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¿Es real la realidad?

-Paul Watzlawick-

• Las dos realidades

Solemos mezclar muy a menudo dos conceptos muy distintos de realidad sin advertirlo con la claridad suficiente. El
primero de ellos se refiere a las propiedades puramente físicas (y por ende objetivamente constatables) de las cosas
y responde, por tanto, al problema de la llamada <sana razón humana> o del proceder científico objetivo. El segundo
afecta exclusivamente a la adscripción de un sentido y un valor a estas cosas y, en consecuencia, a la comunicación.

Encuadraremos la realidad del primer orden aquellos aspectos de la realidad que se refieren al consenso de la

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percepción y se apoyan en pruebas experimentales, repetibles y, por consiguiente, verificables. En esta no se dice
nada sobre la significación o el valor de estas cosas.

Ejemplo: la realidad del primer orden del oro, es decir, sus propiedades físicas, son perfectamente concocidas y
verificables en todo tiempo. Pero la significación, la importancia del oro en la vida humana desde tiempos remotos y
que esta asignación de valor tenga una importante influencia en otros muchos aspectos de nuestra realidad, todo
esto tiene muy poco o nada que ver con sus propiedades físicas. Esta otra segunda realidad del oro es la que puede

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hacer de un hombre un creso, o llevarle a la bancarrota.

El la realidad de segundo orden es absurdo discutir sobre lo que es <realmente> real.


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Ejemplo: No existe ninguna norma objetiva que marque la distancia correcta entre dos personas o que determine en
qué momento de las relaciones entre novios, si al principio o ya en un estadio muy avanzado de sus relaciones, es
correcto besarse.

Profecías que se autocumplen


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-Paul Watzlawick-
Una profecía que se autocumple es una suposición o predicción que, por la sola razón de haberse hecho, convierte
en realidad el supuesto, esperado o profetizado y de esta manera confirma su propia “exactitud”. Este mecanismo
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forma parte de nuestro pensamiento cotidiano y tiene profunda y vasta significación en la imagen de la realidad que
nos forjamos.

Quienquiera que sea, basándose en su experiencia anterior, de estimar los efectos futuros de una decisión tiene


normalmente en miras el mejor resultado posible. La acción en cuestión procura entonces calcular el futuro y
posteriormente se revelara verdadera o falsa, correcta o incorrecta, pero no tiene porque ejercer influencia alguna
en el curso de las cosas. En cambio, un acto que es un resultado de una profecía que se autocumple crea primero las
condiciones para que se dé el suceso esperado y en este sentido crea precisamente una realidad que no se habría
dado sin aquel. Dicho acto no es pues ni verdadero ni falso; sencillamente crea una situación y con ella su propia
“verdad”. La presunta reacción (el efecto) es efectivamente una acción (la causa); la “solución” crea el problema; la
profecía de un suceso hace que se cumpla el suceso profetizado. Ejemplo: el marido se aparata porque la mujer
refunfuña, ella refunfuña porque el se aparta, el se aparata porque ella refunfuña.

La realidad inventada llega a ser realidad “verdadera” solo cuando se cree el invento. Cuando falta el elemento de la
creencia, del ciego convencimiento, dicha realidad es ineficaz.

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