Está en la página 1de 7

Delmira Agustini (Uruguay, 1886 –1914)

Lo inefable (De Cantos de la mañana, 1910)

Yo muero extrañamente...No me mata la vida


no me mata la muerte, no me mata el amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor?

De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida


devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrazaba enteros y no daba un fulgor?...

¡Cumbre de los martirios!...Llevar eternamente


desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!

Pero arrancarla un día en una flor que abriera


milagrosa, inviolable...¡Ah más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!...

El vampiro (De Cantos de la mañana, 1910)

En el regazo de la tarde triste


Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
Sentirte el corazón! Palideciste
Hasta la voz, tus párpados de cera,
Bajaron...y callaste... Pareciste
Oír pasar la Muerte... Yo que abriera
Tu herida mordí en ella -¿me sentiste?-
Como en el oro de un panal mordiera!
Y exprimí más, traidora, dulcemente
Tu corazón herido mortalmente,
Por la cruel daga rara y exquisita
De un mal sin nombre, hasta sangrarlo en llanto!
Y las mil bocas de mi sed maldita
Tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.
¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
Que come llagas y que bebe el llanto?

Nocturno (Los cálices vacíos, 1913)

Engarzado en la noche el lago de tu alma,


diríase una tela de cristal y de calma
tramada por las grandes arañas del desvelo.

Nata de agua lustral en vaso de alabastros;


espejo de pureza que abrillantas los astros
y reflejas la cima de la Vida en un cielo...

Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros,


voy manchando los lagos y remontando el vuelo.

El cisne (Los cálices vacíos, 1913)

Pupila azul de mi parque


Es el sensitivo espejo
De un lago claro, muy claro !...
Tan claro que á veces creo
Que en su cristalina página
Se imprime mi pensamiento.
.
. . .Flor del aire, flor del agua,
Alma del lago es un cisne
Con dos pupilas humanas,
Grave y gentil como un príncipe;
Alas lirio, remos rosa...
Pico en fuego, cuello triste
Y orgulloso, y la blancura
Y la suavidad de un cisne...
.
. . .El ave cándida y grave
Tiene un maléfico encanto;
-Clavel vestido de lirio,
Trasciende a llama y milagro!...
Sus alas blancas me turban
Como dos cálidos brazos;
. . .Ningunos labios ardieron
Como su pico en mis manos;
Ninguna testa ha caído
Tan lánguida en mi regazo;
Ninguna carne tan viva,
He padecido ó gozado:
Viborean en sus venas
Filtros dos veces humanos!
.
. . .Del rubí de la lujuria
Su testa está coronada;
Y va arrastrando el deseo
En una cauda rosada...
.
. . .Agua le doy en mis manos
Y el parece beber fuego;
Y yo parezco ofrecerle
Todo el vaso de mi cuerpo...
.
. . .Y vive tanto en mis sueños,
Y ahonda tanto en mi carne,
Que á veces pienso si el cisne
Con sus dos alas fugaces,
Sus raros ojos humanos
Y el rojo pico quemante,
Es solo un cisne en mi lago
O es en mi vida un amante...
.
. . .Al margen del lago claro
Yo le interrogo en silencio...
Y el silencio es una rosa
Sobre su pico de fuego...
Pero en su carne me habla
Y yo en mi carne le entiendo.
- A veces ¡toda! soy alma;
Y a veces ¡toda! soy cuerpo.-
Hunde el pico en mi regazo
Y se queda como muerto...
Y en la cristalina página,
En el sensitivo espejo
Del lago que algunas veces
Refleja mi pensamiento,
El cisne asusta de rojo,
Y yo de blanca doy miedo !

Alfonsina Storni (Argentina, 1892 – 1938)


La loba (La inquietud del rosal, 1916)

Yo soy como la loba.


Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,


Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se ríen y cómo me señalan


Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!


No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;


Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!

Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta


De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor...
Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor...
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!

Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!


No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.

Yo soy como la loba. Ando sola y me río


Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

La que pueda seguirme que se venga conmigo.


Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.

El hijo y después yo y después... ¡lo que sea!


Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.

Yo soy como la loba,


Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano

A Eros (Mascarilla y trébol, 1938)

He aquí que te cacé por el pescuezo


a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un muñeco destripé tu vientre


y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,


te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un coro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina


tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.

Van pasando mujeres

Cada día que pasa, más dueña de mí misma,


sobre mí misma cierro mi mirada interior;
en medio de los seres la soledad me abisma.
Ya ni domino esclavos ni tolero señor.

Ahora van pasando mujeres a mi lado


cuyos ojos trascienden la divina ilusión.
El fácil paso llevan de un cuerpo aligerado:
se ve que poco o nada les pesa el corazón.

Algunas tienen ojos azules e inocentes;


van soñando embriagadas, los pasos al azar;
la claridad del cielo se aposenta en sus frentes
y como son muy finas se les oye soñar.

Sonrío a su belleza, tiemblo por sus sueños;


el fino tul de su alma, ¿quién lo recogerá?
Son pequeñas criaturas, mañana tendrán dueños,
y ella pedirá flores..., y él no comprenderá.

Les llevo una ventaja que place a mi conciencia:


los sueños que ellas tejen no los supe tejer,
y en mis manos ignorantes no perdí mi inocencia.
Como nunca la tuve, no la pude perder.

Nací yo sin blancura; pequeña todavía


el pequeño cerebro se puso a combinar;
cuenta mi pobre madre que, como comprendía,
yo aprendí temprano la ciencia de llorar.

Y el llanto fue la llama que secó mi blancura


en las raíces mismas del árbol sin brotar,
y el alma está candente de aquella quemadura.
¡Hierro al rojo mi vida! ¿Cómo pude durar?

Alma mía, la sola; tu limpieza, escondida


con orgullo sombrío, nadie la arrullará;
si en música divina fuera el alma dormida,
el alma, comprendiendo, no despertara ya.

Tengo sueño mujeres, tengo un sueño profundo.


Oh, humanos, en puntillas el paso deslizad;
mi corazón susurra: me haga silencio el mundo,
y mi alma musita fatigada: ¡callad!...

También podría gustarte