Dios te ha mostrado hacer alguna cosa, aunque


no tengas lo que necesites para terminarlo, debes comenzar con lo que tienes.
Los milagros siempre surgen de la asociación entre Dios y el hombre. Dios hará
lo que nosotros no podamos hacer, pero Él no hará lo que sí podemos hacer. Así
que, cuando Dios te encargue algo, comienza con lo que tengas. La alimentación
de las cinco mil personas comenzó cuando un niño entregó su almuerzo; el
milagro de la multiplicación del aceite se inició a partir de lo poco que tenía una
viuda y el milagro de cruzar el Mar Rojo se hizo por medio de una simple vara.

Eliseo preguntó a la viuda qué tenía en su casa, 2º Reyes 4:2. “Nada”, respondió
ella, “excepto un poco de aceite”. “¿Qué tienes en tus manos?”, preguntó Dios a
Moisés. Y su ‘insignificante’ vara fue usada por Dios para liberar a toda una
nación de la esclavitud de Egipto. Aquello que tengas puede parecer poco ante
tus ojos, pero Dios lo usará para realizar un milagro extraordinario. ¡Empléalo!
¡Comienza ya!

Loren Cunningham, en su libro Tu Fe y tu Dinero, relata la historia de Sam


Passer, misionero en las islas Marshall. Bautizó a cientos de nativos en las
lagunas azules de aquellas esparcidas islas. Un día estaba pasando dificultades
económicas. Sam tenía un amigo de sesenta y tres años llamado Batuna, quien
había predicado en las islas durante la mayor parte de su vida. Ese día Batuna
buscó a Sam y le preguntó:
- ¿Qué te pasa Sam?

- Dios me ha dicho que construya aquí un instituto bíblico, pero no tengo dinero
para construirlo – dijo Sam.

- ¿Cuánto tienes? – le preguntó Batuna.

- Poca cosa. Sólo doscientos dólares y eso no alcanza para nada.

- Bueno, ¿por qué preocuparse? Usemos los doscien-tos dólares y vayamos tan
lejos como podamos.

- Pero hermano Batuna, usted no entiende. No se trata de empezar a edificar. No


tenemos cemento y hará falta mucho más que doscientos dólares para ir a Guam
a comprarlo. Además, Guam está a 2.735 kilómetros de distancia y solo se puede
llegar por vía aérea. Aquí no existe tal cosa como la entrega a domicilio. Hay
que ir a comprarlos allá.

- ¿Dónde está tu fe, hombre? – retó Batuna –. Tienes doscientos dólares. Con
esto llegaremos hasta donde podamos.

Sam prestó más atención a su amigo, aunque lo que di-jo iba contra el sentido
común. ¿Por qué abandonar la seguridad de una casa para emprender un viaje
tan largo por el océano Pacífico, tomar un vuelo tan costoso, pagar dos pasajes y
acabar varado en alguna isla, sin tener un sitio donde alojarse y nada para
comer?

Sam compró los pasajes. Sus doscientos dólares le llevaron hasta Kwajalein
Atoll, una base naval norteamericana. Cuando desembarcaron en la cálida y
soleada isla tenían treinta y seis céntimos entre los dos, y más de dos mil
kilómetros de océano que los separaban de Guam. Entonces resolvieron entrar en
la cafetería de la base naval y pedir una hamburguesa con lo que les quedaba. Al
menos podrían disfrutar un rato de comodidad con el aire acondicionado.

Cuando llegó la hamburguesa, la partieron equitativamente y empezaron a


comérsela despacio. Sam se agitaba por dentro: –¿Qué he hecho? – se
preguntaba–. Debería haberme quedado en casa. ¿Cómo volveré allá? No sé
cómo puedo haber tirado doscientos dólares por la borda para comprar dos
pasajes hacia ninguna parte. Prolongaron las mitades de la hamburguesa todo lo
que pudieron. De vez en cuando el reverendo Batuna repetía a su amigo: – No te
preocupes. Lo conseguiremos.

En ese preciso instante un hombre se les acercó a la mesa. Sam sabía que allí
había algunos filipinos civiles los cuales trabajaban para la marina
norteamericana. La marina tenía que importar obreros hasta ese lugar desolado.

- Hermanos - dijo, dirigiéndose a ellos -, sé que son hermanos míos en la fe del


Señor Jesucristo...

Sam miró al reverendo Batuna, pero él también pareció estar desconcertado.


¿Quién era este hombre?

- He estado orando en mi habitación. Soy de Manila, miembro de una iglesia


muy grande en esa ciudad. Ustedes no me conocen ni yo les conozco, pero Dios
me ha enviado aquí para entregarles esta ofrenda.

El filipino puso una bolsa de papel encima de la mesa, los saludó amigablemente
y salió de la cafetería.

- Los amo a ambos. ¡Qué Dios los bendiga! -dijo mientras se alejaba.

Sam quedó sin aliento frente al extraño enviado por Dios.

- Bueno - Batuna miró encima de sus anteojos a Sam –, ¿vas a mirar dentro de la
bolsa o no?

Sam agarró la bolsa y miró, al tiempo que contenía la respiración. Luego


comenzó a sacar fajos bien ordenados de dólares americanos y a ponerlos sobre
la mesa. Los contaron. Había diez mil dólares, ¡ahorrados por un obrero filipino
que trabajaba lejos de su propio país! Era más que suficiente para llegar a Guam
y comprar todo el cemento y buena parte de la madera y materiales para
construir el techo del edificio. Sam aprendió aquel día que hay que comenzar
a andar; hay que vencer la inercia y obedecer a Dios. Si Él te pide hacer
algo, comienza con lo que tengas. El Señor proveerá el resto.11
22

Las promesas del ‘dios dinero’

“Un hombre rico tenía un campo fértil que producía buenas cosechas. Se dijo a
sí mismo: “¿Qué debo hacer? No tengo lugar para almacenar todas mis
cosechas”. Entonces pensó: “Ya sé. Tiraré abajo mis graneros y construiré unos
más grandes... Luego me pondré cómodo y me diré a mí mismo: ‘Amigo mío,
tienes almacenado para muchos años. ¡Relájate! ¡Come y bebe y diviértete!’.
Pero Dios le dijo: “¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará
con todo aquello por lo que has trabajado?”. “Así es, el que almacena riquezas
terrenales pero no es rico en su relación con Dios”, Lucas 12:16-21 (NTV).

La Biblia habla más de dinero, riquezas y posesiones que de cualquier otro


tema.

¿Cómo se comporta el dinero con sus siervos?

- Les promete independencia. El dinero hace que la gente se sienta poderosa y


eso no tiene que ver con la cantidad de riquezas porque muchos pobres se
sienten poderosos el día que cobran el sueldo, reciben una pequeña herencia o
simplemente tienen dinero en el bolsillo, como si lograran ‘independencia’ y
fueran más importantes, a la vez que se vuelven personas desconfiadas y
malhumoradas. Esto demuestra que la avaricia puede verse entre gente pobre o
rica. La historia cuenta que San Francisco de Asís era un hombre adinerado y
orgulloso, que miraba con desdén a los humildes. Cierto día salió a cabalgar y
mientras lo hacía observó a un leproso pidiendo clemencia. Tuvo la intención de
pasar de largo; sin embargo, una voz interior le sugirió bajar de su caballo y
caminar hacia él. Lo hizo. Se acercó al enfermo, lo tocó y, en ese momento vio
el rostro de Jesús. Dejó toda su riqueza y dedicó su vida a servir a los humildes,
enfermos y postergados. Encontró su propósito y felicidad en el dar con liberali-
dad. Nunca pienses que más dinero te dará más tranquilidad, mayor
independencia o seguridad.

- Los ata con la cadena de la codicia. Codicia es el deseo de tener más. Si un


hombre con sed toma agua salada para saciarla, tendrá más sed y al tomar
más, la sed terminará matándolo. Así es la codicia.

Se dice que una periodista entrevistó al multimillonario Rockefeller en su lecho


de muerte. Ya viejo, con su salud dañada y mientras una sirvienta le daba sopa y
puré de papas, que era lo único que podía comer, le preguntó: “¿Qué desearía
usted de la vida, ya que lo tiene todo?”. A lo que el hombre respondió: “Un poco
más”. ¡Eso, querido amigo, es codicia! “Los hijos de Adán no pueden
comprender que los cristianos quieren dar su Dios a otros. Las personas que no
tienen a Dios, sólo quieren proteger sus dioses de los demás”, Ralph Neighbour.

