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TOMO IV
DERECHOS FUNDAMENTALES
Y TUTELA CONSTITUCIONAL
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie DOCTRINA JURÍDICA, Núm. 439
Coordinadora académica: Elvia Lucía Flores Ávalos
Coordinadora editorial: Karla Beatriz Templos Núñez
Edición: Isidro Saucedo y Ariel Vargas Vázquez
Formación en computadora: Isidro Saucedo
Diseño de portada: Laura Ivonne Sánchez Zúñiga
LA CIENCIA
DEL DERECHO PROCESAL
CONSTITUCIONAL
Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio
en sus cincuenta años como investigador del derecho
EDUARDO FERRER MAC-GREGOR
ARTURO ZALDÍVAR LELO DE LARREA
Coordinadores
TOMO IV
DERECHOS FUNDAMENTALES
Y TUTELA CONSTITUCIONAL
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII
Héctor FIX-FIERRO
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXV
Eduardo FERRER MAC-GREGOR
Arturo ZALDÍVAR LELO DE LARREA
Semblanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXXV
Eduardo FERRER MAC-GREGOR
CAPÍTULO VIII
DERECHOS FUNDAMENTALES
Y JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL
VII
VIII CONTENIDO
CAPÍTULO IX
PROTECCIÓN HORIZONTAL
DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
CAPÍTULO X
PROTECCIÓN JURISDICCIONAL
DE LOS DERECHOS SOCIALES
CAPÍTULO XI
EL BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD
HÉCTOR FIX-ZAMUDIO
Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
DE LA UNAM*
Apenas hay palabras para expresar el orgullo que significa para mí —co-
mo hijo, como discípulo, como jurista mexicano, y como sucesor del ho-
menajeado en la dirección del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM— escribir unas palabras de presentación para esta obra que debe
considerarse excepcional por muchos motivos, lo que el lector descubrirá
fácilmente. Tampoco las hay para describir la gran dificultad que signifi-
ca este empeño, que fácilmente puede fracasar en mi caso, por exceso o
por defecto, en la ponderación de los méritos académicos y personales de
Héctor Fix-Zamudio y de todo lo que le debe nuestro Instituto. Ésa es
una tarea que otros habrán de realizar con mejor fortuna. Por ello, deseo
intentar una reflexión distinta, que estoy seguro que él mismo aprobaría,
pues siempre ha insistido en que sus méritos son compartidos. Me pre-
gunto entonces lo siguiente: ¿cuáles son los factores “estructurales” y
“culturales”, y no solamente personales o circunstanciales, que ayudan a
explicar por qué Héctor Fix-Zamudio representa mejor que nadie los va-
lores académicos y éticos que cultiva el Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas? Y ¿por qué su figura y el Instituto han llegado a tener la influencia
y el prestigio del que gozan actualmente en el mundo jurídico-político de
México e Iberoamérica, principalmente?
En un interesante y provocador ensayo sobre la profesión jurídica me-
xicana y lo que llaman sus “estrategias internacionales”, dos sociólogos
del derecho, Yves Dezalay y Bryant Garth, identifican al Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM (IIJ) como una institución forma-
XIII
XIV FIX-ZAMUDIO Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Más adelante, Dezalay y Garth señalan que varios miembros del IIJ,
pertenecientes a una nueva generación, se incorporaron al gobierno en
distintos momentos:
6 Véanse los informes anuales de labores del director del IIJ, publicados a partir de
1980 en el Boletín Mexicano de Derecho Comparado (consultables en www.bibliojuridi-
ca.org).
7 Menciono como ejemplos de tales proyectos, entre otros, la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos comentada (1985, con 19 ediciones hasta 2006), el
Diccionario Jurídico Mexicano (1982, dos ediciones y numerosas reimpresiones), la
Enciclopedia Jurídica Mexicana (2002) y la Latinoamericana (2006), y los Derechos del
pueblo mexicano (obra patrocinada por la Cámara de Diputados del Congreso de la
Unión, también con varias ediciones).
8 Esta actividad de expansión se ha manifestado, sobre todo, en la celebración de
numerosos convenios de colaboración con instituciones nacionales y extranjeras, median-
te los cuales se acuerdan diversas formas de cooperación académica, como la realización
de congresos y otros eventos, la publicación de revistas y libros en coedición, la elabora-
ción de estudios y análisis jurídicos, la impartición de diplomados y cursos de maestría y
doctorado, etcétera.
En relación con lo anterior, resulta indispensable mencionar que la fundación del Insti-
tuto Iberoamericano de Derecho Constitucional en México en 1975, así como el hecho de
que la presidencia la han ocupado dos juristas mexicanos —Héctor Fix-Zamudio y Jorge
Carpizo— y de que su sede se encuentra en el propio IIJ, ha resultado crucial para cimen-
tar el prestigio académico del IIJ en el continente americano y en Europa occidental.
XVIII FIX-ZAMUDIO Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
9 Véase “Discurso del Lic. Manuel Gual Vidal, Director de la Escuela Nacional de
Jurisprudencia, en la inauguración del Instituto de Derecho Comparado de México el 7
de mayo de 1940”, en Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto (ed.), XXV Aniversario del Insti-
tuto de Derecho Comparado de México (1940-1965), México, UNAM, 1965, p. 140.
PRÓLOGO XIX
Puede decirse que, entre los investigadores del Instituto, fue Héctor
Fix-Zamudio quien mejor recibió, de manos de su maestro más cercano y
querido, don Niceto Alcalá-Zamora y Castillo (1906-1985), y quien más
profundizó, desde sus primeros trabajos, esta herencia fundacional, mis-
ma que muy pronto lo puso en contradicción con los juristas que recha-
zaban las “teorías jurídicas extranjerizantes” que se cultivaban en el
Instituto. Entre ellos destaca don Ignacio Burgoa Orihuela, quien era un
reconocido profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM y autor de
un prestigioso manual sobre el juicio de amparo mexicano.11 No se trata-
ba de una mera diferencia de criterio jurídico, de la dilucidación de teo-
rías jurídicas “correctas” o “falsas”, sino de una visión particular sobre el
derecho y los estudios jurídicos mismos, y quizá en ello haya influido la
mayor o menor distancia de los participantes frente al establishment jurí-
dico-gubernamental de entonces. En todo caso, los comparatistas del
Instituto no creían estar haciendo nada extraordinario, pues simplemente
consideraban que había que tomar en cuenta los avances generales de la
ciencia jurídica para entender mejor el derecho nacional. Después de to-
do, los creadores de las instituciones jurídicas nacionales más importan-
tes habían sido juristas profundamente interesados en las experiencias de
otras latitudes, y ellos mismos estaban conscientes de estar adaptando lo
que creían mejor de esas experiencias para la solución de los problemas
nacionales. Se entiende, por ello, que los representantes del nacionalismo
jurídico hayan percibido como muy incómoda una actitud intelectual
que, por ser meramente académica y no ideológica, constituía una crítica
demoledora de los mitos y prejuicios que sostenían.
nido una orientación menos fuerte hacia los temas económicos y, en general, del derecho
privado.
16 Esta es una de las razones por las que Dezalay y Garth hablan de “estrategias in-
ternacionales”.
17 Sobre la legitimidad que ofrece el derecho en un contexto de transición, veáse
Fix-Fierro, Héctor y López-Ayllón, Sergio, “Legitimidad contra legalidad. Los dilemas
de la transición jurídica y el Estado de derecho en México”, Política y Gobierno, cit., no-
ta 14.
PRÓLOGO XXIII
Héctor FIX-FIERRO*
1 La Justicia, t. XXVII, núms. 309 y 310, enero y febrero de 1956, pp. 12300-12313
y 12361-12364.
2 Foro de México, núm. XXXV, febrero de 1956, pp. 3-12.
3 La Justicia, núm. 317, t. XXVII, septiembre de 1956, pp. 12625-12636.
4 La Justicia, núm. 318, t. XXVII, octubre de 1956, pp. 12706-12712.
5 Revista de la Facultad de Derecho de México, t. VI, núm. 24, octubre-diciembre
de 1956, pp. 191-211.
XXV
XXVI PREFACIO
6 Estudios en homenaje al doctor Héctor Fix-Zamudio, en sus treinta años como in-
vestigador de las ciencias jurídicas, México, UNAM, III ts., 1988.
7 Liber amicorum: Héctor Fix Zamudio, San José, Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, II ts., 1998.
PREFACIO XXVII
XXXV
XXXVI SEMBLANZA
Víctor ABRAMOVICH*
I. INTRODUCCIÓN
3
4 VÍCTOR ABRAMOVICH
de este trabajo. Sin embargo, entendemos que de ningún modo esta pre-
gunta puede responderse en abstracto, sin atender al contexto social e insti-
tucional en el cual la administración de justicia es llamada a intervenir.2
Cuando los canales institucionales tradicionales se obturan o estrechan, las
demandas sociales y la práctica de incidencia política de los actores socia-
les, buscan nuevos cauces institucionales, que al mismo tiempo pueden
afectar y modificar las formas tradicionales de la acción social y política.
Dicho de otro modo, la debilidad de los actores políticos y de ciertos espa-
cios de mediación social transforma los escenarios y los protagonistas de la
práctica política. En muchos de los ejemplos que analizamos el camino ju-
dicial emprendido por organizaciones de la sociedad civil apunta a com-
pensar la inoperancia de las instancias de fiscalización del propio Estado, y
en ocasiones a activar debates sociales que no han sabido nutrir los tradi-
cionales actores políticos. Si bien la intervención judicial puede en ocasio-
nes debilitar o acotar aún más la dinámica política, no se trata de de una
consecuencia fatal. En ocasiones, es posible encontrar diversas formas de
articulación entre ambas instancias, e incluso modalidades de intervención
judicial, que lejos de opacar la actividad política, pueden activar procesos
de toma de decisión sobre políticas de Estado, abriendo canales de diálogo
entre los poderes, garantizando nuevas vías de participación comunitaria y
vigorizando una lánguida esfera pública.
Tampoco es evidente que la judicialización de ciertos conflictos debilite
la capacidad de acción política de las organizaciones y los movimientos so-
ciales. Se ha discutido mucho acerca del impacto de la judicialización de
2 Véase Courtis, Christian, Reyes desnudos. Algunos ejes de caracterización de la acti-
vidad política de los tribunales (inédito). El autor señala que la pregunta por la legitimidad
de la actuación judicial no puede responderse en abstracto, tomando en consideración una o
dos variables normativas, como el lugar de los tribunales en una “teoría pura” de la demo-
cracia o el origen no electivo de los jueces. La pregunta por la legitimidad requiere informa-
ción empírica sobre el funcionamiento del sistema político, y el conocimiento concreto del
contexto histórico en el cual se desempeñan los jueces. En este sentido, el análisis de la legi-
timidad de la actuación judicial supone la necesaria comparación con el análisis de la legiti-
midad de la actuación de los demás poderes. Así, sostiene, la importación irreflexiva de la
“dificultad contramayoritaria” en América Latina tiene a veces el efecto de legitimar —in-
tencionada o inadvertidamente— normas o prácticas dictadas durante gobiernos autorita-
rios cuya legitimidad electoral era nula. Algo similar cabe afirmar con respecto a las normas
emitidas por muchos niveles de la administración pública, cuyos funcionarios no tienen res-
ponsabilidad política ni están investidos de legitimidad electoral. Extender la representati-
vidad del presidente o primer ministro, cabeza de la administración a todo acto de ésta, por
delegación, “derrame” o aquiescencia, implica extender la noción de representación mucho
más allá de lo permisible.
6 VÍCTOR ABRAMOVICH
dar que de no pagar ese precio hasta puede frustrarse el objetivo de obtener anuencia volun-
taria, porque la ley, para imponer acatamiento, debe merecerlo”, pp. 132 y 133.
10 VÍCTOR ABRAMOVICH
9 En estos casos, la discusión entre derechos justiciables y actuación libre de las instan-
cias políticas está limitada, pues la política actúa previamente a través del Congreso, en
todo caso se autolimita al fijarse obligaciones legales en la materia. Este punto es particular-
mente importante en casos vinculados con derechos sociales a los cuales se les cuestiona su
exigibilidad en la esfera judicial, pero como vemos es igual de importante para otros su-
puestos de obligaciones positivas vinculados a derechos civiles y políticos. Acerca de la
clásica discusión sobre la tensión entre democracia y derechos, con referencia a los dere-
chos sociales justiciables, puede verse, Pisarello, Gerardo, “Los derechos sociales en el
constitucionalismo moderno: por una articulación compleja de la relaciones entre política y
derecho”, en Carbonell, Miguel (comp.), Derechos sociales y derechos de los minorías,
México, Porrua-UNAM, 2001, pp. 113-138. También véase Ramos, E. Rivera, “Los dere-
chos y la democracia. ¿Conflicto o complementariedad?, en Varios Autores, Los derechos
fundamentales, Buenos Aires, Editores Del Puerto-SELA, 2001. Para una visión más gene-
ral del debate suscitado en Reino Unido con la incorporación del estatuto de derechos hu-
manos, y la consiguiente atribución de nuevos poderes a la justicia en detrimento del Parla-
mento, cfr. Loughlin, M., “Rights, Democracy and Law”, en Campbell, T. et al. (comps.),
Sceptical Essays on Human Rights, Oxford, 2001, pp. 41-60.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 13
10 Nos referimos a los casos en los que una norma legal impone la obligación de desarro-
llar procesos de producción de información y consulta —por ejemplo, con los beneficia-
rios— en la etapa de diseño o evaluación de una política social. Así, en el caso Defensoría
del Pueblo de la Ciudad vs. Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pen-
sionados, el criterio para la anulación del proceso de privatización fue precisamente la falta
de acceso a la información de los usuarios del sistema. De igual modo, en otros casos, la jus-
ticia contencioso administrativa argentina anuló ajustes de tarifas de servicios públicos por
la ausencia de audiencia pública —entendida como oportunidad de consulta a los usua-
rios— previa a la adopción de la decisión.
11 Corte Constitucional de Sudáfrica, caso CCT 11/00, The Government of the Republic
of South Africa and Others vs. Irene Grootboom and Others.
12 Por ejemplo, la condena a pagar un monto líquido y exigible.
14 VÍCTOR ABRAMOVICH
El otro tema central en el caso fue el alcance del remedio judicial. La Cámara Nacio-
nal Electoral si bien hizo lugar al amparo y declaró la inconstitucionalidad del Código por
contradecir el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, no dispu-
so medida alguna para hacer efectivo el derecho a votar. En tal sentido la decisión tuvo ca-
rácter meramente declarativo, pero sin disponer remedio alguno. Por este motivo, los de-
mandantes acudieron ante la Corte que emplazó al Congreso a modificar la norma
impugnada. La sentencia fue comunicada por la propia Corte a los legisladores y sobre la
base del fallo judicial se iniciaron acciones de incidencia en el Congreso hasta que se logró
incorporar el tema en la agenda parlamentaria y finalmente reformar la disposición incons-
titucional el 4 de diciembre de 2003 (Ley 25.858). Es interesante señalar que también la
Corte Constitucional Sudafricana en un caso similar dispuso la inconstitucionalidad de una
norma que limitaba el ejercicio de derechos políticos de los detenidos sin condena y obligó
a la Comisión Electoral del gobierno que fijara un plan y las regulaciones necesarias, inclui-
da la fijación de costos, para garantizar el derecho a votar de los detenidos. Véase August
and Another vs. Electoral Comisión and Other, 1999 (3) SA 1 (CC);1999 (4) BCLR 363
(CC).
18 Corte Suprema de Justicia, sentencia del 8 de agosto de 2006, “Badaro, Adolfo Va-
lentín vs. Administración Nacional de la Seguridad Social s/reajustes varios”.
19 La Corte establece: “Que ello no implica que resulte apropiado que el tribunal fije sin
más la movilidad que cabe reconocer en la causa, pues la trascendencia de esa resolución y
las actuales condiciones económicas requieren de una evaluación cuidadosa y medidas de
alcance general y armónicas, debido a la complejidad de la gestión del gasto público y las
múltiples necesidades que está destinado a satisfacer”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 19
La Corte advierte que el renvíio a los órganos políticos del asunto no le im-
pedirá en el futuro examinar a su vez la adecuación constitucional del siste-
ma que en definitiva se adopte.
En el caso Verbitsky se procuró mediante un habeas corpus correctivo
de alcance colectivo, presentado ante la Cámara de Casación Penal de la
provincia de Buenos Aires, en representación de alrededor de 6,000 perso-
nas detenidas en comisarías de la provincia, que el tribunal establezca en
términos precisos bajo qué condiciones debe habilitarse un lugar de aloja-
miento digno, de acuerdo con estándares constitucionales, y que ordene al
gobierno provincial remediar de forma urgente la situación de las personas
alojadas en condiciones denigrantes de superpoblación ofreciendo un plan
de acción. Para facilitar la adopción de esas medidas se pide al tribunal que
fije un procedimiento de consulta y diálogo entre los principales actores in-
volucrados en la cuestión y que disponga mecanismos concretos para su-
pervisar el plan de acción que el gobierno establezca en cumplimiento de la
orden judicial. El remedio judicial requerido va en la línea de algunas de
las decisiones judiciales examinadas respecto al control de políticas socia-
les en el ámbito local e internacional.20 El fallo de la Corte Suprema de Jus-
ticia en este caso admite en cierta medida el modelo de intervención judi-
El caso muestra con claridad la relación directa entre los mecanismos procesales y la
posibilidad de discutir en un espacio judicial apropiado ciertas políticas públicas. Si el caso
está acotado por el alcance del recurso, la discusión sobre la orientación de las políticas pú-
blicas requeridas se verá seriamente cercenada o condicionada. Este problema puede defi-
nirse en la lógica de las estrategias de litigio en el sentido de que corresponderá al deman-
dante juzgar a priori si el espacio judicial disponible en función de las restricciones
procesales es idóneo para desarrollar una discusión adecuada de las políticas del Estado. En
su caso, elegir aquellos puntos clave que podrían detonar con posterioridad fuera del caso
un debate público más amplio y agudo.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 21
21 CSJN, caso Verbitsky, Horacio s/ Habeas Corpus, 3 de mayo de 2005; Véase Courtis,
Christian, “El caso Verbitsky: ¿Nuevos rumbos en el control judicial de la actividad de los
poderes políticos?”, Colapso del sistema carcelario, Temas para pensar la crisis, CELS,
Ed. Siglo XXI, 2005; Filippini, Leonardo G., “Superpoblación carcelaria y habeas corpus
colectivo”, revista Lexis-Nexis, Buenos Aires, núm. 2, agosto de 2005. Sobre esta forma de
remedio judicial propio del denominado litigio experimental puede consultarse: Bergallo,
Paola, “Justicia y experimentalismo: la función remedial del Poder Judicial en el litigio de
derecho público en Argentina”, SELA, panel 4, 2005, El papel de los abogados, disponible
en la página de Internet http://islandia.law.yale.edu/.
22 Sentencia del 20 de junio de 2006, Mendoza, Beatriz y otros vs. Estado nacional y
otros. Publicada en La Ley del 11 de julio de 2006, con comentarios de Daniel Sabsay.
23 CSJN, caso Campodónico de Beviacquea, Ana Carina c/Ministerio de Salud y
Acción Social-Secretaría de Programas de Salud y Banco de Drogras Neosplásicas s/re-
curso de hecho, 24 de octubre de 2000.
22 VÍCTOR ABRAMOVICH
cretaría de Comunicaciones que previo a decidir acerca de la prórroga del periodo de exclu-
sividad de las licenciatarias del servicio básico teléfonico nacional e internacional,
posibilite la debida participación de los usuarios y de las asociaciones que los nuclean, per-
mitiéndoles un adecuado conocimiento de los hechos y, en su caso, el ofrecimiento y pro-
ducción de prueba que aquellos estimen pertinente. Se solicitó que se instrumetara el
procedimiento en un plazo determinado y el tribunal resguardó su competencia para verifi-
car la adecuación del procedimiento al fallo. En este caso, también el Estado es el que debe
fijar el procedimiento de participación de los usuarios y el tribunal se limita a imponerlo y
a fijar algunos extremos básicos para garantizar su efectividad. En la jurisprudencia local
este tipo de decisión es recurrente aunque lamentablemente los procedimientos de partici-
pación han demostrado no ser siempre efectivos. Cfr. Puga, Mariela, “Documentos de tra-
bajo sobre derecho de interés público. Acción de amparo en la jurisdicción federal”, Pro-
grama de derecho de interés público, Centro de Postgrado de la Universidad de Palermo. Sin
embargo, resulta indudable que el activismo judicial transformó a la justicia en un espacio
de control de las políticas del Estado en esta materia, y apuntó a los aspectos irregulares de
su relación con las empresas prestatarias, ante el desmantelamiento de las instancias de fis-
calización interna del Estado y la inoperancia de los entes reguladores de servicios públicos
y el inexistente control parlamentario. Otra vez el Poder Judicial ocupó un espacio que dejó
vacante el aparato institucional del Estado y la debilidad del sistema político. Un ejemplo
de ello fue la batalla legal contra el irregular rebalanceo telefónico que analizó finalmente la
Corte en la causa “Prodelco vs. Estado nacional” del 7 de mayo de 1998. Véase Gordillo,
Agustín, “La defensa del usuario y del administrado”, Tratado de derecho administrativo,
Fundación de Derecho Administrativo, 1998, t. 2.
26 Es ilustrativa la campaña iniciada por el Foro Ecologista de Paraná. A través de una
acción de amparo se logró que la justicia de la provincia de Entre Ríos dictara el 3 de junio
de 2004 una medida cautelar que obligó al gobierno provincial a no autorizar el desmonte
en tanto no se cuente con estudios de impacto ambiental y normas que regulen la sustentabi-
lidad del recurso. El fallo indica la ausencia de una estrategia de biodiversidad frente a la
actual devastación de las masas forestales nativas. La decisión judicial que tuvo una impor-
tante repercusión en medios de prensa nacionales y locales, si bien fue apelado por el go-
bierno de la provincia activó algunos interesantes procesos políticos. En el ámbito provin-
cial, por decisión de una sala del Superior Tribunal de la provincia que entendiendo en la
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 27
apelación interpuesta por el gobierno, se abrió un espacio de acuerdo con participación del
gobierno y los principales actores sociales con inclusión en el tema (más allá de los deman-
dantes) para discutir las medidas que podrían adoptarse. La acción tuvo impacto nacional,
al punto que otros procesos similares se abrieron en la provincia de Salta y Chaco. También
tuvo un indudable impacto en la discusión sobre desmonte en Santiago del Estero donde la
intervención federal en las provincias dicta un decreto frenando el desmonte. Sobre el caso
puede consultarse el Boletín Electrónico del Foro de Ecología Política, www.alternativa-
verde.org, véase causa 37161 “Verzeñassi, Sergio Daniel y otros vs. Superior Gobierno de
la Provincia de Entre Ríos s/acción de amparo ambiental”, juzgado de instrucción suple-
mentaria de la provincia de Entre Ríos. Es indudable también en este tema que la interven-
ción judicial ha servido para apuntalar la acción social y política de numerosas organizacio-
nes que de alguna manera intentan compensar, por las vías institucionales disponibles, la
falta de equilibrios y debates en las legislaturas e instancias políticas.
27 Véase fallo Tiscornia, Sofía vs. Policia Federal s. amparo, sala III, Cámara Nacional
en lo Contencioso Administrativo Federal, 17 de diciembre de 1997.
28 Acción de amparo iniciada por Fundación Poder Ciudadano y CELS. Véase este caso
y otras acciones sobre acceso a la información en “La información como herramienta para
la protección de los derechos humanos”, CELS, 2004, p. 2.
29 Reclamos administrativos iniciados por Centro de Implementación de Políticas Pú-
blicas para la Equidad y el Crecimiento y Fundación Poder Ciudadano.
28 VÍCTOR ABRAMOVICH
32 Véase “Tarimat”, Firmes en nuestro territorio. FIPSE vs. Arco, Quito, Centro de De-
rechos Económicos y Sociales, 2001.
30 VÍCTOR ABRAMOVICH
31
32 HORACIO AGUILAR ÁLVAREZ DE ALBA
ción que hacen del cuadro —jurídicamente hablando— una obra surrealis-
ta o impresionista.
El tránsito de la penumbra de la ilegalidad a la legalidad en materia reli-
giosa, ha sido muy difícil. Ciertamente, como se apuntó en el párrafo pre-
cedente, esta contribución que consiste en el reconocimiento de la persona-
lidad jurídica ha sido un tránsito dificultoso y doloroso, pues ha exigido
una adecuación a una realidad diferente a la anterior, consistente en que
previamente a la reforma, las confesiones no existían de cara a la legisla-
ción expedida por el Estado mexicano; eran realidades fácticas sin recono-
cimiento jurídico. El reconocimiento jurídico se ha dado por virtud de un
registro constitutivo, que se traduce en un voluntarismo legislativo, que se
expresa diciendo que existe sólo aquello que el Estado mexicano quiere
que exista y a partir del momento en que la Secretaría de Gobernación le
conceda el registro constitutivo, sin poder invocar derecho alguno a obte-
ner dicho registro. Por lo que en los casi 6,000 registros otorgados entre ca-
prichosa o discrecionalmente, no están todos los que son, ni son todos los
que están, parafraseando al maestro Herrera Lasso, al referirse a las garan-
tías individuales.
En este sentido, es oportuno mencionar que la personalidad jurídica re-
conocida a las iglesias y agrupaciones religiosas es jurídicamente idéntica;
pero cada una tiene diferencias que deben traducirse en la ley. Establecer
una igualdad absoluta sería incurrir en el igualitarismo en detrimento de la
justa igualdad. Veamos si una comparación contribuye a la mejor com-
prensión entre las voces de igualdad e igualitarismo. En el marco político
electoral concurren varios partidos políticos que tienen la personalidad ju-
rídica que la ley les confiere, pero no gozan de las mismas prerrogativas en
términos de igualdad matemática. Lo mismo debería de ocurrir en tratán-
dose de las asociaciones religiosas, en las que todas participan de la
personalidad jurídica que la ley les confiere, aunque las prerrogativas de-
ben ser diferenciadas para cada una de ellas.
El Congreso de la Unión, durante el periodo extraordinario convocado
para detallar las reformas constitucionales (véase Diario Oficial de la Fe-
deración del 28 de enero de 1992), parece que no estuvo a la altura de la lla-
mada histórica a la que fue convocado. En lugar de intentar el camino de
expedir una ley reglamentaria del artículo 24 constitucional, utiliza el difí-
cil camino de detallar las disposiciones contenidas en el artículo 130 de la
ley fundamental.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 41
7 Sobre el particular remito al lector a la monografía del autor publicada en la obra edi-
torial con motivo del XC Aniversario de la Escuela Libre de Derecho.
8 En esta materia se ha discutido si las intervenciones radiofónicas de la jerarquía de
una circunscripción eclesiástica con registro constitutivo es un acto de culto susceptible de ser
autorizado, de manera extraordinaria, por la Secretaría de Gobernación en su función de ad-
ministradora de la Ley, en comparación con intervención de cientificistas sin rango jerár-
quico ministerial que a micrófono abierto pueden realizar todo género de actos de proseli-
tismo religioso sin la menor cortapisa, combatiendo abiertamente a la fe católica y
48 HORACIO AGUILAR ÁLVAREZ DE ALBA
Los actos de culto son cuestiones que serán definidas por los estatutos
internos de las iglesias o confesiones religiosas que hayan asumido la for-
ma de asociación religiosa, por virtud de la obtención de su registro consti-
tutivo. En este sentido, existen confesiones que reconocen la existencia de
sacramentos que justifican la existencia de ministros o acuden a la media-
ción ministerial para la administración de actos reservados a los ministros,
como pueden ser los sacramentos y los hechos sacramentales.
En la actualidad, no se ha expedido un reglamento previsto en el texto de
la propia Ley. En 1995 la entrante administración federal tenía clara la de-
cisión de avanzar en la expedición de dicho reglamento; pero hubo de
afrontar serias dificultades cuando se planteó la necesidad o, por lo menos,
la conveniencia de definir o describir el acto de culto, sin entrometerse en la
vida interna de las asociaciones religiosas. En ésta —como en muchas
otras cuestiones— la norma reglamentaria no es la solución jurídica más
adecuada y conveniente. En opinión de autorizados doctrinarios del dere-
cho, la respuesta habrá de ser la expedición de una ley reglamentaria del ar-
tículo 24 de la Constitución que reconoce la libertad de creencias y de cul-
tos, con soluciones más jurídicas para dar cauce a la libertad en materia
religiosa, mucho más allá de instituciones religiosas y actos cultuales.
Tratándose de confesiones que no reconocen la mediación ministerial,
las disposiciones aludidas resultan inaplicables. Tal es el caso de la religión
musulmana o aquellas que siguiendo el evangelio de Cristo, tienen estable-
cida una ministerialidad universal u horizontal.
La expedición y publicación del reglamento de la materia sólo ha au-
mentado la disposiciones normativas, engrosando los requisitos para los
trámites legales y constituyendo un órgano sancionador que no ha funcio-
nado en los hechos.
lados con el ministro por razón de parentesco hasta dentro del cuarto grado.
Esta disposición tiene su origen en el influjo contrario a la voluntad del tes-
tador, previsto para aquellos casos en que el testador formule disposición
testamentaria durante su enfermedad terminal en la que haya recibido los
auxilios espirituales del ministro del culto instituido como heredero —aun-
que nada dice del legatario— del testador.
El numeral en cita utiliza expresiones que imposibilitan la aplicación
práctica de las normas en esta materia. Menciona la dirección espiritual
que es un concepto de difícil comprensión en las condiciones actuales de
marcado secularismo. Igualmente alude a la asistencia espiritual, que no se
puede confundir con la recepción frecuente de sacramentos o hechos sacra-
mentales con la intervención de un ministro.
tino religioso para intentar resolver una tarea que la ley de la materia dele-
gó al reglamento de la misma.
En cuanto a la apertura de templos, sin precisar la naturaleza del inmue-
ble —propiedad particular o de la nación— el artículo 24 de la Ley estable-
ce que cualquier persona podrá dar aviso a la autoridad, por lo que dicho
espacio, con independencia de su propietario, se habrá de considerar tem-
plo destinado al culto público. Lo anterior da la impresión de ser una remi-
niscencia histórica, constituyendo así una acción popular para denunciar
los lugares en los que se celebran actos de culto público, con lo cual se lle-
gan a excesos, como podría ser que un centro educativo en el que exista una
capilla interdenominacional, quede sujeta a esta posibilidad de denuncia
popular, cuyas consecuencias jurídicas resultan impredecibles. Este es el
caso específico del Heroico Colegio Militar.
mento colmar las lagunas y las inconsistencias anotadas y otras que pueda
haber omitido?
La ausencia reglamentaria sólo ha traído como consecuencia que no se
apliquen las sanciones previstas en la Ley, con lo cual se solazan algunos
grupos religiosos que vienen actuando al margen de la misma, a ciencia y
paciencia de las autoridades diversas del país. El aspecto punitivo de la le-
gislación, previsto para reordenar la vida institucional, podría ser un instru-
mento en manos de la autoridad para contribuir a la coexistencia pacífica
entre las diversas confesiones que inciden en el marco de nuestra amplia ri-
queza cultural, dentro de nuestro proyecto histórico de nación. Pero si se
utiliza como arma de presión para someter y mantener bajo control a algu-
nas confesiones religiosas que generosamente han contribuido a preservar
los intereses de gobiernos y gobernantes, se convertiría en herramienta per-
versa que socavaría la libertad religiosa de los agraviados para contribuir a
una pugna fratricida que nos alejaría de la paz y la justicia que constituyen
premisas esenciales para consolidar a nuestra patria.
Igualmente encontramos vacíos tratándose de aspectos procesales y me-
dios de impugnación. Así como una discrecionalidad impertinente tratán-
dose de la declaratoria de procedencia, actos de culto público fuera de los
templos y su transmisión en medios.
La Ley tiene algunas cuestiones que resulta conveniente revisar para la
mejor comprensión de la situación en la que se encuentra México en tan
importante tema.
En mérito y suma de todo lo antes expuesto, después de 10 años y tres
visitas pontificias sin reglamentación de las normas contenidas en la ley, se
deberá militar hacia la revisión de la legislación con objeto de expedir una
ley federal secundaria que sea reglamentaria del artículo 24 constitucional,
con las limitaciones e inhibiciones que consignan los artículos 27 y 130 de
nuestra ley fundamental para evitar reformar la Constitución.
Concluida la quinta visita pontificia a la Ciudad de México, se abren
muchos espacios de reflexión sobre esta materia.
X. BIBLIOGRAFÍA
Larry ANDRADE-ABULARACH*
I. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo desarrolla la relación del derecho natural con los dere-
chos humanos y su expresión en el derecho positivo. Para ello se tratará, en
primer lugar, y de un modo muy breve, las dos concepciones básicas exis-
tentes sobre el derecho: el jusnaturalismo y el positivismo jurídico. Segui-
damente se indicarán los presupuestos básicos del jusnaturalismo clásico.
Por último, se analizará la noción de dignidad humana, entendida como
fundamento último y esencial de todo derecho.
57
58 LARRY ANDRADE-ABULARACH
jetivos que deben regir el actuar humano. Se trata, por lo tanto, de una
visión positiva y optimista de la razón humana. Ésta es capaz de distin-
guir entre el bien y el mal, entre lo justo e injusto en una sociedad.
Esta idea ha impregnado profundamente la cultura filosófico-jurídi-
ca occidental, y ha tenido consecuencias radicales en la configura-
ción de la noción de derecho natural y de los derechos humanos.
no es más que “la boca muda que pronuncia las palabras de la ley”, el racio-
nalismo se deslizó, casi sin percibirlo, hasta un positivismo cerrado, total y
absoluto. Se había caído en el dogma fundamental del positivismo: “sólo el
derecho positivo es derecho y todo derecho positivo es derecho”.
La doctrina del derecho natural clásico, auténtico, es que el derecho debe ser
extraído de la observación de toda la naturaleza y diría que precisamente de
la naturaleza de las cosas. Y exactamente en el sentido en el que los teóricos
modernos entienden la naturaleza de las cosas: las cosas del universo social,
las instituciones sociales... los grupos sociales existentes, las relaciones de
negocios, sociedades, contratos, acciones. Las cosas en su diversidad... No
hay ninguna filosofía más favorable a la noción de naturaleza de las cosas y a
su utilización en el derecho que el antiguo sistema clásico de derecho natu-
ral. Evita hacer del derecho la creación de una razón pura; sabe... que antes
de todos los conocimientos y como base de ellos está el ser.1
De cualquier forma, hay que matizar que no todos los autores que em-
plean esta expresión se consideran a sí mismos jusnaturalistas.
2 Hervada, J., Historia de la ciencia del derecho natural, Pamplona, Eunsa, 1991, p. 18.
64 LARRY ANDRADE-ABULARACH
... hay una ley verdadera, recta razón conforme con la naturaleza, presente en
todos, constante, sempiterna... A esta ley no cabe abrogarla, ni es lícito dero-
garla en algo, ni puede ser abrogada por completo, ni nos podemos desligar
de esta ley por obra del senado o del pueblo... no será una en Roma, otra en
Atenas, una ahora, otra después; todos los pueblos, en todo tiempo, serán
regidos por esta única ley... y quien no le obedezca renegará de él mismo, y, re-
3 Conviene señalar, sin embargo, que la referencia a la existencia del derecho natural,
como elemento normativo de la conducta humana, no surge con Aristóteles. Es antiquísima.
Ciertamente, desde los mismos albores de la civilización, el ser humano ha captado que
existen exigencias de comportamiento en la sociedad y deberes de justicia en las relaciones
humanas, que no dimanan de la voluntad del hombre. En un principio se hablará de leyes de
los dioses. Como ejemplo, cito un texto que data de 2,000 años a.C. Pertenece al capítulo
125 del Libro de los Muertos. Este libro, que detalla cómo las almas de los egipcios muertos
deben justificarse ante Osiris, contiene la siguiente confesión: “Traigo en mi corazón la ver-
dad y la justicia, pues he arrancado de él todo mal. No he hecho sufrir a los hombres. No he
tratado con los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con
abuso. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No he privado al
necesitado de lo necesario para la subsistencia. No he hecho llorar. No he matado ni manda-
do matar. No he tratado de aumentar mis propiedades por medios ilícitos, ni de apropiarme
de los campos de otros. No he manipulado las pesas de la balanza. No he mentido, no he di-
famado. No he escuchado tras las puertas. No he cometido jamás adulterio. He sido siempre
casto en la soledad. No he cometido con otros hombres pecados contra la naturaleza. No he
faltado jamás al respeto debido a los dioses”. Tomado de Ayllón, J. R., En torno al hombre,
Madrid, Rialp, 1992, p. 189.
4 Sófocles, Antígona, pp. 452-457.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 65
Con Tomás de Aquino, la teoría clásica del derecho natural adquirió for-
ma acabada. Aquino dio origen a una escuela de pensamiento que aún per-
dura hasta nuestros días. Defendió la existencia de una ley eterna, una ley
natural y una ley humano-positiva. La ley natural posee, entre otras propie-
dades, la de su carácter originario (o innato), universal e inmutable en lo
que se refiere a los primeros principios.6 Por su parte, la ley humano-positi-
va, entendida como el conjunto de normas que regulan la organización so-
cial, sólo obliga si es conforme con la recta razón o, lo que es lo mismo, si
respeta los principios básicos de la ley natural. Por ello, cuando una norma
jurídica es claramente injusta y contraria a la razón, deja de ser propiamen-
te derecho para convertirse en un acto de violencia. Así ocurre, v. gr., con
una norma que permitiera la muerte de un inocente (por ejemplo, el abor-
to). Cuando concurre esta circunstancia, el derecho pierde su fuerza moral
para obligar y el individuo se ve legitimado para desobedecer.
Como he señalado, la influencia de la doctrina de la ley natural de To-
más de Aquino ha sido muy importante en el pensamiento jurídico occi-
dental. Ha influido decisivamente en la configuración de la noción de dere-
chos humanos. Ello se advierte claramente cuando se comprueba que las
propiedades que tradicionalmente se han atribuido a la ley natural coinci-
dan, básicamente, con las notas que, se suelen atribuir a los derechos huma-
nos:7 su carácter inherente al ser humano, universal e inalienable.
La doctrina clásica del derecho natural ha pervivido hasta nuestros días.
Así, Capograssi ha destacado la unidad del derecho natural y el derecho
positivo recurriendo a la siguiente comparación:
que sostienen todo, porque precisamente las raíces son las que ponen en co-
municación la vida del árbol con la vida secreta de la tierra.
8 Véase sobre este tema Ballesteros, J., Sobre el sentido del derecho, Madrid, Tecnos,
1986, p. 112.
9 Cicerón, De legibus, t. I, p.1 0. También en la misma línea, Séneca (4 a. C.-65 d. C.)
sostenía: “El alma recta, buena, grande, que es Dios mismo hospedado en un cuerpo humano,
puede encontrarse tanto en un caballero romano como en un liberto, como en un esclavo”.
10 El sentido filosófico u ontológico de la noción de persona es una creación del lengua-
je teológico-cristiano, y surgió como consecuencia de las disputas trinitarias y cristológicas
de la Antigüedad. Al intentar explicar con términos precisos la tesis del Dios uno y trino, y
el dogma del verbo encarnado, se aplicaron las categorías de sustancia, esencia, naturaleza
y, como novedad, la de persona. Los términos utilizados fueron los griegos de ousia (sus-
tancia, esencia) e hypóstasis (subsistencia). En Cristo se reconoció una sola subsistencia o
hypóstasis, esto es, una sola persona, y dos naturalezas (physis). Como equivalente latino a
la palabra hypóstasis se utilizó el término persona, por encontrarlo el más adecuado. Con
ello se creaba la acepción filosófica u ontológica de persona, entendida como una subsisten-
cia o ser subsistente de naturaleza intelectual o espiritual. Esta significación, que originaria-
mente nació, no en razón del hombre, sino en función de Dios (las tres personas divinas) re-
sultaba transferible a toda subsistencia de naturaleza intelectual, por lo que la filosofía
posterior la aplicó al hombre para poder explicar determinadas dimensiones de su ser. Así,
Boecio expuso la definición más antigua, y quizás más ampliamente aceptada, de la perso-
na: “sustancia individual de naturaleza racional” “Persona est naturae rationalis individua
substantia” (Boecio, Liber de persona et duabus naturis, cap. III, en PL, 64, 1343). En rela-
ción con los orígenes de la acepción jurídica de persona véase Hoyos, I.M., El concepto ju-
rídico de persona, Pamplona, Eunsa, 1989, pp. 346 y ss.; Hervada, J., Lecciones propedéu-
ticas de filosofía del derecho, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 432 y ss. y Aparisi, A.,
68 LARRY ANDRADE-ABULARACH
En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y de-
rechos. El hombre y la mujer, tienen iguales oportunidades y responsabilida-
des. Ninguna persona puede ser sometida a servidumbre ni a otra condición
que menoscabe su dignidad. Los seres humanos deben guardar conducta fra-
ternal entre sí.
12 González Pérez, Jesús, La dignidad de la persona, Madrid, Cívitas, 1986, pp. 19 y 20;
véase asimismo Melendo, T. y Millán-Puelles, L., Dignidad: ¿una palabra vacía?, Pam-
plona, Eunsa, 1996.
70 LARRY ANDRADE-ABULARACH
la dignidad de un ser racional que no obedece a ninguna otra ley que aquella
que él se da a sí mismo… como legislador en el reino de los fines, como libre
respecto de todas las leyes naturales y obedeciendo sólo a aquellas que él
mismo se da… la autonomía es, pues, el fundamento de la dignidad de la na-
turaleza humana y de toda naturaleza racional.13
17 Aquino, Tomás de, Summa Teológica, cit., nota 6, I-I, C. 42, a. 4, p. 411.
18 Hervada, J., Lecciones propedéuticas de filosofía del derecho, op. cit., nota 2, p. 449.
La crítica jusfilosófica a este enfoque se ha apoyado en la ambigüedad del término “natura-
leza”. En nuestra opinión, el problema se resuelve cuando se adopta una perspectiva teleo-
lógica. Sobre este tema véase González, A. M., Moral, razón y naturaleza, Pamplona, Eun-
sa, 1998. Sobre el debate actual de la viabilidad de recurrir al concepto de naturaleza como
guía moral véase Callahan, D., “Can Nature Serve as a Moral Guide?”, Hasting Center Re-
port, noviembre-diciembre de 1996, 26 (6), pp. 21 y 22. En el mismo número pueden con-
sultarse también Kass, L. R., “The Trouble Dream of Nature as a Moral Guide”, y Norton,
B. G., “Moral Naturalism and Adaptive Management”.
19 Summa Teológica, cit., nota 6, ts. I-II, C.6, a. 1, p. 103.
20 González, A. M., “El estatuto de ‘lo moral’. Reflexión histórico-crítica”, Anuario Fi-
losófico, 1997, 30, p. 720.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 73
24 Esta posición no implica negar que, de hecho, en una sociedad coexistan una plurali-
dad de concepciones del bien. De hecho, ni Aristóteles ni Tomás de Aquino negaban esta
realidad. Únicamente se rechaza que todas tengan que ser valoradas a priori e indiscrimina-
damente de modo positivo. Como señala González, entre otras cosas, porque lo que es bue-
no o malo se comprueba en la vida. Lo fundamental sería discutir dialécticamente cuál de
ellas sería más consistente con las condiciones reales de la vida humana; cuál respondería
más satisfactoriamente a los fines de la naturaleza humana, que ya para Platón constituían
las expectativas más profundas de cada hombre. Véase González, A. M., op. cit., nota 12,
pp. 720 y 721.
25 Spaemann, R., Lo natural y lo racional: Ensayos de antropología, trad. de D. Innera-
rity y J. Olmo, Madrid, Rialp, 1989, p. 50.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 75
terios básicos reguladores de las relaciones entre los seres humanos. Y ello,
porque el mismo presupuesto del derecho, el ser humano y su dignidad, es
una realidad dada al derecho, no construida por él. Quizás uno de los mejo-
res legados que los juristas podemos dejar a las generaciones futuras es la
creencia en esta radical dignidad de toda vida humana, entendida como
fundamento último y esencial del derecho.
IX. BIBLIOGRAFÍA
79
80 WALTER ARELLANO HOBELSBERGER
Por otro lado, en una perspectiva diversa, se podría decir lo que a conti-
nuación se enuncia:
Son esos dos modelos epistémicos los que hoy centran la atención en el
discurso jurídico de los derechos humanos, a partir de los cuales estimamos
han de encontrarse las respuestas de aplicación material en los expedientes
de los juicios de amparo.
A nadie debe parecer extraño que la tendencia fuerte que se llega a sentir
en el ámbito nacional es la de carácter iusnaturalista, con una gran influen-
cia proveniente fundamentalmente de países europeos como Alemania,
España e Italia, y también de algunos países de nuestro continente en los
que destaca de sobremanera Argentina.
Tal inclinación puede constatarse en los múltiples cursos, seminarios,
conferencias y en los temarios de las asignaturas que hoy se imparten en las
escuelas y facultades de derecho del país, a nivel licenciatura y posgrado.
Asimismo, puede afirmarse que estamos en un momento importante en
la consolidación de una nueva cultura jurídica que fluye en diversas ver-
tientes:
En primer lugar, se hace evidente la recuperación de los aspectos bási-
cos que conforman la génesis de nuestro derecho, puesto que se busca iden-
tificar en la historia, y particularmente en el derecho romano clásico, la ex-
periencia jurídica reflexionada por los grandes juristas de la época, que
basados en la naturaleza del hombre y de las cosas necesarias para la reali-
84 WALTER ARELLANO HOBELSBERGER
— lógica,
— fenomenológica y
— deontológica.
Lo anterior tendría gran utilidad práctica, a tal grado que, en muchos ca-
sos, podría ocurrir que incluso las garantías individuales fueran matizadas
de acuerdo con una interpretación conforme a los derechos humanos.
Así, verbigracia, en materia de igualdad, más allá de una simple concep-
ción que de esta garantía se hiciera, frente al simple texto de la ley, se con-
siguiera una auténtica igualdad, a través del reconocimiento de las diferen-
cias, que más que dar un trato igual a los desiguales, permitiera reconocer
la igualdad aceptando las diferencias.
Igualmente, podría pensarse en un caso de libertad personal, en donde, a
pesar de que se consagrara como garantía individual la reclusión de alguna
persona por un tiempo no mayor al previsto en algún lugar establecido ex
profeso, de acuerdo con una interpretación amplia de los derechos huma-
nos que en esos casos entran en juego, se considerara que es atentatorio de
tales derechos recluirlos en un centro custodiado por el propio acusador.
En los anteriores ejemplos, se hace patente un verdadero trabajo filosó-
fico-interpretativo del principal operador del derecho, esto es, el juez, que
entonces se convertiría en un verdadero garante de los derechos humanos,
incluso por encima de las garantías individuales, en tanto éstas pudieran re-
sultar, como en muchas ocasiones ocurre, transgresoras de los susodichos
derechos.
La implementación de la indicada propuesta de interpretación por parte
del juzgador federal, bien podría quedar estructurada en el último párrafo del
artículo 14 constitucional, en cuyo contenido habría de resaltarse la pree-
minencia de los derechos humanos como factor interpretativo inicial.
LÍMITES A LAS GARANTÍAS CONSTITUCIONALES*
89
90 SERGIO ARTAVIA B.
1. El concepto general
2. Proporcionalidad
4 Montesquieu, Ch. L., El espíritu de las leyes, Madrid, Sarpe, 1984, p. 72.
5 “La ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias y nadie puede
ser castigado en virtud de una ley establecida y promulgada con anterioridad al delito y
aplicada legalmente”, González Cuellar, op. cit., nota 3, p. 22.
6 Mora, Luis Paulino y Navarro, Sonia, Constitución y derecho penal, San José, Corte
Suprema de Justicia-Escuela Judicial, 1995, p. 172. en ese sentido coinciden plenamente
con la concepción externa por Pedraz, quien lo ubica como un principio de un Estado de de-
recho. La sala constitucional ha establecido que “los límites de proporcionalidad y razona-
bilidad están implícitos en todo ordenamiento democrático constitucional, no constituye
privilegio, son por el contrario, un principio fundamental de sana administración”, senten-
cia 6674-93.
7 Dice la Corte Constitucional de Costa Rica: “el principio de razonabilidad de la leyes
y otras normas o actos públicos o incluso privados, como requisito de su propia validez
constitucional, en el sentido de que deben en ajustarse, no sólo a las normas o preceptos
concretos de la Constitución, sino también al sentido de justicia contenido en ella, el cual
implica a su vez el cumplimiento de exigencias fundamentales de equidad, para realizar los
fines propuestos en el derecho de la Constitución… Se distingue entonces entre razonabili-
dad técnica, que es, como se dijo, la proporcionalidad entre medios y fines…”, SSC
1739-92, véase también Llobet, Javier, “La prisión preventiva (límites constitucionales)”,
San José, Costa Rica, Imprenta y Litografía Mundo Gráfico, 1997, p. 447.
8 Sobre la jurisprudencia constitucional en que se desarrolla el principio de proporcio-
nalidad puede verse una valiosa recopilación de los datos que aporta CarlosTiffer en La
sanción penal juvenil y sus alternativas en Costa Rica, San José, ILANUD-UNICEF, 1999,
pp. 31 y ss.
92 SERGIO ARTAVIA B.
1. Que el fin perseguido por el Estado pueda, como tal, ser perseguido,
para lo cual habrá de tratarse de un fin (incluso no escrito) relativo a la
protección de otros derechos o bienes constitucionales, respecto de
las limitaciones a los derechos sin reserva de ley, o relativo a algunas
de las finalidades para las cuales se habilita al legislador a limitar un
9 González Cuéllar, op. cit., nota 3, pp. 7 y 22. Gimeno Sendra en el “Prólogo” hace ver
la importancia de dicho principio en cuyo desarrollo tiene importancia la jurisprudencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
10 Pedraz señala que incluso el Tribunal Constitucional Alemán desde sus inicios (1969),
se enfrentó con el principio de proporcionalidad como criterio valorativo constitucional de-
terminante máximo de las restricciones imponibles a los ciudadanos y lo ha utilizado sobre
todo en la esfera de los derechos fundamentales (op. cit., nota siguiente, pp. 81 y 82).
11 Pedraz Penalva, Ernesto, Constitución, jurisdicción y proceso, Madrid, Akal-Iure,
1990, p. 79.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 93
A. Subprincipio de idoneidad
12 Brage Camazano, Joaquín, Los límites a los derechos fundamentales, Madrid, Dykin-
son, 2004, p. 373.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 95
3. Razonabilidad
siones jurídicas razonables es su carácter subsidiario con respecto a las estrictamente racio-
nales. Esto quiere decir que sólo está justificado acudir a criterios de racionalidad estricta, y
sólo en la medida en que éstos resulten insuficientes”.
14 Atienza, Manuel, “Sobre lo razonable en derecho”, Revista de Estudios Constitucio-
nales, Madrid, núm. 27.
15 Brage Camazano, Joaquín, Los límites a los derechos fundamentales, op. cit., nota 12,
p. 79.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 97
Los límites inmanentes son los que derivan para un derecho fundamen-
tal de la necesidad de preservar otros derechos fundamentales o bienes
constitucionales aun sin estar explícitamente previstos en el texto constitu-
cional, mismos que derivan de una interpretación sistemática del texto
constitucional. Pero para algunos autores, esta terminología lleva a error
16 Op. cit., nota 12, p. 85.
98 SERGIO ARTAVIA B.
entre la inminencia que deriva del mismo derecho fundamental y la que de-
riva del sistema constitucional, de ahí que prefieren hablar de límites inma-
nentes lato sensu como límites implícitos, no sólo porque están implícitos
en una interpretación de conjunto de la Constitución, sino también porque
se contraponen a los límites en ella expresos o explícitos.
Generalmente sólo hay límites externos al derecho fundamental, no
existen límites inmanentes; por lo que cualquier restricción para resultar
válida operativamente en términos jurídicos, debe resulta constitucional-
mente justificada. Para la doctrina y jurisprudencia españolas, no existen
sencillamente límites inmanentes, ya que cualquier restricción a un dere-
cho fundamental es una restricción externa al derecho, que procede fuera
de él y que, si quiere resultar válidamente operativa en términos jurídicos,
debe resultar constitucionalmente justificada y someterse al conjunto de
garantías que la Constitución prevé.
También existen límites expresos en el texto constitucional para cada
derecho fundamental y los implícitos, que son aquellos que sin figurar ex-
presamente como tales en la Constitución para un determinado derecho o
varios de ellos; se deducen de su interpretación metaliteral, bien por ser
bienes constitucionales cuya preservación exige dicha limitación, bien a
través de un trasvase de los límites expresos de un derecho fundamental u
otros.17
Un límite puede resultar implícito para cierto tipo de derechos funda-
mentales y no necesariamente para otros.
Los límites a la garantía que tienen como causa la propia garantía se sub-
dividen en:
17 Ibidem, p. 88.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 99
4. Límites de reserva
Brage, autor utilizado para desarrollar esta clasificación, indica que Pe-
ces-Barba propone una clasificación de especial valor por su originalidad y
por su amplio alcance. Distingue las siguientes clases de límites:
18 Pedro Sagués, Nestor, Elementos de derecho constitucional, 3a. ed., Buenos Aires,
Astrea, 2003, t. I, p. 126.
19 Ibidem, p. 127.
102 SERGIO ARTAVIA B.
23 Ibidem, p. 294.
24 TC, 214/1991.
106 SERGIO ARTAVIA B.
derecho fundamental. Mas no como límite general para todos los derechos
fundamentales, ya que ni todos los derechos tienen que tener límites implí-
citos, ni los límites implícitos tienen por sí mismos, en este sentido genéri-
co, un contenido definido, sino que son simplemente una categoría que
sirve como fuente para determinar límites.
Estos límites implícitos, según la doctrina, no son límites que operen ex-
clusivamente respecto de los derechos fundamentales a los que la Constitu-
ción no señala explícitamente límites de ninguna clase, sino que son límites
que también operan respecto de aquellos derechos fundamentales con lími-
tes explícitos en la propia Constitución.25
Los límites que se derivan de la coexistencia con otros derechos funda-
mentales, incluso cuando se trata de límites específicamente previstos por
el texto constitucional, como los derechos al honor, a la intimidad y a la
propia imagen respecto a las libertades informativas, por ejemplo, se les ha
considerado por la doctrina alemana como límites inmanentes, lo que para
la doctrina española resulta totalmente erróneo, ya que ellos siguen siendo
límites externos, sólo que implícitos o no expresos en el texto constitucio-
nal y que se derivan de la necesaria coexistencia con otros bienes, valores o
derechos constitucionales.
I. INTRODUCCIÓN
111
112 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
2 Jorge Ulises Carmona Tinoco ha elaborado la primera relación de los derechos funda-
mentales contenidos en las Constituciones estatales mexicanas de principios de siglo en su
trabajo “La incorporación de los derechos en las Constituciones locales mexicanas”, en Mén-
dez Silva, Ricardo (coord.), Memoria del Congreso Internacional de Culturas y Sistemas
Jurídicos Comparados, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2004, pp.
357-361.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 113
3 Cfr. Valadés, Diego, El control del poder, 2a. ed., México, UNAM-Porrúa, 2000, pp.
414 y 415. También, Dresser, Denise, “México: del predominio del PRI a una democracia
dividida”, en Domínguez, Jorge y Shifter, Michael (eds.), Construcción de gobernabilidad
democrática en América Latina, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 2005, pp. 372-380.
4 Cfr. Informe especial sobre los hechos sucedidos en la ciudad de Oaxaca del 2 de ju-
nio de 2006 al 31 de enero de 2007, Comisión Nacional de los Derechos Humanos,
www.cndh.gob.mx.
114 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
quema entendían que las autoridades para buscar su reelección serían lea-
les a la Constitución y a la voluntad de los gobernados, pues de lo contrario
serían separados de sus cargos por el voto del pueblo.6
Pero como este control de constitucionalidad de las leyes por órgano y
proceso político no fue suficiente para contener los abusos del Poder Le-
gislativo se ideó uno más, que también se adaptó del pensamiento político
de la Roma republicana: el veto.7 Éste consistía en que el gobernador se
opondría a una ley votada por el Congreso si consideraba que violaba la
Constitución. Lógicamente para que este nuevo instrumento de control
funcionara fue absolutamente necesario atribuir mayor poder al Ejecutivo
del que tenía en las Constituciones originales, y simultáneamente sustraer
algunos poderes de la esfera de competencias del Poder Legislativo, espe-
cialmente los que le situaban en una posición preeminente sobre el Poder
Ejecutivo como la potestad del Congreso de nombrar al gobernador y des-
tituirle cuando lo considerase oportuno. La Constitución de Nueva York
fue la primera en establecer la elección directa del gobernador por el pue-
blo y determinar que el gobernador no podía ser destituido por el Congre-
so, salvo en casos de violación grave a la Constitución. Por ello los consti-
tucionalistas estadounidenses sostienen que es justamente esta necesidad
de controlar al legislativo una de las razones más importantes que explican
el origen del sistema presidencial.8
Al veto como control constitucional sobre el Legislativo se añadiría la
decisión de dividir el Poder Legislativo en dos cámaras para que se contro-
lasen mutuamente.9 Pero poco a poco se empieza a formar en los estados la
idea de que la protección de los derechos debía contar también con un ins-
trumento de protección jurisdiccional, y es así como en forma intermitente
y por interpretación judicial que en este periodo del que venimos hablando
(1776-1787) va a ver la luz —antes de celebrarse la Convención de Filadel-
fia— la judicial review en diferentes estados.10 Este medio de control juris-
vol. 4, núm. 3, 1899. También, Nelson, William E., “The Eighteen Century Background of
John Marshall´s Constitutional Jurisprudente”, Michigan Law Review, vol. 76, 1978.
11 Cfr. Corwin, Edward, “The Progress of Constitutional Theory Between the Declara-
tion of Independence and the Meeting of the Philadelphia Convention”, American Histori-
cal Review, vol. XXX, 1925, pp. 521 y ss.
12 Cfr. Lutz, Donald, “The State Constitutional Pedigree of the U.S. Bill of Rights”, Pu-
blius. The Journal of Federalism, vol. 22, núm. 2, 1992, pp. 20 y ss.
13 Cfr. Storing, Herbert J., What The Anti-Federalist Were For. The Political Thought of
the Opponents of the Constitution, Chicago, Chicago University Press, 1992, pp. 64-70.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 117
14 Cfr. Hamilton, Alexander, Jay, John y Madison, James, El Federalista, trad. de Gus-
tavo R. Velasco, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 330-336.
15 Cfr. Thayer, James Bradley, “The Origin and Scope of the American Doctrine of
Constitutional Law”, Harvard Law Review, vol. 7, 1883, pp. 129-138.
16 Cfr. Yarbrough, Jean, “Federalism and Rights in the American Founding”, Katz, Ellis
y Tarr Allan, G. (eds.), Federalism and Rights, Rowman & Littlefield Publishers, 1996, pp.
57-72.
17 Cfr. Tarr Allan, G., op. cit., nota 5, pp. 11-13.
118 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
21 Cfr. Brennan, William J., “State Constitutions and the Protection of Individual
Rights”; Harvard Law Review, vol. 90, 1977; id., “The Bill of Rights and the States: The
Revival of State Constitutions as Guardians of Individual Rights”, New York University
Law Review, vol. 61, 1986.
22 Cfr. Tarr, Alan G., op. cit., nota 5, pp. 161-170.
120 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos que se expidan con arre-
glo a ella, y todos los tratados celebrados o que se celebren bajo la autoridad
de los Estados Unidos, serán la suprema ley del país y los jueces de cada
estado estarán obligados a observarlos, a pesar de cualquier cosa en contra-
rio que se encuentre en la Constitución o las leyes de cualquier estado.
23 Cfr. Cox, Archibald, The Court and the Constitution, Boston, Houghton Mifflin
Company, 1987, pp. 44-71.
24 Louis Fisher indica que una de las vías para llegar hasta la Suprema Corte de Justicia
de los Estados Unidos y de que ésta conceda la gracia de conocer una petición de certiorari,
es justamente cuando se cuestiona la interpretación que una corte estatal ha hecho del dere-
cho federal. Cfr. American Constitutional Law. Separated Powers and Federalism, 6a. ed.,
Durham, Carolina Academic Press, 2005, vol. 1, pp. 141-145.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 121
derales se aplicaban sólo a las autoridades federales, donde los jueces esta-
tales estaban en libertad de interpretar sus propios derechos de sus Consti-
tuciones. En la segunda etapa histórica del federalismo judicial, el de la
Corte Warren, la decimocuarta enmienda y la cláusula de supremacía sir-
vieron para imponer en los estados la interpretación de los derechos federa-
les al máximo y se olvidaron por un par de décadas los derechos estatales.
