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Validez de los Sacramentos impartidos por las

Iglesias Católicas no romanas

Jorge O. Silva Flores, Pbro.1

“…Juan le dijo: Maestro hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre
y que no nos seguía y se lo hemos prohibido.
Entonces Jesús les dijo: No se lo prohíban,
porque ninguno puede hacer milagros en mi nombre y luego hablar mal de mí.
El que no es nuestro adversario está con nosotros…”
Mc. 9, 38 - 40

Nos parece necesario realizar algunas reflexiones acerca de este tema, para evitar permanecer
en el error, y ayudar a que otros sean instruidos en el error, como tan frecuentemente pasa entre los
cristianos, que no resultan capaces de cuestionar aquello que les es enseñado por sus clérigos.
Con frecuencia, por no decir “habitualmente”, las Iglesias Católicas NO ROMANAS, sean
estas “nacionales”, “veteros”, “antiguas”, “anglicanas”, “episcopales”, “ortodoxas”,
“sedevacantistas”, etc., somos blanco de críticas y descalificaciones por parte de la jerarquía de la
Iglesia Católica Romana, que consideran los sacramentos impartidos por nuestros ministros,
partiendo por el sacramento del Orden, como “irregulares – falsos – inválidos”, mientras que en
estricto rigor solo podrían ser considerados como “ilícitos” y esto solo desde el punto de vista de la
Iglesia Católica Romana.
El clero romano, argumenta al respecto que tanto los obispos como los sacramentos de las
comunidades eclesiales no romanas, no son reconocidos como “católicos”, en tanto no están en
comunión con el obispo de Roma; sin embargo si fueran (los clérigos católico romanos) y fuéramos
capaces de reflexionar sobre ciertas cuestiones, nos daríamos cuenta que claramente, es un error
afirmar que el no estar en comunión con la sede romana redunda en la No Validez de los sacramentos
impartidos por ministros de comunidades No Romanas.
En primer lugar hemos de considerar la pericopa que se cita al inicio de este texto, el mismo
Señor Jesús, cuando sus discípulos se ufanan de que han censurado a un personaje, de quien no
conocemos el nombre, que expulsaba demonios en el nombre de Jesús, aun cuando no pertenece al
grupo de los doce, y ni siquiera al grupo más amplio de los discípulos del Señor, les indica no hacerlo,
no prohibírselo. De dicho texto podemos entender que el Maestro no censura la existencia de “otros”

1
Jorge Omar Silva Flores, Bachiller (equivalente canónico a la licenciatura) en Sagrada Teología por la
Pontificia Universidad Católica de Chile, Magister en Estudios de Género y Cultura por la Universidad de
Chile, Magister en Historia por la universidad de Santiago de Chile.
que moviéndose fuera del ámbito de sus discípulos actuaban en su nombre, es más hasta podríamos
considerar que de estos versículos se puede desprender que el Señor no cuestiona la existencia de
grupos distintos al de los doce. Por otro lado el mismo texto nos debe hacer reflexionar acerca de la
eficacia de los sacramentos y su acción salvífica, que no depende de quien administra los sacramentos,
o los sacramentales (como el caso de la expulsión de demonios), sino de la pura y sola Gracia de
Dios, es por el poder tremendo del Santo Nombre de Jesús, en el cual se realizan los actos
sacramentales, que estos tienen eficacia; por lo tanto la validez de estos no está supeditada al
sometimiento a una determinada jurisdicción.
También hemos de detenernos en una consideración respecto a sentido – significado más
profundo de los palabras: “Iglesia” y “Católica”, ambos conceptos que según parece, el clero católico
romano, considera de su propiedad exclusiva; mientras que si realizáramos un análisis más profundos
de ambos términos, tanto filológica como bíblicamente, nos daríamos cuenta que “Iglesia” –
“Ecclesia” – “ἐκκλησία” – “ἐk-kαλεῖν”, hace referencia a la asamblea de todos aquellos que son
llamados por Dios para ir a su encuentro, así como el pueblo de Israel fue llamado por Dios para
encontrarse con El en el desierto, y que finalmente seria la humanidad toda que es llamada a
encontrarse con Dios. Mientras que “Católico” – “Catholicus” – “καθολικός”, complementa y
potencia esa noción de Universalidad que podemos entender en el término “Iglesia”, ya que hace
referencia a lo universal, a aquel mandato del Señor de ir a todos los pueblos a anunciar la buena
noticia, que no puede ser circunscrito a una comunidad particular.
Al parecer, durante los primeros siglos estos conceptos e ideas fueron claramente entendidos
por la comunidad cristiana, que se expresa claramente respecto a la validez de los sacramentos
conferidos por ministros “herejes” y “cismáticos”, salvo casos muy excepcionales 2, como podemos
leerlo en los siguientes textos 3:

2
León XIII, obispo de Roma, decreto la invalidez de las ordenes anglicanas, por defectos en la forma y la
intención, ver: Denziger – Hünermann: 3315 – 3319, sin embargo respecto a esta cuestión volvemos al asunto
de la “romanidad”, que en ningún caso es una nota fundamental de Iglesia, no porque sea invalido para la
comunidad que depende jurisdiccionalmente del obispo de Roma lo es ex orbe, por otro lado las ordenes de
la comunión anglicana fueron: 1. Conferidas en su raíz por obispos válidamente ordenados para Roma. 2.
Cualquier falencia fue “subsanada”, por así decirlo (suponiendo que en algún momento no fueron conferidas
por obispos válidamente ordenados por algún defecto en la forma de su ordenación) por medio de la
imposición de manos por parte de obispos ortodoxos y veterocatolicos (de hecho se comenta que es muy
apreciado en la mundo anglicano el contar con “la mano holandesa” en una ordenación, o en una consagración
episcopal anglicana.).
3
Denziger – Hünermann: 128, 356, 478, 691 – 694, 705
- Cánones del Concilio I de Nicea (Ecuménico I), 19 de junio al 25 de agosto del año
325, siendo Marcelino obispo de Roma:

8 “… Acerca de los que antes se llamaban a sí mismos cataros (puros), pero que se acercan a la
Iglesia católica y apostólica, plugo al santo y grande concilio que, puesto que recibieron la
imposición de manos, permanezcan en el clero; pero ante todo conviene que confiesen por escrito
que aceptaran y seguirán los decretos de la Iglesia católica y apostólica, es decir, que permanecerán
en comunión con los desposados en segundas nupcias y con los caídos en la persecución…”

 Lo importante aquí es que quienes han recibido el sacramento del orden, “la imposición de manos”,
no deben ser re-ordenados, sino que se les sigue considerando como ordenados, aun cuando deban
confesar por escrito su adhesión a los decretos del concilio.

- Carta “Exordium pontificatus mei”, de Anastasio II obispo de Roma, al emperador


Anastasio I, hacia finales del año 496:

(Cap. 7) “… Según la costumbre de la Iglesia Católica, reconozca tu sacratísima Alteza que a


ninguno de estos a quienes bautizo Acacio4 o a quienes ordeno según los cánones sacerdotes o
levitas, les alcanza parte alguna de daño por el nombre de Acacio, en el sentido de que acaso
parezca menos firme la gracia del sacramento por haber sido transmitida por un inicuo. En efecto,
el bautismo… aunque administrado por un adultero o por un ladrón llega como don intacto al
destinatario, ya que aquella voz que se hizo sentir a través de la paloma, excluye toda macula de
sordidez humana, a través de ella se declara y dice: “Este es quien bautiza…” (Lc. 3, 16)5. Porque
si los rayos de este sol visible, al pasar por los más fétidos lugares, no se mancillan por la virtud de
Aquel que hizo este sol visible, puede constreñirse por indignidad alguna del ministro…”
(Cap. 9, otros 8) “… Por esto, también este… administrando mal lo bueno, a si solo se dañó. Porque
el sacramento inviolable que por él fue dado, obtuvo para los otros la perfección de su virtud…”

 Dice Anastasio II, que es costumbre de la iglesia, que el bautismo, así como el orden sacerdotal, y
debemos entender los demás sacramentos, son válidos y tienen eficacia, por cuanto la gracia del
sacramento no merma por haber sido administrado(s) por un “inicuo”, el don de la gracia sacramental
llega intacto a pesar del ministro.

4
Acacio, Patriarca de Constantinopla (427 – 489), autor del cisma acaciano (484 – 519)
5
Cf.: Agustin, Contra epistulam Parmeniani II 10, n. 22; 11 n. 23 (CSEL 51, 71 10s 73 22 / PL 43, 66 67)
- Carta “Quia caritati nihil” de Gregorio Magno, obispo de Roma, a los obispos de
Iberia (Georgia), hacia el 22 de junio del año 601

