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El Pintor Y El Duque

Había una vez, en un reino no muy lejano, un joven duque perteneciente a la corte de la reina. El
duque tenía la tarea esparcir en otros reinos las ordenes de la reina, pero pese a que las personas
decían que hablaba desde el corazón, el sabía que eso era una vil mentira, pues su corazón
albergaba una mínima cantidad de cariño. Un día, por la constante insistencia de sus amigas, el
duque asistió a una lección de baile impartida por una de ellas, pero lo que llamó su atención no
fueron los complicados pasos al ritmo de la melodía, si no la presencia del pintor del reino. El
duque había visualizado al pintor en algunas ocasiones a lo largo del reino, de las cuales solo en
una ocasión tuvo la oportunidad de estar a centímetros de él, no obstante, no existió gran
interacción, e inclusive en este nuevo encuentro no hubo diferencias al primero, pues pese a que
intercambiaron un par de diálogos, la charla no se extendió más de lo necesario.

Semanas después, el duque fue invitado a la fiesta de una distinguida dama, en donde por tercer
turno pudo percibir al pintor, solo que en este tiempo obtuvo un contacto más profundo. La
relevancia de quien inició la conversación o cual fue el tema que la desató se perdió en el instante
en el cual, en medio de la reunión, el duque, por exceso de copas, tuvo un desafortunado
accidente, aunque dicho incidente pareció no incomodar al pintor, pues el mantenía una actitud
calmada. Durante un punto de la celebración el pintor y el duque se alejaron del bullicio de la
fiesta para tener una conversación más amplia. Ahí el duque descubrió lo extraordinario que era el
pintor y los interesantes diálogos que resguardaba detrás de esa silenciosa fachada. Esa noche
hablaron por poco menos de un par horas, pero para el duque fue una eternidad amena.
Inesperadamente, el duque tuvo que retirarse de la velada, no sin antes atreverse, entre los
efectos del alcohol y la adrenalina constante de su cuerpo, a solicitarle su dirección para que en el
futuro pudieran intercambiar cartas. Pero su historia no termina ahí, pues días más adelante el
duque tuvo la agradable coincidencia de toparse frente a frente con el pintor, a lo que, con un
poco de vergüenza respecto a sus acciones de la fiesta, saludo con un sencillo “Hola”, pero lo
realmente sorprendente para el duque no fue encontrarse nuevamente con el pintor, sino que
momentos más tarde el pintor apareciera a su lado con aquella sonrisa que deshacía el corazón
del duque. Así, mientras pasaban los días, la relación del duque y el pintor se volvía cada vez más
cercana. En ocasiones se les podía ver juntos en la plaza, en las lecciones de baile o en las calles.
Sumado a eso se escribían cartas cada cierto tiempo en donde demostraban un interés mutuo,
pero dicho interés era invisible ante los ojos del duque, porque pese a que era evidente para todos
los ciudadanos, el duque elegía desentenderse de lo que sucedía por placer propio.

En una ocasión, después de una fiesta en el reino, el duque y el pintor se situaban en una pequeña
banca conversando sobre cosas absurdas, como las lecciones de otro idioma que tomaba el pintor
o las nimiedades que molestaban al duque. La conversación llegó a un punto en donde el
ambiente se percibía más íntimo, de aquellos en los que pese a la notoria evidencia de las miradas
de la gente solo importaba los diálogos que habitaban entre ellos.

Por un tiempo el duque y el pintor tuvieron que separarse, pues cada uno tenia que cumplir con
sus responsabilidades correspondientes. Y aunque el duque disfrutaba lo que hacía en su soledad
también extrañaba los abrazos, las caricias, las risas y los momentos que compartía con el pintor,
pero sobre todas esas cosas, lo extrañaba a él. Entonces el duque comprendió todo.
Sin poder guardar ni un segundo más los sentimientos de su interior se dispuso a tomar un corcel
para encaminarse hacia la morada del pintor. Al llegar se plantó frente a su puerta, golpeó con
fuerza y esperó a que saliera el pintor, el cual al salir se quedó pasmado ante la presencia del
duque. Fue así como el duque con gran valentía decidió hablar desde el corazón por primera vez
en mucho tiempo.

-El amor siempre ha sido complejo para mí, nunca lo he terminado de entender completamente,
sin embargo, en este preciso instante, tengo la firmeza necesaria para expresarte que deseo
comprenderlo junto a ti. Y es que las personas describen al amor como intensas mariposas en el
estómago que terminan por intoxicarte, pero lo que siento por ti no es mínimamente comparado
con aquello, pues cuando te veo no logro reconocer las mariposas, sino una maravillosa sensación
de calidez. Con el tiempo, he logrado aprender gracias a ti sencillas cosas que antes consideraba
meramente absurdas, como la necesidad de fundir nuestros cuerpos ante el inalcanzable
propósito de estar abrazados, o la extrema diferencia que distingue los electrizantes roces de
nuestras manos con los comunes apretones de los demás.

Son infinitas las miles de millones de cuestiones que puedo llegar a expresar sobre ti, pero
prometo que si tu respuesta es afirmativa, haré que conozcas por mi propia voz las razones por las
que te planteo la siguiente interrogante:

Mi querido pintor, ¿Me darías la oportunidad de estar junto a ti mientras la vida lo permita?

Blablablá terminan alv

El duque con el inmenso amor que sentía tomó los fragmentos de su frágil corazón y con la misma
decisión con la que le confesó su amor al pintor
-La cavilación fausta de que serías la persona de la cual me enamoraría por primera vez en mi vida
nunca se veía próxima, así como la órbita de mis pensamientos hacía este instante, pero ahora que
ha llegado, mi deber, como al inicio, es hablar con el corazón. No espero que entiendas el motivo
por el cual debemos separarnos, aunque si es imprescindible expresarlo, la respuesta es tan
sencilla que se vuelve compleja. La prolongación de nuestro amor solo incrementaría las
posibilidades de un inevitable final trágico.

Así que resguarda todo el amor que te di en tu corazón, atesóralo por el tiempo que sea necesario,
y cuando al fin, el causante de tu existencia vuelva a latir, deséchalo entre los pétalos inexistentes
de las flores faltantes que prometí otorgarte.

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