De ahí que en tiempos del nuevo federalismo judicial, el problema a resol-
ver es mantener un mínimo de protección de derechos garantizado por la
declaración de derechos de la Constitución federal y su interpretación por
la Suprema Corte de Justicia vinculante para los poderes de los estados,
pero al mismo tiempo dejar un margen de apreciación propio en cuanto a la
interpretación de los derechos fundamentales de las Constituciones estata-
les, cuando lo que está en cuestión es un asunto de la competencia de los es-
tados.27
La definición de un margen estatal de apreciación en la que los tribuna-
les federales no deben tener injerencia es una situación que afecta directa-
mente la soberanía de los estados, por la siguiente consideración. De acuer-
do con la reglas indicadas de que los precedentes federales son obligatorios
para los jueces de los estados, y los derechos fundamentales son derechos
federales, entonces se llegaría indefectiblemente a que los tribunales esta-
tales podrían revisar todos los actos jurisdiccionales de los estados, incluso
los de derecho estatal. Los estados únicamente tendrían margen de inter-
pretación judicial sólo en los derechos estatales sin homólogo federal. Para
evitar esta medida extrema que asfixiaría el federalismo, la doctrina juris-
prudencial y académica ha planteado tres posibilidades: la interpretación
estatal independiente, la interpretación intersticial, y la interpretación esta-
tal bloqueada. Las tres tienen como común denominador la preocupación
de que los poderes de los estados observen el mínimo de protección de de-
rechos proveído por la carta federal y al mismo tiempo cuenten con un mar-
gen propio de apreciación en cuanto a los derechos de sus propias Constitu-
ciones sin que contravenga la cota de protección federal.28
Para mantener la vitalidad del federalismo, la Corte ha ejercitado la au-
tocontención. A la luz de una interpretación estructural de la Constitución
de Filadelfia, la Corte estadounidense ha entendido que no se debe inmis-
27 Cfr. Heyman, Steven J., “The First Duty of Government: Protection, Liberty and the
Fourteenth Amendment”, Duke Law Journal, vol. 41, 1991, pp. 508 y ss.
28 Cfr. Tarr, Alan G., op. cit., nota 5, pp. 177-185.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 123
29 Cfr. Gunther, Gerald y Sullivan, Kathleen M., Constitutional Law, 14a. ed., Nueva
York, Foundation Press, 2001, pp. 452-600.
30 Cfr. Howard, Dick A. E., “Does Federalism Undermine Rights?”, en Katz, Ellis y
Tarr, Allan G. (ed.), Federalism and Rights, Lanham, Rowman & Littlefield Publishers,
1996, pp. 12-20.
31 Cfr. Pollock, Stewart G., “Adequate and Independent State Grounds as a Means of
Balancing the Relationship Between State and federal Courts”, Texas Law Review, vol. 63,
núms. 6 y 7, 1985, p. 977.
124 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
rio.45 Todos los derechos fundamentales dependen por ello de que el pue-
blo provea los medios económicos a través de los impuestos para la organi-
zación pública que tiene como fin procurar a los miembros de la sociedad
civil individualmente considerados y en forma colectiva el ejercicio de sus
derechos fundamentales.46
Los derechos fundamentales son tan importantes en nuestros días que
transformaron la idea de la democracia heredada de la Grecia clásica. Por
contraste con aquélla, la democracia constitucional no es sinónimo de go-
bierno de la mayoría, pues ni siquiera una mayoría del pueblo puede supri-
mir derechos inherentes a la persona reconocidos en la Constitución, dere-
chos pre-estatales indisponibles para los poderes públicos constituidos,
incluido el Poder Legislativo.47
Pero indisponibles no quiere decir que los derechos no puedan ser afec-
tados en alguna forma por los poderes públicos. De hecho, casi todos los
derechos fundamentales, quizá con la salvedad del derecho a la libertad de
pensamiento, requieren de la intermediación del legislador ordinario. Por
ello toda democracia constitucional determina que los derechos fundamen-
tales contenidos en la Constitución sí pueden ser objeto de regulación, pero
bajo dos condiciones acumulativas: 1) sólo mediante ley votada por los re-
presentantes del pueblo puede el poder público tener injerencia en un dere-
cho fundamental —técnica que en derecho se denomina “reserva de ley” o
“autoridad formal de la ley”—, y 2) que la ley emanada del Poder Legisla-
tivo no afecte el “núcleo esencial” del derecho fundamental de tal manera
que en los hechos lo suprima o lo desnaturalice.48
Es a la luz de estas condiciones teóricas de todo Estado democrático de
derecho que se debe leer el artículo 14 y el artículo 16 de la Constitución
federal mexicana, que respectivamente señalan:
45 Cfr. Hesse, “Significado de los derechos fundamentales”, cit., nota 39, pp. 101-104.
46 Cfr. Holmes, Stephen y Sunstein, Cass, The Cost f Rights: Why Liberty Depends on
Taxes, Nueva York, W. W. Norton Co., 1999, pp. 24 y ss.
47 Cfr. Wilson, Woodrow, op. cit., nota 26, pp. 7-28.
48 Cfr. Diez-Picazo, Luis María, Sistema de derechos fundamentales, Madrid, Civi-
tas-Thompson, 2003, pp. 70-75.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 129
49 Cfr. Carroza, Paolo, “Central Law and Peripheral Law”, en Cappelletti, Mauro et al.
(eds.), Integration Through Law. Europe and the American Federal Experience, Berlín,
Walter de Gruyter, 1985, pp. 240 y ss.
50 En torno a la idea de la cercanía democrática de la legislación de los estados en el
marco del Estado federal, que más recientemente se debe a Montesquieu y su teoría de las
pequeñas repúblicas democráticas, véase mi trabajo, “La teoría política de la República fe-
deral de James Madison. De los clásicos de la Antigüedad a la Ilustración norteamericana”,
en González Martín, Nuria (coord.), Estudios jurídicos en homenaje a Marta Morineau,
cit., nota 40, t. II, 2006.
51 Cfr. Bryce, James, The American Commonwealth, Nueva York, MacMillan, 1888,
vol. I, pp. 464 y 465.
130 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
53 Cfr. Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado, México, UNAM, 1995,
pp. 146-192.
54 Cfr. González Oropeza, Manuel, “La necesidad de un nuevo diseño constitucional de
competencias gubernamentales”, en Valadés, Diego y Carbonell, Miguel (coords.), El
Estado constitucional contemporáneo. Culturas y sistemas jurídicos comparados, México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006, t. I, pp. 381-386.
55 Cfr. Carpizo, Jorge, “El sistema federal mexicano”, Los sistemas federales del conti-
nente americano, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1972, p. 480.
132 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
56 Cfr. Dodd, Walter F., “Implied Powers and Implied Limitation”, Yale Law Journal,
vol. XXIX, 1919, pp. 49 y ss.
57 Cfr. Carpizo, Jorge, “El sistema federal mexicano”, op. cit., nota 55, p. 485.
58 Cfr. Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano, cit., nota 35, pp.
165-184.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 133
59 Basados en la teoría política del federalismo moderno elaborada por los constituyen-
tes de Filadelfia para dar sentido a la Constitución de Filadelfia —teoría que subyace tam-
bién a la Constitución mexicana de 1917— en este punto seguimos la doctrina del derecho
constitucional estatal estadounidense elaborada a partir de dicha teoría que, a diferencia de
la doctrina mexicana, ha tenido un gran desarrollo. Expresamente incorporamos del dere-
cho constitucional estatal estadounidense al mexicano el concepto de “poder plenario” de
los estados. Para tal efecto, entre otros trabajos nos hemos apoyado en los siguientes:
Countryman, Vern, “Why a State Bill of Rights”, Washington Law Review, vol. 45, 1970;
Gardner, James, Interpreting State Constitutions, Chicago, Chicago University Pres, 2005;
Grad, Frank, “State Constitutions: Its Function and Form for Our Time”, Virginia Law
Review, vol. 54, 1968; Graves, Brookes W., American State Government, 4a. ed., Boston,
D. C. Company, 1953; Hamilton, Alexander, Jay, John y Madison, James, El Federalista,
México, Fondo de Cultura Económica, 1994; Lutz, Donald, “The Purposes of American
State Constitutions”, Publius. The Journal of Federalism, vol. 12, 1982; Rodríguez, Daniel
B., “State Constitutional Theory and Its Prospects”, New Mexico Law Review, vol. 28,
1998; Scheiber, Harry, “State Police Power”, Encyclopedia of the American Constitution,
Nueva York, MacMillan Publishing Co., 1986; Tarr, Alan G., Understanding State Consti-
tutions, Princeton, Princeton University Press, 1998; Williams, Robert F., State Constitu-
tional Law. Cases and Materials, 3a. ed., Charlotesville, Lexis Law Publishing, 1999.
60 Cfr. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 22a. ed., Madrid,
Espasa Calpe, 2001.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 135
63 Cfr. Benda, Ernesto, “El Estado social de derecho”, en Benda, Ernesto et al., Manual
de derecho constitucional, cit., nota 39, pp. 521-534. También Cascajo Castro, José Luis,
La tutela constitucional de los derechos sociales, Madrid, Centro de Estudios Constitucio-
nales, 1988, pp. 32 y ss.
64 Cfr. Valadés, Diego, “Consideraciones preliminares”, en Concha Cantú, Hugo et al.,
Cultura de la Constitución en México. Una encuesta nacional de actitudes, percepciones y
valores, México, UNAM-Cofemer-Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación,
2004, p. XIII.
65 Cfr. Kreymer, Seth, “The Law of Choice and the Choice of Law: Abortion, the Right
to Travel and the Extraterritorial Regulation in American Federalism”, New York Univer-
sity Law Review, vol. 67, 1992, pp. 464-487.
66 Cfr. Tena Ramírez, Derecho constitucional mexicano, cit., nota 35, pp. 543-549.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 137
70 Cfr. Díez-Picazo, El sistema de derechos fundamentales, cit., nota 48, pp. 36-39.
71 Cfr. Convención Americana sobre Derechos Humanos, “Cláusula federal”, artículo 28.
140 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
Por cuanto a los derechos de prestación, es claro que no todos están re-
conocidos en la Constitución federal, como el derecho de las personas de la
tercera edad. Cuando este derecho es reconocido a nivel constitucional tie-
ne el efecto práctico de obligar a los poderes Legislativo y Ejecutivo a des-
doblarlo en políticas públicas de protección a los adultos mayores. En
nuestro país la asunción de este derecho con rango de ley derivó en un pro-
grama de gobierno del Distrito Federal impulsado por el jefe de gobierno
Andrés Manuel López Obrador (PRD, 2000-2006), programa que fue se-
veramente cuestionado por el presidente Vicente Fox (PAN, 2000-2006).
Tiempo después el presidente Felipe Calderón Hinojosa (PAN,
2006-2012), con el concurso del Congreso de la Unión, tomaría la interpre-
tación del derecho de las personas de la tercera edad impulsado por Andrés
Manuel López Obrador para implantarlo en todo el país pero igualmente
con rango de ley.
Un primer punto a observar de este hecho es que fue el proceso político
de una entidad federativa, el que generó un derecho únicamente para una
entidad federativa, que luego vino a enriquecer el catálogo de derechos re-
conocido en el ámbito federal. Ello no hubiera sido posible si uno se adhie-
re a la posición doctrinal dominante sobre la irrelevancia de los derechos
fundamentales de las Constituciones estatales.
El siguiente punto a destacar para soportar nuestro argumento sobre la
relevancia de los derechos de las Constituciones estatales, es que este dere-
cho de los adultos de la tercera edad no deja de ser un derecho precario por
ser un derecho reconocido únicamente con rango de ley tanto en el Distrito
Federal como en el ámbito federal, y por tanto susceptible de ser abrogado
por una mayoría congresual en el respectivo orden de gobierno. La inclu-
sión de tal derecho en una constitución estatal lo haría en cambio de obser-
vancia obligatoria para los poderes del Estado. El Poder Legislativo y el
Poder Ejecutivo se verían obligados a proveer en el presupuesto y en los
programas de gobierno un mínimo de servicios para la vida digna de este
vulnerable segmento de la población. A su vez, el Poder Judicial estatal
tendría que asumir la protección por proceso judicial de tal derecho funda-
mental estatal en caso de su desconocimiento por los poderes Legislativo y
Ejecutivo. Por ello, correctamente la Constitución de Colima experimentó
una adición a su artículo I, fracción V, para establecer que “Los pensiona-
dos y jubilados, así como los adultos mayores de 65 años, tendrán derecho
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 141
74 Cfr. Valadés, Diego, “Debate sobre la vida”, en Díaz-Aranda, Enrique et al., Eutana-
sia, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2001, pp. XI-XIV.
75 SCJN Acción de Inconstitucionalidad 146/2007 y su acumulada 147/2007.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 143
El punto decisivo para la distinción entre reglas y principios es que los prin-
cipios son normas que ordenan que algo sea realizado en la mayor medida
posible, dentro de las posibilidades jurídicas y reales existentes. Por lo tanto,
los principios son mandatos de optimización, que están caracterizados por el
76 Cfr. Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, trad. de Ernesto Garzón
Santibáñez, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993.
77 Cfr. Dworkin, Ronald, Los derechos en serio, trad. de Marta Gustavino, Barcelona,
Ariel, 1977.
78 Cfr. Díez-Picazo, El sistema de derechos fundamentales, cit., nota 48, pp. 46-49.
144 DANIEL A. BARCELÓ ROJAS
hecho de que pueden ser cumplidos en diferente grado y que la medida debi-
da de su cumplimiento no sólo depende de las posibilidades reales sino tam-
bién de las jurídicas. El ámbito de las posibilidades jurídicas es determinado
por los principios y reglas opuestos.
En cambio, las reglas son normas que sólo pueden ser cumplidas o no. Si
una regla es válida, entonces debe hacerse exactamente lo que ella exige, ni
más ni menos. Por lo tanto, las reglas contienen determinaciones en el ámbi-
to de lo fáctica y jurídicamente posible. Esto significa que la diferencia entre
regla y principios es cualitativa y no de grado. Toda norma es o bien una re-
gla o un principio.79
los principios tienen una dimensión que falta en las reglas jurídicas: la di-
mensión del peso o importancia. Cuando los principios se interfieren, quien
debe resolver el conflicto tiene que tener en cuenta el peso relativo de cada
uno. En esto no puede haber, por cierto, una mediación exacta, y el juicio
respecto de si un principio o directriz particular es más importante que otro
será con frecuencia motivo de controversia. Sin embargo, es parte esencial
79 Cfr. Alexy, Teoría de los derechos fundamentales, cit., nota 76, pp. 86 y 87.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 145
del concepto de principio el que tenga esta dimensión, que tenga sentido pre-
guntar qué importancia o qué peso tiene.80
84 Constitución federal, artículo 97: “Los magistrados de circuito y los jueces de distrito
serán nombrados y adscritos por el Consejo de la Judicatura con base en criterios objetivos
y de acuerdo a los requisitos y procedimientos que establezca la ley. Durarán seis años en el
ejercicio de su encargo, al término de los cuales, si fueran ratificados o promovidos a cargos
superiores, sólo podrán ser privados de sus puestos en los casos y conforme a los procedi-
mientos que establezca la ley…”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 147
Miguel CARBONELL*
153
154 MIGUEL CARBONELL
concepciones sobre los derechos y se ha impuesto una nueva forma del dis-
curso político que ha acorralado a algunos de esos derechos en nombre de
la “seguridad nacional” o incluso de la “seguridad global o mundial”. ¿Qué
tan profundo ha sido ese cambio? ¿las ideas de la derecha militar estadou-
nidense que durante años ha ocupado el gobierno de ese país podrán impo-
nerse más allá de sus fronteras o incluso dentro de una nación como los
Estados Unidos, que tiene entre uno de sus valores sociales más arraigados
a los derechos fundamentales?
Quizá es demasiado pronto para realizar un diagnóstico concluyente.
Pero por lo que hasta ahora se observa, el 11 de septiembre será una fecha
que recordaremos como un día de luto en materia de derechos, pues junto
con el derrumbe de las Torres Gemelas y la muerte de casi 3,000 personas
vimos caer también varios de nuestros más consolidados logros en dicha
materia.
En las siguientes páginas me gustaría discutir acerca de la guerra que pa-
rece haberse instalado de nuevo como un recurso al alcance de los Estados
poderosos, por un lado, y sobre la “normalización” que estamos presen-
ciando del fenómeno de la emergencia constitucional, por otro; tal parece
que los gobernantes pudieran utilizar el miedo a los ataques terroristas
como una suerte de recurso permanente para dominar a sus ciudadanos.
Parece estarse dando, a partir de ambos fenómenos, un cambio de men-
talidad importante respecto de nuestras concepciones anteriores al 11-S.
Lo que está en juego, en definitiva, es la posibilidad de seguir defendiendo
los valores constitucionales tal y como hasta ahora los hemos entendido.
Cualquier análisis sobre el tema de la defensa de la Constitución debe hoy
en día, lamentablemente, partir de la idea de que las coordenadas básicas de
estudio han cambiado, quizá de forma profunda. Veamos estas cuestiones
con mayor detalle.
Hay fenómenos sociales frente a los que los juristas guardan un increíble
silencio. Tal parece que el derecho como orden rector de la convivencia no
tuviera nada que decir ante los problemas de este mundo y se contentara
con escarbar en los significados posibles o imposibles de tal o cual artículo
del Código Civil.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 155
Uno de esos fenómenos ante los que los juristas parecen haber claudica-
do es el de la guerra; el silencio ha sido la regla de actuación de muchos
desde hace más de diez años, con ocasión de la primera guerra del Golfo, y
luego en los numerosos conflictos armados que se han dado en los tiempos
recientes (desde la intervención en la ex Yugoslavia hasta la reciente gue-
rra de Irak). ¿Es que frente a la guerra el derecho no puede aportar nada?
¿es que los juristas no somos capaces de procesar desde las coordenadas de
nuestra disciplina científica eventos tan miserables?1
No faltarán los que digan que estudiar la guerra desde la óptica jurídica
equivale a perder cualquier rastro de cientificidad, puesto que el análisis ju-
rídico debe permanecer “puro”, como bien lo enseñó Kelsen, y limitarse al
mundo de las normas jurídicas, sin hacer caso de otros fenómenos “extra
jurídicos”. Pero a lo que llevan esas posturas es a la claudicación de la cien-
cia jurídica frente a un fenómeno gravísimo, en el que se ponen en juego di-
versos y muy relevantes bienes jurídicos (comenzando por el bien jurídico
de la “paz”).
Seamos claros: la guerra es la negación más radical y absoluta de los dere-
chos fundamentales. No hay ninguna posibilidad de librar una guerra de “ca-
rácter humanitario” o una guerra que tenga por objeto defender los derechos.
Quien sostenga esa posibilidad miente o intenta engañar a su auditorio. Gue-
rra y derechos son, bajo cualquier prisma que se quiera emplear, incompati-
bles. “La guerra —escribe Luigi Ferrajoli— es la negación del derecho y de
los derechos, ante todo del derecho a la vida, así como el derecho, fuera del
cual no es concebible ninguna tutela de los derechos, es la negación de la
guerra”.2
La guerra de agresión, explica Ferrajoli, estaría prohibida desde la pro-
mulgación de la Carta de las Naciones Unidas, que limita las intervencio-
nes bélicas exteriores a las “guerras de defensa”, las cuales pueden ser au-
torizadas por el Consejo de Seguridad cuando concurran determinadas
circunstancias. Dicha Carta, en su artículo 2.4, establece la prohibición de
la “amenaza y uso de la fuerza”, a efecto de atentar “contra la integridad te-
rritorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra
1 Desde luego, algunos juristas sí que han hecho importantes reflexiones sobre el tema.
Una de ellas, muy convincente y sólidamente fundada, puede verse en Carpizo, Jorge, “Au-
todeterminación, no intervención y justicia internacional”, en Varios Autores, Derecho
constitucional para el siglo XXI. Actas del VIII Congreso Iberoamericano de Derecho Cons-
titucional, Navarra, Thompson-Aranzadi, 2006, t. I, pp. 43 y ss.
2 Razones jurídicas del pacifismo, Madrid, Trotta, 2004, p. 45.
156 MIGUEL CARBONELL
6 Una explicación de las “novedades” que suponen las guerras de los últimos años pue-
de verse en Zolo, Danilo, Globalizzazione. Una mappa dei problemi, Roma-Bari, Laterza,
2004, pp. 113 y ss.
158 MIGUEL CARBONELL
damentales).7 Más que de guerra justa, hoy en día, sostiene Ferrajoli, ha-
bría que entender que la guerra “es de por sí un mal absoluto”.8
Es falso en segundo lugar que las guerras puedan ser “humanitarias” o
“éticas”.9 Ferrajoli subraya que “la idea de que el bien pueda alcanzarse
con cualquier medio, incluso al precio de enormes sufrimientos y sacrifi-
cios (sobre todo, de los otros), representa el rasgo característico del fanatis-
mo”.10
Como apunta Gerardo Pisarello,
... si algo han dejado claro las intervenciones militares de la última década ha
sido su incapacidad para cumplir con los fines “éticos” y “humanitarios” que
en teoría pretendían asumir. Y todo ello por varias razones. En primer lugar,
porque han violado de manera abierta tanto el principio hipocrático que obli-
ga a minimizar el daño como el principio hobbesiano que prohíbe sancionar
al inocente, causando innumerables víctimas entre la población civil y for-
zando desplazamientos y migraciones masivas. En segundo término, porque
al destruir infraestructuras productivas, sistemas de agua potable, escuelas,
hospitales y barrios enteros han condenado a otros tantos miles de personas a
la privación futura de derechos civiles, sociales y ambientales básicos. En
tercer lugar, porque en lugar de contribuir a la apertura y a la convergencia
de espacios democráticos dentro de las sociedades atacadas, han ahondado
las rivalidades étnicas y la indignación contra “Occidente”, además de des-
prestigiar el discurso de los derechos humanos, rebajándolo a simple ideolo-
gía de cobertura de los imperativos económicos y militares de las grandes
potencias.11
7 De hecho, no son pocos los autores que señalan que en la persecución de bandas terro-
ristas no es aplicable el concepto de guerra, sino que se trata de la persecución de criminali-
dad organizada; véase las observaciones en este sentido de Ackerman, Bruce, “This is not a
War”, The Yale Law Journal, vol. 113, núm. 8, New Haven, 2004, pp. 1871 y ss.
8 Razones jurídicas del pacifismo, cit., nota 2, p. 31.
9 Sobre la cuestión de las “intervenciones humanitarias” véase el deslumbrante análisis
de Garzón Valdés, Ernesto, “Intervenciones humanitarias armadas”, en su libro Calamida-
des, Barcelona, Gedisa, 2004, pp. 33-92.
10 Razones jurídicas del pacifismo, cit., nota 2, p. 42.
11 “Prólogo. El pacifismo militante de Luigi Ferrajoli”, Razones jurídicas del pacifismo,
cit., nota 2, p. 14.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 159
ber crecido a escala global y hay regiones enteras del planeta que están a un
paso de incendiarse por completo. El terrorismo, lejos de debilitarse, ha
golpeado de lleno el corazón de los países occidentales, como lo demues-
tran las barbaries del 11-S en Nueva York y del 11-M en Madrid, pero tam-
bién los atentados en Bali, Casablanca, Beslán, Yakarta, Estambul, Moscú,
Londres y un largo etcétera.
Esto no significa que no se deba combatir al terrorismo; al contrario: se
trata de hechos delictivos que deben ser perseguidos conforme lo establece
la legislación nacional e internacional y que pueden y deben ser castigados,
dentro de los límites que marcan las leyes, con penas muy severas. Al res-
pecto Ferrajoli apunta:
Lo que más bien nos indica la situación actual es que lanzar bombas des-
de el aire sobre grandes extensiones de territorio o invadir un país entero no
pueden lograr la finalidad de acabar con el terrorismo. Si las intervenciones
tienen esa intención están fracasando palmariamente; no debemos sin em-
bargo descartar, en este contexto, dos hipótesis: o los responsables de la
guerra son estúpidos y no se dan cuenta de su clamoroso fracaso (lo cual, si
bien no es descartable, no tiene demasiado sentido), o bien, se está utilizan-
do al terrorismo para justificar guerras que tienen otros objetivos, de orden
geopolítico o incluso económico.
¿Cómo remediar el enorme caos bélico en el que los halcones de la ad-
ministración norteamericana nos han sumido? ¿cómo restaurar una legali-
dad internacional que es la única base razonable que tenemos para extender
el paradigma del Estado de derecho hacia el ámbito de las relaciones inter-
nacionales? La idea sería crear un sistema de garantías que permita hacer
efectivas las normas del derecho internacional.
12 Razones jurídicas del pacifismo, cit., nota 2, p. 55.
160 MIGUEL CARBONELL
La primera entre todas debe ser la garantía de la paz, que se podría lograr
sobre todo desarmando a los Estados y reservando en favor de la ONU un
monopolio de la fuerza internacional. Ferrajoli destaca lo absurdo que re-
sulta que se prohíba la utilización de armas de destrucción masiva (armas
químicas y bacteriológicas, bombas de fragmentación, armas incendiarias,
armas nucleares, etcétera) y sin embargo se siga permitiendo y no se san-
cione en todos los casos su producción y comercialización.13
En esto tienen una gran responsabilidad los Estados democráticos del
primer mundo, pues es dentro de su territorio donde se producen las armas
cuya utilización está prohibida por el derecho internacional. El comercio
de armas, tanto el “lícito” como el que se produce en la ilegalidad, constitu-
ye una gran fuente de riqueza para muchas personas que tienen formas de
“presionar” a los responsables políticos para que les dejen seguir con sus
negocios.
En el caso de las armas de destrucción masiva es donde más se nota la
corrupción de muchos gobiernos, por ejemplo el de Rusia y de varias ex re-
públicas soviéticas, pero el mismo discurso puede hacerse para las “armas
ligeras”, que se siguen vendiendo por cientos de miles cada año, en muchos
casos a gobiernos que tienen bien comprobadas prácticas autoritarias con-
tra su propia población o contra la de países vecinos; una cantidad impor-
tante de esas armas termina cayendo en manos de bandas terroristas y del
crimen organizado.
Según Ferrajoli,
13 Ibidem, p. 86.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 161
que ninguna afrenta terrorista debe minar nuestro apoyo convencido hacia
ellos. Sería ideal, pero no estaría teniendo en cuenta la nueva realidad que
parece estarse configurando luego del 11-S. Lo cierto es que, sin poner en
duda nuestras firmes convicciones en favor de los derechos, debemos asu-
mir que ningún Estado democrático podría dejar de dar respuesta a una se-
rie de atentados terroristas que se llevaran a cabo en su territorio y que es
probable que la población exigiera acciones contundentes para garantizar
la seguridad, incluso si como parte de esas respuestas se tienen que sacrifi-
car uno o varios derechos fundamentales: como ha recordado algún autor,
la Constitución no es un “pacto suicida”.19
Alguna película norteamericana previa al 11-S ha dado en el blanco al
estudiar la sicología de la población frente a amenazas terroristas: primero
comienzan a demandarse más policías en las calles, pero frente a un segundo
o un tercer atentado masivo se terminan justificando los campos de concen-
tración y la internación en ellos de personas con base en sus rasgos físicos o
en sus vínculos con determinadas religiones. La tortura de los detenidos
con base en meras sospechas es el corolario natural que se presenta en tales
escenarios.
De hecho, luego del 11-S se ha debatido con intensidad en Estados Uni-
dos sobre la posibilidad de aplicar la tortura para evitar nuevos ataques terro-
ristas; y, por primera vez en muchos años, ese debate no se ha circunscrito a
la ultraderecha militarista, sino que ha alcanzado a medios de comunica-
ción serios y tradicionalmente centrados y objetivos en sus análisis.20 Lo
que parece evidente es que la amenaza terrorista ofrece un desafío nuevo al
Estado constitucional y que quizá sea oportuno pensar en nuevas formas de
defensa de la Constitución (lo que equivale a decir que hay que imaginar
nuevas formas de defensa de los derechos).
En este punto hay varios aspectos por discutir. Uno habría que dejarlo
claro desde el principio: la aplicación de torturas no se justifica bajo ningún
concepto; el pretexto de hacer frente a una amenaza incluso nuclear, ra-
dioactiva, biológica o de otro tipo no permite que se utilice a una persona
como medio y se vulnere su dignidad a través de la tortura. No importa que
se trate del peor terrorista del planeta o que supuestamente sepa dónde pue-
19 Posner, Richard, Not a Suicide Pact. The Constitution in a Time of National Emer-
gency, Nueva York, Oxford University Press, 2006.
20 Greenberg, Karen J. (ed.), The Torture Debate in America, Cambridge, Cambridge
University Press, 2006, y Levinson, Sanford (ed.), Torture. A Collection, Nueva York,
Oxford University Press, 2004.
164 MIGUEL CARBONELL
de estar una bomba: la tortura es una línea que nunca debemos cruzar si es
que queremos mantener alguna diferencia entre los terroristas y los demó-
cratas. Pensar que al sostener lo anterior estamos renunciando a medios le-
gítimos de combatir al terrorismo o pensar que de esa forma se pone en una
situación de irremediable debilidad al Estado constitucional, es desconocer
la historia.
Al terrorismo se le debe combatir dentro de la legalidad; podemos discu-
tir si el marco jurídico que tenemos es o no suficiente para enfrentar el de-
safío terrorista,21 pero no es razonable suponer que ante la estrategia del
miedo debamos abandonar más de dos siglos de civilización constitucio-
nal.22 A la pregunta de si se puede, bajo alguna circunstancia límite, tortu-
rar para obtener alguna confesión, la respuesta siempre, y sin excepción al-
guna, debe ser negativa. Cuando un Estado democrático cede a la tentación
de torturar a un detenido ya ha traspasado la línea que lo separaba de los te-
rroristas y ha perdido su principal arma de diferenciación: la legitimidad
que le da el apego a ciertos valores, encarnados en buena medida en un or-
denamiento jurídico.23
De igual manera, habría que sospechar de cualquier solución jurídica al
fenómeno terrorista que suponga la imposición de regímenes completa y
totalmente excepcionales. Pueden existir, de forma limitada y siempre bajo
control judicial, restricciones de derechos que sean específicas para perso-
nas acusadas de terrorismo (como lo reconoce, por ejemplo, el artículo 55
21 Este es el tema que se aborda en Ackerman, Bruce, Before the Next Attack. Preser-
ving Civil Liberties in an Age of Terrorism, Nueva Haven, Yale University Press, 2006.
Véase también Tushnet, Mark (ed.), The Constitution in Wartime. Beyond Alarmism and
Complacency, Durham, Duke University Press, 2005.
22 Frente a riesgos objetivos de que se produzcan graves daños (ya sean producto de ata-
ques terroristas o de desastres naturales) debemos adoptar como primera premisa el “princi-
pio de precaución”, que hubiera servido en muy buena medida para evitar los atentados del
11-S, tal como lo han reconocido diversos reportes oficiales generados por el gobierno de
los Estados Unidos. Sobre este punto véase el libro The 9/11 Commission Report. Final Re-
port of the National Commission on Terrorist Attacks upon the United States, Nueva York,
Norton and Company, s.f.; sobre el “principio de precaución”, véase Sunstein, Cass, Laws
of Fear, Beyond the Precautionary Principle, Cambridge, Cambridge University Press,
2005.
23 Ignatieff, Michael, “Si la tortura funciona”, Claves de Razón Práctica, Madrid, 2006,
pp. 4-7. Para este autor la prohibición de la tortura es lo que permite identificar políticamen-
te a una democracia; si un Estado es democrático entonces estará limitado por normas jurí-
dicas, entre ellas la que incluye “la prohibición absoluta de someter a las personas a formas
de dolor que las despojan de su dignidad, su identidad e incluso su cordura”, p. 7.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 165
24 Un análisis de este precepto puede verse en Martínez Cuevas, María Dolores, La sus-
pensión individual de derechos y libertades en el ordenamiento constitucional español: un
instrumento de defensa de la Constitución de 1978, Granada, Comares, Universidad de
Granada, 2002.
25 La doctrina norteamericana, por razones obvias, ha tenido que reflexionar detenida-
mente sobre este punto. Un punto de partida de tales análisis puede verse en Fisher, Louis,
Military Tribunals and Presidential Power. American Revolution to the War on Terrorism,
Lawrence, University Press of Kansas, 2005, con abundantes referencias históricas.
26 Una propuesta en este sentido puede verse en Carbonell, Miguel, Igualdad y libertad.
Propuestas de renovación constitucional, México, UNAM-CNDH, 2007, pp. 41 y ss.
166 MIGUEL CARBONELL
Como puede verse, la situación del presente ofrece nuevos retos para
quienes estudian los derechos fundamentales. No son retos imaginarios,
puesto que es evidente que el peligro de las armas de destrucción masiva y
de su posible utilización por los terroristas está ahí afuera, acechando a los
regímenes democráticos que existen en muchos países. No se trata de negar
lo evidente y cualquier teórico que lo haga estaría incurriendo en una grave
irresponsabilidad.
De lo que se trata es de discernir acerca de la manera en que el Estado
constitucional, sin perder de vista los valores que lo justifican y le dan legi-
timidad, debe enfrentar los cambios que se han dado desde los ataques del
11-S. ¿Cómo debe defenderse la Constitución en tiempos como los que vi-
vimos actualmente? La respuesta es seguramente muy compleja y los pun-
tos de vista en ocasiones podrán ser divergentes. Lo que se ha intentado ha-
cer en las páginas precedentes es ofrecer algunos elementos contextuales
para emprender una reflexión que a todas luces parece inaplazable y en la
que los juristas tienen mucho por aportar.
32 Héctor Fix-Zamudio, en referencia al siglo XIX latinoamericano, apunta que “en una
época de inestabilidad política en Latinoamérica, debido a las continuas revueltas y los gol-
pes de Estado auspiciados por los caudillos, predominantemente militares, abundaron las
represiones extraconstitucionales, ya que las declaraciones de emergencia se utilizaron con
el fin contrario a su regulación, es decir, en lugar de la conservación del orden constitucio-
nal se produjeron largos periodos de gobiernos autoritarios…”, Estudio de la defensa de la
Constitución en el ordenamiento jurídico mexicano, cit., nota 27, p. 130.
CONTINUITY AND AUTONOMY – LEADING PRINCIPLES
SHAPING THE FUNDAMENTAL RIGHTS
CONSTITUTIONAL SYSTEM IN THE MACAU
SPECIAL ADMINISTRATIVE REGION*
Paulo CARDINAL**
Héctor FIX-ZAMUDIO1
169
170 PAULO CARDINAL
2 No matter now under what juridical title neither its scope and theoretical justification.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 171
3 Wills, John and Van Dyke, Paul, “Strange shores: 442 Years of anomaly in Macau,
and counting...”, Harvard Asia Pacific Review, summer 2000, p. 1. Norman MacQueen
speaks about a pragmatic anomaly in international relations in “Macao: end of a Special
Case?”, The World Today, vol. 41, 1985, p. 167. Eduardo Cabrita, goes further, speaking of
“absurdity” in “International and constitutional limitations on the autonomy of the Macau
Special Administrative Region”, Macau Law Journal, special issue 2002, p. 154.
172 PAULO CARDINAL
The second period began at the end of the 18th century and was a consid-
erable change from the previous situation just mentioned. Macau’s impor-
tance among Portuguese possessions was growing, Portuguese sover-
eignty over the territory was strengthened, and in a formal sense Macau
became part of Portuguese territory,4 as a Portuguese colony.5
And the third period followed the Portuguese democratic Revolution of
25 April 1974. This brought about a radical rejection of colonial policy and
Portugal and China established diplomatic relations in 1979. Both coun-
tries expressed interest in finding a mutually-agreeable solution to Macau’s
status; negotiations began in 1985, a year after the signing of the Sino-U.K.
Joint Declaration, and in 1987 the Sino-Portuguese Joint Declaration was
signed agreeing that Macau would become a “Chinese territory under Por-
tuguese administration”.6 This new state of affairs was reflected in the
Portuguese Constitution.7 Macau was not considered to be part of Portugal.
4 For instance, the 1822 Portuguese Constitution declared in Art. 20, IV, that the terri-
tory of the United Kingdom of Portugal included Macau.
5 In 1972, the PRC formally stated, in a memorandum dated of 8 of March, at the
United Nations that it did not consider Macau and Hong Kong to be colonized territories,
and thus they should not be covered by the declaration on the granting of independence and
later, the UN General Assembly at its 27th session held on November 8 adopted a resolution
containing a list of colonized territories which did not include either Macau or Hong Kong.
On this, see, for example, Escarameia, Paula, O direito internacional público nos princípios
do século XXI, Almedina, 2003, pp. 82-83.
6 The formal recognition of this status can be seen in: Law 1/76 dated 17 Feb 1976,
Macau Organic Statute; the Portuguese Constitution of 1976; and the Joint Declaration on
the Question of Macau signed in Beijing on 13 April 1987 and approved by the Portuguese
Parliament.
7 This article 292 stated that “While under Portuguese administration, the territory of
Macau shall be subject to a statute that is appropriate to its special circumstances. Ap-
proval of such statute shall be within the competence of the Assembly of the Republic, with
the President of the Republic carrying out the acts set out therein, the statute of the territory
of Macau embodied in Law 1/76 , shall remain in force. Upon the proposal of either the
Legislative Assembly of Macau or the Governor of Macau, who shall take the opinion of
the Legislative Assembly of Macau, the Assembly of the Republic, which shall take the opin-
ion of the Council of State, may amend or replace that statute. The President of the Republic
shall not promulgate a decree of the Assembly of the Republic, where the proposal is ap-
proved with amendments, unless the Legislative Assembly of Macau or the Governor of
Macau, as the case may be, gives a favourable opinion. And, the territory of Macau shall
have its own judicial system that is autonomous and adapted to the particular circum-
stances of that territory, as provided by law, which shall give full effect to the principle of
the independence of the judiciary”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 173
8 The formula used in Article 292 is ambiguous. We do believe that this is not due to a
deficient mens legislatori, but reflects the lack of clarity about Macau’s status which was
often different from how it appeared on paper. Macau was thus something strange to the
Portuguese territory and definitely not a part of it, an anomaly, as mentioned before.
9 However, even before the Joint Declaration, Macau was referred to in Article 5 not as
being part of Portugal, but instead as being administered by Portugal. The 1989 revision
moved the provision to the last chapter, Article 292, and reinforced the transitional charac-
ter of the arrangements by adding the phrase “while under Portuguese administration”. On
this, see for example, Gomes Canotilho and Vital Moreira, Constituição Anotada, Coimbra,
Coimbra Editora, 1993, p. 1076.
10 On an international law stance, Macau has been characterized by western scholars as
a territory on a lease, a union community with Portugal enshrined in and by the Chief of
State, condominium, a territory under an internationalized regime, a territory under a spe-
cial situation, an autonomous territory without integration connected to a special interna-
tional situation, a dependent community subjected to a dual distribution of sovereignty
powers (in other words, China held the sovereignty right but Portugal was responsible for
its exercise). Without doubt, it was an atypical situation. Since the Joint Declaration took
effect, Macau was until 19 December 1999, an internationalized territory by international
law standards, despite the absence of such a label in the treaty itself. For further information
and references, see Cardinal, Paulo, Macau The internationalization of an historical auton-
omy, forthcoming, Comparative national experiences of autonomy: Purpose, structures
and institutions, Yash Ghai (editor), UHK, Oxford University Press.
11 Rodrigues Queiró, Afonso, Lições de Direito Administrativo, Lisbon, 1976, p. 379.
12 With the exception of establishing and protecting fundamental rights, it should be
noted.
13 Funções, órgãos e actos do Estado, Lisbon, 1990, p. 260.
174 EGIDIJUS JARAŠIÛNAS
cal juridical construction was Article 2 of the Organic Statute which stated
that the territory of Macau constitutes a juridical person of public law and
enjoys administrative, economic, financial, legislative, and judicial auton-
omy, provided the principles and the guarantees for rights and freedoms es-
tablished in the Constitution of the Republic and the Organic Statute are
observed.14
14 Thus, as long as these principles and these fundamental rights were being respected,
the autonomy enjoyed by Macau was virtually untouchable. Note that the Portuguese au-
tonomous regions, however, did not have (nor has today) a separate constitutional order, as
the Portuguese Constitution is fully applicable.
15 See, on the process leading to the JD, Gonçalves Pereira, Francisco, “O processo
negocial da Declaração Conjunta-uma abordagem preliminar”, Boletim da Faculdade de
Direito de Macau, vol. 11, 2001, p. 63 and ff.
16 From the perspective of China, Macau had never ceased being part of China, but had
been occupied by Portugal, Basic Law, Preamble.
17 Just before the Sino-Portuguese negotiations began, a similar process was unfolding,
regarding Hong Kong. The Macau outcome was strongly influenced by that example.
China employed the now-famous “One Country, Two Systems” formula coined by Deng
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 175
ration has been deposited at the United Nations by both contracting parties
and is undoubtedly an international treaty proper18 with all the legal conse-
quences that implies.19 It sets out the fundamentals of the process of trans-
fer of sovereignty (with implications for the legal system, public adminis-
tration, exercise of sovereignty powers, political structure, judiciary, and
fundamental rights, among others) as well as a transition framework that
works attached to the act of transfer of sovereignty itself.
The signing of the Joint Declaration initiated a transition period that
served the process of the transfer. The first sub-period reached its end on
19 December 1999. Then a second phase of the transition started that will
last for 50 years. During this latter period, the PRC has undertaken to up-
hold a set of binding principles, policies, and provisions that are included
in the Joint Declaration and that impose limitations on China’s sovereignty
over Macau.20
This self-limitation on sovereignty is articulated in the ‘One Country,
Two Systems’ strategy. Without question, the Joint Declaration constitutes
a limitation on the exercise of sovereignty over the enclave. It is, however, a
limitation freely created and desired by the two sovereign states in the nor-
mal exercise of their international legal powers,21 or, in other words, “Un-
Xiaoping in order to achieve the reunification of China. Of course the principle was origi-
nally designed for Taiwan, not Macau and Hong Kong. The ultimate goal is still the reunifi-
cation of Taiwan, but that task was postponed —in a very Chinese fashion— to wait for a
better moment. And, in the meantime, the idea was that Macau and Hong Kong would serve
as good examples for the compatriots of the other side of the Straits.
18 On this, Moura Ramos, Rui, “A Declaração Conjunta Luso-Chinesa na Perspectiva
do Direito Internacional”, Boletim da Faculdade de Direito, vol. 74, 1998; Zhi Zhong,
Chen, “The Joint Declaration and the International Law”, Boletim da Faculdade de Direito
de Macau, No. 11, 2001, pp. 89 ff. For Hong Kong, Hannum, Hurst, Autonomy, Sover-
eignty, and Self-Determination, rev. edition, UPP, 1996, p. 136, Mushkat, Roda, One Coun-
try, Two International Legal Personalities, Hong Kong, Hong Kong University Press,
1997, pp. 140-1.
19 Frances Luke stresses this quality of the JD in “The imminent threat of China’s inter-
vention in Macau autonomy: Using Hong Kong’s past to secure Macau’s future”, American
University International Law Review, vol. 15, 2000, p. 3.
20 On these issues on the idea of transition periods, see Cardinal, Paulo, Macau: The in-
ternationalization of an historical autonomy, cit, passim, especially pp. 10-13.
21 The obligations created by the Joint Declaration vary according to whether they deal
with Portugal or China. First and foremost is the obligation to transfer the exercise of sover-
eignty over Macau from Portugal to China. Other obligations arise as a result of this. These
are provided for in the various sections of Point 2, in which the PRC government “declares”
that China “will pursue the following basic policies regarding Macau”. There follows a list
176 PAULO CARDINAL
der the Joint Declarations (JDs), the PRC was reduced in its sovereign
competences, these purporting only to external sovereignty: defence and
foreign affairs”.22
In conclusion, the Sino-Portuguese Joint Declaration envisages a transi-
tion period stretching from its implementation to the last day of the 50
years following China’s resumption of sovereignty over Macau. One
might well ask transition to what? The transition from Portuguese to Chi-
nese exercise of sovereignty powers was accomplished in December 1999.
But for a period of 50 years following the transfer, the Joint Declaration
will remain in force, establishing a number of obligations on China.23
The Joint Declaration will remain a prominent source of law for the
Macau SAR.24 Its norms, characterised as “policies” embodying China’s
post-99 obligations, may genuinely constitute “material limits” on the leg-
islative power responsible for drafting as well as amending the Macau Ba-
of eleven important “policies” which will define the future Macau SAR. The list closes with
a twelfth, which, while reiterating the text of Article 2 of the JD stresses that “The
above-mentioned basic policies… will be stipulated in a Basic Law… and they will remain
unchanged for fifty years”.
22 Isaac, Armando, “The constitutional framework for legal co-operation between the
«Two Systems» of the «One Country»: the case of Macau”, Conference on Mutual Legal
Assistance under “One Country, Two Systems”, Faculty of Law of the University of Hong
Kong, 1999, p. 2.
23 After the 50 years, then, China will be free of any obligations stated in the Joint Dec-
laration and could, theoretically, for example, abolish the SAR, change its nature, eradicate
the high degree of autonomy, transform it into a municipality, revoke the Basic Law, elimi-
nate the use of Portuguese language, restrict fundamental rights, demolish the current so-
cial-economic system, get rid of independent judicial power, including that of final adjudica-
tion, abolish the free port and separate customs status, alienate Macau, grant independence,
etc. Godinho, Jorge, Macau SAR Business Law and Legal System, forthcoming, Lexisnexis,
states, “Macau is now in a period of Chinese Administration under the conditions agreed
between Portugal and China (1999-2049), and from 2049 it will commence a period of un-
restricted Chinese Administration” and, later on, “The Sino-Portuguese Joint Declaration
will then cease to apply and therefore the Chinese Administration of Macau will no longer
have to follow its requirements”, pp. 2 and 5.
24 See, Costa Oliveira, Jorge, “A continuidade do ordenamento jurídico de Macau na
Lei Básica da futura Região Administrativa Especial”, Revista Administração, No. 19/20,
pp 24-5; Cardinal, Paulo, “O sistema político de Macau na Lei Básica — separação e
supremacia do executivo face ao legislativo”, Revista Administração, Nos. 19/20, p. 80;
Isaac, Armando, “Substantive constitutional restrictions on the limits to the sphere of juris-
diction of the Macau Special Administrative Region’s Courts”, paper presented to the 4ª
Comparative Constitutional Law Standing Committee Conference, Bangkok, 27-29 May
1999, Katchi, António, Governo e Administração Pública de Macau, IPM, 2005, pp. 14 and
93.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 177
sic Law. The continuing validity and efficacy of the Joint Declaration is in
fact assumed by the Basic Law itself.25 In a sense, the Basic Law does no
more than detail the policies stated in the Joint Declaration,26 as foreseen in
Point 12:
The above stated basic policies and the elaboration of them in Annex I to this
Joint Declaration will be stipulated in a Basic Law of the Macau Special Ad-
ministrative Region of the People’s Republic of China by the National Peo-
ple’s Congress of the People’s Republic of China, and they will remain un-
changed for 50 years.
Thus, Gomes Canotilho sees the Joint Declaration as playing a role in guar-
anteeing, directing, stimulating, and interpreting the future Macau SAR.27
In short, we can say that the Joint Declaration works as a grundnorm for
the Basic Law and consequently for the Macau’s autonomic constitutional,
legal, political, social and economic system28 until 2049.
All the obligations created by the international treaty emanate guarantees
that are proclaimed in the Joint Declaration and, in accordance with the
pacta sunt servanda principle; none of those guarantees might be violated
within the timeline prescribed by the international treaty. Of course, the Joint
Declaration contains no mechanism for its enforcement,29 but respect for that
25 Preamble and in Art. 144 by stating that the basic policies of the People’s Republic of
China regarding Macau have been elaborated by the Chinese government in the Sino-Portu-
guese Joint Declaration and that no amendment to the Basic Law shall contravene the estab-
lished basic policies of the PRC regarding Macau.
26 In The Joint Declaration and the International Law, Chen Zhi Zhong writes that the
Basic Law codifies the 12 points in JD Art. 2, p. 92. In the decision on process 96/2002,
the TSI (Court of Second Instance) a reference is brought to the densification of the Joint
Declaration made by the Basic Law.
27 Gomes Canotilho, J. J., “As palavras e os homens—reflexões sobre a Declaração
Conjunta Luso-Chinesa e a institucionalização do recurso de amparo de direitos e
liberdades na ordem jurídica de Macau”, O Direito, Oct. 1994, pp. 7-8.
28 See, for example, Isaac, Armando, The constitutional framework for legal co-opera-
tion between the “Two Systems” of the “One Country”: the case of Macau. It is important
to note again that the Basic Law must nonetheless follow the provisions of the Joint Decla-
ration, although in some cases it has failed to do so; see for example Cardinal, Paulo, “O
sistema político de Macau na Lei Básica — separação e supremacia do executivo face ao
legislativo”, Revista Administração, Nos. 19/20, passim; for Hong Kong, Ghai, Yash, Hong
Kong’s New Constitutional Order, Hong Kong, HKU Press, 1999, p. 146.
29 See, for example, Gonçalves, Arnaldo, “Les implications juridico-constitutionelles
du transfert de la souveraineté de Macao a la Républic Populaire de Chine”, Revue
178 PAULO CARDINAL
Internationale de Droit Comparé, 1993, p. 838. Olivier, Marius, Hong Kong: An exercise in
autonomy?, p. 88, states, for the similar Hong Kong situation, “The true sovereign and the
final authority will be the PRC itself. It remains accountable to the United Kingdom, how-
ever, to the extent that it may be found to be in breach of the… provisions of the Joint Decla-
ration”. He notes, however, that a “major problem, however, is the fact that no provision is
made for the independent settlement or adjudication of disputes arising from the terms of
the JD, a problem which is complicated by the PRC’s reluctance to accept the jurisdiction
of the International Court of Justice”, p. 62. One could add the fact that, contrary to general
practice, the international treaty was not written in a third neutral official language. But
none of these impair the validity of the JD up to 2049. As Chen Zhi Zhong writes in The
Joint Declaration and the International Law, the obligations stipulated in the JD cannot be
changed by either party unilaterally even by reason of its own national laws, cit., p. 91.
30 On this principle, among others, Costa Oliveira, Jorge, “A continuidade do
ordenamento jurídico de Macau na Lei Básica da futura Região Administrativa Especial”,
Revista Administração, Nos. 19/20, 1993, Cardinal, Paulo, O Regime Jurídico da
Advocacia no Contexto da Lei Básica, AAM, Macau, 1992, pp. 71-77, idem, The judicial
guarantees of fundamental rights in the Macau legal system – a parcours under the focus of
continuity and of autonomy; Isaac, Armando, “Substantive constitutional restrictions on the
limits to the sphere of jurisdiction of the Macau Special Administrative Region’s Courts”,
paper delivered to the 4th Comparative Constitutional Law Standing Committee Confer-
ence, Bangkok, May, 1999, pp. 46 ff. For the Hong Kong case, Ghai, Yash, “The continuity
of laws and legal rights and obligations in the SAR”, Hong Kong Law Journal, vol. 27, 2,
1997, where the authoritative author clearly stated that “These issues need careful consider-
ation when there is a change of sovereignty to ensure certainty and clarity in the new legal
regime and that the vested rights are maintained… These considerations are particularly
important in Hong Kong where the basic intention as reflected in the Sino-British Joint
Declaration and the Basic Law is to maintain stability and prosperity by continuing most as-
pects of previous systems, particularly of the laws ”, pp. 136-137.
31 The maintenance of the life -style was considered by Antunes Varela as being the
most precious of the values that the PRC solemnly promised to respect in the future half
century, both in the Joint Declaration and in the Basic Law, “O domínio público e o
domínio privado sobre as terras e as águas do território de Macau”, Revista Jurídica de
Macau, special issue A questão das terras em Macau – Doutrina, 1997, p. 460.
32 Joint Declaration, Point 2 (4) and see also I and III of Annex I with some differences
in the language of the late norms.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 179
of the social system and of the economic one and also continuity of the nor-
mative acts basically unchanged, also referred to as the principle of the
inalterability of the essential. One of the main pillars of the transition is
thus clearly proclaimed in this normative discourse, the principle of conti-
nuity,33 thus reinforcing the idea of it being based on the previous special
identity of Macau. In other words, the contents of the autonomy should not
be less than that enjoyed by the Territory of Macau under Portuguese ad-
ministration.34 The Joint Declaration points to this and in addition, effec-
tively serves to extend the Macau autonomy, such as by mandating a self
contained judicial system.
However this principle do not affirms itself as absolute, such meaning
that the principle of the continuity does not have to be faced as meaning in-
tangibility. It does not claim as synonymous of intangibility in as much as
contracting parties they had intended to prevent an undesirable sclerosis of
the legal system.35 In the truth, this characteristic of elasticity, though lim-
ited one must point, of the principle of the continuity consists itself as an
added guarantee to the effective survival of the legal system since it allows
it, without abdicating however of its essential characteristics,36 to adapt it
to the natural and unexpected evolving of the social system where it is in-
33 Requejo Pagés, Juan Luis, Las normas preconstitucionales y el mito del poder
constituyente, CEPC, 1998, elaborates on the continuity as a principle as well as on Consti-
tution versus continuity and, among several other important reflections that may apply to
the Macau casu, says that continuity does not suffer a bigger fracture with a new Constitu-
tion compared to the erosion that may happen due to the normal activity of the constituted
powers.
34 Canas, Vitalino, “A extensão da autonomia de Macau na comunidade e na lei”,
Boletim da Faculdade de Direito, 12, 2001, p. 226.
35 Cardinal, Paulo, “Os direitos fundamentais em Macau no quadro da transição:
algumas considerações”, Cuestiones Constitucionales, 14, 2006, p. 32.
36 Wang, Liuting, “Macao’s Return: Issues and Concerns”, Loyola of Los Angeles Inter-
national and Comparative Law Review, vol. 22, 1999, No.2, p. 180, tells us about the neces-
sity of the new sovereign to acknowledge the existence of a differentiated legal system in
Macau and of the local social custom’s. It worth’s mention some of the following ideas: the
creation of new legislation imposes that it should be prudently taken in consideration the re-
lationship between the Basic Law and the laws previously in force, but also the mainte-
nance of the European continental legal system characteristic as a way of underlining the
typical style of Macau, and, it should be mentioned that one of the messages contained in
the One country, two systems is the admissibility of a regime left by a foreign State in the
condition that it is not in violation of the Basic Law, Wanzhong, Sun, “A Lei Básica da
RAEM e a construção do sistema jurídico de Macau”, Boletim da Faculdade de Direito,
Macau, no. 13, 2002, p. 54.
180 PAULO CARDINAL
serted. If it is the veritas that the legal system will have to be maintained al-
though not in absolute terms, however it is not less true than it could only
be modified in the respect to the limits established for and in the Join Dec-
laration.37
The limit to the fullness of the principle of the continuity could not be re-
duced only to the thesis of the maintenance of the laws saved in that to op-
pose the Basic Law or in that it will be subject to posterior alterations, oth-
erwise that will simply mean carrying out the emptiness of that apex
principle and consequent uselessness. To us, one has to admit the possibil-
ity of introduction of those alterations not being, however, permissible that
these alterations consubstantiate basic changes.38 With this we intend to
mean that the general principles that characterize/shape the Macau legal
system cannot be disregarded as well as diverse legal regimes —for exam-
ple of the fundamental rights in general and of each right in itself— they
cannot have its ratio deviated or overwhelmed. In other words, the essen-
tial content of a given juridical regimen will have to be respected and
kept.39
Thus, the principle of continuity —of the present social and economic
systems, and, in order to secure this, the laws currently in force will remain
basically unchanged— constitutes itself as the master guarantee of the
transition process as we envisage it. This principle is reinforced in Annex
1, III, of the Joint Declaration, which states that following the establish-
ment of the Macau SAR the laws, decree-laws, administrative regulations,
and other normative acts previously in force in Macau shall be maintained
unless they contravene the Basic Law or are subject to any amendment by
the Macau legislative body. The Macau Basic Law contains an identical
provision. One has to assume and to print in these lines that we firmly dis-
agree with those that wish to analyse the concept of laws previously in
force inserted in the Joint Declaration as excluding the normative acts that
were originated externally that is in Portugal. With effect, nothing in the in-
ternational treaty, its wording or its spirit, allows to amputate in this way
the principle of the continuity.40 As one also does not accepts doctrine that
it intends to still impose more fracture on the principle of the continuity by
reverting this guarantee only to the legislation approved prior to the Joint
Declaration.
Besides the general principle of continuity, the Joint Declaration, and
the Basic Law, states that all fundamental rights and freedoms will be en-
sured thus ensuing an autonomic dimension of the principle of continuity
thus reinforcing it in this field. The continuity principle is the guideline;
hence, the idea of “permanent” fundamental rights in spite of the transition
of the legal system.41 We will return to the subject of continuity specifi-
cally referring to fundamental rights later on this paper.
To really understand the autonomy of the SAR one must resort again to
the Joint Declaration. For the 50 years that started on 20 December 1999, the
Joint Declaration will be the genesis, the anchor, and the guarantee of
Macau’s autonomy.42 That is why we can affirm that the SAR autonomy is
40 See, for further elaboration and references, Cardinal, Paulo, “Os direitos
fundamentais em Macau no quadro da transição: algumas considerações”, Cuestiones
Constitucionales, cit., note 35, pp. 33-34.
41 Our, Permanent fundamental rights in a legal system in transition, Lawasia, Seoul,
1999.This apparently paradoxical relationship —transition versus continuity— can be de-
fined as a political and diplomatic formula created to ensure some balance between the re-
sumption of sovereignty by a sovereign state and respect for the history, culture (including
the legal culture), and specific identity of Macau. It also acts as a vote of confidence in the
future by respecting the past. So, if it is true that we faced a change in the landlord in Macau,
it is also true that the transition will not eliminate what existed before December 1999, but
on the contrary it will maintain it, or continue it.
42 Making the same point, Almeida Ribeiro, Manuel de, “A Região Administrativa Es-
pecial de Macau e o Direito Internacional”, Boletim da Faculdade de Direito de Macau,
No. 13, 2002, p. 203. Although the SAR is founded on the basis of the One Country, Two
Systems policy, Zhu Guobin asserts, “This political structure is, however, a result of the
Joint Declaration even if an invention of the Chinese government”, in Redefining the Cen-
tral-Local Relationship under the Basic Law, paper given at One Country, Two Systems:
Theory and Practice international conference, 1997. Arguing that the HKSAR is a creation
of international law, Mushkat, Roda, “Hong Kong as an international legal person”, Emory
International Law Review, No. 114, p. 110; arguing against this view, among others,
182 PAULO CARDINAL
The power of autonomy enjoyed by the HKSAR does not derive from a dele-
gation by the Central People’s Government, but from an international ar-
rangement based on the realpolitik and reasonable separation of power be-
tween the Central and SAR governments. We should not ignore the function
of the “twelve items of policy” included in the article 3 of the Joint Declara-
tion…43
The Joint Declaration is, thus, the genesis and anchor of Macau auton-
omy. That is, in our view, the appropriate conclusion. The assertion that
Chinese institutions and the Chinese Constitution are the primary source of
Hong Kong and Macau’s autonomy44 leads to the denial of any role
post-transfer for the JD. The PRC Constitution opens the door in article 31,
the NPC may even be the key to that door, but the creators and delivers of
the autonomy institution, or the parents, are the signatory parties, Portugal
and China, through a bilateral agreement. Both states are the parents even
though the guardian and the parent that directly cares for the child
—MSAR— is China. Thus the Joint Declarations present a framework for
Macau’s autonomy that has two main characteristics: the autonomy is in-
ternationalized and is temporary, and for the duration of the 50-year period
covered by the Joint Declaration45 it operates under the principle of conti-
nuity.46
Olivier, Marius, “Hong Kong: An Exercise in Autonomy?”, One country, two systems:
Theory and Practice International Conference, Hong Kong, 1997, p. 88.
43 “Redefining the Central-Local Relationship under the Basic Law”, paper given at
One Country, Two Systems: Theory and Practice International Conference, 1997, p. 6.
44 Among many others, see Huaqun, Zeng, “Hong Kong’s Autonomy: Concept, Devel-
opment and Characteristics”, China: An International Law Journal, 1/2, 2003, pp. 320 ff.
45 If after those fifty years autonomy remains unchanged it will have a different legal
foundation guaranteed in a different way.
46 The Joint Declaration first stipulates that the government of the People’s Republic of
China will resume the exercise of sovereignty over Macau with effect from 20 December
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 183
The above-stated basic policies and the elaboration of them in Annex I will
be stipulated in a Basic Law by the National People’s Congress of the Peo-
ple’s Republic of China, (2, 12, JD) [and] The National People’s Congress
of the People’s Republic of China shall enact and promulgate a Basic Law of
1999 thus allowing for the accomplishment of reunification of Macau with China, and con-
sequently the establishment of an entity integrated with, but separate from, the PRC: The
SAR is the juridical person that embodies the new autonomic reality within Chinese sover-
eignty.
47 Where the Joint Declaration is silent but the Basic Law grant powers to the SARs it
should be considered a situation of delegation, especially if they are not derived from gen-
eral principles stated in the Joint Declaration.
48 Luke, Frances, “In order to Implement the Declaration, China and Portugal selected
China’s National People’s Congress to legislate a Basic Law for Macau”, The Imminent
threat of China’s Intervention, cit., p. 4.
