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= COMIENZO =
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NOTA DE LA AUTORA
Esta novela está basada en los libros de Stephenie Meyer: Crepúsculo, Luna
Nueva, Eclipse y Amanecer y es la continuación de todos ellos y de
Despertar y Nueva Era I – Profecía, escritos por mí. Los personajes de esta
novela están asociados a la saga citada anteriormente, están creados y son
propiedad de Stephenie Meyer, excepto otros personajes que solamente
aparecen en Despertar, en Nueva Era I – Profecía y en este relato, que están
creados por mí. La utilización en esta novela de los personajes propiedad de
Stephenie Meyer es puramente gratuita y sin ánimo de lucro ninguno,
solamente son usados con fines de entretenimiento.
Gracias por leerlo, espero que a quien lo lea le guste y que lo disfrute lo
mismo que lo haré yo escribiéndolo.
@JacobyNessie
tamara.gp.oficial
www.jacobnessie.blogspot.com.es
www.tamaragp.com
apoyo. Muchas gracias por ser tan paciente, por esperar los capítulos,
= PARTE UNO =
COMIENZO
Renesmee
Prefacio
Por fin mi sueño se estaba haciendo realidad, por fin mis pies me llevaban
por esa arena hacia mi destino, yo había nacido para estar con él, y él había
nacido para estar conmigo, nuestras almas habían nacido para moverse como
dos constelaciones unidas e inseparables que bailaban una danza armónica,
como si fuesen una. Caminaba nerviosa pero segura hacia mi mejor amigo,
mi ángel de la guarda, mi alma gemela, mi compañero, el amor de mi vida, el
hombre de mi vida, todo, él lo era todo para mí. Jacob era todo lo que
deseaba, lo único que ansiaba, Jacob era mi sueño, y había esperado tanto
para esto.
Ese sueño que había esperado tanto tiempo estaba a punto de hacerse
realidad. Aunque esto no era el final de una meta, no era el final de nuestro
cuento de hadas, era un comienzo, un comienzo nuevo de nuestras vidas. Ese
sueño iba a empezar ahora.
Despedida
Cuando mi familia apareció, Alice llegó con una ropa para mí que había
conseguido en un pueblo que quedaba de paso. Me oculté detrás de un árbol,
acompañada en todo momento de Jacob, que aprovechó para darme un buen
repaso con otra enorme sonrisa, y me quité ese horroroso e incómodo vestido
que aquellas mujeres vampiro me habían puesto. Me puse los vaqueros que
me había traído acertadamente mi tía, la camiseta estampada, la chaqueta, me
calcé las playeras y salí de mi escondite ya cogida de la mano de mi chico.
No pensaba soltarla jamás.
El vuelo en ese avión privado se me hizo hasta corto, no fue así el que me
trajo a Bulgaria. En cuanto la sombra me llevó ante Razvan, este me hizo otro
hechizo con sus polvos dorados y ya me quedé totalmente inmovilizada, así
que esas horas de viaje se me hicieron muy largas y agónicas.
Solo la solté para abrazar con fuerza a mi abuelo entre lágrimas, que
correspondió mi abrazo, me besó y suspiró tranquilo. No dejaba de darle
gracias a Dios todo el rato. Al siguiente que abracé fue a Billy y después a
Sue. Según me dijeron luego, Seth y Leah ya les habían contado todo lo que
había ocurrido, así que estaban al corriente, aunque habían esperado al día de
hoy para decírselo, para no preocuparles más de lo necesario. Aun así,
Charlie todavía tenía el susto dibujado en el rostro, tuve que jurarle muchas
veces que habíamos terminado con los culpables y darle un montón de besos
para que se quedase tranquilo del todo.
Billy también se sorprendió de ver allí a ese vendedor ambulante y mago que
le había vendido la piedra celeste, así que tuvimos que explicarle que todo
entraba dentro del plan para que Razvan, Nikoláy y Ruslán no pudieran
vernos mientras yo estaba en su casa y para que, al irme con Jake, él también
quedase protegido, por si acaso. Le explicamos, además, que ese truco de
magia que Ezequiel le había hecho con aquellos polvos en realidad había sido
un hechizo preventivo, es decir, una especie de vacuna para no ser contagiado
con el hechizo, por eso lo primero que había hecho Ezequiel en cuanto Billy
le había abierto la puerta, había sido lanzarle esos polvos, excusándose
después con lo del truco de magia, eso evitó que fuera contagiado por el
propio Ezequiel y le vacunó para que, al llegar yo, el contagio de mi hechizo
no le hiciera efecto. Le revelamos que si había funcionado con él, era porque
Ezequiel había actuado antes de que ocurriese el contagio, y que no había
sido así con mi familia y el resto de aliados, ya que fueron contagiados sin
darse cuenta y no se había podido evitar antes; el mismo Ezequiel ignoraba
que mi familia estuviese bajo un segundo hechizo encadenado, y cuando
llegó a la casa de mi familia en Anchorage, ya fue demasiado tarde.
Él y todos los que se encontraban allí también habían sido contagiados sin
poder evitarlo. También le tuvimos que aclarar que con los lobos había
pasado algo intermedio, puesto que el hechizo preventivo de Ezequiel no
había servido para que no fuesen contagiados, al ser demasiados individuos y
estar conexionados entre sí en su forma lobuna, pero había conseguido
detener el efecto contagioso del hechizo en ellos y eso había evitado que se
propagase a más gente. Le extrañó que el aspecto de Ezequiel fuera el de un
humano ese día y le aclaramos que había utilizado una de sus barreras para
modificar un poco su aspecto.
―¿Lo ves? La piedra era un amuleto ―le reiteró Billy a Jake cuando
terminamos de explicarlo todo.
―¿Y eso es en lo único que te fijas de todo lo que acabamos de contar? ―Mi
novio puso los ojos en blanco.
Les repetí unas mil veces que se quedasen a tomar una cerveza o algo en
nuestra casa, pero Billy y Charlie tenían cosas que hacer, al parecer, cosa que
me extrañó, así que nos dejaron en nuestro jardín y se marcharon.
Lo primero con lo que se toparon mis ojos fue con mi forito. Estaba aparcado
justo donde lo había dejado mi cuerpo carnal dominado por aquella brisa
gélida que lo poseía, hace un año.
Jacob se rio.
―Tendremos que comprobar si arranca, lleva demasiado tiempo parado
―declaró―. Y habrá que lavarlo, por supuesto, está hecho un asco.
Pero algo captó mi atención un poco más allá y mis pupilas se dirigieron en
esa dirección, atónitas.
―La plantación ―volví a exclamar, aunque esta vez un poco más bajo, de la
impresión.
―Como ves, las plantas están perfectas y ya han florecido ―dijo Brenda a
mis espaldas.
Me fijé en que los ojos de Teresa ya empezaban a adquirir ese color dorado
que indicaba que no tomaba sangre humana, lo cual me alegró muchísimo.
Lo estaba consiguiendo.
Cuando ya conseguimos controlar la emoción del reencuentro, Brenda me
explicó que ella y Seth se habían encargado de la plantación, pensando en un
regreso de Helen.
Ya sabía que el cuerpo de Helen también había sido controlado por otra brisa
para engañar a todo el mundo, sin embargo, por culpa del hechizo ella nunca
había podido contarme cómo había sucedido todo exactamente. Pero ahora sí.
Al parecer, su cuerpo manipulado les había dicho a los lobos que la protegían
aquel día que se iba de Forks con Ryam, soltando ese humo dorado por su 8
boca que les había hecho creerlo, al igual que me había pasado a mí con mi
familia, aunque los chicos no habían sido hechizados después con ningún
otro encantamiento, como sí había ocurrido con mi familia. Lo demás fue
coser y cantar para Razvan. Al creerlo unos pocos, el resto también lo hizo,
debido a la conexión de sus pensamientos, entre la manada no hay secretos ni
dudas.
También fue así como creyeron que yo había abandonado a Jacob por otro
hombre, lo habían visto todo en la mente de Jake y ninguno pudo dudar de la
veracidad de esos recuerdos, claro. Por supuesto, Razvan engañó al padre de
Helen usando el mismo método. Tema aparte fue Ryam. Él sí que sospechó
que pasaba algo al llamar a Helen y que su teléfono siempre estuviera
desconectado, así que dejó de lado el tema de la hija de Teresa para investigar
la extraña desaparición de Helen.
Brenda y Seth siempre pensaron que Helen podría volver, así que se
dedicaron a seguir cuidando las plantas, las cuales ya habían florecido. Eso
me dio una alegría enorme, porque significaba que la curación de Helen y
Ryam ―y ahora también Mercedes― estaba a la vuelta de la esquina. Ahora
Carlisle y Louis ya tenían flores con las que trabajar en el antídoto, y seguro
que se ponían manos a la obra enseguida.
Eso me hizo recordar al resto de los gigantes. ¿Qué iba a pasar con ellos a
partir de ahora?
¿Dónde estarían? Porque ahora ya no estaban Razvan, Nikoláy ni Ruslán para
encargarse de ellos, bueno, si lo que hacían con ellos podía llamarse así.
Puede que siguieran en el castillo, en aquella caseta de piedra, olvidados, ya
que si no recibían ninguna orden, seguirían allí, sin moverse jamás.
O puede que Razvan los hubiera llevado a otro sitio antes de todo lo ocurrido
en Canadá y en Bulgaria. Me dio lástima, no por ellos en sí, por supuesto,
ahora eran unos seres monstruosos y despiadados, sino porque en su pasado
habían sido personas humanas a las que les habían arrancado la vida.
Sin embargo, Helen me alentó diciéndome que, ahora que Razvan, Nikoláy y
Ruslán ya habían muerto, Ryam se estaba encargando de buscarles para dar
con alguna solución, ya que se sentía obligado a ello en cierto modo, él
mismo era un gigante, aunque de naturaleza totalmente distinta.
Jake torció el gesto, desaprobaba totalmente ese afán solitario de Ryam, pero
a mí me calmó un poco, porque si los encontraba tal vez Carlisle y Louis
dieran con alguna solución para curarles a ellos también, si es que lo suyo
tenía cura.
Toda la guardia de Razvan había fallecido o desaparecido del mapa, así nos
lo ratificó Helen, que lo sabía porque Ryam había estado en el castillo, fue el
primer sitio donde había ido a buscar a los gigantes, los cuales tampoco
estaban. Los pocos vampiros que se habían quedado en el castillo para
vigilarlo habían huido muy lejos al enterarse de la muerte de los tres magos.
Jacob no les dio mayor importancia, pues ahora no estaban bajo el mando de
estos tres y lo más seguro es que aprovechasen para iniciar una nueva vida
como nómadas, lo cual no era peligroso para ninguno de nosotros. Sin
embargo, esto confirmó mi idea de que Razvan hubiese llevado a los gigantes
a otro sitio.
¿Qué le pasaba a todo el mundo hoy? ¿Es que todos estaban tan ocupados,
incluso Teresa, Mercedes y Helen? También me extrañó que el resto de la
manada y sus chicas no estuviesen aquí para darnos la bienvenida, aunque no
le di más importancia. Unos estarían patrullando, y el resto tendría cosas que
hacer, visto lo visto. Además, para ser sincera, estaba deseando quedarme a
solas con Jake.
Ahora que todo peligro había terminado y que nosotros habíamos regresado a
nuestra casa, Teresa y Mercedes se iban a alojar en la vivienda que mi familia
tenía aquí en Forks, junto con el resto de nuestros aliados, y Helen por fin
regresaba a su casa, junto a su padre. Así que cuando los cinco se marcharon,
Jake y yo nos quedamos a solas.
―Bueno, no sé cómo estará todo, porque yo llevo sin entrar un año ―me
informó, aunque ya lo sabía―. Debe de estar todo bastante sucio.
―No importa ―le sonreí―. Seguro que Teresa, Helen y Mercedes lo han
adecentado.
Correspondió mi sonrisa y llegamos al umbral. Jacob abrió la puerta y
pasamos al interior1.
―Pero no lo es ―sonreí.
―Las píldoras anticonceptivas que viste el otro día las estoy tomando para
nuestra luna de miel ―le revelé, ya que llevaba tiempo queriendo aclararle
esto―. Alice me dijo que seguía viendo un acontecimiento importante en el
futuro de todos en el que intuía mucha felicidad, y que continuaba sin poder
verlo bien porque era de nosotros de quien se trataba y también debido a la
presencia de muchos metamorfos, así que tenía que ser nuestra boda. Ya
estaba segura de que todo iba a salir bien, pero ella me dio más confianza.
Así que le pedí a Carlisle que me las consiguiera.
―Bueno, para un médico es muy fácil que se las vendan en una farmacia
―reí.
―Las tenía que tomar con antelación para que hicieran efecto, por eso las
llevaba ―declaré, acariciando su nuca―. Quiero que sepas que yo jamás me
entregaría a ningún otro.
―Mierda, cielo, no tienes por qué explicarme esto ―afirmó con un rostro
arrepentido, llevando sus manos a mi cintura de nuevo―. Sé que nunca lo
harías, al igual que yo, jamás he dudado de ti en ese aspecto. Bueno, vale, ese
día me volví loco, pero fue por culpa de ese estúpido rencor, que me cegó
durante un instante ―reconoció. Luego, se quedó mirándome y desplegó esa
sonrisa torcida que tanto me gustaba―. ¿Y a qué viene eso de las píldoras
ahora?
―Pues a que las píldoras ya hacen efecto ―insinué, llevando mis ojos a los
suyos con deseo.
―Sí, y estamos a solas, sin hechizos por medio, por fin ―susurré,
acercándole a mí con ímpetu.
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―Alice, ¿qué… qué haces aquí? ―le pregunté, apurada, aunque sin
despegarme de Jake.
―Una ventana del saloncito estaba abierta, he entrado por allí ―le contestó a
Jake―. Siento molestar, pero vengo a por vosotros para las despedidas de
soltero y soltera ―contestó, sonriente, dando una palmada mientras se
elevaba con un balanceo de puntillas.
―Sí, claro, no querréis casaros sin hacer una despedida, ¿no? Ya estamos
todos listos, así que, venga, ducharos o hacer lo que tengáis que hacer y
prepararos, que nos vamos dentro de un rato.
―Oh.
―¿Por qué te crees que nos juntamos todos? ―me explicó―. No hay tiempo
para que la gente de La Push organice sus despedidas y yo las nuestras. Eso
sí, los que os alimentáis de comida humana vais a tener que comer mucho,
porque si no, sobrará un montón de platos ―rio.
Con la diferencia horaria, me había hecho un lío y había calculado mal el día
en el que estábamos. Claro, hoy era sábado, no viernes, y mañana… Mañana
era domingo. ¡Mañana era la boda!
La dejé en el suelo y abracé a Jake, que se rio y me dio un beso en los labios.
―Sí ―sonreí.
―Pues, hala, arreglaros, que nos vamos ―azuzó mi tía, sacándome de mis
pensamientos.
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Mientras ella sacaba uno de mis vestidos, me fui hacia la ducha para que a
Jake también le diese tiempo a ducharse. En cuanto los dos nos arreglamos,
nos marchamos de nuestra preciosa y añorada casita.
Las despedidas se iban a celebrar en Port Angeles, por lo que tuvimos que
repartirnos en varios coches.
Ya les había pasado con Alice, pero Alison y Jennifer se quedaron alucinadas
con mi madre, mis tías y todas las mujeres vampiro que nos encontramos en
el restaurante, sobre todo por la belleza tan llamativa de Rosalie. Por
supuesto, no sabían que eran vampiros, y para ellas mi madre y mis tías eran
mis primas.
Las gemelas no fueron las únicas que se quedaron impresionadas con las
chicas vampiro, los comensales del restaurante incluso dejaron de comer al
ver tanta belleza junta, aunque también era por el gran número de féminas
que éramos y el divertido contraste que creábamos, ya que íbamos del blanco
pálido y níveo de la piel de los vampiros, a la tez morena y cobriza de las
quileute.
A mamá y todas las chicas vampiro no les quedó más remedio que tragarse
algo de la comida humana que nos pusieron en el plato, por lo menos para
disimular un rato. Después achacaron su falta de hambre a guardar la línea. El
resto cenamos muy bien, y fue una velada muy amena y divertida en la que
no faltaron las típicas bromas de una despedida de soltera. Gracias a Dios,
mis amigas quileute estaban allí para poner un poco de alegría al asunto.
Me lo pasé muy bien, pero para ser sincera del todo, tengo que reconocer que
no hacía más que pensar en Jacob, en cómo lo estaría pasando con el resto de
los chicos, todos mezclados con los hombres de mi familia y amigos
vampiros. Era paradójico, la manada se dedicaba a cazar seres como los que
estaban cenando con ellos, pero ahí estaban, todos juntos en armonía. Bueno,
eso esperaba.
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―Y yo ―siguió su hermana.
Rachel pidió todas esas cervezas a la camarera, las repartió y sacó la cartera
para pagar.
―¡Alice! ―protesté.
―Era lo más cómodo, no querrás que nos peleemos todos por pagar, ¿no?
―alegó ella―.
Rachel asintió para aceptar su gesto, mi tía hizo lo mismo para ratificarlo y
me dio un beso en la mejilla para danzar hacia las demás.
Sonreí.
Eché otro vistazo general a la entrada de la sala y al no ver señal de los altos
quileute, me volví al frente para coger mi cerveza.
―Hola, preciosa, ¿estás sola? ―me dijo una conocida voz ronca a mi lado
con insinuación.
―¿Ah, sí? ¿Y dónde está? ―siguió él, mirando alrededor para buscarle.
Se me escapó una risilla, aunque la controlé enseguida.
―Sí, y esta es mi despedida de soltera ―le solté con una sonrisa que no pude
evitar―. Nos casamos mañana.
―¿Y qué le ves a ese tipo, para casarte con él? ―su sonrisa pícara se amplió.
―Es muy guapo y está como un tren ―le revelé con un murmullo, llevando
mi dedo a su pecho.
Me rodeó con los mismos y me apretó contra él, haciendo que nuestros
rostros ya se tocasen. Mi boca dejó exhalar un suave suspiro al tenerle tan
pegado.
Soltó mis labios, nos miramos, sonriendo, y me tomó de la mano para iniciar
la marcha hacia ese almacén.
―¿No quieres tomar nada, Jacob? ―nos detuvo mi padre, señalando al resto
de los quileute, que estaban esperando a Jake para dirigirse a la barra.
―Venga, ve a pedir algo con ellos ―le exhorté, empujándole hacia los
chicos.
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―Sí, ve.
―Toma, chucho, te he traído unos huesos ―dijo Rosalie con una sonrisa
maliciosa, alzando una bolsa de plástico transparente para mostrársela a Jake.
―¿Adónde vas? ―rio―. Hoy no puedes dormir con él, te vienes a casa con
nosotros.
―Pero, pero…
―Pero yo quería…
―No me importa esperar. Eso hará que la noche de boda sea más interesante,
¿no crees?
Otra vez miré a Jake, el cual me sonrió. Suspiré. No me quedó más remedio
que rendirme a su sonrisa y se la correspondí. Bueno, puede que tuvieran
razón. Esperaría un día más, no era para tanto. Y la noche de boda sería
especial y mágica.
14
Comienzo
Me resultó un poco raro dormir en mi antigua y enorme cama sin Jake, ahora
que todo se había arreglado, aunque también me trajo muchos recuerdos.
Recordé la primera vez que Jake durmió en esta cama, sobre la colcha,
después de aquella horrible pesadilla, y cómo yo me fijaba en su
impresionante pecho a la luz de la luna llena; las veces que nos tumbábamos,
me acurrucaba sobre su torso y él me pasaba los dedos por el pelo,
haciéndome casi ronronear; aquella otra noche de luna llena en la que él
regresó después de marcharse por mi culpa, por mentirle y decirle que solo
quería ser su amiga, en la que la luz de ese satélite iluminaba sus iris negros,
confiriéndole un brillo especial con ese reflejo blanco, y su rostro me parecía
aún más hermoso…
Sonreí al imaginármelo. Escuchar su ronca voz fue como música para mis
oídos.
―Buenos días.
―Me parece que hoy va a ser un día muy largo para los dos.
―Sí ―asentí, sonriendo―. Por cierto, ¿dónde has dormido? ¿En casa o con
Billy?
―Sí ―sonreí.
―Te quiero.
―Te quiero.
Y colgamos.
Dejé caer la espalda sobre el colchón con los brazos en cruz y sonreí de
felicidad. Estuve mirando el techo un buen rato de esa guisa, con cara de
tonta, hasta que me cansé.
La luz del sol entraba por la cristalera, invadiéndolo todo, hoy hacía un día
precioso. Que esto sucediera en Forks, era tener suerte.
Creo que esta comida va a ser la única que pueda meterme hoy.
―Por cierto, eso me recuerda algo ―dijo―. El vuelo hacia la isla de Santa
Lucía sale a las cinco de la mañana, así que tendréis que estar en el
aeropuerto a las cuatro como mínimo para que os dé tiempo de embarcar sin
problemas.
Sonreí al recordar nuestro viaje de luna de miel. Por fin íbamos a poder irnos
a ese islote privado que quedaba a unos kilómetros de la isla de Santa Lucía.
Lo malo es que íbamos a tener que viajar justo después de la celebración de
la boda, con lo cual, la noche de boda se iba a retrasar, pero sabía que la
espera iba a merecer la pena.
―De acuerdo ―asentí―. Gracias por todo, abuela, aunque ya le daré las
gracias al resto, también.
Sí, nuestra luna de miel era el regalo de toda mi familia, bueno, de casi toda,
porque mis padres le iban a regalar la Harley a Jake y un regalo secreto para
mí que no había manera de sonsacarles.
Salió del coche, se acercó al maletero, el cual abrió, sacó una funda y una
caja redonda de cartón, cerró el maletero y llegó hasta el umbral.
―¡Vamos arriba para que te lo pruebes! ―clamó Alice, ahora tirando ella de
mí.
―Esto es como abrir la caja de Pandora ―se rio Emmett, que se sentó al
lado de mi padre.
Ambos se rieron.
No sé cómo fui capaz de subir las escaleras sin caerme, ya que las tenía
pegadas a mí como lapas. Menos mal que mis tías de Denali habían salido de
caza junto a Teresa y el resto de su aquelarre. Mercedes observaba la escena
desde uno de los sillones con una sonrisa tímida.
Entramos todas en mi cuarto y, cuando Sarah y yo nos dimos cuenta, mamá,
mis tías y Esme estaban sentadas en la cama, esperando.
―Venga, ¿a qué esperas? ―azuzó Rosalie―. Tengo que ver cómo es para ir
pensando en el peinado que te voy a hacer.
16
―Para mí es un honor haber hecho los trajes de novios del Gran Lobo y su
esposa ―me cortó con un poso de respetabilidad.
Sabía que era así y que jamás aceptaría que se lo pagase. Y yo debía aceptar
el regalo para no ofenderla.
―Traía el neceser, por si tenía que hacerte algún ajuste de última hora, pero
ya veo que te queda perfecto ―manifestó Sarah, analizando cada parte del
vestido con satisfacción.
La parte de arriba era la misma, ese corsé hecho con esa tupida tela de seda
blanca que dejaba mis hombros desnudos y que llegaba hasta mis caderas.
Seguía estando revestida en su parte superior de esas grandes flores de seda
vaporosa y en la parte izquierda delantera de la cadera continuaba llevando
esas dos flores que eran semejantes a las del corpiño, solo que más pequeñas.
Ahora era una falda ligera y más estrecha que llegaba hasta los tobillos, hecha
de una vaporosa seda que tenía más movimiento y caía libre desde mis
caderas, ciñéndose más a mi cuerpo.
Quítatelo ya, que da mala suerte probárselo mucho tiempo antes de la boda.
―En fin ―suspiró Alice―, ya te hemos visto el vestido, así que te dejamos a
solas para que te vuelvas a cambiar.
―Id bajando vosotras, yo voy ahora ―le dijo mamá.
Sarah cogió su neceser y salió con el resto, cerrando la puerta a sus espaldas.
―¿Qué pasa? ―quise saber, algo extrañada, aunque ya intuía que me iba a
dar uno de esos discursos que dan las madres antes de una boda.
―Quería darte una cosa ―declaró para mi sorpresa, porque eso sí que no me
lo esperaba.
―¿Una cosa?
―Oh, sí, claro que sí ―sonrió―. No se casa tu única hija todos los días. Y,
además, con una de las personas que más quiero del mundo, como es Jacob.
Así que, venga, ábrelo.
Era una tobillera de oro blanco. De los eslabones de la cadena, colgaban una
serie de figuritas talladas artesanalmente, también del mismo material, que se
distribuían a lo largo de la tobillera.
―¿Te gusta de verdad? ―me preguntó, separándome por los hombros para
mirarme.
―Siento que papá y tú no podáis ser los padrinos ―lamenté, alzando la vista
para observarla a ella con pesar―. No pensábamos que esa tradición de bailar
con los padrinos fuera tan importante.
El año pasado no le habíamos dicho nada, menos mal que esta vez a Jake le
dio por preguntárselo, si no, hubiéramos llegado al altar y hubiésemos tenido
que cambiar los padrinos de sopetón e improviso; seguro que eso es lo que
nos hubiera pasado el año anterior.
Al principio, Brenda iba a ser una de mis damas de honor, pero como ahora
iba a ser la madrina, metí en su puesto a la pequeña Claire, a la que le hacía
muchísima ilusión. Sarah también había tenido que arreglar el vestido de
dama de honor de Brenda, para adaptárselo a Claire. Desde luego esa mujer
se merecía un premio.
―En fin, ahora sí, me voy abajo con tu padre. ―Y empezó a caminar hacia
la puerta.
―Te veo abajo ―repitió, ahora sí, saliendo de la habitación después de que
yo asintiese.
18
La mañana pasó más bien despacio. Entre lo nerviosa que estaba, y lo que
echaba de menos a Jake, no veía el momento de que llegase la tarde.
Pero llegó.
Sí, estaba hecha un flan. En ese momento estaba sentada, pero temía
levantarme y que mis piernas cedieran. Estaba tan nerviosa, tan ansiosa de
que llegase el momento…
Después de toda esa sesión, mis tías y mi madre me obligaron a vestirme sin
dejar que me mirase en el espejo.
―Estás maravillosa ―alabó mamá con ojos vidriosos―. Jacob tiene razón,
pareces un ángel.
Cogí ese ramo también hecho de orquídeas y campanillas blancas que hacía
juego con mi corona.
Tengo que reconocer que yo misma me quedé anonadada. Sí, por qué no
decirlo, estaba muy guapa, preciosa, como diría Jake.
―Desde luego. Está muy, muy hermosa ―coincidió Carlisle, sonriendo con
orgullo.
Todos los vampiros que acudían a la boda, incluida mi familia, también iban
maquillados con 19
una base opaca, pero muy suave, cuya misión solamente consistía en mitigar
todo lo posible los destellos de su piel con el sol. Apenas se les notaba, pues
Alice había utilizado el color más claro que había encontrado en el mercado,
aunque, aun así, su piel de verdad seguía siendo más nívea.
Los rayos iban a ser débiles, puesto que la ceremonia era al anochecer, pero
toda precaución era poca.
Hoy tenía licencia, así que mi padre aparcó cerca del tramo final de la media
luna de la playa.
Las altas y rojas llamas de la pira también sobresalían de entre los árboles,
podía notar su calor desde nuestra posición, y verla me ponía más ansiosa,
porque justo ahí es donde me esperaba Jacob.
El corazón no podía latirme más deprisa, casi se me salía del pecho, y las
mariposas iniciaron ese revolucionado vuelo, incitándome a acercarme a él.
No pude evitar que se me escapase un suave jadeo, de la impresión. Estaba
guapísimo, perfecto, más que eso. Dios mío, ni siquiera podía describirle.
Noté cómo mi cara reflejaba el encantamiento al que fue sometida con esa
espectacular imagen.
Las fuertes llamas de la hoguera lo hacían todo más mágico. El sol todavía se
sostenía en el horizonte y sus rayos se reflejaban en el blanco de su ropa,
haciendo que su hermoso rostro contrastara y se iluminara más. Me obligué a
respirar para no ahogarme.
Mis damas de honor comenzaron a andar por la arena, portando sus pequeñas
cestas. Rachel, Leah, Helen y la pequeña Claire, con sus preciosos vestidos
de gasa azul claro, fueron lanzando los pétalos de rosas de color rojo y rosa
para que yo caminase por esa alfombra que caía sobre la arena.
Mi pulsera vibró suavemente para avisarme, aunque papá tuvo que tirar
levemente de mi brazo para que mis pies reaccionaran y pudiesen comenzar a
caminar, pues seguía embelesada mirando a Jacob.
Por fin mi sueño se estaba haciendo realidad, por fin mis pies me llevaban
por esa arena hacia mi destino, yo había nacido para estar con él, y él había
nacido para estar conmigo, nuestras almas habían nacido para moverse como
dos constelaciones unidas e inseparables que bailaban una danza armónica,
como si fuesen una. Caminaba nerviosa pero segura hacia mi mejor amigo,
mi ángel de la guarda, mi alma gemela, mi compañero, el amor de mi vida, el
hombre de mi vida, todo, él lo era todo para mí. Jacob era todo lo que
deseaba, lo único que ansiaba, Jacob era mi sueño, y había esperado tanto
para esto.
Ese sueño que había esperado tanto tiempo estaba a punto de hacerse
realidad. Aunque esto no era el final de una meta, no era el final de nuestro
cuento de hadas, era un comienzo, un comienzo nuevo de nuestras vidas. Ese
sueño iba a empezar ahora.
Todo el centro de atención estaba puesto en mí, pero yo apenas noté las
miradas de los invitados, ni siquiera me fijé en mi familia y amigos. Mi único
punto de visión, entre todo aquel revoltijo de pétalos, era Jacob. Era como si
casi estuviésemos a solas, no había nada más alrededor.
Hasta que mis damas de honor se retiraron hacia atrás, soltando los últimos
pétalos, y por fin llegué a él. Mi padre y yo nos colocamos al lado de Seth,
que creo que me sonrió. Yo solo podía mirar a Jacob.
―Sé que aquí no es costumbre, pero me gustaría decir unas palabras. Seré
muy breve ―le dijo al viejo Quil, pidiéndole permiso. Este miró al sol, algo
apurado, pero asintió, así que papá comenzó a hablarle a Jake, que clavó la
vista en él con esa honorabilidad con la que solo saben mirar los indios―. Ya
te lo dije en una ocasión, sin embargo, hoy lo hago públicamente. Aunque
empezamos con muy mal pie en el pasado, ahora te aprecio como a un hijo,
Jacob, ya formas parte de mi familia. ―Los invitados que no estaban al
corriente de que él era mi padre no entendían nada, pero sonrieron ante el
discurso tan emotivo de mi primo―. Amas a mi… a Renesmee ―rectificó a
tiempo―, darías la vida por ella, como ya has demostrado, y eso es lo más
importante para mí. Sé que no habría hombre para ella mejor que tú, que
nadie cuidaría de ella mejor que tú, nadie la amaría de la misma forma en que
tú la amas, y sé que será eternamente, por eso estoy feliz y orgulloso de
entregártela aquí y ahora. Os doy mi bendición.
Mi padre asintió también para los dos, aflojó su brazo y me dejó con Jacob.
Se retiró de ese altar de arena y fuego, y se colocó junto a mi madre, que
agarró su mano y me sonrió, visiblemente emocionada. Le correspondí la
sonrisa y la emoción. Fue cuando me fijé en que el resto de mi familia estaba
allí, más nuestros aliados, muy cerca de nosotros, y que también se
encontraban Sue, Charlie y Billy. Estos últimos no podían reprimir una
inundación en sus ojos, aunque ambos consiguieron que las lágrimas no
rebosaran.
Jacob volvió a pegar su vista en la mía y, sin dejar de mirarnos con ese
deslumbramiento, nuestras manos se aferraron automáticamente,
entrelazando los dedos para apretar ese amarre.
21
El Viejo Quil, que estaba apoyado sobre su bastón de castaño e iba vestido
con su traje tradicional quileute, carraspeó para llamar nuestra atención y
ambos nos obligamos a bajar al planeta Tierra para mirar al frente, aunque las
miradas de reojo se nos escapaban continuamente.
Los chasquidos de la hoguera hacían que las chispas volasen hacia arriba,
cayéndose después, ya como cenizas.
»Si hay alguien que, delante del fuego y de los espíritus, quiera oponerse a
esta unión, que hable ahora o que su boca sea sellada hasta el fin de los
tiempos.
Jacob apretó aún más mi mano y miró de reojo hacia atrás con una mirada un
tanto amenazadora. Pero nadie dijo nada, así que sus ojos regresaron a los
míos.
―Los anillos, pequeña ―le pidió a Claire, haciéndole un gesto con los dedos
para que se acercase.
Me giré hacia él, separando nuestras manos para tomar la suya izquierda y
alzarla.
Mis ojos ya estaban clavados en los suyos, pero los hundí más, si cabe, y
pronuncié las palabras lentamente.
―Yo, Renesmee Carlie Cullen, me entrego a ti, Jacob Black, para ser tu
esposa, y prometo amarte, serte fiel y respetarte en lo bueno y en lo malo, en
la salud y en la enfermedad, durante el resto de mis días y en la eternidad del
más allá ―juré con la voz entrecortada de la emoción, aunque con confianza
y determinación.
―Yo, Jacob Black, me entrego a ti, Renesmee Carlie Cullen, para ser tu
esposo, y prometo amarte, serte fiel y respetarte en lo bueno y en lo malo, en
la salud y en la enfermedad, durante el resto de mis días y en la eternidad del
más allá ―juró él sin ningún titubeo ni duda, enganchándome con esos
ojazos negros.
Sí, hoy era el día más feliz de mi vida, por fin, por fin mi sueño se había
cumplido, por fin era la joven señora Black.
23
Celebración
El Viejo Quil terminó dando unos toques con su bastón sobre la espalda de
Jake para avisarnos.
―¡Estos dos ya han empezado la noche de boda! ―se burló Emmett, todavía
desde su puesto entre los invitados, que se rieron de la broma.
Quién iba a decir, hace un tiempo, que Brenda terminaría siendo la madrina
de nuestra boda.
Después de ese buen rato, de firmar junto con Seth y Brenda todo lo que
tuvimos que firmar, y de dejar que todo el mundo nos hiciese fotos
―también Kate, que se convirtió en nuestra fotógrafa oficial y nos estuvo
sacando fotos por la playa para el álbum―, nos dirigimos a la carpa para
comenzar el banquete.
El menú, hecho por Sue como cocinera principal, junto con Emily, Jemima,
Kim y Martha como ayudantes de cocina, consistía en salmón, marisco y
diferentes tipos de pescados y carnes, y estaba buenísimo. Los platos que
servían Eve, Ruth y Sarah, a la cual no hacían más que felicitar por mi
vestido y el traje de Jake, y un grupo más de los componentes de la manada,
desfilaban sin descanso entre las mesas de los invitados, ya que había gente
que repetía, bueno, más bien los metamorfos.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando Billy dio unos golpes en su
vaso con el tenedor y pronunció un discurso en el que yo terminé llorando y
Jake abrazando a su padre, emocionado.
Después de cortar la tarta y de recibir los regalos, excepto los de mis padres,
mi familia de Denali y los vampiros franceses, que insistían en que nos los
darían más adelante, llegó el momento de la fiesta.
―¡Venga, venga, tenéis que abrir el baile! ―nos azuzó Rachel, tomándonos
de las manos para que nos levantásemos.
―Tú haz como que no estuviesen ―me bisbiseó al oído, poniéndome todo el
vello de punta.
Y entonces, cuando volvió el rostro hacia mí, me clavó esos ojazos negros y
amarró mi cintura para pegarme a él, la gente desapareció.
―Sí, solo estamos tú y yo ―afirmé con un susurro, que era lo único que me
salía.
―Pues te lo digo ahora, estás preciosa con esa corona de flores ―reiteró con
otro murmullo, acercando sus labios a los míos―. Digna de una diosa.
―Ojalá yo pudiese hacer eso para que vieras que siento exactamente lo
mismo ―susurró, dándome un par de besos cortos, pero intensos, que yo
correspondí más que gustosamente.
―Dime que no estoy soñando ―susurró de nuevo―, dime que este último
año solo ha sido una pesadilla y que esto es real.
―Dímelo otra vez, nena ―imploró con otro murmullo en mi boca―, dime
que por fin eres mi mujer.
25
―Por fin soy tu esposa ―susurré, llevando la mano que tenía sobre su
mejilla a su nuca mientras ya hiperventilaba―, soy la señora Black.
―¡La noche de boda toca después! ―se carcajeó Emmett, coreado por los
integrantes de la manada.
Los dos nos vimos obligados a romper esa energía mágica y a interrumpir
nuestro beso, y nos despegamos. Cuando me fijé en la gente, toda la sangre se
me subió a la cabeza. Nos miraban completamente atontados, con unas
sonrisas bobaliconas en sus semblantes, incluso mi familia vampírica. Bueno,
excepto Em y los metamorfos, que tenían una sonrisa pícara de oreja a oreja.
―¿Me lo prestas un momento? ―me pidió Rebecca, alzando las manos hacia
su hermano.
―Sí, yo también lo creo ―coincidí, mirando a Jake con una enorme sonrisa.
Pero él y Rachel se habían detenido y estaban mirando algo con las cejas
levantadas, incrédulas.
Era Embry, se había parado, junto con Brenda, a la cual no le había quedado
más remedio que detenerse también, y estaba mirando algo como un ciego
que ve el sol por vez primera.
Los ojos se me abrieron como platos cuando vi que era Mercedes y yo misma
me detuve.
Mercedes le sonrió con timidez, eso fue la puerta para que Embry reaccionase
de una vez, soltase a Brenda y se acercase a ella.
Sin cortarse un pelo, sin mediar palabra y sin apartar la vista de ella, se la
quitó a Jasper, cogiéndola de la mano, y la acercó a él para bailar.
Y con una vuelta un tanto torpe, Rachel pasó a los brazos de Shubael y yo a
los de Jake.
―Es increíble ―rio―, resulta que ayer, en la despedida, Embry se pasó todo
el tiempo merodeando por la discoteca con Isaac y Shubael para buscar
chicas, y resulta que tenía a la de sus sueños delante de las napias y no la vio,
hay que ser idiota.
―Pues yo creo que Mercedes, Teresa y Ezequiel se quedarán por Forks una
buena temporada ―afirmó con una sonrisa, señalándome a Embry y
Mercedes con la cabeza.
―Esta cae antes de que termine la fiesta ―se rio con satisfacción,
guiñándole el ojo a Quil, que exhibía su dedo pulgar en señal de victoria.
―No, somos irresistibles ―me corrigió con esa sonrisa torcida que me
volvía loca―. Verás, por aquí estos flechazos con los imprimados son
bastante habituales, ¿sabes?, así que Mercedes querrá quedarse para estar con
Embry, y Teresa no puede negarle nada, ha estado demasiado tiempo
separada de su hija, así que se quedarán.
―Pues sí, por lo menos tú lo eres para mí, tengo que reconocerlo ―admití,
pegando mi frente a la suya. Sonrió y nos dimos un beso corto―. Pero eso no
quita para que me preocupe ―dije acto seguido, observando a la parejita―.
Y encima, ella es un gigante, ¿sabe eso Embry? ―inquirí, cambiando la vista
hacia Jake otra vez.
Pero ya te digo que pienso que ella se quedará aquí, ya lo verás, así que no te
preocupes,
27
―Vale, pues vamos ―me instó con una enorme sonrisa, separándose de mí
para tomarme de la mano y comenzar a caminar hacia la abarrotada barra de
la verbena.
―Nessie, tienes que bailar conmigo ―irrumpió Isaac cuando dimos dos
pasos.
―Y…
―Luego bailo con vosotros, chicos ―les prometí con una sonrisa.
―Hay que ver, menos mal que saben que estás casada conmigo, y aun así, no
hago más que espantarte moscas ―bromeó.
Llegamos a la zona de la barra y no hizo falta que Jake se peleara mucho para
que accediéramos a la misma, pues los invitados le dejaron paso, eso sí,
recibiendo felicitaciones por todas partes.
En cuanto Jake llegó a la barra, me hizo un hueco y me coloqué junto a él, sin
separar nuestras manos.
―¡Dos cervezas sin alcohol! ―voceó, pues Rephael, que hacía de camarero
junto con Abel, estaba algo alejado de nosotros.
Rephael se percató de la voz de Alfa y dejó todo lo que estaba sirviendo para
correr hacia la nevera en donde se encontraban las cervezas.
―No seas malo, Jake ―le reprendí, riéndome―. Eso se llama abuso de
autoridad.
―De algo me tenía que servir esto, ¿no? ―Y se rio con satisfacción y
malicia.
―Aquí tiene, señor, oh, señor ―le echó en cara en un tono sarcástico,
entornando los ojos para simular odio.
―Ya puedes retirarte ―se burló Jake, haciéndole un gesto con la mano para
que lo hiciese.
―Eso es una de las cosas que más hecho de menos ―afirmó Em,
suspirando―, tomarme una buena cerveza fría.
―¿Quieres que te pida una? ―le preguntó Jake, desplegando una sonrisa
burlona.
―Lo único que quiero es salir a campo abierto, esto huele igual que una
perrera ―resopló, llevándose la mano a la nariz.
―Pero si fuiste tú la que quisiste venir a la barra para estar con ellos ―reveló
Emmett, mirándola con incredulidad.
Ella le dedicó una mirada asesina por ese chivatazo involuntario.
28
―Solo para estar con Nessie ―alegó, alzando su barbilla de lado con
encopetamiento.
Ahora el que le mandó una mirada asesina fue mi padre, aunque enseguida la
llevó hacia mí para mirarme con ojos seguros.
―Ah, sí, claro ―asentí, soltando la mano de mi madre para que fuera con él
delante.
―Estás bellísima, cielo, todo ha sido precioso ―me dijo Esme, dándome un
beso en la mejilla.
―Gracias ―sonreí.
―Tú también estás muy guapo ―asintió Alice con una sonrisa.
―Bueno, sí. El sol simboliza el fin de una vida para comenzar otra con la
persona que se ama ―empezó a explicar Jake―. Por eso las bodas se
celebran justo en la puesta de sol. Y las llamas de la hoguera representan el
amor incombustible y poderoso que puede arrasar con todo lo que se pone
por delante, al igual que hace el fuego. También simboliza la pasión que
tienen los quileute para la fertilidad. ―Y desplegó una enorme y pícara
sonrisa que hizo que se me subiesen un poco los colores, pues sabía de
primera mano que eso era verdad, bueno, por lo menos él.
Jake y yo tuvimos que volver a la pista de arena para bailar con los invitados
―con la primera 29
que bailó Jacob fue con mi madre, tal y como le había prometido―, al igual
que estaban haciendo Seth y Brenda con las solteras y solteros de La Push,
aunque también tuvimos tiempo para bailar juntos más veces.
Había pasado un año sin vernos, sin abrazarnos, sin besarnos, sin tocarnos…,
y cada vez que me rozaba con sus manos o sentía su aliento en mi oreja, mis
mariposas se ponían como locas. Me moría por llegar a la isla de Santa Lucía
ya y sentirle por todo mi cuerpo…
Nos despedimos de todo el mundo, cosa que nos costó un triunfo porque era
bastante gente y todos querían felicitarnos de nuevo ―menos Embry y
Mercedes, que se despidieron rápidamente de nosotros para quedarse a solas
otra vez―, y nos fuimos de la playa, acompañados por mis padres, que eran
los encargados de llevarnos al aeropuerto, y de toda esa muchedumbre, que
nos siguieron para vernos partir.
30
Fuego
El vuelo que nos sacaba de Forks se había retrasado más de dos horas por
problemas con la niebla, y entre escalas, esperas y demás, habíamos llegado a
la isla de Santa Lucía muy cerca del anochecer, aunque no se nos hizo
demasiado largo, ya que pasamos la mayoría de las horas durmiendo. Allí, ya
nos esperaba la avioneta que nos llevaba al islote privado de Emmett y
Rosalie, esa que Alice y Jasper habían alquilado para nosotros.
Este último trayecto apenas duró media hora. El astro rey ya empezaba a
ocultarse en el horizonte marino, y Jake y yo vimos parte de la preciosa
puesta de sol desde el aire. También observamos el islote. Era una superficie
de forma irregular, totalmente arbolada y verde, que abarcaba pocos
kilómetros y cuyas playas, que bordeaban casi toda la pequeña ínsula, eran
las únicas superficies de color arena que se veían entre tanta vegetación.
Pudimos ver un estanque que reposaba en las faldas de la única cordillera que
había en el islote.
Nos bajamos del aparato y el amable y simpático piloto nos ayudó con las
maletas, metiéndolas en la espectacular casa.
―Enhorabuena, y que tengan una bonita luna de miel, señores Black ―nos
dijo con ese acento latino que era tan dulce. No pude evitar sonreír al
escuchar mi nuevo estado civil y apreté la mano de Jacob―. Si me necesitan,
solo tienen que llamarme.
―Gracias, Fernando ―le respondió Jake con otra sonrisa, dándole una
palmada en la espalda―, pero creo que tardaremos una buena temporada en
hacerlo.
Este le rio el chiste, yo me puse roja como un tomate, le dimos una propina y
se alejó en su avioneta.
Sin embargo, era verdad. Un año de abstinencia era demasiado para nosotros,
y ahora por fin habíamos llegado a este islote paradisíaco completamente
solitario, este paraíso de aguas caribeñas y arenas blancas que habíamos
estado esperando todo este tiempo. Y teníamos quince días por delante,
quince días en los que no tenía pensado despegarme de él ni un segundo.
―Espera ―me paró. Entonces, pasó su mano por detrás de mis piernas y me
tomó en brazos―.
Hay que hacer las cosas bien ―afirmó con esa sonrisa torcida suya que me
encantaba.
La puerta ya estaba abierta, así que solo tuvo que pasar y cerrarla con el pie.
La casa era tan grande, que el suave portazo hizo eco en las paredes.
31
―Mira, la chimenea está encendida ―me fijé mientras Jake caminaba hacia
las escaleras, que estaban en esa estancia.
―Genial ―sonrió.
―Vaya, este dormitorio es tan grande como la sala de nuestra casa ―rio,
dejándome en el suelo.
La habitación rectangular contaba con una descomunal cama que tendría unas
medidas de dos y medio por dos y medio ―seguramente adaptada para
Emmett―, cuyo moderno cabecero ocupaba toda la pared, dos mesitas bajas
y anchas a juego con la cama, un escritorio y dos butacones junto al ventanal
que daba a la terraza.
―Ugh. ¿No te da un poco de cosa saber que en esa cama Emmett y
Rosalie…?
―¡Jake! ―Y le tapé la boca con la mano para que parase―. No sigas, esta
será nuestra cama a partir de ahora mismo.
Caminamos para ver la habitación y entramos por una entrada sin puerta de la
pared que quedaba a la izquierda de la cama. Esa entrada daba a un pequeño
pasillo, encendí la luz y vimos que la parte derecha era un vestidor y que el
baño estaba en la parte izquierda.
Como parecía ser habitual en toda la casa, era enorme. Los azulejos, en color
crema, seguían la misma gama cromática y estilo que las baldosas que
pavimentaban el suelo. Disponía de dos lavabos encastrados en una gran
encimera de mármol travertino, un inodoro y un bidé que prescindían de
base, colgando de la pared, y que se distribuían en una zona independiente
separada con dos muretes bajos cuya parte superior tenía una mampara de
cristal, una bañera de por lo menos dos metros que reposaba bajo una ventana
grande desde la que se veía el mar, y una ducha de dos por dos.
Ya vería esa ropa con más detenimiento, ahora urgía otra cosa.
Como ya habíamos visto desde fuera, había un cómodo sofá de color rojo y
una mesa baja de mimbre, pero Jake y yo nos asomamos a la barandilla para
ver el mar. La luna llena todavía no estaba arriba del todo, pero ya iluminaba
ese brillante mar hasta el horizonte, desde donde se podía divisar la isla de
Santa Lucía muy al fondo.
Tenía las manos en los bolsillos de su pantalón corto y no pude evitar fijarme
en esos brazos y antebrazos tan fuertes; ya me moría por estar entre ellos. La
luz de la luna llena se reflejaba en esos ojazos negros y los hacía brillar aún
más. En conclusión, mi marido era guapísimo y estaba como un cañón.
Me giré hacia él y rodeé su cuello con mis brazos. Jake enseguida sacó las
manos de sus bolsillos para agarrar mi cintura.
32
―Por fin estamos aquí, por fin estamos solos ―murmuré, pegando mi frente
a la suya.
¿Quedarás conmigo?
Sí, claro que lo sabía. Según la tradición quileute, el fuego de la pira no solo
simbolizaba ese amor incombustible y poderoso de la pareja que puede
arrasar con todo, sino que también representaba la pasión que tenía que tener
para la fertilidad y procreación, por eso la noche de boda debía tener lugar
junto al fuego de una hoguera, ya que se creía que, así, los espíritus
bendecirían al recién matrimonio, eso cerraba el círculo de la ceremonia
matrimonial.
―Está bien ―acepté con un hilo de voz, que era lo único que mi garganta
me dejaba proferir―, quedaremos en el salón dentro de quince minutos.
―Sí.
Llevé mi boca hacia la suya para que mis labios bebieran un poco, pero el
muy remolón los apartó hacia atrás, mostrando una media sonrisa juguetona.
Se separó de mí, sin dejar de mirarme con esos ojos seductores que ya me
volvían loca, se dio la vuelta y salió de la terraza para marcharse.
Abrí mi maleta y me puse a rebuscar, buscando entre todos esos picardías que
mi tía Alice me había metido uno que me había gustado especialmente para
esta ocasión. Lo encontré, guardé lo demás con prisas y me dirigí al cuarto de
baño corriendo.
Me puse ese picardías blanco que tenía más encajes de los que a mí me
hubiese gustado y me miré en ese amplio espejo que ocupaba gran parte de la
pared del lavabo. Mi pelo estaba limpio, por eso no me lo había lavado. Me
atusé mi cabello un poco y salí del baño con agilidad para buscar mi corona
de flores en la maleta.
No entendía por qué estaba tan nerviosa, pero, en cierto modo, esto era como
otra primera vez, y no podía evitar que unos ligeros nervios recorrieran todo
mi cuerpo. Respiré hondo y salí del dormitorio.
Todo estaba a oscuras, la única luz que se veía era ese reflejo anaranjado que
fluctuaba en las paredes. Era el fuego de la chimenea.
que sentía por él era indescriptible, ninguna palabra, por grandilocuente que
fuera, podría describir el inmenso deseo que sentía por Jacob. Era un tornado,
un tsunami de fuego, algo que arrasaba con todo, incontrolable, incontenible.
Seguí caminando en ese sueño hipnótico, hasta que, por fin, llegué a él.
Ya sabía lo que quería hacer, así que, de una forma totalmente sincronizada,
yo bajé mis brazos de su cuello y él retiró sus manos de mi cintura mientras
nuestras bocas no se despegaban ni un ápice.
Las llevó a mis hombros y bajó los tirantes de mi picardías, deslizando sus
sedosas palmas por mis brazos. Este bajó poco a poco, rozando mi
estremecido pecho, lo deslizó por mis caderas y cayó al suelo. No me había
puesto ropa interior, así que me quedé completamente desnuda.
Le deseaba, le deseaba con toda mi alma, quería sentir sus tórridas manos por
todo mi cuerpo, sus labios, quería tenerle dentro de mí ya, todo mi organismo
lo gritaba con ansias.
Me besó despacio, deslizando sus suaves y tórridos labios por los míos
concienzudamente, aunque con un deseo que se desbordaba por todos sitios.
Sus fervientes jadeos me estaban volviendo completamente loca y mi mano
se aferró a su húmedo pelo con fervor para que no se separase de mí nunca.
Solo solté su cabello para que mi mano se uniera a la otra, tenían que quitarle
el pantalón.
Conseguí bajárselo un poco y tiré de este hacia abajo hasta que también cayó
al suelo con facilidad.
34
Esta vez gemí en voz alta, arqueándome de nuevo hacia atrás, y mis manos se
aferraron a ese lecho floral con un ansia desmedida. Los pétalos quedaron
encerrados en mis puños y mis uñas se llevaron parte del tejido de la
alfombra sobre la que reposaban, tanto, que incluso llegaron al suelo.
Le besé con fervor a la vez que sus manos se metían por mi pelo para llegar a
mi nuca y luego bajaban, acariciando mi espalda con avidez.
Me eché a un lado, aunque sin bajarme de su cuerpo, y sin dejar de lamer sus
labios llevé mi 35
mano hacia abajo hasta que encontré con facilidad lo que quería encontrar.
Dejé que mi boca casi se posase en la suya, pero no hice nada más. Mientras
los dos jadeábamos con intensidad, nuestros labios se rozaban y nuestros
alientos se mezclaban con pasión.
Su piel olía muy bien, tenía ese algo aromático que me encantaba y que se
mezclaba con el bosque, la madera, la naturaleza, pero ahora, además, se le
sumaba ese olor frutal del gel de ducha que casaba tan bien con su propio
efluvio.
En cuanto terminé, volví a reptar por su cuerpo para llegar a sus labios. Sus
brazos me acogieron con fuerza mientras su mano se aferraba a mi cabello
otra vez y nuestras bocas comenzaban a saciar su sed de nuevo. Ambos nos
giramos, quedándose sobre mí, y se acomodó entre mis piernas.
Y, entonces, ese sueño tan esperado por los dos, tan deseado, tan ansiado, tan
suspirado, tan necesitado y vital como respirar, empezó a hacerse realidad.
Solamente fue un orgasmo físico, pero invadió todo mi cuerpo, haciendo que
me evadiera durante un instante, y mis dedos se clavaron en su piel con ansia
a la vez que mis gemidos subían de tono. Había pasado demasiado tiempo sin
sentirle dentro de mí, y mi cuerpo también le había echado mucho de menos.
―Mi amor…
―No pares… ―exhalé con más que frenesí, llevando mis manos a su
espalda más baja para que siguiera empujando del mismo modo.
Sus fuertes jadeos aumentaron junto con los míos, y la intensidad de esa
energía mágica que nos rodeaba y que nos atraía como imanes se amplificó
aún más. Siguió deslizándose despacio, aunque sus movimientos
espasmódicos subieron un poco de ritmo.
Sin dejar de moverse, unió su boca a la mía del todo y nos besamos con una
pasión y un deseo desmedidos, eso hizo que mis manos reptasen por su
espectacular espalda para llegar a sus amplios hombros y al pelo de su nuca.
Su lengua buscaba la mía con ansia, y la mía se entregaba a ella ciegamente.
Las llamas de la chimenea ardían a nuestro lado, pero el calor que radiaba de
nosotros las superaban. Ardor, fuego, fervor. Eso era lo único que podía
sentir junto con el inmenso placer que ya comenzaba a tomar todo mi cuerpo.
En sus ojos flameaban las llamas de la pasión, en su abrasador e impetuoso
aliento, en sus tórridos labios… Todo. Todo en él era fuego, y eso hacía que
mi cuerpo se contagiase sin remedio. Quería sentir ese fuego recorriéndome,
lo necesitaba, lo ansiaba, y cada vez sentía más placer. Más, más, más...
Sus jadeos aumentaron de volumen, así como los míos, y sus lentos
movimientos pasaron a ser más espasmódicos y potentes. El inmenso e
incontenible placer ya se acercaba como un tornado y la energía pasó a ser
electrizante, se movía a nuestro alrededor con delirio. Su boca sobre la mía,
jadeando con fervor, su abrasadora piel frotando mi piel, su cuerpo
deslizándose dentro del mío…
La energía explotó a la vez, juntándose con ese clímax de fuego que recorrió
todo mi cuerpo, invadiéndolo como un fogonazo, y alcancé el cielo. Sentí
cómo su espíritu se mezclaba con el mío, y por un instante fuimos uno solo.
El orgasmo duró más tiempo y fue mucho más inmenso, infinitamente más
placentero, haciendo que toda mi alma se entregase a él completamente, que
se perdiera en otro mundo diferente a este junto a él, uno más espiritual y
mágico, indescriptible. Le amarré más fuerte, quemándome del todo, y mis
piernas se abrieron más en respuesta. Las lágrimas cayeron a ambos lados de
mi rostro justo cuando nuestras bocas gimieron más alto mientras seguían
tocándose, y mis dedos se clavaron en la piel de su espalda con tanto
frenetismo que pude oler su sangre por un instante.
Por fin había podido entregarme a él del todo, por fin había sentido ese fuego.
Nos miramos a los ojos, todavía respirando con agitación, y Jake llevó su
boca a la mía para besarme con dulzura. Sin embargo, nuestra noche de boda
no había hecho más que empezar, y todavía nos quedaba mucho fuego que
apagar. Mucho, mucho fuego.
37
Gimió, muy excitado, y sus manos se aferraron en mi espalda baja con avidez
para que aumentase mi ritmo un poco más.
Su mano se aferró a mi cabello una vez más y tiró para que mi barbilla se
alzase. Comenzó a besarme y a lamerme con hambre por mi cuello y mi
garganta, por mi pecho…, mis dedos no podían sujetar su pelo con más
fuerza, mientras ambos jadeábamos salvajemente.
Subió su rostro y aflojó un poco su amarre para que el mío se pegase al suyo.
Aferré las manos en el respaldo y pasé a deslizarme sobre él de una forma
completamente desbocada, tanto, que si no llega a ser porque el sillón estaba
apoyado en la pared, hubiéramos volcado. Escuché un crujido de la madera
bajo mis manos, pero ni siquiera noté que había roto nada, solamente podía
sentir a Jacob. Jacob, Jacob, Jacob. Nuestros jadeos pasaron a ser gemidos y
sus dedos se clavaron en la piel de mi espalda más baja para que no parase.
Coloqué mi mano sobre su mejilla para compartir con él todo lo que sentía y,
entonces, la locura se convirtió en algo indómito. Jacob se excitaba aún más
viendo lo que yo sentía, y mi excitación también tocaba el cielo, al verle a él.
Nuestros irrefrenables movimientos pasaron a ser lujuria plena, éramos como
dos animales salvajes, fuego contra fuego, y el placer estalló del todo en los
dos.
Cuando todo terminó, nos quedamos quietos, todavía unidos, y nos miramos
a los ojos a la vez que nuestras bocas seguían intercambiándose el aliento
agitadamente. No quería separarme de él jamás, no ahora que había pasado
ese horrible año y por fin era mío de nuevo.
Lo vi en sus intensas pupilas, las cuales reflejaban las mías. Nuestro fuego
aún no se había apagado, y quedaba mucho para que eso ocurriera.
del todo.
Las llamas de la chimenea terminaron apagándose a lo largo de la noche, pero
nuestro fuego siguió más allá del amanecer.
39
Nadar
Estaba en la gloria.
Desde luego, no había nada ni nadie mejor que Jacob en todo el universo.
Alcé el rostro para mirar mis adorados ojos negros. El suyo ya llevaba un rato
mirándome. Me sonrió con ternura, observándome completamente
embelesado, me apartó unos cabellos mojados de la cara con sus sedosos y
ardientes dedos y me dio un beso en los labios que hizo que me estremeciera
de nuevo.
―Lo sé ―sonreí.
Correspondió mi sonrisa y llevó sus labios a los míos, besándome otra vez.
Bueno, no había mucho que ver, la verdad, el aro de oro era muy sencillo,
liso, no muy ancho…
Sin embargo, al girarlo entre mis dedos, me fijé en que había una inscripción
grabada en la parte interior de la alianza.
Renesmee y Jacob, rezaba, junto con la fecha de nuestra boda. Pero había
algo más. Que quowle.
Jacob y Renesmee, ponía, junto con la fecha de nuestra boda. Pero, otra vez,
había algo más.
Que quowle.
40
―Es por nuestro vínculo, preciosa ―afirmó él. Yo no podía estar más de
acuerdo―. Tenemos telepatía hasta para esto. ―Y él también se puso su
alianza de nuevo.
Y, otra vez más, acabé entre sus brazos, con mi feliz mejilla apoyada en su
ardiente pecho.
Mi rostro de felicidad lo decía todo. Era la mujer más feliz del universo
entero, porque estaba con el hombre más maravilloso del planeta.
Llevábamos un rato en silencio, escuchando cómo latían nuestros corazones y
el sonido del mar, en el exterior.
Nos sonreímos y nos separamos el uno del otro para levantarnos de esa más
que enorme cama.
Los empleados del servicio doméstico ya se habían ido, fue entonces cuando
me puse un pareo, dejamos el dormitorio y bajamos a la cocina.
Nos habían dejado el desayuno preparado, así que fue llegar y desayunar
tranquilamente.
Después, nos lavamos los dientes, cogimos las toallas, la bolsa y salimos a la
playa.
41
―Trae, yo te echo por la espalda ―se ofreció él con una enorme sonrisa,
sentándose a los pies de mi tumbona.
Sus grandes y sedosas palmas se movían por mi piel con soltura, acariciando
toda mi espalda. Las subió y las deslizó por mis hombros con gran habilidad,
haciéndome un pequeño masaje con los dedos. Su forma de tocarme me
estaba gustando tanto, que no ronroneaba de milagro.
―¿Sabes a qué me recuerda esto? A aquel masaje que me diste en ese motel
―recordó mientras acariciaba mi piel; y por su tono de voz pude deducir que
sonreía con picardía.
―Uf, ¿que si me gustó? Casi salgo ardiendo de allí ―rio―. Entre el masaje
y tu mini toalla, estuve a punto de entrar en combustión. Con decirte que
luego tuve que darme una ducha fría…
―¿Qué vas a hacer con eso? ―inquirió, mirándome con un cierto estado de
alerta, ya apartándose un poco.
―Tú también tienes que echarte crema ―le dije, llevando el bote hacia él
para soltarle un chorretón en el hombro.
―Mira, lo mejor para protegerse del sol es la sombra. ―Soltó mis manos y
desplegó la sombrilla―. ¿Ves? Así no me da el sol.
―Espera, que la oriento para que solo me dé a mí, a ver. ―La sacó de la
arena, la cogió y la clavó al otro lado de su tumbona―. Ya está, ¿ves?
―Eso está mejor ―sonreí.
Nuestros pies fueron bañados por una de las suaves olas que llegaron para
morir en la arena, mojándonos hasta los tobillos. A diferencia de las playas de
La Push, esta agua era cálida.
42
―Jake, no sé nadar ―insistí, caminando ya con cautela por esas aguas tan
cristalinas de color turquesa que me llegaban a las rodillas.
―Claro que sabes, lo que pasa es que siempre le has tenido miedo al agua, no
entiendo por qué, desde niña. Cuando eras pequeña y te llevaba a La Push,
solamente era capaz de meterte en las charcas, porque en el mar no había
quién te metiera.
―Sí que me metía ―rebatí, observando esa agua que ya me alcanzaba la
cintura mientras tragaba saliva.
―Bueno, en aquellos tiempos ya era una chica lista ―confesé con una
sonrisita pillina―. Me encantaba estar ahí, ¿para qué iba a preocuparme por
el agua?
―Jake, creo que aquí ya está bien, ¿no? ―le detuve, tirando de su mano para
que no siguiera.
―Si vienes aquí, te doy un beso ―afirmó con esa sonrisa torcida que me
volvía loca.
―¿Seguro?
Jake se carcajeó.
―Ven a mí, preciosa ―me instó con una sonrisa, sacando las manos del agua
para indicarme que me acercase.
Y se volvió a carcajear.
―Voy, voy.
Pero sí que iba a hacer el ridículo delante de Jake. Ya lo estaba viendo. Yo
aquí toda mona con mi bikini sexy en estas aguas cristalinas que bien
merecían un anuncio de bañadores, y ahora lo iba a estropear todo pataleando
y haciendo aspavientos con los brazos para intentar salir a la superficie.
Sin embargo, qué le iba a hacer. Como decía Jake, algún día tendría que
aprender a nadar, ¿no?
Comencé a mover los brazos y las piernas, al igual que le había visto hacer a
Jake, pero no se manejaban con la misma soltura que los suyos y, a cada
poco, me hundía en el agua, teniendo que impulsarme con los pies para
volver a salir a la superficie.
43
Y empezamos a besarnos.
Mis mariposas ya se agitaban con ganas. Sus ardientes labios sabían salados,
debido al agua marina, pero su aliento seguía siendo dulce y abrasador…
―¡Jake, me ha tocado algo! ―le dije, asustada, mirando al agua sin parar.
―¡¿Tibu… tiburones?!
―Shhhh, no grites, que les atraerás más ―me aconsejó con una voz y una
pose demasiado tranquilas para mi gusto―. Además, tenemos que quedarnos
muy quietos ―cuchicheó.
―¡No, Jake, hay que salir de aquí! ―chillé, revolviéndome sobre su cuerpo
ya un poco presa del pánico.
Sus manos me afianzaron con confianza y rompió a reír con ganas. Sus
carcajadas se podrían escuchar hasta en la isla de Santa Lucía, seguro. Fruncí
el ceño ante su graciosa bromita.
―Sí, claro, debería marcharme ahora mismo y dejarte aquí plantado ―le dije
con retintín.
―Son preciosos ―sonreí, mirándolos―. Nunca los había visto así, ¿se
dejarán tocar?
―¿A ver?
Jake probó a hacer lo mismo y otro delfín se acercó jugueteando, dejando que
su mano rozase su lomo gris.
44
―Ah.
―Bueno, venga, vamos a practicar ―me apremió, quitando mi brazo de su
cuello para tomarme de las manos―. Estírate y trata de venir hacia mí.
Hice lo que me mandó, tomando sus manos como apoyo. Jacob caminaba
hacia atrás a la vez que yo avanzaba en su dirección con la agitación de mis
piernas, hasta que ya me fue soltando las manos. Cuando me di cuenta,
nadaba hacia Jake casi sin problemas mientras él lo hacía de espaldas.
―Bueno, creo que ya estás lista para la moto ―declaró con una sonrisa.
―Ahora lo entiendo todo ―reí, cogiéndosela―. Por eso tenías tanto interés
en que aprendiese a nadar. Lo que querías era que montásemos en las motos.
Llegamos junto a las dos motos acuáticas y nos fijamos en que había una nota
sobre el sillín de una de ellas. Jake la cogió, la sacó del sobre y la leyó en voz
alta.
―Madre mía, entre la ropa y las motos, ya no vamos a tener espacio en casa
―me reí.
―Ya te digo.
―Sí. ―Sonrió con satisfacción y con ansias por cogerla. Asió los dos
chalecos naranjas que colgaban del manillar―. Toma, ponte esto ―me
mandó, pasándome uno―. Toda precaución es poca.
Y la moto salió disparada hacia delante, corriendo como un bólido entre los
gritos emocionados de los dos.
46
Extraño
Mis párpados se abrieron poco a poco, y lo primero que hicieron mis pupilas
en cuanto se acostumbraron a la luz fue mirar a mi lado para buscar a Jacob,
junto con mi mano, que también se unió, palpando.
Abrí los ojos del todo, extrañada, al ver que no estaba y me incorporé,
todavía torpemente, para observar la habitación. La luz del baño estaba
apagada, y en el vestidor tampoco estaba. Entonces, escuché unos ruidos que
provenían de la cocina.
Me levanté y cogí la corta bata de seda rosa de la butaca para vestirme con
algo, pues estaba desnuda. Me la puse y até el cinturón.
Abrí la puerta, la cual solo estaba arrimada, y salí del dormitorio en puntillas.
Bajé los peldaños de la escalera de igual modo, atravesé parte del salón y me
detuve junto a la puerta de la cocina, escondiéndome.
En cuanto me tapé con la sábana, entró por la puerta. Cerré los ojos y me hice
la dormida.
Entonces, ya no pude evitar abrir los ojos para observar ese hermoso rostro
que me sonreía.
Y volvió a acercar su rostro para darme otro beso. A mis labios les costó
dejar que los suyos se marchasen.
Mi mente aún tenía demasiado frescas esas tórridas imágenes de hacía solo
unas horas, pero lo poco que había dormido lo había hecho en la gloria a su
lado.
―Sí, muy bien. ―Y acerqué el rostro para darle otro beso en los labios.
Jacob sonrió―. ¿Y tú qué haces levantado ya? ¿Y por qué huele tan bien?
―le pregunté, disimulando que no sabía nada de su sorpresa.
Me conocía demasiado bien, incluidos todos mis gestos, por mínimos que
fueran.
―Noooo. ―La negación, la cual empecé oscilando la voz con un tono agudo
y terminé en un tono más grave, y que pretendía disimular mi pillaje, me
salió un tanto exagerada. Jacob entrecerró los ojos para acusarme con la
mirada mientras un lado de su labio se elevaba, esperando a ver cómo
terminaba mi mentira―. No lo sabía. Bueno, es decir, ¿saber el qué?
47
―Qué bien huele ―exclamé, inhalando el olor a la vez que metía mi pelo
detrás de las orejas―.
―Sí, vale, me apetece salir y bailar ―acepté con una sonrisa, mordiendo la
tostada yo también.
―No, toda no. El resto de la noche quiero reservarla para otras cosas
―confesé, sonriéndole con picardía mientras le llevaba la tostada que
acababa de untar hacia la boca.
Dejé mis rizos sueltos, tan solo amarré mi cabello con dos horquillas a ambos
lados de mi frente para que este no se me fuera a la cara, y me maquillé
ligeramente, yo no tenía la paciencia de Alice.
Aun así, Jake sonrió con satisfacción cuando me vio, y yo cuando lo vi a él.
Llevaba una ceñida camiseta blanca que le sentaba realmente bien y unos
pantalones cortos de color arena que eran bastante pijos, por qué no decirlo,
aunque sus pies calzaban unos playeros de esos de vestir que hacían de su
aspecto algo más informal. Estaba guapísimo.
Los dos nos quedamos mirándonos embelesados durante un rato, hasta que
Jake reaccionó y se acercó a mí. Rodeó mi cintura con sus brazos y me
arrimó a él, haciendo que mi boca ya suspirase.
―Tú también estás muy guapo ―sonreí, llevando mis brazos a su cuello―.
Esa camiseta te sienta muy bien.
Ambos acercamos nuestros labios para besarnos. Nos dimos un beso lento,
deslizándolos bien 48
para sentirnos mejor, y después otro, y otro más... Mis mariposas explotaron
para acariciar las paredes de mi estómago con sus alas y mi mano ya quiso
subir a su nuca para aferrar su pelo, pero me contuve y separé nuestras bocas.
Cuando aterrizamos, ya lo hicimos en una de las playas del sur de la isla, ante
las atentas y curiosas miradas de la gente que caminaba por el paseo de la
misma, cosa que me dio una vergüenza horrible. Jake insistió en llevarme en
brazos hasta suelo firme, pero me negué. Lo que me faltaba era llamar más la
atención de esos viandantes. Me descalcé para que no se me clavasen los
tacones en la arena, y nos bajamos de la avioneta.
Al llegar a la acera del paseo, me sacudí los pies y me volví a poner las
sandalias. Jake y yo no habíamos soltado nuestras manos en ningún
momento, así que solamente tuvimos que ponernos en marcha, siguiendo las
amables indicaciones que Fernando nos había dado durante el vuelo.
Solo nos detuvimos en el paseo para observar esa romántica puesta de sol que
tanto nos recordaba a la de nuestra boda. Después, seguimos caminando.
Como nos había dicho Fernando, se cenaba muy bien allí, aunque para mí la
amena y divertida compañía que tenía enfrente era lo mejor de todo.
Bajamos las escaleras que daban a la arena y nos dirigimos a las mesas, otra
vez ante las miradas de la gente, sentándonos en una libre.
―Un cóctel sin alcohol ―contesté con entusiasmo―. No sé, el que veas tú.
maravilloso que era, además, en los demás aspectos interiores, era mío y solo
mío. Sí, qué felicidad.
Jacob terminó de pagar al camarero y cogió los dos preparados para regresar
a mi lado. El hombre desvió la vista y miró hacia el pequeño escenario,
aplaudiendo como el resto del personal al terminar la canción que había
estado sonando. Ahora parecía más normal…
Lo había pasado tan mal durante ese año… En ese instante, me regañé a mí
misma. Me había prometido no recordar eso nunca más, y lo que tenía que
hacer era calmarme un poco, no todo tenía por qué ser peligroso. Si me
preocupaba por cada personaje raro que me encontrase, lo llevaba claro.
Tomé aire y lo solté, relajándome automáticamente. No le di más
importancia, gente rara la había por todas partes, además, estaba en mi luna
de miel, quería disfrutarla a tope, y no quería preocupar a Jake con tonterías.
―Sí ―rio.
―Me encanta, está muy rico ―asentí, dándole un beso en la mejilla. Luego,
cogí el suyo―. A ver cómo está este…
―Sí, tienes razón ―asentí, dejando la copa en su sitio―. Pero me gusta más
el mío.
―Ya lo sabía, por eso te lo cogí de fresa ―declaró con una sonrisita.
La noche era cálida, y la suave brisa del mar te abrazaba para acogerte en un
ambiente romántico y veraniego.
Pero entonces, el grupo del escenario comenzó a tocar una canción más lenta,
siguiendo las pautas de esos ritmos y sonidos caribeños.
Llegamos allí donde la gente estaba bailando y rodeé su cuello con mis
brazos para comenzar a bailar. Jake enseguida me abrazó y me arrimó a él.
Nuestros pies empezaron a moverse al son de ese pausado ritmo,
balanceándonos de un lado a otro sin dejar de mirarnos a los ojos. Las
mariposas de mi estómago ya no podían aletear más deprisa.
―Más que eso, soy la mujer más feliz del universo ―murmuré, arrimando
mi frente a la suya para acariciarla―. Ojalá pudiéramos quedarnos aquí para
siempre.
―Ya te digo ―sonrió, dándome un beso en los labios que hizo que mi
cuerpo ya se estremeciera.
50
―Bueno, La Push está muy bien ―sonreí―. Para mí es el mejor sitio del
mundo.
Y nos dimos un beso un poco más largo y efusivo que el anterior, que, a poco
más, hace que mis mariposas saliesen despedidas hacia las estrellas.
Era ese extraño otra vez, pero ahora nos observaba a los dos, y no nos quitaba
ojo. Empecé a sentirme realmente incómoda, ¿por qué nos miraba así?
Parecía un agente del FBI, o del servicio secreto, un agente de esos que salen
en las películas, lo único que le faltaba era la gabardina. Y
encima, nos observaba con una desaprobación clara, la censura le salía hasta
por las gafas. No le veía los ojos, pero su boca, en gesto de hastío, lo decía
todo.
―Nada, cielo ―le sonreí. En ese momento, la música pasó a ser rápida de
nuevo y la pista se llenó de más gente para menear las caderas.
―Ay, madre ―rio, separando su cuerpo del mío para tomarme de la mano―.
Vamos a seguir tomando esos cócteles.
―Que no, es muy fácil, ya verás ―le detuve, ahora tirando yo de él para
volver a la pista.
―Tú lo haces muy bien, desde luego ―afirmó con una sonrisa pícara,
observándome de arriba abajo.
―Y ahora doy una vuelta. Tú levanta el brazo así para que yo pase por
debajo. ―Y se lo alcé yo para hacerlo.
Fui girando poco a poco, meneando las caderas, y cuando mis ojos lo
tuvieron en su ángulo de visión le miré con seducción.
―Creo que esto ya me está gustando más. ―Su sonrisa golfa se amplió.
―Venga, inténtalo tú ―le exhorté, sonriéndole, cuando terminé de girar.
―Bueno, esto no está tan mal, tengo que reconocerlo ―sonrió, sujetando mi
bailarina cintura con sus grandes manos.
51
―Claro que no, nene, tú suéltate ―le animé con un murmullo, acercando mi
frente a la suya para seguir con mi sugerente baile.
Y se soltó. Y no solo él. Los dos nos soltamos tanto con esa música y esos
bailes tan sensuales y apasionados, que terminamos escondiéndonos donde
pudimos para besarnos como dos ardientes adolescentes.
―Estaba pensando que podíamos ir a una de las playas de Santa Lucía ―le
propuse―. Por ver cómo es el ambiente y eso.
Parecía mentira que hubiésemos hecho el amor hacía unas pocas horas, pero
nuestras manos se deslizaban por nuestra piel ávidamente mientras nuestras
bocas se entrelazaban sin descanso entre jadeos alocados.
Aterrizó en una cala, donde se reunían más bien familias, y nos dirigimos a
otra de las playas, cualquiera nos servía.
No tardamos mucho en encontrar una que nos gustase. Bajamos las escaleras
que separaban el paseo con la arena y comenzamos a pasear por la playa para
buscar un sitio donde poner las toallas.
Hacía mucho calor, así que mi chico solamente vestía su bañador tipo
bermudas y yo llevaba un corto pareo.
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―Ahora tú, aquí no tenemos sombrilla, así que no te queda más remedio
―declaré, extendiéndole la crema por el torso.
―Desde luego, ya no sabes qué hacer para tocarme, ¿eh? ―sonrió con esa
maravillosa sonrisa torcida mientras se dejaba caer hacia atrás, apoyándose
con los brazos estirados―. ¿Qué pasa? ¿No has tenido bastante con lo de la
cocina? ―me recordó con voz sugerente.
―Ay, qué asco ―se volvió a quejar, poniendo una mueca―. Odio las
cremas.
―Pero hay que echárselas ―rebatí, sentándome como había hecho él antes,
con los brazos como apoyo.
―Vale, vale ―se rio. Luego, miró a su alrededor y fijó su vista en un puesto
de helados―. No sé tú, pero yo me estoy achicharrando. ¿Te apetece un
helado? ―terminó, mirándome a mí.
Había bastante cola, así que, cuando Jake ya estaba a punto de pedir, ya
llevaba unos cinco minutos sola.
―Hola, ¿sabes que eres el bombón de la playa? ―habló una voz en español,
de repente, que hizo que me sobresaltara y apartase la vista de mi chico para
mirar.
Era un grupo de cuatro chicos que parecían bastante presuntuosos, por cierto.
Lucían su palmito de gimnasio con orgullo, ignorando que lo que yo tenía
superaba a los cuatro juntos, y todo natural, cien por cien.
53
―No estoy sola ―les advertí, también hablando en español, aunque malo,
echándole una mirada fulminante y asesina a ese que se había atrevido a
usurpar la toalla de Jacob.
―Sí ―le respondí sin más, usando un tono firme y mostrándole mi alianza.
―¿Y tú qué haces ahí? ―bufó Jake, cambiando la misma mirada hacia el
tipejo que se había atrevido a sentarse en su toalla―. Aparta, venga.
―Sí, perdón…
En cuanto ese se levantó, los demás ya estaban caminando con presteza por la
arena, con el rabo entre las piernas.
―Qué pesados. Desde luego, te dejo sola cinco minutos y los buitres ya te
acechan, hay que ver ―gruñó. Luego, suspiró y me ofreció mi helado―.
Bueno, toma.
―Gracias, cielo. ―Lo cogí y le di un merecido beso en los labios con una
sonrisa más que orgullosa.
El helado estaba muy bueno, y entraba bien, con ese calor no había quién
estuviese.
Era el extraño que había visto la noche anterior, y como entonces, llevaba sus
gafas de sol y vestía completamente de largo. Pero, esta vez, había algo más
que hizo que me quedase helada por un instante. Era su olor. La suave brisa
corría en nuestra dirección y me traía su efluvio, su efluvio vampiro. El
individuo estaba a la sombra de una palmera, por eso su piel no destellaba.
―¿Qué pasa? ―quiso saber Jake al ver mi cara. Su vista se fijó justo donde
la mía, aunque su nariz ya había detectado el olor antes―. Mierda, es un
vampiro ―masculló―. Y nos está mirando, como anoche.
―¿Ya lo sabías?
―Sí, ¿tú también te fijaste ayer? ―inquirió él, volviendo el rostro hacia mí
para mirarme con la misma expresión.
54
Rey y reina
―Así que el rumor era cierto ―habló el vampiro con una hermosa voz que
no casaba nada con su gesto de hastío―. El hombre lobo y la semivampiro se
han casado ―censuró.
―No lo sé, dímelo tú. ―El tono de Jake ya se acercaba más a lo chulesco―.
Puede que seas lo bastante estúpido como para no hacerlo, o demasiado
osado, quién sabe.
―¿Es que los conocías? ―inquirió Jake, ya algo alerta―. ¿Estás buscando
venganza o algo así?
―No. Solo quería ver cómo era ese Gran Lobo que lo había logrado y del
que tanto hablan los miembros de nuestro mundo ―declaró.
―No sabía que era tan popular ―afirmó Jake con acidez.
―Lo eres ―ratificó el vampiro.
―Ya veo que ha sido todo un bombazo ―afirmó Jake, alzando la barbilla
para mirarle con chulería―. Pero sigo sin saber cómo has dado con nosotros.
―¿Y solo te has molestado en venir hasta aquí para mirarme? ―inquirió mi
chico con cierto aire jocoso.
―Quería comprobar que ese rumor sobre vosotros era cierto ―manifestó el
vampiro, observando nuestras alianzas. Yo alcé la mano, mostrándole el
anillo para que lo viera bien. Lo observó, osciló la mirada hacia mí, y después
solamente miró a Jake―. También quería comprobar cómo era ese Gran
Lobo que derrotó a Nikoláy, Ruslán y Razvan.
―Tienes que ser realmente poderoso, si has podido terminar con ellos
―continuó el vampiro, haciendo caso omiso de su exigencia―. Ni siquiera
nosotros hemos podido.
55
―¿Y vais a vuestra bola o trabajáis para alguien? ―preguntó Jake con
suspicacia.
―¿Por qué íbamos a tener que trabajar para alguien? ―cuestionó el vampiro,
fingiendo una falsa sorpresa.
―No me tomes por tonto ―le respondió Jacob, ofendido―. ¿Crees que me
iba a tragar esas trolas que acabas de contar? Puede que también vinieses por
eso, pero he visto cómo has mirado el anillo de mi mujer, estabas
comprobando si era el que Aro nos regaló.
―Sin embargo, habéis aceptado los regalos de otros vampiros, como esas
motos acuáticas, por ejemplo ―espetó ese individuo, altanero.
―No hay mucha distancia de aquí a ese islote, sobre todo para un vampiro
―desveló él, jactándose de su proeza.
―Por eso se fueron los delfines ―murmuré con una mezcla de sorpresa y
temor.
―No vuelvas a acercarte por allí, ¿me has entendido? ―masculló, furioso,
clavándole una mirada más que amenazante desde arriba, ya que le sacaba
una cabeza al vampiro―. Y sobre todo no te atrevas a acercarte a mi mujer,
no sabes de lo que soy capaz por ella. Solo con que oses a mirarla, te mataré
―le avisó, cerrando sus manos ya temblorosas en puños rabiosos.
La gente que estaba más cerca empezó a curiosear, al ver el evidente estado
de cabreo de Jake y una posible pelea a la vista. Esto ya empezaba a ser
peligroso, pero con el asunto de la gente más, pues esas mismas personas
atraían la atención de las que estaban a su alrededor, contagiándoles esas
ansias por cotillear.
―Jake, vámonos ―le pedí con voz nerviosa, cogiéndole del antebrazo para
tratar de separarle.
Y, sin más, comenzamos a caminar hacia las toallas entre aquel círculo
invisible de miradas que nos rodeaba.
56
Me volteé de nuevo y observé a mi chico. Jacob estaba realmente enfadado.
―Esto es increíble ―bufó, ya llegando junto a las toallas―. ¿Es que nunca
nos van a dejar en paz? ¿Tan importantes somos?
Los dos nos sentamos a la vez, sin separar nuestras manos. Aunque luego yo
solté la suya.
Mi voz pareció sosegarle un poco, aunque seguía con ese rostro enfrascado.
Se tumbó en la toalla, boca arriba, llevándome con él, y me acomodé sobre su
ardiente pecho, apoyando mis antebrazos en el mismo para mirarle.
―No tengo ni idea. Cuando lleguemos al islote llamaré a Doc para ver si
sabe algo. Lo que está claro es que los Vulturis no solo disponen de su
guardia, tienen a más gente que trabaja para ellos, seguramente son sicarios
―aventuró.
―¿Sicarios? ―pestañeé.
―Puede ser, no sé. ―Frunció los labios y siguió hablando―. Pero entonces
no entiendo por qué no han intentado evitar nuestra boda.
―La intención de esos tres era invertir la profecía para que Razvan fuera…
―miró a ambos lados y cuchicheó más bajito― un rey en nuestro mundo
―dijo, torciendo el gesto al pronunciar esa palabra a la que él todavía no
daba credibilidad―, y es evidente que eso no les interesaba a los Vulturis.
Pero tampoco les interesa que no se invirtiera, ¿entiendes? Quiero decir, que
ninguna de esas dos opciones es buena para ellos, porque en las dos salen
perdiendo. Y si tú y yo nos casábamos, la profecía se cumplía, ¿no? No
entiendo por qué Aro no envió a nadie para chafárnosla.
A los Vulturis no les interesa que seas el rey de nuestro mundo ―sonreí.
Ya sé que la situación no era para sonreír, pero me sentía tan orgullosa de él,
que no pude evitarlo.
―No sonrías tanto ―objetó con esa sonrisa que me volvía loca―. Yo no voy
a ser el rey de nada, además, no he notado ningún cambio en mí, ¿y tú?
―No.
―Pues eso.
57
―No es que me guste porque vayas a ser más o menos importante, eso me da
lo mismo, yo te amo igual, es que estoy muy orgullosa de ti, eso es todo
―conseguí susurrar.
―Sí, ya lo sé. Pero sabes lo que significa que la profecía se cumpla, ¿verdad?
―susurró mientras sus dedos bajaban por mi espalda para estremecerme―.
Más responsabilidades, para ambos ―apuntilló.
―Si yo soy el Rey de los Lobos, tú eres la Reina, ¿no es así? ―Su sonrisa se
amplió, adquiriendo ese matiz de golfería que me hacía perder la poca
cordura que me quedaba―. Y eso te carga de responsabilidades, nena. No sé
si te has dado cuenta cuando leíste la profecía en ese libro, pero tú eres muy
importante, eres el sello entre las dos civilizaciones, entre chupasangres y
metamorfos. ―Sus penetrantes y profundos ojos se clavaron en los míos con
más intensidad y me quedé sin aire por un instante―. Tú eres la fuerza que
impulsa a mi espíritu, eres mi guía y mi luz, y tú eres la que me proporciona
poder ―citó de la profecía con un susurro, poniéndome todo el vello de
punta―. Y eres la única elegida para proporcionarme una estirpe pura y
perfecta que garantizará mi… reinado ―vocalizó, usando cierto retintín―.
Así que todo eso te va a dar mucho trabajo, preciosa, sobre todo en la práctica
de lo último.
―Te daré todos los hijos que quieras ―susurré en su boca con fervor―.
Llama a Fernando, quiero irme al islote ahora mismo.
Jake llamó a Fernando y quedó con él en la misma cala donde nos había
dejado. Recogimos todo, me puse ese pareo corto de color morado, Jacob se
colgó la mochila al hombro e iniciamos la marcha para irnos de la playa.
Una vez más, fuimos el centro de atención de las miradas, aunque esta vez
pude percibir que también se unían otras vistas curiosas por el casi incidente
de antes.
Subimos las escaleras, dejando abajo esa arena blanca, y llegamos al paseo de
la playa.
Paseamos con rapidez durante un rato y después nos metimos por una
callejuela que daba directamente a la cala, así no teníamos que rodear tanto.
Sin embargo, no llevábamos ni dos minutos caminando por allí, cuando
alguien saltó delante de nosotros.
Eran los cuatro chicos que me habían molestado en la playa, y nos rodearon,
portando unas navajas.
―Lo que me faltaba ―suspiró Jake, mirando hacia un lado con cansancio.
Pero no me hizo ni caso, les mostró una sonrisita chulesca para provocarles
aún más y esperó a que el primero de ellos se lanzara a por él.
La hoja del cuchillo se hundió hasta el fondo y el chico la sacó, haciendo que
un chorro de sangre saliera tras ella sin que Jacob moviera un solo dedo para
defenderse.
Todavía estaban los restos de la sangre que le había dado tiempo a emanar de
la herida, pero esta ya solamente era una cicatriz rosada.
―¿Qué es esto, tío? Vámonos de aquí ―dijo uno de ellos, echando el pie
hacia atrás.
―¡Jake, ya está bien! ―le reñí, ahora con más ímpetu, quitándole la
navaja―. ¡Mira cómo te has puesto!
―No sé por qué has hecho eso ―seguí regañándole mientras iniciaba la
marcha y tiraba de él para que se moviese―. Ha sido peligroso, ¿y si nos
descubren?
―Sí, estos no vuelven a salir de casa, te lo digo yo. ―Entonces, me miró con
picardía y habló con seducción―. Cuando lleguemos al islote, te dejaré que
pruebes un poco de mi sangre, ¿qué te parece?
59
―Pero hoy dejaré que bebas un poco más ―afirmó con su sonrisa torcida.
―¿Más? ¿Dejarías que bebiese un poco más? ―Mi tono salió alegre, pero
seductor a la vez.
―Cuatro tragos más. Pero cuatro, ¿vale? ―insistió, siguiendo con esa
sonrisa que me gustaba tanto―. Tampoco quiero que me dejes seco. Y,
bueno, en fin, querrás que pueda terminar, ¿no? Así que cuatro contados.
―Y frótate bien, para que se quite la sangre reseca ―le aconsejé, echándole
un vistazo a ese cuerpo serrano que ahora incluso era más apetecible con esa
sangre.
Las personas que estaban en la arena le miraron, pero fue más bien por la
rápida carrera de un hombre tan alto, ni siquiera les dio tiempo a verle con
detalle. Entró en el mar, armando un buen escándalo con el agua, que se
estampaba en su cuerpo debido a la velocidad con la que se internó, y se
zambulló de un salto.
Otra vez más, no pude evitar soltar una risilla. Los niños de alrededor se le
quedaron mirando, riéndose, parecía uno de ellos.
Lo primero que hicimos fue llamar a Carlisle para preguntarle si sabía algo de
ese grupo del que nos había hablado ese vampiro, pero su móvil no estaba
operativo, así que Jake enseguida pasó a la segunda parte de nuestros planes.
Sí, todavía nos quedaba una semana para aplacar este fuego, aunque no sé por
qué intuí que necesitaríamos toda una vida para eso.
60
En casa
Lo primero que hicimos nada más entrar en casa fue respirar tranquilos. El
viaje había sido muy largo, y otra vez sufrimos los retrasos de los vuelos. Así
que cuando Seth y Brenda nos dejaron en el jardín, se marcharon y entramos
en nuestro hogar estábamos bastante cansados.
Nos daba pena que nuestra luna de miel se hubiera terminado, bueno, nuestra
luna de miel oficial, claro, porque nosotros no necesitábamos de eso para
vivir nuestra pasión, pero por otro lado ya nos apetecía llegar a nuestra
preciosa casita roja, que sería pequeña, pero era acogedora y formaba nuestro
hogar.
Respiré hondo nada más entrar por la puerta, inspirando los aromas que
conformaban nuestra casa, ese olor que estaba mezclado con nuestros
efluvios, con el océano, los árboles, la hierba del jardín, la tierra… Todo eso
que nos hacía sentir tan a gusto, que nos acogía, entremezclándose en
completa armonía y que me recordaba cada día que este era mi verdadero
hogar.
Las dejamos a un lado y me tiré en la cama con los brazos en cruz, boca
arriba, para sentir ese colchón tan añorado en mi espalda. Jake gateó desde
los pies del camastro y se acomodó entre mis piernas con una enorme sonrisa
dibujada en su rostro y yo rodeé su cuello con mis brazos, correspondiendo
su alegría.
―Me da pena que nuestra luna de miel se haya terminado, pero sí, ya tenía
ganas de llegar ―le contesté.
Llevó sus labios a los míos y nos besamos durante un rato, dejando que la
energía fluyera despacio a nuestro alrededor.
Después, terminamos ese beso, tomando una buena bocanada de aire para
recuperarnos.
―¿Tú crees?
―¡No vale, eso es trampa! ―se quejó a mis espaldas, riéndose, cuando
conseguí salir la primera por la puerta.
―¡Ja, ja, ni hablar, nena! ―contradijo, bajando los peldaños de tres en tres
con unas enormes 61
zancadas.
Uf, a tiempo.
―¡Eso sí que es trampa! ―rio, aunque sus brazos se abrieron para que mis
piernas se acomodasen mejor en su cintura y me sujetaron; los míos rodearon
su cuello.
Era de madera, pero estaba lacado en color gris, haciendo juego con las
alfombras y un banco acolchado que estaba colocado justo delante del
instrumento, puesto ahí para que solo me tuviera que poner a tocar. Había una
nota doblada sobre la tapa de las teclas.
―Para que las notas que salgan de tus dedos llenen vuestro hogar de música
de verdad. Os queremos ―cité, sonriendo por la broma de mi padre―. Es el
regalo de boda que mis padres me han hecho.
―Es precioso ―exclamé, levantando la tapa para acariciar las teclas nuevas
con mis dedos.
―Está claro que la música amansa a las fieras ―bromeé con una risilla.
―Es divertida.
―Sí, no está mal ―asentí, haciendo una mueca―. A ver qué te parece esta.
Llevé mis dedos por las techas de nuevo y toqué una canción más elaborada y
alegre. Las notas resbalaban por mis yemas con agilidad y rapidez, fluyendo
por todo el saloncito para extenderse al resto de las estancias. Al terminar, me
volví hacia Jake de nuevo, que me miraba atontado una vez más.
62
―No ―dudó con sorpresa.
―¡Es preciosa!
Sus manos no hacían más que pasar por encima de la Harley, acariciándola
sin cesar.
―No sé si esto me gusta. Voy a ponerme celosa de esa moto ―bromeé.
Soltó mis labios, aunque algo a regañadientes, y ambos cogimos aire para
volver a la realidad.
Y qué realidad.
―Como ves, lo prometido es deuda. Ahora ten cuidado, lobo. Ah, y que
Renesmee se ponga el casco. Os queremos, otra vez ―citó―. Capullo…
―rio después, dejando la nota en una de las estanterías.
Pasó la pierna por encima y se sentó en la moto, llevando las manos a ese
brillante manillar.
―¿Te apetece dar una vuelta, nena? ―me propuso con voz seductora,
clavándome esos ojazos negros con ganas.
―Vale, pero en esto no corras tanto ―le advertí con una sonrisa traviesa,
apartándome de él.
Le dio al pedal de arranque y la moto rugió con ímpetu. Era ese rugido
inconfundible que solo sabe hacer una Harley Davidson.
―¿Sientes cómo ruge entre tus piernas? Pues esto no es nada, pequeña, ya
verás ―presumió.
La verdad es que, más que la moto, a mí ya casi me apetecía más que rugiera
otra cosa…
63
Jake hizo virar la moto para dirigirla hacia la puerta y salimos del garaje entre
ese mágico bramido de la Harley.
Entonces, sí que aceleró. Rodeé su torso con mis brazos y me pegué bien a su
amplia espalda.
―¡Qué pasada! ―grité con entusiasmo entre el rugido del tubo de escape.
Mis brazos ya no podían abarcar más, estaban felices, rodeando ese torso con
ganas, y mis manos se posaban en su pecho con vehemencia, palpando todo
lo que podían. Apoyé mi mejilla en su espalda y sonreí de felicidad mientras
me dedicaba a observar ese bello paisaje que tanto había echado de menos.
Los unió a los suyos y comenzamos a besarnos con efusividad, en medio del
sonido del océano y del griterío de la gente que se encontraba en la playa,
muy cerca del parking. Sin embargo, ya no fui capaz de escuchar nada más,
la energía nos rodeó y el tiempo se detuvo; el sonido se apagó y la luz ahora
era un velo rojo debido al impacto de los rayos del sol en los párpados
cerrados. Lo único que podía sentir eran sus suaves y tórridos labios
mezclándose con los míos, intercambiándose el aliento, las mariposas
acariciando las paredes de mi estómago con ímpetu y esa energía que fluía al
mismo ritmo.
64
Como siempre nos pasaba, tuvimos que esperar un rato hasta que
conseguimos recuperar el aliento y la razón.
―Vale ―acepté.
―Uf, vale, vale ―se rio―. Nada de serte infiel con la moto.
Les habíamos estado llamando toda la semana para contarles el asunto de ese
enviado de Aro y no habíamos sido capaces de contactar con ningún
miembro de mi familia. Ya sabíamos que no habían querido molestarnos,
pero una llamada de vez en cuando…
―No, descuida.
Entré en casa y subí a la habitación del ordenador. Sonreí cuando entré, hacía
tanto que no pasaba allí. Me senté en la silla y encendí la computadora. Como
siempre, no tardó mucho en hacerlo, salieron las cuatro ventanas del antivirus
y poco más, las cerré y me conecté enseguida.
Nada.
―Yo también tengo algo que contaros. ―Su voz y su rostro denotaban una
gravedad que no me gustó nada.
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66
Búsqueda
―Esme encontró una nota de Bella la semana pasada. ―Hizo una pausa para
evaluar mi estado emocional, el cual le debió de parecer lo suficientemente
arropado por Jacob, y siguió hablando―. Según explica Bella en la nota,
Renée ha estado investigando sobre ella por su cuenta, sin pedir la
colaboración de Charlie. ―Mi corazón sufrió un tumbo otra vez y apreté la
mano de Jake, que me alentó entrelazando sus dedos con los míos―. No se
sabe qué es lo que ha descubierto, pero parece ser que se ha acercado
demasiado a algo y ha desaparecido. ―Apreté los dedos de Jacob―. Lo
único que nos explica esa nota es que Alice ha tenido una visión sobre esto y
que se han ido para iniciar una búsqueda. Sin embargo, no nos han desvelado
nada más, y nos han rogado que nosotros no hagamos nada al respecto.
―Pero, ¿por qué? ―inquirí, extrañada―. ¿Por qué no quieren que hagáis
nada?
―¿Y por qué demonios no nos habéis dicho nada antes? ―se quejó Jacob.
Carlisle abrió la boca para hablar, pero mi chico le interrumpió antes de que
lo hiciera―. Ya, ya, no me lo digas. No queríais molestarnos ni preocuparnos
en nuestra luna de miel.
―Ni siquiera nosotros sabíamos qué estaba pasando, por eso preferimos
esperar a vuestro regreso ―alegó mi abuelo.
―Esto tiene que ser cosa de esos viejos decrépitos de los Vulturis ―opinó
Jake―. Seguro que son ellos los que retienen a Renée, y no sé si te has fijado
en que tanto Bella como los demás son los que tienen dones en tu aquelarre.
Aro siempre ha estado muy interesado en que Alice, Edward y Bella
formasen parte de su guardia, está más que claro que han cogido a Renée para
chantajearles.
―Estoy convencido de que Alice ha tenido una visión en la que Aro tomaba
la decisión de atacarnos a todos para hacerse con ellos ―empezó a
explicar―. No sé con exactitud qué motivos le han llevado a Aro a tomar
esta decisión tan drástica, pero seguramente no le importaría nada que
nosotros cuatro cayésemos en la batalla con tal de conseguir a tus padres, a
Alice y a Jasper, por eso no quieren que nos involucremos. Si se han ido así,
ha sido para que nosotros no corramos peligro.
Mi mano ya no podía estrujar la de Jacob con más fuerza, menos mal que era
un hombre lobo y no le hacía daño, porque si no, le hubiera roto los dedos.
―No sé los motivos exactos, pero creo que los Vulturis se están rearmando
para una batalla.
67
―¿Quieres decir que se están preparando para una batalla con nosotros los
lobos? ―inquirió mi chico, hablando con seriedad.
Respiré hondo para no desmayarme, esto ya era demasiado fuerte para mí.
―Repito que no estoy seguro, pero eso creo ―asintió Carlisle, siguiendo con
su gesto grave.
―Tal vez sería mejor que no hablásemos más de este tema ―sugirió
Carlisle.
Tenía que saber qué estaba pasando, aunque me doliese por varios flancos.
―¿Seguro? ―se aseguró mi chico, que ya estaba pasándome los dedos por el
pelo.
―Dices que los Vulturis no van a permitir que la profecía se cumpla, pero
tampoco han impedido la boda, ¿no te parece muy raro?
Mi abuelo ya llevaba un rato callado, pensativo. Hasta que por fin habló.
―Eso de los anillos es muy extraño ―dijo, frunciendo ese ceño perfecto
mientras perdía la mirada en alguna parte. Entonces, elevó el rostro hacia
nosotros con certidumbre, como si acabara de darse cuenta de algo―. Aro
siempre ha intentado impedir la profecía ―afirmó de pronto.
―Creíamos que Aro os había regalado esos anillos porque quería tenerte
como aliado, sin embargo, ahora me doy cuenta de que sus verdaderas
intenciones eran impedir la profecía ―comenzó a explicarnos―. Ezequiel
nos contó que él, Nikoláy y Ruslán eran sus tres magos en el pasado, pero
ellos ya no están con los Vulturis. Es evidente que no se iban a quedar sin esa
posibilidad de la magia, que es tan poderosa, sin embargo, no han tenido
prisa en buscar sustitutos. Hasta ahora. Estoy completamente seguro de que
disponen de nuevos magos, cuya adquisición ha debido de ser reciente,
puesto que los magos no es que abunden, precisamente. Y
ahora Aro los necesitaba más que nunca. Pero no solo eso, también lleva
muchos años buscando una vidente, ya que Anna, la esposa de Ezequiel,
falleció. Esta le era muy útil, y la obsesión de Aro por saber del futuro le ha
llevado a buscar una sustituta frenéticamente. Actualmente, Alice es la mejor
en este campo, es por eso que tiene tanto interés en ella desde hace tanto
tiempo.
―Aro era conocedor de la profecía desde hace siglos, es decir, desde que
Anna la vaticinó y Ezequiel la transcribió al libro. Ha esperado al momento
justo, a que aparecieras tú.
―¿Estás diciendo que todo esto ya empezó hace dos o tres años? ―inquirí
con un hilo de voz que me salió de milagro.
»No sé de qué se trata exactamente, pero estoy seguro de que esos anillos
tienen algún tipo de hechizo que impediría el cumplimiento de la profecía
―explicó.
Eso era verdad. Yo misma había visto cómo se había cargado a todos
aquellos vampiros en la iglesia de Bulgaria. No había visto su esfera, como él
la llamaba, pero sí que había visto cómo eran fulminados por algo invisible al
instante.
―Tenemos que hacer algo para encontrar a Bella, Edward, Alice y Jasper
―dijo Jake, cambiando de tema.
―Sí. Mañana cogeremos un avión hacia allí, tenemos que ir al claro donde
nos enfrentamos con los neófitos hace algunos años ―manifestó.
―Sí.
Y la conexión terminó.
La hierba del claro estaba bastante alta, y las flores silvestres lo invadían
completamente, llenando ese bonito lugar de diferentes fragancias y alegre
colorido. Si no fuera por la situación en la que nos encontrábamos, este
hubiera sido un sitio idílico para pasar la tarde.
Eran las cuatro y cuarto y mi familia aún no había llegado. Estaba muy
nerviosa, no había dormido nada durante toda la noche, pensando en mis
padres y en mis tíos, en Renée, en si estarían bien, a salvo, o ya estarían en
Volterra bajo la dictadura de los Vulturis…
charla sobre lo que harían ante una posible batalla. Eso me ponía aún más
nerviosa.
―Siento mucho el retraso ―dijo Carlisle nada más llegar a nuestro lado―.
Fue culpa del avión.
―Tenemos que buscar cualquier pista olorosa o visual que nos indique lo
que pasó aquí.
―Eso está hecho ―aprobó Shubael, ya corriendo hacia los árboles para
transformarse.
―Pan comido, tío ―le siguió Isaac.
―Les encontraremos, Nessie, ya lo verás ―me alentó Seth con una de esa
sonrisas suyas tan cálidas.
―Gracias por todo, chicos ―le sonreí, aunque no tenía ninguna gana de
hacerlo, pero me esforcé en esbozar una media sonrisa que le valió.
Pude escuchar el suspiro cansado de Rose y las risas entre dientes de Esme y
Carlisle.
Y me dio un último beso corto, beso que fue tan tierno y dulce, que me puso
todo el vello de punta.
―Sí, esperemos que topemos con algo antes. ―Mi abuelo estuvo de acuerdo.
Los cinco corrimos hacia allí y empezamos a escanearlo todo con la vista.
Carlisle y Esme tiraron hacia la izquierda y Rose, Em y yo hacia la derecha,
escudriñando palmo a palmo, cada rama, cada hoja que nos encontrábamos
por el camino.
Los minutos que pasaban me parecían horas, ya que no dábamos con nada, y
ese bosque era bastante frondoso y grande, me desesperaba pensar que
podíamos pasarnos toda la tarde allí sin encontrar nada.
Por fin, llegamos al sitio origen de la llamada, donde los quileute nos
esperaban en su forma lobuna, todos excepto Sam, que se había transformado
para explicarnos. Busqué con la mirada a Jake, pero no estaba, y también
faltaban Quil y Embry.
―Mirad con qué nos hemos encontrado ―nos anunció Sam, señalándonos
los alrededores con la cabeza―. Jake, Quil y Embry han ido a inspeccionar la
zona para buscar algún rastro ―me explicó a mí, ya que vio cómo mi vista
solamente podía centrarse en buscar a mi lobo rojizo.
Toda la zona estaba llena de troncos partidos, más bien, ese círculo del
bosque estaba devastada, parecía que hubiese pasado un huracán por allí.
―No te preocupes, Nessie ―me calmó Isaac, que se dio cuenta de mi cara de
espanto―. No hay señales de ninguna combustión aquí, así que siguen con
vida.
―Es evidente que fue aquí donde les atraparon ―afirmó Carlisle.
Quil y Embry aparecieron de entre los árboles, caminando con presteza, y se
acercaron a nosotros.
Las cabezas de los dos enormes lobos oscilaron de lado a lado, buscando a
alguien con la mirada, extrañados. Buscaban a Jake.
―¿Dónde está Jake? ―inquirió, mirando a ambos lados otra vez, y de nuevo
con extrañeza, aunque ahora se podía ver la urgencia en sus ojos castaños.
No, esto no podía estar pasando… ¿Primero mis padres y mis tíos, y ahora
Jake?
Los rugidos de los lobos fueron coreados por los de Emmett, que corrió hacia
la zona con Rose detrás de él.
―¡Espera, no vayas sola! ¡Esto podría ser una trampa! ―me acompañó Sam.
El resto se unió a nosotros y comenzamos un despliegue para buscarle,
aunque no tuvimos que esforzarnos mucho.
―¡Aquí! ―gritó Sam para llamar al resto, que no tardó nada en llegar a
nuestro lado.
Eran unos dardos rojos, había varios de ellos tirados sobre el terreno boscoso,
y su maravilloso efluvio estaba mezclado con otros vampíricos. El aire estaba
en nuestra contra, por eso no habíamos detectado nada, nos habían tendido
una trampa a nosotros también.
71
Apreté los puños con tanta fuerza, que mis uñas hicieron sangre. Machaqué
las muelas, y acto seguido solté un rugido que salió de lo más profundo de
mis entrañas y que me raspó la garganta, anunciando a los cuatro vientos lo
que tenía pensado hacer.
Antes de que nadie pudiese decir nada, eché a correr con cólera.
72
Jacob
Prefacio
Sin saber cómo, empecé a sentir otra energía nueva, una energía cargada de
adrenalina que me recorrió entero y que explotó en lo más hondo de mis
entrañas de forma súbita e indomable. Sí, fue un Big Bang que se apoderó de
todo mi organismo, haciéndolo estallar, y que se llevó por delante a todos
esos gusanos que me estaban carcomiendo por dentro, purificándome al
instante. Mi convalecencia había terminado. Me puse en pie con rapidez para
proteger a mi ángel al tiempo que un brillo fulgurante y cegador radió de
todos los puntos de mi cuerpo cuando eso explosionó, envolviéndome con
una onda expansiva extremadamente luminosa que se extendió a la velocidad
de la mismísima luz.
73
74
vida
No es que se oyera mucho, la verdad, tan solo algunas voces lejanas y algún
ruido que otro, pero, poco a poco, todo eso se iba abriendo paso por mi
cavidad auditiva, mandándole señales a mi cerebro para que se despertase.
Tenía que despejarme, como fuera, tenía que correr junto a ella. Estrujé los
párpados con fuerza mientras gemía y obligué a mi cerebro a que se
despertase un poco más.
Era una especie de mazmorra. Sí, mazmorra. Las paredes que me rodeaban
eran de piedra, y la puerta, que tenía todo el aspecto de ser muy pero que muy
pesada, era de hierro y tenía una rejilla en la parte superior que ahora mismo
estaba tapada, como esas que salen en las películas de presos.
¡¿Pero, qué mierda era esto?! Encima, estaba encadenado de pies y manos.
Eso hizo que mi cabeza enseguida reaccionara y me miré el tobillo izquierdo
con precipitación.
Uf. Mi cinta de cuero seguía allí, y, con ella, mi anillo. Sí, vale, puede que en
este momento eso no pareciera lo más importante, lo sé. Pero para mí sí que
lo era, ese anillo simbolizaba mi vida. La cinta había quedado por encima de
ese grueso y molesto grillete, así que el anillo colgaba de la misma sin
problemas.
Pero mi ángel… ¡¿Dónde estaba?! Tenía que ir a buscarla, donde fuera, como
fuera. Me transformaría y tiraría esa puerta de hierro abajo, si hacía falta.
Intenté levantarme de nuevo, pero mis piernas seguían sin responderme bien
y no conseguí hacerlo.
―Quienquiera que sea ella, no está aquí ―habló una voz de pronto, a mis
espaldas.
¿Quién diablos era ese? ¿Qué hacía aquí? ¿Y cómo narices sabía que Nessie
no estaba en este mugriento sitio? ¿Acaso la conocía?
Mis manos se afanaron en romperlo, juro que tiré con todas mis fuerzas, sin
embargo, mis dedazos no entraban en el pequeño espacio que quedaba entre
mi cuello y el cordón, y lo único que conseguí fue hacerme sangre. Menos
mal que las rozaduras se cerraban instantáneamente, y más aquí, este agujero
tenía que estar infestado de chupasangres.
―Te lo han puesto para que no puedas transformarte ―habló ese tío otra
vez.
―También les oí decir que ese cordón estaba hecho de una aleación especial
que es irrompible ―explicó sin dejar de observar esa pared―. Si se te ocurre
transformarte, te cortará la cabeza.
Genial. No sé por qué, pero le creí. Esos viejos decrépitos eran capaces de
eso y más.
Esta vez, conseguí ponerme en pie, eso sí, tuve que apoyarme en la pared con
la mano para no espatarrarme en el suelo.
―No vas a poder escapar ―dijo ese extraño compañero de celda, siguiendo
con esa manía de no mirarme.
―¿Y a ti qué te importa? ―le bufé a la cara, hundiendo las cejas en los ojos
un poco más―. ¿Es que no tienes nada mejor que hacer? Cuenta esas piedras
de la pared y déjame en paz.
76
―Oye, te lo advierto, hoy no tengo el día para bromas, así que no me tomes
el pelo o terminaremos muy mal ―gruñí.
Cerró la bocaza, aunque por poco tiempo. Por fin, se volvió hacia mí para
mirarme con cara de malas pulgas.
Vaya, ¿era un gigante? Pues por su aspecto, nadie lo diría. Al igual que yo,
iba descalzo y no llevaba camiseta, y solamente vestía unos pantalones
vaqueros de color negro, rasgados. Bueno, aunque estaba bastante delgado, se
le veía fuerte, sus finos músculos se notaba que eran fibrosos y nervudos,
pero su altura era la de un chico normal. Llevaba esos pelos morenos y
enmarañados a la altura de la barbilla, aunque creo que estaban peinados así
deliberadamente, como hacen las estrellas de rock para fingir un aspecto
desaliñado. Eso sí, su frase hizo que me fijase en sus ojos.
Eran de color fucsia, como los de Helen cuando no llevaba esas lentillas
doradas. Si no fuera por eso, lo hubiera dudado, la verdad.
Agarré una de las arandelas de arriba con las dos manos y tiré con todas mis
fuerzas. ¡Maldita sea! No había quién la sacara de allí, ni siquiera se movía
un poco. La condenada estaba bien anclada a la pared. Apoyé uno de mis pies
en el paramento para que ayudase a mi cuerpo a coger más impulso, pero,
mierda, era completamente inútil.
―Vaya, veo que en este asqueroso agujero las noticias vuelan ―mascullé
con acidez―. ¿Eso también se lo has oído decir a la guardia?
Qué idiota había sido. Claro, ahora me daba cuenta. A ver, Jake, si él te dijo
que era un gigante y ves que no es como aquellos que te describió Nessie que
tenía Razvan, este chico tenía que ser Ryam, ¿no? Él era el único gigante,
junto con Helen y Mercedes, que no eran gigantes todo el tiempo, sino que
también eran humanos.
―Es evidente que me han pillado, ¿no? ―me respondió con retintín.
―Ya, eso ya lo veo, no soy idiota ―le contesté, irritado―. Pero, ¿cómo ha
sido? ¿Cómo has terminado aquí? ¿No estabas investigando el asunto de los
gigantes de Razvan?
Ryam me miró durante un instante y luego optó por sentarse en el suelo otra
vez, señal de que esto iba para largo. Suspiré y me senté yo también, llevando
ese pesado tintineo conmigo y apoyando mi espalda en esa pared de piedra.
Odiaba tener que quedarme quieto sin hacer nada, pero es que era así, no
podía hacer nada.
77
―Sí, estaba siguiendo una pista muy buena sobre los gigantes de Razvan
―empezó a contarme―. Como me imagino que ya sabrás, el primer sitio al
que fui para buscar a esos gigantes fue su castillo. Cuando llegué allí, los
gigantes ya no estaban, y tampoco ningún vampiro de su guardia, todo
parecía haberse esfumado. Pero encontré señales de una batalla.
―¿Una batalla? Pero nosotros terminamos con todos los chupasangres que
habían ido a aquella iglesia cercana, y los que no estaban allí escaparon, eso
fue lo que le dijiste a Helen, ¿no es así?
―Bueno, omití algunas cosas para no ponerla en peligro. Cuanto menos sepa
de mis investigaciones, mejor.
―Entonces está más que claro que los que iban perdiendo se dieron el piro y
que los vencedores se llevaron a los gigantes ―manifesté―. Y,
sinceramente, no me imagino a la guardia de los Vulturis huyendo de ningún
sitio.
Estrujó los labios y resopló por las napias mientras ladeaba la cabeza a ambos
lados, incómodo.
Sí, claro, había chupasangres por todas partes. Después de ese tiempo perdido
a lo tonto, se decidió y me lo contó.
―Él es el jefe de los matones de Aro ―bisbiseó con una voz muy bajita para
él, pero lo suficientemente alta para mí y para las sanguijuelas de este
agujero, que si no habían venido ya para cerrarnos la bocaza era porque les
importaba un bledo lo que supiésemos, cosa que me mosqueó bastante,
porque eso significaba que no tenían intención de dejarnos salir de aquí, al
menos, con vida―. Los Vulturis no solo disponen de su guardia, tienen a ese
grupo mafioso que se encarga del trabajo sucio.
―¿Ese tal Thiago es moreno y tiene una coleta baja y muy larga? ―le
pregunté, aunque sabía de sobra la respuesta.
―Digamos que nos hemos visto por ahí ―mascullé, apretando los dientes al
volver a recordarlo―. Así que son los matones de los Vulturis, ¿eh?
―Yo también me he visto por ahí con Thiago y sus matones ―declaró―.
Fue en el primer encuentro que tuvimos con Razvan y sus secuaces Helen y
yo, en los bosques del Parque Nacional de Olympic, el día en que Razvan me
ofreció que me uniera a ellos ―de repente, bajó la mirada al suelo y se quedó
mudo durante un instante, aunque después volvió a hablar, eso sí, con
pesadumbre―, el día en que contagié a Helen. ―Uf, se notaba que todavía
estaba tocado por eso.
Luego, me miró de nuevo para seguir su explicación―. Cuando Razvan se
dio cuenta de que yo no le servía para nada y ya estaban a punto de atacarnos,
llegaron otros cinco vampiros.
78
―Y por eso Aro mandó a Thiago y a su grupo a Bulgaria, para que fueran a
por esos gigantes ―concluí yo.
