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INTRODUCCIÓN
España cuenta con una gran longitud de costa , muy valiosa en cuanto a sus oportunidades, p ues
sustenta gran parte de la población, así como da soporte a instalaciones industriales, agrícolas y
portuarias, entre otras, pero muy sensible y degradada como consecuencia de su uso.
Ante este problema, se hace necesario implantar una legislación que regule la gestión y conservación
de este patrimonio natural, aprobándose así la Ley 22/1988, de 28 de julio, de Costas, desarrollada
posteriormente por el Real Decreto 876/2014, de 10 de octubre, por el que se aprueba el Reglamento
General de Costas, y modificada por la Ley 2/2013, de 29 de mayo, de protección y uso sostenible
del litoral y de modificación de la presente ley.
LA UTILIZACIÓN DEL DOMINIO PÚBLICO MARÍTIMO-TERRESTRE I. USOS COMÚN Y
ESPECIAL. USOS PERMITIDOS Y PROHIBIDOS
El Dominio Público Marítimo-Terrestre es la única categoría de bienes de dominio público estatal
definida por la Constitución Española, estableciendo en su artículo 132.2 que son bienes de dominio
público estatal los que determine la ley, y, en todo caso, la zona marítimo-terrestre, las playas, el mar
territorial y los recursos naturales de la zona económica y la plataforma continental.
Este artículo también establece que el régimen, administración y defensa de dichos bienes serán
regulados por ley.
Así, España cuenta con la Ley 22/1988, de 28 de julio, de Costas, cuyo principal objetivo es la
determinación, protección, utilización y policía del Dominio Público Marítimo Terrestre, y, en especial,
de la ribera del mar, la cual ha sido modificada por la Ley 2/2013 y desarrollada por el Real Decreto
876/2014, por el que se aprueba el Reglamento General de Costas.
De acuerdo a la Ley de Costas, los bienes de dominio público marítimo-terrestre son inalienables,
imprescriptibles e inembargables, no admitiéndose más derechos que los de uso y aprovechamiento
adquiridos se acuerdo con la presente ley, que regula la utilización del dominio público marítimo-
terrestre en su título III.
Dicho título establece que la utilización del dominio público marítimo-terrestre será pública, libre y
gratuita para los usos comunes y acordes a la naturaleza del mismo, como lo son, por ejemplo,
pasear, estar, bañarse, embarcar y desembarcar, pesar o navegar, entre otros, siempre que no sea
necesario llevar a cabo obras e instalaciones, siendo necesaria la existencia de una reserva,
adscripción, autorización o concesión para aquellos usos que suponen una circunstancia de
intensidad, peligrosidad o rentabilidad.
En cuanto a la ocupación del dominio público marítimo-terrestre, únicamente están permitidas
aquellas instalaciones o actividades que no puedan ubicarse en otra zona, bien porque desempeñan
una función o prestan un servicio que requiere su ubicación en el dominio, bien porque son
actividades o instalaciones de servicio público que no pueden ubicarse en los terrenos colindantes
debido a la configuración física del tramo de costa donde deben situarse, procurando en estos casos
que la ocupación sea mínima.
A estos efectos, quedan excluidas las edificaciones destinadas a residencia o habitación fijas, las
actividades que destruyen yacimientos de áridos naturales o no consolidados, el tendido aéreo de
líneas eléctricas de alta tensión y la publicidad mediante carteles, vallas o por medios acústicos y
audiovisuales, permitiéndose la instalación de vías de transporte interurbanas declaradas de utilizad
pública por el Consejo de Ministros y el vertido de escombros de relleno autorizados.
En cuanto a la publicidad, puede permitirse, de forma excepcional, aquella que se encuentre
integrada en actividades e instalaciones permitidas, que sea compatible con la protección del
dominio, no menoscabe su uso ni suponga ningún tipo de riesgo.
El dominio público marítimo-terrestre también puede verse afectado por los puntos de atraque de
embarcaciones de líneas regulares de transporte de pasajeros con fines comerciales que no pueden
ubicarse en la zona de servicio portuaria o por puntos de atraque de embarcaciones destinadas a
excursiones turísticas marítimas, autorizadas por el Servicio Periférico de Costas.
En cuanto al uso de las playas, debe ser público, con la excepción de las reservas demaniales
reconocidas en la Ley de Costas, y las instalaciones permitidas en la misma, de libre acceso público,
salvo por razones de interés público.
Todas las edificaciones de servicio de playa deben ubicarse fuera de la misma, salvo en casos en
los cuales no puedan situarse en terrenos colindantes o en el paseo marítimo, en cuyo caso podrán
ubicarse adosadas al límite de la playa.
Los tramos de las playas se clasifican en naturales y urbanos en función del carácter rural o urbano
de sus terrenos contiguos, así como de su grado de protección medioambiental.
En los tramos naturales de la playa se permiten actividades e instalaciones que prestan servicios o
realizan funciones que requieren su ubicación en las mismas y establecimientos expendedores de
comida y bebida con una superficie inferior a 70 metros cuadrados y distanciados como mínimo por
300 metros. Estas instalaciones deben ocupar lo mínimo posible, y nunca deben sobrepasar el 10%
de la superficie de la playa en pleamar. Las conducciones de servicio deben ser subterráneas y
deben estar dotadas de un sistema de saneamiento que elimine de forma eficaz las aguas residuales
y los malos olores, quedando prohibidos aquellos sistemas de drenaje y absorción que afecten a la
arena y a las aguas de baño.
En cuanto a los tramos urbanos, se permiten, además de las utilizaciones permitidas en los tramos
naturales:
CONCLUSIONES
España tiene una gran longitud de costa afectada por el incremento de población, así como por lo s
usos a los que es sometida.
La Ley y el Reglamento de Costas surge ante la necesidad de proteger y conservar el dominio público
marítimo-terrestre, considerado por la Constitución Española como un bien de dominio público
estatal.
Así la legislación de Costas regula la utilización de dicho dominio, sometiendo a aquellos usos de
especial intensidad, peligrosidad o rentabilidad a la otorgación de títulos administrativos, como lo
son, por ejemplo, las adscripciones, reservas, autorizaciones y concesiones, siendo las
administraciones públicas las responsables de otorgarlos de acuerdo al cumplimiento a las
condiciones establecidas, adecuadas y compatibles con la integridad del dominio público y del
entorno.