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Pedimos perdón de nuestros pecados rezando el acto de constricción: Señor mío Jesucristo,
Dios y Hombre verdadero, Creador Padre, redentor mío, por ser vos quien sois bondad
infinita, porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa, pésame, Señor de todo corazón de
haberos ofendido, también me pesa porque podéis castigarme con las penas eternas del infierno,
ayudado de vuestra Divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la
penitencia. Amén.
Alma que me escuchas, contémplame con el pensamiento, con los ojos del alma, allí, en lo alto
del pretorio, coronado de espinas, con una caña en los brazos, sangrante y vestido
ridículamente con una capa roja, sereno, majestuoso, mientras la multitud pide a gritos mi
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muerte humana, y no hay nadie de todos los que animé, consolé, curé o resucité que me
defienda. Pero no me recordéis como algo pasado, en historia. Soy un Dios vivo, que está con
vosotros que rezáis juntos y mi sacrificio se actualiza en cada Eucaristía.
Acabáis de celebrar el tiempo litúrgico de mi Resurrección. ¿Qué significa para ti que he
resucitado? Que estoy vivo y que podéis hablar conmigo, que os espero en el silencio, entre el
ruido del día a día, en la calle, en vuestro cuarto, en la iglesia, en el sagrario…
Alma que me escuchas ¿Tú hablas con tu Dios vivo, uno y trino, o sólo le recuerdas como una
película histórica? No tengáis miedo de Dios, no tengáis miedo de lo que os pida, porque tu
Dios que te ama locamente, quiere lo mejor para ti. Tu Dios que te ama locamente, aceptando
su sacrificio, allí entre romanos y judíos, aceptó morir por ti en la Cruz, y con ese sacrifico se
transformó todo; e invocad la ayuda del Arcángel San Miguel, como os pide mi vicario en la
tierra Francisco rezándole: “Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla, se nuestro
amparo contra la perversidad…”
Padre Nuestro, que estas en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino...
Señor pequé, tened y piedad y misericordia de nosotros. Que las almas de los fieles difuntos, por la
Misericordia de Dios descansen en Paz amén.
Mis queridos niños de este monte de misericordia, los soldados ebrios, cuelgan de mi cuello un
cartel que pondrían clavado en la Cruz I.N.R.I. “Jesús el Nazareno el Rey de los Judíos” y
entre risas y burlas me acercan la Cruz; yo la cogí y tras besarla y la puse sobre mi hombro
llagado por los latigazos y comencé mi camino hacia la muerte humana, rodeado de insultos y
latigazos. Yo, sereno, los miro amorosamente, porque YO SOY AMOR ETERNO que os ama y
espera vuestro cambio, y os intento enseñar con mi ejemplo y guiaros con el Espíritu Santo al
que debéis invocar.
Pilatos había cedido a la violencia y a los gritos y deseos del populacho, también hoy hay en el
mundo mucha violencia, porque el odio, los deseos personales reina en los corazones de los
hombres, que les impulsa a conseguir todo eso como sea, venerando la mentira y el engaño. Os
invito a que digáis SÍ a la VERDAD y no a la mentira. Se empieza aceptando la mentira
“piadosa” para lograr… y ya sois presa del maligno. Llenad vuestra alma con mi eucaristía,
con obras de amor porque es tiempo urgente de confesarse, servir, ayunar, rezar, amar y
sacrificarse. La recompensa que os ofrezco es la Vida Eterna; y ofreced vuestras penas y
sufrimientos por vivos y difuntos y a diario repitiendo: “Jesús Amoroso, me uno a ti que llevas
la Cruz, con mis penas y sufrimientos” …
Señor pequé, tened y piedad y misericordia de nosotros. Que las almas de los fieles difuntos, por la
Misericordia de Dios descansen en Paz amén.
Perdón oh, oh Dios mío, perdón e indulgencia, perdón y clemencia, perdón y piedad.
Cantamos:
Pequé ya mi alma confiesa, mil veces me pesa, perdón y piedad.