184 PAULO CARDINAL
One can see that it was decided in the international treaty that the do-
mestic competent body would be the NPC and, more, that its competence
would be predetermined in the sense that it would have to enact a law (no
choice either to enact or not) and the contents of that law would have to, at
least to a certain extent, respect previous and superior basic rules and prin-
ciples set forth bilaterally.
The Joint Declaration presents a framework for Macau’s autonomy that
has two main characteristics: the autonomy is internationalized49 and tem-
porary, and for the duration of the 50-year period covered by the Joint Dec-
laration50 it operates under the principle of continuity or unchangeability.51
It first stipulates that the government of the People’s Republic of China
will resume the exercise of sovereignty over Macau with effect from 20
December 1999 thus allowing for the accomplishment of reunification of
Macau with China, and consequently the establishment of an entity inte-
grated with, but separate from, the PRC: “The People’s Republic of China
49 The case of South-Tyrol is a point of reference and comparison for the autonomies of
Macau and Hong Kong. Surprising as it may seem, that case shares more of the “unique-
ness” of the Macau and Hong Kong autonomies. In fact, they have in common a transfer of
sovereignty —at least to a certain degree— from one sovereign state to another sovereign
state; that transfer was agreed and laid down in an international legal agreement; those
agreements were deposited at the UN; thus, the foundation of the autonomy is primarily in-
ternationally based; the level of autonomy enjoyed is of a greater range than other autono-
mous regions that exist only by means of domestic law; in these cases one finds that there
are at least two official languages within the juridical boundaries of the autonomies, the lan-
guage of the “new” sovereign as well as the language of the previous one. On this, see
Peterlini, Oskar, The South-Tyrol autonomy in Italy: Historical, political and legal aspects,
Hipold, Peter, “Aspetti internazionali dell’autonomia de’ll Alto Adige”, pp. 89 ff, in
L´ordinamento speciale della provincial autonoma di Bolzano, (cura, J. Marko, S. Ortino,
F. Palermo), Cedam, 2001. On the internationalised origins of autonomy, see also Suksi,
Markku, The self-government of the Aland islands in Finland: Purpose, structures and in-
stitutions. In general and providing several examples and nuances, both historical (such as
Memel) and contemporary (such as South-Tyrol), see Dinstein, Yoram, Autonomy (Inter-
national guarantees of autonomy), pp. 243 ff, in Beyond a One-Dimensional State: An
emerging right to autonomy? (ed Zelim A. Skurbaty), Martinus Nijhof, 2005.
50 If after those fifty years autonomy remains unchanged it will have a different legal
foundation guaranteed in a different way
51 Gonçalves Pereira, Francisco, “Accommodating diversity: Macau under China’s
Constitution”, Macau on the threshold of the third millennium, Macau, Instituto Ricci,
2001, p. 107.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 185
The Macau SAR will be directly under the authority of the Central People’s
Government of the PRC, and will enjoy a high degree of autonomy, except
in foreign and defence affairs, which are the responsibilities of the Central
People’s Government. The MSAR will be vested with executive, legislative
and independent judicial power, including that of final adjudication.53
This paragraph vests the SAR with the traditional trinity of normal state-
hood functions, while at the same time establishing the limits of its auton-
omy.
While the Joint Declaration works as a grundnorm for the Basic Law
and consequently for the Macau’s autonomic legal system,54 there is some-
times a significant discrepancy between them, as one can see later. In that
sense, the so called constituent power of the Chinese body concerning the
SAR has limitations and it is not absolute.55
Macau enjoy a high degree of autonomy, except in foreign affairs (with
however significant exceptions) and defence. And “despite the use of the
adjective ‘administrative’, its autonomy is political given that the scope is
not merely administrative, but it also holds powers of a state nature, in what
interests us here, legislative powers”.56
57 For an analysis of the SARs autonomy and comparative study, see Olivetti, Marco,
“The Special Administrative Regions of the PRC in Comparison with Autonomous Re-
gions Models”, Rolla, Giancarlo, “The Development of Asymmetric Regionalism and the
Principle of Autonomy in the New Constitutional Systems – a Comparative Approach”,
Domínguez García, Fernando, “Autonomy Experiences in Europe – a Comparative Ap-
proach: Portugal, Spain and Italy”, papers delivered at International Conference One Coun-
try, Two systems, Three Legal Orders - Perspectives of Evolution, Macau, 5-7 February,
2007.
58 Shuwen, “Wang As características da Lei Básica da Região Administrativa Especial
de Macau”, Boletim da Faculdade de Direito de Macau, No. 1, 1997, p. 46, concludes that
some of the powers enjoyed by the SARs cannot be seen in federal systems.
59 Annex 1, VIII.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 187
ways more extensive than others elsewhere.60 “Perhaps the most distinc-
tive feature of the agreement is the extensive authority granted to the…
SAR in the area of foreign relations and participation in international orga-
nizations, says Hurst Hannum”.61 Where else are there formal borders and
customs controls inside the same country as there are between the MSAR
and the rest of China?
The principle of autonomy is extended not only to the rules but also to
the people of the autonomy; the Joint Declaration states that both the gov-
ernment and the legislature of the Macau SAR will be composed of local
inhabitants. Another principle is autonomy of decision-making. Macau
will, “on its own”, decide policies in the fields of culture, education, sci-
ence and technology, and protection of cultural relics. This is among sev-
eral areas on which the SAR is given the power to decide by itself.
The international treaty granted an unprecedented autonomy and incor-
porated a wide range of detailed guarantees. It resulted from the free will of
two sovereign states that converged and were legally formalized in the
Joint Declaration —not as a result of any unilateral will, either of China or
Portugal. On the other hand, and again in accordance with the JD, it was
necessary to further detail the contents of those policies/principles, thus
the necessity of a domestic legal act — the Basic Law.
The Basic Law states that Macau is authorized to exercise a high degree
of autonomy. As in the Joint Declaration, this is to be realized through the
MSAR’s enjoyment of a range of powers: executive, legislative and inde-
pendent judicial power, including that of final adjudication; the power in-
dependently to conduct, in accordance with the Basic Law, “relevant exter-
nal affairs”, to use the Portuguese language as an official language of the
SAR ; to exercise immigration controls over the entry, stay, and exit of for-
eign nationals; and to maintain public order in the SAR. To this end, the so-
cialist system will not be practiced in Macau, and the SAR is to keep its
own system. The fundamental Law provides for the system to be used in
Macau: including the social and economic systems, the system for safe-
60 Xu, Xiaobing / Wilson, George D, “The Hong Kong Special Administrative Region
as a Model of regional External Autonomy”, Case Western Reserve Journal of Interna-
tional Law, Winter, 2000, pp. 2-5, stress that Hong Kong (and Macau) arguably enjoys, in
real terms, more far-reaching external autonomy than any other region in the world, histori-
cal or current.
61 Autonomy, sovereignty, and self-determination, rev. edition, UPP, 1996, p. 140.
188 PAULO CARDINAL
guarding the fundamental rights and freedoms of its residents, the execu-
tive, legislative and judicial systems. In addition, the PRC’s national laws
will not apply, apart from those listed in Annex III to the Basic Law. In or-
der to protect Macau’s autonomy, the Law specifies that “No department
of the Central People’s Government and no province, autonomous region,
or municipality directly under the Central Government may interfere in the
affairs which the MSAR administers”. These are just some of the items
from an enormous list that is presented in the chapters on the economy, cul-
ture and social affairs, and on external affairs.
A point to underline is that the Basic Law seems to contain the possibil-
ity of expanding the SAR’s autonomy. It states, that “the MSAR may enjoy
other powers granted to it by the National People’s Congress, the Standing
Committee of the National People’s Congress or the Central People’s Gov-
ernment”.62 Such powers, one would assume, would not be those dealing
with the already existent autonomy, but ones that cross the boundaries of
autonomy and deal with reserved subject matters like, for example, exter-
nal relations.
As to the limits of autonomy one has to say that the autonomy envisaged
by the Joint Declaration has certain natural limits, and the Basic Law also
expressly provides for certain other limitations that were initially ex-
pressed the treaty.
First of all, Macau is Chinese territory, and the government of the Peo-
ple’s Republic of China has resumed the exercise of sovereignty over it.
Sovereignty now resides solely in the Chinese state, both in its title and in
its exercise,63 and the form of the autonomous entity is that of a special ad-
ministrative region while the legal domestic document is a basic law en-
acted by the central authorities and not by the autonomous entity (although
as seen, the external pacta source must be complied with meaning that sov-
ereignty resides solely in China and in no other but it is delimitated by the
JD). Second, there is a temporal limitation: the principle of the internation-
alized autonomy (and of continuity) will remain in force for fifty years,
hence it is guaranteed only for that period of time. Finally, the SAR will en-
joy a high degree of autonomy, except in foreign affairs and defence,
62 Article 20. Canas, Vitalino, “A extensão da autonomia de Macau na comunidade e na
Lei”, Boletim da Faculdade de Direito, vol. 12, 2001, p. 244, makes this point despite con-
sidering the article an enigma.
63 On this point, Olivier, Marius, Hong Kong: An exercise in autonomy?, passim.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 189
that the previous capitalist system and way of life shall remain unchanged
for 50 years?66
Certainly that way of life and its maintenance over its several fields pre-
supposes that action can be taken in all the areas specified in the Basic Law,
but not only those. If there is no provision in the Basic Law concerning the
protection of endangered wild life, or agriculture, fisheries, urban plan-
ning, weights and measurements standards, should that mean that the SAR
cannot act, for instance by means of legislation, in those areas? Would the
PRC have to take care of such matters? We do not think so and believe that
the spirit and extent of a high degree of autonomy does not point that way
either.67
Article 144 establishes that the power of amendment of the Basic Law
shall be vested in the NPC. This is the corollary of the above-mentioned
limitation on the form and the source of the domestic legal instrument
which is to detail the autonomy structure of Macau. The NPC Standing
Committee, the State Council, and the Macau SAR have the power to pro-
pose bills amending the Basic Law. Although the fact that the MSAR may
propose amendments does reflect some degree of autonomy, in this spe-
cific aspect Macau enjoys less autonomy than before.68 Before a bill can be
put on the NPC’s agenda, the Macau Committee for the Basic Law must
study it and submit its views to the NPC. No amendment may contravene
the “established basic policies” of the PRC regarding Macau. This last
powers on the SARs and, it is important to note once more, sovereignty is limited in pacta
by the JD for the period of fifty years, thus the relevance of this argument is softened.
66 These questions were already put forward in ours, “Macau: The internationaliza-
tion...” cit., note 64.
67 Even if the common rule in autonomous regions points in the opposite direction, one
must remember that the SAR autonomies do not fit into any classical autonomy model. This
SAR autonomy is different and goes beyond traditional boundaries in many ways, even ex-
ceeding the level of autonomy of local units in federated states (for example in having its
own currency, establishing formal frontiers and customs control with the rest of the coun-
try, issuing autonomous passports, as seen above), thus challenging the claims of those who
would put a restrictive gloss on the powers of the SARs by citing the fact that formally they
are not states in a Chinese federation. Article 20 of the Basic Law should also be interpreted
in this light.
68 Although the revision of the OS was vested in the Portuguese parliament, it depended
exclusively on the impulse of the local autonomy bodies as mentioned above. See
Gonçalves Pereira, Francisco, Portugal, a China e a Questão de Macau, Macau, IPOR,
1995, p. 140.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 191
tions are identified in Macau whereas, in other areas, federal ones are
clearly in place and, in some other spheres, perhaps other territorial
organizatory models will come to hand. As emphasized by Marco Olivetti,
“Placing the two SARs in a comparative perspective is… highly problem-
atic. This model of autonomy includes elements typical of the regional, the
federal, the unitary and the confederal arrangements but it does not corre-
spond to anyone of these”.71
Besides the above particular local circumstance, in a general plane, it is
now truly undeniable that even when faced with classic federal or regional
autonomies models, there is not a crystal clear separation between them. It
is a given fact the multitude of specific solutions in existence in composite
states, be it federal or regionalist ones. In contemporary times the once
clear cut division between federations versus regionalized states has be-
come a tenuous blurred even intermixed borderline.72 It is not needed to
point out significant differences at various levels among the federal legion,
for example between Germany and Argentina,73 nor between the regionalized
states, as between Portugal and Spain. And it is not necessary also to advice
71 “The Special Administrative Regions of the PRC in Comparison With Autonomous
Regions Models”, paper given at the International Conference One Country, Two systems,
Three Legal Orders - Perspectives of Evolution, Macau, 5-7 February, 2007. Chen, Albert,
for example, states that “This Autonomy is quite Innovative, O conceito de um país, dois
sistemas e a sua aplicação a Hong Kong, Taiwan e Macau”, Revista Jurídica de Macau,
special issue, 1999, p. 253
72 Domínguez García, Fernando, “Autonomy experiences in Europe – a Comparative
Approach: Portugal, Spain and Italy”, paper delivered at International Conference One
Country, Two systems, Three Legal Orders - Perspectives of Evolution, Macau, 5-7 Febru-
ary, 2007, says, that “In recent decades, doctrine has shown a confluence between the con-
cepts of federal state and regional state due to the centralisation processes undergone in the
first, and the qualitative and quantitative increase in the powers of the second”, and, “Many
of the criteria defined as essentials of the federal state are also present in the states classified
as regional (power of self-organisation, exercising of state powers), others have been
‘demystified’ (originating nature of the federated communities as well as their state and/or
sovereign nature) or have been relativised (existence of their own legal power, participation
in a second chamber of the national parliament and participation in the reform of the com-
mon constitution) . The majority of criteria that theoretically separate the federal state from
the regional state are elements with a historic connection that explain how the federal state
was formed…, Transferring historical determinants to legal reasoning entails the
inoperancy of the notion of federal state beyond its simple nominalism in certain coun-
tries.”; see also, for example, Vergottini, Giuseppe De, Derecho constitucional comparado,
Mexico, UNAM/SEPS, 2004, pp. 326 ff .
73 An example among others, Antonio Hernandez tells us of a deep process of centralization
in Argentina contrary to the federal model envisaged in its Constitution, “El federalismo a diez
años de la reforma constitucional de 1994”, Cuadernos de Federalismo, 2005, pp. 65 ff.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 193
powers that it enjoys.78 This argument seems persuasive, given the nature
of the autonomy outlined above, which does not fit into any category of ex-
isting autonomous entities or even states within federations —in truth, it
seems that the SARs are vested with characteristics that go beyond any
substate entity79 and resemble a (non integrated) State in some circum-
stances.80
And that is why we ask if the SAR autonomy incorporates a sort of
“new” federalism although anonymously. Do we have here an anonymous
federalism? One does not forget the inexistence of some classical features
of federalism, such as the Kompetenz-Kompetenz. As someone said, the re-
gime of the SAR under the one country, two systems framework brings to
the centralized state system some federalist characteristics, concluding that
China now has a combined system of federalism and unitary state.81 One
will try to elaborate a listing, non exhaustive, of characteristics that point to
the different forms. Due to lack of time and due to what is written else-
where in this paper one will not present extensive explanations on most of
the listed elements – therefore one asks to bear in mind the other parts of the
paper.
Macau enjoys a high degree of autonomy, except in foreign affairs (with
however significant exceptions) and defence. And “despite the use of the
adjective ‘administrative’, its autonomy is political given that the scope is
not merely administrative, but it also holds powers of a state nature, in what
interests us here, legislative powers”.82 The package of powers allocated to
the SARs is huge and in a general view cannot be found even in formal and
dynamic federated states.
The center Constitution has little to say besides a somehow enigmatic
and empty norm, article 31 that declares, “The state may establish special
administrative regions when necessary. The systems to be instituted in spe-
cial administrative regions shall be prescribed by law enacted by the Na-
tional People’s Congress in light of specific conditions”. Truly little can be
retained from this legal narrative.83 Why is this so? In the Preamble to its
Constitution, the People’s Republic of China proclaims itself to be a uni-
tary multi-national state, thus not allowing —at least from a formal point of
view— any kind of federalism.84 It also prescribes socialism as the system
practiced by the PRC. The scheme of administrative divisions it establishes
also does not accommodate the idea of the SARs.85 Thus the existence of
the Special Administrative Regions, and the wide scope of autonomy that
they enjoy, do not fit into the scheme the Chinese Constitution establishes
so, in order to accommodate their creation, Article 31 was created and
somehow artificially implanted being surrounded by a context that does re-
ally not match so well and virtually isolated hence not to be surprised on
the absence of a set of center constitutional rules establishing methods of
policing boundaries.
The PRC took a highly pragmatic approach towards the questions of
Macau and of Hong Kong:86 the point was to resolve these issues and allow
reunification, even if that meant actually forgetting the stipulations of the
PRC Constitution to a certain extent. In formal terms, it created Article 31
as a sufficiently vague device to allow the incorporation of the SARs into
the Chinese state as a “second system” enjoying a “high degree of auton-
omy”. Article 31 was the necessary step to accommodate the constitutional
framework to the international binding obligations that were to come. On
the other hand, the center-subnational relationship machinery is, again
with a flavor of originality, mostly laid in the Basic Laws rather than in the
national constitution.
This augmented set of powers makes us learn to the idea that in a sort of
counter balance exercise one rearranges the whole picture and push up the
framework of the SARs from a formal mere region lacking some character-
istics connatural to federations to something else. And that is why we ask if
the SAR autonomy incorporates a sort of “new” federalism although anon-
ymously. Do we have here an anonymous federalism?87 As already said,
the regime of the SAR under the one country, two systems framework
brings to the centralized state system some federalist characteristics, con-
pect, other important differences shape the nature of the SARs: their foundation in an inter-
national agreement, the limited timeframe, and the set of 12 policies agreed bilaterally.
Thus the difference between the autonomous power enjoyed by the SARs and the autono-
mous areas is not only one of degree, but most importantly of their nature.
86 Gaolong, Liu, “O estabelecimento das Regiões Adminsistrativas Especiais traduz-se
num grande desenvolvimento estadual”, Boletim da Faculdade de Direito de Macau , vol. 12,
2001, writes that in a unitary country the position of the SARs enjoying such a high degree of
autonomy is unique, thus it constitutes a new departure in the organization of the state, p. 93.
87 Our, The judicial guarantees of fundamental rights in the Macau legal system – a
parcours under the focus of continuity and of autonomy, cit.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 197
cluding that China now has a combined system of federalism and unitary
state.88
In brief one can propose the following melting pot on the characteriza-
tion of the SARs status:
88 Wan Cheong, Ieong, One China, Two Systems and the Macao SAR, Macau, Univer-
sity of Macau, 2004, pp. 233 and 234. Underdown, Michael, uses the interesting expression
“federalism Chinese style”, “Legal Issues in a Federal State: Protecting the Interests of
Macau”, Boletim da Faculdade de Direito de Macau, vol. 12, 2001, p. 55. Davis, Michael
C., “The Case for Chinese Federalism”, Journal of Democracy, vol. 10, 2, April 1999,
poses the question of federalism in China and of confederacy and proposes a concept of
economic federalism already in force but unaccompanied by a formal constitutional one,
pp. 128 ff.
89 See, for example, Olivetti, Marco, “Federalismo e regionalismo in Europa”, in
Groppi, T. et al. (a cura de), Nuevos rasgos de la administración local en Europa,
Queretaro, Fundap, 2005. However, as the author states, even in some federations, as in
Austria and Belgium, the judicial power rests only in the federation and is not shared with
the federated units.
198 PAULO CARDINAL
90 For example, in Germany, the Federation courts have a degree of competence by ap-
peal to rule on decisions of the federated courts, see Benda et al., Manual de derecho
constitucional, Marcial Pons, p. 661. Note, however, in the case of the SARs the political
mechanism of interpretation.
91 See, Olivetti, Marco, “Federalismo e regionalismo in Europa”, cit., note 89.
92 See, for example, Bacelar Gouveia, Jorge, Manual de Direito Internacional Público,
2nd Almedina, 2004, pp. 456-457, Cardinal, Paulo, International Law Notes, Universidade
de Macau, 2006, passim.
93 Articles 104 and 106 expressly use the word “independent” to characterize these sys-
tems.
94 See, among others, Dormoy, Daniel, “Les Relations Extérieures”, La souverainité
partagée en Nouvelle-Calédonie et en droit compare (dir. Jean-Yves Faberon/Guy Agniel),
La documentation Française, 2000, pp. 350 ff., Goeesel-Le Bihan, Valérie, La participation
des departments et regions d´outre-mer à la conclusion des accords internationaux: essai
d´analise générale, RFDC, 65, 2006, pp. 3 ff.
95 See, for example, Casalta Nabais, José, “Região Administrativa Especial de Macau,
federalismo ou regionalismo?”, Henders, Susan J., “Region-States and the World: China
Pushes the Envelop”, Policy Options, January-February, 2000, pp. 87 ff, namely the data
provided compiling the nonstate actors activity in international law and both Macau and
Hong Kong are high in the rankings and in the case of Hong Kong it is surpassed only by a
will be State —Palestine— and an associated one.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 199
ent State and has a domestically drawn line of what is it and what is not in
its sphere. The accession of Macau to the centre is bilateralized, as in feder-
ations; however it was in a horizontal fashion,96 rather than vertical (no
matter in ascending move or descending). Besides, it was the result of an
international treaty in which it took no part; instead it was not the subject of
it but its object. The autonomy frame is internationally plugged/guaran-
teed, as in some known cases of regional autonomies, but in a more de-
tailed manner on one hand however with a limited timeline on the other
hand. 97
All seen it is certainly possible one conclusion without fear of being
contradicted: the SARs incorporate traditional characteristics of several
models. After the easy conclusion one can try to reach another one far more
difficult to attain: balancing all the elements, all the contradictory simulta-
neous characteristics one may ask if, in truth, we are looking at a new kind
of federalism albeit imperfect (either for having less or having more than
federated states), faceless. Anonymous.
As for the dynamics of the SAR autonomy, as in opposition to the previ-
ous legalistic fashion, the focus of our attention has been on the words of
autonomy, that is to say the norms that create and regulate it, both in the
Joint Declaration and in the Basic Law. But, as said elsewhere,98 a norm is
not a proper norm solely as words; a juridical norm only becomes so when
interpreted and applied. For these operations people are necessary. It is
necessary to look at the dynamics of the system, to the way it is applied, to
the way it is operated in the day-by-day breathing of the Hong Kong and
Macau’s autonomy, in other words the way that the factual dimension
shapes in concrete the Macau’s SAR autonomy sphere.
It seems undeniable that the actual destiny of the SARs’s autonomy rests
in the hands of the people who govern it. Given the regulatory construc-
tion, how it functions is then up to those who operate it, elaborate it, and
shape it. In this exercise the scope of autonomy will be constructed. The di-
alectic tension inherent in autonomy phenomena —the central entity and
its leaders will tend to push back the boundaries of autonomy, while the au-
tonomous entity and its leaders will tend to enlarge its boundaries — will
inevitably come into play. Borrowing a curious formulation, one could see
this as “one countryers on one side and “two systemers”99 on the other —
the proponents of sovereignty versus the proponents of autonomy.
One must ask that not being China a formal federal state it makes any
sense at all to refer to a principle of having a Constitution for the Macau re-
gion. One should not refer to a constitutional autonomy in its full sense,
namely the power to produce its own constitutional text.100 It should be
enough to apply the Chinese Constitution in its entirety and, on a lower
level ordinary legislation, be it centralized one or local one. This choice
however was putted aside as we all well know. China’s attitude towards the
questions of Macau and Hong Kong legated by the past was extremely
pragmatic (and innovative) thus imposing a similarly impregnated analy-
sis. It was said that
99 Benny Tai, “One Country Two Systems: the two perspectives”, Macau Law Journal,
special issue, 2002, pp. 150 ff.
100 One does not forget the inexistence of some classical features of federalism, such as
the Kompetenz-Kompetenz. Jorge Bacelar Gouveia warns that, in spite of the extraordinary
scope of autonomy and the existence of powers that not even federated states have, the
Macau SAR cannot be deemed as something similar to a state in a federation since it lacks
an essential power, that is the power to enact its own constitution, “A Lei Básica da Região
Administrativa Especial de Macau – Contributo para uma compreensão de direito
constitucional”, Boletim da Faculdade de Direito, No. 13, 2002, p. 197.
101 Gomes Canotilho, “The Autonomy of the Macau Special Administrative Region –
Between Centripetism and Good Governance”, paper delivered at International Conference
One Country, Two Systems, Three Legal Orders - Perspectives of Evolution, Macau, 5-7
February, 2007.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 201
On the other hand, the Joint Declaration stated that the above-stated ba-
sic policies and the elaboration of them in Annex I to this declaration will
be stipulated in a Basic Law of the Macau SAR. One more emanation of the
above mentioned principle of obedience to the Joint Declaration basic poli-
cies. Along with this, one must underline that the constituent power of the
sovereign was not unlimited and unrestricted but, on the contrary, owes al-
legiance to the international treaty it signed with a counterpart sovereign
state. In this sense, the so called constituent power of the Chinese body
competent to enact the SAR Basic Law has limitations and it is not abso-
lute. This is one of the several imaginative operative schemes envisaged to
the SARs being functionalized, we believe, to contribute to the success of the
formula even if meaning a contained rupture of the domestic absolute do-
main of the Chinese Constitution.
The above potential point of critique clarified, we hope, it must be said
that the Basic Law constitutes the formal domestic legal instrument that de-
tails the constitutional organization of the SAR, including its political sys-
tem, its autonomy, as well as the non-organisational constitutional frame-
works such as in the fields of fundamental rights, economy, and social
issues. This legal document has the appearance and the structure of a for-
mal Constitution and has been called a “mini-constitution” or a “para-con-
stitution”. To us, the main point to stress, with or without “mini” or “para”
or other similar qualification expressions, is that the Basic Law is, in the
SAR legal system, a (the) constitutional law. It is a material constitution if
not even a formal one.102 In fact, if one looks at the legal order of the Macau
SAR, the Basic Law is the highest source of the domestic legal system Be-
sides, as Giancarlo Rolla putted it,
102 Bacelar Gouveia, Jorge, “The Fundamental Rights in Macau”, paper given at the In-
ternational Conference One Country, Two Systems, Three Legal Orders - Perspectives of
Evolution, Macau, 5-7 February, 2007. “The constitutional nature of the Basic Law derives
also from its content. Many of the topics it covers are materially constitutional”.
103 “The development of asymmetric regionalism and the principle of autonomy in the
new constitutional systems – a comparative approach”, paper given at the International
Conference One Country, Two Systems, Three Legal Orders - Perspectives of Evolution,
Macau, 5-7 February, 2007.
202 PAULO CARDINAL
One must refer again to the Joint Declaration and its twelve command-
ments that are mandatory and must be lay down in the Basic Law and cover
several main features as known. We are faced with a relationship between
these two preeminent sources of law of an exceptional nature, that might
together be considered as forming the constitutional block of the SAR
(along with article 31 of the PRC Constitution and some other norms on
competence), sewing special links and cross-references.
In a general view functionalized to the densification and guarantee of
the constitutional system of fundamental rights, as to what relates to the
constitutional order of Macau one can bring in here a tentative list of prin-
ciples at work in the SAR:
At the above light, we can address the following, the principle of obedience
to the Joint Declaration basic policies, the principle of a constitution, the
principle of continuity, the principle of the second system within the one
country, two systems one, the principle of autonomy, the principle of de-
mocratization, the principle of a own and distinct legal system, the principle
of constitutionality, the principle of legality, the principle of separation of
powers, the principle of independent judiciary. In other words, the princi-
ples that add to the protective web of the fundamental rights system and that,
along with the ones of the fundamental rights system proper, shape it into a
pro libertate one. Listing that is done from the perspective of the periphery
or, if one prefers, from the stand of the subnational unit, not from a center
point.104
104 This explains, for example, why we elected the “two systems” segment and not the
“One country” counterpart. We are not in any way diminishing the paramount importance
neither of this one nor questioning the idea of Chinese sovereignty.
105 On the Macau system of fundamental rights, our “Os direitos fundamentais em
Macau no quadro da transição: algumas considerações”, Cuestiones Constitucionales, cit.,
note 35; Canas, Vitalino, “The General Regime of Fundamental Rights in the Basic Law
and in the International Instruments”, paper presented at the Conference One Country, Two
Systems, Three Legal Orders – Perspectives of Evolution, Macau, 2007, Bacelar Gouveia,
Jorge, “Fundamental Rights in the Macau legal system”, paper presented at the above con-
ference. For Hong Kong, for example, Ghai, Yash, Hong Kong’s New, cit., Young, Simon,
“Restricting Basic Law Rights in Hong Kong”, Hong Kong Law Journal, vol. 34, part 1,
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 203
2004, and “The Basic Laws and the fundamental rights in the SARs”, paper presented at the
above mentioned Conference.
106 For a critique see, Gomes Canotilho, “the basic idea of ‘one country, two systems’
does not have to be interpreted in a strictly functional sense. The autonomy of the Macau
Special Administrative Region is not an organizational skeleton exclusively directed at the
maintenance of a capitalist system. It is an organizational autonomy (regarding the horizon-
tal distribution of power) structural-internal (regarding the division of power among the dif-
ferent levels of government) and structural-external (regarding the competence in external
affairs) that allows for a legal and political support to the substantive constitution of Macau
(and not just the capitalist system)”, “The Autonomy of the Macau Special Administrative
Region – Between Centripetism and Good Governance”, paper delivered at International
Conference One Country, Two Systems, Three Legal Orders - Perspectives of Evolution,
Macau, 5-7 February, 2007.
107 Referring to Hong Kong, Chen, Albert, says “Here it must be pointed out that the do-
mestic political system of the HKSAR falls short of international standards of democracy”,
and “I would characterize the present political system of Hong Kong as one with
constitutionalism but only partial democracy”, thus meaning that although without a very
high degree the fact remains that democracy is present, “The theory, constitution and prac-
tice of autonomy: the case of Hong Kong”, paper delivered at International Conference One
Country, Two Systems, Three Legal Orders - Perspectives of Evolution, Macau, 5-7 Febru-
ary, 2007. The author further states that “On the other hand, the Basic Law does provide for
the possibility of further democratization of the SAR”. Noting that there are however still
legal and political limitations to a full democracy.
204 PAULO CARDINAL
Article 4 of the Basic Law solemnly states that “The Macau Special Ad-
ministrative Region shall safeguard the rights and freedoms of the resi-
dents of the Macau Special Administrative Region and of other persons in
the Region in accordance with law”. This normative principle is in line
with provisions of the Joint Declaration as well as other norms of the Basic
Law such as article 11.108 It is definitely commanded an idea of safeguard-
ing the rights and freedoms, most especially the fundamental ones thus not
allowing policies that will undoubtedly position itself as anti fundamental
rights ones. The safeguarding of fundamental rights is a mandatory general
principle of conduct.
Its connection with the continuity principle is self-evident and together
they form a structural rector principle (and philosophy) of respect of funda-
mental rights, in line with the legate transferred to the new juridical person
—the SAR— in the new constitutional order.
Some corollaries of this principle of safeguarding can be for example
the popularization of fundamental rights as well as some legislative provi-
sions for example, in non procedural guarantees norms as well as in
adjudicative ones such as in the Civil Procedure Code and in the Adminis-
108 It is emblematic, and some substance must arise from it, that in the Chapter I of the
Basic Law on general principles two of them expressly address the fundamental rights is-
sues in general. There is one more on a specific fundamental right of private property, arti-
cle 6. Ieong, Wan Chong, says that this circumstance means that the Basic Law wished to
underline the important status of the rights at stake in a democratic policy, Anotações à Lei
Básica da RAEM, Macau, 2005, p. 39.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 205
109 Our, Permanent Fundamental Rights in a Legal System in Transition, Lawasia, Se-
oul, 1999. This apparently paradoxical relationship —transition versus continuity— can be
defined as a political and diplomatic formula created to ensure some balance between the
resumption of sovereignty by a sovereign state and respect for the history, culture (includ-
ing the legal culture), and specific identity of Macau. It also acts as a vote of confidence in
the fu ture by re spect ing the past. So, if it is true that we faced a change in the landlord
in Macau, it is also true that the transition will not eliminate what existed before December
1999, but on the contrary it will maintain it, or continue it.
110 Direitos e Deveres Fundamentais dos Residentes em Macau, FDUM, s/d.
206 PAULO CARDINAL
111 Vitalino, Canas, say, “we can support the existence of a Macau unwritten law acquis,
comprising a set of rules on the restriction of the fundamental rights that go beyond the ones
expressed in the Basic Law and the ones withdrawn from the exegesis of the own ICCPR by
their authors. Nowadays, in Macau, those rules have not any written expression. Certainly,
it would be safer if they had it”, The general regime cit.. As for the later need we concur, see
our “Os direitos fundamentais em Macau no quadro da transição: algumas considerações”,
Cuestiones Constitucionales, cit., note 35, p. 56
112 Miranda, Jorge, Manual de Direito Constitucional, 2nd., t. IV, p. 191.
113 Torres, Pinheiro, Interesses públicos e interesses privados – A perspectiva da
transição, BFDM, 11, 2001, p. 206. Some tell us of provisions that are problematic, Hurst
Hannum, Autonomy, sovereignty, and self-determination, rev. edition, UPP, 1996, p. 147.
114 Ghai, Yash, Hong Kong´s New Constitutional Order, 2nd., HKU Press, 1999, p. 423.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 207
the restrictions to the restrictions? Which rights and freedoms will not ever
be able to be suspended?119 Let’s proceed by listing some of the vexata
quaestio not constitutionally decided currently in the Basic Law:120 are
there in the Basic Law, other fundamental rights besides those not enrolled
in Chapter III? In other words, does the system admit the existence of anal-
ogous fundamental rights in constitutional headquarters? Does it admitted
equally for analogous fundamental rights with international law rules
source? And, how about with legislative act headquarters? As one can ver-
ify the simple enunciating of questions allows perceiving that, in this issue,
many uncertainties still hang, or in other words, many grey zones subsist.
positive or permissive form … the two restrictive clauses should be seen as constitutional
safeguards providing a safety net for, rather than a ban on, human rights standards”.
119 We are making reference to the regimen, established namely in articles 18 and 19 of
the Portuguese Constitution. Just as a memory exercise we will briefly remind the regimen
set out in these articles by the time they were fully enforceable in Macau. Article 18 states
that the constitutional provisions relating to rights, freedoms and guarantees are directly ap-
plicable to, and binding on, both public and private bodies; those rights may be restricted by
law (hence not by an administrative regulation) only in those cases expressly provided for
in the Constitution and restrictions shall be limited to the extent necessary to safeguard
other rights and constitutionally protected interests and laws restricting these rights shall be
general and abstract in character, cannot have retroactive effect nor limit, in extent or scope
the essential content of the constitutional provisions. Article 19 provides, namely, that it’s
not possible to suspend the exercise of those rights, except where a state of siege or a state of
emergency has been properly declared; the proportionality principle must be applied and, in
any case should not be possible to suspend the exercise of, among others, the rights to life,
personal integrity, defence of accused persons, freedom of conscience and religion.
120 For a more extensive list, Cardinal, Paulo, “Os direitos fundamentais em Macau no
quadro da transição: algumas considerações”, Cuestiones Constitucionales, cit., note 35,
pp. 57-58.
121 As we stated, for example in, Macau: the internationalization cit.. See also, “A first
approach reveals the nuclear character of the positive legal sources of the fundamental
rights, as a result of their recognition being totally autonomous with regard to the constitu-
tional law of the People’s Republic of China”, Bacelar Gouveia, Jorge, The fundamental
rights in Macau, cit.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 209
122 “Hence a double security arises to the rights of the people”, Madison, James, Feder-
alist, No. 51, The Federalist Papers, Hamilton /Madison / Jay, Signet Classic edition, 2003,
p. 320.
123 Even within the same federal composite entity, as for instance the case of Mexico, in
which three methods of subnational fundamental rights system cohabit, a) a general clause
of incorporation stated in the local constitution establishing that the inhabitants of that state
enjoy the rights enshrined in the federal constitution, b) with or without the general clause
of incorporation the local constitutions reproduce the federal catalogue or part of it, c) the
arid way by which one does not found the general clause of incorporation, neither a compre-
hensive catalogue but sparse references to given fundamental rights. On this and for further
development, Carmona Tinoco, Jorge, “La incorporación de los derechos humanos en las
Constituciones locales mexicanas. Derecho y seguridad internacional”, in Méndez Silva,
Ricardo (coord.), Memoria del Congreso Internacional de Culturas y Sistemas Jurídicos
Comparados, México, UNAM, 2005, pp. 366 ff. Or even in terms of timing as in the case of
the United States where some local units preceded the federal one in establishing funda-
mental rights as, among others, Pennsylvania, Vermont and Maryland; on this, see, for ex-
ample, Toth Beasley, Dorothy, “Federalism and the protection of individual rights: the
american state constitutional perspective”, in Katz, Ellis / Tarr, Allan, Federalism and
Rights (ed.), Rowman & Littlefield, 1996, pp. 102 ff. For a concise view of the historical
evolution in the United States until the so-called new judicial federalism, Barceló Rojas,
Daniel, Introducción al derecho constitucional estatal estadounidense, México, UNAM,
2005, pp. 75 ff.
210 PAULO CARDINAL
has to obey an international treaty— and in the sense that only the regional
courts are competent to intervene even in final adjudication.
As specifically dealing with autonomous regions bills of rights, Marc
Carrillo stated on the controversial issue of creating an autonomous region
bill of rights in Catalonia124
stitutions provide for a rich catalogue of fundamental rights but still open
the door for the application of the federal based fundamental rights. Natu-
rally, in regionalist states the absence of fundamental rights in the local ba-
sic law is more widespread and evidently the rule of the application of the
fundamental rights established in the (centre) Constitution is intangible. In
view of all this one can thus talk about a domestic multilevel protection in
fundamental rights.127
Very differently is the situation of the Chinese SARs as already men-
tioned. The center constitution simply does not have a say in establishing
fundamental rights in the regional level. Again, we resort to article 11, 1 of
Basic Law the systems and policies practised in the Macau SAR including
the system for safeguarding the fundamental rights and freedoms of its res-
idents, shall be based on the provisions of this Law. This principle proves,
beyond doubt that at least in the referred areas of article 11, in the case at
stake concerning the system of fundamental rights, there is no place at all
for the Chinese Constitution in the Macau or the legal system. In this sense,
the SAR example is unique and embodies quite the opposite stance to
known examples of composite states, and its fundamental rights system
mirrors more a sort of fundamental rights declaration of independence
rather than of a declaration of autonomy, when compared to the above
mentioned situations, both in federal and non federal states, where the rule
is the applicability of the Constitution of the sovereign State, in spite of the
existence of substate charters of fundamental rights nor of its contents and
extension. In short, there is not in the SARs a domestic multilevel system
of fundamental rights —in sharp opposition to any known model of com-
posite States.
Specifically concerning the issue of fundamental rights Macau enjoys
statehood like fashion situation or status, be it in its establishment in con-
stitutional terms as seen before because the Basic Laws are not the product
128 On this, for example, Rolla, Giancarlo, The development of asymmetric regionalism
and the principle of autonomy in the new constitutional systems – a comparative approach,
cit. a method expressly sanctioned by Article 33 of the Canadian Charter of Rights and Lib-
erties.
129 And also with sovereignty and its limits but in a way of reception operated by the Ba-
sic Law and in accordance with the scope of that reception.
130 As in many other areas. See, among others, Xingping, Wu, “O sistema jurídico da
Região Administrativa Especial de Macau”, Boletim da Faculdade de Direito, 13, 2002, p.
74; Qing, Xu, A Natureza e o estatuto da Lei Básic, – uma tentativa de abordagem, paper
given at the Seminário intitulado Linhas de Evolução do Direito da RPC – Reflexos em
Macau, 1994, pp. 22 and 23.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 213
131 Making this point concerning article 18, Davis, Michael, “The Basic Law and De-
mocratization in Hong Kong”, Loyola University Chicago International Law Review, vol.
3, issue 2, 2006, p. 180, says that this article (and 23) elevate concerns over mainland inter-
vention.
132 That is if there was a trend in interpretation friendlier to the autonomy and its expan-
sion than one that favours the centre. This may not be likely but, in theory, the potential for
broadening is there. As for Hong Kong, “Unfortunately, the constitutional problems have
not been resolved by this modus vivendi. The Basic Law is not self-contained – it has not es-
tablished a complete constitutional ‘firewall’ around the HKSAR. There remain several
means by which China’s laws —and legal mores— may cross the border and mingle ad-
versely with Hong Kong’s common law regime. The most detrimental conduit has been and
remains Article 158 of the Basic Law, which allows the Standing Committee of the NPC to
interpret the Basic Law”, Hualing Fu and Cullen Richard, “Two Views of Hong Kong’s Ba-
sic Law: But Hong Kong Should Seek A Better Way…”, Hong Kong Journal, 2006, II,
http://www.hkjournal.org/archive/2006_spring/rao.html.
133 For example, Cabrita, Eduardo, International and Constitutional..., p. 184.
214 PAULO CARDINAL
sion for judicial review, of course the power of interpretation vested in the
Macau courts is potentially important in protecting fundamental rights.134
As for article 18, 4, it states that in the event that the Standing Commit-
tee of the NPC decides to declare a state of war or, by reason of turmoil
within the Macau SAR which endangers national unity or security and is
beyond the control of the government of the Region, decides that the Re-
gion is in a state of emergency, the Central People’s Government may issue
an order applying the relevant national laws in the Region. One has to note
the absence of a listing of rights that may not be suspended and in what
terms135 as well as the absence of any set of rules prescribed by the Basic
Law.136
In that norm it is allowed the implementation, in our view temporarily
only, of centre laws directly affecting fundamental rights thus making an
exception on the self contained system and the principle of exclusivity.
One must point the necessity of an extraordinary situation arising137 thus in
normalcy it would be illegitimate to apply the national laws and, on the
other hand, that procedure must be made with extreme caution in order to
safeguard the international and constitutional guaranteed autonomy and, as
said, the effects can only be temporary which leads us to say that we are
134 Alves Correia, Fernando, “A Fiscalização da Constitucionalidade das Normas do
Ordenamento Jurídico de Macau à Luz da Recente Jurisprudência do Tribunal
Constitucional”, Revista Jurídica de Macau, vol. 4, No. 3, 1997, p. 26. The negative im-
pacts of the use of this procedure in Hong Kong are already well known. In the case of
Macau, the mechanism has so far not been activated.
135 See Canas, Vitalino, The general regime, cit.
136 Although in a somehow different presupposition, Bacelar Gouveia, Jorge, defends
the “drafting of balanced rules for the suspension, in view of the BLM’s silence in that re-
spect. The rules could flow directly from the constitutional principles or from existing
norms enshrined in the International Covenant on Civil and Political Rights and in the Inner
Security Law of Macau.”, The fundamental rights, cit. We have voiced doubts on the proce-
dure contents maxime its non normativization in the Basic Law, Os direitos fundamentais,
cit., p. 58
137 Héctor Fix-Zamudio, in “States of emergency and defending the Constitution”, Mexi-
can Law Review, 7, 2007, provides a historical account and warns of excesses that were
practiced in several latitudes thus mandating comprehensive constitutional regimes about
states of emergency saying, for example, “the Constitutions promulgated in the late 19th
century included guidelines on the states of emergency. These guidelines required manda-
tory intervention from the Legislative branch to authorize and supervise the declarations of
exception or of emergency to be exercised by the Executive” and that a tendency that “ has
become stronger in recent years is characterized by the fact that situations of emergency or
of exception are instituted according to the procedures established by constitutional provi-
sions, precisely for the purpose of upholding democratic constitutional provisions”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 215
Being self contained then the fundamental rights system primarily must
have a charter of fundamental rights to begin with.138 In this light, one
must point that the Basic Laws contain a substantive catalogue of funda-
mental rights (or an inventory of) which is quite satisfactory given the type
of instrument,139 particularly when compared with provisions made in
other legal orders in the region.
On the other this inclusion of a charter of fundamental rights in the Basic
Law adds to its consideration as a constitution. Besides, from the formal
point of view the self-contained system of fundamental rights embodied
primarily in its own charter of rights represents an augmentation of the au-
tonomy of Macau as compared with the situation prior to 1999, since be-
fore the transfer of sovereignty, the system relied mostly on the importa-
tion of norms and principles from the Portuguese Constitution.
138 As Vitalino, Canas, recalls, the Basic Law enunciated itself a charter of rights, The
general regime of fundamental rights, cit.
139 Davis, Michael, “The Basic Law and Democratization in Hong Kong”, Loyola Uni-
versity Chicago International Law Review, vol. 3, issue 2, 2006, p. 180; Bacelar Gouveia,
Jorge, A Lei Básica da Região Administrativa Especial de Macau…, p. 187; Luke, Frances,
The imminent threat of China’s intervention…, p. 2.
140 On this relevant problem and its dimensions and upholding the principle of reserva-
tion of law, Andrade, Vieira De, op. e loc. cit.; Xingping, Wu, O sistema, cit. p. 84., Cardi-
nal, Paulo, Os direitos fundamentais, cit., p. 59; Albuquerque, João, Ensino no Curso de
Produção Legislativa, 2003, Also affirming this reservation see for example, Parecer
3/II/2005, 3ª Comissão Permanente, Legislative Assembly.
216 PAULO CARDINAL
As for the others, that is, those rights of freedom tat expressly are conse-
crated by the Basic Law, there are arguments that lead to an identical appli-
cation of ICCPR regime. The main argument is the one of the congruence
and balance of the system. It would be a bit nonsense if the rights directly
consecrated by the Basic Law, those which this para-constitutional law
wanted to recognize as having a superior systematic importance, giving
them a plain consecration, would benefit from a regime of restrictions less
secure than the rights only enunciated in ICCPR and in force in MSAR.
Thus, the better orientation is that both the freedom rights incorporated in
MSAR legal order, by reception of ICCPR rules, made by the Basic Law
and the freedom rights specifically enunciated in the Basic Law, benefit
from the limitative regime of restrictions deriving from ICCPR.142
The meaning of law in the above mentioned norms cannot be other than,
in accordance with the constitutional order of Macau, law in the sense of a
true legislative act emanated by the legislative body of the SAR143 or for-
mal laws previous to the transfer of sovereignty. At this light, one must
141 As said by Vitalino, Canas, “it consecrates the principle of the reserve of the law in
the field of the restrictions of rights”, The general regime, cit.
142 The general regime, cit.
143 Referring to laws of the Legislative Assembly, see for example, Wan Cheong, Ieong,
Anotações, cit., p. 93.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 217
144 In this sense, see, for example, the decision of the Second Instance Court, 223/2005.
145 Canas, Vitalino, The general regime of fundamental rights, cit., says “it is important
to mention the essential aspects of the conception that was in force in Macau until 19th De-
cember 1999, which is subjacent to the ICCPR and to the CFREU, and that in principle
ought to be the one of BLM. This is about the democratic and liberal conception of funda-
mental rights. The acknowledgement of the fundamental rights lies on the dignity of the hu-
man person, which is the beginning and the end of the organization in society; on the indi-
vidualistic and humanistic idea of free development of the human beings personality; on the
creation of conditions for a full citizenship and on the definition of the respective collective
destiny by the communities in which they are integrated. The contents and the exercise of
these rights benefit from a general principle of favor libertatis and their delimitation, sus-
pension or restriction is subject to strict rules of grounding, controllability, plainness, speci-
fication, temperance and proportionality”.
146 See, for example, Tarr, Allan, “Federalismo y la protección de los derechos en los
Estados Unidos”, Derechos y libertades en los Estados compuestos, Aparicio, Miguel (ed.),
Atelier, 2005, telling us of the role of both sources, federal Constitution plus state Constitu-
tions, p. 59. On the Mexico case and the emergence of the judicial federalism, Fix-
Zamudio, Héctor, “Relaciones entre los tribunales locales y federales”, in Gámiz Parral,
Máximo N. (coord.), Las entidades federativas y el derecho constitucional, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003, pp. 126 ff. See also, Fix-Zamudio, Héctor &
218 PAULO CARDINAL
find a tendency for a periphery rather than central interpretation so, with
much more justification one can do the local interpretation in a system of
exclusivity as seen.
Warn us Jorge Menezes Oliveira that,
In what respects to know if it exists, in the text of the Basic Law, other
fundamental rights that are not established in Chapter III, that is to say, if
this constitutional law admits other dispersed or not branded fundamental
rights the reply is affirmative;151 immediately by calling for an interpreta-
tive criterion (integrator) rooted in the Joint Declaration, such as Gomes
Canotilho considers.
When the Joint Declaration presents an exemplifying catalogue of fun-
damental rights152 is forcible to conclude that these rights addressed by the
treaty still subsist as fundamental even in the event that they have not de-
148 From the same second instance court references to the proportionality principle in
varying degrees of assessment with acceptance, 166/2003, 22/2002. In legislation one finds
references to proportionality and its dimensions on a (general) norm on restrictions, article
8, Law of internal security, 9/2002, a positive aspect underlined by Katchi, António,
Governo e Administração Pública de Macau, IPM, 2005, p. 111.
149 Ribeiro, Lino, Lições de Direito Administrativo, unpublished, p. 125. One can add
that, for example in the Portuguese case, the existence of the proportionality principle
was already considered even before it managed to find an express space in the constitu-
tional text.
150 See Ribeiro, Lino, “A Lei Básica e os princípios conformadores da acção adminis-
trativa”, Boletim da Faculdade de Direito, 14, 2002, pp. 71-72.
151 Canas, Vitalino, The general regime, cit., Andrade, Vieira De, Direitos cit., Bacelar
Gouveia, Jorge, The fundamental rights, cit.
152 Hannum Hurst, Autonomy, sovereignty, and self-determination, rev. edition, UPP,
1996, p. 142 in reference to the Hong Kong Joint Declaration citing explanatory notes to
the international treaty.
220 PAULO CARDINAL
served such label in the Basic Law (or are absent from it). For example, the
rights of the praised religious confessions in article 128, which in the Joint
Declaration finds shed in it finishes paragraph of point V of the Annex I of
that international treaty. The same goes to the property right,153 article 6 of the
Basic Law and its guarantees, article 103. Equally the International cove-
nants serve as a mandatory reference for this. Other rights not only have to
be qualified as fundamental because foreseen in the Joint Declaration
—even if in other paragraphs— and by its own nature. And some more oth-
ers dispersed throughout chapters V and VI of the Basic Law.154
Given that the Macau Basic Law already provides for a charter of funda-
mental rights and that, undoubtedly, establishes other fundamental rights
outside chapter III we may ask if it allows for other rights, fundamental
ones that are established in international norms and in ordinary legislation.
At this light, what is the opening scope of article 41 stating that Macau
residents shall enjoy the other rights and freedoms safeguarded by the laws
of the SAR. Does this only mean that other rights are recognized albeit not
with a fundamental nature, meaning they are merely ordinary? Or, consid-
ering that is formally inserted in the fundamental rights chapter of a consti-
tutional law and uses a terminology akin of fundamental rights, such as
“freedoms”, pretends to open the door to the existence of other fundamen-
tal rights besides those already established in the Basic Law?155 We believe
that the second answer —in spite of a not so crystal wording— should be
the correct one considering what was just said plus the anchor of the conti-
153 In this same sense, for example, Weyun, Xiao, “Conferência sobre a Lei Básica de
Macau”, APLBM, pp. 126 and 127.
154 Weyun, Xiao, Conferencia sobre a Lei Básica de Macau, APLBM, op. and loc cit.
Also in this sense the Court of Final Appeal of Macau, at decision 22/2005 clarifies that
there are more fundamental rights in the Basic Law, for example in article 98, even if they
are not expressly branded as fundamental.
155 The case at stake is not, evidently, to promote to the fundamental category all and ev-
ery right established in infra-constitutional sources but only those that have an intrinsic
fundamentality, Miranda, Jorge & Medeiros, Rui, Constituição Portuguesa Anotada,
Coimbra Editora, 2005, I, p. 138.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 221
156 Article 16, 1 of the Portuguese Constitution, “The fundamental rights enshrined in
this Constitution shall not exclude such other rights as may be laid down by law and in the
applicable rules of international law”. This type of clause is gaining the favors of many con-
stitutions. For this Portuguese (before also a Macanese one) constitutional norm, see,
among others, Gomes Canotilho & Vital Moreira, Constituição Anotada, 4th ed., Coimbra
Editora, 2007, pp. 364 ff (this is followed by another pillar of the fundamental rights sys-
tem, article 17, stating, that “the set of rules governing rights, freedoms and guarantees shall
apply to those set out in Title II and to fundamental rights of a analogous nature”).
157 Young, Simon, Fundamental rights, cit.
158 For example, Convention on the Elimination of All forms of Discrimination Against
Women, International Convention on the Elimination of All Forms of Racial Discrimina-
tion, Convention on the Rights of the Child, just to mention some that are applicable in
Macau and, as easily seen, norms of these conventions embody far more reach and impor-
tance than some norms of the ILO conventions from the stand of fundamental rights. Katchi
António, Governo e Administração Pública de Macau, IPM, 2005, considers that the fun-
damental rights in a formal sense are those established, namely, in the Basic Law, in the
Joint Declaration, in International Covenants and in the ILO conventions, p. 94.
159 In this sense, Bacelar Gouveia, Jorge, The fundamental rights, cit., via the so-called
open clause for atypical fundamental rights.
160 The past of Macau, along with the apex nature of life, should provide us the answer.
161 Bacelar Gouveia, Jorge, The fundamental rights, cit., concurs and considers the prin-
ciple enshrined in article 41 one of the most significant in the matter of fundamental right
but also warns that the rule is not entirely unambiguous.
222 PAULO CARDINAL
ples, articles 42 and 115 or the rights to habeas corpus, and of privacy. For an extensive
listing Young, Simon, Fundamental rights, cit. The author also provides a list of fundamen-
tal rights that are addressed in the Hong Kong Basic law but not in the Macau Basic Law. A
comparison proves, anyway, that the Macau case is far more complete than the Hong Kong
one.
165 On this apex principle structuring a fundamental rights system (and the organizatory
one) it is not possible to provide a comprehensive list of bibliography namely in the conti-
nental legal systems. Peter Haberle tells us that the human dignity is a anthropological-cul-
tural premise of the Constitutional State, El Estado constitucional, UNAM, 2003, p. 169,
“The constitutional democracy is not considered viable id it does not adopt as permanent
criteria of guidance the dignity of the human person…”, Diez-Picazo, Luis, Sistema de
derechos fundamentales, 2nd ,Thomson, 2005, p. 68.
166 Gomes Canotilho & Vital Moreira, Constituição Anotada, 4th ed., Coimbra Editora,
2007, pp. 198 ff.
167 El valor normativo del principio de la dignidad humana, passim.
224 PAULO CARDINAL
In general, one can say that speaking about fundamental rights guaran-
tees one should be able to identified all mechanisms devised to protection,
be it judicial or non judicial, but also as to regimen general substantive
rules, such as rules on restrictions, suspension, to the depth of the constitu-
tionally drawn norms of each and every right, to the international law ave-
nues of connection, to the popularization of the rights,168 a system of free
and independent lawyers, a de jure and de facto independence of the judicial
system and of the judges, among many other facts, juridical or political.
One should mention before in a very briefly manner the non judicial
mechanisms. The following lines describe a couple of the existing means
for reacting in the event of any breach of rights by administrative bodies.
If subjective rights or legally protected interests are damaged by an ad-
ministrative act, a complaint against it can be filed to those responsible by
the interested person, requesting its revocation or modification. An admin-
istrative appeal can be made against any administrative act engaged in by
organs subject to the hierarchical powers of another organ. Note that ap-
peals can be made on the basis of illegality, failure to observe the principles
of equality, proportionality, justice, impartiality or inconvenience of the
act, according to the Code of Administrative Procedure. The petition right,
a fundamental right in itself recognized by the Basic Law (article 50, 18
and 71, 6), serves to defend rights by petitioning, in several modalities, to
any political body or public authority, in accordance with Law 5/94/M. A
complaint lodged with the Committee Against Corruption. Given its inves-
tigative powers in protecting the rights, freedoms, guarantees and the legit-
imate interests of the residents, the CAC Commissioner acts as Macau’s
“Ombudsman” to promote the protection of rights of individuals assuring,
through informal means, justice, legality and the efficiency of the public
administration.
168 In Macau, this issue has been putted in the political agenda and has been practiced, for
example, Ho Hau Wah, Ce, stated the juridical publicizing is intimately connected with the
formation of the spirit of Justice. That is why that the public departments have been promot-
ing it Speech to the Legislative Assembly of 2001. Chou, Susana, Forward to Colectânea de
Leis Regulamentadoras de Direitos Fundamentais, Assembleia Legislativa, said in publi-
cizing the Law, the legislator, in casu, the Legislative Assembly, promotes not only its
knowledge but as well as the concretization of one of the sides of a fundamental right en-
shrined in the supreme law of Macau, the access to Law, article 36.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 225
173 See, for the system before the transfer of sovereignty, Cardinal, Paulo, Os direitos
fundamentais em Macau, cit., pp. 38 ff.
174 Basically, 8/2000, 4/2000, for the constitutionally review and 1/2000, 2/2000, for the
amparo.
175 Vitalino Canas states, “On the contrary, in the context of the Basic Law, there is no
possibility of judicial review of the constitutionality by a Constitutional Court. But we may
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 227
consider whether MSAR ordinary courts can, under BLM, Article 143 and 11, 2nd para-
graph, refuse the application of rules in conflict with that same BLM. It is relevant to under-
line that in Hong Kong, in spite of the English tradition of the Parliament sovereignty, and
the law sovereignty, and of the impossibility of the courts to review the constitutionality of
laws, there is a doctrinal and jurisprudential opening to the possibility for the courts not to
apply rules in the grounds of ‘breach of the Basic Law’, very much in line with north Amer-
ican tradition of Marbury vs. Madison”, The general regime, cit. Also our Os direitos
fundamentais, cit., pp. 62 and 63.
176 See, for all, Fix-Zamudio, Héctor & Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (eds.), El derecho
de amparo en el mundo, Porruá-UNAM, 2006.
177 Fix-Zamudio, Héctor, “Amparo y tutela”, in Ensayos sobre el derecho de amparo, 3a.
ed., México, Porrúa-UNAM, 2003, p. 696.
178 Manual de Direito Constitucional, Coimbra Editora, 2001, VI, p. 56. We also af-
firmed the survival of the amparo as technically sustainable, in spite of a in memorian facto
228 PAULO CARDINAL
One of the most significant component of the Macau’s legal system in-
dividuality, in other words, a component of the “second system” was thus
in a very simple manner putted overboard, at least in the eyes of some
courts.
In this sense we affirm the rupture, both in the amparo —although not
totally as to be seen— and in the constitutionality appeal.
It seems relevant to bring in here some general considerations on the
amparo and its impact on constitutionality and on fundamental rights.
1. The continuity
The habeas corpus, Article 28 (2) of the Basic Law guarantees that no
one shall be subjected to arbitrary or unlawful arrest, detention or impris-
onment and assures, in the event of arbitrary or unlawful arrest, detention
or imprisonment, the right to apply to the court for the issuance of a writ of
habeas corpus.
In the field of administrative law one finds continuity also, for instance,
article 100, 1, a) of the Administrative Process Code, whereby any person
that has a fundamental right that was violated or fear that his right will be
violated can address the court to order the public authorities to adopt a
given action or stop adopting a given action in order to assure the exercise
of the right at stake.
Significantly there are in force unlabelled/clandestine amparo appeals.
In the laws regulating the fundamental rights of assembly and demonstra-
tion (Law 2/93) and that on data protection (Law 8/2005), establish rein-
forced judicial mechanisms of protection of those fundamental rights that
are shaped in the amparo model as easily seen both from its normative text
182 For example, for the spanish case, Pérez Tremps, Pablo (coord.), La reforma del
recurso de amparo, Tirant lo Blanch, 2004.
230 PAULO CARDINAL
and from the preparatory works.183 In this last case for example, the compe-
tence is given to the Court of Final Appeal, its restricted to the issue of vio-
lation of a fundamental right, urgent and per saltum and the above men-
tioned doctrine of article 7 of the Civil Procedure Code is applicable.184
The Civil Code invisible mechanism. It is known that the Civil Code of
Macau contains a para chart of fundamental rights.185 In it many rights are
established, beyond the normal boundaries of classical personality rights
thus being simultaneously fundamental and personality rights. Article 67
prescribes that everyone has the right to be protected and to demand for the
necessary adequate measures to be taken in order to stop the menace on his
rights as well as preventive measures. Since, as seen, at least several of
those rights of the para chart are fundamental ones consequently this judi-
cial process is also a fundamental rights one.186
2. The deficit
In a conclusion fashion, one may after this already long voyage, affirm
that there is a deficit to the continuity principle with the eradication of the
amparo and of the constitutional review. Not a total discontinuity however.
There is also a deficit to the rich catalogue of fundamental rights in the
sense that the broad scope of enunciation of fundamental rights is not cor-
responded in the same measure to the judicial mechanisms available. How-
ever, the judicial mechanisms in force are more and better than a prima fa-
cie analysis could presuppose, namely by the existence of the clandestine
amparo appeals and the obligation of courts to not allow normative viola-
tions of the Basic Law.