- Los convierte en egoístas. Guillermo Hendriksen dice: “En el original, las


palabras yo y mi aparecen doce veces. Hay ocho yo y cuatro mí. Este hombre
debió haberse dado cuenta que había otras personas necesitadas. Sólo podía
pensar en derribar los viejos graneros para construir otros más grandes y colocar
más granos”. Se ha dicho que hay siete edades para el hombre: 1) Un niño ve la
tierra. 2) La quiere. 3) Se esfuerza por conseguirla. 4) Decide contentarse con la
mitad de ella. 5) Se contenta con menos de la mitad. 6) Finalmente se contenta
con poseer dos metros por uno. 7) La consigue.

- Los transforma en desagradecidos. ¿Cuál era el problema de este agricultor?


¿Su éxito? No. En ninguna parte de la Biblia se condena el éxito o el tener
riquezas. ¿Adquirió deshonestamente su riqueza? No hay evidencia bíblica al
respecto. El problema de este hombre es que dejó a Dios de lado, su confianza
estaba puesta en el ‘dios dinero’ y no en el Dios del cielo. El ‘dios dinero’ no
podía darle lo que sí podía el Dios del cielo: la eternidad. Jim Elliot dijo: “Por
eso no es tonto aquel que da lo que no puede guardar para ganar lo que no
puede perder”.

El destino de un creyente no depende de la estabilidad económica de un país, del


modelo económico o del gobierno; tampoco de sus 'éxitos' o bendiciones, y
mucho menos de un hombre, depende sólo de Dios. Evita la codicia y tu alma
vivirá. Trabaja y progresa, pero recuerda que todo proviene de Dios y que Él
desea que crezcas en generosidad.

Ricos para Dios


Edgardo Silvoso, en su libro Ungido para los Negocios, dice: “Jesús nunca se
opuso a la riqueza en sí. Lo que desa-probaba era la riqueza ociosa y el control
que ésta puede llegar a ejercer sobre aquellos que la poseen, Lucas 18 y Marcos
10. Pablo no condenaba a las riquezas ni el placer que proporcionaban. El
problema no es la riqueza, sino el apego a ellas: “Porque raíz de todos los males
es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y
fueron traspasados de muchos dolores”, 1ª Timoteo 6:10. Dios confía riquezas a
las personas para que sean de bendición a otros porque la riqueza es un recurso
renova-ble y Él es el reabastecedor generoso”.

El problema no es el dinero sino el amor hacia él. El dinero promete darnos


cosas para que seamos felices. Promete solucionarnos todos los problemas, pero
no lo hace. El dinero es tan grande que puede dominar la voluntad del hombre y
tan chico que puede llevarse en el bolsillo. Es tan fuerte que puede controlar las
emociones y tan débil que hasta un niño puede hacer lo que quiera de él.

El dinero puede determinar quien vive y quien muere; quien come y quien
padece hambre; quien tiene techo y quien duerme en la intemperie. Por dinero se
mata y por dinero familias enteras se dividen. Por dinero los países entran en
guerra. El dinero puede comprar casi todo, menos la vida eterna. El secreto más
importante que alguna vez descubrirás es saber que hay regalos que el dinero no
te podrá dar. El dinero te podrá comprar una cama, pero no el sueño ni el
descanso; una casa, pero no un hogar; medicina, pero no la salud; placeres, pero
no la felicidad ni el verdadero amor. Porque lo más importante de la vida no
tiene precio, no está a la venta y no puede canjearse por dinero.

Muchas personas creen que todo lo que tiene que ver con las riquezas y el dinero
las aleja de Dios. Abraham era riquísimo; Job también lo era. David estuvo
interesado en la recompensa antes de pelear con Goliat: “¿Qué harán al hombre
que venciere a este filisteo?”, 1º Samuel 17:26. Para él no había conflicto entre
la tarea espiritual y una recompensa económica. “La ganancia como motivación
es para el hombre de negocios lo que para un atleta es la necesidad de ganar.
Ningún atleta entrena y compite para perder. Siempre quiere ganar. El instinto de
ganar y el deseo de obtener ganancias los puso el creador en el hombre a fin de
proveer el incentivo que se requiere para la conquista de desafíos excepcionales.
Sin embargo, ser el ganador y obtener ganancias de manera no ética o fuera de la
voluntad de Dios, nunca es aceptable”.12

¿Por qué en el seno de la iglesia se suele hablar mal de los ricos? Porque se
atribuye virtud a la pobreza y desprecio a la riqueza. Pero debemos reconocer
que los bienes materiales son el combustible para que el reino de nuestro Señor
siga avanzando. El desdén hacia las riquezas se observa en las iglesias a la hora
de enviar más misioneros a los países pobres que a las naciones ricas; sin
embargo, las personas que viven en los países desarrollados están tan perdidas
como las que viven en los puntos más paupérrimos del planeta.

Jesús demostró interés por todos, sean millonarios o indigentes. Él se ocupó de


ambos grupos de personas. Antes de entrar en Jericó, Jesús sanó a un mendigo
llamado Bartimeo y, apenas atravesó las puertas de la ciudad, ministró a uno de
los hombres más ricos e influyentes de la sociedad: Zaqueo. La gente alabó a
Jesús por ayudar a Bartimeo pero despreció la actitud de alojarse en la casa de
Zaqueo. ¿Por qué? Porque a Bartimeo no se lo consideraba tan pecador como a
Zaqueo. Pero no hay evidencia en las Escrituras de que Bartimeo fuera mejor
que Zaqueo. Jesús sabía que ambos necesitaban la salvación. “A menudo
dejamos de ver las necesidades más profundas de los ricos y famosos a causa del
prejuicio por el cual se le atribuye virtud innata a la pobreza y maldad innata a la
riqueza. Los pobres no tienen más necesidad que los ricos de encontrarse con
Jesús”.13 ¡Evangelicemos a todos!

Debemos contribuir generosamente para que los perdidos conozcan de Jesús, ya


sean ricos o pobres. La generosidad no debe limitarse a quienes tienen poco, sino
alcanzar los distintos estratos sociales. Jesucristo tiene que ser proclamado en
todo lugar, a todo grupo de persona y en toda clase social.

Corrie ten Boom enseñó cómo Dios recompensa a los generosos. Se paró frente
a su auditorio y colocó dos botellas sobre la mesa. Una tenía la boca estrecha, y
la otra, ancha. Tomó la de boca ancha y vertió su contenido. La arena se derramó
rápidamente sobre la mesa dejando la botella vacía. Luego, empezó a volcar la
arena de la botella de boca angosta. Tardó un largo tiempo para vaciarla.
“Ustedes ven”, dijo ella mirando la delgada línea de arena, “esta botella es como
algunos cristianos: ellos dan a Dios, pero no tan rápida ni libremente. Ahora
miren lo que pasa...”. Empezó a revertir el proceso introduciendo la arena en
cada una de las botellas. La botella de boca ancha se llenó rápidamente hasta
rebosar. Sin embargo, le tomó mucho más tiempo tratar de llenar con arena la
botella de boca angosta. Entonces dijo: “Esta botella había dado lentamente, y
ahora recibe de manera igualmente lenta”. Hizo una pausa y luego terminó pre-
guntando: “¿Qué clase de botella eres tú?”.
23

Perder primero para ganar después

“Yo he venido para encender fuego en el mundo. ¡Y cómo me gustaría que ya


estuviera ardiendo! Pero primero tengo que pasar por una prueba muy difícil,
y sufro mucho hasta que llegue ese momento”, Lucas 12:49-50 (TLA).

Con frecuencia los grandes avances del reino de Dios nacen en medio de
profundas dificultades. Si pudiéramos entender esta verdad cambiaría
radicalmente la forma de ver nuestras adversidades, pruebas y conflictos.

La salvación es un regalo muy costoso, pues aquello que significó alegría y


bendición para todos, representó tristeza, tribulación y muerte para Jesús.
Nuestra máxima bendición y supremo bien fue su hora más amarga, angustiosa y
solitaria.