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Cantamos: Amante Jesús mío, oh cuanto te ofendí, perdona mi extravío y ten piedad de mi...
Allí en un recodo del camino salió a mi encuentro mi Madre. Encuentro de gran dolor.
Encuentro en el que nuestros corazones, el mío y el de mi madre se hablan.
Amad a María, que siempre está dispuesta a apoyaros y ayudaros, como lo hizo conmigo.
Amad a María que ha sido la mujer que mayor sacrificio ha hecho.
Su sacrificio lo hizo por Amor. Asistió a mi sacrificio, al de su hijo, animándome a seguir, para
ayudar a abrir las puertas del cielo a todos vosotros, sus hijitos de la tierra.
Amad, en toda situación, como lo hizo mi madre, sin reproches, sino con cariño y animando al
que sufre. Amad a los que sufren, amad a los que os rodean y con el ejemplo del Amor infinito
convertiréis a los que están alejados de mí.
Invocad frecuentemente a María y pedidme las cosas a través de ella. A lo que me pide mi
madre, me es muy difícil decir no.
Orad y amad, orad y amad, y vuestra vida se transformará y seréis auténticamente felices.
CANTAMOS: Tú hablabas con tu hijo, él hablar con Dios, yo quisiera hablarle así
y saber rezar. Madre enséñanos amar, maría Madre enséñanos, amar al hijo amar…
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Símón de Cirene, uno que pasaba por allí, que venía del campo, el padre de Alejandro y de
Rufo, le obligaron a que llevara la cruz de Jesús. Se negaba, protestaba, gritaba, me maldecía,
pero cambió radicalmente su actitud al cruzar su mirada con la mía y recibir mi mirada
amorosa que llegó al fondo de su corazón y entonces su corazón transformó
¿Alma que me escuchas, quieres tú hijo-a mío a ayudarme a llevar la Cruz?
¿Habéis sido Simón de Cirene en cada uno de vuestros hechos?
A veces sentís la tentación de que lo que hacéis es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería
menos mar si le faltara una gota tuya y otra de otro…
Hoy más que nunca, ahora, necesito de Cirineos.
No tengáis miedo a llevar una Cruz, porque junto a vuestra Cruz, estoy Yo. Ofrecedme
vuestras cruces y seréis corredentores, y no olvidéis lo que mi madre pidió en Fátima: oración
por la Paz y sacrificio por los pecadores. Es tiempo urgente de Amar, rezar y hacer sacrificios.
Cantamos: Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que
quiera, seguir amando. Señor me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre...
Esta mujer que me amaba, la que vosotros llamáis Verónica, me había visto curar, consolar,
ayudar a tantos; y ahora cuando me contempla sangrante camino del Calvario, salió
valientemente de entre la multitud que me insultaba, escupía Y SE REÍAN… y amorosamente
con un paño limpió mi rostro.
Hoy en vuestros días, TAMBIÉN SE RIEN DE VOSOTROS porque lleváis un rosario, o
porque os vais en vez de mundanales pasatiempos a hacer un día de oración, o de retiro,…
Hijitos míos, si sois mis verónicas, si visitáis enfermos, si visitáis ancianos, los entretenéis, los
hacéis reír, si cuidáis a niños, si desinteresadamente hacéis favores, poco a poco entenderán,
con los hechos, y no con bonitas palabras, que la auténtica felicidad no está en el tener, sino en
compartir, en ayudar, en Amar… y entrara la conversión en su corazón. Sed vosotros mis
verónicas. Sed mis verónicas
Caminad en la Luz de Dios. Practicad la comunión reparadora de los primeros sábados.
Todavía estáis a tiempo: Rezad, Amad y Servid.
