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Clasificación de los Trastornos de Personalidad de Otto Kernberg.

Desde el punto de vista psicoanalítico, uno de los autores que más ha


contribuido al desarrollo del tema de los trastornos de personalidad ha sido Otto
Kernberg. Para Kernberg (1997) el problema de mayor importancia radica en la
comprensión de la psicopatología de los trastornos, es decir, cómo las diversas
características conductuales de cualquier trastorno de personalidad se relacionan
con los otros trastornos de personalidad y con los factores de predisposición y
causales particulares. En este sentido, plantea que diversas investigaciones
empíricas con distintos trastornos han demostrado que múltiples factores se
combinan en el trasfondo de cualquier trastorno de personalidad y no dan una
clara respuesta de cómo estos factores se relacionan entre sí para codeterminar
un tipo específico de psicopatología.

Por ello Kernberg (1984) formula una clasificación de los trastornos de


personalidad que se fundamenta en lo que denomina criterios “estructurales” más
que en los tradicionales criterios “clínico-descriptivos”. Esta clasificación combina
criterios “dimensionales” (diferencias cuantitativas) dentro de áreas generales:
Identidad del Yo, prueba de realidad y mecanismos de defensa; con criterios
“categoriales” (diferencias cualitativas) entre los tipos de trastorno de personalidad
dentro de un grado dimensional. Esto significa que dentro de las dimensiones se
pueden describir distintos tipos de personalidad según se acerquen o se alejen de
sus polos. Asimismo, también se pueden diferenciar dentro de una misma
dimensión un tipo de personalidad de otro por características que los hacen
claramente diferentes y porque la cantidad hace también que una entidad
nosográfica se pueda distinguir de otra, configurándose un tipo de personalidad
distinto. En otras palabras, existen claramente líneas evolutivas que relacionan los
distintos trastornos de personalidad, particularmente a lo largo de un eje de
severidad. Por ejemplo, el “trastorno de personalidad narcisista” presenta una
línea evolutiva que lo vincula dentro de un mismo continuo al “síndrome de
narcisismo maligno” y al “trastorno de personalidad antisocial”, este último, el de
peor funcionamiento (en el Anexo B se puede observar un recuadro que ilustra la
nosografía de Kernberg respecto de los Trastornos de Personalidad y sus distintas
interrelaciones).
De esta forma, Kernberg (1984) hace agrupaciones de los distintos
trastornos de la personalidad en un continuo de severidad el cual permite dar
cuenta de su gravedad y su estructura motivacional. Kernberg recalca la
importancia de la estructura de carácter subyacente en contraposición a los
intentos por definir un trastorno de personalidad desde aproximaciones
descriptivo-fenomenológicas. Igualmente incluye el punto de vista descriptivo y lo
considera presuntivo para el diagnóstico.
Kernberg (1979) para referirse a los trastornos de personalidad postula la
“organización limítrofe de personalidad” ya que las personas con trastorno de
personalidad presentarían una organización caracterológica estructuralmente
estable y permanente. La organización limítrofe de personalidad (dentro de la cual
diferencia estructuras de nivel superior e inferior) se distingue de la “organización
psicótica” (que representa un criterio de exclusión para los trastornos de
personalidad); de la “organización neurótica” (donde se encuentran trastornos de
personalidad menos graves) y de la “organización de personalidad normal” (donde
no se encuentran trastornos de personalidad).
Según Kernberg (1979), lo más importante para establecer un diagnóstico
sería el nivel de funcionamiento global del Yo y el nivel de las relaciones objetales
internalizadas (como se vincula el sujeto con los demás y como ha integrado en su
persona a aquellos con los que se ha relacionado). De este modo establece tres
indicadores para reconocer las organizaciones de tipo limítrofe y diferenciarla de la
neurosis y la psicosis (estos indicadores serán explicados ampliamente más
adelante):

1. Grado de integración de la identidad.


2. Mecanismos de defensa.
3. Examen de Realidad.
Sumado a lo anterior, Kernberg realiza un análisis descriptivo, estructural y
genético-dinámico de la organización limítrofe de la personalidad desde la cual se
podrían individualizar los trastornos de personalidad y puntualizar su gravedad. El
“análisis estructural” que propone para ello, se basa en la consideración del “Yo”
como una estructura general que integra subestructuras y funciones como una
forma de explorar los derivados estructurales de las relaciones objetales
internalizadas (Kernberg, 1979; citado en Molina, 2004). El análisis estructural
considera los puntos que se describen a continuación:

1. Manifestaciones inespecíficas de labilidad yoica: La labilidad yoica


tendría aspectos específicos como por ejemplo el uso de defensas
primitivas, pero existirían también aspectos inespecíficos, que son tres:

 Falta de tolerancia a la ansiedad: Una ansiedad mayor a la habitual


provocaría nuevos síntomas, actitudes aloplásticas o regresión yoica.
Más que el grado de ansiedad, importa aquí como el Yo reacciona frente
a una carga adicional de la misma.