Siempre existe un costo que pagar. "¡Cómo me gustaría...!", dijo Jesús. Él


anhelaba, ansiaba que la iglesia se manifestara, que la presencia del Espíritu
Santo fuera vital y que las buenas nuevas se expandieran por toda la tierra, pero
para ello tuvo que pagar el precio con su propia vida. Se sembró a sí mismo.
¿Qué precio no hemos pagado para que el gran sueño de Dios se cumpla? ¿Nos
sembraremos a nosotros mismos?

Galileo Galilei descubrió que la tierra y los demás planetas giraban alrededor del
sol. Este avance científico lo pagó con tiempo de estudio e investigación, pero
también con mucho más de su vida, pues el precio de su descubri-miento fue su
propia libertad. El Papa hizo que se lo juzgara como hereje. Sus libros fueron
prohibidos y puesto bajo arresto domiciliario hasta el final de sus días. Mientras
cumplía su condena continuó escribiendo e investigando. Incluso, su falta de
libertad lo enfocó aún más y el mundo entero agradece su perseverancia y
esfuerzo.15

John Glenn fue el primer astronauta en tripular el Friendship 7. En 1998 regresó


al espacio en el transbordador espacial Discovery. El éxito de su misión lo
coronó como el estadounidense de mayor edad que jamás haya sido lanzado al
espacio. ¿Sabes cuándo nació la pasión por volar? ¡Cuando padeció fiebre
escarlatina!16

Haendel se encerró por completo durante veintitrés días para componer su obra
más famosa. Luego fue representada en Londres con la asistencia del rey George
II. Cuando la música llegó al clímax con el coro del Aleluya, el rey, grandemente
conmovido, se puso de pie en las palabras “porque el Dios omnipotente reina”.
Los presentes imitaron de inmediato esta acción. Hasta la actualidad, más de
doscientos cincuenta años después, es costumbre que el público se ponga de pie
cuando se canta ese coro. ¿Sabes cuándo George Frederick Haendel compuso su
más famosa obra llamada El Mesías? En medio de su más profunda depresión.

Los que dejan algo significativo a las próximas generaciones son aquellos
que están dispuestos a pagar el precio para lograrlo. Jesús es nuestro máximo
ejemplo. Él eligió el único camino posible para la salvación: el sacrificio
personal, absoluto y completo. Si persigues algo grande en la vida, habrá
cosas que abandonar, costumbres que cambiar y vicios que dejar. La
calidad de tu sacrificio determinará la altura de tus logros.

Algunos creyentes creen que el sacrificio de Cristo los exime del esfuerzo, el
trabajo y la disciplina necesaria para lograr que el reino de Dios avance. Creen
que como son salvos por fe, no deben preocuparse por nada más. Sin embargo, si
hemos recibido a Cristo de todo corazón, no podemos ejercer la pereza
disfrazada de fe, ni la indiferencia diciendo que es espiritualidad. ¡Despierta de
una vez por todas! El cristianismo es acción esforzada, no religión barata.

Abandona todo aquello que te separe de lo mejor. Al-gunas cosas no son malas,
pero estorban el propósito de Dios; pues bien, sacrifícalas por causa de la visión
de Dios. Los que logran avanzar llevan una vida diferente a los demás. Son
disciplinados y están dispuestos a pagar el precio que sea necesario. Sacrifican
no sólo una sino muchas cosas. ¡Todo cuesta! ¿Quieres un matrimonio hermoso?
Trabaja en él. ¿Quieres un ministerio bendecido? Dedícate a él. ¿Quieres un
ascenso? Haz el mejor trabajo hoy. Esfuérzate por lo que quieres alcanzar.
Camina una milla más. Invierte una cuota extra de sacrificio en lo que haces. Los
grandes movimientos espirituales siempre comienzan con personas que
sacrifican tiempo para Dios y se siembran a ellos mismos en ese proceso.

La victoria de Israel sobre los filisteos representó para David un problema del
tamaño de Goliat. La salvación del carcelero de Filipos implicó la cárcel para
Pablo. La gran revelación de Apocalipsis ocurrió en el destierro de Juan en
Patmos. El avivamiento de Samaria fue posible porque Felipe arriesgó su vida en
medio de la persecución. Si no hubiese existido persecución, probablemente
tampoco avivamiento. ¿Te das cuenta? Un problema puede ser la puerta de
acceso a una enorme bendición. Las revelaciones tienen precio y alguien debe
pagar.

Pregúntate:

- ¿Cuál es el costo que debo asumir para que mis sueños se hagan realidad?

- ¿Qué precio todavía no he pagado para disfrutar de todo lo nuevo de Dios?

- ¿Estoy dispuesto a sembrarme a mí mismo para que la presencia de Dios fluya


y sus planes se cumplan?
24

El costo de permanecer en el camino

“Continuando su viaje a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por


donde pasaba. —Señor, ¿son pocos los que van a salvarse? —le preguntó uno.
—Esfuércense por entrar por la puerta estrecha —contestó—, porque les digo
que muchos tratarán de entrar y no podrán...”, Lucas 13:22-24 (NVI).

Este pasaje no contradice la preciosa verdad de que la salvación es gratuita,


Efesios 2:8-10. Una cosa es entrar y otra es permanecer. Entrar al camino no
tiene costo; permanecer en él implica sacrificio. La palabra “esfuércense”, en
el original, denota agonía. Otras versiones utilizan palabras en imperativo tales
como “luchad”, “procurad”, “porfiad”, “forcejead”. El esfuerzo que hay que
hacer por mantenerse en el camino del Señor es intenso.

El concepto del sacrificio echa por tierra el pensamiento que muchos creen.
Ellos piensan que porque entregaron sus vidas a Jesucristo ya están adentro y
pueden sentarse tranquilamente como si hubieran llegado a la meta. William
Barclay dice: “No hay tal cosa en la vida cristiana. Si uno no está avanzando
continuamente es que está retrocediendo. Para el cristiano la vida es un constante
ir hacia delante y hacia arriba”.

Digámoslo otra vez: el camino a la vida eterna pasa por la estación del
sacrificio.

Jesús es nuestro modelo; eligió sacrificarse para redimir a la humanidad. Si a


Dios le costó su hijo, y a Jesús su propia vida lograr que tú y nosotros
obtuviéramos la salvación, ¿qué te hace creer que no debemos sacrificar algo por
Él?

Los primeros cristianos vivieron la cultura del sacrificio y mantuvieron el


avivamiento por trescientos años. Si persigues la gloria de Dios y buscas su
presencia, tendrás que hacer ajustes. En otras palabras, debes ir tras la
obediencia y la santidad. Dios no negocia su presencia con gente impura. La
devaluación espiritual de una persona llega cuando cree que puede lograr
prosperidad espiritual evitando el sacrificio.

Sucedió una noche después del culto (escribe José Luis). Prediqué acerca de las
siniestras consecuencias del abuso sexual en la vida de un niño. Estaba exhausto.
De pronto, un joven se sentó a mi lado y me dijo: “Necesito hablar con usted”.
“Con gusto”, le dije y escuché su historia. “Soy músico y también un abusador.
En mi niñez tenía la costumbre de visitar la casa de unos vecinos muy amigos de
mi familia. Ellos tenían un niño de 3 años al que yo cuidaba muy a menudo. No
fueron pocas las veces que lo sentaba en mi regazo para mostrarle mis genitales.
Hacía que él los viera y los tocara. Me avergüenza mucho decir esto, pero es la
verdad y quiero ser libre de este tormento interior. Nunca lo confesé a nadie.
Usted es la primera persona que lo sabe, aunque le he pedido muchas veces a
Dios que me perdonara. Además, por entonces tenía la mala costumbre de espiar
a través de la abertura de la llave de la puerta a mis hermanas cuando se
duchaban. Me excitaba hacer eso y ellas nunca lo supieron. Pastor, no es fácil
para mí confesar esto, pero siento la necesidad de hacerlo, ya que quiero ser
absolutamente transparente delante de Dios”.

Yo sabía que estaba en presencia de algo inusual. Quería saber si lo que estaba
diciéndome era genuino, por lo que le dije: “Tu arrepentimiento delante de Dios
fue el primer paso en tu restauración definitiva; ahora debes hacer restitución, es
decir enfrentar la situación pidiendo perdón. Debes tener una actitud de
humillación y decir a quienes has ofendido que estás dispuesto a hacer lo que te
pidan para demostrarles que te has arrepentido”. Su respuesta fue la evidencia de
que su arrepentimiento era genuino, ya que me dijo: “Pastor, haré lo que usted
me diga. Me atormenta saber que mi mala conducta haya dejado secuelas en esa
vida”. Estaba en presencia de un verdadero milagro. ¿Por qué? Porque no es
frecuente que un abusador diga que lo es; y mucho menos que quién confiese
pecados sea un músico. Lo frecuente es tomar conocimiento acerca del pecado
de un líder y luego confrontarlo. Cuando esto sucede, nada sucede. Quien es
inculpado lo niega y encima se enoja.