―Eso creo. A los Vulturis no les gusta nada las nuevas especies, y esos
gigantes pueden ser lo suficientemente peligrosos para ellos, ya que se
regeneran y son totalmente inmortales. Lo que no sé es si se han deshecho de
ellos o si los tienen confinados en algún sitio, bueno, suponiendo que los que
ganaran esa batalla en el castillo fueran Thiago y su grupo, claro. Por eso
vine a Volterra ―me reveló―. No tenía ninguna pista del otro bando y
decidí seguir esta, para comprobar si los Vulturis tenían a los gigantes o no.
Lo malo es que no llegué muy lejos ―suspiró―. Terminaron pillándome.
―Te recuerdo que tú tienes a tu manada y también estás aquí ―rebatió, algo
molesto.
―Es totalmente diferente ―le discutí―. Para cogerme a mí han tenido que
ingeniárselas, en cambio tú te has entregado en bandeja.
―No estoy diciendo que no, pero Helen es lo más importante para mí, y si
vosotros os entretenéis conmigo, ella quedará más desprotegida. Cuantos más
lobos la protejáis, mejor.
―Vuelvo a decir que nos subestimas ―desaprobé, un poco ofendido por sus
dudas―. Sabemos organizarnos muy bien, trabajamos en equipo y nos
coordinamos perfectamente, y mis lobos saben hacer su trabajo
perfectamente.
Llevé mi vista hacia mi anillo y lo cogí con la mano para verlo. Que quowle,
leí una vez más. Mi dedo reclamaba esa alianza, pero no podía ponérmela,
tenía que estar preparado por si conseguía deshacerme de este cordón de mi
cuello y ya me podía transformar, así que me conformé con acariciarla con el
dedo índice.
―Ella está bien ―habló Ryam de pronto, intentando animarme―. Los
guardas dijeron que solo te cogieron a ti.
Eso me calmaba un poco, ella estaba bien, pero los pinchazos de mi estómago
seguían siendo igual de fuertes.
79
―Aunque vaya en solitario, quiero daros las gracias por protegerla a ella
―me dijo, sincero, o eso parecía, vamos―. Habéis hecho mucho por
nosotros, y los Cullen también.
―De nada.
―No lo sé. ―Se encogió de hombros―. Supongo que pensarán que les
puedo ser útil para algo.
Por fin, por fin sabría de las intenciones de Aro, y por fin podría verme cara a
cara con él.
―¡Hey, ¿qué vais a hacer?! ―exigí saber, lanzando mis pies hacia ellos.
Pero alguien tiró de las cadenas de mis muñecas, haciendo que mis brazos se
fueran hacia atrás y que me quedase clavado en el sitio, impidiéndome
avanzar más allá.
Me giré súbitamente, con cara de muy malas pulgas, y vi que ese alguien era
otro vampiro que estaba agarrando mis cadenas con las dos manos,
tensándolas para que yo no pudiese dar un paso más.
Genial. Por supuesto, no me hice daño, y menos mal que mis pies se posaban
en el suelo, pero esto, aparte de humillante, era frustrante y me ponía de más
mala leche.
―¡Dejadme! ―chilló Ryam con furia, casi a la vez que yo, también
temblequeando.
Me fijé en que sus grilletes tenían algún tipo de sistema especial y que se
ensancharon para amoldarse a sus nuevas muñecotas. Tiró de sus largas
cadenas con ira, pero ni siquiera su fuerza podía con esos eslabones y con el
anclaje de esas anillas.
Ryam abrió la bocaza, enseñando unos colmillos que también eran bastante
considerables, y soltó un rugido en todo el careto de los chupasangres que
intentaban llevárselo que a poco más y les quita hasta las capuchas de sus
túnicas. Sí, en serio, fue bastante potente.
Pero el muy idiota no sabía luchar. Después de montar todo ese numerito, las
dos sanguijuelas que le rodeaban saltaron hacia él y, con facilidad, abrieron
las arandelas que le ataban a la pared para envolver su descomunal cuerpo
con las cadenas a una velocidad increíble. En un segundo, Ryam parecía un
canelón de cadenas.
opresores.
El muy tonto lo único que iba a conseguir era caerse al suelo, y a ver cómo se
levantaba después.
Mi mote no debió de gustarle mucho, porque se giró hacia mí, me miró con
sobriedad y retiró su capucha hacia atrás para enseñarme un alzamiento de
ceja altivo.
―No tengo nada que decirte ―le advertí, clavándole otra mirada agresiva.
―Hay muchos tipos de tortura ―le contesté, otra vez con un tono ácido, para
ver si así se daba por aludida.
―Solo he venido para llevarte ante Aro, pero he de reconocer que también he
aprovechado para verte ―reveló, repasándome con esa mirada de nuevo.
―Bueno, pues ya me has visto, así que pírate y llévame a ver a Aro ―le
espeté.
82
Hasta que por fin cerró la boca y se dejó de reír. Entonces el escalofrío que
me dio fue peor.
Clavó sus libidinosos ojos en los míos y volvió a alzar la mano hacia mí.
Ahora fue mi espalda la que buscó la pared para pegarse.
Mierda, genial, lo sabía. Sabía que esta víbora se sentía atraída por mí,
aunque jamás imaginé que llegase a estos extremos. Esto era lo que me
faltaba.
―Tu piel está muy caliente ―se dio cuenta la lista de ella, elevando su labio
todavía más.
―Quita tu sucia mano de ahí ―le avisé sin despegar mis muelas a la vez que
me revolvía para impedirlo, aunque inútilmente, para mi desgracia.
―El Gran Lobo. Eres tan fuerte… ―murmuró sin despegar su mano de mi
hombro, desviando esa sucia mirada hacia mi torso―. Y no me refiero a
fuerza física, por supuesto ―se burló, riéndose con desdén.
―Porque no quiero que me toques, ¿te enteras? ―le bufé, más que enfadado.
¡Ja! Eso era gracioso. Podía resarcirme con eso un rato, pero me contuve,
todavía era un caballero.
―Eso no lo sabes si nunca has probado con una ―manifestó en ese tono
orgulloso.
Ni hablar.
Guay.
¿Qué pensará Aro cuando vea esto en tu mente? ¿No tienes miedo de que te
mate?
―No te equivoques, lobo ―me paró, mirándome fijamente con esos ojos
rojos, cabreados―. El que yo me sienta atraída por ti no quiere decir que no
te mate en un momento dado. Sigues siendo mi enemigo, y mi lealtad hacia
los Vulturis es inquebrantable, Aro lo sabe ―aseguró, alzando la barbilla de
nuevo.
―Porque llevo esperando mucho tiempo para volver a verte ―confesó sin
tapujo alguno.
―Me importa una mierda cómo te quedases ―le escupí para que se pirase―.
Quiero ver a Aro ya. Pero no se piró.
―¿Crees que he venido hasta aquí solo para esto? ―se rio―. ¿Que me voy a
conformar solo con mirarte?
Su risa cesó.
―Jamás.
―Podría torturar a tu… esposa. ―Le costó soltar la palabra, pero sus labios
seguían sonriendo con malicia.
―¿No me has oído? Deja de tocarme ―mascullé, apretando los dientes con
furia mientras intentaba que mi torso se apartara de su mano.
―¡No quiero que me toques con tus asquerosas manos! ―solté con ira―.
¡Yo solamente le pertenezco a Nessie, ¿me oyes?! ¡Estoy locamente
enamorado de ella, soy suyo, solo suyo, jamás dejaré que otra mujer me
toque y jamás tocaré a otra mujer! ¡Y mucho menos a un miserable piojo
como tú!
Intenté evitarlo por todos los medios, pero en ese momento me fue imposible
no gritar, el dolor era 84
―Zorra… ―logré articular casi sin voz, aunque con odio, mientras me
doblaba de dolor.
¡Bruja chiflada!
La ira recorrió mi espalda otra vez y logré alzar el rostro para clavarle una
mirada de profunda inquina.
La rubia canija elevó su ataque un poco más, desesperada por mis negativas a
acceder a su loca petición. Sin embargo, comencé a ver sus rayos láser de
color rojo con total claridad. Estos se estaban clavando en mi cerebro con
saña, engañándolo para que sintiera ese cuchillo invisible por todas partes.
No perdí más tiempo. Hice emanar mi poder espiritual y extendí ese círculo
brillante hacia fuera. En cuanto el círculo tocó esos rayos rojos, estos se
deshicieron como si fueran una simple brisa y mi cuerpo por fin se relajó.
Sin embargo, todavía no sabía cómo demonios hacer para extender esa elipse
que lo fulminaba todo ―me moría de ganas de terminar con esta arpía de una
vez por todas―, y, encima, como me temía, esto era una excepción, mi
espíritu de Gran Lobo solamente me permitía extender mi círculo brillante
para protegerme.
La Pitufina se quedó paralizada, mirándome perpleja. Pero la muy estúpida
volvió a intentarlo.
Entornó sus ojos otra vez y dos rayos rojos salieron hacia mi frente. No
llegaron a tocarla. Mi círculo se encargó de pararle los pies sin ningún
problema.
―Jamás olvides que soy el Gran Lobo. ―Por una vez, presumí de serlo.
85
―Ahora suelta esas malditas cadenas y llévame ante Aro ―le exigí, tirando
de las mismas para despegarme de una maldita vez de esa pared.
―Tu poder espiritual no te hace más fuerte que yo, me refiero físicamente.
―Y su barbilla se alzó con presunción.
Como una cobra, se abalanzó hacia mí para rodear mi cuello con su brazo
suelto, tirando de mí.
Intenté impedirlo con todas mis fuerzas, de veras, pero la muy chiflada era
más fuerte que yo y consiguió que mi columna vertebral se doblara hacia ella.
―Quiero saber qué se siente al besar al Gran Lobo ―dijo con una voz
ansiosa mientras acercaba mi rostro a su asqueroso semblante.
―¡Déjame, maldita bruja! ―voceé, forcejeando con ella todo lo que pude
para que mi espalda no se doblase más mientras mi cuerpo se llenaba de
convulsiones incontroladas.
Maldita sea. Esta era la segunda vez que me manoseaba y me intentaba besar
una mujer vampiro, aunque, claro, la otra vez había sido una de mis mejores
amigas y eso había hecho que pudiese reprimir mis impulsos de
transformación. ¿Pero qué coño les pasaba? Se suponía que mi olor les tenía
que resultar repelente, ¿no? Pues menos mal, porque si no…
Giré mi cara hacia la misma dirección a la que miraban sus desquiciados ojos
y lo vi.
¡Uf! Era la primera vez en toda mi vida que me alegraba de ver a ese
pelirrojo.
―Espero que esto que has visto no salga de aquí ―le dijo con una voz y
unos ojos amenazantes.
―Creo que este metamorfo te gusta demasiado y que te estás dejando llevar
por tus sentimientos ―declaró, regio.
―Estás equivocado ―replicó ella―. Solo estaba jugando con él, y Aro ya lo
sabe, por supuesto.
―No lo digo por Aro, lo digo por ti ―le espetó a la cara, ya girándose otra
vez hacia la salida―.
86
El pelirrojo abrió la puerta, que estaba cerrada con llave, corrió una especie
de mampara de madera y mantuvo la puerta abierta para que pasase la
Pitufina. Esta ladeó la cara arrogantemente y pasó por el hueco, haciendo
sonar sus tacones con brío. Las dos sanguijuelas que me escoltaban lo
hicieron bien pegados a mí cuando me tocó mi turno, y eso que tuve que
agacharme un poco para poder pasar, y Enguerrand pasó detrás de nosotros,
cerrando la puerta con llave y corriendo la madera de nuevo para ocultarla.
Malditos…
no contentos con eso, mis pies descalzos pisaban unas moquetas verdes más
feas que Picio. En fin, no entendía mucho de decoración, pero esto estaba tan
pasado de moda como los propios Vulturis, incluso llegué a preguntarme de
qué siglo serían todos estos elementos decorativos.
Detrás de ella lo hicimos el resto, y una vez más, yo tuve que agacharme un
poco. El vestíbulo diáfano al que fuimos a dar volvía a ser lúgubre y
tenebroso, al igual que esos pasadizos por los que habíamos pasado antes,
cuyas paredes de piedra eran de esa tonalidad cenicienta y ennegrecida.
Esa antesala no era muy grande, así que no tardamos nada en salir a otra
estancia redonda que era mucho más amplia y sombría. Lo único que la
decoraba eran tres tronos de madera maciza que se distribuían a lo largo de la
curva de la pared que los precedía. La forma y la pared de piedra de la
habitación hacían que me recordara a esas torres de los castillos que salen en
las películas, sí, esas donde encierran a las princesas.
La tenue luz exterior tan solo entraba por las rendijas de una ventana que
quedaba en lo alto de la pared arqueada, así que el lugar estaba lleno de
sombras. De ellas emergió el líder de los Vulturis, caminando con paso presto
hacia mí.
Aro les hizo un pequeño asentimiento con la cabeza y esos dos idiotas se
relajaron al instante, 87
―Lo sé ―rio con una risa musical, dando una suave palmada con esas
manos tísicas y secas―.
Por eso hemos tomado precauciones. ―En ese momento, sentí ese cordón de
mi cuello como si fuera de fuego―. Has de perdonarme, pero no podía
exponerme a semejante peligro, como comprenderás.
―¡Jane, estás muy hermosa esta mañana! ―exclamó ese viejo chiflado,
agarrando a la canija de las manos para abrirle los brazos y observarla mejor.
―Jane, querida ―me interrumpió, sin despegar sus lechosos ojos de mí―,
dejadnos a solas.
Les hizo un gesto con la cabeza al resto y los cuatro se marcharon por donde
vinieron. Ni siquiera me giré para mirar, pero se escuchó cómo cerraban la
puerta del vestíbulo a sus espaldas.
―Ella está bien, supongo ―afirmó, dándose la vuelta para dar un paso hacia
esos anticuados tronos.
―Solamente fuimos a buscarte a ti, así que me imagino que ella estará bien
―se explicó.
―Por tu bien espero que me estés diciendo la verdad ―le avisé, clavándole
una mirada amenazadora―. Puede que ahora no pueda transformarme por
culpa de esta porquería de cordón, pero en cuanto pueda, juro que si la hacéis
el mínimo roce os aniquilaré a todos.
―¿Tu invitado? ―Alcé las cejas con incredulidad por lo que estaba
escuchando―. ¿Me arrancáis de Forks, separándome de mi mujer, me traéis
hasta aquí sedado y me encarceláis, y me dices que soy tu invitado? ¿Así es
como tratáis a los invitados aquí?
Viejo hipócrita.
―Mientes ―gruñí.
―Ojalá fuese así, mi querido Jacob, pero no lo es. Me hubiera gustado poder
actuar antes para evitarlo, yo mismo les hubiese alojado aquí para que esta
desgracia no hubiera ocurrido, sin embargo, no hemos podido evitarlo.
―¿De qué estás hablando? ―quise saber, nervioso por esa respuesta tan
inquietante.
―No somos nosotros quienes les retenemos. ―Hizo una pausa que me
pareció eterna―. Son Stefan y Vladimir.
Noté cómo mi boca se iba quedando colgando poco a poco a medida que iba
asimilando esas palabras y me iba dando cuenta del asunto.
―¿Y qué tienen que ver los Cullen con todo esto? ―inquirí, frunciendo el
ceño con extrañeza.
Aro se dio la vuelta una vez más y se quedó quieto, clavándome esos ojos
legañosos.
Me quedé de piedra. Pero ahora entendía otra cosa más. Sabía de sobra que
ellos no se unirían jamás al ejército de Vladimir y Stefan, que eso no había
sido gratuito, sino que había sido forzado.
Esos dos eran los que habían cogido a Renée para chantajearles. Me callé
esto último, claro, puede que Aro todavía no supiera de este asunto de Renée.
―Pero, ¿cómo han podido rearmarse tan rápido? ―murmuré, llevando mis
dedos a mi nuca con nerviosismo mientras buscaba las respuestas en el suelo
de piedra―. Cuando vinieron con nosotros al claro no disponían de ningún
ejército…
―Por supuesto que no, en ese momento todavía no disponían de los servicios
de Nikoláy, Ruslán y Razvan.
»Hemos intentado que esa aberración de los gigantes no se llevara a cabo con
la mayor discreción posible, pero nos ha resultado imposible detenerles,
como ya sabrás.
―¿Y qué pasa con esos tres magos? ¿Por qué no los destruisteis, si sabíais lo
que se traían entre manos? ―protesté.
La fina boca del Vulturis se curvó hacia arriba con una picardía maliciosa.
Eso lo dijo todo.
―Por supuesto que no, ¿cómo puedes pensar eso? ―rio, haciendo sonar sus
cuerdas vocales con esa estúpida musicalidad.
―No me tomes por tonto ―le dije, molesto―. Crees que esa estúpida
profecía ha empezado, no creo que lo dejes así como así. Seguro que quieres
matarme, ¿verdad?
―Me duele profundamente que pienses así, Jacob. Efectivamente, sé que esa
profecía ha comenzado ―asintió―, pero te equivocas. Yo no soy como
Nikoláy, Ruslán y Razvan. Sé que ellos 90
¡maldita sea!, tan solo pensar en que le pasara algo a Bella y a los demás, me
hervía la sangre. Ella era como mi hermana, y encima era la madre de Nessie,
¿iba a dejar que estos chupasangres le hicieran daño? Mierda. No podía
permitirlo.
―¡Jake! ―sollozó.
Consiguió zafarse de esos dos matones, o puede que Aro les hiciese una
señal, no lo sé, porque ya no pude apartar la vista de ella.
Corrió hacia mí y, antes de que a mis estúpidas piernas les diese tiempo a
reaccionar, se abalanzó a mis brazos para besarme con una efusividad que me
fue totalmente imposible no corresponder. Me desperté de ese espejismo
momentáneo y mis labios le correspondieron de la misma forma, rodeando su
cintura y su espalda con mis manos para apretarla contra mi cuerpo.
Dios, cómo la había echado de menos. Su mano se metió entre mi pelo para
que no me separase de ella nunca y la energía comenzó a fluir a nuestro
alrededor con ganas. Pero, para nuestra desgracia, este no era el sitio ni el
momento adecuado, y todo eso duró muy poco.
91
lobo…
Eso sí, me costó lo mío y necesité de varios intentos para que mis obcecados
labios soltaran los suyos del todo, los muy idiotas se separaban y no hacían
más que volver y volver, aunque los suyos tampoco es que se esforzasen
mucho en despegarse, la verdad. Al final, y a regañadientes, muy a
regañadientes, logré terminar ese eterno beso.
―No, estoy bien ―afirmó, llevando sus delicadas manos hacia mi nuca y mi
espalda para acariciar mi frente con la suya.
¿no?―. Esa energía que desprendéis es increíble, casi diría que se puede
palpar en el ambiente.
Iba a contestarle, sin embargo, en ese momento Nessie detectó algo extraño
en mi hombro y en mi torso con su nariz. Mierda. Era el asqueroso olor de
esa enana canija. Se quedó paralizada por un instante, pero, de repente, se
giró súbitamente hacia la chupasangres, rechinando los dientes mientras le
clavaba una mirada de profundo odio que reclamaba venganza por todos los
costados.
Oh, oh…
Tenía que pararla. Esa Jane podía hacerle mucho daño si utilizaba sus dotes
sicóticos con ella, y no pensaba arriesgarme a que Aro no interviniese.
Bueno, y eso sin contar que la rubia canija también era más fuerte que ella,
claro.
No sé cómo lo hice, pero conseguí atraparla en el mismo aire, cogiéndola por
la cintura. Mi 92
chica se quedó encerrada en mis brazos, con los pies colgando, eso sí, estos
luchaban por alcanzar el suelo de nuevo mientras ella gruñía sin parar.
La rubia canija siguió con esa estúpida expresión en la cara, aunque los otros
dos chupasangres no entendían nada de nada.
―Por favor, seamos civilizados ―volvió a pedir Aro, ahora juntando las
manos.
Conseguí girarla hacia mí, aunque me costó. Nessie estaba realmente furiosa.
Su mano suelta era un puño apretado que temblequeaba fuertemente, y la otra
apretaba tanto la mía, que si no hubiera sido un hombre lobo ya tendría todos
los huesos hechos añicos. Sus preciosos ojos, ahora ensombrecidos por ese
ceño hundido sobre ellos, no se despegaban de la canija.
―Nessie, mírame ―le mandé, dándole un suave meneo con mi mano suelta,
que había pasado a sujetar la parte superior de su brazo. Mi otra mano no se
atrevía a soltar la suya, no fuera a ser que se me escapase. Sus ojos tardaron
un par de segundos, pero finalmente optaron por obedecerme. Seguían
enfadados, aunque al mirar los míos parecieron relajarse un poco―. Cálmate,
¿vale? ―le susurré, hablándole con delicadeza para que mis palabras
surtieran más efecto mientras mi mano pasaba a acariciar su mejilla―.
Respira hondo y trata de relajarte, no merece la pena.
Nessie tomó aire, cerró los ojos, y asintió cuando lo espiró. Su cuerpo se
relajó al cabo de un momento.
Sin embargo, cuando abrió los párpados de nuevo, sus pupilas sostenían otra
mirada nueva.
―Sí, cielo, tienes razón ―murmuró, llevando esa mirada chulesca hacia la
rubia canija a la vez que su labio se elevaba ligeramente. Soltó mi mano para
alzar las suyas a la par y comenzó a acariciar mi pecho, deslizándolas
lentamente de abajo arriba. Estaba claro que quería restregárselo a la Pitufina
en todos los morros para marcar su territorio. Bueno, vale, no era el
momento, pero no pude evitar estremecerme, solo uno de sus roces ya me
ponía todo el vello de punta. Pude escuchar cómo la canija sádica rechinaba
la dentadura una vez más―. No merece la pena ―coincidió, y sus pupilas se
engancharon en las mías con determinación mientras acercaba su rostro al
mío.
Sus labios llegaron a los míos, sus manos se repartieron entre mi pelo y mis
hombros, y empezó a besarme con verdadero ímpetu, entrelazando nuestras
bocas meticulosamente, despertando esa energía de nuevo. No sé lo que hizo
la canija, porque solamente podía sentir a Nessie. Sí, como dije una vez, esa
energía, y sus besos, me atraían hacia ella como una de esas moscas que se
van irremediablemente hacia la luz violeta, hipnotizadas, y, una vez más, me
chamusqué sin remedio.
Sabía de las intenciones de ese beso, por supuesto, pero mientras Nessie me
besara me daba exactamente igual. Ella me estaba besando, y eso era lo que
más me importaba, era más que suficiente. Además, tenía que reconocer que
verla tan celosa y tan reclamativa me ponía muchísimo. Si no fuera porque no
era el momento ni el sitio adecuado, la hubiera llevado a un lugar privado y
apartado para hacerle el amor apasionadamente y no hubiese dejado de
susurrarle: sí, nena, soy tuyo, todo tuyo.
El beso no duró mucho, o eso me pareció a mí, creo que solamente fueron
unos cortos segundos.
También le costó, pero mi chica despegó sus labios de los míos, me miró con
satisfacción y después le dedicó otra mirada y otra sonrisita a la rubia enana.
Ahora sí que vi cómo machacaba las muelas. En cambio ese viejo decrépito
de Aro soltó una risilla estúpida, como si ese pique entre ambas le hiciese
mucha gracia. Idiota.
93
Cínico…
Cogí su mano.
―El cordón es por nuestra propia seguridad, querida, pero también temíamos
que se hiciese daño al intentar escapar ―alegó él, siguiendo con su
actuación―. Aunque sus heridas se regeneran con rapidez, no era…
conveniente que su sangre fluyera fuera de su piel. Créeme, mi preciosa flor,
ni siquiera yo podría garantizar su seguridad en tal caso.
―Sí, y adivina con quién comparto celda ―le dije, siguiendo con ese
sarcasmo.
―Con Ryam.
―¿Con… Ryam? ―Sus finas cejas dejaron de fruncirse para adoptar una
expresión de sorpresa mezclada con preocupación―. ¿Pero cómo es que…?
―¡Mi querido Carlisle! ―exclamó Aro, dando una palmada mientras fingía
un rostro gratamente sorprendido.
El doctor pasó a la estancia junto con Esme, Rosalie y Emmett. Los cuatro
tenían unos rostros serios e iban acompañados por otros cuatro chupasangres
de la guardia, entre los cuales se encontraban Varick y ese cretino de Zhou.
Ya rechiné los dientes cuando vi a este último, pero cuando osó a imitar el
rostro de Nessie durante un segundo, mostrándome una sonrisita insolente a
modo de burla, estuve a punto de saltar hacia él. ¡Maldito bastardo! Ahora era
muy valiente, claro, yo no me podía transformar y él estaba bien acompañado
por el resto de sanguijuelas. Me había quedado con las ganas en nuestro
último encuentro. Nessie notó el temblequeo de mi mano y entrelazó sus
dedos con los míos para tranquilizarme. Eso me calmó un poco, pero tuve
que inspirar una buena bocanada de aire para no lanzarme hacia ese
desgraciado.
Recordé aquello que nos dijo Edward después de la visita que nos hizo la
canija junto a ese tal Felix y Demetri en Anchorage. Había visto a través de
los pensamientos de Jane que Aro siempre estaba acompañado de Varick,
para que Alice no pudiera ver sus decisiones. Ahora, por lo visto, había
prescindido de él, aunque Varick no tardó nada en colocarse al lado de ese
viejo decrépito.
Bueno, era fácil adivinar por qué no lo había utilizado hace un rato. Era
evidente que sus decisiones estaban marcadas por nosotros los metamorfos,
aparte de que estaba en compañía de uno, así que Alice no podría ver nada
igualmente.
―Me gustaría decir que me alegro de verte, Aro, sin embargo, no puedo
―declaró Carlisle nada más llegar a nuestro lado, siguiéndole la corriente a
ese vejestorio chiflado, aunque se notaba su cabreo―. Estoy muy irritado por
esta… situación ―suavizó.
―Yo también lamento esta situación, mi querido amigo ―afirmó ese senil
perturbado―. Pero, como ya le expliqué a Jacob, hacerlo así era totalmente
necesario. Él no hubiera aceptado venir de otro modo.
94
―No disimules ―protesté, enfadado―. Me habéis traído hasta aquí para que
no me quede otra salida. Esto es toda una encerrona.
―Sí, este chif… Aro ―me contuve― quiere que nos aliemos con él para
pelear en una guerra.
Varick le sopló algo al oído de Aro y este asintió con una media sonrisa.
―Lamento tener que dejar esta interesante conversación así, pero he de irme,
mis hermanos han regresado ―habló de pronto―. Si me disculpáis, voy a ir
a recibirles. Sé que Jacob os lo explicará todo muy bien ―afirmó, oscilando
esos ojos lechosos hacia mí durante un segundo para llevarlos enseguida de
vuelta a los de Carlisle―, así que os dejaré a solas para que toméis una
decisión. De todas formas, yo mismo os explicaré lo que necesitéis saber más
tarde.
―Es cierto, ¿cómo es que Cayo y Marco no están aquí? ―inquirió Carlisle.
―Oh, han tenido que atender otros asuntos, pero vendrán después ―explicó
Aro escuetamente―. Y ahora, si me disculpáis ―repitió, comenzando a
caminar hacia la salida, acompañado de Varick―. Jane, querida, llévales a la
sala de al lado para que mediten más cómodamente ―le dijo a la enana, de la
que pasaba a su lado.
―Sí, maestro ―asintió ella. En cuanto Aro y Varick salieron por la puerta,
se dirigió a nosotros con esa prepotencia de siempre―. Acompañadme por
aquí.
―Cálmate, Jake, no le hagas caso ―me susurró al oído, cosa que sirvió para
que me tranquilizara un poco y todo mi vello se pusiese de punta.
La Pitufina nos hizo salir de la habitación por esa puerta, por la que tuve que
volver a agacharme, y caminamos por ese ancho corredor de antes en
dirección a la doble puerta revestida de oro. Cuando llegó, abrió las dos
hojas, las cuales no estaban cerradas con llave, y las dejó abiertas para que
pasáramos al interior.
―Le han encerrado en una celda y le han encadenado ―les reveló Nessie,
rechinando los dientes―. Y encima, le han puesto este cordón metálico para
que no se pueda transformar.
―Ja, muy graciosa, rubia, pero hoy no estoy de humor ―le contesté con
retintín.
―Sí, eso hemos oído cuando caminábamos por el pasillo ―dijo Emmett.
95
―Uf, una movida muy grande, tío. Al parecer, Nikoláy, Ruslán y Razvan no
trabajaban solos.
―Sí, y tengo otra noticia ―seguí. Miré a mi chica con precaución y apreté su
mano un poco más. Ella ya se dio cuenta de mi respuesta solo con este gesto,
pero lo dije en voz alta para los demás―. Son ellos los que tienen a Bella,
Edward, Alice y Jasper.
Nessie tembló ligeramente y la atraje hacia mí para rodearla con mis brazos.
Ella enseguida ensambló los suyos a mi cintura, apoyando su mejilla en mi
pecho.
―Tengo que saber la verdad. Y contigo soy fuerte ―afirmó, mirándome con
determinación―.
―Así que los gigantes eran para el ejército de Vladimir y Stefan ―adivinó
Rosalie.
―Sí, y Aro creó un grupo de matones para evitarlo, pero, bueno, luego os
contaré más detalles sobre eso. El caso es que Aro le ha visto las orejas al
lobo y necesita esta alianza.
―Nunca mejor dicho ―sonrió Emmett.
―No me gusta nada esto, pero Aro es el único que sabe dónde se encuentran
Bella y los otros, y me ha chantajeado con eso ―suspiré con desagrado―.
No va a decirnos nada hasta que no le ayudemos, y, la verdad, no veo otra
salida. Y encima, me ha dicho que si no vamos con ellos no me garantiza la
seguridad de Bells y el resto.
―Es evidente que no nos queda más remedio que aceptar ―intervino
Carlisle con un rostro resignado―. Eso sí, debemos de tener mucho cuidado,
Aro no tendría ningún escrúpulo a la hora de traicionarnos en cuanto todo
terminase.
―Sí, lo sé ―coincidí.
―Además, todavía está el asunto de la profecía, eso nos obliga a extremar las
precauciones ―declaró.
96
―No nos queda más remedio, cielo ―le susurré, metiéndole el pelo detrás de
las orejas―. Pero no te preocupes por nosotros, todo saldrá bien.
―No es por machismo, Nessie, y lo sabes. Es solo que no quiero que te pase
nada, ¿entiendes?
No podría soportarlo.
Mierda. Genial. Esto no me gustaba nada, pero, maldita sea, tenía razón en
todo, era imposible rebatírselo.
Genial.
Maldita sea…
―Está bien ―acepté a regañadientes, frunciendo el ceño a disgusto―.
Puedes venir con nosotros, pero no te separarás de mí en ningún momento,
¿entendido?
―Sí, no pudimos conseguir que los dejaran subir, por eso tardamos un poco
―me explicó―.
Pero tranquilo, no les pasará nada, ahí abajo hay demasiada gente. Lo único
que tendrán que soportar es el olor.
―Yo logré escaparme y pude llegar hasta este corredor, pero me cogieron
por el camino ―aclaró Nessie.
Odiaba esto, lo odiaba con todas mis fuerzas. Jamás me hubiera imaginado
que tendría que trabajar con esos viejos decrépitos e hipócritas, esos asesinos
de gente inocente, los mismos que habían secuestrado a Nessie hacía dos
años. Rechiné los dientes con furia contenida, pero no me quedaba más
remedio que aguantarme. Bella y los demás estaban en peligro, y ante todo
estaban ellos, ahora eran parte de mi familia.
97
Marx
Casi vomito del asco al ver la cara de satisfacción de Aro cuando Carlisle le
transmitió nuestra decisión. No sé por qué fingía tanto, la verdad, sabía de
sobra que no nos quedaba otra opción, pero el muy estúpido seguía esa farsa.
En cambio, el senil de pelo canoso, Cayo, tenía una cara similar a la mía, solo
que pensando a la inversa, claro, y, bueno, esa momia adormilada de Marco
mantenía ese semblante inapetente y cansado de siempre, creo que todo esto
le daba exactamente igual.
Parecían los hermanos Marx. Bien, estaba claro quién representaba a quién,
¿no?
Varick se situaba al lado de Aro, por detrás, para no taparle la visión hacia los
otros dos vejestorios. En esta ocasión no llevaba su capucha puesta, así que
por fin pude ver su cara. En fin, no distaba mucho de la del resto de
chupasangres, para mí eran todos más o menos iguales. Esos repugnantes
ojos rojos de rata, esa piel paliducha casi transparente y esa frialdad que
desprenden casi todos los vampiros. Tenía el pelo muy corto, eso sí, y por lo
rubio que era y su nombre, deduje que era alemán.
Mi mano no había soltado la de Nessie desde que ella había llegado a este
antro, y no pensaba soltarla jamás. No me fiaba de nadie allí dentro, no podía
olvidar que la habían secuestrado una vez; diablos, a mí mismo me habían
llevado a la fuerza hacía unas horas, incluso Ryam había sido atrapado, así
que como para fiarse. Este sitio no me gustaba nada para ella, pero al menos
estábamos juntos.
―La única recompensa que buscamos es dar con Edward, Bella, Alice y
Jasper para que regresen con nosotros a casa sanos y salvos ―declaró el
doctor con una tensión notable en el rostro―. Bueno, si es que es cierto que
se encuentran con Vladimir y Stefan.
Eso, eso.
―No es que dude de tu palabra, Aro, pero realmente me quedaría mucho más
tranquilo si pudieses aportarme una prueba de ello ―soltó Carlisle, eso sí,
con ese tono mesurado que solía usar siempre.
―Nuestra relación se ha visto afectada por lo ocurrido hace dos años, Cayo
―alegó el doctor, ahora utilizando una voz un poco más tensa―. Como bien
comprenderás, no puedo olvidar que una vez os llevasteis a Renesmee, eso
fue un hecho muy grave, desde mi punto de vista.
Este Doc, siempre suavizando las cosas.
―Fue por su propio bien ―rebatió el viejo canoso, señalándome con la mano
con desagrado―.
―Desde luego. Por favor, Cayo, ellos se aman, solo hay que verles
―defendió Aro, juntando esas tísicas manos―. ¿Verdad que es cierto,
Marco? ―le preguntó al adormilado, girando su cara 98
―Sí ―afirmó este sin más, ni siquiera se molestó en mover una pestaña.
Ahora Aro nos defendía, por supuesto, necesitaba hacerme la pelota bien.
―Es una lástima que Edward no esté aquí, él podría ratificar que lo que digo
es cierto. ―Sí, ya―. No obstante, te ruego que confíes en mí, te aseguro que
Edward, Bella, Alice y Jasper se encuentran retenidos por Vladimir y Stefan.
―¡Aj, venga ya! ―protesté, frunciendo el ceño todo lo que pude―. Aquí los
únicos que faltan a la palabra y que traicionan sois vosotros ―le espeté a la
cara mientras notaba los continuos apretamientos de dedos de Nessie. Pero no
me callé―. Y, encima, nos decís que es para cubriros las espaldas, cuando en
realidad este tema solamente es un instrumento para chantajearnos. No seas
tan hipócrita y di la verdad de una maldita vez.
Se hizo otro tenso mutismo, y, en esta ocasión, Aro no sonreía nada de nada.
―Está bien, puesto que en esto has sido sincero, te daré una oportunidad y te
creeré ―respondió finalmente, aunque me pareció que dijo eso más bien para
seguirle ese juego de educación pija―. Sin embargo, hay otra cosa que me
preocupa.
Idiota…
Noté cómo la mano de Nessie temblaba levemente por el temor que eso le
ocasionaba. Ya teníamos los dedos entrelazados, pero los apreté aún más para
tranquilizarla.
―Bueno, para eso contamos con la inestimable ayuda del Gran Lobo, él
romperá la barrera de Bella y podremos atacar sin problemas ―declaró Aro
como si nada―. Incluso puede fulminarlos a todos sin moverse del sitio,
según tengo entendido ―siguió, oscilando la mirada hacia mí para hacerme
una especie de reverencia a modo de reconocimiento.
―¡¿Qué estás diciendo?! ¡No pienso hacer eso! ―protesté con energía
mientras volvía a achuchar la mano de mi chica un poco más.
―No quiero que sufran rasguño alguno ―exigió Carlisle, muy serio.
―No me habéis comprendido. Por supuesto que no haremos eso, solo era un
decir. ―Y rompió a reír en unas estúpidas carcajadas que me hicieron
rechinar los dientes. Cayo seguía con el ceño sobre los ojos y el otro ni se
inmutó. Después de esperar a que ese chiflado terminase de reírse, volvió a
hablar―. Jacob solamente tiene que eliminar esa barrera y los dones de
nuestros contrincantes, del resto nos encargamos nosotros. Por supuesto,
también contamos con vosotros para batallar.
―Si Jacob elimina esa barrera, los miembros de mi familia quedarán a
merced de vuestros ataques ―intervino el doctor de nuevo. Esta vez, Nessie
se pegó a mi costado, buscando ese beso en la cabeza que le di―. Además,
como ya he dicho, ellos se verán obligados a combatir, y no quiero que
ningún miembro de tu guardia les haga daño.
100
―Creemos que lo más probable es que sea dentro de unos cuatro días ―me
reveló―. Y no te preocupes, todos los gastos correrán de nuestra cuenta.
―Quiero ver a mis hermanos ahora, quiero que estén aquí ―exigí, alzando la
barbilla, reconozco que con un poco de chulería―. Si quieres que trabajemos
juntos, ellos tienen que estar conmigo y con el resto. Ya sabes, para
acostumbrarnos a tus chupasangres.
―Sí, maestro ―asintió este, haciendo una reverencia con una devoción
ciega.
―Bueno, supongo que ahora que hemos hecho esta alianza, le quitaréis ese
cordón y esos grilletes a mi marido ―habló Nessie con exigencia.
―Y quiero que mi marido deje esa celda ya. Si vamos a quedarnos aquí unos
días, me gustaría que nos dieseis una habitación más cómoda, mi marido y yo
necesitamos nuestros momentos de intimidad ―soltó sin cortarse un pelo,
observando a la rubia canija con esa media y maléfica sonrisita de antes.
Solo dijo eso último para ponerle los dientes largos a la Pitufina, y lo
consiguió. Esta rechinó los dientes por enésima vez, aunque a Cayo se le
escapó una cara de asco que lo decía todo. Imbécil.
Nunca había oído a Nessie usar tanto el término marido. Bueno, vale,
llevábamos muy poco tiempo casados, pero era la primera vez que la oía
pronunciarlo tantas veces, y, además, con esa territorialidad. Eso me volvía
completamente loco.
―Ya sé que no queréis soltar a Ryam ―seguí yo―, pero podíais dejar que
viniese con nosotros a esa batalla.
Carlisle se giró hacia mí para mirarme con sorpresa y Nessie me observó con
esperanza. Sí, mi idea era muy buena, tenía que reconocerlo.
―Es un gigante, y podría ser muy útil, pensadlo ―afirmé con confianza. Los
dos Vulturis se miraron, dudosos―. Sí, bueno, no sabe luchar, pero mis lobos
y yo podríamos enseñarle varias técnicas, incluso podría ser útil para manejar
a esos otros gigantes.
101
―Sí, llevarles por el buen camino ―expliqué, utilizando esa expresión para
convencerles más―. Está claro que acabaremos con esos dos rumanos y con
su ejército, pero esos gigantes seguirán ahí, ¿y qué vamos a hacer con ellos?
¿Los dejaremos tirados en cualquier escondrijo, arriesgándonos a que alguien
peor los encuentre y los utilice en nuestra contra en el futuro? O a lo mejor
siguen luchando contra nosotros sin parar, quién sabe. En cambio, si la
persona adecuada les dirige, si alguien con buenas intenciones los lidera,
ellos no supondrían ningún peligro. ¿Y quién mejor que Ryam para eso? Él
es otro gigante, aunque no como ellos, claro, pero es un gigante, nadie va a
saber manejarlos mejor que él.
―No sabemos si él aceptaría tal cargo ―dijo Aro, un tanto dudoso todavía.
―Yo hablaré con él ―me ofrecí―. Ryam podría unirse a la alianza. Si él os
ayuda y demuestra que podéis confiar en él, ¿le dejaríais en libertad?
Nessie apretó mi mano con esperanzas, porque por lo menos no había sido un
no rotundo.
―Sí.
―Bienvenidos ―les dijo Aro con otra sonrisa mal fingida. Mis hermanos no
le dijeron nada, se dedicaron a mirarle con desconfianza y rabia. Eso hizo que
el Vulturis carraspeara para seguir hablando―. En fin, puesto que ya estamos
todos, podemos comenzar a platicar sobre las tácticas a seguir en la batalla.
―¿Qué batalla? ¿Qué está pasando aquí, Jacob? ―quiso saber Sam.
102
―No sé, Jake, esto no me gusta ni un pelo ―dudó Sam, después de que yo
les soltase toda la parrafada de lo que había ocurrido―. Está claro que esos
Vulturis están tramando algo.
―Sí, estoy de acuerdo con los dos ―asentí con nerviosismo, poniendo mi
mano suelta en la cintura―. Pero no me queda más remedio que aceptar esa
maldita alianza, simbiosis o como narices quiera llamarlo Aro ―gruñí―.
Está claro que alguien tiene a Bella y a los otros, todos vimos esas pistas en
ese bosque de Forks, y mientras no nos topemos con algo que nos indique
que los tienen los Vulturis, no nos queda otra que creer la versión de ese
chiflado decrépito.
―Pues eso, no hay ninguna manera de saberlo, así que no tengo más remedio
que seguirle la corriente a los Vulturis hasta que demos con la verdad
―afirmé, resoplando.
―No me hace nada de gracia que nos aliemos con ellos ―declaró Sam otra
vez con disgusto―.
En toda la historia de la tribu, jamás habíamos hecho este tipo de alianzas con
vampiros. Una cosa es un tratado, y otra muy distinta esto.
Sí, daba la casualidad de que seis de los ocho estaban imprimados, y yo sabía
cuánto les costaba estar lejos de ellas.
Sí, eso también lo sabía. Eso hacía que, para él, ayudar a los Cullen fuera un
honor.
―Déjate de pagar. ¿Para qué está la familia? ―afirmó Isaac con una enorme
sonrisa.
103
―No te preocupes, todo saldrá bien, ya lo verás ―le dijo Sam, asintiendo
con confianza.
Nessie asintió también, pero alzó el rostro para mirarme todavía con
preocupación. Le sonreí, le di un beso en la frente y froté su brazo con mi
mano para alentarla un poco.
―Sí, estoy contigo ―coincidí―. Los llamaré en cuanto termine esa dichosa
reunión con esos vejestorios pasados de moda.
―¡Uf! Y más ahora que está tan sensible. No hay quién la aguante ―soltó
Shubael, haciendo que los mechones que caían sobre su frente se alzaran con
un resoplido.
―¿Por qué? ¿Qué le pasa? ―pregunté con una risilla un tanto maléfica al
imaginármela corriendo con la escoba detrás de Paul.
―Maldita sea, decírmelo de una vez ―protesté―. ¿Es que está enferma?
¿Tiene… algo grave?
Oír esta frase, aunque fuese en una pregunta y saliendo por mi propia boca,
ya me puso histérico.
―Vaya, qué susto me habéis dado ―reí, aliviado―. Así que embarazada,
¿eh? Bueno, enhorabuena, tío.
Paul y yo nos dimos un abrazo cuando Nessie nos dejó vía libre, y también
nos palmeamos la espalda con entusiasmo. Aunque, bueno, eso de pensar en
un mini Paul dándome la brasa...
―Sí, bueno, pero esto es diferente ―alegó, sonriendo sin parar―. Me refiero
a que a los otros sobrinos no les vemos nunca, bueno, a decir verdad, yo
solamente les he visto dos veces en mi vida: en la boda de Paul y Rachel, y
en la nuestra. En cambio a este prácticamente le vamos a ver nacer, le
tendremos en los brazos, jugaremos con él, le veremos crecer y le
conoceremos más a fondo.
acompasar al suyo.
―Y vosotros sois sus padrinos ―le dijo Seth, sonriendo de oreja a oreja.
―Sí, es verdad, somos sus padrinos ―volvió a reír Nessie con esa alegría de
antes―. ¿Y de cuánto está? ―inquirió.
―De dos meses y medio ―reveló Paul, volviendo a mirarme con cautela.
―Porque ella misma no se dio cuenta de que estaba embarazada hasta que no
pasó un mes ―empezó a explicar―. Se quedó en estado justo después de su
último periodo, por eso tardó tanto en saberlo. Hasta que no vio que tenía un
retraso en el siguiente, no lo supimos. Y cuando lo descubrimos, tú te
marchaste con Nessie a esa montaña de Canadá y os casasteis y os fuisteis de
luna de miel, etcétera, etcétera, así que hasta ahora no he podido decíroslo.
Hice una mueca que decía claramente: es verdad, porque tenía razón.
―Oye, estoy pensando que tal vez deberías regresar a casa, ya sabes, para
estar con Rachel ―le dije, siguiendo el hilo de mis pensamientos―. Los
primeros meses del embarazo son los peores, ¿no? Ella se disgustará mucho
con esto, se preocupará…
―Sabía que no tenía que decírtelo hasta que todo esto se terminase ―me
interrumpió con un quejido―. No me digas estas cosas, sabes que ella es lo
primero para mí y que lo dejaría todo atrás para irme a su lado. ―Cogió aire
y lo soltó en un suspiro largo―. Pero también quiero ayudar a la manada
―afirmó con determinación―, y si me dices esto, me pondrás las cosas más
difíciles.
Oh, no, ya empezábamos con todo ese rollo del respeto. Lo mejor era cortar
esto de raíz, antes de que se pusiera a hacerme reverencias o algo.
―Tendrás que pedirle a ese Aro que nos deje llamar por teléfono ―intervino
Sam, haciendo que nos acordásemos del porqué de toda esta conversación.
Noté cómo los dedos de Nessie se agarrotaban entre los míos. Apreté su
mano para infundirle confianza.
―Lo sé. Llamaré a Leah para que venga con más gente ―resolví en voz
alta―. La otra vez me echó una buena bronca por dejarla en La Push y hacer
que se perdiera la fiesta, así que esta vez será mejor que venga.
―Mejor, así os pondrá al hilo a todos ―afirmó Nessie con una risilla.
En ese momento, alguien picó a la puerta. Todos nos giramos para mirar y
vimos cómo la misma se abría y el pelirrojo se dejaba ver por allí.
cosa que a Nessie no le gustó nada, y a mí tampoco, por ella. No quería que
luchase, era demasiado peligroso, aunque Aro insistía en la ventaja que
teníamos por el factor sorpresa. Según ese tarado, Vladimir y Stefan nunca se
esperarían ver a los lobos por allí. En fin, ya veríamos.
―Vale ―asentí.
―¿Algo más? ―inquirió, alzando esas cejas para mirarnos con expectación.
―Espero que la nuestra sea bien grande ―espetó Nessie, alzando la barbilla
con exigencia.
La rubia canija osciló sus pupilas para mirarla de reojo con desagrado pleno.
Nessie asintió y le dedicó otra mirada a la rubia enana, la cual entrecerró los
ojos para observarla con rabia clara.
―Ah, por cierto ―dijo de pronto, antes de que nos diese tiempo a levantar el
pie del suelo―.
―No te preocupes ―le cortó el doctor―. Nosotros nos las arreglaremos por
aquí fuera.
Los finos labios del Vulturis se fruncieron tanto, que apenas se deslumbraba
una línea, adoptando junto con sus cejas una expresión de lástima que me
daban ganas de borrarle con un 106
―Es una pena ―dijo finalmente―. En fin, hay un bosque no muy lejos de
aquí, tal vez allí encontréis algo.
Nos metió en otra estancia pequeña donde había un teléfono y esperó afuera
mientras nosotros hacíamos las pertinentes llamadas. Después, salimos
nosotros mismos para que siguiera dirigiéndonos a las habitaciones de ese
peculiar hotel de los horrores.
Pasamos por otra puerta que daba a lo que parecía ser una zona más
reservada en esa locura de sitio. Seguimos caminando por más corredores con
el mismo tipo de decoración, solo que con las alfombras de color vino, y nos
fue distribuyendo por distintas habitaciones. Algunas solamente disponían de
sofás, en esas dejó a los Cullen por parejas, y en otras ya había camas, donde
mis hermanos se repartieron. Entonces, cuando nos tocó el turno a Nessie y a
mí, la Pitufina siguió andando por el pasillo.
Continuamos bastantes metros más y salimos por otra puerta. Esta era la
enésima que cruzábamos en este laberinto de pasillos. Anduvimos otro poco
y, por fin, la Pitufina se detuvo frente a otra puerta.
Metió la llave para abrirla y dejó la hoja abierta para que pasásemos al
interior.
―Vuestra habitación ―nos anunció con retintín, alzando las llaves para que
yo las cogiese.
No te imaginas lo desesperante
que es la espera
Dios, este no era ni el sitio ni el momento más adecuado para esto, lo sé, pero
ninguno de los dos podía parar ya.
Le quité la chaqueta hacia atrás, ayudado por sus impacientes brazos, los
cuales regresaron a mis hombros y a mi nuca para acariciarme con ansia, y
empecé a desabrocharle esa blusa de color azul marino que se le ceñía tan
bien a ese escultural pecho que ya me moría por probar.
No llevaba ni cuatro botones, cuando alguien picó a la puerta con unos toques
fuertes y contundentes.
―Mis órdenes son que se lo tengo que quitar yo ―respondió la canija con
petulancia, aprovechando esa separación para esquivarla rápidamente con el
fin de colocarse frente a mí.
―No te atrevas a tocarle ―masculló, apretando los dientes con ira contenida.
―Está bien ―accedí yo, rabiado. Agarré a Nessie por los brazos con
delicadeza y le di la vuelta para que me mirase. Así lo hizo. Clavé mis ojos en
los suyos, que correspondieron del mismo modo―. Escucha, cielo, no va a
pasar nada, ¿vale? ―le calmé, hablándole entre murmullos―. Me quitará
esto y se largará de una vez.
108
Esta situación no me gustaba, por supuesto, pero tenía que reconocer que
Nessie estaba realmente sexy cuando se ponía celosa.
Suspiré y me puse a su lado, alzando las muñecas boca arriba para que la
rubia canija me quitara los grilletes.
Mis palabras parecieron surtir algo de efecto en ella, que me miró con
tirantez, y metió la pequeña llave en el cerrojo de cada grillete para abrirlos.
Antes de que sus asquerosas manos llegaran a mis muñecas, las aparté y yo
mismo me los quité, tirándolos sobre un estrecho escritorio de madera maciza
que hacía juego con el camastro. El sonido metálico del golpe disimuló algo
su rabia, aunque pronto ese frío semblante pálido se transformó en otro de
seguridad que no me gustó nada. Y a Nessie tampoco, ya que se agachó otro
poco más.
―A ver qué vas a intentar ―masculló, otra vez apretando los dientes.
―Tengo que quitarle el collar ―afirmó la rubia canija, elevando su labio
hacia arriba.
Sin borrar esa estúpida sonrisa de la cara, alzó los brazos y llevó sus
congeladas manos hacia mi cuello. Tuve que agacharme un poco para que esa
serpiente llegase. Noté el tacto de sus gélidas y grimosas yemas cuando le dio
la vuelta al cordón para buscar el cierre. Vale, genial, Nessie estaba a punto
de explotar. Metió la minúscula llave en lo que parecía ser una abertura y, por
fin, abrió ese dichoso cordón metálico.
Pero, entonces, cuando ya estaba levantando mis manos para quitarme dicho
cordón, ella lo retiró, acariciando mi piel a su paso con esos dedos de hielo.
Lo estaba tanto y la fuerza de su embiste fue tal, que los pies de la Pitufina se
vieron obligados a dar unos pasos hacia atrás para no caerse de espaldas. Y
eso que Nessie fue capaz de controlarse y no se había transformado. Pero ahí
no acabó la cosa. Cuando la rubia canija se irguió súbitamente, frunciendo el
ceño hasta abajo mientras machacaba las muelas con rabia, y se fue hacia
delante de nuevo para encararse con ella, Nessie le arreó un bofetón en todo
el careto que se notaba que le había salido de lo más profundo del alma y que
hizo que la cabeza de la enana se ladeara, para gran estupefacción de la
golpeada y mía. Sí, me quedé con la boca colgando, sinceramente. El sonido
del impacto de su mano contra la pétrea mejilla de la vampiro resonó en toda
la habitación, creo que incluso en parte del pasillo.
Pero la Pitufina se dio la vuelta velozmente y entornó sus ojos con más que
odio, preparándose para atacarla sin cuartel.
―¡NO! ―voceé, lanzándome sobre ella con cólera.
Sus ojos rabiosos oscilaron para clavarse en los míos, sin embargo, no me
torturó. Se quedó pegada a la pared, sin resistirse ni oponerse a mi
apresamiento, sonriéndome con una repugnante sonrisa de placer que a punto
estuvo de hacerme vomitar. Nessie se dio cuenta de esto también y se acercó
como una bala.
La rubia canija la observó, entrecerrando los ojos otra vez, aunque sin borrar
esa sonrisa de la cara.
―Si siente un solo hormigueo, juro que te mataré aquí mismo ―le advertí,
lleno de odio.
sin que tú puedas hacer nada para impedirlo ―aseguré con voz ronca,
clavándole una mirada extremadamente agresiva y amenazadora.
―La guardia…
―Me importa una mierda la guardia y toda la chusma que se mueve por aquí
―gruñí, cortando su alegación―. Puedo deshacerme de todos, incluidos tus
queridos Vulturis, sin moverme del sitio. Jamás olvides eso.
Sus pies se plantaron delante de mí, me clavó esos ojazos, que ahora estaban
enojados, y me puso la mano en la cara, seguramente para que la Pitufina no
escuchase nada.
―Exacto.
Apoyé las manos en la pared, de modo que ella quedó en el hueco de entre
mis brazos―. Te repito que lo hice para protegerte. Ya sé que eres muy
fuerte cuando te transformas y que sabes mucho de lucha y de defensa
personal, pero esa chupasangres puede acribillar a cualquiera con una sola
mirada, ¿entiendes? No es por ti, es que ella es muy poderosa. Incluso puede
freírme a mí cuando estoy en mi forma humana.
Aproveché para pegarme a ella del todo. Retiré su cabello para despejar un
lado de su cuello, llevándoselo hacia su otro hombro. Pude sentir cómo se
estremecía solo con ese roce de mis dedos.
―No tienes que vengarte de nada, porque esa canija jamás podrá tocarme
otra vez, te lo prometo. ―Posé mis labios en su oreja y seguí susurrándole al
oído. Sus brazos se fueron desanudando poco a poco hasta que cayeron a
ambos lados, sus párpados se cerraron y su 110
Sabes que mi piel solamente te pertenece a ti, nena. Cada milímetro, cada
poro, te pertenece a ti.
―Lo sé. Pero confía en mí, te prometo que no volverá a posar ni uno de sus
dedos en mi piel ―juré con un bajo murmullo, que fue lo único que conseguí
que mi garganta emitiera.
Ambos suspiramos.
―No nos queda más remedio que esperar en este agujero ―suspiré de
nuevo―. ¿Qué te parece si nos tiramos en esa cama un rato? ―le propuse,
subiendo mis manos hasta su rostro para acariciárselo.
―Vale ―sonrió.
Y la llevé junto con la otra hacia el lazo que sujetaba la redecilla en lo alto de
la cama.
―Sí, ahí dentro tendremos más intimidad, ¿vale? ―insistí con una sonrisa,
agarrando su mano de nuevo para que se viniera conmigo al interior de ese
espacio imaginariamente cerrado a cal y canto.
―¿Qué pasa? ―le pregunté, bajando mi rostro para mirarla con una curva
dibujada en mi boca; esta se había contagiado con su risa.
―Me estoy acordando de la cara que puso esa canija cuando le arreé ese
bofetón. ―Y se rio con 111
más malicia.
Se hizo otro mutismo que sirvió para que termináramos de reírnos. Luego,
me fijé en esa mano que acariciaba mi pecho con esa delicadeza y dulzura
que me volvía loco.
―Un poco ―reconoció, aunque curvando sus labios hacia arriba con
satisfacción―. Pero ha merecido la pena.
Entrelacé sus dedos con los míos y la llevé a mis labios para que la besasen.
Después, bajé el rostro para dejar que mis pupilas se enganchasen a las suyas,
que ya me estaban observando cuando ella había alzado su hermoso rostro.
―Estaba muy preocupada por ti ―susurró sin que sus ojazos se despegasen
de los míos.
―¿Por mí?
―Pues ya has visto que no ―me sonrió con esa dulzura suya, aunque acto
seguido esa sonrisa se desvaneció―. Pero sí que estaba muy preocupada.
―No. El que más les interesa eres tú, claro, eres demasiado poderoso, pero
nosotros también podemos serles útiles, supongo ―explicó.
Saben que yo haría cualquier cosa por ti, pero también que no dejaría que le
hiciesen daño a ningún miembro de tu familia.
Me rechinaron los dientes. Ahora veía las cosas más claras. Y tendría que
tener mil ojos para con Nessie, los Cullen que estaban aquí y mis lobos. Esos
viejos decrépitos y pasados de rosca no tendrían ningún reparo en utilizar a
cualquiera de ellos para chantajearme o sobornarme, y eso no lo permitiría
jamás, sobre todo con Nessie.
112
―No sé si sería por eso, pero podría ser ―coincidió, llevando sus dedos a mi
frente de nuevo.
―No dejaré que te utilicen ni te hagan daño ―afirmé, mirándole a los ojos
con determinación―. Escucha, en esa batalla no quiero que te separes de mí
en ningún momento, ¿de acuerdo? Quiero que estés a mi vista todo el tiempo,
y no quiero que luches.
Sus dedos dejaron de acariciar mi rostro.
―¿Ah, no? Pues eso parece. ―Y sus finas y perfectas cejas bajaron más.
―No, claro que no. Sé que eres muy buena ―reconocí―. Es solo que…,
bueno, tengo que protegerte, ¿entiendes? Eso de que una de esas sanguijuelas
pueda herirte, me pone enfermo.
―Yo siento la misma pulsión que tú, no lo olvides ―alegó, ahora levantando
sus cejas.
Entonces, sus dedos volvieron a pasar por mi frente y su voz volvió a sonar
dulce―. Yo tampoco soporto que pueda pasarte nada, pero confío en ti,
confío en tu fuerza y en tu poder. Y me gustaría que tú hicieras lo mismo
conmigo y me dieras un margen de confianza. Además, no soy tonta. No
pienso despegarme de ti en ningún momento, estaré bajo tu protección
continuamente.
―Gracias ―sonrió otra vez, acercando su rostro para darme un beso corto.
―Armas de mujer.
―Yo tampoco quiero que te pase nada ―dijo, rozando sus yemas por mi
mejilla―. Eres lo que más me importa del mundo.
Sus dedos descendieron y llegaron a mis labios. Deslizó sus yemas por mi
boca con suavidad, poniéndome todo el vello de punta. Me erguí levemente y
sujeté su espalda para ayudarla a invertir nuestra postura, de modo que ella se
quedó boca abajo y yo me recosté a su lado, un poco sobre su cuerpo. Su
respiración empezó a agitarse cuando llevé mis labios a su oído.
Su boca soltó un suave jadeo al sentir mis cálidas palabras en su oído y sus
manos se instalaron en mi espalda.
―Estoy muy preocupada por mis padres y mis tíos ―murmuró Nessie,
rompiendo ese mutismo extraño, mientras sus yemas se deslizaban por mi
pecho como antes.
―Yo también, pero no te preocupes. Todo saldrá bien ―le calmé, pasando
los dedos por su pelo de nuevo―. Seguramente estarán mejor de lo que
pensamos, saben cuidarse muy bien.
Nessie alzó el rostro y me miró con unos ojos llenos de preocupación que se
me clavaron en el corazón.
―¿Y vosotros? No me gusta que vayáis a esa guerra ―siguió con la voz
rota―. Ahora Paul debería de estar con Rachel, y Sam ya tiene hijos… Si les
pasase algo yo no podría volver a mirar a sus mujeres a la cara…
―Para ―le corté, bajando el rostro para mirarla y poniendo mis dedos sobre
esos carnosos labios que me moría por comer―. Ya les has oído, si vienen es
porque quieren. Para ellos es un honor, ¿entiendes? Sería peor que no
viniesen, te lo aseguro.
Sus ojitos se quedaron fijos en los míos durante un instante y luego los cerró
para asentir mientras dejaba exhalar un suspiro. Apoyó su cabeza en mi torso
otra vez y siguió con esas suaves caricias que hacían que todo el vello de mi
cuerpo se volviese loco.
114
Esperar cuatro días sin hacer nada, rodeados de apestosos chupasangres por
todas partes, no es nada fácil, sinceramente. Y menos para nosotros. No me
fue difícil convencer a gran parte de la manada, y Leah se apresuró a venir
con más efectivos encantada de la vida, se notaba cuánto le había gustado que
contase con ella para la batalla.
Estaba como loca por ascender del todo en la pirámide del grupo. Bueno,
para mí los dos eran iguales, por supuesto, pero mientras Sam estuviera, el
puesto de segundo al mando era compartido.
En realidad, por linaje le correspondía a ella, pero Sam era Sam, era el
hermano mayor, seguía siéndolo, al menos para mí. Era mi consejero más
fiable, y era el maestro de todos nosotros, así que,
¿cómo iba a relevarle? Vale, sí, él me había repetido mil veces todo ese rollo
del linaje y me había dicho que él lo aceptaría con orgullo y honor, típicas
palabras suyas. Pero me negué en rotundo.
Sam había sido el Alfa, siempre lo había sido hasta que yo me marché por mi
cuenta, lo había sido de su manada no hace tanto, cuando pasaron a ser dos en
aquel entonces, y se merecía un reconocimiento. También tenía que
reconocer que Leah, por mucha fachada que aparentase, era muy
benevolente. No solo había soportado ese pasado con Sam oscuro y amargo
que a punto había estado de pudrirnos a todos, sino que, además, había
aceptado ese cargo compartido con él sin rechistar, acatando mis órdenes con
total lealtad y obediencia. Así que hace tiempo le prometí que en cuanto él lo
dejase, ese puesto sería todo para ella. Se lo merecía, por linaje y por
comportamiento. El que yo contase con ella también para esto y no la hubiese
dejado en La Push al cuidado y mando de los otros, le demostraba que
pensaba cumplir mi promesa. Eso le gustó.
No hizo falta que ellos vinieran hasta la guarida de los Vulturis, habían tenido
suerte; Aro me comunicó un sitio cercano al claro donde sería la batalla y
quedamos allí con Leah y su grupo, dándoles todas las instrucciones
necesarias para que llegasen sin problemas. Eso sí, después de esos cuatro
días larguísimos y tediosos, nosotros por fin nos piramos de ese antro
maloliente.
Sí, estaba muy preocupada por sus padres y sus tíos, lógicamente, pero
también estaba ansiosa por verles, por rescatarles. Y yo también.
A diferencia de las dos veces que nos las tuvimos que ver con esos viejos
decrépitos, esta vez no viajaba todo su séquito. Las aparentemente frágiles
esposas de Aro y Cayo se habían quedado en casa, bien resguardadas, y
tampoco nos acompañaba ningún testigo. Esto era una guerra, y las guerras
son sucias, están mal vistas, producen un mal efecto.
Para lo anticuadas que parecían, las tres momias correteaban con mucho
sigilo, casi parecía que flotaban en el aire. No sé qué parecían, la verdad. Tres
espectros de capas negras revoloteando 115
como fantasmas entre la espesura de ese bosque. Menos mal que era de día y
todavía había mucha luz, si no, entre la capucha negra y ese trotar levitante,
solo les faltaría la guadaña. Lo hacían a la cabeza de su ejército, cómo no,
creando ese abanico cromático con sus estúpidas capas que era más oscuro en
el centro, donde se encontraban ellos, y que se iba aclarando hacia los lados,
según el grado de la guardia.
Total, que parecíamos una tropa extraña que no pegaba ni con cola, aunque
los dos grupos íbamos claramente por separado. En un lado del ring, se
encontraba el boxeador italiano, con una potente diestra formada por la
Pitufina y su hermano el Pitufo, una zurda no menos fuerte, consistente en el
resto de su guardia, y una cabeza pensante representada por los espeluznantes
padrinos mafiosos llamados Vulturis. Y en el otro lado del ring nos
encontrábamos nosotros, una manada de lobos enormes, un gigantón que no
sabía luchar y que era un cabezota solitario, una semivampiro preciosa, dulce,
espectacular, maravillosa y valiente que se podía transformar en un vampiro
casi completo, y cuatro vampiros liderados por una mente prodigiosa como la
de Carlisle.
Sí, éramos un grupito de lo más surrealista. Genial, íbamos a dar el cante pero
bien.
―Hola, chicos ―dijo Nessie, se notaba que con una sonrisa, ajena a toda
esta conversación.
―Tranquila, querida ―le contestó él, alzando la mano para hacerle un gesto
hacia atrás sin dignarse a mirarla.
No pude evitar que me rechinasen los dientes, porque, aunque solo fuera por
esta vez, lo había conseguido. Aunque no fui el único molesto, la gran
mayoría de la manada gruñó, mostrándole sus dentaduras a modo de
disconformidad absoluta.
―Creo que sería mejor que hiciésemos noche aquí, Aro ―intervino Carlisle
oportunamente―.
―Oh, es cierto ―se dio cuenta, volviéndose hacia él―. Ya no recordaba que
ellos necesitan dormir.
116
―Estaba muy preocupada por ti ―le contestó ella, secándose las lágrimas.
No, menudos idiotas, le corregí para regañarles. ¿No os habéis dado cuenta
de que os seguía?
Era evidente que había sido así, y lo había hecho en su forma de gigante, ya
que sus ropas estaban rasgadas.
Y, para ser un gigante, es muy sigilosa, siguió Cheran, antes de que me diera
tiempo a abrir el pico.
Vuestra eficacia me abruma, dije con sarcasmo, imitando ese habla tan pija
de los chupasangres que nos rodeaban.
Menos mal que ya veía el quid de la cuestión y se daba cuenta de que esto
podía salvarles la 117
vida.
Venga, venga, pensó Quil, como si así el Vulturis fuera a decidir más deprisa.
―¿Tú estás dispuesta a unirte a esta alianza? ―le preguntó Aro a Helen.
Cada vez que escuchaba la palabra alianza, me rechinaban los dientes. No fui
el único, ese era el sentimiento general de la manada.
Esta miró a Nessie y a Ryam, que asintieron para que diera su brazo a torcer.
―De acuerdo ―aceptó Aro por fin―. Puede venir con nosotros.
―Estaremos aquí al alba ―repitió ese viejo chiflado con una cara que fingía
una benevolencia de la que, en mi opinión, no gozaba nada.
Ese tarado se fiaba de nosotros, claro, sabía que nos tenía bien cogidos con
todo este asunto de Bella, Edward, Alice y Jasper. Le necesitábamos para
saber dónde se encontraban.
¡Uf! Menos mal, suspiró Shubael. Ya creía que íbamos a tener que dormir
junto a esas sanguijuelas.
Salí de mi escondite con mis dos piernas y me puse junto a Nessie, que me
recibió con un beso en los labios que a mí me hubiera gustado que durase
más. Luego, nos cogimos de la mano, entrelazando nuestros dedos con ansia.
―¿Cómo se te ocurre venir hasta aquí? ―le regañó Ryam a Helen. Estaba
realmente enfadado―. Ahora te has puesto en peligro.
―Bueno, chaval, que se te bajen los humos ―intervino Emmett, que estaba
con los brazos cruzados, observando toda la discusión como el que ve un
debate en la tele―. Si no fuera por Jake, ya estarías muerto.
―Si no te fueras por ahí tú solo, los Vulturis no te hubieran atrapado ―le
criticó Helen.
―Si tú no hubieras venido, no te verías implicada en todo esto ―replicó él.
―Bueno, vale ya ―protesté para detener esa absurda disputa―. Ahora ella
ya está aquí, así que todo eso no importa.
―¿Y cómo has llegado hasta aquí? ―le preguntó Nessie a su amiga.
―Me enteré de que Ryam estaba en Volterra y de que los lobos iban a venir
―nos desveló.
Ryam la miró y resopló―. Me enteré del vuelo que iban a coger y, con mis
ahorros, me compré un billete. Después, les seguí hasta aquí.
―¿Y cómo te enteraste de que Ryam estaba en Volterra y de que mis lobos
iban a venir hasta 118
Todos nos giramos para lanzarle una mirada acusadora a Embry, que se rascó
la nuca con nerviosismo.
―Me senté lejos de ellos ―confesó Helen, frunciendo los labios con cierto
remordimiento.
―Allí olía a humanos por todas partes ―alegó Leah sin dejar que yo
formulase otra pregunta.
Emmett rompió a reír a carcajada limpia, alzando su careto hacia arriba para
que las risotadas se esparcieran mejor por el aire.
―¡Vaya panda! ―exclamó acto seguido, sin dejar de reírse―. ¡Os la ha
colado bien!
Genial. Lo que me faltaba. Con esto Emmett tendría para una buena
temporada.
―Sí, buena idea ―apoyó Seth, que, como siempre, era el primero en hacerlo.
―Lo dicho, que tienes una cara que te la pisas ―rio Nathan mientras ya
echaba a andar con el resto del grupo para recoger ramas.
―Por algo es el jefe, tío ―le dijo Jared, que caminaba junto a él.
―Venga, sin rechistar ―les azuzó Sam, dándoles un pequeño empujón a los
dos.
Rephael, Michael y Nathan insistieron en cazar algo para cenar, así que se
transformaron para tal fin, y los Cullen aprovecharon para escaparse un rato y
saciar su sed, pero tanto unos como otros no tardaron en volver.
Cómo no. El vacilón de Michael tuvo que repetir su hazaña, así que se detuvo
y volvió a aullar.
Otro de los lobos normales no tardó en responder a su saludo.
119
―Ya verás lo que puede hacer ―presumió Seth, sonriendo con orgullo.
Miré a Nessie con una sonrisa lupina, esto es, sacando la lengua fuera
mientras jadeaba, y ella me recompensó con una risilla. Verla reír era todo un
regalo, y eso es lo que quería. Cuanto más se distrajese, menos sufriría por
todo esto de Bella, Edward, Alice y Jasper. Sí, vale, ya sé que nada iba a
hacer que ella se olvidase de eso, pero por lo menos le ayudaba a pasar mejor
el mal trago.
Metí mi lengua dentro y me puse serio. Hinché los bronquios del todo y solté
el aire poco a poco, haciendo vibrar mis cuerdas vocales en un aullido
potente y largo, a la vez que alzaba mi cabeza para que ese sonido se
propagase mejor. El aullido se extendió por el bosque, reclamando mi total
supremacía, dejando un mensaje alto y claro. Michael, Nathan y Rephael no
pudieron evitar que sus patas se doblegasen para echarse en el suelo, con las
colas hacia dentro y las orejas gachas, en señal de respeto y sumisión, aunque
el resto de mis hermanos, que estaban en su forma humana, también lo
sintieron, si bien ya estaban sentados. Y, entonces, vino lo que le quise
enseñar a Nessie.
Los diferentes aullidos venían de todas partes, desde las montañas que
quedaban al oeste, como desde los frondosos bosques que teníamos al este.
Norte, sur, este y oeste. Las numerosas manadas de lobos comunes que
habitaban todos aquellos kilómetros que nos circunvalaban respondieron a mi
mensaje con aullidos largos que sonaban a la vez, para mostrarme sus
respetos y aceptar mi mensaje, cubriendo ese cielo estrellado del bosque con
un invisible manto místico y abrumador. Lo era incluso para mí.
Ugh.
―Es… impresionante ―exhaló Doc, todavía con esa mirada instalada en sus
ojos dorados.
Gañí a modo de suspiro y me piré de todas las vistas para adoptar mi forma
humana enseguida.
―Sí. ―Y pegó su rostro al mío con una rapidez que me tomó completamente
desprevenido para besarme con entusiasmo.
―Bueno, bueno, cortaros un poco, que a algunos nos dais demasiada envidia
―bromeó Jared, tirándonos una ramita.
―Ah, muy bien. ¿Sabías que Teresa y Ezequiel se han comprado una casa a
las afueras de Forks? ―le anunció él, todo contento.
―No, no lo sabía ―sonrió Nessie, mirándome con una pregunta en los ojos.
―Me acabo de enterar ―le respondí, alzando las dos manos para defender
mi inocencia.
―Sí, bueno, es que Mercedes me lo confirmó ayer mismo, por eso no me dio
tiempo a contártelo ―me dijo él a mí.
―Sabía que eso iba a pasar ―manifestó Ryam con una mueca a modo de
sonrisa.
Qué pena que no pudiera escuchar lo que le dijiste de verdad, lamentó Leah
con acidez mientras ya echábamos a andar.
Una vez más, Nessie iba sobre mi lomo. Todavía no se había transformado,
ya que cuantas más energías guardase, mejor. Carlisle había venido con una
mochila refrigerada llena de bolsas de sangre que ahora llevaba ella en su
espalda, pero era mejor posponer la transformación todo lo posible.
Hasta que ese hueco en los árboles se hizo presente del todo, entonces los
Vulturis y su guardia ralentizaron su marcha al máximo, haciéndonos pegar
un frenazo a todos los lobos y a la pareja de gigantes ―los Cullen ya
parecían conocer bien toda esta parafernalia y no les pilló 121
Lo único que faltaba en este cuadro eran los tambores de guerra, hay que ver.
Nuestros nervios aumentaron hasta ese techo que marcaba el tope que no
debían sobrepasar, y, por fin, salimos por el hueco que dejaban esos árboles.
Mierda, ¿qué demonios es esto?, exhaló Leah sin poder creerse lo que
nuestros perplejos ojos estaban viendo.
Pude escuchar cómo Rosalie rechinaba los dientes y cómo Esme exhalaba
con temor, aunque ellas solamente veían la mitad. El panorama no podía ser
más terrorífico y dantesco, sobre todo para mi manada y para mí, que nos
detuvimos, de la impresión.
Ante nosotros se abrió una verde y kilométrica pradera que estaba tomada
casi al completo por un ejército de vampiros, todos con esa segunda piel de
color malva, ese aura, que relumbraba maldad por todas partes. Estos se
extendían en una formación rectangular que me recordaba mucho a esas de
las películas de romanos. Pero eso no era todo. Otro numeroso batallón de
gigantes de piel grisácea, sin olor alguno y unos ojos blancos, carentes de iris
y pupilas, se repartía en la parte delantera de la formación. Y ahora venía lo
dantesco.
Nadie más que nosotros podía verlo, pero ellos no destilaban aura alguna, no
tenían segunda piel, sino que de cada gigante salían unas presencias humanas,
formas sobrenaturales, como fantasmas, que se aferraban al cuello con lo que
parecían ser sus manos mientras las piernas y los pies eran arrastrados en un
vuelo hacia arriba. Sus etéreos y semitransparentes rostros estaban
desfigurados por un perpetuo sufrimiento, por una larga y profunda angustia,
casi podía escuchar sus dolorosos lamentos y quejidos.
Esos fantasmas eran las almas de los gigantes, esos que habían sido humanos
una vez. Y esos espíritus se negaban a abandonar sus cuerpos, querían
regresar a ellos desesperadamente, luchaban con todas sus fuerzas para que el
más allá no les arrastrase.
Por eso Edward no podía ver nada en la mente de esos gigantes, eran muertos
vivientes, sus almas estaban fuera de su cuerpo.
Quizá pensaba que se debía solo a lo que ellos veían. Mierda. Pero ella se
transformaría en breves y vería la dantesca realidad que se escondía tras esos
gigantes, cosa que no me gustaba nada. No quería que ella viese esto.
Pude echar a andar cuando Nessie se aferró a mi pelaje con más fuerza y me
despertó de esta pesadilla viviente.
―¡Mis padres y mis tíos están ahí! ―exclamó de repente con un nudo en la
garganta, señalando con el dedo.
Me había quedado tan en shock, que no me había fijado en los cuatro brillos
dorados que se mezclaban en ese rectángulo de color malva. Justo delante de
toda esa formación, se encontraban Bella, Edward, Alice y Jasper, sin
embargo, no estaban juntos. Alice y Jasper se encontraban en los extremos de
la primera fila, y Bella y Edward más al centro, pero separados. Los cuatro se
distribuían a lo largo de la fila inicial de la formación. Pero, cómo no, había
algo más. Sus rostros no mostraban emoción alguna, miraban al infinito, sin
una arruga que delatase que esos semblantes de mármol se pudieran mover,
sin un solo tic. Si no llega a ser porque sus almas doradas refulgían dentro de
sus cuerpos, juraría que eran estatuas. Era como si estuviesen hipnotizados.
Esta vez no fue solo Rosalie la que hizo rechinar sus muelas, también nos
unimos Emmett, Nessie y yo. Mi chica encerró mi pelo con más fuerza,
llegando incluso a tirar un poco de mi piel, pero ni lo noté. Estaba demasiado
cabreado como para notar nada más que no fuera mi furia.
No tardamos nada en ver a los culpables de todo este alboroto. Junto a Bella
y Edward, en el centro de la fila, Vladimir y Stefan, esperaban nuestra
llegada.
122
pasar aquí
Eso hizo que me fijase más en Bella, Edward, Alice y Jasper y que me
preguntase cómo harían esos rumanos para hipnotizarles, porque no parecía
un conjuro. Cuando Nessie había estado hechizada, su cuerpo estaba envuelto
con aquella telaraña, en cambio, ellos no tenían nada que les oprimiese o
envolviese, no había nada que me indicase que estaban bajo la influencia de
un hechizo.
Lo que sí había era un ambiente muy raro. No sé lo que era, pero algo
realmente maligno flotaba en el aire, podía sentirlo, mi instinto de Gran Lobo
me lo decía, y me ponía los pelos de punta. Bueno, vale, lo de los gigantes no
se quedaba atrás, pero, por increíble que pareciese, esto lo superaba, era algo
espeluznante. Esa maldad procedía del centro de la formación. No podía
verla, pero sí que sentía cómo emanaba del núcleo de ese rectángulo de
chupasangres y se extendía por todas partes.
Mi vista regresó a los Cullen del otro bando. Bella extendía su impresionante
escudo por delante de la primera fila de la formación, esa fina y elástica capa
de acero líquido que chispeaba en el núcleo. Maldita sea. Esos malnacidos
estaban bajo su total protección. Pero a Edward también le tenían trabajando.
De su cabeza salían sus ondas de color plateado, casi transparente, que me
recordaban a las de las antenas parabólicas. Esas ondas eran emitidas a una
velocidad muy rápida y se dispersaban por todas partes, llegando a alcanzar
varios kilómetros a la redonda.
Era bastante increíble, la verdad, tenía que reconocérselo. Así que Edward
podía escanear todas las mentes que le rodeaban, hasta las de todos esos
vampiros que tenía a su alrededor. Y nosotros no éramos una excepción.
Seguramente ya podía ver cada uno de nuestros pensamientos desde hacía un
buen rato.
De momento tenía que cumplir con mi parte del trato, así que extendí mi
círculo brillante de modo que nos cubriera a todos, incluidos esos viejos
decrépitos y su chusma de guardia, para mi desgracia, y las ondas que se
dirigían a nosotros se deshicieron tan solo al roce con mi barrera.
Mi barrera no hacía falta con Alice, ya que aunque quisieran ella no podría
ver nada del futuro con nosotros por el medio. Quizá por eso Alice no estaba
usando su don, era una pérdida de tiempo.
Jasper también estaba reservado, puede que lo dejasen por si las cosas se
ponían más feas.
Los fósiles y sus matones caminaban con ese paso cadencioso y desesperante.
Sí, lo era.
Pero poco a poco íbamos acercándonos, sin embargo, al hacerlo más todos
pudimos ver algo que nos dejó helados, hasta los propios Vulturis abrieron
sus gelatinosos globos oculares como platos.
Eran los ojos de Bella, Edward, Alice y Jasper. No podía creerlo, tenían el iris
de color escarlata.
¿Qué…? ¡¿Qué mierda era eso?! ¡¿Acaso les habían obligado a tomar sangre
humana?!
¡¿Qué les han hecho?!, mascullé con cólera, pataleando con mis patas
delanteras con nerviosismo.
Mis lobos se agitaron más, preparándose por si yo daba una orden para
obedecerla ciegamente.
Sí, aceptó con un hilo de voz, todavía seguían notándose todos esos
sentimientos.
Lo que dije. Si me veía tranquilo a mí, ella estaba más calmada también.
Vale, no quería que ella viese esa imagen, pero tenía que reconocer que el
que se hubiese transformado me tranquilizaba mucho, porque ahora estaría
bajo mi continua protección. Yo podía extender mi círculo brillante todo lo
que quisiera en un momento dado, y con eso podía proteger a quien me
apeteciese, pero mi círculo también tenía autonomía propia, y cuando se
trataba de mi manada, él solito se movía para protegerles sin que yo tuviera
que andar pendiente. Resultaba muy útil cuando estábamos peleando con los
chupasangres nómadas que venían a La Push, ya que yo podía ir a mi bola sin
tener que preocuparme de que una de esas sanguijuelas tuviera un don y
pudiese freír a uno de mis hermanos. Mi círculo se extendía a su aire y
solucionaba el problema.
Esto solamente pasaba con mis lobos, pero ahora Nessie era parte de la
manada, así que ella también estaría protegida.
124
Nessie pasó la pierna por encima de mi cabeza y pegó un ágil salto para
bajarse.
―Veo que no habéis perdido el tiempo y que habéis corrido para esconderos
bajo las faldas del Gran Lobo ―habló Stefan con un aire muy crítico y
censurador.
Maldito imbécil.
¡Esto es una mierda!, matizó Paul. ¡Yo digo que nos lancemos a por ellos de
una maldita vez!
―Hemos esperado muchos siglos para esto ―le contestó Stefan, rechinando
los dientes―. No íbamos a venir con las manos vacías.
El Vulturis tarado y uno de los rumanos alzaron las manos a la vez para
preparar sus ataques.
125
De repente, ese fósil de Aro y Vladimir bajaron las manos a la vez y solo dos
vampiros saltaron a escena.
Ambos retiraron sus capuchas hacia atrás. El grandullón de Felix, que sonreía
con arrogancia, y la otra sanguijuela, que no era mucho más pequeña,
comenzaron a fintar, caminando en círculos.
No he venido hasta aquí para ver cómo se matan los unos a los otros, gruñó
mi cuñado. Ya que estoy aquí, quiero aniquilar a unos cuantos.
Idiota. Hablaba como si esto fuese una de esas luchas contra los nómadas que
teníamos todos los días en La Push.
No dije más, para no alertar a Nessie, pero esto no tenía nada que ver.
Todavía podía sentir esa maldad emanando del núcleo de la formación del
ejército de Vladimir y Stefan, y no me gustaba ni un pelo.
Dejad de quejaros y tomad nota, les reprendí. Nunca se sabe, igual tenemos
que enfrentarnos a ese grandullón algún día de estos, así que memorizad bien
todos sus movimientos. Ya que estamos aquí, tenemos que aprovechar.
Sí, lo sé, suspiré con desagrado. Lo único que quieren es utilizarnos para que
les limpiemos el camino. Cuando ya no les seamos útiles nos atacarán.
Y a los Cullen también, añadió Quil. A todos los Cullen.
126
No, estoy bien, no os cortéis por mi culpa, manifestó Nessie. Además, todo
eso ya lo sé.
127
Guau.
Erigí una barrera con mi círculo de luz brillante, de modo que Nessie y yo
nos quedamos dentro de esa burbuja protectora. Eso me hacía estar más
tranquilo, ella estaría segura.
Mi chupasangres volvió a embestirme, pero no perdí demasiado tiempo con
él, creé ese otro círculo atacante y lo extendí hacia él sin compasión. En
cuanto la elipse le tocó, este se desintegró entre gritos de horror.
Si no fuera porque los Cullen estaban repartidos por todas partes, hubiera
arrasado con todos esos vampiros en un plis. Con los gigantes no lo tenía tan
claro. Mis atónitos ojos veían cómo eran desmembrados por algunos golpes
de la lucha y sus enormes cuerpos se regeneraban al instante, volviendo a
resurgir brazos, piernas e incluso cabezas, mientras sus almas en pena
seguían aferrándose a ellos, gritando con un desgarrador dolor. No me lo
podía creer.
Seguía notando ese ambiente maléfico, esa extraña maldad, pero ahora no se
encontraba en el centro. Bueno, en estos momentos no había centro, todo el
mundo se había dispersado. Sin embargo, ahora emanaba de las sombras del
bosque que nos lindaba.
¡Cuidado! ¡Ahí va Edward!, gritó Leah, que había visto cómo el mencionado
se abalanzaba hacia Enguerrand sin poder hacer nada para impedirlo, ya que
ella estaba luchando con uno de los chupasangres de Vladimir y Stefan.
Lo sabía. La guardia iba a pelear con quien fuera, incluidos todos nosotros.
Las promesas de Aro habían caído en saco roto, cómo no.
¡Ya voy yo!, afirmó Seth, arrojándose para interponerse entre ellos.
¡No, Bella!, exclamó Sam a la vez, corriendo hacia esta para hacer lo mismo
entre ella y otro de los vampiros de la guardia de los Vulturis.
128
¡Arg! Esto resultaba realmente incómodo, maldita sea, porque visto desde
fuera parecía que estuviésemos protegiendo a esas asquerosas sanguijuelas.
Pero nada más lejos de la realidad. A quien estábamos protegiendo
precisamente era a los Cullen hipnotizados. No podíamos permitir que
luchasen contra los matones de los Vulturis. Estaban bajo la influencia de ese
algo que les tenía hipnotizados, no sabían lo que hacían, y podían resultar
muy malheridos, o peor, podían morir.
Sam hizo exactamente lo mismo con Bella, que se quedó clavada en su sitio
durante una fracción de segundo para, luego, arrojarse contra él, quien se
limitó a esquivar sus embistes ciegos.
No eran los únicos. Alice y Jasper ya estaban fintando con Quil y Embry.
Uno de esos gigantes de más de dos metros y medio se abalanzó hacia mí sin
ningún tipo de reparo o temor, rugiéndome con fuerza en todo el careto. De
su cabeza no emanaba nada de nada, ningún sentimiento, puesto que su alma
se encontraba fuera, aferrada a su cuello con desesperación.
―¿Adónde te crees que vas? ―le dijo la rubia canija, mirándole con una
sonrisa maléfica.
Genial.
Le dio tiempo a saltar, pero no pasó de ahí. Esa desgraciada de Jane brincó a
la vez y ambas chocaron en el aire, haciendo que Nessie se cayera de
espaldas en el suelo.
¡No, Nessie!
¡mierda!, por más que lo intentaba, mis fauces no llegaban a sus brazos ni a
cualquier otra parte de su asqueroso cuerpo inerte, que me meneaban de aquí
para allá, asfixiándome.
Carlisle se encontraba fintando con otro vampiro, Esme esquivaba los golpes
de su atacante y Rosalie peleaba con otra mujer vampiro. Los ojos de los tres,
y de Emmett, se apartaron un mínimo 129
―Si quieres pasar, tendrás que quitarme tú ―le provocó, siguiendo con esa
estúpida sonrisa.
¡Ni hablar, Nessie!, protesté a la vez que seguía zarandeándome a los lados
para zafarme de ese gigante, ahora todavía con más urgencia. ¡Aléjate de ella!
¡No se te ocurra enfrentarte a esa arpía,
Yo no estaba tan seguro de eso. Sabía que la pulsera era capaz de crear una
barrera, pero,
Sí, estaba histérico, porque la película que ella se había montado cada vez
tenía más peso en su cabeza, y ese film mezclaba las escenas acontecidas en
el agujero de los Vulturis con otras imaginadas por ella, con la venganza
como protagonista.
De repente, alguien chocó con el gigante con gran estrépito y los dos, junto
con el que había embestido a mi opresor, nos caímos en el suelo. El gigante
por fin soltó mi cuerpo y aproveché para zafarme, levantándome
inmediatamente.
Mis ojos se abrieron como platos cuando vi a Ryam. Él era el que me había
librado de esa bestia.
Sin embargo, no sabía luchar, y esta vez fue a él a quien el otro gigante
apresó.
Logró despegarse del otro gigante con gran habilidad, la verdad, pero este
enseguida volvió a acorralarle.
¡Ya estoy aquí!, anunció Michael con mucho bombo, lanzándose a por el
gigante para quitárselo de encima a Ryam.
Bien, ahora ya podía volver junto a Nessie. Llevé una pata hacia delante, sin
embargo, otro gigante se interpuso en mi camino. Iba a arrancarle la cabeza
de un solo mordisco, sabiendo de sobra que solamente me serviría para
quitármelo de encima unos segundos, segundos que eran muy valiosos,
puesto que me daban de sobra para empujar a Alice, liquidar a la Pitufina con
mi elipse atacante y ponerme junto a Nessie, pero entonces, y para mi
asombro, el alma del gigante me imploró que no lo hiciera, mostrándome ese
rostro desfigurado lleno de agonía pura y dura.
¿Por qué? Bueno, mira, me daba igual, en estos momentos mi tarro solo
podía pensar en Nessie. Y
tenía que llegar a ella como fuera, antes de que la Pitufina le hiciera daño.
El suelo tembló cuando eso sucedió, pero antes de que me diera tiempo a
pensar en la siguiente jugada, ese, que se levantó a una velocidad digna de un
chupasangres, más otro gigante, se pusieron delante.
130
¡Déjala en paz!, grité, harto, a la vez que fintaba con los dos gigantes y sus
almas colgantes.
―Ah, ah… ―articuló la rubia enana con un tono de negación burlesco que
me hizo rechinar los dientes―. Ya te lo he dicho, si quieres llegar a él, antes
tendrás que deshacerte de mí.
¡Sí, genial!
¡Ahora quédate cerca de mí!, le dije, peleándome con el otro gigante, que ya
se me había echado encima.
¡Sí!
Antes de que me diera tiempo a decir más, el vampiro se arrojó hacia ella con
violencia, pero Nessie le esquivó con un movimiento rápido y ágil, y en un
parpadeo le arreó una fuerte patada donde más duele.
Ambos cayeron sobre la alta hierba, aunque enseguida se pusieron en pie para
pelear. Ahora la atención de ese coloso se centró en mi hermano.
Aun así, todavía me quedaba este. Mi gigante llevó su enorme puño hacia mí
para incrustármelo en el cráneo, pero aparté la cabeza a tiempo y logré
engancharme a su muñeca.
lado.
¡Nessie!, rugí.
¡Estoy bien!, gimió ella, aunque ya se estaba levantando, porque ese maldito
chupasangres no le daba tregua.
Estaba que echaba humo, y me abalancé al gigante con rabia para clavarle los
dientes otra vez.
Estaba luchando con uno de los vampiros de Vladimir y Stefan, muy cerca de
estos, por cierto, los cuales lo estaban haciendo con Felix y Demetri.
Me acerqué a Nessie por fin y le metí el hocico por la cara para comprobar su
estado.
Sí, sonrió ella, posando su frente sobre la mía peluda a la vez que metía sus
delicadas manos entre el pelaje de los costados de mi cara.
Después, me dio un beso tan dulce, que casi se me olvida dónde estábamos.
Si no fuera porque estaba en mi forma lobuna, le habría arreado un buen
beso.
Mis ojos se desviaron hacia allí durante un mínimo instante, no querían dejar
a Nessie.
―¡Traidores! ―gritó Emmett, que ya estaba fintando con uno de los matones
de los Vulturis.
Rosalie ya estaba peleando con esa tal Chelsea, aunque Esme y Carlisle
todavía lo hacían con miembros del ejército de los rumanos.
¡Mierda!, mascullé.
Sí, estaba claro que eran manejados por eso maléfico que flotaba en el
ambiente, lo intuía, lo sentía.
Todos mis hermanos de manada, los Cullen de nuestro bando e incluso Ryam
y Helen estaban luchando con los gigantes y con diferentes chupasangres,
unos de la guardia de esos viejos decrépitos de los Vulturis y otros del
ejército de los rumanos, de los cuales cada vez quedaban menos, aunque
seguían siendo muy numerosos.
¡Mierda, mierda!
¡No te separes de mí!, le dije a Nessie, empujándola hacia atrás para que se
quedase en mi retaguardia.
132
¡No, maldita bruja!, rugí al ver que la canija había aprovechado para separar a
Nessie de mí una vez más.
Menos mal que mi vista periférica es bastante buena y pude esquivarle. Eso
sí, por culpa de ese movimiento no pude evitar ser rodeado por los cuatro.
Sin embargo, mi chica estaba muy decidida a terminar con esto que ya había
empezado.
¡Mierda, maldita sea! No podía utilizar mi voz de Alfa para detenerla, Nessie
ya no podría defenderse y esa bruja de Jane se aprovecharía de eso para
hacerla daño. Y tampoco podía deshacerme de Bella, Edward, Alice y Jasper
así como así. Si fueran otros vampiros, me arrojaría sobre ellos, llevándome
de cuajo todo lo que pudiese, pero, ¡mierda! a ellos no podía hacerles daño.
Las dos se levantaron del terreno con prisas. La canija no perdió el tiempo y
enseguida entornó los ojos para lanzar sus rayos rojos.
El aro de cuero latió una sola vez e instantáneamente erigió una barrera
alrededor de Nessie, de modo que los rayos rojos de la canija chocaron con su
cristal invisible y no llegaron a tocar a mi chica.
¡No, Nessie!
¡Confía en mí, por favor!, me pidió mientras ya echaba a andar hacia los
árboles con presteza.
Tengo que hacerlo, esto ya es una cuestión de honor, alegó, esquivando a las
diferentes peleas de su alrededor.
¡No, maldita sea! Tenía que deshacerme de los Cullen como fuera para
impedir esa estúpida pelea.
―Diviértete, querida ―le sonrió ese hipócrita de Aro a Jane cuando las vio
desviarse hacia los árboles.
¡Hijo de mala madre! ¡Tú sabías de todo esto desde el principio!, rugí con
cólera. ¡Sabías de las intenciones de Jane!
Lo que no entendía era por qué permitía esto. Tal vez era una manera de
quitarse del medio a Nessie, no lo sé. Quizá la profecía ya no se cumplía del
todo si la mujer única desaparecía del mapa.
133
¡Nessie! ¡Nessie, vuelve! ¡Puede que sea una trampa!, chillé en mi mente.
134
Honor
(PARÉNTESIS)
RENESMEE
¿Es que nuestro matrimonio no tenía validez para ella? Me sacaba de quicio,
me llenaba de rabia e ira, porque eso demostraba que los Vulturis y sus
súbditos seguían teniendo esos estúpidos prejuicios hacia nosotros solo
porque yo era mitad vampiro y Jacob era mitad lobo. Eso me parecía fatal y
me dolía como si me clavasen una daga, porque no entendían nada. No
comprendían que Jacob y yo nos amábamos con toda el alma, que estábamos
locamente enamorados y que eso era lo único que nos importaba. ¡Pero ella
era una cínica, una hipócrita! Jane era un vampiro completo,
¡Da igual! ¡Ella sigue siendo más fuerte! ¡Maldita sea, Nessie, vuelve aquí!
Mi corazón se congelaba cada vez que le escuchaba, sin embargo, tenía que
hacer esto, lo necesitaba. No sabía qué pretendía exactamente Jane, qué
verdaderas intenciones tenía con Jacob, pero estaba claro que quería algo, y
tenía que dejarle las cosas claras de una vez por todas, cortar esto de raíz,
pararle los pies definitivamente.
Mi pulsera vibraba, ansiosa y rabiosa. Sentía lo mismo que yo, pero también
me advertía del peligro.
Caminamos unos cuantos metros más entre los árboles, hasta que ella habló.
135
―Estas son las reglas ―siguió Jane, mirándome con esa mirada petulante y
arrogante―. Se permite todo, excepto los trucos baratos de… magia. ―Y su
cabeza señaló a mi pulsera con desdén.
―No sabía que hubiesen reglas para esto ―le respondí, usando el mismo
tono arrogante mientras también levantaba la barbilla con encopetamiento.
Me erguí un poco, aunque seguí algo inclinada, por si era una trampa.
―¿Cómo dices? ―Fue lo único que pude decir, eso sí, con indignación.
―Claro que no ―aseguré con firmeza―. Pero no se trata de eso, ¿es que no
me has oído?
―Sí, puede que ahora esté casado contigo, pero tu muerte terminará con ese
matrimonio ―aseguró, continuando con la misma expresión en la cara.
―Nos hemos prometido hasta más allá de la muerte ―le revelé―. Nuestro
vínculo es tan extremadamente fuerte e irrompible, que ni siquiera la muerte
puede separarnos. Nuestros espíritus siempre estarán juntos, siempre lo han
estado y siempre lo estarán, para siempre.
Lo que no entendía era por qué querían atrapar a Jacob y no querían matarle a
él también. Tuve que respirar bien hondo para que mi corazón no sufriese un
pinchazo mayor, porque tan solo pensar en esa palabra relacionada con Jake
hacía que me temblasen las piernas. Pero, al parecer, 136
esa no era la intención de los Vulturis, sino llevárselo a Volterra. ¿Por qué?
Podía sentir a Jacob escuchando todos mis pensamientos con suma atención,
a toda la manada.
―Eso no tienes por qué saberlo ―me contestó con esa arrogancia suya―. Lo
único que tienes que saber es que, cuando le atrapemos, él será mío.
―Él no será tuyo nunca. Además, para eso primero tenéis que conseguirlo, y
ya te aviso de que os resultará imposible. Él terminará con todos vosotros
antes ―manifesté con seguridad y orgullo.
Rechiné los dientes con más que rabia. No podía creerme las barbaridades
que mis oídos estaban escuchando. Hablaba de Jacob como si él fuera un
animal que se puede poseer.
―Él es mío, pero no del modo en que lo ves tú, no como algo material
―rebatí, ofendida―. Las personas no se pueden poseer, no pertenecen a
nadie de ese modo, y tú lo quieres para ti como si se tratase de un objeto o un
perro. ―Los dientes me rechinaron de nuevo al pronunciar el último vocablo.
―Él me gusta, lo quiero para mí y será mío ―afirmó con rabia―. Cuando tú
desaparezcas, ya no habrá ningún obstáculo entre nosotros.
Estaba loca, loca perdida. ¿No veía que él no quería nada con ella? ¿Que él
estaba enamorado de mí? ¿No veía que no podía tenerle?
domesticación y aprendizaje.
¡¿Qué está pasando por ahí, Nessie?!, me preguntó Jake, que, sin duda, seguía
escuchado mis pensamientos.
Yo le enseñaré a hacerlo.
¡Uf! Esto ya me superaba.
―Yo lo haré, haré que sea mío ―aseguró, alzando la barbilla―. Y Aro ya
me lo ha prometido.
Con una carrera vertiginosa, dio varias piruetas mortales en el suelo, como si
de una gimnasta se tratase, y terminó la última llevando sus pies por delante
para embestirme con saña. Conseguí esquivarla con facilidad, sus piruetas no
me impresionaron para nada. Salté como un muelle antes de que las plantas
de sus zapatos llegasen a incrustárseme en la cara y me enganché a la rama de
un árbol.
Jane era más fuerte que yo, sin duda, pero tenía que reconocer que mis
reflejos no tenían nada que envidiar a los de cualquier otro vampiro
completo. Conseguía esquivar casi todos sus ataques.
Casi, porque algún que otro puñetazo llegaba a impactar sobre mi cuerpo.
Uno de ellos logró darme en el estómago. Mi abdomen era más duro, debido
a mi transformación, pero me dolió como si me hubiesen golpeado con una
roca lanzada por un cañón. Si no llega a ser porque mis latidos se habían
ralentizado y mis bronquios apenas trabajaban, me hubiese quedado sin
respiración.
―¡Él será mío! ―gritó mientras saltaba con la pierna por delante.
¡Un golpe de la lucha, nada más! ¡Estoy bien!, le respondí para tranquilizarle
un poco, aunque sabía que eso iba a ser imposible.
Mi pulsera no hacía más que vibrar, ansiosa y nerviosa, para que yo le dejase
actuar.
Volvimos a saltar para subirnos a las ramas de esos robles, aunque esta vez
nos pusimos de pie, sobre ellas. Comenzamos otra danza que resultaba de los
saltos entre el ramaje, en un avance veloz y potente, hasta que llegamos a
encontrarnos una vez más.
Brinqué de mi rama y me arrojé hacia ella para propinarle otra patada, pero
mi pierna no llegó a golpearla, ya que se agachó con agilidad y mi golpe lo
recibió otra rama, que se quebró y salió despedida en tropecientas astillas.
Esa arpía de Jane arrancó otra rama y comenzó a moverla para golpearme,
agitándola en el aire con una rabia que hacía que el viento zumbase iracundo
cada vez que pasaba junto a mis oídos cuando yo la esquivaba.
Sin embargo, no era fácil. En uno de mis esquivos, vi cómo la rama cambiaba
de rumbo súbitamente y se dirigía a mi cara con la velocidad digna de un
meteorito. Gracias a mis reflejos, logré agacharme a tiempo y la rama se
estampó en el tronco de mi árbol. El impacto fue tan fuerte, que el delgado
tronco se quebró en dos. Tuve que saltar a otra rama para que la parte
superior del roble no se me cayese encima.
vértebras, sino que sentí un dolor punzante y agudo que ahora sí que me dejó
sin respiración del todo.
Los pies de Jane se plantaron justo delante de mis ojos en cuanto se bajó del
árbol con un salto.
Y acto seguido pude ver a través de los ojos de mi lobo cómo mi tío era
despojado del brazo que iba a golpearle, profiriendo un alarido que se
escuchó en todo el bosque. Eso sirvió para que quedase un hueco y él lo
atravesara a toda velocidad, dirigiéndose hacia aquí.
¡NESSIE!, rugió.
Rechiné los dientes con más que cólera, porque solo recordar que sus sucias
manos habían osado a tocarle, hacía que la ira tomase todo mi cuerpo.
―Me pregunto cómo será cuando la sienta por todo mi cuerpo ―siguió.
No. Jamás. Jamás le tocaría ni un solo pelo más. ¡JAMÁS! Tenía que luchar,
por él. Pelearía por él hasta la muerte, con quien fuera, como fuera.
Mi muñeca empezó a iluminarse por dentro, como si tuviera una luz por
debajo de mi piel. Jane no parecía poder ver esto, ya que seguía sonriendo
con malicia y ya estaba comenzando a elevar su brazo para asestarme el
golpe final. La luz empezó a extenderse por todo mi brazo a la velocidad del
mismísimo sonido y, cuando me di cuenta, todo mi cuerpo estaba lleno de
luz.
Reaccioné a tiempo.
―Soy la mujer del Gran Lobo. Siempre estaré protegida ―le revelé,
orgullosa.
No llegaron muy lejos. Mi aro de cuero vibró una sola vez y erigió su barrera,
haciendo que los rayos chocasen contra ella y se deshicieran como si fuesen
un simple humo.
El labio de Jane se curvó hacia arriba con esa arrogancia que me sacaba de
quicio y acto seguido aparecieron mis padres y mis tíos ―Jasper sin su
brazo―, junto a los tres Vulturis y parte de su séquito.
140
No había tiempo para más preguntas ni arrumacos, la rubia canija seguía ahí
y los Vulturis habían terminado de llegar junto con los Cullen hipnotizados.
En un santiamén, nos vimos rodeados por todos ellos, excepto por esas
momias cobardes, que se quedaron fuera del corrillo, a la retaguardia, y
Renata, que protegía a Aro. Nessie aferró su mano a mi pelaje y nos
quedamos en posición de alerta.
¿Cómo van las cosas por ahí, Leah?, quise saber mientras vigilaba el
panorama.
Mierda, lo sé, mascullé, estrujándome los sesos para ver si daba con alguna
solución.
Los dedos de mi chica tiraron de mi pelambrera con fuerza cuando los apretó,
furiosa.
141
¡Maldita sea! Y tampoco podía usar mi elipse. Si no fuera porque los Cullen
estaban siendo utilizados de escudos, usaría esta llevándola en zigzag para
cargármelos a todos. ¡Mierda!
La comisura del labio del fósil canoso se disparó hacia arriba, y, como
siempre, el adormilado no movió ni una pestaña de sus caídos párpados.
Aunque Cayo no fue el único que mostró esa asquerosa sonrisa de
autosuficiencia. Estaban acompañados de esa tal Chelsea, que había huido
como una rata cuando a Rosalie ya le quedaba poco para vencerla ―sí, vale,
tenía que reconocer que la Barbie era bastante buena peleando― y que ahora
estaba acompañada por otro chupasangres que parecía su pareja, del
grandullón, del rastreador, del chino bastardo, del Pitufo, del Zanahorio, del
escafandra, o sea, Varick, de la guardaespaldas de Aro y de tres sanguijuelas
más que no conocía. La Pitufina no tardó en unirse a ellos con esa estúpida
sonrisita dibujada en la cara.
Nessie rechinó los dientes. Todavía no se había quedado conforme con el
final de su combate particular. Pero era mejor así.
Miré bien a la Pitufina. No parecía tener nada del otro jueves debajo de su
asquerosa y malva alma. Lo que sí seguía notando era esa energía maléfica,
pero, diablos, no era capaz de ver de dónde provenía. Parecía que lo hacía de
todas partes.
Tenía esa burbuja que Renata erigía a su alrededor al contacto con sus dedos,
sin embargo, en estos momentos prescindía de la escafandra que Varick era
capaz de crear en su cabeza para proteger todos sus pensamientos, ya que
Alice y Edward estaban presentes, claro, pero, era como si no lo estuvieran.
―¿Qué les habéis hecho a mis padres y a mis tíos? ―reclamó saber Nessie,
muy enfadada.
―Oh, no hemos sido nosotros, querida, han sido Vladimir y Stefan ―le
respondió el Vulturis tarado, juntando esas asquerosas manos casi
transparentes que sobresalían de su capa azabache―.
―Os presento a nuestros prestigiosos magos ―habló ese fósil de Aro una
vez más, señalándolos, cuando estos llegaron a su lado.
Sus capuchas no me permitían verles sus semblantes, tan solo se les veía la
boca, la cuales se inclinaban hacia arriba, mostrando su satisfacción sin
tapujo alguno.
―Ellos son capaces de hacer muchas cosas, mi dulce flor ―contestó Aro.
Jacob, hemos necesitado de los cinco magos más poderosos del mundo para
que fueran capaces de bloquear tu poder espiritual, y no te imaginas lo difícil
que ha sido dar con ellos ―me peloteó. Esos cinco alzaron las barbillas con
orgullo personal. Menudos idiotas―. Gracias a ellos y a sus anillos, ahora
podemos bloquear tus ataques.
¿Anillos?, repetí.
Pude ver lo que mi chica iba a decir antes de que su boca lo soltase, ya que vi
todos sus pensamientos y pesquisas.
―Ya lo entiendo. Anillos. Así que a nosotros también nos regalasteis esos
anillos porque estaban encantados ―le echó en cara Nessie, que rechinaba
los dientes con más que rabia―. No sé qué es lo que podían hacer esos
anillos ni qué creíais que ibais a conseguir con eso, pero ahora tampoco
conseguiréis nada. Lo único que han logrado tus cinco magos ha sido
bloquear el poder espiritual del Gran Lobo, nada más. Y dudo mucho que ese
efecto sea muy duradero, ¿me equivoco?
El labio de Cayo bajó en picado y Aro se quedó con cara de mal jugador de
póquer.
De pronto, cuando ese viejo decrépito iba a hablar, noté cómo esa maldad que
sentía crecía súbitamente, alcanzando sus cotas más altas, y antes de que me
diese tiempo de asimilar nada, alguien saltó a escena, haciendo que mis ojos
y los de Nessie se abrieran como auténticos platos.
Sí, mierda, no podía creer lo que mis estupefactos ojos estaban viendo.
Vladimir y Stefan saltaron de la nada, pero no venían solos. Detrás de ellos,
como cuatro espectros de color púrpura y negro, cuatro fantasmas
inesperados a los que a casi todos se les había caído la capucha hacia atrás,
aparecieron Nikoláy, Ruslán y ese encapuchado de negro. Pero no solo ellos,
Razvan, ese hijo de mala madre, también estaba con ellos.
Toda esa guardia que estaba allí, más los cinco magos de Aro, se agazaparon
automáticamente para dar la bienvenida a sus enemigos. En cambio, los
Cullen se quedaron a la espera de alguna orden.
Acto seguido, lo primero que hicieron mis ojos fue encontrarse con los de
Razvan para clavarse en ellos con un odio que explotó en lo más profundo de
mis entrañas y que ya salía por mi tráquea con cólera. Él correspondió mi
mirada justo cuando aterrizó en el suelo, pero la estúpida y osada 143
comisura de su labio se atrevió a curvarse hacia arriba con una chulería que
llenó mi estómago de una acidez iracunda.
¡Jake, ¿qué está pasando por ahí?!, preguntó Sam, alertado. ¡¿Qué son esos
pensamientos sobre Razvan, Nikoláy y Ruslán?!
¡Esos hijos de perra están vivos!, le desvelé, lleno de ira. ¡Están aquí, junto
con los rumanos!
Todo eran almas malvas, menos la de los Cullen, la de Nessie y la mía. Y esta
era la situación: esa momia chiflada de Aro estaba protegida por el escudo de
su guardaespaldas particular, el fósil canoso rechinaba los dientes, el
adormilado ni se inmutó, los ojos de la Pitufina y su hermano el Pitufo
soltaban una especie de chispas, preparados por si tenían que lanzar sus rayos
láser sicóticos y anuladores de sentidos, la neblina blanca de Chelsea empezó
a vagar a sus anchas, intentando romper algún lazo de los oponentes, o tal vez
seguir uniendo a sus compañeros de chusma para que no saliesen huyendo,
quién sabe, la cabeza de Jasper, el cual seguía sin brazo, emanaba su humo
verdoso y Edward emitía sus ondas lectoras de mentes. Uf, menos mal que
Nessie y yo estábamos dentro de mi círculo protector. Los rumanos miraban
fijamente a los Vulturis, el encapuchado permanecía a la espera y los
increíblemente resucitados tres magos emanaban otro vaho negruzco idéntico
al de sus colegas de profesión. Sin embargo, los cinco magos de Aro no
emitían ninguna otra energía, aparte de sus almas malvas y ese vaho negruzco
malvado de magia negra, pero Razvan, Nikoláy y Ruslán sí.
No se veía, sin embargo, aunque esa la maldad, esa magia negra que se sentía
en el ambiente procedía de los magos, de todos los magos que se encontraban
allí, se sentía más fuerte en el bando de los rumanos. Me di cuenta enseguida
de dónde procedía esa maquiavélica magia negra. Mis pupilas bajaron hacia
el medallón que colgaba del cuello del barbudo de Nikoláy, ese colgante
dorado que tenía el dibujo de un ojo con el iris escarlata. Toda la pelambrera
de mi cuello se puso de punta otra vez, pero cuando vi que el ojo se movía y
se clavaba en mí, mis escalofríos subieron hasta las nubes.
¡¿Qué demonios había sido eso?! ¡¿Cómo había podido moverse un dibujo?!
¡¿Y por qué me miraba a mí?!
No es que tuviera miedo, pero esto era tan espeluznante y raro, que, no sé, me
daba muy mala espina.
Fijé mi vista en el cuadro que tenía delante, para prestar la menor atención
posible a ese dibujo espeluznante que me miraba fijamente.
Nessie tomó aire para seguir entera y yo me arrimé un poco a ella para
alentarla. Los dos nos quedamos expectantes, a la espera de la respuesta de
Aro.
―Veo que tus… ayudantes siguen con vida ―dijo, pasando olímpicamente
del comentario del rumano, lo cual ofendió a Vladimir, que rechinó los
dientes. Luego, desvió la mirada hacia mí―.
―Sí, lo sé ―afirmó, y soltó una risilla alocada que duró dos segundos―.
Conozco muy bien vuestras marionetas.
Edward no podía leer mi mente, pero parece ser que entendieron mi gruñido a
la perfección.
―¿Eso quiere decir que lo que matamos allí no era real? ―preguntó Nessie
por mí en voz alta.
―Mi marioneta llevaba parte de mi magia negra, una parte de mí, eso hacía
que el proceso de invertir la profecía sirviera igualmente ―reveló al final.
Ni siquiera le contestó. Se limitó a hacerle una señal con la mano para que se
apartase hacia atrás y a pasarle su capa. Ella obedeció sin rechistar. La momia
canosa resopló con disgusto.
Parecía más enfadado por tener que tomarse las molestias de deshacerse de su
capa y tener que pelear, que por la lucha. El que no se movió fue el
adormilado, que siguió durmiendo su siesta particular.
Y, entonces, como había pasado cuando comenzó la otra batalla, todo estalló.
145
Los magos se pusieron a lanzarse chorros de energía negra los unos a los
otros. Parecían enormes manguerazos de petróleo, de veras, jamás había visto
cosa igual. Los chorros de los magos de Aro chocaban contra las burbujas de
color violeta de esos desgraciados de Nikoláy, Ruslán y Razvan, estallando
en miles de lucecitas y chispas oscuras, y no llegaban a alcanzarles. Por
primera vez en mi vida deseé que el bando de Aro ganase, con todas mis
fuerzas. Sí, vale, lo sé, no dejaban de ser los asquerosos y decrépitos Vulturis,
pero esos tres búlgaros le habían hecho tanto daño a mi ángel, que me
resultaba imposible no desearlo. Me daba igual, con tal de que desaparecieran
del mapa. Aunque, pensándolo bien, me sentiría muchísimo mejor si fuera yo
el que los aniquilase. Mierda.
Esa momia canosa de Cayo se abalanzó sobre Vladimir con una habilidad
increíble, la verdad, tenía que reconocerlo, sin embargo, cuando Stefan iba a
por Aro, este le esquivó con unos reflejos puramente sobrenaturales y prefirió
arrojarse contra el barbudo de Nikoláy.
Nikoláy desvió su chorro azabache hacia ese chiflado de Aro, pero, para mi
asombro de nuevo, chocó con algo y, como había sucedido antes con mi
elipse brillante y la Pitufina, esa energía negra se repartió a su alrededor, sin
llegar a tocarle. Aro no se detuvo y chocó con la burbuja de Nikoláy, pero no
pareció darle más importancia. Cayó hacia atrás, de pie, con una elegancia
digna de un bailarín, y levantó su tísica mano.
Uno de sus magos dejó su puesto y voló junto a él a la vez que los otros
cuatro continuaban con su enfrentamiento con Ruslán y ese malnacido de
Razvan, que seguía mirándome de vez en cuando, el muy hijo de perra.
146
El encapuchado utilizaba su particular látigo contra Demetri, que era
enganchado por este y arrojado una y otra vez contra el suelo y los troncos de
los árboles, los cuales acababan destrozados entre los potentes restallidos de
la madera, pero el rastreador era muy rápido, sinceramente. En cuanto su
cuerpo hacía contacto con el terreno o el recién astillado tronco, se levantaba
y regresaba para luchar.
Mientras toda esta locura pasaba a nuestro alrededor, una voz nos sobresaltó
aún más.
Sus ojos me mostraban cómo mis lobos corrían tras ellos, pero los gigantes
también eran muy rápidos. Parecía mentira, con ese tamaño.
¡Atenta, Nessie!, le dije, tensando los músculos de mis patas por si tenía que
saltar.
Y así fue.
La guardia Vulturis que nos rodeaba se dispersó como si una gota de agua
hubiera impactado en aceite frío. Todos a la vez dejaron de ser una sola
entidad para ser contendientes individuales y con autonomía propia. Mejor.
Por fin Nessie y yo podíamos movernos con más libertad.
¡No!
Pero ya no pude decir más. Esa masa de carne enorme se arrojó sobre mí a la
vez que la vampiro lo hacía sobre mi chica. Esquivé su fuerte y rápido
embiste y me di la vuelta para recibirle de nuevo, sin quitarle ojo a Nessie.
Iba a ampliar mi círculo protector un poco más para que la cubriese, pero
Nessie también era muy ágil, y de un elevado salto se zafó de esa sanguijuela,
aunque pronto aterrizó en el suelo y se puso a fintar con ella.
Genial. Ahora esa chupasangres estaba entre los dos y ya no podía llevar mi
barrera hacia Nessie. Sí, vale, sabía que era muy buena luchadora, pero, aun
así, no podía evitar estar pendiente de ella, era inevitable.
147
Sí, mierda, tenía que reconocerlo. En eso tenía razón, la pulsera le protegía,
pero, aun así, seguía sin estarlo de los ataques físicos.