El camino se hace más duro, se eleva y una piedra saliente hace tropezar y de nuevo caí
exhausto, golpeándome el rostro contra las piedras y de mi boca salía abundante sangre,
formándose un charco alrededor de mi cara. Los soldados tiran de mi pelo salvajemente para
que me levante. Los que estaban cerca me insultan, me escupen, me golpean…
Y caigo porque soléis ser unos cristianos y una iglesia triste. Con vuestra actitud no manifestáis
a los que no creen la alegría del anticipo de una vida eterna y feliz. Estad alegres, sean cual
sean vuestras circunstancias, por tristes que sean; tened confianza en que todo lo que ocurre
dará su fruto positivo, todo servirá para purificación y bienes futuros de vosotros y de todos los
que os rodean. Tened confianza y ofreced vuestros sufrimientos, mostrad alegría a vuestro
alrededor. Cuando la Iglesia o vosotros no os mostráis alegres, cuando falta la alegría, falta la
paz, se convierte en una Iglesia desalentada, ansiosa, triste, que tiene más de solterona que de
madre. La alegría de la Iglesia y del cristiano es dar a luz; dar alegría, es salir de sí misma para
dar vida; es ir a buscar aquellas ovejas que están perdidas; es mostrar aquella ternura del
pastor, la ternura de la madre. ¿Queréis ir al cielo y que vuestra tierra sea un lugar de Paz y
alegría, o os gusta cómo está vuestro mundo?
Padre Nuestro que estás en los Cielo, santificado sea tu nombre... Señor pequé...
Siyahamba. Cantamos: Al cielo, al cielo, al cielo quiero ir, al cielo, al cielo, al cielo
quiero ir, al cielo… al cielo, al cielo, al cielo quiero ir, al cielo, al cielo, al cielo quiero...
Yo andaba llevando dificultosamente la Cruz, con pequeños pasos, arrastrando los pies y la
Cruz, pues no podía con ella; y escuche entre la multitud a aquellas mujeres que lloraban, y
saqué fuerzas de flaqueza, me esforcé en llegar a ellas a consolarlas porque Yo soy infinito
Amor y el amor es fuego que se extiende y enciende todo lo que encuentra y es un fuego nadie
puede apagarlo. Le dije un día a Sta. María de Alacoque. “Mira este Corazón que tanto ha
amado a los hombres y al que nada se ha perdonado hasta consumirse y agotarse para
demostrarles su Amor, y en cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes, por las
irreverencias, desprecios y sacrilegios hacia Él en este Sacramento de Amor (la Eucaristía). Por
eso te pido que, el viernes siguiente a la fiesta de Corpus Christi, se celebre una fiesta
particular para honrar mi Corazón, comulgando en dicho día y reparando las ofensas que he
recibido en el Augusto Sacramento del Altar. Te prometo que mi Corazón derramará con
abundancia las bendiciones de su Divino Amor sobre cuantos le tributen este homenaje y
trabajen en propagar esta devoción”. No lo olvidéis este mensaje está muy unido al que nuestra
Madre nos dio aquí en Garabandal. Amad y reparad ante el Santísimo
Padre Nuestro que estás en los cielos... Señor pequé, tened piedad y misericordia...
Cantamos: Al atardecer de la vida me examinarán del amor, si ofrecí pan al hambriento,
si al sediento di de beber, si mis manos fueron sus manos, si en mi hogar le quise acoger, si ayudé a los
necesitados, si en el pobre he visto al Señor...
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Mis pequeños, vedme con los ojos del alma como caigo en la tierra, sin que Simón de Cirene
pudiera evitar que la Cruz golpee todo mi cuerpo y la corona de espinas se incrustara
profundamente en mi cabeza. Quedé exhausto en el suelo parecía muerto, mientras la multitud
me insultaba me escupía me apedreaba, y alguno me daba patadas...