 Falta de control de impulsos: Altamente individualizada y forma parte


de una caracterología defensiva, lo que daría una mayor tendencia a la
actuación (acting-out).

 Insuficiente desarrollo de canales de sublimación: Aquí se debe


considerar factores constitucionales como la inteligencia y comparar sus
potencialidades y logros, y el medio estimulante, ya que un ambiente
social carenciado puede mostrar al sujeto como poco creativo, y tal vez
no lo sea, y al revés, un ambiente estimulante puede tornar adaptado a
un individuo y disimular la falta de creatividad y goce, que son
características de la “sublimación”.
2. Desviación hacia el pensamiento de proceso primario: Sería el
indicador estructural individual más importante de la organización limítrofe.
Esta evidencia suele no manifestarse clínicamente, pero en los test
proyectivos aparecen muestras del pensamiento de proceso primario como
fantasías primitivas, poca adaptación a los datos formales del test, y en
especial uso de verbalizaciones peculiares, es por eso que las pruebas
proyectivas, como por ejemplo el Rorschach, son un instrumento
indispensable para el diagnóstico de la organización de personalidad
limítrofe (Kernberg, 1979; citado en Molina, 2004).

3. Operaciones de defensas específicas: Es importante aclarar, antes de


examinar las defensas que el yo temprano debe cumplir normalmente, dos
tareas esenciales: primero, diferenciar entre las imágenes del sí mismo y
las imágenes de los otros (el autor les llama “objetales”) que forman parte
de las tempranas introyecciones e identificaciones; segundo, integrar esas
imágenes bajo la influencia de derivados de instintos libídinales, con las
imágenes constituidas bajo la influencia de derivados de instintos agresivos.
En las estructuras limítrofes de personalidad, existiría una intensificación y
fusión patológica de los procesos de “escisión” (ver la realidad como buena
o mala, sin matices). La necesidad de salvaguardar al sí - mismo bueno, a
las buenas imágenes objetales y a los buenos objetos externos ante la
peligrosa presencia del sí - mismo y las imágenes objetales totalmente
malas, hace entrar en acción una serie de defensas que se desarrollan en
torno a la escisión. Estas son: idealización primitiva (la persona es
totalmente buena hasta que pasa a ser totalmente mala), tempranas formas
de proyección en especial de identificación proyectiva, negación,
omnipotencia y desvalorización (Kernberg, 1979; citado en Molina, 2004).

4. Patología de las relaciones objetales internalizadas: Consistiría en una


incapacidad para sintetizar las introyecciones e identificaciones buenas y
malas, siendo el principal “factor etiológico” el “exceso de agresión” primaria
o de la agresión secundaria o de la frustración. Los limítrofes suelen
tener una incapacidad para sentir culpa y preocupación por los
objetos, debido a su incapacidad de concebir objetos totales ( con lo
bueno y lo malo). La imposibilidad de integrar imágenes buenas y malas
obstaculiza también la integración de un “Superyó”. La constante
proyección de imágenes totalmente malas de sí mismo y de los objetos
perpetúa un mundo de objetos peligrosos y terribles, de los cuales el sujeto
se defiende con imágenes totalmente buenas de sí mismo(Kernberg, 1979;
citado en Molina, 2004).

Para entender de mejor forma la compleja propuesta de Kernberg en


relación a los trastornos de personalidad y en especial hacia la variante antisocial,
es importante analizar en primer lugar la “organización normal de personalidad” y
sus principales características para luego esclarecer a qué corresponde la
psicopatología de funcionamiento limítrofe.

