Está en la página 1de 9

Aprendiendo a Ser:

“Una reflexión desde la experiencia como docente – tutora”

Porque es más importante ser humano que ser Ingeniero, Abogado,


Administrador... pues de ello depende una mejor humanidad.

MARTHA LORENA ELIAS RAMÍREZ


Universidad de Guadalajara
Centro Universitario de la Costa Sur

RESUMEN

En este ensayo presento una reflexión desde mi experiencia como docente –


tutora, con un enfoque en la importancia de la toma de conciencia por parte del
docente que aún no incursiona de lleno en el ámbito de la tutoría y más aún que
no considera los aspectos de la formación integral dentro de los contenidos
curriculares de sus asignaturas,
Presento un esbozo de la situación que he encontrado en mi práctica como
docente, en la que llevo tres años como Profesora de Asignatura; identificando la
inadecuada orientación vocacional tal vez como consecuencia de que en la
familia no se haya dado la debida importancia a la elección, como uno de los
principales problemas entre los alumnos de la Licenciatura de Administración en
el Centro Universitario de la Costa Sur ; aunado a la falta de conciencia de los
docentes en la responsabilidad que implica nuestra tarea, toda vez que tenemos
que ayudar al estudiante a iniciar, en algunos casos o continuar en otros, su
proyecto de vida. De igual forma, presento mi inquietud y las interrogantes que
me han surgido al incursionar en esta área y a raíz del diplomado en tutorías.
Complemento mi ensayo con algunos casos y citas bibliográficas de aquellos
autores en los que he encontrado un reflejo a mi pensar; pretendiendo con todo
esto únicamente plasmar mi opinión de neófita en cuestiones de tutoría y mi punto
de vista sobre lo que considero más relevante para esta labor: realizarla con
pasión enfocándonos en el Ser.
Introducción
Este ensayo lo realizo desde mi perspectiva como docente y tutora, con mi
incipiente experiencia de tres años como Profesora de asignatura y con un
apasionamiento por los humanos; en especial por los jóvenes y particularmente
por los que se encuentran estudiando en esta Institución. Se percatarán que más
que propuestas les presento cuestionamientos, los que me he planteado a mí
misma como consecuencia del querer llevar a cabo, de la mejor manera posible,
el acompañamiento al estudiante; y del estar cursando, al momento de realizar el
presente, un diplomado para este fin: La Tutoría.

Resalto sobre todo, el hecho de que tenemos ante nosotros a seres humanos con
los que es preciso ser responsables al ofrecerles una formación integral,
enfocada en la búsqueda de su verdadera esencia, de su Ser, esforzándonos por
ayudarles en el diseño de un plan de vida, haciendo nuestro el compromiso que
les estamos heredando: transformar el mundo en un lugar más humano.

Hace tres años me inicié en esta experiencia de ser docente como Profesora de
asignatura. Como Licenciada en Administración, responsable de una Tienda de
autoservicio de gobierno, ha sido muy gratificante el estar siete horas a la semana
frente a un grupo de jóvenes que me contagian de su entusiasmo por la vida y de
sus esperanzas en un mundo mejor. Actualmente estoy tomando el Diplomado en
Tutorías y ha sido un “encaminarme” hacia lo que me apasiona: los humanos.
En este ensayo pretendo compartir, primero, mi experiencia como docente, como
tutora y como amiga de aquellos a quienes la vida ha puesto en mi camino para
conocer el valor de encontrar un sentido para la existencia; enseguida la
desilusión que me causa el encontrarme con humanos que no se sienten como
tales al estar en el lugar equivocado, por lo que no pueden dar lo mejor de sí, y
por último las reflexiones y cuestionamientos que me ha dejado el incursionar en
esta área de la docencia: la tutoría.