¡Arg! Odiaba esto, lo odiaba, porque solo imaginarme que a ella le pasara
algo me ponía enfermo, pero no me quedaba más remedio que confiar en ella
y en su saber luchar. No entendía por qué se empeñaba en pelear, podía
quedarse dentro de mi burbuja tranquilamente, bajo mi seguridad y
protección, pero, mierda, también tenía que respetar su decisión. Y, sí, vale,
ella era mi alma gemela, se parecía bastante a mí. La verdad, sinceramente,
no me imaginaba a mí quedándome quieto en medio de una batalla, viendo
cómo los demás luchan, así que yo hubiera hecho lo mismo.
Genial.
Resollé por las napias, rindiéndome a lo inevitable. Sí, era buena luchando,
muy buena.
Está bien, pero procura estar lo más cerca de mí posible. Y si ves que no
puedes vencer, no te empeñes en hacerlo, regresa a mi barrera enseguida, ¿de
acuerdo?
Su sonrisa delataba la excitación que sentía por dentro con esto de pelear. En
fin, yo entendía muy bien esa excitación, así que no tenía nada que decir. Eso
sí, tenía que estar muy atento para protegerla. Y sobre todo había una persona
en todo este barullo que era el que más me preocupaba: Razvan. No podía
olvidar que ese malnacido era un mago, podía bloquear la pulsera de Nessie o
algo con algún truco sucio, o con la ayuda de los otros dos búlgaros, quién
sabe. Ya se la había llevado una vez, y podía aprovechar todo este jaleo para
intentarlo una segunda, aunque esta vez no iba a poder hacer ni eso, vamos,
porque no se lo iba a permitir, jamás.
Céntrate, me cortó Nessie, que volvía a fintar con esa vampiro que ya
empezaba a estar desquiciada por no poder con ella.
Otro cantar eran los Cullen. Para protegerles, fuera el don que fuera, tenía que
llevar mi elipse atacante o mi círculo protector hacia ellos.
―¡Sí, eso! ―siguió Helen, que medio peleaba con otro gigante, junto a
Ryam. No se defendían mal, la verdad, para ser la primera vez que luchaban
en una batalla, lo hacían bastante bien―. ¡Ya estábamos histéricos!
Pero, mierda, esta elipse era realmente difícil de manejar, todavía no era
capaz de controlarla del todo. Esto no era como coger algo con las manos o
destrozarlo con las fauces, qué va, aquí había que usar la mente para
manejarla, y eso era muy difícil para mí, no siempre se me daba como se me
tenía que dar. Hace un momento lo había hecho bien y había sido capaz de
llevarla hacia la rubia enana, pero ahora la elipse se me escurría como un
cubito de hielo en las manos. ¡Maldita sea!
―¡Quitaos del medio! ―rugió, dando puñetazos ciegos que ellos esquivaban
de milagro.
¡Jake haz algo!, me rogó Nessie, horrorizada, al tiempo que luchaba con esa
mujer vampiro.
Entonces, por fin pude manejar la elipse. Ahora conseguí agarrarla, ya no era
un cubito de hielo, así que la dirigí hacia Rosalie inmediatamente, para que
impactase en los rayos rojos de esa repulsiva enana. Estos se desintegraron al
tacto con mi poder espiritual y Rosalie dejó de retorcerse y de proferir esos
estremecedores gritos que te ponían el pelo de punta.
Esta vez mi elipse se dejaba controlar, así que la dirigí fácilmente y los rayos
se estamparon contra ella, fundiéndose inmediatamente.
¡Maldita sea! Eran dos cosas a la vez. De pronto, se me ocurrió una cosa. No
sabía si iba a funcionar, pero tenía que intentarlo.
¡Uf! Esto iba a ser complicado. Si no podía manejar una, dos ni te cuento. Y
así fue. En cuanto la elipse pasó a ser dos, todo se me fue al garete. Las
elipses volvieron a escurrírseme, resbalando de aquí para allá sin control, una
hacia un lado y la otra hacia otro, ambas totalmente a su bola.
Maldita la hora en que se ocurrió la brillante idea de dividirla. Menos mal que
todavía podía manejarlas lo justo para que no tocasen a ninguno de los
Cullen, Ryam o Helen. Eso sí, tuve la suerte de que la Pitufina no se enteraba
de nada de esto, por supuesto, y al ver que su ataque no había surtido efecto
en Esme, cambió de víctima, esta vez, un gigante que se abalanzó sobre ella.
¿Qué?
¡El centro de las elipses eres tú! ¡No las manejes tirando de ellas por fuera,
eso las desestabiliza!
¡El centro es lo único estático de las elipses, tú eres quien las retiene desde el
núcleo! ¡Muévelas desde el centro, como si fuese un hula hoop!
¿Un hula hoop? Guay, ahora tenía que jugar con un hula hoop, cosa que no
había hecho en mi 149
vida.
Alec se preparó desde su montículo y lanzó una bola rápida con esos ojos
rojos, potente como un meteorito. Me preparé para batearla, sujetando las dos
elipses desde su centro. Entonces, tal y como había supuesto Nessie, me fue
mucho más fácil manejarlas.
¡Ja! ¡Esto era genial! Y encima podía controlar las dos a la vez.
Todavía no era un crack en esto, claro, me quedaba mucho por aprender, pero
fui capaz de hacer que una de las elipses interceptara el rayo láser azul del
Pitufo, logrando que su ataque se quedase a las puertas.
Ese Alec se quedó sorprendido al principio al ver que sus rayos no habían
hecho efecto en Doc, pero apretó los dientes con rabia al percatarse de que
había sido yo el que los había bloqueado. Su asqueroso vaho me mostraba
algo de miedo, pero también la impotencia y frustración por no poder hacer
nada contra mí.
Esa arrogante rubia canija ya se había librado de ese gigante y ahora iba a por
Em.
¡Ni hablar!, exclamé, tengo que reconocer que un poco pagado de mí mismo
ante este nuevo descubrimiento.
Ahora las elipses iban y venían a mi antojo. Bueno, vale, casi, porque aún era
muy inexperto.
Guau.
Ya lo veo, ya.
Los magos continuaban con esa absurda y estúpida lucha de chorros de magia
negra, y Aro seguía observando la contienda entre su mago y Nikoláy muy de
cerca. Cayo, por su parte, luchaba contra Stefan, que tampoco se defendía
nada mal, sinceramente. El rastreador ahora esquivaba los continuos latigazos
del encapuchado, pero este no se rendía. Bella mantenía su escudo extendido,
y Edward, Alice y Jasper permanecían a la espera de órdenes, tiesos como
robots. Daba una grima horrible.
Edward emitía sus ondas continuamente, pero estas chocaban con las barreras
de esos asquerosos de Nikoláy, Ruslán y Razvan, así como con las burbujas
emergentes de mis lobos y la mía. Pero sí que podía leerle las mentes al resto
de los Cullen y a Nessie, cuya pulsera no tenía erigida su burbuja, ya que ella
quería luchar cuerpo a cuerpo. Lo bueno es que estaba muy ocupado
chivándole las jugadas planeadas por el encapuchado a Demetri, por eso el
último podía esquivar los ataques del búlgaro.
El gigante que luchaba conmigo tampoco se rendía, maldita sea. Y era una
pelea inútil, empezaba a sentirme frustrado, me sentía como un auténtico
idiota, porque era imposible terminar 150
con él. Le arrancabas un brazo, y este le salía como una seta. Le destrozabas
la pierna, y esta se regeneraba con rapidez. Además, carecían de sentimientos
totalmente, eso hacía que ni siquiera se distrajeran cuando conseguías
desmembrarle. Y, para colmo, no podía arrancarle la cabeza, su alma me lo
decía continuamente.
¿acaso querían algo de mí? ¿Pero qué? ¿Qué era lo que me pedían?
Mierda. Ese enano de Alec preparó uno de sus disparos, apuntando a Esme
sin cuartel.
Sin pensármelo dos veces, llevé una de mis elipses hacia allí. Pero, entonces,
algo repentino y desastroso pasó, haciendo que todos nos congelásemos por
un instante.
Sí, maldita sea, ¡maldita sea! Yo seguía siendo inexperto y, sin poder hacer
nada para remediarlo, la elipse se me fue, se me resbaló, y no pude
controlarla a tiempo. Ante mis atónitos y horrorizados ojos, vi cómo la elipse
daba un giro totalmente inesperado y se dirigía hacia Alice, impactando de
lleno sobre ella.
No, esto no podía estar pasándome, no podía haber… matado a Alice… No…
151
No fui el único que sentí ese latigazo desgarrador lleno de dolor. Pude sentir
el congelamiento de cada corazón vivo, el estupor y espanto de cada uno de
mis lobos, el horror y la conmoción de los cuatro Cullen no hipnotizados,
Ryam y Helen, que ya parecían imaginar por qué Nessie había gritado de ese
modo al mirar a Alice… Pero el hondo y súbito dolor de Nessie se me clavó
en lo más profundo de mi ser, fue un cataclismo para mí, un puñetazo, una
bomba que estalló en mi corazón, haciendo que este se desintegrase
completamente, llevándoselo todo por delante.
Ella… ella iba a odiarme por esto… Nunca podría volver a mirarle a la
cara… ¿Cómo iba a hacerlo? Yo mismo empezaba a odiarme…
Pero, de pronto, esa parálisis que solo duró un segundo y que me pareció
eterna se rompió cuando vimos cómo mi elipse no desintegraba a Alice, sino
que la recorría entera, de la cabeza a los pies, compatibilizándose
perfectamente con su alma dorada.
Mis ojos se abrieron como platos, pero la negrura que lo cubría todo también
desapareció con la misma rapidez.
Me alegré de ver esos iris con su habitual color ambarino, porque eso
significaba que seguían con la abstinencia de tomar sangre humana.
―¡Eres genial, Jake! ―clamó Emmett, dándole otro puñetazo a uno de sus
contendientes para celebrar mi tanto.
Pero, entonces, algo frío, espeluznante y maléfico hizo que mi alegría bajara
en picado y que mis pupilas se fueran automáticamente hacia ese medallón
que colgaba del cuello del mago barbudo. Un rayo gélido atravesó mi cerebro
y salió por mi cola cuando vi cómo ese ojo escarlata se entrecerraba para
mirarme con un odio que me disparó un balazo a bocajarro. Me dio tal
escalofrío, que toda la pelambrera de mi lomo se puso de punta.
Jake…, murmuró Nessie con temor al ver lo mismo que yo, aferrando su
mano a mi pelambrera.
Tranquila, le calmé.
Sin embargo, ese maldito y malvado ojo no fue el único que me miró con
inquina. El malnacido 152
¡Ups! Menos mal que eso en un vampiro tenía remedio, que si no…
Aro rechinó los dientes al ver la situación y volvió a levantar esa mano seca.
Mis lobos, Ryam, Helen y los Cullen que no estaban hipnotizados estaban
consiguiendo echar a todos los intrusos hacia el otro lado, de modo que esta
zona de la batalla estaba quedando despejada, creando una zona de seguridad
para nuestro bando. Los gigantes seguían luchando con nosotros, pero,
inconscientemente, nos estaban ayudando, ya que también peleaban contra la
guardia Vulturis, así que, al echar a estos hacia atrás, la mayoría de los
gigantes también lo hacían para continuar combatiendo con ellos. Eso hacía
que mantuvieran ocupados a los chupasangres de Aro en la otra zona.
Emmett suspiró con alivio, y más cuando ambas se colocaron cerca de él,
aunque ese vejestorio chiflado volvió a alzar la mano para dar otra orden
muda.
Bella, que continuaba erigiendo su escudo protector para proteger a esa
momia dormilona, Edward, que parecía un robot parlanchín que chivaba
todos los movimientos de los que podía, y Jasper, que permanecía
completamente inmóvil, seguían hipnotizados.
Durante una fracción de segundo me pregunté por qué Alice no había sufrido
daño alguno con mi elipse, sino que había salido de su hipnosis, y mi tarro
cuestionó si sucedería lo mismo con los demás.
Entonces, me di cuenta de por qué había sucedido esto. La hipnosis era algo
que afectaba al cerebro, no era un hechizo o un conjuro, por eso yo no podía
verlo. Sin embargo, esa hipnosis estaba creada con magia negra, eso hacía
que sus ojos se hubieran vuelto rojos, pero mi poder espiritual era lo
suficientemente fuerte como para limpiar su mente de esa magia negra, como
para eliminar ese estado inconsciente de algún modo, y el hecho de que los
Cullen tuvieran unas almas limpias y buenas, doradas, hacía que mi poder
fuera totalmente compatible con ellos, de ahí que no les destruyese. Me
quedé asombrado por mi propio descubrimiento. Mi espíritu de Gran Lobo
era capaz de distinguir las almas buenas de las malas, eso ya lo sabía, pero,
además, las diferenciaba hasta el punto de saber a quién tenía que aniquilar y
a quién no. Guau. Esto cambiaba mi manera de usar mi poder totalmente,
porque ahora no tenía que andarme con chiquitas ni con miedo por si le daba
a uno de los Cullen. Ellos no se iban a desintegrar con mi elipse nunca. Y
Ryam y Helen tampoco, puesto que sus almas también eran brillantes y
doradas.
¡Genial!
No lo dudé, no ahora que ya sabía que a ellos no les hacía daño, sino que les
hacía salir de esa hipnosis.
¡Atento, Quil!, le avisé, ya que era el único que se acababa de librar de uno
de los gigantes.
¡Entendido!, comprendió al ver mi pensamiento, ya corriendo hacia allí.
153
Vale, vale.
Quil se interpuso en el camino del guardia Vulturis, iniciando una lucha con
él, y yo pude actuar a mis anchas.
Aceleré mi elipse y esta destruyó el escudo de Bella con facilidad, pero, justo
cuando se iba a insertar en su cuerpo, algo repentino chocó con mi poder
espiritual, desviándolo de su trayectoria con una brusquedad y violencia
inusitadas hasta para mí.
Un chorro de energía roja, tan roja como la sangre, se había estampado contra
mi elipse, impidiéndole llegar a su objetivo. Esto hizo que su centro se me
resbalara de nuevo y que la elipse se desbocase una vez más, aunque no tardé
en volver a sujetar su núcleo y a controlarla. Mi vista enseguida se giró hacia
el culpable de tal ataque, y me quedé de piedra.
Pensaba que era ese barbudo de Nikoláy, pero no. Para mi asombro y
desconcierto, era ese ojo maquiavélico y malvado del medallón. La energía
roja salía de su pupila, y lo hacía con una saña y un odio que me helaba. No
me lo podía creer.
Ese viejo chiflado de Aro abrió los ojos, pero no con un asombro negativo,
era más bien positivo, muy positivo. Su repugnante semblante de papel
cebolla era el puro retrato de la codicia, pero no me miraba a mí, observaba a
ese medallón con ganas. Entonces lo supe. Aro iba tras ese medallón, por eso
había hecho que su mago se enfrentase a Nikoláy, y ese colgante era el
causante de la magia negra que había hipnotizado a los Cullen.
Mientras seguía con su duelo particular, las pupilas del barbudo Nikoláy
también se desviaron hacia mí, pero estas me miraban con una sorpresa
rabiosa.
Ese repulsivo ojo no fue el único que se abrió del todo más que sorprendido,
el cual dejó de soltar esa energía, el mago barbudo no se podía creer lo que
acababa de ver.
Esa distracción y bajada de guardia fue suficiente como para que el mago de
Aro consiguiera hacer una fisura en la barrera violeta de Nikoláy, que se
rompió en mil pedazos. Aro no desaprovechó la oportunidad. Era lo que
estaba buscando y lo iba a conseguir. Se lanzó como un torpedo ultrasónico
hacia el búlgaro y con la mano en forma de garfio dio un zarpazo certero,
arrancándole ese medallón.
Sin embargo, fue lo único que le dio tiempo a hacer. Nikoláy no tuvo opción.
En cuanto el Vulturis se retiró con su presa, el mago de capa roja arrojó otro
de sus chorros negros. El búlgaro tuvo que erigir otra barrera con
precipitación para que la energía oscura no llegara a tocarle, eso sí, sus
dientes chirriaban tanto, que su rabia casi se podía escuchar de verdad.
154
―¡Aro, los Cullen! ―le avisó esa momia canosa, retirándose hacia atrás de
un salto.
Pero ese viejo decrépito estaba observando el medallón que tenía entre sus
manos con esa cara de loco perdido.
―¿Qué… está pasando? ―inquirió Bella con un hilo de voz cuando vio todo
este jaleo.
―¡Malditos! ―gruñó.
―¡Renesmee, cielo, ¿qué haces aquí?! ¡¿Y qué está pasando?! ―interrogó
Bella, asustada, al llegar a nuestro lado.
Entonces, cuando Jasper abrazó a Nessie, se dio cuenta de que le faltaba algo.
Ay.
―Los gigantes son manipulados por la magia negra de ese medallón ―siguió
Edward, que ahora podía oír nuestros pensamientos y, de paso, aclaraba las
cosas para el resto.
Odio decir esto, pero me alegro de verte y de tenerte aquí, le dije. Contigo
todo es más fácil. La comunicación y eso.
Ese viejo chiflado se colocó junto a los otros dos Vulturis, mientras Nikoláy,
Ruslán y ese bastardo de Razvan continuaban luchando con sus magos
particulares, una pugna que parecía no tener fin y que se veía desesperada
para esos tres desgraciados. El encapuchado parecía haberse dado cuenta de
alguna situación y permanecía alerta, agazapado.
magos eran bastante poderosos, pero ese medallón les proporcionaba mucho
más poder, y ahora no lo tenían.
Pero ya era demasiado tarde. Las tres neblinas atravesaron rápidamente sus
burbujas violetas como si nada, dejando atrás sus cuerpos petrificados, y se
fueron hacia la pupila del ojo del medallón a la velocidad de un viento
huracanado.
El medallón había reclamado lo que era suyo, esa magia negra extra que les
había prestado a esos tres patéticos magos. Ahora el colgante tenía otro dueño
y obedecía a su voluntad.
Nosotros tampoco podíamos escapar. La situación estaba más que clara: esto
se estaba poniendo muy chungo.
Los cinco poderosos magos de rojo no tardaron nada en actuar, lanzaron sus
chorros negros sin cuartel hacia esos desgraciados de Nikoláy, Ruslán y
Razvan, y resquebrajaron sus barreras como si fuesen simples cristales.
Sus vahos azulados llegaron hasta el cielo, sobrepasando las copas de los
árboles. Los tres gritaron con horror y mostraron hasta las cuencas de sus
blancos globos oculares cuando los chorros llegaron a ellos. Vale, me habían
robado mi venganza particular, pero podía servirme con esto. Sin embargo,
cuando mi labio lobuno estaba a punto de curvarse con una satisfacción un
tanto maléfica, sus gritos desgarradores de dolor se vieron repentinamente
interrumpidos.
De repente, el ojo del medallón escupió un rayo de color púrpura oscuro que
se extendió hacia ellos vertiginosamente en forma de abanico, siendo un hilo
desde la pupila y ensanchándose a medida que llegaba a ese trío y a sus
acompañantes inmóviles, hasta que cubrió a esos seis por completo.
Hijo de perra. Esto era lo que quería desde el principio. Hacerse con ese
medallón para enfrentarse a nosotros.
―No corras tanto, mi querido y valiente Emmett ―le respondió ese chiflado,
colgándose el medallón en su cuello―. La lucha tendrá lugar mañana, a las
doce del mediodía.
¡Idiota arrogante! ¡No tienes por qué darnos ventaja! ¡Luchemos aquí y
ahora!, rugí yo también, mostrándole mi poderosa dentadura con cólera.
156
157
―Jake, tranquilízate ―me rogó Nessie, agarrándome del brazo para que
parase de una maldita vez.
Sí, lo sé, lo sé, estaba histérico y tenía que relajarme, pero, ¿cómo iba a
hacerlo? Ahora los Vulturis contaban con su ejército de chupasangres llenos
de dones, otro ejército de gigantes inmortales, los cinco magos más
poderosos del mundo, otros tres que iban a hacer lo que Aro quisiese y un
medallón que desprendía esa maléfica magia negra por sus 360 grados. Sí,
como para relajarme, vamos.
―Todo saldrá bien, Jacob ―afirmó Edward, que, cómo no, estaba al tanto de
todo lo que pasaba por mi inquieto tarro―. Tú eres más poderoso que todo
eso junto, lo sé.
Él lo había visto a través de mí, así que no me viniera con cuentos ahora.
―Tú eres más poderoso que todo eso ―insistió, observándome con una
confianza y una respetabilidad que me sorprendió un poco.
―Claro que sí, eres el Gran Lobo ―secundó Nessie, poniéndose frente a
mí―. Y ya sabes lo que dice la profecía.
―Todos tenemos fe ciega en ti, tío ―declaró Seth―. Sabemos que eres
mucho más poderoso que todos esos chupasangres y magos juntos. ¿Verdad?
―les preguntó a los demás.
Genial. ¿Cómo iba a decirle que no? Eso la preocuparía aún más.
158
―¡Ni hablar! ―protestó, dejando caer los brazos a ambos lados con
enfado―. ¡Mi deber es ayudar a la manada!
―Rachel es lo primero para mí, pero ella está bien, está segura en La Push, y
yo estoy tranquilo por eso, no lo estaría si no fuera así ―me cortó, ahora un
poco más relajado―. En cambio la manada me necesita, tú me necesitas, y
no pienso fallaros. Además, como dijo Seth, confío en ti al cien por cien, sé
que saldremos de esta.
―¿Y tú, Sam? Emily y los niños te esperan en casa ―le dije.
―Venga ya, no seas tan muermo, Jacob ―resopló Leah―. Nos quedamos y
punto.
Mi nariz dejó escapar un resollado inconforme. Si a alguno de ellos le pasara
algo… Si a los Cullen, si a Nessie le pasara algo…
―Tal vez lo mejor sería que todos aprovechásemos para pirarnos de aquí…
―pensé en voz alta.
Como había hecho en la celda, había soltado eso por la bocaza sin ni siquiera
mirarme. Seguía apoyado en ese árbol, observando algo a un lado como
quien no quiere la cosa. Idiota.
Imbécil. No era por mí por quien lo había dicho. Yo no quería huir como un
gallina, pero si yo me iba, el resto lo haría conmigo, ya no tendrían esa
estúpida excusa del honor para conmigo, el respeto y todo eso. Y sobre todo,
Nessie también se vendría conmigo, con lo cual estaría a salvo. En cambio, si
me quedaba, todos lo harían.
―Idiota. Si fuera por mí, ahora mismo estaríamos luchando con ellos
―afirmé, enfadado―.
―Yo no he dicho que quiera huir, solo era una ocurrencia ―dejé claro.
Esta se frotaba las sienes sin parar al tiempo que arrugaba ese menudo rostro
blanco como la cal.
―¿Y si llamamos a Ezequiel? ―se me ocurrió―. Tal vez él sepa algo sobre
ese medallón y pueda ayudarnos.
―Se nos han agotado las baterías del móvil ―dijo Bella, que mantenía su
mano amarrada a la de Edward―. Ninguno de nosotros dispone de teléfono.
―Yo tampoco tengo batería ―se unió Nessie, mordiéndose ese precioso
labio con preocupación.
―Como para venir a Volterra con el cargador, ¿verdad? ―rio Em.
Miré a mis hermanos de manada, los cuales hicieron unas negaciones con la
cabeza.
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―Pues no hay que salir de casa sin el móvil ―opinó Ryam, otra vez mirando
a no sé dónde.
―Creo que será mejor que cace algo. Es mejor que deje todas las reservas de
sangre posibles para la batalla.
Nessie tiró de mi mano y obligó a mis pies a que comenzasen a andar, sin
darle tregua a mis pensamientos.
Glups.
―Sí, vamos a cazar. ―Y me coloqué delante de mi chica para tirar yo de
ella.
Vaya, sí que tenía sed, porque tragaba como una loca. No sé cuánto tiempo
estuvimos así, pero en un santiamén dejó seco al ciervo y su cuerpo volvió a
ser cálido y medio humano. Su efluvio pasó de oler igual que el mío a
adquirir sus aromas de siempre, esa fragancia suya tan dulce que me
embriagaba por completo.
―¿Ya?
―Sí ―sonrió, palmeando su barriga.
Dejé libre una de sus manos y comenzamos a pasear por ese bosque
nocturno.
Las palabras de Nessie hicieron que regresase del infierno con rapidez.
Genial, Jake, ahora ella estaba más preocupada.
160
No quería preocuparla, pero estaba claro que mentirle a Nessie era misión
imposible. Para empezar, me conocía demasiado bien, como ella había dicho.
Su don me mostró justo lo que decían sus palabras. Ante ella se presentaba un
colosal lobo bermejo, fuerte, protector, poderoso…
No tiré tan fuerte de su mano, pero Nessie aprovechó ese pequeño empujón
para aferrar su brazo a mi cuello y arrimarse a mí. Notar su frente tan pegada
a la mía y la calidez de su cuerpo hizo que todo mi organismo se llenase de
ese chisporroteo de siempre, y mis manos se aferraron a su cintura
automáticamente. La energía empezó a fluir a nuestro alrededor, girando y
girando.
De pronto, me dio por pensar en algo, algo incipiente que azotó mi mente con
precipitación, algo que estaba ahí todo el tiempo. Y era una incertidumbre
demasiado intensa, demasiado. ¿Y si era la última vez que estábamos así? ¿Y
si no había más momentos como este? ¿Y si ya no había un mañana para
nosotros?
Caer en esto tan de repente fue como un disparo a bocajarro. Entonces, sentí
la urgente necesidad de tenerla entre mis brazos, de sentir su piel, de sentir su
calidez. Lo necesitaba.
Necesitaba amarla, acariciarla, besarla, entregarme a ella por última vez, pero
también necesitaba su calidez, su dulzura, su amor, en este momento tan frío,
sucio y devastador como era esta asquerosa guerra. Si mañana tenía que
morir, ella era mi último deseo.
Los dos unimos nuestros labios y comenzamos a besarnos con pasión. Fue
cuando supe que ella sentía lo mismo que yo: esta puede que fuese la última
vez que hiciéramos el amor. Eso hizo que mi determinación subiera hasta las
nubes. Ahora ya no dudaba ni un ápice, me entregaría a ella completamente,
entregándole mi alma, por última vez.
Bajé mis manos hasta su espalda más baja y la apreté contra mí con un
movimiento seguro y decidido. Ambos jadeamos con más fuerza.
Sus manos acariciaron mi torso como solo ellas sabían hacerlo, eso me ponía
a cien. Sí, yo era suyo, todo suyo, Nessie lo sabía. La energía subió de nivel y
se revolvió a nuestro alrededor, como un tornado. Sus sedosas y cálidas
palmas se deslizaban por toda mi piel, recorriendo cada uno de mis
estremecidos músculos, mientras nuestras bocas exhalaban el aliento y se
besaban sin descanso y nuestras lenguas se enredaban frenéticamente,
buscándose con auténtico fervor. ¡Uf!
Caminé hacia ella, obligándole a ir hacia atrás, hasta que su espalda se topó
con el tronco de un roble. Sus manos se despegaron de mi pecho cuando le
quité la chaqueta, para ayudarme a sacar sus brazos, y pasaron a acariciar mis
hombros y mi nuca después, entremezclándose con mi pelo; las mías se
fueron hacia los botones de su ceñida blusa para desabrocharla.
Esos botones eran bastante pequeños para mis dedazos, y eso me hacía ir más
despacio. Se la 161
hubiera abierto de un tirón, si no fuera porque esta blusa y esa chaqueta eran
la única ropa que tenía aquí para cubrir la parte superior de su cuerpo. Y la
chaqueta solamente tenía un lazo que se anudaba arriba, así que no me quedó
más remedio que ir botón a botón hasta que por fin conseguí desabrochársela.
Pero ya no perdí el tiempo. Una vez que le quité la blusa, ayudado por sus
brazos de nuevo, la despojé de su sujetador, desenganchando el cierre de su
espalda.
Metí la mano por el cabello de su nuca y empecé a besar todo su cuello. Sus
manos se perdían por mi pelo y mi espalda con frenesí y sus jadeos subieron
de intensidad, pero pasaron a ser gemidos en toda regla cuando mi boca y mi
lengua comenzaron a disfrutar de sus generosos pechos, que ya estaban
totalmente excitados. Sus piernas se abrieron y su cuerpo se frotó con el mío
para saciar un poco su deseo. Eso ya me volvió loco del todo.
No sé ni cómo pudimos, pero nos deshicimos del resto de su ropa. Todo cayó
al suelo y ella lo apartó a un lado, empujándolo con el pie. Mientras
seguíamos besándonos con locura, llevé mi mano más allá de su vientre y la
bajé del todo. Sus gemidos y movimientos me lo anunciaron, pero mis dedos
ratificaron que ya estaba más que preparada para recibirme.
Nessie desabrochó mi pantalón y consiguió bajármelo un poco. Me sentí muy
liberado con esto, ya no aguantaba más. Mis pantalones rozaron mis piernas
cuando se cayeron en la hierba del terreno.
Primero quería observarla bien, puede que fuera la última vez que la viera de
este modo, que viera su preciosa desnudez de diosa, que la viera así, entre
mis brazos. Deslicé la mano por su vientre, sin dejar de observar su cuerpo,
su luminosa piel de seda. Su boca volvió a jadear con intensidad, como la
mía, y subió de volumen cuando mi mano llegó a sus senos.
No podía dejar de sentirme el hombre más afortunado del mundo por poder
tenerla, por poder tocarla, acariciarla, como me había sentido cuando mis
dejos rozaron sus labios y su cuello por primera vez.
Acerqué mi rostro al suyo y la besé con toda mi alma, sabiendo que esta
quizá fuera la última vez que pudiera besarla de este modo. Sus labios
acompasaron a los míos, sintiendo lo mismo, y llevé mi mano a su sien para
acariciar su angelical rostro. Unas lágrimas brotaron por sus ojos cerrados y
se deslizaron por ambos lados de su cara, mojando las yemas de mis dedos.
Separé mi boca de la suya para hablar, algo preso de esta estúpida emoción,
pero solo dejé un centímetro entre nuestros labios.
―Tómame ya ―me suplicó con un estimulado susurro que rozó mis labios
con avidez.
No esperé más.
Mantuve nuestros labios juntos, no quería separarme de los suyos jamás. Ella
era lo que más amaba del mundo, todo lo que ansiaba, la deseaba hasta la
locura, ella era mi último deseo en este mundo. Sus mejillas empezaron a
encenderse mientras mi cuerpo se movía dentro del suyo a conciencia, y sus
estimulados jadeos y gemidos, ver cómo ella se estremecía de ese modo y
sentía ese placer por mí, me excitaban aún más, haciendo que la intensidad de
la energía que nos rodeaba fluyera con más pasión.
162
Me desprendí de ella un poco, pero no del todo, lo justo para sentir que parte
de mí todavía era suya. Eso la volvía loca, y a mí también. Sus ansiosas
manos bajaron hasta mi espalda más baja y sus dedos se clavaron en mi piel
para empujarme hacia dentro de nuevo. Cuando lo hice, ambos gemimos más
alto.
A partir de ahí, los dos perdimos la poca cordura que nos quedaba del todo y
el fuego se desató, envolviéndonos junto a esa energía mágica y frenética.
Una vez más, noté cómo esa energía frenética explotaba del todo y cómo mi
alma se unía a la suya, fundiéndose en una sola, volando juntas. Sentí cómo
todo su bajo vientre palpitaba, esos intensos y alocados espasmos y
convulsiones que también me apretaban a mí… Y entonces, ya me dejé llevar
del todo, entregándome a ella completamente. Gemimos en nuestros labios y
sus uñas se hundieron en la piel de mi espalda para que no me separase de
ella nunca, aunque mis dedos también se clavaron en sus caderas con furor.
Nos quedamos quietos, con los rostros y nuestros cuerpos aún unidos, con su
pecho pegado al mío. Nessie se encontraba sentada sobre mí. Su dulce y
cálido aliento todavía se mezclaba con el mío agitadamente, pero volví a
besarla. No me cansaba nunca, podía estar horas y horas así, besándola,
dejando que mis privilegiados labios rozasen a los suyos, tan sedosos y
dulces, dejando que la energía no se disipase jamás. Llevé mi espalda hacia
atrás, apoyándola en el tronco de ese árbol bajo el que estábamos, y ella me
acompañó para no dejar de besarme.
Ninguno de los dos quería que esto se terminase, ninguno quería parar, pero,
maldita sea, para nuestra desgracia la madrugada era más que incipiente, así
que ambos nos obligamos a despegar nuestros labios por primera vez en toda
la noche. Nos miramos a los ojos para comernos un poco más y terminamos
dándonos un beso corto. Pero acto seguido nos dimos otro. Y otro. Y otro. Y
otro…
―Nessie… ―susurré, curvando mi labio hacia arriba.
Y yo tampoco quería.
Esta vez sí que escuché mejor la suave melodía que todavía nos ofrecía ese
bosque oscuro.
También pude prestar atención al chapoteo de los peces que se atrevían a salir
a la superficie para zamparse algún mosquito, y a ese arrullo de las ranas, que
saltaban de hoja en hoja para terminar metiéndose en el agua. Pero en lo que
más se fijaron mis oídos fue en el latir de su corazón. Este latía tan cerca del
mío, podía sentir sus palpitaciones en mi pecho, mi propia piel vibraba con su
repiqueteo. Esta tranquilidad se sentía extraña en estas circunstancias. Parecía
increíble que dentro de unas pocas horas nos fuéramos a enfrentar a esa
guerra tan peligrosa.
Apoyé la cabeza en el tronco, cerré los ojos y tragué saliva. Dios, no quería
que este corazón dejase de latir nunca. Sin embargo, sabía que Nessie jamás
se iría de aquí sin mí, que quería luchar conmigo, a mi lado. Por un momento
se me pasó por la cabeza pedirle que se marchase si veía que la cosa se ponía
fea, pero iba a ser inútil decírselo. Ella jamás me abandonaría aquí. Pero
había una cosa que ella no podría evitar. Ella jamás me dejaría aquí, a no ser
que yo se lo ordenase.
Y eso es lo que iba a hacer. Nessie no podría desobedecer mi voz de Alfa, así
que se lo ordenaría. Le ordenaría que se alejase y que salvara su vida.
Despegué mi cabeza del árbol y la observé. Parecía muy a gusto entre mis
brazos, protegida.
Llevé una de mis manos a su frente y le quité los pelos de la misma para
despejarla.
163
―Dime.
―Sí ―reconocí.
―¿Crees que Razvan, Nikoláy y Ruslán podrían ser clones otra vez?
―cuestionó ahora.
―¿Cómo lo sabes? ―Su rostro subió para mirarme y yo bajé el mío para
hacer lo mismo.
―Claro, si no, ¿por qué Aro se iba a tomar tantas molestias en conseguirlo?
―le contesté, murmurando las palabras para que no sonasen tan
peligrosas―. Además, se puso muy contento cuando lo consiguió.
―Aro quiere llevarte a Volterra, y usará ese medallón. Tienes que tener
mucho cuidado ―me advirtió, incorporándose un poco para llevar sus manos
a mi rostro―. Jane me dijo que la intención de los Vulturis era atraparte.
―Creo que pretenden conseguirlo con ese medallón. ―Su voz tembló al
final de la frase.
Sonreí para calmarle, pero entonces, fue ella la que clavó esa mirada segura
en mí.
Aun así sonreí para agradecer sus intentos de ánimo y la besé en los labios
durante un breve instante. Sí, instante que se me hizo demasiado breve, todo
hay que decirlo.
Genial. Resultaba extraño que fuera ella la que me tuviera que animar a mí,
pero así era.
Sí, este momento era muy feliz. Una burbuja de felicidad en este fango de
barro en el que estábamos metidos hasta las cejas. No quise desperdiciar este
momento con malos pensamientos, así que decidí disfrutarlo al máximo.
164
Era una pena que esta noche se hubiese terminado tan pronto, al menos, a mí
me lo había parecido, vamos. No voy a negar que lo habíamos pasado de
fábula durante estas horas, había sido un oasis en el desierto, incluso había
repuesto fuerzas y me encontraba más centrado, pero el volver a la realidad
tan de repente era como si nos hubiesen echado encima un caldero de agua
helada, y yo no podía dejar de pensar en ese peligro que acechaba a Nessie y
a todos los demás.
Para colmo, ¡arg!, tenía una comedura de coco importante, no hacía más que
rallarme la cabeza con toda esa maldita lucha. Y lo peor es que Nessie
parecía estar igual que yo, y eso sí que no lo soportaba. Odiaba verla tan
preocupada.
Giró su rostro para que sus labios bebiesen un poco de los míos y ya nos
detuvimos.
Los dos nos obligamos a terminar ese beso que ya comenzaba a pasar al otro
lado de la frontera, ya sabes, esa línea que marca un paso más hacia lo
imparable y la locura total. Además, ya podía oler los efluvios de mis lobos,
esa pareja de gigantes y los Cullen. Todavía estaban bastante lejos, pero no
tanto como para que Edward no pudiese escanear nuestras mentes ya. Qué
rollo. Casi podía sentir sus dichosas ondas clavándose en mi cerebro, pero
esta vez en forma de flechas punzantes, aguijoneándome sin cuartel,
pinchándome como un pesado chinche. Sí, vale, estábamos casados y él ya no
podía decirnos nada, faltaría más, bueno, más bien me daba completamente
igual lo que él pensara, pero saber que podía radiografiarme la mente me
tocaba bastante las narices, la verdad, era realmente incómodo. Demonios, si
miraba a una mosca casi podía ver su cara dibujada, vigilándonos, era como
tener un espía clavado en el cogote todo el tiempo.
Tuve que tomar una buena bocanada de aire para reponerme de ese precioso
rostro que tenía 165
―Me parece genial ―sonrió ella también. Verla así era todo un bálsamo para
mí―. Siempre que pueda pegarme bien a ti y pueda ir sin casco para sentir el
aire en la cara.
Idiota…
―Qué, ¿te quedarán fuerzas para la batalla de hoy o tendremos que darte
oxígeno en mitad de la pelea? ―se burló Emmett, cómo no, dirigiéndose a
mí.
Idiota…
―Ahí tenéis algo para desayunar ―nos indicó Edward, que por supuesto,
todavía no se acostumbraba a ver ciertos pensamientos en mi cabeza sobre su
hija, por muy casados que estuviéramos, y ese careto tirante lo decía todo.
Sí, vale, tenía que reconocerlo, era verle a él, y las imágenes de nuestra
tórrida velada nocturna me venían solas a la cabeza, qué le iba a hacer. No es
que lo hiciera adrede, en serio, pero es que cuanto más trataba de ocultarle
esos recuerdos, resulta que surgían más.
Los restos del susodicho jabalí reposaban en un palo horizontal que estaba
apoyado en dos especies de patas que lo sujetaban sobre una fogata que
apenas ya tenía llamas.
Sin embargo, algo captó nuestra atención y Nessie y yo no nos movimos del
sitio.
Era Bella. Miraba a Alice con mucha atención y preocupación mientras esta
se frotaba las sienes sin parar.
―¿Dónde está? ¿La tienen esos rumanos? ¿Los Vulturis ahora? ―inquirí,
tenso.
―¿Y dónde está Renée ahora? ¿Sigue investigando? Porque si es así, ella
estará en peligro. ―La voz de Nessie se apagó cuando miró a Bella, cuyo
rostro era el reflejo puro y duro de la preocupación.
―Solo hice lo que tenía que hacer ―se defendió ella, elevando su barbilla
con petulancia―. Si no le hubiera roto las piernas a Phil, ella no hubiese
vuelto a Phoenix para cuidarle y seguiría husmeando por aquí. Ahora estará
una buena temporada ocupada.
―¿Le rompiste las dos piernas a ese pobre infeliz? ―le reproché, alzando las
dos cejas con asombro. Luego, chisté―. Menuda bestia.
166
―Ya, y creéis que puede deberse a que los Vulturis la vayan a descubrir y
ese maldito medallón interfiera, ¿no es eso? ―le dije.
Parecía estar estudiando si decir lo que tenía que decir o no, porque nos
observaba a Nessie y a mí con cautela. Eso hizo que la mano de mi chica se
tensase todavía más.
Edward miró a Bella. Ella se mordió el labio inferior, pero asintió para darle
su apoyo. Él nos miró de nuevo, resignado.
Nadie dijo nada. La tensión y preocupación eran tan evidentes, que casi
cortaban ese aire veraniego para volverlo gélido.
―Por supuesto ―secundó Seth con una amplia sonrisa―. Esos viejos no
tienen nada que hacer contra él.
―Seguro que Alice no puede ver bien a Renée por otro motivo ―declaró
Nessie, dirigiéndose a su madre para tranquilizarla―. A lo mejor es porque
nosotros estaremos cerca de ella.
―Podría ser ―cayó ella, un poco más esperanzada―. Sí, claro, no me había
dado cuenta. Jake es el Gran Lobo, y la profecía dice que él es invencible,
Alice ―le dijo a esta, y por primera vez, desde que habíamos llegado aquí, su
boca mostró una sonrisa.
Hala, ahora la otra. Genial…
167
―Podría ser, sí ―coincidió Alice, también algo más aliviada, aunque todavía
hablaba con un poco de prudencia, por si acaso―. Si Renée estuviera cerca
de Nessie y Jacob, o de alguno de los metamorfos, no podría ver su futuro
tampoco.
―Ya lo verás, mamá, todo saldrá bien ―le sonrió Nessie, ella hablándole
con confianza.
―Bien, ya que ha subido la moral de nuestra tropa, será mejor que pensemos
en alguna estrategia a seguir ―intervino Doc, hablando con esa mesura
suya―. ¿Alguien tiene alguna sugerencia?
―No sabemos si va a ser una lucha cuerpo a cuerpo o si va a ser una batalla
de magia y dones, eso dificulta mucho las cosas ―dijo Jasper.
―Bueno, si es una lucha cuerpo a cuerpo no creo que haya mucho que decir,
no nos quedará otra que pelear ―manifestó Sam―. El problema es que
seguramente será una combinación de las dos cosas.
―¿Quieres decir que ese viejo decrépito ya sabía que Nikoláy tenía ese
medallón? ―inquirí.
―Eso es lo que me dieron a entender los pocos pensamientos que pude verle
―asintió, bajando la cabeza una vez.
―Sí, en cambio, esa momia decrépita aprovechó esta estúpida guerra para
hacerse con él ―seguí yo―. El muy cretino planeó esto desde el principio.
No nos necesitaba para vencer a los rumanos espeluznantes, por mucho
ejército que tuviesen, eso está más que claro. Lo que no me entra en la sesera
es por qué nos chantajeó para que viniésemos aquí.
Así, su guardia y sus magos podrían hacer su trabajo con más facilidad.
―Y, de paso, para quitarnos del medio a todos ―deduje, siguiendo con sus
pesquisas―. Es evidente que somos todo un fastidio para él.
―Me alegro de que estéis de acuerdo en algo ―se fijó Nessie, sonriéndonos.
―Bueno, es que esto lo podría deducir hasta un crío de cinco años ―afirmé,
metiéndome la mano suelta en el bolsillo de mi pantalón al tiempo que
apoyaba mi trasero en el tronco de un árbol, sin soltar a Nessie.
―Sí, es un poco absurdo. Jake podría arruinar todos sus planes ―apoyó
Sam.
―Sin embargo, Aro secuestró a Jacob para que luchase en esta guerra
―siguió Edward, secundando los pensamientos de Doc y de Sam―. Le
chantajeó, aprovechando que Vladimir y Stefan nos tenían a nosotros, para
que no tuviera opción y viniese aquí.
Esta apretó mi mano con temor y yo entrelacé aún más nuestros dedos para
tranquilizarla.
168
―Qué raro que todo esto no lo dedujeras tú ―me soltó Ryam, usando ese
retintín que me sacaba de quicio―. Deducciones de niños de cinco años, sí,
claro.
Cretino…
―Tiene que ver con ese medallón ―afirmó Nessie con voz asustada,
pasando de nuestras estúpidas rencillas―. Aro quiere llevarse a Jake a
Volterra, Jane me lo dijo. Creo que pretende conseguirlo con la influencia del
medallón.
―El ojo del medallón no dejaba de mirarte ―recordó Nessie, y sus cuerdas
vocales temblaron al hacerlo―. Es como si quisiese algo de ti.
―Hey, nadie va a llevarme a ningún sitio, ¿vale? ―les calmé a las dos.
―Menuda fur…
―Aun así no deberías haberte marchado sola para pelear con ella ―insistió
Edward, interrumpiendo a su mujer.
―Jane me retaba todo el tiempo, tenía que ir; y la pulsera me protege todo el
tiempo, no soy tan tonta como para luchar con ella así como así ―se
defendió Nessie, que seguía muy enfadada―.
―Vaya, vaya, Jake. Las tienes loquitas por tus huesos, ¿eh? ―se mofó
Emmett.
169
―Tendremos que esperar para averiguar qué es lo que pretende Aro con todo
esto ―intervino Edward de nuevo, cortando a Leah.
―Como Edward ha dicho antes, yo también creo que comenzarán con una
batalla de magia ―afirmó Carlisle―. Aro utilizará a los magos, así como al
medallón, aunque no sabemos si lo hará conjuntamente o por separado.
Seguramente irá probando varias opciones, según las circunstancias. Así que,
Jacob ―me llamó. Yo le miré―, tendrás que intervenir tú en la mayor
medida posible desde el principio, no nos queda más remedio.
―Lo harás muy bien ―me animó Nessie, arrimándose a mí para darme un
beso corto en los labios que yo correspondí de buena gana, naturalmente.
―Bella.
―Tú encárgate de erigir tu barrera para que los ataques de los miembros que
disponen de dones no puedan surtir efecto. Eso hará que Jacob pueda
concentrarse mejor en su tarea de contrarrestar la magia de los magos y el
medallón.
―Los demás tendremos que estar preparados todo el tiempo, por si se inicia
una batalla cuerpo a cuerpo ―manifestó, soltando un suspiro nasal―. No se
me ocurre más, es lo único que podemos hacer, dadas las circunstancias. No
obstante, si alguien tiene alguna sugerencia que la diga, eso ayudará.
Observé a Nessie por el rabillo del ojo. Se la veía bastante confiada, aunque
parecía nerviosa.
Aun así, Nessie y yo conseguimos engullir algo. Eso sí, después nos
sentamos con el resto a esperar ese momento de la batalla final que parecía no
llegar nunca.
170
Sin embargo, era inevitable. Mi mente volvió a pensar en esa orden que haría
que ella se pusiese a salvo. Todavía no se había transformado, y yo me había
desconectado de la manada, así que aproveché ese momento de soledad para
fraguar la idea algo mejor.
Bueno, soledad era un decir, claro, cómo no…
Guay. Tenía que haber erigido mi círculo de luz brillante, para que no pudiera
escanearme la sesera. Ni siquiera me había fijado en sus dichosas ondas.
Nessie y Bella, la cual también estaba junto a él, con su mano aferrada a la
suya, le observaron durante un instante, aunque enseguida volvieron la vista
al frente, escudriñando el horizonte.
Sí, vale, ya sé que todos confiáis en mí al cien por cien y bla, bla, bla, pero yo
no las tengo todas conmigo, repliqué. Esa posibilidad existe, lo sabes, y no
quiero pillarme los dedos si resulta que después llega ese extremo. Por eso
tengo que planearlo bien.
Maldita sea, Edward, ¿y qué quieres que haga? ¿Que la deje morir aquí? Solo
pensar en eso hizo que todo mi cuerpo temblase.
Nada, cielo, le calmé, y acaricié su cara con la mía. Luego, disimulé, dándole
unos pequeños lametones en la mejilla para seguir hablando. No pienso
permitirlo, afirmé con determinación. Por supuesto solo lo haré si la cosa se
pone lo bastante fea como para que no salgamos de aquí con vida, no me
separaré de ella jamás, si no es por algo así. No me importa el precio que yo
tenga que pagar, pero ella tiene que vivir, dejé el rostro de Nessie y miré al
frente.
Sí, ambos sabíamos que eso sería muy doloroso para Nessie, puede que
nunca me perdonara que le hiciera algo así, que terminase odiándome por
obligarla a dejarme aquí para que ella se salvase. Pero los dos sabíamos lo
doloroso que sería esto para nosotros también. Yo tendría que dejarla
marchar, tendría que separarla de mí, tendría que ser la última vez de mi vida
que la viera, pero Edward tendría que ser partícipe de esta separación, él
tendría que colaborar para despojarla 171
de mí, y eso sería muy duro para él, porque Nessie tampoco se lo perdonaría,
y Edward lo sabía.
Sin embargo, sabía tan bien como yo que no nos quedaría más remedio que
hacerlo así, si queríamos salvar la vida de Nessie. Eso era lo más importante.
―Ya somos dos ―bisbiseó, tan bajito, que tuve que mover la oreja en su
dirección―. ¿Cuál es tu plan?
Si llega ese momento, huye con Bella y Nessie. Yo se lo ordenaré y ella no
podrá desobedecerme, aunque ya sabes que se resistirá. Quiero que no la
escuchéis. Por mucho que os duela, por mucho que os suplique, no se os
ocurra dar la vuelta, ¿vale? El resto nos quedaremos aquí para entretener a
esta chusma todo lo que nos sea posible y cubriros las espaldas.
Los ojos de Edward se fueron hacia mí y hacia el resto con dudas y ansiedad,
tanta, que Bella le miró extrañada.
No le des tantas vueltas al tarro, sabes que tiene que ser así. Y no te
preocupes por nosotros. Te prometo que haré todo lo que pueda para que
todos huyan de aquí. Además, te repito que esto solo será en caso extremo.
Se le veía en el careto que odiaba mentirle, pero de momento era mejor así.
Bella no parecía muy conforme, la verdad.
Dime, ¿cómo demonios hizo Rosalie para romperle las piernas a Phil?, le
pregunté.
―Fingió una… agresión por robo ―me reveló, dedicándole una mirada
reprochadora a la protagonista.
―Lo hice muy rápido ―alegó la Barbie―. Fue un golpe seco, prácticamente
ni se enteró.
―Le has roto los huesos de las piernas, Rose, créeme, se ha enterado de
sobra ―siguió Bella, bufando.
―Un momento ―le cortó Edward, alzando la mano para que todos nos
callásemos. Se hizo un mutismo en el que no se movió ni un hierbajo de
nuestros pies y patas―. Ya vienen ―anunció al cabo de un rato con una cara
tan larga que le llegaba al suelo.
Eché un vistazo general para ver el estado de nuestra extraña tropa y mi vista
se quedó fija cuando vi por el rabillo del ojo cómo Ryam cogía la mano de
Helen mientras la miraba con una mezcla de determinación y preocupación.
Seguro que nunca se habían cogido de la mano, porque ella se sorprendió y
giró el rostro para observarle.
No hizo falta que ella se lo dijera también, por supuesto, porque cuando se
abalanzó a sus brazos para besarle, las cosas quedaron muy claras, aunque era
más que evidente que Helen estaba loca por él desde siempre.
Ya era hora de que se lo dijese, opiné yo. Tan gallito para unas cosas y tan
cobardica para otras.
Bah.
Sí, maldita sea, lento, lentísimo. Era desesperante. Esa masa de capas que
fluctuaban con la brisa se acercaba a nosotros demasiado despacio, aunque
eso sirvió para que me fijase un poco mejor en sus filas.
Junto a ellos, a ambos lados, les flanqueaban los hermanos Pitufos, seguidos
por el resto de la guardia que gozaba de dones. Por detrás, en la segunda línea
de su formación, caminaban los cinco magos de rojo, acompañados por
Nikoláy, Ruslán, ese bastardo de Razvan, el encapuchado de negro y esos dos
espeluznantes rumanos. Todos estos seguían hipnotizados. Después ya se
repartía el resto de la guardia Vulturis, que se distribuía según la variedad
cromática de sus capas, y en último lugar los gigantes, cuyas almas colgantes
seguían aferradas a sus cuellos, agonizantes.
El aire venía hacia nosotros, así que el hedor a chupasangres se hizo muy
fuerte y empezó a quemarnos el tabique nasal. Suerte que ya estábamos más
que acostumbrados gracias a los vampiros nómadas que venían a visitarnos a
La Push, aunque eso no quitaba para que ese olor siguiera siendo
insoportable. Puaj. Bueno, todos excepto Nessie, que no estaba nada
acostumbrada a esto y, ahora que tenía nuestros instintos y conductas lupinas,
arrugó su adorable nariz con desagrado. Sí, vale, ya olíamos el efluvio de los
Cullen, pero vuelvo a repetir, ese olor había aumentado mucho con la
inminente presencia de los Vulturis y su séquito y se había vuelto realmente
insoportable, de veras.
No, revelé, muy seguro, volviéndome hacia delante de nuevo. El ojo del
medallón está fijo en mí, así que se mueve. Eso quiere decir que Aro no es un
clon, con lo cual el resto tampoco ; y todos los magos desprenden esos
asquerosos vahos de color gris oscuro, eso es su magia negra. Así que toda
esta chusma es la de verdad.
Todos asintieron.
173
Después de esperar otro rato, en el que Paul y Quil casi se vuelven tarados de
verdad ―parecía que tuviesen pulgas, no paraban de moverse―, los Vulturis
y todo su séquito de matones por fin llegaron para plantarse frente a nosotros.
No hubo ninguna orden, simplemente se detuvieron a unos cincuenta metros
de nosotros, manteniendo su formación.
Mis lobos no pudieron evitar mostrar sus dentaduras al tiempo que gruñían
sin cesar.
Chisté.
―Entonces no veo por qué ha de tener lugar una guerra entre nosotros
―litigó Doc, intentando evitar todo esto, como un último acto desesperado.
Yo ya no sabía lo que quería, la verdad. Por una parte me moría por luchar y
terminar con toda esta chusma de una vez por todas, aniquilarlos de la faz de
la Tierra, pero por otra lo único que quería era vivir en paz con Nessie, con
mi manada, en mi hogar, y sobre todo que ella no estuviera en peligro, salvar
nuestras vidas…
Respiré bien hondo para refrenar mis primeros impulsos. Muy, muy hondo.
Nessie era lo primero para mí.
―Es obvio. El Gran Lobo supone un grave y serio problema para nuestro
mundo ―declaró Aro, señalándome a mí con su tísica mano―. Y vosotros
estáis en su bando, es… desolador para mí, pero tengo que cumplir con mi
deber.
―No si se firma un tratado entre las dos partes ―soltó Carlisle de pronto.
Se notaba que él tampoco se esperaba esto, aunque sus cejas seguían sobre
sus párpados.
Jake, cálmate, intentó tranquilizarme Nessie. Puede que no sea tan mala idea.
Con eso, salvaríamos la vida.
―Me gustaría escuchar lo que tienes que decir de tu propia boca ―me pidió,
alzando el mentón con dureza―. Es decir, en tu forma humana, por supuesto.
El labio de la rubia canija se elevó un poco, con agrado, y noté la aún suave
vibración en el tórax de mi chica.
174
Dile que ni hablar, le pedí a Edward. No soy tan estúpido como para hacer
eso.
―Dice que prefiere seguir en su forma lobuna. Se siente más cómodo ―le
tradujo él.
―Se hará por escrito ―propuso Carlisle―. Se redactarán las condiciones del
tratado y se firmará por ambas partes.
Maldita sea. No sabía qué hacer. ¿Debía hacer ese tratado? ¿Debía
transformarme? ¿O era mejor empezar la guerra de una vez por todas, aunque
eso supusiera la muerte de algunos nosotros?
175
No, no, yo no quería tratados con esos fósiles decrépitos, maldita sea.
Además, no lo entendía.
Sabía que Doc lo estaba haciendo con toda su buena intención, que
seguramente era una última y desesperada salida a la vista, pero es que esto
apestaba por todas partes.
Miré a Edward por el rabillo del ojo y él correspondió mi mirada del mismo
modo. No pudo decirme nada, claro, pero su cara lo decía todo. Y era un no
rotundo. A Aro no podía verle la mente, por culpa de la dichosa escafandra
de Varick, pero con la momia canosa y el adormilado era otro cantar. El
dormido debía de tener la cabeza casi hueca, pero la mente de Cayo tenía que
estar gritando lo que ese medallón iba a hacerme si yo cambiaba de fase y
adoptaba mi vulnerable forma humana. Sí, claro, que iba a ser tan tonto como
para caer en esa trampa. Ni hablar.
Estaba claro como el agua: estos no querían tratos.
Yo digo que vayamos a por ellos ya, opinó Paul, hundiendo sus pezuñas en la
tierra una y otra vez, con ansiedad.
Diablos, acabemos con ellos de una maldita vez, Jake, dijo Leah.
Tú eres mucho más poderoso que ese ridículo medallón, afirmó Seth muy
seguro.
Las almas de esos gigantes te están avisando, por algo será, manifestó Isaac.
Los espíritus nunca mienten.
Estamos contigo a muerte, lo sabes, ratificó Sam, hablando con ese tono de
honorabilidad suyo.
¿Tú qué dices, Nessie?, le pregunté; su opinión era la que más me importaba.
Por una parte ese tratado estaría bien, quiero decir, que si ellos se
comprometieran de verdad, si fueran de fiar, todo se solucionaría, habló
finalmente. Pero tienes razón. El problema es que ellos no tienen pensado
aceptar ningún tratado ; y no son de fiar, las almas de esos gigantes ya lo
dicen todo. Creo que aprovecharían esto para tenderte una trampa. Nessie
giró su rostro hacia mí y me miró a los ojos con convicción. Hagas lo que
hagas, yo te apoyo al cien por cien, lo sabes. Pero creo que debemos luchar.
Sé que podemos ganarles. Como dijo Seth, tú eres más poderoso que ese
medallón, eres el Gran Lobo, y confío plenamente en ti y en tu poder
espiritual.
176
Mis pupilas se quedaron fijas en sus preciosos ojos durante un instante. Dios,
me hubiera lanzado a sus labios para arrearle un buen beso si no fuera porque
estaba en mi forma lobuna.
―Estoy con ella ―murmuró Edward, que no le quitaba ojo al panorama que
teníamos delante.
―¿Lo ves? ―le dijo ese loco de Aro a Carlisle―. No quiere tratado alguno.
―La guerra ―concluyó Aro, bajando el tono de su voz hasta que se volvió
extremadamente sombrío.
El repugnante labio de Aro bajó en picado. El ojo del medallón casi se cierra
del todo cuando vio lo que yo acababa de hacer. No le gustó nada de nada
perder este tanto.
Bella miró de reojo, sin comprender, aunque no fue la única. El resto de los
Cullen, Ryam y Helen hicieron lo mismo.
―Jacob acaba de destruir uno de los ataques del medallón ―explicó Edward.
Antes de que ese dichoso medallón me lanzara otra pedrada más, creé un
segundo círculo, el cual cubrió a mi barrera destructora de fuego. Este
segundo volvía a ser dorado y brillante. Vale, hora de usar mi hula hoop. Lo
estiré con facilidad y formé una elipse que, sin pensárselo dos veces, salió
disparada en dirección a Aro. La sujeté por el centro y la empujé con más
fuerza, por si así llegaba primero a ese viejo decrépito.
Sin embargo, mi elipse no llegó muy lejos. Como había pasado con la rubia
canija, mi poder espiritual se estampó de bruces con algo invisible y también
se repartió a su alrededor, igual que si de un cortafuegos se tratase.
¡Maldita sea! ¡¿Qué mierda era esa con la que chocaba?! No se veía ninguna
barrera.
Genial. Como tuviera locutor todo el tiempo, esto iba a ser todo un coñazo.
Estaba muy cabreado, la verdad, así que me dejé llevar un poco y dividí esa
elipse en dos. Como había hecho con la primera, las sujeté por el núcleo, y
comencé a dar bandazos con ellas a diestro y siniestro. Todavía no las
manejaba muy bien, pero algún que otro golpe conseguía llegar a mi objetivo,
solo que chocaba con esa estúpida barrera invisible o lo que diablos fuera y
no pasaba de ahí. ¡Mierda, mierda!
―¡El ataque se dirige hacia aquí! ―comunicó Edward, casi atropellando las
palabras.
Puede que ese cañonazo se deshiciera con mi barrera de fuego, pero prefería
no jugármela. Uní mis dos elipses en una y, manejándola desde el centro, la
lancé contra ese torpedo negro. Bueno, vale, mi elipse resbaló un momento,
pero enseguida conseguí domarla. La empujé con rabia y esta pegó un
acelerón.
Bueno, bueno, no os emocionéis, que aquí viene otra vez, les advertí al ver
cómo la energía negra venía a por nosotros de nuevo.
¡Buf, mierda!
El chorro azabache embestía a mi elipse una y otra vez con golpes fuertes y
contundentes, así que yo tuve que arreglármelas para contrarrestarlos,
golpeándolo también. Sujetaba a mi elipse desde su núcleo, pero aun así no
creas que era fácil manejarla, en serio, se resbalaba con mucha facilidad, y de
tanto en cuanto tenía que interponer mi elipse precipitadamente, con
urgencia.
Maldito… Pues iba a tener que esperar mucho, porque no tenía pensado
dejarme ganar.
Todo nuestro bando estaba en tensión. Todos, menos Nessie. Ella también
permanecía inmóvil, como el resto, pero con un matiz distinto. Nessie estaba
esperando con ganas y confianza el momento en que mi elipse hiriera de
muerte a ese asqueroso chorro negro. Eso me subió la moral hasta el cielo y
me llenó de una determinación nueva. Ella confiaba ciegamente en mí y yo
no pensaba defraudarla. Mi ángel, mi dulce ángel.
Justo en ese momento, Aro levantó su tísica mano. Entonces le llegó el turno
a Bella. Los diferentes miembros de la chusma que conformaban la guardia
de los Vulturis comenzaron a 178
utilizar sus estúpidos dones. ¡Ja! Como si así pudiesen hacer algo. Los rayos
de los Pitufos y la neblina de Chelsea se estamparon contra la fina y elástica
capa de acero líquido del escudo de Bella y no pudieron pasar de ahí. No
sabía por qué ese imbécil de Aro se empeñaba en usarlos, sabiendo que Bella
estaba preparada, pero, en fin, supongo que tenía que intentarlo.
Edward miró a su mujer con orgullo, pero también con una adoración que me
recordaba a la forma en la que me observaba Nessie a mí. En cambio, la
Pitufina entrecerró los ojos para clavarle una mirada de odio a Bella, tal era
así, que su vaho azulado por ese temor que trae el respeto al enemigo se
volvió rojo de repente.
¡Uf, me hirvió la sangre!
Los hermanos Pitufos y esa Chelsea cesaron en sus inútiles ataques al ver que
estos no tenían nada que hacer contra el indestructible escudo de mi amiga.
Eso hizo que me fijara en ese bastardo de Zhou. El muy cretino sonrió bajo
su capucha, amparado por toda la compañía que tenía a su alrededor, claro, el
muy cobarde, y se atrevió a transformar su asqueroso semblante en el de
Nessie, sosteniendo esa sonrisa arrogante que no casaba nada con el hermoso
rostro que imitaba.
Tenía razón. Así que, aunque me costó lo mío, pasé de ese bastardo y me
concentré en esa pelea que me traía entre manos.
¿qué te parece?
de él.
Esos viejos decrépitos de Aro y Cayo, más toda la chusma que les
acompañaba, excepto los hipnotizados, el adormilado, que seguía soñando, y
los gigantes, sonreían con una satisfacción maléfica. Malditos…
Tú eres más fuerte, aseguró Nessie con esa confianza que me llenaba de
oxígeno otra vez, solo que todavía no sabes usar bien tu poder.
¡¿Qué está haciendo?!, inquirió Embry ansiosamente al ver lo que esa tela
negra estaba haciendo sobre nosotros.
―¡¿Qué está pasando, Edward?! ―quiso saber Bella al ver nuestro evidente
nerviosismo.
Usé todo lo que pude de mis fuerzas y comencé a erigir otro círculo para
crear mi elipse.
―¡No, espera! ¡No hagas eso! ¡Está absorbiendo tu poder espiritual! ―me
advirtió Edward con frenetismo.
180
No podía creerlo.
Pero, ¡¿qué…?! ¡¿Qué demonios había pasado?! ¡¿Cómo que esa cosa estaba
absorbiendo mi poder espiritual?! ¡¿Por eso me encontraba tan débil?! Sí,
maldición, era como si esa tela negra me hubiera succionado la energía,
aunque ahora parecía que esa mierda había dejado de hacerlo.
¡Y una mierda! ¡Otra vez no! Esa barrera era lo único que nos quedaba.
Ni me lo pensé. Tenía pocas fuerzas, pero las suficientes como para crear mi
elipse. La erigí rápidamente y la lancé contra esa tela negra con ira. Como si
fuera un frisbee, mi círculo elíptico chocó con esa masa negra que estaba
pegada a nuestra burbuja protectora, haciendo que por fin se despegase y
saliera despedida hacia arriba, otra vez en forma de chorro azabache.
―Ahora este medallón está dotado de más poder ―siguió esa momia
chiflada, ignorando mis protestas por completo―, y gozará de más cuando
termine de absorber todo el poder espiritual del Gran Lobo.
No sé por qué, pero en ese momento me dio por fijarme en el semblante del
cinéfilo pelirrojo. No estaba grabando, ya que sus ojos rojos brillaban y se
veían despiertos, y, a diferencia del resto de la 181
―No estés tan seguro, Aro ―rebatió Edward con un semblante tan serio que
daba hasta miedo―. Nadie puede invertir ya la profecía, es mejor que os
rindáis.
¡Nosotros no somos los esclavos de nadie!, esta vez rugí más fuerte.
―Mi querido Emmett ―Aro hizo unas negaciones con la cabeza al tiempo
que fingía un repulsivo semblante tristón y me miraba a mí. Imbécil
arrogante―, siento tener que contradecirte, pero eso no será así. ―Por fin se
quedó quieto, pero para observar a Em, estudiándole con esa mirada
podrida―. Me gustaría tenerte a ti también entre mis filas. ―Se giró y miró a
su guardia, para, finalmente, volverse hacia él de nuevo―. Tú y Felix haríais
un buen dúo, sería una pena que desaprovechases esta oportunidad.
―El único dueto que yo quiero hacer con Felix es el de una pelea ―declaró
Emmett, dedicándole una mirada y una sonrisa socarrona al mencionado―.
No me interesa unirme a tu guardia.
Genial. Pues mi elipse cada vez pesaba más, cada vez me costaba más
manejarla, interceptar los embistes de este maldito chorro negro.
Pero ella me conocía demasiado bien, y, bueno, acababa de ver lo que pasaba
por mi tarro, como el resto.
Ese dichoso chorro negro se retiró hacia atrás, dándome un respiro. Pero solo
era momentáneo, claro, porque en cuanto el ojo carmesí del medallón lo
guardó, aspirándolo con velocidad, soltó otro de color rojo oscuro, como el
que me había lanzado ayer.
No es por excusarme, pero mis fuerzas no eran las más idóneas y me sentía
bastante fatigado, sinceramente, así que no fui capaz de soportar el embate de
ese torpedo rojo. Mi elipse salió disparada hacia atrás y se quedó dando
vueltas como si fuera una veleta vapuleada por un furioso 182
huracán.
¡Mierda!
Intenté agarrarla por el centro, pero la fuerza centrífuga de los giros era muy
fuerte y no había quién la sujetase.
¡Mierda, mierda!
―¡La barrera! ―gritó Edward para avisar al resto, haciendo que todos se
agazapasen como acto reflejo.
Este intentó erigir otra burbuja, pero le fue imposible. Por más que latía y se
esforzaba, no salía nada. Podía sentir su desesperación.
¡Nessie…!
Ese vejestorio chiflado y mohoso alzó su tísica mano, y con un paso firme y
súbito los cinco magos de rojo, más esos desgraciados e hipnotizados de
Nikoláy, Ruslán y Razvan, avanzaron para salir de su fila, con los brazos ya
levantados.
¡¿Y ahora qué?!, protestó Cheran.
Eso sí, la usaría hasta la muerte para proteger a Nessie, hasta que consiguiera
escapar.
Antes de que terminase de pronunciar la última vocal, todos los magos nos
lanzaron otros manguerazos negros.
¡Nessie…!
Sí, vale, otra vez se me quedó la orden en el gaznate, pero es que cuando vi
que los chorros se topaban con el escudo de Bella y no lo atravesaban, mi
mente se quedó muda de estupefacción.
―¡Cuidado! ¡Atrás! ―voceó Edward para avisar a Doc, Esme y Bella, que
se encontraban en la primera fila con nosotros, mientras agarraba a su mujer
de la cintura para apartarla.
―¡Sí, lo sé! ¡No veo esa magia negra, pero puedo sentirla en mi escudo!
―desveló mi amiga.
Esta vez esos magos no retiraron sus chorros cuando rebotaron contra el
escudo de Bella, sino que los muy estúpidos lo mantuvieron presionándolo,
de modo que la capa de acero líquido se 183
Intenté erigir ese círculo de luz brillante que luego se transformaba en elipse,
pero, ¡maldición!, era imposible. No tenía fuerzas ni para crear ese círculo,
estaba agotado. Sí, esa era la palabra: agotado, exhausto. Lo que quedaba de
mi poder espiritual pesaba muchísimo, era como intentar levantar una
tonelada de peso, y me sentía débil y cansado.
Ahora mismo ese medallón tenía todas las de ganar. No sabía cómo lo iba a
hacer, pero tenía que recuperar lo que me había robado. Sí, iba a hacerlo,
como fuera. Pero el problema es que, hasta que no recuperase lo que se había
llevado de mi poder espiritual, ese maldito medallón era invencible. ¡Mierda,
mierda, maldita sea!
Aun así, Bella pareció captar algo y sus cejas bajaron con extrañeza.
Sabes que no vamos a estar así mucho tiempo, rebatí, nervioso. El medallón
ya se está preparando para atacar, ¿no lo ves? Esos magos pronto dejarán de
perder el tiempo con Bella y le pasarán el relevo a ese maldito ojo. Y
entonces estaremos perdidos.
Esta iba a ser la última vez que vería su precioso rostro, la última vez que
vería sus dulces y adorables ojos… Traté de que esto no me afectase, si no,
no sería capaz ni de pensar.
Nessie…
¡No pienso irme de aquí sin ti!, me cortó ella con una mezcla de angustia y
rabia. ¡Me da igual que me lo ordenes! ¡No voy a marcharme!
Mierda. Sus mejillas empezaron a empaparse con las lágrimas que brotaron
de esos preciosos ojos, que ahora me miraban desesperados y con ese dolor
desgarrador.
Dios, esto iba a ser más difícil de lo que me temía, por no decir imposible. Mi
manada se empezó a agitar, hundiendo las pezuñas en la hierba una y otra vez
al tiempo que gimoteaba, y el resto de los Cullen, Ryam y Helen se miraban
los unos a los otros sin comprender nada.
¡Te quiero, no pienso dejarte aquí!, sollozó, apoyando su frente sobre la mía.
¡No me pidas que me vaya, no puedes hacerlo, no tienes derecho! ¡Prometí
estar a tu lado toda mi vida, en lo bueno y 184
¡Sabes que será así!, me contestó mi chica. Si tenemos que morir, quiero
hacerlo contigo, a tu lado. Esa sería la mejor muerte para mí. No me quites
ese privilegio.
¡Eso no es un privilegio!
¡Para mí lo es!, discutió, llorando más fuerte. ¡Tú nunca me dejarías aquí,
¿verdad?! ¡Pues yo no pienso abandonarte! ¡Jamás, ¿me oyes?! ¡Jamás!
¡Lucharé contra viento y marea para volver aquí, lo juro! ¡Te quiero! ¡Te
quiero!
Nessie tenía razón. Yo era el Gran Lobo, el Rey de los Lobos, ¿iba a dejar
que un estúpido medallón me venciese, por mucha magia que tuviese? Ni
hablar. Y Nessie estaba conmigo, nadie podría ganarme teniéndole a ella a mi
lado.
Sí, todavía me sentía algo débil, pero ya notaba esa nueva energía fluyendo
en mí. Las cosas iban a cambiar.
Terminemos con esto de una maldita vez, ¿qué os parece?, les dije.
―Vamos allá, chicos ―habló Edward para los demás, que adoptaron unas
posturas defensivas, por si acaso.
palabras, Aro levantó su mano. Los magos dejaron de soltar sus inútiles
manguerazos, dándole una tregua al escudo de Bella, y se retiraron hacia atrás
con rapidez, dejándole paso al medallón.
El chorro rojo había adquirido mucha más velocidad, ¡mierda! Ahora era un
maldito misil que apenas era perceptible para la vista, ni siquiera para la de
un vampiro.
Entonces, mis ansiosos ojos se abrieron como platos cuando pude ver contra
quién estaba a punto de chocar.
186
cuento
Clavé las patas en la hierba y me impulsé con cólera, saltando hacia allí a la
vez que creaba mi elipse para lanzarla hacia ese maldito misil rojo.
Pero a ninguno de los dos le dio tiempo a despegarse del suelo. Yo había
saltado antes y llegué primero.
Ese maldito misil rojo se estampó contra mí sin cuartel cuando lo intercepté
en pleno vuelo, golpeándome en todo el costado. Tuve algo de suerte y el
círculo brillante que tenía preparado para hacer mi elipse, y que ya me había
cubierto, amortiguó un poco el embiste y el poder de ese chorro
sanguinolento, pero, aun así, mi círculo seguía siendo algo débil y el impacto
sobre mis costillas fue tremendo.
El crujido de mi costillar no fue lo que más me dolió. Lo peor fue la
quemazón de ese cañonazo lleno de magia negra que consiguió traspasar mi
círculo y se internó dentro de mis entrañas. Mi esfera lo expulsó enseguida,
haciendo que ese misil saliera despedido hacia fuera, pero fue demasiado
tarde, sus efectos no se hicieron esperar. Lo sentí incrustándose con saña en
mi organismo, carcomiéndome con voracidad, quemándome como si me
recorriese un corrosivo ácido.
¡Mierda! ¡Dolía mucho! Tanto, que no pude evitar gemir mientras caía en el
suelo y me arrastraba varios metros.
―¡JAKE! ―gritó Nessie otra vez, entre lágrimas, zafándose de los brazos de
Edward.
Corrió hacia mí y dejó caer las rodillas en la hierba para abrazarme, aunque
Edward y Bella también se acercaron. Toda mi manada se apresuró a
rodearme para protegerme, lloriqueando, mientras el resto se tuvo que quedar
en su puesto sin remedio, por si había otro ataque.
¡No!, lloró Nessie con rabia al ver mis pensamientos mientras sus manos se
afanaban en acariciarme. ¡No puedes dejarme aquí, ¿me oyes?! ¡Todavía nos
quedan muchas cosas por vivir!
Nessie…
―Parece que nuestro Gran Lobo está… derrotado ―afirmó Aro con una
sonrisa chulesca.
187
―Mi querido Emmett, me temo que en esta ocasión no se curará ―le rebatió
ese fósil, siguiendo con esa estúpida sonrisa―. El poder del medallón ya se
ha internado en él. Ahora está robándole su fuerza vital, célula a célula va
absorbiendo su poder espiritual, hasta que ya no le quede nada. Después, ese
poder regresará a su dueño, llevando su botín consigo, y este medallón será
invencible.
Y yo lo notaba, sí. ¡Mierda! Parecía que esa momia de Aro tenía razón. Cada
vez me sentía más debilitado, y ese ácido corrosivo que me recorría era
insoportable, ¡insoportable!
―Por eso has montado todo esto, ¿no? ―le reprochó Edward―. Necesitabas
que Jacob gozara de todo su poder espiritual para que el medallón se lo
robase, así ese colgante sería aún más poderoso, invencible, y vuestro reino
estaría asegurado. Por eso no impediste su boda con mi hija.
Sabías que esa parte de la profecía se cumpliría y que Jacob desarrollaría todo
su poder espiritual.
Pero no ibas a permitir que la profecía se cumpliera del todo, por supuesto. Y
ahora has esperado el momento oportuno para robárselo.
―¿Y crees que te puedes llevar al Gran Lobo a Volterra? ¿De veras crees
eso? ―siguió Edward, enarcando una ceja con incredulidad.
―¿Y para qué quieres llevarte a Jacob? ―quiso saber Bella, que rechinaba
los dientes sin parar―. No entiendo por qué tu intención no es… matarle.
―Le costó soltar la palabra y la tuvo que escupir.
―Necesitas que esté vivo, ¿no es cierto? ―cayó Edward, sorprendido por su
propio descubrimiento―. Para que el poder espiritual de Jacob se mantenga
activo, necesitas que él esté vivo.
Mis lobos se agazaparon para rugirle con fuerza mientras sus mentes se
llenaban de todo tipo de insultos.
Nessie…, susurré.
Ese maldito de Aro desplegó otra sonrisa altiva y arrogante. Pero, de pronto,
su asqueroso labio cayó en picado.
serás la primera.
¡NOOO!
Sin que apenas nos diese tiempo a reaccionar, el espeluznante ojo del
medallón volvió a escupir un misil sanguinolento que se dirigió directamente
a por Nessie. Y esta vez solo contábamos con el escudo de Bella, el cual no
podía hacer nada para detenerlo. Ese cañonazo despiadado y cargado de
maldad se dirigía a ella con una saña increíble.
¡NESSIE, MI ÁNGEL!
Algo dentro de mí estalló con una furia incontrolada, bestial, salvaje. Daría
mi último soplo de vida por ella, me importaba una maldita mierda morir,
pero Nessie era intocable. ¡Ella era sagrada!
¡SAGRADA!
Sin saber cómo, empecé a sentir otra energía nueva, una energía cargada de
adrenalina que me recorrió entero y que explotó en lo más hondo de mis
entrañas de forma súbita e indomable. Sí, fue un Big Bang que se apoderó de
todo mi organismo, haciéndolo estallar, y que se llevó por delante a todos
esos gusanos que me estaban carcomiendo por dentro, purificándome al
instante. Mi convalecencia había terminado. Me puse en pie con rapidez para
proteger a mi ángel al tiempo que un brillo fulgurante y cegador radió de
todos los puntos de mi cuerpo cuando eso explosionó, envolviéndome con
una onda expansiva extremadamente luminosa que se extendió a la velocidad
de la mismísima luz.
La onda expansiva alcanzó al otro bando justo cuando los magos erigieron
una barrera entre todos, al mismo tiempo que mi onda evitaba que el chorro
sanguinolento llegara a Nessie.
Cretinos. Lo hicieron justo a tiempo, pero eso no sirvió para frenar la fuerza
de mi arremetida, que los tiró a todos hacia atrás, al suelo, Vulturis, guardia y
gigantes incluidos. Ja, fue divertido. Era como una partida de bolos, y yo
había hecho pleno.
Al mismo tiempo, ese maldito misil rojo, que a punto estuvo de rozar a mi
chica, se estampó en la membrana fulgurante que había radiado de mí en
forma de esa onda expansiva, pero esta vez no salió despedido hacia atrás,
sino que estalló al mínimo contacto con la onda y se prendió en una alta
llamarada que retrocedió hacia el medallón vertiginosamente, siguiendo la
estela que le llevaba a su origen, igual que si fuera una mecha.
Sí, ellos podían ver esa llama que se movía con rabia.
El ojo del medallón se abrió como un platillo volante al ver esto, sorprendido,
y cortó el ardiente chorro sanguinolento, evitando que el fuego le alcanzase,
aunque el propio Aro, que rechinó los dientes con prisas, giró sobre sí mismo
en la hierba, intentando evitar lo mismo. Maldito cobarde.
En cuanto la onda expansiva se fue, erigí una nueva barrera, cubriendo a todo
mi bando.
Jake…, susurró, emocionada, abrazándome otra vez. Lo sabía. Sabía que eras
mucho más 189
fuerte que ese medallón. Solamente tenías que encontrar esa fuerza en ti, ¿lo
ves?
Bueno, supongo que esto quería decir que estaba bien. Menos mal. Suspiré,
muy, muy aliviado.
Mi chica me sonrió y me dio un beso en la frente que fue tan tierno, que casi
se me olvida dónde estábamos.
Gracias, gracias.
Toda mi tropa hizo lo mismo, y los Cullen y nuestro par de gigantes nos
imitaron al vernos.
Entonces, supe que el medallón iba a utilizar esa parte de mi poder que me
había robado. No me preguntes cómo, pero lo supe.
La pupila de ese maléfico ojo soltó otro manguerazo, pero esta vez no era de
color rojo, sino que era anaranjado. Sí, era una mezcla de su poder y el mío.
Pero, para mi asombro, ese chorro pasó a ser una elipse, imitando a las mías.
Guay.
Esos viejos decrépitos de Aro y Cayo sonrieron con una satisfacción que me
sacaba de quicio, mientras que el adormilado volvió a su estúpido semblante
de siempre.
Esa elipse llevaba parte de mi poder espiritual y, en cierto modo, era un poco
compatible con todo lo que salía de mí, así que, ante nuestras atónitas
pupilas, esa elipse cortó la membrana de mi burbuja como si de una radial se
tratase y consiguió internarse en forma de chorro para atacar a Nessie.
¡NOOOO!
agacharse con precipitación para que su propio ataque no les arreara. Pena
que lo hicieron a tiempo. Mierda.
Sí, su espíritu, todo su espíritu. Su aura, su alma, era una loba de color
bermejo que relumbraba con ella, y cuando Nessie se enderezó y rugió con
cólera, la loba que llevaba dentro hizo lo mismo, mostrando al mundo su
coraje y fuerza.
Guau.
Ahora lo veía todo claro, ahora entendía tantas cosas. Ya lo decía la profecía:
ella será la fuerza que impulsa a su espíritu, ella será su guía y su luz, ella le
proporcionará poder, pues el poder espiritual del Gran Lobo estará forjado
con su profundo amor.
Sí, mi espíritu de Gran Lobo siempre la protegería a ella, siempre, y ese rayo
dorado que había salido de mí se había insertado dentro de ella para
despertarla, también. Pero ahora sentía algo nuevo que nunca había sentido.
Ahora me sentía pleno, completo, fuerte, poderoso. Nessie era la clave de mi
poder espiritual, ella era esa pieza que faltaba para que todo encajase justo
como debía.
Sí, ahora lo veía todo claro. Ella era el origen de mi poder espiritual, pues yo
vivía por ella, estaba en este mundo por ella, había nacido para ella, mi
espíritu había nacido para estar junto al suyo y se complementaba con el
suyo. Se complementaba. Mi espíritu se había ido a buscar al suyo para
completar todo el desarrollo de mi poder espiritual, porque ella era mi guía y
mi luz, Nessie era la fuente de mi poder gracias al inmenso amor que sentía
por ella, y mi espíritu necesitaba al suyo para que le diese más fuerzas.
Bueno, vale, estaba claro que ella no gozaba de poder. Sabía con absoluta
certeza que ese rayo dorado solo le había prestado parte de mi poder a Nessie
para que pudiese luchar hoy. Pero juntos seríamos invencibles.
Los que también se habían quedado patidifusos fueron esas momias y toda la
chusma que les acompañaba, incluidos el fósil dormido y ese asqueroso
medallón, ambos abrieron sus ojos como platos. Excepto los magos búlgaros,
esos dos rumanos y el encapuchado de negro, que tenían esas caras inertes e
inexpresivas que daban una grima que no veas, y los gigantes. Me extrañé al
ver a estos últimos. Por primera vez desde que había empezado toda esta
mierda, las almas colgantes de esos gigantes sonreían con esperanza. Eso sí,
no soltaban su cuerpo ni de coña.
Jake, soy una… loba, susurró Nessie sin poder creérselo. Bueno, mi alma,
quiero decir.
Ya te lo dije una vez, nena. Eres una loba encerrada en un cuerpo de vampiro.
191
Aun así, ese dichoso ojo se entrecerró para preparar otro de sus ataques.
192
Ahora tenía más visión que antes. Por fin veía qué era eso transparente y que
parecía inexistente que bloqueaba mis ataques, lo que había evitado que mi
elipse terminara con la Pitufina y con esos Vulturis al principio. Era una
barrera totalmente transparente, un escudo.
Bueno, totalmente no, porque ahora lo veía con claridad. Parecía un cristal
muy fino y delicado, pero, claro, no lo era, ni mucho menos. Como solía
pasar con los cristales de verdad cuando les pasas un trapo para limpiarlos,
tenía visos, eso me hacía ver el escudo perfectamente. Todas y cada una de
esas momias decrépitas y su séquito de desgraciados, excepto los gigantes y
esos bastardos de Nikoláy, Ruslán y Razvan, Vladimir, Stefan y el
encapuchado, tenían su cristal particular que les protegía de cuerpo entero. Y
todos esos cristales nacían de los magos rojos. Ellos creaban esos escudos.
Bien. Escucha, tenemos que atacar a los magos de rojo, le dije. No nos será
fácil. Ese medallón nos pondrá las cosas difíciles.
Ese potente manguerazo chocó con mi barrera y salió despedido hacia atrás.
El ojo recogió ese chorro y se entornó con más odio todavía. Esta vez el
desgraciado soltó todo su arsenal.
¡Sí!
En esta ocasión, la pupila no soltó ningún chorro, sino que escupió su rayo de
color púrpura oscuro, desplegándose hacia nosotros en forma de abanico,
como había hecho ayer con los tres magos búlgaros, el encapuchado y los
rumanos cuando les hipnotizó.
193
―¡Quiere absorber tu poder otra vez! ―se percató Alice―. ¡No puedo verlo,
pero puedo sentirlo!
Ella obedeció al instante y no hizo falta explicar más. Nessie podía ver mi
mente, podía ver mis planes, pero no era por esto. Nuestra sincronización casi
telepática era la clave, y ella sabía en todo momento lo que yo iba a hacer sin
que ni siquiera lo hubiera pensado.
Los dos erigimos un círculo de luz brillante que pronto convertimos en elipse.
Cada uno lanzó la suya hacia ese dichoso abanico, que ya se dirigía hacia la
barrera de nuevo; yo por la derecha, ella por la izquierda. Las elipses
interceptaron nuestro objetivo púrpura por los dos frentes, destruyendo los
dos lados del mismo.
Las elipses continuaron destrozando a su objetivo púrpura por los dos lados,
casi parecía que se lo comían, pero, maldita sea, el medallón sopló con fuerza
y el abanico volvió a desplegar sus alas con contundencia, haciendo que
nuestras elipses salieran despedidas.
Mierda. Las elipses giraban con mucha fuerza. Ah, pero no me rendí. Ahora
todo me resultaba claro y sencillo, fácil de comprender, así que controlé la
mía sin más problemas.
¡Arg! ¡Maldita sea, maldita sea! ¡Estaba más que harto de toda esta comedia!
¿Ese medallón quería mi poder? ¿Todo mi poder? ¡Pues que lo cogiera, a ver
si podía!
¡¿Lo quieres?! ¡Pues toma mi poder de una maldita vez, estúpido!, rugí con
furia.
―¡Sí, hazlo! ―me animó Edward, que estaba mirando a las almas colgantes
de los gigantes.
Eso hizo que me fijase en ellas. Claro, era eso. Esto es lo que habían estado
intentando decirme todo el tiempo. ¿Sería estúpido? Me estaban animando a
que lo hiciera, porque esto terminaría con su suplicio.
194
Nessie y yo soltamos lo que quedaba de las elipses y dejé que ese asqueroso
embudo terminase de aspirarlas. Pero ahí no terminó la cosa.
Y lo estaba porque mi poder espiritual estaba siendo aspirado por ese embudo
a pasos agigantados, pero en vez de debilitarme, yo no dejaba de generar más
poder. Cuanto más me era succionado, más poder espiritual nacía de mí. Sí,
lo sentía, lo notaba, mi espíritu de Gran Lobo se plantaba con supremacía y
contundencia frente a su adversario. Y tenía a Nessie a mi lado, mi espíritu y
el de ella iban de la mano.
Esa momia de Aro giró su repugnante careto para mirarle, casi diría que con
cierto reproche por osar a hablar sin su permiso, pero pronto se dio cuenta de
que algo iba mal y volvió la vista hacia ese estúpido medallón.
―¿Qué está pasando, Aro? ―quiso saber el fósil canoso, frunciendo ese
tupido ceño.
Una luz empezó a salir por la pequeña grieta del colgante, agrandándola más.
Entonces, ese patético y cobarde de Aro se percató de la situación. Asqueroso
viejo decrépito. Apretó la dentadura a la vez que se quitaba el medallón con
precipitación y lo lanzó a un lado justo a tiempo. Cretino.
El medallón explotó en el mismo aire, preso de una luz cegadora que salió de
él y que se extendió a todas partes. Lo último que se vio de ese maldito ojo
fue su expresión despavorida, incluso salió de él un vaho azul que llegó a las
nubes. Su codicia había terminado con él. ¡Sí, adiós!
Toda mi manada coreó unos aullidos al aire y los Cullen, Ryam y Helen
saltaron de alegría. En cambio las dos momias apretaron las dentaduras a la
vez y se miraron, desprendiendo algo de temor, mientras la tercera seguía
durmiendo la siesta.
Esa luz que había salido del medallón regresó a mí ipso facto, internándose
en mi cuerpo en forma de esa nube chispeante.
195
Bella no le escuchó, pero el movimiento de la cabeza del lobo hizo que ella
también se fijase, aunque no lo vio todo como nosotros. Ella solamente vio
cómo los gigantes adoptaban su forma humana de repente y cómo se
desplomaban en el suelo, uno a uno, desmayados y exhaustos, con sus ropas
raídas y rotas. Sí, las almas de esos hombres y mujeres habían dejado de ser
succionados por el más allá y habían podido regresar a sus cuerpos, por fin.
No llegó muy lejos. Daba igual lo poderosos que fueran esos magos y que
juntasen sus poderes.
Estaba mal que lo dijera, pero yo era mucho más poderoso que ellos, así que
ese ridículo misil se estampó contra mi barrera y no pasó de ahí.
Sin embargo, no me iba a conformar con eso. Ya estaba muy cansado de este
estúpido juego, así que calenté mi barrera hasta que se volvió de fuego. En
cuanto lo hizo, el manguerazo negro comenzó a arder y, como una mecha, se
propagó hacia atrás súbitamente, con unas llamaradas altas que vio todo el
mundo.
Pero si creían que había terminado, estaban muy equivocados. Ellos eran los
que creaban esos escudos de cristal que protegían a los Vulturis y a su
chusma. Si terminaba con ellos, se quedarían sin protección y ya serían míos.
Ahora, con mi poder espiritual completo, podía hacer muchas más cosas, y no
hacía falta ni que me plantease cómo hacerlas.
¡Vamos a por ellos, nena!, animé a mi chica.
Sin darles tiempo a pensar, creamos otras elipses, pero estas eran diferentes a
las demás. Estas elipses giraban y giraban sin parar, como una radial, y como
tal, eran cortantes. Las lanzamos contra ellos con saña y rapidez, las dos
volando juntas. Lo hicimos con mucha velocidad, pero esos malditos también
eran rápidos de reflejos y erigieron otro escudo transparente común.
―¡No! ―gritó uno de ellos, interponiendo sus brazos, como si así fuera a
hacer algo.
Pero ya era demasiado tarde para ellos. ¡Sí! Las elipses cortaron ese escudo
con facilidad, resquebrajándolo en miles de cristalitos, y mientras a ellos
solamente les daba tiempo a chillar como nenazas, las dos elipses les cortaron
la cabeza a los cinco a la vez.
Otro que rezumaba un vaho azul hasta el cielo, aunque no era el único, toda
su chusma estaba envuelta en una nube azul.
Las cinco cabezas rebotaron sobre la hierba con esas expresiones de horror.
Acto seguido, sus cuerpos las acompañaron, primero cayendo de rodillas y
después haciéndolo de bruces.
¡Genial!
―¡¿A qué esperáis?! ¡A por ellos! ―ordenó Aro cabreado a su guardia, que
se encontraba en un estado de shock.
―¡No, sabe muy bien lo que hace! ―le contradijo Jasper―. ¡No respondáis!
Pero mis lobos estaban ansiosos por luchar y cargarse a esa maldita chusma
de una vez por todas, y también salieron en busca de esos chupasangres.
197
Mi manada estaba fuera de la barrera, pero no tenían nada que temer. Sus
particulares burbujas emergentes salían de ellos siempre que era necesario,
así que por ese lado no había de qué preocuparse. Otra cosa es que en la lucha
física la guardia Vulturis también era buena, claro.
Menos mal.
¡¿Qué coño haces?!, protesté, clavando las patas en el terreno para frenar.
―Tienes que llamar a tus lobos ―me dijo él―. Esto es precisamente lo que
Aro quiere. Si nosotros nos mezclamos con ellos en una batalla, tú no podrás
usar tu poder para matarles a todos.
Dile que eso es lo que ese estúpido de Aro creerá, pero que mi poder
espiritual distingue perfectamente las almas buenas de las malas, y que solo
se cargará a las malas, le pedí a Nessie.
―Dice que eso es lo que ese estúpido de Aro creerá, pero que su poder
espiritual distingue perfectamente las almas buenas de las malas, así que
solamente se cargará a las malas ―le retransmitió ella.
―Eso es porque vuestras almas son doradas, son buenas ―le explicó Nessie.
―¿Y dejar que mis lobos se pierdan la fiesta? Ni hablar ―repitió Nessie para
ellos.
Eso, eso, justo lo que yo había dicho.
198
¡¿Qué era esto?! ¡¿Cómo que los Vulturis no debían morir?! ¡¿Pero es que se
habían vuelto locos o qué?! ¡¿Después de todo esto que nos habían hecho?!
¡Ni hablar!
―No quiero luchar contigo ―espetó, mirándome con una honorabilidad que
me dejó un poco fuera de combate.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Que no quería luchar conmigo? ¿Qué coño era esto?
Su vaho no me mostraba miedo, más bien era respeto, lo cual me dejó más
perplejo todavía.
Pero a mí me importaba una mierda. Iba a tener que luchar conmigo, quisiera
o no.
Bah, había muchos con los que luchar. Busqué otra presa y mis ojos pronto
dieron con una que tenía justo delante. Mira tú por dónde, era ese chino
bastardo, ese maldito de Zhou. Con las ganas que le tenía.
Le rugí con rabia en la misma cara nada más aterrizar delante de sus narices y
su patético vaho azulado ascendió hasta las nubes. El muy cretino rechinó los
dientes, intentando controlar su miedo, pero también intentó huir,
esquivándome. Maldito cobarde.
¡Y una mierda!
Sin pensármelo más ni perder más tiempo, erigí un círculo de luz brillante
que pronto calenté y se volvió de fuego, y lo envié directamente hacia ese
cretino impostor, lanzándolo rápidamente en su dirección.
Fue muy fácil, en serio. Mi elipse solamente tuvo que buscar su repugnante
alma malva e identificarla. En cuanto hizo esto, se arrojó a por ella sin
cuartel. Zhou intentó moverse en zigzag, pero no le sirvió de nada. Mi elipse
zigzagueó también y se estampó contra su alma con un movimiento
supersónico. Casi no le dio tiempo ni a chillar. En menos de un parpadeo su
alma estalló, y con ella, todo lo demás de su asqueroso cuerpo. ¡Sí, genial! Lo
único que aterrizó en el suelo fueron sus cenizas.
Entonces, recordé una manera más rápida y efectiva de terminar con todas
estas sanguijuelas, incluidos esos fósiles viejos, sin que ninguno de los
nuestros sufriera daño alguno. Podía terminar con todos nuestros enemigos de
una sola sentada. Eso sí, tendría que dejar vivo a ese grandullón de Felix,
para que Emmett se divirtiera un poco más con él, así no me lo echaría en
cara después.
Destruirlas.
¡Bingo!
Como había hecho con Zhou, solamente tenía que mandar a mi elipse en
busca de esas almas malvadas para destruirlas. ¡Qué fácil me resultaba ahora!
Y así lo hicieron. Ante la mirada atónita de todas esas sanguijuelas y esas tres
momias, mis lobos dejaron las peleas y saltaron repentinamente, rodeándolos
a todos, incluido ese Felix, para desagrado de Emmett. ¡Ups! Se me había
olvidado decirles que a ese no. Bueno, ahora ya estaba hecho.
Pero su guardia ya no pudo hacer nada, mis lobos también eran muy ágiles y
rápidos. Ahora estaban bajo nuestro control, nadie salía con vida de una
emboscada de lobos.
―He de reconocer que eres muy poderoso, nos has vencido ―admitió,
mirándome con esa sonrisa de loco mientras juntaba sus secas manos―.
Nunca antes habíamos perdido una batalla, es impresionante. Así que,
alegando a esa indulgencia de la que seguro gozarás, no nos queda más
remedio que rendirnos e implorarte compasión.
Maldito viejo cobarde. La momia canosa rechinó los dientes con resignación
y el adormilado ahora mantenía sus ojos muy abiertos, a la expectativa. Su
chusma no se creía lo que estaba oyendo, casi parecían un poco
decepcionados. Excepto el pelirrojo, que mantenía ese semblante de
honorabilidad al mirarme, como si siempre hubiera sabido que yo iba a ganar.
Sin perder más tiempo, erigí un círculo de luz brillante y lo transformé en uno
de fuego. Todo mi organismo estaba lleno de adrenalina y excitación, hasta
mi corazón se aceleró, ansioso. Sí, porque por fin iba a terminar con toda esta
basura, para siempre.
No hacía falta hablar para que entendieran el mensaje que iba a proclamar
ahora mismo a los cuatro vientos.
¡Moriréis todos, malditos chupasangres!, rugí con cólera, haciendo que todos
los ojos de rata que me rodeaban se abrieran como auténticos platos,
aterrorizados.
¡¿Qué dice?!, protestó Paul. ¡Termina con ellos de una maldita vez!
No me lo podía creer. ¿Pero qué les pasaba a estos ahora? ¿Cómo que no
podía matarlos?
¡No, mátalos!, gruñó Quil.
Jake, por favor, escucha a mi padre, me rogó mi chica, sujetándome por los
hombros.
Escucha, cielo, me imploró, mirándome con esos ojitos tan dulces capaces de
derretir los mismísimos polos. Guay. Sabes que hagas lo que hagas, yo te
apoyaré al cien por cien, pero Carlisle tiene razón. Por muy raro que parezca,
los Vulturis son totalmente necesarios en nuestro mundo.
Sé que esto es muy difícil para ti, pero si ellos no estuvieran todo se
descontrolaría, sería una locura.
Tiene razón, opinó Sam, para mi asombro. Son una escoria, pero tienen al
resto de chupasangres bajo control.
¡¿Pero qué estáis diciendo?!, se quejó Jared. ¡Da igual! ¡Después de todo lo
que nos han hecho, no podemos dejarles marchar así como así!
Por eso hay que hacer ese tratado, siguió el lobo negro.
―Si nos quieres matar, estás en tu derecho, pero has de tener en cuenta que
nuestras leyes son 201
muy necesarias ―intervino ese osado de Aro, juntando sus tísicas manos a
modo de negociación―.
―Aro, será mejor que no digas nada ―le tradujo Edward, como siempre,
sustituyendo mis palabras.
Este asintió con gesto serio e hizo una especie de reverencia. Imbécil. No sé a
qué estaba esperando para liquidarle…
Tienes que pensar en la tribu, pero también en los millones de humanos que
habitan el planeta, alegó Sam.
¡Pues yo digo que terminemos con ellos de una maldita vez!, declaró Leah.
―Oh, gracias ―le acompañó ese estúpido de Aro, juntando sus manos otra
vez.
―Por favor, Aro, si queréis seguir con vida te aconsejo que no vuelvas a
hablar más ―le avisó Edward, mirándole con una mirada que podría haberle
fulminado también.
¡No les quitéis ojo, ¿entendido?!, ordené a mis hermanos mientras me dirigía
a la zona arbolada para cambiar de fase. ¡Si alguno intenta escapar, matadle,
sea quien sea!
Entonces, cuando inicié la andadura hacia allí, me fijé en otra cosa que a
punto estuvo de rajarme el estómago, del ácido que emanó de este.
Pero mi vista también se fijó en esas personas que antes habían sido gigantes.
Después id al pueblo más cercano. Allí avisad a alguien para que vayan a
buscarles. No se os ocurra decirlo en persona, ¿vale? Llamad por teléfono a
los servicios de emergencia o algo así. Ya os aviso con lo que salga de aquí.
Podía ver en sus mentes las ganas que tenían de ver en qué terminaba esto,
pero alguien se tenía que encargar de esas personas, ¿no?
Así que mis dos lobos salieron de ese círculo que rodeaba a los Vulturis y su
chusma, círculo que fue cerrado a cal y canto otra vez por el resto de mi
manada, y yo me dirigí a los árboles para adoptar mi forma humana.
202
no me gusta!
Gruñí.
―Tranquilízate, Jacob, por favor ―me rogó Carlisle, dejando a Cheran para
acercarse a mí.
¡Después de todo lo que nos han hecho, ¿ahora me pedís que les perdone la
vida?!
Era de locos.
―Ya te lo hemos dicho, los Vulturis no deben morir ―me repitió Edward.
―¡Maldita sea, Edward, han intentado matar a Nessie, a todos nosotros! ―le
recordé, rabiado.
Los Vulturis son una institución, llevan muchos siglos reinando en nuestro
mundo, haciendo cumplir unas leyes que son completamente necesarias para
que los vampiros no se excedan. Si ellos muriesen, todo se convertiría en una
anarquía. La mayoría de vampiros no siguen nuestro estilo de vida, lo sabes,
y si nadie les controlase, si nadie estableciese unas normas y leyes,
asesinarían a millones de personas con total albedrío y libertad. La raza
humana correría un grave peligro. Los Vulturis controlan todo esto, gracias al
mantenimiento del anonimato de nuestro mundo y a esas leyes que hacen
cumplir. No niego que sus formas no son las más correctas y que incluso se
exceden en la mayoría de los casos, otras se aprovechan, por supuesto, pero
su existencia es totalmente necesaria.
―Un tratado es lo mejor ―opinó Bella, dejando a Cheran para venirse junto
a nosotros.
―Jake, tenemos que hacer ese tratado, es la única solución ―afirmó Nessie,
mirándome con sus dulces ojos, implorantes.
203
―¡Maldita sea! ―mascullé, soltándola para llevar las dos manos a mi nuca
mientras comenzaba un paseíllo frenético―. No me gusta, ¡no me gusta!
Más bien, lo odiaba. ¡Odiaba esto! No soportaba la idea de hacer ningún trato
con esos viejos decrépitos. Esos que habían secuestrado a mi chica una vez,
esos que me habían llevado a mí, esos que nos habían chantajeado, utilizado,
engañado… Esos que habían estado a punto de matar lo que más amaba del
mundo y del universo entero…
―No hay otra salida ―me pinchó Edward, interrumpiendo mis próximos
pensamientos―.
―¡Si tú estabas de acuerdo con ese tratado desde el principio, ¿por qué
diablos me animaste a luchar, eh?!
Ahora han visto que no pueden vencerte, que no podrán hacerlo nunca. En
estos momentos ya no gozan de magos ni de medallón alguno, se han
quedado sin ese tipo de poder, pero también se han dado cuenta de que, aun
con magos o magia, eres totalmente invencible. Créeme, no puedo ver la
mente de Aro, por la influencia de Varick, pero sí la de Cayo y Marco, y
estos últimos están deseando firmar ese tratado.
Mierda.
―Ya, pues para estar tan seguro ahora, bien que aceptaste mi plan de fuga
para Nessie y Bella ―le reproché, otra vez con acidez.
Carlisle carraspeó.
Genial…
―Pensaba que lo del tratado se te había ocurrido aquí, sobre la marcha ―le
dijo Edward, sorprendido.
Cretino. Con todo lo que tenía encima, y él riéndose de mí. Ya estaba hasta
las narices de él.
―¡Mira, chaval, más te vale que cierres esa bocaza tan grande que tienes!
―le advertí, cabreado, parándome de sopetón para mirarle.
―¡Sí, puede que lo haga, ¿te apetece?! ―voceé, lanzándome hacia él.
―Jake, por favor ―me rogó Nessie, poniéndose delante para pararme―. Le
puedes hacer mucho daño, no lo olvides.
―¡Ryam! ―le regañó Helen, haciendo lo mismo que Nessie para pararle los
pies.
¡Estúpido! ¡Uf, con el cabreo que tenía por toda esta mierda! ¡Que me diera
una sola oportunidad para desahogarme! ¡Le iba a partir la cara!
Respiré hondo, muy hondo, muy, muy hondo, e intenté calmarme. Pero solo
porque me lo había pedido ella.
Ese gigante estúpido también se calmó y su cuerpo dejó de temblar, así que
Edward se pudo relajar y bajó los brazos.
―Ya, ya, hoy no estás de humor ―terminó ella con un resoplido, girando su
rostro a un lado.
―Por favor, Jacob ―me imploró Bella, volviendo al tema de antes para
poner un poco de orden―. Ese tratado es lo mejor para todo el mundo, y
hablo literalmente.
―¿A qué te refieres? ¿Quieres decir que puedo obligarles a que sean todos
vegetarianos?
―No, Bells ―le corté, muy irritado―. No pienso hacer tratos con asesinos,
¿me oyes?
―Debes entender que nadie, repito, nadie, puede controlar eso, ni siquiera
los Vulturis ―alegó Jasper―. Es imposible convencer a todos los vampiros
del mundo de que no tomen sangre humana, y mucho menos controlarlos
para que no lo hagan. Además, la mayoría no vive en aquelarres como
nosotros, sino que son nómadas y se mueven continuamente.
―Y, por muy mal que esté el tomar sangre humana, tampoco se puede
imponer ser vegetariano ―añadió Alice, que se encontraba junto a Jasper―.
Este estilo de vida tiene que ser una elección libre y personal para que
funcione, de lo contrario, nunca lo haría.
―Pues si no puedo cambiar eso, ya me diréis qué paz voy a traer ―chisté
con indignación.
―Esto es muy importante, Jacob. Con este tratado los Vulturis se verán más
limitados ―empezó a explicarme Edward―. Si lo redactamos bien, ya no
tendrán total libertad para hacer lo que quieran, sobre todo con tu tribu. Eso
traerá la paz para tu pueblo.
―Ya no serán los jefes. Lo serás tú ―aseguró Emmett con una enorme
sonrisa en el careto.
―Yo no quiero ser el jefe de nada ―protesté, matizando la palabra con cierto
retintín.
―Ahora pasas a ser el rey de nuestro mundo, tal y como dice la profecía
―insistió Edward―.
Aro ha intentado evitar la profecía a toda costa, pero ha sido inútil. Después
de esta demostración de poder, todos han visto que eres invencible, que es
imposible cambiarla. Tú eres el ser más poderoso del mundo en estos
momentos, no les queda más remedio que aceptarlo. No pueden vencerte,
jamás podrán vencerte, ni siquiera han podido hacerlo con esos cinco magos
y el medallón.
―Por supuesto ―asintió él, haciendo esa estúpida reverencia con la cabeza.
205
―Acataremos ese tratado con mucho gusto, paliando y enmendando así este
error tan grande ―siguió, ignorando mi protesta.
¡Mierda!
―Bien, estos son mis testigos ―les indiqué para que lo apuntasen―: Sam,
Leah, Quil, Carlisle y Edward.
La loba alzó el hocico con aprobación. Sí, le había gustado que la incluyera
en mi lista de testigos, porque eso ratificaba aún más mi intención de que ella
sola pasase a ser mi segundo al mando cuando Sam lo dejara. Si a mí me
ocurriese algo y no tuviera hijos que me relevasen, ella pasaría a ser el Alfa
de la manada. Era importante que su firma estuviese entre las de los testigos
de ese tratado.
―Los nuestros serán Jane ―esta levantó la barbilla con orgullo al instante,
claro―, Alec, Enguerrand, Felix y Demetri.
―Quiero que nos dejéis vivir en paz para siempre, que os olvidéis de
nosotros. Para vosotros no existimos, ¿vale?
―Y quiero que nunca, jamás, os metáis con las futuras generaciones de lobos
―añadí―.
―Seguid vosotros, seguro que lo hacéis muy bien ―le contesté con cierta
acidez, dirigiéndome hacia Cheran―. Voy a llevar a Nessie a que beba esas
reservas de la mochila lejos, tiene sed. ―Mi chica levantó su precioso labio.
Había dado en el clavo―. Cuando lleguemos, leeré lo que habéis acordado y,
si no tengo nada más que añadir, lo firmaré.
Bueno, vale, tampoco es que se me ocurriese nada más, la verdad. Y era
cierto, Doc y Edward lo harían mucho mejor que yo. Además, Nessie era más
importante que todo lo que pudiese ocurrir alrededor.
―De acuerdo ―dijo este último, que, cómo no, ya había escaneado mi
cabeza.
ver en los ojos de mi chica las ansias por terminar esa venganza y cómo la
Pitufina sonreía con insolencia para corresponder su petición muda, así que
aceleré un poco.
El lobo gañó un poco, pero asintió con la cabeza para indicarme que ya
estaba mejor.
―Vale ―respondí.
Tenía que alejarla un poco, bueno, ya sabes, no era plan de abrir las bolsitas
de sangre delante de todos aquellos chupasangres que ya debían de estar
medio sedientos.
―Bah, pasa de ella ―dije para calmarla―. A ver, ¿dónde será mejor que
tomes esto? ¿Un poco más allá?
―Allí ―contestó, un poco más relajada, señalando a una zona más apartada.
―Pues vamos.
Seguimos caminando entre los árboles, sorteando las ramas y el follaje de ese
bosque mediterráneo, y llegamos a ese sitio. Había una roca bastante grande
en el suelo donde cabíamos los dos, así que nos sentamos.
―A ver qué hay por aquí… ―murmuré, abriendo la mochila―. Puaj, sangre.
―Y fingí que me daba un respingo.
Las bolsas tenían una especie de boquillas de plástico, seguramente era por
donde se enganchaban los tubos que llevaban su contenido hacia los
pacientes. Nessie enseguida la abrió y empezó a succionar su contenido. La
mochila estaba preparada para llevar hielo en su interior, en unos
compartimentos especiales que hacían que este estuviera separado y no
mojase nada de lo que hubiese dentro, eso sí, guardaba el frío que no veas, y
eso que el hielo ya llevaba dos días ahí.
Saqué unas cuantas bolsas más, ya que sabía que con una no sería suficiente,
y se las fui pasando a Nessie a medida que ella las iba terminando.
Cuando Nessie sació toda su sed, su corazón latía al ritmo de siempre y ella
pasó a ser cálida, medio humana.
Idiota. Seguro que ya lo había hecho adrede para que no me diese tiempo a
pensar más, no fuera a ser que me arrepintiese y me echase para atrás.
Nos cogimos de la mano ―ahora la suya volvía a tener ese tacto cálido y
delicado que adoraba― y nos dirigimos hacia allí. No tardamos en llegar.
―¿Ya está todo? ―inquirí, tirando la mochila al suelo, junto a Cheran, que
apartó el rabo con un gañido de protesta para que no se lo aplastase.
―Sí, solamente tienes que leerlo, para ver si estás de acuerdo con todo lo
redactado ―me contestó Edward, pasándome los folios en los que habían
escrito las dos copias del tratado.
Los cogí con un zarpazo y los puse delante de mis narices para leerlos.
―¿Estás de acuerdo con todo? ―quiso saber para cerciorarse―. Léelo bien,
por si se te ha pasado algo.
207
―Está todo bien, ¿quieres pasarme la maldita pluma de una vez? ―protesté,
agitando mi mano en el aire para que lo hiciera ya.
Así lo hicieron. Aro, Cayo, Marco y sus cinco testigos firmaron las dos
copias del tratado y se retiraron hacia atrás, haciéndome otra especie de
reverencia. Idiotas.
Gruñí y me dirigí hacia allí. Mis lobos me dejaron paso y me planté frente a
esos documentos.
Los miré durante un instante que se hizo hasta tenso, apretando mis muelas
con rabia. Tan solo pensar que mi firma iba a estar junto a las de esos viejos
decrépitos y asesinos me quemaba el hígado.
―Firma, Jacob ―me azuzó Edward, eso sí, hablándome con suavidad, no
fuera a ser que me enfadase y lo dejara todo colgado.
Miré a Sam, que ya había adoptado su forma humana, junto a Leah y Quil, y
asintió de nuevo.
208
Lo primero que hice al llegar a casa fue pegar un pequeño portazo. Todavía
tenía el cabreo bien metido en el cuerpo. Aunque en cuanto miré a Nessie y
vi nuestro hogar, me tranquilicé un poco.
Sí, esta era la parte buena de todo esto. Por fin estábamos en casa, ella y yo
juntos, solos, sin guerras, a salvo. Bueno, vale, eso era lo más importante,
pero no quitaba para que mis sesos todavía estuvieran enredados con esa
nube negra.
Cheran ya estaba mejor, pero había sido llevado a casa por Shubael e Isaac,
que se habían transformado para poder ayudarle a caminar. Tuvo suerte. Su
viejo, Joe, estaba al corriente de todo, ya que a Cheran le había pasado igual
que a mí y su primera transformación había tenido lugar delante de él. Casi le
da un infarto, pero cuando el Consejo se lo explicó todo, se sintió muy
orgulloso de su hijo. Por eso su restaurante se llamaba Wolf, ese que Nessie y
yo ya habíamos hecho casi nuestro, también.
Ryam estaba muy contento. Los otros gigantes habían dejado de serlo y
habían sido rescatados por los servicios de emergencia de un pueblo cercano
a Volterra. Habían sido avisados con una extraña llamada anónima que les
había chivado las coordenadas exactas de su paradero. Esas personas se
encontraban sanas y salvas, y habían tenido la suerte de no acordarse
absolutamente de nada, por lo que los Vulturis no iban a tomar ningún tipo de
medida, aunque yo tampoco se lo hubiera permitido, claro.
Todos mis hermanos habían corrido hacia sus casas. Los imprimados ya
estaban que se subían por las paredes para ver a sus chicas, y los que no lo
estaban también se morían por llegar a sus respectivos hogares. Algunos,
como Embry, estaban temblando por la reacción de sus familias, pero, en fin,
aun así, tenían muchas ganas de volver a casa, aunque supuse que este volaría
primero para ver a Mercedes.
Genial. Lo último que quería ahora era que ella se angustiase por mí. Ya
habíamos tenido bastante.
Cerré la mampara y abrí el grifo. El agua salió fría al principio, pero pasó a
ser caliente en un momento. Puaj, estaba hecho polvo, la verdad, por todo.
Por el cansancio acumulado, sin duda, pero sobre todo por esa mierda de
tratado que había tenido que firmar con esos vejestorios decrépitos.
209
Estaba desnuda, pero no le habría dado tiempo a desnudarse aquí sin que yo
me percatase, por lo que seguro que ya había entrado en el cuarto de baño sin
ropa. Sus cálidos senos se espachurraban en mi espalda, así como su mejilla,
y sus manos se extendían por mi torso, colonizándolo por completo.
Se despegó de mí, aunque no mucho, lo justo para que sus manos siguieran
en mi pecho y continuase notando su cuerpo casi adosado al mío. Sus sedosos
labios comenzaron a darme una serie de besos cortos por mi chorreante
espalda. Eran tan dulces…
Sonreí yo también.
La esponja pasó a recorrer mis abdominales y bajó un poco más. Uf, nena, sí,
baja más, baja…
Pero la esponja se quedó a las puertas y ella alzó la vista hacia mis ojos,
dedicándome una sonrisita traviesa.
Pillina…
210
Me arrimé más a ella. Sus brazos estaban doblados hacia delante, ya que sus
manos se aferraban a su cabello, enroscándolo en una especie de coleta. Su
rostro se giró levemente y su sien se pegó a mi mejilla. La respiración de
ambos era más agitada de lo normal. La cogí por el antebrazo izquierdo e
hice que soltase su pelo para que su brazo se extendiera a la par que el mío,
que quedó por debajo del suyo. Entrelacé nuestros dedos y la abracé por
delante con mi otro brazo para llevar la esponja a su hombro. Empecé por ahí
y recorrí la piel de su brazo, envolviéndolo entero con la espuma. Solté su
brazo y me cambié de lado para hacer lo mismo con el otro.
―Tienes que echarme más, tengo demasiado pelo ―me indicó con una
sonrisa.
―Ah.
Nessie se dio la vuelta con una sonrisa y llevó su mano hacia la alcachofa de
la ducha para cogérmela. La alcé para que no alcanzase, mostrándole una
sonrisita pícara.
Madre mía.
¡Uf!
