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Facultad de Economía.
III
La acumulación de moneda y el sistema de comercio colonial: El mercantilismo
Adam Smith y sus sucesores consideraron que la expansión de mercados era la precondición
para el crecimiento de producción e inversión. Pero sin regulaciones que limitaran el
número de competidores y protegieran los márgenes de precios de compra y venta, el capital
comercial podría gozar de ganancias espasmódicas, pero no contar con una fuente de
ingresos perdurable.
La cuestión de la abundante posesión de moneda como elemento necesario en la dinámica
capitalista fue cuestión debatida por múltiples teóricos a lo largo del siglo XVIII. Locke dejó
bien en claro que éste era, para él, el eje de la cuestión: poseer menos moneda que otras
naciones conllevaba para un país que “las mercancías nativas se volverán muy baratas” y
“todas las mercancías extranjeras, muy caras”. Es decir, como afirmaba Hales, lo que más
interesaba no era la cantidad de exportaciones, sino la relación de precios entre los
movimientos del mercado exterior.
El sistema de comercio colonial sirvió a ciertos países como un modo de canalizar el
excedente a cambio de, esencialmente, materias primas, que era el producto del que más
podían nutrir los territorios de ultramar. Que Inglaterra tuviese menos moneda les llevó a
adoptar este modelo, en el cual dejaba de importarse el producto manufacturado, para sólo
comprar la materia prima. Además de esto, entre 1699 y 1742, Inglaterra prohibió a sus
colonias todo trato y venta de manufacturas con el comercio exterior de no ser a través de
Londres (con tal de evitar que la competencia estuviese en casa.
Podemos concluir, basándonos en el profesor Hecksher que el pensamiento mercantilista
busca “beneficiarse a gracias a la pérdida de otros”. Alfred Marshall dice que “plata y azúcar
raras veces llegaron a Europa sin manchas de sangre”, pues la política colonial de los siglos
XVII y XVIII difirió poco, en cuanto a métodos de saqueo y de rapiña, de los empleados en
siglos anteriores por los cruzados y los mercaderes armados de las ciudades italianas. El
mercantilismo inglés y holandés, al fin y al cabo, se puede caracterizar como una empresa de
conquista semiguerrera, a que se había concedido derechos de soberanía, respaldados por las
fuerzas del Estado”. Fue, al fin y al cabo, la política económica de un período de
acumulación primitiva.
IV
El movimiento circular del dinero. La liberación del comercio exterior. Los Estuardo.
La insistencia en las ventajas de incrementar la exportación resultaría del surgimiento de un
poderoso interés industrial, distinto del comercial: beneficiaba al fabricante que el mercado
para su producto fuese lo más vasto posible y sus ganancias aumentaban si se restringía la
importación de artículos competitivos. Ya en 1611 Jacobo I, en el Libro de Tasas, Book of
Rates, anunciaba una política “de exceptuar y liberar todas las mercancías introducidas que
contribuyen a proporcionar trabajo a la gente de nuestro reino (como algodón en rama, hilo
de algodón, seda, y cáñamo en bruto)”, al mismo tiempo que se reducían los derechos para
la exportación de manufacturas nativas manteniendo, a la vez, la prohibición de exportar
ciertas materias primas.
Poco a poco el comercio inglés se fue abriendo. El argumento esencial fue que las
importaciones, para cuyo pago era preciso exportar metálico, podían ser beneficiosas si
consistían en materias primas que, al fomentar la industria interna, provocarían un aumento
de producto para exportar y, llegado el caso, atraerían más tesoro al reino. Es decir, enviar
dinero al exterior no tendría por qué ser negativo, pues la estabilización de buenas relaciones
internacionales provocaría un efecto “boomerang” en el dinero: tanto inviertas, tanto o más
puede que obtengas. Esta ideología se disfrazó bajo el principio de que el comercio debe
estar subordinado a los intereses generales del Estado y, puesto que el poder soberano se
personalizaba en la Corona, pareció razonable aplicar a los tratos económicos del Soberano
la analogía del comerciante individual.
El tema de la usura y la urgente necesidad de acumular dinero fue tratado por algunos
autores de la época que vieron una relación directa entre la abundancia de dinero y bajas
tasas de interés; siempre y cuando identifiquemos capital y dinero. Hume y otros teóricos
creyeron en el incremento de stock como la vía más segura para abaratar los préstamos.
La principal y más grande diferencia entre el período mercantilista y el sistema colonial del
imperialismo moderno era la exportación de capital, la cual no había cobrado entonces
dimensiones considerables y no ocupaba el centro del escenario. Parte de las ganancias que
arrojaba el comercio exterior no derivaban sólo del capital en giro, sino del capital fijo
invertido en el equipamiento y fortificación de factores comerciales en el exterior.
La inversión en producir excedente o stock para la exportación trae consigo la entrada de
capital extranjero. La materia prima que Inglaterra tenía en abundancia se encarecía al ser
trabajada, proceso en el que obtenían un rotundo beneficio. Debido a la teoría del
“movimiento circular del dinero”, ya citada, y al mayor número de puestos de trabajo que
supondría la creación del excedente, empezó a verse como buena la exportación. Se fue
abandonando el proteccionismo del capital inglés y se diluyeron los monopolios mercantiles,
los cuales servían para estrangular toda expansión del mercado.
Que la fuerza económica y un pilar esencial del mercado, apoyándose en la nueva filosofía
de mercado, fuese la masa de trabajadores, llevó a muchos nuevos capitalistas a invertir
directamente en la industria. Esto conllevaría cambios importantísimos: indicios de que la
época del proletariado estaba próxima.