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16.

Vive el presente
Un hombre se le acerco a un sabio anciano y le dijo:
– Me han contado que eres muy sabio. Por favor, ¿qué
cosas haces como sabio que no podamos hacer los
demás?
El anciano le contestó:
– Bueno, cuando como, simplemente como; duermo
cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, solo hablo contigo.
El hombre lo miró con asombro y le dijo:
– Pero yo también puedo hacer esas cosas y no por eso soy un sabio.
– Yo no lo creo así -replicó el anciano. – Cuando duermes, recuerdas los problemas
que tuviste durante el día, o te preocupas por los que podrás tener al levantarte.
Cuando comes, estás pensando en qué harás después. Mientras hablas conmigo,
estás pensando en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme antes de que
termine de hablar.
Moraleja: El secreto es estar consciente de lo que estamos haciendo en el momento
presente, y así podremos disfrutar de cada minuto de nuestra maravillosa vida.

17. El árbol de manzanas


Hace muchos años existió un árbol de manzanas donde
un pequeño niño solía jugar. Él le tenía un gran amor,
pues podía treparlo, le daba sombra y alimento. Pero con
el paso del tiempo, el pequeño creció y nunca volvió a
jugar alrededor del enorme árbol. Un día, el muchacho
regresó y escuchó que el árbol le dijo:
– Estoy muy triste, juega conmigo.
Pero el muchacho le respondió:
– Ya no soy el mismo niño que solía jugar en el árbol.
Ahora quiero juguetes y necesito dinero para comprarlos.
– Lo siento -dijo el árbol-. No tengo dinero, pero puedes tomar mis manzanas y
venderlas. De esta manera tendrás dinero para tus juguetes.
El muchacho se sintió muy feliz y procedió a cortar las manzanas, las vendió y obtuvo
el dinero. Entonces, el árbol fue feliz de nuevo. Pero el muchacho no volvió después
de la venta de las frutas, por lo que el árbol volvió a estar triste. Tiempo después, el
muchacho -ahora todo un hombre- regresó y el árbol se alegró de verlo. Le dijo:
-¿Vienes a jugar conmigo?
-No tengo tiempo para jugar -le contestó -Debo trabajar para mi familia, pues necesito
una casa para mi esposa e hijos. ¿Podrías ayudarme?
El árbol respondió:
-No tengo una casa para ti, pero puedes cortar mis ramas y construir una con mi
madera.
El hombre cortó todas las ramas del árbol y, a pesar del sacrificio, esto hizo feliz al
árbol. Sin embargo, después de haber construido su casa, el hombre no volvió y el
árbol volvió a sentirse triste y solitario.
Un cálido día de verano el hombre regresó y el árbol preguntó con alegría:
-¿Jugarás conmigo?
-No. Estoy triste pues me estoy volviendo viejo. Quiero un bote para navegar y
descansar. ¿Podrías darme uno?
El árbol contestó:
-No tengo un bote, pero puedes usar mi tronco para que construyas uno y así puedas
navegar y ser feliz.
El hombre cortó el tronco y construyó su bote donde navegó por un largo tiempo.
Después de muchos años, finalmente regresó con el árbol, pero este, preocupado, le
dijo:
-Lo siento, ya no tengo nada que darte. No puedo darte sombra, manzanas ni madera.
El hombre respondió:
-Yo no tengo dientes para morder ni fuerza para escalar. También estoy viejo.
-Realmente no puedo darte nada -dijo el árbol con tristeza en sus palabras-. Lo único
que me queda son mis raíces.
-Yo no necesito mucho en este momento, solo un lugar para descansar -contestó el
hombre-. Las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse después de
tantos años.
El hombre se sentó junto a las raíces del árbol, y el árbol volvió a ser feliz.
Moraleja: Esta podría ser la historia de todos nosotros. El árbol son nuestros padres.
Cuando somos jóvenes, amamos a papá y mamá, y jugamos con ellos. Cuando
crecemos, solemos olvidarlos y solo regresamos a ellos cuando necesitamos algo o
estamos en problemas. Pero no importa lo que nos agobie, ellos siempre están allí
para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Quizás hayas pensado que el
muchacho de la historia fue cruel contra el árbol, pero así somos muchos de nosotros.
Valoremos a nuestros padres mientras los tenemos a nuestro lado, y si ya no están en
este mundo, haz que la calidez de su amor viva siempre en tu corazón.
18 . ¡Suelta el vaso!
Durante una sesión grupal, un psicólogo tomo un vaso
de agua y lo mostró a los demás. Mientras todos
esperaban la típica reflexión de ‘¿este vaso está medio
lleno o medio vacío?’, el psicólogo les preguntó:
-¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas variaron entre los 200 y 250 gramos.
Pero el psicólogo respondió:
-El peso total no es lo importante. Más bien, depende de cuánto tiempo lo sostenga.
Si lo sostengo un minuto, no es problema. Si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo.
Si lo sostengo durante un día entero, mi brazo se entumecerá y se paralizará del dolor.
El peso del vaso no cambia, siempre es el mismo. Pero cuanto más tiempo lo sostengo
en mi mano, este se vuelve más pesado y difícil de soportar.
Y continuó:
– Las preocupaciones, los rencores, los resentimientos y los sentimientos de venganza
son como el vaso de agua. Si piensas en ellos por un rato, no pasará nada. Si piensas
en ellos todos los días, te comienzan a lastimar. Pero si piensas en ellos toda la
semana, o incluso durante meses o años, acabarás sintiéndote paralizado e incapaz
de hacer algo.
Moraleja: ¡No olvides soltar el vaso! No permitas que el peso de las emociones
negativas haga que tu vida se vuelva más difícil. Este peso solo te estará frenando de
continuar con tu camino y ser feliz.