―Sí, así… ―No sé ni cómo conseguí que saliera ese hilo de voz.
Cogió algo del estante. No supe que era champú hasta que no noté ese
chorretón frío sobre mi cabeza. Sus dedos no tardaron nada en moverse sobre
mi cabello, provocando que entrase en un estado de trance total al tiempo que
ambos hiperventilábamos en nuestras bocas. Dios, iba a comérmela de un
momento a otro. Mis manos se fueron con autonomía propia hasta su espalda
más baja y la apreté contra mí con ansias. Los dos jadeamos en nuestros
labios con intensidad, presos de esa energía que ya se movía a nuestro
alrededor con pasión. Ya sabíamos cómo iban a terminar todos estos juegos,
claro está.
Sí, vale, estaba cansado, pero para esto no, qué quieres que te diga.
Me giré un poco con mucho cuidado, para no despertarla, y ella quedó entre
mis brazos, con su pierna todavía rodeándome. Cogí su mano derecha y la
coloqué en mi mejilla.
Fue inevitable, y un poco tonto por mi parte, ya, porque solo era un sueño,
pero el vernos en esa escena hizo que mi estómago se llenase de ese
hormigueo de siempre. Qué tonto.
El chaval era bastante guapo, la verdad. Moreno de pelo azabache, con la tez
algo oscura, mezcla de la mía y la suya, con los ojos negros… Se parecía
mucho a mí. Sí, era muy guapo, ja.
―Buenos días.
Ambos acercamos nuestros rostros para darnos el primer beso del día.
Aunque, bueno, como siempre la temperatura subió rápidamente y
terminamos haciendo el amor; esta también era la primera vez del día. ¡Ah,
qué felicidad! No creo que hubiera nada mejor que esto, en serio.
Cuando terminamos de saciar todo ese fuego nos quedamos tan relajados que
casi no nos apetecía ni levantarnos de la cama. Me puse boca arriba y levanté
el brazo con una sonrisa, invitándola para que se acurrucase a mi lado. Dicho
y hecho. Nessie sonrió de felicidad y se pegó a mí, llevando su mano a mi
pecho para juguetear un poco con las curvas de este.
Estábamos genial, de veras, pero el silencio que reinó durante unos minutos,
el encontrarnos tan bien, en paz, hizo que el estúpido de mi cerebro recordase
ese maldito tratado sin remedio.
Maldita sea. Con lo bien que estábamos. ¿Por qué me daba ahora por recordar
esa mierda?
Bueno, era sencillo. Creo que se debía precisamente a eso, a que estábamos
muy bien. Por primera vez en mucho tiempo se respiraba tranquilidad por
todos sitios, y parecía que iba a ser así para siempre, por lo menos con el
tema de esas momias de los Vulturis.
―¿Qué pasa? ―me preguntó Nessie de repente, haciendo que bajase de este
nubarrón oscuro que ya empezaba a formarse en mi sesera.
―Nada.
―No me mientas. Sé que te pasa algo. Es por el tratado con los Vulturis,
¿verdad? ―adivinó.
―Estoy muy cabreado con tu padre. Por su culpa esas momias siguen vivas
―confesé, mirando al techo de nuevo, y mi voz dejó notar mi malestar.
212
―Ya, ¿pero no sabes ese dicho que dice: muerto el perro se acabó la rabia?
Pues eso ―rebatí.
―Pero sabes que mi familia tiene razón. Sin los Vulturis, todo sería un caos.
Pude ver que todo lo que decía era verdad, gracias a su don. No puedo negar
que me hizo sentir muy bien. Me sentía orgulloso, sí, esa era la palabra.
Orgulloso de mí mismo, pero no por mí, sino por que ella se sintiera
orgullosa de mí. No sé, era una mezcolanza rara.
―Si soy algo, es por ti ―le revelé con un murmullo ronco―. Tú eres mi
guía y mi luz, eres mi reina, loba. ―Y le sonreí.
Nessie correspondió mi sonrisa y pegó sus sedosos labios a los míos para
besarme con efusividad.
―Ya hemos hecho lo primero ―me recordó con una sonrisita, pasando sus
dedos por mi pecho―. ¿Qué te parece si hacemos eso segundo que tenías
pensado? Después, podíamos pasar el día en Seattle, ¿qué te parece?
―Sí, definitivamente voy a ponerme celosa de esa moto ―afirmó sin dejar
de reírse.
Salí despedido de la habitación, con ella detrás, y los dos corrimos desnudos
por el pasillo entre risas para entrar en el cuarto de baño.
213
Mi estupenda Harley rugía con ganas por la carretera y mi preciosa chica iba
pegada a mi espalda, rodeándome con sus brazos. ¿Qué más se podía pedir?
El viento azotaba nuestras caras y las ondas de Nessie volaban hacia atrás con
brío. Este día de agosto el sol se ocultaba sobre unas finas nubes, pero hacía
bastante calor, por eso se había puesto unos pantalones vaqueros cortos que
dejaban al descubierto esos muslos tan sexys. Sí, era inevitable que les echase
un vistazo desde los espejos retrovisores de vez en cuando. Sus brazos me
apretaban con fuerza, pero yo quería que me apresaran más, así que le metí
más caña a la moto.
Ese rugido fue música para mis oídos, y, por supuesto, obtuve mi
recompensa. Su pecho se apretó más contra mi espalda y mi sonrisa se
amplió.
Tomé el desvío que llevaba a la antigua casa de los Cullen y aminoré algo la
marcha, aunque seguíamos yendo rápido, los árboles pasaban a nuestro lado
con velocidad.
―Me parece genial ―aprobé, girando el rostro levemente hacia ella para
sonreírle.
Volví la vista al frente, no fuera a ser que nos estampásemos contra un árbol,
y seguimos el trayecto de esa guisa.
―Me alegro de que te gustase nuestro regalo de boda ―dijo Edward con una
sonrisa.
―Es una pasada, tío ―admití al tiempo que subíamos los peldaños.
Vaya, hombre.
―Claro que sí, tío Em ―sonrió Nessie, que fue hasta él para dárselo,
arrastrándome a mí.
Ese salón estaba a reventar de gente. A parte de los Cullen, estaban Ezequiel,
Teresa, Mercedes, Embry, Ryam, Helen, Seth y Brenda. Guau, esto estaba a
tope.
Ezequiel me hizo una especie de reverencia con la cabeza cuando me vio. En
fin…
―Es que tenemos buenas noticias ―me respondió Bella con alegría,
juntando las manos a la altura de su barbilla.
214
Los Cullen ya debían de saberlo, pero los demás nos quedamos cerca de un
minuto en estado de sorpresa total. Hasta que reaccionamos.
―Eso es… ¡Eso es genial! ―exclamó Nessie, soltando mi mano para abrazar
a Carlisle y Louis.
―De diez ratas con las que ensayamos, solamente se murieron cuatro, así
que no tenéis que temer nada ―declaró Louis―. La efectividad es de un
sesenta por ciento. Eso es mucho.
―¿Sesenta por ciento? ―repitió Mercedes, todavía con los ojos abiertos de
par en par.
―La efectividad es del cien por cien ―reveló Doc, que ya tenía tres tubos de
ensayo cerrados en las manos―. Tomad. ―Y se acercó a los interesados para
pasárselos.
Ryam, Helen y Mercedes se miraron entre sí, y los tres alzaron los recipientes
para beber su contenido a la vez, de un solo trago.
Embry miraba la escena muy atento, sin quitarle ojo a su novia. Se le veía
bastante nervioso, la verdad, bueno, más bien dicho, cauto y expectante.
―Un minuto ―solicitó Louis, alzando su dedo índice para que se esperasen
un poco.
―Ryam, tus ojos… ―se percató Helen, alegre―. Vuelven a ser grises.
Ejem. Bueno, quizá fuera mejor que nos pirásemos de allí para dejarles
intimidad o algo.
Las dos parejas dejaron de besarse y Teresa aprovechó para abrazar a su hija.
―No hay nada que agradecer ―les contestó Doc con esa educación suya tan
fina―. Solamente hemos cumplido con nuestro deber como médicos y
científicos.
―El mejor regalo es que os hayáis curado todos ―siguió Esme, y sus
hoyuelos aparecieron cuando sonrió.
―Ya nos lo habéis agradecido al venir a esa guerra con nosotros, así que
estamos en paz ―concluyó Carlisle.
―Esto hay que celebrarlo con una fiesta ―declaró Alice, pegando saltitos
por todo el salón.
―Para, para, para ―le interrumpí, haciendo aspavientos con las manos―.
¿Es que vas a montar una discoteca? Además, no pueden venir todos mis
lobos. Tengo que dejar patrullando a unos cuantos.
―¿Una lista? ¿Para qué? ―inquirí, bajando las cejas con extrañeza.
―Ahora solo queda por solucionar el tema de esos magos que se escaparon,
¿eh? ―declaró Seth, poniéndose a mi lado.
―Así que Razvan, Nikoláy y Ruslán estaban vivos y escaparon ―se unió
Ezequiel, usando un tono de resignación.
216
Creo que ni siquiera los invitados que había allí sabían que eran clones.
―Tú les conoces. ¿Sabes dónde podrían estar? ―quise saber, dirigiéndome a
Ezequiel.
―Con eso mataban dos pájaros de un tiro, claro ―seguí yo―. Se quitaban
del medio a los Vulturis, pero también a esos dos rumanos.
―Debió de ser toda una sorpresa inesperada para ellos. ―El mago sonrió
con algo de malicia―.
Ellos siguen en posesión del libro que contiene la profecía, así que ahora
estarán estudiándola de nuevo.
―La profecía habla de una guerra, pero ellos no creían que fuera esta. La
guerra que ellos tenían prevista era entre los Vulturis y ellos. La guerra a la
que se refiere la profecía era entre el Gran Lobo y los Vulturis, y, por
supuesto, ellos no tenían previsto que vosotros aparecieseis por allí.
Ezequiel carraspeó.
Genial. Se hizo un silencio incómodo para mí, ya que todos me miraron con
un respeto que no me gustaba nada. Maldita sea, ¿no podían mirarme como a
una persona normal?
―Bueno, a mí todo eso me da igual ―hablé yo, algo molesto por esas
miradas―. Lo único que me importa ahora es coger a esos desgraciados.
―De momento no podemos hacer nada más ―declaró Edward―. Tal vez
Demetri dé con ellos y los Vulturis se tomen su venganza particular.
―El señor Farrow sabe que no hay nadie como él. Jake es el mejor mecánico
del mundo ―afirmó Nessie, orgullosa.
―Pero sus ganancias subieron desde que tú trabajas allí ―siguió―. Por algo
será.
―¿Y tú, Renesmee? ¿Ya sabes lo que vas a estudiar? ―quiso saber Bella.
―Me gustaría que fueses tú quien me diese las clases ―declaró mi chica, un
tanto apurada por pedírselo―. Si me las dieses por Internet, no tendría que
desplazarme a ninguna universidad y podría quedarme en La Push.
Sí, teníamos muchas cosas que celebrar. Todos estábamos bien, sanos y
salvos. Y según la profecía, viviríamos en paz para siempre. ¿Qué más se
podía pedir?
218
= PARTE DOS =
NUEVA ERA
Renesmee
Prefacio
Llegué a mi forito y abrí el maletero. Fui cogiendo las bolsas y las fui
colocando en el interior del mismo, hasta que me giré hacia el carro una vez
más y agarré la última. Entonces, cuando me estaba volviendo de nuevo, mis
ojos se abrieron como platos.
Razvan estaba frente a mí, a unos metros, clavándome esa mirada carmesí,
malvada. Decir que sentí escalofríos se quedaba corto, porque esa sensación
era punzante, y había llevado tanto tiempo desaparecido. Razvan no había
cambiado nada, seguía siendo ese ser maléfico de siempre, pero mis
sensaciones hacia él se habían transformado un poco. Desde que me había
encerrado durante un año, separándome de Jacob, mi repulsión hacia él se
había vuelto infinita, y si antes ya me daba miedo, ahora le tenía pavor.
219
220
Acampada
Parece mentira, pero tres años pasan volando. Sobre todo cuando tu vida es
más que maravillosa, cuando eres completamente feliz y te sientes totalmente
completa, cuando ves que lo tienes todo, todo lo que deseas en este mundo,
todo. Así me sentía yo.
Después de todos los obstáculos que habíamos tenido que saltar, después de
aquel horrible año separados debido a mi largo encierro, después de aquella
guerra con los Vulturis, por fin parecíamos poder vivir en paz, por fin
podíamos disfrutar de lo nuestro sin que nada se interpusiese, por fin
gozábamos de esa tranquilidad y normalidad que tanto habíamos echado de
menos.
Desde aquella batalla con los Vulturis, venían a La Push más vampiros
nómadas. Tendría que ser al revés, ya que la noticia de la victoria del Gran
Lobo y del tratado con los de Volterra había corrido como la pólvora en ese
mundo oculto, pero ahora venían muchos más vampiros nómadas.
La diferencia con los años pasados era que la mayoría de los que venían
últimamente gozaban de algún don, y todos querían medir sus fuerzas con
Jacob. Era una soberana tontería, porque con aquella batalla contra los
Vulturis había quedado claro que Jake era invencible, sin embargo, todavía
quedaba algún iluso que se empeñaba en comprobarlo personalmente, aunque
también los había que solamente querían pelear en un cuerpo a cuerpo con el
resto de lobos gigantes, buscando emociones fuertes.
Teresa, Ezequiel y Mercedes seguían viviendo en una zona boscosa de las
afueras de Forks, en una casa de dos plantas que no era mucho mayor que la
nuestra, aunque tenía un dormitorio más.
A las que veía mucho menos era a las gemelas. Jennifer y Alison vivían en
Vancouver, ya que estaban estudiando en la universidad y residían en el
Campus, así que solamente nos veíamos algún fin de semana o en fechas
señaladas, como el Día de Acción de Gracias y Navidad.
Por eso hoy habíamos organizado esta salida. Alison y Jennifer habían venido
este fin de semana, y a Brenda y a mí se nos ocurrió que podía ser divertido
organizar una excursión por el Parque Nacional de Olympic con algunos de
los chicos. Jake y yo no nos habíamos dado cuenta, pero al parecer, las
gemelas se lo habían pasado muy bien en nuestra boda.
Cogí la chaqueta, le eché un último vistazo a esa foto de nuestra boda que
teníamos en la habitación, sonreí y salí por la puerta.
No pude evitarlo. Lo primero que hicieron mis brazos fue rodear su cuello
para besarle, y Jake correspondió mi entusiasmo encantado, agarrándome por
la cintura para arrimarme a su cálido cuerpo. No había dejado de besarle en
toda la mañana, pero esto era una fuerza casi sobrenatural que me llevaba
hacia él sin remedio. No importaba cuánto tiempo pasase, mis mariposas
seguían igual de revolucionadas que siempre, como el primer día, y mi
corazón ya estaba acostumbrado a latir con esa velocidad, acompasando al
suyo, que también se aceleraba cada vez que me besaba.
No sé cómo lo hice, pero conseguí terminar ese efusivo beso. Los dos
tomamos aire para recuperarnos y me despegué un poco de él para poder
hablar.
―Has empezado tú ―sonrió con esa sonrisa torcida que me volvía loca.
―Pero si solo llevo unos vaqueros cortos y una camiseta ―me reí.
―¿Qué hacéis ahí? ―les dijo, sonriéndoles―. ¿No vais a pescar o algo?
Dentro de poco ya será septiembre, tendríais que aprovechar.
―Los osos se han llevado casi todos los salmones ―se quejó Billy,
resoplando.
―Eso es porque son más listos que vosotros ―se mofó Jake.
¿quieres?
―Quién fuera joven de nuevo ―suspiró Billy, alzando la vista al cielo para
recordar días mejores.
―Bueno, nosotros nos piramos ya, que si no llegamos tarde ―les dijo mi
chico.
Bajé mi ventanilla de nuevo, quería sentir ese aire cálido dándome en la cara
y agitando mi coleta hacia atrás. Esto no era como la Harley ni las motos o el
lomo de mi lobo, desde luego, sin embargo, era muy agradable. Me asomé un
poco, apoyando el codo en la ventana, y observé el hermoso paisaje que iba
pasando a mi lado. Jake encendió el estéreo del coche para poner algo de
música y también bajó su ventanilla.
222
―¿Con quién iban Jennifer y Alison? ―me preguntó sin dejar de mirar a la
carretera.
―Con Seth y Brenda ―le desvelé, girando el rostro para verle―. ¿Quiénes
vamos al final?
―No van a entrar las tiendas de campaña ―bromeé, soltando una risilla.
Pues sí, con un hombre como él era imposible no pensar en eso a menudo,
bueno, más bien, siempre, pero no pensaba reconocérselo.
Todos nos esperaban de pie, junto a la vieja furgoneta de Aaron. Nos bajamos
del Golf, Jake cogió la mochila del asiento trasero, se la cargó a la espalda y
nos acercamos a ellos, cogidos de la mano.
Ryam y Helen iban de negro, como todos los días, aunque la única diferencia
es que los pantalones que llevaban hoy eran unos vaqueros largos, eso sí,
oscuros.
―Sí, se nota que te tratan bien ―siguió su hermana, señalando a Jake, el cual
desplegó una de sus maravillosas sonrisas.
223
―Pues aquí lo vais a pasar mejor, ya veréis ―afirmó Shubael, que ya estaba
pegado a Alison.
Como siempre, estos dos intentando ligar. La verdad es que Isaac y Shubael
no eran nada feos.
A ver, desde luego no eran tan guapos como Jake, por lo menos para mí, pero
no estaban nada mal.
Isaac, como la mayoría de los lobos, tenía su pelo moreno corto y sus ojos de
color marrón oscuro.
Sus facciones eran angulosas y su barbilla afilada, confiriéndole a su cara una
forma triangular que marcaba sus pómulos, pero su rostro era muy varonil y
tenía esa belleza típica de los metamorfos. El semblante de Shubael tenía una
forma más rectangular, y estaba bien enmarcado por un cabello un poco más
largo del que siempre se escapaban dos mechones para caer sobre su frente,
mechones que no llegaban a taparle los ojos pero que siempre enviaba hacia
arriba con un resoplido. Conclusión, que no ligaban nada por culpa de esa
bocaza que tenían. Cuando había chicas solteras y libres, deberían de
desplegarse unos carteles luminosos sobre las cabezas de Shubael e Isaac que
advirtieran del peligro que corrían ellas. Aunque, bueno, las gemelas no
parecían muy disgustadas con ellos, la verdad. Parecían bastante halagadas,
más bien, repasaban a los dos altos y fuertes quileute, eso sí con timidez.
―Sí, buena idea ―aprobó Jared, que sostenía la mano de su tímida Kim―.
Cuanto antes empecemos, antes llegaremos al lago.
―¿Dónde queda ese lago? ―quiso saber Brenda, que andaba justo detrás de
nosotros, al lado de Seth―. ¿Está muy lejos?
―No te voy a engañar ―le respondió Jake sin girarse, ya que tenía que
esquivar las ramas que se presentaban a nuestro paso―. Queda al este, a
bastantes kilómetros. Vas a tener que patear bastante.
Por el rabillo del ojo vi cómo Brenda le sonreía y le daba un beso corto en los
labios.
―Si te cansas, yo también puedo llevarte en brazos ―escuché que le decía
Isaac a Jennifer, y por el tono de voz, supe que sonreía con esa pretendida
seducción.
―Ah, gracias ―le contestó ella algo sorprendida y cohibida a la vez―. Pero
creo que podré llegar yo sola.
El bosque nos acogía con una brisa cálida que mecía las hojas con suavidad,
aunque las ramas bajas de los árboles y ese terreno lleno de montículos,
helechos y espesa hierba querían ponernos las cosas difíciles. Las diferentes
aves que habitaban el boscaje se hacían de notar con sus cantos y graznidos,
otras con sus cortos vuelos de árbol en árbol, y las ardillas correteaban por las
cortezas de los troncos con esos saltitos graciosos y ágiles. Algunas de las
bajas rocas que teníamos que atravesar estaban llenas de musgo, tal era el
espesor de las copas arbóreas que nos cubrían, y se resbalaba bastante, así
que más de una chica aprovechó para arrimarse más a su pareja, simulando
torpeza, yo incluida, y ellos nos asistían para caminar mejor encantados de la
vida, creyendo que nos ayudaban.
Sacamos las toallas de las mochilas y las extendimos sobre esa pradera bien
poblada, las unas junto a las otras. Nos sentamos y nos pusimos a comer los
bocadillos que habíamos preparado. Por supuesto los lobos se habían traído
media despensa. Yo me repantigué junto a Jacob, bien pegadita 224
a él.
―Es genial ―sonrió Jake―. Y lo mejor de todo: barato. Con mis ahorros me
llega de sobra para comprarlo y arreglarlo.
―Bueno, bueno, todavía tengo que montarlo todo y eso ―le sosegó mi
chico, abriendo nuestra mochila para hacerse con otro bocadillo―. Tardaré
unos meses en conseguirlo todo.
―¿Y tú? ¿Qué tal tus estudios, doctora Black? ―me preguntó Eve, dándome
un pequeño codazo en el costado a la vez que me guiñaba el ojo.
―Es normal ―declaró Brenda―. Todos los padres, abuelos, etcétera quieren
lo mejor para nosotros.
―Claro que no, no seas tonto ―reí, llevando la mano a su mejilla para
voltearle la cara de nuevo, en broma.
225
226
El lago
Jared y Cheran no se hicieron daño, por supuesto, pero con el golpe el balón
se le escapó al último y terminó rodando unos metros.
―¡Ja, esto es para mí! ―clamó Jake, recogiéndolo para acogerlo en su torso
y echar a correr como un poseso.
En fin, hombres…
―¡Ay! ―se quejó de pronto, profiriendo un fuerte gemido que salió de entre
los grandes cuerpos que le cubrían.
Él era muy grande y fuerte y era muy difícil que le pasara algo, pero los otros
también lo eran.
No me hubiera preocupado si no fuera porque los que se le habían caído
encima, igual que si de una montaña se tratase, también eran cuatro quileutes
tan fuertes como él.
No pude evitarlo. Sabía que se curaría pronto, pero verle sufrir, fuera cual
fuera la razón, me helaba el corazón.
Me abrí camino entre los altos metamorfos con urgencia y me dejé caer de
rodillas, junto a él.
No estaba para nada más, pero creo que el resto que se encontraba en las
toallas también llegó a ese sitio para ver a Jake.
―¡Oh, Dios mío! ―exclamó Jennifer, creo que llevándose las manos a la
boca con espanto―.
―¡Hay que recolocárselo! ―dijo Jared, que parecía que me hubiera leído el
pensamiento―. ¡Si no se curará mal!
227
―¡Tienes que hacerlo ya! ¡El hueso se le solidificará mal si no actúas ahora!
―siguió Collin.
―Vale, cielo…, no… no te preocupes ―acepté con prisas, aunque con algo
de miedo todavía―.
―Sí, por favor, doctora Black, colócamelo ―murmuró con una voz
pusilánime, y, de repente, su rostro se relajó y desplegó una amplia sonrisa
golfa mientras aferraba mi mano, entrelazando sus dedos con los míos.
Los quileute que habían salido a jugar explotaron en carcajadas cómplices y
chocaron los puños, los unos con los otros.
―¡Vaya una doctora! ―se mofó Jared―. ¡Empezamos bien, si te asustas por
esto!
―Sois unos idiotas. Menudo susto nos habéis dado ―resopló Leah, dándose
la vuelta para volver a su toalla, si bien también se le escapó la risa.
―Ya decía yo que decían cosas muy raras ―le murmuró Alison a su
hermana.
―Eres… eres… ―farfullé, apretando mis labios, si bien no pude evitar que
mi comisura se escapase hacia arriba.
Jake se carcajeó y tiró de mi mano para que me cayese sobre él, pero no le
dejé. Conseguí sentarme encima suyo y comencé a pelearme con sus manos,
que se empeñaban en que las mías no llegasen a su cara, mientras nos
reíamos.
―Idiota ―me quejé entre risas, intentando zafarme de sus manos―. Me has
dado un susto de muerte.
―¿De veras creías que me iba a dislocar el hombro tan fácilmente? ―se
mofó.
Intenté que mi frase sonase un poco seria, pero tenerle sobre mí, clavándome
esos intensos ojazos negros que me hipnotizaban solo con pasar de refilón
por los míos, me desconcentraba bastante. Tuve que luchar contra mí misma
para no montar una escenita delante de todos nuestros amigos, porque me
moría por pegarle a mí y comérmelo.
―Pero para eso tenemos a nuestra futura doctora, ¿no? ―Y me mostró una
sonrisa burlona.
―Era una broma ―se rio con una risilla silenciosa―. Solo queríamos
ponerte a prueba, a ver cómo iban tus estudios.
―Tengo que confesar que también monté esa broma porque quería dejar de
jugar, ya te echaba de menos ―susurró, y ese tórrido aire que exhalaban sus
pulmones rozaba mis labios con la excusa de esas palabras. Jadeé sin
remedio―. Me moría por besarte ―exhaló de nuevo, por fin pegando sus
ardientes labios a los míos.
Esta vez mi estremecimiento fue mucho más intenso y mis coloridos insectos,
junto a mi ritmo cardíaco, se aceleraron sin parar.
―¡Puaj! Siempre igual, ¿es que no os cansáis nunca? ―se burló Isaac.
―Pírate por ahí ―le contestó con un murmullo, arrancando unas hierbas
para tirárselas sin mirarle, ni siquiera despegó su boca de la mía más de tres
milímetros.
Y acto seguido volvió a unir sus ardientes labios a los míos para comenzar a
besarme de nuevo.
Por la tarde reiniciamos la marcha, eso sí, después de que los chicos se
comieran otros tantos bocadillos más y esperásemos para que reposasen un
poco la comida.
―Son igual que críos ―suspiró Leah, haciendo negaciones con la cabeza
mientras sonreía al verlos.
―Espera, te ayudo ―se ofreció Jake, saliendo del agua a toda prisa con esas
grandes zancadas.
―Será mejor que te quites esa ropa enseguida ―le aconsejé, retirando mi
mano de su cabeza para que reaccionase―. Si montamos la tienda rápido,
podrás cambiarte.
―Idiota ―reí.
Jake se dio cuenta y alzó un lado de su labio para sonreírme con esa sonrisa
torcida que me volvía loca. Noté cómo la sangre invadía la zona de mis
mejillas sin que yo pudiese hacer nada para remediarlo y él sonrió más.
Carraspeé.
―Voy.
Mi chico escurrió la camiseta, se quitó las deportivas con los mismos pies y
extendió la prenda en la hierba, junto al calzado, para que fuese secando.
―Creía que era de esas que se tardan en montar una hora ―reí, mirándole a
él.
―Ah, sí ―recordé.
Nos hacían tantos regalos por nuestros cumpleaños y por Navidad, que a
veces ya se me olvidaban las cosas que nos regalaban.
―Ahora solo hay que asegurarla en el terreno ―declaró, sacando una bolsita
de la propia bolsa en la que iba guardada la tienda.
Cuando todos terminamos la tarea, esa parte del prado quedó adornada con
un puñado de tiendas de campaña de varios colores y formas que se
distribuían en círculo, quedando las entradas en el interior del mismo.
―Será mejor que hagamos una hoguera ―se percató Aaron, que ya estaba
frotándole los brazos a Sarah―. Dentro de nada hará más frío.
sonrisita.
―Me refiero a frotarte los brazos y eso ―le aclaró él, haciendo el gesto con
las manos.
―No, gracias ―contestaron las dos a la vez, dirigiendo sendas miradas a los
dos quileutes.
Y acto seguido soltaron unas risitas tontas que hicieron que los dos
metamorfos también sonrieran con satisfacción.
―Bueno, voy a buscar unos leños para hacer la pira ―dijo Jake, empezando
a caminar hacia los árboles.
―Voy contigo ―le acompañé, agarrándome de su mano en cuanto llegué a
él.
―No hace falta que vengas ―le resopló Jake a Ryam―. Nosotros dos
podemos de sobra.
―¿Qué pasa? ¿Es que queréis estar solitos? ―se mofó este con cierto
retintín.
―Imbécil ―farfulló Jacob―. Solo vamos a coger leños, ¿vale? ¿Te queda
claro? ―El tono sarcástico de mi chico se fue incrementando.
―En fin, con cuatro que vayan a buscar leños ya son bastantes ―afirmó
Seth, sentándose en la hierba.
Y por el rabillo del ojo vi cómo él pegaba otro brinco para levantarse. Solté
una risilla y seguí caminando, junto a Jake, Ryam y Helen.
Nos adentramos un poco entre los árboles y Ryam tiró hacia la derecha,
haciendo que Helen se fuera detrás de él, algo dubitativa.
―¿Qué dices? ―cuestionó mi chico―. Hay más por aquí, los he visto de la
que veníamos.
―No, hay más por aquí ―rebatió Ryam, dándose la vuelta para comenzar a
caminar hacia esa zona.
―Bueno, pues haz lo que te dé la gana ―gruñó, y se giró hacia el otro lado,
tirando de mí―.
―Pues muy bien ―terminó Ryam, acompañado por Helen, que no sabía
hacia dónde tirar al principio pero que acabó por irse con él.
Con el cabreo, Jake llevó sus pasos con más presteza y nuestra búsqueda se
internó un poco más en ese bosque que ya era casi oscuro del todo, aunque
tampoco nos alejamos tanto, por eso opté por no decirle nada y dejarle
tranquilo. Al cabo de unos minutos, mi Jacob volvía a ser el Jacob cariñoso y
alegre de siempre.
―Creo que aquí habrá leños, ¿no crees? ―le sonreí al ver que su rostro ya
estaba relajado.
―Sí, creo que sí ―se rio, mirándome con esos ojazos negros.
Fui la primera que me agaché para comenzar a coger leños, pero él no tardó
nada en seguirme.
Mis brazos pronto se llenaron de palos grandes, sin embargo, los suyos
abarcaron más cantidad y todavía tenían sitio de sobra.
231
Nos miramos al darnos cuenta de eso y nos reímos, aunque Jake enseguida se
puso a gastarme bromas, intentando colarme más palos a mí.
―No tengo ni idea ―murmuró él, apretando los dientes y los leños que
albergaban sus brazos mientras sus ojos también escudriñaban las copas
arbóreas.
En medio
Ese monstruo pegó un ágil salto y aterrizó junto al tronco del árbol, a unos
metros de nosotros.
―Eres el Gran Lobo ―habló esa criatura de pronto con una voz grave y
profundamente gutural que hizo que incluso me sobresaltase.
―No me digas ―le dijo Jake, usando ese sarcasmo tan suyo―. ¿Y qué es lo
que quieres?
―Dicen que eres inmune a nuestra mordedura. ―Más que una afirmación
parecía que el licántropo estaba haciendo una pregunta.
233
―Veo que en el mundo de los licántropos las noticias también vuelan ―le
corroboró Jake, siguiendo con la misma postura.
Parecía sincero. Pero mi pulsera seguía vibrando con insistencia, cosa que me
desconcertó bastante.
Se dejó caer hacia delante, extendiendo los brazos, y explotó mientras caía,
de modo que aterrizó en el suelo con sus cuatro enormes patas, en la forma de
mi precioso y espectacular lobo rojizo. Mientras tanto, yo aproveché para
llevar la lengua de fuego por toda mi espalda y también me transformé.
Jacob emitió un aullido a una frecuencia muy baja, cerciorándose de que era
totalmente inaudible por un oído humano, a fin de llamar a sus hermanos.
Ya deberían de haber aparecido por allí, pero no parece que lo hayan hecho.
Puede que se hayan desviado, aunque no podemos correr riesgos, afirmó
mientras esquivaba todo como un cohete.
No sé qué hicieron después, solo vi a través de sus ojos cómo Cheran corría
para adoptar su forma humana con el fin de regresar con los demás y cómo
los otros dos lobos se internaban más en el bosque para venirse con nosotros.
Luego, Cheran desapareció.
De acuerdo.
¿Cómo va todo por ahí?, quiso saber sin dejar de correr y escudriñar el
bosque.
basura ha huido. No creo que se atrevan a volver por aquí, han recibido un
buen escarmiento.
¡El rastro sigue por aquí!, le dije, señalando la zona con el dedo. ¡Jake!
¡Ryam y Helen!
No sé por qué lo hice, porque sus almas malvas ya se habían visto justo antes,
rezumando entre la vegetación, y Jacob ya se había enterado de sobra, pero
no lo pude evitar.
Mis ojos se abrieron como platos cuando conseguimos tenerles bien visibles.
Ahora, en mi condición de vampiro casi completo, podía verles y distinguir
sus siluetas y aspectos con más facilidad. No daba crédito. Eran…
No lo sé, pero no deberían de estar aquí, gruñó, acelerando aún más para
ponerse a su altura.
No hizo falta que dijera más. El vampiro que nos amenazaba guardó su
dentadura al instante y nos observó con cara de susto, fijándose mejor en mi
colosal lobo rojizo. Inmediatamente, se giró hacia delante y siguió con sus
otros menesteres.
¡Ya estamos aquí!, anunció Isaac, y por el rabillo del ojo vimos que los
teníamos detrás.
¡Ryam y Helen están ahí!, les comuniqué con frenetismo cuando les vi,
gracias al fulgor de sus almas doradas, que me avisaron incluso antes de que
mi aguda vista consiguiera divisarles.
Pues lo mismo que harías tú si estuvieses ahí con Nessie, respondió Isaac en
un tono un tanto burlón.
Ese idiota, farfulló mi lobo. Por eso insistía en irse por ese lado, ya sabía que
yo querría ir por el otro. Tanto decirme a mí, y es él quien quería irse con ella
para retozar.
¡El licántropo los ha visto y va a lanzarse a por ellos!, le avisé al ver cómo
ese monstruo ya se 235
preparaba para saltar sobre mis amigos con el fin de llevárselos como presa.
¡No puedo interferir así por culpa de ese maldito tratado!, se quejó él.
Pero no hizo falta que mi pulsera trabajase, ese licántropo era listo, y le tenía
respeto al Gran Lobo, con lo que decidió cambiar de planes y de dirección.
Se enganchó a una rama con esas manos peludas que morían en sus largos
brazos, igual que si fuera un mono, e hizo que sus pies chocasen contra el
tronco de un árbol para propulsarse hacia otro lado, evitando así un
encontronazo con Jacob y conmigo.
Diles que vayan con el resto. Estarán más seguros allí, me pidió Jake al
tiempo que galopábamos detrás de ese huracán formado por el licántropo y
los cinco vampiros de Aro. Ah, y que no les digan nada a las chicas.
―¡Id con los demás! ―les retransmití a nuestros amigos―. ¡Y no les contéis
nada de esto a las chicas!
Por el rabillo del ojo vi cómo Ryam por fin reaccionaba y cogía a su novia de
la mano para salir pitando de allí.
El monstruo era tan impredecible, que una vez más, cambió de rumbo, y la
nueva dirección no me gustaba nada.
Ja, ja, muy gracioso, ironizó mi lobo. Anda, cerrad el pico y haced algo.
Nunca entendería por qué les gustaba tanto este tipo de acción.
El lobo marrón claro corrió hacia el otro lado para cercar al licántropo y a sus
cinco vampiros perseguidores, limitando aún más sus movimientos. Shubael
se quedó en la retaguardia, por si 236
Uno de sus vampiros consiguió moverse en zigzag por las ramas y se arrojó
hacia el licántropo, con las manos por delante. Sin embargo, ese monstruo
también era muy ágil, aparte de rápido, y pegó un bote altísimo que le salvó
de las garras de su opresor, al cual no le quedó más remedio que engancharse
a otra rama para no caerse de morros en el suelo.
Mi aviso no sirvió para que a Isaac le diese tiempo a reaccionar, pero el poder
espiritual de Jake actuó. Este erigió su burbuja brillante protectora al instante
y la envió con rapidez hacia el lobo marrón claro. Al desplegarse, la burbuja
empujó a Thiago y a los dos vampiros que le acompañaban, lanzándolos
hacia delante con fuerza, como si una mina les hubiese explotado en los
mismos pies. Los tres se cayeron de bruces en el terreno al tiempo que la
brillante burbuja impelía a los dos vampiros de las ramas, arrojándolos sobre
la hierba, y al que era su única diana: el licántropo, que por supuesto no pudo
llegar a Isaac. Eso sí, la suerte estaba de su lado y quiso que este lograra
engancharse a una rama, por lo que no se cayó.
Esta burbuja era protectora, no ofensiva, por lo que ellos salieron totalmente
ilesos. Otra cosa hubiera sido que Jacob la hubiese calentado y la volviera de
fuego, entonces la burbuja hubiese pasado a ser ofensiva y ellos habrían
salido calcinados de inmediato, puesto que las almas de todos ellos eran
malvas.
Ese monstruo no perdió el tiempo y aprovechó su oportunidad. Con un
movimiento rapidísimo y urgente, pegó un enorme salto que le llevó
directamente tres árboles más allá, y, de esa guisa, siguió recorriendo el
entramaje arbóreo hasta que desapareció en un segundo.
237
Licántropo
Porque lo digo yo, gruñó Jake, que ya estaba deseando tener una
conversación con el jefe de ese grupo de matones.
Era el mismo que se había girado y nos había rugido durante toda aquella
persecución.
Esta vez fue Jake el que gañó. Los recogió con sus fauces y se retiró detrás de
un árbol para cambiar de fase.
―¿Se puede saber qué hacéis aquí? ―exigió saber de malos modos nada más
aparecer de detrás del tronco.
―Creo que es evidente que estábamos dando caza a ese licántropo ―declaró
Thiago, usando el mismo tono y gesto arrogante que había utilizado la
primera vez que nos habíamos encontrado con él.
―Eso ya lo sé ―resopló Jake―, pero, ¿por qué demonios estáis por estas
tierras?
―No sé si lo sabes, pero ese licántropo corretea por estos bosques a sus
anchas ―afirmó el vampiro―. Deberíais estar más atentos.
238
―Los que no deberíais estar aquí sois vosotros ―intervino el vampiro que
antes había sido detenido por Thiago.
El susodicho también recogía su oscuro cabello en una coleta, aunque esta era
más corta y estaba entrelazada en una trenza.
―¿Cómo dices? ―cuestionó Jacob con cara de muy malas pulgas mientras
Shubael e Isaac se dedicaban a gruñir y a mostrar sus poderosas dentaduras.
―Te repito que estáis en nuestro territorio ―reiteró mi chico, dando una
voz―. Todo lo que pase aquí es asunto nuestro, ¿lo pillas?
―Basta ―le regañó Thiago al vampiro de trenza, que ya iba a abrir la boca
otra vez.
Todos tenían su cabello castaño oscuro o negro y eran bastante fuertes. Uno
de ellos era más bajo que los otros, y llevaba su ondulado cabello corto, otro
lo llevaba corto, pero era liso, y el último llevaba su media melena suelta,
esta le llegaba a la altura de las mejillas en una sucesión de mechones
desmechados y desigualados. Me pregunté si lo llevaría así por moda o
porque estaría algo loco, porque era la sensación que causaba. Por supuesto,
todos gozaban de unos ojos de color escarlata, y pude descifrar con total
claridad cómo esos cuatro pares de pupilas nos miraban a Jacob y a mí con un
trasfondo de repugnancia y censura. Prácticamente nos escupían con la
mirada.
No pude retenerlo, y mi labio superior se alzó un poco para mostrarles mis
colmillos. No me podía creer que a estas alturas lo nuestro todavía causase
ese efecto, que todavía siguieran con esos prejuicios solo porque Jake era un
hombre lobo y yo un semivampiro. Dichosos prejuicios, ya me tenían harta.
Sabía que lo mejor era pasar de ellos y de esas reacciones estúpidas, pero me
ofendía tanto su manera de pensar.
El vampiro más bajo desvió su mirada. Fue muy fugaz y casi imperceptible,
pero mi vista casi vampírica del todo me permitió ver cómo sus ojos
descendían hasta mi vientre y los volvía a subir disimuladamente. Sentí un
escalofrío enorme que atravesó todo mi cuerpo, como un balazo de hidrógeno
congelado.
―Veo que las cosas siguen igual ―habló Thiago, antes de que a Jake le diera
tiempo a decir nada.
Estaba claro que ya lo sabía, como yo, pero que quería escucharlo por boca
del propio Thiago.
―No tenemos prisa ―le respondió Jacob, alzando el mentón con chulería
para contrarrestar todas esas reacciones.
―O tal vez eso no sea posible ―cuestionó Thiago―. Dudo que vosotros
podáis concebir hijos.
―Claro que podemos tener hijos ―le repliqué yo con rabia―. No voy a
darte una explicación sobre nuestros genes, pero, aparte de eso, está la
profecía para ratificarlo.
239
―De todos modos, vuestros… hijos ―otra vez le costó soltar la palabra―
serán aberraciones.
Sus palabras me dolieron en el alma. Sabía que eso era mentira, una estupidez
soltada por un idiota con prejuicios, pero que hablara así de nuestros futuros
hijos me quemaba el hígado, porque la imagen de nuestros hijos que yo
siempre tenía en mi mente era la de un niño tan guapo como Jacob, sano,
alegre, travieso y jovial, o la de una niña que crecía a pasos agigantados,
inteligente, hermosa, cariñosa y dulce, no la de unos monstruos o unos
engendros.
―Cierra esa bocaza de una maldita vez si no quieres que te mate aquí mismo
―masculló, apretando los dientes con cólera contenida―. Estás empezando a
tocarme mucho las narices.
Además, si tenemos hijos o no, no es asunto tuyo.
―¿Por qué? ¿Es que has venido a espiarnos de nuevo? ―quiso saber mi
chico.
―Entonces, ¿por qué dices que es asunto tuyo? ―inquirió Jacob, interesado
en conocer esas extrañas razones.
―No se trata de Aro. Los Vulturis han aceptado el tratado, les da igual si es
contigo o con tu futura prole. Me refiero a Razvan y los suyos ―desveló de
nuevo. Escuchar ese nombre me produjo otro escalofrío, porque hacía tanto
que no sabíamos de él y los otros―. Yo que tú me andaría con cuidado el día
que decidáis… procrear.
―Parece que sabes mucho del tema ―le dijo Jake, otra vez con acidez.
El jefe de los vampiros no dijo nada, pero su sonrisa ya fue toda una
afirmación.
―¿Y ese licántropo? ¿Tiene que ver con todo esto? ―le preguntó.
―Hey, ¿me has oído? ―protestó Jacob―. ¿Ese licántropo tiene algo que ver
con Razvan, Nikoláy y Ruslán?
Jacob frunció los labios mientras miraba a ese horizonte arbolado que ya no
estaba habitado por nadie.
―Ha dicho que nos veremos pronto ―recordé―. ¿Crees que volverá por
aquí?
Yo también suspiré.
240
―No sé, inventaros algo ―le contestó, tirando de mí hacia el otro lado para
dirigirnos al boscaje de nuevo.
No había pasado mucho tiempo más cuando regresamos, tan solo unos veinte
minutos, pero a los demás debió de parecerles eternos.
El círculo que formaban las tiendas se llenó de risitas pícaras y entonces supe
qué excusa habían puesto esos dos. Noté cómo mis mejillas adquirían el
mismo color que la hoguera que ya habían hecho nuestros amigos, se notaba
que hacía un buen rato.
Encima, Jake solo vestía unos pantalones, que, para colmo, no eran los
mismos con los que se había marchado para buscar leños, con lo cual vete tú
a saber lo que se estaban imaginando ellas.
Nos habían dejado un sitio, así que Jake y yo nos sentamos junto a ellos,
frente a las llamas de la pira. El resto de quileutes y Jake se miraron con una
complicidad más bien seria. No diría que estaban preocupados, pero estaba
claro que iban a estar atentos toda la noche.
Lo peor de todo es que tenía que pasar por esto sin que hubiésemos hecho
nada, porque si lo hubiéramos hecho, me atendría a las consecuencias y ya
estaba. Empecé a arrepentirme de no haber aprovechado la ocasión. Total…
―Latas ―le respondió Seth, alzando una de ellas con una amplia sonrisa.
―Yo también he traído ―le dije, cogiendo nuestra mochila, que ya la habían
colocado en nuestro sitio.
Las horas pasaron, tengo que reconocer que sin darnos cuenta, porque al final
lo estábamos pasando bien. Jennifer había tenido que darle un beso a Isaac,
por el juego, y el asunto había resultado divertido. Fue reacia al principio,
pero cuando vio la cara suplicante de este, terminó dándole un pico. Si
supiera que hacía unas horas él había estado a punto de ser mordido por un
venenoso licántropo, creo que se lo hubiese dado más largo. No sé por qué
me daba que el quileute le gustaba un poco, tendría que hablar con ella en
privado para sonsacárselo.
241
―Claro ―asentí.
Nos levantamos y Jacob enseguida cogió mi mano.
―Ah, sí, eso. ―Jake se agachó un poco y pasó detrás de mí―. Pues
encantado de servirla, señora Black. ―Y bajó la cremallera.
Habíamos abierto los dos sacos del todo para montar una especie de cama, así
podíamos dormir juntos. El mío estaba debajo y el suyo arriba, en forma de
manta. Me descalcé ―Jake ya lo estaba, pues sus deportivas se habían
quedado en mitad del bosque, destrozadas. Menos mal que había traído otro
par―, dejé mis playeras a un lado y me eché en el saco.
Jacob no tardó en girarse para acogerme entre sus brazos, así que me volteé y
me acurruqué en su pecho desnudo, abrazándole yo también, con fuerza. Mi
boca se curvó con satisfacción automáticamente. No había sitio mejor en el
mundo que este. Giré el rostro, inspiré su maravilloso efluvio y volví a
apoyar mi mejilla en su cómodo y calentito torso, sonriendo de felicidad. El
éxtasis total vino cuando él me besó en la coronilla y comenzó a pasar sus
extraordinarios dedos por mi pelo. Me sentía tan segura entre sus brazos, tan
protegida, tan amada. Sus fuertes latidos retumbaban en su pecho, pero eran
calmados, rítmicos, arrulladores. Me relajé al momento.
―¿Cómo vais a hacer con los turnos de vigilancia? ―le pregunté con un
cuchicheo, sin despegarme ni un ápice de su pecho.
―No les mandé yo, se ofrecieron ellos ―me aclaró―. Ellos son los únicos
aquí que no tienen pareja. Tú no, porque sabes todo lo que pasó, pero si
alguno de los otros dejara a su chica en plena noche para vigilar, ellas se
mosquearían bastante, ¿no crees? Bueno, y Simon, en el caso de Leah.
―Ajá… ―susurré.
No quería dormirme. Quería disfrutar de esto un poco más, charlar con él…
242
Decisión
El día era nublado, como casi siempre. Salí de casa y me dirigí al garaje para
coger el coche. Me subí a mi forito blanco, arranqué y lo saqué de allí.
No tardé en encaminarme hacia la senda que unía nuestra casita roja con la
carretera de La Push. Pasé por delante del hogar de Billy, el cual se
encontraba en el porche, haciendo uno de sus crucigramas, y detuve el
vehículo para saludarle. Él también me sonrió cuando me vio. Me incliné
sobre el asiento vacío del copiloto e hice girar la manivela para bajar la
ventanilla.
―Hola ―sonreí.
―¿Cómo os encontráis hoy?
Fruncí el ceño, sin entender. ¿Y por qué iba a tener que venir conmigo nadie
de la manada para hacer la compra?
Billy resopló entre dientes, nada conforme. ¿Pero qué le pasaba hoy?
―Bueno, supongo que ese sitio estará lleno de gente, aunque de todas formas
llamaré a alguno de los chicos para que te acompañe.
Qué insistencia.
―No hace falta, puedo yo sola, de verdad ―reiteré―. En fin, tengo un poco
de prisa ―mentí―, así que me voy.
Mi suegro asintió, si bien su cara decía a las claras que no iba a ceder en sus
intenciones de llamar a alguien.
Suspiré.
Pestañeé, perpleja.
―Yo soy muy fuerte, Billy ―le recordé, y subí el cristal del todo.
Oh, no. Este iba a llamar a alguno de los chicos. Resoplé. ¿Desde cuando se
había vuelto tan sobreprotector conmigo? ¿O es que se había vuelto tan
machista como para buscarme una carabina?
No lo entendía.
Mi forito se movió con rapidez por la carretera y fui rezando todo el camino
para que llegase antes que alguno de los metamorfos.
243
No tardé mucho más en llegar al parking del supermercado. Entré como una
bala y estacioné del mismo modo. Miré a mi alrededor y suspiré con alivio
cuando vi que no había ningún metamorfo a la vista. Apagué el motor y me
bajé del coche.
Entré en el establecimiento y cogí uno de los carritos, la compra iba a ser
grande. Con un lobo en casa había que llenarlo. Enseguida me puse manos a
la obra. Rodé las ruedas de aquí para allá, recorriendo esos pasillos que ya me
sabía de memoria mientras iba cargando el carro con los productos de sus
estanterías.
Llegué a mi forito y abrí el maletero. Fui cogiendo las bolsas y las fui
colocando en el interior del mismo, hasta que me giré hacia el carro una vez
más y agarré la última. Entonces, cuando me estaba volviendo de nuevo, mis
ojos se abrieron como platos.
Razvan estaba frente a mí, a unos metros, clavándome esa mirada carmesí,
malvada. Decir que sentí escalofríos se quedaba corto, porque esa sensación
era punzante, y había llevado tanto tiempo desaparecido. Razvan no había
cambiado nada, seguía siendo ese ser maléfico de siempre, pero mis
sensaciones hacia él se habían transformado un poco. Desde que me había
encerrado durante un año, separándome de Jacob, mi repulsión hacia él se
había vuelto infinita, y si antes ya me daba miedo, ahora le tenía pavor.
―Los hijos del Gran Lobo deben morir ―afirmó Razvan con esa voz de
ultratumba.
Nessie…
Era un lugar extraño y mis bronquios seguían espirando el aire a toda pastilla,
así como mis manos, que continuaban pegadas a mi vientre. Me miré con
precipitación. Ya no había sangre, ni barriga abultada…
Tardé un poco en darme cuenta de dónde estaba, pero finalmente lo hice. Era
la tienda de campaña. Todo había sido una horrible pesadilla, aunque eso no
me tranquilizaba nada. Mi rostro se giró y por fin vi a Jacob.
―No. Nessie ha tenido una pesadilla, eso es todo ―le contestó, hablándole
en voz baja.
―Ah, vale ―se calmó el metamorfo―. Solo ha sido una pesadilla ―le
explicó acto seguido a alguien―, así que volved a las tiendas. ―Sí, al resto.
Había despertado a todo el mundo.
Ahora que prestaba atención, escuché cómo mis amigos y amigas se iban
metiendo en sus tiendas mientras murmuraban para comentar el susto que les
había dado.
―He tenido una pesadilla horrible ―murmuré cuando ya fui capaz de hablar,
sin apartarme ni un ápice de él.
―Ya sabes lo que eso significa ―le recordé, temerosa―. Ya sabes lo que
pasa con estas pesadillas. ¿Y si yo…? ¿Y si yo no puedo tener hijos? ―De
repente, mil dudas empezaron a azotar a mi cabeza; dudas que no había
tenido jamás y que esta pesadilla hacía que me plantease atropelladamente.
―Sí, pero… ―mis ojos bajaron para buscar respuestas con nerviosismo―,
quizá pueda quedarme embarazada, por mi condición de semihumana, pero
mi condición de semivampiro tal vez haga que mi cuerpo no logre…
―Esa pesadilla tiene que significar otra cosa ―afirmó, metiéndome el pelo
detrás de las orejas.
―Puede que tenga más que ver con Razvan ―conjeturó finalmente―. Tal
vez eso del cuchillo simbolice un truco de magia o algo así, porque está claro
que en la realidad no se sacaría una daga del pantalón para lanzártela, digo
yo.
―Quién sabe ―suspiré, bajando mis párpados. Luego, los subí de nuevo―.
Puede que tengas razón. Ya has oído a Thiago. Razvan, Nikoláy y Ruslán
estarán al acecho el día que yo me quede embarazada ―recordé, preocupada.
―¿Y cómo lo sabes? ―dudé, no de él, sino de que pudiéramos hacer algo
para evitarlo.
Pero tal vez sí dentro de tres o cuatro años, porque, aunque en estos
momentos aún no me apeteciese, quería tener hijos con Jacob en un futuro,
por supuesto. Aunque el verme en ese sueño embarazada de Jacob, hacía que
mis mariposas saltasen, revoltosas. Y esto de no quedarme embarazada
nunca…
―Espera, déjame terminar ―me cortó, poniéndome sus tórridas yemas sobre
mis labios. No pude evitar que el vello de mi cuerpo se pusiera de punta con
ese roce. Su rostro volvió a ponerse serio y empezó a hablarme con decisión,
enganchándome con esa mirada profunda―. Esperaremos hasta que demos
caza a esos magos. Tú sigues tomando la píldora, ¿no?, así que no hay
problema con eso. Les buscaré y les perseguiré hasta que me los cargue. No
me importa cómo ni dónde, les buscaré por tierra, mar y aire hasta que dé con
ellos, y después me aseguraré de que están bien muertos. Y luego, cuando
ellos ya no existan y no haya peligro de que tu pesadilla se cumpla, si ya nos
apetece tener críos, puedes dejar de tomarla.
―No lo sé, pero lo haré ―afirmó con resolución―. Está claro que ellos
están merodeando por estas tierras, a la espera. Lo mejor es que no tengamos
hijos, por el momento. No hasta que liquide a ese Razvan y compañía.
―Rechinó los dientes.
También eran todos sus defectos, hasta estos me gustaban. Todos ellos se
sumaban a sus virtudes para enamorarme más de él.
―¿Te encuentras mejor? ¿Ya estás más tranquila? ―susurró, y sus dedos
comenzaron a jugar con mis rizos.
Lo único que teníamos que hacer era seguir como hasta ahora: no tener prisa
por tener hijos.
Harley Davidson
Este era el segundo libro que me devoraba hoy. Terminé de leer el último
párrafo, cerré las tapas con un golpe seco, lo posé sobre mis pantorrillas y
alcé mis brazos para estirarme.
Miré el reloj. Jake llevaba cerca de una hora en el garaje, limpiando su Harley
Davidson. Torcí el gesto. ¿Es que no se cansaba nunca de esa moto? Además,
esta mañana ya habíamos salido para rodarla un poco. Iba a empezar a
ponerme celosa de verdad de esa Harley.
Me reí para mis adentros de mi propia broma, cosa absurda, por otra parte, y
me levanté del sillón. Dejé el libro sobre el ladrillo de la chimenea y me
sacudí la falda. Esta en cuestión debería quedarse un poco más arriba de mis
rodillas, pero la tela azul de esos dichosos pliegues se arrugaba enseguida y la
prenda quedaba más alzada de lo que debería. Resoplé. La estiré como pude,
pero poco conseguí. En fin, estaba en casa y no tenía pensado ir a ninguna
parte, así que tampoco importaba tanto.
La puerta del garaje estaba abierta, como siempre. Cuando pasé al interior, vi
lo que estaba haciendo mi chico. Ya había relimpiado la moto, y ahora le
estaba sacando brillo con un trapo.
―¿Ya has terminado de leer el libro? ―me preguntó, eso sí, sin dejar de
frotar ese tubo de escape brillante.
Como ya dije, hacía mucho calor, por eso solamente llevaba unos viejos
pantalones cortos de color verde militar y, al igual que yo, iba descalzo. Él
estaba más que acostumbrado a no calzar nada, y hoy hacía un día demasiado
bochornoso como para cubrir sus pies. Su pecho lucía su desnudez y su piel
estaba algo humedecida por una casi imperceptible capa de sudor, las
diminutas partículas que lo envolvían casi no llegaban a ser gotas. Ese
afrodisíaco olor era muy tenue, lo justo para que yo no me volviese loca,
aunque no escapaba a mi nariz, por supuesto.
248
―Venga, nena, no tienes por qué estarlo. Entre ella y yo no hay nada, te lo
aseguro, solo admiración ―alegó, haciendo la broma―. Me gustaría que ella
y tú os llevaseis bien. Creo que podríais llegar a ser muy buenas amigas, en
serio.
Giré el rostro hacia él, entrecerré los ojos para simular una cara de odio y
volví a virarlo. Jacob se rio.
Entonces, tiró el paño a un lado, se fue a cerrar la puerta del garaje, pasando
por delante de mis extrañados ojos, que le seguían de reojo, y se acercó a la
moto de nuevo. Acto seguido, se montó en la Harley. La máquina ya se
mantenía en pie gracias a su fuerte pata metálica, pero él la puso derecha y la
sostuvo fácilmente con sus largas y robustas piernas.
―¿Te gustaría que te enseñase a manejarla? ―me propuso con una sonrisa
mientras sus manos se apoyaban en el asiento―. Te dejaría llevarla alguna
vez.
―Yo puedo con esta moto perfectamente ―afirmé―. ¿Quieres que hagamos
la prueba? Puedo levantarla. ―Y solté mis brazos para dirigirme a los bajos
de la máquina.
―No, deja ―me paró, bajando los suyos para que no siguiera―. No hace
falta, te creo ―sonrió con una mueca.
La lluvia comenzó a repiquetear con fuerza sobre las planchas de chapa del
tejado, creándose un soniquete continuo, aunque también se podía escuchar
cómo azotaba la hierba del jardín, tras la puerta cerrada.
Jacob dio unas palmaditas sobre la parte delantera del asiento para que yo me
sentase ahí, mostrándome esa seductora sonrisa torcida, y así lo hice. Pasé la
pierna sobre el cuero negro y me subí a la Harley Davidson, justo delante de
él.
Giró su rostro un poco hacia mí. Este también estaba algo húmedo.
Ese afrodisíaco olor que antes conseguía dominar, ahora se introducía por mi
nariz con ganas.
El labio de mi marido se volvió a curvar hacia arriba. Sí, estaba claro que lo
que quería era seducirme con la excusa de la Harley. Y lo estaba
consiguiendo.
Sin despegar su mejilla de mi sien, subió sus manos y las llevó hasta mis
brazos. Con mucha suavidad, los acarició con sus sedosas palmas,
poniéndome todo el vello de punta, hasta que llegó a mis dedos. Los
entrelazó con los suyos por el dorso de mis manos y alzó mis brazos. Cuando
se inclinó sobre mí para llevármelos al manillar y le noté tan pegado a mi
cuerpo, no pude evitar que mi boca empezase a respirar con estimulados
jadeos. No podía estar más excitada, ya notaba el ardor en todo mi bajo
vientre. No sé qué era; bueno, sí, era él, su maravilloso olor, la postura, la 249
energía, el morbo que me producía la moto, la cual tenía entre mis piernas,
usurpando su lugar, todo. Jacob pareció encenderse por mi reacción y su boca
también comenzó a exhalar con más agitación. Podía sentir los fuertes latidos
de su corazón en mi espalda, palpitando con rapidez.
Sus manos rodearon a las mías para que mis dedos llegasen a las palancas del
manillar.
No pude evitarlo. Giré mi rostro hacia el suyo, dejando que nuestros ansiosos
labios se rozasen, me pegué más a él y comencé a friccionarme ligeramente
contra su cuerpazo húmedo, sin que ninguno de los dos soltase el manillar.
Los dos empezamos a jadear en nuestras bocas, su abrasador aliento ya me
estaba comiendo. Empecé a sentir la urgente necesidad de que me arrancase
la ropa interior y me tomase así mismo, tal y como estábamos, como un lobo
salvaje...
Así lo hice, sus deseos eran órdenes para mí. Solté el manillar, su mano se
movió hacia mi estómago para ayudarme y los dos nos pusimos derechos de
nuevo mientras nuestros labios se rozaban sin parar y nuestras bocas
espiraban con agitación.
250
Su tórrida lengua se abrió paso para jugar y la mía la recibió con ganas,
espirando a todo lo que daban nuestros bronquios al tiempo que sus ardientes
manos se metían bajo mi camiseta para acariciar mi espalda con frenesí, cosa
que me estremeció aún más.
Mi amor, mi amor, mi amor… Eso era lo único que mi mente podía pensar en
estos momentos.
Sacó el dedo de mi boca y, con rapidez, me empujó hacia él, haciendo que mi
torso y el suyo se fundieran y nuestros labios se unieran para rozarse,
intercambiándose esos agitadísimos alientos.
―Dímelo otra vez, nena… ―me pidió con otro estimulado susurro que ya
besaba mis labios.
Jadeé con entusiasmo. Mis manos se fueron a su pelo para amarrarlo con
fuerza.
―Nessie… ―jadeó.
La energía que nos rodeaba volaba con fuerza a nuestro alrededor, y apenas
podía sentir la tormenta que se abatía afuera.
Ambos gemimos en nuestras bocas con placer, una vez más. Sus largas y
robustas piernas sostenían la moto para que no se cayese a un lado, ayudando
a la fuerte pata metálica de la moto, y comenzó a moverse dentro de mí con
vehemencia, sujetando el manillar con sus manos. Si hubiera sido otra moto,
desde luego no hubiera resistido semejantes embistes.
Los dos rozábamos los labios para jadear en voz alta, sin dejar de clavarnos la
mirada, y mis dedos escalaron por su cuello para terminar asiéndose a su
cabello. El cuadro de mandos me hacía daño en la nuca, pero no me
importaba en absoluto, porque lo único que podía sentir era ese enorme
placer que me invadía a cada instante, esa energía frenética, ese aliento que se
agitaba en mis labios, solo podía sentirle a él, deslizándose entre mis piernas
una y otra vez, frotando el punto de unión de estas a la vez que bombeaba con
esa impetuosa fuerza que rozaba el fondo de mi bajo vientre con golpes
espasmódicos y bravíos.
252
Bajé mis manos por su ancha y portentosa espalda y conseguí llegar al final
de esta, bajándole los pantalones un poco más. Clavé mis dedos con avidez
para que no se detuviera jamás.
―Mi amor…, no pares… ―le supliqué entre esos fuertes jadeos que ya se
parecían más a gemidos.
El inmenso placer explotó del todo, acompañando al trueno que sonó fuera, y
llegó el éxtasis.
Todo mi cuerpo, todo mi ser, fue barrido por ese clímax que se mezcló con la
frenética energía que nos envolvía, la cual estalló al mismo tiempo. Esta vez
el orgasmo duró mucho más y fue mucho más intenso, increíble y mágico. Y
también sentí el suyo; eso siempre hacía que fuera aún más especial, porque
sucedía a la vez que el mío, porque lo compartíamos todo. Sentí cómo su
alma, su espíritu, se unía a la mía, tomándola al igual que su cuerpo había
tomado al mío. Sentí cómo volaban y bailaban juntas durante un instante
maravilloso, indescriptible, que hizo que ese enorme placer se convirtiera en
delirio puro. Siempre era tan intenso, que mis ojos no podían evitar las
lágrimas. Daba igual las veces que hiciésemos el amor, siempre era
indescriptible, espiritual, mágico y maravilloso.
―Hacer el amor en una Harley Davidson es lo más sexy que hemos hecho
nunca, ¿no crees? ―afirmó, manteniendo la sonrisa y esa agitada respiración.
Pero sabíamos que esto ni mucho menos había terminado. Su boca no tardó
en regresar a la mía para saciar nuestra interminable sed una vez más, y mis
dedos se entremezclaron en su corto pelo con fervor.
―No… ―imploré con un susurro que rozó sus labios con furor, clavando
mis dedos en su espalda más baja―. No te separes de mí…
Pasó su pierna por encima del asiento de cuero y caminó hacia una de las
paredes con rapidez y urgencia, dejando sus pantalones rotos por el camino.
Ese viejo taquillón que usaba para guardar piezas más o menos medianas
tenía su pequeña superficie llena de diferentes artilugios. Quitó todas esas
cosas, arrastrando su brazo con un bandazo enérgico, y en medio de todo
aquel ruido estrepitoso me sentó sobre la misma para comenzar a hacerme el
amor de nuevo.
253
Cumpleaños
Hoy era once de septiembre, el día en que cumplía doce años, aunque seguía
aparentando unos veintidós, que era mi edad física. Lo bueno es que, a ojos
de los humanos que no sabían mi secreto, cumplía veintitrés, así que ahora mi
físico concordaba perfectamente con la edad que se supone que tenía.
Mi tía Alice lo tenía todo dispuesto. Había adornado la casa, esa en la que yo
había crecido, llenándola de unos sotisficados y modernos farolillos blancos y
rojos que colgaban del techo, hechos de un papel muy fino y elegante.
También había distribuido una serie de luces que le conferían un aspecto más
acogedor al salón. Había apartado los muebles, dejando el sofá y los sillones
en un rincón, y había colocado varios altavoces y amplificadores para poner
música.
Emmett se ofreció para preparar unos cócteles sin alcohol, que, según él, eran
muy fáciles de hacer. Al parecer, en todos esos diferentes viajes que había
hecho con Rose al Caribe, se había fijado en cómo se preparaban y había
aprendido a hacerlos. Rosalie le iba a ayudar a servirlos.
En fin, mi idea era la de hacer una fiesta más humilde y pequeña, pero
cuando se tiene una tía como Alice, eso es imposible.
Alice estaba muy nerviosa, o, mejor dicho, histérica. Todo lo que fuera hacer
una fiesta y tener gente en casa la volvía loca.
―Tardan mucho, ¿no? ―preguntó por enésima vez mientras retorcía los
dedos de sus manos.
Por fin pude escuchar un lejano ruido. Era un motor y, efectivamente, parecía
el del Volvo azul metalizado de Seth. Jacob tardó un poco más en oírlo.
―¡Ya están aquí! ―exclamó Alice cuando Seth llegaba para aparcar frente a
la casa.
Se puso a dar saltitos por el salón para acercarse a la mesa donde había
instalado el equipo de música. No tardó nada en amenizar el ambiente con
uno de los tantos CDs de mi padre.
Antes de que a Seth y a Brenda les diese tiempo a salir del vehículo, Alice
cruzó el salón como 254
Giré mi rostro para mirar a Jake, el cual me sonrió con esa blanca sonrisa que
resaltaba sobre su preciosa piel cobriza. Casi me daban ganas de darme la
vuelta para darle un buen beso.
―Feliz cumpleaños. A las dos ―nos felicitó Seth con esa amplia y amigable
sonrisa de siempre.
―Espera, no seas impaciente ―rio―. Dejaremos los regalos que nos vayan
dando en la mesa del salón y los abriremos más tarde, ¿te parece bien? ―me
propuso, sonriendo―. Si no podemos volvernos locas abriendo los paquetes
de uno en uno.
―Me alegro de que hayáis venido ―les dijo a Seth y Brenda―. Habéis
tardado un poco, pero, en fin, sois los primeros ―se la tiró.
―Siempre tuyo ―contestó él, poniendo su mano detrás para hacerle una
reverencia.
―Ah, claro ―cayó Alice―. Se me había olvidado que estás estudiando para
peluquera. ¿Así que has tenido clase hoy?
―Sí. Bueno, en realidad, hoy hemos tenido prácticas, por eso he tardado más
de la cuenta ―explicó mi amiga.
―Bien, muy bien ―sonrió Seth―. Ah, guay, comida. ―Y, en menos que
canta un gallo, se metió uno en la boca.
255
―Te estoy oyendo, chucho ―le replicó Rosalie desde esa barra doméstica.
Jacob le lanzó un beso y Rose puso una mueca de asco.
―Ja, ja, lobo, muy gracioso ―intervino Alice, dedicándole una mueca. Jake
se rio―. Lo cierto es que va a llover, así que lo mejor era hacerla en un sitio
cubierto, y dado que esa casa es bastante pequeña, decidimos que era mejor
hacerla aquí.
―Traduzco otra vez ―dijo mi padre con la misma cara de antes, aunque en
esta ocasión hablando con un cuchicheo―. Eso quiere decir: será mejor que
me vaya rápido de aquí.
Estos cuatro paquetes eran más pequeños que los anteriores, por lo que
deduje que se trataba de alguna pulsera, pendientes o algo por el estilo. El
papel de regalo que los envolvía también era muy bonito. El de Ryam y
Helen se trataba de un dibujo abstracto en diferentes tonos azules que se
mezclaban con rayas plateadas, y el de las gemelas lucía unas rosas de color
pastel. En vez de lazos de tela, el adorno terminaba con unas cintas
enroscadas a juego con la tonalidad del envoltorio.
Mis amigos pasaron y yo la cerré. Jennifer se vio atacada por otra insistente
tos que ya hizo que llamara mi atención un poco más.
―Si estabais enfermas, no teníais por qué haber venido ―les dije,
preocupada y sintiéndome algo culpable, ya que les había insistido tanto en
que viniesen…―. Si os sentíais mal, teníais que habérmelo dicho, no pasaba
nada.
Fruncí los labios y las miré con un poco de incredulidad, porque esas toses
que tenían todo el tiempo no parecían decir que ya estuviesen mucho mejor.
Si ellas supieran que ese chico tan guapo en realidad era mi padre…
―Mira, Bella, te han traído esto a ti ―le mostré mientras los demás ya se
saludaban.
256
―No hay de qué ―le contestó Brenda, ya que las gemelas ahora tosían al
unísono.
―Ya les dije que los abriríamos más tarde ―le revelé a mamá.
―Pues, trae, voy a llevarlos a la mesa. ―Me cogió los míos, dedicándoles
otra sonrisa, y se alejó hacia allí.
Brenda y las gemelas, que tosían a cada poco, también se animaron, y cómo
no, Jacob y Seth cogieron su enésimo canapé.
―Veo que os ha afectado la gripe que está azotando Vancouver ―se percató
Carlisle, dirigiéndose a Jennifer y Alison.
―Oh, sí, perdona ―se disculpó. Luego, carraspeó y se dirigió de nuevo a las
gemelas―. Os prepararé algo para esa gripe, ya veréis qué bien os sienta
―se ofreció, pasándole la bandeja a Esme.
―Gracias, eres muy amable ―sonrió Alison, contestando por las dos, porque
su hermana no dejaba de toser.
―Espera, voy a preparar más canapés ―dijo mi abuela, siguiéndole con esa
bandeja que ya había sido saqueada por los dos quileute.
El timbre volvió a sonar. Y volvió a sonar muchas más veces, hasta que el
salón se llenó de todos los invitados. Un montón de altos metamorfos y otro
más de chicas quileute invadieron la estancia, dándole más ambiente a la
fiesta.
Esme se afanaba en sacar comida, ayudada en todo momento por Carlisle,
Alice seguía pinchando música y Emmett agitaba la coctelera sin parar, con
su Rosalie como camarera.
No escapó a mis ojos esas sonrisillas de las gemelas cuando vieron entrar a
Isaac y Shubael, y tampoco tardaron mucho en aceptar su invitación para irse
a tomar un cóctel. Así que el grupo en el que ahora estábamos Jacob y yo
teníamos libertad para hablar.
―Hmmm… ―Embry exageró su tono para fingir que estaba pensando―, las
leyes de nuestra tribu prohíben casarse con menores. Ahora que lo pienso,
puede que vuestro matrimonio no sea válido ―afirmó.
―Pasa de él, te está tomando el pelo ―me desveló Jake, mirando a Embry
con cara de no muy buenas pulgas por haberme asustado un poco.
Los seis nos encaminamos hacia la barra casera. Mientras caminábamos entre
esos cuerpos enormes de los chicos de la manada, eché un vistazo a mi fiesta.
Mis padres tenían una amena y 257
―¿Qué tal? ¿Lo estáis pasando bien? ―les pregunté nada más llegar.
―Sí. Esta fiesta es genial ―respondió Paul con una amplia sonrisa.
―¿Qué tal los críos? ―les preguntó Jacob―. ¿Dónde les habéis dejado?
―Con papá ―le respondió Rachel.
―Bueno, ¿qué os pongo? ―quiso saber Rosalie, que llegó justo de servir
otro cóctel.
Era Renée.
258
Irrupción
―Hola ―saludó ella, un poco sorprendida de verme allí―. Tú… eres Nessie
Clearwater,
Sus pupilas me estudiaban de la misma forma que habían hecho el día en que
nos conocimos, y empecé a sentirme muy violenta e incómoda, por la
situación, claro está.
―S-sí, sí, claro ―le respondí nerviosamente―. Bueno, ya soy Nessie Black
―le maticé, porque eso de Nessie Clearwater que se había inventado mi
abuelo…
―Es cierto, ibas a casarte con Jacob ―recordó, mostrándome una sonrisa.
―¿Y tú? ¿Qué haces aquí? ―invirtió ella, extrañada de verle a él en esa casa.
―¿Yo? ¿Que qué hago aquí? ―repitió Charlie buscando una respuesta, casi
neurótico perdido.
―Sé que los Cullen han vuelto ―afirmó ella, empujándole con su hombro
para pasar.
Fue inútil. Renée pasó al salón como un huracán que lo arrolla todo,
buscando a su hija con frenetismo entre todos esos altos y corpulentos
quileutes.
En un abrir y cerrar de ojos que fue extremadamente rápido, incluso para mí,
Renée se plantó delante de Carlisle.
Oh, no, las gemelas. Mis ojos se fueron súbitamente hacia ese lado de la barra
cuando me acordé de ellas, pero, afortunadamente, ya no estaban. También
faltaban Isaac y Shubael, así que mi rápida mente enseguida dedujo que ellos,
hábilmente, se habían encargado de sacarlas de allí con alguna excusa. Una
mirada con Jacob me lo ratificó.
259
―Por favor, Renée, cálmese ―le rogó Carlisle, que cambió su semblante
tranquilo por uno de tristeza.
Yo no sabía qué hacer. ¡Qué frustración! Me sentía una inútil, una completa
inútil, porque,
¿qué se le podía decir a una madre que llevaba doce años “buscando” a su
hija, a una hija que hablaba con ella casi todos los días, de la que sabía que
estaba bien, pero con la que no se veía físicamente? En honor a la verdad, no
sé por qué nos sorprendíamos de verla aquí. Renée no debía de haber dejado
de investigar nunca, y eso que lo de las piernas rotas de Phil le había tenido
entretenida bastantes meses. Pero otros tres años dan para mucho, y algo
debía de haberla traído hasta aquí, alguna investigación secreta que ni el
propio Charlie conocía. Mamá llevaba doce largos años esquivando esta
situación insostenible, doce años dándole largas y más largas, poniendo
excusas ya imposibles, “huyendo” de los sitios a los que sabía que se dirigiría
Renée, incluso marchándose de Anchorage cuando su madre había ido hasta
allí, y todos sabíamos lo mal que lo estaba pasando ella también por esta
situación. Esta precisamente había sido una de las causas de aquella turbación
que le había dado en el pasado. Ahora mismo tenía que estar sufriendo
infinitamente al tener que escuchar de primera mano la agonía de Renée. Se
me aferró un nudo enorme en la garganta, y a punto estuve de llorar yo
también.
―Renée, por favor ―le imploró Charlie, sujetándola por los hombros para
que se diera la vuelta, otra vez sin éxito.
―Le aseguro que nadie la tiene retenida ―afirmó Carlisle, usando su tono
suave y comedido de siempre, para ver si así la calmaba un poco.
―¡Sé que está aquí! ―reveló ella, voceando una vez más―. ¡He estado
investigando y sé que habéis venido todos! ¡Estáis celebrando su
cumpleaños! ―soltó, otra vez entre lágrimas. Noté cierto reproche en su
frase. Un reproche lleno de dolor y rabia, por no haber sido invitada al
aniversario del nacimiento de su propia hija―. ¡Quiero verla!
―Jacob, ¿qué vas a hacer? ―le avisó Rosalie, hablando entre dientes―.
Maldito chucho ―murmuró acto seguido con una voz que solamente un oído
más agudo podía escuchar.
260
―¿Está… enferma? ¿Le ha… pasado algo malo? ―inquirió Renée con un
hilo de voz.
―No, no, no es eso. Está como una rosa, créeme ―le calmó Jacob,
hablándole con más naturalidad. Renée suspiró, más relajada―. Verás, es un
cambio físico. ―Charlie miró a otro lado y murmuró algo entre dientes que
no llegué a entender, pero Jake siguió a lo suyo―. Ella no es la misma chica
de hace años. Bueno ―de repente, se quedó pensando―, en realidad…, sí
que lo es, aunque no del todo ―dijo para sí mismo, haciendo una mueca.
Luego, volvió en sí otra vez y la miró con seriedad de nuevo―. Mira, Renée,
tienes que saber que las cosas no son como tú crees.
Sin embargo, Carlisle alzó la mano para que permitiese que Jake siguiera
hablando, sin dejar de observar ni valorar a Renée. Esta miraba a mi chico
con determinación.
―No, ella está bien, y es feliz, muy feliz ―le reveló él, mirándola con
resolución―. Edward cuida muy bien de ella.
―¿Y dices que me rehuye para protegerme? ―Renée apenas tenía voz.
Pero si tú lo adivinas por tu cuenta, todos los que estamos aquí haremos la
vista gorda.
Renée le observó durante un rato. No sabría decir qué era lo que más
predominaba en su mirada, si era el enfado, la decepción, el disgusto, el
reproche, las ganas de arrojarse a su cuello para rompérselo… Sin embargo,
después Renée volvió a mirar a Jake.
―Te doy mi palabra ―juró Jacob con esa mirada solemne de la que solo
goza la gente honesta como los indios.
261
Pero Jacob alzó la mano para calmarnos a todos y, de pronto, mis pies se
pararon en seco, así como los de mi padre.
Jake la rodeó con sus brazos para consolarla y sus intensos ojos se dirigieron
a los míos, buscando mi complicidad. La encontraron, por supuesto, y mi
boca también le sonrió ligeramente.
―Esto… Creo que será mejor que nos vayamos ―dijo Seth, caminando
hacia mí, con Brenda de su mano―. Hasta mañana, Nessie. Ya te
llamaremos. ―Y me dio un cálido beso en la mejilla.
―¿Ya estás mejor? ―le murmuró Jacob, separándola por los brazos para
mirarla.
―¿Te he hecho daño? ―quiso saber mamá, ahora preocupada por él.
―No, pero esta noche creo que necesitaré uno de los masajes de Nessie en la
espalda ―le contestó, mirándome a mí con una sonrisa.
Entonces, mi madre miró hacia atrás, donde se encontraba Charlie con Sue, y
cambió un torso por otro, dejándome pista libre a mí con mi chico. Me pegué
a él y me adosé en un abrazo que él correspondió con gusto.
Charlie tuvo que tragar mucha saliva para poder musitar algo.
Mamá asintió una vez más, le dio un beso en la mejilla y se fue a los brazos
de mi padre.
Además, las madres siempre aceptan a sus hijos tal y como son.
―Sí, pero sus hijos no son lo que somos nosotros ―discutió Rosalie, que
estaba con los brazos cruzados.
262
―Vamos, Bells, sabes que eso no será así ―alegó mi chico, usando otra
entonación y otras formas―. Renée es muy fuerte.
―Pero tiene derecho a saberlo, ¿no te parece? ―le contestó mi chico, algo
molesto por su negatividad―. Hay gente aquí que lo sabe todo, y ni siquiera
son familia. Renée es la madre de Bella, qué menos que lo sepa.
―En mi humilde opinión, creo que Jacob tiene razón ―declaró, hablando
con un tono conciliador. Jake le dedicó una sonrisita a Rosalie y esta
entrecerró los ojos―. Ya han pasado muchos años y Renée no ha dejado de
insistir en ver a Bella ni un solo día. Creo que esto no solo la está afectando a
ella psicológicamente, como es obvio, sino que Bella también está sufriendo
por ello. Y eso nos afecta a todos. Es más, nos pone en peligro. Renée no
dejará de investigar nunca, no hasta que no sepa la verdad, y eso, más tarde o
más temprano, la pondrá en peligro a ella, con lo cual, nosotros tendremos
que terminar interviniendo. ―Mi madre apretó la mano de papá―. Ya lo
hemos visto hace tres años, con aquella visión que Alice había tenido. En
aquél entonces conseguimos evitarlo, pero llegará un día en que nos será
imposible. Es mejor que lo sepa ahora, que nos conozca tal y como somos.
Eso evitará problemas mayores. Si ella lo descubre por su cuenta, nos tomará
por asesinos sanguinarios, en cambio, si se lo decimos nosotros, tendremos la
oportunidad de explicarle bien las cosas, eso, además de evitar
malinterpretaciones, se lo pondrá más fácil. No obstante, la decisión no está
en mi mano. Bella, ¿estás dispuesta a decírselo? ―le preguntó, pidiéndole su
consentimiento para tomar una decisión.
263
Reencuentro
Alice se concentraba en un intento de ver qué iba a pasar, pero mientras Jake
y yo estuviéramos presentes, era imposible que viera nada, así como estos
días atrás no había visto que Renée iba a aparecer en la fiesta de cumpleaños,
puesto que la misma estaría llena de metamorfos.
Yo también estaba nerviosa. Tal vez al final no podíamos decirle que tenía
una nieta, pero la posibilidad de que sí se lo dijésemos también estaba ahí.
Como cuando era una niña, una vez más me tenía que enfrentar al temor de
ser rechazada, porque, para qué nos íbamos a engañar, a ojos de cualquier
humano yo seguía siendo un bicho raro, un ser extraño que incluso les podía
provocar cierto temor o aversión. Aunque esto no era nada comparado con lo
que mamá estaba pasando, claro.
La estancia permanecía en un silencio tal, que el único sonido que se oía eran
los dos repiqueteos acompasados de mi corazón y el de Jacob, aunque
también se podían escuchar los cantares juguetones de los diferentes pájaros
que habitaban el bosque, las caricias del viento en las hojas y el correteo de
alguna ardilla que otra por la corteza de un árbol.
El único que se mostraba más tranquilo era Jacob. Su postura no es que fuera
totalmente despreocupada, pero sí mas relajada que la de los demás. Mi
madre intentaba concentrarse en él, como si así fuera a contagiarse de algo.
No había ninguna hora de llegada acordada, pero parecía que Renée se estaba
retrasando. Ya empezábamos a dudar de que viniera, cuando otro ruido
diferente comenzó a escucharse en la lejanía. Era el motor de un vehículo, y
no era el coche patrulla de Charlie.
Los nervios de mamá subieron hasta el infinito.
―Tranquila, todo saldrá bien ―le alentó mi padre, posando los labios en su
sien con dulzura.
El ruido del motor fue oyéndose cada vez más cerca, y el nerviosismo fue
aumentando con él, hasta que ese motor se paró justo delante del porche de la
casa.
Primero, el sonido de dos puertas del coche cerrándose, después, los pasos de
dos pares de zapatos subiendo las escaleras del porche. Mi madre estaba al
borde de su aguante y mi padre la sujetó por la cintura. Por supuesto, ya sabía
que no podía desmayarse, pero, en serio, daba esa sensación. Era extraño, y
hasta sorprendente, ver a un ser tan fuerte como un vampiro parecer tan
frágil. Mamá lo parecía tanto, que daba la sensación de que estaba enferma.
Si seguía así, iba a 264
―Alegra un poco la cara, Bella ―le cuchicheó papá, haciéndose eco de mis
pensamientos―. No querrás que tu madre crea que estás enferma...
―Sé fuerte ―le dijo mi progenitor, dándole otro beso, esta vez, en la cabeza.
Y el timbre sonó.
Mamá había escuchado esos pasos, como todos, y sabía que iban a picar, pero
aun así no pudo evitar sobresaltarse un poco. Mi mano apretó la de Jacob y
todos aguantamos la respiración. Bueno, en el caso de mi familia era un
decir, por supuesto.
Renée lo hizo primero, y sus ojos ya buscaron a mamá. Venía sin Phil, por lo
que deduje que le había puesto algún tipo de excusa para que no la
acompañase. Al no ver a mi madre allí, sus pupilas oscilaron
automáticamente hacia Jake.
―Está aquí, como te prometí ―le calmó él, mirándola con sinceridad.
―Solo quieren comprobar que estás bien antes de que ella salga ―le dijo
Charlie.
―Estoy bien, ¿dónde está? ―insistió, estudiando el interior de la casa con la
mirada.
―Ya sé lo que sois ―declaró, dando un rodeo con la vista para mirarnos a
todos. Me quedé perpleja cuando vi ese matiz en su mirada, porque era una
mirada muy parecida al odio. Nunca había visto a nadie mirarnos así―. Me
ha costado deducirlo, pero me he pasado toda la noche investigando en
Internet. ―Entonces, con una valentía asombrosa y digna de alabanza, alzó la
barbilla y lo soltó con valor y arrojo―. Sois vampiros.
―Así es ―le confirmó Carlisle con un tono serio―. Pero no somos como
usted piensa.
―No tomamos sangre humana ―le explicó Carlisle, usando su voz serena y
pausada―. Nos alimentamos solo de animales.
Charlie terminó por sacarse un pañuelo del bolsillo para frotar la parte
superior de su rostro.
―Vamos, Renée, tienes que creernos ―le rogó Jacob, hablándole con la
misma naturalidad que ayer―. No toman sangre humana, créeme. Son buena
gente.
265
―Mira sus ojos ―le pidió mi chico. Renée los miró, aunque un poco a
regañadientes―. Son dorados, ¿no? Bien, pues los vampiros que toman
sangre humana los tienen rojos. Estos de aquí son buenos, créeme. Además,
¿no ves lo tranquilos que están? Si tomasen sangre humana ya se habrían
tirado a ti, ¿no crees?
Rosalie le fulminó con la mirada. No le gustó nada esas formas para referirse
a ellos.
―¿Ah, sí? ¿Y qué hay de eso de la eterna juventud? ―cuestionó ella con
ojos críticos―.
Renée cerró los ojos y exhaló todo el aire que tenía en los pulmones. Abrió
los párpados y se quedó un buen rato con la mirada clavada en el suelo,
perdida.
Mi garganta fue invadida por uno de esos incómodos nudos, pero fui capaz
de controlarme.
La primera reacción de Renée fue la de abrir los ojos como platos y jadear.
Esa hija que había visto en su boda por última vez, seguía siendo la misma
joven de diecinueve años, pero diferente.
Su rostro había cambiado, su cabello era más lustroso, incluso su voz era más
angelical y pura.
266
―Sí, soy así, mamá ―le ratificó mi madre, hablándole con un tono dulce―.
Somos fríos, aunque no tenemos frío. Bueno, ya te lo explicaré. ―Y se le
escapó una risa nerviosa.
―Bueno, plantéatelo como si se hubiese hecho la cirugía o algo así ―le dijo
Jacob, mostrando una sonrisa completamente relajada.
―Estoy aquí, mamá ―le contestó mi madre con esa mezcla de preocupación
y emoción, agachándose para ponerse a su altura. Esme le pasó el vaso―.
Toma, bebe un poco de agua, te sentará bien.
―¿Podré verte otra vez más? ―quiso saber, y las lágrimas volvieron a
recorrer su rostro―. No me importa lo que seas, no me importa que sea una
vez al año…, solo quiero verte más veces…
―Claro que sí, mamá ―musitó, acariciando su rostro con su mano helada. A
Renée no pareció importarle ese tacto―. Y no solo una vez al año. Ahora que
ya sabes mi secreto, podrás verme todos los días, si quieres. Aunque si no
quieres verme tan a menudo por lo que soy, lo comprenderé.
Mi abuela materna desvió la vista hacia él, pero, de pronto, sus pupilas se
encontraron conmigo.
―¿Y por qué está ella aquí? ―preguntó, entrecerrando los ojos para
estudiarme con esa mirada de siempre.
Y sus ojos pasaron a hacerlo con mis progenitores. Creo que más o menos ya
sabía la respuesta.
Jacob iba a soltar mi mano para dejarme ir, pero se lo impedí. Necesitaba
tenerle a mi lado, sentir su calidez y tranquilidad, sentir esa seguridad que
solo él me daba. Tiré de él y le hice caminar junto a mí hasta que me planté
frente a Renée tímidamente.
Sus pupilas oscilaron de mí a mis padres. La respuesta era tan obvia, que
mamá optó por decírselo directamente.
Pero no lo hizo.
¿Mi… nieta?
―Hola… ―Ya nos conocíamos, pero no pude evitar saludarla con ese frágil
murmullo, como si, en realidad, acabasen de presentarnos.
Estuve a punto de decir hola, abuela, pero creí que igual era un poco fuerte y
precipitado llamarla por ese nombre tan a primeras. Todavía se estaba
recuperando del primer shock, y ahora tenía que hacerlo del segundo.
Eso hizo que la cantidad de sangre que ya invadía mis mejillas aumentase,
pero también se me antojó darle un buen beso.
Mi abuela materna llevó su trémula mano a mi rostro para tocarme, casi con
miedo. Su palma se posó ligeramente en mi mejilla y, al notar la temperatura,
la retiró súbitamente. No parecía asustada, solo sorprendida por la diferencia
con mi madre.
―Tu temperatura…
―¿Y por qué no me contaste todo esto antes? ―le reprochó ella a mamá.
―¿Conmigo? Hey, yo estoy muy bien, sé cuidarme solo ―le replicó él, algo
molesto.
―Tú estás protegido a todas horas por un montón de… amigos que andan
por los bosques ―rebatió mi madre.
Estaba claro que esos amigos eran los metamorfos. Mamá lo había omitido,
seguramente para 268
―Siento asustarte, pero tengo que decírtelo así para que te quede muy claro.
Las cosas son así y no puedo suavizártelas.
―Deberás seguir unas pautas a rajatabla para que podamos vernos ―siguió
mamá. La pobre Renée no hacía más que asentir mientras la miraba con
obediencia―. Cuando me llames, nunca te refieras a nosotros como
vampiros, trátanos como siempre lo has hecho, ¿de acuerdo? Para quedar, te
llamaré yo desde alguna cabina telefónica. Tendremos que vernos en sitios
poco concurridos, en algún bosque o algo así. Y otra cosa. ―Mi madre tomó
aire y se lanzó a la piscina, hablando entre murmullos cautos―. Sabes que
nunca envejeceré. ―Ahora sí que Charlie pudo beber agua. La necesitaba de
nuevo―. Siempre tendré este aspecto, siempre. Por muchos años que pasen,
siempre aparentaré diecinueve. ¿Estarás preparada para eso?
―¿Alguien quiere tomar algo? ―preguntó Esme para romper un poco ese
momento tan raro.
―Otra para mí ―se apuntó Charlie, que volvía a secarse el sudor de la frente
con su pañuelo.
No pude evitar sentirme tan feliz. Mi madre rebosaba esa felicidad por los
cuatro costados, y eso me contagiaba más.
Sí, las cosas con Renée iban a ser muy diferentes a partir de ahora.
269
Gripe
En esta ocasión sabía que había sido otra pesadilla. Otra más. La misma que,
últimamente, tenía siempre.
Su cuerpo me acaloraba más, pero se estaba tan bien entre sus brazos,
notando su piel pegada a la mía.
De pronto, me dio otro fuerte mareo. En realidad, era un mareo continuo que
no se iba. Pero había algo más. Debido al tema de mi pesadilla no me había
dado cuenta hasta ese momento de que mi nariz estaba taponada y de que me
dolía todo el cuerpo. Tenía la garganta reseca, ese fuerte calor no se iba y me
encontraba mal, muy mal, fatal. Jake se percató de que me pasaba algo
cuando vio cómo se me cerraban los ojos y observó mi rostro mejor.
¡Uf, ardía!
―Déjame ver ―me pidió él, quitando mi mano para poner la suya con
prisas―. Mierda, estás ardiendo.
―Pensaba que tenías calor por el susto de la pesadilla, pero ya veo que no es
por eso ―dijo, alarmado―. Vamos, cielo, túmbate. ―Me ayudó a echarme,
tomándome por la cintura con delicadeza. Luego, me cubrió con la sábana―.
Llamaré a Carlisle.
―No, no le llames.
―Solo es una gripe, conozco los síntomas ―afirmé, hablando desganada por
la fiebre―. Si le llamas, preocuparás a toda la familia. Son capaces de venir
de Anchorage hasta aquí solo por esto.
―¿Gripe? ¿Estás segura? ―se aseguró, sin dejar de observarme con esa
ansiedad.
270
―La gripe que azota Vancouver ―cayó, sorprendido―. Las gemelas te han
contagiado.
―¿Cómo que no? ―rio―. Jamás te has puesto enferma, y ahora vas y coges
una de las peores gripes que ha habido este año. Mira que eres escogida.
―Sí, la verdad es que es cómico ―admití, riéndome con menos brío del que
me hubiera gustado―. Encima, las gemelas ya se han recuperado y ahora la
que la tiene soy yo.
―Bueno, también soy mitad vampiro. Puede que el virus no me haya hecho
efecto del todo ―aventuré, pasando la mano por la frente para mitigar un
poco ese tremendo dolor de cabeza.
Me dolía tanto, que parecía que me iba a explotar, y encima, no hacía más
que escuchar unos molestos e insistentes pitidos internos. Estos retumbaban
en mis taponados oídos en un soniquete continuo.
―Sí ―gemí.
Entonces, bajó su parte de sábana, giró medio cuerpo y sacó las piernas de la
cama por su lado del colchón para levantarse.
―No hay… ―Me iba a incorporar, pero el intenso mareo no me dejó alzar
más que la cabeza, la cual cayó sobre la almohada acto seguido.
―Es de noche. A estas horas no hay ninguna farmacia abierta ―le advertí,
mirándole con algo de desesperación, porque no quería que se fuera―.
Además, no sabemos si los medicamentos comunes harán algún efecto en mí.
―Saqué las manos y le cogí la suya para que no se marchase, suplicándole
con la mirada.
Jake se sentó en la cama, junto a mí, y llevó su mano suelta a mi sien para
acariciarla y apartarme el pelo. Creo que eso incluso alivió algo mi tremendo
dolor de cabeza. Pero mi corazón se aceleró y las mariposas volaron más
revolucionadas cuando se inclinó sobre mí y posó sus ahora templados labios
sobre mi frente.
271
Tenía frío, eso fue lo que hizo que mi sueño se disipase como si fuera niebla
y que me despertara. Parecía ser el típico día nublado de La Push, pero mis
ojos estaban más perezosos de lo normal, así que les costó mucho abrirse.
Cuando lo consiguieron, aunque a medias, y se adaptaron lo que pudieron a la
luz, lo primero que hicieron fue mirar a mi lado. Vacío.
Me incorporé con rapidez al no ver a Jacob ahí, pero el intenso mareo atacó a
mi dolorida cabeza y terminé echándome de nuevo, emitiendo un ligero
gemido al tiempo que mi mano se posaba en mi frente. Toda la habitación
daba vueltas, parecía que el techo giraba y giraba… Podía ver cómo la
lámpara que colgaba del mismo se movía sin parar, dentro de un torbellino
inacabable.
Cogí la parte superior de la sábana con mis manos, me tapé hasta arriba y,
llena de temblores y escalofríos, me giré para adoptar una postura más bien
fetal, apretando los párpados para que el dichoso mareo se fuera. Mi nariz
estaba completamente taponada, era una sensación muy molesta e incómoda.
Tuve que sorber hacia arriba con una inspiración nasal para que no se
desbordase su contenido.
―Jake… ―Intenté exclamar con alegría, pero solamente me salió una voz
más bien ronca, nasal y desganada.
―Buenos días, preciosa ―me sonrió al tiempo que se inclinaba sobre mí sin
dejar de sujetar la bandeja para que no se cayese su contenido con el
movimiento del colchón. Me dio un efusivo beso en los labios que no fue
corto precisamente y después, mientras yo trataba de recuperarme, posó su
boca en mi frente―. Sigues con fiebre ―comprobó, incorporándose.
Sus labios seguían siendo templados y su abrasador aliento hoy solo era aire
caliente.
Me soné con fuerza, con tanta, que no me bastó con un pañuelo, así que
Jacob tuvo que pasarme otro par.
―Qué rollo. Me encuentro fatal ―me quejé, dejando esos pañuelos sucios
sobre la cama.
―Gracias ―le sonreí otra vez―. ¿Y de dónde has sacado ese medicamento?
¿Te lo trajo alguien de la manada anoche? ―inquirí, hablando con pocas
fuerzas.
―Ah.
―Espera.
hombro.
―Puedo yo sola ―mentí con una risilla, para no hacerle trabajar tanto.
El mareo seguía ahí, pero parecía que con la espalda apoyada la habitación no
giraba tanto.
―Gracias ―le sonreí por enésima vez, acariciando su mejilla―. Por esto y
por todo.
De cuatro zancadas, Jacob rodeó la cama una vez más y se sentó en su lado
del colchón, cogiendo la bandeja.
―Toma, pequeña. ―La posó sobre mis piernas―. Te he colado el zumo para
que no encontrases pulpas.
―Lo sé ―presumió con una sonrisita. Yo me reí con una risilla―. Tómatelo
todo, ¿eh? Primero el zumo, que si no pierde propiedades.
―Sí, papá ―me mofé, cogiendo ese zumo natural recién hecho.
No tenía nada de apetito, pero ese zumo alivió algo mi reseca garganta, así
que me lo terminé rápido.
―No tengo mucha hambre, ¿tengo que tomármela? ―Me mordí el labio.
―Sí, toda ―asintió con una sonrisita, pero había un matiz amenazante en su
voz.
―Voy ―reí.
Cogí el susodicho vaso y le di unos tragos. Puse una mueca de asco y a Jake
le hizo gracia.
―Un momento ―me percaté de repente―. ¿No tenías que estar trabajando
ya? ―Y giré la cabeza para mirarle, preocupada.
Estupendo. Ahora me sentía culpable por haberle dicho anoche que no quería
que se fuera. No se lo había dicho con palabras, pero él se había percatado
perfectamente de mis sentimientos, claro.
―No los tendré ―aseguró, frotándome el brazo para que entrase en calor―.
El señor Farrow protestará mucho y me dará un sermón, pero nada más.
273
Mi chico me miró con la misma mueca de antes, solo que alzando las dos
cejas con incredulidad.
―Anda ya ―se rio―. Soy un lobo, ¿recuerdas? Y los lobos jamás caemos
enfermos, no nos contagiamos con nada.
―Pero este virus es más fuerte ―rebatí, ya algo pillada por no saber qué más
decirle―. Yo tampoco me he puesto enferma nunca, hasta ahora. Puede que a
ti te pase lo mismo.
―Pero… Pero…
―No vas a convencerme con nada ―me cortó sin darme tiempo a pensar en
otra excusa más―.
―Puaj, qué mal sabe… ―me quejé, poniendo una mueca de asco.
―Así sabrás con qué vas a torturar a tus pacientes el día de mañana ―se
burló.
―Sé vestirme yo sola ―le recordé con una risilla apagada, bajando la prenda
por mi tembloroso cuerpo.
Comencé a notar más calor conforme pasaban los minutos y sus manos me
frotaban la espalda.
274
Pensé en lo mucho que me gustaría tenerle conmigo a todas horas, todos los
días. Pero, claro, eso era imposible. Él tenía que trabajar por las mañanas para
pagar las facturas y la comida, y algunas tardes le tocaba patrullar y
encargarse de la tribu. Me sentía mal por no aportar nada a la economía de la
casa, pero él insistía en que tenía que estudiar. Ahora, si trabajase media
jornada…
―Sí, podría trabajar por las mañanas y estudiar por las tardes.
―No sé, Nessie. Preferiría que te concentrases solo en tus estudios ―objetó
con voz dulce mientras seguía frotándome la espalda―. Ya tendrás tiempo de
trabajar.
―No nos va mal así. Pagamos todas las facturas a fin de mes ―replicó,
sonriéndome.
―Sí, ya lo sé. Pero me gustaría aportar algo, eso es todo ―le aclaré,
sonriéndole yo también―.
Me sentiría más útil.
―Ya me entiendes.
―Creo que podré con todo ―afirmé―. Además, si veo que es demasiado,
dejaré el empleo, en serio.
Cuando el sueño que estaba teniendo se difuminó, abrí los ojos. Lo hice poco
a poco, pues la tenue luz que entraba por la ventana que tenía sobre mi cabeza
era suficiente para que a mis pupilas les costase adaptarse un rato.
Miré a mi lado, pero Jake no estaba. Entonces, escuché unos leves ronquidos
en el otro extremo y mi cabeza se fue hacia allí al instante.
Jacob dormía sobre la butaca que había puesto junto a mi lado de la cama,
despatarrado como podía. Sus largas piernas rebosaban por todas partes y su
enorme cuerpo, ladeado y apoyado sobre uno de los brazos de la butaca, casi
no entraba en el asiento. Me dio penita de él. Este era mi cuarto día de gripe y
él había dormido a intervalos en esa butaca todas estas noches, dependiendo
de si tenía fiebre o no. Cuando tenía frío, se echaba en la cama conmigo, y
cuando tenía calor, tenía que irse pitando para que la fiebre no me subiera
más.
Retiré la sábana hacia atrás, saqué las piernas y me levanté. Tenía los huesos
molidos, pero esto no era debido a la gripe. Había estado en la cama tantos
días, que ya no sabía ni dónde tenía las piernas. Estos días solamente me
había levantado para atender a mis necesidades humanas, y estos dos últimos
también para ducharme, puesto que ya me encontraba un poco mejor.
Mi Jacob. Mal dormía en esa butaca por mi culpa, ataviado con su camiseta
interior de tirantes blanca y su pantalón de pijama largo. Me acerqué a él, me
incliné y le di un beso en los labios.
―Sí, mucho mejor ―afirmé, rodeando su cuello con mis brazos para
arrimarme más a él―. Me has cuidado muy bien, eres un cielo.
―¿Ya estás recuperada del todo? ―se aseguró con un susurro que se agitaba
en mi boca.
Sonrió y unió sus labios a los míos de nuevo para empezar a besarnos con
fervor. Los dos sabíamos lo que queríamos: lo mismo, y no hacían falta más
palabras. Me tomó en brazos, se puso de pie y, sin más preámbulos, me llevó
al lecho.
Bueno, estaba harta de estar en la cama, pero creo que podría soportar estar
un día más…
276
Fallo
Terminé de vestirme con ese chándal viejo, me puse las deportivas y bajé al
vestíbulo, donde ya me esperaba Jacob.
―¿Ya estás?
Yo no había sido la única que había cogido esa dichosa gripe. Helen, Ryam y
Brenda también la habían pillado, contagiados por las gemelas. Además de
eso, algunas de mis amigas habían sufrido una gastroenteritis en los días
finales de la enfermedad. Al parecer, el virus, aparte de la tos, también venía
acompañado en algunos casos de vómitos y diarreas. A mí la gripe me duró
cuatro días y no tuve tos ni gastroenteritis, por ser mitad vampiro, pero a mis
amigos les duró una semana entera, y pasados más días todavía arrastraban
las consecuencias de ese fuerte virus.
Sobre todo Ryam, que no sufrió la gastroenteritis, pero cuya tos no cesaba.
Helen ya empezaba a preocuparse.
Yo sabía que Jacob también estaba preocupado por él, porque en el fondo lo
consideraba su amigo. Sí, se llevaban fatal y estaban con ese toma y daca
todo el día, pero eso era parte de su juego.
Marqué el número con rapidez y me coloqué el aparato al oído. La voz de
Helen no tardó en sonar.
―Hola, Ness.
Desde hacía tres meses, Helen tenía una tienda de ropa gótica en Port
Angeles. Después de su intento fallido por sacarse una carrera, había optado
por lo que realmente le gustaba: el estilismo.
Así que tenía una amiga casi peluquera y otra que ya tenía el título de
estilismo. Las dos a mi disposición.
―Genial.
―Oye, tengo que dejarte, que me ha entrado una clienta ―me anunció,
hablando con prisas.
―Vale, no te preocupes.
Y colgamos.
Cuando por fin atravesamos los últimos árboles que bordeaban la vivienda,
Jake estacionó donde siempre: frente al porche. Se quitó la camiseta y las
deportivas en el coche, para dejarlo en el asiento trasero, y nos bajamos. Nos
cogimos de la mano y nos encaminamos hacia el bosque, dando un tranquilo
paseo que pronto se convirtió en un trote entre bromas primero y en toda una
carrera después.
―¡Hey, eso es trampa! ―se quejó, eso sí, parándose a mis espaldas.
Los dos detectamos esos efluvios lejanos que nos indicaban que había una
manada de ciervos hacia el este, así que Jake me esperó para correr a mi lado
y ambos nos dirigimos hacia allí con rapidez. Mi espléndido, colosal y
espectacular lobo rojizo galopaba con la destreza y majestuosidad propias de
un rey. Todo en mi lobo era impresionante y perfecto. Su enorme tamaño no
era ningún impedimento para él. Esquivaba los troncos de los árboles con una
habilidad y velocidad asombrosas, ni siquiera los rozaba, y sus enormes y
fuertes patas apenas producían ruido sobre las hojas que ya comenzaban a
caer de los árboles. Era el Gran Lobo, y eso se notaba con un simple primer
vistazo. Me sentía tan orgullosa de él, que a veces, si le miraba demasiado,
ese sentimiento incluso me abrumaba un poco, así que prefería pensar en él
simplemente como mi Jacob, el Jacob que conocía desde que era niña y del
cual me había enamorado por ser como era, el mismo Jacob de siempre.
Salté sobre ella con un brinco ágil y alto, rápido y certero. El resto de la
manada salió en estampida, tratando de poner a salvo sus vidas, cuando yo ya
había atrapado a mi presa. Jacob llegó acto seguido y corrió tras un macho
que, milagrosamente, consiguió esquivar una de sus dentelladas.
Era lo único que se me ocurría hacer para aplacar esa enorme vergüenza.
Genial.
―¿Qué te ha pasado?
―La sangre de ese ciervo… ―arrugué la nariz al recordar ese olor―. Puede
que me sentara mal la cena y reaccionase así, no sé. Tendré el estómago
revuelto ―pensé, aunque dudosa.
278
―No, me apetecen más unos huevos con beicon o algo así ―afirmé,
poniendo cara de hambre al imaginármelos.
Mi chico sonrió.
―Perdona. Te he hecho venir hasta aquí para nada. ―Me mordí el labio.
Los mellizos de Paul y Rachel ya tenían casi tres años, suficiente edad para
que ya correteasen por el jardín de casa y tuviéramos que estar pendientes de
ellos a cada minuto. Andrew era un torbellino, no paraba quieto, trataba de
coger todos los bichos que se pasaban por su lado con sus pequeñas manos.
En cambio Zoe, como la mayoría de las niñas, era más tranquila. Se
conformaba con permanecer sentada sobre la hierba y garabatear su bloc con
esas pinturas de colores que Jake y yo le habíamos regalado en su último
cumpleaños. Ambos niños se parecían mucho físicamente.
Los chicos estaban de patrulla, y Rachel había venido a hacerme una visita
con los dos niños.
Habíamos sacado unas sillas al porche para sentarnos, utilizando una tercera a
modo de mesita para poner las tazas de café y las papillas de fruta de los
críos.
No. Eso no. Como no dejes eso ahí, se lo diré a papá; y ya verás cómo se va a
enfadar ―amenazó. El niño soltó ese grillo que se iba a meter en la boca ipso
facto. El pobre bicho huyó despavorido, abriéndose camino entre la hierba
como podía. Mi cuñada soltó un suspiro que se prolongó durante un par de
segundos―. Perdona, ¿por dónde íbamos?
―Ah, sí ―recordó―. Pues eso. Ese peto que lleva Andrew me costó treinta
dólares. Treinta dólares, ¿puedes creerlo? Una cosa tan pequeña. Pero ahí no
termina la cosa. El vestido que lleva Zoe, ¡me costó cuarenta dólares!
¡Cuarenta!
Me reí.
―Bueno, ¿y tú cuándo fue la última vez que te compraste algo de ropa para
ti? ―le pregunté para cambiar de tema, aunque fuera para que esta
semivampiro que os habla también pudiese contar algo, como lo último que
me había comprado yo.
―Creo que hace mucho ―rio, cogiendo su taza de café para beber.
―¡Tita, tita! ―gritó Zoe con su aguda voz, alzando el bloc para que yo viese
su dibujo al tiempo 279
que su vestidito azul se levantaba cuando ella se puso de pie para venir―.
¡Mila, tita Esi!
―¿Qué te ha pasado? ―me preguntó Rachel, que estaba de pie, con la niña
en brazos.
―¿Por vomitar?
―Sí, el virus también traía más regalitos ―vocalicé con retintín―. Me libré
de la tos, pero de lo otro…
―¿Cuándo vomitas?
―¿Cuándo vomito? Pues…, no sé. Por las mañanas y por las tardes…
Esa pregunta rebotó en mi cabeza, porque nunca me paré a pensar que los
tiros pudieran ir por ahí.
Pero ahora no tenía tiempo a explicaciones, más que nada porque tenía que
comprobar por mí misma que eso que deducía mi mente no era cierto.
Subí las escaleras otra vez y llegué al baño. Abrí el armario espejo que
colgaba sobre el lavabo y 280
cogí el pastillero donde guardaba las píldoras. Salí del baño a toda velocidad
y me metí en el dormitorio del ordenador, donde teníamos ese calendario
colgado en la pared.
Maldije mi manía de sacar las píldoras de su envase original ―con sus días
de la semana puestos― por guardarlas en ese pastillero. Pero jamás me
imaginé que a mí me pudiera pasar algo así, porque siempre, siempre me
acordaba de tomarlas, llevaba un control perfecto, no me hacía falta ninguna
guía con los días marcados, y ese cómodo y sobre todo discreto pastillero se
podía llevar a todas partes si se iba de viaje o a comer fuera de casa, sin que
nadie supiera de qué se trataba. Abrí el pastillero y lo vacié sobre la mesa del
escritorio, llena de nervios. No me hizo falta contar las píldoras. Quedaba
una.
Los abrí, alcé mi trémula vista hacia el calendario y mis pulmones exhalaron
todo el aire, con desazón. El periodo me tenía que haber venido hace dos
días, y yo era como un reloj. Ese pequeño retraso no hubiera supuesto ningún
problema en otras circunstancias, porque podía haberse debido solo a que no
había hecho los siete días de descanso que hay que hacer para que te baje la
regla, es decir, ahora me encontraba en ese ciclo de días de descanso y había
seguido tomando la píldora sin darme cuenta, hoy mismo la había tomado, y
si no se hace el descanso, no te baja el periodo. Pero ese no era el quid. El
quid de la cuestión es que, si había seguido tomando la píldora durante el
descanso, era porque no la había tomado durante los cuatro días de gripe. Y
el cuarto día Jake y yo habíamos… Todo el día…
Mi embarullada mente empezó a atar todos los cabos con facilidad. Los
vómitos, el asco que me había entrado repentinamente hacia la sangre… Y
mis cálculos con las píldoras, los días del mes, mi retraso… Todo cuadraba.
Me llevé las manos a la cabeza otra vez y comencé a respirar con agitación,
dándome la vuelta para no ver ese calendario de nuevo.
―¿Y qué hago? ―Empecé a pasear otra vez, con mi mano izquierda entre mi
pelo―. Yo no…
Dios, esa palabra todavía me sonaba demasiado extraña. Pero tenía razón,
tenía que relajarme un poco para poder pensar con más claridad.
―Pero, Rachel, durante mis cuatro días de gripe no tomé la píldora ―le
expliqué―. Y ese cuarto día Jake y yo… ―Mis mejillas se encendieron―.
Bueno, tú ya me entiendes.
Rachel se rio.
281
―Sí, tienes razón ―asentí otra vez―. Pero es que ir a la farmacia y pedir eso
me da una vergüenza horrible ―confesé, mordiéndome el labio.
―Pero… Pero…
Ya no me dio tiempo a decir más. Rachel voló por las escaleras y cuando
quise darme cuenta y bajé tras ella, salió por la puerta de casa, pegando un
portazo.
Corrí hacia el salón y vi cómo Andrew le había quitado uno de los lápices a
su hermana.
―Lápis mío ―se quejó él, frunciendo el ceño a la vez que envolvía su labio
superior con el inferior para fingir un puchero.
¿sabes? ―le dije, hablándole con suavidad, mientras cogía un lápiz de color
rojo y comenzaba a colorear el tejado de la casa que salía en el dibujo―. Y
los hermanitos tienen que quererse mucho y compartir, así que devuélvele el
lápiz a Zoe y tú coge otro, que tenéis muchos.
Paul y Rachel querían inculcarles ese amor fraternal ya desde pequeños, así
que los mellizos estaban acostumbrados a estas muestras de cariño entre
ellos.
La niña sonrió y abarcó mi cuello con sus pequeños bracitos para abrazarme
y darme un cariñoso beso en la cara.
―¡Mmm, qué gusto! ―exclamé, al tiempo que mi sobrina se retiraba con las
manos juntas y una enorme sonrisa de satisfacción.
―¡No! ―protesté en broma, haciendo que mis manos eran torpes y que el
niño conseguía llegar.
Al ver nuestras risas, Zoe se unió a su hermano para darme besos en la otra
mejilla sin parar.
Al final, terminamos los tres en el suelo carcajeándonos, yo con ambos críos
pegados a mis mejillas.
Cuando por fin se cansaron, pude incorporarme para quedarme sentada otra
vez.
No, no podía ser, era demasiada casualidad. Había parejas que intentaban
tener hijos durante todo un año y no lo conseguían. ¿Iba a quedarme yo
embarazada por una sola vez? Bueno…, en realidad…, habían sido más
veces. Y más días… Porque, al no tomar la píldora durante esos cuatro días
de gripe, la efectividad de la misma también había bajado… Y, después de mi
gripe, nosotros habíamos seguido haciendo el amor todos los días, como
siempre…
Pero no, no podía ser, seguro. Había parejas que lo intentaban durante un año
y no había forma, y más cuando la mujer había tomado la píldora durante un
largo periodo de tiempo. Era bien sabido que las mujeres que la tomaban y
después la dejaban para tener hijos necesitaban de un tiempo hasta que su
cuerpo se adaptaba a sus ciclos menstruales de siempre, y eso llevaba un
tiempo. Intenté aferrarme a eso, aunque el tema de los vómitos no ayudaba
nada… La gripe. Era por la gripe…
―¡Ya estoy aquí! ―voceó Rachel de repente, y su portazo hizo que saliera
de mis pensamientos súbitamente.
Me puse de pie y me empujó hacia las escaleras con prisas, así que cuando
llegamos a las mismas no me quedó más remedio que comenzar a subir.
―Vale.
Y cerró.
Observé la caja, cerré los ojos y tomé aire para relajarme un poco. La abrí y
saqué todo su contenido. Desplegué el prospecto y lo leí bien, para saber
cómo utilizarlo correctamente. Después de eso, pasé al siguiente paso: el test.
El tic tac de mi reloj de pulsera casi me parecía que retumbaba en las paredes
del baño, y mis pies se pusieron a pasear al tiempo que mis manos se
convertían en un revoltijo de dedos. Hasta que la aguja de mi reloj me indicó
que ya habían pasado los cinco minutos.
283
284
Giro
Su cariñoso abrazo hizo que saliera de mi estado de shock inicial, pero sus
palabras también aportaron algo más, en contra de mi voluntad. Mi mente ya
quiso empezar a fraguar sus últimos vocablos, haciendo que esa pequeñísima
parte de mí que antes había comenzado a hacer mella, ahora quisiera explotar
para llenar mi cuerpo de esa energía nueva. Mis mariposas ya iniciaron sus
aleteos, embargadas por miles de sensaciones y sentimientos, pero las detuve.
Respiré muy hondo y conseguí reprimir todos esos sentimientos a tiempo.
―Gracias… ―No se me ocurría decir nada, aún estaba demasiado
sorprendida y confusa, no sabía qué sentir, y solté eso más por educación que
por otra cosa.
Cogí sus manos, retirándolas de mi rostro, y las sostuve entre las mías, a la
altura de la cintura.
―Preferiría que no dijeras nada todavía ―le pedí, sonriéndole como pude―.
Primero querría que lo supiera Jacob.
―Hola, cielito ―escuché que le decía su marido al otro lado del auricular,
usando ese término en español. Desde que se habían ido de viaje de novios a
México, siempre lo usaba―. Ya terminé la jornada, ¿dónde estáis? ¿Paso a
recogeros?
Genial.
―Tengo que…
Esto me venía muy bien, porque ahora por fin iba a tener tiempo a recapacitar
a solas.
Ambas salimos del baño y bajamos las escaleras. Justo cuando Rachel
consiguió sentar a Andrew y a Zoe en la silla doble, Paul picó a la puerta.
Después de que mi cuñado charlara un rato conmigo y me revelase que Jacob
también estaba a punto de terminar su turno, abandonaron mi casa. Rachel se
marchó sin poder decirme enhorabuena otra vez, y se notó que se quedó con
las ganas, pero parecía que iba a cumplir mi petición.
