Está en la página 1de 3

ESCUELA ZENOBINA

Publicado en: Revista Mi Gente, lunes 22 de junio de 2020, Maipú, Santiago de Chile.

Chile y la pandemia de 1957

Por Francisco Díaz

Voluntarias de la Cruz Roja. Camino al cementerio de la ciudad para visitar a los socios fallecidos de la romería.
Río Bueno, 1957. (https://www.memoriasdelsigloxx.cl/601/w3-article-53088.html).

Con una población de 6 millones de habitantes en Chile, en el invierno de 1957,


arribó un buque estadounidense al puerto de Valparaíso que traía consigo
pasajeros infectados de Influenza A subtipo H2N2, que rápidamente se expandió
por la V Región, luego Santiago, y posteriormente a las zonas del norte y sur del
país.(1) Durante los primeros días de agosto, el 54,1% de los escolares
enfermaron, y el ausentismo de los profesores por contagio hizo denotar la
suspensión de clases lectivas. Para el ejecutivo del periodo, Carlos Ibáñez del
Campo, no fue tarea fácil enfrentar las características de la patología, puesto
que esta no tenía cura. Según el Dr. Luis de la Cerda Schuyler, determinó que
“como no existe una terapéutica específica para la influenza, y la vacunación
sólo es útil cuando se puede hacer profilácticamente, el tratamiento ha sido
sintomático.”(2)

Con respecto al o la paciente, por lo general, el tratamiento consistía en


permanecer en cama por lo menos 3 días después que ha cesado la fiebre; la
dieta y la ingestión de líquidos de 2 a 3 litros diarios, en lo posible tibio, ya que
el frío aumentaba la tos; gargarismos calientes con agua de sal; ante
complicaciones se inyectaba penicilina; uso de antibióticos de amplio espectro,
entre los cuales sobresalía la iloticina; además de no dejar el lecho antes de
tiempo, así como la exposición al frío o al cansancio; y ser precavidos hasta que
la fatiga, la debilidad o los vértigo hubieran desaparecidos.(3) La solución estaría
en los estudios del microbiólogo Maurice Hilleman (Centro Médico del Ejército
Walter Reed), quien observó los informes sobre la influenza, estudiando una
muestra del virus de un militar de EE.UU. Interpretó que la mayoría de las
personas carecía de anticuerpos contra el nuevo virus, y que ciertas personas
mayores habían sobrevivido a una pandemia de este virus entre los años 1889-
1890. De modo que Hilleman junto a su equipo inició la producción de vacunas
enviando muestras del virus a los fabricantes, y exhortándolos a crear una vacuna
eficiente en cuatro meses(4); consecutivamente esta se expandiría por los
Estados Unidos, y luego a las naciones afectadas.

Si bien es cierto, la pandemia trajo consecuencias catastróficas para finales de la


década del ‘50, el historiador Gabriel Muñoz manifiesta que “las enfermedades
infecciosas eran relativamente comunes en un país que pese a su historia de
pandemias, recién consolidaba su sistema de salud pública y poco a poco
mejoraba las condiciones de vida de la población de la clase trabajadora y
sectores populares. Los trabajadores urbanos habían aumentado enormemente
por la industrialización inducida por el Estado y en las tres principales ciudades
del país se creaban con veloz rapidez las "poblaciones callampa" como
habitaciones de emergencia de material ligero.”(5) Estas condiciones provocaron
a que las personas murieran con mayor facilidad, puesto que los recursos para
enfrentar un virus de esta naturaleza eran muy escasos, tales como
construcciones de vivienda sin el confort necesario para enfrentar el duro
invierno, falta de educación de salud pública de las personas y la paupérrima
alimentación y nutrición de los niños y adultos mayores.

Posteriormente, a finales de 1958, los profesionales de la Salud emplearon


material y métodos de tabulación que realizó el Sub-Departamento de Estadística
de la Dirección General, estudió las siguientes características epidemiológicas:
Distribución por grupos de edad, por sexo, meses y provincias. Además efectuó
diagnósticos de influenza, neumonías, bronconeumonías, senilidad y
enfermedades mal definidas, y la distribución mensual de las defunciones por
tuberculosis y cáncer entre los años 1954-1958 (6), registrando un total de 20.000
muertes –aproximadamente- (6,9 fallecidos por cada 10.000 habitantes)(7).

En síntesis, la pandemia de 1957 fue intensa y severa, provocó de inmediato el


colapso de un sistema de salud pública que estaba naciendo. Sin embargo, los
chilenos y chilenas jamás fatigaron por sobrevivir a un fenómeno tan oscuro, en
las que tuvieron que soportar irremediablemente las pérdidas de sus seres más
queridos, el trayecto del hambre y del frío, soportar los abusos y las huelgas, y la
preocupación colectiva del contagio y de ciertos lapsus de confinamiento para
que el prójimo pueda seguir viviendo y narrar lo que otros no pudieron relatar.

Fuente:
1. Muñoz, G.: “La olvidada pandemia del ’57 en Chile que terminó con 20 mil muertos”
Revista Mundo Obrero Chile, Pandemias y Luchas de Clases. Consultado el 21 de junio de 2020.
2. Dr. Luis de la Cerda Schuyler: La Influenza de 1957 e una Colectividad Chilena, Noviembre de 1957, p. 333.
3 Ibídem. P.333.
4 https://www.historyofvaccines.org/index.php/es/contenido/articulos/pandemias-de-influenza
5. Óp. Cit. Muñoz, G.: “La olvidada pandemia del ’57 en Chile que terminó con 20 mil muertos”…
6. Ristori, C & otros.: “La Epidemia de Influenza Asiática en Chile y su Repercusión en la Mortalidad”Influenza en Chile,
agosto de 1960, pp. 132-133.
7. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5410718/

También podría gustarte