One wonders also if we can ask for borrowing to the Macau SAR of the
PRC reality, and bearing in consideration namely the idea of transition,
183 Respectively, Parecer no. 1/93, CACDLG, and Parecer 3/II/2005, 3 Committee, stat-
ing that the committee feels that in fundamental rights should be created rules that provide
reinforced protection. For further elaboration see our Os direitos fundamentais, cit.
184 On this see also Ferreira, Cristina, “The Europeanization of Law”, placing the
inominated amparo in the context of an institute created in that law “to guarantee effective
judicial protection”, paper delivered at International Conference One Country, Two sys-
tems, Three Legal Orders - Perspectives of Evolution, Macau, 5-7 February, 2007.
185 See, Mota Pinto, Paulo, Os direitos de personalidade do Código Civil de Macau,
BFD, 8, 1999, and our Os direitos fundamentais cit, pp. 42 ff.
186 On this, Cardinal, Paulo, O amparao macaense, cit., pp.388-389, Mota Pinto, Paulo,
Os direitos de personalidade do Código Civil de Macau, BFD, 8, 1999.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 231
principle of continuity, the broad autonomy, the formal timeline and guar-
antees of the Joint Declaration, “the second system” in the “one country,
two systems” principle, the topical idea of Peter Häberle187 of Time and
constitutional culture — a dimension of the generation sequence of citizens
in the constitutional state. We could introduce here a (small) challenge:
why not (re)create the general amparo appeal —thus consolidating the ac-
cess to justice and the right to a procedural action—188 and initiate a friend-
lier, and with openness, constitutional review thus contributing to the con-
solidation of a Rechtsregion, in a similar sense of a Rechtsstaat.
187 Chet Tremmel, Joerg (ed.), “A constitutional law for future generations – the ‘other’
form of social contract: the generation contract”, in Handbook of Intergenerational Justice
EE, 2006, p. 223.
188 Dimensions of extreme relevance as pointed by Fix-Zamudio, Héctor, “Effectiveness
of Human Rights Protection Instruments”, Mexican Law Review, 2004, p. 1.
LA JUSTICIA CAUTELAR COMO GARANTÍA
DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Marc CARRILLO*
233
234 MARC CARRILLO
a) se aprecie con evidencia que no se dan las situaciones previstas en los su-
puestos descritos;
b) la medida ocasione una perturbación grave de los intereses generales
o de tercero. En ambos casos, el juez o tribunal ponderará de forma cir-
cunstanciada los intereses en conflicto.
No obstante —y es aquí donde aparece la aportación de la nueva LJCA
más sustancial— las medidas cautelares que decida poner en acción el órgano
judicial “también podrán solicitarse antes de la interposición del recurso
contencioso administrativo”. Ello se producirá cuando concurran en el caso
circunstancias de especial urgencia. En tal supuesto, el órgano judicial adopta-
rá la medida cautelar que estime pertinente “sin oír a la parte contraria”, sin
que el auto de decisión dé lugar a recurso alguno. Ahora bien, en dicho auto el
órgano judicial competente convocará a las partes a una comparecencia que
habrá de celebrarse en los tres próximos días, en la que se decidirá sobre el le-
vantamiento o modificación de la medida adoptada. Una vez celebrada la
comparecencia, el juez o tribunal dictará auto al respecto, el cual será recurri-
ble conforme a las reglas generales establecidas en la LJCA (artículo 135).
En estos supuestos de especial urgencia, y una vez que el recurrente in-
terponga el recurso contencioso administrativo posterior, deberá incluir en
el mismo la petición de la ratificación de la medida cautelar previamente
adoptada. Obviamente, de no plantearse dicho recurso quedarán automáti-
camente sin efecto las medidas acordadas con anterioridad, debiendo el so-
licitante indemnizar de los daños y perjuicios causados (artículo 136.2).
Las medidas cautelares de “no hacer” también están previstas en la LJCA
(artículo 30), en los siguientes términos: de acuerdo con lo establecido en este
precepto, en los supuestos “de vía de hecho, el interesado podrá formular re-
querimiento a la administración actuante, intimando su cesación”. Por su par-
te, el artículo 32.2 establece como corolario de este tipo de medida cautelar
que: “si el recurso tiene por objeto una actuación material constitutiva de vía
de hecho, el demandante podrá pretender que se declare contraria a derecho,
que se ordene el cese de dicha actuación y que se adopten en su caso, las demás
medidas previstas en el artículo 31.2”.
Si la cesación no se produce, bien porque el requerimiento no se haya
formulado o bien porque no haya sido atendido por la administración en los
diez días siguientes a su presentación, podrá interponerse recurso conten-
cioso-administrativo.
240 MARC CARRILLO
como sujeto titular de derechos. En este sentido, una configuración más si-
métrica en las leyes procesales del individuo frente a los poderes públicos
es un presupuesto necesario para una tutela más integral del estatus de su
libertad.
La suspensión del acto administrativo según el modelo de la LJCA se ha
convertido en una técnica cautelar insuficiente en una administración cada
vez más expansionista, que responde a patrones jurídico-políticos que, aun
conservando las tradicionales formas de tutela cautelar, exigen, no obstan-
te, nuevas modalidades de instrumentos que garanticen los derechos e inte-
reses legítimos de individuos y grupos que concurren con los órganos pú-
blicos en los diversos ámbitos de la intervención administrativa. Hoy, la
administración pública es contratante, concertadora y prestadora de servi-
cios de forma individualizada y —las más de las veces— en colaboración
con entes privados, lo que exige al ordenamiento jurídico-administrativo
dotarse de mecanismos que faciliten un nivel de equiparación aceptable en-
tre entes públicos y particulares. Desde la perspectiva del sujeto receptor
de la actividad administrativa, es decir, esencialmente, desde el ámbito de
los derechos de la persona, el principio de eficacia administrativa no puede
ir en detrimento de aquéllos y por esta causa deberá ceder si las garantías
procesales son cuestionadas, como ya recordaba la sentencia del Tribunal
Supremo de 17 de julio de 1982.
Las medidas cautelares pretenden la obtención de la tutela judicial sobre
intereses legítimos cuya salvaguarda se plantea durante el desarrollo del
proceso y con anterioridad a una sentencia firme. Presentan una clara di-
mensión de garantía sobre el contenido de bienes jurídicos al objeto de evi-
tar que la ejecutividad del acto administrativo —aun en la eventualidad de
que sea declarado posteriormente nulo— produzca efectos irreversibles.
No hay que olvidar que la teoría general del acto administrativo se ha
basado y en la actualidad también se fundamenta en una doble condición:
la presunción de validez y en la ejecutoriedad de su contenido. Como muy
bien ha expresado Chinchilla Marín (1991:28), no hay que ver en ello un
arma arrojadiza que la administración emplee contra la persona sino que
aquélla es, precisamente, la forma habitual de actuación de la administra-
ción pública para el cumplimiento de los fines que constitucionalmente le
han sido encomendados (artículo 103,1 CE) y, más genéricamente, para la
defensa del interés público. Sin embargo, el principio de ejecutividad de
los actos administrativos no puede concebirse en términos absolutos, sino
242 MARC CARRILLO
más bien como un elemento del entramado institucional del Estado de de-
recho comprometido con el efectivo ejercicio del derecho fundamental a la
tutela jurisdiccional de jueces y tribunales. A este respecto, y como es harto
sabido, de poco servirá una sentencia estimativa de una pretensión sobre un
derecho fundamental si la ejecutividad del acto o disposición impugnados
ha diluido cuando no anulado sus hipotéticos benéficos efectos. Las medi-
das cautelares se plantean, en fin, como un instrumento que debe evitar que
la justicia pierda eficacia por causa de la demora y para ello, se han de arti-
cular las fórmulas jurídicas más diversas imbuidas de la máxima lógica
garantista. El objeto no ha de ser otro que el aseguramiento provisional de
bienes, derechos o situaciones jurídicas del contenido más heterogéneo.
No hay duda, pues, que por esta razón cobra gran relevancia el que la
nueva LJCA haya incorporado, aunque con carácter muy genérico, formas
de tutela cautelar de corte positivo. Tal previsión era una exigencia palpa-
ble, si bien no hubiese sido demasiado osado que el legislador concretase
algo más el contenido de este tipo de medidas cautelares. Fundamental-
mente, porque no hay que descartar que los órganos judiciales competentes
sean remisos a ponerlas en práctica si, como es el caso, la ley no especifica
en qué puede consistir una medida jurisdiccional que, provisionalmente,
está destinada a sustituir a la administración. La importancia del supuesto
es innegable puesto que de alguna forma constituye una coyuntural excep-
ción a la división de poderes como en principio define el Estado de dere-
cho. En este sentido, si el legislador hubiese sido algo más concreto a la
hora de especificar algunas formas de cautela positiva, quizás hubiese faci-
litado las dificultades que puede ofrecer una cierta cultura judicial muy
apegada a la literalidad de la ley. Porque no se ha de olvidar que el tradicio-
nal apego del juez continental a la ley y, en especial, del juez español, que
en general es poco beligerante en indagar en las posibilidades interpretati-
vas que la ley pueda eventualmente ofrecer, hace que la inconcreción del
legislador pueda producir un efecto enervante para la adopción de medidas
cautelares positivas.
A modo de reflexión sobre este particular, puede ser oportuno traer a co-
lación las oportunidades que puede ofrecer el referente alemán de las órde-
nes provisionales a las que se hacía mención en el apartado anterior. Se trata de
una modalidad de medida cautelar subsidiaria que puede ser aplicada en todos
aquellos supuestos en los que no procede en el proceso principal la anulación
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 243
sión— otras formas que, según los casos, resulten más eficaces para hacer
frente a una acción lesiva que proviene en muchas ocasiones de una inacción o
una mala administración del poder público. Por esta razón, se hace preciso que
la legislación procesal prevea formas ágiles de justicia cautelar adoptadas por
los órganos judiciales que, según los casos, obliguen a la administración a ac-
tuar en un sentido determinado o bien, por el contrario, le impidan seguir
actuando como hasta entonces lo venía haciendo.
La reforma operada en la justicia cautelar a través de la Ley de la Juris-
dicción Contencioso Administrativa ha supuesto un tímido avance en este
sentido, puesto que prevé la posibilidad de que este orden jurisdiccional el
juez o el tribunal competentes, puedan adoptar medidas cautelares de hacer
o no hacer, si bien sería aconsejable que habida cuenta de la tradición del
juez español, especialmente apegado a la letra de la ley, el legislador fuese
más preciso en la concreción de algunos tipos de medidas cautelares positi-
vas. A este respecto, la reforma operada a través de la nueva Ley de Enjui-
ciamiento Civil podría ser una referencia a tener en cuenta.
El régimen de la suspensión cautelar configurado de la nueva LJCA de
1998 constituye una regresión en el nivel de garantía de los derechos fun-
damentales, porque al atribuir toda la potestad de decisión sobre la proce-
dencia o no de una medida cautelar al órgano judicial, se está rebajando el
grado de exigibilidad del principio pro libertatis que siempre debe operar en
cualquier contencioso en el que dilucide la tutela de los derechos fundamenta-
les. En este sentido, sería preciso que el legislador —sin poner en cuestión la
libertad jurisdiccional del juez— introdujese alguna regla que indujese al ór-
gano judicial a través de la medida cautelar de la suspensión, a la preservación
del derecho cuestionado si con ello no se lesiona de forma objetiva y sustancial
el interés general. Puesto que establecer, como ahora hace la LJCA, que
sea el órgano judicial, a través de la debida ponderación de los intereses en
conflicto el que, sin más criterio legal, module el balacing in test, supone —sin
que ello suponga desconfiar del criterio judicial— hacer abstracción de que en
materia derechos exigibles ante los poderes públicos, el principio es la preser-
vación cautelar de los mismos si existen indicios de buen derecho o si el retra-
so en la resolución judicial pueda generar efectos irreversibles.
La protección de los derechos fundamentales ante la jurisdicción ordi-
naria no resulta funcional a través de un procedimiento especial como el
previsto en el título V de la LJCA. De hecho se trata de una vía escasamente
utilizada puesto que en una parte de los derechos ya dispone de un procedi-
250 MARC CARRILLO
IV. BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
253
254 VÍCTOR MANUEL COLLÍ EK
3 Cfr., Concha Cantú, Hugo Alejandro y Caballero Juarez, José Antonio, Diagnósticos
sobre la administración de justicia en las entidades federativas. Un estudio institucional so-
bre la justifica local en México, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
2001, pp. 5-11.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 257
4 Cfr., Hernández, María del Pilar, “Del federalismo judicial”, Reforma Judicial, Revis-
ta Mexicana de Justicia, núm. 2, op. cit., pp. 227 y ss.
258 VÍCTOR MANUEL COLLÍ EK
1. Órgano jurisdiccional
Las entidades federativas podrán optar por los senderos de modelo con-
centrado, difuso o mixto al implementar su justicia constitucional. En el
caso indispensable de instituir un modelo concentrado, las posibilidades de
depósito de tal facultad, serían las siguientes:
5 Aquí hay que recordar por ejemplo el proceso de integración del Tribunal Constitu-
cional español en los dos aspectos que hemos señalado y que se encuentran consagrados en
el artículo 159 de su Constitución: para el primer aspecto, se dispone en el párrafo 2 que se
deberá componer de magistrados, fiscales, profesores de universidad, funcionarios públi-
cos y abogados; para el segundo aspecto se indica que generalmente serán nombrados por el
rey —la naturaleza de esta facultad ha sido discutida por la doctrina— pero, 4 a propuesta
del Congreso por mayoría de 3/5 partes, 4 a propuesta del Senado con la misma mayoría, 2 a
propuesta del gobierno y 2 a propuesta del Consejo General del Poder Judicial. Por su parte,
la Constitución francesa dispone en su artículo 56 que el Consejo Constitucional estará
nombrado, 3 por el presidente de la República, 3 por el presidente de la Asamblea Nacional
y 3 por el presidente del Senado. La Constitución italiana igualmente dispone sobre los dos
factores que he señalado, en su artículo 135 indica primero que los individuos que integra-
rán el Tribunal Constitucional serán venidos de magistrados de las jurisdicciones superio-
res ordinaria y administrativa, profesores, abogados con más de 20 años de carrera, e igual-
mente indica la facultad de designación; son 15 jueces en total los que integran ese
Tribunal, 1/3 los nombra el presidente de la República, 1/3 el Parlamento en sesión conjunta
y el 1/3 restante por las magistraturas supremas ordinaria y administrativa.
260 VÍCTOR MANUEL COLLÍ EK
2. Instrumentos de control
A. Controversias constitucionales
B. Acciones de inconstitucionalidad
C. Omisión legislativa
D. Amparo estatal
nales locales, será recurrible a través del juicio de garantías, funjiendo el Po-
der Judicial federal como Tribunal de última instancia.10
misma de la sociedad, evitando que algún delito quede, injustificadamente, sin persecución.
Del dictamen elaborado por las Comisiones Unidas de Justicia, Puntos Constitucionales y
Estudios Legislativos de la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión, en cuanto a la
iniciativa en comento, descuella, como elemento preponderante, la determinación de hacer
efectiva la seguridad jurídica de los gobernados en lo referente a las funciones que el Minis-
terio Público tiene encomendadas de perseguir los delitos y ejercer la acción penal, otorgan-
do a aquéllos la oportunidad de impugnar las determinaciones respecto del no ejercicio y
desistimiento de la acción penal, para lograr, por un lado, que las víctimas de los delitos o
sus familiares obtengan una reparación del daño; por otro, que se abata la impunidad; y,
además, que se impida que por actos de corrupción, la representación social no cumpla con
sus funciones constitucionales. A su vez, el dictamen emitido respecto de la iniciativa presi-
dencial por las Comisiones Unidas de la Cámara de Diputados, que dio paso a la aprobación
con modificaciones de la citada iniciativa, pone de relieve el propósito legislativo de elevar
al carácter de garantía individual el derecho de impugnar las resoluciones del Ministerio
Público sobre el no ejercicio o desistimiento de la acción penal, para hacer efectivo el respe-
to a la seguridad jurídica. Esos antecedentes legislativos son reveladores del nacimiento de
la garantía individual de impugnar las resoluciones de mérito, por lo que es factible lograr
que, mediante el juicio de amparo, el Ministerio Público, por vía de consecuencia, ejerza la
acción penal o retire el desistimiento. Amparo en revisión 32/97. Jorge Luis Guillermo
Bueno Ziaurriz, 21 de octubre de 1997. Once votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secreta-
rio: Armando Cortés Galván. Amparo en revisión 961/97. Alberto Santos de Hoyos. 21 de
octubre de 1997. Once votos. Ponente: Juan Díaz Romero. Secretario: Armando Cortés
Galván. El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el once de noviembre en curso,
aprobó, con el número CLXV/1997, la tesis aislada que antecede, y determinó que la vota-
ción es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito Federal, a 11 de noviem-
bre de 1997. Tesis P. CLXV/97, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena
Época, t. VI, diciembre de 1997, p. 25.
266 VÍCTOR MANUEL COLLÍ EK
Opiniones Resoluciones
consultivas vinculantes
1. Órgano jurisdiccional
2. Instrumentos de control
— inaplicabilidad incidental;
— inaplicación de oficio;
— control constitucional, jurisdicción concurrente;
— control excepcional por excepción o defensa;
— cuestión de inconstitucionalidad.
D. Cuestión de inconstitucionalidad
D. Jurisprudencia estatal
15 Uribe Arzate, Enrique, “El control constitucional en las entidades federativas”, Las
entidades federativas y el derecho constitucional, México, UNAM, Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas, pp. 442
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 271
E. Acción popular
1. Condiciones in generis
18 “La crisis afecta al principio de legalidad, que como se ha dicho es la norma de reco-
nocimiento propia del Estado legislativo de derecho. Y tiene su génesis en dos factores: la
inflación legislativa y la disfunción del lenguaje legal, frutos de una política que ha degra-
dado la legislación a administración, difuminando la distinción entre ambas funciones tanto
en el terreno de las fuentes como en el de los contenidos. Las leyes, en todos los ordena-
mientos avanzados, se cuentan ahora por decenas de miles y están formuladas en un lengua-
je cada vez más oscuro y tortuoso”, Ferrajoli, Luigi, “Pasado y futuro del Estado de dere-
cho”, en Carbonell, Miguel (ed.), Neoconstitucionalismo (s), Madrid, Trotta, 2003.
19 Algunos de los elementos que pueden servir de puntos de referencia y análisis para ha-
blar sobre la transformación del Estado dotándolo de esa característica de “ductilidad” al
derecho que lo conforma, según Gustavo Zagrebelsky son: 1. La transformación de la sobe-
ranía que encierra la idea del pluralismo. 2. La pérdida de posición central de la soberanía
en la Constitución. 3. La ductilidad constitucional, lo cual quiere decir que los valores y
principios coexistentes en la Constitución se asuman con carácter no absoluto, sino que per-
mitan su compatibilidad. El derecho dúctil, Madrid, Trotta, 1997.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 273
20 Idem.
21 “La renovada supremacía de la Constitución no se refiere sólo a este aspecto, que es el
de la rigidez constitucional, el control de constitucionalidad y el de una tutela más eficaz de
la esfera individual de la libertad con el instrumento de la Constitución como norma funda-
mental de garantía (costituzione garanzia). Con las Constituciones democráticas de este si-
glo vuelve a primer plano otro aspecto, el de la constitución como norma directiva funda-
mental (constituzione. -indirizzo), que dirige a los poderes públicos y condiciona a los
particulares de tal manera que asegura la realización de los valores constitucionales”, Fiora-
vanti, Mauricio, Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las Constituciones,
Madrid, Trotta, 2003, p. 129.
274 VÍCTOR MANUEL COLLÍ EK
C. Jurisdicción constitucional
2. Condiciones in specie
donde se trata la relación entre particulares”, p. 34. Alexy, Robert, “Los derechos funda-
mentales en el Estado constitucional democrático”, Carbonell, Miguel (ed.), Neoconstitu-
cionalismo (s), cit., nota 16.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 277
28 “La Constitución local y su defensa. Elementos para una teoría de control de la cons-
titucionalidad”, citado por Ferrer MacGregor, Eduardo, “Derecho procesal constitucional
local”, Memoria del Congreso Internacional de Culturas y Sistemas Jurídicos Compara-
dos, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2004.
29 “Elementos para una propuesta de control de la constitucionalidad en baja Califor-
nia”, Realidad Jurídica, en http://realidad jurídica, uabc.mx/realidad/contenido-elemen-
tos.htm.
30 En palabras de Leticia Palomeque Cruz “...en este sentido puede validamente soste-
nerse que una entidad no tiene Constitución, en la medida que carezca de una justicia cons-
titucional propia”. En: “De la tendencia centralizadora del amparo jurisdiccional a la justi-
cia constitucional local”, cit., nota 7.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 279
manos reservados para sus conciudadanos. En tanto que para los estados
que los poseen y que resultan ser meras reproducciones de las garantías de
la Constitución federal, se recomienda que amplíen estas garantías para lle-
gar a constituir prerrogativas irrenunciables, que los órganos de control
constitucional estatales, mediante diversos instrumentos, se encargarán de
tutelar.
Destacando en este tenor en reciente fecha la iniciativa que presentó el
senador César Camacho Quiroz, presidente de la Comisión de Federalismo
y Desarrollo Municipal, por la que propone una reforma al artículo primero
de la Constitución para que las garantías individuales no estén sometidas a
la distribución de competencias del Estado federal y cualquier norma pue-
da ampliarlas y complementarlas.
Así como la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación del
9 de mayo de 2002, al fallar en las controversias 15,16, 17 y 18/2000. Co-
menta al respecto Leticia Palomeque:
In generis In especie
* Un nuevo Estado: el paradigma * Supremacía y control constitucional esta-
del Estado constitucional democrá- tal.
tico. * Libre legislación en materia de derechos
* El federalismo, principio estruc- humanos.
tural interno del Estado constitu- * Jurisdicción plena e independiente.
cional. * Resoluciones definitivas e inatacables.
* El control de la regularidad del
Estado.
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y ALGUNOS DE SUS LÍMITES
I. INTRODUCCIÓN
283
284 PAULA MARÍA GARCÍA-VILLEGAS SÁNCHEZ-CORDERO
7 Este artículo dispone que: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de
expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investi-
gar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por
cualquier medio de expresión”.
8 “1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones. 2. Toda persona tiene derecho
a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir
informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por
escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección. 3.
El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo entraña deberes y responsa-
bilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones, que debe-
rán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para: a) asegurar el
respeto a los derechos o a la reputación de los demás; b) la protección de la seguridad nacio-
nal, el orden público o la salud o la moral públicas”.
9 Entró en vigor el 23 de marzo de 1976. México lo ratificó 23 de mazo de 1981.
10 “Toda persona tiene derecho a la libertad de investigación, de opinión y de expresión
y difusión del pensamiento por cualquier medio”.
11 “1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este dere-
cho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índo-
le, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artísti-
ca, o por cualquier otro procedimiento de su elección. 2. El ejercicio del derecho previsto en
el inciso precedente no puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulterio-
res, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar: a) el
respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o b) la protección de la seguridad na-
cional, el orden público o la salud o la moral públicas. 3. No se puede restringir el derecho
de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o
particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y apara-
tos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios encaminados a im-
pedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones. 4. Los espectáculos públicos
pueden ser sometidos por la ley a censura previa con el exclusivo objeto de regular el acceso
a ellos para la protección moral de la infancia y la adolescencia, sin perjuicio de lo estable-
cido en el inciso 2. 5. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y
toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violen-
290 PAULA MARÍA GARCÍA-VILLEGAS SÁNCHEZ-CORDERO
¿Qué pasa, por ejemplo, si se trata de un político muy conservador que den-
tro de su campaña para ganar al electorado se jacta de sus grandes atributos
cia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por
ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional”.
12 México la ratificó en 1981.
13 Op. cit., nota 2, p. 431.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 291
morales y promete que cuando llegue al Parlamento votará por una serie de
leyes que contribuirán a fomentar los valores cristianos de nuestra sociedad,
pero que no es más que un impostor que por detrás lleva una vida totalmente
licenciosa? ¿No se justificaría aquí desenmascarar a este impostor que, en el
fondo, está engañando a quienes votan por él?14
… in Ceballos, the Court examined more than three decades of First Amend-
ment precedents and held that the First Amendment does not protect public
employees from discipline when they make statements regarding matters of
public concern pursuant to their official duties. In so holding, the Court cre-
ated a firm line between public employees who make statements concerning
public matters as citizens and those who make statements as part of their
jobs.15
el Pacto de San José establece lo siguiente (artículo 13): 1. Toda persona tie-
ne derecho a la libertad de pensamiento y expresión. Este derecho compren-
de la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda ín-
dole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma
impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.16
17 http://cmiskp.echr.coe.int/tkp197/view.asp?item=1&portal=hbkm&action=html&
highlight= Hannover%20%7C%20Germany&sessionid=12014717&skin=hudoc-en
18 Idem.
294 PAULA MARÍA GARCÍA-VILLEGAS SÁNCHEZ-CORDERO
contra de los símbolos patrios, mismos que están protegidos en rango cons-
titucional.
Este criterio coincide con aquel establecido en la doctrina en el que se
señala que los insultos y la injuria provocan discriminación e inequidad,
por lo tanto puede limitarse la libertad de expresión al colisionarse entre
ellos. Así, “hatespeech-acts can be identified as raising validity claims
which enact discrimination and support inequality. So a hate-speech-act is
an utterance which perpetrates, perpetuates and maintains discrimina-
tion”.21
Asimismo, el criterio de la Corte coincidió con políticas adoptadas en el
Reino Unido respecto a los límites a la libertad de expresión cuando se rea-
lizan manifestaciones injuriosas que afectan a las minorías. Así,
21 Gelber, Katharine, Speaking Back. The Free Speech versus Hate Speech Debate, Phi-
ladelphia, John Benjamins Publishing Company, 2002.
22 J. Newman Christopher, “Allowing Free Speech and Prohibiting Persecution—A
Contemporary Sophie’s Choice”, The Journal of Criminal Law, agosto de 2006, vol. 70, is-
sue 4, pp. 329-350.
298 PAULA MARÍA GARCÍA-VILLEGAS SÁNCHEZ-CORDERO
Tan es difícil determinar el límite a este derecho por haber injuriado los
símbolos patrios, que en la Corte Suprema de los Estados Unidos de Amé-
rica, en Texas vs. Johnson (1986), se hizo prevalecer el derecho a la liber-
tad de expresión frente al respeto de los símbolos de la nacionalidad. Se tra-
taba de la quema de la bandera norteamericana en las manifestaciones, una
conducta que resultaba ofensiva para la mayoría de la sociedad y que confi-
guraba un delito federal. Este caso también fue resuelto por mayoría de vo-
tos, aquí se privilegió la libertad de expresión sobre las injurias de obra en
contra de la bandera norteamericana, como fue su quema.23
VI. CONCLUSIONES
VII. BIBLIOGRAFÍA
DIETZEN III, Leonard J., “Labor and Employment Law. The U.S. Supreme
Court Announces New Rule for First Amendment Free Speech Cases:
Public Employee Whistle-blowers Need Not Apply”, The Florida Bar
Journal, octubre de 2006.
FUENTES TORRIJO, Ximena, Criterios para solucionar el conflicto entre la
libertad de expresión y la protección de la honra de las personas: dos
métodos distintos de razonamiento jurídico, Chile, Red Ius et Praxis,
2006.
GELBER, Katharine, Speaking Back. The Free Speech versus Hate Speech
Debate, Philadelphia, John Benjamins Publishing Company, 2002.
LÓPEZ GUERRA, Luis et al., Derecho constitucional, vol. I. El ordena-
miento constitucional. Derechos y deberes de los ciudadanos, 6a. ed.,
Valencia, Tirant lo Blanch, 2003.
NEWMAN CHRISTOPHER, J., “Allowing Free Speech and Prohibiting Per-
secution—A Contemporary Sophie’s Choice”, The Journal of Criminal
Law, agosto de 2006, vol. 70, issue 4.
LOS ESTÁNDARES PARA JUZGAR NORMAS QUE REALIZAN
DISTINCIONES. PARALELISMO ENTRE LA DOCTRINA
DE LA CORTE SUPREMA ESTADOUNIDENSE
Y LA DEL SISTEMA INTERAMERICANO SOBRE
EL DERECHO A LA IGUALDAD
Lucas GIARDELLI*
Fernando TOLLER**
Juan CIANCIARDO***
301
302 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
2 Sobre estas ideas, cfr. Serna, Pedro y Toller, Fernando, La interpretación constitucio-
nal de los derechos fundamentales. Una alternativa a los conflictos de derechos, Buenos
Aires, La Ley, 2000, passim; Cianciardo, Juan, El conflictivismo en los derechos funda-
mentales, Pamplona, Eunsa, 2000, passim, del cual hay una segunda edición reciente, titu-
lada El ejercicio regular de los derechos. Análisis y crítica del conflictivismo, Buenos Ai-
res, Ad-Hoc, 2007; id., El principio de proporcionalidad. Del debido proceso sustantivo al
moderno juicio de proporcionalidad, Buenos Aires, Ábaco de Rodolfo Depalma, 2004,
passim; Toller, Fernando, “Hacia el ocaso del darwinismo jurídico. Lineamientos para una
nueva teoría en la interpretación constitucional de los derechos fundamentales”, El Dere-
cho, 180 (1999), pp. 1427-1439; id., “Propuestas para un nuevo modelo de interpretación en
la resolución de conflictos entre derechos constitucionales”, Anuario de Derecho de la Uni-
versidad Austral, 4, 1998, pp. 225-252; id., Libertad de prensa y tutela judicial efectiva.
Estudio de la prevención judicial de daños derivados de informaciones, Buenos Aires, La
Ley, 1999 (trabajo aplicado a cuestiones concretas que, entre otras cosas, intenta demostrar
cómo es posible armonizar los varios derechos fundamentales cuya correlación se estudia
ahí, evitando sacrificar alguno de ellos); idem., “La resolución de los conflictos entre dere-
chos fundamentales. Una metodología de interpretación constitucional alternativa a la je-
rarquización y el balancing test”, en Ferrer Mc Gregor, Eduardo (coord.), Interpretación
constitucional, México, Porrúa-UNAM, 2005, t. II, pp. 1199-1284; id., “Jerarquía de dere-
chos, jerarquía de bienes y posición de la vida en el elenco de los derechos humanos”, en
Silva Martins, Ives Gandra da (coord.), Direito fundamental à vida, São Paulo, Quartier La-
tin, 2005, pp. 495-515; e id., “Refutaciones lógicas a la teoría de los conflictos de dere-
chos”, en Cianciardo, Juan (coord.), La interpretación en la era del neoconstitucionalismo.
Una aproximación interdisciplinaria, Buenos Aires, Ábaco de Rodolfo Depalma, 2006, pp.
133-181.
304 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
Por último, resulta oportuno efectuar una advertencia común a todos los
casos en que se encara el estudio de doctrinas extranjeras con miras a su po-
sible implementación en otros ordenamientos. En nuestra opinión, los proce-
sos de importación de institutos jurídicos deben siempre realizarse desde
una óptica sanamente crítica, procurando adoptar sus componentes positi-
vos, a la vez que se desechan los negativos, o los que simplemente resultan
inadecuados para el hábitat jurídico del país o del sistema jurídico importa-
dor. Teniendo en cuenta esto, debe reiterarse que este trabajo tiene una fi-
nalidad primordialmente descriptiva y de constatación, quedando para otro
momento la mencionada tarea de valoración crítica.
13 Véase como ejemplo de lo que se señala en el texto, el caso City of Cleburne vs. Cle-
burne Living Center, 473 U.S. 432, 1985.
14 El origen de esta presunción de invalidez puede remontarse a las enseñanzas de John
Stuart Mill, según se destaca en el voto mayoritario de la Corte Suprema argentina en el
caso Hooft, consid. 3o., publicado en Jurisprudencia Argentina, 2005-IV-516.
15 Esta conocida expresión corresponde a Gunther, Gerald, “The Supreme Court: 1971
Term-Foreword: In Search of Evolving Doctrine on a Changing Court: A Model for a Ne-
wer Equal Protection”, Harvard Law Review, 86, 1972, p. 8. No obstante lo anterior, tam-
bién debe señalarse que, en los últimos años, en el ámbito de los casos de affirmative action
la Corte estadounidense se ha encargado de demostrar que el escrutinio estricto no es siem-
pre “fatal en los hechos”, declarando la constitucionalidad de diversos sistemas de admisión
universitaria que tomaban en cuenta la raza del aspirante. Cfr., Gratz vs. Bollinger, 539 U.S.
244 (2003); Grutter vs. Bollinger, 539 U.S. 306 (2003).
16 Cfr., Swierenga, Brenda, “Still Newer Equal Protection: Impermissible Purpose Re-
view in the 1984 Term”, The University of Chicago Law Review 53, 1986, p. 1455. No obs-
tante, el rational basis review se ha visto revitalizado con la introducción de una modalidad
conocida como rational basis review with teeth “con dientes”, en alusión a que el rational
basis review “todavía muerde”, o second order rational basis review. La consideración de
esta suerte de “rational basis review agravado” será omitida en el presente trabajo, pero
puede consultarse al respecto Swierenga, op. cit., nota 16, pp. 1461 y ss.
310 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
2. Las categorías
véase Near vs. Minnesota ex rel. Olson, 283 U.S. 697, 713-714, 718-720, 722; Grosjean vs.
American Press Co., 297 U.S. 233; Lovell vs. Griffin, supra; sobre interferencias con orga-
nizaciones políticas, véase Stromberg vs. California, supra, 369; Fiske vs. Kansas, 274
U.S. 380; Whitney vs. California, 274 U.S. 357, 373-378; Herndon vs. Lowry, 301 U.S. 242,
y véase Holmes, J., en Gitlow vs. New York, 268 U.S. 652, 673; para la prohibición de una
asamblea pacífica, véase De Jonge vs. Oregon, 299 U.S. 353, 365.
19 Sobre las categorías sospechosas en la jurisprudencia de la Corte Suprema estadouni-
dense, cfr., Dorf, M. C., “Equal Protection Incorporation”, Virginia Law Review 88, 2002,
312 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
pp. 951 y ss. Como se verá, el escrutinio estricto se contrapone con otros análisis de posibles
violaciones al derecho a la igualdad de estándares más leves, que son utilizados para casos
donde no hay una “categoría sospechosa”. Así, en primer lugar, el escrutinio intermedio
(intermediate scrutiny) se utiliza para los casos de “categorías cuasisospechosas” (sexo) y,
en segundo lugar, el más leve de los tres análisis, denominado rational basis review, que se
utiliza para el resto de las diferenciaciones legales. Sobre esto cfr., Stone, G. R., et al.,
Constitutional Law, 3a. ed., Aspen Publishers, 1996, pp. 561-594 y 697-742; y Tribe, Lau-
rence, American Constitutional Law, 2a. ed., Nueva York, The Foundation Press, Mineola,
1988, pp. 1553-1618.
20 Cfr., al respecto, Didier, El principio de igualdad..., op. cit., nota 6, cap. 2, § 2.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 313
nido en miras al dictarla, bastando con que la Corte admita uno de ellos
como legítimo. Yendo más allá, en varios precedentes puede apreciarse
que son los propios jueces los que, para salvar la constitucionalidad de la
norma, se imaginan posibles fines legítimos de la misma.21
En conclusión, y sin que esto implique abrir juicio contra esta caracterís-
tica de este tipo de escrutinio, el mismo es el único en el que los tribunales
no ingresan en la ardua búsqueda del fin real de la norma, teniendo como
válidos fines hipotéticos y post hoc e, incluso, llegando a proponer ellos
mismos fines legítimos tendentes a justificar la distinción.
Una vez determinado cuál es el posible fin o fines legítimos que justifi-
can la norma, el tribunal pasa a considerar si la distinción establecida por la
norma posee eficacia para alcanzar esa finalidad. En este nivel de escruti-
nio, bastará con que la clasificación guarde una “relación razonable” con el
fin de la norma. Cabe aclarar que esta relación razonable entre medios y fi-
nes se presume, por lo que es el particular que impugnó la norma quien tie-
ne la carga de demostrar la inadecuación o ineficacia de la medida. En
cuanto a si el juicio de adecuación, eficacia o idoneidad de la medida debe
realizarse ex ante o a posteriori, es decir, antes del dictado de la norma, du-
rante su proceso legislativo, o posteriormente, quizás años después, cuan-
do se la está juzgando, de acuerdo a como realmente han funcionado las
cosas,22 la Supreme Court tiene dicho que en el rational basis review, es
irrelevante que el fin de la norma haya sido efectivamente alcanzado por la
clasificación, bastando con que los legisladores “pudieran razonablemente
haber decidido que lo haría”.23
A su vez, debe destacarse que en este nivel débil de escrutinio la Corte
de Estados Unidos no aplica un juicio de adecuación de carácter técnico.24
Así, ha dicho que “las premisas de las que se partió para justificar la distin-
ción pueden ser erróneas, pero el solo hecho de que sean “discutibles” bas-
21 Véase como paradigma de esta postura los casos Kotch vs. Borrad of River Port Pilot
Com’rs for Port of New Orleans, 330 U.S. 552, 1947 y FCC vs. Beach Communications,
508 U.S 307, 1993.
22 Una discusión sobre esta disyuntiva en Cianciardo, Juan, El principio de razonabili-
dad..., op. cit., nota 2, pp. 71-75, quien se inclina por que el examen sea a posteriori, al mo-
mento de juzgar la medida.
23 Minnesota vs. Clover Leaf Creamery, 449 U.S. 456, 465-466, 1981.
24 Para la discusión sobre el carácter técnico o no técnico del análisis de la adecuación de
la medida en el control constitucional de razonabilidad, cfr., Cianciardo, Juan, El principio
de razonabilidad..., op. cit., nota 2, pp. 75-79.
314 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
ende, son menos gravosas de lo que sería lógico para poder alcanzar el fin
alegado por el gobierno”.27 De esta manera, cuando la medida es underin-
clusive queda en entredicho si realmente el gobierno persigue el fin que
alega, o si en realidad busca la discriminación de los incluidos en la distin-
ción.
En cambio, la legislación será overinclusive —sobrecomprensiva—
cuando abarca “más de lo necesario”, dado que no sólo incluye de modo
eficaz a todos los que debe, de acuerdo al fin de la norma, sino que perjudi-
ca o involucra a personas que no constituyen una amenaza para el fin bus-
cado por el Estado, y en este sentido no es indispensable, necesaria o efi-
ciente.28 Nada impide que una misma norma sea a la vez overinclusive y
underinclusive. A diferencia de lo que sucede en los niveles de escrutinio
superiores, donde —con alguna salvedad que se verá sobre las normas so-
brecomprensivas en el escrutinio intermedio— la Corte no acepta una nor-
ma que sea sobrecomprensiva o infracomprensiva, en el rational basis re-
view dicho tribunal se ha mostrado muy tolerante con las normas que
adolecen de estos defectos.
Aun cuando debe recordarse que el rational basis review guarda un ca-
rácter de “escrutinio residual”, es decir, cuando no corresponde aplicar un
strict scrutiny o un intermediate scrutiny, entre los supuestos paradigmáti-
cos en los que la Corte ha optado por aplicar este nivel de análisis encontra-
mos los casos de diferenciaciones prescritas por regulaciones en materia
4. El escrutinio intermedio
Ante todo, debe tenerse en cuenta que en este nivel de escrutinio la carga
de acreditar los extremos del juicio de razonabilidad de la distinción recae
sobre el Estado. Por otro lado, en el escrutinio intermedio se exige que la
diferenciación encuentre su razón de ser en un fin, no ya tan sólo legítimo,
sino además “importante”. A su vez, aquí y en el escrutinio estricto la Corte
ya no confía en los propósitos alegados por el Estado, sino que adopta una
actitud escéptica, indagando por el auténtico fin de la norma (actual purpo-
se).33
En lo que respecta al análisis de los medios, en el intermediate scrutiny
el juicio de adecuación o idoneidad de la medida adquiere una mayor inten-
sidad: la Corte tradicionalmente sostiene que la distinción establecida por
la norma debe ser “sustancialmente efectiva” para alcanzar el fin importan-
te. Ha sostenido también en el caso United States vs. Virginia34 que el Esta-
do debe brindar una “justificación extremadamente persuasiva” acerca de
la eficacia de los medios adoptados para alcanzar el fin.35 A diferencia de lo
29 Véase los ya citados Railway Express Agency vs. New York, 336 U.S. 106, 1949, y Wi-
lliamson vs. Lee Optical, 348 U.S. 483, 1955.
30 Cfr., Massachusetts Board of Retirement vs. Murgia, 427 U.S. 307, 1976.
31 Cfr., San Antonio School District vs. Rodriguez, 411 U.S. 1, 1973.
32 Como principio, en los casos de diferenciación por la condición de extranjero se apli-
ca el escrutinio estricto. No obstante, en ciertos supuestos excepcionales, este tipo de distin-
ción se evalúa bajo el rational basis review. Así, en el caso de distinciones contenidas en
normas de derecho federal, considerando que el Congreso tiene el poder para decidir las
cuestiones sobre el ingreso y permanencia de extranjeros, cfr., Matthew vs. Diaz, 426 U.S.
67, 81, 1976; en distinciones estaduales referidas a extranjeros ilegales o indocumentados,
ver Plyler vs. Doe, 457 U.S. 202, 224-226, 1982; cuando se encuentren involucradas cues-
tiones estaduales relativas al autogobierno y proceso democrático, cfr. Sugarman vs. Dou-
gall, 413 US 634, 1973.
33 Cfr., entre innumerables casos, McLaughlin vs. Florida, 379 U.S. 184, 192, 1964;
Graham vs. Richardson, 403 U.S. 365 (1971); Kramer vs. Union Free School District No.
15, 395 U.S. 621 (1969); Shapiro vs. Thompson, 394 U.S. 618, 1969; Skinner vs. ex rel. Wi-
lliamson, 316 U.S. 535, 1942.
34 518 U.S. 515, 1996.
35 Cfr., ibid., 531. En la práctica, esto se traduce en que el juicio de adecuación tiende a
adoptar un carácter técnico, como puede apreciarse, por ejemplo, en el caso Craig vs. Bo-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 317
que sucedía en el rational basis review, para superar el test no basta aquí que
las premisas tomadas en cuenta por el Estado al establecer la distinción ten-
gan una relación racional con el fin, y menos que las mismas sean “discuti-
bles”. De ser así, la Corte ingresará en esa discusión y tomará partido al
momento de decidir acerca de la constitucionalidad de la norma.
En lo que respecta al juicio de necesidad o de eficiencia de la medida, la
cuestión no aparece clara, aunque, por lo que se verá, en principio puede
decirse que no se lo aplica en este nivel de escrutinio. Sí puede afirmarse
que no se exige a la norma el carácter de narrowly tailored demandado en
el escrutinio estricto.36
Ahora bien, ¿debe analizarse si existió una alternativa menos discrimi-
natoria? ¿Se admiten las normas overinclusive? No es sencillo extraer una
respuesta precisa a estas preguntas de los distintos precedentes en donde la
Corte aplicó el escrutinio intermedio. Hay muy buenos argumentos para
sostener que en este nivel de análisis la Corte no ha indicado que deba apli-
carse el least discriminatory alternative test, aunque también se podría
afirmar que, si bien no es necesario que la medida adoptada haya sido la
ideal, deberá evaluarse si, al menos, “fueron consideradas otras alternati-
vas menos discriminatorias”, aunque este extremo resulte muy difícil de
acreditar.
Con respecto al defecto de overinclusiveness en el escrutinio interme-
dio, existe certeza sobre lo siguiente: a) no se admiten normas que sean
groseramente sobrecomprensivas,37 lo cual no significa exigir el “encaje
perfecto” del escrutinio estricto, y b) la amplitud de la medida diferencia-
dora ya no puede justificarse en la mera conveniencia del Estado.38
¿Cuándo se aplica el escrutinio intermedio? Es aplicado en los casos en
que se establecen diferenciaciones con base en una de las llamadas “cate-
gorías cuasisospechosas”. Hasta el momento, la Corte ha entendido que és-
ren, 429 U.S. 190, 199-204, 1976, en donde la Corte echó mano de estadísticas para resol-
ver la cuestión.
36 Al respecto existen multitud de casos. Son de destacar, entre ellos, Regents of Univ. of
Cal. vs. Bakke, 438 U.S. 265, 1978, voto del Justice Powell; y, más recientemente, la mayo-
ría de la Corte en Grutter vs. Bollinger, 539 U.S. 306, 2003.
37 Así lo sostuvo la Corte en Craig vs. Boren, 429 U.S. 190, 204-210, 1976.
38 Cfr., Reed vs. Reed, 404 U.S. 71, 1971.
318 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
5. El escrutinio estricto
54 Resulta curioso que, en el primer caso en donde se hizo aplicación de este exigente
tipo de análisis por motivos de origen nacional o raza —recordamos, para algunos, “fatal en
la práctica”—, la norma en cuestión haya sido declarada constitucional, y nada menos que
por el juez Black. Se trata del caso Korematsu vs. United States, 323 U.S. 214, 1944, en
donde, en el curso de la segunda guerra mundial, se declaró constitucional un decreto por el
cual se expulsaba de la costa oeste del país a las personas de origen japonés, fueran o no ciu-
dadanos estadounidenses. La Corte comenzó afirmando que, como la clasificación se basa-
ba en una categoría sospechosa, debía aplicarse un escrutinio estricto. El fin de la norma era
evitar posibles actividades de espionaje, teniendo en cuenta que el país, en ese entonces, se
encontraba en pleno enfrentamiento bélico con Japón. El tribunal consideró que existía aquí
un compelling state interest. No obstante, la Corte no llevó a cabo un análisis de la necesi-
dad de los medios, declarando, sin más, la constitucionalidad de la norma. Esto motivó la
crítica prácticamente unánime de la doctrina, en el sentido de que el decreto en cuestión era
claramente overinclusive, no pudiendo superar nunca un “escrutinio estricto”.
55 323 U.S. 214, 1944.
56 388 U.S. 1, 1967.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 323
En primer lugar, hay que tener presente la normativa que regula el dere-
cho a la igualdad en el sistema interamericano. Dicho derecho se encuentra
expresamente reconocido en las siguientes normas de la Convención Ame-
ricana sobre Derechos Humanos (1969):
59 Merecen también ser mencionadas las disposiciones del Pacto Internacional de Dere-
cho Civiles y Políticos, en las cuales puede notarse un gran paralelismo con lo dispuesto en
el Pacto de San José de Costa Rica. Dichas normas estipulan:
“2.1. Cada uno de los Estados partes en el presente Pacto se compromete a respetar y
a garantizar a todos los individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos a su ju-
risdicción, los derechos reconocidos en el presente Pacto, sin distinción alguna de raza, co-
lor, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posi-
ción económica, nacimiento o cualquier otra condición social”.
“26. Todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho sin discriminación a
igual protección de la ley. A este respecto, la ley prohibirá toda discriminación y garantiza-
rá a todas las personas protección igual y efectiva contra cualquier discriminación por moti-
vos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”.
60 Paralela a la norma de la Declaración Americana, se encuentra la correlativa de la De-
claración Universal de Derechos Humanos (1948), dictada unos meses después que aquélla,
que señala: “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración,
sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 325
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra con-
dición”.
61 Corte I.D.H., “Condición jurídica y derechos humanos del niño”, opinión consultiva,
OC-17/02 de 28 de agosto de 2002, serie A núm. 17, pfo. 45; “Propuesta de modificación a
la Constitución Política de Costa Rica relacionada con la naturalización”, opinión consulti-
va, OC-4/84 del 19 de enero de 1984, serie A núm. 4, pfo. 55; y “Condición jurídica y dere-
chos de los migrantes indocumentados”, opinión consultiva, OC-18/03 del 17 de septiem-
bre de 2003, serie A núm. 18, pfo. 87.
62 Cfr., Corte I.D.H., “Condición jurídica y derechos de los migrantes indocumentados”,
opinión consultiva, OC-18/03 del 17 de septiembre de 2003, serie A núm. 18, pfo. 83. La
Corte cita allí su jurisprudencia en “Propuesta de modificación a la Constitución Política de
Costa Rica relacionada con la naturalización”, opinión consultiva, OC-4/84 del 19 de enero
de 1984, serie A núm. 4, pfo. 54.
326 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
Lo expuesto al final del epígrafe anterior es tan vital para la Corte, que
dicho tribunal no ha vacilado en considerar al derecho a la igualdad, o al
principio de igualdad y no discriminación, como suele llamarle, en cuanto
derecho humano que configura, además, un principio de jus cogens, es de-
cir, derecho internacional imperativo, aplicable a todo Estado, sea o no par-
te en determinado convenio internacional, generando efectos y derechos
para sus ciudadanos y para terceros, por lo cual el Estado debe respetarlos y
garantizarlos y “no puede actuar en contra del principio de igualdad y no
discriminación, en perjuicio de un determinado grupo de personas”.64 So-
bre estas bases, la Corte Interamericana ha señalado:
[El artículo 1.1] contiene la obligación contraída por los Estados partes en
relación con cada uno de los derechos protegidos, de tal manera que toda
pretensión de que se ha lesionado alguno de esos derechos, implica necesa-
riamente la de que se ha infringido también el artículo 1.1 de la Conven-
ción.67
Sin lugar a dudas, esta coincidencia terminológica revela que los puntos
de contacto que en este trabajo se ponen de manifiesto no son fruto de me-
ras casualidades, sino que encuentran su explicación en una real influencia
de la jurisprudencia norteamericana sobre igualdad en el ámbito interame-
ricano.
71 Cfr., Comisión I. D. H., Informe 38/96, Caso 10.506, Informe Anual 1996, pfo. 58.
Véase también Observaciones escritas y orales de la Comisión Interamericana de Dere-
chos Humanos sobre la Opinión Consultiva solicitada por los Estados Unidos Mexicanos,
trascritas en 4 pp. en Corte I. D. H., “Condición jurídica y derechos de los migrantes indocu-
mentados”, opinión consultiva, OC-18/03 del 17 de septiembre de 2003, serie A núm. 18,
pfo. 47.
72 Comisión I.D.H., Informe sobre terrorismo y derechos humanos, OEA/Ser.L/V/
ll.116, Doc. 5 rev. 1 corr., 22 de octubre de 2002, original: inglés, pfo. 338.
73 Cfr., Corte I.D.H., “Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa
Rica relacionada con la naturalización”, opinión consultiva, OC-4/84 del 19 de enero de
1984, serie A núm. 4, pfo. 56, y voto separado del juez Piza Escalante, pfo. 12; “Condición
jurídica y derechos de los migrantes indocumentados”, opinión consultiva, OC-18/03 del
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 331
17 de septiembre de 2003, serie A, núm. 18, pfos. 89 y ss. y 105; y, más recientemente, Caso
Yatama vs. Nicaragua, sentencia del 23 de junio de 2005, serie C, núm. 127, pfos. 185 y
218, entre otros precedentes.
74 Cfr., Eur. Court H. R., Case of Willis vs. The United Kingdom, Jugdment of 11 June,
2002, Reports 2002-IV, para. 39; Case of Wessels-Bergervoet vs. The Netherlands, Jugd-
ment of 4th June, 2002, Reports 2002-IV, para. 46; Case of Petrovic vs. Austria, Judgment
of 27th of March, 1998, Reports 1998-II, para. 30; Case “relating to certain aspects of the
laws on the use of languages in education in Belgium” vs. Belgium, Judgment of 23rd July
1968, series A 1968, para. 10.
75 Véase ONU, Comité de Derechos Humanos, Joseph Frank Adam c. República checa,
(586/1994), dictamen de 25 de julio de 1996, pfo. 12.4.
76 Cfr., Corte I. D. H., “Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa
Rica relacionada con la naturalización”, opinión consultiva, OC-4/84 del 19 de enero de
1984, serie A, núm. 4, pfo. 57; “Condición jurídica y derechos humanos del niño”, opinión
consultiva OC-17/02 de 28 de agosto de 2002, serie A, núm. 17, pfo. 47; y “Condición jurí-
dica y derechos de los migrantes indocumentados”, opinión consultiva OC-18/03 del 17 de
septiembre de 2003, serie A, núm. 18, pfo. 91.
332 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
77 Eur. Court H. R., Case “relating to certain aspects of the laws on the use of languages
in education in Belgium” vs. Belgium, Judgment of 23rd July 1968, series A 1968, para. 10.
La Corte Interamericana transcribe, aprobatoriamente, este párrafo en la opinión consultiva
“Condición jurídica y derechos de los migrantes indocumentados”, OC-18/03 del 17 de
septiembre de 2003, serie A, núm. 18, pfo. 90.
78 Corte I. D. H., Caso Yatama vs. Nicaragua, sentencia del 23 de junio de 2005, serie C,
núm. 127, pfo. 218.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 333
Para que haya congruencia con la Convención, las restricciones deben estar
justificadas por objetivos colectivos de tanta importancia que claramente pe-
sen más que la necesidad social de garantizar el pleno ejercicio de los dere-
chos garantizados por la Convención y que no sean más limitantes que lo es-
trictamente necesario. Por ejemplo, no es suficiente demostrar que la ley
cumple con un objetivo útil y oportuno.81
82 Village of Arlington Heights vs. Metropolitan Housing Development Corp., 429 U.S.
252, 266, 1977. Pueden consultarse otros dos leading cases en donde se dispuso que una ley
era inconstitucional luego de verificar que detrás de las justificaciones alegadas por el Esta-
do, se escondía en realidad un propósito discriminatorio: U.S. Department of Agriculture
vs. Moreno, 413 US 528, 1973, y City of Cleburne vs. Cleburne Living Center, 473 U.S.
432, 1985.
83 Washington vs. Davis, 426 U.S. 229, 242, 1976.
84 Village of Arlington Heights vs. Metropolitan Housing Development Corp., 429 U.S.
252, 266, 1977. En este precedente ofrece la Corte estadounidense una serie de indicios que
—apreciados en su conjunto— podrán ayudar a inferir la existencia de una intención dis-
criminatoria (los llamados Arlington Heights factors). Ellos son: a) el impacto o efecto
discriminatorio de la norma; b) los antecedentes históricos de la norma, prestando especial
atención a otras normas anteriores emanadas de la misma autoridad que puedan revelar un
propósito discriminatorio; c) la secuencia específica de eventos que desembocaron en el
dictado de la norma; d) el hecho de que haya habido un apartamiento del procedimiento or-
dinario de sanción previsto para la norma; e) la historia legislativa o administrativa, espe-
cialmente las afirmaciones vertidas por miembros del órgano del que emana la norma.
85 Corte I. D. H., “Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa Rica
relacionada con la naturalización”, opinión consultiva, OC-4/84 del 19 de enero de 1984,
serie A, núm. 4, voto separado del juez Rodolfo E. Piza Escalante, pfo. 10.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 335
que, para aceptar alguna distinción basada en los factores mencionados ex-
plícitamente en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos,
“los Estados deben aportar un interés particularmente importante y una jus-
tificación cabal de la distinción”.92
Con relación a la overinclusiveness, puede decirse que, en virtud de lo
anterior, si hace falta una justificación objetiva y razonable para realizar
una distinción o, más aún, un interés estatal imperioso para hacerlo, no se
advierte cuál sea esa justificación o ese interés cuando se incluye en una re-
gulación, de modo sobrecomprensivo, a personas para las cuales no hay
justificación en ser incluidas. De este modo, ellas resultan discriminadas
con relación a las que no se les ha incluido en la normativa segregadora,
dado que no se diferencian sustancialmente a la luz de la finalidad de la
norma que realiza la distinción, y esta distinción sin fundamento viola el
principio de igualdad, como queda de manifiesto a la luz de los párrafos an-
teriores.
En cuanto a la underinclusiveness, sirve el mismo razonamiento del pá-
rrafo anterior: se viola el derecho a la igualdad y a la no discriminación,
porque situaciones iguales, que debieron estar ambas incluidas en la norma
si el legislador realmente quisiera o necesitara el fin que dice perseguir, se
han tratado de modo diferente, dejando a algunas personas en situación de
privilegio, al excluirlas de la regulación. Para reafirmar esto, además de la
doctrina resumida en los párrafos anteriores, debe tenerse en cuenta esta
afirmación de la Corte Interamericana en materia de igualdad:
grantes indocumentados”, cit., nota 88, pfo. 47. Véase también, en sentido similar, Comi-
sión I. D. H., Informe 38/96, Caso 10.506, Informe Anual 1996, pfo. 58.
92 Comisión I. D. H., Informe sobre terrorismo y derechos humanos, OEA/Ser.L/V/
ll.116, Doc. 5 rev. 1 corr., 22 octubre 2002, Original: Inglés, pfo. 338.
93 Corte I.D.H., “Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa Rica re-
lacionada con la naturalización”, opinión consultiva, OC-4/84 del 19 de enero de 1984, se-
rie A, núm. 4, pfo. 57; y “Condición jurídica y derechos humanos del niño”, opinión consul-
tiva, OC-17/02 de 28 de agosto de 2002, serie A, núm. 17, pfo. 47.
338 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
95 Cfr., Comisión I. D. H., Informe 38/96, Caso 10.506, Informe Anual 1996, pfo. 58.
96 Comisión I.D.H., Informe sobre terrorismo y derechos humanos, OEA/Ser.L/V/
ll.116, Doc. 5 rev. 1 corr., 22 octubre 2002, Original: Inglés, pfo. 338.
97 En sentido coincidente con esta constatación relativa a las categorías mencionadas en
los instrumentos internacionales, cfr., Gullco, Hernán V., “El uso de las categorías sospe-
chosas en el derecho argentino”, publicado en http://islandia.law.yale.edu/sela/gull-
cos.pdf, en esp. p. 20.; Treacy, Guillermo F., “La utilización de categorías sospechosas
como técnica para controlar la discriminación hacia los extranjeros”, Jurisprudencia
Argentina, 2006-IV, p. 603.
340 GIARDELLI / TOLLER / CIANCIARDO
VI. CONCLUSIONES
de las respuestas a los restantes. Por otro lado, basta con que pueda estable-
cerse que la diferenciación no supera uno de los criterios para que se torne
incompatible con el respeto del derecho a la igualdad.102
De acuerdo con lo anterior, si no existieran justificaciones valederas en
un Estado democrático para establecer una distinción conectada con el ar-
tículo 1.1. de la Convención Americana, la ley o norma general que la hi-
ciera sería ilegítima y contraria al sistema interamericano de derechos hu-
manos. Y habrá una justificación de ese tipo sólo si la ley en cuestión
supera el test que suponen los cincos pasos sintetizados unos párrafos arri-
ba. Si esto no ocurre, la norma debe ser considerada incompatible con la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Quienes hayan peticionado, en suma, se encontrarán perjudicados en
sus derechos a la igualdad y no discriminación, en conjunción con los dere-
chos sustanciales afectados, en virtud de una clasificación que carece de
una finalidad con peso justificatorio, según los rigurosos estándares de la
jurisprudencia relativa a derechos humanos, comenzados por la Corte Su-
prema de los Estados Unidos y continuados por la Corte y la Comisión
interamericanas de derechos humanos.
I. INTRODUCCIÓN
345
346 ALEXEI JULIO ESTRADA
cos, al igual que las relaciones entre particulares y en general todo el tráfico
jurídico, precisamente por el denominado efecto de irradiación de los de-
rechos fundamentales.
Cabe anotar que al introducir este concepto, el Constituyente de 1991 se
inspiró en el derecho constitucional comparado, especialmente en la Ley
Fundamental de Bonn al igual que en la Constitución Española de 1979;1
sin embargo, eso no le resta méritos a su labor porque la figura se ha adap-
tado fácilmente a las particularidades de la realidad colombiana y ha perdi-
do todo carácter foráneo, en esa medida constituye un afortunado trasplan-
te porque la semilla sembrada quince años atrás ha echado fuertes raíces y
ha prosperado en un terreno por lo demás difícil.
La feliz acogida de los derechos fundamentales ha estado indescindible-
mente ligada al éxito del instrumento ideado para su protección: la acción
de tutela, mecanismo procesal, rápido, sencillo y efectivo que ha provisto
una vía idónea y expedita para evitar o reparar las lesiones iusfundamenta-
les. Sin la acción de tutela no se habría creado en nuestro país —al menos
en el ámbito doctrinal y jurisprudencial— una cultura de los derechos fun-
damentales, porque esta garantía es la que ha permitido que la figura cons-
titucional adquiera dinamismo y se adapte a las cambiantes necesidades y
pretensiones de sus titulares.
Entonces, ha correspondido a la jurisprudencia constitucional2 enfrentar
los diversos problemas que suscitó la introducción de esta novedosa cate-
goría normativa, desde las cuestiones esenciales de precisar el concepto y
determinar el catálogo de los derechos fundamentales, hasta otras más ela-
boradas como decidir cuáles son las técnicas interpretativas correctas para
concretizar los enunciados normativos constitucionales, o encontrar los
métodos apropiados para resolver las colisiones de normas de derechos
1 Aunque el concepto de fundamental rights también ha sido empleado por la jurispru-
dencia y la doctrina norteamericana para referirse a derechos contenidos en las enmiendas
de la Constitución de los Estados Unidos —o deducidos interpretativamente de ellas— que
guardarían semejanza con la categoría de los Grundrechte en la medida que serían derechos
constitucionales que vinculan a todos los poderes públicos —incluido el legislador— y
ocupan una posición preferente en el ordenamiento. Véase Cohen et al., Constitucional
Law, Cases and Materials, Nueva York, Thomson West, 2005, p. 1028. Véase también Sto-
ne et al., Constitutional Law, Nueva York, Aspen Law & Business, 2001, pp. 685 y ss.
