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A raíz del trabajo como docente del área de la formación general, voy a reflexionar
sobre la validez de la formación artística de las y los docentes en relación al aporte que
la educación en arte puede hacer a la comunidad centrándome en los aspectos
relacionales y sociales de la práctica artística.
El desarrollo será desde una perspectiva fenomenológica, esto es: atendiendo a la propia
experiencia, suspendiendo en principio los condicionamientos teóricos e ideológicos,
siguiendo la lógica de este método de “ir a las cosas mismas” para luego interpretar,
argumentar y concluir.
Si bien en los planes de estudio del Profesorado de Artes Visuales se menciona “un
doble recorrido artístico pedagógico”, la carrera corresponde a la formación docente,
por lo tanto las y los egresados del plan obtienen título de profesores.
La idea de doble recorrido parece señalar la expectativa de parte del equipo que diseñó
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el plan de estudios de formar artistas, lo cual en principio es diferente de la tarea de
enseñar arte.
Se podría preguntar, ¿Es posible formar simultáneamente en la tarea docente y la tarea
artística? ¿Qué es lo propio de una y otra tarea?
Como profesores y profesoras estarán en condiciones de trabajar en instituciones
educativas, enseñar los contenidos de su disciplina, mediar entre los y las estudiantes y
el conocimiento, preparar actividades conforme a sus espacios curriculares, lo propio de
quien ejerce la profesión docente. Existe un marco curricular y un sistema formador que
regulan la actividad educativa al menos en las instituciones formales en sus diferentes
niveles y modalidades, siendo estas modalidades: Técnico-Profesional, Artística,
Especial, de Jóvenes y Adultos, Rural, Intercultural Bilingüe, en Contextos de Privación
de Libertad y Domiciliaria y Hospitalaria.
¿Qué sería lo propio del arte? ¿Cuál es su finalidad? En primer lugar al hablar de algo
propio quisiera dejar de lado la cuestión esencialista que supondría el ser del arte como
algo dado. La pregunta por lo propio del arte y por su finalidad pretendo que sea en
términos de comprender su dimensión social y no ontológica. Con respecto a esto
último, ese parece ser el motivo de la divergencia de los teóricos en cuanto a intentar
definir al arte.
Siguiendo la lógica fenomenológica ya aclarada, cuando se pretende comprender al arte
y tratar de explicarlo, se intenta encontrar algunos elementos que le son propios, algo así
como sus notas características:
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El arte como producción. El arte como producto de la imaginación y la técnica. El arte
como síntesis entre lo material y lo simbólico. El arte como comunicación.
Aunque hay un sentido amplio de lo que pudiera ser arte y en ese sentido se podría decir
que “la enseñanza es un arte”, en un sentido más preciso se podría acordar que arte es
una producción: algo se realiza, se lleva a cabo mediante un proceso que va desde una
ideación hasta la configuración formal por medio de algún recurso y procedimiento. El
arte precisa de los sujetos, de alguien que tenga una idea, que imagine algo, requiere de
los aspectos cognitivos y creativos de los sujetos que serán quienes puedan combinar
elementos para que aparezca algo inédito surgido en la fantasía o la imaginación y
entonces habrá una representación artística. El papel de la técnica o las técnicas en
plural importan porque hay arte cuando se lo representa a través de una forma, sea
visual, sonora, audiovisual, dramática o kinestésica. Una forma tiene materialidad,
puede constatarse por medio de los sentidos por eso vale decir que es arte aquello que
sintetiza lo material y lo simbólico: la forma producida tiene significado, traduce algo
como pueden ser ideas, pensamientos, emociones. En sí mismo el arte es lenguaje y las
diversas manifestaciones artísticas son diferentes lenguajes. En la medida que esa
producción que es el arte es comunicado o expuesto a alguien más que al sujeto que lo
provoca se transforma en comunicación y se inserta en lo social, lo comunitario, ese
conjunto de otras y otros que serán oyentes, espectadores, interlocutores y recreadores
de la propuesta artística.
La tarea docente es siempre una tarea social. De por sí implica un intercambio entre
sujetos, alguien que enseña, alguien que aprende así como alguien que al aprender
enseña y alguien que al enseñar aprende, al decir de Paulo Freire, cuya perspectiva
pedagógica y crítica es un marco de referencia en ambas instituciones ya mencionadas.
La acción docente se extiende en relación a lo social comunitario también. Las
instituciones formadoras dan cuenta de varios proyectos: La Escuela Superior de
Música ha realizado conciertos en el hospital público, ha presentado orquestas y
ensambles abiertos a la comunidad, realiza presentaciones en otras instituciones, centros
culturales o fundaciones que lo requieren. La Escuela Superior de Bellas Artes da
cuenta de la realización de murales en edificios de instituciones públicas como escuelas
y museos de Neuquén Capital y en otras ciudades de la Provincia, también participa con
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algunos de sus integrantes en las actividades de apoyo a los trabajadores como es el
caso de las fábricas MAM y Zanón, y lleva a cabo talleres gratuitos de teatro, danzas
folklóricas y enseñanza de pintura, dibujo y otras disciplinas a la comunidad. De esta
manera la formación de docentes en arte incluye la dimensión comunitaria y es ahí
donde se puede hablar de una formación de artistas. El hecho de convertirse en artistas
parece reunir las condiciones antes enumeradas: producción, ideación, representación,
procedimiento técnico, materialidad y significados, comunicación, todo eso en relación
con la comunidad, factor clave para distinguir el arte de cualquier otro producto de la
imaginación y la técnica humana. El arte no sería apreciado como tal sino trasciende lo
meramente subjetivo o íntimo, requiere fundamentalmente de lo social porque supone a
otros y otras.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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GOODMAN, N. (2010). Los lenguajes del arte. Buenos Aires, Paidós
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