Inicialmente, desde el punto de vista psicodinámico, la personalidad está


codeterminada por el temperamento1 y el carácter2, pero también por una
estructura intrapsíquica adicional: el Superyó. La integración de sistemas de
valores, la moral y la dimensión ética de la personalidad constituyen la expresión
de diversos niveles del Superyó y representan un componente importante de la
personalidad total. La personalidad en sí puede ser considerada como la
integración dinámica de todos los patrones conductuales derivados del
temperamento, el carácter y los sistemas de valores internalizados. A la estructura
de personalidad de un individuo subyacen “precondiciones estructurales y
dinámicas”. Además, el inconsciente dinámico o el Ello constituye el sistema
motivacional dominante y potencialmente conflictivo de la personalidad. El nivel
1
El “temperamento” según Kernberg (1997), se refiere la disposición innata a reaccionar de forma particular a los estímulos
ambientales, determinada genéticamente. Específica la intensidad, ritmo y umbral de la respuestas emocionales. El aspecto
temperamental más importante para la clasificación de los trastornos de Kernberg es la dimensión Introversión /
Extroversión.
2
El “carácter” según Kernberg (1997), se refiere a la organización dinámica de los patrones conductuales del individuo;
manifestación conductual de la identidad del yo, determinada por la integración del concepto de si mismo y de los otros
significativos.
hasta cual la integración sublimatoria de los impulsos del Ello en las funciones del
Yo y Superyó ha llegado, refleja la normalidad y el potencial adaptativo de la
personalidad (Kernberg, 1997).

La “personalidad normal” se caracterizaría, ante todo, por un concepto integrado


de sí mismo y un concepto integrado de los otros significativos. Estas
características estructurales llamadas en su conjunto “Identidad del Yo”, se
reflejan en una sensación interna y una apariencia externa de coherencia de sí
mismo y son una condición previa fundamental para una autoestima normal y para
la capacidad de sentir placer y gusto por la vida. Una visión integrada de sí mismo
asegura la posibilidad de llevar a cabo los propios deseos, desarrollar capacidades
y realizar compromisos a largo plazo. Una visión integrada de los otros
significativos garantiza una evaluación apropiada de los otros, empatía y una
investidura emocional en los otros que implica tanto una capacidad madura de
dependencia como el poder mantener, al mismo tiempo, un sentido consistente de
autonomía (Kernberg, 1997).

Una segunda característica estructural de la personalidad normal, en gran medida


derivada y a su vez una expresión de la identidad del Yo, es la presencia de
“Fortaleza Yoica”, particularmente reflejada en un amplio espectro de
disposiciones emocionales como la capacidad para el afecto, el control de
impulsos y en la capacidad para el investimiento sublimatorio del trabajo y los
valores, a lo cual contribuye también en forma importante la integración del
Superyó. La consistencia, persistencia y creatividad en el trabajo, así como en las
relaciones interpersonales, también derivan en gran medida de una identidad del
Yo normal, como también la capacidad de confianza, reciprocidad y compromiso
con los demás, igualmente está codeterminada en forma importante por funciones
del Superyó (Kernberg, 1997).

Un tercer aspecto de la personalidad normal es un “Superyó integrado y maduro”,


que representa la internalización de un sistema de valores estable,
despersonificado, abstracto, individualizado y no excesivamente dependiente de
prohibiciones infantiles inconscientes. Tal estructura Superyoica se refleja en un
sentido de responsabilidad personal, capacidad de autocrítica realista, así como
flexibilidad en el manejo de aspectos éticos, en la toma de decisiones,
compromiso con las normas, valores e ideales, junto con esto, en la capacidad de
contribuir a funciones yoicas, como ya se mencionaron previamente, tales como
reciprocidad, confianza y relaciones profundas (Kernberg, 1997).

Un cuarto y último aspecto de la personalidad normal es un “manejo apropiado y


satisfactorio de impulsos libidinales y agresivos”. La sexualidad, en un sentido
amplio, involucra la capacidad de una expresión completa de las necesidades
sensuales y sexuales, integrada a la ternura y al compromiso emocional con el
otro amado y un grado normal de idealización del otro y de la relación. Respecto a
la agresión, una estructura de personalidad normal incluye una capacidad
sublimatoria para la autoafirmación, para tolerar los ataques sin una reacción
excesiva, para reaccionar en forma defensiva y para evitar volver la agresión
contra sí mismo. Una vez más las funciones del Yo y el Superyó contribuyen al
equilibrio con la identidad del Yo y el ideal del yo (Kernberg, 1997).