“… de la antigua tradición de los Padres hemos aprendido que quienes en la herejía son bautizados
en el nombre de la trinidad, cuando vuelven a la santa Iglesia, son llamados de nuevo al seno de
la santa madre Iglesia o por la unción del crisma, o por la imposición de manos, o por la solo
profesión de la fe. Por eso, para el ingreso en la Iglesia católica, en el occidente recibe a los arrianos
con la imposición de manos, y en el oriente con la unción del santo crisma. En cambio acoge a los
monofisitas y a los demás solo con la profesión de fe, porque el santo bautismo que recibieron entre
los herejes, entonces alcanza en ellos la fuerza de purificación, cuando se han unido a la fe santa y
a las entrañas de la Iglesia santa y universal.
… Sin duda alguna vuestra santidad recíbalos (a los nestorianos convertidos) en su comunidad,
conservándoles sus propias ordenes, a fin de que no poniéndoles por vuestra mansedumbre
contrariedad o dificultad alguna en cuanto a sus propias ordenes, los arrebatéis de las fauces del
antiguo enemigo…”

 Gregorio, obispo de Roma, llamado justamente “el grande”, señala que lo esencial en el caso de
bautismo, es que se realice en nombre de la Trinidad, así quien ha sido bautizado por un hereje, no
debe ser bautizado de nuevo, sino que este sacramento ha de ser “completado” por medio de la
profesión de fe, o de la crismacion, por lo que se entiende que cualquier bautismo en el que se utilice
la formula trinitaria, y agua, debe ser considerado valido. Adicionalmente señala que se han de
conservar las órdenes recibidas, no se han de conferir nuevamente.

- Sínodo de Letrán, abril del año 1060, bajo Nicolás II obispo de Roma:

Ꞩ2 “… Acerca, empero, de aquellos que no por dinero, sino gratis han sido ordenados por los
simoniacos, puesto que la cuestión ha sido de tiempo atrás largamente ventilada, queremos desatar
todo nudo de duda, de suerte que sobre este punto no permitimos a nadie dudar en adelante…
permitimos que permanezcan en las órdenes recibidas… los que gratis han sido ordenados por los
simoniacos…”

 Este sínodo lateranense, nos señala que este es un tema que ya ha sido tratado ampliamente con
anterioridad, y nos señala la doctrina que profesa la iglesia al respecto, la ordenación conferida por un
obispo simoniaco, a quien no hadado dinero por su ordenación, debe ser considerada valida, y los
ordenados deben ser considerados como tales, y conservar las órdenes recibidas, sin necesidad de que
las reciban nuevamente.

- Sínodo de Guastalla, octubre del año 1106, bajo Urbano II obispo de Roma:

(4) “… desde hace ya muchos años la extensión del imperio teutónico está separada de la unidad de
la Sede Apostólica. En este cisma se ha llegado a tanto peligro que – con dolor lo decimos – en tan
grande extensión de tierras apenas si se hallan unos pocos sacerdotes o clérigo católicos. Cuando,
pues, tantos hijos yacen entre semejantes ruinas, la necesidad de la paz cristiana exige que se abran
en este asunto las maternas entrañas de la Iglesia.
Instruidos, pues, por los ejemplos y escritos de nuestros Padres que en diversos tiempos recibieron
en sus órdenes a novacianos, donatistas y otros herejes, nosotros recibimos en su oficio episcopal
a los obispos del pre dicho imperio que han sido ordenados en el cisma, a no ser que se pruebe que
son invasores, simoniacos o de mala vida. Lo mismo constituimos de los clérigos y de cualquier
orden a los que su ciencia y su vida recomienda…”

 Este sínodo reitera lo que ya hemos visto en los textos anteriores, es doctrina cierta e histórica de la
iglesia, que los obispos, sacerdotes y otros miembros del clero, que han recibido sus órdenes por parte
de quienes son considerados herejes y cismáticos, son recibidos sin perder su estado, ni el grado del
sacramento del orden que hayan recibido, por lo tanto las ordenaciones, y en consecuencia los demás
sacramentos, impartidos por los que son considerados herejes y cismáticos por la jerarquía romana,
son válidos, según los ejemplos y escritos de los padres; lo único que obsta para que se les tenga por
válidamente ordenados es que se pruebe su mala vida o que son simoniacos.