”...Cuanto menos padres quieren ser los padres, más paternalista se exige que
sea el Estado (...) Si los padres no ayudan a los hijos con su autoridad amorosa a
crecer a prepararse para ser adultos, serán las instituciones publicas las que se
vean obligadas a imponerles el principio de realidad, no con afecto sino por la
fuerza“ (Savater, 1997) ”... en caso contrario, los maestros o compañeros
deberán perder mucho tiempo puliendo y civilizando (es decir, haciendo apto para
la vida civil) a quién debería ya estar listo para menos elementales aprendizajes.”
(Ídem)

Inicio con estas citas de Fernando Savater en las que se refiere a la educación
primaria y secundaria. Sin embargo, he podido palpar esta realidad en algunos
casos en el nivel superior en mi incipiente experiencia; y, al reflexionar acerca de
que ser tutor es, entre otras cosas, asumir con responsabilidad el rol que tal vez
los padres por ignorancia no cumplieron; me llevó a preguntarme ¿que es lo que
voy a dar como tutora? ¿qué estoy haciendo como docente? ¿mi práctica está
encaminada sólo a informar o estoy siendo formadora? ¿continuo siendo sólo
diletante? ¿En realidad tengo lo que debo dar? Y debo confesar que pensé
desertar, no sólo del diplomado, sino de la docencia; por esta serie de
cuestionamientos que empezaron a rondar por mi mente.

Al hacer conciencia de que estoy aceptando acompañar a alguien que confiará en


mí y que espera que le ayude en la elaboración de “su” proyecto de vida me ha
movido, me ha retado a confrontarme y ser honesta conmigo, ha preguntarme si
realmente es una tarea que quiero y puedo desempeñar, no por los “puntos” que
me pueda originar el concluir el diplomado o por el incremento de sueldo que me
llegue a generar, sino por la labor en sí; por ponerle gusto al hacer lo que me
gusta, sin tomar tiempos, pues cuando realizamos alguna actividad dentro de un
horario se llama trabajo y cuando no necesitamos estar mirando el reloj se llama
pasión... y es eso lo que, a mi juicio, se necesita para formar, para ayudar a otros
a aprender a ser. Es en este punto donde encontré mi reto: si no se quién soy o
si no estoy haciendo lo que me apasiona ¿cómo puedo ayudar a otro en esta
búsqueda? pues, como lo leí en una ocasión “nadie da lo que no tiene”.

Como estudiante del diplomado pensé en escribir para participar en el Encuentro


Nacional en Tutorías y me entusiasmó la idea de compartir mi experiencia en aula
al encontrarme con la problemática de “los recursos humanos” como estudiantes
de nivel superior, como producto, no terminado cada uno, de sus propias
circunstancias. Sin embargo, al entrar de lleno en el segundo modulo del
diplomado: “la tutoría en la formación integral”, he experimentado una fuerte crisis
al darme cuenta de lo que debo ofrecer al alumno: complementar mi labor docente
siendo tutora, ayudar a realizar, si aún no lo tiene, un proyecto de vida. Para esto
es importante considerar los aspectos que influyen en la formación del “ser”, las
diferentes etapas de formación que pasamos, lo que recibimos, o lo que dejamos
de recibir en cada una de ellas; encuentro que es esta una tarea muy difícil, que
me cuestiona demasiado.

Cuando al inicio de semestre, en medio del encuadre, apegándome a mi


programa pregunto a los alumnos ¿por qué estás aquí? encuentro respuestas
muy diversas, percibo un panorama de oportunidades para trabajar con esos
seres humanos que, algunos, por azares del destino están cursando una carrera
que no les agrada y comprendo la importancia de la tutoría en este nivel, aunque
podría parecer tardía. Recuerdo un grupo muy especial, eran 14 chicos de octavo
semestre de la licenciatura en administración: Irene muy brillante por cierto y con
uno de los mejores promedios de su generación, sólo esperaba concluir para
entregarle su título a su mamá, ya que ella hubiera preferido estudiar educación
especial; Rocío, quería estudiar para educadora pero su mamá le dijo que no se
podía ir tan lejos... sólo una hora más de camino. Y así cada uno todo un caso: el
que quería medicina pero no tuvo dinero, el que teniendo dinero, sus padres no lo
quisieron soltar para irse a Guadalajara a estudiar Filosofía... Sin embargo, uno
de los que considero peor es el de la hermana de Rocío, pues ella si quería
estudiar administración, pero por desgracia nació después que Rocío y como ésta
ya estaba cursando la carrera, su mamá le dijo que no quería dos administradoras
en su casa, por lo que la más pequeña iba a estudiar derecho; y ahí tenemos a
esta chica, estudiando derecho.