2 De conformidad con el diseño procesal de la acción de tutela a todos los jueces son
competentes en primera o en segunda instancia para conocer de esta acción, y en esa medida
todos serían jueces constitucionales encargados de la protección de los derechos fundamen-
tales, no obstante en el presente trabajo se reserva el calificativo de jurisprudencia constitu-
cional a la vertida por la Corte Constitucional.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 347
3 Aunque hasta ahora han sido pocos los esfuerzos doctrinales para construir desarro-
llos teóricos a partir de la jurisprudencia constitucional, en materia del concepto y la clasifi-
cación de los derechos fundamentales, es destacable la obra de Elí Chinchilla, Tulio, ¿Qué
son y cuáles son los derechos fundamentales?, Bogotá, Temis, 1999.
4 El título I de la Constitución Española se denomina de “De los derechos y deberes
fundamentales” y está dividido en cinco capítulos, a su vez el capítulo II —“De los dere-
chos y libertades”— se divide en dos secciones la primera de las cuales se titula “De los de-
rechos fundamentales y libertades públicas” y agrupa típicos derechos de libertad (derecho
a la vida y a la integridad física y moral, libertad religiosa ideológica y de culto, derecho a la
libertad y a la seguridad, derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, libertad de
residencia y de circulación, libertad de expresión, derecho de reunión…), mientras la sec-
ción segunda —titulada “De los derechos y deberes de los ciudadanos”— cobija otra serie
de derechos como el derecho a contraer matrimonio, el derecho a la propiedad privada y a la
herencia, el derecho de fundación y el derecho al trabajo. Ahora bien, es el artículo 53 de
la Constitución el que define el régimen especial para los derechos contenidos en el capítulo
II; sin embargo, no establece un régimen uniforme, así el numeral primero señala que todos
los derechos y libertades reconocidos en el capítulo II vinculan a todos los poderes públicos
y sólo podrán ser regulados por leyes que respeten en todo caso su contenido esencial, el nu-
meral segundo establece una garantía especial —la protección mediante un procedimiento
preferente y sumario ante los tribunales ordinarios y mediante el recurso de amparo ante el
Tribunal Constitucional— sólo para el derecho a la igualdad, los derechos reconocidos en
la sección primera del capítulo II y la objeción de conciencia, a lo anterior se suma que estos
últimos sólo pueden ser modificados por un procedimiento agravado de reforma constitu-
cional (artículo 168, CE) y que según la interpretación del Tribunal Constitucional sólo res-
pecto de ellos se predica la reserva de ley orgánica para su desarrollo. Esa diversidad de re-
gímenes ha suscitado la discusión sobre si todos los derechos contenidos en el capítulo II de
la Constitución Española son derechos fundamentales o si tal calificativo ha de reservarse
exclusivamente a los contenidos en la sección 1 del capítulo I y al derecho a la igualdad, es
decir, a los que tienen un régimen reforzado de protección, sin embargo, actualmente existe
un consenso doctrinal en que todos los derechos contenidos en el capítulo II de la Constitu-
ción son fundamentales, pues reúnen una característica común: vinculan a los poderes
públicos de manera inmediata, sin necesidad de desarrollo legislativo. En todo caso se trata de
un catálogo cerrado de derechos fundamentales pues sólo se reconoce el carácter de fundamen-
tal a los contenidos en le mencionado acápite constitucional. Véase Díez-Picazo, Luis María,
Sistema de derechos fundamentales, Madrid, Thomson-Civitas, 2a. ed., 2005, pp. 55 y ss.
5 El capítulo I de la Ley Fundamental de Bonn enuncia del artículo 1o. al 19 los dere-
chos fundamentales, si bien doctrinalmente se ha reconocido que otros derechos no conteni-
dos en ese aparte tienen el carácter de fundamentales (como el derecho a la igualdad en el
348 ALEXEI JULIO ESTRADA
acceso a los cargos y funciones públicas —artículo 33—, el derecho al juez natural —ar-
tículo 101— o el derecho a ser oído ante los tribunales —artículo 103— se trata en todo
caso de un catálogo cerrado de derechos que corresponde a los clásicos derechos humanos y
civiles, del cual se excluyen derechos de contenido económico, social o cultural. Véase
Benda et al., Manual de derecho constitucional, Madrid, Marcial Pons, 2001, pp. 87 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 349
23 Sólo es seguida por algunas sentencias aisladas, por ejemplo la T-473 del mismo año.
24 Como es sabido el concepto de derecho subjetivo es introducido en el campo del dere-
cho público en el siglo XIX por Jellinek, quien combina la dos principales teorías existentes
en el derecho privado hasta la fecha —la teoría de la voluntad y la teoría objetiva— para
crear la figura de los derechos públicos subjetivos, figura que ha sufrido diversas vicisitu-
des, pero que sigue estando en el sustrato de la idea de los derechos fundamentales. Al res-
pecto puede consultarse Julio Estrada, Alexei, La eficacia de los derechos fundamentales
entre particulares, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2002, pp. 48 y ss.
25 Al respecto es muy reveladora la sentencia T-008 de 1992.
26 Se trataba de una acción interpuesta por una persona contra una empresa vecina que
generaba excesivo ruido, los jueces de instancia sostienen que la acción de tutela es impro-
cedente porque se pretendía la protección del derecho a la paz, supuesto derecho colectivo,
mientras que la Corte Constitucional revoca el fallo de instancia y concede el amparo solici-
tado por considerar que se vulneraba el derecho a la tranquilidad, derivado del derecho a la
vida digna, el cual es un derecho subjetivo.
356 ALEXEI JULIO ESTRADA
T-859 y T-860, en las cuales se afirma que la salud tiene el carácter de dere-
cho fundamental autónomo que lo torna directamente exigible respecto de
prestaciones configuradas por vía legal y reglamentaria, o que deriven di-
rectamente de las obligaciones básicas definidas en la obligación general
14 del Comité del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y
Culturales. Aparte de la interesante alusión al derecho internacional de los
derechos humanos como herramienta para determinar el contenido exigi-
ble de los derechos fundamentales, esta decisión afirma sin ambages la jus-
fundamentalidad de un típico derecho social, aunque por supuesto la con-
diciona a su previa configuración.
En esa medida no se la puede tildar de revolucionaria, pues simplemente
recoge algunas ideas previas propuestas por la jurisprudencia constitucio-
nal en torno a la supuesta transustanciación de los derechos sociales, una
vez que su alcance ha sido definido por vía legal o reglamentaria. Pero
como punto de partida es importante pues va más allá del la postura tradi-
cional de la Corte Constitucional en la materia y serviría de base para los
posteriores desarrollos jurisprudenciales.
En efecto, esta idea es retomada por la jurisprudencia reciente en la cual
es posible apreciar la coexistencia de dos líneas jurisprudenciales en torno
a los derechos fundamentales, aquella que sigue limitando el carácter fun-
damental exclusivamente a los derechos de libertad, mientras otra sostiene
la multiplicidad de facetas presentes en todos los derechos constituciona-
les, sin rechazar a priori el carácter fundamental de ninguno de ellos.
Según esta segunda línea argumentativa, todos los derechos constitucio-
nales —trátese de derechos de libertad, derechos sociales o derechos colec-
tivos— tienen diversas facetas, algunas veces se manifiestan como dere-
chos de defensa, que implicarán una abstención por parte del Estado o de
terceros —es decir actuarían como libertades negativas— mientras otras
veces significarían que su titular pueda reclamar una prestación —es decir
serían derechos prestacionales—, en esa medida sólo algunas manifesta-
ciones de los derechos serían susceptibles de protección en sede de tutela,
aquellas que puedan ser configuradas como un derecho subjetivo bien sea
por la índole de la discusión planteada, porque la prestación reclamada ha
sido configurada legal o reglamentariamente, o porque resultan afectados
sujetos de especial protección constitucional.31
33 Se negaba tal carácter al derecho a la paz —artículo 22— pero la jurisprudencia re-
ciente replantea la cuestión, así por ejemplo la sentencia C-370 de 2006 reconoce un dere-
cho subjetivo a la paz que puede ser configurado como un derecho fundamental.
364 ALEXEI JULIO ESTRADA
38 Este precepto señala textualmente: “Artículo 94. La enunciación de los derechos y ga-
rantías contenidos en la Constitución y en los convenios internacionales vigentes, no debe
entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren
expresamente en ellos”.
39 Sentencia T426 de 1992.
40 Sentencia T-881 de 2002.
41 Sentencia T-719 de 2003.
42 Esta disposición consigna: “Artículo 93. Los tratados y convenios internacionales ra-
tificados por el Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limita-
ción en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno. Los derechos y deberes
consagrados en esta carta, se interpretarán de conformidad con los tratados internacionales
sobre derechos humanos ratificados por Colombia”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 367
V. CONCLUSIÓN
I. INTRODUCCIÓN1
Los DDFF son una materia transversal del derecho, lo que conlleva que
los mismos sean abordados por todas las disciplinas jurídicas, desde el de-
recho penal hasta el derecho eclesiástico, pasando por el derecho procesal,
369
370 JORGE LOZANO MIRALLES
B. La “relajación” internacional
C. A nivel social-interno
No hay razón alguna hoy en día para pensar que está en declive la finali-
dad original de los DDFF: dotar a los individuos de instrumentos de defen-
sa frente al poder. No hay que olvidar que son los marginales y los disiden-
tes de “toda” índole —nos guste o no— quienes más se benefician de los
DDFF; las personas “normales” suelen quedar protegidos por su condición
de tales. En otras palabras, no parece —y se demuestra con lo dicho supra
— que los marginales y disidentes puedan confiar su defensa tan solo al
“ambiente dominante”.
II. PREMISAS
La primera premisa tiene que ver con el concepto del Estado de derecho,
en cuanto que este ha sido, es (¡y por ahora seguirá siendo!) la base sobre la
que se asienta la protección de los DDFF.
El Estado de derecho es el Estado que cristaliza con la Revolución Fran-
cesa de 1789, impulsado por la clase social de la burguesía y cuya seña de
identidad en el ámbito jurídico es el jusnaturalismo racionalista (en reac-
ción al iusnaturalismo teológico propio del Ancien Regime). Su seña de
identidad en el ámbito político es el del liberalismo abstencionista (frente
al absolutismo y al despotismo) y en el ámbito económico defiende el capi-
talismo como sistema productivo y organizativo (frente al sistema casi feu-
dal de la clase de la nobleza). En cuanto a los valores del Estado liberal de
derecho serán la libertad, la seguridad jurídica y la igualdad formal.
Las notas que caracterizan al Estado de derecho (notas que, conviene re-
marcar, “no han cambiado” a diferencia de los presupuestos jurídicos, polí-
ticos, económicos, sociales y axiológicos, que sí han sufrido una fuerte
evolución como consecuencia de la incorporación de los adjetivos social y
democrático al Estado de derecho) son: el imperio de la ley, la división de
poderes, el reconocimiento de derechos y la garantía de los derechos.2
de julio, del Poder Judicial, en cuyo apartado I distingue entre rasgos generales (al señalar
que “el Estado de derecho, al implicar, fundamentalmente, separación de los poderes del
Estado, imperio de la ley como expresión de la soberanía popular, sujeción de todos los po-
deres públicos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico y garantía procesal
efectiva de los derechos fundamentales y de las libertades públicas”) y rasgos específicos
referidos al Poder Judicial, que es el órgano del Estado encargado, precisamente, de velar
por la justicia y la protección de los derechos (el Estado de derecho “requiere la existencia
de unos órganos que, institucionalmente caracterizados por su independencia, tengan un
emplazamiento constitucional que les permita ejecutar y aplicar imparcialmente las normas
que expresan la voluntad popular, someter a todos los poderes públicos al cumplimiento de
la ley, controlar la legalidad de la actuación administrativa y ofrecer a todas las personas tu-
tela judicial efectiva en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos”).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 375
1. Garantías jurisdiccionales
Son las garantías por excelencia de los DDFF, en cuanto que son los ins-
trumentos de los que goza el ciudadano en caso de vulneración de uno de
esos derechos. Además, son las garantías sobre las que pivotan las otras
dos (las constitucionales-normativas y las orgánicas-institucionales), en
cuanto las últimas se “expresan”, se manifiestan, se dotan de eficacia a través
de las garantías jurisdiccionales al ser éstas las únicas en un Estado de dere-
cho que pueden dar solución a un conflicto.
Desde esta perspectiva podríamos hablar de dos órganos jurisdicciona-
les distintos, cuatro vías procesales diversas, y de dos elementos generales
que se proyectan sobre todo el conjunto.
Los órganos jurisdiccionales son:
— el Poder Judicial y
— el Tribunal Constitucional.
378 JORGE LOZANO MIRALLES
— el procedimiento ordinario y
— el procedimiento preferente y sumario.
Las vías procesales sobre las que se asienta la protección que lleva a
cabo el TC son, también, dos:
— el recurso de amparo y
— el recurso de inconstitucionaldiad (en este último podemos incluir
también la denominada cuestión de inconstitucionalidad por tener la
misma finalidad y efectos).
En cuanto a los dos elementos sobre los que “pivotan” las antedichas ga-
rantías jurisdiccionales son:
ral de los derechos fundamentales es del Poder Judicial, es decir, los jueces
y magistrados que lo integran. Ahora bien, la última palabra en la materia
la tiene el TC, cuya jurisprudencia vincula a los miembros del Poder Judi-
cial. Esta vinculación, deducible del texto constitucional, ha sido expresa-
mente sancionada por los artículos 5o. y 7o. de la Ley Orgánica del Poder
Judicial. En consecuencia, la interpretación primera del DF corresponde al
Poder Judicial, si bien la última corresponde al TC. Así las cosas, los jueces
deben de aplicar la jurisprudencia constitucional y en caso de no hacerlo o
hacerlo equivocadamente su sentencia podrá ser objeto de recurso de am-
paro ante el TC.
Las vías procesales a través de las cuales se produce el operado del TC
son dos, el recurso de amparo y el recurso de inconstitucionalidad.
2. El recurso de inconstitucionalidad
IV. CONCLUSIONES
V. BIBLIOGRAFÍA4
4 Como ya se dijo al inicio, la bibliografía sobre los DDFF es muy amplia a nivel secto-
rial, sin embargo no los es tanto a nivel de obras generales o de teorías sobre los DDFF. El
estudio a nivel general debe de hacerse en los manuales de derecho constitucional.
396 JORGE LOZANO MIRALLES
Andrés OLLERO*
397
398 ANDRÉS OLLERO
El principio de igualdad, a través del que opera uno de los valores supe-
riores de nuestro ordenamiento jurídico (artículo1.1, Constitución Españo-
la —CE—), cobra una polifacética relevancia constitucional.1 Buena prue-
ba de ello es el cambio de significado y alcance de la tradicional apelación
a la igualdad ante la ley. Se solía entender por tal, que los textos legales ha-
brían de conferir similar trato a todos los ciudadanos, salvo que el propio
legislador aportara un fundamento objetivo y razonable, capaz de justificar
una desigualdad no discriminatoria. Al despejarse el espejismo propio del
positivismo legalista, que aspiraba a lograr una aplicación técnica de la ley,
ajena a todo devaneo interpretativo, surge la exigencia de que también en
la aplicación de la ley se opere con una incidencia no desigual para sus des-
tinatarios. Con ello, la igualdad ante la ley duplica su campo de juego,
mientras el que se le venía asignando constituye sólo uno de sus ámbitos: la
igualdad en la ley.
El control constitucional sobre la igualdad en la aplicación de la ley co-
braría pronto una notable dimensión expansiva,2 desbordando los plantea-
mientos habituales sobre las llamadas fuentes del derecho. La “hidráulica”
jurídica resulta claramente desbordada cuando el precedente judicial, al
que se negaba carácter de fuente en aras de una exagerada dualidad entre
sistema jurídico continental y anglosajón, se abre paso como fruto de la
exigencia constitucional de igualdad de trato en la aplicación de las leyes.
De poco serviría que éstas no establezcan desigualdades entre los ciudada-
nos, si luego su descontrolada aplicación las acabara generando.
Sirva de jugoso caso práctico el contemplado por la STC 201/1991 del
28 de octubre.
Nos encontramos pues ante una sorprendente muestra de uso alternante del
derecho,3 que coloca al Tribunal Constitucional en una incómoda situación de
perplejidad, al considerar que ha de abstenerse
5 Idem.
6 Hemos ilustrado esta situación, a propósito de las reformas de estatutos de autonomía que
se vienen tramitando, en “Puenting constitucional”, Nueva Revista, 2006, núm. 103, pp. 10-16.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 401
opta por considerarla sustituible por exigencias menos drástica, como que
el nuevo criterio se plasme en una solución genérica.7
Más sorprendente resulta la conformidad ocasional con que se trate de
un cambio no inadvertido,8 ya que de ello cabría derivar que una deliberada
vulneración de la igualdad en la aplicación de la ley dejaría de ser relevante
precisamente por no ser fruto de involuntaria inadvertencia. Ahora no es la
independencia del juez, sino su posible distracción la que se pretende su-
plir, en beneficio de su tarea y sólo mediatamente de la propia Constitu-
ción. De la igualdad nos vemos así trasladados hacia la tutela judicial efec-
tiva por la vía del error. Ante lo curioso de la situación, no faltan sentencias
en las que se riza el rizo [sic.] al referirse a cambios de criterio no adverti-
dos, no ya por el juez sino por los propios justiciables; lo que invita sin más
a la perplejidad y garantiza que no se reaccionará por vía de amparo.
Se da por hecho, en todo caso, que pretender que se mantenga una línea
jurisprudencial constante, sólo modificable mediante justificación explíci-
ta, sería pedir demasiado. De ahí que se rechace tan sólo que fuera fruto de
arbitrariedad irreflexiva, admitiéndose por el contrario toda resolución que
permita detectar una continuada vocación de futuro, sin perjuicio de alguna
que otra ruptura ocasional.9 Se añade a ello la posibilidad de que lo justifi-
7 Así la STC 268/2005 del 24 de octubre, F.8, hará constar que, “si bien es verdad que la
explicitación de ese cambio de criterio no siempre es exigible”, “cuando se puede inferir de los
términos de la resolución, sin embargo en este caso no concurre dato alguno, ni interno, que se
derive del propio fundamento de la sentencia impugnada, ni externo, como pudiera ser una re-
solución judicial posterior y en el mismo sentido a la recurrida en amparo, del que se pueda infe-
rir que el cambio de criterio esté dotado de una vocación de generalidad”.
8 “Los órganos judiciales pueden modificar sus propios precedentes, siempre que lo hagan
en términos que permitan apreciar que el nuevo criterio interpretativo ha sido adoptado como
solución genérica dotada de vocación para ser aplicada en casos futuros y no como cambio
inadvertido por el órgano judicial o que sea fruto de voluntarismo selectivo frente a supuestos
anteriores resueltos de modo diverso”, STC 201/1991, F.2. En la STC 28/2004 del 4 de marzo,
F.5, que ampara por otro concepto, “la exigencia de justificación explícita y suficiente del cam-
bio de criterio judicial obedece al objeto de excluir la arbitrariedad o la inadvertencia generado-
ras de un trato desigual”, razón por la cual “afecta directamente al invocado derecho a la igual-
dad, siendo en consecuencia éste el lugar en que procede su examen” y no a propósito de la
tutela judicial efectiva.
9 “Lo que prohíbe el principio de igualdad en la aplicación de la ley es el cambio irreflexivo
o arbitrario, lo cual equivale a sostener que el cambio es legítimo cuando es razonado, razonable
y con vocación de futuro, esto es, destinado a ser mantenido con cierta continuidad con funda-
mento en razones jurídicas objetivas que excluyan todo significado de resolución ad personam,
siendo ilegítimo si constituye tan sólo una ruptura ocasional en una línea que se viene mante-
niendo con normal uniformidad antes de la decisión divergente o se continúa con posterioridad
402 ANDRÉS OLLERO
STC 201/1991, F.2; todo ellos con referencia por aquel entonces a las SSTC 64/1984,
49/1985, 108/1988, 199/1990 y 144/1991, entre otras”.
10 Aparte de la alusión al final de la cita anterior, se nos recuerda que “la sentencia recurrida
no es una resolución aislada que, de manera irreflexiva o arbitraria, realice un cambio ocasional
e inesperado de una línea jurisprudencial mantenida hasta entonces sin contradicción relevante,
sino que se trata de sentencia que reproduce doctrina establecida en resoluciones anteriores e in-
cluso continuada, al menos, en una sentencia posterior”. Todo ello sin ocultar que “sobre el
tema debatido se han dictado por la Sala Cuarta del Tribunal Central de Trabajo diversas sen-
tencias, que pueden agruparse, por su fundamentación jurídica y fallo, en dos conjuntos perfec-
tamente diferenciados”, STC 201/991, F.3, asumiendo pues el curioso uso alternante del dere-
cho ya señalado.
11 Así ocurre en buena medida en los despidos nulos por infracción de libertad sindical o por
discriminación por razón de sexo; de estos últimos me he ocupado en Discriminación por razón
de sexo. Valores, principios y normas en la jurisprudencia constitucional española, Madrid,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 403
mite previo de manera masiva. Se encontraría sin duda más cómodo en un sis-
tema que le permitiera, como a sus colegas norteamericanos, seleccionar los
casos dictaminando su mayor interés constitucional. No es de extrañar tampo-
co que el Tribunal Supremo, a la vez que dirime las zonas de duplicidad con el
Constitucional, procure a su vez aliviarse dando entrada a criterios de interés
casacional.
Tampoco resultan muy felices, entre los intentos de subsanar las zonas
de conflicto, el de situar al Tribunal Constitucional como intérprete de una
justicia procedimental políticamente correcta, mientras las cuestiones de jus-
ticia material pasarían a considerarse el terreno propio del Poder Judicial. Es
obvio que cabe un pluralismo legislativo intraconstitucional y el que confirma
la compatibilidad de diversas soluciones de justicia material con las exigencias
del núcleo duro del ordenamiento jurídico. Pero no es menos cierto que, aun
admitiendo diversidad de leyes sobre la misma materia, todas ellas constitu-
cionales, se realizará a la vez un discernimiento constitucional intralegal por la
vía de las sentencias interpretativas, que marcan qué interpretación de las
muchas posibles ante un mismo texto legal satisface exigencias constituciona-
les y cuáles no.
El entendimiento del control constitucional como mera legislación ne-
gativa, que anula las leyes que no satisfagan sus exigencias pero renuncia a
establecer derecho positivo, es el que permite al Tribunal Constitucional li-
mitarse a señalar qué ley se encuentra bajo mínimos, sin necesidad de señalar
cuál sería la mejor imaginable. Este planteamiento es el que parece querer
trasladar al Poder Judicial para no cortar el nudo gordiano de un pintoresco
uso alternante del derecho llevado a cabo por un mismo órgano judicial.13
La imposibilidad de establecer una frontera entre exigencias éticas pro-
cedimentales y materiales es inseparable de un sistema de control de cons-
titucionalidad. En ello no se hace sino heredar lo ya experimentado a pro-
pósito de la casación en el ámbito de la legalidad. A la hora de la verdad, la
casación ha de atender a exigencias de justicia material, lo que la acaba
convirtiendo —se quiera o no— en nueva instancia. Añádase a ello, en lo
relativo al control de constitucionalidad, cómo las exigencias aparente-
mente procedimentales del artículo 24 de la CE han acabado viéndose sus-
13 De ahí que llegue a admitir que se encuentra ante el “enfrentamiento entre dos criterios
interpretativos que se suceden alternativamente y que responden a dos distintas concepciones
jurídicas igualmente razonables y fundadas en derecho” y que opte por abstenerse de “pronun-
ciamientos sobre cuál de las dos soluciones divergentes alternativamente elegidas en las senten-
cias citadas pueda ser la más conforme a derecho”, STC 201/1991, F.3.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 405
14 Así ocurre en la STC 26/2004 del 26 de febrero, F.3, cuando el partido Falange Auténtica
denuncia haber sido objeto en Granada de “trato distinto respecto al que ha recibido en otras cir-
cunscripciones electorales y en procedimientos contencioso electorales planteados en diferen-
tes provincias”; lo que unido a la falta de “alteridad” descarta la infracción del artículo 14, aun-
que se estime por otras razones la del 23.2. También en la STC 172/2005 del 20 junio, F.3, ante
el intento de la demandante de comparar “sentencias del Tribunal Supremo, que ni siquiera lle-
ga a identificar, y de este Tribunal Constitucional”.
15 En la STC 13/2004 del 9 de febrero, F.3, el que las resoluciones emanen “de la misma
sección cuarta de la misma sala de lo contencioso administrativo del Tribunal Superior de Justi-
cia de Madrid” será suficiente para otorgar amparo, aunque se constate “la coincidencia parcial
de sus componentes en varias de ellas tanto anteriores como posteriores a la que es objeto de re-
proche ahora; entre ellos también quien en ésta fue ponente”.
16 Aun habiéndose excluido que la falta de identidad de los magistrados fuera relevante, la
STC 5/2006 del 16 de enero, F.2, se adentra en nuevos extremos casuísticos. Sí lo será cuando el
autor de una de las sentencias comparadas actuó en uno de los casos como órgano unipersonal, e
406 ANDRÉS OLLERO
igualmente respecto al que, integrado en órgano de referencia, suscribe sin embargo el fallo
estando en comisión de servicio en órgano diverso.
17 Así lo recuerda la STC 156/2006 del 22 de mayo, F.4, que apunta que “el alegato de dis-
criminación excluye la comparación consigo mismo”.
18 Un ejemplo práctico de estos requisitos hoy consolidados, de frecuente formulación casi
literal en diversas sentencias, lo encontramos en la STC 29/2005 del 14 de febrero, en la que el
recurrente en amparo considera vulnerado también el principio de igualdad en la aplicación ju-
dicial de la ley al haberse separado la sala de lo civil del Tribunal Supremo, sin motivar ni justi-
ficar tan radical cambio de criterio, de su consolidada doctrina y de la del Tribunal Constitucio-
nal sobre el valor probatorio de la negativa a someterse a la prueba biológica de paternidad.
Planteamiento similar de tales requisitos en la STC 132/2005 del 23 de mayo, F.3, y en la
164/2005 del 20 junio, F.8.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 407
19 “...ya que el juicio de igualdad sólo puede realizarse sobre la comparación entre la senten-
cia impugnada y las precedentes resoluciones del mismo órgano judicial que, en casos sustan-
cialmente iguales, hayan sido resueltos de forma contradictoria”, STC 29/2005, F.6, a). La STC
8/2004 del 9 de febrero, F.3, entiende que “no concurre la identidad de supuestos en los casos
comparados”, recordando que “corresponde al recurrente la carga de aportar, como término de
comparación válido, los precedentes de los que la resolución impugnada se habría apartado, po-
niendo así a disposición de este Tribunal los elementos de juicio necesarios”, razón por la cual
descarta la vulneración de la igualdad, si bien amparará por otro concepto.
20 En la STC 115/2006 del 24 de abril, F.3, “el demandante de amparo se limita a citar las
sentencias de contraste, por lo que, al omitir toda referencia a los supuestos de hecho a los que se
ha aplicado la doctrina que refiere, no puede constatarse la necesaria identidad”. En la STC
117/2006 del 24 de abril, F.2, se descarta la posibilidad de apreciar una “discriminación por in-
diferenciación” cuando se hubiera “tratado de «forma igual un supuesto que es desigual»”.
21 “...es decir, de la ‘referencia a otro’ exigible en todo alegato de discriminación en aplica-
ción de la ley, excluyente de la comparación consigo mismo”, STC 29/2005, F.6,b).
22 “...entendiendo por tal, no sólo la identidad de la sala, sino también de la sección, al consi-
derarse cada una de éstas como órganos jurisprudenciales con entidad diferenciada suficiente”,
STC 29/2005, F.6,c).
23 “...bien lo sea para separarse de una línea doctrinal previa y consolidada, esto es, de un
previo criterio aplicativo consolidado, bien lo sea con quiebra de un antecedente inmediato en el
tiempo y exactamente igual desde la perspectiva jurídica con la que se enjuició”. Sólo así cabría
entender que “la solución dada al caso responde a una interpretación abstracta y general de la
norma aplicable y no a una respuesta ad personam, singularizada”, STC 29/2005. F.6,d).
24 “...como podrían ser posteriores pronunciamientos coincidentes con la línea abierta en la
sentencia impugnada que permitan apreciar dicho cambio como solución genérica aplicable en
casos futuros y no como fruto de un mero voluntarismo selectivo frente a casos anteriores re-
sueltos de modo diverso”. Como vimos, “lo que prohíbe el principio de igualdad en aplicación
de la ley es el cambio irreflexivo o arbitrario, lo cual equivale a mantener que el cambio es legí-
timo cuando es razonado, razonable y con vocación de futuro; esto es, destinado a ser manteni-
do con cierta continuidad con fundamento en razones jurídicas objetivas que excluyan todo sig-
nificado de resolución ad personam, siendo ilegítimo si constituye tan sólo una ruptura
ocasional en una línea que se viene manteniendo con normal uniformidad antes de la decisión
divergente o se continúa con posterioridad”.
408 ANDRÉS OLLERO
25 Así se recordará en la desestimatoria STC 117/2004 del 12 de julio, F.2,d), al repasar los
requisitos para constatar vulneración de la igualdad en la aplicación de la ley: “La ausencia de
toda motivación que justifique en términos generalizables el cambio de criterio, bien lo sea para
separarse de una línea doctrinal previa y consolidada... bien lo sea con quiebra de un anteceden-
te inmediato en el tiempo y exactamente igual desde la perspectiva jurídica con la que se enjui-
ció”.
26 Como consecuencia el Tribunal entiende que “no podemos hablar en el presente asunto
de un cambio de criterio injustificado y ad casum por parte del órgano judicial”. Recuerda que
“los precedentes judiciales deben ser entendidos como línea jurisprudencial que constituye una
doctrina ya consolidada y de la que puedan ser predicables las notas de generalidad y de conti-
nuidad”, STC 150/2001 del 2 de julio, F.2. Reconociendo que no encuentra otra salida, plantea
“al no existir otro remedio jurisdiccional” que cabe por vía de amparo “la corrección de cual-
quier interpretación arbitraria o totalmente infundada o que resulte de un error patente con rele-
vancia constitucional”. No pretende “revisar la interpretación y aplicación que de la legalidad
ha hecho el Tribunal Supremo” ni de la que “se aporta como término de comparación, puesto
que es posible que ambas resoluciones en sí mismas consideradas sean correctas”. Apela pues al
“derecho a la tutela judicial”, para, ante el “resultado finalmente producido” evitar que los afec-
tados “tengan que soportar una respuesta judicial diferente y no justificada, aunque ello sea fru-
to de la inadvertencia”, ibidem, F.4. A punto estuvo de plantearse situación parecida en la STC
128/2006 de 24 de abril, F.1, cuando el Tribunal Superior de Justicia de Madrid estima un recur-
so interpuesto por la Comunidad Autónoma contra una ciudadana, mientras “en el caso de su
hermana, idéntico al suyo, enjuiciado el mismo día y derivado de idéntico acto liquidatorio, el
mismo órgano judicial desestimó, sin embargo, un recurso interpuesto en los mismos térmi-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 409
No muy distinta es la situación del recurrente que, tras arrendar once fin-
cas rústicas, ve cómo a los arrendatarios se les reconoce en sucesivas ins-
tancias su derecho a acceder a la propiedad, mientras que la sala de lo civil
del Tribunal Supremo falla diez de los casos de modo similar y en el restan-
te y antepenúltimo fija el precio con criterio diferente. Se tropieza, sin em-
bargo, con la falta del requisito de “alteridad”, al ser el recurrente objeto de
un trato desigual respecto a sí mismo en circunstancias semejantes. Tam-
bién en este caso, “al no existir otro remedio”, el propio Tribunal plantea la
posible concurrencia de indefensión “por infracción del derecho a la tutela
judicial efectiva” y acaba otorgando amparo por dicha vía.27
Por otra parte, al convertirse casi en cláusula de estilo la alegación si-
multánea por los recurrentes de la posible vulneración de los artículos 14 y
24, el Tribunal opta por dar prioridad al tratamiento de la segunda porque,
nos”. El Ministerio Fiscal se muestra partidario de estimación del amparo, pero considera
que “no puede apreciarse una lesión del principio de igualdad en la aplicación de la ley con-
sagrado en el artículo 14 de la CE, por ser la sentencia de su hermana posterior en la nume-
ración a la suya pese a haberse dictado el mismo día, aunque sí del artículo 24”. Al final no
fue necesaria esta vía, por haberse estimado previamente una nulidad de actuaciones que
deja al recurso de amparo sin objeto.
27 STC 162/2001 del 5 de julio, A.3, A.11 y F.4. Aparece citada en la STC 24/2005 del 14
de febrero, F.2 y 6, que, tras recordar que “una reiterada jurisprudencia de este Tribunal incluye
entre los requisitos para la producción de una vulneración del derecho a la igualdad en la aplica-
ción de la ley el denominado de alteridad subjetiva”, hace suya la constatación de que, “al no
existir otro remedio jurisdiccional, el resultado arbitrario producido debe ser eliminado a través
de la vía de amparo”, abordando así el “tratamiento desigual que produce la resolución judi-
cial de denegación del permiso de salida en relación con la previa decisión del mismo órgano
judicial de otorgarlo” al mismo recluso; al estimar el hecho de que “haya sido tratado de un
modo desigual a como lo fue en otra ocasión” como “posible causa de arbitrariedad” susceptible
de amparo por la vía del artículo 24. La misma situación había abordado la STC 7/2005 del
17 de enero, F.3, 4,c) y 5, que constata cómo el Tribunal Superior de Justicia de Madrid “ha re-
suelto el recurso contencioso-administrativo de manera distinta a como lo ha hecho en tres sen-
tencias anteriores y también en tres posteriores, en las que resolvió otros tantos recursos conten-
cioso-administrativos por ella interpuestos, en los que se discutía la misma cuestión litigiosa”,
lo que, aunque “la aplicación del principio de igualdad exige un elemento de alteridad”, permite
detectar que “la sentencia recurrida en amparo se aparta de la línea doctrinal que con carácter de
generalidad y continuidad explícitamente estableció sobre la cuestión”, llevando a cabo “un
cambio respecto al criterio mantenido por el mismo órgano judicial sobre la cuestión litigiosa a
partir de... 1997” con una “vuelta al primigenio criterio que se había mantenido hasta... 1996”,
dando paso a un “resultado arbitrario en la medida en que la demandante de amparo ha obtenido
distintas respuestas respecto a una misma cuestión litigiosa sin que medie un razonamiento que
justifique el cambio de criterio”.
410 ANDRÉS OLLERO
28 Así ocurre en la STC 53/2005 de 14 de marzo, F.2, que al abordar las quejas opta por
dar “prioridad a aquellas de las que puede derivarse una retroacción de actuaciones”, ya que
“la retroacción permitirá salvaguardar el carácter subsidiario del proceso de amparo”. Simi-
lar actitud en la STC 28/2004 de 4 de marzo, F.2, en la que, “en consideración al carácter
mixto” de la cuestión, “un ‘orden lógico de examen de las infracciones sometidas a nuestro
conocimiento’... conduce, en este caso, al examen prioritario de las alegadas vulneraciones
de las garantías procesales del artículo 24.2 de la CE”, antes de desestimar, por falta de “al-
teridad” y de identidad de supuestos, la vulneración de la igualdad en la aplicación de la ley.
En la STC 28/2005 del 14 de febrero, F.2, se concede prioridad al acceso a la jurisdicción,
“no sólo por ser un prius [sic] respecto de los demás, sino porque, en puridad, es el motivo
nuclear del presente recurso”.
29 STC 29/2005, en la que las pretensiones del actor se habían visto satisfechas tanto por
el juzgado de primera instancia como por la audiencia provincial, antes de que la sala de lo
civil del Tribunal Supremo casara esta última sentencia con alteración de su criterio inter-
pretativo habitual. En las otras cuatro sentencias en las que, desde enero de 2004 a mayo de
2006, se otorga amparo por vulneración de la igualdad en la aplicación de la ley se acaba
también optando por la retroacción, pero en estos casos no cabía otro modo de reparar las
consecuencias de la vulneración de la igualdad.
30 Es sintomático que cuando la STC 49/2005 del 14 de marzo, F.4, anula la emanada de
la sala de lo social del Supremo “en su labor de unificación de doctrina” puntualice: “sin
que en sí misma implique vulneración alguna del derecho a la igualdad”, ya que estaba
vinculada a una norma declarada inconstitucional por la STC 253/2004 del 22 de diciem-
bre, tras plantearse por un órgano judicial la correspondiente cuestión, al apreciar discrimi-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 411
nación indirecta por razón de sexo en el artículo 12.3 de la Ley del Estatuto de los Trabaja-
dores.
31 Tal ocurre cuando la STC 146/2005 del 6 de junio, F.6, señala que “la desigualdad en
la aplicación judicial de la ley que este Tribunal puede controlar es únicamente la que resul-
ta de la diferencia en la interpretación de las normas, no la que se origina en la valoración de
unos hechos idénticos”, ya que su control versa sobre “sobre el entendimiento de los pre-
ceptos aplicables a un determinado supuesto y, por consiguiente, no se extiende tal juicio
sobre la apreciación de los hechos”.
412 ANDRÉS OLLERO
41 Así ocurre en la STC 51/2005 del 14 de marzo, F.2, en la que el TC recuerda que “no
es misión de este Tribunal, ni constituye uno de los contenidos del derecho a la tutela judi-
cial efectiva, garantizar que los órganos jurisdiccionales de rango inferior apliquen la doc-
trina jurisprudencial del Tribunal Supremo... actuando como una tercera instancia unifica-
dora de doctrina”.
42 Toda una antología de las vicisitudes de esta tarea cabe encontrar en la STC 27/2006
del 30 de enero, F.1 y 4. Arranca cuando “la Audiencia Nacional desestimó el recurso for-
mulado por el recurrente, propietario del restaurante ‘Casa Domingo’ contra la resolución
del 28 de noviembre de 1995 del Ministerio de Obras Públicas y Medio Ambiente, que or-
denó el rescate de la concesión de la que el recurrente era titular. La misma sección... con el
mismo magistrado ponente, había estimado... el recurso formulado por el propietario del
restaurante ‘Casa Julio’, situado a escasos diez metros del anterior y sobre el que también
pesaba la orden de rescate de la concesión con el fin de regenerar las playas de San Juan y
Muchavista en Alicante”. No se justifica el cambio de criterio. El Tribunal Supremo, que
inadmite el recurso de casación “por razón de la cuantía”, “se pronunció ‘a mayor abunda-
miento’ sobre el fondo del asunto, señalando que también habría procedido su desestima-
ción desde tal perspectiva, aunque sin hacer referencia alguna al cambio de criterio introdu-
cido, y no justificado”. Todo ello lleva al TC a entender que la sentencia “carece de una
justificación razonable que permita excluir la posible apreciación de arbitrariedad en el
cambio de criterio efectuado, por lo que no sólo resulta lesiva del artículo 14 de la CE, por
desigual aplicación de la ley, sino que vulnera también el derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva (artículo 24.1)”. No faltará un voto particular, del magistrado Vicente Con-
de, que señala cómo, “respetando la sentencia del Tribunal Supremo, que es una sentencia
desestimatoria de la casación, descendemos per saltum a la sentencia recurrida en casación,
anulándola, con lo que la situación procesal resultante será la simultánea vigencia de una
sentencia de casación válida, desestimatoria del recurso contra la de la Audiencia Nacional
recurrida, y de la inexistencia (pues la anulamos) de la sentencia recurrida en casación”. So-
bran comentarios...
416 ANDRÉS OLLERO
Jurisprudencia constitucional
421
422 ANTONIO-ENRIQUE PÉREZ LUÑO
decir, desde los propios postulados informadores de sus tesis y desde las
inferencias que de ellos dimanan.
Los herederos teóricos de Kelsen se hallan absortos en construir un ba-
luarte especulativo capaz de resistir la confrontación intelectual con las
concepciones jurídicas actuales, que reputan opuestas o, en su caso, revi-
sionistas del legado científico del maestro vienés. Personalmente, no pue-
do convenir con lo que esa estrategia representa. A mi entender, el riesgo
de revisión superadora de la teoría pura del derecho no reside en las even-
tuales críticas que frente a ella directamente se avanzan, sino en las nuevas
coordenadas a las que responden los sistemas jurídicos actuales y de las
que las nuevas concepciones jurídicas se hacen cargo con mayor precisión
y adecuación que la teoría pura del derecho.
La teoría pura del derecho se presentaba y justificaba a sí misma como
una teoría explicativa del derecho positivo. Como quiera que el ordena-
miento jurídico de los Estados de derecho contemporáneos ha experimen-
tado una importante transformación en su sistema de fuentes,1 así como en
sus postulados fundamentadores, hoy se precisa de nuevos marcos teóricos
y paradigmas metodológicos capaces de dar cuenta de esa nueva situación.
Las reflexiones que a continuación se avanzan, tienen el propósito de
hacerse eco de esa metamorfosis operada en los ordenamientos jurídicos,
con especial atención a sus repercusiones en el sistema de los derechos fun-
damentales.
1. De la unidad al pluralismo
dica de los ciudadanos en las distintas partes del territorio nacional”.9 Doc-
trina corroborada por una decisión posterior en la que, con respecto a la
simultánea articulación de la diversidad de estatutos subjetivos con la uni-
dad del ordenamiento, se establece que:
sistema único y cerrado. Por eso, cuando hoy se afirma la dimensión plural
y abierta del ordenamiento, necesariamente se cuestiona el rasgo de su ple-
nitud.
Los ordenamientos jurídicos y, en especial, su sistema de fuentes, se han
visto directamente afectados por el fenómeno del pluralismo. La supera-
ción del ámbito de referencia estatal, producto del nuevo orden de relacio-
nes internacionales, se ha traducido en fuentes que expresan una supra es-
tatalidad normativa. Pero el desplazamiento del centro de gravedad en el
proceso de determinación de las fuentes jurídicas no sólo se ha producido
por la aparición de poderes normativos superiores al Estado. De forma pa-
ralela, se ha producido una ampliación de competencias normativas por
parte de los entes sociales intermedios, situados entre el ciudadano y el po-
der estatal. Hoy se asiste a un fenómeno de infra estatalidad normativa ma-
nifestado en el pluralismo de determinación de fuentes jurídicas. Para alu-
dir a esa situación he utilizado la metáfora del “desbordamiento de las
fuentes del derecho”.11
En esta nueva coyuntura en la que el ordenamiento jurídico estatal se ha-
lla trascendido por otras instancias normativas, aludir a la inexistencia de
lagunas en su seno ha perdido gran parte del significado que pudo tener en
el periodo histórico anterior como garantía de la seguridad jurídica de los
ciudadanos.12
En la coyuntura presente se hace especial hincapié en la apertura al pro-
cedimiento jurisdiccional, más que a la plenitud del ordenamiento jurídico,
como garantía de la tutela de las libertades. Esa tendencia ha hallado eco
doctrinal en la obra colectiva, Critical Legal Thought, que vino a ser para
los años noventa lo que en la década de los setenta supuso el Congreso de
Catania sobre el uso alternativo del derecho. En su contribución a dicha
obra, Rudolf Wiethölter ha definido la tarea a cumplir en los años inmedia-
tos por la teoría crítica del derecho, como la “proceduralización” de las ca-
tegorías jurídicas.13 Esa tarea ha sido concretada, en la propia obra, por
Erhard Denninger como un esfuerzo hacia la garantía a través del procedi-
19 Alexy, Theorie der Juristischen Argumentation, cit., nota 17, pp. 213 y ss.)
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 435
20 STC 131/1990, FJ l.
436 ANTONIO-ENRIQUE PÉREZ LUÑO
las razones de las decisiones judiciales y, por tanto, el enlace de las mismas
con la ley y el sistema general de fuentes, de la cual son aplicación.21
21 STC 14/1991, FJ 2.
22 STC 184/1992, FJ 2.
23 STC 55/1993, FJ 5.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 437
de las superiores y, en última instancia, sin la fuente de toda validez del or-
denamiento que es la que fluye de la Grundnorm.27
De no existir un fundamento último o un término en la concatenación
normativa, todo el sistema quedaría vacío de validez. En la concepción kel-
seniana del ordenamiento jurídico, la Grundnorm desempeña esa función
de principio de validez, del que ésta fluye e informa a todas las restantes
normas integradoras del sistema; se trata del principio que va a determinar
que todas ellas sean válidas.
La “nomodinámica” kelseniana implicaba, en definitiva, una visión je-
rarquizada del ordenamiento jurídico, que permitía explicar y conjugar sus
tres notas o postulados básicos. La unidad, en cuanto que tal ordenamiento
se concebía como una entidad indivisa, compacta y enteriza, cuyo rasgo
constitutivo identitario (validez) se transmite a cuantos elementos singula-
res (normas) la integran. La plenitud, en cuanto que esa estructura sistemá-
tica en que el ordenamiento consiste aparecía como un todo completo y ce-
rrado, que no admitía fisuras, hiatos o vacíos, es decir, lagunas en el seno
de ese conjunto normativo. La coherencia, a su vez, era también corolario de
esa totalidad normativa jerarquizada e imbricada, cuya sistematicidad re-
sultaba inconciliable con cualquier tipo de contradicciones o incompatibi-
lidades (antinomias).
En el interesante intercambio epistolar mantenido por Hans Kelsen con
Ulrich Klug, entre 1959 a 1965, sobre los aspectos lógico-formales y siste-
máticos de la teoría pura del derecho, se explicitan y desarrollan algunos de
los aspectos aquí apuntados, en relación con la estructura jerárquica del or-
denamiento jurídico y sus consecuencias en orden a la validez normativa.28
Esta explicación teórica del ordenamiento jurídico constituyó la expre-
sión formal más brillante, acabada e influyente del positivismo jurídico, en
la medida en que, en las décadas anteriores, era un marco explicativo ade-
cuado para reflejar la estructura y funcionamiento de los sistemas jurídi-
co-positivos vigentes. Como quiera que las notas básicas conformadoras
de los sistemas jurídicos del presente han sufrido una profunda metamorfo-
sis, cuyos aspectos principales en el ámbito del sistema de los derechos
27 Kelsen, Hans, Allgemeine Theorie der Normen, ed. a cargo de K. Ringhofer y R. Wal-
ter, Viena, Manzsche Verlag-und Universitätsbuchhandlung, 1979, pp. 203 y ss.; véase
también cuanto expone en Reine Rechtslehre, cit., nota anterior, pp. 196 y ss., así como 228
y ss.
28 Kelsen, Hans y Klug, Ulrich, Rechsnormen und logische Analyse. Ein Briefwechsel
1959 bis 1965, Viena, Franz Deuticke, 1981 passim)
440 ANTONIO-ENRIQUE PÉREZ LUÑO
IV. BIBLIOGRAFÍA
443
444 JUAN LUIS REQUEJO PAGÉS
bre sindicación puede limitarse o exceptuarse por ley para los militares por cuanto es esa
una posibilidad contemplada en el artículo 28.1 de la CE.
9 STC 140/1986, del 11 de noviembre.
10 Otto, I. de, Derecho constitucional. Sistema de fuentes, Barcelona, Ariel, 1987, p.
117.
11 Bastida Freijedo, F. J., La libertad de antena, Barcelona, Ariel, 1990, p. 31.
12 STC 140/1986, de 11 de noviembre.
13 Bastida Freijedo, F. J., op. cit. nota 11 (loc. cit.). STC 76/1983, del 5 de agosto.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 447
20 El decreto-ley y el decreto legislativo, aunque para cada una de estas formas normati-
vas existen límites constitucionales que relativizan su importancia en las tareas de configu-
ración de los derechos fundamentales. El artículo 82.1 de la CE excluye la posibilidad de
delegación legislativa en materia reservada a la ley orgánica; por su parte, el artículo 86.1
de la CE hace imposible la emisión de un decreto-ley que afecte “a los derechos, deberes y
libertades de los ciudadanos regulados en el título I”. Sin embargo, el término afectar ha
sido interpretado en la jurisprudencia como sustancialmente distinto al de desarrollo utili-
zado por el artículo 81.1 de la CE, lo que hace posible la participación del decreto-ley en ta-
reas configuradoras de derechos fundamentales, aunque siempre dentro de los límites esta-
blecidos en el artículo 53.1 de la CE. STC 111/1983, del 2 de diciembre.
450 JUAN LUIS REQUEJO PAGÉS
21 STC 83/1984, del 24 de julio. En esa misma línea, SSTC 225/1993, del 8 de julio;
26/1994, del 27 de enero; 120/1994, del 25 de abril.
22 Por ejemplo, la posibilidad de suspender para personas determinadas los derechos re-
conocidos en los artículos 17.2 y 18.2 y 3 de la CE, en relación con investigaciones sobre
actuación de bandas armadas o elementos terroristas.
23 En los casos de declaración del estado de excepción o de sitio cabe suspender deter-
minados derechos, enumerados en el artículo 55.1 de la CE. Asimismo, el derecho a la vida
puede no ser incondicionado en tiempos de guerra (artículo 15, CE).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 451
tampoco para lo que supone el trazado de las líneas básicas y las directrices
del orden social y estatal33. Por lo demás, y pese al enunciado literal de mu-
chos preceptos constitucionales, ha de entenderse que las habilitaciones al
Poder Judicial para la privación individual de determinados derechos en-
cierran un implícito mandato al legislador para el establecimiento previo
de los supuestos y condiciones en que esa privación es posible.34
La reserva constitucional en favor de la ley no se integra en el contenido
del derecho fundamental, sino que constituye una garantía del derecho ya
configurado. Ello supone que no quepa hablar, en principio, de un derecho
al rango por parte de los titulares de los derechos fundamentales. La excep-
ción la constituirían, con todo, las reservas previstas para el derecho sancio-
nador (artículo 25.1, CE) y para la imposición de prestaciones personales o
patrimoniales (artículo 31.3, CE). Ello no obstante, el Tribunal Constitu-
cional ha reconocido el derecho al rango en dos supuestos diferentes,
tratar de establecer una relación entre el lenguaje que utilizan las disposicio-
nes normativas y... el metalenguaje o ideas generalizadas y convicciones ge-
neralmente admitidas entre los juristas... El tipo abstracto del derecho pre-
xiste conceptualmente al momento legislativo y en este sentido se puede
hablar de una recognoscibilidad de ese tipo abstracto en la regulación con-
creta.
hablar de una esencialidad del contenido del derecho para hacer referencia a
aquella parte del contenido del derecho que es absolutamente necesaria para
que los intereses jurídicamente protegibles, que dan vida al derecho, resul-
ten real, concreta y efectivamente protegidos. De este modo, se rebasa o se
desconoce el contenido esencial cuando el derecho queda sometido a limita-
ciones que lo hacen impracticable, lo dificultan más allá de lo razonable o lo
despojan de la necesaria protección.39
39 Ambos caminos, continúa la STC 11/1981, “no son alternativos, ni siquiera antitéti-
cos, sino que, por el contrario, se pueden considerar como complementarios, de modo que...
pueden ser conjuntamente utilizados para contrastar los resultados a los que por una u otra
vía pueda llegarse”.
40 STC 105/1992, del 1o. de julio.
41 STC 39/1986, del 31 de marzo, que califica como contenido añadido al esencial cier-
tas facultades legales concedidas a los sindicatos por voluntad del legislador.
42 Jiménez Campo, J., op. cit., nota 4, p. 71.
456 JUAN LUIS REQUEJO PAGÉS
43 Aunque hay resoluciones del Tribunal que hablan de “derecho a la igualdad” (STC
5/1992, de 16 de febrero), o, extrañamente, de “titularidad del principio de igualdad por
parte de los entes públicos” (STC 125/1992, del 28 de septiembre).
44 SSTC 70/1983, del 26 de julio; 119/1987, del 9 de julio; 38/1995, del 13 de febrero.
45 En relación con cuanto sigue cfr. Jiménez Campo, J., op. cit., nota 4, pp. 74-80.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 457
46 La STC 169/1993, del 27 de mayo, habla, por ejemplo, de “razones de interés públi-
co” como suficientes para justificar una determinada delimitación legislativa del derecho a
la tutela judicial efectiva sin indefensión. En el caso, se trataba de juzgar la constitucionali-
dad de una norma que establecía límites a la embargabilidad de determinados créditos de
los contratistas de obras públicas frente a la administración.
47 Jiménez Campo, J., op. cit., nota 4, p. 76. Como ejemplo de los efectos perversos que
pueden derivarse de la utilización de la técnica de la proporcionalidad, cita este autor la
STC 77/1985, del 27 de junio, que fundamentó la constitucionalidad del artículo 21.2 de
la Ley Orgánica del Derecho a la Educación —según el cual no podían ser titulares de cen-
tros privados docentes quienes tuvieran antecedentes por delitos dolosos— en la necesidad
de proteger a la juventud y a la infancia; esto es, aplicó un límite sólo previsto en el artículo
20.4 de la CE para las libertades de comunicación y con ello justificó la privación del dere-
cho fundamental reconocido en el artículo 27.1 de la CE a una categoría abstracta de perso-
nas (contrariando, además, el principio constitucional de reinserción). Un ejemplo de pro-
ceder en contrario —y, en mi opinión, correcto— por parte del Tribunal lo ofrece la STC
141/1988, del 12 de julio.
458 JUAN LUIS REQUEJO PAGÉS
Pedro RIVAS*
I. INTRODUCCIÓN
461
462 PEDRO RIVAS
ma liberal y que por tanto se funda en una ideología concreta, pueda impe-
dir la difusión de ideologías contrarias. Ni tampoco que semejante actitud
la convierta de inmediato en una sociedad no liberal. Se ha sostenido que la
expresión de determinadas opiniones o ideas puede provocar, en el caso de
convertirse en mayoritarias, e incluso sin ello, un daño a determinados de-
rechos fundamentales como la vida, la igualdad, las libertades más bási-
cas… Ahora bien, la duda es si esta posibilidad es una razón suficiente,
desde la perspectiva de una sociedad liberal, para prohibirlas. Las dificulta-
des aumentan si nos interrogamos sobre la posibilidad de probar con certe-
za dicho daño: ¿es el género de daño que no debe soportarse, o más bien
una sociedad liberal debe soportarlo si quiere seguir siendo tal? Como se
ve, los problemas expuestos nos pueden inducir a la perplejidad de plan-
tearnos si puede una sociedad liberal defenderse a sí misma sin traicionar
sus propios fundamentos. O incluso, podríamos inquirir si necesita una so-
ciedad liberal defenderse del daño que puede crearle la difusión de ideolo-
gías, opiniones o creencias contrarias a ella misma.
Cuando hablamos de “sociedad liberal” nos estamos refiriendo a aquella
para la cual los principios fundamentales son la autonomía de la voluntad y
el principio de daño. El primero no parece necesario formularlo más allá de
su propio enunciado. El segundo no es más que una manera de limitar el
primero de cara más bien a poder hacerlo efectivo. Su formulación más clá-
sica se encuentra en John Stuart Mill: “el único fin por el cual es justificable
que la humanidad, individual o colectivamente, se entrometa en la libertad
de acción de uno cualquiera de sus miembros es la propia protección”.1
Estos principios están presentes en el imaginario de los miembros de las so-
ciedades liberales actuales. De forma tal que las concepciones del bien que
cada uno tenga quedan fuera del ámbito público. La protección de la que ha-
bla el principio de daño se refiere a nuestro entender a aquellas realidades
necesarias para que cada uno desarrolle libremente sus propias concepcio-
nes del bien. Por tanto, se trataría de proteger la vida, la libertad, la propie-
dad, etcétera.
Las diferencias que encontramos en el modo de resolver el problema en
las sociedades liberales actuales muestra al menos su complejidad. En prin-
cipio, la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las For-
1 Mill, J. S., On Liberty (1859), en Collected Works of J. S. Mill, vol. XVIII, University
of Toronto Press, 1977. Se emplea la traducción castellana de P. de Azcárate, Sobre la li-
bertad, Madrid, Alianza, 1970, p. 65.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 463
haya provocado una literatura inmensa durante este siglo en un país cuya
historia está marcada por la cuestión racial.9
En España, el debate sobre esta cuestión se ha avivado con los brotes de
xenofobia surgidos durante los últimos años, a raíz del incremento masivo
de la emigración, y con la existencia de una ideología que apoya la violen-
cia terrorista. Existen dos sentencias del Tribunal Constitucional que, aun-
que no tratan ninguno de estos dos asuntos concretos, ofrecen criterios para
afrontar este particular de modo general. A continuación se analizarán di-
chas sentencias como punto de partida para tratar luego de responder a las
preguntas que nos hemos formulado.
¿Los judíos?… evidentemente, si hay tantos ahora, resulta difícil creer que
hayan salido tan vivos de los hornos crematorios... El problema con los ju-
díos es que quieren ser siempre las víctimas, los eternos perseguidos, si no
tienen enemigos, los inventan... Falta un líder; ojalá que viniera un día el
hombre idóneo, aquel que podría salvar a Europa… Pero ya no surgen hom-
bres como el Führer… hace dos años que hay una recompensa en los Estados
Unidos, para aquel que aporte pruebas de las cámaras de gas. Son 50 millo-
nes de dólares y todavía no ha ido nadie a recogerlos.
El TC afirma que
En el presente caso, donde se trata del pueblo judío, “parece justo que si
se le ataca a título colectivo, pueda defenderse en esa misma dimensión co-
lectiva y que también estén legitimados para ello, por sustitución, personas
naturales o jurídicas de su ámbito cultural y humano” (FJ 3). El propio TC
afirma que lo que está haciendo es seguir el criterio de la STC 214/91 sobre
legitimación activa, aunque con un planteamiento inverso.
Acerca de si hubo o no lesión del derecho al honor, el TC recuerda que
“al resguardo de la libertad de opinión cabe cualquiera, por equivocada o
peligrosa que pueda parecer al lector, incluso las que ataquen al propio sis-
tema democrático” (FJ 2). Pero, respecto al derecho al honor, afirma que el
denominador común de los ataques al mismo es “el desmerecimiento de la
consideración ajena como consecuencia de expresiones proferidas en des-
crédito o menosprecio de alguien o que fueren tenidas en el concepto públi-
co por afrentosas” (FJ 3). De nuevo, se recuerda la labilidad y fluidez del
contenido del derecho al honor y su dependencia de las normas, valores e
ideas sociales vigentes.
En el caso concreto, el TC aprecia “una actitud racista, contraria al con-
junto de valores protegidos constitucionalmente” (FJ 5). Como vehículo de
un mensaje racista se emplean recursos pornográficos, desprovistos de cual-
quier valor socialmente positivo, con un lenguaje de odio y una carga de
hostilidad que incita directa o subliminalmente a la violencia. Todo esto
“está en contradicción con los principios de un sistema democrático de
convivencia pacífica y refleja un claro menosprecio de los derechos funda-
mentales” (FJ 5). Por tanto, un uso de la libertad de expresión como el en-
juiciado, que niega la dignidad humana, “núcleo irreductible del derecho al
honor en nuestros días, se sitúa por sí mismo fuera de la protección consti-
tucional” (FJ 5).
470 PEDRO RIVAS
11 Acerca de la cuestión de los conflictos entre derechos fundamentales puede verse por
su interés Cianciardo, J., El conflictivismo en los derechos fundamentales, pról. de Pedro
Serna, Pamplona, Eunsa, 2000, así como Serna, P. y Toller, F. M., La interpretación consti-
tucional de los derechos fundamentales. Una alternativa a los conflictos de derechos, cit.,
nota 7, y la bibliografía allí citada.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 471
12 Cfr., Serna, P., “Dignidad de la persona: un estudio jurisprudencial”, cit., nota 10, pp.
161 y 162.
13 Estas cursivas y las siguientes son añadidas.
472 PEDRO RIVAS
Ahora bien, falta por determinar cuál es entonces la igualdad que no se pue-
de negar, qué género de discriminación no es manifestable. O, dicho de
otro modo, hay que establecer cuándo se están negando directa o indirecta-
mente los derechos fundamentales de un colectivo determinado. Una ideo-
logía puede negar la democracia de partidos o la prohibición de la censura
previa o similares. Pero, cabe la duda de si puede negar la igualdad ante la
ley o si puede defender la discriminación por razones que prohibe el artícu-
lo 14. Hay “discriminación positiva” en razón de diferentes condiciones
que aparecen en el artículo 14. Entonces, ¿cómo distinguir una discusión
entre opiniones sobre discriminaciones y la directa negación de la igualdad
o, mejor dicho, la defensa de una discriminación que no se puede permitir?