285
Todavía no me lo podía creer. Estaba embarazada. Embarazada. Tuve que
repetirme esa palabra varias veces en mi cabeza, porque aún no daba crédito,
seguía demasiado confusa, no sabía qué sentir. Pero era cierto, estaba
embarazada. Embarazada de Jacob.
Fue escuchar esto último en mi cabeza y esta vez me fue imposible reprimir
todos esos sentimientos que habían querido explotar al principio. Las
mariposas se agitaron en mi estómago y no pude contener una sonrisa
bobalicona. Sí, mi vientre albergaba a su hijo, a nuestro hijo. Una parte de él
y una parte de mí, las dos unidas para formar un solo ser, un milagro. Me
sorprendí a mí misma con la mano apoyada en mi barriga al tiempo que
sonreía como una tonta.
¿Podía ser que esto no fuera tan malo como yo pensaba? No, claro que no lo
era. Al contrario. Lo que yo llevaba dentro era maravilloso, lo sabía, lo sentía.
Mi mente no tardó en imaginarse a nuestro bebé, ya lo había soñado alguna
vez. Nuestro bebé… Las mariposas volvieron a iniciar el vuelo y mi mano
acarició mi todavía vientre plano. Nuestro bebé: un niño parecido a Jacob,
hermoso, de cabello azabache, con su piel cobriza, aunque clareada por la
mezcla de la mía, de ojos grandes, brillantes y negros, risueño, alegre,
travieso…
Jamás me había parado a pensar en esto. No voy a negar que, aunque nunca
me había planteado tener hijos todavía, alguna vez me imaginé embarazada
de Jacob, pero esto era completamente diferente, porque ahora era realidad, y
podía sentirlo, creerlo, vivirlo… Y lo que sentía era infinitamente mejor a
todo lo que me había podido imaginar.
Por un momento me invadió una oleada de temor y dudas que trajo una
sensación de incertidumbre tremenda, estrellándola con estrépito contra todos
estos maravillosos sentimientos y emociones, los cuales fueron barridos con
la fuerza de un tsunami para guardarlos y esconderlos dentro de mi ser. Me
regañé a mí misma por haberme dejado llevar. No debía emocionarme, debía
reprimir este tipo de sentimientos, pues podía ser que no… que no pudiera…
tenerlo.
Pero…
―¿Qué pasa? ―quiso saber, acercándose a mí otra vez. Llevó sus cálidas
manos a mi cara y estudió mi expresión, alarmado―. ¿Ha ocurrido algo?
―Tengo… tengo que decirte una cosa. ―Solo conseguí que me saliera un
hilo de voz mientras mis ojos miraban a los suyos con inquietud.
―Creo… creo que será mejor que te sientes ―sugerí, colocando las manos
en su pecho desnudo y empujándole levemente hacia el sillón que tenía
detrás.
286
No sé por qué se lo dije a él, porque la que necesitaba hacerlo era yo.
―No, no quiero sentarme ―se negó, nervioso, poniendo los brazos en jarra
con evidente inquietud―. Dime, ¿ha pasado algo?
Tragué saliva.
―No, no es eso ―le calmé, retirando sus manos de mis mejillas con
delicadeza. Las besé y las solté para darme la vuelta, enredando mis dedos
por enésima vez. Jacob se quedó en silencio, esperando mi respuesta. Respiré
hondo y me giré hacia él, mirándole a esos ojos que ahora me observaban
confusos―. Estoy embarazada ―solté finalmente.
Sus efusivos besos traían algo nuevo. Desbordaban una mezcla de felicidad,
emoción, alegría y pasión. Sus manos se aferraban a mi espalda y mi cintura
para pegarme a su cuerpo con un amor desbordante, con toda su alma, era tan
intenso, que podía sentirlo en mi pecho, abrumándome por completo. Eso
hizo que toda duda, todo temor en mí desapareciera automáticamente. Ya no
los retuve más en mi corazón, era imposible. Le dejé vía libre a todas mis
emociones, a todos mis sentimientos, y mis mariposas explotaron en júbilo,
llenando todo mi cuerpo de una felicidad que me recorrió como una mágica
corriente eléctrica que hizo que mis ojos no pudiesen reprimir las lágrimas.
Algo nuevo había nacido en mí, en nosotros. Ambos éramos inmensamente
felices. Rodeé su cuello con mis brazos y me apreté a él con una avidez llena
de alegría, pasión y felicidad.
―Según el test de embarazo, de doce días ―le revelé―. Pero tendría que
hacerme una analítica para confirmarlo.
―Son casi dos semanas ―murmuró. Su vista bajó y su mano se metió por
debajo de mi camiseta para palpar mejor mi vientre. Me hizo un poco de
gracia, porque esta misma mañana me había visto desnuda y me había tocado
de sobra, pero ahora no hacía más que acariciar mi barriga, como si tuviera
que cerciorarse bien. Entonces, sus ojos volvieron a los míos, mirándome con
emoción―. Eso quiere decir que es…
―Un niño, sí ―me adelanté yo, sonriéndole―. Sé que te hacía más ilusión
una niña, pero…
―¡¿Qué dices?! ¡Un niño! ¡Es genial! ―me cortó, levantándome de nuevo
mientras ambos nos reíamos.
Cuando terminó de darme esa vuelta, dejó que mis pies se posasen en el suelo
otra vez.
―Sí. No sé cómo pudo pasar ―suspiré, aunque con alegría―. Solo llevaba
tres días sin tomarla, y justo cuando lo hacemos por primera vez después de
mi gripe, va y sucede. Vale que la efectividad de la píldora había bajado, pero
las probabilidades de que me quedase embarazada a la primera eran mínimas.
―Sí ―sonreí.
Sin embargo, mi sonrisa se disipó con rapidez, porque sus palabras volvieron
a traerme a otra realidad, y esta era demasiado cruda.
Me encantó que ya usase ese plural, eso provocó que mis mariposas saltaran
con emoción una vez más. Me di cuenta de que las cosas habían cambiado
entre nosotros. Seguían siendo iguales, sin embargo, habían adquirido un
matiz diferente, la paleta tenía otro color más. Jake jamás permitiría que me
pasase nada a mí, por supuesto, pero ahora se había producido un pequeño
giro.
Ahora el bebé también entraba en esa ecuación para hacer de nosotros otro
todo. Jacob nos protegería a los dos hasta la muerte.
Jake se separó de mí y comenzó otro paseíllo, aunque este por otros motivos.
Les atraparemos y me los cargaré de una vez por todas, te lo prometo ―juró,
enganchándome con esos ojos seguros y decididos.
Jake cogió mi barbilla con la mano y me alzó el rostro para que le mirase.
―Para ellos será un honor proteger al futuro Alfa, te lo aseguro ―afirmó,
hablándome con un murmullo ronco.
―Yo soy el hombre más feliz del universo entero ―susurró en mi boca,
pegando su rostro aún más.
¿Cómo no iba a confiar en él? Era el Gran Lobo, el invencible Gran Lobo.
Ningún mago, por poderoso que fuera, tenía suficiente poder para vencerle.
Recordé la profecía. No sé por qué, simplemente llegó a mi cabeza como un
chispazo esperanzador, junto a sus palabras. Esta también me decía que todo
saldría bien, me lo ratificaba, y por un momento sentí un alivio enorme.
―Sí ―susurré.
Sus ardientes labios por fin me dejaron sentirlos. Los entrelazó con los míos
con suavidad y calma, alzando mi labio superior con cada roce, haciendo que
suspirase sin parar. Su boca se detuvo repentinamente, pero a la mía no le dio
tiempo a ir a buscarla.
―Te quiero ―conseguí decir con un hilo de voz, pues casi no era capaz de
hablar, de la emoción.
289
Buena y mala
―Mira, ya nos están llamando ―dijo, señalándome con el puntero del ratón
el parpadeo naranja del Messenger.
Pinchó ahí y la ventana se maximizó. Mis padres, mis abuelos y mis tíos
salían en la pantalla, gracias a la Webcam, y ellos a su vez ya nos estaban
viendo a nosotros. Mis progenitores eran los únicos que estaban sentados
frente al ordenador, el resto se repartía alrededor, de pie.
―Hola, chicos, ¿cómo estáis? ―nos saludó mi madre por todos, desplegando
una sonrisa perfecta y deslumbrante.
―Las cosas por aquí son un coñazo, tío ―respondió Emmett, soltando un
suspiro―. Fíjate que hasta tenemos ganas de que empiecen las clases…
―¿Una noticia? ―se extrañó mi padre, que arrugó el ceño ligeramente sobre
sus ojos dorados.
290
Los daba con tanta precisión, que, aunque estaba rodeada por Jasper y
Emmett, apenas les rozaba. Hasta que Rosalie se unió a ella. Entonces, Jasper
y Em tuvieron que apartarse para que ellas pudieran saltar juntas mientras se
abrazaban y se reían. Se formó un griterío enorme.
Carlisle rodeó sus hombros con su brazo y le besó en la sien al tiempo que él
mismo mostraba una sonrisa de satisfacción enorme.
―Enhorabuena. Es una noticia estupenda ―nos felicitó mi abuelo.
―No os emocionéis tanto. Eso quiere decir que ya sois abuelos ―les dijo
Emmett, palmeando sus brazos una vez y sonriendo de oreja a oreja.
―Papá, hace tiempo que ya no soy una niña ―le recordé con algo de ironía.
―Sí, ¿de cuánto? ―repitió Alice, cuyos ojos parecían más grandes de lo
normal debido al entusiasmo con el que me miraba.
―De doce días ―les revelé―. Bueno, según el test de embarazo.
―Suelen ser muy precisos, pero, no obstante, estaría bien que te hiciera una
analítica para ratificarlo ―manifestó Carlisle, sonriente.
Rosalie le regañó con la mirada y le dio un pequeño codazo por usar ese
término, aunque a mí me hizo gracia.
―¡Un niño, un niño, un niño! ―exclamó Alice otra vez, dando más saltitos.
En cambio, Rosalie torció el gesto, pero solo fue una mueca que duró un
segundo.
―Hubiera preferido una niña, la verdad. Iba a oler mejor ―suspiró―. Pero,
bueno, le querré igual ―sonrió después.
―Tranquila, rubia. Olerá bien hasta que alcance la pubertad ―le soltó Jake
con acidez, dedicándole una mirada de odio.
―Un niño crecerá a un ritmo humano, Rose ―le recordó mi madre―.
Tendremos más tiempo para disfrutar de él.
esto ha sido toda una sorpresa, pero tengo que deciros que me siento muy,
muy feliz. ―Y mi madre agarró su mano para unirse a su felicitación.
―¿Qué día es hoy? ―preguntó Alice, que miraba al horizonte con los ojos
entornados, pensativa.
Ella a lo suyo.
―Espera, espera ―le cortó Jake a la tía Alice, haciendo un aspaviento con su
mano suelta―.
No me lo vestiréis con pijerías de esas, ¿no?
―¿Y cómo le quieres vestir? ¿Con un harapo como esos que llevas tú? ―se
quejó Rosalie, mirándole de arriba abajo con cierto desprecio.
―Oh, por favor. ¿Vais a volver a las andadas? ―se quejó papá.
―Debería viajar hasta allí para hacerte una analítica, puesto que no puedes ir
a un médico corriente ―declaró Carlisle, encauzando el tema de nuevo―.
Aunque seas mitad vampiro, tendrás que someterte a controles rutinarios, y,
ahora no, por supuesto, ya que es muy pronto, pero más adelante, tendrás que
hacerte ecografías para ver el estado del bebé. ―Jacob y yo nos miramos,
sonrientes. Mi abuelo se llevó la mano a la barbilla, reflexivo―. Creo que lo
mejor sería que Esme y yo nos mudásemos a Forks una temporada, para que
pueda controlar mejor tu embarazo.
―Pues nosotros también, qué menos ―se sumó mi madre, mirando a papá
para que le diera su consentimiento, el cual consintió, claro.
Mi chico y yo nos miramos, aunque esta vez sin sonreír, y volvimos a apretar
nuestro amarre.
―Bueno, veréis, lo cierto es que, aparte de eso, vais a tener que venir para
otra cosa ―intervino él.
―Una noticia buena y mala al mismo tiempo ―recordó Emmett en voz alta.
Mamá osciló la cabeza para mirarle con preocupación y luego la volvió hacia
la pantalla.
―Veréis, desde hace tiempo… Bueno, Nessie tiene una pesadilla que…
―Es Razvan y sus amiguitos magos ―desveló Jake, matizando esa palabra
con rabia―.
―¿Crees que ese licántropo puede andar por allí? ―inquirió Jasper.
―No, no creo. No sé por dónde andará, pero no está por aquí ―afirmó Jacob
con certeza―.
Hemos estado vigilando esa zona y no hay rastro de él. Y tampoco ha habido
ninguna noticia sobre desapariciones ni muertes extrañas. Donde quiera que
esté, no es aquí.
―Es rara la aparición de ese licántropo, sin duda. No quedan muchos Hijos
de la Luna en el mundo, prácticamente están extinguidos ―manifestó mi
padre, llevándose la mano al mentón.
―Es muy extraño, pero ahora mismo no tenemos tiempo de pensar en eso
―opinó papá.
293
Relájate.
―Nuestro plan era atrapar a esos magos y acabar con ellos antes de que nos
decidiéramos a tener críos, pero ya veis que la cosa se nos trastocó un poco
―les confesó él, haciendo una mueca―.
No contábamos con quedarnos embarazados, pero el tema ha surgido así y
ahora tenemos que cambiar de planes.
―Cuenta con nosotros, por supuesto ―aceptó mi padre sin un atisbo de duda
ni titubeo. Su mirada también era de resolución plena, grave―. Nadie se
acercará a ella ―aseguró.
―Si pudiéramos transitar por vuestros bosques, podríamos ser nosotros quien
vigilásemos todos los alrededores ―propuso mi abuelo―. Seríamos más
eficaces, puesto que nuestro olor no nos delataría tanto como a vosotros, y
nosotros podemos subirnos a las copas de los árboles para observar mejor y
no ser vistos.
―Yo había pensado más en pedirle ayuda a Ezequiel para ocultar nuestro
olor con alguno de sus trucos, pero esto que has dicho me ha dado una idea
―sonrió Jake―. Si él oculta el vuestro, tendremos más ventaja todavía.
―¿Quieres decir que ellos tienen acceso a nuestra vida…? ―inquirí con un
hilo de voz.
―Eso creo.
―Ezequiel me contó que la semiesfera dorada les muestra a todo aquel que
es conocido por ellos ―reveló Alice―. Con saber que alguien existe y su
nombre, ya pueden visionarle en el líquido.
―No te preocupes ―prosiguió mi tía Alice, que parece ser que se dio cuenta
de lo que pasaba por mi cabeza―. Ellos solamente tienen acceso a la
información que verdaderamente sirve a sus propósitos. El líquido de la
semiesfera no les muestra aquello que no es necesario.
―Pero puede que estén viendo esto ahora ―resopló Emmett, nervioso,
mirando a todas partes, como si estuviera rodeado de cámaras invisibles.
―Le pediremos ayuda a Ezequiel ―sugirió Jake con cara de muy malas
pulgas por este nuevo descubrimiento―. Que nos entregue unos amuletos de
esos, esas piedras de color celeste, así 294
―Sí, Jacob tiene razón ―suspiró papá, apoyando los codos sobre su
escritorio para frotarse la cara con las manos. Después, las pasó por su
cabello y, cuando terminó, habló de nuevo―. Lo mejor es que cada uno de
nosotros lleve los amuletos de Ezequiel.
―Hasta mañana.
―Hasta mañana, cielo ―se despidió mamá, sonriéndome con una mirada
especial, feliz, a pesar de todo esto.
Me fijé bien en ese semblante para quedarme con esa imagen. Era muy
alentadora y me tranquilizaba bastante.
Y nos desconectamos.
―No quiero que nada nos estropee esto tan especial, ¿me oyes? ―afirmó,
cogiéndome las manos y clavándome sus intensos ojos negros con
decisión―. No voy a permitir que esos idiotas estropeen esta época tan
bonita para nosotros. Todos vigilaremos y te protegeremos, no te preocupes,
no va a haber un bebé más protegido en el mundo que el nuestro. Esos
malditos no os tocarán ni un pelo. Pero tampoco quiero que estés todo el
tiempo preocupada, pensando en ello.
Quiero que disfrutes del embarazo como si nada de esto estuviera pasando,
¿vale? Yo pienso hacerlo. Vamos a tener un hijo y quiero disfrutar de cada
momento.
Solté sus manos y me lancé a él para abrazarle con fuerza. Él me arropó con
sus fuertes brazos y automáticamente me sentí segura y protegida. Jacob
siempre había sido mi ángel de la guarda, y seguiría siéndolo toda la
eternidad.
Iba a ser difícil, pero pensaba intentarlo con todas mis fuerzas, por él y por
mí.
Se separó de mi cuerpo un poco, pero solo lo justo para que su rostro llegase
al mío. Me besó con suavidad, entrelazando sus labios con dulzura mientras
los míos se entregaban a ellos ciegamente, ya presos de esa energía mágica
incipiente. Después, terminó el beso, me miró y sonrió.
295
Ups.
―Vaya, vaya, ¿te pillo ocupada? ―se burló Jake, apoyando la espalda en el
respaldo de nuevo.
Jake me miró y puso una mueca que decía a las claras: cualquiera le dice
nada.
Y colgó.
―Qué tal. Oye, necesito que tú y unos cuantos vengáis hasta mi casa. Tengo
que contaros una cosa ―le comentó Jacob.
―¿Ha pasado algo? ―inquirió Quil, y por su tono de voz deduje que ya se
había envarado.
―Es algo bueno y malo. Verás, no puedo contártelo por teléfono, ¿vale?
Necesito que vengáis.
Quil se carcajeó al otro lado de la línea y Jake le acompasó. Vaya dos. Seguro
que sabían un montón de secretos, esos que solo una manada conectada
telepáticamente conoce. Pobre Leah…
―Hasta luego.
¿cómo la quieres?
Lo pensé detenidamente.
―¿Más grande?
―Vale, nena, pues más grande ―aceptó, dándome un beso corto. Luego,
eliminó una parte con la goma de borrar y sopló para quitar los restos de la
misma―. A ver así.
296
Felicitaciones y planes
Se montó una algarabía enorme cuando les dimos la noticia a Quil, Embry y
el resto de los chicos de la manada que habían venido a casa.
―¡Enhorabuena, tío! ―reía Embry mientras abrazaba a Jacob.
―¡Ven aquí! ¡Dame un abrazo! ―le pedía Quil entre carcajadas alegres.
Cheran incluso salió al porche, se transformó y les dio la noticia a los lobos
que en esos momentos estaban patrullando. Al cabo de dos segundos, un coro
de aullidos se propagó por el aire con ímpetu y alegría, aunque seguramente
alertaron a media tribu y a toda la Península de Olympic.
―Te iba a llamar, en serio, pero esto se llenó de gente y no me dio tiempo
―se defendió Jacob.
―Anda, ven aquí y abraza a tu viejo ―le instó con los brazos abiertos,
utilizando esa palabra que Jacob tantas veces usaba para nombrarle.
―No te hagas ilusiones. Te recuerdo que yo siempre seré joven ―se rio
Jake.
Billy se rio entre dientes, pero Charlie sacó su pañuelo y se secó la frente.
abrazó cariñosamente y nos felicitó, pero, eso sí, acto seguido Jake no se
libró de la reprimenda por no habérselo contado en esa llamada. Y por
supuesto, para su desgracia, no faltaron las típicas bromas de sus hermanos
de manada. Todas las noticias y anécdotas, ya fueran grandes o pequeñas,
corrían como la pólvora entre los lobos. Menos mal que Leah parecía estar
muy acostumbrada a este tipo de cosas. Supongo que ella también podía ver
pensamientos y recuerdos que utilizar en contra de los chicos para burlarse de
ellos.
Aunque no todos los metamorfos que habían venido vigilaban por fuera,
nuestra casita era el sitio más seguro en esos momentos, puesto que estaba
llena de chicos lobo. Y lo más importante: el Gran Lobo también se
encontraba con nosotros, conmigo, siempre a mi lado. No había lugar más
seguro que ese, no había nadie más protegido que yo.
Cuando todo el mundo se marchó de casa, por fin pudimos disfrutar de algo
de intimidad. No era una intimidad plena, claro, ya que a partir de ese mismo
día la casa y los alrededores estaban bien vigilados de cerca. Lo que no me
imaginaba es que todo, en ese aspecto, iba a ir a peor.
Me percaté de que iba cargada de bolsas cuando sus brazos me rodearon y las
mismas chocaron contra mi cuerpo.
―¿Qué es todo esto? ―le pregunté, separándome de ella para mirarla.
Jasper apareció tras la puerta, cargando con dos bolsas más de Alice. Jacob
puso los ojos en blanco.
―Mamá…, me estás…
―Oh, perdona ―se percató ella antes de que yo tuviera que terminar la frase.
Se separó un poco de mí y me sonrió―. Mi niña va a ser mamá…
―murmuró, se notaba que con un nudo aferrado a su garganta―. Y está
embarazada de una de las personas que más quiero del mundo. ―Y sus
emocionados ojos oscilaron hacia Jake.
―Gracias ―reí.
―Así que al final voy a ser tío de un lobo, ¿eh? ―rio, haciendo chocar su
mano contra la de Jacob.
―Yo diría que demasiado ―resopló Rosalie. Luego, se giró, me tomó por
los brazos y me sonrió―. Felicidades, cielo ―me dijo. Me dio un beso, un
abrazo y se separó de mí para volver a sonreírme.
―Gracias, tía.
298
―Muchas gracias, oh, diosa de la belleza inmortal ―se burló él, haciéndole
una reverencia.
―Jamás pensé que acabaría emparentado con un lobo, y mucho menos que
ese lobo fueras a ser tú ―confesó mi progenitor con resignación―. Y
tampoco imaginé nunca que terminaría siendo el abuelo de un metamorfo.
―De pronto, frunció el ceño, pensativo, como si acabara de darse cuenta de
esto último.
―Enhorabuena, de corazón. ―Esme nos abrazó a los dos y nos dio sendos
besos en las mejillas.
―Felicidades ―le acompasó Carlisle―. Esto es una gran alegría para todos,
no os imagináis cuánto.
―Gracias, Doc ―sonrió Jake.
―Sí, eso parece ―asintió Jacob, sonriendo―. Pero, pasad, no os quedéis ahí
plantados.
―Los primeros meses del embarazo son los más importantes y cruciales
―rebatió ella―. Es importante que descanses. Por cierto, ¿comes bien?
echa todo ―explicó Jacob―. Pero en cuanto vomita, baja a la cocina otra vez
y come como una fiera hambrienta.
Mis padres, Jacob y yo nos repartimos por el sofá como pudimos, ya que no
era muy grande, y el resto prefirió quedarse de pie.
Genial. Me parece que esta iba a ser la parte que menos me iba a gustar de mi
embarazo.
―¿Crees que el hecho de que sea un bebé humano tiene algo que ver con ese
asco que le ha cogido a la sangre de repente? ―inquirió Jacob.
―O sea, que de momento no tomes sangre, por si acaso ―me dijo Jake.
―No tenía pensado hacerlo ―murmuré sin dejar de poner cara de asco.
―Tendríamos que comenzar a planear algo para proteger a Nessie, ¿no os
parece? ―sugirió Jasper.
―Buena idea ―apoyó Jake, cambiando su sonriente rostro por uno serio.
―Hablando de eso, he traído una piedra mágica para cada uno, para mayor
seguridad ―intervino Ezequiel, metiendo las manos en los bolsillos de su
chaqueta para sacarlas.
Ezequiel nos fue entregando esas piedras elípticas y planas de color azul
celeste. Jacob y yo nos metimos la nuestra en el bolsillo, nos miramos y él me
dio un beso corto.
―Nosotros ya habíamos traído aquellas que nos entregaste hace tres años,
cuando tuvimos que deshacernos de los hechizos de Razvan ―declaró
Emmett, sacando una de ellas.
―Ya he traído también para ellos ―sonrió Ezequiel, sacándose una bolsita
de trapo del bolsillo de su pantalón―. Sabía a ciencia cierta que con una
piedra era suficiente para toda la manada mientras estéis en fase lupina, por
vuestra conexión telepática. No obstante, no es así cuando estáis en vuestra
forma humana, así que preferí ser cauteloso y traer una para cada uno de
vosotros, también. ―Y le pasó el saquito a Jacob.
―Se las entregaré ahora mismo, en cuanto terminemos esta charla ―afirmó
mi chico, dejando la bolsa encima de la mesa roja que reposaba frente al sofá.
―Creo que tienes razón, aunque solo en parte ―matizó―. Verás, vosotros
os podéis subir a los árboles y todo eso, pero nadie conoce estos bosques
como nosotros. Lo que tendríamos que hacer es mezclarnos.
―¿Qué estás diciendo? ¿Que Nessie tiene que estar encerrada en casa
durante nueve meses? ―criticó Jacob, algo indignado.
―Es por su seguridad ―declaró papá, firme―. Será más seguro para ella si
no sale de casa.
Eso sí que me gustaba. Y mucho, muchísimo. Hace dos semanas deseaba que
Jacob pudiera estar conmigo a todas horas, y mira tú por dónde, eso se iba a
cumplir. No pude reprimir una sonrisilla de satisfacción.
Se notaba que ella estaba al cincuenta por ciento con ellos dos. Mi padre puso
una mueca pensativa antes de que a Jake le diera tiempo a decir lo que pasaba
por su cabeza.
De todas formas, no iba a tardar mucho más en hablar con el señor Farrow
para despedirme.
―Por supuesto, nena ―me sonrió él―. Nadie me despegará de ti. Seré una
auténtica lapa.
―Esta tarde hablaré con el Consejo para convencerles de que se haga esa
excepción al tratado ―manifestó mi chico.
Jake asintió.
301
―Yo prepararé unos hechizos para ocultar vuestro olor ―intervino Ezequiel,
dirigiéndose a Jacob.
―Estúpida. Eso también va por vosotros ―le increpó Jake, mirándola con
ofensa―. Además, nosotros podremos olernos. Los que no podrán hacerlo
serán esas sabandijas.
Rosalie frunció el ceño con disgusto.
Miré hacia abajo y vi las bolsas tiradas bajo mis pies. Ni siquiera me había
dado cuenta de que las había dejado ahí.
―Sí, veamos qué nos traes ―dijo Jake, cogiendo una de ellas.
Jake gruñó por lo bajo, pero respiró hondo para tranquilizarse y abrió la
primera bolsa. Yo le ayudé a abrir el resto y lo fuimos colocando todo encima
de la mesa. Era ropita de niño, ropa de verano. Camisetas minúsculas,
pantalones cortos también en miniatura, incluso deportivas que parecían de
juguete. Jake puso una mueca a modo de aprobación, no era tan pijo como él
creía. Se notaba que Alice se había esforzado en que la ropa le gustase a
Jacob.
―¿Te gusta? Bueno, quiero decir, ¿os gusta? ―corrigió, separándome para
estudiar mi rostro.
El no poder ver nuestro futuro le desesperaba, por eso tenía que asegurarse de
que lo que salía por mi boca era verdad al cien por cien.
Era tan pequeña, que casi no se creía que fuera de verdad. Me volví hacia mi
tía de nuevo.
Nueve meses.
302
Apoyo
―No pasa nada, estoy bien ―sonreí, rodeándole con mis brazos y dándole
un beso en la mejilla.
Jacob dio dos toques en la puerta y, como siempre, pasó a la vivienda sin
más, conmigo de la mano. Atravesamos el pequeño vestíbulo y entramos en
esa sala en la que ya nos esperaban todos los miembros del Consejo. El Viejo
Quil estaba en su anticuada butaca, Billy había aparcado su silla de ruedas a
un lado y Sam y Sue ya se encontraban sentados en sus correspondientes
banquetas. Sam ya no era el jefe de la tribu, por tanto, teóricamente ya no
tendría que pertenecer al Consejo, pero Jacob sabía lo importante que era
todo esto para él, así que había exigido que lo siguiera siendo. Nadie puso
pegas, ya que su presencia y su experiencia siempre eran muy bienvenidas.
Todos los presentes ya nos habían felicitado, excepto el Viejo Quil, que se
apresuró a hacerlo en cuanto nos vio aparecer.
Nos sentamos sin que Jacob soltara mi mano. Jake solía venir a menudo,
puesto que, también en teoría, era el jefe de la tribu y ahora formaba parte del
Consejo, así que tenía que asistir a las reuniones que tenían lugar aquí. Pero
yo no estaba acostumbrada, y esto me recordaba a aquella visita de hace años
para hablar de mi pulsera. Era la misma estampa, aunque ahora las cosas eran
bien distintas y el motivo por el cual veníamos también.
―Me siento muy feliz ―afirmó el Viejo Quil―. Siempre es una alegría la
llegada de un hijo, pero en este caso doblemente, pues será un varón, según
tengo entendido, ¿no es así?
303
Jacob le explicó todo el asunto con pelos y señales, y el semblante del Viejo
Quil fue adquiriendo más seriedad y gravedad conforme escuchaba, aunque
no fue el único. Billy seguía rechinando los dientes de tanto en cuanto.
―Por eso necesitamos hacer una excepción del tratado con los Cullen, para
poder proteger mejor a Nessie y al bebé ―concluyó Jacob.
―¿A qué te refieres con excepción? ―Se notó que ya esa palabra no le hizo
mucha gracia al Viejo Quil.
―Ya, lo sé, pero solo será momentáneamente, hasta que demos caza a esas
sanguijuelas y las liquidemos ―alegó Jacob nerviosamente―. Después las
cosas volverán a su cauce.
―¿Acaso me estás diciendo que tú vas a modificar ese tratado sin nuestro
permiso? ―ahora el entrecejo del Viejo Quil se hundió sobre sus caídos
párpados.
―Creo que Jacob tiene razón, Quil ―manifestó Sue, observando al anciano
con suma seriedad―. Todos haríamos lo mismo en su lugar.
Si todos hiciéramos lo mismo, como dices tú, las leyes y los tratados serían
como las semillas de un diente de león, que con un soplido se esparcen por el
aire.
Eso hizo que Jake se detuviera y se girara para mirarle―. Está bien, tienes mi
apoyo ―cedió finalmente, aunque a regañadientes―. Eres el Gran Lobo y no
lo necesitas, pero el consenso es unánime.
Nos paramos de nuevo y vimos cómo mi suegro giraba las ruedas hacia
nosotros, pasando a ese canijo vestíbulo donde ya casi no entrábamos.
―Llevad un paraguas, llueve bastante ―nos ofreció, sacando uno del viejo
paragüero de la entrada.
El rostro de Billy mostró una media sonrisa satisfecha cuando nos hizo
entrega del paraguas, confesando a las claras lo orgulloso que se sentía de su
hijo.
―Gracias, papá ―le agradeció Jacob, aunque supe que no era por el
paraguas.
Miré a Jake, ya que estaba muy callado. Sus ojos estaban enfrascados en el
terreno arenoso, enfadados. No pude evitar sentirme un poco culpable. Ya
sabía que no era culpa mía, desde luego, pero el hecho de que se tratase de mi
familia y de mí, de que Jacob tuviera que enfrentarse a alguien de su tribu por
nosotros, ya era suficiente como para hacerme sentir mal.
―Siento mucho que hayas tenido que pasar por esta situación ―murmuré,
mordiéndome el labio.
―No tienes que sentir nada, no es culpa tuya ―declaró, como siempre ya
adivinando lo que pasaba por mi cabeza.
―Tú eres mi familia ―afirmó, enganchándome con sus grandes ojos negros
y brillantes, penetrantes y dulces al mismo tiempo, esos ojazos que tanto
adoraba. Mis mariposas batieron sus alas sin remedio, por él, pero también
por sus palabras―. Lo eres desde siempre, desde que naciste, y ahora el bebé
forma parte de ella, de nosotros. Vosotros sois lo más importante para mí, y
me enfrentaré a quien sea para defenderos. ―Entonces, su rostro cambió a
uno más alegre y desenfadado―. Lo malo es que tu familia también entra en
el lote, qué le voy a hacer. ―E hizo una 305
mueca.
Sonreí. Jake siempre conseguía que las cosas parecieran tan fáciles.
―No te metas con ellos ―le advertí en broma, sin dejar de sonreír.
―No me meto, pero mira, ¿sabes lo que nos espera ahora? Un olor
insoportable en casa, unos invitados que no duermen nunca y, lo peor de
todo, un lector de mentes permanente. Menudo tostón ―bromeó,
mostrándome una sonrisita.
―Ja, ja ―articulé con ironía, si bien no pude reprimir que mis labios
siguieran alzados hacia arriba.
El hueco que dejaban los árboles lindantes con la playa y que daba entrada a
nuestro jardín ya se divisaba, no muy lejos.
―¿Crees que el Viejo Quil se ha enfadado mucho por esto? ―pregunté para
cambiar de tema.
Suspiró.
¿lo ves?
Jacob giró el rostro hacia mí y me enseñó esa maravillosa sonrisa. Era tan
blanca y deslumbrante, que hasta iluminaba ese día tan oscuro y tétrico.
306
Los besos pasaron a ser más apasionados, si cabe, y creo que a Jacob esto
también le recordó a nuestro segundo beso, aquel que nos hizo darnos cuenta
de que yo estaba imprimada, como él. La lluvia caía sobre nosotros,
empapándonos, pero, como en aquella ocasión, no nos importó en absoluto.
Su camiseta estaba totalmente mojada, todo él estaba mojado, su corto pelo,
su rostro, sus labios, sin embargo, su cuerpo caliente caldeaba al mío, y lo
único que podía sentir eran sus tórridos besos, esa energía, a él…
Reuní todas mis fuerzas y, casi de mal humor por tener que hacerlo, me
obligué a despegar mi boca de la suya. Me costó un triunfo, porque todo me
incitaba a no parar, pero con mucho esfuerzo, lo conseguí. Ninguno separó su
frente de la del otro, pero ambos tuvimos que respirar bien hondo.
Todavía estaba abierto, así que solamente tuvo que alzarlo sobre nosotros.
No hizo falta que mi mano llegase al pomo de la puerta. Mi padre abrió ipso
facto y, por su cara, deduje que no le hacía mucha gracia mi mojadura.
―Sí, será mejor que vayas a darte esa ducha caliente ahora mismo ―me
recomendó, y sus pupilas oscilaron con regañina hacia mi chico.
―Estarás contento, chucho, mira qué mojadura trae ―protestó Rosalie, que
ya traía una toalla.
Ya no me hizo ni caso.
―Ven, mientras te duchas, te leo un artículo muy interesante que viene aquí
―dijo, separándome de Jake para agarrarse de mi brazo.
Parecía tan ilusionada, que me dio pena decirle que no, la verdad. Mientras
ella parloteaba y me arrastraba hacia el baño, giré la mitad de mi cuerpo y
miré a Jacob, mordiéndome el labio.
Sí, estaba claro que nuestra intimidad se había terminado. Y, encima, todavía
quedaban nueve meses…, aunque esperaba que esta situación durase mucho
menos.
Eso esperaba…
308
Carta
Subí las escaleras a toda mecha, atravesé el pasillo del mismo modo y llegué
al baño por los pelos, cerrando de un sonoro portazo. Dejé caer las rodillas en
el suelo a la vez que abría la tapa del váter y acto seguido comencé a vomitar
lo poco que había desayunado, con todas mis ganas.
―Sí ―ronroneé.
―¿Tienes hambre?
Jake se rio.
Mmm, qué rica estaba… ¡Y qué hambre tenía! Me la zampé de dos bocados y
cogí otra inmediatamente.
―Lo que yo digo, comes como una fiera hambrienta ―se burló Jacob,
metiéndose un bocado de sus huevos revueltos.
―Ja, ja… ―Intenté vocalizar con ironía, aunque mi boca llena impidió que
la entonación saliera como a mí me hubiese gustado.
―Bien, muy bien ―le contesté, cogiendo otra tortita―. A no ser por las
náuseas y los vómitos, no me noto nada diferente. ―Y me la metí en la boca.
―Me alegro ―sonrió Rose. Entonces, sacó una revista de no sé dónde y la
posó en la mesa, abierta por una de las páginas―. Mira qué dormitorio de
bebé más bonito.
―¿Lo quieres?
309
Los cubiertos hicieron un ruido estridente cuando mi chico dejó caer las
manos sobre la mesa y se irguió del todo.
―Ya te dije que de eso me encargo yo ―le recordó Jacob, molesto. Por lo
visto, ya debían de haber discutido de esto―. El armario nos sirve, lo voy a
empapelar, y el escritorio se puede quedar ahí. Lo único que me queda es
pintar las paredes y hacer la cuna.
―¿Ah, no? ¿Y quién te crees que arregló esta casa? ―resopló él, ahora más
enfadado.
―Sí, pero una cosa es poner barandillas y ventanas, y otra muy distinta hacer
una cuna ―rebatió ella―. Las cunas tienen que cumplir unos requisitos para
que sean completamente seguras para el bebé, ¿lo sabías?
―La verdad es que me hace más ilusión que la haga Jake ―admití, mirando
a mi tía con cara de no haber roto nunca un plato mientras me mordía el
labio.
―No estarás enfadada, ¿no? ―inquirí, preocupada por si había herido sus
sentimientos.
―Claro que no, cielo ―me sonrió, acariciando mi mejilla con su fría mano.
Después, llevó su vista hacia Jake para mirarle con mala cara―. Es este
chucho, que me saca de quicio.
―No sabes cuánto lo siento ―le dijo Jacob con sarcasmo, mostrándole otra
sonrisa triunfal.
Rosalie frunció el ceño todavía más, pero se mordió la lengua y no dijo nada.
Jacob volvió a su desayuno, contento.
―Sí ―suspiré.
―¿Quieres que te prepare algo más, cariño? ―me preguntó Esme cuando vio
el plato de tortitas vacío.
―No, gracias. Creo que seguiré con los huevos y el beicon ―manifesté con
una sonrisa.
―No, gracias, Esme. Esto está genial así ―le sonrió él.
―Esta mañana te ha llamado Helen ―me dijo Alice, que cogió una manzana
del frutero para juguetear un poco.
Les había dado la noticia a mis amigas el mismo día en que mi familia había
llegado a casa, hacía dos semanas, y desde entonces venían a verme todos los
días. Sabía que les iba a gustar y que se iban a alegrar por mí, pero jamás
imaginé que se entusiasmaran tanto. Hasta las gemelas vinieron desde
Vancouver ese fin de semana para verme y todo, y eso que tenían un examen
bastante importante.
―¿Dónde están mis padres y los demás? ―pregunté para cambiar de tema.
―No han visto nada, ya he hablado yo con ellos ―reveló Jake, cogiendo su
vaso de agua para beber―. Sabéis que me transformo aquí todos los días,
¿para qué demonios ha salido? No hace falta que salga nadie.
―Quería estar sola y pasear por First Beach ―nos desveló Rosalie, girando
la cara para mirarnos.
―La vi por esta ventana ―declaró mi tía, cortando a Alice―. Se fue directa
a la playa, ni siquiera se dirigió al bosque que nos rodea. Está claro que
quería estar sola. ―Entonces, bajó la vista―. Ya sabéis que Bella y yo nunca
hemos tenido una relación muy estrecha, pero sé por lo que está pasando
perfectamente.
Jake también bajó las cejas con extrañeza. Automáticamente, Esme, Jacob y
yo miramos a Alice.
―Creo que está algo afectada por tu embarazo ―declaró, dirigiéndose a mí.
―Esta mañana la pillé mirando la ropa del bebé ―afirmó ella―. No hacía
más que observarla y acariciarla con la mirada perdida.
No me lo podía creer.
―Pero mi madre…
―Bella, al igual que todas las vampiros, no puede tener hijos. En su caso ya
te tiene a ti, pero todos sabemos que no le dio tiempo a disfrutar y de saborear
la maternidad ―explicó, observándome―. Creciste demasiado deprisa,
cuando se dio cuenta, ya eras adolescente. Esa fue una de las causas de su
turbación, ¿recordáis? Además, también echa de menos La Push, supongo
que ahora que puede querría aprovechar para dar un paseo por la playa.
―Oh, sí, claro que está feliz, no me malinterpretes ―me calmó, palmeando
el dorso de mi mano―. Una cosa no quita a la otra. No es por tu embarazo en
sí, Bella está muy feliz por vosotros dos, sino que es por lo que le recuerda
―matizó―. Esto le recuerda que ella jamás podrá volver a 311
tener hijos, y es una de las cosas que las mujeres vampiro nos tenemos que
plantear alguna vez y que tenemos que afrontar, por eso seguramente
necesitará estar sola y pensar para asumirlo, nada más. Aunque todos
sabemos lo mártir que es Bella y que todo se lo guarda dentro ―terminó, con
cierto aire crítico.
―Hay mujeres vampiro, como Alice, a las que les da igual esa imposibilidad
de tener hijos, ni siquiera se lo plantean, pero hay otras a las que les afecta
más ―siguió explicando Rose.
Se oyó cómo la puerta de casa se abría con una llave y, a la vez que esta se
cerraba, mamá pasaba a la cocina. Nadie se hubiese sobresaltado si no fuera
por la cara de extrañeza que traía.
―Os ha llegado una carta ―anunció antes de que a Jake le diese tiempo a
formular la pregunta que su boca ya estaba a punto soltar.
―Ah, trae. ―Jacob extendió la mano―. ¿De quién es? ¿Alguna factura?
―Es de los Vulturis ―habló finalmente, alzando la vista para mirarle con el
mismo rostro―.
Los grandes dedos de Jake se deslizaron por la abertura del sobre y lo abrió a
trompicones, rompiéndolo un poco.
En el interior solamente se encontraba una hoja del mismo color que el sobre
y cuyo tamaño era la mitad de un folio. Mi chico la sacó con celeridad y la
sostuvo entre sus manos para leerla.
Un cordial saludo.
Aro.
―No me fío ―manifesté con contundencia―. Podría ser una trampa o algo
así.
―Si fuera hace años, no te llevaría la contraria, pero hoy por hoy lo dudo
―aseguró Alice, muy segura―. Con Jacob tienen una alianza muy
importante que los Vulturis no deben ni pueden romper jamás, y eso Aro lo
sabe muy bien. Sabe que jamás podría vencer a Jacob, que no puede terminar
con él, ya lo corroboró una vez, así que no le conviene que ese tratado se
rompa.
Seguramente esto lo hace para quedar bien y demostrar que la alianza sigue
adelante aunque tengáis un hijo varón.
―No me refiero a eso. ―Mi chico se paró en seco para mirarnos con esa
mirada profunda e intensa―. ¿Cómo demonios saben que Nessie está
embarazada? Solamente está de un mes, ¿y ya saben que lo está y que se trata
de un niño?
―También vigilamos por los bosques de las afueras ―me reveló ella―.
Puede que fuera allí donde nos vieron.
―¿Y cómo saben que vamos a tener un varón? ―cuestionó―. Vale, Aro
sabe de sobra que si 313
―Puede que Thiago tenga contactos fuera del ámbito de los Vulturis
―declaró Alice―. Estos sí podrían entrar en La Push, no vulnerarían ningún
tratado, y podrían escuchar los comentarios de la gente, simplemente.
Además, saben que yo no puedo ver nada, puesto que se trata de vosotros.
―No te preocupes, todo saldrá bien, ¿me oyes? ―me calmó, sosteniendo mi
rostro entre sus cálidas manos.
―Creo que deberías acudir a ese encuentro con Jane ―le sugirió Alice a
Jacob―. Aparte de recibir ese regalo, puede que los Vulturis tengan alguna
información al respecto. ―Y sonrió para tranquilizarme.
―Alice tiene razón ―secundó Rosalie―. No pierdes nada por ir, y ellos no
se atreverán a atacarte. Está el tratado, pero tampoco querrán jugarse su
pellejo.
―Es mejor que ella no se separe de mí ―le corrigió él, también con las cejas
arqueadas hacia abajo―. Si se queda aquí y aparecen esos magos con sus
trucos, ¿cómo haréis para contrarrestarlos, eh? Yo no estaré aquí para
ayudaros. En cambio, si está conmigo no le podrán hacer nada, nadie podrá
hacerle nada, así que estará más segura.
―Jake tiene razón ―le apoyó mamá―. Ezequiel nos ha hecho un hechizo
preventivo, pero recordad lo que él nos dijo.
―Sí, que era como una vacuna para la mayoría de los hechizos contrarios,
pero que no prevenía de todos ―recordó Alice, suspirando.
314
Intereses
Este sitio lo recordaba bien. Era el mismo claro donde mi familia, los lobos,
nuestros aliados y yo nos habíamos visto las caras con los Vulturis por
primera vez. Mi corta edad de entonces no había hecho que esos recuerdos se
borrasen de mi cabeza, y todavía podía ver con nitidez cómo mi madre me
dejaba en el lomo de mi enorme lobo rojizo para que ambos huyéramos. Eso
era algo que se me había quedado grabado en el cerebro a fuego. Y este lugar
también.
Mi padre había venido con nosotros, acompañado por mi madre. Él nos podía
avisar, si tramaban algo, y ella podía protegernos a todos con su escudo, ya
que Jake no estaba en su forma lupina. No creíamos que se atrevieran a
atacarnos, pues romperían el tratado, sin embargo, toda precaución era poca.
Sabíamos que Jane no accedería a hablar con mi padre como traductor, por
eso Jacob no se había transformado, aunque él iba a estar todo el tiempo
alerta, por si tenía que hacerlo.
No se escuchó nada, pero la fresca brisa otoñal trajo una serie de conocidos
efluvios. En el mismo instante en que nuestras narices los inspiraron, tres
espectros aparecieron a lo lejos.
Desde esa distancia, no se les distinguía los semblantes, pero no hacía falta
para diferenciarlos.
Jacob miró a mi padre y le hizo una pregunta que fue muda para los demás,
aunque la respuesta de mi progenitor hizo que la adivinásemos enseguida.
―Vienen en son de paz ―reveló este, hablando con total seguridad―. Han
venido a entregaros ese regalo, tal y como decía la carta de Aro, pero también
quieren hablar contigo. Al parecer, el regalo solo era una excusa para
encubrir el verdadero propósito de este encuentro.
Jake suspiró por enésima vez, ya que se quedó sin la respuesta y tuvimos que
esperar a que 315
terminasen su lenta marcha. Hasta que por fin se pusieron frente a nosotros.
Mi padre había ratificado que venían en son de paz, pero como siempre
cuando se trataba de Jane mi pulsera comenzó a vibrar. Ahora mi aro de
cuero rojizo no solo me avisaba de aquellas personas o cosas que afectaban a
nuestra pareja, sino que también lo hacía cuando había cualquier otro peligro
relacionado o no con nosotros dos, puesto que ahora mi pulsera tenía más
poder. Sin embargo, yo era capaz de entender muy bien todo lo que quería
transmitirme mi aro, y en estos momentos mi pulsera simplemente estaba
molesta con Jane y sus siempre ocultas intenciones para con Jacob. Un poco
más, y saltaba de mi muñeca para gruñirle.
Como me suponía, nada más llegar esa arpía de Jane posó sus sucias pupilas
de color escarlata en Jacob para darle un buen repaso, alzando su ceja y su
labio con más que aprobación y descaro, pero después las osciló hacia mí
para mirarme con un odio punzante capaz de cortar hasta un diamante a la
mitad.
―Basta ―le advirtió mi padre con una voz tan amenazante que raspó su
garganta.
―Aparta tu sucia vista de ella ―le exigió Jake, rechinando los dientes con
más que rabia mientras le clavaba una mirada profundamente agresiva.
―Me alegro de que hayas venido ―habló Jane sin más, quitándole
importancia a la reacción de Jake. No le sonreía, pero el que solo se dirigiera
a Jacob, ignorándome como si yo no estuviese, me ofendía en el alma.
Siempre hacía lo mismo―. Aro se sentirá muy complacido al saber que has
aceptado su regalo. ―Y su mano de niña se alzó para hacerle un gesto a
Felix.
Este abrió la suya, que era más grande incluso que la de Jacob, y nos mostró
una pequeña caja forrada de terciopelo azul oscuro.
―¿Cómo estás, Edward? ―le saludó él, siguiendo con esa expresión de
antes―. Pensaba que ya te conformabas con tu compañera, pero cada vez te
veo rodeado de más belleza ―se mofó, mirando a los lobos.
―Felix, sé serio, por favor ―le pidió Demetri, si bien su tono de sorna ya
anunciaba que iba a continuar con la broma―. Seguro que son los lobos los
que le persiguen como perritos falderos. Los Cullen tienen algo que atrae a
las bestias. ―Y sus ojos se fueron hacia mí sin tapujo alguno.
Los gruñidos de la manada pasaron a ser rugidos en toda regla, aunque Jacob
tampoco pudo evitar que su tórax comenzase a vibrar por el potente gruñido
que quería nacer de sus bronquios.
―Basta ―les ordenó Jane a sus compañeros, girándose hacia ellos para
mirarles con unos ojos claramente amenazadores. Los dos vampiros acataron
la orden al instante, adoptando unas posturas más serias y formales. Luego,
Jane se volteó de nuevo hacia mi chico y Felix extendió su brazo para acercar
su grande palma, aunque la distancia entre nosotros era de unos cinco
metros―.
―Déjate de regalos. No vengo aquí para complacer a Aro. ¿Qué es eso que
tenéis que decirme? ―quiso saber Jacob, sin rodeos―. ¿Y cómo demonios
os habéis enterado de que mi mujer está embarazada, de que esperamos un
niño?
―Os recuerdo que Thiago no puede entrar en nuestro territorio ―solté yo,
imitando esa arrogancia de Jane.
Jane osciló esa misma mirada para dirigirla a mi progenitor. Mi madre volvió
a gruñir, advirtiéndola.
Jane llevó sus sucios ojos rojos hacia Jacob, aunque siguió hablando con
altivez.
―Son demasiadas preguntas las que me has hecho ya ―criticó ella, alzando
la ceja y la comisura de su boca―. Tendríamos que ir por partes, ¿no te
parece?
Estúpida…
―Tengo la zona bien cubierta, así que si hubiera algo ya me habría enterado
―le respondió él, adoptando una pose claramente chulesca―. Desembucha
ya.
Mi padre ya se sorprendió sin que ella hubiera tenido tiempo a abrir la boca.
―Así es ―ratificó ella―. Durante estos tres años han estado formando un
ejército de Hijos de la Luna, aunque estos licántropos no son como los
demás. Desconocemos su procedencia y quién les ha creado, pero sabemos
que han sido mutados de alguna manera, pues, aunque no son licántropos
completos hasta que hay luna llena, siguen siendo hombres lobo día y noche.
Mis padres, Jake y yo nos miramos automáticamente, con sorpresa, pero con
una certidumbre que no pasó desapercibida para Jane.
―Sí, por supuesto ―asintió Jane, ignorando esto último por completo―. Era
capaz de perpetuar su especie con la reproducción. ¿Tiene algo que ver él en
esto?
―Aparte de eso, ese licántropo era idéntico al que perseguía Thiago ―le
desveló él.
―¿Estás diciendo que ese Hijo de la Luna también lo creó Joham? ―inquirió
ella sin inmutar ni un poco su semblante duro y su entonación monocorde.
317
―No lo sé. Puede que lo creara junto al de Nahuel, hace años ―aventuró mi
progenitor―. En realidad, es posible que creara unos cuantos. Cuando
Carlisle y Louis investigaron sobre licántropos mutados, descubrieron que
había varios tipos de mutaciones, pequeños grupos dispersos que habían sido
creados por distintos científicos. Esos grupos eran diferentes entre sí, según el
tipo de mutación y de científico que los creó. Esa clase en concreto se había
creado en Suramérica, quizá este tipo de licántropos solo los manipulara
Joham.
―Dices que esos grupos dispersos eran pequeños ―intervino mamá, que
llevaba reflexionando un buen rato―. Entonces, ¿cómo han conseguido
Vladimir y Stefan hacer un ejército? Me imagino que será numeroso, así que,
¿cómo han logrado reunir a tantos licántropos, y, además, del mismo tipo? Es
imposible que los cazaran a todos, son demasiado esquivos e imprevisibles.
―Sabemos que han utilizado el método del contagio ―aclaró Jane con su
expresión seria y tirante―. No sabemos con exactitud a cuántos han dado
caza, pero hemos descubierto bastantes casos de contagio en diferentes partes
del mundo.
―Puede que esos desgraciados de Razvan, Nikoláy y Ruslán tengan algo que
ver con eso ―opinó mi chico―. Tal vez utilizaran su magia para…
Ninguna de ambas partes tenía pensado continuar con tal unión cuando
obtuvieran ese poder que pensaban que iban a conseguir.
―Vaya, vaya ―bisbiseó Jacob, dándole una entonación sarcástica.
―Ahora Vladimir y Stefan trabajan solos ―siguió Jane, que no miró de muy
buenas formas a papá, por haber hablado por ella. Después, dirigió la vista
hacia Jacob, le repasó una vez más, haciendo que mis muelas ya chirriasen, y
continuó hablando―. Como ya he dicho, se han reorganizado y han formado
un ejército de licántropos mutados. Thiago y su grupo se están encargando de
darles caza, pero son bastante… escurridizos.
―Así que por eso habéis venido hasta aquí ―vio papá, adoptando una
expresión mucho más seria―. De eso queréis hablar con Jacob.
―Ya entiendo ―dijo Jake con cierto aire burlón―. Así que os está costando
pescarles, ¿eh?
―Ese ejército ya está de camino hacia aquí ―reveló Jane en ese tono
monocorde, para asombro de todos los presentes. Mi corazón pegó un bote,
de la impresión―. Hemos venido a avisarte.
―¿Y qué tiene que ver todo eso de los licántropos y los magos con nosotros?
―cuestionó Jacob, frunciendo el ceño―. Es nuestro territorio, pero si se
quieren matar entre ellos, que se maten.
―Lo malo es que Vladimir y Stefan piensan que tú quieres todo el poder y ya
le han puesto precio a la cabeza de tu mujer ―reveló esa arpía con otra
sonrisa maléfica, como siempre, fingiendo que yo no estaba presente.
―No te enfades. Deberías verlo como un favor que te pide Aro, como una
ayuda que te está solicitando, y eso es un gran privilegio. Aro no le pide
favores ni ayuda a nadie ―afirmó Jane, que no podía tener el mentón más
alto.
―A ti también te conviene.
―¿Estás seguro? ―Jane sonrió con ese encopetamiento que ponía de los
nervios a cualquiera.
319
―¿Tan poca confianza tenéis en vosotros mismos, que ya dais por hecho que
perderíais contra ellos? ―inquirió Jake, usando un tono burlesco.
―Si lo permitiste, fue porque sabes que los Vulturis tienen que seguir
gobernando ―refutó ella, poniendo cara de resabida. Jacob resopló, muy
irritado, pero no pudo discutir eso―. ¿Lo ves? Es una simbiosis. Cada uno
mira sus propios intereses, ¿no es cierto? ―alegó esa víbora, mirándole de
arriba abajo con esa sucia mirada.
¿vale? ―Porque me lo pedía él, que si no… Inhalé mucho aire y muy
profundamente, y lo solté poco a poco, diciéndome a mí misma que me
tranquilizara. Acto seguido, siguió hablando, aunque volviendo a su
enfado―. No voy a hacerle ningún favor a ese viejo decrépito, ¿está claro? Si
tan poderosos son tus queridos Vulturis, que se las arreglen solos contra esos
licántropos.
El silencio de Jane fue toda una afirmación, si bien no fue esa su intención.
―No te queda otra opción ―afirmó ella, dirigiéndose a Jacob―. Ese ejército
de licántropos ya está de camino, no hay marcha atrás.
―Demetri seguirá rastreando, para ver si averigua algo más ―continuó Jane,
ignorándole―.
Esa arpía entrecerró los ojos para enviarle su odio. El gruñido de mi padre ya
empezaba a salir por su garganta.
―Todavía no me has dicho cómo demonios hizo ese contacto de Thiago para
averiguar que mi mujer y yo esperamos un hijo ―espetó acto seguido.
Los ojos de Jane volvieron a dedicarme una mirada rabiada, pero pronto los
osciló hacia él.
―Te lo diré, puesto que Edward lo hará igualmente ―accedió de mala gana.
Mi padre le hizo una especie de reverencia con la cabeza, para
confirmárselo―. Ese contacto tiene el don de mimetizarse con cualquier
elemento. Hasta vestido, es capaz de adoptar cualquier textura, paisaje,
fachada e incluso olor. Si ha estado por vuestro territorio, no habréis sido
capaces de verle.
―Espera ―le detuvo esa arpía―. ¿No vas a aceptar el regalo de Aro?
320
Pesada. No se iba.
―Oh, sí, muy bonito ―afirmé yo, que ya había abierto la cajita con rapidez
para mirar su contenido, interrumpiendo a mi chico.
Era una pequeña esclava de oro, cuya plaquita metálica aún no tenía ningún
nombre grabado.
―Dale las gracias a Aro de nuestra parte ―dijo mi padre para seguir ese
protocolo absurdo.
Machaqué unas muelas contra las otras cuando Jane le dedicó una última
miradita a mi marido, pero sonreí con satisfacción cuando se dio la vuelta.
Los tres guardias de los Vulturis se pusieron sus capuchas, comenzaron su
lenta y cadenciosa caminata y, sin más, se alejaron en ese horizonte arbóreo.
321
Beneficio colateral
Ninguno traíamos buena cara cuando llegamos a casa, pero el que la tenía
más larga era Jacob.
―Y luego dicen que ser el Gran Lobo mola ―resopló, cogiendo mi mano de
nuevo para que nos dirigiésemos al saloncito―. Es una mierda. Mira todo lo
que se me viene encima. Ahora los Vulturis se aprovechan de mí, es el
colmo. Gran Lobo, Gran Lobo… ―farfulló, enfadado.
―Tanya y los suyos por fin han vuelto de su viaje de Europa, y han venido a
ayudarnos ―nos reveló Alice, aunque mis padres, Jake y yo ya nos lo
habíamos figurado, claro.
―Sí, creo que ya nos hemos dado cuenta ―respondí, usando un tono un
tanto burlón.
―Rose nos ha dicho que estás de un mes ―me dijo Carmen, sonriéndome.
―Así es.
322
―Gracias ―contestó Jake esta vez, sacándose una media sonrisa, mientras le
daba una palmada en el brazo.
Agradecí que esa manta estuviera extendida sobre el asiento de color crema,
porque sus pantalones estaban bastante mojados.
―Los Vulturis quieren otra… simbiosis ―les explicó mi padre, cargando esa
palabra que había usado Jane de resignación.
Sus labios se curvaron ligeramente, pero algo es algo. Bajó su rostro un poco
más y pegó su frente a la mía. Las mariposas de mi estómago ya se pusieron
en marcha.
Repetí la misma imagen varias veces, insistiendo. Jacob jovial y alegre, Jacob
jovial y alegre, Jacob jovial y alegre…
―Vale, vale ―rio con una risita sorda―. Cualquiera dice que no. ¿Te parece
mejor así? ―bisbiseó, sonriente.
Su boca fue bajando poco a poco, apagando esa sonrisa, hasta que Jacob se
quedó embobado, mirándome con esos ojos tan penetrantes e intensos que me
reclamaban. Mi corazón se aceleró y mis coloridos insectos hicieron de las
suyas de nuevo cuando pegó sus labios a los míos y empezó a 323
Eleazar observaba a mi chico con una expresión expectante, con las cejas en
alto, como si esperase una respuesta.
―¿Qué? ―pidió Jacob que le repitiera, ya que ninguno de los dos había
escuchado su pregunta, claro.
―¿Ya has tomado una decisión? ―repitió él―. ¿Vas a batallar contra esos
licántropos?
―¿Y qué voy a hacer? No tengo más remedio, ¿no? ―bufó con un enojo
resignado―. No me hace nada de gracia, pero si los licántropos consiguen
vencer a los magos, irán a por Nessie y el bebé, y eso no lo voy a permitir.
―No tienes por qué preocuparte ―le calmó Eleazar―. Tú eres muy
poderoso. No importa lo grande que sea ese ejército, te desharás de todos de
un solo golpe de tu poder espiritual.
―¿Y por qué han hecho esto? ―preguntó mamá―. Creía que la guardia de
los Vulturis era muy poderosa. ¿Es que esos licántropos suponen tanto
peligro para ellos? ¿Acaso no los pueden vencer?
―Vale, vale, Doc ―le interrumpió Jake―. No hace falta que nos expliques
toda la teoría de la evolución. Creo que ya lo hemos entendido.
―Así que los Vulturis están muertos de miedo por ese ejército de licántropos
y le han pasado el papelón al Gran Lobo ―llegó a la conclusión Emmett,
cuya boca esbozó una sonrisa.
324
―No les defiendo. Solo estoy diciendo que ellos tampoco tenían otra opción
―alegó Eleazar, hablando con calma―. Por supuesto, Aro siempre tramará
alguna argucia para conseguir sus objetivos, y es totalmente cuestionable, no
hay duda, pero vuelvo a repetir que esto es lo mejor para todos, aunque él
solo vele por sus propios intereses.
―Sé lo… incómodo y molesto que resulta esto para ti, Jacob, sin embargo,
Eleazar tiene razón ―opinó papá, que se encontraba junto al sofá con mi
madre―. Sus métodos son reprobables, por supuesto, pero esto es lo mejor
para todos, sobre todo para la especie humana.
―Ya, ¿y tú crees que si yo les pidiese ayuda alguna vez, ellos me la iban a
prestar? ―planteó, enfadado, usando cierta ironía en su entonación―. Vale,
está claro que jamás les voy a pedir ayuda, pero ponte en el supuesto de que
sí. Ellos me mandarían a la…
Mi ruego hizo que la palabra que iba a soltar se quedase muda en su garganta,
y sus ojos se encontraron con los míos.
Por favor, reiteré, implorándole con la mirada.
Ahora ya no podíamos imaginar un futuro a corto plazo sin ese niño, ya no, y
si pasara algo…
Al ver el mío, el rostro de Jacob dejó esa alarma e inquietud inicial y pasó a
mirar a Rosalie con ganas de matarla.
―¿Por qué tienes que ser tan bocazas, eh? ―le reprochó.
―Lo siento, pero es una opción que tenemos que tener en cuenta ―se
defendió ella, dedicándome una mirada cauta.
―Pero podías ser un poco más delicada, ¿no? No sé, digo yo ―protestó
Jacob.
―Jane dijo que Vladimir y Stefan querían todo el poder para ellos solos y
que harían cualquier cosa para conseguirlo ―recordó mamá con
preocupación.
―Sí, pero también saben que los Vulturis tienen esa alianza con Jacob, y les
conviene 325
―Estamos dando por hecho con demasiada ligereza que ganarían los
licántropos. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que los magos son
muy capaces de vencerles ―siguió Jasper―.
Su magia es bastante poderosa, todos lo comprobamos una vez, así que puede
que no te sea necesario hacerles ese favor a los Vulturis ―le dijo a Jacob.
―Ojalá ―suspiró él―. De todos modos, poco importa quién gane, porque
terminaré con ellos, sean magos o un ejército de licántropos.
―¿Y cómo conseguirían Vladimir y Stefan crear ese ejército? ¿Acaso han
logrado domar a esos licántropos? ―Mamá no encontró otra palabra que lo
definiera.
―Creo que la clave está en ese líder de los licántropos ―opinó mi padre―.
Para empezar, que Demetri se refiriera a él como líder, ya resulta extraño.
Como Eleazar explicó, los Hijos de la Luna no tienen líderes ni admiten
ninguna voz de mando. Y Jacob dijo que ese licántropo parecía más
inteligente y comedido que los demás. Si Aro envió a Thiago y su grupo a
por él, tiene que ser por algo.
―Estaré alerta ―afirmó papá, mirándole con seguridad―. Puede que sea
capaz de mimetizarse con el medio que le rodea, pero su mente no. Aunque
vi que Jane tiene la intención de transmitirle a Thiago tu petición.
―Ya, bueno, las intenciones solo son intenciones. Después hay que
cumplirlas ―dijo Jacob, usando cierto sarcasmo.
―¿Y no viste en los pensamientos de Jane nada más acerca de ese contacto?
―preguntó Alice.
Seguiremos con ellos tal y como los teníamos pensado. Y por el bien de
Nessie y el bebé, recomiendo a todo el mundo no decir cosas que puedan
ponerla nerviosa o exaltarla, sobre todo en este primer trimestre de gestación.
―En fin, creo que yo me iré al bosque, a ver si los lobos me necesitan
―soltó Emmett, ya dirigiéndose hacia el vestíbulo con una sonrisa de oreja a
oreja ante la perspectiva de un poco de acción.
Bendita soledad. Por desgracia, iba a ser demasiada escasa a partir de ahora,
aunque esto era necesario para que el bebé y yo estuviéramos seguros. Mi
mente ya quería empezar a llenarse de imágenes de licántropos horribles y
magos malvados, pero cerré los ojos e intenté relajarme. No me 326
Fui entrando en un estado de trance poco a poco, dejándome llevar por esa
marea que se internaba en mi subconsciente y que me mecía lentamente,
acunándome, arrullándome… Sí, estaba en la gloria, en el cielo, en el
paraíso…
327
Ecografía
Cerré el grifo del agua caliente, me escurrí el pelo con las manos y después
abrí la mampara, cogiendo mi toalla para secarme. Salí de la ducha y cuando
terminé de hacerlo, me eché otro vistazo.
Sonreí.
Iba a encaminarme hacia la cama para hacerla, pero me fue imposible frenar
el impulso de pararme frente al espejo que colgaba de la pared, pegado al
armario. Este era tan alto como Jacob y llegaba hasta el suelo, así que me
podía ver entera. Me coloqué de perfil y alcé la camiseta para mirarme.
Mis labios también se alzaron con ilusión. Ya me veía todos los días, pero no
podía evitar volver a mirarme. Mi vientre ya había dejado de ser liso hacía un
tiempo. Poco a poco, semana tras semana, se había ido transformando en una
pequeña barriguita que revelaba que este era mi cuarto mes de embarazo. Ya
había pasado esa franja peligrosa de los tres meses, y estaba feliz. Sí, la
palabra era feliz. Esa corriente eléctrica que había sentido el primer día que
me había enterado de mi embarazo ahora recorría toda mi anatomía, cada
célula de mi organismo, con libertad, continuamente.
―Creo que se ha movido, ¿lo has notado? ―exhalé con grata sorpresa.
―Sí ―rio.
Mi libido había estado bajo mínimos durante los tres primeros meses, pero
ahora que mis hormonas se habían estabilizado no solo se había recuperado,
sino que había aumentado bastante.
Mi cuerpo se estaba desfigurando, así que tal vez ya no se sentía tan atraído
por mí, tal vez ese 328
deseo que siempre había sentido por mí había desaparecido por un tiempo.
¿Sería eso? ¿O quizá veía mi pequeña barriga como algo demasiado maternal
y ya no encontraba en mí nada sexual?
También podía ser que tuviera miedo a hacerle daño al bebé, aunque ya
habíamos leído en varias revistas especializadas ―y el propio Carlisle nos lo
había confirmado― que el niño no corría ningún peligro con las relaciones
sexuales, con lo que eso ya quedaba descartado. O puede que lo que pasase
en realidad es que esta falta de privacidad le afectase, aunque eso me parecía
tan raro en Jacob…
Mamá asomó la cabeza con una enorme sonrisa que se extendía a lo largo de
su rostro marmóreo. Casi parecía mentira que una tez así, con esa textura que
daba la impresión de ser algo pétreo y duro, pudiera moldearse tan bien para
adoptar esa expresión sumamente sonriente.
―Lo siento ―se disculpó ella con voz cantarina, danzando hacia el pasillo.
Saqué la cazadora del armario, me la puse y cogí a Jake de la mano otra vez
para acompañar a mi tía.
Bajamos las escaleras, detrás de ella. Mientras lo hacíamos, noté que Jake me
observaba, así que giré el rostro hacia él y le pillé desprevenido. Todavía
quedaba algo de esa extrañeza en su mirada, que me estudiaba al tiempo que
se mordía su grueso labio inferior, aunque pronto se disipó 329
Mamá se rio.
Alice, mis padres, Rosalie, Esme y Carmen ya estaban saliendo por la puerta
cuando Jake y yo apoyamos nuestros pies en la planta baja. Emmett esperaba
en ese Jeep nuevo que se había comprado hacía un par de meses. Salimos de
casa, con mi familia y Jake vigilando los alrededores y escoltándome en todo
momento, y nos distribuimos entre su coche y el Golf de Jacob, hasta que nos
marchamos de allí para dirigirnos a la vivienda de mi familia.
―Ya, y déjame adivinar. Seguro que ya sabes de uno ideal para nosotros,
¿no? ―aventuró Jacob con un aire claramente ácido.
―Un Volvo familiar con elevalunas eléctricas, amplio, de cinco puertas, con
todos los asientos reclinables, un gran maletero, aigbars en todas las plazas…
―redactó papá, pasándome esa hoja que había arrancado de alguna
publicación de coches―. Los caballos y el color serían a tu elección.
―Un Volvo ―chistó, girando el rostro hacia su ventanilla―. ¿No había otra
marca?
Jake murmuró algo entre dientes que no logré descifrar muy bien.
―Un momento ―les detuvo Jake, haciendo que todos se callasen―. ¿Es que
vais a entrar todos aquí?
―Yo quiero ver la ecografía ―declaró Alice con efusividad, dando saltitos
al tiempo que aplaudía.
―Ya, pero sois muchos ―objetó Jacob, haciendo un recuento rápido con la
vista―. Y, no sé, me apetecía que esto fuera un poco más… íntimo, ¿sabéis?
Que solo estuviéramos Nessie y yo, por lo menos un rato. Es nuestro
momento personal con el bebé, es la primera vez que vamos a verle, y,
bueno…
Mi padre fue el único que sonrió, porque mi madre, mis tíos, Esme y Carmen
pusieron una cara de desilusión enorme. Me dio penita de ellos y, al parecer,
a Jake también.
―Vale, pues, hala, ¿a qué esperáis? ―nos azuzó Alice, seguramente para
que terminásemos nuestro momento íntimo primero. Después, se puso a
empujar al resto hacia el pasillo, que la increpó un poco, como protesta―.
Estamos aquí fuera, no lo olvidéis ―nos recordó, ya saliendo del despacho.
―Sí ―reí.
―Bueno, ¿qué tenemos que hacer? ―preguntó Jake, más que sonriente.
―Tú siéntate ahí ―le indicó Carlisle, señalando la silla que estaba junto a
una camilla de cuero de color negro―. Y tú, Nessie, túmbate.
Me dio un pequeño respingo, ya que el gel estaba frío, y me dio otro cuando
apoyó ese aparato similar a un micrófono que, según tenía entendido, se
llamaba transductor, pero Carlisle comenzó a masajear mi vientre con este
último y esa sensación fría se fue al instante.
331
―Así es ―asintió Carlisle con una sonrisa al tiempo que movía ligeramente
el transductor―.
Alice se dio la vuelta y le dedicó un mohín de burla, aunque por poco tiempo,
porque enseguida se giró hacia la pantalla de la computadora.
Las féminas fueron las primeras que consiguieron rodearnos para tener más
acceso a la pantalla. El despacho de Carlisle se llenó de sus exclamaciones
entusiastas.
―¡Qué mono! ―clamó Alice, poniendo una voz de esas tontas cuando se ve
a un bebé.
―En fin, todo está muy bien ―dijo Carlisle, poniendo un poco de orden en
aquel jaleo―.
―No hay más que ver ―le dijo Em, que no había dejado de sonreír en
ningún momento―.
Y mi tía sonrió.
―Yo prepararé algo para que comáis ―nos dijo Esme, acariciando mi
mejilla.
―Esperaré abajo, viendo ese partido ―dijo mi padre, dándonos un beso a las
dos en la cabeza antes de darse la vuelta e irse.
En ese instante, mi madre pareció adivinar por dónde iban los tiros.
―Aun así quiero que lo hablemos ―insistí―. Podemos ir fuera, así no nos
escuchará nadie.
―Si salís, yo tendré que ir con vosotras ―intervino Jacob, que no se había
separado de mí ni un instante―. Esta zona no está vigilada.
Mamá miró a Jake, valorando si quería que él estuviera presente, y finalmente
asintió.
333
Fantasmas
Paseábamos despacio entre los árboles del bosque, pisando esas hojas de
color rojizo que hoy estaban secas, puesto que, milagrosamente, no había
llovido en todo el día. Mi madre no sé cómo lo hacía, pero sus pasos no se
oían en absoluto; no así los míos, que no lograban hacer un sonido tan mudo
cuando pisaban ese follaje.
Jacob había traído la ecografía que Carlisle había impreso en ese papel
especial de foto para mirarla un poco más antes de tener que transformarse.
Me la había pasado, me había dado un beso corto y se había escondido para
adoptar su forma lobuna, por eso ahora la tenía yo en la mano. Le eché un
último vistazo y sonreí.
Iba a abrir la boca para hablar con ella de su problema, pero mamá se me
adelantó con otra cosa.
―Menos mal que Jacob cogió esa ecografía antes que Alice, si no os hubiera
costado recuperarla ―rio.
―No importa. Lo entiendo, todos estáis muy entusiasmados con esto ―dije,
observando a mi bebé un poco más.
―Te advierto que Alice está a punto de hacer otro pedido por Internet ―me
soltó, mordiéndose el labio.
―Oh, no, tienes que pararla ―le supliqué, poniendo cara de dolor―. Como
siga así, acabará comprándole ropa hasta para su graduación.
Ahora, como no podía salir de La Push, le daba por hacer las compras por
Internet. El problema es que lo único que compraba era ropa de bebé, y cada
semana llegaba algún pedido.
―Lo estoy intentando, pero tu tía Alice es muy persistente ―suspiró.
―Me parece genial que nos compre ropa para el bebé, en serio, me gusta que
lo haga y se lo agradezco muchísimo, además, tengo que reconocer que tiene
muy buen gusto. ―Jacob volvió a gañir―. Pero tiene que entender que a
Jake y a mí también nos hace ilusión mirar ropa de bebé, elegirla y comprarle
algo a nuestro hijo ―declaré, hablando con suavidad.
―Sí, por favor ―rogué otra vez, con la misma mueca de dolor de antes.
―¿Qué pasa? ―inquirí, ya con miedo ante otra hazaña de la tía Alice.
―Rosalie está mirando carricoches ―me reveló sin dejar de fruncir la boca.
Jacob se giró, sin pararse, y puso los ojos en blanco al tiempo que alzaba sus
peludos hombros.
―De acuerdo.
Ahora que se había hecho este mutismo, se había perdido ese hilo del cual
podía haber tirado.
Esta era la misma cazadora que había llevado el día que habíamos tenido ese
encuentro con Jane, Demetri y Felix. No me la había vuelto a poner desde ese
día, por eso esa pequeña caja seguía en el bolsillo. Me la había metido ahí
cuando nos marchábamos del claro y luego ya no me había acordado más de
ella. Ups.
―Bueno, dime, ¿qué era eso de lo que querías hablar conmigo? ―encarriló
ella.
Me paré en seco y le obligué a hacer lo mismo. Jake estaba atento, así que
también se detuvo.
―Jamás pensé que me afectara algo así, porque nunca me había planteado el
tener más hijos,
¿sabes? Pero ahora… ―Se quedó mirando al infinito al tiempo que se mordía
el labio―. Ahora, aunque soy inmensamente feliz y no cambiaría
absolutamente nada de mi vida, una pequeña parte de mí se pregunta cómo
sería si hubiera podido gozar de esa posibilidad de tener hijos. Pero no es por
tu embarazo, en realidad, creo que me hubiera pasado con el embarazo de
cualquier allegada a la que viera con asiduidad. Supongo que esto es una
etapa más por la que tengo que pasar.
Podrás ver al niño cuando quieras, mimarlo y consentirlo. Eso sin mencionar
que tendrás más nietos, no te creas que este va a ser el único, así que vas a
hartarte de niños ―me reí.
Cuando escuchó eso, Jacob giró su enorme cabeza y esbozó una sonrisa
lobuna, sacando la lengua y jadeando.
Mis mejillas sufrieron un baño de sangre instantáneo, pero Jake soltó unos
gañiditos y gemiditos a modo de risa lupina.
nuestro.
Tampoco se les veía las manos, ya que las mangas eran muy largas, así como
las casacas, que llegaban hasta el suelo. Sin embargo, su olor les delataba:
eran vampiros. Ambas nos quedamos paralizadas, porque no teníamos ni idea
de quiénes eran esos extraños individuos, jamás les habíamos visto. Pero mi
pulsera no me engañaba, eran de los malos. Mis manos se fueron a mi vientre
como acto reflejo al tiempo que mi respiración comenzaba a agitarse,
nerviosa.
Mamá por fin reaccionó. Tomó mi mano y, con una rapidez sorprendente, se
colocó delante de mí. Me sentía fatal por no poder hacer nada. Era frustrante.
No podía transformarme, lo sabía. No habíamos hablado de esto con Carlisle,
pero no sé por qué yo sabía que no podía hacerlo. Tal vez lo sabía por mi
pesadilla.
Ahora no podía ver los pensamientos de Jacob, no podía ver su círculo de luz
brillante, ni sus elipses, ni nada. Sin embargo, sí que podía sentirlas, tal era
nuestro vínculo.
Sentí una energía tremenda en forma de círculo, más bien era una esfera. Esta
era ardiente y nacía de mi colosal lobo. Supe con total certeza de qué se
trataba. Era su destructor círculo de fuego. Noté cómo se extendía de él a una
velocidad realmente vertiginosa, igual que la honda expansiva de una bomba
nuclear, y cómo llegaba a esos cinco vampiros, barriéndoles sin cuartel.
―Muy bien, Jake ―alabó mamá con una sonrisa, relajando su cuerpo.
Jacob iba a relajarse también, pero no le dio tiempo. Para nuestro asombro,
los cinco vampiros fantasma surgieron de la nada de nuevo y, como por arte
de magia, aparecieron ya rodeándonos.
337
Jake gruñó para avisarnos y, de pronto, los vampiros aparecieron otra vez,
formando un círculo a nuestro alrededor.
―¡Ya tenía ganas de una buena pelea! ―exclamó Emmett, cayéndose sobre
uno de los vampiros.
Los diferentes miembros de mi familia se unieron a él, pero a todos les pasó
lo mismo. Las capas de los vampiros fantasma quedaron bajo sus pies, vacías.
―¡¿Qué es esto?! ―Mi tío repitió la misma pregunta que yo, aunque él
parecía más bien indignado.
Esas telas granate se hincharon otra vez ante nuestros atónitos ojos, que se
abrieron como platos, y siguieron en esa formación circundante que nos
rodeaba a todos.
―Yo tampoco puedo ver nada en sus mentes ―afirmó papá, respondiendo a
algún tipo de pregunta o declaración de Jacob.
―Jacob no puede ver sus almas, al parecer, carecen de ellas ―me aclaró mi
padre sin dejar de vigilar a nuestros oponentes―. Y yo tampoco puedo verles
la mente, es como si la tuviesen vacía.
Mi tía giró sobre sí misma a la velocidad del rayo y le propinó una patada al
vampiro que se arrojaba hacia ella. Su acción no llegó muy lejos. La tela se
hundió como si no tuviese ningún habitante, deformándose hacia atrás en una
ondulación que se asemejaba a la que la brisa producía en una cortina, y
después volvió a hincharse para volver a su forma original. Aunque sí que
sirvió para que el vampiro fantasma retrocediera.
Sin embargo, luego ocurrió algo que nos dejó aún más perplejos.
Los lobos no les dieron más cuartel. Antes de que los vampiros consiguieran
dar otro paso hacia sus espaldas, los cánidos se arrojaron a ellos con una saña
increíble.
338
Todos habían desaparecido. Y no regresaron. Sin saber cómo ni por qué, esos
lobos corrientes nos habían salvado.
339
Maniobra
Jake entró en la casa muy exaltado. Estaba realmente enfadado y nervioso por
lo que había pasado y, desde que había adoptado su forma humana, no había
soltado mi mano ni una milésima de segundo. Nos acabábamos de despedir
de los miembros de la manada, que se habían quedado por los alrededores
para vigilar. Jacob había llamado a un grupo durante esa extraña pelea con
los vampiros fantasma, pero habían llegado un poco tarde, puesto que habían
tenido que venir desde La Push y no les había dado tiempo a hacerlo más
deprisa.
―¡Malditos magos! ¡Han tenido que ser ellos, seguro! ―bramó mientras
pasábamos al salón―.
Pero lo que más me impactó fue ver el hermoso piano de cola blanco
destrozado, ese en el que mi padre y yo habíamos tocado tantas canciones…
―Esto tiene mala pinta ―secundó Emmett, que miraba la escena más que
serio.
―¿Una maniobra de distracción? ¿Te refieres a que todo ha sido una trampa
para que tuvieran vía libre aquí? ―preguntó Jacob, frunciendo el ceño,
enfadado.
―¿No está claro? Esto es obra de esos asquerosos magos. ―Jake no pudo
evitar terminar la frase con un rechinamiento de dientes.
340
―Iré a revisar la casa ―se ofreció Emmett, ya corriendo hacia las escaleras.
―Porque han usado alguno de sus truquitos para ocultar su olor, está claro, y
puede que también hicieran otro para ocultar los ruidos ―opinó mi chico,
resoplando otra vez.
―Y otro para los pensamientos ―añadió mi padre―. Yo no oí ninguna
mente, aparte de las nuestras.
―También han estado por el resto de la casa ―nos reveló papá, que debía de
haberlo visto en la mente de mis tíos.
―No hay nadie, pero toda la casa ha sido desvalijada ―nos comunicó Em
con nerviosismo.
Lo estaba tanto, que no se había dado cuenta de que mi padre ya nos lo había
dicho. Papá rechinó los dientes, esta vez, en total sincronización con Jacob.
Como había dicho Carlisle, Ezequiel no tardó en venir, pero no llegó solo a
casa. Aparte de Teresa, Jasper también apareció por allí, avisado, al parecer,
por la manada de Jacob. Eleazar, Garrett, Kate y Tanya habían preferido
quedarse por los bosques de La Push con el resto de los lobos, por si acaso.
Jasper no pudo evitar machacar las muelas cuando vio cómo estaba todo,
aunque su vista enseguida buscó a Alice. Ella corrió hacia él y se abrazaron.
―Ajá. Estamos todos bien ―asintió ella, usando un tono despreocupado para
ayudar a que él se calmase.
Ezequiel asintió.
Mientras tanto, Teresa se acercó a mí, sonriéndome con esa sonrisa tierna y
dulce de siempre que me fue imposible no corresponder.
341
―Sí, eran unos vampiros muy raros que llevaban unas túnicas de color
granate ―continué aclarando yo―. Creo que eran vampiros, porque olían
así, aunque no tenían rostro. Lo único que se veía debajo de sus capuchas era
una negrura espeluznante.
―Si esas marionetas fantasma son inofensivas, ¿por qué Jacob no pudo hacer
nada contra ellas? ―preguntó mamá.
―Porque son etéreas, no son reales. No tienen alma, están vacías, en
realidad, solo son túnicas rellenas de magia negra.
―¿Y esa magia negra no es suficiente para que Jacob pueda actuar?
―cuestionó Rose.
―En este caso, la magia negra que rellena las túnicas solamente está siendo
utilizada para mover las marionetas y hacerlas aparecer, no está siendo usada
para nada más, es por eso que el poder espiritual del Gran Lobo lo único que
ha conseguido es hacer que desaparecieran, aunque por un breve instante, ya
que Ruslán puede hacer que resurjan de nuevo cuando quiera. El poder
espiritual de Jacob hubiera destruido las marionetas si esa magia negra le
atacara a él o a alguno de vosotros, pero, obviamente, eso no le interesaba a
Ruslán, así que no hizo uso de ella para tal fin ―explicó Ezequiel.
―Nikoláy, Ruslán y Razvan son muy listos ―reprobó papá, rechinando los
dientes.
Ahora entendía más cosas, como, por ejemplo, por qué la patada de Alice
tampoco había surtido efecto en aquel vampiro fantasma.
342
―¿Y esos lobos normales? ¿Por qué ellos sí que pudieron destruir esas
marionetas? ―pregunté, todavía sobrecogida al recordarlo―. Solo son lobos
corrientes.
―Los lobos vinieron a ayudarme. Yo les llamé ―afirmó Jake como si tal
cosa.
―Sí. Bueno, no con telepatía, claro, sino que fue mi poder espiritual. Verás
―se acomodó en el brazo del sofá para observarme mejor y siguió hablando.
Rose ya estaba poniendo los ojos en blanco, preparándose para una larga
explicación―, estábamos rodeados por esos espectros raros, ¿no?
Pues no sé por qué sentí que tenía que llamar a esos lobos, ¿sabes? Se me
ocurrió así, de repente, ni siquiera sabía si estaban cerca o no, solamente
había detectado sus efluvios mientras tu madre y tú hablabais, pero podían
haber estado por allí hacía un buen rato y haberse largado. Pero ahí estaba yo,
sintiendo que tenía que llamarles, la imagen de esos lobos no hacía más que
aparecer en mi sesera. Creo que fue mi poder espiritual el que me lo dijo.
―Hizo una mueca―. En fin. Entonces, supe lo que tenía que hacer. Erigí mi
círculo de luz brillante y lo bombeé. ―Su mano suelta imitó un bombeo―.
No te imaginas lo que pasó después. ―Se quedó mirándome con una enorme
sonrisa en la cara, esperando mi respuesta.
Rose suspiró.
―Vas a alucinar. Mi círculo de luz emitió unas ondas, ¿puedes creerlo? ―se
rio, como si todavía no terminara de creérselo―. Las ondas se extendieron
por todo el bosque y los lobos, donde quiera que estuvieran, las detectaron.
No debían de andar muy lejos, porque llegaron enseguida.
―Qué guay ―reí otra vez, mirándole con una admiración que no podía
ocultar.
Sentí unas ganas enormes de darle un buen beso. Estaba tan orgullosa de él.
Emmett le sonrió y le dio una palmada en la espalda a modo de
reconocimiento.
―No estoy seguro ―habló finalmente―. Creo que la clave para destruir a
las marionetas estaba en esos lobos y que el espíritu de Gran Lobo lo sabía,
por eso Jacob sintió que tenía que llamarles. Lo que no sé es por qué esos
lobos lograron terminar con las marionetas fantasma.
―Al menos, lo que está claro es que todo fue una maniobra de distracción
para acceder a nuestro hogar sin problemas ―dijo papá.
―¿La guardia? Creía que habíamos terminado con ellos en aquella iglesia de
Bulgaria y que los que se habían quedado en el castillo habían huido lejos
―manifestó Jake, extrañado.
―Tal vez no sean los mismos que entonces, pero está claro que siguen
teniendo súbditos que les sirven ―declaró el mago―. No solo Vladimir y
Stefan se han rearmado, Nikoláy, Ruslán y Razvan también lo han hecho,
estoy completamente seguro.
―Sí, me acuerdo. Son esos envoltorios de color gris ―recordó Jacob, usando
cierto retintín.
―¿Crees que no sé que Jacob la cogió y se la llevó con vosotros para que no
me la quedase? ―adivinó, sacando la ecografía del bolsillo.
―Ya, pero para ti ver la ecografía un poco más significa que no la vas a
soltar hasta que el bebé nazca ―afirmó Jake.
―Es la ecografía ―exhaló Ezequiel de pronto, abriendo los ojos como platos
cuando por fin cayó en ello.
―No sé cómo se han enterado, puede que hubieran estado esperando esto
desde hace tiempo y os siguieran hasta aquí, o quizá ya se encontraban por
estas tierras que no estaban siendo tan vigiladas, pero es evidente que lo que
estaban buscando era esa ecografía ―afirmó con un tono más serio de lo que
a mí me hubiese gustado.
―Necesitan una imagen del bebé para hacer magia negra ―reveló con voz
grave. Me quedé sin respiración por un instante y la mano de Jake se
agarrotó―. Saben que tú vas a estar extremadamente protegida, por eso
quieren… atacar al bebé con algún tipo de hechizo oscuro.
―Tendremos que tener cuidado con las pertenencias del bebé, entonces
―dijo Jasper.
Mi corazón se volvió a helar, pero tenía razón. Me daba una pena horrible,
sin embargo, no iba 344
Alcé la foto de nuestro bebé y los dos la miramos por última vez.
345
“No puedo”
―De nada.
Entonces, mis ojos actuaron por cuenta propia cuando Jacob se quitó la
camiseta, y ya no se pudieron despegar de él. Mientras yo misma también me
desvestía, mis pupilas repasaban su portentosa espalda, los impresionantes
músculos de su torso, sus fuertes brazos, sus robustas piernas y todo lo que
iba quedando al descubierto de su poderoso cuerpo… Irremediablemente, el
sueño que tenía antes se esfumó con rapidez y fue sustituido por otro tipo de
sensaciones, unas de naturaleza muy distinta.
iba cambiando, repasando todo mi cuerpo con esa mirada tan penetrante y esa
media sonrisa que me volvía loca. Ambos nos descubrimos observándonos y
nos sonreímos.
Me di la vuelta y rodeé su cuello con mis brazos, haciendo que sus manos
pasaran a mi cintura.
Entonces, obtuve lo que quería. Poco a poco, sus labios pasaron a moverse
con más efusividad, dándome besos más largos y apasionados, a la vez que
nuestros alientos se mezclaban con agitación y la energía empezaba a girar
ansiosamente. Llevé mi mano a su pelo para que no quedase ni un milímetro
entre nosotros y lo aferré con mis dedos. Sin embargo, de repente, Jacob soltó
mi boca con prisas.
Esta era la primera vez en los seis años que llevábamos juntos como pareja
que recibía una negativa por parte de Jacob. Me descolocó por completo.
¿Qué le pasaba? ¿Por qué decía que no podía? ¿Era por mí? ¿Es que… es que
ya no le gustaba? ¿Mi cuerpo le parecía desagradable? ¿Ya no le atraía? Me
embargó una desazón enorme que me abrumó por completo, tanto, que un
fuerte nudo se aferró a mi garganta, estrangulándola con fuerza. Empecé a
sentirme aturdida, confusa…
No obstante, Jacob pareció darse cuenta de mis tontos sollozos, porque se dio
la vuelta hacia mí con rapidez.
―¿Estás llorando? ―me preguntó, poniendo sus cálidas manos sobre mis
hombros para darme la vuelta con delicadeza.
―No ―mentí con una voz ñoña y tonta que no sé de dónde salió y que
encima no engañaba a nadie.
―Mierda, no tenía que haber dejado que pasara esto ―lamentó, secándome
esas incesantes lágrimas de mis mejillas con sus dedos.
Sabía que ahora iba a ser incapaz de articular dos palabras seguidas sin ese
sollozo bobalicón 347
¿Es por mí?, quise saber, clavando mis taciturnos ojos en los suyos para ver
cómo reaccionaban.
Tomé aire, intentando que mis lágrimas no siguieran brotando. No quería que
influyeran en su respuesta.
¿Ya no te atraigo?
―¿Qué dices? Claro que me atraes ―afirmó, sincero, siguiendo con esa
mirada desconcertada.
Llevé mis labios a los suyos y empecé a besarle con ganas, dejando escapar
unos estimulados suspiros. Jacob correspondió a mi boca y a mis jadeos,
moviendo la suya al mismo compás, aunque sus manos se aferraron a mis
caderas, interponiendo una especie de barrera invisible entre nosotros. Eso
me desesperó y moví mis labios más deprisa.
―Y tú sabes que no quiero que pares… ―susurré con deseo, metiendo mis
dedos entre el corto pelo de su nuca.
―¿Cómo? ―Bajó las cejas con extrañeza, aunque parecía más bien
sorprendido.
―¿No quieres que pare? ―preguntó con una media sonrisa, mirándome a los
ojos para cerciorarse, como si no se creyese lo que acababa de oír.
Los coloridos insectos que colonizaban mi estómago batieron sus alas una
vez más.
Toda mi alma se iluminó cuando escuché esos fogosos vocablos. Pero separé
mi cara para mirarle, todavía un poco confusa.
―Entonces, ¿por qué me has dicho antes que no puedes? ―quise saber,
llevando mi mano a su cuello de nuevo para que se uniera a la otra―. ¿Por
qué no querías besarme?
―Pues por eso mismo ―respondió con otro murmullo que salía de su
maravillosa sonrisa torcida, arrimando su frente otra vez―. Te deseo con
toda mi alma, nena, no te imaginas lo mucho que me cuesta controlarme.
―Yo jamás me vería obligada ―rebatí, hablando con susurros―. Sabes que
siempre te deseo.
―Sí, eso ya lo sé, pero escucha ―asintió, rozando mi frente con la suya―.
Si antes te dije «no puedo», es porque si los besos se alargan demasiado y
pasan a ese nivel que tú y yo sabemos entonces sí que me es imposible parar,
¿entiendes? No podía seguir besándote, tenía que dejarlo antes de que pasara
esa línea, porque creía que todavía seguías en esa primera etapa de
inapetencia sexual.
―Sí, vale, lo leí en una de esas revistas de embarazadas que tienes por casa
―admitió―. Pero ahí es donde pone que en los primeros meses del
embarazo las mujeres no tenéis ganas de nada, por eso no quería agobiarte.
―Yo tengo mi parte de culpa, pero creo que tiraré esas revistas, por meterte
esas ideas en la cabeza ―pensé en voz alta, en broma.
―El caso es que yo sabía que querías besarme y todo eso, pero creía que no
querías pasar de ahí, por eso cortaba el asunto antes de que me abalanzara a ti
como un poseso. Tenía que respetarte, ¿sabes? Y no te imaginas cuánto me
cuesta hacer eso. ―Volvió a acercar sus labios a los míos para hablarme
entre abrasadores susurros―. Cada vez que te miro, cada vez que te beso o te
acaricio, me vuelvo loco…
Jadeé.
Le dejé ver lo mucho que me apetecía estar entre sus brazos, sentir sus
ardientes manos por todo mi cuerpo, acariciarle, que me acariciase, sentir sus
besos, sentirle a él…
Jacob correspondió mis besos, aunque fue por un corto espacio de tiempo.
Logró despegar su boca de la mía y tomó una buena bocanada de aire para
poder hablar.
Solíamos encenderla en las horas del desayuno, a fin de oír las noticias y esas
cosas, pero hoy nos iba a servir de utilidad para otra cosa.
Emmett se carcajeó.
Se escuchó cómo mi tía refunfuñaba algo que no entendí, dado lo deprisa que
lo dijo, y después cómo voceaba:
―¡Pon la música alta!
Pero Jake ya estaba subiendo las escaleras, y por los pasos que conté, lo hizo
de tres en tres.
alguna libreta, tiró un bolígrafo sobre el escritorio y salió como una bala de
allí.
―Ya estoy aquí, preciosa ―anunció con una enorme sonrisa en la cara―.
Con esto no nos oirán tanto.
Solté una risilla al verle. Traía esa hoja de libreta cuadriculada, que era un
cartel hecho a mano que ponía «no molestar», y lo insertó en el pomo de la
puerta por la parte de arriba del papel, para que quedase colgando. Cerró la
puerta y llevó la radio hasta su mesita, donde la enchufó y se puso a
sintonizar una emisora de música. Al tiempo que iba buscando, se encontró
con una muy adecuada en la que emitían música de los años cincuenta y
sesenta, o al menos, a mí me lo parecía.
Nuestros labios se abalanzaron para besarse con pasión entre esa melodía de
blues que salía de la radio, la cual nos envolvía junto con la energía que
comenzó a emanar de nosotros. Dejé sus labios, pero solo para levantar su
camiseta interior y quitársela, aunque no pude evitar observar su
impresionante y poderoso torso. Lo repasé con mis manos una, dos, tres
veces, lentamente, minuciosamente, al tiempo que él se encendía más y
aceleraba su respiración. Hasta que ya no aguantó más.
Retiré los brazos de su cuello y los levanté al mismo tiempo que él subía mi
camisón para quitármelo. Nuestros labios se habían separado
momentáneamente para que pudiera hacerlo, y Jacob también aprovechó para
observarme bien, repasándome con deseo. Retiró mi cabello hacia atrás para
verme mejor y volvió a unir su boca a la mía enseguida mientras mis manos
volvían a su nuca y a su espalda, pegándome a su ardiente piel.
―Si te hago daño quiero que me lo digas ―susurró en mis labios, hablando
con fervor.
Sabía que iba a ser delicado y que no me iba a hacer ningún daño, pero
asentí, más bien para que siguiera y no se demorase más.
Y así fue. No perdió más tiempo. Con aquellas canciones a ritmo de blues,
soul y Motown, sus labios comenzaron a descender por mi cuello y ya
empecé ese vuelo hacia el cielo infinito.
Mi cara reflejaba la enorme felicidad que sentía. Me encontraba relajada,
satisfecha, amada, deseada, plena, completa… Me pegué más al costado de
Jacob, que reposaba boca arriba, y comencé a recorrer su torso con mis
dedos, repasando las curvas de sus fuertes y tersos músculos.
―Oh, el bebé se acaba de mover, ¿lo has notado? ―le dije, entusiasmada―.
Se está moviendo.
350
―Así que era eso lo que notaste ―recordé, sonriéndole―. Por eso te pusiste
tan contento y lamiste mi barriga.
―Tu alma brilla mucho y lo tapaba, pero tu barriga brillaba más, por eso me
fijé ―me explicó, frotando la misma con su mano al tiempo que la
observaba―. En realidad, su alma brillaba por debajo de la tuya. Es como si
debajo de tu alma, tu barriga estuviera envuelta por otra segunda capa
fulgurante, ¿entiendes? Bueno, no sé si me explico, es bastante difícil hacerlo
con palabras. ―Y alzó los ojos, esperando mi respuesta.
―No está mal, pero a mí con la «d» se me ocurre Daniel o David ―declaré.
―Ni hablar ―se negó enseguida―. No pienso ponerle ese nombre a mi hijo.
A ninguno de mis hijos, aviso.
―Pues nada, el nombre de Edward queda totalmente descartado ―acepté,
soltando una risilla, pues lo había dicho en broma.
―Ya sé. Tengo uno con la «s» muy bueno, nombre de actor ―afirmó,
mirándome para esperar mi pregunta.
―¿Cuál? ―reí.
―Samuel.
―Oh, Dios mío. Ni hablar ―me negué―. El nombre es bonito, pero ahora
que has dicho eso creo que paso.
―¿Cuál?
―Te gusta pellizcar, ¿eh? ―rio, volteándose sobre mí, aunque sin echarse
encima―. Veremos si también te gusta que te lo hagan a ti.
―¡No, por favor! ―me carcajeé, interceptando sus manos, que ya se dirigían
a mi cara.
351
352
Sangre
Jacob había dejado que me duchase primero, aunque yo sabía que lo que
realmente quería él era rezongar un poco más en la cama. Ahora me
encontraba en la cocina, preparando unas tostadas, ya que Esme había salido
a comprar algo para llenar la despensa.
Corté unas rebanadas del pan que había sobrado ayer y las metí en la
tostadora. Cuando le di a la palanca para bajarlas, unos brazos fuertes me
rodearon por detrás, cubriendo mi pequeña pancita con sus manos.
Era inevitable.
Acaricié su nuca con mi mano y aferré su pelo mojado para pegarle más a mí
mientras él me apretaba contra su cuerpo. Cuando nuestros labios
comenzaron a moverse con más efusividad y mi otra mano ya se deslizaba
por su hombro, las tostadas saltaron, produciéndose un ruido algo estrepitoso
por la tostadora. Dejamos de besarnos, del pequeño sobresalto, observamos
las tostadas y después nos miramos. Ambos nos reímos, pero acercamos
nuestros rostros para volver a besarnos.
―Buenos días ―le dije, mirando a Jake mientras mi tía me daba ese beso.
―Oh, por Dios, ¿por qué no te pones algo encima? ―protestó, mirándole de
arriba abajo con desagrado.
―¿Y también recibes así a las visitas? ―siguió mi tía―. ¿Medio desnudo?
353
―Medio desnudo.
Después, giró el rostro para observar a Rose con algo de presunción―. ¿Qué
te parece?
Mi tía puso los ojos en blanco y Jake se carcajeó con un poco de malicia. Yo
no pude evitar soltar una risilla a la vez que le daba un mordisco a mi tostada.
La lanzó hacia arriba, la cogió otra vez y la llevó a su boca para darle un
mordisco, mirándola con esa sonrisita.
Rosalie le dedicó una mirada de odio y, en ese mismo momento, mamá pasó
a la cocina.
―Ah, ¿por fin os habéis levantado? ―rio con una risita algo picarona,
apoyando su trasero en la encimera.
―Sí, pero está a punto de venir. Quiere estar aquí cuando lleguen Ezequiel y
Teresa.
―Dijiste que ibas a hablar con ella ―recordó Jake, también con sufrimiento.
―No está mirando ropa de bebé. Ahora está mirando páginas de decoración
infantil ―nos reveló Rosalie, y le dedicó una sonrisita maléfica a Jacob.
―¿Pero qué diablos os pasa a las vampiros de esta casa? ―protestó él,
resoplando―. Ya he dicho mil veces que del cuarto del bebé me encargo yo.
―Lo sé, pero creo que necesitarás un poco de ayuda ―afirmó ella, danzando
por la cocina para ponerse junto a mamá.
―Jacob, dudo mucho que un lobo tenga olfato para esas cosas ―cuestionó
Alice.
―No te ofendas, pero solo hay que ver el tipo de casas que hay por aquí y su
estilo de decoración.
―Y a mí también ―se sumó mamá, regañando a Alice con la mirada por ese
comentario tan clasista.
―Sé muy bien lo que me traigo entre manos, ¿vale? ―declaró Jacob,
enojado―. Nessie va a 354
―Bueno, vale ya ―intervine, enfadada. Sabía que lo único que querían era
ayudar y que estaban muy emocionadas con mi embarazo. Y lo agradecía,
pero ya estaba un poquito harta de que siempre pusieran en duda las
habilidades de mi chico. Lo hacían sin querer y sin darse cuenta, por
supuesto, sin embargo, le estaban haciendo de menos, y eso no me gustaba―.
Jacob se va a encargar de la habitación del bebé y punto. Os agradezco
mucho todo el interés que ponéis y toda vuestra ayuda, pero tenéis que
aceptarlo. Él es el padre de nuestro hijo y, como es lógico, le hace mucha
ilusión hacerle el dormitorio. Y a mí también me hace más ilusión que se lo
haga él, es más, quiero que lo haga él. Además, sé que lo va a dejar perfecto.
―Y cogí la mano de Jacob.
―Gracias, nena ―me sonrió él, dándome un cariñoso beso corto. Luego, se
dirigió a Alice―.
¿Alguna pregunta?
―No ―suspiró ella―. Supongo que tienes razón, Nessie. Perdonadme, creo
que a veces me puede mi entusiasmo.
Papá se acercó a mi sonriente madre, que rodeó su cuello con sus brazos y le
dio un beso. No se habían visto en toda la noche, así que el susodicho beso
fue bastante pasional.
―Si queréis la radio, está en nuestro dormitorio ―se mofó Jake―. A Bella
la silenciosa no le hará falta, pero a Edward el taladrador seguro que sí, ¿eh?
―Me dio una serie de codazos y se carcajeó.
―Lo que nos espera con esa dichosa radio ―chistó Rosalie.
―No, gracias, creo que prefiero oír la música ―respondió ella, entrecerrando
los ojos para simular una cara de odio.
―Bueno, será mejor que vayamos recogiendo esto ―dije para cambiar de
asunto otra vez, levantándome de la mesa.
―Ya era hora ―bisbiseó Rosalie con una voz apenas inaudible, mirando
hacia otro lado con petulancia.
―En efecto ―asintió este, ante las miradas desorientadas de los demás―.
Nikoláy, Ruslán y Razvan han vuelto a utilizar la sangre de lobos comunes
para sus propósitos.
―No, no han matado más lobos ―le aclaró papá a Jacob, que veía todo lo
que pasaba por su mente―. Ezequiel cree que han usado las… reservas que
ya tenían.
―¿Y qué tiene que ver la sangre de esos lobos con todo esto? ―preguntó
Jake.
―Las fibras que componen las capas de las marionetas fantasma están
teñidas con la sangre de esos lobos ―empezó a explicar nuestro amigo mago.
Todos nos quedamos perplejos, excepto mi padre, claro, que ya lo sabía antes
de tiempo―. Con otra parte de la sangre, hacen un conjuro por el cual Ruslán
las mueve a su antojo. Al teñir la tela con el plasma, obtienen una conexión
entre las prendas y la otra parte de la sangre.
―O sea, que la sangre que se quedan y que usan para ese conjuro son los
hilos de las marionetas, por decirlo así, ¿no? ―comparó Jake.
―¿Recordáis que ayer os dije que el poder espiritual de Jacob solo podía
destruir esas marionetas temporalmente, ya que la magia negra solamente
estaba siendo utilizada para moverlas?
―Pues bien, creo que han teñido las capas con la sangre de esos lobos para
que las marionetas fueran más efectivas ―reveló el mago―. Con cualquier
otro ser, la magia de Ruslán sería suficiente, pero contigo es diferente. Tú
eres mucho más poderoso. Así que se sirvieron de eso para reforzar el
conjuro. Saben que tu espíritu de Gran Lobo no destruiría en primera
instancia algo que estuviera relacionado con lobos, aunque fueran comunes.
En primera instancia, porque si las marionetas hubieran atacado, tu poder
espiritual se vería obligado a destruirlas, sobre todo si atacan a Nessie.
―Vale, eso lo he pillado ―siguió Jake―, pero todavía no entiendo por qué
los lobos pudieron 356
destruir las marionetas. ¿Es porque están teñidas con esa sangre?
―Sí, esas capas están confeccionadas con una parte de esos lobos, podríamos
decir, así que solo ellos podían destruirlas. Al rasgarlas, los lobos rompieron
el conjuro.
―El poder espiritual de Jake lo sabía, por eso llamó a los lobos ―concluyó
Emmett, mostrando una sonrisa enorme―. Apuesto lo que queráis a que
Nikoláy, Ruslán y Razvan no se lo esperaban.
―Ayer dijiste que lo que andaban buscando era la ecografía del bebé para
hacer magia negra con ella ―empezó. Hizo una pequeña pausa en la que
miró especialmente a Jake, otra vez con cautela―. ¿Y si también buscaban
una fotografía de Nessie? ―Las manos de Jacob se agarrotaron en mi cintura
de nuevo y sentí cómo su corazón saltaba de su sitio y se aceleraba, nervioso,
tapando el sobresalto del mío propio―. ¿Y si también quieren hacer magia
negra con ella? Con eso… evitarían que el bebé…
Se hizo un mutismo en el que los nervios de todos afloraron, sobre todo los
de Jacob. Este no dijo nada, se limitó a esperar la respuesta de Ezequiel, y mi
padre hizo lo mismo, solo que para dejar que el mismo mago se explicase.
―En aquella batalla de hace tres años contra los Vulturis se vieron muy
debilitados ―habló Ezequiel finalmente―. Saben que no pueden vencer a
Jacob fácilmente, es por esta razón que han estado rearmándose, formando
una guardia nueva. Por supuesto, saben que Jacob es invencible, pero
también saben que tiene un punto débil: Nessie. ―En ese momento, mi
corazón volvió a saltar―. Sin embargo, creo que existe una razón por la cual
no han actuado contra ella.
Mamá puso cara de ya saber a qué se refería papá, señal de que ya debían de
haber hablado de esto.
―La quiere viva porque la quiere para él ―cayó Emmett, entonando ese
pensamiento en voz alta y con sorpresa.
357
Pero las pupilas de Jacob empezaban a mirar al infinito con ira y furia
mientras su respiración se aceleraba por momentos. Sus dedos se clavaron en
mi cintura con avidez, diría que con un reclamo territorial que gritaba a los
cuatro vientos que yo era suya y solo suya.
―Nunca se la llevará. Jamás ―masculló con esa cólera retenida que daba
más miedo que si lo hubiera chillado.
Acogí su rostro entre mis manos y clavé la mirada en sus preciosos ojos
negros.
Jake, mírame, le pedí mentalmente, hablando con una voz tranquila y dulce.
Sus ojos por fin dejaron el infinito de sus turbulentos pensamientos para
obedecerme. En cuanto nuestras pupilas se encontraron, ese odio que
albergaban las suyas desapareció, aunque todavía quedaba esa furia.
Jacob tomó una buena bocanada de aire y asintió. Cuando lo soltó y sus
manos dejaron de temblar, le sonreí y le di un beso en los labios que él
correspondió con efusividad. Aunque cuando dejé su boca libre, Jake se
dirigió a mi padre, enfadado.
―Así que sabías que Razvan también quería llevársela y no me dijiste nada
―le reprochó.
―No estaba seguro ―se defendió papá―. En aquella batalla de hace tres
años vi cierta intencionalidad en los pensamientos de Razvan, pero solamente
era eso, una intención. Eso no quería decir que fuera a proponérselo de
verdad.
―Jake, tranquilízate, por favor ―le rogué, esta vez en voz alta, volviendo a
retener su rostro entre mis manos para que me mirase―. Da igual lo que
intente, el bebé y yo estamos muy protegidos, no nos pasará nada. Nadie va a
separarme de ti, jamás.
Sus ojos se clavaron en los míos con una resolución y una convicción que
llegó incluso a ponerme el vello de punta.
Tuve que acordarme de coger aire, porque me había quedado sin respiración.
Mi corazón se encogió.
358
Heridos
Me dio un escalofrío solo con oír eso, pero me dio otro mayor que congeló
mi corazón por un instante al recordar que si uno de esos licántropos mordía
a uno de los metamorfos, este no sobreviviría. Y todo sería por mi culpa.
Bueno, ya sabía que no era culpa mía directamente, pero si a alguno de mi
familia, del aquelarre de Denali o de los lobos le pasaba algo, era por
protegerme a mí y al bebé. Eso hacía que tuviera sentimientos encontrados,
porque por una parte quería que protegieran a mi hijo, y eso era muy egoísta
por mi parte, sí, sin embargo, ¿qué iba a hacer? Era mi hijo, y haría cualquier
cosa por él. Pero eso mismo hacía que me sintiera mal, culpable, porque, a la
vez, también me tenían que proteger a mí.
―Mierda, vamos ―gruñó Jake, apretando los dientes con furia mientras ya
me cogía de la mano y echaba a andar con presteza, tirando de mí. Me dio
tiempo a coger mi plumas del perchero, de milagro. Entonces, se percató de
algo y detuvo su marcha para girarse hacia mi familia.
Aproveché entonces para ponerme el plumas marrón, cubriéndome la cabeza
con la capucha, y después volví a amarrar su mano―. Que alguien se quede
en casa, puede que sea otra trampa.
―Nosotros también nos quedaremos, por si acaso ―se sumó Jasper, que
aferraba la mano de Alice―. Nunca se sabe.
Ninguno objetó nada al ver que yo también les acompañaba. Ninguno tenía
ninguna duda. Con Jacob a nuestro lado, no había nadie más protegido que el
bebé y yo. Mi ángel de la guarda…
359
Tienen varios huesos rotos, no sabría decir. Leah ha sido la peor parada, creo
que le han roto algunas costillas.
Le hizo una señal con la cabeza a Seth, soltó mi mano y ambos quileutes se
escondieron detrás de dos troncos gruesos.
―Vamos, sobrinita, sube ―me exhortó mi tío con una sonrisa, abriendo los
brazos para que lo hiciera.
Esto era un poco humillante, pero qué remedio. Puse los ojos en blanco,
suspiré y me arrimé a Em para que me cogiera. Justo cuando lo hizo, Jacob y
Seth salieron de su escondite, ya corriendo a cuatro patas, y el resto
comenzamos a seguirles.
El gélido viento azotaba mi cara con furia, debido a esa carrera vertiginosa
con la que corría mi tío. Intenté mirar al frente para no perder de vista a mi
también veloz lobo, sin embargo, era imposible. Las gotas de lluvia que caían
de las nubes se acercaban más al hielo y me pinchaban igual que si de miles
de alfileres se tratasen, ni siquiera podía mantener los ojos abiertos, dada la
fuerza con la que venía el casi granizo, así que no me quedó más remedio que
refugiarme en el hombro de Em.
Eso sirvió para que la lluvia no se estrellase contra mi cara, pero el frío ya era
tema aparte. Los brazos de Emmett, aunque estaban cubiertos por las mangas
de su camisa y me acogían con cariño, no eran cálidos y cómodos como los
de Jake, sino gélidos y duros, pétreos, así como su pecho. Ugh, madre mía,
era una estatua de hielo, ni siquiera mi mullido plumas conseguía aplacar ese
frío que ya empezaba a calar mi cuerpo. Estaba acostumbrada al tacto frío y
pétreo de mi familia, por supuesto, y nunca le había dado más importancia, al
revés, siempre lo había aceptado sin problemas, sin embargo, mi piel estaba
más sensible de lo normal con el embarazo, y ahora, cualquier roce, cualquier
cambio de temperatura, lo notaba multiplicado por tres. Y encima, este mes
de enero estaba viniendo realmente invernal, hoy mismo ya había nevado un
par de veces.
Esas pequeñas nevadas no habían sido muy copiosas y apenas habían durado
una hora cada una, pero el terreno y los árboles estaban algo cubiertos por
una fina capa de nieve. Empecé a tener un frío horrible, tanto, que mi cuerpo
ya quería tiritar. No sé si esto no sería peor que si corriera.
Esos dos segundos fueron suficientes para ver cómo mi lobo rojizo giraba su
cabeza levemente y me 360
―Sí, será mejor que aceleremos. ―Mi padre respondió a alguna petición
mental de Jake.
Ese fue el único momento en que agradecí ese frío, porque, gracias a eso, mis
mejillas pudieron evitar sonrojarse, si bien nadie me veía la cara.
―Ja, ja, muy gracioso ―logré articular con ironía, sin apartar el rostro de su
hombro.
Seguimos corriendo por el bosque durante unos minutos más, en los que mis
dedos ya se estaban entumeciendo y mis piernas se estaban quedando tiesas
debido a los brazos marmóreos de Em, hasta que, por fin, llegamos al sitio
donde se encontraba la manada y nos detuvimos.
Carlisle voló para socorrer a los heridos, empezando por Leah, que estaba
tumbada en el terreno, en su forma humana. Se me encogió el corazón al ver
su rostro de dolor. No gritaba, pero apretaba los dientes con fuerza, haciendo
gala de ese coraje y dureza que la caracterizaba. Uno de los chicos la había
cubierto con su camiseta, aunque no se la había puesto, probablemente para
no moverla. No me percaté de que había sido Sam hasta que vi que era el
único al que le faltaba esa prenda. Este y algunos quileutes más habían
dejado su forma lobuna para atender mejor a los heridos. Los inseparables
Shubael e Isaac también se encontraban en el suelo, tapados con sus
respectivas camisetas, aunque aquejados de otras fracturas óseas. Ambos se
dolían de las piernas, uno de la derecha y el otro de la izquierda, pero hasta
en eso parecían ponerse de acuerdo. Sam, Jared y Daniel permanecían junto a
Leah, mientras que Cheran y Paul lo hacían junto a Isaac y Shubael.
El resto de los lobos que estaban allí seguía en estado de alerta, vigilando por
los alrededores, aunque también se encontraban con ellos parte del aquelarre
de Denali, como eran Carmen, Kate y Tanya.
Seth salió disparado hacia su hermana, pero lo primero que hizo Jake al salir
de su escondite, ya como humano, fue venir corriendo hacia mí. Me arropó
con sus brazos, apretándome con mimo contra su cuerpo calentito, y comenzó
a frotarme la espalda.
Él estaba calado hasta los huesos, como yo, pero estaba tan caliente… Jacob
se respingó un poco con ese primer contacto gélido, un poco, porque mis
palmas enseguida empezaron a caldearse.
―Algunos de tus lobos se han ido con Eleazar y Garrett para inspeccionar los
alrededores ―le desveló Tanya a Jacob, hablándole con formalidad, como si
fuera un jefe militar o algo así. Solo le faltaba terminar las frases con eso de
«señor»―. Tenemos toda la zona cubierta.
―Bien. Tiene dos costillas rotas, pero ninguna ha alcanzado al pulmón, así
que podemos estar tranquilos ―diagnosticó Carlisle, dirigiéndose a Jake y a
Seth, que estaba agachado, como mi abuelo, para tenerla más cerca.
―Vamos, no seáis tan cursis ―les reprendió ella, terminando la frase con
ahogo.
Todos nos reímos, aunque con una risa apagada, todavía teníamos el susto en
el cuerpo.