Y cuando al estar impartiendo alguna de mis asignaturas que, afortunadamente,


pertenecen al área de Recursos Humanos me desvío para reconocer que son
ellos, los alumnos, los principales recursos humanos; considero la importancia de
verlos así como docente, no sólo por tratarse de estas asignaturas sino porque, a
fin de cuentas, serán el recurso humano de cualquier empresa y que su
compromiso es transformar al mundo.

Al lanzar la pregunta ¿por qué estás aquí? tal vez pretendo con ella cambiar una
realidad triste en mi pequeño espacio, un grupo de la licenciatura de
administración del CUCSur. O tal vez me gana el deseo de influir en muchas
vidas y dejar la semilla de “encontrar lo que me apasiona para no tener que
trabajar por un cheque”; pues no hay nada más gratificante que hacer lo que me
gusta y que me paguen por ello.

Poco comento de estas situaciones con otros maestros, pues en una ocasión lo
hice y encontré muestras de rechazo a esta forma de interactuar con los alumnos;
y esto me deja un resabio al pensar en la gran cantidad de profesores que se
concretan sólo en los objetivos de tipo informativo en su programa, olvidando que
“la función primordial básica, sustancial, de las instituciones de educación
superior es la de formar (no informar) técnicos y profesionistas útiles a nuestra
sociedad” (Zarzar Charur), refiriéndose precisamente a los objetivos de tipo
formativo del aprendizaje. Me rehúso a no considerar los “aspectos humanos” de
los seres humanos con quienes me estoy relacionando en ese momento; pues
cuantas veces encuentro una mirada perdida, totalmente fuera de la clase y me
pregunto ¿qué tan importante es ese momento lo que se está trabajando para ese
alumno? ¿qué aprendizaje le va a quedar si su mente se encuentra ausente? e
insisto en hablar, dentro de mis materias, de la autoestima, del amor, de encontrar
lo que les apasione... con el temor de estar desfasada; me tranquilizo al leer a
Savater (1997) en “El valor de educar” e identificar mi pensar y mi sentir en sus
escritos.

Pero, ¿qué es lo que debo dar? ¿lo tengo? Ser tutora es como apropiarme la
responsabilidad de unos hijos que no son míos, pero que tengo que acompañar
en su tránsito por esta institución de la que esperan obtener las herramientas
para un mejor futuro, de donde deben egresar con las competencias que les
permitan obtener un ingreso para vivir dignamente... Sin embargo lo veo como
algo más. Quisiera lograr trasmitirles el deseo de buscar en su interior. De
pronto recuerdo otra frase que escuché en una reunión de docentes, refiriéndose
a la tutoría como parte de su labor como profesor de tiempo completo: “no hay
que hacerle al psicólogo”. Intento tomarlo como algo más allá que el sólo hecho
del no pretender resolverle los problemas al alumno y de nuevo me pregunto ¿es
que no es importante lo que el alumno siente y piensa fuera de lo académico?
¿por qué son académicos aquellos que no piensan en los alumnos como
individuos, personas con una potencialidad en proceso de desarrollo? No
encuentro una respuesta que me satisfaga y regreso a algo citado en algún
párrafo anterior: estamos haciendo lo que no nos gusta, sólo por la paga.

El ofrecer una tutoría, dirigida a la formación integral considerándola como parte


de una “educación que debe estructurarse en torno a cuatros aprendizajes
fundamentales” (Delors, J. <s/f>), es pretender que el alumno tome conciencia de
su condición de “ser humano” y tenga herramientas que le permitan identificar
cuales son las circunstancias de vida que ha tenido, pues “lo importante no es lo
que han hecho de mi, sino lo que yo decido hacer con lo que han hecho de mi”
(Ginger, S. 1987). Es encontrar el cómo ayudarle a lograr mantener un equilibrio
entre las cinco dimensiones principales de la actividad humana.