Por lo visto, parece que la ideología o la opinión que no puede expresarse
sería aquella que rechaza reconocer a determinados seres humanos su con-
dición de sujeto de los derechos fundamentales. De esta forma, el TC pasa-
ría de la igualdad en el sentido de derecho fundamental a no ser discrimina-
do a la igualdad como fundamento del derecho.14
Lógicamente, esta prohibición sacrifica en alguna medida la autonomía
de unos para preservar la de otros. En perspectiva puramente liberal, nos
quedaría de nuevo juzgar según el daño. Sin embargo, para cerrar nuestra
argumentación hay que dar un paso más que en parte ya se ha adelantado.
En realidad, el intento de juzgar las opiniones por los daños que producen
podría dejar impunes algunas acciones como las que juzga el TC. En una
sociedad donde no todos son iguales ante la ley o no todos son sujetos de
derechos fundamentales, las declaraciones que estamos considerando ayu-
dan a perpetuar un daño manifiesto a unos individuos concretos. Pero, don-
de no se dan esas circunstancias, no parece que se produzca realmente un
daño por manifestarse esa ideología. En efecto, como hemos visto en los
ejemplos ideados anteriormente, en muchos casos no parece posible obser-
var tal daño. Por lo visto hasta ahora, no se puede, desde una perspectiva li-
beral, prohibir tales declaraciones si no dañan. Resulta complejo sostener
toda la teoría del daño, porque depende de un juicio de tipo sociológico.
Con la dificultad añadida, en muchas ocasiones, de tener que demostrar
que hay una relación directa entre determinados juicios y las subsiguientes
conductas lesivas. Más aún, resulta difícil de valorar todo esto en una so-
14 Sobre esta cuestión, puede verse Cotta, S., El derecho en la existencia humana, Pam-
plona, Eunsa, 1987, pp. 44-53, y Hervada, J., Lecciones propedéuticas de filosofía del de-
recho, Pamplona, Eunsa, 1992, pp. 210-212.
476 PEDRO RIVAS
V. CONCLUSIÓN
15 Cfr., Cruz Prados, A., Ethos y polis: bases para una reconstrucción de la filosofía po-
lítica, Pamplona, Eunsa, 1999, p. 353.
16 Idem.
17 Ibidem, p. 357.
PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL ESPECIAL:
NIÑOS, ADOLESCENTES Y ANCIANOS
479
480 NÉSTOR PEDRO SAGÜÉS
2 Cfr. Tripier, Louis, Constitutions qui ont régi la France, París, Bulletin de la Législa-
tion Française, 1872, p. 320. La Constitución de 1848 proclamó entre otros beneficios para
los trabajadores la igualdad en las relaciones entre patronos y obreros, y políticas de pleno
empleo mediante obras públicas nacionales, igualmente en su artículo 13.
3 Véase por ejemplo la regulación de la jornada laboral que hizo la Constitución mexi-
cana de Querétaro según la edad del trabajador, de 12 a l6 años, y la prohibición de contratar
laboralmente a menores de 12, en su artículo 123.
4 Una de las notas del neoconstitucionalismo es su preocupación, más que por limitar el
poder del Estado, de tutelar los derechos fundamentales. Véase Comanducci, Paolo, “For-
mas de (neo)constitucionalismo. Un análisis metateórico”, en Carbonell, Miguel (ed.),
Neoconstitucionalismo(s), 2a. ed., Madrid, Trotta, 2005, p. 85.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 481
11 Véase por ejemplo autores varios, Derecho de menores, Rosario, Juris, 1992; Córdo-
ba, Eduardo, Universo jurídico del menor, Córdoba (Argentina), Lerner, 1994; Feldman
Gustavo, Los derechos del niño, Buenos Aires, Ciudad Argentina, 1998, cit. por Gerosa Le-
wis, Ricardo T., Temas de derecho constitucional, cit., nota 6, p. 94; Ramidoff, Mario Luis,
Liçoes de directo da crianza e do adolescente, Curitiba, Jurua, 2006, p. 25.
12 Cfr. Dabove Caramuto, María I., Los derechos de los ancianos, Buenos, Aires Ciudad
Argentina, 2002; López Aranguren, Eduardo, “Los derechos de la tercera edad”, Derechos
y Libertades, Madrid, núm. 2, 1993.
13 Sobre la expresión “bloque de constitucionalidad”, que no es unívoca, nos remitimos
a Sagüés, Néstor Pedro, Teoría de la Constitución, Buenos Aires, Astrea, 2004, pp. 233 y
234, y Manili, Pablo Luis, El bloque de constitucionalidad, Buenos Aires, La Ley, 2003, p.
283.
484 NÉSTOR PEDRO SAGÜÉS
14 Ramidoff, Mário Luiz, Liçoes de directo da crianza e do adolescente, cit., nota 11,
p. 26.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 485
16 Aunque son pocas las Constituciones que enuncian para los ancianos ese derecho, el
mismo está asumiendo hoy día una importancia relevante. Se vincula con la idea del libre
desarrollo de la personalidad del individuo, o “principio de vida independiente”, que le per-
mite al anciano escoger su conducta. Idénticas consideraciones pueden formularse sobre los
discapacitados. Con relación a los menores, el tema es desde luego más debatido. Véase por
ejemplo Asís Roig, Rafael de, “Derechos humanos y discapacidad”, cit., nota 5, pp. 43 y ss.
Con los ancianos el tema se conecta de modo particular con su derecho a escoger dónde vi-
vir, frente a la internación, de hecho a menudo forzosa, dispuesta v. gr. por sus familiares en
geriátricos. Véase también Davobe Caramuto María I., Los derechos de los ancianos, cit.,
nota 12, p. 400, cuando desarrolla “la necesidad de asegurar a cada anciano el espacio de li-
bertad que necesita para personalizarse”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 493
IX. EVALUACIÓN
27 Sobre el tema, Sagüés Néstor, Pedro, Elementos de derecho constitucional, 3a. ed.,
Buenos Aires, Astrea, 1999, t. 2, pp. 880 y ss.
500 NÉSTOR PEDRO SAGÜÉS
X. CONCLUSIONES
I. PLANTEAMIENTO
503
504 JOSÉ LUIS SOBERANES FERNÁNDEZ
hay libertad; es lo dado. Esta potencia se hacía libre hasta que entraba en
contacto con la razón, entonces se convertía en la voluntas ut ratio.
Las éticas liberales han heredado la visión kantiana de identificar la vo-
luntad con el libre arbitrio; como consecuencia, han identificado la autono-
mía con la dignidad. En efecto, todas las declaraciones de derechos funda-
mentales propugnan por la igualdad, mas esta igualdad es la de aquellos
que ya tienen actualmente cierta libertad. Ahora bien, si no queremos faltar
a la verdad, tenemos que decir también que para el autor de la Crítica de la
razón práctica, la dignidad personal no era un concepto cualitativo, sino
absoluto e intrínseco a la naturaleza humana; en este sentido, todo hombre
era persona.
Esta autorreferencialidad del concepto contemporáneo de libre arbitrio
trae como consecuencia una idea falsa de subjetividad, porque, como he-
mos dicho, sólo se reconocen derechos a las personas que disfrutan por lo
menos de una incipiente autonomía. Por otra parte, aparece la tendencia de
equiparar dignidad con capacidad verbal y explícita o, al menos percepti-
ble, de comunicación. En definitiva: se olvida la realidad relacional inhe-
rente a la libertad.
La dignidad se vuelve un concepto relativo. Su fuerza reside únicamente
en la inviolabilidad que tiene frente a terceros. Pero esta fuerza tiene como
condición de posibilidad el que la sociedad o un grupo de representantes de
ella la hayan querido atribuir a un ser humano concreto.
Después de esta larga introducción, donde hemos analizado la evolu-
ción histórica del concepto libertad y hemos explicado y criticado los pila-
res fundamentales de las éticas de corte liberal, nos toca hablar de la euta-
nasia.
lengua la entrada del vocablo es bastante reciente. Data, según Juan Coro-
minas,11 de 1925.
Es bien conocida la etimología griega de este término: “eu” significa
bueno y “thanatos”, muerte. Sin embargo, su significado es sumamente
equívoco porque se encuentra ideologizado.12 Para los antiguos, la “buena
muerte” por antonomasia es la de Sócrates, quien sacrifica su vida por un
bien superior: la verdad. Para los medievales, una muerte digna es la que
corona una vida de logros. El medieval no quería morir repentinamente;
antes bien, quería ir preparando su muerte en el continuo sacrificio por los
ideales. En una palabra: toda su vida era una preparación para una muerte
santa; y una muerte lenta podía convertirlo o purificarlo. Había, para hablar
con su terminología, un ars moriendis, un arte para el bien morir. Para
nuestra cultura, por el contrario, la muerte se ha convertido en un tabú.
Mientras menos se medite en ella, mejor. La reflexión sobre el propio fene-
cimiento se ha vuelto incómoda.13 La mejor muerte para nuestra cultura es
la que llega repentinamente y de forma definitiva.14 Este fenómeno del ol-
vido de la muerte trae aparejado un escepticismo respecto de la superviven-
cia personal. Nos dice Max Scheler: “El tipo de hombre moderno no hace
gran caso de la supervivencia, fundamentalmente, porque niega en el fondo
el núcleo y la esencia de la muerte”.15
La “buena muerte”, en su acepción contemporánea, tiene que ver mucho
con el concepto moderno de libertad que arriba analizamos. Si el único de-
recho absoluto es la libre voluntad, entonces, debe existir un derecho a
decidir sobre la muerte personal en caso de necesidad. Es decir: la base fun-
damental de la eutanasia es el poder irrestricto de disponer de la propia
vida. De ahí que algunos autores sustituyan el término eutanasia por el de
“suicidio asistido” o “suicidio pusilánime”.
La actual utilización del término eutanasia es muy reducido. Es curioso
que en ninguna de sus modernas acepciones “se remita a la culminación de
la vida, a la imagen que el hombre deja en la memoria de los hombres, o in-
11 Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, 3a. ed., Madrid, Gredos, 1987.
12 Véase Serrano, op. cit., nota 10, pp. 31 y ss.
13 “Así, por ejemplo, y respecto a la conciencia en el momento de la muerte, mientras
que el ideal medieval fue la muerte consciente y el horror estaba representado por la muerte
súbita, en el presente el ideal es la muerte indolora y, a ser posible, sin enterarse”, ibidem, p.
34.
14 Ibidem, p. 35.
15 Muerte y supervivencia, trad. de Xavier Zubiri, Madrid, Encuentro, 2001, p. 16.
514 JOSÉ LUIS SOBERANES FERNÁNDEZ
cluso a la coherencia con algún valor libremente asumido”.16 Todo esto po-
dría verse en la idea de buena muerte clásica, pero difícilmente en una euta-
nasia del presente.
Es difícil encontrar una definición contemporánea de eutanasia. Sobre
todo porque se la ha intentado definir desde diversas ciencias, lo que trae
como consecuencia un acento en tal o cual aspecto. Analizaremos algunas
definiciones que, a nuestro modo de ver, reúnen los elementos necesarios
para una definición integral de la eutanasia.
La primera es la que da el profesor Jesús Ballesteros: “muerte provocada
de modo activo o pasivo para evitar los sufrimientos del enfermo”.17 Enri-
que Sánchez nos dice que eutanasia son “aquellas intervenciones —me-
diante acciones u omisiones— que en consideración a una persona, buscan
causarle la muerte para evitar una situación de sufrimiento, bien a petición
de éste, bien al considerar que su vida carece de la calidad mínima para que
merezca el calificativo de digna”.18 Ana María Marcos del Cano, por su
parte, define la eutanasia como “la acción u omisión que provoca la muerte
de una forma indolora a quien, sufriendo de una enfermedad terminal de
carácter irreversible y muy dolorosa, la solicita para poner fin a sus sufri-
mientos. Mencionaremos, por último, la de Edmund D. Pellegrino, quien
acentúa el lado activo de la eutanasia y la inclusión expresa del personal
médico: “la muerte intencional de un paciente por un médico, con el con-
sentimiento del paciente, sin el consentimiento por ser éste imposible, o
cuando el consentimiento es posible pero no se solicita”.19
Sergio Cotta, en su artículo Aborto ed eutanasia: un confronto, exige de
una definición de eutanasia cuatro condiciones: 1) Que sea decida volunta-
riamente por el sujeto. 2) Que sea reclamada de un tercero. 3) Que no sea
configurable como el rechazo de medios curativos extraordinarios o incier-
tos respecto a su capacidad curativa. 4) Que no sea configurable como eu-
tanasia lenitiva, es decir, consecuencia del uso de fármacos con funciones
puramente antidoloríficas y no curativas.20
21 Véase Serrano, op. cit., cap. 6: “La relevancia de la voluntad del paciente”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 517
En una sociedad tecnificada como la nuestra, donde todo se mide por los
criterios de eficiencia y eficacia, se tiende a deshumanizar la visión que se
tiene del hombre, pues se le quiere medir a partir de estos dos patrones. Si
no cumple con los “estándares propios” de funcionamiento deja de ser va-
lioso. Parecería ser que, desde esta postura, el hombre vale lo que funciona,
como si fuera una máquina.23
Las circunstancias adversas en las que se puede encontrar una persona
forman parte esencial de la experiencia humana; querer negar esto es negar
al hombre como tal. Si la opción vital fundamental es evitar el sufrimiento,
entonces el suicidio es lo razonable. Se olvida que las situaciones de depen-
dencia o debilidad no sólo son estados destructivos; también pueden ser esta-
dos enriquecedores. La mayoría de los hombres que han existido en el pasa-
do no han aceptado la visión hedonista del dolor y el sufrimiento, presente
con fuerza en la moderna cultura occidental.
La fragilidad humana siempre ha estado presente en la moralidad de oc-
cidente, al menos desde la descripción homérica. De ahí que MacIntyre, al
hablar de los factores de la moralidad heroica, nos diga: existe “un concep-
to de la condición humana como frágil y vulnerable por el destino y la
muerte, tal que ser virtuoso no es evitar la vulnerabilidad y la muerte, sino
más bien darles lo que es debido”.24
Considerar genéricamente el dolor como un criterio para medir la digni-
dad, es un grave error. A nuestro modo de ver, lo auténticamente indigno es
fundar la dignidad del hombre en su capacidad para sentir placer o dolor.
Pensar que la dignidad de la persona reside en una serie de característi-
cas físicas, medibles y cuantificables, y que se pueden perder en ciertas si-
tuaciones, lleva a la incapacidad de dar un sentido a la muerte. Por una par-
te, “se la ignora y se aleja de la conciencia, de la cultura, de la vida y sobre
todo, se la excluye como criterio de verdad y de valoración de la existencia
cotidiana; por otra, se la anticipa para escapar a su choque frontal con la
conciencia”.25 Con el dolor ocurre lo mismo.
23 Sabemos que la era tecnocientífica heredó valores que le son propios, como la pro-
ductividad, la efectividad, la eficacia y la rentabilidad, que conviven mal con la improducti-
vidad, la ineficacia y el fracaso que acompañan inevitablemente a la muerte. ¿Cómo es po-
sible entonces que la muerte ocupe aún un sitio natural en un universo que desborda
energías inagotables y rezuma un activismo creador ilimitado? Baudin, J. L. y Blondeau,
D., La ética ante la muerte y el derecho de morir, Barcelona, Herder, 1995, pp. 21 y 22.
24 Tras la virtud, Madrid, Crítica, 2004, p. 164.
25 Sgreccia, Elio, Manual de bioética, México, Diana, 1996, p. 594. Las cursivas son mías.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 519
Humanidad, por tanto, no es, como animalidad, tan sólo un concepto abs-
tracto para designar un género, sino simultáneamente el nombre de una con-
creta comunidad personal, a la que no se pertenece por poseer ciertas carac-
terísticas constatables fácticamente, sino por mantener una vinculación
genealógica con la familia humana.28
27 Spaeman, R., Personas: acerca de la distinción entre algo y alguien, trad. de José
Luis del Barco, Navarra, EUNSA, 2000, p. 227.
28 Ibidem, p. 230.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 521
29 Ibidem, p. 231.
30 Ibidem, p. 232.
522 JOSÉ LUIS SOBERANES FERNÁNDEZ
31 Ibidem, p. 234.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 523
lo meramente posible le falta, al parecer, una condición para ser real. Pero
en esa medida es, justamente, imposible. Algo es posible cuando se dan to-
das las condiciones. Pero, en ese caso, también es real. En la potencia, en-
tonces, ya existe cierta actualidad.
El reconocimiento de una persona es una demanda absoluta. La incondi-
cionalidad de esta demanda no sería real si, siendo condicionada como tal,
su existencia de hecho dependiera de condiciones hipotéticas, como son
siempre las cualidades empíricas.32 La inteligencia humana siempre es in-
terpretativa (intelectus agens, componens et dividens), de suerte que no se
puede concluir una certeza plena y universal (un imperativo categórico,
por utilizar lenguaje kantiano) de la sola observancia aislada de lo empíri-
co. De aquí la necesidad de la filosofía, que alumbra la realidad de estos lí-
mites. Querer concluir de la captación meramente fáctica de ciertas cuali-
dades externas, la dignidad o indignidad de un ser humano es, a todas
luces, un error. Se olvida que el hombre tiende a interpretar lo que conoce,
y esta interpretación, si parte únicamente de lo sensible, está fatalmente in-
miscuida por la ideología del observador. He ahí un límite claro de la coop-
tación marcado por la filosofía.
VI. CONCLUSIONES
529
530 VÍCTOR FERRERES COMELLA
poder punitivo) a fin de asegurar el respeto de los derechos por parte de los
particulares.
La gran contribución del liberalismo, sin embargo, consiste en haberse
preocupado por el riesgo de que el Estado abuse de sus poderes y lesione
los derechos para cuya salvaguarda se ha erigido. Así, por ejemplo, existe
el riesgo de que el Estado, que debe proteger el derecho de propiedad frente
a los ataques de terceros, utilice su poder para privar a algunos individuos
de su propiedad (el Estado podría expropiar sin compensación, por ejem-
plo). Surge entonces la técnica constitucional: se somete al Estado a una
Constitución, que distribuye poder entre diversos órganos y pone restric-
ciones a su ejercicio en nombre de los derechos individuales. A través de
esta técnica, los derechos naturales se convierten en “derechos constitucio-
nales”.
En todo Estado liberal, pues, los derechos son fundamento y límite del
poder estatal. Ahora bien, la tradición de la Europa continental ha sido más
sensible a la idea del Estado como protector de los derechos que la tradi-
ción estadounidense. Aunque ambas tradiciones han reconocido el carácter
ambivalente del Estado (es decir, su capacidad para actuar como enemigo
potencial de la libertad y como amigo de ella, por utilizar los términos de
Owen Fiss),1 la concepción europea ha destacado el papel del Estado como
protector de los derechos, mientras que la estadounidense ha puesto mayor
énfasis en su potencial agresor.
La explicación de este contraste reside, en gran parte, en el diverso sig-
nificado de las dos grandes revoluciones liberales de finales del siglo
XVIII. La Revolución francesa utilizó al Estado para liberar a los indivi-
duos de los restos de feudalismo que persistían en la sociedad. Así, la
Asamblea Nacional que en agosto de 1789 aprobó la Declaración de Dere-
chos del Hombre y del Ciudadano, decretó al mismo tiempo la abolición de
las estructuras feudales que todavía se mantenían en Francia. La Revolu-
ción americana, en cambio, fue ante todo un acto de liberación frente al po-
der estatal, una revolución que no transformó radicalmente las relaciones
entre los particulares, las cuales se desarrollaban ya bajo los esquemas de
una sociedad liberal.2
1 Owen, Fiss, The Irony of Free Speech, Cambridge, Harvard University Press, 1996.
2 Este contraste entre América y Francia fue expuesto con brillantez por Tocqueville, Ale-
xis de, La democracia en America, 1835; Louis Hartz retomó más tarde esta idea en The Liberal
Tradition in America, San Diego, A Harvest/HBJ Book, 1955.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 531
Hasta aquí he trazado una distinción entre dos tradiciones políticas, am-
bas liberales, que ponen un énfasis diverso en el papel del Estado como
protector de los derechos. ¿Qué conexión existe entre la cuestión del papel
del Estado y la cuestión relativa a la eficacia de los derechos constituciona-
les en las relaciones entre particulares?
Desde un punto de vista conceptual, se trata de dos cuestiones distintas.
Pues una cosa es que los derechos fundamentales deban ser protegidos ac-
tivamente por el Estado frente a las agresiones de los particulares, y otra
muy distinta que la Constitución sea el medio adecuado para expresar las
normas que regulan las relaciones entre los particulares desde el punto de
vista de los derechos fundamentales.
En la práctica, sin embargo, ambas cuestiones están entrelazadas, pues
la tradición política de partida influye en la articulación de la correspon-
diente tradición constitucional. Si se concibe al Estado, ante todo, como un
enemigo potencial de la libertad, la Constitución se centrará en regular las
relaciones entre los individuos y el Estado. Si se pone el acento, en cambio,
en su papel como protector de la libertad frente a los ataques de terceros, se
acoge mas fácilmente la idea de que la Constitución debe regular las rela-
ciones entre los particulares, y no sólo las relaciones entre éstos y el
Estado.
Así, la tradición política de los Estados Unidos se refleja en la doctrina
constitucional de la state action, que exige la presencia de un acto estatal
para poder hablar técnicamente de una violación de un derecho constitu-
cional. En cambio, en algunos países europeos (en gran parte, por influen-
cia alemana) se acepta que los derechos constitucionales surten efectos en
las relaciones entre particulares. Se trata del llamado “efecto horizontal” de
los derechos, o “efecto para terceros” (Drittwirkung).5 En general, el Tribu-
nal Europeo de Derechos Humanos (en cuya jurisprudencia se expresan las
5 Acerca de esta doctrina, con referencias a los ordenamientos jurídicos de España y Ale-
mania, véase la obra de Bilbao Ubillos, Juan María, La eficacia de los derechos fundamentales
frente a particulares, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997. En gene-
ral, sobre el diverso modo en que distintos países tratan el problema del posible efecto horizon-
tal de los derechos, es muy interesante consultar el libro colectivo, editado por Sajó, András y
Uitz, Renáta, The Constitution in Private Relations. Expanding Constitutionalism, AJ Utrecht,
Eleven International Publishing, 2005.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 533
6 Dos sentencias extremas en este sentido son las que resuelven los casos “X, Y contra Ho-
landa” (1985), y “A contra Reino Unido” (1998). En ellas, el Tribunal Europeo exige al Estado
el uso del poder punitivo para proteger los derechos humanos en las relaciones entre particula-
res. En el primer caso, el Tribunal estima que la persona que forzó sexualmente a la recurrente
(una discapacitada síquica) violó su derecho a la integridad física y moral; y que el Estado, al no
perseguir penalmente al agresor, lesionó también este derecho. En el segundo caso, el Tribunal
sostiene que el padrastro que pegó al hijo con una caña, produciéndole lesiones físicas, violó su
derecho a no sufrir tratos degradantes; y que el Estado, al absolverle penalmente por estimar
como causa de justificación la potestad de los padres de castigar razonablemente a sus hijos,
vulneró también el derecho fundamental del hijo.
534 VÍCTOR FERRERES COMELLA
Por otro lado, en Alemania (el país más influyente en Europa en este
punto) la tesis dominante sostiene que los derechos constitucionales no
vinculan directamente a los particulares. En el famoso caso Lüth (7 BVerfGE
198, 1958), el Tribunal Constitucional alemán estableció como punto de parti-
da que los derechos constitucionales vinculan al Estado. Ahora bien, sostuvo
que la Constitución, al proteger derechos frente al Estado, garantiza al mismo
tiempo un “orden objetivo de valores” que debe ser tenido en cuenta en todas
las ramas del derecho, incluido el derecho privado. La consecuencia es que
tanto el legislador al regular las relaciones privadas, como el juez al interpretar
la legislación, deben tener en cuenta ese orden de valores. Si no lo hacen, le-
sionan los derechos constitucionales en juego. Y frente a sus decisiones cabe
reaccionar acudiendo al Tribunal Constitucional. Así pues, en la práctica se
garantizan los derechos en las relaciones entre particulares, pero se mantiene la
tesis de que, formalmente, los derechos vinculan sólo al Estado.
En suma, aunque es indudable que existe una importante diferencia en-
tre la tradición americana y la europea con respecto a la cuestión de si los
derechos constitucionales surten efectos en las relaciones entre particula-
res, existen algunos elementos en el seno de cada tradición que hacen un
poco más borrosa la contraposición entre ambas.
7 Frente a esta tesis de la vinculación directa se suele objetar, tanto en España como en
Alemania, que el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional (recurso previsto para pro-
teger los derechos fundamentales) sólo puede dirigirse contra un acto del poder público. Este
acto puede ser la sentencia del juez civil que resuelve un conflicto entre dos particulares de ma-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 535
nera incorrecta, por no tener en cuenta las consecuencias derivadas de los derechos consti-
tucionales en juego. Pero, en todo caso, es el acto del poder público, y no el acto del particu-
lar, el que es objeto de impugnación formal ante el Tribunal Constitucional. ¿Constituye
este dato un obstáculo para sostener la tesis del efecto directo de los derechos constituciona-
les frente a los particulares? A mi juicio, la respuesta es negativa, pues el mero hecho de que
un determinado instrumento procesal (el recurso de amparo) sólo esté previsto frente a ac-
tos del poder público nada dice acerca del efecto que la Constitución otorga a los derechos
frente a los particulares. Se puede sostener perfectamente que los derechos constitucionales
vinculan a los particulares; que, por esta razón, el juez debe reparar la lesión producida por
un particular en el derecho de otro; y que en el supuesto de que el juez no cumpla este deber
de manera satisfactoria, está abierto el recurso de amparo. El hecho de que sólo quepa re-
curso de amparo contra la decisión del juez no significa que antes de que el juez haya inter-
venido no haya habido una vulneración del derecho constitucional en cuestión por parte del
particular.
536 VÍCTOR FERRERES COMELLA
8 Así, las dos grandes controversias constitucionales del primer siglo y medio de historia
de los Estados Unidos se refirieron a conflictos pertenecientes a la “esfera privada”. En el deba-
te sobre la esclavitud, la cuestión era si el derecho de propiedad privada podía tener por objeto a
una persona. La Enmienda XIII constitucionalizó la respuesta negativa (se trata de la única
cláusula de la Constitución federal que reconoce un derecho frente a los particulares). La si-
guiente controversia versó sobre las relaciones entre los empleadores y los trabajadores asala-
riados. En Lochner vs. New York, 198 U.S. 45, 1905, el Tribunal Supremo hizo prevalecer los
derechos de propiedad privada y de libertad de contratación. Con el tiempo, sin embargo, esta
jurisprudencia dio paso a otra distinta, bajo la cual se permitió al Estado imponer restricciones a
esos derechos, en beneficio de los trabajadores.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 537
9 Sobre los inconvenientes de este modo de estructurar la carga argumentativa, algo diré
más adelante.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 539
sobre las leyes que regulan las relaciones entre los individuos y el Estado,
sino también sobre las que regulan las relaciones de los individuos entre sí.
10 La tradición del civil law ha concedido siempre mucha importancia al valor de la seguri-
dad jurídica. Véase Merryman, John Henry, The Civil Law Tradition. An Introduction to the Le-
gal Systems of Western Europe and Latin America, Stanford, Stanford Univerity Press, 1985,
pp. 48-55.
542 VÍCTOR FERRERES COMELLA
gar, las relaciones entre los particulares son constantes en la vida social, y
parece especialmente grave que en los diversos ámbitos de la vida cotidia-
na las normas relevantes ofrezcan pautas poco claras.
A mi juicio, esta objeción pone de relieve, acertadamente, la existencia
de un peligro para la seguridad jurídica si la constitucionalización del dere-
cho privado se produce sin técnicas jurídicas adecuadas. Ciertamente, el
derecho privado tradicional se ve “desestabilizado” en una primera etapa.
(Así, los jueces civiles y laborales de la República Federal alemana tuvie-
ron que reconstruir partes importantes del derecho privado alemán a partir
de la Constitución de 1949. Tanto la jurisprudencia como la dogmática tra-
dicional fueron objeto de revisión). Pero una vez que se empiezan a acumu-
lar precedentes y la doctrina empieza a adaptar las antiguas categorías a los
nuevos principios constitucionales, la seguridad jurídica queda debida-
mente protegida. Aunque el derecho se haga más “casuista”, van surgiendo
reglas que generalizan los factores a tener en cuenta, reglas que orientan
considerablemente al juez que ha de decidir en el futuro.
Es cierto que ello exige la existencia de una cultura jurídica, y de una es-
tructura del poder judicial, que constriña a los tribunales a ser coherentes al
resolver los diversos casos. Por desgracia, en algunos países estas con-
diciones no se dan. En España, por ejemplo, las contradicciones inter-
pretativas en el seno del Poder Judicial son a veces muy grandes, y los
mecanismos institucionales para hacerles frente son deficientes. Pero este
problema afecta a todo el sistema jurídico. Ante un derecho cada vez más
complejo, producido por un mayor número de órganos legislativos, la ne-
cesidad de unificar y estabilizar las interpretaciones judiciales es mayor. Si
existen mecanismos adecuados para asegurar este objetivo, la constitucio-
nalización del derecho privado no debe provocar ninguna crisis importante
para la seguridad jurídica. Si no existen, el problema es general, y no afecta
exclusivamente a la constitucionalización de esta rama del derecho.
pone a los individuos el deber de respetar los derechos de los demás. Esta
objeción puede provenir de dos posiciones distintas que, para simplificar,
podemos denominar “conservadora” y “progresista”.
La posición conservadora no quiere que la Constitución dote a los dere-
chos de eficacia frente a los particulares porque no desea que los derechos
de propiedad privada y de libertad de contratación se vean limitados. Así,
por ejemplo, sostiene que la Constitución no debe reconocer un derecho a
no ser discriminado en el mercado de alquileres, porque considera que el
propietario debe tener un derecho absoluto a decidir a quién alquilar su
piso.
La posición progresista, en cambio, admite la legitimidad de restringir el
derecho de propiedad privada y la libertad de contratación (para proteger
el derecho a no ser discriminado, por ejemplo). Pero sostiene que debe ser
la legislación, y no la Constitución, la que reconozca derechos frente a los
particulares. La razón es que existe una separación estructural que es cru-
cial para la libertad: la que separa la esfera pública de la privada. Si los de-
rechos constitucionales, originariamente previstos para regir en la esfera
pública, se extienden a la esfera privada, se difumina la necesaria separa-
ción entre ambas.11
A mi juicio, se comprende que los conservadores rechacen que la Cons-
titución atribuya efectos jurídicos a los derechos fundamentales en las rela-
ciones entre particulares. Pero no se comprende que semejante rechazo
provenga de las filas progresistas.
Para empezar, la constitucionalización de la esfera privada no significa
que no subsistan diferencias importantes entre las dos esferas. Cuando un
derecho reconocido en la esfera pública se extiende a la privada, sucede
con frecuencia que los particulares frente a los que se dirige ese derecho
son, a su vez, titulares de otros derechos. Se produce entonces un conflicto
de derechos que no se plantea en absoluto en la esfera pública, y que puede
ser resuelto de manera diversa según las circunstancias de cada tipo de
caso. La consecuencia es que el contenido específico de un mismo derecho
(a no ser discriminado, por ejemplo) será distinto según que se dirija frente
al Estado o frente a los particulares. La esfera privada no queda absorbida,
pues, por la pública.
11 Esta es la tesis de Cass Sunstein, por ejemplo: “On Property and Constitutionalism”,
Free Markets and Social Justice, Oxford, Oxford University Press, 1997, pp. 203-222.
544 VÍCTOR FERRERES COMELLA
nal. Basta con reconocer que existen otros derechos con los que éste entra
en colisión. Curiosamente, la tesis favorable a reconocer la eficacia de los
derechos en las relaciones entre particulares permite preservar el derecho
de propiedad privada dentro del catálogo de derechos constitucionales. Es
más: permite preservarlo como un derecho que no sólo limita al Estado, ¡sino
también a los propios particulares!
b) Puede ocurrir que el legislador “conservador” sobreproteja el derecho
a la propiedad privada y la libertad de contratación, frente a otros derechos
(el derecho a no ser discriminado por los particulares, por continuar con el
mismo ejemplo). Si la Constitución guarda silencio sobre estos últimos, no
existe posibilidad alguna de reaccionar frente a este desequilibrio. Pues,
desde un punto de vista constitucional, el legislador es libre de decidir si
otorga o no protección, y en qué grado, a intereses estatales o derechos in-
dividuales que no están reconocidos como tales en la Constitución.
Por todas estas razones, el progresista debería mostrarse favorable a que
en la Constitución figuren ciertos derechos con eficacia frente a los parti-
culares.
VIII. CONCLUSIÓN
I. INTRODUCCIÓN
547
548 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
dica de los inmigrantes. Esta resolución, que marca una tendencia hasta
nuestros días, establece definitivamente la eficacia directa de los derechos
fundamentales en las relaciones entre particulares.
Antes de dar inicio al análisis de la cuestión, quisiera dedicar este traba-
jo, como un humilde homenaje, al maestro Héctor Fix-Zamudio, uno de los
mayores impulsores del sistema interamericano de derechos humanos. Un
buen número de juristas mexicanos, como es mi caso, no hemos tenido la
oportunidad de asistir a una de las clases del maestro o conocerle personal-
mente. Sin embargo, su obra nos ha mostrado la senda del investigador se-
rio y exhaustivo, nos ha inculcado la pasión por el estudio de los derechos
fundamentales y los sistemas comparados; nos ha demostrado cómo ejer-
cer la libertad intelectual en un país tan poco dado a respetarla. En pocas
palabras, nos ha enseñado derecho constitucional. Son estos motivos los
que me obligan a dedicar el presente trabajo a mi maestro.
En los términos del artículo 1.1, los Estados parte, al suscribir la Con-
vención Americana, asumen una doble obligación. La primera se refiere al
respeto de los derechos y libertades reconocidos en la CADH, mientras
que la segunda implica garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos
fundamentales a toda persona sometida a su jurisdicción, obligación que
no se agota con la existencia de un orden normativo, sino que comporta la
necesidad de una conducta gubernamental que asegure la existen cia, en
la realidad, de una eficaz garantía del libre y pleno ejercicio de los derechos
humanos.8
En este orden de ideas, resulta claro que, en principio, es imputable al
Estado toda violación a los derechos reconocidos por la Convención, co-
metida por un acto del poder público o de personas que actúan prevalidas
6 El artículo 1.1. de la CADH, en la parte que ahora nos interesa, establece que “los
Estados partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades re-
conocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona…”. Este deber ge-
neral de respeto encuentra paralelo en otros tratados de derechos humanos, por ejemplo, el
artículo 2.1 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, o los artículos 2.1 y 38.1 de la Con-
vención sobre Derechos del Niño.
7 Caso Velásquez Rodríguez contra Honduras, sentencia sobre el fondo del 29 de julio
de 1988, fundamento 164.
8 Caso Godínez Cruz contra Honduras, sentencia sobre el fondo del 20 de enero de
1989, fundamento, 175; y caso Cantos contra Argentina, sentencia sobre el fondo del 28
de noviembre de 2002, fundamento 49.
552 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
9 Caso Velásquez Rodríguez contra Honduras, sentencia sobre el fondo del 29 de julio
de 1988, fundamento 172 (las cursivas son nuestras).
10 Caso Paniagua Morales contra Guatemala, sentencia sobre el fondo del 8 de marzo
de 1998, fundamento 91. Este caso también es conocido como de la Panel Blanca, debido a
que durante 1987 y 1988 miembros de la Guardia de Hacienda de Guatemala, fuertemente
armados, detenían por la fuerza a personas y las obligaban a subir a una furgoneta (panel)
blanca. Once de estas personas fueron torturadas, asesinadas y sus cuerpos fueron abando-
nados pocos días después de su detención en las calles de ciudad de Guatemala y sus alrede-
dores.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 553
12 El estudio más completo de esta materia, en lengua castellana, lo realiza Bilbao Ubi-
llos, J. M., Los derechos fundamentales en la frontera entre lo público y lo privado, Madrid,
McGraw-Hill, 1997. En lengua inglesa resultan imprescindibles las siguientes obras: Glen-
non, R. J. y Nowak, J. E., “State Action. Theories for Applying Constitutional Restrictions
to Activity”, Columbia Law Review, vol. 74, núm. 4, 1974, pp. 656-705; Nerken, I., “A
New Deal for the Protection of Fourteenth Amendment Rights: Challenging the Doctrinal
Bases of the Civil Rights Cases and State Action Theory”, Harvard Civil Rights-Civil Li-
berties Law Review, vol. 12, 1977, pp. 297-366; Chemerinsky, E., “Rethinking State
Action”, Northwestern University Law Review, vol. 80, 1985, pp. 503-557; Madry, A. R.,
“State Action and the Obligation of the States to Prevent Private Harm: the Rehnquist
Transformation and the Betrayal of Fundamental Commitments”, Southern California Law
Review, vol. 65, núm. 2, 1992, pp, 781-884; Krotoszynski, R. J., “Back to the Briarpatch: an
Argument in favor of Constitutional Meta-Analysis in State Action Determinations”, Mi-
chigan Law Review, vol. 94, núm. 2, 1995, pp. 302-347; Brooks, W., “The Privatization of
the Civil Commitment Process and the State Action Doctrine: have the Mentally ill been
Systematically Stripped of their Fourteenth Amendment Rights?”, Duquesne Law Review,
vol. 40, núm. 1, 2001, pp. 1-75; y Tushnet, M., “The Issue of State Action / Horizontal
Effect in Comparative Constitutional Law”, International Journal of Constitutional Law,
vol. 1, núm. 1, 2003, pp. 79-98.
13 398 U.S. 144 (1970).
14 257 U.S. 312 (1921).
15 383 U.S. 787 (1966).
16 489 U.S. 189 (1989).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 555
si el aparato del Estado actúa de modo que tal violación quede impune y no
se restablezca, en cuanto sea posible, a la víctima en la plenitud de sus de-
rechos, puede afirmarse que ha incumplido el deber previsto en el artículo
1.1. … Esta apreciación es válida cualquiera que sea el agente al cual pue-
da eventualmente atribuirse la violación, aun los particulares, pues, si sus
hechos no son investigados con seriedad, resultarían, en cierto modo, au-
23 334 U.S. 1 (1948). Shelley es uno de cuatro casos conocidos colectivamente como los
Restrictive Covenant Cases. Los otros tres casos son: McGhee vs. Sipes, Hurd vs. Hodge, y
Urciolo vs. Hodge. El caso Shelley vs. Kraemer se origina a partir de los siguientes hechos:
el 16 de febrero de 1911, 30 de un total de 39 propietarios de un inmueble de la ciudad de
Saint Louis, Missouri, firmaron y registraron un convenio. Éste establecía que “se restringe
el uso y la ocupación de la propiedad mencionada por el término de cincuenta años a partir
de esta fecha, de manera que se establece la condición, en todo tiempo y para las subsecuen-
tes transmisiones, de adherir al terreno, en forma precedente a su venta, la condición de que
ninguna parte o fracción de dicha propiedad será ocupada, por el término mencionado de
cincuenta años, por ninguna persona que no sea de la raza caucásica, pues se intenta evitar
el uso de la propiedad señalada por personas de las razas negra o mongólica”. En agosto de
1945, como consecuencia de un contrato de compraventa, los promoventes, de raza negra
—mediante una considerable suma— recibieron, de uno de los propietarios, una escritura
en la que se garantiza el título de propiedad sobre parte del predio en cuestión. El tribunal
que conoció del caso encontró que los promoventes no tuvieron conocimiento del convenio
restrictivo al tiempo de la compra. En octubre de 1945, propietarios de otras partes del in-
mueble sujetos a los términos del convenio restrictivo, demandaron en el Tribunal de Cir-
cuito de la ciudad de Saint Louis que se impidiera a los negros tomar posesión del predio, y
que se les privara del título de propiedad y se le revirtiera al vendedor, o a quien el tribunal
determinase. El tribunal negó la petición, con base en que el convenio restrictivo nunca lle-
gó a ser definitivo y completo, ya que fue intención de las partes que no entraría en vigor
hasta que fuese firmado por todos los propietarios, y nunca se obtuvieron las firmas de to-
dos ellos. El Tribunal Superior de Missouri revocó esta última resolución.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 559
24 Cfr., Wechsler, H., “Toward Neutral Principles of Constitutional Law”, Harvard Law
Review, vol. 73, 1959, p. 29; y Kennedy, D., “The Stages of Decline of the Public / Private
Distinction”, University of Pennsylvania Law Review, vol. 130, 1982, p. 1352.
25 351 U.S. 292 (1956).
26 396 U.S. 435, 445 (1970).
560 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
es que una doctrina de este tipo convertiría a la CIDH en una especie de tri-
bunal de apelaciones de las sentencias de los órganos judiciales internos.
Situación que provocaría graves roces con los Estados parte, que se aleja
radicalmente de su naturaleza y fines propios, y de la cual ha sido conscien-
te la CIDH desde sus primeras sentencias.27
Por este motivo, la responsabilidad estatal por vía de la convalidación
judicial y, en general, la búsqueda de implicaciones estatales, es abandona-
da por la Corte Interamericana como el elemento determinante para la vi-
gencia de los derechos fundamentales en las relaciones privadas.28 Un im-
portante número de casos, que llegan a su conocimiento a principios de
nuestra década y en los que de forma manifiesta es un particular el que le-
siona los derechos fundamentales, obligarán a la Corte a explorar nuevos
caminos en esta materia.
27 En este sentido, véase caso Suárez Rosero contra Ecuador, sentencia sobre el fondo
de 12 de noviembre de 1997, fundamento 37; caso Garrido y Baigorria contra Argentina,
sentencia sobre reparaciones de 27 de abril de 1998, fundamento 24; y caso Cesti Hurtado
contra Perú, sentencia sobre las excepciones preliminares de 26 de enero de 1999, funda-
mento 47.
28 En los últimos años sólo hemos logrado identificar tres casos relevantes en los cuales
la CIDH haya determinado la responsabilidad del Estado por haber dado cobertura, de for-
ma pasiva, a los actos de los particulares. Véase en este sentido, Juan Humberto Sánchez
contra Honduras (sentencia sobre el fondo de 7 de junio de 2003); 19 Comerciantes contra
Colombia (sentencia sobre el fondo del 5 de julio de 2004); y Masacres de Ituango con-
tra Colombia (sentencia sobre el fondo del 1o. de julio de 2006).
29 Nicholas Chapman Blake, periodista, y Griffith Davis, fotógrafo, residentes en Gua-
temala, partieron el 26 de marzo de 1985 rumbo a una pequeña aldea al sur del país. El obje-
tivo del viaje era recabar información para escribir un artículo sobre uno de los sectores de
la guerrilla guatemalteca. Ese mismo día fueron interceptados por la “Patrulla de Autode-
fensa Civil de El Llano”, una organización paramilitar formada por campesinos e indígenas
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 561
que efectuaba labores de patrullaje, defensa y control del movimiento guerrillero. Años más
tarde se determinó que los miembros de esta patrulla trasladaron a los estadounidenses a un
lugar despoblado para asesinarles e incinerar sus cuerpos para evitar que fueran descubier-
tos.
30 Cfr. Caso Blake contra Guatemala, sentencia sobre las excepciones preliminares del
2 de julio de 1996, fundamento 25. El Estado guatemalteco argumentó que las patrullas ci-
viles eran organizaciones comunitarias voluntarias que se originaron en las áreas del con-
flicto y que se encontraban integradas por los pobladores de esas zonas con el propósito de
defender sus vidas y pertenencias contra la subversión. Señaló que era natural que dichas
patrullas tuvieran vinculaciones estrechas con el Ejército, pero que eso no permitía presu-
mir que sus integrantes pertenecieran o tuvieran iguales funciones que las fuerzas armadas,
ya que los miembros de las patrullas no recibían remuneración alguna ni estaban sujetas a la
disciplina militar.
562 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
31 Caso Blake contra Guatemala, voto razonado del juez Cançado a la sentencia sobre el
fondo del 24 de enero de 1998, fundamentos 20-29, y voto razonado del juez Cançado a la
sentencia sobre reparaciones del 22 enero de 1999, fundamentos 24 y 27; caso Las Palme-
ras contra Colombia, voto razonado del juez Cançado a la sentencia sobre excepciones pre-
liminares del 4 de febrero de 2000, fundamento 7.
32 Caso Personas haitianas y dominicanas de origen haitiano en la República Domini-
cana, voto razonado del juez Cançado a la solicitud de medidas provisionales del 7 de agos-
to de 2000, fundamento 25.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 563
33 Caso Comunidad de Paz de San José de Apartadó contra Colombia, resolución sobre
medidas provisionales del 18 de junio de 2002, fundamento 11, y resolución sobre medidas
provisionales del 17 de noviembre de 2004, fundamento 13. El caso de la Comunidad de
Paz no sólo resulta relevante a efectos del objeto de nuestro trabajo, sino que también repre-
senta un hito en la jurisprudencia interamericana, ya que se admite por primera vez que las
medidas provisionales que puede otorgar la Corte alcancen a una pluralidad de personas
que, aunque no se les individualice previamente, estén colocadas, potencialmente, en la si-
tuación de ser víctimas. Véase respecto a la problemática colombiana el interesante trabajo
de Seagrave, A., “Conflict in Colombia: how can rebel forces, paramilitary groups, drug
traffickers, and government forces be held liable for human rights violations in a country
where impunity reigns supreme?”, Nova Law Review, vol. 25, núm., 2001, pp. 525-546.
34 Caso Comunidad de Paz … contra Colombia, voto concurrente del juez Cançado a la
resolución sobre medidas provisionales del 18 de junio de 2002, fundamento 14.
35 Caso de las Comunidades del Jiguamiandó y del Curbaradó contra Colombia, resolu-
ción sobre medidas provisionales del 6 de marzo de 2003, considerando 11, y resolución so-
bre medidas provisionales del 15 de marzo de 2005, considerando 8; caso del Pueblo indí-
gena de Kankuamo contra Colombia, resolución sobre medidas provisionales del 5 de julio
de 2004, considerando 11; y caso del Pueblo indígena de Sarayaku contra Ecuador, resolu-
564 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
La relación entre las normas de jus cogens y las obligaciones erga om-
nes, aspectos centrales en la argumentación de la Corte, no será debida-
mente abordada hasta la opinión consultiva 18/03, resolución que da ori-
gen a la tercera etapa de la jurisprudencia de la Corte en esta materia, por lo
que nos remitimos al siguiente apartado respecto a esta cuestión. Por ahora,
sólo nos importa dejar constancia de que en esta fase, la multidireccionali-
dad es, a juicio de la Corte, un rasgo que se puede predicar de todo el
catálogo de derechos fundamentales de la Convención Americana.
Por último, no debe llevar a confusión el hecho de que, en todos estos
casos, la Corte Interamericana, en los puntos resolutivos de las sentencias,
condene a los Estados a adoptar las medidas necesarias para la protección y
garantía de los derechos fundamentales violados. La imputación instru-
mental de la violación a los órganos públicos nacionales sólo cumple una
función procesal, a fin de articular correctamente el procedimiento conten-
cioso previsto en los artículos 61 y 62 de la CADH. Sin embargo, el juicio
que realiza la Corte Interamericana en esta segunda etapa de la jurispruden-
cia versa, invariablemente, sobre la adecuación de las actuaciones de los
particulares con los derechos fundamentales previstos en la Convención
Americana. Una vez que ha determinado la existencia de una violación de
este tipo, reitera la multidireccionalidad de los derechos exigida directa-
mente por el artículo 1.1 de la CADH, y conmina a los Estados a restituir el
derecho violado a través de los medios que sean necesarios para cada caso
concreto.36
La imputación directa a los particulares de la violación de los derechos
fundamentales es una constante desde 2003. Esta situación quedará defini-
tivamente asentada en la opinión consultiva 18/03, el verdadero leading
case de la doctrina interamericana de la Drittwirkung.
ción sobre medidas provisionales del 6 de julio de 2004, considerando 10. En este último
caso resulta importante resaltar que el particular que comete la violación ya no es un grupo
guerrillero o paramilitar, sino una simple empresa: la Compañía General de Combustible de
Argentina. Al personal de seguridad de esta empresa, que realiza explotaciones petroleras
en tierras de la comunidad indígena kichwa, se le imputa la violación del derecho de circu-
lación en detrimento de los miembros de este pueblo indígena.
36 En este sentido, caso Caballero Delgado y Santana contra Colombia, sentencia sobre
el fondo del 8 de diciembre de 1995, fundamento 69; caso Suárez Rosero contra Ecuador,
sentencia sobre el fondo del 12 de noviembre de 1997, fundamento 107; y caso Castillo Pe-
truzzi y otros contra Perú, sentencia sobre el fondo del 30 de mayo de 1999, fundamento
220.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 565
37 La propia Corte ha señalado que, a través de esta competencia, puede abordar la inter-
pretación de un tratado siempre que esté directamente implicada la protección de los dere-
chos humanos en un Estado miembro del sistema interamericano, aunque dicho instrumen-
to no provenga del mismo sistema regional de protección. Véase, por todas, la opinión
consultiva 1/82, del 24 de septiembre de 1982, solicitada por Perú, relativa al objeto de la
función consultiva de la Corte, fundamento 38. En este sentido, véanse los trabajos de Ven-
tura Robles M. y Zovatto, D., La función consultiva de la Corte Interamericana de derechos
humanos: naturaleza y principios, 1982-1987, Madrid, Civitas-Instituto Interamericano de
Derechos Humanos, 1989; Pasqualucci, J. M., “Advisory Practice of the Inter-american
Court of Human Rights: Contributing to the Evolution of International Human Righst
Law”, Stanford Journal of International Law, vol. 38, núm. 2, 2002, pp. 241-288; y Nikken,
P., “La función consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”, El sistema
interamericano de protección de los derechos humanos en el umbral del siglo XXI, San José
de Costa Rica, Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2003, t. I, pp. 161-184.
566 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
38 Cfr. opinión consultiva 18/03, fundamento 60. En este sentido véase, Silva Nava, C.
de, “La jurisprudencia, interpretación y creación del derecho”, Isonomía. Revista de Teoría
y Filosofía del Derecho, núm. 5, 1996, p. 22; Faúndez Ledesma, H., El sistema interameri-
cano de protección de los derechos humanos. Aspectos institucionales y procesales, San
José de Costa Rica, Instituto Interamericano de Derechos Humanos,1996, p. 453; Martín,
C., “La Corte Interamericana de Derechos Humanos: funciones y competencia”, Derecho
internacional de los derechos humanos, México, Universidad Iberoamericana, 2004, p.
266; y Ortiz Ahlf, L., “Fuentes del derecho internacional de los derechos humanos”, Dere-
cho internacional de los derechos humanos, cit., p. 47.
39 El procedimiento contó con la participación de doce Estados americanos, la Comi-
sión Interamericana, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, el Consejo
Centroamericano de Procuradores de Derechos Humanos, y nueve entidades de la sociedad
civil y de la academia de diversos países de la región.
40 535 U.S. 137 (2002). Este caso involucra a José Castro, un mexicano contratado en la
planta de la compañía Hoffman Plastic Compounds, ubicada en un suburbio de Los Ánge-
les, California. En 1989, cuando el señor Castro contribuyó a organizar un sindicato para
mejorar las condiciones de trabajo en la planta fue despedido. En enero de 1992, la National
Labor Relations Board (NLRB) decidió que tal despido era ilegal y ordenó el pago de sala-
rios caídos (back pay), y la reinstalación del señor Castro. En junio de 1993, durante la au-
diencia realizada ante un juez administrativo de la NLRB para determinar el monto del
pago de salarios caídos o de tramitación, el señor Castro declaró que nunca había sido admi-
tido legalmente ni autorizado para trabajar en los Estados Unidos. Debido a esta declara-
ción, el juez administrativo decidió que no se podía otorgar el pago de los salarios caídos, ya
que ello estaría en conflicto con la Inmigration Control and Reform Act de 1986. Esta ley
prohíbe que los empresarios contraten a trabajadores indocumentados, con conocimiento
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 567
de ello, y que los empleados utilicen documentos falsos para ser contratados. En septiem-
bre de 1998 la NLRB revocó la decisión del juez administrativo e indicó que la forma más
efectiva de fomentar las políticas de inmigración consistía en proporcionar a los trabajado-
res indocumentados las mismas garantías y recursos que la legislación laboral otorga a los
demás empleados. La NLRB decidió que aunque el trabajador indocumentado no tenía de-
recho a ser reintegrado, se le debían pagar los salarios caídos y los intereses acumulados por
los tres años de trabajo perdido, cantidad que ascendía a los 67,000 dólares. En 2001, la
Corte Federal de Apelaciones denegó la solicitud de revisión presentada por la compañía y
confirmó la decisión de la NLRB.
41 Esta decisión sigue la línea marcada por el caso Sure-Tan vs. National Labor Rela-
tions Board [467 U.S. 883 (1984)], en el cual se estableció que los trabajadores pueden ser
entregados al Servicio Nacional de Inmigración y Naturalización, aun cuando el motivo del
empleador para hacerlo sea el ejercicio de una represalia ilegal en contra de un trabajador
dedicado a una actividad protegida por la legislación laboral.
42 Es importante mencionar que la decisión, en el caso en estudio, deja intacto el dere-
cho a un salario mínimo y al pago de horas extra, de acuerdo con la Fair Labor Standards
Act, ya que sólo se refirió al pago de salarios caídos por trabajo no realizado.
568 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
hace pocos años por una comisión del Senado de la República.46 En cual-
quier caso, estas cuestiones desbordan el objeto de la investigación, por lo
que procederé, en primer término, a analizar la argumentación vertida por
la Corte Interamericana.
La Corte considera que a partir de las consideraciones planteadas por el
gobierno mexicano debe abordar las siguientes cuestiones: 1) la obligación
de respetar y garantizar los derechos humanos y el carácter fundamental
del principio de igualdad y no discriminación, 2) la aplicación de dicho
principio a los migrantes, 3) los derechos de los trabajadores migrantes in-
documentados, y 4) las obligaciones estatales en la determinación de las
políticas migratorias a la luz de los instrumentos internacionales de protec-
ción de los derechos humanos. Nuestro estudio se concentrará en el segun-
do y tercer puntos, los cuales contienen un buen número de argumentos
que permiten afirmar la eficacia directa de los derechos fundamentales en
las relaciones privadas.
La primera operación que realiza la CIDH se encamina a determinar si el
principio de igualdad y no discriminación puede ser calificado como de jus
cogens. A su juicio, dicho principio —al igual que en sentencias anteriores
lo había hecho respecto al derecho a la vida, la integridad personal o la libre
circulación de personas—, puede considerase, efectivamente, como impe-
rativo del derecho internacional general,
nal jus cogens: Issues of Law-Making”, European Journal of International Law, vol. 2,
1991, pp. 42-65.
49 Véase la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre Reservas a la
Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio del 28 de mayo de
1951, ICJ Reports, 1951, p. 15; el caso Barcelona Traction, Light and Power Company Li-
mited (Bélgica vs. España), ICJ Reports 1970, p. 3; el caso sobre Aplicación de la Conven-
ción para la prevención y la sanción del delito de genocidio (Bosnia-Herzegovina vs. Yu-
goslavia) (objeciones preliminares) ICJ Reports 1996, p. 595; y el caso Prosecutor vs. Anto
Furndzija, IT-95-17/1-T, sentencia del 10 de diciembre de 1998 del Tribunal Penal Interna-
cional para la ex Yugoslavia, pfos. 137-146 y 153-157.
50 Cfr., opinión consultiva 18/03, fundamentos 102 y ss. La cita de Gómez Robledo, A.,
proviene de su obra El jus cogens internacional. Estudio histórico crítico, México, UNAM,
1982, pp. 20 y 21.
572 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
55 Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 13 de agosto de 1981, se-
rie A, núm. 44, pfos. 48 a 65.
56 Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 26 de marzo de 198, serie
A, núm. 91, pfo. 23.
57 En este sentido, véase F. Rigaux, La protection de la vie privée et autres biens de la
persounalité, Bruylant, Bruxelles, 1990, pp. 683-685.
58 En este sentido véase, Bilbao Ubillos, J. M., La eficacia de los derechos fundamenta-
les frente a particulares, Madrid, Boletín Oficial del Estado-Centro de Estudios Constitu-
cionales, 1997, p. 340.
59 Caso Myrna Mack Chang contra Guatemala, sentencia sobre el fondo del 25 de no-
viembre de 2003, fundamento 153; caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri contra Perú,
574 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
sentencia sobre el fondo del 8 de julio de 2004, fundamento 129; y caso del Instituto de Ree-
ducación del Menor contra Paraguay, sentencia sobre el fondo del 2 septiembre de 2004.
60 Opinión consultiva 18/03, fundamento 151 y resultando quinto.
61 Caso Diarios El Nacional y Así es la Noticia contra Venezuela, resolución sobre me-
didas provisionales de 6 de julio de 2004, considerando 12; caso Emisora de Televisión
Globovisión contra Venezuela, resolución sobre medidas provisionales del 4 de septiembre
de 2004, considerando 11; caso Carlos Nieto contra Venezuela, resoluciones sobre medidas
provisionales del 9 de julio de 2004, considerando 9; caso Carpio Nicolle contra Guatema-
la, resolución sobre medidas provisionales del 8 de julio de 2004; caso Gutiérrez Soler con-
tra Colombia, resolución sobre medidas provisionales del 11 de marzo de 2005, fundamen-
to 7; y caso de Los niños y adolescentes privados de libertad en el “Complexo do Tuatua-
pé” contra la República Federativa del Brasil, resolución sobre medidas provisionales del
30 de noviembre de 2005.
62 Sentencia del 14 de septiembre de 2005, emitida por la sala superior del Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación. De conformidad con el artículo 99 de la Cons-
titución mexicana, el Tribunal Electoral es la máxima autoridad jurisdiccional en la mate-
ria, con excepción de lo dispuesto en la fracción II del artículo 105 de la propia Constitu-
ción. Este precepto otorga atribuciones al Tribunal Electoral para resolver sobre las
impugnaciones de las elecciones federales, estatales y municipales; la violación de los dere-
chos político-electorales de los ciudadanos; la resolución de los conflictos laborales entre
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 575
los servidores del Instituto Federal Electoral y sus trabajadores, así como las suscitadas en-
tre los servidores con el propio tribunal. Asimismo, el precepto prevé que la sala superior
realizará el cómputo final de la elección del presidente de los Estados Unidos Mexicanos,
una vez resueltas las impugnaciones planteadas y formulará la declaración de validez de la
elección y la de presidente electo.
63 Asimismo, la sala regional del Tribunal Electoral determinó que los medios de comu-
nicación en México gozan de manera preferente de la garantía constitucional de libertad de
expresión, que no se encuentra sujeta a limitación alguna que no sea el respeto a la vida pri-
vada, la moral y la paz pública, por lo que el contenido de las informaciones que publiquen
los medios de comunicación social en el país son de su exclusiva responsabilidad, quienes
tienen la plena libertad de elegir a qué nota o dato le otorgan mayor relevancia (Cfr. senten-
cia 19 de agosto de 2005, emitida por la segunda sala del Tribunal Electoral del Estado de
Nayarit).
64 Sentencia del 14 de septiembre de 2005, cit., nota 62, p. 45.
576 JAVIER MIJANGOS Y GONZÁLEZ
Estas resoluciones son sólo una muestra de que el debate sobre la vigen-
cia de los derechos undamentales en las relaciones privadas ha adquirido
una complejidad mucho mayor en el sistema jurídico mexicano a partir de
la jurisprudencia de la CIDH en esta materia. Resulta impostergable que
las cortes y tribunales constitucionales de los países latinoamericanos de-
jen a un lado el tradicional e injustificado recelo que la Corte Interamerica-
na ha provocado en los ordenamientos internos desde su puesta en funcio-
namiento. Su jurisprudencia ha venido a dotar de nuevos contenidos y
significados a los derechos fundamentales en Latinoamérica, por lo que
desconocer y rechazar sus resoluciones no puede más que agudizar el
déficit crónico de protección jusfundamental que sufren los habitantes de
nuestro continente.
símil “futbolístico” propuesto por J. M. Bilbao Ubillos, en el sentido de que “los detractores
de esta teoría se han limitado casi siempre a practicar un juego de contención, predominan-
temente destructivo, a despejar sin demasiadas contemplaciones los balones que se acercan
a las proximidades del área, confiados en la superioridad de su sólida defensa. En realidad,
nunca se han tomado muy en serio ni el partido ni al rival…”, Bilbao Ubillos, J. M., La efi-
cacia de los derechos fundamentales frente a particulares, cit., nota 58, p. 851
DERECHOS HUMANOS, DERECHO DE LA COMPETENCIA
Y GARANTÍA DE LOS CONSUMIDORES
(PROTECCIÓN HORIZONTAL)
Jorge WITKER*
Rodolfo STAVENHAGEN
579
580 JORGE WITKER
I. INTRODUCCIÓN
1. Eficacia directa
7 En este caso habría en consecuencia que hacer un examen derecho a derecho para po-
der determinar si se le reconoce como vinculante entre individuos y en qué grado se le otor-
ga tal reconocimiento. Donde existe mayor consenso es respecto de la libertad de expresión,
privacidad, libertad de conciencia, honor, libertad religiosa y en general los derechos rela-
cionados con la dignidad humana. Asimismo, los casos más problemáticos se han presenta-
do en los deberes que el derecho a la igualdad impondría a los particulares.