En el mismo sentido de los textos anteriormente citados, se refieren los Padres de la Iglesia
como san Jerónimo, que señala: “… si el que bautiza en su fe herética no puede dañar al bautizado,
tampoco el que en su fe herética hace la ordenación del sacerdote…”

 La gracia de los sacramentos, especialmente de aquellos que imprimen carácter (bautismo,


confirmación, orden sagrado), no depende de que quien lo administre este o no en comunión con una
determinada sede, o que sea un pecador o sea indigno, depende de que tenga la capacidad de conferir
el sacramento, que utilice las formulas y ritos, que la materia sea la que corresponde y que tenga la
intención de conferir el sacramento.
y san Agustín: “lo mismo que el bautismo, la ordenación permaneció íntegra, puesto que en la
separación o cisma hubo un vicio, pero no en los sacramentos, que son los mismos dondequiera
que estén... Si nosotros procedemos mal, que expliquen ellos como no puede perderse el
sacramento del bautizado, y pueda perderse el sacramento del ordenado, que dicen: “al apartarse
de la Iglesia no perdió el bautismo pero sí el derecho a darlo”. Porque si uno y otro es sacramento,
de lo cual nadie duda, ¿por qué aquel no se pierde y este sí se pierde? Ni a uno ni a otro sacramento
hay que hacer injuria”

 El santo obispo de Hipona, nos propone de nuevo la comparación entre el bautismo y el orden
sacerdotal, si la iglesia considera como valido el bautismo administrado, incluso por un no cristiano,
por un pagano o un no creyente, en cuanto tenga la intención de hacer lo que hace la iglesia, utilice la
materia (agua) y la formula trinitaria, ¿porque se ha de cuestionar la validez del orden sacerdotal
conferido por un obispo cristiano, aunque no esté en comunión con una determinada jurisdicción?
Ambos sacramentos han de ser considerados igualmente válidos, y por lo tanto las ordenaciones de las
comunidades no romanas, y los demás sacramentos, también han de ser tenidos por válidos, aun
cuando puedan ser ilícitos a los ojos de los miembros de una determinada jurisdicción.

El Sacerdote, al cumplir sus funciones litúrgico sacramentales, actúa In Persona Christi


Capitis, por lo cual los sacramentos por el administrados actúan en virtud de la acción de Cristo, aquí
hemos de distinguir entre el actuar válidamente, cumpliendo con los requisitos de materia, forma e
intención, y el actuar lícitamente en cuanto se esté dentro o fuera de la comunión de una determinada
sede apostólica. Los Sacramentos per se deben ser reconocidos y venerados en cuanto cumplan con
la materia, forma e intención, mas allá de la dignidad o falta de ella que podamos, humanamente,
encontrar en el ministro. Hestiquio de Jerusalén dice: “Los sacerdotes dan su bendición no por
propia virtud sino que, porque llevan la imagen de Cristo, pueden por Aquél que está en ellos dar
la plenitud de la bendición”.

 El sacerdote, o el ministro ordenado, al actuar In Persona Christi Capitis está más allá de su propia
humanidad, mas allá de la humanidad entera, por lo cual sus actos ministeriales, no los realiza Rodrigo,
Cristóbal, Matías o Víctor Hugo, los realiza Cristo, utilizando a aquellos que son instrumentos en sus
manos poderosas, y que han prestado su voluntad al dar su consentimiento a la obra buena que Dios
realiza en ellos y por ellos.

No es posible pensar, ni tener, a las cristiandades que no están en comunión con Roma, como
comunidades eclesiales absolutamente extrañas y separadas de la Única Iglesia, cuerpo místico de
Cristo, que se construye, desde los inicios del cristianismo, de y con muchas comunidades diversas,
como tan diversas han sido, son y serán las experiencias que el ser humano hace al encontrarse con
la Divinidad; pues por Cristo, con Cristo y en Cristo, cada comunidad conserva un vínculo único e
inquebrantable con la Única Iglesia, mística esposa de Cristo, diversa y única; cualquier cisma atenta
contra unidad material del cuerpo de Cristo, que es escandalo para el mundo de hoy, pero no rompe
por completo dicha unidad, por cuanto mantiene el vínculo único e indisoluble que proviene de nacer
del costado herido del Señor, en el calvario, de donde nacen la Iglesia y los Sacramentos.
De este modo, los obispos que por haber recibido la imposición de manos de otro obispo, por
contar con una línea de sucesión apostólica valida, tienen la potestad de confirmar y ordenar, así como
los presbíteros, en virtud también de su orden, tiene la de conferir los sacramentos que no están
reservados a los obispos; dichas potestades no pueden ser anuladas por el mandato o falta de mandato
por parte del obispo de una sede determinada, o por estar o no dentro de determinada jurisdicción, o
por estar o no en comunión con determinada comunidad eclesial u otra.
Así como proclamamos una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios, en Cristo el Señor, así
también debemos reconocer y proclamar que el sacerdocio de toda comunidad eclesial, en tanto
cuanto mantenga los requisitos de materia, forma e intención, así como todos los sacramentos,
proviene y tiene su validez, por, desde y en el único y eterno sacerdocio de Cristo, Sumo Sacerdote y
Rey.

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