En un momento de la charla ese joven músico, compungido por sus pecados,


agregó: “Yo estoy autodisciplinado. Sé que no debo servir a Dios en pecado.
Amo tocar, pero hasta que no solucione este problema, no lo haré”. La presencia
de Dios reinaba en él. Lo que ocurría en este joven no era fruto de la carne,
tampoco del diablo. Ellos no buscan el bienestar de un alma, sino su ruina. El
último lugar donde quisiera estar la carne es en la presencia de Dios, por su
parte, el diablo odia lo santo. La única prueba de la manifestación gloriosa de
la presencia de Dios en una iglesia es el arrepentimiento y la confesión de
pecados.

La presencia del Espíritu Santo te confronta con tus miserias. Cuando más cerca
de la luz estés, más defectos verás de ti mismo y más limpio querrás estar. Pedro,
al verse frente a la presencia de Jesús exclamó: “Apártate de mí, Señor, porque
soy hombre pecador”, Lucas 5:8. Lo mismo sucedió con Zaqueo que dijo: “He
aquí Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado
a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”, Lucas 19:8. Cuando Pablo estaba en
Éfeso se dice que la gente venía confesando y dando cuenta de sus hechos,
Hechos 19:18. ¿Lo ves? Donde hay presencia habrá arrepentimiento y confesión
de pecados. Donde hay santidad existirá gloria. Cuando hay presencia de Dios
no necesitas confrontar a nadie. Las personas se autodisciplinan y arreglan sus
cuentas de modo inmediato ante Dios. Esa es la prueba viva de que Dios habita
en medio de sus vidas.

Ser una persona espiritual y sensible al Espíritu Santo sólo sucede a propósito.
No es un toque mágico, ni una experiencia sobrenatural, es una elección de
entrega y obediencia diaria. ¡Vamos, no comprometas la presencia de Dios en tu
vida viviendo en pecado! No tengas cuentas largas con Él. Pídele al Espíritu
Santo que te revele todos aquellos hechos o pensamientos ocultos en tu corazón
que lo ofenden y, luego, suelta toda esa basura confesándola con total
arrepentimiento. Sólo de ese modo asegurarás tu futuro.
25

No te muevas por amenazas ni por


críticas

“En ese momento, llegaron unos fariseos y le dijeron a Jesús: - ¡Huye, porque
el rey Herodes Antipas quiere matarte! Jesús les dijo: - Vayan y díganle a esa
zorra que hoy y mañana estaré expulsando demonios y curando a los enfermos,
y que el tercer día ya habré terminado..., Lucas 13:31-32 (TLA).

“... Y al tercer día cumpliré mi propósito”, Lucas 13:32 (NTV).

La amenaza del rey Herodes tenía como propósito desplazar a Jesús de su misión
divina. La misma intención tuvo Jezabel cuando juró quitarle la vida al profeta
Elías. “— ¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te
he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!”, 1º Reyes 19:2 (NVI).

Observemos cuidadosamente la reacción que tuvo Elías y comparémosla con la


que tuvo Jesús. “Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo...”, 1º Reyes 19:3
(NVI). Jesús, en cambio, envió a los portadores de la amenaza a que le
informaran al rey Herodes que seguiría trabajando hasta cumplir su obra.
Mientras el profeta corrió para salvar su vida, Jesús enfrentó las amenazas y
siguió adelante con lo que había comenzado.

Dios quiere que terminemos lo que nos ha encomendado.

Dios deseaba que Elías terminara su trabajo, pero él se llenó de espanto. El


miedo lo llevó a tomar decisiones erradas. Debemos reconocer que detrás del
miedo está Satanás y él buscará todas las formas posibles para desplazarnos del
lugar que Dios quiere que asumamos. Al huir, Elías cooperó con el plan de
Jezabel para sacarlo del camino. Elías tomó la dirección equivocada. ¿Y cómo lo
sabemos? Porque después de haber caminado por cuarenta días, Dios le dijo:
“¿Qué haces aquí Elías?”, 1º Reyes 19:9 (NVI). En otras palabras: “¿por qué
abandonaste tu lugar?”. Dios quería que Elías regresara y enfrentara a Jezabel
como lo había hecho con los profetas de Baal. Esta mujer era el germen de
maldad que se había propagado a todo Israel; y era además, el poder detrás de su
esposo, el rey Acab, 1º Reyes 21:25. No te engañes, cada vez que te sientas
intimidado por alguien y no lo confrontes, pierdes tu posición de privilegio y
la misión de Dios corre peligro.

Después de preguntar dos veces: “¿Qué haces aquí Elías?” (1º Reyes 19:9 y
13), Dios le dijo: “—Regresa por el mismo camino, y... unge a... Jehú... como
rey de Israel; unge también a Eliseo... para que te suceda como profeta...”, 1º
Reyes 19:15-17.

Elías había desertado de su misión. Entonces, Dios le pidió que unja a Jehú
como rey de Israel y a Eliseo como profeta en su lugar. Se necesitarían dos
hombres para terminar el trabajo que Elías no había completado. El miedo es la
principal razón por la que los cristianos no comienzan o no terminan el
trabajo de Dios.

Es lamentable leer lo que sucedió después de que Elías huyó por temor a
Jezabel. La maldad creció aún más en la nación a causa de la influencia de esta
perversa mujer. Jehú finalmente mató a Jezabel (2º Reyes 9:30-37) no sin que
antes ella intentara intimidarlo como lo había hecho con Elías. Jehú terminó con
la idolatría, mató a los hijos de Acab y exterminó a los adoradores de Baal: “Así
exterminó Jehú a Baal de Israel”, 2º Reyes 10:28.

La intimidación de Herodes tenía como propósito que Jesús abdicara de su


misión. Si lo lograba, el plan de Dios para la salvación de la humanidad quedaría
trunco. Pero Jesús reaccionó muy diferente a como lo había hecho el profeta
Elías. Jesús estaba decidido a terminar lo que había comenzado, y nosotros le
estaremos agradecidos por siempre.

Jesús sabía que estaba en el centro de la voluntad de su Padre y su misión en la


tierra no sería abreviada por la amenaza de ningún ser humano, aun cuando éste
fuera el rey. Cuando Dios reina en nuestras vidas y nosotros dependemos de Él
haciendo su voluntad, nada ni nadie podrán abortar sus planes. Ya sea que las
amenazas vengan de familiares, autoridades o reyes; nada ni nadie podrá abortar
los planes de Dios.

Las personas que logran cosas en la vida son aquellas decididamente


determinadas en completar lo que han comenzado; son personas que siguen
hacia su objetivo y no se detienen, a pesar de las dificultades, oposiciones y
persecuciones.

¿Cómo sabemos que Jesús terminó lo que comenzó? Porque en la cruz exclamó:
“Consumado es”. No fue sencillo; por el contrario, se expuso a la burla de
todos, recibió escupitajos de muchos soldados, el látigo desolló su cuerpo, la
corona de espinas rasgó su sien, los clavos traspasaron sus manos y pies y sufrió
el abandono de los suyos y aun de su propio Padre. Sí, pero a pesar de todo, lo
hizo. Pagó el precio. Llevó sobre sí el pecado de la humanidad y por su sangre
tenemos perdón de pecados. El puente que unió al hombre con Dios fue
completado por su entrega sin reservas.

Pablo también completó lo que Dios le había pedido. El apóstol en la postrimería


de su vida expresó: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe”, 2º Timoteo 4:7. Pablo se inspiró en su maestro.

¿Qué medidas tomarás en los próximos días para terminar aquello que vienes
postergando?

¿Has dejado de hacer alguna cosa por temor de la gente? ¿Te has sentido
presionado a realizar algo para agradar a alguien? ¿Temes al hombre más que a
Dios? ¿Quién o quiénes te han intimidado?

Reflexiona en lo que Dios te pidió que hicieras y por temor no lo hiciste.