8 Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
1993.
9 Naranjo de la Cruz, Rafael, Los límites de los derechos fundamentales en las relacio-
nes entre particulares: la buena fe, Madrid, Centros de Estudios Políticos y Constituciona-
les, 2000, p. 215.
584 JORGE WITKER
2. Eficacia indirecta
rama del derecho económico que regula y ordena los mercados sancionando
las prácticas mercantiles anticompetitivas atentatorias de la libre concurren-
cia y libre competencia que incluyen al conjunto de normas que regulan las
relaciones de mercado que se suscitan entre agentes económicos, mismas
que pueden tener por objeto la promoción y defensa de la competencia, la
eficiencia económica, la apertura de mercados y el bienestar de los consumi-
dores.16
persona física o moral que dentro del sistema económico realice funciones
de producción, distribución, adquisición o asignación de satisfactores, o que
participe en las actividades relativas al qué, cómo y para quién producir.20
1. Prácticas monopólicas.
2. Prácticas desleales del comercio internacional.
3. Prácticas que violan normas de protección a la propiedad intelectual.
4. Prácticas que lesionan los derechos de los competidores.
A. Prácticas monopólicas
27 Arroz, K. J y Hanh, F. H., General Competitive Análysis, San Francisco, Holdan Day,
Inc., 1971, citado por García Castillo, Tonatiuh, Ley Federal de Competencia Económica,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003, p. 24.
28 Ley Federal de Competencia Económica, Diario Oficial de la Federación del 24 de
diciembre de 1992.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 595
31 Exclusividad que otorga el Estado a una persona física o moral para que exploten una
invención, cuyas características son que sea producto de una actividad inventiva; que el in-
vento sea nuevo y susceptible de aplicación industrial.
32 Objetos, utensilios, aparatos o herramientas, que como resultado de una modificación
en su disposición, configuración, estructura o forma, presenten una función diferente res-
pecto de las partes que lo integran o ventajas en cuanto a su utilidad.
33 Los diseños industriales pueden ser dibujos industriales o modelos industriales. El
primero se define como toda combinación de figuras, líneas o colores que se incorporen a
un producto industrial con fines de ornamentación y que le den un aspecto peculiar y pro-
pio. Los modelos industriales, constituidos por toda forma tridimensional que sirva de tipo
o patrón para la fabricación de un producto industrial, que le dé apariencia especial en cuan-
to no implique efectos técnicos.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 597
34 Toda información de aplicación industrial o comercial que guarde una persona física
o moral con carácter confidencial, que le signifique obtener o mantener una ventaja compe-
titiva o económica frente a terceros en la realización de actividades económicas y respecto
de la cual haya adoptado los medios o sistemas suficientes para preservar su confidenciali-
dad y el acceso restringido a la misma.
35 Signo visible que distingue a los productos o servicios de otros de sus misma especie
en un mercado.
36 Frases u oraciones que tengan por objeto anunciar al público establecimientos o ne-
gociaciones comerciales , industriales o de servicios, productos o servicios, para distinguir-
los de los de su especie.
37 MARCAS Y NOMBRES COMERCIALES. SIGNOS DISTINTIVOS DE LA PROPIEDAD IN-
DUSTRIAL Y LA APLICABILIDAD COMUN DE LA LEY DE INVENCIONES Y MARCAS. Semana-
rio Judicial de la federación, Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Pri-
mer Circuito, t. IX, mayo de 1992, p. 466.
38 MARCAS. SEMEJANZA EN GRADO DE CONFUSIÓN AUN CUANDO LOS PRODUCTOS O
SERVICIOS PERTENEZCAN A DISTINTAS CLASES O GÉNEROS. Semanario Judicial de la Fe-
deración, Octava Época, Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer
Circuito, t. XVI, febrero de 1995, tesis I.3o. A. 584 A, p. 226.
598 JORGE WITKER
Respecto a esta última práctica, cabe destacar que si bien puede incluirse
como una violación al derecho a la información, en realidad la finalidad de
la publicidad es persuadir a los consumidores a comprar un determinado
bien o servicio, sin que su sentido sea verdaderamente informar.
La vulneración a este derecho, toral dentro de la protección al consumi-
dor, conlleva a su vez a la lesión de otros derechos de los consumidores,
como el de la salud, ya que en ocasiones algunas empresas de embutidos,
por ejemplo, carecen de datos nutricionales o de ingredientes de sus pro-
ductos, afectando no sólo el derecho a estar informado, sino también el
derecho a la protección de su salud.
En México, la Ley Federal de Protección al Consumidor (LFPC), san-
ciona las promociones, ofertas, ventas a domicilio y contratos de adhesión
que lesionen los intereses de los consumidores, definiendo a cada uno en
los siguientes términos:
43 Artículo 85 de la LFPC.
602 JORGE WITKER
[E]s significativo que la problemática jurídica que afecta hoy de forma más
directa a la protección de los consumidores comprende cuestiones que están
a caballo entre el derecho civil y el mercantil: las condiciones generales de la
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 605
Héctor FIX-ZAMUDIO
I. INTRODUCCIÓN
609
610 JUAN MANUEL ACUÑA
entre los órganos jurisdiccionales y los órganos políticos que este activis-
mo pudiera generar.23
Sin embargo, no todo activismo en materia de derechos es aplaudido
con igual intensidad. Cuando de derechos sociales se trata, todas las críti-
cas, habitualmente soslayadas, reverdecen y son presentadas como obs-
táculos infranqueables.
Especialmente surgen con mayor fuerza aquellas que aseguran que si la
jurisdicción constitucional asume un papel activo con respecto a los dere-
chos sociales, asumiría en consecuencia un papel político inusitado, como
si ello no fuera ya algo normal en los tiempos que corren.24
Los derechos sociales pueden implicar para la jurisdicción constitucio-
nal, la incursión en terrenos propios de los poderes políticos, como el redi-
seño de políticas de bienestar, las reasignaciones presupuestales, etcétera.
Pero, ese rol, ya no resulta ajeno para las cortes y tribunales; en todo caso,
estas críticas deberían también ser fuertes valladares para la actuación en
general de la justicia constitucional e inhabilitarla, de acuerdo con lo dicho,
en prácticamente todas las materias de su competencia.
Con estos comentarios sólo intentamos poner de manifiesto que las in-
cursiones de la jurisdicción constitucional en materia política no se producen
como consecuencia, exclusivamente, de la judicialización de los derechos so-
ciales. Se trata de una consecuencia prevista —hasta cierto punto— y natu-
ral, que se origina respecto a todos los temas en los que actualmente inter-
viene la jurisdicción constitucional. Por tanto, el rol político que la justicia
adquiriría ante la justiciabilidad de los derechos sociales, no puede ser to-
mado como una objeción seria que obstaculice la eficacia de estos dere-
chos. En todo caso, resulta imperioso trabajar en la articulación de esque-
mas institucionales colaborativos entre la jurisdicción constitucional y los
poderes políticos, como ya se ha hecho en otras materias. Lo contrario im-
plicaría claudicar y aceptar que, en realidad, la fuerza normativa que se
predica de la Constitución, no es tal, por lo menos, en lo referente a la labor
de la jurisdicción constitucional ante los derechos sociales.
Tampoco es nuestra intención sostener que el rol político de la jurisdic-
ción constitucional debe ser desempeñado por ésta bajo los mismos cáno-
nes con los cuales actúan los poderes políticos. Evidentemente, la jurisdic-
ción constitucional decide mediante una metodología y racionalidad
propias y distintas, pero ello no excluye el rol político aludido.
26 Bernal Pulido, Carlos, El derecho de los derechos. Escritos sobre la aplicación de los
derechos fundamentales, Colombia, Universidad Externado de Colombia, 2005, p. 241.
27 Carbonell, Miguel, Los derechos fundamentales en México, México, Comisión Na-
cional de los Derechos Humanos-UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2004, p.
778.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 619
“la ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios sani-
tarios” o, en el caso de la vivienda, “la ley establecerá los instrumentos y
apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo” y que, en consecuencia,
allí radica la programaticidad de las normas que contienen esos derechos
sociales. Y el lector tendría razón, por lo menos en parte, porque a conti-
nuación le preguntaría a su vez, ¿acaso sólo los derechos sociales requieren
de leyes secundarias que los desarrollen? Preguntamos, siguiendo a Carbo-
nell, “¿no sucede lo mismo con la libertad de expresión a través de la tutela
penal o civil del honor y la regulación del secreto profesional”,28 típico
derecho civil?
A continuación cabría hacerse dos preguntas adicionales: ¿no es posible
extraer absolutamente ningún contenido normativo exigible de enunciados
tan enfáticos, claros e incondicionales, como los establecidos en la Consti-
tución mexicana respecto a los derechos a la protección de la salud y a la vi-
vienda?; ¿si el legislador decidiera no dictar las leyes a las que aluden los
artículos citados, la sección previa de los enunciados constitucionales, se-
ría letra muerta? Si la respuesta a esta última pregunta es afirmativa, enton-
ces debemos coincidir con Sagüés cuando afirma que “la Constitución rige
con permiso de las leyes”.29
Con relación a la segunda objeción, referida a las dificultades que se
presentan al tratar de determinar el contenido de los derechos sociales, di-
remos que se trata de dificultades similares a las que se le presentan al intér-
prete constitucional cuando debe establecer el contenido de derechos como
la libertad de expresión, en relación a la cual cabría preguntarse ¿qué dis-
cursos estaríamos dispuestos a proteger? ¿Cualquier clase de expresiones
merecen el amparo del derecho? Al parecer, el Constituyente mexicano
pensaba que no, y en consecuencia estableció ciertos baremos de control,
prescribiendo que “la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna
inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la mo-
ral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden pú-
blico...” (artículo 6o.). Sin embargo, estas especificaciones del Constitu-
yente parecen aclarar poco, pues cabría preguntarse: ¿qué debe entender el
intérprete por lo moralmente aceptado? ¿Qué grado de afectación puede
tolerar el orden público para considerarlo no perturbado?
28 Idem.
29 Sagüés, Néstor Pedro, El tercer poder. Notas sobre el perfil político del Poder Judi-
cial, Buenos Aires, Lexis-Nexis, 2005, p. 153.
620 JUAN MANUEL ACUÑA
30 Abramovich, Víctor y Courtis, Christian, Los derechos sociales como derechos exigi-
bles, Madrid, Trotta, 2002, p. 24.
31 Ibidem, p. 21.
32 Ibidem, p. 23.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 621
rio, sino que33 presentan una estructura compleja que implica en ambos ca-
sos obligaciones negativas y positivas.
De acuerdo con lo mencionado hasta aquí en relación con la tercera ob-
jeción, aun cuando el carácter prestacional de los derechos sociales no im-
plica de ningún modo un impedimento para perseguir su exigibilidad judi-
cial (aunque en ocasiones sí una efectiva dificultad), dicho carácter no
agota de ninguna manera las posibilidades de exigibilidad de los mismos.
La cuarta objeción referida a la falta de pensamiento comprensivo por
parte de los jueces constitucionales, merece algunos comentarios. En pri-
mer lugar, consideramos que dicha afirmación no responde a una lectura
fenomenológicamente adecuada de la labor del juez.
Resulta difícil creer que, por ejemplo, cuando la Corte Suprema de
Argentina resolvió los amparos motivados por el tristemente célebre corra-
lito bancario, no contemplara el impacto que su resolución tendría allende
los contornos de las litis concretas, o cuando en la causa Cabrera, denegó
a los ahorristas el derecho de cobrar lo reclamado entre lo percibido y el va-
lor del dólar de acuerdo con la cotización de dicha moneda.
El juez constitucional es plenamente consciente de la onda expansiva de
sus resoluciones y esto operará, en algunos casos, como un factor de liber-
tad, y en otros como una causa de restricción para su actividad, pero de nin-
guna manera las condiciones externas y los efectos que en el exterior pro-
voquen sus resoluciones le serán inocuas.
Dejando de lado las cuestiones fenomenológicas, actualmente quedan
pocas dudas acerca de que las decisiones sobre conflictos constitucionales
no irradien sus efectos más allá del caso en cuestión y más allá de si los
efectos de dicha resolución sean generales o particulares. Las resoluciones
en materia de jurisdicción constitucional orgánica exceden en mucho los
contornos de la disputa específica.
Cuestión distinta es sostener que el Poder Judicial no es apto para resol-
ver sobre ciertas materias que deberían implicar mayor deliberación y ma-
yor planeación por parte de las autoridades específicas, quienes tienen
como función el diseño de políticas públicas que, en el caso de los derechos
sociales, tiendan a dar eficacia a los mismos. En este sentido, el activismo
judicial en materia de derechos sociales resultaría invasivo y poco demo-
33 Laporta, Francisco, “Los derechos sociales y su protección jurídica. Introducción al
problema”, en Betegón, Jerónimo et al. (coords.), Constitución y derechos fundamentales,
Madrid, Ministerio de la Presidencia, Secretaría General Técnica, Centro de Estudios Polí-
ticos y Constitucionales, 2004, p. 298.
622 JUAN MANUEL ACUÑA
1. Colombia
sistema similar por cuanto el artículo 53.3 establece que ciertos derechos sociales conteni-
dos en el capítulo destinado al tratamiento de los principios rectores de la política social y
económica como el derecho a la salud informarán la legislación positiva, la práctica judicial
y la actuación de los poderes públicos, pero los excluye de la protección especial brindada
por el amparo por cuanto éste se concede a la protección de los derechos fundamentales
contenidos en el artículo 53.2 que remite al artículo 14 y a la sección primera del capítulo se-
gundo.
36 Corte Constitucional de Colombia. Sentencia T-177/99.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 625
2. Argentina
39 Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina. Sentencia del 1o. de junio de 2000
dictada en autos Asociación Benghalensis y otros c/ Ministerio de Salud y Acción Social-
Estado nacional s/ Amparo Ley 16. 986.
628 JUAN MANUEL ACUÑA
somos conscientes de las dificultades, sino para demostrar que las objecio-
nes que se suelen presentar pueden predicarse en general respecto a todos
los temas objeto de la actividad de la jurisdicción constitucional.
Los derechos sociales no son derechos imposibles para la justicia consti-
tucional. Ellos presentan particularidades, ciertamente, y dificultades, pero
en realidad, no más que los demás temas que se suelen llevar hasta sus
estrados.
Si después de todo, la justicia constitucional es un mecanismo de control
establecido en las Constituciones, que tiene como principal finalidad man-
tener incólume el sistema de derechos establecido en las mismas, cabría
por lo menos preguntarse si no resulta un deber ineluctable para el juez
constitucional atender los reclamos en materia de derechos sociales.
Afrontar el desarrollo jurisdiccional de los derechos sociales requerirá un
esfuerzo argumentativo, también el ingreso en terrenos nuevos, pero en ese
ejercicio la justicia constitucional irá encontrando su espacio y límites res-
pecto a los demás poderes, como lo ha venido haciendo hasta ahora.
VIII. BIBLIOGRAFÍA
Víctor BAZÁN*
633
634 VÍCTOR BAZÁN
mos del trabajo, nos interesa primordialmente concentrarnos aquí en las al-
ternativas tuitivas que se abren en el modelo interamericano.
Así, individualizaremos sintéticamente las articulaciones normativas re-
ferentes a los DESC en dicho sistema regional; visualizaremos las diferen-
tes vías protectorias que a su respecto ofrece el Protocolo Adicional a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (en lo sucesivo: CADH)
en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (en adelante,
Protocolo de San Salvador), y otras posibles opciones defensivas de tales
derechos a partir de combinaciones interactivas de distintos instrumentos
internacionales en el tema; ensayaremos un esquema taxonómico prelimi-
nar sobre las posibilidades de tutela de los DESC en la órbita interamerica-
na, en función de los diversos niveles de compromiso asumidos por cada
Estado frente a los documentos internacionales pertinentes en ese campo;
emprenderemos un recorrido panorámico por la praxis de la Comisión y la
Corte interamericanas de derechos humanos (en lo que sigue, también, Co-
misión Interamericana o Corte Interamericana), para detectar ciertos inci-
pientes estándares que vienen perfilándose para propiciar la exigibilidad
—en ocasiones, indirecta— de los derechos bajo examen.
Como podrá comprobarse, nuestro intento propositivo sobrevolará uno
de los tres sectores básicos que, correlacionados, conforman el derecho
procesal constitucional (los otros dos están encarnados por la jurisdicción
constitucional de la libertad y la jurisdicción constitucional orgánica),
que fueran individualizados certeramente por Cappelletti, con el comple-
mento enriquecedor de Fix-Zamudio.4 Nos referimos a la jurisdicción
4 El desarrollo del tema puede verse en Fix-Zamudio, Héctor, “Breves reflexiones so-
bre el concepto y el contenido del derecho procesal constitucional”, en Ferrer Mac-Gre-
gor, Eduardo (coord.), Derecho procesal constitucional, 4a. ed., México, Colegio de Se-
cretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación-Porrúa, 2003, t. I, pp. 269-301, en
esp. pp. 285 y ss.
En ese ensayo, el distinguido maestro Fix-Zamudio remite a Cappelletti, Mauro, La
justicia constitucional. Estudios de derecho comparado (1940-1965), México, UNAM, Fa-
cultad de Derecho, 1987.
A modo de excursus permítasenos manifestar que acordamos con quienes entienden
que, más allá de la trilogía de aspectos que en la visión clásica dan contenido al derecho pro-
cesal constitucional (y que hoy podríamos considerar derecho procesal orgánico, de las li-
bertades y transnacional) hoy se suma un nuevo e importante sector: el derecho procesal
constitucional local, enraizado en el despliegue de las jurisdicciones constitucionales en los
ámbitos locales o estaduales de los países con estructura constitutiva compleja (federal, re-
gional, etcétera), y la correlativa articulación de aquéllas con la jurisdicción constitucional
federal.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 637
1. Derechos genuinos
Sobre este último punto, puede verse el magnífico trabajo de Fix-Zamudio, Héctor,
“El derecho procesal constitucional de las entidades federativas en el ordenamiento mexi-
cano, Reflexiones comparativas”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional,
Madrid, núm. 10, 2006, pp. 131-192; también, Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, “El derecho
procesal constitucional como disciplina jurídica autónoma”, en Palomino Manchego, José
F. (coord.), El derecho procesal constitucional peruano. Estudios en homenaje a Domingo
García Belaunde, Lima, Editora Jurídica Grijley, 2005, t. I, pp. 63-87, en part. pp. 74-76.
5 A/CONF.157/24 (parte I), cap. III.
638 VÍCTOR BAZÁN
6 Pinto, Mónica, Temas de derechos humanos, Buenos Aires, Editores del Puerto, 1997,
p. 57.
7 Parte II, pfo. 98 de la Declaración y el Programa de Acción de Viena.
8 Craven, Matthew, The Internacional Covenant on Economic, Social and Cultural
Rights, Oxford, Clarendon Paperbacks, 1998, p. 352.
9 Sin embargo, y como venimos sosteniendo desde hace tiempo, la inexistencia de un
modelo que incluya peticiones individuales sobre DESC en el plano universal reduce la efi-
cacia del sistema de supervisión de cumplimiento del PIDESC y, consecuentemente, limita
el radio de acción del Comité respectivo, que ve circunscrito ese margen de operabilidad al
análisis de los informes periódicos de los Estados.
Se impone, entonces, continuar pugnando por la implementación de un protocolo fa-
cultativo al PIDESC para instaurar un mecanismo de reclamaciones individuales que venga
a complementar el sistema de informes que constituye el núcleo del funcionamiento del Co-
mité.
Véase, para ampliar, Bazán, Víctor, “Justiciabilidad y exigibilidad de los derechos
económicos, sociales y culturales. Especial referencia, en el ámbito internacional, a los
marcos universal y americano y en el orden interno, al argentino”, relato general de la Sec-
ción Derechos Humanos de la Asociación Argentina de Derecho Internacional: “Justiciabi-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 639
está basada en una metáfora poco feliz, que propone una lectura inadecuada
de la historia, que no conecta con éxito el plano interno con el internacional,
que propone una diferencia categorial de los derechos humanos que además
de ser falsa fortalece la posición de quienes niegan la viabilidad de los dere-
chos económicos, sociales y culturales...19
19 Ibidem, p. 51.
20 Ibidem, pp. 41 y ss., passim.
21 Pinto subraya que son múltiples las objeciones que encuentra a tal tesis y, entre otros
cuestionamientos, pone de manifiesto que la elección de la variable en que se sustenta es
“caprichosa” (Pinto, Mónica, op. cit., nota 6, p. 56).
Tal autora añade que la consistente doctrina de la universalidad, interdependencia e
indivisibilidad de los derechos humanos se ve muy “contrariada” con la doctrina de las ge-
neraciones de derechos (ibidem, p. 57).
22 Cfr., Valadés, Diego, Constitución y política, 2a. ed., México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 1994, pp. 23 y 24.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 643
de que los DESC son una parte esencial del código normativo internacio-
nal de los derechos humanos,23 parece apropiado continuar pugnando por
la superación de la progresividad simbólica y el desplazamiento hacia un
estadio más avanzado: la progresividad efectiva y real de tal tipología de
derechos.
Y es precisamente con ese telón de fondo donde los jueces ordinarios
y/o constitucionales en el ámbito interno deberán asumir un rol equilibra-
damente activista para no invadir de modo imprudente esferas de atribu-
ciones propias de otros poderes del Estado pero tampoco consentir que
aquella progresividad sea leída por las autoridades gubernamentales, desde
un prisma de pasividad deferente, como latencia o inocuidad sine die de
las normas consagratorias de DESC, sobre todo cuando se trata, nada me-
nos, que de derechos fundamentales; problemática que empalma con el tó-
pico que afrontaremos a continuación.
Es claro que una de las facetas sustanciales de las relaciones entre el de-
recho internacional y el derecho interno radica en que la eficacia real del
primero depende en buena medida de la fidelidad con que los derechos na-
cionales se conformen a las normas internacionales y les den efecto.24
En particular respecto del derecho internacional de los derechos huma-
nos, la creciente trascendencia que adquiere su intersección con el derecho
doméstico exige una articulación de ese binomio de fuentes mediante su re-
23 Scheinin, Martin, “Economic and Social Rights as Legal Rights”, en Asbjørn Eide et
al., Economic, Social and Cultural Rights, Londres, Boston, Dordrecht, 1995, cit. en Rodrí-
guez Pinzón et al., La dimensión internacional de los derechos humanos, Washington,
BID-American University, 1999, p. 362.
Por su parte, así ha sido inequívocamente determinado por los Principios de Limbur-
go sobre la Aplicación del PIDESC, los que fueron aprobados por un grupo de expertos en
derecho internacional, reunidos del 2 al 6 de junio de 1986 en Maastricht, y convocados al
efecto por la Comisión Internacional de Juristas, la Facultad de Derecho de la Universidad
de Limburg (Maastricht) y el Instituto de Derechos Humanos Urban Morgan, Universidad de
Cincinnati (Ohio). El propósito de la reunión fue analizar la naturaleza y el alcance de las
obligaciones de los Estados partes conforme al PIDESC; la consideración por parte del
—entonces recientemente constituido— Comité de DESC, de los informes presentados por
los Estados partes y la cooperación internacional bajo la parte IV del Pacto.
24 Cfr. Pastor Ridruejo, José A., Curso de derecho internacional público y organizacio-
nes internacionales, 10a. ed., Madrid, Tecnos, 2006, p. 165.
644 VÍCTOR BAZÁN
25 En cuanto a este último aspecto, véase mutatis mutandi, Bidart Campos, Germán J.,
El derecho constitucional humanitario, Buenos Aires, Ediar, 1996, p. 140.
26 Prieto Sanchís, Luis, “Los derechos sociales y el principio de igualdad sustancial”, en
Carbonell, Miguel et al. (comps.), Derechos sociales y derechos de las minorías, 2a. ed.,
México, Porrúa-UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2001, p. 66.
27 Cfr. artículo 68 de la CADH.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 645
les) la posibilidad de ejecutar ese decisorio ante los tribunales internos del
demandado renuente.
Y en esta dinámica, los jueces ordinarios y/o constitucionales naciona-
les se enfrentan a una nueva realidad a la que deben amoldarse, caracteriza-
da —inter alia— por la ampliación del parámetro de control de constitu-
cionalidad de la normativa infraconstitucional, la que —además de la ley
fundamental— deberá ser cotejada con los instrumentos internacionales
que conforman el estatuto básico de los derechos humanos. Paralelamente,
y entre otros rasgos que lo tipifican, este remozado escenario impone a
aquéllos como premisa irrecusable la de acometer sus labores de interpre-
tación de las fuentes subconstitucionales de conformidad con la Constitu-
ción y el derecho internacional de los derechos humanos, lo que —en el
contexto de los DESC— supone por caso la imposibilidad de soslayar los
pronunciamientos del comité de expertos independientes de la ONU en la
materia, al que en líneas anteriores hemos hecho referencia (observaciones
generales y observaciones finales a los informes estatales).
Así, es indudable que la creciente evolución del derecho internacional
de los derechos humanos diversifica los retos que se posan sobre la ma-
gistratura judicial y/o constitucional, entre los que se cuenta la imprescin-
dibilidad de manejar una multiplicidad de fuentes normativas y de restu-
diar diversas categorías jurídicas, en ocasiones concebidas en el vientre
pretoriano, por ejemplo, la relativa a las denominadas cuestiones políticas
no justiciables. Precisamente en el campo de los DESC, éstas deberán ser
sometidas a un rexamen en función de la magnitud jurídico-axiológica de
los compromisos asumidos internacionalmente por los Estados y de la sen-
sibilidad intrínseca de la sustancia que nutre a tales derechos (piénsese por
ejemplo, en el derecho a la salud, al trabajo o a la vivienda y la alimenta-
ción adecuadas).
Como es de suponer, el incumplimiento de aquellas obligaciones en la
dimensión transnacional generará la responsabilidad estatal internacio-
nal, que naturalmente resultará agravada si el incumplimiento en cuestión
vehicula una infracción —por acción u omisión— a normas iusinterna-
cionales fundamentales.
646 VÍCTOR BAZÁN
1. Preliminar
2. Abanico normativo
32 Idem.
33 Ibidem, pp. 143 y 144.
34 Abramovich, Víctor, “Los derechos económicos, sociales y culturales en la denuncia
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, Presente y futuro de los derechos
humanos (ensayos en honor a Fernando Volio Jiménez), San José de Costa Rica, Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, 1998, p. 167.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 649
A. En la Comisión Interamericana
B. En la Corte Interamericana
Sin embargo, con específica referencia al caso que resolvía, no puede di-
simularse que empleó una fórmula oscura y difusa al indicar que aquel de-
sarrollo progresivo
como que priva a la obligación de todo contenido significativo. Por una parte, se requiere
un dispositivo de flexibilidad necesaria que refleje las realidades del mundo real y las difi-
cultades que implica para cada país el asegurar la plena efectividad de los derechos econó-
micos, sociales y culturales. Por otra parte, la frase debe interpretarse a la luz del objetivo
general, en realidad la razón de ser, del Pacto, que es establecer claras obligaciones para
los Estados partes con respecto a la plena efectividad de los derechos de que se trata. Éste
impone así una obligación de proceder lo más expedita y eficazmente posible con miras a
lograr ese objetivo. Además, todas las medidas de carácter deliberadamente retroactivo en
este aspecto requerirán la consideración más cuidadosa y deberán justificarse plenamente
por referencia a la totalidad de los derechos previstos en el Pacto y en el contexto del apro-
vechamiento pleno del máximo de los recursos de que se disponga” (énfasis agregado).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 657
que las cinco víctimas de este caso no son representativos del panorama que
conforman los pensionistas del Perú,
el razonamiento según el cual sólo sería procedente someter al test del ar-
tículo 26 las actuaciones de los Estados que afectan al conjunto de la pobla-
ción, no parece tener asidero en la Convención, entre otras razones porque la
Corte Interamericana no puede ejercer —a diferencia de lo que ocurre con
la Comisión— una labor de monitoreo general sobre la situación de los dere-
chos humanos, ya sean los civiles y políticos, ya sean los económicos, socia-
les y culturales. El Tribunal sólo puede actuar frente a casos de violación de
derechos humanos de personas determinadas, sin que la Convención exija
[que] éstas tengan que alcanzar determinado número.
que los grupos de personas que viven en circunstancias adversas y con me-
nos recursos, tales como las personas que viven en condiciones de extrema
pobreza; niños y adolescentes en situación de riesgo, y poblaciones indíge-
nas, enfrentan un incremento del riesgo de padecer discapacidades mentales.
Esa y no otra es la lectura razonable que suscita uno de los logros funda-
mentales de la IIa. Conferencia Mundial de Derechos Humanos: promover
y movilizar la doctrina de la universalidad, la interdependencia y la indivi-
sibilidad de los derechos humanos. No menos importante es que aquella
Conferencia Mundial constituyó un punto nuclear para que se conozca y
difunda la legitimidad de la preocupación de toda la comunidad internacio-
nal por las condiciones de vida de la población y, en especial, de sus seg-
mentos más vulnerables.55
56 Cfr. Cançado Trindade, Antônio A., en el prólogo a la citada obra de Pinto, Mónica,
Temas de derechos humanos, cit., nota 6, p. II.
57 Respecto de esta última afirmación en torno al ingrediente de “equidad social” que
debe caracterizar a esa progresividad, véase el voto concurrente razonado del juez Sergio
García Ramírez en la sentencia de fondo pronunciada por la Corte Interamericana en “Cin-
co Pensionistas vs. Perú”.
660 VÍCTOR BAZÁN
663
664 JUVENTINO V. CASTRO Y CASTRO
Algo de este tipo (una acción legitimada alegándose no una lesión indivi-
dual, sino una “por interés general”) ya se ha empezado a estructurar al adi-
cionarse la Ley de Amparo con un artículo 8o. bis en el año de 1963 —y que
a virtud de las reformas a la Ley en el año de 1976 ha sido derogado pero
creándose el artículo 213, que en su fracción II establece lo mismo que la
disposición derogada—, ya que el juicio de amparo agrario puede interpo-
nerse en nombre del núcleo de población, por los comisariados ejidales o de
bienes comunales; pero solamente si después de transcurridos quince días
de la notificación del acto reclamado el comisariado no ha interpuesto la de-
manda de amparo. En este último caso, los miembros de éste o del Consejo
de Vigilancia, o cualquier ejidatario o comunero pertenecientes al núcleo de
población perjudicado, podrán interponer la demanda. En realidad lo que
con toda claridad propongo, es una regulación de la acción de amparo, con-
secuente con la gran audacia, el gran arranque, la gran visión del Constitu-
yente de 1917, al cual se le traicionaría —y de hecho se le ha traicionado,
porque se le elogió y se le ensalzó por haber creado los derechos sociales, y
después conservadoramente se dejó intocada la misma estructura respectiva
del amparo individualista. Esa es la proclividad del amparo, y ya así lo reco-
noce desde 1968 Fix-Zamudio (Veinticinco años de evolución de la justicia
constitucional): “Por lo que se refiere a la protección de los derechos del
hombre en Latinoamérica que constituye junto con la impugnación de las le-
yes inconstitucionales uno de los sectores fundamentales de la justicia cons-
titucional, se observa una tendencia creciente para conformar un derecho
protector de carácter comunitario, y ello fundamentalmente a través del re-
curso, acción o juicio de amparo, que es el instrumento protector de los dere-
chos fundamentales que resulta más adecuado por su tradición, amplitud y
eficacia y que se va imponiendo rápidamente en las legislaciones latinoame-
ricanas”. ¿De qué sirve un derecho social que no es accionable en la misma
forma? ¿En dónde está la novedad: en el simple enunciamiento? ¡Proponer
una innovación consecuente con lo anteriormente examinado no es más que
complementar —honrándolos— la eminente labor de los grandes visiona-
rios de 1917!
Pero al lado de la acción que un individuo tiene para defender los agravios
personales y directos, que le cause una o unas autoridades, no existe una ac-
ción de amparo para defender a la sociedad en general, a su medio, a su cul-
tura, a la profesión común, o a un determinado sector fraccionado —circuns-
tancial o permanentemente— de la sociedad. En otras palabras no existe un
amparo social para defender a todos estos valores. Tampoco existe una ac-
ción constitucional por parte de entes oficiales para defender los valores cul-
turales antes mencionados.
Héctor FIX-ZAMUDIO
I. DERECHOS HUMANOS
Los derechos humanos, señala Luigi Ferrajoli, pueden ser definidos como:
673
674 GONZALO MOCTEZUMA BARRAGÁN
gativa (de no sufrir lesiones) adscrita a un sujeto, prevista por una norma ju-
rídica; y por “status” la condición de un sujeto, como presupuesto de su ido-
neidad para ser titular de situaciones jurídicas y/o autor de los actos que son
ejercicio de éstas.1
1 Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 2002,
p. 37.
2 Cfr. Bidart Campos, Germán et al., Principios de derechos humanos y garantías,
Buenos Aires, Ediar, 1991, pp. 86 y 87.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 675
3 Cfr. Jellinek, George, Teoría general del Estado, Buenos Aires, Albatros, 1980, pp.
276-279.
4 Espejo, Nicolás, “Fundamentación de los derechos sociales”, Memoria del Coloquio
sobre Derechos Sociales, México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2006, p. 22.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 677
La salud ha constituido desde siempre uno de los valores esenciales del ser
humano. Ocupando un inmediato segundo lugar después de la vida, valor
primordial por antonomasia, la salud supone la principal aspiración de la
persona. Si la vida se refiere a la pro pia existencia, la buena salud define
la bondad cualitativa de esa existencia en tal medida que la pérdida de la sa-
lud puede llegar a producir en la persona la pérdida del aprecio por la vida.
En cualquier caso, la salud no sólo es importante por la percepción subjetiva
que toda persona tiene de la propia, sino porque, desde un punto de vista ob-
jetivo, su merma constituye un formidable factor de destrucción del bienes-
tar humano y de su felicidad.5
toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así
como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el
vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesa-
rios; tiene, asimismo, derecho a los seguros en caso de desempleo, enferme-
dad, invalidez, viudez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia
por circunstancias independientes a su voluntad.
1. Antecedentes
2. Reforma constitucional
cero del artículo 4o. de la propia Constitución establece que toda persona
tiene derecho a la protección de la salud”.
El Poder Judicial de la Federación ha sostenido reiteradamente el crite-
rio del carácter de garantía individual del derecho en análisis, los preceden-
tes que encontramos datan de 1990. Los encabeza el contenido en tesis ais-
lada del Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer
Circuito, al aseverar:
[Es] por esto, que las resoluciones judiciales deben de ser un factor a consi-
derar en la formulación de instrumentos jurídicos. La función de los tribuna-
les al interpretar la ley abre la posibilidad de accionar derechos y refleja la
evolución respecto a la aplicación de cierta norma, por lo que es necesario
que ésta se haga explícita en normas generales.24
26 Voto Minoritario de los ministros Aguinaco Alemán, Aguirre Anguiano, Gudiño Pe-
layo y Ortiz Mayagoitia, amparo en revisión 115/2003, quejoso: José Roberto Lamas Are-
llano.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 689
Medios procesales
Sin embargo, Wistano Luis Orozco García es de la opinión que los or-
denamientos constitucionales de América Latina así como los instrumen-
tos internacionales que han suscrito estos países, no contienen los medios
procesales idóneos para que los particulares hagan exigibles sus derechos,
ni para que los órganos de control impongan obligaciones a los Estados; y
agrega: “Si uno quisiera simplificar tendría que decir que en el caso mexi-
cano el amparo no parece ser un instrumento idóneo para la promoción de
los derechos sociales, ni tampoco los procedimientos del derecho interna-
cional”.36
La situación anterior se hace más compleja cuando el juzgador confunde
la garantía con el derecho
I. INTRODUCCIÓN
Una distinción clara entre los derechos individuales, como pueden ser los de
libertad o propiedad, y los derechos sociales, radica en la actitud que asume
el Estado frente a cada uno de ellos. Respecto a los primeros, el Estado toma
una postura meramente abstencionista, limitándose a vigilar que los mismos
se ejerzan dentro de los límites previamente establecidos, mientras que en re-
lación con los segundos, el Estado interviene activamente a través de políti-
cas gubernamentales, programas sociales o reformas legales, con el objeto
de satisfacer una necesidad pública. Dicho en otros términos, “los derechos
individuales imponen al Estado una obligación de no hacer, es decir, le obli-
gan a abstenerse de violarlos, en tanto que los derechos sociales conllevan
obligaciones de hacer para el Estado; el Estado debe generar las condiciones
necesarias para que el derecho social pueda ejercerse”.1
695
696 JORGE R. ORDÓÑEZ E.
Toda persona tiene derecho a la protección de la salud. La ley definirá las ba-
ses y modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la
concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de salu-
5 Luigi Ferrajoli afirma, incluso, que las leyes en materia de servicios públicos no sólo
deben establecer contenidos y presupuestos de cada servicio social, sino que deben identifi-
carse también a los sujetos de derecho público investidos de la correlativas obligaciones
funcionales.
6 Salvo algunas excepciones, es sólo recientemente que el tema de los derechos socia-
les comienza a tratarse en la doctrina con la profundidad que amerita, pero debe señalarse
que la base de los estudios sobre el tema en México parte de la teoría constitucional que se
viene produciendo en Europa. Por lo que respecta a la jurisprudencia constitucional sobre
derechos sociales también debe señalarse que la producción no ha sido muy prolífica, debi-
do principalmente a factores como el entendimiento y la representación de la Constitución
(véase Cossío Díaz, José Ramón, Estado social y derechos de prestación, Madrid, Centro
de Estudios Constitucionales, 1989, pp. 43 y ss.), la carencia de una teoría constitucional
propia que permita un referente interpretativo más consistente, etcétera. Sin embargo, la
Suprema Corte de Justicia de la Nación ha comenzado a realizar una interpretación que fa-
vorece un mejor entendimiento de los derechos sociales.
698 JORGE R. ORDÓÑEZ E.
7 “Lo que puede ser una consideración con validez política no sirve absolutamente en
el campo del derecho. Para éste es preciso que el derecho a la salud, como cualquier otro,
sea ejercitable por su titular y encuentre en el ordenamiento jurídico la adecuada protección
frente al sujeto obligado a hacer efectivo el contenido del mismo”, Escribano Collado, Pe-
dro, op. cit., nota 2, p. 12.
8 Sobre normas programáticas, véase, entre otros, Biscaretti di Ruffia, Paolo, Introduc-
ción al derecho constitucional comparado, México, Fondo de Cultura Económica, 1975,
pp. 321 y 322.
9 “El ciudadano que ve frustrado su derecho constitucional a la protección de la salud
tiene el recurso de imponer al agente estatal las supremas sanciones políticas que pueden
darse en un sistema democrático: negarle el voto en las próximas elecciones; deteriorar la
legitimidad de su mandato; censurar su gestión pública; acusarle de iluso, de demagogo, de
utópico o de inconsistente”, Ruiz Massieu, José Francisco, op. cit., nota 1, pp. 71 y 72.
10 Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., nota 6, pp. 235 y ss. Véase también, tal vez no des-
de la misma concepción de Cossío, Carbonell, Miguel, La Constitución en serio. Multicul-
turalismo, igualdad y derechos sociales, México, Porrúa-UNAM, 2001.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 699
II. COLOMBIA
13 Idem.
14 Sentencias T-00l de 1995, SU-043 de 1995 y T-920 de 2000.
15 Sentencias T-l06 de 1996, T-694 de 1996, T-662 de 1997, T-844 de 2002.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 701
III. MÉXICO
nes de los médicos tratantes cuando ellas sean evidentemente inapropiadas, como cuando se
ordena el suministro de un tratamiento o medicamento innecesario o inadecuado” (senten-
cias T-1325 de 2001, T-223, T-644 y T-048 de 2003).
31 Cabe mencionar que los servicios de salud en Colombia se prestan a través de estas
entidades que son privadas.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 705
Rodrigo UPRIMNY*
Diana GUARNIZO**
709
710 RODRIGO UPRIMNY / DIANA GUARNIZO
5 En ese punto, nos inspiramos en trabajos como los de MacCormick sobre argumenta-
ción jurídica, quien propone una teoría normativa de la argumentación pero elaborada a
partir de las argumentaciones que realmente adelantan los jueces. Véase al respecto Mac-
Cormick, Neil, Legal Reasoning and Legal Theory, Oxford, Clarendon Press, 1994, pp. 12
y ss. Ese procedimiento nos parece más apropiado que la construcción de dogmáticas o de
conceptos jurídicos totalmente desvinculados de la práctica judicial, pues se corre el riesgo
de construir propuestas teóricas pero para “tribunales inexistentes”, por recordar la crítica de
Haba al modelo normativo y abstracto de argumentación propuesto por Alexy (véase Haba,
Enrique P., “Teorización constructivista como ‘forma de vida’ sobre ‘reglas y formas’ del
discurso jurídico en los tribunales inexistentes”, Doxa, núm. 21, 1998, I, pp. 147-170) .
Creemos que las reflexiones de Fix-Zamudio también siguen una línea semejante de traba-
jo, pues proponen construcciones teóricas sobre las estructuras de protección de los dere-
chos constitucionales, pero no en abstracto, sino a partir de las dinámicas efectivas de los or-
denamientos constitucionales, como corresponde a su gran trayectoria como uno de los
lideres del derecho constitucional comparado.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 713
7 Se trataba de algunos apartes de los artículos 11 y 36 de la Ley 100 de 1993, por me-
dio de la cual se establece el Sistema General de Pensiones.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 715
1991). La Ley 860 de 2003 estableció que a los beneficiarios del régimen de transición sólo
se les aplicaría el régimen pensional anterior en lo referente al requisito de edad. De esta
manera, en cuanto a los requisitos de tiempo de servicios y monto de la pensión, se aplicaría
el nuevo régimen pensional (Ley 860 de 2003), el cual era menos favorable que el estableci-
do anteriormente.
10 En uno de los debates, el contenido del artículo demandado había sido sustancialmen-
te modificado sin que luego se le diera el respectivo debate. Para la Corte, esta irregularidad
violaba los principios de identidad y de consecutividad, de acuerdo con los cuales todo pro-
yecto de ley y debe tener cuatro debates.
11 En este punto, no pretendemos ser académicos totalmente imparciales pues uno de
nosotros (Rodrigo Uprimny) participó en esa decisión como magistrado encargado y se
apartó del fallo de la Corte. Véase salvamento de voto de los magistrados Cepeda, Escobar
y Uprimny a la sentencia C-754 de 2004.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 719
13 La Ley General de Pensiones (Ley 100 de 1993) estableció dos sistemas solidarios di-
ferenciados y excluyentes en materia pensional. Uno es el régimen solidario de prima me-
dia con prestación definida, conocido en otros países como sistema de reparto, en donde los
afiliados o beneficiarios obtienen la pensión de vejez, una vez que cumplan los requisitos
legales exigidos e independientemente del monto de las cotizaciones acumuladas. El otro
régimen es el de ahorro individual con solidaridad en el cual los aportes efectuados por los
afiliados durante su vida laboral y sus rendimientos, se capitalizan en forma individual en
un fondo privado de capitalización con el fin de obtener el pago de las correspondientes
pensiones.
14 Véase sentencias C-168 de 1995 y C-754 de 2004.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 721
consideran que una de las razones del alto desempleo colombiano reside en
la rigidez y los altos costos salariales, que impiden que exista un ajuste, vía
reducción del salario, del mercado de trabajo. Por el contrario, las visiones
keynesianas son escépticas frente a las posibilidades de dichas políticas
pues consideran que el desempleo se debe a un déficit de demanda efectiva.
En esas condiciones, la CCC concluye que no le corresponde terciar en
esas disputas de escuelas económicas, sino que su labor debe limitarse a es-
tudiar que “las medidas sean proporcionadas, en cuanto a los objetivos per-
seguidos, al cuidado de los propios debates democráticos y a los sacrificios
eventualmente impuestos a los trabajadores”. Con esos criterios, la CCC
declara la constitucionalidad de la ley demandada, considerando que, aun-
que efectivamente se trata de una reforma que establece un retroceso para
los derechos de los trabajadores, es una estrategia justificable y
proporcionada ya que por un lado, busca promover el empleo y el creci-
miento económico y, de otro lado, fue amplia y democráticamente discuti-
da por el órgano legislativo.
Esta decisión fue criticada por diversos sectores sociales. Los sindicatos
y muchas organizaciones sociales argumentaron que era ilegítimo limitar
un derecho social, para el caso concreto reducir las garantías laborales, con
el fin de incentivar el desarrollo económico. Una perspectiva tal reducía la
dimensión normativa de los derechos que busca proteger aspectos funda-
mentales para la persona individualmente considerada, en razón a cálculos
utilitarios que buscan maximizar los beneficios de la mayoría. Otra de las
críticas provino de ciertos economistas que señalaron que era muy discuti-
ble, desde el punto de vista de ciertas teorías económicas, que estas medi-
das de flexibilización laboral fueran efectivas para promover la generación
de nuevos empleos.16
17 López, Diego, El derecho de los jueces, Bogotá, Legis, Uniandes, 2000, cap. 2, pp. 56
y ss. En este artículo, relaboramos un poco la propuesta de López, pues este autor recomien-
da graficar las sentencias a partir de su lugar espacial frente a la tensión bipolar entre dos al-
732 RODRIGO UPRIMNY / DIANA GUARNIZO
NO, pues las autorida- En principio SÍ, pues di- SÍ, pues el deber de realizar
des pueden modificar chos retrocesos se presu- progresivamente los dere-
las regulaciones exis- men inconstitucionales, chos sociales excluye cual-
tentes, siempre y cuan- pero pueden ser válidos, quier posibilidad de retro-
do no desconozcan de- si las autoridades derrotan ceso.
rechos adquiridos. dicha presunción por una
justificación estricta de la
necesidad de la medida.
¨ C-168/95
¨ C-1165/00
¨ C-781/03
¨ C-1433/00
¨ C-1064/01 ¨ C-754/04
¨ C-671/02
¨ C-789/02
¨ C-1017/03
¨ C-038/04
¨ C-931/04
¨ C-991/04
¨ T-1318/05
Como se puede constatar, a pesar de que en algunas ocasiones, la CCC
ha planteado las tesis más radicales —ya sea porque absolutizan la prohibi-
ción de retroceso, o porque le niegan prácticamente toda eficacia normati-
va— en realidad la doctrina dominante de ese tribunal, en especial a partir
de 2001, es la tesis intermedia. En efecto, a partir de ese año, y con excep-
22 Sobre esta convergencia y estos desafíos, véase Abregú, Martín y Courtis, Christian,
(eds.), La aplicación de los tratados de derechos humanos por los tribunales locales, Buenos
Aires, CELS, 2004, en especial los artículos de Dulitzky y Bidart Campos.
738 RODRIGO UPRIMNY / DIANA GUARNIZO
25 Para una presentación de esas diferencias, pero con una perspectiva favorable a los
criterios tradicionales, véase Wolfe, Christopher, La transformación de la interpretación
constitucional, Madrid, Civitas, 1991, pp. 263 y ss., así como 309 y ss.
740 RODRIGO UPRIMNY / DIANA GUARNIZO
Algunos podrían quizás pensar que una metodología a tal punto flexible y
compleja hace definitivamente poco caso al silogismo clásico, lo cual afecta
la seguridad jurídica. Por el contrario, pensamos que la introducción, en el
razonamiento jurídico, de un cierto número de elementos indeterminados
(conceptos a contenido variable, criterios elásticos, método de ponderación
de intereses en conflicto, principio de proporcionalidad...) permite asegurar
una puesta en obra eficaz y adaptativa de la regulación jurídica, todo lo cual
va en beneficio de una transparencia del razonamiento, que contrasta con las
seudocertezas que pretende generar la lógica binaria clásica de lo verdadero
y lo falso, lo permitido y lo prohibido. Para oponerse al “desorden” que los
hechos y las prácticas introducen constantemente en el “ordenamiento” jurí-
dico, sólo esa flexibilidad del derecho —reducido en últimas a algunos gran-
des principios generales— tiene la capacidad de resistir.30
32 Para una presentación sistemática del tema, véase Tribe, Laurence, American Consti-
tutional Law, 2a. ed., Nueva York, The Foundation Press, Inc., 1988, cap. 16.
33 Para una síntesis del tema por la propia CCC, véase la sentencia C-093 de 2001.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 745
III. CONCLUSIÓN
CCC en estos años ha sido notable, pues ha mostrado que es posible dotar,
en la práctica judicial, al principio de no regresividad de un contenido nor-
mativo justiciable. Y que además es posible avanzar en la elaboración de
una dogmática en este campo, que sea vigorosa en la defensa de los
derechos sociales frente a eventuales retrocesos, pero que sea igualmente
respetuosa de las competencias de los órganos políticos e incluso promue-
va la deliberación democrática y ciudadana sobre estos temas.
CONTROL CONSTITUCIONAL, INSTRUMENTOS
INTERNACIONALES Y BLOQUE
DE CONSTITUCIONALIDAD
I. INTRODUCCIÓN
Han sido muchas las reflexiones que se han vertido en torno a la relación
que guardan el texto constitucional y los instrumentos internacionales. La
evolución en este tópico ha sido lenta, aunque a su vez ha provocado un de-
bate intenso. Desde hace diez años la preocupación por armonizar estas re-
laciones ha crecido, especialmente en dos momentos. Cuando entramos al
Acuerdo de Libre Comercio para América del Norte, en donde surgió una
749
750 EDGAR CORZO SOSA
1 Véase para una explicación mayor Corzo Sosa, Edgar, “¿Es la Suprema Corte de Jus-
ticia de México un tribunal constitucional?”, en Natarén Nandayapa, Carlos y Castañeda
Ponce, Diana (coords.), La Suprema Corte de Justicia de la Nación en la reforma del Esta-
do, México, UNAM-SCJN, 2007, pp. 13-26.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 751
Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que
emanen de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la misma, cele-
brados y que se celebren por el presidente de la República, con aprobación
del Senado, serán la ley suprema de toda la Unión. Los jueces de cada estado
se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposicio-
nes en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los esta-
dos.
2 El texto era el siguiente: “Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de
la Unión que emanen de ella y todos los tratados hechos y que se hicieren por el presidente
de la República, con la aprobación del Congreso, serán la ley suprema de toda la Unión. Los
jueces de cada estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados a pesar de las dis-
posiciones en contrario que pudiera haber en las Constituciones o leyes de los estados”.
752 EDGAR CORZO SOSA
La evolución que produjo esta reforma constituye, sin lugar a dudas, una
paradoja. Nunca estuvo presente en la recepción de los tratados internacio-
nales su posición frente a las normas que le eran inferiores, esto es, no se
cuestionó su fuerza activa (capacidad para derogar normas de su mismo
rango o inferiores), frente a normas inferiores, sino su fuerza pasiva (capa-
cidad para no ser derogada), frente al texto constitucional. Sin embargo, ha
sido la fuerza activa la que ha provocado múltiples discusiones. No obstan-
te lo anterior, a ambos aspectos queremos referirnos.
En un inicio, la expresión “estar de acuerdo con la Constitución” tuvo
consecuencias respecto de la fuerza pasiva y activa de los tratados interna-
cionales. Así, por ejemplo, en lo que corresponde a la fuerza pasiva de los
tratados internacionales, desde muy temprano se sostuvo que el tratado in-
ternacional que contradiga o esté en oposición con los preceptos constitu-
cionales, en los puntos o actos en que esto acontezca no debe tener eficacia
jurídica.3
En este mismo sentido, la fuerza activa de los instrumentos internacio-
nales era nula, toda vez que se encontraban al mismo nivel jerárquico que
las leyes, sólo podía aplicarse el criterio temporal de vigencia, la ley poste-
rior deroga a la anterior. Por tanto, se sostuvo que “el tratado internacional
no puede ser criterio para determinar la constitucionalidad de una ley ni vi-
ceversa”.4
Un salto jurídico se produjo con el criterio de diciembre de 1999. La
fuerza pasiva de los instrumentos internacionales frente a la Constitución
siguió igual, pues continuaron estando por debajo de la Constitución. Debe
advertirse que en cuanto a la fuerza activa se obtuvo un avance interesante,
aunque un poco velado, ya que este criterio surgió por la contradicción en-
tre un tratado y la ley (otra cosa es que el problema pudo haberse quedado
entre Constitución y ley), pero no llegó a indicarse formalmente las conse-
cuencias de esta situación, esto es, que el tratado internacional puede ser
criterio para determinar la constitucionalidad de una ley. Curiosamente se
caracterizó al instrumento internacional como una norma reglamentaria
del texto constitucional.
5 Véase el criterio sostenido por la Suprema Corte de Justicia en el que con base en una
nueva interpretación al artículo 133 constitucional introduce este nuevo tipo de leyes, con-
tenido en la tesis P. VII/2007, con el rubro LEYES GENERALES. INTERPRETACIÓN DEL
ARTICULO 133 CONSTITUCIONAL, publicado en la Novena Época del Semanario Judicial
de la Federación y su Gaceta, t. XXV, abril de 2007, p. 5.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 755
yes no sólo hay que ver el texto constitucional sino también los tratados
internacionales.
La noción de bloque de constitucionalidad es de origen francés, de los
años setenta, siendo una terminología utilizada principalmente para hacer
referencia a un conjunto de normas situadas en el nivel constitucional cuyo
respeto se impone a la ley.6 Con ella se le dio valor constitucional tanto a la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 como al
preámbulo de la anterior Constitución de 1946. Fue la manera como los
franceses completaron su Constitución de 1958, la que curiosamente no
tiene un catálogo de derechos humanos, y en dicha noción quedaban in-
mersos los instrumentos internacionales. Sin embargo, posteriormente es-
tos instrumentos dejaron de pertenecer a dicho bloque de constitucionali-
dad, toda vez que el Consejo Constitucional en su decisión del 15 de enero
de 1975 (interrupción voluntaria del embarazo) rechazó controlar la con-
formidad de las leyes a los tratados internacionales, provocando con ello
que los jueces ordinarios aplicaran el artículo 55 de la Constitución, en el
cual se establece que los tratados tienen una autoridad superior a las leyes.7
En nuestro país la exclusión de los instrumentos internacionales del blo-
que de constitucionalidad significaría no incluirlos en él; sin embargo, ello
no sería conveniente, toda vez que no contamos con un artículo similar al
55 de la Constitución francesa, en donde se diga que los instrumentos inter-
nacionales son superiores a las leyes (es más, hasta ahora sigue estando vi-
gente el criterio judicial según el cual están por debajo de la Constitución)
y, además, los jueces ordinarios se resisten a aplicar directamente dichos
instrumentos internacionales, no obstante que al haber sido celebrados y
aprobados forman parte de nuestro derecho interno. Por tal motivo, consi-
deramos que sería de gran utilidad sostener que los instrumentos interna-
cionales en México forman parte del bloque de constitucionalidad al lado
de nuestra Constitución.
Aceptar la noción de bloque de constitucionalidad ayudaría a la armoni-
zación del derecho internacional con el nacional, ya que los instrumentos
internacionales tendrían nivel constitucional y podrían ser parámetro de
Artículo 105.
I...
II. De las acciones de inconstitucionalidad que tengan por objeto plantear
la posible contradicción entre una norma de carácter general y esta Constitu-
ción.
Las acciones de inconstitucionalidad podrán ejercitarse, dentro de los
treinta días naturales siguientes a la fecha de publicación de la norma por:
b) el equivalente al treinta y tres por ciento de los integrantes del Senado,
en contra de las leyes federales o del Distrito Federal expedidas por el Con-
greso de la Unión o de tratados internacionales celebrados por el Estado me-
xicano,
c) el procurador general de la República, en contra de las leyes de carácter
federal, estatal y del Distrito Federal, así como de tratados internacionales
celebrados por el Estado mexicano.
9 Véase a este respecto la excelente obra de Requejo Pagés, Juan Luis, Sistemas norma-
tivos, Constitución y ordenamiento. La Constitución como norma sobre la aplicación de
normas, Madrid, MacGraw-Hill, 1995.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 761
VI. CONCLUSIÓN
Si los instrumentos internacionales una vez que han sido firmados por el
presidente de la República y ratificados por la Cámara de Senadores for-
man parte de nuestro derecho interno, lo deseable es que los juzgadores, to-
dos, los tomen en consideración teniendo presente que son normas genera-
les que pueden tener o no aplicación al caso concreto, dependiendo el tema
que estén resolviendo, pero sin introducir un criterio jerárquico que los
obligue a revisar previamente si el instrumento internacional está de acuer-
do con la Constitución. Sabemos, sin embargo, que mientras persista el cri-
terio según el cual los instrumentos internacionales estén por debajo de la
Constitución será difícil alcanzar este escenario.
A pesar de lo anterior, pero continuando dentro del esquema impuesto
por un criterio jerárquico de validez, somos de la opinión que reforzando
nuestro sistema de control constitucional mediante la introducción de un
control previo de los tratados internacionales y aplicando la noción de blo-
que de constitucionalidad a los instrumentos internacionales que hayan pa-
sado este control previo, podemos obtener un esquema más armónico de
articulación entre el derecho internacional y el derecho nacional, especial-
mente en materia de derechos humanos, que es el más preocupante.
No obstante las anteriores consideraciones que cambiarían con mucho
nuestro sistema de control constitucional, debemos reiterar que al contra-
poner norma internacional y norma constitucional estamos también con-
traponiendo dos modos de producción jurídica diferentes de las normas
en conflicto, razón por la cual es deseable resolver este supuesto enfren-
tamiento aplicando la norma que sea más benéfica para el individuo, esto
es, acudiendo a un criterio de aplicabilidad y dejando a un lado el jerár-
quico.
EL RECONOCIMIENTO JUDICIAL DEL BLOQUE
DE CONSTITUCIONALIDAD. UN ESTUDIO CON ESPECIAL
REFERENCIA AL ORDENAMIENTO JURÍDICO PERUANO
763
764 CARLOS HAKANSSON NIETO
1 Pérez Royo sostiene que “a lo largo del siglo XIX y primeros años del XX ha habido
un derecho político pero no un derecho constitucional. La Constitución es un documento
político pero no una norma jurídica. El derecho constitucional es un derecho sin Constitu-
ción, un derecho del principio de legalidad. El ordenamiento jurídico empieza con la ley.
En consecuencia, no hay sitio para la interpretación de la Constitución”, cfr. Pérez Royo,
Javier, Curso de derecho constitucional, Madrid, Marcial Pons, 1994, p. 134.
2 Véase Pereira Menaut, Antonio-Carlos, El ejemplo constitucional de Inglaterra, Uni-
versidad Complutense de Madrid, 1992.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 765
3 Para el profesor Sagüés, el intérprete de la Constitución pasa a ser algo así como su
“albacea” y cualquier alejamiento de los deseos del Constituyente significa un acto de trai-
ción a la Constitución. La doctrina de la Constitución-estatua le impone al intérprete un tra-
bajo casi de arqueología jurídica porque se debe hallar el verdadero sentido de las frases de
la Constitución, véase Sagüés, Néstor, La interpretación judicial de la Constitución, Bue-
nos Aires, Depalma, 1998, pp. 30-34.
4 “Esto quiere decir que el contenido del derecho no puede quedar definido de antema-
no y para siempre: sino —y como debe ser— el contenido terminará de definirse teniendo
en cuenta las particulares circunstancias del caso concreto, más aun cuando su finalidad es
regir efectiva y plenamente en la realidad”, cfr. Castillo, Luis, Los derechos constituciona-
les. Elementos para una teoría general, Palestra Editores, 2005, pp. 263-264.
5 En el mismo sentido véase Toller, Fernando, “Resolución de los conflictos entre dere-
chos fundamentales”, en varios autores, La interpretación constitucional, México, Porrúa,
2005, t. II, p. 1253.
766 CARLOS HAKANSSON NIETO
cho que también forman parte de una Constitución sin estar incorporadas
entre sus disposiciones.
Como mencionamos, la utilidad práctica del “bloque de constitucionali-
dad” se percibe como una nueva la herramienta del operador jurídico para
interpretar las normas en función a las disposiciones constitucionales. De
esta manera, nos encontramos ante un concepto que ha sido difundido por
la doctrina francesa entre otras instituciones provenientes de Europa conti-
nental.8 A continuación ofrecemos las bondades de este concepto para el
trabajo diario de los operadores judiciales en las materias que les concier-
nen, entre ellas podemos destacar que se trata de un medio para descubrir
los vicios de constitucionalidad, un freno a los actos estatales arbitrarios,
un parámetro de control de la constitucionalidad, así como una expresión
de la fuerza normativa de la Constitución.
De esta manera, siempre que esta garantía observe los principios de pro-
porcionalidad y razonabilidad, resultará compatible con la Constitución y
estará legítimamente incorporado al bloque de constitucionalidad.
Como una lógica consecuencia podemos decir que las fuentes que for-
man parte del bloque de constitucionalidad también gozan de jerarquía
constitucional formando así un conjunto normativo de igual rango. Las
normas que lo integran son verdaderas fuentes de derecho, ya que, dado
que su contenido opera como un conjunto de disposiciones básicas, tam-
bién regulan la producción de las demás normas del ordenamiento jurídico.
