Está en la página 1de 3

Algo Mejor

La vida con ansiedad no es sencilla.

Y es que si me huniean dichó que esa sensación de querer dejar de existir mientras estoy acostado
en el suelo del baño intentado pararme durate una hor no era totalmente normal hubiera
preferido ir a terapia antes.

Aunque de alguna manera u otra hubiera tardado en hacerlo. No por mi o por mi familia. Por la
sociedad. Y es que pese a os miles de intentos por concientizar la importancia de la salud mental,
la gente sigue pensando que solo los “locos” lo hacen. Se quedan con la idea de la meicacion y los
psiquitras como algo de película de terror.

Llevo tiempo en terapia y aun siento mortificación al decir que lo hago, porque prefiero que
piensen que soy raro a que crean que ando por la vida con un tornillo suelto

Antes de que pueda pensar lo que sea que estaba pensando veo salir de la puerta a un chico alto
de cabello rizado con lentes.

-Te espero afuera. -Comenta sonriente cerrando la puerta a su espalda, dirigiéndose hacia una silla
que está a un costado de mí, sentándose y regalándome una sonrisa perfecta-. Hola.

¿Me acaba de saludar? ¿Debería responder su saludo? Porque parece que debo hacerlo. Pero,
¿Qué tal que contesto mal? ¿Y si me trabo? ¿Y si piensa que estoy loco? Bueno, él acaba de salir
del consultorio de mi psicóloga. ¿Ambos estamos locos? ¿Qué hago?

-¿Estas bien? -cuestiona extendiendo su mano para tocar suavemente la mía.

-Sí, todo bien nada mal. ¿Por qué preguntas? -Rasco mi cuello por la parte posterior alejando mi
mano de la suya.

-Es que estas sudando -ve mi cuello como si fuera un vampiro ¿Por qué lo hace?- y rascando tu
cuello muy fuerte. ¿Fue por algo que hice? Porque si es así o lamento, no quería hacerte sentir
mal.

-No, no, no, no. No hiciste nada mal. -Suspiro-. El venir a terapia me pone nervioso, como si fuera a
tener una crisis de ansiedad.

-Te entiendo totalmente. -Gira su cabeza para mirarme.

-¿Lo haces? -Miro a través de sus lentes apreciando sus ojos color miel.

-Sí. Recuerdo que la primera vez que vine aquí fue horrible y el color de las paredes no ayudaba en
lo absoluto. -Carcajea suavemente mientras lo acompañarlo.

De un momento a otro la distancia ente los dos se a acortado. Ahora no hay dos asientos vacíos
entre nosotros, ahora estamos lado a lado.

-Pero te ves bien, ¿por qué alguien como tú vendría a un lugar como este? -Señalo el cuarto
amarillo limón.

Piensa por un segundo.


-Las cosas nunca fueron como ahora, eran muy diferentes, pero estoy seguro de que la terapia ha
ayudado. -Cruza sus brazos y coloca su tobillo derecho sobre su pierna izquierda.

-¿En algún momento ayuda? -pregunto irónico.

-Sí, lo hace. Siempre hay algo mejor -Me siento con mis piernas cruzadas sobre la silla y volteo a
ver la pared frontal.

-Algo mejor. -Repito susurrando. -¿Lo crees?

-Fielmente. Si no hubiera pedido ayuda, en estos precisos momentos no estuviera hablando


contigo, estaría deprimido acostado en mi cama llorando por no poder hacer las cosas como
quiero.

-¿Depresión?

-Sip, desde hace 3 años después de la separación de mis padres. ¿Y tu?

-Ansiedad.

-¿Por?

-No lo sé, trato de averiguarlo, pero creo que es por la escuela. Siempre he sido muy exigente
conmigo mismo.

Por unos minutos se me queda viendo, y en algún momento regreso la vista a sus ojos.

-¿No te da pena decir que vienes a terapia? -pregunto.

-Al inicio si, pero con el tiempo aprendí que estaba bien dcirlo. A veces las personas relacionan
terapia o psicólogo con la locura cuando no debería de ser así. Pese a que es siglo XXI aun es un
tabu decir que se esta mal mentalmente.

Durante ese instante en el que nos respondio mi pregunta con tal sinceridad descubro dos cosas.

1)El posible ataque de ansiedad que tenía ha desaparecido por completo, todo gracias a su
conversación. Ahora en vez de querer huir, prefiero quedarme.

2) De alguna manera no me siento juzgado por venir a terapia, o con vergüenza de mencionar mi
ansiedad con este chico. Las cosas solo suceden como dos adolescentes normales. Como si ver a
un psicólogo fuera algo que las personas hacen recurrentemente. En paz.

De la nada comienza a buscar algo de su bolsillo para finalmente sacar su celular y extendérmelo
abierto en la pantalla de contactos.

-Me llamo Tadeo, por cierto.

Tomo su celular y anoto mi numero para que pueda mandarme mensaje en otro momento.

-Yo soy… -Le entrego el celular con mi contacto listo.

-Nicolas. -Pronuncia mi nombre como si intentara memorizarlo.


Antes de que podamos continuar hablando sale del consultorio una mujer alta de edad avanzada
con lentes.

-¿Nos vamos? -le pregunta la mujer a Tadeo.

-Sí. -Se levanta y camina hacia la puerta, no sin antes despedirse-. Tal vez en algún momento
podremos ir por un café. No quiero perder la oportunidad de conocer a alguien como tú.

-¿Alguien como yo? -pregunto nervioso.

-Pensativo, guapo, ansioso. Ya sabes. -Me guiña el ojo-. Espero vernos pronto, adiós.

El chico sale de la sala de espera dejándome en silencio completo y con notable un sonrojo.

-¿Estas bien? Te hable hace poco y no has entrado a tu sesión. -Mi psicóloga esta en el marco de la
puerta que da a su consultorio.

-No, está bien.

-¿Algún ataque de ansiedad Nicolas?

-No, más bien amor a primer ataque de ansiedad.

También podría gustarte