Enfrenta tus miedos y hazlo. La victoria está de tu parte, porque la victoria ya
fue con-quistada por Cristo. Él marcó la forma de actuar frente a las amenazas.
Levántate, sigue avanzando, y el éxito será tuyo.
26

Conversaciones que te harán sabio

“Un sábado, Jesús estaba cenando en la casa de un jefe de los fariseos. Todos
los que estaban presentes lo vigilaban muy atentos...”, Lucas 14:1-6 (TLA).

Lucas registra cuidadosamente lo que Jesús hacía cuando era invitado a una casa
para almorzar o cenar. Sorprendentemente, casi todas las veces, había escribas,
fariseos y maestros de la ley que lo rodeaban no con el ánimo de aprender sino
de criticar, enjuiciar y espiar. Veamos algunos ejemplos:

- Jesús en casa de Leví, Lucas 5:27-32. Jesús fue invitado a la casa de un


publicano, ya que ofreció un gran banquete en su honor. ¿Quiénes estaban para
cuestionar lo que hacía y decía? Los maestros de la ley: “Y los escribas y los
fariseos murmuraban...”, versículo 30.

- Jesús en casa de Simón, Lucas 7:36-50. Un fariseo llamado Simón le rogó a


Jesús que comiese con él. De repente, una mujer de la ciudad llegó a la casa y
comenzó a besar los pies de Jesús, al tiempo que derramaba un perfume muy
costoso. ¿Quién cuestionó este acto de entrega? Simón, fariseo y anfitrión. “El
fariseo dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer
es la que le toca, que es pecadora”, versículo 39.

- Jesús en casa de un fariseo, Lucas 11:37-54. Un fariseo invita a Jesús a comer


con él. ¿Quiénes participaron del banquete? Escribas y fariseos. ¿Cuáles eran sus
intenciones? “Los maestros de la ley religiosa y los fariseos se pusieron
agresivos y trataron de provocarlo con muchas preguntas. Querían tenderle una
trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra”, versículos 53 y
54 (NTV).

- Jesús en casa de un gobernante, Lucas 14:1-6. Mientras Jesús comía en


presencia de algunos líderes religiosos sanó a un enfermo. ¿Por qué invitó el
gobernante a Jesús y por qué aparece un enfermo a su fiesta? Porque lo
vigilaban; querían probar a Jesús. Lucas resalta que los fariseos lo acechaban,
versículo 1.

- Jesús en casa de Zaqueo, Lucas 19:1-10. Es el único lugar en el que Jesús se


invita solo. Zaqueo representa una excepción porque además de este hecho, es la
única vez en la que Jesús deja que una persona hable en un banquete, al menos
en lo que se refiere a las referencias bíblicas. ¿Qué dice Zaqueo para que Jesús lo
deje hablar? “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la
mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se
lo devuelvo cuadruplicado”, versículo 8. Jesús considera que lo que va a decir
Zaqueo es digno que todos lo escuchen. Además puede ser un aliciente para que
otros sigan su ejemplo. ¡Jesús permite que se publique sólo aquello que lleva
honra a su reino!

Estos pasajes resaltan dos enseñanzas muchas veces ignoradas:

1) El valor de las oportunidades. Seremos juzgados por las oportunidades que


tengamos. Jesús no desaprovechaba ninguna posibilidad que se presentara para
predicar y guiar a las personas hacia la salvación, la libertad y la plenitud. Todo
momento era propicio para declarar las bendiciones del reino.

2) El poder de lo que se escucha. Jesús no permitía que en su presencia se


hablara negativamente. Vigilaba cuidadosamente lo que entraba a su mente cada
día. Él lideraba las conversaciones. Controlaba la atmósfera del lugar. No
admitía que algo nocivo contaminara el ambiente. No participaba de diálogos
inapropiados. No permitía las conversaciones malsanas. ¿Por qué? Porque Jesús
sabía que lo que uno escucha afecta lo que uno piensa.

Pablo expresó: “La fe viene como resultado de oír el mensaje...”, Romanos


10:17 (NVI). Lo que escuchas una y otra vez terminarás creyéndolo. Ya que
la fe se alimenta del oír, Jesús pasaba largas horas hablando a sus discípulos.
Debes ser sabio en elegir a quién escucharás. Toma distancia de los criticones y
negativos. Asóciate con aquellas personas que tengan ‘grandes pensamientos’,
ya que tus pensamientos crean el escenario de lo que vivirás. Llena tu mente de
pensamientos majestuosos. Piensa pensamientos de oportunidad. Piensa con
fe acerca de tu futuro.

Tomar control de la mente significa seleccionar deliberadamente lo que uno


escucha. Medita diariamente en las verdades bíblicas. Ellas te llenarán de las
energías espirituales para enfrentar tu jornada con esperanzas. Estudia las
Escrituras. Satura tu mente de versículos y verás cómo las promesas contenidas
en la Palabra transformarán tu vida para bien. ¿Qué le pidió Dios a Josué cuando
comenzó su liderazgo? Que recitara siempre el libro de la ley y meditara en
él de día y de noche, Josué 1:8. ¿Lo ves? Le ordenó que saturara su mente con
las Escrituras. ¿No fue Josué quién animó al pueblo a cruzar el Jordán para
conquistar la tierra prometida? Claro que sí. Su mente estaba llena de
pensamientos del cielo, por lo que creía que conquistaría la tierra prometida. ¡Y
la conquistó! Lo que piensas determina lo que crees y lo que crees determina
lo que posees.

Ensancha tu capacidad de pensar. No le pongas límites a tu mente. Piensa cosas


trascendentales. No tengas mente de escasez. La miseria no es un problema de
dinero sino de mentalidad. Si quieres lo mejor de Dios, enfócate en aquellas
cosas por las que sientes pasión. Lánzate con todas tus fuerzas en hacer aquello
que Dios te pidió.

¿A quién estás escuchando? ¿Cuáles son los temas de charla cuando te reúnes
con tus amigos? ¿Controlas el ambiente del lugar haciendo que las
conversaciones sean edificantes? ¿Dejas pasivamente que la atmósfera sea
regenteada por personas criticonas, quejosas y mal habladas?

Permite que la Palabra de Dios sature las fibras más íntima de tu ser.
Acostúmbrate a meditar versículos de la Biblia y a escuchar palabras de fe. Si lo
haces, prepárate porque algo sublime, glorioso y majestuoso vendrá a tu vida. Sí,
algo especial ocurrirá. Dios así lo quiere y así será, Jeremías 29:11.
27

Cristianos resentidos con Dios

Lucas 17:11-19 registra una situación común que se repite a lo largo de los
siglos. Veamos el contexto del pasaje. Diez leprosos gritan por ayuda. Jesús está
cerca y ellos claman por un milagro. Como respuesta a su petición y según el
precepto de Levítico 14, el Maestro los envía a los sacerdotes para que
certifiquen la sanidad. El milagro no se produjo inmediatamente sino que,
mientras ellos obedecían a la orden de Jesús, nuevo vigor empezaba a correr por
sus tejidos y cambiaba la realidad de enfermedad por otra muy distinta, no sólo
de sanidad física, sino emocional (al ser reincorporados a los vínculos de la
familia y amigos que antes poseían), social (al no ser discriminados) y espiritual
(ya no serían portadores de una maldición).

Llama la atención la reacción de quienes fueron favorecidos por tamaño milagro.


Los diez leprosos experimentaron el poder sobrenatural de Dios recorriendo sus
cuerpos y la liberación consiguiente de todo el oprobio y el dolor del alma que
significaba vivir con lepra, ya que se los consideraba casi muertos en vida. Sin
embargo, de todos los leprosos que recibieron su milagro, sólo uno de ellos se
detuvo en el camino y volvió sobre sus pasos para reconocer al autor de
semejante bendición. Los otros nueve, pensando más en ellos mismos, en sus
familiares y en sus hijos, no quisieron perder un momento más de sus vidas para
mirar al pasado. Sí, pasado que querían olvidar y, si fuera posible, negar que lo
habían vivido o padecido.

Al enterrar su pasado, también estaban enterrando al que los había liberado.


Nada antiguo, todo nuevo; por eso no volvieron sobre sus pasos. Ellos tenían un
futuro que les aguardaba y no querían detenerse por nada ni nadie. Aparte, el
Maestro no les había exigido algún tipo de gratitud o recompensa por su bondad.
Habrán pensado que Él no necesitaba que ellos le dijeran lo agradecido que
estaban.