Bajo estos elementos de personalidad normal, subyacen “precondiciones


estructurales y dinámicas” significativas. Las “precondiciones estructurales” son
procesos del desarrollo mediante los cuales las internalizaciones de las
interacciones tempranas con los otros significativos, o sea las relaciones objetales,
llevan a completar una serie de etapas sucesivas que transforman estas
relaciones objetales3 internalizadas en la “identidad del Yo normal” (es decir, a la
“constancia objetal” con objetos internalizados totales). En tanto las
“precondiciones dinámicas” se refieren a la organización de los impulsos de líbido
y agresión, que se van activando en las relaciones objetales tempranas (En la
estructura de personalidad normal se da una integración de la agresión y la líbido,

3
El desarrollo de las relaciones objetales está impulsado por los afectos, es decir, interacciones reales y fantaseadas son
internalizadas como un complejo mundo de representaciones de sí mismo y los objetos en el contexto de interacciones
afectivas; de este modo, constituyen según propone Kernberg (1997), los determinantes de la vida mental inconsciente y de
la estructura del aparato psíquico.
bajo la dominancia de los impulsos libidinales). Kernberg (1984) se basa en la
secuencia de Internalización de relaciones objetales hacia el Yo en la infancia
temprana descritas por Mahler (1984):

1. Fase autística: Serían las primeras semanas de vida intrauterina, aquí el


individuo parece ser un organismo puramente biológico, con respuestas
instintivas a los estímulos que son reflejos y ocurren a nivel del hipotálamo.
Se puede hablar de una fase de aparatos primitivos y no integrados del yo y
de mecanismos de defensa puramente somáticos.

2. Fase simbiótica: Sería hasta los cinco meses de vida, aquí el infante
concibe a quien cumple el rol de objeto primario amoroso (generalmente la
madre) como una extensión de sí mismo; no hay diferenciación de
representaciones intrapsíquicas del sí - mismo y de la madre.

3. Fase de separación-individuación: Comenzaría alrededor de los cuatro


cinco meses de edad, en el apogeo de la simbiosis y superponiéndose a
ésta hasta los dos años y medio. Esta fase sigue dos direcciones
separadas pero intervinculadas: una es la separación, que llevaría a la
conciencia intrapsíquica de la separación, y la otra la individuación, que
lleva a la adquisición de una individuación distinta y única. Se han
identificado cuatro subfases de este proceso separación-individuación,
aunque éstas se superponen, cada una tiene sus características propias.
Estas son: 1) Diferenciación, 2) Ejercitación, 3) Acercamiento y 4)
Consolidación de la individualidad y comienzo de la “constancia objetal
emocional” (Mahler, 1984).

Kernberg (1997) plantea que este modelo incluye una serie evolutiva de
estructuras psíquicas constitutivas que comienzan con el desarrollo paralelo de
relaciones objetales realistas en condiciones de activación afectiva baja y de
relaciones objetales simbióticas en condiciones de activación afectiva alta. A esto
le sigue la etapa de “separación-individuación” que se caracteriza por un aumento
continuo de relaciones realistas en condiciones de afectividad baja, pero con uso
significativo de la “escisión” y sus mecanismos de defensa relacionados bajo la
activación de estados afectivos intensos. Esto, finalmente lleva a la fase de
“constancia objetal” en la que se desarrolla un concepto más realista e integrado
de sí mismo y los otros significativos en el contexto de la “identidad del Yo” y, al
mismo tiempo, “la represión” elimina de la conciencia las manifestaciones más
extremas de los impulsos sexuales y agresivos que ya no pueden ser tolerados
bajo el efecto de la “integración normal del Superyó”.

Kernberg (1997) ha sugerido que la patología limítrofe es la consecuencia de una


falta evolutiva que ocurre después de la diferenciación entre el sí mismo y el otro
pero antes de la “constancia objetal”. Esta falla se relaciona con un uso excesivo y
precoz de la escisión y trae como consecuencias limitar la capacidad de enjuiciar
la realidad, de tolerar la angustia y la frustración y de tener una actitud de
confianza hacia otro. La falla específica en el desarrollo infantil se ha ubicado en la
“fase de separación-individuación”. En este período normalmente el niño se
separa de la madre lentamente y a medida que adquiere autonomía de ella puede
verla como alguien bueno y malo a la vez. Esta relación puede alterarse, sea por
excesiva distancia (madres ausentes) o por excesiva cercanía (madres
controladoras) y no permite que este proceso se desarrolle en forma expedita y
por lo tanto, hace que el niño posteriormente no desarrolle una imagen integrada
de su madre.