19 . El miedo del gran león


En una vasta sabana africana, un león
vagaba perdido. Tenía más de veinte días
deambulando alejado de su manada, por lo
que el hambre y la sed estaban acabando
con su vida. Por suerte, encontró un lago de
agua fresca y cristalina. Emocionado, el
león corrió hacia él para beber y calmar su
sed, y con esto poder continuar buscando a
su familia.
Pero al acercarse, vio el rostro de un león
en las aguas y pensó:
-¡Qué lástima! Este lago le pertenece a otro león.
Aterrorizado, huyó del lugar sin beber una gota de agua. Pero la sed cada vez era
mayor y el león sabía que si no bebía agua moriría. Al día siguiente, se armó de valor
y volvió al lago. Igual que el día anterior, volvió a ver el rostro en el agua y, víctima de
su pánico, se fue corriendo sin beber.
Y así pasaron los días. El león volvía al lago y huía cuando veía al otro león. Pero un
día, cansado de escapar, se armó de valor y finalmente comprendió que moriría pronto
si no se enfrentaba a su rival. Tomó la decisión de beber agua sin importar lo que
pasara. Se acercó al lago con determinación, pero cuando metió su cabeza para beber,
su rival desapareció. ¡Era su reflejo en el agua lo que había estado observando todo
este tiempo!
Moraleja: La mayoría de nuestros miedos y temores son imaginarios. Pero cuando
nos atrevemos a enfrentarlos, estos desaparecen. No permitas que tus pensamientos
te dominen y te impidan avanzar para vivir plenamente.

20. El paquete de galletas


Una señora que debía viajar a una ciudad cercana llegó
a la estación de tren, donde le informaron que este se
retrasaría aproximadamente una hora. Molesta, la
señora compró una revista, un paquete de galletas y una
botella de agua. Busco una banca y se sentó a esperar.
Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y
comenzó a leer el periódico. Sin decir una sola palabra,
estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se
molestó; no quería ser grosera pero tampoco permitiría que un extraño se comiera su
comida. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la
comió mirando al joven con enojo. El joven, tranquilo, respondió tomando otra galleta,
y sonriéndole a la señora, se la comió. La señora no podía creerlo. Furiosa, tomó otra
galleta, y con visibles muestras de enojo, se la comió mirándolo fijamente.
La actuación de miradas de fastidio y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La
señora estaba cada vez más irritada y el joven cada vez más sonriente. Finalmente,
ella notó que solo quedaba una galleta. Con paciencia, el joven tomo la galleta y la
partió en dos. Con un gesto amable, le dio la mitad a su compañera de almuerzo.
-¡Gracias! -respondió, arrebatándole la galleta al joven.
Finalmente, el tren llegó a la estación. La señora se levantó furiosa y subió al vagón.
Desde la ventana, vio que el joven continuaba sentado en el andén y pensó “Qué
insolente y maleducado. ¡Qué será de nuestro mundo a cargo de esta generación tan
grosera!”.
De pronto sintió mucha sed por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de
agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto. Todo
este tiempo, ¡el joven le estuvo compartiendo sus galletas! Apenada, la señora quiso
regresar para pedirle disculpas pero el tren ya había partido.
Moraleja: ¿Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen
cometer errores y despreciar a los demás? Nuestra desconfianza hace que juzguemos
a otras personas, catalogándolas en estereotipos o colocándolas dentro ideas
preconcebidas y alejadas de la realidad. Por lo general, nos inquietamos por sucesos
que no son reales y nos atormentamos con problemas que quizás nunca ocurran.

21. Amor
Un pescador una vez atrapó un salmón. Al ver su
extraordinario tamaño, exclamó: "¡Qué pez tan
maravilloso! ¡Se lo llevaré al rey! Le encanta el
salmón fresco.