Es posible también que la reacción interior de los nueve leprosos fuera otra,
puede ser que pensaran: “al fin Dios se acordó de nosotros”, “ya era hora de que
nos sanara”. Muchos judíos de ese tiempo se creían con derecho a lo bueno de
Dios y, cuando recibían sus bondades, no las agradecían porque “era lo que se
esperaba que Él hiciera”. Un ejemplo contemporáneo de este modo de pensar se
registra como anécdota en el campo de concentración de Auwichz. Se cuenta
que los judíos enjuiciaron a Dios. La premisa era por qué Él permitía que su
pueblo sufriera. Si era un Dios benevolente debía manifestar esa deferencia
hacia su pueblo.

Como el pueblo judío o tal vez los nueve leprosos, muchos creyentes piensan de
modo similar. Si Dios no responde conforme a sus expectativas, entonces se
enojan con Él. Sí, así como lees, se “enojan” con Dios. ¿Cómo es posible que Él
no haya realizado el milagro que tanto le pidieron? ¿Cómo puede llamarse a sí
mismo Dios de amor y Todopoderoso cuando permitió que esto tan horrible
ocurriera?

Muchos creyentes asumen que Dios está en deuda con ellos y actúan como los
leprosos; simplemente no dan gracias por los favores recibidos. Según ellos,
merecen ese milagro, y si no lo merecen, el carácter de Dios es suficiente motivo
para que obre tan generosamente.

Al escuchar tantos testimonios a lo largo de los años hemos oído innumerables


veces la frase: “me enojé con Dios y me aparté”. Nos resulta chocante ese
pensamien-to. Aunque es común escuchar esa expresión, por ser muy oída no la
convierte en menos maligna. Cuando alguien la dice se produce un impacto a
nivel intelectual y espiritual, porque desde la lógica enojarse con Dios implica
rebajarlo a un nivel netamente humano, es humanizarlo en un sentido muy
errado. Desde el punto de vista espiritual significa una falta de honra. Con esa
frase, pareciera que cuando algo sale mal no es culpa de esa persona, tampoco de
las circunstancias, sino culpa de Dios porque no hizo lo que se esperaba que
hiciera. Muchos se hieren a ellos mismos por su tergiversada manera de ver a
Dios.

Hacer a Dios vasallo de tus necesidades necesariamente te conducirá al


enojo, la desolación y a la amargura profunda del corazón.

Hoy debes reconocer que no es Dios la fuente de tu frustración, sino tu


concepción acerca de Él. Si no cambias tu entendimiento de Dios a lo que Él
realmente es, tu manera de pensar te conducirá al fracaso.
Para sanar tu comprensión acerca de quién es Dios debes ir a los pies de la cruz;
la máxima expresión de un amor bondadoso que no se guardó nada y entregó
todo para salvarnos de la condenación eterna. La deuda que teníamos con Él,
Dios mismo la pagó. Deuda imposible de saldar, él la canceló por amor. No nos
debe nada; en cambio, por semejante bondad, nosotros estaremos eternamente
endeudados en gratitud y amor. Ninguna gracia, favor o bendición nos debe el
Señor, absolutamente nada, ya todo lo dio por nosotros. Sólo si puedes entender
esta verdad que se grita desde la cruz serás verdaderamente libre.

Dios no es un genio a tu servicio ni uno semejante a ti para pedirle explicaciones


de sus actos, Dios es Dios y fuera de Él no hay nadie más.

Tal vez tu error no sea una perspectiva incorrecta de Dios, sino de ti mismo,
porque te crees con “derechos”. Si has reconocido a Dios como tu Señor, tú eres
su siervo, su esclavo voluntario, sin demandas ni derechos, cautivo por su amor,
con una deuda de gratitud increíble e impagable.

Esta pequeña diferencia marca un abismo a la hora de los resultados. De tu


decisión depende tu futuro. Si eliges una caricatura de un dios que te complazca,
tu vida será un fraude. Si tu visión es clara y la imagen de Dios es la que
proyecta la Biblia y surge de la cruz, tu futuro será como el día nuevo, que va en
aumento hasta que su luz se hace perfecta. Jamás te sentirás defraudado porque
com-prenderás cabalmente que Dios nada te debe; en cambio, por su gran amor,
eternamente estarás en deuda.
28

Si quieres más, administra mejor

“... Había cierto hombre rico que tenía un administrador que manejaba sus
negocios. Un día llegó la noticia de que el administrador estaba malgastando el
dinero de su patrón. Entonces el patrón lo llamó y le dijo: “¿Qué es esto que
oigo acerca de ti? Prepara un informe final porque voy a despedirte”.... Aquí
está la lección: usen sus recursos mundanos para beneficiar a otros y para
hacer amigos... Si son fieles en las cosas pequeñas, serán fieles en las grandes;
pero si son deshonestos en las cosas pequeñas no actuarán con honradez en las
responsabilidades más grandes. Entonces, si no son confiables con las riquezas
mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas del cielo...”, Lucas
16:1-13 (NTV).

Observa el contraste entre la parábola de la oveja perdida (Lucas 15:1-7) y la


parábola del mayordomo infiel (Lucas 16:1-13). En la primera, el pastor
administra los bienes de su amo como si fueran de él; cuida las ovejas como si
fueran propias y está dispuesto a arriesgar su comodidad, seguridad y hasta su
propia vida por el patrimonio de su señor. En cambio, el mayordomo de la
segunda parábola, malgasta, despilfarra, disipa, derrocha y malversa los bienes
de su amo. El pastor es alabado y reconocido por Jesús, mientras que el
mayordomo de la segunda parábola termina despedido y en la calle.

Ya que aquellos que no administran bien serán despojados de su mayordomía, la


pregunta que surge es: ¿cómo podemos ser buenos administradores?

1. Reconoce que todo lo que posees es de Dios. “...Señor... todo lo que hay en
el cielo y en la tierra es tuyo”, 1º Crónicas 29:11 (DHH). Dios nos confió
muchas cosas: la familia, la casa, el tiempo, el dinero, las capacidades, los
talentos, los dones. Pero no olvides que todo es de Él. Nosotros somos
mayordomos. La Biblia dice: “...Todo viene de ti y sólo te damos lo que de ti
hemos recibido”, 1º Crónicas 29:14 (DHH). Un mayordomo es un administrador
y la Biblia enseña que debemos ser administradores de lo que el Señor nos da,
porque todo lo que tenemos es de Dios.
2. Honra a Dios con tu dinero. Dale primero y dale lo mejor. Todo es cuestión
de orden. Lo primero nunca va a la cuenta del hombre, siempre va a la tesorería
del Señor. Dios pedía lo primero de todos los frutos y animales y también pidió
la primera ciudad de la tierra prometida. Cuando Israel consagró Jericó, Dios los
bendijo con treinta y tres ciudades más. Cuando retienes lo que le pertenece a
Dios, atraes la maldición sobre tu vida. En cambio, cuando honras a Dios
dándole lo primero, la provisión y la protección están garantizadas, 1º Reyes
17:13-16. Todo es cuestión de orden. Lo que se haga con lo primero
determina lo que pasará con el resto. Si Él es primero, todo lo demás lleva
bendición. Lo primero lleva el poder de la redención sobre lo que queda, 1º
Reyes 17:13-16 y Proverbios 3:9-10. Si lo primero no es para Dios, la bendición
que ya está acreditada en los cielos no se manifestará al resto de tu vida. En otras
palabras, si honras a Dios con lo primero se activará la bendición sobre el resto.

3. Sé generoso. “Usen sus recursos para beneficiar a otros”, Lucas 16:9


(NTV). Dios desea que las riquezas dadas a su pueblo sean de bendición también
a otros. Como la riqueza es un recurso renovable, puedes confiar que Él
reabastecerá tus cuentas y bienes en la medida en la que das. Dar con
generosidad implica recibir generosamente. En otras palabras, si quieres más,
administra mejor y bendice más. Proverbios 11:24 dice: “Hay quienes reparten,
y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen
a pobreza”. Jesús dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel;
y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto”, Lucas 16:10.
¿Confiarías la administración de tu casa a quien no es idóneo para hacerlo? Lo
mismo hace Dios con sus recursos. A menos que demostremos ser competentes
en la administración de lo poco, Dios no nos confiará más. En otras palabras:
administra mal y perderás.