Además, esa risa duró muy poco. Otros dos chillidos, con sus consecuentes
palabrotas, hicieron que fijásemos nuestra atención en Shubael e Isaac.
Carlisle les estaba examinando las piernas.
―Shubael tiene la pierna rota por tres sitios, e Isaac por dos ―le comunicó
Carlisle a Jacob.
―Jacob, ¿puedo hablar contigo un momento? ―le pidió papá con expresión
seria, desde esa lejanía en la que se encontraba con mi madre.
―¿No te parece muy extraño que unos licántropos solo les hayan herido de
ese modo? ―insinuó mi padre, hablando con un bajo cuchicheo.
―¿A qué te refieres? ―bisbiseó Jake también, bajando las cejas todavía más.
―Seth dijo que habían llegado como una estampida y que no estaban
organizados ―siguió 362
―Eso creo.
―Tal vez.
―No me hace falta ―le respondió Jake, hablando con una seguridad y una
ira retenida que ponía los pelos de punta―. Solo tengo que transformarme
ahora mismo y aniquilarte con mi poder espiritual. En una milésima de
segundo, serías una simple colilla tirada en el suelo. Y tus colegas también.
Se hizo un mutismo lleno de tensión que hizo que incluso la lluvia gélida se
notase más.
Aun así, su mano no soltaba a la mía, pero la apretaba tanto, que me hacía
daño.
―¡¿O lo que querías era que esos licántropos se cargaran a unos cuantos de
los nuestros?!
Jake se volvió hacia los matones súbitamente, al tiempo que los lobos corrían
hacia los árboles para gruñirles y rugirles desde abajo.
―¡Malditos cobardes! ¡Volved aquí! ―gritó Jacob, otra vez muy enfadado.
―Nos volveremos a ver, Gran Lobo ―afirmó Thiago con esa sonrisa
arrogante.
364
Prueba
Esa cubierta arbórea que nos cubría se quedó sin inquilinos en un abrir y
cerrar de ojos, y todos nos habíamos quedado tan estupefactos y perplejos por
esa petición de mi padre, que ni siquiera los lobos pudieron reaccionar. Se
quedaron con las patas clavadas en el sitio, sin perseguirles, así como mis
tíos, Eleazar y Garrett.
Jacob no podía creérselo. Después de su protesta, observaba las ramas con los
ojos muy abiertos y la boca colgando, con una mezcla de incredulidad e
indignación.
Jake resopló por la nariz con enfado y cansancio, y cogió mi mano otra vez.
―Por muy difícil que parezca de creer, Thiago y su grupo solo querían ver
las posibilidades que tenían tus lobos de sobrevivir a un ataque de licántropos
sin ti. Sin embargo, los licántropos no se quisieron enfrentar a ellos, y eso
estropeó sus planes.
―¿Que les preocupa? ―Mi chico enarcó las cejas con incredulidad―.
Vamos, anda ya ―dudó, chistando acto seguido―. ¿Les preocupa y nos
mandan a unos licántropos, sabiendo que una mordedura suya podría
matarnos?
A él no, claro, pero Jake siempre usaba el plural para hablar de la manada.
―Les preocupa porque eso puede perjudicar los intereses de Aro ―matizó
mi padre―. Además, era un grupo pequeño de licántropos, cinco, si no me
equivoco, era por esa desventaja numérica por lo que aprovecharon para
hacer la prueba. Querían comprobar cómo se desenvolvían tus lobos sin ti.
Aro quiere que ganes esa posible batalla contra los licántropos, por supuesto,
porque le beneficia a él, y si tus lobos no están preparados para luchar contra
ellos…
Embry miró a un lado y gruñó por lo bajo, como si murmurase algo para sí―.
¿Pero qué quieres que hagamos? Nunca nos hemos tenido que enfrentar a
ninguno. Bueno, yo sí, pero eso es otra 365
historia.
―No me gusta estar de acuerdo con Thiago, pero, al igual que él, creo que
tus lobos necesitan un poco de instrucción a este respecto.
―¿Eso piensa ese idiota? ―La indignación de Jake quedó patente de nuevo,
y la de los lobos también.
―Me parece que ha quedado claro que tiene razón ―murmuró Rose muy
bajito, que miraba a una rama de su lado izquierdo como si tal cosa.
Los ojos de Jacob se entrecerraron para mirarla con una simulación de odio.
―Sí, sus formas no son las más… correctas ―suavizó mi padre―. Sin
embargo, he de reconocer que ha servido para que nos demos cuenta. Tal vez
Jasper podría daros unas lecciones.
Jacob no fue el único que le miró mal. Embry, Quil, Collin, Brady, Michael y
Rephael le fulminaron con la mirada.
―Sí que las necesitáis ―les contestó mi padre―. Y por mucho que os
moleste, Jasper os puede enseñar algo. Nunca ha luchado contra licántropos,
pero sabe muchas técnicas de lucha y defensa que os serían de gran ayuda.
―Lo sé, sin embargo, todo eso que sabéis no sirve para los licántropos.
―Papá rebatió la objeción muda de Embry―. Lo mejor es que él os entrene.
―Lo sé, pero podríamos hacerlo por grupos pequeños, por ejemplo, con un
máximo de tres lobos ―le sugirió papá―. Así el resto podría seguir
vigilando toda la zona.
Ahora que toda esa tensión se había ido y que me encontraba más relajada,
empecé a sentir frío otra vez. No me había dado cuenta del frío que tenía
hasta este momento. De repente, y sin que me hubiese percatado antes, me
encontré a mí misma temblando ligeramente y con una sensación de
congelamiento total, de la caladura que tenía. Incluso con la capucha puesta,
notaba la cabeza mojada.
Nuestros rostros estaban muy cerca debido a su abrazo, así que podía sentir
su abrasador aliento en mi piel. Ese vaho caliente y dulce que salía de su boca
aliviaba bastante el congelamiento de mi nariz, haciendo que el vello también
se me pusiese de punta, de lo placentero que resultaba.
―Sí, pero primero nos cambiaremos de ropa en casa. No puedes ir con esta
mojadura.
―Démonos prisa ―apremió mamá, que me miraba con la típica
preocupación maternal, echando a andar con premura.
árboles.
Paul se quedó un poco extrañado de que Jacob ya lo supiera, pero sus ojos se
fueron hacia mi padre, que le dedicó una miradita un poco pagado de sí
mismo, y enseguida lo pilló.
―No sé para qué narices he venido hasta aquí ―refunfuñó, dando la vuelta
para seguir el camino de regreso junto a nosotros.
―Id tirando vosotros hacia allí ―le dijo Jake, soltando mi mano
momentáneamente para quitarse la camiseta―. Nosotros iremos enseguida,
en cuanto Nessie se ponga ropa seca. ―Y
El lobo de color chocolate oscuro protestó, pero agarró la camiseta con las
fauces para llevársela.
―De acuerdo ―acató Paul―. Nos organizaremos para no dejar la zona sin
vigilancia.
―No os preocupéis, nosotros también nos quedaremos por aquí ―intervino
Garrett, hablando por boca de todo el aquelarre de Denali―. Tanya, Kate y
Carmen estarán de acuerdo conmigo en que es mejor que nos quedemos
nosotros, para que el mayor número de vosotros podáis visitar a los heridos.
Y tú, Eleazar, supongo que también ―añadió, mirándole.
―En efecto ―coincidió él―. Podéis iros tranquilos. Con un grupo de cuatro
o cinco lobos que se sumen a nosotros, seremos suficientes para vigilar la
zona.
Les hizo una señal con la barbilla al resto de los lobos y estos se fueron tras
ellos, Quil protestando mientras cargaba con la camiseta de Jacob.
Uf, esto era otra cosa. El calor comenzó a notarse enseguida, y era todo un
alivio. Mis manos aún estaban templadas, sin embargo, la tórrida piel de mi
chico cada vez las calentaba más. Y esos brazos, aunque eran muy fuertes, se
amoldaban perfectamente a mi cuerpo, arropándome cómodamente. Sí,
estaba en la gloria.
Inspiré su aroma almizcleño una vez más y dejé que mi sonrisa de felicidad
se extendiera por mi rostro mientras continuábamos esa marcha al trote.
A la última que fuimos a visitar fue a Leah, puesto que Sue conocía todo
nuestro mundo y no teníamos que andar con excusas, por lo que podíamos
estar en esa casa más tiempo y con mayor libertad. Los padres de Shubael y
el padre de Isaac no tenían ni idea de lo que sus hijos se traían realmente
entre manos las veces que salían de casa para patrullar, así que les habían
hecho creer lo que parecía ser lo típico que se decía en estos casos. Tomando
como precedente aquel accidente de moto que Jake había tenido años atrás,
cuando en realidad había sido un ataque neófito, los chicos utilizaron la
misma excusa para Shubael e Isaac, alegando que Jake les había dejado
nuestras Harley Sprint y que ambos se habían caído. No fueron muy
originales, y encima, pusieron en un compromiso a Jacob, que tuvo que
medio disculparse con los progenitores de los dos por haber permitido que
cogieran sus motos.
Shubael e Isaac estaban en sus camas, cada uno en su respectiva casa, con las
piernas completamente escayoladas en alto. Seguían teniendo dolores, pero
ahora que Carlisle les había 367
Nos despedimos de Sue, Charlie y Billy, que también estaban allí, Seth, Leah,
Simon y del resto de metamorfos que había en la casa, entre los que se
encontraba Sam, con sus inseparables Emily y sus tres hijos, y nos fuimos.
Jake le miró con cierto cansancio por sus continuas incursiones mentales,
pero enseguida me dedicó su tiempo a mí.
―Vale, vamos ―dijo, tomándome en brazos.
―No hace falta que me lleves ―reí, aunque me enganché bien a él―. Estoy
embarazada, no…
―No enferma, ya, ya ―siguió él, iniciando la subida por las escaleras―.
Pero no quiero que te canses. ―Me sonrió y me dio un beso corto en los
labios.
―¿No quieres quedarte a ver la tele? ―le pregunté a Jake, que ya estaba
llegando a la planta superior.
Salimos del baño y pasamos a nuestro dormitorio otra vez, cerrando la puerta.
―Jonathan.
Mi sonrisa se amplió.
368
―Claro que sí. ―Ni lo dudó―. No pienso dejar que nadie nos estropee la
fiesta. Lo celebraremos, como siempre.
―Que se queden fuera del Wolf ―dijo, sonriendo con un poco de malicia,
como si se estuviese imaginando la escena.
Solté una risilla, pero no por imaginarme lo mismo que él, sino porque
siempre parecía tener una contestación y una solución para todo.
―Mmm… Creo que este año vamos a tener que variar un poco esa parte del
plan ―contestó finalmente―. Este año vamos a tener que terminar la función
en nuestra cama, pequeña. ―Me mostró su preciosa sonrisa torcida a la vez
que pegaba su frente a la mía.
Las alas de mis mariposas se agitaron con vehemencia. Rodeé su cuello con
mis brazos y me arrimé más a él.
Jadeé.
―Sí, menos mal… ―coincidió él, hablando entre susurros.
―Solo una vez… ―le imploré con ansia, y repasé su boca con la mía de
nuevo.
―Una vez es… ―le di otro beso― imposible, lo sabes. Y tú estabas cansada
―bromeó para hacerse de rogar.
―Calla y pon esa radio de una vez ―le exigí finalmente, sin dejar de besarle.
369
Entrenamiento
El cielo estaba tan encapotado, que si te quedabas mirando hacia arriba, daba
la sensación de que esa nieve salía de ninguna parte, parecía descender de la
nada, cayendo lentamente hacia abajo.
Estiré la mano y dejé que un grueso copo cayese sobre mi palma. Con
rapidez, me metí dentro y lo deposité sobre la punta de la nariz de Jake. El
copo se derritió en un segundo, pasando a ser líquido.
Solté una risilla y corrí la hoja de la ventana para cerrarla. Bajé el estor, me
incliné sobre él, le di un beso en la nariz y me eché a su lado, arrimándome
bien a su cuerpo con el fin de entrar en calor. Jacob me tapó con la sábana y
enseguida me acogió con mimo entre sus brazos. Nuestros cuerpos todavía
estaban desnudos y, aunque ya habíamos aplacado la primera llamarada de la
mañana y lo había sentido por el mío hacía un rato, volver a notar su piel
pegada a la mía hacía que me estremeciera. Estos días su piel había
aumentado un poco de temperatura y la sentía más cálida y acogedora. Sus
suaves y tórridas manos me frotaban la espalda, haciendo que comenzase a
notar ese placentero calor que incluso me ponía el vello de punta.
―Tenías razón, qué frío hace afuera ―me respingué, y me arrimé más a su
cuerpo desnudo.
―Te lo dije. Como últimamente eres tan friolera…
―No sé por qué me pasa esto ―pensé en voz alta―. Normalmente hubiera
aguantado mucho más a la intemperie de una nevada, y ayer casi me muero
de frío en el bosque. ¿Será que ha bajado mi temperatura corporal?
―Tal vez tenga que ver con que el bebé es humano ―aventuró Jacob,
observándome con esos ojazos negros―. Puede que él te transmita algunas
reacciones humanas, como el frío o el asco que le has cogido a la sangre.
Ugh, pues sí, porque solo pensar en esto último me daba un asco tremendo.
Carlisle todavía no había dado con el porqué de mi repentina repulsión hacia
la sangre, pero todo apuntaba a que la razón era la naturaleza humana de
nuestro bebé.
Los prodigiosos dedos de Jake pasaban una y otra vez entre mi pelo y el calor
que desprendía su cuerpo era muy placentero y acogedor. Su poderoso
corazón latía con vigor y fuerza, retumbando en su pecho. Podía oírlo
perfectamente sin tener mi oreja pegada a su esternón, pero me encantaba
escucharlo tan de cerca y sentir sus calmadas y vivas palpitaciones en mi
oído, en mi rostro, en mi torso. Eso me relajaba un montón. También podía
sentir el arrullo de su sangre pasando a través de las arterias, ese flujo
constante que se movía al ritmo de cada latido, de cada palpitación, de cada
poderoso bombeo. Ya estaba totalmente acostumbrada a eso, por supuesto, y
la sed que me producía su plasma lo controlaba instintivamente.
370
Como siempre, esto era como estar en el paraíso, me sentía tan a gusto, tan
completa y realizada. Siempre me había sentido así junto a Jacob, pero me di
cuenta de que ahora había un ingrediente más que se agregaba a esa
sensación. Ahora mismo, la pequeña familia que habíamos formado Jake y yo
estaba al completo. Jacob, yo y nuestro pequeño bebé en medio de los dos,
recibiendo también el calor de su padre. No sé si eran imaginaciones mías,
pero me dio la sensación de que el bebé estaba tan a gusto como yo y sonreí,
feliz.
―¿Cuál?
―Anthony.
―¿Anthony? ―No le veía el rostro, pero por el tono de su voz estaba algo
sorprendido, más bien extrañado de que yo propusiese un nombre así.
Ups. Sin embargo, su objeción sonó más a una opinión que a una crítica.
Vaya, no pareció percatarse de que ese era el segundo nombre de mi padre.
Quizá era un dato que desconocía.
Después de eso que acababa de decirme, como para revelarle que era el
segundo nombre de mi padre. Entonces sí que lo rechazaría de pleno.
―Lo apuntaré en la lista, anda ―accedió, aunque más por indulgencia que
por otra cosa, lo cual no resultaba muy alentador a la hora de decirle las
razones de mi sugerencia―. A ver ―siguió―, de momento tenemos Nathan,
Adam, Samuel, Daniel, David, Saul, Jonathan y Anthony. Como sigamos así,
acabaremos llenando una libreta entera. ―Y se rio con una risilla sorda.
Y, de repente:
―Nada, cosas mías ―le contesté, aunque mi boca aún sostenía esa risa―.
Ya lo elegiremos, no hay prisa. Todavía tenemos cinco meses por delante.
besarla.
Con la misma, acaricié sus ardientes labios, deslizando las yemas de mis
dedos despacio para sentir la sedosidad de su fina piel. Eso le estremeció y
dejó mi mano libre al tiempo que cerraba los ojos y soltaba un jadeo sordo.
Seguí pasando mis dedos con calma y los dirigí a su barbilla, bajando su labio
inferior un poco a su paso. Cuando recorrí su mandíbula, ascendí y posé mi
palma en su mejilla, abrió los párpados para mirarme con esa mirada suya tan
penetrante e intensa que hacía que mis mariposas ya se volvieran locas.
Primero le mostré a ese Jacob que yo había visto de espaldas, furioso, lleno
de temblores y que no soltaba mi dolorida mano.
―Lo sien…
Le tapé la boca con los dedos de mi otra mano para cortar su disculpa y le
sonreí. Despejé sus labios y seguí enseñándole mis recuerdos. Le mostré que
comprendía su enfado y su reacción, y también lo segura que me había
sentido de él, lo mucho que había confiado en su autocontrol, dejándole
entrever en mis recuerdos que sabía que jamás me haría daño, aunque añadí
una nota sarcástica y le dejé ver que me había dejado la mano hecha polvo al
tiempo que ampliaba mi sonrisa.
―No te preocupes, yo soy una chica dura, y me encantan los brutos como tú
―presumí, rodeando su cuello con mis brazos.
―Lo sé ―sonreí, tomando oxígeno yo también―. Creo que será mejor que
nos levantemos, no queda mucho para que Brenda llegue a casa.
―Ah, sí ―cayó.
―Me dijo que iba a venir sobre las once. ―Miré el despertador de la mesilla
de Jake―. Y ya son las diez y cuarto, así que será mejor que nos levantemos.
372
En cuanto lo hice, sus largos y fuertes brazos ocuparon todo lo que pudieron
de lo ancho del camastro, así como sus piernas.
Suspiré antes de bajar, porque nuestro dormitorio era una pequeña burbuja de
intimidad en medio de todo ese remolino de gente que se movía por nuestra
pequeña casa, la única que teníamos, y solo disponíamos de ella por la noche
y por las mañanas. Estos cortos momentos ―o eso me parecían a mí― eran
los únicos que disfrutábamos a solas, en esa cierta privacidad que no lo
llegaba a ser del todo nunca. Sin embargo, por muy mínima que fuera,
teníamos que aprovecharla al máximo, aunque seguía siendo un poco
incómodo saber que por mucha radio que pusiéramos y muchas precauciones
sonoras que tomásemos quizá te podían seguir oyendo. Ahora esa intimidad
se había terminado, al menos, hasta que llegara la noche, la cual siempre me
parecía que tardaba en llegar demasiado.
Aunque tenía que reconocer que el tener gente en casa también tenía sus
ventajas.
―No sé por qué han tenido que venir, la verdad ―refunfuñaba Jake en voz
baja mientras caminábamos hacia ese claro, junto a mi familia.
Observé a Helen y Ryam por el rabillo del ojo. Estaban a mis espaldas,
charlando con Brenda, Mercedes, Claire, que también habían venido para
estar con Embry y Quil, mamá y Alice. Sabía que Jacob lo había dicho por
Ryam, claro, Helen, Claire y Mercedes no le molestaban para nada.
Supuse que, al igual que a Brenda se lo había dicho Seth para que viniese, a
Mercedes se lo había dicho Embry. Lo que no tenía muy claro era lo de
Claire. Me daba la sensación de que había sido ella la que había insistido en
venir, puesto que todavía era muy joven y seguramente Quil había intentado
evitarlo, procurando protegerla de una preocupación extra que aún le quedaba
un poco grande como para llevar a las espaldas a sus catorce años.
―Claro, y se han apuntado a la fiesta, cómo no. Ese idiota solo viene para
burlarse ―chistó.
Una vez más, Ezequiel y Teresa se quedaron en casa para vigilarla, a los que
se sumaron Tanya y Carmen, así que el resto del aquelarre Cullen pudo venir
sin problemas. Nos dirigimos a ese sitio y, cuando atravesamos los pinos
señalados por mi tío, salimos al pequeño claro.
Todo estaba cubierto de nieve, y los copos no cesaban de caer del cielo.
Volví a tener una sensación de culpabilidad enorme, porque por culpa de todo
esto, los lobos apenas tenían tiempo para ellos y los suyos.
Hacía frío, como ya había comprobado hacía más o menos una hora, pero
esta vez salí más preparada de casa. Mi abrigo verde pino de tres cuartos me
protegía bien de estas bajas temperaturas, así como mis guantes y mi gorro de
lana gris. Y tenía a mi calentito marido a mi lado, al que siempre podía
recurrir si me daba algún respingo.
―Otra cosa que debéis evitar es que os atrapen con sus brazos ―siguió―.
Los licántropos son seres muy rápidos y fuertes, tanto como los neófitos, y
podrían aplastaros y romperos varios huesos. ―Quil gruñó como protesta, ya
que Claire estaba presente. Jasper se giró hacia ella―. Lo siento.
Quil soltó un suspiro sordo disconforme. Sin duda estaba feliz de verla y
estar con ella, pero se notaba que no le gustaba nada que Claire estuviera
presente en una cosa como esta.
Yo sentí un escalofrío, si bien esta vez no era por el frío, sino que fue
provocado al recordar lo que aquél neófito había estado a punto de hacer años
atrás con Jacob, y eso que yo no lo había visto ni había estado presente.
―Bien, lo que os voy a enseñar son técnicas para evadir esos posibles
ataques ―afirmó Jasper, ya mirando a los tres lobos.
―Te recuerdo que nosotros andamos a cuatro patas ―dijo Jake, hablando
con cierto sarcasmo―. Ya sabes, no podemos hacer llaves, ni dar patadas, ni
nada de eso.
Por primera vez, Claire soltó una risilla, aunque Jacob fulminó a Ryam con la
mirada.
―Mis técnicas también sirven para vosotros ―rebatió Jasper sin perder su
compostura elegante―. Lo que tenéis que hacer es atacar a su columna
vertebral.
―Uf, no sé ―dudó mi chico―. Esos bichos son muy ágiles, tío, se revuelven
con mucha rapidez y cuando te das cuenta los tienes encima de nuevo. Eso no
servirá de nada. Lo único que pueden hacer es esquivar sus cuchillas y
lanzarse al cuello del licántropo en cuanto sea posible. Un apretón de dientes,
un crack, y licántropo fuera de combate.
Quil, Embry y Seth oscilaban las cabezas de uno a otro, esperando a que se
decidieran.
374
Sentí otro escalofrío, pero este fue mucho peor. Solo recordar eso hacía que
un relámpago helado atravesara mi cuerpo con saña. Automáticamente, y de
una manera inconsciente, apreté la mano de Jake.
―Creo que ambos tenéis razón ―medió Carlisle, antes de que a Jacob le
diera tiempo a soltar lo que tuviera pensado soltar―. ¿Por qué no fusionáis
las dos ideas? Todas se pueden utilizar.
―Vale, vale ―accedió él también, haciendo un gesto con su mano libre para
que Jazz siguiera con su explicación.
Este asintió.
―El papel te queda que ni pintado ―se mofó Jacob―. Aúlla un poco, a ver
cómo te sale.
―Desde que se mezcla con esta jauría de chuchos sus modales dejan mucho
que desear ―resopló Rosalie, mirando hacia otro lado con desagrado.
Me reí.
―Primero quiero ver cómo lo hacéis ―dijo Jasper, cruzando sus brazos por
detrás de su cintura a la vez que caminaba a un lado para apartarse y
observar―. Atacad a Emmett como si fuera un licántropo.
―¡Ja! ¿Qué te parece? ―rio Jacob, dando una palmada en la que también se
vio implicada mi mano.
―Vaya, Em, ¿qué te ha pasado, eh? ―se burló Jake―. Incluso ha sobrado
uno de mis lobos.
375
Quil regresó a su posición junto a Embry, y Seth caminó frente a Brenda para
hacer lo mismo, alzando la cabeza para pavonearse delante de ella.
El motivo por el cual estábamos aquí y teníamos que hacer esto no era nada
divertido, pero la verdad es que nos lo estábamos pasando muy bien.
―No ha estado nada mal ―reconoció Jasper sin soltar sus manos de la parte
trasera de su cintura. Sus pies se movían con calma, formando una estrecha
elipse en la nieve mientras observaba con atención―. Probemos otra vez
―les instó acto seguido.
En esta ocasión no avanzó uno solo, sino que fueron Embry y Seth los que
salieron a la palestra.
―¡Esta vez no me pilláis! ―exclamó Emmett, que se decidió por Seth para
intentar atraparle primero.
Vi por el rabillo del ojo cómo Jake sonreía. Me estaba preguntando el porqué,
cuando de pronto vi que Em se giraba para coger a Seth y Embry, dándole la
espalda completamente a Quil, que ya había desaparecido del mapa. Seth le
esquivó, haciendo un quiebro veloz, y Emmett cambió de objetivo, pasando a
ser Embry. En el mismo momento en que mi tío se abalanzaba para hacerle
un auténtico placaje al lobo de color gris plateado, Quil salió de entre los
árboles y se estampaba contra su espalda, acompañado por Seth, que también
le asedió, aunque este de costado. La cara de Emmett volvió a terminar en la
nieve y su cuello rodeado de los afilados dientes de Quil.
No obstante, ahí no terminó el espectáculo. Jasper hizo una fugaz señal con la
cabeza y mi padre y Carlisle entraron a escena.
Desde luego jugáis con una ventaja muy grande, y es vuestro trabajo en
equipo. Vosotros estáis más organizados que esos licántropos, sin duda, y
gozáis de la telepatía, sin embargo, ellos también os atacarán en manada y,
aunque no disponen de esas herramientas, podrían ser lo suficientemente
peligrosos como para causaros bastantes bajas, como hemos podido
comprobar con este ejemplo. En la primera prueba, habéis conseguido
terminar con el licántropo, pero Quil ya tendría todas las costillas rotas. ―El
mencionado gañó y pateó una pequeña brizna de nieve con una de sus patas
delanteras, mostrando su disgusto―. Y en esta ya he comentado lo que
hubiera sucedido. En equipo trabajáis muy bien, sin embargo, se producirían
demasiadas bajas, y eso es porque a nivel individual no sabéis pelear con un
licántropo, no sabéis luchar en un cuerpo a cuerpo. A mi modo de ver,
deberíamos trabajar individualmente para después utilizarlo en conjunto con
la manada. Tened en cuenta que esos licántropos os superarán en número, no
tocaréis a uno para cada tres, sino a uno para cada uno o seguramente a más.
―Sí, anda ―accedió finalmente―. Será mejor que nos entrenes un poco con
esas técnicas tuyas.
377
6 de febrero
―No te muevas ―me cuchicheó con su voz ronca―. Está a punto de salir.
Todavía no me gustaba hablar en alto, así que asentí. Me quedé muy quieta,
observando esa cosa extraña con forma de capullo que tenía justo delante con
suma atención, como si se me fuera la vida en ello. A mis ocho meses de
edad, y aunque en realidad era como si tuviese unos seis años, jamás había
visto semejante cosa antes.
Sin dejar de mirar eso, coloqué mi mano en su mejilla. Le hice ver que no
sabía lo que era a la vez que acercaba el rostro un poco más a esa cosa
extraña y entrecerraba los ojos para analizarla mejor.
Giré el rostro hacia allí, no muy segura de que fuera a pasar nada del otro
mundo.
Pero pasó.
Esa cosa extraña llamada crisálida empezó a moverse, primero fue un ligero
temblequeo y luego los movimientos pasaron a ser un poco más fuertes.
Entonces, me di cuenta de que parecía tener algo en su interior que se movía
y empujaba hacia fuera para romper ese envoltorio marrón.
Jadeé, con mis ojos abiertos de par en par observando ese bicho desconocido
mientras apretaba la mano contra la mejilla de mi mejor amigo. Le mostré la
multitud de insectos que conocía, pero que ese no encajaba con ninguno.
―Sí, una mariposa ―me ratificó con una amplia sonrisa―. Pero sigue
mirando, aún no ha terminado. ―Y volvió a señalarla.
378
Volví a mirarla ipso facto. La mariposa tenía dos alas, pero estaban arrugadas
y parecían mojadas. Dudé de que pudiera volar con eso. Estas eran negras y
se encontraban enganchadas a su alargado cuerpo, que también era de color
negro y estaba lleno de un fino pelo humedecido. Las patitas eran finas y
largas, se pegaban al tallo de la planta con total naturalidad. La cabeza del
insecto era grande y disponía de dos antenas y unos grandes ojos que, en
realidad, estaban formados por centenares de minúsculos cristalitos oscuros,
pero lo que más llamó mi atención de la cabeza fue ese tubo finísimo que se
desplegaba de ella y que se enroscaba en su final, formando una espiral
retráctil.
Iba a llevar mi mano a la mejilla de Jake de nuevo para preguntarle por qué
no se movía, cuando la mariposa lo hizo. Sus alas se agitaron con un
movimiento mínimo y se estiraron un poco.
Fue cuando pude apreciar que no eran negras del todo, sino que también
estaban teñidas con un color azul celeste en su interior.
Claro que podía volar con eso, y maravillar al mundo entero. Las alas eran
negras en todo su borde exterior, por eso me habían parecido de ese color al
principio, sin embargo, todo el extenso interior era de una intensa tonalidad
azul celeste que resplandecía. Cada ala formaba un todo, un cuadro con forma
irregular de color azul con su marco negro. Las alas superiores también
tenían un ribeteo consistente en unos puntitos blancos que se disponían en
hilera, dentro de la parte negra que coloreaba los bordes.
La mariposa batió sus alas, como pavoneándose con orgullo ante tal
declaración.
Jacob se rio.
―Verás, las orugas son las hijas de las mariposas, ¿entiendes? ―me aclaró,
sonriéndome con esos dientes tan blancos que destellaban con los rayos del
sol. Entonces, siguió explicándomelo, haciendo gestos sin parar al tiempo que
hablaba con entusiasmo―. Mira, las mariposas ponen los huevos, de ellos
salen las orugas. Las orugas se dedican a ponerse las botas comiendo todas
las hojas y plantas que pueden, y cuando crecen y engordan lo suficiente se…
bueno, digamos que se meten en esas crisálidas. Una vez dentro, empieza la
magia. Nadie sabe cómo, pero esas orugas tan feas y repelentes comienzan a
transformarse. Cuando pasa un tiempo, salen y ¡tachán!, son mariposas.
Solté una risilla con mi voz infantil y su sonrisa se amplió una vez más.
Asentí de nuevo, si bien esta vez con un ligero movimiento de cabeza a la vez
que observaba al insecto con atención, bien seria y concentrada.
―Las alas de las mariposas están llenas de polvos mágicos para que puedan
volar, como las de las hadas ―cuchicheó con una entonación llena de
misticismo y misterio―. Si las tocas con la mano, ya no podrá hacerlo. ―Le
miré y puse los ojos en blanco. Hacía tiempo que ya no me creía esas
cosas―. En serio ―aseguró, alzando las cejas hacia arriba de forma
exagerada y asintiendo con la cabeza―. Están llenas de polvos. Toca las alas
de esa mariposa, y jamás probará lo que es volar.
379
Cogí la ropita del niño y la posé en mi regazo para mirarla. Era un montón
bastante grande, gracias a la tía Alice, y ya tenía una amplia variedad para los
tres primeros meses. Fui pasando prenda por prenda, desdoblándola para
observarla con una sonrisa, y la fui dejando de nuevo doblada a mi lado.
Había ropa interior de bebé, camisetas minúsculas, pantaloncitos enanos,
gorritos, patucos…
―¿Qué haces? ―me preguntó Jake de repente con una sonrisa, entrando por
la puerta.
Jacob sonrió también. Arrastró una de las sillas del escritorio y se sentó frente
a mí. Cogió una camiseta del montón de mi regazo y la desplegó. La prenda
era tan pequeña, que cabía en una de sus manos, sin embargo, estas la
sujetaban con mucha delicadeza y ternura. Me quedé mirando embobada
cómo él observaba la camiseta del bebé, entusiasmado, y cómo la doblaba
sobre su pantorrilla.
Alice no era la única que le había comprado ropa al niño. Desde que le
habíamos dado la noticia a Renée, estaba contentísima e ilusionadísima, así
que ella también había comprado alguna cosa.
Renée había venido a Forks por Navidad para vernos y, por primera vez en
muchos años, ella había pasado la nochebuena con nosotros, en casa de
Charlie. Phil había sido bastante indulgente con Renée y había accedido a no
pasar las Navidades juntos, al menos este año. Se pensaba que mi madre
estaba metida en una secta o algo así que impedía su relación con más
personas que no fueran sus familiares más íntimos. En fin, era un poco
estrambótico, pero Renée podía ser muy imaginativa y persuasiva, así que
Phil se lo había tragado. Al pobre no le quedó más remedio que irse a casa de
sus padres solo, aunque comprendía que su mujer quisiera aprovechar para
venir y 380
pasar ese día tan especial con su hija después de tantos años sin hacerlo.
Además, tengo que reconocer que Renée era una mujer muy abierta y
moderna, receptiva a toda clase de ideas, por raras que estas pareciesen. No
era así con Charlie. Aunque ya sabía de sobra todo lo que se cocía y no le
había quedado más remedio que escuchar la verdad sin tapujos el día en que
se lo contamos todo a Renée, él prefería hacer como que esa tarde no había
oído nada y continuar con su no pensar, no pensar, era por eso que mamá
seguía poniéndose esas lentillas marrones en su presencia.
Esa pequeña camiseta que Jacob sostenía en su pierna era una de las prendas
que Renée le había comprado al niño. Mientras miraba a Jacob engatusada,
mi mano rodeó mi pequeña pancita.
Todavía quedaban cinco meses para que tuviéramos a nuestro bebé en brazos.
No me hacía falta, porque tenía toda mi infancia como testigo, pero tan solo
tenía que evocar el recuerdo de la mariposa de nuevo para ver con absoluta
certeza lo buen padre que iba a ser. Mi estómago se llenó de su cosquilleo
habitual instantáneamente.
También observé lo guapo que estaba, por supuesto. Hoy era 6 de febrero, y
celebrábamos nuestro aniversario, por eso se había puesto esos pantalones de
vestir de color marrón y esa camisa de color blanco que le quedaba tan, tan
bien. Entonces, me di cuenta de que se nos hacía tarde y dejé la ropita del
bebé a un lado para levantarme. Si seguía mirándola, no saldría de casa en
toda la noche.
La caída del vestido no llegaba a mis rodillas y hacía un efecto vaporoso que
sentaba bastante bien.
Los zapatos y el bolso, claro está, me los había regalado Alice. Como mi
vientre todavía no estaba muy hinchado y no afectaba a mi espalda, los
zapatos tenían un tacón de aguja considerable, si bien tenían un poco de
suplemento que te hacían ver, cuando te los ponías, que en realidad no era
tanto como aparentaba. Aun así, esperaba saber caminar con eso y no
matarme por el camino.
―Estás… estás…
Soltó tal carcajada, que hasta las paredes vibraron. Mi rostro sufrió un baño
de sangre.
Me cogió de la mano para empezar a seguir a Em, que ya estaba saliendo por
la puerta, sin 381
dejar de reírse.
Una vez allí, solté su mano, saqué el abrigo de tres cuartos del armario y me
lo puse. Escogí un chaquetón de color azulote, ya que no quería ir de luto
total.
―¿No pasarás frío con ese vestido? ―opinó Jacob, repasándome otra vez.
Sus ojos seguían maravillados, pero ahora tenían una motita de preocupación
flotando en ellos.
―Me siento como esos famosos de la tele que van acompañados por los
guardaespaldas a todas horas y por todas partes ―refunfuñó Jake en el
trayecto.
―¿Sabes lo que voy a hacer? ―La sonrisa de Jacob ya era toda una
provocación―. Voy a frotarme contra los asientos, para dejar mejor mi
efluvio y marcar mi nuevo territorio.
―Ni se te ocurra, perro ―le advirtió Rosalie, mirándole con cara de pocos
amigos.
Jake se carcajeó.
―Tu hijo ya es más maduro que tú ―le dijo Rosalie a Jacob, haciendo
negaciones con la cabeza.
―Otro.
―¿Qué hay que hacer para que una rubia se calle? ―siguió Jake, haciendo
caso omiso a mi padre. Esperó otro par de segundos―. Preguntarle en qué
está pensando.
Las carcajadas de Jacob ahora fueron acompasadas por las de Emmett, mamá,
Alice, Jasper y yo.
382
―Este te va a encantar.
Jacob continuó sin hacerle caso, y siguió haciéndolo todo el trayecto, que
estuvo muy amenizado por sus chistes y las réplicas cada vez más furiosas de
Rosalie. Sin darnos apenas cuenta, llegamos a nuestro destino, para alivio de
mi tía. Emmett nos dejó justo en la puerta del Wolf y, mientras él se iba en el
Jeep con el fin de buscar aparcamiento, el resto de mi familia se quedó con
nosotros para vigilar todos los alrededores.
―Vamos dentro, no quiero que cojas frío ―me instó Jake, ya tirando de mi
mano.
―Bueno, nos vemos luego ―les dije al tiempo que ya caminaba con Jacob
hacia la puerta.
Mi padre asintió.
―No te olvides de sacudirte las pulgas antes de entrar ―le espetó Rosalie a
mi chico, aún enfurruñada.
Otro año más, Joseph nos dio la misma mesa de siempre y nos atendió de
maravilla. La cena fue estupenda, y la compañía de la que gozaba
infinitamente mejor. Estuvimos un par de horas en el restaurante, ya que Joe
quería invitarnos a algo por mi embarazo, y cuando salimos, mi familia dejó
su escondite para escoltarnos hasta el coche.
Este año no hubo paseo por la playa, sin embargo, eso no hizo que se
estropeara nuestro aniversario. Nuestra velada romántica siguió en casa,
donde la radio sonó durante buena parte de la noche.
383
Paciencia
Nessie…
―¡Mi bebé!
Nessie, despierta…
Nessie…
Comencé a sentir unos leves balanceos, aunque lo único que buscaba con
desesperación era notar las pataditas de mi bebé. Ya no las sentía…
Nessie…
Nessie…
Me apreté contra él. Me sentía tan segura y protegida entre sus brazos. Nadie
de mi familia subió, porque sabían que no hacía falta. Esta noche mi padre
estaba en casa, por lo que seguramente ya sabía de mi pesadilla y que Jake ya
me tenía muy bien atendida.
―Sí.
¿de acuerdo?
Esta era la tercera vez en los dos últimos de mis seis meses de embarazo que
seguía teniendo la misma pesadilla, solo que se había modificado un poco.
Desde hace tiempo, Razvan no solo me lanzaba ese puñal que no lograba
alcanzarme, sino que añadía esa frase, sin embargo, hoy había otro cambio
más. La voz de Jake siempre había aparecido cada vez que intentaba
despertarme, pero en esta ocasión había adquirido un nuevo protagonismo.
Un protagonismo muy revelador.
―En esta pesadilla te vi como nuestro salvador ―le revelé, mirándole a los
ojos fijamente―.
―Vamos, Jake, mientras Razvan siga vivo, sabes tan bien como yo que el
peligro sigue ahí ―discutí, hablándole con suavidad―. Por eso continúo
teniendo estas pesadillas.
Jake miró a un lado y resopló por la nariz. Sabía que tenía razón. Aunque
pronto volvió a clavar sus pupilas en las mías.
384
―Sí, cielo, ya sé que todos haréis todo lo posible por atraparle y matarle, y
yo no dudo de vosotros en absoluto, confío al cien por cien en todos ―dije,
sincera―. Pero tenemos que reconocer que Razvan, Nikoláy y Ruslán son
muy poderosos, y si eso pasara, si Razvan consiguiera hacer realidad mi
pesadilla… ―solo recordarla, hacía que se me parase el corazón―, el único
que podría salvarnos eres tú.
Su mano se posó en mi abultada barriga.
―Claro que os salvaré, porque terminaré con esos malditos magos antes de
que se les ocurra acercarse a vosotros ―afirmó, haciendo salir sus palabras
con una confianza teñida de rabia―.
Me quedé atontada mirando esos ojos de ébano que reflejaban la blanca luz
de la luna, decididos, seguros, y no fui capaz de rebatírselo. Desplazó su
mano hasta mi cintura y, lentamente, acercó su rostro al mío, uniéndolos del
todo. Rozó nuestros labios una y otra vez, deslizando los suyos con
extremada suavidad y calma. La energía comenzó siendo una brisa ligera, sin
embargo, mis mariposas ya se revolvían por mi organismo con emoción. Su
abrasador y dulce aliento jugaba con el mío cuando ambos salían en forma de
bajos suspiros. Su labio inferior acarició los míos una última vez, repasando
toda mi boca de abajo arriba, haciéndome jadear en silencio, elevando mi
labio superior, y, entonces, Jacob terminó el beso.
Mi chico dejó mi boca, aunque mantuvo nuestras frentes unidas. Tomó aire,
momento en el cual yo también aproveché para acordarme de respirar, y
habló.
―Sí, lo sé. ―Hinqué los dientes en mi labio de nuevo y le miré con cara de
cordero degollado.
―Vaya unas horas para un antojo ―se burló―. ¿No puede esperar?
―No, tiene que ser ahora, no puedo evitarlo ―le dije con voz y ojos
implorantes, arrimándome más a él―. Si no como unas cerezas ahora, me
moriré, en serio. Tengo que comerlas, por favor, te prometo servidumbre
eterna.
Mi chico se rio por esta reacción exagerada, que lo era, incluso yo misma me
daba cuenta y lo reconocía, pero ahora mismo necesitaba esas cerezas como
si fuese el último vaso de agua que hubiera en un desierto.
―Las hay, las vi esta mañana ―le desvelé. Eran un poco caras, pero un
antojo es un antojo.
Hoy Esme no había ido sola a la compra. Jake y yo la habíamos acompañado
para que no tuviera que ocuparse de todo. Bastante hacía ya con prepararnos
el desayuno, la comida y la cena.
Sabíamos que le encantaba hacerlo, pero aun así decidimos ayudarla un poco,
al menos con la tarea de llenar nuestra despensa.
―¿Y dónde consigo yo unas cerezas a estas horas, eh? ―se preguntó,
dándome un toque en la punta de la nariz con la yema de su ardiente dedo.
385
―No querrás que nuestro hijo salga con una mancha en la mejilla con forma
de cereza,
―De ti depende que nuestro hijo tenga éxito con las chicas o no, tú verás
―azucé con una sonrisita.
―Eres un tonto ―reí―. Ibas a hacerlo igual, pero me has hecho decir todo
esto para hacerte de rogar.
―Bueno, es que a veces me gusta hacerte suplicar, nena, qué quieres que te
diga. ―Y me mostró su maravillosa sonrisa torcida.
―Idiota ―reí otra vez, empujando su rostro con mi mano para ladearlo,
aunque luego no pude evitar darle un beso corto en los labios.
Vale, ahora me sentía peor. ¿Por qué tenía que liar tanto las cosas? Sin
embargo, no podía evitarlo. Si iba él, me sentía mal, y si iba alguien de la
manada, también. Menudo lío mental.
―Es que así, de paso, me bebo un vaso de agua, que estoy muerto de sed.
―Se encogió de hombros.
―Ah.
Ya te echo de menos.
―Al parecer, tu padre ya hace un buen rato que está de camino a Port
Angeles ―me reveló, acogiéndome entre sus brazos―. En cuanto pensaste
en las cerezas, ya se piró a buscártelas.
386
Y lo hice con una sonrisa muy amplia, porque ahora nadie de la manada iba a
tener que molestarse en ir. Bueno, se había tenido que molestar mi padre,
pero total, como él no dormía ni tenía que descansar… Alguna ventaja tenía
que haber en tener un padre vampiro, ¿no?
Una ligera bruma cubría la playa de First Beach. Las olas que nos traía el
océano se arrastraban por la orilla con suavidad, las conducía sutilmente
desde mar adentro y apenas las empujaba, dejando que ellas mismas
muriesen sobre la arena con lentitud. La marea estaba baja, y estas alargaban
su muerte sin prisas, con una marcha lenta y cadenciosa. Se limitaban a
dejarse llevar por la inercia de los ritmos que marcaba la bajamar, recorriendo
esa orilla que ahora era más larga, extendiéndose todo lo que podían, hasta
que se convertían en una fina capa de agua y espuma que lamía la arena y que
ya no podía estirarse más, entonces iniciaban un retroceso de vuelta al océano
igual de tranquilo.
El día estaba nublado, aunque esas nubes eran más bien blancas y no tenía
pinta de que fuera a llover. La temperatura no es que fuera muy agradable,
pero esa ropa que me había regalado Esme era de lo más cómoda y abrigaba
bastante. Como había engordado y ya no me servía mi ropa, mi abuela se
había encargado de comprarme una surtida gama de prendas que abarcaba
todos los meses que me quedaban de mi embarazo. Tuve que guardar mi ropa
normal en el garaje para que esta otra me entrase en el armario.
Mientras que yo llevaba una blusa de manga larga y una chaqueta, la joven
Claire iba ataviada con una ajustada camiseta de tirantes y una fina chaqueta
que no es que tapase mucho. Me pregunté si no tendría frío, sin embargo, la
respuesta no era muy difícil de deducir. Se había soltado su larga y lisa
melena negra y se había maquillado, dando el aspecto de alguien más mayor,
aunque tenía que reconocer que Claire no aparentaba catorce años, sino unos
dieciséis o diecisiete.
Eso sí, aún quedaba un matiz algo infantil en su rostro que la delataba. Por
supuesto que tenía frío, pero a esa edad todo vale con tal de conquistar al
chico que te gusta.
387
―No, quedaros un rato más con nosotros ―espetó él. Parecía un poco
nervioso.
―Eh…, no, tío, creo que será mejor que nos piremos.
―Que no, hombre ―insistió Quil, soltando una risa nerviosa. Luego, se puso
a mirar a su alrededor con rapidez, buscando algo. Y con ese algo debió de
dar―. ¡Ah! ―exclamó, mirando a los cantos de la orilla―. Lancemos esas
piedras al mar, a ver quién llega más lejos. ―Y sujetó a Jacob del brazo para
tirar de él―. Te apuesto cinco dólares a que yo la mando más lejos.
Mis cejas bajaron con extrañeza ante esta actitud tan rara de Quil.
―Estoy aquí al lado ―me dijo al tiempo que caminaba junto a su amigo―.
No te muevas de ahí, ¿vale?
Quil lanzó el canto hacia el océano con todas sus fuerzas, simulando el
lanzamiento de un pitcher de béisbol. El pedrusco voló como un misil, en
línea recta, hasta que hizo una pequeña parábola y se insertó en el mar con el
mismo ímpetu.
―¿Se puede saber qué demonios te pasa? ―escuché que le cuchicheaba Jake
con una voz inaudible para un humano.
La quileute dejó mi vientre y se volvió para observar mejor a los chicos, que
ya estaban 388
enzarzados en una cómica competición para ver quién lanzaba las piedras
más lejos. Sonreí cuando vi que el canto de mi chico llegaba más allá que el
de Quil y este último quería tomarse la revancha de nuevo a toda costa, pues
ya iban dos veces que Jake le ganaba.
Claire siempre había sido una niña muy lista, y ahora, a sus casi quince años,
me sorprendía su madurez. Seguía teniendo esos comportamientos propios de
la adolescencia, como el empeñarse en vestirse así para aparentar más edad,
pero era evidente que para otras cosas era muy madura. Tal vez se debía a
que siempre había estado rodeada de gente adulta.
Aunque a mí no me había ocurrido lo mismo, la comprendía perfectamente.
Jake no había pasado por esa etapa en la que estaba ahora mismo Quil, no
exactamente, porque sí que había necesitado de un tiempo de adaptación
cuando yo pasé de tener doce años a tener diecisiete en solo un mes y medio.
Todavía recordaba aquellos dedos trémulos que casi no se atrevían a tocar mi
mejilla en aquel entonces, como si Jacob aún no terminara de creerse que ya
podía acceder a mí y tratarme como a una mujer, como si no terminara de
creerse que ya lo fuera. Mi rápido paso de niña a mujer también había sido
muy raro para él, y había tenido que asimilarlo. Eso sí, lo había hecho muy
deprisa, claro, la atracción que siempre existió entre los dos era demasiado
fuerte como para poder resistirse y esta había ayudado bastante.
―Debes tener paciencia ―le aconsejé, mostrándole una sonrisa amigable por
sincerarse conmigo―. Para Quil ahora es muy pronto.
―Sí, lo sé, pero escucha. Dentro de uno o dos años tal vez las cosas cambien.
Eres una chica muy guapa y muy madura, Claire, te lo digo en serio, así que
puede que no tengas que esperar tanto. ―Observé a Quil con un aire
analizador y yo misma me di cuenta de a qué se debía su extraña actitud―.
Creo que Quil está nervioso porque ya no te ve tan niña y está algo perdido,
no sabe muy bien cómo debe actuar contigo ―opiné, cambiando la vista
hacia ella de nuevo―. Tómate las cosas con calma, dale tiempo, y ya verás
como un día Quil se lanzará. ―Y le guiñé el ojo.
Claire miró a Quil y sonrió.
Su sonrisa se amplió.
Fui detrás de ella y me acerqué a Jake, que me recibió con una sonrisa, un
abrazo y me dio un beso corto, lo cual correspondí encantada.
―Voy a tirar una piedra ―me lancé, despegándome de Jacob para coger una
de la arena.
389
―Como sigas así, subirá la marea y no habrás lanzado la piedra ―se mofó
Jake.
―Ja, ja… ―mascullé con ironía al tiempo que le cogía de la mano y le hacía
avanzar conmigo para buscar un canto mejor―. La culpa es vuestra, habéis
terminado con las mejores piedras.
―¿Ah, sí?
Él escondió la piedra tras su cintura, creyendo que iba a por ella, pero se
equivocaba. Mi objetivo era diferente. Arrojé mis manos a su abdomen y
comencé a hacerle cosquillas. En cuanto inicié esta acción, empezó a
carcajearse y a revolverse sin control. Tanto, que soltó la piedra para que ya
parase.
El canto voló unos metros hasta que aterrizó justo donde se encontraba ese
grupo de atareadas gaviotas, que salieron despedidas hacia el cielo, asustadas.
Jadeé con horror y me giré para esconderme en los brazos de Jacob, que me
acogieron con fuerza para calmarme, pero ya había sido demasiado tarde, la
imagen de esa pierna destrozada, azulada e hinchada se me había quedado
bien grabada en la retina.
Quil asintió, alarmado, y abrazó a Claire, que nos miraba con preocupación.
390
Un ser superior
Jacob casi no había colgado su teléfono móvil, cuando mi padre salió de entre
los árboles de la parte sur de la playa y se plantó a su lado a la velocidad de
un rayo. Primero le echó un vistazo a la pierna con un semblante algo
desencajado, pero luego enseguida se dirigió a mi chico.
―¿Por qué has llamado a Charlie? ―le recriminó al tiempo que mi madre y
mis tíos llegaban junto a él―. ¿Te has parado a pensar que quizá esto esté
relacionado con los licántropos? Ahora la playa se llenará de policías que se
pondrán a investigar el asunto.
―¿Y qué quieres que haga con esa pierna, metérmela en el bolsillo del
pantalón y llevármela a casa? ―contestó Jake, marcando su irritación con
sarcasmo. Se guardó el móvil y siguió hablando―. Esa pierna tiene un
propietario, ¿sabes? Y seguramente los familiares de esa persona agradezcan
saber qué ha sido de él, poder enterrarle y llorarle, digo yo.
―¿Hay una pierna? ―le preguntó Claire a Quil desde la distancia con cierto
temblequeo en la voz.
―Jacob tiene razón ―le apoyó mamá―. Por muy mal que nos venga a
nosotros, no podemos evitar que la policía investigue esto. No sabemos si lo
ha hecho alguno de los licántropos, pero aunque así fuera, estamos hablando
de un asesinato, Edward, no podemos ocultárselo a la policía.
―Está bien, entonces será mejor que nos vayamos a casa antes de que esto se
llene de policía científica y forenses ―sugirió.
―Id vosotros ―dijo Jake―. Supongo que yo tengo que quedarme. He sido
el que ha llamado y tendré que prestar declaración.
―De acuerdo ―aceptó papá.
―No quiero que tengas que ver esa pierna otra vez ―rebatió, acariciando mi
mejilla con dulzura―. Ve a casa, Charlie ya debe de estar en camino, así que
llegaré enseguida.
Genial, muchas gracias, Em, pensé, ya que había tirado por tierra mi excusa
por completo.
―Pero…
Mi siguiente alegato se vio enmudecido cuando Jacob unió sus labios a los
míos para besarme, pillándome totalmente desprevenida. Por supuesto, lo
había hecho adrede para callarme. Él terminó el beso, pero yo todavía me
quedé con los ojos cerrados un par de segundos más, de lo anonadada que me
quedé.
Aún no se oía ninguna sirena cuando lo dijo, aunque sí que percibí ese
soniquete muy lejano después.
391
Seguro que Quil tampoco quería que Claire viera la pierna. Se despidieron de
nosotros y se marcharon por el espigón de madera.
―Dile a Charlie que le llamaré esta noche ―le pidió mamá a Jake de la que
nos íbamos.
―Vale.
Mientras caminaba con mis padres y mis tíos, me giré y observé a Jacob.
Estaba con los brazos en jarra, mirando la pierna con un gesto de rabia en el
rostro, pero en cuanto se percató de mi mirada, se volvió hacia mí y me clavó
esos ojazos negros que ya me hacían palpitar. Le dediqué una media sonrisa
cerrada y él no tardó en corresponderla.
Continué todo el trayecto caminando por la arena sin quitarle ojo, aunque él
tampoco desvió su vista de mí. Si no fuera porque iba enganchada del brazo
de mi madre y ella me dirigía, hubiera terminado chocándome con alguno de
los troncos blanquecinos. En cuanto dimos con el hueco de los árboles que
daba paso a nuestro jardín, Charlie y más agentes de policía llegaron hasta
Jake, que ya tuvo que dejar de observarme para atenderles.
―Lo veo muy improbable ―opinó Alice―. Aquí la zona está muy vigilada.
Seguramente el propietario de la pierna no murió en La Push y esa parte de su
cuerpo ha sido arrastrada por la marea. Puede que el resto todavía se
encuentre en el mar.
Solamente habían pasado veinte minutos, pero Jacob ya estaba tardando más
de lo que me esperaba. ¿Por qué no había llegado todavía?
―¿Eh? ―Me giré hacia ella―. Ah, bien, muy bien ―le sonreí, y mi rostro
volvió hacia el vestíbulo, mordiéndome el labio de nuevo.
Me dio por pensar que tal vez fuera Jacob, que podía estar llamándome desde
cualquier otro teléfono. ¿Y si se lo habían llevado a comisaría para tomarle
declaración? Charlie le conocía, pero el resto de esa multitud de policías que
habían llegado a la playa no. Me levanté con rapidez y corrí hacia el
vestíbulo.
392
―No, quería… hablar contigo. ―La voz de mi abuelo sonó prudente y seria,
cosa que me extrañó―. Ya tengo los resultados de tus pruebas.
Lo segundo que me pareció raro fue que quisiera hablar conmigo de esto,
porque normalmente se limitaba a decirme que todo estaba bien, sin ningún
tipo de rodeo.
―No me gusta decir estas cosas por teléfono, pero Edward ya me ha puesto
al corriente de lo ocurrido en la playa y tengo que ir al bosque para ayudarles.
De todas formas, te lo explicaré mejor al llegar a casa.
Cuando terminé de escuchar lo que Carlisle tenía que decirme, me quedé tan
desconcertada que no pude hablar.
―¿Nessie, estás bien? ―quiso saber mi abuelo desde la otra línea telefónica.
―Hola, pequeñaja.
―Nessie está en vuestro dormitorio ―escuché que le decía Alice con prisas
y preocupación―.
Tienes que subir ya.
―Carlisle la llamó para darle los resultados de las pruebas, y desde que ha
hablado con él no ha dejado de llorar. Estamos muy preocupadas.
Las pisadas se oyeron por el vestíbulo superior con prisas, donde yo sabía
que se encontraban mi madre, Rosalie, Esme, Tanya y Carmen. Lo sabía
porque mamá había estado picando a la puerta y las había oído hablar. Sin
embargo, yo no podía dejar de llorar, me resultaba imposible.
―Ni siquiera quiere que entremos ―le dijo mamá antes de que Jake abriese
la puerta―. Solo quiere verte a ti.
Era incapaz de articular dos palabras seguidas sin que esta congoja me lo
impidiera, así que coloqué la mano en su mejilla y le dejé ver lo que Carlisle
me había dicho por teléfono.
«He estado revisando la mamografía que hicimos esta mañana», hizo una
pequeña pausa y después habló con mucha calma. «Me temo que tus
glándulas mamarias no se están preparando para la lactancia. Parece ser que
tu organismo es incapaz de producir leche materna, debido a tu 393
Yo lloraba como una magdalena, sin embargo, Jake respiró, mucho más
aliviado.
―Serás una mamá genial ―aseguró, pasando sus dedos por mi melena con
tranquilidad y pausa.
No sabía por qué me había dado esta llorera un tanto absurda. Quizá se
debiera al alto grado de sensibilidad que tenía por culpa del embarazo, pero
esto me había sentado como si me hubieran echado un jarro de agua helada
por encima y no podía dejar de llorar. Puede que solo fuera una tontería mía,
sin embargo, siempre me había imaginado dándole el pecho a nuestro bebé,
acunándole en mis brazos, y ahora me topaba con esto de repente. Era como
estar corriendo alegremente y chocarse contra un cristal.
Ya había notado algo extraño en mí, porque mis pechos no habían crecido
nada, pero lo había achacado a que quizá era demasiado pronto para eso, al
fin y al cabo, aún quedaban tres meses para la recta final. Sin embargo, me
equivocaba.
¿Por qué yo? ¿Por qué me tenían que pasar estas cosas a mí? Todo iba genial,
todo iba perfectamente, y ahora me tenía que topar con esta estúpida parte
vampírica para estropearlo.
Siempre tenía que haber algo en mí que no encajaba del todo, siempre. Hasta
los animales mamíferos, por pequeños que fueran, podían dar de mamar a sus
crías, hasta un simple ratón. En cambio, aquí estaba yo, oh, sí, un ser
superior, pensaba con ironía, menuda superioridad, ni siquiera era capaz de
producir ni una gota de leche materna. Deseé con todas mis fuerzas haber
sido humana del todo, al menos, ellas tenían ese privilegio, para mí ellas eran
las superiores solo por eso.
Me desahogué a gusto mientras los prodigiosos dedos de Jacob mimaban mi
cabello y sus ardientes labios me daban continuos besos en la cabeza. Los
fuertes latidos de su corazón y sus caricias me fueron tranquilizando poco a
poco, era irremediable.
¿Cómo no lo iba a estar? Estaba entre sus cálidos brazos, y esto era lo mejor
del mundo, era como estar en el paraíso.
―No tienes que preocuparte por eso ―manifestó, hablándome entre susurros
roncos al tiempo que secaba mis lágrimas con sus suaves manos―. El bebé
estará perfectamente alimentado, hoy en día existen unas leches muy
completas.
―Lo sé, pero no son como la leche materna ―afirmé, aún compungida―.
Me hacía mucha ilusión darle el pecho.
―Ya, cielo, pero que no puedas darle el pecho, no quiere decir que vayas a
ser peor madre ―me animó, mostrándome una sonrisa dulce―. Mira, hay
muchas mujeres que producen leche durante el embarazo, pero luego llega la
hora de darle el pecho a sus bebés y estos se niegan a tomarla o no toleran
bien esa leche. Esos bebés tienen que tomar los preparados lácteos del
mercado, ¿y son ellas peores madres por eso? Pues claro que no, ¿verdad?
Simplemente son cosas que pasan, cosas normales y naturales, y, si te paras a
pensarlo, no tiene mayor importancia. Vale, no son como la leche materna, de
acuerdo, pero esos preparados son muy completos, y los bebés crecen sanos
igualmente. Tú misma no tomaste el pecho, ¿y es tu madre peor madre?
394
―No. ―Mi labio se curvó hacia arriba, más tranquila.
―Por supuesto que no. Es una tontería. Ser madre es mucho más que darle el
pecho a tu bebé.
¿Sabías que Emily no pudo darle el pecho a Ethan porque le sentaba mal esa
leche?
―Pues ahí lo tienes, Ethan es fuerte como un roble, y Sam y Emily ya tienen
tres críos ―me sonrió. Acarició mi mejilla con el dorso de sus dedos―. Vas
a poder acunarlo igual mientras le das el biberón, y si es un tragón como su
padre, será un niño fuerte y sano.
―¿Mejor? ―preguntó.
―Jake ―le regañé, dándole un pequeño empujón, aunque no pude evitar que
se me escapara la risa.
―Soy un tonto que está loco por ti ―murmuró, acercando su rostro al mío
para besarme con efusividad.
Sin embargo, ambos tuvimos que obligarnos a parar antes de que la energía
comenzase a volar con más ímpetu. Nos quedamos con las frentes unidas,
intentando calmar a nuestros bronquios.
Me sentí fatal. Yo aquí llorando por esto cuando una persona había sido
asesinada de una forma horrible.
―Supongo que aún es pronto para que hayan conseguido averiguar algo,
¿no?
―Ojalá pudiéramos, pero no podemos hacer nada, Nessie ―me alentó Jake,
posando su mano en mi barbilla para alzar mi rostro. Mis ojos se encontraron
con los suyos enseguida―. No sabemos dónde están, ni siquiera sabemos si
están cerca o lejos. El culpable de esto pudo haberlo hecho en otra ciudad,
llevarse el cuerpo con él y tirarlo al mar, quién sabe. ―Me dio un escalofrío
solo de pensar en una escena como esa y Jake se dio cuenta. Acarició mis
brazos para calmarme―.
Perdona.
―No, no tengo nada más que decir, solo son especulaciones mías ―sonrió,
aunque con una mueca apagada por el tema―. Nosotros no podemos ir a
buscar a esos licántropos, solo podemos vigilar nuestro territorio para
asegurarnos de que no andan por aquí, ¿entiendes? Tú y el bebé sois nuestra
máxima prioridad, y no podemos dejar la zona menos vigilada, por si acaso.
395
Uní mis labios a los suyos y le di un beso corto. Luego, nos quedamos
mirándonos alelados durante unos segundos.
―¿Ahora? ―reí.
Envidia
Me puse una de esas camisetas viejas que Jake tenía en el armario, de color
gris, un holgado y viejo pantalón de chándal, este mío, unas deportivas, me
recogí el pelo con una pinza y salí de nuestro dormitorio, canturreando con
alegría.
―¿Qué haces así vestida? ―Por su tono de voz adiviné que ya lo sabía de
sobra y que esto no era una pregunta, sino una objeción.
―Tiene razón ―secundó Alice, que apareció por la puerta como por arte de
magia―. Estás de siete meses, no deberías hacer ningún esfuerzo.
―No enferma ―continuaron Rose y mamá a la vez con una entonación entre
cansada y burlona.
―Ya ves, no nos dejan hacer nada ―le cuchicheé al bebé mientras acariciaba
mi hinchada barriga.
397
―El papel es muy bonito, tengo que reconocerlo ―aprobó Alice, que había
cogido el rollo para examinarlo.
Los labios de mamá y los míos se curvaron hacia arriba, pero a la tía Rose no
le hizo ni pizca de gracia.
―Yo me voy para ayudar a Esme con la comida ―mintió Alice, apoyando el
rollo del papel en la pared para hacer mutis por el foro con rapidez.
―A ver si te sabes este otro chiste, Barbie ―siguió Jacob, metiéndose las
manos en los bolsillos al tiempo que mantenía la misma sonrisa burlona.
Lo malo es que tendría que meter la mano en esa bocaza que tienes.
Jake se carcajeó de su propio chiste y eso hizo que las muelas de Rose
chirriasen. Ya no pude evitar reírme, aunque dejé de hacerlo cuando mi tía
casi me funde con la vista.
―Otro, y este te juro que es buenísimo ―continuó Jacob. Rosalie optó por
mirar hacia otro lado, haciéndose la indiferente, cosa que se le daba fatal―.
¿Cómo puedes tener entretenida a una rubia? ―Esperó dos segundos―. ¿No
lo sabes?
―Me voy abajo, no te soporto ―acabó diciendo ella, dándose la vuelta hacia
la puerta.
―¿No te quedas para oír más chistes? Me sé muchos más, te lo aseguro ―le
dijo Jake con una sonrisa de satisfacción enorme en la cara.
Esta era una buena forma de despejar la habitación. Jacob había conseguido
su objetivo: no tener a mis tías rondando por el cuarto del bebé.
―Un día de estos Rosalie cumplirá sus amenazas, y con razón ―bromeé
mientras él cogía uno de los rodillos que ya tenía preparados para pintar.
―Nessie… ―protestó.
398
―Pero el olor de la pintura puede que sea tóxica, perjudicial o algo ―alegó.
Iba a decir algo, pero se vio sin alegaciones posibles y cerró la boca con
resignación. Después, se quedó pensativo durante unos segundos,
meditándolo.
―Por favor, me hace mucha ilusión ayudarte, por favor, por favor ―le puse
ojitos otra vez.
―Esta bien, pero en cuanto veas que te cansas por mínimo que sea, déjalo,
¿de acuerdo? ―accedió finalmente.
―Empieza con esa pared, que yo haré esta ―propuso, señalándomela con la
mano―. Yo me encargaré de las partes altas y bajas, tú ocúpate solo de las
centrales, no quiero que te subas a la escalera ni que te agaches.
Hice rodar el rodillo de abajo arriba y de arriba abajo varias veces para
colorear esa pared que ya era azul pero a la cual queríamos darle un aspecto
bastante más claro, hasta que la pintura ya no se estiraba más. Me di la vuelta
para volver a mojar mi rodillo en la cubeta, sin embargo, Jake me paró.
Solo me quedaba una pequeña parte, pero mi rodillo me pedía más pintura.
Me di la vuelta y lo empapé, quitando los restos sobrantes con el escurridor
de la cubeta. Estaba a punto de retirarme para girarme a la pared de nuevo,
cuando un mechón de mi pelo se escapó de la pinza que lo malsujetaba y se
cayó directamente en el recipiente, manchándose de pintura.
―¡Ay, no, mi pelo! ―gemí con dolor, cogiéndome el mechón para mirar
cuánto me lo había manchado.
Le dediqué una miradita de odio y él se rio más. Me ladeé y agarré una de las
brochas que habíamos usado para las esquinas.
―No, ¿qué vas a hacer? ―Me aparté hacia atrás, riéndome, poniendo por
delante la brocha y el rodillo que sostenían mis manos.
Pero Jake la mojó con rapidez y me salpicó con ella sin compasión. Me dio
tiempo a interponer mis brazos, aunque me puso perdida igualmente, así
como el plástico que habíamos colocado sobre el suelo.
Finalmente, Jacob terminó tirando la brocha al suelo para rodearme con sus
brazos, por detrás.
Giré el rostro y medio cuerpo para que mis labios alcanzaran a los suyos,
mirándole completamente embobada, y la brocha se me cayó al forjado
cuando unió su boca a la mía. Entonces ya no lo pude parar. Me volteé hacia
él del todo, me enganché a su cuello y dejé que sus manos me arrimasen a su
cuerpo mientras nuestros labios ya empezaban a besarse con pasión y la
energía ya emergía de nosotros.
Le extrañó porque Leah se suponía que tenía que estar en el bosque con los
demás, y si estaba aquí, era porque había ocurrido algo.
―¿Qué ha pasado? ―quiso saber Jacob nada más bajar el último escalón.
―Es esa Jane ―le comunicó con cara de malas pulgas. A mí me dio una
sacudida en el estómago solo con escuchar ese nombre―. Está en la frontera
del bosque, esperándote. Dice que quiere verte, que es urgente.
―Sí, ahora ―ratificó Leah, usando una entonación ácida―. Esa arpía dijo
que era urgente.
Hasta Leah se había dado cuenta de que Jane era una arpía…
Había engordado, pero eso no pareció molestarle a Jake, que sorteaba las
ramas del terreno y las de los árboles sin ningún esfuerzo. No parecía que
llevase a dos personas encima. Avanzamos por el angosto sotobosque durante
bastante tiempo y, por fin, llegamos a la frontera que limitaba el territorio de
los lobos.
La vi, pero no me hubiera hecho falta para saber que estaba ahí. La pulsera ya
comenzó a vibrar con ímpetu, casi gruñéndola en la distancia.
Jane esperaba en ese sitio, junto a Demetri y Felix, pero esta vez había
alguien más con ellos.
Quil, Embry, Seth, Shubael e Isaac también estaban allí, frente a ellos, y mi
padre, Emmett, Jasper y Ezequiel se sumaban a esa vigilancia. Jacob me dejó
en el suelo, cogió mi mano y continuamos caminando hacia ellos.
Me fijé en mi padre, que la mantenía a raya con una mirada entre rabiosa y
amenazante, aunque no sé si Jane no me había fulminado todavía debido a
eso o porque mi madre ya estaba 400
Esa arpía de Jane retiró su capucha hacia atrás y solo después lo hicieron
Demetri y Felix. Los ojos de Jane repasaron a Jacob en primer lugar, por
supuesto, y su labio acompasó a su ceja para alzarse con esa aprobación que
tanto me sacaba de quicio. No le importó en absoluto que su ropa y su piel
estuvieran salpicadas de pintura, casi diría que incluso le gustó. Menos mal
que llevaba la camiseta puesta, si no, no se lo hubiera comido, como estaba
haciendo ahora, más bien lo hubiera devorado con la mirada. Sin embargo,
acto seguido osciló la vista hacia mí. Se percató de que la camiseta que
llevaba era de Jake, al compararla en tamaño con la que tenía puesta mi
chico, eso ya le molestó, pero cuando sus pupilas se toparon con mi abultada
barriga, todo en su rostro aniñado cayó súbitamente, en picado.
Aun así, su mirada me pareció tan fría y espeluznante, que mi mano suelta se
fue automáticamente a mi hinchada barriga. Jacob se percató y la fulminó con
los ojos al instante, si bien la garganta de mi padre emitió un incipiente
gruñido que alertó a mamá, haciéndola ponerse en guardia de inmediato.
―Veo que todo sigue su curso… natural ―dijo ella con segundas,
interrumpiendo lo que fuera que Jake iba a soltarle.
Su barbilla infantil se alzó con ese orgullo suyo de siempre y me dedicó una
miradita de inquina.
―Guárdate tu veneno para ti, víbora ―le espetó Jake, muy enfadado―. No
te pases ni un pelo, te lo advierto.
Mis padres no dijeron nada más, con Jacob era suficiente. Ella sonrió,
arrogante, y yo rechiné los dientes de nuevo.
―Me complace ver que te has dado prisa ―siguió esa arpía, haciendo caso
omiso al comentario de Jacob.
―¿Qué demonios quieres? ¿Para qué me has hecho venir? ―exigió saber él,
de muy malos modos―. ¿Y qué hacéis aquí?
401
El labio de Jane se volvió a curvar hacia arriba, aunque ahora con petulancia.
―Tenemos noticias.
402
Cambio de planes
―¿Qué pasa? ―inquirió Jake, aunque después giró el rostro hacia Jane para
exigirle que se explicara.
Leah emitió un sonoro gruñido como queja, aún se acordaba de sus costillas
rotas. Fue entonces cuando me percaté de que ya era una loba. Había estado
tan concentrada en Jane, que ni siquiera me había fijado en que Leah ya se
había transformado para unirse al resto de lobos.
―Thiago y su grupo se encontraron con ellos ese día por casualidad, pero ya
entonces, yo seguía la pista de esos licántropos muy de cerca ―explicó
Demetri, haciendo de menos el trabajo de Thiago con total descaro para que
así el suyo se viera más ensalzado―. Su agilidad y movilidad no es la única
ventaja que me han sacado. Esos licántropos se han dividido en varios grupos
y se han escondido en diferentes sitios, eso ha entorpecido mi trabajo. Sin
embargo, finalmente he dado con ellos. ―Su mentón se levantó con
orgullo―. Los licántropos se encuentran repartidos en varias cuevas de las
montañas de Olympic, junto a Vladimir y Stefan, esperando el momento de
atacar.
―Así que por fin se han decidido a pelear con esos desgraciados magos
―intuyó Jake.
―¡¿Y cómo se han enterado ellos de eso, eh?! ―exigió saber, muy
enfadado―. ¡¿Acaso lo sabíais 403
vosotros y habéis hecho que se enteren o algo?!
―No sabemos cómo ni por qué se han enterado de tal cosa ―manifestó Jane,
siguiendo con esa estúpida media sonrisa―. Pero eso ha hecho que cambien
de planes completamente. Saben que Razvan está enamorado de tu mujer.
―Basta ―le advirtió mi padre a Jane con rabia contenida al tiempo que
analizaba a Jacob con precaución.
―Saben que Razvan vendería su alma al diablo con tal de tenerla, que está
completamente obsesionado con tu esposa ―continuó Jane, sonriendo con
malicia.
―Él jamás la tendrá ―escupió Jake con una cólera tan contenida, que raspó
su garganta, haciendo que su voz sonase ronca y hosca.
Los dedos de su mano se entrelazaron con los míos con fuerza y yo
correspondí apretándolos.
―Pero está obsesionado con ella, y luchará por ella ―insistió esa arpía.
Los lobos gruñeron con más fuerza y mi familia acompasó esos gruñidos con
sus siseos furiosos, hasta mi pulsera protestó vibrando más fuerte. Felix y
Demetri permanecían como estatuas, cautelosos, mirándose de reojo sin
entender el porqué de la actitud de su compañera, en cambio Enguerrand
clavaba los ojos en ella como si supiera perfectamente qué se proponía, si
bien la miraba con evidente crítica y censura. Mientras, Jane sostenía esa
sonrisita arrogante en su rostro de niña pequeña.
No sirvió de nada.
¡No! Eso es lo que esa víbora quería, precisamente. Sacarle de sus casillas
con este maldito tema. No lo iba a permitir.
No lo dudé, y a veces los hechos consiguen más que las palabras o los
propios pensamientos.
Además, tenía prisa, y esto era un tren de alta velocidad para llegar a mi
objetivo, que era tranquilizarle. Rodeé su cuello con mis brazos y acerqué mi
rostro al suyo para besarle.
odio, envidia y rabia de Jane, y me reí para mis adentros con una malicia que
me sorprendió hasta a mí.
Intenté que esas últimas palabras me resbalasen, ya que sabía que solamente
las había dicho para hacerme daño, sin embargo, ya era demasiado tarde. En
cuanto las oí, se clavaron en mi corazón igual que si me hubiera lanzado un
cuchillo candente y me quedé algo paralizada, ni siquiera fui capaz de hablar.
Papá la sujetó.
―¿Cómo sabes eso? ―exigió saber Jake, hablando y mirándola con furia.
Me quedé más petrificada y mi boca dejó exhalar el aire con fuerza. ¿Por qué
no se lo rebatía?
―¿Y por qué te contó eso? ―le preguntó a Jane, cabreado. Esta alzó la
barbilla y curvó su labio hacia arriba con una mezcla de prepotencia e
insinuación. Me dieron ganas de saltarle a la yugular, pero la mano de Jake
ya me sujetaba con fuerza―. Bueno, mira, mejor déjalo. Al fin y al cabo, eso
me importa una mierda. Te lo advierto otra vez, más te vale que te guardes tu
aguijón de escorpión y dejes de intentar clavarnos tu asqueroso veneno.
―Los licántropos son inmunes a ciertos dones, como bien nos explicó
Eleazar en su momento ―dijo mi padre, usurpando la contestación de Jane,
que debía de ser más o menos la misma―. La magia podría ser uno de esos
dones a los que son inmunes.
¿no?
―En efecto ―le contestó Jane esta vez, dirigiendo una pequeña mirada de
reproche a mi padre―. Pero sus dotes con la magia son sus dones, al fin y al
cabo.
―Tres magos juntos que unen sus dotes con la magia es un muro bastante
inquebrantable 405
La guardia aniñada de los Vulturis le fulminó con la mirada una vez más,
pero continuó hablando ella.
―¡No, no lo permitiré! ―masculló Jacob con una ira que crecía a cada
momento.
Noté que Jacob se iba relajando paulatinamente y supe que era gracias a la
actuación de Jasper. Suerte que estaba allí. Aunque Jake también se percató y
le dedicó una mirada disconforme.
Jasper volvió a hacer de las suyas y Jacob pareció tranquilizarse un poco, así
como todos los demás.
Solo así les pillaremos totalmente desprevenidos y nos será más fácil
vencerles ―declaró Jane con su aire arrogante.
―En mi opinión, lo mejor sería quedar mañana a primera hora en algún lugar
de esas montañas ―habló Jane, sujetando su mandíbula bien arriba―.
Volver a reunirnos aquí sería demasiado peligroso. Ambos lados podemos ir
pensando en alguna estrategia y comentarla mañana.
El vampiro pelirrojo llevó sus ojos hacia mi padre y se sumió en una especie
de trance en el que las córneas se transformaron vidriosas y mates. Papá
examinó las imágenes que tenía grabadas en su mente y que le estaba
mostrando, hasta que bajó su cabeza una sola vez para indicarle que ya se
había percatado de cuál era ese paradero. Entonces, Enguerrand volvió en sí y
sus ojos regresaron a su estado inicial.
Eso sí, cuando los cuatro miembros de la guardia Vulturis se dieron la vuelta
para marcharse, las sucias pupilas de esa arpía tuvieron que repasar a mi
marido de arriba abajo antes. Rechiné los dientes, ya harta, pero luego las
llevó hacia mí y su mirada fue muy distinta. Su odio era evidente, como
siempre, sin embargo, en esta ocasión también me dedicó una sonrisita que
gritaba a los cuatro vientos cuánto me menospreciaba. Aunque no fue eso lo
que me molestó.
407
Pasar página
Me quedé mirando cómo esa arpía terminaba de darse la vuelta con esos aires
triunfales, como si hubiera ganado alguna partida, y ese primer sentimiento
de daño emocional pasó automáticamente y súbitamente al extremo contrario,
donde la sangre comenzaba a hervir mis venas. Sabía que solo había dicho
aquello para herirme, pero no lo pude evitar. Jacob no lo había rebatido, y
ella se estaba marchando de aquí victoriosa. La rabia me revolvió las tripas,
casi parecía que tuviese el magma de un volcán dentro, preparado para
estallar en cualquier momento.
Pero no quería hacerlo con ella todavía presente, porque si me veía discutir
con Jake eso le daría más satisfacción, así que apreté la dentadura y aguanté
estoicamente hasta que se marchara del todo. Mi mano era sostenida por la de
Jacob, y tuve que contenerme mucho para no hacérsela añicos.
―No nos queda más remedio que ir hasta esas montañas para luchar contra
los licántropos. ―Mi padre contestó a la queja de alguno de los lobos―. Si
esperamos a que vengan hasta aquí, ya no tendremos esa ventaja de la
sorpresa, les daríamos tiempo a planificar algo y a que se organizasen. Eso
sería darles ventaja, sería peligroso.
―Demasiado tarde ―declaró Rosalie, que estaba con los brazos cruzados―.
Aquí no han llegado más trozos de nadie, pero lo más seguro es que hayan
matado a más personas.
más pistas.
―Nessie, espera, ¿adónde vas? ―quiso saber Jake, que ya estaba detrás de
mí.
No le veía el rostro, pero por su tono de voz supe que estaba extrañado por mi
comportamiento.
―Nessie, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás enfadada? ―quiso saber Jake,
siguiéndome.
―¿Decírle el qué? ¿De qué estáis hablando? ―Y el bobo de Jacob seguía sin
darse cuenta.
―De cuando ella dijo que solo te habías olvidado de mí porque te habías
imprimado.
―Es obvio que solamente quería hacer daño ―le respondió Jasper.
―Sería mejor que les dejásemos a solas, ¿no creéis? ―sugirió mi padre, para
mi alivio. Él era el 409
único que sabía lo que pasaba por la cabeza de Jacob y por la mía―. Este es
un tema de pareja que…
―¿Jane dijo eso? ―Los ojos de Alice no podían estar más abiertos cuando
cortó a mi progenitor, el cual suspiró con enfado y me miró con complicidad.
Volví a abrir la boca, pero, otra vez, me vi interrumpida yo también―. Jacob,
¿y por qué no le dijiste nada?
―Sí, nos iremos todos afuera, ¿verdad? ―me apoyó mi padre, mirando con
cierta amenaza a los demás.
―Por supuesto ―asintió Esme, sonriendo con esa dulzura suya que ya
relajaba un poco―.
Vamos, todos fuera ―les dijo al resto, azuzándoles con los brazos para que
despejaran el vestíbulo.
Jake entrecerró los ojos y le dedicó una miradita con cara de pocos amigos.
Por primera vez en siete meses, la casa se quedó vacía y nosotros estábamos
completamente a solas. Se hizo un silencio que me hubiera parecido de lo
más placentero si no fuera por la razón que lo había propiciado.
Seguía estando que botaba, porque solo recordar la cara de esa arpía y su
sonrisa llena de burla y triunfalismo, me quemaba el hígado.
Tuvo que contárselo él, aunque no sé a qué fin. En fin, solamente lo dije por
eso, nada más. Ni siquiera le di importancia a la frase, es… tan absurda.
Recordaba aquello que me había dicho Nahuel años atrás para separarme de
Jacob, pero lo que él había insinuado es que Jake seguía enamorado de mi
madre y que se había imprimado de mí solo porque le recordaba a ella. En
aquel entonces lo había aclarado con Jacob y ya sabía que eso era mentira,
claro, ya sabía que él se había olvidado de mi madre en ese aspecto. Sin
embargo, esto era diferente. Jamás me había parado a pensar que Jake podía
haber olvidado a mi madre solamente porque se había imprimado de mí.
Nunca se me había pasado eso por la cabeza. Hasta hoy.
―Yo estoy enamorado de ti hasta las trancas, te amo con toda mi alma, ¿qué
importa cuál fuera el modo en que nos unimos o nos conocimos? ―empezó a
hablar, mirándome con absoluta convicción y certeza―. ¿Sabes? Me da igual
cómo fuera, lo único que me importa es que te quiero, y que jamás he querido
así a nadie. ¿Qué importa la imprimación? Verás, antes de imprimarme no
comprendía en qué consistía esto, pero ahora lo veo tan claro. Cuando te
conocí, cuando me imprimé de ti, no me enamoré. Me enamoré de ti años
después, cuando creciste, pero eso no lo hizo la imprimación, lo hiciste tú. En
el caso de Sam y Emily, o Jared y Kim, por ejemplo, ambas partes eran
adultas, y no tuvieron la oportunidad de comprobar esto porque se
enamoraron con un flechazo, fue un amor a primera vista, pero la
imprimación no hace que te enamores de la otra persona, solamente te
vincula. Esto se puede ver claramente gracias a mi caso y el de Quil, ya que
vosotras erais niñas. Si la imprimación fuera lo mismo que enamorarse, los
dos nos hubiéramos enamorado de vosotras desde el principio, ¿no crees?
Pero no fue así, porque la imprimación solo nos vincula. La imprimación
solamente me vinculó a ti de una forma espiritual, porque eres mi alma
gemela, mi única alma gemela, por eso la imprimación nos unió, no me
hubiera imprimado de ti si tú no fueras mi alma gemela de verdad, y como es
lógico, terminé enamorándome de ti. Pero no porque la imprimación me
obligase. ―Al ver cómo mi semblante iba cambiando, se puso a hablar con
más entusiasmo―. Es que, ¿quién no iba a enamorarse de su alma gemela?
Habría que ser bien idiota como para rechazar o evitar eso. Tú no eres el
segundo plato, para nada. La imprimación no me dijo: «eh, oye, tienes que
quedarte con esta chica, tiene que ser tu alma gemela, te guste o no». No. La
imprimación me dijo: «eh, oye, esta chica es tu alma gemela, tío, la has 411
encontrado, tu única alma gemela, te lo digo para que lo sepas, colega, si no
te enamoras de ella es que eres tonto».
Y así fue, así es. Y ya entonces, desde ese primer momento en que te vi, tú
eras lo que más me importaba del mundo, nada podía superar eso. Te quiero,
estoy loco por ti, lo sabes, y jamás he sentido esto tan intenso por nadie, eso
es lo único que me importa. El cómo fue o qué fue lo que nos unió me da
exactamente igual, lo importante para mí es que estamos juntos, y por eso soy
el hombre más feliz del universo.
Me abalancé a sus labios para besarle con toda mi alma, entregándole todo mi
ser, todo mi corazón. Mientras mis labios se movían efusivamente, llenos de
emoción, él me apretó contra su pecho y correspondió mis besos con la
misma entrega. La energía giraba, mis mariposas hacían piruetas en mi
estómago, mi corazón iba a doscientos por hora, y mis lágrimas rodaron por
mis mejillas con una felicidad inmensa, indescriptible.
―No ―sonreí.
―Sí, la verdad es que suena un poco feo ―opiné sin dejar de sonreírle.
―Vale.
―Lo único que me molesta es que Jane quedó como si hubiera ganado algo
―resoplé al recordarlo.
―¿Y qué importa lo que piense esa enana? ―refutó él, sonriendo―. A mí
me da igual. Además, sabe de sobra que es mentira, solamente lo dijo para
herirte.
Lo pensé durante un instante. Jake tenía razón. ¿Qué más daba lo que ella
dijera? Nosotros sabíamos la verdad, y eso era lo único que importaba. Me di
cuenta de que Jane no había ganado nada en realidad, porque su único fin era
herirme, separarnos, y no lo había conseguido, sino todo lo contrario. Ahora
Jake y yo estábamos felices. Me reí en mi fuero interno con malicia.
Justo en ese momento, mi familia entró en casa como si fuera una estampida,
eso sí, silenciosa en pasos, aunque no en palabras.
―Bueno, yo creo que sí, ¿no? ―rebatió Alice, que se acercaba al saloncito
con sus gráciles y alegres brincos de siempre―. ¿Ves? Ya no están hablando.
413
La estrategia
―¿Queda mucho para llegar? ―preguntó Jake mientras avanzaba por esa
pendiente empedrada, conmigo a cuestas.
―Oh, por favor ―se quejó Rosalie, poniendo los ojos en blanco―. Esta es la
tercera vez que lo preguntas, pareces un niño pequeño.
―Él es el único que ha visto ese sitio, es lógico que le pregunte, ¿no crees?
―replicó Jake, molesto.
―Si Nessie te pesa, puedo llevarla yo ―se ofreció Emmett con cierto aire
burlón.
―Sí, ven aquí, sobrinita ―bromeó mi tío, abriendo los brazos hacia mí al
tiempo que me lanzaba besitos intencionadamente sonoros.
Solté una risilla al ver esa cara tan cómica que ponía, incluso a Embry le hizo
gracia.
―No, te llevo yo ―se opuso Jacob, apretándome contra él―. Para eso soy tu
marido, ¿no?
Seguimos ascendiendo por esa pendiente durante un rato más, salimos a una
zona más horizontal, donde la vegetación y los árboles se hicieron más
protagonistas, y, cuando Jake ya estaba a punto de preguntar de nuevo, mi
padre se adelantó.
Aproveché para darle otro beso, como agradecimiento por haber cargado
conmigo todo el camino. Iba a despegarme de sus labios, pero entonces la
brisa me trajo otros efluvios que ya eran muy conocidos para mí, por
desgracia, sobre todo uno. Sí, Jane estaba llegando. Así que no me lo pensé
dos veces y alargué el beso.
Pillé algo desprevenido a Jacob, que ya estaba a punto de soltar mi boca, pero
en cuanto mis brazos se enredaron en su cuello y mis labios comenzaron a
buscar los suyos con más efusividad, ya le fue imposible no corresponderme
y me abarcó con sus manos para pegarme a él. Por supuesto, la energía no
tardó en revolotear a nuestro alrededor, acompasando a mis mariposas, pero
me dio tiempo y todo a reírme en mi fuero interno con satisfacción antes de
que esto me embargara completamente.
Jacob y yo despegamos nuestros labios, pero tuvimos que coger una buena
inhalación de aire para conseguir centrarnos. Bajar de las nubes costaba.
Me reí para mis adentros de nuevo, aunque esta vez con malicia, tengo que
reconocerlo.
Jane venía acompañada por el mismo séquito que ayer, sin embargo, hoy se
sumaba alguien más. Ese que era tan bajo como su hermana y que tenía el
mismo rostro infante que ella, su mellizo.
Alec. Él tampoco desaprovechó la ocasión para censurarnos a Jacob y a mí
con la mirada, y más cuando se fijó en mi abultado vientre. Las sucias pupilas
de Jane no repasaron a mi marido esta vez, estaba demasiado ocupada y
ofuscada con su odio hacia mí. Eso también me gustó.
No fue la única que miró mal a Ezequiel, tanto Demetri como Felix,
Enguerrand y Alec hicieron exactamente lo mismo.
―Me sorprende ver aquí a un traidor ―le echó en cara esta a Ezequiel. Felix
escupió en su dirección a modo de desprecio―. No creas que porque no te
dije nada ayer voy a olvidar eso.
Sabíamos que esto iba a pasar, pero ninguno de nosotros fue capaz de
convencer a Ezequiel para que no viniese. Él quería ayudar, y estaba harto de
huir y de ocultarse, por eso había decidido enfrentarse a esta situación. Ahora
vivía feliz junto a Teresa, ella le había devuelto la ilusión de una vida que le
había sido arrebatada cruelmente siglos atrás, y quería luchar por ella.
―Para ser un traidor, me extraña que Aro no haya venido a por mí todavía,
máxime cuando sabe que ya no me oculto y que tengo una residencia fija
―dijo Ezequiel, usando un tono más bien formal―. Estoy seguro de que tu
compañero ya le comunicó mi paradero hace tiempo ―siguió, oscilando la
mirada hacia Demetri para señalarle con la misma, aunque sus ojos volvieron
a por Jane enseguida―. Mi hogar está en las afueras de Forks. Me sorprende
que, estando excluido del límite del tratado, no haya actuado aún.
―Cuando todo esto acabe, no dudes de que se hará justicia contigo ―afirmó
Alec, observándole 415
―De eso nada, chaval ―irrumpió Jacob, mirándole de arriba abajo con
chulería―. Ezequiel es intocable.
―Él no está incluido en el tratado ―le rebatió Alec.
―¿Ah, sí? Pues a partir de ya, está dentro ―afirmó mi chico, continuando
con la misma actitud―. Dile a tu querida momia que si no está de acuerdo
romperé ese tratado ahora mismo y terminaré con toda vuestra chusma,
empezando por vosotros. ¿Está claro? ¿Lo habéis entendido?
―Me importa una maldita mierda ―bufó Jacob, ahora muy irritado―.
Ezequiel es mi aliado, por tanto, entrará en el tratado. Además, Aro ha
intentado matarme a mí, así que se puede decir que estamos en tablas. Una
ofensa salda a la otra. Y ya le estoy perdonando muchas otras cosas.
Ni Jane ni Alec fueron capaces de refutar eso. Jake tenía razón, así que no les
quedó más remedio que apretar las dentaduras. Entre tanto, Ezequiel y Teresa
esperaban su respuesta con tensión.
―Está bien ―aceptó Jane por fin, aunque sin dejar su rabia a un lado―.
Hablaré con Aro esta misma noche.
―Sí, pero tenemos que dejar a algunos de los nuestros por los bosques de La
Push y por nuestra casa, no podemos dejar la zona sin vigilancia ―le recordó
mi chico―. Esos magos siguen a lo suyo, no lo olvides.
―¿Cuántos estimas que debemos dejar allí? ―le preguntó mi tío, que ya
estaba reflexionando.
416
―Eso hace que nos quedemos en treinta y cinco para esta batalla ―dijo
Jasper, torciendo el gesto―. Treinta y cinco que se tienen que dividir en
cuatro grupos.
―El grupo de Jacob tiene todas las de ganar ―opinó Emmett―. Él solo
tiene que soplar, como en el cuento de los tres cerditos. ―Y le dedicó una
sonrisa burlona a mi chico.
―Sí, pero te necesito a ti para mi plan ―declaró mi tío. Eso hizo que Leah
gañera, algo disconforme―. Tú eres muy rápido, podrías ir cueva por cueva
para terminar con los licántropos en poco tiempo.
―No es mala idea ―opinó mi padre, que ya había visto el plan completo en
la mente de mi tío―. Es arriesgado, pero no deja de ser la única solución que
tenemos, en realidad. Si queremos terminar con los licántropos de una
manera efectiva, te necesitamos a ti.
―A ver, a ver, explícame eso ―le pidió Jacob a Jasper, haciendo unos
ligeros aspavientos con los brazos en los que mi mano también se vio
implicada.
―¿Me estás diciendo que tengo que ir cueva por cueva para aniquilar a esos
licántropos? ―preguntó Jake, alzando las cejas con algo de escepticismo.
―Exacto.
Mi chico miró al suelo y suspiró, dubitativo.
417
―La decisión está tomada ―habló Carlisle, poniendo un poco de orden―.
¿Cuándo atacaremos?
―Mañana por la noche habrá luna llena, y eso podría dificultar el éxito de
nuestro objetivo. Por cierto, ella no debería venir ―criticó esa arpía,
manteniendo su barbilla en alto―. En su estado sería un lastre.
―Tranquila, que eso no te quite el sueño ―la calmé yo, con sarcasmo―. Mi
pulsera también me protege.
Mi chico volvió a quedarse con dudas y su labio se frunció una vez más.
Maldita arpía. Lo único que quería era que yo me quitase de su camino, pero
ni pensarlo, vamos. Me dieron ganas de lanzarme a ella para engancharme a
su pelo como una fiera.
―Yo puedo volverla invisible ―intervino Ezequiel.
―¿Pero no decíais que esos bichos son inmunes a la magia? ―dijo Jacob,
extrañado.
―Si se usa en ellos, sí. Sin embargo, en esta ocasión la magia recaerá en
Nessie. Ellos no la verán.
―Yo podré verla ―afirmó Jake, para mi alivio―. Supongo que podré ver su
alma, ¿no, Ezequiel?
―Si Jacob puede verla, yo y los lobos también ―añadió mi padre―. Así que
siempre nos podemos avisar unos a otros con algún gesto.
―¿Y cómo piensas transportarla hasta las cuevas? ―La cara de Jane se
iluminó conforme hacía la pregunta, como si se le hubiese ocurrido esta
brillante objeción de repente―. ¿Piensas llevarla colgada de tus fauces?
Apreté mi mano suelta y las muelas. No había caído en eso para nada. Miré a
Jake, que suspiró por la nariz, confuso de nuevo.
―Yo la llevaré en brazos ―se ofreció Teresa―. No sé luchar, así que puedo
ser útil de esta manera.
418
A casa
Jake sacó la mano de mi blusón cuando vio que llegaban frente a nosotros.
―¿Qué pasa? ―se extrañó Jake, y más al ver esa actitud de papá.
―Creo que sería mejor que Nessie no nos acompañase ―dijo con voz suave
y cauta.
―Solo queda una semana para que empiece su octavo mes de gestación
―empezó a explicar Carlisle―. En esta etapa del embarazo ese tipo de
transporte podría ser peligroso. Aunque Teresa intente llevarla con
delicadeza, alcanzaréis una velocidad muy rápida, y los viajes hasta las
cuevas serán demasiado movidos para ella. ―Noté cómo mi rostro reflejaba
esa desazón que empezaba a sentir mi corazón conforme mi abuelo
hablaba―. Además, no me acaba de convencer el truco de invisibilidad de
Ezequiel. Nosotros tampoco la veremos, y aunque Edward o vosotros los
lobos nos aviséis, puede darse el caso de que alguno de nosotros ataque, ella
esté en medio y sea demasiado tarde para evitarlo. Eso sin contar el alto
grado de estrés que le puede causar la batalla. No es aconsejable.
Me quedé muda. No pude decir nada, porque Carlisle tenía razón, y lo sabía.
Y también sabía que era una carga, aunque ellos no lo dijeran para no herir
mis sentimientos. Pero, por otra parte, me daba tanto miedo separarme de
Jacob. Mi mano se fue automáticamente a mi abultada barriga.
¿Qué íbamos a hacer el bebé y yo sin él? ¿Y si nos atacaba Razvan mientras
tanto? Mi horrible pesadilla se instauró en mi cabeza al instante y mi
respiración se agitó algo. Miré a mi marido. Él parecía estar teniendo el
mismo pensamiento que yo, aunque también percibí todo un revoltijo de
dudas.
―¿Y qué propones que hagamos? ―le preguntó Jake, nada conforme,
aunque visiblemente 419
muy preocupado.
―No hay otra solución. Ella debe estar en casa, en un sitio tranquilo y en
reposo ―afirmó Carlisle, contundente.
―Solamente será una noche. Mañana a medio día estarás en casa con ella
―intentó calmarle Jasper.
Jake gruñó, mirando a un lado, dubitativo. Una vez más, yo no supe qué
decir. Era una situación demasiado complicada y yo me encontraba entre dos
aguas.
―Sí, Edward, pero ya has oído a Carlisle ―reseñó mi madre, que también
tenía un lío mental importante―. No… no sé qué será peor, la verdad. Yo no
estoy segura de lo que es mejor en este caso. ―Y metió la mano entre su
cabello, también con inquietud.
Mi padre me miró algo atribulado en cuanto terminé de pensar todo esto, pero
también intuí cierta resignación.
420
―Jake, escúchame ―le rogué, mirándole a los ojos como pude―. Creo que
lo mejor es que me vaya a casa.
Preferí decírselo con palabras, sin usar mi don, porque así él no vería la
debilidad de mis verdaderos pensamientos.
―Carlisle tiene razón, estoy de casi ocho meses, no debería ir con vosotros
―argumenté, confiriéndole a mi voz un tono lo más creíble y confiado
posible―. Esto también podría ser peligroso para el bebé.
Sus preciosos y brillantes ojos negros se clavaron en los míos durante unos
segundos con una resolución que a punto estuvo de hacer que mi corazón
saliese volando, junto con mis mariposas.
―Me gustaría que tú y Bella estuvierais con ella ―le pidió, usando un tono
más bien solemne―. No es que no confíe en los demás, pero sé que vosotros
seréis los que mejor la protegeréis.
―Ezequiel también irá con vosotros. Perdemos a tres aliados muy fuertes
aquí, pero prefiero que la protejáis a ella ―agregó mi chico.
―Leah ―la llamó. La loba gris ya estaba mirándole, como el resto de los
metamorfos, Ezequiel y Teresa―. Avisa a Sam. Dile que hay un cambio.
Ahora Edward, Bella, Ezequiel y Teresa sustituirán a Michael, Nathan,
Daniel y Cheran, ¿vale? Que le diga a esos cuatro que se vengan.
La loba asintió con la cabeza.
―Espera ―dijo mi padre de pronto―. Ezequiel debe quedarse. Para que Aro
acepte incluirle en el tratado de buen grado es recomendable que Ezequiel
participe en esa lucha a su favor. Aro verá su predisposición a la paz.
421
―Bien ―aprobó Jake con un poco más de alivio, aunque aún algo
intranquilo. Se dirigió a la loba plateada una vez más―. Leah, entonces dile a
Sam que vengan Michael y Nathan. Los sustituirán Edward y Bella.
Sabía que lo decía porque iba a tener que llevarme en sus gélidos y pétreos
brazos, nada comparado con los calentitos y cómodos brazos de Jacob.
―Me gustaría que se llamase Anthony ―conseguí decirle con un hilo de voz
tembloroso que intenté evitar, inútilmente.
―¿Anthony?
―Anthony Jacob ―terminé del todo, mirando a mis adorados ojos negros.
―¿Al final te gusta Anthony? ―Su voz sonó muy dulce, y su mano subió
para acariciar mi mejilla.
No me había dado cuenta de que una lágrima se había escapado, hasta que el
dorso de sus sedosos dedos la enjugaron.
Las yemas de sus dedos interrumpieron mi frase al ponerse sobre mis labios.
Luego, las retiró y llevó su mano a mi cintura de nuevo.
―Sí. Tony Jake. ―No pude evitar reírme al recordar ese nombre compuesto
que sonaba tan gracioso, aunque mi risa era muy apagada.
Jacob también soltó una risa débil, pero nuestras sonrisas no tardaron nada en
morirse del todo, y más cuando nuestros ojos volvieron a encontrarse con esa
pesadumbre e inquietud.
422
Unió sus labios a los míos, por fin, y los míos le correspondieron con una
efusividad desbordante. De pronto, estábamos completamente solos,
únicamente podía sentirle a él. Sus manos me apretaron contra su cálido
cuerpo. Me estremecí, las mariposas recorrían todo mi ser, mi corazón latía a
mil por hora, anheloso, frenético, y podía sentir el suyo latiendo con el
mismo ímpetu… Su boca, su abrasador y dulce aliento, sus manos
acariciando mi espalda con avidez, su poderoso cuerpo adosado al mío, todo
me hacía palpitar y me abrumaba…, pero eso hizo que me emocionase más, y
mi nudo saltó. Las lágrimas comenzaron a invadir mi rostro y caían sobre el
suyo, mojándole a él también. No podía explicar lo que sentía en estos
momentos en los que nuestras bocas se enredaban sin descanso, mi corazón
era un revuelto de sentimientos y sensaciones que se extendían por todo mi
organismo. Nos besamos con toda el alma, entregándonos completamente,
con una pasión exagerada, rayana en la locura, presa de esta ansiedad e
inquietud que nos embargaba a los dos. Era como si quisiéramos darnos todos
los besos que nos iban a faltar durante estas horas que estaríamos separados
en uno solo. Mis manos ya no sabían qué hacer para retenerle, para que no
dejara de besarme nunca… Quería estar así para siempre, eternamente…
Sin embargo, los dos sabíamos que teníamos que parar. Con todo el dolor de
nuestro corazón, conseguimos terminar el beso. Dejamos nuestras frentes
unidas para recuperar el aire y la cordura.
―Te quiero. ―La voz le salió más ronca de lo normal, por la emoción que
intentaba ocultar.
―Lo sé ―asentí.
Jacob despegó su frente y me miró a los ojos. Observé los suyos atentamente,
como si nunca los hubiera visto. No quería perderme ni un detalle de ellos.
Eran preciosos, tan especiales. Él parecía estar pensando lo mismo que yo,
aunque a la inversa.
―Sí ―sonreí.
Alzó las dos manos, sujetó mi rostro y me dio un beso corto y dulce que me
dejó sin respiración.
Mamá me tomó de la mano y tiró de mí con ligereza para hacerme andar. Mis
pies se vieron forzados a dar unos pasos hacia atrás y después se
sorprendieron al verse levantados por una fuerza extraña. Era mi padre, que
me estaba cogiendo en brazos. Papá se dio la vuelta, pero mi rostro no dejó
de mirar a Jacob en ningún momento.
Jake intentó sonreír para hacerme la marcha menos triste, sin embargo, su
sonrisa le salió demasiado desvaída. Las facciones de su rostro no podían
engañarme, podía ver lo preocupado que se quedaba. Él seguía sin fiarse,
seguía pensando que lo mejor era que yo me quedase a su lado todo el
tiempo, pero también había cierta claudicación en su expresión, como si no le
quedase más remedio que resignarse a esto, puesto que sabía que Carlisle
tenía razón. Aunque trataba de ocultarlo, yo sabía lo que le dolía dejarme
marchar así, eso me encogía el corazón aún más.
423
Mis ojos ya no podían ver a Jacob, así que no pudieron evitar virar hacia ella.
Su gesto fue muy sutil, pero fue suficiente para que yo lo percibiera y me
hiciera rechinar los dientes.
Allí, en lo alto de la cuesta, Jane alzó su arrogante labio para sonreír con una
satisfacción que me recordó al triunfalismo del día anterior. Mis uñas se
clavaron en la impenetrable y pétrea piel de la espalda de mi padre y la miré
con un odio que me asustó hasta a mí.
424
De nadie
(PARÉNTESIS)
JANE
Volví a observar al Gran Lobo. Ahora estaba acariciando ese enorme bulto de
su queridita esposa. No sé qué podía causarle tanta fascinación y
deslumbramiento, porque en realidad seguramente iba a salir un engendro de
ese vientre, como lo era la madre, algo antinatural y aberrante, algo que no
debería existir.
Mi ira por ella iba creciendo a cada instante. Sentía odio hacia ella, la odiaba
con todas mis fuerzas. Ese engendro podía procrear y yo no. Ese ser tan
insignificante podía darle un hijo al Gran Lobo. El Gran Lobo confiaba su
prole a una mujer como ella, a esa vulgar medio humana. Y sobre todo, esa
medio humana tenía al Gran Lobo y yo no.
La observé. El embarazo hacía de ella un ser más dulce y bello, algo que no
podía soportar. No obstante, y mal que me pesase, tenía que reconocer que
esa mitad humana, mitad inmortal, era verdaderamente hermosa, jamás había
visto una belleza como la suya, aun estando rodeada continuamente de
mujeres vampiros, como yo estaba. Su rostro perfecto, su largo cabello y su
sedosa piel resplandecían luminosidad por todas partes, radiaban esa vida que
solo la sangre es capaz de aportar cuando corre por las venas de los humanos,
pero magnificado sumamente por ser también vampiro. Las humanas estaban
llenas de defectos e imperfecciones, sin embargo, ella no.
Todo en ella era perfecto, su rostro, sus facciones, su esbelto cuerpo, incluso
su largo y abundante cabello, porque gozaba de las virtudes supremas de un
vampiro, pero no era como nosotros. Ella, además, rebosaba vida. Eso hacía
que la detestara aún más. Y ahora también albergaba una vida dentro de ella,
una vida formada con una parte del Gran Lobo.
La raquítica loba gris no hacía más que observarme, y cada vez que yo lo
hacía con la semihumana me gruñía. Era una pena que no pudiera fulminarla
debido a esta incómoda tregua.
425
El Gran Lobo por fin dejó el enorme bulto de su queridita esposa cuando
llegaron ante él, y dejó de prestarle atención.
―Jacob, ¿podemos hablar? ―le solicitó Carlisle.
―Creo que sería mejor que Nessie no nos acompañase ―dijo al fin.
¿Cómo se atrevía?
―Por supuesto que ganaremos esta batalla ―afirmó Felix, sonriendo con
completa confianza―.
Mis ojos se fueron hacia él, fulminantes. Acto seguido se dio cuenta de su
descuido y remendó la compostura, pero ya era demasiado tarde.
―Jamás olvides quiénes somos y a quién servimos ―le advertí con voz
sobria. Se hizo un silencio sepulcral―. Puede que el Gran Lobo sea un ser
supremo y sea muy poderoso, pero solamente es un aliado de los Vulturis.
Nuestros amos son los verdaderos gobernantes del mundo, los únicos que
pueden llevar a cabo tal cometido.
De pronto, escuché lo que quería oír y mis sentidos volvieron a centrar toda
su atención en la dialéctica que se mantenía a unos metros de nosotros.
Reí con auténtico regocijo en mi fuero interno, porque esa vulgar medio
humana por fin se iba a marchar. Mi objetivo cada vez estaba más cerca. Mi
labio se arqueó hacia arriba irremediablemente.
―Me gustaría que tú y Bella estuvierais con ella ―le dijo el Gran Lobo a
Edward―. No es que no confíe en los demás, pero sé que vosotros seréis los
que mejor la protegeréis.
426
―O sea, una vacuna en el mundo de los magos ―dijo Emmett con una
estúpida sonrisa.
―Bien ―elogió el Gran Lobo con más sosiego. Después, se dirigió a esa
raquítica loba de color gris―. Leah, entonces dile a Sam que vengan Michael
y Nathan. Los sustituirán Edward y Bella.
Cómo la odiaba.
Jamás había visto una hermosura como la suya. Mis ojos habían visto
innumerables hombres a lo largo de mi extensa vida, hombres inmortales,
vampiros, seres absolutamente perfectos, superiores, pero ninguno se parecía
a él. No era perfecto en toda su plenitud, por supuesto, eso saltaba a la vista,
sin embargo, su mirada, sus ojos, eran totalmente diferentes a los de los
hombres que acostumbraba a ver. Tenían fuerza y brillo, eran intensos,
profundos, y su color negro reflejaba la luz, llenándoles de más vida. Su piel
también era muy distinta. No tenía el privilegio de brillar bajo el fulgor del
sol, pero era muy caliente y extremadamente suave, tanto, que yo misma
tenía que reconocer que no tenía nada que envidiar a la de un inmortal como
nosotros. Su tez rojiza hacía evidencia de una calidez que era verdaderamente
placentera a la vista, era hermosa. Su rostro era bello, aun con sus
imperfecciones, y su cuerpo era poderoso, fuerte, vigoroso y viril. Pero sobre
todo era el Gran Lobo, el ser más poderoso del mundo, y eso me atraía
mucho más. Ningún otro hombre era el poderoso e invencible Gran Lobo.
Podía entender por qué ella le miraba así, pero él, ¿por qué la observaba de
ese modo? Él era el poderoso Gran Lobo, sin embargo, por muy hermosa que
fuera, ella no dejaba de ser una insignificante y vulgar semihumana. Y
encima era la hija de Edward y de esa soporífera de Bella.
Otra vez me invadió esa rabia, ese odio. ¿Por qué ella, una simple
semihumana, podía gozar de él y yo no? Yo pertenecía a una raza pura,
perfecta, era un vampiro completo, una inmortal, era la mano derecha de Aro,
porque yo también era la más poderosa de mi especie, junto con mi hermano,
¿no debería el Gran Lobo pertenecerme a mí? ¿No era más lógico?
¿Por qué esa adoración? ¿En eso consistía esa tal imprimación?
Mi amo, Aro, me había explicado algo hace tres años, justo antes de atrapar
al Gran Lobo y llevarlo a Volterra. Yo quería saber si tenía alguna posibilidad
de quedármelo si me deshacía de esa semihumana. No le guardaba ningún
secreto a mi maestro, por supuesto, y quería tener su consentimiento. Aro
conocía perfectamente mis pensamientos a ese respecto y sabía que mi lealtad
hacia él y el resto de los Vulturis seguía siendo completamente
inquebrantable. Mi amo me había dado la respuesta: «Mi querida Jane, ese
vínculo tan especial que se profesan el Gran Lobo y su esposa se llama
imprimación, y me temo que es totalmente irrompible. Él no se olvidará de
ella jamás. Ni tú ni nadie puede deshacer ese vínculo tan extraordinario y
asombroso que tiene con la hija de Edward y Bella. Yo mismo he podido ver
en su mente lo fuerte, irrompible y fantástico que es, y Marco lo ha percibido
también. Su vínculo es mágico y espiritual, es totalmente imposible de
romper o deshacer. Además, ya sabes que está perdidamente enamorado de
ella, lo has comprobado por ti misma. Creo que, aunque no hubiera estado
imprimado, su amor por ella sería igual de fuerte. Ahora bien, cabe una única
posibilidad para que le poseas. Se trata del medallón mágico de Nikoláy. Ese
medallón es muy poderoso, pero lo será aún más cuando absorba todo el
poder espiritual del Gran Lobo. Con ese medallón podrás dominarle y hacer
que obedezca a tu voluntad.
«Ya sé que te dije que podías quedártelo, sin embargo, visto los
acontecimientos que han tenido lugar en la batalla, lamento comunicarte que
ahora tendrás que olvidarte de ese asunto, mi querida Jane», me había dicho,
llevando su mano a mi mejilla con una compasión y una lástima que me
había dolido en lo más hondo.
Con la pérdida de aquel medallón mágico todas mis esperanzas por poseerle
se habían visto desvanecidas. El medallón había sido destruido, mis amos
habían firmado ese tratado, y mis únicas opciones de poseer al Gran Lobo se
habían visto abocadas al fracaso y al olvido.
428
Mi odio volvía a ascender, cuando percibí la mirada de Alec sobre mí. Viré el
rostro para observarle y él se acercó a mi oído con el fin de hablarme.
Alec, como el resto de la guardia, sabía que Aro había permitido que me
quedase con el Gran Lobo años atrás, conocía el que había sido nuestro trato
antes de la batalla, sin embargo, siempre había ignorado que era un obsequio
que me concedía nuestro maestro y que lo hacía porque a mí me gustaba. A
él, así como a los demás, se les había dicho en su momento que si yo me
quedaba con el Gran Lobo, era porque Aro me había encomendado a mí su
custodia. No obstante, ahora veía la realidad. Mi hermano hacía buena gala
de nuestro parentesco, era muy inteligente. Mis intentos de antes por
disimular habían resultado inútiles y totalmente innecesarios. Alec estaba al
corriente de todo, sabía que me sentía atraída hacia el Gran Lobo.
―Nos tenemos que ir ya, cielo ―le dijo esa soporífera y aburrida de Bella a
su hija.
Por fin, la semihumana se separó del Gran Lobo, dejándole atrás cuando su
padre la tomó en brazos. Edward comenzó a deshacer el camino que habían
hecho para venir a esta reunión, cargando con su hija, y Bella les acompañó.
Ni el Gran Lobo ni su queridita esposa apartaron la vista el uno del otro en
ningún momento, eso me molestaba profundamente, pero el regocijo que
también sentía por su separación lo cubría por completo.
Sin embargo, yo quería que ella viese mi enorme satisfacción. Mientras ellos
descendían por la pendiente que les había traído hasta aquí, me acerqué a su
rasante. En cuanto ella no tuviese al Gran Lobo en su punto de visión, me
miraría a mí.
Y así fue. Sus ojos oscilaron hacia los míos y entonces le mostré mi sonrisa
complacida. Su cara lo decía todo y mi gozo aumentó. Esa mezquina de Bella
se dio la vuelta y me dejó claro su enojo con un gruñido, sin embargo, lo
único que consiguió fue que sonriera con más satisfacción.
Rechiné los dientes una vez más. Ella no estaba aquí ahora, pero, aun así,
seguía siendo suyo.
Sabía que el Gran Lobo no podía ser mío, mi única oportunidad se había
escapado con la pérdida de aquel medallón. Pero tampoco sería de esa vulgar
semihumana. Nadie decía que yo no podía deshacerme de ella, ni siquiera
Aro me lo había prohibido nunca. Lo único que me impedía matarla era el
tratado. Sin embargo, podía deshacerme de ella con otros métodos que tenía a
mi alcance, sin necesidad de quebrar el tratado, sin necesidad de hacer
absolutamente nada, porque todo venía dado solo, los acontecimientos me
habían favorecido por puro azar, y todo estaba saliendo a la perfección, la
suerte me sonreía.
Nada podía fallar. Thiago no tardaría mucho más en llegar, y él ratificaría que
mis deseos se iban a cumplir cuando me certificase la información que me
había dado ayer. Él y su grupo habían ido a comprobarlo esta misma mañana
y ya estaban de camino hacia aquí. Me iba a deshacer de ella, y todo sin tener
que hacer nada, sin mover un solo dedo, por puro azar. Aro no se enojaría
conmigo, porque no era culpa mía, yo no habría hecho nada, simplemente
habría sucedido, una coincidencia fatal, una desafortunada casualidad. El
Gran Lobo y los Cullen habían tomado la decisión de llevarla a su casa, y yo
no tenía nada que ver, era su decisión. Era perfecto.
429
430
Jacob
Prefacio
431
432
Nessie ya se había ido hacía un buen rato, pero yo seguía mirando con cara
de idiota esa pendiente por la que Edward, Bella y ella habían bajado.
Todavía no podía creerme lo que acababa de hacer, había dejado que ella se
separase de mi lado. Maldita sea. Esto no me gustaba nada. Pero,
¿qué iba a hacer? ¿Qué más opciones tenía? Carlisle había dicho que esto era
peligroso para ella, para el bebé, y tenía razón, este no era sitio para una
embarazada de casi ocho meses, y menos lo que habíamos venido a hacer, así
que tenía dos frentes delante de mis narices, a cada cual peor.
Por una parte, el embarazo correría peligro si Nessie se quedaba con nosotros
en esta batalla, pero, por otra, también sabía que ella y el bebé no iban a estar
tan protegidos si yo no estaba con ellos, lo sabía a ciencia cierta, como sabía
que encima de esas nubes que cubrían el cielo estaba el sol. Y
ahora, después de verla partir, esto me martilleaba los sesos sin descanso,
porque seguía sin gustarme un pelo esta separación. Sí, vale, solamente iban a
ser unas horas, pero malditas horas.
No, no me gustaba nada, esto era un error. Mierda. Menudo dilema tenía
encima.