Por otro lado, para Kernberg (1997) la exploración de los trastornos severos de la
personalidad revela consistentemente una predominancia patológica de la
“agresión” y la expresión de afectos agresivos como un aspecto relevante de su
psicopatología.

Según Kernberg (1979) lo más importante para establecer un diagnóstico sería el


nivel de funcionamiento global del Yo y el nivel de las relaciones objetales
internalizadas. Como se vio al principio, establece tres indicadores para analizar la
organización limítrofe de personalidad y diferenciarla de la neurosis y la psicosis.

1. Grado de integración de la identidad:

El funcionamiento de tipo limítrofe se caracterizaría por el “síndrome de difusión de


identidad” que consiste en una falta en la integración del sí mismo y de un
concepto integrado y estable de objetos totales en relación consigo mismo. De
esta forma, la difusión de identidad es un síndrome típico de la organización de
personalidad limítrofe que no se ve en patologías del carácter menos severas y en
pacientes neuróticos, y que es consecuencia directa de las introyecciones e
identificaciones. La falta de integración de las imágenes del sí mismo y de los
objetos buenos y malos tienen que ver con el predominio de imágenes del sí
mismo y de los objetos de tipo agresivo, por lo que no ha podido formarse un
núcleo yoico suficientemente fuerte alrededor de una imagen buena del sí-mismo.
Conciliar imágenes del sí mismo y de los objetos significativos radicalmente
opuestas, unas cargadas de amor y otras de odio, desencadenarían un monto
intolerable de ansiedad y culpa, debido al peligro que ello encerraría para las
relaciones de objeto con los objetos buenos internos y externos (Kernberg, 1976;
citado en Molina, 2004).

La consecuencia de esto es que el concepto de “si mismo” no se integra, por lo


que se depende de objetos externos en forma excesiva para poder lograr
continuidad en la acción, pensamiento y sentimiento. Del mismo modo, el Superyó
tampoco se integra como orientador de la identidad quedando los núcleos
superyoicos en estado primitivo manifestando tendencias paranoides (Gomberoff,
1999; citado en Molina, 2004). La percepción de los otros como individuos
independientes también se ve interferida por la ausencia de una evaluación
realista de los otros, manifestándose en una inhabilidad para lograr relaciones
sociales significativas y empáticas.
2. Mecanismos de defensa:

En estas personas persiste un proceso que utiliza el niño normalmente en los


primeros meses de vida: La “escisión del Yo” para separar los aspectos
internalizados buenos de los malos. Esta escisión, que originalmente se usó por
falta de integración del Yo, se vuelve a utilizar defensivamente después para
proteger al Yo del conflicto psíquico (más bien de la “ansiedad” producida por
aquel). El impulso llega a la conciencia pero es mantenido aparte de otros
segmentos de la experiencia psíquica. Existen estados del Yo que se activan
alternadamente de este modo que se prevenga la aparición de la angustia. Este
uso del mecanismo de escisión impide una adecuada integración del Yo y el
desarrollo de una identidad propia y estable. En las personas limítrofes se
desarrollan adecuadamente los límites entre el sí mismo y los objetos pero se
mantiene la división interna entre objetos buenos y objetos malos (en la psicosis
no hay límites entre el sí mismo y los objetos y es por eso que el juicio de realidad
falla). La manifestación más típica de este mecanismo es la de dividir los objetos
externos en buenos y malos, con la posibilidad de un desplazamiento masivo de
ellos desde una categoría a otra: el cambio repentino de actitud o sentimientos
hacia alguien es típico de las estructuras con funcionamiento limítrofe. Estas
personas oscilan desde una posición contradictoria a otra, a veces muy
rápidamente (Kernberg, 1984).

Como consecuencia del uso de este mecanismo defensivo, existe una


configuración de imágenes del sí mismo y del objeto “completamente buena”,
yuxtapuestas a una organización del sí mismo y del objeto “completamente mala”.
Este mecanismo se observa en las continuas oscilaciones que tienen estos
individuos entre conceptos contradictorios de sí-mismo y de los objetos y en
reacciones contradictorias completamente separadas y desprovistas de ansiedad.

En este mundo de objetos escindidos, hace que también se desarrolle en estas


estructuras el mecanismo de la “idealización”, el cual consiste en la negación de
las características no deseadas de un objeto y luego la exaltación del objeto por la
proyección de la propia libido u omnipotencia dentro de él. Esto permite mantener
el objeto completamente bueno separado de objetos persecutorios, lo cual lo
protege del daño y de la destrucción (Molina, 2004).