Jesús fue un gran administrador. ¿Recuerdas qué les ordenó hacer a sus
discípulos después de alimentar a la multitud hambrienta? Que recogieran los
pedazos sobrantes (Juan 6:12). Aun las migajas deben ser administradas de la
mejor manera. Dios no quiere que se pierda nada; no acepta el despilfarro.
En definitiva, si quieres más, administra mejor.
Cuando Adán mal administró los recursos que Dios le había dado en el Edén, fue
expulsado de allí: “Y lo sacó Jehová del huerto del Edén...”, Génesis 3:23.
“Cuando Adán administró mal su trabajo en el jardín, no sólo perdió su empleo,
sino también su hogar. ¿A quién le había dado Dios el jardín? Al hombre.
¿Quién le quitó el jardín al hombre? Dios ¿Quién lo echó? Dios. De hecho, Dios
toma tan en serio la administración que hasta puede asignar ángeles para que
protejan su propiedad de los malos administradores. Es lo que hizo con Adán, así
que, ¿por qué no habría de hacerlo contigo?”.18

Para reflexionar. “Nos es cuestión de cuánto dinero yo doy a Dios sino cuánto
de su dinero guardo para mí”, Loren Cunningham. “Uno no puede disfrutar
verdaderamente de algo si no lo comparte, y esto incluye la fe, el amor, los
talentos y el dinero... y sin importar cuánto sea lo que das, Dios nunca permitirá
que le des más de lo que Él te da a ti, ¡nunca!”, Paul Meyer.

El dinero tiene el poder de ocupar el lugar de Dios en tu vida. Puede convertirse


en tu amo. ¿Cómo descubrir si eres esclavo del dinero? (1) ¿Estás preocupado
siempre por él? (2) ¿Das por generosidad o lo haces a fin de obtener más dinero?
(3) ¿Utilizas gran parte de tu tiempo preocupándote por tus posesiones? (4) ¿Te
es difícil dar dinero? (5) ¿Tienes deudas?

Repite la siguiente oración. “Desde hoy asumo el compro-miso de poner a Dios


en primer lugar. Mi primer pensamiento, las primeras palabras y mi primera
oración serán para Él. Apartaré de cada bendición lo primero para mi Señor.
Haré el esfuerzo de darle a Dios lo primero y lo mejor. Entiendo el principio
espiritual que al dar primero a Dios, se activa sobre mí el poder de la bendición
y la multiplicación. Por mi obediencia a la ley del orden seré puerta de
bendición para el resto de mi familia, ministerio y trabajo. Declaro su provisión
sobreabundante y que siempre tendré todo lo necesario para abundar en toda
buena obra. Amén”.
29

¡Icabod! La gloria se ha marchado

“Hasta el tiempo de Juan el Bautista, la ley de Moisés y el mensaje de los


profetas fueron sus guías; pero ahora se predica la Buena Noticia del reino de
Dios, y todos están ansiosos por entrar. Eso no significa que la ley haya
perdido su fuerza. Es más fácil que el cielo y la tierra desaparezcan, a que el
más pequeño punto de la ley de Dios sea anulado. Por ejemplo, un hombre que
se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio, y el que se case
con una mujer divorciada de su esposo comete adulterio”, Lucas 16:16-18
(NTV).

Jesús dejó bien en claro que la Ley de Dios es inalterable. Es más, dijo que no
había venido a derogarla sino a cumplirla, Mateo 5:17. Y como ejemplo de que
ella nunca cambiaría citó la ley de la castidad. Los judíos tenían una opinión
muy alta de la santidad y la fidelidad. Los rabinos decían: “Dios puede pasar
por alto muchas cosas, pero no la falta de castidad, que es una cosa que hace
que se ausente la gloria de Dios”.19 Sin embargo, conforme fue pasando el
tiempo la moral se fue debilitando tanto que los fariseos y maestros de la ley
parecían tener la falsa idea de que podían entrar al reino esquivando los
mandamientos de Dios (Mateo 23:16-26). Así sucede hoy en día, muchos creen
que pueden gozar de la presencia de Dios y disfrutar de sus bendiciones violando
o evadiendo los mandamientos de la santidad. ¡Eso es imposible! La fornicación
y el adulterio alejan la presencia de Dios.

Fornicación deriva de la palabra griega ‘porneia’ y significa toda unión carnal


fuera del matrimonio. Fornica el casado que tiene relaciones con alguien que no
es su cónyuge; fornica el soltero que tiene relaciones sin haberse casado y
fornica el que tiene relaciones homosexuales.

Adulterio proviene de la palabra griega ‘moijao’ e incluye a la fornicación, pero


es más que ella. Además de fornicación es deslealtad, quebrantamiento de un
compromiso marital, violación de la fe conyugal, engaño, infidelidad, etc.
No puedes esperar ser bendecido si administras tu sexualidad fuera de los límites
establecidos por Dios. No puedes enojarte con Dios, la iglesia o el pastor cuando
tus oraciones no reciben contestación. El problema no está en Dios. A menos
que dejes tu pecado, la presencia de Dios se ausentará de tu vida.

Dios ha establecido con meridiana claridad que la intimidad sexual está


reservada exclusivamente para el matrimonio y solamente entre los esposos,
Génesis 2:24.

Según la Biblia las consecuencias del pecado sexual son innumerables. Sin
embargo, de todas, la peor es la falta de la presencia de Dios. Él jamás derrama
su bendición a cualquiera. Existen personas que no quieren vivir en santidad y
luego se preguntan por qué no son bendecidas. La santidad atrae la presencia
del Señor y garantiza su permanencia.

El ejemplo más claro lo tenemos en Elí y sus hijos. “Los hijos de Elí eran
hombres impíos... Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los
jóvenes...”, 1º Samuel 2:12 y 17. “Pero Elí... oía de todo lo que sus hijos
hacían... y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del
tabernáculo de reunión...”, 1º Samuel 2:22.

Elí era un sacerdote. Tenía la unción y el llamado de Dios; pero era débil
moralmente. El problema de Elí fue tolerar en el liderazgo a gente impía; era
condescendiente con la inmoralidad de sus hijos. Él tenía la autoridad para hacer
algo y no lo hizo. Dios se enojó mucho con Elí. ¿Cómo manifestó su desagrado?
Marchándose con su presencia. ¡Icabod! es la expresión más triste de la historia
bíblica y significa: "la gloria se ha marchado", 1º Samuel 4:21. Además, Dios
reemplazó una promesa de bendición por otra de maldición: “Por cuanto has
hecho esto, de ninguna manera permitiré que tus parientes me sirvan, aun
cuando había prometido que toda tu familia, tanto tus antepasados como tus
descendientes, me servirían siempre...”, 1º Samuel 2:30-36 (NVI).

¿Puede Dios arrepentirse? ¡Sí que puede! “En un momento puedo hablar de
arrancar, derribar y destruir a una nación o a un reino; pero si la nación de la
cual hablé se arrepiente de su maldad, también yo me arrepentiré del castigo
que había pensado infligirles. En otro momento puedo hablar de construir y
plantar a una nación o a un reino. Pero si esa nación hace lo malo ante mis ojos
y no me obedece, me arrepentiré del bien que había pensado hacerles”,
Jeremías 18:7-10 (NVI).
Dios promete castigo para el rebelde, pero si éste cambia, Dios se arrepiente y no
lo castiga. Dios promete bendición para el justo y si éste se hace rebelde, Dios se
arrepiente y ya no otorga su bendición. El que cambia es el hombre y no Dios.

Ilustraremos esta verdad con la siguiente imagen. Si colocamos una roca en el


centro de un círculo y un hombre camina alrededor de esa roca, según la
posición que adopte el hombre será la relación que guarde con la roca. Si al
comenzar se coloca al norte de la misma, la roca está al sur del hombre. Ahora
bien, dejemos que el hombre camine colocándose al este; entonces, la roca se
sitúa al oeste. La roca no se mueve y, sin embargo, su dirección en relación al
hombre cambia a cada paso que él hace. ¿Le ves? Los sentimientos de Dios
para con los hombres no cambian, él permanece en el mismo sitio. Sus
demandas no cambian, su carácter tampoco; en todo caso, quienes cambian
son los hombres en relación a Dios.