Estaba histérico, y eso comenzó a notarse en mis pies. Empecé una caminata
nerviosa, impaciente y neurótica que me llevaba de aquí para allá mientras mi
mano enganchaba mi pelo con una mezcla de angustia y malestar. Comencé a
sentir una incertidumbre que incluso me revolvió las tripas. No sé por qué,
pero presentía que esto era un error. Tendría que estar con ella, era lo mejor,
lo sabía…
―Mirad quién viene ahí ―dijo Emmett, echando un vistazo a uno de sus
lados.
Enseguida supe de quién se trataba ese sexto. Era ese contacto que Thiago
había utilizado para espiarnos, ese que era capaz de mimetizarse con el medio
que le rodeaba. Edward había dicho una vez que Thiago le había prometido
un puesto en su grupo a ese contacto si cumplía esa misión. Y la había
cumplido, claro. Machaqué las muelas, mira tú por dónde iba a tener la
oportunidad de decirle cuatro cositas a ese miserable. Y encima no estaba
Edward para incordiarme. De lujo.
433
¡Arg!
Tomé una buena bocanada de aire para desahogar un poco esta tensión que
llevaba dentro y lo expulsé con un suspiro fuerte y contundente. Amarré las
prendas a la cinta y entré en fase. Ya había venido descalzo, así que me
ahorré el tener que enganchar las deportivas a la cinta. Era muy incómodo
llevarlas, de veras, porque siempre chocaban con tu pata cuando ibas a la
carrera y resultaban un incordio, así que, directamente, ya pasé de traerlas. Mi
cabeza enseguida se llenó de las voces de mis hermanos; de los que estaban
aquí y de los que se habían quedado en La Push.
Dime, le dije.
Bien, aprobé, resollando por las napias, todavía nervioso. ¿Qué más?
De acuerdo.
Recordó ese momento del encuentro y pude verla. Su hermoso y dulce rostro
era el vivo reflejo de la preocupación y la intranquilidad, mordía la uña de su
dedo pulgar continuamente. Sabía que confiaba en sus padres, pero que ella
no se sentía tan protegida como conmigo, y también sabía que confiaba en mí
al cien por cien, ella era la primera que lo hacía, pero que, aun así, se
preocupaba por mí. Edward la sostenía en sus brazos y Bella iba acariciando
su hombro, en un intento de calmarla y relajarla.
Sam se dio cuenta de que su recuerdo no era muy alentador para mí, que
digamos, así que se puso a pensar en otra cosa con rapidez para evitar que
viese más, y lo primero que vino a su mente, cómo no, fue la imagen de
Emily y los niños.
No importa.
Odiaba esta situación. Tener que pelear junto con esos desgraciados me ponía
del hígado, y encima, teníamos que pasar parte de la noche con esa chusma
de almas malvas. Menudo asco.
434
¿Qué pa…?
Genial.
Seguramente Doc quería saber la situación que teníamos en La Push, así que
no me quedaba más remedio que cambiar de fase.
La loba trotó desde su posición y se puso junto a mí, dando primero una
vuelta a mi alrededor que me hizo reducir el paso.
¿Qué pasa?
Ten cuidado con la canija, me advirtió. No sé qué es, pero me da que trama
algo.
¿Tú crees?
Creo que está obsesionada contigo, intervino Seth. Si ves cómo te miraba a
ti…
Sí, tío, ten cuidado, siguió Embry. ¿Recuerdas esa película? ¿La de
«Atracción Fatal»? Pues la canija te miraba igual que la protagonista.
La manada rompió el silencio de ese claro con sus aulliditos y gruñidos
jocosos. Idiotas. El grandullón y el rastreador se alertaron durante un instante,
pero recuperaron las composturas enseguida.
Ja, ja, muy gracioso, ironicé. Mira, no estoy de humor para bromas, ¿vale?
Además, tengo que hablar con Carlisle.
Suspiré por los morros una vez más, pero acepté el aviso.
Esto era lo que me faltaba, ahora tenía que andar vigilando y controlando a la
Pitufina, como si no tuviera bastante con soportar este revuelto de nervios
que se meneaba en mi estómago. En fin.
―¿Ya lo habéis organizado todo por La Push? ―me preguntó Doc nada más
que llegué a su lado.
―Sí. Edward, Bella, Tanya, Carmen y Cheran, estarán en casa con Nessie.
Los demás se repartirán entre el bosque que la bordea y el resto de nuestro
territorio, para cubrirlo contra los chupasangres nómadas que vayan.
―Bien, ahora que ya no tenemos ningún incordio más que nos distraiga,
podemos proceder a rematar la estrategia ―vino diciendo Jane, alzando su
barbilla con altanería.
―Oye, ten cuidado con lo que dices, no estoy de humor para gilipolleces
―le solté, machacando 435
No, no estaba de humor para nada. Todavía estaba demasiado nervioso por
haber tenido que dejar que Nessie se fuera de mi lado, y sabía que iba a estar
así hasta que me reencontrara con ella.
―Por favor, Jane, te rogaría que te guardases ese tipo de comentarios ―le
pidió Carlisle con más modales de los que a mí me hubieran gustado, aunque
se le notaba muy molesto.
Ella se limitó a sonreír con arrogancia. Yo apreté los puños, pero Carlisle
prefirió pasar del tema.
―Procedamos a esos remates del plan ―le instó él, manteniendo ese
semblante serio.
La Pitufina le hizo una seña al Zanahorio y este se sacó un papel del bolsillo
que venía doblado en varias veces. Lo desdobló y lo extendió, sosteniéndolo
en alto con sus propios brazos.
Mierda, esto era de lo más incómodo, ahora estaba flanqueado por dos
vampiros de la guardia de esos viejos decrépitos de los Vulturis, aunque,
bueno, la Pitufina era tan baja, que si miraba a mi lado sin bajar la vista no la
veía.
Con que Leah mirase el mapa era suficiente para que todos los demás lo
viesen. Thiago y su grupo eran los que más atrás se encontraban de esta
extraña congregación.
―Tú empezarás por esta cueva ―me dijo la Pitufina con su arrogante voz,
señalándome la «x»
Nosotros somos once, así que nos repartiremos entre las dos últimas cuevas,
junto con el resto de inmortales. Los lobos pueden encargarse de la segunda.
―Un momento, mis lobos son muy fuertes y están bien entrenados, ¿sabes?
―me quejé, mirándola de arriba abajo con desprecio―. Además, ¿quién dijo
que tú mandas aquí?
Esta vez no fue solo Leah la que le rugió. Shubael e Isaac, y algunos de mis
hermanos, se sumaron a su sonora protesta.
―Nosotros somos los más fuertes y preparados ―insistió Jane para volver a
lo de antes, 436
―Perdona, pero nosotros contamos con Kate, por ejemplo, que puede
electrizar a cualquier bicho de esos que se le ponga por delante ―contrapuse,
enfadado.
Suspiré con fuerza y me volví para apartarme un poco de ese meollo, mezcla
de lobos y chupasangres de diferente índole.
Sí, mi manada tenía que comer bien. Yo no tenía ni pizca de hambre ahora
mismo, mis tripas eran un nudo de nervios e intranquilidad, y encima la
compañía que teníamos no era nada grata.
Me dirigí corriendo hacia los mismos árboles, aunque yo para algo muy
diferente. Una vez más, me transformé y salí al claro. Me desconecté de todo
el mundo momentáneamente, aunque dejé a un lobo.
Cheran, ¿cómo va todo por ahí?, quise saber. ¿Ya ha llegado Nessie?
Sí, llegaron hace quince minutos, me reveló. Ya está en casa, así que
tranquilo.
Claro.
Gracias.
El muy torpe casi desguaza el mueble del recibidor cuando lo rozó sin querer,
al entrar tan deprisa, pero atravesó el vestíbulo sin más problemas y llegó a
uno de los sillones de la chimenea, 437
Dice que te quiere, le comunicó Edward a Nessie, sin perder el tiempo con
nuestra estúpida conversación mental.
Creo que será mejor que dejes de acariciar a Cheran, Jacob se está poniendo
celoso, le comunicó Edward.
No me hacía nada de gracia dejar de ver a mi ángel, pero tenía razón. Tenía
que vigilar la zona.
Tanya y Carmen.
Tiene que irse, Jacob, me repitió cuando percibió mi aceptación y vio ese
silencio en mi tarro.
Sí, antes de que estas ganas urgentes de correr hacia Nessie crecieran más y
se hicieran más fuertes.
Ni siquiera me dio tiempo a ver la cara de Nessie por última vez. Mierda.
Caminé un poco y me eché junto a la misma roca en la que había estado con
Nessie no hace tanto. Intenté pensar en otras cosas, sin embargo, no podía
quitármela de la cabeza, ni a ella ni a mi pequeño Anthony.
Anthony. Tenía que reconocer que al principio ese nombre no estaba entre
mis favoritos, y 438
439
Menudo panorama que tengo
delante
No pude pegar ojo en toda la noche. Mi cerebro era una ensalada compuesta
por un poco de nerviosismo, otro de inquietud, un manojo de histerismo y un
trozo de angustia, todo ello aliñado con esta enorme preocupación,
incertidumbre, ansiedad… En fin, una ensalada completa cuyos ingredientes
principales eran Nessie y Anthony.
Pusimos las patas en marcha enseguida, una hora antes de que fuera a salir el
sol. Por supuesto, todos los vampiros ya estaban pululando por allí. La
Pitufina se acercó a Doc y supuse que era para hablar de la batalla, así que me
fui a la arboleda a cambiar de fase y me acerqué a ellos en mi forma humana.
La rubia canija puso mala cara, pero no abrió el pico. Chica lista. En cambio,
Quil y Paul se quedaron encantados con mi contestación, levantaron sus
cabezotas todos contentos.
Este último sonrió con satisfacción, por haberle puesto en la última cueva.
―Ya te lo dije. Aro será infinitamente indulgente en este caso, dadas las
circunstancias y tus condiciones ―me confirmó ella, no sin una pizca de
resentimiento y disconformidad―. Mi maestro ha dado su palabra, y él
siempre la cumple.
440
―Pues si no hay más que decir, es mejor que nos piremos a esa batalla ya
―sugerí―. Cuanto antes terminemos con esto, mejor.
―Estoy contigo ―coincidió Emmett, que el muy feliz no podía sonreír más
y con más entusiasmo.
―Vayamos a por esos licántropos ―le siguió Jasper, aunque este con menos
efusividad, ya sabes, con esa finura típica suya.
Me detuve junto a los Cullen y le hice una señal con la cabeza a Carlisle.
―Nos encontraremos en las cuevas ―afirmó.
Asentí.
Vamos, le dije a mi manada, ya echando la pata hacia delante para iniciar una
carrera.
Mis músculos, huesos y tendones trabajaban sin descanso para llegar a esa
dichosa cueva lo antes posible, y mis patas se hundían en esa tierra con
precipitación. Quería terminar con esta porquería cuanto antes para irme a
casa, junto a Nessie y Anthony. Esperaba que Edward estuviera atento a todo
lo que sucedía aquí, pero que lo estuviera más con lo que pasaba por allí.
Hola, Jake. Bien, todo bien. Por aquí todo está tranquilo.
Pues no lo sé, tío, porque llevo patrullando alrededor de vuestra casa toda la
noche y no he entrado dentro, confesó. Supongo que estará durmiendo.
¿Quieres que entre y lo compruebe?
No, no, déjalo. Si estaba durmiendo, no quería que se despertase. Mejor sigue
rondando por ahí fuera.
De acuerdo.
Si hay alguna novedad, ya sabes, avísame de inmediato, le pedí.
A la orden.
Vale. Bueno, os digo lo mismo que a Cheran. Si hay alguna novedad, por
pequeña que sea, decídmela.
Bueno, en silencio era un decir, claro, porque mi sesera era todo un cóctel de
pensamientos diversos. Entre los míos y los de toda la manada, esto era un
caos total. Uf, menos mal que estaba acostumbrado. Cada uno iba a su bola.
Algunos de mis hermanos estaban concentrados en la batalla, otros ―la
mayoría― iban pensando en lo molesto que era ir con los chupasangres de
Volterra, y luego estaba Quil, que no hacía más que darle vueltas a algún
asunto con Claire. Nadie sabía de qué se trataba con seguridad, ya que él
mismo no quería pensar en el tema, pero todos 441
sabíamos que había pasado algo, porque, aunque él no quería recordarlo, ese
asunto que le preocupaba no hacía más que rondarle por la cabeza. Eso sí,
todos pasamos de preguntarle. Si él no quería pensar en ello, ninguno íbamos
a obligarle a hacerlo. Ya nos lo contaría, o en algún momento se le escaparía,
lo cual era mucho mejor y más divertido, porque así le pillabas in fraganti.
Vale, vale.
Qué carácter. Bueno, pues nada, si no me lo quería contar, tendría que seguir
a lo mío. Y eso hice.
Continué galopando a todo lo que daban mis patas por ese terreno que ya era
totalmente empedrado y que también empezaba a ser empinado. Me fijé en
ese arroyo que estaba buscando.
Según el mapa, a partir de aquí debía dirigirme hacia el este, así que viré un
poco hacia mi derecha para seguir corriendo.
Genial.
Pensé en que esos bichos tenían que ser muy hábiles, si habían podido escalar
por aquí, pero no sé qué se esperaba el idiota de mí. Eran capaces de moverse
por los árboles como si fueran monos,
¿no? ¿Cómo no iban a poder subir por una montaña? Tenían manos con las
que agarrarse bien, no eran como yo.
Por fin, encontré una especie de camino. Era muy estrecho, y la propia
montaña lo atosigaba más con esas paredes verticales llenas de salientes,
resaltes y relieves que parecía que se te iban a caer encima y espachurrarte,
pero me las arreglé para poder moverme por ahí.
Se veía todo el Parque Nacional de Olympic a vista de pájaro, con todos sus
árboles y bosques a tamaño miniatura, lo que pasa es que, claro, cuando uno
va moviéndose por un caminito por el que te tiemblan las patas, ese paisaje
pasa a ser escalofriante, y encima, todavía estaba oscuro.
Mierda.
442
Jake, vamos a entrar en la tercera cueva, me anunció Leah, y sus pupilas así
me lo mostraban.
Vale. Tened cuidado, y no olvidéis las técnicas que nos ha enseñado Jasper.
¡Ya estamos en la cuarta, Jake!, dijo Sam de pronto, con prisas. ¡Esa Jane ha
entrado sin esperar a nadie y hemos tenido que hacer lo mismo para que no
nos estropease el factor sorpresa!
¡Maldición!
Aun así, me pasé la torta de tiempo recorriendo ese camino angosto que cada
vez era más empinado e incómodo debido a los numerosos peñascos que
sobresalían de la pared rocosa y que se alzaban por encima de mi cabeza.
Incluso la mañana ya estaba llegando, trayendo consigo más claridad, aunque
el día se anunciaba nublado, por lo que estaba tardando más en amanecer.
¡De acuerdo!, pudo responderme Leah, que ya le estaba clavando los dientes
a uno de esos licántropos en el brazo.
Por fin, llegué a la dichosa cueva. Ahora era mi turno. Entraría de improviso
y los fulminaría a todos con un ataque de mi elipse, incluidos esos detestables
rumanos.
443
Se iban a enterar. Ellos querían secuestrar a mi ángel para utilizarlo, y tal vez
matarlo…
¿Qué demonios era esto? ¿Dónde estaban esos malditos rumanos y sus
licántropos?
Jake, ¿qué ocurre?, quiso saber Quil, que seguía esquivando a diestro y
siniestro.
Parece que no hay nadie, pero la peste que hay aquí es reciente, desvelé. Voy
a mirar, a ver si veo algo.
La oscuridad hacía de ese sitio un lugar totalmente lúgubre, pero mis pupilas
se adaptaron enseguida a esa situación. Mis ojos estaban bien preparados para
ver en la noche. Mis patas empezaron a pisar el agua que sudaban las paredes
y que terminaba en el suelo a modo de un alargado charco estanco. Este se
extendía a lo largo de la cueva como si fuese una alfombra y podían
escucharse los continuos goteos del agua cuando caían sobre la misma.
También se oía otro ruido de agua, como el de una catarata, aunque era
bastante lejano. Eso, y el suave viento que rozaba la boca de la cueva, era lo
único que se escuchaba.
Apreté la dentadura.
Olisqueé el aire, intentando seguir ese asqueroso olor que ya se parecía más
al hedor. Puaj, era insoportable.
444
el poder?!
¡Mierda!
Nada, solo eran unos malditos murciélagos, le revelé mientras veía cómo esos
bichos se perdían de mi vista. Voy a seguir inspeccionando la cueva.
Ten cuidado.
Continué caminando sigilosamente por esa cavidad que se abría paso por
dentro de la montaña, pisando esa agua helada. Los enormes huecos que se
iban presentando ante mí y que formaban la misma caverna se extendían
hacia arriba, formando una irregular y alta cúpula repleta de esas delgadas
formaciones de piedra calcárea que colgaban del techo como afiladas lanzas.
Esas retorcidas y amenazantes estalactitas parecía que se te iban a caer
encima, de veras. El suelo también estaba lleno de las prehistóricas
estalagmitas que despuntaban hacia arriba, pero no por el charco por el que
yo caminaba.
Entonces, escuché un ruido. Fue muy sutil, casi imperceptible, pero lo oí.
Me dirigí hacia allí con mucho, mucho cuidado, agazapándome como lo hace
un tigre cuando caza. Y, de pronto, sucedió lo que yo esperaba.
Uno. Ya tenía localizado a uno de quince. No era mucho, pero era mejor que
nada.
Abrí mis fauces y le mostré bien la dentadura al tiempo que rugía con
contundencia, dejándole claro quién era el fuerte aquí. Mi rugido atronó por
toda la caverna, haciendo eco en todos los paramentos rocosos que la
conformaban, y se escuchó a otra bandada de murciélagos huyendo
precipitadamente por la lejana boca de la cueva.
Eché a volar detrás de él, provocando que mis patas hicieran estallar esa agua
que pisaban.
Ese gusano comenzó a meterse por unos túneles de techos altos que seguían
un patrón muy parecido al del resto de la cueva, solo que no tenía estalactitas
ni estalagmitas. Se movía en zigzag de galería en galería, a gran velocidad,
esquivando los paramentos rocosos que las dividía mucho mejor que yo, que
prácticamente me los comía todos. No tenía ni idea de adónde demonios me
llevaba, pero me daba exactamente igual, no tenía ni pizca de miedo. Me
cargaría a aquel que se me pusiese por delante solo con rozarle con mi círculo
de fuego.
Cretino. Tuvo suerte. Justo cuando mi elipse le iba a azotar, hizo un quiebro
para cambiar a otra galería y esta se estampó contra la pared de roca. La
piedra salió despedida en miles de pedazos. Ese monstruo se había librado
por los pelos. ¡Maldita sea!
El sonido del agua de la cascada sonaba cada vez más cerca, qué digo más
cerca, ¡ya era inminente! ¡Ay, Dios! Cuando giré la esquina, tuve que obligar
a que mis patas frenasen en seco para no salir volando.
¿Dónde diablos se habría metido ese maldito licántropo? ¿El muy tarado se
habría lanzado al vacío, atravesando la cascada?
¡Mierda!
Fui capaz de adquirir mi forma humana durante la frenética caída libre, sin
embargo, me di un buen mamporrazo en el hombro contra un saliente de la
montaña. El crack ya fue todo un anuncio, pero tampoco me dio tiempo ni a
sentir el punzante dolor. En menos de un latido de corazón, el final de la
cascada me engulló, sumergiéndome en el agua con furia.
446
En vez de seguir a las burbujas, me sumergí más. Esa era la única manera de
salir de esos endemoniados remolinos.
Me costó un triunfo, y más con ese hombro, pero, ¡uf!, finalmente conseguí
deshacerme de ellos buceando un poco por el fondo, y ahora sí, en cuanto
dejé atrás ese torrente de la catarata, comencé a seguir el camino tomado por
las burbujas hacia la superficie.
Mis ojos se abrieron como platos cuando vi la estampa que tenía frente a mis
narices.
El día ya era claro del todo, aunque había unos nubarrones considerables que
lo hacían oscuro.
―¿Qué haces en mi territorio? ―habló el líder de los licántropos con esa voz
gutural que retumbaba en su garganta, antes de que me decidiera a cambiar de
fase.
Vaya, parece ser que todavía no sabía que las otras cuevas habían sido
invadidas por nosotros.
―Te repito que este no es tu territorio, sino el mío, así que no tengo que
reclamarte nada ―afirmé, clavándole una mirada amenazante. Sus peludos y
enormes compañeros volvieron a protestar, pero me dio exactamente igual.
Ahora mismo no podía perder más tiempo con charlas estúpidas, así que fui
directamente al grano―. Vengo a mataros ―gruñí, aumentando mi
agresividad.
447
―Él se marchará con ella y ese trío de magos romperá su alianza. Eso les
hará débiles y podremos vencerles ―siguió desvelando―. Sabemos que ella
es lo único que Razvan aceptará como pago.
Rechiné las muelas con más que ira. Podía ser que la Pitufina nos hubiese
engañado, o quizá en realidad desconocía ese dato, porque Edward no había
detectado nada en la mente de la canija.
¡Maldito miserable! ¡Esto era el colmo! ¡Una palabra más y lo mataría con
mis propias manos!
―Has hecho una alianza con el bando equivocado ―siguió―. Los Vulturis
ya forman parte del pasado. El futuro es de Vladimir, Stefan y los licántropos
de nuestra especie. Si tú y tu manada os unís a nuestro bando, seremos
completamente invencibles. El mundo será nuestro.
¡¿Pero qué coño decía?! ¡¿Estaba loco o qué?!
¿Pero qué cuernos les pasaba a todos estos cretinos con el poder? ¿Es que
había un virus o algo así? ¿Y por qué todos querían meterme a mí en el
medio? Vale, era el Gran Lobo. Maldita sea,
¡maldita sea mil veces! Estaba mejor cuando era un lobo normal. A mí me
importaba una mierda todo eso del poder, lo único que yo quería era vivir
tranquilamente con mi familia.
―¡Me importa una mierda todo eso del poder, ¿me oyes?! ¡Lo único que
quiero es que nos dejéis vivir en paz de una maldita vez! ―le grité, ya sin
aguantarme.
―Si te unieras a nosotros, ya no nos haría falta hacernos con tu esposa para
entregársela a Razvan ―intentó convencerme, ahora usando un tono
amenazante que hizo que la lengua de fuego comenzase a recorrer mi
columna vertebral, sin vuelta atrás.
hacia delante.
¡Estoy bien!, les comuniqué al tiempo que erigía mi círculo de luz brillante y
lo volvía de fuego.
Los bordes del río se convirtieron en un caos total. Los licántropos iniciaron
una huida desesperada para tratar de esconderse en las rocas más cercanas.
Malditos cobardes. Sus vahos azulados rezumaban por encima de sus
cabezas, sabían de sobra que este podía ser su fin. Y lo iba a ser.
No me hacía falta ni moverme del sitio. Sin más dilación, bombeé el círculo
de fuego hacia fuera, extendiéndolo en redondo, como si se tratase de la onda
expansiva de una bomba nuclear. Podía ver todas las almas malvas
perfectamente, y mi círculo de fuego alcanzó unas cuantas en la primera
tirada.
449
En cuanto escuché el inicio de ese repentino estrépito, miré hacia arriba con
precipitación.
¡Mierda!
Mi primer acto reflejo fue intentar apartarme, así que, con rapidez, pegué un
salto hacia la orilla para esquivar esos endiablados pedruscos. Mi intención
era crear mi barrera de fuego a la vez, sin embargo, uno de los monolitos se
me adelantó y me alcanzó, colisionando en mi cabeza. Me estampé de morros
en ese terreno de tierra y cantos rodados que conformaban el margen del río,
y la grande roca que me había golpeado se cayó a mi lado, desplazándose un
par de metros más allá.
El impacto fue brutal, pero antes de que empezase a sentir el mareo conseguí
erigir mi círculo de luz brillante y lo calenté como el fuego inmediatamente.
El resto de los enormes bloques de piedra no tardaron mucho más en llegar,
pero, para mi fortuna, se estamparon contra mi barrera en llamas y se
desintegraron al instante, ni siquiera sus cenizas me tocaron.
¡Jake, ¿qué pasa?! ¡Te estamos perdiendo el hilo!, escuché que me decía
Embry. Y su voz sonaba tan lejana.
Intenté ponerme en pie por todos los medios, pero mis patas me zarandeaban
de aquí para allá como un tarambana, ni siquiera era capaz de mantener mi
barrera en condiciones, así que me desplomé en el suelo otra vez.
Maldición…
―Sí, gracias, Billy ―le contestó ella, se notaba que con una sonrisa.
Últimamente solía traer a Nessie a La Push con más asiduidad, para que ella
se relacionase con gente más normal, así no podría usar tanto su don y se
vería obligada a hablar. Nessie solamente tenía ocho meses, pero físicamente
tenía unos seis años, y seguía sin querer comunicarse en voz alta. No quería
que se convirtiera en una rara. Con Charlie tenía que utilizar su voz, sin
embargo, la muy pillina trataba de hablar lo menos posible, y encima su
abuelo se lo consentía todo. En cuanto Charlie veía los ojitos que le ponía
Nessie porque le incomodaba hablar, ya no podía resistirse, así que con él
siempre se escabullía. Reconozco que a mí también me costaba un triunfo no
sucumbir cuando me clavaba los ojitos de esa forma, pero también miraba a
su futuro.
Edward prefería que Nessie empezara a comunicarse en voz alta en casa, bajo
su protección y supervisión, sin embargo, para mí lo mejor era que ella se
acostumbrara a hablar con gente menos conocida, para que fuera perdiendo
esa vergüenza. Ya teníamos bastantes discusiones cuando le daba las
lecciones de Historia a Nessie, porque con el tema de los indios no se paraba
mucho; nos dejaba muy bien y eso, sí, pero no se explayaba demasiado, y yo
quería que ella conociese bien la verdadera cara de la moneda, aunque para
mi desgracia siempre tenía que aguantar eso que 450
―Aquí tienes.
―Gracias.
Cerré las puertas del armario de mi cuarto y caminé hacia la salida para
dirigirme a la sala de estar.
―Oh, sí. Ahí era un renacuajo ―rio Billy―. Tenía tus mismos…, bueno, tu
misma edad.
―Era un niño muy guapo ―exhaló, y parecía bastante maravillada.
Entré en la sala y por fin vi lo que estaban haciendo. Nessie estaba sentada en
el sofá, y a su lado se encontraba mi padre, que había estacionado la silla
justo donde el brazo del asiento para poder mirar ese álbum de fotos familiar
que Nessie sostenía en su regazo.
Las piernas de Nessie colgaban del sofá y sus pies no llegaban al suelo,
incluso el grande y viejo álbum abultaba más que ella, aunque sus brazos
aguantaban las pesadas tapas de cuero marrón sin ningún esfuerzo. Sus
adorables ojos observaban las fotografías con mucho interés y atención, y su
boca esbozaba una de sus preciosas sonrisas.
Se bajó del asiento con un brinco, posando el álbum abierto en la mesa que
teníamos enfrente, se giró hacia mí y se subió a mi regazo con otro ágil salto.
Mis brazos ya estaban abiertos para recibirla. Se enganchó a mi cuello, me
dio un dulce y efusivo beso en la mejilla y acto seguido apoyó la suya en mi
hombro, apretando su abrazo, mimosa.
Me reí y me incliné hacia delante para coger el álbum. Ella se aferraba bien a
mi cuello y su pequeño cuerpo pesaba muy poco, así que no me costó nada
acceder al mismo. Lo cogí y lo posé donde antes había estado sentada Nessie,
sosteniéndolo en pie con una mano para que pudiera seguir viéndolo,
mientras ella ya apoyaba la mejilla en mi hombro de nuevo.
―Mira, aquí estoy en la escuela, con mis compañeros de clase ―le desvelé,
sonriendo con algo de añoranza a la vez que le señalaba la fotografía con el
dedo―. Solo iba a tercer grado.
―Sí, siempre lo tuve largo ―sonreí yo también―. Bueno, hasta que empecé
con las transformaciones, claro, a partir de ahí ya tuve que cortármelo por
comodidad.
―Sí. Vaya pintas que tenían, ¿eh? ―me reí―. Mira Embry qué flacucho
estaba.
―¿Y esta mujer tan guapa? ―Nessie se despegó de mí otra vez para
indicarme la fotografía, aunque no hubiera hecho falta para saber a quién se
refería.
―Esa es mi madre ―respondí con una voz que me salió más baja de lo que a
mí me hubiera gustado.
―Sí.
Ya no hizo más preguntas. Era increíble, por su corta edad, pero ya sabía lo
que me dolía recordar eso. Ella se entristeció por mí, lo vi en sus ojitos, sin
embargo, volvió a observar la fotografía.
―Era muy guapa ―murmuró sin dejar de mirarla―. También tenía el pelo
muy largo y bonito, como tú. ―Giró su rostro de porcelana hacia mí para
clavarme esos ojitos de nuevo―. Te pareces mucho a ella. ―Y desplegó una
sonrisa tan tierna, que no pude evitar correspondérsela.
―¿Quieres ver una foto que tengo con tu madre? ―le propuse, sonriéndole.
―Ajá.
―Tu pelo es largo. ―Su carita se concentró para observar si eso que se veía
por detrás era una coleta.
Pensé en lo que había cambiado mi vida desde que ella estaba a mi lado, en
todo lo que había mejorado. Solo habían pasado ocho meses desde su
nacimiento, pero Nessie había curado mi corazón por completo.
Sentí un fuerte tirón en la cola. ¿Nessie me estaba tirando de la cola? Un
momento. ¿Cómo me iba a tirar de la cola si estaba en mi forma humana?
Entonces, me di cuenta. No era Nessie la que me estaba tirando del rabo.
¡Malditos!
Enganché a ese desgraciado con mis dientes por el brazo y me volteé deprisa
cuando dejó mi cola. Me rugió en todo el careto, expeliendo ese aliento más
que nauseabundo, y se revolvió, pero antes de que su puño llegase a mi cara,
solté mi elipse y le fulminé en una fracción de segundo.
Me quedé con su peludo brazo en la boca, que fue lo único que sobrevivió, y
lo escupí a un lado.
Puaj.
Gusano…
A su asqueroso vaho azul casi no le dio tiempo ni a salir por su cabeza. Sin
retirar mi barrera de fuego, y de una forma automática y súbita, solté mi
elipse en su dirección. Se había ocultado tras un peñón, el muy cobarde…,
pero mi poder espiritual le alcanzó igualmente. Conseguí virar mi elipse a
tiempo para esquivar la roca y le di de pleno. Ya le había cogido el tranquillo
al manejo de mi poder espiritual, así que esto ya no era un secreto para mí.
Me volví hacia ellos con furia. Ya estaban tratando de escapar, los muy
canallas, corrían hacia las laderas para escalarlas, seguramente para tratar de
huir por algún agujero de la montaña. Y
¡Ja! Ni hablar.
Los alaridos fueron cortos, mi círculo de fuego los fulminó en cuanto rozó
sus repulsivos cuerpos.
Bien, los grupitos de cenizas ya me indicaban que tenía a cinco más que
añadir a la lista. Ahora solamente me quedaban… ¿Uno? ¿Dónde demonios
estaba su líder? Observé bien toda la zona, pero no había ni rastro de él,
solamente estaba ese único licántropo que se había refugiado en una de las
zanjas naturales del margen del río y que acababa de echar a correr hacia la
montaña. ¡Maldita sea!
Rechiné los dientes, sin embargo, tenía que continuar con mi ataque. El único
licántropo que quedaba ya estaba saltando por la ladera de la montaña y se
metió por un agujero.
Vale, genial. Otra vez tenía que escalar y meterme en alguna cueva.
Corrí por la orilla y salté al paramento inclinado de piedra para reptar hacia la
pequeña entrada de esa cueva. La zona estaba bastante empinada, así que no
me quedó más remedio que brincar de saliente en saliente como pude para
procurar acceder al agujero. Guay. Ahora sí que parecía una cabra. Me costó
un poco, ya que la humedad que desprendía la estrepitosa catarata 453
La boca de esta caverna era muy ajustada para mi cuerpo, aunque conseguí
pasar por ella al agacharme y arrastrarme hacia su interior. Me sentí un poco
como la niña de Alicia en el país de las maravillas cuando persigue al conejo
y se mete por un agujero estrecho. En fin.
El caso es que pasé. El agujero por el que había entrado era pequeño, sin
embargo, el interior era muy diferente. La gruta presentaba unos techos
mucho más altos que los que había visto en la caverna de antes, y estos
también estaban llenos de esas lanzas de punta calcáreas. La cueva era muy
amplia y abierta, aunque había varios tabiques naturales de piedra que
producían unas divisiones en esa enorme estancia, creando algunas cámaras
diáfanas que a su vez estaban comunicadas entre sí.
Comencé a caminar por la gruta con paso decidido, aunque discreto, para que
me oyese lo menos posible. Olisqueé ese húmedo aire y después pasé a
hacerlo con el rocoso suelo. Su repulsivo rastro de amoniaco era toda una
señal luminosa para mí, así que lo seguí. Moví las orejas en varias
direcciones para escuchar cualquier sonido, por mínimo que fuera. Aparte de
la cascada de fuera, de los apresurados y rítmicos latidos de los murciélagos
que habitaban aquí y de los goteos incesantes que se repartían por toda la
caverna, no se oía nada más. Avancé lentamente y poco a poco fui rastreando
esa zona.
De pronto, me percaté de algo. Una luz malva salía de detrás de uno de los
tabiques naturales de piedra, y no solo eso, un vaho azulado rezumaba hasta
la cúpula de estalactitas.
Rugí adrede para hacer saltar a ese desgraciado mientras mis cuatro patas ya
aterrizaban en el suelo. El licántropo salió de su escondite, pero, para mi
sorpresa, no huyó, sino que se lanzó a por mí.
¡Ni lo sueñes!
454
¡Genial, Jake! ¡Ya has terminado con la primera cueva!, alabó Seth.
Ese idiota lo estaba pasando como los indios, nunca mejor dicho.
Recordé al líder de los licántropos. Esa alimaña había logrado escapar, pero,
¿adónde? Apreté las muelas con rabia y furia, pero ahora mismo no podía
perder el tiempo con eso. Ya iría tras él en otro momento. Me fastidiaba
mucho tener que dejar este asunto así, pero no tenía opción. Además, él ya no
contaba con ninguna manada, así que no podía ir a por Nessie en solitario. Y
aunque se reuniera con Vladimir y Stefan en algún sitio daba lo mismo. Esos
rumanos ya no tenían ejército de licántropos, así que solo serían tres, y
ninguno disponía de poderes ni de ningún don. Nessie estaba muy bien
protegida y nuestros bosques muy bien vigilados. No tenían nada que hacer.
455
Mis patas no hacían más que corretear por esa dichosa montaña con prisas.
Maldita sea, me había perdido. El tema es que había salido despedido de la
primera cueva, atravesando la cascada, y después no había podido regresar a
esa misma caverna, con lo cual, tuve que arreglármelas para salir de la otra
gruta, esa en la que había aniquilado al último licántropo. Y, claro, la salida
estaba por otro lado, ya no daba al camino por donde había venido.
Genial.
Podía escuchar el ruido de la catarata, eso me dio una pista. A ver, el río lo
tenía situado en ese mapa imaginario, quedaba a la izquierda de la montaña, y
si tiraba por aquí… Sí, si me dirigía en esta dirección, el sonido del agua se
correspondía con la orientación del plano.
¡Eso es!
Idiota. ¿Y yo qué culpa tenía de lo que había pasado? Encima que toda la
responsabilidad caía sobre mí. Bufé.
Estos últimos se manejaban bastante bien, tenía que reconocerlo, pero mis
lobos tampoco tenían nada que envidiarles. Eleazar demostró que una vez
perteneció a un ejército, aunque este fuera la guardia de esos viejos
decrépitos de los Vulturis. Teresa fue la que más me sorprendió.
Bueno, vale, estaban Edward y Bella, y Nessie no iba a estar mejor con nadie
más que con ellos.
Me sacudí la cabeza.
Cheran, ¿cómo va todo por ahí? ¿Cómo está Nessie?, quise saber, ya un poco
ansioso.
Bien, todo bien, respondió él inmediatamente. Por aquí la cosa está muy
tranquila. Nessie está en la sala de estar, ¿quieres que entre allí y la mire?
De acuerdo.
Por aquí no haríamos más que bostezar si no fuera por el jaleo que tenéis ahí,
me informó.
Hemos divisado a tres nómadas, pero están fuera de los límites de la tribu, me
comunicó.
Continué descendiendo por esa empinada cuesta, hasta que mis patas
agradecieron que por fin la superficie se volviera más llana.
De refilón y de soslayo, observé ese trecho por el que había bajado. No,
desde luego esto no era para una embarazada de casi ocho meses. Por mucho
que Teresa evitase los movimientos bruscos, había zonas en las que era
imposible no tener que saltar o brincar para salvarlas, así que Nessie lo
hubiera notado, en sus brazos. Resoplé por las napias, resignado, aunque
seguía sin quitarme de la cabeza ese sentimiento insistente de que tenía que
estar con ella. Mierda.
Accedí a una zona más arbolada y ahora ya sabía por dónde tenía que ir para
llegar a la segunda cueva, así que a partir de ahí me vino todo rodado. Bueno,
todo no, porque en una de estas, una rama se enganchó a la ropa de mi cinta y
tuve que detenerme cuando sentí el fuerte tirón. Casi me caigo, ¿sería idiota?
Recorrí ese tramo de bosque durante un rato y después salté a un risco que
iniciaba otro sendero por otra inclinada cuesta de piedras y más baches.
Estupendo.
Volví a pelearme para escalar, como me había pasado con la primera caverna,
aunque esta pendiente era menos empinada y más corta, para mi alivio.
Llegué a otro camino empedrado y ya divisé la segunda cueva, a lo lejos.
Visualicé los fulgurantes brillos de las almas puras que había al fondo, estas
iluminaban una de las paredes rocosas, indicándome que ya se encontraban al
girar esa esquina, aunque, bueno, los rugidos, chasquidos y demás ruidos de
la pelea ya me indicaban su emplazamiento.
Genial, ya empezábamos.
Ambos asintieron.
Suspiré.
¡Genial, Jake!, alabó Nathan, moviendo la cabeza hacia arriba para emitir
unos aulliditos y gañiditos tontos de entusiasmo.
No os emocionéis tanto, todavía quedan dos cuevas, objeté. Así que venga,
vamos.
Asintió.
Ese Demetri no hacía más que mirarme con recelo. Bueno, no era el único.
Sus tres colegas también me observaban con desconfianza y diría que incluso
con cierta tirria. Idiotas.
Torcí el morro, pero, en fin, si le llamaba “el rastreador”, era por algo, ¿no?
Bueno, es decir, ese era su don, así que seguramente conocía ese atajo.
Todos los vampiros que nos acompañaban iban delante de nosotros. Ese
Demetri avanzó con maestría y agilidad por los diferentes bloques de rocas
que se iban presentando a nuestro paso, precedido por sus compañeros, que
también presumían de sus aptitudes. Estúpidos chupasangres.
Lo sé, pero aguantad un poco, les pedí. Ya queda menos para terminar con
esta mierda. A medio día ya estaremos en casa.
Ugh.
Oye, haz el favor. No tengo ganas de ver una película porno a estas horas,
protestó Quil.
Todos nos extrañamos al instante. ¿Qué le pasaba a Quil? Ya estábamos más
que acostumbrados a ver este tipo de recuerdos, me refiero a algún fogonazo
que se escapaba de vez en cuando, claro, porque todos evitaban pensar o
recordar este tipo de intimidades, lo que pasa es que era inevitable que alguna
cosa se escapara en un momento dado, sobre todo si el tema había ido bien.
Yo tenía suerte, porque siempre que venía a mi mente algún recuerdo de este
tipo me desconectaba al instante y podía recrearme a gusto, ja. Ventajas de
ser el Gran Lobo.
458
¿Qué pasa contigo?, se quejó Embry. ¿Desde cuándo te molestan tanto estas
escenas?
El tarro de Quil soltó unos chispazos de imágenes en las que salía Claire,
pero todo era muy confuso y él lo detuvo de inmediato, así que ninguno
pudimos distinguir nada de nada.
Leah era muy ágil y rápida, tenía mareado al licántropo que se las tenía que
ver con ella, y Seth, Collin y Jared estaban peleando como auténticos jabatos.
Al igual que les había pasado a los hombres lobo de la segunda cueva, estos
se sorprendieron al ver cómo irrumpía aquí repentinamente. Quince vahos
azulados ascendieron como cohetes. Uno de ellos alzó la cabeza súbitamente
hacia el hueco de arriba.
Oh, oh…
¡Cuidado, quieren escapar por ahí!, avisé, profiriendo un rugido que llevaba
una clara dedicatoria para esos licántropos.
Hice que mi círculo brillante se volviera rojo y ardiente al mismo tiempo que
mis lobos saltaban como podían hacia las paredes de roca, encaramándose a
los salientes, para que los licántropos no escaparan por allí, aunque algunos
ya habían iniciado la huida.
Sin más dilación, solté el círculo y lo empujé con furia, haciendo que este se
desplegase con esa onda expansiva en el que el núcleo era yo. Los 360 grados
de mi alrededor comenzaron a ser recorridos por ese viento de fuego a la
velocidad de la mismísima luz.
Ups.
Sí, ya los había visto. Esos tres escalaban por las paredes que daban al gran
agujero del techo con mucha rapidez. Parecían esas lagartijas que reptan por
los muros de piedra.
Empecé ese juego del tiro al blanco sin perder más tiempo. Tenía que irme a
casa lo más pronto posible. Nessie y Anthony necesitaban mi protección, lo
sabía, lo sentía.
Vale, ya está, les interrumpí, apurado por pirarme de allí ya. Vamos a la
cuarta cueva.
―De acuerdo, nos veremos las caras cuando termine la batalla ―afirmó,
mirándome con ojos desafiantes.
Sí, desgraciadamente, esto tendría que esperar, porque primero teníamos que
terminar con los licántropos de la cuarta cueva. Nessie me esperaba en casa, y
ella era lo primero para mí.
460
Por fin, ¡por fin! Un momento, ¿pero
qué es esto?
Ya quedaba muy poco para llegar a la cuarta cueva. Ese cretino de Thiago y
su grupo de matones ya estaban reunidos al completo, y ahora se encontraban
a nuestras espaldas, junto con el único chupasangres perteneciente a la
guardia de las momias de Volterra que estaba aquí: el rastreador. Yo iba en
cabeza, dirigiendo esta extraña y singular expedición, y me flanqueaba mi
manada, que se disponía en formación, con Quil y Embry a mis dos lados.
Carlisle corría justo detrás de nosotros, y lideraba a Esme, Teresa, Ezequiel,
Eleazar, Kate y Garrett.
Ahora nos teníamos que reunir con Sam, Shubael, Isaac, Paul, Jasper, Alice,
Rosalie, Emmett, el grandullón, el Zanahorio y los Pitufos, los cuales seguían
luchando en la cuarta cueva.
Mientras galopábamos como el viento, una voz destacó sobre los demás
pensamientos que atolondraban mi cabeza.
Jake.
Dime, Brady.
¿Recuerdas a los tres nómadas que teníamos fichados? Pues no son tres,
hemos descubierto que en realidad son cinco, me comunicó con tranquilidad.
Creemos que están rondando por la zona por lo de siempre, para enfrentarse a
ti. Así que vamos a terminar con ellos ahora. Si ven que no estás, se largarán
y se correrá la voz. Si otros chupasangres se enteraran de que no estás en la
tribu, podrían aprovechar para atacarla. Y si vienen demasiados, no podremos
contenerles sin ti, aquí solo somos cinco.
Eso sin contar con que los magos podrían enterarse de tu ausencia, añadió
Aaron, que también estaba en el grupo de Brady.
Vaya, debían de estar muy aburridos, porque en cuanto dije esto echaron a
volar en dirección a los nómadas.
A ver si ya llegamos a esa maldita cueva, resopló Jared. Quedé con Kim para
comer juntos, y no quiero llegar tarde.
¿Y por qué quedas con ella para comer?, criticó Leah, haciendo gala de
camaradería femenina.
Hacer esperar a una chica es lo último. Tendrías que haber quedado para otra
cosa que se pudiera hacer más tarde de la hora del almuerzo, no sé, como ir
de tiendas, por ejemplo.
¿Pero no sabes que nos podemos retrasar por cualquier cosa?, le indicó Leah,
negando con la 461
cabeza.
Ya lo sé, ¿te crees que me chupo el dedo?, protestó él, aunque su tarro ya se
estaba llenando de cierto remordimiento por no haber quedado más tarde.
Ellos siguieron con ese debate absurdo, pero mi mente se fue sola cuando
escuché la frase de Jared. No pude evitar recordar la última ecografía de
Nessie, se plantó sola en mi cabeza, la verdad, y volví a emocionarme. Sí, se
me caía la baba completamente, qué puedo decir, ver esa imagen en la
pantalla de la computadora en la que nuestro pequeño bebé se chupaba el
dedo era para babear sin control. Dios, sonaba muy cursi, pero me moría por
que naciera ya, por ver su carita, sus manitas, sus piececitos, por ver si se
parecía a mí o a Nessie, por darle el biberón...
Idiotas. Está a punto de ser padre, ¿qué sabéis vosotros de eso, eh?, les
reprendió Leah.
Espero que nada, yo siempre uso condones, ¿y tú, Mike?, dijo Nathan sin
abandonar ese timbre burlón.
Por lo menos usáis la cabeza para algo más…, murmuró Leah, harta de tanta
testosterona.
Sí, allí, a lo lejos, se encontraba esa dichosa cuarta cueva, y, cómo no, estaba
en una ladera escarpada.
Eso, eso.
462
No me lo pensé dos veces. Tenía que terminar con esto de una vez por todas
para irme a casa, con Nessie.
¡Por fin hemos terminado con los licántropos!, exclamó Embry, correteando
por delante de mí para felicitarme.
¿Ves? Llegaré a tiempo para comer con Kim, le pinchó Jared a Leah.
¿Quién es…?
Detrás de una piedra grande se veía un vaho azulado, más una luz fulgurante.
Un alma buena y pura.
―No me hagáis daño, por favor ―suplicó el joven licántropo con una voz
profunda y gutural que sonaba rarísima con su corta edad.
Solo es un crío…
Sí, vale, era un apestoso licántropo, pero, maldita sea, solo era un niño. El
chaval no tendría más de doce años, aunque su cuerpo, ya nervudo, era
bastante más grande de lo normal y estaba cubierto de un largo pelo de color
marrón claro, incluida su cara. Además, su alma era buena.
―Mátalo. ―Ahora la voz de la rubia canija ya sonaba más a una orden. Dejó
de mirar al niño licántropo para clavar su exigente mirada roja en mí―. Si no
lo haces tú, lo haré yo misma.
Mierda, ¡mierda!
―Puede que ahora no sea peligroso, pero lo será ―afirmó, manteniendo esa
mirada y ese tono duro y frío―. Los niños licántropos no son como los niños
inmortales. Aunque no son tan nocivos e incontrolados como estos últimos,
los licántropos infantes crecen y llegan a la edad adulta.
―No existe ayuda posible para un licántropo ―se entrometió ese retorcido
de Thiago―. Son seres execrables, una lacra que no debe existir.
―Vosotros los chupasangres también sois una maldita lacra ―le contesté,
muy enfadado, 464
Por supuesto, los Cullen y los de Denali no se dieron por aludidos, ya sabían
que para mí ellos eran la única excepción en el mundo, pero el resto de
vampiros ya fue otro cantar. El grandullón y el rastreador se inclinaron hacia
delante y me gruñeron, ofendidos, y los matones de Thiago hicieron más de
lo mismo. Sin embargo, mi manada tampoco se quedó atrás. Mis lobos se
agazaparon para hacer una buena exhibición de sus dentaduras al tiempo que
sus gargantas avisaban con contundencia a esas sanguijuelas para que no se
pasasen ni un pelo.
Los Cullen, mis lobos y yo nos miramos los unos a los otros.
―Habla ―le ordenó la Pitufina, levantando la cabeza con altivez.
―Están escondidos en otra cueva. Mi hermano fue hasta allí para avisarles de
vuestro ataque ―declaró.
―¿Tu hermano? ―inquirió Esme, hablándole con esa dulzura típica en ella.
―Mi hermano es el jefe de este ejército ―explicó con voz queda, agachando
la cabeza hacia el suelo.
Una vez más, la mandíbula casi se me descuelga del sitio. ¿Su hermano era el
líder de los licántropos?
―Dinos dónde queda esa cueva. Ahora ―le mandó la Pitufina otra vez, con
ese tono autoritario y frívolo.
―No quiero que le hagáis daño a mi hermano ―me pidió el niño licántropo
con ojos suplicantes―. Solo quiero reunirme con él, creo que no ha podido
venir a buscarme.
Uf, eso que me pedía ya era más chungo de cumplir, porque su hermano no
dejaba de ser el líder de los licántropos. Había intentado matarme, y lo peor
de todo, entre sus planes había estado el secuestrar a Nessie para entregársela
a Razvan. No pude evitar machacar las muelas al recordar esto último y una
fuerte acidez comenzó a ascender por la boca de mi estómago, queriendo
regurgitarse hacia arriba. Pero, por otra parte, ese desgraciado también era su
hermano, puede que quizá fuera la única familia que ese crío tenía en el
mundo. Mierda.
―Tu hermano ha intentado matarme. ―Omití lo del secuestro para que esta
rabia que ya quería nacer en mí se detuviese.
―Si tú le ayudases, dejaría de ser malo ―imploró con lágrimas en los ojos.
Genial. Luego, empezó a sollozar y a hablar atropelladamente―. Él no era
así antes, de verdad, era un buen chico.
No mataba gente, como ahora. Pero mata gente para comer, porque ya no le
gusta la otra comida.
―Espera, espera, espera ―le paré, haciendo unos ademanes con las manos
para que se detuviera―. No vayas tan deprisa. ¿Ha estado matando gente por
aquí?
Su labio inferior tembló cuando cogió ese aire entrecortado por el llanto, y
asintió con varios cabeceos pequeños y cortos mientras sus ojos me
suplicaban perdón.
Sí, estaba más claro que el agua. Más o menos ya lo sabía, pero esto ya era la
prueba definitiva 465
Una vez más, sentí mucha lástima por este niño licántropo. Guay.
―Para ―le interrumpí―. Verás, no quiero herir tus sentimientos, pero siento
decirte que esos rumores que has oído sobre mí no son verdad. Yo no puedo
curar a la gente.
―La licantropía no tiene cura, niño ―le espetó el Pitufo, imitando el mismo
patrón de su hermana la Pitufina.
Cretino…
―No podemos perder más tiempo. Dinos dónde está esa cueva ―le exigió la
rubia canija.
No sé lo que le llevó a ceder, pero sospechaba que tenía que ver con el hecho
de reunirse con su hermano. ¿Tal vez creía que podían escapar juntos? Quizá,
quién sabe. Me daba pena por él, sin embargo, su hermano no lo iba a
conseguir.
Y Alush tomó aire para comenzar a caminar, seguido por todos nosotros.
466
Atroz
(PARÉNTESIS. PARTE 1)
RENESMEE
Mi padre me había acercado el sillón al fuego para que entrase en calor, pues
estaba muerta de frío. Quizá se debiese a mi nerviosismo e inquietud, o tal
vez fuera a que hasta mi cuerpo percibía la ausencia de Jacob.
Noté cómo los pequeñitos pies del bebé rebotaban en las paredes interiores de
mi vientre, estaba bastante inquieto esta mañana. Ya tenía la mano sobre la
barriga, pero comencé a acariciarla una y otra vez.
―Yo también echo mucho de menos a papá, Anthony ―le susurré sin apenas
voz.
Y estaba muy preocupada por él, tenía que admitirlo. Ya sabía que era el
Gran Lobo, que era invencible y todo eso, y también sabía por mi padre que
todo estaba saliendo bien, pero no podía expulsar este revoltijo de nervios
que tenía dentro. Y encima, el resto de mi familia y amigos también estaban
allí, y ellos no disponían de ningún poder contra los licántropos. La última
noticia que papá me había dado era que Jake y los demás ya se estaban
dirigiendo a la cuarta cueva, sin embargo, aún faltaba esa…
―Ya han terminado con esa cueva ―me reveló mi padre, dándome un
pequeño susto, ya que no le esperaba―. Lo siento ―se percató al instante,
sentándose en el brazo del sillón, junto a mí.
Me quedé de piedra. ¿Ese niño licántropo era el hermano del líder? Observé a
mi padre. Me daba la impresión de que me ocultaba más cosas, pero por su
expresión supe que no iba a soltarme nada más, para no preocuparme.
Suspiré con desazón. Jake todavía no iba a venir a casa, y ahora él, el resto de
mi familia y mis amigos se dirigían a una quinta cueva para enfrentarse a
Vladimir y Stefan. Sentí un escalofrío.
―No te imaginas lo feliz que me hace que hayáis decidido llamarle Anthony
―sonrió mi padre, 467
No pudo decir nada más, así que se limitó a darme otro beso y a seguir
frotando mi abultada barriga.
Mis padres, al igual que Jake y el resto de mi familia, solían tocar mi vientre
para palparlo, pero no parecían acostumbrarse a la emoción de notar los
movimientos del bebé, siempre que le sentían, se entusiasmaban como si
fuera la primera vez.
―Será igual que su padre ―aseguré, observando mi vientre con una enorme
sonrisa.
―Déjame ver ―se sumó mi madre, poniéndose de rodillas para llegar mejor
a mi panza.
Su mano acompañó a la de mi padre.
―Ah, sí, creo que se está poniendo más cómodo ―exhaló mamá, alegre―.
Mi pequeño pateador… ―murmuró después, sonriente.
Se me escapó una risilla al verles a los dos tan concentrados con mi barriga.
Lo hizo tan deprisa, que apenas me dio tiempo a ver, hacer o sentir nada,
cuando quise darme cuenta, ya estaba volando en sus brazos por el vestíbulo
de casa.
468
Mamá asintió y ambos echaron a correr hacia la zona exterior del garaje,
donde Emmett tenía su Jeep estacionado.
Estaba muerta de miedo, pero fui capaz de echar una ojeada a los alrededores.
No se veía ningún movimiento, no se escuchaba ningún ruido extraño, todo
estaba en calma. La vida del sotobosque parecía seguir su rumbo natural de
siempre. Tampoco se veía a Tanya, Carmen ni Cheran.
En cuanto mi madre abrió la puerta trasera del Jeep, mi padre me dejó dentro
con delicadeza, aunque con gran rapidez, y me abrochó el cinturón,
colocándolo, incluso, alrededor de mi abultada barriga para que este no la
oprimiera. Cerró la puerta y en un parpadeo mis dos progenitores ya estaban
sentados en la parte delantera.
Papá arrancó el vehículo y salimos disparados del jardín, dejando atrás unos
montículos de tierra y hierba cuando las ruedas derraparon.
―Bella, no hay tiempo que perder ―debatió él, muy inquieto, sin apartar la
vista de la carretera―. Nikoláy, Ruslán y Razvan se acercan a mucha
velocidad, y ni siquiera sabemos en qué estado se encuentran Cheran y los
demás, puede que estén hechizados, incluso que ni siquiera puedan vernos.
Perderíamos un tiempo muy valioso y no conseguiríamos escapar.
Y no me equivocaba.
―¡No! ―voceó mi padre de repente.
469
El vehículo se agitaba sin parar, sin embargo, el vampiro que nos acechaba
no se movía ni un ápice de su sitio. Me entraron unas ganas de vomitar
enormes, del movimiento y de la excesiva tensión que se respiraba por todas
partes.
El vampiro había sujetado la baca con sus manos y estaba tirando de ella
hacia él, abriendo el techo como si fuese una simple lata de sardinas.
―¡No puedo hacer nada más! ―La voz de mi padre empezó a salir con
angustia y desesperación.
El techo fue abierto casi del todo, se partió cuando llegó a mi altura, y el
vampiro arrojó la chapa a la carretera, la cual produjo un ruido más que
estridente que se fue apagando a medida que el coche se alejaba a toda
velocidad. Ahora era un Jeep prácticamente descapotable. El viento era
templado, sin embargo, yo lo notaba gélido, casi me pinchaba, era atroz,
azotaba mi rostro, llevando todo mi cabello hacia atrás, y secaba mis córneas,
que no querían ser cubiertas por los párpados.
Como una fiera salvaje, esta se abalanzó sobre él. Su movimiento fue tan
rápido que ni siquiera pude ver cómo salía de entre los asientos delanteros,
simplemente, en una milésima de segundo, mamá ya estaba en la parte
trasera, enganchando al vampiro por la cabeza con una cólera que jamás
había visto en ella. En otra fracción de tiempo, sus manos ya la sostenían,
desmembrada.
El cuerpo se quedó colgando del techo, pero otra voz de mi padre nos volvió
a poner en alerta máxima, haciendo que mamá dejara caer la cabeza en el
suelo.
Mi corazón latía tan deprisa que podía notar las fuertes palpitaciones en mi
esternón, notaba cómo mi órgano se contraía para estallar una y otra vez con
ímpetu y ansiedad. El bebé ya notaba mi estado emocional y me daba
continuas patadas, inquieto. Instintivamente, mi mano se colocó sobre mi
vientre para acariciarlo. Mi Anthony, mi pequeño Anthony.
De pronto, mi padre pegó otro volantazo, pero un sonoro golpe más se oyó en
la parte delantera.
por el asiento trasero, pero mamá me sujetó y me protegió con sus brazos,
acogiendo mi cabeza en su pecho. Nos cruzamos con otro coche durante esa
carrera frenética que nos dio un bocinazo largo y continuo a modo de alerta y
reproche; ese estridente sonido también se perdió a nuestras espaldas, al igual
que la chapa del techo.
Papá dio otro volantazo, y lo hizo con tanta brusquedad, que el Jeep casi se
sale de la carretera.
―¡Nooooo! ―chillé, ya con unas lágrimas en los ojos que se escaparon con
rabia.
Antes de que uno de ellos iniciara el salto hacia mi puerta, papá pegó un
elevado brinco y se plantó delante de él. El vampiro le rugió, enfadado y
contrariado, pero mi padre no se quedó atrás.
Me dio un beso rápido en la frente y, como ese beso, subió el cierre y salió
disparada por la otra puerta. Me abalancé hacia ese pestillo para bajarlo, presa
de un miedo tan atroz como el viento que antes había azotado mi cara.
Estaba aterrada, por el bebé, pero ahora también por mis padres. Eran cinco
contra dos. No pude evitar volver a pensar en Jake. Si él hubiera estado aquí,
las cosas habrían sido muy diferentes.
Mi respiración era muy agitada, frenética, tenía mucho miedo, y sabía que
Anthony podía sentir toda esta tensión. Intenté acariciar mi barriga otra vez,
pero mis manos temblaban tanto, que me resultaba imposible. Me sentía muy
frustrada por no poder hacer nada.
Miré hacia arriba, pero ya fue demasiado tarde. Ni siquiera me dio tiempo a
gritar.
De una forma repentina que nos pilló totalmente por sorpresa, un chorro
negro se precipitó sobre mí y me enganchó del brazo.
471
Valor
(PARÉNTESIS. PARTE 2)
RENESMEE
Mi madre había cerrado los pestillos para ponerles las cosas más difíciles a
los vampiros, pero de nada sirvió. Sin tener ocasión siquiera de tomar aire
para respirar, fui arrancada del asiento de una forma brutal, saliendo
despedida por la parte abierta del techo, hacia delante. Mi cabeza no se
golpeó con lo poco que había quedado de chapa sobre mi asiento de puro
milagro.
Seguro que mis padres estaban chillando y luchando para llamarme y venir a
mí, pero tampoco pude escuchar nada.
Esa fuerza extraña me arrastraba a toda velocidad por el aire, y cuando llegué
a la zona boscosa, el grueso látigo negro hizo que esquivase los árboles. Mi
cuerpo se zarandeaba con brusquedad entre los troncos, y tuve que sujetar mi
vientre para amortiguar un poco esos fuertes movimientos mientras chillaba.
¡NO!
―¡Déjame! ―pude chillar, con unos visos de un gemido de dolor que me fue
imposible reprimir.
Intenté revolverme, pero mis manos y mis piernas no podían hacer nada para
separarme de su frío y duro cuerpo, ni siquiera lograba verle la cara, puesto
que la mía quedaba por encima de su hombro.
La sombra ni se inmutó. Era más bajo que yo, pero se quedó mirando cómo
desahogaba toda mi ira contra su torso. Hasta que me agoté y tuve que parar.
―¿Por qué no das la cara, eh? ―escupí, alzando la mano hacia su capucha
con la intención de retirársela.
Soltó mi muñeca, lanzándola hacia atrás, y por fin pude tomar aire cuando el
dolor cesó. Estaba claro que no quería mostrarme su rostro.
―¿Qué habéis hecho con mis padres? ―exigí saber, apretando las muelas,
sin modificar mi actitud.
―Tus padres no nos interesan ―habló con esa voz profunda y grave y con
ese acento de 473
Su aire burlón me sacó de quicio, aunque pudo más el enorme temor por ellos
que invadió todo mi ser.
―No le des explicaciones ―irrumpió otra voz, esta femenina.
Alina apareció de entre los árboles que limitaban el principio de ese callejón
donde me encontraba. Su cabello rubio ya no iba recogido con aquellas dos
trenzas que se enroscaban y se amarraban en la parte superior de su cabeza,
sino que ahora era una única trenza baja, que caía sobre su espalda, y
tampoco iba ataviada con ese vestido largo hasta los pies, con su delantal
blanco. Ahora llevaba unas mallas ajustadas de color negro y una camiseta de
tirantes del mismo color.
Zhanna, la otra sirvienta, también se dejó ver. Iba vestida con el mismo
atuendo y su cabello negro también estaba atado con una trenza.
Alina y Zhanna se acercaron con paso presto, hasta que llegaron a la altura de
la sombra y se colocaron a su lado. Las dos clavaron su mirada burdeos en
mí, pero Alina lo hizo con un odio que me dio escalofríos, casi me recordaba
a la de Jane.
Mi aro de cuero intentó vibrar otra vez, pero, como le había pasado antes, fue
incapaz de emitir algo más que un suave hormigueo. ¿Qué le ocurría a mi
pulsera? ¿Le habían hecho algún hechizo de magia? Mi cabeza volvió a
hacerse la misma pregunta, aunque, una vez más, no tuve tiempo para buscar
una respuesta.
―No vuelvas a darme ninguna orden ―le advirtió la sombra a Alina con un
tono amenazante, e intuí que mirándola de igual modo.
Ella le miró y rechinó la dentadura, pero no le dijo nada.
Sus pupilas descargaban toda una retahíla de odio sobre mí. Fue fácil deducir
el porqué. Yo también le había arrancado la cabeza una vez, aquella en la que
había intentado escapar del castillo junto con Teresa y Helen.
Los tres vampiros se quedaron frente a mí sin decir nada, parecía que
estuvieran esperando algo. O a alguien.
Esto no podía estar pasando… Esto tenía que ser una de mis horribles
pesadillas… Pero no lo era. Era real, como lo era esa despiadada figura que
se acercaba a mí: Razvan.
474
Ahora comprendía esa mirada. No era solo por el suceso de la cabeza. Ese
odio no distaba mucho del que emanaba Jane cuando me clavaba sus ojos
carmesí, aunque en este caso Alina lo hacía por otra persona diferente.
Enseguida até los cabos sueltos, no fue muy difícil de intuir. Alina estaba
enamorada de Razvan, y estaba celosa de mí porque yo me había convertido
en su obsesión.
Razvan tampoco venía solo. El enorme Keiler salió de entre las sombras para
acompañarle. Al contrario de las sirvientas, que habían cambiado su
indumentaria, Keiler seguía llevando una camisa y unos pantalones negros, la
vestimenta que normalmente lucía la guardia de Razvan ―excepto la sombra,
cuyo rango era superior―, y su media melena castaño oscuro, que hacía su
semblante aún más pálido, se recogía detrás de las orejas, como siempre.
La sombra asintió y les hizo un gesto con la cabeza a los demás. Zhanna y
Keiler se dieron la vuelta instantáneamente para seguir a la mano derecha de
Razvan, sin embargo, Alina dedicó un segundo para clavar su mirada de odio
en mí. Después se giró y los cuatro abandonaron ese callejón, tan silenciosos
y veloces como el viento.
Estaba aterrada. El corazón me latía a mil por hora, mis bronquios exhalaban
el aire con agitación, mi cuerpo temblaba y mi mente no dejaba de evocar esa
horrible pesadilla que me había estado torturando todos estos meses.
Mi bebé, nuestro bebé… Nuestro hijo… Mi bebé, mitad parte de Jacob, mitad
parte de mí, nuestra preciosa mezcla, nuestro milagro, nuestro regalo, nuestro
tesoro. Nuestro más preciado tesoro.
Algo estalló dentro de mí, algo instintivo, un instinto tan primario como la
propia existencia, un instinto animal, algo que salía de mis entrañas para
presentarse con una contundencia abrumadora. Mi instinto maternal.
Protector y demoledor. Tenía que proteger mi bebé, como fuera.
Por primera vez en estos últimos minutos, mi pulsera vibró con más
vehemencia. Parecía que poco a poco iba despertándose de algún raro letargo.
―¡¿Qué vais a hacer con mis padres?! ¡¿Y qué habéis hecho con los lobos?!
―exigí saber con furia antes de que él hablase.
Sí, claro que las conocía. Ya las había usado una vez. Aquella en la que me
había secuestrado para llevarme a su castillo. Nos había encerrado a Helen y
a mí en una de sus burbujas transparentes para que los lobos no vieran ni
escuchasen nada, y después nos había puesto aquellos hechizos. Apreté los
dientes al recordarlo. También me percaté de su ausencia de efluvio, al igual
que en su guardia. Otro de sus trucos más para pasar desapercibidos.
475
―Tu lobo está demasiado entretenido en esas cuevas ―sonrió con malicia y
suficiencia―. Y
entrar fue muy fácil, gracias a las marionetas de Nikoláy y Ruslán. Esos
estúpidos lobos se creen que son unos inmortales nómadas, y ahora se
encuentran luchando con unas alucinaciones, dentro de la barrera que he
impuesto a su alrededor. No se percatarán de nada.
Unos minutos muy valiosos para que a Jacob le diera tiempo a llegar. Y mi
pulsera cada vez recobraba más fuerza.
―Tengo mis… contactos ―se limitó a responder sin dejar esa sonrisa.
―¿Y mis padres? ―repetí, aumentando mi furia―. ¿Qué vais a hacer con
ellos?
Iba a golpearle con mis puños, aunque mi mano rota se hiciera añicos del
todo, pero él me aferró de los antebrazos y me detuvo. Luego, tiró de mí y me
pegó a él.
―Serás mía de una vez por todas ―afirmó con ansia, tirando más de mí para
que mi rostro se acercase al suyo.
―¡Jamás! ―le chillé a la cara, iracunda―. ¡Jamás seré tuya! ¡Yo siempre
seré del Gran Lobo!
Pude ver la cólera en sus ojos encarnados, sin embargo, cuando ya estaba
comenzando a tirar de nuevo para atraerme hacia él del todo, mi barriga se
vio sacudida por los golpes que el bebé propinaba con sus pequeños pies.
Esta vez sí. Mi aro de cuero consiguió latir con contundencia y expulsó una
de sus abrasadoras ondas expansivas. Razvan salió despedido de espaldas,
acompañado por su alarido, y su columna vertebral se estampó contra uno de
los terraplenes que cercaban el callejón.
Sin mirar atrás, eché a correr hacia la salida del callejón y logré escapar de
allí, metiéndome por los árboles que la limitaban, hacia la espesura del
bosque. Sin embargo, mi barriga pesaba bastante y me desestabilizaba, no
podía galopar todo lo deprisa que yo quería.
Comencé a abrirme paso entre los troncos con frenetismo, buscando algún
sitio conocido para avanzar con más seguridad, pero no lo encontraba.
¡Jacob, Jacob! Mis piernas estaban pesadas, se enredaban con facilidad con
las raíces que sobresalían de los árboles y tenía que levantar los pies en
exceso para no tropezarme y caer.
Razvan estaba furioso, y se quedó frente a mí, observándome con una mirada
de censura total.
Antes de que me diera opción de intentar fugarme de nuevo, sacó algo del
bolsillo de su camisa y me lo arrojó con saña.
Este intentó vibrar, pero, al igual que le había pasado antes, fue incapaz.
¡¿Qué le pasaba?!
―Los hijos del Gran Lobo deben morir ―habló, ignorándome, con ese tono
maléfico que congelaba hasta los mismísimos polos.
Noté los efectos del polvillo al instante. Una llama de fuego empezó a
introducirse por mi laringe. Ardiente, abrasadora. Grité de dolor y apoyé una
de mis manos en el tronco. Creo que era la mano rota, pero el dolor que
sentía en mis entrañas era tan desgarrador, que eso otro ni siquiera lo noté.
―¡NOOOO!
¡JACOB! ¡JACOB!
Abarqué mi vientre con mis brazos, presa del pánico y de las desgarradoras
lágrimas que inundaban todo mi rostro. La sangre comenzó a teñir mi blusón
de color azul claro y lo levanté con horror para comprobarlo. Un extraño y
cruel corte empezó a aparecer en mi abultada barriga, llenándome de más
dolores. Pero eso era lo de menos.
―¡MI BEBÉ! ¡MI BEBÉ! ―el chillido me rasgó las cuerdas vocales.
―¡NOOOOOO!
¡JACOB!
―Ahora ya serás mía ―dijo Razvan con su tono de ultratumba, escalofriante
y malvado―. En cuanto expulses esa aberración, te llevaré conmigo.
Esa raja sangrante cada vez se abría más y los pinchazos que sentía por
dentro eran insoportables, todo mi bajo vientre ardía en un fuego abrasador.
¡No, Noooo, NOOOOO!
477
―¡Así que estos eran tus verdaderos planes! ―voceó una voz en la
penumbra de los árboles.
Esas voces las conocía demasiado bien, sin embargo, yo estaba demasiado
concentrada con mi barriga, desesperada, rota, hundida, desconsolada... Mi
mundo comenzaba a venirse abajo, y mi única esperanza era Jacob. Él era la
única luz que conseguía ver en este túnel oscuro que empezaba a
succionarme. Él era mi única esperanza.
¡JACOB! ¡JACOB!
―Adios, Nikoláy.
478
baldosas amarillas
¿Cuándo demonios llegaremos a esa cueva?, protestó Jared por enésima vez
mientras correteábamos por la ladera de otra dichosa montaña.
Y yo qué sé, chisté, ya harto de sus quejas. Y de todo esto. El único que sabe
dónde queda es ese crío. Pues sí que…, murmuró él, cansado.
Otro día no quedes con Kim para comer cuando tengamos una misión como
esta, le recomendó Leah.
Sí, ya, gracias por el consejo, Leah, le respondió Jared, lleno de retintín.
Mejor esperemos que nunca más tengamos una misión como esta, apuntilló
Embry.
Uf, por fin había dicho las palabras mágicas, la frase que todos estábamos
esperando. Yo me moría por pirarme ya a casa, junto a Nessie, porque seguía
sin poder quitarme de la cabeza que ella y el bebé no estaban seguros del
todo, así que cuanto antes terminásemos con todo esto, mejor.
Sacudí la cabeza y seguí con esta última tarea que teníamos pendiente.
Después de otra pesada marcha que se me hizo más larga de la cuenta debido
a mi inquietud, la caverna apareció ante nuestros ojos. Adoptamos una
carrera más sigilosa y continuamos galopando hacia ella. Como con la cuarta
cueva, Carlisle y los suyos iban detrás de nosotros, y la chusma de Aro iba en
último lugar.
Dentro de la caverna se oían bastantes voces. Vaya, parecía que los rumanos
estaban discutiendo con el licántropo líder. Alush se puso nervioso, pero le
hice una señal con un gañido para que se calmase.
Las voces de la disputa se hicieron más evidentes, incluso hacían eco en las
paredes rocosas y parecían rebotar en las estalactitas y estalagmitas que
decoraban esa madriguera. Bueno, se ve que estaban demasiado entretenidos,
aunque hubiéramos entrado con bombos y platillos creo que no se hubieran
dado cuenta.
Ya estábamos llegando…
Y llegamos.
Esa estancia de la caverna estaba cerrada, la pared del fondo era un muro
formado por gruesas rocas. Estupendo. El habitáculo era un agujero en la
montaña, el final de la madriguera, con lo cual, los teníamos bien acorralados.
Así que nos detuvimos y nos quedamos frente a ellos.
Mira, ya tenía algo bueno. Pero su alma seguía siendo bien malva.
Me incliné hacia delante y proferí un rugido que casi tira las estalactitas del
techo al tiempo que ya erigía mi círculo de luz brillante para calentarlo. ¡Me
los iba a cargar de una vez por todas!
Sin embargo, ya no me dio tiempo a hacer más. Alush se interpuso como una
bala, colocándose entre los rumanos, su hermano y yo.
―¡No le hagas daño a mi hermano, por favor! ―me suplicó entre lágrimas.
Su alma seguía siendo malva, pero su hermano pequeño parecía ser sagrado
para él. En un abrir y cerrar de ojos, se abalanzó hacia Vladimir para atacarle,
pero todo sucedió muy deprisa, ni siquiera yo pude evitar la desgracia.
¡No!
Todos nos quedamos mirando esa macabra estampa con espanto. Mi manada
se quedó muda, hasta los que no estaban aquí, y los Cullen y sus amigos
observaban la escena espantados. Los únicos que no se inmutaron lo más
mínimo fueron los asquerosos chupasangres de Aro.
Me quedé mirando esa cabeza seccionada con horror total. Su rostro, ahora
desfigurado, era la viva imagen del dolor, todavía tenía las lágrimas rodando
por su piel. No podía creérmelo. Ese hijo de mala madre había matado a
Alush con total impunidad, como si se tratase de un animal o algo así.
480
El licántropo llegó hasta ellos en un plis y los tres comenzaron una lucha
encarnizada en la que no faltaron los rugidos y mamporrazos.
Sí, esos desgraciados han matado a Alush, ahora ya no tiene remedio, siguió
Embry.
Sí, era un miserable, sin embargo, Alush era su hermano, y tenía derecho a
vengarle, aunque él también fuera a morir dentro de un rato a manos de mi
círculo de fuego.
Les eché un vistazo a los demás para hacerles una señal o algo que les
indicara que solamente estaba esperando a que esos tres terminaran para
liquidarles. Carlisle asintió, pillando mi mensaje enseguida. Esperaba
encontrar un mal careto por parte de la Pitufina por perder algo de tiempo,
pero esta miraba el reloj de pulsera que rodeaba su muñeca de niña pequeña y
su labio se torcía hacia arriba con satisfacción. Luego, osciló la vista hacia
Thiago y ambos alzaron la comisura de su labio de la misma forma.
No sé por qué, pero me dio una mala espina que no veas. Algo frío comenzó
a traspasar todo mi cuerpo, erizando la pelambrera de mi lomo.
Un golpetazo enorme hizo que me girase hacia la pelea de nuevo, y mis ojos
se abrieron como platos. La cabeza del licántropo estaba entre las manos de
Stefan, desmembrada de su cuerpo, el cual sostenía Vladimir por detrás. Dos
contra uno. Demasiada desventaja para el licántropo. Y
De repente, los rumanos tiraron los restos del licántropo al suelo, se giraron
con precipitación y le arrearon una patada al muro de piedra que tenían a sus
espaldas. Los enormes bloques de piedra se cayeron y quedó a la vista un
enorme boquete.
El agujero no era muy grande para mí, pero era lo suficientemente ancho para
que yo cupiese.
Cambié el círculo brillante por mi elipse, ya que esta era más precisa. Estaban
perdidos, iban a morir ya, por lo que habían intentado hacer con Nessie y por
lo que acababan de hacerle a Alush. Y
por lo que habían hecho en esa batalla de hace tres años con Edward, Bella,
Alice y Jasper.
De repente, cuando ya estaba a punto de lanzar la elipse hacia ese peñón para
llevarme por delante a los dos rumanos, algo hizo que mi corazón saltase de
su sitio.
481
Eché un vistazo precipitado, todavía algo aturdido por esa sensación, pero ya
no veía a Vladimir y Stefan. ¡Mierda!
Pero no pude girarme ni para mirar. Sentí un fuerte golpe en todo el espinazo
cuando Stefan saltó de la nada, insertando sus pies con saña en mi paletilla.
Me caí de morros, sin embargo, no fue eso lo que me sobresaltó. Otro flash
estalló y sentí esas vibraciones de nuevo. ¿Qué era eso? Era un zumbido
insistente.
¡¿Pero qué te pasa, Jake?! ¡Despierta de una maldita vez!, me regañó Leah.
¡Malditas ratas!
Ya estaba más que harto de todo esto. Preparé la elipse, haciéndola girar en
torno a mí como si de una azada se tratase, y la envié con fuerza hacia los
rumanos.
Miserables cobardes. Intentaron huir, pero nada pudieron hacer, mi elipse era
demasiado rápida y les alcanzó de pleno.
Algo andaba mal… Mierda, sí, algo andaba mal por casa…
Todo mi ser latió con contundencia, una palpitación fuerte y potente que
retumbó en mi caja torácica, avisándome, juntándose a las insistentes
vibraciones que podía percibir. Mi espíritu de Gran Lobo latía con energía y
perseverancia, mi alma se estaba poniendo en alerta máxima. Y mi alma solo
buscaba su alma. Sí, mierda, ¡mierda! ¡Nessie y el bebé estaban en peligro!
Me giré como un rayo y me dirigí como tal a la abertura del muro de piedra
para entrar en la cueva de nuevo.
Los Cullen, los de Denali, Ezequiel y Teresa no me oyeron, pero notaron algo
raro, y al ver que mis lobos me seguían con gesto grave y precipitación
hicieron lo mismo.
Ya estaba echando a correr, cuando la Pitufina saltó para ponerse frente a mí.
Sí, era cierto. Daniel y Cheran estaban tan tranquilos en el bosque, seguían
vigilando la zona y no habían visto nada raro. Pero yo sabía que Nessie
estaba en peligro.
Por aquí también. ¿Qué está pasando por ahí, tío? ¿Por qué estáis tan
nerviosos?, inquirió Cheran, que parecía que no se pispaba de nada.
Los ojos de Cheran nos mostraron cómo echaba a correr hacia la vivienda.
¡Es una de las barreras de los magos!, mascullé con ira retenida.
¡Mierda, mierda! ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Jamás debería haber dejado que Nessie
se separase de mí!
Era el interior del Jeep de Emmett y yo veía a través de los ojos de alguien.
Me quedé sin respiración cuando vi la muñeca de esa persona, la cual llevaba
puesta la pulsera de compromiso.
Era Nessie, mi ángel. Estaba viendo a través de sus ojos lo que ocurría en
esos momentos, y lo que salía en ellos no me gustaba un pelo.
Por suerte, Bella reaccionó y se arrojó hacia el vampiro con una violencia
inusitada en ella.
Mis patas se dolían por las escarpadas pendientes, y por esas piedras llenas de
salientes y bultos que se te clavaban en las almohadillas, hiriéndolas, pero
todo me daba igual.
¡Nessie, Anthony!
Sentí otra palpitación dentro de mí, sin embargo, esta era mucho mayor que
las anteriores, no solo retumbó en mi pecho, sino que atravesó todo mi cuerpo
con una energía nueva y potente.
¡Ya voy, cielo, aguanta!, le dijo el idiota de mí, como si ella pudiera oírme.
Seguí la voz, prácticamente volando.
Los troncos de los árboles parecía que se echasen encima de mí, como si
fuesen los guardias de ese malnacido de Razvan, sin embargo, no me amilané
y los esquivé con maestría y urgencia.
Me estaba desesperando, su voz cada vez se oía más cercana, pero, ¡maldita
sea!, no terminaba de llegar a ella.
De repente, volví a escucharla, pero esta vez no en mi mente. Su voz salía por
su garganta, rota y llena de calvario.
―¡Así que estos eran tus verdaderos planes! ―escuché que decía otra voz.
484
―¡Nikoláy! ¡Ruslán! ―masculló una cuarta.
Aunque no solo estaba él, esos otros dos magos también se encontraban en
ese misterioso sitio, y al parecer ya se habían dado cuenta de su traición.
―¡¿Cómo has podido hacerlo?! ¡Yo mismo te convertí! ¡Eres como un hijo
para mí! ¡Y ahora nos traicionas por una simple semihumana! ―escuché que
le reprochaba Nikoláy, furioso.
¡NESSIE! ¡ANTHONY!
Sin embargo, todavía podía ver el alma de nuestro bebé, sí, seguía vivo.
Estaba vivo, ¡vivo! Pero había algo más. Anthony estaba envuelto por algo,
una especie de bolsa que brillaba con un color blanco, bajo el fulgor de su
alma dorada. Lo comprendí en cuanto lo vi. Era el hechizo de Ezequiel, su
magia blanca. La bolsa parecía bastante fuerte y había resistido a lo que fuera
que había atacado al bebé, pero también vi una pequeña fisura que se estaba
agrandando lentamente.
¡NO!
―Volveré a por ti, Renesmee ―juró, apretando las muelas con más que rabia
al tiempo que se alejaba un paso de ella.
Erigí mi círculo brillante, lleno de cólera. Mi respiración salía por mis fosas
nasales con ira y mis ojos rebosaban odio por todos los costados.
Los dos magos fueron tras él, sin embargo, al contrario que Razvan, que salió
como nada de su barrera, se estamparon contra ese cristal invisible,
cayéndose hacia atrás.
¡Maldito miserable!
485
¡Id tras él!, ordené a mi manada al tiempo que hacía bombear mi círculo con
una furia descontrolada que crecía por momentos. Mi voz de Alfa se presentó
con contundencia, jamás había dado una orden como esta. Mis hermanos se
doblegaron ante mí, aunque no era mi intención.
486
La ira que sentía dentro ya era un volcán que escupía lava incandescente, y
como tal, esta salió disparada hacia fuera en una erupción brutal, haciendo
estallar mi círculo de luz brillante, que se volvió de un abrasador fuego al
instante y se abrió desde mí hacia todas partes, en redondo, explotando como
una bomba nuclear.
¡NO! ¡ANTHONY!
Sí, podía hacerlo, lo sabía, lo sentía dentro de mí, era un remolino intenso y
mágico que se revolvía en mi interior, clamándome salir.
Y no perdí más tiempo.
Ella cerró los ojos y jadeó con intensidad cuando el chorro envolvió su
vientre. No sé qué ocurrió en su barriga, porque una luz cegadora estalló ahí
dentro y nos impidió verlo.
Pero cuando escuché los rítmicos y veloces latidos del pequeño corazón de
Anthony de nuevo y ese destello desapareció, junto con el chorro luminoso,
el cual regresó a mi cuerpo, mi corazón 487
¡NESSIE!, lloriqueé.
―¿Qué pasa? ―quise saber, abriéndome paso entre los cinco vampiros y
agachándome para comprobar la frente de Nessie. Doc retiró su mano con
rapidez para dejar paso a la mía―. Mierda, está ardiendo ―mascullé,
alarmado.
Sin perder más tiempo, me alcé y volé hacia el mismo tronco de antes. Me
quité los pantalones a toda mecha, los dejé tirados en la hierba y entré en fase
de nuevo, saliendo con precipitación para dirigirme a Nessie.
Ahora no me costó nada, ya sabía cómo hacerlo. Al igual que hace un rato,
me concentré en ella, busqué ese latido que hizo vibrar todo mi cuerpo, y esa
estrella fugaz en forma de chorro brillante salió en su busca, envolviéndola.
Nessie volvió a cerrar los ojos y a jadear al sentir mi poder espiritual, aunque
esta vez con más intensidad, pues el chorro brillante la cubría totalmente.
Parecía una mariposa en su crisálida, una crisálida fulgurante y mágica. Otra
luz cegadora brilló con ímpetu, sin embargo, en esta ocasión, cuando se
apagó, ella no parecía haberse curado. ¡No, mierda! Había algo que lo
impedía, algo que bloqueaba el paso de mi poder espiritual. Me quedé
atónito, podía ver cómo mi poder espiritual intentaba moverse por sus venas,
iluminándolas, haciendo de ellas unas ramificaciones de luz, pero algo
negruzco se mezclaba con mi poder espiritual y lo hacía mucho más pesado,
como si arrastrase una tonelada de plomo. Nadie podía ver esto excepto yo,
claro, pero me quedé tan petrificado, que Ezequiel se percató.
Razvan… ¡Razvan! ¡Maldito! ¡Maldito sea! ¡Juraba por mi vida que iba a
terminar con él, y su muerte sería lenta y dolorosa, muy dolorosa!
Pasé mi mano por debajo de sus piernas y la tomé en brazos. Los suyos se
aferraron a mi cuello con debilidad mientras su cabeza se caía exhausta en mi
hombro, y me levanté.
―Será mejor que la llevemos a casa ―declaró Carlisle sin dejar ese gesto
grave.
488
Mierda, seguía ardiendo. Su piel estaba más caliente que mis labios.
Aceleré.
―Anthony está bien… ―jadeó, sonriendo con felicidad―. Ya noto… sus
pataditas…
Sí, yo también acababa de sentirlas, pero tuve que tragar saliva para que el
nudo que se aferró a mi garganta no saltara.
―Sí, preciosa, Anthony está bien ―conseguí murmurar, aunque mi voz salió
más ronca de lo que yo hubiera deseado.
―Renesmee, cielo ―llegó Bella con la misma cara de alarma y aflicción que
su marido.
―Explícame eso del hechizo triple ―le pedí a Ezequiel con nerviosismo.
Esme abrió la puerta y me la sostuvo para que yo entrase con más facilidad.
Acababa de hacerlo, cuando Bella y Edward pasaron como zumbidos a mi
lado para dirigirse a la enorme cama.
Retiraron la colcha hacia atrás y la abrieron con rapidez. Con sumo cuidado,
dejé a Nessie sobre el camastro, apoyando su cabeza en la almohada. Mi cara
se retorció y mi respiración se aceleró cuando vi que tenía los ojos cerrados y
que estaba semi-inconsciente.
489
―Su fiebre es muy, muy alta, Jacob. Lamento decirte esto, pero el bebé corre
serio peligro ―siguió, observándome con un semblante severo y serio. Mi
corazón dejó de latir por un momento―. Su organismo tiene una temperatura
demasiado elevada para un bebé humano, la sangre que le llega es muy alta,
eso provocará que el bebé también tenga fiebre, y podría morir. ―Otro parón
de mis latidos―. Tenemos que conseguir que le baje la fiebre.
Nessie abrió los ojos y me buscó con la mirada. Sus párpados le pesaban,
apenas podía mantenerlos arriba, y parecía un poco perdida y desorientada.
―Estoy aquí, cielo ―le indiqué, acariciando su mejilla con el dorso de mis
trémulos dedos.
Tuve que tragar otro montón de saliva para mantener el nudo de mi garganta
en su sitio. Si ella me veía mal, sería peor.
―Sí, preciosa ―logré musitar, inquieto, sin soltar su mano. La lleve hacia
arriba y la besé―.
No sé por qué me hizo salir del dormitorio, porque los demás podían
escucharlo todo, pero supuse que era para que yo tuviera una sensación de
más intimidad. Cerró la puerta y se quedó frente a mí.
―¿Qué pasa? ―quise saber, poniendo los brazos en jarra al tiempo que me
movía con nerviosismo.
Solté todo el aire por la boca, de una sola exhalación, desesperado y lleno de
nervios.
490
―¿Y ya está? ¿No se puede hacer nada más? ―inquirí, neurótico perdido.
Volví a soltar una buena bocanada de mi aliento y asentí, sin dejar esta
inquietud.
―Pues, venga, suéltalo ya, sin paños calientes ―le azucé, respirando hondo
para ser fuerte.
―Si esta situación se alarga demasiado, tendré que intervenirla para sacarle
al bebé con una cesárea ―me informó, hablándome con la prudencia típica
de un doctor.
―Ya tiene casi ocho meses, eso es suficiente para que nazca perfectamente
sano ―me ratificó.
Tomé aire una vez más, respirando profundamente, y lo solté con rapidez y
decisión.
―Está bien, Doc, haz lo que tengas que hacer ―asentí, aunque lleno de
nervios.
―Espera ―me detuvo, cogiéndome del brazo. No me gustaba ese tono, era
demasiado asustadizo, así que me volví hacia él con lentitud, clavando la
vista en sus ojos, expectante―. Hay otra cosa más ―siguió, ahora con un
tono más bajo.
―Siento mucho tener que decirte esto, Jacob ―sus palabras comenzaron a
sonarme con eco, rebotando en mis oídos―, pero con esa fiebre tan alta,
temo que Nessie no pueda superar una intervención como esa. Quiero que
sepas que es muy arriesgada para ella, aparte de su elevada temperatura, su
tensión es muy baja, y podría entrar en una parada cardiorrespiratoria.
―¿Me… me estás diciendo que tengo que decidir si quiero que viva mi…?
―Te estoy diciendo que tenemos unas horas de margen para que lo pienses
―me interrumpió con calma.
―Esperemos que así sea, Jacob ―asintió Doc―. Yo tengo plena confianza
en ti y en tu poder.
491
Anthony.
492
Bella ni siquiera pudo retenerla, había saltado de sus brazos con agilidad,
pegando un brinco enorme y veloz. Su pequeño vestido de seda azul se
hinchó como si fuese una campana mientras aterrizaba y los largos rizos de
su preciosa melena rebotaron en su espalda, volviendo a subir a cámara lenta
hasta que recayeron en su columna de nuevo. O eso me pareció a mí. Todos
nos hubiéramos quedado engatusados del todo si no fuera porque ese salto
era demasiado acrobático para una niña de seis años, seis años físicos, claro
está, y cantaba mucho a ojos de Charlie. Bella estuvo a punto de ir a hablar
con ella para recalcarle lo importante que era ocultar su condición de
semivampiro de cara a los humanos, sobre todo a Charlie, pero al ver la carita
de felicidad y entusiasmo de Nessie lo dejó pasar, era irremediable. Además,
creo que para aquel entonces Charlie ya llevaba bastantes meses sospechando
que su nieta no era muy normal, precisamente.
Qué demonios, cada vez que la veía había crecido algo; en este año y tres
meses, su nieta ya tenía seis años, aunque en los últimos meses su
crecimiento se había estancado bastante, porque no había pasado de aparentar
esa edad.
Charlie se había quedado observando a Nessie embobado desde que
habíamos entrado por la puerta de su casa, pero no fue el único. Yo no podía
dejar de mirar a ese ángel, maravillado. Para mí esa niña era el ser más
especial que había en todo el universo, un ángel dulce, inocente y puro, el
ángel que había curado mi corazón, el ángel que me había salvado la vida. Y
yo daría la mía por ella sin pensarlo. Ella lo era todo para mí, ella era lo único
para mí. Era mi tesoro más preciado.
Me senté en el suelo, junto a los dos, y Nessie corrió para hacerlo sobre mis
piernas, dándome primero un tierno beso en la mejilla. Charlie volvió a
examinarme, aunque esta vez, analizándonos a los dos, y murmuró algo que
no entendí, pero terminó soltando un suspiro sonriente de rendición.
Mientras Nessie colocaba las bolas, las luces y las guirnaldas en el árbol con
gran maestría, Charlie y yo lo hacíamos con bastante torpeza, la verdad. El
caso es que nos esforzábamos, pero no se sabía quiénes eran los adultos y
quién el niño, ya que Nessie iba recolocando los adornos para mejorar un
poco ese desastre. Bueno, vale, yo tenía diecisiete primaveras, pero me
quedaban poco más de dos semanas para llegar a la mayoría de edad, así que
prácticamente ya era un adulto, ¿no?
Bella no hacía más que reírse desde el sofá, al ver la estampa, y Edward…,
bueno, Edward se mofaba de mí directamente.
Esta era la segunda Navidad que pasábamos juntos desde que Nessie había
nacido. El año pasado había sido un poco tensa, por la situación, claro. Los
Vulturis estaban al caer y todos habíamos estado un pelín nerviosos. Y
encima, Charlie y mi viejo estaban enfadados por lo de Sue, por eso Billy no
había ido. Pero este año era diferente.
para allá… ¿Y todas las horas que se pasaba Billy de visita en casa de Sue?
Buah, qué tonto había sido, era tan evidente. Pero el imbécil de mí solo se dio
cuenta cuando Charlie, que también debía de estar por Sue, empezó a salir
con ella y mi padre se enfadó con él. Vaya dos, parecían dos críos
adolescentes.
Pero mi ángel lo arregló todo. Nessie le pidió a Billy que viniera a la cena de
nochebuena y cuando le puso esos ojitos suyos, mi viejo no se pudo resistir,
claro. Y lo mismo pasó con Charlie, aunque él no estaba enfadado. Así que
Charlie llamó a Billy para invitarle, este aceptó, y ya tuvieron una pequeña
conversación telefónica que sirvió para romper un poco el hielo.
Cuando el timbre sonó, Sue estaba en la cocina, junto a Bella, que le estaba
ayudando a preparar la cena. Charlie dejó el árbol momentáneamente y se
dirigió a la puerta, pero Sue salió de la cocina para acompañarle, ya que todos
sabíamos quién era.
―Hola, Billy ―le saludó Charlie al abrir.
―Feliz Navidad, Charlie. Feliz Navidad, Sue. ―Mi padre curvó la comisura
de su labio a modo de sonrisa tonta mientras alzaba un paquete que tenía un
envoltorio blanco―. Traigo el postre.
Charlie sonrió, Sue más, y a partir de ahí todo fue como la seda.
Billy venía con Sam y Emily, que fueron los encargados de traerle.
Puso la última bola en el árbol, se giró hacia mí con otra enorme sonrisa y se
lanzó a mis brazos de un salto, acurrucándose en mi pecho, mimosa.
Miré esa carita tan dulce y tuve que obligarme a bajar de la nube.
―Eso parece.
―Tu papá y mi abuelito ya son amigos otra vez. ―Su sonrisa se amplió más.
No era la primera vez que me decía esto, lo que pasa es que nunca lo había
escuchado de su boca, y me quedé completamente pasmado. Esas palabras,
dichas con su voz, me parecieron lo más bonito que había escuchado jamás, y
me emocioné. Sí, vale, me emocioné como un idiota cursi, pero qué quieres,
no pude evitar ese nudo en la garganta.
Sí, él también se daba cuenta de la adoración que sentía Nessie por mí, de que
cuanto más crecía, más apego tenía, pero, ¿qué quería que hiciera yo? No era
culpa mía.
Bella salió de la cocina y nos vio. Sonrió, pero se ve que todavía sentía esos
celos maternos, así que enseguida soltó algo para que su hija se despegase de
mí.
Nessie puso los ojos en blanco, me dejó, con un pequeño salto, y cogió la
estrella de la caja, que se ve que era lo único que quedaba. Me la mostró con
una sonrisita.
Extendió los brazos hacia mí y ya supe lo que quería. Me puse de pie, la cogí
y la senté sobre 494
mis hombros. Ella se rio con entusiasmo al ver la altura y se agarró bien a mi
frente. Su risa infantil era música celestial para mí.
Pasé de él. Sabía de sobra que no había ningún peligro, pero, claro, tenía que
ejercer de padrazo.
―No llego, ahora queda muy abajo ―se rio aún más fuerte.
El abeto mediría un metro ochenta, y yo dos metros, así que sus cortos
bracitos no alcanzaban a la punta del árbol. Me carcajeé al ver cómo ella
intentaba llegar, estirándose todo lo que podía mientras se revolvía en mis
hombros y se partía de la risa.
―Muy gracioso ―me reprochó con retintín, sin dejar de reír, al darse cuenta
de mi broma.
Por fin, colocó la estrella y sus padres explotaron en júbilo, aplaudiendo con
una alegría exagerada.
Cuando me volví, vi que Charlie, Sue, Billy, Sam y Emily habían estado
observando toda la escena, sonrientes. Bella les llevó a Nessie para que se
saludasen y el resto de la tarde empezó a pasar con rapidez.
Leah no estaba nada a gusto entre Bella y Edward, pero ahora que su madre
era la novia oficial de Charlie, tenía que estar ahí. Ja, qué situación. No
dejaba de pensar que si Sue y Charlie se casaban, Bella se convertiría en la
hermanastra de Leah. Con lo que ella la odiaba, mira que si terminaban
siendo familia…
La cena transcurrió como suele hacerlo una cena navideña, y la comida que
nos había preparado Sue estaba buenísima. Me reí un montón para mis
adentros al ver a Edward y a Bella tragándose esos alimentos humanos a la
fuerza. Nessie todavía era un poco reacia a la comida sólida, pero poco a
poco estaba consiguiendo que la fuera aceptando más, y estos platos de Sue
ayudaban muchísimo, ya que a Nessie parecían gustarle.
Eso sí, Charlie colocó los regalos bajo el árbol, como manda la tradición, y
dejó que fuera Nessie la que los fuera repartiendo. Me quedé flipado con el
regalo de Bella y Edward. Un estéreo nuevo para mi coche. Guau. Y era de
los caros, de veras, una pasada. No sé si no sería demasiado para mi buga.
Pero luego llegó el momento de los regalos para Nessie. Ella los dejó para el
final, ya que le gustaba vernos a nosotros primero.
Ay, no. ¿Por qué tenía que estar el mío en último lugar? Ahora se vería más
la diferencia.
Genial.
Nessie rasgó el papel de regalo y descubrió una caja de cartón bastante cutre.
Fruncí el ceño, como ella, aunque yo con sospechas. Esta era la típica broma
que fingía ser un regalo malo y que luego resultaba ser un regalazo total. Y
efectivamente. Nessie comenzó a sacar papel de periódico 495
―Tenías muchas ganas de ir, ¿no es cierto? ―adivinó Edward, y por su tono
de voz supe que lo había visto en algún pensamiento oculto de Nessie.
―Sí. Gracias, mamá. Gracias, papá ―les abrazó y les dio otro beso cariñoso.
―De nada, cielo ―le sonrió Bella―. Ya sabes que todo es poco para ti.
Oh.
―Cielo, Jacob seguro que tiene cosas que hacer en La Push ―le respondió
su padre. Acto seguido me miró a mí con una vista llena de cuchillos que ya
amenazaba por sí sola―. ¿Verdad?
Edward no llegó a rechinar los dientes, pero casi. Lo que sí hizo fue resollar
por las napias mientras me asesinaba con la mirada.
Nessie sonrió, feliz, y abrazó a sus padres de nuevo para darles las gracias.
Ellos la dejaron ir cuando terminaron de achucharla y de llenarle la cara de
besos.
Lo supe solo con esa mirada. Ella había dejado mi regalo en último lugar,
creyendo que iba a ser el que más le iba a gustar. Estupendo. Ahora se iba a
llevar un chasco considerable.
Se dio la vuelta para que todos viéramos mi regalo y lo abrió con rapidez,
casi con ansias.
―Sí, bueno, es una caja ―dije, algo ruborizado―. Puedes usarla para lo que
quieras, aunque yo la hice pensando en un joyero.
El joyero en realidad era un pequeño cofre de madera oscura cuya tapa podía
dejarse abierta gracias a unas bisagras enanas. Nessie lo abrió para observar
el interior.
―Es precioso, Jake ―me alabó Bella, sorprendida, observando cada detalle
del cofrecillo.
―¿Lo hiciste tú? ―me preguntó con un hilo de voz, clavándome esos ojitos
cristalinos.
―Oh, sí. Se pasó dos semanas tallándolo ―desveló mi viejo con algo de
sorna―. Todavía es un poco torpe.
Estaba a punto de salir por la puerta para ir a comprarle algo, por muy caro
que fuera; sería capaz de robarlo, con tal de verla feliz.
Salí de ese recuerdo con rapidez cuando Nessie giró la cabeza con
brusquedad hacia el otro lado de la almohada.
―Estoy aquí, cielo ―le dije una vez más, sin soltar su mano ni un momento,
sin despegarme de ella. La alcé y le di otro beso en el dorso.
―Ha bajado un grado ―repetí, cortándole, apretando las muelas con rabia y
nerviosismo al tiempo que seguía clavando la mirada en Nessie.
―Ella es fuerte, Jake. Podrá superar la operación ―dijo Bella, aunque sus
ojos estaban llenos de desesperación.
―No quiero jugármela. Prefiero esperar un poco más ―repetí sin dejar de
mirar a mi mujer―.
―Hay que sacarle al bebé ―me contradijo Bella, ahora muy ansiosa―. Ella
es fuerte, sé que superará la intervención.
―Está muy débil ―opinó Edward con ese careto suyo de tormento que no
ayudaba nada.
―Y yo sé que podrá superar esta fiebre, solo necesita un poco de tiempo más
―afirmé.
―Si Nessie estuviera consciente, elegiría salvar al bebé ―afirmó Bella con
la voz entrecortada por el desconsuelo que esas palabras suponían también
para ella.
Fue el único momento en que aparté la vista de mi ángel. Miré a Bella con un
giro brusco de mi cabeza. Sus ojos no podían derramar lágrimas, pero casi lo
estaban haciendo, y hablaban por sí solos. Bella sabía de lo que hablaba,
porque ella había elegido salvar a Nessie, entregando su vida por ella. Y sin
lugar a dudas Nessie haría lo mismo por Anthony. Sí, tenía razón. Sí, mierda,
mierda, ¡mierda! Tenía razón, Nessie elegiría eso. El nudo que tenía en el
gaznate casi me rompe la tráquea, pero fui capaz de contenerlo, aunque mi
rostro lo decía todo.
―Creo que será mejor que te dejemos a solas para que tomes una decisión
―propuso Carlisle con su tono mesurado de siempre.
Estaba tan desconsolado, que las manos me temblaban. Dejé la suya apoyada
en la cama y me incliné sobre ella para rodear su precioso rostro con mis
palmas, acariciándolo con más que 497
ansiedad e impaciencia.
Sí, su piel estaba menos caliente y sus ojos me miraban con más lucidez,
despierta―.
Casi no había chillado, y Doc, junto con Edward y Bella, pasó al dormitorio.
Voló hacia el otro lado de la cama y cogió la muñeca de Nessie para tomarle
el pulso.
Doc cogió una linterna pequeña y le miró los ojos con ella.
Solté una carcajada que me salió de lo más hondo, con felicidad. Aunque no
fui el único. Bella y Edward se abrazaron, aliviados, y los que estaban abajo
llegaron para celebrarlo también.
―Sí, le ha bajado la fiebre ―le ratificó Edward con una enorme sonrisa.
Me miró y me hizo un asentimiento para agradecérmelo.
―Jake ―me sonrió Nessie, reclamándome con esos ojazos suyos―. Lo has
hecho, nos has salvado a los dos.
Su rostro destilaba orgullo por todos los sitios, y el mío felicidad plena y
absoluta.
―Nessie ―murmuré con otra sonrisa, inclinándome sobre ella para besarla.
En cuanto sus brazos rodearon mi cuello con ansia y sus labios comenzaron a
moverse con los míos con esa pasión que era tan emotiva y alocada a la vez,
volví a llorar como un crío. Solamente escuché el clack de la puerta cuando
todos se fueron para dejarnos a solas, porque la energía nos envolvió con
ganas, y yo había estado esperando este beso durante demasiadas horas.
Sin embargo, justo cuando empezábamos a perdernos del todo, alguien picó a
la puerta con fuerza, sobresaltándonos.
Me hubiera puesto como una fiera si no llega a ser porque la voz que se
escuchó era de alguien que me traía una noticia que también llevaba
esperando durante mucho tiempo.
―Pasa, Sam.
498
Nessie vio mis deseos de revancha en mis ojos y los suyos adquirieron una
tonalidad de preocupación e inquietud. Se incorporó, apoyando la espalda en
el corto cabecero de madera al tiempo que rodeaba su abultada barriga con la
mano sana, ya que la rota, en la cual no nos habíamos fijado hasta más tarde
dada la gravedad y urgencia de su estado febril, se la había curado Carlisle,
aprovechando su inconsciencia, y la tenía entablillada. Se quedó mirándome
con algo de ansiedad.
Este asintió con esa respetabilidad con la que me miraba siempre y se fue del
dormitorio sin perder más tiempo, cerrando la puerta a sus espaldas.
―No me pasará nada ―le calmé, llevando las manos a su rostro para enjugar
esas lágrimas que había derramado durante nuestro beso.
―Nessie, eso da lo mismo, aunque fuera así tengo que ir igual, los chicos no
podrán hacer nada contra su magia ―alegué, hablando con un tono pausado
para tratar de tranquilizarla.
Ella me cortó.
―No estoy diciendo que no puedas ganarle, por supuesto que puedes, eso ya
lo sé. Pero no deja de ser peligroso ―insistió, mirando a un lado, inquieta.
Entendía perfectamente sus sentimientos. Sabía que ella iba a estar muy
preocupada por mí durante mi duelo con Razvan. Sabía que ella era la
primera que confiaba en mí, claro, pero una cosa no quita a la otra. Que
confiase en mí y en mis aptitudes no quería decir que ya dejase de
preocuparse, eso lo sabía muy bien, porque a mí me pasaría exactamente lo
mismo si fuera a la inversa. Verla así, saber que iba a estar tan preocupada,
volvía a clavárseme en el corazón como un puñal, retorciéndose para
despedazarlo del todo, pero no podía olvidar todo lo que había hecho ese
desgraciado, ni hablar. Ese hijo de mala madre tenía que pagar por ello, ya
era una cuestión de honor.
499
―No puedo dejarlo así, Nessie, ese malnacido ha hecho demasiadas cosas
―mascullé, apretando la dentadura―. Ha intentado matar a Anthony, casi te
mata a ti…
―Todo saldrá bien ―aseveré con confianza, subiendo una de mis manos
para acariciar su rostro con el dorso de mis dedos. La suya dejó el mío para
rodear mi cuello. La energía ya empezaba a emanar de los dos,
hechizándonos―. Terminaré con él de una vez por todas y ya no tendrás
nada que temer. No volverá a hacerte daño, jamás, y a Anthony tampoco.
Nessie cerró los ojos y asintió con rendición, aunque también con resignación
y sin dejar ese semblante preocupado. Sabía que no iba a convencerme de lo
contrario.
¿Cómo iba a negarle eso? Ella y Anthony eran lo más importante para mí,
eran lo primero para mí, por supuesto que lo haría, por ellos lo haría sin
dudarlo ni un instante, aunque quedase como un patético y cobarde tramposo.
―Te lo prometo ―un murmullo fue lo único que conseguí que se escapase
de ese incómodo nudo aferrado a mi gaznate.
Nessie no dijo nada más, pero me lo agradeció uniendo sus labios a los míos
con una pasión mezclada con inquietud, emotividad y preocupación. Mis
manos se aferraron a su cintura, arrimándola más a mí, y mi boca le
correspondió de igual modo, entre la agitada respiración de los dos. La
energía que nos rodeaba ya empezó a hacerlo con más locura, siguiendo el
compás de nuestros labios. Nessie deslizó su sedosa palma por mi piel,
descendiendo hacia mi torso desnudo, y lo recorrió entero. Madre mía. Me
pegué a ella (todo lo que Anthony me dejó) con efusividad y apasionamiento,
no pude remediarlo, y su mano regresó a mi cuello para aferrarse a mi pelo
con fervor.
Solo Dios sabe lo que me costó despegar mi bocaza de sus dulces y adictivos
labios, porque separarlos era como intentar alejar a la Luna de la Tierra, era
imposible, porque mi boca había nacido para estar así con la suya, era su
misión en este mundo.
Esto era toda una tentación, todo un aliciente para matar a Razvan en cuanto
llegase a él, y 500
volver hasta aquí corriendo.
Salí del dormitorio con rapidez y me topé con Edward, Bella y Carlisle, que
estaban esperando en el pasillo.
―Jake, ten mucho cuidado, por favor ―me rogó Bella, interponiéndose un
poco para detenerme momentáneamente.
―Acaba con él, pero vuelve a casa ―siguió Edward, mirándome con
respetabilidad, aunque con algo de advertencia―. Nessie y Anthony te
necesitan a su lado, no lo olvides.
Y seguí mi camino.
Bajé las escaleras a toda mecha y llegué al salón, donde se encontraban Alice,
Esme, Ezequiel y Teresa, de pie. Sam prefería esperarme fuera, ya que él no
estaba acostumbrado al olor quemanarices de la casa.
―Ten cuidado ―me dijo Alice de la que pasaba a su lado para dirigirme a la
salida.
―¿Dónde está? ―quise saber mientras nos internábamos entre los árboles.
Nos levantamos y los dos entramos en fase. Sin perder más tiempo, nos
pusimos a correr.
Vaya, así que el maguito se quedó sin poderes, ¿eh? No pude evitar ese
retintín maléfico.
Me quedé estupefacto.
Las aves que habitaban el boscaje volaron más allá de las copas de los
árboles, espantadas.
Por fin, divisé a un grupo y unas almas muy familiares a lo lejos, entre los
densos pinos y abetos que conformaban este bosque. Mi manada aguardaba
mi llegada en ese lugar, ya que habían reservado el trofeo para mí. Como
había visto en las diferentes imágenes que me habían ofrecido mis hermanos,
Emmett y Jasper custodiaban y vigilaban estrechamente a ese malnacido de
Razvan, el cual estaba entre los dos vampiros sin poder moverse, sin tener el
más mínimo conato de fuga. Su alma era muy malva, casi negruzca, pero su
vaho azulado estalló hacia las nubes cuando me vio aparecer entre los
árboles.
Pero aún tenía que reservarme, antes quería decirle cuatro cosas.
502
Todos se quedaron fríos con mi abrupta aparición, sin embargo, nadie movió
un dedo, y mucho menos protestó ni objetó nada.
Razvan intentó deshacerse de mis manos, pero yo estaba tan fuera de mí, que
le resultó imposible.
―¡No me vengas con cuentos! ―chillé otra vez, rechinando las muelas con
más que cólera―.
¡Tú hiciste ese hechizo encadenado! ¡Y POR POCO LA MATAS!
―Tu poder espiritual hizo que la fiebre fuera más alta de lo que yo tenía
previsto, si bien ella también tomó parte en ello.
¡¿A qué vienes por aquí?! ¡¿Acaso tienes más aliados con los que pensabas
que podías escapar?! ¡¿Es eso?! ¡Vamos, contesta!
―¡¿No acabas de oírme?! ¡Te he dicho que los rumanos y ese licántropo
están muertos! ―le recordé con otro grito―. ¡Todos los licántropos están
muertos!
503
No me percaté de ello cuando les oí decir que tú estabas en las montañas para
terminar con Vladimir y Stefan, creía que había tenido mucha suerte, sin
embargo, todo era una artimaña para…
―Espera, espera ―le paré para aclararme las ideas―. ¡¿Me estás diciendo
que Thiago y su grupo fueron los que te dijeron que yo estaba en las
montañas?!
¡Ellos sabían que Razvan les había escuchado! Esa arpía odiaba a Nessie, y
por supuesto no había desaprovechado la ocasión para intentar deshacerse de
ella, con la ayuda de Thiago. Pero ahora me quedaba una duda. Ellos sabían
de sobra que Razvan no la mataría, porque estaba obsesionado con ella, tanto,
que iba a traicionar a los otros dos magos. Y también sabían que yo les
aniquilaría a ellos y a sus queridas momias si me enteraba de que Nessie
había muerto por su culpa. ¿Entonces, qué se traían entre manos realmente?
―¡¿Qué dices?!
―Saben que ella me pertenece. ―Sus ojos rojos adquirieron una nota de
locura, el muy idiota se creía esto de verdad.
504
el combate!
Me incliné hacia delante y solté un rugido colérico que a punto estuvo de tirar
abajo todos los pinos que nos rodeaban, de lo bestial que me salió. Las aves y
otros animales salieron en estampida de allí, vaticinando que algo muy gordo
se avecinaba, algo peor que un abrasador incendio.
El vaho azulado de Razvan era menos intenso que el de antes, señal de que
estaba más confiado ahora que yo no iba a usar mi poder espiritual contra él.
Creía que tenía posibilidades contra mí, y probablemente las tenía, sí, para
qué íbamos a negarlo, pero yo también tenía las mías, estaba preparado de
sobra para luchar contra cualquier chupasangres, e iba a utilizar todas mis
técnicas.
Corrí hacia él con furia, pero él también lo hizo hacia mí. Ambos nos
estampamos en un choque brutal, feroz, y los dos salimos rebotados hacia
atrás.
Ese maldito mago seguía en el suelo cuando me puse sobre mis cuatro patas.
Salí volando hacia atrás y mi lomo se estampó contra el ancho tronco de uno
de los pinos que vestían el bosque. La madera crujió sobre mi columna
vertebral y se quebró, partiendo el árbol en dos, aunque eso no me dolió tanto
como la patada que recibí en el estómago. La parte superior del pino comenzó
a descender en mi dirección, cogiendo más velocidad a medida que el tronco
se dividía del todo con ese ruido restallante, pero conseguí salir de allí con un
salto veloz.
Por poco me pilla una de las ramas de la copa del pino. Menos mal que no lo
hizo, porque lo que me faltaba era llevarme un buen latigazo en el trasero.
Mis hermanos, los Cullen y nuestros aliados observaban todas las escenas
con un aire tenso, pero permanecían quietos y más que atentos.
Maldito mago. Si creía que con eso me había asustado, iba listo. No pensaba
amedrentarme.
¡Nunca!
505
Como antes, el muy imbécil también se arrojó a por mí, pero esta vez no iba a
dejar que me pasara lo mismo. Esta era una técnica que solíamos utilizar
mucho con los estúpidos nómadas que venían a visitarnos. Fingí abalanzarme
sobre él, pero en el último momento, hice un quiebro súbito hacia un lado y le
enganché del antebrazo con mis fauces.
¡Bingo!
El resto fue coser y cantar. La, la, la… Y todo ocurrió muy deprisa. Con el
impulso del mismo salto, y aprovechando la misma inercia, giré la cabeza
con un movimiento brusco e inopinado, haciendo que su codo se retorciera
hacia su lado contrario. Su alarido llenó el sotobosque cuando aterricé a sus
espaldas con su antebrazo en la boca.
¡Maldita sea!
Vale, sí, me pilló totalmente por sorpresa, y cuando estaba arrojándome sobre
él para clavar los dientes en su hombro, me esquivó, con tan mala suerte que
no pude hacer nada. A ver, estaba en el aire, y que yo sepa nadie puede girar
en el aire si previamente no ha cogido impulso para hacer tal maniobra, así
que el muy condenado se las arregló para conseguir rodear mi cuerpo con su
brazo sano y con lo que quedaba del otro, apresándome por detrás.
¡Ni hablar!
Jamás iba a olvidar lo que les había intentado hacer a mi mujer y a mi hijo.
¡Jamás!
Los dos nos estampamos con un tremendo choque, como al principio, pero en
esta ocasión ninguno salió despedido hacia atrás. Entre rugidos y los
chasquidos de mi mandíbula comenzamos una lucha encarnizada consistente
en ver quién desguazaba antes al otro. Ambos nos caímos al suelo y
comenzamos a girar en la pelea, yo esquivando sus brazos para que no me
enganchasen otra vez al tiempo que trataba de llegar a ellos con mi boca para
despedazárselos.
¡Clack! Pegué una dentellada que rozó el aire con furia y chasqueó mis
muelas, por poco había cogido su brazo sano. ¡Mierda! Me quedé con parte
de su manga enganchada en los dientes y tuve que escupirla para seguir con
mis intentos.
En cuanto me arreó ese puñetazo, vi por el rabillo del ojo cómo los Cullen,
los de Denali y mi manada se agitaron un poco, nerviosos, aunque no me dio
tiempo a más.
Pensé que iba a sacar tajada de mi costilla fracturada y que iba a seguir
golpeándome para machacarla del todo, pero de pronto, a una velocidad
ultrasónica, ese hijo de mala madre saltó hacia arriba y se enganchó a una de
las ramas, quedándose colgando de su brazo, como si fuera un maldito mono.
Entre tanto, Emmett ya se estaba agachando, por si tenía que brincar al árbol
para impedir que huyese. Sin embargo, ese desgraciado mago se balanceó de
arriba abajo y de dos movimientos rapidísimos logró desgajar la rama de la
que colgaba, llevándosela con él.
¡Mierda!
Como una lanza, cayó en picado hacia mí, con sus asquerosos pies por
delante, y justo cuando ya los tenía encima, apuntando a mi costillar, me
levanté con rapidez y conseguí apartarme.
¡Asqueroso chupasangres!
Maldición. Empate a uno.