El pobre pez se consoló pensando: "Todavía puedo


tener algo de esperanza. Después de todo el rey ama a los animales"

El humilde pescador llevó su presa a la propiedad del rey, y el guardia a la entrada le


preguntó: "¿Qué hay allí?

"Un salmón", contestó el pescador, orgulloso.

"Genial", dijo el guardia. "Al barón le encanta el salmón fresco."

El pez dedujo que había razones para tener esperanza... si el rey ama a los salmones,
podría dejarlo en libertad.

Una vez dentro del palacio, y aunque el pez apenas podía respirar, seguía siendo optimista.
Después de todo, el rey ama el salmón, pensó.

El pescado fue llevado a la cocina, y todos los cocineros comentaron lo mucho que le
gustaba el salmón al barón. El pescado fue puesto sobre la mesa y cuando el rey entró,
ordenó: "Corta la cola, la cabeza y abre el salmón."

Con su último aliento de vida, el pez gritó desesperado: "¿Por qué mientes? Si realmente
me amas, cuida de mí, déjame vivir. No te gusta el salmón, te gustas a ti mismo!"

22. El obstáculo en el camino


Hace muchos años, un rey mandó colocar una
enorme piedra en uno de los principales caminos del
reino. Luego se escondió detrás de ella y miró para
ver si alguien podía mover el inmenso obstáculo.

Algunos de los comerciantes y cortesanos más ricos


del reino pasaron por allí y simplemente la rodearon.

Mucha gente culpaba al Rey por no mantener los caminos despejados, pero ninguno de
ellos hizo nada para quitar la piedra.

Entonces llegó un campesino que llevaba una carga de verduras. Al acercarse a la roca,
dejó su carga y trató de sacar la piedra del camino. Después de mucho esfuerzo, finalmente
tuvo éxito.

Después recoger sus verduras, se dio cuenta de que había un bolso en el piso donde había
estado la piedra.

El bolso contenía muchas monedas de oro y una carta del Rey explicando que el oro era
para la persona que pueda despejar la vía.

La moraleja de la historia:

Cada obstáculo que encontramos en la vida nos da la oportunidad de mejorar nuestra


situación personal. Mientras los perezosos se quejan, los demás están creando
oportunidades a través de sus corazones bondadosos, generosos y llenos de voluntad de
hacer las cosas.

23. El usurero
En una pequeña ciudad italiana, hace cientos de
años, el dueño de un negocio familiar debía una gran
suma de dinero a un prestamista. El usurero era un
tipo muy viejo y poco atractivo, que por casualidad le
gustaba la hija del dueño del negocio.

Éste decidió ofrecer al hombre de negocios un trato que borraría completamente la deuda.
Sin embargo, sólo se eliminaría si se casaba con la hija del dueño del negocio.

No hace falta decir que esta propuesta fue recibida con una mirada de disgusto.

El prestamista dijo que colocaría dos piedras en una bolsa: una blanca y otra negra.

La hija tendría que meter la mano en la bolsa y sacar un piedrita. Si era negra, la deuda
sería borrada, pero el prestamista se casaría con la joven. Si era blanca, la deuda también
sería borrada, pero la hija no tendría que casarse con el usurero.

Parado en un sendero, el prestamista se inclinó y cogió dos piedritas.

Mientras él las recogía, la hija se dio cuenta de que había recogido dos piedras negras y las
había metido en la bolsa.

Luego le pidió a la joven que metiera la mano en la bolsa y recogiera una.

Naturalmente, la hija tenía tres opciones en cuanto a lo que podía haber hecho:
• Negarse a recoger una piedra de la bolsa.
• Saca ambas piedras de la bolsa y exponer al usurero por hacer trampa.
• Escoger una piedra de la bolsa sabiendo que es negra y sacrificarse por la libertad de su
padre.
Entonces introdujo su mano y sacó una piedra de la bolsa, y antes de mostrar su color,
"accidentalmente" las dejó caer en medio de los otros guijarros.

Con una sonrisa en su rostro, le dijo al prestamista;

"Oh, qué torpe soy... Pero no importa, si buscas en la bolsa la piedra que queda, sabrás qué
color elegí".

La piedra que quedaba en la bolsa es obviamente negra, y viendo que el usurero no quería
ser expuesto como un tramposo, tuvo que seguirle el juego como si la piedra que la joven
dejó caer era blanca, saldando así la deuda de su padre.

Reflexión y moraleja de la historia:

Siempre es posible superar una situación difícil, mediante pensamiento creativo y no ceder a
las únicas opciones que crees que tienes para elegir.

24. El día en que todo salió mal


Cada vez que necesito ayuda como madre,
recuerdo a mi propia madre y a mi abuela, mujeres
que plantaron semillas de sabiduría en mi alma.