Recuerda, el llamado de Dios y sus dones son irrevocables, pero tu


desobediencia puede cancelar sus mejores planes.
30

Perdonar a tiempo

“Si un creyente peca, repréndelo; luego, si hay arrepentimiento, perdónalo. Aun


si la persona te agravia siete veces al día y cada vez regresa y te pide perdón,
debes perdonarla”, Lucas 17:3-4 (NTV).

“Absalón no le dirigía la palabra a Amnón, pues lo odiaba por haber violado a


su hermana Tamar. Pasados dos años, Absalón convidó a todos los hijos del rey
a un banquete... Entonces Absalón le dijo a David: —Ya que Su Majestad no
viene, ¿por qué no permite que nos acompañe mi hermano Amnón? Pero tanto
insistió Absalón que el rey dejó que Amnón y sus otros hijos fueran con Absalón.
Éste, por su parte, les había dado instrucciones a sus criados: “No pierdan de
vista a Amnón. Y cuando se le haya subido el vino, yo les daré la señal de
ataque, y ustedes lo matarán”... Los criados hicieron con Amnón tal como
Absalón les había ordenado... Pero Jonadab dijo a David: “Amnón ha sido
asesinado. Absalón ya lo tenía decidido desde el día en que Amnón violó a su
hermana Tamar”... Mientras tanto, Absalón había huido... Fue a refugiarse con
Talmay (su suegro), y allí se quedó tres años. David, por su parte, lloraba todos
los días por su hijo Amnón, y cuando se consoló por su muerte, comenzó a sentir
grandes deseos de ver a Absalón”, 2ª Samuel 13:22-39 (NVI).

“Pasado tres años el rey mandó llamar a Joab y le dijo: - Está bien, ve y trae de
regreso al joven Absalón... Enseguida Joab fue... y trajo a Absalón de regreso a
Jerusalén. Pero el rey dio esta orden: “Absalón puede ir a su propia casa, pero
jamás vendrá a mi presencia”. De manera que Absalón no vio al rey... Absalón
vivió dos años en Jerusalén, pero nunca pudo ver al rey... Por fin el rey mandó
llamar a Absalón, quien fue y se inclinó ante el rey, y el rey lo besó”, 2ª Samuel
14:21-33 (NTV).

La Biblia nos cuenta acerca de los profundos conflictos entre un padre y su hijo.
Por razón del asesinato de uno de sus hijos a manos de su propio hermano, el
padre quedó varado en el dolor y no pudo ni supo cómo perdonar al homicida
que, además, era su otro hijo. El tiempo de incomunicación y falta de perdón
alimentó el odio que había surgido en el corazón de ese hijo, ahora convertido en
homicida. Cuando finalmente el padre se dispuso a perdonado, ya era demasiado
tarde. ¿A quién nos estamos refiriendo? A David y a su hijo Absalón. Veamos
un poco más de cerca la historia:

- Absalón mata a su hermano Amnón. 2ª Samuel 13:23-29.

Absalón era el tercer hijo de David y Amnón el primogénito. Absalón quería


vengarse de Amnón por haber violado a su hermana Tamar. “Absalón nunca
habló de esto con Amnón, sin embargo, lo odió profundamente por lo que le
había hecho a su hermana”, 2ª Samuel 13:22.

Absalón alimentó durante dos años una raíz de amargura nacida por el
desconsuelo de su hermana y por la violencia de su hermano mayor.
Probablemente al principio sólo hubiese querido hacerle un daño menor, pero el
tiempo se encargó de madurar el odio hasta llegar a no contentarse con otra cosa
que con asesinarlo.

Cuando se trata de vengar un mal, el tiempo no cura las heridas ni mengua los
agravios, al contrario, tiende a profundizar el conflicto. Cuando más tiempo
pases sin resolver el problema, tus sentimientos negativos crecerán. La violencia
engendra violencia y el odio engendra más odio. La historia termina con
Absalón que mata a su hermano Amnón y huye, refugiándose en casa de su
abuelo materno durante tres largos años, 2ª Samuel 13:37-39.

- David perdona a medias a Absalón. 2ª Samuel 14:21-33.

David, después de esos tres años hace volver a su hijo Absalón, pero no le otorga
perdón completo. No deja atrás el pasado (versículos 21 y 24). Lo recibe con
reservas y durante dos años más le impide que vea su rostro (versículo 28). En
otras palabras, le niega su cariño, no lo consuela sino que se muestra frío, duro y
distante.

Repasemos un poco la historia. Absalón, durante dos años estuvo alimentando


un odio feroz contra su hermano Amnón a causa del incesto. Finalmente lo
asesina. Luego, permanece en lejanas tierras como fugitivo. Cuando regresa,
tiene dos años más de condena paterna, pues David no quiere verlo. ¡Cuántos
pensamientos negativos deben haber visitado su mente! Al cabo de cinco años,
contados a partir del asesinato que representaba justicia a su hermana, el
resentimiento había crecido tanto que resultaba imposible detenerlo o
apaciguarlo. Nada pudo impedir que Absalón se rebelara contra su padre. El
resentimiento de un hijo hizo tambalear el trono de su padre.

Absalón era muy hermoso: “Y no había en todo Israel ninguno tan alabado por
su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su coronilla no
había en él defecto”, 2ª Samuel 14:25. Qué trágico resulta que la belleza exterior
no fuese acompañada de fortaleza espiritual. La descripción meramente física
de Absalón descubre su impotencia interior. Esto nos recuerda a los hermanos
de David que lo sobrepasaban en apariencia física, pero Dios los había
desechado. No era necesario que el narrador volviese a decir que Dios considera
el corazón de la persona, no lo exterior; sin embargo, se pone en evidencia una
vez más que lo verdaderamente importante es invisible a la vista.

Cuando David toma la decisión de perdonar a Absalón (versículo 33) ya era


demasiado tarde. Nada detuvo las intenciones de Absalón. Organizó un ejército
y se levantó en contra de su padre. Sangre y más sangre correría por todo Israel a
causa de la sublevación de un hijo resentido, 2ª Samuel 15-17.

¿Cuál es la enseñanza espiritual? Efesios 4:26 en la versión libre dice: “Si se


enojan ustedes, no cometan el pecado de dar lugar al resentimiento. Jamás se
ponga el sol sobre vuestro enojo”. No sólo tenemos el mandato de
perdonarnos unos a otros sino de hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

Siempre tendrás la opción de perdonar o no; puedes decidir por una u otra,
pero no puedes detener las consecuencias de tu elección. La falta de perdón
lleva irremediablemente a la pérdida de paz interior. El odio y el resentimiento
secan la vitalidad. No perdonar hace mucho daño. Dejemos que lo diga el mismo
David: “Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y
gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza
se evaporó como agua al calor del verano”, Salmo 32:3-4 (NTV).

Por donde lo mires la falta de perdón es un mal negocio. Es imposible estar


amargado y ser sano al mismo tiempo. David no perdonó a tiempo, y el mal que
hizo por no perdonar se volvió en su contra. ¿Estás alimentando una raíz de
amargura? ¿Hay alguna persona a la que tienes que perdonar?

Perdonar es una decisión. La Biblia no dice: “perdona a tu prójimo cuando lo


sientas”, sino que dice: “perdona”, Lucas 6:37. Aunque la persona a quien
perdonas no haya hecho reparación contigo, igual perdónala. Por otra parte, “el
precio que se paga por perdonar es siempre menor al que se paga por no
perdonar”, Paul Meyer.

Oración de perdón
“Señor Jesús. No soporto más sentirme así. Quiero libertad. Necesito paz.
Reconozco que la ofensa que he recibido no se compara con la deuda que tengo
contigo. Me demostraste en la cruz que tu perdón no tiene límites. Deseo hacer
lo mismo con la persona que me hirió, aunque mis sentimientos me digan algo
diferente. No quiero hacerlo en mis propias fuerzas sino en las tuyas. Por lo
tanto, recibo tu gracia para perdonar. Ahora mismo recibo la libertad para
perdonar y deshago toda atadura de odio, enojo y resentimiento en mi vida. Gra-
cias por tu perdón siempre disponible para mi vida, amén”.

Ten por seguro que al tomar la decisión por el perdón puedes esperar hermosos
frutos sobrenaturales, porque las cosas hechas a la manera de Dios siempre
llevan su bendición.
Bibliografía

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