Mis ojos divinos vieron entonces lo que ocurre ahora en vuestro tiempo: el dios placer, el dios
dinero, el dios lujuria, el dios poder… Vuestra humanidad vive como paganos satánicos
Mis niños queridos, mi pequeño resto, que reza y derrama amor y paz su alrededor, sed muy
moderados en la comida, bebida, tabaco, pues no sois muy conscientes que estáis acortando
vuestra vida en la que estáis llamados a ser santos y llamados a ayudar y convertir a los que os
rodean. No os dejéis vencer por el pesimismo, no consintáis a las tentaciones el diablo os ofrece
cada día. En todos los lugares de apariciones, repetimos una y otra vez una llamada mundial y
personal a que os levantéis, que dejéis los pecados atrás, por medio de la confesión.
Una rueda llena de aire, con un pequeño poro se desinfla poco a poco y deja de ser eficaz, por
eso esforzaos en examinar cada noche vuestras debilidades. Amar, rezar y reparar. Cambiad.
Los soldados romanos me despojaron de mis ropas dejándome desnudo. Yo acepté por
vosotros las peores humillaciones humanas, y permití el furor de mis verdugos. Ese furor de
mis verdugos se continúa en vuestra época actual, en vuestra humanidad que “pasa” de mi
Amor, que me desprecia, que vive desenfrenadamente enfangado en el odio, en el poder, el
dinero y el sexo. Vosotros mis amigos, hacedme un escudo con vuestros corazones para cubrir
mi soledad, mi desnudez; que vuestras acciones de cada día sean el pañolón que me dio mi
Madre con el que pueda arroparme. Os pido que os despojéis de todo lo que os aparta de mí y
os revistáis solamente con mi Amor y que se levante una montaña de virtudes y de pequeñas
acciones que desvíe mi justo enojo de Dios Padre. Pedid por vuestros hermanos, rezad, rezad,
rezad y amad, amad, amad, amad, rezad y amad. El demonio es muy astuto, y si el afán de una
nueva posesión, de un nuevo honor, os impide crecer espiritualmente y de tener una vida de
oración y de amor con los que os rodean, quizás debáis prescindir total o parcialmente de ese
objetivo que os habéis marcado. No os preocupe vuestras limitaciones, acercaos a mí y Yo os
transformaré.
Es tiempo urgente de Amar, rezar y servir.
Cantamos: Subiendo a los pinos de Garabandal como una caricia se siente la Paz. Avé,
Avé María…
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Como un manso cordero, queriendo cumplir la misión que me había destinado mi Padre, me
tendí sobre la Cruz. Y con verdadero odio me clavaron en la Cruz, tirando salvajemente de mis
extremidades para no tener que hacer nuevos agujeros en el madero de la Cruz.
Luego la izaron, me levantaron, y hasta que se depositó firmemente en el hueco realizado en el
suelo, el tambaleo de la Cruz me producía un dolor extremo.
Desde lo alto de la Cruz vi y escuché aquella multitud rabiosa, que continuaba mofándose,
insultándome. Vi a toda la humanidad futura que despreciaba mi Sacrificio. Porque vuestra
humanidad tiene que cambiar, vendrá un aviso, en el que por un breve espacio de tiempo os
veréis interiormente.
Estoy por amor a vosotros clavado en la Cruz. Meditad mi pasión y descubriréis mi gran obra
de Amor. Rezad y amad, rezad y amad e invocad a diario al espíritu Santo y la protección de
María y la ayuda de vuestro ángel de la guarda. Frecuentad los sacramentos. ¡Cambiad!
Cantad: El Rey del Cielo, mi buen Jesús, por mis pecados está en su Cruz, por mis
pecados muere mi Dios, perdón Dios mío, perdón piedad, llora la Virgen Madre de Amor,
porque yo ofendo a su hijo Dios...
Mis pequeños que gran misterio de la Cruz. Desde ella, os he enseñado la humildad,
permitiendo en Mí, aquellos castigos, que os corresponderían a vosotros por vuestros pecados.
Desde la cruz os he enseñado a perdonar en todo momento.
Desde la Cruz, os he enseñado Amor, emplazándoos a vosotros, porque, Yo quiero, que me
devolváis amor. Fijaros bien, mi sacrificio fue para pagar por vuestras debilidades; y desde la
Cruz, también os he enseñado paciencia, os he enseñado a pedir perdón.