Ese miserable ahora se había hecho con esa rama para utilizarla como arma y
la meneaba en círculos delante de mí, observándome con esos ojos
encarnados, amenazantes, al tiempo que su careto de cal rancia esbozaba una
media sonrisa desafiante.
Cretino…
Por fin, se decidió a atacarme. Corrió hacia mí, llevando la rama hacia atrás,
y después la osciló hacia delante con un movimiento rapidísimo para intentar
apalearme.
Lo esquivé y volvió a intentarlo. Y así varias veces. ¿Qué era esto? ¿Se
pensaba que estaba dándole escobazos a un ratón o algo así?
La hierba del terreno salía despedida hacia arriba e iban quedando unos
surcos en la tierra, de los fuertes y vertiginosos topetazos del leño contra el
suelo. Razvan ya estaba exasperado por no poder cazarme, y cada vez
intentaba darme con más saña.
Sin embargo, de repente, y sin que apenas me diera tiempo a parpadear, sentí
una enorme puñalada en el pecho. Ni siquiera había terminado de levantar la
pata del suelo, pero esa rama puntiaguda se había clavado en mi torso con
ferocidad, como si fuese una afilada estaca de madera.
Mi corazón se detuvo por unos instantes, pero solamente fue un acto reflejo
producido por el susto, porque enseguida se puso a latir, eso sí, como un loco.
Había estado cerca, pero por suerte mi corazón seguía latiendo, eso
significaba que la estaca no lo había atravesado, y tampoco lo había hecho
con ninguna de mis costillas. No lo había hecho por los pelos. Pero, mierda,
¡mierda! La musculatura de mi pecho sí que estaba afectada, y me dolía a
horrores. Esta vez no pude evitar gemir.
La sangre comenzó a salir a borbotones por la herida, que tenía mala pinta,
aunque eso era lo que menos me preocupaba, porque sabía que se cerraría. El
problema era cuándo, cuánto iba a tardar en hacerlo, cuánto tiempo extra le
iba a dar a Razvan para que pudiera volver a atacarme.
Mi manada se agitó, muy nerviosa, aunque los alambres que les sostenían al
suelo les impedían actuar. Me conecté para reforzar la orden.
Pero había algo, algo que se movía dentro de mí. Todo mi ser, todo mi
espíritu de Gran Lobo, palpitaba con ímpetu dentro de mis entrañas al tiempo
que la visión de mi ángel invadía cada uno de mis pensamientos, pasando por
mi cerebro como una película en la que se me ofrecían diferentes escenas,
con Nessie de protagonista absoluta y principal. Entonces lo supe, no tuve
ninguna duda.
Eso me dio fuerzas para seguir con mi lucha, ahora no tenía nada que temer,
porque ese maldito Razvan no podría matarme jamás. Nada podría separarme
de Nessie jamás.
Gruñí.
¡Y una mierda! No podía saltar, pero mis fauces seguían en su sitio, y ellas
funcionaban bien, muy bien.
Crack.
Mis lobos no corearon nada esta vez, pero ya se les veía más tranquilos.
Idiota. El tipo era el hijo bastardo de un príncipe que jamás llegó a reinar o
algo así, y por eso el muy miserable ya se pensaba que era de sangre azul. No
recordaba muy bien lo que Ezequiel me 508
había contado de este malnacido, más que nada porque la patética vida de
Razvan me traía al pairo, pero de lo único que me acordaba era de esto y de
que su madre era una de las cocineras del castillo. Ah, y de que su padre la
había asesinado cuando era un crío, estando él presente. Por eso Razvan
había sido el elegido para intentar invertir la profecía, porque solamente
podía hacerse con alguien de la realeza, utilizando la magia negra, claro está.
Vale, puede que el color azul tiñese un poco sus asquerosas venas secas, pero
eso no le hacía príncipe, ni mucho menos. Y lo peor de todo es que él se lo
creía de verdad.
Él siguió a lo suyo.
―No logro comprender qué es lo que ella ve en ti, sin embargo, eso ya no
importará más.
―¡Ella solamente ama y amará a Jacob, jamás te amará a ti! ―saltó Rosalie,
muy ofendida y enfadada, harta.
Entonces, empezó a pasar algo. Ante mis atónitos ojos, algo negruzco
empezó a rezumar a su alrededor. Una brisa negra le envolvió y comenzó a
soplar en torno a su cuerpo, y cada vez era más intensa. Su semblante mostró
una pequeña sonrisa de satisfacción y sus ojos se clavaron en mí con más
inquina.
Él era un mago oscuro, y su alma era tan perversa que siempre generaría esa
energía negativa y negra.
¡JAMÁS!
Lo vio en mis pupilas, cómo no, y su vaho pasó a ser más azulado, tenso, al
tiempo que rechinaba los dientes, alerta. ¡Maldito cobarde! ¡Sin su magia no
era nada, ¿y se atrevía a desafiarme?! ¡Iba a pagar muy caro todo lo que había
hecho! ¡Y encima todavía estaba dispuesto a hacer más! ¡Todavía quería
llevarse a Nessie y hacerle un hechizo para que ella…! Entonces, el volcán
que tenía dentro explotó por completo, extendiendo toda su incandescente
lava por todo mi organismo, llenando cada una de mis células de cólera
incontenible.
Mis fauces se engancharon a sus partes nobles, aunque de nobles seguro que
no tenían nada, y me zarandeé, rabioso. Puaj, sin duda esto era lo más
asqueroso que había hecho nunca. Pero el mago chilló con ganas, y eso me
llenó de satisfacción. ¡Esto por haber acosado a Nessie en tu sucio 509
―¡MALDITO! ―bramó, cayéndose de rodillas con los ojos tan abiertos por
el horror que parecía que se le iban a salir de las cuencas.
Pero la brisa negra que le envolvía ya era más fuerte e intensa. De pronto, ese
aire oscuro se detuvo y, con una corriente súbita y vertiginosa, se introdujo
dentro de su cuerpo a través de los ojos, la boca y los oídos.
Insertó esa mirada chalada en mí, sus pupilas casi parecían estar inyectadas
en sangre, y de una forma repentina, me lanzó uno de sus chorretones negros.
Pero yo no quería terminar con él de este modo. No, así no. Así que conseguí
dominar mi poder espiritual a tiempo para guiarlo y pilotarlo sin ese piloto
automático.
Bien.
Mis ojos se fueron hacia los suyos y clavé mi vista iracunda en ese
degenerado chiflado. Su vaho azulado aumentó hacia el cielo gris cuando vio
mis intenciones escritas en ellos con letras claras y cristalinas. Sí, mis pupilas
lo clamaban a los cuatro vientos.
El chorro de magia negra se esfumó y, como había pasado con los otros dos
magos, su malvada 510
alma emitió unos chillidos de rata al tiempo que su cuerpo se reducía a unas
putrefactas y malolientes cenizas que se cayeron sobre el terreno, llevándose
con ellas los gritos de tormento.
Jane salió de entre las sombras arbóreas, junto con el resto de sus secuaces,
aplaudiendo, y se quedó a unos metros de nosotros.
511
iban?!
¡Maldita arpía!
¿A qué viene eso?, criticó, molesto. Me los puse bien limpitos antes de venir
a esta misión,
No fue una orden impartida con mi voz de Alfa, pero obedeció, eso sí,
murmurando un montón de maldiciones para sus adentros.
Como ya estaba harto de hacer, me dirigí a un árbol con el tronco ancho y me
oculté. Esto ya resultaba todo un rollazo, pero qué quieres, con tanta fémina
alrededor era más que obligatorio.
La muy víbora ni se inmutó cuando me vio a dos piernas, y eso que mi careto
no era amistoso, precisamente, y mis pies se clavaban en el terreno con pasos
decididos y rabiosos. Mantenía esa cara de niña pequeña bien alta,
mirándome con prepotencia, mientras esperaba a que terminara de acercarme.
Estúpida. El mafioso y sus cinco secuaces me observaban con un semblante
parecido, aunque con reservas, y el Pitufo, el grandullón y el rastreador
mostraban unas caras totalmente neutras, como estatuas. En cambio, el
Zanahorio tenía un careto de desaprobación total, pero lo que me sorprendió
es que esa expresión no iba dirigida a mí, sino a su compañera. En fin.
Unos brazos fuertes, pétreos y fríos como un glaciar me sujetaron por detrás
y me detuvieron.
―Sigo sin saber de qué estás hablando ―mintió la rubia canija sin dejar esa
pose arrogante―.
512
―¡Maldita zorra mentirosa! ―grité. Emmett tuvo que sujetarme otra vez y
volví a sentir esa incipiente calma dentro de mí que Jasper me estaba
provocando con su don. Pero pasé de los dos; todo lo que pude, claro, porque
el dichoso don de Jasper era un verdadero incordio―. ¡No te hagas la loca!
¡Sabes de sobra de qué hablo! ¡Este desgraciado ―señalé a Thiago con la
cabeza de nuevo―
Mis lobos gruñeron para dejar bien claro lo mucho que les había molestado
este tema. Sin embargo, los secuaces de Thiago lo hicieron con
disconformidad por mis adjetivos calificativos hacia ellos, cosa que me
importaba un bledo.
Mis ojos se abrieron como auténticos platos, con el ceño incrustado sobre
ellos, y mi boca casi se cae al suelo con indignación cuando vi que Jane y
Thiago se miraban el uno al otro, fingiendo extrañeza, como si no supieran de
qué iba el asunto. ¡¿Tendrían cara?!
¡Ja! Esto ya me daba risa y todo. Menudos teatreros. Claro, por supuesto,
ahora caía. El resto de chupasangres no estaba al corriente de este trapicheo
entre los dos, por eso tenían que disimular. Aunque también lo hacían para
que yo no les aniquilase aquí mismo, evidentemente.
―Lo siento, Jane ―se disculpó Thiago, haciendo una ridícula reverencia con
la cabeza―. No volverá a suceder.
¡Estaba más que harto! ¡¿Cómo podían tener tanta caradura?! ¡Habían
planificado todo eso para que Razvan se llevase a Nessie, pero les había
salido el tiro por la culata y ahora estaban intentando salvar los muebles!
¡Pues yo ya estaba hasta las narices! ¡Iba a cargármelos a todos de una
maldita vez!
Pero, de pronto, los brazos de Emmett me apresaron por detrás, con fuerza, y
me vi arrastrado varios metros hacia mis espaldas.
―No quiero hacerte daño, Em, así que más te vale que me sueltes ―le
advertí, apretando las muelas para retener esa cólera que ya se revolvía por
mis entrañas.
―¡Ellos son los primeros que lo han roto al planear todo eso para deshacerse
de Nessie! ―refuté, cabreado.
―¡¿Cómo dices?! ―Mi enorme indignación quedó más que patente con el
tono de mi voz y con mi cara.
―Lo sé, por supuesto que sus intenciones eran oscuras, pero no existen
pruebas que lo demuestren. Por eso, teóricamente, no han incumplido el
tratado.
―¡¿Cómo que no hay pruebas?! ―No pude evitar que mi voz sonase un
octavo más alto de la cuenta, dada mi irritación―. ¡Yo lo sé! ¡Todos nosotros
lo sabemos! ¡Es evidente!
―Jacob, el único testigo que había lo acabas de matar ―me recordó, eso sí,
sin reproche alguno―. No podemos demostrarlo. Sería nuestra palabra contra
la suya.
Genial. Jamás pensé que iba a decir esto, pero por primera vez me arrepentí
de haberle dado rienda suelta a mis impulsos y haber matado a Razvan tan
pronto. De haber sabido que esa chusma iba a aparecer y que esto iba a ser
así, hubiese esperado más para matarle.
―Al no haber pruebas, los Vulturis podrían alegar que tú asesinaste a Jane y
a los demás a sangre fría ―opinó Garrett, llevándose la mano a la barbilla,
pensativo―. Y con el tratado roto, no dudarían en tomarse la justicia por su
mano.
―Los Vulturis no irán a por ti ―siguió Kate―. Irán a por nosotros. A por
todos nosotros ―dijo, señalando a su aquelarre y al de los Cullen―. Y no
avisarán, te lo aseguro. Podrían venir a por nosotros en cualquier momento;
mañana, dentro de semanas, meses, años, siglos…
Saben que no pueden vencerte en una guerra, sin embargo, harán lo que sea
para hacerte daño y mermarte.
514
Genial. Se me estaban terminando las opciones. Eché otro vistazo por encima
de Jasper. La Pitufina y su séquito de ratas seguían en el mismo sitio,
esperando mi decisión pacientemente, eso sí, con sus arrogantes barbillas
alzadas. ¡Arg!
Los Cullen y los de Denali no dijeron nada, pero lo que decían sus caras
coincidía con lo que acababa de pasar por mi sesera. Ah, bueno, solo hubo
una persona que dijo lo que pensaba en voz alta.
―No digas tonterías ―chistó Rosalie, poniendo los ojos en blanco mientras
negaba con la cabeza.
Por una vez estaba de acuerdo con la Barbie, aunque eso fuera en contra mía.
Me quedé en blanco. Guay.
―Jacob, despidámonos de ellos y vayamos a casa ―sugirió Jasper―. Es lo
mejor para todos.
Una vez más, mi tarro se quedó vacío y no pude replicar. Genial. Rechiné las
muelas con rabia, porque tenían razón, y encima, me lo decía la Barbie.
Guay. Y para colmo, Leah asintió con la cabeza, dándole toda la razón.
Estupendo.
Volví a rechinar los dientes con más que rabia cuando me di cuenta de que
tenían razón de nuevo. Por enésima vez, miré a la Pitufina y a su séquito.
Estaban ahí, justo donde les habíamos dejado. Seguían con sus gestos de
arrogancia, pero ahora, además, a esa arpía se le agregó una leve y casi
imperceptible sonrisita. Mis muelas estuvieron a punto de quebrarse. Sabían
de sobra que esto iba a resolverse de esta forma, que yo no tenía más opción,
por eso se habían atrevido a venir y no se habían esfumado a la primera de
cambio. ¡Malditas ratas!
Emmett por fin me liberó, dejando que mis brazos se escapasen de esos
músculos de hielo.
515
Sí, ya estaba más tranquilo, pero eso no quitó para que me abriera paso entre
Jasper y Eleazar, y me dirigiera enrabietado hacia la rubia canija y sus
secuaces de miserables. Los demás, incluida mi manada, comenzaron a
seguirme para ver si tenían que frenarme, sin embargo, en cuanto me paré
frente a mi objetivo y vieron que no me abalanzaba sobre el mismo, se
detuvieron a mis espaldas, más sosegados. Me quedé delante de la Pitufina y
el resto de sanguijuelas y les miré con cara de muy, muy malas pulgas.
―Os habéis salvado por los pelos, pero os lo advierto ―empecé a hablar con
una voz que me salió más ronca, debido a mi cabreo―, como volváis a
intentar una jugarreta como esta con mi mujer, mi hijo o cualquiera de mis
aliados, os juro que os mataré a todos. Iré a buscaros a donde sea y os
machacaré uno a uno, como hice con ese miserable de Razvan, ¿entendido?
Ese matón de Thiago iba a decirme algo, molesto, pero la Pitufina interpuso
su brazo y le detuvo. No le quedó más remedio que chirriar los dientes.
―Te repito que nos estás acusando de algo que no hemos hecho, todo esto es
un malentendido producido por un error de Thiago, no obstante, no voy a
entrar en discusiones contigo ―dijo ella con su encopetamiento de siempre.
¡Mentirosa! Faltaba muy poco para que mis manos se enganchasen a su
cuello. Solo tendría que girarlas un poco, era muy fino, es más, me serviría
una sola mano, pero pensé en Nessie y en Anthony, en las consecuencias que
eso traería para ellos, y conseguí controlarme―. Esto no volverá a ocurrir
jamás, te lo garantizo.
―Eso espero ―logré escupir entre dientes, con esa rabia que me era
imposible ocultar.
―¿Un obsequio? ―gruñí, pues ya estaba hasta las narices de los regalitos de
Aro.
―Yo no quiero…
Me quedé sin voz cuando Jasper me arreó un disimulado codazo en todas las
costillas. Le miré, malhumorado, y después volví la vista al frente para coger
el rollo con un zarpazo.
―Sí, es un certificado firmado por los Vulturis que avala que Ezequiel ya
forma parte del tratado ―me corroboró ella, alzando la barbilla con
altanería―. Un mensajero nos lo ha traído hace justo una hora. Aro te ha
dado su palabra, y él siempre la cumple.
―Ha sido un… ―me dio un repaso que abarcó todo mi torso, alzando la ceja
y el labio con esa aprobación de siempre― placer trabajar contigo.
―Espero que nos veamos pronto ―dijo, dándose la vuelta junto con el resto
de su chusma al tiempo que se ponía su capucha, al igual que los demás.
Iba a mover un pie en su dirección para decirle que cuando quisiese, pero
Jasper me interpuso su brazo. También me sentí más relajado, qué raro…
Gruñí.
Yo también me giré hacia el otro lado, pero me dirigí al árbol de antes para
entrar en fase.
Me oculté detrás del tronco, me quité los pantalones y cuando los iba a atar a
mi cinta de cuero me fijé en mi anillo de casado. Entonces, toda mi mala
leche se esfumó de sopetón y no pude evitar que una enorme sonrisa se
extendiera en mi cara, porque por fin me iba a casa, con Nessie. En ese
momento, me percaté de que todo había terminado, de que éramos libres,
¡libres! Sí, ya no había magos, ya no habían rumanos, ya no habían
licántropos, ya no había nada de qué preocuparse, ya no había nada de qué
protegerla a ella y al bebé. Así que los Cullen ya se podían quedar en su casa
de Forks o irse a Anchorage, aunque intuía que con el parto tan cerca ya
aprovecharían para quedarse. Pero no en nuestra casa… Sí, sí, ¡sí! ¡Éramos
libres! ¡Ya no más vampiros por casa! ¡Ya no más malos olores! ¡Ya no más
falta de intimidad! ¡Ya no más radio!
Salí pitando de allí y empecé a galopar hacia la casa de los Cullen. No quería
que Nessie se preocupara más por mí, que segurísimo que lo estaba, pero
además, me moría por verla, por besarla, abrazarla, tocar su barriga y sentir
las patadas de Anthony…
¡Eh, mis pantalones!, protestó Quil, echando a correr detrás de mí. ¡Dijiste
que me los ibas a devolver!
Todos los demás también lo hicieron, incluidos los Cullen y los de Denali.
¡¿Serás cabr…?!
Mierda, es verdad, dijo él. ¿Qué hora es? ¿Alguien tiene hora?
Sin embargo, fue girar el tronco y vi a Nessie, que ya estaba a unos pocos
metros de mí. Estaba vestida con uno de esos vestidos premamá que Esme le
había regalado y venía corriendo, agarrándose esa enorme panza que parecía
que se le iba a caer al suelo. Su hermoso rostro todavía reflejaba las horas de
preocupación y ansiedad. No habían sido muchas, dos como mucho, pero 517
Eché a correr hacia ella con presteza, ya que no quería que se esforzase en su
estado, y por fin nos encontramos.
―Jake… ―sollozó.
―Nessie ―murmuré con un nudo en la garganta.
Mis brazos se fueron a su cintura para arrimarla a mí, pero los suyos se
fueron a mis hombros y sus manos envolvieron mi cara al tiempo que sus
dulces y preocupadas pupilas la estudiaban, cerciorándose de que no tuviera
ni un solo rasguño.
―Estoy bien, cielo ―la calmé, llevando mi rostro al suyo para besarla.
Sí, por fin se había terminado todo. Ahora podríamos vivir en paz. Nessie,
Anthony y yo.
La apreté un poco más contra mí, Nessie aferró su mano a mi pelo para que
no me separase de ella nunca, y seguimos besándonos con esa alocada y
emocionada pasión.
518
―Sí, no te preocupes ―me contestó Nessie, que tenía las manos sobre la
zona de los riñones.
Terminó de acercarse a la silla que yo había traído de la cocina y que había
colocado en mi garaje para la ocasión y la ayudé a sentarse, asiéndola por el
brazo. También había traído unos cojines del sofá, así que después me
apresuré a cogerlos del capó del Golf, volví a la silla y se los coloqué en la
parte trasera de su cintura.
Sí, por fin. La primera fotografía de Anthony. Se me caía la baba cada vez
que abría la nevera, qué puedo decir…
―Pues luego tenemos que ir al curso de preparación al parto, ¿no sería mejor
que descansaras un poco en el sillón de la chimenea? ―sugerí, preocupado,
poniéndome en cuclillas a su lado para acariciar su panza―. No sé, allí
estarías más cómoda, podrías leer…
―Ni hablar ―se negó con una sonrisa, colocando su dedo índice en mi boca
para que cerrase el pico―. Prefiero quedarme aquí, viendo cómo haces la
cuna.
Sonreí.
Sí, los Cullen venían todos los días y se pasaban las horas aquí.
Eso sí, aún me rechinaban las muelas al recordar lo que ese desgraciado había
estado a punto de hacerles a Nessie y a mi hijo. Menos mal que ese maldito
no se había salido con la suya.
Ezequiel no había sido capaz de explicar por qué Nessie había podido desviar
hacia ella el hechizo encadenado de Razvan, pero no me había hecho falta,
porque yo sabía de sobra por qué había pasado eso. No había sido mi poder
espiritual, ni ninguna magia, bueno, sí, había sido una magia, pero nada que
ver con la que últimamente estábamos acostumbrados a toparnos. Había sido
un milagro, el milagro que solo una madre puede conseguir gracias al amor
que le profesa a su hijo.
519
Nessie había luchado con todas sus fuerzas, con toda su alma, para salvar a
Anthony, y sin darse cuenta había hecho que el hechizo pasase a ella. De ahí
que la mirase tan atontado, era inevitable.
―Puede que esté soñando con lo poco que sabe de zanahorias ―bromeó
Bells.
¿Dónde está?
Nessie me había contado que Edward podía ver los pensamientos o lo que
fuera del bebé, esos sueños difusos. Me moría de curiosidad por saber qué
sensaciones podía estar teniendo A. J. ahora mismo.
No quería ser malo, pero no pude evitar sentir esa alegría dentro de mí, qué
quieres que te diga.
Esta semana ya había terminado el dormitorio del bebé, que, por cierto, y no
era por echarme flores, pero me había quedado perfecto, hasta la Barbie tuvo
que callarse la boca, así que había empezado con la cuna. Ya tenía todas las
piezas cortadas, con los cantos redondeados, lijadas y lacadas en blanco,
incluido el somier. Ahora me quedaba lo que más ilusión me hacía del
proceso, solamente me quedaba atornillarlas para terminar de montar la cuna,
y después tenía pensado adornar el cabecero de los pies con algún dibujo
infantil. Todavía tenía que elegir una plantilla, pero eso ya lo compraría con
Nessie. Uno de los lados iba a ser abatible, que era lo más chungo de
conseguir, pero Nathan me había enseñado cómo hacerlo, por lo que esperaba
no tener mayor problema.
Repetí la misma acción en todas las piezas, midiendo las distancias bien y
comparándolas con las de las partes que iban a ir encajadas con su pieza
correspondiente, para que no hubiera ni un fallo. Esto me llevó un buen rato,
la verdad, aunque estaba entretenido con la charla que mantenían Bella y
Nessie sobre la universidad y las anécdotas que contaba mi amiga.
Justo cuando terminé de hacer todo esto, alguien apareció por la puerta del
garaje.
―Hombre, Quil, ¿qué te trae por aquí? ―le saludé, echándole un fugaz
vistazo, ya que estaba bastante centrado con mi tarea.
―Qué hay ―saludó él, apoyándose en la pared con las manos en los
bolsillos de su pantalón―.
520
―Esto… nosotras nos vamos a casa, Jake ―dijo Nessie, muy suspicaz,
levantándose de la silla para dejarnos a solas. Bella lo hizo de las cajas de
refrescos apiladas en un parpadeo para ayudarla―. Voy a descansar en el
sillón y leer un poco.
Sí, estaba claro que Quil había venido para hablar conmigo, y Nessie se había
dado cuenta, cómo no.
―Vale ―acepté.
Solamente llevábamos yendo cuatro días, pero para mí ya era una cita
obligada a la que no quería faltar, porque me encantaba.
―Es que no he dormido nada estos días ―suspiró, apoyando los codos sobre
sus rodillas.
Era evidente que no era por patrullar, ya que esta semana lo estaba haciendo
por el día. Un momento. Entorné el ojo, analizándole, cuando recordé que
había sido a petición suya, ya que la semana pasada le había tocado el turno
de día, y esta semana le tocaba el turno de noche. ¿Dos turnos de día
seguidos? Qué raro…
―Te ha pasado algo con Claire, ¿no es eso? ―Opté por ir al grano, no me
gustaban los rodeos.
Se alzó de repente para mirarme, algo nervioso―. Y no me digas que no,
llevas así de raro desde hace dos semanas, ya cuando fuimos a por los
licántropos. Además, no haces más que desviar tus pensamientos cuando
Claire te viene a la cabeza.
―¿Y Embry?
Suspiré y asentí.
521
―Claire me besó.
Tuve que pestañear para reaccionar. ¿Eso era todo? ¿Y por eso estaba así?
Pero si debería de estar contento, ¿no?
―Pues que tiene quince años recién cumplidos, Jake, ese es el problema
―me aclaró con una voz nerviosa más cercana al miedo escénico que otra
cosa.
―¿Tal vez porque su sobrina tiene quince años y yo veintinueve? ―dijo con
ironía―. Casi le doblo la edad.
―¿Y qué importa eso? Piensa que vais a estar juntos toda la vida, ¿qué más
da si cuando empezasteis ella era menor o no? Además, todo el mundo sabe
que Claire es mucho más madura que una chica de su edad.
―Ya, pero Sam da por hecho que yo voy a esperar a que Claire tenga los
dieciocho.
―¿Tanto te preocupa Sam? ―critiqué―. Háblalo con él, déjale las cosas
claras y ya está.
Ella es tu mujer ideal, tiene lo que siempre has buscado en una chica, todo lo
que podrías soñar, tiene todas las cualidades que te gustan en una mujer, es tu
alma gemela. Ya sé que es raro, porque es muy joven, pero que te enamorases
de ella es lo más natural del mundo, créeme, yo he 522
―Oye, yo también tuve que pasar lo mío, ¿qué te crees? ―refuté, algo
molesto―. No fue nada fácil para mí pasar de sentirse el hermano mayor de
una niña de doce años, a de repente ver que estaba enamorado hasta las
trancas de la misma chica que hacía solo un mes y medio había sido esa cría.
Fue un cambio muy drástico para mí, ¿sabes? No voy a negar que me gustó,
al contrario, me encantó que ella por fin creciera, para qué lo voy a negar,
pero al principio tenía que pellizcarme para saber si estaba soñando o no,
porque no me creía que ella ya fuera una mujer. No te imaginas lo que es ver
que ella tiene doce años, y que a las tres semanas tiene quince y ya te
empieza a gustar físicamente, tú ya me entiendes.
―Sí, creo que algo te entiendo ―murmuró, otra vez con ironía.
―Fue algo muy raro para mí. Tú por lo menos has ido viendo crecer a Claire
poco a poco, has ido viendo cómo ella cambiaba progresivamente, y eso más
o menos te ha ido preparando el terreno,
¿entiendes? Pero yo no tuve eso. Lo mío fue un… ¡bum! ―gesticulé con los
brazos, simulando una explosión―, ella de repente tenía diecisiete años, era
la mujer de mis sueños y yo ya veía que empezaba a enamorarme hasta las
trancas, sin remedio.
―¿Sabes? Yo creía que esto de la imprimación era otra cosa ―murmuró sin
alzar la vista―.
Pensaba que iba a sentirme como su hermano mayor siempre, hasta que ella
cumpliera la mayoría de edad, y que entonces ya podría enamorarme de ella.
―Así que por eso llevas dos semanas rehuyendo de ella, para evitar el tema
―me sorprendí―.
―No rehuyo de ella ―me corrigió, alzando la vista del suelo para
observarme―. Sigo viéndola, solo que…, bueno, la veo a ratos para…, en
fin, para no tener que enfrentarme a esto.
―No, no es eso ―alegó, frustrado por no saber explicarse bien. Tomó aire
para sosegarse un poco y siguió hablando―. Antes de hablar con ella
necesito aclararme las ideas, dejar que se calmen las aguas y tranquilizarme.
Aún no sé qué hacer, tengo que pensármelo bien antes de tener una
conversación con ella, ¿comprendes? Porque sé que ella quiere…, bueno
―se llevó la mano a la nuca y se rascó con nerviosismo y algo de apuro―,
quiere que seamos… novios ―bajó la mano y la posó en su rodilla, encerrada
en un puño―, pero yo creo que sería mejor que esperásemos un poco, ya me
entiendes, por lo menos un par de años. Todavía estoy hecho un lío, no quiero
hablarlo con ella sin haber tomado una decisión. No te imaginas lo persuasiva
que puede a llegar a ser Claire.
No, sí, no hacía falta que lo jurara, persuasiva debía de serlo un rato, porque
de momento ya le había sacado todo un morreo.
―Bueno, no veo por qué tienes que esperar a que Claire tenga los dieciocho
―opiné―. Puedes salir con ella en plan casto, ya sabes, sin sexo y esas
cosas.
523
Pensaba que cuando Claire creciera él se lanzaría de cabeza a por ella, y más
después de estar tantos años esperándola, de celibato total y eso, pero no.
Aunque, bueno, vale, no era nada difícil deducir el porqué con Claire era
diferente. Quil nunca se había enamorado de este modo.
―Bah, ¿sabes qué te digo? Que te estás engañando a ti mismo, chaval ―le
solté. Quil bajó en entrecejo―. ¿Ves tu puño? ―le indiqué con el dedo. Él
bajó su careto para mirarlo―, pues así estás tú. Todo esto que haces no es
más que una coraza, porque lo que te pasa en realidad es que estás muerto de
miedo. No quieres aceptar que estás enamorado de una chica de quince años.
―Pues sí, estoy muerto de miedo ―reconoció, eso sí, algo irritado―. Ella
tiene quince años, y me da miedo no saber respetarla hasta que sea mayor de
edad, ¿sabes? Me da miedo no poder controlarme, que llegue un día en que
incluso la desvirgue y me diga: «¡Dios mío, ¿qué he hecho?!
¡Solo tiene quince años!». ¿En qué me convertiría eso? Sería un… pervertido
o algo así.
―No te rías, no tiene gracia ―se quejó mientras yo esquivaba ese misil,
aunque a él también se le escapó la risa―. Te parecerá una tontería, pero yo
me como el tarro todos los días con esto. ―Entonces, le dio por ponerse
tímido―. Bueno, ya sabes que… nunca he estado con una chica de ese modo,
tú ya me entiendes.
―Me imagino la tuya cuando él corra detrás de ti para clavarte los dientes
―me tronché.
―Pues que no te comas tanto el tarro ―le aconsejé, cogiendo los tornillos de
la estantería que tenía detrás de mí―. Si pasa, pasa, ya está. Además, no
sabes qué puede ocurrir. A lo mejor ella te para los pies muy bien.
―El problema es que Claire no quiere esperar ―suspiró―. Fue ella la que
me besó, ya te lo dije.
―¿Y por qué le dio por besarte? Creía que ella iba a esperar también.
―¿Cómo?
524
―No… ―Miré a Nessie con una cara que decía «venga ya»―. Bueno, vale,
sí ―reconoció, avergonzada―. Pero fue sin querer. Estábamos paseando por
el jardín, os oímos hablar y, bueno, no pudimos evitar quedarnos para
escuchar.
―En fin, da igual ―dijo Quil, soltando otro suspiro―. De todas formas, se
iban a enterar.
―No le dije que ella te gustaba ―aclaró Nessie―. Bueno, no con esas
palabras. ―Bajó la mirada, colorada, y después la volvió a subir para
mirarnos―. Lo que le dije es que tuviera paciencia, que solamente tenía que
esperar un par de años más, y que tú terminarías lanzándote algún día, solo
eso.
―Mira, Quil, tienes que hablar con Claire, tenéis que aclarar las cosas de una
vez ―le aconsejé.
―Eso es, habla con ella ―reiteré, colocando una pieza lateral sobre el
cabecero de la cuna para comenzar a atornillarla.
―Oye, te está quedando muy bien ―me alabó―. Tu cuna tiene buena pinta.
Genial… ―se quejó, inclinándose sobre sus manos para hundir la cabeza en
ellas.
A Bella se le escapó una risita y los demás no pudimos evitar hacer lo mismo.
―Emmett está viendo un partido, no creo que haya oído nada ―se me
ocurrió.
―Ah ―se detuvo y se giró en el umbral para mirarme, otra vez con ese
honor a la amistad―, y gracias, tío.
Tonto.
―De nada, hombre. Anda, tira ya con Claire ―le contesté con una sonrisa,
alzando el brazo para instarle a que se fuera ya.
Me carcajeé.
525
526
Me acerqué a ella por detrás y rodeé su descomunal barriga con mis manos.
No se asustó, claro, ya me había oído silbar de camino hacia aquí. Giró su
rostro hacia el mío, sonriente.
Los dos nos dimos un beso. Despegué mi bocaza antes de que el chisporroteo
de mi estómago subiera de intensidad, como la energía, y ya se convirtiera en
una misión imposible.
Me fijé en que incluso había vestido la cuna con uno de los juegos de ropa de
cama que Bella y Edward habían comprado hacía poco menos de un mes,
movidos por el entusiasmo de nuestra salida victoriosa contra los magos y los
rumanos, bueno, sobre todo porque Nessie y el bebé finalmente habían salido
ilesos de aquello. La cuna tenía la mantita de color azul puesta, de la que
sobresalía el embozo de la sábana blanca, con las letras «A. J.» bordadas y
una franja de rayas de unos ocho centímetros justo en el borde de la tela, todo
ello también en azul, y esa diminuta y plana almohada, que hacía juego con el
resto, ya que seguía la estética de rayas azules y blancas.
Vale, vale, lo reconozco, se me caía la baba, casi nos podíamos poner a nadar
allí.
―Ya sé que todavía queda una semana para que nazca, pero me gusta tanto
la cuna que me moría por verla vestida. ―Se giró hacia mí y rodeó mi cuello
con sus brazos, mirándome con una amplia sonrisa de orgullo y
satisfacción―. Te ha quedado genial.
Bueno, es que la cuna me había quedado muy bien, para qué íbamos a
negarlo. Al final había encontrado la plantilla para el dibujo infantil de un
cachorro de lobo. A Nessie le hacía especial ilusión que el cabecero de los
pies tuviera el dibujo de un lobo, así que rebusqué por todos los sitios habidos
y por haber, me costó un triunfo, todo hay que decirlo, hasta que por fin di
con esa plantilla en una pequeña tienda de aquí, en La Push.
Sonreí, más que satisfecho, y volví a besarla, esta vez con un beso más largo.
Claro, por supuesto una vez más tuve que obligarme a despegar mi boca de la
suya, porque si seguía…
―¿A qué hora llegan tus padres y tus tíos? ―pregunté para poder tomar aire
y recuperarme.
las dudas que tienen, así que puede que se alargue un poco ―me explicó.
―Ah.
Me carcajeé.
―No tardaré nada, te lo prometo. ―Le di un último beso en los labios, este
corto, y me separé de ella, girando medio cuerpo sin dejar de mirarla, para
echar a andar hacia la puerta.
―Yo iré abajo, quiero terminarme ese libro que empecé ayer ―dijo,
guardando lo que le quedaba de ropa en el armario y cerrando las puertas del
mismo.
Le echó un último vistazo al mueble, ahora que lo había cerrado, y sonrió. Sí,
no me había quedado nada mal. Lo había lacado en blanco y había
aprovechado la misma plantilla de la cuna para estampar ese dibujo de
cachorro de lobo en la parte inferior de una de las puertas.
―No enferma, ya, ya ―terminé yo, echando a caminar con ella hacia el
pasillo―. Pero estás en la etapa final, finalísima, del embarazo, y tu barriga
pesa más.
―Nada, cielo, una de esas contracciones de siempre ―me calmó, ahora más
aliviada al dejar de sentirla.
Ah, sí. Uf, qué susto. De un tiempo para acá Nessie había empezado a sentir
unas contracciones que tenían un nombre rarísimo. Doc me había dicho cómo
se llamaban, era algo así como contracciones de Braxton no sé qué, pero mi
sesera no había sido capaz de retener ese extraño nombre. Según él, esas
contracciones eran normales en esta etapa final del embarazo, aunque yo no
acababa de acostumbrarme.
La tomé en brazos al llegar a las escaleras y la bajé hasta el vestíbulo de
abajo. Como ya estaba en ello, la llevé al salón y la dejé junto al sillón de la
chimenea, donde se solía sentar para leer.
―¿Mejor así?
―No tardaré, ¿vale? En cuanto termine me tendrás aquí ―prometí con una
sonrisa, acariciando su mejilla.
―Sí, no te preocupes ―rio, meneando las manos hacia fuera para que me
largara de una vez.
Salí de casa y me dirigí al garaje, silbando esa dichosa canción otra vez. Hay
que ver, cómo se pegaba la condenada. Entré en el recinto de esta guisa, me
acerqué a una de las estanterías, cogí el cubo, una esponja, dos paños,
encendí mi viejo y anticuado radiocasete para amenizar el asunto con un poco
de música y me puse a trabajar.
528
Maldije para mis adentros cuando recordé que todavía no había arreglado el
problema con la manguera. Seguía sin funcionar bien, y tan pronto no tenía
presión, como de repente te soltaba un chorretón que te dejaba la camiseta y
los pantalones perdidos. Y eso me pasó cuando estaba llenando el cubo.
Genial.
Agarré el otro paño, ese que era más suave, y me puse con ello enseguida. Le
pasé el paño una y otra vez a los tubos metálicos de mi preciosa Harley
Davidson. Sí, estaba quedando brillante, brillante.
―¡Jake! ¡JAKE!
Casi tiro la moto abajo al escuchar los gritos de Nessie, del sobresalto.
Mis torpes piernas tropezaron con el cubo en su salida hacia la puerta del
garaje y el agua me salpicó hasta los pantalones, mojando también lo que
acababa de secar del vehículo. Guay.
Salí despedido del garaje y entré en casa a todo lo que daban mis empapadas
piernas.
―¡Jake!
―Ya viene. He roto aguas ―me anunció con tranquilidad, seguramente para
tranquilizarme a mí.
Ay, madre. Esa era la voz de alarma. El anuncio que tanto estaba esperando,
aunque no contaba con que fuera tan pronto. Dios, demasiado pronto. ¡Pero si
se suponía que todavía quedaba una semana!
―Vale, nena, no pasa nada ―le calmé, acariciándole la cara. No sabía si esas
palabras eran para ella o eran más bien para mí―. ¿Puedes ponerte de pie?
Me puse de pie con rapidez y cogí un montón de cojines del sofá, incluido el
que formaba el asiento de abajo, más la manta que siempre usábamos para
acurrucarnos juntos en el mismo.
―Aquí estarás más cómoda ―le dije, poniendo su brazo sobre mis hombros,
como antes.
―¿Mejor así?
529
―Ay ―gimió.
―¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! ―Dejé caer las rodillas con tanta fuerza para estar
junto a ella, que vibró toda la solera de la casa.
Vale, vale, tranquilo, Jake, tranquilo, me dije a mí mismo. Piensa, piensa. Ah,
Carlisle.
―Ya voy, preciosa. Voy a llamar a Carlisle para que venga, ¿vale? Me
tendrás contigo en dos segundos.
Salí del saloncito y me fui hacia el vestíbulo. No quería que ella me viera en
este estado neurótico.
―¿Diga?
―¿Jacob?
―Sí, claro, Nessie acaba de romper aguas, está tumbada en la alfombra con
contracciones…
―¡¿Yo?!
―No te preocupes, todo irá bien. Normalmente un parto suele durar entre
ocho y doce horas desde la primera contracción, sobre todo en madres
primerizas, así que llegaré a tiempo. Yo te iré dando instrucciones mientras
tanto. Dime, ¿cada cuánto tiene las contracciones?
―No sé, tuvo una hace unos cinco minutos, más o menos.
―Bien, tienes que vigilar eso, y también la dilatación.
¿Y si la hacía daño?
―Es necesario para saber en qué estado se halla el cuello uterino, si todavía
no se ha borrado o si ya lo ha hecho parcialmente. Cuando se haya borrado
del todo sabremos qué grado de dilatación presenta, pero para entonces ya
estaré yo ahí, tranquilo ―me calmó.
530
―De acuerdo. Comprueba eso y ve bajando unas toallas. Estaré con el manos
libres todo el tiempo, así que llámame siempre que quieras.
Y colgué el teléfono.
―Has tardado mucho ―se quejó cuando llegué al salón, sin dejar de
acariciar su barriga con ansiedad mientras yo tiraba las toallas en la butaca de
al lado, me arrodillaba a su lado y posaba el teléfono junto a mí.
―Lo siento, cielo, es que estaba hablando con Carlisle ―le di un beso en los
labios y le acaricié la frente―. Va a tardar un poco, así que por el momento
me tengo que encargar yo de controlar el parto. Él me irá dando
instrucciones, pero llegará enseguida, así que todo saldrá bien, ¿vale?
―Vale ―asintió.
No, eso que lo hiciera Carlisle. ¿No decía que era pronto? Pues seguramente
eso todavía estaba sin borrar o como se dijera. Nada de nada. Así que hice lo
que mejor podía hacer en estos momentos. Me posicioné más arriba para
sentarme a su lado, entrelazando las piernas, y la tomé de la mano.
―Puedes sentarte en uno de los butacones, no tienes por qué estar aquí, en el
suelo conmigo ―afirmó, llevando una sonrisa a esa carita suya de ángel.
―¿Qué dices? Esto no me lo pierdo por nada del mundo ―le sonreí yo
también.
―La verdad es que no te imagino en mi situación ―se rio―. Pero no, tienes
razón, no lo haría.
―Pues eso.
Llevé mi otra mano a su cabello y comencé a pasarle los dedos como a ella le
gustaba, para que estuviera lo más tranquila posible. No nos dijimos nada, tan
solo nos miramos y nos sonreímos. Me di cuenta de que los dos teníamos una
chispa distinta en la mirada, una mezcla de alegría y nerviosismo, ambos
estábamos ansiosos de que naciera nuestro bebé. Estuvimos así un buen rato,
hasta que su sonrisa se volvió a desfigurar con otra mueca de dolor y se le
escapó un gemido.
―¿Otra contracción?
―Dime, Jacob.
―Bien. Esas son las primeras contracciones, todavía no son las contracciones
del parto, propiamente dicho. Estará así, con esas contracciones suaves unas
horas, hasta que el cuello del útero empiece a borrarse. Bueno, voy a
explicártelo lo más sencillamente posible.
premamá de Nessie.
Una vez que eso ocurra, empezará a tenerlas con más frecuencia y se irán
intensificando. El cuello del útero deberá dilatarse hasta los diez centímetros
para el buen paso del bebé, así que eso llevará horas, no te preocupes.
―Que coja su maletín y que le llame si las contracciones son cada diez
minutos, aunque me ha dicho que eso es muy improbable ―le revelé,
levantándome―. Vengo ahora, ¿vale? Está en la habitación del niño.
Asintió y yo salí presto hacia las escaleras. Una vez más, subí los peldaños de
tres en tres, a toda velocidad, pasé al vestíbulo superior, en el cual derrapé a
un lado, y cuando recuperé el control de mis piernas entré en el dormitorio
del bebé. Enseguida avisté el maletín, estaba encima del escritorio. Lo cogí y
salí de la habitación para bajar las escaleras con la misma rapidez con la que
las había subido.
Cuando llegué al salón, Nessie seguía igual que como la dejé, con su adorable
ceño fruncido y acariciando su vientre. Posé el maletín en el suelo y lo abrí,
dejando la tapa del mismo levantada.
―¿Cómo lo llevas? ―Me uní a sus caricias y entrelacé mis dedos sobre los
suyos.
―Lo sé .―Y me miró con esa mirada de convicción que tienen las madres
embarazadas cuando les da una corazonada y después se cumple.
Iba a inclinarme sobre ella otra vez para darle otro beso cuando soltó un
gemido de dolor más agudo que el anterior. Su carita se retorció con más
sufrimiento y mi corazón pegó un brinco.
―¿Otra contracción? ―Intenté preguntarlo con tranquilidad, pero creo que
mi estúpida voz me traicionó.
Miré el reloj. Solamente habían pasado diez minutos desde la anterior. ¿No
me había dicho Carlisle que estaría unas cuantas horas con contracciones
cada veinte minutos? ¿Le habría oído mal?
Pegué otro bote cuando Nessie apretó mi mano y se retorció al gemir, ahora
sus cejas finas y perfectas se fruncieron con más dolor.
¿Ya? ¿Otra? Miré el reloj por enésima vez. Ocho minutos. Dios. Bueno, vale,
era un padre histérico, mejor dicho, estaba al borde de un ataque de nervios.
¿Seguro que un parto duraba de ocho a doce horas?
―Ya. Ya son cada diez minutos. Bueno, ahora ocho, mejor dicho.
Me desplacé para mirarlo. Nessie volvió a abrir las piernas y yo tuve que
armarme de valor. Le eché un ojo al maletín y vi que había una caja de
guantes de látex. Arranqué un par y me los puse como pude, con los inquietos
ojos de mi chica fijos en todo lo que yo hacía. Genial.
―Vale. ―Tomé aire―. Intentaré ser muy suave, ¿de acuerdo? Si te hago
daño o algo, dímelo.
―No creo que lo que tú me hagas me vaya a doler más que esto ―gimió.
Dios, mi ángel… De acuerdo, de acuerdo, tranquilo, tranquilo… Ya había
hecho esto muchas veces, ¿no? Aunque, claro, no era lo mismo, no era esta
situación... Ay.
Cogí aire para infundirme más arrojo y me puse manos a la obra. O dedos,
mejor dicho. Mis pupilas no podían dejar de prestarle la más mínima atención
a Nessie, a todas y cada una de sus microexpresiones. A medida que mis
dedos trabajaban, ella se retorcía un poco, pero, al igual que mi inquietud por
vela así, aguantó estoicamente. Nessie era muy fuerte. Mis dedos reptaron
poco a poco, con sumo cuidado, pero, maldita sea, yo no notaba nada raro. Es
decir, ¿cómo iba a saber yo si eso estaba como tenía que estar o no? ¿Cómo
diablos se medía eso? Yo no era ginecólogo. Por suerte, mis dedos eran
largos, aunque tuvieron que esforzarse un poco más para llegar a donde
tenían que llegar. Bueno, a donde fuera que tenían que llegar, porque yo
seguía sin tener idea. Nessie gimió y se retorció otro poco, con dolor. Y,
entonces, cuando estaba a punto de retirarlos, de pronto mis dedazos hicieron
tope con algo. Tuve que pestañear un par de veces. ¡Uf! Desde luego eso de
ahí no era lo que me encontraba normalmente. Quiero decir, seguro que no lo
era.
―Lo siento, cielo, tenía que hacer eso ―me disculpé con mucha inquietud.
―Tranquilo, estoy bien ―me calmó ella, esforzándose por esbozar una
sonrisa.
Asentí con un suspiro más cercano a la ansiedad que a otra cosa. Me quité los
guantes y volví a coger el teléfono para ponérmelo en el oído.
―¿Carlisle?
―No… no sé, creo que unos dos o tres centímetros, puede que cuatro.
533
―Vale, nena ―empecé, lo más relajado que fui capaz, cogiendo su mano―.
Vamos a hacer lo siguiente. Vamos a respirar como en las sesiones esas,
¿recuerdas?
―Sí…
―Pues, hala. ―Y me puse a hacer las respiraciones como un idiota para que
ella me siguiera.
Hice tantas, y con tanto entusiasmo, que me mareé un poco y todo.
Eso pareció hacerle algo de gracia ―sí, debía de estar patético―, ya que sus
labios se curvaron hacia arriba levemente, muy levemente, pues los dolores
debían de ser bastante fuertes y se lo impedían, pero comenzó a seguirme.
De repente…
―Jake… Otra… ―gimió una vez más, espachurrando mi mano con más
fuerza.
Hice el amago de soltar su mano, ya que quería volver a moverme para mirar
la dilatación, pero no me la soltaba, así que me quedé aferrado a su mano.
Total, Carlisle estaba a punto de llegar… ¿no?
No me extrañaba.
―Jake… ―lloró.
Mierda, mierda. La última contracción había sido hacía tres minutos. Estaba
claro que esto iba mucho más rápido de lo normal.
―Jake, me duele mucho ―volvió a gimotear, aunque esta vez su voz sonó
más alta―. Y tengo muchas ganas de empujar…
Click.
Oh, Dios…
―Ahora, pon atención. Lo más seguro es que ya esté yo allí y no haga falta,
pero te lo digo por si acaso.
Por si acaso, sí. Empezaba a pensar que esto era uno de esos trucos suyos
para mantenerme tranquilo.
Carlisle carraspeó.
―¡No, no! ¡Ni hablar, Doc! ―empecé a protestar nerviosamente, más bien
cagado de miedo―.
Nessie volvió a mirarme con ese recelo mientras hacía sus ejercicios de
respiración y su carita sufría, y yo me puse a respirar con ella como un idiota
otra vez para tranquilizarla.
No entendía nada. ¿Qué era esto? Pensaba que parir era…, bueno, eso, parir y
ya está, pero no.
―Jake, me duele… ―se quejó Nessie una vez más, lloriqueando―. Tengo
ganas de empujar…
Mi ángel…
Carlisle me está explicando lo que tengo que hacer para que todo salga bien,
¿de acuerdo?
Le eché un ojo al reloj. Esto ya sucedía cada minuto, estaba claro que eso ya
se había dilatado 535
del todo.
―Tranquila, pequeña. ―Volví a acariciar su rostro con más ansiedad. Su
preciosa piel estaba humedecida por el sudor. Seguí hablando con Doc―.
Entonces, si eso estira de una forma natural no veo que tenga que hacérsela.
Omití palabras como «corte» y cosas así para no poner más nerviosa a
Nessie, ya estaba sufriendo bastante.
El teléfono se me cayó al suelo, del sobresalto, con tan mala suerte que salió
rodando unos metros en dirección al sofá.
―¡Mierda! ―mascullé.
Dios, Dios. Mierda. Bueno, vale, tenía que estar tranquilo, tenía que estar
tranquilo. Eso es lo que me había dicho Carlisle. Tranquilo, tranquilo, me
dije. Estaba claro que no me quedaba otra, así que tenía que calmarme y
ayudar a Nessie en todo lo que pudiera. Estábamos solos, y el bebé ya no
quería esperar más, así que esto es lo que había. Jacob Black, tendrás que
ocuparte tú, me ordené a mí mismo. Respiré hondo y me preparé para tomar
las riendas del parto.
Sí, de esto tenía que encargarme yo, el hombre de la casa, el macho Alfa, el
Gran Lobo, ¿no? Y
―Jake…, no… no puedo ―sollozó a la vez que me imploraba con sus dulces
ojos y negaba con la cabeza―. Tengo miedo… Me duele mucho…
Se quedó mirándome a los ojos, con los suyos llenos de ansiedad, sin dejar de
jadear con esa fuerza, pero, al fin, asintió.
Sin embargo, cuando me disponía a moverme hacia sus piernas, ella sujetó
mi mano y me detuvo.
―Cielo, tengo que coger al bebé ―le calmé, hablándole con tranquilidad y
acariciando su rostro otra vez―. No me iré de tu lado nunca, estaré aquí
mismo, ¿vale? Lo haremos juntos, estoy aquí contigo.
Nessie se inclinó un poco hacia delante, aferrando las manos a los cojines, y
comenzó a empujar, emitiendo unos gemidos y gritos espantosos. Estuvo así
unos segundos, hasta que su espalda cayó en el respaldo de esa camilla
improvisada para descansar.
―¡Venga, lo estás haciendo muy bien, preciosa! ¡Empuja, empuja otra vez!
―¡Venga, cielo, empuja con todas tus fuerzas! ―la exhorté con ánimo.
Mi chica se inclinó hacia delante, encerró los cojines en sus puños y gritó
cuando apretó con toda su alma. Después, su espalda volvió a caerse en el
respaldo.
―¡Claro que puedes! ¡Lo estás haciendo genial, nena! ¡Eres la mejor mamá
del mundo! ¡Vamos, preciosa, empuja!
Mi corazón pegó un salto de alegría, pero Nessie se cayó sobre el cojín otra
vez, fatigada.
―¡Lo único que quiero hacer contigo ahora es matarte por dejarme
embarazada! ―chilló, rabiosa, envarándose.
Los cojines se desgarraron en sus manos, de lo fuerte que empujó esta vez.
Eso pareció darle un chute de adrenalina o algo. Sus gemidos y gritos fueron
acompasados por su cuerpo, que sacó fuerzas como por arte de magia. Su
tremendo empuje fue correspondido como se debía y la ensangrentada cabeza
del bebé resbaló sobre mis deslumbradas manos.
537
Me senté a su lado. Lo dejé entre sus brazos, que se amoldaron al bebé con
absoluta perfección, y ella lo acercó a su pecho para observarle, emocionada.
A. J. dejó de llorar automáticamente, parecía que hubiese estado esperando
los cómodos y acogedores brazos de su madre. Entonces, cuando por fin los
vi juntos, cuando por fin vi esa imagen que tanto había soñado en estos nueve
meses, mis lágrimas pasaron a ser las Cataratas del Niágara.
Sí, era el hombre más feliz del universo, no había nada más especial que esto.
Ahora que ya se había callado el crío, lloraba yo. Pero era imposible describir
lo que sentía, esto era lo más maravilloso que me había pasado nunca. No
había felicidad más grande que esta. Esto era un milagro, el milagro de la
vida. Habíamos creado y traído a un bebé al mundo. Nosotros.
Nosotros dos. Nuestro bebé, nuestro hijo. Una parte de ella y otra mía, las dos
mezcladas, formando un solo ser. Sí, era un milagro, un milagro maravilloso
y mágico. Y todo lo que habíamos luchado, todo lo que habíamos pasado,
todos estos meses, había merecido la pena, el premio había superado todo eso
con creces.
―Trae una palangana con agua caliente, por favor ―escuché que pedía Doc.
Ay, se me caía la baba… Si hace una hora ya casi nadaba en el dormitorio del
bebé, ahora ya teníamos que usar barcas.
Como había visto antes, A. J. tenía el cabello negro, pero ahora que lo tenía
más limpio, seco y peinado por los dedos de su madre se lo veía mejor. Este
cubría todo su cuero cabelludo, sin embargo, no tenía demasiado pelo. O sea,
no lo tenía ralo; quiero decir, que no era uno de esos niños peludos que ya
nacen con toda una mata en la cabeza, vamos. Pero su cabello era de color
azabache, como el mío. Su piel era una mezcla de la de Nessie y la mía, ni
muy clara ni oscura, mestiza, aunque todavía estaba un poco enrojecida,
supuse que debido al parto. Su naricilla era chata y pequeña, sus manitas, las
cuales sobresalían de la toalla, eran diminutas, así como sus deditos, eso sí,
tenía unas uñas larguísimas. Tenía los ojos cerrados, pero sus párpados ya
estaban provistos de sus pestañitas y todo, y su boca, bueno, su boca era la de
un bebé recién nacido, supongo. Conclusión, que mirándole así en general, y
teniendo en cuenta que los recién nacidos normalmente no se parecen a nadie
porque son más o menos todos iguales, A. J. tenía un asombroso parecido a
mí, la verdad, bueno, a mí cuando yo era un bebé, claro.
538
―Sí, enhorabuena ―se sumó Esme, que se notaba que ya se moría por
hacerle carantoñas a Anthony, pero que tenía que ayudar a su marido.
Observé a Nessie y de pronto me sentí tan pequeño. Yo solo había puesto una
semilla, y ella había creado una vida. Ella, ella sola. Y después, había hecho
el milagro de traerlo al mundo, con mi ayuda, sí, pero ella sola otra vez. En
ese momento me pareció una diosa, pero una diosa de verdad. Noté que mi
cara reflejaba el estado maravillado y deslumbrado en el que me quedé y la
profunda admiración que sentía por ella. La amaba con toda mi alma, esto
tampoco podía describirlo.
Solo fue un pequeño momento, pero sí, A. J. había abierto los ojos. Y me
quedé sorprendido.
―Vaya por Dios ―murmuré, haciendo una mueca―. Bueno, pero todavía le
pueden cambiar de color. Lo he leído en una de esas revistas.
―En fin, esto ya está ―terminó Carlisle, poniéndose de pie, junto a Esme―.
No has sufrido desgarro alguno, así que ha sido un parto muy limpio y rápido
―sonrió, orgulloso, quitándose esos guantes de látex blancos―. Para ser una
madre primeriza, lo has hecho estupendamente.
―Es una campeona ―repetí yo con una enorme sonrisa, pasando los dedos
por la frente de Nessie para apartarle esos cabellos que tenía pegados.
Esme también se quitó sus guantes, los tiró en la bolsa negra de plástico que
Doc tenía preparada para deshacerse de todo y se acercó a nosotros,
arrodillándose al otro lado de Nessie.
―Es un bebé precioso ―murmuró con una de esas voces tontas que se ponen
cuando se ve a un bebé precioso.
―Aún tienen los móviles apagados, pero deben de estar a punto de aterrizar
―le contestó Esme―. No te preocupes, estaré insistiendo hasta que alguno
me coja el teléfono.
539
―Parece que tiene hambre ―sonrió Doc, que recogía todo aquello con
rapidez, pero que no dejaba de prestarle atención al bebé.
―Ah, no, colega, lo siento mucho, pero eso no es tuyo ―le dije a A. J.,
bromeando.
Me carcajeé.
Sí, ¿qué puedo decir? Era el hombre más feliz del universo.
540
Renesmee
Prefacio
―Vale, preciosa, vamos a tener a nuestro bebé ―dijo Jake con un tono y una
mirada que rebosaban una reciente y repentina determinación.
Me duele mucho…
―Sí, sí puedes ―me alentó, pasando su suave mano por mi rostro con esa
seguridad―. Sé lo fuerte que eres, confío en ti. Vas a hacerlo muy bien, yo te
ayudaré, ¿de acuerdo? Vamos a tener a nuestro bebé y será un niño precioso.
Sus ojos ratificaban sus palabras, se clavaban en los míos con esa
determinación y confianza.
Jake confiaba en mí, y estaba conmigo. Yo seguía sin estar tan segura, pero
su intensa mirada, y esa fe en mí, me dio fuerzas, así que asentí.
Pero, de repente, hizo el amago de marcharse. Mi mano se arrojó hacia la
suya con rapidez, llena de ansiedad, y le detuvo.
―Cielo, tengo que coger al bebé ―me tranquilizó, y su mano suelta volvió a
pasar por mi rostro 541
Me sentí como una idiota. Claro, por supuesto que tenía que coger al bebé,
¿cómo era tan tonta?
Pero estaba tan, tan nerviosa… Y tenía tanto miedo… Sin embargo, sus
palabras volvieron a sonar en mi cabeza. Él no se iría de mi lado nunca,
estaba aquí mismo, conmigo, a mi lado. Eso me llenó de fuerzas de nuevo.
Respiré hondo, cerré los ojos, preparándome para afrontar el parto, y asentí.
―Te quiero ―murmuró con una sonrisa y unas brillantes pupilas que
delataban a las claras las ganas que tenía de ver a Anthony, y lo poco que
quedaba para que así fuera.
―Te quiero ―susurré, curvando mis labios todo lo que pude para
corresponder esa misma sonrisa, aunque los horribles dolores que sentía a
cada minuto me lo impidieron.
Asentí de nuevo y Jake me regaló otro beso corto. Después, se incorporó para
alejarse. Le dejé libre y él se movió hacia mis piernas abiertas para atender el
parto.
Su animada voz me dio fuerzas. Cogí aire, me preparé mentalmente para ser
valiente y me incliné hacia delante para empezar a empujar con voluntad.
Mis manos se aferraron a los cojines con fuerza y no pude evitar gritar
cuando llegó otra contracción y sentí esos intensísimos y desgarradores
dolores que se retorcían sin cuartel, eran insoportables, ¡insoportables! Mi
cuerpo ya no dio a más y me dejé caer sobre ese improvisado respaldo, más
que cansada.
―¡Venga, lo estás haciendo muy bien, preciosa! ¡Empuja, empuja otra vez!
―me estimuló Jake de nuevo.
Preferí no pensarlo. Separé mi espalda del respaldo, afiancé mis manos a los
cojines y empujé otra vez, chillando inevitablemente, del horrible dolor que
sentía con esa siguiente contracción.
¡Mucho!
Me incliné hacia delante, apreté los cojines y empujé de nuevo. Mis gritos ya
me rasgaban la garganta, pero apenas pude sentir esto cuando me atacó otra
contracción. Lo único que podía sentir eran esos salvajes dolores en mi bajo
vientre, hostigándome sin cesar. Solo quería que esto se terminase ya, que
todo acabase de una vez. Empujar me aliviaba algo, pero no podía más, el
dolor era insoportable, casi no podía ni respirar, así que me caí rendida en el
respaldo.
―¡Claro que puedes! ¡Lo estás haciendo genial, nena! ¡Eres la mejor mamá
del mundo! ¡Vamos, preciosa, empuja! ―me exhortó, hablándome con
entusiasmo.
Empezaba a pensar que esto era imposible. ¡Estaba empujando con todas mis
fuerzas, ¿por qué su cabeza no se asomaba ya?!
―¡No puedo más! ―lloré, desesperada.
542
¡Servidumbre, servidumbre!
―¡Lo único que quiero hacer contigo ahora es matarte por dejarme
embarazada! ―le grité, yéndome hacia delante con furia.
Empujé con rabia, tanto, que los cojines que soportaban a mis manos
quedaron hechos trizas.
Mi Anthony, mi pequeño Anthony. Tenía que hacerlo, tenía que hacerlo por
él.
Sin embargo, ese llanto que se oyó acto seguido me dio la vida. Era un lloro
ronco, sin embargo, a mí me pareció lo más bonito que había escuchado en
toda mi vida.
Jacob envolvió a su hijo con una toalla, le limpió un poco y corrió para
traerlo junto a mí, sentándose a mi lado.
Anthony lloraba sin cesar, pero en cuanto Jake lo dejó en mis brazos, se
calmó y dejó de hacerlo.
Todos los meses de espera, todo a lo que nos habíamos tenido que enfrentar,
todos los sufrimientos, habían merecido la pena con creces. Anthony era un
regalo, el tesoro más valioso del mundo, nuestro tesoro, un milagro que
habíamos creado Jake y yo a partir de nuestro profundo amor. Sí, él había
sido creado con el profundo amor que nos profesábamos, él era la
culminación de nuestro intenso amor, él era nuestro amor. Era nuestro bebé,
una parte suya y otra mía.
Cómo le amaba, le amaba con toda mi alma, con todo mi ser. Siempre le
había amado hasta la locura y pensaba que eso era imposible de superar, pero
ese amor por Jacob había subido otro grado más, si cabe, porque a todas las
cualidades que me habían enamorado de él ahora se sumaba que era el padre
de mi hijo. Las mariposas de mi estómago palpitaban solo con mirarle.
Nos besamos con amor y pasión, mezclado con esa felicidad y esa enorme
emoción que nos abrumaba a los dos, llevándonos casi a la locura. La energía
comenzó a fluir a nuestro alrededor, repartiendo su magia, envolviéndonos, y
las mariposas de mi estómago no podían aletear con más ímpetu. Sí, porque
le amaba con toda mi alma, le adoraba, y porque por fin teníamos a nuestro
bebé en brazos. Ahora lo tenía todo, no podía pedirle más a la vida. Tenía a
nuestro bebé, nuestro precioso bebé, y tenía a Jacob, el amor de mi vida, mi
amor verdadero. No podía describir lo que sentía en estos momentos, era
demasiado maravilloso y mágico.
Jacob.
Y Anthony.
544
Invasión de visitas
No es que tuviera frío, pero sí que estaba un poco destemplada, puede que
fuera de lo molida que me había quedado. Aunque lo más incómodo era esa
especie de pañal que tenía que llevar puesto a causa de los loquios. Anthony
y yo, los dos con pañales. Eso me hizo gracia y me reí para mis adentros.
―Algo dolorida, pero bien, muy bien ―sonreí, feliz―. Todo ha sido muy
rápido y ha salido genial.
―No les hagas caso ―dijo Rosalie, abriéndose paso entre todos para ponerse
a mi lado―.
―Lo ha hecho muy, muy bien ―le defendí yo con otra sonrisa orgullosa en
mi cara.
545
―Puaj, no te imaginas lo que una cosa tan pequeña puede soltar por ahí abajo
―afirmó, pasando el brazo por encima de mis hombros.
Anthony venía envuelto en una de las múltiples mantitas que mis padres nos
habían regalado.
Sin embargo, nadie se fijó en ese detalle, ni siquiera la propia Alice, porque
todos se quedaron embobados con Anthony.
Mi padre voló al otro lado del camastro para ponerse junto a ella, casi no se
pudo distinguir ni un borrón, y se sentó a su otro lado.
Qué tonta había sido. ¿Cómo iba a hacerle daño mi madre? Desde luego, no
sé por qué me había dado por pensar eso, puede que fueran estos temores
tontos de las madres primerizas.
No dije nada sobre los ojos de Anthony, porque quería que ellos mismos los
vieran y se llevasen una sorpresa.
―Tengo que reconocer que es el bebé más hermoso que he visto ―declaró
papá, mirando a Anthony con una sonrisa―. Por supuesto me refiero a los
niños varones, porque ninguna niña se asemejará jamás a la belleza de
Renesmee.
―Eso lo dices ahora. Cuando tengas una nieta ya no lo afirmarás con esa
contundencia ―reí.
―Se nota que los niños de La Push son fuertes como robles ―sonrió Em.
―Entonces, eso quiere decir que yo también te parezco guapo ―soltó Jake
con la misma sonrisa orgullosa de antes.
―Si te adoro, es solo porque eres el padre de esta criaturita tan hermosa
―alegó, observando a Anthony con la misma cara de antes. Después, dirigió
la vista hacia Jacob y volvió a su fingida expresión de aversión―. Y a la vez
eso es lo malo, es una pena que tú seas el padre.
―Acabas de reconocer que me adoras ―apreció él―. ¿Lo ves? No era tan
difícil de admitir, rubia.
Rosalie no dijo nada, pero puso los ojos en blanco, le dio un manotazo a su
melena y giró el 546
De pronto, Anthony despertó y abrió los ojitos para mirar sin ver nada.
―Sí, es lo malo ―suspiró Jacob―. Bueno, alguna tara tenía que tener, no se
puede ser tan perfecto.
Él se volvió a carcajear.
Tenía que reconocer que a mí, personalmente, me gustaban más los ojos
negros de Jake, siempre había adorado esos ojos brillantes y vivos, pero los
ojos de Anthony eran realmente bonitos, preciosos, como él.
―Sí, ya, vale, vale, A. J. tiene tus ojos, ¿y qué? ―rebatió mi chico―.
Además, todavía le pueden cambiar de color, lo he leído en una de esas
revistas de premamá.
Aguanté la respiración durante ese medio segundo, preparada por si tenía que
saltar de la cama aunque me muriese de los dolores, pero Rosalie también lo
acomodó con ternura en sus brazos, así que pude seguir respirando.
Jake acarició mi brazo para tranquilizarme, si bien noté que su mano también
estaba algo tensa. Era otra tontería, pero me relajó un montón el saber que
Jacob estaba atento a todos los movimientos, que él actuaría en caso de que
sucediera algo, aunque ya había quedado demostrado que no teníamos nada
que temer. Eso sí, siempre había sido así, siempre me había sentido más
protegida con él, y en esta ocasión me pasaba lo mismo, solo que ahora
Anthony también entraba en ese círculo de protección particular en el que yo
me sentía estando junto a Jake.
547
―Yo también quiero cogerlo ―le solicitó Alice a Rose, poniéndose a su lado
para ganar posiciones.
―Creo que sería mejor que dejásemos que los padres disfrutasen un poco
más de su retoño ―intervino mi padre―. Anthony acaba de nacer hace tan
solo unas horas, y seguro que Renesmee y Jacob se mueren por volver a
recuperarlo, ¿verdad? ―nos preguntó.
Sus ojos eran grandes, aunque ahora volvían a estar cerrados, ya que se había
dormido de nuevo, y tenían la misma forma que los de Jake. Hasta su
pequeña boca era parecida. No pude evitar sonreír.
―Pues, como dirías tú, dispara ―le instó mi abuelo con una sonrisa cerrada.
―No, gracias, Doc, creo que con esto ya es suficiente ―le paró Jake, ya que
si dejábamos hablar a Carlisle terminaría dándonos toda una disertación sobre
genética y reproducción.
―Vaya, qué rápido han venido ―dijo Jacob, pegando un salto para bajarse
de la cama.
Jake había llamado a Embry para darle la noticia, y, claro, las noticias corren
como la pólvora en La Push, sobre todo entre los miembros de una manada,
así que ya empezaban las visitas.
―Han venido todos ―nos comunicó mi padre―. Familias incluidas, así que
prepárate ―me avisó, sonriéndome.
―Iré abajo a preparar algo para comer ―se ofreció Esme, encantada de la
vida.
Y así fue, en un plis, nuestra casa fue invadida por una numerosa tropa que
ocupó todo el saloncito y parte de la cocina. Los miembros de la manada
fueron subiendo de dos en dos para felicitarnos, unas veces acompañados por
sus parejas, otras, por otro hermano lobo. Y nuestro dormitorio también se
llenó de los diferentes regalos y detalles que nos iban trayendo.
Quil vino con Claire. No venían de la mano ni nada, pero ya todo el mundo
sabía que estaban juntos. Sin embargo, ellos preferían mantener cierta
discreción y recato, puesto que a Sam no le había hecho mucha gracia que
hubieran empezado a salir tan pronto. Eso sí, le había encantado la decisión
de Quil de llevar una relación casta y pura con su joven sobrina, y le había
hecho prometer 548
que eso sería así hasta que ella cumpliera la mayoría de edad. Pobre Quil. No
podía evitar que me hiciera gracia, pero el pobrecito había aceptado esa
condición con tal de poder salir con Claire.
Brenda vino con Seth, y Helen con Ryam. A mis amigas se les caía la baba
con Anthony, y a mí se me abrió el cielo de alegría cuando ambas me
anunciaron que se iban a casar el año próximo. No pudimos gritar mucho,
porque Anthony estaba dormidito, pero se formó algo de jolgorio.
También vinieron Billy, Charlie y Sue, por supuesto. Billy no podía estar más
orgulloso, su pecho casi estaba a punto de explotar y todo, no se podía ir con
la cabeza más alta. Y Charlie intentaba ocultar su enorme emoción, aunque
pude ver cómo se daba la vuelta un par de veces para ocultarse y se limpiaba
alguna que otra lágrima. Sue se reía cada vez que veía esa escena.
La que no pudo estar presente fue Renée, pero mamá la llamó por teléfono
para darle la noticia y me la pasó. Ambas tuvimos una amena y divertida
conversación, mi abuela materna estaba un poco loca. Prometió venir a
vernos en cuanto pudiera, y yo sabía que iba a cumplir su promesa.
Sí, nuestra casa fue el centro de una celebración que se extendió hasta más
allá de la hora de cenar.
No era para menos, porque el heredero del Gran Lobo, el primer Príncipe de
los Lobos, había nacido.
549
Cuarentena
Ese doce de junio no fue el único día en el que tuvimos visitas. Al día
siguiente también vinieron a vernos Ezequiel y Teresa, ellos no fueron tan
impacientes como los chicos de la manada y prefirieron esperar a que yo me
encontrase más descansada. Mercedes ya había venido con Embry y con el
resto de metamorfos, así que no acompañó a su madre y a Ezequiel en esa
visita.
Sin embargo, las entradas y salidas en nuestra casa no terminaron ahí. En los
días sucesivos también vino el aquelarre de Denali al completo, Renée, que
tuvo que ponerle otra excusa a Phil, y Rebecca, que había partido desde
Hawai con su marido y sus tres hijos.
Todo el que pasó por casa se dedicó a sacarle fotos al bebé, así que de repente
pasamos de tener una simple ecografía a tener una multitud de fotografías
suyas. Anthony bostezando, Anthony chupándose el dedo, Anthony tomando
el biberón en mis brazos o en los de su padre, Anthony llorando, Anthony
durmiendo, Anthony haciendo una mueca… Cualquier gesto del bebé era una
buena excusa para fotografiarlo.
Sin embargo, según pasaron las semanas, nuestro hogar por fin se fue
quedando en calma, ya que todos regresaron a sus casas. Mi familia ya había
terminado los exámenes, por lo que decidieron pasar el verano en Forks para
estar cerca de Anthony, pero también por si algún día necesitábamos su
ayuda.
Hoy no hacía sol, pero hacía bastante calor, así que teníamos una ventana del
salón abierta para que entrase algo de ese aire cálido con olor a verano. El
griterío de la gente que pasaba su jornada de playa en First Beach se
adentraba en la sala de estar, aunque tan solo era un murmullo de fondo que
se mimetizaba con el relajante canto de los pájaros que vivían en el bosque
contiguo a nuestra vivienda y los chillidos de las gaviotas cuando
sobrevolaban el cielo en busca de alimento.
―Muy bien, campeón, te lo has tomado todo ―le alabó Jake al bebé con una
sonrisa aún más grande.
550
El niño correspondió su sonrisa sin pensárselo dos veces, observando a su
padre con suma atención. Se me caía la baba cada vez que le veía sonreír.
Como hacía mucho calor, le habíamos dejado puestos solamente los pañales
y una camisetita interior, así que Jake le hizo unas cucamonas sobre la planta
de uno de sus diminutos pies descalzos, produciéndole cosquillas. Anthony se
llevó uno de sus puñitos a la boca, sonrió más y comenzó a patalear con las
piernecitas en el aire, haciendo que Jacob apartase su rostro para mirarle. Su
pequeño cuerpo se sustentaba en las seguras manos de Jacob mientras
pateaba hacia arriba con ánimo. Me reí de esa escena que se repitió un par de
veces más, hasta que Jake terminó levantándolo otro poco para darle toda una
serie de besos en la mejilla. Después, lo acunó en sus brazos para que fuera
cogiendo el sueño.
―Te acompaño.
Además de atender al bebé, estos días Jake estaba trabajando para ultimar la
puesta a punto de su garaje, así que no me extrañaba que estuviera cansado.
Me senté junto a él, de lado, recogiendo mis rodillas, y rodeé su cuello con
mis brazos.
―Tal vez estos días debería ocuparme yo sola de Anthony ―sugerí, pasando
mis dedos por su corto pelo azabache.
―Ya está casi listo ―murmuró, siguiendo con su sonrisa mientras rodeaba
mi cintura con sus enormes y masculinas manos. Las mariposas de mi
estómago ya levantaban el vuelo―. El jueves me traerán los neumáticos y el
viernes el elevador. En cuanto tenga esto último, ya podré abrir el taller.
Nuestros labios seguían comiéndose con esa locura y la energía que nos
rodeaba empezaba a ser más fuerte. Aferré mis dedos en su pelo y me senté
sobre él. Sus manos también estaban ansiosas, y enseguida me acogieron,
apretándome contra su cuerpo. Tres meses eran demasiado para nosotros.
Despegué mis labios de los suyos, eso sí, lo justo para poder decirle algo.
Sonreí.
Sí, sabía que iba a ser duro separarme de mi bebé, que le iba a echar mucho
de menos, que incluso me iban a embargar esos sentimientos exagerados y
me iba a sentir una mala madre por un instante cuando lo dejara en casa de
mis padres, pero necesitaba esa noche entera con Jacob.
Una noche entera en la que nos pudiéramos entregar el uno al otro por
completo después de estos tres meses, sin interrupciones ni preocupaciones,
sin nada que nos atase ni reprimiese. Más de tres meses de espera era
demasiado tiempo para nosotros, y la necesitábamos. Una noche entera para
nosotros solos, aunque solamente fuera una. Además, sabía que Anthony iba
a estar en las mejores manos, no me quedaría tranquila si no supiera eso con
total certeza, es más, ya había comprobado que el niño no corría ningún
peligro en los brazos de mi familia.
―Tu tía la Barbie va a estar encantada ―rio con una risilla sorda.
Mis padres no tardaron nada en llegar. Le había dicho a mi padre que no nos
importaba llevar al niño a su casa, pero él insistió en venir a buscarle.
Normalmente mamá era una persona muy comedida, pero con Anthony
nunca se resistía, y cuando le vio recostado en el portabebés durmiendo al
tiempo que succionaba su chupete, su cara se iluminó como una linterna, casi
le salen chiribitas de los ojos. No se lo comió a besos porque estaba dormido
y no quería despertarle.
―¿Estás bien? ―me preguntó Jake, dándome un beso en la sien que me puso
todo el vello de punta. La sensación se disipó del todo―. Si quieres, lo
dejamos para otro día. Llamamos a tus padres para que den la vuelta y…
―No, estoy bien ―le interrumpí con una sonrisa, girándome para rodear su
cuello con mis brazos―. Esta noche no me la pierdo por nada del mundo
―susurré en sus labios.
552
Además, como para llamar ahora a mis padres, con lo ilusionados que se
habían marchado junto a Anthony. Sí, él iba a estar genial con mi familia, le
iban a cuidar muy bien.
Jacob acercó su boca para besarme, sin embargo, yo reculé un poco hacia
atrás y no le dejé.
―Te espero arriba. ―Sonreí con picardía al tiempo que clavaba una mirada
llena de intenciones en esos ojazos negros que me hacían temblar.
―Vale ―aceptó.
Hacía tiempo que había comprado un picardías para esta ocasión, y se notaba
que Alice me había acompañado. La prenda, de color negro, estaba
confeccionada con unos encajes semitransparentes que hacían resaltar el
pecho y que dejaban muy poco a la imaginación.
Normalmente no solía usar una lencería tan agresiva, porque me daba una
vergüenza horrible y, la verdad, a Jake no le hacía falta ningún estímulo de
este tipo para abalanzarse sobre mí, pero hoy estaba dispuesta a todo. Saqué
el picardías del armario, con su tanguita a juego, y lo tiré todo sobre la cama
para cambiarme.
Me quité la ropa a toda prisa delante del espejo y me puse esas dos únicas
prendas. No sabía si era por mi condición de semivampiro, pero ya había
recuperado mi figura totalmente, así que ahora me sentía más femenina y
atractiva. Me observé en el reflejo y sonreí con satisfacción. Alice tenía
razón, ese picardías resaltaba aún más mis curvas, tenía que reconocerlo.
¡Gracias, Alice! Después, me solté el pelo y me lo atusé bien, dejando que
cayese libre sobre mis hombros y mi espalda.
Pasó adentro, cerró la puerta a sus espaldas y se paró en seco cuando me vio.
Las mías no fueron las únicas que le comieron con la mirada. Lo primero que
hicieron sus pupilas fue repasarme con un deseo que inundaba toda la
habitación y se clavaba en mí, abrasándome con su fuego. La energía ya
empezó a fluir, y eso que nos separaban unos metros. Mi corazón se aceleró
en respuesta, pero lo hizo aún más cuando comenzó a acercarse a la cama con
paso seguro y decidido.
Empezó a besarme lentamente, acariciando mis labios con los suyos, que eran
tan suaves y ardientes, mientras nuestros alientos lo hacían con una pasión
desmedida. Los aleteos de mis mariposas se extendieron por todo mi cuerpo,
estremeciéndome completamente, y mis manos se apresuraron a engancharse
a su cuello y a su portentosa y ancha espalda.
Le mostré que quería que fuera de todo, menos delicado. Por supuesto me
encantaba cuando me hacía el amor despacio, me moría con ello, para qué
negarlo, pero llevaba meses siendo delicado y tierno conmigo en la cama.
Ahora mi cuerpo pedía otra cosa, la ansiaba con urgencia, casi con
desesperación. Le deseaba, le deseaba con toda mi alma, le amaba con toda
mi alma. Quería que me poseyera con fuerza, que me tomase de esa forma
salvaje y animal con la que solo él sabía hacerlo, que se dejase llevar del
todo. Eso hacía que yo también me sintiera completamente libre, pura, hacía
que mi alma se desnudase y que volara junto a la suya sin prejuicios, sin
tapujos, sin tabúes. Solo éramos él y yo. Dos seres desnudos. Dos seres
salvajes y libres que se amaban hasta la locura.
Asentí y aferré mis dedos en su pelo para que no se demorase más al tiempo
que mis labios buscaban a los suyos para que no dejasen de rozarlos nunca.
Y así sucedió. Ese primer orgasmo solamente fue el preámbulo de lo que nos
deparaba en las horas que teníamos por delante.
554
Incidente
Los dos ampliamos nuestras sonrisas y acercamos nuestros labios para que
saciaran su sed un poco más.
―Sí, claro ―asintió, separando nuestros rostros al tiempo que tomaba una
buena bocanada de aire para recomponerse.
Sonreí con satisfacción. A veces no me creía que un hombre como él
suspirase por mí, me daba la sensación de que todo era un hermoso sueño,
pero así era. Era real.
―Si salgo antes te llamo al móvil, así que estate atenta ―me pidió.
Le eché un último buen vistazo para que mis retinas se quedasen contentas y
me di la vuelta para salir por la puerta, antes de que sucumbiera a la tentación
y volviera a abalanzarme sobre él.
Pegué dos bocinazos a modo de saludo cuando pasé por delante de la casa de
Billy y él se asomó rápidamente a la ventana de la cocina para decirme adiós
con la mano, sonriéndome. Salí a la carretera que lleva a Forks y le metí un
poco más de caña al coche.
555
Subí las escaleras y abrí la puerta con las llaves que aún poseía. Nada más
atravesar el umbral, ya vi a mis tíos y mis abuelos en el sofá.
―Hola ―saludé en general con una sonrisa, cerrando la puerta detrás de mí.
―Hola, cielo ―me contestó mamá con otra, hablando por todos.
Papá estaba tan atontado con el bebé, que ni siquiera se había fijado en mi
mente, así que no les había anunciado nada antes de que yo llegase.
―Le he puesto este conjunto tan mono ―me indicó Alice de pronto,
destapando a Anthony para que lo viera.
Mi tía le había ataviado con un conjunto formado por una camiseta de rayas
blancas y verdes estampada con el dibujo de un hipopótamo y unos
pantaloncitos cortos a juego de recién nacido que se sujetaban por medio de
unos anchos tirantes.
556
―Pero tú le ibas a poner otro conjunto, y yo elegí este ―insistió Rose con la
misma pose de antes, si bien ahora más forzada.
―Gracias a las dos ―intervine yo, sonriéndoles para aliviar esa liviana
tensión entre ellas―.
Me fijé en que sus mejillas estaban un poco coloradas, así que retiré la manta
que le cubría y le dejé solo con la ropa que llevaba puesta, hoy también hacía
mucho calor. Sus piececitos descalzos volvieron a patear la nada, contento
por verse libre.
―Es un niño adorable, sin duda ―declaró Rosalie, pasando los dedos por el
pelo del bebé―. Y
Emmett se carcajeó.
No me importaría nada repetir otra noche como esta, y viendo que ellos
estaban tan encantados de tenerle aquí, seguro que la repetíamos en alguna
otra ocasión.
―Sí, iros ya ―les azucé, acercándome hacia el portabebé para coche que
reposaba junto a la puerta―. Nosotros nos vamos ahora.
―Espera, déjame despedirme de él ―me pidió mamá, poniéndose a nuestro
lado como un invisible rayo.
―Vaya por Dios ―lamentó papá, mirando a Anthony con algo de angustia.
―Emmett, tienes que tener más cuidado ―le regañó Rosalie―. Es un bebé
humano.
―No pasa nada ―le sonreí mientras acunaba al niño y lo balanceaba para
que se calmase.
―Como para hacerle algo ―suspiró Em, más tranquilo―. Si Jacob se entera,
me mata ―bromeó.
―En fin, no hace falta que te lo diga, pero conduce con cuidado.
―Está todo en la bolsa ―me indicó papá, cogiendo la misma del suelo para
ayudarme―. Ah, y ya hemos esterilizado los biberones.
―De nada, cariño. Cuando quieras, aquí estamos ―me correspondió Rosalie.
Por su tono de voz y por su continua mirada clavada en Anthony adiviné que
ese cuando quieras esperaba que fuera muy pronto.
―Sí, lo sé ―reí―. Bueno ―me giré hacia la puerta y la abrí―, pasadlo bien
en el teatro.
Iba a pegar otro par de bocinazos como salida triunfal, pero me contuve,
puesto que Anthony ya estaba dormido, así que me limité a despedirme con
la mano y también aproveché para apagar el estéreo.
―Oh, Dios mío… ―Fue lo único que me dio tiempo a murmurar, con
nerviosismo y urgencia.
narices, pero gracias al aviso de mi aro de cuero, a mis reflejos y a los buenos
frenos de mi forito, lo hizo a un par de metros y nos salvamos por los pelos.
Eso sí, el coche se me caló.
―Ya está, mi vida, ya pasó ―le susurré al tiempo que lo meneaba un poco y
le daba un beso en la frente.
Salí del coche para mirar qué había pasado, sosteniendo al bebé en mis
brazos, pero también por seguridad. Si otro vehículo, por lo que fuera, venía
lanzado y distraído, podía darnos por detrás, así que era peligroso quedarse
dentro. Además, la pulsera seguía vibrando, señal de que se acercaba algún
tipo de peligro.
Después, tendría que llamar para avisar de este incidente y que alguien se
ocupase de retirar el árbol, y para avisar a Jake de que ya no me daría tiempo
a ir a buscarle al taller. Qué fastidio.
Alina, Keiler y Zhanna estaban frente a mí, a unos escasos cinco metros, ni
siquiera les había oído salir de donde fuera. Todos clavaban sus miradas rojas
de sangre en mí, sin quitarme ojo, pero la mirada de Alina era espeluznante.
Sus encarnados ojos destilaban un odio que iba más allá de una enemistad,
sin embargo, un calambre helado y gélido atravesó todo mi cuerpo cuando
llevó sus desquiciadas y despiadadas pupilas hacia Anthony. Esas pupilas
clamaban venganza, la reclamaban a voces, y supe con total certeza que no
buscaba pelea, lo que buscaba era matarnos sin cuartel y torturarnos, en un
ojo por ojo.
No sabía adónde me dirigía, pero tenía que buscar a la manada. Sin Jacob en
su forma lobuna no podían oírme, así que no me quedaba otra. Anthony ya no
lloraba, aunque se le notaba incómodo y algo asustado. Mi pequeño
Anthony… Saqué el móvil de mi bolsillo y marqué el número de Jake a toda
mecha.
Mis ojos buscaban frenéticamente algún movimiento entre los árboles, alguna
señal de pelajes conocidos.
―¡Jake!
559
―¡¿Adónde te crees que vas?! ―me paró Zhanna, ella sin sonreír nada.
Mis pies se vieron obligados a frenar cuando Alina salió de la nada por los
aires y cayó justo delante de mí, aterrizando al igual que lo haría una
gueparda.
560
Venganza
Mis muelas chocaron las unas contra las otras cuando le vi salir, y mi aro de
cuero rojizo vibró con fuerza, casi gruñéndole.
Escuché cómo Zhanna machacaba las muelas a mis espaldas, aunque a Alina
ese recordatorio no pareció importarle demasiado. Sus ganas de matarme iban
por otro lado.
Alina fue arrancada del suelo y el chorro negro la lanzó con brusquedad y
violencia en la dirección opuesta, haciendo que su espalda se estampase
contra una enorme roca. La piedra llena de musgo no soportó el estallido de
su columna vertebral y se partió a la mitad, del potente impacto.
Ahora la manada también podía escucharme, y podía notar cómo todos los
lobos que estaban de turno prestaban suma atención, ya echando a correr para
buscarnos a Anthony y a mí.
¡¿Dónde estáis?!, quiso saber Jake, que ya recorría el frondoso bosque como
una bala.
―¿Qué queréis de mí? ―le pregunté con rapidez para que perdiera un poco
de tiempo.
―Lo sabes de sobra ―me respondió, usando ese acento del este con
severidad a la vez que daba unos amenazantes pasos a mi alrededor.
―¿Creías que tu lobo iba a matar a mi señor y que todo se iba a quedar así?
―De repente, sus pies se detuvieron a mi lado y se arrimó todo lo que pudo a
mi oreja. La barrera que nos envolvía a Anthony y a mí chispeó un poco
como advertencia, sin embargo, eso no pareció importarle―. Yo me
encargaré de vengarle ―aseguró, agravando la voz con un gruñido.
―¡Sí, mátalos antes de que sea demasiado tarde! ―le siguió Zhanna.
―¡¿Adónde te crees que vas?! ―me paró Keiler con una sonrisa malvada,
interponiéndose en mi camino.
Alina se llevó las manos a la garganta cuando el látigo la apretó. Creí que se
la iba a romper, pero la sombra optó por lanzarla otra vez hacia atrás,
haciendo que su espalda volviera a estallar contra la misma roca de antes.
Leah empujó a la mujer vampiro con sus patas delanteras y ambas cayeron
rodando por el suelo mientras el resto de lobos saltaban para rodearnos a
Anthony y a mí.
La loba se puso en pie en un santiamén para reforzar ese círculo lupino que el
bebé y yo teníamos alrededor.
Lanzó su látigo contra los ocho lobos, que nos protegían a Anthony y a mí
dentro del círculo que habían formado.
¡Ay, madre!, lamentó Isaac, cerrando los ojos para prepararse a resistir el
azote.
Mi lobo vadeó a través de sus hermanos con ese paso elegante, cadencioso y
lleno de determinación y se colocó a mi lado, ante las atónitas y aterradas
miradas de Alina, Zhanna y sobre todo Keiler, que consiguió levantarse del
suelo, no sin algún torpe tropiezo que otro. La manada se colocó detrás de
Jacob automáticamente, en formación, dejándole todos los honores a su líder.
Jacob nos echó un vistazo a su hijo y a mí, nos olisqueó para verificar que no
teníamos rasguño alguno y acto seguido regresó su amenazante mirada hacia
la sombra, agazapándose para lanzarle un rugido que hizo temblar hasta la
tierra que pisábamos.
―¡No! ¡Vamos a morir todos! ―gritó Keiler con pavor, echando a correr
para huir.
No fue el único. Alina abrió los ojos, horrorizada, ya no era tan osada, y
Zhanna se unió a ella cuando la primera comenzó su escapada.
563
La sombra no pudo hacer nada para evitar que sus cómplices desertasen y le
dejaran plantado, y tampoco para impedir el feroz ataque de Jacob.
El vampiro encapuchado solo pudo rechinar los dientes con apuro y levantar
un pie para acompañar a sus aliados cuando se percató de lo que Jacob iba a
hacer. La onda expansiva estalló y comenzó a recorrerlo todo
vertiginosamente. Los alaridos de Keiler, Zhanna y Alina se apagaron de
inmediato, pues el abrasador fuego los pulverizó ipso facto.
Confiaba al cien por cien en el poder de Jake, pero ya había visto tantas
cosas, que por si acaso.
La sombra miró hacia atrás y rechinó la dentadura de nuevo, pero poco más
pudo hacer contra el poder del Gran Lobo. Pegó otro elevado brinco para
abordar otra rama, sin embargo, en el mismo instante en que hizo esto, la
onda expansiva de fuego le barrió con furia, llevándose hasta su alma malva
y maligna.
Hay que ser tonto para venir aquí en busca de venganza, chistó Leah.
Bueno, pero ahora todo ha terminado, dijo Jake. Ya nadie vendrá a vengar
nada.
No podía pegarme a él del todo, puesto que uno de mis brazos sostenía a
Anthony, pero Jacob me agarró de la cintura y me arrimó a su cuerpo,
permitiendo que mi costado se adosara bien a él.
Tuve que obligarme a reaccionar para contestarle, a poco más, y tengo que
pellizcarme. Era tan guapo, tan perfecto, tan él...
564
―¿Cómo estás, colega? ¿Te han torturado mucho las locas de tus tías? ―le
dijo Jacob a Anthony. El niño volvió a sonreír y a lanzar pataditas con
entusiasmo―. Ya, me imagino ―le contestó mi chico, como si su hijo le
hubiera dicho algo. Luego, alzó el rostro para mirarme―. Este crío apesta a
colonia ―reparó, arrugando la nariz―. ¿Qué le han estado haciendo? Madre
mía.
―Rose dice que los bebés tienen que oler a bebés. ―Me encogí de hombros.
Le dediqué un mohín.
Leah lo arropó entre sus brazos con ternura y acarició su mejilla. Anthony
también le sonrió, aunque levemente, porque acto seguido bostezó, ya le
estaba dando el sueño.
―Es una ricura ―afirmó ella, haciéndole carantoñas al bebé.
―De acuerdo ―le respondió Leah, aunque sin hacerle apenas caso, ya que
seguía con sus cucamonas.
―¡Te echo una carrera! ―exclamé entre risas, soltando su amarre para
empezar a correr.
Razvan y todos sus aliados estaban muertos, ya no quedaba nadie que pudiera
reclamar ninguna venganza o pudiera molestarnos más.
Sonreí con más felicidad y me carcajeé mientras corría por delante de Jake.
―¿Te estás riendo de mí? ―se ofendió, en broma.
565
Para siempre
―Ya estás limpito, con cremita y todo ―le sonreí, frotándole la barriguita
con las yemas de las dos manos para hacerle cosquillas.
Me incliné una vez más y volví a hacer ese ruido de mis labios contra la
suave piel de su barriga. La alegre risa de Anthony aumentó, soltó el sonajero
y sus manitas se posaron en mi frente, como si me estuviese suplicando que
ya parase. Le hice caso. Levanté el rostro, terminando de reírme, le di un
pegajoso beso en su alegre mejilla y terminé acariciándosela con el dorso de
los dedos.
Me giré y cogí la ropa que tenía preparada para él. Empecé a canturrear otra
vez y le puse su camiseta interior, los diminutos calcetines, los pantalones
marrones y por último esa camiseta de manga larga que hacía juego gracias a
su color beige y ese dibujo de un búho en tonos pardos.
―Vamos a darle una sorpresa a papá ―le cuchicheé a Anthony con una
risilla a la vez que pasaba a la habitación.
Solté otra risilla por lo bajinis y cogí la cámara fotográfica del cajón de la
mesita, vigilando en todo momento al bebé, no fuera que Jake se girase de
repente. La encendí y les saqué una foto.
Parecían casi dos gotas de agua, incluso en su carácter alegre y jovial, uno en
grande y el otro 566
Cualquier otro bebé se hubiera asustado con eso, pero Anthony se partía de la
risa y pateaba con sus piernas hacia abajo sin parar al tiempo que trataba de
llegar a la nariz de su padre. Jacob y yo tampoco pudimos evitar reírnos.
―Buenos días, campeón ―le sonrió Jake, acercándole a su rostro para darle
un serial entero de besuqueos en la carita.
Dios, me moría por hacer el amor con él, este fuego que sentía por Jake era
insaciable, incombustible, pero estaba claro que con Anthony reclamando
toda nuestra atención era imposible.
Tendríamos que esperar a por la tarde, no nos quedaba más remedio, ahora
teníamos que adecuarnos a los horarios de siesta del bebé. Y hoy era
domingo, Jake no trabajaba ni tenía que patrullar. Mi desánimo inicial se
transformó en una inmensa felicidad de repente y eso aumentó el movimiento
de mis labios por un instante, ya estaban ansiosos de que pasaran las horas.
Sin embargo, teníamos que parar antes de que rebasásemos la línea fronteriza
que separaba el control con esa locura desbocada que no podríamos detener.
Jacob parecía estar pensando lo mismo que yo, y ambos concluimos ese
interminable beso, aunque nos costó lo nuestro. Cogimos una buena
bocanada de aire para recomponernos y poder hablar.
mío.
―¿Y ese picnic que íbamos a hacer? ―me recordó sin dejar su sonrisa
torcida.
―Bueno, hay tiempo para todo ―le contesté, sonriéndole, bajando la mano
para acariciar su increíble torso.
―¿Qué pasa? ¿Es que no has tenido bastante con lo de anoche? ―dijo con
voz sugerente, y su sonrisa se amplió.
―No… ―ronroneé de nuevo, llevando mis labios a los suyos para que
saciaran su sed otro poco.
Separamos nuestros rostros para mirarle, y ninguno pudo reprimir una risilla
cuando le vimos.
Anthony estaba acomodado en la oquedad resultante entre el colchón y el
brazo de su padre. Se había deshecho de los calcetines y estaba muy
entretenido con uno de sus pies, el cual tenía en la boca y chupaba sin parar.
―Lo creo, lo creo ―asintió él, riéndose. Entonces, cogió al bebé y lo sostuvo
en el aire, con los brazos estirados. Anthony ya empezó a sonreír y a patalear
hacia abajo, y yo me aparté a un lado para que pudieran jugar mejor―. Lo
creo porque este niño… ¡es un tragón!
―¡Es un glotón! ―exclamó Jake, bajando a Anthony otra vez hasta su nariz.
Creo que los chillidos y las risas del niño se podían escuchar en toda la
reserva.
Me reí, feliz de ver esa estampa. Lo único que podía sentir en estos
momentos es que tenía una familia maravillosa. Mi pequeña familia.
En cuanto terminé de hacer todo esto, Jacob salió del baño, ataviado
solamente con una toalla en la cintura. Jamás, jamás me cansaba de ver su
cuerpazo sublime, poderoso, moreno y perfecto, así que no pude evitar darle
un buen repaso cuando se la quitó en el dormitorio para comenzar a vestirse.
Qué ganas tenía de que llegase la tarde ya…
Pero no todo era sexo, también había otras cosas, como un estupendo y
familiar picnic en la playa. Anthony no conocía muy bien la arena. Ya le
habíamos llevado un par de veces a la playa en verano, pero era más
pequeñito, aparte de que First Beach tiene bastantes turistas en esa época y
hay demasiada gente, así que apenas había tocado la arena. Ahora estábamos
en octubre, pero hoy hacía un día magnífico. El cielo estaba más o menos
despejado, muy pocas nubes se atrevían a cubrirlo, hacía sol, la temperatura
era bastante alta estos días, para ser otoño, y First Beach estaba despejada de
gente. Así que era un día genial para llevar a Anthony a la playa.
Allí tenía muchas cosas para explorar y muchas texturas y elementos con los
que experimentar.
Tenía la arena y sus piedrecillas, los cantos más grandes, las pequeñas
charcas llenas de vida, las algas, la orilla del mar, los troncos blanquecinos…
En fin, que tenía entretenimiento para rato.
―Sí.
―Lista ―sonreí.
Mis tíos y mis padres ya habían terminado la carrera, así que mi familia había
decidido pasar otra temporada en Forks. La idea era que se iban a quedar por
aquí hasta que encontrasen otro sitio a donde ir, pero era evidente que, con
Anthony, no iban a darse mucha prisa en buscar nada.
Carlisle había decidido tomarse unas pequeñas vacaciones en las que se iba a
dedicar a la investigación dentro del ámbito de la medicina, pero también a
darme clases a mí, que iba a retomar mi carrera, la cual había dejado aparcada
debido al embarazo. El resto de mi familia se había unido a esas vacaciones,
así que, de momento, solamente se iban a dedicar a ir de caza por el bosque,
sin aparecer por el pueblo. Todas sus demás salidas eran por Port Angeles y
Seattle.
―Hola, cielo. ¿Estás muy ocupada? ―me preguntó mamá.
Dime.
―Ah, verás, te llamaba porque Renée llega mañana, al parecer quería darnos
una sorpresa.
Charlie y Sue también vendrán. ¿Os apuntáis? Renée tiene muchas ganas de
veros, sobre todo a A.
J.
Mi abuela materna solamente le había visto una vez, seguro que se moría por
volver a verle. Ya le habíamos mandado un montón de fotos por Internet,
pero, claro, no es lo mismo.
―Sí.
elemento que sujetaba la cabeza del bebé, pero Jacob lo reforzaba con su
cálida mano. Le dio un beso en la cabeza y seguimos caminando, en
dirección al malecón.
La suave brisa marina era templada y el sol brillaba en lo alto del cielo,
caldeando más el ambiente con sus rayos. Un grupo de gaviotas chillaba en el
mar, algunas pescaban y otras simplemente se dejaban flotar en el agua,
meciéndose continuamente por el balanceo de la marea mientras se
acicalaban el plumaje.
Anthony parecía estar atento a todo ruido: al sonido del océano, a los gritos
de las gaviotas, incluso a nuestras pisadas sobre esa arena grisácea llena de
minúsculas piedrecillas.
―Qué pena ―lamenté, mirando a la arena que tenía enfrente al tiempo que
me mordía el labio.
―Y eso que solo lo escuché una sola vez, cuando lo citó Ezequiel ―presumí,
levantando la barbilla también con una exageración fingida.
Me reí.
570
―Así que, según tú, si vivieras para siempre, sería porque yo también puedo
vivir eternamente ―adiviné con una enorme sonrisa.
―Eso creo ―sonrió―. Aunque solamente son conjeturas, claro, todo esto lo
veremos con los años, bueno, con los siglos.
―Pero eso no quiere decir que yo también pueda vivir eternamente ―debatí.
―Si tengo que elegir, elijo vivir contigo para siempre ―afirmó, clavándome
esa profunda mirada que solo sus ojazos negros eran capaces de producir―.
Pero solo lo elegiré si es contigo, si es a tu lado, y sobre todo si tú también
quieres vivir eternamente. ―Volvió la vista al frente―. Si puedo elegir eso,
es por algo, y la profecía no pone límite a mi edad, es más, dice que mi
reinado será eterno, con lo cual…
―¿Quieres decir que yo también tengo la opción de escoger y que puede que
vivamos eternamente? ―Ahora sí que estaba patidifusa.
Tenía que reconocer que, aunque Jake llevaba una camiseta, en estos
momentos envidiaba a mi hijo.
―Entonces, cuando Quil, Embry, Paul, Jared y los demás sigan el mismo
camino que Sam, dejarán paso a las nuevas generaciones, ¿no es así?
―aventuré, sonriéndole.
Me acerqué a él, solté su mano y rodeé su cuello con los brazos, de lado,
puesto que Anthony acaparaba buena parte de su torso.
571
Se quedó un poco parado, extrañado de que le soltase esto sin venir mucho a
cuento, sin embargo, pronto reaccionó. Su mano acogió mi cintura y me
arrimó más a su cuerpo, haciendo que mi millón de mariposas se
multiplicasen para agitarse con emoción.
Irremediablemente, jadeé.
―Si es verdad que yo también puedo elegir, elijo la eternidad junto a ti ―le
dije con un hilo de voz. La comisura de su boca se curvó en una sonrisa.
Era feliz así, solamente con estar entre sus brazos, sintiéndole a él, no podía
pedirle más a la vida, y tenía una familia maravillosa. Mi pequeña familia.
Sí, quería esto para siempre. Le quería a él para siempre. Le amaba con toda
mi alma, le deseaba, le adoraba, para siempre, eternamente, porque nuestro
amor era así, eterno, profundo, infinito.
Jacob, te amo.
EPÍLOGO
= ANTHONY =
Vaya, hombre.
―Sí, ya ―resoplé.
Era el hijo mayor de Seth y Brenda. Estos dos se iban a casar al año siguiente
de mi nacimiento, o algo así, sin embargo, ella se quedó embarazada antes y
tuvieron que adelantar la boda para que no apareciese con un bombo enorme.
Yo le sacaba poco más de un año a Lucas, pero, cosas de la vida, él se
transformó antes y llegó a la manada primero, así que el novato seguía siendo
yo.
Estaba deseando que Jared Jr, el hijo de Jared y Kim, Samuel, el hijo de
Canaan y Sarah, Christian, el hijo de Embry y Mercedes, mi hermano y
David, el vástago de Quil y Claire, se transformasen de una maldita vez. Lo
malo es que los primeros aún rondaban los trece y catorce años, y los últimos
todavía tenían ocho y seis, así que chungo. Bueno, ni qué decir tiene que
todos habían tenido más prole y que otros miembros veteranos de la manada
habían tenido hijos varones primogénitos, claro, pero es que estos eran
incluso menores que David. En fin. Estas fiestas eran todo un acontecimiento
para los novatos como Lucas y yo, porque ya formábamos parte de la
manada. Nosotros pertenecíamos a una nueva era de la manada. Era excitante
y emocionante. Era guay.
La pira de los veteranos ardía a unos metros más allá de nuestra posición, en
lo alto de esta colina en la que siempre celebrábamos estas reuniones. Allí se
encontraban los antiguos miembros, esos que lo habían dejado, los
imprimados más los que habían elegido no seguir por diferentes motivos,
acompañados de sus mujeres, y los miembros del Consejo, es decir, Billy,
Sue, Sam y el Viejo Quil. Bueno, nosotros le llamábamos el Viejo, Viejo
Quil, porque tenía cien años en cada pierna, por lo menos. Además de ellos,
se encontraba el resto de miembros veteranos de la manada que habían
elegido seguir transformándose para servir al Gran Lobo y que continuaban
siendo jóvenes. Menudo contraste, pero así era, unos pasando la cuarentena y
otros con sus imperturbables veinticinco. Por supuesto, también estaban mis
padres. Sí, ahí los tenías, 573
Puaj, siempre igual. ¿Es que no se cansaban nunca? Aunque, bueno, estaba
más que acostumbrado a su efusividad y a sus continuas muestras de amor,
siempre había sido así, desde que era un crío. Bah, yo prefería ser libre, que
no me atara ninguna chica y eso, tener mi espacio, hacer lo que me daba la
gana siempre que me diera la gana y…
Bueno, vale, tenía que reconocer que les envidiaba, la verdad. No sé,
viéndoles me preguntaba si yo encontraría algo así algún día, un amor tan
intenso y profundo, ese vínculo irrompible y fuerte con alguien. Me parecía
imposible superar eso; no, es que lo era, definitivamente era imposible
superar ese intensísimo amor que se profesaban mis padres. Al menos, yo
jamás había visto algo parecido, vamos, ni entre los demás imprimados ni en
ninguna otra parte. Solo había que ver cómo se miraban a los ojos, y esa
energía mágica que emanaba de ellos solamente con hacer ese simple gesto.
Era indescriptible, a veces, ni siquiera yo ni mis hermanos dábamos crédito, y
eso que estábamos más que acostumbrados. Así que ahí los tenías, en un
rincón, a lo suyo, como si nada ni nadie más existiese en estos momentos.
―¿Qué pasa? ¿Ya os habéis zampado todos los perritos en ese bando?
―protesté.
Era una mezcla de todo. Tenía muchas cosas de mi madre en el rostro, los
labios, la nariz, las facciones y eso, aunque su piel era un poco más oscura, si
bien no llegaba a ser tan mestiza como la mía, sus ojos eran como los de mi
padre, su cabello, lleno de unos largos rizos, era castaño, como el de Bella,
mi abuela materna, y, claro, su figura era perfecta.
¿Qué demonios hacía aquí? ¿Por qué traía al enano? Y lo más importante de
todo: ¿por qué diablos se había arreglado tanto? No es que fuera escotada ni
nada, pero es que mi hermana, a poco que se arreglase, ya llamaba la
atención, al igual que le pasaba a mi juvenil madre de veintidós años.
574
―Hola, fenómeno ―se mofó ella, sonriente―. Papá y mamá han dicho que
cuides de Johnny ―soltó, dejando al crío frente a mí.
―¿Cómo que tengo que cuidar yo de él? ―me quejé―. Estoy en una fiesta y
después tengo la reunión de las leyendas, ¿sabes? No puedo. ¿No te ibas a
encargar tú de él? Te ibas a quedar en casa para cuidarle, ¿no es así?
Como si a ella le hiciera falta meterse en una biblioteca para estudiar, y más a
estas horas...
Era evidente que papá y mamá sabían de sobra que no iba a la biblioteca,
precisamente, pero aun así la dejaban marchar. Eran unos padres guays, pero
a veces me daba la sensación de que eran demasiado permisivos. Bueno, vale,
sabían que Sarah era de fiar, responsable y todo eso, y sobre todo era adulta.
―Papá dice que le vendrá bien escuchar las historias ―espetó sin más,
dándose media vuelta para pirarse.
Sí, claro. Desde que Carlisle, debido a su afán por la genética, había
analizado la sangre de Johnny y había descubierto que todos los hijos varones
de mis progenitores iban a ser lobos, mi padre ya le estaba preparando, como
había hecho conmigo. Bueno, en mi casa este mundo nunca había sido un
secreto, podía recordar todas las veces que de pequeño había jugado con mi
padre en su forma lobuna. Y lo mismo había hecho con Johnny y Sarah. Todo
para que nos familiarizásemos.
Tengo que reconocer que aquella noche la pasé fatal, estuve bastante chungo,
con fiebres muy altas y eso, pero como mi padre me había dicho, exploté y
entré en fase, convirtiéndome en lobo. Lo primero que hice cuando eso
ocurrió fue ir hacia el espejo de mi habitación para mirarme en mi forma
lobuna. Mi pelaje no era tan rojizo como el de mi padre, sin embargo,
también era bastante bermejo, si bien estaba mezclado con otros tonos más
pardos y castaños que me hacían un poco más oscuro. Pero lo que más me
había molado de todo es que, para mi corta edad, ya era tan grande como
Andrew, ja.
Me fijé en mis padres, y, obvio, como siempre, ya estaban con sus arrumacos,
en su mundo.
―Sí, algún día vendré ―sonrió, y se dio la vuelta de nuevo para continuar su
andadura hacia el bosque.
―Oye, como no dejéis de mirar así a mi hermana os juro que acabaréis con
la cabeza dentro de la hoguera ―les advertí, enfadado.
―No me toquéis las narices, ¿vale? ―les amenazó papá desde su posición.
575
―Has empezado tú, así que ahora atente a las consecuencias ―rio Isaac.
Ahora sí, mi hermano de manada bajó a Johnny ipso facto, aunque siguieron
con su particular batalla, entre risas.
Menos mal que mis padres habían decidido no tener más prole hasta que los
tres nos emancipáramos. Y cuando eso sucediera, tenían pensado dedicarse
unos cuantos años a ellos dos solos. Sí, como si no tuvieran bastante, puaj.
Bueno, total, tenían tiempo de sobra para tener más hijos.
Los fines de semana en casa de mi familia de vampiros eran guays. Con el tío
Em solíamos 576
A veces resultaba extraño dar caza y aniquilar vampiros, aunque, claro, los
que nosotros pescábamos no eran como mi familia, ni mucho menos.
Le eché un vistazo y me entró un poco de risa. El muy tonto tenía los pelos
hechos un barullo total. Rodeé su hombro con mi mano y lo acerqué a mí,
dándole una palmada en el brazo.
Chocamos los puños, acto que después imitó Johnny con él, y nos
despanzurramos junto a mis progenitores.
―Nada, mamá ―se quejó él, apartando la cabeza para evitar esas cosas
maternales que a él ya empezaban a resultarle incómodas y humillantes, ya
me entiendes.
―¿Es que ahora te apuntas a la moda de llevar rastas? ―se mofó papá.
Johnny se giró hacia él y le puso los ojos en blanco. Creo que fue lo único
que se le ocurrió hacer, porque no debía de tener ni idea de qué era eso.
Mi padre se carcajeó.
―Ah, papá ―cada vez me resultaba más raro llamarle así, y a mi madre
igual, porque más que mi padre, parecía mi hermano mayor, pero en fin, era
mi padre, así que…―, al Golf le falla la suspensión.
Desde que me había sacado el carné, el Golf había pasado a mí. El coche
familiar era un Volvo que Edward les había regalado al poco de nacer yo, y,
aunque mi padre seguía usando su coche de vez en cuando, lo había heredado
yo. Era pequeño y viejo, pero estaba muy bien cuidado e iba como un bólido,
que era lo mejor de todo.
Los demás hicieron lo mismo enseguida y todos se acercaron a las llamas que
flameaban a este lado.
577
El fuego devoraba los leños que habían apilado para hacer la hoguera,
soltando de tanto en cuando toda una serie de cenizas encendidas de color
naranja hacia el cielo.
in
578
Índice de lobos
* Imprimados.
LOBOS PAREJAS
1 Sam*
Emily
2 Paul*
Rachel
3 Jared*
Kim
4 Embry
5 Jacob*
Renesmee
6 Quil*
Claire
7 Leah
8 Seth*
Brenda
9 Collin
10 Brady*
Ruth
11 Matthew
12 Aaron*
Eve
13 Canaan*
Sarah
14 Daniel*
Martha
15 Isaac
16 Jeremiah*
Jemima
17 Abel
18 Michael
19 Nathan
20 Rephael
21 Shubael
22 Cheran
23 Thomas
24 Ivah
579
Índice de vampiros
Kachiri
Aro* – Sulpicia
Senna
Zafrina*
AQUELARE DE DENALI
GUARDIA DE LOS VULTURIS
(PARCIAL)
Eleazar* – Carmen
Alec*
Irina – Laurent
Chelsea* – Afton*
Kate* – Garrett
Corin*
Sasha
Demetri*
Tanya
Felix
Vasilii
Heidi*
Jane*
Renata*
Santiago
Enguerrand*
Moïse
Zhou*
Varick*
AQUELARE EGIPCIO
NÓMADAS AMERICANOS
Amun – Kebi
James – Victoria*
Benjamin* – Tia
Mary
Peter – Charlotte
Randall
AQUELARE IRLANDÉS
NÓMADAS EUROPEOS
(PARCIAL)
Maggie*
Alistair*
Siobhan* – Liam
Charles* – Makenna
Stefan
Edward*– Bella*
Vladimir
Jasper* – Alice*
Renesmee* – Jacob
Rosalie – Emmett
AQUELARRE DE LOS
GUARDIA Y SIRVIENTES DE
BÚLGAROS
RAZVAN (PARCIAL)
Ruslán*
Nikoláy*
nombre)
580
Razvan*
Elger
Ion
Axel
Duncan
Keiler
Alina
Natasha
Zhanna
VAMPIROS PRÓFUGOS
GUARDIA DE LOS VULTURIS
(GRUPO EXTRAOFICIAL)
Thiago
Gustavo
Fabio
Habika*
João
André
581
LA CASITA DE JAKE Y NESSIE
582
583
ÍNDICE
Renesmee
Prefacio...................................................................................................................................
Despedida................................................................................................................................
Comienzo................................................................................................................................
Celebración.............................................................................................................................
Fuego.......................................................................................................................................
Nadar
................................................................................................................................................
Extraño....................................................................................................................................
Rey y
reina.........................................................................................................................................
En
casa..........................................................................................................................................
Búsqueda.................................................................................................................................
Jacob
Prefacio...................................................................................................................................
Honor......................................................................................................................................
Renesmee
Prefacio...................................................................................................................................
Acampada...............................................................................................................................
El
lago..........................................................................................................................................
En medio
................................................................................................................................................
Licántropo
................................................................................................................................................
584
Decisión..................................................................................................................................
Harley Davidson
................................................................................................................................................
Cumpleaños.............................................................................................................................
Irrupción..................................................................................................................................
Reencuentro............................................................................................................................
Gripe
................................................................................................................................................
Fallo........................................................................................................................................
Giro.........................................................................................................................................
Buena y mala
................................................................................................................................................
Felicitaciones y
planes......................................................................................................................................
Apoyo......................................................................................................................................
Carta........................................................................................................................................
Intereses..................................................................................................................................
Beneficio
colateral...................................................................................................................................
Ecografía
................................................................................................................................................
Fantasmas................................................................................................................................
Maniobra.................................................................................................................................
“No
puedo”.....................................................................................................................................
Sangre.....................................................................................................................................
Heridos....................................................................................................................................
Prueba
................................................................................................................................................
Entrenamiento.........................................................................................................................
6 de
febrero.....................................................................................................................................
Paciencia.................................................................................................................................
Un ser
superior...................................................................................................................................
Envidia....................................................................................................................................
Cambio de
planes......................................................................................................................................
Pasar
página......................................................................................................................................
La
estrategia.................................................................................................................................
A
casa..........................................................................................................................................
De
nadie........................................................................................................................................
Jacob
Prefacio...................................................................................................................................
Atroz.......................................................................................................................................
Valor.......................................................................................................................................
585
Renesmee
Prefacio...................................................................................................................................
Invasión de
visitas......................................................................................................................................
Cuarentena..............................................................................................................................
Incidente..................................................................................................................................
Venganza
................................................................................................................................................
Para
siempre....................................................................................................................................
EPÍLOGO.
ANTHONY.............................................................................................................................
586