La “devaluación” se refiere a la tendencia a despreciar y disminuir la importancia


de los objetos internos y externos. Este mecanismo se encuentra estrechamente
ligado a la envidia y puede ser conceptualizado como producto o defensa contra
ella. Surge de una autopercepción pobre y del deseo de ser “tan bueno” como el
objeto amado, sin embargo, el sentir esto como inalcanzable hace que el sujeto
eche a perder las cualidades del objeto, quitando así la fuente que le evoca
sentimientos negativos (Segal, 1965; en Molina, 2004). Junto con este mecanismo
se encuentra también la “omnipotencia”, en la que existe una representación del sí
mismo grandiosa, superior y todopoderosa, lo que permite evitar que evoquen
sentimientos negativos respecto de sí mismo.

También aparece dentro de la organización limítrofe el mecanismo de la


“negación” el cual es considerado como una de las operaciones defensivas más
primarias del yo y puede darse en distintos niveles, desde el más primitivo, junto a
las introyecciones y proyecciones de la escisión primitiva, hasta niveles menos
graves. Tiene por consecuencia la no consideración de la realidad ya que ésta es
vivida de manera tan angustiosa que el sujeto anula aspectos de ella o bien su
totalidad hasta llegar incluso a incorporar elementos inexistentes (Molina, 2004).

Ya que los límites yoicos son relativamente precarios, el mecanismo de


“proyección” funciona en un plano bastante primitivo e ineficaz. Se produce
confusión ya que estos pacientes proyectan afuera el impulso que al mismo
tiempo sigue siendo experimentado dentro. Producto de esto surge el mecanismo
de “identificación proyectiva” y la necesidad de controlar a los objetos en los
cuales se proyecta. Este mecanismo se basa en el deshacerse de contenidos
mentales que no son tolerados ni integrados en el aparato psíquico, en el cual las
partes del sí mismo son escindidas en objetos externos o partes de objetos. Esta
operación implica al menos tres subprocesos: 1) externalización de partes del sí
mismo sin considerar las características del objeto externo, 2) capacidad
empobrecida de poner límites entre el sí mismo y los otros y 3) la excesiva
necesidad de controlar a los otros debido a que la falta de control provoca intensas
ansiedades persecutorias. (Molina, 2004)

3. Examen de Realidad:

Para Kernberg (1979) el paciente limítrofe conserva su criterio de realidad pero


tiende a sufrir regresiones en momentos de afecto intenso. Esta forma de relación
con la realidad, adecuada pero que puede sufrir distorsiones es producto de su
estado de identidad difusa. Las distorsiones se refieren más bien a la exactitud de
la percepción, es decir existe una falta en la distinción entre la experiencia interna
y la realidad externa con una subsecuente tendencia a sobrevalorar la realidad
externa con la propia connotación afectiva. En otras palabras, como mantienen
dificultades en integrar afectos con pensamientos les es muy difícil controlar y
modular su expresión emocional, por lo que los afectos tiñen la percepción de la
realidad alterando su relación con ella.

Trastorno de personalidad narcisista, síndrome de narcisismo maligno y


trastorno de personalidad antisocial:

La organización limítrofe de personalidad además de presentar el síndrome


de difusión de identidad y manifestaciones de operaciones defensivas primitivas
centradas en la escisión, muestra grados variables de “deterioro del Superyó” lo
que se traducen en “conducta antisocial". Un grupo particular de estas personas
presentan, al mismo tiempo, un deterioro mayor del Superyó, estos son el
“trastorno narcisista de la personalidad”, el “síndrome de narcisismo maligno” y el
“trastorno antisocial de personalidad” (Kernberg, 1997). (Ver Anexo B).
El “trastorno narcisista de personalidad” es de particular interés para Kernberg
(1979) porque, en contraste con la evidente difusión de identidad de todos los
otros trastornos de personalidad incluidos en la organización limítrofe, la falta de
integración del concepto de los otros significativos va de la mano de un “integrado
pero patológico sí mismo grandioso". En la personalidad narcisista, el sí mismo
grandioso y patológico absorbe tanto las representaciones del sí mismo de objetos
reales como idealizados en un poco realista e idealizado concepto de sí mismo,
con un empobrecimiento paralelo de las estructuras superyoicas idealizadas, una
predominancia de precursores superyoicos persecutorios (como una protección en
contra de la culpa patológica y excesiva) y un consecuente debilitamiento de las
estructuras superyoicas más integradas. De esta forma, el “Superyó” narcisista
desarrolla una patología que se traduce en: incapacidad para experimentar
depresión, tendencia a tener grandes cambios de ánimo, tendencia a estar regido
por vergüenza en lugar de culpa, y cometer actos antisociales. En este sentido, el
temor a que lo pillen determina el ser honrado y no un sentimiento de una moral
interna ya que adolece de valores éticos propios de los adultos. En consecuencia,
según Kernberg (1984) el “trastorno de personalidad narcisista” siempre
presentaría algún grado de conducta antisocial.
Cuando en una estructura de personalidad narcisista domina la patología de
la agresión y el Superyó sufre graves alteraciones, el sí mismo grandioso y
patológico puede verse infiltrado de agresión egosintónica dirigida en contra de
otros o de sí mismo en forma de tendencias mutiladoras o suicidas. De esta forma,
la grandiosidad se desarrolla combinada con crueldad, sadismo u odio, lo que se
traduce como “síndrome de narcisismo maligno”, el cual consiste básicamente en
una combinación de personalidad narcisista con: conducta antisocial, ausencia de
depresión, tendencias paranoides y agresión egosintónica como ya se ha dicho.
Este “síndrome de narcisismo maligno” representa un nivel intermedio entre el
“trastorno de personalidad narcisista” y el “trastorno de personalidad antisocial”.
En este último, se produce un deterioro total o ausencia de las funciones
superyoicas.
El “trastorno de personalidad antisocial” es el estado más grave de la línea
evolutiva del trastorno narcisista. A grandes rasgos esta línea de trastornos se
caracteriza por un sí mismo integrado pero patológico y grandioso,
diferenciándose en el nivel de agresión e integración del Superyó. Kernberg (1979)
plantea que los fundamentos del trastorno de personalidad antisocial son:
conductas antisociales desde la infancia, una notable incapacidad de vivenciar
sentimientos auténticos de culpa y remordimiento, autorreferencia excesiva,
tendencia a la superioridad exhibicionista, dependencia excesiva de la admiración
de los otros, superficialidad emocional y crisis de inseguridad que alternan con la
grandiosidad usual.
Dentro de sus relaciones de objeto (con los otros) la personalidad antisocial
se caracteriza por presentar una intensa envidia consciente e inconsciente, una de
las formas típicas en que se expresa es a través de la explotación de los demás,
en la incapacidad de depender de otros, falta de empatía, falta de compromiso
interno en relaciones íntimas, es decir, son incapaces de enamorarse o de
mantener una relación de amor como parte de sus relaciones sexuales, éstas
están desprovistas de cualquier tipo de ternura, muestra una notable incapacidad
para involucrarse en una relación afectuosa con un otro, vínculos de tipo
parasitario, incapacidad de sufrir duelos auténticos con tristeza y melancolía, en
lugar de ello surge rabia e impotencia por haber sido derrotados o descubiertos,

Otra característica que se puede observar en los TAP es la ausencia de capacidad


para planear "a futuro" y muchas veces el individuo actúa, aunque sea muy
inteligente, como si no tuviera ninguna conciencia de las consecuencias para él
mismo de su comportamiento. Muestran indiferencia por el propio futuro a largo
plazo y también exhiben una falta de capacidad de aprendizaje de sus propios
errores, hay una repetición que se autoperpetúa mediante círculos viciosos de los
mismos patrones conductuales. Otro rasgo importante es la incapacidad de
identificación con valores morales. A veces, el antisocial es un experto en leer las
reacciones de los demás, en adivinar lo que van a necesitar o hacer, pero no
pueden captar la dimensión ética.
ESQUEMA DE CLASIFICACIÓN DE ESTRUCTURAS DE PERSONALIDAD
SEGÚN KERNBERG

Estructura de Personalidad
Criterios Neurótico Limítrofe alto Limítrofe bajo Psicótico
Identidad Presente Ausente Ausente Ausente
del yo
Juicio de Mantenido Mantenido Mantenido, pero Ausente
realidad con alteraciones

Defensas Avanzadas Primitivas Primitivas Primitivas

Trastornos
de la
personalida
d
Ej: Narcisista Ej: Antisocial
Ej: Obsesivo
compulsivo

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