Hace unos días días, llegué a casa y encontré una


carta de advertencia de una planilla de luz sin
pagar, el estado de cuenta de mi tarjeta de crédito y varias facturas atrasadas.

Además mi hijo Tommy, de 15 años, se quejaba de un mal corte de cabello. Tuvo que
aguantar todo el día que otros estudiantes del colegio lo llamaran "calvo".

Lisa, mi segunda hija, se sentía devastada, pues aunque había estudiado mucho para la
prueba final del séptimo grado, le habían faltado dos decimales para no reprobar.

Por último Jenni, en su primer año de escuela, había sido "víctima" de la timidez al
momento de realizar una lectura frente a toda la clase.

Miré los rostros desconsolados de mis hijos, y fue entonces cuando la imagen de mi abuela
vino sonriendo a mi cabeza. Entonces dije:

Muy bien, ¿saben qué día es hoy? Es "un día en que todo salió mal" ¡Vamos a celebrarlo!

Me miraron, sorprendidos y con curiosidad. Continué: "Mi abuela siempre decía que
aprendemos más de nuestros errores que de nuestros éxitos. Siempre nos decía que
cuando uno más se equivoca o las cosas le salen mal, es cuando existe mayor oportunidad
de superarse y triunfar".
Esta fue la primera de muchas otras fiestas por "las cosas que no funcionaron". En medio
de la tragedia, buscamos siempre una excusa para celebrar, en lugar de angustiarnos por lo
que habíamos sufrido.

Espero haber plantado en las almas de mis hijos las semillas recogidas por la sabiduría de
las mujeres que me precedieron. Y que estas semillas se extiendan en sus propios jardines
algún día.

25. El eco
Un hijo y su padre caminaban por las montañas,
cuando, de repente, el niño cayó, se hizo una herida
y grito: "¡Aaahhh!"

Para su sorpresa, oyó repetirse su voz desde algún


lugar en la montaña: ¡Aaahhh!"

Curioso, gritó: "¿Quién eres tú?"

Y recibió como respuesta: "¿Quién eres tú?"

Enojado por la contestación, gritó: "¡Cobarde!"

Y recibió como respuesta: "¡Cobarde!"

Entonces, miró a su padre y le preguntó, "¿Qué está pasando?"

El padre sonrió y le dijo: "Hijo, presta atención." Y le gritó a la montaña: "¡Te admiro!"

La voz contestó: "¡Te admiro!"

Otra vez, el hombre gritó: "¡Tú eres un campeón!" Y la voz respondió: "¡Tú eres un
campeón!"

El muchacho seguía sin entender. Entonces, el padre le explicó: "La gente lo llama eco,
pero realmente es vida, porque te devuelve cualquier cosa que dices o haces”.

Y agregó: “Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones. Esta relación se


aplica a todo, en todos los aspectos de la vida. La vida te devolverá todo lo que le des.
Porque tu vida no es una coincidencia. Es un reflejo de ti.”
26. La vida es un jardín
En una pequeña aldea de los Alpes Suizos,
Hans, un simpático anciano de más de 80 años,
jardinero de profesión, se había convertido en la
atracción de los turistas. Su aspecto bonachón,
su buen humor, y sobre todo, su sabiduría
natural, hacían que todos quisieran pasar un
tiempo con él, mientras trabajaba la tierra y
mantenía los jardines de la plaza del pueblo.

Un día, llegó un contingente de ejecutivos, de paso hacia una convención. Atraídos por la
belleza natural, tomaron y paseo, y, de regreso, descansaron en la plaza. Al ver que estaba
rodeado de niños, jóvenes, adultos y ancianos, se acercaron a ver qué pasaba.

Y allí estaba Hans, respondiendo las preguntas que le hacían, con parábolas sobre su
profesión de jardinero y la vida. Entonces, les dijo: “La vida es un jardín. Lo que siembres en
ella, eso te devolverá. Así que elige semillas buenas, riégalas y con seguridad tendrás las
flores más hermosas.

Cada acto, palabra, sonrisa o mirada, es una simiente. Procura, entonces, que caiga tu
simiente en el surco abierto del corazón de los hombres y vigila su futuro.
Procura, además, que sea como el trigo que da pan a los pueblos, y no produce espinas y
cizaña que dejan estériles las almas.

Muchas veces sembrarás en el dolor, pero esa siembra traerá frutos de gozo. A menudo
sembrarás llorando, pero, ¿quién sabe si tu simiente no necesita del riego de tus lágrimas
para que germine?

No tomes las tormentas como castigos. Piensa que los vientos fuertes harán que tus raíces
se hagan más profundas, para que tu rosal resista mejor lo que habrá de venir.

Y, cuando tus hojas caigan, no te lamentes; serán tu propio abono, reverdecerás y tendrás
flores nuevas.

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