Mirad mi Cruz, miradme en la cruz MUERTO CON LA CABEZA QUE SE ACERCA A LA
TIERRA, amadme en la Cruz, compartid vuestra cruz conmigo, solo así vuestros sufrimientos
podrán adquirir, un valor tan grande, redentor, como no podáis imaginar.
Todo acto que hagáis unido a mi Cruz servirá en el camino de la salvación, de muchos. Yo
quisiera que todos y cada uno de vosotros mis pequeños, al final de vuestras vidas, pudierais
dirigir al padre, la misma oración, que Yo le dirigí “Padre, en tus manos, encomiendo, mi
espíritu”. Es tiempo urgente de amar, rezar, servir y reparar.
Porque os amo y por eso he muerto en la Cruz.
Cantamos: Victoria tu Reinarás, OH Cruz tu nos salvarás. Por las tres horas de tu agonía en que
por Madre tuviste a María, perdónales Señor. Perdona a tu pueblo Señor, perdona a tu pueblo,…
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Meditad con vuestros ojos del alma, como mi madre, con mi cuerpo muerto en sus brazos llora.
Con mi cuerpo, muerto en su regazo, la Virgen María, mi Madre, lloraba.
Hoy continúa llorando, llora al ver, que, en vuestro mundo actual, se me rechaza, y hace
imposible mi sacrificio redentor para muchos. Ella llorando, os mira a vosotros, que consoláis
su corazón inmaculado, y os suplica que recéis, que recéis, porque la oración puede mover
montañas.
Mirad los agujeros de mis manos y mis pies, mi costado traspasado, todo por vosotros.
De todos ellos emanará mi divina misericordia.
A todos los que intentéis seguir mi camino, os bendeciré.
¡Venid y seguidme, seguid mis huellas! ¡No tengáis miedo! Que Yo, he vencido la muerte
Alma que me escuchas, por los dolores de María, no peques más. Recordad que con que seáis
unos pocos fieles al final los corazones de Jesús y María triunfarán
Padre Nuestro, que estas en el Cielo... Señor pequé, .tened...
y escuchar los ardientes latidos de tu pecho de Madre nacidos que laten por mí.
Casi no había luz, muy pocos acompañaban a mi Madre. Mis pequeñitos niños de Garabandal,
fui sepultado, con prisas, en un sepulcro sin estrenar propiedad de José de Arimatea. La salida
fue tapada con una enorme roca. Mientras estaba allí, María, rápida reunió a mis discípulos
para animarlos, y oraba sin cesar, esperando mi Resurrección y la venida del Espíritu Santo
que los transformara. Mi cuerpo muerto quedó allí sepultado.
También vosotros vivís ahora un tiempo de tránsito entre esta y la otra vida, no lo
desperdiciéis, y María siempre está dispuesta a animaros, por eso se manifiesta y se manifestó
aquí y en tantos lugares de apariciones.
Una vez más os digo, ¡poned en vuestras manos vuestras
armas, la cruz y el rosario, elevadlas al cielo y cantar a
vuestro Padre Dios la Oración del Padre Nuestro!, para
que la bendición de Dios uno y trino descienda sobre
vosotros, para que mis ángeles os marquen de nuevo en
la frente la Cruz Salvadora de Cristo, que permanecerá
en vosotros mientras viváis la vida de la Gracia. Y
mientras tanto, vuestra Madre, extiende su manto y os
cubre a todos vosotros.
Muchos no reconocieron mi cuerpo radiante, sólo al partir el pan se dieron cuenta los discípulos de
Emaús que era yo, recordad que sigo presente y vivo en la Santa Eucaristía, que os espero siempre, y
que donde dos o más rezan allí estoy yo y que un día los corazones de Jesús y maría triunfarán. Sed mis
discípulos anunciándome con obras. Y en verdad os digo, que mi madre os cubre con su manto, porque
sois sus hijitos.