Todo ello significa que los jueces en sus sentencias, así como los demás su-
jetos de derecho público y privado, deberán atenerse a sus prescripciones.
De este modo, tanto el preámbulo como los principios, valores y reglas
constitucionales se convierten en obligatorios de cumplimiento en el orden
interno.
La jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana determinó el
grupo de normas que comparten la misma jerarquía de una Constitución y
que convierten a los contenidos del bloque no sólo en un eje sino también
en un factor de unidad y cohesión de la sociedad; por eso, la condición de
ocupar con ellos la máxima jerarquía normativa obliga a toda la legislación
interna para que no sólo adapte su contenido sino que ajuste sus preceptos a
los estatutos adoptados, pues de éstos irradiarán toda su potestad sobre el
ordenamiento normativo en su conjunto.18
Antes de culminar este apartado nos damos cuenta que las disposiciones
que integran el bloque cumplen tres finalidades para la jurisprudencia
constitucional. En primer lugar se trata de una regla de interpretación judi-
cial de la Constitución para resolver las dudas que puedan suscitarse al mo-
mento de su aplicación. Segundo, contienen en sí misma una función in-
tegradora de la normatividad cuando no exista norma directamente
aplicable al caso, lo cual implica todo un ejercicio de interpretación judi-
cial de la Constitución. Finalmente, en tercer lugar, el bloque de constitu-
cionalidad se encargará de orientar las funciones del operador jurídico.
C. El reglamento parlamentario
23 Kelsen, Hans, Introducción a la teoría pura del derecho, Lima, Asociación Peruana
de Derecho Constitucional, edición autorizada por la UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, y el Hans Kelsen-Institut, 2001, pp. 81-95.
24 Artículo 94 de la Constitución peruana de 1993.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 775
... resulta posible distinguir dos sentidos del concepto de bloque de constitu-
cionalidad. En un primer sentido de la noción, que podría denominarse blo-
que de constitucionalidad strictu sensu, se ha considerado que se encuentra
conformado por aquellos principios y normas de valor constitucional, los
que se reducen al texto de la Constitución propiamente dicha y a los tratados
internacionales que consagren derechos humanos cuya limitación se en-
cuentre prohibida durante los estados de excepción (artículo 93 de la Consti-
tución colombiana). Más recientemente, la Corte ha adoptado una noción
lato sensu del bloque de constitucionalidad, según la cual aquél estaría com-
puesto por todas aquellas normas, de diversa jerarquía, que sirven como pa-
I. INTRODUCCIÓN
781
782 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
7 Véase CIDH, Caso La última tentación de Cristo, sentencia del 5 de febrero de 2001,
serie C núm. 73, pfo. 72, que señala: “La responsabilidad internacional del Estado puede
generarse por actos u omisiones de cualquier poder u órgano de éste, independientemente
de su jerarquía, que violen la Convención Americana. Es decir, todo acto u omisión, impu-
table al Estado, en violación de las normas del derecho internacional de los derechos huma-
nos, compromete la responsabilidad internacional de Estado”, Ius et Praxis, año 7, núm. 1,
pp. 585-648.
8 El artículo 68 de la CADH dispone: “1. Los Estados partes de esta Convención se
comprometen a cumplir la decisión de la Corte en todo caso en que sean partes. 2. La parte
del fallo que disponga indemnización compensatoria se podrá ejecutar en el respectivo país
por el procedimiento interno vigente para la ejecución de las sentencias contra el Estado”.
9 Véase sentencia Caso La última tentación de Cristo, la cual decidió que el Estado chi-
leno “debe modificar su ordenamiento jurídico interno, en un plazo razonable, con el fin de
suprimir la censura previa... y debe rendir cuenta a la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, dentro de un plazo de seis meses a partir de la notificación de la presente senten-
cia, un informe sobre las medidas tomadas a este respecto”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 785
cumplimiento por parte de agentes o funcionarios del Estado de una ley vio-
latoria de la Convención produce responsabilidad internacional del Estado,
y es un principio básico de derecho de la responsabilidad internacional del
Estado, recogido en el derecho internacional de los derechos humanos, en el
sentido que todo Estado es internacionalmente responsable por actos u omi-
siones de cualquiera de sus poderes u órganos en violación de los derechos
internacionalmente consagrados, según el artículo 1.1. de la Convención
Americana.11
11 CIDH. Caso Almonacid Artellano vs. Chile, sentencia del 26 de septiembre de 2006,
pfo. 123.
12 Ibidem, pfo. 124.
13 Ibidem, pfo. 125.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 787
El derecho a la jurisdicción
Agrega que
Que dentro del concepto “causas civiles” a que se refiere la disposición prein-
serta, se deben incluir todas aquellas controversias jurídico administrativas que
se pueden suscitar, y que deben resolver autoridades, que si bien no están inser-
tas dentro de los tribunales que regula el Código Orgánico de Tribunales, están
ejerciendo jurisdicción y resolviendo cuestiones que afectan los derechos de las
personas.
18 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol núm. 478-2006, del 8 agosto de 2006, con-
siderando duodécimo.
19 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol núm. 499, del 5 de septiembre de 2006,
considerando vigésimo.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 791
Hay así un derecho a exigir la tutela judicial efectiva de los derechos ante
los órganos competentes, consistente en la posibilidad efectiva de que toda
persona pueda requerir irrestrictamente y obtener la tutela de sus derechos.
Asimismo, puede sostenerse que cuando el ordenamiento jurídico con-
templa una tasa judicial previa al inicio de un procedimiento, dicho pago
puede constituir una vulneración del derecho a la jurisdicción si su monto
es desproporcionado con la capacidad económica del demandante o quere-
llante, como cuando se cierra el acceso a la justicia por cualquier otro me-
dio, todo ello constituye una situación de denegación de justicia, de la cual
es responsable, en última instancia, el Estado de Chile, ante los organismos
internacionales protectores de los derechos, Comisión y Corte interameri-
canas de Derechos Humanos.
Así, la tolerancia del Estado a circunstancias o condiciones que impidan
a los individuos el acceder a los recursos internos para proteger sus dere-
chos, constituye una violación del artículo 1.1 y 8o. de la Convención.
En efecto, la Corte Interamericana ha determinado que
si una persona que busca la protección de la ley para hacer valer los derechos
que la Convención le garantiza, encuentra que su posición económica le im-
pide hacerlo porque no puede pagar la asistencia legal necesaria o cubrir los
costos del proceso, queda discriminada por motivo de su posición económi-
ca y colocada en situación de desigualdad ante la ley.21
el sistema procesal es un medio para realizar la justicia y... ésta no puede ser
sacrificada en aras de meras formalidades. Dentro de ciertos limites de tem-
poralidad y razonabilidad, ciertas omisiones o retrasos en la observancia de
25 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol núm. 536-2006, del 30 de agosto de 2006,
considerando noveno.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 795
... cuando se demuestra que los recursos son rechazados sin llegar al examen
de validez de los mismos, o por razones fútiles, o si se comprueba la existen-
cia de una práctica o política ordenada o tolerada por el poder público, cuyo
efecto es el de impedir a ciertos demandantes la utilización de los recursos
internos que, normalmente estarían al alcance de los demás... el acudir a esos
recursos se convierte en una formalidad que carece de sentido. Las excep-
ciones del artículo 46.2 serían plenamente aplicables en estas situaciones y
eximirían de la necesidad de agotar los recursos internos que, en la práctica,
no pueden alcanzar su objetivo.27
28 CIDH, Caso del Tribunal Constitucional, pfo. 90; Caso Cantoral Benavides, senten-
cia del 18 de agosto de 2000, serie C, núm. 69, pfo. 163; Caso Bamaca Velásquez, sentencia
del 25 de noviembre de 2000, serie C, núm. 69, pfo. 191; Caso Los niños de la calle, senten-
cia del 19 de noviembre de 1999, serie C, núm. 63, pfo. 234; Caso Blake, sentencia del 24 de
enero de 1998, serie C, núm. 48, pfo. 102; Caso Castillo Páez, sentencia del 3 de noviembre
de 1997, serie C, núm. 35, pfo. 82.
29 CIDH, Caso Velásquez Rodríguez, sentencia del 29 de julio de 1988, pfo. 181. Caso
Godínez Cruz, sentencia del 20 de enero de 1989, pfo. 191. Caso Neira Alegría y otros, re-
paraciones, sentencia del 19 de septiembre de 1996, pfo. 69. Caso Castillo Páez, sentencia
del 3 de noviembre de 1997, serie C, núm. 35, pfo. 90.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Barrios Altos contra el
Estado del Perú, sentencia del 14 de marzo de 2001, serie C, núm. 83, establece la improce-
dencia de leyes de amnistía sobre graves violaciones a los derechos humanos, constituyen-
do dichos preceptos legales de un Estado parte, una abierta violación de los artículos 1o.,
2o. y 8o. del la CADH, al obstaculizar la investigación de los hechos, determinar los res-
ponsables, conocer la verdad y obtener la reparación correspondiente. Dichas leyes de au-
toamnistía “carecen de efectos jurídicos y no pueden seguir presentando un obstáculo para
la investigación de los hechos... para la identificación y castigo de los responsables”, deter-
mina la sentencia en su pfo. 44. Véase el texto de la sentencia en Ius et Praxis, Talca, núm.
1, año 7, 2001, pp. 733-736.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 797
Esta Corte considera que son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las
disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de respon-
sabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsa-
bles de violaciones graves de los derechos humanos tales como la tortura, las
ejecuciones sumarias, extralegales y arbitrarias y las desapariciones forza-
das, todas ellas prohibidas por contravenir derechos inderogables reconoci-
dos por el derecho internacional de los derechos humanos.32
Agregando:
36 CIDH, Caso Cinco pensionistas vs. Perú, sentencia del 28 de febrero de 2003, serie C,
núm. 98.
37 Garantías judiciales en Estados de Emergencia (artículos 27.2, 25 y 8o. de la Con-
vención Americana de Derechos Humanos), pfos. 25 y 26.
800 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
46 CIDH, Caso del Tribunal Constitucional, sentencia del 31 de enero de 2001, pfo. 75.
47 Heyde, W., “La jurisdicción”, en Benda et al., Manual de derecho constitucional,
Madrid, Marcial Pons, 1996, p. 803.
48 Corte Europea de Derechos Humanos, Caso Piersack c. Bélgica, sentencia del 1o. de
octubre de 1982
804 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
49 CIDH, Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, sentencia del 2 de julio de 2004, serie C,
núm. 107, pfo. 170.
50 CIDH, Caso Palamara Iribarne vs. Chile, sentencia del 22 de noviembre de 2005, serie
C, núm. 135, pfo. 146.
51 Ibidem, pfo. 147.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 805
los tribunales militares que han juzgado a las supuestas víctimas por los deli-
tos de traición a la patria no satisfacen los requerimientos inherentes a las ga-
rantías de independencia e imparcialidad establecidas por el artículo 8.1 de
la Convención Americana, como elementos esenciales del debido proceso
legal...
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 807
La Corte estima que en las normas que definen la jurisdicción penal militar en
Chile no se limita el conocimiento de los tribunales militares a los delitos que
por la naturaleza de los bienes jurídicos penales castrenses protegidos son es-
trictamente militares y constituyen conductas graves cometidas por militares
que atentan contra dichos bienes jurídicos. El Tribunal destaca que esos deli-
tos sólo pueden ser cometidos por los miembros de las instituciones castrenses
en ocasión de las particulares funciones de defensa y seguridad exterior de un
Estado. La jurisdicción penal militar de los Estados democráticos, en tiempos
de paz, ha tendido a reducirse e incluso a desaparecer, por lo cual, en caso de
que un Estado la conserve, ésta debe ser mínima y encontrarse inspirada en los
principios y garantías que rigen el derecho penal moderno.57
57 CIDH, Caso Palamara Iribarne vs. Chile, sentencia del 22 de noviembre de 2005, serie
C, núm. 135, pfo. 132.
58 Ibidem, pfo. 139.
59 Ibidem, pfo. 144.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 809
cuando la justicia militar asume competencia sobre un asunto que debe co-
nocer la justicia ordinaria, se ve afectado el derecho al juez natural y, a for-
tiori, el debido proceso, el cual, a su vez, encuéntrase íntimamente ligado al
propio derecho de acceso a la justicia. El juzgamiento de civiles corresponde
a la justicia ordinaria.61
que deban haber ejercido la profesión de abogado las personas que fueren
nombradas ministros de Corte o jueces letrados.
La garantía evidente de que toda persona sólo pueda ser juzgada por el tribu-
nal que señale la ley y por el juez que lo representa, en los términos que se
han referido resulta, así, un elemento fundamental para la seguridad jurídica,
pues impide que el juzgamiento destinado a afectar sus derechos y bienes se
realice por un tribunal o un juez distinto del órgano permanente, imparcial e
independiente a quien el legislador haya confiado previamente esta respon-
sabibilidad que se cumple por las personas naturales que actúan en él. La es-
trecha ligazón entre el principio de legalidad del tribunal y la seguridad jurí-
dica resulta relevante, pues, como ha señalado este Tribunal, “…entre los
elementos propios de un Estado de derecho, se encuentran la seguridad jurí-
dica, la certeza del derecho y la protección de la confianza de quienes desa-
rrollan su actividad con sujeción a sus principios y normas positivas. Esto
implica que toda persona ha de poder confiar en que su comportamiento, si
se sujeta al derecho vigente, será reconocido por el ordenamiento jurídico,
produciéndose todos los efectos legalmente vinculados a los actos realiza-
dos”. (Sentencia de 10 de febrero de 1995, rol núm. 207, considerando
67o.). En definitiva, y como recuerda el profesor Franck Moderne, la seguri-
dad jurídica, como principio general del derecho público, implica en lo esen-
cial, dos grandes aspectos: “una estabilidad razonable de las situaciones jurí-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 811
65 CIDH, Caso Cesti Hurtado, sentencia del 29 de septiembre de 1999, serie C, núm. 56.
66 CIDH, Caso Palamara iribarne vs Chile, sentencia del 22 de noviembre de 2006, se-
rie C, núm. 135.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 813
4. El derecho de defensa
algunos de los bienes jurídicos que tiene, entre ellos su libertad personal, su
patrimonio, asimismo, implica el derecho de contradecir las alegaciones
del demandante o acusador, a formular sus propias alegaciones destinadas
a desvirtuar los cargos formulados en la acusación, a presentar sus pruebas,
y a tener un defensor técnico y jurídico.
La Convención Americana de Derechos Humanos, en su artículo 8o.,
párrafo 2, literal c), dispone que el imputado o demandado requiere de
tiempo para preparar su defensa frente a la acumulación de antecedentes
por parte de la acusación o del demandante, con el objeto de reunir pruebas,
testigos, documentos, rebatir argumentos jurídicos. El tiempo debe ser el
“necesario” o “adecuado” para la preparación de la defensa, dicha dimen-
sión temporal dependerá de cada procedimiento y de las circunstancias
particulares de cada caso.
Los medios adecuados para la preparación de la defensa señalados por la
CADH, incluyen el derecho a a comunicarse con su defensor, el derecho a
asistencia letrada eficaz, el derecho a confrontar las pruebas, a presentar
pruebas (documentos, testigos, peritajes, etcétera), en el caso de los extran-
jeros el derecho a comunicarse con las autoridades consulares o diplomáti-
cas de su país, el acceso a la documentación y cargos formulados, vale de-
cir, el acceso indispensable a los medios que permitan una igualdad de
armas en el proceso; por último, con la entera libertad del demandado o im-
putado para preparar y conducir su defensa
Aun cuando el artículo 8o. de la CADH no enuncia garantías mínimas
para los ámbitos civil, laboral, fiscal y de cualquier otra clase, los concep-
tos emitidos para el ámbito penal deben extenderse a los demás campos en
los que sea proyectable de acuerdo con la naturaleza del respectivo proce-
dimiento. En efecto, la Corte Interamericana ha determinado que “el elen-
co de garantías mínimas establecidas en el numeral 2 del mismo precepto
se aplica también a esos órdenes y, por ende, en ese tipo de materias el indi-
viduo tiene también el derecho, en general, al debido proceso que se aplica
en materia penal”.68
El derecho a la defensa contradictoria de las partes en un proceso, me-
diante la oportunidad de alegar y probar sus derechos e intereses, constitu-
ye una exigencia de los principios de contradicción y audiencia bilateral,
68 CIDH, Caso del Tibunal Constitucional, sentencia del 31 de enero de 2001, serie C,
núm. 71, pfo. 70; Caso Paniagua Morales y otros (Panel Blanca), sentencia del 8 de mayo
de 1998, serie C, núm. 37, pfo. 149.
816 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
Las personas tienen derecho a conocer las razones de las decisiones ju-
diciales, y el enlace de ellas con la ley y el sistema de fuentes del derecho
aplicable.
69 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol núm. 478-2006, del 8 agosto de 2006, con-
siderando vigésimo segundo.
818 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
70 CIDH, Caso Palamara Iribarne vs. Chile, sentencia del 22 de noviembre de 2005, se-
rie C, núm. 135, pfo. 167.
820 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
Además, el segundo párrafo de este artículo, señala que los Estados par-
tes se comprometen:
no basta con que los recursos existan formalmente, sino que es preciso que
sean efectivos, es decir, se debe brindar a la persona la posibilidad real de in-
terponer un recurso sencillo y rápido que permita alcanzar, en su caso, la
protección judicial requerida ante la autoridad competente. Esta Corte ha
manifestado reiteradamente que la existencia de estas garantías “constituye
uno de los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana, sino del
propio Estado de derecho en una sociedad democrática en el sentido de la
Convención”.73
73 CIDH, Caso Palamara Iribarne vs. Chile, sentencia del 22 de noviembre de 2005, se-
rie C, núm. 135, pfo. 184.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 823
CONSIDERANDO:
1o. Que el fundamento del recurso de nulidad planteado por la defensa
del imputado es la causal contemplada en el literal c) del artículo 374 del Có-
digo Procesal Penal, motivo absoluto de nulidad, y que permite que el juicio
oral y la sentencia sean anulados cuando al defensor se le hubiere impedido
ejercer las facultades que la ley le otorga. Sostiene la recurrente que a ella se
le designó defensor del acusado al comienzo de la audiencia del juicio oral,
dándosele un tiempo de cuatro horas para interiorizarse del caso, llevándose
832 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
a cabo el juicio oral transcurridas que fueron aquellas cuatro horas concedi-
das por el tribunal. El imputado había confiado su defensa desde un comien-
zo del proceso al abogado señor Miguel Concha Coronado, con el cual aquél
había sostenido reiteradas reuniones de análisis acerca de los alcances, debi-
lidades de la acusación y estrategias de defensa, y después de meses de estu-
dios habían acordado la forma más eficaz de enfrentar el juicio oral. La no-
che antes del juicio oral el mencionado abogado defensor a raíz de un
accidente que había sufrido días antes, y ante la gravedad de la lesión sufri-
da, obtuvo una licencia médica por siete días, de los cuales tres estuvo hospi-
talizado. Frente a este hecho, es decir, el impedimento que sufrió el profesio-
nal letrado Concha Coronado, de concurrir a la audiencia del juicio oral, el
defensor jefe de la Defensoría Penal Pública de Angol, señora Solange Su-
fán Arias, a las 10:00 horas se presentó al Tribunal Oral en lo Penal de esa
ciudad solicitando la suspensión del juicio oral del imputado que se iniciaba
resolviendo los jueces que tal petición se resolvería en la misma audiencia, y
así fue como enseguida el juez presidente de ese Tribunal, don Waldemar
Koch Salazar, mediante resolución escrita le comunicó que a ella se le desig-
naba abogado defensor del imputado y que debía asumir de inmediato la de-
fensa en la audiencia que se llevaría a efecto dentro de cuatro horas más, sus-
pendiéndose la audiencia a las 11:30 horas reanudándose a las 15:30 horas.
Argumenta la recurrente que ante tal resolución interpuso un recurso de nu-
lidad pues esa decisión significaba un grave quebrantamiento del derecho de
defensa adecuada que tenía el imputado, y no dándose lugar a la suspensión
de la audiencia el recurso aquel fue rechazado indicándose en él que el tiem-
po racional y prudente para aquella profesional, atendidas su experiencia y
condiciones, para interiorizarse del caso era de cuatro horas. Este tiempo no
fue aceptado por la defensora ni ésta aceptada por el imputado, siendo im-
puesta por el Tribunal esa calidad, ya que la complejidad del caso, tratábase
de un homicidio, simple para el Ministerio Público, y calificado para la que-
rellante, tiempo que no era suficiente, racional ni prudente, para ejercer to-
das las facultades que la ley le otorga a la defensa incurriéndose en la causal
del artículo 374 letra c) del Código Procesal Penal. Termina señalando la re-
currente que la actitud del Tribunal Oral en lo Penal de Angol además con-
culcó el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su artículo 14
punto 3 letra b); la Convención Americana de Derechos Humanos, artículo
8o. núm. 2; y la Constitución Política de la República, artículo 19 núm. 3.
Sostiene que el derecho de defensa abarca la defensa material, en relación
con la posibilidad de formular los planteamientos y alegaciones que consi-
dere oportunos, así como su derecho a intervenir en todas las actuaciones ju-
diciales y en las demás actuaciones del procedimiento (artículo 8o. del Códi-
go Procesal Penal); y también el derecho de defensa técnica que consiste en
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 833
obligación que también establece el artículo 106 del mismo cuerpo legal
procesal, ya que es requisito de validez del juicio oral la presencia ininte-
rrumpida del defensor durante toda audiencia. Sin embargo, como aquí se
trataba de la sustitución de un defensor penal público por otro, no se da la si-
tuación del inciso final del referido artículo 286, que impide suspender la au-
diencia por ausencia del defensor elegido por el imputado, caso en que el
Tribunal debe designar de inmediato un defensor penal público y concederle
a éste un tiempo prudente para interiorarse del caso y propender a una ade-
cuada y eficaz defensa del imputado.
6o. Que, en consecuencia, en el presente caso nos encontramos en una si-
tuación de abandono de hecho de la defensa que regulan los artículos 106,
inc. 2 y 286, inc. 2, ambos del Código Procesal Penal, en que junto con de-
signar el defensor penal público de remplazo no existe impedimento para
que el Tribunal pudiera suspender la audiencia del juicio oral por el tiempo
mínimo necesario de acuerdo con el motivo de la suspensión, en uso de las
facultades que le confiere el artículo 283 inc. 1 del cuerpo legal citado. De tal
modo que ha existido una falta de preparación del defensor penal público de-
signado para defender al imputado de autos de un delito de homicidio, exis-
tiendo un gran número de personas que debían testificar, el interrogatorio de
peritos y pruebas documentales sobre las que se podía abrir debate, una
carpeta de antecedentes de más de 200 fojas, la presencia en el juicio de un
querellante particular que en su acusación alegaba la existencia de dos
agravantes en perjuicio del acusado, todo lo cual lleva a resolver a estos sen-
tenciadores que el plazo de cuatro horas que se le concedió a la defensora no
es un periodo prudente, es insuficiente, para se hubiere interiorizado del
caso y lograr así una defensa real y eficaz. Prudente es decir o hacer lo que es
conveniente para un momento y el plazo que se le dio a la defensa del impu-
tado para lograr una defensa eficaz no fue el conveniente para ello conside-
rando las circunstancias referidas en el párrafo anterior, de ahí, entonces, al
resolver el Tribunal en la forma en que lo hizo impidió al defensor poder
ejercer las facultades que la ley le otorga, incurriendo en la causal de nulidad
absoluta contenida en el artículo 374 letra c) del Código Procesal Penal, con-
culcándose las garantías procesales, constitucionales y los derechos conteni-
dos en los tratados internacionales suscritos, aprobados y vigentes en nues-
tro país, por lo que deberá, en consecuencia, anularse el juicio oral y la
sentencia dictada en los antecedentes, debiendo quedar el proceso en estado
de realizarse un nuevo juicio oral ante un tribunal no inhabilitado que corres-
ponda.
Por estas consideraciones y visto, además, lo dispuesto en los artículos
372, 374 letra c), 378, 384 y 386 del Código Procesal Penal, se acoge en to-
das sus partes el recurso de nulidad deducido a frac. 24 y siguientes de estos
836 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
por la no adecuada y efectiva defensa que se presta por uno u otro servi-
cio.79
En materia penal, se ha creado la Defensoría Penal Pública que otorga
defensa eficaz y eficiente a quienes la requieran dentro del nuevo procedi-
miento penal.
La asistencia judicial gratuita no se satisface por el simple nombramien-
to o designación del abogado de oficio, ya que el derecho debe ser a una
asistencia jurídica que tenga efectividad, a una defensa jurídica en el pleno y
completo sentido de la expresión, que no se obtiene con la pasividad del letra-
do designado o nombrado, ya que si este último no desarrolla su función, se
produce indefensión y el derecho a la asistencia del profesional idóneo que es-
tablece la Constitución se convierte en palabras vacías, quitándole fuerza nor-
mativa a este derecho y garantía constitucional. Así, el derecho de carácter
prestacional a defensa jurídica y asistencia de un letrado idóneo gratuito no se
satisface con la mera designación o nombramiento del abogado si hay ausen-
cia de asistencia jurídica efectiva, en cuyo caso se lesiona el derecho constitu-
cional, produciendo como consecuencia la indefensión. En casos similares a
las situaciones analizadas, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha de-
terminado la existencia de responsabilidad del Estado afectado por vulnera-
ción del derecho a la defensa en los casos Ártico, del 13 de mayo de 1980 y
Patelli, del 25 de abril de 1983.
En todo caso, la ausencia de asistencia letrada gratuita efectiva para que
provoque indefensión material debe producir algún perjuicio a la parte
afectada.
A su vez, las normas legales deben interpretarse siempre en el sentido
más favorable a la efectividad de los derechos de las personas y, en virtud
de ello, al establecerse excepciones a la intervención del abogado en cier-
tos procesos, no se está obligando a las partes a que actúen personalmente,
sino otorgándoseles la facultad de elegir entre la autodefensa y la defensa
letrada y técnica, siendo ambas alternativas idóneas para realizar en tales
casos actos procesales de carácter válido. Así, el derecho a la asistencia del
abogado permanece intacto en tales supuestos, quedando su ejercicio a dis-
posición de lo que determina el interesado, lo que conlleva en principio el
derecho del afectado pobre a que se le provea asistencia de abogado gratui-
ta, si así éste lo considera conveniente para la mejor defensa de sus dere-
chos o intereses legítimos.
El derecho de defensa garantizado a través de asistencia letrada tiene su
máximo grado de aplicación en el proceso penal, aun cuando ella ampara a
todos los que comparecen ante cualquier jurisdicción, sin perjuicio de que
las normas procesales permitan, en virtud de la simplicidad del procedi-
miento, la comparecencia personal, ya que la asistencia letrada tiene por fi-
nalidad asegurar la igualdad de armas de las partes y el principio de contra-
dicción.
Consideramos que se vulnera el derecho a la asistencia letrada cuando se
deniega un abogado de oficio para quien carece de medios económicos,
con el solo argumento de que el proceso respectivo no requiere interven-
ción obligatoria de abogado, pero tampoco esta negación implica automá-
ticamente vulneración del derecho a asistencia judicial gratuita, ya que la
Constitución concede protección a los derechos concretos y reales de las
personas, lo que obliga a examinar la posible vulneración del derecho aten-
diendo al contenido y finalidad del mismo que se considera afectado, lo
que permite discernir si dicha violación se ha o no producido efectivamen-
te, más allá de la mera apariencia formal.
Por otra parte, este derecho a la asistencia letrada es concurrente con el
derecho de la otra parte a un proceso sin dilaciones indebidas, el cual tam-
bién debe ser protegido adecuadamente, debiendo evaluarse en cada caso
concreto la situación específica, a fin de evitar que la petición de asistencia
judicial no sea solo una maniobra dilatoria para prolongar una situación ju-
rídica que aparece desde el inicio del proceso como insostenible.
Esta norma asegura el derecho a utilizar todos los medios de prueba le-
gales para acreditar los hechos controvertidos y la eventual ausencia de
responsabilidad en ellos de quien ha sido imputado penalmente, contrain-
terrogando a los testigos de cargo, presentando testigos de descargo,en las
mismas condiciones que los testigos de cargo, presentando informes peri-
ciales o solicitándolos según sea el caso.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 839
82 CIDH, Informe Anual, núm. 55/97, Caso núm. 11.137 Juan Carlos Abella y otros,
Argentina, OEA/Ser/V/II.98, doc. 6 rev, 18 de noviembre de 1997.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 841
85 Ibidem, p. 49.
86 CIDH, Caso Genie Lacayo, sentencia del 29 de enero de 1997, pfo. 77. Caso Ricardo
Canese, sentencia del 31 de agosto de 2004, serie C, núm. 111, pfo. 141.
87 Entre otros, sentencias de la CIDH, Caso Genie Lacayo, del 29 de enero de 1997, se-
rie C, núm. 30, pfos. 75 y ss.; Caso Suárez Rosero, sentencia del 12 de noviembre de 1997.
serie C, núm.35, pfo. 72: “Esta Corte comparte el criterio de la Corte Europea de Derechos
humanos, la cual ha analizado en varios fallos el concepto de plazo razonable y ha dicho
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 843
que se debe tomar en cuenta tres elementos para determinar la razonabilidad del plazo en el
cual se desarrolla el proceso: a) la complejidad del asunto, b) la actividad procesal del inte-
resado, y c) la conducta de las autoridades judiciales”.
88 Sentencia del Tribunal Constitucional español, 85/1990.
844 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
oral, otros hechos accesorios que en nada alteran la configuración fáctica del
tipo penal y sus circunstancias relevantes; sin embargo, los sentenciadores
sostuvieron que al haberse introducido elementos no contenidos en la acusa-
ción, se encontraban impedidos de dictar sentencia condenatoria, lo que
constituye un planteamiento erróneo, citando para ello —a continuación y
para demostrar su aserto—, jurisprudencia y doctrina. Concluye señalando
que una de las más importantes modificaciones que implica el sistema acusa-
torio, es que busca la verdad suficiente y no la verdad material como lo hacía
el inquisitivo, y en el caso sub lite se ha determinado claramente la verdad
suficiente como para condenar al acusado más allá de toda duda razonable,
pero no obstante, el tribunal busca la verdad material, extralimitándose en
sus funciones jurisdiccionales al amparo de resguardar garantías que no han
sido en lo absoluto conculcadas, invocando para ello el principio de con-
gruencia.
3o. Que, por su parte, el Ministerio Público —en lo que a esta causal se
refiere—, luego de transcribir los considerandos duodécimo y decimoterce-
ro de la sentencia cuya nulidad se persigue, concluye que los sentenciadores
han dado al artículo 341 del Código Procesal Penal una errónea aplicación
que ha influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo, al dar a la norma
un sentido y alcance que excede el tenor de la ley, al entender que el princi-
pio de congruencia implicaría que el legislador ha sido extremadamente exi-
gente en cuanto a la identidad de los hechos, incluyéndose no sólo cuestio-
nes nucleares o esenciales de la atribución, sino que también todos los
accidentes de la descripción fáctica, siendo en cambio el sentido más acerta-
do el de entender que concierne en general tanto al hecho punible atribuido
cuanto a la participación en el mismo. Manifiesta, a mayor abundamiento,
que el fallo concluye que se infringió la referida norma citada, porque se ha-
bría vulnerado el derecho de defensa del imputado, pero eso está muy lejos de
ser efectivo, toda vez que lo que la misma sentencia llama... elementos o cir-
cunstancias distintas..., surgieron también de la prueba de la defensa y de la
declaración prestada por el imputado en el juicio oral, explayándose en segui-
da en situaciones ocurridas durante el desarrollo de la audiencia.
4o. Que el inciso primero del artículo 341 del Código Procesal Penal,
prescribe: Sentencia y acusación. La sentencia condenatoria no podrá exce-
der el contenido de la acusación. En consecuencia, no se podrá condenar por
hechos o circunstancias no contenidos en ella. Agrega el inciso 2: Con todo,
el tribunal podrá dar al hecho una calificación jurídica distinta de aquella
contenida en la acusación o apreciar la concurrencia de causales modificato-
rias agravantes de la responsabilidad penal no incluidas en ella, siempre que
hubiere advertido a los intervinientes durante la audiencia.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 847
precisarse, por lo pronto, que ninguno de los hechos por los cuales se autoli-
mitó el tribunal, aparecen consignados dentro de aquellos que dio por esta-
blecidos en su propia motivación undécima, pero y lo más importante, es que
ninguno de ellos altera los hechos jurídicos que configuran el tipo del delito
de lesiones. En efecto, ni la supuesta pluralidad de sujetos activos, ni las
eventuales lesiones sufridas a su vez por el acusado, ni la propiedad del arma
blanca con que se habrían inferido las heridas a la víctima y menos el lugar
donde habrían ocurrido los hechos, tiene incidencia para tipificar el delito de
lesiones. En realidad, las tres primeras situaciones aparecen vinculadas más
a la participación que se atribuye al acusado —la cuarta situación carece de
toda importancia—, y fue ello lo que condujo a confusión al tribunal, que en
lugar de analizar la misma y la eventual circunstancia eximente de legítima
defensa invocada precisamente por la Defensoría Penal Pública, creyó ver
una disconformidad entre la sentencia y el contenido de la acusación, inter-
pretando equivocadamente el artículo 341 del Código Procesal Penal.
10o. Que de acuerdo con lo que se ha expuesto precedentemente, no cabe
sino concluir que los sentenciadores hicieron una errónea aplicación del de-
recho al interpretar en forma errónea el artículo 341 del ordenamiento proce-
sal penal y el alcance del principio de congruencia que consagra en su nor-
ma, teniendo una influencia sustancial en lo dispositivo del fallo, al haber
absuelto al acusado sin entrar a analizar ni su participación en el delito, ni la
eximente de responsabilidad penal alegada por la defensa.
Asimismo, es conveniente indicar que la sentencia es la que debe ade-
cuarse al principio de congruencia, y que de modo alguno, asilándose en su
supuesta infracción, puede el tribunal estimarse habilitado para dejar de fa-
llar, omitiendo como en el caso de autos, toda valoración o ponderación de la
prueba, y a su vez, todo pronunciamiento sobre la eventual participación del
acusado y la eximente invocada por la defensa, anomalías del fallo que re-
sultan inexcusables.
11o. Que el Ministerio Público, invocó además, como segunda causal de
nulidad, aquella contemplada en la letra e) del artículo 374, y artículo 297
del Código Procesal Penal, en cuanto la sentencia omitió la valoración de los
medios probatorios.
12o. Que atento a la naturaleza de derecho estricto del presente recurso,
esta segunda causal no puede más que ser desestimada, al no haberse especi-
ficado por el recurrente cuál o cuáles de los requisitos previstos en el artículo
342 letras c), d) o e) del Código Procesal Penal, fue o fueron los que se ha-
brían omitido en la sentencia, norma que al no haberse señalado como infrin-
gida, impide a esta Corte acoger la causal del artículo 374 letra e) del mismo
texto legal. Por estas consideraciones y visto, además, lo dispuesto en los ar-
tículos 372, 373 letra b), 384 y 386 del Código Procesal Penal, SE ACOGEN
850 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
los recursos de nulidad deducidos por don Juan Christian Fernández Espejo,
abogado del Centro de Atención Integral a Víctimas de Delitos Violentos de
la Corporación de Asistencia Judicial, en representación de la parte quere-
llante don Cristian Alejandro Jara Flores, a fojas 16, y por don Juan Pablo
Gormaz D’Oliveira-Braga, fiscal adjunto de la Fiscalía Local de Copiapó, a
fojas 22, en contra de la sentencia de 23 de diciembre de 2003, escrita a fojas
1 y siguientes, la que en consecuencia es nula, debiendo devolverse los ante-
cedentes al Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Copiapó, a fin de que los
jueces no inhabilitados que correspondan procedan a citar a las partes a una
nueva audiencia de juicio oral y continúe con la tramitación de la causa por
todas sus etapas. Regístrese, dese a conocer a los intervinientes que asistan a
la audiencia fijada para su lectura, sin perjuicio de su notificación por el es-
tado diario y hecho devuélvanse los antecedentes. Redacción del ministro
señor Carrasco. RUC N0200143004-4. RIT N66-2003. Rol Corte N2-2004.
Pronunciada por los ministros titulares señor Álvaro Carrasco Labra, señora
Luisa López Troncoso.
Tal disposición obliga a considerar como parte del debido proceso el de-
recho a que el fallo de primera instancia sea examinado por un tribunal su-
perior, cuya omisión produciría una afectación del bloque constitucional
de derechos, una vulneración de la Convención y la eventual responsabili-
dad del Estado por vulneración de derechos humanos.
Este recurso ante un tribunal superior, igualmente objetivo e imparcial,
es de libre configuración por parte del legislador, quien puede determinar
cuál es ese tribunal y cómo se somete a él el fallo condenatorio.
El recurso o revisión del fallo puede, en determinados supuestos, ser el
recurso de apelación, revisión o casación; debiendo, en todo caso, estar dis-
ponible para todas las partes.
La satisfacción de la existencia del juez natural y las garantías del debi-
do proceso deben encontrarse en las diversas instancias y trámites del pro-
cedimiento penal
La Corte Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Castillo Pe-
truzzi ha establecido que
89 Nogueira Alcalá, Humberto, “Tres sentencias de la Corte...”, cit., nota 53, p. 702.
90 CIDH, Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, pfo. 161.
91 CIDH, Informe núm. 55/97, Caso núm.11.137, J. C. Abella, Argentina, 18 de noviem-
bre de 1997, pfo. 259.
852 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
92 Véase Albanese, Susana, Garantías judiciales, Buenos Aires, EDIAR, 2000, pp. 130
y 131.
93 CIDH, Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, pfo. 167.
94 Ibidem, pfo. 166.
95 Corte Suprema de Justicia Argentina, fallos 315-325.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 853
62. En segundo término, la señora Maria Elena Loayza Tamayo fue enjuicia-
da y condenada por un procedimiento excepcional en el que, obviamente,
están sensiblemente restringidos los derechos fundamentales que integran el
debido proceso. Estos procesos no alcanzan los estándares de un juicio justo
ya que no se reconoce la presunción de inocencia; se prohíbe a los procesa-
dos contradecir las pruebas y ejercer el control de las mismas; se limita la fa-
cultad del defensor al impedir que éste pueda comunicarse libremente con su
defendido e intervenir con pleno conocimiento en todas las etapas del
proceso.
101 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol núm. 480, del 27 de julio de 2006; senten-
cia del Tribunal Constitucional, rol 479-2006, del 8 de agosto de 2006, considerando sépti-
mo. Véase al respecto Nogueira Alcalá, Humberto, “Comentarios de jurisprudencia consti-
tucional”, Revista Estudios Constitucionales, Santiago de Chile, año 4, núm. 2.
858 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
102 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol 479-2006, del 8 de agosto de 2006, consi-
derando octavo.
103 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol 479-2006, del 8 de agosto de 2006, consi-
derando vigésimo segundo.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 859
104 Sentencia del Tribunal Constitucional, rol 479-2006, del 8 de agosto de 2006, consi-
derando vigésimo séptimo.
860 HUMBERTO NOGUEIRA ALCALÁ
105 CIDH, Caso Villagrán Morales y otros (Niños de la calle), sentencia del 19 de no-
viembre de 1999, serie C, núm. 63; Caso Barrios Altos, sentencia del 14 de marzo de 2001,
serie C, núm. 75.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 861
minos de los artículos 8o. y 25 de la Convención. Es por ello que los Estados
partes en la Convención que adopten leyes de autoamnistía, incurren en una
violación de los artículos 8o. y 25 en concordancia con los artículos 1(1) y
2o., todos de la Convención. Las leyes de autoamnistía conducen a la inde-
fensión de las víctimas y a la perpetuación de la impunidad, por lo que son
manifiestamente incompatibles con la letra y el espíritu de la Convención
Americana. Este tipo de leyes impide la identificación de los individuos res-
ponsables de violaciones de derechos humanos, ya que se obstaculiza la in-
vestigación y el acceso a la justicia e impide a las víctimas y a sus familiares
conocer la verdad y recibir la reparación correspondiente.106
El análisis del denominado corpus juris del derecho internacional de los de-
rechos humanos —fuera de establecer un cuerpo de contenidos mínimos exi-
gibles a los Estados partes, cuyo incumplimiento es justiciable ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos—, muestra que no todo lo que es váli-
do jurídicamente en el derecho interno, lo es en el plano del derecho interna-
cional de los derechos humanos, debiendo ser este último el cartabón y
estándar mínimo con el cual deben actuar los operadores jurídicos internos
de cada Estado.
I. INTRODUCCIÓN
...la noción del papel del hombre dentro del derecho, es más, de ser éste el eje
de todo el ordenamiento jurídico... la idea de que las Constituciones tienen
863
864 HUMBERTO SUÁREZ CAMACHO
4 Néstor Pedro, Sagüés, Derecho procesal constitucional, 2a. ed., Buenos Aires,
Astrea, 1988, p. 19; Castillo del Valle, Alberto del, La defensa jurídica de la Constitución
en México, México, Herrero, 1994, p. 20.
866 HUMBERTO SUÁREZ CAMACHO
II. ESPAÑA
los Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias
ratificadas por España.
9 Molas, Isidre, op. cit., nota 7, p. 200.
10 Artículo 95. 1. La Celebración de un tratado internacional que contenga estipulacio-
nes contrarias a la Constitución exigirá la previa revisión constitucional.
11 López Guerra, Luis et al., Manuales de derecho costitucional, vol. II, Los poderes del
Estado. La organización territorial del Estado, Valencia, Tirant Lo Blanch, 2002, p. 273.
12 Molas, Isidre, op. cit., nota 7, p. 273.
868 HUMBERTO SUÁREZ CAMACHO
13 Idem.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 869
III. MÉXICO
16 “Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los
tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el presidente
de la República, con aprobación del Senado, serán la ley suprema de toda la Unión. Los jue-
ces de cada estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las dispo-
siciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los estados”.
17 Artículo 15. No se autoriza la celebración de tratados para la extradición de reos polí-
ticos, ni para aquellos delincuentes del orden común que hayan tenido en el país donde co-
metieron el delito, la condición de esclavos; ni de convenios o tratados en virtud de los que
872 HUMBERTO SUÁREZ CAMACHO
se alteren las garantías y derechos establecidos por esta Constitución para el hombre y el
ciudadano.
18 Así se sostuvo por el Tribunal Pleno en la tesis P.C/92, de rubro: “LEYES FEDERA-
LES Y TRATADOS INTERNACIONALES. TIENEN LA MISMA JERARQUÍA NORMATIVA”, publi-
cada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Octava Época, t. 60, diciembre
de 1992, p. 27.
19 “TRATADOS INTERNACIONALES. SON PARTE INTEGRANTE DE LA LEY SUPREMA DE
LA UNIÓN Y SE UBICAN JERÁRQUICAMENTE POR ENCIMA DE LAS LEYES GENERALES,
FEDERALES Y LOCALES. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 133 CONSTITUCIONAL. La in-
terpretación sistemática del artículo 133 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos permite identificar la existencia de un orden jurídico superior, de carácter nacio-
nal, integrado por la Constitución federal, los tratados internacionales y las leyes generales.
Asimismo, a partir de dicha interpretación, armonizada con los principios de derecho inter-
nacional dispersos en el texto constitucional, así como con las normas y premisas funda-
mentales de esa rama del derecho, se concluye que los tratados internacionales se ubican
jerárquicamente abajo de la Constitución federal y por encima de las leyes generales, fede-
rales y locales, en la medida en que el Estado mexicano al suscribirlos, de conformidad con
lo dispuesto en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados entre los Estados y
Organizaciones Internacionales o entre Organizaciones Internacionales y, además, aten-
diendo al principio fundamental de derecho internacional consuetudinario pacta sunt ser-
vanda, contrae libremente obligaciones frente a la comunidad internacional que no pueden
ser desconocidas invocando normas de derecho interno y cuyo incumplimiento supone, por
lo demás, una responsabilidad de carácter internacional”, Semanario Judicial de la Federa-
ción, Novena Época, pleno, t. XXV, abril de 2007, p. 6.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 873
gún el principio de relatividad que rige en el juicio de amparo, la sentencia que en éste se
dicte será siempre tal, que sólo se ocupe de individuos particulares, limitándose a amparar-
los y protegerlos en el caso especial sobre el que verse la queja, sin hacer una declaración
general respecto de la ley o acto que la motivare, lo que impide que una hipotética conce-
sión de la protección federal reporte algún beneficio al quejoso, dado que no puede obligar-
se a la autoridad legislativa a reparar esa omisión, es decir, a legislar, pues esto sería tanto
como pretender dar efectos generales a la ejecutoria, ya que la reparación constitucional im-
plicaría la creación de una ley que es una regla de carácter general, abstracta y permanente,
la que vincularía no sólo al peticionario de garantías y a las autoridades señaladas como res-
ponsables, sino a todos los gobernados y autoridades cuya actuación tuviera relación con la
norma creada, lo que es inconcuso resultaría apartado del principio de relatividad enuncia-
do”. Criterio que también se advierte de la diversa tesis P. LXXX/99, también del pleno, vi-
sible en la p. 40, t. X, noviembre de 1999, del Semanario Judicial de la Federación y su Ga-
ceta, que dice: CONCEPTOS DE VIOLACIÓN Y AGRAVIOS EXPRESADOS EN EL AMPARO
DIRECTO EN REVISIÓN. SON INOPERANTES CUANDO EN ELLOS SE IMPUGNA LA OMISIÓN
DEL LEGISLADOR ORDINARIO DE EXPEDIR UNA LEY O DE ARMONIZAR UN ORDENAMIENTO
A UNA REFORMA CONSTITUCIONAL. Cuando en la demanda de amparo directo o en los
agravios expresados en la revisión interpuesta en dicho juicio constitucional, se impugna la
omisión de una legislatura, ya sea local o federal, de expedir determinada codificación u or-
denamiento, la imposibilidad jurídica de analizar tales cuestionamientos deriva de que con-
forme al principio de relatividad que rige en el juicio de amparo, establecido en los artículos
107, frac. II, constitucional, y 76 de la Ley de Amparo, la sentencia que en éste se dicte será
siempre tal, que sólo se ocupe de individuos particulares, limitándose a ampararlos y prote-
gerlos en el caso especial sobre el que verse la queja, sin hacer una declaración general res-
pecto de la ley o acto que la motivare, lo que impide que una hipotética concesión de la pro-
tección federal reporte algún beneficio al quejoso, dado que no puede obligarse a la
autoridad legislativa a reparar esa omisión, esto es, a legislar, porque esto sería tanto como
pretender dar efectos generales a la ejecutoria, ya que la reparación constitucional implica-
ría la creación de una ley que, por definición, constituye una regla de carácter general, abs-
tracta e impersonal, la que vincularía no sólo al recurrente y a las autoridades señaladas
como responsables, sino a todos los gobernados y autoridades cuya actuación tuviera rela-
ción con la norma creada, apartándose del enunciado principio. Por último, la tesis del Se-
gundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito, t. XVIII, julio de 2003,
Semanario Judicial de la Federación, Novena Época, p. 1046, de rubro: “AMPARO
MEXICANO. NO ES UN MECANISMO DE IMPUGNACIÓN DIRECTA RESPECTO DE POSIBLE
OMISIÓN O INACTIVIDAD LEGISLATIVA EN EL DESARROLLO DE TRATADOS INTERNACIO-
NALES”.
23 Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, nueva serie, año XXXV, núm.
105, septiembre-diciembre de 2002, p. 792.
876 HUMBERTO SUÁREZ CAMACHO
24 Así se explica en la tesis P./J. 82/99 del pleno de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, t. X, agosto de
1999, p. 568, de rubro: “CONTROVERSIAS CONSTITUCIONALES. PROCEDE IMPUGNAR EN
ESTA VÍA LAS QUE SE SUSCITEN ENTRE LAS ENTIDADES, PODERES U ÓRGANOS A QUE SE
REFIERE LA LEY REGLAMENTARIA RESPECTIVA, SOBRE LA CONSTITUCIONALIDAD DE SUS
ACTOS POSITIVOS, NEGATIVOS Y OMISIONES”.
25 Así se advierte de la tesis P./J. 39/2002 del pleno de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, visible en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, t.
XVI, septiembre de 2002, p. 1136, de rubro: “PROCEDIMIENTO DE REFORMAS Y ADICIO-
NES A LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. NO ES SUSCEPTIBLE DE CONTROL JURISDICCIONAL”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 877
IV. CONCLUSIONES
I. INTRODUCCIÓN
879
880 SERGIO ARMANDO VALLS HERNÁNDEZ
ceder el tribunal más alto, y las técnicas para aplicar los criterios del tribu-
nal más alto por todos los tribunales de los estados en donde el precedente
juega una función insustituible.
Con su experiencia a cuestas como juzgador, investigador y fundador en
América Latina de la disciplina del derecho procesal constitucional, don
Héctor Fix-Zamudio ha sido parte en las proyecciones de las grandes refor-
mas al Poder Judicial de 1988 y 1994, así como de la Ley de Amparo. En lí-
nea de continuidad con su aportación al Constituyente en 1988 y 1994, ha
sugerido subsecuentes líneas de evolución para el tribunal constitucional
mexicano y en general para el Poder Judicial de la Federación, sugerencias
que considero deben ser asumidas por el Constituyente y el legislador me-
xicano de principios de siglo en el marco de la reforma del Estado.1 A di-
chas propuestas me sumo y propongo como complemento de las mismas,
analizar seriamente la posibilidad de introducir en México la “interpreta-
ción estatal bloqueada” en cuanto parte de la reconfiguración del nuevo fe-
deralismo judicial mexicano. Esta doctrina, que opera ya en el federalismo
estadounidense, al tiempo que permite cumplir debidamente los artículos
14, 16 y 133 de la Constitución mexicana, hace más eficiente la administra-
ción de justicia, más accesible para el gobernado y menos cara tanto consi-
derado dicho cálculo individual como contribuyente o como parte en un
juicio.
Mi exposición se presenta en dos partes. La primera se dirige a presentar
un diagnóstico sobre el cual se sustente la propuesta de evolución judicial,
la que se hace a partir del acertado diagnóstico del maestro Fix-Zamudio
quien ha venido destacando reiteradamente los vicios en la impartición de
justicia de nuestra República federal apuntando la forma en que desde el si-
glo XIX se deformó el federalismo judicial mexicano para excluir a los jue-
ces estatales de la protección de los derechos. En la segunda parte expongo
y explico en qué consiste la “interpretación estatal bloqueada”, que someto
a la consideración de los juristas de México como medio técnico para supe-
rar la exclusión de los jueces estatales en la protección de los derechos
fundamentales y revivir el federalismo judicial escrito en el texto vigente
de la Constitución de 1917.
Antes de dar inicio a la exposición, es obligado señalar que si bien el
problema del federalismo judicial mexicano que vamos a exponer tiene
que ver con un notable menoscabo de la autonomía de los estados, no es
este ángulo por el que abordaré la cuestión —no al menos en esta temprana
etapa formativa del federalismo judicial del siglo XXI—. Mi preocupación
por el nuevo federalismo judicial en este primer momento se circunscribe a
la eficiencia en la impartición de justicia en los Estados Unidos Mexicanos
y en la necesidad de que participen más activamente los poderes judiciales
de los estados.
La percepción del primer jefe sobre los jueces estatales no parece haber-
se diluido entre los mexicanos a poco menos de un siglo de distancia. Sin
embargo, hay que tener presente que al hacer estos juicios en nuestros días,
debe hacerse por estados y que, en todo caso, de ser ciertas las debilidades
apuntadas, tienen remedio. Por ello precisamente la SCJN ha propuesto el
fortalecimiento de los poderes judiciales de los estados como uno de los ca-
torce puntos sugeridos a la Comisión Ejecutiva de Negociación y Cons-
trucción de Acuerdos del Congreso de la Unión, en el marco de la Ley para
la Reforma del Estado.
3 Constitución de 1824, artículo 160: El Poder Judicial de cada estado, se ejercerá por
los tribunales que establezca o designe la Constitución; y todas las causas civiles o crimina-
les que pertenezcan al conocimiento de estos tribunales, serán fenecidas en ellos hasta su úl-
tima instancia y ejecución de la última sentencia.
4 Fix-Zamudio, Héctor, “Justicia constitucional y control de legalidad”, cit., nota 2, t. I,
2006, p. 252.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 883
5 “Discurso del C. Primer Jefe Venustiano Carranza del 1o. de diciembre de 1916”, en
Marván Laborde, Ignacio (ed.), Nueva edición del Diario de Debates del Congreso Consti-
tuyente de 1916-1917, México, SCJN, 2005, p. 8.
884 SERGIO ARMANDO VALLS HERNÁNDEZ
Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos que se expidan con arre-
glo a ella, y todos los tratados celebrados o que se celebren bajo la autoridad
de los Estados Unidos, serán la suprema ley del país y los jueces de cada es-
tado estarán obligados a observarlos, a pesar de cualquier cosa en contrario
que se encuentre en la Constitución o en las leyes de cualquier estado.
2. El precedente judicial
de los estados por la vía del amparo directo. Pero debemos tomar nota que
el amparo directo puede llegar inintencionadamente a cubrir actos de co-
rrupción entre algunos jueces estatales, pues la “corrección” que hacen los
jueces federales no llega a más, es decir, el juez federal no va a exigir res-
ponsabilidad personal de un juez concreto por “error judicial” en el ámbito
local.
Es en este punto de la cadena del proceso judicial donde debe entrar el
Consejo de la Judicatura de cada estado. La institución encargada de apli-
car la disciplina y en general la promoción de la carrera judicial de los esta-
dos —los consejos estatales de la judicatura— pueden inhibir eficazmente
y en todo caso reprimir lo que Venustiano Carranza calificó como “las ar-
bitrariedades de los jueces [de los estados]”. De cumplir adecuadamente
esta función disciplinaria entre los jueces estatales, ello constituiría una vía
estatal alterna a la de enviar todos los casos al Poder Judicial de la Federa-
ción para que éste corrija errores o de plano la actividad de jueces prevari-
cadores de los estados que violentan impunemente los derechos fundamen-
tales de los gobernados.
La forma de detectar las arbitrariedades de los jueces además de la queja
fundada por los agraviados o por la barra de abogados del estado, se puede
detectar por la desviación del precedente vertical —que es obligatorio se-
guir—. Para ello, como antes se ha dicho, las sentencias de los tribunales
estatales deben ser públicas en el sentido más amplio de la palabra, esto es,
tan extenso como pueda ser posible por los adelantos tecnológicos, inclui-
do Internet.
Tratándose de la materia penal, el precedente establecido por el Tribunal
Superior de Justicia sería igualmente vinculante para los agentes del Minis-
terio Público del estado desde el momento mismo de iniciar su averigua-
ción previa y en las subsiguientes fases del proceso, de tal manera que con
ello se obvien tantos juicios penales fallidos por violaciones a las garantías
en materia penal. Si algún agente del Ministerio Público se aparta sistemá-
ticamente de los precedentes, puede despertar dudas sobre su propia inte-
gridad y aun sobre su competencia técnico-jurídica, y por tanto —en forma
similar a la imposición de la disciplina por el Consejo de la Judicatura entre
los jueces estatales— debería poder llegar a ser removido del cargo por el
Consejo del Ministerio Público, órgano encargado de la disciplina de di-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 891
TOMO I
EPISTOLARIO
893
894 SUMARIO GENERAL
CAPÍTULO I
TEORÍA GENERAL DEL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL
TOMO II
CAPÍTULO II
TRIBUNALES, CORTES Y SALAS CONSTITUCIONALES
CAPÍTULO III
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL Y JURISDICCIÓN ORDINARIA
CAPÍTULO IV
TRIBUNALES CONSTITUCIONALES Y DEMOCRACIA
TOMO III
CAPÍTULO V
JUSTICIA Y CONTROL CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO VI
CONTROL DIFUSO
“Lo confuso del control difuso de la
Constitución. Propuesta de interpreta-
ción del artículo 133 constitucional” José de Jesús GUDIÑO PELAYO
“El control difuso de la constitucionali-
dad en Venezuela: el estado actual de la
cuestión” José Vicente HARO GARCÍA
“El artículo 133 de la Constitución Polí-
tica de los Estados Unidos Mexicanos,
como instrumento de interpretación
constitucional de jueces de legalidad
(posible aproximación a un control difu-
so de la constitucionalidad de carácter Olga SÁNCHEZ CORDERO DE
legítimo en México)” GARCÍA VILLEGAS
CAPÍTULO VII
CONTROL CONSTITUCIONAL LOCAL
TOMO IV
CAPÍTULO VIII
DERECHOS FUNDAMENTALES Y JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO IX
PROTECCIÓN HORIZONTAL DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
CAPÍTULO X
PROTECCIÓN JURISDICCIONAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
CAPÍTULO XI
BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD
TOMO V
CAPÍTULO XII
EL JUEZ CONSTITUCIONAL
“Algunas acotacionnes sobre los poderes
de interpretación de los jueces constitu-
cionales a las normas y principios consti-
tucionales. Interpretación jurisprudencial
en derecho venezolano” Alberto BAUMEISTER TOLEDO
“Jueces constitucionales. Un poder incó-
modo” Andrés BORDALÍ SALAMANCA
“El juez constitucional como legisla-
dor positivo y la inconstitucional refor-
ma de la Ley Orgánica de Amparo en
Venezuela mediante sentencias inter-
pretativas” Allan R. BREWER-CARÍAS
“Acerca de la legitimidad democrática
del juez constitucional” Jaime CÁRDENAS
“El juez constitucional como garante de
los derechos fundamentales del hombre” Constancio CARRASCO DAZA
“El juez constitucional. Los riesgos de su
vocación expansiva y algunos posibles Eloy ESPINOSA-SALDAÑA
límites a su accionar” BARRERA
“El juez constitucional español: comen-
tarios a un proyecto de reforma” Ángela FIGUERUELO BURRIEZA
“Il giudice tra ética, diritto e legge” Pierfrancesco GROSSI
“Se i giudici creino diritto” Riccardo GUASTINI
“Juez y Poder Judicial en el Estado de
derecho” Norbert LÖSING
“El poder de los jueces” Clemente VALDÉS S.
908 SUMARIO GENERAL
CAPÍTULO XIII
SENTENCIA CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO XIV
JURISPRUDENCIA Y PRECEDENTE CONSTITUCIONAL
TOMO VI
CAPÍTULO XV
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO XVI
INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL Y DERECHO INTERNACIONAL
CAPÍTULO XVII
JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL ELECTORAL
TOMO VII
CAPÍTULO XVIII
HÁBEAS CORPUS
CAPÍTULO XIX
AMPARO
CAPÍTULO XX
HÁBEAS DATA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
CAPÍTULO XXI
OMBUDSMAN Y PROCEDIMIENTO DE INVESTIGACIÓN DE LA SUPREMA CORTE
TOMO VIII
CAPÍTULO XXII
CONTROL CONSTITUCIONAL DE LEYES
CAPÍTULO XXIII
CONFLICTOS ENTRE PODERES Y ÓRGANOS DEL ESTADO
CAPÍTULO XXIV
INCONSTITUCIONALIDAD POR OMISIÓN LEGISLATIVA
CAPÍTULO XXV
JUICIO POLÍTICO Y FUERO PARLAMENTARIO
CAPÍTULO XXVI
CONTROL JURISDICCIONAL DE LA REFORMA CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO XXVII
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO
TOMO IX
CAPÍTULO XXVIII
DERECHO INTERNACIONAL Y JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL
TRANSNACIONAL
CAPÍTULO XXIX
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
CAPÍTULO XXX
TRIBUNAL EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS
CAPÍTULO XXXI
CORTE PENAL INTERNACIONAL
CAPÍTULO XXXII
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA
TOMO X
CAPÍTULO XXXIII
DEBIDO PROCESO Y TUTELA JUDICIAL
CAPÍTULO XXXIV
ACTUALIDAD PROCESAL
CAPÍTULO XXXV
PRUEBA
CAPÍTULO XXXVI
DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TOMO XI
CAPÍTULO XXXVII
ADMINISTRACIÓN Y PROCURACIÓN DE JUSTICIA
CAPÍTULO XXXVIII
ESTADO FEDERAL Y AUTONÓMICO
CAPÍTULO XXXIX
ACTUALIDAD CONSTITUCIONAL
TOMO XII
CAPÍTULO XL
MINISTERIO PÚBLICO Y DERECHO PENAL
CAPÍTULO XLI
DERECHO (CONTENCIOSO) ADMINISTRATIVO
CAPÍTULO XLII
DERECHO DE LA INFORMACIÓN
CAPÍTULO XLIII
DERECHO FISCAL
“Alcance de los principios materiales de
justicia tributaria en el sistema tributario
mexicano: la capacidad contributiva, la
igualdad y la proporcionalidad tributa- Marco César GARCÍA BUENO y
ria” Gabriela RÍOS GRANADOS
“Interpretación de la materia tributaria
en México” Manuel L. HALLIVIS PELAYO
CAPÍTULO XLIV
DERECHO INDÍGENA
CAPÍTULO XLV
DERECHO LABORAL
CAPÍTULO LXVI
DERECHO PRIVADO, INFORMÁTICA Y TELECOMUNICACIONES