“En alguna parte dice Graham Greene que <ser humano es también un deber> y
se refería probablemente a esos atributos como son la compasión por el prójimo,
la solidaridad o la benevolencia hacia los demás que suelen considerarse rasgos
propios de las personas muy humanas, es decir aquellas que han saboreado la
leche de la humana ternura…”(Savater, 1997), así lo cita y plantea además “el
llegar a <ser humano> del todo (…) es siempre un arte”.

¿Pero donde vamos aprendiendo ese arte? Según Savater “hay que nacer para
humano pero sólo llegamos plenamente a serlo cuando los demás nos contagian
su humanidad a propósito y… con nuestra complicidad”. Como docentes
¿estamos siendo humanos? Pues esa es la medida en la que podremos contagiar
nuestra humanidad y podremos ayudar a “ser”.

Pero, ¿qué implica el Ser? “El Ser está formado por la realidad de lo que somos
en esencia: por nuestra energía, nuestro pensamiento, memoria y nuestro interior,
incluyendo las capacidades y características intrínsecas a la conciencia
individual, como la bondad, el amor, el cariño…” (Domit, 1991). “Tal vez la
dificultad principal (...) en relación con el Ser, es que, por lo general la prioridad
de valores en Occidente está ordenada en forma totalmente diferente a como
debería ser; hoy día el orden de importancia de éstos tiende a ser el siguiente: 1)
Tener o poseer. 2) Hacer o trabajar para lograr Tener o poseer más. 3) Ser como
sea necesario para lograr Hacer lo que sea necesario para Tener más” (Ibíd.) “En
este afán de coleccionar (...) esa persona lesiona todo lo que tiene enfrente,
incluso su propia integridad, sus valores y su Ser mismo” (Ibíd.) Recurro a Domit
porque lo considero necesario para hacer referencia a mi enfoque, dentro de la
tutoría, de la búsqueda del Ser como el encuentro conmigo mismo, con lo
realmente importante a realizar, después de haber encontrado el equilibrio.
Conclusiones

Con todo lo anterior concluyo que, para ser capaces de ofrecer al alumno un
apoyo completo en su formación y para cumplir con el cometido de la educación,
es necesario despertar la conciencia del personal académico respecto al enfoque
de la formación integral, para que se consideren no sólo los objetivos
informativos, sino también y con suma importancia, los objetivos formativos;
percibiendo al alumno como un ser humano multidimensional ayudándole a
encontrarse a si mismo a través de navegar entre los contenidos de las curriculas
llenos de vida, diseñados por un humano que, a través de su contacto va
formando a otro humano.

¿Que hacer? ¿Cómo hacerlo? Lo primero es modificar nuestra actitud ayudar a el


alumno a conocerse y reconocerse como humano, saber de donde viene, aceptar
lo que es, ya por herencia genética o por las circunstancias en que creció y que
de alguna manera determinaron, la primera su temperamento y la segunda su
conducta, para dar forma a su carácter y ser lo que ha llegado a ser como
consecuencia; en el entendido que aceptarse no significa conformarse, sino que
lo tome como su punto de partida en el diseño de su proyecto de vida… Para todo
esto, debemos los docentes partir de “el conocimiento de mi mismo”.

Bibliografía
SAVATER, FERNANDO. (1987) El valor de educar. Ed. Ariel. España. pp. 21-22,
56, 63-64,
ZARZAR CHARUR, CARLOS. (s/f) Habilidades básicas para la docencia. p19
DELORS, J. (1996). “Los cuatro pilares de la educación” en lecturas del módulo
La tutoría en la formación integral. Unidad de Innovación curricular. U de G p23
SERGE GINGER, ANNE GINGER (1987) La Gestalt, una terapia de contacto. Ed.
El Manual Moderno. México, D.F. pp. 20, 135
DOMIT, MICHEL (1991) Ser, hacer y tener Ed. Diana. México, D.F. pp. 43, 47-48,

También podría gustarte