no me mata la muerte, no me mata el amor; muero de un pensamiento mudo como una herida... ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor?
De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor? ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida que os abrazaba enteros y no daba un fulgor?...
¡Cumbre de los martirios!...Llevar eternamente
desgarradora y árida, la trágica simiente clavada en las entrañas como un diente feroz!
Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable...¡Ah más grande no fuera tener entre las manos la cabeza de Dios!...
El vampiro (De Cantos de la mañana, 1910)
En el regazo de la tarde triste
Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era Sentirte el corazón! Palideciste Hasta la voz, tus párpados de cera, Bajaron...y callaste... Pareciste Oír pasar la Muerte... Yo que abriera Tu herida mordí en ella -¿me sentiste?- Como en el oro de un panal mordiera! Y exprimí más, traidora, dulcemente Tu corazón herido mortalmente, Por la cruel daga rara y exquisita De un mal sin nombre, hasta sangrarlo en llanto! Y las mil bocas de mi sed maldita Tendí a esa fuente abierta en tu quebranto. ¿Por qué fui tu vampiro de amargura? ¿Soy flor o estirpe de una especie oscura Que come llagas y que bebe el llanto?
Nocturno (Los cálices vacíos, 1913)
Engarzado en la noche el lago de tu alma,
diríase una tela de cristal y de calma tramada por las grandes arañas del desvelo.
Nata de agua lustral en vaso de alabastros;
espejo de pureza que abrillantas los astros y reflejas la cima de la Vida en un cielo...
Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros,
voy manchando los lagos y remontando el vuelo.
El cisne (Los cálices vacíos, 1913)
Pupila azul de mi parque
Es el sensitivo espejo De un lago claro, muy claro !... Tan claro que á veces creo Que en su cristalina página Se imprime mi pensamiento. . . . .Flor del aire, flor del agua, Alma del lago es un cisne Con dos pupilas humanas, Grave y gentil como un príncipe; Alas lirio, remos rosa... Pico en fuego, cuello triste Y orgulloso, y la blancura Y la suavidad de un cisne... . . . .El ave cándida y grave Tiene un maléfico encanto; -Clavel vestido de lirio, Trasciende a llama y milagro!... Sus alas blancas me turban Como dos cálidos brazos; . . .Ningunos labios ardieron Como su pico en mis manos; Ninguna testa ha caído Tan lánguida en mi regazo; Ninguna carne tan viva, He padecido ó gozado: Viborean en sus venas Filtros dos veces humanos! . . . .Del rubí de la lujuria Su testa está coronada; Y va arrastrando el deseo En una cauda rosada... . . . .Agua le doy en mis manos Y el parece beber fuego; Y yo parezco ofrecerle Todo el vaso de mi cuerpo... . . . .Y vive tanto en mis sueños, Y ahonda tanto en mi carne, Que á veces pienso si el cisne Con sus dos alas fugaces, Sus raros ojos humanos Y el rojo pico quemante, Es solo un cisne en mi lago O es en mi vida un amante... . . . .Al margen del lago claro Yo le interrogo en silencio... Y el silencio es una rosa Sobre su pico de fuego... Pero en su carne me habla Y yo en mi carne le entiendo. - A veces ¡toda! soy alma; Y a veces ¡toda! soy cuerpo.- Hunde el pico en mi regazo Y se queda como muerto... Y en la cristalina página, En el sensitivo espejo Del lago que algunas veces Refleja mi pensamiento, El cisne asusta de rojo, Y yo de blanca doy miedo !
Alfonsina Storni (Argentina, 1892 – 1938)
La loba (La inquietud del rosal, 1916)
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño Y me fui a la montaña Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza! Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan Porque ven que una loba ha entrado en el corral Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño. Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos ¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis Pero sin fundamento, que no sabe robar Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!
Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta, Y cómo disimula con risas su temor Bosquejando en el gesto un extraño escozor... Id si acaso podéis frente a frente a la loba Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor... ¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!
Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.
Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío Donde quiera que sea, que yo tengo una mano Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo, La vida, y no temo su arrebato fatal Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.
El hijo y después yo y después... ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea. A veces la ilusión de un capullo de amor Que yo sé malograr antes que se haga flor.
Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño Y me fui a la montaña Fatigada del llano
A Eros (Mascarilla y trébol, 1938)
He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías las flechas de tu aljaba para herirme y vi en el suelo tu floreal corona.
Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas y muy envuelta en sus poleas de oro hallé una trampa que decía: sexo.
Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas, ante un coro asustado de sirenas.
Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna, y te arrojé a la boca de las olas.
Van pasando mujeres
Cada día que pasa, más dueña de mí misma,
sobre mí misma cierro mi mirada interior; en medio de los seres la soledad me abisma. Ya ni domino esclavos ni tolero señor.
Ahora van pasando mujeres a mi lado
cuyos ojos trascienden la divina ilusión. El fácil paso llevan de un cuerpo aligerado: se ve que poco o nada les pesa el corazón.
Algunas tienen ojos azules e inocentes;
van soñando embriagadas, los pasos al azar; la claridad del cielo se aposenta en sus frentes y como son muy finas se les oye soñar.
Sonrío a su belleza, tiemblo por sus sueños;
el fino tul de su alma, ¿quién lo recogerá? Son pequeñas criaturas, mañana tendrán dueños, y ella pedirá flores..., y él no comprenderá.
Les llevo una ventaja que place a mi conciencia:
los sueños que ellas tejen no los supe tejer, y en mis manos ignorantes no perdí mi inocencia. Como nunca la tuve, no la pude perder.
Nací yo sin blancura; pequeña todavía
el pequeño cerebro se puso a combinar; cuenta mi pobre madre que, como comprendía, yo aprendí temprano la ciencia de llorar.
Y el llanto fue la llama que secó mi blancura
en las raíces mismas del árbol sin brotar, y el alma está candente de aquella quemadura. ¡Hierro al rojo mi vida! ¿Cómo pude durar?
Alma mía, la sola; tu limpieza, escondida
con orgullo sombrío, nadie la arrullará; si en música divina fuera el alma dormida, el alma, comprendiendo, no despertara ya.
Tengo sueño mujeres, tengo un sueño profundo.
Oh, humanos, en puntillas el paso deslizad; mi corazón susurra: me haga silencio el mundo, y mi alma musita fatigada: ¡callad!...